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Pensar en escribir una autobiografía literaria te pone a pensar si de verdad has leído lo

suficiente, o si de verdad eres un lector, pues intentando recordar podría hacer esa cuenta de
pronto con los dedos mis manos y pies, pero pues la verdad es que cuando uno habla del arte de
la palabra, del contar historias, que es lo que hoy por hoy hago y que de por sí, si yo pudiera
ejercería esta profesión por el resto de mi vida, hasta el día en qué como lo dijo un profe, se
cumpla la misión de este arte y ya no tengamos que existir los promotores de lectura.

En este ejercicio que posiblemente sea muy corto, o a la final largo, intentaré romper esos
escombros de memoria, sobre esos inicios de las historias, pues, no inicie en este mundo de
letras por los libros ni la palabra escrita, fue escuchando, en esos momentos en los que antes de
dormir mi padre se arriesgaba y tomaba un libro y nos echaba cuentos, que después de cierto
tiempo fue alargando e inventando nuevas líneas, a esos cuentos, porque ahora que lo pienso se
cansaba de leer, creo que eso de leer no se le daba mucho, pues había crecido escuchando
historias, Colorín Coloradio era el canal de su época.

Así que iniciare enumerando esas historias que nos leyó/contó mi padre, especialmente a mi
hermano y a mí, recordando la época de lectura, que fue más temprana para mi hermano que
para mí, pues ya que yo ya tenía unos 8, 9 años, cuando inició ese rito, y por eso creo yo, que él es
mejor lector que yo (esto es un secreto, si lo lee o escucha termina dándose en el techo, porque él
no camina…). Entonces para recordar creo que diré que inició con unos libritos de recopilación
de diferentes géneros, llamados “leer y soñar”, donde había retahílas, poemas, fábulas, cuentos,
incluso hace poco hice un video con un poema llamado “Un Reino de Papel” y para la hora del
cuento de Biblored elegí “La Pura Verdad” de Andersen, este libro lo tenía todo, y era donde la
voz de mi “ancestro” como le digo de cariño nos acercaba a la palabra. Después llegó una mini
recopilación de “Las Mil Y Una Noches” de color azul y unas formas de niños árabes estilo
Aladín, y ahí fue cuando vimos esa faceta que referenciaba arriba, en el cansancio del trabajo, en
el cansancio de la mala luz, se desbordaban los cuentos de Sherezada, y aparecían nuevos
protagonistas y nuevas aventuras. Al mismo tiempo esos cuentos desbordados se conjugaban con
algunos que se veían en la escuela de primaria, y llegan a mi memoria dos, por un lado a mis 8
años aparecían dos “ñeritos” que recorrían Bogotá y sufrían las penurias de la época del ser
“desechable”, y que creo que aún me marca para respetar y saber que hay en esa vida seres
humanos “Las aventuras de un niño de la calle”; el otro texto que me he leído varias veces aún a
esta edad es, “El Maestro Ciruela”, hasta el subconsciente me lleva a pensar que por ese tipo, de
nariz larga y zapatos gigantes que corría como una bala a sus tantos años, hoy estudio para ser
maestro, pues esas anécdotas del maestro, hoy en día me causan gracia y me causan añoranzas.
Ahora entramos en otra época en que lo vertiginoso de la vida no hace que sean visibles muchos
recuerdos de libro, si de personas, pero de libros poco, he de referenciar otros dos, para esta
época, la que se robaba las noches del cuento era mi hermana, que en cuarto aparte ya no había
tiempo para lo hermanos, por un lado un libro regalado por mi tía, hermana de mi mamá,
“Prohibido llover los Sábados”, que recuerdo, pues no podía creer que niños de mi edad crearan
esas historias, pero lo que yo no sabía, era que yo creaba historias todo el tiempo cuando jugaba
con mis esferos negro y rojo, siendo mejores caballeros del zodiaco que Hyoga o Seiya, o con mis
manos narrando partidos más épicos que lo de cualquier copa del mundo. El otro cuento,
“Pinocho” de Carlo Collodi, y lo coloco porque fue un quiebre, siempre pensando que los que
decían mentiras se les crecía la nariz, pero falso, no era lo único, posiblemente se nos podrían
achicar las piernas, además también se podía romper con esa dependencia de los padres y
aprender sólo, que la vida no es fácil y nuestros padres siempre se sacrifican. No podía olvidar un
cuento que mi papá nos narraba y que al día de hoy lo he repetido un sinfín de veces “A la diestra
de Dios padre” de Tomas Carrasquilla, donde es obvio que es difícil ser tan humilde como Peralta
y de jugar con el diablo a las cartas y ganarle, la mejor historia leída para mi.

En la escuela, tienen un poder fantástico para hacer odiar libros y al día de hoy por culpa de esas
profesoras, no he disfrutado de muchos de esos grandes textos y obras, que ya debí leer según las
lenguas que saben de literatura, como “El extranjero”, “Robinson Crusoe”, pero hay otros… y
esos libros que leí en el colegio fue por su poder de atraparme, como “Hisrotias extraordinarias”
de Poe, y que al día de hoy ese gato negro todavía persigue, o el General en su laberinto que me
ponía en tela de juicio la muerte de Simon Bolivar, que pensaba que había sido como en una
imagen de un libro de historia, rodeado de gente, cuando a la final él se había muerto como
todos, sólo y con dolor de patria.

Pero en mi adolescencia cuando no tenía novia, pero me encantaba sentir el dolor de los
enamoramientos escolares (debo confesar que el dolor del amor es de todos los dolores el que
más me gusta), aparecieron dos autores que me llevarían por la literatura de la mano por un
tiempo hasta hoy, yo diría uno más que el otro, pero fueron la revelación, Pablo Neruda, y Mario
Benedetti; Neruda con sus “Cien Poemas de Amor”, que lo llevaban con su metáfora
rimbombante a buscar la sensualidad del cuerpo, a los dilemas de parejas aunque no tuviera, el
des fortunio de saber lo que es eso; y el otro Bendetti ese que tiene carita de viejito bonachón que
cuenta cuentos, me disparo en la cara con “El amor, las mujeres y la vida”, y que hoy en día llevo
uno de su poemas a todos lados, “Si Dios fuera mujer” que al mismo tiempo, con un profesor
loco de filosofía me ponía a dudar de Dios y de su existencia, y que la sensualidad es la que nos
puede llevar a la gloria y que el sexo nos puede salvar del pecado de la mojigatería.
En paralelo de esa época aparecía un cuatro ojos con una cicatriz en la frente, que disque era el
elegido, y que podía acabar con el mal, “Harry Potter” ,puede que para algunos lectores esto sea
un chiste, pero me atrevo a decir que este periodo fue MAGIA, que gran poder para atraparme y
para pensar e ir en contra de las injusticias, posiblemente me sirvió para comprender el fascismo
de otra manera, y que ante las injusticias y la privación de las libertades siempre hay quienes
pueden cambiar las cosas (otro punto para mi ser docente, no tendré varita mágica, ni un arma,
pero puedo educar y hacer críticos a mis estudiantes) .

Hay muchos libros, muchos cuentos, muchas historias que pasaron por mis manos, que se
confundieron con los libros de texto, una que otra saga de esas que son Bet Sellers aunque, “La
hija de humo y hueso” me impactó, y la terminé, pero como les decía, Bendetti me sigue
acompañando, hoy menos que antes pero siempre está ahí, y pues “La Tregua” es un libro de
gran estima para mí, pues el dolor del amor es algo que me gusta y que me gusta sentirlo, y el
dolor de amor de Santomé, me hace su gran amigo, lo comprendo, sé de esa ausencia, aunque
posiblemente no sé cómo será a esa edad y el miedo a la soledad sea más grande, pero encontrar
en letras ese duro golpe del abandono, fue para mí lo mejor que me ha pasado.

Ya finalizando este escrito breve, que he intentado recordar lo que más se puede de ese trasegar
entre las letras, y que al día de hoy me tienen en una profesión, que espero, sea más mi estilo de
vida, debo decir que en este último año he leído como nunca, me he conectado con el mundo y
que es gracias a cada letra, cada párrafo de grandes autores. Me gustó conocer la sociedad
aristócrata rusa con Dostoievski en el “Idiota”, El amor con Kundera, el paseo por Macondo con
Gabo; esto es simplemente dando un pincelada por el último año pues son más y ya perdí la
cuenta, y cada letra se han estampado en mi ser y espero que algún día tenga todo tatuado de
letras, de recuerdos de amigos, y así que otros se contagien y quieran acompañarme en este triste
camino, de dolores y angustias que la humanidad siempre siente.

Daniel Lara

Promotor de lectura en Espacios no Convencionales.

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