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Internet es la única solución para la piratería digital

6 de cada 10 internautas declaran acceder a contenidos ilícitos en Internet


390 millones de descargas ilegales en España durante el último año
Se pasa de controlar el almacenamiento, a regular el tráfico
La música en streaming sobrepasa en facturación al consumo de discos digitales
Las nuevas generaciones no perciben la piratería como un delito, sino como un
derecho al libre acceso del arte
En los últimos años, en la medida que la tecnología ha mutado a formas inconcretas
y ha abandonado los soportes físicos, con la creación del universo digital virtual,
la piratería como fenómeno ha experimentado igualmente, mutaciones considerables.

La evolución tecnológica es lo suficientemente rápida e intensa como para crear


nuevas formas de economía, sociedad y cultura surgidas e impulsadas, de forma
igualmente veloz, en un universo de redes digitales que conforma, a su vez, una
trama de interactuaciones y dependencias casi infinita.

La piratería digital existe para la industria y para algunos autores, pero no es


tal para cientos de millones de usuarios que consideran normal acceder a
contenidos digitales de forma abierta y gratuita.

Cualquiera de nosotros puede ser un pirata digital sin saberlo, o sin considerarlo.
Pero esta evidencia nos obliga a situar los límites del delito, partiendo del lucro
activo del usuario y sus consecuencias sobre el sistema económico.

Causas de la piratería de contenidos digitales

En primer lugar, muchos usuarios desconocen la carga de mala praxis o de ilegalidad


que reside en la compartición de productos pirateados. Este desconocimiento
extiende, de una forma totalmente viral, el consumo de estos productos.

Por otro lado, la piratería tiene incuestionables beneficios económicos en sectores


como la literatura, la música o el cine. El usuario acepta la piratería como un
modo normal de acceder al disfrute de una obra, de forma más barata o gratuita con,
pérdidas mínimas de calidad.

Además, la evolución tecnológica no tiene una réplica legal inmediata en cuanto a


regulación. Se producen vacíos legales que tardan en ser cubiertos, lo cual se
convierte en una oportunidad para la práctica de la piratería, y constituye un
negocio con amplios márgenes de beneficio por su bajo coste de producción.

La clave de la industria está el en las emisiones en streaming

A día de hoy, encontramos contenidos en Internet que podemos consumir en el mismo


interior de la red sólo con disponer de la conectividad adecuada.

Existe una gran migración de los usuarios que hasta ahora consumían los productos
mediante descargas, que ahora utilizan los nuevos servicios ubicados en la nube,
como sería el caso de Pureplay o Spotify, aplicaciones que han generado una gran
aceptación por parte de los usuarios, y se han llegado a convertir en poco tiempo,
en los principales competidores de Google o Apple.

Durante el pasado año, los servicios de música en streaming sobrepasaron en


facturación al consumo de discos digitales. Mientras empresas como Spotify, Pandora
Rhapsody y Youtube incrementaron un 29% sus usos, la venta de CD descendió un
12’7%, lo que colocó en primer lugar de la facturación a los servicios en línea,
según la Recording Industry Association of America (RIAA).

Por ejemplo, a pesar de que la serie de televisión Juego de Tronos bate año tras
año el record de descargas, es una evidencia que los piratas se alejan de estas y
prefieren la emisión en streaming a través de páginas exclusivas.

En Estados Unidos, el mismo año se calcularon 57’8 millones de visitas a páginas de


material pirateado, lo que constituye un 12% del volumen total de streaming.
Curiosamente, el 78’5 % de estas visitas se produjeron des de ordenadores,
contradiciendo así la tendencia de las plataformas móviles.

El poder del file sharing

Es importante señalar que, más allá de todas estas razones (traslado a la nube,
streaming en lugar de descarga, proliferación de dispositivos móviles, mejora de la
conectividad…), un factor muy importante de la extensión de la piratería es el uso
de las redes sociales.

El file sharing o compartición de archivos ha evolucionado hasta el punto que, a


día de hoy, se comparten enlaces (link sharing) y contraseñas en lugar de archivos,
especialmente en grupos de redes sociales, quedando la compartición de archivos
muy limitada al sector del libro y la revista digital, debido a la existencia de
dispositivos de lectura electrónicos y a causa del tránsito de documentos y libros
en el mundo académico.

La solución a la Piratería Digital

Las campañas de difusión deberían orientarse a los derechos de creación, explicar


cuáles son los factores que fomentan la piratería y orientar el mensaje hacia los
efectos sociales, más que hacia los beneficios perdidos por las corporaciones y
castigos, porque, de este modo, nadie se va a sentir culpable sino consciente del
problema.

Otro frente de la lucha contra la piratería es el compromiso de los proveedores de


servicios en Internet, que dominan los accesos a las web que almacenan contenido
pirata. La implicación de los OTT (Over The Top Content) es imprescindible para el
control del desarrollo y la difusión de estas páginas.

Hay que recordar que un alto porcentaje de los infractores, utilizan motores de
búsqueda de estos proveedores para encontrar el material que requieren, en este
sentido, en algunos países se ha pactado con los proveedores de Internet a gran
nivel, repartir las responsabilidades de la infracción de forma más justa, a la vez
que didáctica para los usuarios.

Otro aspecto importante de la lucha contra la piratería reside en el desarrollo


tecnológico de la industria de la gestión y protección de datos. En la medida que
el impacto de la piratería se ha hecho mayor y sostenido en el tiempo y en función
de la evolución hacia el consumo en línea, e control de la conectividad y los
accesos se ha hecho más importante. Ya no se trata sólo de controlar el
almacenamiento, sino de regular el tráfico.

Es una evidencia que, desde la aparición de Internet, el entorno cultural ha mutado


hacia formas de disfrute colectivo de los bienes culturales. Una vez más,
insistimos en la necesidad que la industria ofrezca productos a precios razonables
y con suficiente capacidad de seducción de los consumidores para que estos no se
planteen el esfuerzo de acceder productos pirata por el simple hecho de que el
producto de pago es mejor u ofrece más y exclusivas prestaciones.

En cualquier caso, el dilema descansa entre de los límites de la protección de los


derechos de la propiedad intelectual, por un lado, y la esencia del universo
Internet entendido como espacio abierto y libre de comunicación. Si, ciertamente,
poco se puede hacer desde el campo de la tecnología o desde la regulación de la
propiedad intelectual para resolver las desigualdades en el acceso y disfrute de
los contenidos en ciertas zonas del planeta donde el desarrollo económico es
limitado para gran parte de la población, no es menos cierto que la reducción dela
piratería organizada para por múltiples factores que habrá que poner en
concordancia si se quiere solucionar el problema.

Conclusiones

El principal error podríamos decir que fue de la industria, quién hasta hace bien
poco no orientaba sus fórmulas de distribución en fidelizar al cliente, sino todo
lo contario, imponían precios, y plazos sin vincular al usuario.

Todo ello indica, que los distribuidores de contenidos lo tendrán difícil con estas
nuevas generaciones que no perciben la piratería como un delito, sino más bien como
un derecho al libre acceso o bien como una forma de permanecer al margen de un
sistema de cuotas que consideran una imposición injusta.

La generación digital es, también, una generación de gran movilidad que quiere
disfrutar de las cosas de forma inmediata y en comunidad. El mundo digital es
esencialmente dinámico, y la regulación, siempre persigue a los cambios
tecnológicos y además, es un mundo que no conoce fronteras, ni limitaciones de
formato o de idioma. Cualquiera puede saltar una frontera a través de un enlace. En
este contexto, de establecer un sistema de gobernanza mundial en la distribución de
contenidos que contente por igual a corporaciones y usuarios, sea una tarea casi
imposible.

Los gobiernos deberán decidir entre preservar las libertades de los usuarios en el
entorno digital y su protección como consumidores, o asegurar el funcionamiento de
la industria de contenidos y el entorno cultural y de la creación, que genera miles
de puestos de trabajo y grandes aportaciones al PIB.

El perfil del consumidor de material pirata ya no es el de un individuo que acumula


copias en formatos físicos, sino que ha variado hacia el de un individuo que
encuentra en la colectividad los accesos gratuitos a los materiales que desea para
consumirlos de forma inmediata.

Cabe igualmente tener en cuenta el papel de las redes sociales en la difusión y


extensión de contenidos pirateados. Una vez más, la pertenencia a una colectividad,
esta sin demasiadas normas ni convenciones, facilita este acceso.

En referencia a la persecución de la piratería, se hace evidente que las


legislaciones agresivas tienen poco o ningún éxito y que, en todo caso, se trata de
crear un nuevo contrato social entre instituciones, creadores, industria y
consumidores que se adapte a las nuevas condiciones impuestas por los avances
tecnológicos.

A falta de consenso social en considerar como delito la piratería, se suman las


limitaciones tecnológicas en un entorno dinámico y muy veloz, un diseño de los
mecanismos de protección legal que resulta insuficiente, la necesidad de garantizar
la libertad y la privacidad de los individuos y la poca o nula capacidad de los
estados para establecer un frente común para afrontar el problema desde una
perspectiva mundial.

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