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MARTHA NUSSBAUM
ENSEÑANZA SOCRÁTICA
El primer hecho que tenemos que enfrentar cuando nos preguntamos por el tipo y
características de la enseñanza socrática, es que no ha sobrevivido ni una sola frase de
Sócrates tal como él la pronunció. Bajo esta problemática conocida como “Sócrates
histórico”, es preciso preguntarnos, ¿es razonable creer que se pueda, a pesar de ello, saber
sobre su pensamiento y sus enseñanzas algo lo bastante seguro como para hablar con
seriedad sobre su filosofía? Cada generación de investigadores que ha trabajado sobre
Sócrates ha intentado, en primer lugar, responder a esta pregunta. Por mi parte, sin
desconocer la importancia de los otros testimonios me voy a limitar a los aportes en este
campo de Platón. Tendré en cuenta las obras socráticas, los diálogos apologéticos, escritos
bajo el signo de la indignación luego de la muerte de su maestro (Apología, Critón),
después los retratos idealizados (Fedón, Banquete, Teeteto, Parménides).
Algo que llama la atención es observar cómo en los diálogos platónicos Sócrates
manifiesta, de forma insistente, que no enseña nada. En el diálogo Teeteto, afirma: “yo no
alumbro sabiduría, y esto que muchos me reprochan que interrogo a los demás sin dar yo
mismo respuesta porque yo no poseo sabiduría” (150 c-d)1. Los filósofos que aparecieron
tras él, que en su mayor parte escribieron o enseñaron, no le deben aparentemente nada,
porque “ellos por sí mismos, han retenido y poseído muchas y bellas cosas” (idem.). Como
tampoco tuvo interés en constituir ninguna escuela filosófica, interés más de los sofistas,
Platón, Aristóteles y filósofos helenísticos. Entonces, el problema redunda más allá de las
fuentes o testimonios, en el tipo de enseñanza y características de su sabiduría; ya que para
poder enseñar se debe poseer algún tipo de saber.
En la Apología2 de Platón, Sócrates se pregunta sobre el tipo de saber que ejerce, en los
pasajes 20 c-d y, 23 b-c, reconoce que, aunque no sea filósofo naturalista ni sofista, tiene
cierta fama de sabio, tratando luego de la única forma de saber que no niega poseer.
Caracteriza dicha actividad como algo diferente de la que hace la mayoría de sus
conciudadanos, una cierta sabiduría, que denomina “sabiduría humana”, ciencia humana
(anthropine sophia) que tiene relación con el hombre; sin embargo, no trata sobre ningún
contenido específico, cosa que podría justificar el que Sócrates la designe en alguna ocasión
como no-saber. Pues se debe subrayar que los interlocutores de Sócrates no comprenden
nunca su declaración de no-saber como indicativa de una ignorancia real; por el contrario
no dejan de pedir su opinión (Laques). Después niega poseer o estar en búsqueda de esa
1
Platón, Teeteto o sobre la ciencia. Barcelona, Anthropos, 1990. Traducción y notas: Manuel Balasch.
2
Platón, Apología de Sócrates, Buenos Aires, Eudeba, 1971. Traducción, notas y ensayo preliminar: Conrado
Eggers Lan.
sabiduría sobrehumana o extrahumana que otros pretenden alcanzar o poseer (maestros de
la verdad y sofistas).
Esto claramente nos indica un distanciamiento con los pensadores Presocráticos, no sólo
por los intereses investigativos diversos, sino también porque éstos consideraban que
estaban en posesión de la verdad, son los maestros de la verdad que desplazan a los sabios,
como afirmaba Heráclito, el filósofo se empeña en la búsqueda de la verdad. En el poema
de Parménides se representa al filósofo como un iniciado que ha recibido el discernimiento
de la verdad de una diosa que sostiene las llaves de la justicia en sus manos. Desde esta
posición ventajosa, denuncia las opiniones comunes de los “mortales” como plagadas de
errores. Ninguno de estos maestros tenía noción democrática del aprendizaje. Para ninguno
la verdad era algo públicamente accesible para todos los que pudieran pensar; ninguno creía
que todos tienen algo propio con que contribuir a la verdad.
Por otro lado, en el diálogo Banquete3 encontramos otro rasgo de la enseñanza socrática,
relacionada con su personalidad, el cambio de mentalidad que operaba el interlocutor a
partir del diálogo y el sentido del mismo. Alcibíades, llega no sólo tarde, sino
completamente ebrio, sostenido por un flautista. Se informa de qué hablan los comensales y
hace el elogio de Sócrates, “mediante imágenes” (215 a-b). Empieza por compararlo a las
estatuas de Silenio. Sócrates encanta a quienes le escuchaba; ya sea mujer, hombre o
muchacho, todos quedaban estupefactos y posesos. “Porque cuando lo escucho, mi corazón,
mucho más que el de los agitados por el arrebato de los coribantes, salta, y se me derraman
lágrimas por obra de las palabras de éste, y veo que también a otros muchos les causan la
misma impresión (215 e). Le sigue un elogio extenso de la templanza de Sócrates, de su
independencia respecto de las cosas externas, de su valor y firmeza de espíritu.
3
Platón. Banquete. Madrid, Alianza Editorial, 2003.
hacer nacer en el alma claridades que la salvan y se constituye en un verdadero fin sin el
que la vida carecería de verdadero interés. Transformaba siempre al que dialogaba,
cumpliendo doble función: el examen intelectual y el examen moral, ya que se sirve del
diálogo para despejar lo verdadero y para sanar a un alma, pues el infatigable razonador es
al mismo tiempo, un infatigable transformador, una especie de “conversión”. Siempre, en la
historia de la filosofía antigua el acceder a la filosofía se describe como una transformación
moral profunda que inviste todo el ser, y no sólo como un acto de naturaleza intelectual. Es
un ejercicio compartido para encontrar la palabra en común que expresaba el asunto que
interesaba en común, pero no hay soluciones, no hay respuesta definitiva, porque no es una
imposición ni una construcción de consensos, sino que todo lo dicho, incluso lo que parece
serlo como respuesta, queda siempre enmarcado en la duda o en el vacío creador que
supone no saber.
4
Windelband, W. Historia de la filosofía antigua. Argentina, Editorial Nova, 1955. Pág. 113.
filosofía socrática con respecto a las otras es que, “En toda la historia del pensamiento
occidental, ninguna filosofía se ha asignado una difusión más populista que la de
Sócrates”5.
Jean Humbert6, considera que subsiste una gran dificultad cuando intentamos adentrarnos
en las escuelas socráticas, porque sólo se conocen algunos fragmentos lamentables, apenas
utilizables. Tenemos que proceder, pues, con “miserables fragmentos, con testimonios
tardíos a veces contradictorios y, por lo general, bastante pueriles” (p. 265). No pudiéndose
determinar en qué fecha se sitúa la fundación de estas escuelas, cuáles fueron su ubicación
verdadera, la identidad de sus miembros y la naturaleza del vínculo que los unía. Como
también, es a todas luces criticable la categoría dada a estas escuelas de menores o
6
Humbert, Jean. Sócrates y los socráticos menores. Caracas, Monte Ávila Editores Latinoamericana, 2007.
Págs. 10 a 13; 263 y s.s. Traducción: Francisco Bravo.
semisocráticas, una designación muy injusta, tienen tantos derechos como Platón, para
presentarnos una imagen válida de ese mismo Sócrates a quien también ellos se proponían
continuar.
No hay que olvidar que el ágora donde dialogaba Sócrates era una ciudad multicultural,
capital de un imperio, núcleo central de una civilización y epicentro de una vasta
colonización comercial; junto a los esclavos y al campesinado inmigrante, también se
encuentran los metecos o extranjeros que contribuyeron en la configuración de Atenas
como una metrópolis multicultural comparable a los grandes centros urbanos de la
actualidad. Frente a la situación de los metecos, Nussbaum en su valoración de la
democracia griega comenta lo siguiente: “… así y todo era posible que un hombre que no
pertenecía a las clases privilegiadas se sumara a la asamblea y propusiera algo para el debate
público” (Sin fines de lucro, p. 77).
Además Atenas era una ciudad multiétnica. La cultura ática dominante convive con la de
aqueos, arcadios, etolios, macedonios, jonios, eolios, cretenses y otros pueblos
pertenecientes o cercanos a la Hélade. De manera que estamos ante una metrópoli a su vez
multilingüe y multirracial, y por descontado, multiconfesional, un hecho añadido al carácter
de por sí politeísta de la religión griega oficial, esparcida entre mitos y ritos, en lugar de
asentarse en dogmas e instituciones.
Dado que las instituciones educativas están formando ciudadanos, no sólo personas
competentes, considera válido que nos preguntemos: cómo debe ser un buen ciudadano y
qué debe saber, cuyo trasfondo, al igual que la Atenas de Sócrates, es el de una sociedad
multicultural y multinacional.
7
Nussbaum, Martha. El cultivo de la humanidad. Una defensa clásica de la reforma en la educación liberal.
Chile, Editorial Andrés Bello, 2001.
8
Define educación liberal como aquella que libera la mente de la esclavitud de los hábitos y las costumbres,
formando personas que puedan actuar con sensibilidad y agudeza mental como ciudadanos del mundo.
Pero no sólo el pensamiento socrático propició la creación de diversas escuelas filosóficas
en la antigüedad9, sino que continúa siendo una fuente de permanente reflexión e
inspiración. En lo que sigue mi interés se centra en analizar las características de la
enseñanza socrática que le permite a Nussbaum concluir que no es la educación socrática,
sino su ausencia, lo que sería fatal para la salud de las sociedades democráticas. En otras
palabras, me oriento más por aspectos de la fundamentación de la enseñanza socrática, no
tanto los contenidos curriculares de los cursos humanísticos que se imparten en las
universidades norteamericanas, a partir del pensamiento socrático.
Con la salvedad anterior, considero que Nussbaum reinterpreta y revitaliza las lecturas de
Sócrates, en la relación entre filosofía, política y educación. Me voy a centrar en las
características del pensamiento socrático que fueron y son vitales para el logro de la
autonomía democrática: i) la entrada en escena de Sócrates en la polis, significó no sólo, en
palabras de Cicerón, que la filosofía bajo del cielo a la tierra, sino la democratización del
aprendizaje. Un saber antes centrado en los maestros de la verdad, quienes no
argumentaban sino que exponían la aprehensión de la verdad de forma oracular, poética o
mediante sentencias; ii) el diálogo socrático (elenchos) implicó una nueva disciplina, una
nueva educación que invitaba a pensar de manera crítica sobre los orígenes sociales de las
normas morales, aparentemente eternas, a distinguir entre lo convencional y lo natural; iii)
no podemos desligar esta nueva educación del modo de vida socrático, quien, por lo
general, plantea preguntas que subvierten la autoridad de la tradición y, que, además, no
reconoce ninguna autoridad sino la razón, llegando incluso a pedir que los dioses den
cuenta razonada de sus preferencias y órdenes; iv) también forma parte de su modo de
vida, el compromiso con la búsqueda desinteresada de la verdad; v) frente a aquellos
pensadores que consideran la filosofía como un ejercicio en solitario, una de las
contribuciones de Sócrates fue hacer que el rigor y firmeza del argumento filosófico
tuvieran efecto en los asuntos de interés público; vi) el reconocimiento del no saber, es
9
Diógenes Laercio, menciona que fueron trece los llamados socráticos, siendo los más importantes: Platón,
Jenofonte, Antístenes, Esquines, Fedón, Euclides, Aristipo; cuya característica es que gran parte de estos
sucesores conformaron escuelas filosóficas. En: Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres.
Madrid, Aguilar, 1964. Libro II, Págs. 1169 a 1197.
entendido como que al menos Sócrates sabe lo difícil que son los conceptos y cuánta
necesidad tiene su propia comprensión de éstos de una mayor claridad, mientras que el
experto carece no sólo de una adecuada comprensión de los conceptos, sino también del
conocimiento de su propia incompetencia; vii) son cuestionadas las creencias no porque
sean malas en sí, sino porque dichas creencias vivían con sus conciudadanos y los
modelaban, pero nunca las habían hecho propias, porque en realidad nunca habían mirado
dentro de ellas, preguntándose si habría otra manera de hacer las cosas, y cuáles eran en
verdad dignas de guiar sus vidas en lo personal y en lo político; viii) para Sócrates el mayor
problema que hay que enfrentar es la pereza de pensamiento que caracteriza a estos
ciudadanos democráticos, su tendencia a ir por la vida sin pensar sobre otras posibilidades y
razones; ix) el diálogo socrático muestra la confianza que tiene en que se puede hacer
progresos a través de una reflexión que busca el bien común, pero este progreso necesita
claridad, necesita conceptos y argumentos. Al pedir buenas y coherentes razones para lo
que hacen, les muestra que esto incide en la decisión que tomarán finalmente, ya que no es
una cuestión pueril la que se trata, sino el modo en que deberíamos vivir; x) es importante
insistir en que el elitismo platónico no es el resultado necesario, ni aún el más probable, de
la fidelidad a los valores socráticos. Sócrates, a diferencia de Platón, sostiene que los
atributos necesarios para llegar a ser un buen ciudadano pensante se encuentran en todos los
ciudadanos, o por lo menos en todos los que no están en algún grado importante privados
de la normal capacidad de razonar.
Antes de terminar quiero subrayar que para Nussbaum, llegar a ser un ciudadano educado
significa aprender una serie de hechos y manejar técnicas de razonamiento. Pero también
significa aprender a ser un ser humano capaz de amar y de imaginar, entender el mundo
desde el punto de vista del otro.