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Gracia y el forastero.

Comienza preguntando por dónde empezar. Cuanto anote será dirigido a él mismo, pero es
justamente eso lo que le permitirá comprenderse. Volcar las propias fracturas en la hoja para
poder verlas como objeto y sentirse identificado, como si de mirarse a un espejo se tratara.

El narrador ya tiene el hábito de la escritura. Escribe por placer, porque le gusta ver surgir un
mundo desde la nada. No escribe para hacer un ensayo o un poema, necesariamente, y esta
novela parece ser producto de ese impulso fundamentalmente creativo.

Narración formal, pero diálogos cotidianos, chilenos.

Forma: se nos recuerda que la narración se plasma en una libreta en medio de un retiro religioso.
Por momentos pareciera que el lector está ahí mismo mirando lo que le pasó al narrador, pero la
narración misma está atravesada por recuerdos (como citas del padre) que a posteriori enriquecen
la escena, pero que no fueron parte de ella. Se mezcla la narración con citas e imágenes ajenas a
las escenas con Gracia porque el fin mismo de la escritura, en este caso, como se reconoció al
principio, es entenderse.

Se trabaja la temática del amor adolescente (lo que no significa que esa etapa cronológica sea la
única en sentirlo, sino que se refiere a un tipo de amor en su estado primario, alegre y especial).

Se trata el sentir incómodo del adolescente, que ni es niño niño, ni adulto. Esto implica una
problematización de la identidad propia y la consiguiente reflexión e intentos de responder a la
pregunta por el “yo”.

El relato de una historia de amor como el poner en relación distintas escenas interpretadas a
posteriori amorosamente.

En el capítulo 9 se corta la historia e interviene Gabriel hablando en presente (en el retiro


religioso) para hablar de la segura incomprensión que resultará de la lectura del cura de su texto.
Que se lo va a descartar como algo “adolescente”; Gabriel, en cambio, por un lado reconoce la
impotencia que siente el adolescente que no encaja en ningún lugar, que se considera como
alguien transitorio, contingente, que no es la expresión real de sí mismo, y la expresión profunda y
trascendental de su sentir a través de la escritura.

Algo precioso del ser humano es la posibilidad de guardar un secreto, de mantener un resquicio
intocado. ¿Pero, qué pasa con la escritura, entonces? ¿Se vuelca realmente el autor a sí mismo en
la hoja al escribir?

El fin de la ficción es representar la vida. En un momento, cuando Gabriel habla con el cura, este le
exige argumentos para justificar el matrimonio deseado; Gabriel, en cambio, dice que “esto no es
escolástica”, sino la vida. La escritura parece tener algo de compromiso, así: lo que se quiere es
entender el pasado y al ‘yo’ en la medida en que se representa la vida y se ve reflejado en aquella.
La escritura como respuesta ante la impotencia de dialogar con la Institución, con la burocracia,
que no es sino idea petrificada y presentada en palabras-cáscara.

El cura hablaba en otro planeta, Max hablaba desde otro continente espiritual…
La manera en que habla del padre (sobre todo en página 121) parece mostrar que lo reconoce a
través del retrato escrito que va haciendo. El proceso de escritura parece ir sellando a fuego una
nueva idea de su padre al mismo momento de plasmarlo en el papel.

El título: Gabriel es reemplazado por “Forastero” porque, al conocer a Gracia (quien sí se mantiene
idéntica a sí misma), él se descentra, se pone en cuestión lo que el creía ser y salta ciegamente al
amor con Gracia.

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