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DERECHO PENAL
PARTE GENERAL
1
2
A Vanessa, mi amor, mi confidente y mi apoyo
A mi hija María Jesús que es mi alegría y
A la memoria de mi hija Amandita Belén.
3
4
ÍNDICE
Presentación 1
Dedicatoria 3
Abreviaturas 7
Bibliografía 10
PRIMERA PARTE 27
INTRODUCCIÓN AL DERECHO PENAL
Capítulo I 29
Introducción
El Derecho penal. Concepto y su relación con otras ramas afines
1. Objetivos
2. Introducción
3. Concepto de Derecho penal formal y material
4. Sanciones del Derecho penal
5. Derecho penal objetivo y subjetivo
6. El Derecho penal como Derecho Público
7. El Derecho penal accesorio
8. La ciencia global del Derecho penal
9. La dogmática penal
a. Ventajas de la sistemática del Derecho penal
b. Peligros de la sistemática del Derecho penal
10. Ciencias afines al Derecho penal
a. La política criminal
b. El Derecho procesal penal
c. El Derecho penitenciario
d. El Derecho penal juvenil o de adolescentes
e. La criminología
f. La victimología
g. La criminalística
h. La medicina legal y psiquiatría forense
11. La parte general del Derecho penal
Capítulo II 43
Las normas jurídico-penales
1. Objetivos
2. Introducción
3. Norma, principios, norma penal y precepto legal
4. Norma primaria o de conducta, norma secundaria o de sanción y normas permisivas
5. Estructura de las normas jurídico penales
6. Preceptos penales incompletos y leyes penales en blanco
7. Justificación e inconvenientes del uso de la técnica legislativa de las leyes penales en
blanco
8. Normas de valoración o normas de determinación
9. ¿Tiene sentido intentar motivar a través de la norma cuando el destinatario de la
misma es un inimputable?
Capítulo III 56
Función del Derecho penal
1. Objetivos
2. Caso de introducción
3. Función del Derecho penal
4. Lucha de escuelas (S. XIX)
5. Función de control social
6. Función ético-social
5
7. Función simbólica o promocional
8. Función de mantención de la vigencia de la norma
9. Función de protección de bienes jurídicos
10. El bien jurídico protegido
11. Bienes jurídicos individuales y universales
12. Funciones del bien jurídico
13. Consecuencias de adherir a la idea de protección de bien jurídico jurídico
a. Las conminaciones penales arbitrarías no protegen bienes jurídicos
b. Las finalidades puramente ideológicas no protegen bienes jurídicos
c. Las meras inmoralidades no lesionan bienes jurídicos
d. La exclusión de las contravenciones del Derecho penal
14. Criterios que fundamentan un concepto material de bien jurídico
a. Tesis constitucionalistas de bien jurídico
b. Tesis sociológico-funcionalista de bien jurídico
Capítulo IV 71
Concepto, sentido y fin de la pena
1. Objetivos
2. Caso de introducción
3. Introducción
4. Teorías absolutas o teorías de la retribución justa por el delito cometido: La mirada
hacia el pasado
a. Teorías Expiacionistas
b. Fundamentación ética de la retribución
c. Fundamentación jurídica de la retribución
5. Función de la pena en las teorías absolutas
6. Teorías relativas o teorías utilitarias de la prevención: el porvenir como fundamento
de la pena
a. Teoría de la prevención general: La sociedad frente a futuros delitos
a.1. Teoría de la prevención general negativa
a.2. Teoría de la prevención general positiva
b. Teoría de la prevención especial: El condenado frente a futuros delitos
7. Teoría dialéctica de la unión o unificadora: La combinación de retribución y
prevención
7.1. Teoría dialéctica de Roxin
7.2. El modelo de Mir Puig
Capítulo V 93
Límites al Ius Puniendi
Tema 1
Limites formales al ius puniendi
El principio de legalidad
1. Objetivos
2. Casos de introducción
3. Introducción
4. El principio de legalidad como límite formal al ius puniendi
5. Antecedentes del principio de legalidad
6. Fundamentos del principio de legalidad
a. Fundamento político
b. Fundamento jurídico
7. Formulación actual del principio de legalidad
6
8. Garantías sustantivas que supone el principio de legalidad
a. La reserva de ley o nullum crimen nulla poena sine lege scripta
b. La prohibición de analogía o nullum crimen nulla poena sine lege stricta
b.1. Concepto de analogía
b.2. Ámbitos de aplicación de la analogía
b.3. Analogía, interpretación extensiva e interpretación restrictiva
c. La exigencia de irretroactividad o nullum crimen nulla poena sine lege praevia
c.1. Normativa aplicable
c.2. Retroactividad de la ley más favorable
c.3. Ley más favorable
c.4. Ley intermedia
c.5. Leyes transitorias: ley temporal y ley excepcional
c.6. Carácter obligatorio de la ley penal más favorable
d. La exigencia de taxatividad y de certeza o nullum crimen nulla poena sine lege certa
d.1. Casos de indeterminación
d.1.a. Casos de indeterminación del supuesto de hecho
d.1.a.1. Los tipos abiertos
d.1.a.2. Las clausulas generales
d.1.a.3. El empleo excesivo de elementos normativos
d.1.a.4. Las leyes penales en blanco
d.1.b. Casos de indeterminación de la consecuencia jurídica
d.1.b.1. La indeterminación en la duración
d.1.b.2. La indeterminación de la clase de consecuencia
d.1.b.3. La ausencia absoluta de consecuencia
d.1.b.4. La indeterminación de la cuantía de la sanción
d.1.b.5. Las cláusulas de equivalencia
9. Esquema de las garantías materiales que supone el principio de legalidad
Capítulo V 116
Límites al ius puniendi
Tema 2
Límites materiales al ius puniendi
El principio de culpabilidad
1. Objetivos
2. Caso de introducción
3. Introducción
4. El principio de culpabilidad en general y en sentido estricto
5. Fundamento del principio de culpabilidad
6. Exigencias del principio de culpabilidad
7. Relación entre antijuridicidad y culpabilidad en sentido amplio
8. Consecuencias del principio de culpabilidad
9. Transgresiones al principio de culpabilidad.
10. El principio de culpabilidad en el ordenamiento jurídico chileno
a. El principio de culpabilidad en la Constitución Política de la República y en los
tratados internacionales
b. El principio de culpabilidad en el Código penal chileno
b.1. La exclusión de la responsabilidad objetiva y la presunción legal del dolo del art. 1
del Código penal
b.2. El rechazo de la culpabilidad de autor
b.3. La eximente del caso fortuito y la exclusión del versari in re illicita
7
b.4. La necesaria reinterpretación de los delitos con exclusión de la calificación por el
resultado
Capítulo V 126
Límites al Ius Puniendi
Tema 3
Otros límites materiales al ius puniendi
1. Objetivos
2. Principio de subsidiariedad
3. Principio de fragmentariedad
4. El Principio de lesividad, ofensividad, dañosidad social o exclusiva protección de
bienes jurídicos
5. Derecho penal de actos, del hecho, no de autor
6. Principio de proporcionalidad
7. El principio de humanidad de las penas
8. El principio de resocialización
9. El principio del non bis in ídem
10. Cuadro resumen de los límites al ius puniendi
Capítulo VI 139
Interpretación de la ley penal
1. Objetivos
2. Caso de introducción
3. Concepto de interpretación
4. Interpretación, subsunción y aplicación de la ley
5. Teoría objetiva y teoría subjetiva de la interpretación
6. Necesidad de la interpretación
7. Clases de interpretación
a. Clasificación de la interpretación según el origen
a.1. Interpretación auténtica
a.2. Interpretación doctrinal
a.3. Interpretación judicial o jurisprudencial
b. Clasificación de la interpretación según el resultado
b.1. Interpretación declarativa, literal o estricta
b.2. Interpretación extensiva
b.3. Interpretación restrictiva
c. Interpretación declarativa e interpretación correctiva
8. Métodos, elementos o criterios de interpretación
a. Primera regla. Elemento gramatical o literal
b. Segunda regla: Elemento teleológico
c. Tercera regla: Elemento histórico
d. Cuarta regla: Elemento lógico-sistemático
d.1. Argumento a coherentia o conforme
d.2. Argumento sedes materiae
9. Orden, jerarquía o prelación de los criterios interpretativos
10. Argumentos interpretativos
a. Argumento por analogía
b. Argumento a fortiori
c. Argumento a contrario
d. Argumento de principios
e. Argumento de autoridad
f. Argumento de la no redundancia
g. Argumento pragmático
h. Argumento por el absurdo o apagógico o hipótesis del legislador razonable
Capítulo VII 179
8
Efectos de la ley penal
1. Objetivos
2. Ámbito de validez temporal de la ley penal
3. Ámbito de validez personal de la ley penal
3.a. Excepciones establecidas por el Derecho Internacional
3. a.1. Situación de los Jefes de Estado extranjero
3.a.2. Los diplomáticos de Estados extranjeros
3.b. Excepciones de Derecho interno
3.b.1. Inmunidad parlamentaria
3.b.2. Inmunidad de los miembros de la Corte Suprema
4. Ámbito de validez espacial de la ley penal
4.a. Principios sobre validez espacial de la ley penal chilena
4.a.1. Principio básico: El principio de la territorialidad
4.a.1.a. Territorio nacional
4.a.1.a.1. Territorio natural
4.a.1.a.2. Territorio ficticio
4.b. Las naves y las aeronaves
4.c. Lugar de comisión del delito
4. d. El principio de personalidad o nacionalidad
4.e. Principio real o de defensa
4.f. Principio de universalidad
5. Valor de la ley penal extranjera. las sentencias dictadas por tribunales de otros
Estados
6. Extradición
6.a. Requisitos o condiciones para conceder la extradición
6.a.1. Condiciones relativas a la vinculación entre los Esyados afectados
6.a.2. Condiciones respecto de la calidad del hecho
6.a.3. Condiciones que se refieren a la persona cuya entrega se pide
6.a.4. Condiciones relativas a la punibilidad del hecho
6.b. Efectos de la extradición
Capítulo VIII 194 a 221
Evolución de la dogmática penal
1. Objetivos
2. Introducción
3. Orígenes históricos de la moderna teoría del delito
4. El iluminismo
5. El racionalismo iusnaturalista
6. El racionalismo dialéctico de Hegel
7. La escuela positivista
8. Escuela neoclásica o neokantiana
9. Movimientos totalizadores (Escuela de Kiel)
10. La escuela finalista
11. Funcionalismo
11.a. Funcionalismo moderado de Roxin
11.b. Funcionalismo radical de Jakobs
SEGUNDA PARTE. LA TEORÍA DEL DELITO
A. Introducción
I. Introducción a la teoría del delito
B. Teoría de la conducta
C. Teoría de la tipicidad
I. Evolución del tipo penal, su relación con la antijuridicidad y funciones del tipo penal
9
II. Clasificación de los tipos penal
1. El delito de acción doloso
I. El tipo objetivo
II. Causalidad e imputación objetiva
III. El tipo subjetivo. El dolo
VI. Teoría del error.
Anexo 1. Introducción a la resolución de casos penales
Anexo 2. Caso práctico. Delito de acción doloso
2. Teoría del delito imprudente
Anexo 3. Caso práctico. Teoría del delito imprudente
3. Teoría del delito omisivo
Anexo 4. Caso práctico. Teoría del delito omisivo
4. Tipos de imperfecta realización
I. Actos preparatorios
II. El delito tentado
III. El delito frustrado y consumado
IV. El desistimiento
Anexo 5. Caso práctico. Tipos de imperfecta realización
5. Tipos de autoría y participación
I. La autoría
II. Formas de autoría
III. La autoría en el Código Penal chileno
IV. Formas de participación
V. Principios de la participación criminal
Anexo 6. Caso práctico. Tipos de autoría y participación
C. Teoría de la antijuridicidad
I. Introducción
II. Legítima defensa
III. Estado de necesidad justificante
IV. El consentimiento del ofendido
V. El ejercicio legítimo de un derecho, autoridad, oficio o cargo
VI. El cumplimiento de un deber
Anexo 7. Caso práctico. Teoría de la antijuridicidad
D. Teoría de la imputación personal (culpabilidad)
I. Introducción. El concepto de culpabilidad. Antijuridicidad y culpabilidad. Evolución.
Teorías actuales
II. La imputabilidad
III. Conciencia de la ilicitud
IV. Exigibilidad de otra conducta
Anexo 8. Caso práctico. Teoría de la culpabilidad
E. Punibilidad
F. Concursos de delitos y concurso aparente de leyes penales
I. Concursos de delitos
1. Unidad y pluralidad de delitos
2. Concursos de delitos: real, real medial, ideal
3. Reiteración de delitos excluidos del régimen concursal común
II. Concurso aparente de leyes penales
G. Circunstancias modificatorias de la responsabilidad penal
I. Circunstancias atenuantes
II. Circunstancias agravantes
TERCERA PARTE: CONSECUENCIAS JURÍDICAS DEL DELITO
I. Introducción. La sanción penal. Fundamentos del derecho a castigar
II. La pena en general
III. La naturaleza de las penas
10
IV. La determinación de la pena
V. Ejecución de las penas privativas y restrictivas de la libertad
11
ABREVIATURAS
12
PJ Poder Judicial
pp. Páginas
TS Tribunal Supremo
RAE Real Academia de la Lengua Española
RCP Revista de ciencias penales (Chile)
RDPC Revista de Derecho penal y criminología (UNED)
RECPC Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología
RGD Revista General de Derecho
RP Revista Penal
RPJ Revista del Poder Judicial
SAP Sentencia Audiencia Provincial
SCA Sentencia Corte de Apelaciones
SCS Sentencia Corte Suprema
ss. Siguientes
STC Sentencia del Tribunal Constitucional
SSTC Sentencias del Tribunal Constitucional
StGB Código Penal Alemán
STS Sentencia del Tribunal Supremo
SSTS Sentencias del Tribunal Supremo
T. Tomo
TC Tribunal Constitucional
TOP Tribunal Oral en lo Penal
Trad. Traductor/traducido
TS Tribunal Supremo
UNED Universidad Nacional de Educación a Distancia
V. Volumen
13
14
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31
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32
PRIMERA PARTE
INTRODUCCIÓN AL DERECHO PENAL
33
34
CAPÍTULO I
INTRODUCCIÓN
EL DERECHO PENAL
CONCEPTO Y SU RELACIÓN CON OTRAS RAMAS AFINES
1. Objetivos:
a. Desentrañar el concepto de Derecho penal y su ubicación en el ordenamiento jurídico.
b. Determinar cuáles son los objetivos e instrumentos con que opera el Derecho penal.
c. Distinguir entre Derecho penal objetivo y subjetivo.
d. Diferenciar entre política criminal y dogmática penal.
e. Formular un concepto de dogmática penal y establecer cuáles son sus funciones.
f. Establecer las diferencias entre ciencia global del Derecho penal, dogmática y política
criminal.
g. Precisar las ventajas y desventajas de contar con un método sistemático de análisis en
Derecho penal.
h. Conocer cuáles son las ciencias afines al Derecho penal y su vinculación con esta rama
del Derecho.
2. Introducción
En este capítulo abordaremos el estudio del Derecho penal en general, determinando
cuáles son sus fines, su método de análisis y las garantías que rigen esta área del Derecho
en un Estado de Derecho democrático.
Todo grupo social requiere para su convivencia, de normas que configuran el orden
social en su conjunto y que provienen, en general, de los usos y costumbres de cada grupo y
se basan en la aceptación general de su necesidad, por lo que son, normalmente acatadas en
forma espontánea por sus miembros en las relaciones de familia, laborales, religiosas,
educacionales, vecinales, gremiales o de otra índole, bastando frente a los comportamientos
que las transgreden, la existencia de medios de control social de carácter informal,
35
arraigados en la comunidad como realidades evidentes y necesarias para el desarrollo
individual y colectivo armónico (represión social mediata)1.
Sin embargo, no siempre los individuos respetan la convivencia pacífica y
armónica. En estos casos el Derecho actúa a través de las normas jurídicas2 contenidas en
las disposiciones positivas, en contra de quienes las transgreden, dentro de los márgenes de
su legitimidad, representada por los valores democráticos y liberales y el respeto de la
dignidad de la persona para restablecer la convivencia alterada.
Para tales efectos, el Estado dispone de una variedad de sanciones, aplicables según
el caso, de acuerdo a la naturaleza y magnitud de la infracción. Así, por ejemplo, la
celebración de un contrato omitiendo las exigencias legales, traerá como consecuencia, la
aplicación de una sanción civil consistente en la nulidad del acto. El no pago de una suma
de dinero, adeudada en virtud de la celebración de un contrato de mutuo, traerá consigo la
actuación de los tribunales, por la acción del acreedor que requiere el pago de la deuda en
forma compulsiva. El trabajador arbitrariamente despedido de su empleo, puede recurrir a
la protección del Derecho laboral, exigiendo la reincorporación o el pago de las
indemnizaciones legales que correspondan.
En ninguno de los ejemplos antes propuestos, se aplica como sanción una pena o
una medida de seguridad, porque estos instrumentos son propios del Derecho penal, por lo
que están reservados sólo para los casos en los que se infrinjan normas jurídico penales3 a
través de delitos, esto es, conductas idóneas para lesionar o poner en peligro los bienes
jurídicos más preciados por la sociedad, tales como la vida, la salud, la libertad, la
propiedad, la indemnidad sexual, etc., y sólo ante ataques de una cierta entidad. De esta
manera el Derecho penal cumple su misión de protección de la convivencia en sociedad de
las personas, como ordenamiento pacificador y protector de las relaciones sociales4.
Los bienes jurídico-penales son recogidos por el legislador al tipificar determinadas
conductas como delitos y constituyen el objeto de protección del Derecho penal 5. La
vulneración de los bienes jurídicos se realiza a través de delitos que se cometen mediante
conductas humanas (desvalor de acto) legalmente tipificadas que lesionan o ponen en
peligro dichos objetos jurídicos que encarnan los valores fundamentales para mantener la
convivencia social (desvalor de resultado)6, ello posibilita la reacción penal, a través de las
1
Jescheck y Weigend, Tratado de Derecho penal, parte general, Editorial Comares, 2002, p. 2.
2
Aquellas que regulan con carácter vinculante, con pretensión de justicia e imponiéndose coactivamente si es
preciso, determinados aspectos externos de la vida del hombre en sociedad; pues la esfera puramente interna
por sí sola, o sea, sin reflejo de lo externo, cae fuera del ámbito de lo jurídico, al igual que sucede con la vida
humana aislada de los demás (Luzón Peña, Lecciones de Derecho penal, parte general, Editorial Tirant lo
Blanch, 2016, p. 3).
3
La estructura de las normas jurídicopenales, desde una perspectiva lógico-formal, es la de una proposición,
compuesta de dos elementos: supuesto de hecho y consecuencia jurídica, y articulada como proposición
hipotética y de deber ser formulada así: si sucede el supuesto de hecho, debe darse la consecuencia jurídica.
El supuesto de hecho es el delito o, en algunos casos, las circunstancias de peligrosidad del autor, y las
consecuencias jurídicas pueden ser penas, a veces medidas de seguridad o en otros supuestos también
consecuencias accesorias (Luzón Peña, Lecciones…, p. 4).
4
Ídem.
5
Roxin, Derecho penal, parte general. Fundamentos. La estructura de la teoría del delito, Trad. Luzón Peña,
Díaz y García Conlledo y Vicente Remesal. Editorial Civitas. Madrid, 1° ed., 1997, T. I, p. 52.
6
Romeo Casabona y otros, Derecho penal, parte general, Editorial Comares, 2016, p. 3 y Jescheck y
Weigend, Tratado…, p. 8.
36
sanciones más drásticas de que dispone el ordenamiento jurídico, como lo son las penas y
medidas de seguridad, entendidas como una pérdida o limitación de derechos personales
del infractor, que en la gran mayoría de los casos se traduce en la pérdida o afectación de su
libertad a través de penas privativas o restrictivas de libertad.
Dada la naturaleza y entidad de la sanción penal, resulta indispensable que la
selección de los tipos penales esté revestida de amplias garantías formales y sustantivas,
para evitar el establecimiento de un Estado de Policía.
Desde el siglo XIX, y salvo contadas excepciones, se radica la creación de delitos y
penas en la ley, conforme al “principio de legalidad o de reserva de ley”, que garantiza que
la formación de la ley, a través de los procedimientos constitucionalmente establecidos, y
su contenido, debe establecerse de manera democrática. La única fuente primaria de
Derecho penal es la ley formal como expresión de la voluntad popular, emitida por el Poder
Legislativo7.
Luego de impuesta la pena por el tribunal, que en nuestro país es mayoritariamente
privativa de libertad, la ejecución penal acarrea importantes consecuencias, tales como el
problema penitenciario como fenómeno social asfixiante y la estigmatización social del
condenado, aspectos que deben ser sopesados al legislar sobre delitos y penas en un Estado
democrático de Derecho.
En este capítulo comenzaremos por resolver las siguientes interrogantes: ¿En qué
consiste el Derecho penal?, ¿Qué protege el Derecho penal?, ¿Qué legitima la drasticidad
de sus sanciones? y ¿Qué conductas sanciona el Derecho penal?
7
Mir Puig, Introducción a las bases del Derecho penal, Editorial B de F, 2003, p. 2.
8
García-Pablos de Molina, Introducción al Derecho penal, Editorial Universitaria Ramón Arces, 4° ed.,
2006, p. 43.
9
Romeo Casabona y otros, Derecho penal..., p. 6.
10
Luzón Peña sostiene que Derecho penal es una rama, parcela o sector del Derecho u ordenamiento jurídico
general; concretamente, el conjunto de normas jurídicas que prevén delitos y determinadas circunstancias del
delincuente y les asignan, como consecuencias jurídicas más importantes, penas o medidas de seguridad, y
también en algunos casos sanciones criminales a personas jurídicas (Luzón Peña, Lecciones…, p. 2).
11
Cerezo Mir, Obras completas, Derecho penal, parte general, Editorial Ara, 2006, T. I, p. 25.
12
Luzón Peña, Lecciones…, p. 2.
37
erige como un instrumento de control altamente formalizado cuyo fin es el mantenimiento
del orden social13.
13
Gil Gil y otros, Curso de Derecho penal, parte general, Editorial Dykinson, 2015, pp. 6-7 y Romeo
Casabona y otros, Derecho penal..., p. 6.
14
Roxin, Derecho penal…, T. I, p. 42.
15
Luzón Peña, Lecciones..., p. 5.
16
Ídem, p. 6.
17
Mir Puig, Introducción a las bases…, p. 5.
18
Mir Puig, Derecho penal, parte general, Editorial B de F, 2009, p. 45.
19
Mir Puig, Introducción a las bases…, p. 5.
20
Mir Puig, Derecho penal…, p. 42.
21
Romeo Casabona y otros, Derecho penal..., p. 5.
38
Estos conceptos regulan de manera complementaria el estudio del Derecho penal.
Las normas jurídico-penales, explicitadas positivamente en las leyes penales, constituyen la
materialización de la potestad punitiva del Estado, en tanto que la naturaleza y los límites
del ius puniendi determinan de manera decisiva, la forma y contenido de los preceptos
penales. El derecho a castigar del Estado se circunscribe a lo que establece el Derecho
penal objetivo.
22
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 17.
23
Roxin, Derecho penal…, T. I, p. 43.
24
Ídem, p. 44.
39
9. La dogmática penal
Consiste en el estudio técnico jurídico del Derecho penal vigente25/26/27. Es la
disciplina que tiene por objeto de estudio el conocimiento científico de las normas jurídico-
penales28. La dogmática penal se ocupa de la creación, interpretación, sistematización,
aplicación y enseñanza del Derecho penal29. La dogmática penal trabaja con el Derecho
penal positivo vigente “como es o de Lege lata”, estudia su contenido, los presupuestos y
las consecuencias de las normas jurídico-penales, delimitando los hechos punibles de los
impunes y determinando qué es lo que se quiere castigar y cómo30.
Se habla de dogmática porque se examina las normas jurídicas positivas como si
fueran un “dogma”31, es decir, como una proposición que se asienta por firme y cierta y
como un principio científico constructivo32, o bien como una declaración de voluntad con
pretensión de validez general para solucionar problemas sociales33. Sin embargo, la
expresión dogma no debe entenderse aquí como la aceptación acrítica de una verdad
absoluta e inmutable, sino tan sólo como postulado que sirve de punto de partida, y nada
más, a una determinada actividad, en este caso al conocimiento y aplicabilidad del Derecho
vigente. La dogmática así entendida no implica, por tanto, un dogmatismo34.
La función de la dogmática penal es averiguar y determinar el contenido del
Derecho penal, precisando lo que rige conforme al ordenamiento penal positivo35. En esta
labor, la dogmática penal debe garantizar los derechos fundamentales del individuo, frente
al poder arbitrario del Estado otorgando racionalidad y legitimación al sistema penal y
seguridad jurídica al ciudadano, a través de una aplicación calculable y segura del Derecho
penal36. Por lo tanto, constituye un límite o control a la actividad punitiva.
25
Luzón Peña, Lecciones..., p. 29.
26
Cerezo Mir afirma que: “La dogmática del Derecho penal tiene la tarea de conocer el sentido de los
preceptos jurídico-penales positivos y desenvolver su contenido de modo sistemático. Puede decirse que la
tarea de la dogmática del Derecho penal es la interpretación del Derecho penal positivo, si el término
interpretación es utilizado en su acepción más amplia, que incluye la elaboración del sistema. El término
dogmática se deriva de la palabra dogma porque para el intérprete los preceptos del Derecho positivo son
como un dogma al que tiene que atenerse necesariamente” (Cerezo Mir, Obras completas…, p. 92).
27
En la doctrina nacional, Cury define ciencia del Derecho penal afirmando que: “la ciencia del Derecho
penal tiene por objeto el estudio de las normas penales y el sistema que ellas configuran. Lo característico de
esta formulación es la idea de que las normas conforman un sistema, es decir, un conjunto de mandatos y
prohibiciones dispuesto armónicamente, a lo interior del cual los casos particulares se resuelven según
principios generales. Con esto se pretende garantizar la uniformidad de las decisiones, asegurando que
situaciones equivalentes se resuelvan de manera semejante40, y proporcionando un ámbito común en el cual
se comprenden y apoyan recíprocamente las distintas actividades destinadas a combatir el delito” (Cury,
Derecho penal…, p. 137).
28
Romeo Casabona y otros, Derecho penal..., p. 6.
29
Muñoz Conde y García Arán, Derecho penal, parte general, Editorial Tirant lo Blanch, 8° Ed., p. 190.
30
Muñoz Conde y García Arán, Derecho penal…, p. 190.
31
Luzón Peña, Lecciones..., p. 29.
32
Piña, Derecho penal. Fundamentos de la Responsabilidad, Editorial Legal Publishing, 2014, p. 33.
33
Muñoz Conde y García Arán, Derecho penal…, p. 190.
34
Luzón Peña, Lecciones..., p. 29.
35
Ídem
36
Piña, Derecho penal…, p. 33.
40
El método de la dogmática penal es la interpretación, la elaboración de categorías o
conceptos generales, la subsunción de hechos y concreción de la ley37 y la sistematización
de las normas jurídico-penales vigentes, realizadas para que el Derecho penal alcance sus
fines, de manera tal, que es posible señalar que la dogmática penal es una herramienta del
Derecho penal, que le permite dotar de coherencia a sus decisiones38.
Von Liszt sostenía que el conocimiento sistemático asegura el dominio sobre la
materia e impide la arbitrariedad, de manera que “el Derecho penal es la carta magna del
delincuente” y “la barrera infranqueable de la política criminal”39. Postula la idea de un
sistema cerrado de Derecho penal orientado a la coherencia interna, que garantice al
ciudadano un límite al ius puniendi. Para Von Liszt, una dogmática sólida hace predecible
la decisión, otorga seguridad jurídica a los ciudadanos y afirma el Estado de Derecho. El
sistema penal debe tener un método lógico-jurídico propio, consistente en la construcción
jurídica de un sistema cerrado a partir de los preceptos concretos de la ley, subiendo hasta
los últimos principios y conceptos fundamentales, sin fisuras lógicas, lo que implica excluir
cualquier apreciación valorativa40.
Si bien en la década del sesenta se planteó por Roxin un retorno a las ideas de Von
Liszt, en su obra “Política criminal y sistema del Derecho penal” 41, postuló que sería
necesario conformar un “sistema abierto” de Derecho penal, que supere las barreras entre
el Derecho penal y la política criminal, orientando los fines del Derecho penal en general y
cada uno de los niveles del sistema en particular, a las valoraciones de la política criminal42.
Lo anterior obliga a la normativización de los conceptos, para dar flexibilidad a la variación
del contenido de los conceptos en función de cambios valorativos o del equilibrio de fines.
De esta manera Roxin propone en su obra un sistema abierto de orientación teleológica,
apto para la resolución de problemas jurídico-penales por contrapartida a un sistema
cerrado o de un pensamiento tópico43. Jescheck, advierte el peligro que encierra una
dogmática jurídico-penal excesivamente anclada en fórmulas abstractas, como podría
ocurrir en un sistema cerrado, porque el juez podría convertirse en un autómata de los
conceptos teóricos y desatender las particularidades del caso concreto, por lo que es
necesario dar entrada a la política criminal en cada una de las categorías del sistema del
Derecho penal44. La postura de Roxin es la mayoritaria en la actualidad.
Jakobs, creador del funcionalismo radical, tomando como base la teoría de los
sistemas sociales de Luhmann y de la concepción de la pena de Hegel, propone construir un
sistema de Derecho penal abierto a la función social, por lo que las categorías dogmáticas
deberían reconfigurarse normativamente en base a esa función social45.
De esta manera, podemos decir que, en la actualidad, la postura dogmática
mayoritaria, de corte funcionalista, normativista y teleológica, se decanta por un sistema
37
Luzón Peña, Lecciones..., p. 31.
38
Ídem.
39
Roxin, Política criminal y sistema de Derecho penal, Editorial Hammurabi, 2002, pp. 31-33.
40
Ídem, pp. 33-34.
41
Ídem, pp. 31 y ss.
42
Silva Sánchez, Aproximación al Derecho penal contemporaneo, Editorial B de F, 2002, pp. 68-69.
43
Ídem, p. 69.
44
Jescheck y Weigend, Tratado…, pp. 46-47.
45
Piña, Derecho penal…, pp. 55-56.
41
abierto de Derecho penal, orientado a la solución práctica de los problemas jurídico-
penales, en base a consideraciones político-criminales. Así, se rechaza la idea de concebir
al Derecho penal como un sistema cerrado o la mera búsqueda de una solución tópica.
42
puede resultar político criminalmente insatisfactoria y d. El empleo de conceptos
demasiado abstractos55. Así la búsqueda de un concepto unitario de acción que
comprendiera a la omisión, pasó por alto por largo tiempo, que en realidad estamos
hablando de estructuras distintas, ya a nivel de tipo penal, es decir, en atención a la clase de
norma infringida.
a. La política criminal
Es aquella ciencia que trata de determinar con arreglo a diversos criterios, no sólo
técnico-jurídicos, sino fundamentalmente políticos en sentido amplio, las conductas que
deben ser consideradas y definidas como delitos y los medios que es posible, necesario,
eficaz y adecuado emplear para prevenir delitos, examinando con arreglo a esos criterios
fundamentales los medios jurídicopenales, pero también otros medios no penales, jurídicos
o extrajurídicos, que pueden contribuir a esa tarea57. La política criminal es una actividad
científica del Estado que se preocupa de la cuestión criminal desde un ángulo crítico, para
configurar el Derecho penal eficaz en la protección de la sociedad. Elabora criterios para
tomar decisiones en el ámbito del Derecho penal58. Realiza una valoración política de Lege
ferenda del Derecho penal vigente, hace propuestas respecto de los objetivos y de los
medios para prevenir los delitos. Se ocupa de las causas del delito, comprueba la eficacia
de las sanciones penales, pondera los límites de la intervención penal del Estado para
coartar lo menos posible la libertad y las garantías ciudadanas y respetar los derechos
fundamentales. Aboga por la adecuada redacción de los tipos penales y comprueba si el
Derecho penal material es susceptible de ser realizado en el proceso penal. Para ello
determina las políticas que deberían implementarse en materia penal, incluidas las
iniciativas de reforma de la ley penal, a la vista de los resultados críticos obtenidos por la
dogmática y los datos fenomenológicos que aporta la criminología59.
Pese a su respectiva autonomía la separación entre dogmática jurídicopenal y política
criminal no es tajante, porque las valoraciones y fines políticocriminales penetran en las diversas
fases de la elaboración dogmática, a través de la interpretación teleológica y valorativa, y de la
orientación de las categorías generales y de la construcción del sistema; del mismo modo que, a la
inversa, no es posible elaborar una correcta política criminal sin un correcto conocimiento dogmático
del Derecho vigente, además, de los conocimientos que proporcionan la criminología y otras ciencias
auxiliares o conexas60.
55
Ídem.
56
Romeo Casabona y otros, Derecho penal..., p. 7.
57
Luzón Peña, Lecciones..., p. 32.
58
Muñoz Conde y García Arán, Derecho penal…, p. 87.
59
Romeo Casabona y otros, Derecho penal..., p. 8 y Luzón Peña, Lecciones..., p. 29.
60
Luzón Peña, Lecciones..., p. 34.
43
b. El Derecho procesal penal
Es aquella rama del Derecho que contiene los preceptos que regulan el
procedimiento destinado a esclarecer formalmente los hechos punibles y a permitir con
ello, la aplicación de la ley penal por parte del Estado. Permite hacer efectivas las
consecuencias jurídicas del Derecho penal material en el caso concreto61.
c. El Derecho penitenciario
Es aquella rama del Derecho que tiene por objeto el estudio de las disposiciones
sobre el inicio, cumplimiento y control de la pena de prisión y las medidas cautelares
privativas de libertad62, así como de las penas sustitutivas a la privativa de la libertad como la
remisión condicional, reclusión nocturna , la libertad condicional, el arresto domiciliario, trabajo al
servicio de la comunidad, etc,63. Actualmente en Chile, la ejecución de la pena privativa de la
libertad, se encuentra regulado en un reglamento, cuestión que infringe seriamente el
principio de legalidad en el cumplimiento de la pena.
e. La criminología
Es la disciplina de carácter interdisciplinario65, que se ocupa del estudio de las
diversas manifestaciones del delito o crimen como fenómeno empírico, es decir de las
características y cuantía con que se presentan en la realidad de una determinada sociedad y
momento histórico las diversas clases de delitos y asimismo de las características de los
delincuentes, como también de las diversas causas de los delitos66/67.
61
Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal chileno, parte general, Editorial jurídica de Chile,
2005, p. 74.
62
Roxin, Derecho penal…, T. I, pp. 45-46.
63
Luzón Peña, Lecciones..., p. 35.
64
Ídem, p. 46.
65
Cerezo Mir, Obras completas…, T. I, p. 95.
66
Luzón Peña, Lecciones..., p. 35.
67
En la doctrina nacional, Cury sostiene que: “La criminología, como se la concibe actualmente, aparece en la
segunda mitad del siglo XIX, caracterizada como una disciplina causal-explicativa, que estudia la
criminalidad como fenómeno individual y social, sus formas, sus tendencias, los factores que la generan y la
eficacia relativa de los medios empleados para combatirla, así como a los delincuentes, sus particularidades,
sus características comunes y las posibilidades de agruparlos, para su identificación y tratamiento, en “tipos
de autor” (Cury, Derecho penal…, p. 128).
44
Mientras que los campos indicados son ciencias normativas, que se ocupan de reglas
jurídicas y su aplicación, la criminología es la ciencia multidisciplinar y empírica o de la
realidad de todas las disciplinas jurídicas antes citadas. Trabaja con los métodos de las
ciencias naturales y sociales y apunta a alcanzar un grado razonable de control de la
criminalidad a través de medidas de prevención y tratamiento68. Es el saber empírico sobre
el delito, los delincuentes, la reacción social negativa y el control de esa conducta.
En los años 50-60 surge en la criminología la teoría del etiquetamiento que afirma que
el objeto de la criminología no es el crimen o delito sino los procesos de criminalización. No
hay delitos en sí, sino conductas en principio neutras, corrientes y ubicuas (que se producen por
doquier, y que son cometidas realmente con frecuencia por todos los ciudadanos), que sin
embargo son definidas, etiquetadas como criminales, mediante complejos procesos interactivos
en los que las instancias oficiales e inoficiales de control social hacen una definición social de
una conducta como desviada y criminal y de un sujeto como delincuente. La criminalidad no
existe con entidad propia, sino creada de modo artificial por las instancias y procesos de
criminalización, que definen una conducta como criminal y la atribuyen y adscriben a una
persona como delincuente. Son esas instancias las que crean la criminalidad, pues sin ellas
habría conductas más o menos desviadas o normales, pero no serían criminales. Este proceso se
lleva a cabo mediante la criminalización primaria y la secundaria y en ambos procesos se
procede de modo selectivo. La criminalización primaria se produce en el proceso legislativo, en
el que diversos grupos e instancias sociales, económicos y políticos influyen sobre el órgano
legislativo, seleccionando determinadas conductas definiéndolas como desviadas y
etiquetándolas como criminales. El proceso de criminalización secundaria consiste en la
concreta adscripción o atribución de una conducta definida como desviada y criminal a una
persona a quien los órganos estatales etiquetan y con ello estigmatizan y marcan como
delincuente. Entre la multitud de personas que realmente cometen conductas definidas como
criminales, sólo se castiga a unos pocos, como lo muestran las elevadísimas cifras negras u
oscuras de delincuencia que no llega a ser enjuiciada ni sancionada, por lo cual las instancias
oficiales de control social, fundamentalmente la policía, los fiscales, los jueces y tribunales y
los funcionarios de la ejecución penal, instancias que que criminalizan a unos pocos sujetos
etiquetándolos como delincuentes, y procediendo con ello a una nueva selección arbitraria y por
tanto injusta, basada en criterios aleatorios, de oportunidad, de los propios prejuicios o intereses
de los miembros de esos órganos de control, etc69.
En los años 70 surge, dentro de esta teoría, una nueva corriente, de orientación
marxista, que se autodenomina criminología crítica o nueva criminología que insiste en que la
selección que se produce tanto en la criminalización primaria como en la secundaria obedece
fundamentalmente a motivos de clase, de tal modo que los representantes de las clases
dominantes seleccionan, a través de las instancias oficiales, como conductas criminales
precisamente conductas que perjudican a los intereses de las clases dominantes y son cometidas
por las clases bajas, y como criminales precisamente a miembros de esas clases proletarias.
Estas corrientes suponen un cambio radical de perspectiva en el trabajo criminológico, ya que
sostienen que el objeto de la criminología no debe ser la conducta criminal y los sujetos
criminales, que no tienen existencia propia y autónoma como tales, sino que lo preocupante
para la criminología deben ser precisamente los procesos selectivos de criminalización y las
instancias oficiales de control, que son las que con sus mecanismos de selección, definición y
etiquetamiento, crean la criminalidad. Luzón Peña afirma que estas perspectivas tienen aciertos,
pero también exageraciones y errores, que las hacen excesivamente unilaterales70.
f. La victimología
68
Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal chileno, parte general, pp. 87-88.
69
Luzón Peña, Lecciones..., pp. 37
70
Luzón Peña, Lecciones..., pp. 37-38.
45
Consiste en el estudio de la víctima, tanto en su papel activo o pasivo en el
surgimiento, comisión del delito y en la resolución del conflicto provocado por el delito. De
esta manera, la victimología se ocupa de las relaciones de la víctima con el delincuente o
delincuentes, con otras víctimas, con la sociedad y grupos sociales más próximos, o con la
Justicia y otras Administraciones e instituciones públicas, tras el delito. La victimología
estudia además, el rol de la víctima en la investigación policial, en el proceso penal, en la
reparación o indemnización, en la posible conciliación con el delincuente, etc. La
victimología surge como un segmento parcial de la criminología, pero actualmente tiende a
independizarse de aquélla71. En los últimos años se ha propuesto una nueva especialidad de
la dogmática jurídicopenal basada en la aplicación de conocimientos victimológicos, con el
nombre de victimodogmática, que estudia la influencia que el comportamiento activo o
pasivo de la víctima y su contribución, accidental, imprudente o incluso voluntaria o
intencionada, a la producción del delito puede tener en la determinación de la
responsabilidad penal del autor, a veces atenuándola o incluso excluyéndola, como ocurre,
por ejemplo, en caso de existir consentimiento del sujeto pasivo en la lesión o en el riesgo,
situación en la que podría excluirse la imputación objetiva en algunos casos de
concurrencia de culpas, de provocación, de menor o inexistente necesidad y merecimiento
de protección de la víctima y, correlativamente, de menor o inexistente necesidad y
merecimiento de pena en cuanto al autor, etc72.
g. La criminalística
La criminalística es el conjunto de conocimientos y técnicas utilizados para la
averiguación y esclarecimiento del delito, descubrimiento del delincuente y aportación de
pruebas sobre el delito y el delincuente para el juicio penal. Ese conjunto de conocimientos
sobre hechos pasados también puede utilizarse para evitar la comisión de delitos futuros73.
Se trata de una ciencia instrumental o auxiliar del Derecho penal y procesal penal. La
criminalística está compuesta por un conjunto de conocimientos y métodos muy diversos,
dependiendo de la clase de delitos que se trate de averiguar, tales como dactiloscopia,
técnicas genéticas para la identificación por el ADN de la identidad del delincuente o de la
víctima, balística y armamentística, conocimientos económicos y de contabüidad para el
esclarecimiento de delitos patrimoniales o económicos, psicología del testimonio, etc.
Como está destinada a la investigación del delito y a su utilización en el proceso penal, para
la validez de las pruebas obtenidas, los conocimientos jurídicos constitucionales, procesales
y penales, son imprescindibles como complementos, lo que refuerza el carácter científico y
no de mera técnica de la criminalística74.
71
Luzón Peña, Lecciones..., p. 38.
72
Ídem.
73
Cerezo Mir, Obras completas…, T. I, p. 114.
74
Luzón Peña, Lecciones..., pp. 38-39.
46
legal y la psiquiatría forense. La medicina legal es el conjunto de conocimientos médicos
aplicados a las necesidades de la administración de Justicia75. En materia penal la medicina
legal, es útil sobre todo en los delitos contra las personas, para la determinación y prueba de
los hechos, los medios comisivos y los resultados y su gravedad, tiempo y circunstancias.
Así por ejemplo, colabora en la fijación de las causas y el momento de la muerte mediante
la autopsia, la comprobación toxicológica del empleo de venenos, la valoración de la
gravedad, duración o secuelas de las lesiones, la comprobación de síntomas corporales de
resistencia del sujeto pasivo en una violación o abuso sexual, etc. La psiquiatría forense, en
cambio, es fundamental para el dictamen pericial sobre la existencia, perturbación o
anulación de la imputabilidad o capacidad de culpabilidad del delincuente76, necesarias para
un adecuado pronunciamiento judicial sobre la imputabilidad o inimputabilidad del
acusado, juicio que determinará la concurrencia o no de la eximente de responsabilidad
penal contemplada en el art. 10 N° 1 del Cp., o bien, su concurrencia incompleta. Además,
es importante para la comprobación de circunstancias psíquicas del sujeto pasivo en otros
delitos, como los daños a la salud psíquica en los delitos de lesiones, violación y abuso
sexual para determinar la antijuridicidad material del hecho77.
75
Cerezo Mir, Obras completas…, T. I, p. 115.
76
Cerezo Mir, Obras completas…, T. I, p. 115.
77
Luzón Peña, Lecciones..., pp. 39.
78
Roxin, Derecho penal…, T. I, p. 47.
79
Gil Gil y otros, Curso de Derecho penal…, pp. 5-6.
47
En el Libro segundo en cambio, se regulan los crímenes y simples delitos y en el libro
tercero las faltas, de manera que estos libros constituyen la parte especial del Derecho penal
junto a aquellas disposiciones incluidas en leyes penales que tipifican delitos y penas.
48
CAPÍTULO II
TEORÍA DE LA NORMA PENAL
Sumario: 1. Objetivos.— 2. Introducción.— 3. Norma, principios, norma penal y precepto legal.— 4. Norma
primaria o de conducta, norma secundaria o de sanción y normas permisivas.— 5. Estructura de las normas
jurídico penales.— 6. Preceptos penales incompletos y leyes penales en blanco.— 7. Justificación e
inconvenientes del uso de la técnica legislativa de las leyes penales en blanco.— 8. Normas de valoración o
normas de determinación.— 9. ¿Tiene sentido intentar motivar a través de la norma cuando el destinatario
de la misma es un inimputable? .—
1. Objetivos
a. Distinguir los conceptos de precepto o enunciado jurídico, norma, regla y principio.
b. Diferenciar los conceptos de norma, norma jurpídica, norma jurpídico penal.
c. Distinguir entre norma primaria o de conducta y norma secundaria o de sanción.
d. Determinar cuál es la estructura de la norma jurídico penal.
e. Diferenciar entre preceptos penales incompletos y leyes penales en blanco.
f. Precizar las razones que justifican la técnica legislativa de las leyes penales en blanco y
cuáles son sus inconvenientes.
g. Establecer si las normas jurídico penales son normas de valoración o de determinación.
2. Introducción
En general es frecuente confundir los conceptos de precepto o enunciado jurídico,
norma, regla y principio. Desde un ounto de vista formal, dijimos que el Derecho penal
objetivo es un conjunto ordenado de normas, a través de las cuales cumple éste cumple su
función básica que es la protección de bienes jurídicos. Así, cuando en el precepto legal o
enunciado jurídico contenido en el art. 391 N° 2 del Cp., la descripción del delito de
homicidio indica que el que mate a otro será castigado con la pena de presidio mayor en su
grado medio, la ley no se limita a describir una conducta, vaticinando la consecuencia
jurídica que se derivará de ella, sino que se halla implícita una prohibición de realizar
conductas activas que puedan producir la muerte de otra persona (delito de acción) y el
mandato de actuar o de evitar el mismo resultado lesivo para la vida humana individual
(delito de omisión). En el delito de homicidio se prohíbe matar a otro, y de infringir esta
prohibición se derivará una determinada consecuencia jurídica, que también aparece
expresada, esto es, la imposición de una pena privativa de libertad de larga duración80. Por
consiguiente, en dicho precepto legal hay implícitas dos normas jurídicas: una dirigida al
ciudadano (se prohíbe matar o se ordena evitar la muerte) y la otra dirigida al juez (en caso
de infracción a la norma de conducta que supone el delito de homicidio, el juez debe aplicar
una pena).
80
Romeo Casabona y otros, Derecho penal…, p. 11.
49
En general, podemos afirmar que los principios son enunciados normativos dotados
de racionalidad, de generalidad y de pretensión de validez y aplicación máxima. Los
principios se caracterizan porque a. tienen un elevado grado de abstracción que los hace
inoperantes para la aplicación directa por subsunción; b. Operan por ponderación como
condición básica de todo discurso y consenso; c. Dan sentido, orientan y configuran las
decisiones judiciales y legislativas a través de operaciones de concreción; d. Subyacen al
ordenamiento jurídico más allá de su reconocimiento formal y e. Ordenan que se realice
algo en la mayor medida de lo posible según las circunstancias, por lo que pueden
concretarse de manera diversa, ya que son mandatos de optimización81.
Las reglas en cambio, Enunciado normativo con pretensión de aplicación directa a
un grupo de casos. Las reglas se caracterizan porque: a. Operan en el caso concreto; b. se
aplican por subsunción del respectivo supuesto de hecho; c. Ordenan una consecuencia
jurídica cuando se cumple el supuesto de hecho; c. prescriben, prohíben o permiten algo de
manera definitiva y d. Aportan la solución a un grupo de casos82.
81
Sánchez Ostiz, Fundamentos de política criminal, Editorial Marcial Pons, 2012, pp. 49 y ss.
82
Sánchez Ostiz, Fundamentos…, pp. 67 y ss.
83
Muñoz Conde, Introducción al Derecho penal, Editorial B de F, 2003, p. 39.
84
Silva Sánchez, Aproximación…, p. 505.
85
Mir Puig, Derecho penal..., p. 55.
86
García-Pablos, Introducción…, p. 395; Mir Puig, Derecho penal..., p. 55.
87
Mir Puig afirma, al respecto que: “A diferencia de las normas, los principios no prescriben una conducta
determinada, porque no contienen una especificación suficiente de un supuesto de hecho ni de una
consecuencia jurídica, sino que sólo ofrecen razones para la decisión, sin determinarla totalmente. Mientras
que las normas sólo pueden cumplirse o infringirse. que permite que se cumplan en mayor o menor medida,
por lo que constituyen «mandatos de optimización»” (Mir Puig, Derecho penal..., p. 55).
88
Ídem, p. 70.
50
a proteger por el Derecho penal, como para sentar las bases del sistema de responsabilidad
penal89.
No hay que confundir enunciados, proposiciones jurídicas o preceptos legales con
la norma. Los primeros son un conjuntos de signos lingüísticos que constituyen el vehículo
de expresión de las normas jurídico penales que conforman el sentido del mensaje
preceptivo que se desprende de los enunciados legales90. Del precepto legal (El que mate a
otro), se desprende el mensaje prescriptivo de la norma (no matar), aunque a menudo se
utilicen indebidamente como sinónimos91/92. Sin embargo, no todo precepto legal expresa
una norma penal completa; ni todo precepto legal sirve de base a una sola norma jurídico-
penal. Así, las disposiciones del Libro primero del Código penal, no transmiten mensajes
prescriptivos completos, sino que deben relacionarse con los preceptos de la parte especial
del Código penal, para delimitar el alcance de las normas que prohíben o castigan los
delitos. Tampoco los preceptos de la parte especial, determinan con autonomía, todos los
elementos de las normas penales. La norma surge de la puesta en relación de varios
preceptos legales93. Un enunciado o precepto legal puede servir de base a más de una
norma penal, como ocurre con los precepto legales de la parte especial, en los que pueden
distinguirse dos clases de normas: a. Las normas primarias o de conducta y b. Las normas
secundarias o de sanción, como veremos a continuación94.
89
Diéz Ripollés, Derecho penal…, pp. 27-28.
90
Romeo Casabona y otros, Derecho penal…, p. 11 y Silva Sánchez, Aproximación…, p. 506.
91
García-Pablos, Introducción…, p. 395 y Mir Puig, Derecho penal..., p. 70.
92
En tal sentido. Vives Antón, afirma que la ley penal es el instrumento en el que las normas penales se
expresan o, dicho de otro modo, su fuente. La ley no es, sin más, la norma, sino que la norma se expresa en la
ley y es lo que la ley significa o parte de lo que la ley significa. Identificar norma y ley responde a un uso
lingüístico corriente. Y nada hay que objetar a ese uso, si se realiza a conciencia de que no es más que una
licencia expositiva, esto es, sabiendo que lo que justifica la sinonimia es una mera figura retórica y no una
equivalencia conceptual (Vives Antón, Fundamentos del sistema penal. Valencia, 1996, Tirant lo Blanch, p.
339).
93
García-Pablos, Introducción…, p. 396 y Mir Puig, Derecho penal..., p. 71.
94
García-Pablos, Introducción…, p. 396; Mir Puig, Derecho penal..., p. 71.
95
Álvarez García, Sobre la estructura de la norma penal: La polémica entre el valorativismo e
imperativismo, Editorial Trant lo Blanch, 2001, p. 42.
96
Cerezo Mir, Obras completas…, T. I, pp. 28-29.
51
Las normas primarias o de conducta, son aquellas normas jurídico penales97, que se
dirigen al ciudadano a fin de motivarlo para que se abstenga de realizar conductas que sean
lesivas o ex ante peligrosas para determinadas bienes penalmente tutelados. Por lo tanto se
trata de normas que prohíben la realización de hechos delictivos98.
Para Binding, la norma primaria proviene del soberano que la dirige al súbdito
indirectamente al integrarse su contenido en la norma secundaria que es la que describe o prevé
el concreto comportamiento en forma hipotética, al cual anuda una pena, o consecuencia
jurídica, para el caso de que el sujeto, a pesar del mandato imperativo de la norma primaria, la
infrinja, cumpliendo el comportamiento que la secundaria prevé, y realizando así una conducta
coincidente —de ahí el cumplimiento en sentido bindingniano— con la descrita en la ley. En el
pensamiento de Binding el Derecho prevé mandatos incondicionados que son los que se
infringen realmente cuando se cumplen las leyes penales. Aquéllas, las normas primarias,
tendrían carácter jurídico-público pero no penal. Éstas, las secundarias, son auténticas normas
penales pero carecen de imperativo. La norma no se constituye, pues, en elemento de la ley
penal, sino que la precede conceptualmente y no está sujeta al destino de ésta. Por ello, las
normas pueden servir de base no sólo a leyes de carácter penal, sino también, y dependiendo de
que el legislador estime necesaria una protección más o menos enérgica, a leyes
administrativas, o de carácter civil, etc. La consecuencia de este sistema es que el Derecho
penal carece de contenido propio, pues aunque otorga carácter jurídico a sus normas las priva a
un tiempo de una identidad que las singularice frente a otras. El sujeto infringe una norma que
Binding consideraba de Derecho público, pero que, en puridad, es una auténtica norma ética, no
tanto por su contenido, que puede calificarse de jurídico, cuanto por su formulación como
imperativo categórico, incondicionado, más propio de un ordenamiento con pretensiones de
inmanencia, eternidad, etc. que de una verdadera ordenación jurídica presidida siempre por un
halo de contingencia. Esta concepción comprende el acto antijurídico, por cumplimiento de una
ley penal, en el seno de los hechos antijurídicos públicos, pero le priva del carácter antijurídico-
penal. Por otro lado, la teoría del conocimiento de las normas plantea problemas: ¿qué debe
conocer su destinatario? ¿la norma secundaria que no se dirige a él realmente sino a los poderes
que la deben aplicar? Para salvar estas objeciones se vale Binding de la ficción avant la lettre
de la “valoración paralela en la esfera del profano”, que es la que debe efectuar el sujeto que,
por tanto, no tiene que conocer necesariamente la ley sino valorar, conforme al grado usual, o
corriente, de información de un no jurista, si la conducta que se propone viola o no un
imperativo: no matarás, no robarás, etc.
Para M.E. Mayer, “Las normas jurídicas coinciden con normas de cultura, cuya
obligatoriedad el individuo conoce y reconoce”. De manera que aun cuando deriva los
mandatos del detentador del poder, advierte que las normas que los albergan son normas de
cultura provenientes del pueblo, por lo que si bien pueden dictarse normas (obligatorias)
contrarias a las normas de cultura, poco futuro tendrá el poder que así lo hiciere. No obstante,
hay que señalar que el mismo M.E. Mayer se muestra en alguna ocasión incoherente con este
planteamiento, al llegar a admitir en el Derecho penal de policía la existencia de un Derecho
que no está contenido en las «normas de cultura» y que, sin embargo, impone deberes a los
ciudadanos. Que las normas jurídicas hayan de ser coincidentes con las “normas de cultura”
viene determinado por el intento de superar la contradicción entre el hecho de que los
destinatarios de las leyes no sean los ciudadanos sino los órganos del Estado que están llamados
a administrar las leyes —se nota aquí claramente la influencia de Ihering—, y el hecho de que
aquéllos, sin embargo, estén obligados a cumplir la ley: “como los deberes cuya infracción
castiga el orden jurídico son, según la premisa de que se parte, idénticos a los que la cultura
estatuye y que todo hombre capaz de imputación conoce y reconoce, nadie podrá quejarse de
ser juzgado con arreglo a normas que no le han sido comunicadas”. Pero Kelsen vendría a
criticar duramente este planteamiento de M.E. Mayer por su irrealidad. Según Kelsen la teoría
“cultural” de Mayer se halla indisolublemente unida a sus premisas, esto es: que existen normas
97
Porque se apoyan en la amenaza de una pena contenida en la norma secundaria o de sanción (Mir Puig,
Derecho penal..., p. 73).
98
García Pablos de Molina, Introducción…, p. 396; Mir Puig, Derecho penal..., pp. 72-73.
52
de cultura unitarias para todos los sujetos. Sin embargo no hace falta más que realizar un
somero análisis de las formaciones sociales, para darse cuenta de que esto no es así; de que
existen diferencias culturales marcadísimas entre los distintos sujetos, que de “ningún país del
mundo podrá, sin duda, afirmarse seriamente que el último cargador y el último jornalero
agrícola, el analfabeto ayuno de toda cultura espiritual, conozca y reconozca las normas
culturales en el mismo grado en que pueda hacerlo, por ejemplo, el hombre de cultura media”.
Además, Kelsen señala que “... las normas culturales expresadas en el orden jurídico vigente no
sólo no son reconocidas, sino que, lejos de ello, son violentamente combatidas por una parte
muy considerable de la población”. Y sin embargo, a pesar de que las normas culturales no son
compartidas, y por ello les falta el necesario reconocimiento por toda la población, el orden
jurídico rige para todos “sin excepción”, lo que pone de manifiesto una contradicción insalvable
en la teoría de M.E. Mayer. Para M.E. Mayer, las normas de cultura tienen el carácter social ya
mencionado pero carecen de carácter jurídico. Se trataría, pues, de imperativos de variada
procedencia: la moral, los usos, la voluntad de las partes, etc. Con ello gana en diafanidad el
pensamiento de este autor, pues no se vale de construcciones tan alambicadas como las de
Binding quien otorga carácter jurídico pero no penal a los imperativos. Las normas propiamente
jurídicas serían, para M.E. Mayer, las dictadas por los jueces, auténticos destinatarios de las
normas de cultura, quienes las interpretan, aclaran, etc., en forma de normas de decisión, con
auténtico contenido jurídico. Estas sí que van dirigidas a los ciudadanos.
Ambas teorías son criticadas por basarse en un autoritarismo, echándose de menos, una
concepción democrática del Estado: ajena tanto al subjetivismo autoritario de Binding basado
en la razón de Estado, como al romanticismo de M.E. Mayer, anclado en el espíritu o la cultura
del pueblo interpretados por una casta escogida, porque la cultura que se concreta en el derecho
no es la del pueblo, la de todo el pueblo, sino la de particulares grupos de la clase dominante»;
en última instancia, pues, M.E. acude a una configuración autoritaria del Derecho. Además, se
critica la existencia de «normas», fundamentalmente las primarias, al margen de la ley penal 99.
99
Álvarez García, Sobre la estructura de la norma penal: La polémica entre el valorativismo e
imperativismo, pp. 36-51.
100
Álvarez García, Sobre la estructura de la norma…, p. 56.
101
Romeo Casabona y otros, Derecho penal…, p. 11.
53
para evitar su lesión o puesta en peligro102, de manera que el sujeto comete delito de
omisión en tanto efectúe cualquier conducta distinta de aquella a la que estaba obligado en
beneficio de un bien jurídico y , por lo tanto, consiste en un omitir “hacer algo”, por
ejemplo, en vez de ir al cine, ir al gimnasio, salir con amigos, “Debes alimentar a tu hijo
para que no muera de inanición”103/104.
Las normas secundarias o de sanción, en cambio, son aquellas que se dirigen al
Juez, obligándole a imponer una pena caso de que concurra el supuesto de hecho previsto,
esto es, que se cometa el delito105. Las normas de sanción cumplen una función de informar
al ciudadano que determinadas conducta están prohibidas (delitos de acción) u ordenadas
(delitos de omisión), bajo amenaza de pena106.
En este sentido, la conminación penal transmite no sólo un aviso al ciudadano y la
voluntad normativa al juez que castigue llegado el caso, sino sobre todo, la voluntad
normativa de que los ciudadanos cumplan la ley y no desplieguen las conductas
sancionadas. En otras palabras, que no maten, no roben, no estafen.
En todo caso, conviene tener en cuenta, que en el ámbito de la antijuridicidad,
puede distinguirse otra clase de normas de carácter permisivo, que subyacen a las causales
de justificación, que pueden emanar de cualquier parte del ordenamiento jurídico y que
permiten, bajo ciertos requisitos, realizar los supuestos de hecho107. Es conveniente, desde
ya tener en cuenta que aún en presencia de una norma permisiva que impida la calificación
como antijurídica de una conducta, la función protectora de bienes jurídicos que desempeña
el Derecho penal no decae. La norma jurídica contenida en la parte especial sigue
prohibiendo matar, sólo que en el caso concreto se verá limitada por la causa de
justificación. Así el Derecho penal seguirá cumpliendo una función motivadora, incluso
cuando no podamos afirmar lo injusto de una conducta, en contra de la lesión de ciertos
bienes. El ordenamiento continúa realizando una valoración positiva del bien lesionado por
una reacción en legítima defensa, y, paralelamente, un juicio negativo de la conducta
infractora de la norma contenida en la parte especial del Código. Por lo tanto, matar a una
persona, aún en legítima defensa, debe seguir siendo calificado como homicidio, por más
que sea consentido por el ordenamiento; y esta afirmación tiene una trascendencia político-
valorativa fundamental. Se trata, así, de un caso radicalmente distinto de aquellos supuestos
en los que cabe afirmar la atipicidad de la conducta por no haber superado ésta las barreras
del riesgo permitido, por ejemplo108. La existencia de normas de autorización no niegan la
102
Diéz Ripollés, Derecho penal…, p. 28.
103
Al respecto, ver la quinta unidad, tema 2, sobre “Clasificación de los tipos penales”.
104
En la actualidad mayoritariamente, se admite la existencia de normas primarias o de conducta al lado de
las secundarias o de sanción que son las directamente expresadas por el precepto legal. La existencia de estas
normas primarias no se acreditaría mediante una derivación lógica de las secundarias, ya que semejante
derivación excedería límites formales y materiales del pensamiento lógico sino que se desprendería
implícitamente de las normas jurídico penales, o de una relación de sentido. Esto es, social y
psicológicamente, a la existencia de un enunciado del género de “el que matare a otro será castigado” se
asocia, sin mayores problemas, la idea de “prohibido matar”, de “no mates”, es decir, el contenido de la
norma primaria (Álvarez García, Sobre la estructura de la norma…, pp. 56-57).
105
Mir Puig, Derecho penal…, p. 71; Romeo Casabona y otros, Derecho penal…, p. 11, García-Pablos,
Introducción…, p. 396.
106
Mir Puig, Derecho penal…, p. 72.
107
Al respecto, ver la unidad sobre Antijuridicidad, Tema 1, “Antijuridicidad y su exclusión”.
108
Álvarez García, Sobre la estructura de la norma…, pp. 126-127.
54
esencia imperativa de las normas, sino que, por el contrario, al suponer la autorización un
decaimiento, en determinados casos, de un imperativo presuponen la imperatividad de las
normas. Por lo que mal se puede mantener, y sin necesidad de acudir a la teoría de los
elementos negativos del tipo, una concepción de las normas distinta a la imperativa por el
juego del argumento de las normas permisivas109.
109
Ídem, p. 129.
110
Muñoz Conde, Introducción al Derecho penal, p. 44.
55
serie de expectativas recíprocas: Alter y Tercero esperan de Ego un actuar conforme a las
normas colectivas reguladas por el derecho. Ego una vez frustrada la expectativa de Alter y de
Tercero sobre su correcto actuar prevé una determinada postura de ambos. Se produce una
conexión de expectativas recíprocas, que conduce a que la estructura de la norma penal se
fundamente en la mutua comunicación entre los tres sujetos que posibilita las oportunas
rectificaciones que en las respectivas expectativas se vayan produciendo con los efectos
conseguidos por los componentes de la relación penal. Así, por ejemplo, la aplicación de la
pena por parte de Tercero estará sometida a los efectos qué espere conseguir de ella y a los
logros alcanzados en el transcurrir de su ejecución 111.
111
Morillas, Derecho penal, parte general, Editorial Dykinson, 2004, pp. 62-63.
112
Bustos y Hormazábal, Manual de Derecho penal, parte general, Editorial Publicaciones y Publicaciones
Universitarias, 1994, pp. 91-92.
113
Mir Puig, Derecho penal…, p. 75.
114
Mir Puig, Introducción a las bases..., p. 30.
115
Muñoz Conde, Introducción al Derecho penal, Editorial B de F, 2003, p. 45.
116
García-Pablos, Introducción…, pp. 405-406.
56
al principio de tipicidad, completamente los elementos más específicos de la conducta
delictiva y señalan una pena determinada, aunque tanto el supuesto de hecho como la
consecuencia jurídica se hallen precisados en otros preceptos complementarios. Por
ejemplo, el art. 391 del Cp. describe la conducta típica consistente en “matar a otro”, que es
el núcleo del supuesto de hecho de la norma correspondiente a “no matar”117, pero dicho
precepto debe ponerse en juego con el art. 7, si se trata de un delito tentado.
Las leyes penales en blanco, en cambio, son preceptos penales principales que,
excepcionalmente, si bien contienen la norma secundaria o de sanción, no expresan
completamente los elementos específicos del supuesto de hecho de la norma primaria, sino
que remiten a otras leyes, reglamentos o actos administrativos, para que completen la
determinación de aquellos elementos118. El peligro de esta técnica legislativa radica en que
la remisión legislativa muchas veces es inexistente, controvertida o de difícil precisión o en
que la remisión se realiza, en ocasiones, a otros sectores del ordenamiento jurídico, cuyo
alcance y contenido es distinto del de la norma penal, creándose una desarmonía que afecta
a la certeza y a la seguridad jurídica119. Por lo tanto, existe una ley penal en blanco cada vez
que la precisión de la conducta incriminada obliga a recurrir a otra disposición, de cualquier
jerarquía, que llena el blanco de la ley penal y no solo cuando la precisión de la conducta
delictiva se encuentra entregada a una norma de inferior jerarquía que la ley penal.
La discusión en torno al criterio amplio o restrictivo de lo que es una ley penal en
blanco, no debe distraer al intérprete de la problemática central del tema que es la
constitucionalidad de las leyes penales en blanco, de cara al principio de reserva. El hecho
que una ley penal entregue a otra disposición (legal o reglamentaria) la precisión de la
conducta incriminada, puede ser considerado como un simple problema de técnica
legislativa deficiente, pero lo grave es que la conducta delictiva sea determinada por una
norma que no tenga el carácter de ley, pues con ello se vulnera el principio nullum crimen
nulla poena sine lege, con lo cual se socava, en forma grave, la seguridad jurídica frente al
ius puniendi.
117
Mir Puig, Derecho penal…, pp. 75-76.
118
Cfr., Mir Puig, Derecho penal…, pp. 76-78.
119
Velásquez, Derecho penal…, T. I, p. 194.
120
Muñoz Conde, Introducción al Derecho penal, 2003, pp. 50-51.
57
que la ley penal sea el “marco”, que contenga el núcleo de lo prohibido y se delegue en
autoridades o instancias inferiores la determinación del de aspectos variables del mismo, lo
que desde el punto de vista técnico-legislativo se traduce en inevitables remisiones del
Código penal a leyes extrapenales121.
Así, por ejemplo, si el legislador considera que ciertas sustancias son peligrosas
para la salud pública, crea un delito que sancione el expendio de las mismas. Sin embargo,
no le será posible señalar todas las sustancias nocivas que cumplan con los requisitos para
ser consideradas como tal, porque cada cierto tiempo se crean nuevas sustancias que pese a
cumplir con tales características, no estarían descritas en el catálogo. Ante tal situación, se
entrega a otra ley o reglamento la precisión de las mismas. Tal es el criterio que subyace al
art. 314 del Cp. que refiere: “El que, a cualquier título, expendiere otras sustancias
peligrosas para la salud, distintas de las señaladas en el artículo anterior, contraviniendo las
disposiciones legales o reglamentarias...”. Se trata de una ley penal en blanco, pues la ley
(art. 314 del Cp.), se remite a otras disposiciones legales y aún reglamentarias para la
determinación exacta de lo que se sanciona. Sin embargo, ¿vulnera la reserva de la ley?
Estimamos, al menos en principio, que no. La ley se encarga de señalar cuál es la esencia
de lo que se sanciona: el expendio de determinadas sustancias peligrosas para la salud,
entregando a otra ley o reglamento, aspectos adjetivos de la descripción legal, que no
inciden en la reserva de la ley.
Por lo tanto, la noción de ley penal en blanco no tiene, en cuanto tal, una
significación desvalorativa, sino que expresa una técnica legislativa, necesaria en algunos
casos, deficiente en otros. En todo caso, siempre será deficiente la proliferación de esta
especie de ley penal. Una vez constatada la existencia de una ley penal en blanco, será
preciso analizarla a la luz del principio de reserva; si: 1. El blanco de la ley penal aparece
llenado por otra ley, caso en el que no habría, en principio, problema de constitucionalidad,
porque la materia prohibida está determinada por la ley, a través de la actuación conjunta la
ley en blanco y la complementaria; 2. El blanco de la ley penal aparece llenado por una
norma de inferior jerarquía. En este caso será preciso distinguir: a) La ley penal en blanco
describe la esencia de la conducta a punir, entregando a la norma inferior la regulación de
aspectos adjetivos (art. 314 del Cp.). En este caso, no hay problema alguno de
constitucionalidad, en la medida en que se satisfagan una serie de exigencias, que
señalaremos a continuación. b) La ley penal en blanco se limita a señalar la penalidad,
entregando a la norma complementaria de inferior jerarquía la determinación del ilícito
penal. (Se aplicará tal o cual pena, a las conductas que por medio de un decreto supremo
señale tal autoridad pública). En este caso, se vulnera la reserva de la ley penal, por cuanto
el delito, en último término se está determinando por una norma que no es la ley. A la
misma conclusión arribamos en aquellos casos en los que la ley en blanco se limite a
señalar aspectos adjetivos del tipo penal, pero entregando a la norma inferior la regulación
sustantiva. (Se aplicará tal o cual pena a aquel que habitualmente o con abuso de autoridad
o confianza, realice alguna de las conductas que señale el decreto tal). Sin embargo, para no
socavar el principio de legalidad, la norma inferior debe ajustarse a una serie de
condiciones: i) La norma reglamentaria debe provenir de una autoridad con potestad
general en todo el territorio de la República; ii) La norma reglamentaria debe tener una
publicidad idéntica a la que tiene una ley, esto es, debe ser publicada en el Diario Oficial; y
121
García-Pablos, Introducción…, pp. 412-413.
58
iii) La norma reglamentaria debe limitarse a la precisión de la conducta delictiva señalada
en la ley en blanco, no pudiendo excederse de este mandato, ni pudiendo, tampoco, ser
portadora de la penalidad a aplicar: ésta corresponde única y exclusivamente a la ley.
Cumplidas estas condiciones, que garantizan la vigencia de la legalidad penal,
creemos que es posible aceptar la concurrencia de normas de inferior jerarquía en
colaboración con el legislador en la formación de la ley penal.
122
Mir Puig, Derecho penal…, pp. 78-79.
123
Ídem, p. 79.
124
Diéz Ripollés, Derecho penal…, p. 28.
125
Cerezo Mir, Obras completas…, T. I, p. 28; Romeo Casabona y otros, Derecho penal…, p. 12; Mir Puig,
Derecho penal…, p. 80 y Diéz Ripollés, Derecho penal…, p. 28.
126
Romeo Casabona y otros, Derecho penal…, p. 12; Mir Puig, Derecho penal…, p. 80.
127
Mir Puig, Derecho penal…, pp. 80-81.
128
Luzón Peña, Lecciones…, p. 13.
59
protector de bienes jurídicos ex ante, a través de la motivación por encausar la conducta del
destinatario de la norma y ex post, mediante la pena en caso de incumplimiento.
129
Jescheck, Tratado…, pp. 254 y 255.
130
Mir Puig, Derecho penal…, pp. 80-81.
131
Álvarez García, Sobre la estructura de la norma…, pp. 132-133.
132
Mir Puig, Derecho penal…, p. 81.
133
Una concepción contraria no sólo no se corresponde con la realidad, sino que es políticamente muy
peligrosa porque, a la postre, supone tanto como afirmar la imposibilidad, para los inimputables de integrarse
mínimamente en la sociedad. Lo que, en situaciones extremas pero no infrecuentes, podría llevar a decisiones
gravemente atentatorias contra su propia existencia. admitida la posibilidad de que el imperativo se dirija,
también, a los incapaces, no existe problema para admitir la hipótesis de que éstos realicen acciones
antijurídicas y, por consiguiente, la pretendida confusión a la que, según algunos, se llega, partiendo de teorías
imperativas, entre antijuridicidad y culpabilidad carece de base real (Álvarez García, Sobre la estructura de la
norma…, p. 136).
60
CAPÍTULO III
FUNCIÓN DEL DERECHO PENAL
Sumario:1. Objetivos.— 2. Caso de introducción.— 3. Función del Derecho penal.— 4. Lucha de escuelas (S.
XIX) .— 5. Función de control social.— 6. Función ético-social.— 7. Función simbólica o promocional.— 8.
Función de mantención de la vigencia de la norma.— 9. Función de protección de bienes jurídicos.— 10. El
bien jurídico protegido.— 11. Bienes jurídicos individuales y universales.— 12. Funciones del bien
jurídico.— 13. Consecuencias de adherir a la idea de protección de bien jurídico.— a. Las conminaciones
penales arbitrarías no protegen bienes jurídicos.— b. Las finalidades puramente ideológicas no protegen
bienes jurídicos.— c. Las meras inmoralidades no lesionan bienes jurídicos.— d. La exclusión de las
contravenciones del Derecho penal.— 14. Criterios que fundamentan un concepto material de bien
jurídico.— a. Tesis constitucionalistas de bien jurídico.— b. Tesis sociológico-funcionalista de bien
jurídico.—
1. Objetivos
a. Determinar cuáles son las funciones del Derecho penal en un Estado Democrático de
Derecho.
b. Precisar el concepto de bien jurídico diferenciándolo de la idea de derecho subjetivo.
c. Distinguir entre bien jurídico individual y colectivo o universal.
d. Identificar cuáles son las funciones del bien jurídico.
e. Establecer cuáles son las consecuencias de adherir a la idea de protección de bien
jurídico como función del Derecho penal.
f. Revisar cuáles son los criterios que permiten fundamentar un concepto material de bien
jurídico.
2. Caso de introducción
“El 3 de noviembre de 1991, a las 22:30 horas, el Grupo Colina incursionó
sorpresiva y violentamente en el inmueble de Barrios Altos-Lima, donde se realizaba una
actividad social comúnmente llamada “pollada”, portando armamento de guerra
sofisticado como pistolas ametralladoras HK calibre 9 mm. con silenciadores,
pasamontañas color negro, tildando a los asistentes, con palabras soeces, de terroristas,
entre los que además de los varones y mujeres mayores se encontraba un niño, a los que
obligaron a tirarse al piso para luego acribillarlos sin contemplación, ocasionando la
muerte de 14 personas”.
134
Bacigalupo, Derecho penal…, p. 29.
61
4. Lucha de escuelas
Durante el siglo XIX con el movimiento de codificación inspirados se produce la
llamada lucha de escuelas.
Para la escuela clásica, la función del Derecho penal es la realización de la justicia a
través de las teorías absolutas de la pena135. El autor es penado porque su hecho ha
merecido una pena136.
Para la escuela positiva, la función social o de utilidad orientada a la prevención del
delito con miras a proteger intereses sociales reconocidos por el derecho positivo a través
de las teorías relativas de la pena137. La pena se orienta a evitar la comisión de delitos
futuros, ya sea en general, esto es, respecto de todos los miembros de la sociedad o
especial, es decir, para evitar ulteriores delitos del autor138.
135
Ídem, p. 30.
136
Frister, Derecho penal, parte general, Editorial Hammurabi, 2011, p. 59.
137
Bacigalupo, Derecho penal…, p. 30.
138
Frister, Derecho penal…, p. 59.
139
García-Pablos, Introducción…, p. 172.
140
Ídem, pp. 172-173.
62
Dada la entidad de sus sanciones, el Derecho penal no debe violentar la convivencia
social con un actuar excesivo, toda vez que con ello se limitarían la libertades ciudadanas al
punto que el Estado se trasformaría en un “Estado de Policía” o “Estado Leviatán”, con
un poder tan inmenso que el ciudadano quedaría entregado a su arbitrio. Por eso Roxin
afirma que en un Estado de Derecho hay que proteger al individuo no sólo mediante el
Derecho penal, sino también del Derecho penal141.
Luzón Peña critica el concepto de control social al afirmar que se trata de un
concepto vago y ambiguo ya que puede utilizarse como mecanismo, más o menos
razonable, de control de la sociedad sobre sus miembros para evitar infracciones, como
puede significar control que algunos grupos (dominantes) o miembros de la sociedad
ejercen sobre ésta, es decir, mecanismos más o menos burdos de poder y dominación142.
6. Función ético-social
Para Cerezo Mir143, Welzel, Stratenwerth y Jescheck, el Derecho penal defiende los
principales valores éticos de la sociedad, por lo que constituye un mínimo ético que impera
en las convicciones más profundas y generalmente compartidas por la comunidad,
apreciadas como imprescindibles para el desarrollo de la vida social144.
Postulan que el delito no sólo lesiona o pone en peligro un bien jurídico, sino que
constituye, además, una grave infracción de la ética social. El Derecho penal desempeñaría
una función pedagógica configuradora de costumbres que incidiría en la conciencia del
ciudadano145.
Esta visión es criticada porque confunde el Derecho penal con la moral o la ética
social. En una sociedad pluralista no corresponde al Derecho penal llevar a cabo un
cometido moralizador y pedagógico o garantizar la inviolabilidad de las normas ético-
sociales146.
141
Con razón dice Roxin: “… un Estado de Derecho debe proteger al individuo no sólo mediante el Derecho
penal, sino también del Derecho penal. Es decir, que el ordenamiento jurídico no sólo ha de disponer de
métodos y medios adecuados para la prevención del delito, sino que también ha de imponer límites al empleo
de la potestad punitiva, para que el ciudadano no quede desprotegido y a merced de una intervención
arbitraria o excesiva del “Estado Leviatán” (Roxin, Derecho penal…, T. I, p. 137).
142
Luzón Peña, Lecciones…, p. 16.
143
Afirma Cerezo Mir: “La función del Derecho penal no puede limitarse, sin embargo, como ha puesto de
manifiesto Welzel, a una protección actual de los bienes jurídicos, pues para ello llega generalmente
demasiado tarde. La aplicación de la pena sigue a la comisión del delito. La función del Derecho penal
consiste esencialmente en el fomento del respeto a los bienes jurídicos. Para fomentar el respeto a los bienes
jurídicos, el Derecho penal ha de tratar de obligar a los ciudadanos en su conciencia, por su contenido valioso,
de habituarles a su cumplimiento (mediante su continuidad) y de apelar, incluso, a sus intereses egoístas por
medio de la coacción” y agrega “En la selección de los bienes jurídicos tutelados por el Derecho penal y
especialmente en la determinación del ámbito de protección de estos bienes jurídicos desempeñan un papel
decisivo las concepciones ético-sociales, jurídicas y políticas dominantes en la sociedad en un momento
determinado. Las concepciones ético-sociales desempeñan un papel primordial, pues el Derecho penal castiga
generalmente como delito las infracciones más graves de las normas de la Etica-social” (Cerezo Mir, Obras
completas…, p. 29).
144
García-Pablos, Introducción…, p. 181.
145
Ídem, pp. 179-180.
146
Luzón Peña, Lecciones..., p. 13 y García-Pablos, Introducción…, p. 186.
63
7. Función simbólica o promocional
La función simbólica consiste en el efecto psicológico o expresivo que la
prohibición de conductas consideradas criminales en virtud del grave desvalor y
reprobación genera en los ciudadanos a través de la creación de leyes penales y su
aplicación a situaciones sociales concretas. Dicha función se vincula a la prevención
general positiva y puede admitirse dentro de ese límite, siempre que no se confuna con la
utilización meramente simbólica del Derecho penal, claramente rechazable147 porque con la
finalidad de producir en la opinión pública la impresión tranquilizadora de un legislador
atento y preocupado148, utiliza al Derecho penal como instrumento de comunicación social
para producir un efecto meramente simbólico de aparente eficacia, para tranquilizar al
ciudadano ante un legislador atento y decidido, sin importar que la norma no proteja los
bienes jurídicos fundamentales para la convivencia social. Por lo tanto, a la larga el
Derecho penal se deslegitima y se entorpece su verdadera misión de protección de bienes
jurídicos149.
El efecto psicológico apunta a la consecuencia y no a la función del Derecho penal
constituida por la protección de bienes jurídicos, con lo cual el legislador puede verse
tentado a producir tipos penales innecesarios y agravaciones desproporcionadas con tal de
aparecer como una autoridad eficiente y consciente de la opinión popular, pese a prever o
saber de antemano que las reformas serán ineficacez a los fines preventivos150. De esta
manera, se termina socavando la función instrumental del Derecho penal y los principios de
subsidiariedad, fragmentariedad, última ratio y de mínima intervención151.
147
Luzón Peña, Lecciones…, p. 15.
148
Silva Sánchez, Aproximación..., pp. 304-305.
149
Ídem, p. 306.
150
Luzón Peña, Lecciones…, p. 15.
151
García-Pablos, Introducción…, pp. 187-188.
152
Jakobs, Derecho penal, parte general. Fundamentos y teoría de la imputación, Editorial Marcial Pons,
Madrid, 1997, p. 13.
153
Afirma Jakobs: “La pena es siempre reacción ante la infracción de una norma. Mediante la reacción
siempre se pone de manifiesto que ha de observarse la norma. Y la reacción demostrativa siempre tiene lugar
a costa del responsable por haber infringido la norma” (Jakobs, Derecho penal…, p. 8).
154
Jakobs, Derecho penal..., p. 18.
64
Así, por ejemplo, existe una expectativa social de que cada uno de nosotros respete
la vida. Nos interrelacionamos conforme a esa norma, luego si alguien mata ha quebrantado
esa norma, la ha cuestionado comunicativamente, por lo que requiere ser estabilizada a
través de la pena, para que se confirme su vigencia. Para Jakobs lo perjudicial en el
homicidio no es que alguien haya muerto, sino que el autor ha negado ante la colectividad
la norma que protege la vida155.
Así la pena no es sólo intimidación, lo más importante es su función de prevención
general positiva156, es decir, su rol de orientador de las normas sociales de conducta. La
pena debe garantizar la seguridad de las expectativas en los contactos sociales,
posibilitando la existencia de la propia sociedad. El modelo presupone que el orden social
bien vale el coste que se le impone al infractor de la norma157, quien mediante la pena
aprende la conexión de comportamiento y deber de asumir los costes y en esta medida se
trata de ejercitar en la aceptación de las consecuencias158.
Para Jakobs cada uno de nosotros nos orientamos conforme a ciertas normas, y
roles159 (laborales, académicos, sociales, etc.,), de manera que no se puede sancionar si el
sujeto, en su accionar o en su omitir, cumple su rol. Ej: un vendedor de armas desde su
local observa una pelea en que uno le dice al otro que lo matará, luego entra a la tienda y el
vendedor, pese a que escuchó lo dicho por el comprador respecto de la amenaza de muerte,
le vende el arma, el comprador sale del negocio y le dispara a su enemigo matándolo.
Según Jakobs en este caso no habría complicidad de parte del vendedor, por cuanto,
cumplió con su rol. Sí un taxista toma un pasajero, observa que el pasajero lleva un arma,
en el trayecto se da cuenta de que el pasajero se dirige a matar a otro sujeto, y sin embargo,
a pesar de que lo sabe lo lleva a destino desentendiéndose de la situación. El pasajero se
baja y mata a su enemigo. Para Jakobs no hay complicidad, por cuanto, lo que se espera de
un taxista es que traslade a los pasajeros hacia donde quieran, y por lo tanto, él cumplió con
su rol y con las expectativas que de él se esperaban.
155
En tal sentido Jakobs sostiene que: “lo que constituye una lesión de un bien jurídico-penal no es la
causación de una muerte (ésta es simplemente lesión de un bien), sino la oposición a la norma subyacente en
el homicidio evitable. El homicidio evitable tiene el sentido de una oposición a la norma subyacente en los
delitos de homicidio, porque al autor se le hace responsable, a causa de su conocimiento (dolo) o
cognoscibilidad (imprudencia), de haber elegido realizar el comportamiento que acarrearía consecuencias en
lugar de la alternativa inocua. La norma obliga a elegir la organización a la que no siguen daños, pero el autor
se organiza de modo que causa daño imputablemente: su proyecto de conformación del mundo se opone al de
la norma. Solo este punto de vista eleva el bien jurídico-penal a la esfera en que se desarrolla la interacción
social que interesa al Derecho penal: la esfera de la significación del comportamiento (delictivo) en tanto que
negación del significadode normas y el reforzamiento de perseverar en el significado de la norma por medio
de la reacción punitiva (Jakobs, Derecho penal…, p. 46).
156
De esta manera, Jakobs afirma que: “Dado que el ejercicio en el reconocimiento de la norma debe tener
lugar en relación con todos y cada uno, en el modelo descrito de la función de la punición estatal se trata de
prevención general mediante el ejercicio en el reconocimiento de la norma (la llamada prevención positiva
general o colectiva, es decir, no sólo intimidatoria)” (Jakobs, Derecho penal…, p. 18)
157
Jakobs, Derecho penal…, p. 20.
158
Jakobs, Derecho penal..., p. 18.
159
Jakobs refiere en tal sentido que: “Bien jurídico-penal es la validez fáctica de las normas, que garantizan
que se puede esperar el respeto a los bienes, los roles y la paz jurídica” y agrega “lá validez fáctica de la
norma sólo se ve menoscabada cuando el autor se arroga una organización que no le está asignada” (Jakobs,
Derecho penal…, p. 58).
65
Para Jakobs el Derecho se legitima formalmente mediante la aprobación de las leyes
penales conforme a lo establecido en la Cpr. La legitimación material reside en que las
leyes penales son necesarias para el mantenimiento de la forma de la sociedad y del Estado.
No existe ningún contenido genuino de las normas penales, sino que los contenidos
posibles se rigen por el respectivo contexto de la regulación. Al contexto de la regulación
pertenecen las realidades de la vida social así como las normas, especialmente las jurídico
constitucionales160.
La contribución que el Derecho penal presta al mantenimiento de la configuración
social y estatal reside en garantizar las normas. La garantía consiste en que las expectativas
imprescindibles para el funcionamiento de la vida social, en la forma dada y en la exigida
legalmente, no se den por perdidas en caso de que resulten defraudadas. Por eso se debe
definir el bien a proteger como la firmeza de las expectativas normativas esenciales frente a
la decepción, firmeza frente a las decepciones que tiene el mismo ámbito que la vigencia de
la norma puesta en práctica, este bien se denomina bien jurídico-penal161.
160
Ídem, pp. 44 y 45.
161
Ídem, p. 45.
162
Ossandon, La formulación de tipos penales, valoración crítica de los instrumentos de técnica legislativa,
Editorial jurídica de Chile, Santiago, 2009, p. 23.
163
Mir Puig, Derecho penal…, pp. 103-104 y Mir Puig, Límites al normativismo en Derecho penal, en
Dogmática y criminología, dos visiones complementarias del fenómeno delictivo, Editorial Legis, Bogotá,
2005, pp. 369-397.
164
Jakobs, Derecho penal…, p. 45.
66
metodológico, al fin de protección de bienes jurídico-penales, cuestión que resulta difícil de
aceptar.
Si se asume que el Derecho penal es un medio jurídico altamente formalizado de
control social, que se encuentra destinado a la protección de bienes jurídicos penalmente
tutelados165, la norma penal debe tener por finalidad motivar al ciudadano a abstenerse de
realizar conductas lesivas o peligrosas para estos intereses, de manera que la protección de
la vigencia de la norma aunque valorativamente útil, es meramente instrumental, al otorgar
al ciudadano, un determinado grado de seguridad cognitiva en torno a la indemnidad de los
bienes penalmente tutelados. Por lo tanto, no se trata de descartar la finalidad de protección
de la vigencia de la norma, sino de rechazar que ésta sea la única, ni mucho menos, la
primordial función de la pena, en desmedro de la protección de bienes jurídicos como
función material del Derecho penal. Así, es posible afirmar, que los bienes jurídico-penales
son los que en verdad otorgan contenido y legitimidad a la intervención penal, resultando la
protección de la vigencia de la norma un fin axiológicamente auxiliar y meramente
instrumental a la protección penal material de los bienes jurídicos166.
165
Mir Puig, Derecho penal…, p. 39.
166
Ossandón, La formulación de tipos penales..., pp. 23-24.
167
Muñoz Conde y García Arán, Derecho penal…, p. 59 y ss.
168
Roxin, Derecho penal…, T. I, p. 52.
169
Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal chileno, parte general, p. 67.
170
Mir Puig, Derecho penal…, pp. 128-129.
171
Muñoz Conde y García Arán definen bienes jurídicos como: “aquellos presupuestos que la persona
necesita para su autorealización y el desarrollo de su personalidad en la vida social” (Muñoz Conde y García
Arán, Derecho penal…, p. 59). En un sentido similar, García-Pablos, define bienes jurídicos como “Los
presupuestos existenciales e instrumentales que la persona necesita para su autorealización en la vida social”
(García-Pablos, Introducción…, p. 540). Diéz Ripollés, afirma que; “el bien jurídico constituye el instrumento
conceptual de concreción de los presupuestos esenciales para la convivencia social a proteger por el Derecho
penal (Diéz Ripollés, Derecho penal Español, parte general, Editorial Tirant lo Blanch, 2016, p. 24. Luzón
Peña define los bienes jurídicos como “las condiciones indispensables de la convivencia social frente a
ataques graves” (Luzón Peña, Lecciones…, p. 13) Para Cury los bienes jurídicos son “estados sociales
valiosos que hacen posible la convivencia y a los que, por eso, el ordenamiento jurídico les ha otorgado
67
El concepto de bien jurídico, se atribuye a Birnbaum a mediados del s. XIX. Nace
con un sentido dogmático, es decir, como objeto de protección elegido por la ley172. En
efecto, Birnbaum, tuvo el acierto de distinguir entre el concepto clásico de derecho por uno
más preciso y más adecuado a los fines que convocan al Derecho penal, es decir, al
concepto de bien. Birnbaum creo el concepto de bien jurídico en 1834 para precisar cuál es
el objeto que protege la ley penal. Sin embargo, lo identificaba con la idea civilista y
personalista de derecho subjetivo, por lo que no calza con la visión actual.
En todo caso, hay que tener presente que el bien jurídico es un valor ideal del orden
social creado y protegido por el Derecho, que trasciende al objeto material o inmaterial en
que se concreta173, lo que justifica que sea el Estado y no la víctima, el legitimado para
imponer una pena o medida de seguridad, perspectiva dinámica del concepto de bien
jurídico que le permite adaptarse a los cambios y necesidades sociales en cada momento174.
Con toda razón, la dogmática ha dicho que el Derecho penal sólo resulta legítimo si
persigue la protección de bienes jurídicos175/176; ésta ha de ser su función, no la protección
de ideologías políticas, religiosas, éticas o culturales177.
Ello concuerda plenamente con uno de los pilares de los límites al ius puniendi,
consistente en el principio de lesividad, de acuerdo con el cual, la dañosidad social de la
lesión, es requisito de toda protección jurídica, del objeto lesionado, ya que todo bien, para
ser “jurídico” requiere que los ataques que le afectan, sean trascendentes en la esfera social,
en un sentido dañoso, toda vez que si al Derecho en su conjunto, le compete la función de
proteger la sociedad, lógico es concluir que sólo puede intervenir, cuando concurre la
dañosidad social178. Por lo tanto, la reacción penal sólo puede activarse cuando se ha
traspasado o puesto en peligro un bien jurídico, quedando excluidas del ámbito del Derecho
penal, las meras inmoralidades o las simples contravenciones, ya que mientras no se haya
mostrado con claridad que una determinada conducta humana produce efectos socialmente
dañosos, debe quedar liberada de la amenaza penal, por cuanto el delito es ante todo lesión
del bien jurídico y no una mera violación del deber179 moral o ético.
reconocimiento” (Cury, Derecho penal..., p. 52). Gil Gil y otros, siguiendo a Cerezo Mir, definen bien
jurídico como: “todo bien, situación o relación deseados y protegidos por el Derecho” (Gil Gil y otros, Curso
de Derecho penal..., p. 8 y Cerezo Mir, Obras completas…, T. I, p. 26). Jescheck y Weigend definen bienes
jurídicos como “bienes vitales e imprescindibles para la convivencia de las personas en la comunidad y que
por ello deben ser protegidos a través de la coacción estatal mediante el recurso a la pena pública” (Jescheck y
Weigend, Tratado…, p. 7-8.
172
Mir Puig, Derecho penal…, p. 129.
173
Cerezo Mir, Obras completas…, T. I, p. 26 y Gil Gil y otros, Curso de Derecho penal..., p. 8.
174
Gil Gil y otros, Curso de Derecho penal..., p. 9.
175
Nestler, “El principio de protección de bienes jurídicos y la punibilidad de la posesión de armas de fuego y
de sustancias estupefacientes”, en La insostenible situación del Derecho penal, Editorial Comares, Granada,
2000, p. 63; y Muñoz Conde y García Arán, Derecho penal…, p. 59.
176
Al respecto ver Birnbaum, Sobre la necesidad de una lesión de derechos para el concepto de delito,
Editorial Edeval, Estudio preliminar y trad. por Guzmán Dalbora, Valparaíso, 2010.
177
Bustos Ramírez, Obras completas, parte especial, Ediciones Jurídicas de Santiago, Santiago, 2009, T. III,
p. 15.
178
Silva Sánchez, Aproximación..., p. 276.
179
Roxin, Derecho penal…, T. I, pp. 52-53 y Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal chileno,
parte general, p. 66.
68
El delito y el injusto y, por tanto, la determinación material de los tipos legales, sólo
pueden constituirse sobre la base de bienes jurídicos180 y, más precisamente, de bienes
jurídico-penales, toda vez que de acuerdo con los principios de subsidiariedad y de
fragmentariedad, el Derecho penal, sólo protege aquellas condiciones de la vida social, que
afectan de manera fundamental, las posibilidades de participación de los individuos en el
sistema social y, tratándose de algunos bienes jurídicos, la reacción penal opera únicamente
respecto de determinadas formas de ataque, consideradas en extremo como lesivas o
peligrosas para el bien jurídico penal181. Por lo tanto, cuando se dice que el Derecho penal
sólo puede proteger “bienes jurídicos”, se utiliza dicha expresión en su “sentido político-
criminal”, es decir, como objeto que puede reclamar protección jurídico-penal, en
contraposición a su “sentido dogmático”, que alude a los objetos que efectivamente protege
el Derecho penal vigente182.
180
Bustos, Obras completas..., T. III, p. 15.
181
Mir Puig, Derecho penal…, pp. 119-121.
182
Ídem.
183
Son bienes jurídicos individuales, aquellos que sirven a los intereses de una persona o de un determinado
grupo de personas (Hefendehl, “¿Debe ocuparse el Derecho penal de riesgos futuros? Bienes jurídicos
colectivos y delitos de peligro abstracto”, en RECPC, p. 3, documento disponible en internet, página:
http://criminet.ugr.es/recpc).
184
En el mismo sentido, Nestler, “El principio de protección de bienes jurídicos...”, p. 63.
185
Si el ataque en contra de la salud fuera supraindividual, el bien jurídico protegido sería la salud pública
(Pérez Alonso, “El delito de lesiones. Notas críticas sobre su reforma”, en ADPCP., 1990, p. 615), bien
jurídico de naturaleza universal o supraindividual, tutelado en delitos tales como el tráfico ilícito de drogas.
186
Muñoz Conde y García Arán, Derecho penal..., p. 59-60.
187
Según Hefendehl, bienes jurídicos universales o supraindividuales son los que sirven a los intereses de
muchas personas, de la generalidad. Un bien será supraindividual cuando sea conceptual, real y jurídicamente
imposible dividir este bien en partes y asignar una porción de éste a un individuo. Todo bien jurídico
supraindividual se caracteriza, según este autor, por poder ser disfrutado por cada miembro de la sociedad, por
ello no es posible relacionarlo en todo o en parte a un único sector de la misma (Hefendehl, “¿Debe ocuparse
el Derecho penal...”, pp. 3-4).
69
los llamados delitos de peligro abstracto, en los cuales el legislador suele establecer tipos
con un alto nivel de indeterminación y de amplitud en desmedro del principio nullum
crimen nulla poena sine lege certa, en los que se renuncia a la necesidad de probar el
resultado material para el bien jurídico y a la prueba de la relación de causalidad entre la
conducta y dicho resultado material188.
Luego de la obra publicada por el sociólogo alemán Ulrich Beck, “La sociedad del
riesgo. Hacia una nueva modernidad”, ha surgido una ardua discusión en torno a las
características del Derecho penal actual189. En efecto, Hefendehl sostiene que nuestro
Estado actual no puede concebirse sin bienes jurídicos colectivos tales como la adecuada y
garantizada asistencia jurídica, la seguridad monetaria y sin unos órganos estatales
operantes y afirma que ni siquiera quienes sostienen las llamadas teorías personalistas del
bien jurídico en Alemania, se limitan a reconocer como tales sólo aquellos bienes jurídicos
colectivos que se deriven de forma indirecta de bienes jurídicos individuales190.
En cambio, Silva Sánchez, en una evaluación negativa sostiene que la llamada
sociedad del riesgo supone la existencia de un Derecho - en esta área- de dos velocidades,
en el cual existen delitos de lesión, propios del Derecho penal nuclear protector de bienes
jurídicos individuales, en donde prima la pena privativa de la libertad y, por lo tanto, se
mantienen la garantías, pero además, existen los llamados delitos de peligro, propios del
Derecho penal accesorio protector de bienes jurídicos universales, en donde no prima la
pena privativa de la libertad y, por ende, podrían relajarse las garantías propias del Derecho
nuclear, primando el carácter simbólico191. A estas categorías, Silva agrega una tercera,
constituida por el Derecho penal del enemigo, en la cual desaparecen las garantías al
entender que no se está en presencia de ciudadanos sino de enemigos192.
En contra de esta opinión, Schünemann, afirma que según la “Escuela de
Frankfurt”, la nueva legislación penal lesiona de un modo múltiple los principios del Estado
de Derecho porque querría reaccionar con la atribución de la culpabilidad a los individuos
ante desarrollos defectuosospor lo que ningún ser humano individual es portador de la
responsabilidad porque abusaría del Derecho penalcomo simple medio de dirección
socialsin limitación al clásico grupo de los bienes jurídicos individuales y porque en virtud
de la renuncia a la lesión de bienes jurídicos individuales aprehensibles empíricamente
activaría una anticipación de la punibilidad intolerable en una sociedad liberal, por lo que
exihge un restablecimiento a un Derecho penal nuclear, conforme a los ideales del siglo
XIX193.
188
Ello me parece indesmentible en los delitos de emprendimiento tales como el delito de tráfico ilícito de
estupefacientes, donde se sanciona la cadena productiva de la droga en su totalidad como delito consumado,
aun cuando en la práctica en buena medida se trata de actos preparatorios.
189
Ulrich Beck, La sociedad del riesgo. Hacia una nueva modernidad, Editorial Paidos, Barcelona, 1998.
190
Hefendehl, “¿Debe ocuparse el Derecho penal...”, pp. 6-7).
191
Silva Sánchez, La expansión del Derecho penal, aspectos de la política criminal en las sociedades
postindustriales, Editorial Civitas, Madrid, 2001, pp. 159 y ss.
192
Ídem.
193
Schünemann, “Presentación”, en Gracia Martín, Prolegómenos para la lucha por la modernización y
expansión del Derecho penal y para la crítica del discurso de resistencia”, Valencia, 2003, p. 14.
70
En este sentido, Hassemer194, afirma que la situación actual trae como consecuencia,
mayores demandas de criminalización y el cambio de un ordenamiento última ratio, por el
de un Derecho orientado a la prevención de riesgos futuros, mediante la creación de tipos
penales de peligro abstracto, en los que se renuncia, en buena medida, a las garantías
procesales y materiales propias del Derecho penal clásico, tales como el principio de
taxatividad, dada la imprecisión con que son redactados los tipos penales en ámbitos tales
como el medio ambiente, el Derecho penal económico, la protección de datos, el tráfico
ilícito de droga, los impuestos y el comercio exterior, y afirma que se trata de una
legislación que se ejecuta de manera ineficiente que debiera reducirse hacia el núcleo
mínimo del Derecho penal, pero asumiendo que, en tanto que el Derecho penal no puede
hoy renunciar a los bienes jurídicos universales, debe operar una funcionalización en
atención a bienes jurídicos individuales y describir éstos del modo más preciso posible195.
En la misma línea crítica se manifiestan Prittwitz196, Kargl197 y Herzog198.
La postura antes referida pareciera ver un conflicto entre seguridad y libertad, de
manera que la intervención del Derecho penal constituiría una intervención en la esfera de
la libertad. En un sentido distinto, Corcoy Bidasolo afirma que la libertad de los ciudadanos
sólo puede ser asegurada mediante la protección de los nuevos riesgos, toda vez que el
Derecho penal persigue proteger la confianza de los ciudadanos en el funcionamiento del
sistema y a partir de ello asegurar el libre desarrollo de la personalidad199. Plantea que la
evolución científica, tecnológica, socioeconómica y política, ha llevado al legislador a
proteger penalmente nuevos bienes jurídicos y a la doctrina y jurisprudencia a reinterpretar
los bienes jurídico-penales tradicionales, así como a sancionar los delitos de peligro y
sostiene que el Derecho penal simbólico, denota el reconocimiento de la importancia de los
nuevos bienes protegidos, lo cual implica proveer de medios a la investigación penal y la
posibilidad de crear tribunales especializados en materias complejas como las relativas al
medio ambiente, al Derecho societario, etc.,200. Señala que el legislador debe establecer
tipos penales lo suficientemente determinados, pudiendo para ello recurrir de manera
adecuada a la técnica de la ley en blanco en ámbitos en los cuales ello fuere necesario y
justificado en razón del bien jurídico protegido201. Luego, critica la tesis de Silva Sánchez,
194
Es uno de los principales exponentes de la llamada Escuela de Frankfurt, aun cuando se critica que se trate
de una escuela, dadas las diferencias metodológicas e ideológicas que existen entre sus miembros como
refiere Silva Sánchez, en el prologo de la obra “La insostenible situación del Derecho penal” (La insostenible
situación del Derecho penal, Editorial Comares, Granada, 2000, p. XII).
195
Hassemer, “Rasgos y crisis del Derecho penal moderno”, en ADPCP, 1992, pp. 235 y ss.; Hassemer,
“Derecho penal simbólico y protección de bienes jurídicos”, Nuevo foro penal, Bogotá, 1991 y en Hassemer,
“La ciencia jurídico penal en la República Federal Alemana”, en ADPCP, 1993, pp. 35 y ss.
196
Prittwitz, “El Derecho penal alemán: ¿fragmentario? ¿subsidiario? ¿ultima ratio? Reflexiones sobre la
razón y límites de los principios limitadores del Derecho penal” en La insostenible situación del DP, Granada,
2000, pp. 427 y ss.
197
Kargl, “Protección de bienes jurídicos mediante protección del Derecho. Sobre la conexión delimitadora
entre bienes jurídicos, daño y pena”, en La insostenible situación del Derecho penal, Granada, 2000, pp. 49 y
ss.
198
Herzog, “Límites al control penal de los riesgos sociales. Una perspectiva crítica ante el Derecho penal en
peligro”, en ADPCP, 1993, pp. 317 y ss.
199
Corcoy Bidasolo, “Límites objetivos y subjetivos a la intervención penal en el control de los riesgos”, en
Política criminal y reforma penal, Editorial B de F, Buenos Aires, 2007, pp. 33 y ss.
200
Corcoy Bidasolo, “Límites...”, p. 58.
201
Ídem, p. 39.
71
por considerar que el reconocimiento de tres velocidades de Derecho penal, conlleva la
aceptación de la existencia de tres clases de ciudadanos, de primera, de segunda y de
tercera clase y, en una posición cercana a la planteada en Alemania por Stratenwerth,
propone la creación de una tercera vía destinada a proteger jurídico-penalmente normas de
conductas referidas al futuro, sin olvidar los principios garantistas y sin establecer una
relación entre los bienes supraindividuales y los individuales como propone Hassemer202.
En cuanto a los delitos de peligro abstracto, propone considerar penalmente relevantes al
concepto normativo de riesgo, entendido como un peligro ex ante conocible y controlable
por parte del autor203. El peligro normativo, señala Corcoy, consiste en la probabilidad de
lesión de un bien jurídico penal, debiendo suponer dicha probabilidad una entidad rayana
en la seguridad de lesión y debiendo tener en cuenta para la legitimidad de la incriminación
la entidad del bien jurídico o la ponderación de la utilidad social de la actividad en
cuestión204. También debe considerarse, nos dice la autora, el consentimiento del afectado
en la asunción voluntaria del riesgo, como ejercicio del derecho al libre desarrollo de la
personalidad205. Luego, desde el punto de vista subjetivo, afirma que la idea de exigibilidad
y el principio de responsabilidad subjetiva, implican que sólo son relevantes penalmente
aquellos peligros que ex ante debían ser conocidos a un nivel en la esfera del profano y
controlados por el sujeto en cuyo ámbito de dominio se encuentran206. A fin de evitar la
doble incriminación, propone la derogación o no creación de tipos que castiguen conductas
imprudentes en estos ámbitos207. En cuanto a la determinación de la autoría y participación,
señala que la persona a quien se atribuye responsabilidad penal, debe tener el dominio
funcional del riesgo penalmente relevante, de acuerdo con las competencias que
materialmente había asumido208. La responsabilidad dolosa sólo podrá atribuirse a quien
conocía el riesgo y la imprudente a quien en su concreta situación, tenía el deber jurídico-
penal de haberlos conocido y controlado209. Por último, conforme al principio de lesividad,
ex post debe haberse afectado de manera normativa el bien jurídico penal protegido210.
En una línea parecida a la sostenida por Corcoy Bidasolo, Schünemann critica la
teoría monista individualista de bien jurídico sostenida por la llamada escuela de Frankfurt,
toda vez que la idea de contrato social creada por Rousseau sólo resulta válida si se concibe
como parte del contrato a toda la humanidad incluyendo a las generaciones futuras, lo cual
es relevante tratándose de los delitos ambientales, cuyo valor universal estriba en la
supervivencia de la especie humana211. Lo anterior, dice Schünemann, sumado al consumo
abusivo y desaforado de los recursos naturales y a la superpoblación del planeta justifican
la existencia de bienes jurídicos ecológicos, razón por la cual critica la idea de
considerarlos como meras infracciones administrativas212. En cambio propone trabajar por
202
Ídem, pp. 38-39.
203
Ídem, p. 43.
204
Ídem.
205
Ídem, p. 45.
206
Ídem, pp. 44-47.
207
Ídem, p. 48.
208
Ídem, pp. 48-49.
209
Ídem, “Límites...”, pp. 47-48.
210
Ídem, “Límites...”, pp. 50-51.
211
Schünemann, “Consideraciones críticas sobre la situación espiritual de la ciencia jurídico-penal alemana”,
en Obras, Editorial Rubinzal-Culzoni, Buenos Aires, 2009, T. I, pp. 225-226.
212
Ídem, pp. 227-228.
72
la elaboración de un Derecho penal medioambiental más eficiente e igualitario 213. En
cuanto a los delitos de peligro abstracto, sostiene que la modernidad y su densa red de
industrialización, supone un incremento de las interconexiones causales, la existencia de
relaciones causales múltiples y la presencia de contextos de acción colectivos que hacen, a
su juicio, necesaria la sustitución de los delitos de resultado clásico hacia los delitos de
peligro abstracto214. Sostiene, que ello implica identificar los puntos de conexión colectivos
en los que debe intervenir una protección eficaz de los bienes jurídicos, no afectar el
legítimo ámbito de la libertad del individuo, respetar el principio de determinación y el de
proporcionalidad215. Por último, respecto del proceso penal, refiere que las modernas
formas de criminalidad organizada implican la necesidad de revisar las reglas tradicionales
en virtud de los cambios que en las relaciones sociales dicha criminalidad produce, sin
perjuicio de que se establezca un control efectivo para evitar abusos216.
A favor de la modernización del Derecho penal, pero sin renunciar a los principios
del Estado de Derecho, como lo hace el concepto de Derecho penal del enemigo, se
pronuncia Gracia Martín217.
De otro lado, parece indudable que la evolución social y cultural implica
reinterpretar los bienes jurídicos tradicionales, lo cual supone nuevos desafíos para el
legislador en la construcción de los tipos penales basados en la peligrosidad de la conducta,
esto es, en el desvalor del acto218. También los tribunales, así como los órganos encargados
de la persecución penal, deben interpretar los tipos penales y contar con los medios
materiales y con los conocimientos especiales a fin de lograr que no se queden únicamente
en el carácter simbólico del Derecho penal219. Sin embargo, lo anterior no significa
renunciar a los límites del ius puniendi220. Para que la intervención penal sea legítima, el
bien jurídico debe ser objetivamente importante o útil para la estabilidad y desarrollo de la
sociedad -utilidad social-221 y conforme al ya citado principio de lesividad u ofensividad, ex
ante, la situación de riesgo o peligro potencial en abstracto para el bien jurídico protegido,
debe ser sentida como intolerable por el colectivo social de que se trate222. Sólo en la
medida que se incriminen conductas con suficiente peligrosidad normativa, en abstracto, se
respetarán los postulados del Estado de Derecho, en particular el principio de intervención
mínima y última ratio del Derecho penal (gravedad del riesgo)223.
213
Ídem, p. 230.
214
Ídem, p. 234.
215
Ídem, pp. 237-238.
216
Ídem, pp. 239-240.
217
Gracia Martín, Prolegómenos para la lucha por la modernización y expansión del Derecho penal y para la
crítica del discurso de resistencia”, Editorial Tirant lo Blanch, Valencia, 2003, p. 17 y ss.
218
Corcoy Bidasolo, “Límites...”, p. 51.
219
Ídem.
220
Hassemer, “Rasgos y crisis del Derecho penal moderno”, pp. 235 y ss.; Hassemer, “La ciencia jurídico
penal en la República Federal Alemana”, pp. 35 y ss.; Corcoy Bidasolo, “Límites…”, p. 33-54.
221
La utilidad social es esencial a la hora de establecer los límites entre los riesgos permitidos y los jurídico-
penalmente relevantes (Corcoy Bidasolo, Límites objetivos y subjetivos a la intervención penal en el control
de riesgos, pp. 43-44).
222
Córdoba Roda y García Arán (Dir.), Comentarios al CP, PE, Editorial Marcial Pons, Madrid, 2004, T. II,
p. 1555.
223
Corcoy Bidasolo, “Límites…”, p. 43.
73
En todo caso, la distinción entre bienes individuales y supraindividuales no debe
entenderse, como una concepción dualista del bien jurídico, por la que se contraponen los
bienes jurídicos individuales a los supraindividuales, porque la convivencia pacífica,
asegurada por un orden social o estatal adecuado, es también un bien jurídico del individuo,
en tanto es la única forma de que este pueda autorealizarse224.
224
Muñoz Conde y García Arán, Derecho penal…, p. 60.
225
Mir Puig, Derecho penal…, p. 164.
226
Ídem.
227
Ídem.
228
En el siglo XIV Hermann Gleber era un gobernador austríaco en territorio suizo y ordenó que todos debían
rendir reverencia a su sobrero porque era lo mismo que si estuviese él. Guillermo Tell no lo hizo y por ello
fue encarcelado, pero escapó y mató al gobernador y encabezó la rebelión suiza en contra de Austria (Roxin,
Derecho penal…, T. I, p. 56.).
229
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 56.
74
b. Las finalidades puramente ideológicas no protegen bienes jurídicos
Está vedado proteger finalidades ideológicas mediante normas jurídico-penales. Ej.:
La pureza de la sangre alemana, en que se basó la prohibición nacionalsocialista de la
“vergüenza racial”, no es un bien jurídico. Lo mismo vale para la obligación de seguir
teorías ideológicas menos reprobables230.
230
Ídem.
231
Ídem, pp. 56-57.
232
Ídem, p. 57.
233
Ídem, p. 56.
75
b. Tesis sociológico-funcionalista de bien jurídico
Sostiene que los bienes jurídicos son presupuestos necesarios para conservar el
orden social, en cuanto permiten la defensa del individuo y el respeto por las condiciones
mínimas para vivir en sociedad. Por lo tanto, los bienes jurídicos deben tener relevancia o
dañosidad social y una referencia individual o colectiva y por ello existen bienes jurídicos
individuales y colectivos. Los bienes jurídicos son medios de los que se vale el individuo
para realizarse en el contexto social. Para determinar si la afectación de un bien jurídico
debe ser delito hay que considerar además cuestiones relativas al merecimiento de pena
(Razones de justicia) y a la necesidad de la pena (Razones de utilidad).
76
CAPÍTULO IV
CONCEPTO, SENTIDO Y FIN DE LA PENA
1. Objetivos
a. Determinar en concepto de pena.
b. Precisar entre las distintas teorías cuál es la función de la pena en un Estado democrático
de Derecho.
c. Diferenciar los distintos argumentos que esgrimen las teorías absolutas de la pena para
fundamentar su función y las críticas que al respecto se formulan.
d. Distinguir los distintos argumentos que esgrimen las teorías relativas de la pena para
fundamentar su función y las críticas que al respecto se formulan.
e. Determinar el contenido y la función de la pena en la teoría dialéctica o de la unión.
f. Conocer las distintas formulaciones que ha recibido la teoría de la unión, particularmente
en autores como Roxin y Mir Puig.
2. Caso de introducción:
“Los experimentados marinos Dudley y Stephens partieron junto con Edmund Brooks y el
joven de 17 años de edad Richard Parker el 19 de mayo de 1884 desde Southampton
rumbo a Australia en el yate a velas Mignonette. El 5 de julio el Mignonette atraviesa en el
Atlántico sur por una tormenta y se hunde en pocos minutos. En el último momento, los
ocupantes del yate pudieron salvarse en un bote salvavidas. La situación era desesperante,
lejos a cientos de millas de tierra, sin esperanza de encontrar algún barco, con sólo dos
latas de verduras como provisión. Después de 15 días sobreviviendo, Parker toma agua de
mar. Su estado corporal se vio dramáticamente deteriorado. El 24 de julio, 18 días después
del hundimiento, Dudley, Brooks y Stephens deciden matar a la mañana siguiente al ya
inconsciente Parker, en el evento que no vean ningún barco. Así sucede. Luego de un breve
rezo, Dudley entierra un cuchillo en el cuello de Parker. De inmediato los tres marinos
beben la sangre que brota del cuello de la víctima. Los sobrevivientes se alimentan 4 días
seguidos del cuerpo de Parker, hasta que el 29 de julio son rescatados por el barco alemán
77
Moctezuma. De Parker quedaban sólo algunos huesos” (Regina v. Dudley and
Stephens)234.
3. Introducción
La pena es la principal consecuencia de la comisión de un delito. Con las penas
nació el nombre de Derecho penal como instrumento central de las regulaciones penales
para mantener el orden social, por lo que estudiaremos el por qué y el para qué de la
existencia e imposición de las penas para comprender el sistema penal en su conjunto235.
La pena conceptualmente es un mal, es la privación o restricción de derechos
establecida por la ley e impuesta por el Estado al que ha cometido un delito236. No obstante,
que la pena sea un mal proporcionado a la gravedad del delito cometido, ello no implica
sostener que su función sea la retribución, de hecho sostenemos que la función de la pena
es eminentemente preventiva, en defensa de bienes jurídicos237. Sin embargo, la pena se
impone cuando el delito ya se ha cometido, por lo que siempre llega tarde a la protección de
los intereses de la víctima lesionados por el delito. Por ello vale la pena preguntarse ¿Cuál
es la finalidad de imponer una pena?238 La dogmática ha intentado dar respuesta a esta
pregunta de diversas maneras a través de las teorías de la pena, a las cuales nos referiremos
a continuación.
234
Chiesa, “Caso la mignonette”, en Sánchez Ostiz (Coord.), Casos que hicieron doctrina en DP, Editorial La
Ley, 2011, pp. 95-109.
235
Gil Gil, Curso de Derecho penal…, p. 20.
236
García-Pablos, Introducción..., p. 231.
237
Mir Puig, Introducción a las bases..., p. 79.
238
Frister, Derecho penal, parte general, Editorial Hammurabi, 2011, p. 59.
239
Gil Gil, Curso de Derecho penal…, p. 21.
240
Stratenwerth, Derecho penal…, p. 30.
241
Gil Gil, Curso de Derecho penal…, p. 21.
242
Díez Ripollés, Derecho penal…, p. 31.
243
Mir Puig, Derecho penal…, p. 77; Frister, Derecho penal…, p. 59.
244
Maurach y Zifp, Derecho penal, parte general, Editorial Astrea, 1994, T. I, p. 86.
78
bien, restaurar la infracción del Derecho producida por el delito, por lo que es la
culpabilidad el criterio de referencia, de manera que la retribución de la pena debe ser
equivalente al injusto culpable245, que nada tiene que ver con la venganza, el odio o el
capricho, sino que es un principio de medida entre la gravedad del hecho cometido y la
gravedad de la pena que ha de ser justa y merecida246. Lo anterior supone que la
culpabilidad puede medirse y graduarse, por lo que la gravedad de la culpabilidad y la
extensión de la pena, pueden armonizarse como algo merecido por el individuo y por la
comunidad247.
Estas teorías critican a las teorías relativas de la pena porque utilizan al delincuente
como mero instrumento para lograr fines sociales y con ello menoscaban su dignidad
humana248.
a. Teorías expiacionistas
La expiación se entiende como el arrepentimiento del autor por el delito cometido,
como reconciliación consigo mismo y con la sociedad o como aceptación del castigo como
sanción justa y merecida por delito cometido249. Se vincula a la tradición cristiana de la
expiación del pecado250 o de la redención de la culpa mediante la penitencia251 y aporta un
claro componente moral a la fundamentación de la pena. El castigo busca restablecer la
personalidad del autor como una consecuencia justa y merecida por el delito, generando
sentimientos sinceros de culpabilidad y arrepentimiento. La pena reclama del condenado la
reparación del mal ocasionado (componente social) y su arrepentimiento (componente
moral), el penado tiene que dar algo de sí, no basta con que sufra el castigo252. No tiene
acogida como función normativa de la pena estatal, porque la pena se impone al autor del
hecho delictivo cometido se arrepienta o no, toda vez que la expiación no es algo que pueda
ser forzado o coaccionado, de manera que esta teoría queda limitada al ámbito religioso o
moral253. Además, la pena tiene un claro impacto estigmatizador, la pena no es un bien para
el penado, la pena no limpia, sino que mancha, margina y marca a quien la padece. Por
último, estas teorías encarnan un riesgo de exacerbar el rigor punitivo más allá de lo que
permite el principio de legalidad, bajo el eufemismo de que representa un bien para el
penado254.
245
García-Pablos, Introducción…, p. 236.
246
Ídem, p. 240.
247
Jescheck y Weigend, Tratado…, pp. 46-47.
248
Díez Ripollés, Derecho penal…, p. 31.
249
Feijoo Sánchez, Retribución y prevención general, Editorial B de F, 2007, p. 96.
250
Para esta visión, la pena tiene la misma función que la exigencia religiosa de justicia divina. Por ello Pío
XII en el mensaje dirigido al VI Congreso Internacional de Derecho penal señalaba: “Pero el juez supremo,
en su juicio final, aplica únicamente el principio de la retribución. Éste ha de poseer, pues, un valor que no
cabe desconocer” (Mir Puig, Derecho penal…, pp. 87-88).
251
Feijoo Sánchez, Retribución y prevención general, p. 96.
252
García-Pablos, Introducción…, p. 246.
253
Feijoo Sánchez, Retribución y prevención general, pp. 97-98.
254
García-Pablos, Introducción…, p. 256.
79
Para Kant la ley penal es un “imperativo categórico” o exigencia ética y moral,
incondicionada de justicia, libre de toda consideración final255, como la protección de la
sociedad o evitar que el delincuente vuelva a delinquir (prevención especial) o que otros
miembros de la sociedad no delincan (prevención general)256, u otras. El hombre es un “fin
en sí mismo”, por lo que éticamente, no puede ser instrumentalizado en beneficio de la
sociedad, ni fundar su castigo en razones de utilidad social, porque ésta es una diferencia
esencial entre personas y cosas y por lo tanto, la pena debe basarse únicamente en que el
delincuente la merece según las exigencias de la justicia257 y, por lo tanto, debe imponerse
contra el autor, simplemente porque ha delinquido258. En un conocido ejemplo, Kant
sostiene que aun cuando la sociedad civil de una isla se disolviera con el consentimiento de
sus miembros, antes habría que ejecutar hasta el último asesino en prisión, para que cada
uno experimente lo que sus hechos valen259. Por lo tanto, la pena debe imponerse aunque
resulte innecesaria para el bien de la sociedad. Para Kant el tipo y cantidad de pena a
imponer debe atender al principio de la igualdad: no sufrir un mal ni mayor ni inferior que
el que se ha causado, de manera que la bíblica Ley del Talión (talis-qualis), correctamente
entendida dentro de la actividad judicial y no como una venganza privada, puede servir de
medida para determinar la calidad y la cantidad de la pena, porque es la única que en el
marco de la concepción kantiana de la pena puede determinar la cantidad y calidad de la
pena a imponer260.
La crítica de esta teoría se desprende en la actualidad de su desapego con la
realidad social concreta y de las necesidades de una sociedad determinada, toda vez que el
Estado no puede imponer penas para implantar la justicia o la idea de justicia sobre la
tierra261, porque la pena no es un fin en sí misma, sino un medio que tiene una función
preventiva en defensa de bienes jurídicos262. Ello se explica porque la teoría de la pena de
Kant no tiene por finalidad justificar la pena estatal, porque a Kant le interesa
primordialmente el concepto de pena como concepto moral. Otro inconveniente es que
carece completamente de referencia al futuro y un Estado moderno, cuando castiga, no
puede estar pensando simplemente en el pasado, de manera que se hace incompatible con la
consideración de la necesidad de la pena y el Estado democrático de Derecho se asienta
precisamente en la idea que la pena innecesaria es injustificable y de ahí que se admite sin
problemas la retroactividad de las normas penales más favorables al reo263.
80
debe ser negada por medio de la pena y anulada por la superioridad moral de la
comunidad264, para que surja de nuevo la afirmación de la voluntad general. La voluntad
general (orden jurídico) es la “tesis”, la negación de la tesis por el delito es la “antítesis”, y
la negación de esta negación es la “síntesis”, que tiene lugar mediante el castigo del delito a
través la imposición de la pena, de manera que la pena es una reacción (negación de la
negación) que mira al pasado, es decir, al delito y al restablecimiento del orden jurídico y
no un instrumento de fines utilitarios posteriores265. La pena es un derecho para el
delincuente porque solo así es tratado como un ser racional y libre266, a diferencia de la
prevención general que amenaza al hombre como quien levanta un bastón contra un
perro267. La función de la pena viene dada por las características de la lesión concreta y las
circunstancias de la sociedad civil y la determinación de la pena dependerá de las
necesidades variables de la sociedad civil, de manera que la proporcionalidad entre delito y
pena depende de la lesión general del ordenamiento jurídico derivada del cuestionamiento
de la validez de sus normas por el delito y no en la reparación de un daño concreto
ocasionado a la víctima268. La fundamentación de la pena es valorativa y simbólica, porque
la pena es una institución estatal y racional, cuya justicia reside en dar una respuesta
adecuada y suficiente al delito, neutralizándolo simbólicamente y reestableciendo la
vigencia y el señorío del Derecho.
Lo problemático de esta teoría, además de partir de la base de que la pena es sólo
retribución, consiste en que habría que suponer que la ley penal es siempre racional y se
puede argumentar con validez general, por lo que personas racionales no podrían tener en
absoluto opiniones diferentes269, lo cual es sumamente cuestionable si se tiene en
consideración, por ejemplo, el debate sobre si la marihuana es o no una droga dura.
También resulta cuestionable que la pena estatal tenga por finalidad imponer un supuesto
Derecho racional en razón de sí mismo, porque la función de la pena trasciende al
ordenamiento jurídico penal, porque la misión del Estado moderno radica en la necesidad
de salvaguardar y promover el bienestar de sus ciudadanos270, mediante la protección de
bienes jurídicos y no en la realización de una idea de justicia.
264
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 76.
265
Mir Puig, Derecho penal…, p. 88; Díez Ripollés, Derecho penal…, p. 31 y Gil Gil, Curso de Derecho
penal…, p. 24.
266
Díez Ripollés, Derecho penal…, p. 31.
267
García-Pablos, Introducción…, p. 242.
268
Ídem, pp. 243-244.
269
Frister, Derecho penal…, p. 61.
270
Frister, Derecho penal…, pp. 61-62.
271
Mir Puig, Derecho penal…, p. 89.
81
retributiva, porque la proporcionalidad es un límite al ejercicio de la función punitiva, y no
su fundamento272.
La concepción retribucionista no es seguida en términos estrictos ni por la ciencia
penal ni por las legislaciones, que atribuyen a la pena fines sociales de prevención
trascendentes a la función de realización de la justicia, sin embargo ha sido un modo de
impedir los excesos que en nombre de la prevención cometió el Estado nacional-socialista y
de evitar la excesiva intervención del Derecho penal273.
272
Ídem.
273
Mir Puig, Derecho penal…, pp. 89-90.
274
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 77 y Díez Ripollés, Derecho penal…, p. 31.
275
García-Pablos, Introducción…, p. 257.
276
Mir Puig, Derecho penal…, p. 81.
277
Gil Gil, Curso de Derecho penal…, p. 21.
278
Piña, Derecho penal…, pp. 97-98.
279
Mir Puig, Derecho penal…, p. 91.
82
prescindirse de ella, al margen de la gravedad material del mismo y de la peligrosidad de su
autor280.
Según el modo en que la prevención cumple su objetivo, ésta puede ser prevención
general negativa o intimidatoria y prevención general positiva o reafirmatoria.
280
Gil Gil, Curso de Derecho penal…, p. 22.
281
García-Pablos, Introducción…, p. 261 y Díez Ripollés, Derecho penal…, p. 31.
282
Ídem, pp. 261-263.
283
Frister, Derecho penal…, p. 63.
284
Feijoo Sánchez, Retribución y prevención general, p. 142.
285
Ídem, pp. 143-145.
286
García-Pablos, Introducción al Derecho penal, p. 263.
287
Ídem.
83
Pretende reforzar la interiorización de las normas penales entre los colectivos
ciudadanos288. La evitación de los delitos debe buscarse, sobre todo, mediante la afirmación
del Derecho, a través del reforzamiento positivo de las convicciones jurídicas
fundamentales de la conciencia social de la norma o de una actitud de respeto por el
Derecho289. La prevención general positiva es la reacción estatal a hechos punibles, que al
mismo tiempo importa un apoyo y un auxilio para la conciencia normativa social, o sea, “la
afirmación y aseguramiento de las normas fundamentales”290.
La pena tiene por misión mantener en la generalidad de los destinatarios, el
reconocimiento interno de la norma de conducta infringida, es decir, cuida que los hombres
sigan considerando moralmente vinculante la norma lesionada por el delito, haciendo caso
omiso a la infracción ocurrida. Así por ejemplo, si matar a otro dejase de estar conminado
por una pena, a largo plazo se perdería la consciencia del valor de la vida humana291.
La prevención general positiva tiene tres fines y efectos distintos, pero
relacionados entre sí: a. El efecto de aprendizaje, motivado social y pedagógicamente, que
se logra informando lo que está prohibido y lo que es debido hacer; b. Crear y fortalecer en
los ciudadanos una actitud de respeto por el Derecho, que se origina cuando el ciudadano
ve que el Derecho tiene la capacidad para permanecer e imponerse a través de la actividad
de la justicia penal y c. El efecto de pacificación, que se produce cuando la conciencia
jurídica general se tranquiliza, en virtud de la sanción, sobre el quebrantamiento de la ley y
considera solucionado el conflicto con el autor292.
Como sostiene Gil Gil293, el concepto de prevención especial positiva admite tres
lecturas distintas:
1. Una prevención general positiva que pretende la reafirmación psicológica de la
conciencia de la norma, relacionada con el funcionalismo criminal teleológico, que parte de
la función protectora de bienes jurídicos del Derecho penal y limita los fines de la pena a la
prevención general y especial. En defensa de esta postura, Mir Puig afirma que en un
Estado respetuoso de la autonomía moral del individuo, la prevención general positiva sólo
resulta adecuada si se entiende en un sentido restrictivo del Derecho penal mediante una
serie de límites tales como el principio de culpabilidad, legalidad, humanidad,
proporcionalidad, resocialización y otros294.
2. Una prevención general positiva sin pretensión de efecto psicológico ninguno, y
entendida únicamente como un proceso de comunicación en el que a la norma penal (a la
pena) se le adjudica el significado de afirmación de la vigencia de las normas (primarias).
Este segundo concepto se asocia a un funcionalismo sistémico en el que la norma penal solo
tiene ese significado, sin incorporar el contenido valorativo de la norma primaria, y la
288
Díez Ripollés, Derecho penal…, p. 32.
289
García-Pablos, Introducción…, p. 274.
290
Bacigalupo, Derecho penal…, p. 39.
291
Frister, Derecho penal…, p. 68.
292
Roxin, Derecho penal…, T. I, pp. 91-92; Mir Puig, Derecho penal…, p. 82 y Besio, Los criterios legales y
judiciales de individualización de la pena, Editorial Tirant lo Blanch, 2011, pp. 72-73.
293
Gil Gil, “Prevención general positiva función ético-social del Derecho penal”, en Díez, Romeo, Gracia e
Higuera (Editores), La ciencia del Derecho penal ante el nuevo siglo, L.H. al profesor José Cerezo Mir,
Editorial Tecnos, 2003, pp. 9-10.
294
Mir Puig, Estado, pena y delito, pp. 65-66.
84
misión del Derecho penal es el aseguramiento del orden jurídico vivido en una sociedad,
sin referencia alguna al contenido del mismo.
Esta concepción es defendida especialmente por Jakobs, para quien la función de la pena
consiste en el mantenimiento de la vigencia de las normas, en tanto éstas estabilizan e
institucionalizan expectativas sociales (que aseguran una pauta de confianza en la no
producción de determinados sucesos) y sirven, entonces, de orientación a los individuos en sus
contactos sociales, en la convivencia de la sociedad. La pena, entonces, cumple la función de
destacar con seriedad y garantizar que la norma se mantiene vigente, en tanto supone una
negación de la negación de la norma –a través del delito, que desautoriza su pretensión de
vigencia- y por ello demuestra simbólicamente que lo correcto es confiar en la vigencia de la
norma, por lo que “la protección tiene lugar reafirmando al que confía en la norma en su
confianza”295. Como se advierte, la prevención general positiva de Jakobs, se emparenta
directamente con la teoría retributiva de la pena de Hegel, sin embargo, se alude a la prevención
general positiva, porque no se pretende alcanzar la intimidación de la generalidad de las
personas, sino el mantenimiento de la norma como esquema de orientación, prevención, porque
se persigue un fin consistente en el mantenimiento de la fidelidad a la norma, y ello
concretamente , respecto de la sociedad en su conjunto y, por ello, se alude a la prevención
general positiva296.
295
Jakobs, Derecho penal…, p. 15, Besio, Los criterios legales..., p. 73;.
296
Jakobs, La pena estatal: Significado y finalidad, Editorial Thomson Civitas, 2006, p. 145.
297
Besio, Los criterios legales..., p. 74.
298
Mir Puig, Derecho penal..., pp. 82-83.
299
Mir Puig, Los criterios legales..., p. 83.
85
orden social, eludiendo de esta forma cualquier reflexión crítica ajena a la funcionalidad del
castigo para el sistema que se antepone a los valores, derechos y garantías del individuo300.
El tercer concepto esbozado de prevención general, se critica porque es impropio
del Derecho potenciar la intervención penal del Estado para promover la conciencia ética o
moral del individuo301. La misión del Derecho penal no debe ser, en un Estado atento a la
dignidad humana, el incidir en la conciencia ético-social de los ciudadanos, porque la
actitud interna no puede imponerse bajo la amenaza de una pena302.
Por último, se critica porque olvida una función esencial del castigo como lo es la
reinserción social del infractor303.
300
García-Pablos, Introducción…, p. 279.
301
Besio, Los criterios legales y judiciales de individualización de la pena, p. 74; García-Pablos,
Introducción…, p. 279.
302
Mir Puig, Estado, pena y delito, p. 63.
303
García-Pablos, Introducción…, p. 280.
304
Frister, Derecho penal..., pp. 64-65; García-Pablos, Introducción…, p. 281.
305
Besio, Los criterios legales..., p. 77.
306
Stratenwerth, Derecho penal..., p. 38 y Díez Ripollés, Derecho penal…, p. 32.
307
Gil Gil, Curso de Derecho penal…, p. 23.
308
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 85.
86
individuo socialmente inapto. “La naturaleza echa a la cama a aquel que atenta contra ella; el
Estado lo envía a la Cárcel”309.
309
von List, La idea de fin en el Derecho penal, Editorial Edeval, 1994, pp. 111-112.
310
von List, La idea de fin en el Derecho penal, pp. 106-107.
311
von List, La idea de fin en el Derecho penal, pp. 124-126.
312
von List, La idea de fin en el Derecho penal, pp. 122-124.
313
von List, La idea de fin en el Derecho penal, pp. 115-122.
314
Mir Puig, Derecho penal..., p. 94.
87
En los años sesenta, en Alemania, se produjo un “retorno a von Liszt”, reflejado en
el Proyecto del Código Penal Alternativo al Proyecto Oficial del Código Penal de 1962.
Esta tendencia ha llevado a la aparición de instituciones que permiten no imponer o ejecutar
total o parcialmente la pena en delitos poco graves cuando lo permiten las condiciones del
delincuente. Son manifestaciones de esta corriente la suspensión de la pena, la remisión
condicional de la pena, la reclusión nocturna y la libertad vigilada315. En el proceso penal
chileno, también es posible encontrar algunas instituciones vinculadas a esta corriente, tales
como las salidas alternativas constituidas por la suspensión condicional y los acuerdos
reparatorios. Otra manifestación se encuentra conformada por la concepción resocializadora
de las prisiones, pese a que el optimismo en la prevención especial ha cedido, ante las
dificultades prácticas que suscita la resocialización316.
Sin embargo, la teoría de la prevención especial ha sufrido objeciones. Se cuestiona
el concepto de resocialización por su indeterminación o ambivalencia, porque no permite
un control racional ni un análisis serio de su contenido. Además, se critica su falta de
legitimidad, porque es la sociedad la que genera la criminalidad, por lo que resulta
paradójico pretender resocializar al delincuente incorporándolo a la sociedad criminógena
que causó el delito317.
Hay casos en que la pena puede no ser necesaria para la prevención especial, pero
sería absurda la impunidad del sujeto, porque con frecuencia los delincuentes primerizos y
ocasionales no manifiestan peligro de volver a delinquir, por lo que no sería necesaria la
intimidación, la resocialización o la inocuización318.
Llevada a su extremo convierte al Estado en un gran establecimiento educador
coactivo y le otorga un poder avasallador incontrolable, dejando al individuo inerme en
manos de la intervención estatal basada en un peligroso instrumento proclive a excesos con
los enemigos del poder319. El tratamiento penitenciario puede suponer la injerencia
inaceptable en la esfera de los valores y personalidad del individuo y puede suponer el
peligro de uniformar, por medio de la fuerza los estilos de vida o sistemas de valores de las
personas, cuya independencia y autonomía constituyen un bien que debe ser respetado por
el Estado.
Es innecesaria frente a sujetos que han cometido delitos graves, cuando las
condiciones en que fueron cometidos son difíciles de repetirse o cuando tales conductas son
juzgadas muchos años después de cometidos. Ej.: Delincuentes nacionalsocialistas,
juzgados años después de concluida la guerra, quienes a pesar de haber cometidos crímenes
violentos, bajo la nueva situación política dejaron, en su mayor parte, de encerrar
peligrosidad criminal, condicionada al régimen que potenció su actividad. Sin embargo, la
falta de eficacia de la prevención especial no puede conducir a dejar sin castigo al
delincuente sobre todo en delitos graves320.
315
Mir Puig, Derecho penal..., p. 95-96.
316
Ídem, p. 96.
317
Besio, Los criterios legales y judiciales de individualización de la pena, p. 79.
318
Mir Puig, Derecho penal..., p. 96.
319
García-Pablos, Introducción…, p. 296.
320
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 89 y Mir Puig, Derecho penal..., p. 96.
88
El delincuente habitual a veces no puede ser resocializado y no le hace mella la
intimidación de la pena; pero sus delitos no son tan graves como para apartarlo de la
sociedad321. La resocialización no resulta lícita frente a los delincuentes por convicción
políticos o terroristas, respecto de quienes no puede imponerse un tratamiento por la fuerza,
porque la resocialización no debe ser obtenida contra la voluntad del penado322. No es
misión del Estado corregir a los ciudadanos mediante la educación forzosa de personas
adultas, porque con ello se afecta el núcleo intocable de su personalidad323.
Además, las exigencias de prevención especial son imprecisas e inseguras, porque
no proporciona un baremo o medida concreta de duración de la pena324, ni el pronóstico de
peligrosidad del sujeto, ni la clase, ni la duración del tratamiento, puede conocerse de
antemano, ya que se refiere a la personalidad del autor y a su peligrosidad, de hecho, ni
siquiera permite descartar la necesidad de un tratamiento de duración indefinida325 toda vez
que, en principio, habría que retener al condenado el tiempo necesario hasta que estuviera
resocializado326, a pesar que el delito fuese leve o poco grave327.
No obstante lo anterior, lo cierto es que en la actualidad, si bien no puede explicar
por sí sola el fenómeno punitivo estatal, las críticas contra la prevención especial se oponen
a su exclusiva consideración, pero se reconoce que puede y debe contribuir a la función de
prevención328, una vez que el delito ya se ha cometido, es decir al momento de la
imposición y, sobre todo en la ejecución de la pena, entendiendo la resocialización como
una oferta y no como una imposición al individuo y tratado de evitar, en el ámbito de
individualización de la pena, los efectos desocializadores que podría acarrear la imposición
de una pena privativa de libertad329. En tal sentido, se propone, por ejemplo, evitar las
penas privativas de libertad de corta duración excluyéndolas del catálogo y en la
individualización judicial, la posibilidad de suspender la ejecución de penas no demasiado
largas y en sede de ejecución, la concesión de penas sustitutivas como las de la Ley
18.216330.
321
Mir Puig, Derecho penal..., p. 96 y Besio, Los criterios legales..., pp. 81-82.
322
Mir Puig, Derecho penal..., pp. 96-97.
323
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 88.
324
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 88 y Besio, Los criterios legales..., p. 82.
325
García-Pablos, Introducción…, p. 296.
326
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 88.
327
Besio, Los criterios legales y judiciales de individualización de la pena, p. 82.
328
Mir Puig, Derecho penal..., p. 97.
329
Besio, Los criterios legales y judiciales de individualización de la pena, p. 83.
330
Al respecto, ver Couso, Fundamentos del DP de culpabilidad, Editorial Tirant lo Blanch, 2006, pp. 382-
383.
331
García-Pablos, Introducción…, p. 299.
89
sus funciones en su aplicación real frente a la persona interesada y a la colectividad332,
conjugando ponderadamente los fines de la pena (método dialéctico) y, en los casos de
inevitables “antinomias de los fines de la pena”, da preferencia en el caso concreto a uno u
otro principio333. Éstas teorías combinan todas o algunas teorías de la pena en el trascurso
de las diferentes fases o etapas de la reacción penal, a saber, conminación legal, aplicación
judicial (determinación e imposición de la pena) y ejecución de la pena334. De esta manera,
la culpabilidad, al menos como límite de la injerencia estatal, es un punto de orientación, al
que se suman la prevención general y la retribución que nunca se entenderá como simple
humillación del reo, sino como una posible intervención adecuada y resocializadora en la
medida en que ello sea necesario y posible (prevención especial), por lo que con tal
finalidad también pueden ser llevadas a cabo rebajas en la extensión de una pena merecida
y rigurosa para no dificultar al autor el camino de la reinserción335.
En las teorías unitarias es posible distinguir dos orientaciones, una conservadora y
otra progresista, ambas reconocen que el fin o la función básica del Derecho penal no es
hacer justicia sobre la tierra, sino proteger a la sociedad y prevenir futuros delitos y,
además, ambas admiten que la culpabilidad, al menos, ha de operar como límite de la
injerencia estatal, sin que dicho límite pueda ser rebasado por razones de prevención
general o especial. Las diferencias entre ambas teorías dicen relación con la función que se
asigna al Derecho penal, la relación entre proporcionalidad de la pena con el delito y
necesidades de prevención; y modo en que la articulan y las prioridades que le asignan a la
prevención general o especial en la prevención del delito336. Así, por ejemplo, la dirección
conservadora entiende la culpabilidad como fundamento de la pena, y ve en la retribución
el fundamento de la pena, la que tiene sentido en cuanto retribución de la culpabilidad del
autor y reafirmación del orden jurídico, sin perjuicio de que además pueda cumplir
332
En tal sentido, Roxin señala: “Se puede denominar dialéctica dicha concepción, en cuanto que acentúa lo
antitético de los diversos puntos de vista e intenta reunirlos en una síntesis. Dicho procedimiento no es un
esquema constructivo, sino que viene prefijado por la naturaleza de las cosas. En efecto, la realidad social
exige terminantemente que la comunidad esté protegida de agresiones del individuo, pero también que el
individuo lo esté de la presión excesiva por parte de la sociedad. Y el delincuente mismo, por una parte es una
persona débil y urgentemente necesitada de tratamiento terapéutíco-social, pero por otra parte hay que
concebirlo de acuerdo con la idea de hombre libre y responsable, porque um ordenamiento jurídico que tiene
una idea demasiado pequeña del hombre, termina convertido en pupilaje y falta de libertad. Esta doble
polaridad entre individuo y colectividad, y también entre el fenómeno empírico y la idea del hombre,
constituye el campo de tensión de toda problemática social, que en cada caso también se representa en su
totalidad por un fragmento como el que contiene el Derecho penal. Una teoría de la pena que no quiera
quedarse en la abstracción o en propuestas aisladas, sino que pretenda corresponder a la realidad, tiene que
reconocer esas antítesis inherentes a toda existencia social para —conforme al principio dialéctico— poderlas
superar en una esfera superior; es decir, tiene que crear un orden que muestre que un Derecho penal en
realidad sólo puede fortalecer la conciencia jurídica de la generalidad en el sentido de la prevención general si
al mismo tiempo preserva la individualidad de quien le está sometido; que lo que la sociedad hace por el
delincuente, en definitiva también es lo más provechoso para ella; y que sólo se puede ayudar al criminal a
superar su inidoneidad social de manera igualmente fructífera para él y para la comunidad, si con toda la
consideración de su debilidad y de su necesidad de tratamiento no se pierde de vista la imagen de la
personalidad responsable para la que está dispuesto (Roxin, Problemas básicos de Derecho penal, Editorial
Reus, 1976, pp. 34-35).
333
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 81.
334
Besio, Los criterios legales y judiciales de individualización de la pena, p. 83.
335
Cfr. Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 81.
336
Cfr. García-Pablos, Introducción…, p. 302.
90
determinados fines de política criminal, como el de prevención de futuros delitos, mediante
la intimidación individual, la general y –de forma más duradera- mediante la recuperación
del delincuente337. Su principal aporte consiste en no obstaculizar el concepto de
retribución, declarándolo como compatible con las finalidades preventivas, al sostener que
la retribución es el presupuesto o fundamento de la pena, pero admitiendo que al propio
tiempo ésta puede orientarse a la prevención del delito338. La dirección progresista en
cambio, entiende la culpabilidad como límite de la pena y fundamenta la pena en la
necesaria defensa de la sociedad, en la protección de bienes jurídicos, operando la
retribución y la culpabilidad como mero límite de las metas de prevención. La pena es una
amarga necesidad en una comunidad de seres imperfectos como son los hombres y no un
proceso metafísico para realizar la justicia sobre la tierra339. Mientras la orientación
conservadora acentúa la exigencia de prevención general, como finalidad inherente a la
retribución o por considerar que sólo a través de la pena justa pueden conseguirse eficaz y
duraderamente los resultados intimidatorios apetecidos, la orientación progresista si bien
pone el acento en la prevención general positiva de protección de bienes jurídicos, sostiene
la necesidad de mantener la prevención especial como exigencia de un Derecho penal
Humanitario, que persigue la reincorporación del penado a la comunidad jurídica y su
voluntad de resocialización y no meramente defensiva del Derecho penal340.
337
En su marco se habría desarrollado la “teoría del espacio de juego”, de gran arraigo en la doctrina y
jurisprudencia alemana y que se refiere al margen de maniobra o libertad de movimiento que tiene el juez en
el momento de determinar la pena concreta (García-Pablos, Introducción…, p. 303).
338
Ídem, pp. 302-303.
339
Ídem, pp. 303-304.
340
Mir Puig, Introducción a las bases…, pp. 79 y ss.
341
Roxin, Derecho penal..., T. I, pp. 95-103.
91
atenuada actúa de forma preventivo general. De otro lado, corresponde la preferencia a las
necesidades preventivo especiales sólo hasta donde la necesidad mínima preventivo general
todavía lo permita, ya que, por motivos de prevención especial, la pena no puede reducirse
hasta tal punto que la sanción ya no se tome en serio en la comunidad; pues esto quebrantaría la
confianza en el ordenamiento jurídico y a través de ello se estimularía la imitación. El
significado de la prevención general y especial se acentúa en forma diferenciada en el proceso
de aplicación del Derecho penal. En primer lugar, el fin de la conminación penal es de pura
prevención general. Por el contrario, en la imposición de la pena en la sentencia hay que tomar
en consideración en la misma medida las necesidades preventivas especiales y generales. Por
último, en la ejecución de la pena pasa totalmente a primer plano la prevención especial
(resocialización como “fin de la ejecución”). Pero no se trata de una tajante distinción por fases,
sino de una ponderación diferenciada, porque si la conminación penal debe conservar su
función motivadora, la ejecución tampoco puede perder totalmente el efecto preventivo general;
no debe pretender conseguirlo aquí expresamente, pero debe estar garantizado mediante los
condicionamientos en su marco y al revés, la pena sólo puede desarrollar sus efectos preventivo
especiales si éstos ya están preprogramados en las disposiciones legales. Por lo tanto, donde los
fines de prevención general y especial entran en contradicción, el fin preventivo especial de
resocialización se coloca en primer lugar y a cambio, la prevención general domina las
conminaciones penales y justifica por sí sola la pena en caso de falta o fracaso de fines
preventivo especiales, mientras que no se puede dar una pena preventivo especial sin intención
preventivo general alguna, a pesar de la dominancia absoluta del fin de socialización en la
ejecución. La teoría unificadora de Roxin, coloca a ambos fines en un sistema cuidadosamente
equilibrado, que sólo en el ensamblaje de sus elementos ofrece un fundamento teórico a la pena
estatal.
Roxin sostiene que la retribución no puede entrar en consideración (renuncia a toda
retribución), ni siquiera como un fin atendible junto a la prevención. Si bien se ha dicho que
sólo la teoría de la retribución puede justificar el castigo de los criminales nazis, que
actualmente vivían socialmente integrados y que ya no representaban ningún peligro, ello no es
correcto, pues un castigo de estos hechos es necesario desde fundamentos preventivo generales,
porque si no se persiguieran se podría estremecer gravemente la conciencia jurídica general,
porque si tales asesinatos se quedasen sin castigo, es posible que quisiera invocar el mismo
tratamiento cualquier otro autor de homicidio, respecto del cual no hay peligro de reincidencia y
exigir del mismo modo la impunidad, lo que obligaría a relativizar la validez de la prohibición
de matar y su efecto preventivo de forma intolerable. La idea de retribución tampoco cabe
integrarla, bajo el argumento de que la “esencia” de la pena se ve en la causación retributiva de
un mal, mientras que su fin justificador, en los objetivos preventivos del Derecho penal, porque
cierto es solamente que toda pena es una intervención coercitiva del Estado y una carga para el
condenado, en cuanto es inherente a ella un elemento represivo, establecido con irrenunciables
componentes de finalidad preventivo general. Así una pena terapéutica, no contradiría la
esencia de la pena, puesto que tal pena exige del condenado esfuerzos mayores que el mero
cumplimiento pasivo del sometimiento a custodia y, por tanto, de ninguna manera carece de
efectos preventivo generales. Si bien es cierto que en el castigo reside un “reproche ético-
social”, de ello no se deduce que la pena sea esencialmente retribución ni tampoco únicamente
causación de un mal, porque de la desaprobación de una conducta se puede derivar igualmente
la consecuencia de que tiende a su futura evitación en el sentido de influencia resocializadora.
No obstante la renuncia a toda retribución, la teoría ecléctica de Roxin considera un
elemento decisivo de la teoría de la retribución, consistente en el principio de culpabilidad
como medio de limitación de la intervención o barrera del poder sancionador, necesario en el
Estado de Derecho, entendida como una prohibición de rebasamiento de la culpabilidad, porque
la pena no puede sobrepasar en su duración la medida de la culpabilidad aunque intereses de
tratamiento, de seguridad o de intimidación revelen como deseable una detención más
prolongada, porque la intervención coercitiva se limita al marco de la culpabilidad del sujeto. El
principio de culpabilidad tiene una función liberal independiente de la retribución que por
motivos de la libertad de los ciudadanos también debería conservarse en un Derecho penal
moderno. El principio de culpabilidad es el medio más liberal y el psicológico social más
92
propicio para la restricción de la coerción penal estatal que hasta ahora se ha encontrado,
porque el grado o la cuantía de la culpabilidad se determina por factores internos en la persona
del autor y por la dimensión de los daños ocasionados y se puede contraponer eficazmente a las
exigencias preventivas determinadas por los intereses de la sociedad. Además, corresponde al
sentimiento jurídico general la restricción del límite superior de la pena a una duración
correspondiente a la culpabilidad, lo cual, en esa medida, tiene pleno sentido también desde el
punto de vista preventivo. La sensación de justicia, a la cual le corresponde un gran significado
para la estabilización de la conciencia jurídico penal, exige que nadie pueda ser castigado más
duramente que lo que se merece; y “merecida” es sólo una pena acorde con la culpabilidad. Por
el contrario, no hay objeción alguna contra una pena cuya cuantía se quede por debajo de la
medida de la culpabilidad, porque la pena no puede sobrepasar la medida de la culpabilidad,
pero puede no alcanzarla siempre que eso lo permita su fin preventivo.
En cuanto a imposibilidad de demostrar empíricamente la libertad como fundamento de la
culpabilidad, Roxin sostiene que la culpabilidad presupone en el fuero interno la libertad de
comportarse de una u otra forma, pero cuando la afirmación de la culpabilidad sirve solamente
para trazar una frontera a una intervención estatal necesaria desde fundamentos preventivos, la
legitimidad de su reconocimiento como uno de los medios de salvaguarda de la libertad
ciudadana su aceptación es una posición normativa, una regla de juego social, que dispone que
el hombre debe ser tratado por el Estado como libre en principio y capaz de responsabilidad. El
principio de culpabilidad sirve como instrumento para la restricción de la prevención,
protegiendo a los particulares. Por lo tanto, si bien la libertad no es demostrable su admisión no
es impugnable con argumentos empíricos.
Respecto de la objeción consistente en que mediante la persecución de fines preventivos se
trata al particular como “medio para el fin” y se le perjudica así en su dignidad como persona,
Roxin responde que la socialización preventivo especial requiere de una colaboración
voluntaria y autoresponsable del procesado. Pero en la medida en que en los fines de la pena se
sigue tratando del aseguramiento individual y general y de la intimidación, tal objeción sólo
puede afectar al supuesto de que al particular se le haga objeto de los fines preventivos más allá
de la medida de su responsabilidad, porque dentro del marco de lo merecido toda pena, dado
que se le impone al sujeto contra su voluntad, supone tratar al afectado como medio para un fin
que primariamente no es el suyo; y que ese fin sea de tipo preventivo-social o, por el contrario,
ideal (retribución compensadora de la culpabilidad), no cambia en nada el hecho de que el
condenado es siempre el objeto del poder coercitivo del Estado. Considerar esto inadmisible
significaría que el Estado debería renunciar absolutamente a la pena y a la coerción, de lo cual
no ha sido capaz todavía ningún ordenamiento jurídico conocido.
En lo que dice relación con el intento por renunciar al principio de culpabilidad, afectado
por su anterior vinculación con la teoría retributiva y por las controversias filosóficas, y poner
en manos del principio de proporcionalidad la necesaria limitación de la pena Roxin contesta
que éste no es el camino idóneo para la solución del problema porque si bien las medidas de
seguridad encuentran su límite en el principio de proporcionalidad, el legislador siempre acude
a las medidas de seguridad allí donde la protección eficaz de la sociedad no está garantizada
mediante penas, ello se debe a que las medidas de seguridad, a pesar de su restricción por el
principio de proporcionalidad, posibilitan intervenciones mucho más fuertes en la libertad del
inculpado que las que permite el castigo en los límites del principio de culpabilidad. El interés
de prevención se excluye precisamente en la determinación de la magnitud de la pena por el
principio de culpabilidad —debido a su fijación sobre el hecho cometido—, y este efecto
limitador de la pena no puede lograrse por ningún otro principio. El principio de
proporcionalidad significa solamente una prohibición del exceso en el marco de la duración de
una sanción determinada sólo preventivamente y ofrece mucho menos para la limitación de la
intervención coercitiva del Estado; por eso no puede reemplazar al principio de culpabilidad.
En resumen, la pena sirve a los fines de prevención especial y general. Se limita en su
magnitud por la medida de la culpabilidad, pero se puede quedar por debajo de este límite en
tanto lo hagan necesario exigencias preventivo especiales y a ello no se opongan las exigencias
mínimas preventivo generales. Una concepción así no tiene en modo alguno un significado
93
predominantemente teórico, sino que, aparte de lo ya expuesto, tiene también muchas e
importantes consecuencias jurídicas.
342
Para una adecuada visión panorámica de la concepción de Mir Puig, ver Besio, Los criterios legales y
judiciales de individualización de la pena, pp. 89 y ss.
343
En tal sentido Mir Puig señala: “No sólo la pena, sino también el delito han de encontrar, pues, su
fijndamento en la concepción del Estado social y democrático de Derecho, que se convierte así en el soporte
(valorativo) de los dos pilares sobre los que gravita todo el sistema (teleológico) de la Parte general del
Derecho penal”, (Mir Puig, “Función de la pena en el Estado social y democrático de Derecho”, en Mir Puig,
Estado, penal y delito, Editorial B de F, 2006, p. 97).
344
Cfr. Mir Puig, “Función fundamentadora y función limitadora de la prevención general positiva”, en Mir
Puig, Estado, pena y delito, p. 63.
345
Cfr. Mir Puig, “Función fundamentadora…”, p. 107.
346
Mir Puig, “Problemática de la pena...”, pp. 43-44.
347
Mir Puig, “Sobre el principio de intervención mínima del Derecho penal en la reforma penal”, en Mir Puig,
Estado, pena y delito, Editorial B de F, 2006, 83.
94
principios de exclusiva protección de bienes jurídicos, proporcionalidad y culpabilidad, entre
otros, porque sólo así la prevención general es correcta intimidación estabilizadora 348. La
prevención especial es admitida por Mir Puig en su función de resocialización, sólo si es
voluntaria, ayuda a paliar la marginalidad del delincuente, promueva una actitud de respeto por
los bienes jurídicos fundamentales en un Estado social y democrático de Derecho, con miras a
facilitar la reincorporación del delincuente a la sociedad y se sujete a una serie de límites y que
sus exigencias no supongan una elevación de la gravedad de la condena por razones de
resocialización o la manipulación del condenado 349. Para Mir Puig el Derecho penal sirve a la
función de prevención de delitos por razón de su gravedad y peligrosidad, frente a la sociedad
en general (prevención general) en los tres momentos de conminación típica, determinación de
la pena y ejecución de la condena, y frente al delincuente (prevención especial) tal vez en el
momento de determinación judicial de la pena (art. 61, 4.° del Código Penal español) y sin duda
en la ejecución de la pena, sea como consecuencia implícita a la concreta intimidación que
supone, sea buscada de forma especial, a través de un tratamiento resocializador, en las penas
privativas de libertad, las fases de conminación, imposición y ejecución de la pena, se
encuentran orientadas por la prevención general, en mayor o en menor medida 350. En la
conminación penal rige exclusivamente la prevención general que incrimina conductas y asigna
cuantías de penas a su comisión en función de la medida de su gravedad y de su peligrosidad.
En la fase judicial de aplicación de la pena imperan la prevención general y la prevención
especial y el principio de proporcionalidad. Por último, en la fase de ejecución de la pena rige la
prevención general, porque el pronunciamiento de la condena constituye condición de eficacia
de la amenaza legal y de la sentencia y la prevención especial, que debe orientar la forma de
hacerla efectiva. En fase de individualización de la pena, se verifica una relación de
subordinación legal de los intereses preventivo-especiales a las exigencias de la prevención
general, pues los primeros sólo pueden ser considerados por el juez dentro de los límites
inferiores y superiores de los marcos penales (legales o judicialmente determinados), que
representan las exigencias mínimas y máximas de prevención general 351. Ello no implica que en
la determinación judicial, la prevención general pueda imponer nuevas exigencias que puedan
redundar en una agravación de la cuantía de la pena (como la mayor o menor frecuencia de
comisión del delito al momento de la condena), sino que los fines preventivo-generales se
satisfacen sólo por el hecho de que se aplique la sanción con arreglo a las prescripciones
legales, ya que así se confirma la seriedad de la amenaza penal abstracta, condición de eficacia
de su objetivo352. La función preventivo-general se refleja en los límites asignados por la ley o
el juez a los marcos penales y no implica que dentro de dichos límites sea nuevamente
considerada, en todo caso para agravar la pena, ya que ello importaría una vulneración del
límite de proporcionalidad entre hecho y pena, utilizándose al delincuente como instrumento al
servicio de la utilidad social, más allá de lo que el actual pensamiento jurídico-penal y el propio
derecho positivo consienten353. El principio de proporcionalidad, sólo opera como límite
máximo de las funciones preventivas y no como límite mínimo, dado que se concibe como
garantía del ciudadano y, por ello, no se infringiría si la pena se aminora en función de razones
preventivo-especiales por debajo de su límite inferior 354. En un trabajo reciente, Mir Puig
refiere que la función de prevención de delitos en un Estado social y democrático de Derecho,
puede explicarse a través del principio de proporcionalidad en sentido amplio, que contempla
las exigencias de idoneidad, necesidad y proporcionalidad en sentido estricto. La ventaja de la
justificación de la intervención penal por medio del principio de proporcionalidad se
encontraría, frente a su fundamentación en la necesidad preventiva de pena (legitimación
externa), en que aportaría a dicha justificación un soporte jurídico-positivo de carácter
constitucional del que carecerían al menos en ciertos momentos histórico-políticos, los fines
348
Cfr. Mir Puig, “Función fundamentadora…”, p. 107.
349
Mir Puig, “¿Qué queda en pie de la resocialización?”, en Estado, pena y delito, pp. 72 y ss.
350
Mir Puig, Introduccióna las bases del Derecho penal, p. 91.
351
Mir Puig, “Problemática de la pena…”, p. 47.
352
Mir Puig, Introducción a las bases..., p. 89.
353
Ídem.
354
Mir Puig, “Problemática de la pena…”, p. 44.
95
tradicionales asignados a la pena355. El principio de proporcionalidad en sentido amplio sería
capaz de integrar todos los límites materiales o principios de garantía que la dogmática penal,
esgrime para limitar y legitimar la intervención punitiva del Estado, pues las exigencias de
idoneidad y necesidad incluirían los principios de necesidad de pena para la protección de
bienes jurídicos, de subsidiariedad, de última ratio, de fragmentariedad y de intervención
mínima; por otra parte, la exigencia de proporcionalidad entre la pena y el delito cometido se
incluiría en el sub-principio de proporcionalidad en sentido estricto356. El principio de
proporcionalidad en sentido amplio, en tanto contiene una estructura de medio-fin, se orientaría
siempre bajo la lógica de la prevención, porque todo esto mira a la comparación de la gravedad
de la intervención penal con la importancia del objetivo de protección futura que persigue357, lo
que resulta claro respecto de los juicios de idoneidad y de necesidad, pero también resultaría
aplicable respecto del principio de proporcionalidad en sentido estricto, esto es, respecto de la
relación entre pena impuesta y delito ya cometido. Cabe destacar que la justificación material
de la exigencia de proporcionalidad según Mir Puig no derivaría de modo directo de la
prevención general positiva, en la medida en que ésta no permite decidir cuándo una infracción
es lo suficientemente grave para ser considerada delito y castigada con una pena, ni ofrece
criterios precisos para fijar límites a la pena, además de que no puede limitar la imposición de
las medidas de seguridad358. La exigencia de proporcionalidad se derivaría directamente de la
vigencia constitucional de los derechos fundamentales y de sus posibilidades de colisión o
conflicto, esto es, de la necesidad de ponderación caso a caso a que se someten en tanto
principios o mandatos de optimización, ya que la vigencia de todos los derechos o bienes que
entran en colisión impide resolver ésta teniendo en cuenta sólo uno de ellos y desconociendo
por completo el otro. El principio de proporcionalidad en sentido amplio surge de esta
necesidad de tener en cuenta el coste que para un derecho fundamental tiene dar preferencia a
otro bien jurídico relevante. Trata de evitar que el coste que representa la limitación de un
derecho sea superior al beneficio que supone para otro derecho359. La legitimidad de la
intervención penal, con todo, sigue fundándose en la prevención, pero ésta encontraría un
soporte constitucional positivo a través del principio de proporcionalidad en su referencia a las
normas que consagran derechos fundamentales. El Estado social y democrático de Derecho sólo
puede legitimar su intervención en su capacidad y en la necesidad de proteger a la sociedad,
pero debe al mismo tiempo respetar los derechos de todos los ciudadanos (tanto víctimas como
delincuentes), por lo que su intervención (en tanto especialmente lesiva de los derechos de los
delincuentes) no debe representar un menoscabo superior al beneficio que mediante éste se
obtiene en términos de protección360. En cuanto al subprincipio de proporcionalidad en sentido
estricto, es decir, a la relación entre la cuantía de la pena y el delito concreto ya cometido, según
Mir Puig este sub-principio opera bajo la misma estructura preventiva que las exigencias de
idoneidad y necesidad del principio de proporcionalidad en sentido amplio, esto es, bajo la
estructura utilitarista propia de la intervención del Derecho penal: se trata de legitimar dicha
intervención a través de la protección futura de la sociedad, perspectiva que se encuentra
también inserta en el juicio de proporcionalidad que se exige a la pena concreta que se impone
al delito que ya se ha cometido (en pasado). Desde esta perspectiva, el sub-principio de
proporcionalidad en sentido estricto implica la ponderación de la cuantía de la pena que se
impone (de la intensidad de la afectación del derecho del delincuente) con respecto a la
importancia de los derechos cuya afectación se pretende evitar en el futuro por medio de su
imposición. Por esa razón, para los efectos de dicha ponderación entiende Mir Puig que debe
ser abandonada la perspectiva ex post que se derivaría de la retribución y asumir una
355
Mir Puig, “El principio de proporcionalidad como fundamento constitucional de límites materiales del
Derecho penal”, en Carbonell Mateu y VV.AA. (Dir.) Constitución, derechos fundamentales y sistema penal,
(Semblanzas y estudios con motivo del setenta aniversario del Prof. Tomás Salvador Vives Antón), Editorial
Tirant lo Blanch, 2009, T. II, p. 1359.
356
Mir Puig, “El principio de proporcionalidad…”, pp. 1362-1379.
357
Mir Puig, “El principio de proporcionalidad…”, p. 1365.
358
Mir Puig, “El principio de proporcionalidad…”, p. 1361.
359
Mir Puig, “El principio de proporcionalidad…”, p. 1370.
360
Mir Puig, “El principio de proporcionalidad…”, p. 1360.
96
perspectiva ex ante propia de la prevención, ya que si se trata de comparar el coste en sacrificio
de derechos que implica la pena con el beneficio que con ella se pretende obtener en términos
de protección de derechos, este beneficio no puede buscarse en la eliminación del delito
cometido, puesto que la lesión del bien que éste supone ya no puede evitarse (la víctima del
asesinato no puede resucitar por obra de la pena), sino sólo en la posible evitación de delitos
iguales en el futuro361. La proporcionalidad entre delito y pena, entonces, debe basarse en la
ponderación ex ante que debe realizar el legislador al señalar la pena al delito en la ley, y en esa
medida la pena debe resultar proporcionada al delito que quiere evitarse mediante el efecto de
prevención que se espera de la conminación típica, porque si el delito se comete, la pena debe
imponerse no para retribuir el hecho pasado, sino para confirmar la seriedad de la amenaza
legal y mantener así su eficacia preventiva futura, y para añadir el efecto de prevención especial
en el delincuente362.
361
Mir Puig, “El principio de proporcionalidad…”, p. 1369.
362
Mir Puig, “El principio de proporcionalidad…”, p. 1369.
97
Teorías de los fines de la pena
363
Gil Gil, Curso de Derecho penal…, p. 25.
98
CAPÍTULO V
LÍMITES AL IUS PUNIENDI
TEMA 1
LIMITES FORMALES AL IUS PUNIENDO
EL PRINCIPIO DE LEGALIDAD
1. Objetivos
a. Determinar en qué consiste el principio de legalidad.
b. Precizar la importancia del principio de legalidad como el principal límite al ius
puniendi.
c. Conocer el origen histórico del principio de legalidad penal.
d. Establecer cuáles son los fundamentos del principio de legalidad.
e. Identificar cuáles son las garantías sustantivas que se derivan del principio de legalidad.
f. Dimensionar la importancia del principio de legalidad como única fuente de delitos y
penas.
g. Distinguir la prhibición de analogía en materia penal en contra del reo y la analogía in
bonam partem permitida en materia penal.
h. Diferenciar entre la prohibición de aplicación retroactiva de la ley penal en contra del reo
y aplicación retroactiva de la ley penal a favor del acusado.
en la creación, interpretación y aplicación de la norma jurídico-penal y en la ejecución de la
pena.
i. Determinar la importancia del principio de taxatividad o de tipicidad penal en la
determinación de la conducta típica y de las consecuencias jurídicas del delito e identificar
los casos en los que dicha garantía es vulnerada.
99
2. Caso de introducción
El art. 365 bis del Cp. regula la figura de abuso sexual agravado. La redacción de
la conducta incriminada ha suscitado enormes problemas en lo que al principio de
legalidad se refiere, toda vez que dicho artículo dispone que: “Si la acción sexual
consistiere en la introducción de objetos de cualquier índole, por vía vaginal, anal o bucal,
o se utilizaren animales en ello, será castigada…”. El problema consiste en que pese a que
frecuentemente en esta clase de delitos la conducta abusiva consiste en la introducción de
los dedos fundamentalmente en la vagina de la afectada, nuestro legislador sólo hizo una
alusión a la introducción de objetos, de manera que la doctrina y jurisprudencia discuten
sobre si es posible incluir en el término objeto a los dedos.
3. Introducción
Si bien el Estado tiene el poder de establecer delitos y penas en virtud de la
necesidad de mantener la seguridad y la paz social a fin de evitar que reine la ley del más
fuerte o la anarquía, el ius puniendi, encuentra su freno en el respeto por la ley, la
seguridad jurídica, la seguridad personal fente al depotismo y la arbitrariedad y el respeto
por los derechos fundamentales y en particular la libertad y la igualdad364. Dichas ideas han
ido formando un patrimonio común, desde el pensamiento ilustrado del siglo XVIII y
sirven como directrices en la creación, aplicación y ejecución de las normas penales y, de lo
contrario, son la base para su crítica. El Derecho penal pasa a ser un instrumento en la
defensa de los valores fundamentales de la sociedad, que sólo debe emplearse en forma
controlada y limitada365 a la protección de la sociedad y, por lo tanto, fuera de determinados
límites formales y materiales la prevención penal pierde su legitimación366, porque el poder
del Estado no es absoluto ni omnímodo, sino un poder sujeto a límites necesarios, entre
otras cosas, por los drásticos efectos de la intervención penal 367 a través del establecimiento
de penas y medidas de seguridad. El Estado democrático obliga a utilizar al Derecho penal
en beneficio de la sociedad, limitándolo al respeto por la dignidad humana, la igualdad y la
participación del ciudadano en la vida social e impone el sometimiento de la potestad
punitiva al Derecho, con el fin de reducir la violencia estatal368, las arbitrariedades, la
entronización de un Estado de policía en desmedro de la libertad individual y de la
seguridad personal.
Los limites al ejercicio de la potestad punitiva rigen tanto en la creación de la
norma, como límite a la actividad del legislador; en la aplicación de la norma penal,
acotando el actuar del poder judicial369 y en la ejecución de la sentencia, regulando la
actividad de Gendarmería. De esta manera, se suele clasificar los límites al ius puniendi en
límites formales que afectan los presupuestos y condiciones de ejercicio del ius puniendi,
tales como el principio de legalidad en la creación y promulgación de las leyes penales y
364
Bustos y Hormazabal, Lecciones de Derecho penal chileno, V. I, p. 123.
365
Muñoz Conde, Introducción al Derecho penal, pp. 105-107.
366
Mir Puig, Derecho penal…, p. 113.
367
García-Pablos, Introducción…, p. 474.
368
Silva Sánchez, Aproximación…, pp. 241 y ss.
369
Bustos y Hormazabal, Lecciones de Derecho penal chileno, V. I, p. 124.
100
límites materiales que operan sobre la facultad del Estado de aplicar y ejecutar las penas
sobre un autor en concreto370, tales como el principio de intervención mínima, exclusiva
protección de bienes jurídicos, principio de culpabilidad, etc371.
Comenzaremos con el principio de legalidad como límite formal del ius puniendi,
para continuar con los límites materiales.
370
Quintero y Morales, Derecho penal…, p. 45.
371
García-Pablos, Introducción…, p. 475.
372
Feller Schleyer, “Orientaciones básicas del Derecho penal en un Estado Democrático de Derecho”, en
RCP, Quinta Época, 1990-1993, Tomo XL, N° 1, pp. 36-37
373
Maurach y Zipf, Derecho penal, parte general, Editorial Astrea, Buenos Aires 1994, tomo I, pp. 154-155.
374
Roxin, Derecho penal…, T. I, p. 137.
375
Von Liszt, Tratado de Derecho penal, Editorial Valletta, Buenos Aires, 2007, pp. 243 y 651.
376
Bacigalupo, Derecho, penal, parte general, Editorial Hammurabi, Buenos Aires, 1999, pp. 107-108.
101
Así las cosas, el Derecho penal supone una serie de postulados que constituyen
controles formales al ejercicio de la potestad punitiva, que la dogmática penal denomina
límites al ius puniendi, los que orientan la manera como se ejerce esa actividad
sancionadora, con sus presupuestos y condiciones378.
El principal de estos límites en un Derecho penal moderno configurado según
cánones de índole liberal379, se encuentra constituido por el principio de legalidad, el que
constituye la expresión de uno de los más importantes fines de garantía individual asumidos
por el Derecho penal moderno380.
Antes de revisar las reformas a nuestro Código penal en últimos años, resulta
imprescindible conceptualizar el principio de legalidad y analizar cuáles son las exigencias
que dicho principio postula.
377
En el mismo sentido, García-Pablos afirma que las diversas garantías que entraña el principio de legalidad,
son la Magna Carta del ciudadano (García-Pablos, Introducción..., p. 483).
378
Velásquez, Derecho penal, parte general, Editorial Jurídica de Chile, 2009, T. I, p. 171.
379
Rodríguez Mourullo, Legalidad (principio de) ( DP), en Nueva Enciclopedia Jurídica Seix, Barcelona, T.
XIV, 1971, p. 882.
380
Silva Sánchez, Aproximación..., p. 252.
381
Jiménez de Asúa, Tratado de Derecho penal, Publicados, 7 vols. Losada, Buenos Aires, 5ª ed., T. II, 1992,
pp. 383-384.
382
Ídem, p. 385.
383
Rodríguez Mourullo, Legalidad..., p. 883.
384
Jiménez de Asúa, Tratado de Derecho penal, T. II, pp. 383-385.
102
pensamiento filosófico de Rousseau expresado en su obra titulada “El contrato social” y la
teoría de la división de poderes de Montesquieu, en su obra “Del espíritu de las leyes”,
constituyen su substrato ideológico385. Voltaire, sostuvo la idea de la codificación, la
presentación de la ley como garantía de la libertad ciudadana y como protección contra la
arbitrariedad judicial y estatal; y, en particular, en el Derecho penal, la idea de que no debe
imperar el poder desbordado del juez, sino la ley386. Beccaria desarrolla, para el Derecho
punitivo, las consecuencias de la teoría de la separación de los Poderes de Montesquieu y
de la teoría desarrollada por Rousseau, estableciendo las bases del Derecho penal liberal,
que sella con su impronta los ordenamientos jurídicos occidentales hasta el presente. A él
se debe, en especial, la elaboración del principio de reserva o de legalidad de los delitos y
penas387, sin embargo pertenece a Feuerbach el mérito de formular la máxima en los
términos en que hoy es constantemente usada: nullum crimen, nulla poena sine lege388.
Afirmaba Beccaría: “La primera consecuencia de estos principios es que sólo las leyes pueden
decretar las penas de los delitos; y esta autoridad debe residir únicamente en el legislador, que
representa toda la sociedad unida por el contrato social. Ningún magistrado (que es parte de
ella) puede con justicia decretar a su voluntad penas contra otro individuo de la misma
sociedad. Y como una pena extendida más allá del límite señalado por las leyes contiene en sí la
pena justa, y otra más en la extensión, se sigue que, ningún magistrado bajo pretexto de celo o
de bien público, puede aumentar la pena establecida contra un ciudadano delincuente”389.
103
existencia de la acción conminada (nulla poena sine crimine). Por ello, es mediante la ley
como se vincula la pena al hecho, como presupuesto jurídicamente necesario y c) El hecho
legalmente conminado (el presupuesto legal) está condicionado por la pena legal (nullum
crimen sine poena legali). Consecuentemente, el mal, como consecuencia jurídica
necesaria, se vinculará mediante la ley a una lesión jurídica determinada392. A lo largo del
siglo XIX el principio de legalidad fue incluido en casi todos los códigos penales del
continente europeo y en muchas Constituciones.
Sin embargo, el primer ataque en contra del principio de legalidad provino del plano
científico, a través de la escuela positiva centrada en la peligrosidad del reo. El legislador y
el juez deben captar la personalidad del sujeto, lo cual es difícil, por no decir imposible de
tipificar. Así, la exigencia de que todo sujeto peligroso sea sometido a una medida de
seguridad comenzó a conmover la rigidez del principio de legalidad. Sin embargo, si los
positivistas no postularon expresamente la eliminación del principio de legalidad, fue
debido a que el contexto social no estaba aún preparado para aceptar pasivamente la
desaparición de una regla tan fundamental en la civilización europea393.
Con la crisis del liberalismo y el advenimiento de los modernos regímenes
totalitarios, en los cuales el individuo resultó absorbido por el Estado, sin poder hacer valer
derecho de libertad alguno, el principio de legalidad fue puesto en discusión y finalmente
eliminado394. En los códigos penales rusos de 1922 y 1926 se admitió expresamente y con
una gran amplitud la aplicación de la ley penal por analogía. Es la primera vez que se
produce la ruptura con la tradición del Continente europeo. En la Alemania nacional-
socialista, por la Ley de 28 de junio de 1935 se modificó la redacción del art. 2° del Código
Penal., de modo que pasaban a constituir delito no sólo las conductas comprendidas en las
figuras delictivas, sino también aquellas que merecieran ser castigadas “de acuerdo con la
idea fundamental de una ley penal y el sano sentimiento popular”395.
Luego de la Segunda Guerra Mundial y del desprestigio teórico de las ideologías
dictatoriales, las Naciones Unidas, en la Declaración Universal de los Derechos del
Hombre, de 10 de diciembre de 1948, hicieron expreso reconocimiento del principio nulla
poena396/397. Además, se restableció el principio de legalidad en la Alemania ocupada, por
varias disposiciones de las potencias vencedoras. Así, el principio de legalidad figura en la
Ley fundamental de la República Federal Alemana y por la ley de 4 de agosto de 1953 se
restableció, con ligeras variantes, la redacción del art. 2° del Cp. anterior a la Ley de 28 de
junio de 1935. En la Rusia soviética se restableció el principio de legalidad de los delitos y
las penas en los Fundamentos de Derecho penal de 1958 y en el Código penal de 1960 y en
la actualidad, el principio de legalidad se incluye en el nuevo Código penal ruso de 1996398.
392
Feuerbach, Tratado de Derecho penal, p. 55.
393
Rodríguez Mourullo, Legalidad..., p. 884.
394
Ídem, p. 884.
395
Cerezo Mir, Obras completas, T. I, pp. 243-245.
396
Velásquez, Derecho penal…, T. I, pp. 177-178.
397
El art. 11 establece que: “Nadie será condenado por actos u omisiones que en el momento de cometerse no
fueren delictivos según el Derecho nacional o internacional, tampoco se impondrá pena más grave que la
aplicable en el momento de la comisión del delito”.
398
Cerezo Mir, Obras completas, T. I, pp. 243-246.
104
6. Fundamentos del principio de legalidad
El principio de legalidad tiene un doble basamento. Desde el punto de vista político,
es una manifestación de la idea de libertad, democrácia y del Estado de Derecho y desde el
prisma jurídico penal, es una manifestación de la función social de la norma penal399.
a. Fundamento político
El principio de legalidad es un fruto de la Ilustración y particularmente del
pensamiento político del liberalismo forjador de la idea de Estado de Derecho, que deriva
de la teoría ilustrada del contrato social de Rousseau que presupone una organización
política basada en la idea de división o separación de poderes, donde la ley es competencia
exclusiva de los representantes del pueblo. El ciudadano sólo admite el paso del estado de
naturaleza al estado civil en virtud de un pacto o contrato social, en el que asegura su
participación y control de la vida política de la comunidad. Tal participación tiene lugar por
medio del Poder Legislativo, que representa al pueblo400. En tal sentido, el principio de
legalidad proclama el imperio de la ley401, conforme con el cual, no solo el ciudadano, sino
también los poderes del Estado se encuentran supeditados a la ley. Por lo tanto, solamente
el legislador que actúa en representación directa de la comunidad organizada, en
representación de la voluntad general de los ciudadanos, puede establecer limitaciones a los
derechos individuales, puede prohibir u ordenar conductas al crear delitos y establecer
penas. De esta forma, podemos afirmar que originariamente el principio de legalidad
jurídico-penal es una manifestación de la idea de Estado de Derecho, que se concreta en la
exigencia fundamental de reserva absoluta para el Poder Legislativo en materia penal y, por
ende, tiene un origen fundamentalmente político402, ya que a través de la certeza jurídica,
propia del Estado de Derecho se brinda seguridad política a los ciudadanos.
El “nullum crimen” expresa, en primer lugar, la reacción ilustrada contra el “ius
incertum”, contra la inseguridad jurídica y la arbitrariedad del viejo régimen, reclamando
claridad, certeza y límites precisos a la intervención punitiva del Estado. En segundo lugar,
el nullum crimen, garantiza la elemental certeza y seguridad jurídica que el ciudadano
reclama, pues una ley previa, escrita, estricta y cierta, le permitirá, conocer y calcular las
consecuencias de sus actos. En tercer lugar, el principio de legalidad satisface el postulado
de la autonomía, ya que reconoce al ciudadano no sólo la capacidad de actuar conforme a
las reglas, sino también la de dictarlas, de contribuir a establecerlas, a través de sus
representantes legales en el poder legislativo. El principio de legalidad expresa los dos
valores básicos de todo ordenamiento jurídico: la libertad y la igualdad403 y, por lo tanto,
399
Velásquez, Derecho penal…, T. I, p. 179.
400
Mir Puig, Derecho penal…, p. 115.
401
García-Pablos, Introducción…, p. 485.
402
Velásquez, Derecho penal…, pp. 179-180.
403
García-Pablos, Introducción…, p. 486.
105
es una lucha por el Derecho y una garantía política para los derechos individuales que sólo
el Estado de Derecho puede otorgar404.
b. Fundamento jurídico
En Feuerbach se encuentra de forma cabal la unidad entre contenido y forma que el
principio de legalidad penal requiere. En el enunciado “Nullum crimen, nulla poena sine
lege” se hace referencia con “crimen” al injusto realmente grave (y sólo a éste) contra la
persona y el Estado; y con “poena” a la condena soberana (no brutal) del injusto grave405.
La fórmula nulla poena sine lege, nulla poena sine crimine, nullum crimen sine
poena legali de Feuerbach, se asentaba en la función de prevención general de la teoría de
la pena como coacción psicológica, acorde con la cual, sólo una amenaza penal establecida
por la ley con anterioridad al hecho es susceptible de paralizar 1os impulsos tendentes a su
comisión. Sólo la conminación legal previa de la sanción para una conducta determinada,
es capaz de actuar como prevención general de la comisión de delitos406.
Si bien en la actualidad se considera superada la teoría de la coacción psicológica y
por tanto, también la fundamentación del principio de legalidad derivada de ella, si se
complementa la idea de la intimidación con el aspecto positivo de la prevención general, la
fundamentación del principio nullum crimen desde la teoría de la pena resulta más actual
que nunca. Así, Roxin afirma que: „si la conminación e imposición de las penas también
contribuye sustancialmente a estabilizar la fidelidad al Derecho de la población y en
muchos casos a construir la predisposición a comportarse conforme a las normas, ello sólo
es posible si hay una clara fijación legal de la conducta punible; pues si no la hubiera, el
Derecho penal no podría conseguir el efecto de formación de las conciencias del que
depende el respeto a sus preceptos”407.
De otro lado, debemos señalar que von Beling supo potenciar al máximo el alcance
del “nullum crimen” con su teoría del “tipo” o de la “tipicidad”, como una las exigencias
políticas y técnicas derivadas del principio de legalidad. A juicio del autor, el “nullum
crimen” y su posterior aceptación generalizada por las legislaciones representó un giro
sustancial en el Derecho penal contemporáneo, consistente en el tránsito de un Derecho
penal basado en cláusulas generales, a un Derecho penal de tipicidades concretas, de
“numerus clausus”, convirtiéndose la tipicidad en una característica necesaria del concepto
general de acción punible408.
404
Rodríguez Mourullo, Legalidad..., p. 886.
405
Naucke, La progresiva pérdida de contenido del principio de legalidad penal como consecuencia de un
positivismo relativista y politizado, en La insostenible situación del Derecho penal, Editorial Comares,
Granada, 2000, p. 535.
406
Feuerbach, Tratado…, pp. 50-54.
407
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 146.
408
García-Pablos, Introducción…, p. 490
106
7. Formulación actual del principio de legalidad
Del principio de legalidad se desprenden garantías sustantivas, procesales y de
ejecución penal409. Así, las prerrogativas penales se pueden compendiar en el siguiente
aforismo latino: nullum crimen, nulla poena, nulla mensura sine lege scripta, stricta, certa
et praevia, lo cual significa que no hay delito, no hay pena, no hay medida de seguridad,
sin ley escrita, estricta, cierta y previa410.
Nos concentraremos únicamente en las garantías sustantivas que a continuación
desarrollaremos.
409
Consiste en la garantía denominada nulla poena nulla mensura sine regimene legale, sine humanitae, sine
resocializatione: no hay pena ni medida de seguridad sin régimen legal, sin adecuado tratamiento
penitenciario, asistencial y humanitario, sin resocialización, lo que confluye en el llamado principio de la
ejecución. De lo anterior se deducen las siguientes garantías: 1. No hay pena sin adecuado tratamiento
penitenciario; 2. No hay pena sin tratamiento humanitario; 3. No hay pena sin resocialización y 4. No hay
medida de seguridad sin tratamiento humanitario (Velásquez, Derecho penal..., T. I, pp. 184-185).
Lamentablemente en Chile esta materia se encuentra regulada sólo a nivel reglamentario infringiéndose con
ello claramente el principio de legalidad. En tal sentido, Politoff, Matus y Ramírez, afirman que si bien
aspectos complementarios pueden quedar entregados a normas de inferior jerarquía en el sistema penal, a
veces en materias de la mayor importancia son entregadas por completo a normas de inferior jerarquía, como
sucede particularmente con el Reglamento sobre Establecimientos Penitenciarios regulado en el Decreto
Supremo N° 518, publicado en el Diario Oficial, el día 21 de agosto de 1998 (Politoff, Matus y Ramírez,
Lecciones de Derecho penal chileno, parte general, p. 94).
410
Velásquez, Derecho penal..., T. I, 182.
411
Bustos Ramírez, Obras completas, Editorial Ara, Lima, 2004, T. I, p. 566.
412
Bustos Ramírez, Obras completas, T. I, pp. 565-566.
413
Velásquez, Derecho penal..., T. I, p. 182.
414
Politoff, Derecho penal, Editorial ConoSur, 2001, T. I, pp. 76-77.
107
única fuente creadora de delitos, penas, causas de agravación y medidas de seguridad es la
ley415/416.
Por lo tanto, debiesen quedar excluidos como fuente directa del Derecho penal
aquellas regulaciones de inferior jerarquía a la de la ley, esto es, los decretos supremos, los
reglamentos, las ordenanzas, las instrucciones, las órdenes de servicio y otras
semejantes417. Esto significa que actos de la autoridad pública de jerarquía inferior a la ley
no pueden crear delitos ni penas. Lo que no impide que ellos operen de manera
complementaria en el sistema penal418 como ocurre normalmente en el caso de los
reglamentos. También deberían quedar excluidos, como fuentes generadoras de delitos y de
penas, los Decretos con Fuerza de Ley, los que técnicamente no son leyes, y con mayor
razón, los Decretos Leyes 419.
Ello significa que ni la costumbre, ni los principios generales del Derecho, ni la
jurisprudencia, son fuente directa o formal del Derecho penal, para crear delitos o
contravenciones penales, penas o medidas de seguridad420. Nadie puede ser castigado o
condenado con una pena más grave que la legalmente prevista, apelando sólo al Derecho
consuetudinario421. La forma de ley se requiere porque la punibilidad ha de estar
determinada mediante reglas generales, no sólo mediante reglas válidas para el caso
concreto o sólo para un individuo. Se trata aquí de la generalidad para impedir la
arbitrariedad422.
La ley penal escrita, para poder cumplir debidamente con su función garantizadora,
debe contener todos los elementos del tipo de injusto, las condiciones objetivas de
punibilidad, todas las sanciones, incluidas las medidas de seguridad y las consecuencias
accesorias, y, por último, las causas de exclusión de la pena423.
La razón de esta prohibición en el campo penal de aplicar normas no escritas radica
en la llamada fundamentación democrático-representativa del principio de legalidad, esto
es, en la exigencia de que las prescripciones incriminadoras sólo pueden ser establecidas
por el Congreso, como organismo representativo de la voluntad popular424.
De otro lado, este principio dice relación con una limitación dirigida al juez, que no
puede buscar más allá del estrecho margen legal, la solución del problema sometido a su
decisión425.
Efectivamente, nadie discute que en la Parte Especial no se pueden crear nuevos
tipos, ni penas, mediante Derecho consuetudinario426. Sin embargo, el principio de
415
Muñoz Conde, Introducción al Derecho penal, Editorial B de F, Buenos Aires, 2003, p. 148.
416
Zaffaroni, Derecho penal, parte general, Editorial Ediar, Buenos Aires, 2002, p. 112.
417
Garrido, Derecho penal, parte general, Editorial Jurídica de Chile, 2003, T. I, p. 32.
418
Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal..., p. 94.
419
Zaffaroni, Derecho penal..., p. 113.
420
Bustos, Obras completas, T. I, p. 566.
421
Jescheck y Weigend, Tratado..., p. 143.
422
Jakobs, Derecho penal..., p. 89.
423
Tozzini, El principio de legalidad, p. 266.
424
Feller,“Orientaciones básicas del Derecho Penal en un Estado Democrático de Derecho”, p. 169; Tozzini,
El principio de legalidad, p. 266.
425
Cury Urzúa, Derecho penal..., pp. 167-168.
426
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 159.
108
legalidad cede en ocasiones cuando se trata de atenuar o de excluir la responsabilidad
penal427/428/429.
Así, en el ámbito de la parte general del Derecho penal los criterios decisivos han
sido fijados en múltiples ocasiones, no a través la ley, sino por medio de la teoría y la
jurisprudencia. Además, aquí se trata de la labor interpretativa que puede ser reconocida a
través del Derecho consuetudinario430. Sin embargo, no debe confundirse la aplicación del
Derecho consuetudinario, con la interpretación de la ley penal. A menudo el legislador deja
abiertos espacios a las teorías generales del Derecho penal, entregando la decisión a la
jurisprudencia; en parte, por las dificultades que en muchos casos se oponen a una
codificación de tales materias, y en parte por los loables deseos de no bloquear la evolución
científica mediante la fijación escrita de un estadio del conocimiento que después puede
quedar superado. Pero lo que los tribunales deciden en esos campos y en otros similares,
sólo es un resultado de la interpretación sin que ello tenga el carácter normativo vinculante
del Derecho consuetudinario. A ese respecto hay que tener presente que en Derecho penal
son discutidas casi todas las teorías generales, e incluso las conclusiones seguras casi nunca
penetran en la conciencia popular. Por ello no puede generarse un Derecho consuetudinario
para fundamentar la responsabilidad penal431.
En ocasiones la doctrina crea teorías para limitar la interpretación y aplicación de la
ley penal. Un ejemplo de ello es la teoría de la imputación objetiva o la delimitación entre
dolo eventual e imprudencia consciente. Sin embargo, en otros casos se ocupa para
extender la interpretación, fundamentación y aplicación de la ley penal, como ocurre con la
teoría de la actio libera in causa, en los delitos de omisión impropia y con la teoría de la
autoría mediata432.
427
Muñoz Conde, Introducción al Derecho penal, Editorial B de F, Buenos Aires, 2003, p. 148.
428
En tal sentido, Jescheck y Weigend afirman que resulta admisible el Derecho consuetudinario que es
beneficioso para el autor, como por ejemplo, ocurre a través de la creación de nuevas causas de justificación y
ponen a título ilustrativo, el derecho de corrección del maestro reconocido por el Derecho consuetudinario
alemán (Jescheck y Weigend, Tratado..., p. 148).
429
En el mismo sentido, Bacigalupo sostiene que existe una tendencia a limitar la exclusión del Derecho
consuetudinario a la parte especial del Derecho penal, en cambio dicha limitación no regiría de la misma
forma tratándose de la parte general cuando se aplica in bonam partem. Así por ejemplo dice que la extensión
de una eximente legal (su caracterización como causa de justificación, como causa de inculpabilidad o como
excusa absolutoria) se podría fundamentar suficientemente en el uso reiterado y constante que de ella haya
hecho la jurisprudencia (Bacigalupo, Derecho penal..., pp. 133-134)
430
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 148.
431
Roxin, Derecho penal..., T. I, pp. 159-160
432
Ídem, T. I, p. 159.
109
b.1. Concepto de analogía
Existe analogía cuando se aplica la ley a un caso para el cual no ha sido creada pero
que se asemeja a aquel o aquellos a los que estaba destinada a regir. A través de la
interpretación analógica se resuelve el caso en base a una regla jurídica, aun cuando el
supuesto de hecho del caso concreto se encuentra fuera del tenor literal de la norma, en
base a un argumento de semejanza o al espíritu de la ley433.
433
Al respecto ver Cury, Derecho penal..., p. 201; Bustos, Obras completas, T. I, p. 567; Politoff, Derecho
penal, p. 89.
434
Velásquez, Derecho penal..., T. I, p. 182.
435
Muñoz Conde y García Arán, Derecho penal..., p. 150.
436
Bustos, Obras completas…, p. 567.
437
Mir Puig, Derecho penal..., p. 125.
438
A favor de esta postura véase, Cury, Derecho penal..., p. 2002; Politoff, Derecho penal…, p. 91; Politoff,
Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal chileno, parte general, p. 100; Garrido, Derecho penal..., T. I,
p. 93; Bacigalupo, Derecho penal..., p. 129; Mir Puig, Derecho penal..., pp. 124–125; Cerezo Mir, Obras
completas, p. 225; Jescheck y Weigend, Tratado..., p. 144; Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 158; Velásquez,
Derecho penal..., T. I, p. 207; Etcheberry, Derecho penal..., pp. 112–116.
110
b.3. Analogía, interpretación extensiva e interpretación restrictiva
No debe confundirse la analogía con la interpretación extensiva de la ley penal. En
efecto, mientras la analogía supone la aplicación de la ley penal a un supuesto no
comprendido en ninguno de los sentidos posibles de su letra, pero análogo a otros sí
comprendidos en el texto legal, la interpretación extensiva consiste en aplicar la ley penal
en un sentido que no desborde o rebase los límites del texto legal. Por lo tanto, la
interpretación extensiva es legítima, por cuanto se halla dentro del sentido literal posible del
texto legal439.
El sentido de la ley se expresa en las palabras utilizadas por el legislador. Por ello,
las palabras son el material básico de la interpretación y, por ello, el “sentido literal
posible” es el límite externo de aquélla. Lo que se encuentra más allá de esta frontera es
creación jurídica complementadora, es analogía prohibida en contra del reo. En un Estado
de Derecho es imprescindible respetar el límite que impone el sentido literal posible, puesto
que es el único elemento objetivo verificable que permite reconocer con seguridad dónde
comienza la responsabilidad del Juez por su propia creación del Derecho440. Al respecto
debe tomarse en consideración que en materia de interpretación de la ley, para obtener el
sentido profundo de una norma es necesario acudir a los diferentes recursos hermenéuticos
en orden sucesivo pero no subsidiario ni excluyente441/442.
De acuerdo con el fin de la ley penal, la interpretación puede ser restrictiva o
extensiva443, ya que el hecho de que en Derecho penal el sentido literal constituya el límite
entre la interpretación admisible y la analogía prohibida, no significa que la primera pueda
desplazarse hasta la frontera del tenor literal. Repetidas veces la formulación de un tipo
penal va más allá del ámbito de aplicación querido por el legislador. En tales casos es
misión del intérprete proporcionarle efectividad a la “voluntad de la Ley” por medio de una
reducción teleológica adecuada al sentido de la interpretación detenida de un concepto444.
Luego, una aplicación del Derecho al margen del marco de la regulación legal, o sea una
439
A favor de esta postura véase, Mir Puig, Derecho penal..., pp. 124–125; Cerezo Mir, Obras completas…,
T. I, p. 254; Jescheck y Weigend, Tratado..., pp. 168–169; Cury, Derecho penal..., pp. 197–198; Roxin,
Derecho penal..., T. I, p. 149; de otra opinión, Garrido, Derecho penal..., T. I, p. 93; Velásquez, Derecho
penal..., T. I, p. 207; Politoff, Derecho penal…, p. 99 (aunque parece existir una confusión terminológica,
toda vez que parece atribuir a la interpretación extensiva una amplitud superior a la del tenor literal de la ley,
concepción distinta a la defendida en este texto; Etcheberry, refiriéndose a las reglas de interpretación de la
ley contenidas en el Cc., refiere que: “no todas estas reglas son siempre aplicables a la ley penal, por la
particular naturaleza de ésta y la primacía del principio de reserva dentro del Derecho penal liberal, inspirador
de las codificaciones decimonónicas. El propio Bello estimaba que en materia penal era siempre obligatoria la
interpretación restrictiva, principio ampliamente admitido en la tradición histórica romano-canónica, pero en
pugna con los principios de la Escuela de la Exégesis, particularmente reflejados en esta materia en el art. 23
del Cc.”, (Etcheberry, Derecho penal..., T. I, pp. 102-103).
440
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 169 – 170.
441
Cury, Derecho penal..., p. 196.
442
En tal sentido Roxin expresa que: “El legislador crea con el tenor literal de un precepto un marco de
regulación que es rellenado y concretado por el juez. A ese respecto el marco es delimitado por el sentido
literal posible en el lenguaje corriente del texto de la ley, mientras que el juez efectúa dentro de ese marco la
interpretación, considerando el significado literal más próximo, la concepción del legislador histórico y el
contexto sistemático-legal, y según el fin de la ley (interpretación teleológica)” (Roxin, Derecho penal..., T. I,
p. 148–149).
443
Roxin, Derecho penal..., T. I, pp. 148–149.
444
Jescheck y Weigend, Tratado..., pp. 170–171.
111
interpretación que ya no esté cubierta por el sentido literal posible de un precepto penal,
constituye una analogía fundamentadora de la pena y por tanto es inadmisible445/446.
445
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 149.
446
En materia procesal penal, tratándose de reglas que restringen la libertad u otros derechos del imputado o
del ejercicio de sus facultades, existe un mandato legal expreso de interpretación restrictiva, además de
prohibirse su interpretación analógica (art. 5°, inc. 2° del Cpp).
447
Con razón Oliver Calderón, critica esta situación, toda vez que la expresión parece compatible sólo con la
primera de las situaciones aludidas, es decir, con la prohibición de aplicar la ley penal a hechos cometidos con
anterioridad a la entrada en vigor de la ley penal, pero no respecto de situaciones ocurridas con posterioridad
al término de la vigencia de la ley penal. Por ello, propone como criterio englobante de ambas situaciones,
aplicar el aforismo tempus regit actum (Oliver Calderón, Retroactividad e irretroactividad de las leyes
penales, Editorial Jurídica de Chile, 2007, pp. 62-63).
448
Otros autores prefieren hablar de principio de extraactividad como criterio englobante. Así, Velásquez
Velásquez, señala que: “Como la ley penal rige para el futuro, no puede aplicarse a hechos perpetrados con
anterioridad a su entrada en vigor ni, tampoco, una vez derogada; está, en otros términos, prohibido aplicar
retro y ultraactivamente la ley penal, a no ser que se trate de favorecer al reo (principio de la extraactividad
de la ley penal), (Velásquez, Derecho penal..., pp. 203-204).
449
Cury, Derecho penal..., p. 227.
112
La prohibición de retroactividad tiene diversos alcances. En primer término prohíbe
que un hecho que no era punible en el momento de su comisión sea juzgado por una ley
posterior. En segundo lugar, que un hecho que en el momento de su comisión tenga
prevista una determinada pena, le sea aplicada otra pena cualitativamente diferente y más
grave contemplada en una ley posterior y en tercer lugar, que un hecho que en el momento
de su comisión tenga prevista una determinada cantidad de pena, se le aplique la mayor
cantidad de pena prevista en la ley posterior450.
Las anteriores consecuencias implican una sujeción del poder estatal a la lex scripta,
para impedir una justicia arbitraria; asimismo, se limita el máximo permitido de la pena en
caso de incurrir en una clara violación de la ley escrita y se evita la imposición de medidas
de seguridad indeterminadas que desborden los marcos de racionalidad del Derecho penal.
450
Bustos, Obras completas…, T. I, p. 567.
451
Bascuñán Rodríguez, Ámbito temporal de aplicación de la ley penal, en Revista de Derecho de la
Universidad Adolfo Ibáñez, Editorial Legis, número 1: 2004, p. 212.
113
modifica la forma de computarla de manera que resulta alcanzado por ella, o cuando altera
la descripción del delito (el tipo delictivo), agregándole exigencias que no concurrían en la
conducta por la cual se lo procesa. En todos estos casos, la pena del afectado, en efecto, se
excluirá o reducirá indirectamente452.
En cambio, cuando una ley posterior rebaja el mínimo del marco penal pero
aumente el máximo del mismo, o bien cuando aumenta la pena pero reduce el tiempo de
prescripción o considera eximentes, atenuantes o agravantes que la ley primitiva no
consideraba, o cuando establece una pena de distinta naturaleza, o cuando altera la
descripción del delito agregándole exigencias que no concurrían en la ley primitiva, el juez
debe decidir teniendo en cuenta todos los factores del caso concreto cuál es la ley más
favorable para el afectado453. Sin embargo, debe aplicarse una u otra ley íntegramente, en
bloque, no pudiendo el juez mezclar ambas leyes tomando de cada una de ellas sólo aquello
que le beneficia al sujeto, ya que con ello estaría creando una lex tercia (tercera ley) en base
al principio de combinación, ley que nunca ha sido siquiera promulgada454/455.
Ahora bien, aun cuando el art. 18 del Cp. y el art. 19 N° 3 inc. 7º de la Cpr., utilizan
la expresión “promulgación”, expresión que alude al acto administrativo que ejecuta el
Presidente de la República.
No es pacífico en la doctrina determinar que se entiende por “promulgación”. Para
un sector de la doctrina nacional, por promulgación debe entenderse entrada en vigencia, lo
que normalmente sucederá con la publicación de la ley. Esta postura dogmática se basa
fundamentalmente en el texto legal expreso del artículo 18 del Cp. y el elemento histórico
de interpretación de la ley penal, en base al cual afirma que a la época de dictación del
Código penal, regía el texto antiguo del art. 6 del Cc. el cual disponía que: “La
promulgación deberá hacerse en el periódico oficial; y la fecha de la promulgación será,
para los efectos legales de ella, la fecha de dicho periódico”. Como se aprecia, en dicha
disposición se hacía referencia indistintamente a la promulgación y publicación de la ley y
la distinción entre promulgación y publicación fue introducida en el Derecho chileno recién
en 1949, mediante la dictación de la ley 9400. De aquí que en el contexto de las
Constituciones de 1828, 1833 y 1925, el término “promulgación” tampoco tuviera el
sentido especifico que actualmente reviste456. Desde el punto de vista del texto legal del
artículo 18 del Cp., considerando que el legislador utiliza el término ”promulgada” tanto
para referirse a la garantía de prohibición de aplicación retroactiva de la ley penal como
cuando obliga a aplicar la ley penal más favorable (incisos 2 y 3)
Agrega esta postura que demás, conforme al principio Nullum crimen, nulla poena
sine lege praevia, la ley penal más desfavorable debe haber entrado en vigor para que sea
aplicable, lo cual normalmente ocurrirá con la publicación de la ley, toda vez que es la
única manera de asegurar al ciudadano la posibilidad de conocerla y, en tal sentido, de
452
Cury, Derecho penal..., p. 229.
453
Cury, Derecho penal..., pp. 227-230.
454
Bascuñán Rodríguez, Ámbito temporal de aplicación de la ley penal, p. 371.
455
De otra opinión, Velásquez, Derecho penal..., T. I, pp. 203-204; Politoff, Derecho penal, p. 145; Bustos,
Manual de Derecho penal, parte general, Editorial Promociones y Publicaciones Universitarias, 1994, pp.
179-180.
456
Bascuñán Rodríguez, Ámbito temporal de aplicación de la ley penal, p. 214.
114
brindarle un cierto grado de seguridad jurídica. A pesar que el Código penal utiliza la
expresión “promulgada” para garantizar la irretroactividad de la ley penal, es evidente que
el sentido de esa garantía exige atender al momento de entrada en vigencia de la ley
conforme a las reglas generales del sistema. Sostener que la promulgación de la ley penal
basta para justificar su aplicabilidad implica una anticipación de la aplicabilidad de la ley a
su entrada en vigencia conforme a las reglas generales del sistema. El contexto en que se
usa el término en el art. 19 N° 3 inciso 7° de la Cpr. es idéntico al contexto del inc. 1° del
art. 18 del Cp., por lo tanto, también en el contexto constitucional debe entenderse
“promulgación” en el sentido antedicho de “obligatoriedad”.
Sería absurdo que la consagración del principio de legalidad en materia penal
produjera la disminución del efecto garantístico de las reglas del Código civil sobre entrada
en vigencia de la ley en relación con la irretroactividad de su aplicación. Luego, en el
contexto del inc. 1° del art. 18 del Cp. “promulgación” no puede significar algo distinto de
“obligatoriedad” de la ley en el sentido de los arts. 6 y 7 del Cc., esto es, su entrada en
vigencia como condición de aplicabilidad.
Así las cosas, la misma interpretación debe ser válida respecto de lo referido en los
incs. 2º y 3º del art. 18 del Cp. Por lo tanto, conforme a lo dispuesto en el inc. 2° del art. 18
del Cp., el tribunal debe aplicar la ley penal más favorable, desde su entrada en vigencia, lo
cual ocurrirá por regla general, con la publicación de la ley.
Por su parte, conforme a lo prevenido en los actuales incs. 3° y 4° del mismo
artículo, debe prevalecer la aplicación retroactiva de la ley penal más favorable incluso
frente a la cosa juzgada e incluso los condenados deben ser favorecidos por el cambio
legal457.
En efecto, de acuerdo con el inc. 3° del art. 18 del Cp., si la ley que exime al hecho
de toda pena o le aplica una menos rigurosa entra en vigencia después de ejecutoriada la
sentencia (es decir, respecto de la cual no existe recurso pendiente ni es posible interponer
recurso alguno, salvo el de revisión) sea que se haya cumplido o no la condena impuesta, el
tribunal que la hubiere pronunciado, en primera o única instancia, deberá modificarla de
oficio o a petición de parte. La verdad es que el efecto extensivo que propone esta norma es
desmesurado razón por la cual se ha propuesto por la doctrina limitarlo a aquellos casos en
los cuales la sentencia ejecutoriada está produciendo algún efecto458.
Conforme al inc. 4° del art. 18 del Cp., la aplicación del principio de retroactividad
de la ley más favorable, no afecta a las consecuencias de la sentencia primitiva en lo que
dice relación con las indemnizaciones pagadas o cumplidas o las inhabilidades. En el
término indemnizaciones quedan comprendidas las restituciones, algunos autores incluyen
además las costas459. No quedan comprendidas las multas las cuales tienen carácter
punitivo y no de restauración en el ámbito civil. No se entiende que se excluya a las
inhabilidades del beneficio de la aplicación de la ley más favorable, en todo caso la
457
Bascuñán Rodríguez, Ámbito temporal de aplicación de la ley penal, pp. 361-362.
458
En este sentido, Cury, Derecho penal..., pp. 230-240; Etcheberry, Derecho penal..., T. I, pp. 145-146;
Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal..., p. 132.
459
Cury, Derecho penal..., p. 231.
115
doctrina tiende a restringir el término a ciertas consecuencias civiles y administrativas que
algunas condenas llevan consigo460 y cuestiona la constitucionalidad de dicha limitación461.
460
Etcheberry, Derecho penal..., p. 147; Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal..., p. 132 y
Cury, Derecho penal..., p. 231.
461
Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal..., p. 132 y Politoff, Derecho penal, p. 143.
462
Mir Puig, Derecho penal..., p. 122.
463
En este sentido, Bascuñán Rodríguez, justifica su posición favorable en una consideración de
imparcialidad como principio procedimental, propio del Estado de Derecho (Bascuñán Rodríguez, Ámbito
temporal de aplicación de la ley penal, pp. 212-213).
464
En el mismo sentido Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 167.
465
No nos olvidemos de que al tratar el fundamento político del principio de legalidad dijimos que El “nullum
crimen” expresa, en primer lugar, la reacción ilustrada contra el “ius incertum” contra la inseguridad jurídica
y la arbitrariedad del viejo régimen, reclamando claridad, certeza y límites precisos a la intervención punitiva
del Estado.
466
Aguado Correa, El Principio de proporcionalidad en Derecho penal, Editorial Edersa, 1999, p. 321; Mir
Puig, Introducción a las bases..., p. 92.
467
En el mismo sentido Mir Puig, Introducción a las bases..., pp. 122-123.
116
Son leyes temporales aquellas que se dictan para que rijan durante un determinado
periodo de tiempo que la misma ley indica. En cambio son leyes excepcionales aquellas que
mantienen su vigencia mientras subsistan las circunstancias que motivaron su publicación.
Desaparecida la situación excepcional, pierde su vigor la ley más severa y recobra su
imperio la legislación común, recuperando la conducta su carácter lícito o su penalidad más
atenuada. Si el hecho se comete durante la vigencia de la ley transitoria, pero la sentencia se
dicta cuando la legislación común ha recuperado su vigor, rige la ley transitoria468.
Si la sentencia se dicta cuando ha recuperado su vigencia la ley original más
favorable debe aplicarse esta ley y no la ley excepcional o la temporal y si ya existía una
condena, deberá modificarse, aplicándose, de esta forma la ley más favorable. Lo anterior
pese a que en la especie no existe promulgación toda vez que en verdad lo que ocurre es
que la ley antigua ha recuperado su vigencia y al aproximarse las fechas en que cesaran de
regir las leyes temporales o excepcionales muchos de los criterios que se tuvieron en vista
para establecer esas reglas, ya no existen o ya no son percibidos como correctos por la
ciudadanía469/470.
Lo anterior no implica que las personas se inclinen a cometer estos delitos confiados
en la promesa de impunidad porque en gran medida es desconocida por la población la
recuperación de la vigencia de la ley antigua.
d. La exigencia de taxatividad y de certeza o nullum crimen nulla poena sine lege certa
De acuerdo con esta garantía “No hay delito, no hay pena, no hay medida de
seguridad, sin ley cierta”.
Conforme a la exigencia de certeza o de determinación, tanto las conductas
mandadas o prohibidas por la ley penal (supuesto de hecho) como las consecuencias
jurídicas derivadas de ellas (penas o medidas de seguridad), deben estar contempladas en
forma clara, precisa y determinada en la ley penal, para que no haya dudas sobre su alcance
y contenido. Por lo tanto, el lenguaje a ocupar para describir las conductas punibles, debe
ser asequible al nivel cultural medio de los ciudadanos, debiendo privilegiar el uso de
468
Cury, Derecho penal..., p. 232.
469
Al respecto, Politoff cita una situación ocurrida en Alemania luego de finalizada la guerra señalando que:
“En el mes de mayo de 1945, en los días que siguieron a la capitulación incondicional de las tropas alemanas,
que puso fin a la Segunda Guerra Mundial, los tribunales de guerra siguieron dictando condenas a muerte por
deserción y los condenados fueron fusilados cuando la guerra ya había terminado. En uno de los fallos se lee:
“Los acusados actuaron con la intención de sustraerse a sus deberes respecto del ejército. Un hombre que se
decidió a abandonar a sus valientes camaradas y a su patria en el momento del mayor peligro y del más negro
futuro merece, sin más la muerte...” (Politoff, Derecho penal…, p. 150).
470
A favor Politoff, Derecho penal…, pp. 147-151; Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal...,
pp. 135-136; en contra Cury, Derecho penal..., pp. 232 233.
117
elementos descriptivos, toda vez que los elementos normativos al requerir una valoración
del juzgador conllevan un cierto grado de indeterminación y de subjetivismo.
Dicha prohibición se encuentra dirigida al legislador, en orden a no redactar las
normas penales de manera indeterminada. Con ella se rechazan las llamadas “clausulas
generales” y las “leyes penales en blanco” por ser inconstitucionales.
Este mandato rige no solo para la conducta a punir, sino también para la
consecuencia derivada del hecho, de manera que también la sanción penal debe estar
establecida con precisión en la ley penal, la que debe indicar su naturaleza y duración.
También rige este principio tratándose de las medidas de seguridad y de la forma de
ejecución de la pena, sin embargo en Chile esta última materia (pena privativa de la
libertad) se encuentra regulada de manera reglamentaria, infringiéndose con ello el
principio de legalidad. En todo caso debe señalarse que conforme a este principio las
medidas de seguridad, no podrían tener duración indefinida, impuestas mediante el sistema
de la sentencia indeterminada; sino que la imposición de las mismas debe tener un límite
preciso de duración, sin sujetarla a términos mínimos, pudiendo ordenarse su cesación
cuando se constate la improcedencia de su aplicación.
471
Velásquez, Derecho penal..., T. I, pp. 191-192.
472
Bustos y Hormazábal, Lecciones de Derecho penal, V. I, pp. 92-93.
118
Son fórmulas excesivamente amplias, globales o extensivas, de manera que el tipo
penal pueden contener cualquier comportamiento, no siendo posible determinar lo que se
quiere regular dada la vaguedad de las expresiones utilizadas, quedando una especie de
“portillo abierto” por el que se cuelan diversas conductas que se pueden o no reprimir, a
criterio de quienes manejen las clavijas del poder473. En ellos las conceptualizaciones
jurídicas están en el extremo de la abstracción terminológica, de manera que permiten hacer
referencia sintética a un amplio número de casos474. A diferencia del casuismo, las
cláusulas generales son preferibles desde el punto de vista científico y sistemático, ya que
suponen un alto grado de abstracción y presentan pocas lagunas. Pero tienen el peligro de la
indeterminación y pueden lesionar el principio de legalidad. Ello sucede cuando al describir
la acción se utilizan expresiones como: “de cualquier modo”, o bien se hace referencia a
conceptos tan poco precisos como el “pudor o las buenas costumbres”, las cuales dejan al
arbitrio del juzgador y al principio del procedimiento en manos de la policía, la
determinación de que es efectivamente lo que se prohíbe. Se corre así el peligro de que éste
rellene tales conceptos de acuerdo con sus propias convicciones morales que pudieran no
coincidir con las dominantes en la sociedad475.
473
Velásquez, Derecho penal..., T. I, p. 191.
474
Ossandón, La formulación de tipos penales…, p. 113
475
Muñoz Conde y García Arán, Derecho penal..., pp. 157-158.
476
Ello favorece la pulsión del poder punitivo y es una característica del Derecho penal autoritario (Zaffaroni,
Derecho penal..., pp. 461-462).
477
Al respecto ver: Velásquez, Derecho penal..., T. I, pp. 193-194.
478
Ídem, p. 194.
119
d.1.b. Casos de indeterminación de la consecuencia jurídica
Se trata de casos de ausencia de taxatividad de penas o de medidas de seguridad:
479
Ídem.
480
Ídem, p. 196.
120
impondrá sin prever ningún sistema de determinación en la Parte general del Código penal.
También cuantías de sanciones exageradas arrasan con este postulado.
121
CAPÍTULO V
LÍMITES AL IUS PUNIENDI
TEMA 2
LÍMITES MATERIALES
EL PRINCIPIO DE CULPABILIDAD
1. Objetivos
a. Precisar qué es el principio de culpabilidad.
b. Identificar cuáles son los fundamentos en que se inspira el principio de culpabilidad.
c. Determinar el contenido y exigencias del principio de culpabilidad.
d. Establecer la relación entre la antijuridicidad y la culpabilidad en sentido amplio.
e. Desentrañar cuáles son las consecuencias dogmáticas de reconocer el principio de
culpabilidad y las formas en que se vulnera este principio.
f. Verificar como los postulados del principio de culpabilidad son o no materializados en el
ordenamiento jurídico chileno.
2. Caso de introducción
El día 19 de abril de 2007, en horas de la mañana, en la intersección de Américo
Vespucio con Avenida Presidente Eduardo Frei Montalva, comuna de Conchalí, el
imputado Felipe Fuentes, en compañía de un sujeto no identificado, interceptaron a la
víctima don Samuel Raipan Raipan en un paso nivel y le exigieron la entrega de las
especies que éste portaba, amenazándolo con un arma corto punzante. Al intentar huir, el
afectado enredó su pantalón en un fierro que estaba en el paso nivel y se fracturó el tobillo
del pie derecho, procediendo el imputado a golpear a la víctima, con golpes de puño y a
sustraerle una mochila y un anillo que la víctima portaba.
La víctima y quedó con moretones producto de los golpes de puño y con fractura
que tarda en sanar aproximadamente 40 días con igual tiempo de incapacidad.
122
3. Introducción
Los límites materiales al ius puniendi se dirigen al contenido de la decisión y a
diferencia de los límites formales, puede no consistir en la negación de la pena sino en una
disminución de la intervención punitiva481.
De acuerdo con el principio de culpabilidad “no hay pena sin culpabilidad o nulla
poena sine culpa”, de manera que se trata de un presupuesto de la pena482. No obstante la
importancia del principio en comento, su contenido exacto aun no ha sido completamente
dilucidado, toda vez que el término se utiliza como categoría del delito (conducta, típica,
antijurídica y culpable), como exigencia de responsabilidad subjetiva a título de dolo o
imprudencia, en el ámbito del injusto por parte de la doctrina, como medida o límite de la
pena, incluyendo, en este sentido al principio de proporcionalidad. Incluso, Bustos y
Hormazabal afirman que el principio de culpabilidad está vacío de contenido y su análisis
sólo se justificaría por razones históricas y sostienen que la necesidad de dolo o culpa (es
decir, la prohibición de responsabilidad objetiva) se deriva del principio de exclusiva
protección de bienes jurídicos y se concreta en el concepto de tipicidad; la proporcionalidad
es un principio distinto y la necesidad de que exista una conducta que se le atribuya al
individuo pertenece a la teoría del injusto y no de la culpabilidad483. Gimbernat por su
parte, junto con criticar la idea de culpabilidad debido a la indemostrabilidad del libre
albedrío484, propone su eliminación y sustitución por el juicio de necesidad preventiva de
pena485 debido a que sus consecuencias o garantías que se suelen derivar de él, pueden ser
alcanzadas por otros medios486.
481
Piña, Derecho penal..., p. 294.
482
Romeo Casabona, Derecho penal…, p. 48
483
Bustos y Homazabal, Lecciones…, pp. 157-158.
484
Sostiene Gimbernat: “Esta actitud en la que se ha colocado la mayoría de los representantes de la ciencia
del Derecho penal es, a la larga, insostenible. Insostenible porque no se puede profesar el «principio de
culpabilidad», oponiéndose, así, a los resultados de ciencias como la psicología y el psicoanáhsis dedicados
precisamente a estudiar las motivaciones del comportamiento humano, y pensar —o confiar— en que esas
ramas del saber van a abstenerse de intervenir, tolerando que los juristas hagan profesiones de fe sobre una
cuestión en que los especialistas piensan de manera muy distinta, a saber, de esta manera: Aunque en
abstracto existiera el libre albedrío, lo que en cualquier caso es imposible es demostrar si una persona
concreta en una situación concreta ha cometido libremente o no un determinado delio: si un psicoanalista,
contando con el constante esfuerzo del paciente por colaborar y por superar sus inhibiciones y después de
largos años de tratamiento psicoterapéutico, sólo aproximada e inseguramente puede llegar a constatar, sobre
la base de hipotéticas explicaciones que nunca encuentran confirmación absoluta, qué peso tienen y cuáles
son los factores que determinan el comportamiento del analizado, ¿cómo va a poderlo conseguir el no
especialista (el juez) en el tiempo muchísimo más limitado de que dispone? La conducta depende de tal
multitud de elementos que cae fuera de las posibilidades humanas abarcarlos y averiguar cómo han actuado
en el caso concreto: un hombre —con sus siempre limitados conocimientos— no puede juzgar a otro hombre”
(Gimbernat, “¿Tiene un futuro la dogmática jurídicopenal?”, en Estudios de Derecho penal, Editorial Tecnos,
1990, p. 144).
485
En tal sentido, Gimbernat afirma que: “De la misma manera que el padre castiga al niño pequeño —
evidentemente inculpable— cuando se comporta mal, a fin de, mediante la privación de cariño, forzarle a
reprimir aquellos impulsos cuya satisfacción perjudican al niño o a los demás, así también la sociedad, aunque
no se puede constatar si el comportamiento prohibido tiene su origen en una libre decisión de voluntad, tiene
que acudir a la pena: para reforzar aquellas prohibiciones cuya observancia es absolutamente necesaria, para
evitar, en la mayor medida posible, la ejecución de acciones que atacan las bases de la convivencia social,
para conferir en fin a tales prohibiciones —con la amenaza y con la ejecución de la pena cuando no sean
respetadas— un especial vigor que eleve en la instancia de la conciencia su efecto inhibidor. En un Derecho
123
Así las cosas, en este acápite determinaremos el contenido del principio de
culpabilidad, sus exigencias y formas en que suele ser vulnerado.
penal así concebido, la pena no es ya algo irracional sino racional, es más razonable. Es un elemental recurso
al que tiene que acudir el Estado para hacer posible la convivencia entre los hombres. Existe un abismo entre
pensar que la pena puede imponerse con «buena conciencia» por que es la justa retribución por el daño
libremente causado —en este caso está justificado el sufrimiento del delincuente, y si la ejecución de la pena
experimenta una dulcificación por motivos de prevención general o especial, ello sucede, en el fondo, con el
convencimiento de que con ello la sociedad está renunciando a un «derecho» que le corresponde, única y
exclusivamente porque el «merecido» sufrimiento del delincuente tal vez esté en contradicción con la también
importante tarea del Estado de impedir, en lo posible, la comisión de delitos — y concebir la pena «como una
amarga necesidad dentro de la comunidad de seres imperfectos que los hombres son» —si así se piensa,
entonces «las sanciones deben de ser conformadas de tal manera que, cuando sea necesario y posible, sean
eficaces para la reintegración del condenado en la libre comunidad jurídica o, por lo menos, causen el menor
daño posible» Gimbernat, “¿Tiene un futuro…?”, pp. 148-149.
486
Gimbernat, “¿Tiene un futuro…?”, pp. 151 y ss.
487
Mir Puig, Derecho penal..., p. 132.
488
Al respecto, ver los art. 4 del Cpp., 8 de la CADH y el art. 14 del PIDCP. Los pactos internacionales antes
citados, han sido incorporados al ordenamiento jurídico chileno a través del inc. 2 del art. 5 de la Cpr. Si bien
el rango que dichos instrumentos es materia de discusión en Chile, tratándose de acuerdos que ha asumido el
Estado con sus pares, opino que los derechos que garantizan tienen rango constitucional.
489
Luzón Peña, Lecciones…, pp. 26-27.
490
Cury, Derecho penal…, p. 390.
491
Roxin, Derecho penal…, pp. 99 y ss.
492
Winter critica a Roxin porque su teoría no está complementada con un concepto previo de culpabilidad que
pueda ser funcional a esta determinación. Por el contrario, su concepto normativo de culpabilidad como
124
Este concepto ha sido criticado porque la posibilidad limitada de graduar los
elementos de la culpabilidad como elemento del delito, no permite comprender cómo la
culpabilidad puede representar el límite principal de la medida de la pena, ya que las
características de la culpabilidad como elemento del delito tienen un carácter dicotómico,
es decir, existe o no culpabilidad, de modo que al asumirlo como medida de la pena falta
agregar una dimensión adicional al principio de culpabilidad que no está contenida en el
elemento del delito493. En tal sentido, pensamos que en verdad el principio que sirve para
graduar la gravedad del hecho no es la culpabilidad, sino el principio de proporcionalidad
como límite independiente al ius puniendi.
En la teoría del delito el término culpabilidad se usa en sentido estricto, como
contrapunto a la antijuridicidad, desde que se impuso la distinción de antijuridicidad y
culpabilidad en el concepto clásico de delito de von Liszt y Beling494. El paso del concepto
psicológo de la culpabilidad a la culpabilidad como juicio de reproche porque el sujeto que
obró antijurídicamente podía actuar de otro modo, ha conllevado un contenido metafísico y
moralizante que presupone la libertad de voluntad o libre albedrio del sujeto, carente de
base empírica e indemostrable, con lo cual la culpabilidad pierde su capacidad de limitar el
Derecho penal, porque sí el sujeto podía actuar de otro modo no hay razón para exigir que
el Derecho penal se limite, por lo que hay que replantear su contenido, entendiendo por
culpabilidad la posibilidad de imputar un suceso negativo a determinado sujeto, reuniendo
en su sentido más amplio, todas las exigencias que se desprenden de la necesidad de limitar
la pena a los hechos atribuibles a un sujeto en un Estado democrático de Derecho 495/496. En
elemento del delito es completamente incompatible con esta concepción, donde el juicio que se hace es el de
ausencia de causales de exculpación, más que como un reproche (Winter, “Situaciones actuales en la frontera
del principio de culpabilidad” en REJ, Nº 17, Año 2012, p. 109).
493
Winter, “Situaciones actuales en la frontera del principio de culpabilidad”, p. 109.
494
Mir Puig, “Sobre el principio de culpabilidad como límite de la pena” en Estado, Pena y Delito, Editorial
B de F, 2006, pp. 198-201.
495
Mir Puig, “Sobre el principio de culpabilidad...”, pp. 200-202.
496
Siguiendo a Mir Puig la culpabilidad como categoría del delito debe fundarse en la necesidad de la pena
que existe ante los sujetos normales y que no concurre respecto de quienes actúan en alguna de las causas de
exclusión de la culpabilidad. El castigo de los inculpables no es necesario frente a la colectividad dado que
ésta no lo exige ni se escandaliza por su impunidad, por lo que no se opone a la eficacia de la prevención
general. Tampoco la sanción es necesaria en función de fines preventivo-especiales, porque en hipótesis de
peligrosidad del autor inculpable es posible acudir a medidas de seguridad, más adecuadas que la pena, toda
vez que el no-culpable es, en principio, un sujeto “no motivable mediante normas” y, por ello, no origina una
necesidad preventiva de pena. No se considera justo en un Estado democrático de Derecho castigar a quien,
pese a ser motivable, decidió la comisión del delito bajo un estado de motivación anormal. Si bien el
inculpable sigue siendo motivable normativamente, ello no implica que su decisión sea fruto de un proceso de
motivación normal, pues en el no-culpable concurren condiciones personales o situaciones que disminuyen,
por debajo del límite de lo normal, las posibilidades de que dispone el sujeto a priori para ser influenciado por
el llamado normativo, por lo que el fundamento material del concepto de culpabilidad es la normalidad
motivacional. Porque los inculpables son motivables mediante normas tiene sentido frente a ellos la
prevención de delitos, es necesario introducir un momento normativo esencial para limitar la posibilidad de
castigo en aras de la prevención, porque en un Estado democrático de Derecho, no se considera justo llevar el
deseo de la prevención hasta castigar a quien actúa sin una capacidad normal de ser motivado por la norma y
no se considera justo porque quien actúa en condiciones o bajo situaciones en que la decisión delictiva no es
producto de un proceso de motivación normal, dispone de menos posibilidades para ser infiuenciado
(motivado) por la norma y ,por ello, tiene una capacidad inferior para cumplir el mandato normativo que la
capacidad que tiene un sujeto que decide bajo condiciones de normalidad motivacional imponer al primero,
pese a ello, la pena prevista para el segundo, supondría sancionar con una dureza desigualmente excesiva una
125
sentido estricto, como utiliza el término culpabilidad la teoría del delito, se refiere a las
exigencias que permiten la atribuibilidad del hecho a su autor, sin necesdidad de acudir a la
idea de la libertad de la voluntad497. Sólo cuando se impone a alguien la pena por algo que
pueda considerarse obra suya en cuanto ser racional, se respeta la dignidad humana, toda
vez que conforme a la seguridad jurídica, el ciudadano debe poder confiar en que
dirigiendo su actuación en el sentido de las normas jurídicas racionalmente, no va a poder
ser castigado498.
Por lo tanto, según nuestra opinión, el principio de culpabilidad comprende un
conjunto de exigencias subjetivas que fundamentan la responsabilidad penal y que
atraviesan tanto al injusto como al juicio de imputación personal (culpabilidad), de manera
que se encuentran comprendidas las exigencias de responsabilidad personal o por el hecho
propio, la responsabilidad subjetiva a título de dolo o imprudencia, responsabilidad por el
hecho y no por el caracter y la posibilidad de imputar personalmente el hecho a su autor
(imputabilidad, consciencia de la ilicitud y exigibilidad) o culpabilidad en sentido estricto.
Del mismo modo, según la concepción que defendemos la medición de la pena en
proporción a la gravedad del hecho antijurídico o principio de proporcionalidad, es un
principio independiente al de culpabilidad499/500/501, pese a que con frecuencia se encuentran
desobediencia normativa que un hombre normal comprende y disculpa, porque advierte que se debe a una
inferioridad decisiva de las condiciones de resistencia del autor frente a la tentación criminal. La normalidad
de las posibilidades de motivabilidad constituye un límite normativo a las exigencias de prevención, en
términos que la culpabilidad no falta por no ser necesaria la pena, sino viceversa, que la posibilidad de pena
encuentra un límite normativo en la falta de responsabilidad penal. El sujeto penalmente responsable lo es no
porque tuviera capacidad normal de motivación o de motivarse, en el sentido de que pudiera haberse
motivado a sí mismo en una medida normal a actuar de otro modo -lo que ciertamente supondría la libertad
humana-, sino porque pudo ser y fue motivado normalmente. No puede sostenerse que quien actúa en
condiciones de anormalidad motivacional tiene menos posibilidades de evitar el delito que el sujeto que actúa
en condiciones de normalidad, dado que ello importaría afirmar que dispone de libertad; sino que puede
sostenerse que el rimero tiene menos posibilidades de ser determinado por la norma jurídica a no cometer
delito. La categoría culpabilidad (imputación personal) es entendida como una imputación o atribución de
carácter normativo del desvalor de injusto a su autor, por lo que no se castiga una culpabilidad del sujeto, sino
que sólo se exige que el hecho penalmente antijurídico, lo único que el Derecho desea prevenir, sea imputable
penalmente a su autor. La culpabilidad se entiende como como la posibilidad de relacionar o atribuir el hecho
al sujeto que lo ejecuta. La consecuencia radica en que la imputación personal no tiene una gravedad propia o
una gravedad que le transmite el injusto. Todo el desvalor proviene del injusto penal y no de la culpabilidad,
por lo que ésta no puede servir para medir o fíjar la cuantía de la pena la que viene determinada por la
gravedad del injusto penal y se gradúa en conformidad con el principio de proporcionalidad. La culpabilidad
opera como presupuesto y límite de la pena, pero no como su medida y, por ello, sólo es susceptible de ser
constatada y, en su caso, disminuir la sanción penal, pero no puede importar mayores cuantías de pena. La
culpabilidad (imputación personal) existe o no existe o, en su caso, se verifica en menor medida (y por ello se
mantiene o se atenúa la pena correspondiente al injusto), pero no es posible una mayor culpabilidad que se
traduzca en una mayor sanción. La culpabilidad es la posibilidad de imputar al sujeto dicho injusto que
dpuede darse por completo, estar disminuida, o faltar totalmente. Cuando la culpabilidad es completa todo el
desvalor del injusto penal puede imputarse al sujeto cuando la culpabilidad está disminuida no puede
imputarse totalmente el desvalor del injusto. La culpabilidad no aumenta la gravedad del hecho a imputar sino
que condiciona la posibilidad de imputar dicho hecho, con su gravedad, ya sea completamente o en forma
disminuida (Un excelente resumen de la postura de Mir Puig se encuentra en Besio, Los criterios…, pp. 233-
238).
497
Ídem, p. 202.
498
Ídem.
499
Mir Puig, Derecho penal…, pp. 132-133 y en Mir Puig, “Sobre el principio de culpabilidad...”, pp. 198-
207 y en Besio, Los criterios…, p. 239.
126
opiniones sobre todo en autores alemanes, quienes influenciados por el parágrafo 46 del
Cp. alemán, sostienen que la culpabilidad es la medida de la pena502, afirmación que no
compatimos503.
500
Bacigalupo, junto con sostener que las garantías que comprende el principio de culpabilidad se refieren
tanto a los presupuestos de la pena como a la individualización judicial de la pena, afirma que las garantías
del principio de culpabilidad consisten en que no es admisible la responsabilidad por el resultado
(responsabilidad objetiva) sin la concurrencia de dolo o imprudencia; se debe reconocer el error sobre los
hechos y sobre la antijuricidad penal; sólo puede ser responsable quien tenga las condiciones espirituales para
poder cumplir con el Derecho; la pena debe ser proporcionada a la gravedad de la culpabilidad; y las
necesidades de prevención general o especial no pueden justificar una pena que sea más grave que la
gravedad de la culpabilidad (Bacigalupo, Derecho penal…, p. 170).
501
Zugaldía Espinar afirma que el principio de culpabilidad tendría una doble incidencia en el sistema de
responsabilidad penal: 1. En primer lugar, a nivel de presupuestos de la pena, el principio de culpabilidad
condiciona el sí o el no de la pena. Desde esta perspectiva, se admite generalizadamente que el principio de
culpabilidad conlleva la siguientes exigencias Primera: El juicio de culpabilidad debe referirse al hecho
realizado por el autor. El concepto de culpabilidad del que se parte lleva implícita la idea según la cual –al
margen del denominado Derecho Penal “de autor”- siempre que nos referimos a la culpabilidad del autor, nos
estamos refiriendo, no a una culpabilidad por su forma de ser o por su forma de conducirse en la vida, sino a
la culpabilidad por el hecho que ha realizado. Segunda: Debe reconocerse efectos jurídicos al error sobre los
hechos. No es admisible la responsabilidad objetiva o por el mero resultado, sin dolo o imprudencia del autor.
Los casos en los que el autor realiza un tipo penal sin conocer, ni haber podido conocer, la peligrosidad de su
acción respecto de la realización del tipo, constituyen supuestos en los que no se ha tenido la posibilidad de
conducir la acción de forma que se evitara la lesión o la puesta en peligro del bien jurídico. Desde este punto
de vista, el autor no ha podio motivarse por las normas (que solo pueden prohibir acciones dolosas o
imprudentes) y no es culpable. Tercera: Debe reconocerse efectos jurídicos al error sobre la ilicitud de los
hechos. Solo el que ha tenido la posibilidad de conocer la ilicitud de su acción ha podido motivarse por las
normas. El autor que ni siquiera ha tenido la posibilidad de saber que su acción era ilícita no ha sido accesible
al mandato normativo y por consiguiente no es culpable. Cuarta: Solo puede ser responsable criminalmente
quien tenga capacidad de culpabilidad (o imputabilidad) por ser capaz de comprender la ilicitud de sus actos y
de actuar conforme a dicha compresión. Quien debido a una anomalía o alteración psíquica no está en
condiciones de saber el significado de sus acciones o de actuar conforme a esa comprensión, no es accesible
al mandato normativo y tampoco es culpable. 2. En segundo término, a nivel de la individualización judicial
de la pena, el principio de culpabilidad –puesto que la culpabilidad es una magnitud mensurable- determina el
quantum de la pena que es lícito imponerle al autor culpable, en el sentido de que las necesidades de
prevención (general o especial) no pueden justificar en ningún caso la imposición de una pena que supere la
adecuada a la gravedad de la culpabilidad del autor por el hecho. Una mayor culpabilidad del autor lo único
que permite es agotar la pena adecuada a las exigencias preventivas (ya que es en ellas en las que se
fundamenta la pena misma) (Zugaldía Espinar, “El principio de culpabilidad en las reformas penales”, en
Homenaje al profesor Dr. Rodriguez Mourullo, Editorial Thomson Civitas, 2005, pp. 1094-1095).
502
El parágrafo 46 StGB condiciona el sistema alemán de medición de la pena porque obliga expresamente al
juez a decidir la pena en función de la culpabilidad del autor, categoría de medición al interior de la cual se
ponderaría también el desvalor de injusto del hecho. Así, bajo la estructura de la teoría del espacio de juego:
dado que la culpabilidad opera generando un ámbito de pena al interior del cual se decidirá luego la cuantía
específica de sanción; en la construcción de ese sub-marco adecuado a la gravedad de la culpabilidad ya
incide el injusto del hecho,en términos tales que, por ejemplo, si el desvalor de injusto es mayor también será
mayor la pena adecuada a la culpabilidad. En ese evento, entonces, el sub-marco adecuado a la culpabilidad
del autor se verá influenciado por el mayor desvalor de injusto del hecho y la culpabilidad será “más grave”
en razón del desvalor que le ha transmitido el injusto, generando, por ello, un mayor ámbito de penas (sub-
marco) al interior del que se fijará la cuantía específica de sanción. El parágrafo 46 StGB tiene una notoria
influencia en la teoría alemana de la determinación de la pena y es tomada por parte de la doctrina española
sobre individualización judicial de la pena y en la discusión sobre la función de la categoría culpabilidad en
dicha tarea, lo que se constata en el objetivo asociado a la búsqueda de la pena adecuada a la culpabilidad o a
la gravedad de la culpabilidad como tarea principal del juez en la fase de individualización judicial de la pena,
para luego tomar en consideración en la cuantificación exacta de la sanción criterios de índole preventivos.
127
También en la idea de culpabilidad como límite máximo de exigencias preventivas. Ello llama la atención
porque el sistema legal español no obliga normativamente a buscar la pena adecuada a la culpabilidad del
autor ni a constituir la culpabilidad como fundamento o base de la tarea de individualización judicial de la
pena, sino que sólo condiciona dicha labor a los criterios legales de gravedad del hecho y circunstancias
personales del autor del ilícito (de hecho, sin hacer referencia explícita a la culpabilidad). Tampoco el Código
penal chileno obliga a determinar la pena en base a la culpabilidad y menos en la determinación judicial de la
pena, toda vez que el art. 69 del Cp. obliga al juez a tener en cuenta las circunstancias modificatorias de la
responsabilidad penal y la mayor o menor extensión del mal causado con el delito, es decir, aspecto que
juegan a nivel de injusto y no de culpabilidad. Por lo tanto, si la culpabilidad debe ser considerada en la
medición de la pena no resulta condicionada por un expreso mandato normativo en el Código penal chileno,
como sucede en el caso del sistema alemán en virtud de lo preceptuado en el parágrafo 46 StGB (Besio, Los
criterios…, pp. 242-244).
503
La idea de culpabilidad como presupuesto y límite de la pena se asocia a una justificación peventiva del
Derecho penal y en general a la teoría de la motivabilidad por las normas y rescata y maximiza la función de
garantía de la culpabilidad. La imputación personal es un presupuesto de la pena, porque sin ella no es posible
afirmar la existencia de responsabilidad penal. La culpabilidad no es un criterio de medición de la sanción,
sino un proceso de atribución normativa del hecho antijurídico a su autor, es decir, constituye un presupuesto
de la pena, además de un límite a su imposición, porque impide que ésta sea asignada sin que se verifiquen los
elementos que permiten la atribución del injusto a su autor, pero carece de funcionalidad directa para obrar
como baremo de cuantificación de la pena, en tanto proceso de atribución o imputación de carácter neutro o
sin un contenido de desvalor susceptible de graduación. La culpabilidad carece de gravedad que pueda servir
para su transformación en una medida de pena, porque toda la gravedad del delito se encuentra en el injusto
penal que luego es atribuido a su autor. El referente de esta concepción es Horn y su teoría de la culpabilidad
entendida como filtro o cedazo del injusto en la individualización de la pena. Horn sostiene que la
culpabilidad es un presupuesto de la pena por el hecho antijurídico. El culpable no es castigado por su
culpable acción injusta, sino por su acción injusta dentro del marco de su culpabilidad. Todo ello no modifica
en nada la necesidad de una gradación de la culpabilidad. El quantum de la culpabilidad no tiene un peso
propio en la evaluación de la medida de la pena; no se añade nada nuevo que no estuviese ya ahí procedente
de lo injusto. La culpabilidad es sólo un cedazo por el que tiene que pasar en su camino a la medida de la
culpabilidad el quantum del injusto. Con un quantum de culpabilidad sólo se determina el espesor de malla
del cedazo. Con escasa culpabilidad queda retenido mucho injusto, la medida de la pena resulta relativamente
pequeña; con plena culpabilidad queda adeudado en cuenta, al determinar la pena, todo lo injusto realizado (la
opinión de Horn es citada en Besio, Criterios…, pp. 247-249; Gimbernat, “El sistema del Derecho penal en la
actualidad”, en Estudios de Derecho penal, Editorial Tecnos, Madrid, 1990, pp. 176-177; Couso Salas,
“Fundamentos ...”, pp. 539-540; y Crespo, “Prevención general...”, pp. 241-242). Es una concepción
expresiva del componente de garantía que representa la categoría culpabilidad, que sólo adquiere
funcionalidad para excluir o reducir la pena; y no para agravarla. El eje central de dicha concepción es
compartida Mir Puig, Luzón Peña, Gimbernat, Crespo y en Chile por Couso, aunque con diferencias de
perspectiva (Besio, Criterios…, p. 249). Mir Puig sostiene que la culpabilidad (imputación personal) es la
posibilidad de atribuir o imputar el hecho antijurídico a un sujeto y por ello se castiga el ataque antijurídico a
un bien jurídico. Sólo puede castigarse al autor de dicho ataque si le es atribuible bajo ciertas condiciones que
permitan afirmar su culpabilidad. El principio de culpabilidad no contiene la proporcionalidad entre la pena y
la gravedad del delito, porque la culpabilidad es entendida como posibilidad de relacionar un hecho con un
sujeto, y no como posibilidad de convertir en demérito subjetivo el hecho realizado, la culpabilidad no indica
la cuantía de la gravedad del mal que debe servir de base para la graduación de la pena. Dicha cuantía viene
determinada por la gravedad del hecho antijurídico del cual se culpa al sujeto. Es la antijuricidad la que
delimita el ámbito de lo prohibido, aquello que el Derecho penal intenta prevenir, por lo que la pena sólo
puede fundarse en la comisión del injusto. La culpabilidad es sólo condición de atribución del injusto a su
autor. Por eso no puede agravar, sino sólo, en su caso, atenuar o excluir la pena. Toda la fundamentación de la
gravedad del hecho corresponde al injusto penal, la imputación personal sólo condiciona la atribución total o
parcial de dicha gravedad o impide por completo la atribución o funciona como un filtro que sólo deja pasar
una parte del desvalor del injusto penal. La teoría culpabilidad es depurada de elementos morales o subjetivos
que puedan aumentar la cuantía de la pena. Lo único que interesa -normativamente- es la verificación de las
condiciones que permiten atribuir el injusto a su autor y, consecuencialmente, esas condiciones (que
conforman la categoría culpabilidad) son susceptibles de constatarse o, en su caso, de verificarse en una
128
En los sistemas clásico y neoclásico de la teoría del delito, los elementos subjetivos
estaban agrupados en el ámbito de la culpabilidad y de ahí que la categoría de la
culpabilidad como elemento del delito tendiera a coincidir con la mayor parte del contenido
del principio de culpabilidad. Sin embargo, a partir del finalismo de Welzel el análisis del
dolo y la imprudencia fue trasladado hacia el injusto y específicamente al tipo penal. Si
bien en la actualidad dolo e imprudencia siguen siendo analizados en el ámbito del tipo, las
teorías funcionalistas mantienen dicha estructura de análisis por razones distintas de las de
Welzel. En efecto la mayoría de la doctrina no sostiene la existencia de estructuras lógico
objetivas y, en particular, rechaza la teoría de la acción final. De esta manera, hoy en día la
exigencia de responsabilidad subjetiva a título de dolo o imprudencia, pertenece al análisis
menor medida de lo exigible, por lo que permiten o mantener el contenido de desvalor propio del injusto que
se atribuye al autor o disminuirlo. La culpabilidad, en consecuencia, no se reprocha ni se retribuye, sino que
sólo opera como una garantía que excluye o posibilita, en su caso, la atribución completa o parcial del injusto
penal a su autor (MirPuig, en Mir Puig, “Derecho penal...”, L. 26, marg. 2 y en “El principio de
proporcionalidad ...”, p. 1382). Couso Salas, sostiene que la funcionalidad de filtro del injusto ejercido por la
culpabilidad es correcta en el sentido de que la culpabilidad en un Derecho preventivo no sirve para
fundamentar ni para agravar la responsabilidad, sino que sólo para excluida o reducida, puesto que la
gravedad del hecho radica en el injusto penal; pero escuestionable en la medida de que producto de su
operación como filtro del injusto, la culpabilidad adquiere la gravedad propia del injusto que ha previamente
filtrado. De esa forma, la culpabilidad es como un receptáculo donde cae el injusto que logró pasar por el
filtro o cedazo ejercido por la propia culpabilidad y, por ello, adquiere la gravedad propia del injusto (que en
ese caso le viene prestada del injusto que logró traspasar el cedazo) y, por ello, indirectamente, adquiere un
desvalor que es al que, se responde con un nivel correspondiente de magnitud de pena (Couso Salas,
“Fundamentos ...”, pp. 538-540). Se trata de la capacidad ascensional de la culpabilidad, que alude a la
posibilidad de que la culpabilidad adquiera una mayor gravedad (aumente) a través de la mayor gravedad del
injusto. Couso sostiene que la tesis de Horn y su consecuencia tienen sentido solamente en el sistema alemán,
que obliga a buscar una pena adecuada a la culpabilidad del autor (parágrafo 46 StGB), pues en ese contexto
la capacidad ascensional de la culpabilidad puede tener un sentido garantista en la medida que impide
decisiones sobre medición de la pena (especialmente, de mayor pena) en base a criterios retributivos, y exige,
en cambio, decidir esas cuestiones de la mano de criterios preventivos, que en opinión de Couso son los que
influyen en la gravedad del injusto. Pero dado que en el sistema normativo español no existe una norma que
exija medir la pena a partir de la culpabilidad del autor, resulta innecesario ese giro. Couso sostiene que el
receptáculo para el injusto ya filtrado por la culpabilidad podría encontrarse en el concepto de merecimiento
concreto de pena, en tanto categoría de individualización judicial, que equivaldría a la expresión de la
cantidad de injusto que, en sede de imposición y ejecución de la pena, en principio hace necesario, justo y
posible intentar un efecto preventivo-general de confirmación de la seriedad de la amenaza penal (Couso
Salas, “Fundamentos ...”, pp. 540-541). En esta concepción de la culpabilidad como presupuesto y límite de la
pena, es posible advertir con claridad la maximización de la culpabilidad en tanto garantía del individuo en un
Derecho penal preventivo y respetuoso de la autonomía individual. En un modelo de Estado respetuoso de los
derechos individuales, la culpabilidad limita o impede que la pena impuesta a un sujeto concreto vaya más
allá de las condiciones bajo las cuales fue ejecutado el delito y que son las que permiten hacerla responsable
del mismo. Sin la verificación de esas condiciones no es posible la imposición de pena alguna, pero se
sanciona en razón del hecho mismo; y si éstas se verifican en una medida mayor de lo normal tampoco esto
redunda en perjuicio del sujeto. Del juicio de culpabilidad se eliminan como parámetros de valoración los
componentes subjetivos o del fuero intemo del autor, que sólo pueden ser considerados en el contexto de un
Derecho penal de orientación retributiva, en el que más que sancionar el hecho mismo se castiga por las
razones o motivos que determinaron el hecho. La categoría culpabilidad, entonces, asume la función de
establecer los presupuestos o requisitos bajo los cuales es posible y legítima la respuesta penal por la comisión
de un hecho que interesa prevenir; pero también la garantía de que dicha respuesta no será más gravosa que lo
que permiten dichos presupuestos que legitiman la imposición de la pena (Besio, “Los criterios…”, pp. 250-
253).
129
del injusto y de ahí que el contenido del principio de culpabilidad comprenda tanto el
análisis del injusto como el de la culpabilidad504.
504
Luzón Peña limita el contenido del principio de culpabilidad a la máxima no hay pena sin culpabilidad y a
la exigencia según la cual la pena ha de ser proporcional al grado de culpabilidad, plena o normal o
disminuida. Sin embargo, no parece coherente la postura de Luzón Peña, porque pese a sostener que la pena
debe ser proporcional a la culpabilidad, trata de manera independiente el principio de proporcionalidad, lo que
es contradictorio, toda vez que o se asume que la culpabilidad es la medida de la pena y en consecuencia el
principio de proporcionalidad pasa a formar parte del contenido del principio de culpabilidad o se afirma que
la culpabilidad no sirve para graduar la pena (porque concurre o no concurre) y, en consecuencia, dicha
función debe ser cumplida por el principio de proporcionalidad como principio independiente, como nos
parece correcto. Luego, Luzón Peña estudia de manera independiente los principios de responsabilidad
subjetiva y de responsabilidad personal. En cuanto al principio de responsabilidad subjetiva, argumenta su
estudio autónomo precisamente en la separación del dolo y la imprudencia del ámbito de la culpabilidad, lo
que en su opinión limita el contenido del principio de culpabilidad a la culpabilidad como categoría
independiente del delito, ya que dolo y culpa sólo forman parte de la culpabilidad en los sistemas clásico y
neokantiano. No estamos de acuerdo con este planteamiento, toda vez que reconocer que la evolución de los
sistemas de la teoría del delito, hacia el análisis del dolo y de la imprudencia en el tipo penal, no condiciona el
contenido del principio de culpabilidad, sino que por el contrario, únicamente obliga a reconocer que tanto en
el injusto como en la categoría de la culpabilidad como elemento del delito, cumple su tarea el principio de
culpabilidad penal como límite al ius puniendi (sobre la posición de Luzón Peña respecto del principio de
culpabilidad, proporcionalidad, responsabilidad subjetiva y personalidad de la pena, ver Luzón Peña,
Lecciones…, pp. 25-28.
505
Mir Puig, Derecho penal..., pp. 133-134.
506
Luzón Peña, Lecciones…, p. 27.
507
Mir Puig, Derecho penal..., p. 132.
130
naturales en cuya realización o evitación no han influido ni podido influir508. Si bien lo
anterior implica excluir la responsabilidad colectiva, aunque de una manera bastante
restringida, la ley N° 20.393, estableció la responsabilidad penal de las personas jurídicas
respecto de los delitos previstos en el art. 27 de la ley Nº19.913, en el art. 8° de la ley
Nº18.314 y en los arts. 250, 251 bis y 456 bis A del Cp.; estableciendo normas especiales
relativas al procedimiento para la investigación y establecimiento de dicha responsabilidad
penal, la determinación de las sanciones procedentes y la ejecución de éstas. Las figuras
típicas que dan lugar a la responsabilidad penal de las personas jurídicas son el lavado de
dinero, el financiamiento del terrorismo, el cohecho de funcionarios, casos de asociación
ilícita y asociación ilícita para el lavado de dinero509.
b. El principio de responsabilidad por el hecho y la consiguiente exclusión del
Derecho penal de autor510. Por lo tanto, no pueden castigarse creencias, formas de ser o las
personalidades, porque la responsabilidad del sujeto por su configuración es difícil de
probar. Por lo tanto, sólo las conductas son punibles o, dicho de otra manera, los
pensamientos no son punibles (cogitationis poenam nemo partitur)511. Lo anterior se
relaciona con el principio de legalidad y su exigencia de tipicidad que exige que el núcleo
de la conducta típica se encuentre claramente determinado, lo que fue negado en su
momento por el Derecho penal de autor y por la teoría de los tipos de autor en el
nacionalsocialismo512.
c. La exigencia de responsabilidad subjetiva o principio del desvalor subjetivo de
la conducta Significa que para poder imputar subjetivamente el hecho a su autor, debe
concurrir dolo o imprudencia o de una combinación de dolo e imprudencia en un mismo
hecho513, es decir, esta exigencia opoera como presupuesto de la responsabilidad penal.
Consecuentemente hay que prohibir la responsabilidad por el mero resultado o
inadmisibilidad de la responsabilidad objetiva, según la cual basta la causación de una
lesión para que sea posible la responsabilidad penal, aunque el autor no hubiese podido
prever el resultado, ni éste se deba a imprudencia514. Es insuficiente la mera producción de
un resultado lesivo o la realización objetiva de una conducta nociva para fundar la
responsabilidad penal515, porque no es posible castigar por resultados no imputables a una
508
Luzón Peña, Lecciones…, p. 27.
509
En estos casos no resulta aplicable lo dispuesto en el inciso segundo del art. 58 del Cpp., el cual afirma que
la responsabilidad penal sólo puede hacerse efectiva en las personas naturales.
510
El Derecho penal del hecho, se opone a la posibilidad de castigar el carácter o el modo de ser como sucede
en un Derecho penal de autor que adhiere a la teoría de los tipos de autor, en los cuales en lugar de castigar el
homicidio, el hurto, las falsedades, etc. (tipos de conductas), se castiga al homicida, al ladrón, al falsificador,
etc. (Mir Puig, Derecho penal..., p. 134).
511
Los penalistas nacionalsocialistas propusieron que: en lugar de castigar el homicidio, el hurto, las
falsedades, etc. (tipos de conductas), el Derecho penal debía castigar al “homicida”, al “ladrón”, al
“falsificador”, etc... (tipos de autor) (Mir Puig, Derecho penal..., pp. 132-134).
512
Mir Puig, “Sobre el principio de culpabilidad...”, p. 203.
513
Intencionalmente se ha preferido no utilizar la expresión delito preterintencional debido al tinte psicológico
que dicha terminología implica no acorde con los conceptos actuales de dolo e imprudencia más cercanos al
elemento cognoscitivo.
514
Mir Puig, Derecho penal..., pp. 125-126.
515
Mir Puig, Derecho penal..., pp. 125-126.
131
conducta dolosa o imprudente del autor del hecho516. Para ser responsable penalmente, el
sujeto debe tener las condiciones espirituales para cumplir con el Derecho. Por lo tanto, hay
que reconocer efecto al error sobre los hechos (error de tipo) y sobre la antijuridicidad
(error de prohibición)517. Conforme a la exigencia de de imputación subjetiva, no deberían
existir delitos cualificados por el resultado que son aquellos en que la pena por la comisión
dolosa de una conducta se exaspera si, a causa de ella, se producen resultados más graves,
aunque no hayan sido previstos por el agente o, incluso, ni siquiera sean previsibles518. En
estos casos, por producirse un resultado más grave, el hechor debe sufrir una pena mayor,
aunque no sea culpable, lo que supone imponer una responsabilidad penal que no requiere
dolo ni imprudencia519. Tampoco debería admitirse el versari in re illicita, formulado por
canonistas y juristas medievales según el cual, si la actuación inicial es ilícita, se responde
de todas sus consecuencias aunque sean imprevisibles o fortuitas. La formulación completa
del principio del versari era: versari (o qui versatur) in re illicita, respondeat etiam pro
casu, o sea, tratándose de una actuación ilícita, se responderá incluso del caso fortuito o por
las consecuencias imprevisibles520. En virtud del principio de culpabilidad, el que ejecuta
una conducta antijurídica, no debería responder, a título de dolo, por todas las
consecuencias que deriven de ella, máxime si se trata de consecuencias imprevisibles y no
dominables por el agente521. Además, desde un punto de vista penológico, la pena del delito
doloso debe ser mayor que la del delito imprudente y si ni siquiera concurre imprudencia,
porque el sujeto actuó con el cuidado que le era exigible, no cabe imponer pena alguna522,
porque la mala suerte no se castiga.
d. La necesidad de culpabilidad en sentido estricto. El término culpabilidad es
utilizado, como una categoría que completa la estructura del delito. Es decir, para que
exista delito, no basta con la comisión de una conducta, típica, y antijurídica, sino que se
requiere además, que el hecho antijurídico pueda ser imputado personalmente a su autor por
haberlo realizado, en una situación de normalidad motivacional. A este concepto
tradicionalmente se le conoce con el nombre de culpabilidad en sentido estricto y requiere
que el sujeto obre en condiciones de imputabilidad, con conciencia de la ilicitud y en
circunstancias normales en las cuales le sea exigible acatar el Derecho, como fundamento
de la pena523. En este sentido es usado el término culpabilidad como garantía
constitucional, de acuerdo al aforismo no hay pena sin culpabilidad como fundamento y
límite de la potestad punitiva del Estado, de la justificación de la intervención estatal a
través de la pena, y de la legitimidad del Derecho penal de culpabilidad 524. Por lo tanto,
nadie puede ser castigado por la ejecución de un hecho antijurídico si no ha obrado
516
Corcoy Bidasolo, “Fallo: A. Cabello, Salvador. Concepto dogmático y procesal de dolo. ¿Puede probarse
la existencia de dolo en el tráfico viario?, Documento inédito, p. 3 y Bacigalupo, Derecho penal..., p. 170 y
Luzón Peña, Curso del Derecho penal..., p. 535.
517
Bacigalupo, Derecho penal..., p. 170.
518
Cury, Derecho penal..., p. 347.
519
Mir Puig, Derecho penal..., pp. 125-126.
520
Luzón Peña, Curso del Derecho penal..., p. 536 y Mir Puig, Derecho penal..., p. 135.
521
Cury, Derecho penal..., pp. 342-343.
522
Luzón Peña, Lecciones…, p. 26 y Mir Puig, Derecho penal..., pp. 125-126.
523
Mir Puig, Derecho penal..., p. 126.
524
Couso, Fundamentos del Derecho penal de culpabilidad. Historia, teoría y metodología, Editorial Tirant
lo Blanch, Valencia, 2006, p. 46.
132
culpablemente525. En este sentido, es una derivación del principio de Estado de Derecho, de
la dignidad humana526 y del derecho al libre desarrollo de la personalidad527. Para que
exista responsabilidad penal, no basta que el hecho sea atribuible objetivamente a su autor,
sino que además es necesario que el hecho pueda serle exigido. Lo anterior se refleja en el
adagio: “Nullum crimen nulla poena sine culpa” o “No hay crimen, no hay pena sin
culpa”, es decir, la sanción penal sólo puede fundarse en la seguridad de que el hecho
puede ser “imputado personalmente a su autor”, por haber obrado en condiciones de
normalidad motivacional528.
525
Orts y González, Compendio de Derecho penal, Editorial Tirant lo Blanch, 2008, p. 66.
526
A aquel a quien le tomamos en serio como miembro y sujeto de comunicación, le podemos reprochar su
conducta, acorde a la teoría de la prevención general positiva. Por lo tanto, si el sujeto no es capaz de
autodeterminar su conducta, no puede ser culpable y lo mismo corre para los enfermos mentales o para los
niños pequeños (Frister, Derecho penal..., pp.74-75).
527
Ídem, p.73.
528
Mir Puig, Derecho penal..., pp. 132-133.
529
Mir Puig, “Sobre el principio de culpabilidad...”, pp. 204-206.
133
responsabilidad subjetiva o gravedad del desvalor subjetivo de la conducta530 y, por lo
tanto, nadie podría ser castigado por la ejecución de un hecho antijurídico con una pena que
rebase su culpabilidad531, lo cierto es que la culpabilidad no indica la cuantía de la
gravedad del mal que debe servir de base para la graduación de la pena, porque dicha
cuantía viene determinada por la gravedad del hecho antijurídico del cual se culpa al
sujeto. La concepción contraria sólo puede ser admitida por quien acepte que la pena no se
impone para prevenir hechos lesivos, sino como retribución de la gravedad de la actitud
interna que el hecho refleja en el sujeto, sin embargo, la medida de la pena no puede
basarse en la culpabilidad, pura atribuibilidad, sino que en el principio de proporcionalidad
de la pena con el delito532.
530
Frister, Derecho penal..., p.73.
531
Orts y González, Compendio de Derecho penal, Editorial Tirant lo Blanch, 2008, p. 66.
532
Mir Puig, “Sobre el principio de culpabilidad...”, p. 207.
533
Bustos, Manual de Derecho penal español, parte general, Editorial Trotta, 1984, p. 356.
534
Cfr. Künsemüller, Culpabilidad y pena, Editorial Jurídica de Chile, 2001, p. 19.
535
Bacigalupo, Derecho penal..., p. 170.
134
Un adecuado análisis del tema, nos obliga a revisar si el principio de culpabilidad se
encuentra contemplado en la Constitución Política de la República, en los tratados
internacionales ratificados por Chile y que se encuentran vigentes y, por último, en nuestro
Código penal.
135
b.1 La exclusión de la responsabilidad objetiva y la presunción legal del dolo del art. 1
del Cp.
La responsabilidad objetiva o atribución de resultados sin un juicio de la
imputación subjetiva, se encuentra proscrita de nuestro sistema.
El art. 1° inc. 2° del Cp., presume voluntarias las acciones u omisiones penadas
por la ley, salvo prueba en contrario. La doctrina nacional discute si dicha disposición da
cuenta de una presunción del dolo o de la conciencia de la ilicitud.
Para Matus y Ramírez, el art. 19 N° 3 inc. 6° de la Cpr., prohíbe presumir “de
Derecho” la responsabilidad penal, por lo que las presunciones simplemente legales no son
inconstitucionales, porque pueden desvirtuarse en juicio, y el art. 340 del Cpp., aun sin
dicha prueba contraria permite al tribunal no condenar, en tanto no le asista la convicción
de la culpabilidad del acusado, disposición particularmente aplicable a la presunción del
dolo del art. 1° inc. 2° del Cp.
Sin embargo, concordamos con Cury, quien objeta aun las presunciones
simplemente legales de culpabilidad, porque vulneran el principio de culpabilidad, ya que
hacen posible la aplicación de una pena sin que se demuestre la culpabilidad del sujeto,
porque se invierte la carga de la prueba, siendo el imputado quien debe probar que no actuó
voluntariamente. El propósito de facilitar la prueba de componentes subjetivos no justifica
la vulneración de la presunción de inocencia536.
Conforme al principio de culpabilidad, se encuentra vedado al legislador presumir
que el sujeto activo desarrollo la conducta típica dolosamente, por lo que nos inclinamos a
sostener que el precepto en comento, contiene una presunción que recae en la conciencia de
la ilicitud, que opera, por lo tanto, en el ámbito de la culpabilidad o imputación persona537.
536
Cury, Derecho penal..., p. 388.
537
En tal sentido la jurisprudencia ha señalado que: “La voz “voluntaria” ha de entenderse referida a la
conciencia de obrar en contra del bien jurídico protegido en el respectivo tipo penal. En la especie, una mujer
contrajo matrimonio en 1940, separándose de hecho de su cónyuge en 1950 y sin tener nunca más noticias de
él. En 1966 inició una nueva convivencia, contrayendo matrimonio con esa persona en 1991. En los
antecedentes de autos, no adquieren los sentenciadores la convicción necesaria sobre la culpabilidad y la
voluntariedad del art. 1° suficiente para condenar a la imputada” (SCA de Santiago, 2 de julio de 1998. N°
LegalPublishing: 20632). Del mismo modo, la Corte Suprema afirma que: “Que, contra lo que se sostiene en
el recurso, la conciencia de que el hecho es ilícito no es un elemento integrante del dolo, para cuya existencia
basta con que el autor conozca que en el caso dado concurren los presupuestos objetivos del hecho descrito
por el tipo respectivo y que quiera realizarlo. Por el contrario, la conciencia de la ilicitud constituye un
elemento autónomo del juicio de reproche, vale decir, de la culpabilidad pues, en efecto, a nadie puede
reprochársele haber ejecutado una conducta si no era consciente de que se encontraba jurídicamente
prohibida, ya que en tales circunstancias carecía de motivos para abstenerse de incurrir en ella. Esta posición,
que es absolutamente dominante en las legislaciones, la jurisprudencia y la doctrina comparada, tiende
también a serlo en la nacional” (SCS, 27 de octubre de 2005. N° LegalPublishing: 33086).
136
autor. Se reacciona en contra del sujeto no por lo que ha hecho sino por “como es”. La
culpabilidad sólo se aprecia por el hecho que se juzga y no por la “manera de vivir de las
personas”, ni por el carácter del individuo, por eso se despenalizaron los delitos de estado,
tales como la vagancia o la mendicidad, aun cuando todavía subsiste la reincidencia538.
538
Cury, Derecho penal..., pp. 388-389.
539
Ídem, pp. 342-343.
540
Ídem, pp. 343-344.
137
La convicción del tribunal sobre la participación culpable del acusado (art. 340 del
Cpp.) puede extenderse legítimamente al elemento que determina la agravación541.
Cury, con razón, sostiene que esta norma es incompatible con la prohibición de
presumir de derecho la responsabilidad penal, art. 19 N° 3 de la Cpr542.
541
En efecto, el art. 340 del Cpp., titulado “Convicción del tribunal”, prescribe que: “Nadie podrá ser
condenado por delito sino cuando el tribunal que lo juzgare adquiriere, más allá de toda duda razonable, la
convicción de que realmente se hubiere cometido el hecho punible objeto de la acusación y que en él hubiere
correspondido al acusado una participación culpable y penada por la ley. El tribunal formará su convicción
sobre la base de la prueba producida durante el juicio oral. No se podrá condenar a una persona con el solo
mérito de su propia declaración”.
542
Cury, Derecho penal..., p. 388.
138
CAPÍTULO V
LÍMITES AL IUS PUNIENDI
TEMA 3
OTROS LÍMITES MATERIALES AL IUS PUNIENDI
1. Objetivos
1. Conocer otros principios limitadores del ius puniendi.
2. Entender que los distintos principios se encuentran vinculados.
3. Dimensionar la importancia de los distintos principios para el Derecho penal en la
interpretación de la ley penal.
2. Principio de subsidiariedad
Conforme al principio de subsidiariedad o de intervención mínima, el Derecho
penal ha de ser la ultima ratio o la extrema ratio o el último recurso al que hay que acudir a
falta de otros menos lesivos543. La tutela penal sólo debe ser activada cuando no existe otro
medio eficaz no penal para salvaguardar el bien jurídico. Sólo se puede intervenir
penalmente cuando es absolutamente necesario para la protección de bienes jurídicos
imprescindibles para la convivencia social, frente a los ataques más graves de que son
objeto544. Se trata de hacer posible la seguridad al menor costo posible para la libertad545,
por lo que el Derecho penal sólo debe activarse cuando los bienes jurídicos no pueden ser
protegidos efectivamente por medios menos lesivos, es decir, sólo cuando existe una
verdadera necesidad de pena su imposición será legítima546. Si por el contrario, bastan
medios informales tales como la educación, la religión, etc., u otros de carácter jurídico-
formal no penal como el Derecho civil, laboral, de familia, etc., han de preferirse a la
herramienta penal, porque ésta constituye la última razón del ordenamiento jurídico547/548.
El principio de subsidiariedad expresa la necesidad de jerarquizar, optimizar y racionalizar
los medios disponibles para responder al problema criminal adecuada y eficazmente549.
El fundamento de este principio radica en la drasticidad del Derecho penal y la
necesidad de no violentar la convivencia social con un uso excesivo de la herramienta
543
Luzón Peña, Lecciones…, p. 22.
544
Muñoz Conde, Introducción…, p. 107.
545
Romeo Casabona y otros, Derecho penal…, p. 45.
546
Ossandón, La formulación de los tipos penales, pp. 425-426.
547
Muñoz Conde y García Arán, Derecho penal..., p. 73; Bustos y Hormazabal, Lecciones de Derecho penal
chileno, T. I, p. 149.
548
Roxin, Derecho penal..., T. I, pp. 65-67.
549
García-Pablos, Introducción…, p. 563.
139
punitiva, debiendo preferirse otros mecanismos cuando pueden obtenerse mejores
resultados preventivos, máxime si se considera que el Derecho penal no es la solución al
problema del crimen y de la criminalidad, porque no es posible la herradicación de sus
factores, sino que sólo su contención a límites tolerables, de manera que la apelación al
Derecho penal debe responder a criterios de necesidad y oportunidad 550. Por lo tanto, el
Derecho penal debe reducirse su intervención a lo estrictamente necesario para cumplir sus
fines de protección social a través de la prevención de hechos lesivos 551. La pena es el
último recurso, por eso es extrema ratio y se define su misión como protección subsidiaria
de bienes jurídicos552. De esta manera es posible cocncluir que la naturaleza subsidiaria del
Derecho penal se vincula con los principios de necesidad de la pena y de proporcionalidad,
toda vez que no se trata de una especie de fórmula mágica que sirve para dar solución a
algunos o a la inmensa mayoría de los problemas sociales, ya que el Derecho punitivo se
limita a unir el injusto del delito con el mal de la pena, pero no restablece la situación de
hecho al estado anterior a la ejecución del delito553.
De respetarse este principio las consecuencias deberían ser las siguientes: a)
Cuantitativamente: debería traducirse en una tendencia a reducir el número de tipos
penales; y b) Cualitativamente: Solo deberían ser incriminadas conductas que afecten
bienes jurídicos, relevantes para los ciudadanos, porque permiten la vida en comunidad y,
por lo tanto, no deberían incriminarse conductas meramente formales que no afectan un
bien jurídico554, tales como la derogada mendicidad o los actuales delitos de sodomía
consentida o el delito de incesto, figuras que en estricto rigor únicamente protegen
cuestiones de orden moral.
En la actualidad, el legislador le ha restado operatividad a este principio555/556 a
través de la anticipación de la intervención penal mediante la técnica de los delitos de
peligro abstracto y con la utilización del Derecho penal con una función meramente
simbólica, propendiendo al proceso de expansión del Derecho penal actual, propisiado
entre otras causas, por el Derecho penal de la sociedad del riesgo. Así, se habla de un
Derecho penal de dos o incluso tres velocidades, según los distintos grados de garantías de
que este datada cada velocidad, como si existiesen ciudadanos de primera, segunda y
tercera clase, correspondiendo al último escalón, el llamado Derecho penal del enemigo,
término acuñado por Jakobs, cuya intervención anticipada, más dura y con menos garantías
implica la negación a sus destinatarios (delincuentes habituales o profesionales
especialmente vinculados a organizaciones criminales vinculadas al terrorismo, tráfico de
drogas y de personas, etc., que atacan o amenazan la identidad social) de su status de
ciudadano por su peligrosidad y la gravedad de sus hechos, lo que justificaría introducir
excesos en la reacción contra enemigos, rechazables porque las garantías materiales y
procesales se refieren a derechos fundamentales y, por lo tanto, son consustanciales a un
550
Romeo Casabona y otros, Derecho penal…, p. 45.
551
Silva Sánchez, Aproximación..., pp. 246-247.
552
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 65.
553
Zugaldía Espinar (Dir.), Fundamentos de Derecho penal, parte general, Editorial Tirant lo Blanch, 2010,
p. 96 y en Zugaldía Espinar (Dir.), Lecciones de Derecho penal, parte general, Editorial Tirant lo Blanch,
2016, p. 50.
554
Muñoz Conde, Introducción al Derecho penal, pp. 123-135.
555
Mir Puig, Introducción…, p. 109.
556
Piña, Derecho penal..., p. 295.
140
Estado democrático de Derecho, de manera que tales garantías sólo puede limitarse en en
casos excepcionales y respecto de garantías concretas557.
3. Principio de fragmentariedad
Está íntimamente relacionado con el principio de subsidiariedad y consiste en que la
protección penal sólo se activa frente a los ataques más peligrosos o intolerables sobre
ciertos y determinados bienes jurídicos558, cuya subsistencia es capital para la preservación
de la convivencia pacífica, por lo que lo que se castiga no son más que fragmentos de lo
antijurídico559. Una conducta no puede ser incriminada si no se dirige contra un bien
jurídico penal; sin embargo, aun constituyendo una agresión contra un bien que presente tal
naturaleza, cabe que no sea susceptible de ser incriminada, si no supone una forma de
ataque tan grave como para requerir su tipificación penal560 y su sanción a través de penas y
medidas de seguridad561. Las consecuencias que implica adherir a este principio consisten
en que el Derecho penal solo defiende el bien jurídico contra ataques de especial gravedad;
el Derecho penal solo tipifica una parte de las conductas que los demás sectores del orden
jurídico consideran antijurídicas y deja sin castigo conductas que sólo pueden afectar la
moral como el adulterio y la mentira (salvo ciertas situaciones)562. Así, no todos los
ataques a la propiedad constituyen delito, sino sólo ciertas modalidades especialmente
peligrosas, como el apoderamiento subrepticio, violento o fraudulento563. De esta manera,
mientras el incumplimiento de un contrato de arriendo da lugar a una acción civil, el robo
con violencia tiene un correlato en la acción penal, porque el Derecho penal protege la
propiedad ante los ataques más intensos, tales como la sustracción violenta de una cosa
mueble ajena con ánimo de lucro (art. 432, en relación con los arts. 436 y 439, todos del
Cp.).
557
Luzón Peña, Lecciones…, pp. 23-24.
558
Este principio es también denominado “intervención mínima” (Muñoz Conde, Introducción…, p. 107).
559
Cury, Derecho penal..., p. 88.
560
Silva Sánchez, Aproximación…, p. 286.
561
Mir Puig, Introducción a las bases..., p. 109.
562
Muñoz Conde, Introducción…, pp. 124-125.
563
Mir Puig, Introducción a las bases..., p. 110.
564
Velásquez, Derecho penal..., T. I, p. 143.
565
Luzón Peña, Lecciones…, p. 21.
566
Romeo Casabona y otros, Derecho penal…, p. 47.
567
Cobo y Vives, Derecho penal..., pp. 289-290.
141
material porque no se castiga la mera desobediencia568. Los bienes jurídicos son
condiciones básicas para el funcionamiento social y para el desarrollo y la participación de
los ciudadanos en la vida social, por lo que el fundamento funcional de la necesidad de la
pena, radica en la protección de la sociedad569.
El Derecho penal se justifica como sistema de protección de intereses sociales que
por su importancia merecen tutela jurídico penal y por ello se dice que el Derecho penal
sólo puede proteger bienes jurídicos570 y no intereses meramente éticos o morales571,
religiosas, estéticas o políticas572 o mandatos puramente formales, o bien, conductas
socialmente inocuas573. Un Estado democrático de Derecho sólo ampara como bienes
jurídicos, condiciones de la vida social, que tengan una importancia fundamental, en la
medida en la que afecten a las posibilidades de participación de individuos en el sistema
social574, o bien, en una óptica más personalista, presupuestos existenciales e instrumentales
que la persona necesita para su autorrealización en la vida social575.
Conforme al principio de lesividad, para que se active la tutela penal, la conducta
debe lesionar o poner en riesgo un bien jurídico penalmente protegido576. De lo contrario,
bastaría con una sanción de carácter administrativo. Este principio también es llamado
“protección exclusiva de bienes jurídicos”, en el sentido de que el Derecho penal debe
intervenir exclusivamente para proteger bienes jurídico-penales577.
Una conducta no puede ser incriminada si no se dirige contra un bien jurídico penal
y por lo tanto, no se deben incriminar hechos que no impliquen una lesión o por lo menos
una puesta en peligro para un bien jurídico penal y si se trata de bienes jurídicos
universales, éstos deben implicar un peligro grave para los individuos, debe explicarse de
manera especial las razones que abonan la incriminación de la conducta y deben exigirse
mayores reservas en la fijación del ámbito de lo punible (tentativa, imprudencia, etc.)578.
Por lo tanto, la necesaria afectación individual de la conducta incriminada no es, una
objeción contra los bienes jurídicos supraindividuales o universales, pero obliga a concebir
éstos al servicio de la persona, en sentido instrumental579.
El principio de lesividad no se contrapone al principio de legalidad, sino que la
afirmación del principio de legalidad debe concretarse en la lesión o puesta en peligro del
bien jurídico penalmente tutelado en la disposición legal de que se trate, porque la
protección de un bien jurídico es un requisito indispensable de cualquier limitación de
derechos constitucionales580. Por lo tanto, la aplicación de la ley penal debe hacerse desde
el bien jurídico, de manera que no puede apreciarse la comisión de un delito, si el
568
Romeo Casabona y otros, Derecho penal…, p. 47.
569
Luzón Peña, Lecciones…, p. 21.
570
Mir Puig, Derecho penal..., p. 128; Garrido, Derecho penal..., T. I, p. 43.
571
García-Pablos, Introducción…, p. 540; Mir Puig, Derecho penal..., p. 120.
572
Bustos, Lecciones de DP, V. I, p. 154; Velásquez, Derecho penal..., T. I, p. 143.
573
García-Pablos, Introducción…, p. 540.
574
Mir Puig, Derecho penal..., p. 129.
575
Muñoz Conde, Introducción al DP, pp. 90-91; Silva Sánchez, Aproximación…, p. 271.
576
García-Pablos, Introducción…, p. 538.
577
Silva Sánchez, Aproximación…, p. 267.
578
Ídem, pp. 291-292.
579
García-Pablos, Introducción…, p. 541.
580
En el mismo sentido, Cobo y Vives, Derecho penal..., p. 290-291.
142
comportamiento no ha importado una lesión o una puesta en riesgo significativa del bien
jurídico581/582.
La realidad legislativa actual, demuestra la existencia de procesos de incriminación
poco justificados y desproporcionados, muy distantes de las necesidades de los ciudadanos
y con notoria infracción del principio de lesividad583.
En tal sentido, Silva Sánchez afirma: “Desde las posiciones mayoritarias en torno a la noción de bien
jurídico penal y a su protección fragmentaria deben valorarse negativamente algunas tendencias de
los procesos actuales de incriminación. De entre ellas, es notable la consistente en la incriminación
de «delitos con víctima difusa» que más bien' expresan «objetivos de organización política,
económica y social». Tal incriminación supone una vulneración de la exigencia de afectación
individual, violación que adquiere mayor gravedad al ir frecuentemente unida a una anticipación de
la barrera de protección penal (técnica de los delitos de peligro abstracto) y a formulaciones
vagas”584.
581
Bustos y Hormazabal, Lecciones del Derecho penal, V. I, p. 154.
582
En tal sentido en SCS Rol Nº 17.564-16, de fecha veintisiete de abril de dos mil dieciséis la Corte Suprema
afirma: “Como señala Muñoz Conde, en la ciencia del Derecho Penal reina desde hace tiempo acuerdo en que
el Derecho Penal debe limitarse a la protección de bienes jurídicos (Prólogo al texto de Hernán Hormazábal,
“Bien Jurídico y Estado Social y Democrático de Derecho”, Editorial Conosur, 1992). La norma penal cumple
una función protectora de bienes jurídicos, los que han de identificarse por el papel que desempeñan, son lo
que fundamenta en primer término el castigo. El bien jurídico es lo que constituye el primer momento
justificativo de la injerencia penal en la libertad. (Cobo del Rosal – Vives Antón, Derecho Penal, Parte
General, 5ª edición, Tirant lo Blanch, 1999, p. 319). Para cumplir su función protectora, la ley eleva a la
categoría de delitos, mediante su tipificación, aquellos comportamientos que más gravemente lesionan o
ponen en peligro los bienes jurídicos protegidos. El bien jurídico es la clave que permite descubrir la
naturaleza del tipo, dándole sentido y fundamento (Muñoz Conde, Teoría general del delito, Temis, 1974, p.
49). La función de garantía del bien jurídico, implica que consistiendo el delito esencialmente en la lesión o
puesta en peligro de los intereses jurídicamente protegidos, el poder punitivo del Estado queda sometido a
determinados límites, conforme los cuales el legislador no puede castigar cualquier conducta sino solamente
aquélla que lesiona o pone en peligro bienes jurídicos (Cobo del Rosal – Vives Antón. Cit., p. 324). En la
interpretación de la norma penal los bienes jurídicos constituyen el punto de partida del proceso de asignación
de sentido de la prescripción de conducta. Para establecer si el comportamiento concreto tiene significación
jurídico-penal es necesario valorarlo desde el bien jurídico (Bustos Ramírez, Obras completas, T. I, Derecho
Penal, Parte General, p. 542). Para llevar a cabo el proceso de atribución debe partirse del bien jurídico en el
caso concreto y resolver si ha sido efectivamente lesionado o puesto en peligro por la acción realizada, de
manera que ha de ser el daño social el fundamento y medida de la pena prevista por la ley en un Estado de
Derecho (Sergio Politoff L., Jean Pierre Matus A., María Cecilia Ramírez G., Lecciones de Derecho Penal
Chileno, Parte General, 2004, p. 65). El principio de “lesividad” es uno de los limitativos del ius puniendi del
Estado y obliga a establecer la real dañosidad social de la conducta incriminada, sobre todo cuando este factor
ha sido específicamente considerado para la tipificación y penalización de determinados hechos ilícitos. La
acción humana sólo es un injusto punible si lesiona un bien jurídico (Hassemer, Fundamentos del Derecho
Penal, Bosch, 1984, p. 37). La lesividad consiste en el peligro concreto que debe revestir la sustancia
estupefaciente respectiva para la salud pública derivado de su naturaleza, peso o cantidad, contenido,
composición y grado de pureza. Si el informe del art. 43 de la Ley N° 20.000 no estableció la pureza o
concentración de la droga, sino únicamente la presencia del estupefaciente, resulta imposible determinar si
ella tiene o no idoneidad o aptitud como para producir graves efectos tóxicos o daños considerables en la
salud pública y, por consiguiente, los hechos tenidos por comprobados no pueden ser castigados como tráfico
de sustancias estupefacientes o sicotrópicas. La carencia de informe sobre la pureza y su composición redunda
en la imposibilidad de adquirir la certeza demandada por el art. 340 respecto de la lesividad social de la
conducta atribuida a la enjuiciada y, por ende, respecto de la existencia del delito”.
583
García-Pablos, Introducción…, p. 541.
584
Silva Sánchez, Aproximación…, p. 291.
143
5. Derecho penal de actos, del hecho, no de autor
Se expresa en el aforismo nulla iniuria sine actione o no hay delito sin conducta
humana ejecutada por un sujeto y se conecta íntimamente con los principios de lesividad,
culpabilidad585 y responsabilidad personal por el hecho propio cometido586, principios
liberales inherentes a la idea de Estado democrático de Derecho. Las persona responde ante
la ley penal por el hecho antijurídico realizado ya que es el hecho antijurídico el objeto de
imputación jurídico penal dominado o dominable por la persona. El ser humano no
responde por “como es”, por una actitud, por una trayectoria vital, por su peligrosidad (por
eso a los inimputables no les es aplicable una pena sino que una medida de seguridad), por
su personalidad, por su condición o por el mero pensamiento587, porque el delito es ante
todo un comportamiento humano externo constitutivo de un hecho concreto socialmente
dañoso588. El Derecho regula la coexistencia de los individuos y no sus conciencias589, de
manera que la sanción penal se vincula a una conducta concreta y objetiva descrita
típicamente y constituye la respuesta al hecho individual y no a la conducción de la vida del
autor o a los peligros que en el futuro se esperan de él 590. El Derecho penal castiga “el
homicidio”, “la violación”, “el robo”, o “la estafa”, describiendo los hechos en qué consiste
cada delito y no a las personas que los cometen o tienen tendencia a cometerlos591. De este
principio se desprenden dos consecuencias: a. nadie puede ser castigado por sus
pensamientos o por sus deseo o cogitationis poenam nemo partitur, toda vez que es
improcedente exigir responsabilidad penal por las actitudes y decisiones del sujeto que no
trascienden al exterior592 y una sociedad democrática no puede exigir jurídicamente
adhesiones internas a las normas de convivencia, porque con ello se estaría vinculando la
conciencia del ciudadano a los objetivos de orden y control social593 y b. la forma de ser del
sujeto, su personalidad, no debe servir de fundamento a la responsabilidad criminal o a la
agravación de la misma594, ya que sólo se puede pedir cuenta por la realización de
comportamientos concretos, delimitables espacial y temporalmente y no por actitudes
existenciales o por un determinado plan de vida595.
El Derecho penal de autor propio de los regímenes totalitarios en cambio, vincula la
pena a la personalidad del autor, a su forma de ser, a su forma de vida, a su plan de vida o a
su modo de existencia596, es decir, lo que hace culpable al autor es que sea “tal”, por lo que
el sujeto se convierte en objeto de la censura penal597, con el consiguiente riesgo de
arbitrariedad propio de un Estado totalitario. En lugar de sancionar hechos, el Derecho
585
Velásquez, Derecho penal..., T. I, p. 138.
586
Romeo Casabona y otros, Derecho penal…, p. 46.
587
Ídem.
588
Zugaldía Espinar (Dir.), Fundamentos…, p. 99 y Romeo Casabona, Derecho penal…, p. 46.
589
García-Pablos, Introducción…, p. 530.
590
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 176.
591
Cury, Derecho penal..., p. 92.
592
Díez Ripollés, La racionalidad de las leyes penales, Editorial Trotta, 2003, p. 148.
593
Ídem, p. 148.
594
Zugaldía Espinar, Fundamentos del DP, Editorial Tirant lo Blanch, 1993, pp.278-279.
595
Díez Ripollés, La racionalidad de las leyes penales..., pp. 148-149.
596
Ídem, p. 147.
597
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 177.
144
penal de autor castiga tipos de hechores tales como “homicidas”, “delincuentes sexuales”,
“ladrones”, “estafadores”, “falsificadores”, etc.,598.
En general el Derecho penal chileno respeta el principio del hecho, sin embargo
subsisten preceptos legales inspirados en un Derecho penal de autor, tales como aquellos
que regulan la reincidencia (art. 12 N°s 14, 15 y 16 del Cp).
Este principio se encuentra estrechamente conectado con el principio de legalidad
en la línea de evitar la inseguridad jurídica y garantizar al áximo la libertad posible del
ciudadano, porque no puede haber delito ni pena sin una conducta sobre la que debe versar
la descripción de la ley599.
6. Principio de proporcionalidad
Se construye bajo el aforismo prohibición de exceso600 o rechazo al establecimiento
de conminaciones legales (proporcionalidad en abstracto) y la imposición de penas
(proporcionalidad en concreto) que carezcan de una valoración racional del hecho
antijurídico601. La gravedad de la pena ha de ser proporcional a la gravedad del hecho
antijurídico, a la gravedad del injusto602. Por lo tanto, el principio de proporcionalidad exige
que exista una adecuada ponderación entre el bien o interés que se lesiona o pone en peligro
por la conducta típica (gravedad del delito) y el bien que se restringe o priva mediante la
sanción penal (gravedad de la pena)603.
El origen de este principio se liga a las medidas de seguridad porque no encontraban
límites en el principio de culpabilidad, lo que obligo recurrir al principio de
proporcionalidad, con el objeto de impedir que las medidas resultaren excesivas en
comparación a su utilidad preventiva, pero en la actualidad se acepta que la
proporcionalidad sirve para limitar tanto las medidas de seguridad como para graduar las
penas, porque el principio de culpabilidad no garantiza la necesaria proporción entre delito
y pena604. De esta manera, la gravedad de la pena o de las medidas de seguridad debe
hallarse en relación con la gravedad del hecho cometido por el autor o la peligrosidad del
sujeto, respectivamente605.
Para afirmar positivamente la vigencia de las normas en la conciencia colectiva, la
gravedad de la pena debe ser proporcionada a la gravedad del hecho cometido, representada
por el grado de nocividad social del ataque al bien jurídico. Por lo tanto, deben rechazarse
tanto el establecimiento de conminaciones penales (proporcionalidad abstracta) o la
imposición de penas (proporcionalidad concreta) que carezcan de toda relación valorativa
con el hecho, contemplado en la totalidad de sus aspectos. Sin perjuicio de que la relación
entre el hecho y la pena que éste merece depende del momento histórico y de factores
598
Cury, Derecho penal..., p. 92.
599
Luzón Peña, Lecciones…, p. 21.
600
Velásquez, Derecho penal..., T. I, p. 106.
601
Cfr. García-Pablos, Introducción…, p. 579.
602
Luzón Peña, Lecciones…, p. 25.
603
Zugaldía Espinar (Dir.), Lecciones…, p. 55
604
García-Pablos, Introducción…, p. 580.
605
Mir Puig, Introducción a las bases..., p. 141.
145
socioculturales, puede señalarse que el principio de proporcionalidad apunta a la relación
entre el merecimiento de pena y el daño social causado606.
Por lo tanto, el principio de proporcionalidad se dirige al legislador en la
determinación de la pena en abstracto, en consideración al fin de protección de la norma
penal, de acuerdo a una adecuada jerarquización de los bienes jurídicos y el respeto por el
principio de dignidad de la persona humana, toda vez que la amenaza penal ha de
mantenerse dentro de los límites de la racionalidad, que no suponga un instrumento de
manipulación a través del amedrentamiento de la persona. Pero también se dirige al juez en
el ámbito de la aplicación de la pena en consideración a la gravedad intrínseca del hecho,
esto es, el número y entidad de los bienes jurídicos afectados, la relevancia del daño o
peligro ocasionado al bien penalmente tutelado607/608, el grado de participación, el grado de
ejecución, etc., por lo que el juicio de proporcionalidad debe atravesar todas las categorías
de asignación de responsabilidad del injusto.
En virtud del principio de proporcionalidad la pena debe ser proporcionada al delito
y la medida de la proporcionalidad debe determinarse conforme a la importancia social del
hecho o a su nocividad social. La proporcionalidad en la prevención general positiva de la
pena y en la gradación de la pena de acuerdo con la relevancia que la sociedad asigna a los
hechos que la motivan, según el grado de la lesión o puesta en riesgo del bien jurídico. Así,
por ejemplo, se rechaza el castigo con pena de muerte en caso de tercera reincidencia de
hurto, porque no tiene finalidad en la prevención general positiva, ni resulta admisible
desde la valoración de la colectividad en un Estado democrático de Derecho. No es
razonable que el delito de robo con fuerza (art. 443) tenga más pena que la mutilación de
miembros menos importante (art. 396 inc. 2°) ni que el delito de robo con violencia e
intimidación (art. 436) tenga en su tramo superior, una penalidad en abstracto superior a la
de homicidio simple. Tampoco es legítimo someter a una importante medida de seguridad
que importe la privación de la libertad a quien demuestra sólo una peligrosidad menor por
la comisión de un hecho de escaza trascendencia609. Además, las valoraciones sociales
deben orientar la proporcionalidad de las medidas de seguridad a los beneficios sociales
que puedan aportar, al grado de peligrosidad del sujeto, la gravedad del hecho cometido y a
los que pueda cometer en el futuro610.
Conforme al principio de proporcionalidad, la pena o la medida de seguridad que se
adopte debe ser apta para alcanzar los fines que la justifican (adecuación a fin) y
estrictamente necesaria porque el Derecho penal, como vimos, es un ordenamiento
subsidiario y fragmentario. En el plano judicial de individualización de la pena, obliga al
juez a evaluar la necesidad de la pena o la intensidad del castigo en su caso, a fin de no
rebasar los límites de lo necesario (necesidad)611.
En la legislación nacional no hay normas expresas sobre este punto, pero existen
disposiciones que demuestran que esos aspectos se han considerado. El art. 69 del Cp.
exige, para la determinación de la pena dentro del grado respectivo, que se tomen en cuenta
606
Mir Puig, Derecho penal..., pp. 127-129 y Silva Sánchez, Aproximación..., p. 260.
607
Bustos, Lecciones del Derecho penal, T. I, pp. 151-152.
608
García-Pablos, Introducción…, p. 582.
609
Mir Puig, Introducción..., p. 141.
610
Garrido, Derecho penal..., T. I, p. 49.
611
Cobo y Vives, Derecho penal..., pp. 77-79.
146
las circunstancias atenuantes y agravantes concurrentes y la mayor o menor extensión del
mal producido por el delito612. Como se aprecia, el art. 69 del Cp. se refiere en particular a
la antijuridicidad material o grado de lesión o de puesta en peligro del bien jurídico
categoría que actúa a nivel de injusto y no a la culpabilidad, como parece correcto, toda vez
que la culpabilidad es, en éste sentido, neutra, toda vez que no suma ni resta desvalor al
hecho antijurídico y sólo opera como filtro del injusto que puede ser imputado al autor de
un hecho antijurídico. La culpabilidad opera como una dicotomía toda vez que o bien
concurre, de manera que es posible imputar de manera completa el injusto al autor, o
concurre de manera limitada, caso en el que sólo es posible imputar parte del injusto o
derechamente no concurre, hipótesis en la que no es posible atribuir el injusto al autor del
hecho antijurídico.
612
Garrido, Derecho penal..., T. I, p. 46.
613
En tal sentido, al distinguir las cosas de las personas Kant sostiene que: “El hombre y en general todo ser
racional existe como un fin en sí mismo, no simplemente como un medio para ser utilizado discrecionalmente
por esta o aquella voluntad, sino que tanto en las acciones orientadas hacia sí mismo como en las dirigidas
hacia otros seres racionales el hombre ha de ser considerado siempre al mismo tiempo como un fin” y luego
agrega que: “los seres racionales reciben el nombre de personas porque su naturaleza los destaca ya como
fines en sí mismos, o sea, como algo que no cabe ser utilizado simplemente como medio y restringe así
cualquier arbitrariedad (al constituir un objeto de respeto). Las personas, por lo tanto, no son meros fines
subjetivos cuya existencia tiene un valor para nosotros como efecto de nuestra acción, sino que constituyen
fines objetivo, es decir cosas cuya existencia supone un fin en sí mismo y a decir verdad un fin tal en cuyo
lugar no puede ser colocado ningún otro fin al servicio del cual debiera quedar aquel simplemente como
medio, porque sin ello no encontraríamos en parte alguna nada de ningún valor absoluto…” (KANT,
Fundamentación para una metafísica de las costumbres, Editorial Alianza, Madrid, 2006, pp. 114-115).
614
Bustos, Lecciones de DP, V. I, pp. 155.
615
Fruto del Iluminismo del siglo XVIII y de la visión antropocéntrica del mundo y de la vida, Kant elaboró
una justificación de la idea de dignidad humana al margen de los presupuestos teológicos presentes en la
tradición cristiana. Ésta postura plantea que la dignidad humana consiste en la capacidad de los seres humanos
para darnos ley moral a nosotros mismos, idea en virtud de la cual, se proclama la autonomía moral del ser
humano o ley de uno mismo. Luego, el deber de acatar la norma proviene de la consideración de que ésta
emana de la voluntad legisladora de seres libres y racionales, que se relacionan entre sí de manera igualitaria.
La voluntad legisladora es un fin en sí mismo, en tanto emana de seres racionales, libres y dignos, porque no
obedecen a ninguna otra ley que no sea la que ellos mismos se han dado. El deber es categórico, ya que hay
que cumplir con él, al margen de cualquier consideración de utilidad o placer, porque el destinatario de la
147
de las penas y medidas de seguridad, constituye un llamado a las autoridades legislativas y
ejecutivas, judiciales para humanizar el Derecho penal y se vincula tanto al establecimiento
de delitos y penas o medidas de seguridad, a la aplicación de las midas por el juez, como a
la ejecución de las mismas616. En este principio se funda la prohibición de sanciones
penales y de tratos crueles, inhumanos y degradantes; la proscripción de la desaparición
forzada; la erradicación de los apremios, coacciones y torturas; la lucha contra las penas
perpetuas y las privativas de la libertad de larga duración y la pena de muerte, porque el
norma se obliga a sí mismo, en virtud de la dignidad que nos relaciona igualitariamente y nos mueve a
respetar la libertad y la dignidad ajena, aun cuando un acto indigno, conlleva la posibilidad de enmendarlo. La
dignidad es inherente a la condición humana y es lo que hace que seamos un fin por nosotros mismos. Por ello
ningún ser humano puede hacerse señor de otro y subordinarlo a su voluntad, ni nadie puede darse en
esclavitud. En tal sentido, Kant sostenía que el hombre tiene dignidad y no precio y por ello, sostenía que la
dignidad es un valor absoluto y, en sus propios términos, es un imperativo categórico (Kant,
Fundamentación…, pp. 114-127; Marín Castán, “La dignidad humana, los derechos humanos y los derechos
constitucionales”, en Revista de Bioética y Derecho, Nº 9, 2007, p. 2; Valls, “El concepto de dignidad
humana”, en Revista de Bioética y Derecho, Nº 5, 2005, p. 1; Valls, “La dignidad humana”, en Casado
(Coord.), Sobre la dignidad y los principios. Análisis de la Declaración Universal sobre Bioética y Derechos
Humanos de la UNESCO, Editorial Aranzadi, Pamplona, 2009, p. 65). Dogmáticamente se sostiene que la
dignidad humana debería contemplarse como fundamento del deber de protección general del Estado, así
como de la limitación de toda injerencia estatal, es decir como “límite de límites”. Si bien es difícil definir qué
es la dignidad humana desde el punto de vista jurídico, como dice Maihofer, en ciertas situaciones límites,
resulta incuestionable que tal concepto resulta violentado. Ello sucede cuando un hombre se encuentre
entregado al poder o al arbitrio de otro u otros hombres, los cuales pueden hacerle lo que quieran, hasta el
punto de perder toda confianza en sí mismo y toda expectativa de socorro por parte de sus semejantes. Tal
situación equivale al total avasallamiento de un ser humano hacia otro que es puesto en total situación de
desamparo y de pérdida de fe en la solidaridad de los demás y en el mundo, equivale a la degradación de un
sujeto a objeto para cumplir los fines de otro. Aquella es la auténtica violación de la dignidad humana, una
violación que no se produce por la amenaza o el daño de uno u otro de los bienes jurídicos que interesan a
todo ser humano, sino por la destrucción de una nota o atributo del ser humano en cuanto tal, la misma que es
fuente de aquellos bienes, aunque no se confunda con la suma de éstos, ni menos con uno u otro de ellos en
particular. El menosprecio de la dignidad humana se manifiesta cuando se mira al hombre como una cosa,
como un medio para fines ajenos, lo que ocurre por ejemplo en los casos de tortura, en donde se aprecia el
dominio absoluto de un hombre por otro hombre. El hombre entra a participar en la igualdad de todos los
seres racionales, cualquiera que fuere su rango; igualdad por lo que se refiere a ser un fin y a la estimación por
los demás como tal y a no poder ser utilizado como mero medio para los fines de otros. Una exigencia tanto
más evidente si ya nadie es pupilo de otro y cada cual se sirve de su propia inteligencia, haciendo del libre
pensar no solo una “inclinación”, sino también un “oficio”. Tratar al hombre como un fin en sí, significa
considerar que los seres humanos no están a nuestra disposición, ni menos a nuestro arbitrio, para hacer con
ellos lo que nos plazca o lo que mejor sirve a nuestros propósitos, es decir, que las personas deben ser tratadas
como sujetos y no como objetos o como algo disponible, sino como alguien libre. También importa admitir
que cada individuo es capaz de adoptar sus propios fines y que nadie debe subordinar los fines de otro a sus
propios fines. En su versión más exigente, tratar como a un fin demanda respetar los fines que los demás se
hubieren propuesto alcanzar en uso de su autonomía, como si se tratara de nuestros propios fines 615. Si el fin
supremo que cada cual se propone alcanzar es la felicidad, es preciso permitir que cada individuo escoja su
propio destino y que vuele hacia él sin interferencias de los demás, contando con que estos serán capaces de
apreciar ese vuelo ajeno como si se tratara de su propio vuelo. Lo cual equivale a pasar del respeto, a eso que
Kant llamó la “amabilidad moral” que ata los corazones de los hombres (Merten, “La dignidad humana desde
la perspectiva del Derecho”, Conferencia dictada el día 11 de junio de 2004, documento disponible en
internet, página: www.pcb.ub.es/bioeticaidret/archivos/pdf/Merten_Castellano.pdf - Similares, pp. 1-2;
Squella y Guzmán Dalbora, “Estudio preliminar”, en Maihofer, Estado de Derecho y dignidad humana,
Editorial B de F, Buenos Aires, 2008, p. XIII y XIV; Maihofer, Estado de Derecho y dignidad humana…, pp.
5-9; Jiménez de Asúa, Tratado…, T. II, p. 1179 ).
616
Cfr. Velásquez, Derecho penal..., T. I, p. 93.
148
valor de la persona humana es un límite fundamental al ejercicio del poder punitivo617, de
manera que la vida, la salud física y psíquica, el honor de las personas, no pueden ser objeto
de privación por el Derecho pena. El principio de humanidad de las penas ha inspirado la
evolución doctrinal y las reformas penales pasando de un sistema basado en la pena de
muerte y en las penas corporales a otro cuyo centro son las penas privativas de libertad.
Primero desaparecieron las penas corporales y luego la pena de muerte en la mayoría de los
estados modernos; no obstante en Chile se mantiene en materia militar, aunque su
aplicación ha sido nula. Luego se suprimen las penas infamantes y las penas que afectan la
salud física o psíquica de los condenados. Hoy se encuentran en crisis las penas privativas
de libertad618 y ello se intenta suplir con el actual régimen de penas sustitutivas a la pena
privativa de la libertad, previsto en la Ley 18.216, de manera de tender a que la ejecución
de las penas se ajuste a criterios más acordes con la dignidad de la persona, aun cuando
subsisten en los recintos carcelarios, condiciones de vida incompatibles con la dignidad
humana. La imposición y ejecución de la pena debe tener en cuenta la personalidad o
autonomía del condenado, posibilitando que haga frente a la sanción de forma humana y
responsable, procurando devolverle a su vida en sociedad, por lo que se relaciona
íntimamente con el principio de resocialización del delincuente619.
Este principio se conecta con los de necesidad de la pena, subsidiariedad y eficacia,
con su significado político-constitucional, ya que, la evolución de las sociedades civilizadas
hacia una mayor sensibilidad pemite que sanciones menos duras sean hoy suficientemente
eficaces para la prevención general, lo que es compatible con los sustitutivos penales para
lograr la prevención especial evitando que el condenado vuelva a delinquir en el futuro,
anulando los posibles factores desocializadores de las sanciones y acentuando los
resocializadores, en su caso mediante el tratamiento penitenciario del sujeto620.
El principio de humanidad de las penas es posible desprenderlo del art. 1° de la Cpr.
cuyo texto señala que “los seres humanos nacen iguales en dignidad y derechos”. La misma
disposición declara que “el Estado está al servicio de la persona humana” y debe asegurar
el derecho de ésta a “participar con igualdad de oportunidades en la vida nacional”; en el
inc. 2 del art. 5 declara que “el ejercicio de la soberanía reconoce como limitación el
respeto a los derechos esenciales que emanan de la naturaleza humana”. Los referidos
presupuestos, según lo prevenido en el art. 6 de la Cpr., no constituyen un mero contenido
programático, sino un imperativo mandato de la manera cómo han de desempeñarse los
órganos del Estado621. Luego, el art. 19 Nº 1 inc. 4, prohíbe la aplicación de todo apremio
ilegítimo.
En el mismo sentido, no se encuentran en nuestra legislación penas corporales, es
decir, aquellas que recaen sobre el cuerpo del reo. Sin embargo, al abolirse la pena de
muerte en el año 2001, salvo en el Cjm., respecto de numerosos delitos cometidos en
tiempo de guerra, se incorporó la pena de presidio perpetuo calificado en el art. 32 bis del
Cp., que sólo permite solicitar la libertad condicional una vez cumplido cuarenta años de
privación efectiva de libertad. Tampoco se permite otorgarle penas sustitutivas ni ser
617
Velásquez, Derecho penal..., T. I, p. 97.
618
Mir Puig, Derecho penal..., p. 131.
619
Jescheck y Weigend, Tratado…, pp. 29-30.
620
Luzón Peña, Lecciones…, p. 28.
621
Garrido, Derecho penal..., T. I, p. 44.
149
favorecido por leyes que establecen la amnistía o el indulto, por lo que dicha pena se
encuentra en manifiesta disconformidad con el principio en análisis, porque además de ser
intrínsecamente inhumanas, no se dirige a reeducar al sentenciado, sino a marginarlo
definitivamente (inocuizarlo). Tampoco existen en Chile penas infamantes, esto es,
aquellas que afectan al honor de la persona. Sin embargo, aún subsisten en el Código de
Justicia Militar la pena de degradación en los arts. 228 y 241622, cuya tipificación es
contraria al principio de humanidad.
Otras manifestaciones de este principio se aprecia en el aumento de casos en los que
procede la pena de multa o trabajo comunitario, y en otras medidas (no consistes en penas
propiamente tal) como la suspensión condicional del procedimiento, el acuerdo reparatorio
o, incluso, la suspensión de la pena623.
8. El principio de resocialización
Conforme a este principio, las penas privativas de libertad y las medidas de
seguridad deben estar orientadas a la reeducación y reinserción social624/625. La aplicación
de una pena, constituye un mal o castigo que se impone al delincuente con motivo del
ilícito, sin embargo, en un Estado democrático de Derecho, la pena no puede tener un mero
rol de castigo o de prevención, sino que debe propender a la resocialización del delincuente,
para permitirle su participación activa en la vida social evitando su marginación626. En tal
sentido, debe preferirse, siempre que sea posible, las penas o medidas que no conlleven una
separación total de la sociedad y, en caso de ser necesaria una pena privativa de libertad,
implementar, por la vía de la educación penitenciaria, el trato digno y no estigmatizador ni
desocializador de los condenados, propendiendo a una comunicación con el exterior
(familia y amistades) y la adecuada reincorporación del condenado a la vida en libertad 627
mediante el aprendizaje de un oficio que lo prepare para la vida laboral. Por ello debe
rechazarse la marginación del condenado sometiéndolo a una pena o a una medida de
seguridad que produzca su aislamiento y la separación con su ambiente familiar y laboral,
por lo que hay que evitar que el condenado pierda el contacto con la comunidad y, en
especial, con sus más cercanos628. La resocialización no debe propender a la
manipulación del condenado como si fuese un objeto, sino que debe ser tratado como un
sujeto cuya individualidad debe ser respetada evitando su segregación629; por lo que las
medidas que en ese sentido se adopten por la autoridad, deben contar con su
consentimiento630. El penado tiene derecho a que su paso por el centro penitenciario no
ejerza sobre él una maléfica influencia, que le impulse a seguir la carrera del crimen; al
622
Naquira, “Principios y Penas en el Derecho Penal Chileno”, en Revista Electrónica de Ciencia Penal y
Criminología, 2008, pp. 26-27.
623
Garrido, Derecho penal..., T. I, p. 45.
624
Romeo Casabona y otros, Derecho penal…, p. 50.
625
En tal sentido se pronuncia el art. 25.2 de la CPResp.
626
Mir Puig, Derecho penal..., p. 138.
627
Ídem, p. 138.
628
Garrido, Derecho penal..., T. I, p. 51; Naquira, “Principios y Penas…”, p. 26.
629
Naquira, “Principios y Penas…”, p. 26¸ Mir Puig, Derecho penal..., p. 138.
630
Garrido, Derecho penal..., T. I, p. 51.
150
contrario, tiene derecho a que le sirva, con ayuda del tratamiento carcelario, para no volver
a delinquir631.
En tal sentido la Ley 18.216, establece un catálogo de penas sustitutivas, a la
ejecución de las penas privativas o restrictivas de libertad, entre las cuales se cuentan: a) La
remisión condicional; b) La reclusión parcial; c) La libertad vigilada; d) La libertad vigilada
intensiva; e) La expulsión del territorio nacional, si el condenado a una pena igual o inferior
a cinco años de presidio o reclusión menor en su grado máximo fuere un extranjero que no
residiere legalmente en el país; y f) La prestación de servicios en beneficio de la
comunidad.
631
Orts y González, Compendio de Derecho penal, parte general, Editorial Tirant lo Blanch, 2008, p. 67.
632
Cobo y Vives, Derecho penal..., p. 83; Orts y González, Compendio de Derecho penal, parte general, p.
56; Naquira, “Principios y Penas…”, p. 18 y Piña, Derecho penal..., p. 332.
633
Cobo y Vives, Derecho penal..., p. 83.
634
Piña, Derecho penal..., p. 333.
635
Naquira, “Principios y Penas…”, p. 19.
636
Cobo y Vives, Derecho penal..., p. 84.
637
Naquira, “Principios y Penas…”, p. 19.
638
En SCS, de fecha 20/10/2009, Rol: 7222-2008 señaló: “La circunstancia de haberse hecho uso malicioso
de facturas u otros documentos falsos, constituye un elemento del delito, sin cuya concurrencia no podría éste
151
principio de proporcionalidad ya que cuando la correspondiente condena ha de considerarse
suficiente desde una perspectiva punitiva, aplicar otra sanción representaría una reacción
excesiva del ordenamiento jurídico al infligirle al condenado una sanción desproporcionada
respecto a la infracción que ha cometido639.
b. Desde el punto de vista formal o procesal penal, el principio non bis in idem o
inadmisibilidad de la persecución penal múltiple, impide que una persona sea procesada
más de una vez por el mismo delito. En consecuencia nadie puede ser procesado o
castigado de nuevo por el mismo delito por el cual ya ha sido absuelto o condenado en
virtud de sentencia firme. La prohibición se aplica asimismo a todas las infracciones
penales, independientemente de su gravedad. La prohibición de procesar más de una vez
por el mismo delito se aplica una vez que se haya dictado sentencia firme de absolución o
condena, de conformidad con la ley. Todas las revisiones judiciales pertinentes han de
haberse agotado y los plazos para invocar dichas revisiones han de haber transcurrido. La
prohibición impide la realización de juicios nuevos o la imposición de castigos nuevos. Los
juicios subsiguientes por distintas infracciones no violan el principio de ne bis in idem. La
prohibición de procesar más de una vez por el mismo delito no impide la reapertura de una
causa (incluso un nuevo juicio) cuando se ha producido un error judicial que perjudica al
acusado. Hay que hacer una distinción entre la reapertura o nuevo juicio de una causa
justificada por circunstancias excepcionales (permisible) y un segundo o subsiguiente juicio
o castigo por la misma infracción (prohibido). Por lo tanto, pueden celebrarse nuevos
juicios, por ejemplo, cuando después de la sentencia condenatoria salen a la luz errores
graves de procedimiento o hechos nuevos o recién revelados. Existe non bis in idem,
cuando concurre la triple identidad de persona, objeto y de motivo de la persecución. La
identidad de persona suele ser resuelta pacíficamente, exigiéndose que exista una identidad
física, es decir, que se trate del mismo imputado en una y otra persecución penal. La
identidad objetiva está referida a la identidad del hecho imputado. La regla que preside este
punto es que debe prescindirse de toda valoración jurídica del hecho. De esta manera se
impide que, invocando una calificación jurídica distinta, pudiera llegar a burlarse principio.
La identidad de causa de pedir se refiere a la pretensión punitiva, de tal manera que no
existirá infracción al principio si la pretensión de uno de los procesos no es la aplicación
una sanción penal, sino una reparación civil o una sanción disciplinaria, por ejemplo640.
haberse cometido, de modo que efectivamente, aquélla corresponde a la señalada en el inciso segundo del art.
63 del CP, que no produce el efecto de aumentar la pena. Este tópico ya ha sido abordado y resuelto por esta
Corte en diferentes sentencias, en el sentido que la circunstancia que contempla el inciso cuarto del art. 97 N°
4 del CT, no es procedente cuando ella conforma un elemento del tipo penal, sea que se la considere una
agravante o, simplemente, una regla de aplicación de penas”.
En SCS, de fecha 21/01/2008, Rol: 5773-2007, afirmó que: “El art. 63 del CP dispone que no
producen el efecto de aumentar la pena las circunstancias agravantes que por sí mismas constituyen un delito
especialmente penado por la ley, o que ésta haya expresado al describirlo y penarlo; y tampoco producen
dicho efecto, aquellas agravantes de tal manera inherentes al delito que sin la concurrencia de ellas no puede
cometerse, norma que constituye la principal fuente positiva de la prohibición de la doble valoración,
corolario del principio del non bis in dem; de cuyos supuestos debe necesariamente descartarse para el
presente caso, la concurrencia del primero y el tercero, toda vez que no puede sostenerse racionalmente que el
parentesco constituya un delito especial en relación al abuso sexual investigado; ni que sea de tal forma
inherente ese vínculo que no se pueda realizar la conducta abusiva, sin la concurrencia de la circunstancia
señalada, lo que está fuera de toda duda”.
639
Zugaldía Espinar (Dir), Lecciones…, p. 55.
640
Horvitz y López, Derecho Procesal Penal Chileno, Editorial Jurídica de Chile, 2002, T. I, p. 88-89.
152
El PIDCP en su art. 14.7, establece que nadie podrá ser juzgado ni sancionado por
un delito por el cual haya sido condenado o absuelto por sentencia firme de acuerdo con la
ley y el procedimiento penal de cada país. Por su parte, la CADH, en su art. 8.4, incluye
dentro de las garantías judiciales a la garantía en comento al establecer que el inculpado
absuelto por una sentencia firme no podrá ser sometido a nuevo juicio por los mismos
hechos. Además, el principio en comento, se encuentra reconocido en el art. 1° del Cpp., al
prescribir que “ninguna persona podrá ser condenada o penada, ni sometida a una de las
medidas de seguridad establecidas en este código, sino en virtud de una sentencia fundada,
dictada por un tribunal imparcial”. Del mismo modo, el señala que “la persona condenada,
absuelta o sobreseída definitivamente por sentencia ejecutoriada, no podrá ser sometida a
un nuevo procedimiento penal por el mismo hecho”. Del mismo modo, el non bis in idem
inspira el art. 13 del Cpp., al prescribir respecto del efecto en Chile de las sentencias
penales de tribunales extranjeros que “Tendrán valor en Chile las sentencias penales
extranjeras. En consecuencia, nadie podrá ser juzgado ni sancionado por un delito por el
cual hubiere sido ya condenado o absuelto por una sentencia firme de acuerdo a la ley y al
procedimiento de un país extranjero, a menos que el juzgamiento en dicho país hubiere
obedecido al propósito de sustraer al individuo de su responsabilidad penal por delitos de
competencia de los tribunales nacionales o, cuando el imputado lo solicitare expresamente,
si el proceso respectivo no hubiere sido instruido de conformidad con las garantías de un
debido proceso o lo hubiere sido en términos que revelaren falta de intención de juzgarle
seriamente. En tales casos, la pena que el sujeto hubiere cumplido en el país extranjero se le
imputará a la que debiere cumplir en Chile, si también resultare condenado. La ejecución de
las sentencias penales extranjeras se sujetará a lo que dispusieren los tratados
internacionales ratificados por Chile y que se encontraren vigentes”.
Este principio tiene siempre una dimensión garantista, de manera tal que hoy pide,
por ejemplo, la revisión de las sentencias firmes en favor del imputado641.
c. En la concurrencia de normas penales y administrativas, las sanciones
administrativas, son aquellas medidas sancionatorias impone la autoridad administrativa,
sin intervención de los tribunales de justicia, no obstante su naturaleza punitiva. Estas
sanciones presentan cierta similitud con las penas criminales, por lo que cabe preguntarse si
una vez aplicadas corresponde imponer una sanción criminal por el mismo hecho642. Se
trata de un tema debatido, toda vez que por una parte se afirma que existe una verdadera
diferencia cualitativa entre sanciones penales y administrativas643, por otra se dice que la
diferencia es eminentemente cuantitativa644 y también se sostiene que, en la medida de que
el ilícito administrativo o civil y el ilícito penal mantengan identidad de sujetos, hecho y
fundamento, parece más fácil justificar que se está frente a una violación al principio del
non bis in ídem ya que se estaría sancionando dos veces por el mismo hecho cometido. En
tal sentido, sostenemos que no cabe imponer sanciones administrativas y penales a un
641
Horvitz y López, Derecho Procesal Penal Chileno, T. I, p. 89.
642
Naquira, “Principios y penas…”, pp. 19-20.
643
Novoa, Curso de de Derecho penal, Editorial Jurídica de Chile, 2005, T. I, pp. 55 y ss.
644
En tal sentido Cury refiere: “ Por las razones expuestas, en mi opinión la diferencia entre el ilícito
gubernativo (administrativo) y el penal es exclusivamente cuantitativa. Entre ambos, en efecto, sólo puede
hacerse una distinción de magnitudes. El administrativo no es sino un injusto de significado ético-social
reducido, que por tal razón sólo debe estar sometido a sanciones leves cuya imposición no requiere garantías
tan severas como las que rodean a la de la pena penal. Este es el criterio predominante en el derecho
comparado” (Cury, Derecho penal..., pp. 106-107).
153
mismo sujeto por un mismo hecho y por igual fundamento, pero sí cabe cuando el
fundamento de una y otra sanción es distinto, o cuando el sujeto se halla en relación de
especial sujeción con la administración, siempre que el fundamento de las sanciones sean
diferentes, que el interés jurídicamente protegido sea distinto y que la sanción sea
proporcionada a esa protección645.
645
En el mismo sentido, ver: Orts y González, Compendio de Derecho penal..., pp. 56-57.
154
CAPÍTULO VI
INTERPRETACIÓN DE LA LEY PENAL
1. Objetivos
a. Determinar qué se entiende por interpretación.
b. Distinguir entre interpretación, subsunción y aplicación de la ley.
c. Diferenciar entre teoría objetiva y teoría subjetiva de la interpretación y precizar la
importancia de adherir a una u otra teoría.
d. Resolver si es o no siempre necesaria la interpretación de la ley.
e. Clasificar la interpretación según el orígen y según el resultado de la interpretación.
f. Identificar los métodos, elementos o criterios de interpretación.
g. Establecer si Orden, jerarquía o prelación de los criterios interpretativos.
h. Identificar los argumentos interpretativos.
2. Caso de introducción
El art. 390 del Cp. incorpora como sujeto pasivo del delito de parricidio al
conviviente y al ex conviviente. Sin embargo, no define que ha de entenderse por
convivencia y, por lo tanto, la jurisprudencia debe determinar si conforme a la legislación
vigente646 y la doctrina que se refiere al delito de parricidio, procede esta figura agravada
646
La ley N° 20.066 (2005), sobre violencia intrafamiliar agregó la protección de relaciones generadoras de
confianza, afecto y dependencia con la finalidad de prevenir, sancionar y erradicar la violencia intrafamiliar y
de otorgar protección a las victimas, por regla general, niños y mujeres (art. 1°). La ley N° 20.480, (2010)
amplió los sujetos pasivos a quienes “han sido” cónyuges o convivientes y denominó “femicidio” la muerte
de la víctima mujer que es o ha sido cónyuge o conviviente del femicida e incorporó la violencia de genero,
ejercida contra la mujer por el hecho de ser tal. La ley de acuerdo de unión civil, fue promulgada el día 13 de
abril de 2015 y publicada el día 21 de abril de 2015 y comenzó a regir seis meses después de su publicación
(21 de octubre de 2015). De acuerdo con el art. 1° de esta ley, el acuerdo de unión civil es un contrato
celebrado entre dos personas que comparten un hogar, con el propósito de regular los efectos jurídicos
155
de delito contra la vida únicamente cuando se trata de parejas heterosexuales o si se hayan
comprendidas también las parejas homosexuales.
3. Concepto de interpretación
Interpretar, en términos generales, consiste en establecer el significado de algo647.
El vocablo interpretación suele ser usado, como suele ocurrir con el lenguaje, en múltiples
sentidos: para interpretar un comportamiento humano, como por ejemplo, las razones de
un sujeto para cometer un hecho, subsumir un comportamiento en una clase de conductas o
calificar un acto según el esquema ofrecido por una norma648. También se utiliza el término
para interpretar un evento histórico o social, como sucede cuando establecemos una
relación de causa y efecto entre un hecho condicionante y otro condicionado649. Por último,
ocupamos la palabra interpretar, cuando nos referimos a la interpretación de textos, en cuyo
caso, el término interpretar significa atribuir significado, sentido y referencia, a algún
fragmento del lenguaje (vocablos, grupos de palabras que constituyen una unidad o
enunciados)650. La interpretación jurídica pertenece al género de la interpretación textual,
porque consiste en la actividad de constatar o decidir el significado de alguna disposición
o de algún documento o texto jurídico, o bien en el resultado o producto de la actividad
interpretativa651. Cuando se habla de la interpretación de fuentes del Derecho (textos
normativos, formulaciones de normas), interpretar significa aclarar, a veces, el contenido
normativo de un disposición (qué norma o normas expresa), otras veces su contenido o su
campo de aplicación (a qué casos concretos se aplica)652. La interpretación jurídica tiene
por objeto los textos o documentos normativos; se interpretan enunciados que expresan
normas o disposiciones y, por lo tanto, la norma constituye no el objeto, sino el resultado de
la actividad interpretativa y de ahí que la interpretación jurídica es la atribución de sentido
o significado a un texto o enunciado jurídico653/654 y por ello es denominada interpretación
textual que consiste en determinar el significado de una disposición –el componente
elemental de cualquier texto jurídico normativo: un enunciado previamente aislado por el
intérprete, en el discurso de las fuentes- obteniendo de ésta una o más normas explícitas,
derivados de su vida afectiva en común, de carácter estable y permanente. Los contrayentes se denominarán
“convivientes civiles” y serán considerados parientes para los efectos previstos en el art. 42 del CC. Su
celebración confiere el “estado civil de conviviente civil”. Conforme a lo prevenido en el art. 24 de la ley, las
leyes y reglamentos que hacen alusión a los convivientes, sea con esta expresión u otras que puedan
entenderse referidas a ellos, serán igualmente aplicables a los “convivientes civiles”. Si bien la Ley de
acuerdo de unión civil parece clarificar bastante el ámbito de aplicación y los requisitos de la convivencia,
está todavía por determinarse si el término convivencia se aplica en el contexto del art. 390 del Cp.
únicamente a los convivientes civiles o también a las parejas heterosexuales u homosexuales que mantienen
púnicamente un vínculo de hecho o informal.
647
Squella, Introducción al Derecho, Editorial Jurídica de Chile, 2008, p. 377.
648
Guastini, Interpretar y Argumentar, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2014, p. 23.
649
Guastini, Interpretar y Argumentar, p. 24.
650
Ídem.
651
Ídem, p. 25.
652
Ídem, pp. 25-26.
653
Ídem, pp. 26 y 27.
654
El CC. italiano en el art. 12, apartado 1, disposiciones preliminares, define interpretar como atribuir (...)
sentido a un texto.
156
acreditadas o acreditables como sus interpretaciones jurídicamente correctas655. En tales
términos, la interpretación656 identifica el contenido de sentido o contenido normativo (la
norma o, más a menudo, las normas) expresado o lógicamente implícito en un texto
normativo (una fuente de Derecho) y por eso es asimilable a la traducción, la cual consiste
en reformular el texto interpretado. Como el ordenamiento jurídico es indeterminado,
debido a la equivocidad de los textos normativos, la interpretación reduce dicha
indeterminación, identificando las normas en vigor657.
655
Chiassoni, Técnicas de interpretación jurídica. Breviario para juristas, Editorial Marcial Pons, 2001, p.
56.
656
Aclaramos desde ya que con el término interpretación, nos estamos refiriendo a la llamada interpretación
en abstracto, esto es, orientada a texto y no a la llamada interpretación en concreto u orientada a los hechos,
que dice relación con el proceso de subsunción de un campo concreto al campo de aplicación de una norma
previamente identificada en abstracto. Sobre la distinción entre interpretación en abstracto e interpretación en
concreto, ver Guastini, Interpretar y Argumentar, pp. 33-36.
657
Ídem, pp. 35 y 36.
658
Jescheck y Weigend, Tratado..., p. 163.
659
Muñoz Conde y García Arán, Derecho penal..., p. 128.
660
Jescheck y Weigend, Tratado..., p. 164.
661
Guastini, Interpretar y Argumentar, p. 36, Nota: 17.
662
Beccaría afirmaba que: “En todo delito debe hacerse por el juez un silogismo perfecto. Pondráse como
mayor la ley general; por menor la acción, conforme o no con la ley, de que se inferirá por consecuencia la
157
arbitrio judicial, lo que trajo como consecuencia el uso y abuso de la técnica del casuismo,
acorde con la cual, el legislador sería capaz de prever en la ley todos los casos que podrían
presentarse en la realidad. Hoy sabemos que no basta con que la decisión legal se
fundamente al modo establecida con claridad la premisa fáctica como la premisa normativa,
la conclusión se obtiene por medio de un simple proceso de tipo deductivo. Este proceso,
llamado silogismo o justificación interna, se relaciona con la racionalidad interna de la
decisión jurídica663, porque siempre tiene el juez un ámbito de discrecionalidad, para
argumentar su decisión judicial, de manera que el problema en la actualidad, no se produce
en el ámbito del la justificación interna, sino que en el ámbito de la justificación externa
que se relaciona con la racionalidad externa de la decisión. Una decisión está externamente
justificada cuando sus premisas están calificadas como buenas según los estándares
utilizados por quienes hacen la calificación664. La justificación externa, comprende por lo
tanto, las proposiciones que apoyan el establecimiento de la premisa menor (hechos
acreditados) y las proposiciones que apoyan el establecimiento de la premisa mayor (norma
jurídica decisoria). Si la premisa menor que ha sido determinada correctamente, se
encuadra adecuadamente en la premisa mayor que ha sido precisada respetando las
proposiciones que la apoyan, la decisión estará bien fundamentada.
Afirma Wroblewski: “En la cultura jurídica contemporanea, tanto en los sistemas de statutory
como en los de common law, se cuenta con que la decisión legal sea una decisión justificable.
Esto significa que una decisión legal podría justificarse identificando los argumentosque la
sustentan (justificación interna), justificando estos argumentos justificativos como
razonamientos apropiados (justificación externa)”665.
La actividad que va desde la interpretación a la aplicación de la ley penal, pasando
por la subsunción, pasa por tres momentos o fases:
a. La primera fase corresponde a la determinación del hecho y de la participación
del acusado. Dichos aspectos dicen relación con el caso que surge como problema de la
realidad y que se trata de subsumir en el supuesto de hecho de la norma jurídica. El hecho y
su autor, deben establecerse respetando los principios y las reglas del Derecho Procesal
Penal. En tal sentido el establecimiento de la premisa menor o hechos acreditados, debe
respetar los límites que imponen los principios del Derecho Procesal Penal, tales como la
presunción de inocencia, el derecho de defensa jurídica y técnica, el onus probandi
corresponde al Estado, el principio de oralidad, el derecho a un juez independiente e
imparcial, el derecho al recurso procesal, la inadmisibilidad de la reformatio in peius, el
principio de publicidad, el derecho a guardar silencio entre otros. Además, el
establecimiento de los hechos debe respetar la reglas probatorias, que en caso chileno
implica valorar la prueba conforme a las reglas de la sana crítica, es decir de acuerdo a las
reglas de libertad de prueba, libertad de valoración de las pruebas y al respeto por los
límites a la valoración de las pruebas, esto es, a las reglas de la lógica (principios de
identidad, de no contradicción, de razón suficiente y tercero excluido) a las máximas de la
libertad o la pena. Cuando el juez par fuerza o voluntad quiere hacer más de un silogismo, se abre la puerta a
la incertidumbre” (Beccaria, Tratado de los delitos y de las penas, Editorial Eliasta, 1993, p. 63).
663
Squella, siguiendo a Wroblewski señala: “Una decisión está internamente justificada si se infiere de sus
premisas según las reglas de inferencia aceptadas, dándose en gtal casopor supuesta la validez de las premisas
utilizadas” (Squella, Introducción al Derecho, p. 425).
664
Ídem.
665
Wróblewski, Constitución y teoría general de la interpretación jurídica, Editorial Civitas, 1985, p. 57.
158
experiencia; a los conocimientos científicamente afianzados, al deber de fundamentación
por parte del Tribunal y al estándar de convicción “más allá de toda duda razonable”.
b. La segunda fase corresponde al juicio de subsunción666. Consiste en subsumir un
caso concreto en el campo de aplicación de una norma previamente identificada, la cual
implica una decisión en torno a la extensión que se otorgará a la premisa mayor para
identificar los casos concretos regulados por la norma, toda vez que la vaguedad del
lenguaje no permite determinar exactamente qué casos entran en su campo de aplicación667.
El proceso de subsunción permite identificar los casos concretos que cada norma regula668.
El problema fundamental de la subsunción consiste en relacionar los preceptos jurídicos
abstractos con el hecho real concreto. El estadio previo de la subsunción es la interpretación
de la ley, es decir, que antes de la subsunción hay que aclarar primero el sentido de la
premisa mayor a aplicar, para lo cual hay que tener en cuenta los criterios de interpretación
de la ley que veremos más adelante (gramatical, teleogógico, lógico, sistemático e
histórico)669. En el proceso de subsunción en cambio, se trata de interpretar, por ejemplo, si
es posible incluir en el concepto de cosa mueble del art. 432 del Cp., ya interpretado, una
cosa determinada, por ejemplo, la energía eléctrica, tarea que se dificulta, cuando el
concepto jurídico es demasiado genérico o implica un juicio valorativo por parte del
juzgador670. Así, por ejemplo, piénsese en la determinación de si una determinada cantidad
de droga constituye o no una “pequeña cantidad” para los efectos de precisar si estamos en
presencia de un delito de tráfico en pequeñas cantidades de droga del art. 4° de la Ley
20.000. En Derecho penal, el proceso de subsunción debe respetar, en el contexto de
justificación externa, los principios o límites al ius puniendi, consistentes en los principios
de legalidad, culpabilidad, lesividad, fragmentariedad, última ratio, Derecho penal de acto y
no de autor y non bis in ídem; así como las reglas de imputación jurídico penal que emanan
de la teoría del delito, tales como la imputación objetiva, que sirve para excluir en el ámbito
de la subsunción en la norma, un gran número de casos que a primera vista podrían ser
subsumibles en ella671.
c. La tercera fase está constituida por la aplicación de la norma penal al caso cuya
prueba y subsunción en la norma penal se ha realizado. En esta fase lo más importante es la
determinación de la consecuencia jurídica672. En Derecho penal es casi imposible
determinar con absoluta seguridad la consecuencia jurídica justa para un hecho concreto673.
En esta fase el arbitrio judicial es aún mayor que en la fijación de los presupuestos de la
pena, porque la exacta determinación de la pena es un acto de decisión que implica siempre
una valoración subjetiva del juzgador, que, en última instancia, pretende con su decisión la
solución del caso o del conflicto que motivó su intervención, aunque ello casi siempre esté
fuera de su alcance674. Sin embargo, en la etapa en comento, el juzgador debe respetar el
principio de proporcionalidad de la pena en abstracto y el principio de humanidad de las
666
También llamada interpretación en concreto (Guastini, Interpretar y Argumentar, pp. 33 y ss.)
667
Guastini, Interpretar y Argumentar, pp. 33-35.
668
Ídem, p. 36.
669
Muñoz Conde y García Arán, Derecho penal..., p. 133.
670
Ídem.
671
Ídem, p. 134.
672
Ídem.
673
Muñoz Conde y García Arán, Derecho penal..., pp. 134-135.
674
Ídem, p. 135.
159
penas y, además, en la determinación judicial de la pena, los criterios contenidos en el art.
69 del Cp., acorde con el cual, “dentro de los límites de cada grado el tribunal determinará
la cuantía de la pena en atención al número y entidad de las circunstancias atenuantes y
agravantes y a la mayor o menor extensión del mal producido por el delito”.
Silogismo jurídico
675
García-Pablos, Introducción…, p. 824.
676
Cury, Derecho penal..., p. 187.
160
texto legal fuese desnaturalizado por los intérpretes aplicando leyes penales por analogía677,
con el pretexto de desentrañar su espíritu y en el respeto por los legisladores de la época,
que, según el criterio de entones, habían convertido en ley positiva el derecho natural
racional y no era admisible que su interpretación tendiera a otro objetivo678. Sin embargo, la
dificultad de la teoría subjetiva consiste en precisar en qué consiste la voluntad del
legislador toda vez que ésta no pasa de ser una ficción porque las mayorías parlamentarias
varían y las leyes responden a pactos, concesiones y estrategias circunstanciales, más que a
una voluntad concreta y determinable679. El legislador es plural, toda vez que se encuentra
integrado por los prelegisladores o autores de un proyecto, personas que trabajaron en él en
el Ministerio y el Gobierno que lo impulsó, diversos parlamentarios y grupos
parlamentarios e incluso diversas cámaras que intervinieron en su aprobación, de modo que
cada uno de los componentes del legislador pudo tener una idea o finalidad diferente, con
lo que muy frecuentemente es prácticamente inviable hablar de una voluntas legislatoris o
mens legislatoris680. Además, en que al intentar mantener vigente el sentido original de los
mandatos y prohibiciones, la interpretación se hace incompatible con la evolución social
que pretende regir, colocando en un punto de tensión a las normas con la realidad, lo que
produjo durante el siglo XIX y principios del XX un vuelco hacia el positivismo,
desplazándose las consideraciones de seguridad por las de justicia681.
Ya Cousiño alababa la redacción del art. 19 inc. 2° del CC y criticaba la interpretación que él se
hacía y se enseñaba en su época, porque se solía confundir la voluntad de la ley con la voluntad
del legislador, de manera que a falta de claridad en un precepto se recurría de inmediato a la
intención de los legisladores sin pensar que adentro de la ley misma, siempre hay elementos
racionales y finalísticos que contribuyen a determinar su sentido propio 682.
Para la teoría objetiva en cambio, la finalidad de la interpretación consiste en
debelar la voluntas legis o voluntad de la ley683 y hoy por hoy es la doctrina dominante, y
porque la ley, por su estabilidad y vocación de futuro, se independiza de la voluntad del
legislador histórico, tan pronto como se publica y entra en vigor y se aplica a menudo, en
un contexto social, económico o político diferente no contemplado hasta por el legislador
más previsor684, de manera que en tal sentido, toda interpretación debe ser progresiva,
dinámica o evolutiva685.
En tal sentido Cobo y Vives señalan: “El principio dinámico no es sino la expresión de la
influencia del cambio en el contexto sobre el sentido del texto. Dado que las normas están
destinadas a regir la realidad, la interpretación ha de tener en cuenta las modificaciones que se
producen, constantemente, en el mundo real. Tales cambios plantean nuevos problemas, y
alteran los planteamientos que condujeron a dictar las reglas. La interpretación no puede
quedar, por así decirlo, congelada en el sentido originario, sino que ha de avanzar al compás de
677
Cousiño, “La interpretación de la ley penal en la dogmática chilena”, en RCP, 1960, T. XIX, p. 199.
678
Ídem.
679
García-Pablos, Introducción…, p. 824.
680
Luzón Peña, Derecho penal..., p. 162.
681
Cury, Derecho penal..., pp. 187-188.
682
Cousiño, “La interpretación de la ley penal…”, p. 197.
683
De hecho Jiménez de Asúa, definía la interpretación afirmando: “La interpretación es una operación
lógico-jurídica que se dirige a descubrir la voluntad de la ley, en funciones con todo el ordenamiento jurídico
y las normas superiores de cultura, a fin de aplicarla a los casos concretos de la vida real” (Jiménez de Asúa,
Tratado de Derecho Penal, Editorial Losada, 1992, T. II, p. 409).
684
García-Pablos, Introducción…, p. 824.
685
Ídem.
161
las exigencias del tiempo en que se efectúa. El dinamismo de la exégesis no es sino una
consecuencia de la concepción “objetiva” de la interpretación. Allí donde esa dinámica conduce
a un cambio de sentido que -permaneciendo dentro del “tenor literal posible” del texto permite
adaptarlo a las necesidades del presente, se habla de interpretación “progresiva” o
“evolutiva”686.
Dados los complejos procesos legislativos, bien puede ocurrir que las voluntades del
legislador y de la ley entren en pugna. Si la voluntad del legislador no coincide con la
voluntad de la ley, debe prevalecer la voluntad de la ley, ya que, como decía Mezger, sólo
es Derecho obligatorio el contenido en la ley (la voluntad de la ley), no su proceso de
generación (la llamada voluntad del legislador)”687.
No obstante lo anterior, para evitar el riesgo de inseguridad jurídica que podría
suponer un exceso de esta orientación objetiva de la interpretación si se centrara exclusiva o
desmedidamente en la finalidad de la ley olvidando su tenor, se exige que la interpretación
se mantenga dentro de los límites del sentido literal posible del precepto, que marca el
límite máximo de toda interpretación688.
6. Necesidad de la interpretación
Toda ley, necesita ser interpretada antes de ser aplicada, incluso cuando el tenor
literal es aparentemente inequívoco689, porque en tales casos, debe asumirse el sentido
manifiesto del texto legal, ya que todo proceso interpretativo comienza con el tenor literal
de la ley y avanza hasta desentrañar su telos690, de manera que no debe confundirse la
ausencia de dificultades con la ausencia de interpretación691 y, por lo tanto, la afirmación:
in claris non fit interpretatio o lo que es claro no necesita ser interpretado, es una auténtica
falacia692/693/694. El legislador, al realizar un texto legal, utiliza el lenguaje o signos que
686
Cobo y Vives, Derecho penal..., p. 107.
687
Mezger, Tratado de Derecho penal, Editorial Hammurabi, 2010, T. I, p. 153.
688
Luzón Peña, Derecho penal..., p. 163.
689
Velásquez, Derecho penal..., T. I, p. 334.
690
Ídem.
691
Cobo y Vives, Derecho penal..., p. 103.
692
Cousiño, “La interpretación de la ley penal…”, p. 198; García-Pablos, Introducción…, p. 825 y Velásquez,
Derecho penal..., T. I, pp. 334-335.
693
En el extremo opuesto, Beccaría sostenía que: “Tampoco la autoridad de interpretar las leyes penales
puede residir en los jueces criminales por la misma razón que no son legisladores. Los jueces no han recibido
de nuestros antiguos padres las leyes como una tradición y un testamento, que dejase a los venideros sólo el
cuidado de obedecerlo; recíbenlas de la sociedad viviente, o del Soberano su representador, como legítimo
depositario en quien se hallan las actuales resultas de la voluntad de todos. Recíbenlas, no como obligaciones
de un antiguo juramento; nulo porque ligaba voluntades no existentes; inicuo, porque reducía los hombres del
estado de sociedad al estado de barbarie; sino como efectos de otro tácito o expreso, que las voluntades
reunidas de los súbditos vivientes han hecho al Soberano, como vínculos necesarios para sujetar o regir la
fermentación interior de los intereses particulares. Esta es la física y real autoridad de las leyes. ¿Quién será,
pues, su legítimo intérprete? El Soberano; esto es, el depositario de las actuales voluntades de todos, o el juez,
cuyo oficio sólo sea examinar si tal hombre haya hecho o no un acción que les sea contraria” (Beccaria,
Tratado de los delitos y de las penas, p. 63).
694
Corcoy Bidasolo refiere: “El positivismo de la Escuela de la Exégesis en Francia y de la Jurisprudencia de
Conceptos en Alemania pretendieron que no era necesaria la interpretación porque las normas son claras y no
hay antinomias. A partir de la segunda mitad del S. XIX, la Escuela de Derecho Libre, la Jurisprudencia de
Intereses y el Realismo Jurídico ponen de manifiesto que esta situación ideal no existe y que la decisión
162
desempeñan una función simbólica y comunicativa695; para establecer mandatos o
prohibiciones abstractas y generales, mientras que la realidad que pretende regular es
dinámica y cambiante, la interpretación es imprescindible696. Los enunciados jurídicos se
comunican por la autoridad normativa a los ciudadanos a través del lenguaje escrito con la
finalidad de establecer normas o pautas de comportamiento. Las palabras son símbolos que
proviene de una convención social y, por lo tanto, no tienen un único significado que pueda
ser considerado como verdadero, al contrario las palabras tienen múltiples significados y,
en tal sentido, son ambiguas697. Por lo tanto, la ambigüedad se produce cuando una palabra
tiene diverso significados, o bien, cuando las palabras se aplican a varios objetos que no
presentan propiedades comunes y donde, a pesar de ello, se tiene la impresión de que el uso
de una misma palabra no es un mero accidente, sino algo justificado698. Así, por ejemplo, la
palabra juego es utilizada para aludir al fútbol, a la rayuela, a la ruleta, en fin, a cualquier
actividad humana guiada por un fin de diversión o entretenimiento699. Pero además, las
palabras suelen tener una cuota de vaguedad, caso en el que la incertidumbre en la
interpretación se produce porque se ignora dónde termina el campo de su aplicación, como
ocurre con los términos joven, adulto, anciano, calvo, cuyos significados conocemos pero
tenemos duda sobre su exacto campo de aplicación700. En estos casos, las palabras son
vagas, porque su campo de referencia es indefinido, púes consiste en un núcleo o zona
central y un nebuloso circulo exterior de incertidumbre701. Es prácticamente imposible que
el campo de aplicación de las palabras esté absoluta y totalmente definido, porque siempre
puede existir algún caso en que la aplicación sea dudosa702.
En tal sentido, Rodríguez Devesa señala: “Como la ley tiene que servirse por fuerza de
conceptos que revisten un grado mayor o menor de abstracción, pero que siempre son
generales, y la vida no ofrece más que casos concretos, la interpretación es siempre necesaria
para determinar si una conducta específica está o no comprendida en la ley, y, salvo que
estemos ante penas absolutamente determinadas, para llegar a la magnitud penal que procede
imponer. Mediante la interpretación, la ley se vitaliza y desciende a la realidad. Por eso, en
cierto modo, la labor del intérprete es una labor creadora, puesto que tiene que extraer de la ley
los elementos decisorios para un caso concreto”703.
Por muy preciso que haya tratado de ser el legislador y muy claro, aparentemente,
resulte el tenor literal de la ley, siempre se plantearán dudas interpretativas respecto de su
significado y alcance, porque la ley no es un producto definitivo y acabado, sino un
jurídica no puede reducirse a una mera operación formal por lo que no es suficiente el conocimiento de las
leyes sino su “entendimiento”, es decir, su interpretación. Ello proviene, entre otras razones, del
reconocimiento de la incidencia de factores subjetivos, culturales, valorativos. Así mismos las tesis del
positivismo jurídico de Kelsen y Hart sobre el margen de discrecionalidad contribuyeron a cuestionar el mito
de la certeza del Derecho, afirmando que la pretensión de querer encontrar una única solución correcta para el
caso concreto era una ilusión sin fundamento (Corcoy Bidasolo, “La interpretación en Derecho Penal. Favor
libertatis versus Favor securitatis. In dubio pro reo versus In dubio contra reo”, en Luzón Peña (Dir.) DP del
Estado social y Democrático de Derecho, L.H., a Santiago Mir Puig, Editorial La Ley, 2010, pp. 143-144).
695
García-Pablos, Introducción…, p. 825.
696
Ídem.
697
Squella, Introducción al Derecho, Editorial Jurídica de Chile, 2008, p. 385.
698
Ídem.
699
Ídem.
700
Ídem, p. 386.
701
Ossandón, La formulación de tipos penales...., p. 66.
702
Ossandón, la formulación de tipos penales..., pp. 66-67.
703
Rodriguez Devesa y Serrano Gómez, Derecho Penal, Parte General, Editorial Dykynson, 1994, p. 190.
163
enunciado parcialmente abierto e incompleto, cuyo mensaje final solo se materializa en el
momento de su aplicación704. El juez no se limita a “aplicar” un texto legal previa y
definitivamente dado, sino que busca la norma aplicable que nacerá de la confrontación del
tenor de la ley y las exigencias del sector de realidad a que alcanza, en un proceso de
“concreción” de la ley a la realidad705.
Así, Mezger afirmaba que la interpretación de la ley es el descubrimiento y determinación de su
propio sentido al objeto de aplicarla a los casos concretos de la vida real706 y Cousiño señalaba
que: “la mayor o menor claridad de la norma escrita y el juicio intelectual que resuelve sobre si
el caso se acomoda o no a su contenido, son dos cosas bien diversas, de tal modo que siempre
que un juez trata de dar vida y contenido a la ley realiza una tarea de interpretación, aunque no
tenga dudas respecto del alcance y significado del precepto707.
La necesidad de una labor interpretativa se constata en los tipos penales abiertos, en
blanco, etc., y en aquellos que abusan de elementos valorativos, conceptos jurídicos
indeterminados, cláusulas generales, etc.708, pero la necesidad de interpretación dice
relación con la estructura de la ley y las limitaciones de su formulación a través del
lenguaje, cuyos términos raramente tienen un significado unívoco y preciso, sino que la
mayoría de las veces, los términos tienen un significado vago, o con usos distintos, es decir,
el significado ordinario es a menudo controvertido709.
La necesariedad de la interpretación, se encuentra condicionada por el momento
histórico político en el que se inserta. La Ilustración se manifestó en contra de la
interpretación, porque el juez debía ser la boca710 o incluso esclavo de la ley, Beccaria,
temeroso de que el juez rebasara los designios del legislador, único legitimado por el
contrato social para establecer los delitos y las penas, afirmó que no existía mayor peligro
para el nuevo régimen de libertades que el de la interpretación 711. La exaltación de la
soberanía del legislador, como representante de la voluntad popular, el principio de división
de poderes, como manifestación particular del mismo y la experiencia traumática del viejo
régimen, explican la radical actitud de desconfianza hacia los jueces y, por tanto, de
rechazo hacia la labor interpretativa por parte de los ilustrados712.
Hoy, se reconocen los peligros de un mecanicismo obsoleto que desconoce la
necesidad de la interpretación, porque, aún si no se aceptara la tesis de la textura abierta,
según fórmula de Hart, del ordenamiento jurídico y sus normas713, siempre existirán
704
García-Pablos, Introducción…, pp. 825-826.
705
Mir Puig, introducción a las bases…, p. 261.
706
Mezger, Tratado de Derecho penal, T. I, p. 151.
707
Cousiño, “La interpretación de la ley penal…”, p. 198.
708
En estos casos el lenguaje legal funciona intencionalmente como generador de vaguedad, admite una
mayor discrecionalidad del intérprete o se utiliza como fórmula que permite incorporar la realidad social en la
descripción normativa (Ossandón, la formulación de tipos penales..., p. 68).
709
Guastini, Distinguiendo. Estudios de teoría y metateoría del Derecho, Editorial gedisa, 2011, pp. 212-213.
710
Quintero Olivares y Morales Prats, Manual de Derecho penal, p. 124.
711
Ídem.
712
García-Pablos, Introducción…, p. 827.
713
Afirma Hart: “Cualquiera sea la técnica, precedente o legislación, que se escoja para comunicar pautas o
criterios de conducta, y por mucho que éstos operen sin dificultades respecto de la gran masa de casos
ordinarios, en algún punto en que su aplicación se cuestione las pautas resultarán ser indeterminadas; tendrán
lo que se ha dado en llamar una “textura abierta”. Hasta aquí hemos presentado esto, en el caso de la
legislación, como una característica general del lenguaje humano; la falta de certeza en la zona marginal es el
precio que hay que pagar por el uso de términos clasificatorios generales en cualquier forma de comunicación
164
conceptos vagos y ambiguos714, antinomias715, lagunas716 y casos limite o fronterizos717
requeridos de ser interpretados. En el Estado democrático de Derecho, la ley en sí misma
aparece como resultado final de un proceso dialéctico -no de un proceso ideal de creación-
por lo que tan inherentes a aquella son sus contradicciones internas y ambigüedades como
necesaria e imprescindible su interpretación718. Por lo demás, como pone de relieve Corcoy
Bidasolo, en muchos casos la solución no se desprende del texto de la ley719 sino de la
relativa a cuestiones de hecho. Los lenguajes naturales —tal como el idioma inglés— muestran, cuando se los
usa así, una irreducible textura abierta. Es importante apreciar, sin embargo, por qué, aparte de esta
dependencia respecto del lenguaje tal como efectivamente es, con sus características de textura abierta, no
podríamos considerar deseable, ni aun como un ideal, la concepción de una regla tan detallada que la cuestión
sobre si ella se aplica o no a un caso particular estuviera siempre resuelta de antemano y nunca exigiera, en el
momento de aplicación efectiva, una nueva elección entre alternativas abiertas. Dicho brevemente, la razón
está en que la necesidad de tal elección nos es impuesta porque somos hombres y no dioses” (Hart, El
concepto de Derecho, Editorial Abeledo-Perrot, 1998, pp. 159-160).
714
Con varios significados posibles.
715
Consiste en que dos normas dispongan para un mismo supesto de hecho, singular y concreto,
consecuencias jurídicas entre ellas incompatibles (Guastini, Interpretar y Argumentar, p. 117).
716
En virtud del principio de legalidad que constituye un pilar del Derecho penal, es discutible que en esta
área del ordenamiento jurídico puedan existir lagunas legales.
717
Afirma Luzón Peña: “la concreción de la ley no se agota en la subsunción de un caso concreto, ni siquiera
en la de los casos más frecuentes en la práctica, sino que se completa con el examen de la aplicabilidad de la
norma al máximo número posible de casos, incluyendo los supuestos límite. Ello permite, como destaca la
moderna hermenéutica, definir de modo completo (en ese sentido se habla de completar) el ámbito de la
norma” Luzón Peña, Curso de Derecho penal, p. 97.
718
Quintero Olivares y Morales Prats, Manual de Derecho penal, p. 124.
719
Calsamiglia describe los modelos de la función judicial en la historia del pensamiento jurídico y entre las
diversas concepciones destaca: a. El modelo silogístico defendido por el formalismo jurídico. Según esa
concepción, la tarea del juez es lógico-mecánica. El problema del juez es la subsunción del caso en una norma
preestablecida. Si no existe norma aplicable entonces el juez debe rechazar la demanda. En el derecho no
existen casos difíciles porque todo lo que no está prohibido está permitido. El derecho siempre ofrece
respuesta a los problemas que se plantean. La función del juez está subordinada a la ley. El modelo realista
defendido por muchas corrientes antinormalistas. Según ese modelo las decisiones de los jueces son fruto de
sus preferencias personales y de su conciencia subjetiva. El juez primero decide y luego justifica su decisión
mediante normas. Por eso Llevellyn afirmaba que las normas no son más juguetes vistosos. En ese modelo
carece de sentido plantear el tema de los casos difíciles porque no se dan en la realidad. El juez siempre
soluciona los casos que se le plantean. El juez tiene por tanto poder político y en realidad no está subordinado
a la ley. Este modelo justifica el apartamiento del Juez de la ley. Concede al poder judicial un auténtico poder
político que no es congruente con el sistema de legitimación del estado- democrático ni con el postulado de la
separación de poderes. El modelo positivista de la discreción judicial. Este modelo reconoce la existencia de
casos difíciles en los cuales no existe norma aplicable. Es por autores como Hart o Bobbio. En los casos
difíciles el juez tiene discrecionalidad en el sentido fuerte del término. Este modelo defiende el poder político
del juez y le permite la aplicación de normas retroactivas. El derecho no ofrece respuestas correctas sino una
variedad de posibles respuestas. El juez elige discrecionalmente entre ellas. El modelo de Dworkin de la
respuesta correcta. Según ese modelo el juez siempre encuentra respuesta correcta en el derecho
preestablecido. El juez carece de discreción y por tanto de poder político. La verdadera respuesta corresponde
a la teoría que es capaz de justificar del mejor modo los materiales jurídicos vigentes. Evita que el juez se
constituya en legislador, lo cual significa que el poder judicial tiene como función garantizar derechos
preestablecidos. La tesis de Dworkin es compatible con el postulado de la separación de poderes puesto que
el juez está subordinado a la ley y al Derecho. El poder judicial es «nulo» —como afirmaba Montesquieu—
porque su función es garantizar derechos. El modelo de la respuesta correcta rechaza la teoría del silogismo,
pero acepta su principio político básico: el juez no tiene ni puede tener poder político. La función del juez es
garantizar los derechos individuales y no señalar los objetivos sociales. La función judicial es distinta a la
legislativa o a la ejecutiva. En los casos difíciles los jueces no basan sus decisiones en objetivos sociales o
directrices políticas. Los casos difíciles se resuelven en base a principios que fundamentan derechos
165
teoría del delito. Sin perjuicio del rol de garantía que cumple en Derecho penal, el principio
de legalidad, la teoría del delito a veces amplia la interpretación de la ley penal –piénsese
en las repercusiones que para la autoría y participación tiene el hecho de adoptar la teoría
del dominio del hecho- y en otros casos la restringe, como sucede por ejemplo con la teoría
de la imputación objetiva720.
Corcoy Bidasolo plantea que al aplicar el juez la teoría del delito, “crea” Derecho y afirma:
“Planteémonos unas simples cuestiones: ¿Qué es dolo?, ¿Qué es imprudencia?, Quién es autor?
Quién es cooperador?, ¿Qué es tentativa?, ¿Qué es un acto preparatorio?. A estas preguntas y
otras muchas, no nos responde el Código Penal sino la Teoría del delito o, mejor dicho, las
diversas teorías del delito que han ido asentándose en la doctrina. Pero las cuestiones se
plantean también en la Parte Especial: ¿Qué es engaño bastante? ¿Qué actos atentan contra la
libertad sexual? ¿Qué actos atentan gravemente contra la integridad moral? ¿Cuáles contra el
honor? ¿Cuáles contra la intimidad? ¿Cuáles contra la libertad, especialmente, en amenazas y
coacciones? Cuándo se afecta la salud? ¿Cuándo hay tratamiento quirúrgico? ¿Qué es miembro
principal? Qué se entiende por domicilio?. Para ello hay que interpretar “razonablemente” los
tipos, atendiendo a criterios sistemáticos, teleológicos, sociológicos y axiológicos, respetando el
criterio literal. Ello explica el por qué, en España, los Tribunales pudieron seguir utilizando el
llamado Código Penal de 1973, que en su origen era de principios del S. XIX, durante casi
veinte años desde la entrada en vigor de la Constitución, 1978, hasta la entrada en vigor del
Código Penal de 1995, llamado de la democracia, en mayo de 1996721.
7. Clases de interpretación
La interpretación puede clasificarse según su origen o según su resultado.
(Calsamiglia, “Ensayo sobre Dworkin”, prologo, en Dworkin, Los derechos en serio, Editorial Ariel,
Barcelona, 2002, pp. 20-22).
720
Cfr. Corcoy Bidasolo, “La interpretación en Derecho penal…”, p. 144.
721
Ídem, pp. 144-145.
722
Tarello, La interpretación de la ley, Editorial Palestra, 2015, pp. 71-72.
723
Cobo y Vives, Derecho penal…, p. 104.
166
legal que intitula el precepto controvertido, cede ante el tenor literal o texto de este último,
que prevalece caso de conflicto interpretativo724.
La interpretación auténtica se realiza a través de normas interpretativas, o
disposiciones cuyo contenido consiste en la determinación del significado de una o más
disposiciones legislativas anteriores725 y es la única que tiene carácter vinculante si la
efectúa una norma del mismo o mayor rango que el de la disposición interpretada726.
El CC alude explícitamente a la interpretación contextual, en el art. 3° prescribiendo
que “Sólo toca al legislador explicar o interpretar la ley de un modo generalmente
obligatorio” y el art. 9°, dispone en el inc. 2°: “Sin embargo, las leyes que se limiten a
declarar el sentido de otras leyes, se entenderán incorporadas en éstas; pero no afectarán
en manera alguna los efectos de las sentencias judiciales ejecutoriadas en el tiempo
intermedio”.
Como afirma Etcheberry, de acuerdo con el art. 9° del Cc., las leyes meramente
interpretativas se entienden incorporadas en éstas, o sea, tienen efecto retroactivo. Sin
embargo, y aparte de la excepción general consagrada en el mismo artículo relativa a la
intangibilidad de la cosa juzgada en el tiempo intermedio, en materia penal no puede operar
esta retroactividad a menos que en virtud de esta ley interpretativa posterior se produjeran
las condiciones excepcionales del art. 18 del Cp. que autorizan la retroactividad de la ley727.
En el mismo sentido, Politoff platea que si la interpretación se contiene en una ley
posterior, esa interpretación se considera –por una ficción- incorporada al texto
interpretado, pese a lo cual, si la interpretación resulta más gravosa para el procesado no se
será aplicable728. En el mismo sentido, Cousiño afirma que no obstante lo dispuesto en el
Código civil, respecto a las leyes interpretativas, la ley más gravosa de carácter penal no
tiene nunca efecto retroactivo, de tal manera que si ella es contraria, en cualquier sentido, al
reo que cometió el hecho criminal antes de su promulgación (nullum crimen), no podrá
recibir aplicación a su respecto. Igualmente, en el caso inverso, si la interpretación es
menos gravosa, la ley que la contiene se aplica retroactivamente por expresa prescripción
del art. 18 del Código penal. En otros términos, la disposición del art. 9° del Código civil
no rige jamás en materia penal729. En contra Cury afirma que si la ley es interpretativa, es
decir, fija su sentido dentro de los marcos conceptuales preestablecidos y si decisión
respecto a esa calidad pertenece a los tribunales, no se divisa la forma en que su aplicación
retroactiva vulneraria el principio de reserva, puesto que la interpretación efectuada por la
ley también hubiese podido ser realizada lícitamente por el juez aunque aquélla no se
hubiere dictado y agrega que si la ley interpretativa se ha limitado a fijar uno de los varios
sentidos que era posible atribuirle ya a la interpretada según su contenido preexistente, no
se percibe cómo podría llegar a ser “favorable” o “gravosa” para el autor; si hace más, ya
no es una ley interpretativa730.
724
García-Pablos, Introducción…, p. 844.
725
Guastini, Interpretar y argumentar, p. 95.
726
Cobo y Vives, Derecho penal…, p. 104.
727
Etcheberry, Derecho penal…, T. I, pp. 101-102.
728
Politoff, Derecho penal, T. I, p. 98.
729
Cousiño, Derecho penal chileno, Editorial Jurídica de Chile, 1975, T. I, p. 105.
730
Cury, Derecho penal…, p. 193.
167
No parecen convincentes los argumentos de Cury, toda vez que si existe una ley
interpretativa es porque la ley interpretada no era clara y por lo tanto no cumplía la función
de garantía para el ciudadano. Luego si la fijación del sentido de la ley interpretada es
desfavorable al reo no debiese aplicarse retroactivamente, porque fijar uno de varios
sentidos de una ley a través de otra ley, supone eliminar los otros sentidos posibles de la
misma y en virtud de los cuales pudo haber actuado el imputado. Además, si el juez podía
en el contexto de una ley asumir una de varias posibilidades interpretativas, pero la ley
interpretativa limita su campo de acción a aquella interpretación más desfavorable para el
acusado, con toda propiedad es posible concluir que la ley interpretativa es más
desfavorable y, por lo tanto, rige con toda su fuerza el principio de irretroactividad de la ley
penal más desfavorable.
En todo caso, resolver si una ley es verdaderamente interpretativa o si modifica,
complementa o incluso deroga de manera tácita a la pretendidamente interpretada, debe
resolverse soberanamente por los tribunales con un criterio material, es decir, una
disposición puede ser considerada interpretativa, aunque formalmente no se atribuya ese
carácter, cuando sea patente que su única finalidad radica en esclarecer y fijar el sentido de
otra norma y por lo tanto, la ley no es interpretativa, aunque se titule como tal, si resulta
que en realidad altera, extiende o hasta contradice el alcance de aquella a la que
supuestamente tenía el propósito de interpretar731.
731
Cury, Derecho penal…, p. 192.
732
Tarello, La interpretación de la ley, p. 73
733
Wróblewski, Constitución y teoría general de la interpretación jurídica, p.28.
734
García-Pablos, Introducción…, p. 846.
735
Etala, Diccionario jurídico de interpretación y argumentación, Editorial Marcial Pons, 2016, p. 188.
168
sentencias, los casos jurídicamente relevantes que se les someten en aplicación de las leyes
que regulan tales casos736.
Los jueces son los llamados a interpretar las normas legales, puesto que deben
aplicarlas a los casos que conocen. Cada vez que se habla de interpretación jurídica, y en
particular de interpretación de la ley, se piensa comúnmente es en la interpretación judicial,
esto es, en la atribución de significado que los jueces hacen de las leyes abstractas y
generales a los casos concretos de que conocen, estableciendo la norma jurídica individual
para el caso de que se trate737.
El art. 3° del CC, se refiere a esta clase de interpretación al sostener que: “Las
sentencias judiciales no tienen fuerza obligatoria sino respecto de las causas en que
actualmente se pronunciaren”.
Sin perjuicio que conforme a este precepto la interpretación judicial tiene
obligatoriedad sólo en relación al caso de que se trate, goza de hecho de una notable
autoridad, a causa de la tendencia a la consolidación de la jurisprudencia que están
profundamente arraigadas en todos los sitios en que los jueces son profesionales y están
encuadrados en una magistratura institucionalizada como cuerpo, en algún sentido
autónomo, del aparato burocrático738.
736
Squella, Introducción al Derecho, p. 398.
737
Ídem, p. 399.
738
Tarello, La interpretación de la ley, p. 73.
739
Guastini, Interpretar y argumentar, p. 111.
740
Tarello, La interpretación de la ley, p. 58.
741
Atienza, Curso de argumentación jurídica, Editorial Trotta, 2015, p. 218.
742
García-Pablos, Introducción…, p. 848.
743
Squella, Introducción al Derecho, p. 401.
169
identificado el significado del término sin interpretación744, cuestión que como vimos no es
posible.
744
Guastini, Interpretar y argumentar, p. 111.
745
García-Pablos, Introducción…, p. 848; Muñoz Conde y García Arán, Derecho penal…, p. 128.
746
A favor de esta postura véase, Mir Puig, Derecho penal…, pp. 115-116; Cerezo Mir, Curso de Derecho
penal español, T. II, p. 254; Jescheck y Weigend, Tratado..., pp. 168-169; Cury, Derecho penal…, pp. 197-
198; Jiménez de Asúa Tratado de Derecho penal, T. IV, p. 469; Roxin, Derecho penal…, T. I, p. 149; de otra
opinión, Velásquez Derecho penal…, p. 207; Politoff, Derecho penal, p. 99 (aunque parece existir una
confusión terminológica, toda vez que parece atribuir a la interpretación extensiva una amplitud superior a la
del tenor literal de la ley, concepción distinta a la defendida en este artículo); Etcheberry, refiriéndose a las
reglas de interpretación de la ley contenidas en el CC chileno, refiere que: “no todas estas reglas son siempre
aplicables a la ley penal, por la particular naturaleza de ésta y la primacía del principio de reserva dentro del
DP liberal, inspirador de las codificaciones decimonónicas. El propio Bello estimaba que en materia penal era
siempre obligatoria la interpretación restrictiva, principio ampliamente admitido en la tradición histórica
romano-canónica, pero en pugna con los principios de la Escuela de la Exégesis, particularmente reflejados en
esta materia en el art. 23 del CC.”, (Etcheberry, Derecho penal…, pp. 102-103).
747
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 169-170.
748
Cury, Derecho penal…, p. 196.
749
En tal sentido Roxin expresa que: “El legislador crea con el tenor literal de un precepto un marco de
regulación que es rellenado y concretado por el juez. A ese respecto el marco es delimitado por el sentido
literal posible en el lenguaje corriente del texto de la ley, mientras que el juez efectúa dentro de ese marco la
interpretación, considerando el significado literal más próximo, la concepción del legislador histórico y el
contexto sistemático-legal, y según el fin de la ley (interpretación teleológica)” (Roxin, Derecho penal…, p.
T. I, 148-149).
750
Roxin, Derecho penal…, T. I, p. 148-149.
170
literal. Repetidas veces la formulación de un tipo penal va más allá del ámbito de aplicación
querido por el legislado751. En tales casos es misión del intérprete proporcionarle
efectividad a la “voluntad de la Ley” por medio de una reducción teleológica adecuada al
sentido de la interpretación detenida de un concepto752. Luego, una aplicación del Derecho
al margen del marco de la regulación legal, o sea una interpretación que ya no esté cubierta
por el sentido literal posible de un precepto penal, constituye una analogía fundamentadora
de la pena y por tanto es inadmisible753.
Esquematicemos la interpretación extensiva para diferenciarla de la analogía in malam
partem:
751
Jescheck y Weigend, Tratado..., pp. 170-171.
752
Ídem, pp. 170-171.
753
Roxin, Derecho penal…, T. I, p. 149.
754
Ossandón, La formulación de tipos penales..., p. 110
755
Squella, Introducción al Derecho, p. 401.
756
Squella, asumiendo un concepto de interpretación extensiva que entronca con la analogía, ejemplifica la
distinción entre interpretación estricta, extensiva y restrictiva recurriendo al conocido ejemplo de Gustav
Radbruch señalando que: “Una norma comunicada por medio de un aviso a la entrada de una estación de
171
interpretación extensiva, reducimos la indeterminación o zona de penumbra de la norma,
extendiendo el campo de aplicación también a los casos dudosos, el segundo concepto de
interpretación extensiva, por el contrario, produce una norma nueva con el auxilio del
argumento analógico, esto es, acudiendo a la pretendida semejanza, a la luz de una supuesta
ratio legis)757. Asi las cosas, este segundo concepto de interpretación extensiva, en tanto se
confunde con la analogía, se encuentra proscrito en Derecho penal si es in malam partem y,
por lo tanto, sólo podría utilizarse una interpretación de este tipo, si el resultado
interpretativo favorece al imputado.
ferrocarriles dispone Prohibido el ingreso con perros”. ¿Qué acontecería, sin embargo, si un campesino
intenta ingresar al andén con una cabra? ¿Deberá el jefe de estación correspondiente interpretar esa norma en
forma estricta y permitir el ingreso del campesino con su cabra o deberá dar a la norma en cuestión una
interpretación extensiva e impedir el ingreso de la cabra? Nos parece que lo que el jefe de estación debe hacer
es lo segundo y, basado en que la finalidad de la norma es prohibir el ingreso a los andenes de cualquier
animal que pueda perturbar a los pasajeros, sean o no perros, tendría que impedir el ingreso de la cabra. Pero
supongamos que, cansado de discutir con quienes pretenden ingresar a los andenes con cabras y otros
animales ditintos de los perros, el jefe de estación cambia el enunciado de la norma por el siguiente:
“Prohibido ingresar con animales”. Imaginemos a continuación que un campesino pretende entrar al andén
con una mariposa posada en su hombro y preguntemonos cuál tendría que ser en este caso la actitud del
intérprete, porque si se da una interpretación estricta a la nueva norma tendría que impedirse el ingreso del
campesino y su mariposa. Sin embargo, todos coincidiremos -salvo tal vez los alérgico a las mariposas- que la
norma será interpretada restrictivamente por entender que al decir “animales” no quiso incluir a aquellos que
por su tamaño y demás características no están en condiciones de molestar a los pasajeros. Se podría admitir
que, en principio, toda interpretación de la ley debe ser estricta y que tanto la interpretación restrictiva como
extensiva sólo pueden ser adoptadas -como en el ejemplo anterior- en caso de que el intérprete pueda ofrecer
buenas razones para ello” (Squella, Introducción al Derecho, pp. 401-402).
757
Guastini, Interpretar y argumentar, p. 113.
758
Squella, Introducción al Derecho, p. 401.
759
García-Pablos, Introducción…, p. 848.
172
amplio que aquél. A favor de la interpretación literal o declarativa se pueden aducir dos tipos de
argumentos: el argumento del lenguaje común (que apela al significado ordinario de las
palabras y a las reglas gramaticales comúnmente aceptadas); y el argumento a contrario en una
de sus variantes (no cuando se usa para producir una nueva norma y colmar una laguna. Y a
favor de la interpretación correctora en general, esto es, cuando lo que se desea es excluir la
interpretación literal, se usan tres tipos de argumentos: el argumento lógico, psicológico o
teleológico, que tiene dos variantes según que la intención del legislador se identifique con el
legislador histórico, o bien con la ratio legis considerada de forma abstracta: el argumento ad
absurdum; y el argumento naturalista (apelación a 1ª «naturaleza de las cosas», al cambio de las
circunstancias). La interpretación correctora extensiva es la que «extiende el significado prima
facie de una disposición, de forma que se incluyen en su campo de aplicación supuestos de
hecho que, según la interpretación literal, no quedarían incluidos». Para apoyar eso, el jurista
dispone esencialmente de dos argumentos: el argumento a silimi y el argumento a fortiori (con
las dos variantes: a maiore ad minus y a minori ad maius). Y la interpretación correctora
restrictiva es la que «circunscribe el significado prima facie de una disposición, de forma que
excluye de su campo de aplicación algunos supuestos de hecho que, según la interpretación
literal, se incluirían en él». Para justificar esa interpretación se usa principalmente el argumento
«de la disociación. La anterior clasificación de los argumentos interpretativos es matizada por
Guastini en los dos siguientes sentidos. Por un lado, señala que existen también ciertas técnicas
argumentativas que pueden ser empleadas indiferentemente para justificar tanto una
interpretación extensiva como una restrictiva. Aquí tiene particular importancia la
interpretación sistemática (la apelación al contexto en el que se ubica la disposición) que puede
entenderse de diversas maneras: la interpretación consistente en combinar fragmentos
pertenecientes a distintas disposiciones normativas; la interpretación según la sedes materia; la
apelación a la «constancia terminológica»; al contexto específico (para justificar que el
significado de una misma expresión cambie al cambiar el contexto) a construcciones
dogmáticas; la interpretación llamada conforme; o la interpretación para colmar lagunas
(analógica, o a partir de principios). Por otro lado, habría dos formas de interpretación que no
pueden reconducirse a la oposición interpretación declarativa-interpretación correctora. Se trata
de la interpretación histórica (empleada para atribuir a una disposición el significado que le fue
atribuido en el momento de su emanación); y de la interpretación evolutiva (mediante la cual se
atribuye a la disposición un significado nuevo y distinto de su significado histórico)” 760.
760
Atienza, Curso de argumentación jurídica, pp. 218-219.
761
Squella, Introducción al Derecho, p. 408.
762
De acuerdo, Cury, Derecho penal…, p. 190; Cousiño, “La interpretación de la ley penal…”, p. 200; Matus
y Ramírez, Lecciones de Derecho penal chileno. Fundamentos y límites constitucionales del Derecho penal
positivo, Editorial Thomson Reuters, 2015, p. 334. Con matices Etcheberry afirma que no todas las reglas de
interpretación de la ley del Código Civil son siempre aplicables a la ley penal, por la particular naturaleza de
ésta y la primacía del principio de reserva dentro del Derecho penal liberal, inspirador de las codificaciones
decimonónicas (Etcheberry, Derecho penal…, T. I, pp. 102-103).
173
introducción, no sólo al presente Código Civil, sino a la legislación toda; cualquiera que
sea, por ejemplo, la ley que se trata de interpretar, ya pertenezca al presente Código, ya a
los Códigos que sucesivamente se publiquen, ya a la legislación española, que estuvo en
vigor hasta el 19 de enero de 1857, o que todavía lo está, es preciso observar en su
interpretación las reglas contenidas en el párrafo 4 de este Título Preliminar” 763. No
obstante lo anterior, reconociendo, acertadamente, las particularidades de la ley penal y en
especial la prohibición de analogía in malam parten, en una nota al art. 20, Bello dijo
expresamente: “En las leyes penales, se adopta siempre la interpretación restrictiva: si falta
la razón de la ley, no se aplica la pena, aunque el caso esté comprendido en la letra de la
disposición”764. Las disposiciones sobre interpretación de la ley del Código Civil, chileno
fueron tomadas del Código Civil de las Luisianas y mejoras en su redacción por Bello,
quien introdujo modificaciones de forma y de fondo, alejándose del “canon” de Savigny765.
763
Cousiño, “La interpretación de la ley penal…”, p. 200.
764
Etcheberry, Derecho penal…, T. I, p. 103.
765
Cury, Derecho penal…, p. 190.
766
Corcoy Bidasolo, “La interpretación en Derecho penal…”, p. 152.
767
García-Pablos, Introducción…, p. 831.
768
Corcoy Bidasolo, “La interpretación en Derecho penal…”, p. 153.
769
García-Pablos, Introducción…, pp. 831-832.
770
Corcoy Bidasolo, “La interpretación en Derecho penal…”, pp. 153-154.
771
Ídem, p. 153.
174
otros criterios o pautas interpretativas, por lo que es necesaria, pero no suficiente772/773.
Cuando el tenor literal solo admite un significado posible, fija el marco de las acepciones
subsumibles, en principio, en dicho “tenor literal”, fijando los límites posibles de una
interpretación teleológica, pero no se debe sobrevalorar la relevancia de la interpretación
literal o gramatical, por las limitaciones estructurales del lenguaje y la incapacidad de la
ley, como mandato abstracto y generalizador, para determinar los supuestos concretos de la
vida real que pueden subsumirse en aquélla, sin recurrir a un inútil casuismo774.
El art. 19 del CC prescribe: “Cuando el sentido de la ley es claro, no se desatenderá
su tenor literal, a pretexto de consultar su espíritu”. Como el legislador se expresa con
palabras y el Derecho penal se sujeta al principio de legalidad, resulta evidente que la
determinación del sentido literal posible y, por lo tanto, de la labor dogmática comience con
el análisis de los términos, expresiones o palabras utilizadas por el legislador775.
Ahora bien, para determinar cómo deben entenderse las expresiones que la ley
emplea, el CC se encarga de establecer tres reglas:
a. La regla general, según se desprende de la primera parte del art. 20 del CC,
consiste en que las expresiones legales deben entenderse en “su sentido natural y obvio,
según el uso general de las mismas”. Lo primero que debemos aclarar es que, siendo
coherentes con lo referido en las páginas anteriores, es que el uso general se refiere al uso
actual de las palabras y no al uso general vigente a la época de la dictación de la ley776.
Una tendencia bastante difundida en la jurisprudencia chilena777 y de manera
minoritaria en la doctrina778, han sostenido que el sentido natural y obvio de las palabras es
el que se encuentra en el Diccionario de la Lengua Española, obra de la Real Academia
Española. Si bien es cierto que recurrir al Diccionario como regla general tendría como
ventajas que es una fuente de conocimiento objetivamente contrastable y que es una fuente
disponible para todos los ciudadanos779/780, creemos, como la mayoría de la doctrina, que es
772
García-Pablos, Introducción…, p. 832.
773
En tal sentido el TSesp. afirma: “la interpretación literal es siempre un mero punto de partida que podrá ser
corroborado o corregido por otros criterios de mayor entidad” (Corcoy Bidasolo, “La interpretación en
DP…”, p. 153).
774
García-Pablos, Introducción…, pp. 832-833.
775
Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal. Fundamentos…, p. 337; Etcheberry, Derecho penal…, T.
I, p. 103; Cury, Derecho penal…, p. 190.
776
Etcheberry, Derecho penal…, T. I, p. 103.
777
Etcheberry, Derecho penal ante la jurisprudencia, Editorial Jurídica de Chile, año 2002, T. I, p. 103.
778
Cousiño sostenía que el sentido natural y obvio de las palabras es el el que determina el léxico, pues está
referido al uso de las palabras por las personas instruidas y en dicha virtud el primer auxiliar del intérprete es
el Diccionario de la Lengua y argumentaba que dada la circunstancia de que Bello era, además de excelso
jurista, un eminente gramático, no era posible suponer que entendiera por tenor literal de una ley, aquel
consagrado por el uso popular (Cousiño, “La interpretación de la ley penal…”, pp. 211-212).
779
Cfr. Matus y Ramírez, Lecciones de DP chileno. Fundamentos…, p. 338.
780
De hecho si tomamos por ejemplo el término “objeto”, incluido en el art. 365 bis del CP y nos remitimos a
la definición de la Rae, resulta que objeto sería: “Todo lo que puede ser materia de conocimiento o
sensibilidad de parte del sujeto, incluso este mismo” y resulta que como afirman, Matus y Ramírez: “Aunque
al discutirse el texto en la Comisión de Constitución, Legislación, Justicia y Reglamento del Senado se señaló
que los objetos a que se hace referencia pueden ser miembros corporales diferentes al pene nos parece que se
trata de una interpretación extensiva que, por una parte, degrada la esencia del ser humano como sujeto,
distinguible a todo nivel de las cosas del mundo; y otra, al incorporarse la introducción de objetos por la vía
bucal, podría extender la incriminación con las graves penas que se proponen de hechos tan comunes en la
175
un criterio equivocado. Primero, desde un punto de vista histórico, Bello no tenía gran
simpatía por la real Academia de la Lengua, de manera que no era seguidor en materias
gramaticales de dicha institución781, por lo que es poco probable que, al elaborar el
enunciado jurídico en comento, estuviese pensado en el recurso al diccionario de la Rae
para determinar el sentido natural y obvio de los términos legales782. En segundo lugar, esta
línea interpretativa es contradictoria con el texto expreso del art. 20 del CC, que se remite,
de manera clara al uso general y no a los significados que les da el Diccionario de la Rae783.
Difícilmente podría sostenerse que son más naturales y obvias las definiciones del
Diccionario de la Lengua784. Politoff, de hecho, afirma que el propio Cousiño refiere
algunas definiciones de la Rae que sin mayor reflexión conducen a conclusiones objetables,
como sería por ejemplo el concepto de “engaño”, en la estafa del N° 4 del art. 470 del Cp.,
que en algunos fallos se define “falta de verdad en lo que se dice, cree, hace, piensa o
discurre” (esto es, una simple mentira), en vez de exigir artificios, tretas o artimañas aptas
para inducir a que se suscriba el documento, en vez de entender el sentido natural y obvio
como aquel que concede a las palabras el uso común de las mismas785. Etcheberry
criticando la utilización del Diccionario de la Rae para determinar el sentido natural y obvio
de los términos de la ley, afirma que el Diccionario de la Rae, en su afán de proteger el
esplendor lingüístico, es muy conservador en cuanto a la admisión de nuevos vocablos, y
camina con muchos años de retraso con relación al uso general de los mismos, 786 agrega
que el Diccionario es hecho en España y fundamentalmente para los españoles y pese a que
en los últimos tiempos se ha dado más cabida a las voces americanas, lo dicho sigue siendo
cierto, más aun cuando las palabras españolas tienen a veces en Chile un sentido o un matiz
diferente del que tienen en España y por último, sostiene que hay expresiones que en el uso
común tienen un significado diverso del que les atribuye el Diccionario, como sucede con
las voces como “nimio”, “álgido”, “lívido”, “involucrar” y sólo en una segunda o tercera
acepción aparece el uso general
b. La segunda regla, es la contenida en la segunda parte del art. 20 del Cc., la cual
señala que: “Pero cuando el legislador las haya definido (las palabras) expresamente para
ciertas materias, se les dará en éstas su significado legal”. Esta regla se refiere
expresamente a la interpretación legal y es de suma importancia, toda vez que en el Código
penal hay múltiples definiciones de términos tales como alevosía (art. 12 N° 1), arma (art.
vida diaria como la obtención de un beso forzado, por poner un ejemplo vinculado a la sexualidad. Por lo
tanto, para evitar absurdos procesos y condenas, debe entenderse que los objetos a que hace referencia la ley
no comprenden las partes y miembros del cuerpo, y deben introducirse efectivamente por las vías que la ley
señala en un claro contexto de abuso sexual (excluyendo del mismo, obviamente, la alimentación o la toma de
temperatura), que dé cuenta patentemente del ánimo libidinoso del autor y de la relevancia sexual del acto”
(Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal chileno, parte especial, Editorial Thomson Reuters, 2014, p.
342). Lo anterior no es menor, toda vez que Matus y Ramírez resaltan las bondades de determinar el sentido
natural y obvio acudiendo al Diccionario de la Lengua. Al respecto ver: Matus, La Ley Penal y su
Interpretación, Editorial Metropolitana, 2012, pp. 190 y ss. y Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal
chileno. Fundamentos…, p. 338.
781
Etcheberry, Derecho penal..., T. I, p. 104.
782
Cury, Derecho penal..., p. 194 y Ectcheberry, Derecho penal..., T. I, p. 104..
783
Etcheberry, Derecho penal..., T. I, p. 104.
784
Cury, Derecho penal..., p. 194.
785
Politoff, Derecho penal..., pp. 99-100.
786
Etcheberry, Derecho penal..., T. I, p. 104.
176
132), empleado público (art. 260), violencia o intimidación (art. 439)787. Cuando la ley
proporciona una definición de ciertos términos, ésta prevalece sobre su significado
corriente, por lo que será necesario investigar si la materia sobre la que versa la ley que se
trata de interpretar, es la misma para la que se dio la definición legal, porque de no ser así,
recupera su vigencia el enunciado legal del art. 20, primera parte, referido al sentido natural
y obvio de las palabras de la ley788. De esta manera, muchas de las definiciones del CC se
encuentran elaboradas y rigen únicamente respecto de las materias que el CC reglamenta,
esto es, la adquisición, goce, ejercicio y extinción de los derechos civiles y no para materias
penales. Por ejemplo, la voz “cosa mueble”, definida en el art. 567 del CC, entrega un
concepto mucho más restringido que el utilizado por el Código Penal. En efecto, conforme
al art. 567 del CC, son muebles las cosas que pueden transportarse de un lugar a otro, sea
moviéndose ellas a sí mismas, sea que sólo se muevan por una fuerza externa. Dicho
concepto de cosa mueble no es aplicable en materia penal y para efectos del hurto y del
robo, debe entenderse por cosa mueble cualquier objeto corporal que pueda moverse de un
lugar a otro. Se trata, por ende, de un concepto más amplio que el civil y así lo sostiene la
mayoría de la doctrina nacional789.
787
Cousiño, “La interpretación de la ley penal…”, pp. 210-211.
788
Cury, Derecho penal..., p. 194.
789
Como dice Oliver, el Código Civil distingue tres clases de cosas inmuebles: las que no pueden
transportarse de un lugar a otro, como las tierras (inmuebles por naturaleza); las que adhieren
permanentemente a ellas, como los árboles (inmuebles por adherencia) y las que están permanentemente
destinadas al uso, cultivo y beneficio de ellas, como los animales destinados al cultivo de una finca, puestos
en ella por el dueño de la misma (inmuebles por destinación) (arts. 568, 569 y 570). El punto que debe captar
nuestra atención en este momento es el relativo a si puede utilizarse en esta materia el concepto civil de cosa
mueble. En este tema, una antigua opinión doctrinal postulaba que dicho concepto era aplicable. La
apropiación de una cosa adherida o permanentemente des tinada a un inmueble por naturaleza puede
constituir un hurto o un robo, a pesar de que la ley civilla considera inmueble. Pero dicha opinión doctrinal
planteaba que no por eso debía sostenerse que el concepto penal de cosa mueble era distinto del civil, porque
conforme a la ley civil los inmuebles por adherencia o destinación pasan a ser muebles desde el instante
mismo en que elladrón realiza la apropiación. En efecto, por lo que respecta a los inmuebles por adherencia,
conforme al art. 573 CC, éstos no dejan de serlo por su separación momentánea, pero desde que se separan
para darles un destino diferente, recuperan su calidad de muebles. y en cuanto a los inmuebles por
destinación, del art. 570 del mismo Código se desprende que si desaparece su destino permanente, también
vuelven a ser muebles. Como elladrón sustrae la cosa inmueble por adherencia o destinación para darle un
destino diferente, se trataría de una cosa mueble. Reconociendo la lucidez de dicha opinión, no resulta
aceptable. Efectivamente, el citado art. 573 señala que las cosas accesorias a bienes raíces no dejan de
considerarse inmuebles por su momentánea separación, y lo que pretende elladrón no es su separación
momentánea, sino definitiva. Pero podría ocurrir que la cosa sea momentáneamente separada por su dueño,
manteniendo por tanto su calidad de inmueble, y apropiada por un tercero durante dicha separación. Para el
derecho penal podría haber un hurto o un robo, a pesar de que para la ley civil se trataría de una cosa
inmueble. Además, dicha opinión no soluciona satisfactoriamente las hipótesis de tentativa, ya que mientras
no tenga lugar la separación de la cosa del inmueble al que está adherida o destinada, no se trataría aún de
cosa mueble para la ley civil. Haciéndose cargo de este punto, la opinión que criticamos sostenía que lo que
devuelve al inmueble por adherencia o destinación su carácter de mueble no es tanto su efectiva separación,
sino la voluntad de separarla definitivamente, creyendo ver en el art. 571 del citado Código un argumento a
favor de esta idea (según este precepto, “los productos de los inmuebles, y las cosas accesorias a ellos [ ... ], se
reputan muebles, aun antes de su separación, para el efecto de constituir un derecho sobre dichos productos o
cosas a otra persona que el dueño”). Pero es obvio que al apropiarse de la cosa, el ladrón no constituye ningún
derecho sobre ella. Además, del art. 573 del mismo Código no se desprende que las cosas accesorias a bienes
raíces dejen de ser inmuebles desde que se pretende separarlas con el objeto de darles un destino diferente,
177
c. La tercera regla, es la establecida en el art. 21 del CC, la que prescribe que: “Las
palabras técnicas de toda ciencia o arte se tomarán en el sentido que les den los que
profesan la misma ciencia o arte; a menos que aparezca claramente que se han tomado en
sentido diverso”.
Las palabras técnicas deben entenderse en su acepción técnica790. Luego, si entre los
que profesan la misma ciencia o arte hay disenso sobre el sentido de una palabra técnica, el
tribunal debe decidir por el significado más adecuado al contexto legal, no por
consideraciones estadísticas, toda vez que la opinión mayoritaria puede no coincidir con la
el significado utilizado en el enunciado legal791. Si el sentido técnico es controvertido,
normalmente se recurrirá a los informes de perito792. El ejemplo clásico es el de los
términos loco o demente, del art. 10, N° 1, del Cp., que deben ser interpretados con el
apoyo de la psiquiatría y no del sentido que les da el Diccionario de la Lengua o el lenguaje
común793. Subsidiariamente, si de la ley aparece claramente que la expresión técnica ha
sido tomada en un sentido diferente del que le atribuyen los especialistas, el intérprete debe
prescindir de éste794 y entenderla en su sentido legal o literal795.
sino desde que efectivamente se separan con dicho fin (Oliver, Delitos contra la propiedad, Editorial
Thomson Reuters, 2013, pp. 97-99).
790
Cousiño, “La interpretación de la ley penal…”, p. 211.
791
Cury, Derecho penal..., p. 194.
792
Etcheberry, Derecho penal..., T. I, p. 104.
793
Politoff, Derecho penal..., p. 100.
794
Cury, Derecho penal..., p. 194.
795
Cfr. Cousiño, “La interpretación de la ley penal…”, p. 211.
796
Squella, Introducción al Derecho, p. 411.
797
García-Pablos, Introducción…, pp. 838-839.
798
Ídem, p. 839.
799
Cfr. Corcoy Bidasolo, “La interpretación en Derecho penal…”, p. 160.
800
García-Pablos, Introducción…, p. 839.
801
Ídem.
178
teleológica de la norma concreta, de su finalidad objetiva y no a la finalidad total del
ordenamiento jurídico802.
En Derecho penal el criterio teleológico se relaciona con el criterio del fin de
protección de la norma, en el ámbito de la imputación objetiva del resultado o relación de
riesgo. Además, el fin de protección de bienes jurídico-penales, como función esencial del
Derecho penal, legitima la intervención penal y determina la distinción entre antijuridicidad
formal y material. La relevancia jurídico-penal de los hechos requiere la antijuridicidad
material, en cumplimiento del principio de lesividad803. Los tipos penales no pueden ser
determinados con prescindencia del bien jurídico para cuya tutela han sido formulados en la
ley804, de manera que se debe probar no sólo que los hechos son incardinables formalmente
en un determinado injusto típico sino, además, que el bien jurídico-penal ha sido lesionado
o puesto en peligro por la conducta objetiva y subjetivamente antijurídica imputable a un
autor, como sucede en los delitos de resultado, o bien que al menos la conducta típica tiene
la aptitud ex ante, para lesionar o poner en peligro el objeto jurídico, como sucede en los
delitos de mera actividad.
El art. 19 de CC prescribe en su inc. 2°: “Pero bien se puede, para interpretar una
expresión oscura de la ley, recurrir a su intención o espíritu, claramente manifestados en
ella misma, o en la historia fidedigna de su establecimiento”.
Una interpretación extensiva del tipo legal, en que sus elementos fueran ampliados
más allá de su significado “natural y obvio”, con la excusa de proteger de mejor manera el
bien jurídico, quebrantaría las reglas legales de interpretación e implicaría una violación de
la prohibición de la analogía, de manera que debe prevalecer, en el caso propuesto el
criterio gramatical. De ahí que el legislador, plantee la necesidad de recurrir al criterio
teleológico cuando la ley emplea una expresión oscura, debiendo buscar la determinación
del sentido del término, en la misma ley que se trata de interpretar, la cual no debe
considerarse aislada o fraccionadamente, sino que en su contexto general, buscando la
correspondencia y armonía entre sus diversas partes y de ahí que conforme al art. 22 del
CC, las palabras no deben tampoco analizarse aisladamente, sino en relación con el
contexto general. Así las cosas, la ratio legis es el núcleo, su razón de ser, el fin de la ley o,
en materia penal, el bien jurídico penalmente tutelado805. Sin perjuicio de lo anterior, si la
interpretación del tipo legal, subsume en el tipo legal elementos que nada tienen que ver
con el bien jurídico tutelado, se estaría negando la determinación teleológica del sentido de
la incriminación806.
Cousiño, incluso planteaba que no se puede tratar los elementos de interpretación de
la ley penal como entidades jurídicamente diversas, puesto que el objetivo único es el de
conocer la voluntad de la ley y para llegar a ese resultado se requiere tan solo de un criterio
racional y finalista, de manera que la única interpretación válida sería la teleológica807.
Según Cousiño, el criterio teleológico no excluye ninguno de los elementos tradicionales,
pero incluso la interpretación gramatical debe realizarse teleológicamente, lo que se
802
Ídem.
803
Corcoy Bidasolo, “La interpretación en Derecho penal…”, p. 160.
804
Politoff, Derecho penal..., p. 102.
805
Etcheberry, Derecho penal..., T. I, p. 105.
806
Cfr. Politoff, Derecho penal..., T. I, pp. 102-103.
807
Cousiño, “La interpretación de la ley penal…”, p. 205.
179
ajustaría a los términos de las reglas del Código Civil y agrega que los tipos penales se
elaboran con expresiones que requieren de una valorización, aunque se trate de conceptos
vulgares y comunes y por ello, en la tipificación o encuadramiento de una conducta, hay
siempre una labor teleológica808. Como el motivo determinante de la ley está en un factor
ocasional, pero ella subsiste para regir situaciones no consideradas ni previstas y la ley nace
a la vida jurídica dentro de un momento histórico-cultural ambiental que puede ser
esencialmente cambiable, la consideración del motivo que indujo a la dictación de la ley,
sólo es un elemento válido para la interpretación, en tanto subsistan esos motivos, pero en
caso contrario, la ratio legis debe apreciarse teleológicamente809.
808
Ídem.
809
Cousiño, “La interpretación de la ley penal…”, pp. 206-207.
810
Corcoy Bidasolo, “La interpretación en Derecho penal…”, p. 155.
811
Squella, Introducción al Derecho, p. 409.
812
Cfr. Guastini, Distinguiendo..., p. 233.
813
Corcoy Bidasolo, “La interpretación en Derecho penal…”, p. 155.
814
Fernández Cruz, “Los delitos de violación y estupro del art. 365 bis Cp.: Una racionalización desde el
mandato de lex stricta y el principio de lesividad. Especial referencia a la introducción de dedos u otras partes
180
Derecho Democrático, respetuoso de los límites al ius puniendi, debe necesariamente acatar
los límites que le impone el pilar fundamental del Derecho penal, consistente en el
principio “Nullum crimen, nulla poena sine lege” y las exigencias derivadas del mismo.
Así conforme al principio Nullum crimen, nulla poena sine lege praevia, existe expresa
prohibición de aplicar retroactivamente las leyes penales que crean nuevos delitos o
agravan su punición. En atención al principio Nullum crimen, nulla poena sine lege scripta,
existe mandato de escritura y la reserva de ley en materia penal. Conforme al principio
Nullum crimen, nulla poena sine lege stricta, existe prohibición de analogía por parte de los
jueces y tribunales, y exigencia en el cumplimiento escrupuloso del principio de legalidad a
la hora de aplicar la ley penal. Por último, de acuerdo con el principio Nullum crimen, nulla
poena sine lege certa, existe mandato de determinación o taxatividad que se concreta en la
tipicidad del hecho y en la determinación legal de la pena815.
La posición dinámica o evolutiva sostiene que la interpretación es un trabajo de
adaptación de la norma positiva a las necesidades que imperan en una sociedad, de manera
que el intérprete no sólo indagará la voluntad del legislador en el momento de elaborar la
ley sino que analizará históricamente, tanto la evolución jurídica como la social816. Otorga a
la disposición un significado nuevo y distinto de su significado histórico, de acuerdo al
momento en el que se realiza la interpretación817. la interpretación evolutiva es
eminentemente correctora, toda vez que corrige el significado histórico de las palabras,
adaptándolo a los tiempos, a las nuevas circunstancias sociales y culturales818.
Para descubrir la ratio legis de la ley actual, sugiere indagar retrospectivamente su
génesis histórica y antecedentes, los anteproyectos, proyectos, trabajos legislativos
preparatorios, enmiendas y debate parlamentario que la misma suscitó819. La Exposición de
Motivos de la propia Ley puede auxiliar, también, al intérprete, así como la comparación de
la nueva norma con la regulación o regulaciones precedentes820. El factor histórico pierde
autonomía y se instrumentaliza, importando solo y en la medida que contribuya a clarificar
la voluntas legis, cometido básico del intérprete y si la voluntas legis y voluntas legislatoris
no coinciden, debe preferirse la voluntas legis, porque la voluntad del legislador, es una
ficción, porque lo que importa es lo que dice la ley no lo que pretendió decir el
legislador821. Por lo tanto, la interpretación histórica, no es decisiva, si bien, cuando
coincide con los resultados obtenidos mediante otros criterios o métodos, refuerza la
interpretación822. A menudo, permite comprender errores del legislador, determinar el
significado de preceptos enigmáticos o contradictorios y es particularmente necesario para
conocer los orígenes y evolución de una determinada figura delictiva y para valorar el
proceso de adaptación, en su caso, de la misma al inevitable cambio social 823.
del cuerpo, en Revista Ius et Praxis, año 13, N° 2, pp. 116-117. En el mismo sentido, ver Jakobs, Derecho
penal..., pp. 93-94.
815
Al respecto ver Roxin, Derecho penal..., T. I, pp. 134 a 141.
816
Corcoy Bidasolo, “La interpretación en Derecho penal…”, p. 155.
817
Guastini, Distinguiendo..., p. 233.
818
Guastini, Distinguiendo..., p. 234.
819
García-Pablos, Introducción…, p. 834.
820
Ídem.
821
Ídem.
822
Ídem.
823
García-Pablos, Introducción…, pp. 839-840.
181
El art. 19 del CC, en su inc. 2°, dispone: “Pero bien se puede, para interpretar una
expresión obscura de la ley, recurrir a su intención o espíritu, claramente manifestados en
ella misma, o en la historia fidedigna de su establecimiento”.
Squella, en tanto sostiene que el artículo en comento contempla el elemento
histórico en sentido estricto, es decir, estático, puesto que remite al intérprete a la historia
fidedigna del establecimiento de la ley que se trata de interpretar y, apunta que la entrada
del elemento histórico aparece condicionada a la presencia de una expresión oscura de la
ley y únicamente como un método adecuado para ruar la intención o el espíritu de la ley
que se trata de interpretar824. En contra de esta postura, Etcheberry sostiene que en nuestro
sistema el elemento histórico es un aspecto del elemento teleológico que obliga a estudiar la
ocasión o marco histórico en el que la ley nació; luego la historia del precepto, desde que
fue ideado hasta que se concretó en la ley, adquiriendo importancia los precedentes
legislativos, de los modelos que han inspirado la ley, las obras de los tratadistas
consultados, las opiniones de los redactores y legisladores, la legislación comparada si la
ley penal fue tomada de modelos extranjeros, sin perder de vista, que lo que debemos
desentrañar a través del elemento histórico es la voluntad de la ley825. Acorde con el
planteamiento de Etcheberry, Garrido Montt, afirma que en que la historia fidedigna del
establecimiento de la ley la conforman los antecedentes que motivaron su dictación, las
condiciones socioculturales de la época, cómo se promovió su dictación, los trabajos
preparatorios, su mensaje o exposición de motivos, las discusiones a que dio lugar, las
opiniones de sus redactores, el Derecho comparado que se tuvo en cuenta, etc.,
antecedentes que deben ser “fidedignos” y no meras referencias, suposiciones o recuerdos.
Sostiene que pueden incorporarse a esa historia las modificaciones que sufrieron algunos de
los textos legales vinculados a la materia por su posible repercusión en los bienes jurídicos
protegidos; las nuevas contingencias políticas, sociales, científicas y culturales en general,
que suministran nuevos bienes jurídicos susceptibles de tener cabida, conforme a una
interpretación progresiva, de manera que considera insuficientes las opiniones de los
redactores e insiste en que con su promulgación, la ley se desprende de manera definitiva
del ámbito de poder y de los motivos del legislador y llega a ser una fuente jurídica
independiente, que debe ser enjuiciada a partir de su función actual. Por último sostiene que
la interpretación histórica no tiene generalmente carácter decisivo, pero sirve de refuerzo a
otros criterios826.
182
destinados a precisar el sentido de la ley manifestado en su texto, de manera que ambos
elementos formarían parte de la interpretación literal en el proceso hermenéutico, al cual
servirían como instrumentos de la misma forma que el elemento gramatical828.
La interpretación sistemática pretende obtener el significado de una disposición a
partir de su ubicación en el “sistema” del Derecho: algunas veces, en el sistema jurídico en
su conjunto; más frecuentemente, en un subsistema del sistema jurídico, esto es, en el
conjunto de las disposiciones que regulan una determinada materia o una determinada
institución829. El sistema jurídico y los subsistemas que lo componen son generalmente
concebidos como conjuntos de normas coherentes (sin contradicciones o antinomias) y
completos (sin lagunas)830. En la práctica se realiza una interpretación sistemática cada vez
que, para decidir el significado de una disposición, no se observa la propia disposición de
forma aislada, sino el contexto en el que está ubicada831. Ese contexto puede ser más o
menos amplio: los otros párrafos de un mismo artículo, los otros artículos de una misma
ley, hasta llegar a la totalidad de las disposiciones que componen un ordenamiento
jurídico832. Por lo tanto, busca desvelar el significado del tenor de la ley, partiendo del
contexto en que ésta se halla ubicada y de la relación del precepto controvertido con otros
preceptos en el seno del ordenamiento jurídico, entendido este como un todo orgánico y
coherente833.
Según Alf Ross, es ilusorio pensar que la interpretación de la ley puede o tiene que tomar como
punto de partida el significado ordinario de las palabras tal como resulta de su uso, porque no
existe tal significado, sino el contexto y el deseo de hallar un significado “bueno” o “razonable”
en relación con una situación dada, la que determina el significado de las palabras
individuales834. Ross sostiene que los siguientes axiomas se aplican a las palabras en el uso
cotidiano: 1) El significado posible de toda palabra es vago; su posible campo de referencia es
también un conjunto con las de otras leyes que versen sobre una materia similar. Dicho elemento se
desprendería del art. 22 del CC, que señala que: “el contexto de la ley servirá para ilustrar el sentido de cada
una de sus partes, de manera que haya entre todas ellas la debida correspondencia y armonía”, a lo que
agregar el inc. 2° de la misma disposición que señala que “los pasajes oscuros de una ley pueden ser
ilustrados por medio de otras leyes, particularmente si versan sobre el mismo asunto”. El elemento
sistemático, en tanto, representaría sólo un grado más avanzado del elemento lógico, puesto que consistiría en
establecer el o los posibles sentidos y alcances de una ley atendiendo ahora a las conexiones que la ley que se
trata de interpretar pueda guardar con la totalidad del ordenamiento jurídico del cual forma parte, incluidos los
principios generales del derecho, y no solamente con las normas de otras leyes que versan sobre la misma
materia de la ley interpretada. El elemento sistemático asumiría que las normas de una ley guardan relaciones
no sólo entre sí y con las de otras leyes que versen sobre la misma materia, sino que tales relaciones se dan
por referencia a todo el ordenamiento jurídico, de modo que su interpretación tiene que ser efectuada en el
contexto más amplio de este último. Dicho elemento se desprendería del art. 22 cuando señala que “los
pasajes oscuros de una ley podrán ser ilustrados por medio de otras leyes, particularmente si versan sobre el
mismo asunto”, puesto que la presencia de ese adverbio es indicativa de que los pasajes oscuros de una ley
pueden también ser ilustrados por medio de otras leyes, aunque éstas no versen sobre la misma materia o
asunto de la ley que se trata de interpretar. Además, este elemento puede desprenderse según Squella del art.
24, en la parte en que remite al interprete al espíritu general de la legislación (Squella, Introducción al
Derecho, pp. 410-413).
828
Cury, Derecho penal..., p. 195.
829
Guastini, Distinguiendo..., pp. 227-228.
830
Guastini, Distinguiendo..., p. 228.
831
Ídem.
832
Ídem.
833
García-Pablos, Introducción…, p. 839.
834
Ross, Sobre el Derecho y la Justicia, Editorial Universitaria de Buenoa Aires, 2005, p. 153.
183
indefinido. 2) La mayor parte de las palabras son ambiguas. 3) El significado de una palabra se
determina en forma más precisa cuando ella es considerada como parte integrante de una
determinada expresión, 4) El significado de una expresión -y con ello el significado de las
palabras contenidas en la misma- se determina en forma más precisa cuando la expresión es
considerada en la conexión en que es formulada. Esta conexión puede ser lingüística (el
contexto) o no lingüística (la situación). A partir de 3) y 4) es posible formular la siguiente
generalización: el significado de una palabra es una función de la conexión -expresión,
contexto, situación- en que la palabra aparece. Para analizar más de cerca el papel que
desempeña la conexión835. El principio guía para toda interpretación es el de la primaria función
determinativa de significado que cumplen la expresión, como una entidad, y las conexiones en
que ella aparecen836. El punto de partida de toda comprensión es la expresión como entidad, tal
como es experimentada por la persona que la recibe en una situación concreta definida. A partir
de ese punto la interpretación puede proseguir, parcialmente hacia un análisis de los elementos
que constituyen la expresión: las palabras individuales y su conexión sintáctica, y parcialmente
hacia un análisis del contexto en el que la expresión aparece, y de la situación en que fue
formulada837. En el primer análisis -esto es, el que se dirige al significado de las palabras- es
importante entender que el significado de una expresión no está construido como un mosaico
con el significado de las palabras individuales que la componen. Por el contrario, el significado
que el análisis puede atribuir a los elementos individuales es siempre una función del todo en el
cual aparecen838.
835
Ídem, p. 150
836
Ídem, p. 152
837
Ídem,, pp. 152-153
838
Ídem, p. 153.
839
García-Pablos, Introducción…, p. 840.
840
Corcoy Bidasolo, “La interpretación en Derecho penal…”, p. 156.
841
García-Pablos, Introducción…, p. 840.
842
Ídem, p. 840.
843
Ídem, p. 840.
184
concreta ubicación y del acierto o desacierto de la rúbrica legal que la contiene, de manera
que puede constituir un indicio, pero no un argumento concluyente y definitivo844.
La interpretación sistemática se puede manifestar a través de diversos argumentos:
7.d.1. Argumento a coherentia o conforme. Guastini distingue dos tipos. La
primera consiste en adaptar el significado de una disposición al significado, previamente
establecido, de otra disposición de rango superior, de manera que si, por ejemplo, una
disposición legal admite dos interpretaciones en conflicto, de forma que la primera sea
conforme con las normas constitucionales, mientras que la segunda está en contraste con
ellas, se hace una interpretación conforme escogiendo la primera interpretación y
rechazando la segunda845. La segunda, consiste en adaptar o adecuar el significado de una
disposición a un principio general o fundamental del Derecho, que no necesariamente
reviste un rango superior al de la disposición particular846. La interpretación conforme tiene
por finalidad evitar la aparición de antinomias, tanto entre normas de diverso grado
jerárquico como entre normas particulares y principios generales, según los caso847.
Tarello afirma que el argumento de la coherencia de la disciplina jurídica es por un lado un
argumento dotado de notable eficacia persuasiva y, por el otro lado, un argumento auxiliar y
subsidiario848. Está dotado de notable fuerza persuasiva porque se funda en la creencia de que el
«derecho», o el «sistema jurídico» o «el ordenamiento jurídico» (según la locución preferida en
los varios ámbitos culturales) provea una disciplina coherente - priva de antinomias – de la vida
en sociedad, y esta creencia está largamente difundida entre los operadores jurídicos operantes
en todas las organizaciones modernas, en particular entre los jueces849. Es sin embargo un
argumento auxiliar y subsidiario, porque no alcanza por sí solo, para decidir la aplicación del
derecho o para resolver un problema de interpretación en sentido lato toda vez que nos
encontramos frente a un así llamado «conflicto de normas», sino que debe ser integrado al
menos con otro argumento retórico o bien debe ser completado con la asunción de un principio
general sobre la solución de los conflictos de normas850. En las organizaciones jurídicas
modernas son frecuentes las disposiciones relativas a los conflictos de normas. El carácter
auxiliar y subsidiario del argumento de la coherencia deriva del hecho de que, a fin de no hacer
emerger un conflicto de normas de la interpretación de dos enunciados normativos, es necesario
proceder a una ulterior interpretación de uno de tales enunciados o bien de ambos: ello deberá
hacerse recurriendo a otros argumentos interpretativos, de modo tal que el argumento de la
coherencia funciona como criterio de elección de ulteriores argumentos (en base a los
resultados de estos últimos: serán excluidos aquellos que conducen a un conflicto de
disposiciones)851.
7.d.2. Argumento sedes materiae. Se usa este argumento siempre que se aduce que
una determinada disposición debe ser entendida de una forma determinada (y no de otra) en
virtud de su ubicación en el discurso legislativo852. El llamado argumento a rubrica supone
844
Ídem, p. 840.
845
Guastini, Distinguiendo..., p. 231.
846
Ídem, p. 232.
847
Ídem.
848
Tarello, La interpretación de la ley, p. 324.
849
Ídem.
850
Ídem, pp. 324-325.
851
Ídem, p. 325.
852
Guastini, Distinguiendo..., p. 229.
185
la atribución de un significado en función de la rúbrica o título que encabeza la sección, y
no es otra cosa que una modalidad de argumento sedes materiae853.
Corcoy Bidasolo sostiene que la interpretación sistemática resulta avalada por cuatro razones:
1º. La conexión material entre preceptos que regulan la misma materia; 2º. La unidad o íntima
conexión de los apartados de un mismo art.; 3º. Motivos gramaticales que exigen tomar en
consideración la totalidad del artículo para entender o interpretar una parte; 4º. Razones
históricas o antecedentes doctrinales. En este sentido, sostiene Corcoy, que el Cpesp. de 1995
trató de tomar en consideración el criterio sistemático agrupando los diversos grupos de delitos
en atención al bien jurídico penal protegido y efectuando una prelación de estos diferentes
grupos de delitos, en atención a la jerarquía de los bienes jurídico-penales protegidos,
comenzando por los delitos contra derechos fundamentales –vida, salud, libertad, intimidad,
dignidad, propiedad-, siguiendo con los delitos contra bienes jurídico penales supraindividuales.
Entiende Corcoy, que esta forma de legislar, es mucho más adecuada que la anterior y sirve
para que tengan una mayor utilidad tanto el criterio sistemático como el teleológico 854.
853
Corcoy Bidasolo, “La interpretación en Derecho penal…”, p. 157.
854
Ídem, pp. 157-158.
855
Cousiño, “La interpretación de la ley penal…”, pp. 215-216.
856
Etcheberry, Derecho penal..., T. I, p. 106.
186
mediante la consideración de la unidad de las valoraciones realizadas por el
ordenamiento857.
857
Cury, Derecho penal..., p. 195.
858
Squella, Introducción al Derecho, p. 414.
859
Guzmán Brito, lo restringue a la segunda parte del art. 23 del CC al afirmar: “De todas las normas
contenida en dicho párrafo, la principal es la perteneciente a la segunda parte del articulo 23 del Código Civil:
“La extensión que deba darse a toda ley, se determinará con su genuino sentido y según las reglas de
interpretación precedentes” (Guzmán Brito, “La historia dogmática de las normas sobre interpretación
recibidas por el CC de Chile”, en Universidad de Chile y Universidad Adolfo Ibáñez, Interpretación,
integración y razonamiento jurídicos, Editorial Jurídica de Chile, 1992, p. 69)
860
Guzmán Brito, “La historia dogmática…”, pp. 69-70; Squella, Introducción al Derecho, pp. 414.
861
Guzmán Brito, “La historia dogmática…”, p. 70.
862
Cfr. Squella, Introducción al Derecho, p. 414.
863
Guzmán Brito, “La historia dogmática…”, p. 70.
187
Luego, el inciso segundo del art. 19 admite que la ley pueda ser portadora de alguna
expresión oscura, debiendo entenderse por “expresión” no sólo una o más palabras aisladas
de la ley, sino las frases que fueron formadas por el autor de la ley al momento de aprobarla
y promulgarla como tal864. En presencia de una expresión oscura de la ley, lo que ocurre
cuando el sentido del texto no es claro o porque el texto tiene más de un sentido o porque
aparentemente no tiene ninguno865, el inciso segundo del art. 19 dispone que debe recurrirse
a la “intención o espíritu de la ley, claramente manifestados en ella misma o en la historia
fidedigna de su establecimiento”. Por “espíritu” de la ley habría que entender la “razón” de
la ley, esto es, el fin objetivo que ésta tiene, con lo cual se podría sostener, que el inciso
acoge el método o elemento teleológico de la interpretación de la ley866. Por su parte,
“intención” se refiere al elemento histórico de interpretación de la ley, puesto que para fijar
la intención o espíritu de la ley se remite al intérprete a la historia fidedigna del
establecimiento de aquélla, con lo cual se parte de la base de que toda ley, como producto
humano que es, tiene una historia, normalmente documentada, que el intérprete puede
reconstruir al momento de tener que establecer el o los sentidos posibles que la ley
interpretada pueda tener867.
Luego hay que relacionar el primer inciso del art. 19 con las disposiciones de los
arts. 20 y 21, los cuales establecen el modo en que deben ser entendidas las palabras de la
ley. La alusión explícita del art. 20 al “sentido natural” de las palabras, se refiere al uso
común o general de las mismas868.
El art. 23 toma una posición, en principio, adversa tanto frente a las interpretaciones
extensivas como restrictivas, sin embargo, no impide el intérprete lleve a cabo una
interpretación de este tipo, sino que fundamentar una interpretación extensiva o restrictiva
en lo favorable u odioso que pueda existir en la norma legal que se trata de interpretar869.
Por lo demás, la extensión razonable que deba darse a la leyes es algo que el intérprete sólo
puede saber cómo resultado de la interpretación, esto es, una vez efectuada la interpretación
de la ley de que se trate y una vez fijados los distintos sentidos y alcances de ésta y las
diversas alternativas de aplicación que ella presente870.
El art. 24, tiene un carácter restrictivo, puesto que autoriza la entrada de los
principios generales y de la equidad sólo en los casos a que no pudieren aplicarse las reglas
de interpretación de los arts. 19 al 23, únicamente con el fin de interpretar pasajes oscuros o
contradictorios, y adjudicando a estas fuentes supletorias del Derecho unas denominaciones
que limitan la conceptualización que pueda hacerse de ambas y, por lo tanto, los principios
tienen, según el art. 24 del CC, un carácter supletorio y una de tales restricciones se
produce en la medida en que esa disposición se refiere a los principios generales del
derecho con la expresión “espíritu general de la legislación” 871.
864
Squella, Introducción al Derecho, p. 414.
865
Cfr. Guzmán Brito, “La historia dogmática…”, p. 70.
866
Squella, Introducción al Derecho, p. 415.
867
Ídem.
868
Ídem.
869
Guzmán Brito, “La historia dogmática…”, p. 75; Squella, Introducción al Derecho, pp. 415-416.
870
Guzmán Brito, “La historia dogmática…”, p. 75; Squella, Introducción al Derecho, pp. 415-416.
871
Squella, Introducción al Derecho, pp. 413-416.
188
En cuanto a “equidad natural”, se trata de una expresión más amplia que la de
“espíritu general de la legislación”, puesto que aquélla no sería propia de un determinado
ordenamiento jurídico, sino de todo Derecho. El art. 24, al adjetivar el sustantivo “equidad”
con la palabra “natural”, restringió deliberadamente el campo de juego de la equidad, sin
perjuicio de introducir la dificultad que significa acordar algún sentido y alcance a la
palabra “natural”, que en todo caso, obligaría al juez al momento de fundar su fallo, a
ofrecer razones que justifiquen las decisiones judiciales dadas en nombre de la equidad872.
Si bien hablar de equidad, implica hablar del sentido de lo justo que se forma el juzgador
frente a un caso dado, no se debe perder de vista que en materia penal el principio de
legalidad impide fundamentar la decisión judicial en la mera idea de justicia, idea de suyo
subjetiva que introduciría inseguridad jurídica a la de cisión jurisdiccional.
b. Argumento a fortiori
Es aquel en virtud del cual, dada una norma jurídica que establece una calificación
normativa de un sujeto o de una clase de sujetos, se concluye que tal calificación vale
también para otro sujeto o clase de sujetos que merecen esa calificación con mayor razón
que el primer sujeto o clase de sujetos874. Por lo tanto, es un procedimiento discursivo para
justificar interpretaciones extensivas de una norma legal. Descansa en alguna cláusula del
tipo de “tanto más” o del tipo de “con mayor razón“. En el primer caso, consiste en aducir
alguna consideración nueva que refuerza la conclusión que se trata de sentar. En el segundo
caso, consiste en establecer, a partir de un caso dado con una cualidad o bajo una
condición, otro caso que tiene esa cualidad de modo más evidente aún o que está sujeto a
dicha condición con mayor razón875. Dada una norma jurídica que predica una obligación u
otra calificación normativa de un sujeto o clase de sujetos, debe concluirse que es válida
para otra norma que predique la misma calificación normativa de otro sujeto o clase de
872
Ídem, pp. 416-417.
873
Ídem, p. 421.
874
Ídem.
875
Etala, Diccionario jurídico de interpretación y argumentación, pp. 34-35.
189
sujetos que se encuentre en situación tal de merecer, con mayor razón que los primeros, la
calificación que la norma en cuestión a ellos acuerda. No se trata, no obstante la apariencia,
de un sub caso de argumento analógico, o de un argumento analógico particularmente
fuerte y persuasivo, dado que el argumento a fortiori no se funda en la semejanza, sino sólo
en la razón o ratio de la norma o del enunciado normativo876. El argumento a fortiori se
apoya en la ratio decidendi o razón alegada para resolver el caso anterior de una manera
determinada, de manera que recurre al espíritu de la ley, de manera que si, por ejemplo, se
ha castigado a alguien que ha herido a otro golpeándole, a fortiori se ha de castigar a quien,
golpeándolo, ha ocasionado la muerte de otro877 Aunque el caso A (no regulado) no sea
parecido al caso B (sí regulado), se concluye que el caso A merece con mayor razón el
mismo tratamiento que el caso B, todo ello a partir de un juicio abiertamente valorativo.
Tanto la analogía como el argumento a fortiori se orientan a la búsqueda de la ratio legis, o
sea, de la razón que justifica la regulación de un cierto supuesto y que debe justificar
también la regulación de otro878. El argumento a fortiori se manifiesta bajo dos formas: ad
maius aplicable a las calificaciones jurídicas ventajosas, como los derechos y las
autorizaciones, y ad minus aplicable a las calificaciones desventajosas, como los deberes879.
c. Argumento a contrario
Sostiene que el legislador ha dicho exactamente lo que pretendía decir; y en cuanto
a lo que no ha dicho, evidentemente no pretendía decirlo, ya que, si hubiese querido decido,
lo habría dicho880. Dada una norma que establece una calificación normativa de un sujeto o
de una clase de sujetos, se concluye que tal calificación no vale para otro sujeto o clase de
sujetos no expresamente mencionados o incluidos en la norma de que se trate. Por lo
mismo, puede afirmarse que el argumento a contrario es un procedimiento justificatorio de
interpretaciones literal o estrictas881. Dada una determinada proposición jurídica que afirma
una obligación (u otra clasificación normativa) de un sujeto (o de una clase de sujetos), a
falta de una disposición expresa, se debe excluir la validez de una proposición jurídica
diferente que afirme esta misma obligación (u otra calificación normativa) con respecto a
cualquier otro sujeto (o clase de sujetos)882.
Lo anterior se grafica en el siguiente esquema:
Premisa: Si un hecho llena los supuestos legales VI, V2 ... Vn, se producen a su respecto las
consecuencias jurídicas Rl, R2 ... Rn. Conclusión: si un hecho no llena los supuestos legales VI,
V2 ... Vn, entonces no tendrán lugar a su respecto las consecuencias jurídicas Rl , R2 ... Rn.
Si una disposición obliga a los jóvenes que hayan alcanzado la edad de veinte años a cumplir su
servicio militar, se sacará de ella la conclusión contraria de que las jóvenes no están sometidas a
la misma obligación883
876
Tarello, La interpretación de la ley, p. 320.
877
Perelman, La lógica y la nueva retórica, Editorial Civitas, 1979, p. 18.
878
Prieto Sanchís, Apuntes de la teoría del Derecho, Editorial Trotta, 2010, p. 268.
879
Squella, Introducción al Derecho, p. 421; Tarello, La interpretación de la ley, p. 320.
880
Guastini, Distinguiendo..., p. 214.
881
Squella, Introducción al Derecho, p. 421
882
Perelman, La lógica y la nueva retórica, p. 78; Tarello, La interpretación de la ley, p. 313.
883
Perelman, La lógica y la nueva retórica, p. 79.
190
d. Argumento de principios
Es aquel que procura justificar una determinada interpretación de un texto legal, o la
solución dada a un caso no regulado por la ley, invocando principios jurídicos que puedan
informar el respectivo ordenamiento jurídico, o bien principios de otro orden, por ejemplo,
morales, que puedan resultar pertinentes en relación con el caso de que se trate. Por lo
mismo, el argumento de principios puede ser utilizado tanto para interpretar la ley en
cuanto es utilizado para decidir atribuir, o para motivar la atribución, o para proponer
atribuir, significados a los enunciados normativos, como para integrarla884, caso éste
último en el que se comportaría como un argumento productivo en cuanto se utiliza para
colmar lagunas del Derecho, asociándose a la analogía885 y que por lo tanto no procede en
en materia penal en contra del acusado, conforme al principio de legalidad.
Los principios tienen una función explicativa en cuanto describen el ordenamiento,
o un sector o rama de éste, proporcionando információn jurídica en forma abreviada o
económica886. Aparecen a través del método inductivo como normas fundamentales que
presiden el ordenamiento en su conjunto, o un sector de éste, o como criterios que están
presupuestos en la multiplicidad de las normas de ese ordenamiento o sector, de manera
que permiten que los juristas lleven a cabo una reconstrucción y exposición sistemática u
ordenada, del material normativo con el que trabajan887.
Los principios cumplen una función normativa, en cuanto colaboran en la
aplicación y producción de normas por parte de los órganos jurídicos correspondientes,
como cuando se los emplea para interpretar un enunciado jurídico, para integrar el Derecho
legislado en ausencia de normas -lo que está prohibido en Derecho penal en contra del
imputado-, o para orientar la actividad de los operadores jurídicos cuando deciden sobre el
contenido de las normas que están autorizados a producir888. Si en la interpretación de un
precepto legal determinado resulta aplicable un principio general o un conjunto de
principios de Derecho, debe favorecerse en todo caso la interpretación del precepto que
mejor se adapte al principio o conjunto de principios identificados. En tal sentido, la
referencia a los principios cumple, en la argumentación interpretativa, ante la pluralidad de
significaciones posibles que suscita la textura abierta del lenguaje, vaguedad u obscuridad
del precepto, el intérprete opta por la significación más acorde con un principio general del
Derecho, cuya invocación proporciona una respuesta correcta al dilema o cuestión
planteada al intérprete889. Los principios juegan un papel importante en la argumentación
en la aplicación y producción del Derecho y si bien, comparados con las reglas, tiene la
desventaja de no permitir ahorrar tiempo en la decisión del curso de acción, toda vez que
implican la necesidad de entrar en un proceso de ponderación, permiten por su generalidad,
entrar en juego en un mayor número de situaciones.
Afirma Robert Alexy: “La base del argumento de los principios está constituida por la
distinción entre reglas y principios. Las reglas son normas que, cuando se cumple el tipo de
884
Squella, Introducción al Derecho, pp. 421-422.
885
Tarello, La interpretación de la ley, p. 342.
886
Squella, Introducción al Derecho, p. 286.
887
Ídem.
888
Squella, Introducción al Derecho, pp. 286-287.
889
Etala, Diccionario jurídico de interpretación y argumentación, p. 49.
191
hecho, ordenan una consecuencia jurídica definitiva, es decir, cuando se cumplen determinadas
condiciones, ordenan, prohíben o permiten algo definitivamente o autorizan definitivamente
hacer algo. Por lo tanto, pueden ser llamadas «mandatos definitivos». En cambio, los
principios" son «mandatos de optimización». En tanto tales, son normas que ordenan que algo
se realice en la mayor medida posible según las posibilidades fácticas y jurídicas. Esto significa
que pueden ser realizados en diferente grado y que la medida de su realización depende no sólo
de las posibilidades fácticas, sino también de las jurídicas. Las posibilidades jurídicas de la
realización de un principio están determinadas esencialmente, a más de por las reglas, por los
principios opuestos. Esto último significa que los principios requieren ponderación? y dependen
de ella. La ponderación es la forma característica de la aplicación de los principios ”890.
e. Argumento de autoridad
Es aquel que justifica la interpretación dada a un texto legal invocando el prestigio
del autor o autores que la hacen suya, en el Derecho comparado o apoyándose en el hecho
de que se trata de la interpretación aceptada por los tribunales superiores de justicia892.
f. Argumento de la no redundancia
Es aquel que concluye que entre dos o más significados posibles de una norma ha de
rechazarse el que constituya una mera repetición de lo establecido por otra norma del
mismo ordenamiento jurídico893.
g. Argumento pragmático
En un sentido amplio, es aquel que consiste en dar por justificada aquella
interpretación de una norma legal que produce determinadas consecuencias que el
intérprete considera favorables. En un sentido estricto, sin embargo, el argumento
pragmático es aquel que en presencia de dos significados posibles de una norma, uno de los
cuales le da efectividad y el otro la convierte en inútil, prefiere u opta por el primero de
ellos894.
890
Alexy, El concepto y la validez del Derecho, Editorial Gedisa, 2004, p. 75.
891
Squella, Introducción al Derecho, p. 287.
892
Etala, Diccionario jurídico de interpretación y argumentación, p. 40 y Squella, Introducción al Derecho,
p. 422.
893
Squella, Introducción al Derecho, p. 422.
894
Ídem.
192
Es el argumento por el cual se debe excluir aquella interpretación de un enunciado
normativo que dé lugar a una norma «absurda». La fuerza persuasiva de este argumento
reside en la creencia de que el Derecho no contiene normas absurdas, ya sea porque se
confía en la razonabilidad del legislador o porque se considera que la norma absurda no
puede ser válida. Se relaciona el criterio teleológico y supone que el legislador es razonable
y que no hubiera podido admitir una interpretación de la ley que conduzca a consecuencias
ilógicas o inicuas895.
Puede esquematizarse del siguiente modo: El enunciado A debe ser interpretado como a(1),
según una interpretación teleológica, porque la otra posibilidad, a saber, la de interpretado como
a(2), daría lugar a un absurdo.
895
Perelman, La lógica y la nueva retórica, p. 82.
193
CAPÍTULO VII
ÁMBITOS DE VALIDEZ DE LA LEY PENAL
SUMARIO: 1. Objetivos. — 2. Ámbito de validez temporal de la ley penal. — 3. Ámbito de validez personal
de la ley penal. — 3.a. Excepciones establecidas por el Derecho Internacional . —3. a.1. Situación de los
Jefes de Estado extranjero. —3.a.2. Los diplomáticos de Estados extranjeros. — 3.b. Excepciones de
Derecho interno. — 3.b.1. Inmunidad parlamentaria. — 3.b.2. Inmunidad de los miembros de la Corte
Suprema. — 4. Ámbito de validez espacial de la ley penal. — 4.a. Principios sobre validez espacial de la ley
penal chilena. — 4.a.1. Principio básico: El principio de la territorialidad . — 4.a.1.a. Territorio nacional.
— 4.a.1.a.1. Territorio natural. — 4.a.1.a.2. Territorio ficticio. — 4.b. Las naves y las aeronaves . — 4.c.
Lugar de comisión del delito . —4. d.. El principio de personalidad o nacionalidad. — 4..e. Principio real o
de defensa. — 4.f. Principio de universalidad. — 5. Valor de la ley penal extranjera. las sentencias dictadas
por tribunales de otros Estados. — 6. Extradición. — 6.a. Requisitos o condiciones para conceder la
extradición. — 6.a.1. Condiciones relativas a la vinculación entre los Esyados afectados . — 6.a.2.
Condiciones respecto de la calidad del hecho. — 6.a.3. Condiciones que se refieren a la persona cuya
entrega se pide. — 6.a.4. Condiciones relativas a la punibilidad del hecho. — 6.b. Efectos de la extradición.
—
1. Objetivos
896
Cfr. Cousiño, DP chileno, Editorial jurídica de Chile, 1975, T. I, p. 135.
194
derechos”. El Cc. establece en el art. 14 que: “La ley es obligatoria para todos los
habitantes de la República, inclusos los extranjeros” y, a su turno, el Cp., en el art. 5,
replica en términos similares lo anterior al disponer que: “La ley penal chilena es
obligatoria para todos los habitantes de la República, inclusos los extranjeros…”.
Si bien no existen individuos que se encuentren excluidos del derecho punitivo en
atención a sus calidades personales, en algunos casos la ley nacional pone al margen de la
persecución penal a quienes ejercitan ciertas funciones, en consideración a su naturaleza e
importancia, estableciendo excepciones funcionales y relativas, que sólo amparan al sujeto
en tanto ejercita el cargo respectivo897. Dichas excepciones encuentran su fuente en el
derecho internacional y en el derecho común, que persiguen el respeto de la soberanía de
otras naciones o la seguridad del libre ejercicio de ciertas funciones públicas898.
897
Cury, Derecho penal..., p. 236.
898
Garrido, Derecho penal..., T. I, p. 122.
899
Politoff, Derecho penal..., T. I, p. 158.
900
Politoff, Derecho penal..., T. I, p. 158.
901
Cury, Derecho penal..., p. 237.
195
consulares, gozan de inmimidad de jurisdicción “por los actos ejecutados en el ejercicio de
las funciones consulares“ (art. 43, N° 1, de la Convención de Viena sobre Relaciones
Consulares, suscrita el 24 de abril de 1963, publicada en el Diario Oficial el 5 de marzo de
1968).
902
Etcheberry, Derecho penal..., T. I, p. 154.
196
Mientras Etcheberry903 y Cury904, rechazan la constitucionalidad de la norma del
inc. 2° del art. 324 del Cot., porque contraviene lo dispuesto en el inc. 1° del art. 79 de la
Cpr. que hace responsables a todos los jueces por tales delitos (junto al cohecho y a la
prevaricación, en general), lo que no se ve excepcionado por el inc. 2° del mismo precepto,
que solamente delega a la Ley la determinación de “los casos y el modo de hacer efectiva
esta responsabilidad”, Garrido, se limita a señalar que: “En doctrina se critica ampliamente
el inc. 2° del art. 324 del Cot., que consagra la inmunidad que, según la Corte Suprema,
tendría como fundamento teórico un principio de infalibilidad de sus integrantes, noción
que sería tan necesaria como el axioma jurídico de la cosa juzgada; desde una perspectiva
práctica se ha considerado que tampoco existiría un tribunal competente para juzgar un
delito de esa naturaleza905. Por su parte, Politoff y Matus906, refieren que: “A pesar del
prácticamente unánime rechazo de la doctrina nacional a esta disposición, por entender que
ella no cumple con el mandato de la previsión constitucional, una sala de la Corte Suprema
(RDJ XXX, 1-76), resolviendo un recurso de inaplicabüidad declaró que el art. 324 Cot.
establecía una “necesaria infalibilidad convencional”de la CS (cfr. SC Santiago, 1932, en
RDJ XXIX, 2-104). En todo caso, se trataría también de una causa personal de exclusión de
la pena, que deja subsistente la responsabilidad criminal de los terceros partícipes”.
No son excepciones a la aplicación igualitaria de la Ley penal y de la jurisdicción de
los tribunales chilenos, el juicio político del Presidente de la República, regulado por los
arts. 52, N° 2, letra a) y 53, N° 1, de la Cpr., que es un privilegio procesal y no uno
sustantivo, así como determinados ante-juicios o procedimientos previos establecidos para
poder juzgar penalmente a determinadas autoridades, como los diputados, senadores,
intendentes y gobernadores, miembros del Tribunal Constitucional, entre otros907.
903
Etcheberry, Derecho penal..., T. I, pp. 154-155
904
Cury, Derecho penal..., pp. 238-239
905
Garrido, Derecho penal..., T. I, p. 125.
906
Politoff y Matus, “Comentario preliminar a los arts. 5° y 6°”, en (Politoff y Ortíz Dir.), Texto y comentario
del CP chileno, 2002, pp. 69-70.
907
Etcheberry, Derecho penal..., T. I, pp. 155-156; Garrido, Derecho penal..., T. I, pp. 126-128.
197
nacionalidad del autor, de la víctima o de los intereses jurídicamente protegidos, como una
consecuencia lógica de la soberanía de los Estados908.
En tal sentido, la primera parte del art 5° del Código Penal prescribe: “La ley penal
chilena es obligatoria para todos los habitantes de la República, inclusos los extranjeros. .
Los delitos cometidos dentro del mar territorial o adyacente quedan sometidos a las
prescripciones de este Código”.
908
Cury, Derecho penal..., p. 207; Politoff, Derecho penal..., T. I, p. 107.
909
Politoff, Derecho penal..., T. I, p. 107.
910
Garrido, Derecho penal..., T. I, p. 132.
198
administrar los recursos naturales vivos y no vivos de las aguas suprayacentes al lecho, del
lecho y el subsuelo del mar, y para desarrollar cualesquiera otras actividades con miras a
la exploración y explotación económica de esa zona. El Estado ejerce derechos de
soberanía exclusivos sobre la plataforma continental para los fines de la conservación,
exploración y explotación de sus recursos naturales. Además, al Estado le corresponde
toda otra jurisdicción y derechos previstos en el Derecho Internacional respecto de la zona
económica exclusiva y de la plataforma continental”.
De esta manera, el mar adyacente se extiende hasta las doscientas millas contadas
desde las líneas bases, que denomina zona económica exclusiva para efectos de conservar
los recursos naturales de las aguas, el lecho y el subsuelo.
El art. 5° del Cp., homologa los términos territorial y adyacente, pero la doctrina
mayoritariamente concluye que se refiere sólo al territorial, o sea al abarcado por doce
millas marinas, extensión que quedaría, en consecuencia, bajo la jurisdicción penal nacional
y sobre el resto, o sea las otras doce millas marinas que comprenden la zona contigua, se
tendría únicamente un derecho de policía internacional y fiscal911.
Chile, Perú y Ecuador, han declarado jurisdicción y soberanía exclusiva sobre el
mar, el suelo y subsuelo hasta una distancia de doscientas millas marinas desde la costa, en
la Declaración sobre Zona Marítima, en la Primera Conferencia sobre Conservación y
Explotación de las Riquezas Marítimas del Pacífico Sur, reunida en Santiago, el año 1952 y
aprobada por el Congreso, disponiéndose su cumplimiento por Decreto Supremo N° 432,
de 23 de septiembre de 1954. Sin embargo ella rige únicamente entre los Estados pactantes
y es rechazada por la mayoría de las naciones. Además, mayoritariamente se estima que no
tendría como objetivo dar jurisdicción penal a nuestro país sobre dicha extensión, sino
reservar el aprovechamiento de su riqueza marítima912.
El suelo y el subsuelo del mar territorial también quedan comprendidos en el
concepto de territorio.
El espacio aéreo es la superficie sobre el territorio nacional terrestre y marítimo)^
también conforma el territorio natural. Conforme a lo establecido en el art. 1° del Código
Aeronáutico: “ El Estado de Chile tiene la soberanía exclusiva del espacio aéreo sobre su
territorio”.
911
Garrido, Derecho penal..., T. I, p. 132.
912
Novoa, Curso de Derecho penal chileno, PG, Editorial Jurídica de Chile, T. I, p. 152.
199
El art. 6° N° 4° del COT establece: “Quedan sometidos a la jurisdicción chilena los
crímenes y simples delitos perpetrados fuera del territorio de la República que a
continuación se indican: 4° Los cometidos, por chilenos o extranjeros, a bordo de un
buque chileno en alta mar, o a bordo de un buque chileno de guerra surto en aguas de otra
potencia”. El art. 428 del CJM, prescribe que: “Para los efectos del artículo 3° del Código
de Justicia Militar, se considerará territorio nacional todo buque de guerra chileno y toda
nave mandada por un Oficial que pertenezca a la Armada cualesquiera que sean las aguas
en que se encuentren” y, por último el artículo 300 del Código de Bustamante señala que:
“La misma exención (esto es, al establecida en el artículo 299, conforme a la cual no son
aplicables las leyes penales de un Estado a los delitos cometidos en el perímetro de las
operaciones militares, cuando autorice el paso por su territorio de un ejército de otro
Estado contratante, salvo que no tengan relación legal con dicho ejércitos) se aplica a los
delitos cometidos en aguas territoriales o en el aire nacional, a bordo de naves o
aeronaves extranjeras de guerra.
Por lo tanto, los crímenes y simples delitos cometidos a bordo de una nave quedan
sujetos a la ley chilena cuando se trata de un buque chileno en alta mar o de un buque de
guerra surto en aguas de otra potencia. Los delitos cometidos a bordo de cualquiera nave
chilena, sea mercante o de guerra, en alta mar, están bajo la tuición de la ley nacional. Las
naves de guerra, cuando están en aguas de otro país, quedan sujetas a la ley nacional, de
modo que siempre son territorio nacional; no así las mercantes, que quedan sometidas a la
legislación de ese otro país. El Código Aeronáutico, en el art. 5°, hace aplicables a las
aeronaves los mismos principios antes señalados; la aeronave pública, chilena siempre es
territorio nacional, la civil chilena sólo cuando está en espacio aéreo nacional, internacional
o en el de alta mar. Cuando una aeronave civil chilena vuela por espacio aéreo sobre tierra
de nadie, queda sometida a la ley nacional, otro tanto sucede si el delito se cometió a bordo
mientras volaba en espacio aéreo sujeto a la soberanía de otro país, si ese delito no es
juzgado por un Estado extranjero y, a su vez, la ley nacional no es aplicable al delito
cometido a bordo de una aeronave extranjera mientras se encuentra en espacio aéreo no
sujeto a la jurisdicción nacional, salvo el caso que la aeronave aterrice en territorio chileno
y el delito afecte el interés nacional913.
913
Garrido, Derecho penal..., T. I, pp. 134-135.
914
Cury, Derecho penal..., pp. 212-213.
915
Novoa, Curso de Derecho penal chileno, PG, T. I, p. 157; Cury, Derecho penal..., p. 213; Politoff,
Derecho penal..., T. I, p. 120 y Garrido, Derecho penal..., p. 137.
200
conceptos de lugar de la acción y del resultado, lo que podría conducir a aplicar de hecho,
una suerte de principio de universalidad, en casos en que materialmente no se justifica y
aumenta el peligro de desconocimiento de las excepciones de non bis in idem y litis
pendencia, que aun no gozan de suficiente reconocimiento a nivel comparado916.
La ratificación por parte de Chile del Estatuto de Roma, que establece la Corte
Penal Internacional no afecta el principio de territorialidad, porque ese tratado entrega a la
Corte una jurisdicción subsidiaria o complementaria a la de los tribunales chilenos, para
conocer y juzgar los crímenes de Derecho internacional cometidos en territorio chileno, de
manera que la Corte sólo puede ejercer su jurisdicción en caso que los tribunales chilenos
no puedan o no quieran juzgar uno de los crímenes tipificados para efectos del Derecho
interno por la Ley N° 20.357, de 18 de julio de 2009, en cumplimiento de lo dispuesto en el
inciso 2° de la Disposición 24a Transitoria de la Cpr. (introducida por la reforma
constitucional de 20 de mayo de 2009, que permitió al Estado de Chile ratificar el Estatuto
de Roma), que dispone: “Chile reafirma su facultad preferente para ejercer su jurisdicción
penal en relación con la jurisdicción de la Corte. Esta última será subsidiaria de la
primera, en los términos previstos en el Estatuto de Roma que creó la Corte Penal
Internacional”917.
916
Afirma Cárdenas: “En principio, difícilmente puede sostenerse una posición contraria a la aplicación del
principio de territorialidad para la investigación y juzgamiento de algún delito. El problema aquí no está en la
aplicación de la territorialidad en cuanto a principio, sino en que – en aras de una mayor eficacia – se hace
una interpretación tan extensiva del principio que en definitiva termina desvirtuándolo, llegando a
equipararlo, en cuanto a sus resultados, con el principio de universalidad. Aparte de los reparos que la
doctrina ha manifestado respecto de la interpretación extensiva del lugar de comisión -y que no serán
reiterados en este lugar por haber sido expuestos ya más arriba- resulta imprescindible hacer hincapié en otros
dos reparos relevantes. El primero consiste en que siguiendo las interpretaciones extensivas del principio de
territorialidad se alcanza un efecto de universalidad de la jurisdicción estatal, que implica aplicación universal
del derecho interno de cada Estado y torna superfluos los puntos de conexión ordinariamente reconocidos
para la aplicación extraterritorial del derecho (personalidad activa, pasiva, protección, universalidad). Se
pasan así por alto los fundamentos que han de justificar la aplicación de la jurisdicción universal, que es
excepcional en nuestro sistema jurídico. El segundo es que se obvian al mismo tiempo los resguardos para
que los derechos de los imputados que acompañan a la aplicación del principio de universalidad: el respeto al
principio de ne bis in idem y la litispendencia si otro Estado está persiguiendo o ya decidió el asunto”
(Cárdenas, “El lugar de comisión de los denominados ciberdelitos”, en Polít. crim., N° 6, 2008, A2-6, pp. 1-
14.
917
Couso, “Comentario previo a los Arts. 5° y 6°”, en Couso y Hernández (Dir.), Código Penal comentado,
Editorial Thomson Reuters, 2011, pp. 137-138.
201
del COT contempla el principio de nacionalidad tanto activa como pasiva, aunque sea en
carácter supletorio, toda vez que se refiere exclusivamente a los delitos cometidos por
chilenos contra chilenos918.
Además, el art. 345 del CB, junto con establecer que un Estado parte no está
obligado a entregar a sus nacionales cuando otro Estado solicite su extradición, sí exige al
primero, en caso de negarse a ello, que lo juzgue por medio de sus propios tribunales (en
aplicación del principio aut dedere aut indicare, “o extraditar, o juzgar”)919.
5. Valor de la ley penal extranjera. las sentencias dictadas por tribunales de otros
estados
La regla general es que tanto la ley extranjera como las sentencias judiciales
dictadas por tribunales de otros Estados no pueden aplicarse cumplirse en Chile, debido al
principio de soberanía nacional y en tal sentido, el art. 6° del la Constitución establece que
“los órganos del Estado deben someter su acción a la Constitución y a las normas dictadas
conforme a ella”, y la ley extranjera no ha sido dictada “conforme a ella”. Acorde con lo
anterior, art. 304 del CB, dispone que los Estados contratantes no aplicarán en su territorio
las leyes penales de los demás Estados. Sin embargo, la realidad de la vida internacional y
la interdependencia cultural, social, económica y política de los países, precisan
excepciones y de hecho si bien en Chile, no se acepta la aplicación directa de la ley
extranjera, la legislación nacional tácitamente reconoce su existencia y vigencia en diversas
918
Garrido, Derecho penal..., T. I, pp. 137-138.
919
Etcheberry, Derecho penal..., T. I, p. 126.
920
Couso, “Comentario previo a los Arts. 5° y 6°”, p. 139.
921
Garrido, Derecho penal..., T. I, pp. 138-139.
202
oportunidades, porque el N° 6 del art. 6° del COT, somete a la jurisdicción de los tribunales
chilenos los delitos cometidos por chilenos contra chilenos que no hubieren sido juzgados
por la autoridad del Estado donde se ejecutaron, reconociendo indirectamente la validez de
la ley de ese país para determinar si el hecho es también en él calificado como delictivo y si
podría haber sido juzgado. Además, el Código de Bustamante, en su art. 313 dispone que la
prescripción de la pena se rige por la ley del país que la impuso, por lo que se debería
considerar esa ley extrajera cuando se enfrenta a un caso de extradición pasiva. Algo
análogo sucede con las sentencias penales de otros Estados, porque el N° 6° del art. 6° del
COT requiere, para que puedan juzgarse en Chile los delitos que esa disposición indica, que
éstos no hayan sido juzgados por los tribunales de aquel país, de modo que esa disposición
reconoce valor a la sentencia dictada por ellos y el CB, a su vez, en el art. 310, expresa que
los Estados contratantes tendrán en cuenta las sentencias dictadas por un Estado extranjero
para los efectos de la reincidencia. Sin embargo, por el principio non bis in idem se debe
dar valor a las sentencias extranjeras por los tribunales nacionales para evitar un doble
procesamiento y una posible doble condena922.
6. Extradición
Es el acto por el cual, para hacer efectiva la competencia judicial internacional en
materias penales (art. 344 del Código de Bustamante), un Estado entrega a una persona a
otro Estado que la reclama para juzgada penalmente o para ejecutar una pena ya impuesta.
La extradición se llama activa si se considera desde el punto de vista del Estado que pide la
entrega (Estado requirente), y pasiva si se la contempla desde el punto de vista del Estado
al que se solicita la entrega (Estado requerido)923.
La extradición se encuentra basada en un sistema de colaboración internacional, que
impone obligaciones de asistencia recíproca entre los Estados para la lucha contra el delito.
Sus aspectos procesales se encuentran regulados en el Cpp., arts. 431 y siguientes. En
general, la extradición se regula por convenios internacionales, generalmente bilaterales y
excepcionalmente entre un grupo mayor de paises, como ocurre con el Código de
Bustamante, que sólo tiene valor vinculante respecto de algunos Estados americanos924.
En todo caso, aun cuando no exista entre Chile y el otro país comprometido un
tratado sobre la materia, la práctica internacional ha ido desarrollando un conjunto de
principios generalmente reconocidos del Derecho internacional, estableciendo condiciones
y requisitos que en conjunto con las disposiciones del ordenamiento jurídico nacional,
permiten dar forma a la extradición925.
922
Garrido, Derecho penal..., T, I, pp. 140-142.
923
Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal chileno, parte general, p. 403.
924
Garrido, Derecho penal..., T. I, p. 143.
925
Cury, Derecho penal..., p. 219.
203
fundamentales y, por lo tanto, deben ser respetados por mandato del art. 5° de la Cpr926. Por
lo tanto, si existe un tratado de extradición, éste es la fuente primaria y excluyente a que se
recurre para determinar si el delito de que se trata es extraditable y, además, las restantes
condiciones de fondo y de forma que se exijan al efecto, incluso las referidas a la dictación
de órdenes previas de detención, conforme a lo referido en el art. 446 del Cpp927.
Chile ha celebrado tratados bilaterales de extradición con Argentina (1870), Perú
(1932), Bolivia (1910), Paraguay (1897), Uruguay (1897), Brasil (1935), Colombia (1914),
Ecuador (1897), Venezuela (1992), Estados Unidos (1900; y su protocolo complementario
de 1901), Bélgica (1899), España (1992), Gran Bretaña (1897); Corea (1994) y Australia
(1995).
Si no hay tratado la extradición se puede en todo caso conceder si ello es conforme
con los principios de derecho internacional, los cuales, según nuestra jurisprudencia, se
deducen de las exigencias contenidas en el Código de Bustamante y en el Tratado de
Extradición de Montevideo, sin perjuicio de que en tales casos, se suele exigir,
adicionalmente, una garantía de reciprocidad928. En tal sentido, el Art. 449 del Cpp.,
dispone: “Fallo de la extradición pasiva. El tribunal concederá la extradición si estimare
comprobada la existencia de las siguientes circunstancias: b) Que el delito que se le
imputare o aquél por el cual se le hubiere condenado sea de aquellos que autorizan la
extradición según los tratados vigentes o, a falta de éstos, en conformidad con los
principios de derecho internacional... ”.
926
Garrido, Derecho penal..., T. I, p. 144.
927
Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal chileno, parte general, p. 404.
928
Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal chileno, parte general, pp. 406-407.
929
Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal chileno, parte general, p. 409.
204
actualidad se opta por establecer un límite respecto de la gravedad para determinar los
delitos por los cuales se otorga la extradición y normalmente se acepta concederla cuando
versa sobre un crimen o simple delito cuya pena no es inferior a un año de privación de
libertad, sin perjuicio que lo dicho rige aunque el delito sea frustrado o tentado930. No
procede la extradición por faltas, ya que el art. 449 letra c) Cpp. se refiere a hechos respecto
de los cuales pudiera deducirse acusación en Chile y las faltas están sometidas aun
procedimiento especial, que no requiere el trámite de la acusación, el cual se reemplaza por
un requerimiento (art. 390 Cpp)931. Cuando se la solicita para enjuiciar al extraditado, la
determinación debe hacerse en abstracto y si el marco legal contempla una extensión que en
parte es superior al límite y en parte inferior, lo decisivo es la pena mayor autorizada por la
ley. Cuando se trata del cumplimiento de una pena ya impuesta, se atiende a la pena en
concreto en la sentencia respectiva. En virtud del principio de doble incriminación, el
requisito de la gravedad del hecho debe cumplirse tanto en el país requirente como en el
requerido, de lo contrario debe denegarse932.
Los arts. 431 y 440 del Cpp., recogen esos principios al exigir en el caso de la
extradición activa, que el reclamado sea inculpado por un delito que tenga señalada en la
ley una pena privativa de libertad que en cualquiera de sus grados exceda de un año y
sobre la extradición pasiva, disponen que ha de estarse a los tratados vigentes o, a falta de
éstos, en conformidad a los principios del Derecho Internacional. En consonancia con lo
anterior, el art. 354 del Cb., dispone que se exigirá que la pena asignada a los hechos
imputados, según su calificación provisional o definitiva por el juez o tribunal competente
del Estado que solicita la extradición, no sea menor de un año de privación de libertad.
3. Que se trate de delitos comúnes, no políticos. No se concede la extradición por
delitos políticos que son aquellos que obedecen a móviles ideológicos elevados y apuntan a
propósitos altruistas determinados por valoraciones contrastantes con las del orden
establecido, pero no por eso menos respetables, toda vez que si el delincuente político
abandona el territorio del país contra cuyo gobierno se dirigía su actividad, decrece la
posibilidad de que ponga en peligro su estabilidad y rara vez constituirá un riesgo para la
nación en que se refugió, porque probablemente simpatice con los ideales y concepciones
de sus dirigentes933.
Sin embargo, la distinción entre delitos políticos y comunes no es fácil de delimitar,
utilizando un criterio objetivo, es delito político puro aquel que atentan contra el orden
institucional o constitucional en sí mismo (como algunos de los delitos del Título II del
Libro II del Cp. y de la Ley de Seguridad del Estado, por ejemplo, el delito de rebelión)934.
Además, existen los delitos políticos complejos o relativos que son aquellos que son
cometidos con finalidades políticas pero que lesionan, al mismo tiempo, la organización
política y otros bienes jurídicos comunes, como, por ejemplo, el asesinato de un Jefe de
Estado, el secuestro de un hombre público o incluso de particulares con el objeto de obtener
alteraciones institucionales, etc., y, por último, están los llamados delitos conexos al
930
Garrido, Derecho penal..., T. I, p. 146.
931
Matus y Ramírez, Lecciones de Dereceho penal chileno, parte general, p. 411.
932
Cury, Derecho penal..., p. 220.
933
Ídem, p. 221.
934
Etcheberry, Derecho penal..., T. I, p. 136.
205
político que son aquellos delitos de carácter común que se cometen durante el curso de la
ejecución de aquél, a fin de favorecer su consumación, tales como la sustracción de
explosivos destinados a sostener la insurrección, las violaciones o daños de morada con el
objeto de asegurar posiciones, etc935.
La extradición no procede cuando se trata de un delito político puro o, en principio,
de delitios conexos, en atención a lo dispuesto en el art. 355 del CB; pero actualmente se
concede en este último caso, cuando el hecho punible común constituye grave de
vandalismo, inhumanidad o un atentado contra la vida o la salud, salvo que se hubiere
producido en el curso de un combate declarado y abierto.
Cuando se trata de delitos políticos complejos o relativos predomina el criterio de
tratarlos como si fueran comunes, otorgando la extradición, como por ejmplo ocurriría en
caso de asesinato del Jefe de Estado de un Estado contratante o de cualquier persona que en
él ejerza autoridad, según lo prevenido en el art. 357 del CB. En tal sentido, el art. III e) de
la Convención de Montevideo declara que: “no se considerará delito político el atentado
contra la persona del Jefe de Estado y sus familiares” y el art. 357 del CB, agrega que “no
se reputará delito político el homicidio o asesinato de cualquier persona que ejerza
autoridad”.
Sin embargo, pueden haber casos de delitos políticos complejos en los que el
atentado contra el bien jurídico común sea más o menos insignificante en comparación a la
afectación de los biienes jurídicos individuales, por lo que respecto de determinados hechos
que se cometen, por ejemplo, para favorecer la consumación del delito propiamente político
(p., ej., la extorsión y el robo violento que precede al atentado, etc.), nuestra jurisprudencia
ha declarado que son delitos comunes y no políticos ni conexos con ellos, aunque tuvieran
una finalidad polítíca936.
Tampoco pueden considerarse delitos políticos los considerados crímenes por el
Derecho penal Internacional (genocidio, crímenes de guerra, delitos de lesa humanidad,
tortura, desaparición de personas, etc.), los comprendidos en los tratados de Derecho penal
Transnacional (terrorismo, tráfico ilícito de drogas, tráfico de personas, corrupción
internacional, etc.), ni en general, los crímenes inspirados en motivos de odio racial o
religioso937.
935
Cury, Derecho penal..., p. 221.
936
Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal chileno, parte general, p. 412.
937
Matus y Ramírez, Lecciones de DP chileno, PG, p. 413.
938
Garrido, Derecho penal..., T. I, p. 150.
206
El art. 345 del CB, concede a los Estados contratantes un derecho de opción
respecto de la extradición de los nacionales, con el compromiso de juzgarlos en caso de
negarla. La obligación de juzgamiento en el país requerido contempla el derecho penal por
representación, que ha sido reconocido en algunas legislaciones sudamericanas, como la
argentina, entre otras y cuyo fundamento radica en la solidaridad interestatal 939. Sin
embargo, la aplicación del art. 345 del CB, es dudosa en cuanto a la posibilidad de que los
tribunales nacionales puedan juzgar al individuo cuya extradición se negó. Cousiño940 y
Novoa941 sostienen que ello sólo sería posible si el delito del cual se trata se encuentra entre
aquellos en que el art. 6° del COT y las otras disposiciones legales pertinentes, admiten la
aplicación extraterritorial de la ley chilena, porque en los demás nuestros tribunales
carecerían de jurisdicción, pero mayoritariamente, Etcheberry942, Garrido943 y Cury944,
opinan que esa jurisdicción puede deducirse de la parte final del art. 345 y del art. 341 del
Cb., que confiere competencia a los tribunales de cada Estado contratante para conocer de
todos los delitos y faltas a que haya de aplicarse la ley penal del Estado conforme a las
disposiciones del mismo Código, el que en la actualidad adquiere mayor trasendencia dado
el texto expreso del art. 5° de la Cpr.
939
Ídem.
940
Cousiño, Derecho penal..., p. 139.
941
Novoa, Curso de Derecho penal chileno, p. 240.
942
Etcheberry, Derecho penal..., T. I, p. 242.
943
Garrido, Derecho penal..., T. I, pp. 150-151.
944
Cury, Derecho penal..., p. 223.
945
En opinión de Cury, esta disposición constituye un error, pues viola las exigencias del principio de doble
incriminación. Se ha observado ya que éste se funda en la identidad de la valoración que hacen del hecho
tanto el Estado requirente como el requerido, y que esta semejanza debe permanecer desde el momento de la
ejecución hasta aquel en que se efectúa la entrega.2" Pero tal condición no se cumple en el caso al cual me
refiero, pues la amnistía -aun otorgada después de la consumación del delito- implica una auténtica
revaloración de la conducta por parte del Estado requerido, que lo ha privado de su carácter punible por
lomenos para el periodo cubierto por ella. Por lo demás, el mencionado art. 360 del CB no se encuentra
referido sólo a los casos de amnistía, sino que alude en términos amplios a toda "la legislación del Estado
requerido posterior al delito". Con esto la infracción al principio de doble incriminación aparece aún más de
manifiesto: ¡el Estado requerido estaría obligado a conceder la extradición aunque con posterioridad a la
ejecución del hecho por el cual se la solicita hubiera decidido desincriminar definitivamente esa conducta
porque juzga que su reprobabilidad ético-social no justifica la imposición de una penal (Cury, Derecho
penal..., pp. 223-224).
207
Del mismo modo, no se concede la extradición si existe sentencia absolutoria
pronunciada por los Tribunales del Estado requerido y referente al mismo delito por el cual
se la pide, conforme a lo prevenido en el art. 358 del CB.
Tampoco se concede la extradición cuando el sujeto se encuentra sometido a un
juicio todavía pendiente en el Estado requerido por el delito que ha motivado la solicitud,
de conformidad al art. 358 del CB.
Si el individuo cuya extradición se solicita comete un nuevo delito en el Estado
requerido, hay que distinguir si el delito se perpetra antes de recibirse la solicitud de
extradición, la entrega se cumplirá después que haya terminado el proceso, y, si en él es
condenado, de que haya cumplido la sanción. Si e1 hecho se perpetró con posterioridad a la
petición, la entrega al país solicitante no puede postergarse, pero el Estado requerido está
facultado, a su vez, para pedir la extradición del sujeto con posterioridad para juzgarlo946.
Concedida la extradición, la entrega se condiciona a que no se ejecute la pena de muerte
por el delito en razón del cual se la otorgó, de acuerdo con el art. 278 del CB.
6. b. Efectos de la extradición
Hay que distinguir entre dos alternativas: si se ha denegado o concedido la
extradición:
Si se ha denegado la extradición, en virtud de lo preceptuado en el art. 381 del CB,
esta resolución produce efecto de cosa juzgada, y no puede volver a ser solicitada por el
requirente de la persona en cuestión por el mismo hecho, aunque presente nuevos
antecedentes.
Si se concede la extradición, en virtud de lo establecido en el art. 377 del CB, que
recoge el principio de especialidad de la extradición, el país requirente no puede someter a
proceso al extraditado o aplicarle una pena diferente a aquella que corresponde por el o los
hachos que señaló en su petición y que fueron acogidos en la sentencia que dio lugar a la
extradición. Si pretende procesarlo por otros delitos cometidos con anterioridad a la
petición dje entrega y que no se invocaron al presentarla, se debe solicitar y obtener una
nueva extradición. Si el extraditado permanece por más de tres meses en el territorio del
país requirente después de que éste lo haya absuelto o del cumplimiento de la condena por
el o los delitos que motivaron su entrega, ese comportamiento importa una renuncia
implícita a la protección del Estado requerido y puede ser procesado nuevamente o cumplir
una pena pendiente, como lo dispone el mismo art. 377 del CB. La entrega del requerido,
cuando se acoge su extradición, está sujeta á la condición de que no se le imponga la pena
de muerte por el delito por el cual fue reclamado, o no se cumpla si ya se le había impuesto,
todo ello fundado en principios humanitarios, según lo prescrito en el art. 378 del CB.
946
Garrido, Derecho penal..., T. I, pp. 151-152.
208
209
CAPÍTULO VIII
EVOLUCIÓN DE LA DOGMÁTICA PENAL
1. Objetivos
1. Conocer los orígenes de la moderna dogmática penal
2. Conocer las principales escuelas dogmáticas
3. Analizar la evolución histórica de la dogmática penal
4. Conocer el estado de la cuestión en la teoría del delito
2. Introducción
La ciencia del Derecho penal se ocupa del conocimiento de esta área del derecho
como un objeto de la realidad a través de la Dogmática penal 947, entendida como una
actividad humana que se ocupa de la creación, interpretación, aplicación y enseñanza del
Derecho penal948. La dogmática penal considera las normas jurídicas como si fueran un
dogma o declaración de voluntad con pretensión de validez general para solucionar
problemas sociales y a diferencia de la política criminal, se ocupa del Derecho penal que es
y no del que debería ser. La dogmática penal, procura averiguar el contenido de las normas
penales, sus presupuestos, sus consecuencias, delimita los hechos punibles de los impunes,
conoce que es lo que la ley quiere castigar y cómo quiere hacerlo, sin perder de vista el
respeto por los derechos fundamentales del individuo frente al poder del Estado949. La
mejor ley es un desideratum desprovisto de eficacia práctica, si no hay una actividad que se
ocupe de ella, que la conozca, delimite y aplique y para ello, la dogmática debe interpretar
las normas jurídico-penales, que rara vez ofrecen una solución unívoca y tajante, porque
son producto de un consenso y, por lo tanto, sus soluciones son discutibles950. La dogmática
se aplica a través su método que es la teoría del delito, que orienta el trabajo en la
interpretación y sistematización de las normas jurídico-penales951.
La teoría del delito es un método sistemático de análisis y de resolución de casos 952
por categorias, niveles y subniveles, que entrega razonamientos que permiten imputar
responsabilidad penal al autor de un comportamiento prohibido. La teoría del delito
pretende garantizar la uniformidad de las decisiones, tendiendo a que conflictos penales
947
Silva Sánchez, Aproximación…, p. 45.
948
Muñoz Conde y García Arán, Derecho penal..., p. 190.
949
Ídem.
950
Ídem.
951
Ídem, pp. 189-192.
952
García Cavero, Lecciones de Derecho penal, parte general, Editorial Grijley, 2008, p. 243.
210
equivalentes se resuelvan de manera semejante, para otorgar seguridad jurídica al
ciudadano e impedir la arbitrariedad953, imponiendo una pena justa y proporcional al
hecho cometido y posibilitando una jurisprudencia racional, objetivamente fundada e
igualitaria954.
Para ello, el dogmático debe mantener una actitud crítica frente a los enunciados
penales, ejerciendo una función de control del poder punitivo, ofreciendo construcciones
teóricas que permitan denunciar y evitar los excesos del poder estatal y fundamentar
decisiones legislativas y judiciales conforme a los principios y derechos fundamentales que
caracterizan un Estado de Derecho955.
La teoría del delito ha estado en constante revisión desde su creación, a partir de los
trabajos de corte positivistas de Binding, Von Liszt y Beling, quienes crean la Parte General
del Derecho penal, a partir del análisis particular del delito doloso de homicidio. Beling en
1906 completó la estructura del delito al formular la categoría del tipo penal956, concebido,
con un carácter meramente objetivo descriptivo, debido a la fuerte influencia positivista de
la época que tendía a separar claramente la faz externa objetiva (tipo de ilicitud), de la faz
interna subjetiva (culpabilidad) de la acción957. En la década del veinte, significativos
fueron los aportes neokantianos de autores como Radruch, Mezger y Mayer en la
normativización de las categorías. En la década del treinta el aporte finalista de autores
como Welzel y posteriormente Maurach dan un vuelco ontológico al Derecho penal. En la
actualidad, lideran las discusiones dogmáticas autores como Roxin y Jakobs quienes
introdujeron ideas de corte funcionalistas, que discuten sobre cuál es la función de éste.
Para el funcionalismo moderado, la función es la protección de los bienes jurídicos, en
cambio para el funcionalismo extremo, la función del Derecho penal consiste en la
protección de la vigencia de la norma958.
953
Roxin, Política criminal..., pp. 34-35.
954
Jescheck y Weigend, Tratado..., p. 210.
955
Muñoz Conde y García Arán, Derecho penal..., p. 190.
956
Beling, Esquema de Derecho penal, La doctrina del delito tipo, Editorial Depalma, Buenos Aires, 1944.
p. 37.
957
Beling, Esquema de Derecho penal, La doctrina del delito tipo, p. 42.
958
Jakobs, Derecho penal..., pp. 8-11.
211
que se dirigen al ciudadano imponiéndole una conducta. Las reglas de imputación en los
niveles de la imputatio iuris y la imputatio facti son reglas que se dirigen al juez para que
atribuya responsabilidad959.
4. El iluminismo
La pretención iluminista de sustentar las decisiones jurídico-penales en deducciones
racionales, desterrando la arbitrariedad, en la adinistración de justicia penal, dio pie a la
formación de la dogmática penal como disciplina destinada a sistematizar racionalmente los
criterios de imputación penal960. El racionalismo ilustrado a través del pensamiento
iluminista crítico, racionalista, utilitarista y iusnaturalista, fue recogido en la codificación
del imperio napoleónico que dio contexto a las ideas ilustradas961. Montesquieu exige en su
espíritu de las leyes, la aplicación igualitaria y cierta de las normas penales, por medio de
juicios públicos. Voltaire postula la teoría utilitaria de la pena y la abolición de la tortura.
Rousseau afirma la teoría preventiva de la pena, acorde con la cual el delincuente se coloca
en contra del contrato social, dejando de ser miembro de la organización por lo que debe
ser tratado como un rebelde962. Becaría, en su obra “de los delitos y de las penas”,
defiende el principio de legalidad de los delitos y de las penas, se inclina por una
concepción preventiva de la pena, señalando que se pena para que no se peque y no porque
se pecó, postula que la pena debe ser pública, pronta, cierta, proporcional, preestablecida
por la ley y necesaria, porque la aplicación de una pena que no es necesaria es tiránica.
Apunta a la rehabilitación del delincuente y critica el procedimiento inquisitivo, la tortura,
el empleo indiscriminado de la pena de muerte963.
En Italia, durante el siglo XIX, Filangieri sostuvo que el delito es contrario a la ley
como expresión del contrato social y la finalidad de la pena es la de prevención. Romagnosi
postula que la ley natural tiene por objeto que los hombres logren el máximo de felicidad, y
el Derecho penal surge como defensa de esa felicidad, la pena es un contra impulso al
impulso criminal y su fin es la prevención general964.
En Francia Maratt, sostuvo que el delito es una lesión de la ley, la que para ser
justa, no debe contradecir a la ley natural, que es la ley suprema. La Ley debe perseguir el
bien común, y por lo tanto, exige igualdad y certeza en la aplicación de la ley penal, que
debe ser clara para que los ciudadanos puedan entenderla. El fin de la pena es la evitación
de los delitos, buscando la seguridad de la sociedad. La pena ha de ser proporcional a la
entidad del delito, debiendo aplicarse una pena más suave si con ello se logra el mismo
objetivo965.
959
Jescheck y Weigend, Tratado..., p. 215.
960
García Cavero, Lecciones…, p. 245.
961
Bustos, Manual de Derecho penal español, Ediciones Ariel, 1984, p. 118.
962
Ídem, p. 119.
963
Bustos, Obras completas, Editorial Ara Editores, 2004, T. I, pp. 348-350.
964
Ídem, p. 352.
965
Bustos, Manual de Derecho penal español, p. 121.
212
5. El racionalismo iusnaturalista
Se construye a partir de una concepción ética iusnaturalista racionalista, que
defiende las garantías del individuo frente al Estado y un planteamiento retribucionista966.
En Alemania Feuerbach, sostuvo además del principio de legalidad, que la pena es
coacción sicológica y tiene un fin de prevención general negativa, que tiende hacia el
mantenimiento de la vida común organizada. En Italia Carrara sostuvo que la ley positiva
es un derivado de la ley natural, dada por el creador que otorga orden en la vida terrenal y
que lleva a los hombres a asociarse, a fin de cumplirla. El derecho a castigar procede de la
ley eterna del orden y su esencia es la justicia, porque cuando se delinque se hace el mal y
la justicia reclama que quien haga un mal sufra otro mal, así la pena es una necesidad
retributiva de la ley natural. Su objeto de estudio es el Derecho natural revelado a la razón.
Su método es el lógico abstracto que consiste en deducir de la ley natural revelada,
mediante la razón, los principios generales en base a los cuales deduce todo el resto del
sistema, en el marco de un contractualismo y un racionalismo iusnaturalista ilustrado. El
delito es un ente ideal, eminentemente jurídico y separado de la realidad empírica, cuya
esencia viene dada por la relación de contradicción entre un hecho de un hombre, y la ley.
A esa relación de contradicción, la llama delito. Luego, la antijuridicidad es la esencia del
delito. El delincuente es un ser dotado de libre albedrío y, por lo tanto, moralmente
imputable, por cuanto, puede escoger con inteligencia y libertad, entre el bien y el mal,
entre realizar la acción prohibida o respetar la prohibición. Si el delincuente, a pesar de su
libertad escoge realizar el mal, lo justo es que se le retribuya con otro mal. La pena
retribuye la culpa moral restableciendo el orden en la sociedad. En todo delito hay un daño
inmediato a la voluntad y un daño mediato a todo el orden social por la infracción criminal.
La pena busca reestablecer la vigencia del orden social, es un castigo útil para reestablecer
el orden de la sociedad, por ello la pena debe ser aflictiva, cierta, pronta, pública,
proporcional y ejemplar967.
966
Bustos, Manual de Derecho penal español, p. 121.
967
Bustos, Obras completas, T. I, pp. 359-365.
968
Velásquez, Derecho penal…, T. I, pp. 428-429.
213
En el hecho delictivo la acción no se diferencia de la culpabilidad del autor, porque
acción es la exteriorización de la voluntad moral del autor, que es un ser pensante, racional
y capaz de corromperse. El delito debe determinarse conforme a criterios morales, que
permiten imputar penalmente al autor su actitud interna transgresora del ordenamiento,
manifestada en la ejecución de su acción y, por ello, los presupuestos de imputación penal,
se encuentran amalgamados inarticuladamente, cuestión que comienza a cambiar con la
dogmática positivista que descompuso el delito en varias categorías que en su conjunto
caracterizan el hecho punible969/ 970.
Recientemente las ideas de Hegel son retomadas por Jakobs para quien la
retribución que la pena busca reestablecer el orden social, que ha sido puesto en tela de
juicio con la comisión del delito, a través de la pena que asegura la mantención de la
vigencia de la norma971.
7. La escuela positivista
El racionalismo positivista surge a fines del siglo XIX y principios del siglo XX,
cuando las ciencias de la naturaleza como ciencias exactas gozaban de gran prestigio y los
cultores del Derecho penal, tomaron el método causal para explicar el delito. La raíz
filosófica del positivismo, se encuentra en Comte y Spencer quienes sostienen que las leyes
naturales verificadas mediante la observación tienen un carácter absoluto y constituyen el
“dogma fundamental de la invariabilidad de las leyes naturales”972. A partir de los datos
que proporciona la observación de los hechos deben establecerse las relaciones que surgen
entre ellos, y las leyes que los rigen, lo que permite una previsión racional consistente en
“deducir de lo que es, lo que será”. La ciencia positiva es descriptiva, causal explicativa,
porque la ley causal resulta esencial para explicar el mundo, ya que los hechos de la
naturaleza están subordinados a leyes naturales inmutables, que se pueden descubrir973.
En Alemania el positivismo normativista o formalismo jurídico de Binding, postula
que la norma es una entidad jurídica, un juicio de valor que encierra un bien jurídico, y por
tanto, toda desobediencia a ella implica una lesión al bien jurídico 974. El jurista debe
atenerse a las normas que son su objeto de estudio, de análisis y de síntesis, de ahí su
nombre de positivismo formalista975/ 976. Distingue entre normas imperativas (prohibiciones
y mandatos) y normas permisivas independientes de las primeras. El delincuente no
969
García Cavero, Lecciones…, pp. 246-248.
970
Ya en la primera mitad del siglo XIX Stübel distinguió entre el injusto y la imputación del hecho. Luden,
adhirió a un concepto tripartito de delito (acción, antijuridicidad y culpabilidad), que luego asumirían y
desarrollarían Liszt y Beling. Sin embargo, de acuerdo con la doctrina dominante de la época, los conceptos de
antijuridicidad y culpabilidad permanecían indiferenciados puesto que se fundían en el concepto superior de
imputación procedente de la teoría de Pufendorf y su única misión fue, simplemente, comprender al delito
como una obra humana y deslindado del mero azar (Jescheck y Weigend, Tratado..., pp. 215-216).
971
Jakobs, Derecho penal…, pp. 8-19.
972
Bustos, Obras completas, T. I, p. 382.
973
Bustos, Obras completas, T. I, pp. 381-382.
974
Bustos, Obras completas, T. I, pp. 376-377.
975
Mir Puig, Introducción a las bases..., p. 188.
976
El método analítico formalista aseguraba la más fácil vinculación del juez a la ley, al ofrecerle claros y
bien delimitados conceptos, “formalizados” al máximo con arreglo a la lógica (Mir Puig, Introducción a las
bases…, p. 190).
214
contraviene la ley penal, sino que cumple lo señalado en la primera parte de ella, él con su
conducta realiza y completa la ley penal, luego en modo alguno la lesiona. La norma se
deduce de la primera parte de la ley penal, en cuanto la conducta realizada cumple lo que la
prohibición quiere que se omita, o bien, la omisión cubre la acción que el mandato quiere
que se lleve a cabo. El carácter previo e independiente de la norma, se remonta al
decálogo, que contiene sólo normas, esto es, prohibiciones o mandatos. Posteriormente se
juntan norma y ley penal, para, por último, quedar únicamente éstas977.
El positivismo naturalista de von Liszt, expuesto en su obra “La idea de fin en el
Derecho penal” o Programa de Marburgo explicó que en la ciencia total de Derecho
penal, hay un componente jurídico constituido por la dogmática penal y otro político
criminal, que se manifiesta en el estudio de las ciencias empíricas de la criminología, la
sociología criminal, la penología, la medicina legal y la criminalística. Sólo con el efecto
conjunto de estas disciplinas con la ciencia de Derecho penal, es posible tener éxito en la
lucha contra la criminalidad. Separa la dogmática de la política criminal, llegando a
sostener que “El Derecho penal es la barrera infranqueable para la política criminal”978, y
postula la necesidad que el intérprete, respete la idea de que el Código Penal es la carta
magna del delincuente, ya que otorga al individuo el derecho a ser castigado sólo si
concurren los requisitos legales y dentro de los límites establecidos por la ley979.
Beling retorna al clasicismo de Binding imponiendo un tecnicismo jurídico en el
tratamiento del fenómeno criminal, sin embargo, recoge de Liszt el sistema de
determinación naturalista del delito, y su análisis sistemático del mismo, que permitía
distinguir claramente lo objetivo de lo subjetivo, lo descriptivo de lo normativo. Por eso, se
habla generalmente del sistema de Liszt – Beling, a pesar de que tenían una concepción
diferente. Beling980. Beling da un concepto univoco al vocablo alemán “Tatbestand”
entendiéndolo como delito tipo, es decir, como un esquema común para los elementos
objetivos descriptivos del delito, naciendo de esta forma el concepto de tipo, como una
categoría independiente en la estructura de la teoría del delito.
Para la escuela positivista el objeto de análisis y de sistematización de la dogmática
es el Derecho positivo. La dogmática es la exégesis y sistematización del Derecho positivo
vigente, del cual deriva los conceptos jurídicos y la solución del caso concreto. El delito y
la pena son generalizaciones conceptuales, de un sistema cerrado. Parte de los preceptos
legales y sube hasta los principios y conceptos fundamentales981. Este modelo consiste en la
determinación inductiva de los principios informadores de cada legislación concreta. El
sistema se elabora mediante un proceso de abstracción, y los principios obtenidos
inductivamente servirán para establecer el sentido del ordenamiento jurídico como un todo
y para solventar dudas y colmar lagunas982.
977
Cury, Derecho penal…, p. 356.
978
Velásquez, Derecho penal…, T. I, pp. 432-434.
979
Mir Puig, Introducción a las bases…, p. 199.
980
Bustos, Obras completas, T. I, p. 409.
981
Silva Sánchez, Aproximación..., p. 51.
982
En la actualidad, al menos en la tendencia predominante, se han abandonado las dos premisas básicas del
positivismo jurídico consistentes en entender que el objeto de la ciencia jurídica está constituido tan solo por
el Derecho positivo, y la de estimar que a tal ciencia le corresponde únicamente su análisis y sistematización
por la vía del método inductivo de construcción jurídica (Silva Sánchez, Aproximación..., pp. 53-54.
215
Las categorías que deben analizarse para comprobar la existencia de un delito son la
acción, la tipicidad, la antijuridicidad y la culpabilidad.
La acción es un movimiento corporal voluntario, que causa una modificación en el
mundo exterior, perceptible por los sentidos. Es un concepto objetivo, descriptivo y
naturalista, en el que lo esencial es lo objetivamente realizado en el mundo exterior, es
decir, las modificaciones objetivamente gobernadas por la causalidad, existiendo una
voluntariedad del movimiento983. Los aspectos subjetivos de la acción, se analizaban en la
culpabilidad y, por lo tanto, eran conceptos foráneos a la teoría de la acción.
Beling crea el concepto de tipo, como una categoría independiente que completa la
estructura de la teoría del delito984. El tipo aparece como una descripción estricta de los
elementos objetivos, externos, y descriptivos de la conducta amenazada con una pena.
La antijuridicidad de la conducta es el presupuesto general de la punibilidad985, es
un concepto valorativo, de manera que aun cuando una conducta pueda ser subsumida en
un tipo penal, puede no ser antijurídica por encontrarse justificada por el ordenamiento
jurídico986. El Derecho penal establece el castigo que deberá infringirse al sujeto siempre y
cuando el comportamiento descrito en la ley penal sea antijurídico, lo que se deduce de su
confrontación con el ordenamiento jurídico. El delincuente, con su obrar, no lesiona la ley
penal que quebranta sino que la realiza987. La antijuridicidad tiene un contenido objetivo y
formal, es decir, aparece como un juicio que recae sobre lo objetivo de la acción, para
afirmar la contrariedad entre la parte externa de esa acción y el ordenamiento jurídico. Para
Von Liszt en cambio, la antijuridicidad tiene además, un contenido material, circunscrito a
aquellas acciones que implican un ataque al bien jurídico, ya sea lesionándolo o poniéndolo
en peligro.
El juicio de que alguien ha actuado culpablemente expresa un juicio valorativo
sobre la fase interna, espiritual o subjetiva de la acción. El autor es culpable por su estado
anímico (dolo o culpa) al momento de realizar su acción988. Los imperativos del orden
jurídico, indican que las normas valorativas contenidas deben conducir las resoluciones
humanas989. A esta teoría de la culpabilidad se la conoce como concepción psicológica de
la culpabilidad, fue planteada por Von Liszt990 y sostiene que la culpabilidad es un vínculo
983
Para Beling “la acción es un movimiento corporal (fase externa, objetiva de la acción) producido por el
dominio sobre el cuerpo (libertad de inervación muscular, “voluntaria), (fase interna, “subjetiva” de la
acción); ello es, un comportamiento corporal voluntario, consistente ya en un no hacer (acción positiva), ello
es, un movimiento corporal, por ejemplo levantar la mano, movimientos para hablar, etc., ya un no hacer
(omisión), ello es, distensión de los músculos” (Beling, Esquema de Derecho penal, pp. 19-20.
984
Ídem, pp. 49-51.
985
Ídem, pp. 21-22.
986
von Beling denomina a estas causas “Causas de exclusión de la ilicitud”, mencionando entre ellas al estado
de necesidad, a la legitima defensa, el obrar en razón del oficio o cargo, el ejecutar actos de propia ayuda, el
ejercer un derecho disciplinario que le compete, el consentimiento del ofendido, el realizar una actividad
asociada a peligros de los cuales pudiera devenir un resultado antijurídico, permitida por el ordenamiento
jurídico, cumpliendo las prescripciones que aquél establece (Beling, Esquema de Derecho penal, pp. 25-29).
987
Ídem, p. 22.
988
Beling, Esquema de Derecho penal, p. 30. En el mismo sentido, Von Liszt, refiere que no basta con que el
resultado pueda ser objetivamente referido a la manifestación de voluntad del agente, sino que también debe
darse subjetivamente el nexo en la culpabilidad del autor (Von Liszt, Tratado de Derecho penal, p. 387).
989
Beling, Esquema de Derecho penal, p. 30.
990
Von Liszt, Tratado de Derecho penal, op, cit., p. 387.
216
subjetivo de carácter psicológico entre la acción, el resultado y el sujeto que la realiza, por
lo tanto, todo lo subjetivo del delito se analiza en la culpabilidad991. Sostiene que los
hombres que carecen de poder de resistencia, están exentos de culpa en su obrar, y no
pueden ser castigados, por lo que la imputabilidad es la condición previa o presupuesto de
la culpabilidad, y está fuera de ella992. La culpabilidad se encuentra comprendida
únicamente por el dolo y la culpa, los cuales no son sino especies o grados de culpabilidad.
La sistemática clásica distingue básicamente en lo objetivo (acción, tipicidad y
antijuridicidad) y lo subjetivo (culpabilidad). La imputabilidad queda sin un lugar en el
sistema. La imputabilidad es un presupuesto de la culpabilidad y está fuera de ella.
Se critica el método inductivo porque la ciencia jurídica no está constituida sólo por
el Derecho positivo, sino también por elementos de Política Criminal, al menos desde el
punto de vista actualmente mayoritario. Hoy se ha abandonado el método de derivación de
conceptos y del sistema cerrado por vía inductiva a partir de la ley positiva993. También se
critica la teoría causalista de la acción, por no ser real, ya que la acción desprovista de
finalidad, no existe, y por lo tanto, no permite diferenciar a la conducta de las simples
modificaciones de estado totalmente incontrolables para el sujeto. El tipo meramente objetivo,
no explica adecuadamente los conceptos de delito tentado, frustrado, las formas de
participación criminal, o el injusto de los delitos culposos, porque no es posible entenderlos
sin atender a los elementos subjetivos. Las causales de justificación no tienen una estructura
meramente objetiva y la antijuridicidad no abarca un concepto meramente formal. Al
respecto, ya el mismo von Liszt adoptó un concepto material de antijuridicidad entendida
como el grado de lesión o de puesta en riesgo del bien penalmente tutelado. Si la
culpabilidad es tan solo un vínculo psicológico que enlaza al actor con su acto, a través
dolo o culpa, entonces la culpabilidad no podría medirse, ya que éstos son elementos que
no admiten matices, es decir, o concurren o no concurren, en cambio la culpabilidad a
simple vista puede graduarse. Además, los inimputables o los que actúan bajo miedo
insuperable pueden actuar dolosamente y pese a aquello se excluye la culpabilidad, por lo
que hay que renunciar a identificar a la culpabilidad con el vínculo doloso o culposo entre
el sujeto y su hecho994. Si la culpabilidad es un vínculo psicológico entre el autor y su
hecho o entre la voluntad de su autor y el resultado, dicho vínculo psicológico es
inexistente en la llamada imprudencia inconsciente995. Dicha forma de imputación subjetiva
se trata de explicar en función de la previsibilidad la cual no describe ninguna relación
psíquica efectiva. Por lo tanto, la imprudencia no consiste en algo psicológico, sino en algo
normativo consistente en la infracción de la norma de cuidado996.
991
Así para Von Liszt, en sentido estricto de la culpabilidad se entiende como la relación subjetiva entre el
acto y el autor (Von Liszt, Tratado de Derecho penal, p. 388).
992
Beling, Esquema de Derecho penal, p. 31-32.
993
Silva Sánchez, Aproximación..., pp. 53-54.
994
Mir Puig, Derecho penal…, p. 524.
995
Dohna, “Breve Síntesis del problema de la culpabilidad normativa”, incluido en Goldschmidt, La
concepción normativa de la culpabilidad, Editorial B de F, 2002, pp. 13-14.
996
Mir Puig, Derecho penal…, p. 524.
217
Radbruch, Mayer y Mezger, postulan un retorno a Kant. Critican el modelo clásico
porque sólo se basa en las ciencias naturales, en tanto que el Derecho pertenece a las
ciencias del espíritu y, por lo tanto su método es el de la comprensión y valoración del
sentido de los hechos997. Los valores son el prisma con que el sujeto observa y dota de
sentido a la realidad que en si misma es caótica y sin sentido. En el proceso de comprensión
es posible distinguir tres planos: a) el de la realidad en si misma caótica y por ello
incomprensible; b) el de los valores a través del cual se observa la realidad y, c) el de las
significaciones o de los sentidos al que pertenece el Derecho, condicionado por las
circunstancias históricas particulares de cada sociedad. Los valores son contingentes,
relativos e históricos, porque el sujeto aporta a la realidad del Derecho una significación
que es producto del mismo. El neokantismo introduce elementos valorativos en cada uno de
los elementos del delito998, sustituyendo el fenómeno puramente físico de la causalidad, por
un fenómeno valorativo consistente en la teoría de la causa necesaria en la que distingue
mediante criterios valorativos, cual es la causa adecuada para producir un determinado
resultado. Radbruch afirma la imposibilidad de subsumir a la omisión en la acción, porque
un concepto y su opuesto contradictorio, no pueden ser colocados bajo un concepto
superior, por lo que acción y omisión deben permanecer independientes, una junto a la
otra. Propone el concepto de “realización típica”, superando el naturalismo y la división
entre acción y omisión, de manera de captar la significación social de los hechos
producidos999. Mayer, distingue entre norma jurídica y norma de cultura, planteando que
éstas deben coincidir para que las leyes tengan un carácter obligatorio respecto del
individuo. Plantea una posición material del injusto sobre la base de los valores reconocidos
culturalmente y que constituyen su sustancia y las bases fundantes de las normas
jurídicas1000. Mezger, otorga un carácter sustantivo a la antijuridicidad, cuya esencia está
dada por una norma objetiva de valoración, que contiene juicios de valor desde el sistema
jurídico sobre determinados hechos y estados. La antijuridicidad debe ser comprendida
como “una lesión objetiva a las normas de valoración”. Este contenido penetra a todo el
injusto y lo convierte en un concepto normativo. Así, admite en el tipo los elementos
normativos y con ello concluye la indisolubilidad entre tipicidad y antijuridicidad, que
desemboca en la teoría de los elementos negativos del tipo. La tipicidad y la antijuridicidad
se tiñen con elementos valorativos y subjetivos1001. Para Mezger la culpabilidad, es un
juicio de reproche personal, valorativo y normativo, y con ello recoge la teoría normativa
de la culpabilidad observada por Frank, Goldschmidt y Freudenthal1002.
El concepto causalista de acción no puede captar a la omisión porque en ella no
existe, desde el punto de vista ontológico, movimiento corporal alguno, fracasando también
en los delitos de omisión impropia cometidos por imprudencia inconsciente en los cuales se
intenta rescatar la aprehensión de la realidad de la inactividad mediante la aceptación de
una inmovilización de los nervios motores1003, lo que era irreal. Para corregir el concepto
causal de acción, la escuela neokantiana introdujo un concepto valorativo de
997
Mir Puig, Derecho penal…, p. 180.
998
Uno de los aportes fundamentales del neokantismo ha sido el afirmar que el Derecho Penal es una realidad
que está determinada por valores que priman en una cultura.
999
Bustos, Obras completas, T. I, p. 413.
1000
Ídem, p. 414.
1001
Mezger, Derecho penal…, T. I, p. 80.
1002
Bustos, Obras completas, T. I, pp. 414-415.
1003
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 220.
218
comportamiento1004, que fue entendido como la materialización en el mundo exterior, de la
eficacia de la conducta humana. La acción debía ser “comportamiento de la voluntad”
(Hippel), “realización de la voluntad” (Mayer), “comportamiento arbitrario” (Rittler) o,
sencillamente “comportamiento humano” (Mezger) que provoca un efecto en el mundo
exterior (esta última parte extraída del concepto causal de acción)1005. Bajo este concepto
valorativo intentó cobijar la omisión (como comportamiento caracterizado por la ausencia
de una acción esperada, manejado, por lo tanto, en el plano del deber ser). Aunque el
comportamiento humano es un concepto normativo, no por ello dejó de ser causal, porque
la esencia de la acción era todavía lo que objetivamente ocurre en el mundo exterior, y que
es perceptible por los sentidos, lo causado por la voluntad del hombre, sin considerar si la
voluntad iba o no dirigida a ese resultado. La concepción neokantiana de la acción sentó las
bases del posterior concepto social de la acción realizado por Schmidt, entendiendo por
acción un fenómeno social cuyo efecto va dirigido a la realidad social1006, para este
concepto la acción es un comportamiento socialmente relevante en donde lo común entre la
acción y la omisión es su relevancia social.
Mayer descubrió los elementos normativos del tipo. Mayer partía del carácter no
valorativo del tipo, y la realización del tipo era un indicio de antijuridicidad, de manera que
el tipo se relaciona con la antijuridicidad como el humo con el fuego. El humo no es fuego,
ni contiene fuego, pero permite extraer la conclusión de que hay fuego salvo prueba en
contrario. El tipo es ratio cognoscendi, o indicio que denota antijuridicidad pero no es
componente de la misma. El carácter no valorativo del tipo está asegurado porque los
elementos del tipo son descriptivos, es decir contienen descripciones asequibles a la
“percepción sensorial” (Ej: hombre, cosa, edificio), pero no contienen valoración, que sólo
se produce mediante la categoría de la antijuridicidad. La situación es distinta en los
elementos normativos (o valorativos) del tipo, porque son conceptos que no pueden
captarse por la mera experiencia sensorial, como la ajenidad de la cosa en el delito de hurto,
que no están en relación causal con la acción del autor, sino que contienen una valoración
que en parte prejuzga la antijuridicidad, así el que sustrae una cosa ajena se inmiscuye en la
propiedad de otro y en esa vulneración de la propiedad radica un elemento esencial del
injusto de hurto. Los elementos normativos del tipo serían “auténticos elementos de la
antijuridicidad; pues se trata de una circunstancia que fundamenta la antijuridicidad, es
decir, son elementos que constituyen ratio essendi de la antijuridicidad, que son por su
naturaleza, componentes o integrantes de la antijuridicidad1007”. Excepcionalmente los
tipos tienen elementos valorativos, que son cuerpos extraños al tipo, que se encuentran en la
descripción porque el legislador lo decidió, pero naturalmente pertenecen a la teoría de la
antijuridicidad1008. Sin embargo, el número de los elementos normativos era mucho mayor
que lo supuesto inicialmente. La evolución llegó a su punto culminante al probar Eric Wolf
que incluso elementos descriptivos puros, como “hombre” (ser humano) o “cosa” son
normativos en sus ámbitos fronterizos, o sea que requieren de una valoración judicial
orientada a la antijuridicidad. Así, por ejemplo, determinar desde cuando el sujeto adquiere
la calidad de ser humano no es una cuestión meramente descriptiva, porque resulta
1004
Mir Puig, Derecho penal…, p. 180.
1005
Jescheck y Weigend, Tratado…, pp. 220 y 221.
1006
Ídem, p. 221.
1007
Mayer, Derecho penal…, pp. 184-185.
1008
Roxin, Derecho penal…, T. I, pp. 281-282.
219
discutible desde cuanto hay vida humana dependiente y desde cuando existe vida humana
independiente, lo que es vital para decidir cuándo aplicar los delitos de aborto y homicidio.
El tipo aparece como una figura normativa, un “inseparable entramado estructural donde se
entrelazan elementos de valor y elementos del ser”. El tipo, al describir el injusto adquiere
una significación material, constituyendo el fundamento del injusto o la ratio essendi del
injusto. Cuando una conducta típica se beneficia con una causa de exclusión del injusto, no
convierte en legitimo una situación antijurídica, sino que la conducta no es antijurídica
desde un principio1009. La división entre tipicidad y antijuridicidad es antinatural, porque el
legislador incorpora en el tipo todos los elementos de los cuales depende la ilicitud del
delito. Por lo tanto, la tipicidad es un juicio provisorio de ilicitud, el juicio definitivo
depende de si concurre o no alguna causal de justificación. Las causales de justificación
estarían en la Parte General por razones de economía legislativa para no repetirlas en cada
tipo de la Parte Especial. Esta teoría desemboca en la teoría de las causales de justificación
como elementos negativos del tipo, para la cual el legislador describe en el tipo los
elementos en que se funda el injusto, esto es, los elementos descriptivos y normativos del
tipo (elementos positivos) y que no concurran los elementos de una causal de justificación
(elementos negativos). Las causales de justificación son elementos no expresados que
forman parte del tipo. Cada tipo especial adquiere sentido cuando se vinculan sus elementos
positivos y negativos en una unidad llamada tipo total. Así, por ejemplo, el tipo total de
homicidio consistiría en dar muerte a una persona, sin que concurran la legítima defensa
propia, de parientes, de terceros, calificada, etc. El tipo total de injusto contendría todos los
elementos de la antijuridicidad llenándose de valoraciones1010. Welzel criticando la teoría
de los elementos negativos del tipo señala que daría lo mismo matar a un mosquito que
matar a un sujeto en legítima defensa. Roxin, quien en un principio adhería a la teoría de
los elementos negativos del tipo, responde que lo importante es que ambos casos no quedan
cubiertos por la menor sombra de desaprobación jurídica.
El neokantismo descubrió los elementos subjetivos especiales del tipo que no son el
dolo o la culpa. Fischer, Hegler, Mayer y Mezger1011 descubrieron que en algunos casos en
la antijuridicidad y en otro derechamente en la tipicidad, el injusto depende de la dirección
de la voluntad del autor, o sea de momentos subjetivos intraanímicos, por ejemplo en la
legítima defensa, se requiere el ánimo especial del sujeto de estar defendiéndose de una
agresión. Luego, Hegler se percató de que el tipo comprende además de los elementos
objetivos, los elementos subjetivos que no son el dolo y la culpa, mencionados
expresamente por el legislador, los cuales obligan a hacerse cargo en el análisis del tipo de
los estados de ánimo del autor, sin que pueda trasladarse dicho análisis a la teoría de la
culpabilidad. Así, por ejemplo, en el tipo de abuso sexual, el ginecólogo que realiza su
1009
Mezger, Derecho penal…, T. I, pp. 131-162.
1010
Roxin, Derecho penal…, T. I, p. 283.
1011
Mezger, sostiene que los elementos subjetivos del injusto se manifiestan en los delitos de intención, que
como el hurto solo se sancionan si se realizan con la intención subjetiva de apropiarse antijurídicamente de la
cosa; en los delitos de tendencia, en que la acción aparece como expresión de una tendencia subjetiva del
autor y cae bajo la sanción de la ley en donde esa tendencia existe, lo cual ocurre por ejemplo en los delitos
sexuales, en donde solo es una acción impúdica aquella que tiende a excitar o satisfacer el instinto sexual; y
en los delitos de expresión, en que la acción se pone de manifiesto como expresión de un proceso o estado
interno y psíquico del autor, por ejemplo si se trata de establecer si el autor ha prestado una declaración
verídica o falsa sobre su intención al realizar un negocio jurídico (Mezger, Derecho penal…, T. I, pp. 136-
137).
220
labor, realiza un acto de significación sexual y de relevancia que afecta los genitales de su
paciente, sin embargo, su conducta no es típica, porque dicho acto no fue realizado con un
ánimo subjetivo lascivo, sino con un fin médico, buscando la salud de la paciente. Mezger,
señala que es imposible determinar si estamos en presencia de un homicidio frustrado, o de
lesiones consumadas sin recurrir a la finalidad con que el sujeto llevó a cabo la conducta.
La antijuridicidad es un juicio de valor sobre el hecho. Lo injusto se concebía, como
infracción de la norma de valoración del hecho objetivo (como desvalor del resultado)1012,
por lo que se abandona el concepto de antijuridicidad meramente formal de Binding, para
concebirla también como antijuridicidad material, esto es, como dañosidad social, lo que
permitió graduar el injusto según la gravedad de la infracción del bien jurídico, entendiendo
que si en realidad no concurre lesión alguna de aquel, el hecho tampoco puede ser
antijurídico.
Percibió que la concepción psicológica fracasaba en los casos en que pese a no
existir relación psicológica, si existía culpabilidad, ello ocurre en la imprudencia
inconsciente. También fracasa en los casos en que existiendo relación psicológica dolosa,
no hay culpabilidad, lo que ocurre en los casos de estado de necesidad exculpante en los
que se excluye la culpabilidad por inexigibilidad de otra conducta adecuada a Derecho, aun
cuando el sujeto actuó dolosamente.
Frank, Goldschmidt y Freudenthal desarrollan la teoría normativa de la
culpabilidad, acorde con la cual, la culpabilidad es un juicio de carácter normativo o
emitido en base a normas. La culpabilidad es un juicio de reproche dirigido al autor del
hecho ilícito, porque habiendo estado en situación de conformar su conducta a los mandatos
del Derecho (podía y le era exigible), prefirió obrar en contra del Derecho. La culpabilidad
es la reprochabilidad de la conducta típica y antijurídica. Es la reprochabilidad de una
conducta antijurídica según libertad, fin y significado conocido o conocible.
Se critica al modelo neokantiano, porque no se desprende completamente de
componentes naturalísticos o causales, manteniendo en lo esencial el sistema positivista. Su
neutralidad frente a los valores fundamentales del Derecho penal perjudicaron la posición
de la ciencia jurídica frente a la ideología totalitaria, favoreciendo el desmoronamiento de
la dogmática y de la política criminal1013. La identificación del bien jurídico con el valor
jurídicamente protegido y la asignación a la tipicidad, antijuridicidad y culpabilidad de
criterios valorativos, derivó en un relativismo axiológico, porque si los valores son relativos
y cada uno vale tanto como el otro se termina renunciando a criterios materiales, lo que
hizo más propenso al neokantismo a una ideología autoritaria1014. Se critica la teoría
normativa compleja de la culpabilidad porque si la culpabilidad es un juicio de reproche,
entonces no está en la cabeza del delincuente sino en la del juez y la conducta es culpable
por sí misma, no porque el juez la estime reprochable. Las circunstancias concomitantes no
pueden formar parte del contenido de la culpabilidad porque la atribución del acto al
delincuente no puede depender de algo que por definición es ajeno al delincuente y al acto
mismo.
1012
Mir Puig, Derecho penal…, p. 155.
1013
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 223.
1014
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 220.
221
9. Movimientos totalizadores (Escuela de Kiel)
Surgió en los años treinta a partir del nacional socialismo en la doctrina penal y
como opuesta a la postura del Derecho penal liberal1015. Sus máximos cultores fueron
Dahm y Schaffstein. Plantea la sustitución de la noción de delito como ataque al bien
jurídico, por el de lesión del deber. Sostiene que mediante el concepto de deber es posible
superar la división tradicional entre tipo, antijuridicidad y culpabilidad, señalando que la
esencia del injusto es la lesión del deber. Con ello se subjetiviza el injusto, porque la
contravención al deber tiene un carácter personal, y por tanto subjetivo, con lo cual se logra
un punto de unión con la culpabilidad. La noción de deber se refiere al deber absoluto del
sujeto con el Estado, y su sacrificio en aras de la comunidad, sacrificando las garantías
fundamentales del individuo frente al Estado, que se habían construido desde el
iluminismo. Dahm concibe al delito como una traición al pueblo, a la patria. Esta visión
implicó la dureza de las penas, y desapareció junto con el sistema político que le dio
origen1016.
Se crítica a la escuela de Kiel, porque abandona el Derecho penal del hecho por uno
que se centra en la persona del autor. Sustituye el principio in dubio pro reo, por el
principio in dubio pro Estado. Al sacrificar las garantías individuales, en pro de la
comunidad, deja inerme a la persona frente al ius puniendi. El ciudadano pasa a ser un ente
o medio al servicio del Estado, cuestión que evidentemente afecta la dignidad humana.
1015
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 224.
1016
Bustos, Obras completas, T. I, p. 426.
1017
García Cavero, Lecciones…, p. 252.
1018
Bustos, Obras completas, T. I, p. 433.
222
Las tres estructuras lógico objetivas atingentes al ámbito jurídico penal son: a) La
estructura final de la acción humana; b) La estructura de la culpabilidad como poder
actuar de otro modo, y c) La accesoriedad de la participación respecto de la autoría.
La principal estructura ontológica es la acción y para Welzel1019, la acción humana
es el ejercicio de una actividad final. La acción es, un acontecer final y la finalidad u objetivo
de la acción se basa en que el hombre gracias a su saber causal, puede prever, dentro de ciertos
límites, las consecuencias posibles de su actividad, y plantearse fines u objetivos y dirigir su
actividad, conforme a su plan, a la consecución de estos fines1020. La actividad final es un
obrar orientado conscientemente desde un fin. La finalidad es vidente y la causalidad ciega.
La acción posee una estructura compleja, comprensiva tanto de la voluntad de realización que
dirige a la acción desde un fin, como de su manifestación en el mundo exterior, si falta
cualquiera de estos dos componentes no existe acción alguna. El Derecho no puede prohibir o
mandar procesos causales y como el hombre orienta su actividad hacia diversos fines, ella
está dirigida desde el fin, la acción sólo puede ser final.
La tipicidad no se agota en la causalidad, sino que recoge el sentido impreso en la
actividad humana, por lo que dolo y culpa pertenecen a la tipicidad, relacionadas con esa
dirección y significación que el sujeto les da a sus actos1021. Los mandatos sólo tienen
sentido en función de la voluntad final que anima a la acción, porque no se puede pretender
gobernar el suceder causal ya que es ciego. Lo susceptible de ser prohibido es lo gobernado
por la voluntad del hombre. De esta manera, como el hombre dirige su actividad con
arreglo a un plan para obtener ciertos fines, el sujeto tiene la capacidad de alcanzar un
resultado lesivo para bienes jurídicos, por medio de una actividad final contraria a los
mandatos y prohibiciones del Derecho penal y, por lo tanto es autor, para la teoría finalista,
quien conduce dolosa y conscientemente el acontecer causal en dirección al resultado
típico, es decir, quien domina finalmente la ejecución del hecho (dominio del hecho con
base ontológica) y, sólo puede existir participación, si el hecho principal es doloso1022. Si
existe un error respecto de alguno de los elementos objetivos del tipo, habrá error de tipo,
el cual, en caso de ser invencible, excluirá el dolo y la culpa y con ello el tipo penal; y en
caso de ser vencible, excluirá el dolo pero subsistirá la culpa1023. Para Welzel el tipo es
ratio cognocendi o indiciaria de la antijuridicidad. Así, el tipo es valorativamente neutro,
autónomo e independiente del juicio de antijuridicidad. La esencia de la imprudencia radica
en la infracción del cuidado exigible en el tráfico jurídico. La imprudencia es un elemento
del tipo mientras la reprochabilidad personal por la ausencia de cuidado es un elemento de
la culpabilidad. Dolo e imprudencia son elementos del injusto típico1024.
La antijuridicidad en la concepción finalista es un juicio de desvalor de la conducta,
tanto de su parte externa, considerada integralmente; el juicio de desvalor frente al
ordenamiento jurídico se refiere tanto al comportamiento externo como a la finalidad
(elemento subjetivo) del sujeto. Por ello se habla de injusto personal, porque el
1019
Welzel, Derecho penal alemán, Editorial jurídica de Chile, 2002, pp. 39-42.
1020
La acción se encuentra precedida por la representación de un objetivo que el autor en su voluntad decide
alcanzar, para ello tiene que resolver así mismo cuales son los medios de que se servirá para conseguir su
propósito, cuyo empleo y modo de operar también forman parte de lo querido por él.
1021
Bustos, Obras completas, T. I, p. 435.
1022
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 227.
1023
Ídem, p. 227.
1024
Ídem, p. 228.
223
comportamiento es contrario a Derecho en relación a un autor determinado, es antijurídico
para aquel que ejecutó el acto con una voluntariedad particular. El mismo hecho realizado
por otro con una finalidad distinta podría estar justificado, de modo que la antijuridicidad es
personal.1025 Las causales de justificación se refieren a la acción final típica y, por lo tanto,
necesariamente están compuestas tanto por elementos objetivos como subjetivos, esto es el
conocimiento y voluntad de estar actuando al amparo de una causal de justificación. El
sujeto debe conocer los hechos que configuran la causal y obrar con la voluntad de realizar
esos hechos. Así, la acción típica justificada, es aquella que desde un punto de vista
material realiza todos los presupuestos de una causal de justificación, y cuya finalidad se
orienta a esa realización. Toda causal de justificación, por lo tanto, implica un elemento
subjetivo, esto es, la finalidad de obrar amparado por ella, es decir, de conducirse conforme
a Derecho1026.
En cuanto a la culpabilidad la teoría finalista recoge el concepto elaborado por
Frank, pero le introduce modificaciones decisivas que dan origen a la teoría normativa
pura de la culpabilidad. Dolo y culpa, son elementos fácticos, sobre los cuales se pronuncia
también el juicio de reproche. No se percibe motivo por el cual esos “cuerpos extraños”
han de permanecer en el ámbito normativo de la culpabilidad, en lugar de alojarse donde
pertenecen, esto es, en el seno de la acción final típica, como objeto de la valoración, de
esta manera puede obtenerse un concepto normativo de culpabilidad, exento de impurezas
naturalistas. El dolo y la culpa son conceptos libres de valor. Solo así pueden encontrar
asiento en el tipo, lo que implica independizar del dolo y la culpa la conciencia de la
antijuridicidad, la cual se convierte en elemento autónomo de la culpabilidad1027. Es una
teoría normativa pura de la culpabilidad, porque reúne las circunstancias que condicionan la
reprochabilidad atribuible al autor de un hecho típico y antijurídico1028.
Los elementos de la culpabilidad según la teoría pura son: a. La imputabilidad1029,
sin la cual se entiende que el sujeto carece de libertad para comportarse de otro modo. Es
una condición o elemento necesario para emitir un juicio de reproche respecto del sujeto
responsable de un acto típico y antijurídico1030; b) La conciencia de ilicitud, consiste en
1025
Cuando un individuo quiere matar a otro y, al encontrarlo en un lugar solitario, lleva a efecto su designio,
realiza una conducta antijurídica a pesar de que en la materialidad, considerando ese actuar con un criterio
objetivo, podría darse una situación de defensa personal, por que la víctima estaba esperándolo allí
precisamente para ultimarlo, y había iniciado la acción cuando el victimario disparó primero, ignorando tal
circunstancia. Conforme a la doctrina clásica, el comportamiento sería jurídico, por cuanto objetivamente se
obró en legítima defensa; para los finalistas, antijurídico, por cuanto se analiza el comportamiento en forma
unitaria, donde lo objetivo y lo subjetivo se valoran como un todo. En la hipótesis el sujeto no se defiende,
quiere matar, así la antijuridicidad comprende tanto el desvalor del resultado, como el desvalor del acto, y la
tipicidad vuelve a ser ratio cognoscendi de la antijuridicidad (Garrido, Derecho penal…, T. II,pp. 22-23.)
1026
Cury, Derecho penal…, p. 365.
1027
Ídem, pp. 397-398.
1028
Mir Puig, Derecho penal…, p. 520.
1029
En sentido estricto es la capacidad de un sujeto en atención a su estado para comprender el carácter
injusto del hecho y de autodeterminarse conforme a ese conocimiento. Un sujeto es imputable cuando es
capaz de tener conciencia y es capaz de autodeterminarse conforme a ese conocimiento. Por lo tanto tiene dos
elementos copulativos: a) El sujeto debe ser capaz de conocer el injusto de su actuar, y b) Debe ser capaz de
comportarse conforme a ese conocimiento. ¿Quiénes son imputables? Todos somos imputables salvo aquellos
a los cuales la ley declara inimputables. La ley decide quienes son inimputables. Aquellos que se encuentren
en las hipótesis de los N°s 1, 2 y 3 del art. 10 del CP.
1030
Mir Puig, Derecho penal…, p. 521.
224
comprobar si el sujeto podía o no, estaba o no en condiciones de conocer la prohibición del
hecho, a fin de poder adecuar su conducta a lo prescrito por la norma penal, por lo tanto, se
refiere a un conocimiento potencial de la antijuridicidad. La falta de dicha posibilidad, no
excluye ni el dolo ni la culpa, por cuanto esto son elementos de la parte subjetiva del tipo
penal, sino que excluye la culpabilidad, en el caso de que el error de prohibición sea
invencible. En cambio, si el error de prohibición es vencible, solo se atenúa la culpabilidad
o reprochabilidad del sujeto, esto según la teoría extrema de la culpabilidad1031 y c. La
posibilidad concreta de autodeterminarse conforme a las exigencias del Derecho o
ausencia de causas de exculpación o de disculpa,1032 las cuales si bien no excluyen por
completo la posibilidad de actuar de otro modo ni, por tanto, la culpabilidad, se entiende
que la disminuyen de forma suficiente como para disculpar (en el sentido de perdonarle su
culpabilidad) al sujeto y eximirle del reproche de su culpabilidad1033.
Lo discutible de estas teorías es que parten de la base de que el hombre es libre,
presuponen la libertad del hombre, esto es, de que el sujeto tenía la libertad de elegir. Para
Roxin la libertad es una experiencia existencial, ya que los seres humanos toman decisiones
cotidianamente, por lo tanto, debe partirse del supuesto de que el ser humano puede elegir,
goza de libertad, porque de lo contrario el Derecho penal no es posible.
El finalismo puso de relieve el poder configurador de los acontecimientos mediante
la finalidad en los delitos dolosos. Del mismo modo, se impuso la idea de que el injusto
penal se compone no sólo de un desvalor del resultado, sino también del desvalor de acto.
Además, la estructura del delito en la actualidad, reconoce que el dolo y la imprudencia se
ubican sistemáticamente en el tipo penal y no en la culpabilidad. Ello ha sido fundamental
para otorgar en materia penal, un tratamiento adecuado a la teoría del error, distinguiendo
entre error de tipo, si el error recae en alguno de los elementos de la parte objetiva del tipo
y error de prohibición, si el error recae en la conciencia de la ilicitud. Ambas clases de
errores tienen un tratamiento divergente. Así, mientras que el error de tipo invencible
excluye el dolo y la imprudencia y si es vencible se excluye el dolo pero subsiste la
imprudencia. En cambio sí estamos en presencia de un error de prohibición, subsiste el
dolo (avalorado) y la imprudencia, porque éstos son parte del tipo y, si estamos analizando
la conciencia de la ilicitud, como elemento de la culpabilidad, es porque ya dimos por
establecida la existencia de una conducta, típica y antijurídica, es decir, existe un hecho
antijurídico. Si el error de prohibición es invencible, se excluye la culpabilidad, pero
subsiste el hecho antijurídico, lo que puede ser relevante para el principio de accesoriedad
media en materia de autoría y participación y para la indemnización civil emanada de un
hecho delictivo. Si, en cambio el error de prohibición es vencible, subsiste la culpabilidad
y, el acusado únicamente se verá favorecido por una circunstancia atenuante de
responsabilidad penal. Si bien con un marcado tinte finalista, fue el finalismo el que, antes
del funcionalismo, sostuvo la teoría del dominio del hecho y logró afincar la idea de que la
participación presupone un hecho principal típico, antijurídico y doloso (principio de
accesoriedad media), rigiendo en cambio, en los delitos imprudentes, un concepto unitario
de autor.
1031
Mir Puig, Derecho penal…, p. 521.
1032
Cury, Derecho penal..., pp. 448-454.
1033
Mir Puig, Derecho penal..., p. 521.
225
Se crítica al finalismo, porque en el tipo imprudente el sujeto no quiso el resultado,
el cual se produjo por haber confiado en su capacidad de evitación (imprudencia
consciente), o porque ni siquiera se lo representó como posible pero sobrevino por su
negligencia (imprudencia inconsciente), por lo que estas categorías no son compatibles con
el concepto de acción final, porque el resultado típico no está sujeto al control final del
autor1034 y para solucionarlo se recurre al concepto normativo de la infracción de un deber
de cuidado. El delito omisivo es una estructura típica que depende de un juicio de
atribución jurídico-penal de carácter normativo y no ontológico. La omisión no consiste en
no hacer nada, porque al omitente se le imputa no haber intervenido en un curso causal que
tiene lugar con independencia de él1035, por lo que resulta discutible que pueda afirmarse,
que el omitente causó el resultado. En el delito omisivo, se imputa responsabilidad penal a
quien realiza una conducta distinta de la que estaba obligado, en beneficio de bien jurídico,
pudiendo haberla realizado y ello únicamente puede afirmarse cuando el sujeto podía y
debía evitar el resultado lesivo. Por lo tanto, el omitente infringe una norma imperativa que
lo obligaba a actuar. De ahí que la diferencia entre delito de acción y delito de omisión, se
produce a nivel de tipo, es decir, existen tipos de acción, cuando la norma infringida es
prohibitiva y tipos de omisión, si la norma transgredida es imperativa. El problema del
error en Derecho penal no puede fundamentarse a partir de la finalidad, sino a partir de
valoraciones jurídico-penales, las que han conducido al rechazo general de la teoría estricta
de la culpabilidad defendida por los finalistas1036. Se critica la teoría estricta de la
culpabilidad, cuando el error ha recaído sobre los supuestos de hecho de las causales de
justificación. En estos casos la doctrina mayoritaria asume la teoría moderada de la
culpabilidad, que otorga a esta clase de error el tratamiento del error de tipo1037. Además,
de seguir los planteamientos finalistas radicales en el sentido de que lo único relevante es
el desvalor de la acción final, el tipo base no debería ser el delito consumado, sino la
tentativa acabada (delito frustrado en nuestro sistema penal), con lo cual, habría que
sancionar la tentativa absolutamente inidónea, porque en el delito frustrado o tentativa
acabada, el sujeto ya ha concluido la realización de todos los actos necesarios para ejecutar
la conducta típica en todas sus partes, por lo que el desvalor de acto está completo, más allá
de que, por ejemplo, exista tentativa absolutamente inidónea porque la droga destinada a un
recluso, que el visitante intentó ingresar a la cárcel, siendo descubierto por Gendarmería,
fuese sólo bicarbonato. Tal conclusión no parece aceptable si se considera que ex ante, la
conducta no era típicamente relevante porque el objeto material era absolutamente
inidóneo.
11. Funcionalismo
El funcionalismo ha venido forjándose desde los años sesenta y consiste en
establecer una dogmática basada en funciones. Se caracteriza por abandonar las estructuras
ontológicas y por asumir un punto de vista normativo en la configuración de la teoría del
1034
Roxin, “El nuevo desarrollo de la dogmática jurídico-penal en Alemania”, en InDret, 2012, p. 3.
1035
Roxin, “El nuevo desarrollo de la dogmática…”, p. 3.
1036
Roxin, “El nuevo desarrollo de la dogmática…”, p. 3.
1037
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 497. Cury en su última edición adhiere a esta solución (Cury, Derecho
penal..., pp. 443-444).
226
delito1038. En su versión mayoritaria, por su tinte ecléctico, que suma consideraciones
axiológicas, de raigambre neokantiana, soluciones tópicas en muchos casos, algunas
referencias ontológicas y ciertos postulados de política criminal. Esta síntesis metodológica
aparece marcada por una constante teleológica y la normativización de los conceptos
jurídico-penales1039.
En el funcionalismo se distinguen dos corrientes: el funcionalismo moderado de
Roxin, que es predominante y el funcionalismo radical de Jakobs, que es minoritario1040.
Para Roxin la función del Derecho penal es la protección de bienes jurídicos, en tanto que
para Jakobs su función es la protección de la vigencia de la norma.
1038
García Cavero, Lecciones…, p. 258.
1039
Silva Sánchez, Aproximación..., p. 60-64; García Pablos, Introducción al DP, pp. 685-686; Velásquez,
Derecho penal..., T. I, pp. 456-457 y Roxin, “El nuevo desarrollo de la dogmática…”, p. 4.
1040
Velásquez, Derecho penal..,. T. I, p. 461.
1041
Velásquez, Derecho penal..., T. I, pp. 460-461.
1042
A diferencia de Roxin, los sistemas causalistas, neokantiano y finalista, centran en el análisis en la norma
penal, de manera que postulan la idea de un sistema cerrado que mira hacia dentro.
1043
Silva Sánchez, Aproximación..., p. 68-69 y Velásquez, Derecho penal..., T. I, p. 461.
1044
Muñoz Conde, “Introducción”, en Roxin, Política Criminal y Sistema de Derecho Penal, Editorial
Hammurabi, 2002, pp. 18-19.
1045
Velásquez, Derecho penal..., T. I, p. 462.
227
La acción es una manifestación de la personalidad. Por lo tanto, es acción todo lo
que se puede atribuir a un ser humano como centro anímico espiritual de acción. Falta en
caso de defectos que parten de la esfera corporal1046 del hombre, o del ámbito material,
vital y animal del ser, sin estar sometidos al control del “yo”, de la instancia conductora
anímico espiritual del ser humano. La función de la acción es excluir del análisis jurídico
penal aquellos sucesos que no tienen siquiera una repercusión social mínima. La acción no
es una categoría autónoma del delito, sino que es incluida en la categoría de la tipicidad1047.
La fuerza irresistible, el estado de inconsciencia o los movimientos reflejos, son
manifestaciones que no son dominadas o dominables por la voluntad y la conciencia y, por
lo tanto, no pueden ser calificadas como manifestaciones de la personalidad, ni imputadas
a la capa anímico-espiritual de la persona. Los pensamientos y los impulsos de la voluntad
pertenecen a la esfera espiritual-anímica de la persona, pero en tanto permanecen
encerrados en lo interno y no se ponen en relación con los sucesos del mundo exterior, no
son manifestaciones de la personalidad, y por lo tanto, no son acciones1048. La afirmación
de que alguien ha llevado a cabo una acción es el resultado de una valoración de contenido,
consistente en que ha de podérsele imputar a alguien como conducta suya un suceso que
parte de él o un no hacer.
Roxin plantea el injusto penal desde una perspectiva material, como lesión de
bienes jurídicos y asume que la tarea del Derecho penal es asegurar a los ciudadanos una
vida pacífica y libre, bajo la salvaguarda de los derechos humanos reconocidos, por lo que
el Estado sólo puede establecer prohibiciones cuando sean necesarias para la seguridad y la
libertad de las personas. Por lo tanto, su misión es la protección subsidiaria de bienes
jurídicos1049/1050, porque el Derecho penal sólo protege a los bienes jurídicos de las formas
de agresión más graves y cuando las formas de control extrajurídicas y jurídicas no penales
han sido insuficientes para garantizar la paz y la libertad1051. En su concepción de injusto, la
pieza central para proteger bienes jurídicos, es la teoría de la imputación objetiva, acorde
con la cual, el ordenamiento prohíbe la creación de riesgos no permitidos para bienes
penalmente tutelados1052 (desvalor de acto) e imputa al autor de la conducta típica, la
1046
Se excluyen los movimientos reflejos y algunos movimientos automatizados.
1047
García Cavero, Lecciones…, p. 257.
1048
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 252.
1049
Roxin busca revitalizar el concepto de bien jurídico, como pilar en la mantención del sistema, a partir de
una base político-criminal anclada en los preceptos de la Constitución, como restricción al poder de punir, que
no puede ser disociada del presupuesto de la libertad como valor de la persona (Juarez E. X. Tavares, Bien
jurídico y función en DP, Editorial Hammurabi, 2004, p. 37).
1050
Así, la doctrina de la protección subsidiaria de los bienes jurídicos determina que no son aceptables
preceptos penales puramente morales o directamente paternalistas, puesto que dichas conductas no lesionan
ningún bien jurídico ajeno. Los actos homosexuales o las conductas sexuales desviadas entre hombres adultos
no deben castigarse, ya que habiendo consentido todos los participantes no se menoscaba la convivencia
humana y por consiguiente no se lesiona bien jurídico alguno. También el consumo de medicamentos nocivos
o drogas no debería ser penado, en la medida en que con ello no se menoscaban los bienes jurídicos de
terceros (Roxin, “El nuevo desarrollo de la dogmática…”, p. 5).
1051
Roxin, “El nuevo desarrollo de la dogmática…”, pp. 4-5.
1052
Así, por ejemplo, una tentativa sólo debería ser castigada cuando mediante una observación ex ante, ésta
crea realmente un riesgo no permitido, esto es, es peligrosa. Por ello, la teoría de la imputación objetiva lleva
a cabo una contribución a una mayor objetivización de la teoría del injusto jurídico-penal (Roxin, “El nuevo
desarrollo de la dogmática…”, pp. 8-9).
228
realización de tales riesgos en un resultado lesivo (desvalor de resultado)1053. Sólo son
atribuibles al tipo, las acciones que crean un riesgo tipificado, lo típico comienza más allá
del riesgo permitido. Para que el resultado sea imputable a un sujeto, éste debe haber
generado un peligro tipificado y que dicho peligro se haya materializado en el resultado,
esto es, que sea consecuencia directa del peligro desaprobado por el ordenamiento jurídico.
Acorde con el principio de culpabilidad, se deben excluir del tipo objetivo, las lesiones de
bienes jurídicos producidas por casualidad o a consecuencia de un versari in re illicita1054.
La teoría de la imputación objetiva se ha transformado en un sistema de imputación
general, en el que criterios como creación del riesgo, disminución del riesgo, riesgo
permitido, fin de la protección de la prohibición de creación de riesgos y realización del
riesgo, se conforman a su vez como elementos teóricos independientes. El hecho de que la
contribución a la autolesión responsable o a la autopuesta en peligro responsable no sea
imputable también se sigue de los fundamentos de esta teoría, pues la contribución a una
autolesión no supone lesión alguna de bienes jurídicos ajenos1055.
El tipo penal, tiene por función político criminal la plasmación del principio de
legalidad nullum crimen, nulla pena sine lege. El fin político criminal de la conminación
penal abstracta es preventivo general, porque al acogerse una conducta como delito, se
pretende motivar al individuo para que omita la actuación descrita en el mismo (o en los
delitos de omisión, para que lleve a cabo la conducta ordenada). Conforme a la finalidad
preventivo general, todo tipo debe ser interpretado según el fin de la ley (teleológicamente),
abarcando completamente las conductas desaprobadas legalmente. Por lo tanto, la
descripción de lo prohibido debe incorporar tanto la descripción de lo puramente objetivo,
como la subjetividad con que el sujeto actúa, de lo contrario no describiría lo realmente
prohibido y no podría cumplir la finalidad de motivación asignada al tipo penal.
La función político criminal de la antijuridicidad es la solución social de conflictos,
para lo cual el legislador se sirve de un número limitado de principios ordenadores. La
misión de la sistemática consiste aquí en elaborar el catálogo de principios reguladores
sociales y poner en claro su relación1056. Una conducta típica es antijurídica si no hay una
causa de justificación que excluya la antijuridicidad. Por lo tanto, la antijuridicidad designa
una propiedad de la acción típica, consistente en su contradicción con las prohibiciones o
mandatos del ordenamiento jurídico. Político-criminalmente, el juicio de injusto se
caracteriza por tres funciones: a. Soluciona colisiones de intereses de forma relevante para
la punibilidad de uno o varios intervinientes1057 en base a principios tales como la
ponderación de intereses, la prevalencia del derecho, la proporcionalidad, la autoprotección,
etc., b. Sirve de punto de enlace para las medidas de seguridad y otras consecuencias
1053
Así, por ejemplo: Si el conductor no observa las reglas del tránsito crea un riesgo no permitido para la
vida y la salud de los otros participantes. Si de ese modo se produce un accidente mortal dicho riesgo se ha
realizado y lo sucedido se imputa al conductor como una acción homicida o lesiva imprudente.
1054
Roxin, Derecho penal..., T. I, pp. 218-219.
1055
Roxin, “El nuevo desarrollo de la dogmática…”, pp. 6-7.
1056
Muñoz Conde, “Introducción...”, pp. 20-21.
1057
Por ejemplo; en la legítima defensa concurren los principios de autoprotección, de prevalencia del
Derecho (el Derecho no puede ceder ante un comportamiento injusto. El agredido asume la función de policía
del Estado pudiendo incluso llegar a matar, por cuanto, prevalece el derecho del agredido por sobre el derecho
del agresor, cuyo comportamiento es socialmente dañoso) y de proporcionalidad; los medios empleados
deben ser proporcionales. (Debe haber legitimidad en la proporción de los intereses en juego Ej: sacrificio de
la propiedad para salvar la vida del agresor en el estado de necesidad).
229
jurídicas tales como el error de prohibición (respecto de la conciencia de ilicitud como
elemento de la culpabilidad); y c. Entrelaza el Derecho penal con todo el ordenamiento
jurídico e integra sus valoraciones decisivas1058.
En la autoría1059, autor es la figura clave, es el personaje central por su influencia
determinante o decisiva en el acontecimiento delictivo. Roxin distingue los delitos de
dominio, los delitos de infracción de un deber y los delitos de propia mano. En los delitos
de dominio, es autor quien tiene el dominio del hecho. En los delitos comunes como el
homicidio, es siempre figura central y con ello quien por sí solo o con otros posee el
dominio del hecho. En los delitos de infracción de deber, en el centro de la realización
típica aparece quien ha infringido un deber personal que no incumbe a cualquiera 1060, por
lo que sólo puede ser autor quien lesiona el deber extrapenal, sin que interese el dominio
del hecho1061. En los delitos de propia mano, sólo puede ser contemplado como figura
central de la ejecución del delito quien realiza de propia mano el tipo1062. De acuerdo con
esta tripartición, Roxin expone la teoría de la autoría distinguiendo entre: el autor
inmediato, que tiene el dominio de la acción, porque ejecuta sí mismo el hecho descrito en
el tipo1063, obrando directa, libre e independiente, realizando todos los elementos del tipo de
propia mano, de manera que es posible concluir que es la figura central del suceso y que,
en consecuencia, tiene el dominio del hecho1064. El autor mediato, quien realiza el hecho
descrito en el tipo penal sirviéndose de otro, que actúa como medio1065, debido a que el
autor mediato, o sujeto de atrás, posee el dominio de la voluntad del instrumento1066. Por
último, la coautoría consiste en la realización del tipo mediante ejecución con división del
trabajo, en donde el dominio del hecho del coautor se deriva de su función en la ejecución;
asume una tarea esencial para la realización del plan del hecho y le hace posible el dominio
del conjunto del acontecimiento a través de su parte o participación en el hecho1067.
En vez de culpabilidad, lo decisivo para Roxin es la idea de responsabilidad,
categoría que deriva de los fines de la pena y orienta a la prevención general y especial de
delitos1068, de la cual la culpabilidad y la necesidad de la pena, no son más que sus
límites1069. Se trata de determinar si el sujeto que realizó una acción típicamente
antijurídica, merece la aplicación de una sanción penal. Los presupuestos de la
responsabilidad jurídico-penal son la culpabilidad y la necesidad de la pena. Los elemento
de la culpabilidad son: a. la imputabilidad, entendida como la capacidad para comprender
1058
Roxin, Derecho penal..., T. I, pp. 219-220.
1059
Su libro Autoría y dominio del hecho en materia penal, es un ícono en la dogmática penal moderna y pese
a que su primera edición es de 1963, sus postulados siguen vigentes. Las nuevas construcciones parten de la
base de la teoría del dominio del hecho y aceptan en mayor o menor medida los postulados formulados por
Roxin.
1060
Roxin, Derecho penal..., T. II, p. 69.
1061
Muñoz Conde, “Introducción”, p. 20.
1062
Roxin, Derecho penal..., T. II, p. 69.
1063
Roxin, Derecho penal..., T. II, pp. 80-81.
1064
Roxin, Autoría y dominio del hecho en DP, Editorial Marcial Pons, Madrid-Barcelona, 2000, pp. 151-153.
1065
Roxin, Derecho penal..., T. II, p. 84.
1066
Roxin, “El nuevo desarrollo de la dogmática…”, p. 13.
1067
Roxin, Derecho penal..., T. II, p. 146.
1068
Porque entiende que la pena concreta afecta primariamente sólo al delincuente y frente a la comunidad
únicamente tiene efectos mediatos (Roxin, “El nuevo desarrollo de la dogmática…”, p. 4).
1069
Roxin, “El nuevo desarrollo de la dogmática…”, p. 9.
230
el injusto de su actuar y de actuar conforme a esa comprensión 1070; b. La posibilidad de
conocimiento de la antijuridicidad, y c. La normalidad de la situación en la que se actúa
(exigibilidad de otra conducta conforme a Derecho)1071. La necesidad de la pena se refiere
a fines de prevención general y especial de la sanción penal. Para Roxin no interesa
determinar si el sujeto podía actuar de otro modo, sino si es o no necesaria la pena. Así en
el caso mignonette, para Roxin no hay necesidad de pena, por cuanto, no se ve afectado el
carácter intimidatorio de la norma por el hecho de no sancionar a estos sujetos (prevención
general). Además, si los sujetos hubiesen estado en una situación normal, habrían actuado
de otra manera, por lo tanto, también desde un punto de vista de prevención especial, la
sanción penal es innecesaria.
La pena debe perseguir fines preventivos, tanto especiales como generales. Debe
estar configurada de manera que el reo no vuelva a delinquir, lo que se consigue mediante
una ejecución penal que se esmere en la reinserción jurídico-penal del autor, esto es, en su
resocialización. No obstante, la pena debe influir también sobre la colectividad, fomentando
su conciencia jurídica y mostrándole las consecuencias de las conductas punibles. Esta
concepción de la pena se encuentra limitada por la culpabilidad del autor. Quien actúa sin
culpabilidad no puede ser castigado y tampoco puede la magnitud de la pena sobrepasar la
medida de la culpabilidad. El principio de “principio de culpabilidad” forma parte de los
mismos fundamentos del Derecho penal y emana de la garantía constitucional de la
dignidad humana.
El fundamento de la culpabilidad, no está en la libertad de obrar, supuesto que no se
puede demostrar, sino que está en la necesidad o no de la pena. Por lo tanto, la función
político criminal de la culpabilidad, se encuentra determinada por los fines preventivos de
la pena, ya que lo que importa determinar no es si el sujeto pudo actuar de una manera
distinta a como realmente lo hizo, sino si desde los puntos de vista de los fines de la pena
debe imponerse una pena al autor de un acto injusto. De esto se deriva la impunidad de los
inimputables, de los que actúan en un estado de coacción anormal o creyendo que están
amparados por una causa de justificación, pues en estos casos la imputación de una pena no
está justificada por puntos de vista de prevención especial o general. Por lo mismo, se
justifica la impunidad del desistimiento voluntario de consumar un delito que, al estar
configurada por los fines de la pena, debe incluirse sistemáticamente también en la
culpabilidad1072.
Jescheck critica el concepto personal de acción porque enlaza exclusivamente con la
personalidad como individualidad, conectando de manera profunda acontecimientos que de
ningún modo poseen relevancia social. Este concepto es demasiado estrecho para el
Derecho penal, en cuanto la omisión, como actuación objetivamente imperativa, apenas
puede ser entendida como expresión de la personalidad en los casos de desconocimiento de
la situación de peligro, a pesar de lo cual puede ser un comportamiento punible (como
hecho omisivo imprudente)1073. En cuanto a su concepto de responsabilidad se ha dicho
que no es posible concebirlo solo como límite de la pena y prescindir de él como
fundamento, para poner en su lugar las necesidades preventivas, pues ello envuelve una
1070
Roxin, Derecho penal..., T. I, pp. 822-823.
1071
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 791.
1072
Muñoz Conde, “Introducción”, p. 21.
1073
Jescheck y Weigend, Tratado..., p. 238.
231
contradicción insalvable: si la culpabilidad no es fundamento no puede ser límite y, al
revés, si funciona como límite debe ser fundamento1074. Como según Roxin, sería posible
imponer una pena por debajo de la culpabilidad, se dice que ello podría llevar a
consecuencias político-criminales no deseadas1075. Se dice que esta concepción incurre en
una incongruencia gramatical, dado que no se pueden entender las normas constitucionales
desde la dignidad del hombre (axiológicamente) y las penales desde los fines de la pena
(empíricamente)1076. Se critica que en el fondo el concepto de responsabilidad es de un
mero cambio terminológico porque, de todas maneras, lo que se llama prevención en
sentido jurídico no es otra cosa que un concepto que cumple las mismas funciones que el de
culpabilidad1077. Además, se afirma que esta concepción es “moderada” porque no es un
verdadero funcionalismo: consigue resultados jurídicamente aceptables pero a un costo
muy alto: el sistema deviene incoherente1078.
1074
Velásquez, Derecho penal..., T. I, p. 463.
1075
Ídem.
1076
Ídem.
1077
Ídem.
1078
Ídem.
1079
Al respecto Jakobs sostiene que: “El derecho se legitima formalmente mediante la aprobación de las leyes
penales conforme a lo establecido en la Constitución Política de la República. La legitimación material reside
en que las leyes penales son necesarias para el mantenimiento de la forma de la sociedad y del Estado. Al
contexto de la regulación pertenecen las realidades de la vida social así como las normas, especialmente las
jurídico constitucionales (Jakobs, Derecho penal..., pp. 44-45).
1080
En palabras de Jakobs: “La contribución que el derecho penal presta al mantenimiento de la configuración
social y estatal reside en garantizar las normas. La garantía consiste en que las expectativas imprescindibles
para el funcionamiento de la vida social, en la forma dada y en la exigida legalmente, no se den por perdidas
en caso de que resulten defraudadas. Por eso se debe definir el bien a proteger y la firmeza de las expectativas
normativas esenciales frente a la decepción, firmeza frente a las decepciones que tiene el mismo ámbito que la
vigencia de la norma puesta en práctica” (Jakobs, Derecho penal..., pp. 45-52).
1081
Roxin, “El nuevo desarrollo de la dogmática…”, p. 14.
232
prevención integradora, fundamenta el sistema penal a partir de su noción de pena estatal
según la cual la finalidad prioritaria es restablecer la confianza entre los asociados y reparar
los efectos negativos que la violación de la norma produce para la estabilidad del sistema y
la integración social1082. La pena persigue la prevención general positiva, porque su
función primaria es ejercitar el reconocimiento de la norma y la fidelidad frente al Derecho
por parte de los miembros de la sociedad, mediante la contraposición simbólica de la pena
se restablece la confianza en el derecho, porque ella sirve para autoconfirmar la identidad
de la sociedad. El delito es una amenaza para la integridad y la estabilidad social, porque es
expresión simbólica de una falta de fidelidad al Derecho y la pena se constituye, en un
enunciado figurado opuesto al representado por el delito. Como instrumento de prevención
positiva, la sanción restablece la confianza y consolida la fidelidad al ordenamiento
jurídico. La exigencia de restablecer la confianza en el Derecho mediante la contraposición
simbólica de la pena, es el criterio de comprobación de los ingredientes subjetivos del
delito y el fundamento para determinar el grado de culpabilidad e individualizar la medida
punitiva. El principio de lesividad y el principio de culpabilidad son sustituidos por una
teoría sistémica en la cual el individuo deja de ser el centro y el fin de la sociedad y del
Derecho, para convertirse en un subsistema físico-síquico, al que el Derecho valora en la
medida en que desempeñe un papel funcional en relación con la totalidad del sistema
social. Así las cosas, niega el concepto de bien jurídico, en pro de la protección de la
vigencia de la norma1083, y el de subsidiariedad del Derecho penal1084.
Jakobs renuncia a la distinción entre injusto y culpabilidad. Si de lo único que se
trata en el delito es de la desautorización de la vigencia de la norma, éste presupone un
autor que actúa culpablemente. El hecho del enfermo mental, por ejemplo, no supondría
una perturbación de la vigencia de la norma, sino una consecuencia “del ser humano como
ser natural…, no como un participante competente en la comunicación que dice cosas con
sentido”1085.
1082
En tal sentido, Jakobs afirma: la pena es siempre reacción ante la infracción de una norma. Mediante la
reacción siempre se pone de manifiesto que ha de observarse la norma. La reacción demostrativa siempre
tiene lugar a costa del responsable por haber infringido la norma 1082, y con ello una expectativa social. El
derecho es un subsistema de la sociedad y subsistirá solo en la medida que guarde relación o correspondencia
con el sistema social (Jakobs, Derecho penal..., p. 8.).
1083
Sostiene Jakobs que el Derecho penal protege la vigencia de la norma. El delito afirma la no vigencia de
la norma para el caso en cuestión, mientras la pena expresa “la insignificancia de esa afirmación” y con ello
confirma la vigencia de la norma. La “prestación del Derecho penal” consiste para Jakobs en “contradecir, a
su vez, la contradicción de las normas que reflejan la identidad de la sociedad. El Derecho penal confirma, por
tanto, la identidad social” y ello con independencia de cualquier efecto empírico en la realidad social: “en
particular la confirmación de la identidad no es empíricamente aprehensible, pues ésta no es consecuencia del
proceso, sino su significado”. Sociedad es desde el punto de vista de la teoría de sistemas, comunicación. Lo
social por ejemplo en un homicidio no es la lesión del cuerpo de la víctima o la eliminación de su conciencia,
sino la afirmación objetivizada y concluyentemente contenida en el hecho de no tener el deber de respetar el
cuerpo o la conciencia… Mediante esa afirmación se pone en cuestión la norma: delito es desobediencia de la
norma”. Y de la forma más resumida posible: “El hecho es daño a la vigencia de la norma; la pena es su
contrarrestación”. Para el Derecho penal un homicidio no consiste en la aniquilación de la vida humana, sino
en la desatención de la norma. El daño consiste en esa desatención y no en la destrucción de la vida (Roxin,
“El nuevo desarrollo de la dogmática…”, p. 14).
1084
Velásquez, Derecho penal..., pp. 464-468.
1085
Roxin, “El nuevo desarrollo de la dogmática…”, p. 15.
233
Determina la culpabilidad a partir de las necesidades sociales. Su noción de
culpabilidad, a la que, de acuerdo con sus premisas de teoría de sistemas, equipara con el
injusto, no se determinaría a partir de la constitución psíquica del autor, sino de acuerdo
con las necesidades sociales de prevención general. Sólo permitiría una disculpa, cuando el
conflicto resuelto mediante la infracción de una norma pudiera ser resuelto de una manera
distinta al castigo penal. La escasa capacidad de comportarse conforme a Derecho de un
delincuente habitual tampoco aminoraría su culpabilidad, porque no podría tolerarse el que
“la alta intensidad de delincuencia sea remunerada con la indulgencia”. La autonomía se
atribuye como capacidad en el caso de que sea funcional y solo puede faltar cuando existe
la posibilidad de abordar el conflicto de otra manera”. La incapacidad de culpabilidad solo
se concede al delincuente cuando no existe ninguna necesidad preventivo general que a ello
se oponga1086.
Desde el punto de vista metodológico, utiliza el método instrumental conceptual de
la teoría de los sistemas sociales de Luhmann. Con esta concepción como punto de partida,
define todas las categorías del delito en atención a la contribución que éstas prestan en
orden al mantenimiento de la respectiva estructura social.
Sostiene un concepto social de acción, como la causación del resultado
individualmente evitable, que ha de determinarse en función de las capacidades
individuales del autor. Son individualmente evitables las causaciones que no se producirían
si concurriese una motivación dirigida a evitar las consecuencias. La definición de acción
viene determinada en atención a su aptitud para ser susceptible de interpretación en un
contexto social determinado, es decir, presupone que el autor sea capaz de culpabilidad1087.
El resultado es la lesión de la vigencia de la norma, que es el criterio rector de la
ordenación social. El injusto de un delito consiste en la frustración de un rol determinado
para el sujeto en una comunidad dada, y en este sentido, la norma, en tanto que supone la
definición de los papeles que cada ciudadano juega en la sociedad, representa el mecanismo
supremo de la organización de la señalada comunidad1088.
El tipo penal, es el conjunto de elementos con los que se define un comportamiento
que si es intolerable en un concepto de justificación, se denomina tipo de injusto. La
verificación de que se ha verificado un tipo de injusto tiene lugar con independencia de la
existencia de un contexto de justificación. El tipo penal es independiente del juicio de
antijuridicidad. Así el tipo realizado, no constituirá injusto, sino sólo indicio de
antijuridicidad; si concurre una causal de justificación, expresará la anormalidad social a
pesar de la falta de injusto. El tipo es una estructura de elementos objetivos y subjetivos. La
teoría de la imputación objetiva se ocupa de la determinación de las propiedades objetivas
y generales de un comportamiento imputable. Los criterios de imputación objetiva deben
servir a la finalidad del Derecho, consistente en garantizar la seguridad de las expectativas.
Al tipo subjetivo pertenecen aquellas circunstancias que convierten la realización del tipo
objetivo en acción típica, es decir; dolo e Imprudencia. El tipo subjetivo debe concurrir en
el momento de emprender la acción ejecutiva. Por lo tanto, el conocimiento o conciencia
del injusto sólo pertenece a la culpabilidad. El dolo es conocimiento de la acción junto con
sus consecuencias y, por lo tanto, se excluye si hay desconocimiento de la realización del
1086
Roxin, “El nuevo desarrollo de la dogmática…”, p. 15.
1087
García Cavero, Lecciones…, p. 260.
1088
Jakobs, Derecho penal..., pp. 168 y ss.
234
tipo. Concurre dolo eventual, cuando en el momento de la acción el autor juzga que la
realización del tipo no es improbable como consecuencia de esa acción. La imprudencia en
cambio, es un supuesto de error, porque el autor yerra al no advertir la realización del tipo
que va a tener lugar. Es aquella forma de evitabilidad en la que falta el conocimiento actual
de lo que ha de evitarse, es la cognoscibilidad de la realización del tipo y pone de
manifiesto la incompetencia del autor para el manejo de sus propios asuntos, porque no
repara en las consecuencias de su actuar1089.
En cuanto a las causales de justificación, Jakobs sostiene que estos son motivos
jurídicos bien fundados para ejecutar un comportamiento en sí prohibido. A diferencia de lo
que ocurre en el comportamiento atípico, en el justificado se trata de un comportamiento
socialmente no anómalo, sino aceptado como socialmente soportable sólo en consideración
a su contexto, o sea, a la situación de justificación. El comportamiento justificado se
distingue del antijurídico, pero no culpable, en que aquel no muestra falta de motivación
dominante; el comportamiento antijurídico, pero no culpable, si muestra tal falta, pero el
autor no es responsable de ella (de lo contrario el comportamiento sería culpable). Afirma
que es posible distinguir, en las causas de justificación, elementos objetivos y subjetivos.
Por lo tanto ha de exigirse dolo de justificación, pero no intención de justificación1090.
Jakobs sostiene que el autor de un hecho antijurídico tiene culpabilidad cuando
dicha acción antijurídica no sólo indica una falta de motivación jurídica dominante por eso
es antijurídica—, sino cuando el autor es responsable de esa falta, y esa responsabilidad se
da cuando falta la disposición a motivarse conforme a la norma correspondiente y este
déficit no se puede hacer entendible sin que afecte a la confianza general en la norma. Esta
responsabilidad por un déficit de motivación jurídica dominante, en un comportamiento
antijurídico, es la culpabilidad. La culpabilidad se denomina como falta de fidelidad al
Derecho o como infidelidad al Derecho. Con ello se alude a la infidelidad por la que se ha
de responder; la infidelidad al Derecho es pues, un concepto determinado normativamente.
La culpabilidad consiste en la realización del tipo de culpabilidad faltando un contexto
exculpante. Los requisitos positivos de la culpabilidad son cuatro elementos necesarios
cumulativamente: a) El autor debe comportarse antijurídicamente; b) debe ser imputable, es
decir, un sujeto con capacidad de cuestionar la validez de la norma; c) debe actuar no
respetando el fundamento de validez de las normas; d) según la clase de delito, a veces
deben concurrir especiales elementos de la culpabilidad. Un contexto disculpante existe
cuando no se puede exigir que se obedezca la norma; tal es el caso cuando la falta de
motivación jurídica dominante, a pesar de la concurrencia de los requisitos de la
culpabilidad, se puede considerar dejando al margen al autor. En qué dimensión —según la
situación— ha de fijarse la necesaria disposición a obedecer la norma y cuándo se puede
aclarar la falta de la suficiente disposición dejando al margen al autor, depende del fin de la
pena, es decir, de los requisitos para el ejercitarse en el reconocimiento general de la norma.
El contenido de la culpabilidad se ve determinado por la constitución social. No obstante, el
fin de la pena y la constitución social no se pueden combinar con cualesquiera contenidos,
sino que tienen que acomodarse uno a otra. La misión que ha de desempeñar el concepto de
culpabilidad, consiste en caracterizar la motivación no conforme a Derecho del autor como
motivo del conflicto. Cuando hay un déficit de motivación jurídica, ha de castigarse al
1089
Jakobs, Derecho penal..., pp. 191 y ss.
1090
Jakobs, Derecho penal..., pp. 420 y ss.
235
autor, si injusto y culpabilidad no han sido minimizados mediante una modificación del
hecho o mediante sucesos posteriores a éste y si la impunidad no se ve determinada por
circunstancias situadas más allá del injusto material. Se pune para mantener la confianza
general en la norma, para ejercitar en el reconocimiento general de la norma. Con arreglo a
este fin de la pena, el concepto de culpabilidad no ha de orientarse hacia el futuro, sino que
de hecho está orientado hacia el presente, en la medida en que el Derecho penal funciona,
es decir, contribuye a estabilizar el ordenamiento.
Se critica al funcionalismo extremo de Jakobs porque el daño a la vigencia de la
norma carece de todo contenido empíricamente aprehensible, pues es una pura adscripción.
Un hecho no descubierto o incluso un robo descubierto pueden no desestabilizar la vigencia
de la norma como hecho socio-psicológico. Tampoco el ladrón pretende poner en cuestión
la vigencia de la norma, sino apropiarse de una cosa ajena. En la imprudencia inconsciente,
no se cuestiona la norma, sino la creación de un riesgo para un concreto bien jurídico.
Incluso cuando los delitos son idóneos para desestabilizar la confianza normativa de los
ciudadanos, los daños jurídico-penalmente relevantes no residen en el desconcierto de los
ciudadanos, sino en el concreto perjuicio a la víctima y a su bien jurídico-penalmente
protegido: esto es, en la destrucción de la vida humana o en la lesión a la integridad
corporal, del derecho a la autodeterminación sexual, en la propiedad, etc.1091. En cuanto a la
teoría de la pena de Jakobs, si esta únicamente tiene sentido en la medida en que viene a
confirmar la vigencia de la norma que el autor a través de su pública contradicción
cuestionó, cabe preguntarse por qué es necesaria la imposición de una pena y su
cumplimiento. Pues, una desaprobación pública del hecho típico expresaría la contradicción
de manera igualmente clara1092. Si para Jakobs la pretensión de la pena no se limita a la
confirmación simbólica de la vigencia de la norma, sino que, sobre todo, se trata (según sus
últimas publicaciones) del aseguramiento cognitivo y de garantizar a través del Derecho
penal una vida libre de peligros en sociedad, resulta que la tarea última del Derecho penal
es precisamente la que según su opinión no debería ser, esto es, la protección de bienes
jurídicos. Con ello, el antagonismo entre el cumplimiento de las normas y la protección de
bienes jurídicos se desvanece1093. En cuanto a la supresión de la distinción entre injusto y
culpabilidad que Jakobs propone, cabe objetar que aun asumiendo la premisa según la cual
el hecho típico sería exclusivamente lesión de la vigencia de la norma y la vigencia de la
norma solo podría ser dañada a través de un comportamiento culpable, la consecuencia de
que no existiría un injusto no culpable resulta igualmente débil. Con la identificación del
injusto y la culpabilidad se equiparan cuestiones materiales esencialmente dispares. Una
cosa es que un comportamiento esté prohibido bajo pena como lesión de un bien jurídico y
otra muy distinta que la infracción de esa prohibición esté castigada con pena en todos los
casos. La prohibición o mandato jurídico-penal se dirige a todos los ciudadanos como
llamada a comportarse conforme a Derecho y por esa razón debe separase de la
culpabilidad, porque todo hecho típico presupone que se ha informado a los ciudadanos
sobre las prohibiciones y les han sido dadas unas pautas de comportamiento. Por lo tanto, la
objeción de que nadie debería estar obligado más allá de su capacidad no es concluyente. El
ordenamiento jurídico puede y debe imponer deberes sin contemplar a la persona, mientras
se preocupe de que nadie sea castigado solo por no poder cumplir adecuadamente su deber.
1091
Roxin, “El nuevo desarrollo de la dogmática…”, p. 16.
1092
Roxin, “El nuevo desarrollo de la dogmática…”, pp. 16-17.
1093
Roxin, “El nuevo desarrollo de la dogmática…”, p. 18.
236
El enfermo mental homicida también infringe la prohibición de matar. Simplemente, no
puede ser reprochado por ello. La tesis según la cual no existe un injusto no culpable
contraviene además de múltiples formas la ley. El Código penal alemán distingue
claramente entre hechos, que son “no antijurídicos” y otros, que son cometidos “sin
culpabilidad”. Frente a los ataques no culpables cabe defenderse, frente los ataques
conforme a Derecho no. Aquellos que niegan la posibilidad de un injusto no culpable no
pueden refutar esto último y con ello se confirma lo acertado de la distinción que niegan.
Las reglas sobre medidas de seguridad se conecten con el injusto y las penas con la
culpabilidad, hace ineludible la división entre ambos niveles del delito. La regulación de la
teoría de la culpabilidad –según la cual en caso de ausencia inevitable de comprensión de la
ilicitud se excluye la culpabilidad- presupone la distinción entre injusto y culpabilidad, pues
el legislador parte de la base de que en estos casos el autor ha realizado un injusto penal. La
separación entre injusto y culpabilidad tiene además en el Derecho vigente un gran valor
explicativo, pues de ella resultan una multitud de resultados prácticos. La tesis de que no
existe un injusto no culpable, por el contrario, no aporta ventaja práctica alguna y destruye
la claridad lograda por el legislador a través de la expresa separación entre injusto y
culpabilidad1094. Respecto de la tesis de Jakobs, según la cual la culpabilidad no se
determinaría a partir de las capacidades individuales del autor, sino en función de los
mandatos legislativos conforme a finalidades, Jakobs pretende castigar allí donde el autor
no tenía ninguna posibilidad de comportarse conforme a Derecho, pero de acuerdo con el
sentido de las funciones de ordenación la norma todavía es “útil”. Con ello precisamente se
consigue aquello que el Derecho penal debería evitar: que la pena no se haga depender de
circunstancias que radican en el autor, sino de necesidades socialmente afirmadas. Esto
conduciría a una instrumentalización del sujeto que violaría la dignidad humana. Quien
atribuye la culpabilidad al autor según las necesidades sociales en vez de hacerlo según las
capacidades personales sacrifica con ello una de las barreras fundamentales que se oponen
al ejercicio estatal de violencia en interés de la libertad del ciudadano. Y este sacrificio es
además innecesario, porque en los extraordinarios casos en los que el derecho de injerencia
estatal como consecuencia de las obligadas necesidades de protección se impone al
principio de culpabilidad (por ejemplo, en los casos de internamiento de enfermos mentales
peligrosos), son de aplicación reglas legalmente preestablecidas como el internamiento en
un hospital psiquiátrico1095.
1094
Roxin, “El nuevo desarrollo de la dogmática…”, pp. 18-19.
1095
Roxin, “El nuevo desarrollo de la dogmática…”, pp. 19-20.
237
SEGUNDA PARTE
TEORÍA DEL DELITO
238
239
CAPÍTULO IX
INTRODUCCIÓN: LA ESTRUCTURA DE LA TEORÍA DEL DELITO
1. Objetivos
a. Conocer la estructura de la teoría del delito
b. Apreciar la importancia sistemática del método de análisis y de sus elementos comunes a
los tipos penales de la parte especial.
2. Introducción
Una condena penal requiere el establecimiento de una situación de hecho,
determinar la ley aplicable a esa situación de hecho, la determinación de la pena que
corresponda y las demás consecuencias jurídicas del hecho. Para ello hay que analizar los
elementos conceptuales de los hechos punibles para definir vía subsunción de la situación
de hecho en esos elementos, la ley aplicable al caso. Los elementos conceptuales de los
hechos punibles se derivan de los delitos de la parte especial del Derecho penal, los que son
complementados por los conceptos abstractos de la parte general, que a diferencia de los
primeros, pueden ser aplicados de la misma forma a varios delitos de la parte especial. La
elaboración de tales estructuras conceptuales comunes tiene importancia para la aplicación
igualitaria del Derecho penal, de manera que el resultado pueda ser hasta cierto punto
calculable, porque permiten reconocer los problemas que surgen en los diversos delitos y
las soluciones a aplicar por el juez. El fruto de estos esfuerzos dogmáticos deviene en la
teoría general del delito, en la que los requisitos de los delitos particulares son
sistematizados y analizados de un modo preciso con conceptos generales (como causalidad
240
e imputación objetiva). La teoría del delito permite formular reglas estructurales de análisis
de la punibilidad en el caso concreto, para que ningún punto importante sea pasado por alto.
Así, la estructura del delito es una secuencia metodológicamente conveniente para analizar
los presupuestos de la punibilidad. En lo que sigue, proponemos la estructura que hoy en
día se reconoce como mayoritaria por la dogmática y se practica predominantemente por
los jueces1096.
3.1. La conducta
Un análisis adecuado del caso, debe partir por preguntarse si concurre o no el primer
escalón de la primera parte relativa al hecho antijurídico, consistente en la conducta o
comportamiento humano voluntario, ya que los hechos de la naturaleza no son imputables
penalmente. Sólo los comportamientos humanos pueden constituir delitos, porque los
pensamientos no son punibles, conforme al principio Cogitationis poenam nemo partitur.
De esta forma, según el art. 1° del Cp., “Es delito toda acción u omisión voluntaria penada
por la ley”. Por lo tanto, “delito” es un conjunto de adjetivos (típica, antijurídica y
culpable), referidos al sustantivo “conducta”. Así, la conducta tiene una función de enlace
o soporte de los demás elementos del delito.
1096
Frister, Derecho penal..., pp. 147-150.
241
3.1.1.1 Fuerza física irresistible (art. 1° del Código Penal)
Consiste en que el movimiento corporal es resultado de un acontecimiento ajeno al
sujeto, que doblega su voluntad y su cuerpo.
Ej.: Pedro empuja a Juan para que el cuerpo de este haga caer a María al río.
3.2 La tipicidad
Luego, en el ámbito de la tipicidad1097, debe analizarse la concurrencia tanto del tipo
objetivo como subjetivo.
a. La conducta típica
1097
La diferencia entre tipo y tipicidad, consiste en que el primero es el conjunto de características objetivas y
subjetivas que constituyen la conducta prohibida; el segundo en cambio, dice relación con la adecuación de
una conducta a un tipo penal de la Parte Especial del Derecho Penal (Cury, Derecho penal..., pp. 275-277).
242
La conducta típica, es aquella que es posible de ser subsumida en algún tipo
especial de la Parte Especial.
1098
Mir Puig, Derecho penal..., p. 224.
1099
Los delitos de omisión pueden ser de omisión propia o impropia. Según la doctrina nacional, los delitos de
omisión propia son aquellos en los cuales la forma omisiva se encuentra especialmente penada en los tipos
penales de la Parte Especial, como sucede, por ejemplo en el caso de la omisión de socorro, tipificada en el
art. 494 N° 14 del Cp. En los delitos de omisión impropia o comisión por omisión, en cambio, la forma
omisiva se deduce de la no exigencia de algún medio comisivo en particular, como sucede en aquellos delitos
en los cuales el legislador se limita a exigir un cierto resultado, sin señalar medio alguno a través del cual
debe realizarse la conducta típica, como acontece en el homicidio simple tipificado en el art. 391 N° 2 del Cp.
243
el tipo penal limita los medios de comisión a las formas activas herir, golpear o maltratar
de obra a otro.
b. Resultado
Existen los delitos de resultado, que son aquellos que requieren para su
consumación de la producción de un resultado, separado de la conducta que lo produce.
244
Dichos tipos penales exigen un cambio, modificación o alteración del mundo exterior
ocasionado por la acción en que se manifiesta la lesión o el peligro del bien jurídico
protegido. El menoscabo del bien jurídico protegido puede consistir, en la lesión o daño
efectivo o en la puesta en peligro del mismo. Un claro ejemplo de delito de resultado es el
delito de homicidio.
d. Imputación objetiva
Además, es necesaria la concurrencia de la imputación objetiva la cual rige en el
plano normativo y opera en dos niveles de análisis: uno referido al desvalor de acto y otro
al desvalor de resultado.
245
d.1.1. Disminución del riego
Consiste en que la conducta co-causante del resultado lesivo tiene el sentido de
evitar otro riesgo en el mismo bien jurídico, no creando un nuevo riesgo que permita la
imputación objetiva del resultado.
Ej.: El médico cercena una pierna con gangrena afectado la integridad física pero
disminuyendo el riesgo para la salud individual.
246
Opera en supuestos tales como aquellos en los que concurren distintas conductas
peligrosas en una misma situación (Ej.: tráfico rodado) y en casos de división del trabajo
(Ej.: industria, construcción, medicina, etc.,)
Se funda en que sería imposible la organización de la actividad si cada uno tuviese
que controlar todo comportamiento de quienes la realizan o cooperan con ella, porque al
tener que estar pendiente de lo que hacen los demás, nadie cumpliría con dedicación sus
propias obligaciones y el resultado sería peor que si se confiara en lo que hacen los demás.
1100
Frister, Derecho penal..., p. 205
1101
Mir Puig, Derecho penal..., p. 257.
1102
Frisch y Robles, Desvalorar e imputar, Editorial Atellier, pp. 45 – 46.
247
La imputación objetiva falta cuando el resultado se encuentra fuera del ámbito de
protección de la norma que el autor ha infringido con su conducta.
Ello sucede cuando no se ha realizado en el resultado un riesgo típicamente
relevante creado por el autor, sino que otro riesgo diverso.
Ej.: En locales nocturnos se obliga a los encargados a poner cámaras y alumbrado
por razones de seguridad. Si el encargado no cambia la luminaria quemada y ello dificulta
la visión de Juan, quien por lo mismo no advierte un hoyo y se fractura un pie, no puede
imputarse este resultado a la conducta del encargado, porque la luminaria era un requisito
destinado a la seguridad y no a mejorar la visión de los transeúntes.
1103
Jescheck y Wigend, Tratado..., p. 309
1104
Jescheck y Wigend, Tratado…, p. 629.
248
Así, por ejemplo, ocurre cuando luego de un golpe en el ojo por parte del sujeto
activo del delito de lesiones, la pérdida de la visión o la deformidad en la víctima, es
provocada por un error médico subsiguiente.
En estos casos, el resultado no será imputado objetivamente al causante de la
primera lesión, porque el suceso posterior al hecho, se ha desarrollado de modo exclusivo
en la esfera de responsabilidad del tercero.
3.2.2.1. El dolo
El dolo es el conocimiento (saber) y el querer la realización de los elementos
objetivos del tipo (arts. 1 inc. 3, art. 2, etc., del CP).
1105
Roxin, Derecho penal..., p. 280.
249
En el dolo directo, el autor persigue la realización del tipo y por ello se le llama
intensión o propósito.
En el dolo de las consecuencias necesarias, el autor no busca la realización del
tipo, pero advierte como seguro o casi seguro que su actuación dará origen al delito.
En el dolo eventual, el autor no busca la realización del tipo, pero ésta aparece como
un resultado posible de su conducta, pero no obstante “la lleva a cabo sin adoptar medidas
para evitarlo.
3.2.2.2. La imprudencia
La imprudencia es la infracción de la norma de cuidado. Por lo tanto, tiene
naturaleza normativa y La lesión o infracción del cuidado objetivo como contenido del
desvalor de la acción constituye el núcleo del injusto imprudente. Actúa imprudentemente
quien sin quererlo realiza el tipo penal a consecuencia de la infracción de un deber de
cuidado y, contrariamente a su obligación no se da cuenta de ello o lo tiene por posible pero
confía en que el resultado no tenga lugar.
3.3. La antijuridicidad
Para estimar que un comportamiento es delictivo, es necesario que infrinja, sin
causa justificada, la prohibición de hacer o de omitir expresada por la norma y que lesione
y ponga en peligro el bien jurídico que con ella se intenta proteger.
250
3.3.1. La antijuridicidad formal y material
La antijuridicidad puede ser formal o material.
La antijuridicidad formal, es la contravención de una prohibición o mandato legal.
La antijuridicidad material, es la lesión o puesta en peligro de un bien jurídico
socialmente nociva y no combatible con medios extrapenales.
1106
Cury, Derecho penal..., p. 363.
1107
Cury, Derecho penal..., p. 385.
251
dejarse motivar por la norma, decidió infringirla. Así para Mir Puig, la imputación personal
consiste en la atribución del desvalor del hecho penalmente antijurídico a su autor1108.
3.4.1. La imputabilidad
En esta etapa, habrá que analizar en primer término si concurre el elemento de la
imputabilidad o capacidad de un sujeto en atención a su estado para comprender el carácter
injusto del hecho y de autodeterminarse conforme a ese conocimiento1109.
Por lo tanto, la imputabilidad requiere la verificación de dos elementos consistentes
en la capacidad para comprender lo injusto del hecho y en la capacidad de dirigir la
actuación conforme a dicho entendimiento.
Para encontrarnos en ausencia de imputabilidad, el sujeto debe ser incapaz de
comprender el significado antijurídico del hecho porque se halla en una situación mental en
que no puede percatarse suficientemente de que el hecho que realiza se halla prohibido por
el Derecho (por ejemplo, a un niño de corta edad le falta la capacidad de comprensión).
Del mismo modo, falta la imputabilidad si el sujeto es incapaz de dirigir su
actuación conforme a la comprensión del significado antijurídico del hecho, lo que ocurre
cuando el sujeto es incapaz de autodeterminarse, de autocontrolarse, con arreglo a la
comprensión del carácter ilícito del hecho (por ejemplo, el esquizofrénico puede ser capaz
de advertir lo prohibido del hecho y, sin embargo, puede faltarle la capacidad de determinar
su voluntad conforme a dicha comprensión).
1108
Mir Puig, Derecho penal..., p. 522.
1109
Cury, Derecho penal..., p. 402.
1110
Cury, Derecho penal..., p. 403.
1111
Cury, Derecho penal..., p. 433.
252
presencia de circunstancias que en el hecho no se dan, pero que, de concurrir,
fundamentarían una auténtica justificación1112.
1112
Cury, Derecho penal..., p. 439.
1113
Mir Puig, Derecho penal..., p. 592.
1114
Cury, Derecho penal..., pp. 233-234.
253
determinan también la exclusión de la responsabilidad civil, pues lo que está autorizado o,
incluso, ordenado por el derecho, no puede generarla1115.
En cuanto al estado de necesidad justificante, hay que tener en cuenta que quien
obra justificado por un estado de necesidad al que la propia ley acuerda tal eficacia, no
incurre en ilícito de ninguna especie, toda vez que la unidad del ordenamiento jurídico
impide que se reclamen indemnizaciones civiles o de otra clase, a aquel que se conduce de
una manera justa.
La concurrencia de una causal de exculpación o la existencia de un error de
prohibición en cambio, no afectan a la responsabilidad civil proveniente del delito, que
subsiste y lo mismo ocurre cuando se da una excusa legal absolutoria, como lo pone
expresamente de manifiesto el art. 489 del CP1116.
1115
Cury, Derecho penal..., p. 812.
1116
Cury, Derecho penal..., p. 381.
1117
Orts y González, Compendio de Derecho penal, pp. 206 y 207.
1118
Cury, Derecho penal..., p. 468.
1119
Orts y González, Compendio de Derecho penal, p. 206.
254
6. Cuadro resumen:
A. Conducta
1. Ausencia de conducta
a. Fuerza física irresistible
b. Acto reflejo
c. Acto inconsciente realizado durante el sueño
B. Tipicidad
I. Tipo objetivo
*Elementos descriptivos
a. Conducta típica
a.1 Elementos de la conducta típica
1. Sujeto activo
2. Sujeto pasivo
3. Medios comisivos
4. Objeto material
5. Verbo rector
6. Circunstancias de tiempo y lugar.
b. Resultado
c. Relación de causalidad
c.1. Método de la supresión mental hipotética
d. Imputación objetiva
d.1. Imputación objetiva de la conducta: Creación de un riesgo típicamente relevante
1. Falta de imputación objetiva de la conducta
a. Disminución del riesgo
b. Riesgo permitido
c. Insignificancia
d. Adecuación social
e. Principio de confianza
f. Autopuesta en riesgo de la víctima
d.2. Imputación objetiva del resultado: Materialización del riesgo en el resultado lesivo.
2. Falta de imputación objetiva del resultado
1. Ámbito de protección de la norma
2. Conducta alternativa adecuada a Derecho
3. Agravación es imputable a la víctima
4. Agravación es imputable a un tercero
*Elementos normativos del tipo
a. Elemento normativos jurídicos
b. Elementos normativos culturales
II. Tipo subjetivo
a. Elementos subjetivos especiales
b. Dolo
1.Dolo Directo
2. Dolo de las consecuencias necesarias y
3. Dolo eventual
b.1. Error de tipo
c. Imprudencia
c1. Imprudencia consciente e
c.2 Imprudencia inconsciente
C. Antijuridicidad
c.1. Causales de justificación
1. Legítima defensa
2. Estado de necesidad
3. Ejercicio legítimo de un derecho, oficio o cargo
D. Culpabilidad
1. Imputabilidad
2. Conciencia de la ilicitud
2.1. Error de prohibición
3. Exigibilidad de otra conducta ajustada a Derecho
E. Presupuestos de punibilidad
255
1. Condiciones objetivas de punibilidad
2. Excusas legales absolutorias
256
CAPITULO X
TEORÍA DE LA CONDUCTA
SUMARIO: 1.Objetivos.— 2.Casos prácticos.— 3. El comportamiento humano como elemento del delito.—
4.Importancia de la conducta como primer elemento del delito.— 5. La conducta como un hecho humano
voluntario.— 6. La conducta y la distinción entre tipo doloso e imprudente.— 7. La conducta y el delito
omisivo..— 8.Funciones del concepto de conducta.— 9. Ausencia de conducta.— 9.1. Casos indiscutidos de
ausencia de conducta.— a) La fuerza física irresistible.— b) Los actos o movimientos reflejos.— c) Estados
de inconsciencia o movimientos realizados durante el sueño.— 9.2 Casos discutidos de ausencia de
conducta.— a) Menores y enfermos mentales.— b) El sueño hipnótico.— c) Actos habituales o
automatismo.— 10. Esquemas de la conducta. —
1. Objetivos
a. Definir el concepto teórico de conducta
b. Determinar la importancia del concepto de conducta en la estructura de la teoría del
delito
c. Identificar los elementos de la conducta como elemento del delito
d. Diferenciar la conducta de la conducta típica
e. Resolver casos de exclusión de conducta.
2. Caso de introducción:
El día 12 de noviembre de 2008, cayó un rayó en el campo de juego y mató a un
futbolista.
Juan pasa por la calle, se encuentra con un perro callejero y es mordido por el
animal.
Pedro tiene amaestrado a su perro pastor alemán. Cuando pasa Juan, su enemigo
de toda la vida, Pedro le ordena a su perro Dorval atacar a Juan quien queda gravemente
lesionado.
Manuel estornuda fuertemente y daña una alfombra persa carísima.
El doctor le pega con su martillo en la rodilla a Sandra quien golpea con su pierna
un hermoso jarrón chino de la dinastía Ming.
257
resolución de delinquir, ni las personalidades o formas de ser, pueden castigarse en tanto no
se traduzcan en actos externos1120.
Cualquier pretensión de ejercicio del poder punitivo debe asentarse en una conducta
humana de acuerdo con el principio nullum crimen sine conducta1121.
La conducta humana puede manifestarse tanto en un hacer como en un no hacer. Sin
embargo, lo anterior no quiere decir que la distinción entre delito de acción y delito de
omisión se zanje en el primer peldaño de la teoría del delito. Lo que aquí se quiere dejar en
claro, es que tanto el hacer como el omitir constituyen comportamientos humanos que
luego pueden o no ser captados o incardinados por algún tipo de la Parte Especial.
En tal sentido, el art. 1° del CP, sostiene que: “Es delito toda acción u omisión
voluntaria penada por la ley”.
1120
Velásquez, Derecho penal..., pp. 594-595.
1121
Zaffaroni, Derecho penal..., p. 399.
1122
Muñoz Conde y García Arán, Derecho penal..., p. 213.
258
penalmente relevantes se efectúa desde el prisma del Derecho penal para el cual el
comportamiento es un hecho humano voluntario1123.
Sólo tiene sentido prohibir los comportamientos externos y voluntarios o finales del
hombre, porque sólo ellos permiten la presencia del desvalor intersubjetivo de la conducta
necesario para ser luego evaluados en la antijuridicidad penal, base de la prohibición
personal del hecho. El “comportamiento” expresa que la conducta humana no importa al
Derecho penal como movimiento físico sino como un comportamiento dotado de
significado social1124.
El adjetivo “final” acoge la terminología del finalismo en el sentido de que la
conducta debe ser voluntaria, pero no la idea de que existen estructuras lógico objetivas.
Las normas buscan evitar comportamientos indeseables a través de la motivación normativa
del sujeto destinatario. La norma primaria, dirigida al ciudadano, busca motivarlo a fin de
que se abstenga de realizar conductas peligrosas o lesivas para determinados bienes
jurídicos, por lo que no tiene sentido prohibir, por ejemplo actos reflejos carentes de toda
voluntad.
1123
Velásquez, Derecho penal..., p. 585.
1124
Mir Puig, Derecho penal..., p. 190.
259
anule la voluntad del sujeto, por ejemplo, en orden a realizar una conducta salvadora de
algún bien jurídico penalmente tutelado.
Por lo tanto, la esencia del delito omisivo está en la infracción del deber de actuar en
el sentido impuesto por una norma penal imperativa. Los tipos omisivos requieren un
comportamiento humano externo y voluntario constituido generalmente por una actividad
positiva. De hecho, la no realización de la conducta específica exigida por el tipo penal
tiene lugar mediante la ejecución de una acción positiva distinta a aquélla.
Ej.: El conductor, pudiendo hacerlo, no se detiene en el lugar del accidente para
socorrer a la víctima, omitiendo la prestación de auxilio a través de la acción positiva de
alejarse del lugar del suceso. Esta acción importa para el Derecho penal un delito de
omisión de socorro previsto en el art. 494 N° 14 del Cp., porque el sujeto en vez de socorrer
a la víctima, pudiendo hacerlo sin peligro para su persona, prefirió realizar una conducta
positiva distinta de la exigida por el tipo penal, consistente en alejarse del lugar del
accidente.
En los delitos de omisión existen tantos comportamientos positivos típicos cuantas
posibles conductas distintas e incompatibles con la conducta típica esperada. El legislador
hubiera podido describirlos positivamente diciendo: “El que realizare un comportamiento
distinto e incompatible con el de...”. Así las cosas, cuando el sujeto omite mediante la
pasividad, lo hace a través de un comportamiento dotado de un significado social positivo
distinto al hacer algo esperado.
Ej.: Quien permanece quieto y de pie mientras observa un accidente a cuya víctima
debería socorrer, está realizando un comportamiento que socialmente posee el significado
de “estar de pie observando”, lo cual es “hacer algo” positivo. La “acción” alude a una
intervención “activa”, por lo que es poco adecuada al carácter pasivo de los
comportamientos examinados, de manera que hemos preferido hablar de conducta o
comportamiento, como concepto normativo social, no naturalístico, base común de todo
delito ya sea doloso, imprudente, de acción o de omisión.
260
9. Ausencia de conducta
Comprende los casos en que ha operado una modificación externa no conducida por
la voluntad del autor. En estos caso la modificación es consecuencia de fuerzas naturales,
actos involuntarios o de terceros que el sujeto no está en condiciones de dominar.
En estos casos hay una apariencia de conducta, cuya presencia descartará un
examen posterior.
Por regla general, no hay conducta cuando el sujeto sólo ha tomado parte
físicamente en el hecho sin intervención de su voluntad.
1125
Velásquez, Derecho penal..., p. 624.
1126
Velásquez, Derecho penal..., p. 624.
261
En nuestro ordenamiento jurídico, esta causal de exclusión de la conducta puede
extraerse del art. 1° del CP, el cual prescribe que: “Delito es toda acción u omisión
voluntaria penada por la ley”.
Necesario es aclarar que el art. 10 N° 9° no se refiere a la ausencia de conducta. En
efecto, la señalada disposición, prescribe que: “Están exentos de responsabilidad criminal:
9° El que obra violentado por una fuerza irresistible o impulsado por un miedo
insuperable”.
Sin embargo, dicha disposición alude a la fuerza moral irresistible o vis compulsiva,
es decir, a una causal de exculpación que opera en el ámbito de la culpabilidad, como
hipótesis de inexigibilidad en casos de coacción o de fuerza moral irresistible.
1127
Náquira, Derecho penal chileno, parte general, Editorial Thomson Reuters, 2015, p. 85.
1128
Mir Puig, Derecho penal..., p. 216.
1129
Silva Sánchez, “La función negativa del concepto de acción. Algunos supuestos problemáticos.
Movimientos reflejos, actos en cortocircuito, reacciones automatizadas. Comentario a la Sentencia del
Tribunal Supremo de 23 de septiembre de 1983”, en ADPCP, 1986”, ADPCP, 1986, p. 908; Mir Puig,
Derecho penal... p. 216.
1130
Silva Sánchez, “La función negativa del concepto de acción. Algunos supuestos problemáticos.
Movimientos reflejos, actos en cortocircuito, reacciones automatizadas. Comentario a la Sentencia del
Tribunal Supremo de 23 de septiembre de 1983”, 910; Náquira, DP chileno, PG, p. 85.
1131
Velásquez, Derecho penal..., pp. 626-627.
262
En el tráfico vial puede suceder que el conductor suelte el volante ante la dolorosa
picada de una avispa o que cierre los ojos momentáneamente (paralización momentánea)
deslumbrado por el sol o por lo faros de un vehículo que circula en sentido contrario. En
estos casos hay movimiento reflejo en aquellos casos en los que al sujeto no le es posible
reaccionar, por lo que habría que excluir la conducta en el concreto momento determinado.
Sin embargo, si luego de este instante, existe retraso de la conducta exigible habría, a nivel
de tipicidad, una conducta imprudente1132.
c) Estados de inconciencia
Consiste en la completa ausencia de actividad de las funciones mentales superiores
del hombre. Se configura una situación de pasividad constitutiva de comportamientos
activos u omisivos desde un punto de vista meramente objetivo.
Así ocurre, por ejemplo, con los movimientos realizados por una persona que se
halla en un profundo grado de narcosis (el enfermo daña un valioso equipo médico sumido
en estado de inconsciencia por la anestesia suministrada); con el epiléptico, ignorante de
que padece la enfermedad, que sufre una crisis repentina y al caer sobre un transeúnte lo
lesiona levemente; con quien actúa en un estado de delirio profundo causado por la fiebre
(el enfermo hace afirmaciones injuriosas o calumniosas en tal condición); o con la persona
que padece un desmayo (la mujer embarazada rueda por la escalera, al sufrir un estado
repentino de inconsciencia, lo que le ocasiona la pérdida de la criatura). Así mismo, en los
casos de sueño (la madre dormida lesiona al niño), hipnotismo (una joven de dieciocho
años realiza actos de corrupción sexual, ante un grupo de niños, con base en las órdenes
dadas por un tercero que la ha sumido en estado de sueño), sonambulismo, embriaguez
"letárgica" (originada en consumo de alcohol o drogas, casi inimaginables, a no ser en la
omisión), etc.1133.
1132
Silva Sánchez, “La función negativa del concepto de acción. Algunos supuestos problemáticos.
Movimientos reflejos, actos en cortocircuito, reacciones automatizadas. Comentario a la Sentencia del
Tribunal Supremo de 23 de septiembre de 1983”, p. 909; Mir Puig, Derecho penal..., p. 217.
1133
Velásquez, Derecho penal..., pp. 628-629.
1134
En el mismo sentido, Cury, Derecho penal..., p. 273.
263
b) El sueño hipnótico
El sujeto ejecuta una conducta pero como el proceso de formación de su voluntad ha
sido interferido por el sugestionador y, por lo tanto, el sujeto no puede acceder al contenido
normativo, por lo que tampoco puede motivarse, por lo que no puede emitirse a su respecto
un juicio de imputación personal, en el ámbito de la culpabilidad.
1135
Silva Sánchez, “La función negativa del concepto de acción. Algunos supuestos problemáticos.
Movimientos reflejos, actos en cortocircuito, reacciones automatizadas. Comentario a la Sentencia del
Tribunal Supremo de 23 de septiembre de 1983”, pp. 911-912; Cury, Derecho penal..., p. 274.
1136
Silva Sánchez, “La función negativa del concepto de acción. Algunos supuestos problemáticos.
Movimientos reflejos, actos en cortocircuito, reacciones automatizadas. Comentario a la Sentencia del
Tribunal Supremo de 23 de septiembre de 1983”, p. 913.
1137
En estos casos las capas inferiores de la personalidad son las rectoras, faltando una modulación por las
capas superiores, ya sea porque la esfera del “yo” no llega a intervenir con su función conductora, porque
llega tarde o de forma débil, no consiguiendo tener éxito dada su naturaleza incompleta. Lo anterior ocurre,
por ejemplo, en situaciones de pánico o de terror (Silva Sánchez, “La función negativa del concepto de
acción. Algunos supuestos problemáticos. Movimientos reflejos, actos en cortocircuito, reacciones
automatizadas. Comentario a la Sentencia del Tribunal Supremo de 23 de septiembre de 1983”, p. 915).
1138
Silva Sánchez, “La función negativa del concepto de acción. Algunos supuestos problemáticos.
Movimientos reflejos, actos en cortocircuito, reacciones automatizadas. Comentario a la Sentencia del
Tribunal Supremo de 23 de septiembre de 1983”, pp. 915-932.
264
Ej.: José se junta en un bar con Luis y Eladio, hasta las 11:30 horas de la noche,
toman unas copas y luego Luis los invita a su casa para seguir bebiendo unos vinos que
estaban en su cava. Al llegar Luis se sentó próximo a los vinos. Eladio permaneció de pie al
lado de José, que se inclinó hacia adelante para sacar un vino de la cava y mientras
permanecía en esa forma dándole la espalda a Eladio y con las piernas un poco separadas,
éste le agarró con fuerza los genitales con el propósito de gastarle una broma, y al sentirse
dolido José, giró bruscamente su cuerpo empujándole con el codo de tal modo que Eladio
cayó al suelo golpeándose fuertemente contra el suelo de cemento, con la cabeza, cayendo
primero de lado y después de espaldas, y quedándose unos momentos inconsciente se
recuperó aparentemente poco después, en cuyo instante, aunque no le dio importancia,
Eladio se negó a ir al médico, no obstante José fue en busca de un coche para trasladarle a
su casa, pues se encontraba herido, sangrando algo, y bastante bebido. José regresó con el
vehículo, metió a Eladio en su interior y lo trasladaron hasta las inmediaciones de su
domicilio, donde le dejaron de pie, arrimado a una pared, sobre la 01:30 horas de la
madrugada. Una hora y media después, la esposa de Eladio salió a la calle al oír unos
quejidos, vio a su marido caído en el suelo boca arriba, arrastrándolo unos 17 metros por la
calle hasta la puerta, observando que arrojaba sangre por la nariz. Al llevarlo al médico, le
observaron una pequeña herida sin mayor trascendencia, pero en prevención ordenó
enviarlo al Hospital Regional, donde falleció a causa de una contusión fronto-parietal
izquierda y hematoma aparcinquimatoso1139.
1139
El caso corresponde a la sentencia del Supremo Tribunal Español, de fecha 23 septiembre de 1983, en la
cual el tribunal absolvió al acusado por falta de acción, decisión criticada por la doctrina. Mientras Mir Puig,
señala que estos casos deben resolverse a nivel de imputabilidad, Silva Sánchez, sostiene que puede
descartarse la tipicidad, ya sea por falta de previsibilidad objetiva ex ante del resultado, por falta de dolo
homicida o por legítima defensa (Mir Puig, Derecho penal..., pp. 217-218 y Silva Sánchez, “La función
negativa del concepto de acción. Algunos supuestos problemáticos. Movimientos reflejos, actos en
cortocircuito, reacciones automatizadas. Comentario a la Sentencia del Tribunal Supremo de 23 de septiembre
de 1983”, pp. 931-933).
1140
La actio libera in causa se aplica también a los casos en que el sujeto realiza el hecho típico en situación
de inimputabilidad. Así, el caso de más aplicación de la doctrina es el de la ejecución del hecho que da lugar a
la lesión, en estado de embriaguez, provocada dolosa o imprudentemente. De ahí que a menudo se estudie la
actio libera in causa sólo con referencia a la imputación personal (Culpabilidad), aun cuando dicha
construcción es necesaria también para los casos de ausencia de acción (Mir Puig, Derecho penal..., p. 210).
En tal sentido Joshi afirma que con el término actio liberae in causa, la doctrina hace referencia, en principio y
por lo menos, a aquellas situaciones caracterizadas por el hecho de que un sujeto realiza un hecho típico en
estado de anormalidad motivacional o inculpabilidad por inimputabilidad, pero sucede que él mismo, en un
momento anterior, ha provocado tal estado (Joshi, La doctrina de la actio liberae in causa, en DP, Editorial
Bosch, 1992, p. 28).
1141
Náquira, DP chileno, PG, p. 93.
265
estos casos, el sujeto busca dolosamente la lesión del bien jurídico bajo una causal que
excluye la conducta, o bien, actúa debiendo o debiendo preverla y evitarla1142.
Así ocurre, por ejemplo, si el guardabarreras, que padece un grave síndrome de
ansiedad, se toma durante su trabajo unas pastillas destinadas a contrarrestarlo. Se excede
en su consumo, queda primero completamente sedado y luego dormido. Al no cumplir
durante este último estado su función se produce un accidente ferroviario del que resultan
personas muertas y heridas1143.
Para determinar la responsabilidad penal del guardabarreras, hay que partir por
precisar si realizó una conducta, por lo que debemos distinguir dos fases. A. Cuando se
produce el accidente ferroviario, el sujeto estaba dormido, es decir, en una situación de
inconsciencia que excluye la conducta, porque dormir es una actividad fisiológica, no
racional ni susceptible de autocontrol ni, por lo tanto, de imputación jurídico penal. B. Sin
embargo en la fase previa el sujeto consciente y racionalmente decide tomar las pastillas,
toda vez que podría, estando en situación de autocontrol, decidir no ingerirlas o hacerlo
después de su turno, por lo que el sujeto es responsable por haber caído en esa situación de
inconsciencia a través de la estructura de la actio liberae in causa. En la fase de la actio
praecedens el guardabarreras estaba consciente y en razón del oficio que desempeña, debía
cumplir su función de tutela de bienes jurídicos, porque se trata de una actividad arriesgada
que exige que el operario se mantenga en condiciones de poder cumplir el deber, cuando
éste surja para evitar que la fuente de peligro no se materialice en lesión de personas. Por lo
tanto, hay que concluir la presencia del primer elemento del delito consistente en la
conducta1144.
En la actio libera in causa se imputa responsabilidad penal al sujeto por un hecho
que no obstante no obedecer inmediatamente a un comportamiento humano, de manera que
puede sostenerse que es libre en su causa, ha sido provocado por una conducta humana
anterior a la cual puede atribuirse jurídico-penalmente. Por lo tanto, cuando falta la
conducta, hay que determinar si el comportamiento precedente que produjo la lesión,
realizó dolosa o imprudentemente algún tipo penal1145.
Lo anterior es importante, porque para que surja responsabilidad penal, es necesario
que exista simultáneamente un hecho injusto y culpable al momento de ejecución de la
conducta típica, cuestión que no se cumpliría en los casos de actio liberae in causa. De ahí
que el modelo de la tipicidad del actuar precedente o modelo de la extensión, sostenga que
la sanción penal por la lesión del bien jurídico, tiene como fundamento la existencia de una
conducta típica precedente, que produce una posterior situación de irresponsabilidad penal,
y que se considera como una provocación dolosa o imprudente del resultado1146.
En tal sentido, afirmando que los casos en que la ALIC debe castigarse hay una
infracción directa del imperativo penal o a la norma primaria dirigida al ciudadano, Joshi
sostiene que los requisitos que deben concurrir son: a. Objetivamente: 1. La provocación
debe crear un peligro directo, aunque puede ser mediato, para un bien jurídico penal
1142
Mir Puig, Derecho penal..., p. 209.
1143
Sánchez Ostiz, Delictum 2.0, Editorial Thomson Reuters, 2014, p. 7.
1144
Ídem, pp. 7-8.
1145
Mir Puig, Derecho penal..., p. 209.
1146
Náquira, DP chileno, PG, p. 94.
266
determinado; 2. La realización de dicho peligro se debe poder vincular directamente a la
provocación y 3. Con la provocación el sujeto debe poder colocarse en un estado en el que
posteriormente, de no intervenir ningún otro factor, le será imposible o casi imposible (con
una probabilidad rayana en la certeza), controlar la situación de peligro por él creada. Por lo
tanto, la provocación significa creación directa de peligro concreto y determinado para un
bien jurídico penal también determinado, y pérdida del control plenamente responsable
sobre el curso de dicho peligro; b. Subjetivamente: el sujeto debe poder prever que su
comportamiento elimina alguna de sus capacidades relevantes para el Derecho penal; que
con la provocación crea un peligro concreto para un bien jurídico concreto y que en estado
de incapacidad, lesionará con una probabilidad rayana en la seguridad, al bien jurídico
penal determinado que había puesto anteriormente en peligro, pudiendo advertir en ese
instante previo, que en el momento del hecho será ya imposible su evitación1147.
Conducta
Elementos de la conducta Causales de exclusión de la conducta
Comportamiento Voluntad Casos indiscutidos Casos discutidos
humano externo o
finalidad
Fuerza física Actos Inconsciencia Menores Sueño Actos
irresistible reflejos y hipnótico habituales
enfermos
mentales
1147
Joshi, La doctrina de la actio liberae in causa, en Derecho Pena, pp. 282-283.
267
Conducta Conducta típica
Es uno de los cuatro elementos o categorías Es un elemento descriptivo del tipo penal
de la teoría del delito (conducta, típica,
antijurídica y culpable)
Es un elemento común a todos los delitos Es un elemento común a todos los tipos
penales de la parte especial
Se define en virtud del comportamiento Es aquella que puede ser subsumida en
externo y final. algún tipo especial de la Parte Especial, por
lo que se relaciona directamente con el
verbo rector del tipo penal.
Permite excluir casos en los cuales o bien Permite, desde el tipo penal, distinguir entre
no existe un comportamiento humano, por delito de acción y delito de omisión, en
provenir la lesión o peligro para el bien atención a la norma penal que resulta
jurídico de un hecho de la naturaleza o de infringida.
un tercero; o casos en donde no existe
voluntad de parte de quien realiza el
movimiento físico
c. Ubicación sistemática
Delito
Conducta Típica Antijurídica Culpable
Tipo objetivo
Elementos
descriptivos
a. Conducta típica
268
CAPITULO XI
LA RESPONSABILIDAD PENAL DE LAS PERSONAS JURÍDICAS
1. Introducción
De acuerdo con el inciso 2° del art. 58 del CPP: “La responsabilidad penal sólo
puede hacerse efectiva en las personas naturales. Por las personas jurídicas responden los
que hubieren intervenido en el acto punible, sin perjuicio de la responsabilidad civil que
las afectare”.
Lo anterior es una consecuencia del dogma tradicional societas delinquere non
potest, sin embargo, hoy se asume el criterio contrario, esto es, societas delinquere potest,
con la introducción de la responsabilidad penal de las personas jurídicas, mediante la Ley
Nº 20.393, de 2 de diciembre de 2009, como una consecuencia de los esfuerzos de Chile
por incorporarse a la OCDE1148/1149 . Con ella se establece un sistema de responsabilidad
penal propio, con presupuestos específicos, penas y reglas de determinación especiales y
1148
En la Historia de la Ley 20.393, pp. 5-6, el Ejecutivo señala que tales instrumentos internacionales
contemplaban la obligación de establecer en las respectivas legislaciones internas “sanciones a las personas
jurídicas que sean eficaces, proporcionadas y disuasivas”. Agregando a continuación el mensaje: “En
consecuencia, la incorporación de estas normas en nuestro sistema jurídico, a través de la presentación de esta
iniciativa legal, responde precisamente al cumplimiento de compromisos adquiridos en el ámbito
internacional, los cuales consideran expresamente el establecimiento de responsabilidad a las personas
jurídicas producto de la comisión de determinados delitos”.
1149
No se modificó el art. 58 del Cpp., pero el art. 1 de la Ley 20.393 limitó su alcance, al señalar: “Para los
efectos de esta ley, no será aplicable lo dispuesto en el inciso segundo del artículo 58 del Código Procesal
Penal”.
269
con las adaptaciones procesales básicas para su aplicación práctica1150. No obstante ya estar
instalada en nuestro ordenamiento la responsabilidad de las personas jurídicas, el debate a
favor y en contra de esta legislación sigue vigente, por lo que conviene dar cuenta de los
principales argumentos a favor y en contra.
1150
Hernández, “La introducción de la responsabilidad penal de las personas jurídicas en Chile”, en Polít.
crim., Vol. 5, Nº 9 (Julio 2010), Art. 5, p. 208-209.
1151
Van Weezel,“Contra la responsabilidad penal de las personas jurídicas”, en Polít. Crim., Vol. 5, Nº 9
(Julio 2010), Art. 3, p. 140.
1152
Bacigalupo, La responsabilidad penal de las personas jurídicas, 1ª Editorial Bosch, 1998, pp. 30-31.
1153
En tal sentido afirma Modollel que: “La persona jurídica no es capaz de conducta, pero no por la sujeción
a estruturas lógico-objetivas del ser (argumento ontológico), sino por un argumento valorativo de carácter
político-criminal: el concepto de “conducta” conveniente para limitar al Derecho penal (razón político-
criminal) es el de “conducta humana” (voluntad psicológica-individual). Aparte de lo anterior, considero que
la persona jurídica no puede ser culpable por su imposibilidad de captar el mensaje normativo concreto
(Modollel, DP, Teoría del delito, Editorial Universidad Católica Andrés Bello, 2014, pp. 47-48).
1154
Balmaceda, Manual de Derecho penal..., pp. 111-112.
1155
Balmaceda, Manual de Derecho penal..., p. 112.
270
mismo modo, se dice que si se le aplica una sanción de carácter penal a la empresa como
persona jurídica, es decir como colectividad, no solo se le estaría aplicando una pena a los
miembros que han tomado la decisión de cometer el delito, sino que también se estaría
afectando a otros miembros de la empresa que han votado de forma distinta respecto a la
comisión del hecho, e incluso la pena también pudiese recaer sobre los accionistas de la
empresa y se podría llegar al absurdo de castigar a aquellos socios que poseen una cantidad
ínfima de acciones. Por ello se afirma que la responsabilidad penal de la persona jurídica
violaría el principio de la personalidad propia de las sanciones de naturaleza penal, lo que
llevaría a castigar tanto a quienes decidieron cometer la conducta constitutiva de delito
como también a aquellos que se opusieron a ella, e incluso a quienes no sabían de ella1156.
Luego se afirma que si el Derecho penal tomara en serio a las personas jurídicas, no
debería sancionar a las personas naturales que encarnan sus órganos y que realizaron las
conductas típicas (a no ser que éstas hayan desplegado un comportamiento adicional de
intervención delictiva, al margen de sus atribuciones y actividades como órganos del ente
moral). En cambio cuando se “castiga” a las personas jurídicas, en realidad se quiere influir
sobre las decisiones que toman las personas naturales que las controlan o administran,
asumiéndose que sólo las personas naturales pueden delinquir, pero se imponen cargas a las
personas jurídicas para incrementar los incentivos que tienen los administradores o
controladores para prevenir el delito1157.
Se agrega que las personas jurídicas no tienen capacidad de pena, porque la pena,
aplicada a las personas jurídicas, no podría cumplir con los fines preventivos ni de
compensación por el delito que resultan ser propios de la naturaleza de estas sanciones.
Adicionalmente la pena en sí sería ilusoria, y más concretamente en las situaciones en que
se aplique la pena de prisión, ya que en la práctica no podrá ser aplicada a las personas
jurídicas puesto que carece de un cuerpo físico y de una libertad de movilización1158. Por
estas razones las sanciones de naturaleza penal que fueran aplicables a las personas
jurídicas solo pueden consistir en penas de multa y disolución, las cuales, perfectamente
pueden ser aplicadas por un órgano administrativo1159. Además, se argumenta que si las
cargas que se imponen a las personas jurídicas conforme a la Ley N° 20.393 deben ser
consideradas como auténticas sanciones penales, la“pena” perdería la mayor parte de su
capacidad simbólica y comunicativa, pues se usaría a sabiendas de que con ella se designa
una consecuencia jurídica distinta de la que se sigue reservando para las personas naturales,
confundiendose la pena con la coacción1160.
1156
Balmaceda, Manual de Derecho penal, Editorial Librotecnia, 2014, p. 111.
1157
Van Weezel,“Contra la responsabilidad penal de las personas jurídicas”, pp. 139-140.
1158
Ídem.
1159
Balmaceda, Manual de Derecho penal, p. 112.
1160
Van Weezel,“Contra la responsabilidad penal de las personas jurídicas”, p. 140.
271
certeza de que una persona jurídica puede lesionar o poner en peligro ciertos bienes
jurídicos, lo que goza de amplio reconocimiento1161.
Una primera línea de argumentación justifica la responsabilidad de las personas
jurídicas en las dificultades prácticas para exigir responsabilidad penal a las personas físicas
insertas en una persona jurídica en donde abundan los chivos expiatorios, voluntarios o no,
y la división del trabajo e intercambiabilidad de personas de toda estructura empresarial
impide identificar a las personas físicas responsables, sin contar con ciertas técnicas de
neutralización y bloqueo de información en ella habituales que incluso fomentan esas
conductas delictivas individuales. Otra línea de argumentación, sostiene que la
responsabilidad de las entidades permite aliviar de tensiones al sistema de responsabilidad
individual, porque no habrá que forzar en exceso categorías dogmáticas y porque posibilita
una reducción del rigor punitivo con las personas físicas1162.
Otro argumento se sustenta en la necesidad de implicar a los entes colectivos en la
prevención y persecución de delitos cometidos en su seno por personas físicas, porque los
órganos de la administración pública ya no estarían en condiciones de realizar esas
funciones con una mínima eficacia dentro de los entes colectivos dada la complejidad
tecnológica y organizativa que han adquirido; en consecuencia, la prevención y persecución
de delitos en las sociedades pasa a ser una tarea y un costo imputable a ellas mismas. El
objetivo primordial del establecimiento de su responsabilidad penal es incentivar la
autorregulación y auto-organización de los entes colectivos, hasta el punto de que su
punición se condiciona en buena medida a la no disponibilidad en ellas de instrumentos que
faciliten la prevención o persecución de delitos1163.
Además, la organización empresarial moderna altera los modelos tradicionales de
imputación de responsabilidad dirigidos fundamente a la persona física, por lo que suele
carecer de instrumentos adecuados para imputar delitos a entidades colectivas, de manera
que un sistema de responsabilidad penal de las personas jurídicas permitiría crear
mecanismos adecuados para criminalizar sus conductas. Las personas jurídicas están
1161
Diéz Ripolles, “La responsabilidad penal de las personas jurídicas. Regulación española”, en in Dret,
2012, p. 5.
1162
Diéz Ripolles refuta este argumento afirmando que: “Sin embargo, resulta poco fundado justificar la
responsabilidad penal societaria en la necesidad de mejorar la exigencia de responsabilidad individual a las
personas físicas actuantes en su seno. Al igual que no hacemos responder a una persona física para identificar,
o precisar mejor, la responsabilidad de otra. Los problemas de verificación de la responsabilidad individual
han de resolverse mejorando los instrumentos para su averiguación. Por lo demás, las técnicas de
neutralización y de encubrimiento son también frecuentes en amplios sectores de la criminalidad individual”
(Diéz Ripolles, “La responsabilidad penal…”, p. 3).
1163
Diéz Ripolles rechaza este argumento sosteniendodo que: “hacer depender la punición de las sociedades
de su disponibilidad a prevenir o perseguir los delitos cometidos en su seno por personas físicas supone, de
nuevo, fundar su responsabilidad en meras necesidades de pena. Además, que la autorregulación de las
sociedades sea la razón, o una de las razones, primordial de su responsabilidad penal constituye una directa
adhesión a los postulados de la cuestionable prevención comunitaria, que exige a los ciudadanos que se
impliquen directamente en tareas cuasipoliciales. En realidad, transmite la idea de que los poderes públicos
renuncian en parte a ejercer, o perfeccionar, sus tareas preventivas y persecutorias penales, que se trasladan a
centros de poder privados. La alegación de que sólo así se puede ampliar la intervención penal a ámbitos
sociales nuevos y con una gran capacidad lesiva, lo que se logra con medios inaccesibles a los poderes
públicos, merece consideración, pero tiene problemas serios de legitimación: Supone una renuncia en toda
regla al carácter público del derecho penal, en acomodación a planteamientos neoliberales” (Diéz Ripolles,
“La responsabilidad penal…”, p. 4).
272
reconocidas formalmente en el ordenamiento jurídico por lo que ello es suficiente para
crear un nuevo concepto de conducta y de culpabilidad, para amoldar la responsabilidad
penal de estos entes colectivos. En tal sentido, se les puede otorgar la capacidad suficiente
para ejecutar una conducta, dotada de motivación o capacidad de autodeterminación, con
libre albedrío, lo que permitiría que la persona jurídica sea destinataria de norma penal,
independiente de las personas que conforman el órgano directivo, cuyo conjunto de
voluntades individuales constituye un acuerdo de conducta, institución válida para el
Derecho y que supone una voluntad nueva y distinta a la de las personas físicas que han
intervenido en su formación. Respecto de la incompatibilidad con la culpabilidad, von Liszt
sostiene que dicho problema puede ser solucionado a través de la sustitución de dicho
concepto, como ocurre en el derecho anglosajón, con el concepto de culpabilidad por
defecto de organización, que permite sancionar a las personas jurídicas por no tener la
organización suficiente para prevenir, perseguir y sancionar a sus mismos miembros que
cometen delitos1164. Hernández rechaza la incompatibilidad de la responsabilidad de las
personas jurídicas, con el principio de culpabilidad, porque nadie pone en duda la
legitimidad de la imposición a las personas jurídicas de sanciones administrativas que
suelen tener un contenido equivalente al de las penas previstas por la ley 20.393 y no se
cuestiona su constitucionalidad. Agrega que por la naturaleza de las personas jurídicas, sólo
puede exigirse un equivalente funcional al principio de culpabilidad aplicable a las personas
naturales, de manera que el alcance del principio de culpabilidad que razonablemente
pueden reclamar para sí las personas jurídicas, consiste en la proscripción de la
responsabilidad objetiva, esto es, de una responsabilidad que no admite que el sujeto pueda
eximirse de la misma observando un cierto tipo de comportamiento1165.
En cuanto a la temática de la pena, existen en la responasabilidad de la personas
jurídicas necesidades preventivas a satisfacer con la pena, porque la responsabilidad penal
individual, o la colectiva del derecho administrativo sancionador, tienen escaso efecto
preventivo en la empresa; sólo las sanciones penales societarias tienen capacidad para
repercutir negativamente sobre la sociedad en términos funcionales y de reputación, con lo
que se afecta directamente sobre socios y administradores1166.
De otro lado, no se infringe el principio de personalidad, porque la personalidad
jurídica es una realidad social, de modo que la sanción se aplica sobre el ente colectivo y no
sobre los administradores, por lo que hay que aceptar una estructura de imputación distinta
para las personas jurpidicas, distinta de las aplicables a las personas naturales1167.
1164
Balmaceda, Manual de Derecho penal... p. 113.
1165
Hernández, “La introducción de la responsabilidad...”, p. 213.
1166
Diéz Ripolles replica este argumento señalando que: “Pero razones de necesidad de pena no están en
condiciones, por sí solas, de fundamentar la responsabilidad de comportamiento alguno, ni de personas
jurídicas ni de personas físicas, ni en el ámbito de lo injusto ni en el de la culpabilidad7. Es una vez
establecida la responsabilidad por un comportamiento cuando cabe plantearse la necesidad de penarlo y en
qué medida. En cualquier caso, la superación de los déficits de motivación de socios y administradores puede
lograrse con instrumentos, jurídicos o no, muy diversos.” (Diéz Ripolles, “La responsabilidad penal…”, p. 4).
1167
Balmaceda, Manual de Derecho penal... pp. 113-114.
273
En cuanto a los delitos que dan lugar a la responsabilidad penal de las personas
jurídicas, la ley contempla un catálogo cerrado de tipos penales, que contempla los
siguientes delitos (art. 1º): a. Lavado de dinero (art. 27 de la Ley Nº 19.913, ley que crea la
Unidad de Análisis Financiero); b. Financiamiento del terrorismo (art. 8º de la Ley Nº
18.314, ley sobre conductas terroristas); c. Soborno o cohecho activo tanto de empleados
públicos nacionales (art. 250 del Código Penal) como de funcionario público extranjero
(art. 251 bis Cp.); y d. Receptación (456 bis A del Cp).
El catálogo es sumamente restringido, salvo el delito de receptación, las figuras
escogidas tienen escasa aplicación práctica, quedando fuera los delitos de mayor
trascendencia relacionados con la actividad empresarial.
274
supervisión”, lo que permite hacerse cargo de cualquier forma de “administración de
hecho” ejercida por un sujeto perteneciente a los cuadros directivos de la persona jurídica.
Con esta fórmula se podría superar la fuerte dependencia de la responsabilidad de las
posiciones jurídicas formales de los sujetos, dando paso a un concepto más amplio fundado
en el ejercicio fáctico de un rol directivo1170.
275
primero imputa a la persona jurídica el hecho materialmente realizado por sus
representantes o empleados, que se considera un hecho delictivo propio de la sociedad; en
consecuencia, es en ella en quien ha de darse el injusto culpable del hecho, sin perjuicio de
que la persona física ejecutora material deba responder por un injusto propio ligado a ese
mismo hecho. El segundo imputa al ente colectivo un defecto de organización concreto, el
cual ha facilitado o no ha impedido que sus representantes o empleados hayan realizado un
hecho delictivo singular; será ese defecto de organización concreto lo que constituya el
hecho delictivo propio de la sociedad. El tercero imputa a la sociedad una cultura
corporativa defectuosa, la cual fomenta o no impide a lo largo del tiempo la realización por
sus representantes o empleados de hechos delictivos como el concreto acaecido; esa cultura
societaria defectuosa constituirá el hecho delictivo propio de la sociedad. El cuarto imputa a
la persona jurídica una reacción defectuosa frente al hecho delictivo, ya realizado, por sus
representantes o empleados, y es la ausencia de ese comportamiento post-delictivo
adecuado lo que constituye el hecho delictivo propio de la sociedad1173/1174.
1173
Diéz Ripolles, “La responsabilidad penal…”, pp. 7-8.
1174
Diéz Ripolles sostiene que “los dos últimos criterios, el de cultura corporativa defectuosa y el de reacción
defectuosa al delito, configuran un Derecho Penal de autor, desligado del hecho delictivo concreto y, por ello,
opuesto al principio de responsabilidad por el hecho concreto. La variante de defecto de organización
concreto no logra una convincente imputación subjetiva de la persona jurídica por el hecho delictivo realizado
en su seno por la persona física porque en realidad ese hecho delictivo, que es el que primariamente queremos
castigar, no se le puede imputar a la sociedad de acuerdo a este criterio; lo que se le imputa es otro injusto
ligado a su organización defectuosa en el momento de cometerse ese hecho delictivo. Si se pretende imputar a
la sociedad, a partir de su defecto de organización concreto, no otro injusto sino el hecho delictivo realizado
por su representante o empleado, hay que prescindir de la imputación subjetiva: Para unos, el dolo o la
imprudencia se sustituyen por la presencia de un mayor o menor defecto de organización, para otros la
responsabilidad de la sociedad se basa en su culpabilidad, asentada sobre el injusto de la persona física. El
primero de los criterios mencionados (variante del hecho delictivo societario), no ha sido aún capaz de
construir un sistema de imputación ex novo de la persona jurídica: En lugar de dedicarse a delimitar y dotar de
sustantividad al sujeto de la imputación, la persona jurídica, y a identificar las bases propias de su
responsabilidad, ha centrado sus esfuerzos en encontrar equivalentes en la persona jurídica al injusto culpable
de la persona física. Ello le ha conducido a una fuerte e inmanejable normativización de conceptos propios de
la imputación individual. En último término, ninguna de las cuatro variantes explica bien por qué se mantiene
la responsabilidad de la persona física junto a la de la persona jurídica. En las variantes de cultura corporativa
defectuosa y reacción defectuosa al delito la existencia de una persona física responsable sirve simplemente
para asegurar una correcta identificación de la persona jurídica, constituyendo pues un mero elemento de la
punibilidad. En la variante del defecto de organización concreto no se explica, si asumimos que el hecho
delictivo de la persona física es distinto del de la persona jurídica, por qué el injusto de aquella es requisito
necesario y determinante para que responda la persona jurídica; y si partimos de que la responsabilidad de la
sociedad se asienta sobre el injusto, al menos objetivo, de la persona física, no se entiende por qué no se
reconoce que hay cierta transferencia del injusto de la persona física a la persona jurídica. A su vez, en la
variante de hecho delictivo societario, la persona física, al ser mero instrumento de ejecución de la persona
jurídica, no debería responder del hecho delictivo de esta última; se podría objetar que la persona física,
además de instrumento ejecutor de la sociedad, tiene un injusto de participación propio, pero entonces se da
un concurso de leyes a favor de su papel como mero e imprescindible ejecutor de la conducta de autoría de la
sociedad. Naturalmente detrás de todas estas inconsecuencias late una justificada preocupación político-
criminal, que la introducción de la responsabilidad de la persona jurídica abra campos de impunidad a las
personas físicas. En opinión de Diéz Ripollés, la variante del hecho delictivo societario, que imputa a la
sociedad, como hecho delictivo propio, el ejecutado materialmente por sus representantes o empleados, marca
la vía correcta a seguir. Ello exige configurar un nuevo sujeto de imputación, la persona jurídica, y un sistema
de responsabilidad penal ajustado a sus características, sin que la deseable semejanza de ese modelo de
autorresponsabilidad al vigente para la responsabilidad de la persona física deba condicionar decisivamente su
construcción. En todo caso, ya hay antecedentes de modelos específicos de responsabilidad penal bien
276
Además, se suele hablar de un modelo mixto, que en en realidad es una variante
morigerada del modelo de responsabilidad derivada, porque no se satisface con una
conexión meramente formal entre la entidad y la persona natural responsable y exige algún
tipo de aporte propiamente organizacional al delito. Como la responsabilidad de la persona
natural sigue siendo presupuesto de la de la persona jurídica, se trata de una responsabilidad
derivada1175.
El sistema adoptado por la Ley 20.393 corresponde a un modelo atenuado de
responsabilidad derivada, en que adicionalmente al nexo entre el individuo responsable y
su hecho con la persona jurídica, es necesario que ésta haya contribuido al hecho por
haberse organizado de un modo defectuoso, ya sea favoreciendo, no impidiendo o
dificultando que se produjera, configurando así su responsabilidad por defecto de
organización1176/1177.
El modelo chileno se centra en obtener la colaboración de las empresas en la labor
de prevención de la comisión de delitos, estableciéndo modelos de organización,
administración y supervisión, que de ejecutarse de manera adecuada a la ley permiten a la
persona jurídica eximirse de la responsabilidad penal correspondiente en el evento que tales
delitos fueren cometidos en el seno de la persona jurídica. La imposición de penas a la
persona jurídica exige el cumplimiento de ciertas condiciones, constituidas por la
obligación que recae sobre esta para implementar programas de prevención de delitos, los
que de no existir o en caso de funcionar inadecuadamente, permiten imponer sanciones
penales a dichas entidades.
La exigencia de un “defecto de organización”, puede sugerir un modelo de
responsabilidad penal autónoma de la persona jurídica, lo que encontraria apoyo en el art.
5º, que afirma esa autonomía, pero desde un punto de vista material o sustancial no hay
ninguna hipótesis de responsabilidad de la entidad sin persona natural responsable, por lo
que el art. 5º no altera el modelo del art. 3º, sino que aclara que el requisito de delito
cometido por un sujeto relevante puede tenerse por cumplido desde que constan
fehacientemente sus extremos, aunque no se imponga condena a dicho sujeto, porque los
términos restringen significativa e innecesariamente esa posibilidad, reforzando aún más el
carácter derivado y dependiente de la responsabilidad del ente1178. La ley restringe los
conectados con el sistema de imputación individual normal, como en el caso del Derecho penal de menores o
de las medidas de seguridad para peligrosos. En su estructuración, por último, no deberán olvidarse, aunque
sea en un plano complementario, las razones pragmáticas tan presentes en este debate” (Diéz Ripolles, “La
responsabilidad penal…”, pp. 8-10).
1175
Hernández, “La introducción de la responsabilidad …”, pp. 216-217.
1176
Hernández, “La introducción de la responsabilidad…”, p. 217.
1177
En contra de esta opinión, Balmaceda sostiene que la Ley 20.393, instaura un modelo autónomo o directo
de culpabilidad de la empresa en el cual corresponde que la persona jurídica se haga responsable de sus
propios actos, así como también de su propia culpabilidad, sin que exista un traslado de ésta. Agrega que la
procedencia de esta culpabilidad por parte de la empresa se funda, principalmente, en el hecho de que la
persona jurídica no se hubiere organizado de forma interna para prevenir la comisión del delito. Este modelo,
a diferencia de lo planteado en el sistema vicarial, contempla la posibilidad de hacer responsable a la empresa
por el delito, a pesar de que no exista una responsabilidad por parte del sujeto que desempeña sus funciones al
interior de ésta. La culpabilidad se basa en la actividad empresarial, ya que esta responsabilidad no se
encontraría determinada en base a un disturbio de naturaleza empresarial, sino que más bien “en un
management defectuoso de los riesgos” (Balmaceda, Manual de Derecho penal... p. 115).
1178
Hernández, “La introducción de la responsabilidad…”, p. 222.
277
casos en que la ausencia de condena de la persona natural no obsta a la responsabilidad de
la entidad, a los siguientes: a) Cuando la responsabilidad penal del sujeto se ha extinguido
por su muerte o por la prescripción de la acción penal (inciso primero Nº 1); b) Cuando se
le sobresee temporalmente por su rebeldía o su enajenación sobreviniente (inciso primero
Nº 2) y c) Cuando, habiéndose acreditado la existencia del delito, no se logra establecer la
identidad del responsable individual, siempre y cuando “se demostrare fehacientemente que
el delito debió necesariamente ser cometido dentro del ámbito de funciones y atribuciones
propias” de las personas relevantes (inciso segundo).
En el último supuesto, que la ley exija prueba de que el delito debió haberse
cometido necesariamente “dentro del ámbito” de funciones y atribuciones de los sujetos
relevantes en vez de “por” uno de dichos sujetos, que es lo que la naturaleza del problema
hubiera sugerido, puede dar lugar a importantes dudas interpretativas. En cuanto a que
dicho extremo deba estar acreditado “fehacientemente”, fórmula con la cual se quiso aludir
a una alta exigencia de prueba, no se aprecia, sin embargo, cómo se puede superar la
exigencia del estándar general de ausencia de duda razonable del art. 340 Cpp. En todos los
demás casos de ausencia de condena al sujeto individual decae al mismo tiempo la
responsabilidad penal de la persona jurídica, lo que no siempre resulta razonable. El caso
más problemático, que al parecer tiene su origen en un lamentable error en la redacción del
proyecto original, es el de las eximentes de responsabilidad.
Desde el punto de vista del procedimiento, la subordinación general de la
responsabilidad penal de la persona jurídica a la de una persona natural perteneciente al
círculo relevante de sujetos se refleja en que, salvo los casos del art. 5º, la formalización de
la investigación contra la entidad supone la formalización al menos simultánea de la
investigación o bien un requerimiento en procedimiento simplificado contra la persona
natural que “pudiese comprometer la responsabilidad de la persona jurídica” de acuerdo
con el art. 3º (art. 22).
278
incisos anteriores, hubieren cometido el delito exclusivamente en ventaja propia o a favor
de un tercero”1179.
c) Y siempre que la comisión del delito sea consecuencia del incumplimiento, por
parte de la entidad, de sus deberes de dirección y supervisión, a lo que se opone
expresamente la previa adopción e implementación de un modelo de organización,
administración y supervisión para prevenir delitos como el cometido, esto es, más
sintéticamente, de un modelo de prevención de delitos.
El modelo de responsabilidad por defecto de organización constituye una estrategia
de control del delito vía autorregulación forzada, esto es, imponiéndole a las empresas en
cuyo seno se produce la actividad delictiva el deber de organizarse y regularse de modo que
sirvan también como instancias de prevención y detección de la misma, concretamente
mediante la adopción e implementación de programas de cumplimiento (compliance
programs).
1179
La exigencia de la comisión del delito en directo e inmediato interés o para el provecho de la persona
jurídica, puede producir un efecto contraproducente, en especial respecto de ciertos delitos de los incluidos en
el art. 1° en la Ley 20.393. En tal sentido, García, Cavero afirma: “Por ejemplo: uno de los posibles delitos
que puede cometer una persona jurídica es el lavado de activos. Si un banco no desarrolla un programa de
prevención del lavado y esto permite que un funcionario suyo proceda a lavar dinero de un cliente sin ser
detectado, entonces el banco podrá alegar que, aun cuando no ha cumplido con incorporar un programa de
prevención que habría impedido el delito de lavado, no será penalmente responsable, pues el funcionario
bancario no actuó en interés suyo (en caso de que el titular de los fondos sólo haya pagado al miembro
individual por los actos de lavado), sino del cliente titular de los fondos” (García Cavero, “Esbozo de un
modelo de atribución de responsabilidad penal de las personas jurídicas”, en REJ, Nº 16, 2012, p. 69).
279
sólo deja fuera la comisión del delito exclusivamente en ventaja del agente o a favor de un
tercero. La redacción adoptada “en su interés”, “para su beneficio”, no es incompatible con
la existencia de otros propósitos que incluso pueden ser principales, conforme a las reglas
generales de imputación subjetiva, si el hecho objetivamente tiende a beneficiar a la
entidad, dicha imputación debería decaer sólo en hipótesis plausibles de error, las que
probablemente serán muy escasas1180.
c. Que la comisión del delito sea consecuencia del incumplimiento, por parte de la
entidad, de sus deberes de dirección y supervisión
El requisito en comento es el elemento neurálgico en el modelo chileno, toda vez
que la persona jurídica no responde simplemente porque un sujeto relevante haya cometido
un delito en su interés o para su beneficio, sino porque dicho delito es consecuencia del
incumplimiento de sus deberes de dirección y supervisión, de manera que la persona
jurídica se convierte en garante de vigilancia respecto de su personal y asume entre los
deberes de dirección y supervisión la prevención de delitos. Por lo tanto, si la persona
jurídica cumple con sus deberes no tiene responsabilidad alguna, aunque se cometa algún
delito con las características previstas, porque a lo imposible nadie está obligado. La ley
entiende que se ha cumplido con los deberes cuando con anterioridad a la comisión del
delito la entidad ha adoptado e implementado un modelo de prevención con las
características señaladas en el inciso 3°, del art. 3º que dispone: “Se considerará que los
deberes de dirección y supervisión se han cumplido cuando, con anterioridad a la comisión
del delito, la persona jurídica hubiere adoptado e implementado modelos de organización,
administración y supervisión para prevenir delitos como el cometido, conforme a los
dispuesto en el artículo siguiente”, y, en efecto, el art. 4º emplea la fórmula más sintética
de “modelo de prevención”. Si bien el art. 4° presenta un modelo de prevención, no es la
única forma de cumplir con los deberes en cuestión, toda vez que la misma disposición
afirma que las personas jurídicas “podrán adoptar” el modelo de prevención previsto, de
manera que, de no seguir formalmente el modelo del art. 4°, será la jurisprudencia la que
deberá precisar cuándo las medidas de prevención adoptadas por la persona jurídica son
equivalentes a dicho modelo, para liberarse de responsabilidad. Para que el modelo de
prevención libere de responsabilidad debe constituir una herramienta idónea de prevención,
esto es, un sistema que razonable y conforme con lo que es exigible bajo las condiciones
jurídicas y fácticas de la empresa para obstaculizar significativamente la comisión de
delitos, que es lo que se desprende de las exigencias básicas del modelo previstas en el art.
4º, donde destacan las notas de autonomía y de suficiencia de medios con que se debe dotar
a la estructura de prevención, así como especialmente la necesidad de establecer métodos
para la “aplicación efectiva” del modelo, considerando su supervisión, corrección y
actualización ante cambios de circunstancias1181.
La ley dispone en el art. 4 Nº 4 letra b), que las personas jurídicas puedan obtener la
certificación del hecho de haber adoptado e implementado el modelo1182, certificación que,
1180
Hernández, “La introducción de la responsabilidad…”, pp. 220-221.
1181
Hernández, “La introducción de la responsabilidad…”, pp. 225-226.
1182
Según lo prevenido en el art. 4 N°4 letra b) de la ley, dichas certificaciones deberán ser emitidas por cierta
clase de organismos externos a la persona jurídica. Las personas naturales que realizan la tarea de
certificación se entiende que cumplen una función pública para tales efectos, en los términos que señala el art.
280
conforme a los antecedentes legislativos, debería fundar una presunción de cumplimiento
de los deberes de dirección y supervisión en favor de la entidad, que debería ser una
presunción simplemente legal que podría ser desvirtuada por el Ministerio Público1183. En
caso de no contar con certificado, la empresa debe demostrar que ha cumplido con sus
deberes de dirección y supervisión. El delito cometido por un sujeto especialmente
relacionado con una persona jurídica directa e inmediatamente en interés de ella o para su
provecho, cumple la función de indicio de incumplimiento de los deberes de dirección y
supervisión de la persona jurídica, es decir, probablemente los controles de la entidad no
están funcionando adecuadamente y, por lo tanto, debe acreditar, a través de antecedentes
plausibles, el debido cumplimiento de sus deberes, debiendo el Ministerio Público en tanto,
acreditar los dos primeros requisitos de la responsabilidad.
260 del CP. Los organismos de control en comento serán aquellos se encuentren validados ante la autoridad
regulatoria respectiva (la Superintendencia de Valores y Seguros), siguiendo los lineamientos que esta última
establezca para tal cometido.
1183
Otra posibilidad es la de conceder una mera atenuanción de la pena. En tal sentido, Matus refiere: Luego,
mi impresión es que, en el mediano plazo, aún en sistemas como el nuestro sólo será posible esperar de la
certificación el efecto de eximir de la pena en los casos de hechos ajenos evitables con el modelo de
prevención, que por burla o un hecho objetivamente imprevisible, no se pudo evitar, pues no resulta tolerable,
más allá de que así lo demuestra la práctica real de los tribunales italianos y norteamericanos, la exención
anticipada de un delito del que se es responsable, como un hecho propio de la persona jurídica, esto es,
decidido y mandado a cometer por los órganos directivos de la empresa o aprobados, consentidos o
deliberadamente ignorados por éste, por el beneficio que le reporta. Salvo por nuestra tradición respecto de la
atenuante que existe para las personas naturales, incluso es difícil en tales casos admitir esta atenuante de
buena conducta anterior corporativa. Es más, aún en los casos de hechos ajenos evitables, es dudoso que en el
largo plazo se siga admitiendo la exención y no se derive también en una simple atenuación, por dos razones
fundamentales: primero, porque la comisión del delito demuestra la ineficacia del modelo de prevención en el
caso concreto; y segundo, porque si del delito cometido se derivan beneficios para la empresa (uno de los
requisitos del Art. 3º), resultará intolerable para la práctica que se los apropie y, además, no responda por ellos
(Matus, “Sobre el valor de las certificaciones de adopción e implementación de modelos de prevención de
delitos frente a la responsabilidad penal de las personas jurídicas”, en Diritto penale conctemporaneo, 2012,
pp. 8-14. Documento disponible en internet, página: http://www.penalecontemporaneo.it/.
281
controlar su gestación en la fuente misma de riesgo. Las medidas deben evitar que un
miembro de la empresa se decida a actuar ilegalmente en el marco de la actividad
empresarial y en caso se decida a hacerlo, se debe impedir que la mecánica de grupo lleve
al resto a participar en dicha ilegalidad. Finalmente, debe evitarse también que sea la propia
organización empresarial la que provoque que la conjunción de los aportes individuales,
por sí mismos inocuos, devenga en una infracción legal. Para lo anterior, hay que establecer
mecanismos confiables y seguros para la detección interna de las irregularidades cometidas,
así como la realización de actos de reparación y de denuncia a las instancias
correspondientes. Dado que ningún programa de cumplimiento normativo excluye de
manera absoluta la posibilidad de una infracción legal, se deben adoptar medidas frente a
una situación de infracción legal. A nivel interno, la empresa debe contar con mecanismos
de detección de las irregularidades, esclarecer la forma en la que han tenido lugar y
proceder, en su caso, a imponer las sanciones internas a los responsables. Hacia afuera, la
empresa debe asumir los deberes compensatorios que correspondan por los daños
producidos y, en caso de ser necesaria una decisión de la autoridad, poner en su
conocimiento la infracción detectada y los elementos de acreditación pertinentes1184.
El modelo chileno se funda en el concepto de responsabilidad por “defecto de
organización”, estableciendo el deber de la persona jurídica de implementar un modelo
preventivo de comisión de delitos, fundado en el cumplimiento de ciertos deberes de
dirección y supervisión, los cuales de ser incumplidos acarrean la responsabilidad criminal
de la entidad si en ese contexto alguna persona relacionada comete alguno de los detos
señalados en el art. 1° de la ley, en directo e inmediato interés de la empresa o para su
provecho1185.
Desde un punto organizacional tales “modelos de prevención” o “programas de
cumplimiento” consisten en una serie de medidas y procedimientos adoptados por la
persona jurídica para evitar que se cometan ciertos delitos por parte de los sujetos
vinculados a ella, constituyéndose así en un “sistema de calidad” de la actividad de la
1184
García Cavero, Criminal Compiance, Editorial Palestra, 2014, pp. 9-24.
1185
García Cavero, destaca la función de los programas de cumplimiento o modelos de prevención respecto a
la idea de defecto de organización, como criterio de determinación de riesgo permitido y no meramente
situaciones de exclusión de punibilidad, ya que si la persona jurídica implemento algún programa de
prevención adecuado, de cometerse no obstante a ello un delito, se estaría ante un riesgo tolerado por la
actividad de la entidad. Al respecto afirma García Cavero: “Sin entrar en los detalles de cómo tendrían que
organizarse los programas de cumplimiento para generar la exoneración de responsabilidad penal a la persona
jurídica, me gustaría discutir de manera general y muy brevemente la naturaleza de esta disposición. Podría
pensarse que es una causa de exclusión de la punibilidad, de manera tal que, aunque exista un delito, a la
persona jurídica no se le podrá punir por ello. Es evidente que difícilmente se puede considerar que los
programas de cumplimiento son causas de exclusión de la punibilidad, no sólo porque no son supuestos
posteriores al delito, sino porque no responden a una falta de necesidad de pena en el caso concreto, sino a
que no podrá sustentarse la defectuosa organización en dichos casos. En realidad con los programas de
cumplimiento se estarían estableciendo criterios de determinación del riesgo permitido, de manera tal que si la
persona jurídica incorporó programas de prevención adecuados, el riesgo de que, pese a todo, se pueda
cometer un delito en el marco de su actuación, se convierte en un riesgo tolerado, pues, de lo contrario, lo que
habría que proceder es a suprimir la actividad de la persona jurídica, lo que evidentemente paralizaría la
dinámica de la economía y la sociedad moderna”, (García Cavero, “Esbozo de un modelo de atribución de
responsabilidad penal de las personas jurídicas”, p. 69).
282
entidad1186. Su contenido concreto debe estimarse variable de acuerdo al área de actividad
en que se desenvuelva la persona jurídica1187.
Los elementos considerados en el art. 4º son los siguientes:
a) La designación de un encargado de prevención dotado de autonomía. Esta
exigencia de autonomía no rige respecto de empresas pequeñas, es decir, personas jurídicas
cuyos ingresos anuales no excedan de cien mil unidades de fomento, en cuyo caso el dueño,
el socio o el accionista controlador pueden asumir personalmente las tareas del encargado
de prevención (Art. 4°, 1. b).
b) La provisión de los medios y facultades suficientes para el desempeño de sus
funciones, entre los que deben considerarse a lo menos:
1. Los recursos y medios materiales necesarios, en consideración al tamaño y
capacidad económica de la persona jurídica.
2. Acceso directo a la administración para informar oportunamente por un medio
idóneo, de las medidas y planes implementados en el cumplimiento de su cometido y para
rendir cuenta de su gestión y reportar a lo menos semestralmente.
c) El establecimiento de un sistema de prevención de delitos, que debe ponerse en
conocimiento de todos los trabajadores y colaboradores1188 y contemplar a lo menos:
1. La identificación de las actividades o procesos de la entidad en cuyo contexto se
genere o incremente el riesgo de comisión de los delitos del art. 1° de la ley.
2. El establecimiento de protocolos, reglas y procedimientos específicos que
permitan a quienes intervengan en tales actividades o procesos programar y ejecutar sus
tareas o labores de una manera que prevenga la comisión de delitos.
3. La identificación de los procedimientos de administración y auditoría de los
recursos financieros que permitan a la entidad prevenir su utilización en delitos.
4. La existencia de sanciones internas, así como de procedimientos de denuncia o
persecución de responsabilidades pecuniarias en contra de las personas que incumplan el
sistema de prevención de delitos.
1186
Artaza, “Sistemas de prevención de delitos o programas de cumplimiento. Breve descripción de las reglas
técnicas de gestión del riesgo empresarial y su utilidad en sede jurídico penal”, en Polít. crim. Vol. 8, Nº 16,
(Diciembre 2013), Art. 6, p. 548.
1187
Artaza, “Sistemas de prevención de delitos o programas de cumplimiento. Breve descripción de las reglas
técnicas de gestión del riesgo empresarial y su utilidad en sede jurídico penal”, p. 550.
1188
En tal sentido, Hernández afirma que: “Los elementos del sistema (obligaciones, prohibiciones, sanciones,
etc.) deben incorporarse en los reglamentos que la persona jurídica dicte al efecto y comunicarse a todos los
trabajadores, además de ser incorporada expresamente en los respectivos contratos de trabajo y de prestación
de servicios de todos los trabajadores, empleados y prestadores de servicios de la persona jurídica, incluidos
los máximos ejecutivos de la misma” (Hernández, “La introducción de la responsabilidad…”, p. 228).
283
Bajo la ambigua etiqueta “Responsabilidad penal autónoma de la persona jurídica”
el art. 5 de la ley regula lo que sucede con la responsabilidad de la entidad ante la
ocurrencia de ciertos supuestos de caracter procesal, que afecten la responsabilidad del
agente individual, declarando la ley ante tales escenarios la subsistencia de la
responsabilidad penal de la persona jurídica, frente a casos de extinción de la
responsabilidad individual del agente que cometiere el delito (por su muerte o por
prescripción de la acción penal); sobreseimiento temporal decretado sobre dichas personas
naturales en virtud de ciertas causales ( rebeldía y enajenación mental sobreviniente luego
de haber cometido el delito); o cuando habiéndose acreditado la existencia de alguno de los
delitos del art. 1° y concurriendo los demás requisitos previstos en el art. 3°, no haya sido
posible establecer la participación de él o los responsables individuales, siempre y cuando
en el proceso respectivo se demostrare fehacientemente que el delito debió necesariamente
ser cometido dentro del ámbito de funciones y atribuciones propias de las personas
señaladas en el inciso primero del art. 3°. En cualquiera de dichas hipótesis si bien no se
puede perseguir la responsabilidad de la persona natural que cometió el delito, ello no
obstará a la persecución de la responsabilidad criminal de la persona jurídica.
284
ello se señalan posteriormente dentro del apartado de las reglas de individualización
judicial de la pena.
a. Penas principales
Las penas principales, son las indicadas en el art. 8 numerales 1 a 4:
285
a.2. Prohibición temporal o perpetua de celebrar actos y contratos con los organismos
del Estado
Para determinar esta pena, el tribunal debe ceñirse a la siguiente escala: 1)
Prohibición perpetua de celebrar actos y contratos con los organismos del Estado. 2)
Prohibición temporal de celebrar actos y contratos con los organismos del Estado. Su
duración se graduará del siguiente modo: a) En su grado mínimo: de dos a tres años. B) En
su grado medio: de tres años y un día a cuatro años. C) En su grado máximo: de cuatro años
y un día a cinco años. La prohibición rige a contar de la fecha en que la resolución se
encuentre ejecutoriada. El tribunal debe comunicar tal circunstancia a la Dirección de
Compras y Contratación Pública. Dicha Dirección debe mantener un registro actualizado de
las personas jurídicas a las que se les haya impuesto esta pena (art. 10 incisos 2° y 3°).
b. Penas accesorias
Las penas accesorias se encuentran en el art. 13 y son las siguientes:
b.1. Publicación de un extracto de la parte resolutiva de la sentencia condenatoria en
el Diario Oficial u otro diario de circulación nacional
La persona jurídica sancionada debe asumir los costos de esa publicación (inc. 2°
del N°1 del art. 13).
b.2. Comiso
El producto del delito y demás bienes, efectos, objetos, documentos e instrumentos
del mismo deben ser decomisados (art. 13 N° 2).
b.3. Depósito del entero en arcas fiscales de una cantidad equivalente a la inversión
realizada
En los casos que el delito cometido suponga la inversión de recursos de la persona
jurídica superiores a los ingresos que ella genera, se impone como pena accesoria el entero
en arcas fiscales de una cantidad equivalente a la inversión realizada (art. 13 N° 3).
287
b) Pérdida de beneficios fiscales en su grado mínimo a medio o prohibición absoluta
de recepción de los mismos de dos a tres años.
c) Multa en su grado mínimo a medio.
En estos casos siempre se aplican como accesorias las penas mencionadas en el art.
13.
288
En una tendencia ya presente en otras áreas del Derecho penal nacional1189, el
legislador establece criterios de mayor concreción para la fijación de la pena exacta que
deberá imponer el tribunal en caso de arribar a condena, los que van más allá de aquellos
establecidos en la regla del art. 69 del Cp.
De acuerdo con lo dispuesto en el art. 17 de la ley, para regular la cuantía y
naturaleza de las penas a imponer, el tribunal debe atender, dejando constancia
pormenorizada de sus razonamientos en su fallo, a los siguientes criterios:
1) Los montos de dinero involucrados en la comisión del delito.
2) El tamaño y la naturaleza de la persona jurídica.
3) La capacidad económica de la persona jurídica.
4) El grado de sujeción y cumplimiento de la normativa legal y reglamentaria y de
las reglas técnicas de obligatoria observancia en el ejercicio de su giro o actividad habitual.
5) La extensión del mal causado por el delito.
6) La gravedad de las consecuencias sociales y económicas o, en su caso, los daños
serios que pudiere causar a la comunidad la imposición de la pena, cuando se trate de
empresas del Estado o de empresas que presten un servicio de utilidad pública.
16. Aplicación de las penas impuestas a la persona jurídica en hipótesis en que esta
experimente transformaciones
Conforme a lo establecido en el art. 18 de la ley, en el caso de transformación,
fusión, absorción, división o disolución de común acuerdo o voluntaria de la persona
jurídica responsable de uno o más de los delitos a que se refiere el art. 1°, su
responsabilidad derivada de los delitos cometidos con anterioridad a la ocurrencia de
alguno de dichos actos se transmite a la o las personas jurídicas resultantes de los mismos,
si las hubiere, de acuerdo a las reglas siguientes, todo ello sin perjuicio de los derechos de
terceros de buena fe. Al respecto se establecen las siguientes reglas:
1) Si se impone la pena de multa, en los casos de transformación, fusión o absorción
de una persona jurídica, la persona jurídica resultante debe responder por el total de la
cuantía. En el caso de división, las personas jurídicas resultantes son solidariamente
responsables del pago de la misma.
2) En los casos de disolución de común acuerdo de una persona jurídica con fines de
lucro, la multa se transmite a los socios y partícipes en el capital, quienes responden hasta
el límite del valor de la cuota de liquidación que se les hubiere asignado.
3) Si se trata de cualquiera otra pena, el juez debe valorarla, atendiendo a las
finalidades que en cada caso se persiguen, su conveniencia. Para adoptar esta decisión debe
atender sobre todo a la continuidad sustancial de los medios materiales y humanos y a la
actividad desarrollada.
1189
Véase, por ejemplo, el hito que representa en dicho sentido la ley 20.084 sobre responsabilidad penal
adolescente.
289
4) Desde que se hubiere solicitado la audiencia de formalización de la investigación
en contra de una persona jurídica sin fines de lucro y hasta la sentencia absolutoria o
condenatoria y en tanto ésta no esté cumplida, no puede concederse la autorización del
inciso primero del art. 559 del CC.
290
CAPITULO XII
EVOLUCIÓN DEL TIPO PENAL, SU RELACIÓN CON LA ANTIJURIDICIDAD;
FUNCIONES DEL TIPO PENAL
Sumario: 1. Objetivos.— 2. Caso práctico.— 3. Evolución del tipo penal y su relación con la
antijuridicidad.— a. Escuela causalista (sistema de Liszt-Beling).— a.1. Tipo comprende sólo los elementos
objetivos.— a.2. El tipo es valorativamente neutro.— b. Escuela neokantiana (Fischer, Hegler, Mayer y
Mezger).— c. Teoría de los elementos negativos del tipo.— d. Escuela finalista (Welzel).— d.1. Relación
entre tipo y antijuridicidad en la escuela finalista.— d.2. Tipo subjetivo en la escuela finalista.— 3. Funciones
del tipo.— a) Función de motivación.— b) Función sistemática.— c) Función político-criminal o de
“garantía”.— d) Función dogmática del tipo.—
1. Objetivos
a. Conocer la evolución del tipo penal
b. Determinar la relación que existe entre el tipo penal y la antijuridicidad
c. Apreciar la distinción entre norma primaria prohibitiva o imperativa y norma permisiva y
ámbito en el que cada una de ellas opera.
d. Conocer y distinguir las funciones del tipo penal
2. Caso de introducción:
Blade Runner Pistorius fue arrestado luego de matar a su novia.
El atleta paraolímpico asegura que disparó por error contra su novia al
confundirla con un ladrón. La policía está realizando la investigación.
El atleta paraolímpico sudafricano Oscar Pistorius fue arrestado el jueves
después de matar por error a su novia, Reeva Steenkamp, en su residencia en Pretoria, al
confundirla con un ladrón, informó la prensa sudafricana. La policía Sarah Mcira afirmó
a la edición internet de un diario que la mujer recibió disparos en la cabeza y en un brazo,
y murió en la residencia. El atleta -llamado Blade Runner, por las láminas de fibra de
carbono que usa para correr- hizo historia el año pasado en Londres al convertirse en
el primer corredor amputado a participar en una edición de Juegos Olímpicos, además de
ganar una medalla de oro en los relevos 4x100 en los Juegos Paraolímpicos. Un portavoz
de la policía confirmó el hecho, que se produjo hacia las 4H00 de la mañana (02h00
GMT) pero rehusó confirmar la identidad del homicida: "Un hombre de 26 años fue
encarcelado por haber matado aparentemente a una mujer", declaró el portavoz Katlego
Mogale, y añadió que el hombre comparecerá este mismo jueves ante un tribunal de
Pretoria. Las primeras indicaciones dan a entender que la persona muerta era la novia del
acusado, añadió. Pistorius había nacido sin peronés y fue sometido a una operación
para amputarlo por debajo de las rodillas a la edad de 11 meses. Pistorius aprendió a
caminar con prótesis, y siempre quiso desde su infancia medirse con deportistas válidos.
Se decidió por el atletismo a los 16 años, tras haber quedado lesionado en una rodilla
jugando al rugby.
3. Evolución del tipo penal y su relación con la antijuridicidad
291
El tema responde a la pregunta: ¿El tipo penal es ratio cognoscendi (indiciario) o
ratio essendi (la esencia) de la antijuridicidad?
La pregunta apunta a determinar si el tipo penal es meramente descriptivo o
involucra una valoración (elementos normativos del tipo) en torno al injusto del hecho y se
responde de distinta manera según la escuela dogmática.
1190
Cury, Derecho penal..., pp. 277-278.
1191
Cury, Derecho penal..., p. 278.
1192
Jescheck y Weigeng, Tratado de DP, p. 262.
1193
Roxin, Derecho penal..., p. 279.
292
antijuridicidad o contradictoriedad de la conducta con el Derecho. En tal sentido, el tipo
sería el objeto valorado, y la antijuridicidad la valoración del tipo1194.
En este sistema la frontera entre la tipicidad y la antijuridicidad se encuentra
nítidamente trazada. El tipo no encierra ningún juicio de valor porque la verificación de la
tipicidad no implica la de la antijuridicidad.
1194
Roxin, Derecho penal..., p. 279.
1195
Mir Puig, Derecho penal..., p. 161.
1196
Mayer, Derecho penal, Parte General, Editorial B de F, 2007, p. 228.
1197
Roxin, Derecho penal..., p. 281
293
Los tipos anormales o excepcionales, son aquellos que tienen elementos
valorativos, los cuales son cuerpos extraños al tipo y que se encuentran ubicados en la
descripción por que el legislador lo decidió, pero que naturalmente pertenecen a la teoría de
la antijuridicidad. El juez debe realizar una valoración respecto de los elementos
normativos del tipo, como sucede por ejemplo, respecto del concepto de cosa mueble, el
cual se encuentra definido en una norma legal; el concepto de ajeno, se encuentra
determinado por las normas respecto del modo de adquirir el dominio, etc.
Por lo tanto, en cuanto a la relación entre el tipo y la antijuridicidad, Mayer
sostiene que la tipicidad es indiciaria de la antijuridicidad. Frente a la realización de una
conducta que objetivamente satisface un tipo, lo más probable es que termine siendo
antijurídica, a menos que concurra una causal de justificación (tipo justificado). “si hay
humo, presumo que hay fuego”.
La tipicidad es ratio cognocendi de la antijuridicidad, esto es la razón que permite
presumir la antijuridicidad.
1198
Mayer, Derecho penal..., p. 231.
1199
Mayer, Derecho penal..., p. 231.
294
sucede es que en estos casos el dolo se comporta excepcionalmente como elemento del
tipo.
1200
Roxin, Derecho penal..., p. 282.
1201
Mezger, Derecho penal..., p. 145.
1202
Roxin, Derecho penal..., p. 283.
1203
Roxin, Derecho penal..., p. 284.
1204
Mir Puig, Derecho penal..., p. 163.
1205
Roxin, Derecho penal..., p. 284.
295
conocimiento de los elementos del tipo, más la voluntad de realización del objetivo, pero no
comprende la conciencia de ilicitud, por lo tanto, si existe un error ante la creencia de que
se actúa amparado en una causal de justificación que en realidad no concurre, o que no
existe, o cuyos efectos se han extendido más allá de los casos señalados en la ley habría
para la teoría finalista un error de prohibición que excluye, siguiendo a la teoría extrema de
la culpabilidad, la culpabilidad, si es inevitable, y que puede atenuar la responsabilidad de
ser evitable2. En cambio para la teoría de las causales de justificación como elementos
negativos del tipo, habría un error de tipo, que de ser vencible excluye el dolo pero subsiste
la culpa, y de ser invencible excluye el dolo y la culpa.
Como se aprecia, esta concepción conduce a un sistema bipartito del delito que
distingue entre tipicidad y culpabilidad. La tipicidad que pasa a ser la esencia de la
antijuridicidad o ratio essendi, porque desaparece la frontera entre la tipicidad y la
antijuridicidad1206.
La norma permisiva que subyace a las causales de justificación, tiene una
existencia dependiente de la norma prohibitiva o prescriptiva o norma primaria que
subyace al tipo penal de acción o de omisión.
Esta teoría se critica porque tipo y antijuridicidad tienen distintas funciones
político-criminales. En efecto, el tipo penal da cuenta del merecimiento de pena por la
realización de un hecho que ha sido previamente seleccionado por el legislador por su
especial gravedad, en defensa de un determinado bien jurídico y, por lo tanto, debe estar
claramente descrito en el tipo penal para cumplir con las exigencias del principio de
legalidad. La antijuridicidad en cambio, implica la resolución de conflictos contrapuestos
en base a principios de orden social (principio de ponderación de bienes, de autoprotección,
etc.) susceptible de realizarse en todos o en la mayoría de los tipos penales. Por ello, la
antijuridicidad realiza un análisis concreto de la dañosidad social del suceso, por lo que no
se refiere específicamente a la clase de delito. Además, parte de la doctrina sostiene que
2
Las teorías de los efectos del error de prohibición son: la tradicional, teoría extrema del dolo, teoría limitada
el dolo, teoría extrema de la culpabilidad, teoría limitada de la culpabilidad. Según Cury, la ley adopta el
criterio de la teoría extrema de la culpabilidad, por cuanto según lo dispuesto en el art. 11 N° 1 del CP, si
alguien a causa de un error evitable, cree hallarse en alguna de las situaciones que justificarían su conducta
con arreglo a los preceptos respectivos del art. 10, no quedará exento de responsabilidad por falta de alguno
de los requisitos para ello. Y en tal evento, la ley no dispone el castigo a título de culpa, sino que solo concede
una atenuación de la pena que corresponda al delito doloso de que se trate. Por lo tanto como la conducta del
que obra en error de prohibición inevitable es antijurídica y sólo se la excusa a causa de que en el caso
concreto no es posible extender al autor el juicio de desvalor que recae sobre el acto, son punibles aquellos
coautores y participes en quienes concurre la conciencia de la ilicitud. Según la teoría extrema de la
culpabilidad, consecuencia de la teoría final de la acción, el dolo es un concepto libre de valoraciones que se
ubica en la parte subjetiva del tipo, en tanto que la posibilidad de conocer lo injusto pertenece, como elemento
autónomo, a la culpabilidad. Por ende, el error de prohibición y el consiguiente desconocimiento de la
antijuridicidad no pueden influir sobre el dolo, puesto que este existe o no con independencia de aquél. Por lo
tanto, un error de prohibición inevitable (excusable) no puede afectar al dolo, pero determina la desaparición
de la culpabilidad. Por otra parte como la culpabilidad se satisface con un conocimiento potencial de la
injusto, el error de prohibición evitable (inexcusable) no excluye la responsabilidad y el sujeto será castigado
a título correspondiente doloso o culposo, según se haya establecido, con antelación, en la esfera de la
tipicidad; con todo en ciertos casos procederá una atenuación de la pena, en consideración a la medida en que
el error, no obstante su excusabilidad, se ha debido a anormalidades en la motivación del agente (Cury,
Derecho penal..., T. II, p. 75).
1206
Roxin, Derecho penal..., p. 284.
296
podrían concurrir causales de justificación extrapenales, cuestión imposible de sostener
respecto de los tipos, en virtud del principio de legalidad1207.
1207
Roxin, Derecho penal..., pp. 286-289.
1208
Welzel, DP alemán, Editorial jurídica de Chile, 2002, p. 60.
1209
Welzel, DP alemán, pp. 58-59.
297
una norma permisiva, que es la causal de justificación de la legítima defensa, que permite a
Pedro realizar la conducta típica de dar muerte a Juan.
Con la realización del tipo penal se infringe una norma jurídica específica. En
cambio con la antijuridicidad se infringe, además de una norma jurídica específica, el
ordenamiento jurídico en su conjunto.
Para actuar típicamente el autor debe realizar tanto la parte objetiva como la parte
subjetiva del tipo penal, con ello el autor ha infringido la norma prohibitiva, lo cual es un
indicio de antijuridicidad o ratio cognscendi. Para el juez, el tipo tiene carácter indiciario,
no tiene que salir a buscar elementos negativos del tipo, le basta con constatar que no
concurren causales de justificación. Por lo tanto, para Welzel el tipo es valorativamente
neutro, y autónomo e independiente del juicio de antijuridicidad. Sin embargo, desde otro
punto de vista, el tipo no es para nada neutro, ya que, al seleccionarse lo tipos penales, se
eligen las conductas más intolerables para la convivencia social.
La antijuridicidad es la contradicción de la realización del tipo con el
ordenamiento en su conjunto. En las causales de justificación subyacen normas permisivas
que justifican en determinadas condiciones la realización del tipo. Estas normas permisivas
son independientes de las normas prohibitivas.
La frontera entre la tipicidad y la antijuridicidad es nítida.
Con estos planteamientos toma fuerza en el injusto la consideración del desvalor
del acto.
Se critica al finalismo porque pareciera que con la neutralidad del tipo, es lo
mismo una conducta típica que una atípica.
1210
Welzel, DP alemán, pp. 39 y ss.
1211
Welzel, DP alemán, pp. 77 y 78.
298
El dolo de la voluntad de la acción que se dirige inmediatamente en contra del
mandato de la norma es el núcleo central del injusto personal del delito de acción1212. El
dolo así considerado, es un dolo avalorado porque no incluye la conciencia de la ilicitud, la
cual permanece en el ámbito de la culpabilidad.
Dicha diferenciación permitió dar un tratamiento adecuado a la teoría del error,
prescindiendo así la dogmática penal de las anticuadas categorías civilistas y pasando ahora
a distinguir entre error de tipo y error de prohibición. Si el error se produce respecto del
conocimiento de algunos de los elementos del tipo objetivo, el error será de tipo, mientras
que si el error recae sobre la antijuridicidad de la conducta del sujeto activo, el error será de
prohibición. La importancia radica en que si el error es invencible o inevitable, el error de
tipo dará lugar a la exclusión del tipo, mientras que el error de prohibición conlleva la
exclusión de la culpabilidad. En cambio, si el error es evitable o vencible, el error de tipo da
lugar a un delito imprudente y si el error es de prohibición éste conllevará únicamente una
atenuación de la responsabilidad penal.
Si bien la idea de que existen ciertas estructuras lógico-objetivas de carácter
ontológico no logró imponerse, la estructura finalista que ubica al dolo y la culpa en el tipo
subjetivo se conserva en la actualidad aunque por razones distintas a las sostenidas por
Welzel. En tal sentido, hoy se afirma que los tipos penales de la parte especial contienen en
sí mismo las referencias al dolo o a la imprudencia. Así, por ejemplo, el tipo penal del art.
391 N° 2 del Cp., castiga al autor de un delito consumado y doloso de homicidio simple,
con lo cual se admite que el dolo forma parte del tipo y no de la culpabilidad.
1212
Welzel habla de injusto personal como una consecuencia de haber trasladado el dolo y la culpa al tipo
subjetivo, toda vez que con ello, el tipo pasa de ser objetivo a la imputación subjetiva sobre el sujeto en
particular, ya sea a título de dolo o de culpa.
299
• Elementos normativos
Tipo subjetivo
• Dolo
• Culpa
El tipo es ratio cognoscendi o indiciario de la antijuridicidad
Norma primaria: Norma permisiva es independiente de la
Prohibitiva: Delito de acción norma primaria
Imperativa: Delito de omisión
a. Función de motivación
Con la tipificación de una conducta, el legislador, mediante la selección de
determinados comportamientos humanos1213, pretende orientar o motivar a los ciudadanos
para que se abstengan de realizar conductas lesivas o peligrosas para ciertos bienes
jurídicos, a fin de lograr una convivencia pacífica1214. El Estado emite, a través de los tipos
penales, un determinado mensaje preceptivo a los destinatarios de la norma o eventuales
sujeto activos, para evitar la realización de determinados comportamientos penalmente
relevantes, en defensa de determinados bienes jurídico-penales, anunciando que en caso de
realizar el supuesto de hecho contenido en el precepto penal, reaccionará a través de una
pena1215.
b. Función sistemática
Señala los presupuestos o elementos que nos ayudan a determinar de qué tipo
penal se trata. Es decir, conforme al tipo sistemático, la conducta de matar a otro
corresponde al delito de homicidio y la de dañar una cosa ajena al delito de daños. Antes de
su introducción, se hablaba de acción, antijurídica, culpable y amenazada con una pena.
Beling en 1906 introduce la categoría de la “tipicidad”, para superar el carácter difuso de la
concepción de delito anterior, asignando una posición sistemática a elementos que antes no
tenían una posición fija en la teoría del delito, tales como el resultado, la causalidad, el
objeto material, etc.,1216.
1213
Muñoz Conde y García Arán, Derecho penal..., p. 252.
1214
Muñoz Conde y García Arán, Derecho penal..., p. 252.
1215
Al respecto ver Mir Puig, Derecho penal..., pp. 74-75.
1216
Roxin, Derecho penal..., p. 277
300
Consiste en que no hay delito sin descripción legal de la conducta prohibida u
ordenada por la norma penal1217 1218. El “tipo penal” (tatbestand) o “supuesto de hecho”
introducido por Beling, da cuenta de los elementos conjunto de características objetivas y
subjetivas que condicionan la aplicación de una pena. Sólo los comportamientos
subsumibles en el tipo penal pueden ser castigados con una pena1219. Conforme al principio
de legalidad, aquello en que el supuesto de hecho esencialmente consiste debe estar
debidamente descrito legalmente. En un “Derecho penal del hecho” y no “de autor”, la
conducta prohibida o materia de la prohibición debe estar claramente descrita en la ley, así
como la correspondiente pena. Tiene preeminencia la formulación típica en vez de la
referencia a las características personales del autor.
Conforme a la prohibición de analogía y de tipos abiertos, debe evitarse el arbitrio
del intérprete en la selección de las conductas que pueden ser castigadas.
1217
Roxin, Derecho penal..., p. 277
1218
Bacigalupo, Derecho penal..., p.221.
1219
Muñoz Conde y García Arán, Derecho penal..., p. 252.
1220
Roxin, Derecho penal..., pp. 277-279.
301
CAPÍTULO XIII
CLASIFICACIÓN DE LOS TIPOS PENALES
1. Introducción
Sin perjuicio de que varios de estos temas serán analizados con mayor profundidad
en el transcurso de éste y de los próximos capítulos, conviene comenzar por analizar la
forma en la cual el legislador configura los diversos tipos penales, tomando para ello en
cuenta la clasificación de los tipos penales, para efectos de claridad expositiva.
302
jurídico protegido separado espacial y temporalmente de la acción del autor1227. El
menoscabo del bien jurídico puede consistir, por lo tanto, en la lesión o daño efectivo o en
la puesta en peligro del mismo. Por ejemplo, la muerte del ofendido respecto del delito de
homicidio. Se entiende por resultado, la modificación del mundo exterior como
consecuencia de la conducta que lo produce.
1227
Roxin, Derecho penal..., p. 328.
1228
Mir Puig, Derecho penal..., p. 229.
1229
Roxin, Derecho penal..., p. 336.
1230
Barbero Santos, p. 492; Corcoy Bidasolo, “Límites...”, p. 43.
1231
Joshi Jubert, Los delitos de tráfico de drogas I, un estudio analítico del art. 368 del Código Penal, p. 42.
1232
Mir Puig, Derecho penal..., p. 231.
1233
Corcoy Bidasolo, Límites objetivos y subjetivos a la intervención penal en el control de riesgos, pp. 43-
44.
1234
Mir Puig, Derecho penal..., pp. 229-231.
1235
Politoff, Derecho penal..., T. I, p. 181.
303
objeto de tutela1236. Por su parte, los delitos de peligro abstracto son aquellos en los que el
legislador prohíbe ciertas conductas que considera portadoras de un peligro potencial, sin
que sea necesaria la verificación, en sede procesal, del riesgo que se pretende evitar. El
merecimiento de pena descansa en la peligrosidad general de la conducta típica para
determinados bienes jurídicos1237. La peligrosidad potencial ex ante de una conducta es la
ratio legis1238, sin que en el caso concreto se haga depender la punibilidad de la producción
real y verificable ex post de un peligro para el bien jurídico1239. Parte de la doctrina sostiene
que en los delitos de peligro abstracto la ley presume de derecho que la realización de la
conducta típica pone en peligro el bien jurídico. Por ello se señala que se trata de delitos
formales o de mera desobediencia o de lesión de un deber, los cuales serían un desliz del
legislador1240, por cuanto implicarían una presunción juris et de iure de la peligrosidad del
comportamiento. Con ellos, un número considerable de hechos no delictivos terminaría
incluido en el ámbito de lo delictivo, ya que se limitarían a castigar una conducta, aunque
ella, en concreto, carezca de toda probabilidad de lesión de un bien jurídico,
sancionándose, de este modo, la mera desobediencia e infringiéndose con ello el principio
nulla poena sine iniuria y la prohibición constitucional de presumir de derecho la
responsabilidad penal. Ello es refutado por Beristain, quien sostiene que en estos delitos, si
bien no se necesita que se verifique el peligro para que el delito se entienda consumado, se
requiere que se acredite la idoneidad de la conducta para provocar el peligro, aunque en
concreto no lo provoque1241. Las acciones u omisiones que se describen en la figura,
concretadas a veces en un resultado, son típicamente adecuadas para crear una situación
peligrosa1242. Como la ley prohíbe la ejecución de una conducta peligrosa, faltará, por lo
tanto, la tipicidad, cuando la que se realiza ha perdido ese significado porque fue orientada
con cuidado, esto es, orientando una expresión de voluntad de evitación manifestada
exteriormente. Para calificar una conducta como peligrosa, desde una perspectiva penal,
habrá que verificar la probabilidad de lesión en el caso concreto, esto es, habrá que realizar
una evaluación del riesgo potencial. La cuestión radicaría en determinar la concurrencia de
la peligrosidad normativa e intrínseca de la conducta y, por lo tanto, sí es admisible prueba
de descargo en el sentido de establecer con seguridad que, en ese caso concreto, la conducta
del sujeto activo no hubo ni pudo haber peligro alguno para el bien jurídico1243. Si se
admite la prueba de que en el caso concreto no se presenta el peligro de un bien jurídico,
entonces, no se infringe el principio de legalidad; de no ser así, comprendería en el tipo
conductas que no son materialmente antijurídicas, se infringiría el principio de legalidad o
se produciría un menoscabo de la seguridad jurídica1244. A ello Roxin contra argumenta
señalando que ello transformaría los delitos de peligro abstracto en delitos de peligro
concreto; sin embargo, ello no es así, por cuanto en los delitos de peligro concreto el
1236
Jescheck y Weigend, Tratado..., p. 283.
1237
Jescheck y Weigend, Tratado..., p. 283.
1238
Cerezo Mir, Obras completas, T. I, p. 495.
1239
Roxin, Derecho penal..., p. 336.
1240
Von Hippel, citado por Politoff y Matus, Lavado de dinero y tráfico ilícito de estupefacientes, Editorial
LexisNexis, Santiago, 1999, p. 18.
1241
Hernández, Las drogas Ilegales en el DP chileno, análisis crítico de dogmática y política criminal,
memoria de prueba, PUC., 1992, p. 133.
1242
Barbero Santos, Contribución al estudio de los delitos de peligro abstracto, en ADPCP, 1973, p. 489.
1243
Politoff, Derecho penal..., T. I, p. 182.
1244
Cerezo Mir, citado por Villamor Lucía, Delitos de peligro abstracto, una aproximación al DP del
enemigo, p. 2, documento disponible en internet, página: www.cienciaspenales.net.
304
peligro dice relación con un resultado separado de la conducta, el cual, por lo tanto, debe
ser apreciado ex post, en cambio, en los delitos de peligro abstracto el concepto de peligro
dice relación con un juicio de previsibilidad objetiva apreciada ex ante conforme al criterio
normativo del hombre medio puesto en el lugar del autor, en el momento del comienzo de
la conducta y teniendo en cuenta todas las circunstancias del caso concreto cognoscibles
por esa persona inteligente, más las conocidas por él y la experiencia común de la época
sobre los cursos causales o saber nomológico1245. El principio nulla poena sine iniuria o de
lesividad, exige acreditar que la conducta desplegada por el sujeto activo constituye ex
ante, un riesgo normativo conocido y controlable, típicamente relevante para el objeto de
tutela penal, para que concurra el desvalor del acto, conforme a la teoría de la imputación
objetiva1246. Así, hay que desplazar el análisis desde el desvalor del resultado, propio de los
delitos de lesión o de daño, hacia el desvalor de la conducta, exigible tanto en los delitos de
mera actividad como en los delitos de resultado. Por lo tanto, en aquellos casos en que no
concurra el requisito normativo de la creación de un determinado grado de riesgo para el
bien tutelado decae la tipicidad de la conducta y en consecuencia, no puede sostenerse que
los delitos de mera actividad sean tipos formales o de mera desobediencia. De esta forma,
la situación de peligro ex ante opera como límite a la actuación incriminadora del
legislador, ya que sólo en la medida en que se incriminen conductas con suficiente
peligrosidad normativa, en abstracto, se respetarán los postulados del Estado de Derecho,
en particular el principio de mínima intervención y ultima ratio del DP1247.
5. Delitos de un solo acto o de varios actos, delitos mixtos o con pluralidad de hipótesis
y de emprendimiento
De acuerdo con el número de conductas recogidas en el tipo, es posible
diferenciarlos en:
Delitos de un solo acto, que son aquellos que requieren una sola conducta en el
hecho, por ejemplo el delito de daños1250.
1245
Cerezo Mir, Obras completas, T. I, pp. 497-498.
1246
Mir Puig, Derecho penal..., p. 250; Torio López, Naturaleza y ámbito de la teoría de la imputación
objetiva, en ADPCP, 1986, pp. 33-48 y Luzón Peña, Curso de Derecho penal..., Editorial Universitas,
Madrid, 1996, p. 387.
1247
Corcoy Bidasolo, Límites objetivos y subjetivos a la intervención penal en el control de riesgos, p. 43.
1248
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 284.
1249
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 284.
1250
Roxin, Derecho penal..., p. 337.
305
Por su parte, los delitos de varios actos, son aquellos que requieren dos o más
conductas en el hecho, como sucede, por ejemplo, en el tipo de robo, el cual requiere para
su consumación de la realización por parte del sujeto activo, de varios actos. Así, al primer
acto (violencia o intimidación) ha de seguir una sustracción como segundo acto1251.
Los delitos mixtos, alternativos o con pluralidad de hipótesis son aquellos en los
que la ley prevé la posibilidad de aplicar a distintas conductas opcionales o alternativas una
misma conminación penal1252. Mediante la consignación de una misma pena se da una
unidad externa a varios supuestos cuya conexión se expresa gramaticalmente por la
conjunción “o”, como sucede, por ejemplo en el caso de los tipos de hurto del art. 447 del
Código Penal.
Los delitos de emprendimiento son aquellos en los cuales el autor participa una y
otra vez en una empresa criminal iniciada o no por él, en la cual cada participación es
punible por sí sola, pero, en atención al sentido de la ley, su reiteración no puede ser
sometida a las reglas concursales comunes, como sucede, por ejemplo, en el caso del delito
de tráfico ilícito de estupefacientes, por cuanto el hecho de que una misma persona compre,
venda, importe o distribuya a distintas personas sustancias prohibidas no supone la
realización de tantos delitos como personas intervienen, sino de una única empresa criminal
especialmente penada por la ley1253.
1251
Roxin, Derecho penal..., p. 337.
1252
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 285.
1253
Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal, parte general, p. 191-192.
1254
Cobo y Vives, Derecho penal..., p. 409.
1255
Cobo y Vives, Derecho penal..., p. 409.
306
Son delitos de acción, aquellos en que la ley prohíbe la realización de una conducta
que se estima nociva para un bien jurídico1256. Por ejemplo, el robo.
Por su parte, los delitos de omisión son aquellos en los cuales la ley ordena,
prescribe o exige actuar en determinado sentido que se estima beneficioso y se castiga el
no hacerlo1257. El delito consiste en desobedecer una norma preceptiva, en no realizar la
conducta esperada, lo cual implica desarrollar una conducta positiva que se realiza en lugar
de la ordenada, toda vez que quedarse quieto, es también una forma o modo de conducta.
Los delitos de omisión pueden ser delitos de omisión pura, que son aquellos que se
consuman por la no realización de la conducta típica ordenada y, a la que no es necesario
imputar resultado lesivo alguno1258. En esta clase de delitos no es parte del tipo la
producción de un resultado típico determinado, por lo que se trata de delitos de mera
actividad, como sucede en el caso de la omisión de socorro.
Los delitos de omisión impropia o de comisión por omisión, en cambio, son
aquellos que consisten en no impedir un resultado, pudiendo hacerlo y pese al deber de
garante que obligaba a actuar1259. La conducta que está descrita en la norma en forma de
acción, se entiende que puede cometerse también por omisión, y por ello se denominan
también de comisión por omisión. Como se aprecia son delitos de resultado1260.
Los delitos de omisión también se clasifican en omisión prevista como tal en la ley
y omisión no descrita expresamente por la redacción legal. En el primer grupo se contienen
tanto formas de omisión puras como de comisión por omisión. En el segundo grupo cabe
sólo la comisión por omisión, porque el asiento legal -indirecto- ha de buscarse en los tipos
de resultado, que se entienden realizados tanto por conducta positiva como por la no
evitación del resultado en ciertas condiciones.
Esta clasificación es importante porque tanto en los delitos de acción como en los de
omisión concurre una conducta positiva, que en el caso de la omisión, consiste en llevar a
cabo una conducta distinta en lugar de la esperada y, por lo tanto, la diferencia radica en el
plano normativo, en la clase y contenido de la norma jurídica infringida: si la norma
infringida prohíbe una conducta nociva, origina un delito de acción y si la norma infringida
preceptúa una conducta beneficiosa, origina un delito de omisión1261.
En Chile se cuestionan los delitos de comisión por omisión, porque conforme a lo
dispuesto en los incisos 7° y 8° del art. 19 N° 3 de la Constitución Política de la República,
los delitos deben estar expresamente descritos en la ley y por lo tanto, si se concluye que la
acción no abarca a la omisión se hace constitucionalmente discutible montar un delito de
omisión sobre una hipótesis de acción, ya que como decía Radbruch, en el plano
ontológico, entre el hacer y el no hacer, no puede haber ningún concepto que abarque
ambas cosas, lo que es, es, y no puede dejar de ser, y viceversa, así entre la acción y la
omisión no puede haber un concepto superior, ya que naturalmente acción y omisión son
1256
Mir Puig, Derecho penal... pp. 224-225.
1257
Ídem, pp. 224-225.
1258
Ídem, p. 225.
1259
Ídem, p. 225.
1260
Ídem, p. 225.
1261
Ídem, pp. 225-226.
307
conceptos antagónicos y deben ser tratados de manera diferente1262. No obstante lo anterior,
la inmensa mayoría de la doctrina y la jurisprudencia chilena, no han tenido problema
alguno para admitir la construcción de la comisión por omisión tomando como base las
conductas activas, toda vez que los tipos penales son formulaciones normativas de
atribución de responsabilidad penal y no meras descripción descripciones naturalísticas.
En España como la constitucionalidad, es decir, la compatibilidad de los delitos de
comisión por omisión con el principio de legalidad, no estaba totalmente fuera de duda, se
introdujo el art. 11 del Código Penal español1263, el cual ofrece cobertura legal a la
construcción doctrinal y jurisprudencial de la comisión por omisión, equiparado esta
categoría jurídica a los delitos de resultado, imponiéndoles la misma pena y determina las
fuentes de la posición de garante, atendiendo a la hoy en día superada teoría formal del
deber jurídico, que decide la posición de garante atendiendo a las fuentes formales de la
ley, el contrato y el actuar precedente, sin embargo, el sólo deber jurídico específico de
actuar no puede ser suficiente para afirmar la posición de garante que suponga equiparar la
omisión a la acción y por ello Mir Puig propone interpretar el precepto de manera tal que,
además de exigir el deber jurídico específico, se requiera la efectiva concurrencia de
equivalencia entre la acción y la omisión que empieza por exigir el propio art. 11 del
Código Penal español1264.
Por su parte, el Código Penal alemán en los parágrafos 13 y 49, consagra
expresamente la comisión por omisión, con una clara atenuación de la pena,
correspondiéndole a la doctrina concretar los supuestos en que el específico deber jurídico
de evitar el resultado (posición de garante) y la equivalencia de acción y omisión tienen
lugar. Pero la ley autoriza ya la posibilidad de que un tipo formulado positivamente se
realice por omisión.
NOTA: eventualmente poner excurso en letra chica con criterios de distinción tipos
calificados versus agravantes y consecuencias en orden de aplicación circunstancias
modificativas
1262
Roxin, Derecho penal..., p. 238.
1263
Bacigalupo, Derecho penal..., p. 534.
1264
Mir Puig, Derecho penal..., pp. 318-321.
1265
Cobo y Vives, Derecho penal..., p. 409.
1266
Muñoz Conde y García Arán, Derecho penal..., pp. 257-258.
1267
Muñoz Conde y García Arán, Derecho penal..., pp. 257-258.
308
9. Delitos comunes y delitos especiales
Atendiendo a la calidad de los sujetos activos los delitos pueden ser delitos comunes
o especiales.
Los delitos comunes son aquellos en que el sujeto activo puede ser cualquier
persona, lo que se expresa sucintamente con la fórmula “el que”1268, como sucede por
ejemplo en el caso del delito de homicidio.
Por su parte, los delitos especiales o de sujeto activo calificado, son aquellos en que
sólo pueden ser sujetos activos quienes reúnan determinadas condiciones que requiere la
ley, como sucede en el caso de los delitos en contra de la administración pública, en los que
la condición de autor se restringe a quienes posean la cualidad de “autoridad” o la de
“funcionario”, ambos términos definidos con carácter general por el legislador en el art.
241269.
A su vez, los delitos especiales pueden ser delitos especiales propios o impropios.
Los delitos especiales propios son aquellos que describen una conducta que sólo es
punible a título de autor si es realizada por ciertos sujetos, de modo que los demás que la
ejecuten no puedan ser autores ni de éste ni de ningún otro delito común que castigue para
ellos la misma conducta, como sucede, por ejemplo en el caso de la prevaricación del art.
446 del Código Penal español, ya que la sentencia injusta dictada por quien carece de la
condición de juez es impune en cuanto tal1270.
Por su parte, los delitos especiales impropios son aquellos en que el elemento
característico del autor solo opera agravando o privilegiando la pena y, por lo tanto,
guardan correspondencia con un delito común, del que puede ser autor el sujeto no
cualificado que realiza la acción, como ocurre, por ejemplo, con el vínculo de parentesco en
el parricidio y el infanticidio en Chile (arts. 390 y 394 del Código Penal) o con el delito de
malversación de caudales públicos por parte de autoridad o funcionario público (art. 432),
ya que, si el que realiza la sustracción no es autoridad o funcionario competente, cometerá
el delito común de hurto (art. 234)1271.
1268
Jescheck y Weigend, Tratado…, pp. 285-286.
1269
Ortiz de Urbina, “Delitos contra la administración pública”, en Silva Sánchez (Dir.), Lecciones de DP,
Parte Especial, Editorial Atelier, Barcelona, 2009, pp. 310-311.
1270
Mir Puig, Derecho penal..., p. 228.
1271
Ídem.
1272
Ídem, pp. 223-224.
309
que se produce el resultado, sin que éste determine la creación de una situación antijurídica
duradera, ya que la muerte, como estado naturalístico, no puede considerarse antijurídica
porque no puede ya ser removida por el hombre1273.
Son aquellos en los que la conducta típica supone el mantenimiento de una situación
antijurídica de cierta duración por la voluntad del autor, que se prolonga en el tiempo
mientras subsista la lesión del bien jurídico penalmente afectado1274. Dicho mantenimiento
sigue realizando el tipo, por lo que el delito se sigue consumando hasta que se abandona la
situación antijurídica1275.
Por su parte, los delitos de estado, son aquellos en los cuales, aunque crean también
un estado antijurídico duradero, la consumación cesa desde la aparición de éste, porque el
tipo sólo describe la producción del estado y no su mantenimiento, como sucede por
ejemplo, en el caso de la falsificación de documentos, arts. 390 y ss., matrimonios ilegales,
arts. 217 y ss.1276
Esta distinción importa siempre que la ley asigna efectos al momento de
consumación del delito (prescripción, deslinde de complicidad y encubrimiento, actualidad
de la legítima defensa, tiempo del delito) y en particular, por lo que se refiere a la
prescripción, ya que sólo en el delito permanente empieza a correr el plazo al cesar el
mantenimiento del estado antijurídico, a diferencia de lo que ocurre en los delitos de estado
(art. 132 del Código Penal español), en cambio, en la bigamia, delito de estado, el plazo de
la prescripción se computará a partir de la celebración del matrimonio ulterior, sin que deba
esperarse a que cese el estado antijurídico por él creado y representado por la subsistencia
del matrimonio bígamo1277.
1273
Mir Puig, Derecho penal..., p. 224.
1274
Mir Puig, Derecho penal..., p. 224; Jescheck y Weigend, Tratado..., pp. 766-767; Labatut, DP, T. I, p.165.
1275
Mir Puig, Derecho penal..., p. 224.
1276
Ídem.
1277
Ídem.
1278
Cury, Derecho penal..., p. .
1279
Cury, Derecho penal..., p. .
310
Los delitos de propia mano son aquellos que sólo pueden ser realizados mediante
una intervención corporal del autor en la ejecución del hecho típico (intervención de propia
mano), razón por la cual, no admiten autoría mediata, y ni siquiera la autoría directa
mediante instrumentalización de un tercero no doloso o en que se lo emplea como un puro
objeto. El ejemplo que se cita frecuentemente es el incesto del art. 375 del Código
Penal1280.
1280
Cury, Derecho penal..., p. .
311
CAPÍTULO XIV
EL TIPO DOLOSO DE ACCIÓN
Tema 1
EL TIPO OBJETIVO
1. Objetivos
a. Conocer los elementos del tipo objetivo
b. Determinar la importancia de la conducta típica en la estructura de la teoría del delito
c. Diferenciar la conducta típica como elemento objetivo descriptivo del tipo penal, de la
conducta como elemento del delito
d. Distinguir las estructuras básicas que se desprenden a nivel de tipo objetivo.
2. Caso de introducción:
Pedro es presentado como testigo en un juicio oral en lo penal y bajo juramento
miente ante el tribunal y por su testimonio falaz el acusado Juan termina condenado a una
pena de siete años de presidio mayor en su grado mínimo.
Diego conduce su vehículo en estado de ebriedad y a exceso de velocidad por una
carretera interior de la sexta Región. Sube una loma y al bajar de la misma atropella a
Manuel quien harto de su vida y de sus problemas sentimentales, se encontraba acostado
en la mitad de la carretera a la espera de que alguien lo atropellara y pusiera fin a su dura
agonía.
1281
Roxin, Derecho penal..., p. 303.
1282
Mir Puig, Derecho penal..., p. 240.
312
De esta manera, el tipo se encuentra conformado tanto por elementos objetivos
como lo es la cosa ajena en el delito de hurto y por elementos subjetivos como lo es el
ánimo de apropiación en el mismo delito.
4. El tipo objetivo
Es el conjunto de elementos que describen la parte exterior de la conducta
típica1284. Ello define aquello que se encuentra prohibido por el legislador, toda vez que en
el ordenamiento jurídico penal, se pueden prohibir conductas, no resultados. Lo anterior es
suficiente en los llamados delitos de mera actividad, los cuales se consuman con la sola
realización completa de la conducta típica. Sin embargo, existen otros tipos penales que
requieren además, de la concurrencia de un resultado separado de la conducta y posterior a
ella1285. La distinción anterior es relevante, debido a que en esta última clase de tipos
penales, es necesario que concurra un vínculo de causalidad y la imputación objetiva del
resultado entre la conducta típica y el resultado lesivo para el bien penalmente tutelado.
Por lo tanto, la mera voluntad maliciosa no es castigada por sí misma, toda vez
que los pensamientos no son punibles, lo que el autor ha querido hacer debe aparecer
externamente a través de una conducta típica.
En el ámbito del tipo, atendiendo a la norma infringida, la conducta típica puede
aparecer como un delito de acción, en cuyo caso la norma infringida corresponde a una
norma prohibitiva, o como un delito de omisión, en cuyo caso la norma infringida dice
relación con una norma imperativa1286. Dicha distinción es importante, toda vez que los
requisitos del tipo objetivo en uno y otro caso son distintos. Así por ejemplo, en el caso de
los delitos de comisión por omisión, es necesario que concurra un elemento adicional,
consistente en la existencia de una posición de garante.
También en el ámbito del tipo penal distinguiremos entre el tipo tentado,
consumado y frustrado, clasificación que también adquiere relevancia en virtud de los
requisitos que deben concurrir en cada una de estas estructuras penales. Así, por ejemplo, el
delito tentado implica en el tipo objetivo, que el sujeto activo de principio a la ejecución del
crimen o simple delito por hechos directo y que la conducta típica no esté completa, es
decir, faltan uno o más actos para su complemento. En cambio en el tipo frustrado, se
requiere que el sujeto activo realice la conducta típica en su plenitud y que pese a que el
sujeto puso de su parte todo lo necesario para que el crimen o simple delito se consume,
esto no se verifique por causas independientes de su voluntad.
1283
Así, por ejemplo, aun cuando la imputación objetiva se analiza entre los elementos descriptivos del tipo,
deben considerarse los conocimientos especiales del autor, con los cuales cuenta al momento de llevar a cabo
la conducta típica.
1284
Stratenwert, Derecho penal..., p. 142; Mir Puig, Derecho penal..., p. 166; Frister Derecho penal..., p. 166.
1285
Mir Puig, Derecho penal..., p. 223.
1286
Ídem, p. 228.
313
Los elementos descriptivos son aquellos que el autor puede conocer y percibir a
través de sus sentidos; puede verlos, tocarlos u oírlos1287, porque reproducen determinados
datos o procesos corporales que son verificados de modo cognoscitivo. Así, por ejemplo,
sucede con una casa, un hombre, el día, la noche o con un animal.
Los elementos normativos en tanto, son aquellos que exigen un determinado juicio
de valor o compresión espiritual por parte del autor para ser captados1288. Dichos elementos
aluden a una realidad determinada por una norma jurídica o social. Ejemplos de esta clase
de elementos culturales o jurídicos, son las expresiones legales sin derecho (art.141); ajena
(art. 432); buenas costumbres, etc.
6. Elementos descriptivos
Entre los elementos descriptivos del tipo, partiremos examinando la conducta
típica, continuaremos con el resultado, para dar cuenta de aquellos tipos penales que lo
exigen para que el delito se encuentre consumado, seguiremos con el análisis del vínculo o
relación de causalidad y terminaremos con el análisis de la teoría de la imputación objetiva.
a. La conducta típica
Es el comportamiento descrito en algún tipo penal de la Parte Especial y, por lo
tanto, es la esencia de la parte descriptiva, porque comprende lo prohibido u ordenado por
el tipo penal, dependiendo de si se trata de un delito de acción u omisión.
En un Derecho penal de actos y en respeto por el principio de tipicidad, la
conducta típica no puede faltar en el tipo penal. Así el artículo 19 número 3 de la
Constitución Política de la República exige que la conducta este expresamente descrita.
La conducta típica es aludida al interior de cualquier tipo de la Parte Especial,
mediante un verbo rector, que ocupa el núcleo de la descripción. Así, por ejemplo, en los
delitos de hurto y robo el verbo rector es “apropiarse”, y en el homicidio “matar”, etc.
En los delitos de acción, la conducta únicamente puede llevarse a cabo de manera
activa como sucede en las lesiones graves (art. 397 del Cp.), cuyas formas verbales son
“herir, golpear o maltratar de obra a otro”. En los delitos de omisión propia, la conducta
sólo pueda llevarse a cabo mediante una omisión como acontece en el art. 494 N° 14 del
Cp., que sanciona el “no socorrer a otro”. En general, los tipos penales descritos sólo por
el resultado, pueden cometerse tanto por acción como por comisión por omisión. En estos
casos, el verbo rector es determinado interpretativamente, ya que detrás de la expresión “el
que mate a otro”, concurre tanto la conducta homicida activa como todas aquellas
conductas distintas de la que la ley en ciertos casos exige, para evitar la lesión del bien
jurídico vida.
Si bien para efectos de análisis dividiremos el estudio de la parte objetiva de la
conducta típica de su parte subjetiva, no se debe perder de vista que ambas partes deben
1287
Bacigalupo, Derecho penal..., p. 226
1288
Roxin, Derecho penal..., p. 306;
314
encajar en la parte objetiva y en la parte subjetiva del tipo penal de la parte especial para
que concurra una conducta típica.
Tal como hemos señalado, en los delitos de mera actividad sólo es necesario que
el sujeto activo lleva a cabo la conducta descrita en el tipo. En los delitos de resultado en
cambio, además de la conducta, el tipo penal describe un resultado, por lo que debe existir
un vínculo de causalidad y de imputación objetiva entre la conducta típica y el resultado
lesivo o peligroso.
2° Imputación objetiva
a. Imputación objetiva de la conducta
b. Imputación objetiva del resultado
Verbo rector
Es el núcleo de la descripción, define el comportamiento del sujeto activo para que
la conducta constituya delito, según cada una de las figuras penales de la Parte Especial.
Así, por ejemplo, en el delito de hurto, el verbo rector es “apropiarse” (art. 432 del Cp.) y
en el homicidio “Matar” (art. 391 del Cp).
Sujeto activo
Es la persona que realiza la conducta descrita en el tipo penal 1289; es el
protagonista del suceso, es el autor del hecho típico.
La mayoría de los delitos puede ser cometido por cualquier persona en calidad de
autor y es por eso que en la mayor parte de los delitos de la Parte Especial del Código
Penal, los tipos penales se refieren al sujeto activo con la expresión “el que”. Éstos son los
1289
Mir Puig, Derecho penal..., p. 219.
315
llamados delitos comunes1290, como lo es el delito de homicidio simple (art. 391 N° 2 del
Cp).
Sin embargo, hay ciertos delitos que requieren la concurrencia de ciertas y
determinadas características en el sujeto activo, como la calidad de funcionario público en
el delito de usurpación de atribuciones (art. 221 del Cp.), estos son los llamados delitos
especiales.
En los delitos especiales sólo puede ser autor, aquel en el cual concurre una
determinada calidad exigida expresamente en el tipo penal de que se trate1291. Esta clase de
delitos pueden ser pueden ser delitos especiales propios o impropios.
Los delitos especiales propios son aquellos en los cuales el elemento especial de la
autoría opera como fundamento de la pena. Un ejemplo de esta categoría es la
prevaricación judicial la que sólo puede ser cometida por el juez.
Los delitos especiales impropios son aquellos en los que el elemento característico
del autor sólo opera agravando o atenuando la pena. Un caso de esta clase de delitos es el
delito de parricidio en el que el vínculo de parentesco opera como elemento calificante del
delito base de homicidio simple.
La importancia de esta clasificación radica en la delimitación entre la autoría y
participación y en los problemas de comunicabilidad e incomunicabilidad
Sujeto pasivo
Es la persona sobre la cual recae dicha conducta típica1292. Es el titular o portador
del interés cuya ofensa constituye la esencia del delito1293. Es el titular del bien jurídico
penal, el afectado o la víctima de la conducta típica.
Cualquier tipo penal supone la presencia de sujetos que se encuentran en una
determinada relación recíproca: el sujeto activo es quien realiza el tipo y el sujeto pasivo es
en quien recae la actuación del sujeto activo, existiendo unas expectativas recíprocas entre
ellos1294.
Objeto material
Es la cosa o persona sobre la cual recae físicamente la conducta lesiva1295.
Debemos comenzar por diferenciar correctamente el objeto jurídico del objeto
material de la conducta típica. El primero se identifica con el concepto de bien jurídico u
objeto de tutela penal.
El objeto material a veces se identifica con el sujeto pasivo dependiendo de la
clase de delito1296. Por lo común, este elemento no aparece con mayor especificación en las
1290
Roxin, Derecho penal..., p. 337.
1291
Roxin, Derecho penal..., p. 338.
1292
Mir Puig, Derecho penal..., p. 219.
1293
Mir Puig, Derecho penal..., p. 224.
1294
García y García-Cervigón, Delito de lesiones, Tipos agravados y cualificados, p. 31.
1295
Mir Puig, Derecho penal..., p. 221.
316
descripciones legales, así en los delitos contra la propiedad por medios materiales, se suele
hablar de “cosa mueble ajena” (art. 432, en relación con el art. 446 del Cp.), y en los
delitos contra las personas, de “personas” o de “otro” en general (arts. 391 y 397 del Cp).
Excepcionalmente, aparece una descripción más próxima, como ocurre por
ejemplo en el delito de daños calificados, previsto en el art. 485 del Cp., en los cuales la
conducta recae sobre puentes, caminos, etc. En la falsificación de moneda prevista en el art.
166 del Cp., también ocurre lo mismo, toda vez que en este delito la conducta recae sobre
moneda de oro o plata. En la violación de correspondencia, descrita en el art. 146 del Cp.,
la conducta recae sobre cartas o papeles de otro.
Medios de comisión
La conducta es llevada a cabo por el sujeto activo a través de los medios de
comisión que son las formas, modalidades o procedimientos activos u omisivos a través de
los cuales el sujeto activo lleva a cabo la conducta típica.
En atención a la forma o modo de comisión, los delitos pueden ser delitos de forma
libre o vinculada.
Son delitos de forma vinculada, aquellos en que la clase de actividad a través de la
cual debe llevarse a cabo el tipo penal ha sido descrita por el legislador1297, como sucede,
por ejemplo, en el caso del delito de lesiones graves gravísimas (art. 397 del Cp.), en el cual
el tipo penal limita los medios de comisión a las formas activas herir, golpear o maltratar
de obra a otro.
Son delitos de forma o modo libre aquellos que pueden cometerse a través de
cualquier medio que cause o provoque el resultado exigido por el tipo penal 1298 y, por lo
tanto, pueden cometerse tanto por acción como por omisión. Así sucede, por ejemplo, en el
homicidio simple (art. 391 N° 2 del Cp.) se describe la conducta típica como “el que mate a
otro”, no indicando el legislador medios por los cuales debe llevarse a cabo la conducta
descrita en el tipo penal y, por ello puede ser cometido tanto por acción como por omisión
(comisión por omisión u omisión impropia)1299.
1296
Mir Puig, Derecho penal..., p. 221.
1297
Cobo y Vives, Derecho penal..., p. 409.
1298
Cobo y Vives, Derecho penal..., p. 409.
1299
Los delitos de omisión pueden ser de omisión propia o impropia. Según la doctrina nacional, los delitos de
omisión propia son aquellos en los cuales la forma omisiva se encuentra especialmente penada en los tipos
penales de la Parte Especial, como sucede, por ejemplo en el caso de la omisión de socorro, tipificada en el
art. 494 N° 14 del CP. En los delitos de omisión impropia o comisión por omisión, en cambio, la forma
omisiva se deduce de la no exigencia de algún medio comisivo en particular, como sucede en aquellos delitos
en los cuales el legislador se limita a exigir un cierto resultado, sin señalar medio alguno a través del cual
debe realizarse la conducta típica, como acontece en el homicidio simple tipificado en el art. 391 N° 2 del CP.
317
precisamente en dar muerte al fruto de la concepción, dentro de las 48 horas después del
parto (art. 394 del Cp).
El lugar de comisión cumple un papel de importancia en muchos delitos de la Parte
Especial1300. Así por ejemplo, el lugar de comisión tiene relevancia en los delitos en contra
de la propiedad por medios materiales como el delito de robo en lugar habitado o destinado
a la habitación (art. 440 del Cp).
b. El resultado
Es el efecto exterior de la conducta típica, diferenciable espacio-temporalmente de
la conducta típica1301, en el cual se concreta la lesión o puesta en peligro del bien jurídico
tutelado1302. No es un elemento de la conducta típica pero si es un elemento objetivo
descriptivo del tipo.
Se requiere en los delitos de resultado pero no en los de mera actividad como la
injuria o la violación de morada. Tampoco se requiere en el tipo tentado, ni menos en el
delito frustrado. Por lo tanto, la referencia de la conducta típica al resultado es
accidental1303.
Como dijimos, los delitos de resultado, son aquellos que requieren para su
consumación de la producción de un resultado, separado de la conducta que lo produce1304.
Según la intensidad del menoscabo para el bien jurídico, los delitos de resultado
pueden ser delitos de daño o de lesión, que son aquellos en que la ley describe una
conducta que trae consigo la efectiva destrucción o menoscabo de un bien jurídico1305. Por
lo tanto, en estos delitos el bien jurídico es conculcado, deteriorado, destruido, afectado o
dañado efectiva o materialmente. Así por ejemplo sucede en el caso del bien jurídico de la
vida en el homicidio.
En cambio, los delitos de peligro, son aquellos en que el legislador considera
suficiente para la incriminación la puesta en peligro del bien jurídico, es decir la
probabilidad de una lesión concreta al bien jurídico tutelado, el hecho sólo supone una
amenaza más o menos intensa para el objeto de la acción1306. En estos delitos el tipo se
satisface con la puesta en peligro del bien jurídico, el cual permanece incólume pero se
afecta su seguridad.
El peligro consiste en un estado desacostumbrado o anormal de la vida, en que
razonablemente, es probable que en una situación determinada, descrita en el tipo penal,
resulte dañado, en resumen, es una probabilidad normativa y no matemática de lesión del
bien jurídico penal1307. El peligro es normativo por cuanto sólo tiene relevancia cuando
1300
Cury, Derecho penal..., p. 291.
1301
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 294.
1302
Cury, Derecho penal..., p. 291.
1303
Ídem.
1304
Mir Puig, Derecho penal..., p. 221.
1305
Ídem, p. 229.
1306
Roxin, Derecho penal..., p. 336.
1307
Barbero Santos, Contribución al estudio de los delitos de peligro abstracto, en ADPCP, tomo XXVI,
Fasc. III, septiembre – diciembre, 1973, p. 492; Corcoy Bidasolo, “Límites...”, p. 43.
318
puede ser calificado como un riesgo, esto es, como un peligro potencial1308 o estadístico1309,
cognoscible y controlable1310.
Los delitos de peligro pueden ser delitos de peligro concreto y abstracto.
Los delitos de peligro concreto son aquellos en los cuales la ley requiere
expresamente la creación de una efectiva situación de peligro constatable ex post (resultado
de peligro)1311. Es decir, la efectiva sensibilización o conmoción del bien jurídico, se juzga
sobre la base de la experiencia común y permite concluir (ex post) que existió un curso
probable que conducía al resultado temido (el cual fue impedido por un factor con el cual
no era seguro contar)1312. De esta forma, si de acuerdo con la experiencia, era razonable y
normal confiar con el factor que impediría el resultado, quiere decir que no hubo un peligro
concreto1313. La realización del tipo presupone que el objeto de la acción se haya
encontrado realmente en peligro en el caso individual, o sea que, si no se produce el
resultado, sea sólo por casualidad1314. Ej.: el art. 318 del Cp., sanciona al que “pusiera en
peligro la salud pública por infracción a las reglas higiénicas o de salubridad,
debidamente publicadas por la autoridad, en tiempo de catástrofe, epidemia o contagio”;
los arts. 313 y 314 del Cp. sancionan la fabricación o expendio de sustancias peligrosas
para la salud. Todas estas hipótesis llevan implícita o explícitamente incorporada la
efectividad del peligro en la descripción legal, razón por la cual es posible sostener que en
esta clase de delitos el peligro del bien jurídico es un elemento del tipo; de modo que el
delito queda sólo consumado cuando se ha producido realmente el peligro para el objeto de
tutela1315. En estos casos la antijuridicidad del hecho punible viene dada por la prueba de la
existencia efectiva del peligro que la ley quiere evitar.
Por su parte, los delitos de peligro abstracto son aquellos en los que el legislador
prohíbe ciertas conductas que considera portadoras de un peligro potencial, sin que sea
necesaria la verificación, en sede procesal, del riesgo que se pretende evitar. El
merecimiento de pena descansa en la peligrosidad general de la conducta típica para
determinados bienes jurídicos1316. Son hipótesis en las que el legislador le basta con la
ejecución de una conducta a la cual ex ante se le reconoce eficacia para provocar, por lo
general, la efectiva lesión o puesta en peligro del bien jurídico. En los delitos de peligro
abstracto la peligrosidad potencial ex ante de una conducta es motivo para su penalización,
es la ratio legis1317, sin que en el caso concreto se haga depender la punibilidad de la
producción real y verificable ex post de un peligro para el bien jurídico1318.
Se discute en doctrina cual es la naturaleza de los delitos de peligro abstracto. Para
un sector de la dogmática se trata de delitos formales o de mera desobediencia o de lesión
1308
Joshi Jubert, Los delitos de tráfico de drogas I, un estudio analítico del artículo 368 del CP, p. 42.
1309
Mir Puig, Derecho penal..., p. 231.
1310
Corcoy Bidasolo, “Límites...”, pp. 43-44.
1311
Mir Puig, Derecho penal..., p. 233.
1312
Politoff, Derecho penal..., T. I, p. 181.
1313
Ídem.
1314
Roxin, Derecho penal..., p. 336
1315
Cerezo Mir, Obras completas, pp. 495 - 496
1316
Jesceck y Weigend, Derecho penal..., p. 283
1317
Cerezo Mir, Obras completas, p. 495.
1318
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 336.
319
de un deber, los cuales serían un desliz del legislador1319, por cuanto implicarían una
presunción juris et de iure de la peligrosidad del comportamiento. Con ellos, un número
considerable de hechos no delictivos terminaría incluido en el ámbito de lo delictivo1320, ya
que se limitarían a castigar una conducta, aunque ella, en concreto, carezca de toda
probabilidad de lesión de un bien jurídico, sancionándose, de este modo, la mera
desobediencia e infringiéndose con ello el principio nulla poena sine iniuria y la
prohibición constitucional de presumir de derecho la responsabilidad penal contemplada en
el art. 19 N° 3° de la Cpr.1321. Para este sector de la dogmática, el delito de tráfico de drogas
sería, en realidad, un delito de peligro concreto1322.
No obstante lo anterior, hoy en día variados autores refutan la idea de que los delitos
de peligro abstracto sean delitos formales o de mera desobediencia. Así, Hernández cita, en
su tesis de grado, la opinión de Beristaín, para quien en estos delitos, si bien no se necesita
que se verifique el peligro para que el delito se entienda consumado, sí requieren que, al
margen de la valoración legislativa, se acredite la idoneidad de la conducta para provocar
el peligro, aunque en concreto no lo provoque1323/1324. Como la ley prohíbe la ejecución de
una conducta peligrosa, faltará, por lo tanto, la tipicidad, cuando la que se realiza ha
perdido ese significado porque fue orientada con cuidado, esto es, orientando una expresión
de voluntad de evitación manifestada exteriormente1325. Para calificar una conducta como
peligrosa, desde una perspectiva penal, habrá que verificar la probabilidad de lesión en el
caso concreto, esto es, habrá que realizar una evaluación del riesgo potencial. Como se
aprecia, la cuestión radica en determinar la concurrencia de la peligrosidad normativa e
intrínseca de la conducta y, por lo tanto, sí es admisible prueba de descargo en el sentido de
establecer con seguridad que, en ese caso concreto, la conducta del sujeto activo no creo ni
pudo crear peligro alguno1326 para el bien jurídico. En el mismo sentido, se dice que si en
este tipo de delitos se admite la prueba de que en el caso concreto no se presenta el peligro
de un bien jurídico, entonces, no se infringe el principio de legalidad; de no ser así,
comprendería en el tipo conductas que no son materialmente antijurídicas, se infringiría el
principio de legalidad o se produciría un menoscabo de la seguridad jurídica1327. A ello
Roxin contra argumenta señalando que ello transformaría los delitos de peligro abstracto en
1319
Politoff y Matus, citan esta frase de Von Hippel (Politoff y Matus, (Coord.), Tratamiento penal del tráfico
ilícito de estupefacientes, Editorial LexisNexis, Santiago, 1998, p. 18).
1320
Politoff y Matus, citan en este sentido a Binding (Politoff y Matus, Tratamiento penal del tráfico ilícito de
estupefacientes, p. 18).
1321
Politoff, DP, T. I, p. 182.
1322
En tal sentido, Zaffaroni denuncia la inconstitucionalidad de los delitos de peligro abstracto señalando que
el análisis de los tipos penales en el ordenamiento vigente, y por imperativo constitucional, debe partir de la
premisa de que solo hay tipos de lesión y tipos de peligro, y que, en estos últimos, siempre debe haber
existido una situación de riesgo de lesión en el mundo real. Agrega que en el Derecho penal no se admiten
presunciones juris et de jure que, por definición, sirven para dar por cierto lo que es falso, o sea, para
considerar que hay ofensa cuando no la hay (Zaffaroni, Derecho penal..., pp. 491-492).
1323
Hernández Basualto, Las drogas Ilegales en el DP chileno, análisis crítico de dogmática y política
criminal, memoria de prueba, PUC., 1992, p. 133.
1324
Las acciones u omisiones que se describen en la figura, concretadas a veces en un resultado, son
típicamente adecuadas para crear una situación peligrosa (Barbero Santos, Contribución al estudio de los
delitos de peligro abstracto, p. 489).
1325
Cury, Derecho penal..., pp. 292 – 293.
1326
Politoff, Derecho penal…, T. I, p. 182.
1327
Cerezo Mir, citado por Villamor Lucía, Delitos de peligro abstracto, una aproximación al DP del
enemigo, disponible en www.cienciaspenales.net, p. 2.
320
delitos de peligro concreto1328; sin embargo, ello no es así, por cuanto en los delitos de
peligro concreto el peligro dice relación con un resultado separado de la conducta, el cual,
por lo tanto, debe ser apreciado ex post, en cambio, en los delitos de peligro abstracto el
concepto de peligro dice relación con un juicio de previsibilidad objetiva1329 y el baremo
conforme al cual debe medirse la previsibilidad objetiva del peligro para el bien tutelado
debe realizarse ex ante, por cuanto resulta evidente que si ex post el resultado no se produjo
es porque no concurrían las condiciones necesarias para ello y, por ello, la acción no era
peligrosa1330 1331. Además, el desvalor de la conducta se debe a la peligrosidad para el bien
jurídico que un espectador objetivo (el hombre medio) puede advertir en la conducta en el
momento de realizarse, ex ante1332 y teniendo en cuenta todas las circunstancias del caso
concreto cognoscibles por esa persona inteligente, más las conocidas por el autor1333. Así
las cosas, una autora sostiene que los delitos de peligro abstracto son aquellos en los cuales
efectivamente hay, ex ante, un peligro de que acontezca el daño (potencialidad del daño),
es decir delitos en los que el peligro a pesar de ser lejano para el bien jurídico, concurre,
razón por la cual, no son delitos de peligro presunto ni delitos de mera desobediencia o
formales1334.
Una excelente sentencia del Tribunal Supremo español, dictada con fecha 25 de marzo de 1993,
cuyo ponente es Conde Pumpido, sostiene que: “aunque esté jurisprudencialmente reconocido
que la figura del art. 344 constituye un tipo de peligro abstracto, no cabe confundir ese peligro
abstracto con un peligro presunto, pues ello vulneraría el esencial derecho constitucional a la
presunción de inocencia. El peligro ha de ser siempre una potencialidad de daño, por lo que el
peligro abstracto sólo quiere decir que en el momento de la consumación anticipada con que se
configura el tipo no están concretados o determinados -ni tienen por qué estarlo- los sujetos
cuyo bien jurídico de la salud puede verse afectados por el agotamiento de la acción, pero no
que pueda faltar la posibilidad remota del daño. Por ello, si en el caso concreto puede excluirse
que no hay peligro efectivo para la salud de otras personas, faltará el sustrato de antijuridicidad
del acto, por lo que no se da en él la adecuación al tipo, pues de otro modo, lo que aparece
construido por el Legislador como un delito de peligro abstracto pasaría a convertirse en una
figura de mera desobediencia, y, por ende, sin contenido material de antijuridicidad o, si se
1328
Politoff, Derecho penal..., T. I, pp. 182-183.
1329
Es objetiva porque depende de las circunstancias del caso concreto cognoscibles por esa persona
inteligente, más las conocidas por el autor (saber ontológico) y la experiencia común de la época sobre los
cursos causales (saber nomológico). No se trata de la mera impresión de la víctima, del autor o de un tercero.
(Cerezo Mir, Obras completas, T. I, p. 498).
1330
Villamor Lucía, citando a Rodríguez Devesa y Serrano Gómez, refiere que “la naturaleza peligrosa de la
acción no puede percibirse sino acudiendo a una consideración ex ante, porque el peligro existe en un juicio
de probabilidad cuyo objeto es comparar la situación concreta creada por la acción o la omisión del sujeto,
con aquello quod plerumque accidit. Un juicio de tal clase carece de sentido cuando se formula ex post. El
peligro pasado ya no es peligro, pues, presupuesto lo que realmente ha ocurrido, nunca “pudo” pasar otra cosa
que lo efectivamente ha sucedido” (Villamor, Delitos de peligro abstracto, una aproximación al DP del
enemigo, p.1).
1331
Zaffaroni rechaza lo que él denomina el recurso de entender por peligro abstracto el que sólo existió
juzgado ex ante y por peligro concreto, el que existió valorado ex post, por considerar que no es satisfactorio,
dado que en cierto sentido todo peligro es abstracto ex ante y concreto ex post. Por ello dice que todos los
peligros deben ser valorados ex ante, a condición de que no se trate de una pura imaginación sin sustento real
alguna o de una falta de tipo por inexistencia del bien jurídico (Zaffaroni, Derecho penal..., p. 492).
1332
Mir Puig, Derecho penal..., p. 171.
1333
En el mismo sentido, Cerezo Mir, Obras completas, p. 497. En el mismo sentido, Sola Reche, La
peligrosidad de la conducta como fundamento de lo injusto penal, en ADPCP, tomo XLVII, Fasc. I, enero-
abril, 1994, pp. 175 – 177.
1334
Joshi, Los delitos de tráfico de drogas I, un estudio analítico del artículo 368 del CP, p. 42.
321
quiere, con sólo un contenido de antijuridicidad subjetiva incompatible con el Derecho penal
post-constitucional. Y resulta evidente que el acto de compartir una dosis mínima de droga
entre personas ya drogodependientes, que vienen consumiendo tal droga y que continuarán
consumiéndola, no genera un riesgo perceptible para la salud de esas personas o, si lo genera, es
tan nimio que no resulta acreedor el reproche de antijuridicidad del tipo del art. 344, reproche
de antijuridicidad que ha contener, cuando menos, un riesgo o peligro apreciable para el bien
jurídico tutelado.
Por el contrario sería apreciable el peligro ínsito al tipo en los casos en que, ya por lo elevado
de las dosis de la droga compartida, ya por invitarse a compartir el consumo a un no iniciado o
no adicto, el acto específico encerrara un riesgo para la salud del consumidor o para su porvenir
como adicto. Y si desde el punto de vista de la antijuridicidad material, ésta no se puede
entender presente en aquella clase de conducta, tampoco puede afirmarse la existencia de una
culpabilidad acorde con la exigida para integrar los actos de tráfico punible, pues quien
comparte su pequeña porción de droga con un mínimo número de drogadictos de su entorno,
para realizar conjuntamente un acto comunitario de consumo, que para cada uno de ellos
individualmente considerado es impune, ni en puridad puede decirse que tenga un verdadero
propósito de difundir la droga, dado el reducido ámbito en el que el acto de compartir se
ejecuta, ni puede estimarse que sea consciente de estar realizando un acto de tráfico vedado de
drogas, ni, desde el punto de vista social, recibe el reproche que suele dirigirse a los verdaderos
traficantes, aunque lo sean en pequeña órbita. Por lo que, siendo la antijuridicidad fundamento
de la pena y la culpabilidad medida de la misma, la ausencia del verdadero contenido de
antijuridicidad del tipo del art. 344 en aquellas conductas, y el déficit de culpabilidad de quien
las realiza, debe trascender, por imperativo del principio de proporcionalidad, al área de su
punición.
Así lo han entendido las Sentencias de 2 de noviembre y 18 de diciembre de 1992, en base a la
insignificancia de la conducta, y ya, con más fuerte apoyo dogmático, la de 22 de febrero de
1993, la que, en resumen, viene a afirmar que no debe ser suficiente con la mera desobediencia
formal a la norma, sino que la adecuación de una acción al tipo del art. 344 C.P., requiere que
ésta reúna los elementos que la caracterizan como para el bien jurídico. Y para determinar los
supuestos en que tal inadecuación al tipo se produce, se acude a la corrección interpretativa de
excluir la tipicidad en aquellos casos de mínimas infracciones en que la acción en sí misma no
es apropiada para crear un peligro para el bien jurídico. Y esto ocurre en los casos en que está
descartada la difusión de la droga entre el público, no existe ni se exige contraprestación y el
partícipe consume la droga voluntariamente y en presencia del que la entrega. La adquisición de
la pequeña cantidad de heroína hecha por el acusado, drogadicto reconocido, con la intención
de consumirla él mismo e invitar a sus compañeros de adicción, Milagros y Juan Antonio, que
lo estaban esperando en el interior del vehículo a que se refiere el factum - espera que indica un
previo acuerdo, al menos tácito, y una voluntad común de compartir la droga para consumirla-,
es un comportamiento que cabe incluir en el supuesto que hemos examinado, sin que, en
consecuencia, pueda estimarse que encierre el elemento tendencial propio del tráfico de drogas
ni que excede de la materialidad de un autoconsumo compartido, que ni por la trascendencia y
peligro para la salud colectiva del acto específico, ni por el grado de reproche culpabilístico de
la acción se haga acreedor a la pena que a las conductas constitutivas de aquel tráfico señala el
art. 344 Cp.”.
1335
Corcoy Bidasolo, Límites objetivos y subjetivos a la intervención penal en el control de riesgos, p. 43.
322
c. Causalidad o nexo causal e imputación objetiva
Tanto la causalidad como la imputación objetiva merecen un estudio separado
(remisión al TEMA correspondiente).
Tipo penal
• Tipo objetivo
– Elementos descriptivos
• Conducta típica. Elementos:
– Verbo rector:
• La conducta típica es aludida mediante un verbo rector o núcleo de la descripción.
– Sujeto activo:
• Cualquiera (delitos comunes) o con ciertas características (especiales propios e
impropios)
– Sujeto pasivo:
• Titular del bien jurídico puesto en riesgo o lesionado
– Objeto material:
• Persona (sujeto pasivo) o cosa sobre la que recae físicamente la acción, distinto del
objeto o bien jurídico
– Medios comisivos:
• Formas, modalidades o procedimientos activos u omisivos a través de los cuales el
sujeto activo lleva a cabo la conducta típica
– Circunstancias de tiempo y lugar
• Resultado:
– Sólo en los delitos de resultado material, de daño o de lesión y en los delitos de peligro
concreto o abstracto. No se requiere en los delitos de mera actividad.
• Causalidad
– Método de la supresión metal hipotética
323
• Imputación objetiva
– Imputación objetiva de la conducta
– Imputación objetiva del resultado
– Elementos normativos
• Culturales
• Jurídicos
9. Esquema del tipo en atención a la exigencia del resultado para la consumación del
tipo
324
CAPITULO XIV
EL TIPO DOLOSO DE ACCIÓN
TEMA 2
EL TIPO OBJETIVO
CAUSALIDAD E IMPUTACIÓN OBJETIVA
1. Objetivos
a. Describir el significado de la tipicidad objetiva como exigencia del injusto.
b. Comprender la causalidad, sus teorías y su método
c. Conocer el ámbito de aplicación de la causalidad
d. Distinguir problemas de causalidad en casos problemáticos.
e. Comprender la importancia de la imputación objetiva en la dogmática actual
f. Conocer el plano en el que actúa la imputación objetiva
g. Distinguir la diferencia entre causalidad e imputación objetiva
h. Discernir los niveles de aplicación de la imputación objetiva
i. Diferenciar y aplicar sistemáticamente los criterios de exclusión de la tipicidad por falta
de imputación objetiva de la conducta típica y del resultado
325
2. Caso de introducción
“El conductor de un camión con acoplado, que iba a una velocidad de 26-27
km/h. en una calle de 6 mts. de ancho, sobrepasa a un ciclista sin respetar la distancia
mínima prudente (1/1,5 mts.), alcanzando una distancia de sólo 75 ctms. entre el acoplado
y el codo izquierdo del ciclista durante la maniobra de adelantamiento. El ciclista cae con
su cabeza bajo las ruedas traseras del lado derecho del acoplado, provocándose
inmediatamente su muerte. Se determina posteriormente que el ciclista conducía en estado
de ebriedad (1,96 alcohol/sangre). Según la declaración de un perito en el juicio, sería
probable que en un primer instante el ciclista no se percató del ruido del camión hasta que
estuvo cerca, asustándose en ese momento y reaccionando de modo imprevisto e
irracional, con un giro hacia la izquierda, conducta que sería típica en ciclistas muy
ebrios” (BGHSt. 11, 1; 09/1957).
3. Introducción
Una de las características más marcadas de la evolución de la dogmática penal,
consiste precisamente en la normativización de los elementos de la teoría del delito y, en
particular del tipo penal1336.
La escuela neokantiana, a partir de Mayer aceptó la existencia en el tipo de los elementos normativos,
dejando de ser concebido como una categoría valorativamente neutra. Mayer partía del carácter no
valorativo del tipo, la realización del tipo era un indicio de antijuridicidad, el tipo se relaciona con la
antijuridicidad como el humo con el fuego. El humo no es fuego, ni contiene fuego, pero permite
extraer la conclusión de que hay fuego salvo prueba en contrario. Según Mayer, el tipo es solo ratio
cognoscendi, un indicio denotador de antijuridicidad pero no es componente de ella. Para él, en
principio, los elementos del tipo son descriptivos, no contienen su valoración, la que sólo se produce en
la antijuridicidad. Según Mayer, los elementos normativos son “auténticos elementos de la
antijuridicidad. Puesto que una circunstancia que no señala la antijuridicidad, sino que la
fundamenta, que no es, por consiguiente, ratio cognoscendi sino ratio essendi, pertenece a la
antijuridicidad, es parte integrante de ésta1337. Pero esos elementos son impropios, porque la ley los
convierte en objeto del dolo. Los elementos normativos del tipo tienen, para Mayer, una doble
posición: aparecen como si estuvieran fijadas con un gancho a la tipicidad y con otro a la
antijuridicidad, tienen un doble carácter: son elementos normativos (y con ello inauténticos) de la
tipicidad y, a la vez, auténticos elementos de la antijuridicidad 1338. Para Mayer excepcionalmente los
tipos tienen elementos valorativos, los cuales son cuerpos extraños al tipo y que se encuentran
ubicados en la descripción porque el legislador lo decidió, pero naturalmente pertenecen a la teoría de
la antijuridicidad. Al admitir, de manera excepcional, elementos valorativos en la esfera del tipo penal,
se había abandonado la afirmación de la escuela positivista, consistente en que el tipo penal tenía un
carácter no valorativo1339. El descubrimiento de los elementos normativos del tipo se impuso
rápidamente, poniéndose de manifiesto que el número de los elementos normativos era mucho mayor
de lo que inicialmente se había supuesto. Así, la clasificación que Mayer hacía en tipos normales, que
eran aquellos que sólo contenían elementos descriptivos, y tipos anormales que, en cambio, eran
aquellos que contenían o integraban elementos normativos o subjetivos, perdió sentido, toda vez que
del solo recorrido por el CP resulta que, de seguir esta clasificación, los tipos anormales serían más que
1336
Cancio Meliá, Líneas básicas de la teoría de la imputación objetiva, Ediciones Jurídicas Cuyo, Mendoza,
2004, p. 22.
1337
Mayer, Derecho penal, Parte General, Editorial B de F, Buenos Aires, 2007, p. 231.
1338
Mayer, Derecho penal..., p. 228.
1339
Roxin, Derecho penal..., T. I, pp. 281-282
326
los tipos normales, por cuanto es frecuente que el legislador utilice elementos normativos para
describir la conducta típica. La evolución de la admisión de los elementos normativos llegó a su punto
culminante al probar Wolf que incluso elementos presuntamente descriptivos puros, como “hombre”
(ser humano) o “cosa” son normativos, al menos en sus ámbitos fronterizos, o sea, que requieren de
una valoración judicial orientada a la antijuridicidad, y, ello es correcto, ya que, por ejemplo, para
determinar desde cuándo el sujeto adquiere la calidad de ser humano es la ley la que entrega elementos
para determinar desde cuándo hay un ser humano 1340. El tipo aparece como una figura normativa, un
“inseparable entramado estructural donde se entrelazan elementos de valor y elementos del ser”. De
ello se deriva que ya no es posible sostener el carácter no valorativo del tipo. Mezger sostuvo que la
antijuridicidad consiste en un juicio impersonal y objetivo sobre la contradicción existente entre el
hecho y el ordenamiento jurídico en su conjunto, lo cual no excluye el hecho de que el DP a través del
tipo destaque o delimite un campo especial del injusto al cual asocia una pena. Mezger concibe el tipo
penal como tipo de injusto, que al describirlo adquiere una significación material, constituyendo el
fundamento del injusto, la ratio essendi. Cuando una conducta típica que se beneficia con una causa de
exclusión del injusto no viene a convertir en legítima una situación antijurídica, sino que la conducta
no es antijurídica desde un principio1341. Mezger, partiendo de una concepción imperativa monista de
las normas, niega autonomía a las normas permisivas. Las normas permisivas que subyacen a las
causales de justificación sólo tienen sentido en referencia a un mandato o a una prohibición, sólo hay
un permiso para hacer lo prohibido o lo ordenado, no hay un permiso independiente en sí mismo. Dice
que la división entre tipicidad y antijuridicidad es antinatural, porque el legislador incorpora en el tipo
todos los elementos de los cuales depende la ilicitud del delito. Por lo tanto, la tipicidad es un juicio
provisorio de ilicitud, el juicio definitivo depende de si concurre o no alguna causal de justificación.
Las causales de justificación están en la parte general sólo por razones de economía legislativa para no
repetirlas en cada tipo de la parte especial. Esta teoría desemboca en la teoría de las causales de
justificación como elementos negativos del tipo, para la cual el legislador describe en el tipo los
elementos en que se funda el injusto, esto es, los elementos descriptivos y, además, expresa que no
concurran los elementos de una causal de justificación. Así, las causales de justificación y los
elementos de hecho que las componen son elementos no expresados que forman parte del tipo, esto es,
elementos negativos del tipo. Cada tipo especial sólo adquiere sentido cuando se vinculan sus
elementos positivos y negativos en una unidad llamada tipo total. El tipo total de injusto contendría
todos los elementos de la antijuridicidad llenándose de valoraciones. Hoy tiene varios adeptos esta
teoría1342. Hay autores que la rechazan, pero aceptan sus efectos prácticos 1343. Esta teoría, que
experimentó un impulso decisivo por parte del pensamiento referido al valor del neokantismo, sigue
siendo dominante en un sector de la doctrina actual. Sin embargo, el reconocimiento de la
normatividad del tipo ha dado lugar a que se plantee la cuestión de si realmente puede mantenerse la
concepción del tipo como característica sistemática autónoma frente a la antijuridicidad 1344.
1340
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 282.
1341
Mezger, Derecho penal..., T. I, pp. 131-162.
1342
Así por ejemplo, Luzón Peña, Curso de Derecho penal..., pp. 329 y ss.; Berdugo Gómez de la Torre,
Curso de Derecho penal, parte general, Editorial Experiencia, Barcelona, 2004, pp. 21 y ss. etc.
1343
Mir Puig, Derecho penal..., pp. 158-159.
1344
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 283.
1345
Welzel sostiene que quedan fuera del concepto de injusto todas aquellas acciones que se mueven
funcionalmente dentro del orden históricamente constituido. Welzel propone llamar sintéticamente a estas
acciones “socialmente adecuadas”; la adecuación social es el significado social de un comportamiento de no
estar prohibido; por ello, este comportamiento tampoco puede constituir un injusto penal ; este, según Welzel,
só1o comienza una vez traspasada la adecuación social (Cancio Meliá, “La teoría de la adecuación social en
Welzel”, en ADPCP, 1993, pp. 698-699; Cancio Meliá, Líneas básicas de la teoría de la imputación objetiva,
p. 36; Feijóo Sánchez, Resultado lesivo e imprudencia. Estudio sobre los límites de la responsabilidad penal
327
imputación objetiva, ideada por Larenz y Mayer, a partir de la idea de acción e imputación
de la teoría filosófica hegeliana1346, tomada por Honing años más tarde1347 y desarrollada
por Roxin quien sentó las líneas básicas de la teoría en estudio, a través del llamado
principio de la creación de un riesgo jurídicamente relevante1348.
Roxin intentó, en los delitos imprudentes, establecer limitaciones político-criminales que evitaran
soluciones injustas, a través de filtros normativos de análisis ex post, que determinaran cuándo se debe
imputar resultados a una conducta descuidada. Pretendía, con una interpretación teleológica de los
tipos penales, limitar la imputación del resultado marcada por la causalidad. Plantea conseguir la
delimitación de infracciones del deber que fundamentan el tipo, dejando a fuera a aquellas que son
irrelevantes para el mismo. Su primera propuesta fue rechazada por la doctrina en Alemania y en
España. Roxin intentó resolver los problemas de las “conductas alternativas adecuadas a Derecho”,
aceptándola cuando es seguro que el resultado es consecuencia del riesgo permitido, incluso
rechazando la consideración de cursos lesivos hipotéticos. Pero cuando sólo se puede probar que
probable o posiblemente se hubiera producido también el resultado, Roxin propone la “teoría del
incremento del nesgo”, cuyo método consiste en comparar una hipotética conducta que observe el
riesgo permitido con la conducta realizada por el autor. Si la conducta del autor incrementa la
probabilidad de lesión con respecto a la hipotética permitida, la lesión del deber encaja en el tipo y, por
tanto, tendremos un tipo imprudente consumado. Si no se incrementa el riesgo no se puede imputar el
resultado. Es decir, en caso de duda sobre si el riesgo no permitido se ha realizado en el resultado, éste
se imputa, si se constata que el autor ha creado un riesgo no permitido. Se intenta morigerar las
consecuencias extremas exigiendo que el incremento sea importante, sustancial, considerable,
relevante, etc. Pero, ¿Qué nivel de riesgo es importante? En los supuestos de infracciones leves en
ámbitos muy reglados como el tráfico viario la “teoría del incremento del riesgo” convierte la
imputación del resultado en algo prácticamente automático. Además, ¿Cómo se determina la
probabilidad de lesión de la conducta hipotética adecuada a Derecho? ¿Cómo se mide la diferencia de
probabilidades entre la conducta defectuosa efectivamente realizada y la conducta hipotética adecuada
a Derecho? Esta teoría supone una interpretación desmedida de los tipos penales que no respeta el
límite literal posible de los preceptos de la parte especial. El que crea un riesgo no permitido “practica
todos los actos que objetivamente deberían producir el resultado”, pero no “mata” o no causa una
lesión o, por lo menos, no se prueba que mate o cause una lesión. Realiza una conducta que se puede
calificar como tentativa acabada, pero que no se sabe si se ha consumado como homicidio o lesiones.
Si la “tentativa imprudente” es impune, se debe respetar esa decisión del legislador. La impunidad no
justifica convertir toda tentativa dudosa de haberse consumado en un delito consumado, en el cual es
esencial constatar que el resultado es consecuencia de un riesgo no permitido. No se desvalora la
producción típica (mediante un riesgo típico) de un resultado, sino generar riesgos determinados
estadísticamente, con lo cual se incurre en la idea versarista de que no es posible diferenciar en una
conducta una parte permitida y otra prohibida, y por tanto el autor responde de todo lo que sea
consecuencia de su comportamiento antijurídico. La norma penal no protege a los bienes jurídicos
frente a todo tipo de riesgos. Ni siquiera aunque ciertos riesgos no desvalorados se creen mediante una
conducta antijurídica. De lege data la “teoría del incremento del riesgo” no respeta las exigencias
mínimas del principio de legalidad. Los tipos exigen causar un resultado por imprudencia. La creación
de un riesgo no permitido no es un elemento suficiente para sostener la presencia de un delito
consumado, aun cuando se aluda a razones político-criminales atendibles de lege ferenda. Los
ciudadanos tienen el deber de no crear o evitar riesgos no permitidos, pero para poder imputar ex post
el resultado e imponer una pena por un delito imprudente, el tipo exige que ese riesgo no permitido sea
precisamente el que explica el resultado sin lugar a dudas razonables. Para castigar la no prevención de
por imprudencia y el criterio del, “Fin de protección de la norma de cuidado”, Editorial Bosch, Barcelona,
2001, pp. 155-160 y Martínez Escamilla, Imputación objetiva del resultado, Editorial Edersa, Madrid, 1992,
pp. 22-30).
1346
Martínez Escamilla, Imputación objetiva del resultado, pp. 19-22 y Feijóo Sánchez, Resultado lesivo e
imprudencia, pp. 151-160.
1347
Feijóo Sánchez, Resultado lesivo e imprudencia, pp. 151-160.
1348
Martínez Escamilla, Imputación objetiva del resultado, pp. 35-36; Cancio Meliá, Líneas básicas de la
teoría de la imputación objetiva, p. 40 y Feijóo Sánchez, Resultado lesivo e imprudencia, pp. 162-171.
328
riesgos no permitidos y la existencia de una situación de peligro concreto están los delitos de peligro
(Feijóo Sánchez, Resultado lesivo e imprudencia, op. cit., pp. 162-171).
1349
En tal sentido entendía la imputación objetiva Honig (Cancio Meliá, Líneas básicas de la teoría de la
imputación objetiva, p. 24.
1350
Así, Mir Puig afirma que la teoría de la imputación objetiva desarrolla un planteamiento fructífero con
carácter general. No se trata sólo de un correctivo a veces necesario de la causalidad, sino de una exigencia
general de la realización típica. Es más, En los delitos de acción la relación de causalidad, es necesaria pero
no suficiente para la imputación objetiva del resultado. En los delitos de comisión por omisión la imputación
objetiva no requiere una propia relación de causalidad, sino sólo que el sujeto no hubiese impedido el
resultado cuando debió hacerlo en virtud de su posición de garante. La relación de causalidad ni es suficiente
(en los delitos de acción) ni es siempre necesaria (en los delitos de omisión): lo único común a todo tipo de
resultado es la necesidad de su imputación (Mir Puig, Derecho penal..., pp. 236-238).
1351
De esta manera, Jakobs y Frisch han intentado desarrollar una teoría de la imputación objetiva que se
extienda más allá de la imputación de resultados y han desarrollado también una normativización de la
imputación de conductas (Feijóo Sánchez, Resultado lesivo e imprudencia, p. 218 y ss.). En efecto, para
Jakobs el tipo se divide en tipo objetivo y tipo subjetivo. El tipo objetivo es la parte externa del delito, con el
tipo objetivo surge el delito como magnitud social, y por tanto, penalmente relevante. Tratar el tipo objetivo
antes que el subjetivo responde sólo a una razón expositiva, el tipo objetivo es el objeto del tipo subjetivo, en
su configuración anticipada (dolo) o anticipable (imprudencia), el tipo objetivo es un parte de la psiquis del
autor y por tanto, si se procediese de otro modo, debería exponérsele a partir de su reflejo psíquico, es decir,
indirectamente (Jakobs, Derecho penal..., p. 223). La interpretación de los tipos objetivos es función de la
parte especial, en la cual deben según Jakobs tratarse los elementos normativos del tipo, los elementos de la
autoría y los elementos que describen una conducta (Jakobs, Derecho penal..., p. 224). Luego, el tipo
objetivo abarca tanto a la acción entendida como la causación evitable de un resultado y la teoría de la
imputación objetiva.
1352
Kaufmann en Alemania y Cuello Contreras en España (Cancio Meliá, Líneas básicas de la teoría de la
imputación objetiva, p. 24)
1353
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente, Editorial B de F, Buenos Aires, 2005, p. 1.
1354
Kaufmann, para negarse a que la “imputación objetiva” se traspasara, también como teoría del tipo, al
ámbito del delito doloso, afirma que: “tiene escrito en la frente que proviene del delito imprudente” (Feijóo
Sánchez, Resultado lesivo e imprudencia, p. 162). No cabría, por lo tanto, realizar una teoría conjunta de la
teoría de la imputación objetiva para el ámbito de los delitos dolosos e imprudentes.
Además, Hisrch señala que en el ámbito de los delitos imprudentes, la teoría de la imputación objetiva carece
de relevancia, ya que sus propuestas sólo reproducirían los contenidos ya elaborados por la dogmática de la
imprudencia con la infracción del deber objetivo de cuidado y con la relación de contrariedad a deber (Cancio
Meliá, Líneas básicas de la teoría de la imputación objetiva, pp. 56-59).
329
apreciarse la situación en concreto, se acude a los conocimientos especiales del autor, con
lo cual, la teoría perdería su pretensión de objetividad1355.
En todo caso hay que señalar que Jakobs ha separado de una forma tan radical la “imputación
objetiva” de la subjetiva y ha desarrollado criterios objetivos de imputación ajenos a aspectos
personales. A diferencia de Roxin, que en este caso tenía que ceder a una cierta subjetivación,
Jakobs, a diferencia de la doctrina dominante, considera que los conocimientos y capacidades
superiores a los correspondientes al rol social que desempeña una persona no deben ser tenidos
en cuenta. Su punto de partida es que sólo deben tomarse en consideración los conocimientos o
capacidades que forman parte del rol social en el que actúa el sujeto, ya que si no existe
obligación de adquirir dichos conocimientos y facultades no tiene sentido que exista una
obligación de activarlos una vez adquiridos. Si la persona no es garante de adquirirlos no existe
expectativa de que los ponga en funcionamiento. Sin embargo, sus conclusiones no son
satisfactorias en los casos límite1356.
1355
Cancio Meliá, Líneas básicas de la teoría de la imputación objetiva, pp. 59-62.
1356
Feijóo Sánchez, Resultado lesivo e imprudencia, p. 162.
1357
Roxin, Derecho penal..., T. I, pp. 362 y ss. y 1004 y ss.
330
d) la prohibición de regreso. Jakobs configura el riesgo permitido partiendo de una definición
normativa del “riesgo permitido”, el cual se define como el estado normal de interacción, es
decir, como el vigente status quo de libertades de actuación, desvinculado de la ponderación de
intereses que dio lugar a su establecimiento, es decir, se refiere más a la identidad de la
sociedad que a procesos expresos de ponderación. El principio de confianza determina cuándo
existe, con ocasión del desarrollo una actividad generadora de un cierto riesgo permitido, la
obligación de tener en cuenta las fallas de otros sujetos que también intervienen en dicha
actividad, de modo que si no se procediera así, el riesgo dejaría de ser permitido, y cuándo se
puede confiar lícitamente en la responsabilidad de esos otros sujetos. La “actuación a riesgo
propio” o “competencia de la víctima”, mediante la cual Jakobs propone tener en cuenta la
intervención de la víctima en el suceso, tan solo ha sido esbozada en algún trabajo monográfico
y en su tratado sobre la PG aún presenta un tratamiento disperso y poco coherente en algunos
puntos. La “prohibición de regreso” pretende enmarcar de forma sistemática la teoría de la
participación dentro de la imputación objetiva. Satisface la necesidad de limitar el ámbito de la
participación punible, tanto para comportamientos imprudentes como dolosos, con base en
criterios objetivo-normativos; de este modo, la prohibición de regreso se presenta en cierto
modo como el reverso de la participación punible. Para Jakobs, la prohibición de regreso se
refiere a aquellos casos en los que un comportamiento que favorece la comisión de un delito por
parte de otro sujeto no pertenece en su significado objetivo a ese delito, es decir, que puede ser
“distanciado” de él. Por otro lado, el segundo nivel de imputación, la realización de riesgos o
imputación objetiva del resultado, sostiene que para que el resultado sea típico, este debe
presentarse como emanado del riesgo típico, que constituirá la explicación de éste. En este
sentido, en caso de concurrir varios riesgos alternativos, solo sirve de explicación del resultado
aquel riesgo cuya omisión hubiera evitado de modo planificable el resultado (Cancio Meliá,
Líneas básicas de la teoría de la imputación objetiva, op. cit., pp. 50-54).
A pesar de las dificultades antes enunciadas y de que se trata de un tema que por
su importancia y complejidad ha sido fruto de muchas y extensas investigaciones, es
necesario analizar el problema de la causalidad y de la teoría de la imputación objetiva en
un acápite separado, por la importancia que tiene dicho tema en la actualidad y porque hay
que clarificar aquellas situaciones que han de resolverse en la tipicidad y no en el análisis
de las causas de justificación, como clásicamente se solía hacer en la doctrina nacional.
1358
Jescheck y Weigend, Tratado…, pp. 296-297 y Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 345.
1359
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 345.
1360
Ídem, pp. 345 y ss.
331
basta, por cuanto es necesaria la creación de un riesgo típicamente relevante y una
determinada relación de riesgo entre el resultado y la conducta típica ex ante idónea para
provocar el resultado lesivo (imputación objetiva)1361.
Por lo tanto, en el análisis categorial de la teoría del delito, debemos partir por
establecer la relación de causalidad y luego el resto de los presupuestos de imputación1362.
1361
Mir Puig, Derecho penal..., pp. 236-237.
1362
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 346.
1363
Corcoy Bidasolo, “La distinción entre causalidad e imputación objetiva y su repercusión en el proceso –
presunción de inocencia e indubio pro reo”, en La ciencia del DP ante el nuevo siglo, LH al profesor Dr.
Cerezo Mir, Editorial Tecnos, Madrid, 2002, p. 594.
1364
Corcoy Bidasolo, “La distinción entre causalidad...”, p. 595.
1365
Bustos Ramírez, Obras completas, T. I, pp. 71-72.
1366
Corcoy Bidasolo, “La distinción entre causalidad...”, pp. 593-606.
1367
Ídem.
1368
Ídem.
332
La imputación objetiva en cambio, es un doble juicio de atribución de
responsabilidad penal, de naturaleza normativa, que busca evaluar tanto la relevancia típica
de la conducta, como la relación entre el riesgo típicamente relevante generado por la
conducta típica y el resultado lesivo y, por lo tanto, su finalidad apunta a determinar la
relevancia jurídico penal de unos determinados acontecimientos y, por ende, guarda
relación con la fundamentación jurídica1369. En un sistema funcional de Derecho penal,
protector de bienes jurídicos, en donde las normas penales buscan motivar al ciudadano en
orden a abstenerse de llevar a cabo conductas lesivas o peligrosas para los objetos
penalmente tutelados, la imputación objetiva sólo considera como jurídico-penalmente
relevante aquellos riesgos derivados de tales comportamientos y, por ello, solo pueden
imputarse resultados lesivos derivados de esta clase de riesgos1370. La naturaleza normativa
o teleológica de la imputación objetiva, permite abarcar el juicio sobre el injusto típico
doloso o imprudente, así como a la imputación del resultado, restringiendo la intervención
del Derecho penal, a aquellos supuestos en los cuales es posible la protección del bien
jurídico1371.
La objetividad de la imputación objetiva se refiere únicamente a la clase de juicio
que se realiza, es decir un juicio objetivo, sin embargo abarca tanto a los aspectos objetivos
como subjetivos del tipo, toda vez que un riesgo que no es doloso ni imprudente o doloso e
imprudente, no es penalmente relevante, por así prohibirlo el principio de
culpabilidad1372/1373.
1369
Ídem.
1370
Ídem.
1371
Ídem.
1372
Ídem.
1373
En tal sentido, vale la pena tener en consideración la opinión de Mir Puig, quien advierte que la distinción
entre parte objetiva y parte subjetiva del tipo es relativa. La parte objetiva del tipo depende de elementos
subjetivos, como el conocimiento que tiene el sujeto de la situación y de la intención manifestada del sujeto.
Podría cuestionarse, pues, la corrección de la distinción, tal vez reminiscencia a superar de la división
causalista del delito en una parte objetiva y otra subjetiva. Si se mantiene, por razones pedagógicas, debe
entenderse de forma flexible y a condición de que se advierta la interdependencia de lo objetivo y lo subjetivo
(Mir Puig, Derecho penal..., p. 236).
1374
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 297.
1375
Mir Puig, Derecho penal..., pp. 238 y ss., Roxin, Derecho penal..., T. I, pp. 347 y ss., y Jescheck y
Weigend, Tratado…, p. 298 y ss.
333
además, causas del mismo1376. Para la prueba del nexo causal, recurre al procedimiento de
la supresión mental hipotética, en atención al cual, son causas de un resultado aquellas
condiciones que excluidas o suprimidas mentalmente hacen desaparecer el resultado1377.
Por lo tanto, a la pregunta de ¿qué condiciones son causas de un resultado?, esta teoría
responde: todas, no existe en esta teoría diferencia entre condición y causa, y por ello son
todas equivalentes1378. De esta forma, “causa” es aquella condición que no se puede
suprimir mentalmente sin que el resultado, en la forma concreta en que se produjo, también
desaparezca1379. Así, es causa del resultado toda condición concurrente a su producción,
que al ser suprimida mediante una operación mental hipotética, determina la supresión del
resultado1380/1381.
El problema que se produce con esta teoría es que su postulado central, según el
cual toda condición del resultado es igualmente causa del mismo, conduce a una
determinación amplísima de la causalidad que tiende al infinito1382. Así, por ejemplo, puede
ocurrir que el automovilista que atropella levemente a alguien, dejándole lesiones, llame a
la ambulancia para que traslade al herido al hospital, pero en el trayecto choca y demora la
atención, al llegar por fin al hospital, no pueden ingresar porque acaba de comenzar un
incendio y así sucesivamente, pueden establecerse causas hasta el infinito (atropello,
choque, incendio, incluso la fabricación del auto).
La fórmula de la conditio sine qua non encuentra dificultades en ciertos casos,
como cuando se desconoce el modo en que la causa desencadena el efecto, ya que la
supresión hipotética nada dice acerca de si aquella ha tenido o no influencia sobre el
resultado1383. En tales circunstancias, se desconoce, por lo tanto, si la circunstancia fue
condición del resultado1384. Un ejemplo claro es el caso alemán de la thalidomida o
contergan o el caso español del aceite de colsa, en los que se acusa a la fórmula de petición
de principio, ya que presupone el conocimiento de la eficacia causal de la supuesta
condición, acudiendo a la llamada causalidad general1385.
1376
Mir Puig, Derecho penal..., pp. 238 y ss., Roxin, Derecho penal..., T. I, pp. 347 y ss., y Jescheck y
Weigend, Tratado…, p. 298 y ss.
1377
Mir Puig, Derecho penal..., pp. 238 y ss., Roxin, Derecho penal..., T. I, pp. 347 y ss., y Jescheck y
Weigend, Tratado…, p. 298 y ss.
1378
Mir Puig, Derecho penal..., pp. 238 y ss., Roxin, Derecho penal..., T. I, pp. 347 y ss., y Jescheck y
Weigend, Tratado…, p. 298 y ss.
1379
Mir Puig, Derecho penal..., pp. 238 y ss., Roxin, Derecho penal..., T. I, pp. 347 y ss., y Jescheck y
Weigend, Tratado…, p. 298 y ss.
1380
Roxin, Derecho penal..., T. I, pp. 347 y ss.; Mir Puig, Derecho penal..., pp. 242 y ss. y Jescheck y
Weigend, Tratado…, pp. 297 y ss.
1381
El primer defensor de esta teoría como teoría para la imputación fue el procesalista Julius Glaser, quien ya
en 1858 escribía que: “hay un punto de apoyo seguro para examinar el nexo causal; si se intenta suprimir
mentalmente al supuesto originante de la suma de los acontecimientos y entonces se ve que a pesar de eso se
produce el resultado, que a pesar de eso la serie sucesiva de las causas intermedias sigue siendo la misma, está
claro que el hecho y su resultado no pueden reconducirse a la eficacia de esa persona...” (Roxin, Derecho
penal..., pp. 348-349).
1382
Mir Puig, Derecho penal..., p. 239.
1383
Ídem.
1384
Ídem.
1385
De acuerdo con esta teoría Hernández Basualto considera legítima la acreditación judicial de un nexo
causal aun en un contexto de disenso científico, en la medida en que se adopte un riguroso método de
fundamentación, cuyos componentes se desarrollan, que excluya “dudas razonables” (Hernández, “El
334
Además, el carácter hipotético de la fórmula puede conducir a negar la causalidad
en supuestos en los cuales sin duda concurre, lo que sucede en los casos de causalidad
hipotética y de la causalidad alternativa1386. La causalidad hipotética consiste en aquellos
casos en los cuales el resultado causado se hubiere producido igual y en el mismo momento
por otra causa1387, como sucedería si se reprocha haber realizado un fusilamiento ilícito en
situación de guerra y el acusado alega que si se hubiera negado, otro habría realizado el
fusilamiento, entonces se puede suprimir mentalmente su hecho sin que desaparezca el
resultado1388. Sin embargo, es claro que en el ejemplo anterior no falta la causalidad a la
conducta del autor y el fusilamiento efectuado por el segundo agente, tampoco podría ser
considerado causal, con lo que llegaríamos al absurdo de que la muerte de la víctima no
tendría causa1389. Lo mismo ocurre en el caso de causalidad alternativa en que el resultado
fue causado por dos o más condiciones cada una de las causales resultó suficiente por sí
sola para producirlo1390. Así por ejemplo ocurriría si A y B, actuando independientemente
uno del otro ponen veneno en el café de C, si C muere por ello, pero ya la dosis puesta por
A o por B hubiera provocado por sí sola la muerte exactamente del mismo modo, se puede
suprimir mentalmente la conducta de cada uno de ellos sin que desaparezca el resultado,
por lo que volvería a faltar la causalidad respecto de la muerte de C1391.
Sin embargo, a pesar de sus falencias, la doctrina actual reconoce que en el plano
de la causalidad es correcta la teoría de la equivalencia de las condiciones, en cuanto
permite descartar aquellos supuestos en los cuales no es posible demostrar el vínculo
causal, pero ha debido ser corregida o complementada por la fórmula de Engisch de la
condición ajustada las leyes generales de la naturaleza, leyes fenoménicas, leyes científicas
o reglas de la experiencia, acorde con la cual, un comportamiento es causa del resultado
cuando dicho comportamiento está vinculado con el resultado a través de una serie de
modificaciones con arreglo a leyes1392.
Para restringir los resultados de la teoría de la equivalencia de las condiciones, la doctrina
elaboró las llamadas teorías individualizadoras de la causalidad, las cuales parten de la
distinción de los conceptos de causa y condición. Para ellas no toda condición del resultado
puede considerarse causa del mismo, sino sólo aquella condición que se distingue por poseer
una mayor eficacia causal que las demás. La teoría de la causa necesaria sostiene que sólo es
causa del resultado aquella condición de la cual éste es consecuencia necesaria. Si conforme a
la teoría de la equivalencia todos son causa de todo, conforme a la de la causa necesaria todos lo
son de nada. Porque en los complejos vitales la necesidad causal es algo muy difícil de afirmar.
Una herida considerada por lo general como causa necesaria de la muerte, dejará de serlo tan
pronto un cirujano demuestre que es capaz de salvar a quien la ha recibido. Tropieza con el
obstáculo de que la mayor o menor eficacia causal de una condición constituye una cuestión
físico naturalística que no puede decidir la cuestión jurídico penal. La teoría de la relevancia
típica, planteada por Mezger, parte de la distinción entre la causalidad en sentido de la teoría de
la condición y la cuestión de la responsabilidad penal del autor por el resultado. Sostiene que de
problema de la “causalidad general” en el DP chileno (con ocasión del art. 232 del APCPCH)”, en Política
criminal, Nº 1, 2006, pp. 1-33, documento disponible en internet, página http://www.politicacriminal.cl,
visitada por última vez, el día 20 de julio de 2010, a las 17:48 horas).
1386
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 350.
1387
Mir Puig, Derecho penal..., p. 240.
1388
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 350.
1389
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 350.
1390
Mir Puig, Derecho penal..., p. 240.
1391
Roxin, Derecho penal..., T. I, pp. 350-351.
1392
Mir Puig, Derecho penal..., p. 242.
335
la equivalencia de todas las condiciones del resultado no se sigue su mismo peso jurídico para
la cuestión de la imputación y afirma que lo importante es comprobar que condición del
resultado corresponde al sentido del tipo cuya aplicación se cuestiona. Lo importante es
establecer cuando la acción típica debe considerarse causa del resultado típico y mientras no se
compruebe que concurren tanto la acción como el resultado típico es inútil reflexionar hacer del
nexo causal, porque ninguna relación típica puede surgir donde no hay dos elementos típicos
que relacionar. Así será necesario encontrar una acción heridora, golpeadora o maltratadora
para poder enlazarla al resultado lesivo (art. 397 del Cp). Sostiene que en la mayor parte de los
casos de laboratorio no hay acción típica. Así, por ejemplo en el caso del golpe de puños en que
el sujeto muere porque la ambulancia choca, esta acción no es típica del delito de homicidio, y
por lo tanto, de nada sirve plantearse el problema de la causalidad. Por ello no plantea criterios
generales para la restricción de la conexión causal, sin embargo hoy se establecen criterios
precisos para la imputación del resultado causado por el autor. La teoría de la adecuación o de
la condición adecuada, planteada por el lógico y médico friburgués Johannes v. Kries, sostiene
que en sentido jurídico penal sólo es causa una conducta que posee una tendencia general a
provocar el resultado típico, mientras que las condiciones que sólo por casualidad han
desencadenado el resulto son jurídicamente irrelevantes. Para que la acción pueda ser
considerada causal, el acaecimiento del resultado producido por el autor en el desarrollo de su
acción debe poder ser considerado probable. La condición debe ser adecuada al resultado y
adecuadas son sólo aquellas condiciones que típicamente son idóneas para producir aquel. Esta
teoría evita el regressus ad infinitum de la teoría de la equivalencia. También permite la
exclusión de los cursos causales extravagantes. Originariamente fue entendida como una teoría
de la causalidad y fue criticada porque no establecía un criterio para decidir, en el caso
concreto, cuál de entre las distintas condiciones que concurrieron a la producción del resultado
es la que aparece como adecuada a provocarlo de acuerdo con la experiencia general. Así, Cury
la tilda de no ser más que una abstracción, una fórmula vaga, inaplicable a la situación
específica; un criterio al que es fácil referirse, pero cuya fuente es imposible precisar. Sin
embargo, hoy se admite su fundamento material el cual reside en que sólo la aceptación de un
riesgo jurídicamente desvalorado puede corresponderse con el sentido de la norma de
prohibición, por lo que sólo son imputables aquellos resultados en los que dicho riesgo se ha
realizado. Por lo tanto, hoy se dice que una condición es adecuada si la misma ha aumentado la
posibilidad del resultado de modo no irrelevante. La adecuación del comportamiento del autor
al resultado producido es entendida de acuerdo con el criterio de la probabilidad como
presupuesto para que dicho resultado pueda ser objetivamente imputado al autor 1393.
336
interesado en participar en la sociedad1394. Así, la prohibición y la limitación de la libertad
serán idóneas, necesarias y adecuadas en relación con los principios jurídicos vigentes para
impedir sólo determinadas lesiones de bienes jurídicos1395.
Para que la conducta típica causante de un resultado típico pueda considerarse
realizadora de la parte objetiva del tipo, es necesario que ex ante aparezca como creadora
de un riesgo jurídico típicamente relevante1396. Un resultado causado por el agente sólo se
puede imputar al tipo objetivo, si la conducta del autor ha creado un peligro para el bien
jurídico, no cubierto por un riesgo permitido y ese peligro también se ha realizado en el
resultado concreto1397.
La creación del riesgo es un presupuesto del desvalor intersubjetivo de la conducta
(a decidir ex ante) y de la infracción de la norma primaria que prohíbe la conducta 1398. Si
falta no solo no se imputará el resultado, sino que tampoco existirá conducta alguna
calificable de tentativa, mientras que si la habrá cuando concurra la creación del riesgo
dolosa y sólo falte la realización en el resultado, como ocurre cuando en un hecho doloso
sólo falta la relación de causalidad1399.
1394
Frisch y Robles, Desvalorar e Imputar, p. 41.
1395
Frisch y Robles, Desvalorar e Imputar, p. 41.
1396
Mir Puig, Derecho penal..., p. 251.
1397
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 363. En el mismo sentido, Mir Puig expresa que cuando la conducta co-
causante del resultado tiene el sentido de evitar otro riesgo en un mismo bien jurídico, se dice que disminuye
el riesgo y, por lo tanto, que no crea un nuevo riesgo que permita la imputación objetiva (Mir Puig, Derecho
penal..., p. 255).
1398
Mir Puig, Derecho penal..., p. 250.
1399
Mir Puig, Derecho penal..., pp. 250-251.
1400
Con razón afirma Mir Puig que: “En Derecho penal esto significa que la prohibición de delinquir solo
tiene sentido si se entiende dirigida al ciudadano antes de que haya delinquido (ex ante), puesto que llegaría
tarde si se refiriese al delito ya producido (ex post). Y significa, previamente, que la conminación penal no
puede limitarse a cumplir la función de respuesta frente al delito una vez cometido, sino que ha de poder ser
captada por el ciudadano en el momento de actuar, si es que la pena quiere incidir en su conducta. Todo esto
conduce a una concepción preventiva de la pena y a un enfoque ex ante de la teoría del delito, en sus dos
pilares básicos de antijurídica y culpabilidad” y agrega que: “Si lo que fundamentos la conminador, penal en
un Estado social y democrático de Derecho es la necesidad de prevenir delitos, esto solo se puede intentar por
parte de una normas penal tratando de motivar a los ciudadanos a que no realicen conductas constitutivas de
delito. Ello supone que la evitación de resultados lesivos para la sociedad solo puede set intentada por las
normas penales motivando a la evitación de conductas que puedan producir aquellos resultados. El Derecho
no puede prohibir que se produzcan resultados dañosos -; no puede prohibir que los hombres mueran o
enfermen!-, sino solo que los ciudadanos lleven a cabo voluntariamente comportamientos capaces de
ocasionar dichos resultados. Un resultado, en sí mismo, no puede infringirlas normas jurídicas ni ser, por
tanto, contrario a Derecho -por mucho que pueda suponer la lesión de un bien protegido jurídicamente” (Mir
Puig, “La perspectiva “ex ante” en DP”, en ADPCP, 1983, pp. 5-22).
En el mismo sentido, Martínez Escamilla sostiene que conforme al efecto motivador de los preceptos
penales, si la norma quiere cumplir su fin de prevenir el menoscabo de bienes jurídicos, tendrá que actuar en
337
podemos señalar que el peligro es una característica que describe la relación de medio a fin,
entre el sujeto y su conducta y como tal, es un atributo del comportamiento típico, el cual,
así determinado, no tiene una existencia independiente de una conducta situada en un
determinado momento1403.
En este contexto, el peligro dice relación con un comportamiento peligroso, en el
cuál, el autor, no está en situación de decidir evitar o permitir con seguridad un daño que se
tiene por posible1404. Por lo tanto, para el Derecho penal, un concepto normativo de peligro,
dice relación con la probabilidad de lesión de un bien jurídico1405/1406.
La creación de un riesgo típicamente relevante implica por una parte, desde un
punto de vista objetivo-normativo, la existencia de un peligro ex ante, consistente en la
probabilidad de lesión de un bien jurídico que no puede ser evitada con certeza por el autor
y por la otra, desde un prisma subjetivo, que el peligro sea conocido o cognoscible por el
autor, toda vez que, en este segundo aspecto, sólo son típicamente relevantes los riesgos
dolosos o imprudentes, o bien, dolosos e imprudentes1407.
el momento en que el menoscabo aún no se ha producido, ha de influir en el ciudadano antes de que éste
delinca. Esto presupone, que objeto de la norma entendida como mandato o prohibición sólo puede ser el
comportamiento humano y no resultados o procesos causales, pues sólo sobre aquél puede ejercerse
influencia, y que dado que la norma debe servir como pauta de conducta, el criterio determinante del desvalor
de la acción, ha de ser reconocible para el individuo ex ante; éste ha de poder saber qué es lo que está
prohibido para así amoldar su comportamiento a los deseos del Derecho. La primera consecuencia de este
planteamiento es que el criterio que decide la materia de prohibición no puede ser algo tan sólo constatable ex
post como es el que el comportamiento haya producido el menoscabo del bien jurídico. La relación causal
queda, por tanto, excluida como criterio” (Martínez Escamilla, La imputación objetiva del resultado, p. 75).
1401
Siguiendo el concepto de Jakobs, Feijóo Sánchez suscribe un concepto empírico de riesgo, como un
conjunto de condiciones que permiten explicar un suceso y sostiene que la determinación de lo que es un
riesgo es una cuestión puramente naturalista de acuerdo con las leyes de la naturaleza o de la experiencia
reconocidas como válidas, pero la imputación del riesgo o de una parte de un riesgo a una persona es ya una
cuestión puramente valorativa, que depende de criterios valorativos. Agrega que se pretende defender un
juicio objetivo de adecuación o idoneidad previo a la valoración de la vinculación subjetiva del autor con su
hecho. Sostiene que los denominados “conocimientos especiales” pueden hacer que el autor conozca la
lesividad de su conducta -que, a lo mejor, la inmensa mayoría de las personas sería incapaz de reconocer-
pero no puede convertir lo que es objetivamente inocuo en lesivo. En este sentido, dice que la “teoría de la
adecuación” sigue manteniendo vigencia a través de lo que modernamente se conoce como “principio del
riesgo”, convirtiéndose en uno de los requisitos de los tipos puros de resultado (Feijóo Sánchez, Homicidio y
lesiones imprudentes: Requisitos y límites materiales, Editorial Edijus, Zaragoza, 1999, pp. 34-37).
1402
El riesgo, entendido como peligrosidad de la conducta, es el elemento determinante del desvalor de la
acción y desempeña un papel básico en la fundamentación del injusto porque constituye la exigencia mínima
que ha de satisfacer un comportamiento para poder ser calificado de disvalioso, es decir, el DP sólo puede
prohibir conductas peligrosas (Martínez Escamilla, La imputación objetiva del resultado, pp. 76-77).
1403
Martínez Escamilla, La imputación objetiva del resultado, p. 54-58.
1404
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 178.
1405
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., pp. 178-179.
1406
Adhiriendo a un concepto normativo de riesgo, Castaldo afirma que por “riesgo jurídicamente relevante”
o “significativo” debe entenderse la creación de un estado de peligro, capaz de provocar la reacción del
ordenamiento jurídico que, con la concurrencia de ulteriores condiciones, permitirá imputar a su autor el
hecho producido como consecuencia. De ahí que la no superación del umbral de la relevancia excluye de
partida, aun en presencia de acciones peligrosas, la subsistencia del hecho típico (Castaldo, “La concreción
del riesgo jurídicamente relevante”, en Política criminal y nuevo DP, Editorial Bosch, Barcelona, 2002, p.
234).
1407
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., pp. 178-179.
338
Así, por ejemplo, en el caso de la tentativa, aun cuando no existe un resultado
lesivo, su punición requiere de la creación dolosa de un riesgo típicamente relevante.
c. Presupuesto de imputación
El presupuesto de imputación es un juicio ex ante de carácter objetivo-subjetivo
que recae sobre la conducta1413. En los supuestos en los que el sujeto realiza
conscientemente la conducta peligrosa para un bien jurídico, aceptando su posible lesión, es
decir, en los casos de creación de un riesgo típico doloso, si bien es más sencillo probar la
tipicidad de la conducta que en los imprudentes, en muchos casos tal como ocurre con
deportes como el boxeo, en donde gana precisamente quien logra dejar inconsciente a su
rival (Knockout), se crean riesgos típicos de lesión que pese a todo no se consideran
típicamente relevantes1414. Los problemas de imputación en los delitos dolosos, incluso de
1408
Al respecto hay que tener en cuenta que en la actualidad la evolución tecnológica ha determinado un
apreciable cambio en la aproximación a la temática del peligro. La configuración de la sociedad como
“organización de riesgo”, provoca el aumento del número de situaciones de peligro. Y su masificación como
consecuencia del progreso científico (ambiente, química, genética) ha supuesto una crisis profunda -y
forzosamente irreversible- del modelo clásico de intervención penal (Castaldo, “La concreción del riesgo
jurídicamente relevante”, p. 234).
1409
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., pp. 182 y ss.
1410
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., pp. 179-182.
1411
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., pp. 206.
1412
Castaldo, por su parte, postula determinar el riesgo típicamente relevante, ponderando los factores de
cantidad de riesgo, utilidad social de la actividad y la cualidad o especie de riesgo (Castaldo, “La concreción
del riesgo jurídicamente relevante”, pp. 234-239).
1413
Corcoy Bidasolo, “La distinción entre causalidad...”, p. 607.
1414
Ídem.
339
homicidio o lesiones, se repiten en cualquier ámbito cuando la creación del riesgo se
produce en el seno de organizaciones1415.
Por lo tanto, siempre se debe probar que la conducta del sujeto era relevante
desde una perspectiva jurídico-penal, en tanto era no permitida, suficiente y adecuada ex
ante para lesionar el bien jurídico protegido en ese precepto penal, y no sólo la
concurrencia formal de los elementos típicos1416.
Prohibición de regreso
Señala que cuando una persona realiza una conducta imprudente, irrelevante o
inocua para el Derecho penal y con ello facilita, propicia o estimula la comisión de un
delito doloso o imprudente por parte de otro, no le es imputable tal delito, porque como
dice Roxin “la cooperación no dolosa en delitos dolosos es impune”1418 a lo que habría que
agregar que no existe participación imprudente.
Lo anterior, sin embargo, tiene excepciones:
1) Si el sujeto se encuentra en posición de garante;
2) Excede los límites del riesgo permitido, o bien,
3) Conoce la posibilidad de comisión de delito doloso o imprudente.
El rol social es un elemento de la realidad que puede ayudar a interpretar el sentido
objetivo de una conducta.
1415
Ídem.
1416
Ídem.
1417
Ídem.
1418
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 1006.
1419
Roxin, DP, PG., T. I, p. 365.
340
Así, en las operaciones quirúrgicas llevadas a cabo de acuerdo con la Lex Artis, no
pueden constituir el tipo objetivo de un delito de lesiones, ya que, disminuyen el riesgo para
la salud individual. Piénsese por ejemplo en las arduas sesiones de quimioterapia a que
debe someterse un enfermo de cáncer o bien en el caso de intervenciones destinadas a
extirpar las amígdalas, un tumor canceroso, o una pierna con gangrena. Todas estas
conductas miradas no desde el prisma médico, afectan la integridad corporal como bien
jurídico instrumental de la salud individual, pero no deben ser consideradas conductas
típicas, ya que no redunda en un perjuicio, sino en un beneficio para la salud individual1420.
Así, si el tratamiento médico tiene éxito, visto desde el punto de vista de la salud, no puede
constituir el tipo objetivo de un delito de lesiones, ya que para que la conducta causante del
resultado típico pueda considerarse realizadora de la parte objetiva del tipo de lesiones, es
necesario que ex ante aparezca como creadora de un riesgo típicamente relevante, lo cual
no sucede en los casos de disminución del riesgo, es decir, cuando la conducta causante del
resultado lesivo tiene el sentido de evitar otro riesgo en el mismo bien jurídico, no creando
un nuevo riesgo que permita la imputación objetiva del resultado1421.
A igual conclusión debiésemos llegar en caso de que alguien sustituya un peligro
existente por otro, cuya realización en definitiva es menos dañosa para el sujeto que lo que
hubiera sido el peligro inicial, lo que sucede en el ejemplo propuesto por Roxin1422, cuando
alguien tira a un niño por la ventana de una casa que sufre un incendio y con ello le causa
considerables lesiones, pero de esa manera le salva de la muerte entre las llamas1423.
Respecto de las intervenciones médicas los profesores Politoff, Grisolía y Bustos, distinguen
tres tipos de situaciones: a) Tratamiento dirigido al amparo de la salud, realizado de acuerdo
con las reglas del arte médica, con resultado exitoso, en el cual la expresión fructuoso o buen
éxito tiene un carácter relativo y no puede ser identificada con el estado ideal de salud, sino con
lo mejor alcanzable de acuerdo con las circunstancias en el plano de la salud. Así entendido, el
resultado de la intervención, unido al acatamiento por el médico de las normas de su arte y a la
finalidad perseguida, lo que se encuentra ausente es la tipicidad y no la antijuridicidad, ya que
el tratamiento contradice el sentido mismo del tipo de lesiones. Así, la amputación de un
miembro importante para salvar la vida no puede ser mirada como un daño a la salud, que es el
bien jurídico tutelado. b) Tratamiento dirigido al amparo de la salud y realizado de acuerdo
con las reglas del arte médica, sin resultado exitoso. La conducta conforme a la Lex Artis es
atípica también en esta situación, ya que el margen de probabilidad del buen éxito, juzgado ex
ante, excluye la idea de atentado contra la salud. Lo único que se juzga ex post es la concreta
adecuación del tratamiento a las reglas del arte médica. Hay casos, sin embargo, en que la falta
de buen éxito de la operación no surge de no lograr el resultado propuesto, sino en razón de
efectos concomitantes que origina la intervención médica. Sin embargo, toda operación
comporta peligros y lo único que podría interesar jurídicamente es lo que el médico dejó de
hacer para impedir tales riesgos. Mientras se mantuvo en la órbita de lo adecuado a las reglas de
su arte, la relación puramente material entre la operación y algún resultado dañoso para el
paciente es irrelevante. Además, se podría impugnar la tipicidad también en la faz subjetiva, ya
que no hay dolo en el herir técnico (lege artis) para salvar la salud; tampoco hay culpa
(negligencia), desde que el médico se ha ceñido a las reglas impuestas por su profesión. c)
Tratamiento dirigido al amparo de la salud, que no es realizado de acuerdo con las reglas del
arte médica. Admitido que hubo infracciones a la Lex Artis, esto no significa todavía
incriminación a título de lesiones, ya que se requiere un daño en la salud y que la inobservancia
1420
Vives Antón, Boix Reig, Orts Berenguer, Carbonell Mateu, González Cussac, Derecho penal..., pp. 121-
122.
1421
Mir Puig, Derecho penal..., p. 254 - 255.
1422
Roxin, Derecho penal..., p. 366.
1423
En el mismo sentido se pronuncia García Arán, Mercedes, “De las lesiones”, p. 131.
341
de las reglas profesionales pueda ser imputada a negligencia culpable (art. 491 del Cp). El
descuido culpable, si no se causa daño, se castiga como falta (art. 494, N° 10 del Cp). La
asimilación entre las ideas de desviación de las normas técnicas y negligencia culpable carece
de fundamento y bien puede existir la primera sin la segunda (se piense en el médico no
especialista llamado a practicar una operación impostergable, etc.)1424.
1424
Politoff, Grisolía y Bustos, Derecho penal chileno, pp. 182 -184
1425
Tamarit Sumalla, Josep María, “De las Lesiones”, p. 139.
1426
Por su parte, García Arán coincide en que se trata de un caso de atipicidad expresando que: “…la cirugía
estética es un tratamiento dirigido a preservar la salud en su acepción más amplia y, siendo consentida, no
necesita el rodeo de considerarla una lesión típica para luego justificarla por el ejercicio legítimo de la
profesión médica”, “…deben excluirse de la expresión “delitos de lesiones” utilizada por el art. 155 del CP
como comportamientos atípicos o justificados (y, por tanto, no susceptibles de atenuación) los siguientes
grupos de supuestos cuando cuenten con el consentimiento del sujeto pasivo: a) Obviamente, los tratamientos
médicos no curativos que se dirigen a preservar o mantener el personal concepto de salud decidido con
arreglo al libre desarrollo de la personalidad, que no pueden considerarse típicos” (García Arán, Mercedes, en
“De las Lesiones”, pp. 132 y 134).
1427
Berdugo Gómez de la Torre, citado en Muñoz Conde y García Arán, Derecho penal..., p. 109.
1428
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 295.
1429
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., pp. 295-296.
1430
Roxin, Derecho penal..., T. I, pp. 371.
1431
Rehberg, citado en Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 297.
342
imprudentes1432. Por último, para Martínez Escamilla, el riesgo permitido es todo aquel que
acompaña a una conducta objetivamente prudente1433.
La vida moderna, el desarrollo de la economía, la creación de nuevos puestos y
métodos de trabajo, el desarrollo de la medicina, las investigaciones científicas, la creación
de nuevas tecnologías, de nuevos productos alimentarios, sanitarios, etc., el tráfico aéreo,
rodado, por ferrocarril de personas y de mercancías, la explotación de minas y de canteras,
la fabricación productos químicos y explosivos, la utilización con diferentes fines de gas,
dinamita, etc., la producción de energía nuclear, etc., implican aceptar una gran cantidad de
riesgos necesarios para poder mantener los actuales niveles de desarrollo1434/1435. Así, por
ejemplo, pese a que una de las mayores causas de lesiones, muerte y de daños materiales, se
produce en la actividad de tráfico rodado, muy pocas personas estarían dispuestas a
eliminar tal actividad, argumentando para ello, que se trata de un ámbito que genera un
altísimo nivel de riesgo para la vida y para la salud individual de las personas y lo mismo
sucede en la actividad industrial, la cual produce contaminación que puede afectar la salud
de las personas, y sin embargo, en virtud de los beneficios que de esta clase de actividades
se generan para el bien de la sociedad, no solo se permiten, dentro de ciertos márgenes, si
no que se las estimula, a pesar de los riesgos que involucran, por estimar que la utilidad
social es mayor que los costos asociados a la misma1436.
Al respecto hay que tomar en consideración que el Derecho penal es un
ordenamiento fragmentario y la ultima ratio del ordenamiento1437. La función preventiva
del Derecho penal no significa protección absoluta de los bienes jurídicos, los cuales, en
todo caso, no representan exclusivamente valores individuales1438. Por ello, a la hora de
establecer los límites de intervención, debe tenerse en cuenta que las normas extrapenales
toleran, permiten, o incluso, fomentan o favorecen ciertas actividades que encierran un
peligro abstracto o que estadísticamente son idóneas para lesionar bienes protegidos por el
Derecho penal1439. Por esta razón, el Derecho penal no puede considerar intolerable para la
convivencia la realización de estas actividades riesgosas, ya que sería absurdo considerar
penalmente relevantes aquellas conductas que se hallan integradas en el funcionamiento del
orden social1440. Los adelantos técnicos y científicos de los que hoy gozamos, han costado
un número elevado de lesiones, las cuales no siempre se encontraban fuera de un cálculo de
1432
Cancio Meliá, Líneas básicas de la teoría de la imputación objetiva, p. 74.
1433
Martínez Escamilla, La imputación objetiva del resultado, p. 137.
1434
Martínez Escamilla, La imputación objetiva del resultado, pp. 131-132.
1435
En tal sentido, respecto de los tipos imprudentes, Feijóo Sánchez afirma que el deber de cuidado se
adecúa a la vida social para no convertir el Derecho penal en un lastre y para no convertirse en una limitación
de la libertad de actuación que en el marco del ordenamiento jurídico tendría necesariamente que ser
considerada como inadecuada y que, además, tendría un carácter disfuncional por conducir ineludiblemente a
la inactividad social. En ciertos casos la libertad de actuación queda reconocida como algo interesante para el
conjunto de la sociedad (Feijóo Sánchez, Resultado lesivo e imprudencia, pp. 274-275).
1436
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., pp. 298 y ss.
1437
Feijóo Sánchez, Resultado lesivo e imprudencia, p. 268.
1438
Martínez Escamilla, La imputación objetiva del resultado, p. 133.
1439
Feijóo Sánchez, Resultado lesivo e imprudencia, p. 268.
1440
Feijóo Sánchez, Resultado lesivo e imprudencia, pp. 268-269.
343
probabilidad1441. Por lo tanto, hay que admitir los riesgos que la actividad socialmente útil
entraña pero sólo hasta la medida de lo que se entiende por socialmente soportable1442.
No obstante lo anterior, el hecho de que el ordenamiento jurídico admita o tolere
de forma genérica ciertas actividades que encierran peligros, no impide que se castiguen las
imprudencias que se puedan producir en el marco de dichas actividades, ya que sólo se
admite el ejercicio correcto de ciertas actividades o profesiones que encierran peligros1443.
El riesgo ínsito en esta clase de actividades, trae como consecuencia, que en
algunas el legislador permita reglamentariamente un determinado grado de riesgo, como en
el caso del límite de velocidad máxima en el tráfico rodado o la fijación de un nivel
máximo de contaminantes en el caso de las industrias1444. La actuación dentro del riesgo
permitido impide la imputación al tipo objetivo y, por lo tanto, respetando las reglas
previamente establecidas, la actividad se puede desarrollar libremente, pese a que ésta
implica un nivel de riesgo nada despreciable1445/1446. Así por ejemplo, si A es atropellado
por B pese a observar el cuidado necesario en el tráfico, B habrá causado lesiones o, incluso
la muerte de aquél, pero no le ha lesionado o matado en el sentido de los tipos penales de
lesiones o de homicidio, ya que sólo el hecho de rebasar el riesgo permitido crea un peligro,
cuya realización hace imputable el resultado como acción típica1447. Sin embargo, el
ejemplo anterior debe ser matizado. En efecto, imaginemos que A conduce su coche a la
velocidad permitida de 60 km/h., de repente un niño aparece inesperadamente de detrás de
unos coches aparcados y cruza la carretera corriendo; A hubiera tenido tiempo de frenar y
evitar la colisión o por lo menos disminuir la fuerza de la embestida, sin embargo no lo
hace confiando en que el niño, al ver el coche, acelerará la carrera y alcanzará a tiempo la
otra orilla1448. Si afirmamos que riesgo permitido es aquel que se crea a pesar de la
observancia de las reglas establecidas, tendríamos que aceptar que el peligro creado por el
comportamiento de A no permite que le sea imputada la muerte o lesiones del niño, sin
embargo, tratándose de un menor, se establece una excepción al principio de confianza, y
por lo tanto, no basta con cumplir las normas reglamentarias, sino que tratándose de sujetos
con ciertas características, resulta exigible un mayor deber de cuidado, incluso por sobre el
límite del riesgo permitido1449. De esta manera, podríamos decir que el riesgo que se ha
realizado en la muerte o lesiones del niño era un riesgo no permitido y, por tanto, el
resultado le es imputable a A, pues de la observancia de las normas de cuidado no se deriva
1441
Feijóo Sánchez, Resultado lesivo e imprudencia, pp. 271.
1442
Martínez Escamilla, La imputación objetiva del resultado, p. 133.
1443
Feijóo Sánchez, Resultado lesivo e imprudencia, pp. 268-269.
1444
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 372 y Cancio Meliá, Líneas básicas de la teoría de la imputación
objetiva, p. 72.
1445
Roxin, Derecho penal..., T. I, pp. 371-372 y Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., pp. 298-299.
1446
En tal sentido, Cancio Meliá incorpora en este acápite aquellos supuestos en los que una actividad
generadora de riesgos es permitida en determinadas circunstancias, bien existiendo una reglamentación
expresa, por ejemplo: el tráfico rodado, el funcionamiento de industrias, la realización de competiciones
deportivas, etc., o sin tal reglamentación como ocurre por ejemplo con las “normas de cuidado” conocidas del
delito imprudente: los supuestos de lex artis en la actividad médica, en la construcción, las precauciones en la
educación de los hijos, etc., (Cancio Meliá, Líneas básicas de la teoría de la imputación objetiva, p. 72). De
acuerdo, Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 372.
1447
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 372.
1448
Martínez Escamilla, La imputación objetiva del resultado, p. 136.
1449
Martínez Escamilla, La imputación objetiva del resultado, p. 136.
344
automáticamente el carácter diligente de la conducta, sino que constituyen tan sólo un
indicio al respecto, ya que la observancia de determinadas medidas no puede constituir una
carta en blanco para el menoscabo gratuito de bienes jurídicos, es decir, para la realización
de lesiones evitables sin necesidad de renunciar a la actividad declarada de interés
social1450.
También nos encontramos dentro del criterio del riesgo permitido, en supuestos de
causalidad imprevisible, en los que el elemento preponderante es la normalidad social de la
conducta generadora de riesgos, toda vez que no se pueden imputar riesgos normales de la
vida1451. Así por ejemplo, sucede si A persuade a B para que realice un viaje en avión con
la esperanza, que luego efectivamente se cumple, de que aquél se estrelle, no se realiza el
tipo objetivo del delito de homicidio, pese a haber llevado a cabo su conducta
dolosamente1452. Lo mismo sucede en el caso, de que alguien motive a otro a dedicarse a
profesiones peligrosas, por mucho que con ello persiga malas intenciones, ello no es
jurídicamente abarcable, por ejemplo, como tentativa de lesiones o de homicidio1453. En
ambos casos, si no concurre una circunstancia anómala, el riesgo propio de viajar en avión
o de dedicarse a una profesión peligrosa, no son riesgos típicamente relevantes, no hay
presupuesto de imputación y, por tanto, no tiene sentido hacer referencia a la causalidad o a
la posibilidad de imputar el resultado1454/1455.
La cantidad de riesgo que es considerado como permitido en una actividad
depende de tres factores: a) La utilidad social preponderante de esa conducta1456. Se plantea
1450
Martínez Escamilla, La imputación objetiva del resultado, pp. 136-137.
1451
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 308
1452
Compartiendo esta opinión, Martínez Escamilla afirma que la presencia de dolo no puede convertir un
comportamiento objetivamente correcto en uno disvalioso, porque cualquier conducta que ateniéndose a las
reglas establecidas se desarrolle en el marco de dicha actividad ha de considerarse permitida sin que sea
necesario, a diferencia de lo que ocurre en las causas de justificación, una ponderación de intereses en el caso
concreto. Por tanto, conducir está permitido incluso cuando sirve para la consecución de objetivos
desvalorados como por ejemplo, la preparación de un delito. El cirujano que opera irreprochablemente no
puede ser amenazado con la imposición de una sanción, aun cuando hubiera deseando un resultado lesivo o
letal para su paciente. De lo contrario, llegaríamos al absurdo de tener que castigar al cirujano por homicidio
frustrado cuando gracias a su buen desempeño la operación resultara un éxito. La presencia de intención, en el
caso de la punición dolosa, es requisito necesario para el castigo de un determinado comportamiento, pero no
puede ser considerado la razón última de la punición desde la perspectiva de un DP cuya misión es la
evitación preventiva de lesiones a bienes jurídicos. El DP no puede pretender erradicar los malos
pensamientos y deseos de la mente del sujeto. Con ello no se habría dado ningún paso hacia delante en la
protección de bienes jurídicos, puesto que la acción ha sido perfectamente ejecutada. Por lo tanto, el riesgo
permitido excluye también la tipicidad de las acciones presididas por el dolo (Martínez Escamilla, La
imputación objetiva del resultado, p. 159-161).
En contra de esta opinión, Feijóo Sánchez afirma que el riesgo permitido, en el marco de los delitos de
resultado, sólo tiene relevancia en el ámbito del delito imprudente, ya que a su juicio, la creación dolosa de un
riesgo subsumible en el tipo objetivo suele ser penalmente relevante, por lo que la relevancia del riesgo
permitido cuando se conoce una situación de peligro concreto es escasa (Feijóo Sánchez, Resultado lesivo e
imprudencia, pp. 276-277).
1453
Roxin, Derecho penal..., T. I, pp. 372-373.
1454
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., pp. 299-300 y Cancio Meliá, Líneas básicas de la teoría de la
imputación objetiva, pp. 72-73.
1455
Cancio Meliá incluye en el riesgo permitido al principio de confianza (Cancio Meliá, Líneas básicas de la
teoría de la imputación objetiva, pp. 75-79), pero, a mi juicio, dicho principio presente características
particulares, que merecen un tratamiento diferenciado.
1456
Martínez Escamilla, La imputación objetiva del resultado, pp. 131-132.
345
un conflicto de intereses entre la mayor o menor utilidad social y el riesgo que se entiende
no puede ser previsto (en realidad, que no es exigible prever)1457. La permisión del riesgo
va estrechamente vinculado a las ventajas o utilidades generales o interpersonales que
reporta un determinado tipo de actividad (libertad de actuación, posibilidades de desarrollo
personal o económico, etc.)1458. Cuanto más valore la sociedad los fines a perseguir por una
determinada modalidad de conducta o actividad, más riesgos estará dispuesta a aceptar, ya
que la idea del riesgo permitido supone el reconocimiento colectivo de que, junto con las
consecuencias que se persiguen con una determinada actividad hay que asumir otras que no
se persiguen1459; b) Las posibilidades técnicas de controlar el peligro inherente a la
actividad, toda vez que el riesgo solo es permitido si la conducta es útil y no existe otro
medio o forma de llevarla a efecto1460; y c) Los costos que la evitación de todos los riesgos
posibles conllevaría para la sociedad en general, para la empresa, en particular, o para los
trabajadores, harían imposible el desarrollo de la actividad y, así por ejemplo, nadie duda
que los aviones podrían estar construidos con mejores materiales o que las medidas de
seguridad en un vuelo podrían ser mayores, pero ello supondría tal subida de costos que
impediría que los aviones fueran medios de transporte con precios razonables o asequibles
y así, las medidas y la utilización de materiales suelen ser fruto de las mejores posibilidades
que puede ofrecer la técnica, sin que por ello la aviación civil deje de desempeñar su
función, ya que si bien las empresas de aviación buscan aumentar sus beneficios, ello es
correcto mientras se mantengan dentro de los márgenes asumidos por el ordenamiento1461.
En general, la frontera entre el riesgo permitido y no permitido hay que buscarla
en una valoración global ex ante entre la utilidad social de la actividad en que se desarrolla
la conducta y la entidad de los bienes jurídicos amenazados, así como de la amplitud y
proximidad de la lesión del bien jurídico o grado de probabilidad de lesión, lo que a su vez
depende de las posibilidades de exigir medidas de cuidado que la técnica ofrece para el
control de los riesgos y de los costos asociados a estas medidas1462. Así por ejemplo, si la
administración de fármacos en periodo de prueba es para curar el cáncer será mayor el
riesgo en que se puede situar al paciente que prueba el medicamento, respecto al que se
admitiría si la finalidad del fármaco fuese curar la calvicie1463.
La comparación de intereses debe realizarse en base a un juicio objetivo, realizado
en el momento de ejecución de la conducta, teniendo en cuenta todas las circunstancias
concurrentes conocidas ex ante, que permitan determinar la probabilidad de lesión1464 y los
bienes jurídicos amenazados1465. El juicio es objetivo, en tanto abarca tanto el riesgo
típicamente relevante propio del juicio objetivo-subjetivo, como los riesgos “previsibles”
propios de la actividad, según la experiencia en supuestos similares, pero inevitables, dado
el estado de conocimientos, razón por la cual, no se exige que sean previstos en el caso
1457
Corcoy Bidasolo, “La distinción entre causalidad... ”, p. 608.
1458
Feijóo Sánchez, Resultado lesivo e imprudencia, p. 271.
1459
Feijóo Sánchez, Resultado lesivo e imprudencia, pp. 270-271.
1460
Corcoy Bidasolo, “La distinción entre causalidad...”, p. 608.
1461
Feijóo Sánchez, Resultado lesivo e imprudencia, pp. 271-272.
1462
Corcoy Bidasolo, “La distinción entre causalidad...”, p. 608.
1463
Ídem.
1464
A favor de considerar la probabilidad de lesión de bienes jurídicos se pronuncia Martínez Escamilla, La
imputación objetiva del resultado, pp. 133-135. En contra, Feijóo Sánchez, Resultado lesivo e imprudencia,
pp. 272-274.
1465
Corcoy Bidasolo, “La distinción entre causalidad...”, p. 608.
346
concreto y, por lo tanto, pueden considerarse dentro del ámbito del riesgo permitido, así
como también, aquellos que, aun siendo evitables, sería excesivamente costoso excluir, es
decir, riesgos previsibles pero inexigibles1466.
El Derecho penal no puede pretender evitar todos los peligros que se creen para
bienes jurídicos, ya que existe un ámbito de riesgo permitido cuyo contenido depende de
una ponderación de los intereses en juego, que pueden ser muy variados, económicos,
culturales, sanitarios, etc., y así, por ejemplo, la viabilidad de las empresas, no afectan solo
a sus dueños, sino también a la sociedad, porque de aquello depende el desempleo, el precio
de los productos, etc., y por ello ciertos peligros podrían estar abarcados directamente por
el ámbito del riesgo permitido, toda vez que el control total de los riesgos paralizaría la
actividad económica, de esta manera, la sociedad no estaría dispuesta a admitir la
explotación y utilización de energía atómica si de ello se derivaran el mismo número de
víctimas que produce el tráfico rodado, ya que la sociedad se ha acostumbrado ya al riesgo
que comporta el tráfico por carretera, además los conductores piensan que pueden evitar los
riesgos, creen que son ellos quienes determinan los riesgos a sufrir y, a diferencia de la
energía nuclear, el beneficio que comporta el tráfico rodado es apreciado directa y
diariamente por el particular1467. Un ejemplo de aquello es la SAP de Barcelona, de 23 de
septiembre de 1992, en la que se absuelve a los responsables de las obras de uno de los
cinturones de ronda en Barcelona, en donde tras unas lluvias torrenciales se desprendió un
talud de contención y murieron dos trabajadores, pese a lo cual, en la sentencia se afirma
que el riesgo era evitable pero su evitación hubiera sido tan costosa que no era exigible
porque hubiera hecho inviable la realización de esas obras1468.
1466
Ídem.
1467
Martínez Escamilla, La imputación objetiva del resultado, pp. 134-135.
1468
Corcoy Bidasolo, “La distinción entre causalidad...”, pp. 608-609.
1469
Mir Puig, “La perspectiva “ex ante” en DPP”, p. 11.
1470
Mir Puig, Derecho penal..., p. 251.
1471
Corcoy Bidasolo, “La distinción entre causalidad...”, p. 609.
347
del deber objetivo de cuidado1472. Por lo tanto, hay dos valoraciones que realizar respecto
de la conducta: un primer juicio consiste en determinar si el riesgo que genera la conducta
es o no cualitativamente permitido, dependiendo fundamentalmente de la mayor o menor
utilidad social y un segundo juicio consiste en establecer si el riesgo inherente a la
conducta es insignificante o suficiente1473. El aspecto cualitativo se examina de acuerdo con
el principio del riesgo permitido, mientras que el aspecto cuantitativo lo será según el
principio de insignificancia, así por ejemplo, el hombre que planta un árbol con un fruto
venenoso, independientemente de que espere que un niño se envenene, puede crear un
riesgo no permitido según si lo planta en el camino a la escuela por el que pasan todos los
niños, en el propio patio de una escuela, o en una quebrada de difícil acceso1474.
Pero ¿qué ocurre cuando el autor obró con la intención de producir el resultado,
mediante una conducta que ex ante se presentaba como insuficientemente peligrosa para
considerarla “adecuada” para causar el resultado?1475
Un ejemplo de esta situación, es el llamado “caso del tirador inexperto”, en el
cuál un sujeto inexperto en armas, dispara en contra de un tercero, con el ánimo de
lesionarlo o de matarlo, pero desde una distancia tal que incluso a un buen tirador le sería
difícil acertar. El supuesto plantea la cuestión de si en la determinación del primer elemento
de la relación de imputación objetiva: concurrencia de un riesgo jurídico-penalmente
relevante, debe seguirse el mismo baremo en los delitos dolosos e imprudentes o no1476.
Al respecto pueden adoptarse dos puntos de vista, ya que por un lado, es posible
entender que la relación de imputación objetiva se conforma de modo idéntico en los
delitos dolosos e imprudentes, de manera que si el riesgo no muestra objetivamente la
entidad que sería suficiente para fundar la imputación del resultado en un hecho cometido
sin dolo, tampoco podría imputarse objetivamente el resultado a la conducta en los casos
dolosos, ya que esta postura plantea la separación de imputación objetiva e imputación
subjetiva, entendiendo que la imputación objetiva y, en suma, el grado de peligrosidad
objetiva cuya concurrencia es precisa para la imputación objetiva ha de ser la misma en los
delitos dolosos e imprudentes1477.
El segundo punto de vista, sostiene que la presencia de dolo influye sobre la
imputación objetiva, de manera que, dado un riesgo que en un hecho no doloso no sería
suficiente para la imputación del resultado, concurriendo dolo, ese mismo riesgo sí pueda
resultar suficiente para la imputación del resultado, porque la presencia de dolo
determinaría por sí sola un aumento de la peligrosidad del hecho, de manera que un riesgo
insuficiente para la imputación se haría suficiente al concurrir el dolo, porque éste
incrementa la peligrosidad objetiva, de manera que desde una perspectiva más subjetivista,
la presencia de dolo exigiría un menor riesgo objetivo1478.
1472
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 293.
1473
Ídem.
1474
Ídem.
1475
Mir Puig, “La perspectiva “ex ante” en DP”, p. 11.
1476
Silva, Corcoy y Baldó, Casos de la jurisprudencia penal con comentarios doctrinales. DP, pp. 120-121;
Mir Puig, Derecho penal..., p. 252.
1477
Silva, Corcoy y Baldó, Casos de la jurisprudencia penal con comentarios doctrinales. DP, p. 121.
1478
Silva, Corcoy y Baldó, Casos de la jurisprudencia penal con comentarios doctrinales. DP, p. 121.
348
Si el sujeto obrara sin dolo de matar, esto es, se dispusiera, por ejemplo, a cazar, a
sabiendas de que en su línea de disparo se halla una persona, pero a una distancia tal que
incluso un buen tirador que se lo propusiera no podría alcanzarla, sería difícil advertir la
existencia de un riesgo jurídicamente relevante que permitiera imputar a ese cazador
inexperto la muerte de la otra persona, en el caso de que efectivamente la produjera1479.
Dada la total improbabilidad ex ante (por la inadecuación de los disparos) de un
impacto en la persona, no cabría hablar de homicidio imprudente1480. Si el tirador inexperto
obra con dolo, la doctrina mayoritaria se inclina por imputar el hecho al sujeto activo, de
manera que si el disparo impacta en su víctima se le imputará un homicidio doloso, ya que,
además de la relación de causalidad (cuya determinación no plantea problemas) podría
afirmarse la imputación objetiva (un riesgo jurídicamente relevante y su realización en el
resultado producido), lo que trae como consecuencia que si el tirador inexperto no hace
impacto en su víctima, ello permitirá excluir el elemento de “realización del riesgo en el
resultado”, pero no, en cambio, el elemento de “creación de un riesgo jurídicamente
relevante” y dado este riesgo ex ante y el dolo de consumación, habría que concluir que el
tirador inexperto es responsable de un delito frustrado punible, y no en cambio autor de una
conducta impune, sin embargo, es discutible que la presencia de dolo tenga tanta fuerza
como para convertir en delito frustrado punible un riesgo que, en sí mismo, y ausente el
dolo, no sería suficiente para fundamentar la imputación del resultado a título de
imprudencia es discutible y de ahí que un sector de la doctrina señale que la “infracción
del deber de cuidado” es un elemento típico común a los delitos imprudentes y dolosos,
singularizándose estos últimos por añadirse a la infracción del deber de cuidado la
presencia de dolo1481. En estos supuestos en los que el riesgo es remoto y sólo la presencia
de dolo los convierte en jurídico penalmente relevantes debería atenuarse la responsabilidad
del autor de modo trascendente respecto a los supuestos estándares de riesgo jurídicamente
relevante1482.
1479
Ídem.
1480
Silva, Corcoy y Baldó, Casos de la jurisprudencia penal con comentarios doctrinales. DP, pp. 121-122.
1481
Silva, Corcoy y Baldó, Casos de la jurisprudencia penal con comentarios doctrinales. DP, p. 122.
1482
Silva, Corcoy y Baldó, Casos de la jurisprudencia penal con comentarios doctrinales. DP, p. 122; Mir
Puig, Derecho penal..., 252-253.
1483
Corcoy Bidasolo, “La distinción entre causalidad...”, p. 609.
1484
Ídem.
349
pretenden delimitar aquellos supuestos en que se protege el bien jurídico respecto de
aquellos en los que no1485.
Existen ciertas actividades que pese a los riesgos que comportan se encuentran
legitimadas social e históricamente han sido admitidas por el Derecho como integrantes del
orden social en beneficio de la libertad general de actuación, aun cuando en muchos casos
pueda ser discutible su utilidad social1486. Estos riesgos no son relevantes para el Derecho
penal, siempre y cuando se den las siguientes condiciones: a) que la persona no tenga datos
objetivos concretos que le indiquen la especial peligrosidad de su actuación; o bien b) que
no se actúe de forma dolosa (con conocimiento de la situación de peligro concreto) creando
un riesgo distinto de aquellos que son consustanciales a la actividad de que se trate1487. Los
casos de la letra a), son riesgos que la sociedad acepta para que las personas puedan
relacionarse entre sí, como sucede, por ejemplo, con el contagio de enfermedades
habituales por vías aéreas, tales como la gripe, ya que, además de tratarse de un riesgo
cuantitativamente menor, las medidas de cuidado serían especialmente drásticas
(aislamiento al primer síntoma) y afectarían más a la vida social las soluciones al problema
que el propio problema (por ejemplo, las bajas laborales serían continuas)1488.
Lo mismo sucede en el caso de enfermedades de transmisión sexual no graves e
incurables, en las cuales los contactos son irrelevantes para el Derecho penal, mientras el
enfermo no tenga motivos objetivos concretos para sospechar de su enfermedad, de manera
que no existe obligación de realizar controles del estado de salud o de no contraer
enfermedades contagiosas, sino que el deber de cuidado obliga a no convertirse en fuente
de contagio o a avisar de dicha posibilidad de contagio sólo si se tienen datos sobre el
padecimiento de la enfermedad1489.
Del mismo modo, en los casos de shock, en los cuales por ejemplo, se da una mala
noticia que puede provocar un ataque de nervios en otra persona, sólo se infringe el deber
de cuidado si se conocen datos sobre los factores de riesgo especiales en el caso concreto,
como la especial constitución de la víctima y así por ejemplo, el TS de Stuttgart, negó la
comisión de un delito imprudente de lesiones por parte de un conductor que realizó un
adelantamiento antirreglamentario en el que rozó al vehículo adelantado y, pese a la
levedad de los daños materiales, el conductor del automóvil adelantado se alteró de tal
manera que pocas horas después la crisis nerviosa le provocó un infarto al que logró
sobrevivir mediante cuidados médicos, sin embargo, el autor del accidente carecía de datos
sobre la propensión especial de la víctima, razón por la cual no es posible imputarle las
lesiones derivadas del trauma psíquico1490.
También son un ejemplo de adecuación social, los casos que se producen en el
ámbito de ciertas posiciones de garantía como las relaciones paterno-filiales y las tutorías
de incapaces, en donde es necesario permitir ciertos riesgos para que no se obstaculice el
desarrollo de niños e inimputables a quienes no se les debe proporcionar fuentes de peligros
que no puedan comprender en todo su alcance o que no puedan dominar, pero en su
1485
Ídem.
1486
Feijóo Sánchez, Resultado lesivo e imprudencia, p. 280.
1487
En un sentido similar, Feijóo Sánchez, Resultado lesivo e imprudencia, p. 280.
1488
Feijóo Sánchez, Resultado lesivo e imprudencia, p. 280.
1489
Feijóo Sánchez, Resultado lesivo e imprudencia, p. 281.
1490
Feijóo Sánchez, Resultado lesivo e imprudencia, p. 281-282.
350
proceso de educación y aprendizaje deben ir enfrentando riesgos cada vez mayores, ya que
es la única manera de adquirir el carácter de persona autoresponsable y, en este sentido es
normal irles facilitando gradualmente el acceso a fuentes de peligro: bicicletas, patines,
utilización de cubiertos para comer, ir sin compañía al colegio, hacer recados en la calle,
practicar deportes, nadar en el mar, etc., toda vez que la protección absoluta de los niños y
adolescentes impediría su desarrollo hacia la madurez y su desarrollo físico, por lo que es
preciso asumir ciertos riesgos en estos procesos de maduración1491.
Los casos referidos en la letra b), dicen relación con supuestos en los que la
creación de un riesgo sólo cobra relevancia penal cuando al menos existe un
comportamiento doloso que crea un riesgo distinto de aquellos propios de la actividad,
como sucede, por ejemplo, en los deportes en los que el contacto corporal es constante
como en el caso del fútbol, rugby, balonmano, etc., en los cuales la fuerza física
protagoniza las relaciones entre personas, lo que supone una excepción en el marco de la
vida social cotidiana, toda vez que la valoración social de estas conductas impide
considerarlas típicamente relevantes a pesar de los riesgos que involucran para la salud
individual o incluso, en ciertos casos, como en el del alpinismo, para la vida1492/1493. En las
actividades deportivas que implican contactos físicos o incluso golpes intencionales que
literalmente caben en el delito o falta de lesiones, según sea el caso, la exclusión de la
tipicidad penal procede de la irrelevancia penal de la lesividad del hecho, por ser
socialmente admitida, atendido el contexto en que se produce, sin embargo, lo que se
acepta es el riesgo de padecer las lesiones derivadas de la práctica del deporte, no las que se
produzcan dolosamente con absoluto apartamiento de sus normas (por ejemplo, recibir un
puntapiés dirigido intencionalmente hacia la nariz del odiado contrincante, durante un
partido de fútbol, mientras la víctima se encontraba en el suelo y lejos del balón de fútbol) y
que, por tal razón, pueden ser constitutivas de responsabilidad penal1494.
La menor protección de los bienes jurídicos tiene, en parte, su apoyo en que nadie
que no quiera jugar un determinado deporte resulta lesionado1495. Es decir, el interés de la
actividad deportiva mezclado con la asunción voluntaria de los riesgos de dicha actividad,
por parte de los perjudicados hace que golpes, derribos o patadas que supondrían un injusto
en otro contexto, en el ámbito deportivo se consideren una desdicha1496. Lo anterior tiene
plena aplicación en tanto no se cree dolosamente un riesgo distinto de aquellos que
1491
Feijóo Sánchez, Resultado lesivo e imprudencia, pp. 283-284.
1492
Al respecto, García Arán coincide en que se trata de un caso de atipicidad, expresando que: “parece
innecesario para mantener la impunidad de una práctica socialmente admitida y oficialmente regulada, como
es el boxeo”, y agrega que: “…estamos ante contextos situacionales en que la realización voluntaria de una
actividad que lesiona o pone en riesgo la salud, forma parte de un ámbito en que la sociedad reconoce la
disponibilidad sobre el propio cuerpo y que pueden considerarse adecuados socialmente… que evita su
consideración como típicos, pero si ello es así, es sólo porque se encuentra presente el consentimiento del
sujeto pasivo. Dicho en términos más gráficos, la agresión lesiva que constituye la práctica del boxeo
realizada fuera de dicho contexto y contra el consentimiento de quien la padece sería indudablemente típica”
(Córdoba Roda y García Arán, Comentarios al CP español, PE, T. I, p. 132).
1493
Corcoy Bidasolo sostiene que la opinión pública, más o menos manipulada, será la que determine que una
conducta pase de ser socialmente adecuada a inadecuada y, por tanto, no permitida, o que de ser socialmente
inadecuada pase a considerarse adecuada y, por consiguiente, permitida (Corcoy Bidasolo, “La distinción
entre causalidad...”, p. 610).
1494
García Arán, “De las Lesiones”, p. 134.
1495
Feijóo Sánchez, Resultado lesivo e imprudencia, p. 284.
1496
Feijóo Sánchez, Resultado lesivo e imprudencia, pp. 284-285.
351
naturalmente pertenecen a la actividad de que se trate, en cuyo caso el dolo
descontextualizaría la lesión deportiva, equiparándola a una lesión producida en cualquier
otro ámbito de la vida1497.
Otro campo en que es apropiada la utilización del criterio de adecuación social, es
el sector de la salud pública donde la opinión ciudadana va restringiendo al máximo los
peligros que considera aceptables, siendo un ejemplo de ello el fumar, pero también las
exigencias de medidas de higiene alimenticia, como que el pan o la fruta vayan siempre
envasados, que los pescados y mariscos sean pasados por desinfección antes de su venta,
que son decisiones que afectan a todos y que aun cuando restrinjan los peligros, suponen
perder calidad de vida, por ejemplo por el mayor costo de los productos que por ello dejan
de estar a disposición de todos los sectores de la sociedad, razón por la cual, ésta ha de ser
informada, para poder decidir sobre los riesgos que está dispuesta a asumir1498. Otro ámbito
en el que es válida la restricción del tipo a través del criterio de la adecuación social es el de
las injurias, donde dependerá del lugar, la forma de expresión, el autor, la presunta víctima,
etc., que una misma expresión sea considerada lesiva para el honor y, por tanto, típica, o,
por el contrario, considerarse socialmente adecuada1499.
1497
Feijóo Sánchez, Resultado lesivo e imprudencia, pp. 284-286.
1498
Corcoy Bidasolo, “La distinción entre causalidad...”, p. 610.
1499
Corcoy Bidasolo, “La distinción entre causalidad...”, p. 610.
1500
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 314; Maraver Gómez, El principio de confianza en DP. Un
estudio sobre la aplicación del principio de autoresponsabilidad en la teoría de la imputación objetiva,
Editorial Civitas, Pamplona, 2009, p. 46 y 60; Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 1004; Puppe, “División del
trabajo y de la responsabilidad en la actuación médica”, en InDret, 4/2006, p. 3 y Stratenwerth, Derecho
penal..., p. 436.
1501
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 315; Maraver Gómez, El principio de confianza en DP, p. 61
y Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 1004; Puppe, “División del trabajo y de la responsabilidad en la actuación
médica”, p. 3 y Jakobs, “La imputación objetiva, especialmente en el ámbito de las instituciones jurídico-
penales del “riesgo permitido”, la “prohibición de regreso” y el principio de confianza”, en Estudios de DP,
Editorial Civitas, Madrid, 1997, p. 218.
352
los ámbitos en que existe división del trabajo, tales como la medicina, los accidentes
laborales o en el marco de la responsabilidad por el producto1502.
El principio de confianza sirve como criterio de selección de conductas peligrosas
de terceros o de la víctima que deberán ser abarcadas por el deber objetivo de cuidado,
entre las cuales sólo podrán considerarse, las que ex ante fuesen cognoscibles para el
autor1503. El principio de confianza se configura como una forma particular de aparición del
riesgo permitido, delimitando los riesgos propios de la actividad peligrosa, procedentes de
terceros, que el sujeto no tiene el deber de controlar y de esta forma, podemos señalar que
ocupa un lugar en el ámbito de la imputación objetiva como límite a la creación de un
riesgo típicamente relevante1504.
En la vida moderna tiene vital importancia la división del trabajo, dicho método se
utiliza en múltiples ámbitos1505. Sin embargo dicha forma de organización del trabajo sería
imposible o inviable si cada uno tuviese que controlar a absolutamente todo
comportamiento de quienes cooperan con él, toda vez que con ello nadie llegaría a cumplir
con plena dedicación sus propias obligaciones y el resultado sería, con bastante seguridad,
peor que el que se produce si se reconoce el principio de confianza y con ello, el reparto de
responsabilidades1506, el cual, en todo caso, dependerá del orden completo de que se trate,
así por ejemplo, deberá recurrirse a las reglas de un equipo médico que efectúa una
operación, a las disposiciones vigentes para el personal de vuelo de una compañía aérea, al
reparto de las actividades entre varias empleadas de un jardín infantil, etc., 1507.
En el ámbito de la medicina, el desarrollo técnico y científico experimentado, así
como el alto grado de especialización que este desarrollo lleva, han hecho que la actuación
médica curativa se lleve a cabo mediante un reparto de tareas o una división del trabajo
entre varios sujetos que actúan conjuntamente de manera sucesiva o simultánea y que
asumen diversas tareas, ya sea en una relación de igualdad o bien, en una relación de
superioridad o de subordinación, en trabajo en equipo, de manera que en cada tratamiento
clínico trabajan conjuntamente médicos y enfermeras; en cada operación, en la mesa de
quirófano están, junto al cirujano, por lo menos, el anestesista y la enfermera de quirófano y
cada médico ayudante subordinado a un médico adjunto al que debe recurrir en caso de que
sus conocimientos y experiencias no sean suficientes para tomar la decisión necesaria1508.
Esta situación implica que, por lo general, se vean involucradas varias personas en la
producción del resultado lesivo, lo que obliga a valorar en qué medida la responsabilidad de
cada una de esas personas puede depender de lo que hagan las demás1509. En otras
1502
Maraver Gómez, El principio de confianza en DP, pp. 97 y ss.; Roxin, Derecho penal..., T. I, pp. 1005-
1006; Puppe, “División del trabajo y de la responsabilidad en la actuación médica”, p. 3 y Jakobs, “La
imputación objetiva...”, p. 218.
1503
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 317.
1504
De acuerdo con esta afirmación, Maraver Gómez, El principio de confianza en DP, p. 148. De otra
opinión, Puppe, La imputación objetiva. Presentada mediante casos ilustrativos, Granada, 2001, pp. 116-117.
1505
Roxin, Derecho penal..., T. I, pp. 1005-1006.
1506
Puppe, “División del trabajo y de la responsabilidad en la actuación médica”, p. 3
1507
Jakobs, “La imputación objetiva...”, p. 219.
1508
Maraver Gómez, El principio de confianza en DP, p. 101.
1509
Maraver Gómez, El principio de confianza en DP, p. 101.
353
situaciones se plantea la cuestión de en qué medida quienes intervienen se exoneran
recíprocamente de responsabilidad y cuando son conjuntamente responsables1510.
Así por ejemplo, Stratenwerth sostiene que hay que permitir que el médico confíe
en la conducta correcta de terceros, ya que el principio de confianza se fundamenta, en la
responsabilidad de terceros y en la posibilidad de diferenciar un ámbito de responsabilidad
primario basado en una relación directa con el hecho y un ámbito de responsabilidad
secundario basado en una relación con el hecho mediada por la actuación responsable de un
tercero1511. El principio de confianza supone, en ese sentido, una delimitación del ámbito de
responsabilidad primario en los casos en los que interviene una tercera persona responsable
a la que el ordenamiento jurídico le impone determinados deberes de cuidado, lo que puede
ser fundamentado en el principio de la autorresponsabilidad, según el cual el ámbito de
responsabilidad del individuo se limita básicamente a su propio actuar y sólo en caso de
circunstancias especiales abarca también el actuar de otros, con la consecuencia de que,
como regla, no hay por qué tomar en cuenta la posibilidad del actuar descuidado y no
precavido de otros, sin embargo tal principio no es absoluto, ya que el sujeto que confía en
que el tercero actuará cumpliendo con su deber de cuidado sólo puede ser penalmente
responsable si incumple deberes de cuidado de carácter secundario o derivado, así, según
Stratenwerth, tales deberes surgen cuando el riesgo ya ha aparecido como consecuencia de
la conducta descuidada del tercero, cuando se aprecia una falta de atención o cualquier otra
circunstancia que haga temer una conducta incorrecta por parte del tercero o cuando el
propio sujeto provoca la conducta indebida del tercero1512/1513.
Además, la especial relación entre el médico y los miembros del equipo puede
generar deberes de selección, formación, coordinación, control o supervisión que limitan el
alcance del principio de confianza, fundamentalmente cuando existe una división vertical
del trabajo y se produce una relación de subordinación entre los distintos intervinientes1514.
Así, el médico que ha prescrito una medicación tiene que cerciorarse de que la enfermera
ha entendido correctamente su prescripción; cuando un médico joven en período de
formación tiene que realizar por primera vez una determinada operación, el médico adjunto
asume el rol de asistirle y, del mismo modo, la enfermera experimentada en una
determinada clase de medicación actúa contrariamente a cuidado cuando sigue sin
reflexionar la prescripción de un médico, pese a que podría haberse dado cuenta fácilmente
de que el médico se confundió al indicar la dosis1515.
1510
Puppe, “División del trabajo y de la responsabilidad en la actuación médica”, p. 3 y Maraver Gómez, El
principio de confianza en DP, p. 99.
1511
Maraver Gómez, El principio de confianza en DP, p. 102.
1512
Maraver Gómez, El principio de confianza en DP, pp. 101-102.
1513
Así por ejemplo, la SAP Barcelona (secc. 8ª) de 12 de mayo de 2000, en un caso en que tras una
operación exitosa, el médico cirujano abandona la sala de operaciones para rellenar unos formularios y deja a
la paciente bajo la vigilancia de la anestesista; la anestesista comete un error al manipular el grifo que
suministra oxígeno a la paciente y le produce la muerte. La Audiencia Provincial absuelve al cirujano
aplicando el principio de confianza: “Por lo que se refiere al cirujano acusado, debemos acudir al denominado
principio de confianza. En efecto, la división del trabajo descrito genera una confianza en el actuar diligente
de los demás profesionales de manera que a cada uno de los miembros del equipo no se les puede
responsabilizar de los fallos de otro, salvo que la confianza en su actuación sea estimada infundada en
atención a la entidad del error, o a la ausencia de cualificación o fiabilidad del directamente responsable”.
1514
Maraver Gómez, El principio de confianza en DP, pp. 104-105.
1515
Puppe, “División del trabajo y de la responsabilidad en la actuación médica”, p. 4.
354
En Alemania, el BGH agrega como limitación la afirmación de que quien se
comporta infringiendo su deber de cuidado no puede confiar en que los demás respeten los
propios1516. Sin embargo, el hecho de que alguien se comporte descuidadamente no es un
fundamento para intensificar hasta tal punto los deberes de cuidado para él vigentes que
tenga que prepararse para el comportamiento descuidado de otros intervinientes, ya que ello
sería aceptar el versari in re ilicita1517. La frase del BGH, ha sido interpretada en el sentido
de evitar que quienes mediante su comportamiento descuidado han realizado una
aportación necesaria para un daño se exoneren recíprocamente, alegando cada uno de ellos
que había confiado en que los demás iban a respetar sus deberes de cuidado y así, por
ejemplo, si al coser la herida, el cirujano deja una pinza arterial en la zona operada y el
médico que se encarga de continuar el tratamiento omite ordenar una exploración con rayos
X para el control ulterior de la operación y la pinza sólo se descubre cuando ya ha generado
complicaciones masivas que se podrían haber evitado retirando antes el cuerpo extraño, el
cirujano no se puede exonerar de responsabilidad alegando que podía confiar en el cuidado
del médico encargado del tratamiento posterior, ya que el principio de confianza tiene la
función de restringir los deberes de cuidado de cada interviniente, pero no su
responsabilidad1518. Por tanto, el principio de confianza no es aplicable cuando consta que
quien interviene se ha comportado contrariamente a cuidado y así pues, para fundamentar
que este último responde de todas las consecuencias que haya causado, no es necesaria una
proposición cuyo contenido sea que quien se comporta contrariamente a cuidado no se
puede acoger al principio de confianza1519.
Las actividades realizadas en el seno de una empresa, sobre todo en el ámbito de la
construcción, es una actividad especialmente peligrosa en la que la producción del
resultado lesivo suele verse condicionada por la intervención de varias personas, debido a la
complejidad de la actividad y al alto de grado de especialización necesario para llevarla a
cabo, de manera que el empresario o el constructor, se sirve de la actuación de una
pluralidad de personas, dando lugar a una división de trabajo, en una actividad en donde los
riesgos, se generan principalmente sobre las personas que realizan la actividad en un nivel
jerárquico más bajo, ejecutando las indicaciones del empresario o de su encargado y, por lo
tanto, en la cual, el problema es determinar la responsabilidad del empresario o del
encargado por los resultados lesivos que puedan sufrir los trabajadores en la ejecución1520.
El empresario constructor o dueño de la obra, deja normalmente la realización de la
actividad en manos de la empresa contratista y al no tener una relación de dominio material
sobre la actividad y no ejercer la dirección empresarial, no es penalmente responsable de
las actuaciones realizadas por el contratista o por el encargado de la obra, pero si el
empresario asume la responsabilidad de dirección de la actividad, los deberes de cuidado se
extienden respecto de las actuaciones de los terceros tanto en el momento de abrir la
empresa, al seleccionar e instruir a las personas que van a tomar parte en la misma, como
durante el ejercicio de la actividad empresarial, quedando obligado a vigilar o controlar la
actuación de sus trabajadores1521. Los deberes de control del empresario durante el ejercicio
1516
Puppe, “División del trabajo y de la responsabilidad en la actuación médica”, p. 4.
1517
Corcoy Bidasolo, “La distinción entre causalidad...”, p. 612.
1518
Puppe, “División del trabajo y de la responsabilidad en la actuación médica”, pp. 4-5.
1519
Puppe, “División del trabajo y de la responsabilidad en la actuación médica”, p. 5.
1520
Maraver Gómez, El principio de confianza en DP, pp. 105-106.
1521
Maraver Gómez, El principio de confianza en DP, p. 107.
355
de la actividad le imponen la obligación de encargar el trabajo a personas cualificadas y
está sometido a restricciones relacionadas con la distinta categoría profesional de las
personas que participan en la actividad, surgiendo con ello una relación de confianza con
los encargados o especialistas de alto nivel que cuentan con una mayor cualificación
técnica1522.
Frente a ellos, el principio de confianza sólo se ve limitado cuando resulta
previsible la conducta descuidada del tercero, cuando el peligro de la conducta descuidada
ya se ha manifestado o cuando las normas reguladoras de la actividad imponen un
“principio de desconfianza” en atención a determinadas situaciones en las que deban
esperarse comportamientos arriesgados por parte de los terceros1523. Con respecto al resto
de trabajadores, en cambio, el empresario no puede confiar en una conducta correcta, sino
que debe complementar su falta de cualificación con una mayor información y vigilancia,
porque resulta previsible la conducta incorrecta del trabajador, ya sea por su falta de
cualificación, o por su propensión al comportamiento descuidado en determinados trabajos
en los que resulta complicado mantener la atención, lo que permite afirmar que la conducta
incorrecta es un fenómeno previsible en concreto1524. Además, el trabajador se encuentra
subordinado a las decisiones del empresario o del encargado sobre la forma en la que debe
realizar su trabajo, por lo que no se le puede considerar “señor de su propio riesgo” y
también hay que considerar la mayor cualificación del empresario o encargado, así como su
superior posición jerárquica, lo cual justifica, que en el ámbito de los accidentes laborales
se siga un criterio de solución basado en la desconfianza, conforme al cual puede
reconocerse en el empresario un deber de vigilancia o supervisión sobre las actuaciones de
sus trabajadores, razón por la cual el principio de confianza tiene un alcance muy limitado
en el ámbito de los accidentes laborales, reservado a la relación entre el encargado y sus
colaboradores más cualificados, así como a la relación entre los propios trabajadores o entre
los trabajadores y sus superiores cualificados1525/1526.
1522
Ídem.
1523
Ídem.
1524
Maraver Gómez, El principio de confianza en DP, p. 108.
1525
Maraver Gómez, El principio de confianza en DP, pp. 109.
1526
La jurisprudencia es recelosa en este ámbito. La STS de 19 de octubre de 2000, después de explicar que
este tipo de casos deben resolverse conforme a los criterios de la teoría de la imputación objetiva, entre los
que se incluye el principio de confianza y el criterio de la autopuesta en peligro de la propia víctima, sostiene
que en el caso objeto de análisis no es la víctima la que se introduce voluntariamente, asumiendo el riesgo
existente, en el peligro ya creado previamente por el acusado al ordenarles trabajar en las proximidades de
unos cables de alta tensión. Es el acusado y nadie más quien crea un peligro sobre la víctima que debería
haber previsto, si hubiera adoptado las medidas de precaución y cautela exigibles y que le hubieran permitido
tomar las medidas de seguridad imprescindibles para evitar el resultado, máxime cuando se trata de un
profesional de la construcción, con larga experiencia en obras como la que se estaba realizando, sin que sea de
recibo pretender achacar a la propia víctima, un joven de dieciocho años y sin experiencia en trabajo alguno,
el que no hubiera adoptado unas medidas de precaución que no le habían sido informadas. En cambio, la SAP
Madrid (secc. 17ª) 6 de octubre de 2003, reconoce abiertamente la posibilidad de aplicar el principio de
confianza en el ámbito de la construcción realizando un detallado y exhaustivo estudio de los problemas que
se plantean en este ámbito como consecuencia de la necesaria división del trabajo, llama la atención sobre el
paralelismo que puede establecerse con respecto al ámbito de la medicina, pues ninguno de los intervinientes
controla la actividad en su totalidad, y trabaja bajo los principios de “complementariedad” y “de confianza”
en la normalidad y corrección del cometido encomendado a los demás. Señala, en este sentido, que en
relación con la división del trabajo, es preciso dar una respuesta adecuada para evitar tanto que se diluyan las
responsabilidades como que se exaspere insoportablemente el deber de vigilancia y control del jefe del
356
La responsabilidad penal por el producto se refiere a la gran variedad de personas
que participan en el sistema productivo por los riesgos o lesiones que ocasionan los
productos destinados al consumo1527.
Ello hace necesario estudiar la forma en la que la responsabilidad de cada una de
esas personas puede verse afectada por la conducta de las demás1528. Normalmente, el
correcto uso del producto requiere del consumidor la adopción de ciertas medidas de
cuidado, por ello se debe analizar si los sujetos que toman parte en el proceso productivo
deben adaptar su comportamiento a la posibilidad de que el consumidor, haciendo un uso
incorrecto del producto, contribuya a la causación de un resultado lesivo sobre sí mismo o
sobre un tercero1529. En la medida en que dentro del proceso productivo se reconoce la
existencia de un reparto de tareas o una división del trabajo (por ejemplo, entre fabricantes,
transportistas y comerciantes), hay que determinar también si el sujeto que se ocupa de una
concreta tarea tiene el deber de controlar o evitar los riesgos que pueden generarse por la
incorrecta actuación de quienes se encargan de una tarea distinta1530.
La aplicación del principio de confianza se basa, en que se trata de situaciones que
se producen en el ejercicio de una actividad con división del trabajo, en donde el sujeto es
responsable, principalmente, de su propia actuación, pero el hecho de que las conductas de
los distintos intervinientes estén integradas en un plan común y respondan a un
determinado programa de actuación puede favorecer que los sujetos tengan una mayor
posibilidad de conocer los riesgos que encierra la actividad, pero no ha de conducir
necesariamente a un deber de prever y evitar los riesgos ocasionados por las conductas
incorrectas de los demás intervinientes en el proceso1531. La división del trabajo que se
establece en el proceso productivo permite afirmar que los sujetos sólo son responsables de
su propia tarea y pueden “confiar” en la conducta correcta de los demás, salvo que posean
un conocimiento extraordinario que legitime la ampliación de su ámbito de responsabilidad,
sin embargo, la inclusión en un proceso previamente organizado puede dar lugar a una
mayor previsibilidad y evitabilidad de los riesgos ocasionados por los terceros, y puede
también implicar la asignación de posiciones especiales de las que resulte un específico
deber de controlar las conductas de determinados intervinientes en el proceso1532. Así, por
ejemplo, el empresario que fabrica un secador de pelo puede confiar en que el usuario no lo
utilizará dentro de la ducha, pero esta confianza no puede ser irracional y, por consiguiente,
el empresario deberá atender a un cuidado previo, como por ejemplo, adjuntar al secador un
manual de instrucciones en el que se advierta de los peligros de su uso en mojado1533/1534.
equipo. A partir de ahí, aunque advierte de la gran cantidad de deberes “secundarios” de control y vigilancia
que se presentan en el ámbito de la construcción, reconoce que, tanto en la división vertical como en la
división horizontal, “las relaciones entre los diferentes miembros del equipo se rigen, como regla general, por
el principio de confianza en la presumible y esperable corrección de la actuación de los colegas y del personal
auxiliar, a menos que existan circunstancias que inclinen a cuestionar la solidez de esa expectativa.
1527
Maraver Gómez, El principio de confianza en DP, p. 111.
1528
Maraver Gómez, El principio de confianza en DP, pp. 111-112.
1529
Maraver Gómez, El principio de confianza en DP, p. 112.
1530
Ídem.
1531
Maraver Gómez, El principio de confianza en DP, p. 113.
1532
Maraver Gómez, El principio de confianza en DP, p. 113.
1533
Corcoy Bidasolo, “La distinción entre causalidad...”, pp. 611-612.
1534
En la STS de 23 de abril de 1992, en la que se resuelve el caso del aceite de colza, aunque se niega la
posibilidad de aplicar el principio de confianza, no queda claro si el motivo se encuentra en las circunstancias
357
d.5.a. Restricciones al principio de confianza
del caso concreto -dado que existía un efectivo conocimiento del carácter tóxico del aceite- o en el tipo de
actividad que representa la comercialización de productos destinados al consumo humano. Cuando el TS
analiza la responsabilidad del encargado de la empresa que vende el aceite no concede importancia, en contra
de lo pretendido por la defensa, al hecho de que la empresa que le había suministrado ese aceite tuviera
conocimiento de que iba a comercializarse como aceite comestible. Según el TS, “esta cuestión sólo sería
importante si fuera aplicable al caso el principio de confianza, es decir, aquel principio según el cual un
comportamiento conforme al cuidado exigido autoriza a suponer que otros participantes del tráfico se
comportarán de acuerdo con las obligaciones que les incumben, sin que tal suposición implique por sí misma,
una infracción del deber de cuidado. Sin embargo, en el presente caso se trata precisamente de la participación
del recurrente en una actividad que, en general, se puede calificar de peligrosa para los bienes jurídicos
personales de los consumidores, lo que excluye la aplicación del principio de confianza. A este respecto se
debe señalar que si bien los proveedores del aceite conocían el destino final del mismo, no se puede poner en
duda el conocimiento del recurrente relativo al origen de dicho aceite”. Así pues, aunque el TS termina
haciendo referencia al hecho de que el recurrente tuviera conocimiento del tipo de aceite que estaba
adquiriendo, no queda del todo claro si la razón principal por la que se niega la posibilidad de confiar radica
en ese conocimiento -lo cual supondría cumplir con una de las limitaciones propias del principio de
confianza- o si lo que excluye la aplicación del principio de confianza es la participación en una actividad
que, en general, puede calificarse de especialmente peligrosa.
En un caso de responsabilidad por el producto en el que se analiza la posible comisión de un delito
contra la salud pública, la SAP de Badajoz (Secc. 1ª) de 14 de febrero de 2006, aplica el principio de
confianza apelando a la división de trabajo que existe entre los distintos intervinientes en el proceso
productivo. En este caso, una mujer había tomado un medicamento para adelgazar que contenía un producto
especialmente peligroso, prohibido por la Agencia Española del Medicamento. La Audiencia Provincial
absuelve a la representante legal de la empresa productora del medicamento por entender que podía confiar en
la correcta actuación de la directora técnica, que es quien estaba encargada de controlar que los comprimidos
no tuvieran ningún producto nocivo: “Como complemento del principio de división del trabajo, el principio
de confianza es criterio para concretar los deberes de cuidado, o, por mejor decir, el ámbito de riesgo
permitido por el autor (...). Conforme al principio de confianza, con carácter general no se responde por la
falta de cuidado ajeno, sino que el Derecho autoriza a confiar en que los otros –con específicas funciones y
responsabilidades en el concreto aspecto o cometido generador del riesgo- cumplirán sus deberes de cuidado,
esto es, el principio de confianza excluye la imputación objetiva del resultado por quien ha obrado al amparo
de aquella confianza, respondiendo solamente cuando concurren circunstancias especiales que deben hacer
perder la confianza en el cumplimiento del deber ajeno. No es el caso presente, en el que, como se dice, la
empresa disponía de un Director Técnico, en posesión del título y especializados conocimientos para llevar a
efecto específicos cometidos y asumir correspondientes y directas responsabilidades”.
1535
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 317.
1536
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 318.
358
vez que de lo contrario, se estaría sosteniendo una tesis versarista reñida con el principio de
culpabilidad1537.
Por lo tanto, hay que limitar el alcance de este requisito o presupuesto de
aplicación, exigiendo una especial relación entre la conducta del sujeto y la conducta del
tercero, en virtud de la cual, la conducta incorrecta del primer sujeto debe motivar la
conducta incorrecta del tercero o bien debe contravenir una norma de cuidado que pretenda
precisamente evitar los riesgos que se derivan de la posible conducta incorrecta del
tercero1538. En realidad, la cuestión de si los resultados lesivos pueden o no imputarse al
sujeto que infringió primeramente su deber de cuidado, no es una cuestión que afecta al
principio de confianza, sino sólo a la imputación del resultado, es decir, a la relación de
riesgo, toda vez, que puede suceder que el riesgo realizado en el resultado, no sea el propio
de la conducta del autor, sino el de un tercero o el de la víctima1539/1540.
1537
Sin embargo, la jurisprudencia ha atendiendo exclusivamente a la infracción cometida por el sujeto que
apela a la confianza. Así, por ejemplo, la SAP de Vizcaya (secc. 2ª) de fecha 5 de junio de 2003, en la que se
condena a un conductor que, circulando con exceso de velocidad, había atropellado a un peatón que cruzaba
con el semáforo en rojo. En esta sentencia se declara concretamente que: “la víctima, al cruzar la calle como
lo hace, vulnera el principio de confianza, el cual impone la esperanza de mutuo cumplimiento de las reglas
dirigidas a cada parte implicada en la circulación, pero el conductor del vehículo que, por su parte, conduce de
noche por vía urbana, rebasando la velocidad permitida dentro de la población y sin prestar la debida atención
puesto que no llega a ver a las dos peatones a las que atropelló pese a tener distancia suficiente para haberlas
visto, viola, a su vez, el principio de conducción dirigida consagrado en el arto 17 del Código de la
Circulación y el principio de seguridad que obliga a prevenir, hasta donde es posible, el defectuoso
comportamiento de los demás usuarios de la vía pública. Produciéndose un entrecruce de principios que
obliga a una verdadera valoración causal de las respectivas conductas para deducir el coeficiente de cada una
en la producción del resultado, sin perder de vista que en esta comparación de comportamientos contrasta el
poderío de la máquina con la debilidad frente a ella del organismo humano”.
1538
Maraver Gómez, El principio de confianza en DP, pp. 122-123.
1539
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., pp. 317-318; Maraver Gómez, El principio de confianza en DP,
pp. 120-125; Reyes Alvarado, Imputación objetiva, Editorial Temis, Bogotá, 1994, pp. 149-150 y Feijóo
Sánchez, “El principio de confianza como criterio normativo de imputación en el DP: fundamento y
consecuencias”, en RDPC, 2ª época, 2000 (nº 1 extraordinario). También publicado en: Revista Ibero-
Americana de Ciencias Penais 2000 (Nº 1), pp. 116-119.
1540
En la jurisprudencia española se encuentran numerosas sentencias en las que el TS, si bien sostiene que la
conducta antirreglamentaria del sujeto permite descartar la aplicación del principio de confianza, considera
que la concurrencia de culpas permite reducir la gravedad de la imprudencia. Así se aprecia claramente, por
ejemplo, en la STS de 15 de octubre de 1979. En este caso, un conductor que circulaba por la noche con
exceso de velocidad había atropellado, al salir de una curva, a un grupo de trabajadores que se encontraban en
la calzada sin hacer uso de “cinturones o manguitos reflectantes y sin señal de tráfico que indicase su
presencia”. El TS considera que tal conducta “merece la calificación de culpa grave o imprudencia temeraria
(...), dada la conculcación evidente de todo el complejo normativo que hemos visto es preciso observar en la
circulación nocturna por la especial peligrosidad que la misma genera en determinadas circunstancias y que
indudablemente concurren en el caso de autos; calificación de la culpa que, sin embargo, es preciso degradar a
la de simple con infracción de reglamentos dado que, en el plano causal, la conducta de las propias víctimas
contribuyó de manera igualmente decisiva al luctuoso resultado”
359
de los demás, sobre todo en el caso de niños, ancianos y minusválidos1541. Este principio se
cumple a través del principio de seguridad, que en el tráfico se conoce como principio de
conducción dirigida, acorde con el cual todo conductor ha de estar atento a las condiciones
del tránsito1542. Más que de la edad concreta, esta limitación depende de una edad gradual y
de las circunstancias personales del sujeto, así como de los indicios y de la actitud que se
aprecien en el caso concreto1543/1544.
En todo caso hay que tener presente que frente a inimputables no existe la
expectativa garantizada jurídicamente de que éstos respetarán las normas de conducta, por
lo que frente a ellos han de ampliarse los deberes de cuidado, en beneficio del menor para
otorgarle mayor protección1545. La amplitud del deber de cuidado depende de los factores
de riesgo que se conozcan y así, por ejemplo, si se está pasando por delante de un colegio a
la hora de salida, el conductor debería bajar considerablemente la velocidad del auto y
prestar mayor atención a la situación y el mismo conductor tal vez deberá, incluso
interrumpir la conducción si ve pasar una pelota y los autos estacionados en la calle
estrecha le dificultan la visión1546.
Feijóo Sánchez agrega en este acápite, a las personas incapacitadas sectorialmente,
así por ejemplo, el médico no puede delegar la administración de un tratamiento o de una
medicina a la madre de un niño o al propio paciente si aprecia su incapacidad para
desempeñar bien esa misión y lo mismo sucede en el caso de incapacidades puntuales que
pueden ocurrir, por ejemplo cuando el médico se da cuenta de que la enfermera,
normalmente competente, a la que le va a dar una instrucción muestra síntomas de
agotamiento o se encuentra saturada de trabajo1547.
1541
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 319.
1542
Ídem.
1543
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 319 y Jakobs, “La imputación objetiva...”, pp. 219-220.
1544
En la sentencia de 8 de junio de 1985 se dice que: “El principio de confianza conforme al cual quien
desarrolla una conducta de riesgo común puede esperar que los demás se comporten conforme a las
exigencias del tráfico, sin que todo conductor de vehículo haya de prever las infracciones reglamentarias que
cometan los demás, tal principio es relativo y flexible, viniendo excepcionado por el de conducción dirigida o
de seguridad y por el de defensa, en los supuestos de posibles enfrentamientos en la circulación urbana con
niños, ancianos o minusválidos psíquicos, debiendo tenerse presente su presunta inconsciencia, su
impulsividad azarosa, su desconocimiento de las disposiciones regladas y sus repentinos cambios de actitud,
ha de contarse con su impensado proceder contra las normas de tráfico” (sentencia citada en Corcoy Bidasolo,
El delito imprudente..., pp. 319-320).
1545
Feijóo Sánchez, “El principio de confianza como criterio normativo de imputación en el DP: fundamento
y consecuencias”, pp. 123-124.
1546
Feijóo Sánchez, “El principio de confianza como criterio normativo de imputación en el DP: fundamento
y consecuencias”, p. 124.
1547
Feijóo Sánchez, “El principio de confianza como criterio normativo de imputación en el DP: fundamento
y consecuencias”, 126-129.
1548
Feijóo Sánchez, “El principio de confianza como criterio normativo de imputación en el DP: fundamento
y consecuencias”, pp. 119-120.
360
Ello sucede cuando existen motivos objetivos concretos, sólidos y concluyentes, para
sospechar de un comportamiento antijurídico de un tercero, como sucede, por ejemplo,
cuando el cirujano sabe que todos los bisturí que ha ocupado están fallados o cuando la
enfermera recibe una instrucción distinta de la habitual de parte del médico que se
encuentra ebrio, el peatón ha empezado a cruzar la carretera por donde no debía, o bien
cuando antes de la operación el paciente le entrega un frasco con sustancias no indicadas
que tomó1549.
También pueden concurrir situaciones especiales, críticas o poco claras, como
cuando hay condiciones meteorológicas adversas, la señalización es deficiente, se ha
producido un accidente que perturba el desarrollo normal del trafico, es un día festivo y es
probable que la gente haya ingerido grandes cantidades de alcohol o cuando existen
circunstancias que permiten afirmar que la situación resulta especialmente peligrosa1550.
Se puede confiar mientras no se evidencia que el que infringió la norma no puede
o no quiere evitar definitivamente la lesión y así por ejemplo es posible confiar en que el
conductor que traspasa el eje de la calzada en un lugar indebido, volverá a su posición
correcta, hasta el momento en que se evidencia de que no lo hará1551.
361
formar parte de una determinada actividad tiene el deber de procurar que esas personas
cuenten con la capacidad técnica y personal necesaria para realizar la tarea que les va a ser
asignada y si el sujeto no comprueba esa capacidad, no podrá apelar al principio de
confianza y será responsable de los resultados lesivos ocasionados por los terceros 1555. Las
personas que disponen de un mayor conocimiento técnico tienen un deber de instrucción
frente a los terceros, bien puntualmente para una tarea concreta, bien con carácter general,
por lo que la posibilidad de confiar requiere que la instrucción se haya realizado conforme a
los estándares exigidos y que el tercero haya recibido y comprendido correctamente las
indicaciones1556. El deber de coordinación implica la obligación de establecer
correctamente el reparto de tareas en función de las circunstancias materiales, temporales y
personales presentes en cada caso para garantizar que la actividad resulte suficientemente
segura y evitar, por ejemplo, que se produzcan conflictos de competencia1557. Estos deberes
limitan la posibilidad de confiar, toda vez que el sujeto sólo puede confiar en la medida en
que haya cumplido previamente con esos deberes1558.
Otros deberes que pueden limitar la aplicación del principio de confianza son los
deberes de vigilancia, control o supervisión, en base a los cuales el sujeto no puede esperar
a que se presenten en el caso concreto circunstancias que hagan pensar que el tercero se va
a comportar incorrectamente, sino que ha de comprobar positivamente que no haya
determinados aspectos que pueden dar lugar a la conducta incorrecta del tercero y si el
sujeto no cumple con estos deberes, no puede ampararse en el principio de confianza e
incurre en responsabilidad a pesar de la infracción del tercero1559. La supervisión conlleva
una mayor limitación de la posibilidad de confiar, pues se mantienen hasta el momento en
el que el tercero realiza su conducta, sin embargo, no se trata de garantizar las condiciones
necesarias para establecer un reparto de tareas, sino de velar para que el tercero realice
correctamente su tarea1560. El sujeto puede confiar en la medida en que haya realizado los
controles oportunos, los que pueden estar referidos a aspectos concretos de la actividad o
pueden tener un alcance general pero limitado temporalmente, pero, una vez efectuado el
control, el sujeto puede confiar en que el tercero realice correctamente su tarea, aunque en
ocasiones, el sujeto tiene el deber de controlar completamente la conducta del tercero para
comprobar que ejecuta correctamente su tarea1561. En tal caso, sí puede decirse que existe
un deber de prevenir o evitar la conducta incorrecta del tercero que resulta incompatible
con la posibilidad de confiar y esto es lo que sucede, por ejemplo, en el ámbito de la
medicina con respecto a la actuación de los estudiantes en prácticas, y lo que, en cierta
medida, podría plantearse también en el ámbito de los accidentes laborales con respecto a la
actuación de los trabajadores1562.
El otro deber existente es el deber de compensar la conducta incorrecta del
tercero (medidas de doble aseguramiento en relaciones de carácter horizontal), de acuerdo
con el cual, en el marco de la división horizontal del trabajo los sujetos también pueden
1555
Maraver Gómez, El principio de confianza en DP, p. 140.
1556
Ídem.
1557
Ídem.
1558
Maraver Gómez, El principio de confianza en DP, pp. 140-141.
1559
Maraver Gómez, El principio de confianza en DP, p. 141.
1560
Ídem.
1561
Ídem. p. 142.
1562
Ídem.
362
tener deberes de cuidado sobre la conducta de los terceros y así, por ejemplo, es posible
que, dentro del sistema de producción, una empresa tenga el deber de comprobar el buen
estado del producto que recibe de otra empresa o que, en el ámbito de la actividad médico-
quirúrgica, un enfermero tenga la obligación de volver a contar los instrumentos utilizados
en la operación para asegurarse de que el cirujano no ha dejado ninguno abandonado en el
cuerpo del paciente1563. Su deber consiste en compensar los riesgos que pueda generar la
conducta incorrecta del tercero y con ello comparte con él el deber de controlar un
determinado tipo de riesgo; de tal manera que puede decirse que los deberes de cuidado
quedan superpuestos, de manera de tratar de evitar por distintas vías que el resultado lesivo
llegue a producirse1564.
1563
Maraver Gómez, El principio de confianza en DP, p. 143.
1564
Jakobs, “La imputación objetiva...”, p. 220 y Maraver Gómez, El principio de confianza en DP, pp. 143-
144.
1565
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 556.
1566
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 392.
1567
Ídem.
363
punibilidad1568. Por lo tanto, estamos en presencia de una autopuesta en peligro y como tal
impune1569.
1568
Ídem.
1569
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 556.
1570
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 557-558.
1571
Schünemann sostiene la imputación del resultado a la persona que creó el riesgo cuando existe un deber
jurídico que obliga al titular del bien jurídico lesionado a actuar, puesto que dada la existencia de dicho deber,
no puede hablarse de una autopuesta en peligro libre. Esta regla se matiza en el sentido de que sólo puede
hablarse de un deber jurídico de actuar cuando la ponderación de los bienes en juego arroje un saldo favorable
a la intervención, ponderación que se llevará a cabo sopesando el valor del objeto de la medida de salvamento
y la peligrosidad de la intervención. Por lo que se refiere a las acciones de salvamento voluntarias nada se
opone a que éstas sean consideradas como autopuestas en peligro libres, sin embargo el causante imprudente
de la fuente de peligro también habrá de acarrear con los resultados lesivos de dichas intervenciones cuando
éstas se consideren razonables y ello porque el sujeto que se arriesga con su intervención también está
limitando o excluyendo la responsabilidad del causante del peligro. No se le imputará, por el contrario, el
resultado si la intervención del que se introduce en el peligro es temeraria, pues “ni la comunidad ni el autor
necesitan contar con heroicidades”. No obstante, algunos siguen afirmando la imputación cuando, a pesar del
gran peligro objetivamente existente, la intervención del salvador era comprensible dadas las circunstancias
porque, por ejemplo, el que se introduce en las llamas es el padre de la eventual víctima del incendio o
porque, dada la necesidad de tomar rápidamente una decisión, no se ponderan bien las circunstancias
concurrentes. Roxin, niega la imputación objetiva en todos los supuestos: en ningún caso responderá el
causante del incendio por las lesiones o muertes de aquellas personas que intervinieron en las labores de
salvamento a que el incendio dio lugar, ni cuando no exista deber de intervenir porque en este caso el autor no
tiene por qué soportar las consecuencias del heroísmo de nadie, ni siquiera cuando concurra dicha obligación,
ya que “si el legislador impone un deber de actuar no puede endosar a terceras personas la responsabilidad por
las eventuales consecuencias dañinas que de ello se deriven”, lo cual no es obstáculo para que por vía civil se
pueda reclamar al causante del incendio eventuales gastos médicos o indemnizaciones. La solución contraria
conllevaría, según este autor, que “aquel que ha creado la situación de peligro se vea forzado a hacer un
cálculo indigno si tiene que reflexionar si le conviene pedir auxilio cuyo fracaso le puede acarrear más
penas”. También se esgrime el argumento de que en estos casos no se puede imputar a un sujeto las
consecuencias de unas actuaciones cuando no le está permitido oponerse a ellas. Como consecuencia de estas
consideraciones se extrae la conclusión de que ni el tipo homicidio ni el tipo lesiones abarcan dentro de su
ámbito de protección resultados producidos de esta manera. Martínez Escamilla, coincide con Roxin porque
los supuestos estudiados no dejan de ser, por regla general, contribuciones imprudentes a autopuestas en
peligro libres y conscientes. Esta libertad o voluntariedad en la aceptación del riesgo que el trabajo de
bombero conlleva, ha de suponerse que se mantiene mientras el sujeto no exprese su voluntad de separarse del
cuerpo. Lo mismo sucede con los médicos que en el ejercicio de su deber deontológico se ponen a sí mismos
en peligro al asistir, por ejemplo, a pacientes contagiosos. La libertad de la concreta autopuesta en peligro
364
d.4.a.3. Autopuesta en peligro dolosa
Un médico que regresa de un viaje a la India infectado de viruela y, aunque se
siente muy enfermo, se pone a trabajar en su clínica sin someterse previamente a
reconocimiento. Una serie de médicos y pacientes fueron infectados y enfermaron de
viruela. También enfermó el sacerdote de la clínica, que con conocimiento del riesgo se
había sometido voluntariamente a cuarentena.
Aquí, se ha realizado un riesgo típicamente relevante creado por el médico, quien
al infectar a un grupo de médicos y de pacientes, quienes no sabían que éste era portador de
la viruela, cometió el delito de lesiones imprudentes1572. Pero el sacerdote se puso a sí
mismo en peligro dolosamente y por propia decisión, por lo que no se puede imputar al
médico las consecuencias derivadas de ello, ya que el sacerdote con su propia actuación se
expone voluntariamente a un peligro ya existente, cuyas posibles consecuencias no son
abarcadas por el fin de protección del delito de lesiones1573.
A le entrega a B para su propio consumo heroína, cuya peligrosidad tienen clara
ambos. B se inyecta la sustancia y muere por ello o queda gravemente lesionado.
Siguiendo a Schünemann, la jurisprudencia alemana ha rechazado la imputación
de tales casos al tipo objetivo, refiriendo que: “Las autopuestas en peligro queridas y
realizadas por propia responsabilidad no son subsumibles en el tipo de un delito de lesiones
o de homicidio si se realiza el riesgo conscientemente corrido con la puesta en peligro.
Quien meramente incita, posibilita o facilita tal autopuesta en peligro no es punible por un
delito de lesiones o de homicidio”1574.
La jurisprudencia más reciente no imputa la cooperación en una autopuesta en
peligro responsable, sólo si el sujeto que se pone en peligro a sí mismo es consciente del
riesgo, en la misma medida que el cooperador, sin embargo, si el incitador o promotor “se
da cuenta de que la víctima no es consciente plenamente del alcance de su decisión”, crea
un riesgo que ya no está cubierto por la voluntad de la víctima y cuya realización debe
imputársele por tanto al cooperador1575.
Se discute en Alemania la cuestión de si también debe excluirse la imputación de
la cooperación en una autopuesta en peligro ajena cuando el que se pone en peligro, aunque
no es inimputable, tiene considerablemente disminuida su imputabilidad, Roxin distingue:
si el que se pone a sí mismo en peligro es plenamente consciente del riesgo y sólo tiene
disminuida su capacidad de inhibición, el cooperador ha de quedar impune, pues el que se
pone a sí mismo en peligro sigue siendo dueño de sus decisiones, aunque le sea más difícil
podrá reconducirse en este caso al acto voluntario en virtud del cual se decidieron por el ejercicio de la
profesión médica, asumieron el juramento de Hipócrates y, por ejemplo, firmaron un contrato con una
determinada clínica para trabajar en la sección de enfermos de hepatitis X altamente contagiosa al transmitirse
por vía respiratoria. Al ser posible hablar en estos supuestos de una autopuesta en peligro libre y consciente
siguen siendo aplicables las consideraciones realizadas en el epígrafe anterior en pro de la impunidad de la
contribución imprudente a dichas autopuestas en peligro que desembocaban en muerte o lesiones (Martínez
Escamilla, La imputación objetiva del resultado, pp. 358-365).
1572
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 388.
1573
Roxin, Derecho penal..., T. I, pp. 388-389; Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., pp. 558-559.
1574
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 389.
1575
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 391.
365
la decisión1576. Si, por el contrario, tiene disminuida su capacidad de intelección, de tal
modo que ya no es correctamente consciente del riesgo, se le debe imputar el resultado al
extraño1577.
1576
Ídem.
1577
Ídem.
1578
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 561.
1579
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., pp. 561-562.
1580
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 562.
1581
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 562.
1582
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 559-552 y Martínez Escamilla, La imputación objetiva del
resultado, pp. 344-352.
1583
Mir Puig, Derecho penal..., p. 253.
1584
Frisch y Robles, Desvalorar e imputar, pp. 45-46.
366
exigidos en los delitos de resultado sólo interesan como expresión de injusto de resultado
en la medida en que éste se muestre como una discrepancia de la situación jurídicamente
garantizada1585. No concurre la imputación objetiva de un resultado cuando, pese a haber
sido causado por una conducta que creó un riesgo típicamente relevante, no supone la
realización de este riesgo, sino de otro factor, es decir, no es su consecuencia específica.
A continuación analizaremos los criterios aportados por la doctrina y la
jurisprudencia para estimar que en el hecho no concurre la mencionada relación de riesgos
entre la conducta típicamente relevante y el resultado lesivo.
1585
Frisch y Robles, Desvalorar e imputar, p. 46.
1586
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 309.
1587
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 629.
1588
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., pp. 444-445.
1589
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 445.
1590
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 445.
367
completa seguridad, aunque el conductor hubiese mantenido la distancia reglamentaria; y
ello porque por una reacción automática en “corto circuito”, debido a su estado de
embriaguez, el ciclista en aquél momento habría girado inconscientemente a la izquierda,
con lo que hubiera muerto, con gran probabilidad, aun cuando el camionero hubiera
guardado la distancia reglamentaria1591.
Durante una operación, a un niño le administraron, como anestesia cocaína, en
lugar de la novocaína prescrita, el niño muere, pero en la autopsia se descubre que tenía la
glándula linfática anormal, lo que le habría producido rechazo contra cualquier tipo de
anestesia y, por lo tanto, habría muerto igual si se le hubiese suministrado la anestesia
adecuada, sin embargo, el Tribunal alemán del Reich casó la sentencia en que se absolvía al
médico y dictó una nueva, condenándolo1592.
Un farmacéutico despachó una vez con receta médica un preparado de fósforo a la
madre de un niño raquítico; luego continuó vendiendo el producto repetidas veces a la
simple petición de la madre, sin exigir la entrega de la receta reglamentaria, pero a
consecuencia del tratamiento, el niño tuvo una intoxicación aguda que le produjo la muerte,
sin embargo, en la prueba pericial se supo que el envenenamiento no estuvo precedido de
síntomas que lo hicieran previsible, por lo que no se excluye, que el médico, de ser
consultado, habría ordenado la continuación del tratamiento, razón por la cual el Tribunal
alemán del Reich absuelve al farmacéutico1593.
El acusado, comerciante, había adquirido para su fábrica de pinceles, pelo de cabra
y pese a la advertencia de la firma comercial, sobre la necesidad de desinfectar el pelo, el
acusado lo entregó a la operarías, para transformar el producto, sin efectuar la operación de
desinfección, luego cuatro operarías enfermaron y murieron como consecuencia de la
infección contraída al manipular el pelo de cabra, sin embargo, durante el proceso se probó,
pericialmente, que aunque se hubiera realizado la adecuada desinfección, de acuerdo con
las disposiciones vigentes, el bacilo de carbunclo, causante de la infección, no habría
muerto por su particular resistencia a la desinfección reglamentaria, pero el Tribunal
alemán del Reich casa la sentencia en la que se absolvía al procesado y condena, porque no
basta la simple posibilidad de realizar el resultado también en caso de comportamiento
alternativo adecuado a Derecho, exigiendo en su lugar la seguridad o al menos la
probabilidad rayana en la seguridad y posteriormente, el Tribunal, ante nuevas apelaciones
absuelve al comerciante, por faltar la previsibilidad ex ante del resultado lesivo1594.
Para solucionar adecuadamente estos casos debemos partir por distinguir las
perspectivas ex ante y ex post.
1591
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 398 y Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., pp. 451-452.
1592
Jescheck y Weigend, Tratado..., p. 629 y Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., pp. 452-453.
1593
Jescheck y Weigend, Tratado..., p. 629 y Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 453.
1594
Jescheck y Weigend, Tratado..., p. 629 y Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., pp. 453-454.
368
riesgo típicamente relevante al infringir la norma de cuidado, y ese peligro se ha realizado
en el resultado, por lo tanto, lo importante es determinar si la pretensión del Derecho penal,
de proteger bienes jurídicos se consigue directamente evitando resultados o mediatamente
evitando conductas peligrosas1595. Partimos de la segunda posición, ya que lo esencial para
la prevención general es motivar a la evitación de conductas peligrosas; por lo que nos
tendremos que preguntar si era evitable la conducta peligrosa no el resultado1596. Desde esta
perspectiva, en el injusto, no tiene sentido preguntarse sobre la inevitabilidad del resultado,
sin embargo, si cabría, en estos casos, cuestionar la relevancia penal del resultado
producido y por lo tanto, la inevitabilidad del resultado puede afectar, de este modo al
desvalor del resultado, así las cosas, la cuestión se ha de plantear en el nivel de imputación
objetiva, entendida como problema de imputación del resultado, no en relación con el
presupuesto de la imputación que ha de quedar incuestionado1597.
La solución del problema pasa por la separación de la pregunta sobre la relación de
antijuridicidad, perspectiva ex ante y la pregunta sobre el fin de protección de la norma
perspectiva ex post, la primera, se efectuará en relación con la conducta y, la segunda, en
relación con el resultado, de esta manera, como conducta alternativa, sólo se puede tener en
cuenta la del propio autor actuando de forma adecuada a Derecho, es decir, todas aquellas
conductas de la misma clase que se encuentran dentro del riesgo permitido y la
consideración alternativa de conductas de terceros, de la víctima o de factores naturales
escapa a la problemática aquí examinada1598.
1595
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 482.
1596
Ídem.
1597
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 483.
1598
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 486.
1599
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 488.
1600
Ídem.
1601
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., pp. 488-489.
1602
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 489.
369
del riesgo y de la finalidad de protección de la norma se afirme la existencia de relación de
riesgo, la inevitabilidad ex post del resultado puede excluir el desvalor de éste como
elemento del tipo penal y, en consecuencia, la impunidad del sujeto en los casos de
comportamiento alternativo adecuado a Derecho y, por lo tanto, la inevitabilidad es una
especie de condición negativa de punibilidad, que más que afectar a la relación de riesgo,
lo hace respecto al desvalor del resultado1603.
Cuando se busca la solución, a través de la teoría del incremento del riesgo o de la
finalidad de protección de la norma, de lo que se trata es de comprobar la existencia de la
relación de riesgo, con lo que se niega la relevancia de la inevitabilidad ex post del
resultado1604. La afirmación de que no habrá imputación cuando se pruebe, con una
probabilidad rayana en la seguridad, que el comportamiento alternativo adecuado a
Derecho no habría dado lugar al resultado, exige aceptar la relevancia de la inevitabilidad
ex post del resultado como criterio de exclusión de la imputación1605.
En el caso del fabricante de pinceles, si se prueba que la infección, que producen
los pelos de cabra en las trabajadoras, proviene del carbunclo y que la desinfección no lo
habría destruido, se está afirmando que no hay un incremento del riesgo ex post y no hace
falta acudir a la conducta alternativa, en el caso de la novocaína, si la muerte se produce
por un incidente de narcosis, por la supersensibilidad del paciente a todo tipo de narcosis, y
no por la específica toxicidad de la cocaína se excluye también la relación de riesgo por
falta de incremento del riesgo ex post, en caso de duda sobre cuál sea el riesgo que se ha
realizado en el resultado, es decir, sobre la existencia o no de un incremento ex post del
riesgo, será suficiente para excluir la imputación que no se pueda probar con una
probabilidad rayana en la seguridad ese incremento del riesgo, en atención al principio in
dubio pro reo y, en base a la exigencia de relación de riesgo, como elemento esencial para
la imputación del resultado1606.
En todo caso en el examen del incremento del riesgo, o de la finalidad de
protección de la norma infringida, se valorará lo realmente acontecido, sin tener en cuenta
las hipotéticas conductas adecuadas a Derecho, ya que si con una probabilidad rayana en la
seguridad ha existido un incremento del riesgo ex post estará probada la relación de riesgo
y sólo entonces será necesario acudir al examen sobre la evitabilidad del resultado 1607. La
evitabilidad del resultado, como criterio de imputación, funciona pues como una excepción
al principio general de que la relación de riesgo resulta probada por el incremento
comprobado ex post del riesgo y como excepción, se deberá probar que con una
probabilidad rayana en la seguridad tampoco se hubiera evitado el resultado con una
conducta adecuada1608.
El hecho de que la evitabilidad no fundamente, sino que, por el contrario, excluya
la relación de riesgo permite que en su prueba se acuda a la conducta alternativa hipotética,
1603
Ídem.
1604
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 490.
1605
Ídem.
1606
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., pp. 491.
1607
Ídem.
1608
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., pp. 490-491.
370
única forma, por otro lado, con la que es posible determinar la evitabilidad ex post del
resultado1609.
En el caso del ciclista, es posible probar tanto el incremento ex post del riesgo,
como que la finalidad de la norma infringida era evitar un resultado como el acaecido, y,
por lo tanto, podemos afirmar la existencia de relación de riesgo junto a la relación de
causalidad1610. Será necesario pues pasar a examinar la evitabilidad ex post del resultado y,
para ello, la conducta alternativa adecuada a Derecho y en este caso, el primer problema es
determinar cuál será esta conducta alternativa, ya que el deber de cuidado no siempre es
igual al reglamento o regla técnica y, por consiguiente, no podemos decir que la conducta
correcta hubiera sido adelantar a 1 ó 1,5 metros de distancia lateral, tal y como se prevé la
ley y, por lo tanto, la conducta adecuada será la que atiende el deber de cuidado
determinable ex ante, según las circunstancias concurrentes y los poderes individuales del
autor, en tanto éstos sean conocidos o cognoscibles por éste1611. El deber de cuidado
dependerá de la posibilidad que tenía el camionero de conocer el estado de embriaguez del
ciclista, si éste era cognoscible, la conducta adecuada no sería ya adelantar a 1 ó 1,5 metros,
sino a 3 metros, 5 metros o incluso no adelantar y de esta manera, la determinación del
deber de cuidado objetivo-subjetivo, nos indica de forma inmediata cuál sería la conducta
adecuada hipotética1612. En el cálculo de probabilidad sobre lo que hubiera acontecido con
dicha conducta se deberá probar que, con una probabilidad rayana en la seguridad se
hubiese producido igualmente el resultado y sólo en este caso será relevante la evitabilidad
ex post del resultado, que afectará al desvalor del resultado, que se habría de entender
como inexistente1613. Afirmar la relevancia de lo que propiamente se entiende por conducta
alternativa adecuada a Derecho, supone aceptar que en determinados supuestos desaparezca
el desvalor del resultado efectivamente producido, existiendo relación de riesgo entre la
conducta típica y ese resultado, en base a razones de política-criminal1614.
1609
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 492.
1610
Ídem.
1611
Ídem.
1612
Ídem.
1613
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., pp. 493.
1614
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., pp. 492-493.
1615
Roxin, DP, DP, T. I, p. 379.
1616
Ídem.
371
posiblemente, y por tanto la superación del riesgo permitido por no guardar la distancia de
separación lateral ha incrementado de modo jurídicamente relevante la posibilidad de un
accidente mortal1617. Agrega, que si a pesar de guardar la distancia requerida el ciclista
hubiera muerto, también se habría realizado en ese curso del hecho un riesgo como el que
siempre existe en los adelantamientos; pero de ese riesgo le hubiera liberado al conductor el
legislador al autorizarlo, por lo que el resultado no sería imputable, pero si por el contrario
el autor rebasa el riesgo permitido y se produce entonces el resultado como consecuencia
del peligro existente en el adelantamiento, el mismo es imputable como realización de un
peligro prohibido, ya que a su juicio, no existe ningún motivo para liberar también aquí al
autor del riesgo y absolverle; pues el límite máximo del riesgo tolerable lo traza la distancia
legal de separación lateral y según Roxin, todo incremento de ese riesgo hace recaer las
consecuencias sobre el autor1618.
Sin embargo la teoría del riesgo en la concepción de Roxin ha sido cuestionada
con razón por ir en contra del principio in dubio pro reo y por convertir los tipos de lesión
en tipos de peligro, toda vez que con la teoría del incremento del riesgo, sólo se prueba que
se ha sobrepasado el riesgo permitido y en este dato fundamenta la sospecha sobre la
existencia de relación de riesgo, sin embargo, para la existencia de relación de riesgo no es
suficiente con que se cree un riesgo no permitido, sino que además este riesgo no permitido
debe haberse realizado efectivamente en la lesión del bien jurídico; lo cual no sucede
cuando el peligro específico del riesgo no permitido no sea efectivo, porque su posible
eficacia sea sobrepasada o desplazada a través del efecto real de otro curso concurrente
peligroso, ya que con el incremento del riesgo, lo único que se prueba es la existencia del
primer juicio de imputación consistente en la creación de un riesgo típicamente relevante,
como apariencia ex ante, y como efectivo riesgo comprobado ex post, pero no se prueba
que el resultado sea imputable a ese riesgo1619.
Cualquier incremento del riesgo, propio del sujeto, que ex post se ha realizado en
el resultado es suficiente para fundamentar la relación de riesgo y, por tanto,
eventualmente, la imputación del resultado, ya que, la consideración del comportamiento
alternativo adecuado a Derecho es admisible, en orden a excluir la imputación del
resultado, sólo si es seguro, con una probabilidad rayana en la seguridad, que esta conducta
hipotética hubiera causado igualmente el resultado y la valoración sobre la seguridad o alta
probabilidad en la realización de un resultado en un curso alternativo hipotético, debe ser
llevado a cabo, discrecionalmente por el juez, en un momento ex post, atendiendo a todas
las circunstancias conocidas, con la diferencia de que se partirá de la misma modalidad de
conducta cuando se hubiera cumplido el deber de cuidado y que, respecto al resultado, será
necesaria su abstracción, así en los supuestos en que el juez albergue dudas sobre la elevada
probabilidad, deberá acudir al principio in dubio pro reo, adoptando, la solución más
favorable al imputado y, por ende, excluyendo la imputación del resultado y ello sólo sería
posible si se aprecia la posibilidad cierta de que con la conducta alternativa hipotética
tampoco se hubiera evitado el resultado1620.
1617
Ídem
1618
Roxin, DP, DP, T. I, pp. 379-380.
1619
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 497.
1620
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., pp. 519-520.
372
La utilización de la teoría del incremento del riesgo, con carácter exclusivo, para
probar con certeza la existencia o no de la relación de riesgo, exige la aplicación
complementaria del criterio del fin de protección de la norma1621. La imputación del
resultado y, por lo tanto, la prueba de la relación de riesgo, se realiza complementando los
criterios del incremento del riesgo y de finalidad de protección de la norma infringida1622.
En el juicio, sobre la existencia o no de incremento del riesgo, valorado ex post, no se
puede probar la clase de riesgo que se ha realizado en el resultado, es decir, la procedencia
de ese riesgo que efectivamente se ha verificado en evento lesivo1623. Este aspecto de la
prueba de la relación de riesgo sólo se puede obtener por medio del criterio del fin de
protección de la norma; por tanto, ambos criterios, no sólo no son contrapuestos sino que,
por el contrario, son complementarios, y han de ser aplicados, de forma coetánea o
sucesiva, para la imputación del resultado a la conducta que infringe la norma de
cuidado1624. En los supuestos en que hay una distancia temporal entre la conducta y el
resultado, el juicio ex post sobre la clase y gravedad del riesgo se debe llevar a cabo tras la
realización de la conducta, no cuando se produce el resultado último; aun cuando, el juicio
ex post strictu sensu, dirigido a probar la relación de riesgo, se efectúe en un segundo
momento, teniendo en cuenta ya ese primer juicio sobre la clase y gravedad del riesgo
creado1625.
De esta manera si se analizan los casos según el criterio del incremento del riesgo
y de la evitabilidad del resultado, llegaremos a las siguientes conclusiones: en el caso del
ciclista, hay un incremento del riesgo, no sólo ex ante, sino también ex post1626. El ciclista
durante el adelantamiento giró a la izquierda por una reacción en corto-circuito, a
consecuencia de su embriaguez, cayendo bajo las ruedas del remolque, por lo tanto, en el
juicio ex post sobre el riesgo, concurren dos riesgos en la muerte del ciclista: la conducta de
adelantar a una distancia menor a la adecuada por parte del camionero y el de la propia
víctima, realizándose ambos riesgos en el resultado, ya que es suficiente que un mínimo
riesgo que se realice en el resultado para que exista relación de riesgo, sin embargo ello
puede ser negado si concurre otro riesgo mucho mayor, en cuyo caso el problema se
desplaza a la solución que se dé a estos supuestos de conductas concurrentes de terceros o
de la víctima1627.
En el caso de la novocaína, ex ante existe incremento relevante de riesgo, como
consecuencia de la infracción de la norma de cuidado, ya que con la utilización de cocaína
para anestesiar el médico infringe el deber de cuidado y crea un riesgo no permitido, sin
embargo, en el juicio ex post sobre el riesgo se advierte que no es el riesgo propio de la
cocaína el que se ha realizado en el resultado sino aquél que procedía de la especial
constitución de la víctima1628. Por lo tanto, ex post, atendiendo a todas las circunstancias
concurrentes, no se puede probar que el riesgo creado con la inyección de cocaína haya
supuesto un aumento del riesgo, en relación con la muerte del niño, por lo que no resulta
1621
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 520.
1622
Ídem
1623
Ídem.
1624
Ídem.
1625
Ídem.
1626
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 521.
1627
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., pp. 521-522.
1628
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 522.
373
probada la relación de riesgo, sin que sea necesario acudir a la conducta alternativa
adecuada a derecho1629.
El caso del farmacéutico, previo al juicio de imputación del resultado, es necesario
resolver la existencia o no de la creación de un riesgo típicamente relevante, respecto de la
muerte del niño, por el hecho de la venta de determinado medicamento sin receta y la
respuesta no es inequívoca y puede variar según las circunstancias que se daban ex ante,
así, para resolver este caso hay que tener en cuenta que en la especie concurren dos riesgos:
uno es el del farmacéutico que vendió en varias ocasiones el medicamento sin receta
médica y el otro es la conducta de la madre de no acudir al médico con el fin de asegurarse
de la conveniencia de continuar el tratamiento, con lo que estamos ante un supuesto en el
que la solución ha de pasar por el juicio sobre la infracción de la norma de cuidado,
teniendo en cuenta al mismo tiempo la relación de autoría, por lo tanto, sólo en el caso en
que se pruebe el presupuesto de imputación y la relación de riesgo, podremos analizar si
subsiste su eficacia, luego del análisis de exclusión o no de la imputación, conforme al
criterio de la inevitabilidad del resultado1630.
En el caso de los pelos de cabra, parece fuera de duda que el comerciante, al
entregar los pelos de cabra sin desinfectar a las trabajadoras, creo un riesgo típicamente
relevante, ya que con esta conducta infringió el reglamento que prescribe la desinfección y
creó un riesgo no permitido para la vida y la salud de las trabajadoras, infringiendo con ello
la norma de cuidado, pero en cuanto a la relación de riesgo hay que verificar la clase de
riesgo que se materializó en el resultado y como ex post aparece probado, el riesgo
realizado en el resultado, es el propio del carbunclo y no él de las bacterias; el riesgo creado
consistente en la infección por bacterias, es distinto al realizado en el resultado, esto es,
infección por el bacilo del carbunclo, por lo que no hay aumento del riesgo ex post1631.
1629
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 522-524.
1630
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 524-525.
1631
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., pp. 525-526.
374
siempre que A conociese la posibilidad de esta intervención dolosa1632. De no admitirse esta
modalidad de participación, habría que probar la creación de un riesgo típicamente
relevante de homicidio o de lesiones, a través de la infracción de la norma de cuidado por
A, pero para que hubiese infracción de la norma de cuidado por parte de A, es necesario
que fuese cognoscible el riesgo de muerte que implicaba su conducta y luego, conforme al
criterio del incremento del riesgo ex post, habría que probar que es el riesgo creado por A y
no el del tercero el que se ha realizado en el resultado1633.
1632
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 542.
1633
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 543.
1634
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 544.
1635
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 545.
1636
Ídem.
375
constitución del enfermo no cognoscible o de conductas de grave o leve imprudencia o
dolosas de terceros y lo mismo sucede cuando la conducta inicial es dolosa y las
consecuencias posteriores surgen por factores naturales o por intervención de terceros
desconectadas con la conducta dolosa precedente, por lo tanto, la solución ha de ser la
misma: exclusión de la imputación1637.
8.b.1.d. Casos en que se produce un segundo daño o una agravación del primero no
imputable al autor
Un coche accidentado en la autopista provoca que los que van detrás, sin respetar
la distancia reglamentaria, lo embistan causándose los daños consiguientes. Si el primer
accidente fuera fortuito y el causante del accidente toma todas las medidas de seguridad que
están a su alcance para evitar otras posibles consecuencias, no se le puede imputar los
resultados sobrevenidos al primer conductor (independientemente de la posible
responsabilidad civil objetiva que se pudiera reclamar en un juicio civil), por lo que
tampoco en este caso se podrá imputar ese último resultado, ya que cualquier accidente
acorta la esperanza de vida sin que por ello se impute la muerte del que queda ciego o cojo
y muere por este defecto1638. Respecto de la imputación del último resultado ha de ser
indiferente que el primer accidente sea doloso, imprudente o fortuito, toda diferenciación
según la calificación del primer accidente o del segundo es una aplicación de criterios
versaristas1639.
Otro caso, que según Roxin debe resolverse conforme al fin de protección de la
norma y que dice relación con aquellos resultados cuya evitación cae dentro de la esfera de
responsabilidad de otro, consiste en que A conduce en la oscuridad un camión cuya parte
trasera va sin alumbrado, y es detenido por una patrulla de policía, que le denuncia para que
se le imponga la correspondiente multa, sin embargo, a efectos de seguridad frente a otros
vehículos que pudieran llegar, uno de los policías coloca una linterna con luz roja en la
calzada y la policía le ordena a A que prosiga la marcha hasta la próxima gasolinera, para lo
que el coche patrulla marchará detrás para seguridad del camión sin alumbrado trasero,
pero antes de que A arrancara, el policía vuelve a quitar la linterna de la calzada; y a
continuación el camión sin alumbrado es embestido por otro camión, cuyo copiloto resulta
lesionado mortalmente1640.
Roxin señala que pese a que en este caso el tribunal condenó al chofer por
homicidio imprudente y a que concurre la causalidad, el ciudadano no tiene el deber de
prever los errores que puedan cometer los policías y agrega que una vez que la policía había
asumido la seguridad del tráfico, el suceso ulterior entraba dentro de su esfera de
responsabilidad y por ello no se puede imputar a A, ya que el alcance del tipo no abarca el
suceso posterior1641.
Si bien A infringió la norma de cuidado creando un riesgo típicamente relevante
mientras conducía sin luz posterior, tras la intervención de la policía, A confía en el control
1637
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 546.
1638
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 548.
1639
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 548.
1640
Roxin, DP, DP, T. I, p. 398.
1641
Ídem.
376
del riesgo que asume la actuación de la policía y esta confianza es el contenido del deber de
cuidado a que A estaba obligado en ese segundo momento y lo cumple sin que, por tanto,
pueda decirse que infringe la norma de cuidado, luego respecto del accidente ocurrido no es
posible sostener que A infringió una norma de cuidado, porque imputar al riesgo previo
implicaría sostener una tesis versarista1642.
Otro tanto sucede en aquellos casos en los cuales hay que rechazar la imputación
del resultado cuando la víctima de una lesión se niega a recibir el auxilio que aún era
posible con plena conciencia del riesgo y, por tanto, si A ha lesionado a B en un accidente
de tráfico y B muere de las secuelas del accidente, porque por razones religiosas rechaza la
transfusión sanguínea salvadora, A no debe ser castigado por homicidio imprudente, sino
sólo por lesiones, ya que B por su propia decisión se ha expuesto a un mayor peligro
distinto del creado con la conducta típicamente relevante de A 1643. En estos casos también
rige la exclusión de la imputación por hechos imprudentes o dolosos por igual y así, si por
motivos políticos A quiere eliminar a B mediante un atentado y éste sólo sufre lesiones
leves, pero para morir como un mártir rechaza todo auxilio y se desangra, sólo debe
castigarse a A por tentativa de asesinato, siendo indiferente si era previsible o no tal curso
del hecho, ya que como B ha decidido por propia responsabilidad sobre su muerte, la
causación de su muerte por A no está abarcada por el fin de protección de la norma1644 .
1642
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 550.
1643
Roxin, DP, DP, T. I, p. 392.
1644
Roxin, DP, DP, T. I,p. 393.
1645
Roxin, DP, DP, T. I, p. 394.
1646
Al respecto, Córdoba Roda y García Arán, coincidiendo en que se trata de un caso de atipicidad expresan
que: “Los supuestos de autopuesta en peligro en los que es dicho peligro el que se consiente y no la lesión
propiamente dicha, como los citados más arriba (relaciones sexuales con seropositivo, etc.). En tales casos, como
afirma Muñoz Conde, si la situación pertenece al ejercicio del libre desarrollo de la personalidad, deben
considerarse impunes los comportamientos de terceros que intervengan en ella. Tal conclusión, por otra parte, no
es extraña a los principios que mantiene el propio CP, puesto que, como se ha repetido, éste reconoce plena
relevancia al consentimiento del lesionado en las faltas imprudentes aunque su resultado esté definido como
delito” (Córdoba Roda y García Arán, Comentarios al CP, PE, T. I, p. 132).
1647
En efecto, en el mismo sentido, Muñoz Conde señala que: “El individuo tiene un amplio margen de
autonomía en la realización de actividades peligrosas o en la creación de situaciones de peligro, en las que puede
377
participa en una autopuesta en peligro de su pareja, pero como la puesta en peligro parte
exclusivamente del infectado y la pareja únicamente se expone a la misma, por lo que se
trata de una puesta en peligro de un tercero aceptada por éste, que sería comparable al caso
de que alguien deje que otro le inyecte una droga1648. Ello significa que tal contacto sexual
(incluso en caso de relación sexual sin protección) es impune si ambos sujetos están
informados del riesgo de contagio y son responsables conjuntamente de su actuación1649.
En cambio, deben imputarse las consecuencias al enfermo de Sida si oculta su contagio en
un contacto sexual sin protección, pero también si obliga a la pareja, aún no infectada y que
se resiste a exponerse a la arriesgada aventura1650.
configurar su propio ámbito de responsabilidad, exonerando de la misma al tercero que coopera o que incluso
realiza personalmente la actividad peligrosa contando con el consentimiento del titular de los bienes jurídicos que
pone en peligro. Surge así un extenso número de casos, cuya peculiaridad común consiste en que, a diferencia de
lo que sucede en el suicidio o en los supuestos de autolesión o de lesión consentida, se trata de conductas de mero
riesgo consentido o creado por su propio titular, que, como ya se ha dicho, no entran dentro del ámbito de
aplicación del art. 155 del CPes. Casos de este tipo son el rechazo de una transfusión sanguínea o tratamientos
vitales o las huelgas de hambre. En estos casos el titular del bien jurídico no quiere directamente el resultado
(generalmente la muerte o una grave lesión), pero asume voluntariamente el riesgo de que ésta se produzca. En
supuestos como éstos, el consentimiento del titular de los bienes jurídicos en peligro sólo puede exonerar de
responsabilidad penal al tercero que realiza la actividad peligrosa o contribuye de alguna manera en su realización,
cuando se trata de un consentimiento válidamente prestado que sirva al libre desarrollo de la personalidad y
siempre que la conducta del tercero se mueva en el ámbito de lo consentido. Desde esta perspectiva sería impune,
por ejemplo, el seroportador que contagia a quien conociendo esta circunstancia, decide voluntariamente mantener
con él relaciones sexuales; o el médico que respetando la voluntad del paciente, se abstiene de realizar un
tratamiento (por ejemplo una transfusión) cuya omisión causa una lesión. No sería impune, en cambio, la
utilización del paciente para fines experimentales del propio médico, aunque también en este caso habrá que
diferenciar si se trata de una experimentación de una vacuna contra el resfriado, o de la inoculación de un
peligroso virus para experimentar una vacuna contra el cáncer” (Muñoz Conde, Derecho penal, parte especial,
pp. 124-126).
1648
Roxin, DP, DP, T. I, pp. 394-396.
1649
Luzón Peña, siguiendo la postura de Schünemann, sostiene que en los casos de transmisión de Sida en que
el tercero no infectado, responsable y libre, consiente en mantener relaciones sexuales, sin protección, con
conocimiento de que su pareja tiene el virus de Sida, y por lo tanto, de sus riesgos de infección y sus
consecuencias, puede excluir la autoría de homicidio consumado o intentado o lesiones consumadas o
intentadas, por cuanto la autoría requiere dominio del hecho, es decir, el control determinante del curso del
acontecimiento. Pero si el sujeto pasivo, con pleno conocimiento de las circunstancias, acepta el riesgo de la
infección, que puede contraer con su propia actividad, entonces el otro sujeto ya no tiene el dominio o control
del hecho y por ello no es autor de homicidio o lesiones, sino que se limita a cooperar en la causación de sus
propias lesiones o muerte por la víctima (Luzón Peña, “Problemas de la transmisión y prevención del Sida en
el Derecho Penal español”, p. 93).
1650
Roxin, DP, DP, T. I, p. 396.
1651
Roxin, DP, DP, T. I, pp. 386-387.
378
se ha realizado en el resultado un riesgo creado por el autor y jurídicamente desaprobado,
sino otro que resulta ser diverso1652.
El criterio del incremento del riesgo ha de ser complementado por el criterio del
fin de protección de la norma, para conseguir una fundamentación correcta de la relación de
riesgo1653. En la prueba de la relación de riesgo es preponderante la utilización de uno u
otro criterio, así frente a los supuestos de conductas alternativas adecuadas a Derecho, la
preeminencia del criterio del incremento del riesgo es indiscutible con independencia de la
eficacia adicional que también pueda brindar el criterio del fin de protección de la norma y,
en particular en esos casos, el de la evitabilidad ex post del resultado, sin embargo, en la
prueba de la relación de riesgo de los casos de conductas concurrentes de terceros o de la
víctima tiene mayor relevancia el criterio del fin de protección de la norma1654.
La función inmediata del criterio del fin del protección de la norma es determinar
la finalidad concreta y típica del deber de cuidado lesionado y la clase de daños que éste
debe de impedir o evitar, para ello introduce la perspectiva ex ante en el juicio sobre la
relación de riesgo, eminentemente ex post1655. Para saber cuál es el fin de la norma es
necesario indagar en los motivos que llevaron a determinar ese deber de cuidado y no otro,
de esta manera, la función mediata del criterio del fin de protección es política-criminal, ya
que se trata de evitar, que pese a la introducción en el injusto de la infracción de la norma
de cuidado y pese a la utilización de principios regulativos, como el riesgo permitido, en el
juicio sobre el injusto típico, continúen existiendo castigos que tengan connotaciones
versaristas1656.
Esta problemática tiene importancia tanto en los delitos imprudentes como en los
hechos dolosos1657. Los casos en que se evidencia la utilidad de los criterios de imputación
en los delitos dolosos son los conocidos como supuestos de error en el golpe y de error
sobre el curso causal, en particular1658. El deber objetivo de cuidado surge siempre como
consecuencia de la existencia de una norma penal, para evitar su infracción; en los delitos
dolosos el deber objetivo de cuidado se determina de acuerdo con lo que en el caso
concreto, aparezca como necesario para evitar la infracción del correspondiente tipo
doloso1659.
1652
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 308.
1653
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 563.
1654
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 563.
1655
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 565.
1656
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 565.
1657
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 568.
1658
Ídem.
1659
Roxin, DP, DP, T. I, p. 387; Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 308 y 330-331 y Corcoy Bidasolo, El
delito imprudente..., p. 568.
1660
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 570.
379
cuidado, reglas técnicas que configuran el deber objetivo de cuidado en el caso concreto,
son los que se tendrán en cuenta en la aplicación del criterio del fin del protección de la
norma1661. En la determinación del deber objetivo de cuidado se buscan las reglas generales
de cuidado que, dadas las circunstancias conocidas ex ante, aparecen como más adecuadas
para evitar la lesión del bien jurídico y su elección se realiza según las concretas
circunstancias del caso a partir de las clases de riesgo que ex ante son previsibles, con lo
que se está atendiendo ya en ese momento a los fines propios de esas reglas de cuidado, las
cuales reglamentadas o no, son consecuencia de la experiencia que nos dice que, del
incumplimiento de esas regla, la estadística prueba, que se derivan unos determinados
resultados lesivos y por ello, la regla surge para evitar esos riesgos 1662. Los peligros que se
consideran en la concreción del deber objetivo de cuidado han de ser los mismos que
efectivamente se producen para que pueda decirse que ese resultado está dentro de los que
la norma trataba de evitar1663. La finalidad de la norma penal, es evitar que se lesione el
bien jurídico protegido por la norma penal, sin embargo, la producción del resultado
previsto en el tipo doloso o imprudente de que se trate, no es suficiente para la imputación
del resultado, ya que es necesario que, además, que el riesgo que se realice en el resultado
sea uno de los que el deber objetivo de cuidado trataba evitar1664.
8.c.1.a.1 Idoneidad general del deber de cuidado para luchar contra determinados
peligros
La prueba de la idoneidad general de un deber de cuidado para luchar contra una
determinada clase de peligros se realiza a través de la prueba de la probabilidad estadística
de su eficacia para disminuir o aumentar el peligro1665. Si un deber de cuidado frente a una
clase de peligro en unos casos los evita y en otros no, en principio, aparece como un medio
inadecuado para luchar contra ese peligro y que, si en ocasiones lo logra, es a través de
otras circunstancias concurrentes en aquel caso concreto, así, por ejemplo, los límites de
velocidad tienen como finalidad que el sujeto pueda controlar el vehículo ante
circunstancias extraordinarias pero previsibles, pero si con la limitación de la velocidad se
evitaría el accidente por llegar más tarde al lugar en que ocurre, esto no entra en la
idoneidad general de este deber de cuidado, sino que, únicamente, es idóneo en ese caso
concreto por las circunstancias particulares que se dan, en cambio, el límite de velocidad es
idóneo y tiene por finalidad inmediata: a) Disminuir la longitud de frenada ante un
obstáculo en la calzada; b) Facilitar la posibilidad de desviar el vehículo; c) Disminuir los
efectos lesivos de un accidente inevitable; d) Evitar errores, en vehículos o peatones, sobre
el riesgo de un eventual cruce1666. El límite de velocidad no es idóneo y no tiene por
finalidad inmediata: a) Llegar más tarde al lugar del accidente; b) Llegar en otro momento
1661
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 573.
1662
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 574.
1663
Ídem.
1664
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., pp. 569-574.
1665
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 583.
1666
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 584.
380
al lugar en el que un peatón cruza ciegamente la calzada o que un suicida se tira a ella; y c)
El límite de velocidad no rige cuando se prevé para evitar una clase de riesgo que, en el
caso particular, no existe realmente1667.
1667
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 583-584.
1668
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 585.
1669
Ídem.
1670
Asigno un valor menor a la interpretación histórica. Si bien la historia de la ley pudiera ser un antecedente
a tener en cuenta a fin de entender el sentido de la ley, dicha problemática no puede solucionarse atendiendo a
dicho criterio, toda vez que la misma no puede definirse como la voluntad del legislador, ya que una vez
dictada la ley, se independiza del legislador, adquiere existencia autónoma y pasa a tener vida propia
(Alessandri, Somarriva y Vodanovic, Tratado de Derecho civil, partes preliminar y general, Editorial jurídica
de Chile, Santiago, 1998, p. 178). En el mismo sentido, al referirse a los límites en la interpretación de los
tipos penales, Fernández Cruz otorga un valor segundario a la teoría subjetiva (voluntad del legislador) en el
marco de un Estado Democrático de Derecho. Este valor secundario que la mayoría de la doctrina otorga a la
teoría subjetiva resulta de especial importancia, toda vez que las exposiciones de motivos, en no pocas
ocasiones, contradicen lo realmente preceptuado en la ley; las afirmaciones en los debates son, a lo sumo,
indicios de las presuposiciones de algunos parlamentarios que, incluso por falta de conocimiento técnico o de
interés carecen de la suficiente información sobre el objeto de la regulación; la denominada voluntas
legislatoris, también en no pocas ocasiones, resulta realmente un conglomerado de voluntades, donde
participan los autores del proyecto o comisiones de codificación, el ministerio o gobierno que lo impulsó,
diversos grupos parlamentarios, por lo que resulta inviable hablar de una única voluntas legislatoris. Pero, sin
duda, la principal razón que otorga un valor secundario a la teoría subjetiva reside en su inviabilidad en una
democracia por falta de determinación vinculante de las presuposiciones de las respectivas mayorías
parlamentarias. Recordemos que el principio de legalidad, es decir las leyes penales y no sus previas
deliberaciones, supone la principal garantía que el Ordenamiento Jurídico otorga a los ciudadanos de la
República. Por lo tanto, la interpretación histórica no puede constituir el factor determinante en la resolución
del caso y, a lo sumo, sirve de apoyo para establecer el sentido de la ley (Al respecto ver Fernández Cruz,
“Los delitos de violación y estupro del art. 365 bis CP: una racionalización desde el mandato de lex stricta y
el principio de lesividad. Especial referencia a la introducción de dedos u otras partes del cuerpo”, pp. 110-
118).
1671
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 586.
1672
Ídem.
381
utilizado ese cruce previsto inicialmente para los niños, ese resultado entra dentro del
ámbito de protección, aunque no del motivo de protección1673.
Un dentista administra anestesia total, a una señora sin realizar los exámenes
pertinentes por un internista, máxime cuando la señora le había comunicado que padecía
del corazón. La señora muere de paro cardíaco por la anestesia. En el examen, por el
internista, no se hubiera descubierto la lesión y sólo se hubiera conseguido retrasar la
muerte unos días.
La norma infringida por el dentista tiene por finalidad inmediata evitar que se
aplique anestesia total en personas en las que, por su particular estado físico, la anestesia
pueda provocar la muerte y este es, precisamente, el riesgo que se ha realizado en el
resultado1674. Roxin afirma que, pese a la infracción del deber por el dentista, que crea un
peligro no permitido para la vida de la mujer, no se puede imputar el resultado porque el
deber de hacerla examinar por un internista no tiene la finalidad de alargar unos días la vida
de la mujer, sin embargo, esta interpretación de la finalidad de la norma ha sido realizada
desde una perspectiva ex post, lo que es totalmente erróneo1675. La finalidad de la norma
existe ya ex ante y no puede variar ex post por criterios de evitabilidad del resultado, sin
perder con ello todo el significado que se quiere dar a este criterio de imputación1676. La
impunidad, en su caso, sólo sería posible a través del criterio, subsidiario, de la
inevitabilidad ex post del resultado1677.
1673
Ídem.
1674
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 593.
1675
Ídem.
1676
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 593.
1677
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 593.
382
CAPÍTULO XIV
EL TIPO DOLOSO DE ACCIÓN
TEMA 3
TIPO SUBJETIVO: “EL DOLO”
Sumario: 1. Objetivos. — 2. Caso de introducción. — 3. El tipo subjetivo. — 4. Contenido del tipo subjetivo.
— 5. Relación entre el tipo objetivo y subjetivo. — 6. Ubicación sistemática del dolo y la culpa
(imprudencia). — 7. Referencias legales de los elementos subjetivos comunes o generales. — 8. Referencias
legales de elementos subjetivos especiales. — 9. El dolo. — 10. Críticas al concepto tradicional de dolo. —
11. Concepciones actuales de Dolo. — 12. Elementos del dolo. — a. Esquema de los elementos del dolo. — b.
Elemento cognoscitivo del dolo. — b.1. Conocimiento de los elementos descriptivos del tipo. — b.2.
Conocimiento de los elementos normativos del tipo. — c. La conducta típica, el resultado, el vínculo causal y
la relación de riesgos como objeto de dolo. — d. Momento en que debe concurrir el conocimiento requerido
por el dolo. — 15. Elemento volitivo del dolo. — 16. Pasajes legales en los que se fundan ambos elementos
del dolo. — 17. Clases de dolo. — 18. Dolo directo de primer grado. — 19. Dolo directo de segundo grado o
de las consecuencias necesarias. — 20. Dolo eventual o condicionado. — 21. Delimitación entre de segundo
grado y dolo eventual. — 22. Delimitación entre el dolo eventual y la imprudencia consciente. — a. Teoría de
la aprobación o del consentimiento. — b. Teoría de la probabilidad o de la representación. — c. Decisión por
la posible lesión de bienes jurídicos. — d. La teoría de la indiferencia. — e. Teoría de la no puesta en
práctica de la voluntad de evitación. — f. La no improbable producción del resultado y la habituación al
riesgo de Jakobs. — g. Tesis unitaria del dolo. — h. Tesis del conocimiento ex ante del riesgo inherente a la
conducta. — i. Teoría mixta de Mir Puig. —
1. Objetivos
• Distinguir entre problemas de tipicidad objetiva y subjetiva
• Reconocer la evolución del dolo y de la imprudencia en la teoría del delito.
• Justificar la inclusión del dolo en el tipo.
• Conocer la clasificación de los elementos subjetivos del tipo
• Determinar el concepto de dolo y distinguir sus formas.
• Distinguir el concepto de dolo eventual de la imprudencia consciente.
• Aplicar el concepto de dolo en casos problemáticos.
2. Caso de introducción
“El sujeto activo consiguió, por medios violentos, primeramente penetrar a la
víctima por el ano y seguidamente introdujo su pene en la vagina. Consumada y finalizada
la violación anal y consumada ya, pero no agotada, la violación vaginal, la violentada
consiguió desprenderse de la cinta que le tapaba la boca, circunstancia que le permitió
gritar. En ese momento, el procesado, como aún no había alcanzado el orgasmo que
pretendía, tomó un almohadón colocándolo sobre la cara de Monserrat, oprimiendo
fuertemente sobre ella con tal presión que obstaculizó sus vías respiratorias ocasionándole
con ello la muerte de la que no llegó a percatarse hasta que sus pasiones quedaron
satisfechas tras la eyaculación”
383
STS 24 octubre 1989.
Preguntas
¿Se trata de un caso de dolo, imprudencia o de combinación entre dolo e
imprudencia?
¿Tiene importancia penológica distinguir entre el dolo directo y el dolo eventual?
¿Por qué es importante distinguir entre el dolo eventual y la imprudencia
consciente?
¿Qué importancia tiene determinar que en la provocación de la muerte concurra
imprudencia inconsciente, más allá de la deferencia de pena entre la imprudencia y el dolo?
3. El tipo subjetivo
Es la faz interna de la conducta del sujeto activo.
1678
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 280.
1679
Mir Puig, Derecho penal..., p. 240.
1680
Como la acción final consiste en un obrar dirigido desde y hacia un fin, si el tipo penal debe captar el
contenido externo y el contenido interno de la acción final, ya no puede seguir siendo meramente objetivo,
por lo que Welzel debió trasladar el dolo y la culpa desde la categoría de la culpabilidad hacia el tipo
subjetivo.
384
subjetivo del tipo por definición es el dolo. La imprudencia y el dolo pasan de la
culpabilidad a la parte subjetiva del tipo penal1681.
El dolo ubicado en la culpabilidad, era un dolo valorado o dolo malo, ya que
comprendía además del conocimiento de los elementos del tipo y del querer o voluntad de
realización, la conciencia de la ilicitud. Con el finalismo, el dolo pasa a ser un dolo
avalorado porque alberga sólo el conocimiento de los elementos descriptivos y normativos
del tipo y el querer o voluntad de realización1682.
En la actualidad, pese a que la teoría finalista y en particular la existencia de
estructuras lógico objetivas, no se impuso, se mantiene la pertenencia del dolo y de la
imprudencia en el tipo penal por distintas razones de las esgrimidas por Welzel. En efecto,
no se puede decidir el tipo penal de la Parte Especial del Código Penal a analizar sin
determinar el tipo subjetivo, como sucede, por ejemplo en el engaño en el delito de estafa.
Además, el delito tentado presupone que el sujeto actuó con dolo. La mayor parte de las
figuras típicas son descritas por el legislador, mediante verbos rectores que suponen la
actuación dolosa: “matar”, “apropiarse”, “simular”, etc. A igual conclusión nos lleva la
ubicación en algunos tipos penales de la Parte Especial, de ciertos elementos subjetivos
especiales como “el ánimo de lucro”1683.
1681
Bustos Ramírez, Obras completas, T. I, p. 435.
1682
Cury, Derecho penal..., pp. 397-398.
1683
Roxin, Derecho penal..., T. I, pp. 308.310.
385
7. Referencias legales de los elementos subjetivos comunes o generales
9. El dolo
386
El dolo es sin lugar a dudas un tema que ha sucintado gran atención en la dogmática
penal, la cual ha discutido latamente acerca de su conceptualización, esencia y, sobre todo,
respecto de su delimitación con la imprudencia.
Tradicionalmente el dolo ha sido definido como conocer y querer los elementos
objetivos que pertenecen al tipo legal1684.
Atendiendo a la importancia que se asigna al elemento volitivo u objetivo del dolo,
dos han sido las teorías principales que han discutido acerca de cuál es la esencia del dolo.
Para la teoría de la voluntad o del consentimiento, la esencia del dolo es la voluntad
de realización del hecho1685 y, por lo tanto, lo que define al dolo eventual es una actitud
interna que consiste en la aprobación del autor de la posibilidad de que devenga el
resultado.
Para la teoría de la representación la esencia del dolo radica en la no motivación del
autor ante la representación de la realización del tipo1686. Lo decisivo es el grado de
probabilidad del resultado advertido por el autor1687. Lo importante es que el autor actuó
pese a conocer el peligro inherente a la acción1688.
1684
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 314.
1685
Bacigalupo, Derecho penal..., pp. 315-316.
1686
Bacigalupo, Derecho penal..., p. 316.
1687
Mir Puig, Derecho penal..., p. 264.
1688
Mir Puig, Derecho penal..., p. 264.
1689
Así, Puppe sostiene que la teoría de la voluntad no ha justificado su tesis inicial de que el dolo es querer;
no lo ha hecho normativamente, ni ha definido su contenido ni lo ha mantenido en forma consecuente. Se
basa en el significado del lenguaje cotidiano de la palabra dolo, pero defiende un concepto de dolo más
amplio, que se aleja mucho de aquel. Todas las expresiones con las cuales se debería describir este concepto
más amplio de querer -aceptar en la voluntad, consentir, asumir aprobarlo- son usadas de modo ambiguo, es
decir, por un lado, en un sentido descriptivo-psicológico, por otro, en uno de imputación normativa. Son
usadas en un sentido normativo, para construir el concepto de dolo en el sentido más amplio, y legitimar esa
descripción como sustituto de la voluntad. En su aplicación al caso concreto, ellas aparecen en un sentido
descriptivo-psicológico. A la postre, de la contraposición entre ilícito querido y no querido, en la que se
basaría la diferencia valorativa entre dolo e imprudencia consciente, no queda nada que no sea la diferencia
entre un confiar sólo vagamente en que no se realice el tipo y un confiar en ello de modo serio. Esta distinción
entre lo serio y lo sólo vago, si es que tiene sentido, es demasiado insignificante como para fundamentar la
diferencia valorativa entre dolo e imprudencia. Finalmente, la teoría de la voluntad también fracasa en el
cometido de denotar alguna relación real que debería existir entre el sustituto de la voluntad -es decir, el
confiar sólo vagamente o no confiar en absoluto en que no se realice el tipo y el hecho mismo. Los intentos al
respecto, como la 1ª fórmula de Frank, la voluntad de evitación, se han revelado como inidóneos. Al respecto,
se ha puesto de manifiesto que el dolo tiene que ser compatible con una voluntad decidida, en el sentido
descriptivo del lenguaje cotidiano, cuyo contenido sea que el resultado no se produzca. Por tanto, el no
confiar o el confiar sólo vagamente en que no se produzca el resultado, no es más que un estado espiritual del
autor concomitante al hecho, sin influencia en el. Un elemento volitivo así definido carece de importancia para
la imputación del resultado. La consecuencia práctica es la total falta de calculabilidad y la manipulabilidad
387
dolo tanto el querer como el conocer han señalado que la voluntad que aspira a la
consecución del resultado sólo es parte integrante de la forma más frecuente de dolo: la
intención o dolo de primer grado, ya que en el dolo de segundo grado o de las
consecuencias necesarias y en el dolo eventual el autor no pretende alcanzar el resultado
sino que, simplemente, sabe que el mismo está vinculado de forma necesaria o posible con
la conducta desarrollada voluntariamente1690.
Por otro lado, el dolo es un juicio de imputación penal y, por lo tanto, debe
probarse, sin embargo, no pueden probarse las intenciones, ya que lo que el sujeto quiera o
no es algo que pertenece a su fuero interno, a su intimidad psíquica, cuestión que no puede
ser objeto de valoración1691/1692. Además, la voluntad que llevó al sujeto a actuar puede no
guardar ninguna relación con la realización típica. Así, por ejemplo, el sujeto puede
cometer un delito de violación con la voluntad de perjudicar el buen nombre del padre de la
víctima al que odia, u otro puede asaltar un banco con la voluntad de salir en los periódicos,
etc.; sin entrar ya en finalidades más ocultas del subconsciente que podría descubrirse en el
examen de la psiquis del sujeto y que, probablemente, ni siquiera él conoce 1693. De otro
lado, la prueba de un proceso psíquico, tendrá que fundamentarse, en todo caso, en los
indicios que muestran los hechos externos. Para probar la existencia del elemento volitivo,
sobre todo en los casos de dolo eventual, la jurisprudencia muchas veces decide la
existencia o no de dolo, en base a criterios totalmente ajenos a éste, presumiendo el dolo en
determinadas personas que por sus antecedentes, por su personalidad o por realizar una
actividad no aceptada socialmente, se parte de la base de que “querían” o “aceptaban”
cualquier resultado lesivo y niega el dolo respecto de aquéllas personas que realizan una
de la decisión entre dolo e imprudencia, en la cual pueden influir puntos de vista político-criminales
discrecionales (Puppe, La distinción entre dolo e imprudencia, pp. 70-72).
1690
Por esta razón, Jescheck, partidario de mantener ambos elementos del dolo, renuncia a dar un concepto
general del mismo (Jescheck y Weigend, Tratado..., pp. 314-315).
1691
Corcoy Bidasolo, “Fallo...”, p. 4.
1692
Hruschka señala que si aceptamos que el dolo o, cuando menos, sus componentes singulares, deben
incluirse en la categoría de los hechos, deberemos admitir también que tanto el dolo como sus componentes se
presentan ante el juez encargado de valorar las pruebas y de formar con ellas su convicción con una serie de
llamativas peculiaridades que los distinguen de los hechos externos. Así sucede con el elemento volitivo, que
es tratado por la actual doctrina procesalista alemana como un componente del dolo que ostenta el mismo
rango que el denominado elemento cognitivo. Hruschka afirma que con semejante equiparación se pasa por
alto que entre estos dos elementos existe una relación de dependencia según la cual, siempre que un autor
lleva a cabo una determinada conducta bajo unas determinadas circunstancias, conociendo el carácter de la
acción y las circunstancias, quiere también realizar tanto la conducta como las circunstancias en cuestión. De
acuerdo con la relación de implicación según la cual, siempre que alguien lleva a cabo una conducta
determinada bajo determinadas circunstancias conociendo las características tanto de la conducta como de las
circunstancias, quiere a la vez realizar la conducta con dichas circunstancias, cuando alguien ha realizado un
hecho siendo consciente de tal realización y de sus circunstancias relevantes, pero sostiene que no quiso
realizarlo, incurre en un venire contra factum proprium y, por lo tanto, en una auto-contradicción pragmática.
Hruschka agrega que cuando un juez está convencido de que el acusado ha cometido el hecho y de que al
cometerlo era consciente de tal hecho y de sus circunstancias relevantes, queda también plenamente
demostrado que quiso cometer el hecho en cuestión y por ello no es casual que una teoría sustantiva más
reciente, bastante extendida, elimine el elemento volitivo de la definición del dolo y lo defina recurriendo sólo
al elemento cognitivo. Con ello no se está negando que el dolo contenga un elemento volitivo, sino sólo la
igualdad de rango sugerida por la fórmula usual de dolo como conocer y querer la realización del tipo con su
inalterada conjunción de estos dos elementos (Hruschka, “Sobre la difícil prueba del dolo”, en Imputación y
DP. Estudios sobre la teoría de la imputación, Editorial Aranzadi, Navarra, 2005, pp. 146-148).
1693
Corcoy Bidasolo, “Fallo... ”, p. 7.
388
actividad normal y generalmente aceptada por su utilidad social (médicos, jueces, notarios,
abogados respecto de los cuales se aplica un criterio restrictivo), en estos casos se presume
que “en ningún caso querían” y, por lo tanto, se excluye la punición dolosa por la
presunción de imprudencia, tales presunciones se condicen con un Derecho penal de autor,
no válido en un Derecho penal de acto1694. Tal problemática resulta insoluble para las
teorías que exigen la concurrencia de elementos de índole volitiva, máxime si se considera
que un concepto que no resulte aplicable no es válido en una disciplina eminentemente
práctica como la dogmática penal1695. Ello traería como consecuencia la necesidad de
prescindir de elementos volitivos o al menos con el contenido que le dan las teorías del
consentimiento.
1694
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente…, pp. 267-269. En el mismo sentido, Sancinetti, Teoría del delito
y disvalor de acción, Buenos Aires, 2004, pp. 172-174.
1695
Ragués i Vallés, El dolo y su prueba en el proceso penal, Editorial Universidad Externado de Colombia,
Bogotá, 2002, p. 199.
1696
Citado por Bacigalupo, Derecho penal..., pp. 318-319.
1697
Luzón Peña, Curso de DP, p. 426.
1698
Mir Puig, Derecho penal..., p. 266.
1699
Mir Puig, Derecho penal..., p. 265.
1700
Frisch, Comportamiento típico e imputación del resultado, p. 621.
1701
Frisch, Comportamiento típico e imputación del resultado, p. 621.
389
conducta como creación de riesgo desaprobada: esto es, que determinado objeto de bien
jurídico ha sido expuesto, mediante la conducta, a un curso causal incontrolable; que se
trata de riesgos a los que uno suele ajustarse en el sentido de evitarlos, y no sólo de riesgos
que uno asume como riesgos generales de la vida1702. Bacigalupo, en cambio, adopta una
postura más radical, toda vez que prescinde de elementos volitivos en su concepto de dolo,
afirmando que éste se caracteriza por el conocimiento de los elementos del tipo objetivo, es
decir, de los elementos que caracterizan la acción como generadora de un peligro
jurídicamente desaprobado que afecta de manera concreta un determinado objeto
protegido1703. Señala que quien conoce el peligro concreto generado por su acción riesgosa
para otra persona, obra con dolo, pues sabe lo que hace, pero si ignora la creación de este
peligro concreto de realización del tipo objetivo o tiene un error sobre el mismo obrará
imprudentemente1704. Así, obra con dolo quien sabe lo que hace, es decir, quien actúa
conociendo el peligro concreto que genera su acción1705. El dolo, por lo tanto, sólo depende
del conocimiento del autor de la peligrosidad concreta de loa realización del tipo1706.
También concibe el dolo exento de elementos volitivos Silva Sánchez, quien sostiene que el
contenido del dolo es cognoscitivo, la voluntariedad no es un elemento del dolo, sino que
de la acción, común, por tanto, a los delitos dolosos e imprudentes, siendo lo específico del
dolo frente a la imprudencia, que el sujeto que actúa conociendo el significado típico de la
conducta que realiza voluntariamente, en cambio en la imprudencia, el sujeto desconoce en
toda su dimensión ese significado1707/1708.
Como en este curso, nos decantamos por una concepción objetiva del injusto, como
injusto del hecho, la prohibición se fundamenta en la peligrosidad ex ante de la conducta
para el bien jurídico protegido, conocida y querida por el autor. El desvalor de acto se
fundamenta en la creación de un riesgo típicamente relevante conocido y aceptado por el
agente y, por lo tanto, es irrelevante la intención específica del autor que le mueve a
actuar1709. Las normas penales son imperativos de prohibición o de mandato, establecidos
con la finalidad de motivar al ciudadano en orden a que se abstenga realiza conductas
externas idóneas para lesionar bienes penalmente tutelados1710. El querer del dolo debe
entenderse en el sentido de realizar el sujeto activo un comportamiento típico voluntario, a
pesar de que percibe el riesgo inherente a la conducta típica. En el delito doloso, el
contenido de la voluntad del autor, consiste en la existencia de un comportamiento
1702
Frisch, Comportamiento típico e imputación del resultado, p. 622.
1703
Bacigalupo, Derecho penal..., pp. 316-317.
1704
Bacigalupo, Derecho penal..., p. 317.
1705
Bacigalupo, Derecho penal..., p. 317.
1706
Bacigalupo, Derecho penal..., pp. 320.
1707
Silva Sánchez, Aproximación..., p. 401.
1708
Sostienen también conceptos de dolo carentes de elementos volitivos o con este elemento reducido a la
mínima expresión para que concurra la acción en tanto acción voluntaria, Ragués, El dolo y su prueba en el
proceso penal, p. 353; Kindhäuser, “El tipo subjetivo”, en Kindhäuser, Polaino - Orts y Corcino Barrueta,
Imputación objetiva e imputación subjetiva en DP, Editorial Jurídica Grijley EIRL, Lima, 2009, pp. 173 y ss.;
Jakobs, Derecho penal..., pp. 312-316; Struensee, “Consideraciones sobre el dolo eventual”, en InDret,
Barcelona, 2009, pp. 10-12, documento disponible en internet, página www.indret.com, visitada por última
vez, el día 16 de agosto de 2010; Zielinski, Dolo e imprudencia. Comentario a los && 15 y 16 del Código
Penal alemán, pp. 41 y ss.; Sancinetti, Teoría del delito y disvalor de acción, pp. 207-210; Magariños, El
límite entre el dolo y la imprudencia, Buenos Aires, 2010, pp. 18 y ss.; entre otros.
1709
Mir Puig, “Sobre lo objetivo y lo subjetivo en el injusto”, ADPCP, 1988, p. 663.
1710
Corcoy Bidasolo, “Fallo...”, p. 4.
390
voluntario unido al conocimiento de la relevancia típica de su conducta1711. El sujeto
reconoce que el riesgo ínsito en su conducta constituye la probabilidad de lesionar un bien
jurídico, razón por la cual, es mayor la contradicción de la norma y el desvalor del injusto
en comparación al delito imprudente, dado el distinto nivel de conocimiento existente en
uno y otro caso1712. En el delito imprudente, el sujeto o bien no conoce la idoneidad de su
conducta para producir el resultado típico (imprudencia inconsciente) pudiendo y debiendo
conocerla o bien, conociéndola, yerra sobre la virtualidad concreta de la peligrosidad
inherente a su conducta o sobre su capacidad de evitación (imprudencia consciente)1713.
Por lo tanto, no somos partidarios de eliminar el elemento volitivo del dolo, toda
vez que la propia ley contiene expresiones que aluden a la intensificación del tipo subjetivo
en base al elemento volitivo, como lo es la palabra “maliciosamente”, la que restringe la
tipicidad subjetiva al dolo directo en el delito de castración, previsto y sancionado en el art.
395 del Cp. Además, el elemento subjetivo es importante para diferenciar adecuadamente al
dolo de la imprudencia, toda vez que a diferencia del primero, en la imprudencia el sujeto
carece de la voluntad de realizar el tipo objetivo1714. Por lo tanto, de lo que se trata es de no
sobrevalorar la importancia del elemento subjetivo, porque con ello se corre el peligro de
suplir las dificultades de prueba1715, con Derecho penal de autor.
1711
Corcoy Bidasolo, “Fallo...”, p. 8.
1712
Ídem.
1713
Corcoy Bidasolo, “Fallo...”, pp. 8-9.
1714
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 315.
1715
Así, comúnmente se señala que “al dolo nunca nadie lo ha visto”.
1716
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 308; Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 314 etc.
391
El elemento cognoscitivo del dolo se encuentra constituido tanto por el
conocimiento de los elementos descriptivos como por el conocimiento de los elementos
normativos del tipo objetivo1717.
El contenido del dolo típico comprende el conocimiento de:
• Los elementos descriptivos del tipo • Los elementos normativos del tipo objetivo
• En especial la conducta y la posibilidad • Jurídicos
de acaecimiento del resultado • Culturales
1717
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 316.
1718
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 306.
1719
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 316.
1720
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 306.
1721
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 316.
1722
Mir Puig, Derecho penal..., p. 263
1723
Mir Puig, Derecho penal..., p. 263
1724
Mir Puig, Derecho penal..., p. 263.
392
No es preciso, sin embargo, que el sujeto efectúe una calificación jurídica correcta
de los hechos, sino que es necesaria su comprensión al nivel social al que pertenezca. Por lo
tanto, el error de subsunción no excluye el dolo, aun cuando puede dar lugar a un error de
prohibición1725. Los elementos normativos sociales o culturales, son aquellos que aluden a
una realidad determinada por una norma social o cultural y, por lo tanto, requieren de una
valoración de esta especie, por parte del autor1726. Los elementos objetivos de las
circunstancias agravantes, dado que integran el tipo objetivo (sean genéricas o especificas),
deben ser conocidos por el autor1727.
1725
Mir Puig, Derecho penal..., p. 260.
1726
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 306; Mir Puig, Derecho penal..., p. 232 y Bacigalupo, Derecho penal...,
p. 321.
1727
Bacigalupo, Derecho penal..., p. 323.
1728
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente…, p. 253.
1729
Corcoy Bidasolo, “Fallo...”, p. 10.
1730
Ídem.
1731
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente…, p. 253.
393
La determinación de la existencia de dolo ha de considerarse ex ante, en el momento
en que se desarrolla la conducta típica del sujeto, siendo irrelevante un dolo antecedente o
subsiguiente1732. Por lo tanto, no es actual el dolo fundado en el conocimiento previo a la
conducta, como sucede cuando el sujeto habiendo querido matar a su jefe y luego de haber
abandonado su proyecto delictivo, lo atropella imprudentemente en la calle (dolus
antecedens), ni tampoco es actual el dolo fundado en el conocimiento posterior a la
conducta, como sucede en el caso del sujeto que habiendo imprudentemente atropellado a
su amigo, y luego de una serie de improperios proferidos por este último, el autor le señala
que tiene muy merecido el daño (dolus subsequens)1733.
La idea de que el dolo debe estar presente en a la época de la comisión del hecho
antijurídico, se desprende del art. 2 del Cp., el que dispone que: “Las acciones u omisiones
que cometidas con dolo o malicia importaría un delito...”.
El dolo es, en su parte cognoscitiva, conocimiento ex ante por el autor del efectivo
riesgo concurrente en su conducta1734 y, por lo tanto, requiere un conocimiento efectivo y
actual. Efectivo, en tanto no se trata de un conocimiento meramente potencial y actual1735,
porque se trata de un conocimiento presente o coetáneo a la realización de la conducta
típica1736.
El elemento cognoscitivo del dolo abarca tanto, la persecución ex ante del resultado
típico, como sucede en el dolo directo, como la segura realización del tipo o dolo de las
consecuencias necesarias y la representación o consideración como posible lesión del bien
jurídico o dolo eventual.
Respecto del resultado y del vínculo ontológico de la causalidad, como al momento
de llevar a cabo la conducta típica aún no han acaecido, el dolo se comporta sólo como una
prognosis o representación de un suceso futuro, más que como un conocimiento seguro y
actual y de ahí que centremos el foco de análisis en el conocimiento del riesgo inherente a
la conducta típica.
1732
Jescheck y Weigend, Tratado…, 315; Corcoy Bidasolo, El delito imprudente…, p. 256, etc.
1733
Hernández, “Comentario al art. 1° del CP”, p. 55.
1734
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente…, p. 256.
1735
Bacigalupo, Derecho penal..., pp. 321; Garrido, Derecho penal..., T. II, p. 99.
1736
Cury, Derecho penal..., p. 309
394
frecuente de dolo, esto es, el dolo directo o intensión, en el que la voluntad de realizar la
conducta típica, aspira a la consecución del resultado1737.
16. Pasajes legales en los que se fundan ambos elementos del dolo
Dolo
Conocer Querer o voluntad de realización
Clases de dolo
• El dolo directo de primer grado
• El dolo directo de segundo grado o de las consecuencias necesarias
• El dolo eventual
1737
Jescheck y Weigend, Tratado…, 314.
1738
Bacigalupo, Derecho penal..., pp. 323-324.
1739
Mir Puig, Derecho penal..., p. 265.
395
conducta típica con el fin de producir el resultado típico1740. La realización del tipo es la
meta de la conducta típica1741. Si el delito es de mera actividad, el autor persigue la
realización completa de la conducta típica y si es de resultado, persigue como objetivo,
tanto la realización de la conducta típica como la del resultado1742.
Da lo mismo que el delito se persiga como medio para otros fines, es decir, cuando
el delito sea un presupuesto o estadio intermedio para alcanzar la verdadera meta de la
conducta típica1743, seguirá habiendo dolo directo de primer grado1744. Es la única forma de
dolo que requiere un complemento volitivo o una relación volitiva del autor con las
consecuencias de su conducta típica1745 1746.
En esta clase de dolo domina en la conducta típica, el elemento volitivo. Lo
característico es que el autor ajusta su comportamiento al fin propuesto y actúa movido por
el interés de su consecución1747. Así por ejemplo sucede cuando Juan dispara en contra del
cuerpo de Pedro con la finalidad de matarlo y lo mata.
No interesa cual sea el motivo personal que el sujeto tuvo para cometer el delito1748,
como sería por ejemplo, la posibilidad de heredar al pariente que se le da muerte, la
intensión existe cuando la producción del resultado previsto por la ley es importante para el
autor1749.
Cuando lo que le importa al sujeto y, por lo tanto, lo que busca con la realización de
la conducta típica es el resultado, es seguro que existe intención, aun cuando su producción
no se represente como segura, sino como posible. Así, por ejemplo, sucede si el ladrón
quiere matar a un testigo del robo por medio de golpes con la culata de su escopeta, pero no
está seguro de si conseguirá ese resultado mediante tales golpes1750.
Tampoco es dudoso que cuando el legislador exige una determinada intención. En
dicho caso sólo ha de ser abarcado por la correspondiente intención el resultado y no
además las circunstancias que lo acompañan. Así, por ejemplo sucede con las expresiones
“ánimo apropiación”, en el delito de hurto o con la voz “maliciosamente”, contenida en el
art. 395 del Cp. o bien, con el término “a sabiendas”, referido en el art. 375 del mismo
cuerpo legal1751. En todos estos casos, la intensión del sujeto debe coincidir con el resultado
de la conducta típica.
1740
Frister, Derecho penal..., p. 224; Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 417.
1741
Stratenwert, Derecho penal..., p. 190.
1742
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 318.
1743
Stratenwert, Derecho penal..., p. 191.
1744
Mir Puig, Derecho penal..., p. 261.
1745
Bacigalupo, Derecho penal..., p. 323.
1746
Por ello, parte de la doctrina sostiene que la intención, es un elemento agravatorio del injusto, que
convierte al dolo directo de primer grado en un dolo cualificado y no un elemento esencial del concepto de
dolo, mientras que, el dolo eventual, pasaría a constituir la modalidad básica de dolo, puesto que contiene
todos los elementos esenciales de éste (Corcoy Bidasolo, “Fallo...”, p. 10 y Silva Sánchez, Aproximación...,
pp. 401-402).
1747
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 319.
1748
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 418.
1749
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 319.
1750
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 418.
1751
Garrido, Derecho penal..., p. 101.
396
Dolo Directo
Tipo Subjetivo
Conocer Querer
(Prima el elemento
subjetivo)
1752
Mir Puig, Derecho penal..., p. 262.
1753
Mir Puig, Derecho penal..., p. 262.
1754
Bacigalupo, Derecho penal..., pp. 323-324.
1755
Stratenwert, Derecho penal..., p. 191.
1756
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 423.
1757
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 320.
1758
Caso Thomas, relativo a la estafa de seguros, ocurrido en 1875, Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 320.
397
(Domina el elemento cognoscitivo)
Dolo eventual
Tipo subjetivo
Elemento cognoscitivo Elemento volitivo
Reconocimiento la entidad y cercanía “Conformarse con”
del peligro y, por lo tanto, “Tomarse en
serio”
de la realización del tipo
1759
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 427; Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 321.
1760
Mir Puig, Derecho penal..., p. 262.
1761
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 321.
1762
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 321.
398
Se trata de un problema con enorme importancia práctica, pero uno de los más
difíciles de solucionar, tanto para la dogmática como para la praxis judicial. Es la llamada
zona gris del Derecho penal constituida por la delimitación entre el dolo eventual y la
imprudencia consciente.
El problema consiste en que en ambas estructuras existen elementos comunes, tales
como: a) ni en el dolo eventual, ni en la imprudencia consiente el sujeto desea el resultado y
b) en ambos casos el autor reconoce la posibilidad de que se produzca el resultado 1763. Sin
embargo, en la imprudencia consciente, si bien el autor reconoce el peligro, niega por un
descuido o negligencia, la existencia del riesgo concreto para el bien penalmente tutelado,
es decir, no se lo toma en serio, ya sea por defecto de sus propias capacidades, por el
cálculo equivocado del grado de peligro existente o porque confía que por alguna razón el
resultado no acaecerá1764. En el dolo eventual, el sujeto arriesga, es decir, se conforma con
la posibilidad de que se produzca el resultado típico, en la imprudencia consciente en
cambio, pese a que el sujeto reconoce el riesgo de que se produzca el resultado típico,
infringe un deber de cuidado externo que lo obliga a evitar que el riesgo previsto no se
materializara en la lesión del bien jurídico penalmente tutelado.
Imprudencia consciente
Elemento cognoscitivo: Elemento volitivo:
1763
Mir Puig, Derecho penal..., p. 266.
1764
Jescheck y Weigend, Tratado…, pp. 322-323.
1765
Bacigalupo, Derecho penal..., pp. 315-316.
1766
Mir Puig, Derecho penal..., p. 263.
399
actúa dolosamente aun cuando sólo por necesidad se resigna a la producción del
resultado1767.
Se critica la teoría del consentimiento porque la aprobación que exige la teoría del
consentimiento distingue el dolo eventual de la imprudencia consciente en base a una
actitud interna del autor consecuencia inadmisible en un Derecho penal democrático, que
no castiga la esfera íntima del autor, sino sólo sus actos externos1768. Además, esta teoría
afirma el dolo eventual en supuestos de escaso peligro objetivo, si el autor no se oponía
interiormente al resultado y obliga a estimar imprudencia consciente en actividades
extremadamente peligrosas, si el autor, pese a ser consciente de su gran peligrosidad,
desease que no produjese el resultado, lo cual es contradictorio con la función de protección
de bienes jurídicos que corresponde al Derecho penal1769. Perjudica a quien toma en serio
todas las posibilidades que se representa, y mostraría menos consideración con quien hace
gala de un comportamiento descuidado. La fórmula hipotética propuesta es distinta del
hecho que debe juzgarse por lo que es incorrecto compararla con las de inseguridad típica
en que se cuestiona el dolo eventual1770. Además, ante la duda de si se producirá un delito
que no desea u otro resultado que le interesa, el sujeto puede estar dispuesto a probar suerte
aun aceptando sin reservas que pueda producirse el delito, aun cuando éste incluso pueda
perjudicar sus planes1771. Así, por ejemplo, sucedería si A apuesta a B que logrará alcanzar
con un disparo el vaso que tiene camarera en la mano; el tiro causa la muerte de la chica
(caso Lacmann). Aunque el sujeto aceptara la posibilidad de errar el disparo, no lo deseaba
y de haber sabido seguro que se hubiese producido, hubiera perdido todo sentido la apuesta
y no habría disparado.
1767
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 438.
1768
Mir Puig, Derecho penal..., pp. 263-264.
1769
Mir Puig, Derecho penal..., p. 263.
1770
Ídem.
1771
Mir Puig, Derecho penal..., p. 264.
1772
Bacigalupo, Derecho penal..., p. 316.
1773
Mir Puig, Derecho penal..., p. 264.
1774
Ídem.
1775
Ídem.
400
es ni muy elevada ni muy pequeña1776. Es imposible cuantificar los porcentajes de
posibilidades y, aunque fuese posible, no existe ninguna razón para elegir una cifra, ¿el
20%, o el 50%? Por otra parte, se objeta que para afirmar la presencia de dolo no basta con
el conocimiento de la peligrosidad de una acción, sino que es preciso probar la concurrencia
de una verdadera voluntad1777. Aquel conocimiento concurriría también en la imprudencia
consciente.
1776
Mir Puig, Derecho penal..., pp. 264-265.
1777
Mir Puig, Derecho penal..., p. 265.
401
Derecho denotaría un mayor grado de hostilidad al Derecho que la capacidad de represión
(inhibición o contención) del que es fiel al Derecho según el fin que se ha fijado1778.
d. La teoría de la indiferencia
La teoría de la aprobación en su versión más estricta resulta cercana a la teoría de la
indiferencia, desarrollada por Engisch, según quien debe apreciarse dolo eventual cuando
“el sujeto da por buenas o recibe con indiferencia las consecuencias accesorias negativas
meramente posibles, y sin embargo, no cuando considera indeseables esas consecuencias y
tienen por ello la esperanza de que no se producirán”. Sería acertada en cuanto a que la
indiferencia es un indicio seguro de que el sujeto se ha resignado al resultado y por tanto ha
actuado dolosamente, pero no es acertada en tanto la ausencia de tal indiferencia conduce a
la exclusión del dolo1779.
1778
Roxin, Derecho penal..., T. I, pp. 224-430.
1779
Roxin, Derecho penal..., T. I, pp. 432-433.
1780
Roxin, Derecho penal..., T. I, pp. 436-437
1781
Roxin, Derecho penal..., T. I, pp. 441-442.
402
concreto, sólo habría una forma de dolo. Afirma, que con el concepto de dolo definido en
base al elemento cognoscitivo, resulta sumamente simple la distinción entre dolo y culpa.
En efecto, a partir de la concepción del dolo eventual como conocimiento de que el
resultado no es improbable, Bacigalupo sostiene que sólo cabe admitir como imprudencia
la inconsciente, es decir aquella en la que el autor no tuvo ese conocimiento, por lo que la
distinción entre dolo y culpa no se debe buscar en la antinomia voluntario e involuntario
sino en el par de conceptos conocimiento y desconocimiento1782. Por lo tanto, Bacigalupo
sostiene una teoría unitaria del dolo, que incluye a la imprudencia consciente, dejando
únicamente en el ámbito de la imprudencia, a la imprudencia inconsciente.
1782
Bacigalupo, Derecho penal..., pp. 323-324.
1783
Roxin, Derecho penal..., T. I, pp. 449-440.
403
de percibir la concreta probabilidad de que se realice el peligro capaz de producir el
resultado. El dolo se exige como elemento de la conducta peligrosa ex ante, para que la
conducta pueda ser desvalorada intersubjetivamente y sea prohibible al hombre medio.
Concurre dolo eventual cuando el sujeto no descarta que su conducta pueda lesionar un
bien jurídico-penal, ni cree posible confiar en que no vaya a ser así y, pese a tal conciencia
de su virtualidad concretamente lesiva, lleva adelante su conducta peligrosa, única cosa que
puede prohibir la norma de determinación. Así, por ejemplo Mir Puig, ejemplifica esta
situación señalando que debe afirmarse la presencia de dolo eventual si A considera muy
probable el resultado y cree que no es posible confiar en que no se producirá, aunque actúe
con la esperanza de que no se produzca el resultado. En este caso el sujeto acepta el riesgo,
en el sentido de que no le detiene la posibilidad de que se produzca el resultado, pero es
difícil decir que “quiere” el resultado1784.
1784
Mir Puig, Derecho penal..., pp.
404
CAPÍTULO XIV
EL TIPO DOLOSO DE ACCIÓN
TEMA 4
TIPO SUBJETIVO
“TEORÍA DEL ERROR DE TIPO”
1. Objetivos
• Identificar las distintas clases de error
• Distinguir el error de tipo del error de prohibición
• Identificar la posición sistemática del error de tipo
• Diferenciar el error de tipo vencible o evitable, del error de tipo invencible o inevitable
• Determinar el tratamiento del error de tipo
• Distinguir el error en la persona del Aberratio ictus
• Conocer que se entiende por error en el curso causal, Dolo de Weber y por
consumación anticipada y como soluciona la doctrina dichas clases de error
2. Caso de introducción
“El día 17 de agosto de 2005, a las 17:00 horas aproximadamente, en Avenida El
Salto N° 1844, comuna de Recoleta, el acusado Miguel, apuntó desde el exterior, en contra
de Pedro y de Juan, quienes se encontraban en el interior de la botillería “The Gunners”,
procediendo a disparar un arma de fuego de tipo revólver, calibre punto 38 en dos
ocasiones. Ninguno de los dos proyectiles dieron en los cuerpos de Pedro y de Juan, pero
uno de los proyectiles atravesó el panel que hacía las veces de muro divisorio entre el local
de atención de una pequeña bodega, al interior de la cual se encontraba la víctima J. A. E.
D., quien resultó herido en la cabeza, al lado frontal parietal derecho provocándole una
lesión craneana sin salida de proyectil con pérdida de masa encefálica, lo que le causó la
muerte”.
3. Introducción
405
En la teoría del delito podemos distinguir tres esferas esenciales de conocimiento,
respecto de las cuales es posible que el autor se represente ideas equivocadas con diversas
consecuencias sistemáticas y de punibilidad1785: a. en el ámbito de la tipicidad subjetiva, se
exige el conocimiento del tipo objetivo del tipo penal, requisito que dice relación con el
elemento cognoscitivo del dolo. Un error que diga relación con este ámbito, da lugar a un
error de tipo. b. En la esfera de la antijuridicidad, se encuentra el conocimiento de los
elementos fácticos de las causales de justificación, cuyo desconocimiento da lugar a un
error sobre los supuestos fácticos de las causales de justificación, cuyos efectos se discute si
se trata de un error de tipo o de un error de prohibición. c. En el ámbito de la culpabilidad,
destaca el conocimiento o conciencia de la ilicitud y su desconocimiento da lugar a un error
de prohibición.
1785
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 328.
1786
Como lo esencial de la culpabilidad era el aspecto subjetivo, la ubicación sistemática de las diferentes
formas de error no presentaban mayor problema, porque se entendía como algo evidente, que no podía afectar
al injusto, sino tan sólo a la esfera de la culpabilidad. Si el error tenía algún efecto, éste se producía en el
ámbito de la culpabilidad dolosa, excluyéndola o atenuándola. El problema central, por lo tanto, no era la
ubicación sistemática de los problemas de error, sino la delimitación entre aquellos que excluían o atenuaban
la culpabilidad dolosa y los que no tenían ese efecto (Frisch, “El error como causa de exclusión del injusto y/o
como causa de exclusión de la culpabilidad”, en El error en el DP, Editorial Ad-Hoc, Buenos Aires, 2010, pp.
14-15).
406
sobre las circunstancias de exculpación, el que, en todo caso, podría hacer decaer o
disminuir la culpabilidad. Si bien el finalismo ayudó a clarificar el análisis de la teoría del
error, se sigue discutiendo fuertemente a qué lugar de la sistemática de la teoría del delito,
corresponde el error que recae en los supuestos fácticos de las causales de justificación1787.
5. Concepto de dolo
Como lo señalamos en el apartado anterior, clásicamente se entiende por dolo
típico, el conocimiento o saber y la voluntad o querer los elementos descriptivos y
normativos correspondientes a la parte objetiva del tipo.
Por lo tanto, el dolo tiene dos componentes:
El conocimiento del dolo típico, se refiere a los elementos del tipo que corresponda.
El conocimiento de los elementos descriptivos del tipo presupone una percepción
sensorial de las circunstancias descriptivas del hecho1788 y, por lo tanto, debe ser efectivo,
es decir, no meramente potencial. Además, dicho conocimiento debe ser actual, esto es
debe existir en el momento de la ejecución de la conducta, ya sea que se ha adquirido en
ese momento o en uno precedente. Si se aceptará que el conocimiento del autor fuese sólo
potencial, esto es, aquel conocimiento de los elementos objetivos del tipo, que si bien no
concurren en el sujeto, al momento de realizar la conducta típica, podría haberlos conocido,
la frontera entre las clases de dolo e imprudencia desaparecerían.
El conocimiento de los elementos normativos del tipo presupone una comprensión
intelectual1789 de las normativas jurídicas y culturales1790. Se trata de un conocimiento no
especializado, que debe verificarse conforme a la fórmula de Frank, es decir, con una
valoración paralela en la esfera del profano.
1787
Frisch, “El error como causa de exclusión del injusto…”, pp. 24-31).
1788
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 460.
1789
Ídem.
1790
Los elementos normativos jurídicos hacen referencia a otras partes del ordenamiento jurídico y los
culturales deben ser vistos desde la perspectiva de determinados parámetros valorativos de la vida social y
han de ser concretados en virtud de ellos (Frisch, “El error como causa de exclusión del injusto…”, p. 19)
407
La ausencia de conocimiento, el conocimiento equivocado o, al menos, la falta de
representación de algunos de los elementos a los cuales debe extenderse el dolo, trae como
consecuencia, la ausencia de dolo.
1791
Diccionario de la Rae, 22° ed., 2001, T. I, p. 948.
1792
Garrido, Derecho penal..., T. XXX, p. 118
1793
Hernández, “Comentario al art. 1° del CP”, p. 57.
1794
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 328.
1795
Frister, Derecho penal..., p. 232; Hernández, “Comentario al art. 1° del CP”, p. 57.
1796
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 490; Hernández, “Comentario al art. 1° del CP”, p. 89.
1797
Su reconocimiento en la jurisprudencia alemana se produjo en 1952 cuando el BGH, adoptó la teoría de la
culpabilidad y sostuvo el efecto excluyente de la culpabilidad en caso de error inculpable de prohibición,
solución que hoy en día ha asumido también el legislador alemán, en el & 17, párrafo 2°, StGB, acorde con el
cual el error de prohibición inevitable excluye la culpabilidad, mientras que el error evitable sólo puede
atenuarla. La misma solución sostuvo el legislador, respecto del error que recae en una circunstancia de
exculpación, según el & 35, párrafo 2°, StGB (Frisch, “El error como causa de exclusión del injusto…”, p.
32).
408
negación de la imputación subjetiva dolosa por el desconocimiento del autor, de una
situación penalmente relevante de la conducta típica.
Error sobre los elementos descriptivos sería por ejemplo disparar sobre una cosa
cuando en realidad se trata de un apersona1798
Error sobre los elementos normativos sería por ejemplo si alguien, como dice
Roxin, es acusado de daños, porque ha sacado el aire de las ruedas de un coche que no le
pertenece para retener a su propietario durante algunas horas, no puede discutir con éxito su
dolo en relación con el elemento "dañar" con la fundamentación de que él siempre se había
representado sólo como daño la agresión en la substancia de una cosa (Por ejemplo el rajar
las ruedas). Porque la en Alemania la jurisprudencia entiende por dañar cualquier
menoscabo no irrelevante, aunque sea pasajero, de la utilidad de la cosa1799.
Habría un error sobre el elemento normativo ajenidad de la cosa, si A cree estar
tomando una cosa ajena creyéndola de su propiedad.
Quien creyendo erróneamente que la ley lo permite, da muerte al delincuente que
huye, actúa en error de prohibición1800.
1798
Mir Puig, Derecho penal..., p. 272.
1799
Roxin, Derecho penal..., T. I, pp. 460-461.
1800
Mir Puig, Derecho penal..., p. 272.
1801
Cury, Derecho penal..., p. 443.
409
construcción para otorgar a esta clase de error la naturaleza jurídica que le corresponde, es
decir, la de un verdadero error de tipo. Las vías por las cuales es posible llegar a esta
conclusión son varias.
Desde luego, para la teoría de los elementos negativos del tipo, que el error sobre
los supuestos fácticos de las causales de justificación es una clase de error de tipo, es una
consecuencia lógica de su sistemática, ya que si la ausencia de los presupuestos de una
causa de justificación es necesaria para que concurra el tipo negativo y ésta, a su vez, para
que se dé el tipo total de injusto (tipo positivo + tipo negativo), la suposición errónea de
que concurren aquellos presupuestos supone un error sobre el tipo negativo y, por tanto,
relativo al tipo total de injusto: es un error de tipo, el cual, no recae sobre la admisión por el
Derecho de una causa de justificación, sino que sobre la situación fáctica que la constituye.
Será, en cambio, un error de prohibición el de quien, sin errar sobre la situación, cree
equivocadamente que le asiste una causa de justificación que el Derecho no admite o cuyos
límites legales sobrepasa.
Mir Puig, sin necesidad de acoger la terminología de la teoría de los elementos
negativos del tipo1803, efectúa un planteamiento paralelo. En efecto, señala que igual como
el error de tipo (positivo) se distingue del error de prohibición (directo) en que el primero
afecta a la situación y el segundo al hecho de estar prohibida su realización, en el ámbito de
1802
En todo caso, resulta contradictorio afirmar que en estos casos debe aplicarse un tratamiento penal más
benévolo porque el sujeto ha errado en el mismo sentido del Derecho, incluso afirmar que ha sido “fiel al
Derecho” y al mismo tiempo sostener que ha obrado antijurídicamente. En el mismo sentido, Frisch en “Error
como causa de exclusión de injusto y/o como causa de exclusión de la culpabilidad”, pp. 61-69.
1803
Mir Puig sostiene que la tipicidad y la ausencia de causas de justificación son requisitos de la
antijuridicidad penal. La tipicidad es presupuesto de existencia de la antijuridicidad (rano essendi), pero no
basta para la antijuridicidad, que requiere además la ausencia de causas de justificación. El tipo reúne los
elementos específicos que fundamentan positivamente la antijuridicidad penal de un hecho y al hacerlo
describe el comportamiento penalmente relevante. Esta relevancia procede de que supone una lesión opuesta
en peligro de un bien jurídico valioso para el Derecho penal. Las causas de justificación impiden considerar
globalmente desvalorado el hecho típico realizado bajo su amparo, pero no pueden hacer desaparecer la lesión
o puesta en peligro del bien jurídico típico que en sí mismo puede verse como un «mal». El tipo penal,
contiene además de los elementos que fundamentan positivamente el injusto, los que condicionan su
«punibilidad». Este planteamiento supone rechazar el sentido amplio que da a la palabra «tipo» la llamada
«teoría de los elementos negativos del tipo». Sin embargo, reconoce que esta doctrina ha puesto de manifiesto
algo que es correcto: el supuesto de hecho antijurídico constituye una unidad con dos partes, una positiva
(para nosotros el tipo) y otra negativa (la ausencia de los presupuestos de la situación justificada). El tipo no
agota la descripción del supuesto de hecho antijurídico. Las causas de justificación son «elementos negativos
del supuesto de hecho». La parte positiva del supuesto de hecho equivaldría al «tipo», en el sentido aquí
acogido de lo «típico» de la figura de delito correspondiente; la parte negativa supondría la ausencia de causas
de justificación. Aquí «tipo positivo» y «tipo negativo» no significan «parte positiva y negativa del tipo», sino
«parte positiva y negativa del supuesto de hecho». La ausencia de tipicidad penal de una conducta puede
deberse tanto a que el legislador no haya tipificado la conducta por considerarla lícita en general, como a que
no la haya tipificado, pese a ser ilícita, por reputarla insuficientemente grave o por otras razones político-
criminales. La falta de tipicidad penal puede desprenderse de la mera redacción literal de los tipos, cuando la
conducta no encaja en la letra de ningún tipo penal, pero también de una interpretación restrictiva que excluya
la conducta del tipo pese a caber literalmente en ella, cuando se trata de hechos que no implican una
afectación suficiente del bien jurídico, por no ser imputable su lesión a una conducta suficientemente
peligrosa (falta de imputación objetiva), por consistir el bien jurídico típico en la facultad de disponer de algo
por parte de su titular y existir conformidad de éste o por ser los hechos adecuados socialmente o
insignificantes. Se habla en estos casos de causas de exclusión de la tipicidad. En cambio, las causas de
justificación, presuponen la existencia de tipicidad (Mir Puig, Derecho penal..., pp. 164-165).
410
las causas de justificación hay que distinguir entre error de tipo negativo que afecta a los
presupuestes típicos de la situación justificativa, y error de prohibición (indirecto o de
permisión), relativo a que el Derecho admita la justificación de la situación. Sólo el error
sobre el Derecho —no el que versa sobre la situación— ofrece las peculiaridades que
pueden explicar que sea tratado de forma distinta al error de tipo1804.
Error de
prohibición
Tipo subjetivo Error sobre los Error de prohibición
• Dolo supuestos fácticos de directo
o Conocimiento las causales de Error de prohibición
o Error de tipo justificación indirecto
• Error de tipo
Frisch, parte de la base de que una conducta injusta requiere que el sujeto se decida
por un comportamiento que, de acuerdo con su representación, muestra los caracteres de la
conducta que resulta captada en cada caso por los tipos de los delitos dolosos. La decisión
actualizada en favor de una conducta de tal índole es ya un injusto, porque existe un injusto
de la decisión. Por lo tanto, rechaza la afirmación de que realiza un injusto doloso todo
aquel que actúa con dolo de tipo, porque con ello se equipara de modo inadmisible injusto
doloso y dolo típico y agrega que así como en el plano objetivo la realización del tipo no
supone todavía el injusto, tampoco representa ya un injusto doloso la actuación con dolo
típico. La realización del tipo es injusto objetivo sólo si no se halla cubierta por causas de
justificación. El comportamiento en el que el sujeto actúa dolosamente con respecto a la
realización del tipo, comporta la realización de un injusto desde el punto de vista subjetivo
–y en este sentido, un injusto doloso- sólo en la medida que el autor no haya supuesto la
existencia de una situación que autorizase su decisión de realizar un comportamiento
típico. De esta manera, el error sobre los supuestos fácticos de las causales de justificación
sería un error de tipo, porque, desde el punto de vista subjetivo, en este caso no existe un
injusto de la decisión y por lo tanto falta también un injusto doloso. En cambio en el error
sobre el carácter prohibido de la conducta (error de prohibición), la suposición errónea de
normas permisivas o la errónea suposición de causas de exclusión de la culpabilidad, no
afectan el injusto de la decisión, ya que el autor se decide en contra del bien protegido en el
tipo correspondiente de un modo que se aparta de las normas de conducta del ordenamiento
jurídico incluidas las normas permisivas. En el error de prohibición, el autor capta la
dimensión típica de su conducta sin suponer la existencia de una causa de justificación
1804
Mir Puig, Derecho penal..., p. 545.
411
reconocida por el ordenamiento jurídico y por lo tanto, actúa de manera antijurídica, de
modo que como máximo puede excluirse la culpabilidad1805.
Frisch: Error supuestos fácticos causales de justificación
Tipicidad Antijuridicidad Culpabilidad
Tipo objetivo Error sobre los Error de prohibición Conciencia de
• Elementos descriptivos supuestos fácticos de directo la ilicitud
• Elementos normativos las causales de Error de prohibición
justificación indirecto
Tipo subjetivo Dolo de injusto
• Dolo típico Error de tipo
o Conocimiento
o Error de tipo
o Querer
1805
Frisch, “Error como causa de exclusión de injusto y/o como causa de exclusión de la culpabilidad”, pp.
61-69.
1806
Mir Puig, Derecho penal..., p. 271.
1807
Bacigalupo, Derecho penal..., p. 325.
1808
Balmaceda, Derecho penal..., p. 165; Bacigalupo, Derecho penal..., p. 325.
412
a. Error de tipo invencible o inevitable
Es aquella clase de error imposible de prever, aun cuando el agente hubiese aplicado
la diligencia debida1809.
No puede imputarse subjetivamente al autor de la situación descrita en el tipo penal,
ya sea a título de dolo o de imprudencia, un comportamiento atribuible a un error no
imprudente, porque la mala suerte o el caso fortuito son situaciones que el sujeto no ha
podido evitar o superar, de acuerdo con lo establecido en el art. 4 y en el art. 10 N° 13 del
Cp.
La invencibilidad del error, debe apreciarse desde la perspectiva del hombre medio
u observador imparcial, colocado en la misma situación en que se encontraba el sujeto y
con la misma información.
Así las cosas, habría error de tipo invencible si en tal escenario, un observador
imparcial habría incurrido en el mismo error que el sujeto activo.
Así sucedería, por ejemplo, si A en una juguetería toma un revólver que estaba entre
las armas de juguete y lo dispara, pero resulta que era uno verdadero que se le había
quedado al dueño entre los juguetes, y, en consecuencia, hiere a un transeúnte.
En este caso, el sujeto activo incurre en un error en el medio comisivo, toda vez que
no sabía que éste era apto para matar a un ser humano, elemento esencial para el injusto del
delito de homicidio.
Lo mismo ocurriría si A no sabía que la sustancia que transportaba era droga porque
en un local establecido compró azúcar flor y en vez de azúcar el dueño del local al ver que
viene la policía le pasa pasta base envasada en una bolsa al cliente para evitar ser
descubierto.
En este caso el error de tipo inevitable, recae sobre el objeto material sobre el cual
recae la conducta, en este caso, la sustancia ilícita, elemento esencial en el delito de tráfico
ilícito de drogas.
En los ejemplos que acabamos de ver un observador imparcial puesto en el lugar del
sujeto que realiza la conducta podría haber incurrido en el mismo error y, por lo tanto, se
trata de un error de tipo inevitable o invencible.
En cuanto a los efectos que produce el error de tipo inevitable o invencible, hay
consenso en que excluye tanto al dolo como a la imprudencia, porque no hubo falta de
diligencia de parte del sujeto activo. En tal caso, se elimina la tipicidad razón por la que el
comportamiento del sujeto quedará impune1810.
b. Error de tipo vencible o evitable
Es aquella clase de error de tipo que el sujeto está en condiciones de evitar, si
hubiese empleado el cuidado debido, porque le era posible prever y no lo hizo.
1809
Mir Puig, Derecho penal..., p. 273; Garrido, Derecho penal..., T. II, p. 122.
1810
Cury, Derecho penal..., p. 310.
413
Debe apreciarse desde la perspectiva del hombre medio u observador imparcial
colocado en la misma situación en que se encontraba el sujeto al momento de realizar la
conducta típica. En dicho escenario, y teniendo la misma información, un observador
imparcial se habría percatado de la realidad y, por lo tanto, no habría cometido error de
tipo. Así sucedería, por ejemplo, si A toma una pistola que había descargado el día anterior
y la dispara, sin saber que su hijo la había cargado en la mañana, hiriendo a otra persona. Se
trata de un error sobre la aptitud del medio comisivo, elemento esencial, en el delito de
homicidio, pero es vencible, porque podría haber superado fácilmente su error revisando el
arma, mínimo deber de cuidado exigible a quien utiliza armas de fuego.
El error de tipo vencible o evitable en tanto, elimina el dolo, pero deja subsistente la
imprudencia, porque hubo falta de diligencia en la infracción de una norma de cuidado. En
caso de existir un tipo imprudente paralelo, el hecho será sancionado a este título, por lo
que generalmente el error de tipo vencible determinará la impunidad del hecho, toda vez
que en nuestro ordenamiento rige un sistema de numerus clausus, conforme al cual la
imprudencia solo se castiga cuando ha sido expresamente sancionada por el legislador1811.
1811
Cury, Derecho penal..., p. 310.
1812
Bacigalupo, Derecho penal..., p. 329.
414
“Pedro disparó a tres metros de distancia y oculto, dos proyectiles con una pistola,
sobre Carlos, quien salió a abrir la puerta del establecimiento de propiedad de Daniel,
porque el propio imputado había llamado a las tres de la mañana, con el fin de que saliera
Daniel con quien había tenido una disputa acalorada horas antes. Al salir Carlos a ver
quién llamaba, con la oscuridad de la noche, Pedro lo confundió con Daniel, abriendo
fuego en su contra, alcanzándole uno de los disparos en el pecho, cuestión que le provocó
la muerte”
a.2. Preguntas
¿Cuál es el error que comete Pedro?
¿Tiene alguna importancia penal el error que comete Pedro?
¿Cuál es la norma que regula la clase de error que comete Pedro?
El error in persona es aquel que recae sobre la identidad de la víctima o sobre el cual
recae la conducta típica, quien es confundida con otra persona. Por lo tanto, no existe aquí
un error en el curso causal, sino en la identidad del objeto material de la agresión1813. Este
error es irrelevante porque, por ejemplo, la conducta típica en el delito de homicidio castiga
al que mata a “otro”, es decir, cualquier sujeto con vida humana independiente, sin importar
si es Pedro, Juan o Diego. El desarrollo del acontecer real se corresponde con el
esperado1814, el autor dirige su conducta típica sobre una persona y alcanza a una persona
de la manera en que quiere hacerlo1815.
Si Pedro inducido por su jefe, quiere matar a Juan, quien es el acreedor del primero,
y en el crepúsculo de la noche lo confunde con Miguel, y ultima a este último, comete
delito de homicidio, aun cuando se equivocó de víctima.
La identidad del sujeto pasivo o víctima no es un elemento del tipo, ni de su
modalidad de la conducta típica, por lo que un error en la identidad del afectado no acarrea
la eliminación del dolo ni de la tipicidad.
Esta clase de error, se encuentra regulado en el art. 1° inc. 3° del Cp., el que señala
que: “El que cometiere delito será responsable de él e incurrirá en la pena que la ley señale,
aunque el mal recaiga sobre persona distinta de aquella a quien se proponía ofender”.
También es irrelevante el error in objecto (en la identidad del objeto) el cual existe
en el caso del irritado amante que, en la casa de su voluble amiga, destroza una valiosa
pieza de arte, que él creía que pertenecía a ésta, ignorando que ella sólo tenía ese objeto en
préstamo1816.
1813
Bacigalupo, Derecho penal..., p. 329.
1814
Stratenwerth, Derecho penal..., p. 188.
1815
Bacigalupo, Derecho penal..., p. 329.
1816
Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal..., p. 262.
415
b.1. Caso práctico:
“El día 17 de agosto de 2005, a las 17:00 horas aproximadamente, en Avenida El
Salto N° 1844, comuna de Recoleta, el acusado Miguel, apuntó desde el exterior, en contra
de Pedro y de Juan, quienes se encontraban en el interior de la botillería “The Gunners”,
procediendo a disparar un arma de fuego de tipo revólver, calibre punto 38 en dos
ocasiones. Ninguno de los dos proyectiles dieron en los cuerpos de Pedro y de Juan, pero
uno de los proyectiles atravesó el panel que hacía las veces de muro divisorio entre el local
de atención de una pequeña bodega, al interior de la cual se encontraba la víctima J. A. E.
D., quien resultó herido en la cabeza, al lado frontal parietal derecho provocándole una
lesión craneana sin salida de proyectil con pérdida de masa encefálica, lo que le causó la
muerte”.
En los supuestos de Aberratio ictus, el autor proyecta una conducta sobre un objeto
determinado, pero a causa de la deficiente realización de la misma, ésta recae sobre otro
objeto de la misma especie1817. Es una forma de error sobre el curso causal. Consiste en que
el sujeto dirige su conducta hacia un objeto del resultado, pero, a causa de una desviación
del curso causal, es lesionado otro equivalente, de una manera también equivalente1818. En
esta clase de error, hay un desvío en la dirección de la conducta que produce que la persona
a la que iba dirigida la acción no se vea lesionada, sino otra distinta.
Así, por ejemplo, si A quiere matar a su enemigo B y contra él apunta su arma, pero,
sea que apunta mal, sea que el aparato de puntería del arma es defectuoso, etc., el caso es
que no es B quien resulta muerto sino C, que se hallaba en las proximidades.
416
Pero si el resultado producido no sólo era previsible y evitable, sino que además el
autor ex ante tomo seriamente en cuenta, que a raíz del riesgo inherente a su conducta,
existía la posibilidad de que el resultado se produjera y de todas formas actuó con total
indiferencia no habría error sobre el curso causal, pues el autor no desconoce las
circunstancias de su actuar y las consecuencias del mismo, sino dolo eventual, por lo que
tal hecho típico y antijurídico debería ser castigado como un delito frustrado de homicidio,
respecto de la persona que pretendía ultimar y como un homicidio doloso consumado con
dolo eventual, respecto de la persona que recibió el disparo mortal1820 1821.
En Chile la jurisprudencia mayoritaria sanciona los casos de aberratio ictus de
acuerdo con lo dispuesto en el art. 1 inc. 3° del Cp., porque confunde el error en la persona,
con el error en el curso causal. Sin embargo, se trata de dos institutos muy diferentes. En el
error en la persona, la conducta típica se orienta, exclusivamente a la lesión de un bien
jurídico. En cambio, en el aberratio ictus, la conducta del autor se orienta a lesionar un bien
jurídico, creando además un peligro para otros, al no prever la posibilidad de una
desviación del curso causal, que sin embargo era imaginable (previsible) o bien no lo era
(imprevisible). De esta forma, la jurisprudencia, desatendiendo la solución propuesta por la
doctrina, consistente en diferenciar si el resultado era o no previsible y, siendo el resultado
previsible, sancionar de acuerdo con la norma del concurso ideal1822, ha aceptado la tan
cuestionada frase de Farinaccio: “quería matar a alguien, mató a alguien”,
desentendiéndose de esta forma la exigencia de los elementos de la parte subjetiva del tipo
penal y atendiendo únicamente al desvalor del resultado1823.
En nuestro concepto en los casos de Aberratio ictus, hay que distinguir si el
resultado fue o no previsible.
1820
Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal..., pp. 266-267.
1821
Señala Roxin: “Por regla general el plan del hecho está tan ligado, también en una valoración objetiva, al
objeto de la acción elegido por el sujeto, que ha de considerarse fracasado el hecho cuando no se alcanza a
aquél. Si A quiere matar de un disparo en una pelea de taberna a su amigo B, pero en vez de a éste alcanza a
su propio hijo C, el plan se ha frustrado, no sólo según el juicio subjetivo de A, sino también según
parámetros objetivos. Ello sigue siendo válido también cuando el disparo no alcanza precisamente al propio
hijo, sino a un tercero desconocido. Concurre en efecto entonces, respecto de la víctima muerta, una
realización de u n peligro y con ella una realización del tipo objetivo del § 212, que puede constituir la base
de una condena por homicidio imprudente; pero la imputación del resultado al dolo no es posible por falta de
realización del plan, de modo que en esa medida el resultado pretendido sólo puede motivar la punición por
una tentativa”, (Roxin, Derecho penal..., p. ).
1822
Cury Urzúa, Derecho penal..., p. 313; Politoff, DP, T. I, p. 351; Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de
DP chileno, p. 266; Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 494; Maurach y Zipf, Derecho penal..., T. I, p. 410;
Jakobs, Derecho penal..., p. 365; Jescheck y Weigend, Tratado..., pp. 335-336; Stratenwerth, Derecho
penal..., pp. 186-187; Muñoz Conde y García Arán, Derecho penal..., p. 277; Mir Puig, Derecho penal..., pp.
275-276; Zaffaroni, Derecho penal..., p. 539.
1823
Bustos y Caballero, “Comentarios a los arts. 1 a 4 del CP”, en Politoff y Ortiz (Dir.), Texto y comentario
del Código Penal chileno, pp. 58-59.
417
Resultado previsible Resultado no previsible
• Delito frustrado en concurso ideal con • Sólo debe castigarse el delito
un delito imprudente frustrado.
• Se resuelve de acuerdo con lo
dispuesto en el art. 75 del Cp.
c.2. Preguntas
¿Qué clase de error comete A?
¿En este caso hay dolo, imprudencia o una combinación de dolo e imprudencia?
¿Qué importancia o efectos tiene el error en este caso?
1824
Hernández, “Comentario al art. 1° del CP”, p. 60.
1825
Roxin, Derecho penal..., T. I, pp. 494-495.
418
El error sobre el proceso causal consiste en la discrepancia entre el curso causal
previsto por el sujeto y el curso causal que efectivamente ha conducido al resultado. El
problema consiste en determinar si tal discrepancia constituye un error excluyente de
dolo1826.
Muchos de los casos aquí discutidos pueden ser resueltos conforme a la teoría de la
imputación objetiva, ya que lo importante es determinar si en el caso concreto el sujeto
generó con su conducta un riesgo típicamente relevante y fue este riesgo y no otro el que se
materializó en el resultado lesivo1827. De esta manera, como lo señalamos al tratar el tipo
objetivo, no basta el vínculo causal ontológico para atribuir el resultado, sino que además
ha de concurrir un requisito de orden normativo, constituido por la imputación objetiva, de
acuerdo con la cual, en primer término, para que exista el desvalor de acto, el sujeto con su
conducta típica, debe crear un riesgo típicamente relevante. Si el sujeto no ha creado con su
conducta un riesgo doloso y típicamente relevante para la vida humana independiente, sino
que sólo para la salud individual de la víctima, no tiene sentido preguntarse por la
posibilidad de imputar responsabilidad penal al sujeto por el delito de homicidio, porque a
su respecto no concurre el desvalor de acto, el cual es una característica esencial de la
conducta típica, la que en el caso propuesto, es constitutiva sólo del delito de lesiones. Por
lo tanto, Si A hiere a B provocándole lesiones no aptas para producir la muerte, pero ésta se
produce porque la ambulancia choca y luego el hospital se incendia, la muerte no es
objetivamente imputable al sujeto que ocasionó las lesiones, porque el riesgo creado y
aceptado no es apto para provocar la muerte, sino que únicamente lesiones. Con ello
desaparece un elemento esencial de la conducta típica y, por lo tanto, siendo la teoría del
delito un método categorial por niveles, hasta aquí debería llegar el análisis del delito de
homicidio, sin perjuicio de que también podría decirse que lo anterior da cuenta de que el
peligro creado por el sujeto activo, no fue el que se materializó en el resultado fatal.
Ahora bien, si concurre la creación del riesgo típicamente relevante y además existe
un vínculo causal entre la conducta típica y el resultado, aun no se puede afirmar la
existencia de una relación de riesgos o imputación objetiva del resultado, elemento que
únicamente podrá tenerse por acreditado, cuando se constate que el riesgo creado por la
conducta típica, fue aquél que se materializó en el resultado.
Como lo señalamos a propósito del dolo, éste sólo puede exigir el conocimiento del
riesgo ex ante inherente a la conducta típica y que el sujeto se represente el resultado como
consecuencia de la misma, toda vez que cuando el sujeto realiza su conducta, ni el
resultado, ni, por lo tanto, el curso causal, ni menos la relación de riesgos, han todavía
ocurrido, por lo que malamente se podría exigirse un conocimiento actual y efectivo del
curso causal. De ahí que sólo cuentan como error excluyente de dolo, las discrepancias
esenciales entre el curso causal representado y el efectivamente acaecido1828 1829.
1826
Hernández, “Comentario al art. 1° del CP”, p. 59.
1827
Mir Puig, Derecho penal..., p. 277.
1828
Hernández, “Comentario al art. 1° del CP”, p. 60.
18291829
No obstante lo dicho, no es ésta la postura mayoritaria en la dogmática chilena, la cual afirma que el
curso causal debe ser abarcado por el elemento cognoscitivo del dolo (Balmaceda, Manual de DP, p. 165).
419
Por lo tanto, si en lugar del curso causal esperado por el autor es imputable
objetivamente al mismo, ha tenido lugar un curso causal distinto que resulte imputable del
mismo modo, la desviación operada frente al curso proyectado no excluye el dolo y resulta,
por lo tanto, ser una desviación inesencial, porque en tales casos, el riesgo todavía
inherente a la conducta típica, se traduce típicamente en una lesión del objeto material
protegido1830.
No sería esencial aquella desviación en que el riesgo provocado era previsible para
el autor, como ocurre, por ejemplo, cuando Juan lesiona a Pedro con un hacha, pero este no
muere directamente por el golpe sino por un desangramiento o por la infección de las
graves heridas provocadas por la conducta típica de Juan. Tampoco sería esencial la
desviación del curso causal si A a previsto matar a B empujándolo al río para que se
ahogue, pero al hacerlo, B golpea su cabeza en contra de las rocas y fallece antes de caer al
agua. En este caso, resulta evidente que A conocía y quería realizar la conducta típica pese
a conocer ex ante, el peligro que ésta conlleva para el bien jurídico penalmente tutelado de
la vida humana independiente1831.
1830
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 334.
1831
Cury, Derecho penal..., p. 313.
1832
Stratenwerth, Derecho penal..., p. 184.
1833
Jescheck y Weigend, Tratado…, pp. 336-337; Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 498.
1834
En tal sentido Cury señala: “En este caso, denominado generalmente "dolo de Weber", hay un error al
420
d.1.b. Segunda solución:
En el dolus generalis, se niega toda relevancia a las desviaciones que pueda sufrir el
plan del autor, quien cree erróneamente que consumó su delito, cuando en realidad sólo lo
hace, sin advertirlo, a través de actos posteriores1836. La jurisprudencia alemana admite aquí
un acontecimiento unitario en el que el dolo, aunque referido sólo al primer acto, engloba
también al segundo. Una parte de la doctrina se remite a la teoría del Derecho común sobre
el dolus generalis y, de acuerdo con ella, acepta un suceso real indivisible con un dolo
general comprensivo de todo el evento que no merece ninguna consideración jurídica
privilegiante1837.
Roxin critica esta posición, señalando que es imposible extender el dolo original de
matar a acciones posteriores, en las que ya no existía, con el concepto superado en la
historia del Derecho de un dolo general.
revés en perjuicio del agente respecto de la primera acción y un error excluyente del dolo -pero nunca de la
culpa- en relación con la que alcanzó el resultado. Luego, tentativa de homicidio (delito frustrado) en
concurso con un homicidio culposo. La interposición de una acción final no incluida en el curso causal
representado por el agente, rompe la unidad de la representación” (Cury, Derecho penal..., p. 315).
1835
Hernández, “Comentario al art. 1° del CP”, p. 63.
1836
Ídem.
1837
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 337.
1838
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 502.
1839
Ídem.
421
consumado, porque lo acontecido sigue presentándose, en una valoración objetiva, como
realización del plan del hecho1840.
Se trata sólo de un problema de actualidad del dolo, por lo que la solución consiste
en determinar si el dolo de la conducta ejecutada comprendía el riesgo que significaba la
conducta realmente producida. Si es así, no se presenta un problema de actualidad del dolo
y, por lo mismo, se trataría de un error inesencial que no excluye
1840
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 502.
422
CAPÍTULO XV
TEORÍA DEL DELITO IMPRUDENTE
1. Objetivos
1. Comprender el concepto de imprudencia
2. Conocer la estructura del tipo imprudente
3. Identificar las particularidades del delito imprudente
2. Casos de introducción
a. Hechos
“Un farmacéutico despacha erróneamente un medicamento, lo que provoca una
intoxicación de vitaminas en la víctima; al recibir ésta el tratamiento médico necesario en el
Hospital, sufre una grave infección gripal que le causa la muerte”
a.1. Preguntas
1) ¿Que instituciones penales son aplicables al caso?
2) ¿En qué escalón o categoría de la teoría del delito operan?
3) ¿Qué normas del Código Penal podrían aplicarse en este caso?
423
4) ¿Es constitutiva de delito imprudente la conducta del farmacéutico?
5) ¿Es atribuible penalmente al farmacéutico la muerte del paciente?
b. Hechos
“Marcos, novel conductor, manejaba su vehículo, atravesando la localidad de
Malloco, en la que a ambos costados de la calzada, existe un paso peatonal pavimentado.
Debido a su inexperiencia y falta de atención, invadió el paso peatonal, precipitándose
sobre tres peatones que caminaba en sentido contrario. Pedro y Verónica lograron esquivar
el vehículo, resultando atropellado Samuel, quien murió a consecuencia de las heridas,
Verónica espantada por lo sucedido, salió corriendo presa del pánico y llamando a la esposa
de Samuel, quien se había separado del grupo, yendo a precipitarse bajo las ruedas de un
vehículo que transitaba en sentido contrario, cuyo conductor no pudo hacer nada por
evitarlo. Verónica sufrió lesiones que tardaron 93 días en sanar y quedó con diversas
secuelas”.
b.1. Preguntas
1) ¿Que instituciones penales son aplicables al caso?
2) ¿En qué escalón o categoría de la teoría del delito operan?
3) ¿Qué normas del Código Penal podrían aplicarse en este caso?
4) ¿Es atribuible la muerte de Samuel al primer conductor?
5) ¿A qué título?
6) ¿Son atribuibles al segundo conductor las lesiones de Verónica?
3. Introducción
Si bien la estructura típica más frecuente y estudiada es el delito doloso, la
importancia práctica de la imprudencia ha aumentado considerablemente con la
tecnificación y los riesgos que ésta conlleva, como ocurre por ejemplo con el tráfico vial,
con la contaminación de las empresas, con los avances de la medicina, etc. Del mismo
modo, el delito imprudente pasó de estar muy desatendido por la dogmática a ocupar un
lugar destacado. La imprudencia o “culpa” para los clásicos, era un elemento subjetivo
excepcional de la culpabilidad, sin embargo en la concepción moderna es una estructura
típica autónoma1841.
El desarrollo de la sociedad y de la vida moderna implica el uso de nuevas
tecnologías, medicinas, terapias alternativas, técnicas de construcción y de producción, etc.
que generan nuevos riesgos cuya prohibición significaría paralizar el progreso1842, lo que no
resulta posible, pero merced a ello se suelen establecer ciertos estándares de cuidado para
evitar que dichos riesgos se materialicen en un resultado lesivo. El ordenamiento jurídico
1841
Roxin, DP. DP, T. I, pp. 996-997; Jescheck y Weigend, Tratado..., p. 606.
1842
Cury, DP, DP, p. 332.
424
permite la realización de estas actividades riesgosas, siempre y cuando el sujeto las ejecute
con el mayor cuidado o atención posible, para evitar o reducir razonablemente los peligros
que conllevan. En ciertos casos, la realización de la actividad, precisa de autorización legal
que permita acreditar que ex ante, el sujeto está en condiciones físicas y técnicas para
cumplir el deber legal de atención y cuidado en el desarrollo de la conducta como forma de
evitar, dentro de lo razonable, la concreción de ciertos peligros o detrimentos a bienes
penalmente tutelados, como ocurre, por ejemplo, en el caso del tráfico vial y la exigencia de
licencia de conducir.
1843
Mir Puig, Derecho penal..., p. 286.
1844
Ídem.
1845
Por todos, Hernández, “Comentario al art. 2° del CP”, en Couso y Hernández (Dir.), CP Comentado,
Editorial Thomson Reuters, 2011, p. 108.
1846
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 997.
1847
Siguiendo una teoría causalista, Labatut, Derecho penal..., T. I, p. 123, Novoa, Curso de Derecho penal
chileno, T. I, pp. 493 y ss. p. 493 y Etcheberry, Derecho penal..., T. I, pp. 312 y ss. Por su parte, Politoff,
Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal Chileno, parte general, Editorial Jurídica de Chile, 2004, p.
425
Desde Engisch, la inobservancia del cuidado debido propio de los delitos
imprudentes, debe ser tratada como un elemento del tipo, por cuanto la norma de
determinación que emana del tipo penal y que persigue la evitación de lesiones de bienes
jurídicos –a través de la motivación a los ciudadanos a no realizar conductas constitutivas
de delitos-, no puede prohibir la mera causación, sino solo una determinada conducta
contraria al cuidado debido1848. Así, acorde con la tesis central de Engisch, hoy aceptada
por la mayoría de los autores alemanes, no puede ser antijurídica una conducta ajustada a la
norma de cuidado1849.
El finalismo1850, con la teoría de la acción final, trasladó el análisis al desvalor de la
conducta y, con ello, la imprudencia al tipo penal, siendo, por lo tanto, la concepción
personal del injusto una contribución a la ubicación sistemática actual de la imprudencia en
el tipo subjetivo1851.
La imputación objetiva también asentó el análisis de la imprudencia en el tipo penal,
porque la imputación objetiva del resultado, presupone la realización de un peligro creado
por el sujeto, que supera el riesgo permitido en el marco del fin de protección de la norma.
Por lo que el resultado no se imputa únicamente con ayuda de la teoría de la equivalencia
de las condiciones, sino en virtud de criterios que fundamentan la imputación penal en la
realización de una conducta imprudente1852. El riesgo permitido marca un límite a partir de
cuya superación comienza la imprudencia, de manera que lo que está amparado por el
riesgo permitido no es imprudente, desapareciendo, en consecuencia, el injusto1853.
En la actualidad la esencia de la imprudencia es de naturaleza normativa y radica en
la infracción de la norma de cuidado. La lesión o infracción del cuidado objetivo como
contenido del desvalor de la conducta constituye el núcleo del injusto imprudente1854.
6. Concepto de imprudencia
En el tipo imprudente el sujeto realiza una conducta contraria al deber de cuidado,
creando con ello un riesgo jurídicamente desaprobado para el bien jurídico típicamente
protegido 1855. Actúa imprudentemente quien sin buscarlo, realiza un tipo penal a
consecuencia de la infracción de un deber de cuidado y, contrariamente a su obligación, o
no se percata del riesgo inherente a su conducta o percatándose del riesgo, cree que en el
caso concreto el resultado no se producirá1856.
282 y ss., si bien dan a la imprudencia una ubicación sistemática de “forma excepcional de culpabilidad”,
estiman que lo hacen, en parte, porque la tipicidad y la culpabilidad constituyen juicios objetivos y rechazan
la teoría del injusto personal, p. 165.
1848
Corcoy, El Delito Imprudente, p. 55 y Roxin, Derecho penal..., T. I, p 997.
1849
Mir Puig, Derecho penal..., p. 290.
1850
Con detalle, sobre la evolución finalista de la imprudencia en Náquira, DP, Teoría del Delito, pp. 159 y
ss. Sigue una postura eminentemente finalista, en nuestro país, Cury, Derecho penal..., pp. 326 y ss.
1851
Roxin, Derecho penal..., T. I, pp. 997 – 998.
1852
Roxin, DP, DP, T. I, p. 998.
1853
Ídem.
1854
Corcoy, El Delito Imprudente...., pp. 27 – 28.
1855
Frister, Derecho penal..., p. 250.
1856
Jescheck y Weigend, Tratado..., p. 606.
426
El contenido del injusto y de la culpabilidad del delito imprudente es inferior al de
un hecho doloso, porque en la imprudencia el autor no contraviene voluntariamente la
norma jurídico penal, sino que la quebranta distraídamente. Por este motivo dolo e
imprudencia se excluyen recíprocamente1857, lo que significa que quien, por ejemplo, se
resigna o toma en serio la posibilidad de la realización del tipo, pero a pesar de ello sigue
actuando para alcanzar el fin perseguido y se resigna, actúa con dolo eventual y quien
advierte la posibilidad de producción del resultado, pero no se toma en serio y en
consecuencia tampoco se resigna a ella, sino que negligentemente confía en la no
realización del tipo, realiza la conducta con imprudencia consciente1858.
7. Clasificación de la imprudencia
1857
Ídem.
1858
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 427.
1859
Hernández, “Comentario al art. 2° del CP”, p. 108.
427
c. Atendiendo el contenido cognoscitivo de la acción imprudente
Esta clasificación está en estrecha relación con el tipo subjetivo de la imprudencia.
1860
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 1019.
1861
Mir Puig, Derecho penal..., p. 287.
1862
Jescheck y Weigend, Tratado..., p. 611.
1863
Naquira, DP chileno, PG, Editorial Thomson Reuters, 2015, p. 251
1864
Hernández, “Comentario al art. 2° del CP”, p. 71.
1865
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 1019.
1866
Jescheck y Weigend, Tratado..., p. 611.
428
cuestión para conjurar el riesgo de daño, el deber de informarse y prepararse especialmente
antes de empezar a realizar cierto tipo de conductas que no se han realizado antes y, en
algunos casos, simplemente el deber de abstenerse de la actividad peligrosa que no se está
en condiciones de realizar en forma segura1867. Así, por ejemplo, un médico internista, no
debe iniciar un tratamiento o efectuar una operación quirúrgica cuando la índole de la
enfermedad y el estado de su evolución aconsejan y permiten la intervención de
especialistas; pero cuando un médico de campo advierte que es indispensable y urgente
operar y no se dispone de medios para trasladar al paciente o para obtener el concurso de un
cirujano, puede y debe tomar el riesgo de ejecutarla. Así, la regla general prescribe que la
magnitud del riesgo permitido es directamente proporcional a la necesidad social del acto,
deducida de su naturaleza y la del caso concreto en que se la ejecuta1868.
En el dolo eventual el autor mira con indiferencia la producción del hecho delictivo,
lo deja librado al azar, lo toma en serio, cuenta con ello, etc., según la fórmula que se elija,
y, aunque no lo quiere, está dispuesto a afrontarlo si se llega a producir, en la imprudencia
consciente, en cambio, el sujeto actúa en base a una negligente confianza en que podrá
evitarlo. En el dolo eventual el agente acepta realizar la conducta que se advierte como ex
antes como suficientemente peligrosa para el bien jurídico y pese a ello la ejecuta, en la
imprudencia consciente en cambio, si bien el sujeto advierte tal posibilidad el sujeto confía
en que su conducta no dará lugar al hecho delictivo, por lo que no lo acepta. En el dolo
evenrual el sujeto deja entregada la producción del hecho delictivo al azar, en tanto que en
la imprudencia consciente, por el contrario, confía descuidadamente sobre bases
mínimamente racionales o con fundamentos razonables, en que el hecho delictivo no se
producirá, de modo que en tal esenario no opera el la imprudencia consciente el azar1869.
1867
Hernández, “Comentario al art. 2° del CP”, p. 110.
1868
Cury, Derecho penal..., pp. 339-340.
1869
Cfr. Velásquez, Derecho penal..., T. I, p. 799.
1870
Mir Puig, Derecho penal..., p. 287.
1871
Náquira, DP, Teoría del Delito, p. 251.
429
caso, existe acuerdo en la doctrina nacional, en cuanto a que este deber rige sólo respecto
de lo que se puede prever, esto es, respecto de lo que es objetivamente previsible, en base a
la experiencia común1872.
d. Clasificación legal
El Código penal chileno distingue en el Título X “De los cuasidelitos” entre
imprudencia temeraria y mera imprudencia o simplemente negligencia con o sin infracción
de reglamentos. Esta clasifiocación dice relación con la gravedad de la infracción de la
norma de cuidado.
1872
Hernández, “Comentario al art. 2° del CP”, p. 110.
1873
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 1019.
1874
Ídem.
1875
En tal sentido Mir Puig afirma: “Por otra parte, condiciona la imputación subjetiva de la infracción del
deber objetivo de cuidado: a igual gravedad de esta infracción, mayor imputación subjetiva de la misma en la
culpa consciente. Pero, por supuesto, la culpa inconsciente podrá ser tan grave o más que la consciente si la
infracción del deber objetivo de cuidado que su] es mayor que la realizada con culpa consciente” (Mir Puig,
Derecho penal..., pp. 287-288).
1876
Náquira, Derecho penal, Teoría del Delito, p. 252.
430
cuidado que puede exigirse a las personas menos diligentes al realizar una actividad
creadora de riesgos1877.
Para estos efectos, deben tenerse en cuenta tanto la peligrosidad de la conducta
como la valoración social del riesgo. Para determinar la peligrosidad de la conducta debe
considerarse la entidad del bien jurídico penalmente tutelado, toda vez que si se trata de
aquellos que exigen un especial deber de diligencia, por tratarse de un objeto jurídico de
vital importancia como la vida, la infracción del deber de cuidado puede ser determinante y
la imprudencia temeraria. Luego hay que considerar el grado mayor o menor de
probabilidad de la lesión (a igual probabilidad de lesión, mayor gravedad si se refiere a un
bien jurídico más importante). La valoración social del riesgo depende de si se produce en
ámbitos en que se admiten determinados grados de riesgo permitido: un grado de
peligrosidad que podría ser grave fuera de uno de estos ámbitos puede ser leve dentro de
ellos. Así las cosas, habrá imprudencia temeraria si la conducta ha quebrantado una norma
de cuidado elemental, creando un peligro elevado incontrolable o controlable pero con
insuficientes resguardos de protección. Si el bien jurídico es troncal o fundamental, la
tenmeridad no requerirá de un elevado riesgo o peligro, en cambio si el bien jurídico no es
troncal, la temeridad exige la concurrencia de un grave peligro1878.
Puede constituir imprudencia grave tanto la culpa consciente como la inconsciente,
siendo a veces gravemente imprudente el emprender una conducta muy peligrosa sin
haberse preocupado de advertir siquiera los riesgos que evidentemente supone1879.
1877
Garrido, Derecho penal..., T. II, p. 224.
1878
Náquira, Derecho penal, Teoría del Delito, p. 252.
1879
Mir Puig, Derecho penal..., p. 288.
1880
Mir Puig, Derecho penal..., p. 289.
1881
Náquira, Derecho penal, Teoría del Delito, p. 252.
1882
Cury, Derecho penal..., p. 345.
431
conjunto de la actividad médico sanitaria1883. Dichas reglas se aceptan para casos similares,
pero han de ajustarse a las circunstancias especiales del caso concreto valoradas ex ante y
que, en buena medida, dependen del juicio que de la adecuación de la conducta del médico
o personal sanitario realicen los expertos en el área de que se trate (peritos o, como ocurre
en este caso, testigos expertos), más que de la opinión de los juristas1884. No obstante, el
concepto de la lex artis es ambiguo, ya que en medicina es difícil determinar en cada caso
qué es una actuación correcta, dado que no es una ciencia exacta, y siempre puede surgir lo
imprevisible y lo fortuito1885. Por lo tanto, se trata de un concepto eminentemente dinámico,
sometido a un constante proceso de evolución y cambio, porque continuamente se está
redefiniendo lo que es científicamente correcto1886. No obstante lo anterior, en la actualidad
se aprecia una progresiva protocolización de los procedimientos de médicos y del personal
sanitario, con el fin de fijar en documentos las directrices o recomendaciones que un grupo
de expertos (sociedades científicas de ámbito nacional o internacional) o especialistas
(responsables de un área de sanidad de un centro hospitalario o de un servicio concreto)
establecen para orientar la labor de los profesionales, con el objeto de mejorar la calidad y
eficacia de la praxis médica y, en general, de toda la actuación sanitaria1887. Se plantea la
conveniencia de que tales documentos sean acogidos por los Tribunales para identificar el
deber objetivo de cuidado emanado de una regla general de cuidado, exigible en cada
situación concreta, con el argumento de que así se contar con directrices técnicas
consideradas idóneas para la práctica correcta de la conducta enjuiciada, facilitando la labor
de los peritos en la causa1888. Sin embargo, su mayor cualidad consistente en el alto nivel
científico y especificidad no implica bloquear el desarrollo de la ciencia médica1889 y, por
lo tanto, lo normal es que dichos protocolos se vayan actualizando y constituyan
únicamente un indicio de haber cumplido con el deber de cuidado1890, ya que en esta
materia no se pueden establecer principios o generalidades inmutables1891. Sin embargo, el
tema no es fácil, ya que no parece que cuando la Administración determina los niveles de
cuidado debido, sea exigible a los particulares que prescindan de la valoración efectuada y
procedan a analizar por su cuenta si el riesgo que generan con la conducta debe ser o no
permitido, pero si existe un claro estándar objetivo de conducta en la comunidad científica
o técnica que resulta más exigente que la normativa administrativa, cabría imputar
imprudencia de no seguirse el referido estándar, ya que, la integración del concepto
jurídico-penal infracción del deber de cuidado no tiene por qué recurrir a una normativa
administrativa eventualmente incompleta u obsoleta, cuando resulta que existen estándares
objetivos sectoriales de conducta más exigentes1892. La excepción a lo anterior, se da en el
1883
Hava García, La imprudencia médica, Editorial Tirant lo Blanch, 2001, pp. 55-56
1884
Barreiro, La imprudencia punible en la actividad médico-quirúrgica, Editorial Tecnos, Madrid, 1990, p.
25.
1885
Hava García, La imprudencia médica, p. 57.
1886
Barreiro, La imprudencia punible en la actividad médico-quirúrgica, p. 26 y Hava García, La
imprudencia médica, p. 57.
1887
Hava García, La imprudencia médica, p. 58.
1888
Ídem.
1889
Barreiro, La imprudencia punible en la actividad médico-quirúrgica, p. 26.
1890
Gómez Rivero, La responsabilidad penal del médico, Editorial Tirant lo Blanch, 2003, pp. 335-336 y
Silva Sánchez, Medicinas alternativas e imprudencia médica, Editorial Bosch, 1999, p. 16.
1891
Ventas Sastre, “Imprudencia médica y Derecho Penal”, en CPC, 2005, p. 176.
1892
Silva Sánchez, Medicinas alternativas e imprudencia médica, p. 19 y Gómez Pavón, Tratamientos
médicos: su responsabilidad penal y civil, Editorial Bosch, Barcelona, 2004, p. 331
432
caso en que el tipo penal incorpore como elemento integrante de la conducta delictiva la
vulneración de normas administrativas (leyes penales en blanco), ya que, en tal caso, la
adecuación al estándar administrativo tiene un efecto de bloqueo de la tipicidad, porque se
confiere a la Administración, la facultad de establecer espacios de riesgo jurídico-
penalmente permitidos, omitiendo el dictado de la correspondiente regulación1893.
Los casos de “mera imprudencia o negligencia”, dicen relación con actividades a
las que es inherente un cierto riesgo para la vida, la salud individual de las personas, que
por lo mismo suelen estar reguladas en reglamentos en los términos del artí. 492 del Cp.,
por lo que basta con la imprudencia leve para fundamentar la responsabilidad penal del
autor sea que éste obre por acción o por omisión1894.
Por debajo de la culpa leve no hay relevancia para el Derecho penal1895.
1893
Silva Sánchez, Medicinas alternativas e imprudencia médica, pp. 19-20.
1894
Hernández, “Comentario al art. 2° del CP”, pp. 116-117.
1895
Hernández, “Comentario al art. 2° del CP”, p. 117.
1896
Garrido, Derecho penal..., T. II, p. 214.
1897
Mir Puig, Derecho penal..., p. 289.
433
La infracción del deber subjetivo de cuidado, en tanto, requiere que el autor haya
actuado descuidadamente, ya sea advirtiendo la peligrosidad inherente a su conducta, pero
creyendo erróneamente, que puede evitar la producción del resultado lesivo1898
(imprudencia consciente); o sin conocimiento del peligro ínsito en su comportamiento
descuidado (imprudencia inconsciente) 1899.
El delito imprudente requiere, además, la causación de un resultado típico imputable
objetivamente a la conducta peligrosa, sin el cual el hecho permanecerá impune (no caben
las formas imperfectas de ejecución en el tipo imprudente)1900.
434
consigue un fundamento dogmático normativo de la imprudencia y la exclusión del caso
fortuito como forma de atribución subjetiva de responsabilidad penal.
En la infracción del deber de cuidado, se examina con un doble criterio: deber de
cuidado interno y un deber de cuidado externo1905.
1905
Jescheck y Weigend, Tratado..., p. 622 y ss.
1906
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente…, p. 55-123 y Mir Puig, Introducción a las bases…, pp. 106-107.
1907
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente…, pp. 123-124.
1908
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente…, p. 56.
1909
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente…, pp. 56-67.
1910
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente…, p. 67.
1911
Ídem.
1912
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente…, p. 68.
1913
Mir Puig, Derecho penal..., p. 292.
435
hecho -lluvia, noche- y aquellas que proceden del peligro creado por un tercero o por la
propia víctima, siempre que todo ello sea conocido o cognoscible por él.
1914
Hernández, “Comentario al art. 2° del CP”, p. 110.
1915
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 1001, en relación al tráfico vial. Las prohibiciones impuestas por el
legislador implican que su infracción significa creación de un riesgo no permitido.
1916
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 1002.
1917
Cury, Derecho penal..., p. 337.
1918
Etcheberry, Derecho penal..., T. I, p. 316.
1919
Hernández, “Comentario al art. 2° del CP”, p. 111.
1920
Mir Puig, Derecho penal..., p. 291.
1921
Mir Puig, Derecho penal..., p. 292.
1922
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente…, p. 72.
436
El deber de cuidado interno exige una completa consideración de las circunstancias
que en el momento de la realización de la conducta están a disposición del autor1923, lo que
implica evaluar la naturaleza del riesgo y la posibilidad o proximidad de que dicho riesgo
se materialice en la lesión del bien jurídico penal. Si se infringe el cuidado interno y se
actúa en base a esta falsa representación de las circunstancias concurrentes, el sujeto no
advertirá el efectivo peligro creado por su conducta y actuará, por consiguiente de forma
imprudente1924.
Además, partiendo de la base que toda norma jyrídica pretende motivar a sus
destinatariospara que obren conforme a Derecho, es indispensable que se funde en hechos
previsibles y evitables. Si no es previsible o, siéndolo, es inevitable, se trata de un caso
fortuito y a lo imposible nadie está obligado. De esta forma, la imprudencia no incide sólo
en la posibilidad de previsión del riesgo, sino en la infracción del deber de representárselo y
de evitar su concreción1925. Sólo puede exigirse adoptar resguardos o medidas de cuidado a
quien, con anterioridad, ha advertido o podido advertir la presencia de un riesgo o peligro.
Tal como es posible constatar, la exigencia se satisface con una capacidad de conocimiento
virtual o potencial. El agente, en el ámbito de riesgo determinado, debe haber tenido la
posibilidad real de representarse la producción del hecho delictivo que en concreto se
produjo. Si el autor tuvo dicha representación y, no obstante, actuó hay imprudencia
consciente, si no la tuvo, pero pudo tenerla, y obró hay imprudencia inconsciente1926.
1923
Ídem.
1924
Ídem.
1925
Garrido, Derecho penal..., T. II, p. 168. En igual sentido, aunque sistemáticamente diverso, Politoff,
Matus y Ramírez, Lecciones de DP Chileno, PG, p. 286.
1926
Naquira, DP chileno, PG, p. 223.
1927
Mir Puig, Derecho penal..., p. 292.
1928
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 624.
1929
Mir Puig, Derecho penal..., p. 290.
1930
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente…, p. 72.
1931
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente…, pp. 72-73.
437
La proyección del cuidado interno al mundo exterior (cuidado externo) puede conducir
a que un sujeto deba adoptar alguna de las siguientes decisiones:
1932
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 624; Hernández, “Comentario al art. 2° del CP”, p. 111.
1933
Mir Puig, Derecho penal..., p. 290.
1934
Ídem.
1935
Naquira, DP chileno, PG, p. 264.
1936
Hernández, “Comentario al art. 2° del CP”, p. 115.
1937
Labatut, Derecho penal..., 1995, T. I, p. 126.
1938
Mir Puig, Derecho penal..., p. 290.
1939
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 625.
1940
Ídem.
1941
Mir Puig, Derecho penal..., p. 290.
438
reconstructivas1942. Cuando hay una reglamentación que regula la actividad riesgosa se
facilita el enjuiciamiento del hecho (Por ejemplo, la Ley de tránsito, la Ordenanza de
Aduanas, las Ordenanzas Sanitarias, etc.), pero ello no siempre es posible ni aconsejable
toda vez que podría caerse en un casuismo exacerbado y a la vez insuficiente1943.
Generalmente los reglamentos regulan situaciones normales, sin embargo, suelen ocurrir
casos atípicos, en los cuales lo prudente y aconsejable sea precisamente actuar de manera
diferente a lo ordenado por el reglamento1944. Así, por ejemplo si hay un accidente o un
incendio en la carretera que indique la necesidad de evacuar rápido el lugar para evitar
resultados lesivos, puede ser aconsejable que al alejarse los conductores tengan que ocupar
el espacio aledaño a la calle misma.
1942
Naquira, DP chileno, PG, p. 265.
1943
Al respecto Corcoy Bidasolo distingue entre norma de cuidado, deber de cuidado y reglas generales de
cuidado o reglas técnicas. La norma de cuidado es una norma penal y, como tal, prevista en los tipos penales.
La norma de cuidado penal persigue evitar la producción de aquellas lesiones del bien jurídico que ex ante el
sujeto tenía la posibilidad de prever. Por tanto, en cada caso concreto, el deber objetivo de cuidado abarcará
todas aquellas reglas de cuidado, regladas o de común experiencia, que ex ante aparecen como adecuados
para evitar la lesión del bien jurídico. El deber de cuidado, tanto en su aspecto objetivo como subjetivo, no es,
en sí mismo, una norma penal sino que sólo determina una de las formas posibles en que se debe realizar la
conducta para que ésta sea correcta. La infracción del deber objetivo de cuidado no fundamenta, por si sola, la
lesión de la norma de cuidado siendo, necesario que concurra además el deber subjetivo de cuidado junto a la
posibilidad de atribución del carácter típicamente relevante. Tampoco es suficiente para el deber objetivo de
cuidado la existencia de alguna regla técnica. En los distintos ámbitos del tráfico las reglas generales de
cuidado se establecen para aquellos supuestos en que la experiencia general de la vida demuestra la gran
probabilidad de que una acción de este tipo lesione efectivamente un bien jurídico. Son las llamadas reglas
técnicas, normas de seguridad o reglas de conducta. También puede hablarse, en este sentido, de reglas
generales de cuidado. El fundamento jurídico de éstas es muy diverso. Pueden tener su origen en leyes,
reglamentos, principios jurisprudenciales o usos y costumbres del ámbito de la vida social de que se trate, que
surgen por la vía del derecho consuetudinario. El contenido de las reglas de cuidado previstas legalmente, ya
sea por ley, reglamento u ordenanza, es el que usualmente se conoce como reglas técnicas. En el caso de
reglas técnicas no reglamentadas, la jurisprudencia exige que la regla de experiencia sea condición
tácitamente admitida y guardada. Estas reglas generales de cuidado, surgen no sólo como consecuencia del
riesgo inherente a la conducta del autor sino que también pueden provenir del peligro que representan factores
distintos concurrentes al hecho de carácter natural (noche, lluvia...) o provenientes del peligro creado por
conductas de terceros o de la propia víctima. Ello siempre que todos estos datos sean conocidos o
cognoscibles por el autor (Corcoy Bidasolo, El delito imprudente…, pp. 75-95).
1944
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente…, p. 82.
1945
Mir Puig, Derecho penal..., p. 290.
1946
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 625.
439
peligrosas en la industria, el uso de medicamentos tóxicos en la medicina, el uso de pistas de
ski donde se permite el deslizamiento a alta velocidad1947.
En consecuencia, estas actividades se permiten, siempre que al realizarlas se
observe el cuidado debido, es decir, el deber de realizarlas con la máxima atención, para
evitar que el peligro se convierta en lesión1948.
1947
Ídem.
1948
Mir Puig, Derecho penal..., p. 292.
1949
Novoa, Curso de DP Chileno, DP, T. I, p. 505.
1950
van Weezel, “Parámetros para el enjuiciamiento de la infracción al deber de cuidado en los delitos
imprudentes”, en Revista Chilena de Derecho, Vol. 26, N° 2, 1999, pp. 328 y ss., siguiendo un punto de vista
subjetivo, aunque reconociendo que la distinción entre un criterio generalizador y uno individualizador carece
de sentido, toda vez que se referiría a un “sujeto irreal”. Bustos, El Delito Culposo, Editorial Jurídica de
Chile, 1995, p. 40. Aunque con argumentos diversos, sigue un criterio subjetivo. Labatut, DP. Tomo I. DP, p.
215, indicando que el criterio objetivo es insuficiente.
1951
Welzel, Derecho penal aleman, Editorial Jurídica de Chile, 2002, p. 158; Jescheck y Weigend, Tratado…,
p. 623.
1952
Cerezo Mir, Obras completas. Derecho penal..., Editorial Ara, 2006, pp. 554 y ss; Luzón Peña, Curso de
Derecho penal..., pp. 500 y ss; Diéz Ripollés, Esquemas de Derecho penal español, Parte general, Editorial
Tirant lo Blanch, 2007, pp. 194-195; Muñoz Conde y García Arán, Derecho penal..., p. 284 y ss.
1953
Por todos, Hernández, “Comentario al art. 2° del CP”, pp. 113–114.
1954
Mir Puig, Derecho penal..., p. 292.
440
como previsible, con independencia de sus facultades especiales1955. Por lo tanto, el baremo
con el cual apreciar si en el caso concreto el sujeto cumplió con la objetiva norma de
cuidado, correspondería a un hombre diligente, razonable y prudente, puesto en la misma
posición del autor1956, a partir de un juicio ex ante que tome en cuenta las circunstancias
concurrentes en el caso concreto y los conocimientos generales y especiales del autor, su
nivel cultural, profesional, etc, es decir del mismo circulo del autor. La pregunta a
responder en consecuencia, consiste en si tal entidad ideal, habría tomado los mismos
resguardos o medidas de cuidado que el actor. Este es un deber general y objetivo de
cuidado, cuyo contenido, alcance y exigibilidad es igual para todos. El cuidado debido
emana de la naturaleza y características de la actividad riesgosa de que se trate y es el
objetivamente necesario para evitar, dentro de un marco razonable, la concreción del
peligro de que es portadora una determinada actividad, razón por la cual puede exigir de
todos los que pretendan incursionar en dicho ámbito, a fin de mantener la confianza social
en el desarrollo de actividades que, aunque riesgosas, son permitidas en virtud de la
utilidad social que prestan1957.
Se argumenta que este criterio se aviene mejor a la protección de los bienes
jurídicos, porque el grado de diligencia o cuidado viene dado por el grado de peligro
inherente a la conducta que puede afectar al bien jurídico y no por la mayor o menor
capacidad personal para controlar un ámbito de riesgo determinado1958.
Se esgrime que lo lícito o ilícito lo determina el legislador atendiendo a la necesidad
de controlar el riesgo ínsito a una actividad peligrosa específica y no según la capacidad
personal del autor; porque una conducta no puede ser jurídica o antijurídica según quien sea
el sujeto que la realiza, porque lo debido no varía en función de la mayor o menor
capacidad personal del agente. De esta manera, lo que una persona debe o no debe hacer se
analiza en la antijuridicidad y lo que puede o no hacer es materia de la culpabilidad. Si
existe en el sujeto una especial capacidad puede dar origen a un mayor juicio de
imputación personal y recibir una mayor sanción.
Además, se argumenta que el tipo penal tienen una función de garantía con
pretensión de alcance general por su función de la prevención general y si el tipo no
señalare líneas generales de acción, no podría pretender un reconocimiento general1959.
También se señala que el deber de cuidado es normativo, por lo que su existencia se
encuentra en el deber ser, en lo debido, aquello objetivamente es necesario para la
protección de un bien jurídico1960.
Del mismo modo, se afirma que si la infracción al deber de cuidado se determina
conforme a la capacidad individual del actor y éste carece de ella, su actuar sería atípico y
no sería factible aplicar a dicho sujeto una medida de seguridad que supone una actuación
típica y antijurídica1961.
1955
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 607.
1956
Mir Puig, Derecho penal..., p. 292.
1957
Cfr. Naquira, DP chileno, PG, pp. 267-268.
1958
Cfr. Naquira, DP chileno, PG, pp. 268-269.
1959
Naquira, DP chileno, PG, p. 269.
1960
Ídem.
1961
Cerezo Mir, Obras completas. Derecho penal..., Editorial Ara, 2006, p. 561.
441
La mayoría de la doctrina nacional se inclina por un criterio objetivo, pero
considerando las circunstancias concretas del sujeto y, si bien no sus habilidades o
destrezas naturales, sí los conocimientos que puede haber adquirido. Del mismo modo, si
existen defectos en el sujeto, no hay obstáculo a la imputación de la imprudencia, toda vez
que si el sujeto tenía una capacidad inferior a la del hombre medio, debería haberse
abstenido de actuar. Si el sujeto pudo comportarse en sus circunstancias de acuerdo a lo que
le era exigible a él, se aprecia en el juicio de culpabilidad1962.
El criterio objetivo ha sido criticado en Alemania, a raíz de los casos en que se ven
involucrados médicos cirujanos, sosteniendo que tratándose de profesionales altamente
calificados debe aplicarse un criterio personal subjetivo. Por ejemplo, un sujeto necesita
operarse y un médico que ocupa una técnica tradicional cobra un precio promedio y otro
médico altamente calificado cobra el doble porque utiliza un método innovador y el
paciente lo prefiere, pero el día de la operación el médico llega cansado y trasnochado y
decide opera con el método tradicional, porque dura menos, pero la operación no resulta
bien y el paciente muere. De haberse realizado la intervención más moderna, para la cual el
médico experto estaba capacitado, tal vez el paciente se habría salvado1963. La doctrina
dominante valora en la culpabilidad el poder subjetivo del autor de ajustarse a la norma de
cuidado, cuando el poder depende solo de características que no cabe imaginar en el
hombre diligente normal1964. Si el poder personal del autor es inferior al del hombre medio,
disminuye o se excluye su culpabilidad, pero si el poder del autor es superior al normal ello
no lo perjudica, porque la culpabilidad presupone que se ha constatado ya la antijuridicidad,
en la que sólo se verificó que el sujeto llevó a cabo el cuidado exigible al hombre medio y,
por lo tanto, si en el injusto el sujeto actuó con el cuidado objetivamente adecuado al poder
del hombre medio y el resultado igual acaeció, habría que eximirlo de responsabilidad aun
cuando el sujeto en particular y personalmente hubiese podido actuar con mayor
prudencia1965, porque cuando el legislador prohíbe una conducta imprudente lo hace
considerando la naturaleza de la actividad y no el perfil del sujeto que la realiza.
1962
Por todos, Hernández, “Comentario al art. 2° del CP”, pp. 113–114.
1963
Mir Puig, Derecho penal..., p. 292.
1964
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 608 y Stratenwerth, Derecho penal..., p. 515.
1965
Mir Puig, Derecho penal..., p. 292.
1966
Cfr. Naquira, DP chileno, PG, p. 270.
442
expectativas de que todos los hombres estén capacitados por igual, sino sólo la expectativa
de motivación fiel al Derecho1967. Kindhäuser afirma que si una persona distinta del autor
(el hombre medio ideal puesto en el lugar del agente) se hubiera comportado de un modo
diferente al agente en el caso concreto, no podría jamás fundamentarse el reproche de que
el autor se ha comportado incorrectamente, porque el autor podría con razón aducir que él
no es idéntico a la persona en cuestión y que sus disposiciones son distintas, porque los
seres humanos son diferentes entre sí1968.
Kindhäuser sostiene además que para poder ver cómo habría reaccionado una figura
estándar, uno tendría que proveer a ésta de una configuración psicofísica que incluyera
representaciones concretas. Un participante abstracto en el tráfico que al conducir no esté
pensando, por ejemplo, en la cena que acaba de tener, en sus últimas vacaciones o en una
discusión en la oficina, simplemente no existe, porque la imputación jurídico-penal no es
un experimento en el cual las variables puedan ser llenadas bajo condiciones de laboratorio
constantes, de manera que una sustitución del autor concreto por una figura estándar no
sólo no es posible, sino que tampoco es jurídico-penalmente interesante1969.
Corcoy Bidasolo critica también el baremo del hombre medio por las dificultades
prácticas de encontrar este baremo ficticio, porque una persona normal con deberes
normales, además de no existir ni poder ser pensable, es una medida no concretizable en el
caso concreto1970 y si fuera posible su utilización supondría privilegiar a los inteligentes,
reconocer las malas costumbres usuales del hombre medio y un trato especialmente duro
para los no inteligentes, ya que les obliga a actuar según la pauta de ese hombre medio, lo
que es contrario al principio de igualdad y de justicia material, porque implica tratar a los
desiguales como iguales ya que obliga a todos a realizar el mismo grado de esfuerzo pese a
que unos pueden más y otros menos1971. Afirma que se pretende salvar estos obstáculos
situando el cuidado en la categoría social del autor, transformando al hombre medio, en el
deportista medio, el médico medio, etc., pero en muchas situaciones no es un problema de
profesión, ya que dentro de ésta las diferencias entre unos y otros son enormes y, en todo
caso, la creación de un criterio bajo consideraciones de un área del tráfico es siempre
ficticio y arbitrario1972. Por ello se persigue buscar una mayor individualización creando
sub-áreas del tráfico, en el sentido del médico jefe-cirujano1973, incorporando las
capacidades superiores en la determinación del cuidado1974. Agrega que individualizar no
implica subjetivizar y generalizando no siempre se objetiviza1975, ya que puede ser mucho
más arbitrario, subjetivo y difícil de prueba la búsqueda de un hombre ficticio 1976, de
manera que sería más seguro partir del individuo en concreto para objetivizar entresacando
todo aquello que se exterioriza en la conducta y que es disponible a voluntad por el
1967
Jakobs, Derecho penal..., 388-389.
1968
Kindhäuser, “ El tipo subjetivo en la construcción del delito. Una crítica a la teoría de la imputación
objetiva”, en InDret, 2008, pp. 19-20.
1969
Kindhäuser, “ El tipo subjetivo en la construcción del delito. Una crítica a la teoría de la imputación
objetiva”, p. 19.
1970
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente…, pp. 111-112.
1971
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente…, pp. 112-113.
1972
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente…, p. 113.
1973
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente…, p. 112.
1974
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente…, pp. 112-113.
1975
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente…, p. 113.
1976
Ídem.
443
sujeto1977. Es más accesible para el destinatario de la norma, conocer cuál es el esfuerzo que
de él exige la sociedad, por lo que la mayor capacidad o los especiales conocimientos del
autor condicionan la existencia de la infracción del deber objetivo de cuidado1978. Si el
sujeto tiene poderes inferiores, no es efectivo que la teoría de los poderes individuales
privilegia al incapaz y desatento y obliga en mayor medida al cuidadoso, porque si un
sujeto no tiene capacidad para realizar una determinada conducta peligrosa, la imprudencia
se fundamenta en la aceptación de la realización de la conducta pese a que el sujeto conoce
o debería conocer su falta de capacidad para ejecutarla sin infringir la norma de cuidado, o
bien, en la decisión de realizar dicha conducta riesgosa, aun cuando está consciente de la
falta de preparación previa requerida por la norma de cuidado y ello es así, porque los
conocimientos y capacidades personales del autor pertenecen a las circunstancias del caso
concreto y concurren en el momento en que el autor del hecho se dispone a realizar la
conducta peligrosa1979. La teoría de los poderes individuales obliga al sujeto con menor
capacidad, a no actuar en algunos casos y en otros a actuar con niveles de atención
superiores a los requeridos respecto de un sujeto de capacidades normales1980. Si el sujeto
tiene poderes superiores, la utilización del baremo del hombre medio lo privilegia, porque
les exige lo mismo que al hombre medio, aun cuando sus capacidades son superiores a las
del criterio utilizado1981 con consecuencias, político-criminales inaceptables, ya que si el
autor con capacidad por encima de la normal no la utiliza, pero cumple con el estándar del
hombre medio, el hecho es atípico y el autor quedaría libre de responsabilidad penal,
porque al trasladar el análisis al injusto, no se alcanza a tratar el problema en la
culpabilidad1982.
Sostiene que la solución no consiste en la estandarización de las especiales
capacidades para adecuar el baremo del hombre medio a las exigencias de especialización
del espectador objetivo1983, porque pormenorizar la capacidad especial hasta el límite, es
equiparable a introducir el poder individual del autor en la medida del cuidado1984.
Además, la estandarización de las capacidades especiales no es posible respecto de
aptitudes sin función de imagen estándar, como los sentidos de la percepción (capacidad de
ver o de oír) y por ello la doctrina mayoritaria incluye a los especiales poderes de los
sentidos en la medida del cuidado, limitándo la generalización de la medida de cuidado, lo
que también ocurre con la introducción de los conocimientos especiales del autor en la
prognosis jurídica objetiva posterior de la relación de adecuación -relación de riesgo-, aun
cuando la individualización del juicio de adecuación ex post, junto a una generalización del
juicio ex ante, no es coherente sistemáticamente1985.
Refiere que el criterio individual evita que en la medida del cuidado, unos sujetos
tengan que realizar un esfuerzo mayor que otros para no infringir el deber objetivo de
cuidado, teniendo en cuenta, en el mismo momento ex ante y con el mismo significado
1977
Ídem.
1978
Ídem.
1979
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente…, pp. 116-117.
1980
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente…, pp. 117-118.
1981
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente…, p. 118.
1982
Ídem.
1983
Ídem.
1984
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente…, p. 119
1985
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente…, pp. 119-120.
444
tanto los conocimientos especiales como las capacidades; con los únicos límites de que
ambos sean actuales y de la posibilidad de emplear voluntariamente las facultades
personales por parte del sujeto1986. La medida del cuidado objetivo que se exige al autor
debe determinarse ex ante teniendo en cuenta la capacidad del sujeto -comprendiendo tanto
los conocimientos como las aptitudes-, siempre que éste pueda emplearla voluntariamente
en el momento de realizar la conducta, junto a las circunstancias externas concurrentes
conocidas o cognoscibles por el autor1987. La bipartición del cuidado en objetivo y subjetivo
viene determinada por la necesidad metodológica de distinguir entre tipo objetivo y
subjetivo, pero sin olvidar que es innegable la íntima interrelación entre uno y otro, que
implica que, aun cuando se examinen por separado, se condicionan totalmente entre sí1988.
En la determinación del cuidado objetivo sólo se tendrán en cuenta las capacidades y
circunstancias concurrentes conocidas o cognoscibles por el autor1989.
Según Stratenwerth, si la capacidad de reacción de un conductor está sensiblemente
disminuida como consecuencia de una esclerosis cerebral progresiva, el sujeto actúa de
modo típicamente antijurídico si produce un accidente inevitable para él, porque debía
omitir completamente la actividad peligrosa, pero no se entiende que en una operación
riesgosa, un cirujano especialmente capacitado debiera estar obligado a emplear sólo
aquellas técnicas y habilidades que configuran el estándar mínimo para cualquiera que
quiera actuar como cirujano, porque en la omisión, si un guardavidas que es un excelente
nadador, va en auxilio de un bañista que está a punto de morir ahogado sólo con la destreza
de un nadador intermedio y por ello llega demasiado tarde, nadie dudaría de la
responsabilidad, de manera que si en el caso de conocimientos especiales debe procederse
en forma individual también en el ámbito de la imprudencia respecto de las capacidades,
por lo que el especialmente capacitado debe emplear todo su poder instrumental. Al igual
que en el delito de omisión, en el delito imprudente la conducta correcta de la que el autor
se aparta cumpliendo el tipo, tiene que definirse en virtud de las posibilidades de acción del
autor. Por lo tanto, en los delitos imprudentes de resultado integra la tipicidad, más allá de
la causación del resultado, la infracción de un deber de cuidado que se debe medir según las
capacidades individuales del autor1990.
1986
Ídem.
1987
Ídem.
1988
Ídem.
1989
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente…, pp. 122-123.
1990
Stratenwerth, Derecho penal..., pp. 504-505
445
conocimiento de la prohibición y la exigibilidad en la culpabilidad y, por lo tanto, la
concepción individualizadora también necesita un baremo general para fundamentar la
antijuridicidad, porque la tipicidad de la conducta que contraviene el baremo general,
consiste en el peligro de producción de un injusto imprudente. Así, por ejemplo, si un
conductor padece de esclerosis, problemas de visión o está ebrio, y por su defecto causa un
accidente para él inevitable, conforme a un criterio subjetivo individualizador actuaría
conforme a Derecho. Si la incapacidad no excluyera el tipoi, sino que la culpabilidad, no se
entiende por qué la necesidad de sanción referida al sujeto concreto sería un problema de
injusto y no de responsabilidad (imputación personal o culpabilidad). Además, no se
pueden vincular medidas de seguridad eventualmente necesarias a una conducta que ni
siquiera representa un injusto jurídico penal1991.
Roxin rechaza que el mandato legal sólo podría dirigirse a hacer lo individualmente
posible, porque la norma se dirige a todos ya que debe dejar claro a aquel cuya capacidad
de rendimiento es dudosa lo que como mínimo se espera de él, a fin de hacerle abstenerse
de ejecutar una conducta imprudente. Sostener que el poder evitar la infracción de la norma
es una cuestión de culpabilidad, no permite entender por qué la inimputabilidad o el error
de prohibición invencible no excluirían también la tipicidad, lo que supondría unificar el
injusto y la culpabilidad1992.
Pero, Roxin le da la razón a la teoría individualizadora en el terreno de las
capacidades especiales, porque un conductor medio no actúa imprudentemente si un
transeúnte se le echa encima del auto de tal modo que un conductor dotado de capacidades
normales no habría podido esquivarlo y por eso un experto conductor de rallies, cuyas muy
superiores habilidades en la conducción le permiten aún esquivar y dominar su auto cuando
derrapa, debe hacer uso de estas capacidades y se le debe castigar por homicidio
imprudente si no lo hace. Tampoco un cirujano de primera calidad, respecto de cuyas
técnicas y destreza no existe competencia posible en el plano internacional, puede operar a
su paciente con resultado mortal, por rendir en la medida -muy por debajo de su nivel-
correspondiente al estándar mínimo vigente para cirujanos medios. No sucede aquí algo
distinto a lo que sucede en los delitos de omisión: un campeón del mundo de natación, que
trabaja además como socorrista y puede nadar el doble de rápido que sus colegas, no puede
dejar ahogarse a un accidentado por ir sólo a la velocidad de los demás, porque han de
evitarse las lesiones evitables de bienes jurídicos, de manera que los conocimientos
especiales puede fundamentar la imprudencia. Quien conduce un automóvil cuyo defecto
de motor advierte o debería haber advertido por determinados síntomas actúa
imprudentemente; aquel que no poseía indicios de ese daño se mueve en el riesgo
permitido. ¿Por qué lo que rige para el conocimiento especial no debería ser igualmente
correcto en la capacidad especial? Los defensores del baremo generalizador en la
imprudencia efectúan una individualización bastante amplia mediante la construcción de
“sectores del tráfico”. Así se distingue, por ejemplo, entre las exigencias a un médico y a
un médico especialista, a un “conductor ordinario de automóvil” y a un piloto de carreras, a
un pequeño comerciante y al presidente del consejo de administración de una sociedad
anónima”. Cuando un médico desarrolla un método mejorado de operación que sólo es
dominado por unos pocos cirujanos, Schünemann propugna elevar sin más las destrezas de
1991
Roxin, Derecho penal..., T. I, pp. 1015-1016.
1992
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 1016.
446
esos escasos cirujanos de primera calidad a baremo objetivo para todos y amplía demasiado
las exigencias que se ponen al cirujano normal representativo. Pero ¿qué sucede si el
mencionado cirujano es el único en el mundo que domina el nuevo método? Si entonces se
determina según él el baremo objetivo o se construye para él un sector propio del tráfico de
maestro mundial de la cirugía, se desemboca por completo a efectos prácticos en la
individualización hacia arriba. Uno debería declararse partidario de ella, porque de todos
modos no existe un límite para la construcción de sectores del tráfico cada vez más
específicos, graduados según las capacidades individuales de los intervinientes1993.
Roxin afirma que la objeción de que tampoco se podría exigir siempre rendimientos
de primerísima calidad al especialmente capacitado no es acertada, porque al especialmente
hábil se le exige sólo su capacidad de rendimiento superior en promedio y no un esfuerzo
adicional. Es cierto que las capacidades especiales existentes con frecuencia no son
demostrables; pero en tal caso tampoco pueden tomarse como base1994.
Por último, sostiene que el que se emplee un baremo general en caso de capacidades
inferiores a la media y en cambio uno individual en el caso de las superioras tampoco
supone un cambio arbitrario de manera de ver las cosas, porque los argumentos que apoyan
la existencia de tipicidad cuando no se llega al estándar objetivo mínimo, no se pueden
trasladar al terreno de las capacidades superiores a la media, porque se trata de problemas
radicalmente distintos1995.
Mir Puig sostiene que si se sigue el criterio del hombre diligente situado en la
misma posición del autor, debe tomarse en cuenta el poder especial del sujeto, ya que si
han de considerarse los conocimientos especiales del autor al actuar, ha de considerarse su
experiencia personal y el fruto de un aprendizaje particularmente intenso, siempre y cuando
el sujeto maneje ese mayor poder a voluntad1996. Para la averiguación de si hubo infracción
de una norma de cuidado debe preguntarse qué hubiera hecho el hombre diligente en la
misma situación del sujeto, es decir, contando con el dato de su especial preparación 1997. En
aquellos casos en los cuales concurren aptitudes excepcionales en el autor pueden
distinguirse dos supuestos:
a) El autor conoce sus aptitudes especiales, pero deja de utilizarlas conscientemente,
aunque sin intención de causar el resultado lesivo ni aceptando su posibilidad, porque de lo
contrario hay dolo. El autor infringe la norma de cuidado que exige comportarse del modo
más diligente posible1998.
b) El autor especialmente dotado no estuvo, sin proponérselo, a la altura de sus
aptitudes y no se comportó mejor que cualquier otro hombre, es decir, no demostró su
especial habilidad. Es difícil demostrar que hubo infracción de la norma de cuidado, sólo
porque el día de los hechos el autor no se encontraba en sus normales condiciones
excepcionales1999.
1993
Roxin, Derecho penal..., T. I, pp. 1017-1018.
1994
Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 1018.
1995
Ídem.
1996
Mir Puig, Derecho penal..., p. 292.
1997
Ídem.
1998
Mir Puig, Derecho penal..., p. 293.
1999
Ídem.
447
Por lo tanto, en aquellos casos en los cuales concurren facultades personales
sobresalientes, lo decisivo es la posibilidad del sujeto de emplear las facultades
voluntariamente y si pudiendo utilizarlas cuando fuera necesario el agente no lo hizo, el
mismo no aplicó el cuidado debido desde el prisma de un observador objetivo, por lo que
su conducta sería contraria a la norma de cuidado y, en su caso antijurídica2000. En cambio,
si el sujeto no puede disponer del poder excepcional a voluntad, la norma de cuidado no
puede motivarlo a utilizarlo2001. En cambio una capacidad inferior del sujeto en
comparación a una persona normal, no disminuye ni excluye la antijuridicidad pero sí la
imputación personal (culpabilidad) del sujeto2002.
2000
Ídem.
2001
Ídem.
2002
Ídem.
2003
Ídem, p. 292.
2004
Welzel; Jescheck
2005
Ídem.
448
utilizarlas cuando fuera necesario el agente no lo hizo, el mismo no aplicó el cuidado
debido desde el prisma de un observador objetivo, por lo que su conducta sería contraria a
la norma de cuidado y, en su caso antijurídica. Si el sujeto no puede disponer del poder
excepcional a voluntad, la norma de cuidado no puede motivarlo a utilizarlo y, por lo tanto,
no es posible imputar responsabilidad penal.
a.2. El resultado
Constantemente al conceptualizar la imprudencia, la doctrina hace referencia al
resultado2006. Así, por ejemplo, actúa con imprudencia quien al realizar su conducta con
infracción del deber de cuidado, produce un resultado lesivo.
La mayoría de los delitos imprudentes son tipos de resultado, en los que además, la
infracción de la norma de cuidado, se exige la concurrencia de un resultado. Sin embargo,
existen delitos imprudentes de mera actividad que se satisfacen con la realización de la
conducta típica. Así ocurre , por ejemplo, en el caso de los arts. 494 N° 10 y 228 inc. 2° del
Cp.
El resultado en los delitos imprudentes es igual que en los delitos dolosos2007. Sin
embargo, el delito imprudente se define como infracción al deber de cuidado, por lo que
cabe preguntarse por el real valor dogmático del resultado2008.
La infracción del deber de cuidado en la mayoría de los casos debe tener como
resultado la lesión o puesta en peligro de un bien jurídico-penal. Dicho resultado consiste
en el efecto exterior de la conducta típica. En este caso, es necesario que el hecho resultante
haya sido causado por la infracción del deber de cuidado y pueda imputarse objetivamente
a la misma2009.
Excepcionalmente el legislador se satisface únicamente con la realización de la
conducta típica imprudente o descuidada, es decir, fórmula el tipo penal como delito de
mera actividad, lo que no equivale para sostener que se trata de meras figuras formales,
toda vez que, como en todos los delitos, el principio de lesividad, implica exigir que la
conducta típica tenga ex antes, la aptitud para lesionar o poner en riesgo el bien penalmente
tutelado.
Si consideramos que no siempre es necesaria la producción de un resultado, que el
delito imprudente es, en primer término, una infracción al deber de cuidado y que tan
imprudente es la conducta de quien pasa a gran velocidad con cemáforo en rojo un cruce
concurrido si causa un resultado como si tiene la suerte de no causarlo que2010, desde el
finalismo Welzel considera el resultado en los delitos imprudentes como una condición
objetiva de punibilidad, esto es, como un elemento ajeno a la estructura del delito y que, de
concurrir, permitiría el castigo del delito, en virtud de una decisión político criminal del
legislador. Así, la gravedad de la infracción de la norma de cuidado no aumentaría ni
2006
En el sentido indicado, de forma expresa, Del Río, Explicaciones de DP, T. I, p. 297, Labatut, Derecho
penal..., T. I, p. 123 y Novoa, Curso de Derecho penal Chileno…, T. I, pp. 493–494 y 502.
2007
Bullemore y MacKinnon, Curso de Derecho penal, Teoría del Delito, T. II, p. 39.
2008
Hernández, “Comentario al art. 2° del Cp.”, p. 118.
2009
Mir Puig, Derecho penal..., p. 296.
2010
Ídem.
449
disminuiría con la presencia o ausencia del resultado. Cury se inclina por esta postura,
indicando que el resultado carece de importancia sustantiva y, a lo más, puede ser un
elemento de selección de punibilidad, de forma que no fundamenta el injusto del hecho
imprudente2011. Esta postura es, sin embargo, minoritaria.
Mayoritariamente la doctrina considera que el desvalor de la conducta es mayor que
el desvalor de resultado en el delito imprudente2012 y si bien es cierto que la causación del
resultado no aumenta la gravedad de la infracción de la norma de cuidado, la gravedad de la
imprudencia depende, sí, del bien jurídico a que afecta, pero no de su efectiva lesión. Sin
embargo, la exigencia de efectiva lesión se justifica en el delito imprudente como garantía
de seguridad, como prueba necesaria para dirigir un proceso en contra de una persona y
decidir acerca de la importancia de un hecho. La exigencia del resultado limita la
responsabilidad, excluyendola en hechos que puede ser igualmente imprudentes pero que
no causan un resultado lesivo. Esta función de límite de garantía tiene un sentido
políticocriminal positivo en la mayor parte de sectores, pero en ámbitos o esferas de
actuación, como el tráfico vial, en donde el peligro para bienes jurídicos importantes
aumenta considerablemente y la experiencia acumulada permite, atendida su naturaleza,
tipificar mejor los límites de la norma de cuidado, se puede juzgar con cierta seguridad la
imprudencia de una conducta por sí misma, de manera que la necesidad de acreditar la
efectiva causación del resultado lesivo disminuye y es posible ya acudir a la técnica de los
delitos de peligro, en que se castiga la imprudencia sin necesidad de que sobrevenga un
resultado lesivo. La no producción del resultado podría dar la razón al sujeto que no creía
que su conducta fuese tan peligrosa como otros pudiesen pensar, pero ello no siempre es
así, porque la falta del resultado lesivo puede ser producto de la suerte. Sin embargo, no es
fácil decidir si una conducta no seguida de resultado era o no tan peligrosa como la que
realmente lo produjo, por lo que político criminalmente es importante considerar en el
delito imprudente la causación de una lesión como indicio de peligrosidad ex ante de una
conducta. Las circunstancias que pueden desencadenar el resultado, tales como la
experiencia del sujeto, sus facultades personales, su conocimiento de la situación, pueden
ser tan variables que parece razonable, en virtud de la segundad jurídica y por el principio
in dubio pro libértate, que no sea punible el hecho hasta que se cuente con la base indiciaría
del resultado, que por lo menos demuestra siempre que algo ha escapado al control del
sujeto y que su conducta era objetivamente defectuosa. En sectores de la vida en que no
están suficientemente tipificadas jurídica o socialmente las normas de cuidado que deben
observarse, como por ejemplo, en el ámbito de los cuidados que requieren los niños
pequeños, tan discutibles y variables en cada caso en función del conocimiento previo del
niño, conocimiento que difícilmente podrá atener el observador, resulta de gran aplicación
la verificación del resultado, partiendo de la base del principio de confianza, esto es,
confiando en el criterio del sujeto, que no quiere producir la lesión, lo que impide abrir un
proceso penal salvo cuando la conducta se demuestre lesiva2013.
2011
Cury, Derecho penal..., pp. 346–347.
2012
Por todos, Hernández, “Comentario al art. 2° del CP”, p. 118. Roxin, por su parte, se inclina por una
concepción intermedia, en que tanto desvalor de acción como de resultado son integrantes del tipo imprudente
(Roxin, Derecho penal..., T. I, p. 998).
2013
Mir Puig, Derecho penal..., pp. 296-297.
450
a.3. Causalidad e imputación objetiva
El Derecho penal no prohibe la mera causación de resultados, sino que pretende
motiva a los destinatarios para que se abstengan de realizar conductas que lesionen o
pongan en riesgo bienes penalmente tutelados. A consecuencia de aquello no se castiga el
caso fortuito y se encuentra proscrito el versari in re illicita.
La imputación objetiva consiste en un requisito de caracter normativo que funciona
en dos niveles: uno en el ámbito del desvalor de la conducta y otro en el del desvalor del
resultado.
El presupuesto de imputación o imputación objetiva de la conducta, requiere la
creación de un riesgo típicamente relevante, a través de la infracción del deber de
cuidado2014. La relación de riesgos o imputación objetiva del resultado en cambio, requiere
comprobar si fue el riesgo creado por la conducta típica imprudente el que se materializó en
el resultado lesivo. La relación de riesgos o imputación objetiva del resultado, debe
verificarse sólo en los delitos de resultado lesivo y supone establecer previamente el
vínculo o relación de causalidad.
Por ello partiremos con el presupuesto de imputación, porque resulta aplicable tanto
a los delitos de mera actividad como a los delitos de resultado y luego continuaremos con el
vínculo ontológico de la causalidad, para concluir con la relación de riesgos o imputación
objetiva del resultado.
2014
Mir Puig, Derecho penal..., p. 298.
2015
Mir Puig, Derecho penal..., p. 298. En el mismo sentido, Jescheck y Weigend, Tratado..., p. 628.
451
a.3.c. Relación de riesgos o imputación objetiva del resultado
En los delitos imprudentes que exigen un resultado separado, además de una
conducta generadora de un riesgo jurídicamente relevante, que cause materialmente el
resultado, es necesario que éste pueda verse como la realización del riesgo inherente a la
conducta típica del sujeto activo2016. Debe concurrir una específica relación de riesgos entre
la conducta jurídicamente relevante del autor y el resultado producido2017. Los menoscabos
de bienes exigidos en los delitos de resultado sólo interesan como expresión de injusto de
resultado en la medida en que éste se muestre como una discrepancia de la situación
jurídicamente garantizada2018. No concurre la imputación objetiva de un resultado cuando,
pese a haber sido causado por una conducta que creó un riesgo típicamente relevante, no
supone la realización de este riesgo, sino de otro factor, es decir, no es su consecuencia
específica.
Los criterios en virtud de los cuales es posible excluir la relación de riesgos, en
particular los criterios del ámbito de protección de la norma o la conducta alternativa
ajustada a derecho, fueron largamente analizados al tratar el tipo objetivo del delito doloso,
por lo que nos remitimos a lo señalado en esa sede.
2016
Mir Puig, Derecho penal..., p. 253.
2017
Frisch y Robles, Desvalorar e imputar, pp. 45-46.
2018
Frisch y Robles, Desvalorar e imputar, p. 46.
2019
Críticamente sobre la posibilidad de hablar de tipo subjetivo en el delito imprudente, Cerezo Mir, al
afirmar que: “Tampoco me parece convincente el intento de Struensee de distinguir un tipo subjetivo en los
delitos de acción imprudentes, que estaría constituido por la finalidad. Esta última no iría referida al resultado
delictivo, sino al conjunto de condiciones, delimitadas normativamente, de las que el ordenamiento jurídico
hace depender la existencia de un peligro intolerable (riesgo no permitido) para el bien jurídico (el
conocimiento de que se adelanta en cambio de rasante, se corta una curva sin visibilidad, no se respeta un stop
o un semáforo en rojo). El desvalor de la acción (infracción del cuidado debido) estaría constituido por la
realización de una acción finalista teniendo conocimiento de los factores de riesgo normativamente
relevantes. En realidad Struensee transforma los delitos de acción imprudentes en delitos dolosos de peligro
abstracto. En la imprudencia inconsciente puede suceder, sin embargo, que el sujeto no tuviera conocimiento,
pero pudiera tenerlo de los factores de riesgo (no se dio cuenta, por ejemplo, de la existencia de un semáforo,
o de que estaba en rojo o de la existencia de una señal de tráfico, aunque podría haberlo advertido). El
argumento de Struensee de que en estos casos de imprudencia de conocimiento o de falta del cuidado interior,
el desvalor de la acción lo constituye el actuar en una situación abierta, incierta, en relación con determinados
factores de riesgo, no me parece convincente. El desvalor de la acción iría referido a un sector de la realidad, a
unos factores poco significativos para el peligro de los bienes jurídicos, pues sólo podrían ser tenidas en
cuenta las circunstancias conocidas por el sujeto” (Cerezo Mir, Curso de DP español, Editorial Tecnos, 2005,
T. II, pp. 166-167). También Gil Gil, en “Acción, Norma, Injusto y Delito imprudente”, en icade, Revista
cuatrimestral de las Facultades de Derecho y Ciencias Económicas y Empresariales, nº 74, mayo-agosto
2008, pp. 87-111.
2020
Roxin sostiene que: “Lo adecuado es reconocer en la imprudencia consciente un tipo subjetivo, que
consiste en la epresentación de todas las circunstancias del hecho como un peligro no permitido y en la
452
Sin embargo, resulta innegable la presencia de contenidos subjetivos en el delito
imprudentes2023.
Al igual que en la estructura típica delito doloso, se exige la imputación subjetiva
del hecho típico, por lo que se hace necesario distinguir un tipo objetivo y un tipo
subjetivo2024. No hacer dicha distinción y no considerar la existencia de tipo subjetivo sería
inadmisible, toda vez que significaría negar el principio de culpabilidad y, en consecuencia,
reconocer la existencia de responsabilidad objetiva.
Desde el punto de vista subjetivo el ordenamiento jurídico no puede reclamar un
deber subjetivo de cuidado respecto de un peligro objetivo no cognoscible para el autor2025.
Para la existencia del tipo imprudente, además de la constatación de un peligro objetivo, es
necesario que ese peligro sea cognoscible por el sujeto2026. Si el resultado era ex ante
previsible individualmente (esto es, tomando en consideración tanto las circunstancias
concurrentes, como los conocimientos y capacidades que el autor concreto tiene o debería
tener), a partir de la conducta realizada, surge el deber de obrar con la diligencia suficiente
confianza en la ausencia de realización del tipo. Pues esto es lo que se corresponde con el dolo en el dolus
eventualis y explica tanto la estrecha contigüidad como la diferencia de ambas formas de tipo subjetivo. En
cambio, en la imprudencia inconsciente falta el tipo subjetivo, porque precisamente el sujeto no ha incluido en
su representación los elementos y presupuestos del tipo objetivo” (Roxin, Derecho penal..., T.I, pp. 1021-
1022).
2021
Así, por ejemplo, Struensee, sostiene que: “Como exige el concepto de la doctrina final de la accion,
aunque hasta ahora no se habia conseguido plenamente, la finalidad juridícamente desaprobada (concepto
personal del injusto) constituye tambien el injusto del delito imprudente. Con ello muestran el injusto doloso y
el injusto imprudente una estructura homogenea. Objeto de referencia de la fmalidad es un hecho-disvalor
situado en la esfera previa a la producción del resultado típico (síndrome de riesgo); su elaboracion (tarea
axiológica de la formation del tipo), una vez producido el resultado, solo es necesariacomo medida del tipo
subjetivo (contrariedad a cuidado) . Sustancialmente, aunque no elaboradas teóricamente, las consecuencias
dogmáticas resultantes de ahí han sido aceptadas. La previsibilidad objetiva, la adecuacion, el riesgo no
permitido o la falta de cuidado, como requisitos del injusto imprudente, se construyen sobre el falsamente
designado saber especial y el punto de vista ante actum o sea, sobre el proyecto de acción en la psique del
autor- subordinando, asi, al concepto de injusto la finalidad de la acción. La ausencia de saber especial
conduce necesariamente al error sobre el tipo de imprudencia que excluye la punibilidad, y que forma, como
tal, imperceptiblemente, el tipo de autorizacion de riesgo que privilegia el error. En relación con que factores
relevantes de riesgo merece la impunidad (autorizacion de riesgo) el desconocimiento, es una cuestión
normativa de la formación del tipo no prejuzgada por la estructura del injusto; el temor de que la creation de
normas de cuidado deba capitular ante la ignorancia del sujeto actuante está, por razones metodológicas, fuera
de lugar. Decisivo (en el sentido estricto de la palabra) es el tipo subjetivo del delito imprudente como
relación entre la finalidad y una parte, normativamente elegida, de un círculo mínimo de condiciones del
resultado, también para la atribución objetiva; más precisamente: la atribucion de circunstancias objetivas, es
decir, del resultado (Erfolg) como resultado (Resultat) de factores intermedios conscientes. Se trata de la
atribución de to objetivo al tipo subjetivo, de congruencia. Esta tesis, no desarrollada aqui en detalle, puede
ilustrarse, como panorámica, sólo brevemente, de manos de la sentencia del BGH 11, 1, que ha
desencadenado la moderna discusion sobre la atribución”, (Struensee, “El tipo subjetivo en el delito
imprudente“, en ADPCP, fasc. II, 1987, pp. 423 y ss.
2022
Aceptan la idea de tipo subjetivo en los delitos imprudentes, orcoy Bidasolo, El delito imprudente, pp.
225 y ss. y Hava García, La imprudencia médica, pp. 88 y ss.
2023
Velásquez, Derecho penal..., T. I, pp. 796-797.
2024
Bullemore y MacKinnon, Curso de DP, T. II, p. 40.
2025
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., pp. 207 y ss.; Hava García, La imprudencia médica, pp. 88-89 y
Gómez Rivero, La responsabilidad penal del médico, p. 334.
2026
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., pp. 218-219 y Hava García, La imprudencia médica, pp. 88-89.
453
para evitar que el riesgo degenere en daño2027. El deber subjetivo delimita el contenido del
deber objetivo de cuidado, al mismo tiempo que no puede determinarse el deber subjetivo
de cuidado sin atender al peligro objetivo concurrente2028. Esta interrelación implica la
necesidad de acudir a un concepto de previsibilidad individual2029 y, por tanto, a una
valoración normativa, objetiva-subjetiva, es decir, individual. La concreción del cuidado
exigible a alguien que se halla inmerso en una situación determinada, solo puede lograrse
definiendo con carácter previo el espectro de consecuencias previsibles de la conducta u
omisión realizadas2030.
Por lo tanto, el resultado lesivo producido no será imputable a imprudencia, cuando
acaece de manera imprevisible, sin embargo, aun en casos en que el resultado se produzca
de modo previsible, no siempre ha de surgir una atribución de responsabilidad penal, dada
la eficacia especial de la figura del riesgo permitido, como reverso del riesgo penalmente
relevante2031/2032.
En el ámbito de la responsabilidad médico-sanitaria, dado lo arriesgado de la praxis, son
múltiples las conductas que, pese a que su realización haga previsible la producción de un
resultado lesivo, no constituyen infracción del deber objetivo de cuidado, sino que, en una
ponderación global de costes y beneficios, se hallan amparadas por la referida figura del riesgo
permitido2033. En tales casos, no es posible fundamentar la responsabilidad penal por el
resultado, a pesar de que este acabe produciéndose 2034, toda vez que, en términos civiles, la
obligación del médico es de medios y no de resultado. El paciente no puede esperar, ni mucho
menos exigir del médico, la garantía de la curación de su dolencia, sino únicamente que,
conforme a los conocimientos del momento y las posibilidades a su alcance, realice de forma
cuidadosa todos los actos terapéuticos y ponga en práctica todo el arsenal de medios y
posibilidades de que dispone en un determinado momento para su curación, toda vez que
ninguna ciencia puede presumir por entero de su exactitud 2035. Si pese a ello no consigue curar
al paciente o si éste empeora, el médico habrá realizado una conducta amparada por el riesgo
permitido y el resultado negativo no será más que fruto de la mala fortuna, del puro azar o,
incluso, de la impotencia de la ciencia en su grado de evolución actual. Pero de eso ni es ni
puede hacerse responsable al médico2036. Por lo demás, hay que considerar que cuanto más
aprecie la sociedad la utilidad de una actividad, en este caso la médico-sanitaria y más necesaria
sea la realización del acto médico2037, mayores serán los riesgos que se estarán dispuestos a
aceptar2038. Además, en numerosas ocasiones los niveles de permisividad de un riesgo
determinado se hallan en correlación directa con el avance tecnológico de un país y el estado de
desarrollo de la ciencia; de ahí que algunos riesgos que antes eran prácticamente imposibles de
permitir lleguen en un momento determinado a ser tolerados por el ordenamiento jurídico 2039.
2027
Hava García, La imprudencia médica, p. 89.
2028
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente…, p. 273.
2029
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente…, p. 273.
2030
Hava García, La imprudencia médica, p. 89.
2031
Silva Sánchez, Medicinas alternativas e imprudencia médica, op- cit., pp. 11-12.
2032
En tal sentido, Gómez Pavón recuerda que de acuerdo con la teoría del riesgo permitido, no toda puesta en
peligro ha de ser necesariamente prohibida penalmente, sino sólo cuando se supera la medida de lo tolerable,
podrá prohibirse por el ordenamiento jurídico (Gómez Pavón, Tratamientos médicos..., p. 329).
2033
Silva Sánchez, Medicinas alternativas e imprudencia médica, p. 12.
2034
Silva Sánchez, Medicinas alternativas e imprudencia médica, p. 12.
2035
Gómez Rivero, La responsabilidad penal del médico, pp. 325-326.
2036
Gómez Rivero, La responsabilidad penal del médico, p. 326.
2037
Romeo Casabona, El médico ante el Derecho penal. La responsabilidad penal y civil del médico,
Ministerio de Sanidad y Consumo, Madrid 1990, p. 71.
2038
Ventas Sastre, “Imprudencia médica y DP”, p. 176.
2039
Ventas Sastre, “Imprudencia médica y DP”, p. 176.
454
De esta manera, el concepto de riesgo permitido sirve para valorar si ha existido una infracción
al deber de cuidado2040.
b.2. Cognoscibilidad
Consiste en la previsibilidad de resultado típico o posibilidad de conocer el riesgo
inherente a la conducta típica, necesario para fundar la imprudencia inconsciente o en el
conocimiento del peligro a que se somete un bien jurídico a través de la conducta riesgosa,
con la confianza en que no se materializará en el resultado lesivo, debido a la capacidad de
evitación, como ocurre en la imprudencia consciente2042.
El deber subjetivo de cuidado, concebido como cognoscibilidad del peligro objetivo
concurrente, como consecuencia de la existencia del presupuesto objetivo del deber de
cuidado implica una estrecha relación entre los aspectos objetivos y subjetivos del tipo2043.
Para la existencia del tipo imprudente, además de la constatación de un peligro objetivo, es
necesario que ese peligro sea cognoscible por el sujeto2044. De esta forma, el deber
subjetivo delimita el contenido del deber objetivo de cuidado, al mismo tiempo que no
puede determinarse el deber subjetivo de cuidado sin atender al peligro objetivo
concurrente2045. Esta interrelación implica la necesidad de acudir a un concepto de
previsibilidad individual2046.
La previsibilidad como elemento del juicio de peligro pertenece al presupuesto de
imputación, es decir, al injusto típico2047. La medida de la previsibilidad objetivo-subjetiva
corresponde a una previsibilidad individual2048. El fundamento de ello es doble: el principio
de determinación del tipo de injusto y la función de garantía, que ha de estar dirigida, en
primer lugar, a respetar los derechos del individuo y el principio de igualdad en su acepción
material, que implica tratar a los desiguales como desiguales2049.
2040
Ventas Sastre, “Imprudencia médica y DP”, p. 176.
2041
En el mismo sentido, aunque respondan a una sistemática distinta, Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones
de DP Chileno, DP, 2ª edición, 2004, pp. 286 – 287.
2042
Bullemore y MacKinnon, Curso de DP, T. II, pp. 40 – 41.
2043
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente…, p. 273.
2044
Ídem.
2045
Ídem.
2046
Ídem.
2047
Ídem.
2048
Ídem.
2049
Ídem.
455
La previsibilidad individual se concibe, en la culpa inconsciente, como deber de
prever aquello que al sujeto le era posible prever ex ante, que será únicamente aquello que
tenía posibilidad de conocer2050.
La cognoscibilidad entendida como: lo que es exigible de conocer al sujeto, es el
límite máximo de la previsibilidad individual2051. Conocimiento o cognoscibilidad son dos
perspectivas del deber subjetivo de cuidado en el tipo imprudente2052. El deber subjetivo ha
de ser limitado por arriba, respecto del dolo eventual, y, por abajo, determinando hasta
donde llega la cognoscibilidad2053. El conocimiento propio de la culpa consciente no lo es
nunca del efectivo riesgo creado, por lo que no es tampoco un conocimiento cierto sino
cognoscibilidad del riesgo efectivo2054. La cognoscibilidad es el fundamento del deber
subjetivo de cuidado en ambas modalidades de culpa2055. La fundamentación de la
punición de la culpa inconsciente consiste en que el riesgo típicamente relevante se crea en
el momento de emprender la actividad peligrosa sin conocimiento suficiente, siempre que
éste sea exigible2056. Si se comprende el hecho como un todo objetivo-subjetivo y se
examina desde una perspectiva ex ante adquiere todo el sentido dirigir a los ciudadanos el
mandato de que adviertan la peligrosidad de sus acciones2057. El núcleo del tipo subjetivo
imprudente es la cognoscibilidad de la posibilidad de realización típica2058.
El objeto del conocimiento, en la culpa consciente, es la posibilidad de realización
típica, mientras que en la culpa inconsciente es la posibilidad del conocimiento de esa
realización2059. El elemento fundamental, del tipo subjetivo imprudente es la
cognoscibilidad de la concreta previsibilidad de la realización típica y en el doloso el
conocimiento de la concreta previsibilidad de la realización típica2060. Para la calificación
de un hecho como imprudente es necesario el desconocimiento de la efectiva situación de
peligro (en concreto) y que ese desconocimiento sea imputable, para lo cual, junto a la
cognoscibilidad, como ignorancia vencible de la situación de peligro, ha de existir un
deber de evitar ese desconocimiento y éste es el deber subjetivo de cuidado2061. Se ha de
entender, por tanto, la cognoscibilidad como exigibilidad del conocimiento del peligro2062.
La determinación del deber subjetivo se logra con ayuda del criterio de
exigibilidad2063. La exigibilidad, como principio regulativo general, permite trazar un límite
a la exigencia de conocimiento del peligro2064. La base del juicio sobre el deber de conocer
versará sobre: 1°) el conocimiento de la efectiva situación; 2°) la previsión de su propia
conducta y de su eficacia en la situación; 3°) el conocimiento de las reglas de experiencia y
2050
Ídem, p. 274.
2051
Ídem.
2052
Ídem.
2053
Ídem.
2054
Ídem.
2055
Ídem.
2056
Ídem.
2057
Ídem.
2058
Ídem.
2059
Ídem, p. 275.
2060
Ídem.
2061
Ídem.
2062
Ídem.
2063
Ídem.
2064
Ídem.
456
de su aplicación a la situación concreta2065. El examen recae, exclusivamente, sobre los
datos que representan un riesgo para un elemento típico2066.
El desconocimiento del peligro es siempre desconocimiento de una circunstancia
objetiva que concurre en la situación, por lo que se trata de una modalidad de error de tipo
y la infracción de la norma de cuidado se deriva del desconocimiento de un factor que
condiciona la relevancia típica de la conducta2067. Será cierta la afirmación de que: decidir
sobre la exigibilidad del conocimiento equivale a pronunciarse sobre la vencibilidad o
invencibilidad del error2068. El dolo presupone el conocimiento de la efectiva virtualidad
lesiva de la conducta2069. El objeto del dolo es la creación de un riesgo como tipicidad de la
conducta, es decir, los hechos externos en cuanto peligrosos2070.
b.3. Evitabilidad
2065
Ídem.
2066
Ídem.
2067
Ídem.
2068
Ídem.
2069
Ídem.
2070
Ídem.
2071
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente…, p. 276.
2072
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente…, pp. 276-277.
2073
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente…, p. 277.
2074
Ídem.
2075
Ídem.
457
delimitándolo de la ausencia de deber: a) Perspectiva negativa: conocimiento de la
posibilidad de realización típica con: 1) error sobre la capacidad de evitación -en los casos
en que el autor tiene control sobre el riesgo de la conducta-; 2) error sobre la efectiva
peligrosidad de la conducta -cuando el autor no tiene el riesgo bajo control-2076. El autor
infringe el deber subjetivo de cuidado al no evitar el error sobre la efectiva virtualidad
lesiva de la conducta. b) Perspectiva positiva: desconocimiento del riesgo con deber de
conocer -cognoscibilidad-2077. El autor infringe el deber subjetivo de cuidado al no evitar el
desconocimiento -que es una forma error, por ser equivalente al falso o erróneo
conocimiento2078. En ambos casos, la evitabilidad o inevitabilidad del error y el
conocimiento del peligro deben ser exigibles al sujeto2079. En la decisión sobre la
vencibilidad o invencibilidad del error, y sobre la existencia o no de deber de conocer -
cognoscibilidad-, se utilizará el principio regulativo de la exigibilidad2080.
2076
Ídem.
2077
Ídem.
2078
Ídem.
2079
Ídem.
2080
Ídem.
2081
Náquira, DP, Teoría del Delito, pp. 298-300. El autor agrega que siendo el resultado un elemento
integrante del tipo imprudente, es evidente que la producción de varios resultados es determinante a la hora de
establecer la existencia de uno más delitos y que, tratándose de delitos resultativos, es decir, aquéllos en que
la conducta prohibida el legislador se sirve únicamente del resultado (p. ej., “el que mate a otro”), habiendo
más de un resultado, se comete más de un delito.
2082
Por todos, Hernández, “Comentario al art. 2° del CP”, pp. 119–120.
458
10. Iter criminis
Como la esencia del delito imprudente está en la falta de cuidado objetivo requerido
o exigido de manera normativa, no es posible hablar de tentativa o de frustración 2083 como
en el delito doloso, el cual implica una determinada voluntad de realización de la conducta
típica, a lo menos contando con la posibilidad de acaecimiento del resultado.
La tentativa consiste en dar principio de ejecución al crimen o simple delito por
hechos directos, faltando uno o más para su complemento. Por lo tanto, el sujeto ejecuta
una conducta jurídicamente desaprobada objetiva y subjetivamente. Objetivamente porque
es apta para lesionar o poner en riesgo el bien penalmente tutelado y subjetivamente porque
debe ser realizada con dolo directo2084. En cambio, la imprudencia se castiga en virtud de la
infracción del deber de cuidado, de forma que no es aceptable un delito imprudente en una
etapa imperfecta2085.
2083
En la misma postura, Jescheck y Weigend, Tratado..., p. 617. Véase, además, con bibliografía, Cury,
Derecho penal..., p. 563.
2084
Cury, Tentativa y Delito Frustrado (El proceso ejecutivo del delito), 1ª edición, 1977, p. 100.
2085
Náquira, “¿Autoría y participación en el delito imprudente?”, Schweitzer (coordinador), Nullum crimen,
nulla poena sine lege. Homenaje a grandes penalistas chilenos, 1ª edición, 2010, pp. 233 y 237 concibe la
posibilidades de hipótesis de tentativas de delitos imprudentes, pero agregando que, por motivos de política
criminal, la imprudencia solo se castiga en casos de consumación.
2086
En el mismo sentido, Cury, Derecho penal..., p. 564.
2087
Náquira, “¿Autoría y participación en el delito imprudente?”, p. 222, refiriéndose a la postura mayoritaria
en la materia.
2088
Bustos, El Delito Culposo, pp. 95 y ss.
459
Náquira, fundado en un respecto de los principios limitadores del Derecho penal y,
en base a un estudio comparativo con la autoría y la participación en el delito doloso,
concluye que no hay verdaderas razones para excluir la participación imprudente2089
considerándola siempre autoría. No obstante ello, indica que la punibilidad de la
participación imprudente no es aceptable, toda vez que la extensión de la tipicidad y
posterior punición que se hace respecto de los partícipes es pensada respecto del delito
doloso y en el delito imprudente se castiga excepcionalmente y solo al “protagonista” del
hecho, es decir, al autor, por lo que debe distinguirse autoría y participación en el delito
imprudente, ya que el partícipe de éste debe ser considerado impune2090.
2089
Con detalle, Náquira, “¿Autoría y participación en el delito imprudente?”, pp. 221–240.
2090
Náquira, “¿Autoría y participación en el delito imprudente?”, pp. 239–240.
460
Consistente en una determinada lesión o puesta en peligro de un bien jurídico
penal (desvalor del resultado)
c. Relación de causalidad
b. Imputación objetiva del resultado
Tipo subjetivo
a. Elemento volitivo
Haber querido realizar la conducta descuidada pero el acaecimiento del resultado
b. Elemento cognoscitivo
b.1. Imprudencia consciente
Con conocimiento del peligro que en general entraña la conducta típica, pero
confiando en la capacidad de evitación del resultado o en que éste no se producirá o
b.2. Imprudencia inconsciente
Sin siquiera haber previsto la posibilidad de que dicho resultado acarecería, pero
debiendo haberlo anticipado
461
CAPÍTULO XVI
EL DELITO OMISIVO
Objetivos
1. Comprender el concepto de omisión como una categoría típica, valorativa y autónoma
2. Determinar la ubicación sistemática de la omisión
3. Distinguir entre delitos de acción y de omisión
4. Conocer las clasificación de la omisión
5. Conocer el concepto y estructura típica de la omisión propia o pura
6. Entender el concepto y estructura típica del tipo de omisión impropia o comisión por
omisión
7. Precisar las teorías sobre las fuentes de la posición de garante
6. Determinar cuales son las fuentes de la posición de garante según la teoría de las
funciones.
1. Introducción
La teoría de los delitos omisivos ha estado caracterizada, desde hace mucho tiempo,
por un debate cuyos resultados han contribuido sólo en pate a la solución de su
problemática y entendimiento. Sin duda, el tema la omisión es uno de los sectores más
oscuros, confusos y debatidos en la estructura delictiva2091.
La definición legal de delito como acción u omisión es relevante, entre otras
razones, porque señala el sustrato básico de lo que puede eventualmente llegar a ser
considerado delito, antes de cualquier consideración sobre la posible aplicación del tipo
penal2092. Sin embargo ello no dilucida todos los problemas dogmáticos y prácticos que se
producen en el terreno de la omisión. Así, por ejemplo, se discute si: ¿Es posible construir
un concepto pretípico de omisión?, ¿de que depende la distinción entre delitos de acción y
de omisión?, ¿la omisión es un concepto naturalistico o normativo?, ¿como se diferencian
los delitos activos de lo omisivos?. Estas primeras preguntas no siempre han sido
2091
Cury, Derecho penal..., p. 673.
2092
Hernández, “Comentario al art. 1°”..., p 16.
462
respondidas de la misma manera por la dogmática y constituyen la base sobre la cual debe
desarrollarse el estudio de la categoría dogmática en estudio. La idea que la acción y la
omisión formaban parte de la primera categoría del delito, fue sostenida por la teoría
causalista, pero rechazada desde un punto de vista naturalístico por que lo que es, no puede
al mismo tiempo no ser, de manera que la omisión no puede ser incluida en el concepto de
acción. La norma primaria dirigida al ciudadano puede ser prohibitiva o imperativa
(mandato), la vulneracción de las primeras dan lugar a los delitos de acción y la vulneración
de las segundas dan paso a los delitos de omisión2093. Sin embargo, no siempre es sencillo
distinguir cuándo nos encontramos frente a un delito de acción y cuándo ante un delito
omisivo. En el “caso de los pelos de cabra’’, el propietario de una fabrica entregó a sus
empleados pelos de cabra sin someterlos al proceso de desinfección antes de ser
manipulados, según exigen las normas de seguridad muriendo cuatro trabajadoras porque
los pelos de cabra estaban contaminados con bacilos de ántrax2094. Más allá de la pregunta
relativa a la imputación del resultado de si el proceso de desinfección que ordenaba la
norma servía o no para eliminar los bacilos de ántrax, la pregunta a responder es si la
estructura a analizar corresponde a un delito de acción (distribucion de los pelos de cabra
contaminados) o a un delito de omisión (omisión del proceso de desinfeccion). En otros
términos: ¿Ha causado el empresario el resultado activamente al distribuir pelos de cabra
contaminado o éste ha devenido por no haber respetado el empresario su deber jurídico que
lo obligaba a someter a las materias primas a procesos de desinfección antes de ser
manipuladas? La respuesta a esta pregunta es relevante porque los delitos de comisión por
omisión tienen más requisitos que los delitos de acción. Así, por ejemplo, en los primeros
se requiere la concurrencia de una posición de garante en el sujeto activo.
Sin perjuicio de la importancia de las preguntas esbozadas, el problema práctico
básico en los delitos de omisión consiste en determinar bajo qué presupuestos la no
evitación del acaecimiento de un resultado típico puede ser equiparada a su producción
mediante un hacer positivo2095. Esta cuestión no es facil de responder y, por ejemplo en los
delitos de comisión por omisión, se distcute aun: ¿vulnera el principio de legalidad la
aceptación de los delitos de comisión por omisión?, ¿Conforme a qué teoría deben
establecerse las fuentes de la posición de garante?, ¿Cuáles son las fuentes de la posición de
garante?, ¿es necesrio establecer la causalidad en los delitos omisvos? o ¿basta con la
posibilidad de imputar objetivamente el resultado típico?
A la respuesta de estas preguntas nos abocaremos en este capítulo.
2093
Bacigalupo, Derecho penal…, p. 533.
2094
Roxin, Derecho penal..., T. II, pp. 78º-781.
2095
Jesheck y Weigend, Tratado..., p. 646.
463
obliga a una determinada conducta de salvaguarda en favor de un bien penalmente
tutelado2096. Mientras el injusto en los delitos de acción consiste en la intervención activa
nociva prohibida por la norma, en los delitos de omisión dice relación con realizar una
conducta distinta de la prestación en favor de un bien jurídico penal, a que se estaba
obligado en virtud de una norma preceptiva.
De lo dicho hasta aquí, es posible asentar algunas bases conceptuales. En primer
lugar, conforme a la concepción que defendemos, la omisión es un concepto normativo
valorativo o axiológico, referido a un juicio de deber2097, de modo que omite quien no hace
aquello que jurídicamente debía realizar2098 y, por lo tanto, no depende del caracter óntico
activo o pasivo de la conducta2099, sino que precisamente el delito omisivo, suele cometerse
mediante la realización de una conducta activa distinta de la ordenada. En segundo lugar, la
omisión es un juicio de imputación jurídico-penal que se produce a nivel de tipo2100 y por
eso afirmamos que existen tipos de acción y tipos de omisión según la naturaleza de la
norma infringida.
Los tipos penales no tienen un sentido meramente descriptivo, sino que son
fórmulas normativas de atribución de responsabilidad penal establecidas con la finalidad de
proteger bienes jurídicos2101. Así, por ejemplo, aun cuando el art. 391 del Cp., castiga al
que mate a otro, el tipo penal no se limita a sancionar a aquellos que causen la muerte, sino
que castiga todos aquellos comportamientos a los cuales es posible atribuir jurídico
penalmente un resultado de muerte, por lo que castiga toda conducta a la que podamos
adscribir aquel proceso que finalizó con la muerte de la persona, ya sea que lo haya causado
físicamente o que no lo haya evitado pudiendo y debiendo jurídicamente hacerlo2102.
Si bien la ley penal es decisiva para afirmar la existencia de una omisión jurídico-
penal, los meros pensamientos no son punibles conforme al principio cogitationis poenam
nemo patitur y, por lo tanto, tanto en los tipos de acción como en los de omisión, siempre
es necesaria la concurrencia de un comportamiento positivo previo con los requisitos de una
conducta humana y voluntaria2103, el cual faltará por las mismas causas que excluyen la
2096
Velásquez, Derecho penal..., T. I, p. 760; Jesheck y Weigend, Tratado..., p. 648; Mir Puig, Derecho
penal..., pp. 308-309.
2097
En el mismo sentido, en la doctrina española, Mir Puig, Derecho penal..., pp. 308-309; Silva Sánchez, El
delito de omisión. Concepto y sistema, Editorial Bosch, 1986, pp. 158 y ss. Gimbernat, “Causalidad, omisión
e imprudencia“, en ADPCP, 1994, pp. 5 y ss.; Gracia Martín, “La comisión por omisión en el Derecho penal
español”, en nuevo foro penal, N° 61, 1999, pp. 125 y ss. En la doctrina nacional, Labatut, Derecho penal...,
T. I, p. 78 ss.; Novoa, Curso de Derecho penal, T. I, 324-327; Etcheberry, Derecho penal..., T. I, p. 200;
Vargas, Manual de Derecho penal práctico, Editorial Thomson Reuters, 2011, pp. 56 y ss; Piña, Derecho
penal..., p.183 y ss.; Cousiño, Derecho penal..., T. I, pp. 104 y 495 y ss.; Carnevali, El delito de omisión. En
particular, la comisión por omisión, en Revista de Derecho, N° 9, UCN, 2002, pp. 69-80; Navas, “Acción y
omisión en la infracción de deberes negativos en Derecho penal”, en Polít. crim. Vol. 10, Nº 20 (Diciembre
2015), Art. 8, pp. 678-693.
2098
Cury, Derecho penal..., p. 674; Hernández, “Comentario al art. 1°”, p. 21.
2099
Rojas, “La comisión por omisión”, en Revista Penal, N° 21, 2008, p. 192.
2100
Silva Sánchez, El delito de omisión..., p. 158; Mir Puig, Derecho penal..., pp. 308-309; Quintero Olivares
y Morales Prat, Parte general del Derecho penal, pp. 368-369.
2101
Así Roxin refiere que el contenido de sentido relevante para el derecho penal viene dado por el tipo
(Roxin, Problemas básicos de Derecho penal, p. 94).
2102
Carnevali, El delito de omisión..., p. 75.
2103
Mir Puig, Derecho penal..., p. 310.
464
conducta en los tipos de acción, es decir, fuerza irresistible2104/2105, actos reflejos o
inconsciencia2106. Así, comete delito de omisión de socorro tanto el sujeto que en
despoblado se queda parado mirando como alguien se ahoga, pudiendo prestar la ayuda
necesaria para rescatar a la persona en peligro de perecer, sin detrimento propio, como
quien al ver esta situación se retira de prisa del lugar, porque en ambos casos (quedarse
parado mirando y retirarse a toda prisa del lugar), el sujeto realiza comportamientos
humanos voluntarios que luego deben analizarse a nivel de tipicidad, comparando la
conducta efectivamente cometida con el tipo penal del art. 494 N° 14, a fin de dilucidar si
cabía jurídicamente esperar que el sujeto actuara2107 en el sentido requerido por el tipo. Así
las cosas, el sujeto comete delito de omisión en tanto ejecute cualquier conducta distinta de
la ordenada por el Derecho2108 en favor de un bien jurídico-penal.
De esta manera podemos afirma que en materia penal, la omisión es un juicio
normativo de imputación de responsabilidad jurídico penal que recae sobre el sujeto a cuya
conducta se atribuye la no realización de una prestación positiva y obligada, estimada ex
ante como necesaria para la salvaguardia de un bien jurídico2109/2110.
2104
Así por ejemplo ocurriría en el caso del padre que, encerrado en una cabaña junto a un lago, observa cómo
su hijo va a sufrir un accidente que él podría evitar con facilidad si estuviera fuera. En este caso al padre le
falta ya el carácter de conducta en relación esa omisión. En otras direcciones, si podrá actuar. Pero el «estar
dentro», como alternativa (opuesta) al «estar fuera», no ha sido decisión suya, no ha constituido una opción
entre alternativas. De ahí que el «quedarse dentro» no sea una acción sobre la que poder proyectar la
imputación típica omisiva (Silva Sánchez, El delito de omisión…, p. 138).
2105
De acuerdo con Silva Sánchez y en contra de lo afirmado por Jescheck, Mir Puig afirma que en el ejemplo
del espectador berlinés que contempla por televisión un accidente deportivo muy alejado en el espacio, pese a
su evidente falta de capacidad de intervención, el espectador realiza una conducta humana consistente en
contemplar la televisión, por lo que no es la falta de capacidad de actuación según lo ordenado, ni siquiera
cuando se trate de incapacidad para todo hombre lo que falta en este caso. Si esta conducta no constituye
omisión es porque la ley penal no puede imponer al autor el deber de auxiliar. De ahí que éste no realice
ningún tipo de omisión. La incapacidad de realizar la conducta ordenada (mal llamada «incapacidad de
acción» porque no es incapacidad de efectuar toda acción, sino sólo la esperada), sea objetiva o subjetiva, es
solamente un límite tácito del deber de actuar que en principio supone el tipc de omisión (Mir Puig, Derecho
penal..., p. 310).
2106
Silva Sánchez, El delito de omisión…, p. 138.
2107
Cury, Derecho penal..., p. 674.
2108
Bacigalupo, Derecho penal..., p. 533.
2109
Silva Sánchez, El delito de omisión..., p. 158.
2110
Etcheberry define omisión como “la no ejecución de la acción mandada por la ley”, y critica a Garrido
Montt, quien añade al concepto omisivo, un tercer elemento, consistente en la capacidad de ejecutar la acción
que la ley ordenaba. Adherimos a Etcheberry, en cuanto a que la capacidad del sujeto es indispensable para
castigar la omisión a nivel de tipo, pero no forma parte del concepto jurídico (Etcheberry, Derecho penal..., T.
I, pp. 200-201).
2111
Mir Puig, Derecho penal..., pp. 311-312.
465
cuando la causación del resultado implica la inobservancia u omisión del cuidado
debido2112. En casos ambivalentes, la dogmática mayoritaria utiliza el criterio de la
causalidad. Así Roxin afirma que conforme a este criterio se debe discutir desde el punto
de vista de un delito de comisión siempre que un empleo activo de energía es causal para el
resultado o al menos debe serlo según el dolo del autor2113. Jescheck y Weigend sostienen
que, si alguien ha causado el resultado dolosa o imprudentemente por medio de un hacer
positivo típicamente objetivo, entonces dicho hacer constituye para el Derecho penal un
punto de partida decisivo2114 para establecer la concurrencia de un delito de acción. Por su
parte, Mir Puig señala que en estos casos debe empezarse preguntando si el resultado se ha
causado por una acción positiva, sea dolosa o imprudente, que constituya delito; cuando la
respuesta sea positiva deberá afirmarse la presencia de un delito de acción2115/2116.
Así, casos como el del fabricante de pinceles que entrega pelos de cabra a sus
obreros sin desinfectarlos o del farmacéutico que expende un medicamento sin requerir la
receta médica, plantean el problema de determinar si estamos ante un delito de acción, esto
es la entrega de los pelos de cabra sin desinfectar o la entrega del medicamento; o en
presencia de un delito de omisión, es decir, no haber realizado el proceso de desinfección o
no exigir la receta que le hubiera permitido saber del respaldo del médico. En estos
ejemplos, la aplicación de este criterio de la causalidad conduce a la afirmación de delitos
de acción, porque la entrega de pelos de cabra a los obreros y el expender el medicamento
son causa del resultado porque, suprimiendo estas conductas mentalmente, aquél no se
hubiera producido (conditio sine qua non)2117.
Si en lugar de novocaína, que era lo indicado para anestesiar al paciente, se le
suministra cocaína, por la que se muere, puesto que el resultado letal es imputable a una
acción positiva —suministro de cocaína— que constituye delito, no cabe plantear la
existencia de un delito de omisión por no haber suministrado novocaína. Si por amabilidad
A lleva en su auto a B, que se encuentra bajo los efectos del alcohol, pero cuando éste le
insiste en querer conducir, deja que lo haga, lo que motiva un accidente, el resultado lesivo
no se debe a ninguna conducta positiva de A que constituya delito, pues el acceder a que B
tome el volante sólo tiene el significado omisivo de no haberlo impedido2118.
No obstante lo anterior, existen casos en los que además de un delito de acción
puede concurrir un delito de omisión, cuando exista una fase omisiva cuyo desvalor no
resulta abarcado por el delito de acción, como podría ocurrir en el caso del art. 195 inc. 3°
de la Ley 18.290, si un conductor atropella a un sujeto imprudentemente (delito de acción)
y pese a que se da cuenta de que el afectado quedó mal herido huye del lugar dolosamente
(delito de omisión).
En los casos de interrupción de un tratamiento médico que mantiene artificialmente
con vida a un paciente que no tiene posibilidad alguna de sobrevivir por sí solo, porque por
2112
Mir Puig, Derecho penal..., p. 310.
2113
Roxin, Derecho penal..., T. II, p. 783.
2114
Jescheck y Weigend, Tratado..., p. 650.
2115
Mir Puig, Derecho penal..., p. 311.
2116
Bacigalupo adopta el mismo criterio de distinción entre los delitos de acción y de omisión (Bacigalupo,
Derecho penal..., p. 535).
2117
Bacigalupo, Derecho penal..., pp. 534-535
2118
Mir Puig, Derecho penal..., p. 311.
466
ejemplo tiene daño cerebral muy severo, ha perdido irreversiblemente el conocimiento y
presuntamente estaría de acuerdo con la interrupción de más esfuerzos para prolongar la
vida, la suspensión del tratamiento puede consistir en una omisión de un deber de
actuación, por ejemplo mediante la no conexión de dispositivos de apoyo o soporte a la
circulación, o bien, en la interrupción del tratamiento causado a través de un “hacer
positivo” como por ejemplo, apagar el respirador de ventilación asistida en donde la presión
del botón exigida para ello es, aunque pequeño, un empleo de energía positivo y según las
reglas generales de delimitación entre comisión y omisión, debería existir un hecho
comisivo punible según el art. 391 del Cp. (homicidio). En estos casos, la doctrina
mayoritaria estima que la interrupción debe considerarse una modalidad de omisión de
socorro, tanto en los casos en que se deja de suministrar el medicamento como cuando se
desconecta la máquina, considerando que dicha conducta puede considerarse atípica o
justificada si se niega el deber jurídico penal de prolongar una vida que carece de
expectativas de subsistencia independiente, a fin de evitar castigar por homicidio al que
realiza o participa en la desconexión del paciente, lo cual sería inevitable si se afirma que la
muerte se produce por acción positiva2119. En tal sentido, si bien Roxin opina que la
desconexión del respirador se presenta externamente como un hacer, normativamente debe
ser tratado según las reglas de la omisión y que por ausencia de un deber de actuación es
impune, lo que valdría para todos los casos en los que ya no se exigen ulteriores esfuerzos
de salvación. No obstante lo anterior, Roxin reconoce que una extendida opinión insiste en
la admisión de calificarlo como un homicidio doloso derivado de la causalidad
comisiva2120.
4. Clasificación de la omisión
Los delitos omisivos, al igual que los delitos de acción, se clasifican en delitos
omisivos de mera actividad y de resultado. Los primeros se consuman con la no realización
de la conducta jurídicamente debida y necesaria para la salvaguarda de un bien penalmente
tutelado y los segundos se consuman con la realización del riesgo creado con la omisión en un
resultado separado en tiempo y espacio de la conducta típica.
Los delitos omisivos pueden delitos de omisión propia que son aquellos cuyo
contenido se agota en la no realización de una conducta exigida por la Ley2121. En esta clase
de delitos, los tipos se limitan a la descripción de una omisión, prevén para ella un marco penal
propio, ya que respecto de estas omisiones no hay una contrafigura en forma de delito comisivo2122.
En la omisión propia el legislador no vincula el acaecimiento de un resultado determinado
como un elemento del tipo y, por lo tanto, son equivalentes a los delitos de mera actividad2123.
Ejemplos de esta clase de delitos omisivos es el delito falta de omisión de socorro consistente
en no dar resguardo, no socorrer al que en despoblado se haya herido o en peligro de perecer,
prevista en el art. 494 N° 14 del Cp. y el delito de hurto de hallazgo, cuya conducta típica
consiste en no entregar a la autoridad o a su dueño la especie mueble al parecer perdida,
2119
Mir Puig, Derecho penal..., p. 311.
2120
Roxin, Derecho penal..., T. II, p. 794.
2121
Jescheck y Weigend, Tratado..., p. 652.
2122
Roxin, Derecho penal..., T. II, p. 759.
2123
Jescheck y Weigend, Tratado..., p. 652.
467
constandole al sujeto activo quien es el dueñopor hechos coexistentes o posteriores al
hallazgo, previsto en el art. 448 del Cp.
En los delitos de omisión impropia en cambio, al garante le es impuesto un deber de
evitar el resultado. El acaecimiento de éste pertenece al tipo y el garante que infringe dicho
deber es responsabilizado penalmente por el resultado típico sobrevenido. Los delitos de
omisión impropia son, por ello, el equivalente a los delitos de resultado2124. Se denomina
omisión impropia porque la punición deriva de un tipo comisivo (por ejemplo el delito de
homicidio simple), además, se castiga conforme a la pena prevista en el mismo tipo comisivo
(según lo prevenido en el art. 391 N° 2 del Cp.) y porque la omisión tiene su contrafigura
correspondiente en el homicidio a través de una actuación positiva2125/2126.
2124
Ídem.
2125
Roxin, Derecho penal..., T. II, p. 759.
2126
Respecto de esta clasificación, en la doctrina nacional, Bullemore y MacKinnon sostienen que es
imprescindible comprender que, en toda omisión, lo que existe es una infracción a una norma imperativa, una
negativa del sujeto activo en orden a hacer o ejecutar aquello que el ordenamiento jurídico expresa (omisión
propia) o implícitamente (omisión impropia) le ordena hacer o ejecutar (Bullemore y MacKinnon, Curso de
Derecho penal, T. II, p. 43).
2127
Mir Puig, Derecho penal…, p. 315.
2128
Roxin, Derecho penal…, T. II, p. 814.
468
a.2. Ausencia de la conducta debida (la no realización de la conducta requerida
El tipo omisivo requiere que el sujeto activo deje de realizar la conducta requerida en
la situación típica. De qué clase de conducta se trata, en los delitos de omisión propia se
desprende nuevamente de la ley2129.
Si tomamos otra vez como ejemplo el tipo penal de omisión de socorro, del art. 494 N°
14, la conducta debida que el sujeto omite, consiste en no socorrer o auxiliar a la persona que
está en riesgo de perecer. Por lo tanto el sujeto incumple su deber de realizar la conducta
jurídicamente requerida, en tanto realiza cualquier clase de conducta en lugar de la de socorrer
a la persona que se encuentra en peligro de perecer.
2129
Ídem.
2130
Mir Puig, Derecho penal…, p. 316.
469
delitos2131, toda vez que en los delitos omisivos el dolo es igual de posible que en los delitos
comisivos, de manera que también la omisión se puede presentar como la realización del plan
en sus tres manifestaciones de intención o dolo directo, dolo de segundo grado o de las
consecuencias necesarias o dolo eventual. El omitente actúa intencionadamente cuando la
finalidad de su inactividad en la forma debida consiste en permitir que se produzca el resultado
típico. Actúa con dolo de segundo grado o de las consecuencias necesarias cuando pese a que
no quiere la producción del resultado, la cual, por ejemplo, le resulta indiferente, reconoce que
con su permanecer inactivo en el sentido del tipo omisivo (porque bien podría decidir realizar
una conducta activa diferente de la ordenada por la norma jurídico penal) éste se producirá con
seguridad. Por último, actúa con dolo eventual cuando reconoce que, como consecuencia de su
no intervención exigida por la norma jurídico penal, posiblemente se produzca el resultado
típico y cuyo desenlace el sujeto no pretende, pero toma en serio esta posibilidad y se
conforma con su eventual producción, concurriendo una decisión a favor de la posible lesión
del bien jurídico, como la que también caracteriza al dolo eventual. El dolo debe referirse a
todos los presupuestos del tipo objetivo en los delitos omisivos, de manera que el sujeto activo
debe haber reconocido la situación típica; tiene que haber acogido en su dolo la ausencia de la
conducta requerida u ordenada y ser consciente de su capacidad de actuación individual2132.
Respecto de la omisión dolosa es suficiente con que el sujeto que permanece inactivo
en el sentido del tipo omisivo, parta de la base de que podrían darse posibilidades de salvación
con perspectiva de éxito, que a él no le interesan, con lo cual el sujeto estaría aceptando la
vinculación de la producción del resultado con la propia inactividad en el sentido exigido por
la norma jurídico penal y con su ulterior postura de permanecer inactivo se decide contra el
bien jurídico protegido.
b.2. Imprudencia
Si el omitente no reconoce ninguna posibilidad de salvación, no puede ser castigado
por un hecho omisivo doloso, pues no se han dado los presupuestos de ninguna de las tres
formas de dolo. No concurre dolo eventual porque el autor no se decide en contra del bien
jurídico protegido si él no contempla ninguna posibilidad de evitación del resultado. La
mayoría de los supuestos de desconocimiento de las situaciones se deben a simple falta de
atención, es decir, a una típica imprudencia y el desconocimiento de la situación típica (es
decir, el no reconocimiento del peligro) también puede deberse a una indiferencia
desconsiderada que fundamenta una imprudencia.
En los delitos de omisión imprudente la parte subjetiva se distingue porque el sujeto
realiza una conducta distinta a la exigida en el tipo penal, con infracción de una norma de
cuidado, con conciencia del peligro (imprudencia consciente) o sin conciencia de aquel
(imprudencia inconsciente). Así las cosas, los elementos del delito imprudente omisivo son:
2131
Ídem, p. 317.
2132
Roxin, Derecho penal..., T. II, p. 816.
470
El sujeto conoce los elementos del tipo objetivo de la omisión propia, pero confía en
que la no realización de la conducta exigida en el tipo no implicará la realización del tipo
de omisión pura (imprudencia consciente) o sin ese conocimiento (imprudencia
inconsciente). De esta manera, concurrirá en el sujeto imprudencia en la omisión propia si
por falta de cuidado no adquiere conocimiento de la situación que lo obliga a actuar (por
mala apreciación de los hechos, por ejemplo) y cuando cumple con la obligación de
conocer el riesgo de su inactividad en el sentido del tipo, pero actúa sin la diligencia que le
era exigible, o los medios que emplea son inadecuados o defectuosos2133.
2133
Idem. 186.
471
Estructura del tipo imprudente de omisión propia
2134
Bustos Ramírez, Obras completas, T. I, p. 977.
2135
Cury, Derecho penal…, p. 678.
2136
Novoa, Curso de Derecho Penal…, T. I, p. 326.
472
son típicos y que serán la base de una responsabilidad penal y de la aplicacíón de una pena, está
reservada en forma exclusíva a la ley misma. Será el texlo claro de la ley, y no interpretaciones
que procuran estirar o ampliar sus términos, el que haya de determinar la responsabílidad penal
en un Estado de Derecho2137. Además, sostiene que muchos casos de omisión impropia no son
más que formas combinadas de actuar y omitir y que, por tanto, es el actuar voluntario que
desencadena el curso causal el que debe ser valorado y no las supuestas omisiones. En tal
sentido refiere que „Como existen casos en los cuales concurren simultaneamente movimientos
corporales determinantes de un resultado típico y abstención de movimientos que habrían
podido evitar ese resultado, hay una tendencia que cree posibleaplicar para ellos un criterio de
predominio del aspecto activo, en razón de estimarse que jurídicamente hay mayor gravitación
de una conducta activa que de una omisiva. En esta virtud, Schröder, Spendel y Arthur
Kaufmann recomiendan que la conducta sea considerada, en la duda, como un hacer positivo.
Este criterio nos parece en general aceptable”2138.
2137
Novoa, Fundamentos de los delitos de omisión, Editorial Depalma, Buenos Aires, 1984, p. 189.
2138
Novoa, Fundamentos de los delitos de omisión, pp. 206-207.
2139
Politoff, Matus, Ramírez, Lecciones de DP chileno, PG, p. 198.
2140
Cfr. Cury, Derecho penal…, p. 680.
473
es, genera un dominio sobre ese riesgo jurídicamente relevante, realizando con ello el tipo
penal2141/2142.
Hay casos en los que la asimilación de la acción a la omisión es excluida por la ley,
cuando el tipo no se satisface sólo con la producción de un resultado y puede suceder que
algunas exigencias típicas hagan impensable la ejecución del delito por omisión: tal acontece
con las figuras que suponen un comportamiento personal o corporal, como la bigamia (art.
382) o el incesto (art. 375) o que por otra razón no son concebibles por omisión (p. ej., la
figura de extorsión del art. 438) 2143. Además, hay casos en los que el legislador especificó los
medios o formas a través de las cuales debe ejecutarse la conducta típica y, por lo tanto, si
dichas formas son activas, es el legislador quien ha exscluido la comisión por omisión. Así,
por ejemplo, las lesiones graves son delitos de forma vinculada, según la opinión
mayoritaria de la doctrina nacional2144, es decir, la clase de actividad de la que derivará el
resultado dañoso, fue descrita por el legislador2145 y por lo tanto, no podrían cometerse
mediante cualquier clase de medio, sino sólo a través de los descritos en los arts. 397 y 398
del Cp., esto es, hiriendo, golpeando, maltratando de obra a otro, o bien, administrando a
sabiendas sustancias o bebidas nocivas o abusando de la credulidad o flaqueza de espíritu
de la víctima, como dichos medios son activos la inclusión de la comisión por omisión
podría constituir una analogía in malam partem. En tales casos la estructura del tipo
impedirá su ejecución por omisión.
2141
Carnevali, El delito de omisión..., pp. 75-77.
2142
Carnevali distingue tres posturas dogmáticas: a. Sostiene la necesidad de establecer un sistema de
numerus clausus, en el que la ley especifique las omisiones punibles, entre otros Cury (Cury, Derecho
penal..., p. 680); b. Incorporar en la parte general del Cp., una cláusula general que autorice la comisión por
omisión de los delitos descritos en la parte especial, tendencia seguida por el Cpesp. en el art. 11 que dispone:
Los delitos que consistan en la producción de un resultado sólo se entenderán cometidos por omisión cuando
la no evitación del mismo, al infringir un especial deber jurídico del autor, equivalga, según el sentido del
texto de la ley, a su causación. A tal efecto se equiparará la omisión a la acción: a) Cuando exista una
específica obligación legal o contractual de actuar. b) Cuando el omitente haya creado una ocasión de riesgo
para el bien jurídicamente protegido mediante una acción u omisión precedente; y c. Afirma que no hay
razones para estimar que los tipos penales se construyen en un sentido causal-naturalístico, ya que los tipos
penales son fórmulas normativas de atribución de responsabilidad penal que comprenden todos aquellos
comportamientos a los cuales es posible adscribir un determinado resultado, de manera que no es necesario
suscribir ninguna de las dos primeras opciones dogmáticas (Carnevali, El delito de omisión, pp. 73 y ss.). En
el mismo sentido: Silva Sánchez, El delito de omisión..., p. 359 y ss.; Mir Puig, Derecho penal..., p. 308 y ss.;
Gracia Martín, La comisión por omisión..., p. 125 y ss.; Gimbernat, “Causalidad, omisión e imprudencia”, p.
p. 5 y ss. etc.
2143
Politoff, Matus, Ramírez, Lecciones de Derecho penal chileno, parte general, p. 199.
2144
Etcheberry, Derecho penal, parte especial, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 3ª ed., 1998, T. III, p.
125; Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal chileno, parte especial, Editorial Jurídica de
Chile, Santiago, 2ª ed., 2004, p. 125; Bullemore y Mackinnon, Curso de Derecho penal, parte especial,
Editorial LexisNexis, T. III, Santiago, 2005, pp. 46-47.
2145
Cobo del Rosal y Vives Antón, Derecho penal..., p. 409.
474
En el tipo de comisión por omisión, a los tres elementos del tipo objetivo de omisión
pura, esto es, a. situación típica; b. ausencia de la acción determinada y c. capacidad de
realizarla; hay que agregar otros elementos para la imputación objetiva del hecho: d) la
posición de garante, e. la producción de un resultado y f. la posibilidad de evitarlo. La posición
de garante integra la situación típica de los delitos de comisión por omisión. A la ausencia de
conducta determinada debe seguir la producción de un resultado y la capacidad de conducta
debe comprender la capacidad de evitar dicho resultado.
2146
Roxin, Derecho penal..., T. II, p. 814.
2147
Ídem, pp. 844-845.
2148
En el mismo sentido, Hernández en “Comentario al art. 1° del CP”, p. 25.
2149
El origen de esta teoría se encuentra en Feuerbach y en la concepción liberal del derecho cuyo punto de
partida suponía que el ciudadano no está oristnariamente obligado a omitir, razón por la cual un delito de
omisión presupone siempre un fundamentojurídico (ley o contrato), mediante el cual se fundamenta la
obligación de actuar. Sin éste no se llega a ser delincuente por omisión (Bacigalupo, Derecho penal..., p. 543).
2150
Afirma Feurbach: Hay un crimen omisivo siempre que una persona tiene un derecho a la exteriorización
efectiva de nuestra actividad. Dado que siempre la omisión surge de una obligación originaria del ciudadano,
el crimen omisivo siempre presupone un especial fundamento jurídico (ley o contrato), que da base a la
obligatoriedad de la comisión. Sin esto no puede haber ningún crimen por omisión (Feuerbach, Tratado de
Derecho penal, p. 57).
2151
Bacigalupo, Derecho penal..., p. 543.
2152
Roxin, Derecho penal..., T. II, p. 846.
475
ocupan una posición de garante frente a los participantes del grupo que de pronto se
encuentren en una situación de necesidad2153.
Esta teoría resultó demasiado estrecha porque chocaba contra el sentido de justicia
cuando se comproba por ejemplo, el sobrino huérfano, criado por su tía y que había crecido en
su casa no tenía hacia ella, por imperio de la ley, los deberes que le incumbían respecto de sus
padres. Si el novio no impide el suicidio de la novia no habría delito de homicidio en comisión
por omisión porque un deber semejante entre novios no surge de la ley ni del contrato2154.
Respecto del contrato, desde siempre se ha reconocido que éste no basta para que surja
responsabilidad jurídico-penal mientras los deberes que resultan de él no se asuman
efectivamente, asi, por ejemplo, el guía alpino que en contra de su obligación no comparece en
una excursión estipulada no responde por lesiones u homicidio en comisión por omisión si el
turista hace solo el camino y tiene una desgracia y si el guia alpino acompana de hecho al turista,
existe posición de garante aunque el contrato civil sea ineficaz por cualquier razón, por lo que la
obligacion civil no es lo que fundamenta la posicion de garante2155. De otro lado, tampoco era
clarocual es el fundamento legal en la injerencia que normalmente se deducía no de la ley,
sino que del principio neminem laedere. En otro sentido esta teoría no permitía distinguir la
omisión de socorro de la comisión por omisión de homicidio. Lo anterior produjo la necesidad
de ampliar la teoría formal, extendiendo los deberes de solidaridad a las estrechas
comunidades de vida, lo que permitía superar la estrechez de los meros deberes legales.
También se prescindió del negocio jurídico en el sentido de la ley civil y se estableció como
fuente del deber la libre aceptación de un deber de actuar, todo lo cual puso de manifiesto que
ya ninguna de las fuentes del deber de actuar provenían exclusivamente de una ley formal,
porque esta nada decía sobre las relaciones de estrecha convivencia, la libre aceptación o el
hecho anterior. La necesidad de encontrar un fundamento a estos criterios de los que dependía
la equivalencia entre acción y omisión era evidente2156.
2153
Roxin, Derecho penal..., T. II, p. 846.
2154
Bacigalupo, Derecho penal..., p. 544.
2155
Roxin, Derecho penal..., T. II, p. 849.
2156
Bacigalupo, Derecho penal..., pp. 544-545.
2157
En España siguen también esta teoría Mir Púig (Mir Puig, Derecho penal..., p. 318); Bacigalupo
(Bacigalupo, Derecho penal..., p. 546-547)
476
esta fuente. La misión de protección del garante tiene por contenido el «poner coto a la concreta
fuente de peligros»; sólo secundariamente, como efecto reflejo, se deriva la garantía de aquellos
bienes jurídicos amenazados por esta fuente de peligros. Desde la perspectiva del bien jurídico
concreto, la función protectora del garante se reduce a una sola dirección de ataque: a aquella que
amenaza al bien jurídico desde la fuente a la que hay que controlar. De esta manera se plantea la
misión de protección casi siempre en los supuestos de injerencia y para los peligros que surgen en
el ámbito social de dominio de una persona, así como en las posiciones de garante derivadas de
relaciones de confianza especiales”2158. “Ciertamente, es constitutivo del delito de omisión
impropia que se haya infringido un mandato de evitar lesiones o puestas en peligro de un bien
jurídico; pero no toda infracción de un mandato en tal sentido realiza el tipo del delito de omisión
impropia, sino sólo la infracción por parte de un garante. Sólo si concurrecurre la relación de
garante puede responderse positivamente la cuestión de la equiparación. De donde se deduce la
secuencia de las consideraciones axiológicas que conducen a la fijación del tipo del delito de
omisión impropia: a) Punto de partida es la existencia de un tipo de acción, que veda la realización
de una lesión o puesta en peligro de un bien jurídico. b) Ha de existir un mandato que tenga por
contenido evitar esta lesión o puesta en peligro de bien jurídico. c) La infracción de este mandato
tiene que asemejarse al menos aproximadamente al delito comisivo descrito en a) en cuanto a
contenido de ínjusto y magnitud del reproche de culpabilidad (y, por tanto, en merecimiento de
pena). Aquí es precísamente donde está la sede del auténtíco problema de la equiparación; en la
formulación usual: aquí ha de plantearse la existencia o no de relación de garantía2159”. “Con
respecto a la separación entre ambos ámbitos de problemas, la fundamentación del deber, por una
parte, y la fundamentación subsiguiente de la equiparación al delito comisivo, por otra, el § 14.1 del
Proyecto de Bonn de 1959 contiene un planteamiento notable al requerir, además de la obligación
legal de impedir el resultado, que el omitente, «en función de las circunstancias, tenga que
responder de que el resultado no vaya a producirse». Este segundo requisito, que tomado
aisladamente es equívoco, ha de comprender, con arreglo a la Exposición de Motivos (p. 21), «una
especial función de garante» en virtud de la «posición (del garante) en la comunidad»; con arreglo
al tenor literal, no basta que «la evitación del resultado se encuentre en el ámbito de deberes del
omitente». Así, el Proyecto culmina la distinción entre fundamentación del deber y fundamentación
de la posición de garante2160”.
2158
Kaufmann, Dogmática de los delitos de omisión, Editorial Marcial Pons, 2006, pp. 289-290.
2159
Ídem, pp. 290-291.
2160
Ídem, p. 293.
2161
Mir Puig, Derecho penal..., pp. 317-318.
2162
Roxin, siguiendo a Schünemann, afirma que en los delitos de comisión el autor posee el “dominio del
hecho” y si el legislador equipara determinadas omisiones con el hecho comisivo, esto sólo puede suceder por
la vía de un argumento de semejanza o similitud, mediante un criterio próximo al dominio del hecho en los
delitos comisivos. Así sucede en el “dominio sobre el fundamento del resultado”, que es elevado por esta
teoría a elemento central de la posición de garante. Si este “fundamento” reside en el “desamparo del bien
477
un peligro atribuible a su autor y b) que tal peligro determine, en el momento del hecho, una
478
situación de dependencia personal del bien jurídico respecto del agente. Este fundamento
permite afirmar que el omitente es responsable del peligro y está obligado personalmente a
evitar que se convierta en lesión. Sólo cuando determinadas personas que se hallan respecto
del bien jurídico en riesgo en una específica posición de garante, puede equipararse la no
evitación de un resultado lesivo a su causación positiva, por lo que no todo el que omite evitar
la producción de un resultado lesivo puede ser castigado como si lo hubiera causado
positivamente. No obstante lo anterior, si quien omite no está en posición de garante su
conducta puede constituir un delito de omisión pura, si algún precepto penal le obliga a actuar,
como ocurre, por ejemplo, en el caso del delito-falta de omisión de socorro. Por ejemplo, si un
traseunte no socorre al niño que camina hacia un río torrentoso no incurren en comisión por
omisión ni puede ser castigado, por tanto, como autor de su muerte, pero sí puede cometer el
delito-falta de omisión pura de omisión de socorro del art. 494 N° 14. Como la equiparación
de la omisión a la propia causación positiva del resultado, depende la concurrencia de la
posición de garante, hay que determinar los casos en que concurre2164.
2164
Mir Puig, Derecho penal..., pp. 319-320.
2165
Garrido, Derecho penal..., T. II, 246; Carnevali, El delito de omisión, p. 78; Hernández, “Apuntes sobre la
responsabilidad penal (imprudente) de los directivos de empresa”, en REJ, Nº 10, 2008, p. 187 y Piña,
Derecho penal..., 210.
2166
Jescheck y Weigend, Tratado..., pp. 669-670.
2167
Mir Puig, Derecho penal..., p. 320.
2168
Roxin, Derecho penal..., p. 847.
479
para la vida o la salud individual2169, como ocurre con la protección que los padres deben a sus
hijos recién nacidos, quienes deben ser cuidados, alimentados y protegidos de la situación de
desamparo, preservandolos de los peligros, dentro y fuera de la casa y de comportamientos
autolesivos como suicidios, consumo de drogas, el tráfico vehicular, una enfermedad que
requiera de atención médica y rescatados de los peligros ya acontecidos, hasta que no puedan
valerse por sí mismos y si los padres no actúan, pueden ser castigados por delito doloso o
imprudente de homicidio o lesiones en comisión por omisión. Mientras más pequeños son los
niños mayores serán las precauciones que deberán adoptarse, en cambio a medida que van
crecien es necesario ir dotandolos de mayor libertad y autonomía como parte del proceso
educativo. La posición de garante de uno de los padres existe también si el peligro proviene
del otro padre y sólo puede evitarse por medio de una denuncia. Los padrs pueden traspasar en
parte sus deberes de protección a otras personas en guardadores, el colegio, pero ello no libera
a los hijos del ámbito de control de los padres quienes deben intervenir, por ejemplo si sus
hijos están siendo maltratados2170. Más allá de estos supuestos es más discutible la existencia
de una posición de garante, como ocurre en la situación de dependencia en que se encuentran
los padres ancianos respecto de sus hijos adultos. Sin emgargo, no basta con la concurrencia
de un estrecho vínculo familiar para que la inactividad en el sentido del tipo constituya
comisión por omisión, porque además, debe concurrir una situación de absoluta dependencia
personal en el caso concreto, de manera que sí el recién nacido queda a cargo de un
facultativo, no comete necesariamente parricidio por omisión la madre que desatiende a su
hijo, aunque luego se demuestre que de otro modo hubiera evitado su muerte. La necesidad de
concreta y efectiva dependencia personal debe ser más intensa en los supuestos más
discutibles, como el de los padres ancianos, respecto de los cuales sólo se hallan en posición
de garante los hijos que los tengan a su cargo. Sin embargo, puede concurrir la asunción
voluntaria del riesgo, pero en caso de duda, es preferible negar la posición de garante. Lo
decisivo es que concurra una efectiva dependencia absoluta de una persona respecto de otra,
materialmente asumida por parte de ésta. Si las formas de parentesco distintas a la de los
padres respecto de sus hijos pequeños, pueden originar posición de garante, debe resolverse en
función de la presencia concreta de la dependencia existencial, la que, de concurrir, puede
fundamentar la posición de garante entre cónyuges (si existe una comunidad de vida o
convivencia efectivamente puesta en práctica2171) o hermanos o entre familiares más lejanos,
pero cuanto más se aleje la relación familiar, mayores precauciones deben tomarse para
estimar la comisión por omisión2172.
2169
Jescheck y Weigend, Tratado..., p. 670.
2170
Roxin, Derecho penal..., pp. 857-858.
2171
Roxin, Derecho penal..., p. 862.
2172
Mir Puig, Derecho penal..., p. 321.
480
respecto de posibles accidentes que pudieran sufrir los turistas inexpertos2173. La función de
protección presupone la existencia de relaciones recíprocas de dependencia respecto del sujeto
a proteger y de protección en cuanto al garante2174. Tal relación existe si alguien confiando en
el protector se expone a peligros, con los que el solo no hubiera podido o si él a causa de su
desamparo depende de un protector y por confianza en él omite otras medidas de
seguridad2175. El fundamento último de este grupo de casos descanza en la asunción
voluntaria de la función de protección de los demás participantes y, por eso, no surje posición
de garante de una comunidad de peligro no elegida voluntariamente, como sería, por ejemplo
un terremoto un incendio o un naufragio, accidentes en los que quienes se ven involucrados no
tienen que responsabilizarse los unos de los otros2176 y ni, aun siendo voluntaria la
comunidad, nace la posición de garante frente a riesgos de los que expresa o tácitamente no se
hace responsable el sujeto2177.
2173
Mir Puig, Derecho penal..., p. 322.
2174
Jescheck y Weigend, Tratado..., p. 670.
2175
Roxin, Derecho penal..., p. 866.
2176
Roxin, Derecho penal..., p. 868.
2177
Mir Puig, Derecho penal..., p. 322.
2178
Jescheck y Weigend, Tratado..., p. 670 y Mir Puig, Derecho penal..., p. 322.
2179
Stratenwerth, Derecho penal..., p. 464.
2180
Mir Puig, Derecho penal..., p. 323.
481
Los garantes de vigilancia tienen la función de impedir que una determinada fuente de
peligro que está a su cargo afecte los bienes jurídicos circundantes (indeterminados)2181. En
estos casos, la indemnidad del bien jurídico depende personalmente, del control de
determinadas fuentes de peligro por parte de quien las ha creado o de aquél a quien se ha
atribuido su vigilancia2182. La extensión del deber de garante se origina por la cercanía del
peligro siendo más estrecha que la del círculo de deberes que surgen de la posición destinada a
proteger un bien jurídico determinado, porque el garante de vigilancia sólo tiene que mantener
bajo control la fuente de peligro misma2183. Así, por ejemplo, el conductor debe controlar el
vehículo y es garante de los riesgos que implica para bienes jurídicos, porque le bastaría dejar
de efectuar dicho control para que el peligro se convirtiese en lesión de los ciudadanos
legítimamente confiados. Esta lesión posee la misma gravedad que la causada por vía positiva
y, por lo tanto, el sujeto responsable del control se halla en posición de garante y su conducta
constituirá comisión por omisión2184/2185.
2181
Garrido, Derecho penal..., T. II, p. 246; Carnevali, El delito de omisión..., p. 78 ; Hernández, “Apuntes
sobre la responsabilidadl..., p. 187; Vargas, Manual de Derecho penal..., p. 62; Piña, Derecho penal..., p. 210.
2182
Mir Puig, Derecho penal..., p. 323.
2183
Jescheck y Weigend, Tratado..., p. 673.
2184
Mir Puig, Derecho penal..., p. 323.
2185
Hernández afirma que la recepción de esta categoría dogmática en Chile tiene gran potencial práctico para
imputar responsabilidades en el ámbito de la actiuvidad empresarial, entendiendo que los órganos directivos,
pueden, bajo ciertos supuestos, ser garantes de vigilancia (Hernández, “Comentario al art. 1°”, p. 26 y
Hernández, “Apuntes sobre la responsabilidad..., p. 187 y ss.).
2186
Jescheck y Weigend, Tratado..., pp. 673-674.
2187
Mir Puig, Derecho penal..., p. 323.
2188
Roxin, Derecho penal..., T. II, pp. 903-905.
482
no basta con la mera creación de un peligro, sino que el actuar precedente debe haber
provocado el peligro cercano o adecuado del ocasionamiento del daño; la conducta previa
debe haber sido contraria a deber (aunque no sea culpable) desde un punto de vista objetivo
y la contrariedad a deber debe consistir en la infracción de la norma que sirve precisamente
para la protección del bien jurídico afectado2189.
El ejemplo más importante en la práctica de la injerencia es la causación de un
accidente de tráfico vial, caso en el que Roxin afirma que quien atropella imprudentemente
a otro y con ello pone en peligro su vida, tiene según la teoría de la ingerencia una posición
de garante que le obliga a evitar la muerte de la víctima del accidente. En consecuencia, él
tiene que llevarlo al hospital o salvarlo de alguna otra manera. Si omite hacerlo y como
consecuencia de ello esto la víctima fallece, puede ser casti- gado, en función de su actitud
subjetiva, por homicidio imprudente o doloso por omisión. Sin embargo en Chile, el Art.
195 de la ley de tránsito ya se hizo cargo expresamente de este supuesto, toda vez que si
luego del accidente de tránsito, el conductor incumple su obligación de detener la marcha,
prestar la ayuda posible a la víctima y dar cuenta a la autoridad del accidente y las
lesiones producidas fuesen de las señaladas en el N° 1º del art. 397 del Cp. (lesiones graves
gravísimas) o se produjese la muerte de alguna persona, el responsable debe ser castigado
penalmente con una pena distinta de la que corresponda por la responsabilidad que le pueda
caber en el respectivo delito o cuasidelito, de conformidad con lo dispuesto en el art. 74 del
Cp. (concurso real de delitos).
En todo caso, la Corte Suprema ha acogido la injerencia como fuente de posición de
garante en el caso de un sujeto que disparó a otro creyendo encontrarse en una situación de
legítima defensa de parientes y luego huyó del lugar por temor a la reacción del entorno de
la víctima, la que había quedado malherida y murió por falta de atención. La Corte negó la
legítima defensa pero apreció un error de prohibición invencible en virtud del cual absolvió
por el disparo; pero condenó por delito imprudente de homicidio por omisión fundado en la
posición de garante que habría surgido del actuar precedente ilícito y doloso (disparo
doloso no justificado sino sólo exculpado) y en la no evitación del resultado mortal (SCS de
fecha 4 de agosto de 1998, Gaceta Jurídica N° 218, 1998, 962190). Si bien los fundamentos
de la sentencia son discutibles desde un punto de vista dogmático, lo cierto es que nuestro
máximo abrió la puerta a la injerencia como fuente de la posición de garante.
2189
Jescheck y Weigend, Tratado..., pp. 673-674.
2190
Hernández, “Comentario al art. 1°”, p. 31.
483
por el, el suceso para el será una casualidad, de la cual no se puede deducir responsabilidad
alguna que vaya mas alla del deber jurídico-penal general de socorro2191.
b. No hay posicion de garante si la accion previa se mantiene dentro del riesgo
permitido. En este caso se excluye la imputacion del agente cuando ni siquiera es posible
afirmar la tipicidad de la conducta previa que si bien crea un riesgo, este se mantiene dentro
del límite de lo permitido, de manera que si alguien se vale de ese riesgo para cometer un
delito, el primero no se encuentra en posición de garante en el sentido de tener que evitar
que el riesgo se materilice en el resultado típico. Roxin ejemplifica con el siguiente caso: si
A pone a disposición de B una navaja con la que éste imprevisiblemente apuñala a C y lo
hiere poniendo en peligro su vida y A huye del lugar en vez de realizar esfuerzos para
salvar a la víctima, hay omision de socorro y no homicidio en comisión por omisión,
porque la actuacion precedente no fue siquiera objetivamente imprudente, sino totalmente
legal, puesto que según el principio de confianza todo el mundo puede licitamente confiar,
salvo en caso de reconocible predisposicion al hecho delictivo, en que otros no cometeran
delitos dolosos y como aqui no era reconocible tal propensión al hecho, el suceso
subsiguiente de antemano no podia ser imputado al acusado, de modo que falta la creacion
de peligro no permitido. El prestar una navaja fundamento un riesgo permitido, de modo
que de antemano quedaba descartada una posicion de garante para impedir las
consecuencias del abuso del cuchillo. El criterio de la actuación dentro del riesgo permitido
es apolicable también a accidentes ocurridos en el ámbito del funcionamiento de
maquinarias, la contrucción, etc. En los cuales el sujeto únicamente responde como garante
si con su conducta un riesgo derivado de una fuente de peligro insuficientemente
supervisada y controlada2192.
c. Tambien hay que rechazar la posición de garante si la conducta previa no se
mueve en el riesgo permitido, pero la superación del riesgo no repercute en el resultado,
porque si, el acusado aun manteniéndose dentro del riesgo permitido no habria podido
evitar el accidente, la superacion del riesgo por sobre el nivel de lo permitido no está en
conexion inmediata con el accidente. Una conducta previa que fundamente un deber de
garante presupone un nexo de riesgo en el sentido de que la accion precedente ha de haber
creado precisamente el riesgo, cuya evitación era el fin de la norma infringida. Así, si el
propietario de una vivienda se cae por las escaleras del sotano buscando a un ladron que ha
penetrado en ella y se lesiona, el ladron no es garante de la evitacion de las consecuencias
resultantes del accidente, pues el fin de la prohibicion del robo infringida no es evitar las
lesiones del propietario. Si el conductor que con infraccion de las normas del trafico
provoca la caida al suelo de un ciclista, de forma que este queda tirado en la cuneta, no está
obligado a impedir como garante que un tercero no hurte la cartera del ciclista, porque no
es el fin de los preceptos de trafico rodado evitar hurtos2193.
d. No hay posición de garante si el peligro provocado por la conducta previa reside
exclusivamente en el ámbito de responsabilidad del sujeto puesto en peligro, porque de una
autopuesta en peligro realizada con total consciencia del riesgo siempre tiene que responder
únicamente el que se pone en peligro y ello se puede trasladar a todos los casos de
autopuestas en peligro responsables y emprendidas con plena conciencia del riesgo. Así, si
el suministrador de la droga no está en posicion de garante si el destinatario a consecuencia
2191
Roxin, Derecho penal..., T. II, pp. 905-907.
2192
Roxin, Derecho penal..., T. II, pp. 907-911.
2193
Roxin, Derecho penal..., T. II, pp. 911-913.
484
del disfrute de la droga cae en un estado en que necesita auxilio, pues el peligro surgido no
se le puede imputar al suministrador, sino al cliente mismo2194.
e. La antinormatividad condiciona la posibilidad de imputar al sujeto el peligro
creado por su conducta, ya que la posición de garante requiere que tenga lugar una
creación o aumento del peligro que sea atribuible a su autor, lo que no ocurre si el agente
no pudo o no debió prever el peligro, lo que sucede cuando falta imprudencia, de manera
que la falta de antinormatividad anterior excluye en este caso la posición de garante2195.
f. No hay posición de garante si la creación del peligro está justificada por legítima
defensa. La lesión del agresor no convierte, por regla general, al agredido en garante de la
vida del agresor. Si la conducta previa del agredido está condicionada por una legítima
defensa, la puesta en peligro hacia el agresor se encuentr en su exclusivo ámbito de
responsabilidad, por lo que no puede imputarse al que se defiende, porque de lo contrario,
el agresor ilegítimo gozaría de mayor protección que el agredidodo. Ello implicaría
privilegiar injustamente a quien actúa antijurídicamente, lo que es contrario al sentido de la
legítima defensa, porque el que se defiende sirve a la protección individual y al
prevalecimiento del Derecho en interés de la generalidad, por lo que a cambio no se le
pueden imponer las obligaciones de una posición de garante. La necesariedad de la legítima
defensa no concurre frente al agresor que ahora necesita ser socorrido, pero tampoco le está
autorizado al que se defendió dejar desangrarse al agresor abatido, no en calidad de garante,
pero si en base a la obligación general de auxilio si se dan los requisitos del tipo de omisión
propia de omisión de socorro. Si bien el agresor, ahora en peligro ha agredido
ilegítimamente al autor de la legítima defensa, no está situado frente a éste de la misma
forma que un accidentado inocente, la humanidad prohíbe que incluso a un agresor
antijurídico se lo deje indefenso a merced de la muerte, porque la tolerancia de tal pena de
muerte va más allá de toda proporcionalidad2196.
g. Concurre la posición de garante si la conducta precedente está justificada por
estado de necesidad. Si quien en situación de necesidad y para evitar un accidente con
seguridad mortal, termina lesionando gravemente a un tercero, puede estar justificado, pero
está en posición de garante frente al tercero y deberá ser castigado por homicidio en
comisión por omisión si a raíz de las lesiones el tercero fallece por no haber recibido
atención médica oportuna, toda vez que el peligro no acontece en el ámbito de
responsabilidad del tercero que es ajeno a su origen, siendo el sujeto que obra en estado de
necesidad quien ha interferido el espacio de libertad de una persona que no tiene
responsabilidad en la situación de necesidad, por la que ha tenido que sacrificar sus bienes
jurídicos. Si bien el autor del hecho cometido en estado de necesidad está justificado; la
justificación está ligada a una ponderación de intereses, que obliga a tratar con la mayor
consideración y protección posible a la víctima, por lo que el autor del acto en estado de
necesidad tiene el deber de actuar cuidando por que el daño de la víctima sea lo más leve
posible. De esta manera, el autor del acto en estado de necesidad debe responsabilizarse de
impedir ulteriores consecuencias no cubiertas por el estado de necesidad, máxime si como
sucede la mayoría de las veces, es al mismo tiempo el beneficiario del hecho y por ello es
políticocriminalmente adecuado que la persona que se ha salvado a expensas de otro, sea
2194
Roxin, Derecho penal..., T. II, pp. 913-915.
2195
Mir Puig, Derecho penal..., p. 325.
2196
Roxin, Derecho penal..., T. II, pp. 915-917.
485
posteriormente responsable del rescate de su víctima en la medida de lo que le sea
posible2197.
h. Concurre la posición de garante si, en caso de una conducta previa justificada
con efecto permanente, posteriormente desaparecen los presupuestos de la justificación. Si
alguien encierra a un borracho agresivo y peligroso para la comunidad, esto puede estar
justificado, pero el apresador debe dejarlo en libertad cuando el borracho este nuevamente
sobrio y ya no represente ningun peligro, porque de lo contrario, debe ser castigado por el
delito de detencion ilegal, ya que con la desaparicion de los presupuestos del estado de
necesidad la ulterior encierro se convierte en ilegal, de tal forma que el apresador tiene que
encargarse de suprimir este peligro no permitido2198.
i. Concurre la posición de garante si existe una omision precedente que infringe el
deber de garante. Si un transeunte es herido por caerle encima una teja que el propietario
de la casa omitio asegurar para que estuviera bien sujeta incumpliendo su obligacion, este
ha de responsabilizarse de la asistencia medica del herido2199.
2197
Roxin, Derecho penal..., T. II, pp. 917-918.
2198
Roxin, Derecho penal..., T. II, p. 918.
2199
Roxin, Derecho penal..., T. II, p. 918.
2200
Mir Puig, Derecho penal..., p. 326.
2201
Jescheck y Weigend, Tratado..., pp. 675.
2202
Roxin, Derecho penal..., p. 892.
486
deber de vigilancia de los hijos menores por parte de sus padres2203 o con el deber de
vigilancia y control que recae en el director o en el personal del establecimiento psiquiátrico
respecto de los enfermos mentales o el profesor de manejo de vehículo motorizado respecto
del alumno2204, sin embargo es peligroso, extender la posición de garante, a todos los casos en
que concurre el deber de vigilancia (superiores jerárquicos, militares, respecto de los actos de
sus subordinados, los funcionarios de Gendarmería respecto de los reclusos). Para que rija el
deber de control de una fuente de peligro es necesario que el deber de vigilancia abarque, en
particular, la obligación de controlar una específica peligrosidad que encierre el vigilado, lo
que no sucede, en principio, respecto de los superiores jerárquicos, ni siquiera de los militares,
pero sí cuando los sujetos a vigilar son menores irresponsables o enfermos mentales
peligrosos, con independencia de quiénes sean los encargados de su vigilancia (padres, tutores,
maestros, enfermeros, médicos)2205. En todo caso, una supervision y control ininterrumpido de
los niños generalmente no es posible y, dado que éstos deben ser educados pretendiendo su
autonomia, educativamente tampoco es deseable, por lo que deben ponderarse los intereses de
la generalidad de conservacion del bien frente a los intereses de desarrollo de la libertad de los
hijos en la educacion parental2206.
2203
Mir Puig, Derecho penal…, p. 327.
2204
Roxin, Derecho penal..., pp. 894-895.
2205
Mir Puig, Derecho penal…, p. 327.
2206
Roxin, Derecho penal..., pp. 893-894.
487
jurídico penal, sino que han de concurrir además, la posición de garante y la capacidad de
evitar el resultado en el autor2207. De esta manera, aun cuando se produzca la muerte del que
estaba en peligro de perecer comete omisión de socorro quien omite auxiliarlo si en el caso
concreto no concurre la posición de garante. Si no concurre el resultado que exige el tipo
penal, a lo sumo prdría concurrir un delito de omisión propia, toda vez que son delitos de mera
actividad.
2207
Mir Puig, Derecho penal…, p. 328.
2208
Roxin, Derecho penal..., p. 815.
2209
Mir Puig, Derecho penal…, p. 328.
2210
Entre los autores que seguen esta postura, Roxin menciona a Jescheck y Weigend y a Shünemann (Roxin,
Derecho penal…, p. 772).
488
Otro sector doctrinal considera necesario y suficiente que la interposición de la
conducta esperada hubiera supuesto un aumento de las posibilidades de evitación del
resultado (disminución del riesgo)2212. Al respecto se argumenta que existe ya deber de actuar
en cuanto aparece como posible que la intervención evite el resultado, aunque no sea seguro
que va a conseguirlo. Si bien es cierto que el deber de auxilio existe ya con tal de que ex ante
ofrezca posibilidades de éxito, la imputación objetiva del resultado necesario para la comisión
por omisión consumada requiere ademásque el riesgo se realice efectivamente en el resultado,
cuestión que sólo puede decidirse afirmativamente si ex post se comprueba que el resultado se
habría evitado (al menos con práctica seguridad) mediante la intervención omitida. En otro
caso cabe únicamente apreciar tentativa2213.
Para Roxin en una fórmula intermedia sostiene que hay que atender a si una
disminucion del riesgo unicamente parecia posible desde una perspectiva ex ante (y entonces
no hay imputacion del resultado) o si tambien desde una perspectiva ex post se habria
producido realmente una disminucion del riesgo (y entonces imputacion)2214.
b. Tipo subjetivo
Lo dicho respecto de la omisión pura respecto del tipo sujeto vale también para la
comisión por omisión, con la salvedad que el dolo debe abarcar no sólo la ausencia de la
conducta debida, sino también la posibilidad y necesidad de evitación del resultado mediante
aquella conducta y habrá de extenderse a la situación que determina la presencia de posición
de garante. La conciencia de que la situación en que se encuentra el autor da lugar a dicha
posición de garante integra el conocimiento del significado antijurídico del hecho y su
ausencia constituye error de prohibición y no de tipo2215.
2211
Entre los autores que seguen esta postura en España, se cuentan a Bacigalupo Derecho penal…, p. 551;
Gimbernat, “Causalidad, omisión e imprudencia”, p. 38; Mir Puig, Derecho penal…, pp. 329-33, entre otros.
2212
Entre los autore que según Roxin siguen esta linea dogmática, se cuentan Stratenwerth, Rudolphi y Otto
(Roxin, Derecho penal…, p. 772).
2213
Mir Puig, Derecho penal…, pp. 327-328.
2214
Roxin, Derecho penal..., p. 773.
2215
Mir Puig, Derecho penal…, pp. 330.
489
Esquema delitos omisivos
Tipos de omisión
Tipo de omisión Tipo de omisión Tipo de omisión impropia Tipo de omisión impropia
propia doloso propia imprudente doloso imprudente
Tipo subjetivo
Dolo
a. Directo
b. Consecuencias necesarias
c. Eventual
490
a. Garantes de protección
• Función de protección de un bien jurídico
– a´. La existencia de una estrecha relación familiar
– b´. La comunidad de peligro
– c´. La asunción voluntaria de una función de protección
b. Garantes de vigilancia
• Deber de control de una fuente de peligro
– a´. El actuar precedente (o injerencia)
– b´. El deber de control de fuentes de peligro que operan en el propio ámbito de dominio
– c´. La responsabilidad por las conductas de otras personas
Tipo Objetivo
a. Situación típica
b. Ausencia de una acción determinada
c. Capacidad de realizar esa acción
d. Infracción de un deber de cuidado
e. Posición de garante
f. Producción del resultado
g. Posibilidad de evitar el resultado
g.1. Baremo: Constatación de que la realización de la conducta debida hubiese evitado el resultado con una
probabilidad rayana en la seguridad
Tipo subjetivo
Imprudencia
a. Consciente
b. Inconsciente
491
delitos de acción.2216 El que incurre en omisión por causa legítima realiza el tipo omisivo,
pero su conducta está permitida por el ordenamiento jurídico; está justificada por el art. 10
N°12.2217
Un buen ejemplo proporcione Jescheck: la colisión de deberes justificantes: Un
deber de acción puede entrar en conflicto con otro (por ejemplo, los deberes plurales de un
médico llamado a atender a la vez diversos pacientes). Al optar por uno de ellos está
cumpliendo con su deber, ya sea que se trate de un deber que supere aunque se
mínimamente al otro, ya sea en el caso de dos deberes equivalentes de acción. “El
ordenamiento deja libre, en cierta manera, la decisión, de modo que el autor estaría
justificado en todo caso, cumpla un deber u otro”.2218
Garrido Montt sostiene que la omisión por causa legítima se rige, generalmente, por
el principio del conflicto de intereses, donde prima el preponderante que en el caso del
médico que debe atender varios pacientes, los intereses serían iguales en su valor, por ende
esos principios no operarían, pero el medico al atender a un paciente y dejar de entender a
los otros, no incurre en omisión, porque ya se encuentra cumpliendo con el imperativo de
actuar (velando por la vida y salud de sus pacientes), de modo que no es posible que
coetáneamente que esté incurriendo en omisión respecto del mismo deber.2219
La causa “legítima” que impide obrar puede ser expresa prohibición legal, o la
existencia de un deber jurídico precedente (no prestar testimonio, por la obligación del
secreto profesional). En cambio, cuando la ley simplemente autoriza la omisión, habría que
invocar el “ejercicio de un derecho”, ya que el que tiene la facultad de obrar o no obrar, a
voluntad, no puede decirse que esté “impedido”.2220
Otra forma de verlo es entender que la primera parte del N° 12 se refiere
exclusivamente al problema de justificación especifico de las omisiones que es la “colisión
de deberes”, entendiendo que en lo demás una posible justificación descansa en los
restantes supuestos del art. 10, incluyendo el N° 10, con lo cual se resuelve la situación del
que, por incurrir en una omisión a la cual tiene derecho, no puede decirse que ha estado
“impedido” de actuar. Cualquiera que sea el alcance que se le reconozca a la primera parte
del N° 12, al menos existe acuerdo en cuanto a que la llamada “colisión de deberes” está b
por él. Por colisión de deberes se entiende genéricamente (y nuestra doctrina, a diferencia
de lo que se observa en el derecho comparado, no ha restringido el concepto) la situación
en que un sujeto no puede cumplir otro u otros.2221
La colisión de deberes puede asumir las siguientes modalidades: a) colisión de
deberes de actuar equivalentes en jerarquía (por ejemplo, en una playa están aprendiendo a
nadar un grupo de niños de corta edad; de improviso dos menores están en peligro de
ahogarse y el salvavidas sólo puede acudir en auxilio de uno de ellos y dejar al otro librado
a su suerte), b) colisión de deberes de actuar no equivalentes en jerarquía (por ejemplo, en
un edificio en llamas se encuentran en peligro de morir calcinados tres menos, y la única
2216
Cury, Derecho penal..., p. 687.
2217
Garrido Montt, Derecho penal..., T. II, p. 159.
2218
Politoff, Matus, Ramirez, Lecciones de DP chileno, PG, p. 241.
2219
Cfr. Garrido Montt, DP, PG., p. 159.
2220
Etcheberry, Derecho penal..., T. I, p. 248.
2221
Hernández, “Comentario al art. 1°”, p. 277.
492
persona adulta que puede auxiliarlos es el padre de uno de ellos –deber de protección
versus deber de auxilio) y c) colisión entre un deber de actuar y un deber de omitir
(protectores de bienes jurídicos equivalentes) (por ejemplo, el padre omite dar muerte a un
náufrago para quitarle su salvavidas y proporcionárselo a su hijo que está en peligro de
ahogarse).2222
2222
Naquira, “Artículo N° 12”, en Politoff, Ortiz y Matus (Dir.), Texto y Comentario del CP Chileno, p. 161.
2223
Cfr. Cury, Derecho penal..., p. 687.
2224
Garrido Montt, Derecho penal..., T. II, p. 188.
2225
Cfr. Cury, Derecho penal..., p. 687.
493
positivo. La causa insuperable que impide hacer algo se admite más fácilmente que la
fuerza moral que impulse a actuar.2226
Por último, de acuerdo con lo que sugiere la sistemática y el tenor literal de las
distintas hipótesis del art. 10, también se ha sostenido que la segunda parte del N12 es una
fórmula sintética que recoge y adapta para las omisiones todas las causas de exculpación
que rigen para las acciones, esto es, la locura o demencia, la privación total de razón, la
fuerza irresistible y el miedo insuperable.2227
2226
Politoff, Matus, Ramirez, Lecciones de DP chileno, PG, p. 349.
2227
Hernández, “Comentario al art. 1”, p. 280.
494
495
CAPITULO XVII
ITER CRIMINIS
TEMA 1
“LOS ACTOS PREPARATORIOS”
Sumario. 1.- Actos preparatorios punibles en general. a.- Planteamiento y concepto de actos preparatorios.
b.- Ubicación sistemática.- c.- La inserción de los actos preparatorios en la distinción de las fases internas y
fases externas de realización de delito. d.- Fundamento de punición de las fases anteriores a la consumación.
e.- Consecuencias político criminales de adherir a una vertiente objetiva del fundamento de punición del acto
previo a la consumación. 2.- Comentario particular respecto a la proposición y la conspiración en la
legislación nacional. a.- La proposición delictiva. a.1.- Regulación legal y concepto. a.2. Concepto de
proposición. a.3.- Ámbito de aplicación de la proposición. a.4.- Elementos del tipo de proposición. b.- La
conspiración.b.1.- Regulación legal. b.2.- Ámbito de aplicación. b.3.- Elementos del tipo de conspiración.
b.4.- Diferencia entre la conspiración y la asociación ilícita. 3.- La regla del desistimiento en materia de
proposición y conspiración.
1. Objetivos
a. Distinguir la fase interna, impune, de la fase externa.
b. En la fase externa nuevamente has que distinguir entre los actos preparatorios, castigados
en forma excepcional, de los actos ejecutivos siempre punibles.
c. Definir actos preparatorios y, en particular, la proposición y la conspiración.
d. Establecer la ubicación sistemática de la proposición y conspiración como tipos penales
dependientes.
e. Determinar los elementos objetivos y subjetivos de los tipos penales de proposición y
conspiración
2. Introducción
En la inmensa mayoría de los casos el Código penal tipifica delitos consumados2228,
es decir, supuestos en los que el tipo se realiza plenamente2229, sin embargo, el iter criminis
o camino del delito o itinerario criminal, comprende el estudio de los tipos penales que
consisten en la realización de conductas dirigidas a la consumación de un delito doloso y
que pueden alcanzar tal objetivo (delito consumado) o quedar en fases anteriores a la
consumación (actos preparatorios y actos ejecutivos distintos de la consumación). Desde
ya, hay que dejar sentado que por sus caracteristicas particulares (falta la resolución de
realizar los elementos del tipo imprudente2230), no cabe hablar de tentativa, ni de actos
2228
El delito consumado puede concurrir con la sóla realización de la totalidad de los actos ejecutivos (delitos
de mera actividad) o, como sucede en los delitos de resultado, con la concurrecia adicional de un resultado, lo
que supone además, la existencia de un vínculo causal entre la conducta típica y el resultado y una relación de
riesgos entre ambos (Cfr, Diez Rilpollés, Derecho penal…, p. 515).
2229
Romeo Casabona y Baldova Pasamar, Derecho penal…, p. 185.
2230
Diez Rilpollés, Derecho penal…, p. 515.
496
preparatorios en el delito imprudente2231. En el iter criminis hay que distinguir entre la fase
interna y externa y al interior de esta última, entre los actos preparatorios y ejecutivos. Los
tipos preparatorios se delimitan de los tipos ejecutivos por el principio de ejecución, a partir
del cual comienza la tentativa, en la que el autor no alcanza a realizar la conducta típica en
su totalidad. Luego, si el sujeto ha realizado la conducta típica completa pero no se produce
el resultado por causas ajenas a su voluntad, el delito estará frustrado. Si el sujeto activo, en
cambio, realiza completamente el delito, el tipo penal estará consumado. La pregunta en el
iter criminis, consiste en determinar en qué momento debe intervenir el Derecho penal y de
qué manera debe hacerlo en cada clase de conducta2232.
Principio de ejecución
2231
Gil Gil y otros, Curso de Derecho penal…, p. 323 y Diez Ripollés, Derecho penal…, p. 515 y.
2232
Cfr. Gil y otros, Curso de Derecho penal…, p. 323.
2233
Mir Puig, Derecho penal..., pp. 335 y 339.
497
y la conspiración para cometer determinados delitos2234, por regla general políticos, en
virtud del mayor peligro para los bienes jurídicos en juego o por la eventual participación
de dos o más personas en la planeación y ejecución de un delito futuro.
2234
Mera, “Comentario al art. 1° del Cp“, en Couso y Hernández (Dir.), Editorial Thomson Reuters, 2011,
pp. 165-166.
2235
Bacigalupo, Derecho penal..., p. 461.
2236
Gil Gil y otros, Curso de Derecho penal…, p. 323.
2237
Mir Puig, Derecho penal..., p. 335.
2238
Este principio marca la diferencia entre las normas morales y las normas jurídicas desde la revolución
francesa, sin que resultara afectado por las ideologías autoritarias del siglo XX, a diferencia de lo que sucedió
con otros principios básicos penales (Diez Ripolles, Derecho penal..., p. 516.)
2239
Gil Gil y otros, Curso de Derecho penal…, p. 323.
2240
Romeo Casabona y Baldova Pasamar, Derecho penal…, pp. 185-186 y Cerezo Mir, Obras completas…,
p. 1042
2241
Idem, p. 336.
2242
Bacigalupo, Derecho penal..., p. 462.
498
externas a su voluntad. Por último, se distingue la consumación o realización de todos los
elementos del tipo objetivo a través de los medios utilizados por el autor2243.
a. Teorías objetivas
Fueron defendidas por la doctrina clásica durante el siglo XIX, principalmente por
Feurbach, Frank, Von Lizst en Alemania y por Carrara en Italia. Postula que el fundamento
del castigo de las etapas previas a la consumación en la puesta en peligro del bien jurídico
por la conducta típica ejecutada2244. Como la preparación, la ejecución imperfecta y la
consumación se encuentran dirigidas por una misma finalidad subjetiva, justifican la
impunidad en general de los actos preparatorios y la diferencia penológica entre la
preparación (cuando ha sido especialmente tipificada), la tentativa, la frustración y la
consumación en la mayor o menor proximidad objetiva respecto de la lesión del bien
jurídico2245. Sus consecuencias político-criminales consisten en la impunidad, por regla
general, de los actos preparatorios, por la mayor lejanía de la lesión del bien jurídico; el
menor castigo de la tentativa y del delito frustrado respecto de la consumación, ya que
objetivamente es menor grave la puesta en peligro que la lesión del bien jurídico y la
impunidad de la tentativa absolutamente inidónea, porque no resulta objetivamente
peligrosa2246.
2243
Ídem.
2244
Jescheck, Tratado…, p. 551.
2245
Mir Puig, Derecho penal..., p. 336.
2246
Idem, pp. 336-337.
2247
Jescheck, Tratado…, p. 552.
2248
Romeo Casabona y Baldova Pasamar, Derecho penal…, p. 187.
499
la tentativa absolutamente inidónea, puesto que la inidoneidad objetiva no afecta a la
presencia de una perfecta voluntad criminal2249.
c. Teorías Mixtas
Parten de la voluntad delictiva como fundamento del castigo, pero limitada por
exigencias objetivas, como que el hecho produzca conmoción en la colectividad y de ahí se
conozca con el nombre de teoría de la impresión o conmoción. El objeto de la punición es
la voluntad, pero el merecimiento de pena de la conducta dirigida al hecho sólo es afirmado
si con ésta se ve afectada la confianza de la colectividad en la validez del ordenamiento
jurídico y el sentimiento de seguridad jurídica, pudiéndose menoscabar así la paz
jurídica2250. Sus consecuencias político-criminales consisten en la adopción de criterios
objetivos para delimitar los actos preparatorios de los actos ejecutivos. Las consecuencias
político criminales de las teorías mixtas son: sólo se deben castigar los actos que producen
una objetiva conmoción social; la atenuación facultativa de la pena de la tentativa según se
aminore o no la conmoción y la impunidad de la tentativa irreal, porque no determina
alarma social alguna2251.
2249
Mir Puig, Derecho penal..., p. 337.
2250
Jescheck, Tratado…, p. 552.
2251
Mir Puig, Derecho penal..., p. 337.
2252
Cfr. Mir Puig, Derecho penal..., pp. 338-339.
500
7. Casos legalmente regulados de punición en etapas previas
Como dijimos, los actos preparatorios son generalmente impunes, pero
excepcionalmente, se castiga la proposición y la conspiración para cometer determinados
delitos contra la seguridad exterior del Estado (art. 111 y Art. 250 del CJM) y contra su
seguridad interior (art. 125). Además, el CJM castiga también la proposición y conspiración
para cometer sedición y motín (art. 279). En términos más generales, la Ley N° 12.927
sobre Seguridad del Estado (art. 23) y la Ley N° 18.314 sobre Conductas terroristas (Art. 7)
establecen el castigo para la proposición y la conspiración para todos los delitos en ellas
contemplados. La penalidad de la conspiración se ha ampliado fuera del ámbito de los
delitos políticos a los delitos de tráfico ilícito de estupefacientes, por disposición del Art. 17
de la Ley N° 20.000, por discutibles razones preventivas2253.
La penalidad por la proposición y la conspiración se encuentra determinada en cada
caso especial, por la Ley que establece su castigo2254.
8. La proposición delictiva
El art. 8 del Cp., establece que la proposición se verifica cuando el que ha resuelto
cometer el crimen o simple delito, propone su ejecución a otra u otras personas2255.
El ámbito de aplicación de la proposición se reduce a los crímenes y simples
delitos, de manera que se encuentra expresamente excluidas las faltas, las que, por lo
general, únicamente se castigan cuando se encuentran consumadas, según lo dispuesto en el
art. 9 del Cp.
La proposición requiere para su verificación el rechazo de la misma por parte de las
personas a quienes va dirigida porque de ser aceptada estaríamos ante un caso de
conspiración2256.
En la proposición el sujeto ha resuelto cometer el delito, lo que implica una decisión
de intervenir a título de autor, ya que la referencia legal a cometer un crimen o delito, debe
2253
Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal chileno, parte general, p. 386.
2254
Mera, “Comentario al art. 8° del Cp.”, pp.165-166.
2255
Politoff afirma que el Cp chileno extendió el ámbito de la proposición y conspiración más allá de lo que lo
hacía el Cp español a determinados crímenes contra la seguridad exterior (arts. 106 a 111 del Cp), con arreglo
al art. 111 del mismo texto legal, y a los crímenes de rebelión (arts. 121, 122 y 124), según el art. 125, no
obstante ya comentaristas nacionales como Fuenzalida en dicho entonces se pronunció críticamente respecto a
la real necesidad de la incriminación la proposición por estimarla carente de suficiente dañosidad social. Sin
perjuicio de ello, leyes posteriores aumentaron considerablemente la sanción en el terreno político. Así en el
contexto de los delitos políticos, se añadieron en primer término, figuras punibles en el CJM, que castiga la
proposición y la conspiración para cometer los delitos de los arts. 244 a 249, del Título III del Libro II, sobre
traición, espionaje y otros delitos contra la seguridad exterior del Estado, y respecto de los delitos de sedición
y motín a que aluden los arts. 272 a 277, del párrafo 1 del Título V, sobre delitos contra el orden seguridad del
ejército, todo ello de conformidad a los arts. 250 a 278 del mismo Código. Adicionalmente, se ha ampliado
también el ámbito de figuras en comento en la legislación especial sobre seguridad del Estado, así por
ejemplo en el art. 23 de la Ley 12.927 sobre Seguridad del Estado. Igual situación se produce en la Ley
18.314 sobre conductas Terroristas, en su art. 7 (Politoff, Los actos preparatorios del delito, tentativa y
frustración. Estudio de dogmática penal y de Derecho penal comparado, Editorial Jurídica de Chile, 2004, p.
60.
2256
Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal chileno, parte general, p. 386.
501
entenderse como a ejecutarlo, de manera que no hay proposición si se invita a otros a
participar en la comisión de un delito en el que el proponente no va a intervenir2257. Luego,
el proponente solicita a otra u otras personas que participen o cooperen, conjuntamente con
él, en la realización del hecho típico que está resuelto a ejecutar2258, lo que supone la
realización conjunta del delito entre el proponente y los propuestos2259, de manera que no se
trata de cualquier forma de cooperación sino que sólo de aquellas que concurran o incidan
en la ejecución del crimen o simple delito, por lo que sólo procede respecto de los
ejecutores o de quienes controlan el delito, tales como el autor material, autor mediato,
coautor o cooperador necesario, por lo que no constituye proposición la simple petición de
consejo o parecer ajeno, ni la simple deliberación acerca de la conveniencia o
inconveniencia de cometer un delito2260, ni la mera inducción a cometer un delito por parte
de otro2261 porque la inducción es una forma de participación y en la proposición el
proponente ha decidido cometer el delito como autor. En cambio, sí constituye proposición
el solicitar el auxilio ajeno a través de actos ejecutivos para realizar el proponente con el
propuesto conjuntamente el crimen o simple delito2262.
La proposición debe ser seria, es decir debe estar destinada a la ejecución de un
delito determinado, por lo que no es proposición la simple provocación genérica a cometer
delitos.
No siempre la proposición es para que la persona a quien va dirigida ejecute
materialmente el delito, ya que el proponente podría proponer a otro que conjuntamente con
él, ejecute el delito como autor mediato.
a. Tipo de proposición
Como todo tipo penal, la proposición tiene un tipo objetivo y otro subjetivo.
2257
Diez Ripollés, Derecho penal..., p. 520.
2258
Cury, Derecho penal..., p. 561.
2259
Diez Ripollés, Derecho penal..., p. 520.
2260
Etcheberry, Derecho penal…, T. II, p. 55 y Novoa, Curso de Derecho penal..., T. II. P. 114
2261
Mera, “Comentario al art. 8° del Cp.”, pp.165-166.
2262
Etcheberry en cambio, estima que el instigar a otro para que realice el comportamiento es proposión, caso
en el que si la proposición es aceptada y el delito llega a ejecutarse, la proposición se llamaría inducción
(Etcheberry, Derecho penal…, T. II, p. 55).
502
La proposición no requiere que el destinatario la acepte, ya que se sanciona por sí
misma2263; pero si concurre la aceptación por parte del destinatario, por lo general
concurrirá conspiración (caso en el que la conspiración absorbe a la proposición) pero no
inducción porque las conductas de autoría consumen a las de participación y hay que
recordar que en la proposición el proponente ha decidido cometer el delito como autor2264.
Bien podría ocurrir en la proposición que el destinatario no la acepte, o bien, que,
aceptándola, no vaya más allá de los actos materiales de preparación, sin llegar a dar
comienzo a la ejecución del crimen o simple delito, o que, habiendo dado comienzo a la
ejecución, se desista voluntariamente de ésta. Si la proposición aceptada llega a constituir
una instigación, es posible que, no obstante ello, sea castigada como proposición (y no
como conspiración, por falta de concierto previo), lo que ocurrirá si el aceptante no comete
el delito propuesto ni da principio a su ejecución o comete otro diferente, casos en los que
no cabe sancionar al proponente por principio de exterioridad y accesoriedad, como
instigador de un delito que no se ha cometido ni comenzado a cometer, pero sí procedería el
castigo por la proposición. En cambio, si quien ha aceptado la propuesta comete el delito
objeto de la misma o da principio a su ejecución y se trata de una instigación, el proponente
responderá como instigador del delito cometido o de la tentativa del mismo y no como
autor de la proposición, la que es absorbida por la instigación2265.
2263
Ídem.
2264
Diez Ripollés, Derecho penal..., pp. 520-521.
2265
Mera, “Comentario al art. 8° del CP”, p.168.
2266
Ídem, p. 169.
503
ejecutar el delito, ni siquiera que hayan aceptado la proposición y si comienzan a ejecutar el
delito de mutuo acuerdo, el proponente será probablemente coautor, al menos, de una
tentativa, dado que habrá un acuerdo de ejecución en común, quedando sin consideración la
inducción, porque las conductas de autoría consumen a las de participación, y la
proposición, pues las conductas de ejecución consumen a las preparatorias. Además, en la
inducción no se exige que inductor haya resuelto intervenir él mismo en la ejecución del
delito2267.
10. La conspiración
Conforme a lo dispuesto en el inc. 2° del art. 8° del Cp., existe conspiración cuado
dos o más personas se conciertan para la ejecución del crimen o simpole delito.
Su ámbito de aplicación se reduce a los crímenes y simples delitos, por lo que no
existe conspiración respecto de las faltas.
Todos los partícipes en la conspiración deben tomar parte en la ejecución del delito
para el que se conspira, por lo que debe excluirse el castigo de la conspiración en cadena y
la conspiración para la inducción, porque la inducción no es un acto de ejecución y lo
mismo ocurre con la inducción a la conspiración, complicidad, tentativa o encubrimiento de
la misma, porque se trata de un anticipo de la punibilidad especialmente regulado 2268. La
inducción es para ejecutar el hecho típico; la cómplices cooperan a la ejecución del hecho
típico; y el encubrimiento supone el conocimiento de la perpetración de un crimen o simple
delito o de los actos ejecutados para llevarlo a cabo (tentativa), por lo que se excluye la
posibilidad de que se refiera a una conspiración, acto preparatorio que es anterior a la
tentativa2269.
La conspiración requiere de la existencia de un concierto entre los conspiradores, es
decir, debe concurrir un acuerdo activo en el que se determina la forma en la que
cooperarán los concertados en la ejecución del crimen o simple delito, de manera que no
basta con la simple aquiescencia, aprobación o consejo2270 o un simple plan hipotético de
comisión, porque se requiere acuerdo acerca del lugar, modo y tiempo de ejecución de un
delito determinado y la decisión seria de ponerlo por obra, aunque no es necesario un
acuerdo acerca de todos y cada uno de los detalles de su ejecución. La seriedad del acuerdo
excluye de la conspiración el concierto que tenga lugar con un agente encubierto porque
tiene el propósito de evitar el delito2271.
El objeto del concierto debe ser para la ejecución del crimen o simple delito, por lo
que debe determinarse la manera en que cada uno de los concertados va a participar en la
ejecución del delito, lo que implica división del trabajo entre personas de igual rango, en el
sentido del art. 15 N° 1 del Cp., lo que significa, básicamente, división del trabajo2272, ya
que la excepcionalidad del castigo de la conspiración por el notable anticipo de la
2267
Diez Ripollés, Derecho penal..., pp. 520-521.
2268
Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal chileno, parte general, p. 388.
2269
Mera, “Comentario al art. 8° del Cp.”, p.173.
2270
Mera, “Comentario al art. 8° del Cp.”, p.173.
2271
Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal chileno, parte general, pp. 388-389.
2272
Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal chileno, parte general, p. 388.
504
punibilidad que implica, aconseja realizar una interpretación restrictiva, en respeto del
principio de legalidad2273.
a. Tipo penal de conspiración
El examen de este acto preparatorio en nuestro Código penal permite arribar al
siguiente esquema relativo a las exigencias del tipo de conspiración:
2273
Mera, “Comentario al art. 8° del Cp.”, p. 174.
505
personas o las propiedades, sin que sea necesario para la punición de esta figura típica que
se hayan realizado actos punibles concretos.
El tratamiento punitivo que se otorga en el Código a los miembros de dicha
agrupación, diferencia según sea la entidad de los ilícitos para la cual se ha formado, según
se trate de crímenes o simples delitos (art. 293), estableciendo además un tratamiento
punitivo diferenciado con penas más severas para aquellos que ejercen funciones de mando
o que operen como provocadores de dicha organización que aquellas sanción prevista para
los subordinados o aquellos que cooperen voluntariamente con ellas a sabiendas o le
provean de medios delictivos. Paralelamente, se contemplan figuras específicas de
asociación ilícita en cuerpos legales especiales, dentro de las cuales se destaca, entre otras,
la asociación ilícita terrorista en el art. 2.5 de la Ley 18.314, mientras que el art. 16 de la
Ley 20.000, contempla la figura de la asociación ilícita para cometer delitos de la Ley de
Trafico de Estupefacientes y sustancias psicotrópicas.
La configuración de la tipicidad de las asociaciones ilícitas a través de la simple
conducta de organizarse u agruparse, pudiere llevar a pensar que se trata de casos
especiales de conspiración. Sin embargo, ello no es correcto. Las diferencias entre ambos
tipos de incriminación son múltiples. La asociación ilícita requiere una cierta organización,
con una estructura jerárquica entre sus miembros, de carácter estable, que constituye una
estructura de operación entre sus integrantes con reparto de tareas y funciones2274, que
supone una unión de cierta duración con la finalidad de cometer una pluralidad de delitos,
elementos que no concurren a propósito de la conspiración2275.
2274
Diez Ripollés, Derecho penal…, pp. 519-520.
2275
Politoff, Los actos preparatorios..., pp. 94-95.
2276
Etcheberry, Derecho penal..., T. II, p. 56, citando a Gandarillas, sesión 119 de la Comisión Redactora;
Garrido, Derecho penal..., II, pp. 374 y ss.
2277
Etcheberry, Derecho penal..., T. II, p. 56; Garrido, Derecho penal..., T. II, pp. 374-375.
506
renunciar a su realización, aunque no se hayan emprendido todavía actos preparatorios, de
manera que el propósito de no cometer el delito propuesto constituye desistimiento, porque
a diferencia de lo que ocurre en el caso de la tentativa y la frustración, la proposición se
sanciona por sí misma, ni siquiera requiere de la aceptación, pero si han comenzado a
realizar actos preparatorios, el desistimiento supone el abandono de los mismos2278.
La exención de pena sólo beneficia al autor de la proposición porque así se deduce
del texto de la ley, ya que la eximente de pena en caso de desistimiento se refiere a la
proposición para cometer un delito, por lo que sólo puede alcanzar al autor de la
proposición2279/2280. Quien acepta la proposición y se desiste voluntariamente de los actos
preparatorios del delito objeto de aquélla, no podría ser castigado como autor de
proposición para cometer un delito, porque no es él el autor de la proposición, sino la
persona a quien ésta va dirigida. El sujeto activo de la proposición es el proponente, el que
ha resuelto cometer un delito y propone su ejecución a otra u otras personas, y no el
receptor de la propuesta delictiva, quien de desistirse voluntariamente de los actos
preparatorios de la ejecución del delito objeto de la proposición (en caso de que se
encuentren sancionados), está exento de responsabilidad penal por dichas conductas porque
los actos preparatorios no son por lo general punibles, y en caso de que lo sean, el
desistimiento voluntario de los mismos acarrea la impunidad, ya que si esto es así en la
tentativa y el delito frustrado, con mayor razón tratándose de actos preparatorios2281. Por lo
tanto la exención de pena se refiere a la proposición y el proponente es el único sujeto
activo de la misma, quien podría tener buenos motivos para desistirse de la ejecución del
delito propuesto, en el caso de haber realizado actos preparatorios que se encuentren
penados y aunque no lo estén, podría estar interesado en liberarse de pena por la
proposición, desistiéndose de cometer el delito propuesto y denunciando el plan y sus
circunstancias. Además, parece deseable que los que han hecho proposiciones delictivas se
desistan de las mismas, denunciando el plan y sus circunstancias2282/2283.
En lo que dice relación con la eximente de pena por la conspiración, originada en el
desistimiento de la ejecución del delito, antes de principiar a ponerlo por obra, basta con
renunciar a la ejecución del delito y, en el caso de que se hayan comenzado a realizar actos
preparatorios, es necesario el abandono de los mismos, esto es, no persistir en ellos2284.
2278
Mera, “Comentario al art. 8° del CP”, p. 170.
2279
Mera, “Comentario al art. 8° del CP”, p. 171.
2280
En contra, Garrido piensa que el desistimiento de la comisión del delito libera de pena a cualquiera de los
intervinientes (Garrido, II, 374).
2281
Mera, “Comentario al art. 8° del CP”, p. 171.
2282
Mera, “Comentario al art. 8° del CP”, pp. 171-172.
2283
Para Etcheberry en cambio, la disposición del inciso final del Art. 8o es "prácticamente inaplicable" a la
proposición, porque si la proposición es aceptada estaríamos frente a una "conspiración", no a una
proposición y si, por el contrario, la proposición es rechazada, habría sólo dos posibilidades: o el denunciante
es quien rechazó la proposición "y en tal caso no se advierte por qué habría de eximirse de pena al
proponente", o es el proponente mismo, y en ese evento se producirá la situación que Gandarillas temía: "no
habrá peligro en hacer proposiciones criminales, pues si éstas no son aceptadas, siempre el proponente podría
ponerse a salvo denunciándose inmediatamente a la autoridad y quedando impune" (ETCHEBERRY, II, 56,).
2284
En contra, Politoff, Matus y Ramírez, sostienen que no basta el arrepentimiento del conspirador, sino que
debe realizar los esfuerzos suficientes y eficaces, en sentido contrario, para impedir que se dé comienzo a la
ejecución del delito; obtener el desistimiento de quienes ya han dado comienzo a la ejecución del delito, pero
aún no llegan a consumarlo; o, si el hecho se le ha escapado de las manos, denunciar el plan y sus
circunstancias a la autoridad (Politoff, Matus y ramírez, PG, 393). Sion embargo, no es aceptable que el
507
Respecto de la denuncia del plan y sus circunstancias, se trata de una exigencia aplicable en
todos los casos en los que el desistimiento tiene lugar, y no sólo para el evento de que al
conspirador arrepentido se le haya escapado el hecho de las manos2285.
No cabe desistimiento de la conspiración misma, ya que producido el concierto, la
conspiración se encuentra perfeccionada, por lo que no es posible desistirse de ella, de
manera que la impunidad de la conspiración deriva del desistimiento de la ejecución del
delito objeto del concierto antes de principiar a ponerlo por obra y de que se inicie
procedimiento judicial contra el culpable, con tal que denuncie a la autoridad pública el
plan y sus circunstancias2286.
Si en caso de ser uno de los concertados el que delata, la eximente beneficia sólo al
2287
delator .
desistimiento de la ejecución del delito objeto del concierto constitutivo de la conspiración tenga más
exigencias que el desistimiento de la tentativa (Mera, “Comentario al art. 8° del CP”, p. 175)
2285
Mera, “Comentario al art. 8° del CP”, p. 175.
2286
Mera, “Comentario al art. 8° del CP”, p. 175.
2287
Etcheberry, sin perjuicio de reconocer que el tenor de la ley no aclara la duda, apoya esta conclusión por
la razón de ser de la causal y por la similitud con la regla establecida respecto de las asociaciones ilícitas, de
un tenor casi idéntico en el art. 295 del Cp, (Etcheberry, Derecho penal..., T. II, p. 57)
508
CAPITULO XVII
ITER CRIMINIS
TEMA 2
EL DELITO TENTADO
1. Objetivos. — 2. Caso de introducción (STS español, de fecha 12 julio de 1995). — a. Problemas jurídico
penales que derivan del caso. — b. Sentencia de la Audiencia Provincial. — c. Sentencia del Supremo
Tribunal Español. — d. Opinión personal. — 3. Introducción. — 4. Esquemas del delito tentado y frustrado.
— 5. Regulación legal. — 6. Ámbito de aplicación. — 7. Penalidad para el delito tentado en atención a la
autoría y participación. — 8. Estructura del delito tentado. — A. Tipo objetivo. — a.1. Conducta típica: Dar
principio a la ejecución de un crimen o simple delito por hechos directos. — a.1.a Teoría subjetiva. —
a.1.a.1. Planteamientos subjetivistas menos radicales (Teorías del “dolus ex re” y de la “univocidad o
equivocidad”). — a.1.b. La teoría objetivo-formal. — a.1.c. Teoría mixta. — a.1.c.1 Criterios objetivos de
valoración del plan del autor. — a.1.c.2. Caso práctico. — a.1.d. Teoría de la impresión o de la conmoción
social. — a.2. El principio de ejecución debe realizarse por hechos directos. — a.3. Ejecución parcial de la
conducta típica. — B. Tipo subjetivo. — 9. Tentativa inidónea. — a. La tentativa absolutamente inidónea. —
a.1. Ejemplos de tentativa absolutamente inidónea. — a.2. Efectos de la tentativa absolutamente inidónea. —
a.2.a Tesis mayoritaria. — a.2.b Tesis minoritaria. — b. La tentativa relativamente inidónea. — b.1. Ejemplo
de tentativa relativamente inidónea. — b.2.a Tesis mayoritaria. — b.2.b. Tesis minoritaria. — 10. El delito
putativo. — 11. Paralelo entre tentativa, frustración, tentativa inidónea, tentativa irreal y delito putativo. —
1. Objetivos
a. Comprender qué es la tentativa y en qué se diferencia de los actos preparatorios y del
delito frustrado.
b. Precisar la ubicación sistemática de la tentativa, su ámbito de aplicación y penalidad.
c. Analizar el tipo objetivo y subjetivo del tipo de tentativa.
d. Determinar qué es la tentativa inidónea, cuál es su tratamiento legal y distinguir la
tentativa absolutamente inidónea de la tentativa relativamente inidónea.
d. Diferenciar la tentativa inidonea de la tentativa irreal o superticiosa y del delito putativo.
2. Caso de introducción
“Cuando Susana, de 23 años de edad, caminaba a su trabajo, fue abordada por el
acusado quien, luego de preguntarle la hora, esperó que se subiera a su moto y le dijo que
le iba a hacer el amor y como Susana no hizo caso a su propuesta, el imputado le dijo que
iba en serio y le exhibió una navaja con gesto amenazador. La atacada reaccionó
rápidamente y aprovechando un descuido del acusado, salió corriendo y se escondió en un
local, desde donde fue acompañada hasta el trabajo por un conocido”2288.
2288
Adaptación a los modismos chilenos, del caso extraído de la jurisprudencia española contenido en Silva,
Baldó y Corcoy, Casos de la jurisprudencia penal con comentarios, Derecho penal, Editorial Bosch, 1997, p.
366.
509
¿Qué criterios interpretativos consideraría para determinar si el sujeto dio
principio a la ejecución del crimen o simple delito por hechos directos, esto es, si pasó o no
de la fase preparatoria a la fase ejecutiva?
¿Manifestó el sujeto subjetivamente su voluntad de consumar el delito de violación?
¿Desarrolló el sujeto alguna acción ejecutiva de la conducta típica del delito de
violación?
¿Realizó el sujeto una conducta materialmente peligrosa para el bien jurídico
penalmente tutelado?
¿Existe una inmediatez temporal entre la conducta y la lesión del bien jurídico?
¿Qué hubiese sucedido si la víctima hubiese cedido a la intimidación realizada por
el sujeto activo?
¿Si la víctima se hubiese defendido en vez de huir habría legítima defensa?
d. Opinión personal
En la medida en que el sujeto dio inició a la realización de la conducta descrita en el
tipo penal por actos directos, consistentes en manifestar su voluntad en orden a penetrar a la
víctima y tal manifestación fue acompañada de una intimidación con un elemento corto-
punzante lo que demuestra la seriedad de la amenaza, resulta sumamente difícil negar que
en este caso no se haya producido el comienzo de la tentativa de violación. Por lo tanto,
concuerdo con el criterio de la Audiencia Provincial, en el sentido de afirmar la presencia
de actos ejecutivos.
3. Introducción
Si el autor traspasa la frontera de los actos preparatorios se inicia la fase ejecutiva,
con el principio de ejecución. Concurre el tipo de tentativa cuando el autor comienza a
practicar los actos dirigidos o encaminados a la consumación de alguno de los delitos
dolosos del Libro II del Código penal, que conforman la parte especial de dicho cuerpo
legal, pero no alcanza a realizar todos los necesarios para completar la conducta típica. Por
510
lo tanto, la tentativa (inacabada) es la ejecución parcial del delito2289. Si seguimos la
definición de tentativa del art. 7 del Cp., podemos afirmar que la tentativa (inacabada)
consiste en dar principio a la ejecución del crimen o simple delito por hechos directos, pero
faltando uno o más para su complemento. Roxin siguiendo de cerca el texto de los arts. 22
y 23 del Cp. alemán2290 y la teoría de la representación del autor, define tentativa como una
actuación próxima al tipo con dolo de realización típica2291/2292 y agrega que la tentativa es
2289
Jiménez de Asúa, Tratado de Derecho penal, T. VII, p. 386.
2290
Los parágrafos 22 y 23 del Cp alemán prescriben: Precisión de términos § 22 Intentará realizar un hecho
penado el que, de acuerdo a su concepción del hecho, se proponga inmediatamente realizar la acción
tipificada.
Culpabilidad de la tentativa § 23 1. La tentativa de un criminal será siempre punible. La tentativa de una falta
será punible sólo cuando la ley lo determine así expresamente. II. La tentativa podrá ser penada de forma más
atenuada que la consumación (§ 49, apartado I). III. Cuando el autor, por incomprensión básica, haya
ignorado que la tentativa, por el tipo de objeto o de los medios que debían emplearse para realizar el delito, no
puede llevar a la realización de este, el tribunal podrá prescindir de aplicar la pena o atenuarla según su justo
parecer (§ 49, apartado II).
2291
Roxin, Derecho penal…, T. II, p. 434.
2292
A partir del texto legal del art. 22 del Cp. alemán, Roxin afirma que la actuación próxima al tipo debe ser
determinada sobre la base de la representación del autor (“según su representación del hecho”) y de este
elemento del concepto de tentativa extrae tres tesis acerca de la tentativa: a) Toda tentativa exige una decisión
(o resolución) de actuar dirigida a la consumación del delito. Esta decisión de actuar (= dolo) no es, sin
embargo, idéntica a la “representación del hecho” requerida por el § 22. E1 elemento intelectual del dolo sí
que se corresponde con la representación del autor acerca del hecho. Quien crea un peligro próximo a la
realización típica sólo de un modo imprudente, según su representación, no está iniciando la realización de la
conducta típica, porque o bien no ve el peligro (imprudencia inconsciente), o bien confía en que el mismo no
llegará a realizarse (imprudencia consciente). Así pues, una tentativa imprudente no puede existir, según el
Derecho alemán. La misma puede ser, a lo sumo, tratada como un delito de peligro (por ejemplo: puesta en
peligro imprudente de la seguridad vial, §315 c). b) Con “representación del hecho” no se quiere hacer
referencia únicamente a un elemento del dolo, sino también a la clase y características de la realización del
hecho. Cuando alguien dirige su fusil contra una persona, la existencia de una tentativa de homicidio no
depende tan sólo de si se ha actuado con dolo de matar o únicamente con el fin de amenazar. Depende
también de si el autor -existiendo dolo- quiere disparar inmediatamente, o más bien pretende hacerlo después
de largo tiempo (por ejemplo, al final de una larga discusión). En el primer caso, existe ya tentativa al apuntar
con el fusil. En el segundo, todavía no, debido a la falta de inmediatez de la realización típica. Así pues, la
existencia de una tentativa debe determinarse conforme a un criterio objetivo, aunque la perspectiva de
enjuiciamiento sea subjetiva. La "representación del hecho” abarca, según esto, también la “representación del
curso de los hechos” del autor, su plan de actuación. c) Por fin, de la adecuación a la representación del autor
se deriva también la punibilidad de todas las formas de tentativa inidónea. Pues cuando alguien con intención
de matar echa en el café de un tercero una sustancia conocidamente inocua, pero tenida por mortal por el
autor, no ha iniciado de forma inmediata la realización efectiva de la conducta típica realmente, aunque sí
según su propia representación. Que esto es, de acuerdo con el Derecho alemán vigente, una tentativa punible
se deriva no sólo del § 22, sino también del § 23 III. Pues si en dicho precepto se otorga al juez un ámbito
mayor de discrecionalidad en la determinación de la pena en relación con la punición de las tentativas
particularmente insensatas, ello presupone que hay que admitir que existe en principio una tentativa punible.
De la fundamentación de la ley, se puede inferir, pues, que ello debería tener también expresión en el § 22. La
puesta en peligro así descrita debe estar próxima al tipo, pero no necesariamente al bien jurídico; pues debe
existir el inicio inmediato de la “realización de la conducta típica” (§ 22). El punto de referencia para la
punición de la tentativa no es, por lo tanto, el bien jurídico protegido, sino el tipo penal. Esto es importante,
porque, según ello, las acciones pueden ser consideradas como tentativas incluso si, en relación con el bien
jurídico protegido, se hallan todavía alejadas del mismo, en el ámbito de la mera preparación. Así, existe una
tentativa punible de falsificación de moneda (§ 146) cuando el autor inicia el acto de falsificación; el bien
jurídico protegido (el sistema monetario), sin embargo, se vería afectado tan sólo cuando se produjese la
introducción de la moneda falsa en el tráfico. Finalmente, solamente existe tentativa cuando el autor, para la
consecución de sus fines, emplea medios materiales. La tentativa supersticiosa realizada con medios irreales
511
la creación, a través de medios materiales, de un peligro que, enjuiciado sobre la base de la
representación del autor, resulta próximo a la realización típica; o bien, cuando ya ex ante
es previsible la carencia de peligrosidad de dicha acción, una infracción típica de la norma
que, a juicio del legislador, constituya una perturbación del Derecho de cierta entidad”2293.
La frustración (tentativa acabada) en cambio, supone que el autor ha realizado todos
los actos de ejecución de la conducta típica (ha puesto todo de su parte para que el crimen o
simple delito se consume) y, sin embargo, no ha logrado la consumación del ilícito.
Si el castigo de los actos preparatorios, consistentes en la proposición y en la
conspiración, es excepcional debido a que, en nuestro sistema, de acuerdo con lo señalado
en el art. 8 del Cp. rige un sistema de incriminación específica2294, la sanción de la tentativa
es la regla general. Por lo tanto, rige en Chile un sistema de incriminación general de la
tentativa.
En Derecho comparado se prescinde de la clásica distinción entre delito tentado y
frustrado y en cambio se extiende el concepto de tentativa a todo proceso de ejecución,
desde su comienzo hasta su terminación, sin consumación y se distingue entre la tentativa
inacabada (actual concepto de tentativa en el Cp. chileno) y tentativa acabada (actual
frustración del art. 7 del Cp. nacional)2295.
(por ejemplo, el esfuerzo para dañar a otro mediante brujería) resulta por principio impune. Esto no resulta
directamente del tenor literal de la ley, cuyo § 23 III permitiría en principio subsumir la tentativa
supersticiosa. Pero sí ha de deducirse del fundamento de la punición de la tentativa, a tenor del cual en las
acciones de esta clase no existe nunca necesidad de pena: el Derecho Penal moderno considera merecedora de
represión la actividad dirigida a la realización de la conducta típica solamente cuando se apoya en bases
reales. En la tentativa supersticiosa faltan tanto la creación de un riesgo jurídicamente desaprobado, que
caracteriza a la tentativa peligrosa, como también el quebrantamiento de la paz jurídica (la “infracción de la
norma que perturba el Derecho”) en el que se fundamenta la punibilidad de la tentativa no peligrosa (Roxin,
Derecho penal…, T. II, pp. 434-435).
2293
Idem.
2294
La misma nomenclatura es utilizada en Quintero Olivares, Parte general del Derecho penal, pp. 594-595.
2295
Así, por ejemplo, sucede en el caso del art. 16.1. del Cp. español, el cual dispone que: “Hay tentativa
cuando el sujeto da principio a la ejecución del delito directamente por hechos exteriores, practicando todos o
parte de los actos que objetivamente deberían producir el resultado, y sin embargo éste no se produce por
causas independientes de la voluntad del autor”. Lo anterior tiene importancia penológica en el ordenamiento
español, toda vez que conforme a lo prevenido en el art. 62 del Cp. español, a los autores de tentativa debe
imponérseles la pena inferior en uno o dos grados a la señalada en la ley para el delito consumado, en la
extensión que se estime adecuada, atendiendo al peligro inherente al intento y al grado de ejecución
alcanzado. Así las cosas, en España, la distinción penológica entre la tentativa acabada o inacabada es
facultativa y no obligatoria para el tribunal como sucede en Chile respecto de la distinción entre el delito
tentado y el frustrado.
512
4. Esquemas del delito tentado y frustrado
Tentativa Frustración
El autor da principio a la ejecución del El autor pone de su parte todo para que se
crimen o simple delito por hechos directos, consume el crimen o simple delito y esto no se
pero faltan uno o más actos para su produce por causas ajenas a su voluntad. Por
consumación. Por lo tanto, en la tentativa la lo tanto, la conducta típica está completa,
conducta típica está incompleta. pero pese a ello el resultado que conduce a la
consumación del delito no se produce.
Principio de ejecución
5. Regulación legal
De acuerdo con lo dispuesto en el art. 7 inc. 3° del Cp., hay tentativa cuando el
sujeto activo da principio a la ejecución del crimen o simple delito por hechos directos,
pero faltan uno o más para su complemento.
6. Ámbito de aplicación
Se aplica sólo a los crímenes o simples delitos, toda vez que de acuerdo con lo
dispuesto en el art. 9 del Cp., las faltas sólo se castigan cuando han sido consumadas.
Se entiende por crimen un delito cuya pena sea superior a 5 años de presidio y por
simple delito, aquél cuya pena es superior a 61 días, pero inferior a 5 años de presidio.
A diferencia del delito frustrado, el tipo dependiente de tentativa, puede concurrir
tanto en los delitos de mera actividad2296 como en los delitos de resultado2297. Como el
2296
Son aquellos para cuya consumación basta con la realización completa de la actividad descrita en el tipo,
toda vez que el tipo de injusto se agota en la conducta del autor sin que el resultado potencial o efectivo,
separado de la conducta, deba sobrevenir (Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 282; Villamor Lucía, Delitos de
peligro abstracto, una aproximación al Derecho penal del enemigo, p. 1 y Mir Puig, Derecho penal..., p. 221)
513
delito frustrado supone que el sujeto activo desarrolla la conducta típica completamente,
pero pese a ello el resultado no se produce, la frustración tiene sólo aplicación en los delitos
de resultado, más no en los de mera actividad.
Sin embargo, no todos los delitos de la parte especial admiten tentativa. Así, por
ejemplo, si el delito de mera actividad se consuma de manera inmediata en un solo acto, no
es posible apreciar la tentativa porque con su realización estaremos ya en presencia de un
delito consumado. Ello ocurre en el delito de injuria2298. No obstante, en el delito de
violación tipificado en el art. 361 del Cp., el sujeto puede haber manifestado de palabra o
con sus actos el dolo de consumar el acceso carnal, por ejemplo, mediante el uso de la
intimidación, pero no haber alcanzado a realizar todos los actos que directamente lo
conducen a la consumación de la conducta típica. Si bien en ambos casos (delito de injuria
y de violación) estamos en presencia de delitos de mera actividad, sólo en el segundo, es
posible el delito tentado.
2297
Son aquellos que requieren para su consumación de la producción de un resultado, separado de la
conducta que lo produce (Mir Puig, Derecho penal..., p. 221).
2298
Quintero Olivares, Parte general del Derecho penal, p. 593.
2299
Al respecto sostenemos que los delitos en contra de la propiedad por medios materiales, son delitos de
mera actividad. En el mismo sentido, Oliver, Delitos contra la propiedad, p. 123.
514
Esquema de la penalidad del delito tentado
Autores de tentativa Pena inferior en 2 grados a la que señala la ley
Cómplices de tentativa Pena inferior en 3 grados a la que señala la ley
Encubridores de tentativa Pena inferior en 4 grados a la señalada en la ley
art. 55 del Cp. Las disposiciones generales contenidas en los arts. 52, 53 y
54, no se aplican en aquellos casos en los cuales la tentativa
se halla especialmente penada por la ley.
2300
Velásquez, Derecho penal..., T. II, p. 1115.
2301
En tal sentido, por ejemplo, Garrido Montt denomina al capítulo del iter criminis como “Etapas de
concreción del delito” (Garrido Montt, Derecho penal..., p. 341) y Bullemore y Mackinnon, como “Etapas de
desarrollo del delito” (Curso de Derecho penal, T. II, p. 142).
2302
En sentido inverso, Zaffaroni sostiene que “No hay un delito de tentativa sino tentativas de delitos”,
(Zaffaroni, Derecho penal..., p. 809)
2303
Mir Puig, Derecho penal..., p. 335.
2304
En el mismo sentido, Cury, Derecho penal..., pp. 550-551.
2305
Quintero Olivares, Parte general del Derecho penal, p. 593.
515
a. Conducta típica
1. Dar principio a la ejecución de un crimen o simple delito
2. El principio de ejecución debe realizarse por hechos directos
3. Ejecución parcial de la conducta típica
B. Tipo subjetivo
Dolo
III. Antijuridicidad
IV. Culpabilidad
A. Tipo objetivo
a.1. Conducta típica: Dar principio a la ejecución de un crimen o simple delito
El comienzo de ejecución requiere que se traspase la frontera que separa los actos
preparatorios de los actos ejecutivos2306.
La distinción entre una u otra clase de actos se ha determinado con diversos criterios
según las teorías que pretenden determinar cuando estamos en presencia de un comienzo de
ejecución.
Las teorías subjetivas se centran en la realización de una voluntad mala, contraria a
Derecho o en el plan del autor. La principal consecuencia político criminales de las teorías
objetivas consiste en un castigo generalizado de la tentativa inidónea por concurrir también
en ella, una voluntad contraria a Derecho.
Las teorías objetivas en cambio, ponen el foco de atención en el peligro objetivo
para el bien jurídico, en virtud de una concepción de Derecho penal de acto, toda vez que
los pensamientos no son punibles. Las consecuencias político criminales de las teorías
objetivas consisten en que la tentativa sólo podría castigarse si el comienzo de ejecución se
trasunta en un peligro para el bien jurídico; por lo que la tentativa absolutamente inidónea
debe ser impune; el delito tentado debe tener menos pena que el consumado y los actos
preparatorios deben ser impunes por regla general2307.
Roxin sostiene que no es posible desarrollar ninguna solución para la delimitación
entre la preparación no punible y la tentativa punible que pueda derivarse de los criterios
que determinan el fundamento de la punición de la tentativa, porque todos estos
fundamentos concurren también en mayor o menor medida en los actos preparatorios. Así,
en las teorías subjetivas, la voluntad de comisión del delito y el quebrantamiento expresivo
de la norma se manifiestan también en los actos preparatorios, por lo que se les reprocha
que favorecen la fijación de un momento de inicio de la tentativa demasiado temprano. Las
teorías objetivas en tanto, dan cuenta que la tentativa es más peligrosa que la mera
preparación, por lo que la peligrosidad del comportamiento del autor cumple un papel
importante en la delimitación de entre la preparación y la tentativa, por lo que estas teorías
son más adecuadas para distinguir entre preparación y tentativa, pero tampoco
proporcionan una delimitación más exacta, pues la puesta en peligro por la conducta del
autor concurre también en la fase preparatoria y se va incrementando continuamente hasta
2306
Mir Puig, Derecho penal..., p. 345.
2307
Velásquez, Derecho penal..., T. II, pp. 1116-1117
516
la consumación. Si se establece una escala de 1 a 100 para los grados de puesta en peligro,
queda claro que a partir de la puesta en peligro no es posible extraer ningún criterio para
determinar en qué punto de la escala se supera el límite para estar en presencia de una
tentativa. A lo sumo, se puede decir que cuanto más pronto concurra una tentativa, más
peligrosa será la conducta del autor, pero esta fórmula no proporciona una delimitación más
exacta2308.
2308
Cfr. Roxin, Derecho penal..., T. II, pp. 465-466.
2309
Roxin, Derecho penal..., T. II, pp. 444-445.
2310
Romeo Casabona y otros, Derecho penal…, p. 191.
2311
Bacigalupo, Derecho penal..., pp.464-465
2312
Stratenwerth, Derecho penal..., p. 332; Garrido, Derecho penal..., p. 345.
2313
Cury, Derecho penal..., p. 558.
2314
Mir Puig, Derecho penal..., pp. 345-346.
517
problema es que con ello la determinación del momento a partir del cual los actos son de
ejecución dependería del autor y no de la ley2315, lo que pugna con el principio de legalidad
ya que no corresponde al autor determinar a partir de qué momento los actos que realiza
son ejecutivos y, por tanto, punibles2316. Además, es incompatible con el carácter objetivo
de la expresión “dar principio a la ejecución del crimen o simple delito por hechos
directos”, contenida en el art. 7 del Cp. chileno y con la regla que indica que los actos
preparatorios de la conspiración y de la proposición son castigados excepcionalmente, de
acuerdo con lo preceptuado en el art. 8° del Cp.2317. Por otro lado, no explica por qué la
tentativa es penada de forma más atenuada que la consumación; por qué no se castiga la
tentativa absolutamente inidónea y por qué la tentativa supersticiosa es impune, ya que en
todos estos casos existe una voluntad contraria al Derecho, por lo que las diferencias sólo
pueden ser explicadas en virtud de la graduación de la puesta en peligro. Tampoco permite
entender por qué los actos preparatorios son generalmente impunes, ya que también en ellos
se manifiesta una voluntad contraria al Derecho, pero su impunidad generalizada se
justifica en su menor peligrosidad. Por regla general la tentativa constituye un paso y un
estadio previo hacia la consumación, y es ya un ataque material al bien jurídico, aunque sea
sólo en forma de puesta en peligro, de manera que ex ante, es posible distinguir entre
conductas peligrosas y conductas no peligrosas, como lo hacen la teoría de la adecuación y
la teoría de la imputación objetiva2318.
2315
Mir Puig, Derecho penal..., p. 346.
2316
Romeo Casabona y otros, Derecho penal…, p. 191.
2317
Cury, Derecho penal..., p. 559.
2318
Roxin, Derecho penal…, pp. 445-446.
2319
Mir Puig, Derecho penal..., p. 346.
518
en la medida en que mediante la referencia a la “expresividad” también se toma en
consideración su aspecto objetivo y evita también la separación estricta entre una
consumación orientada hacia el resultado y una tentativa portadora de voluntad, al ver tanto
en la tentativa como en la consumación una agresión perfecta a la vigencia de la norma,
pero apenas establece diferencia entre el delito consumado y las diversas clases de
tentativa, convirtiéndose éstas en el prototipo del injusto. En la medida en que Jakobs
concibe el delito como “lesión de la vigencia de la norma”, se aleja de los fundamentos
objetivos del Derecho penal del hecho, en favor de una subjetivización, que se aproxima al
Derecho penal del carácter. Así, las diferencias en los niveles de punición entre la
consumación, la tentativa y la tentativa irracional no pueden ser explicadas, si se parte de
que todas estas formas de acción constituyen en sí mismas “agresiones perfectas a la
vigencia de la norma”. También sería una consecuencia de este punto de partida la
punición de los actos preparatorios, en tanto “quebrantamientos expresivos de la norma”,
pero Jakobs intenta evitar esto exigiendo un quebrantamiento de la norma “próximo al
tipo”, sin embargo, esta restricción, en sí misma correcta, no puede ser fundamentada a
partir de su concepción teórica, toda vez que no se explica ¿Por qué habría que exigir que el
quebrantamiento de la norma fuera próximo al tipo, si la lesión del bien jurídico protegido
por los tipos penales, no es relevante para el injusto? Como dice Weigend: “Si el injusto
merecedor de pena se basa en la rebelión contra un valor social jurídico-penalmente
protegido, entonces no sólo falla a la hora de establecer una delimitación entre preparación
y tentativa a partir de criterios teóricamente fundados, sino incluso cuando se trata de
explicar el hecho de que las acciones que son “claramente” preparatorias sean excluidas de
la punición”2320.
2320
Roxin, Derecho penal…, pp. 448-449.
2321
Romeo Casabona y otros, Derecho penal…, p. 192 y Diéz Ripollés, Derecho penal…, p. 525.
2322
Cerezo Mir, Obras completas, T. I, p, 1054 y Diez Ripollés, Derecho penal…, p. 525.
519
produce la muerte, por lo que no cabría la tentativa, porque el verbo “matar” no puede
realizarse parcialmente: se mata o no se mata2323.
Esta conclusión es inaceptable, la conducta debe entenderse en sentido más amplio
que el de su realización, porque ésta supone la consumación y, además, porque el art. 7 del
Cp., exige que el culpable de principio a la ejecución del crimen o simple delito por hechos
directos, expresión más amplia que la sola realización de actos ejecutivos de la conducta
descrita en el tipo penal2324/2325.
2323
Mir Puig, Derecho penal..., p. 346.
2324
Garrido, Derecho penal..., T. II, p. 358.
2325
En Chile, siguen la teoría objetivo formal, autores como Labatut, Derecho penal…, T. I, p. 184;
Etcheberry, Derecho penal…, T. II, p. 60, Mera Figueroa, “Comentario del art. 7° del Cp.”, p. 144, etc.
2326
En el mismo sentido, Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal, parte general..., p. 379.
2327
En un sentido similar al propuesto, Bustos, aludiendo al art. 16.1. del Cp español, afirma: “Como puede
apreciarse, a este concepto del Cp vigente se le puede aplicar sin mayor problema el criterio de determinación
que da la teoría objetivo-individual, para diferenciar la la tentativa de los actos preparatorios, ya que
precisameme «el principio de ejecución directamente por hechos exteriores» sólo se puede establecer sobre la
base del plan el autor. Sólo abría que introducir la corrección que, si bien así puede quedar determinada la
tipicidad de la téntativa, no significa todavía que haya un injusto, sino sólo un indicio, es necesario, además,
que signifique una afección real al bien jurídico (un peligro, con eso basta), ya que el desvalor del resultado,
como hemos señalado, es fundamental para la configuración del injusto delictivo (Bustos, Obras compltas...,
T. I, p. 1051).
2328
Roxin, Derecho penal…, T. II, p. 449.
520
Por lo tanto, conforme a esta teoría,hay tentativa si los actos ejecutados son
apropiados para conmover la confianza de la generalidad en la vigencia del
ordenamiento2329. La voluntad puesta en marcha frente a la norma de comportamiento es el
fundamento de la tentativa, pero el merecimiento de pena de la conducta dirigida al hecho
sólo es afirmado si afecta la confianza de la colectividad en la validez del ordenamiento
jurídico y el sentimiento de seguridad jurídica, pudiendo menoscabar así la paz jurídica2330.
Se critica esta teoría porque la tentativa tutelaría un bien jurídico diferente del que
quería lesionar el autor, que sería sólo el sentimiento de seguridad y la confianza en el
Derecho, lo que importa subestimar la afectación de los bienes jurídicos individuales, para
reemplazarlos por otro bien jurídico de naturaleza estatal2331.
Stratenwerth tilda a esta teoría de una mera etiqueta para apelar directamente a la
teoría de la pena, según puntos de vista de la prevención general positiva y recurre para
desacreditarla a la absoluta falta de conocimiento empírico fiable acerca de cuándo sería
necesaria la pena, y en qué medida, desde el punto de vista de la prevención general. Por lo
tanto, nadie puede decir cuándo una tentativa, en los casos-límite, podría causar una
impresión efectivamente conmovedora de la vigencia. Dicha teoría se agotaría en
conclusiones circulares: La tentativa pone en peligro la confianza en la vigencia del
ordenamiento jurídicamente protegido cuando aparece como merecedora de pena, y a la
inversa2332.
Además si se es coherente con esta teoría, habría que castigar como tentativa actos
preparatorios que provocan conmoción social. También habría que castigar, solo de
manera facultativa, con menor pena a la tentativa que la consumación, dependiendo de la
mayor o menor conmoción social que provocó la conducta del sujeto para la confianza de la
generalidad en la vigencia de ese ordenamiento y, por último, la tentativa inidónea debería
ser punible, porque el autor supone que realiza una conducta idónea con medios aptos o
sobre un objeto realmente protegido, pero por su falta de cuidado emplea otros que frustran
su plan o dirige su conducta sobre un objeto no protegido. Así, no importa si la tentativa es
inidónea, sólo queda sin sanción la tentativa irreal o supersticiosa2333.
Roxin critica esta teoría porque es demasiado cambiante e indeterminada para que
sirva para explicar algo, porque no se trata de partir de las impresiones de observadores
reales, que no tienen por qué estar presentes en el momento del hecho, toda vez que lo
decisivo es si la conducta del autor resulta adecuada para producir una impresión
perturbadora a un observador medio y sensato que conociese todos los hechos externos e
internos, de manera que se trata de un juicio de valor, que sigue siendo vago y no es más
que una descripción del juicio legal de merecimiento de pena. Esta concepción sirve para
2329
Stratenwerth, Derecho Penal, Parte General, p. 333.
2330
Jescheck y Weigend, sostienen que el Derecho alemán vigente se comprende mucho mejor desde la óptica
de la teoría de la impresión por la importante acentuación de la puesta en marcha del hecho (§ 22), la
atenuación facultativa de la pena (§ 23 II) y la posibilidad de prescindir de la sanción punitiva en el caso de
una tentativa completamente irracional. Esta visión fundamentaría correctamente la punibilidad de la tentativa
a través de la necesidad de la preservación del Ordenamiento jurídico. Añaden que en la tentativa el objeto de
punición es la voluntad antijurídica del autor Trasladada al hecho, esto es, el injusto doloso de acción del tipo
correspondiente (Jescheck y Weigend, Tratado…, pp. 552-553).
2331
Zaffaroni, Derecho penal..., p. 815.
2332
Stratenwerth, Derecho penal..., p. 333.
2333
Bacigalupo, Derecho penal..., p. 469.
521
todas las formas de aparición de la conducta delictiva, incluyendo la consumación, de
manera que no aporta ningún criterio específico que diferencie a la tentativa y reconduce
todas las conductas punibles a un punto único de vista. Sólo de forma inexacta es posible
delimitar tentativa y actos preparatorios a partir de la impresión perturbadora del Derecho
porque también los actos preparatorios son adecuados para desestabilizar el sentimiento
general de seguridad jurídica. Si bien la impresión perturbadora del Derecho se va
volviendo más duradera a medida que se aproxima la consumación, no es posible
determinar dónde se delimita la impunidad y el castigo de acuerdo con el criterio de la
impresión2334.
2334
Roxin, Derecho penal…, T. II, pp. 449-450.
2335
Romeo Casabona y otros, Derecho penal…, p. 192 y Diéz Ripollés, Derecho penal…, p. 525.
2336
Romeo Casabona y otros, Derecho penal…, p. 192 y Mir Puig, Derecho penal..., p. 346
2337
Mir Puig, Derecho penal..., p. 346
2338
Roxin, Derecho penal…, T. II, p.
2339
Defendiendo tambien un criterio delimitador de la tentativa, basado en la peligrosidad ex ante de la
conducta, Alcácer Guirao afirma: “En suma, si la punición de las acciones peligrosas ex ante se quiere
considerar punible bajo el principio de protección de bienes jurídicos (y no haría falta agregar: de bienes
jurídicos tipificados en la parte especial en sus concretas formas de ataque), sólo puede hacerse, como a mi
juicio es correcto, bajo un criterio de merecimiento de pena basado en la lesividad potencial para esos bienes
jurídicos, la cual existe y es penalmente suficiente -si bien en grado mínimo- con la creación de una
peligrosidad ex ante. Desde el fin paralelo de la protección de la vigencia de las normas también hallarán esas
acciones un fundamento adicional de punición, pero éste sólo concurrirá en la medida en que exista esa
peligrosidad, puesto que sólo acciones susceptibles de lesionar los bienes jurídicos conllevarán una puesta en
duda penalmente relevante de la confianza social en esa vigencia. En todo caso, como ya he afirmado, y dada
522
Conforme al criterio de la inmediatez temporal o inicio inmediato de la realización
típica (teoría de los actos intermedios de Welzel)2341, hay tentativa cuando se efectúa un
acto inmediatamente anterior a la plena realización de la conducta típica. Son ejecutivos los
comportamientos que están tan estrechamente ligados a la conducta típica, que no existen
pasos intermedios esenciales entre ellos y las conductas que realizan el verbo típico. En
estos casos se podría hablar ya de un comienzo de la conducta típica en sentido amplio. Es
decir, el concepto de ejecución se entendería en un sentido más amplio que en el de la
realización de la conducta típica en su sentido literal2342. Si el tipo describe una sola
conducta, la tentativa comienza cuando se efectúa un acto inmediatamente anterior a la
plena realización de la conducta típica. Así por ejemplo, en el delito de homicidio, la
conducta anterior a la de matar podría ser, apuntar a la víctima con un arma de fuego o
acercarse a la víctima a con el arma de fuego cargada. En los tipos que describen varios
actos como sucede con el delito de robo con intimidación, habría tentativa, cuando se
efectúa un acto inmediatamente anterior a alguno de los descritos en el tipo. En cambio,
una tentativa inidónea no es peligrosa cuando el mencionado observador ajeno y atento ya
ex ante sabría que la misma no puede conducir a la realización del tipo. Así ocurre, por
ejemplo, en el caso de un intento de envenenamiento mediante un medio que resulta, según
el conocimiento general, inocuo; o en el caso de una tentativa de homicidio que un autor
muy corto de vista comete contra quien para cualquier persona de vista normal resultaría
evidente que se trata de una figura de cartón. Luego, es una decisión político criminal del
legislador castigar o no la tentativa no peligrosa. Así, por ejemplo, el Derecho penal
alemán, considera punible la tentativa inidónea no peligrosa, ya que el § 22 se remite a la
representación del autor y el § 23 III declara en principio punible incluso la tentativa
burdamente irracional2343. Sin embargo, resulta evidente que en nuestro contexto el
legislador chileno no ha tomado la decisión expresa de castigar la tentativa no peligrosa y,
por lo tanto, no estamos obligados a seguir en esto al Cp. alemán, de manera que a nuestro
su prioridad teleológica, el fin de protección de bienes jurídicos conformará la construcción del sistema del
delito, así como, por tanto, la configuración dogmática de la antijuridicidad” (Alcácer Guirao, La tentativa
inidónea. Fundamento de punición y configuración del injusto, Editorial Marcial Pons, 2013, p. 289).
2340
Sigue también un criterio delimitador de la tentativa, basado en la peligrosidad ex ante de la conducta,
Farré Trepat al sostener que: “La acción capaz de producir el resultado constituye una acción peligrosa y por
consiguiente, prohibida. En cambio aquella que, ex ante, parezca incapaz de producirlo deberá permanecer
impune, ya que su falta absoluta de peligrosidad en relación al bien jurídico le convierte en una acción
permitida por el Derecho...”, “La determinación de la peligrosidad objetiva de una acción, cuya existencia se
desprende de la observación de la vida social y que es recogida expresamente por el legislador penal en
algunos preceptos, sólo puede establecerse a través de un juicio de probabilidad de la producción del
resultado…”, “el análisis de la peligrosidad de la conducta deberá realizarse en un momentó ex ante, es decir,
en el momento de ejecución de la misma, no importando la peligrosidad resultante ex post…”, “el juicio
deberá realizarse por un espectador objetivo, diferente del autor, pero que tenga los conocimiento que tenía el
autor en el momento de realizar el hecho…”, “el observador tiene los mismos conocimientos que el autor pero
no se confunde con aquél, podrá determinar en estos casos la poca, o incluso la falta, de peligrosidad objetiva
de la conducta. Cuando no concurra peligrosidad, estos supuestos constituirán lo que, aplicando la teoría
expuesta debería denominarse tentativa inidónea, que vendría a coincidir con la llamada tentativa irreal,
siempre que no se identifique a ésta con la tentativa supersticiosa, como en alguna ocasión se ha hecho. Serían
aquellos supuestos en los que concurre una falta absoluta de peligrosidad ex ante y que, por consiguiente, no
hay necesidad de prohibir”, (Farré Trepat, La tentativa de delito. Doctrina y jurisprudencia, Editorial Bosch,
1986, pp. 389-396).
2341
Romeo Casabona y otros, Derecho penal…, p. 192.
2342
Ídem.
2343
Mir Puig, Derecho penal..., p. 346
523
juicio la tentativa burdamente irracional debe ser impune por carecer de la peligrosidad ex
ante en la conducta que la origina.
Más allá de si se debe o no castigar la tentativo no peligrosa, lo cierto es que el
principio de la puesta en peligro ocupa un lugar privilegiado, porque la tentativa es penada
más levemente que la consumación, porque la puesta en peligro es menos grave que la
lesión del bien jurídico y por la misma razón, en general, son impunes las puestas en
peligro imprudentes. Además, las conductas dirigidas a completar la tipicidad, pero que no
son en absoluto peligrosas, no son penadas, ni tampoco la tentativa irreal o supersticiosa a
pesar que, en estos casos de acuerdo con la representación del autor, habría conductas de
ejecución delictiva, por lo que no basta con la consideración de este componente subjetivo.
Por otro lado, sólo es posible explicar la punición de conductas preparatorias porque el
legislador considera dichos comportamientos particularmente peligrosos, a pesar de su gran
distancia respecto del resultado, como sucede por ejemplo en el caso de la conspiración
para delinquir en virtud al especial peligro que se deriva del compromiso contraído con otra
u otras personas en la formación del acuerdo. Por último, sólo la punición de la tentativa
peligrosa resulta compatible con los fundamentos político-jurídicos y dogmáticos del
Derecho penal chileno. La tentativa no peligrosa es irrelevante desde el punto de vista de la
tipicidad y, por lo tanto, no puede conducir a ninguna consecuencia ulterior de acuerdo con
la teoría de la imputación objetiva, en la que sólo tiene cabida la tentativa peligrosa, que
crea un riesgo no permitido2344.
2344
Cfr. Roxin, Derecho penal…, pp. 437-439.
2345
Manjón-Cabeza Olmeda, “La tentativa de delito”, en Quintero, Carbonell, Morales, García y Álvarez
(Dir.), Esquemas de teoría jurídica del delito y de la pena, Editorial Trant lo Blanch, 2008, p. 87
524
a.1.c.3. La teoría de los actos parciales, concretada
Uno de los criterios seguido por la jurisprudencia alemana es la teoría de los actos
parciales o de los actos intermedios, que vincula el comienzo de la tentativa al último acto
parcial antes de la verdadera conducta típica, ya que tras la entrada en la fase de la tentativa
no tiene lugar ningún acto intermedio más, sino que la siguiente conducta es ya aquella que
desencadena el resultado2346. Roxin sostiene que el último bloque de acto parcial debe ser
descrito a través de los conceptos auxiliares de conexión temporal estricta y de incidencia
sobre la esfera de la víctima o del tipo. Por ejemplo, si alguien quiere sustraer algo de un
automóvil y, con dicho fin, palpa a través de una ventanilla abierta en el interior del
vehículo, concurre una tentativa de hurto, porque existe conexión temporal estricta (el
apoderamiento se va producir ya, en el mismo sitio) y el autor se ha entrometido en la
esfera de la víctima (el interior del coche, el ámbito de custodia de quien va a ser hurtado).
Los “actos intermedios” de esta clase resultan irrelevantes, ya que se cumplen los dos
criterios decisivos. Roxin afirma que deben concurrir ambos criterios conjuntamente. Si el
ladrón está delante del automóvil en el que quiere meter la mano, concurre la conexión
temporal estricta, pero falta la intromisión en la esfera de la víctima. Si alguien exhibe una
pistola ante un tercero, pero no pretende por el momento disparar, no comete aún tentativa
de homicidio porque falta la conexión temporal estricta. Si el autor que tiene planeado un
robo llama a la puerta de la casa de la víctima y de acuerdo con su plan, él debería entrar en
la casa, “irse a la cama” con ella y, acto seguido, “aprovechando una oportunidad”, dejar
entrar a dos cómplices, con los que llevaría a cabo el robo, pero la puerta de la casa no llegó
a abrirse, si bien el acto de llamar a la puerta produce la afectación a la esfera de la víctima,
dado que el robo debía tener lugar aprovechando una oportunidad posterior, falta aún la
conexión temporal estricta que es necesaria para la tentativa y tampoco habría tentativa si el
autor hubiera conseguido entrar en la casa, porque tan sólo con la llegada de los cómplices
habría empezado la tentativa. Si el sujeto quería entrar en la casa de una mujer, con el fin de
(como ya había ocurrido en el pasado) “forzarla a mantener relaciones sexuales y
apoderarse de su dinero para su propio uso”, pero no lo logró debido a que la ventana del
sótano, que pretendía abrir, estaba asegurada con una barra metálica, hay que apreciar el
comienzo de la tentativa en los distintos delitos de modo diferenciado. Concurre un robo en
lugar habitado intentado (hurto agravado), porque con el esfuerzo de abrir la ventana se
produce ya la afectación a la esfera de la víctima en su ámbito de custodia, pero no cabe
apreciar aún una tentativa de violación, ya que la esfera corporal de la mujer no ha sido
tocada, debido a la presencia de los dispositivos de protección establecidos por ella2347.
Si bien es posible criticar que sólo es posible examinar la esfera de la víctima en
aquellos tipos en los que existe víctima, Roxin sostiene que cuando falte una “esfera”
especial en el lado del atacado, se debe tomar como punto de referencia la esfera del tipo.
Así, por ejemplo, la falsificación de moneda mediante imitación, comienza al ponerse a
realizar el acto de falsificación: por ejemplo, al disponer de los objetos para preparar la
falsificación de moneda y de sellos, con el fin de ponerse al trabajo sin demora para realizar
la falsificación2348.
2346
Roxin, Derecho penal…, T. II, pp. 474-475.
2347
Roxin, Derecho penal…, T. II, pp. 479-480.
2348
Roxin, Derecho penal…, T. II, pp. 480-481.
525
Respecto de la conexión temporal estricta, debe concurrir en relación con la
conducta típica, pero no necesariamente respecto del resultado. Quien inicia la perforación
de la caja de caudales que se quiere forzar está ya en la fase de tentativa, a pesar de que aún
deba trabajar durante horas hasta que la caja sea abierta. Debe concurrir, no obstante, una
conexión con el resultado en aquellos casos en los que, según el plan del autor, aquél
debería seguir de manera ininterrumpida, ya que si falta la conexión, habrá entonces tan
sólo un acto preparatorio, a pesar de la “realización parcial”2349.
Como se aprecia, la teoría de los actos parciales concretada, toma muchos
elementos de otras teorías y fórmulas que resultan insatisfactorias tan sólo por su
parcialidad. Así, se vincula a la referencia a la esfera de la víctima o del tipo, para lo cual es
necesario remitirse a la estructura e interpretación de los tipos en particular2350.
A continuación, Roxin se refiere a una seria de casos problemáticos para establecer
el comienzo de la tentativa conforme a los criterios por el propuestos.
a. Casos de aproximación
Roxin sostiene que si el autor se aproxima a su víctima portando una pistola con
intención de matar, hay tentativa si él además pretende disparar, aunque deba dar todavía
algunos pasos más, porque la conexión temporal estricta se cumple y la afectación a la
espera de la víctima se ha producido ya con su amenaza y, por lo mismo, hay tentativa si el
autor apoya una escalera en la casa, para subir acto seguido y entrar por la ventana abierta,
ya que en tal escenario, todos los posibles pasos intermedios necesarios no resultan
esenciales, pero existe sólo preparación si apoya la escalera y pretende emplearla para subir
tan sólo unas horas más tarde, cuando esté oscuro. Si dos sujetos quieren robar una oficina
de correos y mientras uno espera en las cercanías con el motor en marcha, con el fin de
asegurar la huida, el otro se dirige a la sala de las ventanillas, en donde había muchos
clientes, por lo que decide esperar hasta que se fuesen y para pasar el tiempo, escribe en un
impreso de giro postal, que pretendía entregar a la empleada, la petición de la entrega del
dinero y las palabras: “Sin resistirse, porque, si no, disparo” y como la sala no se vacía
porque entran más clientes, y cree que en su presencia no podrá llevar a cabo el robo, por lo
que el autor abandona la oficina sin lograr su propósito, Roxin estima que no hay tentativa
porque el autor se dijo: “Por desgracia, no se puede seguir adelante, puesto que hay clientes
en la sala” y porque antes de la realización típica faltaba todavía como acto intermedio
esencial del que dependía la ejecución del plan, aproximarse a la ventanilla sin ser
observado por los clientes. Además, falta la conexión temporal estricta con la realización
típica, ya que a dicha continuidad ininterrumpida se opone la presencia de clientes durante
un tiempo imposible de determinar y tampoco concurre todavía una incidencia en la esfera
de la víctima, mientras el autor permanece de forma ordinaria en el vestíbulo accesible a
cualquiera, por lo que la incidencia habría aparecido con la entrega de la nota. Caminar por
una tienda o por unos almacenes con la intención de robar es todavía una preparación, pero
hay tentativa si el sujeto entra en el vestíbulo de un banco armado y enmascarado, porque
en este caso, la manera de entrar en el banco constituye ya una intromisión en la esfera de
la víctima, y se da también la conexión temporal estricta, porque no existe ningún momento
2349
Roxin, Derecho penal…, T. II, p. 481.
2350
Roxin, Derecho penal…, T. II, . 481.
526
previo a que se inicie la amenaza. Preparar, ocultar y sacar los instrumentos del delito que
van a servir para allanar la entrada en una esfera de custodia no constituye todavía tentativa,
de manera que si el sujeto se acerca a una gasolinería con una con una herramienta grande
para cortar metal, pero antes de comenzar la fractura de los garrotes que protegen la
ventana para lograr el acceso, se toma su tiempo para fumarse un cigarro no habría
tentativa, porque esta se hubiese iniciado con la fractura. Si el autor quiere matar a S a tiros
y para ello fuerza con la culata del arma la puerta de la habitación en la que éste se
encontraba y entra, pero mientras tanto S había huido por la ventana, como la entrada en la
habitación es una intromisión duradera en la esfera de la víctima; y se da también la
conexión temporal estricta con la conducta de disparar planeada, ya que el autor partía de la
base de la presencia de la víctima y pretendía avanzar inmediatamente hasta el hecho típico,
de manera que traspasó el umbral subjetivo del “Vamos ya”, por lo que el BGH estimó la
concurrencia de tentativa. Si un sujeto quiere secuestra a una señora con fines extorsivos y
planea ir a su casa simulando ser un repartidor, llamar a su puerta y, cuando abriese,
secuestrarla, pero queda con su cómplice de acuerdo en interrumpir el secuestro si la señora
está con su hijo de diez meses de edad y cuando abre la puerta, resulta que la señora tiene el
niño en brazos, por lo que el sujeto se marcha, bajo el pretexto de que se había equivocado
de paquete, Roxin estima que ya con llamar al timbre existe tentativa, a causa de la
intromisión en la esfera de la víctima y la conexión temporal estricta con la ejecución,
porque lo que concurre es una tentativa con reserva de desistimiento, en cuyo caso el
desistimiento puede ser voluntario (lo es si A se retira en atención al niño, pero no, sin
embargo, si temía que le descubrieran por su llanto), pero ello no lo convierte en un mero
acto preparatorio2351.
2351
Roxin, Derecho penal…, T. II, pp. 482-485.
527
el sujeto pretende asaltar a una contable cuando fuera a cobrar el dinero para salarios en una
sucursal bancaria y la espera en un lugar próximo, pero cuando ella aparece él no la
reconoce, hay un acto preparatorio porque para el comienzo de la tentativa hay que referirse
a la representación del autor y, de acuerdo con ésta, la víctima aún no había aparecido2352.
e. Casos de abusos
2352
Roxin, Derecho penal…, T. II, pp. 485-487.
2353
Roxin, Derecho penal…, T. II, pp. 487-488.
2354
Roxin, Derecho penal…, T. II, pp. 488-490.
528
En casos de abusos sexuales de menores, Roxin distingue si se pretenden ejecutar
acciones sexuales dirigidas a un menor en contra de su voluntad, la tentativa comienza tan
pronto como el autor, plenamente decidido a la comisión del hecho, conduce al menor a un
lugar particularmente adecuado para la realización de actos sexuales, siempre que se
pretenda llevar a cabo el delito sin demora una vez llegados al lugar buscado, porque con la
conducción del menor a ese lugar, éste pierde la protección del entorno en el que confía y
cada paso ulterior le dirige directamente hacia la consumación. En esta disminución de la
protección se produce una intromisión en la esfera de la víctima, y la conexión temporal se
deriva de la continuidad ininterrumpida de la ejecución del hecho. Si el autor pretende
realizar los actos sexuales sobre la base de la voluntariedad y respetar la eventual negativa
del menor, la tentativa comienza cuando tiene lugar el asentimiento de la víctima, porque
mientras el menor no “co-realiza” el hecho, su esfera propia permanece intacta y el delito
no sigue adelante2355.
2355
Roxin, Derecho penal…, T. II, pp. 490-491.
2356
Roxin, Derecho penal…, T. II, pp. 491-492.
2357
Mera Figueroa, “Comentario del art. 7° del Cp.”, p. 147.
2358
Garrido Montt, Derecho penal..., T. II, p. 359.
2359
Novoa, Curso de Derecho penal chileno, T. II, p. 123.
2360
Politoff y Matus, “Comentarios del artículo 7°”, en Texto y comentario del Código Penal chileno, p. 82.
529
contenida en el art. 7° del Cp., el cual señala expresamente que el culpable debe dar
principio de ejecución del crimen o simple delito por hechos directos. Así por ejemplo, por
mucho que alguien crea estar vendiendo droga, cuando en realidad se trata de una sustancia
inocua, no comete tentativa, porque ex ante, dicha conducta no tiene aptitud alguna para
lesionar o poner en peligro bien jurídico alguno2361.
Por lo tanto, la tentativa cabe tanto en los delitos de mera actividad como en los de
resultado, aunque la conducta típica, no conste de varios actos externamente apreciables
como distintos y separados en el tiempo. Así, por ejemplo, en el delito de violación es
concebible la tentativa, porque el sujeto puede alcanzar a realizar variados actos que
conducen directamente al acceso carnal de la víctima, pese a no haber alcanzado a traspasar
los labios menores de la vagina de la víctima, por haber sido sorprendido justo en el
instante en que se disponía a hacerlo. Del mismo modo, procede en delitos de resultado
como en el delito de homicidio porque la conducta de matar admite realización incompleta,
es decir, que el sujeto activo hubiere dado principio a la ejecución del crimen por hechos
directos, pero falten uno o más para su complemento2362.
2361
Al respecto ver Rettig, “Naturaleza jurídica del delito de tráfico ilícito de pequeñas cantidades de
sustancias o drogas estupefacientes o psicotrópicas”, en Revista Doctrina y Jurisprudencia Penal, año 2013.
2362
En el mismo sentido, aunque utilizando la expresión “delitos formales”, Mera Figueroa, “Comentario del
art. 7° del Cp, en Couso y Hernández (Dir.), Código Penal Comentado, pp. 147-148.
2363
Etcheberry, Derecho penal…, T. II, p. 62.
2364
Mir Puig, Derecho penal..., pp. 349-350¸384-385.
530
delito, por lo que estaremos en presencia de un delito frustrado, conforme al texto del art.
7° del Cp. En el mismo sentido, Roxin defendiendo la teoría de la salida del ámbito de
dominio del autor mediato como criterio decisivo de delimitación, afirma que si la
influencia sobre el mediador del hecho ha finalizado, de manera que éste deba actuar a
partir de ese momento (consciente o inconscientemente) por su cuenta, desde la perspectiva
del sujeto de atrás, existirá ya en todo caso una tentativa acabada, porque desde el punto de
vista del sujeto de atrás, es irrelevante si los acontecimientos posteriores conducen al
resultado a través de la concurrencia de otros factores causales, o bien son las conductas de
la víctima inocente o de un “instrumento” humano las que contribuyen a ello2365.
B. Tipo subjetivo
Existe acuerdo en la doctrina nacional en que la tentativa, supone que el sujeto
activo actúa con dolo de consumar el delito de la parte especial de que se trate. Por lo tanto,
no existe un “dolo de tentativa”, el dolo como elemento subjetivo del tipo, es por lo tanto,
común a la tentativa y al delito consumado2366, por lo que el conocimiento y la voluntad del
sujeto activo, deben dirigirse a la consumación del delito, de manera que se encuentra
excluida la posibilidad de concebir el delito tentado imprudente.
Más discusión admite la pregunta de si puede o no admitirse el delito tentado
cometido con dolo eventual. La mayoría de la doctrina nacional se inclina por negar la
posibilidad de fundamentar la tentativa con dolo eventual, porque la tentativa implica, por
definición, una búsqueda del hecho típico, cuya realización es el objetivo directo de la
conducta del autor, lo que es incompatible con el dolo eventual y porque dicha limitación se
desprende del propio texto del art. 7° inc. 3° del Cp., que exige que el sujeto haya dado
principio a la ejecución del crimen o simple delito por hechos directos, es decir, los actos
realizados deben orientarse a la consumación del delito, lo que sólo resulta compatible con
el dolo directo2367. Sin embargo, parte de la doctrina admite que la tentativa pueda
cometerse con dolo eventual. Se argumenta que la expresión “hechos directos”, se refiere a
la tipicidad objetiva de la tentativa, a la concreción material del delito en el mundo externo,
a la ejecutividad y no a la dimensión subjetiva de la tentativa 2368, por lo que perfectamente
podría cometerse un delito tentado con dolo eventual, por ejemplo si el sujeto tiene dudas
respecto de la edad de la menor a la que accede carnalmente. Por lo tanto, según esta
postura dogmática, habría que ver si el tipo de la parte especial admite o no dolo eventual,
para determinar si puede o no castigarse la tentativa con dolo eventual.
En nuestra opinión si desde el punto de vista del tipo objetivo, el sujeto con su
conducta ejecuta hechos idóneos o adecuados para la consumación del delito, esto es, un
comportamiento que directamente se vincula con la concreción del tipo penal, mediante
actos encaminados derechamente a la consumación del delito, subjetivamente ello es
compatible únicamente con el dolo directo.
2365
Roxin, Derecho penal…, T. II, p. 521.
2366
Cury, Derecho penal..., p. 562; Garrido Montt, Derecho penal..., p. 353; Novoa, Curso de Derecho penal,
T. II, p. 126.
2367
En este sentido, se pronuncian Cury, Derecho penal..., p. 562; Etcheberry, Derecho penal…, T. II, p. 64;
Labatut, Derecho penal…, T. I, p. 185.
2368
En tal sentido, Naquira, ¿Tentativa con dolo eventual?, en Rodríguez Collao (Coord.), Delito, Pena y
Proceso, Editorial Jurídica de Chile, 2008, p. 276.
531
9. Tentativa inidónea
Cuando hablamos del término tentativa inidónea, hay que tener una precaución, toda
vez que éste instituto penal, no se refiere a si el sujeto activo realizó sólo en parte la
conducta típica (tentativa) o si por el contrario, alcanzó a realizar la conducta típica
completa y, sin embargo, el resultado no se produjo (frustración).
La expresión “tentativa inidónea” dice relación con una característica de la
conducta típica, que consiste en evaluar si ésta tiene o no la aptitud para lesionar o poner en
riesgo el bien jurídico penalmente tutelado, cuestión que debe valorarse ex ante,
independientemente de que, en el hecho concreto, el sujeto activo hubiere alcanzado a
realizar sólo en parte o completamente, la conducta descrita en el tipo penal respectivo de
la parte especial del Código penal.
Por lo tanto, a nuestro juicio, el nombre asignado no es el mejor, porque da la
impresión equivocada de que, con él, se alude al comienzo de ejecución, faltando, al sujeto
activo, actos por realizar para completar la conducta típica.
Las teorías subjetivistas postulan que toda tentativa debe ser castigada, ya sea que el
plan del autor sea o no objetivamente idóneo para producir el resultado, porque la
resolución de voluntad puesta de manifiesto por actos externos supone un ataque al
ordenamiento jurídico y una tentativa inidónea revela que ese sujeto la próxima vez elegirá
un medio idóneo, por lo que debe prevenirse su conducta2369.
La teoría de la impresión sostiene que es la voluntad hostil del autor hacia el
Derecho la que resulta decisiva para la punibilidad de la tentativa, entendida como efecto
que surge del hecho y se proyecta sobre la comunidad porque la confianza de la
colectividad en la vigencia del ordenamiento jurídico sería menoscabada si permaneciera
impune aquel que proyecta seriamente un delito importante y se pone en marcha para su
ejecución. Así, también un hecho que no puede ser consumado a causa de que el autor pasó
por alto un obstáculo esencial puede poseer ese efecto, puesto que el autor se ha mostrado
capaz para cometerlo y la ausencia del resultado puede descansar en el azar, de manera que
el perjuicio para la comunidad ocasionado tanto por la tentativa idónea como por la
inidónea reside en el menoscabo de la conciencia de una paz jurídica asegurada, aunque a la
primera de ellas se añade la puesta en peligro del objeto de la acción tutelado penalmente.
Jescheck y Weigend sostienen que esta teoría derivada de la prevención general como
misión del Derecho penal es actualmente dominante en Alemania2370. Sin embargo, se
critica porque convierte en bien jurídico la confianza de la colectividad en la vigencia del
ordenamiento jurídico, fuera de los márgenes del injusto del delito en particular y porque,
en principio, toda tentativa inidónea que provoque la impresión en la colectividad que
sustenta esta teoría debe ser castigada, pese a que en el hecho la tentativa no hubiese
generado riesgo alguno para el bien jurídico penal, por lo que sus consecuencias político
criminales son excesivas. Por último, ¿cómo se determina tal nivel de impresión en la
colectividad?, ¿conforme a que parámetros?
2369
Gil Gil y otros, Curso de Derecho penal…, p. 346.
2370
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 570.
532
Las teorías objetivas, en su formulación más correcta y moderna, se denomina
teoría de la peligrosidad y considera como punible sólo la tentativa peligrosa y determina
la existencia de peligro del modo que hacía la teoría de la adecuación y que hoy lo hace la
teoría de la imputación objetiva, es decir, una tentativa es peligrosa cuando un observador
medio cuidadoso que conociera los objetivos del autor y que tuviera, eventualmente, sus
conocimientos especiales debería considerar, ex ante, como muy posible la producción del
resultado. Intuitivamente, el suceso sería comentado por el mencionado observador
hipotético en la siguiente forma: en la tentativa peligrosa, gritaría al autor “¡Detente!”, en la
no peligrosa, “¡Estúpido!2371.
El problema radica en cómo definir la tentativa inidónea y sobre qué clase de
tentativa inidónea debe quedar impune.
Las principales diferencias se basan en el examen ex ante o ex post de la idoneidad
del intento.
2371
Roxin, Derecho penal…, T. II, pp. 442-443.
2372
Roxin, Derecho penal..., T. II, p. 443.
2373
Roxin, Derecho penal..., T. II, p. 443.
533
para el feto, creyendo que la planta tenía efectos abortivos, por lo que concurriría una
tentativa absolutamente inidónea e impune. En cambio, la tentativa sería relativamente
inidónea si el medio fue ineficaz en el caso concreto, pero hubiese producido el resultado
en otras circunstancias, como ocurriría si se intenta envenenar a alguien poniéndole
arsénico en la sopa, pero la cantidad es insuficiente dada la complexión física de la víctima,
aunque hubiera podido matar a otra persona más delgada y más débil2374.
2. Casos de inidoneidad del objeto
En los que la tentativa es absolutamente inidónea e impune en caso de inexistencia
del objeto, como ocurriría si se intenta provocar el aborto de una mujer que en realidad no
está embarazada o si se dispara sobre el cuerpo de una persona que se cree está durmiendo
en la cama, pero en realidad estaba muerta producto de un ataque al corazón justo diez
minutos antes. La tentativa sería relativamente inidónea y punible en casos de ausencia
ocasional del objeto, por ejemplo, si se dispara sobre un bulto en la cama, pensando que se
trata de la víctima, pero en realidad es la almohada que aquella ha dejado cubierta por las
sábanas al levantarse de la cama o si se asalta una sala de fiestas para llevarse el dinero de
la caja, pero la recaudación del día ya ha sido sacada del local y la caja se encuentra
vacía2375.
Roxin incluso estima que la teoría objetiva antigua, dominante en Alemania antes de
1870, que distingue entre tentativa relativamente inidónea y absolutamente inidónea, tiene
hoy un mero valor histórico, ya que no parece sostenible o al menos, no resulta
convincente, porque ¿debería considerarse sólo relativamente inidónea (y, por consiguiente,
peligrosa) una tentativa de matar con una única píldora para dormir, tan sólo por el hecho
de que veinte píldoras para dormir sí que serían mortales?2376.
Por otro lado, se critica a esta teoría que ex post no tiene sentido preguntarse si hubo
riesgo o no, porque la constatación de que no se produjo el resultado, por falta de las
condiciones necesarias, ya prueba que no hubo riesgo en ningún caso, de manera que ex
post toda tentativa es absolutamente inidónea2377.
2374
Gil Gil y otros, Curso de Derecho penal…, p. 347.
2375
Gil Gil y otros, Curso de Derecho penal…, pp. 347-348.
2376
Roxin, Derecho penal..., T. II, p. 443.
2377
Diéz Ripollés, Derecho penal…, p. 535.
534
resultado aparezca como posible, lo que excluiría solamente a la tentativa irreal, es decir, a
los planes mediante los cuales el sujeto pretende causar un resultado a través un curso
causal que no responde a la leyes de la naturaleza, y que por ello es imposible que produzca
el resultado2378. Así, por ejemplo, si un sujeto que encuentra una tarjeta de crédito, con
ánimo de extraer todo el dinero que pueda, accede a un cajero automático y teclea al azar
tres combinaciones distintas de cuatro números sin conseguir acertar con el número secreto,
momento en el que la tarjeta le es retenida, tenía una probabilidad de acertar de 3 entre
10.000, por lo que no es imposible desde una contemplación ex ante que acierte la
combinación y consiga apoderarse del dinero y, por lo tanto, sería un caso de tentativa
idónea si se considera suficiente para afirmar la peligrosidad una mera posibilidad de
realización del tipo2379.
En cambio, si se requiere de un grado de probabilidad mayor se considerará que se
trata de una tentativa inidónea, por no ser la conducta peligrosa ex ante2380. Así, por
ejemplo, en opinión de Cerezo Mir, el criterio correcto consiste en exigir que la producción
del resultado aparezca ex ante como una consecuencia no absolutamente improbable y, por
lo tanto, si la producción del resultado aparece ex ante como no absolutamente improbable,
la conducta es peligrosa. En todo caso, Cerezo Mir aclara que no se requiere que se
produzca un resultado de peligro, que haya corrido realmente peligro un bien jurídico, ya
que hay que distinguir la peligrosidad de la conducta de la del resultado de peligro. Para
que pueda hablarse de un resultado de peligro es preciso que el sujeto haya llevado cabo
todos los actos de ejecución, que un bien jurídico haya entrado en el radio de acción de su
conducta y que la lesión del bien jurídico aparezca en ese momento como no absolutamente
improbable. En consecuencia, la conducta puede ser peligrosa ex ante y no producirse un
resultado de peligro. Así, en la definición de tentativa del art. 16 del Cp. español y en el art.
62 del mismo cuerpo legal, se exige únicamente la peligrosidad de la conducta (que
objetivamente deberían producir el resultado, peligro inherente al intento) y no la
producción de un resultado de peligro, el que faltará, por ejemplo, en los supuestos de
inexistencia o falta de presencia del objeto. Si la inexistencia, o falta de presencia del objeto
no era objetivamente cognoscible ex ante, o aparece ex ante como absolutamente
improbable (la caja de caudales están vacíos; la persona contra la que se dispara acaba de
fallecer de un ataque al corazón; o ha colocado una almohada o un bulto en el lugar que
ocupaba; el feto estaba muerto, o la mujer no estaba, en realidad, embarazada) la conducta
es peligrosa, aunque ningún bien jurídico haya corrido peligro, por lo que se trata de
supuestos de tentativa idónea o peligrosa2381. En el mismo sentido , Romeo Casabona
sostiene que existe tentativa inidónea cuando el sujeto tiene voluntad de consumar el delito,
pero la conducta no es peligrosa porque ex ante, para una persona inteligente (por ejemplo,
el juez) colocada en la posición del autor en el momento de realizar la conducta y teniendo
en cuenta las circunstancias del caso concreto cognoscibles para esa persona inteligente,
más las conocidas por el autor y la experiencia común de la época sobre los cursos
causales, aparece como absolutamente improbable la realización del tipo -la producción del
resultado, si se trata de un delito de resultado- o, a la inversa, si desde esa perspectiva la
2378
Gil Gil y otros, Curso de Derecho penal…, p. 348.
2379
Romeo Casabona y otros, Derecho penal…, p. 195.
2380
Romeo Casabona y otros, Derecho penal…, p. 195.
2381
Cerezo Mir, Obras completas, T. I, pp. 1071-1072.
535
realización del tipo aparece como una consecuencia no absolutamente improbable, la
conducta será peligrosa y la tentativa, por tanto, idónea2382.
Como se aprecia, en España los partidarios de las teorías objetivas modernas, suelen
exigir algo más que la mera posibilidad, es decir, para que exista tentativa idónea se
requiere un determinado grado de probabilidad de realización del tipo, de manera que, si la
producción del resultado se prevé como una consecuencia que, aunque no es imposible, es
absolutamente improbable, la tentativa se califica como inidónea e impune. En cambio, si
el resultado aparece como una consecuencia no absolutamente improbable en el juicio de
previsibilidad objetiva, entonces la tentativa será idónea y, por tanto, típica2383.
Los resultados de aplicar esta teoría pueden variar mucho respecto de aquellas que
partían de la comprobación ex post. Así, por ejemplo, si el observador imparcial colocado
en la posición del autor en el momento en que este dispara a la víctima, con los
conocimientos del autor más los que podría tener una persona inteligente, no hubiera
podido saber tampoco que la víctima ya estaba muerta, entonces la conducta de disparar
aparece en ese momento como peligrosa y, por lo tanto, como idónea para causar la
muerte2384.
2382
Romeo Casabona y otros, Derecho penal…, p. 195.
2383
Gil Gil, Curso de Derecho penal…, p. 348.
2384
Gil Gil, Curso de Derecho penal…, pp. 348-349.
2385
Garrido, Derecho penal..., p. 379-382.
2386
Garrido, Derecho penal..., T. II, p. 380.
536
administra a otro una sustancia inofensiva como azúcar en vez de arsénico2387 o si una
persona creyendo llevar cocaína a un reo, le proporciona un polvo inocuo2388.
Del mismo modo, habría tentativa absolutamente inidónea, cuando falta el objeto
material sobre el cual recae la conducta, como sucedería si A realizara maniobras abortivas
respecto de un feto muerto o intenta matar a una persona que ya falleció2389.
Lo mismo sucede si falta en el sujeto activo una característica personal establecida
en la ley. Como ocurre cuando un tercero redacta en su casa una sentencia injusta y
contraria a Derecho, sin ser juez2390.
2387
Mera Figueroa, “Comentario al art. 7° del Cp.”, p. 155.
2388
Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal chileno, parte general, p. 374.
2389
Garrido, Derecho penal..., T. II, p. 379.
2390
Garrido, Derecho penal..., T. II, pp. 381-382.
2391
Novoa, Curso de Derecho penal Chileno, T. II, pp. 127 y ss.; Garrido Montt, Derecho penal..., T. II, p.
380; Labatut, Derecho penal, T. I, p. 190; Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal chileno,
parte general, p. 373.
2392
Labatut, Derecho penal, T. I, op cit., p. 190
2393
Etcheberry, utiliza la expresión “inexistencia de peligro corrido”, para referirse a casos en los que “el acto
no es idóneo causalmente para lograr el resultado”, porque nunca existió peligro de que éste se verificara
(Etcheberry, Derecho penal..., T. II, p. 67).
2394
Cury, Derecho penal..., p. 580.
537
de tipicidad por ausencia de imputación objetiva de la conducta, razón por la que la tesis de
Cury no parece convincente. Por lo demás, ¿cómo se demuestra que la tentativa inidónea
disminuye el respeto del grupo social por los valores elementales o quebranta su confianza
en la protección que se les ha otorgado?, nada indica esta tesis al respecto.
2395
Garrido Montt, Derecho penal..., T. II, p. 380.
2396
Mera Figueroa, “Comentario al art. 7° del Cp.”, p. 157.
538
¿El resultado habría sido el mismo si A hubiese alcanzado a disparar en contra de la
cama? Sí, porque como B había salido del lugar y, por lo tanto, en el momento en que el
agente realizó la conducta típica, no había ninguna posibilidad de consumar el delito por
no existir, en ese preciso momento, el objeto de la agresión. Por lo tanto, la conducta típica,
se castiga únicamente en virtud del peligro ex ante.
Lo mismo sucedería, por ejemplo, si A intenta sustraer el dinero desde una caja de
caudales, pero había sido retirado.
2397
Labatut, DP, T. I, 190.
2398
Garrido, Derecho penal..., T. II, p. 380.
539
criminal, porque es evidente, que A ejecutó actos tales como proveerse de un arma apta
para el disparo, estudio el lugar de comisión del ilícito y los movimientos de la víctima,
procedió en horas en que está normalmente dormía irrumpió en su hogar con el arma que se
había prodigado, apuntó hacia la cama en donde pensaba dormía la víctima y jaló del
gatillo. Por lo lo tanto, puesto un observador imparcial y objetivo en el lugar del autor al
momento de ejecutar la conducta típica, es decir, conforme a un criterio ex ante, es
innegable que el bien penalmente tutelado estaba en peligro y sin embargo, el delito no se
consumó únicamente por el azar.
2399
Garrido Montt, Derecho penal..., T. II, pp. 382-383.
540
para que la conducta sea idónea es necesario establecer que la realización del tipo o del
resultado -si el delito es de resultado- es más que posible, probable.
De esta manera, si en el caso ya propuesto, el sujeto tenía una probabilidad de
acertar de 3 entre 10.000, si bien no es imposible desde una contemplación ex ante que el
sujeto acierte la combinación y consiga apoderarse del dinero, lo cierto es que ello es
altamente improbable de manera que no encontramos ante una tentativa inidónea impune,
por no ser la conducta peligrosa ex ante.
Si la inexistencia, o falta de presencia del objeto no era objetivamente cognoscible
ex ante, o no era improbable ex ante (la caja de caudales están vacíos; la persona contra la
que se dispara acaba de fallecer de un ataque al corazón; o ha colocado una almohada o un
bulto en el lugar que ocupaba; el feto estaba muerto, o la mujer no estaba, en realidad,
embarazada) la conducta era peligrosa, aunque ningún bien jurídico haya corrido
efectivamente peligro, porque de lo que se trata en la tentativa es de valorar la peligrosidad
de la conducta ex ante y no la del resultado ex post, de manera que en los ejemplos citados
son casos de tentativa idónea o peligrosa, que por lo tanto, deben ser castigados.
Si nos encontramos ante una tentativa burdamente irracional, como se trata de
supuestos de tentativas en los que la falta de peligrosidad de la conducta es evidente, no
deben ser castigados2400. Así, por ejemplo si una mujer intenta realizar un aborto sobre sí
misma, a pesar de que debería resultarle evidente, aun con el conocimiento más elemental
de las leyes naturales, que no se haya embarazada o que de ningún modo va poder eliminar
su embarazo con los medios que está empleando, la tentativa no es peligrosa y, por lo tanto,
no procede castigarla y lo mismo sucedería si un hombre joven e inexperto lleva a cabo un
intento de aborto sobre su compañera usando una infusión de manzanilla o si un sujeto
intentase derribar un avión que vuela a gran altura con una carabina de aire comprimido o
envenenar a alguien con sustancias que es de sobra conocido que son inofensivas. Por lo
tanto, se trataría de tentativas que no cometería ningún hombre sensato, porque el error
debe alejarse notoriamente de lo razonable, esto es, debe resultar evidente para cualquier
ser humano con un conocimiento medio acerca de la realidad, de manera que la carencia de
peligrosidad de la tentativa se ignora a causa de una particular necedad, en términos tales
que un observador externo prudente exclamaría: “¡Cómo es posible!”2401. Al mismo
resultado de impunidad debe llegarse en el caso que la falta de representación absurda del
autor sea compartida por varios sujetos o por muchas personas, como suele acontecer con
ciertas creencias populares, como ocurre, por ejemplo, en el caso de baños de mostaza o
con agua jabonosa consideradas por algunos sectores de la población como adecuadas para
provocar un aborto, ya que la insensatez no se convierte en sensatez por su difusión2402. En
estos casos, la falta de peligrosidad ex ante de la conducta, determina la no existencia de
necesidad de pena2403. Dado que se trata en estos casos de hechos que ninguna persona
sensata se tomaría en serio, falta en ellos el efecto perturbador del Derecho, sin el cual no
2400
De acuerdo con el § 23 III del Cp. alemán, en los casos de tentativa inidónea derivada de una burda, tosca
o completa falta de comprensión, el tribunal puede “eximir de pena o atenuarla a su libre arbitrio”.
2401
Roxin, Derecho penal…, T. II, pp. 562-563.
2402
Jakobs, Derecho penal…, pp. 894-895.
2403
Pese a que Jescheck y Weigend reconocen que en estos casos hay que negar la necesidad de pena, afirman
que la restricción de la punibilidad de la tentativa inidónea por medio del § 23 III del Cp. alemán, no conduce,
a la completa impunidad, sino tan sólo a la posibilidad de remisión de la pena o a una atenuación facultativa
de acuerdo con el § 49 II; no obstante, sostienen que la primera de las alternativas debe constituir la regla
general (Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 572).
541
existe fundamento suficiente para penar una tentativa no peligrosa. En todo caso, el castigo
de esta clase de hipótesis se parecería bastante a penar la mera voluntad criminal, lo que no
se condice con el principio cogitationis poenam nemo partitur.
En la tentativa irreal o supersticiosa como el sujeto intenta lograr su finalidad
delictiva empleando medios sobrenaturales, aplicando métodos que quedan completamente
fuera de las leyes naturales, tales como invocar a los espíritus, fórmulas de conjuro o
fórmulas mágicas como clavar agujas a un muñeco para intentar matar a alguien, tampoco
es posible afirmar que la conducta típica cree algún riesgo jurídicamente relevante de
realización típica, de manera que tal como ocurre en la tentativa irracional, la tentativa
irreal debe conducir a la impunidad2404. No debe confundirse la tentativa irreal con la
irracional, ya que, como dice Roxin, el que pretende provocar la expulsión del feto con la
ayuda de una infusión de manzanilla, no es supersticioso, sino tan sólo estúpido2405. Sin
embargo, en ambos casos el fundamento de impunidad es el mismo: para el hombre medio
puesto en el lugar del sujeto, el intento debe ser ex ante apto, capaz o idóneo para realizar el
tipo o producir el resultado, porque en un Estado democrático de Derecho, el Derecho penal
debe limitarse a prevenir los hechos externos socialmente nocivos, sólo puede conminar
con pena la realización de conductas que en el momento de ser llevadas a cabo aparezcan
como peligrosas para bienes jurídicos para el observador objetivo situado en el lugar del
autor2406.
En el caso del delito putativo, el autor se representa erróneamente la punibilidad de
su comportamiento2407, asumiendo equivocadamente que su conducta infringe un mandato
jurídico penal2408. La impunidad en el delito putativo, se fundamenta en que los límites de
la punibilidad son determinados por la ley y no por las creencias del autor2409. Así las cosas,
en último término la impunidad del delito putativo se deriva del principio de legalidad
penal, porque tanto la tentativa como la consumación resultan imposibles2410 debido a la
atipicidad de la conducta2411. Como el error recae en este caso en la prohibición penal del
hecho parte de la doctrina sostiene que se trata de un error de prohibición al revés o
inverso2412. Habría delito putativo por ejemplo, si el marido cree equivocadamente que con
su adulterio ha cometido un hecho penado por la ley o cuando dos mujeres creen que
cometen delito por realizar actos de lesbianismo.
La postura aquí mantenida es plenamente compatible con la definición de tentativa
del art. 7 del Cp. y sobre todo con la exigencia legal consistente en que el culpable en la
tentativa debe dar “principio a la ejecución del crimen o simple delito por hechos
directos…”. Por lo demás, la distinción entre tentativa relativamente inidónea y
2404
Roxin critica este planteamiento de Herzberg, sin embargo, la crítica está condicionada por el tenor del
art. 23 III del Cp. Alemán, que, pese a todo, castiga en principio la tentativa completamente irracional, de
manera que el fundamento de impunidad de la tentativa irreal debería ser distinto en Alemania (Roxin,
Derecho penal…, T. I, p. 567). Evidentemente el tenor del art. 7 del Cp. chileno no contempla tal limitación
de manera que es perfectamente posible establecer un fundamento común de impunidad tanto para la tentativa
irracional como para la tentativa irreal o supersticiosa.
2405
Roxin, Derecho penal…, T. I, p. 567.
2406
Cfr. Mir Puig, Derecho penal…, p. 355.
2407
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 572.
2408
Roxin, Derecho penal…, T. II, p. 569.
2409
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 572.
2410
Roxin, Derecho penal…, T. II, p. 569.
2411
Gil Gil y otros, Curso de Derecho penal, …, p. 349.
2412
Mir Puig, Derecho penal…, p. 356; Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 572.
542
absolutamente inidónea a la que suele recurrir la doctrina nacional no se desprende de parte
alguna de la regulación legal de la tentativa y conduce a resultados político criminalmente
indeseados, como el sostener que disparar al cuerpo de una persona que había fallecido tan
sólo momentos antes del disparo es impune por inidoneidad del objeto debido al
equivocado análisis ex post con el que evalúan la peligrosidad de la conducta2413.
2413
Mera Figueroa, “Comentario del art. 7° del Cp.”, p. 147.
543
CAPÍTULO XVII
ITER CRIMINIS
TEMA 3
ITER CRIMINIS
“El frustrado, el delito consumado y el agotamiento”
1. Objetivos. — 2. Casos de introducción. — 3. Introducción. — 4. Esquemas del delito tentado y frustrado.
—5. Concepto de delito frustrado. — 6. Ámbito de aplicación. — 7. Penalidad. — 8. Esquema: Penalidad
para el delito frustrado. — 9. Estructura del delito frustrado. — I. Tipo objetivo de frustración. — A.
Conducta típica. — a. Realización total de la conducta típica. — a.1. ¿Cómo se determina cuando se han
llevado a cabo todos los actos ejecutivos?. — a.1.a. Teoría subjetiva. — a.1.a.1. Critica a la teoría subjetiva.
— a.1.b. Teoría objetiva. — b. Que el resultado no se produzca, por causas ajenas a la voluntad del agente.
— II. Tipo subjetivo de frustración. — “El delito consumado”. — 1. Relación entre la consumación, tentativa
y frustración. — 2. Ámbito de aplicación. — 3. Penalidad. — 4. Momento en que se verifica la consumación.
— a. Delitos de mera actividad. — b. Delitos de resultado. — c. Delitos instantáneos. — d. Delitos
habituales. — e. Delitos continuados. — f. Delitos permanentes. — f.1. Problema. — g. Delitos de estado. —
5. Importancia de determinar el momento en que se verifica la consumación. — “Agotamiento del delito”. —
1. Importancia. —
1. Objetivos
a. Identificar y diferenciar los conceptos de tentativa, frustración, consumación y
agotamiento.
b. Precisar, en cada caso, la regulación legal, ámbito de aplicación, penalidad y estructura
típica objetiva y subjetiva.
c. Comprender la distinción legal entre tentativa y frustración
d. Distinguir entre consumación y agotamiento
2. Casos de introducción
A compra un revolver, lo carga, se dirige al domicilio de su enemigo, espera que
salga, al divisarlo le apunta, jala el gatillo, pero el proyectil balístico no sale de la recamara
La misma situación, pero producto de la vibración de la mano con el disparo, éste se
desvía y pasa por el lado de la víctima.
La misma situación, pero el disparo da en un encendedor que el afectado llevaba en
el bolsillo de su camisa
La misma situación, pero el disparo da en el rostro y la víctima queda gravemente
lesionada.
¿En los casos antes señalados concurre una tentativa o una frustración?
Respuesta: Frustración, porque en todas estas situaciones la conducta está completa
y, sin embargo, no se produjo el resultado.
544
3. Introducción
Hay delito frustrado, si el autor realiza dolosamente la ejecución completa de la
conducta típica, pero el resultado con el cual se consuma el delito no se produce por causas
independientes de la voluntad del autor2414.
Si el castigo de la tentativa es la regla general en los delitos de la parte especial del
Código penal, toda vez que procede tanto respecto de delitos de mera actividad o de
resultado, el castigo de la frustración es excepcional, toda vez que procede únicamente en
los delitos de resultado material2415.
En Derecho comparado se habla de tentativa acabada para referirse al delito
frustrado del art. 7 del Cp. nacional2416/2417/2418.
El autor da principio a la ejecución del El autor pone de su parte todo para que se
crimen o simple delito por hechos directos, consume el crimen o simple delito y esto no se
pero faltan uno o más actos para su produce por causas ajenas a su voluntad. Por
consumación. Por lo tanto, la conducta típica lo tanto, la conducta típica está completa,
está incompleta. pero pese a ello el resultado no se produce.
2414
Es concepto corresponde al de tentativa acabada regulada en el art. 62 del del Cp. español.
2415
Cury, Derecho penal…, p. 565; Garrido, Derecho penal…, pp. 349-350; Etcheberry, Derecho penal…, T.
II, p. 65; Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal, parte general, p. 383; Labatut, Derecho
penal…, p. 188.
2416
Así, por ejemplo, sucede en el caso del art. 16.1. del Cp. español, el cual dispone que: “Hay tentativa
cuando el sujeto da principio a la ejecución del delito directamente por hechos exteriores, practicando todos o
parte de los actos que objetivamente deberían producir el resultado, y sin embargo éste no se produce por
causas independientes de la voluntad del autor”. Lo anterior tiene importancia penológica en el ordenamiento
español, toda vez que conforme a lo prevenido en el art. 62 del Cp. español, a los autores de tentativa debe
imponérseles la pena inferior en uno o dos grados a la señalada en la ley para el delito consumado, en la
extensión que se estime adecuada, atendiendo al peligro inherente al intento y al grado de ejecución
alcanzado. Así las cosas, en España, la distinción penológica entre la tentativa acabada o inacabada es
facultativa y no obligatoria para el tribunal como sucede en Chile respecto de la distinción entre el delito
tentado y el frustrado.
2417
En tal sentido, Mir Puig, señala que el actual Cp. español ha precindido de la distinción tradicional entre
tentativa y frustración y agrega que tanto el intento inacabado (la anterior tentativa) como el acabado fallido
(la anterior frustración) se incluyen ahora en el concepto legal de tentativa. De esta manera, el concepto de
tentativa se extiende a todo proceso de ejecución, desde su comienzo hasta su terminación sin consumación,
siguiendo así el criterio dominante en Derecho comparado (Mir Puig, Derecho penal…, p. 345).
2418
Bullemore y Mackinnon, Curso de Derecho penal, T. II., p. 151.
545
Iter criminis (Itinerario criminal)
Principio de ejecución
2419
Mera Figueroa, “Comentario del art. 7° del Cp.”, p. 161; Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de
Derecho penal chileno, parte general, p. 383 y Cury, Derecho penal…, p. 564.
546
6. Ámbito de aplicación
El delito frustrado procede únicamente respecto de los crímenes y simples delitos,
porque conforme a lo previsto en el art. 9 del Cp., las faltas sólo se castigan cuando han
sido consumadas2420.
Además, debemos recordar que, tal como lo dijimos, la frustración procede sólo en
los delitos de resultado material2421, toda vez que esta estructura típica, concurre cuando a
pesar de completar el sujeto activo la conducta típica, no deviene el resultado exigido por el
tipo, por causas independientes de su voluntad. En los delitos de mera actividad, en cambio,
la ejecución total de la conducta típica se confunde con la consumación2422.
7. Penalidad
De acuerdo a lo dispuesto en el art. 51 del Cp., a los autores de crimen o simple
delito frustrado, se impondrá la pena inmediatamente inferior en grado a la señalada por la
ley para el crimen o simple delito.
De conformidad con lo prevenido en el art. 52 del Cp., a los cómplices de crimen o
simple delito frustrado se impondrá la pena inferior en 2 grados a la que señala la ley para
el crimen o simple delito.
Según lo dispuesto en el art. 53 del Cp., a los encubridores de crimen o simple
delito frustrado, se impondrá la pena inferior en 3 grados a la que señala la ley para el
crimen o simple delito.
Conforme a lo señalado en el art. 55 del Cp., las disposiciones generales contenidas
en los cuatro artículos precedentes no tienen lugar en los casos en que el delito frustrado se
halle especialmente penado por la ley.
Art. 55 del Cp. Las disposiciones generales contenidas en los cuatro artículos
precedentes no tienen lugar en los casos en que el delito frustrado se halle
especialmente penado por la ley.
2420
Garrido, Derecho penal…, T. II, pp. 350-351.
2421
Labatut, Derecho penal…, T. I, p. 188; Novoa, Derecho penal…, T. II, p. 125; Etcheberry, Derecho
penal…, T. II, pp. 65 y ss.; Cury, Derecho penal…, p. 565; Garrido, Derecho penal…, T. II, p. 349 ; Politoff,
Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal chileno, parte general, p. 383.
2422
Cury, Derecho penal…, p. 565.
547
9. Estructura del delito frustrado
Conducta
Típica
• Tipo objetivo
• Conducta típica
• Realización total de la conducta típica
• Que el resultado no se produzca, por causas ajenas a la voluntad del agente
• Tipo subjetivo
• Dolo directo
Antijurídica
Culpable
2423
Afirma Roxin: “Existe tentativa acabada cuando el autor ha realizado todo lo que de acuerdo con su
representación, era necesario para la causación del resultado” (Roxin, Derecho penal…, T. I., p. 501).
2424
Cury, Derecho penal…, p. 565.
2425
En el mismo sentido, Mera Figueroa, “Comentario al art. 7° del Cp.”, p. 162.
2426
Mera Figueroa, “Comentario al art. 7° del Cp.”, p. 161.
548
La determinación de cuando se han llevado a cabo todos los actos ejecutivos
depende de la descripción del tipo. El art. 7° inc. 2º del Cp. exige, para que exista
frustración, que el autor realice objetivamente toda la conducta típica al disponer: “Que el
sujeto ponga de su parte todo lo necesario para que el crimen o simple delito se consume”.
Si el sujeto cree haber realizado completamente la conducta, pero ello no es así
incurre en una tentativa punible, pero respecto del delito frustrado, habría error de tipo al
revés, impune a título de frustración2427.
2427
Mera Figueroa, “Comentario al art. 7° del Cp.”, p. 162.
2428
Mir Puig, Derecho penal..., p. 351.
2429
Roxin, Derecho penal..., p. 503.
2430
Jescheck y Weigend, Tratado..., p. 560.
549
el ultimo acto parcial antes de la causacion del resultado, de manera que no es preciso
ningun criterio adicional para descartar los pasos intermedios no esenciales. Además debe
concurrir la conexion temporal, en el caso de la tentativa acabada, con la conducta típica.
Hay tentativa acabada con el hecho de “ponerse en el camino” de un curso causal que
desembocara en el resultado sin ulterior actividad del autor2431.
La postura aquí mantenida es plenamente compatible con la definición de tentativa
del art. 7 del Cp. y sobre todo con la exigencia legal consistente en que el delincuente haya
puesto de su parte todo lo necesario para que el crimen o simple delito se consume y esto
no se verifique por causas independientes de su voluntad.
El delito consumado
Consiste en la realización del hecho típico2433. El autor ha satisfecho íntegramente,
desde un punto de vista objetivo y subjetivo, la descripción de una figura delictiva. Así por
ejemplo, el delito de homicidio se consuma con la muerte de la víctima (delito de resultado)
y la violación se consuma con el acceso carnal (delito de mera actividad).
La descripción típica y las sanciones aludidas en los delitos de la Parte Especial
del Código Penal, se refieren al autor de un delito consumado.
2431
Roxin, Derecho penal..., T. II, pp. 503-506.
2432
Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal, parte general, p. 379.
2433
Cury, Derecho penal…, p. 565.
550
La construcción de los tipos dependientes de tentativa y frustración se realiza
interpretando el tipo autónomo de consumación de la Parte Especial del Código Penal o de
ley penal extra Código Penal (por ejemplo la ley 20.000 sobre tráfico ilícito de drogas y
sustancias estupefacientes) y los preceptos establecidos en el artículo 7° inciso 2° o 3°.
Como se puede apreciar, en estos casos la norma primaria2434 puede surgir de la
puesta en relación de varios enunciados legales. Así por ejemplo, en el delito de homicidio
simple frustrado, cometido dolosamente por varios sujetos concertados para cometer el
delito, surge de la puesta en relación de los siguientes artículos 391 N° 2, 7 inciso 2° y 15
N° 1 del Código Penal. Dichos artículos son referidos en la parte resolutiva de la
sentencia2435.
2. Ámbito de aplicación
El delito consumado procede respecto de crímenes, simples delitos y faltas. En
cuanto a las faltas, el art. 9 del Cp. señala que las faltas sólo se castigan cuando han sido
consumadas.
3. Penalidad
De acuerdo con lo prevenido en el art. 50 del Cp., a los autores de crimen o simple
delito consumado se impondrá la pena que para éste se hallare señalada por la ley. Por lo
tanto, siempre que la ley designe la pena de un delito, se entiende que la impone al delito
consumado.
Las faltas se encuentran reguladas en el Libro Tercero del Cp., en los arts. 494 y
siguientes. La regla general consiste en que las faltas se castigan con la pena de multa. La
excepción se encuentra constituida por el art. 494 bis del Cp., referido al hurto falta,
castigado con la pena de prisión en su grado mínimo a medio.
2434
Es decir, aquella que se dirige al ciudadano a fin de motivarlo para que se abstenga de realizar conductas
riesgosas o lesivas para determinados bienes penalmente tutelados.
2435
Mir Puig, Derecho penal…, pp. 70-71
2436
Jescheck y Weigend, Tratado..., p. 282; Villamor Lucía, Delitos de peligro abstracto, una aproximación
al DP del enemigo, op. cit., p. 1 y Mir Puig, Derecho penal…, p. 221.
551
En esta clase de delitos no es necesario que se produzca algún resultado
diferenciable espacio temporalmente de la conducta típica. Así sucede, por ejemplo, en el
delito de falso testimonio, previsto en los arts. 206 y 207 del Cp.
b. Delitos de resultado
Son aquellos que requieren para su consumación de la producción de un resultado,
separado de la conducta que lo produce2437. Estos tipos penales exigen un cambio, un
resultado, modificación o alteración del mundo exterior ocasionado por la conducta en que
se manifiesta la lesión o el peligro del bien jurídico protegido separado espacial y
temporalmente de la acción del autor2438.
En esta clase de delitos, el tipo penal se consuma con el menoscabo del bien
jurídico protegido que puede consistir, en la lesión o daño efectivo (homicidio) o en la
puesta en peligro del bien penalmente tutelado (el delito de peligro concreto del art. 318 del
Cp).
c. Delitos instantáneos:
Son aquellos que se perfeccionan de manera inmediata ya sea con la sola
realización de la conducta (delitos de mera actividad) o con la sola producción de un
resultado en su caso (delitos de resultado)2439. Así por ejemplo, el delito de falso
testimonio, castigado en el art. 206 del Cp., se consuma con la declaración mendaz. En
cambio, el delito de homicidio simple, descrito en el art. 391 N° 2 del Cp., se consuma con
la muerte del sujeto activo.
d. Delitos habituales
Son aquellos que se perfeccionan con la repetición de una determinada conducta
del agente. Por lo tanto, es la repetición la que da origen a la incriminación o a la
calificación del tipo penal. Así, por ejemplo sucede con la antigua redacción del
favorecimiento de la prostitución de menores exigía habitualidad para la incriminación de
la conducta, según el art. 367 del Cp. Hoy la habitualidad es un requisito del tipo calificado
art. 367, inc. 2° del Cp.
e. Delitos continuados
Son aquellos que constituyen una unidad delictiva de carácter normativo (un solo
delito), cuando concurren los siguientes elementos: a. Unidad de sujeto activo; b.
Pluralidad de conductas, cada una de las cuales configura por si misma un delito
independiente; c. Una cierta separación temporal entre las realizaciones típicas; d. Una
cierta identidad entre los tipos penales que se integran a la continuidad delictiva; e. Unidad
2437
Mir Puig, Derecho penal…, p. 221.
2438
Roxin, Derecho penal..., p. 328.
2439
Mir Puig, Derecho penal…, p. 227.
552
de sujeto pasivo, en el supuesto de atentado en contra de bienes jurídicos personalísimos
(exigencia que, de todas formas, es discutida) y f. Una conexión específica entre la
pluralidad de conductas en solución de continuidad. Así, por ejemplo sucede si un sujeto
sustrae, cada vez que concurre a la casa de un amigo, una pieza de ajedrez, hasta completar
el suyo. En tales casos concurre un solo delito y no tantos delitos de hurto como piezas de
ajedrez fueron sustraídas. El delito continuado se consumaría con la sustracción de la
última pieza de ajedrez.
Tratándose de una figura jurisprudencial y doctrinaria, se discute respecto de que
clase de delitos concurre. La mayoría acepta el delito continuado en delitos cuyo bien
jurídico no es personalísimo, pero se rechaza, por la jurisprudencia mayoritaria, que este
instituto penal sea aplicable a los delitos sexuales.
f. Delitos permanentes
Son aquellos que suponen el mantenimiento de una situación antijurídica de cierta
duración por la voluntad del autor, como sucede, por ejemplo, con el delito de secuestro,
tipificado en el art. 141 del Cp.; dicho mantenimiento sigue realizando el tipo, por lo que el
delito se sigue consumando hasta que se abandona la situación antijurídica2440.
f.1. Problema:
¿Desde cuándo se comienza a contar la prescripción?
Desde que cesa el estado antijurídico.
g. Delitos de estado
Son aquellos en los cuales, aunque crean también un estado antijurídico duradero, la
consumación cesa desde la aparición de éste, porque el tipo sólo describe la producción del
estado y no su mantenimiento, como sucede por ejemplo, en el caso de la falsificación de
documentos, arts. 390 y ss., matrimonios ilegales, arts. 217 y ss.2441
2440
Mir Puig, Derecho penal…, p. 224.
2441
Mir Puig, Derecho penal…, p. 224.
553
Es una etapa posterior a la consumación del delito, en la que el autor logra el
resultado perseguido con la comisión de la conducta típica2442.
El delito está agotado cuando el sujeto consiguió ese propósito ulterior. Así, por
ejemplo, habrá agotamiento en el delito de homicidio cometido con fines hereditarios,
cuando el autor consigue la posesión de la herencia; habrá hurto agotado, cuando el agente
logre efectivamente el lucro perseguido; etc.
1. Importancia
El delito agotado cobra importancia en algunas hipótesis de participación criminal
(encubrimiento), así como en materia civil, al transformar la obligación de restituir en la de
indemnizar2443.
2442
Cury, Derecho penal…, p. 566.
2443
Cury, Derecho penal…, p. 566.
554
555
CAPÍTULO XVII
ITER CRIMINIS
TEMA 4
“El desistimiento”
1. Objetivos
• Comprender en que consiste el desistimiento y cuál es su naturaleza
• Clasificar las formas de desistimiento que reconoce nuestra doctrina
• Determinar cuál es el fundamento del desistimiento
• Precisar cuál es la estructura objetiva y subjetiva del desistimiento
• Establecer cuáles son los efectos del desistimiento
• Definir qué se entiende por tentativa calificada
2. Casos de introducción
“A quiere matar a B, compra una pistola va al domicilio de la víctima, espera que
ésta salga, apunta con el arma hacia el cuerpo de B, pero al verla a la cara decide no
disparar y se retira del lugar, mientras B llama a la policía”.
“A le dispara a B, acierta en el blanco y lo deja herido, pero luego llama a un
servicio de asistencia pública para que lo atiendan y le salven la vida, pero finalmente B
muere”.
“A escala y logra entrar a una propiedad por la ventana, pero se da cuenta de que
en dicho domicilio no hay nada de valor que valga la pena robar y se va del lugar sin
sustraer especie alguna”
“A entra a robar mediante escalamiento a la casa de B, pero en una foto que estaba
en el living identifica al fiscal del Ministerio Público, razón por la que se asusta y se
arranca sin sustraer especie alguna”
556
“Primero: El día 13 de Sep. de 2013, Pilar se encontraba sola en el portal de su
domicilio y al ingresar al ascensor, entró el acusado detrás de ella, la amenazó con un
cuchillo y le exigió que se sentara y que se bajara los pantalones, rechazando las ofertas
de dinero que le hacia la víctima, a quien repetidamente reiteró “que si no hacía lo que le
ordenaba, la mataría”, sin embargo, al presentarse el esposo de la afectada, que venía
ligeramente retrasado por la pérdida de tiempo sufrida en el estacionamiento, el acusado
huyó del lugar.
Segundo: El día 16 del propio mes y año, el acusado abordó a Isabel, con idénticos
móviles, puso un cuchillo en su espalda, la empujó y la hizo ingresar violentamente al
ascensor del edificio en que vivía, le ordenó repetidas veces que se quitara el vestido, lo
que no pudo conseguir por la tenaz resistencia de su víctima, por lo que salió corriendo sin
conseguir su propósito.
Tercero: El día 18 del propio mes y año, encontrándose Antonia en su vivienda, se
presentó el acusado preguntando por un tal Antonio, vecino de un piso superior, pero,
aunque inició el ascenso regresó de inmediato, sacó un cuchillo y le ordenó a la víctima
violentamente que se sentara en la escalera, pero al echarse a llorar la afectada, el
acusado salió corriendo, sin conseguir el torpe propósito que guiaba sus acciones.
Cuarto: El día 20 octubre del mismo año, cuando Carmen se encontraba en el
ascensor de su domicilio, ingresó el acusado y amenazándola con un cuchillo, que apoyó
sobre su costado, le dijo imperativamente “me tienes que hacer un favor”, abandonando su
propósito cuando la víctima le dijo que se encontraban muy próximos su padre y novio,
quienes le darían una paliza”.
a. Preguntas
¿En qué casos cabe afirmar que el desistimiento es voluntario?
¿Respecto de qué delito se estaría desistiendo el agente?
¿Han de considerarse las razones éticas para evaluar si concurre la voluntariedad en el
desistimiento?
¿Impide la apreciación del desistimiento voluntario la condena del agente por los actos
punibles ya consumados?
¿Qué tratamiento jurídico-penal debe recibir el desistimiento ineficaz?
3. Concepto de desistimiento
Consiste en evitar voluntariamente la consumación del delito, ya sea desistiendo de
realizar los actos que queden (en la tentativa) o impidiendo el resultado tras haber realizado
todos los actos ejecutivos (en la frustración).
557
4. Esquema de desistimiento en la tentativa y en la frustración
En el tipo tentado el sujeto da principio a la ejecución del crimen o simple delito por
hechos directos, pero se desiste voluntariamente antes de completar la conducta típica.
a. Desistimiento pasivo
Consiste en dar principio de ejecución al crimen o simple delito por hechos directos,
pero frenar voluntariamente dicha ejecución antes de completar la conducta típica.
Tiene aplicación en el delito tentado.
b. Desistimiento activo
Consiste en realizar voluntariamente una conducta que impide el resultado, luego
de haber concluido la ejecución del delito. En el desistimiento activo, la conducta típica
está completa y, sin embargo, el resultado no se ha producido.
Por lo tanto, tiene aplicación en el delito frustrado.
558
c. Esquema del desistimiento pasivo y activo
7. Tentativa calificada
Si pese al desistimiento, el agente alcanzó a realizar actos que por sí mismos
configuran un hecho punible, deben ser castigados a ese título. Por lo tanto, la impunidad
que supone el desistimiento voluntario no se extiende a los hechos constitutivos de delitos
consumados subyacentes al delito desistido. Así, por ejemplo, si A intenta robar, ingresa a
la casa por la ventana, fracturándola y luego se desiste, no será castigado por la tentativa de
robo, pero si por la violación de morada y por los daños que ocasionó. Del mismo modo, el
desistimiento de la violación no obsta a la punibilidad de las lesiones corporales causadas a
2444
Cury, Derecho penal…, p. 567.
2445
A diferencia de nuestro decimonónico Código penal, el Código penal español de 1995, regula
expresamente el desistimiento, por lo que no es necesario realizar a su respecto una interpretación a contrario
sensu. En efecto, el art. 16.2 de dicho cuerpo legal refiere: “Quedará exento de responsabilidad penal por el
delito intentado quien evite voluntariamente la consumación del delito, bien desistiendo de la ejecución ya
iniciada, bien impidiendo la producción del resultado, sin perjuicio de la responsabilidad en que pudiera haber
incurrido por los actos ejecutados, si éstos fueren ya constitutivos de otro delito o falta”.
559
la víctima para vencer su resistencia y el que se desiste del homicidio no se libera de la
pena por posesión ilegal del arma de fuego con que intentaba ultimar a su víctima2446.
2446
Garrido, Derecho penal…, T. II., p. 364; Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal, parte
general, p. 378; Cury, Derecho penal…, p. 571.
2447
Jescheck y Weigend, Tratado…, pp. 578-579.
2448
Jescheck y Weigend, Tratado…, pp. 578-579.
2449
Stratenwert, Derecho penal…, p. 354.
560
El desistimiento produce la desaparición del fin de la pena. El autor demuestra que
su voluntad hostil al Derecho no ha sido suficiente. La pena no es aconsejable, ni por
motivos preventivos especiales ni por razones preventivas generales, porque en tales casos
la justicia no demanda una pena2450. Se critica esta teoría porque la voluntad del autor en el
momento de la tentativa puede haber sido suficientemente intensa para la consumación,
pues a menudo el desistimiento es provocado por circunstancias externas puramente
azarosas2451.
a) Teoría de la culpabilidad
Quien se desiste, debe ser objeto de un juicio de reproche insignificante, porque
existe un acto contrario que compensa el reproche por los actos ejecutivos cometidos. Por
lo tanto, trata al desistimiento como una causa de exculpación2452.
Se critica esta teoría porque los actos que el sujeto alcanzó a realizar luego del
principio de ejecución, al menos son constitutivos del tipo penal de tentativa respecto de la
cual existe una conducta, típica, antijurídica y culpable. Por lo tanto, el desistimiento opera
con posterioridad al análisis de la culpabilidad, compensando tanto el injusto y como el
juicio de reproche, con el esfuerzo del autor por evitar la lesión o el peligro del bien
jurídico, lo que es recompensado con la impunidad.
a. Causal de atipicidad
Cury postula que el desistimiento de la tentativa y el delito frustrado constituyen
causales de atipicidad por insuficiencia del elemento subjetivo, esto es, del dolo. Agrega
que dolo consiste en una voluntad que se exterioriza haciéndose acción al propio tiempo
que dirigiéndola. La tentativa se sólo se castigaría a causa de que la finalidad persiste,
transformada en mera tendencia hacia el objetivo antijurídico. Para que exista una tentativa
punible es preciso que la voluntad de consumar permanezca presente hasta el momento en
que la acción se interrumpe o el resultado se frustra, lo que no ocurre en la tentativa. El
desistimiento operaría como un “elemento negativo” de los tipos subordinados respectivos,
de modo que, cuando aparece en el caso concreto, determinaría una situación de “ausencia
de tipicidad”2453.
Hay que rechazar esta teoría porque hasta el momento en que el sujeto se desiste, ha
realizado una conducta típica antijurídica y culpable, por lo que no se ve como una
2450
Bacigalupo, Derecho penal…, p. 476.
2451
Jescheck y Weigend, Tratado…, pp. 579-580.
2452
Bacigalupo, Derecho penal…, p. 476.
2453
Cury, Derecho penal…, p. 569.
561
conducta posterior como lo es el desistimiento, podría desplazar la tipicidad, antijuridicidad
y culpabilidad que ya han nacido legalmente2454/2455.
b. Excusa legal absolutoria
El desistimiento es una causa de exclusión de la punibilidad y más concretamente
una excusa legal absolutoria, lo que se desprende del inciso 4 del art. 8º del Código Penal,
conforme al cual, el desistimiento voluntario “exime de toda pena”. De esta manera, nos
encontramos ante una conducta típica, antijurídica y culpable, pero impunes2456.
2454
Garrido, Derecho penal…, p. 365.
2455
En contra de esta objeción Zaffaroni afirma: “No parece tener mayor sustento la objeción a la falta de
tipicidad objetiva o subjetiva que estaría dada por la imposibilidad de que el desistimiento tenga la virtualidad
de dejar atípica una conducta que ya lo era toda vez que si el comienzo de ejecución es objetiva y
subjetivamente típico, no se comprende cómo un acto posterior puede eliminar lo que antes se afirmó como
prohibido, y ello se debe a que no se identifica el acto de desistimiento voluntario como una modificación del
hecho, pues la revocación cancela el peligro de lesión que ocurre porque el plan en una etapa posterior sufre
una evolución dialéctica extrema: el autor decide anular voluntariamente una tipicidad iniciada. El
pensamiento que objeta la ausencia de tipo llega a esa conclusión porque parte de la equiparación del dolo del
delito consumado con el del delito tentado”. Sin embargo, la respuesta de Zaffaroni no tiene cabida entre
nosotros, toda vez que la doctrina nacional opina que el dolo del delito tentado es dolo de consumar el delito
(Hernández, “Comentario al art. 1° del Cp.”, p. 148).
2456
En tal sentido, Politoff, Matus y Ramírez, refieren: “Es ampliamente mayoritaria la doctrina y la
jurisprudencia que concluyen que el desistimiento voluntario “exime de toda pena”. Ya Fuensalida afirmaba
que "las leyes y la jurisprudencia de nuestros tribunales antes del Código Penal no castigaban a la tentativa
cuando el culpable se arrepentía de su intento". También es mayoritario el parecer de que el desistimiento
opera como causa de exclusión de la pena o excusa legal absolutoria y afecta sólo al que se desiste” (Politoff,
Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal, parte general, p. 376).
562
• Voluntariedad
a.1. Que el agente no haya realizado todos los actos ejecutivos, pudiendo hacerlo
El sujeto da principio a la ejecución del crimen o simple delito por hechos directos,
pero abandona la ejecución de la conducta típica cuando le faltaban por realizar actos
necesarios para acabarla. Por lo tanto, para el desistimiento en la tentativa es suficiente con
que el sujeto activo se abstenga de seguir actuando faltando actos para la consumación del
delito2457. Para evaluar si el autor ha o no realizado todos los actos ejecutivos, hay que
ocupar un criterio mixto que considere, tanto el plan del autor, como el peligro de lesión
para el bien penalmente tutelado.
Por lo tanto, no hay desistimiento en caso de tentativa fracasada, es decir cuando es
materialmente imposible completar la conducta o la consecución del delito representa un
riesgo muy grande que lo hace inconveniente por razones físicas, como sería, por ejemplo,
el caso en que A está robando una casa y tratando de abrir la puerta con una ganzúa y ésta
se quiebra, o bien, razones psíquicas, como por ejemplo pasaría si A está ingresando al
domicilio mediante escalamiento, pero se da cuenta de que la policía está en su interior, por
lo que se asusta y se va.
a.2. La renuncia al plan delictivo debe ser definitiva, no tratarse de una suspensión en
la ejecución a la espera de un mejor momento
El desistimiento debe ser definitivo2458. No hay desistimiento, si los actos realizados
por el autor siguen siendo eficaces para proseguir la conducta típica, pero el agente
suspendió la ejecución del delito, para continuarla en una mejor oportunidad2459. Así
ocurre, por ejemplo, si el ladrón concurre en horas de la tarde al domicilio y deja instalada
una escalera para entrar en la noche por una ventana que está abierta en el segundo piso.
Tampoco existiría desistimiento si el ladrón se queda dormido en el patio de la casa, a la
espera de que los moradores salgan o se duerman.
2457
Jescheck y Weigend, Tratado…, pp. 580-581.
2458
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 584.
2459
Garrido, Derecho penal…, pp. 370-371; Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal, parte
general, p. 377.
563
cuales no tienen que corresponder a consideraciones éticas o altruistas2460. El desistimiento
no debe estar motivado por impedimentos forzosos, sino que debe desarrollarse por una
razón autónoma o autoimpuesta, lo que presupone que el autor “era todavía señor de sus
decisiones” y que no fue obligado al desistimiento de su conducta por la presión
insuperable de la situación fáctica2461.
Por lo tanto, no hay desistimiento si el delito no se consuma porque el autor fue
reconocido por la víctima y huye por miedo a la pena. Tampoco hay desistimiento si la
conducta típica es abandonada por inadvertencia del autor, como sucedería si A da vuelta la
taza en que iba el veneno o porque cree erróneamente que el delito se ha consumado, como
acontecería si al ver caer a su víctima, el agente deja de disparar creyéndola muerta, aunque
sólo está herida levemente2462.
2460
Mera, “Comentario al art. 7° del Cp.”, p. 151.
2461
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 584.
2462
Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal, parte general, pp. 377-378.
2463
Cury, Derecho penal…, p. 570; Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal, parte general, p.
377.
2464
Garrido, Derecho penal…, T. II, pp. 369-370.
2465
Cury, Derecho penal..., p. 571.
2466
Explica Jescheck el desistimiento de la tentativa acabada señalando que: “si de acuerdo con la
representación del autor se han creado todas las condiciones del resultado de modo que el acaecimiento de
564
En el desistimiento activo el agente realizó todos los actos necesarios para consumar
el delito, por lo tanto la conducta típica está completa, pero falta aún la producción del
resultado, por lo que el sujeto tiene que realizar un acto para impedir que el riesgo creado
por su comportamiento se materialice en el resultado lesivo. Así por ejemplo sucedería si A
le da un antídoto a quien le había suministrado el veneno, a fin de evitar una muerte segura.
este sólo dependa de la eficacia autónoma de factores causales o de la actuación de un tercero, entonces el
sujeto debe desarrollar para el desistimiento una actividad contraria destinada a evitar el resultado”
(¿Dónde?).
2467
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 586; Cury, Derecho penal…, p. 572; Garrido, Derecho penal…, p.
372.
565
7 del Código Penal, referida a la reparación celosa del mal causado o impedir sus ulteriores
consecuencias2468.
2468
Cury, Derecho Penal…, p. 572; Garrido, Derecho penal…, p. 372.
2469
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 586.
2470
Jescheck y Weigend, Tratado…, p. 586.
2471
Garrido, Derecho penal…, p. 373.
2472
Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal, parte general, p. 380.
2473
Mera, “Comentario al art. 7° del Cp.”, p. 164.
566
14. Tentativa calificada en el arrepentimiento eficaz
Tal como sucede en el caso del desistimiento en la tentativa, en el delito frustrado es
posible que pese a concurrir un desistimiento activo exitoso, los actos constitutivos de la
conducta típica, sean a su vez constitutivos de otro u otros delitos, de manera que si bien el
autor no será castigado por el delito desistido, debido a que ha impedido la materialización
del riesgo credo por la conducta típica en el resultado lesivo, si será castigado por el delito
o delitos consumados inherentes a la conducta típica realizada. De esta manera, concurre en
estos casos la tentativa calificada, pese a tratarse de un delito frustrado, porque este
instituto dice relación con una característica de la conducta, que puede concurrir tanto en el
desistimiento activo como pasivo2474.
2474
Cury, Derecho penal…, p. 573.
567
CAPÍTULO XVIII
AUTORÍA Y PARTICIPACIÓN
TEMA 1
“La autoría”
1. Objetivos
• Identificar la ubicación sistemática de la autoría y participación
• Precisar cuál es el concepto de autor acorde con las distintas teorías
• Comprender la distinción entre autoría y participación
2. Caso de introducción 1
Operación Albania:
Miembros de la Central Nacional de Informaciones (C.N.I), a través de un grupo
especial denominado “Brigada Azul”, en marzo de 1989, ordenaron realizar el seguimiento
y marcación diaria de Jécar Neghme Cristi.
A continuación ordenaron neutralizarlo, lo que importó la eliminación física de la
víctima, llevada a cabo por Oficiales del Servicio, los que posteriormente fueron premiados
y siguieron ascendiendo en sus carreras.
El motivo era que Neghme Cristi asomaba como un líder de su organización,
M.I.R., la cual pretendía abrir espacios públicos, lejos de la clandestinidad, y asomarse a los
importantes cambios políticos que vivía el país.
SCS, 28/01/2009, Rol 4427-07
a. Preguntas
1. ¿Cómo deberían ser sancionados los miembros del grupo especial denominado
“Brigada Azul”?
568
2. ¿Deberían ser sancionados los Miembros de la Central Nacional de
Informaciones, que dieron las instrucciones, considerando que no realizaron directamente la
conducta descrita en el tipo penal?
3. ¿A qué título deberían ser sancionados los Miembros de la Central Nacional de
Informaciones?
4. ¿Cómo hubiese sancionado usted a los involucrados, si las ordenes de los
Miembros de la Central Nacional de Informaciones hubiesen consistido sólo en vigilar a la
víctima y, sin embargo, los miembros del grupo especial denominado “Brigada Azul”
hubiesen ultimado al afectado?
3. Caso de introducción 2
Verónica mata a un niño recién nacido a solicitud de la madre del pequeño, de
nombre María, por interés de ésta.
Sentencia del Supremo Tribunal Alemán, condenó a Verónica como cómplice, y no
como autor.
a. Pregunta
¿Qué razones pudo haber tenido el tribunal para condenar a Verónica como
cómplice y no como autora del ilícito?
4. Introducción
Hasta acá hemos visto como una conducta, típica, antijurídica es posible de ser
imputada personalmente a su autor, si éste es el único interviniente, podrían presentarse
problemas desde un prisma procesal, pero desde el punto de vista penal, que es el que ahora
nos interesa, es decir, una vez que sabemos quién es el agente de la conducta, típica,
antijurídica y culpable, no es problemática la respuesta a la pregunta ¿Quién ha sido?, es
decir, aquella interrogante que nos lleva a determinar quién es el autor. Los temas a
resolver en este capítulo, comienzan cuando entran en escena varios sujetos que actúan, por
ejemplo, conjuntamente, como acontecería si A sostiene a B mientras C la accede
carnalmente, o bien realizando alguna clase de aporte, que podría prestarse en nuestro
ordenamiento, antes, durante o después. Así, por ejemplo, habría una colaboración previa,
si A le entrega un cuchillo a B para que ataque a C. En todos estos casos deberemos
identificar si los roles cumplidos por cada uno de los sujetos que colaboran o ejecutan
objetivamente el plan criminal pueden ser catalogados de autoría o de participación2475.
Evidentemente la autoría no se determina mediante criterios naturalísticos, sino que
en base a criterios valorativos de la realidad. Tras una larga discusión, se impone la tesis de
que autor es quien domina el hecho2476. Conforme a este criterio debemos valorar si Pedro
2475
Sánchez e Iñigo, Delictum 2.0, Editorial Thomson Reuters, Pamplona, 2014, p. 205.
2476
Si bien el concepto fue acuñado, en materia de autoría y participación, por la teoría finalista de Welzel, su
máxima expresión fue alcanzada por Roxin, con su tratado denominado “Autoría y dominio del hecho”.
569
es autor por haberle clavado un cuchillo a Juan y, en tal situación, podremos afirmar la
autoría si el sujeto activo controló el iniciar o interrumpir la conducta típica, escogió entre
una modalidad u otra, es decir si fue o no Pedro, quien creó un riesgo típicamente relevante
para la vida, cuestión, que en el tipo objetivo del delito consumado de homicidio, conlleva
el análisis que permita determinar que el riesgo creado por Pedro, fue aquel que se
materializó en la muerte de Juan. Si el sujeto crea un riesgo típicamente relevante, al menos
controlará el origen del riesgo, si posee además el control sobre el desarrollo de la conducta
típica, podremos concluir que Pedro tiene el dominio del hecho2477, de manera que en casos
de agente único, autor es el que domina el hecho.
Sin embargo, cuando concurren pluralidad de intervinientes, el dominio puede
existir de manera compartida, porque todos los sujetos activos tienen el dominio repartido,
como sucedería si A intimida a B, mientras C sustrae las especies y D, observa y presta
cobertura para avisar en caso de que venga la policía o para intervenir si la víctima se
resiste al ataque. En tal escenario, podríamos decir que A, C y D tienen objetiva y
subjetivamente el dominio del hecho, por concurrir un acuerdo de voluntades o dolo común
y existir entre ellos, una distribución de funciones2478.
Por último, es posible que el control de la situación, no lo tenga quien desarrolla
materialmente los actos ejecutivos, sino que éstos sean manejados desde atrás, por el autor
mediato.
2477
Sánchez e Iñigo, Delictum 2.0, p. 205-206.
2478
Cury, Derecho penal..., pp. 610 y ss.
2479
Mir Puig, Derecho penal..., p. 365.
570
Clasificación
Tipos de autoría
Aquéllos cuyo sujeto recibe el nombre de autor
Tipos de participación
Aquéllos cuyo sujeto es un partícipe de un tipo de autoría
Clasificación
Tipos de concurrencia necesaria
Son aquellos cuya estructura presupone la concurrencia de 2 o más personas
Incesto (art. 375)
Tipos de concurrencia eventual
Son aquellos cuya descripción típica permite cometerlos por una o por varias personas
Homicidio (art. 391)
2480
Jescheck y Weigeng, Tratado de Derecho penal..., p. 692.
571
El cómplice es un participe que actúa con o sin concierto previo, en el hecho del
autor, ya sea antes o durante la comisión del delito.
El inductor actúa formando en otro la voluntad delictiva, por lo que su participación
es anterior a la ejecución del hecho típico. Sin embargo, puede ocurrir que luego de la
inducción, el inductor decida participar en la ejecución del ilícito junto al inducido,
realizando un aporte funcional a la realización del plan en su conjunto, en cuyo caso su
participación mutaría desde la inducción hasta la coautoría, pero esta forma de autoría
subsumiría a la inducción, por concurrir un concurso de leyes penales, de manera que no
sería posible castigarlo por las dos formas de intervención criminal.
Nuestra ley penal, castiga también como partícipe, al encubridor, cuya conducta,
además de no corresponder a la participación criminal, debería ser sancionada como un
delito independiente en la Parte Especial, en el acápite de delitos en contra de la
administración de justicia, toda vez que consiste, precisamente en buscar impedir que el
delito o la participación, puedan ser debidamente acreditados2481.
2481
Así ocurre en el CP español de 1995, cuyo art. 451 dispone: Será castigado con la pena de prisión de seis
meses a tres años el que, con conocimiento de la comisión de un delito y sin haber intervenido en el mismo
como autor o cómplice, interviniere con posterioridad a su ejecución, de alguno de los modos siguientes: 1º
Auxiliando a los autores o cómplices para que se beneficien del provecho, producto o precio del delito, sin
ánimo de lucro propio. 2º Ocultando, alterando o inutilizando el cuerpo, los efectos o los instrumentos de un
delito, para impedir su descubrimiento. 3º Ayudando a los presuntos responsables de un delito a eludir la
investigación de la autoridad o de sus agentes, o a sustraerse a su busca o captura, siempre que concurra
alguna de las circunstancias siguientes: a) Que el hecho encubierto sea constitutivo de traición, homicidio del
Rey, de cualquiera de sus ascendientes o descendientes, de la Reina consorte o del consorte de la Reina, del
Regente o de algún miembro de la Regencia, o del Príncipe heredero de la Corona, genocidio, delito de lesa
humanidad, delito contra las personas y bienes protegidos en caso de conflicto armado, rebelión, terrorismo,
homicidio, piratería, trata de seres humanos o tráfico ilegal de órganos. b) Que el favorecedor haya obrado
con abuso de funciones públicas. En este caso se impondrá, además de la pena de privación de libertad, la de
inhabilitación especial para empleo o cargo público por tiempo de dos a cuatro años si el delito encubierto
fuere menos grave, y la de inhabilitación absoluta por tiempo de seis a doce años si aquél fuera grave.
572
Autoría Es la forma fundamental de intervención Son El autor
delictiva autores: inmediato
Sobre ella se erige el concurso de El autor mediato
personas y
Los coautores
Participación La ley sanciona Inductor Actúa con anterioridad a la ejecución
la conducta de del hecho
personas que no Forma en otro la voluntad delictiva
han verificado
materialmente Cómplice Actúa con anterioridad o durante la
parte alguna del ejecución del hecho típico colaborando
hecho punible y en un hecho ajeno
que no detentan
el dominio del
hecho
Encubrimiento La ley también sanciona conductas desarrolladas con posterioridad a la
ejecución del delito
No es un partícipe
Es una conducta en contra de la administración de justicia.
Principio de La participación es accesoria a la autoría
accesoriedad Es posible concebir autoría sin participación pero no al revés
8. El concepto de autor
Si bien dijimos que en la actualidad rige un concepto normativo de autor que
entiende por tal, aquél que tiene el dominio del hecho, la evolución del concepto se
encuentra teñida por la evolución de la dogmática penal, la cual ha transitado tanto por
teorías ontológicas como por aquellas de origen normativo. La determinación del término
en comento, es fundamental para precisar cuando estamos en presencia de un autor y
cuando en presencia de un partícipe y en clase de tipos penales es posible realizar dicha
distinción2482. Por lo tanto, la determinación del término jurídico penal “autor” tiene como
objetivo formular criterios dogmáticamente operativos para decidir, en base a la entidad del
aporte de cada uno de los que ejecutan o colaboran en la realización del delito, si deben ser
castigados como autores o como partícipes con las diferencias penológicas y dogmáticas
que ello trae consigo2483 2484. Si bien las posiciones dogmáticas coinciden en que autor es
quien realiza la conducta típica, las opiniones difieren cuando se trata de determinar que se
entiende por “realización de la conducta típica”. Así por ejemplo, mientras algunos
2482
En tal sentido, es posible afirmar que respecto de los delitos imprudentes, rige en Chile un concepto
unitario de autor.
2483
Bacigalupo, Derecho penal..., p. 489.
2484
Así por ejemplo, si bien el inductor es castigado como autor en nuestro CP, es importante tener claro que
se trata de un partícipe, por cuanto, como tal, rigen a su respecto los principios de la participación criminal, a
saber, accesoriedad, comunicabilidad, exterioridad y convergencia.
573
postulan que el autor es quien realiza la conducta descrita en el tipo penal2485, otros afirman
que ello no es necesario y que incluso, puede ser autor, quien no ha realizado en forma
alguna la conducta descrita en el tipo penal2486.
Para determinar el concepto de autoría y delimitarlo con respecto a las demás
formas de intervención se han adoptado teorías de distinta naturaleza. A continuación,
revisaremos la naturaleza de las teorías que ha formulado la dogmática, para a continuación
explicar cada una de ellas.
2485
Si así fuera, no podría castigarse al autor mediato, quien no realiza de propia mano conducta alguna
descrita en el tipo penal.
2486
Bacigalupo, Derecho penal..., pp. 489-490.
2487
Roxin, Autoría y dominio del hecho, en DP, Editorial Marcial Pons, Madrid-Barcelona, 2000, pp. 23-26.
574
otorga al cómplice tiene su fundamento material debido a la escasa peligrosidad de su
comportamiento con vistas al bien jurídico lesionado, la distinción entre el inductor y autor
es absolutamente doctrinal, pero con todo ha de realizarse igualmente, en consideración al
tenor literal de la ley, y según criterios objetivos. Con ello Schmidt llega al resultado de que
todo aquel que causa una lesión típica de bien jurídico, si no es inductor o cómplice, ha de
ser declarado autor, así sostiene que todos los tipos pueden cometerse en autoría mediata.
Como se aprecia el concepto extensivo de autor, obtenido de manera valorativa, apenas se
diferencia del concepto unitario causalista de autor. Las posturas de base teleológica
tomaron rumbos distintos. Mientras Beling fue el principal representante de la teoría
objetivo formal, declarándose partidario de la formación exclusivamente teleológica de
conceptos, sostenía sin embargo que autor sólo es aquel que ha realizado la acción típica de
un modo acorde con el sentido del lenguaje común. Sin embargo, la idea de que hay que
determinar el concepto de autor con auxilio de un planteamiento valorativo, no arroja
conclusión alguna sobre con arreglo a que criterios ha de llevarse a cabo esta valoración.
Así al distinguir entre autoría, inducción y complicidad no son evidentes en absoluto los
puntos de vista valorativos de la ley, por cuanto existe el peligro de que de que todos
inadvertidamente, interpreten la ley contaminándola arbitrariamente con su propia opinión.
Así un planteamiento normativo puede ser de utilidad en este ámbito sólo si se indica a la
vez una vía por la que encontrar los criterios valorativos correctos. La postura de Beling es
criticable por cuanto no permite aclarar que puntos de vista valorativos materiales se ponen
de manifiesto verdaderamente al atender al sentido del lenguaje común2488.
2488
Roxin, Autoría y dominio del hecho, en DP, pp. 26-32.
575
complicidad, con respecto a los delitos concretos no parece una clarificación terminológica,
sino más bien una abstracción artificiosa y absurda que quiebra los hechos vitales naturales
y realmente existentes. Con ello es posible sostener que a partir de un planteamiento causal,
teleológico o que atienda a los ordenamientos concretos, es posible llegar, con medios
metodológicos absolutamente distintos, al mismo resultado: el concepto unitario de autor.
Los primeros puntos de partida para una teoría basada en relaciones objetivas previamente
dadas sobre la distinción de las diversas formas de participación, se encuentran en la obra
de Langue sobre el moderno concepto de autor. Este autor Materialmente, llega al resultado
de que para averiguar quién es autor en caso de participación causal de varios en un hecho
punible; hay que preguntar ¿de quién es obra el delito?, solución cercana a la posterior
doctrina del dominio del hecho, en la que ha influido. Langue dice que él concepto de autor
ha de formarse al margen de los preceptos de Derecho positivo sobre la participación.
Agrega que el concepto de autor debe ser también válido para cualquier otro sistema que
trabaje con tipos. Welzel fue el primero que intentó llevar a la práctica un concepto
ontológico de autor en estado puro. Aseveraba que las diferencias determinantes para
distinguir entre autoría y participación se encuentran en las diferencias ontológicas y de
categoría entre las respectivas acciones. En 1939 desarrolló en su “Estudios sobre el
sistema del derecho penal” de modo general y amplio su “teoría final de la autoría” sobre
la base de la doctrina de la acción y los resultados alcanzados por Langue. Parte de que el
concepto de acción ontológicamente dado, no es susceptible de modificación a través de
ideas teleológicas de1 1egislador, consistentes en la dirección del curso causal por medio de
la voluntad humana finalista2489.
2489
Roxin, Autoría y dominio del hecho, en DP, pp. 32-38.
576
cualquier condición que suprimida mentalmente2490, hace desaparecer el resultado y si
varias condiciones tienen la misma capacidad son todas equivalentes. Por lo tanto no es de
extrañar que en materia de autoría y participación sostenga un razonamiento similar, acorde
con el cual, todo sujeto que aporte alguna condición que suprimida mentalmente hace
desaparecer el resultado debe ser considerado autor del mismo2491.
Evidentemente, adoptar un concepto de autoría como el que se propone, implica
negar toda relevancia al principio de accesoriedad, lo que trae como consecuencia una clara
dificultad para distinguir entre autoría y participación. Además, trae como consecuencia la
ampliación forzada de los conceptos que describen las conductas ejecutivas en la Parte
Especial del Código Penal, toda vez que tiende a equiparar la autoría con la complicidad, al
desconocer la necesidad de matizar las responsabilidades según la objetiva importancia de
la contribución realizada por el interviniente. De otro lado, no se puede desconocer que los
Códigos Penales distinguen expresamente entre autores y partícipes, por lo que el concepto
en comento, en general, no tiene sustento legal2492. Por último, el concepto unitario de autor
es inadecuado para tratar los delitos de especiales, toda vez que la concurrencia causal no
puede convertir en obligado a un tercero en quien no concurre la cualificación2493.
No obstante lo anterior y dadas las características particulares del delito imprudente,
se admite en Alemania2494 y en nuestro país, un concepto unitario de autor en los delitos
imprudentes, los cuales no contienen una descripción determinada de la conducta, por lo
que toda colaboración es autoría accesoria, de manera que no puede hablarse de un dominio
funcional del hecho. Discrepa un importante sector de la doctrina y jurisprudencia española,
para quienes es posible distinguir entre autor y partícipe también en los delitos imprudentes.
Así por ejemplo, si A incita a B para que conduzca a exceso de velocidad, podría ser
castigado como inductor del delito imprudente que se produzca a consecuencia del obrar
descuidado de B2495.
2490
Recordemos que el método con el que trabaja la teoría causalista de la equivalencia de las condiciones es
el de la equivalencia de las condiciones.
2491
Balmaceda, Manual de Derecho penal..., p. 270.
2492
Mir Puig, Derecho penal..., p. 368.
2493
Cury, Derecho penal..., p. 586.
2494
Mir Puig, Derecho penal..., p. 368.
2495
Mir Puig, Derecho penal..., p. 377.
577
b.1. Teoría del dolo
Como en el plano objetivo, todos quienes toman parte en el hecho son autores
potenciales, la diferencia entre autor y participe debe buscarse en el plano subjetivo. De
esta forma, es autor quien obra con ánimo, dolo o voluntad de autor (animus auctorís) y es
partícipe quien actúa con ánimo, dolo o voluntad de partícipe (animus socii)2496.
2496
Cury, Derecho penal..., p. 587-588.
2497
La teoría del interés en la ejecución del delito, es otra variante de la teoría subjetiva (Bacigalupo, Derecho
penal..., p. 493)
2498
Mir Puig, Derecho penal..., pp. 368- 369.
2499
Jescheck y Weigend, Tratado..., p. 697.
2500
Mir Puig, Derecho penal..., p. 370.
2501
Jescheck y Weigend, Tratado..., p. 697.
2502 Mir Puig, Derecho penal..., p. 370.
578
Concepto restrictivo de autor
La teoría objetivo formal
La teoría objetivo material
a. Teoría ontológica subjetiva
b. Teoría ontológica objetiva
La teoría del dominio del a. Teoría normativa de Roxin
hecho b. Teoría de la competencia
579
los intervinientes principales no realiza un acto típico en sentido estricto. Así por ejemplo,
si una hermosa mujer distrae a la víctima para que no se percate de que el coautor le está
sacando la billetera, resulta que la mujer no realiza parte de la conducta típica, pero su
aportación a la ejecución es tan decisiva, que resulta imposible no tenerla por coautora. Por
último, resulta excesivamente limitada, en los delitos de medios determinados2509.
Autor Es quien realiza, todos o algunos de los actos ejecutivos previstos en el tipo
legal
Ejemplos:
Autor es quien clava el puñal en el corazón de la víctima
Quien toma el dinero de la caja
Quien sujeta a la mujer en la violación
Quien intimida a la víctima con un arma mientras el coautor saca el
dinero desde sus ropas
Partícipes Despliegan conductas preparatorias o coetáneas que en sí son atípicas, pero
que la ley tipifica mediante la creación de los tipos subordinados de
instigación y complicidad
580
imputar, desde un prisma normativo, responsabilidad penal al autor de un hecho
antijurídico.
Si A presta una escalera para que otros entren por la ventana de una casa. Si sin la
escalera no hubiera sido posible cometer el delito, su contribución seria indispensable por
lo que conforme a esta teoría A tendría que ser castigado como autor.
1. Teorías ontológicas
1. a. Teoría ontológica subjetiva
Surge con el finalismo de Welzel con un marcado tinte subjetivo a partir de la teoría
de la acción final2515. En efecto, si la acción consiste en un acontecer conducido finalmente
dominado por la voluntad que actúa conforme a metas, será autor quien ha dominado el
acontecer en virtud de la conducción final2516. Por lo tanto, autor para Welzel, es quien
conduce dolosa y conscientemente el acontecer causal en dirección al resultado típico.
Para Welzel la autoría es “la forma más amplia de dominio final”. El autor final es
señor de su decisión y de la ejecución de ésta y así señor de “su” hecho, que configura,
consciente del fin, en su existencia y forma de ser concreta. El inductor y el partícipe tienen
también cierto dominio del “hecho”, pero sólo sobre su participación. El hecho como tal
está sometido sólo al dominio final del autor. Por eso la participación de éstos es sólo
participación en un hecho ajeno. El inductor instiga el hecho ajeno y el participe lo apoya,
pero el dominio final sobre éste, el dominio sobre la decisión y su ejecución real sólo lo
tiene el autor. Metodológicamente Welzel establece la diferencia estructural entre autoría y
participación no en preceptos de Derecho positivo, sino en manifestaciones esenciales del
actuar final dentro del mundo social que constituyen diferencias básicas, que no son
productos reales del ser comunitario ya dado. Welzel orienta su concepto de autor a la
estructura de la acción, ontológicamente ya dada, es decir, inamovible. Parte de que la
estructura ontológica de la acción reside en la supradeterminación final del curso causal y el
581
legislador, al menos en los delitos dolosos de comisión, sólo puede someter al juicio de
antijuridicidad realizaciones de tipo dolosas finales2517.
Así las cosas, la estructura del tipo de autor en la teoría de Welzel, quedaría
conformada en la forma siguiente:
582
del hecho, al decaer la teoría de la acción como fundamento, falta la aclaración de por qué
el legislador ha de estar vinculado necesariamente a este elemento2519.
Autor: es quien tiene en sus manos, consciente y materialmente, el curso del acontecer típico
Elemento objetivo:
Tener en las manos, materialmente, el curso del acontecer típico
Elemento subjetivo:
Dolo
Conocimiento de los elementos objetivos
Voluntad de dominio fáctico del hecho Voluntad de realización
583
2. Teorías normativas del dominio del hecho
584
autor2528, lo cual es criticado por la doctrina española que tiende a distinguir entre autores y
participes, también en los delitos imprudentes2529.
La cuestión de quien es autor se resuelve con arreglo a la teoría del dominio del
hecho en los delitos de dominio. En cambio, hay que determinarla de acuerdo a otros
criterios en los delitos de infracción de un deber y en los delitos de propia mano2530.
Por delitos de dominio se entienden aquellos constituidos por una actividad que
lesiona o pone en peligro un bien jurídico, sin que ello implique quebrantamiento de un
deber jurídico extrapenal. Entre los ejemplos pueden mencionarse la mayoría de los hechos
punibles (homicidio, violación, lesiones, robo, hurto, estafa, secuestro, etc.). Constituyen,
pues, la regla general. Los delitos de infracción de un deber, a su vez, son los que lesionan
o ponen en peligro un bien jurídico mediante el quebrantamiento de un deber extra penal.
El ejemplo más obvio lo constituyen el grupo de los delitos especiales propios de los
funcionarios públicos pero constituye un error limitarlos sólo a ellos. A título ejemplar
pueden citarse, entre los que no pertenecen a esa clase, la bigamia, el falso testimonio o la
deserción. Los delitos de propia mano, son aquellos que sólo pueden ser realizados
mediante una intervención corporal del autor en la ejecución del hecho típico (intervención
de propia mano). Su existencia, así como la razón de ser de la misma, pertenecen a los
pormenores de su tratamiento2531.
La teoría de la autoría de Roxin puede resumirse en el siguiente esquema2532:
1. El autor es la figura central del suceso concreto de la acción.
2. La figura central se caracteriza por los elementos del dominio del hecho, del
quebrantamiento de un deber especial o de la comisión de propia mano.
3. El dominio del hecho, que en los delitos dolosos de comisión determina el concepto
general de autor, presenta las manifestaciones del dominio de la acción, del dominio de la
voluntad y del dominio funcional del hecho.
4. El dominio de la acción consiste en la realización del tipo final y de propia mano.
5. El dominio de la voluntad, que corresponde a la autoría mediata, se clasifica en las
formas de configuración del dominio de la voluntad en virtud de coacción, en virtud de
error y del dominio de la voluntad en virtud de maquinarias de poder organizadas.
6. El dominio del hecho funcional, que expresa el contenido de la línea directriz de la
coautoría, se presenta como cooperación en división del trabajo en la fase ejecutiva.
7. El criterio del quebrantamiento del deber especial es determinante para la autoría.
8. La autoría mediata en los delitos de infracción de deber se caracteriza porque el obligado
produce el resultado típico por medio de un no obligado.
9. La coautoría en los delitos de infracción de deber aparece como quebrantamiento
conjunto de un deber especial conjunto.
585
10. Los delitos de propia mano se encuentran en el Derecho vigente como delitos de autor
jurídico-penal y como delitos vinculados a comportamiento sin lesión de bien jurídico.
11. La participación es un concepto secundario con respecto al de la autoría. Por eso ha de
caracterizarse como cooperación sin dominio, sin deber especial y sin ser de propia mano.
12. La participación en un hecho principal cometido sin finalidad típica por principio está
excluida en los delitos de propia mano, es posible en los delitos de infracción de deber y en
los delitos de dominio se circunscribe a la suposición errónea de circunstancias
fundamentadoras de dominio del hecho en la persona del ejecutor directo. Esta síntesis
expresada en principios, reproduce el armazón de la teoría de Roxin, se presenta
esquemáticamente así:
Autor
Elemento objetivo:
Es quien tiene el señorío sobre el hecho
Elemento subjetivo:
Es quien controla dolosamente el desarrollo del hecho
586
En los delitos especiales de infracción de deber y en los de omisión impropia o
comisión por omisión la autoría se define en función de la omisión en el cumplimiento de
un deber exigido por la ley
En los delitos especiales de infracción de deber el tipo exige que concurra una
calidad especial en el sujeto activo, por tanto no basta con que concurra el dominio del
hecho
En los delitos de omisión impropia el tipo exige que el sujeto activo se encuentre en
posición de garante, por lo que tampoco basta con que concurra el dominio del hecho
Aun cuando se domine una conducta típica, si no se tiene la calidad especial
requerida en el tipo, el sujeto no es autor
La figura central del suceso es quien tiene el deber
a. Delitos de organización
El rol general de ciudadano le autoriza a organizarse libremente sin afectar a otras
personas y, por lo tanto, la infracción a ese rol da lugar a los delitos de dominio. La
competencia en esta clase de delitos (que son la mayoría), se sustenta en haber afectado a
otra persona mediante una configuración prohibida de la propia esfera de organización. Si
en esa organización participan de manera vinculante varias personas, todas serán
competentes por el hecho conjunto. El autor es un competente preferente por la mayor
cantidad de dominio en la configuración del delito entendida en sentido normativo, por lo
que el aporte esencial puede encontrarse en una etapa anterior a la ejecución del hecho,
como sucedería con el jefe de la banda que ha planeado hasta el último detalle pero no
participa en la ejecución del robo del banco. Por lo tanto, la ejecución del delito propia del
autor debe configurarse normativamente en función de la relevancia del aporte y no de la
cercanía espacio temporal con la consumación del delito. El autor tiene una competencia
preferentemente por el hecho, en la medida en que configura el delito con un dominio
cuantitativamente mayor2534 2535.
2533
García Cavero, Lecciones..., p. 561.
2534
Ídem, pp. 561-562.
2535
Jakobs sostiene que: “El dominio del hecho caracteriza a la autoría porque, con su comportamiento de
dominio del hecho, un partícipe configura su ámbito de organización a costa del perjudicado por el delito:
Fundamento de responsabilidad es la responsabilidad de que la propia organización no sea dañosa. Por eso, el
dominio del hecho como característica de la autoría ha de limitarse a delitos en los que la relación con el
afectado se agota en que ésta no sea dañosa. Sólo aquí —es decir, en la mayoría de los delitos— la
587
Delitos de dominio
• Son aquellos en los cuales el sujeto infringe el deber más general, consistente en la
obligación de no lesionar a los demás en sus bienes o neminem laede
• Fundamento de la imputación:
o Organización defectuosa:
▪ La libertad en la organización implica responsabilidad por las
consecuencias de la mala organización
▪ Es posible atribuir responsabilidad penal al sujeto que hace un uso
arbitrario de su libertad, dañando los bienes de los demás.
▪ El sujeto responde en razón del quantum de lo organizado
Jakobs remite el dominio del hecho a las posibilidades de división del trabajo, es
decir a distintos principios, en su caso acumulables: Junto al dominio del hecho mediante la
realización de la acción ejecutiva (dominio del hecho formal, es decir, vinculado al tipo),
están presentes el dominio del hecho a través de la decisión sobre si se realiza el hecho
(dominio del hecho material como dominio de la decisión) y el dominio del hecho a través
de la configuración del hecho (dominio del hecho material como dominio de la
configuración). El autor único decide sobre el hecho y lo ejecuta de propia mano con una
determinada configuración. Cuando intervienen varias personas pueden distribuirse todos
los elementos por partes iguales: Cada uno toma parte en los tres ámbitos de dominio. El
dominio también cabe dividirlo según su clase, en tanto que por ejemplo, uno solo
configura (mediante la fabricación de un artefacto explosivo) y otro decide y ejecuta
(activando el artefacto). En la medida en que el titular del dominio del hecho formal no se
ve dominado por un autor mediato, en él reside al mismo tiempo el dominio de la decisión.
Esto es, a su vez, lo mínimo que el autor mediato usurpa. A las múltiples variantes que se
derivan de las posibilidades de dominio y división del trabajo no pueden darles solución
fórmulas que se orientan a modelos únicos. La autoría hay que definirla más bien como
dominio en al menos uno de los ámbitos de configuración, decisión o ejecución del hecho,
no siendo relevante el hecho del dominio per se, sino en tanto que fundamenta una plena
responsabilidad por el hecho. Por eso, con la distribución en ámbitos de dominio diferentes
en su contenido no es que se reúnan elementos heterogéneos ni siquiera nominalistamente,
sino que todos los elementos son homogéneos en un aspecto: Son los actos de organización
que fundamentan plena responsabilidad2536 2537.
588
Por lo tanto, autor es aquel que domina al menos uno de los siguientes tres ámbitos:
contrario, peligroso, el aseguramiento se produce por una reorganización activa, esto es, por medio de una
acción. La lesión del deber de aseguramiento acaece en el caso citado en primer término por una acción
arriesgada contraria a una prohibición. En el último caso, es una omisión contraria a un mandato de actuar lo
que lesiona el deber y, por tanto, ello conduce al ámbito del delito omisivo. No obstante, esta diferencia en
cuanto a la conducta —en el primer caso, la lesión de la prohibición de constituir una organización peligrosa
mediante un hacer positivo y, en el último, la lesión, por medio de una omisión, del deber de efectuar una
reorganización— es superficial y, por consiguiente jurídicamente irrelevante, ya que tal distinción se orienta
al estado en que casualmente se encuentra la organización. El fundamento jurídico de la responsabilidad no
depende en cambio de ello, sino que hay que encontrarlo más bien, por lo que respecta al status general que
aquí nos interesa, de un modo unitario para las infracciones de prohibiciones (delitos de comisión activa) y las
de mandatos (delitos de omisión), en que, como sinalagma de la libertad de organización, se tiene la
obligación de evitar una configuración de la propia organización que exceda del riesgo permitido. Puesto que
tanto en el delito comisivo como en el omisivo el fundamento de la responsabilidad se encuentra en la lesión
de las reglas del status general y puesto que este status viene determinado por el derecho a configurar
libremente la organización dentro del riesgo permitido y por el deber de evitar riesgos que superen ese nivel,
se puede efectuar la siguiente formulación: todo titular de un círculo de organización es garante de la
evitación de un out-put que exceda del riesgo permitido, sólo que, por tratarse de un deber que incumbe a
cualquiera, no constituye ello ninguna especialidad y, por cierto, ni en el delito de comisión activa, ni en el de
omisión. Tampoco sucede que u n autor en comisión activa sea per se garante, mientras que un autor por
omisión solo lo sea en ocasiones. Un autor en comisión activa es en efecto siempre garante por lo que a su
propia organización respecta, pero no en relación con procesos que haya que atribuir a otras organizaciones;
y un autor por omisión es igualmente siempre garante del out-put de su organización, pero sólo lo es también
hasta ese punto (si no es garante ello significa de nuevo que el proceso no se atribuye a su propia
organización). Lo decisivo no es la clase de conducta realizada, sino la atribución o no atribución del curso
del daño a la organización del sujeto” (Jakobs, “La competencia por organización en el delito omisivo”, en
Jakobs, Estudios de DP, Editorial Civitas, 1997, pp. 349-351).
589
del padre o el de un juez, cuya competencia no admite cuantificaciones. Autor es en los
delitos de infracción de un deber, el institucionalmente obligado, con independencia de su
poder de configuración sobre el hecho que ha dado lugar a la realización del delito de
infracción de deber2538 2539.
2538
García Cavero, Lecciones..., pp. 562-563.
2539
Jakobs afirma que: “… hay delitos en los que determinadas personas tienen que responder de la existencia
de un bien y no sólo de que la propia organización no afecte a un bien, menoscabándolo (delitos de infracción
de deber). En estos casos, la relación del interviniente con el bien es siempre directa, es decir, sin mediación
accesoria, o sea, por su parte siempre en concepto de autor, y además sin tener en cuenta en absoluto un hacer.
El interviniente es al menos autor por omisión y, en caso de aportación mediante hacer, por incidental que sea,
autor por comisión; la distinción entre comisión y omisión pierde, pues, su sentido. Entre los delitos de
infracción de deber se cuentan todos los delitos cuyos autores están obligados, en tanto que garantes, a la
tutela, institucionalmente asegurada, de un bien. Ejemplo: El tutor, a quien un tercero le da el consejo, que
resulta exitoso, de cómo esa tercera persona puede sustraer el patrimonio del pupilo confiado a su cuidado, es
autor del delito de administración desleal, aun cuando a él le falte el dominio del hecho en lo que se refiere a
la sustracción. Para los mencionados garantes, incluso los delitos comisibles por cualquiera se convierten en
delitos de infracción de deber, hasta en caso de comisión; así pues, la participación decae en favor de una
autoría más amplia. Ejemplo: La muerte de su hijo menor de edad es delito de infracción de deber para los
padres, de modo que siempre se da autoría, sin tener en cuenta si se da o no intervención, y en qué medida; si
la muerte sobreviene mediante entrega de un medio para suicidarse, a la responsabilidad por el delito de
infracción de deber se añade la responsabilidad por autoría mediata” (Jakobs, Derecho penal..., pp. 791).
590
los padres provocan un ataque a la vida de su hijo (inducción), como si auxilian en un
ataque semejante (complicidad), no son solamente partícipes por organización en el
homicidio, sino autores (independientes) por un delito de infracción de deber. E incluso
están obligados al salvamento, so pena de una responsabilidad a título de autor, si no evitan
un ataque que se ha producido sin su intervención2540.
Conceptos de autor
Concepto unitario Es el que aporta una condición para la causación del resultado
típico
Concepto extensivo Es el que de cualquier manera realiza el tipo y la lesión del
bien jurídico protegido
Objetivo formal Es quien realiza, todos o algunos de los actos ejecutivos
previstos en el tipo legal
Objetivo material Es el que realiza una aportación objetivamente imprescindible,
sin la cual el hecho no se habría podido ejecutar.
Ontológico subjetivo Es quien conduce dolosa y conscientemente el acontecer causal
en dirección al resultado típico
Ontológico objetivo Es quien tiene en sus manos, dolosa y materialmente, el curso
del acontecer típico
Normativa de Roxin Es la figura central del suceso. Es el que tiene el dominio del
hecho
De la competencia Es el que infringe un deber general de no dañar a otro o un
deber especial impuesto por el ordenamiento jurídico en virtud
de su rol social
2540
Jakobs, “La competencia por organización en el delito omisivo”, pp. 362-363.
591
CAPÍTULO XVIII
AUTORÍA Y PARTICIPACIÓN
TEMA 2
“Formas de autoría”
1. Objetivos
2. Casos de introducción
592
Decidió aprovecharse de su poder sobre R para conseguir que éste diera muerte a
la esposa Annemarie N. Junto con P, hizo creer a R que el rey de los gatos exigía el
sacrificio de una víctima humana con las características de N, y que le había escogido a él
para, en breve, llevar a cabo el hecho. Si se negaba, tendría que dejarla a ella, se
condenaría eternamente después de la muerte, y el rey de los gatos aniquilaría a millones
de personas. R luchaba con su conciencia y buscaba una salida, pero H y P le decían que
la prohibición de matar no regía para él: el encargo tenía carácter “divino” porque
“tenían la misión de salvar a la humanidad”. Finalmente se decidió R a realizar el hecho.
Equipado con un cuchillo de excursionista que le proporcionó P, y siguiendo el plan
trazado por H y P, buscó R a N en su tienda de flores y le clavó una serie de puñaladas en
el cuello, cara y cuerpo para matarla. Como algunos vinieron a socorrer a la víctima, cesó
en su acción, contando con que N moriría de las puñaladas, pero N sobrevivió a las graves
lesiones”.
a. Preguntas
1. ¿Quién tiene el dominio del hecho en este caso?
2. ¿En qué calidad actúa R?
3. ¿Padece R de error en su actuar?
4. Si su respuesta es afirmativa: ¿Qué clase de error sería?
5. Si opina que R actuó bajo alguna clase de error, ¿éste sería vencible o invencible?
6. A su juicio, el anterior análisis ¿Tiene importancia para determinar si H y P tienen
responsabilidad penal en el hecho como autores mediatos?
7. Para que H y P tengan responsabilidad penal ¿Es necesario que R actúe sin culpabilidad?
8. ¿Cómo resolvería usted el presente caso?
9. Si considera que R no actuó en error de prohibición, ¿cabría imputar responsabilidad
penal a H y P?
10. Si la respuesta anterior es afirmativa ¿a qué título?
11. ¿Cuál sería su solución si en el proceso se hubiese demostrado que R era inimputable?
b. Solución jurisprudencial
La jurisprudencia del TS Alemán, admitió la autoría mediata en la célebre Sentencia
de 15.9.1988, conocida como el “caso del Rey de los Gatos”, en base a la necesidad de
tener en cuenta la falta de conocimiento actual del injusto en el momento del hecho del
autor inmediato, y no los conocimientos que podría haber tenido y que no tuvo en el caso
concreto, que no cambian en nada el dominio del hecho del hombre de detrás.
El criterio general que propone el Tribunal para constatar la autoría mediata del
hombre de detrás parte «del dominio objetivo del hecho portado por la voluntad de autor».
“La admisión de esta figura «no depende de reglas rígidas, sino que sólo puede ser
determinada valorativamente en función de la concreta configuración del caso individual»”.
593
En especial, recomienda el Tribunal tener en cuenta la clase y alcance del error y la
intensidad de la influencia del hombre de detrás.
c.2. Stratenwerth2542
Considerando que H y P, no sólo inducen a R (agente directo) a cometer el hecho,
sino que además rigen su planificación y ejecución hasta en sus particularidades y le
proporcionan el medio empleado, es posible concluir que todos son coautores del ilícito.
3. La autoría en particular
Según la teoría restrictiva predominante, existe dominio del hecho: a. En la
conducta del autor inmediato que realiza y controla objetiva y subjetivamente el hecho de
propia mano; b. En el dominio de la voluntad como sucede en los casos de autoría mediata;
c. En los casos de dominio funcional, como acontece en la coautoría y a estos casos Roxin
y parte de la doctrina seguida por considerable jurisprudencia nacional y extranjera, se
agrega una cuarta forma de dominio del hecho consistente en el dominio mediante
organizaciones de poder, la cual suele ser analizada dentro de los casos en los que se
discute la procedencia de la autoría mediata.
En adelante, analizaremos estas tres formas de dominio del hecho, en tanto que la
cuarta forma formulada por Roxin, será revisada dentro de los casos en los cuales se discute
la posibilidad de considerar la autoría mediata. Por lo tanto, el orden será el siguiente:
a. El autor inmediato
b. El autor mediato
c. El coautor
2541
Bolea, Autoría Mediata en DP, Editorial Tirant lo Blanch, Valencia, 2000, pp. 205- 209
2542
Stratenwerthh, Derecho penal..., pp. 388-389)
594
4. El autor inmediato o directo
Es quien realiza directa, materialmente o de propia mano, en todo o en parte2543, la
conducta descrita en el tipo penal, siéndole objetiva y subjetivamente imputable el hecho
punible2544 2545. El autor inmediato es el señor del hecho, porque conserva el poder de
decidir autónomamente sobre la prosecución del acontecimiento delictivo hasta su
consumación2546.
En estos supuestos, como el sujeto actúa dolosamente y por sí mismo2547, el dominio
de la conducta típica es incuestionable2548. El sujeto activo obra directa, libre e
independiente, realizando todos los elementos del tipo de propia mano, de manera que es
posible concluir que es la figura central del suceso y que, en consecuencia, tiene el dominio
del hecho2549. Como hay un único agente si su conducta es típica, es autor, porque coincide
con la autoría extraíble de cada tipo penal de la Parte Especial2550 2551 y, por lo tanto, no es
necesario recurrir al artículo 15 del Código Penal, porque de no existir este precepto legal,
el sujeto igual sería castigado por el delito expresamente tipificado2552. En los delitos
especiales propios, si el sujeto activo no presenta las necesarias cualificaciones de autor
exigidas en el tipo penal respectivo (extraneus), puede ser a lo sumo partícipe en el hecho
de otro interviniente, pero no autor2553.
2543
El delito puede estar tentado, frustrado o consumado.
2544
Hernández, “Comentario al artículo 15 del CP”, en Hernández y Couso (Dir.), Código penal comentado,
p. 387.
2545
En Derecho comparado y en materia de autoría, el artículo 28 del CP español prescribe: ”Son autores
quienes realizan el hecho por sí solos, conjuntamente o por medio de otro del que se sirven como
instrumento”. En tal sentido, Muñoz Conde señala que la expresión: “quienes realizan el hecho por sí solos”,
sirve como punto de referencia a la descripción del sujeto activo que se realiza en cada tipo delictivo de la
Parte Especial, por ejemplo “El que mate a otro” (Muñoz Conde, Derecho penal..., pp. 434-435).
2546
Maurach, Derecho penal..., T. II, p. 317.
2547
Stratenwerthh, Derecho penal..., pp. 377-378; Jakobs, Derecho penal..., p. 744.
2548
Bacigalupo, Derecho penal..., p. 500.
2549
Roxin, Autoría y dominio del hecho en DP, pp. 151-153.
2550
Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de DP Chileno, p. 396.
2551
Sin embargo, la práctica judicial insiste en remitirse al artículo 15 número 1 del CP, para aludir al autor
individual, por haber tomado parte en la ejecución del hecho de una manera inmediata y directa (Hernández,
“Comentario al artículo 15 del CP”, p. 388).
2552
Hernández, “Comentario al artículo 15 del CP”, p. 388; Cury, “Comentario a los artículos 14 a 17 del
CP”, en Politoff y Ortiz (Dir.), en Texto y comentario del Código Penal chileno, p. 232.
2553
Bacigalupo, Derecho penal..., p. 500; Jakobs, Derecho penal..., p. 745.
595
1º El que ejecuta materialmente el hecho2554
Ej.: A dispara sobre B
2º El que mediante fuerza física irresistible (vis absoluta), utiliza como mero objeto o
instrumento a un tercero para obtener la realización del delito2555
A empuja B quien cae sobre unos finos jarrones chinos
3º El que infringe su deber especial de garante (delitos de infracción de deber, como
sucede cuando la madre no amamanta a su hijo) o su deber general de cuidado (delitos de
dominio, como ocurriría si A impide violentamente a B tomar la medicina que le salvaría
la vida)
5. El autor mediato
Es quien ejecuta un hecho propio a través de otro cuya conducta instrumentaliza2556
2557
. Es el que dominando el hecho y poseyendo las demás características especiales de la
autoría, se sirve de otra persona denominada instrumento, para ejecutar la conducta
típica2558. En la autoría mediata el dominio del hecho presupone que el acontecimiento
global se presenta como obra de la voluntad directiva del hombre de atrás y que éste
controla la conducta del ejecutor por medio de su influencia sobre él 2559. Se caracteriza por
la realización de un tipo de autoría, a través de otra persona2560 2561. En la inducción la
persona de atrás es sólo un partícipe (inductor) ya que se limita a crea en el autor inmediato
o realizador material, la voluntad delictiva. En la autoría mediata sucede precisamente lo
contrario2562, porque el papel fundamental, el que permite imputar el hecho a alguien como
autor, deja de tenerlo el realizador material, para pasar a la persona de atrás 2563. El límite de
la autoría mediata se encuentra donde el instrumento es un autor plenamente responsable,
por lo que debe responsabilizarse personalmente del hecho, lo que impide considerarlo
simultáneamente como un mero instrumento en manos de otro2564. No hay autoría mediata
en los delitos imprudentes porque en éstos concurre una ausencia de voluntad directiva, por
2554
Cury, Derecho penal..., pp. 595-597.
2555
Cury, Derecho penal..., pp. 595-597.
2556
Mir Puig, Derecho Penal, Parte General, p. 379; Bolea, Autoría mediata, pp. 23 y ss., Hernández,
“Comentario al artículo 15 del CP”, p. 388.
2557
Su origen viene de la figura del Mandat desarrollada por la ciencia italiana del Derecho Penal a fines de la
Edad Media, la teoría del autor mediato se sustenta en gran medida por causa de la accesoriedad extrema que,
al exigir al autor material también el requisito de la culpabilidad, produce que quien induce a un autor
inculpable quede impune salvo que pueda reputársele autor mediato y el cual, instaurada ya la accesoriedad
limitada, mantiene vigencia porque se demuestra que se trata esencialmente de casos de autoría (Bacigalupo,
Derecho penal..., p. 505; Ríos, “De la autoría mediata en general y de si en Chile su inexpresividad legal
constituye una laguna de punibilidad”, en Política criminal, nº 2, p. 2.
2558
Bacigalupo, Derecho penal..., p. 504.
2559
Jescheck y Weigend, Tratado de DP, p. 715.
2560
Bolea, Autoría mediata, pp. 23.
2561
El CP español, trata expresamente la autoría mediata al mencionar directamente el término “instrumento”,
en el artículo 28, inciso 1°.
2562
Bolea, Autoría mediata, pp. 27.
2563
Mir Puig, Derecho penal..., p. 379.
2564
El otro interviniente podría actuar, en este caso, como coautor, como inductor o como cómplice según sea
la situación concreta.
596
lo que no es posible el dominio del hecho. En estos casos la autoría mediata es prescindible,
porque cualquier interviniente que actúa con infracción del deber de cuidado
coproduciendo el resultado, es considerado responsable a título de autor2565, conforme a la
teoría unitaria. Como el autor mediato debe ser sujeto plenamente calificado para cometer
el hecho y, por lo tanto, deben concurrir en él los presupuestos objetivos y subjetivos del
dominio del hecho, no es posible la autoría mediata en los delitos de propia mano2566.
Se reconoce ampliamente su status dogmático como forma autónoma de autoría en
la doctrina y jurisprudencia nacional, pero respecto de su anclaje legal las opiniones están
divididas. Algunos sostienen que, al igual que la autoría inmediata, su tipicidad se
desprende de los tipos penales de la Parte Especial del Código Penal y otros la extraen de
distintos pasajes del artículo 15 del Código Penal2567.
2565
Jescheck y Weigend, Tratado de DP, pp. 715-716.
2566
Bacigalupo, Derecho penal..., p. 512; Ríos, “De la autoría mediata en general y de si en Chile su
inexpresividad legal constituye una laguna de punibilidad”, en Política criminal, nº 2, p. 3 y Jescheck y
Weigend, Tratado de DP, p. 715.
2567
Hernández, “Comentario al artículo 15 del CP”, pp. 389-390.
2568
Mir Puig, Derecho penal..., p. 379.
597
Casos de autoría mediata2569
Autor Es el que tiene un a. Instrumento actúa sin responsabilidad2570:
mediato dominio indirecto del • Por falta de tipicidad (Ej.: falta de dolo),
hecho, porque es
capaz de determinar su • Por falta de antijuridicidad (Ej.: detención
realización, utilizando motivada por orden falsa)
como su instrumento a • Por falta de culpabilidad (Ej.: inimputable o
otro individuo. Los miedo insuperable)
casos en los cuales se b. Instrumento actúa con responsabilidad
ha discutido la atenuada
posibilidad de aceptar
la autoría mediata, • Error de tipo vencible
pueden agruparse de la • Error de prohibición vencible
siguiente manera:
c. De forma plenamente responsable
• Autor detrás del autor (Ej.: Dominio de
organización)
Instrumento Es el sujeto que ejecuta materialmente el delito y que se encuentra
subordinado al “hombre de atrás” quien ostenta el señorío del hecho y a
quien deben reconducirse todos los presupuestos de la punibilidad
2569
Dice Roxin: “El dominio del hecho en virtud de poder volitivo configurador del curso del hecho cabe
imaginarlo mediante la utilización de un agente no libre, es decir, ejerciendo una considerable presión
motivadora sobre el ejecutor; también, si el sujeto de detrás se sirve de quien sufre un error, o sea, se
encuentra en situación de superioridad intelectual in concreto con respecto al que obra directamente;
asimismo, si se da la combinación de elementos de superioridad psíquicos e intelectuales, como la que existe
en la relación con menores o enfermos mentales; además, en los casos hasta ahora poco tratados en que el
sujeto de detrás, con auxilio del poder superior de un aparato organizativo que tiene a su disposición, domina
el curso del suceso” (Roxin, Autoría y dominio del hecho en DP, p. 166).
2570
Si el autor utiliza el cuerpo del instrumento como objeto para dirigirlo mediante el uso de la fuerza física
irresistible, en contra de la víctima que resulta lesionada, hay falta de conducta de parte del instrumento, y por
lo tanto, autoría directa de parte del autor inmediato y no autoría mediata (Bacigalupo, Derecho penal..., p.
504).
598
lo tanto no cumpliendo con los requisitos del tipo subjetivo2571 2572. En estos casos, se priva
al instrumento por desconocimiento, del dominio de su comportamiento, el cual es
detentado por el autor mediato, por gozar del conocimiento del sentido del acontecimiento
o por tener un dominio más amplio del elemento cognoscitivo en comparación al
instrumento. El error de tipo en el que incurre el instrumento, puede ser vencible o
invencible2573 2574 2575. En el primer caso, el autor mediato mantiene el dominio del hecho
(actúa dolosamente), sin embargo, el ejecutor obra imprudente y, por lo tanto,
responsablemente, por lo que deberá ser castigado, de existir, por el tipo imprudente
2571
Cury, Derecho penal..., p. 601.
2572
Stratenwerthh, Derecho penal..., p. 380.
2573
Para Cury se trata de casos de autoría inmediata (Cury, Derecho penal..., op, cit., p. 601).
2574
Respecto de los casos de imprudencia inconsciente, señala Roxin: “el legislador hace también responsable
del resultado al ejecutor allí donde la imprudencia sea punible. Pero la imputación se basa en circunstancias
que son irrelevantes para el dominio de la voluntad por parte del sujeto de detrás. Lo que acarrea el juicio de
desvalor jurídico al que obra con imprudencia inconsciente es precisamente el hecho de que se ha dejado
ajustar al plan del sujeto de detrás como mero factor condicionante debido a una falta de cuidado; dicho de
otro modo: que le ha dejado el dominio del suceso por su negligencia, si bien empleando el cuidado debido
habría podido interrumpir o redirigir el curso causal conducente al resultado. La calificación de imprudencia
no excluye, pues, el dominio del hecho del sujeto de detrás; antes al contrario, lo requiere precisamente. En
efecto, sin la imprudencia del ejecutor el autor mediato no habría podido dominar el acontecer. También aquel
que, ante un ejecutor que actúa con imprudencia consciente, aporta una condición del resultado es autor
mediato en todo caso. De esta idea se deduce una consecuencia forzosa para la tan discutida cuestión de la
accesoriedad: como en tanto que el ejecutor directo obra inculpablemente o con imprudencia inconsciente,
con arreglo a la teoría del dominio del hecho, toda condición, sea de la clase que sea, convierte en autor
mediato al sujeto de detrás que entrevé la situación, en estos casos está descartada la participación por este
motivo. Así pues, esta solución no se basa en la posición sistemática del dolo ni en admitir que la esencia de
la participación consista en subordinarse a la decisión del hecho ajena o que la inducción y la complicidad ya
no serían delimitables, sino sólo en el concepto de dominio del hecho debidamente entendido. De este modo,
sin embargo, aún no se ha contestado definitivamente a la cuestión de si es posible la participación en un
hecho principal no doloso, pues por una parte, incluso para la teoría del dominio del hecho, quedan por
analizar los hechos imprudentes conscientes, y por otra habrá que investigar si es que en los delitos especiales
y en los de propia mano, que generan problemas de accesoriedad especialmente complicados, la idea del
dominio del hecho posibilita una delimitación coherente; La única diferencia entre la utilización de un
instrumento inculpable y de otro que obre con imprudencia inconsciente reside, para la doctrina de la
participación, en que en este segundo caso también el ejecutor puede ser autor, siempre que exista el
correspondiente tipo imprudente. Sin embargo, ello carece de influencia sobre el dominio del sujeto de detrás
y sobre su fundamentación, pues el “instrumento” en todo caso no es autor del tipo por el que se pune al
sujeto de detrás; y en el que le es aplicable a él, su autoría se basa, como se expondrá más adelante, en
criterios absolutamente distintos al del dominio del hecho (Roxin, Autoría y dominio del hecho en DP, pp.
203-204).
2575
Stratenwerth, extiende la autoría mediata a casos de imprudencia consciente, al señalar: “ se trata en
primer lugar de la cuestión de si el hombre de atrás también ha de ser autor mediato cuando, en el
intermediario, no falta el conocimiento requerido para el dolo, sino sólo la voluntad de realización, es decir,
cuando actúa de modo temerario (con imprudencia consciente). Como ejemplo puede servir el caso
LACMANN del “puesto de tiro al blanco”, si se le introduce la variante de que el tirador confía en que n o
lesionará a la muchacha, pero, para quien hace la apuesta, lo que está en juego es precisamente la lesión (o al
menos la asume como tal). Si ambos intervinientes divisan la situación de hecho de igual forma, se plantea la
pregunta de si la diferencia en la actitud interior basta para convertir al hombre de atrás en autor mediato; sólo
entonces entra en consideración respecto de él una responsabilidad por dolo. Sin embargo, se puede decir que
también aquel que utiliza la temeridad de otro conduce el acontecer. (Stratenwerth, Derecho penal..., p. 320).
599
correlativo2576. En el segundo caso, como el error de tipo es invencible, la conducta típica
del instrumento es atípica y por ende impune.
Ejemplo de esta categoría de autoría mediata son, por ejemplo, si A es demasiado
pequeño para sustraer con facilidad el abrigo ajeno, por lo que pide convincentemente a B,
un tercero de buena fe, que le alcance el abrigo que le pertenece, lo que éste hace. B actúa
sin ánimo de apropiación y sin dolo (por error de tipo), ya que yerra acerca de la ajenidad
de la cosa, por lo que A es el autor mediato y B, el instrumento al primero como una larga
mano2577. Lo mismo sucedería si A introduce en el vehículo de un amigo que lo desconoce
una importante cantidad de dinero, con objeto de aprovechar el hecho de que el vehículo ha
de pasar la frontera hacia el Perú y proceder así a la ilícita evasión del capital2578 o si A
envía a B que actúa de buena fe a atravesar la frontera con mercancías que deben ser
declaradas, cometiendo un delito de contrabando en autoría mediata2579. Autor mediato de
homicidio es el médico que dolosamente le instruye a su enfermera, que le inyecte morfina
a un paciente, ignorando la enfermera que la dosis de la inyección, preparada por el autor,
es letal2580 y lo mismo sucede si A entrega a B un arma para gastar una broma a C, a
sabiendas de que está cargada, siendo A autor mediato de un homicidio doloso2581.
También hay que negar la aceptación de la autoría mediata en el supuesto de engaño
sobre el ejecutor doloso acerca de la gravedad del injusto típico que realmente ha realizado
(por ejemplo, acerca del valor de la pintura destruida)2582.
2576
Jescheck y Weigend, Tratado de DP, p. 718.
2577
Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal..., pp. 404-405; Ríos, “De la autoría mediata en
general y de si en Chile su inexpresividad legal constituye una laguna de punibilidad”, en Política criminal, nº
2, p. 6.
2578
Mir Puig, cita un ejemplo similar extraído de la jurisprudencia española.
2579
Jescheck y Weigend, Tratado de DP, p. 718.
2580
Hernández, “Comentario al artículo 15 del CP”, p. 390.
2581
Jescheck y Weigend, Tratado de DP, p. 718.
2582
Jescheck y Weigend, Tratado de DP, p. 718.
2583
Bacigalupo, Derecho penal..., p. 509.
2584
Stratenwerthh, Derecho penal..., p. 395; Hernández, “Comentario al artículo 15 del CP”, p. 390;
Bacigalupo, Derecho penal..., p. 509; Jescheck y Weigend, Tratado de DP, p. 717.
2585
Cury, siguiendo a Roxin, en cambio, entendía que estos casos son en realidad ejemplos de autoría
inmediata, (Cury, Derecho penal..., p. 596). Al respecto Roxin, reconociendo que la doctrina mayoritaria ve
600
a.3. Error de prohibición del ejecutor (Ejecutor obra sin conciencia de la
antijuridicidad)
Se produce cuando el autor mediato provoca o se aprovecha dolosamente de la
creencia del instrumento de que su conducta no está prohibida por el ordenamiento jurídico,
de manera que su actuar no lesiona ningún bien penalmente tutelado, o le hace creer
fundadamente, que si bien, por lo general la conducta está prohibida, en su caso tiene
derecho a realizar el hecho2586 2587. En estos casos el instrumento no ha podido, en el ámbito
de la imputación personal (culpabilidad), motivarse por la norma, mientras que el autor
mediato se ha servido de tal incapacidad2588. Como el hombre de atrás, dispone del
conocimiento sobre el significado antijurídico del acontecimiento que ejecuta el
instrumento, cuenta con un dominio superior sobre su configuración y, por consiguiente, es
autor mediato2589 2590 2591.
Así ocurriría, por ejemplo, si A, autor mediato, incita a B, quien ignora que para
conducir comercialmente el taxi de A, que lo incita a remplazarlo en su trabajo, requiere
una licencia especial, si pretende transportar pasajeros2592. Lo mismo ocurre si la joven
extranjera embarazada, procedente de un país en que el aborto se encuentra legalizado, e
incluso es estimulado por la autoridad, es inducida por un tercero a practicárselo en Chile,
argumentando que tampoco aquí dicha intervención es ilícita2593.
a.4. Error sobre la concurrencia del presupuesto fáctico de una causa de justificación
(¿error de tipo o de prohibición?)
Es autor mediato el sujeto de atrás que provoca o se aprovecha el error de otro
acerca de requisitos materiales de causas de justificación. Quien persuade a otro de que la
figura que se encuentra detrás de un arbusto le está apuntando con un arma, determinándole
así a abatir al tercero en legítima defensa putativa, o quien a alguien que sufra ese mismo
en estos casos supuestos de autoría mediata, sostiene El que yerra no domina la situación y actúa de manera
causal, ciega (Roxin, Autoría y dominio del hecho en DP, p. 195).
2586
Mir Puig, Derecho penal..., p. 384.
2587
El instrumento comete un hecho antijurídico pero su imputación personal se encuentra en tela de juicio.
2588
Bacigalupo, Derecho penal..., p. 509.
2589
Cury, Derecho penal..., p. 602.
2590
Cury, afirma que cuando el error de prohibición del ejecutor es invencible y su comportamiento, por
consiguiente, inculpable; la autoría mediata es preponderante, pero no así en las hipótesis, más frecuentes en
la práctica, de un error vencible en las que se apreciaría participación del inductor. Cury critica esta solución
porque traslada injustificadamente al campo de la delimitación entre autor y partícipe una distinción referente
al merecimiento de pena, cuando lo relevante es que, tanto en los casos de error vencible como invencible,
para el ejecutor permanece oculta la dañosidad social del hecho y, por eso, se encuentra privado de motivos
para inhibirse de ejecutarlo. A su juicio, una solución correcta debe prescindir de la excusabilidad o no
excusabilidad del error del ejecutor, en cambio, precisa que hay autoría mediata si el error de prohibición es
material, es decir, el instrumento desconoce la lesividad social de su conducta, y no sólo la reprobabilidad
jurídica del hecho (error de prohibición formal) (Cury, Derecho penal..., p. 602).
2591
En contra de la opinión de Cury, Jescheck sostiene que si para el ejecutor inmediato del hecho el error es
de naturaleza vencible entonces, ciertamente, actúa con una culpabilidad disminuida pero penalmente sigue
siendo plenamente responsable; la aportación al hecho del hombre de atrás es, en consecuencia, tan sólo
enjuiciable como participación (Jescheck, Tratado de DP, p. 720).
2592
Hernández, “Comentario al artículo 15 del CP”, p. 390
2593
Cury, Derecho penal..., p. 602.
601
error, conociendo la situación, le procure el arma, es siempre autor mediato. Si se aprecia
aquí un error de tipo excluyente del dolo, el ejecutor no es autor de un delito de comisión y
ni siquiera posee el dominio del hecho de primer grado2594. Un claro ejemplo de esta
clase de autoría medita, ocurre si un policía cree que efectivamente existe la orden judicial
de detención que en realidad no existe, situación que le hizo creer el autor mediato2595.
a.5. Error sobre una causa de exculpación (inexigibilidad por estado de necesidad
exculpante, fuerza moral irresistible o miedo insuperable)
Se trata de casos en los que, el autor mediato provoca o se aprovecha de un error en
el instrumento quien supone erróneamente que concurren circunstancias que excluyen la
culpabilidad. Se trata de casos en que, por ejemplo el instrumento cree que su vida está en
grave peligro y sólo puede salvarse provocando la muerte de otro, situación que le hizo
creer el autor2596. Así sucedería si en un naufragio A ha conseguido salvarse aferrándose a
la tabla de Carneades y B pese a que desde su ubicación en la que se encuentra a salvo en
un escollo, se percata de que viene una embarcación a salvarlos, se guarda esta información
e insta a C (quien desde su ubicación no ve la embarcación de rescate) para que de muerte a
A para salvarse2597.
a.6. Error sobre el sentido concreto del hecho (instrumento obra típica, antijurídica y
culpablemente)
Se trata de casos en los cuales el autor mediato provoca o se aprovecha de un error
en el instrumento que recae en el sentido concreto de su comportamiento, el cual, en todo
caso ejecuta dolosa y responsablemente2598, advirtiendo por completo el ilícito típico de su
conducta2599. Aquí el autor mediato puede hacer padecer un error sobre el sentido concreto
de la acción al ejecutor directo reforzando a éste realizar el delito que sí ansía pero
produciendo otro resultado del deseado y que es, en realidad, el querido por el hombre de
atrás2600. En estos casos, hay autoría mediata en el hombre de atrás, junto con la autoría
inmediata del hombre de adelante, esto es, del autor inmediato, quien cumple todas las
exigencias del tipo delictivo, de la antijuridicidad y de la culpabilidad, en una genuina
hipótesis de “autor detrás del autor”2601. Esto ocurre, por ejemplo, cuando el instrumento es
inducido a incurrir en error in persona. De este modo, si Juan quiere matar a María y su
plan es aprovechar su asistencia a un recital en que concurrirá mucha gente, pero al tratar
de ubicarla se da cuenta que no llevó sus lentes y que le será imposible encontrarla y Pedro
se ofrece a ayudar, diciéndole que cuando la gente salga por la puerta principal él le dará
2594
Roxin, Autoría y dominio del hecho en DP, p. 230.
2595
Hernández, “Comentario al artículo 15 del CP”, p. 390.
2596
Hernández, “Comentario al artículo 15 del CP”, p. 390.
2597
Roxin, Autoría y dominio del hecho en DP, pp. 233-234.
2598
Cury, Derecho penal..., p. 603.
2599
Stratenwerthh, Derecho penal..., p. 391, quien, sin embargo concluye que: “esta forma especial de autoría
mediata no es necesaria para llegar a un resultado defendible pues el hombre de atrás responde siempre al
menos por instigación”.
2600
Ríos, “De la autoría mediata en general y de si en Chile su inexpresividad legal constituye una laguna de
punibilidad”, en Política criminal, nº 2, p. 7.
2601
Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal..., p. 406.
602
una señal para disparar, pero sin embargo, al ver Pedro a María la deja salir y le da la señal
cuando pasa su enemigo personal Rodrigo, entonces Juan es autor inmediato y Pedro es
autor mediato2602 2603.
2602
Cury, Derecho penal..., pp. 603-604.
2603
Un punto de vista distinto sostiene Jescheck, para quien hay que negar la existencia de autoría mediata
cuando A ocasiona un error in persona en B. A es inductor si por medio de su influencia hace que el autor B
alcance a una víctima distinta de aquella a quien se disponía a ultimar, pero yerra a causa de un engaño en su
identidad.
2604
Rodríguez y Ossandón, Delitos contra la función pública, Editorial Jurídica de Chile, 2008, p. 140.
2605
Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal..., pp. 402-403.
603
castigado como partícipe (cómplice, considerado o no autor, en el sistema de nuestro
Código). El funcionario público en tanto, es autor mediato.
Si en cambio, es el extraneus, quien utiliza a un instrumento cualificado para
cometer el delito, en principio de los delitos especiales propios, el extraneus no podría ser
castigado como autor mediato, toda vez que no cumple con la cualidad personal exigida por
el delito especial, sin embargo la amplitud de la fórmula utilizada por el legislador en el
artículo15 número 2 del Código Penal, en que se consideran autores “lo que fuerzan a otro
ejecutarlo”, hace posible el castigo del extraneus, por ejemplo, cuando un particular obliga
mediante fuerza a un juez a dictar una sentencia injusta2606.
2606
Rodríguez y Ossandón, Delitos contra la función pública, Editorial Jurídica de Chile, pp. 142-243.
2607
Cury, Derecho penal..., pp. 607-608 y Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal..., pp. 403-
404.
2608
Explica Jescheck: “Quien coloca a otro intencionadamente en una situación de estado de necesidad § 35
es
responsable como autor mediato del hecho cometido en tales circunstancias, puesto que el interviniente
inmediato sólo puede salir de la situación de conflicto mediante la perpetración del hecho cuya comisión se
propuso el hombre de atrás” (Jescheck y Weigend, Tratado de DP, p. 720). Para entender bien la cita, hay que
considerar que en Alemania la causa de general de exculpación por inexigibilidad de otra conducta es el
estado de necesidad exculpante, tal y como debería tender a ocurrir en nuestro país con la norma que emana
del precepto incorporado a nuestro CP en el artículo 10 número 11.
2609
Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal..., p. 405; Cury, Derecho penal..., p. 598;
Hernández, “Comentario al artículo 15 del CP”, p. 391.
2610
Cury, Derecho penal..., pp. 599-600.
2611
Roxin, Autoría y dominio del hecho en DP, p. 167; Ríos, “De la autoría mediata en general y de si en
Chile su inexpresividad legal constituye una laguna de punibilidad”, en Política criminal, nº 2, p. 3.
604
influencia más o menos intensa sobre la decisión del que ejecuta directamente el hecho lo
domina, ya que tal influencia concurre tienen en el inductor y el cómplice que corrompen al
agente y le apoyan con consejos. El criterio conforme al cual debe determinarse si la
existencia de autoría mediata en estos casos y, por tanto, la delimitación con la
participación criminal, debe ser de carácter normativo, es decir, hay que limitarlo a casos en
que la decisión determinante y última sobre lo que debe ocurrir reside en el sujeto de
detrás2612. El autor mediato tendrá el dominio de la voluntad, no sólo cuando al agente ya
no le es posible, desde el punto de vista psíquico, una decisión autónoma, sino cuando el
Derecho penal ya no la exige de él2613, porque el margen de libertad con que cuenta es tan
bajo, que ya no le es posible motivarse por la norma y, por lo tanto tampoco puede dirigirse
en su contra un juicio de imputación personal (culpabilidad).
Existe autoría mediata si A amenaza de muerte a B si éste no le quita la vida a C,
cuestión que B realiza. En este caso, el que coacciona es autor mediato y el instrumento es
un autor material impune por haber obrado bajo una causal de exculpación por
inexigibilidad de otra conducta. En cambio existe inducción2614, si A persuade a B con darle
muerte a C a cambio de una suma de dinero, cuestión que B realiza. En este caso A es
inductor, porque se limita a formar en B la voluntad delictiva y B es autor material punible,
porque actúa en situación de normalidad motivacional. Del mismo modo, existe autoría
mediata, si A coacciona a B para que se quite la vida o se autolesione, siempre y cuando la
coacción sea de una cierta intensidad, de manera que constituya una violencia considerable
o una amenaza o peligro para la vida o salud individual del instrumento coaccionado o para
una persona cercana2615.
La opinión dominante, sitúa estos casos de autoría mediata en el número 2 del
artículo 15 del Código Penal, bajo la expresión: “Los que fuerzan... directamente a otro a
ejecutarlo el hecho”, entendiendo la fuerza como vis compulsiva2616.
2612
En tal sentido dice Bacigalupo: “…podrá admitirse autoría mediata en los casos en que el coaccionado
haya perdido, por la intensidad del efecto de la coacción, “la última y relevante decisión sobre lo que
ocurrirá”, de tal forma que ésta se traslada a las manos del que ejerce la coacción (Bacigalupo, Derecho
penal..., p. 508).
2613
Roxin, Autoría y dominio del hecho en DP, pp. 167-171.
2614
Afirma Jescheck: “ quien se encuentra ya con una situación de necesidad y sencillamente la promueve por
medio de la indicación al ejecutor de la vía para la solución del conflicto o mediante el auxilio de cualquier
otro tipo y, además, no modifica la situación externa en perjuicio de la víctima del hecho cometido bajo
estado de necesidad, comete respectivamente una inducción o una complicidad en el hecho realizado bajo tal
estado de necesidad y, por ende, resulta también punible” (Jescheck y Weigend, Tratado de DP, pp. 720-721).
2615
Roxin, Autoría y dominio del hecho en DP, pp. 172-192; Ríos, “De la autoría mediata en general y de si
en Chile su inexpresividad legal constituye una laguna de punibilidad”, en Política criminal, nº 2, p. 4.
2616
Cury, Derecho penal..., p. 601; Hernández, “Comentario al artículo 15 del CP”, p. 391.
605
atrás2617 que actúa induciendo al inimputable a cometer el hecho para sí y no solo si lo
ayuda. En cambio, si concurre únicamente una imputabilidad disminuida, la capacidad de
culpabilidad se encuentra reducida pero no suprimida, por lo que en tales casos, el hombre
de atrás sólo actúa como un inductor2618, en tanto que el que ejecuta el hecho es autor
material de un hecho típico, antijurídico y culpable, pero será acreedor de una circunstancia
atenuante, conforme a lo prevenido en el artículo 11 número 1, en relación con lo dispuesto
en el artículo 10 número 1 y 73 del Código Penal.
Comprende el caso del autor mediato que actúa a través de un inimputable que sufre
un trastorno mental permanente o transitorio, en los términos del artículo 10 número 1 del
Código Penal. La utilización de un inimputable puede basarse en la provocación intencional
previa de la inimputabilidad por parte de la persona de atrás, como sucedería, por ejemplo
si A emborracha a B plenamente para que delinca; o un aprovechamiento de la
inimputabilidad ya existente en el instrumento, como acontecería si A utiliza a un niño de
corta edad para que provoque un incendio2619. En nuestro ordenamiento el caso del autor
mediato que actúa a través de un niño, comprende a los menores de catorce años de edad,
según lo prevenido en el artículo 10 número 2 del Código Penal2620 2621.
Así ocurriría, por ejemplo, si Juan convence a un niño de diez años de que le
comprará unas golosinas si le trae el bolso de su madre, del cual se apodera una vez
cumplido lo prometido.
f. Empleo de un aparato organizado de poder
El sujeto de atrás dispone de una maquinaria perfectamente ordenada, de carácter
estatal, paramilitar o mafiosa, con cuya ayuda puede cometer multiplicidad de delitos a
través del intermediario, quien realiza la conducta plenamente consciente, sin coacción o
error2622.
En estos casos el “instrumento” que posibilita al hombre de atrás la ejecución de las
órdenes del autor mediato, es el aparato como tal, que está compuesto por una pluralidad de
personas que están integradas en estructuras preestablecidas, que cooperan en diversas
funciones relativas a la organización y cuyo entramado asegura al hombre de atrás el
dominio sobre el resultado. El que actúa individualmente no desempeña un papel decisivo
para el actuar de la organización porque puede disponer sobre muchos ejecutores dispuestos
a hacer lo que se les pide, de manera que el autor mediato puede a través del aparato que
está a su disposición producir el resultado con mayor seguridad que incluso en el supuesto
2617
Jescheck y Weigend, Tratado de DP, p. 719.
2618
Cury, Derecho penal..., p. 607.
2619
Mir Puig, Derecho penal..., p. 384.
2620
Ríos, “De la autoría mediata en general y de si en Chile su inexpresividad legal constituye una laguna de
punibilidad”, en Política criminal, nº 2, p. 9 y Hernández, “Comentario al artículo 15 del CP”, p. 391.
2621
En estos casos, además, nuestro CP dispone de un tratamiento penal agravado para el que se prevale de
un menor (art. 72) o de un enajenado mental (art. 456 bis, N° 5).
2622
Al respecto dice Roxin: “Se alude así a los supuestos que en la posguerra han ocupado en creciente
medida a la jurisprudencia y que se caracterizan por que el sujeto de detrás tiene a su disposición una
“maquinaria” personal (casi siempre organizada estatalmente) con cuya ayuda puede cometer sus crímenes sin
tener que delegar su realización a la decisión autónoma del ejecutor.” (Roxin, Autoría y dominio del hecho en
DP, p. 270).
606
de dominio mediante coacción y error, que son reconocidos casi unánimemente como casos
de autoría mediata2623.
Las condiciones del dominio de la organización pueden resumirse en: 1. El poder de
mando del autor mediato quien tiene autoridad para dar órdenes para causar realizaciones
del tipo. De ahí que puedan encontrarse en los distintos niveles de la jerarquía de mando
varios autores mediatos en cadena. Por el contrario, el personal de servicio en un Campo de
Concentración semejante sólo puede ser castigado por complicidad. 2. La desvinculación
del ordenamiento jurídico del aparato de poder en el marco de los tipos penales realizados
por él, tales como acciones como la de “impedir la huida de la República Democrática
Alemana disparando contra los que pretendían saltar el Muro de Berlín” o, por citar sólo el
caso más terrible, la llamada “solución final de la cuestión judía”, entonces se trata de
actividades completamente desvinculadas del Derecho. 3. La fungibilidad del ejecutor
inmediato, esto es, la sustituibilidad de los que en el actuar delictivo de aparatos
organizados de poder ejecutan el último acto parcial que realiza el tipo, fue siempre para mí
una característica esencial del dominio de la organización. La ejecución de órdenes del
hombre de atrás se asegura, en gran parte, precisamente porque muchos ejecutores
potenciales están disponibles, de modo que la negativa u otro fallo de un individuo no
puede impedir la realización del tipo. 4. La considerablemente elevada disponibilidad al
hecho del ejecutor, toda vez que el autor mediato tiene una posición distinta a un autor
individual que se tiene que desenvolver por sí mismo. Aquél se halla sometido a numerosas
influencias específicas de la organización, que, en modo alguno excluyen su
responsabilidad, pero lo hacen, sin embargo, “más preparado para el hecho” que otros
potenciales delincuentes y que, vistas en conjunto, incrementan la probabilidad de éxito de
una orden y contribuyen al dominio del hecho de los hombres de atrás. Un fenómeno típico
de la organización es también un empeño excesivo en prestar servicio, sea por arribismo,
sea por afán de notoriedad, por ofuscación ideológica o también a causa de impulsos
criminales sádicos o de otro tipo, a los que el miembro de una organización tal cree poder
ceder impunemente. Al mismo tiempo, hay una participación de miembros también
interiormente más bien contrarios como consecuencia de la resignada reflexión: “Si no lo
hago yo, lo hace de todas formas otro”2624.
2623
Roxin, “El dominio de organización como forma independiente de autoría mediata”, en Revista de
Estudios de la Justicia, N° 7, 2006, pp. 14-15.
2624
Roxin, “El dominio de organización como forma independiente de autoría mediata”, pp. 15-20.
607
a. Autoría mediata a.1. Error de tipo del ejecutor (Instrumento obra sin dolo)
por error del
instrumento a.2. Error sobre una autolesión atípica (Instrumento no obra
típicamente)
2625
Mir Puig, Derecho penal..., pp. 384-385.
608
A, estimulado por B, para matar a C, dispara sobre éste pero no da en el blanco, A comete
delito de homicidio frustrado2626.
6. El coautor
Son quienes ejecutan conjuntamente y de mutuo acuerdo (expreso o tácito) el
2629
hecho , dividiéndose la realización del hecho, en términos tales que disponen del
codominio del hecho, sobre cuya consumación deciden en conjunto, porque cada una de las
contribuciones separadamente consideradas es funcional a la ejecución del hecho en su
totalidad2630.
En la coautoría existe un dominio funcional, porque los autores se reparten la
realización del hecho, se “dividen el trabajo”2631, de manera que ninguno de ellos dispone
de su total realización, sino que lo cometen entre todos, por lo que no opera el principio de
accesoriedad limitada, propio de la participación2632. La coautoría no es accesoria, tiene un
contenido injusto propio que deriva de codominio del hecho por parte de los coautores.
Como los coautores intervienen en un hecho propio ejecutando un aporte funcional2633 a la
realización mancomunada o colectiva2634 del plan en su conjunto, rige el principio de
imputación recíproca, conforme al cual, todo lo que haga cada uno de los coautores dentro
del marco del acuerdo de voluntades, le es imputable a los demás2635.
2626
Cury, Derecho penal..., pp. 608-609.
2627
Cury, Derecho penal..., p. 610.
2628
Jescheck y Weigend, Tratado de DP, pp. 724-725.
2629
Mir Puig, Derecho penal..., p. 390.
2630
En términos similares Cury, Derecho penal..., p. 610
2631
Al respecto afirma Jescheck: “la coautoría consiste en una "división del trabajo" que hace posible el
delito, lo facilita o disminuye sustancialmente el riesgo del hecho” (Jescheck y Weigend, Tratado de DP, p.
726).
2632
Jescheck y Weigend, Tratado de DP, p. 727.
2633
El carácter funcional de la contribución a la realización del plan, es lo que diferencia o delimita a la
coautoría de la simple participación (Cury, Derecho penal..., p. 611).
2634
Velásquez, Derecho penal..., T.II, p. 1054.
2635
En tal sentido dice Jescheck: “Para la coautoría no rige el principio de la imputación en virtud de la
accesoriedad, sino la imputación recíproca inmediata de todas las aportaciones al hecho realizadas en el
marco de la resolución delictiva común. No se trata de que el coautor coopera en un hecho ajeno, sino de que
jurídicamente todas las aportaciones de los coautores son consideradas equivalentes y son imputadas en su
totalidad a cada uno de ellos” y agrega “Dado que la imputación recíproca en la coautoría no tiene lugar de
acuerdo con las reglas de la accesoriedad, el enjuiciamiento jurídico de las aportaciones individuales puede
609
a. Estructura típica de la coautoría
Sabiendo que lo esencial en la coautoría es el codominio o dominio funcional del
hecho, en el sentido de que cada uno de los coautores tiene en sus manos el dominio del
hecho a través de la parte que le corresponde en la división del trabajo2636, podemos
desmenuzar dicho concepto en los siguientes elementos:
El tipo objetivo de coautoría requiere la prestación de una contribución objetiva que
sea funcional a la realización del hecho común. El tipo subjetivo, en cambio, requiere la
existencia de un acuerdo de voluntades o decisión común al hecho2637.
Entendiendo que del objeto del acuerdo se derivan una serie de límites en materia de
coautoría empezaremos por el análisis de este elemento.
diferir en la medida en que se mantenga la unidad del acontecimiento en el marco de la resolución delictiva
común” (Jescheck y Weigend, Tratado de DP, pp. 727-728).
2636
Bacigalupo, Derecho penal..., p. 501.
2637
Garrido, Derecho penal..., pp. 408-409; Hernández, “Comentario al artículo 15 del CP”, p. 399; Jescheck
y Weigend, Tratado de DP, pp. 730 y ss.; Cury, Derecho penal..., p. 611; Politoff, Matus y Ramírez,
Lecciones de Derecho penal..., pp. 416 y ss.
2638
Stratenwerth, Derecho penal..., p. 399.
2639
Mir Puig, Derecho penal..., p. 393.
2640
Jescheck y Weigend, Tratado de DP, p. 730; Cury, “Comentario a los artículos 14 a 17 del CP”, en Texto
y comentario del Código Penal chileno, p. 233.
610
para continuar ejecutando el delito junto con los otros, siempre y cuando el delito no esté
consumado2641. Sin embargo, no se puede atribuir al recién incorporado a título de
coautoría, las conductas típicas que ya fueron realizadas antes de su intervención, porque el
codominio del hecho implica que el coautor domina junto con otros la ejecución del hecho,
lo que presupone una interdependencia recíproca en la que cada uno sólo puede actuar junto
con los demás, pero, en virtud de la función que desempeña en el marco del plan global,
tiene su realización en sus manos, lo que no ocurre cuando alguien, después de realizar
conductas típicamente relevantes, encuentra un compañero que hasta ese momento no ha
realizado aporte alguno imputable objetiva y subjetivamente a la ejecución del hecho2642.
Además de imputar las conductas previas al que recién se incorpora, se estaría castigando el
dolus subsequens y sabido es que la decisión común al hecho, no puede tener efectos
retroactivos2643.
Por lo tanto, este requisito subjetivo, limita la coautoría porque conforme al
principio de convergencia, la coautoría llega hasta donde alcanza el acuerdo o dolo común,
con dolo directo o eventual, expreso o tácito. Así las cosas, por el exceso de dolo o la
desviación de uno de los coautores, ejecutados fuera del plan acordado, no responden los
demás, sino que sólo afecta al interviniente que los ha realizado por sí solo 2644. Si A, B y C,
acuerdan cometer un delito de robo en lugar habitado pero C sube al segundo piso y en la
pieza más aislada de la inmensa casa, se encuentra con una hermosa joven durmiendo, a
quien le tapa la boca y procede a accederla carnalmente, mientras A y B registran el primer
piso de la casa, sin enterarse de la agresión sexual cometida por C, todos son coautores de
robo en lugar habitado, pero únicamente C, autor único y de propia mano, que se excedió
en el acuerdo de voluntades, deberá responder por el delito de violación2645.
Distinta es la situación de la autoría accesoria, simultánea o paralela, que consiste
en que varias personas provocan conjuntamente el resultado típico sin estar vinculadas por
una resolución delictiva común, modalidad poco habitual en los delitos dolosos, pero
frecuente en la imprudencia porque la infracción de deberes de cuidado entre varias
personas es una manifestación cotidiana del delito. Sin embargo, no se trata de un problema
de coautoría sino de concurrencia casual de varios casos de autoría única, esto es de
distintas contribuciones que confluyen en la provocación del resultado común. Así
ocurriría, por ejemplo, si dos cazadores disparan negligentemente, independientemente uno
del otro, a algo que se mueve en la vegetación ubicada justo al lado de la caseta del guarda
parque, quien resulta gravemente herido de bala. Del mismo modo, debe rechazarse la
coautoría cuando una persona plenamente responsable, se aprovecha de un comportamiento
imprudente de otro para conseguir su objetivo criminal2646.
2641
Velásquez, Derecho penal..., T. II, p. 1056.
2642
Roxin, Autoría y dominio del hecho en DP, pp. 320-323.
2643
Stratenwerth, Derecho penal..., p. 402.
2644
Velásquez, Derecho penal..., T. II, pp. 1055-1056.
2645
Cury, Derecho penal..., p. 611.
2646
Jescheck y Weigend, Tratado de DP, p. 731.
611
intervinientes retira su contribución el proyecto fracasa o se dificulta su consecución2647.
Los coautores pueden ejecutar en común la misma acción típica (Por ejemplo: varios
sujetos dan golpes de pie y puño a la víctima) o bien actuar en base a una distribución de
funciones (por ejemplo: asalto a un banco con perfecta división del trabajo). Lo importante
es que la coautoría requiere un aporte objetivo al hecho2648. El dominio conjunto del
individuo resulta de su función en el marco del plan global y concurre en primer lugar
cuando coautor realiza una aportación en la fase ejecutiva que representa un requisito
indispensable para la realización del resultado pretendido, es decir, con cuyo
comportamiento funcional se sostiene o se viene abajo lo emprendido, sin importar su
disposición subjetiva, que “ponga manos a la obra” en sentido externo o que esté presente
en el lugar del hecho, porque el jefe de la banda puede impartir las instrucciones por
teléfono a sus secuaces y sin su coordinación toda la empresa caería en la confusión y
fracasaría2649. Existe coautoría aun cuando uno solo de los coautores realice la conducta
típica, mientras que el otro realiza una contribución esencial al plan en su conjunto2650. Así
por ejemplo, si la hermosa mujer de generosas formas y ajustadas ropas engatusa a la
víctima, mientras su compinche le sustrae la billetera, aun cuando ella no realice parte
alguna del tipo penal respectivo, no cabe duda que su contribución fue coetánea y esencial.
Hay coautoría si uno de los intervinientes realiza de propia mano al menos una parte de la
conducta ejecutiva descripta en el tipo2651, por lo que habría coautoría si, por ejemplo,
Juana afirma firmemente de los brazos a Luisa mientras Pedro la accede carnalmente. Si se
considera que según el dominio del hecho, puede ser coautor sólo quien participa de ese
dominio, es decir, quien lo ejerce en común con otros, el aporte al hecho según el plan
conjunto, debe configurar, en el estado de la ejecución, un presupuesto imprescindible para
la realización del resultado pretendido, por tanto, cuando es tan importante que de él
depende toda la empresa (dominio funcional del hecho). Por lo tanto, la comprobación de si
un aporte al hecho fue esencial en la ejecución del hecho común, no puede basarse en el
momento en el cual fue prestado sino solamente en la forma en que siga repercutiendo
durante la ejecución. De esta forma, si el líder de la banda, distribuye los roles que
cumplirán los ejecutores del plan común, entrega los planos del banco, indica los horarios
de cambio de guardia y el lugar exacto en que se distribuyen los guardias, proporciona la
ubicación y la clave de la bóveda, además de un rápido vehículo en el cual llegarán y
escaparán sus secuaces, es claramente un coautor, aun cuando el organizador ya no esté
durante la ejecución en comunicación telefónica con los autores: el plan predetermina la
conducta del interviniente en el estadio de la ejecución, conforma los roles individuales y
hace intervenir al organizador, por eso mismo, en el dominio del hecho. En cambio si un
sujeto se limita a suministrar los instrumentos, armas, etc., o indicar las oportunidades para
cometer el delito, por el contrario, no significa una decisión anticipada acerca de si será
ejecutado el delito y, en su caso, de qué modo, por tanto, queda como mera complicidad.
En el caso del sujeto que presta un apoyo dado durante la ejecución, como sucedería con el
chofer del vehículo que proporcionará la fuga o el caso del “loro”, habrá que analizar si en
las circunstancias concretas del hecho su contribución aparece o no como
2647
Cury, Derecho penal..., p. 612.
2648
Stratenwerth, Derecho penal..., p. 402.
2649
Roxin, Autoría y dominio del hecho en DP, pp. 310-311.
2650
Stratenwerth, Derecho penal..., p. 402.
2651
Stratenwerth, Derecho penal..., p. 402.
612
imprescindible2652. Así, por ejemplo, hay complicidad y no coautoría, si “el loro” es un
primerizo que es llevado por el delincuente más avezado para que aprenda el oficio ilícito
y, por lo mismo, el robo se realiza en una casa de veraneo en un lugar de veraneo solitario y
oscuro, su contribución no es esencial, porque el plan se ejecutará de todas formas aun sin
la actividad del delincuente primerizo2653. Del mismo modo, habrá inducción si el amante
induce a la mujer a deshacerse de su marido, o bien la fortalece en su decisión, pero es ella
quien la toma y ejecuta por si sola la conducta típica colocando un fuerte veneno en el plato
favorito de su marido.
Es posible la coautoría en una tentativa, si uno de los coautores da principio a la
ejecución del hecho en el marco de la resolución común, como una consecuencia de la
imputación inmediata de las aportaciones de los intervinientes. La coautoría presupone que
los ortos intervinientes han asumido sus aportaciones al hecho de conformidad con la
división de funciones determinada en la resolución delictiva común, que habrían concurrido
al dominio del hecho y que habrían contribuido a completar la conducta cometida en grado
de tentativa2654. El delito frustrado, en cambio, requiere que todos los intervinientes
ejecuten su contribución funcional a la realización del plan común, pero pese a aquello no
se produzca el resultado exigido por el tipo penal de resultado respectivo2655.
2652
Stratenwerth, Derecho penal..., pp. 403-404.
2653
Cury, Derecho penal..., p. 613.
2654
Jescheck y Weigend, Tratado de DP, p. 733.
2655
Cury, Derecho penal..., p. 614.
613
CAPÍTULO XVIII
AUTORÍA Y PARTICIPACIÓN
TEMA 2
“Autoría en el Código Penal chileno”
1. Objetivos
2. Casos de introducción
3. Introducción
El Código Penal chileno distingue, en el artículo 14, entre autores, que responden
por el hecho propio y partícipes, que son figuras accesorias que responden por el hecho del
autor. La Ley diferencia distintas hipótesis de autoría, tales como la autoría directa o
inmediata, la autoría mediata y la coautoría. Además, castiga al inductor, quien a pesar de
ser un partícipe, es castigado de forma equivalente al autor, en el artículo 15 número 2 del
Código Penal. También se reconoce entre los partícipes, a los cómplices, definidos en
términos residuales respecto de la autoría, en el artículo 16 del Código Penal y se castiga a
los encubridores, como si fuera una forma de participación, aun cuando éstos realizan su
contribución con posterioridad a la ejecución del delito, con la finalidad de evitar que el
hecho o los partícipes sean descubiertos y, por lo tanto, su conducta debería castigarse
como un delito independiente en contra de la administración de justicia, en la Parte
Especial del Código Penal, tal como acontece en los códigos modernos como el español. La
diferencia entre autoría y participación, rige sólo en los delitos dolosos, ya que en los
delitos imprudentes, rige un concepto unitario de autor, por tratarse de una infracción de un
deber individual de cuidado2656, por lo que en materia de imprudencia, todos los
2656
Mañalich, “Intervención múltiple”, en Revista de Derecho de la Universidad Adolfo Ibáñez, número 2,
2005, pp. 468-469; Cury, Derecho penal..., pp. 623 y 640; Etcheberry, Derecho penal..., T. I, p. 323; Politoff,
Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal..., p. 423; Garrido, Derecho penal..., T. II, pp. 228-229 y p.
411; Soto, en “La noción de autor en el CP chileno”, en Doctrinas esenciales, Gaceta Jurídica, T. II, p. 226.
614
intervinientes son autores. No obstante lo anterior, se trata de un tema debatido hoy en día
tanto en España como en Chile2657.
No obstante lo anterior, en materia de encubrimiento, es posible distinguir esta clase
de conducta de la autoría en los delitos imprudentes, porque se trata de un comportamiento
posterior a la ejecución del delito y, por lo tanto, no de una forma de participación.
Diferenciar entre autores y partícipes es importante porque, además de que por regla
general, existe una diferencia penológica, en atención a lo prevenido en los artículos 50 a
54 del Código Penal, rige para los partícipes la aplicación de los principios de la
participación, desarrollados a partir de su carácter accesorio, los cuales serán estudiados al
final de este capítulo.
a) Interpretación amplia
Sostiene que el artículo 15 número 3 del Código Penal, incluye supuestos de
complicidad castigados como autoría, lo cual sería una decisión consciente del legislador,
que se expresa en la frase “se consideran autores”2658 2659.
b) Interpretación restrictiva
2657
Abogando por la distinción entre autor y partícipe, también en los delitos imprudentes, se pronuncia en
España, Mir Puig (Mir Puig, Derecho penal..., op, cit., pp. 375 y ss.) y en Chile Horvitz, “Seminario
internacional. Los delitos imprudentes en el ámbito empresarial”, en Revista de Estudios de la Justicia, N° 10,
2007).
2658
Así por ejemplo, Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal..., p. 426; Cury, Derecho
penal..., p. 623.
2659
Vargas sostiene que tanto en el número 1 segunda parte, como en el número 3 del artículo 15 del CP, el
legislador castiga como autoría hipótesis de complicidad. Al respecto sostiene que: “Se contemplan en el art.
15 N° 3, quienes “concertados para su ejecución, facilitan los medios con que se lleva a efecto el hecho o lo
presencian sin tomar parte inmediata en él”. Facilitan medios o simplemente lo presencian sin tomar parte en
el hecho. Es una conducta de cooperación que corresponde a los cómplices. Sin embargo, se sancionan como
autores por ese concierto previo que implica que debía contarse con ese aporte. La conducta corresponde a lo
que en doctrina se llama “cooperación necesaria”. En los mismos términos se halla la colaboración de la
segunda parte del art. 15 N° 1. La principal diferencia entre el cómplice sancionado como tal y el cómplice-
autor está en el acuerdo previo señalado. Rige principio de convergencia de voluntades. El acuerdo supone un
plan donde se distribuyen tareas para la realización de la conducta que pertenece a todos. De hecho, el art. 16
no señala exigencias particulares, sino que los trata en forma residual, es cualquier cooperador que no cumpla
con los requisitos del art. 15: cooperador no necesario” (Vargas, Manual de DP, Práctico, p. 272).
615
En base a la postura sostenida por Yáñez2660, postula que las hipótesis del artículo
15, incluido el número 3, son formas de coautoría y por tanto, hay que comprobar que
efectivamente se cumplen los requisitos de este instituto penal. El encabezado del artículo
15 del Código Penal, que señala: “se consideran autores”, se explicaría porque incluye al
inductor, único caso de participación sancionado como autor. Las cuatro hipótesis de
autoría contempladas en los números 1 y 3, se encuentran precedidas de exigencias
generales, consistente en tomar parte en la ejecución del hecho (Nº 1) o en estar concertado
para la ejecución del delito (Nº 3)2661.
Las diferencias doctrinales en la interpretación de estos supuestos se refieren al
alcance que se atribuye a éstos encabezados.
2660
Yáñez, “Problemas básicos de la autoría y de la participación en el CP chileno”, en Revista de Ciencias
Penales, T. XXXIV, N° 1, 1975.
2661
Así, por ejemplo, en la actualidad, Soto, en “La noción de autor en el CP chileno, en Doctrinas esenciales,
Gaceta Jurídica, T. II, p. 342; Mañalich, “Intervención múltiple”, en Revista de Derecho de la Universidad
Adolfo Ibáñez, número 2, 2005, p. 469; Hernández, “Comentario al artículo 15 del CP”, pp. 401 y ss.;
Balmaceda, Manual de Derecho penal..., pp. 279-280; Bullemore y MacKinnon, Curso de Derecho penal...,
T. II, pp. 127-128.
2662
Hernández, “Comentario al artículo 15 del CP”, pp. 384-385.
2663
El delito puede estar tentado, frustrado o consumado.
2664
Hernández, “Comentario al artículo 15 del CP”, p. 387.
2665
Yáñez, “Problemas básicos de la autoría y de la participación en el CP chileno”, en Revista de Ciencias
Penales, T. XXXIV, N° 1, 1975, p. 56.
616
por éste aun cuando no existiera dicho artículo, por cuanto el problema de autoría pertenece
al tipo penal2666 2667 2668.
En cuanto al autor individual de un delito imprudente, como el artículo 490 y
siguientes, además de establecer un sistema de numerus clausus, castigan al que ejecuta un
hecho que, si mediara malicia, constituiría un “crimen o simple delito contra las personas”,
es posible también desprender al autor en esta clase de delitos, de la puesta en relación de
los artículos que regulan la imprudencia, en la Parte General del Código Penal, con los
tipos penales respectivos de la Parte Especial del mismo cuerpo legal.
También se comprende en esta hipótesis de autoría, no solo al autor que obra en
solitario, sino que también a aquél que obra favorecido por el aporte de otro sin que exista
concierto previo o autor accesorio2669 2670. En tal situación, faltando el acuerdo de
voluntades, ambos sujetos son autores de su propio e individual hecho y, por lo tanto, no
son coautores, sin perjuicio de que al complementarse sus conductas hayan alcanzado el
resultado que cada uno independientemente perseguía. La situación del autor accesorio,
cuya conducta puede no coincidir con la descrita en el tipo penal de la Parte Especial,
puede ser incardinada en el número 1 del artículo 15 del Código Penal2671 2672.
2666
Soto, sostiene que la noción de autor se desprende de la puesta en relación del artículo 14 del CP con los
distintos tipos de autor que se contemplan en la Parte Especial y con el artículo 50 del mismo cuerpo legal
(Soto, en “La noción de autor en el CP chileno, en Doctrinas esenciales, Gaceta Jurídica, T. II, p. 328 y ss.).
2667
En tal sentido, Naquira sostiene que cuando el legislador penal tipifica una conducta como delictiva, lo
hace pensando en el autor como protagonista de su consumación; en consecuencia, por ello, es posible
sostener que los tipos penales de la Parte Especial son tipos de autor (Naquiera, “El dominio funcional del
hecho: ¿coautoría o coparticipación?, en El Penalista Liberal, Editorial Hammurabi, 2004, p. 520).
2668
En contra de esta opinión, Garrido sostiene que el autor inmediato se desprende del artículo 15 número 1
del CP. Afirma que los tipos penales no se refieren a comportamientos unipersonales; son descripciones
neutras que comprenden tanto la actuación individual como la de sujeto múltiple. Lo que pretende el art. 15 es
explicar —no extender ni restringir— lo que se entiende por autor para los efectos normativos, y ello es
imprescindible en una legislación de índole garantizadora, toda vez que la voz "autor" puede tener una
multiplicidad de sentidos desde una perspectiva semántica. (Garrido, Derecho penal..., p. 395).
2669
Hernández, “Comentario al artículo 15 del CP”, pp. 387-388.
2670
En tal sentido, Jescheck al referirse a la autoría accesoria afirma: “También hay que tener en cuenta que
varias personas pueden intervenir en el mismo hecho como autores de modo recíprocamente independiente”
(Jescheck y Weigend, Tratado de Derecho penal..., p. 693).
2671
Garrido define la autoría accesoria como la cooperación de varios en la producción de un resultado sin
entendimiento previo y ubica al autor accesorio en el artículo 15 número 1 del CP. En efecto, Señala que aquí
se observa la conveniencia de determinar cuándo se es autor y cuándo se es coautor o cómplice, pues puede
concurrir más de una persona en la comisión de un hecho y ser todos autores al mismo tiempo, y no coautores
ni cómplices y de ahí la conveniencia del N° 1° del art. 15, que precisa una noción genérica de autor,
aplicable preferentemente a la autoría singular, pero también extensiva a la coautoría. Señala como ejemplos:
Pedro sabe que Juan hará estallar un avión de pasajeros durante el vuelo, Pedro quiere matar a su padre y le
regala un pasaje para ese vuelo; tanto Juan como Pedro son autores de la muerte del padre, pero no coautores.
Situación más compleja se presenta cuando el delincuente coloca una dosis de veneno insuficiente en la taza
de café de la víctima, y otro, poco después y sin saber lo sucedido, que también pretende matar a la víctima,
coloca el resto de la dosis que encontró abandonada; así, ambos provocan el deceso por los dos perseguido.
Cada porción era insuficiente para matar, pero al juntarlas adquieren poder letal. En este caso no puede
hablarse de coautoría; son autores singulares y cada uno responde por su hecho: el primero en colocar el
veneno sería autor de tentativa, el segundo de delito consumado de homicidio, pues colocó veneno con ese fin
y objetivamente en las circunstancias concretas su actividad tenía poder letal. Sin embargo, el mismo
reconoce que esta solución es discutida (¡y con razón!), pues como señala Maurach, el segundo sujeto
617
Por lo tanto, todas las hipótesis del artículo 15 implican una pluralidad de sujetos2673
2674
. Sin embargo, la jurisprudencia insiste en incardinar al autor individual en la primera
parte del número 1, del artículo 15 del Código Penal, bajo la expresión “los que toman parte
en la ejecución del hecho... de una manera inmediata y directa”2675.
7. Autor mediato
Es quien ejecuta un hecho propio a través de otro cuya conducta instrumentaliza2676.
La doctrina y la jurisprudencia chilena reconocen la autoría mediata como forma autónoma
de autoría, pero respecto de su anclaje legal las opiniones están divididas. Mientras algunos,
como Soto, sostienen que su tipicidad se desprende de los tipos penales de la Parte
Especial2677, otros como Cury, subsumen los distintos supuestos de autoría mediata, en los
números del artículo 15 del Código Penal2678.
A continuación, revisaremos uno a uno en que partes del Código Penal, incardina la
dogmática los supuestos de autoría mediata.
también es autor de tentativa, toda vez que su acción aisladamente observada era inidónea para alcanzar el
resultado muerte (Garrido, Derecho penal..., p. 417).
2672
Incardina esta hipótesis dentro del artículo 15 del CP, al parecer, en el número 1, Balmaceda, quien señala
que esta voluntad legislativa se ve reflejada en que dicho artículo no establece como requisito esencial la
existencia de un concierto previo entre los sujetos que cometen el delito (Balmaceda, Manual de Derecho
penal..., p. 274).
2673
Cury, Derecho penal..., p. 597; Politoff, Matus, y Ramírez, Lecciones de Derecho penal..., p. 394; Yáñez,
“Problemas básicos de la autoría y de la participación en el CP chileno”, p. 56.
2674
Garrido en cambio, sostiene que la autoría individual está regulada en el artículo 15 número 1 (Garrido,
Derecho penal..., T. II, pp. 396 y ss.).
2675
Hernández, “Comentario al artículo 15 del CP”, p. 388.
2676
Mir Puig, Derecho Penal, Parte General, p. 379; Bolea, Autoría mediata, pp. 23 y ss., Hernández,
“Comentario al artículo 15 del CP”, p. 388.
2677
Soto, en “La noción de autor en el CP chileno, en Doctrinas esenciales, Gaceta Jurídica, T. II, p. 328;
Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal..., p. 398.
2678
Así, por ejemplo Cury, respecto de la autoría mediata por coacción (Cury, Derecho penal..., 600).
2679
Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal..., pp. 404-405.
2680
En contra Etcheberry sostiene que: En el caso del error, hay que distinguir algunas situaciones. Si se crea
en la otra persona el error, se trata de una inducción (se invita a otro a disparar, asegurándole que el arma está
descargada, cuando en realidad está cargada, sea porque el incitante la cargó o porque sabía que otro, con
cualquier propósito, lo había hecho). Si no se crea el error en la otra persona, sino que hay aprovechamiento
de uno ya existente, es preciso distinguir nuevamente. Si se actúa sobre su voluntad para que realice el acto,
618
que en realidad estamos en presencia de casos de autoría directa del que controla el
acontecimiento, puesto que el instrumento ignora la orientación real del curso causal, que
puede incardinarse en el respectivo tipo penal de la Parte Especial2681.
Respecto del caso de autoría mediata a través de un instrumento que actúa bajo un
error in persona, quienes se refieren a ella, coinciden, por lo general, en que hay autoría
mediata por parte del autor detrás del autor y autoría inmediata por parte del hombre de
adelante, porque el instrumento decide libremente realizar el hecho, pero como el autor
mediato le oculta su significado real (identidad del sujeto pasivo) lo priva del dominio total
del comportamiento, que ostenta el hombre de atrás2682. En cuanto a la ubicación que a esta
clase de autoría mediata le corresponde en el Código Penal, Cury sostiene que podría
subsumirse en el artículo 15 N° 1 segunda parte del Código Penal, es decir, bajo la
expresión “Los que toman parte en la ejecución del hecho… sea impidiendo o procurando
impedir que se evite”, en tanto que el instrumento realizaría el tipo penal del artículo 15
número 1 del Código Penal, primera parte, porque toma parte en la ejecución del hecho de
una manera inmediata y directa2683.
Garrido, en cambio, sostiene que la conducta del hombre que emplea a un
instrumento doloso que actúa en error in persona, debe ser incardinada en el artículo 15
número 1 del Código Penal, bajo la frase “Los que toman parte en la ejecución del hecho…
sea de una manera inmediata y directa”, porque ejecuta el hecho empleando al efecto un
instrumento humano y por lo tanto, su forma de cometerlo es recurriendo a otra persona
para que consume su designio, de igual modo que si empleara un artefacto o un animal. El
autor mediato emplea a otro sujeto como “medio” de ejecución, de modo que este sujeto
ignore lo que realmente está realizando o va a realizar. En el caso que nos ocupa, según
Garrido, el instrumento doloso, pero si bien el instrumento actúa con dolo, su voluntad no
está dirigida al objetivo verdadero del proceso causal en que actúa, y que sí lo sabe y
persigue el autor mediato, de modo que el instrumentalizado siempre está en la ignorancia
del verdadero sentido de su actuar2684.
Otra opción que ya señalamos es la que propone Soto, es decir, teniendo a la vista
que el problema de autoría pertenece a la teoría del tipo penal, optar por incardinar todos
los casos de autoría mediata en los tipos penales de la Parte Especial del Código Penal 2685
2686
. Podría argumentarse a favor de esta posición, que los tipos penales son formas de
hay siempre inducción. Si no se actúa sobre su voluntad, hay ejecución material, del artículo 15 N° 1° (el que
actúa sería un mero instrumento, igual que una material, de que el tercero se sirve) (Etcheberry, DP, Parte
Especial, T. II, op cit., pp. 97-98).
2681
Cury, Derecho penal..., pp. 595-601.
2682
Cury, Derecho penal..., pp. 601-604; Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal..., p. 406.
2683
Cury, Derecho penal..., pp. 601-604, lo sigue en este planteamiento, Balmaceda, Manual de Derecho
penal..., pp. 277-278.
2684
Garrido, Derecho penal..., T. II, p. 402.
2685
Soto, en “La noción de autor en el CP chileno, en Doctrinas esenciales, Gaceta Jurídica, T. II, p. 328.
2686
Naquira sostiene que autor es el protagonista que realiza la conducta prohibida y puede asumir tres
modalidades: autoría individual, autoría mediata y coautoría. Todas estas formas de autoría encuentran su
fundamento legal en el correspondiente tipo penal de la Parte Especial porque, todas y cada una de ellas, son
auténticas formas de autoría. Por lo tanto, el artículo 15 del CP chileno, tipifica conductas de participación
sancionadas con la penalidad de un autor, y por ello el encabezamiento de la disposición legal es: “Se
consideran autores” (y no son autores) (Naquira, “El dominio funcional del hecho: ¿coautoría o
coparticipación?, pp. 520-521).
619
atribución normativa de responsabilidad penal y no la descripción de meros procesos
causales, razón por la que comete el delito de la Parte Especial del Código Penal, tanto
quien realiza la conducta típica de manera individual, directa o de propia mano, como aquel
que se vale de un instrumento para ejecutar el delito, porque normativamente le es
imputable al autor mediato, la instrumentalización de la conducta típica ejecutada por el
instrumento, cuya voluntad domina. En todo caso, no parece necesario recurrir al artículo
15 del Código Penal, para incardinar la conducta del instrumento que actúa en error in
persona, porque éste realiza de propia mano el tipo penal de la Parte Especial del Código
Penal y, por lo tanto, regirá a su respecto el precepto del libro II del Código Penal que
corresponda.
2687
Cury, Derecho penal..., pp. 607-608 y Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal..., pp. 403-
404.
2688
En tal sentido, Cury sostiene que si en el instrumento concurre una inimputabilidad disminuida, la
capacidad de autodeterminación está reducida pero no suprimida, por lo que el hombre de atrás sólo es
inductor y quien ejecuta es autor, puesto que conserva el dominio de la decisión al hecho (Cury, Derecho
penal..., p. 607).
2689
Cury, Derecho penal..., p. 607.
2690
Garrido, Derecho penal..., T. II, p. 402.
620
todas las hipótesis de autoría mediata pueden desprenderse de los tipos penales de la Parte
Especial. Minoritariamente Etcheberry sostiene que la conducta del hombre de atrás,
corresponde a la de un inductor2691. Tratándose de un caso en donde no resulta exigible al
inimputable motivarse por la norma penal, ya sea por su edad o por trastornos mentales
patológicos o accidentales, el supuesto de autoría mediata en comento podría subsumirse en
el artículo 15 número 2 del Código Penal, bajo la expresión “los que fuerzan”, entendiendo
que la voz “fuerzan” incluye los casos de utilización de personas con un déficit
considerable en su capacidad de motivación. En términos de la doctrina de la culpabilidad
como poder actuar de otro modo, podría sostenerse que existe un déficit de libertad.
d) Casos de coacción
Se trata de casos en que la coacción ejercida por el autor mediato, provoca la
exculpación del instrumento por inexigibilidad de otra conducta, ya sea por fuerza
irresistible o por miedo insuperable, en los términos del Art. 10 N° 9 del Código Penal.
Para Garrido, se trata de un caso de inducción en el cual la vis compulsiva se encuentra
regulada en el artículo 15 número 22692. Sin embargo, la opinión dominante ve en estos
casos una hipótesis de autoría mediata subsumible en el precepto del artículo 15 número 2,
bajo la expresión: “los que fuerzan... directamente a otro a ejecutarlo”, entendiendo la
fuerza como vis compulsiva”2693, que disminuye la posibilidad de motivarse por la norma a
tal punto, que ya no es posible realizar respecto del instrumento, un juicio de imputación
personal. Por último, Soto considera que las hipótesis de autoría mediata pueden extraerse
de los tipos penales de la Parte Especial2694 2695.
2691
Etcheberry, Derecho penal..., T. II, p. 97.
2692
Garrido, Derecho penal..., T. II, p. 405. Incardina la hipótesis en comento, en este precepto, también
Novoa, Curso de DP chileno, T. II, p. 186.
2693
Cury, Derecho penal..., pp. 600-601 y Yáñez, “Problemas básicos de la autoría y de la participación en el
CP chileno”, p. 62.
2694
Soto, en “La noción de autor en el CP chileno, en Doctrinas esenciales, Gaceta Jurídica, T. II, p. 328.
2695
Gimbernat, respecto de los delitos de resultado, en los que no se hace referencia a la conducta concreta
que ha de causar la lesión del bien jurídico, acepta la posibilidad de incluir directamente en la figura delictiva,
algunos supuestos de autoría mediata y afirma que determinar cuáles son éstos supuestos, es tarea de la Parte
Especial (Gimbernat, Autor y cómplice en DP, Editorial B de F, 2006, p. 220).
2696
Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal..., pp. 402-403;; Rodríguez y Ossandón, Delitos
contra la función pública, p. 137 y ss. Cury, Derecho penal..., pp. 616- 620.
621
Como en los delitos de infracción de deber el intraneus debe reputarse simplemente
el autor del delito por haber infringido el deber especial personal que sobre él recae, sin
importar el quantum de su aportación a la ejecución del hecho2697, no es necesario recurrir a
la figura de la autoría mediata para castigar su conducta, bastando con la autoría inmediata
y con el tipo penal de la Parte Especial para subsumir su conducta en el tipo.
f) Casos del instrumento que actúa con dolo y de modo plenamente responsable, pero
en el marco de un aparato organizado de poder
Si bien es acogida por un sector de la doctrina2698, la opinión mayoritaria postula
que el hombre de atrás sólo es un inductor o eventualmente coautor, entendiendo que, a
pesar del contexto, el dominio del hecho sigue perteneciendo al instrumento ejecutor que
actúa de manera responsable, libre y consciente de la naturaleza y significado de su
conducta2699. Otros fundamentan esta tesis en base al principio de (auto) responsabilidad
para fundamentar la autoría individual del ejecutor por el delito de la Parte Especial2700.
8. Coautoría
Son quienes ejecutan conjuntamente y de mutuo acuerdo (expreso o tácito) el
hecho2701, dividiéndose la realización del hecho, en términos tales que disponen del
codominio del hecho, sobre cuya consumación deciden en conjunto, porque cada una de las
contribuciones separadamente consideradas es funcional a la ejecución del hecho en su
totalidad2702.
Parte de la doctrina entienden que la coautoría, al igual que las otras formas
de autoría, puede desprenderse de los tipos penales de la Parte Especial2703. Dicha posición
parece discutible toda vez que el coautor no realiza ni mediata ni inmediatamente el hecho
típico en su conjunto, incluso el aporte funcional esencial puede no consistir en la
realización de la conducta típica, por lo que se hace difícil sostener que el fundamento de
atribución de responsabilidad penal se encuentre en el caso de la coautoría, en los tipos
penales de la Parte Especial.
Otra parte de la doctrina chilena, postula que en el número 3 del artículo 15 del
Código Penal, a pesar de la exigencia expresa de concierto, recogen hipótesis de
complicidad castigadas como autoría por razones de conveniencia político-criminal, porque
las formas de intervención mencionadas expresamente en tal disposición no necesariamente
constituirán aportes funcionales2704 2705.
2697
Rodríguez y Ossandón, Delitos contra la función pública, Editorial Jurídica de Chile, 2008, p. 140.
2698
Yáñez, “Problemas básicos de la autoría y de la participación en el CP chileno”, 62; Politoff, Matus y
Ramírez, Lecciones de DP chileno, DP, pp. 407 y ss.
2699
Cury, Derecho penal..., pp. 606.
2700
Hernández, “Comentario al artículo 15 del CP”, p. 393.
2701
Mir Puig, Derecho penal..., p. 390.
2702
En términos similares Cury, Derecho penal..., p. 610
2703
Naquira, “El dominio funcional del hecho: ¿coautoría o coparticipación?, pp. 520-521.
2704
Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de DP chileno, DP, p. 430 y Vargas, Manual de DP Práctico, p.
272.
622
Por nuestra parte, concordamos con el sector de la dogmática nacional, que entiende
que la coautoría está regulada tanto en el número 1 como en el número 3 del artículo 15 del
Código Penal.
El número 1 del artículo 15 del Código Penal, se refiere a: “los que toman parte en
la ejecución del hecho, sea de una manera inmediata y directa, sea impidiendo o
procurando impedir que se evite”.
Como ambos casos dan cuenta de supuestos de coautoría, el aporte funcional debe
interpretarse armónicamente con la exigencia de que el sujeto tome parte “en la ejecución
del hecho”, que la ley exige en ambas hipótesis, entendida esta fórmula en términos
amplios, no coincidentes necesariamente con la mera ejecución del “hecho típico”2706.
Por lo tanto, el artículo 15 número 1 del Código Penal, el sujeto activo:
a. Debe tomar parte en la ejecución del hecho de una manera inmediata y directa.
Esta primera hipótesis, consiste en la realización de conductas ejecutivas funcionales al
plan en su conjunto estén o no descritas en el tipo penal respectivo. Por lo tanto, caben en
esta hipótesis, conductas tales como matar en el delito de homicidio, mientras el coautor
afirma a la víctima para que no se arranque, o bien, intimidar o ejercer violencia en la
víctima, mientras el coautor sustrae las especies muebles que ésta porta, en el delito de
robo, acceder carnalmente a la víctima en el delito de violación, mientras la coautora la
inmoviliza2707, defraudar en el delito de estafa, mientras el coautor agrega un detalle
indispensable al engaño para que la víctima no salga de su error y disponga de su
patrimonio2708, romper el vidrio de un vehículo y acto seguido el coautor saca la radio,
varios coautores golpean o hieren a la víctima, ayudar a otro para que ingrese al lugar del
robo, etc.
b. debe tomar parte en la ejecución del hecho impidiendo o procurando impedir que
se evite el delito. En esta segunda hipótesis, el coautor debe realizar otro tipo de conductas
ejecutivas dirigidas o encaminadas a evitar que se impida el delito, como ocurriría, por
ejemplo si un sujeto detiene mediante violencia, a un tercero que pretende auxiliar a una
víctima de violación o le dispara al perro que viene en defensa de su amo mientras el
coautor le da muerte2709.
Si bien este precepto no exige en su número 1, expresamente acuerdo de
voluntades, la prescindencia se explica porque aun sin ese concierto, quienes ejecutan el
hecho son para la ley, autores accesorios2710. Sin embargo, la exigencia subjetiva en
2705
Si bien Cury adhiere a esta postura dogmática, reconoce que algunos supuestos captados por el número 3
del artículo 15 del CP, pueden satisfacer las exigencias de la coautoría (Cury, Derecho penal..., pp. 615 ss.).
2706
Cury, Derecho penal..., p. 616; Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal..., 412, 416, 417.
2707
La violación a mi juicio, es un delito de dominio y no de propia mano, por lo tanto, cabe la coautoría y la
autoría mediata, siendo la única restricción exigible por el tipo penal, que el verbo rector consistente en
“acceder carnalmente” lo realice un hombre. Por lo tanto, puede ser coautora de violación la mujer que sujeta
de los brazos a la víctima, para que un hombre la acceda carnalmente y puede ser autora mediata de violación
la mujer que coacciona a un hombre con un arma de fuego para que acceda carnalmente a la víctima. Acepta
expresamente la posibilidad de autoría mediata, en virtud de la amplitud del artículo 15 del CP, Rodríguez
Collao, en su obra, Delitos Sexuales, Editorial Jurídica de Chile, 2014, pp. 214-216).
2708
Cury, Derecho penal..., p. 615.
2709
Hernández, “Comentario al artículo 15 del CP”, pp. 405-406.
2710
Hernández, “Comentario al artículo 15 del CP”, p. 402.
623
análisis es indispensable, porque de lo contrario no habría forma de imputarle como propio
el delito consumado a quien, pese a realizar un acto ejecutivo, no ha efectuado parte alguna
de la conducta descrita en el tipo penal2711. Por lo tanto, para que opere el principio de
imputación recíproca entre los distintos coautores que ejecutan el hecho, debe concurrir
una decisión conjunta explícita o implícita sobre su comisión, de manera que pueda
afirmarse que cada uno de ellos responde por él, por tratarse de un hecho propio, aun
cuando la organización conjunta del hecho no presuponga una coordinación previa de
carácter explicito2712, a diferencia de lo que ocurre en el artículo 15 número 3.
En el número 3 del artículo 15 del Código Penal, referido a los “que, concertados
para su ejecución, facilitan los medios con que se lleva a efecto el hecho o lo presencian
sin tomar parte inmediata en él”, se regulan casos de auténtica coautoría, por lo que resulta
exigible, en ambas hipótesis (a. Facilitar los medios con que se lleva a efecto el hecho y b.
Presenciarlo sin tomar parte inmediata en él), tanto el concierto previo como el aporte
funcional a la realización del plan en su conjunto.
El concierto previo, exigido por el precepto, es relevante porque permite unir las
conductas parciales de las varias personas que ejecutan diferentes funciones y aportes en un
hecho unitario2713. El concierto previo determina la distribución de funciones esenciales
para la ejecución del hecho común, por lo que puede concluirse que quienes reciben tareas
distribuidas en el marco del concierto, participan en la realización común y poseen dominio
funcional del hecho. En las hipótesis del artículo 15 número 3 del Código Penal, quienes
intervienen en el hecho no han ejecutado, necesariamente, conductas típicas, pero en virtud
de la planificación del hecho, mediante la distribución de tareas, su aporte resulta esencial y
determinante aunque consista en un mero apoyo psicológico del que se limita a
presenciarlo2714, porque habiendo mediado concierto previo, es posible que el mero
refuerzo psicológico del que presencia el hecho, puede ser tan esencial para la ejecución del
plan en su conjunto, que puede afirmarse que tiene el dominio del hecho. Por lo tanto, para
aplicar el artículo 15 número 3 del Código Penal, hay que exigir una determinada
importancia o intensidad en el concierto previo, entendido como una planificación relevante
con distribución de funciones; en la facilitación de medios (como cuando el conductor,
previamente concertado, espera a los coautores de un delito de robo y les proporciona la
fuga) o en la mera presencia del coautor, cuyo aporte debe ser esencial para la realización
del plan en su conjunto (como cuando un sujeto robusto escolta a otro de frágil contextura,
mientras éste sustrae especies desde un pequeño local comercial). El concierto previo
exigido por el artículo 15 número 3 debe referirse a la distribución de las tareas ejecutivas y
el aporte de cada interviniente debe representar una contribución significativa o esencial, en
virtud del contexto en que se realiza la contribución y la relevancia que presenta ésta en la
ejecución del hecho común. Lo anterior permite diferenciar en mejor medida a la coautoría
de la complicidad y ampliar el campo de aplicación del artículo 16 del Código Penal.
2711
Hernández, “Comentario al artículo 15 del CP”, p. 404.
2712
Al respecto ver Mañalich, “Condiciones generales de la punibilidad”, p. 476.
2713
Yáñez, “Problemas básicos de la autoría y de la participación en el CP chileno”, 59.
2714
Soto, en “La noción de autor en el CP chileno, en Doctrinas esenciales, Gaceta Jurídica, T. II, p. 342.
624
AUTOR 1) Inmediato Se desprende de la PE, de cada tipo específico
(Jurisprudencia: art. 15 N° 1)
2) Mediato 15 Nº 1 y 15 Nº 2
625
CAPÍTULO XVIII
AUTORÍA Y PARTICIPACIÓN
TEMA 3
“Formas de participación”
1. Objetivos
2. Casos de introducción
“Pedro maneja su taxi, lo hacen parar cuatro sujetos. Uno le da la dirección de
destino, mientras otro señala a viva voz que en tal dirección había muchas cosas de valor y
626
afirma que según un amigo que trabaja en el sector, ese día no había nadie en dicho
domicilio, porque los moradores se habían ido de vacaciones. Una cuadra antes de llegar
al lugar, uno de los sujetos le pide al taxista que se detenga y se queda con él, mientras los
otros tres se bajan y caminan en dirección al domicilio. Pasan 20 minutos y los sujetos
regresan con costosos equipos electrónicos y con un televisor. Luego, le piden a Pedro que
los lleve de regreso al lugar en que los tomó. Al llegar al lugar los sujetos se bajan con las
cosas y hacen un ademán de irse, pero Pedro exige el valor de la carrera, uno de los
sujetos le dice que se quede con el televisor, pero Pedro se niega y vuelve a exigir el valor
de su carrera. En eso aparece la policía y los detiene a todos”.
a. Preguntas
b. Solución
Conductas neutrales: Es una institución penal estudiada en el ámbito de la
complicidad, relativa a comportamientos que se realizan de manera adecuada a un rol,
estándar o estereotipo –en este caso el rol de taxista– y en las cuales existe el conocimiento
por parte de quien las lleva a cabo de su idoneidad para, directa o indirectamente, producir
un resultado delictivo, (Así por ejemplo, el taxista puede deducir de la conversación de sus
pasajeros, que transportan droga).
Externamente el conducir un taxi y trasladar por una suma de dinero a otra persona,
es una conducta lícita o inocua, de aquellas que externamente no lesionan el ordenamiento
jurídico y en las cuales los sujetos que interaccionan se adaptan al estándar de conducta
definido previamente por un conjunto de reglas, pautas, o normas de actuación y que
orientan a todo el que entre en el contexto sobre el contenido de la relación y en donde la
actividad se encuentra disponible por cualquier persona en todo momento por tratarse de
negocios normales de la vida cotidiana.
A la parte externa debe añadirse un elemento derivado de los conocimientos que el
ejecutor de la conducta neutral tiene respecto a su idoneidad para causar o contribuir a
causar un resultado delictivo, cuestión que le otorga apariencia de antijuridicidad, toda vez
627
que el sujeto que ejecuta la conducta neutral conoce que ésta terminará participando en un
hecho definido como delito en el Código Penal2715.
3. Introducción
Partícipe es el que interviene dolosamente en un hecho ajeno2716, sin contar con el
dominio del hecho o sin haber estado obligado por el deber especial en los delitos de
infracción de un deber2717, realizando actos descritos en la ley normalmente como
preparatorios o coetáneos al hecho2718.
En nuestro ordenamiento, se contemplan como formas de participación la
inducción, que es una forma de participación castigada como autoría en el artículo 15
número 2 y la complicidad o forma de cooperación o ayuda para la ejecución de un hecho
antijurídico ajeno, sancionada en el artículo 16 del Código Penal.
Por último, el Código Penal chileno describe una forma de colaboración posterior a
la consumación, toda vez que inserta, como forma de participación criminal, el
encubrimiento, conducta que en realidad no es una forma de participación, toda vez que el
encubridor ejecuta su contribución, una vez que el delito ya se ha realizado y que en los
ordenamientos modernos es tratada como un tipo penal en la Parte Especial del Código
Penal.
2715
Robles Planas, la participación en el delito: fundamentó y límites, Editorial Marcial Pons, Madrid, 2003,
pp. 33 y ss. y Jakobs, la imputación objetiva en Derecho Penal, Editorial Civitas, Madrid, 1996, p. 107.
2716
Mir Puig, Derecho penal..., p. 396; Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal..., p. 417.
2717
Bacigalupo, Derecho penal..., p. 517.
2718
Cury, Derecho penal..., p. 622.
2719
Cury, Derecho penal..., pp. 622-623.
2720
La referencia es al artículo 15 del CP, que contempla casos de coautoría, de autoría mediata y y de
inducción.
2721
Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal..., p. 418.
2722
Jescheck y Weigend, Tratado de Derecho penal..., p. 693; Cury, Derecho penal..., p. 623.
628
Penal2723 y, por último, hay que indicar que en virtud del principio de legalidad, sólo es
punible en los casos señalados expresamente en la ley.
a. Teoría de la corrupción
La punibilidad del partícipe se asienta en la culpabilidad del partícipe que convierte
o contribuye a convertir a otra persona en delincuente, haciéndolo culpable del hecho. La
culpabilidad y la pena del partícipe, se derivan de la influencia que éste ejerce sobre el
autor del hecho. La medida de la culpabilidad del partícipe depende de la existencia y
medida de la culpabilidad del autor2724.
a.1. Crítica
No es compatible con un sistema legislativo en el que la culpabilidad del partícipe
es independiente de la del autor2725.
Es incompatible con el texto legal, el cual conecta el marco penal de la participación
con el hecho del autor, es decir, atiende al injusto del hecho y no a la culpabilidad del
autor2726.
No concuerda con el principio de accesoriedad media o limitada, toda vez que para
que el partícipe sea castigado, el autor debe haber realizado, una conducta típica
antijurídica. No se requiere que la conducta típica y antijurídica del autor, sea además
culpable, toda vez que el participe lo hace en un hecho antijurídico, como se desprende del
texto de los artículos 15 y 16 del Código Penal, los cuales hacen alusión a la intervención
penal en un “hecho”, no en un delito. De hecho el artículo 72 del Código Penal, castiga con
mayor pena a los individuos mayores de dieciocho años de edad que aparecen como
responsables en un mismo delito, junto a menores de edad. Si se exigiera que además de
realizar una conducta típica y antijurídica, el autor actuara además culpablemente, la
participación sería impune si faltara la culpabilidad en el autor, aun cuando éste cometiera
un hecho antijurídico. Además, la pena del partícipe depende del autor conforme a lo
prevenido en los artículos 50 a 54 del Código Penal.
2723
Jescheck y Weigend, Tratado de Derecho penal..., p. 737; Cury, Derecho penal..., p. 623.
2724
Mir Puig, Derecho penal..., p. 397; Bacigalupo, Derecho penal..., p. 518.
2725
Bacigalupo, Derecho penal..., p. 518.
2726
Jakobs, Derecho penal..., p. 794.
629
El fundamento de la participación radica en que el partícipe infringe la prohibición
derivada de los tipos de la Parte General, que tipifican las conductas consistentes en inducir
a otro a realizar una conducta adecuada a un delio determinado o en apoyarlo en dicha
conducta2727. El injusto de la participación, se determina por su actuación individual en el
ilícito del autor y por eso sostiene que su punibilidad deriva de las normas de la Parte
General, es decir, es autónoma porque no de los delitos de la Parte Especial2728.
b.1. Críticas
Renuncia a la accesoriedad de la participación y a la estructura de la inducción y de
la complicidad como tipos dependientes de los tipos de la Parte Especial. La relación del
partícipe con el resultado del hecho principal es irrelevante porque el injusto de su conducta
es independiente del injusto del hecho principal2729.
2727
Stratenwerth, Derecho penal..., p. 415.
2728
Bacigalupo, Derecho penal..., p. 519.
2729
Jescheck y Weigend, Tratado de Derecho penal..., p. 738; Jakobs, Derecho penal..., p. 795.
2730
Mir Puig, Derecho penal..., p. 397.
2731
Mir Puig, citando a Ruiz Antón y a Rodríguez Mourullo, a pie de página (Mir Puig, DP DP, p. 397
2732
En tal sentido Mañalich, siguiendo a Kindhäuser, afirma que en la complicidad, basta con el grado de
conocimiento que hace posible la imputación como contraria a deber, grado de conocimiento que constituye
el dolo eventual, que exige que el sujeto reconozca los elementos esenciales que definen el injusto del hecho
principal y reconozca la contribución de su propia prestación a la posibilidad concreta de consumación de
ese hecho principal, lo que vuelve irrelevante que el autor del hecho principal conozca o no la contribución
del sujeto al cual el hecho puede imputarse a título de complicidad (Mañalich, “Condiciones generales de
punibilidad”, p. 472).
630
llevada a cabo por el autor. El injusto del hecho del partícipe es dependiente del injusto del
hecho principal. Por lo tanto, esta teoría es compatible con el principio de accesoriedad
media y su mayor distancia con el resultado lesivo, determina su menor punibilidad2733.
Es la postura mayoritaria tanto en Alemania como en España2734
6. Formas de participación
Nuestra ley contempla tres formas de participación:
Formas de participación
a. Inducción a. Art. 15 N° 2
a. Complicidad b. Art. 16
a. Encubrimiento c. Art. 17
6.1. La inducción
La inducción consiste en formar en otro de manera directa, la decisión de cometer
un delito2735. Dicha exigencia es requerida por expresa disposición legal, según se
desprende del artículo 15 número 2 del Código Penal. El inductor es el que, de manera
directa, incita, persuade, impulsa2736 o forma en otro la resolución de ejecutar dolosamente,
una conducta, típica y antijurídica2737. El inductor se caracteriza porque no ejecuta por él
mismo el hecho, ni tiene en sus manos el dominio del hecho, sino que se trata de un
partícipe y no de un autor, pese a que el legislador equipara al autor para efectos
penológicos, en el artículo 15 número 2 del Código Penal2738.
a. Requisitos de la inducción
Para que la inducción sea punible debe cumplir con los siguientes requisitos:
Requisitos de la inducción
2733
Cury, Derecho penal..., p. 624.
2734
Mir Puig, Derecho penal..., p. 397.
2735
Hernández, “Comentario del artículo 15 del CP”, p. 408.
2736
Etcheberry, Derecho penal..., T. II, p. 91.
2737
Cury, Derecho penal..., p. 624.
2738
Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones DP chileno, DP, pp. 423-424.
631
3. Debe ser eficaz
4. Debe ser determinante
5. Debe ser determinada
6. Debe referirse a la ejecución de un hecho típico y antijurídico
2739
Hernández, “Comentario del artículo 15 del CP”, p. 409.
2740
Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones DP chileno, DP, p. 424.
2741
Novoa, Curso de DP chileno, DP, T. II, p. 187.
2742
Cury, Derecho penal..., p. 624.
2743
Cury, Derecho penal..., p. 624.
2744
Etcheberry, Derecho penal..., p. 93.
2745
Se suele poner como ejemplo de inducción tácita el siguiente: “Cuando Yago hace sustraer el pañuelo que
Otelo había obsequiado a Desdémona, entregándolo luego a Casio con el objeto de que el moro crea que su
cónyuge lo engaña con su lugarteniente y se decida a darle muerte, incurre en instigación” (Politoff, Matus y
Ramírez, Lecciones DP chileno, DP, p. 424; Cury, Derecho penal..., p. 625.
632
3. La inducción debe ser eficaz
Debe lograr formar efectivamente en el inducido, la voluntad de cometer el delito,
de manera que no es inducción típica, el mero reforzamiento de una decisión ya tomada2746.
La resolución delictual debe exteriorizarse al menos en un principio de ejecución o
tentativa. Si el autor no alcanza a realizar ni siquiera el principio de ejecución o si abandona
o se desiste una vez principiada la ejecución del delito, no será punible el inductor2747. Por
lo tanto, sólo es punible la inducción exitosa, no la “tentativa de inducción”2748.
Así, por ejemplo, si el inducido rechaza la instigación, o si ya se había formado por
sí solo la voluntad de ejecutar el delito, antes de que interviniera el inductor, o si la
incitación va dirigida a cometer un hecho totalmente distinto, el inductor no es punible2749.
Sin embargo, la instigación no aceptada es una proposición a delinquir, generalmente
impune, conforme a lo prevenido en el artículo 8 del Código Penal, por lo que únicamente
será castigado el inductor cuando este acto preparatorio este especialmente castigado.
2746
Hernández, “Comentario del artículo 15 del CP”, p. 410.
2747
Etcheberry, Derecho penal..., p. 94.
2748
Hernández, “Comentario del artículo 15 del CP”, p. 410.
2749
Etcheberry, Derecho penal..., pp. 93-94.
2750
Cury, Derecho penal..., p. 626.
2751
Al respecto, hay que tener en consideración la actuación del agente provocador o revelador reconocida en
el art. 25 de la Ley 20.000, que consiste precisamente en que un sujeto, coludido con la policía, mueve a otro
a realizar conductas delictivas, tales como vender droga, con la intención de impedir la su consumación, una
vez comenzada su ejecución y de poner a los autores a disposición de la justicia, con pruebas para hacerlos
castigar. En efecto, para prevenir el delito de tráfico ilícito de drogas, el Ministerio Público puede autorizar
que funcionarios policiales se desempeñen como agentes encubiertos o agentes reveladores y a particulares
para que actúen como informantes. Los agentes encubiertos son funcionarios policiales que se infiltran en
organizaciones criminales y, por lo tanto, para ganarse la confianza del grupo, debe incluso cometer ciertos
delitos. Los agentes reveladores son funcionarios policiales que simulan ser adquirentes de drogas. Los
informantes particulares que actúan con conocimiento de la policía. El agente revelador, haciéndose pasar por
comprador de droga, sólo debería incautar aquella sustancia que apareciera de ese operativo, la que
normalmente incluirá no sólo la droga vendida en el acto particular, sino que aquella que se encuentre en el
domicilio allanado con orden judicial o accediendo, el traficante voluntariamente, a la realización de la
diligencia policial. Sin embargo, el artículo 25 no autoriza en forma alguna al agente revelador, por ejemplo, a
ofrecer una cuantiosa suma de dinero para que el pequeño traficante le consiga una gran cantidad de cocaína,
porque al ofrecer comprar droga, el vendedor le señaló que sólo tenía unos cuantos papelillos para vender y
sabe que con esa evidencia sólo se podrá condenar al traficante por tráfico de pequeñas cantidades. En un
Estado Democrático de Derecho, no se puede permitir un proceder así de la policía, primero porque a ésta le
compete prevenir la comisión de ilícitos, pero no elegir, tentando al vendedor, el delito por el cual quiere que
el sujeto sea condenado, porque de lo contrario caeríamos en un verdadero Estado de policía, en donde sería
lícito testear hasta donde las personas son capaces de mantener su acatamiento al Derecho.
633
5. Debe ser determinada
Debe dirigirse a una persona determinada, aunque no necesariamente conocida por
el inductor, por lo que no hay inducción al público a delinquir2752. Además el requisito en
comento implica la incitación a la realización de un hecho delictivo concreto y
determinado, por lo que no basta la invitación genérica a delinquir2753. Evidentemente los
detalles del plan y la ejecución concreta del hecho dependerán del autor, pero las
desviaciones esenciales y el exceso del autor no agravan al instigador2754.
6.2. La complicidad
La complicidad consiste en la cooperación dolosa, material o intelectual (planes,
información, etc., aunque no meramente anímica o apoyo moral) a la ejecución del delito
de otro por actos anteriores o simultáneos2756.
La complicidad se caracteriza porque es una forma de participación en el hecho de
otro y por lo tanto es accesoria a la autoría. Además, del texto expreso del artículo 16 del
Código Penal, se desprende que la complicidad es una figura residual o subsidiario2757,
toda vez que dicho precepto define la complicidad por exclusión al referir: “Son cómplices
los que, no hallándose comprendidos en el artículo anterior…”. De esta forma, la extensión
de la complicidad, depende de los alcances que se asignen al artículo 15 del Código Penal
y, en particular, a su numeral tercero2758. Como dijimos al referirnos a la coautoría, en
nuestro concepto, el artículo 15 número 3 del Código Penal, describe hipótesis de coautoría
y no de complicidad, interpretación que debería ampliar el circulo de la complicidad, al
establecer mayores requisitos a las hipótesis del artículo 15 número 3, propias del dominio
funcional del hecho.
Requisitos de la complicidad
2752
Hernández, “Comentario del artículo 15 del CP”, p. 410.
2753
Novoa, Curso de DP chileno, DP, T. II, p. 187.
2754
Cury, Derecho penal..., p. 627.
2755
Cury, Derecho penal..., p. 627.
2756
Cury, Derecho penal..., p. 628; Hernández, “Comentario al artículo 15 del CP”, p. 414.
2757
Novoa, Curso de Derecho penal..., T. II, p. 191.
2758
Hernández, “Comentario al artículo 15 del CP”, p. 414.
634
1. Debe tratarse de una aportación dolosa a la tarea común
2759
Cury, Derecho penal..., pp. 628-629.
2760
Cury, Derecho penal..., p. 628.
2761
Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal..., p. 430.
2762
Hernández, “Comentario al artículo 15 del CP”, p. 414.
2763
Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal..., p. 430.
2764
Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de DP chileno, DP, p. 430; Etcheberry, Derecho penal..., p. 96
Novoa, Curso de DP chileno, DP, p. 191; Cury, Derecho penal..., p. 628 y Hernández, “Comentario al
artículo 15 del CP”, p. 414.
2765
Garrido sostiene que basta con que el autor considere, esto es, tome en cuenta la colaboración del
cómplice empleándola realmente o, por lo menos, sirviéndole como un elemento que lo haya determinado a
635
A entrega un cuchillo a B, pero el autor usa otro medio para lesionar a la víctima C.
Además, este requisito debe traducirse en que la conducta del autor haya alcanzado al
menos el umbral de la tentativa2766.
Este requisito no precisa que el autor consienta en la colaboración que le presta el
cómplice o que esté enterado de ella. El cómplice colabora en un hecho ajeno por lo que no
es imprescindible que exista acuerdo de voluntades que sí es necesario en el caso de la
coautoría2767.
6.3. El encubrimiento
Los encubridores son los que con conocimiento de la perpetración de un crimen o
simple delito o de los actos ejecutados para llevarlo a cabo, sin haber tenido participación
en él, como autores, ni como cómplices, intervienen con posterioridad a su ejecución
realizando alguna de las conductas descritas en el artículo 17 del Código Penal.
Tal como lo señalamos en los apartados anteriores, el encubrimiento no es una
forma de participación criminal, toda vez que el encubridor desarrolla la conducta típica
con posterioridad a la ejecución del delito y, por ello en los Códigos Penales modernos, es
tratado como una figura independiente en la Parte Especial del Código Penal, entre los
delitos que afectan la correcta administración de justicia, bien penalmente tutelado diferente
del afectado por el delito que se encubre2770.
continuar o concretar el delito, de modo que sería cómplice quien facilitó una daga aun cuando el autor del
delito de homicidio utilizó una pistola, pues aunque no utilizó la daga, la consideró al ejecutar la conducta
delictiva (Garrido, Derecho penal..., p. 420).
2766
Hernández, “Comentario al artículo 15 del CP”, p. 414.
2767
Cury, Derecho penal..., p. 629.
2768
Hernández, “Comentario al artículo 15 del CP”, p. 415.
2769
Cury, Derecho penal..., p. 629.
2770
Etcheberry, Derecho penal..., T. II, p. 101; Novoa, Curso de Derecho penal..., T. II, p. 193; Politoff,
Matus y Ramírez, Lecciones de DP chileno, DP, p. 433 y Cury, Derecho penal..., p. 631.
636
Del texto del artículo 17 inciso primero del Código Penal es posible extraer los
siguientes requisitos comunes a las cuatro formas de encubrimiento:
2771
Novoa, Curso de Derecho penal..., T. II, p. 193.
2772
Al respecto, hay que considerar que el 17 de septiembre de 2014, se publicó en el Diario Oficial de la
República de Chile, la Ley 20.779 que modificó el artículo 391 del CP, relativo al delito de homicidio. En el
caso del homicidio calificado eliminó el grado medio, quedando la pena en presidio mayor en su grado
máximo a perpetuo (de quince años y un día a presidio perpetuo) y en el caso del homicidio simple eliminó el
grado mínimo, quedando la pena en presidio mayor en su grado medio (de diez años y un día a quince años).
637
Conforme a la cláusula expresa de subsidiariedad contenida en el artículo 17 inciso
primero, el encubridor no debe haber intervenido en la ejecución del delito ni como autor
(ni como inductor) ni como cómplice. Por lo tanto, el encubrimiento sólo acarrea
responsabilidad penal a quien no ha tenido otra participación más importante. Quien ha
tenido participación como autor o como cómplice y luego efectúa actos posteriores de
encubrimiento, únicamente responderán por los primeros, más no por los segundos porque
el autoencubrimiento no es punible, de manera que nadie puede ser encubridor de sí
mismo2773. De esta manera, el legislador ha resuelto expresamente un posible concurso
aparente de leyes penales2774.
2773
Novoa, Curso de Derecho penal..., T. II, p. 194.
2774
Cury, Derecho penal..., p. 632.
2775
Esta norma se limita a establecer el castigo correspondiente al cómplice de una falta, pero guarda silencio
respecto del encubridor.
2776
Novoa, Curso de Derecho penal..., T. II, p. 193.
2777
Hernández, “Comentario al artículo 15 del CP”, p. 419.
2778
Cury, Derecho penal..., pp. 632-633.
638
determinados cometidos, estén estos consumados, tentados o frustrados2779 y, en particular,
a la conducta típica, al menos en sus circunstancias más relevantes, bastando para ello con
el dolo eventual como forma de imputación subjetiva2780. No se requiere del conocimiento
de los detalles del pan ejecutivo, ni de las circunstancias modificatorias de responsabilidad
penal, ni menos de aquellos carentes de relieve jurídico2781.
b. Formas de encubrimiento
Formas de encubrimiento:
2779
Novoa, Curso de Derecho penal..., T. II, pp. 194-195.
2780
Cury, Derecho penal..., p. 633.
2781
Novoa, Curso de Derecho penal..., T. II, p. 195.
2782
En tal sentido, la SCS, de fecha 06 de diciembre de 2005, dictada em causa Rol N°: 6096-2005, afirma:
“Tampoco puede seguirse el criterio según el cual la mujer es encubridora del secuestro, porque el secuestro
en cuanto delito permanente no estaba consumado cuando ella subió al móvil, sino que seguía consumándose,
que es cosa distinta. Y de hecho no terminó de consumarse sino hasta que el ofendido recuperó su libertad.
Luego, la mujer participó directa e inmediatamente en la ejecución, sin importar que ésta se haya iniciado
antes de su intervención, como sí interesaría en un delito instantáneo, cuyo no es el caso.
Si es encubridora del robo, pues actúa después de consumado tal ilícito por el condenado, ya que éste
sí es un delito instantáneo. Pero su participación concreta no consiste en ocultar efectos del ilícito, sino en
aprovecharse por sí misma y en facilitar medios al co-procesado para que éste también se aprovechara, del
producto del delito”.
639
intelectual2783. Se pueden encubrir autores, instigadores y cómplices, pero no existe
encubrimiento de un encubridor2784.
Se entiende por aprovechar obtener una ganancia o utilidad económica o pecuniaria
de los efectos del crimen o simple delito, es decir, su objeto material (por ejemplo, el objeto
sustraído) y los anexos de éste2785. La opinión dominante en la actualidad rechaza la
llamada “receptación sustitutiva”, es decir, aquella que recae no en los efectos del delito,
sino en los objetos por los que han sido sustituidos los primeros2786.
En todo caso, hay que considerar que a Ley N° 19.413, de fecha 20 de septiembre de
1995, incorporó al Código Penal, bajo el epígrafe “De la receptación”, el artículo 456 bis-A,
aplicable a los supuestos de aprovechamiento de las cosas hurtadas o robadas2787. También hay que
tener presente, que en la actualidad existen figuras relacionadas con conductas propias de
encubrimiento, reguladas especialmente por la normativa asociada al delito de blanqueo de
capitales, tratadas en la Ley número 19.913, publicada el día 18 de diciembre de 2003, que
crea la unidad de análisis financiero y modifica diversas disposiciones en materia de lavado
y blanqueo de activos.
2. Favorecimiento real
El artículo 17 número 2, castiga al que oculta o inutiliza el cuerpo, los efectos o
instrumentos del crimen o simple delito con el fin de impedir su descubrimiento. Por lo
tanto, en este caso, el encubridor persigue evitar que el hecho sea descubierto2788.
2783
Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de DP, chileno, DP, p. 637.
2784
Cury, Derecho penal..., p. 635.
2785
Etcheberry, Derecho penal..., T. II, p. 103.
2786
Hernández, “Comentario al artículo 15 del CP”, pp. 419-420.
2787
El artículo 456 bis A, ha sufrido varias modificaciones a través de la Ley 20.253 de fecha 14 de marzo de
2008; de la Ley 20596 de fecha 04 de julio de dos mil doce y de la Ley 20.639. En la actualidad el texto
vigente es el siguiente: “El que conociendo su origen o no pudiendo menos que conocerlo, tenga en su poder,
a cualquier título, especies hurtadas, robadas u objeto de abigeato, de receptación o de apropiación indebida
del artículo 470, número 1°, las transporte, compre, venda, transforme o comercialice en cualquier forma, aun
cuando ya hubiese dispuesto de ellas, sufrirá la pena de presidio menor en cualquiera de sus grados y multa de
cinco a cien unidades tributarias mensuales.
Para la determinación de la pena aplicable el tribunal tendrá especialmente en cuenta el valor de las
especies, así como la gravedad del delito en que se obtuvieron, si éste era conocido por el autor.
Cuando el objeto de la receptación sean vehículos motorizados o cosas que forman parte de redes de
suministro de servicios públicos o domiciliarios, tales como electricidad, gas, agua, alcantarillado, colectores
de aguas lluvia o telefonía, se impondrá la pena de presidio menor en su grado máximo y multa de cinco a
veinte unidades tributarias mensuales. La sentencia condenatoria por delitos de este inciso dispondrá el
comiso de los instrumentos, herramientas o medios empleados para cometerlos o para transformar o
transportar los elementos sustraídos. Si dichos elementos son almacenados, ocultados o transformados en
algún establecimiento de comercio con conocimiento del dueño o administrador, se podrá decretar, además, la
clausura definitiva de dicho establecimiento, oficiándose a la autoridad competente.
Se impondrá el grado máximo de la pena establecida en el inciso primero, cuando el autor haya
incurrido en reiteración de esos hechos o sea reincidente en ellos. En los casos de reiteración o reincidencia en
la receptación de los objetos señalados en el inciso precedente, se aplicará la pena privativa de libertad allí
establecida, aumentada en un grado.
Tratándose del delito de abigeato la multa establecida en el inciso primero será de setenta y cinco a
cien unidades tributarias mensuales y el juez podrá disponer la clausura definitiva del establecimiento.
2788
Hernández, “Comentario al artículo 15 del CP”, p. 420.
640
Por inutilizar, debe entenderse destruir o alterar la cosa para que no sirva al fin a
que estaba destinada o reconocida de manera que pierda su valor probatorio2789 y por
ocultar, esconder el cuerpo del delito u objeto material sobre la que recae la conducta y su
resultado2790 2791. Por efectos, deben entenderse las consecuencias del delito que puedan
conducir a su descubrimiento, y por instrumentos, los medios de ejecución del hecho
punible en sentido amplio2792.
No procede esta forma de favorecimiento una vez que ya se ha descubierto el delito,
sin perjuicio de que pueda ser aplicable el favorecimiento personal2793 2794 2795.
3. Favorecimiento personal ocasional
De acuerdo con lo establecido en el artículo 17 número 3 del Código Penal, constituye
encubrimiento el albergar, ocultar o proporcionar la fuga del culpable. Por lo tanto, se trata de
una conducta típica encaminada a evitar que el delincuente sea descubierto y se utiliza el
término “ocasional”, para diferenciarlo de la hipótesis del artículo 17 número 42796. La
conducta típica constitutiva de esta clase puede cometerse por acción o por omisión, si el
encubridor está obligado jurídicamente a actuar. Por albergar debe entenderse dar
hospedaje, por ocultar, impedir la identificación del hechor y por proporcionar la fuga, dar
auxilio para que el hechor se aleje del lugar del delito con el objeto de eludir la acción de la
justicia2797. También aquí es posible un ocultamiento a través de informaciones falsas o
cualquier conducta tendiente a ocultar o inutilizando el cuerpo, los efectos o instrumentos del
delito una vez que éste ya ha sido descubierto, hipótesis que ya no constituye favorecimiento
2789
Cury y Matus, “Comentario a los artículos 14 a 17”, en Politoff y Ortíz (Dir.), Texto y Comentario del
Código Penal chileno, pp. 252-253.
2790
Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de DP, chileno, DP, p. 438.
2791
Si bien por regla general, la actividad consistirá en el ocultamiento o destrucción material de cosas, el
ocultamiento también puede realizarse mediante afirmaciones falsas, tales como asegura que la víctima del
homicidio se encuentra en otra ciudad o que no hay nada en un lugar que se acaba de revisar o que se fue
testigo de su suicidio en circunstancias que se trató de un homicidio (Hernández, “Comentario al artículo 15
del CP”, p. 420).
2792
Cury, Derecho penal..., p. 636.
2793
Etcheberry, Derecho penal..., p. 104.
2794
Garrido considera discutible este criterio, pero no señala las razones para sostener aquello (Garrido,
Derecho penal..., p. 425).
2795
En tal sentido, la SCS, de fecha 27 de octubre de 2003, em causa Rol N°: 4395-2003, sostuvo que: “1)
Corresponde absolver a la encausada como encubridora de delito de homicidio, por el hecho de haber
escondido el cuchillo con que se perpetró el delito, pues para que se produzca la figura del encubrimiento, es
menester que concurran los siguientes requisitos: a) Conocimiento de la perpetración de un crimen o simple
delito o de los actos ejecutados para llevarlo a cabo; b) No haber sido autor ni cómplice del mismo; c)
Intervenir con posterioridad a la ejecución de alguno de los modos que la ley señala, ellos son: 1.
Aprovecharse por sí mismo o facilitar a los delincuentes medios para que se aprovechen de los efectos del
crimen o simple delito; 2. Por favorecimiento. Este puede ser de dos clases: real y personal. El primero,
consiste en ocultar o inutilizar el cuerpo, los efectos o instrumentos del crimen o simple delito para impedir su
descubrimiento y el segundo, referido a albergar, ocultar o proporcionar la fuga al culpable. De esta manera,
el encubrimiento imputado, es la de favorecimiento real, por cuanto aquélla ha ocultado el medio utilizado
para la ejecución del delito materia de autos, sin embargo, esta forma de encubrimiento aparece integrada por
un requisito subjetivo especial, cual es, que la acción desplegada por el encubridor ha de tener por fin,
impedir el descubrimiento del delito, mas no del culpable, elemento que no concurre en la especie, pues el
acto de ocultamiento, tuvo por finalidad impedir que se encontrara y acusara al hechor, no al delito.
2796
Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de DP, chileno, DP, p. 439.
2797
Cury, Derecho penal..., pp. 636-637.
641
real y sólo puede tener por objeto la impunidad del delincuente y lo mismo rige si se destruye,
inutiliza o interfiere en la posible prueba, también de carácter no material, por ejemplo,
ejerciendo influencia sobre potenciales testigos, etc.2798 2799.
2798
Hernández, “Comentario al artículo 15 del CP”, pp. 420-421.
2799
Así, la jurisprudencia ha señalado respecto de esta forma de encubrimiento, en SCS, de fecha 13 de
septiembre de 2001, em causa Rol N°: 1082-2001, que: “1) No habiendo tenido participación ni como autores
ni como cómplices con conocimiento de la perpetración del crimen, intervinieron con posterioridad a la
ejecución de los actos homicidas ayudando a arrastrar el cuerpo del occiso hasta una vía pública, con el
manifiesto propósito, según lo comprueban sus primeras indagatorias, de atribuir la responsabilidad de la
muerte a terceros, mediante el subterfugio de crear las apariencias de que había sido atropellado por algún
vehículo. La conducta descrita en el razonamiento anterior satisface las exigencias del artículo 17 N° 3 del
CP, ya que la maniobra expuesta tenía por objeto esconder la identidad del verdadero culpable, lo cual, dados
los términos amplios en que está concebida actualmente la disposición, es una de las múltiples formas
imaginables en que se puede "ocultar al culpable”.
2800
Cury, Derecho penal..., pp. 637-638; Hernández, “Comentario al artículo 15 del CP”, p. 421.
2801
Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de DP, chileno, DP, pp. 440-441.
642
CAPÍTULO XVIII
AUTORÍA Y PARTICIPACIÓN
TEMA 4
“Principios de la participación criminal”
1. Objetivos
• Precisar cuáles son los principios que rigen la participación criminal
• Determinar en qué consisten los principios de la participación criminal
• Identificar cuáles son las consecuencias que producen estos principios en materia de
autoría y participación
• Conocer cuáles son las tendencias nacionales y extranjeras que intentan solucionar los
problemas dogmáticos y prácticos a que da lugar la discusión sobre la aplicación de
estos principios
2. Casos de introducción
SCS de 2 de mayo de 2011 (N° LegalPublishing: 48668) Contra María del Pilar Pérez
López y José Mario Ruz Rodríguez
“La imputada contrató a su coimputado para que entrara a robar a una casa y
matara a los miembros de la familia, informándole de los movimientos habituales en el
lugar, entre los que se contaban la asistencia diaria de la víctima, quien no era miembro
de la familia pero pasaba a buscar a su novia. Aprovechando la llegada de la víctima, el
sicario logra entrar a la casa y tras un forcejeo le da muerte (dolosamente) a la víctima,
para luego salir huyendo”.
a. Solución jurisprudencial
La Corte razonó que aunque la muerte de la víctima no formaba parte del encargo
preciso que había hecho la inductora, dicha muerte estaba cubierta al menos por su dolo
eventual, atendida la regularidad de la presencia de la víctima en el lugar, de lo que ella
misma había informado al sicario (considerandos 26° y 27°). De este modo la Corte no
643
necesitó hacerse cargo de los efectos para la inductora de un posible error in persona del
sicario, sobre el que, en todo caso, no se abundó2802.
3. Introducción
Como señalamos el partícipe se caracteriza porque interviene dolosamente en un
hecho ajeno, por lo que no cuenta con el dominio del hecho. El inductor se limita a crear en
otro la voluntad delictiva, el cómplice realiza comportamientos colaborativos anteriores o
coetáneos a la realización de la conducta típica, en tanto que el encubridor colabora con
posterioridad a la realización de la conducta típica y, por lo tanto, no es propiamente un
partícipe, por lo que es normal que en los ordenamientos modernos su conducta sea
castigada centímetro un tipo específico en la Parte Especial del Código Penal en contra de
la administración de justicia, toda vez que el encubridor persigue evitar que el hecho o el
delincuente no sean descubiertos. Por lo tanto, la participación es accesoria o subsidiaria a
la autoría, de manera que sólo puede ser partícipe quien no es autor. Principalmente a partir
del carácter accesorio de la participación en relación a la autoría, se han formulado los
principios que pasaremos a explicar a continuación.
4. El principio de convergencia
Afirma que para que exista participación criminal, la voluntad de los partícipes debe
coincidir con la de los autores, por lo que el partícipe debe saber o conocer que está
contribuyendo en el hecho del autor2803. Los distintos intervinientes en la ejecución de la
conducta típica deben orientarse a la realización del hecho típico, por lo que debe existir un
concierto de voluntades o dolo común2804 2805 2806, bastando para ello con la concurrencia de
un dolo eventual2807. El acuerdo de voluntades puede ser expreso o tácito, explícito o
implícito, siempre que se derive de actos concluyentes, como sucedería por ejemplo, si A le
cuanta a B que desea matar a C y, sin decir nada, antes que de que A se retire a cumplir su
cometido B le entrega un cuchillo carnicero (complicidad) o si A le ofrece a B un vehículo
para que se dirija a vender las especies que B dijo haber robado desde el domicilio de C
(encubrimiento) o, por último, Si luego de que A le cuenta a B lo malo que ha sido su
pareja C al engañarla con la bella D y luego de decirle que no sabe cómo vengarse de C, B
pone una arma de alto impacto sobre la mesa y se retira del lugar sin decir una palabra
(inducción). La participación admite tanto el dolo directo como el dolo eventual, es decir,
la aceptación de llevar a cabo la conducta típica a pesar de conocer el considerable riesgo
de que se produzca el delito.
2802
Hernández, “Comentario al artículo 14 del CP”, en Couso y Hernández (Dir.), Código Penal Comentado,
pp. 370-371.
2803
Hernández, “Comentario al artículo 14 del CP”, p.369.
2804
Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal..., p. 422; Cury, Derecho penal..., p. 639.
2805
Para Novoa no se requiere un acuerdo de voluntades, sino sólo el conocimiento de que la propia actuación
importa una colaboración en tal hecho, que será realizado conjuntamente con otro u otros, (Novoa, DP, T. II,
pp. l74 y ss). Por su parte, Garrido sostiene los instigadores y el cómplice actúan con su propio dolo, por lo
que no hay convergencia con los autores. Sólo habría convergencia entre los coautores (Garrido, Derecho
penal..., p. 428)
2806
Balmaceda, siguiendo a Garrido Montt, sostiene que este principio es aplicable a los coautores, pero niega
que permita basar en fundamentos sólidos las diferencias entre coautoría y autoría complementaria o entre
autoría y complicidad (Balmaceda, Manual de Derecho penal..., p. 290).
2807
Cury, Derecho penal..., p. 640.
644
La aceptación de este principio trae como consecuencia que: a. La ausencia de
concierto entre los partícipes origina responsabilidades individuales2808; b. Además, se
excluye la participación en los delitos imprudentes2809, en los cuales rige el concepto
unitario de autor y, por lo tanto, a lo más pueden concurrir en un mismo hecho varias
infracciones al deber de cuidado paralelas como sucedería si A, B, C y D son un equipo
médico que en una operación tienen claramente divididas su funciones en atención a la
especialidad que dominan, pero el día de la operación ninguno está a la altura de las
circunstancias, lo que desencadena una serie de infracciones a la lex artis, en cada uno de
ellos y, por lo tanto, cada uno de ellos responderá por su propia infracción a la norma de
cuidado; c. No existe participación imprudente en un hecho doloso de un tercero2810; d. La
colaboración del partícipe debe ser aceptada por el autor; la falta de aceptación de la
cooperación origina una tentativa de complicidad impune en nuestro sistema penal 2811; e.
Por último, el exceso de dolo o su desviación en uno de los partícipes no agrava a los
demás2812, de manera que cada cual responde hasta donde alcanza su dolo en el hecho
realizado y lo mismo rige para los coautores2813. Así, por ejemplo, si A induce al sicario B a
matar a C a cambio de dinero, A responde por el delito planificado, en nuestro ejemplo la
muerte de C, pero no por los hechos delictivos que B comete por su cuenta fuera del plan
delictivo trazado con A, como sería, por ejemplo, dar muerte no sólo a C sino que también
a todas las personas que se encontraban en el lugar, habiendo incluso violado a una de ellas
antes de darle muerte. En el ejemplo propuesto, la desviación será de carácter cualitativo,
toda vez que uno de los intervinientes se extralimitó cometiendo un delito distinto del
abarcado por la voluntad conjunta2814. Sin embargo, la mentada desviación también puede
ser cuantitativa, como sucedería por ejemplo, si A y B se conciertan para golpear a C, pero
en la ejecución del plan B, se sale de contexto, saca de entre sus ropas un cuchillo, del cual
A no tenía ningún conocimiento, y procede a enterrarlo en el pulmón de C, quien resulta
con una lesión mucho más grave que la prevista en el plan2815.
5. El principio de accesoriedad
Postula que la punibilidad de los partícipes es accesoria de la conducta típica
desplegada por el autor, la que debe cumplir con determinados elementos del delito, para
que el comportamiento de los partícipes pueda ser castigado2816. Según la doctrina
mayoritaria, rige el principio de accesoriedad media, acorde con el cual, para que un
participe pueda ser castigado, el autor debe haber realizado al menos una conducta, típica y
2808
Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal..., p. 423.
2809
Cury, Derecho penal..., p. 640.
2810
Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal..., p. 423.
2811
Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal..., p. 423.
2812
Cury, Derecho penal..., p. 640.
2813
Hernández, “Comentario al artículo 14 del CP”, p.369.
2814
Cury, Derecho penal..., p. 640.
2815
En tal sentido, la SCS de 6 de septiembre de 1945, RCP T. IX, 49: en un caso en donde un sujeto recibió
el encargo pagado de darle unas bofetadas a la víctima, pero al cumplir el encargo hizo uso de un arma
cortante y le cercenó la oreja; la Corte entendió correctamente que quien hizo el encargo no podía ser
considerado inductor de la mutilación, aunque arribó al resultado desconcertante de considerarlo cómplice de
la misma (Sentencia citada en Hernández, “Comentario al artículo 14 del CP”, p.369).
2816
Cury, Derecho penal..., p. 640.
645
antijurídica2817. Sin embargo, hay otras posturas. Así para el principio de accesoriedad
mínima, basta con que el autor realice una conducta típica, esto es, que el hecho calce con
el tipo2818 2819. En cambio para el principio de accesoriedad máxima que defiende la teoría
del injusto culpable, el autor debe realizar una conducta, típica, antijurídica y culpable, para
compartir responsabilidad penal al partícipe. Por último, para la teoría de la
hiperaccesoriedad, el autor debe llevar a cabo una conducta, típica, antijurídica, culpable y
punible para convidar responsabilidad penal al partícipe, por lo tanto, además de la
conducta, típica, antijurídica y culpable, deben concurrir las condiciones objetivas de
punibilidad o la excusas legales absolutorias en su caso2820.
Apoyan la accesoriedad media, el texto de los artículos 15 y 16, los cuales se
refieren a la participación en un hecho, y no en un delito, y lo dispuesto en los artículos 72
y 456 bis N° 5° todos del Código Penal, que agrava la pena de quienes ejecutan el hecho
junto con inimputables, reconocimiento expreso de la participación punible en hechos
principales inculpables2821. En cambio, la referencia del artículo 17 al encubrimiento de un
crimen o simple delito tiene por finalidad afirmar que no es punible el encubrimiento de
faltas2822.
6. El principio de exterioridad
Sostiene que la conducta de los partícipes sólo es punible si el autor ha dado
principio de ejecución al hecho típico y antijurídico en que se participa, esto es, si ha
incurrido cuando menos en una tentativa2823. La ley sanciona en el artículo 50 la
participación en la tentativa, pero no es punible la tentativa de participación, la cual sólo
excepcionalmente puede tener lugar, como supuestos de inducción fracasada, en los casos
de proposición para delinquir, conforme a lo señalado en el artículo 8, inciso tercero, o
como conspiración, según lo prevenido en el artículo 8, inciso 4°, en los casos en que sólo
existe concierto para delinquir, pero no se ha dado comienzo a la ejecución del delito2824.
2817
y limitada en la de Politoff (2000:382) Garrido II, 329, utilizamos
2818
Es lo menos que se puede exigir conforme al principio de legalidad.
2819
Garrido, Derecho penal..., T. II, p. 429.
2820
Garrido, Derecho penal..., T. II, pp. 429-430.
2821
Cury, Derecho penal..., p. 641.
2822
Etcheberry sostiene que se trata de un caso de accesoriedad máxima, por razones de texto legal.
(Etcheberry, Derecho penal..., T. II, p. 81).
2823
Hernández, “Comentario al artículo 14 del CP”, p. 369.
2824
Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal..., pp. 419-420.
2825
Hernández, “Comentario al artículo 14 del CP”, p. 372.
646
sancionado conforme a un título distinto, caso en el cual hablamos de
incomunicabilidad2826.
Conforme a lo prevenido en el artículo 64 del Código Penal: “Las circunstancias
atenuantes o agravantes que consistan en la disposición moral del delincuente, en sus
relaciones particulares con el ofendido o en otra causa personal, servirán para atenuar o
agravar la responsabilidad de sólo aquellos autores, cómplices o encubridores en quienes
concurran. Las que consistan en la ejecución material del hecho o en los medios empleados
para realizarlo, servirán para atenuar o agravar la responsabilidad únicamente de los que
tuvieren conocimiento de ellas antes o en el momento de la acción o de su cooperación para
el delito”. Por lo tanto, en principio, no se discute la incomunicabilidad de las
circunstancias atenuantes y agravantes en estricto sentido, pero sí el régimen de las
circunstancias comprendidas en las descripciones típicas de la Parte Especial. La aceptación
y alcance de este principio son discutidos2827.
Más discutible resulta determinar si pueden ser partícipes punibles en un delito
especial aquellos que carecen de la calidad personal exigida por el tipo. Al respecto
subsisten en la doctrina y en la jurisprudencia tres teorías:
2826
Rodríguez y Ossandón, Delitos contra la función pública, p. 127; Cury, “Comentario a los artículos 14 a
17 del CP”, en Politoff y Ortíz (Coord.), en Texto y comentario del Código Penal chileno, p. 234.
2827
Cury, “Comentario a los artículos 14 a 17 del CP”, p. 234.
2828
En este sentido, se pronunciaba Novoa, pero hacía excepción en el delito de parricidio (Novoa, Curso de
DP, T. II, pp. 210 y ss.).
2829
Rodríguez y Ossandón, Delitos contra la función pública, p. 128.
2830
Rodríguez y Ossandón, Delitos contra la función pública, p. 128; Van Weezel, Los delitos tributarios,
Editorial jurídica de Chile, 2007, pp. 115 y ss.; por mucho tiempo la sostuvo Cury adoptó esta teoría, pero la
abandonó en la última edición de su libro (Cury, Derecho penal..., pp. 646-647).
647
incide en el quantum de la pena, con mayor razón no puede comunicarse un elemento del
tipo, cuyo efecto se proyecta sobre la existencia misma de la pena. Por lo tanto, cada
interviniente debe ser castigado según la naturaleza del injusto en que ha incurrido, el que
no puede materializar circunstancias personales que no se presentan en el sujeto2831. Esta
teoría ha adquirido fuerza desde que empezó a imponerse la tesis de que por “atenuantes” o
“agravantes” no debían entenderse sólo aquéllas designadas explícitamente con ese carácter
(fundamentalmente en los artículos 11 a 13 Código Penal), sino también los elementos del
tipo que tuvieran el efecto de aumentar o disminuir la pena2832.
648
Rodríguez y Ossandón critican esta solución desde un punto de vista valorativo,
porque implica imponer en los delitos especiales propios, al extraneus, la misma pena que
al intraneus, a pesar de que en el primero no concurren las circunstancias personales que
fundamentan el ilícito en cuestión y que en su caso no existe una infracción a un deber
específico del autor. Además el resultado es insatisfactorio porque se atenúa la pena del
extraneus cuando la calidad especial sólo modifica la gravedad del hecho, mientras que se
aplica el rigor de la pena asignada al delito especial, cuando la calidad exigida por el tipo
fundamenta el injusto2839.
Para solucionar estas injusticias tanto en Alemania como en España el legislador
incorpora una atenuación especial obligatoria para otorgar un tratamiento penal más
benévolo al partícipe extraneus, aplicable en los delitos especiales propios.
Si el autor es un extraneus y el partícipe es un intraneus, la tendencia es castigar al
primero por el delito común realmente ejecutado (por ejemplo, homicidio) y a quien reúne
la calidad especial, se le sanciona en virtud del delito especial impropio que recoge el
mayor desvalor que dicha calidad representa (por ejemplo, parricidio), primando la
naturaleza de la conducta individual en la determinación del título de castigo. Frente a esta
postura, se plantea que a ambos debe aplicarse el tipo penal que realmente se ha cometido.
Así en el caso propuesto, si el autor es un extraneus y el partícipe, por ejemplo inductor es
un intraneus, habría que castigarlos a ambos a título de homicidio simple, porque fue ese el
delito cometido y no puede castigarse al partícipe intraneus por un delito que no se ha
cometido, sin infringir el principio de accesoriedad2840.
2839
Rodríguez y Ossandón, Delitos contra la función pública, pp. 129-130.
2840
Rodríguez y Ossandón citan un voto de minoría de Künsemüller, pronunciado en una sentencia dictada
como abogado integrante de la CA de San Miguel, con fecha 31 de enero de 1990 (GJ N° 117, p. 68).
649
CAPÍTULO XIX
ANTIJURIDICIDAD
1. Objetivos
a. Conocer el significado de la antijuridicidad como presupuesto de la teoría del delito
b. Distinguir entre antijuridicidad formal y material
c. Precisar cuáles son los fundamentos de la antijuridicidad y las causas de justificación
e. Identificar cuáles son las causas de justificación
f. Distinguir entre antijuridicidad e injusto
g. conocer la explicación de las distintas teorías acerca del error sobre los presupuestos
fácticos de una causal de justificación.
h. Conocer la importancia de la antijuridicidad material
a.1 Causalismo
2841
Welzel, DP Alemán, DP, Editorial Jurídica de Chile, 11a Edición, 1976, p. 77
650
Cuando Beling expuso su concepción sobre el tipo, afirmó que éste no encerraba
ningún juicio de valor. Es decir, de acuerdo con su punto de vista la verificación de que un
hecho realiza la descripción contenida en un tipo no nos dice nada sobre su antijuridicidad,
y, al parecer, tampoco sobre el carácter prohibido de la conducta2842. El tipo es el objeto de
la valoración que se produce luego en la antijuridicidad entendida como un juicio objetivo
de reprobación del ordenamiento jurídico en general sobre el comportamiento exterior2843.
Con esto, Beling intentaba asegurar la independencia de la tipicidad respecto de la
antijuridicidad -y también de la culpabilidad- para consagrarla como elemento autónomo y
claramente diferenciado en la estructura del delito2844.
En este sentido, se desprende ya de la teoría causalista, que la tipicidad no implica la
antijuridicidad de la acción2845, pero aun no podemos hablar de una conexión indiciaria.
a.2 Neokantismo
Posterior a la escuela causalista de Beling, la escuela neokantiana, al introducir la
idea de valor en la teoría del delito, llevó a autores como Sauer y Mezger a sustituir la
concepción valorativamente neutra del tipo de Beling, por su entendimiento como juicio
provisional de desvalor2846.
Si bien la escuela neokantiana introduce en el tipo elementos subjetivos, Mayer
sigue partiendo en principio del carácter no valorativo del tipo, asegurado en que el tipo
contiene elementos descriptivos susceptibles de percibirse sensorialmente. De todas formas,
según él, la realización del tipo ciertamente es un indicio de la antijuridicidad, guardando
una relación como la existente entre el humo y el fuego; el humo no es el fuego ni contiene
fuego, pero permite extraer la conclusión de que hay fuego salvo “prueba en contrario”.
Según Mayer, el tipo es sólo ratio cognoscendi, o sea un indicio denotador de la
antijuridicidad, pero no es componente de la misma2847.
Esta teoría busca responder a la pregunta de por qué hay elementos del injusto que
se valoran en el tipo y hay otra categoría reservada a la antijuridicidad 2848. Dado que los
elementos del injusto en el tipo y los elementos de la antijuridicidad cumplían la misma
función, Merkel construye la teoría de los elementos negativos del tipo, señalando que
causas de justificación se han sacado de los tipos de la Parte especial y se les han
antepuesto sólo por razones de técnica legislativa (para no repetirlas en cada tipo penal)
2842
Cury, Derecho penal..., Ediciones UC, 10a ed., 2001, p. 284
2843
Cury, Derecho penal..., p. 278.
2844
Cury, Derecho penal..., p. 285
2845
Mir Puig, Derecho penal..., Editorial Reppertor, 7a Edición, 2005, p. 161
2846
Mir Puig, Derecho penal..., p.161
2847
Roxin, Derecho penal..., Editorial Civitas, Tomo I, 1997, p. 281
2848
Roxin, Derecho penal..., p.283
651
pero materialmente ello no cambia el hecho de que hay que incluirlas en los tipos concretos
según su sentido2849.
De este modo, los presupuestos de las causas de justificación son entendidos aquí
como elementos negativos del tipo. Aquéllas son incluidas en el tipo por el hecho de que
sólo su ausencia posibilita el juicio definitivo sobre la antijuridicidad del hecho. De este
modo, los elementos del tipo y los presupuestos de las causas de justificación son reunidos
en un tipo global y vienen a situarse sistemáticamente en el mismo nivel2850. La tipicidad de
la acción no es en manera alguna mera ratio cognoscendi, sino auténtica ratio essendi de la
antijuridicidad; convierte a la acción en acción antijurídica, aunque es cierto que no por sí
sola, sino sólo en unión con la falta de causas concretas de exclusión del injusto2851.
a.4 Finalismo
El finalismo ha regresado a un concepto de tipo próximo al ideado por Beling: el
tipo como mero indicio (ratio cognoscendi) de la antijuridicidad, que no sólo puede
desvirtuarse por la concurrencia de causas de justificación, sino que tiene un significado
independiente de la antijuridicidad. De ahí que vuelva a preferir la separación de la
tipicidad y la antijuridicidad en la definición del delito2852.
A diferencia de Beling, no sólo se concibe el tipo como portador de elementos
subjetivos, sino como dotado de un significado valorativo. Tal significado es, para Welzel
el servir de selección de los hechos relevantes para el Derecho penal, relevancia que
procederá, según su opinión de infringir las normas prohibitivas de la lesión de los bienes
jurídicos2853.
Finalmente, aun que no sea antijurídico, el hecho seguirá siendo típicamente
relevante porque es “antinormativo”2854.
La teoría finalista es la más seguida actualmente.
4. Antijuridicidad e injusto
Hay doctrina que tiene a utilizar las expresiones “antijuridicidad” e “injusto” de
manera análoga, sin embargo es preciso delimitar y diferenciar ambos conceptos.
Por un lado, la antijuridicidad designa una propiedad de la acción típica, que es la
contradicción con las normas prohibitivas y mandatos del Derecho penal2855. Sin embargo,
la antijuridicidad no se remite únicamente al Derecho penal, sino que es una sola para todo
el ordenamiento. De esta forma, Welzel la entiende como una mera contradicción entre el
2849
Roxin, Derecho penal..., p. 283
2850
Jescheck, Tratado de Derecho penal..., Editorial Comares, 2002, p.266
2851
Roxin, Derecho penal..., p. 282
2852
Mir Puig, Derecho penal..., p. 162
2853
Mir Puig, Derecho penal..., op.cit., p. 162
2854
Mir Puig, Derecho penal..., op.cit., p. 163
2855
Roxin, Derecho penal..., p. 557
652
tipo y los mandatos del Derecho2856-2857. Para estos efectos entenderemos a la
antijuridicidad (al menos formalmente) como la valoración o propiedad de un tipo penal.
Por otro lado, el injusto es la configuración del binomio entre tipo y antijuridicidad,
es decir, el objeto valorado con su predicado de valor expresado como acción típica y
antijurídica. El injusto penal, dado que presupone un tipo penal, es siempre materia
específicamente jurídicopenal, como podría serlo específicamente en otras ramas del
ordenamiento2858.
Propiedad de
la acción
típica
2856
Welzel, DP Alemán, DP, p. 77
2857
Entiéndase lo relativo a “Derecho” como el mandato respecto de normas que no necesariamente son
penales, extrayéndose de esa amplia configuración injustos de cualquier tipo (civiles, administrativos, etc). En
este sentido lo ha entendido Roxin, Derecho penal..., p. 558, cuya afirmación es extraída de Welzel, DP
Alemán, DP, p. 77
2858
Roxin, Derecho penal..., p. 558
2859
Roxin, Derecho penal..., p. 558
2860
Roxin, Derecho penal..., p. 558
2861
Von Liszt, Tratado de DP, Instituto Editorial Reus, 20a Edición, p.336
653
puede ser construida sacrificando un bien con una menor valoración concreta en aras de
impedir una dañosidad mayor.
En términos de Liszt, el fin de la convivencia humana requiere que ante la pugna de
bienes, se sacrifique el interés menos valioso si sólo a ese precio se puede preservar el
interés más valioso. De ahí se sigue que: la lesión o puesta en peligro de un bien jurídico
sólo es materialmente antijurídica cuando es contraria a los fines del ordenamiento
jurídico regulador de la convivencia2862
2862
Von Liszt, Tratado de DP, pp. 336-337
2863
Roxin, Derecho penal..., p.559
2864
Roxin, Derecho penal..., p. 561
2865
Artículo 69 del CP chileno
2866
Roxin, Derecho penal..., p. 560
2867
Roxin, Derecho penal..., p. 560
654
Finalmente, respecto de la sistematización de las causales de justificación y para la
configuración de su contenido, serán los criterios de la antijuridicidad material los que
establecerán los marcos de su concurrencia2868.
a. Teorías monistas
Las teorías monistas intentan reconducir las causales de justificación a una idea
rectora omnicomprensiva2869. En otras palabras, el fundamento es único para todas las
causales de justificación.
Esta idea, según la teoría del fin, esgrimida por Zu Donha2870 es la del “medio
adecuado para conseguir un fin reconocido por el legislador como justificado”2871o “empleo
de medios adecuados para un fin lícito”2872.
Dicha idea rectora varía según varían los autores. Así, Sauer plantea la idea de “más
beneficio que perjuicio” o “más utilidad que dañosidad”2873. Por su parte Noll, plantea la
“ponderación de valores”2874 El principio según Schmidhauser, más bien acorde con la
teoría del fin, señala que no es injusto "el empleo de los medios adecuados para alcanzar
alguno de los fines reconocidos por el orden jurídico"2875
Es probable que ninguna de las tesis sostenidas pueda ser calificada como
incorrecta, sin embargo, sostener una sola idea fundamentadora debe quedar en el plano
abstracto y suele ser ambiguo2876.
b. Teorías pluralistas
Las teorías pluralistas conducen los fundamentos de la justificación a dos principios que
buscan dar explicación a las distintas causales. Estos principios son el de interés
preponderante y el de ausencia de interés.
El interés preponderante comprende el derecho preponderante y la necesidad
preponderante de protección, en el cual falta lo injusto al hecho, porque al lado de su
contenido se encuentra un derecho eficaz, teniendo aplicación el interés preponderante en
casos de derechos particulares para actuar (legítima defensa y estado de necesidad
justificante) y en casos de deberes particulares para actuar (cumplimiento de un deber)2877.
2868
Roxin, Derecho penal..., p. 560
2869
Roxin, Derecho penal..., p. 573
2870
Cousiño, DP Chileno, DP, Editorial Jurídica de Chile, Tomo II, 1979, p. 128
2871
Roxin, Derecho penal..., p. 573
2872
Muñoz Conde, Derecho penal..., Editorial Tirant Lo Blanch, 2004, p. 311
2873
Jescheck, Tratado de Derecho penal..., p. 348
2874
Jescheck, Tratado de Derecho penal..., p. 348
2875
Cousiño, DP Chileno, DP, p. 128
2876
Roxin, DP, PG p. 573
2877
Cousiño, DP Chileno, DP, p. 129
655
El principio de ausencia de interés, por su parte, supone ausencia de injusto o
ausencia de necesidad de protección, que se da cuando falta al hecho una característica
propia que elimina lo injusto de la conducta. Se suele citar al consentimiento como causal
de justificación que se funda en este principio, sin embargo, el consentimiento opera más
bien dentro del ámbito de la atipicidad2878.
Ahora bien, estos principios, introducidos por Mezger, constituyen parte de la
mirada tradicional de los fundamentos de las causales de justificación en orden a
sistematizarlas, sin embargo, el enfoque pluralista, puede llevarse a cabo a través de la
elaboración de principios numerosos que respondan a cada una de las causales de
justificación. Debido a la pluriformidad y a los cambios de la vida social no es posible ni un
numerus clausus de los principios reguladores ni una sistematización cerrada y concluyente
de las causales de justificación2879.
a. Concepción objetiva
La concepción objetiva parte de la base de que la acción es concebida como un
acontecimiento perteneciente al ámbito mecánico causal, esto es, sólo en sus aspectos
exteriores aprehensibles inmediatamente por los sentidos. El tipo, a su vez, se agota en la
descripción objetiva del hecho2880.
En este sentido, para verificar la concurrencia de las causales de justificación, se
requiere únicamente que objetivamente se haya producido la causal sin la necesidad de un
elemento subjetivo adicional.
La consecuencia de la ausencia del cualquier elemento subjetivo es exactamente la
misma, ya que la teoría indica que no son necesarios para la configuración de la
justificante. De esta forma, quien se encuentra en una situación de desamparo económico y
roba un pan y se lo entrega a sus hijos o hurta un medicamento de alto costo que entrega a
su esposa, quien padece de una grave enfermedad, actúa en estado de necesidad justificante,
sin perjuicio de que pudo haber tenido un conocimiento de la situación justificante distinta,
o en definitiva, una finalidad distinta2881.
El derecho chileno, como veremos más adelante, no permite este tipo de
concepción, toda vez que el tenor literal de las justificantes exige elementos subjetivos.
b. Concepción subjetiva (finalista)
Esta concepción mezcla ambos elementos (objetivos y subjetivos) señalando que
una conducta será adecuada a derecho cuando no sólo en su faz objetiva se identifique con
la situación descrita por la causal de justificación, sino también su finalidad.
2878
Cousiño, DP Chileno, DP, p. 130
2879
Roxin, Derecho penal..., p.575
2880
Cury, Derecho penal..., p. 364
2881
Cury, Derecho penal..., p. 364
656
Acción típica justificada es aquella que desde el punto de vista material realiza
todos los presupuestos de una causal de justificación y cuya finalidad se orienta a esa
realización2882.
Lo que analiza esta teoría en definitiva es la finalidad del autor con su actuar, la
cual debe ser una finalidad justificante, es decir, la motivación intrínseca de la conducta
debe ser la de actuar amparado en una causal e justificación.
La ausencia del elemento subjetivo en la conducta trae como consecuencia la
producción dolosa de un delito consumado. De cualquier forma, esta concepción no está
exenta de críticas, pues considera muy de cerca elementos subjetivos para hacer juicios
sobre lo antinormativo, lo que resulta peligroso en el marco de un Derecho penal de actos.
Además la finalidad o motivación del agente es especialmente difícil de probar.
c. Concepción objetiva-subjetiva
Esta concepción, sostenida por Roxin, resulta más ecléctica respecto de los
elementos subjetivos.
El autor señala que la justificante debe abarcar los elementos objetivos y los
elementos subjetivos deben limitarse al conocimiento de la situación justificante, mas no
necesariamente a una finalidad de actuar conforme a la causal. Esto porque la conciencia de
producir algo conforme a Derecho elimina ya el desvalor de la acción y por tanto el
injusto2883.
Habría que oponerse a la opinión de que para la justificación sea preciso algo más
que la comprensión de los límites objetivos de la justificación y el conocimiento de la
situación de justificación. No tiene sentido exigir una motivación cuya “completa
desaparición” no puede probarse prácticamente nunca. Además, como ya hice mención,
señala Roxin que el castigar a alguien que produce dolosamente una situación conforme a
Derecho sólo porque no hace lo permitido con una actitud interior “correcta” conduce a una
pena, prohibida, por la actitud interna2884.
2882
Cury, Derecho penal..., p. 365
2883
Roxin, Derecho penal..., p. 597
2884
Roxin, Derecho penal..., p. 598
2885
Cury, Derecho penal..., p. 366
657
Así mismo sucede en el caso de la justificante de cumplimiento de un deber o el
ejercicio legítimo de un derecho y sobre todo en el caso del estado de necesidad justificante
al señalar que debe actuarse por quien “para evitar un mal ejecuta un hecho que produzca
daño en la propiedad ajena”.
En este sentido, la persona debe actuar con dolo de actuar conforme a una causal de
justificación, si necesariamente tener que existir un fin noble o una motivación adecuada,
pues dicha explicación lleva a conclusiones dogmáticas contradictorias con nuestro estudio
como ya se señaló más arriba.
8. Teoría del Error en las causales de justificación
El error sobre las causales de justificación corresponde, por regla general, al estudio
del error de prohibición en el ámbito de la conciencia de la ilicitud.
El sujeto obra en la creencia errada de que su acción no está prohibida, en general,
por el ordenamiento; el sujeto sabe que su conducta está, en general, prohibida, pero cree
que en el caso concreto se encuentra justificada en virtud de una causal que, en realidad, no
se halla consagrada en la ley; el sujeto sabe que su conducta está, en general, prohibida,
pero supone que en el caso concreto se encuentra legitimada por una causal de justificación
efectivamente vigente, pero cuyos efectos, en realidad, no alcanzan a esa situación.
Estos son casos casi indiscutidos de error de prohibición, sin embargo, el caso más
discutido en la doctrina es el error sobre los presupuestos fácticos de las causales de
justificación, tomándose partido por decir que es un error de tipo o un error de prohibición
de acuerdo a las distintas teorías.
2886
Mir Puig, Derecho penal..., p. 543
2887
Roxin, Derecho penal..., p. 584
2888
Roxin, Derecho penal..., p. 582
658
Según esta teoría, puede admitirse la teoría de la culpabilidad para el error de
prohibición consistente en el creer que una conducta no esté tipificada por la ley, pero no
para la suposición errona de los presupuestos fácticos de una causa de justificación2889.
Esta teoría supone que es un error de prohibición, pero por razones político-
criminales, lo trata como un error de tipo, pues sostiene la teoría que quien supone
circunstancias cuya concurrencia justificaría el hecho, actúa en razón de una finalidad que
es completamente compatible con las normas del Derecho. Finalmente, quien se guía por
representaciones que también en un enjuiciamiento objetivo se dirigen a algo jurídicamente
permitido, y produce un resultado indeseado por falta de atención y cuidado, le es aplicable
el reproche de la imprudencia2890. Las consecuencias del error de tipo, en este sentido, serán
más beneficiosas para el imputado.
2889
Mir Puig, Derecho penal..., p. 544
2890
Roxin, Derecho penal..., p.584
2891
Mir Puig, Derecho penal..., p.544
2892
Mir Puig, Derecho penal..., p. 551
2893
Mir Puig, Derecho penal..., p. 551
659
CAPÍTULO VIII
CUSALES DE JUSTIFICACIÓN EN PARTICULAR
LEGÍTIMA DEFENSA
Sumario: 1. Objetivos 2. Concepto de legítima defensa. —3. Fundamento de la legítima defensa. —4.
Elementos que configuran la legítima defensa. —5. Legítima defensa propia. —a. Agresión ilegítima. —a.1
Conducta humana. —a.2 Capacidad de lesionar o poner en peligro un bien jurídico. —a.3 Objeto del ataque.
—a.4 Ilegalidad o antijuridicidad del ataque. —a.5 Actualidad del ataque. —b. Necesidad racional del medio
empleado. —c. Falta de provocación suficiente. —d. Exceso en la legítima defensa. —6. Legítima defensa de
parientes (10 n°5). —7. Legítima defensa de extraños (10 n°6). —8. Legítima defensa privilegiada (10 n°6
inc. 2°)
1. Objetivos
a. Comprender el concepto de legítima defensa
b. Estudiar los elementos de la legítima defensa
c. Entender cómo opera el fundamento de las causales de justificación
d. Estudiar las discusiones doctrinarias sobre cada justificante
f. Comprender el marco dentro del cual opera la legítima defensa
g. Estudiar cada tipo de legítima defensa contemplada en el Código Penal.
2894
Cury, Derecho penal..., Ediciones Universidad Católica de Chile, 10 a Edición, 2011, p. 372
2895
Jiménez de Asúa, Tratado de Derecho Penal, Tomo IV, Editorial Losada, 3a Edición, 1976, p. 26
660
ahora, parece que la definición de Cury responde mejor a la realidad legislativa actual, sin
perjuicio de la mencionada salvedad.
2896
Roxin, Derecho penal..., Tomo I, Editorial Civitas, 1997, p. 608
2897
Cury, Derecho penal..., p. 372
2898
Etcheberry, Derecho penal..., Editorial Jurídica de Chile, 3a Edición, 1998, p. 249
2899
Mir Puig, Derecho penal..., Editorial Reppertor, 7a Edición, 2005, p. 428
661
en condiciones de realizar la defensa2900. Toda agresión repelida en legítima defensa pone
de manifiesto que no se vulnera sin riesgo el ordenamiento jurídico y estabiliza el orden
jurídico2901.
a. Agresión ilegítima
La agresión ilegítima consiste, como ya lo mencionamos, en una conducta humana
capaz de lesionar o poner en peligro un bien jurídico.
Ahora bien, debemos descomponer cada uno de los elementos que configuran la
agresión ilegítima para entender su sentido y alcance.
2900
Roxin, Derecho penal..., p. 608
2901
Roxin, Derecho penal..., pp. 608-609
2902
Roxin, Derecho penal..., p. 611
2903
Cury, Derecho penal..., p. 374
662
a.1 Conducta humana
Para que ocurra una “agresión” que pueda ser calificada de “ilegítima”, es preciso al
menos que se halle constituida por un comportamiento humano. Será necesario, pues, que
concurra una voluntariedad no excluida por fuerza irresistible, acto en inconsciencia o acto
reflejo2904.
Además, de la limitación de la agresión a la conducta humana se desprende en
primer lugar, que el ataque de un animal no constituye agresión ilegítima. Sin embargo, la
situación es diferente cuando se sirve de un animal para la agresión; en tal caso el animal
será sólo el instrumento del hombre agresor, y matarlo si es necesario para la defensa estará
justificado exactamente igual que la destrucción de otros medios agresivos2905.
Igualmente serán agresiones las producidas mediante omisión. Un homicidio puede
producirse por omisión, ya que la omisión supone un hacer activo y no hay razones para
entender que un homicidio en comisión por omisión no sea una agresión2906.
Resulta discutible, por último, la voluntariedad de dicha conducta humana. No
existen razones para creer que dicha conducta deba tener un ánimo lesivo, o que, en
definitiva, la conducta sea dolosa, sino que requiere únicamente ser una agresión
objetivamente idónea para lesionar un bien jurídico2907. Ni el término “agresión” excluye
literalmente la posibilidad de imprudencia, ni cabe descartar la posibilidad práctica de una
agresión imprudente que permita legítima defensa según los requisitos legales2908.
2904
Mir Puig, Derecho penal..., p. 431
2905
Roxin, Derecho penal..., p. 611
2906
Roxin, Derecho penal..., p. 613
2907
Mir Puig, Derecho penal..., p. 431
2908
Mir Puig, Derecho penal..., p. 432
2909
Hernández y Couso, Código Penal Comentado, Editorial AbeledoPerrot, 1a Edición, 2011, p. 216
2910
Politoff, Matus, Ramírez, Lecciones de DP Chileno, DP, Editorial Jurídica de Chile, 2a Edición, 2003, p.
218
663
a.3 Objeto del ataque
La formulación legal del art. 10 N° 4 permitiría concluir que cualquier derecho de la
persona es susceptible de ser agredido y, por tanto, defendido. Ello es claramente así
respecto de los derechos de una persona, esto es, los tradicionalmente llamados derechos
individuales, pero mucho menos evidente en los llamados derechos colectivos. Se podrán
defender bienes colectivos en la medida que la agresión tenga un carácter individual. Por
ejemplo, el derecho a vivir en un medio ambiente libre de contaminación. Un sujeto podrá
defenderse si es afectado por una sustancia tóxica cuya emisión no está permitida por el
ordenamiento2911.
No cabe, por su parte, la defensa de bienes suprapersonales como el orden público,
ya que escapan de la esfera de afectación personal susceptible de ser defendida por el
individuo.
Cousiño, escéptico ante la posibilidad de proteger todos los derechos, señala que
existen bienes jurídicos más valiosos y otros menos valiosos y que existen bienes que no
necesariamente son protegidos a través de la legítima defensa2912, lo que actualmente podría
parecer insostenible.
Couso interpretando esas palabras, señala acertadamente que no debe atenderse en
el sentido de que, conforme a su naturaleza, existan bienes o derechos no defendibles, sino
que frente a agresiones insignificantes o irrelevantes no cabe la defensa, sino en la medida
que sea posible a través de medios muy poco perjudiciales2913. Obviamente, este autor no
hace nada más que volver a la regla general, exigiendo proporcionalidad entre el ataque y la
defensa.
2911
Politoff, Matus, Ramírez, Lecciones de DP chileno, DP, op.cit., p. 219
2912
Cousiño, DP chileno, Tomo II, Editorial Jurídica de Chile, 1979, p. 220
2913
Hernández y Couso, Código Penal Comentado, p. 211
2914
Hernández y Couso, Código Penal Comentado, p. 215
2915
Politoff, Matus, Ramírez, Lecciones de DP chileno, DP, op.cit., p. 216
2916
Roxin, Derecho penal..., p. 613
2917
Etcheberry, Derecho penal..., p. 253
664
a.5 Actualidad del ataque
Un elemento esencial que fundamenta la necesidad de defenderse, es que la agresión
sea actual. Según la propia expresión del Código Penal chileno, al decir “en defensa de su
persona o derechos”, será necesario que ya haya o que todavía haya posibilidad de defensa,
o lo que es lo mismo, que sea posible evitar la lesión al bien jurídico amenazado. Ello exige
que la agresión suponga ya un peligro próximo y que dicho peligro no haya desaparecido al
convertirse en lesión consumada2918.
Politoff se refiere a la expresión impedirla o repelerla para hacer alusión a lo que
señala Mir Puig en orden a la posibilidad actual de defensa2919.
Como vemos, mientras no existe una consumación y agotamiento de la agresión,
aun es posible la defensa. Así, la agresión subsiste siempre, naturalmente, en los delitos
permanentes, como el secuestro, y en la repetición de los actos constitutivos de delitos
habituales y continuados2920.
Por otro lado, el Código habla de inminencia del ataque, refiriéndose a que una
agresión sea lógicamente previsible, no requiriendo el legislador que se espere la
producción del daño, sino que permite actuar si hay indicios evidentes de su proximidad.
Una mayor espera podría frustrar las posibilidades de la defensa y no sería razonable exigir
al agredido que mida la fuerza de quien lo agrede antes de defenderse2921.
En cuanto a aquellos medios que son puestos en forma de defensa permanente,
llamados ofendículas, podrían de alguna manera considerarse no legitimados en tanto el
daño previsto es previo a cualquier agresión. Sin embargo, nuestra jurisprudencia ha
admitido la legitimidad de dichos mecanismos, en la medida que sean ostensibles y
anunciados, no pongan en peligro a personas inocentes, actúen sólo cuando se produzca la
agresión, y la gravedad de sus consecuencias no resulte desproporcionada a la agresión2922.
2918
Mir Puig, Derecho penal..., p. 433
2919
Politoff, Matus, Ramírez, Lecciones de DP chileno, DP, op.cit., p. 217
2920
Politoff, Matus, Ramírez, Lecciones de DP chileno, DP, op.cit., p. 217
2921
Politoff, Matus, Ramírez, Lecciones de DP chileno, DP, op.cit., p. 217
2922
Politoff, Matus, Ramírez, Lecciones de DP chileno, DP, op.cit., p. 217
2923
Roxin, Derecho penal..., p. 628
665
medio para la repulsión, sigue siendo posible una defensa segura con un medio más
duro2924.
En Chile, la circunstancia segunda del art. 10 N° 4 supone una valoración del acto
defensivo en relación con la agresión sufrida, o visto desde otro punto, determina el límite
de la autorización concedida para defenderse: no en todo caso, no de cualquier manera, no
con cualquier medio, sino cuándo y con los medios que sean racionalmente necesarios para
impedir o repeler esa agresión concreta y determinada que se sufre2925.
En todo caso, la posibilidad de disponer concretamente de un medio menos lesivo
implica valorar la totalidad de las circunstancias, teniendo en cuenta que éstas pueden hacer
razonable un medio que bajo condiciones distintas sería desproporcionado2926. Así, la
racionalidad no consiste en un análisis matemático, sino que debe atenderse a las
circunstancias concretas del caso2927.
Sin perjuicio de lo anterior, lo que sea necesario para la defensa es algo que debe
juzgarse según baremos objetivos, es decir, en relación a las circunstancias objetivas y no a
lo que pudo haber imaginado el autor2928. El análisis se efectúa ex ante desde el punto de
vista de un observador sensato, por lo tanto, si un “gangster” (dice Roxin) amenaza a un
grupo de rehenes con un arma descargada, es dable que un observador sensato pueda pensar
que el arma está cargada y por lo tanto sea legítima la defensa a través de un disparo2929.
Evidentemente, para la realización de la conducta por parte el que se defiende es
necesario el elemento subjetivo que ya analizamos respecto de la antijuridicidad en general,
esto es, requiere un conocimiento de la situación de defensa, mas no una motivación
especial.
2924
Roxin, Derecho penal..., p. 629
2925
Politoff, Matus, Ramírez, Lecciones de DP chileno, DP, op.cit., p. 219
2926
Hernández y Couso, Código Penal Comentado, p. 218
2927
Hernández y Couse, Código Penal Comentado, p. 218
2928
En este sentido Roxin, Derecho penal..., p. 631 y en la doctrina nacional Hernández y Couso, Código
Penal Comentado, p. 219
2929
Roxin, Derecho penal..., p. 631
2930
Hernández y Couso, Código Penal Comentado, pp. 219-220
2931
Politoff, Matus, Ramírez, Lecciones de DP chileno, DP, op.cit., p. 222
666
ámbito de inexigibilidad de otra conducta. Si bien es discutible, es una posición sostenida
por parte de la doctrina chilena2932.
Es discutido, sin duda, el alcance de la expresión “suficiente”, ya que el concepto no
satisface por sí mismo el principio de legalidad. En este sentido, es un aspecto normativo
cuya valoración debe hacerla el juez en virtud de las circunstancias concretas. Sin embargo,
es preciso dar cierto alcance para su verificación. En este sentido, entenderemos como
suficiente aquella que baste para explicar humanamente el ataque que el provocado
descarga en seguida sobre su provocador", sin llegar a justificarla, "sino solamente a
hacerla en parte excusable"2933.
Dentro de estas consideraciones, debemos excluir la legítima defensa en caso de
existir provocación suficiente por parte del que se defiende.
Además, no podrá otorgarse la justificante en caso de una provocación intencionada,
esto es, aquel caso en que un sujeto, para agredir maliciosamente a una persona, provoca
una situación defensiva a través de la incitación de aquel sujeto que pretende finalmente
agredir2934.
2932
Politoff, Matus, Ramírez, Lecciones de DP chileno, DP, op.cit., p. 222
2933
Hernández y Couso, Código Penal Comentado, p. 221
2934
Roxin, Derecho penal..., p. 639
2935
Politoff, Matus, Ramírez, Lecciones de DP chileno, DP, op.cit., p. 218
2936
Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de DP chileno, DP, op.cit., p. 220
667
El artículo 10 N°5 exige que concurran las dos primeras circunstancias del artículo
10 N°4, es decir, la agresión ilegítima y la necesidad racional del medio empleado para
impedirla o repelerla.
Respecto del último requisito, la ley exige que si procedió provocación por parte de
la persona agredida, podrá actuarse en legítima defensa siempre y cuando el defensor no
hubiese participado de la provocación. Respecto de la provocación y la suficiencia, es
pertinente remitirnos a lo ya explicado al respecto.
Por último, la legítima defensa de parientes tiene especial importancia por las
personas que pueden ser defendidas como requisito para invocar la eximente.
El art. 10 N° 5 del Código señala entre ellos al cónyuge, los consanguíneos
legítimos en toda la línea recta y en la colateral hasta el cuarto grado inclusive, los afines
legítimos en toda la línea recta y en la colateral hasta el segundo grado inclusive, y los
padres o hijos naturales o ilegítimos.
Sin embargo, la ley 19.595 del año 1998 derogó la distinción entre hijos legítimos e
ilegítimos, por lo que dicha distinción para efectos del Código Penal es irrelevante.
Ahora bien, Politoff plantea una crítica acerca de la relación de parentesco, pues señala que
difícilmente alguien que se encuentre en una situación defensiva va a detenerse a calcular
fríamente su grado de parentesco para efectos de verificar si es procedente la eximente, por
lo que la distinción que hace el Código es absurda2937. Sin embargo, de existir un error
sobre dicha circunstancia, siempre podrá entenderse comprendida la conducta dentro de la
eximente de legítima defensa de extraños.
2937
Politoff, Matus, Ramírez, Lecciones de DP chileno, DP, op.cit., p. 223
2938
Hernández y Couso, Código Penal Comentado, p. 229
668
La legítima defensa privilegiada indica que se presumen legalmente las
circunstancias previstas en el artículo 10 N°4, 5 y 6, cualquiera sea el daño que se ocasione
al agresor respecto de las situaciones que describe el código.
La primera de estas situaciones es la de aquel que rechaza el escalamiento en los
términos indicados en el número 1° del artículo 440, es decir, “entendiéndose que lo hay
cuando se entra por vía no destinada al efecto, por forado o con rompimiento de pared o
techos, o fractura de puertas o ventanas”. El impedimento se refiere tanto a una casa,
departamento u oficina o en sus dependencias. En caso que sea de noche, puede ser en un
local comercial o industrial.
Existe discusión sobre si el requisito de que sea de noche se extiende a la expresión
“y del que impida o trate de impedir la consumación de los delitos señalados en…”, pero la
doctrina ha señalado que no existen razones para entender que sería distinta la situación de
noche o de día, por lo tanto respecto de ese listado de delitos puede efectuarse la defensa
tanto de día como de noche con el objeto de impedirla2939.
Por otra parte, la presunción que hace el Código es meramente legal, por lo que
deberá probarse lo contrario dentro del proceso.
Además, la presunción recae, a juicio de Cury, únicamente sobre la necesidad
racional del medio empleado, ya que el propio Código señala “cualquiera que sea el daño
que se ocasione al agresor”. Señala el autor que es claro que el propósito del legislador es
dar por concurrente la legítima defensa aunque falte la relación de necesidad racional entre
la agresión ilegítima y la reacción defensiva2940.
Con todo, el requisito de la agresión ilegítima y la falta de provocación deberán se
acreditadas en el proceso, pues de darse por acreditada la agresión ilegítima, caeríamos en
el absurdo de afirmar que obra en legítima defensa el que, con el objeto de evitar su propia
captura, da muerte al policía premunido de una orden judicial competente que descerraja la
puerta de la casa en que se ha refugiado para huir de la justifica y de la que se niega a
salir2941. Una interpretación así sería al menos discutible.
Finalmente, opera esta presunción para quien impide la consumación de los delitos
de secuestro, sustracción de menores, violación, parricidio, homicidio, robo con violencia o
intimidación en las personas y robo por sorpresa.
2939
Hernández y Couso, Código Penal Comentado, p. 230. También en este sentido Cury, Derecho penal..., p.
377
2940
Cury, Derecho penal..., p. 376
2941
Cury, Derecho penal..., pp. 376-377
669
CAPÍTULO VIII
CAUSALES DE JUSTIFICACIÓN EN PARTICULAR
ESTADO DE NECESIDAD JUSTIFICANTE
Sumario: 1. Objetivos. —2. Regulación legal. —3. Concepto. —4. Fundamento del estado de necesidad. —5.
Derechos o bienes jurídicos en colisión. —6. Requisitos del estado de necesidad justificante. —a. Realidad o
peligro inminente del mal que se trata de evitar. —a.1 Concepto de mal. —b. Que sea mayor que el causado
para evitarlo. —c. Que no haya otro medio practicable y menos perjudicial para impedirlo. —7. Tipo
subjetivo de la justificante. —8. Error sobre los presupuestos fácticos en el estado de necesidad justificante.
—9. Efectos civiles del estado de necesidad. —10. Justificante incompleta. —11. Paralelo entre estado de
necesidad justificante y estado de necesidad exculpante. —
1. Objetivos
a. Estudiar la regulación legal del estado de necesidad justificante
b. Comprender el conflicto de bienes
c. Estudiar los requisitos de concurrencia
d. Abarcar la discusión sobre los efectos civiles.
e. Estudiar el concepto de estado de necesidad justificante.
f. Comprender las diferencias entre el estado de necesidad justificante y el exculpante.
2. Regulación legal
El estado de necesidad justificante se encuentra en el artículo 10 N°7 del Código
Penal chileno y en el 145 del mismo cuerpo normativo.
Es de vital importancia atender a los términos utilizados por el Código, pues es eso
lo que lo diferencia del estado de necesidad exculpante y, además, del estado de necesidad
en el derecho comparado.
El mejor ejemplo de esto es España, cuyo Código Penal contempla en el artículo 20
N°4 el estado de necesidad sin calificación alguna, diferenciándose dogmáticamente entre
justificante y exculpante en virtud del resultado de la ponderación de males. Este modelo de
estado de necesidad en la legislación española es digno de ser imitado en nuestro sistema y
así aumentar exponencialmente el ámbito de protección de la norma. Sin embargo, este
proceso parece poco prioritario para el legislador penal y por el momento debemos
conformarnos, a pesar de su escasa aplicación, con explicar los elementos que configuran el
estado de necesidad justificante.
670
3. Concepto
Existen diversos conceptos de estado de necesidad justificante, sin embargo, los
conceptos de la legislación comparada parecen no se completamente útiles, pues son
incompletos respecto de los bienes jurídicos susceptibles de afectación.
Así, en España se ha definido como “estado de peligro actual para legítimos
intereses que únicamente puede conjurarse mediante la lesión de los intereses legítimos de
ora persona”2942. Como puede intuirse, esta definición es un tanto amplia y no nos otorga
mayores elementos que puedan diferenciarlo de la legítima defensa. Mir Puig por su parte
ha intentado definirlo en términos negativos como “estado de peligro actual para legítimos
intereses que únicamente puede conjurarse mediante la lesión de intereses legítimos ajenos
y que no da lugar a legítima defensa ni al ejercicio de un deber”2943. Esta definición, si bien
es menos vaga, parece no ser suficiente, pues las definiciones negativas nos otorgan
indicios sobre lo que no es, sin embargo necesitamos saber qué es.
Parte de la doctrina nacional ha señalado que “obra en estado de necesidad quien
ataca el bien jurídico de un tercero con el objeto de evitar la lesión de uno más valioso,
perteneciente a sí mismo o a otro”. Este concepto describe la eximente desde una
perspectiva finalista, cuestión que resulta discutible desde el punto de vista de los
elementos subjetivos de la eximente.
De este modo, la mejor forma de definir al estado de necesidad justificante es a
través de sus elementos.
El estado de necesidad justificante es aquella norma permisiva o causa de
justificación que ampara a quien actúa para evitar un mal a un bien jurídico, propio o
ajeno, ejecutando una conducta típica que cause un daño en la propiedad ajena de menor
entidad que el mal que se trata de evitar y no dispone de otro medio practicable y menos
perjudicial para impedirlo o que afecta la inviolabilidad de la morada para evitar un mal
grave a sí mismo, a los moradores o a un tercero.
2942
Mir Puig, Derecho penal..., Editorial Reppertor, 7a Edición, 2005, p. 445
2943
Mir Puig, Derecho penal..., p. 445
2944
Hernández y Couso, Código Penal Comentado, Editorial AbeledoPerrot, 1a Edición, 2011, p. 234
2945
Politoff, Texto y Comentario del Código Penal chileno, Editorial Jurídica de Chile, 2002, p. 141
671
5. Derechos o bienes jurídicos en colisión
El estado de necesidad justificante en Chile tiene la particularidad de limitar los
bienes jurídicos susceptibles de ser afectados para la protección de otros.
Los bienes que pueden ser sacrificados en amparo de un bien de mayor valor son
únicamente la propiedad (art. 10 N° 7) y la inviolabilidad de la morada (art. 145)2946.
Sin embargo, todos los bienes pueden ser protegidos a través de la afectación de la
propiedad o la inviolabilidad de la morada. Sobre eso no existe límite alguno, pero la
reducida cantidad de bienes que pueden afectarse acota su aplicación y ha hecho que la
doctrina le dé poco espacio de discusión, centrándose más en el estado de necesidad
exculpante2947.
2946
Politoff, Matus, Ramírez, Lecciones de DP chileno, Editorial Jurídica de Chile, 2003, p. 228
2947
Hernández y Couso, Código Penal Comentado, p. 234
2948
Politoff, Matus, Ramírez, Lecciones de DP chileno, p. 229
2949
Hernández y Couso, Código Penal Comentado, p. 236
2950
Politoff, Matus, Ramírez, Lecciones de DP chileno, p. 230
672
Existen dos formas de entender el concepto. Por un lado, podemos entenderlo en
términos naturalísticos, siendo todo aquello que daña, causa un resultado materialmente
lesivo, aunque la sociedad lo valore positivamente2951.
Por otro lado, en un sentido netamente valorativo, no importaría el daño material,
sino sólo lo que la sociedad valore negativamente. Al parecer de Mir Puig, no puede existir
un mal naturalístico para explicar la expresión de la norma, pues tanto el “mal” como el
“bien” presuponen necesariamente una valoración que hace el hombre2952.
Ahora bien, surge el problema de qué valoración debe hacerse. En resumen, la
valoración debe ser jurídica, toda vez que un daño socialmente nocivo que la norma valore
positivamente no puede ser objeto de estado de necesidad justificante. Así, un reo no puede
alegar estado de necesidad justificante para escaparse del recinto penal, en consideración
del mal que le produce dicha situación2953.
2951
Mir Puig, Derecho penal..., p. 455
2952
Mir Puig, Derecho penal..., p. 456
2953
Mir Puig, Derecho penal..., p. 456
2954
Mir Puig, Derecho penal..., p. 463
2955
Mir Puig, Derecho penal..., p. 463
2956
Politoff, Texto y Comentario del Código Penal chileno, p. 143
2957
Con la salvedad de que en el estado de necesidad exculpante se debe afectar la propiedad para hacer una
comparación equivalente y sensata.
673
trascendencia de cada uno de los males, la reparabilidad o irreparabilidad del daño y nivel
de afectación real y concreta a sus titulares.
2958
Hernández y Couso, Código Penal Comentado, p. 237
2959
Hernández y Couso, Código Penal Comentado, p. 237
2960
Baldó, Estado de Necesidad y Legítima Defensa, Editorial Bosch, 1994, p. 148
2961
Baldó, Estado de Necesidad y Legítima Defensa, pp. 148-149
2962
Baldó, Estado de Necesidad y Legítima Defensa, p. 149
674
La discusión sobre los efectos civiles radica en si los daños producidos a raíz del
estado de necesidad deben ser indemnizados o no. Al respecto existen varias posturas.
Según Enrique Cury, quien obra justificado por un estado de necesidad al que la
propia ley acuerda tal eficacia, no incurre en ilícito de ninguna especie; la unidad del
ordenamiento jurídico impide, por ende, que se le reclamen indemnizaciones civiles o de
otra índole2963/2964. Es decir, lo que no es antijurídico en Derecho penal, no lo es tampoco
para el resto del ordenamiento jurídico.
Otro sector de la doctrina considera que aun si la acción se justifica a efectos
penales, por ser racionalmente necesario el sacrificio de un bien ajeno de menor valor, para
salvar uno propio de mayor valor, la responsabilidad civil puede mantenerse, no por
solidaridad con el titular del bien afectado, sino porque de lo contrario se impone
injustificadamente una carga de soportar unos costos que el azar puso sobre los hombros de
otro y que, sin fundamento, se estarían reasignando completamente en perjuicio suyo2965.
2963
Cury, Derecho penal..., Ediciones Universidad Católica de Chile, 10 a Edición, 2011, p. 381
2964
Etcheberry, Derecho penal..., Editorial Jurídica de Chile, 3a Edición, 1998, p.269
2965
Hernández y Couso, Código Penal Comentado, p. 238
675
11. Paralelo entre estado de necesidad justificante y estado de necesidad exculpante
676
CAPÍTULO IX
UNIDAD Y PLURALIDAD DE DELITOS
“Unidad de delitos”
1. Objetivos
• Distinguir entre unidad de hecho y unidad jurídica
• Precisar los casos en que concurre una unidad jurídica de acción
• Determinar los casos en los cuales procede estimar la presencia de un delito continuado
2. Casos de introducción
Pedro ingresa al domicilio de María por la ventana y desde el interior sustrae
especies muebles de María, Diego y Juan.
Juan pone una bomba en el bar nacional, la bomba explosiona y mueren 27
personas
Un bus toma a exceso de velocidad una curva y se vuelca falleciendo 3 personas,
quedando 15 con lesiones menos graves y 5 con lesiones graves gravísimas
¿Cuántos delitos se cometen en cada caso?
3. Introducción
En buena parte de los casos sucede que un autor individual realiza un hecho que da
cuenta de los elementos objetivos y subjetivos de un tipo penal, ejecutado de manera
antijurídica y culpable, por el cual será castigado, sobre la base de la pena asignada en la
ley para ese delito específico establecido en la Parte Especial del Código Penal. En este
caso nos encontraremos ante una unidad de hecho. Sin embargo ello no siempre es así, pues
hay casos como los llamados delitos complejos o compuestos, en los que es el propio
legislador quien establece una unidad jurídica, al reunir en un mismo tipo penal, diversas
conductas que, individualmente consideradas, podrían perfectamente encuadrase en dos o
más delitos distintos. Son también casos de unidad jurídica, los delitos permanentes,
habituales, con pluralidad de conductas y los tipos mixtos, alternativos o de tipicidad
677
reforzada. Finalmente, la doctrina y la jurisprudencia nacional, ven un caso de unidad
jurídica en el llamado delito continuado.
También puede ocurrir que el sujeto activo ejecute diversos hechos, constitutivos a
su vez, de distintos delitos, respecto de ninguno de los cuales se ha pronunciado sentencia
firme y ejecutoriada, como sucede en el caso del concurso real, o bien que un hecho
delictivo que realice los elementos objetivos y subjetivos de un mismo tipo penal varias
veces, en cuyo caso estaremos en presencia de un concurso ideal homogéneo, o bien, que el
único hecho delictivo realice los elementos objetivos y subjetivos de dos o más delitos
diversos, como sucede en el caso del concurso ideal heterogéneo. Además, puede ocurrir
que el sujeto activo realice un hecho constitutivo de un delito, que luego, en la ejecución de
un hecho distinto, sirva como medio para la comisión de un delito distinto y, por lo tanto,
estaremos ante un caso de concurso real (dos o más hechos constitutivos de dos o más
delitos), pero que merced a la especial relación de medio a fin que existe entre ambos
delitos, este concurso es tratado con un régimen penológico más benigno correspondiente al
contemplado para el concurso ideal.
Tanto en el caso del concurso real, como en el del concurso ideal, estamos en frente
de situaciones en las que el sujeto activo comete varios delitos, situación diametralmente
distinta de aquella en que existe un problema de interpretación de la ley penal y que dice
relación con el llamado concurso aparente de leyes penales, que tiene por finalidad
determinar cuál de los diversos preceptos, aparentemente aplicables, es el que deberá
utilizarse para resolver el caso en cuestión, desplazando a los demás. Por lo tanto, este
instituto penal concurre cuando un hecho parece satisfacer los requisitos objetivos y
subjetivos de dos o más delitos, pero sin embargo, únicamente será uno de ellos el que
resulte aplicable, en virtud de los principios interpretativos de consunción, especialidad,
subsidiariedad y alternatividad.
Como se ve, el tema a tratar en este capítulo es complejo, porque implica determinar
primero, cuando estamos en presencia de uno o de varios hechos y conforme a que criterio
o criterios debemos realizar tal valoración. Además, hay que determinar que tratamiento
recibirán los casos de unidad jurídica, tema que por ejemplo, no es pacífico en el caso del
delito continuado. También hay que precisar que la teoría del concurso de delitos marca un
punto de unión entre la teoría del hecho punible y la teoría de la medición de la pena2966,
toda vez que deberemos señalar que tratamiento penal debe otorgarse al concurso real, al
concurso real medial y al concurso ideal. Finalmente, como en el concurso aparente de
leyes penales, es un precepto el que desplaza a los demás, será la sanción penal establecida
en el delito específico de la Parte Especial, la que resultará aplicable al caso, de manera
que, el problema a dilucidar, se encuentra en la elección del precepto penal a aplicar y no
en la determinación de la pena.
2966
Frister, Derecho Penal, Parte General, p. 664.
678
4. Esquema unidad y pluralidad de delitos
Unidad y pluralidad de delitos
A. Casos de a. Realización única de la descripción del tipo penal.
unidad delictiva I. Unidad de hecho o de b. Realización repetida de la conducta típica, en un mismo
conducta contexto espacio-temporal.
c. Apropiación de diversas especies ajenas, pertenecientes a
distintos titulares, en un mismo contexto espacio-temporal.
II. Unidad jurídica de a. Delitos complejos o compuestos
conducta b. Delitos permanentes
c. Delitos habituales
d. Delitos con pluralidad de acciones
e. Tipos mixtos alternativos o de tipicidad reforzada
2967
Couso, “Comentario previo a los artículos 74 y 75”, en Couso y Hernández (Dir.), CP comentado, p. 627.
679
b. Realización repetida de la conducta típica, en un mismo contexto
espacio-temporal.
c. Apropiación de diversas especies ajenas, pertenecientes a distintos
titulares, en un mismo contexto espacio-temporal.
II. Unidad jurídica de conducta a. Delitos complejos o compuestos
b. Delitos permanentes
c. Delitos habituales
d. Delitos con pluralidad de acciones
e. Tipos mixtos alternativos o de tipicidad reforzada
III. El delito continuado
2968
Mir Puig, Derecho penal..., p. 633.
2969
Jescheck y Weigend, Tratado de Derecho penal..., p. 765.
2970
Mir Puig, Derecho Penal, Parte General, p. 633 y Jescheck y Weigend, Tratado de Derecho penal..., pp.
765-766.
2971
Bacigalupo, Derecho penal..., p. 583; Stratenwerth, Derecho penal..., p. 534.
680
la realización de la conducta típica para determinar la concurrencia del hecho, aun cuando
los resultados sean múltiples2972.
De esta manera, existe unidad de hecho y un único delito cuando se realiza una sola
vez la descripción del tipo legal con independencia del número de acciones naturalmente
realizadas. Existe además un hecho y un único delito cuando el autor realiza repetidamente
la conducta típica, en un mismo contexto espacio-temporal, aun tratándose de atentados en
contra de bienes jurídicos personalísimos, siempre que se dirijan en contra de un mismo y
único sujeto pasivo, como es de normal ocurrencia en los delitos sexuales, en los cuales tal
reiteración no aumenta el desvalor de acto , ni la intensidad de la lesión del bien jurídico,
porque ésta ya ha sido considerada por el legislador al establecer la pena asociada al delito
en particular2973. En cambio, tres fuertes golpes de puño en el rostro inferidos a tres sujetos
pasivos distintos, constituyen tres delitos de lesiones, toda vez que si bien al igual que en el
caso anterior, el bien jurídico de la salud individual, es personalísimo, pero fueron tres los
afectados. Concurre un hecho y un único delito, la apropiación de diversas especies ajenas,
pertenecientes a distintos titulares, en un mismo contexto espacio-temporal, porque el
número de titulares o de cosas sustraídas, no fue considerado por el legislador al describir la
figura de hurto o robo, sino que basta con que la cosa mueble objeto de la apropiación sea
ajena2974. En el caso del delito de hurto, la pena se establece en virtud del valor del objeto
sustraído, según queda claro del tenor de los artículos 446 y 494 bis del Código Penal 2975.
7. Unidad jurídica de hecho
Comprende aquellos casos en los que la Ley o los principios jurídicos, valoran de
forma unitaria el comportamiento2976.
2972
Mir Puig, Derecho Penal, Parte General, p. 634.
2973
Rodríguez Collao, Delitos Sexuales, pp. 354-356.
2974
Couso, “Comentario previo a los artículos 74 y 75”, pp. 631-632.
2975
No obstante lo anterior, hay que tener en cuenta que en el delito de hurto existe una regla especial, pero
que dice relación con los casos de concursos especialmente regulados por la ley. En efecto, de acuerdo con la
regla del artículo 451 del CP, establecida para la reiteración de hurtos a una misma persona, o a distintas
personas en una misma casa, establecimiento de comercio, centro comercial, feria, recinto o lugar, el tribunal
debe calificar el ilícito y hacer la regulación de la pena tomando por base el importe total de los objetos
sustraídos e imponerla en su grado superior (Garrido, Derecho penal..., T. II, pp. 451-452). Ello representa
una forma de absorción de la pena, en la que no se trata de aumentar la pena en un grado sino de imponer el
grado máximo de los contemplados por el marco penal. Por lo tanto, si la pena tiene un único grado, la pena
debe imponerse en ese grado.
2976
Couso, “Comentario previo a los artículos 74 y 75”, p. 632.
681
b. Delitos permanentes
c. Delitos habituales
a. Delitos complejos
Existe un delito compuesto o complejo, cuando los elementos que le integran
figuran, además, como tipos autónomos en el propio cuerpo legal o en leyes especiales2977.
Así por ejemplo ocurre con el delito de robo con homicidio, previsto en el artículo
433 número 1 del Código Penal, en el que la substracción violenta propia del robo y el
homicidio suministran los dos ingredientes, en sí mismos delictivos, que la ley reúne en una
unidad dando vida a este tipo criminoso. Por lo pronto, el robo con homicidio representa un
delito de conducta doble, cuya ejecución requiere necesariamente dos comportamientos,
robar y matar, que deben hallarse en una especial relación, en la que el animus rem sibi
habendi y la búsqueda de un enriquecimiento económico presiden las actividades del
delincuente, les sirven como enlace y determinan el dolo y en donde la actuación típica,
tanto objetiva como subjetivamente, tiende al robo, no al homicidio, sólo que se mata para
robar o durante un robo2978.
Así las cosas, el delito complejo desplaza a las figuras penales simples que lo
componen, por concurrir un concurso aparente de leyes penales resuelto por el criterio
interpretativo de especialidad2979.
b. Delitos permanentes
Son aquellos en los que la conducta típica supone el mantenimiento de una situación
antijurídica de cierta duración por la voluntad del autor, que se prolonga en el tiempo
mientras subsista la lesión del bien jurídico penalmente afectado2980.
2977
Jiménez de Asúa, Tratado de DP, Editorial Losada, 5° ed., T. II, 1992, pág. 561; Garrido, Derecho
penal..., p. 437; Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de DP chileno, DP, p. 451.
2978
; Guzmán Dalbora, “Sobre el exceso del coautor en el robo con homicidio”, en Guzmán Dalbora, Estudios
y defensas penales, Editorial Legal Publishing, 3° ed., 2009, pp. 473-474.
2979
Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de DP chileno, DP, p. 451.
2980
Mir Puig, Derecho penal..., p. 224; Jescheck y Weigend, Tratado de Derecho penal..., pp. 766-767;
Labatut, DP, T. I, p.165.
682
Durante la situación antijurídica subsiste la posibilidad del agente de hacerla cesar o
prolongar, reiterando conductas y omisiones dirigidas a mantener el estado antijurídico, las
que individualmente consideradas, bastarían para configurar nuevamente el delito, pero por
su valoración jurídica unitaria, vienen a prolongar el período de consumación del único
delito cometido2981.
No obstante la valoración unitaria del delito permanente, hay que considerar que la
duración del estado antijurídico intensifica la lesión al bien afectado2982 cuestión que puede
considerarse en la determinación de la pena, en atención a la antijuridicidad material de la
conducta típica.
Son ejemplos de esta clase de unidades jurídicas, el delito de secuestro2983 y el de
sustracción de menores y la detención ilegal, previstos el primero en el artículo 141 y el
segundo en el artículo 142 y el tercero en el artículo 148, todos del Código Penal.
Los delitos permanentes no deben confundirse con los delitos instantáneos de
efectos permanentes, los que se caracterizan porque se consuman en un solo momento, pero
que al hacerlo crean un estado de cosas que subsiste en el tiempo; como sucede, por
ejemplo, con el delito de bigamia, previsto en el artículo 382 del Código Penal2984.
Tampoco hay que confundirlos con los delitos de lesiones de efectos permanentes, los
cuales una vez realizada la conducta típica y materializado objetiva y subjetivamente el
resultado típico, se consuma y termina el hecho delictivo, con independencia de la duración
de sus efectos, como sucede con el delito de lesiones graves gravísimas, previsto en el
artículo 397 número 1 del Código Penal, con independencia de la duración de sus
efectos2985.
c. Delitos habituales
Son aquellos tipos penales que presuponen la ejecución reiterada de la conducta
típica, por parte del sujeto activo, de modo que una vez realizado el tipo con la primera
reiteración, en adelante es indiferente el número de veces que la conducta se realice, porque
valorativamente el autor comete un sólo delito2986.
Puede ocurrir que la repetición de la conducta le confiera al delito el carácter
habitual y que éste sea el fundamento del injusto2987, como ocurre en el caso del tipo penal
de encubrimiento por favorecimiento habitual, previsto en el artículo 17, número 4, del
Código Penal.
Sin embargo, puede ocurrir que la realización de la conducta típica por una sola vez,
constituya el tipo básico y que la habitualidad, sirva de base al tipo penal agravado, como
sucede en el caso del delito de favorecimiento de la prostitución, prevista en el artículo 367,
2981
Couso, “Comentario previo a los artículos 74 y 75”, p. 633.
2982
Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de DP chileno, DP, pp. 449-450.
2983
No obstante lo señalado, hay que tener presente que el delito de secuestro tiene una figura calificada,
contemplada en el inciso 4° del artículo 141 del CP, que castiga con la pena de presidio mayor en su grado
medio a máximo, cuando el encierro o la detención se prolongare por más de quince días.
2984
Garrido, Derecho penal..., T. II, p. 437.
2985
Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de DP chileno, DP, p. 450.
2986
Cury, Derecho penal..., p. 653; Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de DP chileno, DP, p. 450.
2987
Ortiz y Arévalo, Las consecuencias jurídicas del delito, Editorial Jurídica de Chile, 2013, p. 320.
683
cuyo inciso primero tipifica como delito base la conducta individual consistente en
promover o facilitar la prostitución de menores de edad y cuyo inciso segundo contempla
como tipo agravado, la realización habitual de la conducta antes descrita, así como el abuso
de autoridad o confianza y el uso de engaño2988.
d. Delitos de emprendimiento
Son aquellos en que las distintas conductas realizadas en diferentes momentos, son
modalidades independientes de una misma actividad criminal, compuesta de una serie
indeterminada de conductas, iniciadas o no por el autor, y en las que éste participa una y
otra vez. El criterio de unificación, consiste en estos casos en la identidad subjetiva del
autor que opera en una empresa criminal existente o iniciada por él, como ocurre, por
ejemplo, en el delito de tráfico ilícito de estupefacientes o de sustancias psicotrópicas,
regulado en la Ley 20.000 o en el delito de falsificación de monedas, previsto en los
artículos y 162 y ss. Del Código Penal, en los que la pluralidad de realizaciones típicas,
aunque se encuentran separadas espacial y temporalmente, constituyen un único delito2989.
2988
Ortiz y Arévalo, Las consecuencias jurídicas del delito, p. 320.
2989
Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de DP chileno, DP, p. 450.
2990
Cury, Derecho penal..., p. 653; Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de DP chileno, DP, p. 452;
Balmaceda, Manual de Derecho penal..., p. 374.
2991
Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de DP chileno, DP, p. 452.
684
casuistica2992, resultando indiferente a la calificación unitaria del delito, que el sujeto activo
utilice una o varias de ellas para ejecutar el delito2993.
Así, por ejemplo, en el delito de homicidio calificado, previsto en el artículo 391
número 1 del Código Penal, la realización de una de las modalidades típicas serviría para
configurar el delito, pero la realización de varias de ellas resulta indiferente a efectos de la
configuración unitariamente el mismo delito2994. Sin embargo, la realización de una
pluralidad de hipótesis alternativas en la comisión de un hecho puede tenerse en cuenta en
la determinación de la pena, conforme al artículo 69 del Código Penal, debiendo apreciar
un mayor daño y una pena concreta más grave en el marco penal que resulte aplicable2995.
a. Origen
Es una creación de los glosadores y prácticos italianos, especialmente Baldo,
Bartolo, Farinaccio, debido a que la ley castigaba con pena de muerte, mediante
ahorcamiento, al que incurría en tres o más hurtos3001. Para evitar resultados
desproporcionados, los prácticos formularon la regla de que no existen tres hurtos, sino
uno, cuando las sustracciones, aunque ejecutadas en tiempos diversos, eran realizadas en un
solo lugar continuada y sucesivamente3002 3003. En la actualidad, el Código Penal español
2992
Matus, “Comentario preliminar a los artículos 74 y 75”, en Politoff y Ortiz, (Dir.) Texto y comentario del
Código Penal chileno, pp. 386-387.
2993
Ortiz y Arévalo, Las consecuencias jurídicas del delito, p. 319.
2994
En contra Couso, opina que no parece necesario tratar este caso como una hipótesis de unidad jurídica de
acción que viene a unificar, por una valoración jurídica, lo que de otro modo podría llegar a considerarse una
pluralidad -y reiteración— delictiva (Couso, “Comentario previo a los artículos 74 y 75”, p. 635).
2995
Politoff, Grisolía y Bustos, DP, Parte Especial, Editorial Congreso, 2006, pp. 164-166.
2996
Besio, “El delito continuado en el sistema penal chileno: criterios y tendencias”, en Razonamiento Penal,
2012, p. 118.
2997
Rodríguez Collao, Delitos Sexuales, p. 358.
2998
Ortiz y Arévalo, Las consecuencias jurídicas del delito, p. 322.
2999
Cury, Derecho penal..., p. 654.
3000
En tal sentido, Besio afirma: “…una vez verificados sus requisitos de configuración, el delito continuado
tiene la virtualidad de transformar una pluralidad de realizaciones típicas –cada una de las cuales constituye
por sí misma un delito autónomo, igual o semejante al resto- en un supuesto de unidad delictiva, esto es, en un
solo delito…” (Besio, “El delito continuado en el sistema penal chileno: criterios y tendencias”, en
Razonamiento Penal, 2012, p. 118).
3001
Novoa, Curso de DP chileno, DP, T. II, op cit., pp. 236-237; Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de DP
chileno, DP, p. 452.
3002
Novoa, Curso de DP chileno, DP, T. II, op cit., pp. 236-237
685
regula expresamente el concurso ideal en el artículo 743004 3005. En Alemania en cambio, el
Código Penal no contempla regla expresa que regule el delito continuado, sin embargo, la
jurisprudencia aplica este instituto penal3006.
b. Ubicación sistemática
No existe consenso sobre la ubicación sistemática del delito continuado. Parte de la
literatura afirma que se trata de un caso de unidad natural de acción3007. Además, se
sostiene que, como en este libro, que se trata de un caso de unidad jurídica de conducta3008
3009
, también se afirma que dice relación con un supuesto formal de concurso de delitos3010.
Incluso se indica que podría ser considerado como una regla extra-normativa de
individualización de la pena para ciertas hipótesis de concurso real (o de reiteración de
delitos de una misma especie)3011.
3003
Cury, alude a que el requisito que constituía la abrazadera común, consistía en la existencia de un
propósito unitario (Cury, Derecho penal..., p. 654.
3004
El artículo 74 del CP español establece: “Artículo 74. 1. No obstante lo dispuesto en el artículo anterior, el
que, en ejecución de un plan preconcebido o aprovechando idéntica ocasión, realice una pluralidad de
acciones u omisiones que ofendan a uno o varios sujetos e infrinjan el mismo precepto penal o preceptos de
igual o semejante naturaleza, será castigado como autor de un delito o falta continuados con la pena señalada
para la infracción más grave, que se impondrá en su mitad superior, pudiendo llegar hasta la mitad inferior de
la pena superior en grado. 2. Si se tratare de infracciones contra el patrimonio, se impondrá la pena teniendo
en cuenta el perjuicio total causado. En estas infracciones el Juez o Tribunal impondrá, motivadamente, la
pena superior en uno o dos grados, en la extensión que estime conveniente, si el hecho revistiere notoria
gravedad y hubiere perjudicado a una generalidad de personas. 3. Quedan exceptuadas de lo establecido en
los apartados anteriores las ofensas a bienes eminentemente personales, salvo las constitutivas de infracciones
contra el honor y la libertad e indemnidad sexuales que afecten al mismo sujeto pasivo. En estos casos, se
atenderá a la naturaleza del hecho y del precepto infringido para aplicar o no la continuidad delictiva”.
3005
El artículo 74 del CP español acoge la posición mayoritaria, declarando expresamente inadmisible el
delito continuado, respecto de ofensas a bienes eminentemente personales", pero permitiendo aplicarla en los
delitos contra el honor y la libertad sexual. Pese a lo categórico de esta declaración, un sector de la doctrina
española sigue sosteniendo la imposibilidad de vincular esta figura con las infracciones de carácter sexual
(Rodríguez Collao, Delitos sexuales, pp. 357-358).
3006
Jescheck y Weigend, Tratado de Derecho penal..., p. 769.
3007
Maurach, Tratado de DP, Editorial Ariel, 1962, T. II, pp. 428 y ss.
3008
En tal sentido, Cury sostenía que se trata de un caso de unidad jurídica de acción (Cury, Derecho penal...,
pp. 653-654).
3009
Sostienen además este punto de vista, Etcheberry (Etcheberry, Derecho penal..., T. II, p. 110); Garrido,
(Garrido, Derecho penal..., T. II, p. 437); Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de DP chileno, DP, pp. 452 y
ss.
3010
Besio, “El delito continuado en el sistema penal chileno: criterios y tendencias”, pp. 117-118.
3011
Ortiz y Arévalo, Si bien señalan que se trata de un caso de unidad jurídica delictiva, tratan el delito
continuado, en la determinación de la pena (Ortiz y Arévalo, Las consecuencias jurídicas del delito, pp. 321 y
ss.).
686
resistido su aplicación cuando se trata de delitos que atentan en contra de bienes jurídicos de
índole estrictamente personal, planteamiento que, por lo general, se hace extensivo a los delitos
sexuales3012.
• Teoría negativa
• Teoría subjetiva
• Teoría objetiva
• Teoría de la alternación
3012
Rodríguez Collao, Delitos sexuales, p. 357-358.
3013
Novoa, Curso de DP chileno, DP, T. II, op cit., pp. 236 y ss.
3014
Novoa, Curso de DP chileno, DP, T. II, op cit., p. 237.
687
que manifiesta una voluntad criminal perseverante, proponiéndose, desde un principio, la
ejecución de varias conductas delictuales de una misma especie3015.
3015
Cury, Derecho penal..., p. 254.
3016
Cury, Derecho penal..., p. 255.
3017
Cury, Derecho penal..., p. 657.
3018
Cury, Derecho penal..., p. 657.
3019
Sin embargo, la teoría del fraccionamiento necesario encuentra apoyo en algunas decisiones
jurisprudenciales. Así por ejemplo, la SCS dictada en causa Rol N° 1494-2007, el día 20 de noviembre de
2007, sostiene la exigencia de una “unidad de propósito y de fraccionamiento necesario”, rechazando la
existencia de un delito continuado de estafa, por falta de “unidad de propósito del agente (...) desde que no es
verosímilmente creíble sostener que los encausados (...) hayan previsto en forma precisa y determinada
realizar, durante un cierto lapso de tiempo, veintidós conductas de uso malicioso de instrumento público falso,
y otras tantas de estafa” y porque “no se aprecia una vulneración, necesariamente dividida, de una misma
688
En cambio en una versión paralela Etcheberry admite la persecución y
aseguramiento de la impunidad como causa de la división del comportamiento, poniendo el
acento en que el autor hubiese podido ejecutar el delito en una conducta, por lo que el
fraccionamiento se debió a la fuerza de las circunstancias poco propicias o al deseo de
asegurar un mejor resultado o la impunidad3020 3021.
Garrido, por su parte, tilda, con razón, de extrema la tesis del fraccionamiento
necesario de Cury, ya que, por ejemplo, si el campesino requiere de cuatro sacos de semilla,
y en la imposibilidad material de transportarlos en una ocasión única, va sacando en
distintos días un saco de por vez, habría que castigarlo por un concurso de delitos, solución
que resulta desproporcionada. Afirma Garrido, que la continuidad se satisface con el dolo
global, presente en el proyecto global del autor, en orden a alcanzar determinados logros
mediante la ejecución de una serie de actos típicos. Además, sostiene que puede existir
continuidad de acciones por igualdad en la motivación, como sucedería, por ejemplo, si el
sujeto, sin que sus actividades delictivas respondan a un plan genérico, son consecuencia de
iguales motivaciones (el empleado de confianza que en cada oportunidad que enfrenta una
necesidad que no está en condiciones de cubrir con sus ingresos, se apodera de una suma de
dinero de la caja de su empleador; o el aficionado a las bebidas alcohólicas, que en las
ocasiones que se exhiben muestras de licor en el exterior de los negocios del ramo, se tienta
y se apodera de unas botellas)3022. De esta manera, la tesis de Garrido es bastante más laxa
que la del fraccionamiento necesario y, por lo tanto, le otorga un mayor campo de acción al
delito continuado.
norma (...) porque se fueron cometiendo a medida que se presentaban aisladamente las condiciones necesarias
para su comisión” (Críticamente, Couso, “Comentario previo a los artículos 74 y 75”, pp. 641-642).
3020
Etcheberry, Derecho penal..., T. II, p. 112; Besio, “El delito continuado en el sistema penal chileno:
criterios y tendencias”, pp. 118-119.
3021
Así, por ejemplo, se acogió la tesis del delito continuado, en causa RUC Nº 1010027313-1; RIT Nº 44–
2013, por el delito de uso malicioso de instrumento privado mercantil, seguida ante el 2° Tribunal de Juicio
Oral en lo Penal de Santiago, en un caso en que el acusado se apersonó el mismo día, en diversas sucursales
bancarias de la Región Metropolitana, a efectos de presentar a cobro, en cada una de ellas, un cheque falso
por montos no excesivamente altos (cercanos a los $500.000 mil pesos), de manera de no levantar, en ninguna
de las sucursales, sospecha de la antijuridicidad de su conducta. De esta forma, el acusado logró defraudar a la
víctima en una suma total que bordeaba los dos millones de pesos.
3022
Garrido, Derecho Penal, Parte General, pp. 443-444; Besio, “El delito continuado en el sistema penal
chileno: criterios y tendencias”, pp. 119-120.
3023
Garrido, Derecho Penal, Parte General, p. 444.
3024
Mir Puig, Derecho penal..., pp. 637-638.
689
diversos, sea o no dicha división necesaria en su representación previa para asegurar la
consumación. Basta con que cada acto sea ejecutado en razón de una situación fáctica
idéntica o al menos semejante3025. Así las cosas, la tesis de la alternación exige una
vinculación subjetiva aún más tenue que las anteriores, ya que se construye sobre la base de
una motivación delictiva generada una y otra vez, sucesivamente en cada hecho, a partir de
situaciones fácticas equivalentes: el sujeto no obra en razón de un plan concebido sino que
sólo aprovecha una idéntica o semejante ocasión para ejecutar cada uno de los actos típicos
que integran el delito continuado3026.
La Corte Suprema, en SCS Rol N° 2863-03, 30 de enero de 2006, acogió la teoría
de la alternación, con arreglo a la cual la reunión de las diversas conductas “presupone
subjetivamente que el autor renueve la misma resolución delictiva o una similar, bajo el
efecto motivador de circunstancias equivalentes o esencialmente equivalentes”, sea que
aquél se haya propuesto o no, desde un principio, la ejecución de todas las acciones a las
que luego se reconoce vínculo de continuidad, de modo que también se da ese vínculo en el
caso en que “el procesado (...) no obró realizando un dolo único y conjunto como el exigido
por la vieja teoría, sino que más bien renovó la misma resolución delictiva de apoderarse de
los caudales públicos que le habían sido confiados, bajo el efecto motivador de
circunstancias equivalentes, como ciertamente lo eran su estrechez económica, las escasas
perspectivas que le ofrecía su situación en el servicio, la ubicación apartada de su oficio, las
necesidades impuestas por sus obligaciones domésticas y otras semejantes”; razonamiento
en el que implícitamente se descarta la exigencia de “fraccionamiento necesario”. Al
respecto, Couso apunta que ello es especialmente significativo, si se considera que el fallo
fue redactado por Cury, quien precisamente, en doctrina, había planteado dicha
exigencia3027.
3025
Besio, “El delito continuado en el sistema penal chileno: criterios y tendencias”, p. 120.
3026
Besio, “El delito continuado en el sistema penal chileno: criterios y tendencias”, p. 121.
3027
Couso, “Comentario previo a los artículos 74 y 75”, p. 641.
690
• 2. Pluralidad de conductas
e.4. Que los delitos en conexión de continuidad sean de una misma especie
Entendiendo por tales los que atentan en contra de un mismo bien jurídico mediante
un modo de comisión semejante. No requiere que exista identidad de figura punible, por lo
que puede haber continuidad entre una figura simple y otra agravada3035. De esta forma,
3028
Couso, “Comentario previo a los artículos 74 y 75”, p. 639.
3029
Garrido, Derecho Penal, Parte General, p. 441; Besio, “El delito continuado en el sistema penal chileno:
criterios y tendencias”, p. 120.
3030
Cury, Derecho penal..., p. 657.
3031
Garrido, Derecho Penal, Parte General, pp. 441-442.
3032
Besio, “El delito continuado en el sistema penal chileno: criterios y tendencias”, p. 135.
3033
Couso, “Comentario previo a los artículos 74 y 75”, p. 639.
3034
Garrido, Derecho Penal, Parte General, p. 441.
3035
Couso, “Comentario previo a los artículos 74 y 75”, p. 639.
691
podría haber delito continuado entre un delito de giro doloso de cheques y un delito de
estafa3036.
3036
Garrido, Derecho Penal, Parte General, p. 442.
3037
Así por ejemplo, la SCA de San Miguel, dictada en causa Rol N° 63-2007, de fecha 31/07/2007) afirma:
“Se acepta que el delito continuado puede recaer en bienes jurídicos de contenido patrimonial y aquellos que
pueden lesionar la fe pública pero, se ha establecido que no hay continuidad en aquellos casos en que se
verifican infracciones a bienes jurídicos personalísimos o si lo injusto del tipo se asienta en la lesión de
valores enraizados en la personalidad o en la reprobabilidad de relaciones personalísimas”. En el mismo
sentido, la SCA de Talca, dictada en causa Rol N° 370-2010, de fecha 23/09/2010, sostiene: “Siendo el bien
jurídico de la indemnidad sexual uno personalísimo, por definición se vulnera con cada ataque no pudiendo,
en ningún caso fraccionarse en diversos actos”.
3038
Cury, Derecho penal..., p. 658.
3039
Ortiz y Arévalo, Las consecuencias jurídicas del delito, pp. 323 y ss.
3040
Garrido Montt, señala sobre el punto: “Hay numerosas acciones prohibidas con la finalidad de amparar
bienes altamente personales, como la libertad sexual, la vida y otros; la acción dirigida a atacar bienes de esa
clase, junto con satisfacer el tipo respectivo, lo colman, de manera que no puede haber un delito doloso
continuado de homicidio. Si un sujeto provoca el deceso de dos o más personas en oportunidades distintas,
como cada vida está protegida individualmente, al atentar contra cada una de ellas se comete un delito y el
tipo queda agotado, colmado con cada muerte; la continuidad no es concebible. Por ello tampoco puede haber
continuidad en los delitos plurisubjetivos, como el robo con violencia, pues aquí si bien secundariamente está
afectada la vida o la integridad personal (la protección principal se dirige al patrimonio), las acciones
respectivas —al lesionar esos bienes personales— marginan la unidad de continuidad. Se presenta cierta
ambigüedad, quizá, para determinar cuando proceda calificar un bien jurídico como personal; ello será
materia de análisis en la situación concreta considerando la naturaleza del mismo y, sobre todo, que afecte a la
persona en cuanto a su calidad de humano. Bustos, tratando de precisar la noción, expresa: "El criterio básico
será siempre si hay una afección directa a la mantención y desarrollo de la personalidad de otro". No obstante
lo anterior, el mismo afirma que Se acepta, sin embargo, que puede existir continuidad en atentados en contra
de bienes personales, cuando su titular es un mismo sujeto pasivo, lo que podría tener particular importancia
en delitos de índole sexual repetidos en contra de la misma víctima (Garrido, Derecho penal..., pp. 442-443).
3041
En cuanto a la procedencia del delito continuado en los delitos sexuales, Rodríguez Collao, luego de
enumerar los requisitos de este instituto penal, afirma: “Bajo estas condiciones, y al menos desde un punto de
vista conceptual, no vemos inconveniente para admitir la aplicabilidad de esta figura respecto de la
generalidad de los delitos sexuales; si bien reconocemos que las situaciones en que ello puede ocurrir son
francamente excepcionales. Tal vez la única situación imaginable sea la del sujeto que atenta en varias
oportunidades en contra de una misma persona (sea a título de violación, estupro o abuso sexual),
aprovechando, durante toda la secuencia delictual, la persistencia de una misma situación de desvalimiento de
la víctima. Con todo, es preciso tener en consideración tres cosas. Primero, que la figura del delito continuado
tiene su razón de ser en el propósito de no agravar la situación penal del individuo que ejecuta varias
conductas en el marco de una misma resolución delictiva, 1° de manera que la pena aplicable por este
concepto, nunca puede ser superior a la que resulte de considerar en forma aislada esas mismas conductas.
Segundo, que el delito continuado supone que las varias acciones sean ejecutadas en tiempos u ocasiones
692
aplicación de la figura del delito continuado, tratándose de atentados en contra de bienes
jurídicos personalísimos, incluso si afectan a un mismo sujeto pasivo, se circunscriba a
hipótesis excepcionales en las que, conforme al sentido del tipo penal, la reiteración no
incremente de modo sensible la intensidad de la afectación del bien jurídico3042.
CAPÍTULO IX
UNIDAD Y PLURALIDAD DE DELITOS
Pluralidad de delitos
Reiteración de delitos excluidos del régimen concursal común
distintos, de manera que la repetición de una misma conducta dentro de un mismo contexto situacional no es
un caso de 6ntinuidad delictiva, sino un ejemplo de unidad de acción, que da lugar a la configuración de un
solo delito, según lo explicado en el acápite precedente.12 Y, tercero, que varios tipos admiten -e, incluso,
algunos exigen- la realización plural de un mismo comportamiento, como sucede en el caso del
favorecimiento de la prostitución” (Rodríguez Collao, Delitos sexuales, 358-359).
3042
Couso, “Comentario previo a los artículos 74 y 75”, p. 640.
3043
Besio, “El delito continuado en el sistema penal chileno: criterios y tendencias”, p. 145; (Garrido,
Derecho penal..., pp. 442-443); Ortiz y Arévalo, Las consecuencias jurídicas del delito, pp. 332-333; Politoff,
Matus y Ramírez, Lecciones de DP chileno, DP, pp. 452-453; Etcheberry, Derecho penal..., T. II, p. 113.
3044
Aisladamente Cury, como consecuencia de su tesis sobre la exigencia de fraccionamiento necesario para
la verificación de la continuidad delictiva, sobre la base de la relación de medio a fin que supone
estructuralmente dicha idea entre las diferentes conductas que integran el delito continuado, propone su
sanción de acuerdo a la regla establecida para el concurso real medial, contenida en el artículo 75 del CP, que
castiga al sujeto con la pena mayor asignada al delito más grave (Cury, Derecho penal..., p. 658.).
693
Sumario: 1. Objetivos. — 2. Casos de introducción. — a. Preguntas. — 3. Introducción. — 4. Esquema de los
casos de pluralidad de delitos. — 5. Reiteración de delitos excluidos del régimen concursal común. — a.
Regla especial de reiteración de hurtos, contenida en el artículo 451 del Código Penal. — a.1. Casos en que
resulta aplicable el artículo 451. — a.2. Exclusión de casos de delito continuado. — a.3. Tratamiento penal
de la reiteración de hurtos. — a.4. Aplicación subsidiaria del artículo 74 del Código Penal. — b. Regla de la
acumulación jurídica de penas del Artículo 351 del Código Procesal Penal. — b.1. Delitos de la misma
especie. — b.2. Que las infracciones puedan estimarse como un sólo delito. — b.3. Infracciones no pueden
estimarse como un solo delito. — b.4. Consideración de circunstancias modificatorias. — b.5. Forma de
hacer el aumento de la pena. — b.6. Regla de reenvío. — b.7 Aplicación conjunta de artículos 74 del Código
Penal y 351 del Código Procesal Penal. — b.8. Esquema del artículo 351 del Código Procesal Penal. —
1. Objetivos
• Conocer los casos en los que el legislador estableció reglas especiales de reiteración
de delitos excluidos del régimen concursal común.
• Establecer los fundamentos de esta decisión del legislador
• Determinar las reglas aplicables a los casos de reiteración de hurtos
• Precisar los casos en que resulta aplicable el artículo 351 del Código Procesal Penal,
que regula la reiteración de crímenes y simples delitos de la misma especie.
2. Casos de introducción
“En fechas no precisadas, entre los meses de enero a abril del año 2010, en el
interior del domicilio ubicado en calle Grumete Pantaleón Cortés Nº 2040, comuna de
Independencia, el acusado Manuel, realizó tocaciones en la zona genital y glúteos, en
diversas ocasiones en contra de su hija de iniciales A.D.H.O. de 9 años de edad, además
de obligarla a tomarle el pene. Además, el acusado introdujo su pene en la vagina de la
menor en reiteradas ocasiones”.
a. Preguntas
¿Cuántos hechos concurren?
¿Qué delitos concurren?
¿Cuál es el bien jurídico penalmente tutelado en estos delitos?
¿Qué normas resultan aplicables?
3. Introducción
Como señalamos en el apartado anterior, puede ocurrir que el sujeto activo ejecute
diversos hechos, constitutivos a su vez, de distintos delitos, respecto de ninguno de los
cuales se ha pronunciado sentencia firme y ejecutoriada. En este caso estaremos en
694
presencia de concurso real, que constituye el régimen concursal por defecto y que se
encuentra tratado en la ley en el artículo 74 del Código Penal.
También puede ocurrir, que el sujeto activo realice un hecho constitutivo de un
delito, que luego, en la ejecución de un hecho distinto, sirva como medio para la comisión
de otro delito y, por lo tanto, estaremos ante un caso de concurso real (dos o más hechos
constitutivos de dos o más delitos), pero que merced a la especial relación de medio a fin
que existe entre ambos delitos, este concurso es tratado con un régimen penológico más
benigno correspondiente al contemplado para el concurso ideal, castigado en el artículo 75
del Código punitivo, con la pena mayor asignada al delito más grave.
Como se aprecia, tanto en el concurso real, como en el concurso real medial,
estamos en presencia de una pluralidad de hechos constitutivos a su vez de varios delitos.
No obstante lo anterior, existen situaciones en las que el legislador, generalmente para
evitar resultados penológicos desproporcionados, ha creado reglas especiales para regular la
situación en comento, es decir, casos en los que existe una pluralidad de hechos,
constitutivos de varios delitos. Por lo tanto, partiremos por revisar estas reglas especiales de
reiteración de delitos excluidos del régimen concursal común, contenidas en el artículo 351
del Código Procesal Penal y en el artículo 451 del Código Penal, antes de analizar en el
apartado siguiente, aquellas que dicen relación con los concursos real, real medial e ideal de
delitos.
695
regulados en el artículo 351 del Código Procesal Penal y en el artículo 451 del Código
Penal.
3045
Oliver, Delitos contra la propiedad, Editorial Legal Publishing, 2013, p. 151.
3046
Garrido, Derecho penal..., T. II, p. 452.
3047
Politoff, Matus y Ramírez, restringen la aplicación del precepto a los hurtos delitos (Politoff, Matus y
Ramírez, Lecciones de Derecho penal..., p. 466).
3048
Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de DP, Parte Especial, Editorial Jurídica de Chile, 2009, p. 313.
3049
Oliver, “La exasperación de la pena en el concurso material de delitos: la reiteración de delitos de la
misma especie”, pp. 183-184.
3050
Oliver, Delitos contra la propiedad, p. 152.
696
injusto de la conducta apropiatoria3051, circunstancia que no es relevante en el delito de
hurto.
3051
En tal sentido Bascuñán sostiene que la delimitación física del espacio, que caracteriza al concepto de
“lugar”, en el sentido de los artículos 440 y 442 del CP, no sólo expresa comunicativamente una voluntad de
exclusión respecto de las cosas ubicadas en esos espacios, sino que por lo general impide físicamente el
ingreso a ellos y de ese modo hace fácticamente efectiva dicha voluntad de exclusión, lo que es
particularmente evidente en el supuesto del artículo 440 –“lugar habitado o destinado a la habitación”-
respecto del cual la fuerza en las cosas debe ser usada para “entrar”, al lugar donde se encuentra la cosa. En la
medida en que el supuesto del artículo 442 –“lugar no habitado”- contempla la fractura interior (armarios,
arcas, muebles), se abre también a la consideración de esos mecanismos de resguardo como impedimentos de
remoción (Bascuñán, “Delitos contra intereses instrumentales”, en Revista de Derecho de la Universidad
Adolfo Ibáñez, 2004, p. 305).
3052
Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de Derecho penal..., p. 466.
3053
Garrido, Derecho penal..., T. II, pp. 451-452; Oliver, Delitos contra la propiedad, p. 152; Politoff, Matus
y Ramírez, Lecciones de Derecho penal..., p. 466.
3054
Oliver, Delitos contra la propiedad, pp. 152-153.
697
acusado, por lo que no tendría sentido imponer una pena superior a aquella que resultare de
aplicar el artículo 74 del Código Penal3055.
b. Regla de la acumulación jurídica de penas del Artículo 351 del Código Procesal
Penal
El artículo 351 del Código Procesal Penal, regula los casos de reiteración de
crímenes o simples delitos de una misma especie y dispone que: “En los casos de
reiteración de crímenes o simples delitos de una misma especie se impondrá la pena
correspondiente a las diversas infracciones, estimadas como un solo delito, aumentándola
en uno o dos grados.
Si, por la naturaleza de las diversas infracciones, éstas no pudieren estimarse como
un solo delito, el tribunal aplicará la pena señalada a aquella que, considerada
aisladamente, con las circunstancias del caso, tuviere asignada una pena mayor,
aumentándola en uno o dos grados, según fuere el número de los delitos.
Podrá, con todo, aplicarse las penas en la forma establecida en el artículo 74 del
Código Penal si, de seguirse este procedimiento, hubiere de corresponder al condenado
una pena menor.
Para los efectos de este artículo, se considerará delitos de una misma especie
aquellos que afectaren al mismo bien jurídico.
El precepto en comento contiene un régimen de acumulación jurídica o
“exasperación”3056, inspirado en el principio de humanidad de las penas3057, con el objeto
de impedir sanciones draconianas o desproporcionadas3058. Tal régimen penológico
especial, resulta aplicable especialmente a ciertos casos de un concurso real o material de
3055
Oliver, “La exasperación de la pena en el concurso material de delitos: la reiteración de delitos de la
misma especie”, p. 185.
3056
Según Oliver, se conoce con el nombre exasperación una regla de determinación de penas de los
concursos de delitos propia del sistema de acumulación jurídica, que conduce a la imposición de una sanción
más severa que la correspondiente al delito más grave, pero inferior a la suma de las penas de todos los
cometidos. Concretamente, con dicha denominación se alude al mecanismo consistente en agravar la sanción
asignada a la figura más grave, por ejemplo, imponiendo la pena superior en un grado. La exasperación se
diferencia de la absorción en que mientras en esta la pena a imponer no puede exceder del marco de la pena
base (la del delito más grave), en aquella debe superarlo. También se distingue de la acumulación, ya que
mientras en esta se aplican varias sanciones, en la exasperación se impone solo una, de lo que se desprende la
importante consecuencia de que las penas accesorias que en este último sistema cabe aplicar son
exclusivamente las correspondientes a la única pena principal definitivamente impuesta (Oliver, “La
exasperación de la pena en el concurso material de delitos: la reiteración de delitos de la misma especie”, en
Revista de Derecho, Valdivia, Vol. XXVI – N° 2, p. 168).
3057
Matus, “Concurso real, reiteración de delitos y unificación de penas en el nuevo proceso penal”,
Microiuris, 2008, p. 2.
3058
Respecto de los delitos sexuales, Rodríguez Collao opina que en aquellos casos en los que concurren los
requisitos del delito continuado, la alternativa punitiva consistente en castigar las acciones ejecutadas como si
se tratara de un concurso real o material de delitos (de modo más específico, una reiteración), es una solución
draconiana y agrega que no es lo mismo, desde el punto de vista de la lesividad, agredir sexualmente a una
persona en tres oportunidades que agredir sexualmente a tres personas en tres oportunidades cada una de ellas,
porque en el primer caso, es uno solo el bien jurídico afectado; mientras que en el segundo los bienes
jurídicos comprometidos son tres (Rodríguez Collao, Delitos Sexuales, p. 360).
698
crímenes, simples delitos y por aplicación del artículo 397 del Código Procesal Penal3059, se
aplica también a las faltas. Por lo tanto, el artículo 351 del Código Procesal Penal,
prevalece por sobre las reglas generales de los artículos 74 del Código Penal, cuando
concurren sus presupuestos normativos. Los presupuestos generales de aplicación del
artículo 351 del Código Procesal Penal, son tres: a) los exigidos para la aplicación de la
regla concursal del artículo 74 del Código Penal (que se trate de un mismo imputado que ha
cometido dos o más delitos y no ha sido condenado por alguno de ellos previamente); b)
que estemos ante un caso de reiteración de delitos de una misma especie, y c) que la pena
resultante de aplicar la regulación específica que contempla, sea menor que la que resultaría
de aplicar las reglas del artículo 74 del Código Penal3060.
699
en el delito de aborto se protege la vida humana dependiente o en gestación3063, mientras en
la violación se protege la libertad o indemnidad sexual según sea el tipo específico de que
se trate3064 y en la suposición de parto se tutela el estado civil de las personas, entendido
como la calidad de individuo, en cuanto lo habilita para ejercer ciertos derechos o contraer
ciertas obligaciones civiles, según se desprende de lo dispuesto en el artículo 304 del
Código Civil3065.
Sin embargo, zanjado el problema anterior, resulta que en muchos casos nos
encontramos con delitos pluriofensivos, es decir, ante tipos penales que protegen más de un
bien jurídico, como sucede, por ejemplo con el tipo básico del delito de robo con
intimidación, previsto en el artículo 436 inciso primero del Código Penal, el que pese a ser
un delito contra la propiedad, protege además, la libertad de actuación del sujeto
coaccionado3066, lo que genera el problema de determinar si puede o no ser considerado
delito de la misma especie, esta clase de robo con un delito de hurto, tipo penal que tutela
únicamente el objeto jurídico de la propiedad.
El problema de fondo radica en dilucidar si es o no exigible una exacta identidad de
bien penalmente tutelado o si por el contrario, bastaría con que entre los diversos delitos
concurra una identidad parcial. Semejante problema se presenta con la interpretación de la
circunstancia agravante de reincidencia específica, contenida en el artículo 12 número 16
del Código Penal, para cuya aplicación, se suele exigir, no solo la identidad de bien
jurídico, sino también la misma forma de ataque, de manera que no serían delitos de la
misma especie, por ejemplo, el delito de estafa y el delito de robo con intimidación, pese a
que ambos afectan la propiedad3067. Por su parte Bustos y Hormazábal, proponen atender,
en los casos de delitos pluriofensivos, al bien jurídico que represente el núcleo central de la
desvaloración penal3068.
Siendo coherente con el carácter especial de la norma, entiendo que por “delito de
la misma especie”, debe interpretarse aquellos que tienen una identidad relativa atendido el
bien penalmente tutelado y la forma de ataque utilizada por el sujeto activo, de manera que
podrían considerarse delitos de la misma especie, por ejemplo, un delito de violación del
artículo 361 número 1 y un delito de abuso sexual del artículo 366 bis del Código Penal,
toda vez que los bienes jurídicos tutelados por ambas figuras penales, así como la forma de
ataque, son en ambos delitos equivalente, pero no serían delitos de la misma especie, un
delito de hurto y otro de robo con intimidación3069 o bien, un delito de estafa y otro de robo
con violencia o intimidación3070.
3063
Politoff, Grisolía y Bustos, DP chileno, Parte Especial, p. 137; Balmaceda, Manual de DP, Parte
Especial, Editorial Librotecnia, 2014, p. 59; Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de DP, Parte Especial, p.
85.
3064
Rodríguez Collao, Delitos Sexuales, pp. 166 y ss.
3065
Garrido, DP, Parte Especial, T. III, p. 244.
3066
Bascuñán, “El robo como coacción”, en Revista de Estudios de la Justicia, N° 1, 2002, p. 57; De la
Fuente, “Delitos contra bienes instrumentales”, en Revista de Derecho de la Universidad Adolfo Ibáñez, N° 2,
2005, p. 574; Oliver, Delitos contra la propiedad, p. 276.
3067
Cury, Derecho penal..., p. 512.
3068
Citados en Oliver, “La exasperación de la pena en el concurso material de delitos: la reiteración de delitos
de la misma especie”, en Revista de Derecho, Valdivia, Vol. XXVI – N° 2, p. 171.
3069
A esta conclusión llega Oliver (en Oliver, Delitos contra la propiedad, pp. 278-378); sin embargo,
modifica su postura (en Oliver, “La exasperación de la pena en el concurso material de delitos: la reiteración
700
b.2. Que las infracciones puedan estimarse como un sólo delito
Cuando ya hemos determinado el primer presupuesto en la reiteración de delitos, es
decir, que estamos en presencia de delitos de la misma especie, debemos precisar si las
diversas infracciones pueden o no ser estimadas como un solo delito, porque a partir de ello
es que podremos distinguir si corresponde aplicar el inciso primero o el inciso segundo del
artículo 351 del Código Procesal Penal. Este requisito de diferenciación se desprende del
inciso segundo del precepto en comento, el que dispone: “Si, por la naturaleza de las
diversas infracciones, éstas no pudieren estimarse como un solo delito”. Por lo tanto, a
contrario sensu, el inciso primero trata casos de reiteración de delitos de la misma especie,
que por la naturaleza de las diversas infracciones, éstas pudieren estimarse como un solo
delito. Tales delitos son aquellos que comparten una relativa identidad típica, en la forma
que de lesión del bien jurídico3071 y que tengan la misma pena en concreto, es decir,
consideradas las circunstancias modificatorias de la responsabilidad penal que concurran
respecto de cada delito reiterado de la misma especie, porque la referencia a la pena
correspondiente a las diversas infracciones, supone que sea la misma. De esta forma, a
partir de la pena de una de esas infracciones, hay que efectuar el aumento punitivo en uno o
dos grados, dependiendo del número de delitos de que se trate3072.
Por lo tanto, una vez que verificamos que las distintas infracciones comparten una
relativa identidad típica3073, en la forma que adopta la lesión del bien jurídico y que tienen
la misma pena en concreto, es decir, consideradas las circunstancias modificatorias de la
responsabilidad penal que concurran respecto de cada delito reiterado de la misma especie,
debe partirse de la pena de una de esas infracciones, para a partir de esta pena efectuar el
aumento punitivo en uno o dos grados, dependiendo del número de delitos de que se
trate3074. Si bien hemos dicho que el criterio conforme al cual el tribunal decidirá el número
de grados en que aumentará la pena, dice relación, tanto en el inciso primero como en el
inciso segundo, con el número de delitos reiterados, hay que señalar que dicha regla sólo se
de delitos de la misma especie”, p. 171), al sostener: “A estas consideraciones debe agregarse el hecho de que,
en materia de reincidencia específica, hay quienes exigen, para aplicar esta circunstancia, además de que se
afecte el mismo bien jurídico, que se repita la misma forma de atentado en su contra, y algunos requieren,
adicionalmente, que haya identidad de móviles en el autor, lo que sería relevante si se pretendiera extraer de
la regulación de dicha agravante un criterio para la interpretación de la regla de punición de la reiteración de
delitos de la misma especie. No obstante, no parece razonable extender estos planteamientos, formulados en
la determinación del ámbito de aplicación de una agravante, a la regla del artículo 351 del Código Procesal
Penal, que ha sido creada para permitir un tratamiento punitivo más benigno que el de la acumulación
aritmética de las penas. En cualquier caso, frente a todas estas dudas, en principio, parece preferible efectuar
una interpretación extensiva del ámbito de aplicación de la mencionada regla, es decir, no ser demasiado
exigente en la constatación de la concurrencia de sus requisitos, ya que siempre será posible aplicar la regla
general de punición del concurso material de delitos (Art. 74 CP) si ello resulta más favorable para el
imputado (Art. 351 inc. 3º CPP)”.
3070
Couso, citando a Cury, en “Comentario previo a los artículos 74 y 75”, pp. 646-647.
3071
Solari y Rodríguez, citados por Couso, en “Comentario previo a los artículos 74 y 75”, p. 648.
3072
Garrido, Derecho penal..., pp. 449-450
3073
En contra de esta conclusión, Ortiz y Arevalo (en, Ortiz y Arevalo, Las consecuencias jurídicas del delito,
p. 339) sostienen que los delitos de la misma especie pueden ser estimados como un solo delito en la medida
en que se trate efectivamente de un mismo delito (por ejemplo, reiteración de hurtos, aun cuando puedan
encontrarse en distintos niveles de ejecución).
3074
Garrido, Derecho penal..., pp. 449-450
701
encuentra incluida en el inciso 2° del artículo 351 del Código Procesal Penal, pero la
doctrina coincide, con razón, en que, necesariamente, el mismo criterio debe seguirse para
adoptar esa misma decisión respecto del primer grupo de delitos, es decir, los del inciso
primero del artículo 351 del Código Procesal Penal3075.
702
introducción de la frase “con las circunstancias del caso” vino a explicitar lo que el inciso
primero ordenaba en forma implícita, o sea, que el aumento debe hacerse después de
graduar la pena según las circunstancias modificatorias concurrentes3079.
3079
Oliver, “La exasperación de la pena en el concurso material de delitos: la reiteración de delitos de la
misma especie”, p. 175.
3080
Oliver, “La exasperación de la pena en el concurso material de delitos: la reiteración de delitos de la
misma especie”, pp. 176-177.
703
Ahora pensemos que A comete el delito reiterado de abuso sexual del artículo 366
bis del Código Penal. La pena en abstracto contenida en el artículo 366 bis del Código
Penal, es la de presidio menor en su grado máximo a presidio mayor en su grado mínimo,
es decir, dos grados divisibles. Si no concurren circunstancias modificatorias o si concurre
una circunstancia atenuante y una circunstancia agravante, éstas serán compensadas
racionalmente por el tribunal, por lo que al igual que en un principio, la pena, ahora en
concreto, será la de presidio menor en su grado máximo a presidio mayor en su grado
mínimo. A continuación, de acuerdo con lo establecido en el inciso primero del artículo 351
del Código Procesal Penal, el tribunal, tratándose de un caso de reiteración de infracciones
de la misma especie que pueden estimarse como un sólo delito, deberá aumentar la pena en
uno o dos grados, correspondiendo la pena a imponer al acusado, a la de presidio mayor en
su grado mínimo a presidio mayor en su grado medio o a la de presidio mayor en su grado
medio a presidio mayor en su grado máximo, según decida el tribunal, aumentar la pena en
uno o dos grados, en atención al número de delitos.
Por último, pensemos que A comete el delito reiterado de abuso sexual del artículo
366 bis del Código Penal respecto de B y, además, comete el delito del artículo 366 del
Código Penal, respecto de C. La pena en abstracto contenida en el artículo 366 bis del
Código Penal, es la de presidio menor en su grado máximo a presidio mayor en su grado
mínimo, es decir, dos grados divisibles y la pena en abstracto contenida en el artículo 366
del Código Penal, es la de presidio menor en su grado máximo, es decir, un grado divisible.
Luego, si no concurren circunstancias modificatorias en ninguno de los dos delitos, o si
éstas han sido compensadas racionalmente, la pena señalada a la infracción que,
considerada aisladamente, con las circunstancias del caso, tuviere asignada una pena
mayor, será la correspondiente al delito de abuso sexual del artículo 366 bis del Código
Penal, es decir, la de presidio menor en su grado máximo a presidio mayor en su grado
mínimo. A continuación, de acuerdo con lo establecido en el inciso segundo del artículo
351 del Código Procesal Penal, el tribunal, deberá aumentar la pena en uno o dos grados,
correspondiendo la pena a imponer al acusado, a la de presidio mayor en su grado mínimo a
presidio mayor en su grado medio3081, o bien la de presidio mayor en su grado medio a
presidio mayor en su grado máximo, según decida el tribunal, aumentar la pena en uno o
dos grados, en atención al número de delitos.
Por lo tanto, ya sea que se trate de una pena de un grado divisible o que se trate de
una pena compuesta de dos o más grados divisibles, no concurriendo circunstancias
modificatorias o bien si concurriendo atenuantes y agravantes, éstas se han compensado
racionalmente, será la pena completa (de un grado divisible, o bien, de dos o más grados
divisible), la que aumentará en su conjunto en uno o dos grados según estime el tribunal, en
consideración al número de delitos que concurran en el caso específico que se trata de
solucionar3082.
3081
Si bien el grado inferior de la pena aumentada (presidio mayor en su grado mínimo) ya estaba
comprendido en el marco penal disponible antes de efectuar el aumento, lo cierto es que el tribunal ha perdido
la facultad de aplicar la pena en el grado inferior del marco (presidio menor en su grado máximo), antes de
realizar el referido aumento.
3082
Otra opción interpretativa, consiste en afirmar que no concurriendo circunstancias que modifiquen un
marco penal compuesto de dos o más grados, el aumento puede hacerse a partir del grado mínimo de éstos,
asumiendo que éste corresponde a la pena determinada (Matus, “Concurso real, reiteración de delitos y
unificación de penas en el nuevo proceso penal”, p. 5). Si seguimos este criterio y la pena en concreto
704
A favor de esta interpretación, es posible afirmar que se encuentra en perfecta
armonía con el texto legal del artículo 351 del Código Procesal Penal, el cual en su inciso
primero permite concluir que es la pena asignada al delito, la que, de no concurrir
circunstancias modificatorias, o bien, compensadas racionalmente las concurrentes, debe
ser aumentada en uno o dos grados. En tanto que en el caso del inciso segundo del artículo
351 del Código Procesal Penal, es la pena asignada al delito más grave la que, de no
concurrir circunstancias modificatorias, o bien, compensadas racionalmente las
concurrentes, debe ser aumentada en uno o dos grados. Luego, determinado el marco penal
conforme a lo establecido en el artículo 351, el tribunal deberá determinar judicialmente la
pena de acuerdo con lo dispuesto en el artículo 69 del Código Penal.
En contra de la postura aquí defendida, Oliver reconociendo que el punto es
discutible y que nuestra posición es mayoritaria en la doctrina nacional3083, sostiene que el
aumento que ordena el artículo 351 del Código Procesal Penal debe realizarse a partir del
grado máximo del marco penal, porque así lo sugeriría una interpretación sistemática que
tome en cuenta los efectos que la ley asigna a la concurrencia de dos o más agravantes y
ninguna atenuante cuando la pena de un delito consta de dos o más grados (Art. 68 inc. 4º
Código Penal).
No concordamos con esta opinión porque hace análogas dos situaciones del todo
diferentes. En primer lugar el texto del artículo 68 inciso cuarto del Código Penal, no es
equivalente al artículo 351 del Código Procesal Penal y tiene una finalidad muy distinta,
por lo que no pueden extrapolarse sus efectos.
El artículo 68 inciso cuarto del Código Penal, señala expresamente: “Cuando no
concurriendo circunstancias atenuantes, hay dos o más agravantes, podrá imponer la
inmediatamente superior en grado al máximo de los designados por la ley”. Luego, en tal
situación el tribunal puede, ante una pena compuesta de dos o más grados divisibles, optar
por no imponer el grado mínimo de la pena o bien, por aplicar la pena inmediatamente
superior en grado al máximo de los designados por la ley. Por lo tanto, la agravación de la
pena a partir del grado máximo es facultativa para el juez y, además, dicha posibilidad se
desprende del texto expreso de tal disposición, que señala que la agravación de la pena se
realiza aplicando la pena inmediatamente superior en grado al máximo de los designados
por la ley3084. Nada de esto ocurre en el caso del artículo 351 del Código Procesal Penal,
acorde con el cual es “la pena” (sea de un grado divisible o de dos o más grados divisibles)
la que debe aumentarse en uno o dos grados. Por lo tanto, si la pena en concreto
corresponde a una pena compuesta de dos o más grados divisibles, no procede realizar el
aumento en uno o dos grados, de acuerdo con lo establecido en el artículo 351 del Código
705
Procesal Penal, a partir del grado máximo de la pena3085, ya que dicha interpretación se
aleja perjudicialmente para el acusado, del texto legal y, por lo tanto, constituye una
analogía in malam partem, proscrita en un Derecho penal en una Estado democrático de
Derecho.
Además, ambos preceptos tienen finalidades distintas. En efecto, el art. 68 inc. 4°
del Código penal, sólo tiene por finalidad regular el efecto que tendrán en un caso
determinado, dos o más circunstancias agravantes cuando no concurren minorantes de
responsabilidad penal y nos encontramos ante penas compuestas de dos o más grados, de
manera de establecer la pena en concreto. En cambio el art. 351 del Cpp., establece un
régimen de acumulación jurídica que busca morigerar el rigor punitivo en casos de
reiteración de crímenes y simples delitos de la misma especie, por lo que la interpretación
del aumento en uno o dos grados, debe realizarse sin perder de vista el principio de
humanidad de las penas. Sin embargo, el mismo ejemplo propuesto por Oliver demuestra
que la tesis que sustenta conduce a resultados desproporcionados. En efecto, dicho autor
afirma que si en una reiteración de dos o más robos por sorpresa, sin circunstancias
modificatorias concurrentes, o bien, compensadas las atenuantes con las agravantes, si el
aumento de la pena ordenado por el art. 351 del Cpp., se hiciera “en bloque” (como
sostenemos en este trabajo), el marco penal resultante del aumento en un grado sería de
presidio menor en grado máximo a presidio mayor en grado mínimo3086, es decir, dos
grados divisibles. En cambio si el aumento se realizara en la forma que propone Oliver, la
pena a imponer correspondería a la de presidio mayor en su grado máximo, es decir, ¡una
pena de crimen, que va desde los cinco años y un día a los diez años de presidio, por una
reiteración de hurtos agravados3087!, debiendo más encima el acusado cumplir dicha pena
3085
Si así se realizara en el segundo ejemplo, es decir, si A comete el delito reiterado de abuso sexual del
artículo 366 bis del Cp. La pena en abstracto contenida en el artículo 366 bis del Cp., es la de presidio menor
en su grado máximo a presidio mayor en su grado mínimo, es decir, dos grados divisibles. Si no concurren
circunstancias modificatorias o si concurre una circunstancia atenuante y una circunstancia agravante, éstas
serán compensadas racionalmente por el tribunal, por lo que al igual que en un principio, la pena, ahora en
concreto, será la de presidio menor en su grado máximo a presidio mayor en su grado mínimo. A
continuación, de acuerdo con este criterio más draconiano, el tribunal, debería realizar el aumento de uno o
dos grados a partir del grado superior de la pena en concreto, es decir, a partir de la sanción de presidio mayor
en su grado mínimo, correspondiendo la pena a imponer al acusado, a la de presidio mayor en su grado medio
si se aumenta en un grado o bien a la pena de presidio mayor en su grado máximo, si decide el tribunal,
aumentar la pena en dos grados, en atención al número de delitos.
3086
Oliver, “La exasperación de la pena en el concurso material de delitos: la reiteración de delitos de la
misma especie”, pp. 178-179.
3087
Al respecto Oliver señala en su libro sobre delitos contra la propiedad: “En tomo al bien jurídico afectado
en el robo por sorpresa existe una discusión. Algunos afirman que, además de los intereses meramente
patrimoniales, se produce un atentado contra la integridad física de la víctima, que se ve expuesta a un
peligro. Otros sostienen que no se ve afectado ningún bien jurídico distinto del puramente patrimonial. Según
nuestra opinión, el bien jurídico que se ve lesionado en esta figura es el mismo que en el hurto. No nos parece
que las conductas a las que alude la disposición -que analizaremos más adelante- impliquen necesariamente
una afectación de intereses que vayan más allá de los meramente patrimoniales. En efecto, las. acciones a las
que la ley se refiere no constituyen sino modalidades de ataque contra la propiedad. Reconocemos que es
posible que efectivamente se vean comprometidos otros bienes jurídicos, pero ello no es imprescindible para
la comisión de este delito y, como lo veremos, en caso de que ello se produzca, podría eventualmente
configurarse un concurso de delitos. Esta identidad de bienes jurídicos afectados es importante, porque
permite considerar al hurto y al robo por sorpresa como delitos de la misma especie, para efectos de la
aplicación de la regla especial de penalidad prevista en el artículo 351 CPP. Además, al condenado por un
hurto que comete un robo por sorpresa, o viceversa, le perjudica la agravante de responsabilidad penal
706
privado de su libertad, porque dado el marco penal, no podrá optar a pena sustitutiva alguna
de la Ley 18.2163088. A mayor abundamiento, imaginemos que en el mismo caso el tribunal
decidiera aumentar la pena en dos grados, siguiendo la tesis de Oliver, la pena a imponer
por dos hurtos agravados del artículo 436 inciso 2° sería nada más y nada menos, que la de
presido mayor en su grado medio, esto es, diez años y un día de presidio, de manera que, a
nuestro juicio, tal interpretación se opone al principio de humanidad de las penas, que
inspira el régimen de acumulación jurídica establecida en el artículo 351 del Código Penal,
que busca, precisamente, evitar la desproporción de las penas. Así las cosas, resulta
preferible realizar el aumento de la pena en bloque, porque otorga mayores facultades al
tribunal para determinar judicialmente la pena, pudiendo evaluar el juez en el caso
concreto, el grado de injusto y de imputación personal del sujeto.
De otro lado, una interpretación sistemática, como exige Oliver, debería obligar a
interpretar el artículo 351 conforme a la regla general en que deben efectuarse los aumentos
de pena en casos de penas compuestas de dos o más grados divisibles, según la doctrina
inmensamente dominante, es decir, construyendo un nuevo marco penal, con tantas penas
como las que tenía el original, aplicando a cada una de ellas el aumento que
corresponda3089. Por lo tanto, la regla del artículo 68, inciso cuarto, constituye una
contemplada en el artículo 12 N° 16 CP. En cambio, el robo con violencia o intimidación en las personas y el
robo por sorpresa no podrían ser considerados como delitos de la misma especie para efectos del artículo 351
CPP, y al condenado por robo violento o intimidatorio que comete un robo por sorpresa, o viceversa, no le
alcanzaría la agravante del artículo 12 N° 16 CP. En otro orden de ideas, dado que el bien jurídico atacado en
el robo por sorpresa es de naturaleza patrimonial, pueden celebrarse acuerdos reparatorios entre el imputado y
la víctima, que impidan la persecución penal del hecho (art. 241 CPP)” (Oliver, Delitos contra la propiedad,
pp. 378-379).
3088
El propio Oliver reconoce los problemas prácticos a que conduce su tesis al señalar: “Debo reconocer que
la tesis que defiendo, al postular la supresión de todos los grados de pena de los marcos compuestos cuando
son aumentados de acuerdo con el citado artículo 351 y su sustitución por el inmediatamente superior al grado
máximo –cuando el aumento es de un grado– o por el siguiente –cuando el aumento es de dos grados–, podría
producir un problema práctico derivado de la reducción de la posibilidad del imputado de acceder a algunos
beneficios procesales o penales cuya admisibilidad depende, entre otras cosas, de la pena probable, solicitada
o impuesta, como la suspensión condicional del procedimiento, el procedimiento abreviado y las penas
sustitutivas. Sin embargo, dicho problema se ve notoriamente aminorado si se tiene presente que el inciso
tercero del mencionado artículo 351 efectúa una remisión al artículo 74 del CP, supeditada al hecho de que
con ello se obtenga un tratamiento punitivo más benigno, lo que a pesar de que la ley utiliza una fórmula
verbal que permitiría pensar que ello, es facultativo (Podrá), es entendido, con razón, por la doctrina, como
algo imperativo” (Oliver, “La exasperación de la pena en el concurso material de delitos: la reiteración de
delitos de la misma especie”, p. 180).
A mi juicio el problema práctico que produce esta tesis, no se ve en nada morigerado por el artículo
74 del CP, porque dicha norma parte de la base de que los hechos objeto de concurso se encuentran
determinados en su número y resulta que la práctica jurisprudencial aplica el artículo 351, en casos en los que
si bien se prueba que la conducta típica fue realizada en varias ocasiones, no es posible determinar la cantidad
de hechos reiterados, por lo que será imposible recurrir al concurso material de delitos del artículo 74, para
morigerar la dureza a que conduce la tesis defendida por Oliver.
3089
En tal sentido Couso, citando a Novoa, Garrido, Cury y Matus, afirma: “Cuando el marco penal original
está compuesto por dos o más penas ("grados de penalidad"), se plantea la duda de si corresponde "subir" o
"bajar" a partir del grado máximo o del mínimo del marco, respectivamente o si corresponde, en cambio,
construir un nuevo marco, con tantos grados de penalidad como el original, que hayan sido definidos
subiendo o bajando a partir de cada grado de penalidad del marco original; en el primer caso, por ej., para
imponer una pena inferior en dos grados a la del homicidio simple -que es de presidio mayor en sus grados
mínimo a medio- habría que partir del presidio mayor en su grado mínimo para desde ahí, "bajando" dos
grados en la Escala N° 1 del Art. 59, "llegar" a presidio menor en su grado medio; en el segundo, para
707
excepción expresa a la regla general, sobre la forma en que, de acuerdo con la doctrina,
deben efectuarse los aumentos de pena3090, que nada tiene que ver con la manera en que
debe realizarse el aumento de la pena en uno o dos grados según lo prevenido en el artículo
351 del Código Procesal Penal.
Además, la tesis de Oliver torna, en estos casos (pena en concreto compuesta de dos
o más grados divisibles), inaplicable el precepto del artículo 351 del Código Procesal Penal,
porque implica un aumento tan desproporcionado de la pena, que lo más probable es que, si
se encuentra determinado el número de hechos, la sanción a imponer será más draconiana
que la que resulte de aplicar el régimen por defecto establecido en el artículo 74 del Código
Penal, al cual habrá que acudir, para evitar, irónicamente, el resultado desproporcionado a
que conduciría la aplicación del régimen de acumulación jurídico establecido en el artículo
351 del Código Procesal Penal, según la interpretación que aquí se rechaza.
La última razón para desestimar la tesis del aumento a partir del grado superior de la
pena, dice relación con un aspecto práctico: a diario mi experiencia como juez, me indica
que la discusión sobre si el caso debe ser juzgado como delito continuado o como
reiteración de delitos de la misma especie, se produce en materia de delitos sexuales. En
estos casos, la tendencia jurisprudencial ha sido negar sistemáticamente, a pesar de las
críticas realizadas por parte de la doctrina3091, la procedencia del delito continuado en esta
alcanzar a realizar la misma rebaja, habría que disminuir en dos grados cada uno de los grados de penalidad
del marco penal del homicidio simple, de modo que el resultado sería una pena compuesta de dos grados, que
iría desde presidio menor en su grado medio a presidio menor en su grado máximo. Cuando se trata de rebajar
la pena, la mayoría de los casos están expresamente resueltos por la ley, y siempre en el sentido de que debe
partirse del grado mínimo del marco penal, y desde ahí bajar el número de grados que corresponda (así lo
disponen, por ej., el Art. 61, regla 2a, para las rebajas establecidas en los Arts. 5 1 a 54; el Art. 66, inc. 3°; el
Art. 68, inc. 3°; el Art. 68 bis; el Art. 73, todos del CP, y el Art. 21 de la Ley N° 20.084, sobre
Responsabilidad Penal del Adolescente); para los casos en que ello no está expresamente resuelto (un
ejemplo: la regla del Art. 1°, inc. 2o, de la Ley N° 20.000, que permite rebajar la pena en un grado para el
tráfico de drogas que no produzcan efectos tóxicos o dañinos para la salud) la doctrina aplica la misma
solución (así, GARRIDO, I, 320; CURY, 762; MATUS, Comentario, 404, afirmando que sobre ello "no hay
discusión"). En cambio, cuando se trata de aumentar la pena, y salvo en algún caso en que la Ley dispone
expresamente que el aumento debe efectuarse a partir del grado máximo (en el Art. 68, inc. 4°, cuando
concurre una pluralidad de agravantes, sin atenuantes), para los casos no regulados expresamente (como el del
Art. 345, que aumenta en un grado las penas del aborto, cuando el que lo practicare fuere un facultativo
"abusando de su oficio") la doctrina se inclina por la fórmula que consiste en construir un nuevo marco penal,
con el mismo número de penas que el original, pero aumentados, cada uno de ellos, en el número de grados
exigido por la regla respectiva” (Couso, “Comentario previo a los artículos 50 a 69 y 76 a 78”, en Couso y
Hernández (Dir.), “Código Penal comentado”, pp. 521-522).
3090
Couso, “Comentario al artículo 68 del CP”, en Couso y Hernández (Dir.), “Código Penal comentado”, p.
605.
3091
Rodríguez y Oliver sostienen que: “Según nuestra opinión, existen buenos argumentos para sostener que
cuando respecto de las varias acciones u omisiones típicas se da esta indeterminación procesal, con mayor
razón debe aplicarse la figura del delito continuado. Cuando la imputación de varios hechos delictivos
formulada en contra de una persona se hace en forma indeterminada, sin indicar su número exacto ni las
fechas precisas en que habrían tenido lugar (por ejemplo: “…el sujeto X, en varias ocasiones, entre el 10 de
enero de 2007 y el 10 de enero de 2008, ejecutó los hechos…”), resulta evidente que alguna afectación en su
derecho de defensa se produce. Es mucho más difícil defenderse de una imputación así de indeterminada que
de otra que señale con precisión el número de hechos y las fechas en que habrían sucedido. Ello, porque ante
una imputación de esta última clase, bastaría para desvirtuarla con acreditar que en las concretas fechas en
que los hechos habrían acaecido el imputado estaba en un lugar distinto al de la comisión del delito, o que la
víctima se encontraba en otro lugar, o cualquier otra circunstancia que hiciera imposible su comisión por parte
del imputado. Pero ante una imputación indeterminada en las fechas y número de los hechos, la labor de la
708
clase de delitos, por lo que la inmensa mayoría de los jueces chilenos tiende a aplicar el
precepto del artículo 351, estén o no determinados en el caso concreto la cantidad de
hechos constitutivos de delitos de la misma especie. De hecho, tratándose de violaciones
impropias del artículo 362 del Código Penal o de abusos sexuales reiterados del artículo
366 bis del Código Penal, lo normal es que por las características de la víctima, ésta no esté
en condiciones de precisar el número de veces que fue afectado por las diversas agresiones
sexuales, limitándose a referir, además del hecho constitutivo de violación o de abuso
sexual, el contexto general en que éstas se produjeron, de manera que el tribunal no podrá
recurrir al artículo 74 del Código Penal, es decir, al régimen concursal por defecto, debido a
que su aplicación parte de la base de que estamos en presencia de una cantidad de hechos
claramente determinada.
Así las cosas, la determinación del marco judicial dentro del cual el tribunal
determinará la pena exacta a imponer conforme a lo prevenido en el artículo 351 del
Código Penal, cobra suma importancia práctica, porque en esta clase de delitos, la práctica
jurisprudencial, tiende a excluir el delito continuado y el tribunal no puede recurrir en
muchos casos al artículo 74 del Código Penal, por no estar determinado el número de
agresiones sexuales, a pesar de que se encuentra probado que fueron más de una. Lo dicho
avala la tesis aquí sostenida, máxime si se considera las elevadas penas que nuestro
legislador ha ido contemplando en cada modificación de esta clase de delitos y que
tratándose de presidios mayores, la distancia entre cada grado es nada más y nada menos
que cinco años de diferencia.
defensa se dificulta, ya que para desvirtuarla habría que probar dicha imposibilidad de comisión durante un
período prolongado. Pues bien, como una forma de compensar esta evidente perturbación en la tarea de la
defensa, parece razonable sostener la aplicabilidad de la figura del delito continuado en estas hipótesis de
indeterminación procesal. Además, existe una razón formal que avala este planteamiento, cual es el modo en
que está redactado el artículo 351 del Código Procesal Penal. Esta disposición, que establece la manera como
se sanciona la reiteración de delitos de la misma especie, señala en su inciso segundo que cuando por la
naturaleza de las diversas infracciones éstas no pudieren ser estimadas como un solo delito (lo cual, según la
doctrina mayoritaria, significa que las penas de los distintos delitos no se encuentran estructuradas sobre bases
acumulables que se puedan sumar, situación que es precisamente la de los hechos establecidos por el
tribunal), debe aplicarse la pena que corresponda al delito que tenga, en el caso concreto, una pena mayor, y
aumentarla en uno o dos grados, “según fuere el número de los delitos”. Esto es una demostración de que para
poder aplicar la regla de punición de la reiteración de delitos, es necesario saber cuál es el número de delitos
que se atribuyen al imputado. La mencionada regla opera sobre la base de que se tenga certeza acerca del
número de delitos de que se trate. Corrobora esta idea el hecho de que el inciso penúltimo de la citada
disposición contiene una remisión a la regla general de castigo del concurso material de delitos del artículo 74
del CP –regla de la acumulación aritmética–, que debe ser aplicada si así se llega a una pena menor. Pues
bien, la única manera posible de saber si la regla del artículo 74 del CP conduce a una pena menor, es
teniendo claro el número de delitos imputados. Si se aplicara la regla de la reiteración de delitos de la misma
especie del artículo 351 del Código Procesal Penal a las hipótesis de indeterminación procesal en lo que
respecta al número de delitos, lo dispuesto en su inciso penúltimo nunca podría aplicarse, convirtiéndose en
letra muerta (Rodríguez y Oliver, “Aplicabilidad de la figura del delito continuado en los delitos sexuales.
Comentario a un fallo”, Revista de Derecho, Universidad Católica del Norte, V. 16, N° 1, 2009, pp. 251-264).
709
Código Penal, resulta una pena inferior, debe aplicarse esta disposición en lugar del artículo
351 del Código Procesal Penal. Esta contra-excepción es imperativa para el tribunal, y no
facultativa como sugiere el uso de la expresión “podrá”3092.
6.7 Aplicación conjunta de artículos 74 del Código Penal y 351 del Código Procesal
Penal
Si bien un sector de la doctrina afirma que no resulta posible aplicar conjuntamente,
las reglas concursales de los artículos 351 del Código Procesal Penal y 74 del Código
Penal, de manera que si concurren delitos de la misma especie junto a otros que no lo son,
habría que aplicar a todos la acumulación del artículo 74 del Código Penal, concordamos
con Oliver, en que el argumento literal del artículo 74 no es suficiente. En efecto, el citado
precepto prescribe en su inciso primero, que al delincuente se le impondrán “todas las
penas correspondientes a las diversas infracciones, en tanto que el señalado artículo 351, en
sus dos primeros incisos, también alude a las diversas infracciones, lo que evidenciaría el
propósito de la ley de aplicar a todos los delitos objeto de una misma condena una u otra
regla de punición3093. Sin embargo, las diversas infracciones a las que alude el artículo 351
son las de la misma especie y las diversas infracciones a las que se refiere el artículo 74 son
las que no son de la misma especie. Además, Oliver afirma que no hay razones materiales
que justifique tal limitación ni se trata de una restricción que se observe en la práctica
judicial, por lo que si en un juicio se condena a alguien por varios delitos, algunos de los
cuales fueran de la misma especie y otros no, a los primeros les sería aplicable el artículo
351 del Código Procesal Penal y a los segundos, el artículo 74 del Código Penal3094.
3092
Garrido, Derecho penal..., T. II, p. 450, explicando que así lo entiende la jurisprudencia; en el mismo
sentido, Cury, Derecho penal..., p. 661.
3093
Solari y Rodríguez, “Determinación de la pena en los casos de reiteración de delitos (ámbito de aplicación
del artículo 509 del Código de Procedimiento Penal)”, pp. 268-269.
3094
Oliver, “La exasperación de la pena en el concurso material de delitos: la reiteración de delitos de la
misma especie”, pp. 181-182.
710
Inciso Reiteración de crímenes o simples delitos de una misma Se impondrá la pena correspondiente a las
primero especie diversas infracciones, estimadas como un
Son delitos de una misma especie aquellos que afectaren solo delito
al mismo bien jurídico Con las circunstancias del caso (Pena en
Por la naturaleza de las diversas infracciones, éstas concreto)
pueden estimarse como un solo delito Aumentándola (en bloque) en uno o dos
Porque las distintas infracciones comparten una relativa grados.
identidad típica, en la forma que adopta la lesión del bien Según fuere el número de los delitos.
jurídico y tienen la misma pena en concreto
Inciso Reiteración de crímenes o simples delitos de una misma El tribunal aplica la pena señalada a aquella
segundo especie infracción que, considerada aisladamente
Son delitos de una misma especie aquellos que afectaren Con las circunstancias del caso (pena en
al mismo bien jurídico concreto)
Por la naturaleza de las diversas infracciones, éstas no Tuviere asignada una pena mayor
pudieren estimarse como un solo delito Aumentándola (en bloque) en uno o dos
Porque las distintas infracciones no comparten una grados
relativa identidad típica, en la forma que adopta la lesión Según fuere el número de los delitos.
del bien jurídico o no tienen la misma pena en concreto
Inciso Si de aplicar el artículo 74 del Cp., hubiere de Debe aplicarse las penas en la forma
tercero corresponder al condenado una pena menor establecida en el artículo 74 del Cp.
Regla de
reenvío
CAPÍTULO IX
UNIDAD Y PLURALIDAD DE DELITOS
Concurso de delitos
711
Sumario: 1. Objetivos. — 2. Caso de introducción. — a. Preguntas. — 3. Introducción. — 4. Esquema de los
concursos de delitos. — 5. Concurso real de delitos. — a. Requisitos del concurso real. — a.1. Unidad de
sujeto activo. — a.2. Pluralidad de hechos independientes entre sí. — a.3. Pluralidad de delitos. — a.4.
Ausencia de condena intermedia entre los hechos. — b. Tratamiento del concurso real. — 6. Concurso ideal
de delitos. — a. Clasificación. — b. ¿Cuándo los diversos delitos forman parte de un mismo hecho?. — 7.
Concurso ideal heterogéneo. — a. Casos de concurso ideal heterogéneo más tratados en la doctrina. — a.1.
Combinación de un delito doloso con uno imprudente (Delito preterintencional). — a.1.a. Caso práctico. —
a.2. Aberratio ictus (resultado previsible) “Desviación del golpe”. — a.2.a. Caso práctico. — a.3. Violación
e incesto. — b. Tratamiento penal del concurso ideal de delitos. — 8. Concurso ideal homogéneo. — a.
Tratamiento penal. — b. Delitos imprudentes con pluralidad de resultados. — b.1. Caso práctico. — b.2.
Preguntas. — 9. Concurso medial. — a. Tratamiento penal. —
1. Objetivos
• Identificar los casos en los cuales nos encontramos ante una pluralidad de delitos
constituida por dos o más hechos (concurso real, medial real)
• Conocer los casos en los cuales nos encontramos ante una pluralidad de delitos
constituida a partir de un hecho (concurso ideal homogéneo y heterogéneo)
• Conocer el tratamiento penal de cada tipo de concurso
2. Caso de introducción
“El día 15 de septiembre de 2005, aproximadamente a las 20:30 horas, el acusado
Carlos aprovechando que debía permanecer en la oficina después del horario normal,
trabajando sólo con su compañera de trabajo Verónica, quien se encontraba embarazada,
le propuso mantener relaciones sexuales, y ante la negativa de ésta, comenzó a golpearla
para que accediera a sus requerimientos, a pesar de que Verónica le preguntó si no se
daba cuenta que con los golpes podía provocar la muerte de su hijo, respondiéndole, el
acusado que si se daba cuenta pero que no le interesaba, porque quería cumplir su sueño
de tener relaciones con una mujer embarazada. Como Verónica no accedió, el acusado la
golpeó hasta dejarla inconsciente, procediendo a accederla carnalmente por vía vaginal. A
consecuencia de los golpes la víctima sufrió lesiones que fueron calificadas como graves
gravísimas”.
a. Preguntas
• ¿Cuántos hechos concurren?
• ¿Qué delitos concurren?
• ¿Cuál es el bien jurídico penalmente tutelado en estos delitos?
• ¿Qué normas resultan aplicables?
3. Introducción
En principio, concurre un concurso de delitos y no un concurso aparente de leyes
penales, cuando respecto de un sujeto concurren dos o más delitos. Si el sujeto activo
712
ejecuta diversos hechos, constitutivos a su vez, de dos o más delitos, respecto de ninguno
de los cuales se ha pronunciado sentencia firme y ejecutoriada, concurrirá un concurso real.
Además, puede ocurrir que el sujeto activo realice un hecho constitutivo de un
delito, que luego, en la ejecución de otro hecho típico, sirva como medio para la comisión
de un delito distinto y, por lo tanto, estaremos ante un caso de concurso real medial. Dicho
concurso es real, porque concurren dos o más hechos constitutivos de dos o más delitos y
es medial, porque merced a la especial relación de medio a fin que existe entre ambos
delitos, este concurso es tratado con un régimen penológico más benigno correspondiente al
contemplado para el concurso ideal.
Si en cambio, el sujeto, con la ejecución de un único hecho delictivo, realiza dos o
más delitos, concurrirá un concurso ideal de delitos. Es posible que con su hecho, el
acusado realice los elementos objetivos y subjetivos de un mismo tipo penal varias veces,
en cuyo caso estaremos en presencia de un concurso ideal homogéneo, o bien, que el único
hecho delictivo realice los elementos objetivos y subjetivos de dos o más delitos diversos,
como sucede en el caso del concurso ideal heterogéneo.
713
Existe concurso real de delitos, cuando una misma persona ejecuta dos o más
hechos jurídica y fácticamente independientes3095, que constituyen dos o más delitos, si
ninguno ha sido cometido después de haber recaído sentencia condenatoria firme y
ejecutoriada por alguno de ellos3096.
Constituye la regla general en nuestro sistema concursal y se encuentra inspirado en
el principio de acumulación material de las penas3097, según el aforismo “quot delictae, tot
poenae”, es decir, tantas penas como delitos3098. Habría, por ejemplo concurso real si A un
día comete un delito de hurto del artículo 446 número 3 del Código Penal y días más tarde
comete un delito de lesiones menos graves del artículo 399 del Código Penal3099. Como se
aprecia, en el caso en cuestión existen dos delitos autónomos, susceptibles de ser
enjuiciados en un mismo proceso penal3100.
3095
Cury, Derecho penal..., pp. 659-660.
3096
Mir Pug, Derecho penal..., p. 646.
3097
Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de DP, chileno, DP, p. 447.
3098
Novoa, Curso de Derecho penal..., p. 225.
3099
Frister, Derecho penal..., p. 665.
3100
Jescheck y Weigend, Tratado de Derecho penal..., pp. 782-783.
3101
Etcheberry, Derecho penal..., T. II, p. 115; Ortiz y Arévalo, Las consecuencias jurídicas del delito, p.
334.
3102
Cury, Derecho penal..., pp. 660.
3103
Ortiz y Arévalo, Las consecuencias jurídicas del delito, p. 334.
714
El sujeto activo debe haber realizado una pluralidad de hechos independientes entre
sí o no vinculados. Este requisito permite diferenciar al concurso real de la hipótesis de
unidad jurídica consistente en el delito continuado3104, figura cuya existencia ha sido
reconocida mayoritariamente por la jurisprudencia y que requiere entre sus elementos, la
concurrencia de un vínculo conectivo entre las diversas conductas delictivas, lo que
posibilita considerar tales casos como una hipótesis de unidad jurídica. También este
requisito permite diferenciar el régimen por defecto del concurso real, del concurso real
medial3105, en el que pese a existir una pluralidad de hechos delictivos, existe entre ellos
una relación de medio a fin.
3104
Ortiz y Arévalo, Las consecuencias jurídicas del delito, p. 336.
3105
Cury, Derecho penal..., pp. 660.
3106
Frister, Derecho penal..., p. 665; Jescheck y Weigend, Tratado de Derecho penal..., p. 783.
3107
Frister, Derecho penal..., p. 665 Jescheck y Weigend, Tratado de Derecho penal..., p. 783.
3108
Ortiz y Arévalo, Las consecuencias jurídicas del delito, pp. 334-335.
3109
Etcheberry, Derecho penal..., p. 116.
715
El artículo 74 del Código Penal, establece un régimen de acumulación material o
aritmética de las penas, conforme al cual, al sentenciado se le impondrán todas las penas
correspondientes a las diversas infracciones. Se trata de una solución coherente con una
perspectiva retribucionista, que puede conducir a conclusiones desproporcionadas o
inhumanas, porque una pena aplicada después de otra, es mucho más aflictiva que si se
cumple aisladamente, y una pena que se cumple ante la perspectiva de otra que empezará
cuando termine la primera, resulta más dura que si se viera el fin del sufrimiento más
próximo3110 3111. Sin embargo, la Comisión Redactora rechazó la propuesta de introducir
alguna limitación absoluta a la acumulación material3112, tan necesaria a fin de evitar la
deshumanización del condenado privado de su libertad, máxime si se considera la situación
de hacinación y pobreza del sistema penitenciario chileno3113. En tal escenario, resulta
evidente que el régimen en estudio se desentiende de la resocialización del delincuente,
acorde al fin de prevención especial de la pena3114.
El cumplimiento de las diversas penas acumuladas debe ser simultáneo cuando ello
sea posible3115, salvo si “de ello hubiere de resultar ilusoria alguna de las penas”. Por lo
tanto, sí podrían cumplirse simultáneamente una pena privativa de la libertad (contenidas
en la Escala N° 1 del artículo 59 del Código Penal) con una pena pecuniaria (como una
multa, una caución o la pena de comiso).
Sin embargo, hay casos en los que el cumplimiento simultaneo de las penas, puede
traer como consecuencia que el de una de ellas se haga ilusorio. Ello ocurrirá cuando la
imposibilidad de ejercer el derecho afectado por una de las penas, está implícito en la
afectación de aquél a que concierne a otra pena. Así sucederá, por ejemplo, cuando se
imponen dos o más penas privativas de libertad o una pena privativa de libertad junto a una
o más penas restrictivas de libertad3116 o junto a una pena de suspensión de licencia de
3110
Antón Oneca, citado por Mir Puig, en DP, Parte, General, pp. 650-651.
3111
La Corte Suprema, en sentencia de 10 de mayo de 1876, condenó a dos empleados del Servicio de
Correos a 126 años de presidio por 80 defraudaciones sucesivas, no obstante haber impuesto el mínimo por
cada una de ellas (Labatut, DP, T. I, p. 176).
3112
Couso, “Comentario al artículo 74 del CP chileno”, en Couso y Hernández (Dir.), Código Penal
Comentado, p. 668.
3113
En España, Bacigalupo sostiene que dicho límite penológico, consiste en el triplo más grave de las penas
en que se haya incurrido (Bacigalupo, Derecho penal..., p. 592), conforme a lo establecido en el artículo 76
del CP, el cual refiere: “Artículo 76. 1. No obstante lo dispuesto en el artículo anterior, el máximo de
cumplimiento efectivo de la condena del culpable no podrá exceder del triple del tiempo por el que se le
imponga la más grave de las penas en que haya incurrido, declarando extinguidas las que procedan desde que
las ya impuestas cubran dicho máximo, que no podrá exceder de 20 años. Excepcionalmente, este límite
máximo será: a) De 25 años, cuando el sujeto haya sido condenado por dos o más delitos y alguno de ellos
esté castigado por la ley con pena de prisión de hasta 20 años. b) De 30 años, cuando el sujeto haya sido
condenado por dos o más delitos y alguno de ellos esté castigado por la ley con pena de prisión superior a 20
años. c) De 40 años, cuando el sujeto haya sido condenado por dos o más delitos y, al menos, dos de ellos
estén castigados por la ley con pena de prisión superior a 20 años. d) De 40 años, cuando el sujeto haya sido
condenado por dos o más delitos referentes a organizaciones y grupos terroristas y delitos de terrorismo del
Capítulo VII del Título XXII del
Libro II de este Código y alguno de ellos esté castigado por la ley con pena de prisión superior a 20 años. 2.
La limitación se aplicará aunque las penas se hayan impuesto en distintos procesos si los hechos, por su
conexión o el momento de su comisión, pudieran haberse enjuiciado en uno sólo”.
3114
Ortiz y Arévalo, Las consecuencias jurídicas del delito, p. 337.
3115
Labatut, Derecho penal..., p. 176.
3116
Novoa, Curso de Derecho penal..., p. 226; Couso, “Comentario al artículo 74 del CP chileno”, p. 668.
716
conducir3117. En estos casos, el artículo 74, inciso 2° del Código Penal establece que el
cumplimiento de las penas debe realizarse en orden sucesivo, partiendo por “las más altas
en la escala respectiva”. La regla anterior tiene una excepción establecido en la parte final
del artículo 74 del Código Penal, acorde con la cual, si concurren penas restrictivas de
libertad (confinamiento, extrañamiento, relegación y destierro, comprendidas en las escalas
2 y 3 del| artículo 59 del Código Penal) con penas privativas de libertad (presidio, reclusión
y prisión), las primeras deben cumplirse a continuación de las segundas3118.
Así, por ejemplo, si un sujeto fuere condenado por un delito de homicidio en
concurso real con un delito de estafa, el tribunal debería partir por determinar cuál es la
pena en abstracto determinada por el legislador respecto de cada delito. Luego, respecto de
cada uno de los delitos por separado, tendría que seguir el siguiente procedimiento: a)
Ponderar el grado de desarrollo del delito y la intervención del sujeto; b) Sopesar la posible
concurrencia de circunstancias modificatorias de la responsabilidad penal y, finalmente, c)
Determinar la cuantía exacta de la pena a imponer en cada ilícito, fijando la pena dentro del
marco penal legal al cual hubiere arribado.
Luego, en aplicación del artículo 74 del Código Penal, una vez determinada
judicialmente la pena en ambos delitos, el tribunal procederá a acumular todas las penas y
ordenará su ejecución simultánea cuando ello fuere posible o sucesiva si de ejecutarlas
simultáneamente el cumplimiento de alguna de ellas se hiciere ilusorio.
a. Clasificación
El concurso ideal puede ser de dos tipos.
El concurso ideal homogéneo, consiste en que el sujeto activo a través de la
ejecución de un hecho realiza un mismo tipo penal varias veces3120, de manera que existe
una unidad de hecho y una unidad de precepto que resulta afectado varias veces3121.
3117
Ortiz y Arévalo, Las consecuencias jurídicas del delito, p. 337.
3118
Garrido Montt, Derecho penal..., op, cit., p. 449.
3119
Ortiz y Arévalo, Las consecuencias jurídicas del delito, p. 346.
3120
Mir Puig, Derecho penal..., p. 640.
717
El concurso ideal heterogéneo, consiste en que el agente a través de la ejecución un
hecho realiza dos o más tipos penales diferentes3122, por lo que existe unidad de hecho y
pluralidad de infracciones o valoraciones jurídicas3123.
3121
Couso, “Comentario al artículo 75 del CP”, p. 675.
3122
Couso, “Comentario al artículo 75 del CP”, p. 671.
3123
Del Río, “Los poderes de decisión del juez penal, Editorial Jurídica de Chile, 2009, p. 169.
3124
Del Río, “Los poderes de decisión del juez penal, Editorial Jurídica de Chile, 2009, p. 169.
3125
Couso, “Comentario al artículo 75 del CP”, p. 671.
718
Como señalamos líneas atrás, el concurso ideal heterogéneo, consiste en que el
agente a través de la ejecución un hecho realiza dos o más tipos penales diferentes, por lo
que existe unidad de hecho y pluralidad de infracciones o valoraciones jurídicas.
En esta clase de concurso ideal, la ejecución de la conducta típica realiza las
exigencias de distintos tipos penales, como sucedería, por ejemplo, si A incendia una casa
para dar muerte a B, quien mora en ella.
3126
Luzón Peña, Curso de Derecho penal..., p. 531.
3127
Luzón Peña, Curso de Derecho penal..., p. 531.
3128
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 270.
3129
Corcoy Bidasolo, El delito imprudente..., p. 239.
3130
Bustos Ramírez, Obras completas, Parte Especial, T. III, pp. 91-92.
720
Como se ve, en la especie existe un hecho que da lugar a una pluralidad de valoraciones
jurídicas, consistentes en un delito doloso de lesiones menos graves en concurso ideal con
un delito de lesiones graves gravísimas imprudentes, que debe ser resuelto en conformidad
al artículo 75 del Código Penal, con la pena mayor asignada al delito más grave.
3131
Bacigalupo, DP DP, p. 331.
3132
También aprecian un concurso ideal, resuelto en virtud de lo establecido en el artículo 75 del CP, Politoff,
Grisolía y Bustos, DP chileno, Parte Especial, p. 135; Cury, Derecho penal..., p. 313 y Politoff, Matus, y
Ramírez, Lecciones de DP chileno, DP, p. 267.
721
por consanguinidad o a un hermano consanguíneo, toda vez que habría un hecho
constitutivo de dos delitos distintos: violación (artículo 361) e incesto (375)3133.
Sin embargo, en este caso no hay incesto, sino que violación o estupro, por faltar el
consentimiento libre de alguno de los partícipes, que sería exigencia típica3134.
3133
Matus, “Comentario a los artículos 74 a 78”, en Texto y comentario del Código Penal chileno, p. 400.
3134
Garrido, DP, Parte Especial, T. III, pp. 356-357-357.
3135
Ortiz y Arévalo, Las consecuencias jurídicas del delito, p. 353 y Couso, “Comentario al artículo 75 del
CP”, p. 679.
3136
Couso, “Comentario al artículo 75 del CP”, p. 679; Cury, Derecho penal..., p. 667.
3137
Cury, Derecho penal..., p. 667; Couso, “Comentario al artículo 75 del CP”, p. 679.
3138
Couso, “Comentario al artículo 75 del CP”, p. 679.
722
Por lo tanto, determinado el delito más grave, debe aplicarse la pena en su grado
máximo y, a partir de éste, considerar las circunstancias atenuantes y agravantes que
correspondan3139.
Si las penas de los diversos delitos son de distinta naturaleza, el delito más grave
sigue siendo el que tenga la pena más alta, de las respectivas escalas establecidas por el
Código Penal. Sin embargo, si la más alta es una pena restrictiva de la libertad y el otro
delito está sancionado con una pena privativa de la libertad, pero de menor duración, hay
que decidir el asunto caso a caso3140. Definido el delito más grave, si el delito más grave
tiene una pena única, ésa hace las veces de la más grave, por lo que no procede aumento
alguno de pena. Tratándose de penas que constan de grados de una divisible, la “pena
mayor” es todo el grado respectivo y no su mayor extensión. Así, por ejemplo, si la pena
mayor asignada al delito más grave es la de presidio menor en su grado máximo, el tribunal
podría recorrer todo el grado y, por lo tanto, no está obligado a imponer la pena ni en el
límite superior, correspondiente a cinco años de presidio3141 ni en su mitad superior
(máximum)3142.
Si la regla de absorción agravada del artículo 75 trae como resultado, una pena
mayor que aquella que resultaría de la aplicación de la regla de acumulación material del
artículo 74 del Código Penal, debe aplicarse este último régimen3143.
a. Tratamiento penal
3139
Cury, Derecho penal..., p. 667; Ortiz y Arévalo, Las consecuencias jurídicas del delito, p. 353; Couso,
“Comentario al artículo 75 del CP”, p. 679.
3140
Cury, Derecho penal..., p. 667; Matus, “Comentario a los artículos 74 a 78”, en Texto y comentario del
Código Penal chileno, p. 402; Couso, “Comentario al artículo 75 del CP”, p. 680.
3141
Ortiz y Arévalo, Las consecuencias jurídicas del delito, p. 354 y Couso, “Comentario al artículo 75 del
CP”, pp. 680-681.
3142
Este concepto se desprende de los artículo 67 del CP, pero se refiere a la concurrencia de una sola
atenuante o de una sola agravante respecto de una pena correspondiente a un grado divisible y, por lo tanto,
no dice relación con la regla de absorción agravada del artículo 75 del CP, de manera que no puede
extrapolarse sin infringir la prohibición de analogía en materia penal.
3143
Politoff, Matus y Ramírez, Lecciones de DP, chileno, DP, p. 451; Garrido, Derecho penal..., T. II, op cit.,
p. 450-451.
3144
Mir Puig, Derecho penal..., p. 640.
723
En estos casos, el tratamiento que debe darse no es pacífico en la doctrina. Parte de
la doctrina, señala que debe aplicarse la norma del concurso ideal en esta clase de casos.
Para sostener aquello, se apoyan en el elemento intencional, en los antecedentes de la
legislación comparada, la equidad y el espíritu general de la legislación que exigen aplicar
lo más favorable al reo3145 3146.
Otro sector de la doctrina y la jurisprudencia mayoritaria, sostienen que la regla del
artículo 75 del Código Penal, supone que haya un delito más grave. Ello excluye extenderla
para el caso en que se ha cometido varias veces el mismo delito. Además, se sostiene que
en estos casos, generalmente el bien jurídico afectado es altamente personal, por lo que el
delito se consuma con la lesión de cada bien jurídico individual. Así, por ejemplo, el delito
de homicidio se consuma con la muerte de una persona el delito de lesiones se colma con la
afectación de la salud individual de una persona3147. Se argumenta además, que si la lesión
va dirigida a provocar la muerte de dos o más personas, jurídicamente hay tantas acciones
como finalidades de realizar esos efectos3148. También se señala que cuando un sujeto
realiza una sola acción, que por su potencia o actitud es capaz de producir varios resultados
tipificados penalmente, no se puede sostener la presencia de un solo hecho. En tales casos
habría una pluralidad de hechos, pese a que, por ejemplo, hubo un comportamiento,
consistente en apretar una vez el disparador del arma, porque la potencialidad intrínseca de
ese movimiento y la pluralidad de resultados típicos que le siguen, conducirán a que se
aprecie en el caso, jurídicamente varias conductas3149.
3145
Couso, “Comentario al artículo 75 del CP”, p. 675.
3146
Cury, quien si bien critica la aplicación del precepto a esta clase de casos, concluye que dado el tenor del
precepto en comento, no se puede excluir su aplicación. En tal sentido, Cury afirma: “Así, no se divisa un
argumento satisfactorio para defender un sistema con arreglo al cual se castiga más severamente al que mata a
tres de sus enemigos mediante acciones sucesivas, que a quien hace lo mismo colocando una bomba de gran
poder explosivo en el lugar en que las víctimas se encuentran reunidas. Sin embargo, a mi juicio, los términos
en que está concebido el artículo 75 del CP. no permiten excluir estas situaciones de entre las que regula. De
lege ferenda este defecto podría ser corregido mediante una mayor especificación de los requisitos exigidos al
concurso ideal. Pero es probable también que eso provocara dificultades hermenéuticas y condujera a una
casuística insatisfactoria. Por eso, seguramente lo más apropiado es intentar una modificación racional en el
régimen de punibilidad del concurso en general. Esto habilitaría para suprimir toda distinción entre sus
formas, sin perjuicio de que, si la norma es suficientemente flexible, pueda concederse, a los casos concretos
que así lo requieran, un tratamiento diferenciado” (Cury, Derecho penal..., p. 666).
3147
Garrido, Derecho penal..., p. 453.
3148
Garrido, Derecho penal..., p. 453.
3149
Novoa, Curso de DP chileno, T. II, p. 232.
724
b.2. Preguntas
¿Cuántos hechos concurren?
¿Qué delitos podrían concurrir?
¿Cuántos delitos comete el conductor del bus?
¿Por qué?
Parte de la doctrina sostiene que cuando un sujeto realiza una sola conducta, que por
su potencia o actitud es capaz de producir varios resultados tipificados penalmente, no se
puede sostener la presencia de un hecho, por lo que habría que rechazar la posibilidad de
considerar en esta clase de casos, la concurrencia de un concurso ideal homogéneo, de
manera que habría que castigarlos como casos de concurso real de delitos3150 .
Otro sector de la doctrina nacional, opina que en los delitos imprudentes, la
conducta prohibida consiste en infringir un deber de cuidado y no en causar un resultado,
por lo que habría un único delito imprudente y no un concurso de delitos3151. Otra parte de
la dogmática nacional, si bien coincide en que el disvalor de la conducta en los delitos
imprudentes, es siempre idéntico, propone como excepción aquellos casos en los que para
el autor era previsible que si la conducta producía efectivamente un resultado típico, éste
sólo podía consistir en una lesión múltiple de bienes jurídicos, en los cuales debería
aplicarse un concurso ideal3152 3153.
9. Concurso medial
El artículo 75 del Código Penal dispone en la segunda parte del inciso primero, que:
“La disposición del artículo anterior no es aplicable en el caso de que un solo hecho
constituya dos o más delitos, o cuando uno de ellos sea el medio necesario para cometer el
otro.
En estos casos sólo se impondrá la pena mayor asignada al delito más grave”.
Por lo tanto, el concurso medial es un caso especial de concurso real, porque el
sujeto activo ejecuta varios hechos constitutivos de dos o más delitos, pero al cual el
3150
Novoa, Derecho penal..., T. II, p. 232
3151
Garrido, Derecho penal..., T. II, pp. 227-228; Etcheberry, Derecho penal..., T. I, p. 322
3152
Cury, Derecho penal..., p. 665
3153
Couso cita dos sentencias que siguen este criterio: en SCS Rol N° 4112-2005, de fecha 15 de septiembre
de 2005, la Corte Suprema acogió la postura seguida por Garrido, Etcheberry y Cury, afirmando en un caso de
conducción en estado de ebriedad, en el que dos pasajeros del automóvil impactado, sufrieron lesiones
simplemente graves y lesiones menos, respectivamente, que trataba de un solo hecho imprudente que produjo
un resultado múltiple previsto en el artículo 492 y sancionado en el artículo 490 N° 2, y como la procesada
ejecutó una sola conducta imprudente, la penalidad se rige por la última disposición citada y no el artículo 75
del CP. En el mismo sentido, SCA de Santiago, Rol N° 7025-2006, de fecha 18 de junio de 2008 (Couso,
“Comentario al artículo 75 del CP”, pp. 677-678).
725
legislador le ha asignado un régimen penológico más benigno que el establecido en el
artículo 74 del Código Penal, en virtud de la necesaria relación de medio a fin que debe
existir entre los hechos concurrentes. La propia Ley ratifica que se trata de un caso de
pluralidad de valoraciones jurídicas porque afirma que el concurso en comento debe
castigarse con la pena mayor asignada al delito más grave, de lo que se deduce que los
distintos hechos deben constituir dos o más delitos3154.
La relación de medio a fin se debe juzgar “en concreto”, atendiendo a la conexión
ideológica entre los delitos, de acuerdo con el plan del autor., Así, por ejemplo, existe
concurso ideal de delitos entre un delito de estafa de más de 400 UTM, castigada en el
artículo 467, inciso final, del Código Penal y los delitos utilizados como medio para
cometerla, en particular la falsificación de documento público, castigada en el artículo 193
del Código Penal y de falsificación de sellos y timbres de una autoridad, sancionada en el
artículo 185 del mismo cuerpo legal. Al respecto hay que considerar que en la estafa el bien
penalmente tutelado es el patrimonio y, en cambio, en el delito de falsificación de
documento público y en la fasificación de sellos y timbres de autoridad, el bien jurídico
penalmente tutelado es, según la doctrina mayoritaria, la fe pública. Tratándose de varios
hechos constitutivos a su vez, de varios delitos, siendo los dos últimos los medios para
cometer el primero y siendo tan disimiles ambos bienes jurídicos en juego, debemos
afirmar la existencia de un concurso medial de delitos y no un concurso aparente de leyes
penales resuelto por consunción.
a. Tratamiento penal
El concurso medial recibe el mismo tratamiento privilegiado que el concurso ideal,
es decir un régimen de absorción agravada, consistente en imponer la pena mayor asignada
al delito más grave en la forma vista más arriba a propósito del concurso ideal.
CAPÍTULO IX
UNIDAD Y PLURALIDAD DE DELITOS
“Pluralidad de delitos”
1. Objetivos
3154
Ortiz y Arévalo, Las consecuencias jurídicas del delito, p. 342.
726
2. Casos de introducción
“En fechas no precisadas, entre los meses de enero a abril del año 2010, en el
interior del domicilio ubicado en calle Grumete Pantaleón Cortés Nº 2040, comuna de
Independencia, el acusado Manuel, realizó tocaciones en la zona genital y glúteos, en
diversas ocasiones en contra de su hija de iniciales A.D.H.O. de 9 años de edad, además
de obligarla a tomarle el pene. Además, el acusado introdujo su pene en la vagina de la
menor en reiteradas ocasiones”.
Preguntas
¿Cuántos hechos concurren?
¿Qué delitos concurren?
¿Cuál es el bien jurídico penalmente tutelado en estos delitos?
¿Qué normas resultan aplicables?
3. Introducción
727
titulares, en un mismo contexto espacio-temporal.
728
por la Ley penal (regla del Art. 451 del Cp.)
Reglas especiales
729
estimarse como un sólo delito), NO tienen la misma pena, en concreto, de modo que NO
podrían quedar sujetos a la regla del inc. 1° del mismo precepto.
Luego el aumento de grados debe hacerse a partir de la pena correspondiente al
delito que concretamente determinada (aplicando las circunstancias del caso), resultare
mayor, debiendo aumentarse dicha pena en uno o dos grados, según fuere el número de los
delitos.
La regla es aplicable aun cuando en el universo total de “las diversas infracciones”
cometidas y por juzgarse, sólo algunas sean de la misma especie y otras no
La expresión las “diversas infracciones” puede aplicarse el art. 351 del Cpp. a las
conductas que correspondan a delitos de la misma especie y luego acumularlos conforme al
Art. 74, con las penas correspondientes a los delitos que no sean de la misma especie.
Inc. 3° del mismo art. 351
Si de la aplicación de la acumulación material de penas (art. 74 del Cp.) resulta
una pena inferior, a la que resulte de aplicar el art. 351 del CPP, debe aplicarse el art. 74
del Cp.
Esta contraexcepción es imperativa para el tribunal, y NO facultativa como sugiere
la expresión “podrá”
Lo anterior porque el art. 351 del Cpp., contempla un régimen de acumulación
jurídica que pretende evitar penas desproporcionadas (Principio de humanidad de las
penas).
730
731
CAPÍTULO X
CIRCUNSTANCIAS MODIFICATORIAS DE LA RESPONSABILIDAD PENAL.
“Circunstancias modificatorias en general.”
1. Objetivos
• Comprender el concepto de circunstancias modificatorias y sus características
generales.
• Distinguir clasificación de las circunstancias modificatorias según diversos criterios y
su importancia.
• Precisar el concepto, características y clasificación de las circunstancias atenuantes y
agravantes en específico, además de su tratamiento en el Código Penal chileno.
2. Caso de introducción 1
Pedro es detenido por la policía portando especies sustraídas desde el domicilio
ubicado en calle Las Rozas N° 2015, luego de que al sentir ruido en la casa del vecino, Juan
llamara al teléfono del plan cuadrante. Al inicio del juicio, Pedro renuncia a su derecho a
guardar silencio y en su declaración reconoce que “tocó el timbre en el domicilio afectado
por el robo y como no había nadie, saltó el portón porque la puerta estaba con llave e
ingresó a la casa habitación por una ventana corredera de un dormitorio, la cual forzó con
un destornillador y sustrajo desde el interior unas joyas de plata que estaban en un velador,
vio un casco de moto y lo dejó en la orilla del portón, se puso las joyas en el bolsillo y
empezó a salir. Justo en ese momento venía un radio patrulla de Carabineros, por lo que
cerró el portón y volvió a ingresar, escalando por los techos para arrancar. Sin embargo,
carabineros lo detuvo en una calle cercana al lugar del robo”.
a. Preguntas.
732
- ¿Existirían circunstancias que podrían atenuar la responsabilidad de Pedro?
- ¿Por qué?
- ¿Cuáles serían?
3. Introducción.
Nuestro Código Penal contempla ciertas circunstancias bajo las cuales los delitos
pueden agravar o disminuir su pena, con arreglo a ciertas reglas previamente establecidas.
Estas circunstancias que modifican la responsabilidad penal, se encuentran reguladas en su
mayoría, en el artículo 11 (circunstancias atenuantes), artículo 12 (circunstancias
agravantes) y artículo 13 (circunstancia mixta, que puede disminuir o agravar la pena,
según sea el caso).
Estas circunstancias son accidentales al delito, ya que de ellas no depende el ser del
delito, sino sólo su gravedad.3155 Su concurrencia no es necesaria para la presencia de un
delito, pues sólo se limitan a “circundarlo”, por lo que su importancia radica en su facultad
para modificar su gravedad.
En los hechos, existen circunstancias realmente accidentales, en el sentido de que no
determinan el ser del delito, pero tienen un carácter "sustancial" en cuanto alteran la forma
de algunos de sus elementos, como la antijuridicidad o la culpabilidad. 3156
Sin embargo, existen algunas circunstancias modificatorias que son ajenas a la
naturaleza y estructura del delito, cuya finalidad descansa en consideraciones político
criminales, como también otras referidas al estado personal del autor. Estas últimas, si bien
no afectan en la determinación de la concurrencia del delito, sí actúan sobre su forma de
realización, por lo que muchas veces tienen bastante injerencia en ellos.3157
Nuestra legislación penal señala el tratamiento de estas circunstancias en los
artículos 62 y siguientes del C. P., especificando cómo deben ser consideradas por el juez
en el caso concreto, cada una de ellas.
a. Naturaleza jurídica.
Respecto a su naturaleza, suele afirmarse que son accidentales al delito y que no
alteran su esencia, sino que sólo lo “circundan”. Existen, sin embargo, diversos tipos de
circunstancias modificatorias, teniendo cada una de ellas distintas razones de ser. Así, es
3155
Mir Puig, Derecho penal..., p. 602.
3156
Cury, Derecho penal..., p. 471.
3157
Cury, Derecho penal..., p. 471.
3158
Cury, Derecho penal..., pp. 471-472.
733
posible identificar dentro de nuestro sistema penal, circunstancias modificatorias de la
responsabilidad penal que efectivamente “circundan” el delito, basadas en consideraciones
político criminales; por otro lado, existen circunstancias modificatorias que si bien no
corresponden a la esencia del hecho punible, sí pueden alterar de forma sustancial la forma
de alguno de los elementos que componen el delito.
En consideración a lo expuesto, existen doctrinas que prefieren incluir estas
circunstancias dentro del estudio de la teoría de la pena, como la alemana, u otras, como la
española, que prefieren hacerlo dentro de la teoría del delito. Sin embargo, la mayoría de
las circunstancias modificatorias de la responsabilidad se basan en una mezcla de
consideraciones, siendo realmente complejo demarcarlas dentro de una sola naturaleza.
a.1. Atenuantes: Son aquellas cuya concurrencia determina la imposición de una pena más
benigna.
a.2. Agravantes: Son aquellas que al concurrir provocan que el hecho sea castigado más
severamente.
a.3. Mixtas: Son aquellas que si bien en algunos casos permitirán aumentar la pena, en
otros ocasionarán un tratamiento más favorable.
b.1. Genéricas: Aquellas que operan respecto de cualquier delito o de la mayoría de ellos.
Se encuentran reguladas en los artículos 11 y 12 C. P.
b.2. Específicas: Tienen aplicación sólo respecto de determinados delitos, señalados
expresamente. Están dispersas a lo largo de la ley, en la parte especial del Código Penal. Un
ejemplo es el artículo 456 bis que regula circunstancias agravantes específicas para los
delito de robo y hurto.
c. Según su fundamento.
734
c.1. Aquellas que persiguen fines político criminales: Existen varias atenuantes con este
fundamento, principalmente aquéllas referidas a la conducta posterior del sujeto, donde el
legislador p
c.2. Aquellas relativas a la personalidad del autor: Nuestro código penal sólo tiene una
de ellas, la irreprochable conducta anterior. Esta atenuante busca valorar la abstención de
conductas antisociales en el sujeto.
c.3. Aquellas que afectan a la antijuridicidad o culpabilidad del hecho: Se refiere a
aquellas circunstancias que en el caso concreto podrían presentar una exigibilidad
disminuida.
6. Circunstancias atenuantes.
Concepto.
Las circunstancias atenuantes, son aquellas que modifican la responsabilidad penal
del sujeto, cuya concurrencia determina la imposición de una pena más benigna3159.
3159
Cury, Derecho penal..., p. 472.
735
aceptándose la atenuante analógica, como ocurre en España. A diferencia de Chile, el
Código Penal Español entrega la posibilidad al juez de aplicar la analogía, al señalar en su
artículo 21 n° 7 que “Son circunstancias atenuantes: cualquier otra circunstancia de análoga
significación que las anteriores”.3161
El artículo 11 C.P. enumera las atenuantes genéricas, las cuales según su
fundamento se pueden dividir en eximentes incompletas, atenuantes relacionadas con los
móviles del sujeto activo, aquellas con fundamento en la personalidad del agente y
atenuantes vinculadas con el comportamiento posterior del delincuente. 3162
El tratamiento que da el Código Penal chileno a las atenuantes se encuentra
regulado genéricamente en los artículos 62 y siguientes, sin perjuicio de casos
excepcionales referidos a las eximentes incompletas, regulado en los artículos 71, 72 y 73
del mismo código.
3160
Cury, Derecho penal..., p. 475.
3161
Mir Puig, Derecho penal..., p. 612.
3162
Garrido Montt, Derecho penal..., p. 148.
3163
Cury, Derecho penal..., p. 476.
3164
Mera Figueroa, “Comentario del artículo 11° del CP, en Couso y Hernández (Dir.), Código Penal
Comentado, p. 283,
3165
Cury, Derecho penal..., p. 477; Garrido Montt, Derecho penal..., p. 186.
736
la legítima defensa, en donde es imperativa la existencia de una agresión ilegítima. Cury
señala que este requisito del “elemento básico” debe estar presente ex-ante en la
representación del sujeto activo, aun cuando ex-post se acredite que dicha agresión, si
seguimos el ejemplo de la legítima defensa, no era ilegítima.3166
Es importante mencionar que las eximentes incompletas se aplican tanto a delitos
dolosos como también a delitos culposos.3167
Respecto al efecto atenuatorio de estas circunstancias, es importante señalar que si
bien están bajo la regulación genérica de toda atenuante (arts. 62 y ss. C.P.), las eximentes
incompletas podrían regirse en forma excepcional por lo señalado en los artículos 71, 72 y
73 del Código Penal, los cuales estipulan tratos más benignos para el imputado en caso de
estar frente a alguna de estas circunstancias.
De esta forma, el artículo 73 C.P. señala que la aplicación de estas atenuantes
dependerá cuántos de los requisitos que la eximente exige, fueron cumplidos, de manera
que mientras concurra un mayor número de requisitos, el tribunal aplicará la pena menor en
uno, dos o tres grados al mínimo de los señalados por la ley3168. La rebaja es por tanto,
imperativa, mientras la determinación de la magnitud, facultativa; es decir, el tribunal debe
disminuir la pena siempre que se cumpla con la mayoría de los requisitos exigidos por la
eximente, pero podrá hacerlo en uno, dos o tres grados, teniendo en consideración la
entidad y cantidad de ellos.3169
Por su gran efecto atenuador en relación con las otras atenuantes, se dice que esta
atenuante es privilegiada.3170
Cuando si bien existen requisitos de la eximente que fueron cumplidos, pero ellos
no alcanzan para eximir de responsabilidad al agente, ni tampoco responden a la mayoría
de ellos (es decir, no es posible aplicar el artículo 73 C.P.), se aplica la regulación general
para las atenuantes (arts. 62 y ss. C.P.).3171
Finalmente, cabe hacer mención a que existe discrepancia en nuestra doctrina
respecto a la aplicación de esta atenuante en los casos de privación parcial de razón causada
por embriaguez, ya que, mientras en el Código Penal Español existe un numeral
especialmente destinado a estos casos3172 (art. 21 n° 2), en Chile nada se dice al respecto.
Al no existir en nuestro país un pronunciamiento de la ley sobre el tema, las opiniones entre
los autores son disimiles, aun cuando, en la práctica, en la mayoría de los casos la atenuante
no se aplica.3173
3166
Cury, Derecho penal..., p. 478; Mera Figueroa, “Comentario del artículo 11° del CP, en Couso y
Hernández (Dir.), Código Penal Comentado, p. 284.
3167
Garrido Montt, Derecho penal..., p. 187
3168
Cury, Derecho penal..., p.478.
3169
Cury, Derecho penal..., p. 478; Mera Figueroa, “Comentario del artículo 11° del CP, en Couso y
Hernández (Dir.), Código Penal Comentado, p. 286
3170
Cury, Derecho penal..., p. 478.
3171
Cury, Derecho penal..., p. 478; Mera Figueroa, “Comentario del artículo 11° del CP, en Couso y
Hernández (Dir.), Código Penal Comentado, p. 286
3172
Mir Puig, Derecho penal..., p. 608., citando al C.P.E.
3173
Mera Figueroa, “Comentario del artículo 11° del CP, en Couso y Hernández (Dir.), Código Penal
Comentado, p. 284.
737
Son atenuantes de este tipo, aquellas que encontramos mencionadas en el artículo 11
n° 3, 4, 5 y 10 del Código Penal. En estas circunstancias, el fundamento para atenuar la
responsabilidad del sujeto se encuentra en el móvil que induce al sujeto a delinquir.
Los tres primeros numerales de este tipo de atenuantes son las también conocidas
como atenuantes pasionales o emocionales, donde si concurren los requisitos exigidos, la
ley supone que el sujeto ha actuado motivado por una conmoción anímica, aun cuando sólo
en uno de los casos (art. 11 n°5 C. P.) sea una exigencia legal a demostrar dicha
conmoción3174.
Según señala Cury, en estas situaciones “la ley concede una atenuación a quien ha
obrado en circunstancias que, normalmente, provocan una perturbación anímica más o
menos profunda –y, por eso, una formación de la voluntad anómala- o al que lo ha hecho
efectivamente alterado de manera significativa por cualquier causa capaz de ocasionar ese
estado”3175. Se entiende entonces que por esa razón la ley contiene en los numerales 3 y 4
del artículo 11 una especie de presunción de exigibilidad disminuida que actúa en beneficio
del reo.
La doctrina está conteste en que estas atenuantes pasionales son incompatibles entre
sí, es decir, un hecho jamás podrá servir de fundamento a más de una de ellas, toda vez que
ello implicaría violar el principio del non bis in ídem.3176
De igual forma, entre los diversos autores existe consenso al señalar que este tipo de
atenuantes podría suscitarse en casos de delitos culposos3177, pues nada impide que en un
actuar motivado por alguna de las “emociones” aquí numeradas, pueda darse un resultado
en el que no medió el dolo del autor, sino la culpa.
3174
Mera Figueroa, “Comentario del artículo 11° del CP, en Couso y Hernández (Dir.), Código Penal
Comentado, p. 287-288.
3175
Cury, Derecho penal..., p. 480.
3176
Cury, Derecho penal..., p. 481; Garrido Montt, Derecho penal..., p. 148; Mera Figueroa, “Comentario del
artículo 11° del CP, en Couso y Hernández (Dir.), Código Penal Comentado, p. 288.
3177
Cury, Derecho penal..., p. 481; Garrido Montt, Derecho penal..., p. 148; Mera Figueroa, “Comentario del
artículo 11° del CP, en Couso y Hernández (Dir.), Código Penal Comentado, p. 288.
3178
Cury, Derecho penal..., p. 481.
3179
Garrido Montt, citando a Novoa, en Derecho penal..., p. 189.
3180
Cury, Derecho penal..., p. 481.
738
punible, podría asimilarse de mejor forma con la atenuante del artículo 11 n°5 (la de obrar
por estímulos tan poderosos que naturalmente hayan producido arrebato u obcecación),
probando eso sí la perturbación alegada.3181
Respecto a la “amenaza” recibida por el autor del delito, se entiende que es “la
advertencia que se hará víctima de un daño al autor o a un tercero con que se encuentre
vinculado”3182. No se requiere que estas amenazas sean graves o reales, sino que se exige
que sean racional y objetivamente proporcionales al delito –conforme al hombre medio- y
que el autor crea seriamente que puede ser víctima de ellas.3183
Si bien la provocación o amenaza pueden ser hechas tanto al autor del delito como a
personas vinculadas a él, la ley exige que la víctima del delito sea la misma persona que
realizó la amenaza o provocación.3184
Respecto a los delitos sexuales esta atenuante resulta de difícil aplicación. No sería
factible señalar que se violó o abusó sexualmente de alguien porque hubo provocación por
parte de la víctima. Se entiende que las relaciones sexuales llevan consigo un juego
amoroso de seducción e incitación, pero muy distinto es atribuir a ello el carácter de
provocación que induzca al sujeto a cometer un ilícito de carácter sexual. Sin embargo,
según el profesor Cury3185 existirían situaciones en donde esta atenuante sí podría ser
considerada en estos delitos, y sería en aquellos casos en que “la persona ofendida ha
buscado en forma deliberada
estimular sexualmente al autor más allá de límites razonables, sea con el propósito de
hacerlo sufrir, de satisfacer sus propios deseos de autocomplacencia o por cualquier otra
causa”. Ello, porque el Derecho penal no puede actuar por sobre la naturaleza humana y ha
de comprender que existen situaciones extremas en que el hombre –motivado por la
situación ya descrita- podría llegar a actuar irracionalmente, debiéndose concebir una
atenuante.
3181
Cury, Derecho penal..., p. 482; Mera Figueroa, “Comentario del artículo 11° del CP, en Couso y
Hernández (Dir.), Código Penal Comentado, p. 289-290.
3182
Mera Figueroa, “Comentario del artículo 11° del CP, en Couso y Hernández (Dir.), Código Penal
Comentado, p.288.
3183
Cury, Derecho penal..., p. 483; Garrido Montt, en Derecho penal..., p.189.
3184
Cury, Derecho penal..., p. 483.
3185
Cury, Derecho penal..., p. 483.
3186
Cury, Derecho penal..., p. 484; Mera Figueroa, “Comentario del artículo 11° del CP, en Couso y
Hernández (Dir.), Código Penal Comentado, p. 291.
739
Lo que el sujeto pretende vengar es una ofensa, entendida en sentido amplio, es
decir, no sólo la injuria, sino también cualquier daño o mal que se infiera a otro. En este
sentido, podría encontrarse inmensa similitud con la legítima defensa, teniendo como única
diferencia el hecho de que este actuar es posterior a la ofensa, no siendo usado para
repelerla, sino para vengarla.3187
El numeral señala que esta ofensa debe ser grave, es decir, revestir de cierta
magnitud, trascendencia, lo cual será apreciado por el juez mediante un criterio objetivo.
Gravedad no es lo mismo que proporcionalidad, por lo que el autor del delito podría actuar
completamente desproporcionadamente ante una ofensa grave, y sin embargo, la ley le
concederá de igual forma la atenuante.3188
Este es un caso de exigibilidad disminuida de la conducta, y por lo mismo, la norma
no exige que la ofensa sea real, sino que basta que el sujeto víctima de ella se la haya
representado como verosímil.3189
Tal como claramente señala la norma, la ofensa debe haber sido dirigida contra el
autor del delito o contra alguna de las personas que enumera el artículo.
En cuanto al espacio temporal entre la ofensa y la vindicación, el numeral prescribe
que debe existir proximidad, cercanía cronológica, pero no la inmediatez que exigía la
circunstancia atenuante anterior. 3190
En nuestro país la doctrina mayoritaria señala que la ofensa debe proceder de la
misma persona sobre la cual recae la acción3191, sin perjuicio de que existen autores que
discrepan con esta postura, señalando que la venganza podría perfectamente provenir de un
tercero.3192
El número 5 del artículo 11 del C.P. señala como circunstancia atenuante “la de
obrar por estímulos tan poderosos que naturalmente hayan producido arrebato u
obcecación.”
De las tres atenuantes emocionales (pasionales), ésta es la única que exige la
existencia real de una perturbación anímica en el sujeto.3193 En este caso, a diferencia de las
atenuantes anteriores, no importa la causa sino el resultado producido en el ánimo del
sujeto, lo cual deberá probarse en juicio.3194
Se entiende el “arrebato” como la perturbación intensa en la capacidad de
autocontrol de la persona. Por otro lado, la “obcecación” es una alteración de las facultades
3187
Cury, Derecho penal..., p. 484; Mera Figueroa, “Comentario del artículo 11° del CP, en Couso y
Hernández (Dir.), Código Penal Comentado, p. 291; Garrido Montt, en Derecho penal..., p. 190.
3188
Mera Figueroa, “Comentario del artículo 11° del CP, en Couso y Hernández (Dir.), Código Penal
Comentado, p. 292.
3189
Cury, Derecho penal..., p. 485.
3190
Cury, Derecho penal..., p. 485.
3191
Garrido Montt, en Derecho penal..., p. 191.
3192
Cury, Derecho penal..., p. 485; Mera Figueroa, “Comentario del artículo 11° del CP, en Couso y
Hernández (Dir.), Código Penal Comentado, p.292.
3193
Cury, Derecho penal..., p. 486.
3194
Cury, Derecho penal..., p. 486, Mera Figueroa, “Comentario del artículo 11° del CP, en Couso y
Hernández (Dir.), Código Penal Comentado, p. 292.
740
racionales que impiden una adecuada dirección de la conducta conforme a sentido.3195
Conforme a lo anterior, es posible divisar que ambos significados son diferentes, pudiendo
estar presente uno u otro en el sujeto, llegando en algunas situaciones incluso a ser
antagónicos.3196 Por lo mismo es que la doctrina mayoritaria estima que a pesar de que el
numeral señala la conjunción “y” entre arrebato y obcecación, la ley exigiría uno u otro.
Sumado a lo anterior, existe el antecedente del C. P. Español que cambió la conjunción “y”
por “o” y actualmente así se encuentra en el art. 21 n° 3 del texto legal ibérico.3197
Respecto al tipo de estímulo que precede la conducta, en primer lugar es importante
señalar que pueden ser tanto internos (como una crisis psicológica) como externos3198. En
relación a la licitud o ilicitud de ellos, la posición dominante estima que puede ser de
cualquier clase, sin que sea exigible que sea “lícito” o moralmente aceptable. El ejemplo
clásico mencionado por la doctrina, es el del sujeto que obra por un ataque de celos al ver a
su amante con un tercero; en este caso, si cometiera un delito, arrebatado u obcecado por la
situación, cabría aplicar la atenuante, aun cuando podría señalarse que el estímulo que lo
motivó era moralmente reprochable.3199
La norma exige que el estímulo sea “poderoso”, de tal índole que “naturalmente”
cause arrebato u obcecación considerando el baremo del hombre medio; es decir, estímulos
que comúnmente provocarían en el común de las personas estos estados.3200 Nuevamente
no se exige la realidad del estímulo, pudiendo tener la apariencia de verdad para el sujeto
que actúa, conforme al hombre medio.3201
La Ley no reguló una exigencia de tiempo en esta atenuante, lo importante es que el
estado de arrebato u obcecación perdure al momento de realizar el delito.3202
Es importante señalar que el arrebato u obcecación podrían adquirir la calidad de un
impulso irresistible, caso en el cual podría configurarse la eximente de responsabilidad de
privación total y transitoria de la razón o la de obrar violentado por una fuerza moral
irresistible, pero siempre y cuando se cumplan con los requisitos de la eximente. De no ser
así, se trataría de una eximente incompleta, pero primaría por especialidad la atenuante que
estamos analizando (Art. 11 n°5). En cualquier caso, siempre se aplicaría sólo una
atenuante y no dos, porque versan sobre el mismo hecho.3203
3195
Cury, Derecho penal..., p. 486.
3196
Cury, Derecho penal..., p. 486 ; Mera Figueroa, “Comentario del artículo 11° del CP, en Couso y
Hernández (Dir.), Código Penal Comentado, p. 292.
3197
Garrido Montt, en Derecho penal..., p. 193; Mera Figueroa, “Comentario del artículo 11° del CP, en
Couso y Hernández (Dir.), Código Penal Comentado, p. 293.
3198
Mera Figueroa, “Comentario del artículo 11° del CP, en Couso y Hernández (Dir.), Código Penal
Comentado, p. 294; Garrido Montt, en Derecho penal..., p. 191-192.
3199
Cury, Derecho penal..., p. 487; Mera Figueroa, “Comentario del artículo 11° del CP, en Couso y
Hernández (Dir.), Código Penal Comentado, p. 293.
3200
Cury, Derecho penal..., p. 487; Mera Figueroa, “Comentario del artículo 11° del CP, en Couso y
Hernández (Dir.), Código Penal Comentado, p.293.
3201
Cury, Derecho penal..., p. 488; Mera Figueroa, “Comentario del artículo 11° del CP, en Couso y
Hernández (Dir.), Código Penal Comentado, p.293.
3202
Cury, Derecho penal..., p. 488; Mera Figueroa, “Comentario del artículo 11° del CP, en Couso y
Hernández (Dir.), Código Penal Comentado, p.294.
3203
Mera Figueroa, “Comentario del artículo 11° del CP, en Couso y Hernández (Dir.), Código Penal
Comentado, p.294-295.
741
La última de este tipo de atenuantes fundada en los móviles del agente es aquella
referida a que la motivación del delincuente fue “haber obrado por celo de la justicia.”, lo
que para el legislador resulta valioso. Esta atenuante es una innovación de nuestro
legislador, no estando presente en ninguno de los códigos que inspiraron el Código Penal
Chileno.3204
La hipótesis de este tipo de atenuantes apunta a que un sujeto, por amor a la justicia,
se excede en su persecución, lesionando otros bienes jurídicos.3205 La norma no le exige al
sujeto actuar con alguna alteración psíquica, concurriendo la atenuante aun cuando el sujeto
obre fría o serenamente3206.
Existen autores que consideran que esta atenuante aplicaría sólo respecto de
aquellos funcionarios que detentan un cargo público o ejercen funciones relacionadas con la
administración de justicia y que se excedieron en ellas. Sin embargo, la doctrina
absolutamente dominante, como también jurisprudencia de la Corte de Apelaciones, ha
considerado que esta atenuante es aplicable tanto a funcionarios de la administración de
justicia como a todos los particulares.3207 Ello, porque actualmente la norma no señala este
requisito, a pesar de que así fue en un principio.3208
En relación al sentido y alcance de la palabra “justicia”, existe consenso mayoritario
en que ésta se entiende en un sentido amplio, es decir, apunta a lo justo3209, a actuar
motivado por una razón justa3210. De la opinión minoritaria es Etcheberry, quien considera
que la expresión “justicia” se refiere en este artículo exclusivamente a la aplicación de la
ley, opinión no compartida por nosotros.3211
3204
Cury, Derecho penal..., p. 488; Mera Figueroa, “Comentario del artículo 11° del CP, en Couso y
Hernández (Dir.), Código Penal Comentado, p. 306.
3205
Cury, Derecho penal..., p. 488.
3206
Cury, Derecho penal..., p. 488; Mera Figueroa, “Comentario del artículo 11° del CP, en Couso y
Hernández (Dir.), Código Penal Comentado, p. 307.
3207
Mera Figueroa, “Comentario del artículo 11° del CP, en Couso y Hernández (Dir.), Código Penal
Comentado, p. 307.
3208
Cury, Derecho penal..., p. 488-489.
3209
Cury, Derecho penal..., p. 489.
3210
Garrido Montt, en Derecho penal..., p. 193.
3211
Mera Figueroa, “Comentario del artículo 11° del CP, en Couso y Hernández (Dir.), Código Penal
Comentado, p. 307.
742
Nuestro Código penal, influenciado por el Código austríaco de 18033212, incorpora
la circunstancia atenuante de responsabilidad penal “si la conducta anterior del delincuente
ha sido irreprochable.”
Esta atenuante, para concurrir, exige una conducta anterior exenta de tacha, es decir,
no requiere acreditar que el sujeto ha tenido una vida virtuosa, sino solamente que el autor
se hubiere abstenido siempre de actuar mal.3213
Según Cury, la conducta intachable del sujeto anterior al delito, haría presumir la
existencia de un tipo de exigibilidad disminuida, toda vez que si siempre actuó conforme a
derecho, si lo quebrantó, lo hizo “en circunstancias extraordinarias que conmovieron su
capacidad para autodeterminarse.”3214 En este mismo sentido, Garrido Montt señala que un
comportamiento anterior sin infracciones permite inferir que el sujeto respeta la normativa
jurídico – penal, supuesto que evidentemente corresponde valorar.3215
La norma es bastante breve y deja espacio a la discrecionalidad del tribunal, el cual
deberá valorar la situación prudencialmente, acorde con las circunstancias concretas.3216
Así, los diversos autores entienden de manera distinta la irreprochabilidad: mientras Novoa
considera que la norma apunta a un comportamiento ejemplar en el respeto de la ley y la
moral, social y personal; la mayoría de los autores consideran que la norma se refiere a un
comportamiento intachable de respeto a la ley y a los requerimientos éticos con alcance
social.3217 Resulta importante juzgar con un criterio relativo a las circunstancias particulares
del sujeto3218 (no será lo mismo el joven disipador que al quedarse sin dinero realiza una
estafa, que el hombre mayor de bajos recursos que toda la vida ha trabajado honradamente
y en un momento de necesidad roba a su patrón)3219, toda vez que existe consenso en que lo
importante de esta atenuante es la perseverancia del delincuente para resistir a toda
tendencia criminal.3220
Generalmente se considera que se cumple con el requisito de irreprochabilidad
cuando la persona no tiene condenas anteriores, pero en los casos en que sí existan, podría
considerarse de igual forma la concurrencia de la atenuante cuando las sanciones han sido
por faltas o por cuasidelitos3221, casos que no denotan una tendencia a la actitud antisocial.
Según la sentencia de la Corte Suprema de 12 de noviembre de 2002, Rol 4216-2001, para
la concurrencia de la atenuante bastaría un extracto de filiación exento de constancias
condenatorias.3222
3212
Cury, Derecho penal..., p. 489; Mera Figueroa, “Comentario del artículo 11° del CP, en Couso y
Hernández (Dir.), Código Penal Comentado, p. 295; Garrido Montt, en Derecho penal..., p. 195.
3213
Cury, Derecho penal..., p. 491.
3214
Cury, Derecho penal..., p. 490.
3215
Garrido Montt, en Derecho penal..., p. 195.
3216
Garrido Montt, en Derecho penal..., p. 196.
3217
Cury, Derecho penal..., p. 491.
3218
Cury, Derecho penal..., p. 490; Mera Figueroa, “Comentario del artículo 11° del CP, en Couso y
Hernández (Dir.), Código Penal Comentado, p. 297.
3219
Cury, Derecho penal..., p. 492.
3220
Cury, Derecho penal..., p. 492.
3221
Cury, Derecho penal..., p. 490.
3222
Mera Figueroa, “Comentario del artículo 11° del CP, en Couso y Hernández (Dir.), Código Penal
Comentado, p. 297.
743
En relación al sentido de la expresión “anterioridad” dependerá del criterio del juez
qué entiende por ella, ya que al menos en la doctrina el tema no es tan pacífico. Existen
autores como Novoa, que entienden que esta expresión abarca toda la vida del sujeto3223,
sin perjuicio que la mayoría de la doctrina tiende a considerar que dentro de la
“anterioridad” no se encontrarían delitos cometidos en la adolescencia o juventud del
delincuente, entendiendo que esta es una etapa de cierta efervescencia, donde el entusiasmo
de la edad puede llevarlos a cometer errores que de no reiterarse en el tiempo no denotan
una actitud antisocial.3224
744
otro. Asimismo, tampoco es una exigencia para la concurrencia de esta atenuante que ella
sea espontánea, es decir, que surja del propio sujeto, pudiendo perfectamente ser
aconsejada por un tercero, siendo muy frecuente que lo haga su mismo abogado
defensor.3230 Sí será necesario que el actuar del sujeto sea voluntario, que provenga de una
decisión libre.3231
Será irrelevante el momento en que lleve a cabo la conducta, siempre que aún se
pueda cumplir con la finalidad perseguida por la norma. Por ello, a pesar de que algunos
autores lo discuten, podrá aplicarse esta atenuante aun cuando el sujeto haya llevado a cabo
la conducta descrita con posterioridad al inicio de su persecución penal y aun hasta la
dictación de la sentencia de término.3232
Esta atenuante exige la reparación “celosa” del mal causado. Con esta expresión, el
legislador pone énfasis en que el autor del delito debe realizar un esfuerzo personal
considerable, con el cual realmente, de acuerdo a su condición, demuestre intenciones
serias de reparar el daño, aun cuando el resultado no sea exactamente el perseguido.3233
Esta reparación puede ser de diversas formas, dependiendo del daño que se causó; de esta
forma, podría intentarse una reparación material, proporcionando un trabajo, medios de
curación, etc.3234
Esta atenuante es de aplicación general, no concurriendo en ciertas clases de delitos
expresamente exceptuados como los contemplados en la Ley de Tráfico de estupefacientes
(Ley 20.000) y en el delito de robo con violencia e intimidación en las personas (artículo
456 bis C. P.). La jurisprudencia, asimismo, ha considerado que esta atenuante no aplicaría
para el caso de los delitos de peligro como el porte de arma blanca.3235
Finalmente, es importante señalar que esta atenuante debe relacionarse con las
salidas alternativas contempladas en el Código Procesal Penal, y en especial con los
acuerdos reparatorios que proceden en los delitos culposos, en las lesiones menos graves y
en aquellos que afecten a bienes jurídicos disponibles de carácter patrimonial. En estos
delitos esta atenuante resulta fundamental puesto que en tal caso, su efecto será aún mayor
que el intrínseco a ella, ya que permitirá decretar el sobreseimiento definitivo en la causa y
con ello la extinción de la responsabilidad penal del sujeto.3236
3230
Mera Figueroa, “Comentario del artículo 11° del CP, en Couso y Hernández (Dir.), Código Penal
Comentado, p. 299.
3231
Garrido Montt, en Derecho penal..., p. 198.
3232
Garrido Montt, en Derecho penal..., p. 198; Mera Figueroa, “Comentario del artículo 11° del CP, en
Couso y Hernández (Dir.), Código Penal Comentado, p. 299.
3233
Cury, Derecho penal..., p. 494; Mera Figueroa, “Comentario del artículo 11° del CP, en Couso y
Hernández (Dir.), Código Penal Comentado, p. 301; Garrido Montt, en Derecho penal..., p. 198.
3234
Mera Figueroa, “Comentario del artículo 11° del CP, en Couso y Hernández (Dir.), Código Penal
Comentado, p. 301.
3235
Mera Figueroa, “Comentario del artículo 11° del CP, en Couso y Hernández (Dir.), Código Penal
Comentado, p. 300.
3236
Mera Figueroa, “Comentario del artículo 11° del CP, en Couso y Hernández (Dir.), Código Penal
Comentado, p. 303.
745
El artículo 11 n° 8 señala que será circunstancia atenuante “si pudiendo eludir la acción
de justicia por medio de la fuga u ocultándose, se ha denunciado y confesado el delito”.
Resulta evidente advertir que esta atenuante tiene un fundamento utilitario, premiando al
delincuente porque su conducta beneficia la acción de la justicia.
Esta atenuante se basa en la hipótesis de que el sujeto, luego de haber cometido un
delito, podría haber eludido la acción de la justicia, y sin embargo no lo hace y se denuncia.
El numeral señala “pudiendo eludir”, por lo tanto, no es necesario que la haya eludido,
basta que en las circunstancias concretas haya tenido la posibilidad de hacerlo y no lo haya
hecho.3237
La norma exige que el sujeto se haya denunciado, lo que se entiende en un sentido
amplio, es decir, implica que el sujeto se haya presentado ante la justicia, comparezca ante
ella, aun cuando el procedimiento en su contra ya se encuentre iniciado.3238
Respecto de la “confesión”, se debe señalar que en ella no se requiere que el sujeto se
declare “culpable”, sino que la norma busca simplemente que confiese el delito. Ello es
importante porque esta declaración cumpliría con los requisitos de la atenuante aun cuando
incorpore elementos que lo eximan o atenúen su responsabilidad.3239
3237
Cury, Derecho penal..., p. 496; Garrido Montt, en Derecho penal..., p. 202; Mera Figueroa, “Comentario
del artículo 11° del CP, en Couso y Hernández (Dir.), Código Penal Comentado, p. 304.
3238
Cury, Derecho penal..., p. 495; Garrido Montt, en Derecho penal..., p. 202; Mera Figueroa, “Comentario
del artículo 11° del CP, en Couso y Hernández (Dir.), Código Penal Comentado, p. 304.
3239
Garrido Montt, en Derecho penal..., p. 202; Mera Figueroa, “Comentario del artículo 11° del CP, en
Couso y Hernández (Dir.), Código Penal Comentado, p. 304.
3240
Cury, Derecho penal..., p.496; Mera Figueroa, “Comentario del artículo 11° del CP, en Couso y
Hernández (Dir.), Código Penal Comentado, p. 305; Garrido Montt, en Derecho penal..., p. 199.
3241
Cury, Derecho penal..., p.496.
3242
Mera Figueroa, “Comentario del artículo 11° del CP, en Couso y Hernández (Dir.), Código Penal
Comentado, p. 305-306.
3243
Cury, Derecho penal..., p.496.-497.
746
La doctrina exige colaboración sustancial, es decir, un aporte real y significativo al
esclarecimiento de los hechos3244. Esto obviamente excluye informaciones secundarias que
no persigan realmente este fin. Sin embargo, esta exigencia no necesariamente implica que
con la declaración se obtengan resultados efectivos, lo que no obsta que para el sujeto
concurra la atenuante.3245
CLASIFICACIÓN
DE LAS
CIRCUNSTANCIAS
MODIFICATORIAS.
3244
Mera Figueroa, “Comentario del artículo 11° del CP, en Couso y Hernández (Dir.), Código Penal
Comentado, .p. 305.
3245
Cury, Derecho penal..., p.497.
747
1. Según sus
efectos. a. Atenuantes. b. Agravantes. c. Mixtas.
2. Según la a. Genéricas.
extensión de sus b. Específicas.
efectos.
d. Según su
naturaleza. a. Subjetivas. b. Objetivas.
e. Según la
regulación de a. Comunes. b. Especiales.
sus efectos.
CIRCUNSTANCIAS Regulación.
ATENUANTES
748
Se remiten a alguna eximente de del
art. 10 C. P., cuando no concurren Art. 11 n° 1 C. P.
Eximentes todos los requisitos para eximir de
incompletas. responsabilidad.
749
CAPÍTULO X
CIRCUNSTANCIAS MODIFICATORIAS DE LA RESPONSABILIDAD PENAL.
CIRCUSNTANCIAS AGRAVANTES Y MIXTAS
1. Objetivos:
1. Conocer el concepto de las circunstancias modificatorias de la responsabilidad penal, a su
vez distinguir entre las circunstancias agravantes y mixtas.
2. Conocer cuáles son las distintas agravantes y mixtas que contempla nuestro ordenamiento
jurídico penal.
3. Clasificar las distintas circunstancias agravantes y mixtas, atendiendo a los criterios
referidos en la dogmática nacional.
4. Analizar los problemas prácticos que según la doctrina y la jurisprudencia presentan las
circunstancias agravantes y mixtas.
a. Concepto:
3246
CURY, Derecho penal..., ed. UC, 2005, p. 499
750
b. Clasificación:
i. Premeditación (Artículo 12 n° 5)
Este numeral se refiere a los delitos contra las personas, ya sea en su primera parte
referida a la premeditación3247 o en la segunda parte que contempla circunstancias
agravantes, pero de tipo objetiva o material.
En cuanto a su naturaleza, la premeditación puede seguir diversos criterios, ya ser
cronológico, psicológico e incluso contendría según Labatut, un elemento Ideológico. El
criterio cronológico atiende al transcurso de un cierto plazo entre la decisión delictiva y la
ejecución del delito. “Consiste en el transcurso de un espacio de tiempo razonable entre la
decisión de cometer el delito y su ejecución, durante el cual, persiste la voluntad criminal” .
(incluso se trataban de fijar períodos de tiempo límites para su configuración) (Labatut);
mientras que el segundo criterio “hace radicar la esencia de la premeditación en el “ánimo
frío y tranquilo formado anticipadamente” Para Carrara, es “el propósito de matar, formado
anticipadamente, con ánimo frío y tranquilo, buscando y esperando la ocasión para que el
crimen tenga buen resultado”: y por último el elemento Ideológico, exigiría una
deliberación interna, decidida a favor de la comisión del delito y uno cronológico.3248
En realidad, Carrara no limita la premeditación al ánimo frío y tranquilo, sino que la
concibe de una manera más amplia, lo que no siempre se tiene en cuenta en las críticas que
se le han dirigido al llamado criterio psicológico.
La premeditación consistiría, para Carrara, en "el propósito de matar, formado
anticipadamente, con ánimo frío y tranquilo, buscando y esperando la ocasión para que el
crimen tenga buen resultado".3249 Es decir, el primer elemento que se requiere es que el
ofensor haya meditado, reflexionado con anterioridad a la comisión del delito, sin embargo
esta premeditación ha de verse complementada con una planificación que demuestre su
ánimo de perseverar en la decisión delictiva y que intente asegurar el resultado, así el mero
hecho de la meditación previa no es suficiente porque muchas veces esta puede encontrarse
(no todos los delitos se detonan en el mismo acto).
A primera vista resulta extraño que la ley haya exigido que la premeditación sea
«conocida». Sólo puede entenderse que se trata de una exigencia que exige que esta no
simplemente se presuma del lapso del tiempo entre la toma de la decisión y la ejecución del
hecho, sino que debe acreditarse.
Un aspecto relevante, es que esta circunstancia no es comunicable y sólo es
compatible con el dolo directo. También opera como calificante en el delito de homicidio.
En delitos complejos, como robo con homicidio el legislador ha consagrado
específicamente las agravantes en dichos casos. (Art. 456 bis CP).
También aplicaría en los delitos que por su naturaleza atentan contra otros bienes
jurídicos, pero de los cuales resulta un daño para las personas. (Arts. 140 y 433).
3247
También es una circunstancia calificante del homicidio.
3248
COUSO, HERNANDEZ, Código Penal Comentado, ed. Abeledo Perrot, 2011, Libro primero Art. 1 al
105, p. 320.
3249
COUSO, HERNANDEZ, Código Penal Comentado, Op Cit., p. 321
751
ii. Abuso de confianza (Artículo 12 n°7)3250.
La confianza presupone la existencia de un vínculo, en virtud del cual un tercero ha
depositado una fe especial en el sujeto activo del delito, esto es, una cierta esperanza en que
por sus condiciones personales le guardará lealtad. No es preciso que ese vínculo encuentre
su origen en una relación de carácter jurídico; puede también tenerlo en una familiaridad de
hecho. Tampoco importa permanencia, pues existen muchas situaciones en que se otorga
una auténtica confianza a personas con las cuales sólo se ha estado vinculado fugazmente,
porque existen motivos para esperar verosímilmente que se contará con su lealtad.
La confianza puede haberla otorgado no sólo la víctima del delito, sino también un
tercero, como, por ejemplo, el dependiente de aquélla. Esto cobra importancia
especialmente en los casos de ataque contra una persona jurídica. Así también para el
profesor Cury no es necesario que la confianza sea permanente, basta con que exista.
El abuso de confianza comparte naturaleza y fundamento del obrar a traición si bien
tiene un ámbito de aplicación más amplio que la alevosía (no hay limitación respecto de los
delitos en que puede aplicarse), por esto es incompatible con la agravante del 12 n° 1). En
definitiva este abuso de confianza implica que se sirva de ella para perpetrar el hecho
punible.
Del mismo modo, esta agravación es incompatible con aquellos delitos en que la
vulneración de la confianza está integrada en el injusto del delito como en el caso de la
apropiación indebida. La sujeción al non bis in idem impide que esa abuso de confianza
sirva para configurar el delito y luego para agravarlo.
En síntesis, para que concurra esta agravante es exigible la existencia de un vínculo
de confianza, la cual debe acreditarse sin que pueda deducirse sin más de ciertas relaciones
como las familiares o de relativa amistad y servirse de su abuso para la comisión misma
del delito, esto último es lo que fundamenta su incremento en la reprochabilidad, ya que no
solo no sólo ha tenido que vencer las tendencias inhibitorias opuestas por el rechazo legal
de la acción típica, sino también la repugnancia a quebrantar un vínculo de lealtad.
Al tratarse de una Agravante subjetiva no se comunica a los partícipes.
iii. Prevalerse de su carácter público (Artículo 12 N°8).
Prevalerse consiste en servirse de algo, en este caso es de ostentar la calidad de
funcionario público. Así el delincuente se aprovecha de su carácter de funcionario público
para realizar el delito o para ejecutarlo en condiciones más favorables, poniendo la función
pública, al servicio de sus fines particulares.
Mayoritariamente se estima que este “abuso” se use para cometer el delito o su
facilitamiento y no para otros fines, como la impunidad. En contra de esta idea está Garrido
y Cury.
El Código Penal ha definido a los funcionarios públicos en el art. 260, si bien se
generan problemas por la limitación contenida en tal artículo, ya que sólo da vigencia a la
definición para los delitos contemplados en el Título V y en el párrafo IV del Título III del
Libro II.
Al ser la base de esta agravante una característica subjetiva de carácter relacional,
su existencia depende si el sujeto la ostenta o no, por lo que no se comunica a los partícipes.
Por otra parte siguiendo lo preceptuado en el artículo 63 del CP, no se aplica para los
delitos que contienen como elementos del tipo tal calidad.
3250
CURY, Derecho penal..., p. 501.
752
iv. Reincidencia (Artículo 12 Nos 14, 15 y 16)
En términos muy generales, existe reincidencia cuando el sujeto que ha sido
condenado por uno o más delitos incurre, después de ello, en otra u otras conductas
punibles. La interposición de la sentencia condenatoria entre el o los delitos cometidos
antes de ella y el o los que se ejecutan con posterioridad, constituye la diferencia esencial
entre la reincidencia y la reiteración3251 o concurso de delitos. Es imprescindible que ya
haya sido condenado. Si no lo ha sido podremos estar frente a un concurso de delitos.3252
La reincidencia puede caracterizarse como el hecho de volver a cometer un delito
después de haber sido condenado anteriormente por el mismo o por otro delito.
Clasificación3253:
- Reincidencia genérica: Haber sido condenado el culpable anteriormente por delitos a que la
ley señale igual o mayor pena (art. 12 Nº 15º).
Aquella forma de reincidencia en que la condena anterior no se ha cumplido
(quebrantamiento).
De acuerdo a ello y por exigencias del principio non bis in idem, solo queda la
hipótesis de delinquir mientras cumple la condena (lo que puede tener lugar en el recinto
penitenciario o durante una salida autorizada o respecto de otras penas que se cumplen en el
tiempo sin que haya privación de libertad, como las inhabilidades).
3251
En estos no hay condenas (diferencia sustancial con la reincidencia).
3252
CURY, Derecho penal..., p. 504.
3253
Nuestra ley acoge toda esta clasificación otorgando eficacia agravante a todas ellas.
753
Regla del art. 63:
- No sirve como agravante, porque el quebrantamiento de condena constituye en sí mismo un
delito.
- Para que opere la agravante es irrelevante si el nuevo delito cometido es uno semejante o
no.
- Cometer el delito mientras “se cumple condena” se trata entonces de supuestos de
prolongación en el tiempo de su ejecución (penas temporales).
Por último atendido su tenor “mientras cumple condena” la doctrina estima que es
aplicable a quienes cumplen penas temporal y no a las pecuniarias.
Exigencias:
- Haya condenado al delincuente por “delitos”. La doctrina estima que el legislador al señalar
“delitos” se refiere a cualquier clase de ellos. (Cury, Novoa).
Algunos opinan que se excluyen las faltas y delitos culposos (también delitos militares)
dada su escasa gravedad o especifica motivación. No se divisa la peligrosidad o desprecio
hacia el derecho por parte del autor como tampoco el fracaso disuasivo de la condena.
(Mera).
Además en el caso de las faltas, se produciría la situación anómala que nunca prescribirían
(art. 104 CP).
- Que el sujeto activo tenga al menos dos condenas anteriores (firmes).
- Que tales condenas anteriores hayan sido de igual o mayor pena que la del delito del nuevo
proceso (en abstracto).
Anteriormente se utilizaba la expresión “Castigado”:
– Se exigía que la condena debió haberse cumplido efectivamente.
– No se aplicaba al que había gozado del beneficio de la remisión condicional de la pena
porque ella “suspende la pena”.
– Actualmente sigue sin aplicarse en los casos de amnistía, porque ella supone la extinción
por completo de la pena y sus efectos.
Es materia de debate si procede para aplicar la agravante, las condenas dictadas en el
extranjero. Cury, Novoa, señalan que sí deben ser consideradas.
Otros efectos:
Es un elemento que se considera para decretar medidas cautelares.
755
Diez años: crímenes
Cinco años: simples delitos.
Contado desde la comisión del hecho (no desde la condena ni desde el cumplimiento de
ésta).
• Carácter subjetivo:
– Se refiere a la motivación del que recibe el precio o recompensa.
– Sin embargo, texto de la ley es objetivo.
– Agravante afectaría por igual al que ofrece el precio y al que actúa movido por él.
• De lo contrario:
– Regla Art. 64: solo se agrava responsabilidad del que recibe el precio, disposición moral
(móvil de codicia).
• Precio o recompensa:
756
– Dos formas de la misma idea:
– La retribución
– Acuerdo expreso entre las partes.
Se agrava la pena de quien para la comisión del hecho se sirve de una inundación,
incendio o veneno o de otro artificio que pueda ocasionar grandes estragos o dañar a otras
personas. Así el fundamento es el acaecimiento del peligro para la seguridad general que
deriva de la naturaleza de los medios empleados, donde se utilizan para cometerlo y no para
encubrirlos
Respecto de los primeros —inundación, incendio o veneno— se presume la
capacidad de ocasionar grandes estragos o dañar a otras personas, por lo que Basta la
posibilidad y no que los daños se produzcan efectivamente.
En los casos que la utilización del medio sea punibles en sí misma en delito, no
concurrirá la agravante, sino concurso de delitos.
Esto puede discutirse respecto de la pequeña dosis de veneno que sólo puede matar
a la víctima o a una víctima que sólo por su especial condición es susceptible de sufrir el
envenenamiento, por lo que negada esta capacidad catastrófica no debería aplicarse la
agravación.
Por el contrario, respecto de los otros artificios es necesario que ellos puedan causar
tales efectos catastróficos.
El sujeto debe haberse servido de ellos (ejecutar “por medio de”). Debe haberlos
utilizado, no se trata de aprovechamiento de circunstancias ya existentes, pues en tal caso o
podrá caer en la agravación del 12 n°10 (cometer el delito “con ocasión de”) o no ver
agravada su conducta.
Tampoco se exige que se haya producido el daño catastrófico, sino que basta con
que el medio tenga la capacidad de causarlo (capacidad que, como hemos mencionado, se
presume en el caso de los tres primeros medios catastróficos).
Inundación: Anegamiento de grandes proporciones. El diccionario de la RAE no lo
limita exclusivamente al anegamiento por agua, lo que podría permitir otras formas de
anegamiento, como mediante un aluvión.
Incendio: No se trata solo de la destrucción de algo mediante fuego. Sobre ello se
dedica gran espacio en la parte especial pero se exige un requisito adicional: la
incontrolabilidad.
Veneno: Sustancia capaz de ser administrada subrepticiamente y que, mediante
reacciones químicas, puede dañar el organismo vivo. De acuerdo a lo señalado no coincide
con la calificante del homicidio porque aquí debe ser capaz de producir un resultado
757
catastrófico y se aplica cuando además de administrarse insidiosamente crea un peligro para
la salud o vida de un número indeterminado de personas
3254
POLITOFF, ORTIZ, MATUS, Texto y cometario del Código Penal chileno, p. 198
3255
El código ha definido lo que ha de entenderse por armas en el art. 132 respecto de las sublevaciones
3256
COUSO, HERNANDEZ, Código Penal Comentado, p. 329.
3257
Posición con la que concordamos, pues, como lo reconoce la doctrina, esta agravante se confunde con la
alevosía, que exige ei "ánimo alevoso", y tiene su mismo fundamento, es decir, el incremento de la
indefensión de la víctima (NOVOA, II, 5 8 , 5 9 ; CURY, 5 2 8 ) . ETCHEBERRY, II, 37; y GARRIDO, 1 , 2
2 9 , consideran que el abuso referido puede dar lugar no sólo a la alevosía, sino que también al ensañamiento.
En SCA Puerto Montt, de 2 7 de abril de 2 0 0 4 , se sostiene que "el aprovechamiento de las circunstancias o
elementos de que trata [el Art. 12 N° 6], está condicionado a neutralizar absolutamente las probabilidades de
defensa de la ofendida, en el momento mismo de la agresión, ya sea por la inmediatez en la acción o por la
fuerza física excesiva desplegada para su ejecución, la que en su caso se ve potenciada por aquella aparejada a
su propio sexo, más ella no se configura por
circunstancias ajenas y anteriores que dicen relación con la mayor o menor interacción de los sujetos activos y
pasivos en sus relaciones interpersonales cuya subjetividad no es posible encuadrar en la agravante en
comento" (considerando I°).
758
En cuanto a la comunicabilidad de esta agravante hay discordancia entre los autores,
por una parte el profesor Cury postula que no se comunica a los partícipes, mientras que
los escritores Politoff, Ortiz y Matus postulan que al tratarse de una circunstancia objetiva,
es comunicable de acuerdo al inciso 2° del art. 64.3258
3258
En cuanto al primero ver p. 528 de su libro DP, PG. Y respecto del segundo ver p. 198 del libro Texto y
cometario del Código Penal chileno.
3259
COUSO, HERNANDEZ, Código Penal Comentado, pp. 334 – 335.
3260
POLITOFF, ORTIZ, MATUS, Texto y cometario del Código Penal chileno, p. 205
759
Razón de ser de la agravante:
– Mayor facilidad con que el delincuente puede llevar a cabo su propósito.
– Mayor repugnancia que inspira quien se aprovecha de la desgracia pública.
– Desgracias colectivas, ejemplo, terremoto 2010.
3261
POLITOFF, ORTIZ, MATUS, Texto y cometario del Código Penal chileno, p. 206
760
esto último, si la oscuridad no predomina por causas no-naturales (por ejemplo en medio de
un campo deportivo perfectamente iluminado) no puede darse lugar a la agravación. En
cuanto al segundo elemento ha de entenderse, aquel lugar en que la ausencia de personas
dificulta considerablemente cualquier auxilio a la víctima. No se trata necesariamente de
estar fuera del radio urbano sino de un despoblado fáctico. Por lo tanto, estos elementos
configuran la apreciación judicial atendiendo a si oscuridad o ausencia de gente significaba
una ventaja para el hechor para aseguramiento del golpe o su impunidad
Así, configura su razón de ser y su naturaleza, la primera versa en que el
delincuente se aprovecha de las condiciones más seguras o favorables y respecto a su
naturaleza, esta se trata de una circunstancia subjetiva, donde predomina el elemento de
búsqueda o aprovechamiento de las circunstancias objetivas que se describen.
3262
POLITOFF, ORTIZ, MATUS, Texto y cometario del Código Penal chileno, p. 208.
3263
POLITOFF, ORTIZ, MATUS, Texto y cometario del Código Penal chileno, p. 219
761
No solo se trata de templos abiertos al público, sino también lugares de acceso
restringido (monasterios) u otros (como santuarios, oratorios, capillas privadas).
Por otra parte, no es necesario que se trate de una iglesia con personalidad jurídica
ni nada por el estilo, baste que sea un culto permitido en la República, esto es —según el
artículo 19 n°6 de la Constitución política de la República— aquel que no se oponga a la
moral, las buenas costumbres y el orden público
En cuanto a su naturaleza, esta es una circunstancia objetiva, comunicable de
acuerdo a la regla del inciso 2° del artículo 64.3264
3264
Coincide el profesor Cury.
3265
POLITOFF, ORTIZ, MATUS, Texto y cometario del Código Penal chileno, p. 220.
762
En cuanto a la Edad: Existen diferencias de edad que reconocidamente en el medio
social han de inspirar respeto. De cualquier modo no se trata de considerar la edad por la
indefensión (a ella se refiere el artículo 12 n°6), sino por el respeto que merece.
Otro tanto ocurre con el sexo.
La segunda alternativa descrita importa cometer el delito en la morada del sujeto a
quien se debe respeto. Debe tratarse, para el agente, de una morada ajena, puesto que ello
origina la agravación del injusto, de manera que si uno y otro -activo y pasivo- tienen la
misma morada, no concurre esta causal. Existe acuerdo en que por "morada" ha de
entenderse el "hogar doméstico" de una persona, no su domicilio en el sentido civil, "es el
sitio de la vida familiar y doméstica!'.3266 Concuerda con esto el profesor Cury, quien
además dice que esto produce que no se aplique la agravante cuando ofensor y ofendido lo
comparten.
La provocación por parte del ofendido excluye la agravación.
Es una circunstancia objetiva, comunicable de acuerdo al inciso 2° del art. 64.
Este numeral se introdujo mediante la Ley 20609 (de julio de 2012) (Ley Zamudio
o contra la discriminación)
Aún con escasa aplicación práctica dada el poco tiempo de vigencia
3266
POLITOFF, ORTIZ, MATUS, Texto y cometario del Código Penal chileno, p. 221.
763
2. Circunstancias Modificatorias Mixtas
Cometer el delito con alevosía (Artículo 12 n°1).
Se agrava la pena de quien comete un delito contra las personas con alevosía,
entendiéndose que la hay cuando se obra a traición o sobreseguro. Es la propia ley la que ha
dicho qué entiende por alevosía:
Obrar a traición: Carrara definió la traición como el ocultamiento moral, es decir,
como el ocultamiento del ánimo de cometer el delito del que se sirve el delincuente para
reforzar su eficacia o impunidad.
Para Garrido, obrar a traición es el “Aprovechamiento de condiciones de hecho que
permiten al hechor marginar aquellos riesgos de su persona inherentes a la acción delictiva,
que puedan provenir de la probable reacción de la víctima, proponiendo el ejemplo de la
persona que está dormida.
Engañando sobre los propósitos
Para algunos es una forma de abuso de confianza (de modo que es incompatible con
la agravante del artículo 12 n°7).
Obrar sobre seguro Se centra en la idea del aseguramiento material de la eficacia
del delito o su impunidad. No se trata del aseguramiento mediante la traición, sino en el
ocultamiento de los medios de comisión (caminar ocultando el cuchillo: esto no es traición
porque ésta implica un ánimo de confianza).
Para el profesor Cury, alevosía es conceptualizado “el aprovechamiento para la ejecución
del delito, de la confianza que la víctima o un 3ª ha depositado en el hechor, o que este se
ha granjeado con este objeto” Constituye una hipótesis de abuso de confianza».
En ninguno de estos casos es necesario que el autor cree las condiciones que
agravarán su conducta, puede simplemente aprovechar aquellas existentes.
Se discute aquí si se trata de una agravante objetiva o subjetiva. Si es objetiva
bastará que se den ciertas condiciones de indefensión en la víctima para que pueda
otorgarse la agravación (siempre se ataca alevosamente a un niño o a un ciego por su propia
indefensión). Además Politoff ha puesto de relieve algunas consecuencias absurdas porque
porqué puede afirmarse la agravación respecto de aquellas víctimas que presentan
condiciones connaturales de indefensión no habría razón para negarlas respecto de aquellas
que las presentan sólo transitoriamente, como la víctima que cae al suelo.
Por ello ha terminado imponiéndose la tesis subjetiva en cuya virtud es necesaria la
intención de aprovechamiento de esa circunstancia de indefensión por parte del ofensor. Si
no hay intención de aprovechamiento pareciera que la indefensión de la víctima es sólo un
dato irrelevante (si el ofensor hubiera actuado igual, no puede agravarse la conducta).
Esto implica que no puede comunicarse a aquellos en los que no ha concurrido.
El componente subjetivo hace que sólo pueda darse esta agravación respecto de
aquellos hechos realizados con ánimo alevoso, o sea con dolo directo y es incomunicable.
Su ámbito de aplicación se encuentra restringido sólo a los delitos contra las
personas. Obviamente, no se trata de todos los delitos contra las personas porque existen
algunos que por su propia naturaleza no admiten comisión alevosa (malamente podría
obrarse a traición o sobreseguro en el delito de injurias y calumnias). Respecto de aquellos
en que, además de otros bienes jurídicos, también se atenta contra las personas también
puede concurrir al agravación.
Esto, en todo caso, genera ciertos problemas de aplicación a los delitos que no se
encuentran en el título VIII del Libro II (crímenes y simples delitos contra las personas)
pero a los que se ha llegado al convencimiento de que también lo son (violación). De
764
cualquier modo, ha terminado por imponerse la tesis en que se permite también la
agravación.
Es preciso tener presente que para el caso del homicidio no opera como agravante
genérica sino como calificante (art. 391 N°1 del CP).
3267
COUSO, HERNANDEZ, Código Penal Comentado, p. 317
765
No hay criterios claros para determinar cuándo atenúa o cuando agrava la pena del
sujeto activo, por lo que la decisión de aplicarla como agravante o atenuante queda a
prudencia de los tribunales.
Atenúa generalmente en delitos contra la propiedad de bagatela y delitos de lesiones
muy leves todos en el curso de la vida cotidiana.
En cambio, agrava cuando se trata de atentados severos contra la vida o la
integridad.
No concurriría en los delitos donde hay el nexo de parentesco y el matrimonio
carecerían de trascendencia, como los atentatorios a la libertad ambulatoria y al honor3268
Cuando se hace mención a la naturaleza del delito ha de entenderse el bien jurídico
protegido.
Por su parte, al hablar de los accidentes parece hacer referencia al modo de
ejecución (impiedad, aprovechamiento de situación de inferioridad).
Muchas circunstancias deben entrar en la categoría de accidente, como ciertas
motivaciones (piénsese en la eutanasia del padre o madre).
Esto no implica que siempre deba surtir efectos. Es perfectamente posible que ni
agrave ni atenúe.
Naturalmente se requiere conocimiento del vínculo.
Reglas generales de aplicación de circunstancias mixtas.
Reglas generales
Ley 18.703 sobre adopción. Y Nueva Ley 19620
• Discusión: Actuación con un menor de 18 (art. 72 CP)
Agravante genérica de efecto especial. NO se rige por reglas generales sobre efecto
de las atenuantes y agravantes: después de determinada la pena en conformidad a tales
reglas, debe elevársela en un grado.
En cuanto a su clasificación, es mixta para Garrido Montt y objetiva para
Etcheberry.
Respecto de la expresión “responsable” no implica que hayan debido obrar con
discernimiento.
No importa si el mayor ha obrado como autor, cómplice o encubridor, la ley no
distingue.
Prevalerse, como ya hemos dicho, implica servirse.
3268
COUSO, HERNANDEZ, Código Penal Comentado, p. 226.
766
Agravantes especiales del robo y el hurto.
a. Ejecutar el delito en sitios faltos de vigilancia policial, oscuros, solitarios, sin tránsito
habitual, o que por cualquiera otra condición favorezcan la impunidad.
b. Ser la víctima niño, anciano, inválido, o persona en manifiesto estado de inferioridad
física.
c. Ser dos o más los malhechores
d. Ejercer la violencia en las personas que intervengan en defensa de la víctima.
e. Actuar con personas exentas de responsabilidad criminal según el art. 10 nº 1
767
TERCERA PARTE
LAS CONSECUENCIAS JURÍDICAS DEL DELITO
768
CAPÍTULO XI
CONSECUENCIAS JURÍDICAS DEL DELITO
1. Naturaleza de las penas.
Glosario: 1. Penas corporales.- 1.a. La pena de muerte.- 2. Penas privativas de libertad.- 2.a. Las penas
privativas de la libertad en el Código Penal chileno.- 2.a.α. El presidio.- 2.a.α.1. El presidio perpetuo
calificado.- 2.a.α.2. El presidio perpetuo simple.- 2.a.α.3. El presidio temporal.- 2.a.β. La reclusión.- 2.a.γ.
La prisión.- 2.a.δ. Pena accesoria de incomunicación con personas extrañas al establecimiento
penitenciario.- 2.b. Penas restrictivas de la libertad en el Código Penal chileno.- 2.b.α. La relegación.- 2.b.β.
El confinamiento.- 2.b.γ. El extrañamiento.- 2.b.δ. El destierro.- 2.b.ε. Pena de sujeción a la vigilancia de la
autoridad.- 2.c. Penas privativas de otros derechos en el Código Penal chileno.- 2.c.α. Pena de inhabilitación
para derechos políticos.- 2.c.β. La pena de inhabilitación para cargos u oficios públicos.- 2.c.γ. La pena de
inhabilitación para profesión titular. - 2.c.δ. La pena de suspensión.- 2.c.ε. La pena de inhabilitación
perpetua y suspensión para conducir vehículos a tracción mecánica o animal.- 2.d. Las penas pecuniarias en
el Código Penal chileno.- 2.d.α. La confiscación.- 2.d.β. La multa.- 2.c.γ. La pena de comiso.- 2.c.ε. La pena
de caución.
1. Penas corporales.
Consisten en aquellas que recaen sobre la vida, la integridad corporal o la salud del
3269
reo . Actualmente no existe registro de penas corporales en el Código Penal chileno,
antiguamente suele mencionarse como anécdota la imposición de la pena de muerte 3270, la
cual tuvo larga data en nuestra legislación punitiva, la que se mantuvo hasta la dictación de
la Ley 19.734, de 5 de junio de 2001, la cual derogó definitivamente –al menos del Código
Penal- una pena tan lúgubre –al decir de Carmingani-.
3269
Etcheberry, Derecho penal..., Tomo II, Editorial Jurídica de Chile, 1997, p. 145.
3270
Así está refrendada en Manuales de Derecho Penal anteriores a la dictación de la Ley 19.734, como es
posible ver en Etcheberry, Derecho penal..., p. 145.
3271
Cury, Derecho penal..., Ediciones PUC, 2005, p. 707.
3272
Etcheberry, Derecho penal..., p. 148.
3273
Con respecto a las “Penas infamantes”, véase: Etcheberry, Derecho penal..., p. 151.
3274
Cury, Derecho penal..., p. 707.
3275
Cury, Derecho penal..., p. 707.
769
disuasivos3276. Aunque existieron defensores de ella por parte de partidarios de la
prevención especial, definiéndola como una “medida de seguridad” particularmente eficaz.
Cury3277 menciona que la pena de muerte no corresponde ya a las convicciones
culturales actualmente vigentes.
3276
Cury, Derecho penal..., p. 708.
3277
Cury, Derecho penal..., p. 713.
3278
De igual forma en la legislación española. Para más información al respecto, véase: Mir Puig, Derecho
penal..., Editorial Reppertor, 2005, pp. 666-672.
3279
Cury, Derecho penal..., p. 716.
3280
Etcheberry, Derecho penal..., p. 151.
3281
Novoa, Manual de DP chileno, Tomo II, Editorial ConoSur Ltda, 1966, p. 365.
3282
Cury, Derecho penal..., p. 716.
3283
Cury, Derecho penal..., p. 716.
3284
Cury, Derecho penal..., p. 717.
3285
Etcheberry, Derecho penal..., p. 151.
3286
Garrido Montt, Derecho penal..., Tomo I, Editorial Jurídica de Chile, 1997, p. 275.
3287
Cury, Derecho penal..., p. 717.
3288
Así también, Garrido Montt, Derecho penal..., p. 275.
3289
Etcheberry, Derecho penal..., p. 151.
770
2.a.α. El presidio.
La pena de presidio consiste en el encierro del reo en un establecimiento penal,
sujeto a los trabajos prescritos por los reglamentos de éste (art. 32 Código Penal)3290-3291.
Desde el punto de vista de su duración, puede ser perpetuo calificado, perpetuo simple o
temporal.
3290
Cury, Derecho penal..., p. 717.
3291
Etcheberry, Derecho penal..., p. 152.
3292
Etcheberry, Derecho penal..., p. 152.
3293
Cury, Derecho penal..., p. 717.
3294
Cury, Derecho penal..., p. 717.
3295
Cury, Derecho penal..., p. 717.
3296
Cury, Derecho penal..., p. 717.
3297
Cury, Derecho penal..., p. 717.
3298
Cury, Derecho penal..., p. 717.
771
Cada uno de ellos, por último, se encuentra dividido en tres grados: mínimo, medio
y máximo. El presidio menor en su grado mínimo se extiende de sesenta y uno a quinientos
cuarenta días; en el medio, de quinientos cuarenta y un días a tres años, y en el máximo, de
tres años y un día a cinco años. El presidio mayor en su grado mínimo dura de cinco años y
un día a diez años; en el medio, de diez años y un día a quince años, y en el máximo, de
quince años y un día a veinte años (art. 56 Código Penal)3299-3300-3301.
Estas distintas duraciones se computan "desde el día de la aprehensión del reo" (art.
26 Código Penal), lo cual significa imputar a ellas el tiempo que el sujeto haya
permanecido privado de libertad durante el proceso (detención y prisión provisional)3302.
2.a.β. La reclusión.
La reclusión, por su parte, es el encierro del reo en un establecimiento penal, pero
sin sujeción a la obligación de trabajar (art. 32 Código Penal)3303-3304. Aunque esta última
es su diferencia principal con el presidio, en la práctica ha perdido casi toda
importancia3305. En efecto, por un lado, el art. 89 del Código Penal dispone que si bien los
condenados a esta pena y a la de prisión "son libres para ocuparse, en beneficio propio, en
trabajos de su elección, siempre que sean compatibles con la disciplina reglamentaria del
establecimiento penal", cuando carecieren de los medios para indemnizar al establecimiento
de los gastos que ocasionen o para hacer efectiva la responsabilidad civil proveniente del
delito (art. 88, Nos 1º y 3º), o "no tuvieren oficio o modo de vivir conocido y honesto,
estarán sujetos forzosamente a los trabajos del establecimiento hasta hacer efectivas con su
producto aquellas responsabilidades y procurarse la subsistencia"3306. A su vez, el art. 89
del Reglamento Carcelario dispone la forma como debe distribuirse el producto del trabajo
de los penados, sin distinguir entre los que lo están a presidio o reclusión; el 95 somete a
los condenados a reclusión al régimen de cuatro períodos que se impone a los condenados a
presidio, si carecen de los medios necesarios para atender a los gastos relacionados en los
Nos 1º y 3º del art. 88 del Código Penal; por fin, con arreglo al 96, el condenado a reclusión
que tiene tales recursos, cumplirá su condena bajo el régimen celular estricto (el más severo
que contempla el sistema), a no ser que se someta a las mismas obligaciones que los
condenados a presidio3307. Resulta así manifiesto que este conjunto de normas tiende a
imponer la obligación de trabajar también al recluso, por consideraciones de prevención
especial muy atendibles, pues el ocio es devastador para la personalidad. Pero como, en
relación con los restantes aspectos de su ejecución, sus efectos y en lo relativo a la
duración, ambas penas son idénticas (arts. 25 inc. primero, 26 y 56, Código Penal), en la
3299
Cury, Derecho penal..., p. 717.
3300
Etcheberry, Derecho penal..., p. 152.
3301
Garrido Montt, Derecho penal..., p. 276.
3302
Cury, Derecho penal..., pp. 717-718.
3303
Cury, Derecho penal..., p. 718.
3304
Etcheberry, Derecho penal..., p. 152.
3305
Cury, Derecho penal..., p. 718.
3306
Cury, Derecho penal..., p. 718.
3307
Cury, Derecho penal..., p. 718.
772
actualidad presidio y reclusión tienden a confundirse, de manera que la distinción se ha
vuelto inútil y hasta criticable3308-3309.
2.a.γ. La prisión.
La prisión, es un encierro breve, que no puede extenderse sino de uno a sesenta días
(art. 25, inc. quinto del Código Penal)3310-3311-3312. Está dividida sólo en tres grados -
mínimo, medio y máximo-, que se extienden, respectivamente, de uno a veinte días, de
veintiuno a cuarenta y de cuarenta y uno a sesenta (art. 56 Código Penal)3313-3314-3315. Se
trata, pues, de una pena corta privativa de libertad. Es aplicable únicamente a las faltas (art.
21 Código Penal) y no importa, en general, la obligación de trabajar, salvo lo preceptuado
en el art. 89 del Código Penal3316-3317-3318.
2.b.α. La relegación.
Es la traslación del condenado a un punto habitado del territorio de la República con
prohibición de salir de él, pero permaneciendo en libertad (art. 35 del Código Penal)3324-3325.
El concepto está claramente expresado en la disposición transcrita: se impone al
sentenciado la obligación de permanecer, dentro del territorio del país, en punto habitado,
expresión que si bien es ambigua, ha sido entendida como un pueblo o ciudad en el que el
condenado deberá permanecer, dentro de sus límites urbanos, porque al salir de ellos
3308
Cury, Derecho penal..., p. 718.
3309
Garrido opta por la unificación de ambas penas. Garrido Montt, Derecho penal..., p. 276.
3310
Cury, Derecho penal..., p. 718.
3311
Etcheberry, Derecho penal..., p. 153.
3312
Garrido Montt, Derecho penal..., p. 277.
3313
Cury, Derecho penal..., p. 718.
3314
Etcheberry, Derecho penal..., p. 153.
3315
Garrido Montt, Derecho penal..., p. 277.
3316
Cury, Derecho penal..., p. 718.
3317
Etcheberry, Derecho penal..., p. 153.
3318
Garrido Montt, Derecho penal..., p. 277.
3319
Cury, Derecho penal..., p. 718.
3320
Garrido Montt, Derecho penal..., p. 278.
3321
Garrido Montt, Derecho penal..., p. 278.
3322
Garrido Montt, Derecho penal..., p. 279.
3323
Cury, Derecho penal..., p. 741.
3324
Garrido Montt, Derecho penal..., p. 279.
3325
Cury, Derecho penal..., p. 742.
773
pasaría a estar en lugar no habitado, aunque se mantuviera dentro del departamento o
comuna respectiva3326-3327.
La relegación puede ser perpetua, que dura toda la vida del condenado, o temporal.
La relegación temporal puede ser mayor o menor. La relegación mayor se divide en tres
grados: mínimo, de 5 años y un día a 10 años; medio, de 10 años y un día a 15 años, y
máximo de 15 años y un día a 20 años. La relegación menor se divide también en tres
grados: mínimo, de 6l a 540 días; medio, que dura de 541 días a 3 años, y máximo, de 3
años y un día a 5 años.
2.b.β. El confinamiento.
Es la expulsión del condenado del territorio de la República con residencia forzosa
en un lugar determinado (art. 33 del Código Penal)3328-3329. Según el precepto transcrito, el
confinamiento requiere de dos condiciones copulativas: primeramente, la expulsión del
sentenciado del territorio nacional, o sea fuera de los límites territoriales del país, con
prohibición de regresar a él por el tiempo que la pena determine; como segunda condición,
la obligación de residir en un lugar, que puede ser una ciudad o región determinadas, pero
en ambos casos fuera de los límites nacionales, o en cualquier parte de otro país también
precisado3330.
Puede ser mayor o menor. El confinamiento mayor comprende tres grados: mínimo,
de 5 años y un día a 10 años; medio, de 10 años y un día a 15 años, y máximo, de 15 años y
un día a 20 años. El confinamiento menor se divide en tres grados: mínimo, de 6l a 540
días; medio, de 541 días a 3 años, y máximo, de 3 años y un día a 5 años3331.
2.b.γ. El extrañamiento.
Es la expulsión del condenado del territorio de la República al lugar de su
elección3332. Las voces "lugar" y "territorio" han de entenderse de la manera indicada
precedentemente; la diferencia que esta sanción tiene con el confinamiento incide en el
hecho de que en el extrañamiento el sentenciado puede escoger libremente el lugar o país
donde establecerá su residencia, siempre que no sea el nacional, y queda sujeto a la
prohibición de regresar a él por el tiempo de duración de la sanción, según sea el caso3333.
Tanto el confinamiento como el extrañamiento son siempre temporales3334. Sin
embargo, en un caso especial, el Código Penal. ha contemplado una forma de
extrañamiento perpetuo (art. 472, inc. segundo).La misma situación se presenta en los arts.
3º y 5º de la Ley 12.927, sobre Seguridad del Estado3335.
2.b.δ. El destierro.
3326
Garrido Montt, Derecho penal..., p. 279.
3327
Etcheberry, Derecho penal..., p. 155.
3328
Garrido Montt, Derecho penal..., p. 279.
3329
Cury, Derecho penal..., p. 742.
3330
Garrido Montt, Derecho penal..., p. 279.
3331
Cury, Derecho penal..., p. 742.
3332
Garrido Montt, Derecho penal..., p. 280.
3333
Garrido Montt, Derecho penal..., p. 280.
3334
Garrido Montt, Derecho penal..., p. 280.
3335
Cury, Derecho penal..., p. 742.
774
El destierro "es la expulsión del reo de algún punto de la República" (art. 36 del
Código Penal) y, aunque la ley no lo dice expresamente, se entiende que es con prohibición
de volver a él durante el tiempo de la condena, pues, en otro caso, este último perdería todo
significado3336-3337. Por "punto", en relación con dicha pena, debe entenderse, cuando
menos, el territorio de una comuna, a fin de que la sanción cobre alguna importancia
práctica3338. De todas maneras, es de aplicación escasa. En el Código Penal sólo se
encontraba establecida en el art. 381, inc. segundo, para la manceba en el delito de
mancebía (equivalente, hasta cierto punto, a un adulterio del hombre casado). Como ese
delito fue despenalizado por la Ley 19.335 de 1994, hoy prácticamente ha caído en
desuso3339.
Desde el punto de vista de su gravedad, el destierro es siempre una pena de simple
delito (art. 21 del Código Penal). Dura de sesenta y un días a cinco años (art. 25, inc.
cuarto, del Código Penal) y se encuentra dividida en tres grados: el mínimo se extiende de
sesenta y uno a quinientos cuarenta días; el medio, de quinientos cuarenta y un días a tres
años, y el máximo, de tres años y un día a cinco años (art. 56 del Código Penal)3340-3341.
3336
Cury, Derecho penal..., p. 742.
3337
Etcheberry, Derecho penal..., p. 156.
3338
Cury, Derecho penal..., pp. 742-743.
3339
Cury, Derecho penal..., p. 743.
3340
Cury, Derecho penal..., p. 743.
3341
Etcheberry, Derecho penal..., p. 157.
3342
Cury, Derecho penal..., p. 743.
3343
Cury, Derecho penal..., p. 743.
3344
En similar sentido: Etcheberry, Derecho penal..., p. 159.
3345
Cury, Derecho penal..., p. 743.
775
primitiva visada para que se traslade a su nueva residencia. 5ª) La de adoptar oficio, arte,
industria o profesión, si no tuviere medios propios y conocidos de subsistencia3346-3347.
De acuerdo con el art. 25, inc. cuarto, la sujeción a la vigilancia de la autoridad dura
de sesenta y un días a cinco años.
3346
Cury, Derecho penal..., p. 743.
3347
Etcheberry, Derecho penal..., p. 159.
3348
Cury, Derecho penal..., p. 745.
3349
Etcheberry, Derecho penal..., p. 160.
3350
Cury, Derecho penal..., pp. 745-746.
3351
Etcheberry, Derecho penal..., p. 160.
3352
Cury, Derecho penal..., p. 746.
3353
En el mismo sentido: Etcheberry, Derecho penal..., p. 160.
3354
Cury, Derecho penal..., p. 746.
3355
Cury, Derecho penal..., p. 746.
3356
Cury, Derecho penal..., p. 746.
3357
Etcheberry menciona que la acepción de empleado público contenida en el Estatuto Administrativo
resultaría demasiado restringida para los efectos penales y estaría dejando fuera de dicho concepto a
776
incapacidad para todo cargo u oficio público, o especial, y en tal evento sólo inhabilita para
el ejercicio de uno determinado3358.
empleados municipales o a un Notario Público por mencionar algunos ejemplos. Véase en: Etcheberry,
Derecho penal..., p. 160.
3358
Cury, Derecho penal..., p. 746.
3359
Cury, Derecho penal..., p. 746.
3360
Etcheberry, Derecho penal..., p. 161.
3361
Etcheberry, Derecho penal..., p. 161.
3362
Cury, Derecho penal..., p. 746.
3363
Cury, Derecho penal..., p. 746.
3364
Cury, Derecho penal..., p. 746.
3365
Cury, Derecho penal..., p. 746.
3366
Etcheberry, Derecho penal..., p. 162.
3367
Cury, Derecho penal..., p. 746.
3368
Cury, Derecho penal..., p. 746.
3369
Cury, Derecho penal..., p. 746.
3370
Etcheberry, Derecho penal..., p. 163.
777
penas carece en el momento de ejecutarlo de la autorización a que afecta, debe entenderse
que su imposición lo incapacita para obtenerla, sea perpetuamente, sea por el tiempo de su
duración3371.
2.d.α. La confiscación.
La confiscación consiste en desposeer al condenado de bienes de su propiedad3374.
El art. 19, N°7°, letra g) de la Constitución únicamente autoriza para imponerla a las
asociaciones ilícitas, prohibiéndola en cualquier otro caso. Con arreglo al texto
constitucional, la medida sólo puede afectar a los bienes de la asociación como tal y no a
los de las personas naturales que la componen. Por consiguiente, se trata de una pena que
tiene carácter colectivo, comparable tan sólo al de la de disolución de personas jurídicas3375.
2.d.β. La multa.
La multa es la pena pecuniaria por excelencia. Consiste en obligar al condenado al
pago de una suma de dinero3376-3377. A causa de su flexibilidad aflictiva, se la consagra
como pena de crímenes, simples delitos y faltas (art. 21 Código Penal); asimismo opera
como sanción residual, pues se considera como la pena inmediatamente inferior a la última
en todas las escalas graduales (art. 60, inc. primero, Código Penal)3378.
Desde el punto de vista de su cuantía, puede fijársela directamente en cantidades
determinadas, o en relación con la del delito, por lo general como una parte o porcentaje de
ella3379. En el primero caso, "la cuantía de la multa, tratándose de crímenes, no podrá
exceder de treinta unidades tributarias mensuales; en los simples delitos, de veinte unidades
tributarias mensuales, y en las faltas, de cinco unidades tributarias mensuales"; pero ésta es
sólo una regla general que admite numerosas excepciones cuando, atendida la gravedad de
la infracción, se contemplan multas de cuantía superior (art. 25, inc. sexto, Código
Penal)3380. El inc. séptimo del art. 25, del Código Penal establece lo que se ha de entender
por "unidades tributarias mensuales", unidad de valor cambiante que tiene por objeto
corregir los efectos de la inflación (desvalorización monetaria). A su vez, "cuando la ley
impone multas cuyo cómputo debe hacerse con relación a cantidades indeterminadas, nunca
podrán aquéllas exceder de treinta unidades tributarias mensuales" (art. 25, inc. octavo),
pero ésta es también una norma que admite en la práctica excepciones legales3381.
3371
Cury, Derecho penal..., p. 746.
3372
Cury menciona que este concepto, sin embargo, no es correcto sino parcialmente, pues, la caución no se
ajusta a él. El problema radica, precisamente, en que es difícil que pueda sostenerse el carácter punitivo de esa
medida. Cury, Derecho penal..., p. 750.
3373
Etcheberry, Derecho penal..., p. 165.
3374
Cury, Derecho penal..., p. 750.
3375
Cury, Derecho penal..., p. 750.
3376
Cury, Derecho penal..., p. 750.
3377
Etcheberry, Derecho penal..., p. 165.
3378
Cury, Derecho penal..., p. 750.
3379
Cury, Derecho penal..., p. 750.
3380
Cury, Derecho penal..., pp. 750-751.
3381
Cury, Derecho penal..., p. 751.
778
No obstante su divisibilidad natural, la multa no se encuentra dividida jurídicamente
en grados3382.
El destino del producto de las multas está determinado por el art. 60 del Código
Penal, que fija incluso los objetivos a los cuales debe destinarse3383-3384.
De conformidad con el art. 25, inc. noveno, del Código Penal, "en cuanto a la
cuantía de la caución, se observarán las reglas establecidas para la multa, doblando las
3382
Cury, Derecho penal..., p. 751.
3383
Cury, Derecho penal..., p. 751.
3384
Etcheberry, Derecho penal..., p. 166.
3385
Cury, Derecho penal..., p. 751.
3386
Etcheberry, Derecho penal..., p. 167.
3387
Cury, Derecho penal..., p. 751.
3388
Cury, Derecho penal..., p. 751.
3389
Cury, Derecho penal..., p. 751.
3390
Cury, Derecho penal..., p. 751.
3391
Cury, Derecho penal..., p. 751.
779
cantidades respectivamente, y su duración no podrá exceder del tiempo de la pena u
obligación cuyo cumplimiento asegura, o de cinco años en los demás casos". Cuando la
caución se hace efectiva a causa de que el afianzado incumple la condena o realiza el mal
que se trataba de precaver, su destino es semejante al del producto de las multas y comisos
(art. 60, inc. cuarto, Código Penal)3392.
Se entiende, finalmente, de acuerdo con lo expresado al respecto por la Comisión
Redactora del Código Penal, que es aplicable a la caución la regla del art. 2337, inc.
segundo, del Código Civil, conforme a la cual "si la fianza es exigida por ley o decreto de
juez, puede substituirse a ella una prenda o hipoteca suficiente"3393.
3392
Cury, Derecho penal..., p. 751.
3393
Cury, Derecho penal..., p. 751.
780
CAPÍTULO XI
CONSECUENCIAS JURÍDICAS DEL DELITO
2. Determinación de la pena.
1. Determinación de la pena:
1.a. Etapas del proceso de determinación de la pena:
En la mayoría de las obras nacionales la determinación de la pena en sí misma se
divide en cuatro fases, una primera denominada determinación del marco penal abstracto,
una segunda denominada de ponderación del grado de desarrollo del delito y de la
intervención del sujeto en el delito, una tercera denominada de ponderación de
circunstancias modificatorias, y luego una denominada determinación de la cuantía exacta
de la pena, aunque con algunas disimilitudes en cuanto a cual clase de determinación de la
pena pertenecen3394.
Comúnmente, las dos primeras etapas son conocidas como determinación legal de
la pena y aparecen vinculadas al problema de individualización judicial de la misma, que
es entendido también como el conjunto de las dos etapas restantes. Sin embargo, ambos
aspectos del proceso de concretización del castigo constituyen actividades realizadas por
organismos distintos y regidos por reglas jurídicas diferentes, aunque no debe desconocerse
su relación funcional, al estar ambos dirigidos al mismo objetivo: hacer realidad los
principios del Derecho penal, determinando un castigo concreto para una persona concreta
que ha realizado un hecho calificado como delito3395.
3394
Así, por ejemplo, lo señalan Hernández y Couso en cuanto a que cierta parte de la doctrina considera que
algunas reglas estarían dentro de lo denominado determinación legal de la pena y otras dentro de lo que se
denomina individualización judicial de la pena. Es así que haciendo referencia a la obra conjunta de los
autores Matus y Van Weezel, se reseña que para ellos los artículos 50 a 61 que pasaremos a analizar a
continuación, constituirían parte de lo la determinación legal de la pena, mientras que los artículos 62 a 73
estarían dentro de la individualización judicial de ésta. En cambio, citando a Mañalich, nos comentan que para
él, algunas reglas contenidas en los artículos 62 a 68 sobre efectos de las circunstancias modificatorias serían
parte de la determinación legal de la pena, pues son una decisión legislativa concluyente. Por último señalan
que para Van Weezel, solo algunas de las normas contenidas en los artículo 66 a 69 constituirían parte de la
individualización judicial de la pena, serían aquellas que dejan cierto margen de discrecionalidad judicial que
permita alguna especie de individualización. Hernández y Couso, Código Penal Comentado, Libro Primero,
Editorial AbeledoPerrot, Chile, 2011, p. 511.
3395
Politoff, Matus, Ramírez, Lecciones de DP chileno, DP, Editorial Jurídica de Chile, 2004, p. 493.
781
Corresponde a la determinación del título de castigo, conformado por el tipo penal
de la parte especial del Código Penal a aplicar. Dice relación con el proceso de
determinación legal de la pena.
La determinación legal de la pena, es un proceso en donde interviene el Poder
Legislativo, mediante formulaciones de política criminal del Estado, fijando las
consecuencias jurídicas del delito (ya sea una pena o una medida de seguridad) y también
los casos más o menos graves en que esa pena deba agravarse o atenuarse imperativamente,
o también, es el proceso donde se precisa legalmente la sanción que se impondrá al autor,
cómplice o encubridor que ha intervenido en la realización de un hecho típico, antijurídico
y culpable33963397.
Una vez hecha la determinación legal por el legislador, corresponde entonces
determinar cuál ha de ser nuestro marco penal abstracto, es decir, “la pena asignada por la
ley al autor del delito consumado descrito en cada una de las partes que componen la parte
especial del Derecho penal”3398, ya que, el artículo 50 señala que la pena que ha de tomarse
como base para su determinación definitiva es la que se halla “señalada por la ley” al
describir el hecho delictivo, y correspondería, en un principio, a la de un delito en grado de
desarrollo consumado3399.
Este marco penal está conformado por una o más “penas”, que nominalmente están
definidas por el artículo 58 del Código Penal como “grados” de penalidad, y, según su
magnitud, configurarán el “grado máximo” o “grado mínimo” de la pena, es decir, el marco
penal va desde el mínimum al máximum asignado por la ley al delito, pudiendo existir
grados intermedios. Entendiéndose entonces que cada pena es un grado y cada grado es
una pena3400. Ello significa, según lo dispuesto en los artículos 57 y 58 del Código Penal,
que cada grado de una pena divisible constituye una pena distinta y que cuando la ley
señala una pena compuesta de dos o más distintas, cada una de éstas forma un grado de
penalidad3401.
El marco penal es un punto de partida “abstracto”, porque aún no se aplican las
reglas sobre iter criminis, autoría y participación y circunstancias modificatorias, que
corresponden a las demás etapas de determinación de la pena, que según veremos, pueden
modificar o no, la cuantía final de la pena3402.
Finalmente, para graficar con un ejemplo, el marco penal abstracto del delito de
violación propia previsto y sancionado en el artículo 361 del Código Penal, correspondería
a la pena que va desde el presidio mayor en su grado mínimo a medio, es decir, desde cinco
años y un día a 10 años, y desde 10 años y 1 día a 15 años de presidio.
3396
Politoff, Matus, Ramírez, Lecciones de DP chileno, p. 493.
3397
De forma similar, Cury, Derecho penal..., Editorial PUC, 2005, p. 807.
3398
Politoff, Matus, Ramírez, Lecciones de DP chileno, p. 497.
3399
Para Couso y Hernández el mandato que imponen las reglas de determinación de la pena en el CP, ya sea
determinado por el legislador, o bien una apertura a la discrecionalidad judicial, constituyen solo un primer
orden de diferenciación entre la determinación legal de la pena y la individualización judicial, aunque señalan
que existe cierto consenso en que la determinación del marco penal abstracto es un proceso que siempre
pertenece a la determinación legal de la pena. Hernández y Couso, Código Penal Comentado, pp. 515-518.
3400
Etcheberry, Derecho penal..., Tomo II, Editorial Jurídica de Chile, 1997, p. 172.
3401
Politoff, Matus, Ramírez, Lecciones de DP chileno, p. 498.
3402
Hernández y Couso, Código Penal Comentado, pp. 519.
782
1.a.β. Segunda etapa: Ponderación del grado de desarrollo del delito e intervención
del sujeto.
El marco penal abstracto, con el cual comenzamos este proceso de determinación de
la pena, se ve alterado por las normas previstas en el Párrafo 4º del Título III del Código
Penal (artículos 50 al 61) y corresponden a lo siguiente: a) el grado de desarrollo del delito
y b) la intervención del sujeto en el delito.
3403
En España se denomina tentativa tanto a la tentativa como a la frustración.
3404
Politoff, Matus, Ramírez, Lecciones de DP chileno, p. 500.
3405
Politoff, Matus, Ramírez, Lecciones de DP chileno, p. 500.
783
Cuadro demostrativo para la determinación de la pena en la segunda etapa:
DELITO DELITO TENTATIVA
CONSUMADO FRUSTRADO
AUTOR TODA LA PENA UN GRADO DOS GRADOS
(ART. 50) MENOS MENOS (ART. 52)
(ART. 51)
CÓMPLICE UN GRADO DOS GRADOS TRES GRADOS
MENOS (ART. 51) MENOS (ART. 52) MENOS (ART. 53)
ENCUBRIDOR DOS GRADOS TRES GRADOS CUATRO
MENOS (ART. 52) MENOS (ART. 53) GRADOS MENOS
(ART. 54)
3406
Politoff, Matus, Ramírez, Lecciones de DP chileno, p. 500.
784
- En la determinación de la cuantía exacta de la pena dentro del grado a que hubiere
llegado por aplicación de todas las reglas anteriores: el artículo 69 del Código Penal le
entrega discrecionalidad al juez.
Por regla general, no obstante algunas excepciones como el artículo 68 bis, la configuración
de una sola circunstancia (atenuante o agravante), no permite subir o bajar del marco penal
asignado al hecho, ascendiendo o descendiendo en la escala de penas respectiva.
785
modificatorias establecida legalmente en toda su
extensión (arts. 67 y 68).
Concurren circunstancias El tribunal debe compensarlas
modificatorias racionalmente atendiendo a su entidad y
naturaleza (arts. 67 y 68).
Son responsables de un mismo delito Si los mayores se prevalieron de los
individuos mayores de dieciocho años y menores en la perpetración del delito,
menores de esa edad se aplicará a los mayores la pena que
les habría correspondido sin esta
circunstancia, aumentada en un grado,
pudiendo esta circunstancia ser
apreciada en conciencia por el juez (art.
72).
786
efecto. la pena menor imponerse el imponerse el
o grado máximum de grado máximo
mínimo la pena
Una
circunstancia
no permite
exceder el
marco penal
aplicable (art.
65).
Estas reglas generales se ven alteradas en tres casos especiales, concernientes a atenuantes
aplicables a toda clase de delitos.
Cuadro demostrativo para la determinación de la pena en concurrencia de
atenuantes aplicables a toda clase de delitos:
• Art. 73 del Código Penal Confiere el carácter de privilegiada a la
• Eximentes incompletas atenuante del art. 11 Nº 1 del Código
Penal, obligando al juez a reducir la
pena por lo menos en 1 grado,
quedando a su arbitrio conceder una
rebaja de hasta 2 o 3, partiendo del
mínimo de la pena asignada al hecho.
Inc. 1º del art. 72 del Código Penal, Debe imponerse la pena inferior en
tratamiento privilegiado a menores de grado al mínimo de los señalados en la
18 años condenados por haber ley para el delito de que sea responsable.
delinquido con discernimiento.
• Art. 68 bis: Si concurre una sola circunstancia
atenuante, el juez puede considerarla
muy calificada e imponer también la
pena inferior en grado al mínimo de la
señalada al delito.
La regla varía si concurre más de una circunstancia de una especie y ninguna de la otra.
Cuadro demostrativo para la determinación de la pena en concurrencia de dos o
más circunstancias de una especia y ninguna de otra:
787
Una pena Pena Un grado Dos o más
indivisible compuesta de divisible grados de pena
dos divisible
indivisibles
Dos o más No produce Art. 66 no El Tribunal El Tribunal
agravantes y efecto alguno. prevé el caso. puede imponer puede imponer
ninguna Art. 65 no Tendría el la pena la pena
atenuante prevé el caso. mismo efecto superior en un inmediatamente
que si grado. superior en
concurriera una Si se opta por grado al
agravante, se no subir la máximo de los
impone el pena en un designados por
grado máximo. grado, debe la ley.
imponerse en
la mitad
superior.
3407
Cury, Derecho penal..., Ediciones PUC, 2005, p. 768.
788
Para decidir en cuanto al número de grados a rebajar en cada caso, los arts. 66, inc.
3º, 67, inc. 4º y 68, inc. 3º del Código Penal, le señalan al juez la siguiente regla: debe
atender al número y entidad de las circunstancias concurrentes3411.
3408
Criterio compartido por la Corte de Apelaciones de Santiago: C. Apelaciones de Santiago, 14 de enero
2010. N° LegalPublishing: 43264 en Vargas, Código Penal, Editorial AbeledoPerrot, 2012, p. 114.
3409
Otra parte de la doctrina señala que esta disposición es completamente facultativa para el juez. Así en:
Labatut, Derecho penal..., Tomo I, Editorial Jurídica de Chile, 1951, p. 428, Novoa, Curso de DP chileno,
DP, Tomo II, Editorial Conosur Ltda, 1966, p. 408, Etcheberry, DP, pp. 185 y ss.
3410
Cury, señala que hoy en día la jurisprudencia –al menos gran parte de ella- está tendiendo a interpretar
que le es imperativo al juez rebajar la pena y lo facultativo es el monto. Cury, Derecho penal..., p. 769.
3411
Cury, Derecho penal..., p. 770.
3412
Etcheberry, DP, pp. 190-191.
3413
Cury, Derecho penal..., p. 770.
3414
Garrido Montt, Derecho penal..., Tomo I, Editorial Jurídica de Chile, 1997, p. 314.
3415
Garrido Montt, Derecho penal..., p. 314.
3416
Cury, Derecho penal..., p. 770.
789
El mal producido por el delito es, en primer término, la ofensa misma al bien
jurídico protegido. En segundo término, comprende las demás consecuencias perjudiciales
del hecho que sean un efecto directo del mismo (generalmente, pero no siempre, perjuicios
económicos), aunque no estén consideradas en la tipificación del delito para los efectos de
la penalidad3417-3418.
3417
Etcheberry, DP, p. 191.
3418
Cury, Derecho penal..., p. 770.
3419
Politoff, Matus, Ramírez, Lecciones de DP chileno, p. 538.
3420
Politoff, Matus, Ramírez, Lecciones de DP chileno, p. 538.
3421
Politoff, Matus, Ramírez, Lecciones de DP chileno, p. 538.
3422
Politoff, Matus, Ramírez, Lecciones de DP chileno, p. 539.
790
El caudal o facultades económicas del delincuente, comprende tanto su patrimonio
al tiempo de la condena como su capacidad de rendimiento económico futuro,
especialmente a la hora de imponer el pago en parcialidades3423.
Para determinar la capacidad de rendimiento económico del individuo, hay que
atender a su situación concreta y no a sus capacidades abstractas. Cuando la sentencia
autoriza el pago por parcialidades, el beneficio es irrevocable una vez que la sentencia está
ejecutoriada. Si se ha impuesto por parcialidades, el inciso segundo en su parte final del
artículo 70 establece una cláusula de aceleración (en términos civilistas) en caso de
incumplimiento, es decir, el no pago de una sola de las parcialidades hará exigible el total
de la multa adeudada3424.
3423
Politoff, Matus, Ramírez, Lecciones de DP chileno, p. 539.
3424
Politoff, Matus, Ramírez, Lecciones de DP chileno, p. 539.
791
CAPÍTULO XI
CONSECUENCIAS JURÍDICAS DEL DELITO
3. Responsabilidad civil proveniente del delito.
3425
Etcheberry, Derecho penal..., Tomo I, Editorial Jurídica de Chile, 1997, p. 235.
3426
En un sentido similar pero más asociado a la vulneración de estándares sociales, Cury, Derecho penal...,
Ediciones PUC, 2005, p. 807.
3427
Así también, Labatut, Derecho penal..., Tomo I, Editorial Jurídica de Chile, 1951, p. 291.
3428
Cury, Derecho penal..., p. 807.
3429
Etcheberry, DP, p. 236.
3430
En el mismo sentido, Bustos Ramírez, Lecciones de DP, Editorial Trotta, 1997, p. 235, y Cury, Derecho
penal..., p. 807.
3431
Cury, Derecho penal..., p. 808.
3432
Etcheberry, DP, p. 244.
792
2. Extensión de la responsabilidad civil proveniente del delito.
De conformidad al artículo 2314 del Código Civil, “el que ha cometido un delito o
cuasidelito que ha inferido daño a otro, es obligado a la indemnización; sin perjuicio de la
pena que le impongan las leyes por el delito o cuasidelito”. A su vez, el art. 2329, inc.
primero, del mismo cuerpo legal, preceptúa que “por regla general todo daño que pueda
imputarse a malicia o negligencia de otra persona, debe ser reparado por ésta”. A causa de
la amplitud de los preceptos mencionados anteriormente, es que la jurisprudencia ha
entendido en forma constante que la obligación de reparar emanada del delito se extiende
tanto al daño material como moral y, dentro de este último, no solo al que provoca
consecuencias de carácter moral, sino también a aquel que se agota en el puro sufrimiento
psíquico o daño meramente moral3433-3434-3435.
En razón de lo dispuesto en el art. 59, del Código Procesal Penal (art. 10 del Código
de Procedimiento Penal) se deduce que las obligaciones civiles derivadas del delito pueden
consistir por un lado, en restituir la cosa o su valor y, por el otro, en satisfacer la
indemnización establecida por la ley en favor del perjudicado.
La acción que tuviere como objeto únicamente la restitución de la cosa deberá
interponerse siempre durante el respectivo procedimiento penal en virtud de lo dispuesto en
el artículo 59 del Código Procesal Penal y en conformidad a lo preceptuado el artículo 189
del mismo cuerpo legal (art. 5º, inc. final, del Código de Procedimiento Penal y art. 171 del
Código Orgánico de Tribunales), que señala que éstas deben ser interpuestas ante el juez de
garantía y solo serán devueltas una vez finalizado el procedimiento, sin embargo, establece
una excepción en cuanto a las especies hurtadas, robadas o estafadas, las cuales deberán ser
devueltas al dueño o legítimo tenedor en cualquier estado del procedimiento una vez
comprobado su dominio o tenencia por cualquier medio y establecido su valor.
A diferencia de las restituciones, las indemnizaciones establecidas por la ley a favor
del perjudicado por el delito pueden reclamarse tanto ante el tribunal que conoce del ilícito
o separadamente en un juicio civil, sin embargo, una vez admitida la acción que persiga la
responsabilidad civil en instancia penal, no podrá ser interpuesta en sede civil en virtud de
lo dispuesto en el artículo 59, inc. 2º, del Código Procesal Penal. Las acciones destinadas a
obtener la reparación de las consecuencias del hecho punible deducidas por personas
diferentes a la víctima o contra personas diferentes del imputado, deberán ser interpuestas
siempre ante el tribunal civil competente, en razón de lo señalado en el artículo 59, inc.
final, del Código Procesal Penal.
Los detalles de la oportunidad de interposición de la demanda civil y la forma de
realizarla pertenecen al estudio del derecho procesal penal.
Al ocuparse de la extensión de la responsabilidad civil proveniente del delito,
Novoa incluye en ella el pago de las costas del proceso y el resarcimiento al Estado de los
gastos que demande la mantención del reo en el establecimiento carcelario3436. Cury en
cambio, piensa que aquel no es el criterio correcto, ya que las obligaciones respectivas no
3433
Cury, Derecho penal..., p. 807.
3434
Etcheberry, DP, pp. 235 a 239.
3435
Labatut, DP, p. 292.
3436
Novoa, Curso de DP chileno, Tomo II, Editorial Conosur Ltda, 1966, p. 473.
793
tienen su origen inmediato en el hecho punible y no se rigen por las mismas normas que las
de restituir e indemnizar en lo referente a su exigibilidad3437.
3. Obligados a la reparación.
El art. 2314 del Código Civil señala como responsable civilmente por la
indemnización del daño a "el que ha cometido un delito o cuasidelito". El Art. 2317 añade
que si un delito o cuasidelito ha sido cometido por dos o más personas, cada una de ellas
será solidariamente responsable de todo perjuicio procedente del mismo delito o
cuasidelito, y agrega en su inciso segundo que esta acción solidaria es producida por "todo
fraude o dolo cometido por dos o más personas"
De conformidad con lo preceptuado por el art. 2316 del Código Civil, “Es obligado
a la indemnización el que hizo el daño, y sus herederos”, añadiendo que “el que recibe
provecho del dolo ajeno, sin ser cómplice en él, solo es obligado hasta concurrencia de lo
que valga el provecho”. Por tanto, en caso de muerte del delincuente, esta obligación pasa a
sus herederos. La relación entre las dos partes de la disposición parece, pues, conducir a la
conclusión de que la reparación es exigible tanto a los herederos del difunto, como para los
autores y hasta los cómplices, excluyéndose en cambio a los encubridores, que sólo estarían
obligados hasta concurrencia del provecho que les ha reportado el dolo ajeno3438-3439. Esta,
que es la opinión dominante en nuestra jurisprudencia3440, tiene la ventaja de adecuarse
mejor a la naturaleza de las cosas, ya que como es sabido, el encubridor en rigor no es un
partícipe en el hecho punible3441, y por eso, salvo el caso en que se aprovecha por sí mismo
de los efectos del crimen o simple delito (art. 17, N° 1, del Código Penal), resulta injusto
gravarlo con la obligación de reparar las consecuencias de una lesión a bienes jurídicos en
la cual no ha intervenido.
Sin embargo, el criterio anterior no es pacífico, así Etcheberry3442 considera que
nuestro Código Penal ha concebido al encubridor como un partícipe, esto es, no como un
aprovechador del dolo ajeno, sino responsable en virtud de su propio dolo, y para él, el
claro texto del art. 24 coloca de su cargo también la indemnización de perjuicios, aunque se
trate de las formas de encubrimiento que no suponen provecho alguno para el encubridor.
De ese modo, relacionando el art. 24 del Código Penal con el art. 2317 del Código Civil,
llegaríamos a la conclusión de que autores, cómplices y encubridores son responsables por
la indemnización de perjuicios, y que lo son solidariamente. Para Etcheberry solo podría
pensarse en una excepción respecto del encubridor habitual del art. 17 N° 4° del Código
Penal, caso en el cual en verdad no es sancionado como partícipe de ningún delito
determinado, sino como autor de un delito específico.
3437
Cury, Derecho penal..., p. 809.
3438
Novoa, Curso de DP chileno, p. 479.
3439
Cury, Derecho penal..., p. 809.
3440
Cury, Derecho penal..., p. 809., también, Novoa, Curso de DP chileno, p. 479., y Etcheberry, El DP en la
jurisprudencia, Tomo III, Editorial Jurídica de Chile, 1986, pp. 377 y ss.
3441
Tal como lo hemos visto en esta cátedra en Lecciones sobre Autoría y Participación, Primera Unidad,
Derecho Penal II.
3442
Etcheberry, DP, p. 241.
794
Por otra parte, Cury3443 señala que la disposición del art. 24 del Código Penal no es
concluyente, no sólo por la contradicción en que se encontraría con el art. 2316 del Código
Civil, sino, además, porque, aunque establece que la sentencia condenatoria envuelve la
obligación del encubridor de pagar "daños y perjuicios", no dice si los que ha de solucionar
son todos los causados por el delito o únicamente la parte de ellos que cedió en su
provecho. Así, el art. 2316 del Código Civil, aparecería, desde este punto de vista,
aclarando el sentido del precepto penal; y como, por otra parte, lo hace en una forma que
satisfaría mejor las exigencias de justicia. Al juicio de Cury, la prevalencia de su precepto
debe ser afirmada.
Finalmente, deben responder también del daño aquellos que tienen a su cuidado a
quien lo causó (art. 2320, inc. primero, Código Civil). Los casos que se describen en los
arts. 2321 y 2322 del Código Civil no son sino explicitaciones de la regla general contenida
en el 2320 y de las limitaciones a que está sometida esta responsabilidad por los hechos de
terceros3444. También es importante aquí la aplicación de todo lo estudiado en el acápite
sobre responsabilidad de las personas jurídicas.
3443
Cury, Derecho penal..., p. 810.
3444
Cury, Derecho penal..., p. 810.
3445
Cury, Derecho penal..., p. 809.
3446
Cury, Derecho penal..., p. 811.
3447
Novoa, Curso de DP chileno, p. 518.
3448
Novoa, Curso de DP chileno, p. 518.
795
5.b. Cuando la eximente está fundada en la ausencia de tipicidad, es preciso hacer
una distinción:
5.b.α. La exclusión de los elementos que integran la faz objetiva del tipo.
Para Novoa no afecta por regla general a la responsabilidad civil, siempre que el
hecho haya producido de todos modos un daño3450. La tipificación de una conducta es tan
sólo una decisión sobre su intolerabilidad ético-social y, por consiguiente, concierne
únicamente a la cuestión de si se reprimirá echando mano de los recursos penales, pero
carece de influencia sobre las consecuencias civiles que puede o no producir. Esto se
aprecia más claramente cuando se observa que existen por otro lado hechos típicos
severamente castigados por la ley, los cuales, sin embargo, no ocasionan perjuicios civiles a
nadie (por ejemplo, homicidio calificado frustrado en el que la víctima resulta ilesa,
traición, falsificación de instrumento público, etc.)3451. Ello destaca las diferencias
existentes entre los dos aspectos de la tutela jurídica y del principio de fragmentariedad que
se erige como límite al Derecho penal. Etcheberry añade que esto se produce en virtud de
que la ilicitud civil no se encuentra configurada en razón del régimen de descripciones
típicas3452.
3449
Etcheberry, DP, p. 241.
3450
Novoa, Curso de DP chileno, p. 518.
3451
Cury, Derecho penal..., p. 811.
3452
Etcheberry, DP, p. 241.
3453
Cury, Derecho penal..., p. 811.
3454
Cury, Derecho penal..., p. 812.
3455
Novoa, Curso de DP chileno, p. 518.
796
obligación de reparar, pues ésta descansa indiferentemente sobre uno u otro elemento
subjetivo.
5.d. Inimputabilidad.
En cuanto a las causales de inculpabilidad, eliminan también la responsabilidad civil
directa del inimputable, pero pueden dejar subsistente la responsabilidad de las personas
que tienen al demente o al menor bajo su cuidado, por ejemplo, los arts. 2319, 2320 y 2321
del Código Civil3463-3464.
3456
Cury, Derecho penal..., p. 812.
3457
Etcheberry, DP, p. 241.
3458
Novoa, Curso de DP chileno, p. 518.
3459
Novoa, Curso de DP chileno, p. 518.
3460
Etcheberry, DP, pp. 241-242.
3461
Cury, Derecho penal..., p. 812.
3462
Novoa, Curso de DP chileno, p. 518.
3463
Novoa, Curso de DP chileno, p. 518.
3464
Etcheberry, DP, p. 242.
3465
Etcheberry, DP, p. 242.
3466
Cury, Derecho penal..., p. 812.
797
entrar a ser valoradas como antijurídicas o culpables, y naturalmente, no engendran
responsabilidad civil3467.
3467
Etcheberry, Derecho penal..., Tomo II, Editorial Jurídica de Chile, 1997, p. 10.
3468
Cury, Derecho penal..., p. 812.
3469
Etcheberry, DP, pp. 242-243.
798
CAPITULO XII
1. Objetivos
a. Conocer el concepto de las causales de extinción de la responsabilidad penal
b. Entender el fundamento común y propios de las causales de responsabilidad penal
c. Distinguir las distintas causales de extinción de responsabilidad y conocer sus requisitos de
procedencia.
2. Introducción
a. Concepto
En cuanto al concepto, del encabezado de este artículo, la opinión dominante como
Guzmán Dalbora, considera que ellas deben entenderse como el “conjunto de
circunstancias que sobrevienen después de la comisión del delito y destruyen la acción
penal o la pena”3470. No obstante el tenor literal del artículo, lo cierto es que en razón del
viejo aforismo jurídico que dice que “en derecho las cosas son lo que son y no lo que dicen
ser” es que cabe destacar que del análisis previo de las causales, algunas de ellas actúan
efectivamente eliminando la responsabilidad penal ya existente, mientras que otras
“impiden de antemano una declaración tanto sobre la presencia como sobre la ausencia de
3470
GUZMÁN José: “De la extinción de la Responsabilidad penal” en POLITOFF Sergio, ORTIZ Luis,
MATUS Jean: Texto y comentario del Código Penal chileno. Tomo I. Editorial Jurídica de Chile. 1º edición,
p. 434
799
responsabilidad”3471. En este sentido se pronuncian Mera y Cury al definirlas como “ciertas
situaciones que en algunos casos ocasionan efectivamente la exclusión total o parcial de los
efectos de una responsabilidad penal previamente existente y ya declarada, pero en otros
determinan solamente una imposibilidad de pronunciarse sobre ella, tanto para afirmarla
como para negarla”3472.
b. Fundamento común
El fundamento común de estas causales es ser “una prudente autolimitación plasmada en la
ley, del ius puniendi del Estado, que bajo ciertos supuestos y por distintas exigencias,
renuncia a su pretensión punitiva (hipotética o concreta), es decir, a que se persiga o
castigue a los responsables de un delito”3473.
Se distinguen de las eximentes de responsabilidad en tanto éstas impiden el nacimiento del
delito, y por tanto de la responsabilidad penal, a diferencia de las causales de extinción que
son posteriores a la comisión del delito y despliegan sus efectos sobre la acción penal o en
la pena, pero no en el delito ni en responsabilidad civil3474. De tal manera que para quienes
creen que la punibilidad es uno de los elementos del delito, si concurre una excusa legal
absolutoria, no operarían tampoco las causales de extinción de la responsabilidad3475.
Es una institución del Derecho penal y no del Derecho Procesal Penal, pues lo que falta en
las causales de extinción, lo que implica que se le apliquen las “exigencias y perrogativas
de las normas penales sustantivas, entre otras la de la ley más benigna”3476.
Siguiendo a Guzmán Dalbora3477, se clasifican:
- De iure conditio, entre aquellas que extinguen la acción penal y las que extinguen la pena
- En relación al momento en que despliegan sus efectos, se clasifican en:
o Las que proceden al inicio del procedimiento o sobrevienen durante su desenvolvimiento
como la prescripción de la acción penal
o Suponen sentencia firme: prescripción de la pena, el indulto, cumplimiento de condena
o Operan en cualquier instancia posterior al delito (muerte, perdón del ofendido y amnistía)
- Dependiendo del sujeto al que se conceden, pueden ser genéricas o especificas.
No corresponden a causales de extinción de la pena la condena de ejecución condiciona, la
libertad condicional, la reclusión nocturna ni la libertad vigilada. En tanto ellas
corresponden a formas de cumplimiento de condena bajo ciertas circunstancias y
transcurrido un plazo determinado sin que sea revocada3478.
3471
CURY Enrique: DP, PG. Tomo II. Editorial Jurídica de Chile, 10º edición, .p. 783
3472
CURY Enrique: Derecho penal..., p. 783
3473
GUZMÁN José: “De la extinción de la Responsabilidad penal”, p. 434
3474
GUZMÁN José: “De la extinción de la Responsabilidad penal”, p. 435
3475
GUZMÁN José: “De la extinción de la Responsabilidad penal”, p. 436
3476
MERA Jorge: “De la extinción de la Responsabilidad penal” en COUSO Jaime, HERNÁNDEZ Héctor:
Código Penal Comentado, DP- Doctrina y Jurisprudencia. Editorial Legal Publishing, p. 710
3477
GUZMÁN José: “De la extinción de la Responsabilidad penal”, pp. 435-436
3478
GUZMÁN José: “De la extinción de la Responsabilidad penal”, pp. 436-437
800
El fundamento de esta causal esta íntimamente relacionada con el principio de
personalidad de la responsabilidad penal, derivado del principio de culpabilidad. Tanto es
así, que se cuestiona su incorporación expresa como causal de extinción de responsabilidad
penal, lo que se explica por la excepción de las penas pecuniarias (Guzmán)
El principio de legalidad establece que no hay pena sin ley. Al cumplir la pena el sujeto,
éste ha abortado todo el principio de legalidad. El cumplimiento de la pena más allá de lo
establecido en la ley es infracción al principio de legalidad
3479
CURY Enrique: Derecho penal..., pp.786-787
3480
GUZMÁN José: “De la extinción de la Responsabilidad penal”, p. 442
3481
MERA Jorge: “De la extinción de la Responsabilidad penal”, p. 711
3482
GUZMÁN José: “De la extinción de la Responsabilidad penal”, p. 445
3483
MERA Jorge: “De la extinción de la Responsabilidad penal”, p. 712
801
El código habla de condena y no de pena, por lo que se comprende no sólo pena sino que
también las otras formas de cumplimiento de la condena, como la ejecución completa de las
medidas alternativas y con la libertad condicional3484
En las otras causales existe un criterio común que hay una renuncia al ejercicio del poder
punitivo. Los fundamentos de esta renuncia son distintos en cada institución.
c. Art. 93 Nº 3: Por amnistía, la cual extingue por completo la pena y todos sus
efectos.:
Puede ser definida como “un instituto en virtud del cual el poder público, por razones de
alta política y mediante una norma de carácter general, renunciar a punir un cierto número
de delitos, extiendo completamente las responsabilidades penales derivadas de éstos”3486.
Se clasifica en:
- Propia: Es aquella que se produce con anterioridad a la dictación de la sentencia firme, y
su efecto es extinguir la responsabilidad penal por medio de extinguir la acción penal,
impidiendo que se establezca la responsabilidad por el hecho cometido. Según Guzman,
una vez constatada debe decretarse el sobreseimiento definitivo, aun cuando exista el deber
de continuar con las investigaciones para determinar la forma en que ocurrieron los hechos
amnistiados3487.
- Impropia: Se trata de la amnistía cuando es otorgada en un momento posterior a la
dictación de la sentencia firme. Extiende sus efectos a la extinción de la pena principal y
accesorias junto con todos sus efectos, y borra la calidad de condenado, también restituye
los derechos políticos. No se extienden sus efectos a la responsabilidad civil, ni pueden
amnistiarse los delitos terroristas, salvo por ley de quórum calificado de las dos terceras
partes de los diputados y senadores en ejercicio. Ello último en razón de la obligación
impuesta por distintos tratados internacional ratificados por Chile que se encuentran
vigentes.
3484
GUZMÁN José: “De la extinción de la Responsabilidad penal”, p. 444
3485
CURY Enrique: Derecho penal..., p. 788
3486
GUZMÁN José: “De la extinción de la Responsabilidad penal”, p. 445
3487
GUZMÁN José: “De la extinción de la Responsabilidad penal”, p. 449
3488
GUZMÁN José: “De la extinción de la Responsabilidad penal”, p. 445
802
Que no se trate de delitos de lesa humanidad, en razón del art. 5 inc. 2 de la CPR y el art.
250 inciso final del CPP. Para saber si hay delitos de lesa humanidad, crímenes de guerra o
delitos de genocidio hay que recurrir a la Convención contra el Genocidio, el Estatuto de
Roma.
La jurisprudencia de la Corte Suprema hasta el 2000, en la medida en que había una regla
que distinguiera los delitos cometidos entre 1973 y 1978 serían o no amnistiables. La única
diferencia es si había un delito de homicidio o un delito de secuestro. En los primeros
delitos eran amnistiables, pero en el segundo si fuese permanente y se siguiera cometiendo
después de 1978 no eran amnistiables. Pero después del 2000, la jurisprudencia de la Corte
Suprema es modificada y señala (en virtud de los tratados internacionales) que los delitos
de homicidio y de secuestro cometido por el Estado entre 1973 y 1978 son in amnistiables
en la medida que sean calificados como delitos de lesa humanidad, genocidio o crímenes de
guerra, pese a que exista una Ley de Amnistía vigente
- Puede ser otorgada antes de que se pronuncie la sentencia firme y extingue la acción penal
(propia), luego de la sentencia firme o en cumplimiento de la condena, extinguiendo la
pena (impropia), o incluso, según Mera con posterioridad al cumplimiento de la condena
donde su efecto sería el de borrar la calidad de condenado para efectos de la
reincidencia3489.
El límite es que no gozan del perdón que concede la amnistía “todo hecho punible que
traspasa el tiempo de lo perdonado […] así sucede con los delitos permanentes, y la parte
no amnistiada de los delitos continuados, habituales y de emprendimiento”3490. También se
limita la amnistía en los delitos terroristas cuya ley de quórum calificado exige las dos
terceras partes de los diputados y senadores en ejercicio.
Finalmente, no sería posible derogar la amnistía impropia porque ella ha creado un derecho
personal, que sería la extinción de la responsabilidad penal. Tampoco procedería la
derogación respecto de la propia, porque aun cuando se pronuncie respecto a hechos en los
que no hay responsables, se trata de una ley intermedia más favorable3492.
3489
MERA Jorge: “De la extinción de la Responsabilidad penal”, p. 715
3490
MERA Jorge: “De la extinción de la Responsabilidad penal”, p. 716
3491
GUZMÁN José: “De la extinción de la Responsabilidad penal”, p. 448
3492
MERA Jorge: “De la extinción de la Responsabilidad penal”, p.p 716-717
803
Está regulado en los arts. 32 nº 14 y 63 Nº 16 de la CPR y en el art. 93 Nº 4 del CP.
Guzmán Dalbora lo concibe como la “Gracia general o particular, oriunda de poderes
distintos del judicial y otorgada a los condenados por sentencia irrevocable, que les remite
todo o parte de la pena impuesta a raíz de delitos comunes, o se las conmuta por otra más
benigna”3493.
Se clasifica en:
- Indulto general: Es la extinción de la responsabilidad penal o su reducción respecto de un
cierto número de personas relacionadas a ciertos tipos de delitos. Sólo puede establecerse
mediante la ley (art. 63 Nº 16 CPR)
- Indulto particular: Es perpetrado por el poder ejecutivo que ejerce su derecho de gracia,
extingue la pena respecto de una persona nominativa respecto de un delito en particular. Es
establecido mediante decreto supremo del presidente de la república (art. 32 Nº 14 CPR).
No se pueden aplicar:
- “A funcionarios públicos acusados por la Cámara de Diputados o condenados por el
Senado, puesto que estos sólo pueden ser indultados por el congreso”3494.
- Respecto de delitos terroristas.
3493
GUZMÁN José: “De la extinción de la Responsabilidad penal”, p. 452
3494
MERA Jorge: “De la extinción de la Responsabilidad penal”, p. 718
3495
GUZMÁN José: “De la extinción de la Responsabilidad penal”, p. 455
3496
MERA Jorge: “De la extinción de la Responsabilidad penal”, p. 719
804
o Si se pudiera otorgar antes, se estaría privando a los afectados de demostrar su
inocencia3497.
o Se trataría de una amnistía disfrazada de indulto3498.
Según Mera, lo cierto es que “el hecho de el art. 93 Nº 4 requiera que el beneficiado por el
indulto se encuentre condenado, no sería óbice para que se dispongan indultos generales
antes de la sentencia de término, toda vez que estos últimos se dictan mediante una ley, la
que como tal, podría modificar o derogar disposiciones dictadas con anterioridad que reglan
la cuestión. Por otra parte, el art. 433 Nº 6 del Código de Procedimiento Penal preveía
expresamente que el acusado opusiera como excepción de previo y especial
pronunciamiento del indulto que lo beneficiaba, el que, como es obvio debía ser dictado
antes de la sentencia de término”3499.
e. Art. 93 Nº 5: Por el perdón del ofendido cuando la pena se haya impuesto por los
delitos respecto de los cuales la Ley sólo concede acción privada.
Puede definirse como “la remisión, concedida por el ofendido o su representante legal, de la
responsabilidad proveniente de delitos de acción privada que extingue la acción penal o la
pena”
Esta causal es objeto de las siguientes críticas, extraídas de los comentarios de Guzmán
Dalbora:
- “Anula un derecho de acción penal del Estado y quita al acusado la posibilidad de
demostrar su inocencia
- Ponen en jaque el carácter público del Derecho penal y la facultad de remitir se presta a
posibles transacciones y pactos abusivos o inmorales, algunos de los cuales pueden
representar verdaderos chantajes
- Especial rechazo denota el perdón como extinción de la pena, en tanto, la sentencia
condenatoria compromete la autoridad del Estado.
Sin embargo, no son despreciables los fines que persigue la ley cuando, por excepción y
para ciertos ilicititos establece la acción privada:
3497
CURY Enrique: Derecho penal..., p. 794
3498
CURY Enrique: Derecho penal..., p. 794
3499
MERA Jorge: “De la extinción de la Responsabilidad penal”, p. 719
3500
GUZMÁN José: “De la extinción de la Responsabilidad penal”, p. 455
3501
GUZMÁN José: “De la extinción de la Responsabilidad penal”, p. 455
3502
GUZMÁN José: “De la extinción de la Responsabilidad penal”, p. 455
805
- Que en lugar de una lucha judicial haya reconciliación que prevenga males ulteriores entre
el ofensor y el ofendido o
- Respetar el dolor del ofendido, para el cual el strepitus fori representaría un dolor mayor
que el delito”3503.
Sus efectos son la extinción de la acción penal (en el caso de los delitos de acción mixta
cuando aun no se ha iniciado el procedimiento, y privada hasta antes de la sentencia
condenatoria) o de la responsabilidad penal (en el caso en que el perdón se dé con
posterioridad a la dictación de la sentencia)
3503
GUZMÁN José: “De la extinción de la Responsabilidad penal”, p. 456
3504
MERA Jorge: “De la extinción de la Responsabilidad penal”, p. 721
3505
MERA Jorge: “De la extinción de la Responsabilidad penal”, p. 723
3506
GUZMÁN José: “De la extinción de la Responsabilidad penal”, p. 458
3507
GUZMÁN José: “De la extinción de la Responsabilidad penal”, p. 459
806
La prescripción es aquella causal de extinción de la responsabilidad penal que, pasado
cierto transcurso de tiempo, “hace cesar el derecho del Estado a imponer la pena o a
ejecutar la ya impuesta”3508
3508
GUZMÁN José: “De la extinción de la Responsabilidad penal”, p. 459
3509
GUZMÁN José: “De la extinción de la Responsabilidad penal”, p. 460
3510
GUZMÁN José: “De la extinción de la Responsabilidad penal”, p. 463
3511
GUZMÁN José: “De la extinción de la Responsabilidad penal”, p. 467
807
o Pena privativa o restrictiva de libertad y otra clase de pena: debe estarse a la privativa de
libertad
o Ambas penas privativas o restrictivas de libertad: debe estarse a la más alta.
En cuanto al momento en que empieza a correr, el art. 95 del CP señala que “el término de
la prescripción comenzara a correr desde que se hubiere cometido el delito”. Para
determinar ello hay que hacer la siguiente clasificación:
o Delitos de mera actividad: Desde la consumación del delito
o Delitos de resultado: Desde la consumación del delito, incluida la producción del resultado
(Mera, Novoa, Politoff, Mattus, Ramiréz, Guzmán Dalbora) o, según la teoría de la
voluntad, desde que se “concluye la realización de la conducta (acción u omisión) con
prescindencia del resultado”, en tanto el resultado proviene del azar y no de la voluntad del
sujeto. (Cury, Etcheverry, Garrido)
o Delitos permanentes: Desde que cesa la actividad delictiva3512.
o Delitos continuados y habituales: Desde que se realiza el último acto que lo integra3513.
o Delito tentado: “Desde que se realiza el último acto de ejecución previo a la
interrupción”3514.
o Delito frustrado: Desde que cesa la actividad del sujeto (Mera, 726)
o Delitos que contienen condiciones objetivas de punibilidad y en los calificados por el
resultado: Cury cree que “lo importante es el instante en que termina la actividad del
agente, debiendo prescindirse de aquel en que se cumple la condición o se produce la
consecuencia”. Para Guzmán Dalbora, como la punibilidad es parte de los elementos del
delito, si concurre alguna condición objetiva de punibilidad no hay delito, y por tanto, no
aplica alguna causal de extinción de la responsabilidad.
En cuanto a la prescripción de la pena, que el art. 97 del CP, establece que los plazos son
los siguientes:
o Crímenes a los que la ley impone la pena de presidio, reclusión o relegación perpetuos: 15
años.
o Crímenes: 10 años
o Simples delitos: 5 años
o Faltas: 6 meses.
La base de cómputo es la pena concreta impuesta por la sentencia, y empieza a correr, de
acuerdo al art. 98 del CP desde:
o La fecha de la sentencia de término. Algunos señalan que es sentencia de término desde que
no procede ningún recurso en su contra, y se cuenta el plazo desde la fecha de ella (Novoa
y Del Río). Otros considerarían que se debe tratarse de una “sentencia ejecutoriada o que
cause ejecutoria, siendo exigible, por tanto, que se hubiere notificado la resolución que la
mandó a cumplir” (Mera, p. 731)
o El quebrantamiento de la condena, si hubiere ésta principiado a cumplirse. En esta caso,
“para determinar el plazo de la prescripción se ha de descontar de la condena impuesta el
tiempo servido antes del quebrantamiento”3515.
3512
MERA Jorge: “De la extinción de la Responsabilidad penal”, p. 726
3513
MERA Jorge: “De la extinción de la Responsabilidad penal”, p. 726
3514
MERA Jorge: “De la extinción de la Responsabilidad penal”, p. 726
3515
MERA Jorge: “De la extinción de la Responsabilidad penal”, p. 731
808
El art. 101 establece que, por regla general, ambas prescripciones “corren a favor y en
contra de toda clase de personas”. La excepción la constituye los abusos sexuales del art.
369 quater, cuya prescripción empieza a correr luego de que la víctima cumpla 18 años3516.
- Que no se haya interrumpido la prescripción
En cuanto a la prescripción de la acción penal el art. 96 del CP señala “esta prescripción se
interrumpe, perdiéndose el tiempo transcurrido, siempre que el delincuente comete
nuevamente crimen o simple delito, y se suspende desde que el procedimiento se dirige
contra él; pero si se paraliza su prosecución por tres años o se termina sin condenarle,
continúa la prescripción como si no se hubiera interrumpido”. Este artículo regula dos
instituciones: la interrupción y la suspensión. La primera, la interrupción, de ellas requiere
que el delincuente cometa un crimen o simple delito, y que tal responsabilidad sea
declarada por sentencia firme. En cuanto a la suspensión, ella requiere, de acuerdo a lo
entendido por la doctrina, la formalización, siendo ella la única forma en que el
procedimiento se dirija contra el delincuente. Regula dos casos en que no se entiende
suspendido el plazo, lo que son:
o Cuando el juicio se haya paralizado por tres años: como la ley no especifica alguna causal
por la que el juicio se haya paralizado, y en razón del principio pro reo, es que debe
entenderse que se refiere a “toda suspensión efectiva de la tramitación del proceso”,
independiente de su causa.
o Que se termine sin condenarle: En este caso no estamos hablando de una sentencia
absolutoria, porque de ser así no existiría delito y, por tanto, no operaría ninguna causal de
extinción de responsabilidad. Por tanto, en este caso el CP se refiere a casos donde el
procedimiento termina sin un pronunciamiento sobre la responsabilidad del sujeto, por
ejemplo, a la facultad de no perseverar en la investigación.
El efecto que producen estas causales es que la prescripción continua corriendo como si no
se hubiera suspendido.
En cuanto a la pena, de acuerdo a lo señalado en el art. 99, ella no se suspende, sino que
sólo se interrumpe en el caso de que el condenado, durante ella, cometiera nuevamente un
crimen o simple delito, sin perjuicio de que comience a correr otra vez. Es importante
señalar que “la prescripción de la pena no borra los delitos cometidos para efectos de
considerar la circunstancia atenuante de irreprochable conducta anterior.
De acuerdo al art. 100, regla aplicable para el caso de ambas prescripciones, “cuando el
responsable se ausentaré del territorio de la República sólo podrá prescribir la acción penal
o la pena, contando por uno cada dos días de ausencia, para el cómputo de los años. Para
los efectos de aplicar la prescripción de la acción penal o de la pena, no se entenderán
ausentes del territorio nacional los que hubieren estado sujetos a prohibición o impedimento
de ingreso al país por decisión de la autoridad política o administrativa, por el tiempo que
les hubiere afectado tal prohibición”.
Esta regla tiene las siguientes limitaciones3517:
o No se aplica a las faltas
o No se aplica a las prescripciones de corto tiempo menores a 1 año
o No opera si el sujeto se encuentra fuera del territorio de la nacional al servicio de la
República.
3516
MERA Jorge: “De la extinción de la Responsabilidad penal”, p. 733
3517
MERA Jorge: “De la extinción de la Responsabilidad penal”, p. 732
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- No requiere ser alegada, sino que debe ser declarada de oficio por el tribunal, siempre que
el acusado o imputado se halle presente (personalmente o representado) en el juicio, de
acuerdo con el art. 102 del CP. Mera precisa que “no son imputados presentes lo que han
sido declarados rebeldes”3518.
- Que el delito no sea de aquellos imprescriptibles. Ello en razón del art. 5 inc. 2 de la
CPR, y el 250 del CPP.
3518
MERA Jorge: “De la extinción de la Responsabilidad penal”, p. 734
3519
MERA Jorge: “De la extinción de la Responsabilidad penal”, p. 735
3520
MERA Jorge: “De la extinción de la Responsabilidad penal”, pp. 735-736
3521
MERA Jorge: “De la extinción de la Responsabilidad penal”, p. 737
3522
MERA Jorge: “De la extinción de la Responsabilidad penal”, p. 737
810
para prescribir la pena, computado de la manera que se dispone en los artículos 98, 99 y
100”. Precisando que “esta regla no es aplicable a las inhabilidades para el ejercicio de los
derechos políticos” y que “La prescripción de la responsabilidad civil provenientes del
delito, se rige por la reglas generales.”
El término inhabilidades legales serían aquella pérdidas de ciertos derechos o facultades no
constitutivos de penas que se producen por la imposición de la sanción penal y que son
ajenos a los efectos propios o buscados por ésta (pérdida de patria potestad)3523.
Regla no aplicable a las inhabilidades del ejercicio de derechos políticos, puestos que ellos
sólo pueden ser rehabilitados por el Senado una vez extinguida la responsabilidad penal del
condenado3524.
3523
MERA Jorge: “De la extinción de la Responsabilidad penal”, pp. 738-739
3524
MERA Jorge: “De la extinción de la Responsabilidad penal”, p. 738
811