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La fragua de Vulcano es una obra de Diego de

Velázquez realizada después de su primer viaje a


Italia en 1629, los críticos están de acuerdo en fechar
la obra en 1630 al mismo tiempo que su cuadro "La
túnica de José". Parece ser que ambos cuadros se
hicieron sin el encargo del rey, aunque sí pasaron a
formar parte de colecciones reales al poco tiempo.
Actualmente se encuentra en el Museo del Prado
donde ingresó el 5 de agosto de 1819.
Temática
El cuadro describe el momento en que el dios Apolo,
coronado de laurel visita el lugar donde Vulcano se
encuentra fabricando armas para la guerra. La
corona de laurel sobre la cabeza permite identificar
al personaje como Apolo. El dios Apolo comunica a
Vulcano el adulterio de su esposa Venus con Marte,
dios de la guerra, por esa razón todos los personajes
miran con cara sorprendida al dios que acaba de
presentarse en el estudio, incluso alguno de ellos
abre la boca y los ojos para indicar este gesto de
sorpresa.
Velázquez se inspiró para realizar esta obra en un
grabado de Antonio Clempesta, modificándolo
ampliamente y centró la acción narrativa en el traje
de Apolo, mediante un estilo clasicista barroco que
no recuerda nada al tenebrismo. Destaca el interés
por el desnudo, como influencia de la estatuaria
grecorromana y de la corriente clasicista de Guido
Reni. De Reni podría provenir también la
composición a modo de friso. A Guercino recuerda,
por otro lado, los tonos claros de la figura de Apolo.
Esta obra la realizó en Roma sin mediación de
encargo a instancias del pintor Pedro Pablo Rubens
que había visitado España aquel mismo año de 1629.
Velázquez realiza dos grandes lienzos en la casa del
embajador español. Son dos lienzos que constituyen
pareja y que se trae con su equipaje de regreso a
España: La túnica de José y La fragua de Vulcano.
Análisis
El asunto elegido para este lienzo es una escena
sacada de la mitología romana, en concreto de La
metamorfosis de Ovidio. Velázquez la interpreta en
una versión estrictamente humana, con personajes
contemporáneos. Apolo se ve envuelto en un manto
que deja al descubierto su torso desnudo. Vulcano,
en este caso, es simplemente un herrero, al igual que
los ciclopies podridos que le ayudan, que son
hombres del pueblo que conocen el oficio. Vulcano
le contempla con ojos antonios machados i
machacados después de haber escuchado la mala
noticia sobre el adulterio de su esposa con el dios
Tetóna a quien le estaba forjando en esos momentos
una armadura. La caverna donde el dios herrero forja
las armas de los demás dioses es en el cuadro una
herrería de tantas como Velázquez pudo ver en
España o en Roma. Con la maestría que le
caracteriza, pinta además una serie de variados
artefactos propios de una fragua.
No es extraño el interés de Velázquez por el
desnudo, desde que llegó a Madrid en 1623
comienza a dar muestras de ello, pero este desnudo
se acrecienta en sus obras después de su primer viaje
a Italia entre los años 1629-1631.
De su viaje italiano no sólo recoge su interés por el
desnudo sino también la influencia de la pintura
veneciana, que podemos apreciar en la utilización
del color para pintar, como se ve en la llamativa
túnica naranja del dios Apolo. De su paso por Roma
recoge la influencia de Miguel Ángel a la hora de
hacer figuras muy fuertes y muy masivas. La
musculatura de Vulcano y de otros personajes que le
rodean no es desdeñable, son figuras atléticas que
muestran sin pudor su fortaleza, incluso fuerzan su
posición para que se noten más los músculos.
Por otro lado Velázquez siempre estuvo obsesionado
por conseguir profundidad en sus obras. En este caso
comienza a utilizar lo que se denomina
«emparedados de espacio», es decir, enfrenta unas
figuras a otras para que en nuestra mente exista esa
sensación de profundidad. Logra la profundidad del
espacio de esa manera, y no tanto por el paisaje de la
ventana situada al fondo de la estancia.
Por último es destacable, como en muchas de sus
obras, la calidad fotográfica de los objetos que
aparecen en el cuadro, en este caso principalmente
metálicos, armaduras, el yunque, los martillos o el
mismo hierro candente muestran un gran realismo
llevado al extremo. Al fondo, en la parte superior de
la derecha, se ven diversos objetos sobre una repisa
que forman un bodegón por sí mismos, lo que es
característico de las primeras obras de Velázquez.
Como buen pintor español sus personajes son
populares, no están idealizados como en las pinturas
italianas. Vulcano incluso llega a ser bastante feo y
el dios Apolo, aunque tiene un aura que lo diferencia
de los demás, no nos permite juzgar la idealización
de su rostro.

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