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Por: Flow
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Hace seis meses, María Magdalena Pecadilla, Jesús María Nazarith y Lukas
Pensante trabajaban en un departamento alquilado del barrio San Antonio en su
proyecto secreto. La tarde zumbaba con sus típicos sonidos provenientes de
algunos vehículos que pasaban por la calle casi solitaria sobre los altos del barrio
antiguo y bohemio, uno que otro ladrido desentonando violencia entre perros
buscándose camorra mientras seguían en manada a una perra en calor. Adentro
del apartamento rimas de publicidad impresa en papel reciclable se apiñaban en
las esquinas del salón principal del apartamento espacioso, los papeles parecían
hacer referencia a una manifestación por la Libertad de Expresión Pública. María
Magdalena con piel pálida y una cabellera hermosamente negra como la noche le
resaltaba esos ojos grandes como almendras entre amarillo y verde, estudiante de
Literatura de la Universidad del Valle. Escribía con dedos delicados y untados de
nicotina de tanto fumar pero seguros de lo que les dictaba el pensamiento sobre
un laptop lleno de calcomanías y rayones, detrás de ella un afiche en blanco negro
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Los tres amigos se habían conocido hace 3 años, en un festival de cine que hubo
en la ciudad, durante el evento se había dedicado un espacio literario y
cinematográfico a un artista local de nombre Andrés Caicedo, ese día martes 13
se había invitado a todos los pensadores locales a un conversatorio sobre el tema
los “Pensamientos Íntimos detrás de los Cuentos” del autor vallecaucano. A la
emisión televisiva solo habían asistido 3 personas fuera de los locuaces que
dirigían el conversatorio. Por lo chistoso del caso, al terminar el evento, les pareció
a las tres personas asistentes como normal juntarse a intercambiar ideas
tomándose un tinto en la tienda de la esquina del Teatro Municipal. Se sentaron en
el cafetín que incluía entre su decoración una vitrina vieja en madera llena de
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libro abierto…
llenas de excremento
letras hermosas
letras profanas
letras hipócritas
letras de cemento
letras egoístas
letras dirigentes
de letras inocentes,
letras de letras
letras…
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hay de todo
pensares negros
ciudades negras…
colinas altas
altos pensares.”
“Lo que pasa es que si no nos movemos por nuestros propios dictámenes, van a
decir los medios periodísticos universitarios, de que estamos dependiendo de
movimientos internos de la universidad que son al tiempo manipulados por
corrientes izquierdistas… de alguna forma eso es lo que son no?” les dijo en tono
más suave Jesús María a sus dos colegas.
La ficción la había basado María Magdalena sobre un viaje en el tiempo que había
realizado al pasado una chica de comuna sur del Bogotá de principios del siglo
XX, la chica de la historia vivía con sus padres y hermanitos en un barrio marginal
de invasión en los difíciles límites de la ciudad. Cuando la chica viajaba al centro
de Bogotá, algo que realizaba casi a diario para rebuscarse la vida; visitaba un
lugar muy subterráneo y pintoresco por su originalidad de nombre El Cartucho,
donde le gustaba conseguir entre otras cosas, drogas que le mantenían la cabeza
relajada y bien alejada de la realidad que le atormentaba. Se mantenía empepada
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por culpa de un incidente externo sucedido hace años a su hermano mayor que lo
habían desaparecido el mismo día que asesinaron a su padre cuando aun vivían
en una finquita dedicada a la agricultura en el Boyaca campesino. Su mama
después del incidente había cogido las pocas cosas que tenían y emigrado a la
capital para evitar que le siguieran desapareciendo los demás hijos a manos de la
guerrilla. Marta se llamaba la chica medio indígena de la historia de María
Magdalena. Su vida de desplazada le brindaba un futuro algo incierto.
Los tres amigos en San Antonio habían decidido no esperar más a la gente de la
universidad y decidieron que si la muestra digital que habían realizado basado en
el cuento de María Magdalena y las investigaciones realizadas sobre las chuzadas
en Colombia y la Libertad de expresión estaban terminados desde hace una
semana, deberían salir a distribuirlo a todos los lugares conocidos, especialmente
entregándoselo a los grupos y ONGs que estuvieran en tono con el pensamiento
alternativo sobre los temas que trataban. Tuvieron tanto éxito que el video y los
ensayos se distribuyeron por toda Latinoamérica en una semana. Universidades,
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Una semana después de haber terminado con la distribución del trabajo, saliendo
los amigos del apartamento en la tarde para ir a buscar algo que comer
caminaban calle abajo por entre el barrio, en una esquina Lukas trato de esquivar
una plasta de mierda de perro que había dejado un canino sobre el andén,
mientras realizaba el movimiento de esquive corriéndose hacia un lado y
empujando a sus amigos un poco hacia la calle, un seco frenón de carro los bajo
de la nube donde estaban y vieron en cámara rápida como se detenía una
camioneta fea y grande de esas que usaban los traquetos. De ella se bajaron unos
manes con media de mujer en la cabeza con un arma enorme en las manos de
uno de ellos como para intimidarlos. Los agarraron tan de sorpresa que cuando se
dieron cuenta ya los habían metido a la fuerza adentro en la parte de atrás del
carro, afuera no se veían vecinos, eran casi las 2 de la tarde, la gente
descansaba. La viejita que miraba por entre la ventana al frente de donde estaban
ni se dio cuenta por lo silencioso de la operación.
- Les vamos a dictar a cada uno una sentencia de muerte, dijo uno de ellos
Los amigos permanecías en silencio, sus bocas habían sido amordazadas y sus
ojos cubiertos, el tipo que les hablaba seguía con la conversación: “Han dejado en
mala forma la credibilidad del presidente y su gabinete, especialmente a las
agencias de seguridad que apoyan y cuidan del bienestar de su persona”, el tipo
tocio un poco, le pidió a uno de sus compinches que le pasara las pastillas y
prosiguió, no sin antes escucharse el tableteo de varias pastillas dentro de un
frasco. “La forma en que Uds. han distribuido el material ha sido tan efectiva y al
tiempo en forma tan negativa para la credibilidad del gobierno, que ha obligado al
presidente y varias personas de la política del país, a que dejen sus puestos y
muchos de ellos a que se refugien en otros países.” Otro de sus compinches, una
mujer, que por el tono de la voz parecía de mayor edad, les reafirmo otra vez; “Se
ha dictado una sentencia de muerte contra Uds., significa que solamente o los
asesinamos a sangre fría, o los mandamos al centro de pruebas, para sacarles la
verdad y ver para quien trabajan.”, fue interrumpida la mujer, por un tipo tosco de
voz y de modales; “Señora, lo mejor es cortarles la cabeza para que se acabe del
todo la semilla del comunismo en el país…” pero fue interrumpido amablemente
por el señor que hablo la primera vez; “A ver todos, cálmense, que esto no está en
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manos nuestras, solo denles el mensaje y déjenlos ir…” nadie mas dijo nada, el
resto del viaje fue en silencio. Los amigos temblaban, menos Jesús María, el
negrito chingón del Choco. La ciudad pasaba rápidamente a través de los sentidos
sensoriales de los amigos, ellos solo giraban las cabezas de vez en cuando como
tratando de identificar un sonido, María Magdalena medio lloriqueaba. Después de
una hora de viaje, fueron tirados a la calle dejándoles aparentemente “libres” y con
una sentencia de muerte sobre sus hombros.
Marta tenía los dedos congelados, venia esperando a los chicos de oriente desde
hace horas, le habían dicho que tenían que volver al pasado a reunirse con su jefe
en alguna playa cerca al Jordán. El techo de la casa abandonada, que era el
centro de reunión, lo cubría una densa neblina sabanera. Por cosas del capricho
climático, la neblina se había depositado completamente sobre la ciudad buscando
liquido de lluvia que había caído la noche anterior que aun se conservaba fresco y
abundante sobre el cemento frio. Desde encima del tejado se divisaban los
edificios altos por encima de la niebla y el cerro de Monserrate en solitario, como
haciéndole al paisaje sentir que todo era una escena de terror al amanecer. Al rato
de estar tiritando de frio, Marta vio como se materializaban sus cuatro amigos.
- Hola Martica, nena llena eres de gracia… le dijo uno de los chicos
- Hola, mis rechinos que bonitico verlos sumercecitas, en voz temblorosa les
respondió a los chicos
- Tenemos que apurarnos, le dijo uno de ellos
- Porque? Y al fin cuando me van a contar como es que se puede uno
transportar a otro lado solitico sin su ayuda?
- No podes Marta, estas muy densa, estas llena de circuitos que se te
cruzan, luego de decirle cariñosamente eso a Marta el chico que le hablaba
la tomo del brazo y la trajo hacia él un poco para continuar… el futuro de la
tierra dentro de su gran cambio apocalíptico está cerca, tienes que cambiar.
habían adentrado a una finca que era como una especie de comunidad alternativa
conocidas como eco-aldeas diseminadas por todo Suramérica. Se sentaron a
conversar con un grupo de gente de la finca mientras Marta caminaba descalza
por entre la grama andina. Mientras caminaba volteo su mirada hacia los cielos y
se dijo así misma: “Que me importa a mí en este momento los papeles que
escribió Bolívar… donde estas hermano mío?, te busco y no te hallo...”
Jesús María había podido montar a sus amigos en una buseta fuera de ruta que
salía desde una terminal de reciclaje cercana al basuro. Una vez adentro se
tranquilizaron un poco, no habían llegado ni siquiera al Limonar, cuando la buseta
fue interceptada por cuatro manes armados y encapuchados cerca de un mangón,
el chofer detuvo el vehículo, no dijo nada, solo les regalo una mirada agria de
guerra. Los manes no le pararon bolas al chofer y entraron a lo que venían. El
último de ellos se quedo en la puerta mirándose con el chofer. Uno de los tres
manes grito fuerte, “Abrí la puerta trasera, rápido!”, el chofer giro el botón y sonó
atrás una rechine de metal viejo. Los manes sacaron a la fuerza a los tres amigos
y los empujaron al monte cercano. El qué se había quedado en la puerta le dijo al
chofer: “Lárguese amigo, y cayetano no?, sabemos donde vive”, el chofer arranco
la buseta dejando un polvorido de suspenso detrás de él.
A Nuqui no llegaba carretera alguna, a Busbanza si, aunque fuera uno de los
pueblitos más pequeños de Colombia. Lukas que no decía nunca donde había
nacido, se suponía que era caleño de todos modos aunque tenía acento de paisa
del sur. María Magdalena tenía pinta de indígena coloreada de europea, decía que
era payanesa real… allá también llegaba carretera. Las autopistas de la tierra
colombiana se desparramaban de acuerdo a un desorden social y al impulso
emocional de las invasiones sociales citadinas y campesinas dependientes de un
termómetro cultural y anexo a una violencia disfrazada de codicia. Las invasiones
y los desplazamientos forzosos o no, habían hecho que las exigencias viales
rurales y aquellas que unían los pueblos entre sí, le exigieran al Estado fabricar
carreteras rápidamente por intermedio de contratistas ladrones que a los meses se
rompían estas en pedazos, de piedra a piedra. Así estaban las condiciones de la
carreterita que llevaba al Basuro de Navarro: mitad pavimentado, mitad
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polvoriento. Así que María Magdalena comió polvo ese día estando en la buseta,
al entrar este con violencia por entre los huecos del piso del vehículo y las
ventanas. El polvo provenía de todos los camiones recolectores que pasaban a
millón por la estrecha carretera. Untada de polvo sus mejillas con una lagrimita
creando una especie de barrito saludable, golpeo su bella nariz respingada el piso
del descubierto donde los habían traído sus captores. “Ni el cielo les dará la
absolución hoy día”, dijo uno de los encapuchados. El otro saco una jeringa de
ganado con una aguja tremenda y la lleno de un líquido verde oscuro y espeso.
“Cúbranles las cabezotas con las chuspas y amárrenles las patas y las manoplas”
dijo el que cargaba una tartamuda recortada. María Magdalena cerró sus ojos otra
vez, no pensó en nada especial, solo recitó un poema que venía cavilando hace
días en su memoria, pero que por culpa del proyecto secreto no había tenido
tiempo de escribirlo en ningún lugar, iba así: