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Pandemia: ¡Emergencia Estratégica!

Caracterización ecosocial e histórica1

Miguel Fuentes

Introducción

1. Coronavirus: ¡Última Advertencia!

Durante los meses de mayo y junio de 1938, en los albores del estallido de la Segunda Guerra
Mundial y ante la victoria inminente de las fuerzas franquistas en España, Trotsky terminaba
de escribir su folleto Lecciones de España: Última advertencia. En este folleto, ante la
perspectiva de la formación de un frente popular en Gran Bretaña destinado a replicar los
errores del partido comunista y el anarquismo español que habían colaborado con el avance de
Franco, Trotsky caracteriza al proceso revolucionario en España (el cual todavía no había sido
del todo derrotado) como una última oportunidad de la lucha de los trabajadores y los sectores
populares para frenar no sólo la victoria franquista, sino que, además, la consolidación de las
posiciones del fascismo en Europa y el curso hacia la guerra mundial. De acuerdo con Trotsky,
el destino de la revolución española marcaría un antes y un después en el curso de la situación
internacional y la lucha de clases en el mundo. Dicho de otra manera, si se perdía España,

1
La sección introductoria de este documento fue publicada en diversos medios de prensa durante el mes de abril
del año 2020 al calor del avance inicial de la crisis pandémica internacional gatillada por la propagación del covid-
19. Recomendamos complementar la lectura de este ensayo con los materiales “¡La Revolución Socialista ante el
abismo! (Ante la Huelga General Internacional contra el Cambio Climático)” (2015-2019) y “Crisis ecológica,
Colapso civilizatorio y Crisis Terminal del Marxismo Clásico” (2017-2018), disponibles para lectura online en la
página de archivos digitales de Miguel Fuentes en la plataforma Scribd:
https://www.scribd.com/user/91514165/MF2017.

1
entonces la guerra mundial sería inevitable. Con todo, esta previsión de Trotsky al denominar
al proceso español como una “última advertencia” para que las fuerzas revolucionarias tomaran
una política correcta para detener al fascismo (lo cual para Trotsky pasaba por la adopción de
un programa que combinara las tareas de la lucha armada en contra de Franco con las de la
expropiación de la burguesía y la toma del poder por los trabajadores) no cayó del cielo. Por el
contrario, aquella era la culminación de más de una década de análisis y actividad política en
la cual Trotsky, con perspectiva casi profética, había anunciado el curso que estaba tomando
el ascenso del fascismo en Europa y planteado, paso a paso, una serie de políticas para
enfrentarlo.

León Trotsky

Más de ocho décadas luego de que Trotsky lanzara esta advertencia con respecto a España, el
desarrollo de la actual epidemia de covid-19 constituye hoy otro tipo de “advertencia final” en
el proceso histórico, esta vez no con relación al peligro inminente de ninguna guerra mundial
o movimiento político en particular tal como el fascismo, sino que, por el contrario, respecto a
algo potencialmente mucho más devastador que todo lo visto en la historia moderna. No el
derrumbe del sistema económico y el mercado mundial, sino que su disgregación definitiva;
no la crisis de los Estados nacionales y sus regímenes políticos característicos, sino que la
implosión y caída de los mismos; no la victoria de uno u otro agente histórico de la lucha de
clases moderna, sino que la desintegración de sus actores fundamentales (por ejemplo, en el
caso del movimiento obrero industrial) y el desplome de los pilares estructurales que la hacen
posible. En otras palabras, no el desarrollo de otro periodo “clásico” de crisis del capitalismo
(tal como los anteriores), sino que la apertura de una dinámica de colapso del modo de
producción capitalista y la propia civilización urbano-industrial moderna, todo esto en el marco
de una descomposición acelerada de las condiciones ecosociales de reproducción del mundo
contemporáneo y la apertura de un fenómeno de extinción masiva de la vida terrestre. Esta vez,
sin embargo, no tenemos ningún gran líder revolucionario que pueda advertirnos de este

2
peligro. Esta vez, este peligro mortal avanza, tal como alguna vez avanzaron Hitler, Mussolini
o Franco, en el contexto de una ceguera estratégica casi completa al nivel de los programas de
las organizaciones anticapitalistas alrededor del mundo.

¿El fin del mercado mundial? ¿La implosión de los Estados nacionales? ¿La desintegración de
la clase obrera y la disgregación de los pilares estructurales que hacen posible la lucha de clases
contemporánea? ¿El colapso del modo de producción capitalista y la civilización moderna?
¡Efectivamente! Es de todo esto de lo cual nos habla, tal como veremos a lo largo de este
documento, la expansión de la actual epidemia de coronavirus y el impacto internacional, sin
precedentes, que aquella está teniendo sobre el curso de las relaciones sociales, la economía y
la política mundial. ¡Sí! La presente crisis pandémica ha adquirido el carácter de un punto de
inflexión del proceso histórico que, expresándose al modo de una primera “coyuntura
colapsista” de la historia moderna; esto es, una primera crisis (o falla) multisistémica de la
civilización industrial (algo así como un primer “paro cardíaco” de la sociedad moderna),
constituye un verdadero preanuncio del tipo de dinámicas económicas, sociales y políticas que
marcarán el curso de la historia humana durante este siglo. Esas dinámicas económicas,
sociales y políticas, totalmente inéditas, que serán esculpidas por dicho nuevo “maestro de la
historia” en que se está convirtiendo esa nueva fuerza rectora del proceso histórico: el colapso.
Ese verdadero demiurgo de los infiernos que, al modo de un nuevo Hefesto salido de los reinos
del Hades capitalista, se dispone a tomar el control de las riendas del devenir humano y a
arrebatarlos de las manos de sus hermanos la Revolución y la Guerra, aquellos principios
rectores de la dinámica histórica moderna que, al modo de una Atena y Ares de la historia
contemporánea, habían mantenido hasta ahora, imbatibles, la hegemonía del proceso histórico.

Hefesto

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Hefesto (colapso), Atena (revolución) y Ares (guerra) como potencias motrices de ese gran
torbellino histórico que, con una potencia destructiva de escala y magnitud histórico-geológica
inconmensurablemente superior a todo lo visto en el siglo pasado, se disponen a avanzar entre
sí y en cuya conflagración titánica la economía, la política y la sociedad humana, estarían
destinadas a hacerse añicos. Es justamente del despertar de este nuevo Hefesto del siglo XXI
que se apresta a ajustar cuentas con esos sus principios gemelos de la Revolución y la Guerra,
aquellos demiurgos temibles de la modernidad que han demostrado hasta ahora su inutilidad
para dar una resolución definitiva a los desequilibrios producidos por la hibris de esta raza
maldita en que se ha convertido la humanidad, de lo que nos habla la actual crisis epidémica
planetaria. Una nueva fuerza elemental destructora (el colapso) que, como producto de su
naturaleza híbrida semi-histórica y semi-geológica; es decir, que responde en sus orígenes a
factores históricos (humanos) pero cuyo curso de desarrollo ha pasado a adquirir un impulso
motriz propio, independiente ya en su desarrollo de la propia acción humana, se apresta a volar
en pedazos (piénsese, por ejemplo, en los efectos que tendrá el cataclismo ecológico-ambiental
durante los próximos años sobre los sistemas sociales) la propia mecánica de los procesos
económicos, sociales y políticos de la modernidad. Una nueva fuerza, supra-histórica, más
poderosa que la revolución, más destructiva que la guerra, que se apresta a azotar al mundo,
esta vez con una magnitud sin precedentes desde el origen de la civilización, con aquellas armas
ciclópeas de la peste, la hambruna, la sequía, la extinción y la muerte.

Todo esto, ante un escenario en el cual los propios actores fundamentales de la era moderna y
la lucha de clases contemporánea (por ejemplo, en el caso del movimiento obrero o las clases
capitalistas) podrían estar prontos a experimentar una reducción cada vez más marcada de sus
capacidades de agencia y voluntad histórica, pasando aquellos a transformarse,
progresivamente, tal como en la representación homérica de la Guerra de Troya, en meros
instrumentos al servicio de la pugna entre una serie de fuerzas desatadas y contrapuestas que
ni siquiera comprenden. Una pugna dialéctica de épocas revueltas que hoy, ante nuestros ojos,
entre el recuerdo de las plagas de la antigüedad y la necesidad de un horizonte comunista,
comienza a tomar la forma de un remolino de potencias primordiales en el cual la historia
humana, la ecología y la geología terrestre han comenzado a chocar entre sí de manera cada
vez más violenta, enconada e irreconciliable. Dicho de otro modo, lo que nos mostraría la actual
crisis sanitaria global no sería el horizonte de un nuevo derrumbe económico o la perspectiva
de una crisis capitalista más, esto tal como nos repite el discurso marxista oficial en sus diversas
variantes, sino que, por el contrario, algo mucho más profundo: una pugna de potencias
históricas, ecológico-ambientales y geológicas primigenias en la cual se estaría por poner sobre
la mesa, pronto, durante las próximas décadas, el derecho a la existencia misma de la historia
humana y la posibilidad de su fin. Un choque decisivo entre el pasado (la plaga y la peste), el
presente (la sociedad de clases) y el futuro (el socialismo o la barbarie) en el que, al modo de
una lucha que tiene lugar en medio de una caída hacia el centro de ese agujero negro llamado
colapso, las propias leyes de la mecánica histórica han comenzado a desvirtuarse, disgregarse
y a perder, antes de adquirir un carácter nuevo, su consistencia moderna.

4
El horizonte de un colapso civilizatorio constituye una distorsión espacio-temporal del tiempo
histórico

Claro que la izquierda marxista tradicional (especialmente su ala hegemónica industrial-


productivista) no piensa ni que la actual crisis epidémica represente el preanuncio ni de un
próximo colapso civilizatorio, ni de una “última advertencia” ante nada más que, como
veremos, otra crisis capitalista que, tal como todas las crisis capitalistas ocurridas durante los
dos últimos siglos, debería traducirse sobre el escenario histórico, fundamentalmente, en una
repetición de la formula leninista (“clásica”) de, tal como les gusta repetir, y repetir, y repetir
a nuestros marxistas tradicionales (con aires de profundidad y de gran “responsabilidad” ante
el curso de la historia)… la posibilidad de una nueva era de “crisis, guerras y revoluciones”.
Es decir, la comprensión de un fenómeno tal como el asociado a la actual crisis pandémica
mundial sería entendido por esta izquierda marxista tradicional, otra vez, tal como veremos a
lo largo de este material, en el marco de una posible repetición, aunque en un “escenario
diferente” (más “tecnológico” y más “globalizado”), de la misma dinámica de enfrentamiento
revolución-contrarrevolución de los siglos precedentes. ¡Todo muy atenido a los esquemas
clásicos del marxismo! ¡Todo muy respetuoso de no meter una coma, punto o sílaba adicional,
en una especie de degeneración escolástica del pensamiento marxista contemporáneo, a los
“textos sagrados” de la III o la IV Internacional!

¿La presente pandemia de coronavirus como una posible “última advertencia” ante un
fenómeno de colapso civilizatorio inminente? ¡No! ¡Crisis, guerras y revoluciones!, nos
responde el militante socialista común. ¿La posibilidad, cercana, de una verdadera implosión,
por derrumbe estructural, de la propia lucha de clases moderna y sus actores fundamentales:
por ejemplo, el movimiento obrero industrial y los sectores populares urbanos? ¡No! ¡Eso no
es más que escepticismo catastrofista!, nos responde el profundo estratega marxista. ¿Qué
acaso no confiáis en la capacidad todopoderosa de las masas y la clase obrera?, increpa el joven
intelectual trotskista desde su cuarentena en algún barrio universitario. ¿Has olvidado acaso
que la teoría marxista es, no importa en que condiciones, no importa en que contextos, una
teoría esencialmente “optimista”?, remata vía Twitter, al instante, desde el mismo barrio
universitario, su muy serio (y sofisticadamente académico) amigo autonomista. ¡Ciertamente!

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¡Ciertamente!, aprueban a coro el conjunto de las elites intelectuales de izquierda, esa mezcla
de entidades mediáticas sonrientes y bienintencionadas a medio camino entre militantes
bolcheviques, “filósofos sociales” y gerentes empresariales caracterizadas siempre por su
incredulidad (disfrazada de sensibilidad democrática “progre”) respecto de un horizonte de
colapso cercano. ¿Qué acaso, dicen otra vez, no debemos terminar de adaptar primero la obra
de Gramsci y sus reflexiones, muchas de aquellas hoy ya medio inservibles ante el escenario
de súper-catástrofe ecológico-social que se aproxima, acerca de las democracias capitalistas
avanzadas y el papel de los medios de comunicación en el conflicto de clases, esto antes de
pensar en la posibilidad de que esas mismas “democracias avanzadas” terminen estallando en
pedazos como efecto de un derrumbe civilizatorio? ¿Qué acaso, repiten de nuevo, no tenemos
todavía que seguir dando pasos en la hoy ciertamente tan mediática lucha por los derechos
individuales de las minorías sexuales y las reivindicaciones ciudadano-liberales de los
programas LGTB de la modernidad tardía, aquello antes de comenzar a pensar en la posibilidad
(¿remota?) de un fenómeno fulminante de extinción humana como producto de un cataclismo
ecosocial inevitable? ¿Colapso civilizatorio? ¡Burradas!, increpan las nuevas elites
intelectuales marxistas. ¿Extinción masiva? ¡Excentricidades!, vociferan los jóvenes
profesionales de izquierda.

Claro que no hay que estar al tanto de la situación política en América Latina para poder
admirar estos “tipos políticos”, aquello ya sea en el terreno de las figuras parlamentario-
institucionales de la izquierda twittera argentina (por ejemplo, el dirigente millenial Nicolás
del Caño o la amiga de la socialdemocracia Myriam Bregman), o bien en el terreno de aquellos
que se perfilan en Chile como las nuevas caras (rejuvenecidas) del progresismo capitalista y el
marxismo-universitario electorero: por ejemplo, entre otros, el académico e hijo de ministra
concertacionista Nicolás Grau, el miembro de la poderosa familia de golpistas DC Sebastián
Aylwin (miembro activo de una millonaria firma de abogados en la cual su padre comparte
propiedad directa con otros poderosos empresarios), el opinólogo neo-concertacionista
“gramsciano” de Facebook Luis Thielemann o los algo menos conocidos, quizás por su
condición de meros administradores de discursos y de repetidores de “refritos ideológicos”,
aunque muy similares en esencia a los precedentes, los dirigentes (y supuestamente “estrategas
geopolíticos”) de la IV Internacional Universitaria Dauno Tótoro y Fabián Puelma. ¡No! En
realidad, estos “tipos políticos”, tal como la gangrena de un tejido infecto y maloliente cuando
se esparce, estarían ya presentes, sin distinción, a lo largo y ancho de toda la izquierda mundial,
siendo hoy por hoy uno de los rasgos ideológicos transversales del enfermo cuerpo teórico-
estratégico marxista. Todos ellos, claro, al ritmo de los likes y shares de las redes sociales,
abocados casi totalmente a sus miserables discusiones de “coyuntura” y a sus aún más
miserables “campañas electorales” (es sabido que el gran premio al cual pueden aspirar estas
alimañas son los siempre apetecibles puestos parlamentarios). Todos ellos, siempre y por regla
general, absoluta y totalmente ignorantes de la crisis civilizatoria que acecha ya, como una
sombra mortal, el destino mismo de nuestra especie. ¿La necesidad de pensar la posibilidad del
comunismo ante un escenario infernal de hecatombe planetaria? ¡Claro que no! ¡Hay cosas
mucho más importantes en las que pensar! ¿Qué? ¿Acaso no se han enterado de las excelentes
oportunidades congresales que brindan las próximas elecciones por una nueva constitución en
Chile?

6
Las nuevas elites intelectuales de izquierda chilena también son escépticas de la posibilidad de un
colapso civilizatorio inminente

Pero la izquierda marxista tradicional y sus engendros siempre sonrientes se equivocan. Pésele
a quien le pese, le guste o no a la izquierda siglo-veintera en sus diversos ramales (esto desde
la izquierda filo-estalinista hasta el ecosocialismo académico y pasando por las distintas
tendencias socialdemócratas, marxista-leninistas, trotskistas, guevaristas, maoístas, etc.), lo
que nos muestra la actual crisis epidémica global es, como dijimos, tal como desarrollaremos
a continuación, la posibilidad inminente de un derrumbe cercano, total y definitivo de la
sociedad moderna y la civilización contemporánea. Ahora bien, a diferencia de lo señalado por
Trotsky al escribir en 1938 Lecciones de España: Última advertencia y anunciar la inevitable
catástrofe que se avecinaba en el caso de que la revolución española fuera derrotada, esta vez
lo que estaría en juego sería, literalmente… el apocalipsis. Es lo que veremos en las próximas
secciones de este documento, discutiendo en contra de algunos de los pilares fundamentales de
la matriz de análisis marxista tradicional en el caso de la actual crisis sanitaria planetaria.

Primera parte2

2. El primer año de pandemia: balance y perspectivas de la crisis pandémica desde una


mirada ecosocial

a. La situación epidemiológica

Casi un año después del primer caso registrado de covid-19, la cifra oficial de contagiados a
nivel mundial se acerca a los 100 millones de personas, esto mientras el número de muertos
roza ya los dos millones. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), sin
embargo, la cifra real de infectados rondaría ya los 800 millones; es decir, alrededor de un 10%
de la población mundial. Si tenemos en cuenta además que los registros oficiales sólo
representan una fracción del número real de fallecidos por covid-19, es posible afirmar así que
la cantidad de muertes generadas por esta enfermedad ascendería ya a varios millones. Existe
acuerdo, asimismo, en plantear que un gran porcentaje de la humanidad terminará, tarde o
temprano (probablemente durante los próximos años), contrayendo el virus causante de esta
pandemia (SARS-CoV-2), viéndose reforzada esta afirmación por la reciente aparición de

2
Esta sección fue elaborada y publicada como borrador durante las primeras semanas de enero del 2021.

7
nuevas variantes de este último que presentarían tasas de contagio hasta en un 70% más
elevadas que las cepas originales. Un ejemplo de esto puede verse en la crítica situación que se
vive actualmente en Reino Unido en donde se está produciendo un aumento exponencial de las
tasas de infecciones (durante la última semana el número de contagios diarios ha llegado allí a
rondar los 60.000 nuevos casos).

Pandemia de covid-19 (diciembre 2020)

Debe sumarse a lo anterior el hecho de que las vacunas recientemente aprobadas para combatir
la propagación del covid-19 podrían, en realidad, tardar años antes de que logren detener o
incluso contener sustancialmente la propagación de esta pandemia a nivel global, debiendo
todavía ser respondidas, además, una serie de importantes interrogantes con respecto a la
efectividad de estas vacunas en el mediano o lago plazo; por ejemplo, si aquellas seguirán (o
no) siendo efectivas para enfrentar las nuevas mutaciones del virus causante de esta última.
Todo esto ante un escenario marcado por las enormes dificultades logísticas que implicaría la
distribución internacional de estas vacunas, algunas de las cuales no sólo se encuentran en
pleno proceso de fabricación y distribución masiva, sino que requieren, además, de complejos
sistemas de refrigeración capaces de producir temperaturas de hasta 70 grados centígrados bajo
cero. Todo esto, asimismo, ante un contexto global caracterizado por el avance de una serie de
conflictos geopolíticos y por niveles cada vez mayores de desigualdad entre países ricos y
pobres, todo lo cual constituiría un importante impedimento estructural para alcanzar los
grados sin precedentes (inéditos) de coordinación mundial necesarios para permitir una
distribución verdaderamente universal, efectiva y lo más expedita posible de las vacunas. Y no
dejemos de mencionar aquí, igualmente, los posibles problemas de abastecimiento que,
agudizados por los efectos disruptivos del actual ciclo pandémico sobre las cadenas productivas
internacionales, han comenzado a experimentar una serie de ramas económicas a nivel
mundial, pudiendo aquellos, de hecho, llegar a afectar gravemente la fabricación y distribución
de los medicamentos.

Teniendo en cuenta estos elementos, es posible afirmar así que, en concordancia con lo
planteado por una serie de centros de estudio, la actual pandemia de covid-19 seguirá
constituyendo uno de los principales factores de la realidad internacional durante todo el 2021,
pudiendo recién comenzar a ser efectivamente controlada a partir del segundo semestre de este

8
año, esto al menos en los países centrales. Desde aquí, aunque asumiendo un escenario
probablemente optimista, la supresión efectiva de esta pandemia a nivel mundial no debería
producirse antes del año 2022. Otra posibilidad es que la pandemia de covid-19 no pueda ser
nunca realmente controlada, pasando así a adoptar el mismo tipo de comportamiento cíclico
(estacional) asociado a otras enfermedades tales como la influenza o la gripe común, debiendo
por lo tanto realizarse una actualización permanente (probablemente anual) de las vacunas ante
la misma. En otras palabras, un plan de vacunación mundial en contra del covid-19 cada año,
lo cual sería muy posiblemente inviable si consideramos que, para cubrir recién las dos dosis
mínimas requeridas por persona para la mitad de la población mundial, se necesitarían algo así
como unas 8 mil millones de vacunas anuales. Lo anterior, para empeorar las cosas, en un
contexto de cuarentenas globales recurrentes activadas de modo intermitente para hacer frente
a las sucesivas oleadas de infecciones (por ejemplo, cada tres o cuatro meses). Es decir, un
escenario futuro parecido (esta vez de modo permanente) a lo vivido en la mayoría de los países
del mundo durante el 2020 al calor del avance de las dos primeras olas de contagios, aunque
esta vez ante un escenario de “aceptación obligada” de las nuevas condiciones
socioeconómicas y políticas (mucho más restrictivas) del ciclo pandémico. Y no se puede dejar
de mencionar aquí, además, el peligro cada vez más latente de la aparición (o retorno) de
enfermedades todavía más letales que el covid-19, esto como efecto tanto de la mayor
exposición de grupos humanos a focos potenciales de nuevos patógenos (por ejemplo, gracias
a los grados crecientes de devastación ambiental), o bien del retorno de antiguas enfermedades
que se creían ya superadas y que podrían estar desarrollando importantes niveles de inmunidad
ante los medicamentos tradicionales (entre otros, los antibióticos), fenómeno conocido como
resistencia antimicrobiana3.

b. La situación económica

Ahora bien, es al momento de considerar los impactos económicos, sociales y políticos


globales de la actual crisis pandémica en la cual aquella se nos presenta como un fenómeno
con pocos parangones en los últimos siglos. En el ámbito de la crisis económica gatillada por
el estallido pandémico, basta con recordar aquí las palabras de Kristalina Georgieva (directora
del Fondo Monetario Internacional) vertidas en una presentación ante la Organización Mundial
para la Salud (OMS) durante el avance de la primera ola de contagios en Europa, habiendo
afirmado allí que: “Esta es una crisis como ninguna otra. Nunca en la historia del FMI hemos
presenciado la economía mundial llegar a un freno total. Estamos ahora en recesión y es mucho
peor de lo que fue la crisis financiera global”4. Sus palabras estuvieron lejos de ser exageradas,
esto si consideramos el hecho de que el golpe que sufrió el mercado internacional y la economía
mundial por aquel entonces como producto de la expansión del covid-19, el cual se valió de
los canales de flujo del capital, las comunicaciones y el turismo internacional para difundirse
a una velocidad inédita alrededor del planeta, fue en muchos sentidos, al menos durante los
primeros meses de la pandemia, devastador.

3
Para una caracterización del contexto ecosocial y epidemiológico de la pandemia de covid-19, revisar el artículo:
“Coronavirus de Wuhan, Cambio Climático y Crisis Civilizatoria”. Enlace:
https://www.scribd.com/document/451654082/Coronavirus-de-Wuhan-Cambio-Climatico-y-Crisis-
Civilizatoria.
4
Ver la entrevista de Fernando del Rincón a Gabriela Frías en CNN en Español: “Fondo Monetario Internacional
advierte que el efecto del coronavirus es «mucho peor que la crisis financiera»” (3 de abril, 2020). Enlace:
https://cnnespanol.cnn.com/video/gabriela-frias-fondo-monetario-internacional-recesion-entrevista-fernando-
del-rincon-conclusiones/.

9
Un ejemplo fidedigno de lo anterior puede encontrarse en la propia magnitud del crash
financiero experimentado durante el inicio de las cuarentenas masivas en Europa, el cual llegó
incluso a superar al “martes negro” de 1929 y a perfilarse como el detonante de lo que parecía
constituir el inicio, nada menos, de la peor depresión económica de la historia moderna5. Una
muestra clara de esto puede encontrase en el desplome que sufrió el índice bursátil del Dow
Jones durante los primeros días de marzo (uno de los peores derrumbes en su historia), llegando
a registrarse caídas sucesivas diarias entre un 7% y un 9.99%6. Tal como afirmó el analista
Stephen Isaacs por esos días al referirse a la caída del S&P 500 en alrededor un 30% desde su
máximo histórico el 19 de febrero del 2020, una de las características centrales que parecía
adoptar la crisis económica gatillada por la pandemia de coronavirus durante esos momentos
parecía consistir así, entre otras cosas, no sólo en su magnitud, sino que, además, en su
naturaleza imprevista. Haciendo referencia a la situación de bloqueo económico que
comenzaba a vivir Europa por aquellos días como producto de las cuarentenas masivas y
realizando una comparación con la situación vivida por la economía mundial a partir del crack
bursátil de 1929 que llevó al S&P 500 a caer en un 86% en menos de tres años (no recuperando
su máximo anterior hasta medianos de los 50’s), aquel economista no tuvo problemas en
reafirmar, otra vez, que una de las características de la crisis actual sería constituir una situación
sin precedentes en la historia económica contemporánea, pudiendo además llegar a dar inicio,
como dijimos, a la peor crisis financiera desde la Gran Depresión7. Esto último, entre otros
motivos, debido tanto a los niveles récord de apalancamiento y sobrecompra de acciones que
caracterizaban al mercado bursátil durante aquellos meses, así como también a los pronósticos
de caídas aún más drásticas de los mercados que comenzaban a circular por ese entonces entre
una serie de economistas. De acuerdo con Isaacs, se podría incluso haber producido durante
esos días una caída del S&P 500 de hasta un 20% adicional a la sufrida hasta ese instante,
pudiendo haber llegado este último hasta niveles por debajo de los 2000 puntos8.

Adicionalmente, de acuerdo con un artículo del New York Times publicado durante el mes de
abril, la interrupción de la actividad comercial gatillada por la epidemia de covid-19 (expresada
en la caída en más de un 12% del indicador S&P 500 en marzo, la peor desde octubre del 2008),
habría amenazado con producir no sólo una crisis de largo aliento del comercio internacional
(asociada por aquellas semanas a estimaciones de una posible caída anual en alrededor un 40%
de la inversión extranjera directa a nivel mundial), sino que dar paso en los próximos años,
además, a un derrumbe financiero de magnitudes literalmente “cataclísmicas”9. Recuérdense
aquí, en línea con lo anterior, las afirmaciones del economista de Harvard Kenneth Rogoff,
quién dijo que la crisis económica generada por la pandemia se habría perfilado durante esos
días, de hecho, como la más profunda registrada en el último siglo, pudiendo haberse incluso
transformado, en caso de extenderse en el tiempo, en una especie de “madre de todas las crisis
financieras”10. Otro ejemplo de lo mismo es que durante los primeros meses del estallido
pandémico la economía mundial experimentó una perdida de alrededor de 50.000 millones de

5
“Black Monday in 1929, 1987, 2015, and 2020” (Kimberly Amadeo, The Balance). Enlace:
https://www.thebalance.com/what-is-black-monday-in-1987-1929-and-2015-3305818.
6
Idem.
7
“Analyst anticipates ‘worst’ financial crisis since 1929 amid fears of a global recession” (Elliot Smith, CNBC).
Enlace: https://www.cnbc.com/2020/03/20/analyst-anticipates-worst-crisis-since-1929-amid-recession-
fears.html.
8
Idem.
9
“Why the Global Recession Could Last a Long Time” (Peter Goodman, New York Times). Enlace:
https://www.nytimes.com/2020/04/01/business/economy/coronavirus-recession.html.
10
Idem.

10
dólares11, asociándose lo anterior a una caída del mercado de valores cercana a la alcanzada al
calor de los derrumbes financiero de 1987 y 192912. Una muestra adicional de la gravedad que
tuvo la caída de los indicadores financieros durante estos meses puede verse, igualmente, en
los diversos episodios de cese de operaciones que se produjeron en una serie de bolsas de
valores alrededor del mundo durante los días más álgidos del crack bursátil13. Recordemos aquí
que casos de cese de actividades de la bolsa de valores en Estados Unidos sólo se han registrado
en contadas ocasiones en la historia; por ejemplo, como producto del estallido de la Primera
Guerra Mundial en 1914, del asesinato de Kennedy en 1963 y de los atentados a las Torres
Gemelas en Nueva York el 2001. Otra confirmación del carácter inédito que presentaba la
situación de derrumbe económico durante los meses de marzo y abril del 2020 puede
encontrarse, asimismo, en los grados de incertidumbre que manifestaban por aquel entonces
una serie de agencias económicas tales como la Organización Mundial del Comercio (OMC)
ante la magnitud del posible declive económico que generaría la pandemia, llegando a hablarse
durante esos días de una posible caída del comercio mundial entre un 13% a un 32% durante
el 2020 (es decir, un derrumbe posiblemente superior al provocado por la crisis financiera de
2008-2009), esto último debido a la naturaleza sin precedentes de la crisis sanitaria y las
cuarentas masivas14.

Derrumbes financieros de 1929, 1987 y 202015

Con todo, la crisis económica desatada por la pandemia de covid-19 estuvo lejos de remitirse
al mero ámbito financiero y comercial, comenzando casi de inmediato a trasladarse al propio

11
“El coronavirus ha costado ya 50.000 millones de dólares a la economía mundial” (Noticias ONU). Enlace:
https://news.un.org/es/story/2020/03/1470551.
12
“Analyst anticipates ‘worst’ financial crisis since 1929 amid fears of a global recession” (Elliot Smith, CNBC).
Enlace: https://www.cnbc.com/2020/03/20/analyst-anticipates-worst-crisis-since-1929-amid-recession-
fears.html.
13
“El 'Lunes negro' de 2020 y otras jornadas con mayores caídas desde la crisis de 1929” (Joaquín López, La
República). Enlace: https://www.larepublica.co/globoeconomia/el-lunes-negro-de-2020-y-otras-jornadas-con-
mayores-caidas-desde-la-crisis-de-1929-2974767.
14
“Trade set to plunge as COVID-19 pandemic upends global economy” (World Trade Organization). Enlace:
https://www.wto.org/english/news_e/pres20_e/pr855_e.htm.
15
Gráfico: BofA Global Investment Strategy (Bloomberg).

11
corazón productivo de la economía mundial; es decir, las cadenas industriales y las redes
internacionales de suministro de materias primas, alimentos y bienes de consumo. Una muestra
de esto pudo verse en el verdadero shock que generó la crisis de coronavirus en las dinámicas
productivas de variadas industrias alrededor del mundo que debieron paralizar o reducir
sustancialmente sus actividades al quedarse sin insumos o mercados, esto por ejemplo en el
ámbito de una serie de industrias automotrices y tecnológicas. En el caso de algunas empresas
de automóviles tales como Volkswagen, Ford, Fiat Chrysler, Toyota o Nissan, estas se vieron
obligadas, entre otras cosas, a disminuir sus niveles de producción como efecto de la escasez
mundial de semi-conductores que ocasionó el inicio de la pandemia16. Un escenario parecido
es el que ha venido afectando a una serie de empresas del sector informático (entre otras
Microsoft o Apple) que han debido hacer frente no sólo a una escasez crónica de procesadores
y otros insumos, sino que, a la vez, a un aumento exponencial de la demanda de bienes
tecnológicos como efecto de las cuarentenas17.

La industria automotriz enfrenta una importante crisis mundial de suministros

En otros casos, el impacto de esta crisis fue todavía mayor, por ejemplo, en el terreno de ciertas
ramas económicas que se han visto casi totalmente paralizadas durante algunos periodos como
resultado del cierre de las economías nacionales (basta con mencionar aquí las industrias de
servicios, transporte o turísticas)18. Todo esto ante un escenario internacional en el cual se
comenzaba incluso a hablar de la posibilidad de un quiebre inminente en las líneas de
aprovisionamiento de insumos básicos (por ejemplo, de las importaciones de alimentos19 o

16
“Semiconductor shortage forces automobile production cuts” (Tom Krisher y Michael Liedtke, AP News).
Enlace: https://apnews.com/article/coronavirus-pandemic-bb12adb6106019a618440d85fd91f77e.
17
“You’re not imagining things, there is a serious chip shortage” (Andy Patrizio, Network World). Enlace:
https://www.networkworld.com/article/3602456/youre-not-imagining-things-there-is-a-serious-chip-
shortage.html.
18
“Coronavirus: the economic impact–10 July 2020” (United Nations, UNIDO). Enlace:
https://www.unido.org/stories/coronavirus-economic-impact-10-july-2020#story-start.
19
“El aviso de las multinacionales de la alimentación: el acceso mundial a la comida podría complicarse por el
coronavirus” (elEconomista.es). Enlace: https://www.eleconomista.es/distribucion/noticias/10477622/04/20/El-
aviso-de-las-multinacionales-de-la-alimentacion-el-acceso-mundial-a-la-comida-podria-complicarse-por-el-
coronavirus.html.

12
petróleo20), lo cual de haberse materializado en la escala proyectada durante el inicio de la
crisis sanitaria habría significado un golpe aún más devastador no sólo para los países del
llamado “tercer mundo” (caracterizados por una mayor dependencia de los precios de las
materias primas), sino que, además, para las propias potencias mundiales. En otras palabras,
una crisis productiva y energética internacional que, de haberse desplegado con toda la
intensidad que parecía tener en esos instantes, habría significado, como dijimos, una
conmoción sin precedentes para la mayoría de las economías alrededor del globo, algunas de
las cuales habrían necesitado años de recuperación para volver a alcanzar los niveles de
producción que tenían antes del comienzo de la pandemia21.

Es cierto, sin embargo, que durante los meses siguientes al derrumbe financiero de marzo la
situación económica y las proyecciones de crecimiento mejoraron ostensiblemente, esto como
resultado tanto de los avances en el combate de la pandemia logrados en China y el repunte de
los mercados en Europa y Estados Unidos luego de la primera ola de contagios, así como
también de los primeros logros en el desarrollo de las vacunas anti-covid y el papel de
“amortiguador” que jugaron ciertas ramas productivas y firmas multinacionales que se vieron
beneficiadas por los cambios en los patrones de consumo asociados a las cuarentenas. Uno de
los ejemplos más visibles de estas grandes empresas favorecidas por el impacto de estas últimas
ha sido, entre otras, Amazon. Aún así, quizás lo más importante del pasado derrumbe
económico fue no tanto que los pronósticos financieros semi-apocalípticos de marzo y abril
terminaran por dar paso, al menos durante el último semestre, a perspectivas mucho más
alentadoras, sino que, en realidad, el hecho de que haya sido precisamente un estallido
pandémico lo que haya puesto a las principales agencias económicas y gobiernos a nivel
internacional ante la posibilidad de un escenario de “cataclismo económico” de dimensiones
imprevistas. Una de las razones de lo anterior sería que esto constituiría una muestra palpable
de la mayor fragilidad del sistema económico contemporáneo ante fenómenos originados en
una esfera distinta (al menos desde una perspectiva tradicional) a la del ciclo económico
propiamente tal; es decir, no remitidos exclusivamente al ámbito de la producción, distribución
e intercambio de mercancías y valores. Como veremos luego, a pesar de que durante el último
siglo el impacto que han tenido una serie de factores “extra-económicos” sobre el devenir de
la economía mundial no constituye una rareza (por ejemplo, en el caso del estallido de guerras
o revoluciones, o bien incluso con motivo del desarrollo de desastres naturales u otros eventos
pandémicos), lo anterior es importante si consideramos el peso (magnificado) que estaría
pronto por adquirir sobre el proceso histórico la crisis ecológica y los actuales grados de
deterioro medioambiental en el planeta, los cuales de hecho poseerían una relación directa, de
acuerdo con una serie de investigadores, con el inicio de la pandemia de covid-1922.

Dicho de otro modo, los efectos del ciclo pandémico sobre el proceso económico,
independientemente de que hayan logrado ser por el momento contenidos, nos hablarían de la
irrupción (creciente) de una serie de factores fundamentales de “disrupción económica” que,

20
“Coronavirus y petróleo: consecuencias geopolíticas” (Atalayar) y “Coronavirus: por qué la crisis por el covid-
19 está dejando al mundo sin lugares donde almacenar el petróleo” (BBC Mundo). Enlaces: (1)
https://atalayar.com/content/coronavirus-y-petroleo-consecuencias-geopoliticas; (2)
https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-52057994.
21
“La recuperación de la economía mexicana tardará hasta 11 años: especialista” (Forbes México). Enlace:
https://www.forbes.com.mx/economia-la-recuperacion-total-de-la-economia-mexicana-tardara-hasta-11-anos-
especialista/.
22
Una discusión alrededor de esta temática puede encontrarse en el ya mencionado artículo “Coronavirus de
Wuhan, Cambio Climático y Crisis Civilizatoria”. Enlace:
https://www.scribd.com/document/451654082/Coronavirus-de-Wuhan-Cambio-Climatico-y-Crisis-
Civilizatoria.

13
originados en el ámbito de una fractura cada vez más aguda entre la sociedad humana y su
marco ecosistémico, estarían comenzando a poner en cuestión la propia viabilidad de la
economía moderna. Súmese a lo anterior el hecho de que, tal como sugieren una serie de
economistas, las tendencias a un salto catastrófico en la crisis económica capitalista actual
(alimentada de manera doble por el avance de la crisis sanitaria y las características declinantes
del presente ciclo de acumulación capitalista internacional) se mantendrían hasta hoy, en gran
medida, intactas. Algunos ejemplos de lo anterior serían, entre otros, los niveles de
sobreproducción del sistema económico internacional o la magnitud del sobreendeudamiento
norteamericano, volviéndose por lo tanto más probable una reactivación más o menos cercana
(o incluso un agravamiento sustancial) de las tendencias a una crisis económica catastrófica.
Esto último, por ejemplo, como secuela o bien del curso que pueda ir tomando el ciclo
pandémico y la situación internacional en su conjunto, o bien de la manifestación de cualquier
otro fenómeno disruptivo que, alentado por el avance de la crisis ecológica, pueda ser capaz de
gatillar, tal como en el caso del reciente estallido pandémico, una dinámica de derrumbe
económico internacional generalizado. Desde aquí, los efectos del estallido pandémico sobre
la economía mundial constituirían así, en consecuencia, meras manifestaciones de un proceso
de disrupción económica más general que, relacionado al avance de la crisis ecológica
planetaria, no sólo estaría recién en sus comienzos (siendo la pandemia de covid-19 una de sus
manifestaciones más tempranas), sino que, además, en vías de un empeoramiento a niveles
posiblemente inconcebibles23.

La pandemia de covid-19 es el resultado de una crisis ecosistémica mayor que amenaza la existencia
de la economía moderna

Otra razón a considerar aquí, mucho menos discutida en el ámbito de los análisis económicos
tradicionales, sería que los efectos de la pandemia en el ciclo económico no deben entenderse
como la consecuencia de un mero “agente externo” actuante sobre el sistema económico, sino
que, en realidad, como el resultado de un factor endógeno (consustancial) de este último; esto
es, si aceptamos los planteamientos ya mencionados en torno a la existencia de una relación
directa entre el inicio de la pandemia de covid-19 y los niveles de destrucción medioambiental
generados por el sistema industrial, como una consecuencia orgánica de las dinámicas

23
Idem.

14
económicas fundamentales del modo de producción moderno24. Esto quiere decir, entre otras
cosas, que los impactos económicos que ha tenido la actual pandemia de covid-19 no deben
ser entendidos, como dijimos anteriormente, como un resultado exclusivo de esta última,
pudiendo de hecho haber terminado por expresarse en el escenario histórico por motivos
distintos al inicio del propio ciclo pandémico. Un ejemplo de esto podría encontrarse, entre
otras posibilidades, en los desastrosos impactos que podría tener pronto sobre el sistema
económico mundial el avance de una potencial crisis agrícola internacional generalizada (¿tal
vez durante esta década?) como efecto del empeoramiento de la actual crisis hídrica planetaria
(algo muy probable dada la velocidad que estaría tomando hoy el calentamiento global). Esto
último es importante porque significa, además, que los resultados de la pandemia de covid-19
sobre el sistema económico constituyen la materialización de una crisis de envergadura mucho
mayor no sólo al ciclo pandémico propiamente tal, sino que, a la vez, a cualquiera de las crisis
económicas experimentadas durante los últimos siglos. En definitiva, un tipo de crisis que,
aunque ligada en su origen a las características medioambientalmente depredadoras de la
economía moderna, aludiría en última instancia al avance de una gran crisis planetaria (de
carácter ecosocial) no reducible al ámbito económico mismo; esto es, el inicio de un nuevo
periodo geológico-histórico, la VI extinción masiva de la vida terrestre (o Antropoceno).

La VI Extinción Masiva de la Vida Terrestre25

La pandemia de covid-19 simbolizaría así, en tanto fenómeno económico, la expresión


orgánica de un proceso más amplio de quiebre fundamental al nivel de las estructuras básicas
de soporte del sistema económico contemporáneo; en otras palabras, como profundizaremos
más adelante, una “fractura terminal” (o falla ecosocial basal) en el corazón mismo de la

24
Idem.
25
The Board Game (Daniel Loveday).

15
economía industrial: la relación sociedad-naturaleza26. Relacionada en su génesis a la
existencia de un patrón de relación sociedad-naturaleza cada vez más inviable y destructivo, el
actual ciclo pandémico se nos presentaría, en consecuencia, como una de las manifestaciones
más claras de un fenómeno de ruptura ecosocial creciente del sistema económico-tecnológico
mundial relacionado, de manera cada vez más evidente, al avance de un fenómeno irreversible
(terminal) de corrosión, bloqueo y desplome (o colapso) de los pilares fundamentales de la
economía contemporánea. Desde aquí, el actual estallido pandémico constituiría así, como
dijimos, uno de los productos hasta ahora más contundentes en el ámbito económico de la
tendencia a un deterioro progresivo no sólo de las bases ecosociales de reproducción de la
sociedad contemporánea, sino que, además, de las condiciones que han hecho posible durante
los últimos siglos las tasas de explotación de recursos naturales y niveles productivos
requeridos para permitir la existencia de la economía capitalista y el sistema industrial27.

Es justamente por todo lo anterior que el hecho de que los pronósticos más sombríos de la crisis
económica durante el inicio del ciclo pandémico hayan podido ser hasta ahora conjurados
adquiere un carácter, en última instancia, irrelevante, aunque esto sin querer decir que las
tendencias económicas a corto plazo motivadas por una posible descomposición de la situación
pandémica carezcan de importancia. De hecho, luego de pasada la primera oleada de
optimismo al nivel de los mercados como producto del desarrollo de las primeras vacunas anti-
covid y las esperanzas de una pronta recuperación internacional durante el año 2021, la
situación económica actual apuntaría hoy no sólo a una recuperación mucho más lenta a la
esperada una vez que comenzaran a aplicarse las vacunas (cuyos requerimientos logísticos y
niveles de masividad les ha impedido tener hasta ahora una incidencia importante en la
morigeración de las curvas de contagios), sino que, además, a un posible empeoramiento
sustantivo de la misma. El actual escenario de aumento exponencial de las infecciones de
covid-19 en Europa como producto de la aparición de las nuevas variantes del virus causante
de esta enfermedad, las cuales amenazan ya con expandirse al resto del mundo, es un ejemplo
claro de estas perspectivas mucho más inciertas de la economía mundial en el futuro inmediato.

c. La situación social

Si por su magnitud el estallido económico de marzo del 2020 fue comparable a algunos de los
derrumbes más importantes de la economía moderna, en el caso de la crisis social y política
generada por la pandemia de covid-19, aquella no tiene punto de comparación alguno.
Efectivamente, esta última constituyó un fenómeno que simplemente no tiene parangón con
ningún tipo de crisis previa, esto al menos si se considera la intensidad, sincronización y
extensión realmente planetaria que tuvo la misma. En realidad, para encontrar algunos puntos
de referencia válidos con el tipo de “cortocircuito” global que experimentó la vida urbana, las
relaciones sociales y las dinámicas culturales de prácticamente la totalidad de las sociedades
alrededor del mundo como resultado del estallido pandémico, se hace necesario recurrir a
fenómenos en el pasado con un carácter mucho más limitados en términos de su magnitud o
extensión territorial; es decir, circunscritos generalmente a regiones o localidades específicas
del globo. Literalmente, nada en la historia moderna puede ser comparado al tipo de fractura
al nivel de las relaciones sociales sufrida (aunque todavía con un carácter más bien coyuntural)
por las sociedades contemporáneas con motivo de la presente crisis sanitaria. Ni siquiera
durante los momentos más destructivos de las guerras mundiales; por ejemplo, durante la

26
Revisar el artículo ya mencionado “Coronavirus de Wuhan, Cambio Climático y Crisis Civilizatoria”. Enlace:
https://www.scribd.com/document/451654082/Coronavirus-de-Wuhan-Cambio-Climatico-y-Crisis-
Civilizatoria.
27
Idem.

16
invasión nazi sobre Europa o los años del contraataque aliado en contra del III Reich en medio
de un continente completamente arrasado, se había experimentado una paralización instantánea
tan completa, a lo largo y ancho del globo, de tantas metrópolis, ciudades y pueblos, desde
Beijing a Santiago de Chile, desde Oslo a Ushuaia. Nunca las capitales del mundo: Nueva
York, Londres, Paris, Berlín, Sao Paulo, Buenos Aires, habían sido paralizadas al unísono.
Nunca la grandes y siempre efervescentes calles de las capitales modernas habían quedado, de
manera tan imprevista, desiertas. Nunca tantos miles de millones de personas, desde los barrios
residenciales de Wuhan hasta las poblaciones obreras de El Alto en La Paz, habían sido
enclaustrados y cercados de forma tan repentina. Nunca, ningún conflicto bélico o revolución
social, no importa sus grados de destructividad, intensidad o extensión, habían logrado, en
definitiva, una paralización tan vasta, completa y de manera tan inmediata del mundo moderno
como la vista durante los meses de marzo y abril del 2020 como resultado del avance de la
pandemia de covid-19.

Las grandes capitales del mundo moderno fueron paralizadas por la pandemia

Remecidas ante los efectos del “terremoto pandémico”, las estructuras sociales y políticas de
la sociedad contemporánea se ven obligadas, entonces, a una abrupta adaptación ante los golpes
de la crisis sanitaria, motivando lo anterior un inesperado giro de las dinámicas sociopolíticas
en curso a nivel internacional. En el caso de los niveles de desempleo, por ejemplo, aquellos
se disparan en cuestión de semanas en la mayoría de los países del mundo, llegando en Estados
Unidos a registrarse entre marzo y mayo del 2020 más de 36 millones de nuevas solicitudes de
seguro de desempleo28. Hacia junio del mismo año, la cifra ya se había elevado a las 44.2
millones, habiéndose registrado hasta ese momento más de doce semanas seguidas con más de
un millón de nuevas solicitudes (antes de la pandemia Estados Unidos no había afrontado nunca
una semana que superara el millón de dichas solicitudes)29. De manera similar, hacia fines de

28
“‘Rolling Shock’ as job losses mount even with reopenings” (Patricia Cohen y Tiffany Hsu, The New York
Times). Enlace: https://www.nytimes.com/2020/05/14/business/economy/coronavirus-unemployment-
claims.html.
29
“Over 44.2 million Americans have filed for unemployment during the coronavirus pandemic” (Lance Lambert,
Fortune). Enlace: https://fortune.com/2020/06/11/us-unemployment-rate-numbers-claims-this-week-total-job-
losses-june-11-2020-benefits-claims.

17
septiembre del año pasado, América Latina (la región con mayor perdida de empleos durante
el 2020 con motivo de la crisis pandémica) registraba una disminución de más de 34 millones
de puestos laborales, estos últimos en su mayoría de mujeres y en el ámbito de los trabajos
informales30. Lo anterior en un escenario en el cual, de no ser por las masivas inyecciones de
recursos y planes de ayuda económica que comenzaron a llevar a cabo los bancos centrales en
todos los continentes, no habría tardado mucho en sucederse una reacción en cadena de
quiebras masivas de empresas y escenas caóticas de desesperación de amplios sectores sociales
dejados literalmente a su suerte. Un ejemplo de lo anterior, entre otros, fueron las medidas de
rescate económico tomadas en Alemania, un país bien conocido por su aversión a los
desequilibrios fiscales o la implementación de políticas monetarias apresuradas, aprobándose
en cuestión de días alrededor de 156 mil millones de euros para el financiamiento de un plan
de rescate (inédito desde la Segunda Guerra Mundial) para morigerar los efectos de la
contracción económica que produciría la pandemia31.

Con todo, incluso teniendo en cuenta la rápida reacción de Alemania y otros gobiernos y
agencias económicas tales como el de Reino Unido, Estados Unidos, el Banco Mundial o el
FMI para contener una posible dinámica de caos económico y social, la situación social
generada por el estallido pandémico llegó durante sus primeras semanas a amenazar (antes
había provocado igualmente en China una crisis social y política de proporciones que logró ser
frenada a tiempo por el régimen), como pocas veces en el último siglo, la estabilidad social de
todo el continente europeo. Esto último, por ejemplo, tal como empezó a verse de manera
inicial en algunas regiones de Italia (por ejemplo, Sicilia) en donde comenzaron a circular
rumores de rebeliones populares ante la falta de alimentos o ayuda económica hacia la
población32. Algo más tarde, durante el mes de abril, una dinámica de posibles estallidos
sociales semejante fue la que comenzó a avanzar en otras regiones del mundo tales como
América Latina en donde una serie de gobiernos debieron, ante el avance en sus respectivos
países de una serie de protestas del hambre y diversas manifestaciones de descontento
generalizado (por ejemplo, Colombia, Bolivia, Chile, México o El Salvador), comenzar a
adoptar planes de ayuda económica urgentes para la población33. Después de años de una
aplicación a rajatabla por una serie de gobiernos latinoamericanos de las doctrinas neoliberales,
esto incluso en el contexto del crack económico del 2008 y el inicio de la llamada “Gran
Recesión” (2007-2009), eran esos mismos gobiernos (por ejemplo, el chileno) los cuales, de
una semana a otra, no tuvieron más remedio que dejar de lado muchos de sus principios de
libre mercado para echar mano de las herramientas de intervención y regulación del aparato
estatal para contener y evitar una situación de crisis y caos social de proporciones inéditas.

Todo esto ante un contexto de descomposición socioeconómica creciente que, aunque


contenida en los márgenes de la estructura social, se descargó con especial fuerza en los
sectores de trabajadores más precarizados; por ejemplo, la mano de obra inmigrante, una gran
parte de los cuales fueron eran excluidos de los planes sociales de ayuda de los gobiernos. Uno
de los ejemplos más claros de esto último pudo verse en algunos casos especialmente

30
“Covid-19 ha dejado cerca de 34 millones de desempleados en América Latina, según la OIT” (Daniela
Blandón, France 24). Enlace: https://www.france24.com/es/economía-y-tecnología/20201001-covid-19-ha-
dejado-cerca-de-34-millones-de-desempleados-en-américa-latina-según-la-oit.
31
“Alemania aprueba un contundente plan económico contra las consecuencias del coronavirus” (DW noticias).
Enlace: https://www.dw.com/es/alemania-aprueba-un-contundente-plan-económico-contra-las-consecuencias-
del-coronavirus/a-52891560.
32
“COVID-19: muerte y sombra de un estallido social en Italia” (Anabel Hernández, DW noticias). Enlace:
https://www.dw.com/es/covid-19-muerte-y-sombra-de-un-estallido-social-en-italia/a-52961320.
33
“Coronavirus en América Latina - "¡Tenemos hambre!": las razones detrás de las protestas contra la cuarentena
en la región” (BBC Mundo). Enlaces: https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-52372170.

18
dramáticos como el de los millones de trabajadores temporales en Nueva Delhi que, al quedar
sin ningún tipo de amparo en la capital india, debieron retornar en masa hacia sus ciudades o
poblados rurales, esto muchas veces sin disponer de los medios para emprender el viaje34. Un
caso similar en América Latina puede encontrarse en el de los numerosos trabajadores
inmigrantes venezolanos, bolivianos o de otras nacionalidades que, ante la perspectiva de
quedarse sin trabajo y literalmente abandonados en los lugares en los cuales se encontraban en
ese entonces (por ejemplo en Chile o Perú), decidieron retornar a pie a sus respectivos países,
esto último debiendo atravesar a la intemperie miles de kilómetros hacia los mismos35.

En otras palabras, una falla generalizada de los servicios de asistencia y seguridad social de
numerosos Estados que, en el caso de verse complementada (y potenciada) por el colapso de
sus servicios de salud, terminó generando escenarios dantescos alrededor del mundo tales como
los vividos en Ecuador en donde, ante la carencia de suficientes implementos de salud,
hospitales o morgues para enfrentar el avance de la pandemia, los cadáveres de las víctimas
fatales terminaban siendo almacenados en los propios hogares de sus familias36. Esto cuando
aquellos, en situaciones dignas de los relatos de pestes medievales como las acaecidas en la
ciudad de Guayaquil, no terminaban siendo depositados directamente en las calles en espera
de su retiro por algún servicio de salud, o bien en donde eran posteriormente incinerados o
dejados simplemente a su suerte a merced de los animales37. Aunque sin llegarse a los extremos
de Ecuador, casos parecidos de colapso de los servicios de asistencia social y de los sistemas
de salud durante los meses de la primera oleada de contagios también pudieron verse, con
especial crudeza, en lugares tan disímiles como Italia, España o Estados Unidos, existiendo
además numerosos otros países que, si bien no llegaron al punto del colapso de sus respectivos
sistemas sanitarios, estuvieron muy cerca de estarlo.

34
“Coronavirus: cómo el encierro en India por el covid-19 se convirtió en una tragedia humanitaria” (Soutik
Biswas, BBC Mundo). Enlace: https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-52101635.
35
“Coronavirus: el trágico viaje de un grupo de venezolanos que intentó regresar a pie a su país desde Perú en
medio de la pandemia” (Stefania Gozzer, BBC Mundo). Enlace: https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-
latina-52648228.
36
“Cadáveres apilados en hospitales y fallecidos en sus casas: la lucha de Ecuador para dar sepultura a los muertos
de coronavirus” (Edgar Romero, RT en Español). Enlace: https://actualidad.rt.com/actualidad/348155-ecuador-
muertos-coronavirus-protocolo-cadaveres-apilados.
37
“Muertos en las calles: la imagen que resume la crisis del coronavirus en Ecuador” (Abel Gilbert, El Periódico
de Catalunya). Enlace: https://www.elperiodico.com/es/internacional/20200402/muertos-en-las-calles-la-
imagen-que-resume-la-crisis-sanitaria-en-ecuador-7914370.

19
Cadáveres regados por las calles de Guayaquil como efecto del colapso sanitario

Cada uno de estos casos, desde Bérgamo hasta Guayaquil, constituyen una muestra clara de
los escenarios potenciales de catástrofe social a los que podía (y puede todavía) arribar la
presente pandemia, representando además una advertencia de la debilidad no sólo de la mayoría
de los sistemas de salud alrededor del mundo ante estallidos pandémicos semejantes, sino que,
asimismo, de la propia infraestructura científico-tecnológica, los sistemas de seguridad y
asistencia social de los Estados contemporáneos y las estructuras sociales de la sociedad
moderna para lidiar con eventos catastróficos globales de esta naturaleza. Esto es, si
consideramos que la pandemia de covid-19 constituye, tal como ya mencionamos, una de las
expresiones más recientes del agravamiento de la actual crisis ecológica planetaria, un
recordatorio del tipo de desafíos a los que se enfrenta nuestra sociedad en el contexto del avance
de esta última, asociada posiblemente a la pronta irrupción de fenómenos de crisis
medioambiental con un carácter potencialmente mucho más disruptivo y catastrófico que el
presente estallido pandémico. Un ejemplo de dichos fenómenos disruptivos sería, entre otros,
los efectos literalmente devastadores que podría llegar a producir durante este siglo una
dinámica (ya muy posiblemente asegurada) de súper aceleración del calentamiento global, esto
en el marco del desarrollo inicial, como también mencionamos, del nuevo escenario de la VI
extinción masiva y de la apertura de una nueva época geológica-histórica: el Antropoceno.

Desde aquí, cobra importancia el hecho de haya sido el conjunto de los Estados nacionales y
sistemas sociales alrededor del mundo, esto desde las liberales y autosatisfechas sociedades de
Estados Unidos y Europa Occidental hasta las mucho menos individualistas sociedades china
y el hermético sistema de democracia popular norcoreano, los cuales sintieran en sus
respectivas naciones, de manera paralela y casi inmediata, el golpe del estallido pandémico.
Entre otras cuestiones, esto indicaría (a pesar de la superioridad mostrada por la disciplina de
algunas sociedades asiáticas al momento del enfrentamiento del virus) que los desastrosos
efectos internacionales de la pandemia aludirían, en realidad, a una serie de factores
estructurales no relacionados, necesariamente, a las características de un tipo de Estado
nacional o sistema productivo específico (por ejemplo, como retomaremos más adelante, de
tipo capitalista o socialista), sino que, por el contrario, a la propia naturaleza de las sociedades
de masas modernas y el sistema industrial contemporáneo basados, como ya hemos destacado,

20
en patrones productivos y de crecimiento poblacional ecológicamente inviables38. Fue
precisamente en la casi totalidad de sistemas sociales a nivel internacional y no en una u otra
sociedad en particular en donde, desde Nueva York hasta La Paz, desde Buenos Aires a Beirut,
desde Montreal hasta Damasco, el conjunto de las estructuras sociales de la sociedad
contemporánea sufrió una disrupción masiva, adquiriendo así la pandemia de covid-19, por lo
tanto, en tanto fenómeno social, el carácter de la primera gran crisis ecosocial y coyuntura
colapsista de la civilización moderna, esto sobre todo si tomamos en consideración, como
dijimos, su magnitud plenamente global, su casi total sincronización internacional y su origen
en el proceso más general de ruptura metabólica entre la humanidad y la naturaleza que se
encontraría en la base de la actual crisis ecológica global39. En otros términos, como veremos
más adelante, no el colapso de la civilización moderna en sí, aunque su comienzo, esto último
al modo de un primer paro cardíaco del sistema moderno. Al menos, una primera
materialización de la crisis de subsistencia mundial que se aproxima en el ámbito de las
estructuras sociales de la vida contemporánea.

Es cierto que durante los últimos siglos otros fenómenos tales como guerras, conflictos civiles
o revoluciones han llegado a generar una fractura mucho más drástica de las dinámicas sociales
en curso, aunque nunca hasta ahora, como hemos mencionado, con la extensión planetaria y
con el tipo de sincronización mundial que ha alcanzado la pandemia. Asimismo, esta es la
primera vez que un evento originado en el ámbito de los desequilibrios naturales generados por
la sociedad humana, asociados en el caso de la pandemia de covid-19 a la mayor exposición
de grupos sociales a especies naturales exóticas y a los inviables niveles de devastación
ambiental propios de la agricultura y ganadería industrial (por ejemplo, en el caso de los
monocultivos o las llamadas mega granjas), se expresa de manera tan clara, violenta y
traumática en el campo de las relaciones sociales del mundo moderno. Entre otros ámbitos,
además de lo ya referido previamente en el terreno de las relaciones económicas y sociales en
el escenario internacional, aquello puede verse en una serie de ejemplos provenientes de las
esferas más disímiles de la vida contemporánea, esto desde los aumentos drásticos de las
muertes en una serie de países alrededor del globo (algunos de los cuales vienen
experimentando, por ejemplo en Europa, incrementos en los niveles de mortalidad no vistos
desde la Segunda Guerra Mundial40) hasta el impacto cultural de las prácticas de
distanciamiento social y del uso universal obligatorio de mascarillas. Todo esto sin mencionar,
además, el profundo golpe que ha significado para amplios sectores de la sociedad global la
cancelación o drástica alteración de una serie de espacios de sociabilidad ligados en muchas
ocasiones a importantes procesos de constitución o reafirmación identitaria de grupos y
estamentos sociales completos; por ejemplo, la serie de eventos de celebración religiosa
masivos (desde las conmemoraciones de la navidad en el Vaticano hasta las peregrinaciones a
La Meca) que se han visto alterados por la pandemia, esto en algunos casos generando una
interrupción de los mismos no vista en siglos.

38
Revisar el material ya citado: “Coronavirus de Wuhan, Cambio Climático y Crisis Civilizatoria”. Enlace:
https://www.scribd.com/document/451654082/Coronavirus-de-Wuhan-Cambio-Climatico-y-Crisis-
Civilizatoria.
39
Para una discusión en torno al concepto de “ruptura metabólica”, véanse los trabajos del ecólogo marxista y
referente ecosocialista John Bellamy Foster sobre la materia.
40
“Reino Unido registra el mayor número de muertes desde la II Guerra Mundial” (Forbes México). Enlace:
https://www.forbes.com.mx/internacional-reino-unido-registra-el-mayor-aumento-anual-de-muertes-desde-la-ii-
guerra-mundial.

21
El Papa celebrando una misa en soledad en la Plaza de San Pedro

Otros ejemplos de lo mismo han sido la cancelación o reorganización de una gran parte de las
festividades nacionales, celebraciones de año nuevo, eventos deportivos, culturales o
recreacionales de masas (por ejemplo, conciertos musicales, exposiciones artísticas,
presentaciones teatrales) u otras instancias de concentración pública que forman parte de los
“calendarios cívico-rituales” (explícitos o no) que se encuentran en la base de la reproducción
social de los Estados nacionales y la sociedad moderna. Uno de los ejemplos paradigmáticos
de lo anterior sería la cancelación (ya inminente) de los próximos Juegos Olímpicos y el
Carnaval de Río de Janeiro. Todo esto sin siquiera enumerar las diversas esferas de la vida
cotidiana repentinamente alteradas (como pocas veces en el último siglo) por la pandemia:
dinámicas laborales, vacaciones, viajes, actividades recreacionales (fiestas, reuniones sociales
formales o informales, etc.), eventos familiares (velorios, misas, cumpleaños, etc.), relaciones
amorosas o afectivas (por ejemplo, crisis o rupturas matrimoniales o familiares producidas por
el confinamiento), prácticas de cortejo o sexuales (por ejemplo, las llevadas a cabo en espacios
de sociabilidad tales como discotecas, clubes nocturnos, prostíbulos, etc.). Todo esto,
asimismo, sin referirnos todavía al terreno de los impactos que han tenido estas alteraciones en
el ámbito tanto de la sicología social de sistemas sociales completos alrededor del mundo (por
ejemplo, los posibles impactos a la moral de diversos sectores sociales como producto de los
meses de restricciones e inseguridades generados por la pandemia), o bien de los propios
estados emocionales alterados de individuos que, por su particular ubicación en determinados
espacios de interacción social, han sido particularmente golpeados en términos sicológicos por
el ciclo pandémico, expresándose esto último en el aumento de las depresiones o tasas de
suicidios al nivel de diversos grupos sociales. Más aún, dando cuenta de los efectos realmente
transversales que ha tenido la crisis sanitaria en las dinámicas sociales del mundo
contemporáneo, otro ejemplo de su impacto puede encontrarse en las importantes
transformaciones que aquella ha gatillado tanto en el ámbito de las redes de producción,
consumo y distribución de drogas ilícitas41 (en los hechos uno de los espacios más importantes

41
“La Covid-19 altera el mercado mundial de las drogas” (La Vanguardia). Enlace:
https://www.lavanguardia.com/vida/20200625/481946440123/covid-19-mercado-mundial-drogas-cocaina-
cannabis.html.

22
de la “economía informal” de las sociedades actuales), así como también de los patrones de
delincuencia y el campo de las actividades ilegales y la acción de mafias alrededor del globo42.

Adicionalmente, aunque estando lejos de lograr una representación completa de los ámbitos de
la realidad afectados (de un modo u otro) por la irrupción de la pandemia de covid-19, puede
mencionarse aquí el explosivo desarrollo que vienen teniendo durante el último año las redes
de intercambio digital basadas en la tecnología del blockchain y el uso de criptomonedas,
habiendo jugado el mayor clima de incertidumbre económica internacional alentado por la
crisis sanitaria y el progresivo debilitamiento del dólar un importante rol en su consolidación43.
Igualmente, resalta aquí el verdadero salto que ha tenido el papel de Internet (específicamente
en el terreno de la llamada Dark Web) en la articulación de agrupaciones digitales (legales o
no) que, ante un escenario de aumento exponencial de la importancia social del ámbito digital
y de una mayor incertidumbre social, estarían alcanzado inesperados grados de coordinación y
amplificación internacional. Ejemplo de lo anterior sería el decidido impulso que viene
tomando el desarrollo de una serie de verdaderas mafias digitales que han venido
construyéndose al alero de las nuevas oportunidades brindadas por el ciclo pandémico; por
ejemplo, entre otras, agrupaciones de hackers44, bandas de tráfico digital de drogas y otros
productos ilegales45, redes de pornografía infantil asociadas en algunas ocasiones a
organizaciones de trata de personas46 o incluso grupos ligados supuestamente al asesinato de
personas por encargo47. Asimismo, cabe destacar aquí tanto el avance que han tenido durante
los últimos meses una serie de asociaciones virtuales que vienen consolidándose desde el
terreno digital hacia el campo de las organizaciones políticas en una serie de países tales como
una serie de grupos conspirativos de distintas inspiraciones ideológicas (por ejemplo, QAnon),
guerrillas digitales (por ejemplo, en el ámbito hispanohablante, Anonymous, El Retorno de
Sión, Letras para el Combate, etc.), armadas troll y centros de esclavización de bots (por
ejemplo, Revenge and Proud o Bot 2100), así como también el surgimiento y desarrollo de
variados cultos religiosos online y sectas digitales (por ejemplo VR Church, Digital Doctrine
o Marx Mutante), los cuales se vienen fortaleciendo, entre otras cosas, como producto del
mayor tiempo del que disponen en los hogares miles de millones de personas a causa de los
confinamientos masivos y el mayor clima de inseguridad a nivel mundial.

42
“Coronavirus y crimen organizado: cómo se adaptan los carteles, las maras y las pandillas a la pandemia” (Luis
Fajardo, BBC Mundo). Enlace: https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-52350436.
43
“La aceleración digital por la covid y las ‘ballenas’, claves en el auge del bitcoin” (Jorge García, El País).
Enlace: https://retina.elpais.com/retina/2021/01/20/tendencias/1611142782_910375.html.
44
“Dark web scammers exploit Covid-19 fear and doubt” (Sooraj Shah,BBC News). Enlace:
https://www.bbc.com/news/business-52577776.
45
“International sting on darknet drug trafficking networks” (DW News). Enlace:
https://www.dw.com/en/international-sting-on-darknet-drug-trafficking-networks/a-55020904.
46
“When human trafficking adapts to the pandemic” (Regional Office for Central America, North America and
the Caribbean). Enlace: https://rosanjose.iom.int/SITE/en/blog/when-human-trafficking-adapts-pandemic. La
nota de opinion anterior está basada en el informe “Aggravating circumstances. How coronavirus impacts human
trafficking” (https://globalinitiative.net/wp-content/uploads/2020/06/Aggravating-circumstances-How-
coronavirus-impacts-human-trafficking-GITOC-1.pdf).
47
“Can you really hire a hit man on the dark web?” (Nathaniel Popper, Chicago Tribune). Enlace:
https://www.chicagotribune.com/featured/sns-nyt-can-you-hire-a-hit-man-dark-web-20200308-
cg7iy6qwdjcsvlz3gbl7kgudea-story.html.

23
La epidemia de covid-19 ha fortalecido las interacciones en el mundo digital

En otras palabras, la sociedad contemporánea completa, desde los pulcros pasillos del Vaticano
en Roma hasta las barriadas controladas por las “maras” en Guatemala, desde las aulas de las
universidades más prestigiosas de Europa hasta los burdeles de la ciudad más miserable de
América Latina, golpeada y en cierto sentido alterada, al unísono, por el estallido pandémico.
Replicando una de las características claves de las pestes durante el medioevo europeo, lo que
tenemos al frente nuestro es así una gran crisis socio-pandémica que ha logrado ya extender
sus brazos por cada uno de los rincones de la sociedad contemporánea, esparciendo su aliento
venenoso y amenazante sobre las cabezas de cada uno de los agentes del sistema moderno, esto
desde el Papa de Roma y los grandes actores de la política internacional hasta la prostituta y el
paria más miserable y olvidado del mundo. Todo golpeado, todo revuelto, desde los espacios
del jet set y los salones exclusivos de la moda europea hasta el último de los barrios marginales
del tercer mundo, todo siendo amenazado por el avance temible del virus. Todo esto,
parafraseando a la intelectual socialdemócrata Naomi Klein, como dejando en claro que los
problemas de la ecología y del nuevo tipo de cambio climático que se acerca, del cual la
pandemia de covid-19 es una muestra inicial, lo cambian todo48.

d. La situación política

Pero la economía y las relaciones sociales no fueron los únicos campos de la sociedad moderna
alterados por la pandemia. Esta ultima significó también una “pateada de tablero”, de magnitud
global, para la propia situación política en numerosos países. Gobiernos capitalistas que hasta
antes de la pandemia daban una apariencia de solidez y de encontrarse a la ofensiva, desafiantes
ante el escenario internacional y las correlaciones de fuerzas políticas internas de sus
respectivos países (piénsese en los casos de los gobiernos de Trump y Bolsonaro), se vieron
obligados a pasar, apresuradamente, ante una descalabro económico y social de proporciones
que sus propias políticas populistas colaboraran a empeorar, a la defensiva. De hecho, es cada
vez más evidente que el giro político que significó la pasada derrota electoral de Trump a
manos de Joe Biden y el partido demócrata hace algunos meses (recordemos los altos niveles
de consenso interno con los que contaba Trump previamente a la pandemia) comenzó a
gestarse, precisamente, con el comienzo del ciclo pandémico. Un ejemplo similar a lo anterior
puede hallarse en la situación política del gobierno de Reino Unido, el cual al momento del

48
This Changes Everything: Capitalism vs. the Climate (Naomi Klein, 2014, Simon & Schuster).

24
inicio de la pandemia venía de lograr un importante triunfo ante el partido laboralista y su en
ese entonces líder Jeremy Corbyn con la reelección de Boris Johnson como primer ministro y
para quien el estallido de la pandemia terminó actuando, en último termino, al modo de un
factor de debilitamiento estructural en el mediano y largo plazo.

De manera opuesta, gobiernos que venían alcanzando niveles de aprobación históricamente


bajos; por ejemplo, en el caso de Sebastián Piñera en Chile cuyo apoyo durante el mes de marzo
del 2020 rondaba un magro 5%, se vieron inesperadamente beneficiados por el estallido
pandémico, el cual constituyó para este último un literal salvavidas que le permitió recuperar
durante los primeros meses del mismo no sólo un necesario fortalecimiento interno ante los
sectores populares que venían hasta ese instante a la ofensiva, sino que, además, una mucho
mejor ubicación para responder ante un escenario social y político que se venía volviendo cada
vez más hostil para su presidencia. Dando cuenta del imprevisto vuelco de la situación política
chilena como efecto de la pandemia, no existe quizás otra imagen más elocuente que aquella
del hasta ese momento archi odiado Piñera dándose el gusto de fotografiarse, en un claro gesto
de desafío e insulto a los sectores populares chilenos que habían estado cerca de derribar su
gobierno, en total soledad, a un lado del mismísimo monumento a Baquedano; es decir, en el
corazón de la “Plaza Dignidad”, epicentro telúrico de la pasada Rebelión de Octubre del 2019.

El estallido de la pandemia de covid-19 significó un salvavidas político para el odiado Piñera

Un caso similar de cambio inesperado en la situación política, aunque con mayores


implicancias geopolíticas, puede encontrarse en el caso del líder chino Xi Jinping, quién a pesar
de enfrentar durante el comienzo de la pandemia un escenario de crisis política y social que
amenazó con generar un nivel de desestabilización no visto en China continental desde las
movilizaciones de Tiananmen, terminó finalmente por fortalecerse a niveles inéditos una vez
que la pandemia en dicho país logró ser contenida (hasta el momento China y otros países tales
como posiblemente Corea del Norte son los únicos que habrían logrado realmente detener,
hasta ahora, el avance del ciclo pandémico). Entre otras cuestiones, lo anterior confirió a Xi
Jinping la oportunidad no sólo refutar las críticas internas vertidas por algunos sectores en su
contra con motivo de su manejo temprano de la crisis sanitaria, sino que, además, una
contraofensiva en regla (hasta ahora exitosa) en contra de las movilizaciones sociales y los

25
sectores de oposición que venían desafiando el poder central de Beijing en Hong Kong. Otro
resultado del fortalecimiento del gobierno de Xi Jinping como producto de su capacidad para
responder el desafío de la pandemia de covid-19 fueron el mayor margen de maniobra que
logró su gobierno para la implementación de una serie de exitosos planes de recuperación
económica (recordemos que China fue la única gran potencia en registrar un crecimiento
económico positivo durante el año 202049), así como también un mejor posicionamiento
internacional para asegurar las posiciones de China en su área inmediata de influencia en Asia
(por ejemplo, en el disputado Mar de China Meridional ante Taiwán y Estados Unidos),
logrando además sentar mejores condiciones para una disputa más decidida de esferas de poder
en el mundo (por ejemplo, en América Latina o África).

China ha sido la única potencia mundial que ha logrado contener la pandemia de covid-19

Todo esto en un marco de crecientes disputas geopolíticas que el inicio del ciclo pandémico
terminó exacerbando (visible esto último en la competencia entre potencias por el desarrollo
de las primeras vacunas anti-covid), así como también de tensiones internacionales cada vez
más marcadas, entre otras cosas, por el avance del bloque entre Rusia y China en el escenario
mundial50 y el mucho más pobre desempeño que tuvieron en comparación a este último las
principales potencias occidentales (por ejemplo, Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia o
Alemania) al momento de lidiar con la pandemia. Un ejemplo de esto pudo verse tanto en la
desastrosa política de control de la emergencia pandémica seguida hasta ahora por la saliente
administración de Trump en Estados Unidos, así como también en los grados inéditos de
descoordinación y fracturas internas que caracterizaron la respuesta de la Unión Europea ante
la primera oleada de contagios, llegando algunos de sus países miembros (entre otros, Italia o
España) a registrar niveles internacionales récord de infecciones y muertes.

49
“China acelera y es la única potencia que creció en 2020” (Ismael Arana, La Vanguardia). Enlace:
https://www.lavanguardia.com/economia/20210119/6185069/china-pib-unica-potencia-crecio-2020.html.
50
Rusia sería otro de los países que habría sido fortalecido por el estallido pandémico, esto al menos durante sus
primeros meses.

26
A pesar de que la crisis pandémica no haya producido hasta ahora convulsiones sociales y
políticas comparables a las que alentó la crisis económica del 2008, la cual debido a un alza
mundial de los precios de los alimentos terminó gatillando una crisis alimentaria internacional
que decantaría en la llamada “Primavera Árabe”; es decir, impulsando la caída o crisis
generalizada de gobiernos o el recambio de regímenes políticos completos, aquella si habría
terminado en transformarse en uno de los factores claves (determinantes) de las dinámicas
sociales y políticas del último tiempo y, al menos, del futuro cercano. Esto último, empalmando
con las definiciones ya realizadas de la crisis pandémica en los ámbitos del sistema económico
y social, al modo de una primera gran disrupción ecosocial (aunque no todavía dislocación) de
la política moderna. En otras palabras, si aceptamos la relación genética existente (ya postulada
anteriormente) entre la pandemia de covid-19 y la crisis ecológica antrópica global, una
primera expresión orgánica de la ruptura (o fractura) metabólica de la relación humanidad-
naturaleza en el ámbito de la geopolítica. Entre otras cuestiones, esta definición adquiere una
importancia mayor si consideramos, además, la posibilidad de que el actual ciclo pandémico
no haya terminado aún de desplegar todas sus repercusiones socioeconómicas sobre el
escenario global, así como también el hecho de que las políticas fiscales que los gobiernos y
agencias económicas internacionales han podido implementar hasta ahora para contener las
ondas desestabilizadoras de la pandemia podrían, o bien tender a agotarse en los próximos
meses (por ejemplo, ante la imposibilidad de muchos gobiernos de extender las ayudas
económicas hacia las poblaciones de sus países), o bien a estrellarse con los propios obstáculos
de la competencia inter-imperialista y el mercado capitalista. Un ejemplo de esto serían las
renovadas fricciones entre la Unión Europea y otras potencias con motivo de la disputa por
asegurar las dosis de vacunas anti-covid necesarias para sus respectivos países. Dicho de otra
manera, no está descartado que la pandemia pueda transformarse durante los próximos meses
o años (en la medida en que el virus se las ingenie para seguir reproduciéndose a ritmos
acelerados; por ejemplo, mediante mutaciones constantes que logren anular la efectividad de
las vacunas) en una fuente de convulsiones geopolíticas mucho mayores a aquellas que ha
venido alimentando hasta ahora.

A lo que nos referimos aquí es así a la irrupción del problema ecológico en el corazón mismo
de los procesos políticos del mundo contemporáneo. Esto no al modo de un “problema futuro”
de la sociedad moderna expresado, cada tanto, en los efectos de uno que otro desastre climático,
o bien en el desarrollo periódico de esas oleadas de calor o frío (cada vez más recurrentes) que
han logrado paralizar, por algunos días, una que otra ciudad del planeta, sino que ahora al
centro de los principales desafíos económicos, sociales y políticos de cada una de las elites
gobernantes del planeta. Por primera vez desde que la ciencia comenzara a discutir los peligros
del cambio climático, aquel habría dejado de ser con el estallido pandémico o bien aquella
amenaza hipotética (“teórica”) que con suerte lograba realizar el salto entre los artículos
académicos hacia las portadas de los grandes medios, o bien ese “foco de atención” de la
diplomacia mundial cuidadosamente orquestado cada tantos años en aquellos circos mediáticos
(inservibles) denominados como “Conferencias Climáticas”, sino que un factor político de peso
ubicado ya (desde ahora y posiblemente para siempre) en el centro explosivo de las
contradicciones históricas. En resumidas cuentas, la crisis ecológica (personificada
actualmente por la crisis sanitaria) mostrando su verdadero cariz catastrófico y dejando en claro
que aquella nunca constituyó aquella “crisis del planeta verde” retratada por todas esas
mascotas mediáticas que, alentadas a menudo por uno u otro sector del establishment político
mundial (una de estas últimas mascotas ha sido Greta Thunberg), se han dedicado a lloriquear
antes las cámaras para “sensibilizarnos” (de manera muy educada) del desastre medioambiental
inminente, sino que algo infinitamente más siniestro a todo lo que la blanca, nórdica, liberal y

27
progresista generación Z y sus muy teenagers y coloridas marchas mundiales por el clima
pudieron alguna vez concebir.

¡No! A partir de hoy, la crisis climática pasa a tomar, impulsada hoy por la crisis sanitaria y
mañana por las decenas de nuevas catástrofes climático-ecológicas que superarán con creces
la intensidad y magnitud de la actual pandemia, su real ubicación en la política mundial y el
proceso histórico; esto es, al lado de la carrera armamentística nuclear y los programas
atómicos de las grandes potencias, al lado de Auschwitz y los campos de concentración nazis
de la Segunda Guerra Mundial, y al lado de todas y cada una de las grandes crisis históricas
que, en los últimos milenios, han reducido civilizaciones enteras a cenizas. Es eso,
precisamente, lo que se ha colado con la pandemia de covid-19, de manera triunfal,
implícitamente o no, veladamente o no, al “debate geopolítico”; esto es, no todavía los
discursos de un posible Armagedón y apocalipsis final (medioambientalmente inducido) del
género humano (aunque pronto esto debería también comenzar a hacerse un hueco entre las
todavía muy respetables discusiones de la “gran política”), aunque sí la posibilidad de un tipo
de incendio universal de la historia con características “nerónicas”. Un incendio, de
dimensiones legendarias, temible, que avivado por las brisas de los futuros ciclones de los
procesos económicos y políticos mundiales, ha comenzado a trasladarse, de manera
amenazante, al propio seno de la lucha de clases y al terreno de la acción de los sujetos
históricos de la modernidad. Esos sujetos que, agitados, revueltos y cada vez más inquietos
ante la intuición de lo desconocido, han comenzado a vislumbrar (en los pasillos de los
hospitales y los cementerios de la pandemia) los colores infernales de una tormenta de fuego
que se apresta a devorarlos.

Covid-19, crisis ecológica y el destino de la política mundial

d. La lucha de clases

Pocos eventos o procesos sociales en el último siglo han tenido un efecto tan inmediato y
masivo sobre las dinámicas de la lucha de clases a lo largo y ancho del planeta tal como el que
está teniendo la pandemia de covid-19. Vastos movimientos sociales y políticos que se
encontraban hasta antes del estallido pandémico en plena efervescencia y enfrentando
activamente a las elites gobernantes de sus respectivos países (véanse los casos de Chile,

28
Ecuador o Francia), se vieron obligados con el inicio del mismo, totalmente desprevenidos, en
cuestión de días o semanas, a literalmente retirarse de las calles y a tener que reemplazar los
métodos de la lucha de masas y la organización popular por el bullicio anónimo de las redes
sociales y las discusiones políticas digitales, esto so pena de languidecer definitivamente (o
desvanecerse) en los espacios privados del confinamiento impuesto por las cuarentenas
masivas, estas últimas resguardadas celosamente por las fuerzas policiales y militares de sus
respectivos Estados. De un momento a otro, golpeada duramente por la pandemia durante los
meses de marzo y abril pasados, la lucha de clases en numerosos países debe realizar así, ante
la confusión generalizada de los partidos políticos y las organizaciones sociales identificadas
con los intereses populares, un apurado tránsito desde el ámbito de las movilizaciones de
masas, las discusiones asamblearias y las dinámicas tradicionales de la acción política en la
sociedad moderna hacia la esfera del “autocuidado” y los mítines online vía Zoom. Todo esto
acompañado en algunas ocasiones de un intento de articulación política, impulsado a menudo
por las mismas organizaciones que habían subestimado en un principio el peligro pandémico,
alrededor de una serie de “reivindicaciones sanitarias” que en la mayoría de los casos no
pasaban de un listado online de consignas sin ninguna capacidad real de inserción o
intervención práctica en la realidad, esto frecuentemente ante un escenario de apatía
generalizada por parte de los gobiernos respecto a las verdaderas necesidades de las clases
explotadas. Dicho de otra manera, una situación con algunos rangos semejantes a los que
pueden encontrarse en ciertos escenarios dictatoriales, conflictos bélicos o guerras civiles,
aunque en este caso, al menos en aquellos países dotados con sistemas democrático-burgueses
relativamente consolidados, sin que se estuviera desarrollando ninguna dictadura o conflicto
armado en particular, sino que, en realidad, en el contexto de la rápida e imparable propagación
de un virus. En definitiva, una detención violenta, generalizada y extendida a nivel planetario,
desde las calles de las metrópolis europeas hasta las capitales latinoamericanas, de las
dinámicas de la lucha de clases internacional, esto en una especie de “enfriamiento” repentino
del núcleo de ese verdadero reactor nuclear que constituye el enfrentamiento de clases en el
marco del capitalismo y, más en general, de las sociedades estatales.

Ahora bien, este enfriamiento repentino de la lucha de clases alentado por la pandemia no podía
ser sino de corta duración si tenemos en cuenta que los propios efectos de aquella comenzaron
a alimentar, ya desde sus inicios, esta vez en medio del nuevo contexto de crisis sanitaria global,
la caldera del descontento de amplios sectores de masas que veían, muchas veces siendo
testigos de como las elites de sus respectivos países seguían enriqueciéndose, como sus
condiciones de vida empeoraban abruptamente. En efecto, ya durante los primeros de la
pandemia comienzan a sucederse los primeros brotes de descontento popular alrededor del
mundo, esto primero al nivel de una serie de demostraciones social de pánico que tuvieron
lugar en el seno de distintas comunidades que, en diversos puntos del planeta, replicando una
de las dinámicas sociales clásicas de una serie de contextos pandémicos en el pasado, salieron
a manifestarse para impedir, a veces de forma violenta (por ejemplo, con bloqueos de calles o
barricadas) la llegada de personas foráneas que podían traer consigo el virus51. Ejemplos de
este tipo de movilizaciones fueron aquellas desarrolladas en países tan distantes como

51
Es interesante notar aquí que estas expresiones de odio en contra de personas foráneas, repudiadas como
posibles transmisores del virus, guardan relación con una serie de situaciones históricas contenidas en los relatos
de las epidemias de los siglos pasados; por aquellos, en el caso de la llamada peste negra en Europa durante el
siglo XIV.

29
Ucrania52 o Chile53. Es durante estos días que aumentan, asimismo, los ataques de odio en las
calles de una serie de ciudades en diversos continentes en contra de asiáticos o minorías étnicas
(especialmente chinos), culpados arbitrariamente de estar propagando la pandemia en sus
países54.

Paralelamente, especialmente hacia finales de marzo cuando el salto de la crisis económica


mundial y el inicio de las cuarentenas masivas amenazaban con consecuencias sociales cada
vez más devastadoras, la situación socioeconómica de una serie de países empeora hasta el
punto de plantear la posibilidad, tal como ya mencionamos, de verdaderos estallidos populares,
esto por ejemplo tal como lo sucedido en algunas de regiones de Italia y más tarde en América
Latina con la realización de las llamadas protestas del hambre55. En el caso de Italia,
particularmente en Sicilia en donde se difundió masivamente el video de un padre que acusaba
a las autoridades italianas de no tener nada que dar de comer a su hija, este último llegó a hacer
un llamado público mediante redes sociales para que aquellas entregaran a la población las
ayudas necesarias para evitar que, en sus propias palabras, el pueblo terminara asaltando los
supermercados para obtener alimentos y comenzando con ello una “revolución”56. Es cierto
que dichos estallidos populares lograron ser contenidos a tiempo por la respuesta de las elites
dirigentes que se vieron obligadas en una serie de países a impulsar (desde Europa hasta
América Latina), tal como discutimos anteriormente, planes de asistencia social más decididos
para responder a la desesperada situación que estaban empezando a vivir los sectores populares.
Es cierto, también, que el tipo de ruptura (o bloqueo) que implicó el estallido pandémico para
una serie de importantes procesos sociales que se venían desarrollando a nivel internacional
hasta el inicio de la pandemia; por ejemplo, en los casos ya referidos del estallido social
chileno, el levantamiento indígena-popular en Ecuador o los procesos de luchas de masas que
estaban liderando por ese entonces los “chalecos amarillos” en Francia o Extinction Rebellion
en Inglaterra en el marco de las pasadas protestas mundiales por el clima, no ha podido ser
todavía superado, habiendo quedado estos procesos de lucha, si bien aún no definitivamente
truncados, si imposibilitados hasta ahora para recuperar los niveles de masividad y politización
que habían logrado hasta comienzos del 2020. Con todo, la organización de las llamadas
protestas del hambre y los amagos de estallidos sociales en Europa y otras regiones del mundo
constituyeron una prueba contundente, entre otras cosas, respecto a que no existe un muro
infranqueable entre el avance de la pandemia y, en caso de que los sectores gobernantes no
sepan dar una respuesta mínimamente efectiva ante el descalabro social producido por la
misma, el desarrollo de importantes procesos de radicalización de la lucha de clases.

52
“Coronavirus: Ukraine protesters attack buses carrying China evacuees” (BBC News). Enlace:
https://www.bbc.com/news/world-europe-51581805.
53
“Vecinos del Litoral Central impiden con barricadas el acceso a turistas y alcaldes decretan cierre de comunas
para evitar propagación de Covid-19” (L. Cerda, R. Reyes y J.M. Navarrete, La Tercera). Enlace:
https://www.latercera.com/nacional/noticia/vecinos-de-comunas-del-litoral-central-impiden-con-barricadas-el-
acceso-a-turistas-ante-temor-a-propagacion-del-coronavirus/MK3LRDIPMRESRIKUEBCRK2JGD4/.
54
“The rise of Coronavirus Hate Crimes” (Anna Russell, The New Yorker). Enlace:
https://www.newyorker.com/news/letter-from-the-uk/the-rise-of-coronavirus-hate-crimes.
55
“Coronavirus en América Latina - "¡Tenemos hambre!": las razones detrás de las protestas contra la cuarentena
en la región” (BBC Mundo). Enlace: https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-52372170.
56
“Coronavirus: Italy becoming impatient with lockdown -and social unrest is brewing” (Sally Lockwood, Sky
News). Enlace: https://news.sky.com/story/coronavirus-italy-becoming-impatient-with-lockdown-and-social-
unrest-is-brewing-11965122.

30
Protestas del hambre en América Latina

No queremos decir aquí ni que la pandemia deba actuar, necesariamente, al modo ni de un


“catalizador” obligado del desarrollo de la lucha de clases ni que aquella, en caso de que llegue
a actuar en ciertos momentos a la manera de dicho “acelerador” deba, obligatoriamente,
decantar en fenómenos de radicalización social y política tal como los vistos durante las
décadas pasadas. Digamos, por ahora, que incluso en las tempranas demostraciones masivas
de solidaridad que tuvieron lugar en diversos países para agradecer y dar apoyo moral a los
trabajadores que se estaban desempeñando en la primera línea del combate a la pandemia (por
ejemplo, los del ámbito de la salud), esto a menudo sobre la base de manifestaciones sociales
con formatos compatibles con las ya generalizadas prácticas de distanciamiento social (por
ejemplo, conciertos musicales desde los balcones de los hogares o aplausos masivos en
extensas áreas urbanas), constituyeron un importante recordatorio de la permanencia en la
escena social (y en cierto sentido política), a pesar de las duras condiciones impuestas por las
cuarentenas masivas, de amplios sectores de las clases trabajadoras57. Es sintomático, por lo
demás, que ninguna de estas movilizaciones (al menos no la mayoría) tuvieran como objetivo
el apoyo de los gobiernos de sus respectivos países, enfocándose por el contrario en el
agradecimiento de aquellos estamentos, generalmente anónimos, reconocidos por la población
como los verdaderos protagonistas (no los gobiernos, no los partidos oficiales, no los
representantes de las elites, sino que el propio pueblo) en el combate del virus. Por el momento,
a lo que deseamos apuntar es así a que, al mismo tiempo que la pandemia habría actuado hasta
ahora al modo de un factor inhibidor de una serie de procesos específicos de lucha de clases
(por ejemplo, el ya mencionado estallido popular chileno o el movimiento de masas liderado
por los “chalecos amarillos” en Francia), aquella habría preparado, asimismo, las condiciones
para el avance de fenómenos de lucha de clases alternativos, asociados potencialmente en el
futuro con niveles de radicalización y violencia posiblemente mayores a los que podrían
haberse desarrollado ante la ausencia del ciclo pandémico o de cualquier otro de los golpes
(inminentes) que tiene reservados para la sociedad moderna el avance de la actual crisis
ecológica planetaria. Ya volveremos a este problema más adelante.

57
“Coronavirus: miles de italianos salen a cantar al unísono en los balcones para levantar la moral durante la
cuarentena” (BBC Mundo). Enlace: https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-51887450.

31
Pasados algunos meses desde el inicio de la pandemia, con la primera ola de contagios ya en
retroceso a nivel mundial58 y en el contexto de un fenómeno de relativa recomposición
económica internacional luego de pasado lo peor del crash financiero de marzo, la lucha de
clases comienza a dar importantes muestras de refortalecimiento en numerosos países,
tendiéndose a retomar en algunos de aquellos los procesos de lucha de masas que habían
quedado “suspendidos” por el inicio de la pandemia; por ejemplo, en los casos de las
movilizaciones masivas de los “chalecos amarillos” en Francia, las movilizaciones sociales en
Chile, la convocatoria de las marchas mundiales por el clima o el proceso de lucha feminista
en Argentina alrededor de la reivindicación del aborto libre. Paralelamente, comienzan
asimismo a desarrollarse las primeras manifestaciones masivas de los llamados grupos “anti-
ciencia”, caracterizándose estos últimos a menudo por un agudo escepticismo ante la existencia
misma de la pandemia de covid-19 y por una cerrada defensa del marco de libertades
individuales burguesas existentes en las democracias capitalistas, esto en muchas ocasiones
desde marcos políticos e ideológicos cercanos a posiciones de extrema derecha o de corte
nacionalistas59. Algunos ejemplos de estas movilizaciones fueron las desarrolladas a partir del
mes de mayo en diversos lugares tales como Alemania, Estados Unidos o Brasil en contra del
uso de mascarillas o del establecimiento de cuarentas masivas u otras medidas obligatorias para
contener o evitar en cada país un aumento drástico de las infecciones. En el caso de Brasil, una
de las particularidades de estas movilizaciones fue no sólo que comenzaron a desarrollarse con
anterioridad a otras del mismo tipo en diversos países (algunas de estas tuvieron lugar aquí
durante el mes de abril), sino que contaron además con el activo apoyo del propio presidente
Bolsonaro que, emulando la hostilidad de Trump en Estados Unidos en contra de las medidas
extendidas de cierre y en abierto desafío a su consejo de ministros, el parlamento y el resto de
las instituciones estatales brasileras, llegó incluso a participar en una de estas últimas60.

Un salto en este proceso de recomposición de la lucha de clases internacional se produjo el


pasado junio con motivo del estallido social ocurrido en Estados Unidos como respuesta al
asesinato del ciudadano afroamericano George Floyd a manos de un grupo de policías de
Minneapolis. Entre otras cosas, este hecho alentó una oleada de marchas y manifestaciones en
toda Europa y el resto del mundo que fueron organizadas bajo el alero del movimiento por los
derechos civiles Black Lives Matter61. Un poco antes, durante el mes de mayo, otra expresión
de la reactivación de las protestas sociales a nivel internacional luego de la primera ola
pandémica fueron algunas de las multitudinarias movilizaciones organizadas por los “chalecos
amarillos” en Francia, esto luego de dos meses de intenso confinamiento62. Posteriormente,
cabe destacar aquí la realización durante el mes de septiembre de las primeras movilizaciones
internacionales por el clima organizadas por el movimiento Fridays for Future desde el inicio
de la pandemia63. Sin embargo, salvo en el caso de las protestas en repudio por la muerte de

58
Este retroceso de la primera oleada pandémica se produce primeramente en Europa y Estados Unidos y más
tarde en América Latina y otras regiones.
59
“Las protestas contra las cuarentenas en el mundo: ¿pedido de libertad o motivación política?” (Gisella López,
El Comercio). Enlace: https://elcomercio.pe/mundo/actualidad/coronavirus-las-protestas-contra-las-cuarentenas-
en-el-mundo-pedido-de-libertad-o-motivacion-politica-covid-19-brasil-chile-estados-unidos-noticia.
60
“Bolsonaro alienta las protestas contra el aislamiento” (La Vanguardia). Enlace:
https://www.lavanguardia.com/internacional/20200421/48651728955/bolsonaro-brasil-protestas-aislamiento-
coronavirus.html.
61
“George Floyd death: Why US protests are so powerful this time” (Helier Cheung, BBC News). Enlace:
https://www.bbc.com/news/world-us-canada-52969905.
62
“Chalecos amarillos renuevan protestas en Francia” (teleSUR). Enlace: https://www.telesurtv.net/news/francia-
chalecos-amarillos-desconfinamiento-pandemia-20200516-0014.html.
63
“Qué fue de Greta Thunberg y de las marchas por el clima” (Cristina Suárez, Ethic). Enlace:
https://ethic.es/2020/09/que-fue-de-greta-thunberg-y-de-las-marchas-por-el-clima.

32
Floyd, las cuales presentaron grados de masividad y niveles de radicalización inéditos para el
contexto estadounidense en lo que respecta a los métodos utilizados de lucha callejera64, una
de las características de estas movilizaciones fue exhibir tasas de concurrencia mucho menores
a las vistas durante el año 2019. Otro caso de movilizaciones masivas históricas durante este
periodo fueron, como mencionaremos luego, las llevadas a cabo en Bielorrusia durante los
meses de agosto y septiembre en contra del actual presidente Lukashenko65.

La Casa Blanca quedó a oscuras durante las movilizaciones de Black Lives Matter en Washington

Este proceso de recomposición internacional de la lucha de clases tiende a confluir, sobre todo
desde fines de septiembre, con una reactivación similar de las luchas sociales en otras regiones
del mundo tales como América Latina. En el caso chileno, por ejemplo, cabe destacar aquí el
retorno parcial de las movilizaciones sociales masivas en “Plaza Dignidad” (oficialmente Plaza
Italia) y la serie de protestas impulsadas por una serie de sectores populares en contra de la
represión policial; por ejemplo, aquellas en contra del homicidio frustrado por parte de un
miembro de fuerzas especiales en contra de un manifestante menor de edad que fue lanzado al
río Mapocho66. Otro ejemplo de lo mismo fueron la serie de protestas impulsadas en este país
para exigir la libertad de los presos políticos del estallido social de octubre del 201967.
Adicionalmente, estas protestas tienden a desarrollarse en Chile de manera acompasada a los
preparativos de la realización del plebiscito por una nueva constitución que tuvo lugar durante
el mes de octubre y que registró niveles inéditos de participación ciudadana68. Un caso parecido

64
Un ejemplo de esto fue el verdadero sitio que lograron establecer las protestas alrededor de la Casa Blanca, la
cual se vio obligada a apagar sus luces y quedar a oscuras por primera vez desde 1889.
65
“Nueva marcha en Bielorrusia mantiene la presión sobre Lukashenko” (DW noticias). Enlace:
https://www.dw.com/es/nueva-marcha-en-bielorrusia-mantiene-la-presión-sobre-lukashenko/a-54831281.
66
“Joven cae al Mapocho: indignación en Chile al precipitarse al río un menor desde 7 metros de altura tras ser
empujado por un policía” (BBC Mundo). Enlace: https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-54408601.
67
“Protesta al exterior de la cárcel El Manzano de Concepción por situación de presos del estallido social” (El
Mostrador). Enlace: https://www.elmostrador.cl/noticias/2020/11/02/protesta-al-exterior-de-la-carcel-el-
manzano-de-concepcion-por-situacion-de-presos-del-estallido-social.
68
“Chile aprueba por una aplastante mayoría redactar una nueva Constitución” (John Müller, El Mundo). Enlace:
https://www.elmundo.es/internacional/2020/10/25/5f95d6dc21efa0056c8b45f7.html.

33
de reactivación de la protesta social en América Latina fueron las movilizaciones en pos de la
demanda del aborto libre llevadas a cabo en Argentina69.

Posteriormente, aunque ya en el contexto del inicio de la segunda ola de contagios en Europa


y Estados Unidos y el consecuente debilitamiento de las manifestaciones sociales en dichas
regiones, las cuales son otra vez gravemente interrumpidas por el ciclo pandémico, la situación
de las movilizaciones populares en América Latina tiende a dar un salto durante el mes de
noviembre con el desarrollo de los estallidos de Guatemala y Perú. En pocos días, estos
estallidos son testigos de niveles de radicalización incluso superiores a los vistos en una gran
parte de las movilizaciones sociales latinoamericanas previas a la pandemia. En el caso de
Guatemala, por ejemplo, las protestas populares son capaces de sitiar el parlamento
(reconocido como una de las instituciones responsables de los niveles de corrupción existentes
en dicho país) e incendiarlo70. A su vez, las movilizaciones en Perú terminan finalmente por
derribar al gobierno y obligando a los partidos tradicionales a conformar un endeble gobierno
de transición71. Una de las posibles razones para explicar los mayores niveles de radicalización
de estos procesos de lucha en comparación a otros desarrollados en América Latina durante los
últimos años, además de los mayores niveles de descontento popular impuestos por la
pandemia, podría radicar en la inexistencia en estos países de sectores políticos con cierta
legitimidad entre las clases populares que puedan haber colaborado con los partidos oficiales
en la contención de las movilizaciones. En el caso del ciclo de luchas sociales abierto por el
estallido popular chileno del 2019, por ejemplo, aquel logró ser desviado en gran medida
gracias a la oportuna colaboración que brindó a los corruptos partidos del régimen el llamado
Frente Amplio72, el cual llegó incluso a firmar con estos últimos un acuerdo a fines del 2019
que fue de vital importancia para entrampar el avance del proceso de lucha y evitar una caída
del odiado Piñera, esto tal como sucedió recientemente en Perú73. Ahora bien, tal como dijimos,
estos procesos de movilizaciones populares se dieron de manera desacompasada de los
fenómenos de luchas sociales en Europa y Estados Unidos, los cuales se encontraban durante
estos momentos ya en gran medida desactivados como efecto del avance de la segunda ola
mundial de contagios, la que termina finalmente por empeorar dramáticamente durante los

69
“El aborto legal vuelve a la agenda política en Argentina” (Mar Centenera, El País). Enlace:
https://elpais.com/sociedad/2020-11-10/el-aborto-legal-vuelve-a-la-agenda-politica-en-argentina.html.
70
“Manifestantes queman el Congreso de Guatemala en una protesta contra la corrupción que exige la renuncia
del Presidente” (Asier Vera y Peter Álvarez, El Mundo). Enlace:
https://www.elmundo.es/internacional/2020/11/21/5fb98674fdddff46428b4676.html.
71
“Renuncia Manuel Merino: qué hay detrás de las masivas manifestaciones que culminaron con la renuncia del
presidente” (BBC Mundo). Enlace: https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-54924923.
72
El Frente Amplio de Chile constituye una agrupación de organizaciones políticas de inspiración neo-
concertacionista (hoy probablemente en desintegración) en la cual se aglomeran las nuevas generaciones de las
elites políticas progresistas del régimen post-pinochetista de la llamada transición pactada.
73
Un caso relativamente análogo al del Frente Amplio en Chile puede encontrarse, aunque en el marco de un ciclo
político mucho más largo, en el papel que viene jugando el “Frente de Izquierda y los Trabajadores” (FIT) en el
seno de la lucha de clases de Argentina, un bloque de organizaciones trotskistas renovadas cuya política de
“enclaustramiento parlamentario” de las luchas sociales (combinada con el impulso de movilizaciones de presión
y un programa de reivindicaciones basado en la conquista de derechos mínimos) ha significado un importante
deterioro, encubierto bajo una apelación propagandística a medidas transitorias socialistas, de los niveles de
radicalidad y explosividad alcanzados en el llamado “Argentinazo” del 2001 y expresados en la masificación de
consignas tales como el “Que se vayan todos”. Un caso similar en Europa de “expropiación político-
parlamentaria” de los avances de la lucha de los sectores populares durante los últimos años puede encontrarse,
asimismo, en el nefasto rol pro statu quo institucional que viene jugando PODEMOS en España, organización
que cumple hoy un rol de confianza en el gobierno del partido neoliberal del PSOE. Para el caso del acuerdo
firmado entre el Frente Amplio y los partidos tradicionales para frenar el estallido social chileno del 2019, véase
la nota de prensa: “Nueva Constitución en Chile: gobierno y oposición llegan a un histórico acuerdo para cambiar
la carta magna” (BBC Mundo). Enlace: https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-50431073.

34
meses de diciembre y enero como resultado de la diseminación de las nuevas cepas (o
variantes) del covid-1974.

Es durante este periodo cuando los procesos de movilización social que se venían desarrollando
en América Latina luego de la primera ola de infecciones comienzan a perder definitivamente
tracción, retornándose a partir de este momento en una serie de países a un escenario de
cuarentenas masivas y colapso sanitario inminente. Un ejemplo de lo anterior pudo verse en el
caso de Chile durante las primeras semanas de enero en donde la vida en las grandes ciudades
vuelve, otra vez, a ser interrumpida por la diseminación del virus75. Con todo, aunque ya en el
contexto de esta segunda “interrupción” de los procesos de lucha de masas a nivel internacional
como efecto del ciclo pandémico, cabe destacar la mantención de grandes movilizaciones
sociales en ciertos países tales como la India en donde está teniendo lugar un importante
enfrentamiento de masas encabezado por organizaciones de agricultores que se oponen a los
planes gubernamentales de privatización del mercado de granos76. Sin embargo, incluso en
casos como éste (el cual viene de hecho adquiriendo una mayor extensión y radicalidad durante
las ultimas semanas) se mantiene latente la posibilidad de que un recrudecimiento de la
pandemia termine actuando como un factor de desactivación de las movilizaciones, esto por
ejemplo en el caso de que aquella llegue a conferir al gobierno un mayor margen de consenso
social para aplicar medidas represivas en contra de las mismas. Otra excepción al efecto
desmovilizador internacional que ha tenido el recrudecimiento de la segunda ola mundial de
contagios ha podido verse también, aunque en realidad se trataría aquí de una manifestación
de protesta específica y no de un proceso de movilizaciones propiamente tal, en la
multitudinaria manifestación de apoyo a Trump en Washington que terminó en el asalto del
Capitolio el pasado 6 de enero77.

Es cierto que la mayoría de los procesos de lucha de clases descritos con anterioridad, con
excepción tanto de las ya mencionadas protestas del hambre y el clima de descontento social
que se extendió en algunos países tales como Italia al comienzo de la pandemia, así como
también de la serie de protestas organizadas por los llamados sectores “anti-ciencia” en contra
de las cuarentenas y el uso de mascarillas en distintos puntos del globo, no pueden adjudicarse
de manera directa (o exclusiva) al estallido pandémico78. Efectivamente, tanto en el caso de las
grandes movilizaciones de masas impulsadas el año pasado por el movimiento Black Lives

74
Algunas de estas variantes se han popularizado bajo los nombres de cepas “británica”, “sudafricana” y
“brasilera”. En el caso de la cepa británica, la cual presentaría tasas de contagio y mortalidad alrededor de un 70%
y 30% más altas respectivamente que la cepa original del virus, aquella se encontraría detrás del aumento
exponencial de contagios y muertes que se vive actualmente en el Reino Unido. Véase aquí la nota de prensa:
“Coronavirus en Reino Unido: la ola de casos “sin precedentes” que azota al país” (BBC Mundo). Enlace:
https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-55486296.
75
“Coronavirus en Chile: Santiago vuelve a cuarentena obligatoria durante los fines de semana” (Pagina 12).
Enlace: https://www.pagina12.com.ar/310558-coronavirus-en-chile-santiago-vuelve-a-cuarentena-obligatori.
76
“What has brought India's farmers to the streets?” (Soutik Biswas, BBC News). Enlace:
https://www.bbc.com/news/world-asia-india-55157574.
77
“Movilizan a cerca de 6.200 miembros de la Guardia Nacional a Washington para brindar seguridad tras
disturbios en el Capitolio” (Bárbara Starr y Devan Cole, CNN en Español). Enlace:
https://cnnespanol.cnn.com/2021/01/07/movilizan-a-cerca-de-6-200-miembros-de-la-guardia-nacional-a-
washington-para-brindar-seguridad-tras-disturbios-en-el-capitolio.
78
Entre los procesos de movilización social asociados directamente al ciclo pandémico deben destacarse, aún
cuando no se trate en estos casos de movimientos sociales realmente masivos (posiblemente por el propio contexto
de “ascenso pandémico” en que han tenido lugar), los impulsados en una serie de países en pos de una mejora de
las condiciones salariales y de protección social de los trabajadores de los sistemas de salud, los cuales han debido
soportar en repetidas ocasiones, muchas veces en condiciones extremadamente precarias y extenuantes, los golpes
directos del avance del virus alrededor del mundo.

35
Matter, así como también en el de las desarrolladas en el marco de los estallidos populares en
Guatemala o Perú y en el de las que tuvieron lugar en ciertos países tales como Bielorrusia,
aquellas deben ser entendidas en el marco de contextos sociopolíticos y económicos mucho
más amplios que los del ciclo pandémico propiamente tal. Lo anterior queda claro en el caso
de la recomposición relativa que mostraron durante los meses posteriores a la primera ola
mundial de contagios una serie de procesos de lucha cuyo punto de origen se encuentra, como
hemos dicho, en un momento anterior al estallido pandémico mismo; por ejemplo, en los casos
de las movilizaciones sociales chilenas por una nueva constitución, las movilizaciones
feministas en Argentina por el aborto libre, las protestas organizadas por los “chalecos
amarillos” en Francia o las impulsadas en diversos países por Fridays for Future y Extinction
Rebellion en contra del cambio climático. Aún así, no puede descartarse (de hecho, es lo más
probable) que las condiciones de crisis económica, social y política propiciadas por el ciclo
pandémico hayan actuado, tal como dijimos, como un importante “factor de fondo” en el
aliento de una serie de luchas sociales caracterizadas por niveles de descontento y
radicalización no vistos desde hace años en algunas regiones; por ejemplo, en los casos de
Guatemala o Perú en América Latina, o bien en el de las propias movilizaciones de Black Lives
Matter en Estados Unidos. Recordemos aquí, por lo demás, que cuando se produjo la muerte
de George Floyd la legitimidad del gobierno de Trump ya se encontraba duramente golpeada
por la crisis pandémica. Incluso en el caso de las movilizaciones antigubernamentales
desarrolladas en la hermética Bielorrusia, las mayores en dicho país desde el desmembramiento
de la Unión Soviética, no es descartable que aquellas hayan sido alentadas, en no menor
medida, por el debilitamiento interno que tuvo la imagen del presidente Lukashenko como
producto del estrepitoso fracaso de la política negacionista que asumió (similar en algunos
sentidos a la seguida en su momento por Bolsonaro en Brasil) durante los inicios de la crisis
sanitaria79.

Más importante que lo anterior, el estallido pandémico ha logrado imprimir sus propios tiempos
al desarrollo de la lucha de clases, aquello como dijimos al modo de un factor de fondo de la
evolución de la misma. En algunos casos, por ejemplo, aquel ha logrado alentar la
radicalización y masificación de las movilizaciones populares como producto del mayor
descontento social asociado al efecto de las cuarentenas. En otras ocasiones, por el contrario,
la crisis pandémica ha generado una detención casi completa de los procesos de lucha de masas
alrededor del globo. Una muestra clara de esto último ha sido, como ya mencionamos, el peso
determinante que ha tenido el ciclo pandémico en el aborto temporal de las grandes
movilizaciones sociales “pre-pandémicas” que venían desarrollándose en algunos países tales
como Chile, Argentina, Francia o Inglaterra, las cuales no solamente han quedado hasta ahora
en un aparente y particular estado de “animación suspendida”, sino que, además,
imposibilitadas de recuperar los niveles de masividad y politización que les habían
caracterizado hasta el inicio de la crisis sanitaria. En los hechos, la recuperación de estos
procesos de lucha ha quedado casi completamente supeditada durante el último año, en gran
medida, a los vaivenes de las tasas de contagio en los distintos países. He incluso en el caso de
los procesos de movilizaciones de masas originados posteriormente al comienzo de la crisis
sanitaria (por ejemplo, las protestas de Black Lives Matter o los estallidos populares de
Guatemala o Perú), aquellos fueron posibles en gran parte debido al retroceso de la primera ola
pandémica, viéndose posteriormente mermados en términos de sus grados de masividad o
apoyo social como resultado del inicio de la segunda ola mundial de infecciones, esto por una
serie de razones relativamente evidentes que no es necesario discutir aquí (entre otras, el

79
“Coronavirus: Bielorrusia, el país de Europa que no está tomando ninguna medida para detener la pandemia”
(Tatsiana Melnichuk, BBC Mundo). Enlace: https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-52049008.

36
aumento del número de muertes, el mayor temor en la población a los contagios, la amenaza
del colapso de los sistemas sanitarios, etc.).

Salvo excepciones tales como el de las actuales movilizaciones sociales en la India, las cuales,
como dijimos, podrían terminar también siendo eventualmente condicionadas por un posible
aumento exponencial de las infecciones (por ejemplo, en caso de comenzar a difundirse en
dicho país las nuevas y más letales cepas del virus), la pandemia ha venido actuando al modo
de una poderosa tenaza sobre el desarrollo de la lucha de clases en amplias regiones del planeta.
En otros casos, menos evidentes, el ciclo pandémico ha tendido incluso a producir un efecto
contradictorio de atenazamientos y aceleraciones múltiples (al parecer de carácter cíclico) de
las movilizaciones sociales, esto tal como los vistos recientemente en una serie de países de
América Latina en donde viene teniendo lugar una sucesión de avances y retrocesos violentos
de la lucha de clases, lo anterior como producto de los vaivenes de la pandemia y su
interrelación con los procesos económicos, sociales y políticos de la región. Un ejemplo de esta
dinámica de oscilaciones drásticas del enfrentamiento de clases, alimentadas por la actual
crisis sanitaria, ha podido verse en Chile en la sucesión durante el último año de un primer
momento caracterizado por el inicio de las cuarentenas masivas y la consecuente “detención”
(congelación) del proceso de movilizaciones que había gatillado el levantamiento popular de
2019, seguido posteriormente de una fase ascendente de las luchas sociales (esto desde los
amagos de protestas populares representados por las “protestas del hambre” de marzo del año
pasado hasta las movilizaciones de octubre previas al plebiscito por una nueva constitución) y,
finalmente, desde finales del 2020 hasta las primeras semanas de enero del 2021, de un retorno
progresivo a condiciones de “enclaustramiento pandémico” más o menos generalizadas
(aunque todavía menos marcadas que durante los meses de marzo y abril del 2020).
Paralelamente, un patrón similar de “oscilaciones pandémicas” de la lucha de clases (más o
menos intenso de acuerdo con las características del proceso social en cada lugar) ha sido visto
en la mayoría de los países de América Latina, esto desde la ya mencionada “cancelación” de
las movilizaciones feministas por el aborto libre en Argentina a comienzos del año 2020 hasta
el desarrollo de los alzamientos populares de Guatemala y Perú en noviembre del mismo año80.

80
Como veremos más adelante, el desarrollo de estas “oscilaciones” bruscas del enfrenamiento de clases y del
proceso social, político y económico en su conjunto, alentadas por una “interferencia estructural” cada vez mayor
de la incipiente crisis ecológica súper catastrófica en el proceso histórico, sería una de las características claves
de la apertura de un periodo de pre-colapso (o colapso inicial) de la civilización contemporánea. Para una
discusión general de estas temáticas, véanse los anteriormente referidos artículos “¡La Revolución Socialista ante
el abismo! (Ante la Huelga General Internacional contra el Cambio Climático)” (2015-2019) y “Crisis ecológica,
Colapso civilizatorio y Crisis Terminal del Marxismo Clásico” (2017-2018), disponibles en la plataforma Scribd:
https://www.scribd.com/user/91514165/MF2017.

37
Chile y Guatemala como ejemplos de las recientes “oscilaciones pandémicas” de la lucha de clases
latinoamericana

Teniendo en cuenta que faltaría posiblemente que la segunda ola de infecciones despliegue
toda su potencia sobre los países latinoamericanos y que las nuevas variantes del coronavirus
(algunas de aquellas más contagiosas y letales que las originales) sean capaces finalmente de
imprimir una nueva dinámica a la tasa de contagios, no es descartable así que esta dinámica de
oscilaciones pandémicas siga marcando los tiempos de lucha de clases en esta región durante
una gran parte del 2021, esto al menos, tal como ha sucedido en otras zonas del globo (por
ejemplo, en Estados Unidos o Europa), al modo de un factor de gran importancia en el curso
de esta última. Recordemos aquí, asimismo, que no debe desecharse aún la posibilidad de una
tercera (o incluso una cuarta) ola mundial de infecciones que pueda profundizar todavía más,
tanto en América Latina como en el resto del planeta, la influencia de la crisis sanitaria sobre
la evolución de las tendencias internacionales del enfrentamiento de clases. En definitiva, el
peso que ha venido adquiriendo el ciclo pandémico al modo de un verdadero “modelador” de
los tiempos, la frecuencia y en algún sentido la textura sociopolítica de los vaivenes de la lucha
de clases internacional no posee una importancia menor. En realidad, como discutiremos con
más detalle en la siguiente sección, este hecho alumbra una cuestión de relevancia fundamental
para el propio destino histórico de esta última en el marco de la sociedad capitalista moderna.
Por primera vez desde los orígenes del sistema industrial y la sociedad contemporánea, lo que
ha determinado los “ritmos” y el “tono” del enfrentamiento de clases no habrían sido ni los
procesos económicos, sociales o políticos tradicionales de la actual sociedad tecno-industrial
ni el desarrollo de aquellos eventos catastróficos pivotales de la historia moderna que, tales
como las guerras o revoluciones, constituirían no mucho más que algunos de los resultados
“normales” (clásicos) de la existencia de la sociedad capitalista y, más en general, de la
sociedad de clases. No, lo que estaría esta vez “articulando” en gran medida la propia
direccionalidad de la lucha de clases (o, al menos, condicionándola desde su raíz) sería, como
hemos afirmado, el producto hasta ahora más claro (la pandemia de covid-19) de un tipo de
crisis no vista en el proceso histórico no sólo desde los orígenes del capitalismo moderno, sino
que, en realidad, desde la formación de las propias civilizaciones holocénicas: la crisis
ecológica del Antropoceno. No las clases capitalistas, no las elites políticas de la sociedad
burguesa, no el proletariado internacional, no los conflictos bélicos y no las insurrecciones
revolucionarias, sino que un agente viral zoonótico salido de las entrañas de los desequilibrios

38
ecosistémicos modernos que habría puesto de rodillas y hecho morder el polvo, por primera
vez, a escala planetaria, a las clases centrales de la sociedad industrial.

El peso que ha alcanzado el ciclo pandémico como condicionante de los “tiempos” y vaivenes
de la lucha de clases internacional, como decimos, no tiene una importancia menor: aquel
representaría, mediante la irrupción del virus SARS-CoV-2, la entrada (violenta) de un tercer
actor fundamental al ya doblemente centenario enfrentamiento de la burguesía y el proletariado
modernos; esto es, la naturaleza misma. Y esta vez, dejando de lado la fisonomía de una
potencia relativamente “estática” en el proceso histórico (esto al menos de acuerdo a como
aquella ha sido representada por el ideario ilustrado de la modernidad), la naturaleza estaría
entrando al seno de este enfrentamiento, como veremos, con una voz propia. Una voz que,
advirtámoslo, no debería ser necesariamente “agradable” para los actuales actores protagónicos
de la lucha de clases contemporánea y el proceso histórico. Por primera vez, la naturaleza
pasaría así a ubicarse, en tanto factor independiente y activo de este último, al centro de
aquellos conflictos sociales en los cuales se han decidido hasta ahora las directrices cardinales
del periodo moderno, comenzando a demostrar con ello, en el corazón mismo de esa usina
hirviente de la historicidad de la época capitalista: el enfrentamiento capital-trabajo, su
verdadero poder destructivo. Todo esto como anunciando, entre otras cosas, que dicha pugna
fundamental alrededor de la cual se ha desarrollado una gran parte de las teorías políticas del
mundo contemporáneo (desde el liberalismo hasta el marxismo clásico) podría devenir, quizás
pronto, tal como en los albores de la sociedad de clases, en nada más que un apéndice (o
“accesorio sociológico”) de la mucho más milenaria lucha de especies. En pocas palabras, la
pandemia de covid-19 como el anuncio de un estallido de la historia mucho mayor a la
pandemia misma, un estallido cuyas cargas explosivas, ya dispuestas y debidamente activadas
debajo de la mesa del “ajedrez” moderno de la lucha de clases, estaría a minutos de volarlo
todo en pedazos, incluidos claro a los propios ajedrecistas, esos autodenominados “estrategas”
del capital y el trabajo para los cuales la crisis ecológica sigue siendo todavía (¡todavía!) un
problema remitido, esencialmente, al medioambiente.

La naturaleza como nuevo agente al centro de la lucha de clases moderna

39
Claro que lo anterior no significa que este nuevo papel mucho más activo de la naturaleza (más
específicamente de la crisis ecológica) sobre las dinámicas de la lucha de clases implique
comprender su creciente influencia en el proceso social asumiendo la existencia de algún tipo
de entidad planetaria suprahumana (o supra-histórica) tal como la concebida por la sugerente
hipótesis de Gaia de James Lovelock81. Por el momento, no es necesario ir tan lejos,
bastándonos con aceptar al menos, tomando para esto como ejemplo las vastas repercusiones
ecosociales que ha tenido la pandemia de covid-19 durante el último año y asumiendo, como
ya hemos sugerido, la asociación genética entre los efectos económicos, sociales y geopolíticos
de ésta y la actual crisis ecológica global, la irrupción en el proceso histórico y las dinámicas
de la lucha de clases de un factor objetivo asociado no sólo a niveles potenciales de destrucción
ambiental y socioeconómica jamás vistos desde los orígenes del capitalismo, sino que, a la vez,
tal como veremos luego, con una drástica disminución (progresiva) de la capacidad de agencia
histórica de los sujetos sociales tradicionales de la sociedad industrial. Una muestra clara de lo
anterior podría encontrarse en el “efecto paralizante” que el ciclo pandémico ha ejercido sobre
la burguesía y el proletariado modernos durante el transcurso de éste, aquello llegando a
producir, como dijimos, una interrupción casi inmediata (sincronizada) del enfrentamiento de
clases a una escala planetaria.

Y aunque es cierto que la pandemia ha actuado en algunos países, tal como hemos planteado,
al modo de un importante “catalizador” del descontento social y de los niveles de radicalidad
de la lucha de clases, debe tenerse en cuenta que la actual crisis sanitaria no sería más que una
expresión inicial, posiblemente todavía bastante “amigable”, de los golpes que la crisis
ecológica global tiene reservados para la sociedad moderna durante este siglo. Entre otros
escenarios, basta con pensar aquí los efectos que podría tener sobre las capacidades de acción
histórica de los actores sociopolíticos tradicionales de la sociedad industrial en el conflicto de
clases un acoplamiento sincrónico no de una, sino que de múltiples crisis ecosociales globales
con la misma magnitud (o mucho mayor) que la que posee la actual crisis pandémica. Un
ejemplo de lo anterior sería el formidable desafío estructural que plantearía para la acción de
las clases capitalistas y el movimiento obrero en pos de sus intereses sociales e históricos un
potencial acoplamiento, posiblemente cercano, de una nueva crisis pandémica con el desarrollo
de una crisis agrícola global súper catastrófica, un recrudecimiento exponencial de la actual
crisis de refugiados (la cual en algún punto durante las próximas décadas podría implicar a
miles de millones de personas a lo largo del planeta) y el avance de las primeras crisis urbanas
terminales (o derrumbes urbanos propiamente tales) del mundo moderno como efecto de un
empeoramiento imparable de la crisis hídrica planetaria. No es casualidad, de hecho, que una
serie agencias de seguridad imperialistas e instituciones económicas internacionales tales como
el Pentágono82, el Banco Mundial83 o el Foro de Davos84 hayan venido definiendo durante la
última década al cambio climático, repetidamente, como una de las amenazas geoestratégicas
más importantes para la estabilidad y la seguridad global, esto último insistiendo en los grandes
desafíos que los efectos del mismo implicarían para la preservación del actual sistema
económico internacional y la capacidad de los Estados nacionales para lidiar con aquellos.

81
Véase, entre otros, el libro de James Lovelock The Revenge of Gaia: Earth's Climate Crisis & The Fate of
Humanity (Basic Books, 2007).
82
“Climate change is now a national security priority for the Pentagon” (Aaron Mehta, Defense News). Enlace:
https://www.defensenews.com/pentagon/2021/01/27/climate-change-is-now-a-national-security-priority-for-the-
pentagon.
83
“Climate Change Impacts in Latin America and the Caribbean: Confronting the New Climate Normal” (Jorge
Familiar, The World Bank). Enlace: https://www.worldbank.org/en/news/speech/2014/12/02/climate-change-
impacts-in-latin-america-and-the-caribbean-confronting-the-new-climate-normal.
84
“WEF Risks Report ranks climate change as biggest global threat” (Uwe Hessler, DW News). Enlace:
https://www.dw.com/en/wef-risks-report-ranks-climate-change-as-biggest-global-threat/a-51997420.

40
Dejaremos por ahora este punto diciendo que, cuando menos, el “papel de interferencia” que
ha logrado jugar durante el último año la crisis ecológica mundial (en su modalidad de crisis
sanitaria) sobre el enfrentamiento de clases, lo anterior neutralizando, impulsado o abortando
procesos específicos de lucha de clases en diversos países, constituye un verdadero salto de
calidad en lo que respecta a la influencia que había logrado adquirir la crisis climática en el
modelamiento de las tendencias fundamentales de la pugna de clases contemporánea. En otras
palabras, una ampliación sustantiva del efecto de “resonancia histórica” de la crisis
ecosistémica planetaria y del consecuente empeoramiento de las condiciones objetivas de
reproducción ecosocial de la sociedad moderna sobre el proceso social y el conflicto de clases,
efecto que habría quedado remitido hasta ahora, más bien, o bien al campo de los numerosos
conflictos ecológicos locales vistos a lo largo del mundo en las últimas décadas, o bien al
ámbito de las más recientes movilizaciones internacionales por el medioambiente tales como
las organizadas durante el año 2019. Es cierto, con todo, que se ha llegado a plantear que
algunos fenómenos históricos tan disruptivos como la pasada guerra civil en Siria85 e incluso
la propia caída de la Unión Soviética86 habrían tenido ya entre sus factores motrices,
precisamente, un empeoramiento sustancial de las condiciones ecológicas de reproducción de
los sistemas económicos y sociales imperantes en dichos países, llegando a constituir así estos
fenómenos, en los hechos, los primeros casos de colapsos ecosociales al nivel de sistemas
sociopolíticos completos durante el periodo industrial. Es cierto, además, que si aceptamos lo
anterior, entonces no podemos más que asumir, igualmente, la influencia de primer orden que
dichos fenómenos (verdaderas expresiones tempranas de la crisis ecológica contemporánea)
habrían ya tenido, especialmente en el caso del derrumbe de la URSS, sobre el curso del
proceso social y la lucha de clases internacional durante, al menos, el último cuarto de siglo.
Aún así, es posiblemente sólo con la pandemia de covid-19 cuando el impacto de los actuales
niveles de deterioro medioambiental existentes alrededor del mundo ha llegado a golpear, de
una manera indiscutiblemente clara, directa y fulminante, los movimientos de esa balanza
fundamental de la historia humana que ha sido, durante los pasados milenios, la lucha de clases.
Esto último, como hemos enfatizado, a un nivel verdaderamente planetario y de forma casi
inmediata en cada rincón del globo, desde las lujosas oficinas de los grandes jefes de las
finanzas internacionales en los rascacielos de Nueva York hasta los rincones más sombríos y
marginales de la villa miseria más precaria del mundo, aquello en la forma de un virus que
hasta hace algunos años no se extendía más allá, probablemente, de unas cuantas comunidades
de murciélagos y pangolines.

85
“Is Syria really a ‘climate war’? We examined the links between drought, migration and conflict” (Lina Eklund
y Darcy Thompson, The Conversation). Enlace: https://theconversation.com/is-syria-really-a-climate-war-we-
examined-the-links-between-drought-migration-and-conflict-80110.
86
Véase el libro de Murray Feshbach y Alfred Friendly Ecocide in the USSR: Health And Nature Under Siege
(Basic Books, 1993).

41
La caída de la URSS sería uno de los primeros colapsos ecosociales de gran magnitud inducidos por
la crisis ecológica

A partir de lo anterior, definimos la presente pandemia de covid-19 como la manifestación de


un factor ecosocial de disrupción orgánica global de la lucha de clases que estaría tomando el
carácter de una nueva frecuencia de fondo del proceso histórico. Como ya sugerimos, esto
significa que dicho factor (por ahora materializado centralmente en los efectos del ciclo
pandémico) estaría adquiriendo, progresivamente, la capacidad de modelar los “tiempos” y
“ritmos” de la lucha de clases moderna. Una de las características de esta “frecuencia de
fondo”, en cuyo marco como decimos se estarían comenzando a desplegar las tendencias
fundamentales del enfrentamiento de clases contemporáneo, sería, entre otras cosas, haber
empezado a cumplir la función de una verdadera caja de resonancia, a nivel planetario, de las
principales contradicciones ecosociales de la sociedad industrial, definidas estas últimas por
una descomposición progresiva (terminal) de los vectores primordiales de existencia del
mundo moderno sintetizados en el trinomio capital-trabajo-naturaleza; es decir, por un
empeoramiento de las condiciones ecosociales básicas que hacen posible la viabilidad y
reproducción histórica del capitalismo y el sistema industrial.

Si bien la crisis ecológica habría comenzado así, en su nueva condición de agente activo del
proceso social, a cumplir una doble función (visible a modo inicial en la actual crisis
pandémica) en tanto factor inhibidor y/o acelerador de la lucha clases, es posible decir, con
todo, que su influjo sobre el curso de esta última durante el futuro cercano estaría lejos de
remitirse, en tanto la crisis medioambiental continúe profundizándose en el transcurso de este
siglo, a la función de un mero “desactivador” o “propulsor” circunstancial de la misma,
adquiriendo, por el contrario, el papel de un vector de modificación estructural de la propia
naturaleza socio-histórica del enfrentamiento de clases; es decir, de su transformación
histórica. Todo esto, probablemente, en el marco de un proceso ya en curso de “interrupciones”
y “aceleraciones” cíclicas crecientes del choque de clases que, alentadas durante las próximas
décadas por la tendencia a un empeoramiento constante (progresivo) de las condiciones
ecosistémicas de habitabilidad planetarias, estaría adoptando la forma de un movimiento
histórico con la apariencia de una “espiral ascendente” que se caracterizaría, entre otras cosas,
por el desarrollo de oscilaciones cada vez más bruscas del proceso sociopolítico, las cuales

42
estarían adquiriendo, a su vez, una capacidad de determinación creciente sobre la dinámica
histórica.

Crisis ecosocial y dinámica de oscilaciones crecientes de la lucha de clases (modelo de espiral


ascendente)

En el caso de la actual crisis sanitaria, una expresión de esta sucesión de vaivenes cada vez más
bruscos del proceso social que estarían siendo alimentados por el agravamiento de la crisis
ecológica podría haberse visto, como ya mencionamos, en el fenómeno de “oscilaciones
pandémicas” que habría caracterizado durante el ultimo año a las dinámicas del enfrentamiento
de clases en una serie de países de América Latina y Europa. Una forma de representar el
contenido histórico de estos movimientos (o ciclos) pendulares de la lucha de clases con
respecto al sistema social en su conjunto sería, por ejemplo, estableciendo una analogía entre
el desarrollo de estos “ciclos” (asociados como dijimos a un empeoramiento de la crisis
climática) y el representado por el papel de las arritmias y alteraciones que sufre un corazón
enfermo (o en desequilibrio) antes de un paro cardíaco. Otra analogía útil podría ser aquí,
aunque teniendo en cuenta las limitaciones propias de toda analogía, el tipo de oscilaciones
violentas registradas en la temperatura del núcleo de un reactor nuclear antes de producirse una
falla catastrófica del mismo87.

87
A diferencia de los periodos de ascenso y retroceso de la lucha de clases vistos durante los siglos pasados en el
marco del nacimiento, consolidación y expansión del sistema capitalista industrial, caracterizados por un
desarrollo ascendente de las capacidades objetivas y subjetivas de los sujetos sociales centrales de la sociedad
contemporánea personificados por la burguesía y el proletariado modernos, un fenómeno de “oscilaciones
pendulares” del enfrentamiento de clases, inducido por un empeoramiento de las condiciones de reproducción
ecosistémica de la sociedad industrial, debería asociarse no solamente a una disminución progresiva de los “rangos
de amplitud objetiva” del enfrentamiento burguesía-proletariado (factor objetivo) y de las capacidades de
organización y conciencia histórica (factor subjetivo) de estas clases sociales, sino que, además, a un horizonte
histórico (epocal) radicalmente distinto al existente durante lo siglos XIX y XX; esto es, el colapso de la
civilización moderna. Para una discusión inicial sobre esta problemática, véase aquí una primera aproximación a
los conceptos de lucha de clases declinante y revoluciones socialistas seniles en los ya citados artículos de Miguel
Fuentes “¡La Revolución Socialista ante el abismo! (Ante la Huelga General Internacional contra el Cambio
Climático)” (2015-2019) y “Crisis ecológica, Colapso civilizatorio y Crisis Terminal del Marxismo Clásico”
(2017-2018), disponibles en la plataforma Scribd: https://www.scribd.com/user/91514165/MF2017.

43
Las oscilaciones violentas de la lucha de clases como reflejo de una “falla ecosocial” inminente de la
sociedad moderna

La crisis ecológica habría comenzado así a actuar, dependiendo de cada contexto


medioambiental, económico, social y político particular, tanto al modo de un “disolvente”
como de un “combustible” de la lucha de clases contemporánea, esto presentando una
semejanza con el papel (diferenciado) que han tendido a jugar, en distintos escenarios
históricos, las crisis económicas sobre los ciclos de la lucha de clases como poderosos
“catalizadores” o “inhibidores” de la misma. Ahora bien, a diferencia del papel que han tenido
las crisis económicas en el desarrollo de la lucha de clases moderna, el rol “modelador” de la
actual crisis ecológica sobre aquella no estaría determinado, en última instancia, ni por los
vaivenes de los ciclos económicos tradicionales de expansión y contracción característicos del
sistema capitalista ni por las tendencias estructurales de la economía industrial, sino que, en
realidad, por los resultados del deterioro progresivo de la base ecosocial (o “infraestructura
eco-histórica”) de todos los sistemas económicos existentes en el presente.

A partir de lo anterior, es posible por lo tanto sugerir, a modo de conclusión lógica, que la
trascendencia del factor ecológico en tanto elemento condicionante de la lucha de clases no
podría así, entonces, más que continuar profundizándose durante las próximas décadas hasta
convertirse en uno de los factores estructurales más importantes de la evolución futura de ésta,
aquello independientemente de la direccionalidad que puedan (o no) tomar las tendencias
fundamentales del proceso económico en su conjunto (por ejemplo, el estado de las tasas de
ganancia, acumulación, producción y circulación del sistema capitalista a nivel internacional),
las cuales deberían comenzar a experimentar, tarde o temprano, como resultado del avance de
la crisis climática, un inevitable derrumbe sistémico generalizado en todo el globo, esto tal
como parece sugerir actualmente la crisis pandémica. En otras palabras, un fenómeno de
retroceso abrupto y posible colapso inminente (no estancamiento) del desarrollo de las fuerzas
productivas a una escala planetaria, lo anterior en el contexto de un quiebre o ruptura epocal
(inducida por la crisis ecológica) de las tendencias basales del desarrollo económico y tecno-
científicos ascendentes que habrían caracterizado al sistema capitalista desde el origen de la
sociedad industrial hace más de dos siglos, esto inclusive durante los periodos de estancamiento
económico más agudos de este último (por ejemplo, los experimentados durante la primera
mitad del siglo XX). Volveremos más adelante a estos problemas, cruciales no sólo para una

44
real comprensión del carácter súper catastrófico que poseen la actual crisis pandémica y la
crisis ecológica global de la cual aquella es parte, sino que, a la vez, para el desarrollo de un
pensamiento teórico-estratégico, político y táctico que, independientemente de su carácter, se
plantee estar a la altura de los desafíos del verdadero “quiebre de épocas” que estaría
preanunciando la presente crisis sanitaria.

Quedémonos por ahora con las siguientes conclusiones preliminares. En primer lugar, que el
tipo de interrupciones o aceleraciones consecutivas que la crisis pandémica ha inducido sobre
el desarrollo de la lucha de clases internacional no debe comprenderse como un producto
meramente coyuntural (es decir, remitido a un fenómeno específico y único tal como la crisis
sanitaria), sino que, por el contrario, como parte de un proceso histórico de larga duración (en
fase de consolidación) consistente en la irrupción en el escenario social de un nuevo factor
determinante (de naturaleza ecosocial) de la lucha de clases moderna. Esto quiere decir, entre
otras cosas, que la presente dinámica de cambio climático global (que posee la particularidad,
en comparación a otros periodos geológicos de transformaciones climáticas, de poseer un
origen primordialmente antrópico), estaría adquiriendo el carácter de un factor orgánico de
fundamental relevancia no sólo en el modelamiento del curso, el ritmo, la frecuencia y las
perspectivas históricas de la lucha de clases contemporánea, sino que también, asimismo, en
la configuración de sus propias dinámicas internas: por ejemplo, en el peso que pueda ir
tomando en el conflicto de clases la acción de uno u otro de los sujetos sociales característicos
de la sociedad moderna (burguesía, proletariado, campesinado sin tierras, estratos medios
urbanos, etc.). Esto último, posiblemente, con una importancia incluso mayor, en el mediano
y largo plazo, a la que han adquirido la contradicción capital-trabajo y los condicionamientos
económicos y sociales tradicionales de la sociedad industrial en el curso del enfrentamiento de
clases durante los últimos siglos.

Un ejemplo de la mayor importancia que estaría tomando el factor ecológico en el


modelamiento de la lucha de clases contemporánea puede ser visto, además de en los ya
discutidos efectos que ha tenido el ciclo pandémico en una serie de movilizaciones sociales a
nivel internacional o en la magnitud que vienen alcanzado las luchas medioambientales en
diversos países, en el estallido social ocurrido en la isla de Chiloé durante el año 2016 en Chile,
una de las primeras crisis socio-ecológicas de alcance regional registradas en ese país88. Entre
otras cosas, esta crisis logró paralizar una gran parte de la vida económica y social de
numerosas localidades en el sur de Chile, constituyendo además una muestra del tipo de
desestabilizaciones socioeconómicas y políticas que podría comenzar a generar la crisis
ecológica en amplias regiones del planeta, esto una vez que aquella logre paralizar la estructura
eco-productiva de sociedades completas. Otro ejemplo de lo anterior podría encontrarse en el
caso de los levantamientos populares enmarcados en la llamada Primavera Árabe, los cuales
de acuerdo con una serie de estudios científicos habrían sido agravados por el cambio climático
como efecto de la posible incidencia de éste en una serie de mega sequías en Medio Oriente y
el norte de África que habrían alterado las cadenas internacionales de producción de
alimentos89. Igualmente, debe mencionarse otra vez aquí la posible importancia que habría
alcanzado el factor climático en el desarrollo de uno de los procesos de desestabilización
sociopolítica y militar más relevantes del último tiempo: la guerra civil en Siria, país en donde
una mega sequía que afectó la base agrícola de la región habría jugado probablemente un
importante rol, entre otras cosas, en la desestabilización política de los grandes centros urbanos

88
“La marea roja que amenaza a Chiloé” (Mónica Nanjari, DW Noticias). Enlace: https://www.dw.com/es/la-
marea-roja-que-amenaza-a-chiloé/a-19261638.
89
“Climate Change and Rising Food Prices Heightened Arab Spring” (Ines Perez, Scientific American). Enlace:
https://www.scientificamerican.com/article/climate-change-and-rising-food-prices-heightened-arab-spring.

45
como resultado de una intensificación de los movimientos migratorios hacia los mismos90. He
incluso en el caso de la rápida expansión territorial que tuvo el llamado Estado Islámico en
años recientes, aquel habría sido potenciado de manera significativa por el contexto de escasez
hídrica experimentado en las áreas que dicha organización terrorista logró tomar bajo su control
y que le permitió, en cuestión de meses, extender su influencia entre las comunidades locales
mediante la administración de los pozos de agua de estas últimas91.

La crisis chilota del año 2016 (Chile)

En segundo lugar, se vuelve relativamente evidente que, en tanto nuevo factor orgánico del
proceso social, la crisis ecológica (ya sea en su modalidad particular de crisis pandémica o al
nivel de sus manifestaciones más generales como en el caso del calentamiento global) debe
pasar a constituir uno de los elementos claves en la discusión de las posibles trayectorias
históricas del conflicto de clases contemporáneo. Entre otras cosas, esto plantearía la necesidad
de una sustancial ampliación (y en gran medida corrección) del criterio marxista tradicional
de análisis de la lucha de clases remitido, fundamentalmente, a una evaluación de los factores
económicos, sociales, políticos e ideológicos nacionales e internacionales imbricados con esta
última. En otras palabras, la inclusión y el desarrollo de un nuevo vector de análisis en el
ámbito de la discusión de las tendencias objetivas y subjetivas (y su interrelación mutua) que
se encontrarían en la base de las dinámicas de la lucha de clases moderna. Lo anterior no sólo
al modo de una integración meramente descriptiva o mecánica de los factores ecológicos en el
seno de estas últimas, sino que, por el contrario, desde el punto de vista de la imbricación y
retroalimentación dialéctica de los factores socio-ecológicos con los de los ámbitos
socioeconómicos, político-ideológicos e incluso culturares que constituyen el escenario activo
(a la vez determinado y determinante) en que se despliega el enfrentamiento de clases.

90
“How climate change paved the way to war in Syria” (Jennifer Holleis. DW News). Enlace:
https://www.dw.com/en/how-climate-change-paved-the-way-to-war-in-syria/a-56711650.
91
“Climate Change and Water Woes Drove ISIS Recruiting in Iraq” (Peter Schwartzstein, National Geographic).
Enlace: https://www.nationalgeographic.com/science/article/climate-change-drought-drove-isis-terrorist-
recruiting-iraq.

46
En tercer lugar, aunque ya mencionamos que el hecho de que la crisis sanitaria haya actuado
en ciertos casos como un importante factor de aceleración del conflicto de clases no significa,
necesariamente, que esta última termine alentando el desarrollo de ascensos de la lucha de
clases clásicos como los que caracterizaron a algunos procesos revolucionarios tales como la
revolución soviética de 1917, la revolución española de la década de 1930 o el ascenso obrero
y popular chileno de los 60's y 70's, esto no quiere decir que la crisis pandémica (o en su defecto
la crisis ecológica de la cual aquella es una manifestación temprana) esté incapacitada para
impulsar procesos revolucionarios propiamente tales (plenos) o, incluso, posiblemente más
radicales y feroces que los enmarcados en “dinámicas clásicas”92. Más todavía, lo anterior
tampoco implica que una situación de crisis ecológica catastrófica no pueda sentar condiciones
para el desarrollo de revoluciones triunfantes o inclusive para la construcción de eventuales
Estados revolucionarios. Como veremos en la sección final de este documento discutiendo
algunos conceptos tales como los de lucha de clases declinante, revoluciones bi-epocales,
Estados revolucionarios condenados, clase obrera degenerada, dinámica permanentista
terminal, desarrollo desigual y combinado de horizonte colapsista y el factor de un posible
fenómeno de agotamiento y cierre de las condiciones objetivas del socialismo moderno,
nuestra apelación a la necesaria imbricación del factor climático tardo-holocénico con
dinámicas revolucionarias “no clásicas” (específicamente, como veremos, de naturaleza
ecosocial colapsista) implica, simplemente, al menos en primera instancia, que la perspectiva
histórica inmediata (y “perfil epocal”) de dichos procesos revolucionarios debería ser
radicalmente distinta a la de todos aquellos que marcaron, a sangre y fuego, el devenir del
periodo moderno93.

Ahora bien, lo anterior tampoco quiere decir que los procesos revolucionarios que se
desarrollen inevitablemente durante las próximas décadas no puedan poseer características en
ciertos sentidos semejantes a las de las revoluciones modernas (por ejemplo, en el caso de las
revoluciones socialistas), o bien que dichos procesos revolucionarios futuros deban ser,
obligatoriamente, completamente distintos a los de siglos pasados. Es más, una de las

92
Debe aclararse que el término de “dinámicas clásicas” es utilizado aquí desde un punto vista limitadamente
moderno; es decir, tomando como marco de referencia exclusivo el desarrollo de la lucha de clases en el contexto
de la actual sociedad industrial. En otras palabras, excluyendo todas las modalidades que ha tomado el
enfrentamiento de clases desde el origen de las primeras sociedades clasistas y estatales hasta el advenimiento del
sistema capitalista. Esto último no constituye una mera aclaración metodológica, poseyendo en realidad, como
veremos, una importancia fundamental para una posible evaluación del desarrollo de la lucha de clases durante
un periodo de colapso civilizatorio, momento durante el cual aquella debería replicar dinámicas o tendencias
estructurales que, aunque posiblemente inéditas en el marco moderno, podrían presentar ciertas analogías con
algunas de las vistas en el seno de sociedades y civilizaciones antiguas.
93
Véase aquí una primera aproximación a estos conceptos en los ya citados artículos “¡La Revolución Socialista
ante el abismo! (Ante la Huelga General Internacional contra el Cambio Climático)” (2015-2019) y “Crisis
ecológica, Colapso civilizatorio y Crisis Terminal del Marxismo Clásico” (2017-2018), disponibles en la
plataforma Scribd (https://www.scribd.com/user/91514165/MF2017). Puede revisarse en estos artículos,
asimismo, una primera formulación del concepto de “revoluciones en el abismo”, el cual aludiría tanto al tipo de
temporalidad histórica (propiamente colapsista) que debería caracterizar a los procesos revolucionarios en un
contexto de quiebre civilizatorio, así como también a las propias perspectivas epocales (y destino histórico) de
las clases y sujetos sociales modernos (o bien postmodernos-tempranos) que lleguen a tomar parte de los mismos;
es decir, en palabras de Marx, la autodestrucción mutua. Recomendamos revisar aquí, igualmente, el contenido
de las charlas realizadas por Miguel Fuentes durante los años 2015 y 2016 en Chile en la serie de presentaciones
tituladas “Cambio Climático, Colapso Civilizatorio y Marxismo” en donde aquel desarrolla una serie de
reflexiones inéditas en este terreno que hoy recién comienzan a abrirse paso en el ámbito de las discusiones
marxistas y el Ecosocialismo: por ejemplo, entre otras, algunas de las esbozadas por Andreas Malm en torno a la
necesidad de un “Leninismo ecológico” y una política de “Comunismo de Guerra” para enfrentar los desafíos de
la crisis climática contemporánea. El enlace de esta presentación puede encontrarse en:
https://www.scribd.com/document/326715914/Cambio-Climatico-Colapso-y-Marxismo-Presentacion.

47
características que las revoluciones sociales del futuro cercano deberían compartir con las
revoluciones del periodo moderno (ya necesariamente imbricadas, tal como parece indicar hoy
la crisis pandémica, al avance de la crisis climática) sería, justamente, constituir procesos
históricos alimentados por la sangre y el fuego del enfrentamiento de clases al momento de
adquirir sus máximos niveles de “radicalidad explosiva”, esto posiblemente a niveles
superiores (más violentos, más brutales y más sanguinarios) a todo lo visto hasta ahora en el
seno de cualquier proceso revolucionario desde el origen del capitalismo industrial.

No olvidemos aquí, además, que algunos de los procesos revolucionarios más importantes de
los últimos siglos: por ejemplo, la Gran Revolución Francesa de 1789 o las revoluciones de
febrero y octubre de 1917 en Rusia tuvieron como contexto, precisamente, escenarios de
desastre social y penurias insoportables y hasta ese momento inéditas para las masas, tan
inéditas como las que deberían asociarse pronto a los niveles de desastre que el cambio
climático (la pandemia es simplemente una muestra introductoria de esto) tendría reservados
para todos los pueblos del mundo. Recordemos, además, que los niveles de violencia social
vistos en el estallido popular chileno de octubre del 2019, o bien los grados sin precedente de
destrucción asociados a la guerra civil siria durante la última década, constituyen, justamente,
un recordatorio del estado de ánimo “magmático” que caracteriza hoy a amplios sectores
populares alrededor del mundo y del tipo de procesos destructivos que dichos sectores están
comenzando a enfrentar. Y recordemos, además, que este estado de animo “volcánico” que se
fortalece en el seno de los sectores sociales que han venido sufriendo, desde mucho antes de la
pandemia, los resultados de las salvajes políticas neoliberales de las últimas décadas a nivel
internacional podría haber sido intensificado, a niveles que quizás aún no podemos siquiera
prever, por el ciclo pandémico. Un estado de animo explosivo que será potenciado todavía más
allá, a su vez, por los próximos desastres de la crisis climática, los cuales como sabemos se
descargarán primero, antes de golpear los limpios pasillos de la política mundial, sobre las
propias clases populares. Una muestra adicional de esto último, es decir, de los peligrosos
niveles de descontento (y odio) social acumulados en el seno de los sectores explotados en
diversas regiones del mundo que podrían ser exacerbados (a grados potencialmente infernales)
por los padecimientos sociales impuestos por la pandemia podría verse hoy, por ejemplo, en el
aumento de los linchamientos públicos que han estado teniendo lugar en una serie de países
latinoamericanos, llegando incluso allí a producirse en algunos casos la muerte de los
criminales capturados por las turbas del pueblo (generalmente ladrones comunes, violadores,
policías corruptos, sacerdotes pedófilos, académicos o intelectuales cómplices de las políticas
neoliberales, agentes gubernamentales o políticos involucrados en redes de narcotráfico,
candidatos vendidos, etc.).

Recordemos, finalmente, que fueron situaciones de crisis excepcional tales como las vividas
en las ya mencionadas revoluciones francesa y rusa las que gatillaron, aunque en otro contexto
histórico y en el marco de procesos revolucionarios en plena ebullición, el desarrollo de las
llamadas “masacres de septiembre” (Francia, 1792) y las políticas de “terror rojo” (Rusia,
1918) en cuyo marco un amplio segmento de los sectores populares, motivado por sus ansías
de venganza por los padecimientos ante los cuales habían sido condenados en el pasado por las
elites y, a menudo, en directa oposición y desafío al control de los partidos revolucionarios,
llevó adelante verdaderas orgías de asesinatos masivos (con mutilaciones, torturas,
destripamientos, violaciones y todo tipo de vejaciones incluidas) en contra de las clases
poseedoras y sus aliados, esto como una forma de sembrar el terror entre las filas de los agentes
contrarrevolucionarios y como una medida para asegurar la preservación del nuevo orden
revolucionario. En el caso de la actual pandemia de covid-19 y del empeoramiento de los
equilibrios ecosistémicos de la cual aquella ha sido, aún con toda su magnitud, una expresión

48
inicial, no debe por lo tanto descartarse todavía, tal como tendió a demostrar la situación
italiana al comienzo de la pandemia o el desarrollo de las protestas del hambre
latinoamericanas, el avance de posibles escenarios de ascensos violentos y abruptos
(incontrolables) de la lucha de clases en los cuales se expresen, tarde o temprano, de manera
posiblemente magnificada, los mayores niveles de descontento y odio popular que la pandemia
y sus efectos económicos, sociales y políticos estarían alimentando en miles de millones
alrededor del globo.

Dicho concretamente, refiriéndonos otra vez al caso del estallido social chileno del 2019 y al
tipo de padecimientos a los cuales se están viendo sometidos hoy los sectores populares
chilenos como producto de los efectos del ciclo pandémico y aquellos a los que se verán
expuestos, pronto, por el avance de la actual mega-sequía y los próximos escenarios de caída
drástica de los recursos básicos que generará, con toda seguridad, el cambio climático, no debe
descartarse que esta situación de catástrofes ecosociales sucesivas pueda constituir en el futuro
cercano, ante la completa indolencia de las elites capitalistas, el “puente faltante” a un tipo de
explosiones sociales con magnitudes muchísimo mayores, quizás, a aquellas de las que se
tengan memoria… posiblemente inspiradas por el mismo demonio. Es decir, explosiones
sociales aterradoras, fanáticas y malditas en las cuales los hijos e hijas del pueblo, poseídos
por las fuerzas oscuras de la lucha de clases y alimentados por las mismas Furias del
proletariado (Alecto o Masacre, Tisífone o Exterminación y Megara o Venganza), llevados
ahora en su sufrimiento al corazón maldito de las tinieblas infernales de ese nuevo Erebo de la
historia que constituirá el colapso, puedan dar el salto, en algún momento durante esta o la
próxima década, ¡en algún momento durante esta o la próxima década!, desde el tipo de
enfrentamientos callejeros masivos y ataques incendiarios vistos al calor del estallido chileno
del 2019 hacia la organización de aquellas turbas revolucionarias (esta vez exacerbadas por el
cataclismo ecológico a niveles “enloquecidos”) que han caracterizado a todas y cada una de las
grandes revoluciones de la historia; por ejemplo, las turbas de las masacres de septiembre de
1792 de la Francia revolucionaria.

Las Masacres de Septiembre (Francia, 1792)

49
A continuación, realizaremos una síntesis de las principales caracterizaciones ecosociales de la
actual crisis pandémica desarrolladas hasta ahora en los ámbitos epidemiológico, económico,
social, político y de la lucha de clases, expandiendo para esto algunos aspectos de nuestra
discusión respecto a la necesaria inclusión del análisis de la crisis sanitaria en el marco más
general de la crisis ecológica contemporánea; es decir, ubicándola en el contexto de la
“transición antropocénica” de la cual ésta es producto.

3. Caracterización ecosocial de la crisis pandémica. La pandemia como “fallo orgánico” de


la civilización moderna (síntesis interpretativa)

La actual crisis pandémica por la propagación del covid-19 constituye una crisis global de
carácter multisistémico que, no importa la forma que adquiera su resolución inmediata (o bien
su extensión crónica en el futuro cercano), está destinada a marcar con su impronta el desarrollo
histórico contemporáneo al modo de una primera materialización del tipo de fallas
estructurales (terminales) sobre las que se sostiene el andamiaje socio-productivo, político e
ideológico-cultural de la civilización moderna. Desde aquí, esta crisis representaría, además,
un claro indicador de la activación de un proceso histórico más general de colapso de esta
última. Con todo, esta crisis debe ser comprendida, tal como se dijo anteriormente, no como la
manifestación del colapso del sistema industrial propiamente tal (en sí), sino que, en realidad,
como su comienzo, esto sin haberse producido todavía una ruptura fundamental de ninguno de
los pilares de la sociedad contemporánea (por ejemplo, el mercado capitalista mundial, los
Estados nacionales, el sistema urbano industrial y la estructura de clases de la sociedad
moderna). En otras palabras, la pandemia constituiría una especie de primera gran grieta o
resquebrajadura en el “muro de contención” de las insolubles contradicciones ecosistémicas,
ecosociales, económicas, sociales, políticas y culturales de la civilización moderna, aunque no
todavía su derrumbe. Esto último, como dijimos, independientemente de si la crisis sanitaria
logra ser efectivamente contenida (o no) en el corto o mediano plazo, siendo así la expresión
de una crisis ecosocial y civilizatoria mucho mayor e inscrita en el proceso más general de la
actual “transición antropocénica” asociada al arribo de una nueva época geológica-histórica: la
VI extinción masiva de la vida terrestre.

50
La crisis pandémica como una primera falla estructural en el muro de contención de la crisis
ecosocial contemporánea

Partiendo de la definición de la pandemia de covid-19 como un fenómeno multisistémico (o


multidimensional), hemos elaborado anteriormente una serie de caracterizaciones, definiciones
y pronósticos de la misma en una serie de ámbitos: epidemiológico, económico, social, político
y en el de la lucha de clases. En el terreno epidemiológico, planteamos que la actual pandemia
seguiría probablemente constituyendo uno de los principales factores de la realidad
internacional durante el año 2021, existiendo además la posibilidad de que ésta pueda comenzar
a ser efectivamente controlada en los países del llamado “primer mundo” a mediados del
presente año, esto como producto del desarrollo de las nuevas vacunas y tratamientos
antivirales. Dijimos, a su vez, que una posibilidad alternativa sería que la pandemia de covid-
19 no llegue a ser nunca efectivamente controlada y que pase a adoptar un tipo de
comportamiento endémico cíclico (estacional) parecido al de otras enfermedades, esto a pesar
del desarrollo de las ya mencionadas vacunas y tratamientos médicos. Todo esto en el contexto
tanto de una necesaria actualización permanente (posiblemente anual) de las vacunas, así como
también de una sucesión de cuarentenas globales activadas de modo intermitente para hacer
frente a las oleadas de infecciones. Todo esto, asimismo, ante una situación marcada tanto por
el peligro latente de la aparición de nuevas enfermedades (potencialmente más letales o
contagiosas que el covid-19), así como también del posible retorno de patógenos que se creían
ya superados y que podrían estar desarrollando importantes niveles de inmunidad ante los
medicamentos tradicionales (por ejemplo, los antibióticos), lo anterior como efecto, entre otras
cosas, de la mayor exposición de los grupos humanos a focos potenciales de nuevos virus,
bacterias u otros patógenos como resultado de los grados de devastación ambiental inducidos
por el sistema industrial y por una degradación cada vez más aguda de los ecosistemas en el
planeta.

51
Una forma de comprender el contexto ecosocial-epidemiológico general en que ha tenido lugar
la pandemia de covid-19 sería definirla, empalmando con las caracterizaciones de esta última
realizadas en un documento anterior94, como parte integral de una crisis más amplia o falla
generalizada (todavía contenida) de la propia estructura científico-tecnológica de la sociedad
moderna para hacer frente a los crecientes desafíos del deterioro de las condiciones
ecosistémicas planetarias, una de cuyas expresiones sería el desarrollo de una incipiente crisis
estructural de la medicina moderna y los sistemas de salud contemporáneos. Una de las
expresiones más claras de esta posible crisis de la medicina moderna, la cual podría haber
incidido ya en las grandes dificultades que vienen experimentando la mayoría de los países del
mundo para lidiar con el actual ciclo pandémico de covid-19, sería tanto el incremento
exponencial que ha tenido en las últimas décadas el riesgo de nuevos estallidos pandémicos y
de la aparición de nuevos virus o bacterias, así como también, como ya mencionamos, el cada
vez más amenazante problema de la aparición de una nueva generación de patógenos súper-
resistentes a los tratamientos médicos tradicionales (fenómeno conocido como resistencia
antimicrobiana)95.

En tanto fenómeno económico, definimos anteriormente la presente pandemia de covid-19


como la expresión orgánica de un proceso más amplio de quiebre ecoproductivo generalizado
al nivel de las estructuras de soporte (básicas) del sistema económico contemporáneo; es decir,
como dijimos, al modo de una “fractura terminal” (o falla ecosocial basal) en el corazón de la
economía industrial: la relación sociedad-naturaleza. Desde aquí, planteamos que el presente
ciclo pandémico debería ser entendido, por lo tanto, como una de las manifestaciones más
claras de un fenómeno de ruptura ecosocial creciente del sistema económico-tecnológico
mundial relacionado al avance de un proceso irreversible (terminal) de corrosión, bloqueo y
desplome (o colapso) de los pilares fundamentales de la economía contemporánea. En otras
palabras, que la actual crisis sanitaria debería ser comprendida, en consecuencia, como uno de
los productos hasta ahora más claros en el terreno económico de la tendencia a un deterioro
progresivo de las bases ecosociales de reproducción de la sociedad moderna y de las
condiciones que permitieron, durante las últimas centurias, los niveles de explotación de
recursos naturales y actividades productivas necesarias para la existencia de la economía
capitalista y la sociedad industrial.

Asimismo, dijimos en este ámbito que los efectos que ha tenido el estallido pandémico sobre
la economía mundial constituirían manifestaciones de un proceso de disrupción económica más
general que, relacionado al avance de la crisis ecológica planetaria, no sólo estaría en sus
comienzos, sino que en vías de un empeoramiento cualitativo. Una de las implicaciones de lo
anterior sería que los efectos de la pandemia en el ciclo productivo y de intercambio no deben
ser entendidas como la consecuencia de un mero “agente externo” actuante sobre el sistema
económico, sino que, por el contrario, como resultado de un factor endógeno (estructural) de
este último; esto es, como una consecuencia orgánica de las dinámicas económicas
fundamentales del modo de producción moderno. Lo anterior tendría una importancia clave
porque significaría, igualmente, que los resultados de la pandemia de covid-19 sobre el sistema
94
“Coronavirus de Wuhan, Cambio Climático y Crisis Civilizatoria”. Enlace:
https://www.scribd.com/document/451654082/Coronavirus-de-Wuhan-Cambio-Climatico-y-Crisis-
Civilizatoria.
95
Entre las causas estructurales de la mayor importancia que han adquirido estas graves amenazas para la salud
pública internacional se encontrarían, tal como se ha indicado en una serie de investigaciones, los niveles de
degradación medioambiental crecientes inducidos por el sistema industrial, el cambio climático, los efectos de la
explosión demográfica humana y los patrones socio-productivos ecológicamente inviables asociados al modo de
producción moderno. Para una expansión de esta discusión, véase el ya citado artículo “Coronavirus de Wuhan,
Cambio Climático y Crisis Civilizatoria”.

52
económico encarnarían en el mediano y largo plazo la materialización temprana (inicial) de un
tipo de crisis ecosocial de envergadura no sólo mucho mayor al ciclo pandémico propiamente
tal, sino que, en realidad, a cualquiera de las crisis económicas experimentadas durante los
últimos siglos, esto si aceptamos la relación orgánica existente entre la actual crisis sanitaria
internacional, la crisis ecológica global y el avance de la gran crisis planetaria representada por
el inicio del nuevo periodo geológico-histórico de la VI extinción masiva o Antropoceno.

En el plano de las estructuras sociales y políticas de la sociedad contemporánea, definimos a


la pandemia de covid-19 y el tipo de disrupción masiva que aquella ha significado para las
dinámicas sociales y culturales a nivel mundial como una primera gran crisis ecosocial y
coyuntura colapsista de la civilización moderna. Uno de los elementos cruciales que
fortalecería esta definición sería, a nuestro juicio, tanto la magnitud plenamente global de la
crisis socio-pandémica, así como también la sincronización internacional casi inmediata que
ha tenido la misma alrededor del planeta, debiendo sumarse a esto además su origen, en última
instancia, en el proceso más general de ruptura metabólica entre la humanidad y la naturaleza
que se encontraría en la base de la presente crisis ecológica global. En otros términos, como
hemos dicho, no el colapso de la civilización moderna en sí, aunque su comienzo, esto al modo
de una especie de primer paro cardíaco del sistema moderno y una materialización anticipada
de la crisis de subsistencia mundial que se aproxima en el ámbito de las estructuras sociales de
la vida contemporánea.

Adicionalmente, definimos a la actual crisis pandémica comprendiéndola, en tanto fenómeno


político, como una primera gran disrupción ecosocial (aunque no todavía dislocación) de la
política moderna. En otras palabras, si aceptamos la relación genética existente (ya postulada
anteriormente) entre la pandemia de covid-19 y la crisis ecológica antrópica global, una
primera expresión orgánica de la ruptura (o fractura) metabólica de la relación humanidad-
naturaleza en el ámbito de la geopolítica. Dijimos aquí que esta definición adquiría una
importancia todavía mayor si se consideraba la posibilidad de que el ciclo pandémico no haya
terminado aún de desplegar todas sus repercusiones socioeconómicas sobre el escenario global,
así como también el hecho de que las políticas fiscales que los gobiernos y agencias económicas
internacionales han implementado hasta ahora para contener las ondas desestabilizadoras de la
pandemia podrían o bien agotarse durante los próximos meses (por ejemplo, ante la
imposibilidad que se le plantearía a numerosos gobiernos para extender las ayudas económicas
hacia las poblaciones de sus países), o bien a entrar en crisis como efecto de los obstáculos
inherentes a la competencia inter-imperialista y el mercado capitalista. Un ejemplo de lo
anterior habrían sido las renovadas fricciones entre la Unión Europea y otras potencias con
motivo de la disputa por asegurar las dosis de vacunas anti-covid necesarias para sus
respectivos países. Como señalamos, no estaría todavía descartado que la actual pandemia
pueda transformarse durante los próximos meses o años en una fuente de convulsiones
geopolíticas mucho mayores a aquellas que ha venido alimentando hasta ahora.

Finalmente, dijimos que la pandemia de covid-19 constituiría la expresión, en tanto


manifestación de la crisis ecológica, de un factor ecosocial de disrupción orgánica global del
proceso histórico que estaría tomando el carácter de una nueva frecuencia de fondo de la lucha
de clases. Como explicamos, esto significaría que dicho factor (materializado hoy centralmente
en los efectos del ciclo pandémico) estaría adquiriendo, progresivamente, la capacidad de
modelar los “tiempos” y “ritmos” de la lucha de clases moderna. Explicamos aquí que una de
las características de esta “frecuencia de fondo” sería haber empezado a cumplir la función de
una verdadera caja de resonancia planetaria de las principales contradicciones ecosociales de
la sociedad industrial, caracterizándose estas últimas por una descomposición progresiva y

53
terminal de los vectores primordiales de existencia del mundo moderno representados en el
trinomio capital-trabajo-naturaleza; esto es, por un empeoramiento de las condiciones
ecosociales básicas que hacen posible la viabilidad y reproducción histórica del capitalismo y
el sistema industrial. Destacamos en este punto la doble función que estaría comenzando a
jugar la crisis ecológica (visible a modo inicial en la actual crisis pandémica) en tanto factor
inhibidor y/o acelerador del conflicto de clases, planteando sin embargo que el influjo del
factor medioambiental sobre este último durante este siglo estará probablemente lejos de
remitirse, en tanto la crisis medioambiental continúe profundizándose, a la función de un mero
“desactivador” o “propulsor” circunstancial del mismo, adquiriendo, por el contrario, el papel
de un vector de modificación estructural de la propia naturaleza socio-histórica de la lucha de
clases; es decir, de su transformación histórica.

Lo anterior, posiblemente, en el marco de un proceso ya en curso de “interrupciones” y


“aceleraciones” cíclicas del enfrentamiento de clases que, alentadas durante los próximos años
por la tendencia a un empeoramiento progresivo de las condiciones de habitabilidad
planetarias, estaría adoptando la forma de un movimiento histórico con la apariencia de una
“espiral ascendente” caracterizada por el desarrollo de oscilaciones cada vez más bruscas del
proceso sociopolítico. Tal como dijimos, uno de los rasgos claves de estas “oscilaciones” sería
estar adquiriendo, a su vez, una capacidad de determinación creciente sobre la dinámica
histórica en su conjunto. En el caso de la actual crisis pandémica, planteamos que una expresión
de estos vaivenes (alimentados en última instancia por el agravamiento de la crisis ecológica)
podría haberse ya visto, como mencionamos, en el fenómeno de “oscilaciones pandémicas”
que habría caracterizado durante el ultimo año a las dinámicas del enfrentamiento de clases en
una serie de países de América Latina y Europa. Indicamos en este punto que una forma de
representar el contenido histórico (epocal) de estos movimientos o ciclos pendulares de la lucha
de clases con respecto al sistema social en su totalidad sería estableciendo una analogía entre
el desarrollo de estos “ciclos” y el papel que juegan o bien las arritmias y alteraciones que sufre
un corazón en desequilibrio antes de un paro cardíaco, o bien el de las oscilaciones violentas
registradas en la temperatura del núcleo de un reactor nuclear antes de producirse una falla
catastrófica del mismo. Esto último como una forma gráfica de representar el tipo de ruptura
catastrófica (de contenido histórico colapsista) que las dinámicas y tendencias de la lucha de
clases tardío-moderna (o terminal) estarían preanunciando en el escenario social,
constituyendo aquellas, por lo tanto, una expresión temprana no de un nuevo periodo de
ascenso revolucionario clásico tal como los vistos durante los siglos pasados, sino que, por el
contrario, de un fenómeno de agotamiento estructural de la lucha de clases moderna y de un
proceso más general de derrumbe civilizatorio.

La serie de definiciones anteriores constituyen los elementos centrales de nuestra


caracterización ecosocial de la actual crisis pandémica, siendo uno de sus aportes claves, según
creemos, una definición de la misma desde una perspectiva multidimensional capaz de integrar
no sólo las diversas esferas de la realidad social afectadas por la pandemia (epidemiológica,
económica, social y política), sino que, además, considerar el marco del proceso geológico-
histórico más general en que aquella se está desarrollando, determinado como dijimos en forma
creciente por una descomposición generalizada cada vez mayor de las condiciones de
reproducción eco-históricas de la civilización moderna y la propia vida terrestre. Uno de
nuestros objetivos principales ha sido, por lo tanto, conferir al factor ecológico (en su presente
modalidad de crisis sanitaria) una importancia estructural de primer orden en el devenir de los
procesos económicos, sociales y políticos de la realidad contemporánea y en el modelamiento
de las tendencias objetivas y subjetivas fundamentales (y destino histórico) de la lucha de
clases del presente; es decir, tal como profundizaremos más adelante, comprendiendo a la

54
actual crisis ecológica global como un vector primordial en el análisis del desarrollo y la
evolución histórica del conflicto de clases durante este siglo.

Pensamos así que lo anterior constituiría una ampliación sustantiva de los limitados marcos
interpretativos (ya sea aquellos de naturaleza fundamentalmente epidemiológico-
medioambiental, socioeconómica o histórica-cultural) que han venido siendo utilizados
durante el último año en el terreno del análisis social y los estudios marxistas para dar cuenta
de las implicancias ecosociales y sociohistóricas de la pandemia de covid-19, esto desde una
restringida perspectiva histórica basada en el análisis de una serie de aspectos de la realidad
social que serían tomados a menudo como si fuesen compartimientos totalmente
independientes (estancos) o escasamente interrelacionados96. Sería justamente el carácter
unilateral y carente de una perspectiva ecosocial integradora capaz de conjugar en el análisis
de la pandemia los ámbitos medioambientales, económicos, sociales, políticos y culturales
influenciados por la misma lo que caracterizaría, como veremos a continuación, a una gran
parte de los análisis elaborados hasta ahora sobre la misma no sólo en el campo de las corrientes
adscritas al ámbito del llamado industrialismo marxista (históricamente ajenas a la
problemática ecológica-medioambiental e imbuidas de una concepción de mundo
profundamente moderno-productivista), sino que, además, como detallaremos luego, en el
terreno de la propia ecología marxista y el ecosocialismo.

En las próximas secciones de este documento complementaremos las caracterizaciones aquí


descritas de la crisis pandémica con una crítica a las diversas lecturas y análisis del ciclo
pandémico en el terreno de los que han sido hasta hoy los dos principales campos de la reflexión
marxista en torno a la problemática ecológica: el industrialismo marxista, por un lado, y la
ecología marxista y el ecosocialismo, por el otro. Discutiremos en este lugar algunos de los
supuestos centrales del marco teórico-programático marxista tradicional que, acompañados a
menudo en los análisis de estas corrientes sobre el estallido pandémico de una inadecuada (o
completamente inexistente) integración de la perspectiva de una crisis ecológica catastrófica
y un posible colapso ecosocial, servirían como “fundamento discursivo” para la elaboración
en el seno de aquellas de una serie de “operaciones ideológicas” (fundamentalmente erróneas)
caracterizadas por una caducidad teórica y política cada vez más marcada.

Demostraremos lo anterior resaltando algunos de los posicionamientos (o no


posicionamientos) que han tenido una serie de organizaciones políticas y referentes
intelectuales tanto en el ámbito del ecosocialismo europeo como en el del trotskismo y el
autonomismo latinoamericano que, apelando en ciertos países tales como España, Argentina o
Chile al desarrollo de un supuesto marxismo para el siglo XXI estratégicamente “creativo” y
políticamente “audaz”, no habrían hecho más que, al momento de tener que discutir el carácter
y las perspectivas sociopolíticas de la presente crisis pandémica, o bien conformarse con
reproducir debates ecológicos generales y declamaciones bienintencionadas en pos de un
“socialismo verde”, o bien repetir una serie de consignas ideológicas (al modo de “refritos
teórico-políticos”) provenientes de tradiciones teóricas y políticas no sólo históricamente
ignorantes y ajenas a la temática ecológica, sino que además contrarias a la inclusión de la

96
Algunos de estos aspectos (entendidos muchas veces de forma aislada y sin formar parte de una caracterización
ecosocial e histórica integral del fenómeno pandémico) serían, por ejemplo, el problema de las limitaciones
estructurales de las políticas sanitarias aplicadas por los gobiernos alrededor del mundo para enfrentar la
pandemia, el empeoramiento de las condiciones de vida de amplios segmentos poblacionales como efecto de las
políticas de control social impuestas por los Estados, el incremento de los niveles de descontento popular ante los
padecimientos del ciclo pandémico, el carácter anti-democrático de las medidas sanitarias establecidas en
numerosos países, etc.

55
misma dentro de los problemas fundamentales del pensamiento revolucionario. A partir de
aquí, destacaremos la imperiosa necesidad que existiría de avanzar hacia la articulación de un
nuevo marco teórico-estratégico y programático de tipo marxista-colapsista para dar cuenta de
los principales desafíos que suponen para la teoría y la política comunista los nuevos peligros
(mortales) asociados al arribo de la nueva época del Antropoceno.

Segunda parte97

4. Crisis ecológica, industrialismo marxista y ecosocialismo: entre la utopía tecno-industrial


moderna y los socialismos roji-verdes (o “sandías”)98

Dijimos anteriormente que las diversas lecturas y análisis del ciclo pandémico desde el ámbito
de la tradición marxista pueden dividirse en dos grandes campos: el del industrialismo marxista
y el de las corrientes ecológicas marxistas y el ecosocialismo. Antes de proseguir nuestra
discusión respecto al posicionamiento de estos campos teóricos ante el actual estallido
epidémico, es necesario detenernos por un momento en una definición y caracterización inicial
de los mismos, esto con el objetivo de dar luego paso al debate alrededor de la serie de
operaciones ideológicas que comparten las distintas tendencias políticas que forman parte de
estos campos en sus respectivas reflexiones en torno a la pandemia.

4.1. El industrialismo marxista como tradición hegemónica del socialismo moderno

En el caso de las tendencias que componen el espectro del “marxismo industrialista” (o


marxismo productivista), se entiende aquí bajo esta designación al conjunto de corrientes
marxistas (tanto las de naturaleza académicas como político-militantes) para las cuales el factor
ecológico-ambiental (o en su defecto hoy el ciclo pandémico) constituiría en los hechos o bien
un mero apéndice de sus concepciones político-estratégicas (de marcado tono económico-
productivista), o bien un factor de análisis social que carecería de una verdadera influencia en
los aparatos interpretativos utilizados por estas tendencias para analizar las dinámicas de la
lucha de clases contemporánea y el proceso histórico; es decir, que sería prácticamente
inexistente.

Tomando en consideración la escasa preocupación dada por la teoría marxista a la problemática


ecológica desde su creación y que los mismos Marx y Engels no integraron jamás en sus
elaboraciones historiográficas y político-estratégicas centrales las incipientes nociones de
ecología política que pueden encontrarse en algunas de sus obras (esto a pesar de la afirmación
sin duda exagerada de Bellamy Foster y otros ecosocialistas que pretenden encontrar una
supuesta sistematización acabada de pensamiento ecológico en Marx), ha sido así la casi
totalidad de corrientes marxistas desarrolladas hasta hoy las cuales pueden adscribirse, en

97
Esta sección fue elaborada y publicada como borrador entre los meses de marzo y mayo del 2021.
98
Esta sección incluye numerosas y extensas notas de pie de página cuya revisión podría entorpecer una lectura
fluida del cuerpo central del texto. Se ha optado por mantener estas notas por el interés que aquellas podrían
presentar para una posible apertura de discusiones o líneas de estudio complementarias a las tratadas en este
material, constituyendo además tópicos que forman parte no sólo del programa investigativo del autor de este
trabajo, sino que, además, aspectos posiblemente esenciales en el desarrollo de una renovación teórica-
programática (en clave colapsista) de la teoría y la práctica marxista para el presente siglo. Alertamos también al
lector que la presente sección (aunque necesaria para dar una contextualización apropiada de las posiciones del
llamado industrialismo marxista y las corrientes ecosocialistas con las que debatimos en la parte final de este
documento) constituye un “desvío argumentativo” de nuestra caracterización ecosocial e histórica de la pandemia
de covid-19, pudiendo ser por lo tanto obviada.

56
mayor o menor medida, al espectro ideológico del industrialismo99. Un ejemplo de lo anterior
es que el sello teórico del industrialismo productivista puede encontrase en el seno de corrientes
ideológicas tan variadas como, entre otras, el leninismo, el stalinismo, el trotskismo, el
maoísmo o el autonomismo, habiéndose colado además a las propias derivaciones
democrático-burguesas y progresista-liberales desgajadas de estas corrientes durante el último
siglo100. He incluso en el caso de la propia ecología marxista y el ecosocialismo, cuyo origen
en las últimas décadas supondría como dijimos una reacción filosófico-teórica y programática
al influjo del industrialismo productivista en el seno de las corrientes marxistas, aquellas
continuarían reproduciendo, muchas veces de manera subrepticia, algunos de los postulados
industrialistas originales del marxismo clásico sintetizados de forma temprana, entre otros de
sus textos fundacionales, en el Manifiesto Comunista.

Algunos de los atributos ideológicos principales que compartirían estas tendencias, sobre todo
las caracterizadas por tener un perfil político más claro, sería así tanto relegar la importancia
del problema ecológico contemporáneo a una posición a menudo subordinada en la
compresión de las dinámicas socioeconómicas y políticas, así como también asumir, muchas
veces de manera totalmente acrítica, que la “resolución” de este problema dependería
mayormente de (o al menos estaría centralmente determinada por) la capacidad que puedan
tener ciertos sujetos sociales tales como la clase obrera o los sectores populares para llevar a
cabo una supresión íntegra y efectiva (revolucionaria) de la contradicción capital-trabajo y los
principales pilares de la explotación capitalista. De acuerdo con esta lógica (la cual dicho sea

99
Resalta en este punto el hecho de que en la obra de algunos de los pensadores marxistas más reconocidos por
su calidad teórica y la sofisticación de sus elaboraciones estratégicas (por ejemplo, en los casos de Trotsky y
Gramsci), la problemática ecológica haya sido no sólo minusvalorada, sino que, además, excluida de cualquier
intento serio de integración teórica. En el caso de Gramsci, de hecho, sus elaboraciones darían paso, al decir de
Bellamy Foster, al giro histórico-culturalista de la llamada Escuela de Frankfurt y de teóricos marxistas tales como
Lukács que excluyeron conscientemente el ámbito de la naturaleza (y, por tanto, el de la ecología y las ciencias
naturales) del terreno de la dialéctica histórica y, más aún, del concepto de dialéctica en sí. Uno de los referentes
filosóficos contemporáneos afectados por esta tensión histórico-culturalista exacerbada en sus respectivas
concepciones de la dialéctica histórica puede hallarse, aunque matizadas por sus recientes incursiones en la
problemática del cambio climático, en las elaboraciones del filósofo post-marxista Slavoj Zizek. Otra expresión
en el escenario ideológico contemporáneo de esta tensión filosófica anti-ecológica (contraria a la inclusión de las
ciencias naturales en el análisis dialéctico e histórico y ajena por lo general a ciertos trabajos de Engels tales como
La Dialéctica de la Naturaleza) puede encontrarse en distintos referentes del feminismo marxista contemporáneo
seguidoras de la obra (de raigambre cultural-historicista) de algunas intelectuales tales como Simone de Beauvoir
o Judith Butler. Una expresión de lo anterior en el contexto sudamericano, aunque careciendo de aportes originales
y desde un punto de vista generalmente esquemático y ajeno a cualquier reflexión ecológica, puede hallarse en el
trabajo de una de las intelectuales del movimiento de renovación parlamentaria del trotskismo argentino Andrea
D'Atri. En el terreno de las organizaciones de izquierda, la perspectiva marxista-industrialista sería en gran medida
consustancial a los cuerpos programático-teóricos de la casi totalidad de tendencias marxistas (y sus respectivas
derivaciones democrático-burguesas) existentes hasta hoy, esto desde los grandes partidos de masas del
estalinismo de los años 30's hasta referentes socialdemócratas y parlamentario-institucionalistas contemporáneos
tales como PODEMOS en España o el Frente de Izquierda y los Trabajadores de Argentina. Es decidor, por lo
demás, que la totalidad de manifiestos programáticos de la I, II, III y IV Internacional, así como también las
plataformas programáticas de otros espacios organizativos del internacionalismo revolucionario del siglo XX
como aquellos desarrollados en América Latina al alero de la Revolución Cubana (por ejemplo, los de ideologías
castrista-guevaristas o guerrilleras), hayan carecido casi completamente de cualquier consideración o reflexión
teórica sistemática de la problemática medioambiental y el peligro de una crisis ecológica catastrófica (ya intuida
por Marx en algunas de sus disquisiciones sobre ecología política en El Capital).
100
Téngase presente en el caso latinoamericano, sin embargo, los aportes realizados durante la segunda mitad del
siglo XX por algunas figuras de izquierda tales como Nahuel Moreno o Luis Vitale en pos del desarrollo de una
discusión marxista inicial alrededor de la problemática ecológica, destacando aquí sus tempranas reflexiones en
torno al peligro y la perspectiva de una potencial crisis ecológica global. En el caso de Fidel Castro, aquel
constituye, asimismo, uno de los primeros líderes mundiales en alertar sobre el peligro de un posible fenómeno
de extinción humana como resultado de los niveles cada vez mayores de destrucción medioambiental planetaria.

57
de paso constituye una adhesión más o menos tardía al cuerpo programático marxista), se
asumiría entonces que esta “supresión revolucionaria” del modo de producción capitalista (es
decir, no una supresión del sistema moderno-industrial propiamente tal sino que, en realidad,
de tan sólo de una de sus posibles expresiones históricas) debería permitir así a las clases
trabajadoras y populares ser capaces, por lo tanto, de poner las propias estructuras productivas
y el conocimiento tecno-científico del sistema industrial (de aquí precisamente el perfil y
confianza productivo-industrialista de estas corrientes) al servicio de una supuesta
“restauración socialista” (plena) del equilibrio entre la sociedad y la naturaleza, esto por
ejemplo asumiéndose un contexto histórico determinado por el avance de una revolución
socialista mundial victoriosa y la creación de nuevos Estados revolucionarios.

El marxismo industrial o productivista

A grandes rasgos, se asumiría así, como vemos, un escenario en el cual el proletariado


industrial y las clases trabajadores urbanas (sobre cuyas espaldas se sostendría el completo
andamiaje de la civilización industrial), liberada ya de forma definitiva su supuestamente
infinita capacidad creadora (¿todopoderosa?) de los restrictivos límites de la explotación y la
alienación del capital, podrían así nada menos que, de acuerdo como hemos dicho con los
recientes planteamientos de una serie de organizaciones marxistas que vienen intentando dar
una mayor sintonía a sus postulados tradicionales con las problemáticas medioambientales,
“restaurar” los equilibrios climático-geológicos ya irreversiblemente rotos (¿pulverizados?)
por la voracidad capitalista, esto sin mayores limitaciones, otra vez, que el propio ingenio
humano. Todo esto, sin embargo, sin llegarse a discutir realmente si esta “restauración
socialista” de los equilibrios ecosistémicos ya destruidos por la sociedad industrial sería todavía
objetivamente viable y rehuyendo integrar en la perspectiva histórica de una sociedad socialista
basada en una abundancia material aparentemente infinita (al mismo tiempo industrialmente
masiva y ecológicamente amigable) el factor determinante de la inminente (e inevitable) crisis
planetaria de recursos asociada tanto a los actuales niveles de destrucción ambiental, así como

58
también a los efectos desintegradores que tendrá la crisis ecológica y el cambio climático (la
pandemia es un buen ejemplo introductorio de esto) sobre los sistemas productivos durante
este siglo101.

En definitiva, de cara como decimos al tipo de crisis ecosocial que se aproxima (de la cual la
pandemia de covid-19 sería, tal como hemos enfatizado, una muestra introductoria), se trataría
así de una las utopías tecno-industriales más extendidas a lo largo y ancho del escenario
ideológico marxista desde los orígenes mismos de esta escuela teórica, constituyendo en los
hechos la contracara “socialista” (piénsese en los casos del Mar de Aral o Chernobyl en el
ámbito de la URSS y los “socialismos reales”) de la propia ideología burguesa-capitalista del
progreso y el desarrollo infinito que ha servido de legitimización para los planes de desarrollo
económico ecocidas que vienen impulsados los gobiernos capitalistas a nivel planetario desde
hace más de dos siglos. Tráigase aquí a colación, por ejemplo, una de las muestras simbólicas
quizás más representativas del arte socialista y de la ideología del dominio tecno-industrialista
moderno sin límites sobre la naturaleza y en donde se expresaría, quizás con más agudeza, la
afinidad de fondo existente en el “espíritu de época” del proletariado y la burguesía (en tanto
clases sociales duales del sistema industrial) en este ámbito: El hombre controlador del
universo de Diego Rivera. Nótese el papel absolutamente subordinado en el que aparecen
representadas, diríase casi asfixiadas entre los resortes del poder de la maquinaria industrial y
la sociedad moderna, las potencias naturales en esta pintura (el sol, la luna, el cosmos, la
fertilidad agrícola, la capacidad regenerativa del suelo), una obra pictórica que pareciera
expresar, de forma maestra, no solo la sabia misma y el torbellino de las contradicciones
históricas del periodo moderno en todo su furioso movimiento, sino que, a la vez, el mismo
sentido de hibris productivista (expresada en delirio y optimismo tecnofílico y aceleracionista)
que subyace no sólo a la ideología del llamado “hombre nuevo socialista”, sino que, en
realidad, al propio socialismo en tanto proyecto histórico moderno102.

101
Otra característica central de la perspectiva marxista industrialista sería definir a la clase obrera industrial como
el sujeto social que, por su ubicación en la estructura productiva moderna y su peso específico en el sistema social
contemporáneo, estaría capacitado para liderar un proceso de cambio revolucionario y, en consecuencia, aunque
esto ya al modo de una adhesión ideológica-programática más bien tardía, resolver el “problema ecológico”.
Ahora bien, una de las debilidades principales de esta concepción de “centralidad obrera” propia del marxismo
clásico de cara a la crisis medioambiental que se está desarrollando actualmente a nivel internacional consistiría,
entre otras cosas, en que no queda claro como uno de los principales productos de la sociedad industrial (el
proletariado moderno) cuyo ser y existencia social se hallarían inextricablemente ligados al funcionamiento de
los principales resortes eco-destructivos de la economía moderna podría estar capacitado para “superar” un
modelo productivo con el cual se encontraría genética, histórica y estructuralmente conectado. Lo anterior no
constituye una mera disquisición interpretativa, poseyendo en realidad una importancia fundamental para una
reevaluación de una serie de discusiones centrales de la tradición marxista con respecto a los problemas del sujeto
revolucionario, el partido y las perspectivas de la toma del poder y el horizonte de la transición socialista en un
contexto de cambio climático súper catastrófico y un posible fenómeno de colapso civilizatorio. Retomaremos
esta discusión, cuya importancia como decimos no puede dejar de ser enfatizada, en la sección final de este
documento. Para una profundización de algunos aspectos teóricos de la crítica al industrialismo marxista, véanse
los trabajos del intelectual ecosocialista Michael Lowy y del debate entre este último y los referentes
internacionales del pensamiento colapsista hispanoamericano Miguel Fuentes (marxismo colapsista) y Antonio
Turiel (teoría del decrecimiento) editado bajo el título de “Ecosocialismo versus Marxismo Colapsista”. Este
debate, que cuenta además con los comentarios del representante de la ecología marxista Jaime Vindel (España),
del periodista crítico Paul Walder (Chile) y del dirigente del movimiento obrero argentino Jorge Altamira puede
encontrarse en el siguiente enlace: https://www.desdeabajo.info/blogs/item/40888-ecosocialismo-versus-
colapsismo.html.
102
Nótese asimismo en este cuadro la posible relación entre la posición completamente subordinada en la que
aparece la naturaleza y la virtual exclusión del elemento femenino del centro de la composición. En realidad, el
universo representado aquí por Rivera parecer ser uno en gran medida estéril y carente de uno de los principios
básicos de la vida compleja: la complementariedad (y oposición) biológica reproductora, constituyendo en los
hechos un universo no sólo fundamentalmente masculino (o, al menos, dominado por el elemento masculino, esto

59
¿La capacidad todopoderosa del proletariado industrial?

La matriz ideológica de las corrientes adscritas al industrialismo marxista se caracterizaría así


por carecer tanto de una verdadera discusión ontológica en torno a la naturaleza social (e
histórica) de las fuerzas productivas y los medios de producción constitutivos del sistema
industrial (entendidos por estas corrientes como neutrales), así como también de una
integración adecuada (consistente teóricamente) en sus respectivos marcos interpretativos de
los actuales problemas súper catastróficos (inéditos) de la explosión demográfica, la naturaleza
medioambientalmente destructiva del desarrollo tecno-científico moderno, la inviabilidad
ecológica del sistema urbano contemporáneo y el carácter ecocida de la relación humanidad-
naturaleza propia del sistema industrial103. Detengámonos algunos instantes, por su

tal como el propio nombre del cuadro sugiere de manera más que evidente y al modo de una verdadera “replica
socialista” de la ideología judeocristiana del Dios padre), sino que, además, como dijimos, infértil. Dicho de otro
modo, un mundo que, aunque ricamente repleto de las oposiciones dialécticas propias de la sociedad capitalista
(por ejemplo, la contradicción capital versus trabajo), carecería de una de las dualidades más básicas de la
sociedad humana (y de una gran parte del mundo natural), la dualidad masculino-femenina, deviniendo el cuadro
así, en tanto totalidad pictórica, en una representación abstracta (metálicamente infértil y biológicamente estéril)
de un mundo-maquinaria o bien carente de vida real (castrado), o bien en el cual esta última sería aprisionada,
tal como en el caso de las flácidas plantas que aparecen en la sección inferior de la composición (¿una expresión
simbólica de la despreocupación del marxismo por la temática ecológica?), por un enjambre metálico y chirriante
de engranajes industriales. Esto último, ante la mirada benefactora y apacible de los patriarcas del socialismo
moderno (y la ciertamente decidora ausencia en el centro de la pintura de cualquier referente socialista relevante
del ámbito femenino), como sugiriendo que serían ahora los fríos, grises, opacos y altamente destructivos espacios
fabriles del mundo contemporáneo (esos supuestos nuevos centros cardinales del movimiento del mundo que
parecerían ser capaces de dominar las propias órbitas del sol y los planetas) y no las potencias naturales dadoras
de vida (¿entendidas como potencias femeninas?), los representantes de las verdaderas fuerzas motrices del
universo. Todo esto como al centro de una dialéctica histórica intoxicada por el rugido pictórico del metal
autómata y las cadenas de producción en serie de la economía industrial.
103
Para una crítica general del concepto de fuerzas productivas y el carácter del desarrollo científico-tecnológico
moderno desde un enfoque ecosocial y una discusión polémica en torno a algunos de los rasgos del mesianismo
tecno-productivista presentes en Marx y otros exponentes del marxismo industrialista tales como Trotsky, véase
el trabajo de algunos referentes ecosocialistas tales como Michael Lowy o Daniel Tanuro. Estos últimos ofrecen,
asimismo, un interesante acercamiento crítico a las posiciones del sector de intelectuales ecosocialistas
aglutinados alrededor de la revista Monthly Review (entre otros el académico John Bellamy Foster) y defensores

60
importancia en tanto uno de los aspectos claves del núcleo teórico del industrialismo marxista,
en el primero de estos vacíos: es decir, en la adopción acrítica de la ya referida idea respecto al
pretendido carácter “neutral” que tendría el sistema tecnológico industrial contemporáneo,
supuestamente asimilable a un proyecto de transformación socialista por la vía de su
“adaptación” a este último.

En términos generales, el principal error teórico subyacente a esta idea, tal como una serie de
intelectuales pertenecientes al ámbito del ecosocialismo han sugerido reiteradamente104, sería
realizar una definición eminentemente tecnologicista del sistema productivo, esto último
aislándoselo de la relación socio-genética que posee con una determinada concepción (en este
caso súper-destructiva) de la relación entre la humanidad y la naturaleza. Dicho de otro modo,
si bien por un lado el análisis marxista tradicional vería en el sistema industrial la expresión de
una relación social históricamente determinada (la relación capital-trabajo), por otro lado su
perspectiva de dicho sistema productivo (y su marco tecnológico característico) no iría más
allá, al momento de tener que realizar una caracterización sociohistórica de una de las
relaciones orgánicas constitutivas del modo de producción capitalista moderno reconocida por
Marx en El Capital (la relación capital-naturaleza), de una perspectiva meramente técnica o
“ingenieril”. Es decir, se dejaría de lado el análisis social, económico, político, ideológico e
incluso cultural del sistema industrial en tanto cosmovisión ecohistórica relacionada
estructuralmente a una determinada forma de relación humanidad-naturaleza y a un tipo
específico de autopercepción de la posición de la humanidad en el planeta (indiscutiblemente
“dominante” para la ideología moderna) e, incluso, en el cosmos.

Una de las refutaciones más acabadas de las lógicas que caracterizan al industrialismo marxista
al momento de defender esta susodicha naturaleza “neutral” del sistema tecnológico-
productivo moderno puede encontrarse en las argumentaciones del ecosocialista Michael Lowy
quien establece una analogía entre la imposibilidad de una “adaptación” (o transformación
gradual) del sistema tecno-productivo industrial a un posible proyecto de “transición
ecosocialista” y la imposibilidad, defendida por el mismo Marx y otros pensadores marxistas
clásicos tales como Lenin, Trotsky o Gramsci, de una mera “adaptación” del aparato estatal
burgués a las necesidades de la dictadura proletaria105. Desde aquí, Lowy plantea así que, tal
como el avance de un proceso revolucionario socialista debe asociarse, necesariamente, a la
destrucción revolucionaria del aparato estatal capitalista, entonces un proyecto de “transición
ecosocialista” debería implicar también, inevitablemente, un tipo de ruptura histórica de igual
magnitud en el terreno de los sistemas productivos y tecnológicos, los cuales constituirían, a

de la existencia de una supuesta propuesta de ecología política en la obra de Marx. Pueden revisarse aquí,
igualmente, los aportes de algunas figuras del ecosocialismo español tales como Jorge Riechmann o Jaime Vindel,
estos últimos también caracterizados por un acercamiento crítico a la obra de Bellamy Foster y la primera
generación de pensadores ecosocialistas anglosajones. En el caso de Riechmann, sus reflexiones ofrecerían una
interesante tensión teórica hacia el ámbito del colapsismo, habiendo incluso llegado a ser definido por Vindel
como la figura española más importante del marxismo colapsista en Europa. En el caso de los problemas teóricos
(y prácticos) del crecimiento demográfico descontrolado, la inviabilidad medioambiental del sistema urbano
moderno y el carácter destructivo (ecocida) del sistema industrial, recomendamos los trabajos de los distintos
exponentes de la teoría del decrecimiento y la ecología profunda. En el ámbito hispanoamericano, pueden
revisarse las elaboraciones de Antonio Turiel, uno de los principales representantes de las posiciones
decrecionistas a nivel europeo. Un contrapunto polémico entre posiciones ecosocialistas, marxista-colapsistas y
decrecionistas puede encontrarse en el ya citado debate “Ecosocialismo versus Marxismo Colapsista”.
104
Ver nota de pie de página anterior.
105
Revísese aquí el libro de Michael Lowy Ecosocialism: A Radical Alternative to Capitalist Catastrophe (2015),
editado por Haymarket Books.

61
su vez, aspectos esenciales, como dijimos, del industrialismo moderno en tanto ideología y
cosmovisión ecohistórica106.

La tecnología industrial moderna como cosmovisión ecohistórica e ideología antropocéntrica

Con todo, dada la importancia que ha venido adquiriendo el desafío ecológico durante los
últimos años y pese a las deficiencias interpretativas (o “vacíos teóricos”) que caracterizan al
pensamiento de las corrientes adscritas al industrialismo marxista en este campo, la mayoría
de estas vienen realizando diversos intentos para llenar el vacío teórico-programático cada más
evidente que las identifica en este terreno a partir de una falsa integración (vergonzante) del
factor ecológico en sus respectivos debates estratégicos y políticos, aunque como dijimos a
menudo con fines puramente electorales o de mero posicionamiento político. Esto último,
generalmente, mediante una adhesión mecánica (irreflexiva) de algunas implicaciones
parciales del actual problema ecológico y su verdadera naturaleza súper-catastrófica al
conjunto de concepciones económico-productivistas tradicionales (decimonónicas) sobre el
cambio social y la revolución que caracterizan a estas tendencias teóricas. Dicho de otra
manera, una operación de verdadero greenwashing ideológico en el seno de las corrientes
marxistas tradicionales (acompañada frecuentemente de la divulgación de ciertas discusiones
ecológicas de tono general o de una naturaleza eminentemente filosófica-política) que daría
por resultado, por un lado, la mantención a rajatabla de un cuerpo estratégico-programático (o,
al menos, una concepción del cambio social) de tipo industrialista, así como también, por otro
lado, una integración mayormente marginal del problema ecológico al horizonte discursivo de
estas corrientes. Ahora bien, esta falsa integración de la discusión ecológica a los marcos
programáticos de estas tendencias presentaría, por lo general, la forma de un mero apéndice
106
Algunas discusiones en la línea de estos planteamientos, emparentadas de algún modo a ciertas intuiciones
teóricas y reflexiones exploratorias de Marx y Engels en torno a las transformaciones estructurales que deberían
asociarse al advenimiento de una sociedad comunista (por ejemplo, sus disquisiciones filosóficas en torno a la
necesidad de la abolición de la separación entre el campo y la ciudad), pueden ser encontradas, igualmente, en
algunos de los representantes del ecosocialismo español tales como Jorge Riechman o Jaime Vindel.
Recomendamos aquí el libro de Riechmann El socialismo sólo puede llegar en bicicleta: Ensayos ecosocialistas
(2012, Catarata) y el artículo de Vindel (2019) “El marxismo ecológico ante la crisis ecosocial”, aparecido en la
revista Viento Sur (165: 52-60).

62
teórico-político analíticamente estático (y teóricamente estéril) incapaz de jugar un rol
interpretativo orgánico de importancia en el análisis de la realidad social y las dinámicas
fundamentales del desarrollo capitalista contemporáneo y la lucha de clases; es decir,
constituiría un tejido teórico-político adiposo (o muerto) no integrado plenamente al tejido
muscular de la teoría marxista.

Algunos ejemplos de esta operación ideológica de falsa integración teórica de la problemática


ecológica contemporánea a los cuerpos programáticos y las discusiones marxistas tradicionales
pueden encontrarse actualmente, como dijimos de manera cada vez más frecuente, en
numerosos campos de la elaboración teórico-política marxista a nivel internacional, siendo el
terreno de las izquierdas latinoamericanas (tanto las de cuño socialdemócrata como las de un
perfil marxista-leninista más ortodoxo) uno de los terrenos más propicios para la misma. Una
muestra clara de lo anterior puede hallarse en el caso de las distintas tendencias que componen
el actual fenómeno de renovación trotskista-parlamentaria en Argentina y en las diversas
expresiones del autonomismo académico-universitario chileno, este último reducido
usualmente a círculos de elites académicas con poca o nula tradición militante. Por regla
general, estas tendencias se caracterizarían así no sólo por su lejanía (y a veces completa
ignorancia) de la cuestión medioambiental, sino que, además, por ser enemigas acérrimas de
cualquier tipo de integración sustancial y sistemática de aquella a sus respectivas concepciones
de la lucha de clases y el proceso histórico. En realidad, a lo más que llegarían estas corrientes
sería, en algunas ocasiones, o bien a dar cabida en sus elaboraciones (la mayoría de las veces
no más allá de sus órganos de prensa) a ciertas discusiones generales (más o menos teóricas,
más o menos coyunturales) respecto de la gravedad de la actual crisis ecológica y la imperiosa
necesidad que tendría la humanidad de una gran transformación social (en algunos casos
denominada como “revolución mundial”) para darle, supuestamente, “término” (es decir, se
asume otra vez sin ningún tipo de discusión que aquella sería todavía “solucionable”), o bien a
lanzar ciertos guiños discursivos a algunos aspectos (frecuentemente limitados y parciales) de
la obra de uno u otro referente ecológico marxista, aunque esto comúnmente a modo de una
mera exposición teórica carente de cualquier discusión programática-estratégica real107.

107
Un ejemplo concreto de este tipo de corrientes políticas puede hallarse en el de los partidos que conforman el
llamado Frente de Izquierda y los Trabajadores (FIT) en Argentina que cuenta entre sus referentes a la dirigente
del Partido de Trabajadores Socialistas (PTS) Myriam Bregman, reconocida por haberse negado junto a la derecha
y el peronismo a votar en el parlamento el rechazo del acuerdo imperialista climático de la COP 25 y por su
complicidad con las políticas pro-megaminería que sigue en Chile el Partido de Trabajadores Revolucionario
(PTR). El FIT destacaría, asimismo, por un virtual desconocimiento tanto de los desafíos sociopolíticos y
estratégicos que supondría el cambio climático para la civilización contemporánea, así como también respecto de
los potenciales efectos desintegradores que podría tener la futura crisis ecológica planetaria para el ámbito de la
lucha de clases y la perspectiva socialista. Un ejemplo aún más extremo de lo anterior puede encontrarse en Chile
en el caso de los círculos académicos autonomistas agrupados bajo el alero de la Fundación Nodo XXI y en el de
otros espacios en el terreno del progresismo académico neoconcertacionista tales como Fundación SOL o
Educación 2020. Una de las características de esto espacios, posiblemente tanto por la composición social elitista
y los lazos de sangre de lo mismos con el progresismo concertacionista, así como también por hallarse ya
completamente inmersos en las redes de poder de las rectorías universitarias y las jerarquías académicas
neoliberales, sería un virtual silencio con relación a cualquier discusión de fondo en torno al tipo de crisis
ecológica global que está comenzando a desarrollarse a nivel internacional y que tendría la capacidad, entre otras
cosas, de amenazar la propia viabilidad histórica de los respectivos proyectos de “refundación democrática-
institucional” de la democracia capitalista (más o menos “radicales”) defendidos por sus principales figuras.
Algunos referentes de estos espacios, cada uno más preocupado de destacar al nivel de sus respectivos think tanks
progresistas o de sus carreras electorales que de una verdadera elaboración teórica en torno al tipo de crisis
ecosocial que se apresta a azotar las condiciones de vida del conjunto de los trabajadores y sectores populares
chilenos, serían, por mencionar algunos, los intelectuales neoconcertacionistas Carlos Ruíz (Nodo XXI), Nicolás
Grau (Frente Amplio), Sebastián Aylwin (Comunes), Marco Kremerman (Fundación Sol), Mario Waissbluth

63
Myriam Bregman del FIT Argentino compartiendo con el ministro capitalista Axel Kicillof

4.2. La ecología marxista y el ecosocialismo como falsas alternativas al industrialismo: una


mirada a tres temas tabúes del “marxismo sandía”

En el terreno de las corrientes ecológicas marxistas y el ecosocialismo, las cuales vienen


alcanzando una mayor notoriedad desde la década de 1980 al haberse constituido como las
primeras tendencias del pensamiento marxista en redescubrir los conceptos de ecología política
subyacentes a la obra de Marx y comenzar discutir el peligro de un ecocidio planetario, aquellas
no escaparían del todo al problema de carecer de una integración efectiva de la cuestión
medioambiental y la crisis climática al análisis de las dinámicas del proceso histórico y la lucha
de clases contemporánea108. En realidad, estas corrientes (denominadas frecuentemente como

(Educación 2020), Gonzalo Durán (Fundación Sol), Vicente Neira (Izquierda Libertaria), Giorgio Boccardo
(Nodo XXI), Luna Follegati (Izquierda Libertaria), Víctor Orellana (Nodo XXI) y Luis Thielemann (Comunes).
108
Para un panorama general de las ideas fundacionales, los orígenes y el desarrollo histórico del pensamiento
ecológico marxista y el ecosocialismo, véanse los trabajos La Ecología de Marx de John Bellamy Foster y el
Manifiesto Ecosocialista de Joel Kovel y Michael Lowy. En el terreno de los estudios de biología marxista puede
revisarse la obra de los científicos Richard Lewontin y Richard Levins, posiblemente los más importantes
exponentes hasta ahora de la aplicación de la dialéctica marxista en el terreno de la biología y la ecología. Téngase
en cuenta así también, además de los propios aportes filosóficos iniciales de Marx y Engels en estos campos, el
trabajo de la primera generación de científicos marxistas activos en la Unión Soviética y algunos países de Europa
occidental durante las primeras décadas del siglo XX, varios de los cuales intentaron dar un enfoque dialéctico a
una serie de tópicos en el ámbito de los procesos ecológicos y biológicos. En el terreno del pensamiento
ecosocialista hispanoamericano debe destacarse la obra precursora de Manuel Sacristán y, aunque desde un punto
de vista más bien político, el ideario medioambientalista del dirigente social Chico Mendes en Brasil, uno de los
primeros dirigentes obreros en asumir la importancia del combate en contra de la destrucción ambiental generada
por el capitalismo. No puede dejar de mencionarse, asimismo, el desarrollo que tuvieron las problemáticas
medioambientales en el seno de la Alemania nazi, constituyendo estas últimas la base teórica para la aplicación
de algunas de las primeras leyes y medidas de protección ecológica de la historia (varias de las cuales han servido
como base para la promoción de los actuales marcos regulatorios medioambientales existentes alrededor del
mundo). Una de las razones del inédito auge que tuvieron las ideas ecológicas en el seno de la Alemania del Tercer
Reich (más de medio siglo antes del nacimiento del ecosocialismo) tendría que ver con el sesgo romántico-
antimoderno y místico del propio del nazismo. Con todo, tal como lo sucedido con el marxismo hasta tiempos
recientes, los problemas medioambientales tampoco constituyeron un eje central de las elaboraciones teóricas y

64
“marxismos roji-verdes” o sandías) seguirían caracterizándose, a pesar como decimos de sus
importantes aportes en el terreno de la problematización de la crisis ecológica desde una
perspectiva socialista, por un tratamiento de esta última que no iría más allá, usualmente, de
una serie de discusiones filosófico-sociales o manifiestos programáticos generales que, aunque
como decimos valiosos en tanto reflexiones teóricas, no poseerían un verdadero correlato ni en
el ámbito estratégico propiamente tal ni tampoco en el de una inclusión integral de la actual
crisis climática en tanto vector de transformación histórica de las dinámicas económicas,
sociopolíticas y de la lucha de clases contemporáneas. Por lo general, dichas discusiones y
manifiestos ecosocialistas se presentarían así, por el contrario, al modo de un aggiornamiento
teórico-político de las antiguas cosmovisiones industrial-productivistas respecto al cambio
social y el horizonte comunista; es decir, asumiendo la naturaleza de una versión “en verde” o
“sandía” (vergonzante) de las ideologías industriales marxistas hegemónicas, aunque esto a
menudo bajo el ropaje de constantes declamaciones teóricas (empero nunca de forma realmente
clara o taxativa) en pos de la adopción de una supuesta “ruptura radical” (ecosocialista) con
las anteriores. En otras palabras, una versión “dulcificada” (azucarada) de la perspectiva
industrialista clásica.

Aunque sin tener como objetivo aquí una crítica en profundidad de la ecología marxista y el
ecosocialismo, una muestra clara de lo anterior puede encontrarse en la negativa de estas
corrientes a asumir los desafíos de una discusión sistemática en torno a una serie de temas
considerados por estas últimas como verdaderos tabúes teóricos, quedando así en evidencia en
el posicionamiento de las mismas ante dichos “tabúes” su sintonía de fondo con el marco
ideológico de los marxismos industriales. Uno de los más candentes de estos tabúes para el
ámbito de la ecología marxista y el ecosocialismo (a la vez teóricos, políticos y ético-morales)
lo constituye el problema de la llamada “explosión demográfica” (o fenómeno de crecimiento
humano poblacional descontrolado), aduciéndose aquí por parte de estas corrientes una serie
de razonamientos de contenido filosófico-teórico, tecno-científico, político o incluso valórico-
moral para descartar cualquier tratamiento de fondo de esta problemática. Lo anterior,
comúnmente, desde una perspectiva negacionista para la cual la amenaza ecosistémica que
supondrían las actuales tasas reproductivas de nuestra especie sería o bien inexistente
(constituyendo así, supuestamente, nada más que un seudoargumento utilizado por ideologías
reaccionarias para evitar una verdadera crítica revolucionaria del capitalismo), o bien, a lo
más, un problema en realidad solucionable (administrable) en tanto se logre una reforma
radical (socialista) de la distribución de las riquezas y los productos del desarrollo científico-
tecnológico a nivel mundial (es decir, otra vez, constituyendo un problema en gran medida
irreal)109.

Todo esto, empero, sin llegar a discutirse jamás la propia compatibilidad ecosistémica de un
modelo de sociedad socialista industrial pensado no sólo en un contexto demográfico y de
disponibilidad de recursos planetarios muy distinto al actual (es decir, el contexto de la
sociedad victoriana y el de las fases de consolidación y expansión del imperialismo moderno

políticas del nazismo o de los regímenes fascistas o ultranacionalistas del siglo pasado cuyos modelos de
desarrollo industrial (piénsese en la Italia de Mussolini o el Japón de los años 30's) guardarían más semejanzas
con el modelo de desarrollo industrialista de la Rusia estalinista que con un verdadero proyecto de sociedad con
vocación ecológica. Desde aquí, puede decirse que el programa ecológico del nazismo no representaría más que
una excrecencia teórica de su corpus doctrinario que, aunque no exenta de interés, se presentaría como una especie
de anomalía histórico-ideológica del fascismo en tanto “industrialismo concentrado”.
109
Para un tratamiento más sistemático y honesto de la problemática demográfica en el terreno del ecosocialismo
y el debate generado por aquella en el ámbito de las organizaciones de izquierda, véase el artículo de Jorge
Riechmann “¿Somos demasiados? Reflexiones sobre la cuestión demográfica” (PAPELES de relaciones
ecosociales y cambio global 148: 13-38).

65
durante la segunda mitad del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX), sino que, además, de
cara a los futuros escenarios de derrumbe agrícola y productivo que auguran para las próximas
décadas el calentamiento global y la crisis ecológica. Todo esto, otra vez, haciendo oídos
sordos a las propias advertencias de algunos referentes marxistas del siglo pasado tales como
León Trotsky que hacia 1940 caracterizó en el Manifiesto de la Cuarta Internacional al
capitalismo mundial (¡hace más de ochenta años!) como un sistema “sobrepoblado”, lo anterior
cuando la población humana no alcanzaba todavía los tres mil millones de habitantes y sin
conferirse nunca realmente mucha importancia al dato, al parecer de importancia menor, de
que hoy estaríamos prontos a rebasar los diez mil millones.

La explosión demográfica humana constituye una de las principales amenazas de la vida terrestre110

Otra de estas problemáticas tabúes para las corrientes marxistas pertenecientes al espectro de
la ecología marxista y el ecosocialismo, relacionado directamente al anterior y al estado de
virtual cataclismo medioambiental que avanza de manera descontrolada en todo el planeta,
sería el de la necesidad de un vasto y estricto plan de control de la natalidad a nivel
internacional basado, entre otras cosas, en una consecuentemente drástica e inevitable
restricción (posiblemente a una escala mucho mayor a lo visto durante décadas anteriores en
China) de los derechos reproductivos individuales, definiéndose por regla general cualquier
discusión en este terreno como “atentatoria” de los derechos democráticos y la dignidad
humana. Es decir, pasándose de contrabando hacia el campo marxista una ideología de
naturaleza eminentemente liberal-burguesa en torno a los “derechos individuales” que pondría
el acento de las políticas sociales no en las necesidades colectivas y el resguardo de los
equilibrios ecosistémicos de la vida terrestre, sino que, por el contrario, en la defensa,
promoción y extensión de una miríada cada vez más exuberante de derechos democráticos
personales en los cuales la discusión con respecto a la viabilidad ecológica-medioambiental de

110
Gráfico: Population curve (Wikipedia).

66
los mismos (entendidos como necesariamente universales y consustanciales a la “naturaleza
humana”) estaría casi completamente ausente111.

De fondo, lo que existiría en el rechazo de una gran parte de los referentes de la ecología
marxista y el ecosocialismo a siquiera tocar la discusión en torno a la legitimidad (o incluso
viabilidad ecosistémica) de una serie de derechos individuales entendidos en el contexto de las
democracias capitalistas al modo de verdaderos sinónimos o equivalentes prácticos de las
acepciones burguesas europeo-occidentales de los términos de “libertad” y “democracia”
(piénsese en algunos derechos individuales de consumo masivo cuasi sagrados de las
sociedades democráticas de masas tales como el acceso al contaminante automóvil112), sería
no sólo, como dijimos, la negativa a reconocer la existencia del “peligro demográfico”, sino
que, también, como veremos más adelante, el mismo tipo de optimismo tecno-científico y
productivista al cual nos referimos previamente (aunque esta vez pintado de verde) para el caso
del industrialismo marxista. Peor aún, dado el origen europeo-norteamericano y esencialmente
académico universitario de una gran parte de los referentes del ecosocialismo y la ecología
marxista, lo que explicaría lo anterior sería, asimismo, un embellecimiento discursivo y una
concesión ideológica a la propia legitimidad histórica y ecosocial que tendrían las llamadas
“libertades democráticas” (literalmente ecocidas) características de las autodenominadas
sociedades capitalistas “avanzadas”.

Un ejemplo adicional de lo anterior (es decir, la adopción de una concepción tendencialmente


liberal-burguesa de los conceptos de libertad, derechos individuales y democracia) puede verse
de manera clara, con directas implicancias para el tratamiento de la “cuestión ecológica”, en el
ámbito de los denominados feminismos ecosocialistas caracterizados durante la última década,
entre otras cosas, por una verdadera eclosión de numerosos programas reivindicativos de
género y de disidencia sexual identificados frecuentemente no sólo por su lejanía de un
tratamiento integral del peligro ecológico y sus implicancias para la lucha feminista, sino que,
además, por estar agudamente influenciados por ideologías ya sea puramente liberales (visible
en el caso de los llamados feminismos separatistas), o bien por una serie de teorías identitarias
provenientes del terreno del relativismo cultural marxista o el neo-marxismo113. Algunos

111
Un ejemplo de lo anterior traído frecuentemente a colación es la constatación de la absoluta inviabilidad
ecológica planetaria que existiría para replicar los estilos de vida existentes en Europa o América del Norte en el
resto del mundo, requiriéndose hipotéticamente para lo anterior los recursos naturales de varios planetas Tierra.
112
Otros de estos derechos de consumo característicos de las democracias capitalistas y las sociedades de masas
contemporáneas que pueden mencionarse aquí serían, por citar algunos, el acceso a los combustibles fósiles
responsables de las emisiones de efecto invernadero, a los servicios del contaminante turismo de masas y las
derrochadoras “industrias del entretenimiento”, a los medioambientalmente nocivos productos de la comida
“chatarra” e incluso, más recientemente, a los caros y también altamente contaminantes “tratamientos
identitarios”.
113
En el terreno de los movimientos sociales que vienen constituyendo a nivel internacional la columna vertebral
de la denominada “tercera ola” del feminismo moderno y de las luchas en pro de las llamadas libertades sexuales,
es importante notar que restaría todavía una profunda discusión filosófico-teórica, histórica y política respecto a
hasta que punto los programas reivindicativos de estos movimientos (generalmente de tipo liberal-progresistas o
a menudo influenciados intensamente por la ideología capitalista del “libre consumo”) no constituirían, en
realidad, meras extensiones ideológicas del mismo programa de derechos liberales y de la noción burguesa de
individuo que ha constituido una de las palancas fundamentales de la imposición del modo de producción
industrial-capitalista y su particular concepción destructiva de dominio de la naturaleza. Dicho de otra manera, la
reproducción ideológica en el ámbito de las luchas sociales y el terreno del feminismo y la diversidad sexual de
un concepto capitalista-burgués de “libertad humana” que sería en último término funcional a la ecológicamente
nefasta cosmovisión industrial y moderna. Nótese aquí, además, que no sería casualidad que una gran parte de las
reivindicaciones de los movimientos feministas y LGTB contemporáneos sean ya no sólo una realidad, desde hace
décadas, en una gran parte del llamado “primer mundo” (por ejemplo, el derecho al aborto libre o el matrimonio
homosexual), sino que, asimismo, aquellas vengan jugando un destacado rol en la afirmación ideológica de los

67
exponentes de estas teorías (por ejemplo, aquellas en torno a una supuesta primacía casi total
de los factores histórico-culturales en el desarrollo de las nociones de género a través de la
historia), como decimos muchas veces con una amplia recepción en el ámbito del “feminismo
ecosocialista”, pueden encontrarse en la figura de ciertas pensadoras liberal-radicales tales
como Simone de Beauvoir o Judith Butler, estas últimas caracterizadas no sólo por un agudo
desprecio del papel interpretativo de las ciencias naturales en el terreno del análisis social y la
dialéctica histórica, sino que, además, por una minusvaloración recurrente de los problemas
ecológicos y los aportes en este campo de las tradiciones teóricas del feminismo marxista de la
primera mitad del siglo XX, algunas de aquellas poseedoras de una sensibilidad mucho más
desarrollada con respecto a las cuestiones medioambientales114.

Por último, otra de estas temáticas de naturaleza proscriptiva (o tabú) para la mayoría de las
tendencias marxistas con algún tipo de “sensibilidad verde” sería el de la incompatibilidad de,
por un lado, los modos de vida existentes hoy en los países del “primer mundo”, sus altos
niveles de consumo industrial-energético y como ya dijimos el marco de derechos
democráticos existentes en dichas sociedades y, por otro lado, el tipo de decrecimiento
económico, programas de desindustrialización y caída brusca de los niveles productivos y

valores individualistas promovidos por las sociedades de consumo y su énfasis exacerbado (coherente con los
intereses mercantiles) por el placer individual y las preferencias identitarias. En los hechos, estos programas
reivindicativos parecen ser así más una expresión de las propias capacidades de adaptación histórica de las
democracias capitalistas que de una real crítica al medioambientalmente nocivo modo de producción capitalista
y su régimen de explotación de clases, no existiendo además hasta ahora ninguna revolución socialista que haya
tomado este tipo de reivindicaciones como parte de sus proyectos centrales de transformación histórica.
114
Llama la atención la sintonía ideológica existente entre este tipo de teorías tardo-feministas (las cuales se
encontrarían en la base de ciertas propuestas teóricas contemporáneas tales como la teoría queer) con algunos de
los desarrollos teórico-conceptuales de la mucho más temprana Escuela de Frankurt, esta última también
caracterizada (en tanto exponente de la llamada teoría crítica) por un importante desprecio del papel de los
determinantes naturales y socio-biológicos (por ejemplo, los de tipo ecosistémicos, climáticos o incluso
evolutivos) en su análisis de los procesos sociales y el desarrollo histórico, lo anterior en pos de una supuesta
mayor “sofisticación” (en realidad unilateralización filosófico-idealista) del análisis social. Téngase asimismo
presente que uno de los elementos comunes que emparentarían el desarrollo de las ideologías feministas liberales
y las corrientes del feminismo socialista clásico (es decir, no sólo aquellas de raigambre histórico-culturalista
surgidas en décadas recientes) sería, paradójicamente, un cuestionamiento muchas veces superficial y limitado no
sólo del patriarcado moderno en tanto fenómeno antropológico, sino que, además, de una serie de formaciones
sociales patriarcales o formas de familia tradicional pre-capitalistas o pre-modernas (por ejemplo, en el ámbito de
las clases campesinas o en el seno de las sociedades indígenas) que habrían sido virtualmente desintegradas o
crónicamente debilitadas por el proceso de expansión capitalista, esto de manera análoga a lo señalado por Marx
en algunas de sus discusiones en torno al efecto disolvente del capital sobre las familias proletarias. Como es
sabido, dichas formaciones sociales tradicionales, escasamente discutidas o valoradas por los feminismos
modernos, habrían sido repetidamente definidas por el discurso marxista oficial (al menos al nivel de algunas de
sus principales elaboraciones teórico-programáticas y políticas) desde un punto de vista recalcitrantemente
etnocéntrico, clasificándoselas a menudo bajo los apelativos de “atrasadas” o “primitivas”. Con todo, volviendo
al punto con respecto a los grados de afinidad ideológica subyacente existentes entre el feminismo liberal, el
feminismo socialista clásico y sus actuales derivas cultural-relativistas y post-marxistas en el terreno de sus
respectivas valoraciones (como decimos, usualmente limitadamente etnocéntricas) de las formaciones sociales
patriarcales y las estructuras familiares tradicionales pre-capitalistas, digamos que aquellas habrían constituido,
en diversos contextos culturales, algunos de los pilares ecosociales básicos del desarrollo de una serie de lógicas
de cohesión social, relación con la naturaleza y de preservación de los equilibrios naturales (acompañadas por
lo general de un cuerpo de creencias religioso-rituales de perfil naturalista) mucho más sofisticadas que las que
han servido como bases para la constitución del mundo moderno y sus sistemas ideológicos característicos. Más
todavía, dichas lógicas socioculturales habrían servido en algunos casos como marco para el desarrollo de niveles
de igualdad y complementariedad sexo-genérica (sociobiológica, económica, cultural y política) mucho más
avanzados en numerosas esferas de la realidad social (pensemos en el destacado rol que tiene la mujer en las
familias andinas tradicionales) a los logrados en cualquiera de los experimentos democráticos (liberales o
socialistas) de la modernidad industrial.

68
energéticos mundiales que sería necesario implementar para intentar “detener” (en realidad
sólo morigerar) el actual curso de crisis ecológica catastrófica planetaria. Desde aquí,
intentando por todas las vías evitar referirse a la inevitable y sustancial reducción de los
estándares de vida que un contexto de decrecimiento y desindustrialización forzada implicaría
para una parte importante de las actuales poblaciones urbanas alrededor del mundo (lo anterior,
al menos, si tomamos como punto de referencia los estándares comunes de comodidad y
confort asociados a los derrochadores y ecosocialmente decadentes estilos de vida de las
sociedades occidentales), lo que haría la mayoría de las corrientes ecosocialistas y del ámbito
de la ecología marxista sería, aunque aceptando la existencia del peligro de un ecocidio global
y la gravedad de la crisis ecológica contemporánea, realizar una crítica en gran medida parcial
y limitada (a menudo tan sólo desde un punto de vista esencialmente económico o bien
genéricamente anticapitalista) de la sociedad moderna, sus modos de vida y, como ya hemos
señalado, del marco de derechos individuales asociados a esta última. Más aún, rechazando
cualquier medida de coerción o disciplinamiento social posiblemente necesaria para enfrentar
la desesperada situación de quiebre ecosistémico y productivo que se aproxima115, las cuales
serían usualmente descartadas por estos sectores por temor a su asociación con los
experimentos socialistas totalitarios del siglo XX, estas corrientes optarían así por tomar a las
propias sociedades capitalistas europeas y norteamericanas en las que habitan frecuentemente
sus principales representantes teóricos y los privilegios de los que aquellos disfrutan (piénsese
aquí en el modelo por antonomasia de este tipo de sociedades, la sociedad de masas
estadounidense) como una especie de “modelo liberal” de los sistemas sociales y del marco de
garantías individuales que un verdadero proyecto socialista “democrático” y “ecológico”, por
oposición a las experiencias revolucionarias totalitarias del siglo pasado, debería sino replicar,
al menos adaptar y con ello, finalmente preservar.

115
Por ejemplo, entre otras medidas, la supresión de las elites burguesas y sectores parasitarios del cuerpo social,
la promoción de una estricta disciplina social productivo-colectivista, la destrucción de las ramas económicas
innecesarias o excesivamente perjudiciales para el medio ambiente (por ejemplo, la megaminería), el desarrollo
de planes agresivos de desindustrialización y decrecimiento productivo, la imposición de drásticas medidas de
control demográfico, la prohibición e ilegalización del automóvil y otros bienes de consumo híper contaminantes,
la abolición del turismo de masas, el castigo ejemplar del lujo y el derroche, el fortalecimiento de las penas en
contra de las prácticas y conductas antisociales, la censura de las ideas anti-comunitarias, la promoción de
ideologías colectivistas que antepongan las necesidades sociales y ecosistémicas a los gustos o preferencias
individuales, la promoción de la armonía ecosocial en todas sus formas, el castigo del consumismo y el cultivo de
los valores de la humildad, el sufrimiento, la pobreza y el desprendimiento material como valores sociales, etc.

69
Los derechos individuales de consumo en el contexto de las “sociedades avanzadas”

La existencia de estos problemas-tabúes en el seno de las tendencias que componen el llamado


“marxismo sandía” (peligro demográfico, control de la natalidad, desindustrialización,
decrecimiento, etc.) apuntarían así, como señalamos, a una reproducción y apología ideológica
encubierta en el ideario del ecosocialismo y la ecología marxista tradicional de un tipo de
organización social no muy distinta de aquella que prima hoy en las ricas sociedades europeas
y norteamericanas, aunque esta vez motorizadas y estructuradas no por el afán de lucro, la
competencia mercantil y la extracción de plusvalía, sino que, hipotéticamente, por los
mecanismos de la planificación económica socialista, el control obrero y la solidaridad
universal. Un tipo de sociedad, en definitiva, en la cual el simple reemplazo de las lógicas del
capital por los principios de la organización socialista del trabajo y la distribución igualitaria
de las riquezas haría prácticamente innecesario, supuestamente, tanto el cuestionamiento de los
patrones de consumo y derroche energético existentes en las actuales “sociedades avanzadas”,
así como también la supresión del marco de libertades individuales asociadas a aquellas. Esto
último, o bien como resultado de los niveles aparentemente fenomenales de abundancia de
recursos que la planificación económica socialista debería traer consigo (la cual se supone
permitiría ahora a cada uno de los prontos diez mil millones de habitantes del planeta acceder
a las bondades de la producción en masa, la agricultura y ganadería intensivas, la educación
universal, el entretenimiento, el automóvil, el turismo internacional, la libertad reproductiva y
de género, etc.), o bien de los igualmente admirables (y hasta ahora hipotéticos) procesos de
“reeducación pro-ecología” que (siguiendo el viejo adagio filosófico general marxista de que
“las condiciones materiales de existencia determinan las formas de conciencia”) el socialismo
debería impulsar. Todo esto, de manera sin duda llamativa en el caso de las corrientes
ecosocialistas y la ecología marxista, sin discutirse realmente (o bien, discutiéndose de forma
superflua y vergonzante) ni el problema de la compatibilidad de estos modelos de sociedades
socialistas de masas (a la vez industrialmente masivas y automatizadas, a la vez eco-amigables
y respetuosas de los equilibrios naturales y los derechos animales) con los límites
ecoproductivos objetivos de la biosfera y el carácter finito de los recursos terrestres ni la propia
viabilidad ecosocial de dichos modelos (industriales pero verdes, monstruosamente
tecnificados pero solidarios, gigantescamente masivos pero con todo “humanos”), esto de cara
a las ya mencionadas amenazas del crecimiento demográfico humano explosivo y el tipo de

70
caída drástica de los niveles productivos que se asociarán inevitablemente a la crisis ecológica
planetaria durante las próximas décadas116.

En pocas palabras, una completa subvaloración de aquellos factores que constituirán las reales
condiciones materiales de existencia de la humanidad sobre este planeta a partir de hoy y
posiblemente durante los próximos siglos, unas condiciones que estarían ya muy lejos, tal como
puede avizorarse en la serie de estudios y reportes científicos en torno al tipo de crisis ecológica
que ha comenzado a desarrollarse ante nuestros ojos117, de aquella imagen tradicional
(compartida por el ecosocialismo y la ecología marxista) de una sociedad socialista súper
abundante, satisfecha y feliz en la cual “el reino de la necesidad” habría dado ya paso, por fin,
al “reino de la libertad”. Muy por el contrario, a lo que apuntarían realmente dichas condiciones
de existencia sería, como desarrollaremos sucintamente más adelante, al menos duramente las
próximas centurias o milenios, o al menos hasta que no encontremos otro planeta capaz de
reproducir las excepcionales condiciones de habitabilidad terrestre que el capitalismo y la
sociedad industrial volaron en pedazos, a un contexto geológico y un proceso histórico
devenido, literalmente, entre las ruinas naturales de los ya perdidos equilibrios ecológicos
holocénicos y los fierros retorcidos de los rascacielos de las grandes ciudades del hombre
moderno, en un verdadero y universal “reino de la muerte”. Un reino oscuro de la historia
llamado colapso, un anti-reino de la necesidad y el dolor absoluto en el cual la única felicidad
posible será la de la sobrevivencia y en donde cualquier tipo de comunismo posible, templado
nada menos que por un apocalipsis geológico, no podrá tener sino un cariz muy diverso (quizás
mucho más simple, ciertamente más humilde y definitivamente menos seguro de sí mismo) al
de aquellas dinámicamente rosadas, dulzonamente felices y extremadamente autosatisfechas
representaciones ideológicas del socialismo industrial.

La utopía socialista (y ecosocialista) moderna

116
Un ejemplo icónico de estas posiciones y de la serie de ambigüedades teórico-discursivas aquí descritas, a
medio camino entre la defensa de un proyecto de transformación socialista y una admiración velada de las
democracias liberales y su supuesto énfasis por la promoción de la libertad individual (en contraposición a las
denominadas tiranías socialistas de décadas pasadas), puede encontrarse, más allá de sus respectivos aportes al
desarrollo de la reflexión marxista en torno a la crisis ecológica, en la obra de algunos pensadores ecosocialistas
tales como los ya mencionados Michael Lowy o Jorge Riechmann. Un caso similar, aunque ubicándose en una
difusa área entre el democratismo liberal y el marxismo, sería el del intelectual estadounidense Noam Chomsky.
117
Véase aquí el excelente libro de Mark Lynas Six degrees (2007, Harper Perennial), uno de los mejores trabajos
de divulgación científica hasta la fecha en torno a los efectos que podría tener durante este siglo el calentamiento
global sobre los ecosistemas terrestres y la civilización humana.

71
Lo que explicaría en último término la existencia de las ya referidas temáticas tabú en el seno
de la ecología marxista y el ecosocialismo118 y, dicho sea de paso, la casi total ignorancia o
desprecio de las corrientes adscritas al industrialismo marxista ante el desafío teórico-
programático del cambio climático y el desarrollo de la nueva era geológica del Antropoceno,
sería así una negativa común a discutir no sólo la inevitabilidad (o no) de un fenómeno de crisis
ecológica súper catastrófica, sino que, además, el carácter insoluble de muchos de estos
problemas en los marcos de las sociedades de masas contemporáneas y del mismo sistema
industrial que los originó119. Una de las razones de esto es que reconocer lo anterior y,
adicionalmente, la propia naturaleza moderna-industrialista del socialismo moderno (es
precisamente dicha naturaleza moderna lo que le ha obligado a defender la posibilidad de una
superación de la sociedad industrial en los marcos de la misma sociedad industrial) conllevaría,
necesariamente, tanto a una autoanulación y crisis de sentido de la casi totalidad de los
proyectos revolucionarios de los siglos pasados, así como también a una crítica de fondo de
sus programas políticos y sus respectivas perspectivas del cambio social120. Estos últimos,
como decimos, sostenidos muchas veces en una serie de principios teóricos, históricos y
políticos que pierden una gran parte de su sentido por fuera del contexto industrial
contemporáneo; por ejemplo, entre otros, la concepción del sujeto obrero industrial como actor
inevitablemente hegemónico de la transición al socialismo.

Más incómodo aún, lo anterior llevaría a un reconocimiento de la responsabilidad de los


propios proyectos socialistas industriales (desde la ex Unión Soviética hasta Cuba) en el
desarrollo de los actuales niveles de destrucción climática global, planteándose así, por lo tanto,
una necesaria reevaluación del rol que han tenido dichos proyectos, los sujetos sociales en los
cuales aquellos adquirieron corporeidad histórica (desde el movimiento obrero europeo hasta
las clases trabajadoras de América Latina), sus representantes teóricos (desde Marx y Engels
hasta Mandel y Moreno) y sus líderes políticos (desde Lenin y Trotsky hasta Castro y el Che)
en el desarrollo de la presente crisis ecológica planetaria. Lo anterior al menos en lo que
respecta a todas aquellas cuotas de responsabilidad de las cuales el capitalismo puede ser en
cierto sentido (con mayor o menor justeza) “eximido”, esto desde los desastres ecológicos de
escala global ocurridos en el seno de la ya extinta URSS (piénsese en la desaparición del Mar
de Aral o el accidente nuclear de Chernobyl) hasta el papel medioambientalmente destructivo
de los patrones de consumo enloquecidos adoptados por las clases obreras y populares
alrededor del mundo en décadas recientes. Todo esto comprendiendo, asimismo, que no se
trataría aquí de un mero problema de “aplicación incorrecta” de los modelos socialistas (algo
así como una especie de resultado indeseable de la “degeneración burocrática” de los
socialismo reales), sino que, por el contrario, de un problema consustancial (estructural) al
socialismo moderno y a la propia genética ecosocial del proletariado urbano121, esto tal como
118
Como dijimos, los problemas de la sobrepoblación, el control de la natalidad, la incompatibilidad del modo de
vida occidental y los sistemas democráticos modernos con un contexto de derrumbe ecológico planetario, la
necesidad de agresivos planes de desindustrialización y decrecimiento, entre otros.
119
Revísese aquí el ya citado debate “Ecosocialismo versus Marxismo Colapsista” entre Michael Lowy, Miguel
Fuentes y Antonio Turiel. Otros materiales pertinentes alrededor de estas discusiones pueden encontrarse en las
también referidas entrevistas del periodista chileno Paul Walder a Miguel Fuentes.
120
Una aproximación alternativa al problema de la imposibilidad de enfrentar los niveles de destrucción
ecosistémica producidos por la sociedad industrial en los marcos de la propia sociedad industrial que los generó,
puede encontrarse en el recientemente estrenado documental El Planeta de los Humanos de Jeff Gibbs y Michael
Moore. Otro documental en la misma tónica es 10 mil millones, basado en el libro del mismo nombre de Stephen
Emmott.
121
Miguel Fuentes se encuentra trabajando actualmente en un documento cuyo objetivo es abordar la relación
estructural ente la naturaleza ecosocial específica de la clase obrera, su posible devenir histórico en el contexto
de una agudización catastrófica de la actual ruptura antropocénica y la incompatibilidad de las formas de
conciencia y organización sociopolíticas clásicas del sujeto obrero moderno con el problema de la catástrofe

72
puede verse hoy en la virtual ignorancia (y verdadera ceguera estratégica) que mantienen
respecto a los problemas medioambientales y la naturaleza cataclísmica de la actual crisis
ecológica no sólo algunos movimientos políticos históricamente críticos de los “socialismos
burocráticos” (por ejemplo, el trotskismo, el autonomismo o incluso el anarco-sindicalismo),
sino que, además, la casi totalidad del movimiento obrero internacional, sus organizaciones
sindicales y representantes políticos.

Un ejemplo decidor de lo anterior (aunque a una escala ciertamente micro) puede verse en el
caso de algunas experiencias contemporáneas de autoorganización obrera alrededor del mundo
tales como el de la empresa Zanón en Argentina (Neuquén), una de las mega industrias de
producción de cerámicos más contaminantes de América Latina y que en sus casi dos décadas
de existencia no le ha conferido a la problemática ecológica sino un papel, con suerte, marginal,
demostrando con lo anterior que dicha experiencia (aunque como dijimos a una escala “micro”)
no se diferenciaría mucho en lo sustantivo (al menos no con respecto a las concepciones de
desarrollo industrial y de relación con la naturaleza que la subyacen) de las mismas lógicas de
destrucción medioambiental que caracterizaron a los llamados “socialismos burocráticos”
(aunque esta vez, para peor, refrendadas a mano alzada por los métodos de la democracia
directa obrera)122. Otro ejemplo en “escala reducida” de lo anterior puede verse en los propios

ecológica y un potencial fenómeno de colapso civilizatorio inminente. Aunque sin descartar el papel de
importancia que debería jugar un reducido sector del proletariado industrial y las clases trabajadores urbanas
(estratégicas para pensar la posibilidad de una transición ecosocial en el marco de un proceso de colapso
ecológico), se plantea en este documento que existirían una serie de profundas razones estructurales de índole
objetiva (por ejemplo, la posición de la clase obrera en la estructura productiva y el modo de producción industrial)
y subjetiva (entre otras, la hegemonía histórica de los programas industrial-productivistas en el seno de las
organizaciones sindicales) que, salvo casos hasta ahora aislados, tenderían a bloquear (y en algunos casos a hacer
imposible) el empalme estratégico entre el movimiento obrero y las problemáticas ecológicas. Más aún, se plantea
en este documento que a diferencia de otros sectores sociales tales como las clases campesinas o los pueblos
indígenas (cuya propia existencia social los ha llevado a desarrollar una conexión ecosocio-orgánica mucho más
profunda con los ciclos naturales), una de las características estructurales de la clase obrera moderna (y sus
diversas formas de autopercepción y conciencia social) sería constituir, tal como en el caso de la burguesía, una
clase social esencialmente antiecológica.
122
Un ejemplo adicional de esto puede encontrarse en las motivaciones aducidas por los trabajadores de Zanón
en su campaña de recolección de fondos públicos para impulsar un plan de renovación tecnológica de la fábrica,
hallándose otra vez el problema medioambiental y los altos grados de contaminación producidos por la gestión
obrera casi ausentes del debate de fondo acerca del mismo. Nótese aquí que, más allá de los limitantes
estructurales que una fábrica particular pueda enfrentar para dar una respuesta al problema de los niveles de
destrucción ambiental asociados a una determinada rama productiva (particularmente elevados en el caso de la
industria cerámica), lo que existiría aquí sería un problema eminentemente político consistente en la carencia de
una discusión colectiva entre las filas obreras respecto de la real naturaleza catastrófica del actual problema
ecológico global y del papel de los procesos industriales y el movimiento obrero en este último. Les correspondería
así a las direcciones sindicales históricas de esta fábrica (por ejemplo, aquellas lideradas por el dirigente obrero y
militante trotskista Raúl Godoy) la responsabilidad de no haber ofrecido una orientación sindical y política a la
altura del escenario de catástrofe climática planetaria en que nos encontramos. En pocas palabras, habría sido
perfectamente concebible que una gestión obrera como Zanón, acorralada por los poderes capitalistas y los
partidos políticos burgueses, hubiera estado de hecho incapacitada en términos prácticos para lograr reducir
sustancialmente los altos niveles de contaminación asociados a los procesos productivos de la misma, no
eximiendo sin embargo lo anterior de la necesidad de haber incluido el problema de la crisis ecológica en el
“horizonte estratégico” de las políticas levantadas por la asamblea obrera y la dirección sindical de la fábrica.
Entre otras cosas, lo anterior habría permitido probablemente a los trabajadores de Zanón tanto un empalme
político quizás mucho más decidido con el cada vez más acuciante desafío ecológico, así como también haber
comenzado a jugar un papel de vanguardia en la apertura de la discusión del problema ecológico en el seno del
movimiento obrero argentino e internacional. Sin embargo, debido probablemente a la nefasta política
electoralista seguida por el sector de la dirección sindical influenciada por Raúl Godoy (preocupado en realidad
más de impulsar el posicionamiento electoral de su partido político que de informarse de la verdadera gravedad
de la cuestión climática), esta perspectiva no pudo desarrollarse. Para acceder a información complementaria

73
programas de desarrollo industrial propugnados a nivel internacional por ciertos movimientos
políticos tales como el trotskismo (como dijimos, tradicionalmente críticos de los “socialismos
burocráticos” y portadores de una concepción supuestamente “correcta” de como debería lucir
el “verdadero socialismo”), llegando este último en algunos países como Chile a legitimar una
acérrima defensa de la existencia (aunque bajo “control obrero” y “control comunitario”) de
las ultras destructivas megaminerías del cobre y el litio, esto bajo la excusa de que las ganancias
de dichas industrias, responsables en no menor medida del actual curso de ecocidio inminente
en el que nos encontramos como humanidad, permitirían obtener un financiamiento integral
(¡a pesar de que algunos minerales como el cobre estén por agotarse!) de ciertos derechos
sociales básicos tales como la educación, la salud, la vivienda, etc.123.

respecto al plan de renovación tecnológica de Zanón, véase el comunicado del sindicato ceramista del Neuquén
“Renovación tecnológica para los obreros y obreras Zanón y 450 familias y en defensa de las gestiones obreras”,
publicado en el año 2015 y difundido en diversas plataformas online. Enlace: http://rojoynegro.info/articulo/sin-
fronteras/renovación-tecnológica-los-obreros-obreras-zanon-450-familias-defensa-las-ges.
123
Es interesante remarcar el tipo de sinsentido argumentativo de esta propuesta: poner los productos de la
destructiva y súper contaminante megaminería (por ejemplo, la del cobre o el litio) al “servicio” de la satisfacción
de derechos sociales que la propia megaminería está colaborando a suprimir, esto de un modo mucho más
definitivo que a partir de una falta circunstancial (solucionable) de recursos para la educación, la salud o la
vivienda; esto es, mediante la destrucción (irresoluble) de las propias bases ecosociales que permiten la vida en
la Tierra. Un sinsentido argumentativo tan ilógico como el razonamiento de un adicto terminal que consume
drogas altamente nocivas para proveerse de un mayor placer o tranquilidad sin saber (o incluso a sabiendas) que
dicho mayor “placer” o “tranquilidad” lo llevan directamente a la muerte. Puede sumarse asimismo a este
sinsentido otras de las reivindicaciones de moda en el ámbito de algunas organizaciones de izquierda que, sin
decidirse a abandonar sus programas industrialistas tradicionales, buscarían “complementar” estos últimos con
consignas de pretendido signo medioambiental tales como la de un supuesto “control comunitario” de la
megaminería, lo anterior como si el “control comunitario” de aquella pudiera cambiar en algo el carácter
destructivo de los procesos industriales y tecnologías extractivas asociadas a dicha rama productiva. En definitiva,
algo tan ilógico como suponer que los combustibles radiactivos de las centrales nucleares podrían volverse “menos
radiactivos” en tanto estas últimas se encuentren administradas bajo “control comunitario”. Un compendio
político-programático de estos sinsentidos y ejercicios superficiales de “adaptación ecológica” de las viejas
consignas industrialistas de la izquierda latinoamericana puede encontrarse en los programas electorales de las
candidaturas de Daniel Vargas (candidato a representante constituyente) y Lester Calderón (candidato a
gobernador regional) por el PTR chileno en la ciudad de Antofagasta, una de las capitales mundiales de la
megaminería. Algunas de estas ideas pueden revisarse en una de las entrevistas realizadas a Calderón en el marco
del actual ciclo de elecciones constituyentes en Chile y difundida por el sitio web de la plataforma electoral La
Izquierda Diario en el siguiente enlace: http://www.laizquierdadiario.cl/Lester-Calderon-Mi-candidatura-busca-
que-las-y-los-trabajadores-tengamos-una-voz-y-podamos-hacer.

74
El caso de Zanón: ¿Contaminación y destrucción medioambiental bajo control obrero?

4.3. Otra confluencia entre el marxismo industrialista y el ecosocialismo: su rechazo al


concepto de “plaga humana”

Uno de los rasgos ideológicos más comunes que emparentaría la perspectiva del industrialismo
marxista y el ecosocialismo con respecto al problema de la crisis ecológica sería, entre otros,
la negativa de estas corrientes a reconocer una de las verdades científicas tal vez más veladas
de la historia contemporánea; esto es, la transformación de nuestra especie en una de las peores
plagas que ha conocido la vida en la Tierra, posiblemente comparable en su poder destructivo
a las cianobacterias que produjeron el evento geológico de la Gran Oxidación que dio paso a
la primera extinción masiva. Lo anterior no sería casualidad si consideramos que el
reconocimiento de esta verdad, ligada a la ya mencionada discusión sobre el actual fenómeno
de crecimiento demográfico humano descontrolado y aceptada por cualquier ecólogo que
considere los aspectos invasivos, parasitarios y destructivos que definen hoy el rol de la
humanidad sobre los ecosistemas terrestres, implicaría un radical cuestionamiento tanto del
ideario humanista-antropocéntrico que se halla en el centro mismo del ethos teórico del
marxismo en tanto práctica histórica, así como también de la propia “razón de ser” de los
proyectos socialistas modernos y los principales procesos revolucionarios desde la Revolución
Francesa hasta nuestros días.

Con todo, pésele o no al marxismo y al acervo de ideologías humanistas que, heredadas del
ideario renacentista tardomedieval y el pensamiento de la Ilustración, se encuentran tanto en la
base de este último, así como también en la génesis misma de los Estados nacionales, la
filosofía y las ciencias modernas e incluso en los fundamentos doctrinarios de las adaptaciones
contemporáneas de distintos sistemas religiosos pre-modernos tales como el Cristianismo o el
Islamismo, las evidencias de la transformación de la humanidad (en tanto humanidad misma)
en una peligrosa plaga planetaria no pueden ser desmentidas con nada. Esto último tal como
numerosos científicos y medioambientalistas de reconocido prestigio mundial tales como el
naturalista y divulgador mediático David Attenborough reconocen, constituyendo algunos de
los indicadores incontrastables de lo anterior, entre muchos otros, las ya mencionadas tasas de
crecimiento demográfico descontrolado, la invasión y destrucción desenfrenada de los
ecosistemas y espacios vitales de otras especies, la apropiación excesiva de recursos naturales
a una escala planetaria, la reproducción de patrones enloquecidos de consumo urbano en

75
expansión permanente en todo el globo, el aumento frenético de los niveles de contaminación
en los últimos siglos, etc.124. Evidencias indesmentibles, palpables y definitivas del rol de
nuestra especie en tanto plaga ecológica que muestran un escenario muy parecido (en realidad
idéntico, aunque a otra escala) al comportamiento de cualquiera de las especies invasoras
conocidas en el mundo natural cuya presencia y actividad sobre un ecosistema determinado
termina finalmente o bien destruyendo a este último y propiciando con ello, en consecuencia,
la propia autoeliminación de la especie invasora, o bien generando algún tipo de “quiebre
ecológico” que después de un tiempo también daría como resultado una disminución
catastrófica de la población de aquella especie hasta niveles mínimos (por ejemplo, debido al
agotamiento de las fuentes de alimentos).

La plaga humana

Claro que el marxismo tradicional en sus diversas variantes (desde las industrial-productivistas
hasta aquellas de perfil ecológico) intenta como es usual, ante la constatación de esta verdad
indiscutible (como dijimos, nuestra transformación como especie en una de las plagas más
peligrosas del planeta Tierra), una “salida negociada” (o diplomática) ante la misma. La razón
de esto y del tipo de “negociaciones” con la realidad a las cuales se ve obligado el discurso
marxista tradicional ante esta verdad es evidente: aquella es simplemente demasiado incómoda
(diríase hasta impertinente) en términos estratégicos, teóricos, políticos e incluso valórico-
morales para el socialismo moderno, imbuido como hemos dicho de un ideal productivo-
industrialista del desarrollo social en tanto correlato y símil del desarrollo económico y técnico;
es decir, la misma noción de “progreso” que se halló en la base de la repulsión ideológica de
Marx con respecto a una de las primeras teorías que se atrevió a sugerir (a contrapelo del
naciente optimismo tecno-científico contemporáneo) el carácter ecosistémicamente inviable
que estaban tomando los ritmos de crecimiento de la población humana hacia comienzos de la

124
Revísense aquí las afirmaciones de Attenborough en la nota de prensa “Humans are a 'plague on Earth': Sir
David Attenborough warns that negative effects of population growth will come home to roost” (Independent).
Enlace: https://www.independent.co.uk/climate-change/news/humans-are-a-plague-on-earth-sir-david-
attenborough-warns-that-negative-effects-of-population-growth-will-come-home-to-roost-8461570.html.

76
Revolución industrial: la teoría de la catástrofe demográfica malthusiana125. Una verdad
indudable (nuestra condición actual de plaga planetaria) no sólo incómoda y en cierto sentido
dolorosa para el marxismo ilustrado, sino que, a la vez, opuesta por el vértice a los propios
relatos fundacionales y discursos mítico-mesiánicos que siempre han ocupado un lugar
trascendental en la ideología marxista y su respectiva concepción moderno-antropocéntrica de
la historia, esto último visible desde el plano artístico-simbólico en el caso de los inspirados
versos de La Internacional, efervescentes del mismo sentido religioso de optimismo humanista
que la propia sociedad capitalista industrial elevó hasta niveles de delirio (recordemos aquí
asimismo la ya referida pintura de Diego Rivera El hombre controlador del universo) hasta el
terreno de esa encarnación práctica del internacionalismo revolucionario que constituyeron los
encendidos y mesiánicamente cargados discursos en pro de la solidaridad universal de ese
nuevo cristo mártir que representó para los pueblos de América Latina el Che Guevara.

Es justamente por el carácter teóricamente incómodo y estratégicamente paralizante que tiene


para el discurso marxista oficial la constatación de esta nueva verdad ecosocial e histórico-
geológica (la humanidad como plaga), que aquel debe recurrir, para intentar como dijimos
“negociar” con esta última (es decir para poder meterla debajo de la alfombra), a una serie de
ejercicios ideológicos cuyo objetivo sería adaptar esta verdad planetaria incuestionable a sus
propias concepciones (industrial-productivistas) del desarrollo histórico y el cambio social. El
más frecuente y aparentemente “rentable” de estos ejercicios ideológicos es achacar la
responsabilidad del actual descalabro ecológico global al rol central que han tenido (de acuerdo
con esta posición de manera casi exclusiva) las elites burguesas y el modo de producción
capitalista en el mismo. No, no sería un problema de exceso de humanos en el planeta, nos dice
el argumento marxista tradicional, esto como si nuestra especie, como todas las especies
animales, no pudiera también rebasar la “capacidad de carga” de un determinado ecosistema,
en este caso del planeta completo. En realidad, la responsabilidad del actual descalabro
ecosistémico debería hallarse no en la existencia de un etéreo sistema industrial (entendido de
manera supuestamente “general” y “abstracta”), sino que, por el contrario, en los patrones
productivos asociados a un modo de producción específico (el capitalismo). Asimismo, se dice
aquí que la apelación a problemas tales como el consumismo o el papel medioambientalmente
destructivo de los modos de vida de la sociedad contemporánea sería, en último término,
irrelevante, lo anterior si se considera el hecho de que las actuales dinámicas de consumo
existentes a nivel internacional serían producto, en el fondo, de la imposición de los intereses
de un sector muy minoritario de la humanidad; esto es, el porcentaje de la población mundial
compuesto por las clases capitalistas que se apropian de las riquezas producidas por miles de
millones.

Estas posiciones o ejercicios ideológicos del pensamiento marxista tradicional para evitar
llamar las cosas por su nombre y aceptar la verdad incontrastable de nuestro rol destructivo y

125
De acuerdo a Miguel Fuentes, el tipo de evaluación crítica que realizaron Marx y Engels de las ideas de
Malthus, si bien correctas hacia mediados de siglo XIX, habrían perdido hoy una gran parte de su vigencia cuando
los efectos súper destructivos del modo de producción capitalista y el sistema industrial sobre las bases de
sustentación ecológica planetaria estarían dando paso, entre otras cosas, a una reproducción magnificada del tipo
de condiciones establecidas por aquel para el desarrollo de una “catástrofe demográfica”. Un ejemplo de lo
anterior sería la contradicción objetiva cada vez más acuciante existente entre las presentes tasas de crecimiento
demográfico humano y la imposibilidad estructural del impulso de un nueva “revolución verde” capaz de hacer
frente el escenario de derrumbe agrícola y productivo internacional que generará el calentamiento global.
Recordemos aquí, igualmente, que uno de los resultados a largo plazo de la referida “revolución verde” de décadas
pasadas ha sido, en concordancia con la teoría maltusiana original, un empobrecimiento cada vez más agudo de
las capacidades regenerativas de los suelos agrícolas. Para una revisión de las ideas de Thomas Malthus puede
consultarse su “Ensayo sobre el principio de población”, publicado en el año 1798.

77
parasitario como especie en el ecosistema terrestre presenta una serie de vicios e
inconsistencias teóricas. Una de estas es la adopción de, tal como discutimos anteriormente,
un punto de vista estrechamente mecánico y vulgar para evaluar el carácter sociohistórico y
ecosocial del sistema productivo y tecnológico moderno, aceptándose desde aquí una supuesta
“neutralidad” en el carácter y la naturaleza social de las tecnologías industriales, las cuales se
asume que, por lo tanto, podrían llegar a ser “reguladas”, “orientadas” y “administradas” en el
marco de un hipotético sistema socialista en un sentido coherente tanto con las necesidades
humanas como naturales. Como ya notamos previamente, esta posición adolece, en primer
lugar, del problema de no reconocer el tipo de asociación sociogenética existente entre el
sistema tecno-productivo industrial y la particular forma de relación humanidad-naturaleza de
la cual este sistema constituiría una de sus expresiones orgánicas principales, siendo a la vez
dicha relación consustancial (o inherente) a un tipo específico de “cosmovisión ecohistórica”
e ideología antropocéntrica. Desde aquí, tal como el sistema tecnológico y productivo estaría
inextricablemente ligado a un particular tipo de relación entre la humanidad y el
medioambiente, entonces también lo estaría a unos determinados modos de vida, patrones de
consumo, formas de conciencia social y concepciones ideológicas que, en tanto productos de
esa forma específica de relación humanidad-naturaleza, constituirían las “manifestaciones
estructurales” de un marco civilizatorio y ecohistórico mucho más amplio al del sistema
capitalista en el cual estas últimas habrían adquirido su fisonomía histórica plena: la
civilización moderno-industrial, siendo justamente los patrones de crecimiento demográfico
exponencial (desenfrenados) distintivos de las sociedades de masas actuales una de las
manifestaciones estructurales más importantes de aquella126.
126
Aunque históricamente moldeado por las condiciones de reproducción social del sistema capitalista, el “marco
civilizatorio” de la modernidad industrial y el desarrollo de algunas de sus manifestaciones principales en el
terreno de sus modos de vida, patrones de consumo, formas de conciencia social y concepciones ideológicas
características no deben entenderse como un mero símil de este último, sino que, en realidad, como parte integral
de un “horizonte civilizatorio” más amplio al propio capitalismo; es decir, que no puede ser reducido a un régimen
de relaciones de producción, formación social o estructura de clases único. Por el contrario, este marco
civilizatorio comprendería, a pesar como dijimos del hecho de que ha sido precisamente en el seno de la sociedad
burguesa en donde sus manifestaciones principales habrían alcanzado su fisonomía plena, a la totalidad de
sistemas sociales (capitalistas, socialistas o de cualquier otra índole) que, asociados a la base tecno-económica y
al estadio de evolución de las fuerzas productivas características de las economías industriales modernas, se han
desarrollado en la arena internacional desde mediados del siglo XVIII hasta la actualidad. Lo anterior en el
contexto de las diferentes etapas del nacimiento, consolidación y expansión global del sistema industrial
contemporáneo. Otra vía para defender la imposibilidad de reducir el marco civilizatorio de las sociedades
moderno-industriales y su particular tipo de relación humanidad-naturaleza a una de sus expresiones históricas
específicas (el sistema capitalista) sería estableciendo una analogía entre, por un lado, los rasgos estructurales que
serían comunes a las distintas modalidades de sociedades industriales existentes hasta hoy; por ejemplo, la
primacía en aquellas de una concepción tecno-productiva esencialmente utilitarista en el ámbito de la explotación
de los llamados “recursos naturales” y, por otro lado, todos aquellos rasgos económicos, sociales, políticos e
ideológicos compartidos por diversos Estados o civilizaciones pre-capitalistas que, poseyendo incluso modos de
producción y estructuras sociales disímiles (tanto o más disímiles que en el caso de los modos de producción
capitalistas o socialistas modernos), se habrían caracterizado por poseer una base tecno-económica relativamente
similar y, por lo tanto, una forma más o menos común de relación con el medio natural, esto tal como lo sucedido
en el ámbito de los llamados Estados agrarios o esclavistas. Un caso parecido, aunque referido más bien a la
existencia de sistemas sociopolíticos con naturalezas opuestas que a modos de producción diversos, puede
encontrarse en el de las sociedades espartana y ateniense de la Grecia Antigua que, a pesar de poseer características
en muchos sentidos antagónicas (tan antagónicas, otra vez, como en el caso de las sociedades capitalistas y
socialistas modernas), formaron parte de un mismo horizonte civilizatorio. Otro ejemplo similar es el representado
por todas aquellas civilizaciones y sociedades pre-hispánicas de los Andes que, a pesar de sus diferencias en
términos de escala y complejidad sociopolítica, compartieron un sustrato cultural común y fueron parte de un
mismo continuum histórico. Recuérdese aquí, igualmente, que incluso las bases económico-sociales del
capitalismo contemporáneo tampoco pueden ser reducidas exclusivamente a los cambios económico-tecnológicos
y sociopolíticos desarrollados a partir de los siglos XVIII y XIX, debiendo en cambio considerase en aquellas,
asimismo, las importantes transformaciones económicas, sociales, políticas e ideológicas que tuvieron lugar en

78
En tanto producto directo de la mayor capacidad de intervención ecosistémica que la adopción
de las nuevas fuentes de energía del periodo industrial (carbón, electricidad, petróleo, gas, etc.)
brindaron a nuestra especie, los patrones de crecimiento demográfico de las sociedades
contemporáneas constituirían así tanto un “reflejo” del mayor poder y autoconfianza que dichas
fuentes de energía (especialmente los combustibles fósiles) confirieron a la humanidad sobre
el medio natural (poder que nos habría permitido alterar de forma brusca y definitiva la
“correlación de fuerzas” entre nuestra especie y las demás formas de vida terrestre), así como
también un requerimiento básico, como veremos luego, para el funcionamiento del sistema
industrial en sí. Ahora bien, tal como en el caso de la discusión ya referida respecto a la analogía
que existiría entre la imposibilidad de reformar el Estado burgués para transformarlo en
socialista y la imposibilidad de “reformar” el sistema tecnológico y productivo industrial para
transformarlo en “ecosocialista”, entonces tampoco sería posible modificar o alterar el
contenido ecocida de algunas de las expresiones sociogenéticas principales de los diversos
“modelos de desarrollo” de este sistema tecno-productivo; por ejemplo, los ya mencionados
patrones de consumo, modos de vida, formas de conciencia social, concepciones ideológicas
y patrones biológico reproductivos característicos de las sociedades modernas, los cuales
serían así no sólo esenciales al mismo, sino que, además, irreformables. Esto último en tanto
los procesos económicos y dinámicas de desarrollo tecno-productivo y científico-tecnológico
que les sirven de sustento, asociados al tipo particular de relación humanidad-naturaleza que
es propia a la sociedad industrial y en el seno de la cual dichos procesos y dinámicas han
adquirido su “consistencia histórica”, no sean abolidos o, al menos, en gran medida suprimidos.

Lo anterior, en definitiva, sin importar ni las potenciales transformaciones (ecosocialmente


superficiales) acaecidas como resultado de un posible cambio en los regímenes de propiedad
de los medios de producción (capitalista o socialista), en los sistemas de gestión del proceso
económico (anarquía mercantil o planificación social), o bien en las formas sociales de
administración del trabajo y la infraestructura productiva (administración burguesa o control
obrero) que imperen en uno u otro modelo de sociedad industrial determinado, así como
tampoco, por las razones histórico-estructurales ya mencionadas, la eventual implementación
(más o menos vasta) de hipotéticos programas o planes educativos (estructuralmente
superfluos y por tanto históricamente ineficaces) destinados a promover en el seno de las
sociedades industriales (capitalistas o socialistas) el desarrollo de una mayor “conciencia
ecológica”. He incluso es posible que, luego de la potencial abolición o supresión de las
dinámicas económico-productivas y tecnológicas características a la civilización industrial,
algunos aspectos de los modos de vida asociados a esta última: por ejemplo, sus patrones
biológico-reproductivos distintivos, sigan manteniendo, al menos hasta que no se produzca un
derrumbe demográfico de envergadura, una gran parte de la inercia histórica del periodo
anterior (un problema que es claramente visible hoy en algunos países tales como China).
Digamos así que, aunque sin poder extendernos aquí en esta temática, la primacía estructural
socio-genética que posee la relación humanidad-naturaleza en la configuración de los sistemas
sociales y sus respectivos horizontes culturales (o civilizatorios) tendría así, en consecuencia,
una importancia incluso mayor al rol dado por la teoría marxista clásica a los modos de
producción en la configuración de las características principales y la fisonomía histórica de un
sistema social específico, siendo realmente el tipo de relaciones eco-históricas que un grupo
humano establece con su medio ambiente, inducido por las posibilidades que le brinda un
determinado set de tecnologías y conocimientos tecno-productivos, el sustrato ecosocial
básico de un período o época histórica, pudiendo de hecho modos productivos diversos o

Europa y otras regiones del mundo desde fines de la Edad Media y que hacen necesario, en consecuencia, la
inclusión del capitalismo moderno en el marco de un horizonte civilizatorio mucho más amplio no sólo al de la
sociedad burguesa, sino que, además, al de la propia Revolución industrial.

79
incluso antagónicos (por ejemplo, aquellos desarrollados en el seno de los Estados agrarios o
esclavistas de la Antigüedad) compartir un mismo sistema de reproducción eco-histórica127.

Naturaleza, sistemas de reproducción eco-histórica y modos de producción

En definitiva, el crecimiento demográfico en tanto requerimiento estructural de la expansión


del sistema industrial y el desarrollo de las fuerzas productivas y en tanto palanca fundamental
de tasas de consumo y explotación sin límites de los recursos planetarios. A la vez una de las
poleas principales de la maquinaria industrialista y a la vez (en tanto principio civilizatorio)
un fin en sí mismo de la civilización moderna, convertida esta última en una entidad auto-
replicante cuyo objetivo es multiplicar al infinito, a costa del planeta entero, tal como la avispa
planta sus larvas en la oruga para que la devoren desde dentro hasta destrozarla, todas y cada
una de las “maravillas” de su masiva existencia: desde la multiplicación en serie de las
“maravillas” del arte (mucho, muchísimo arte) hasta la multiplicación en serie de las
“maravillas” de las grandes ciudades (muchas, muchísimas ciudades), esto hasta que el propio
planeta (esa gran oruga azul del industrialismo dominante) reviente en pedazos. La
reproducción humana devenida así, como vemos, en uno de los nudos gordianos cardinales de
la civilización contemporánea en donde han adquirido su consistencia eco-socio-biológica

127
Un ejemplo evidente de esto puede verse en el caso de los modos de producción capitalista y socialista
modernos que, a pesar de su carácter histórico contrapuesto, han compartido hasta ahora, desde los primeros
experimentos socialistas contemporáneos tales como la Comuna de París hasta los actuales regímenes socialistas
sui-generis imperantes en algunos países tales como China, Corea del Norte o Cuba, los mismos sistemas
tecnológicos, los mismos aparatos productivos y ciertamente los mismos niveles de adicción a los combustibles
fósiles, habiendo sido así dichos sistemas tecnológicos, aparatos productivos y grados de dependencia de los
combustibles fósiles, en consecuencia, los verdaderos pilares sobre los cuales, desde hace más de dos siglos, tanto
la acumulación capitalista como la propia construcción del socialismo han sido posibles. Mal que mal, como
sabemos, si ha existido algo en lo que ciertos líderes políticos modernos tan disímiles como Lenin, Stalin,
Churchill, Roosevelt, Hitler o el Che han tenido pleno acuerdo ha sido en la necesidad y la importancia del carbón,
el petróleo, el gas natural y otras fuentes de energía altamente contaminantes tales como la energía nuclear (sin
duda tanto Lenin como Hitler hubieran sido profundos admiradores de aquella) en sus respectivos proyectos de
“dominación capitalista” o “liberación socialista” del mundo, constituyendo estos últimos, a fin de cuentas,
diversas modulaciones históricas de una “frecuencia civilizatoria” común: el industrialismo moderno. Revísense
aquí los comentarios realizados en la nota de pie de página anterior respecto a la posible existencia de “marcos u
horizontes civilizatorios” comunes asociados a modos de producción o sistemas sociopolíticos que, a pesar de ser
coetáneos históricamente, presentarían características disímiles o incluso antagónicas.

80
final los principios fundantes de todas las sociedades de masas modernas: el fetichismo
mercantil y el productivismo socialista. Estos últimos, al modo de esas larvas plantadas por
centenares por la avispa en la oruga, filtrándose desde el sanctum sanctorum de la economía
política moderna (es decir, la producción social en serie) a la esfera más fundamental y basal
de la ecología política (es decir, la reproducción biológica masiva), modificando desde allí (o
tal vez llevando hasta sus últimas consecuencias la marca distintiva de todas las grandes
civilizaciones hasta hoy) el propio rol ecosistémico invasivo de nuestra especie en el planeta y
sellando nuestra condición, ahora de manera definitiva, en tanto plaga planetaria. En otras
palabras, la constitución de la primera plaga bio-histórica global (a la vez biológica, histórica
y cultural en su naturaleza) de la historia geológica terrestre y la manifestación suprema de la
transformación (inducida por el modo de producción capitalista y el sistema industrial pero ya
con fuerza motriz propia) de la misma esencia bio-social de la especie humana, devenida a
partir de ahora en el plano de la reproducción, la alimentación y el uso de recursos planetarios,
como un reflejo en el ámbito de la ecología terrestre del carácter parasitario de los propios
patrones productivos del industrialismo ecocida, en una entidad ecosistémica degradada (con
facultades biológicas, intelectuales, sociales e históricas en proceso de degeneración) a medio
camino entre el Homo sapiens y un parásito128.

La sociedad industrial como invasor parasitario del planeta

128
El significado de este párrafo no constituye una exageración. Considérense aquí por un momento los efectos
perjudiciales que el cambio climático podría tener, tal como una serie de estudios científicos sugieren, sobre las
capacidades cognitivas de la humanidad en caso de producirse durante este siglo o los próximos una drástica
disminución de los niveles de oxígeno planetario, esto como resultado de un aumento exponencial de los niveles
de acidificación marina (inducida por los mayores volúmenes de gases de efecto invernadero en la atmósfera) y
su consecuente impacto negativo sobre las concentraciones de fitoplancton en los océanos, el cual constituye
como sabemos el principal productor de oxígeno terrestre. Puede decirse así, por lo tanto, que el avance de la
actual crisis ecológica global podría asociarse en el futuro no sólo a un potencial fenómeno de colapso climático
planetario, sino que, además, a un posible horizonte de literal involución genética y evolutiva de nuestra especie,
esto sin mencionarse el riesgo de extinción humana que conllevaría un escenario de este tipo. Puede revisarse aquí
la nota “Scientists report a surprising link between indoor carbon dioxide levels and cognitive function” (Chris
Mooney, The Washington Post). Para una perspectiva sintética en español sobre este problema, recomendamos
igualmente el ensayo de Miguel Fuentes “La crisis del oxígeno: La nueva amenaza del calentamiento global” (El
Desconcierto). Enlaces: (1) https://www.washingtonpost.com/news/energy-environment/wp/2015/10/27/why-
your-office-air-could-be-crimping-your-productivity; (2) https://www.eldesconcierto.cl/opinion/2016/05/28/la-
crisis-del-oxigeno-la-nueva-amenaza-del-calentamiento-global.html.

81
Todo esto en una especie de superación al infinito de todas aquellas alienaciones estructurales
fundantes que permitieron el desarrollo de los grandes Estados holocénicos (caracterizados en
mayor o menor medida por su vocación ecodisruptiva) y sus respectivas ideologías de dominio,
esto desde las mitologías del origen divino de los grandes faraones y emperadores del pasado
(desde los hijos de Ra y las encarnaciones de Júpiter en el viejo mundo hasta los herederos de
Inti en el nuevo) hasta las del papel socialmente santificado o bien del dinero y el capital
(verdaderos principios religiosos del capitalismo moderno), o bien de los “planes
quinquenales” y el tutelaje benefactor de los grandes patriarcas de las economías socialistas
planificadas. Todos ellos devenidos (el dinero, el capital, la economía socialista planificada y
los emperadores-patriarcas del socialismo industrial) en sumos pontífices de aquella nueva
cima ideológica de la autolegitimización (ecosistémicamente alienante) del dominio humano
sobre el mundo: los “derechos humanos universales”, ese altar postrero y monumental de la
vanidad antropocéntrica de nuestra especie en la cual cada uno de nosotros (mereciéndolo o
no) adquiere el título de un “monarca supra-natural” cuyos derechos individuales (sagrados,
inviolables, imprescriptibles e innatos) se anteponen y desplazan, bajo el ropaje de una de las
supuestas “conquistas” más transversales de la civilización contemporánea, a los de todas las
demás especies que conviven con nosotros en la Tierra.

Lo anterior como en una “inversión estructural” del último gran fetichismo del desarrollo
civilizatorio: el fetichismo de la mercancía, devenido en fetichismo y culto sagrado de la
humanidad en tanto humanidad misma; esto es, el punto culmine (final) del antropocentrismo
renancentista en el seno del cual el hombre moderno (siguiendo al extremo la misma pulsión
ideológica que lo llevó a renegar de Dios y a declararse el centro del universo) se ha
transformado en un narciso planetario que, al borde de su ruina y la de toda la vida en la Tierra,
ha sido atrapado, cautivado, obnubilado y cegado por su propio reflejo. Ese reflejo de una era
de destrucción global (la era de los “derechos humanos universales”) ante el cual dicho narciso
terrestre, paralizado ante su imagen y a la vez declamando a los cuatro vientos de la historia
pasada, presente y futura el derecho de cada una de sus encarnaciones contemporáneas (¡cada
una!) a erigirse en el divino representante de los logros de nuestra especie y del curso histórico
mismo, aseguró mediante sus acciones no sólo su propio suicidio evolutivo, sino que, además,
precipitar a toda la vida del planeta en ese abismo y salto al vacío llamado VI extinción masiva.

¿Qué? ¿Acaso no es obvio? ¿Acaso no es evidente que la vida de cualquiera de nosotros vale
más que la de cualquier especie animal al borde de la desaparición? ¡Claro que es evidente!
¡Claro que es obvio, increpa el marxista común, porque la concepción de los derechos humanos
universales, tal como los exponentes de la Ilustración y el marxismo clásico sugieren (desde
Rousseau y Voltaire hasta Marx… y Judith Butler) constituye una de las conquistas más
importantes y trascendentales de la sociedad humana desde sus orígenes! Esto como si las
sociedades y culturas pre-capitalistas; por ejemplo, las sociedades indígenas desconocedoras
de la obra de Rousseau, Voltaire, Marx y Judith Butler, no hubieran sabido seguramente nada
sobre derechos comunitarios, nada sobre igualdad social, nada sobre solidaridad comunal,
nada sobre los derechos de las mujeres, nada sobre diversidad sexual, nada sobre
responsabilidad social, nada sobre la dignidad de cada uno de sus miembros (y de paso sobre
la dignidad de todas aquellas especies naturales con las que compartían un mismo espacio) y
ciertamente nada sobre prácticas productivas armónicas con los ciclos naturales. Esto como si
todas las sociedades y culturas “pre-derechos humanos”, asumiendo quizás la estafa ideológica
más finamente orquestada de los últimos siglos: la ideología burguesa de los derechos
humanos universales, una estafa en la cual el propio Marx fue, en tanto “hegeliano invertido”
(y a pesar de “oler” la trampa) cautivado, no representarían más que, en realidad, un manojo
de culturas y sociedades (denominadas como pueblos sin historia) habitantes de una pre-

82
modernidad en tinieblas que habrían sido al fin “iluminadas” y “despertadas”, después de
milenios de “salvajismo”, por el hombre blanco europeo, su cultura moderno-industrial, sus
revoluciones sociales y sus filosofías ilustradas (liberales o socialistas) en torno a los derechos
humanos129.

Cultura industrial moderna, revoluciones sociales modernas y filosofías ilustradas modernas


cuya definición misma de lo “humano”, escindida e inevitablemente desconectada de los
fluidos ecosistémicos y la dialéctica de los procesos naturales, podría estar muy bien por atrás
(al menos es una discusión que dar) de las concepciones, principios filosóficos y mitologías de
autopercepción de nuestra especie y su ubicación en el cosmos que se encontraron y encuentran
en la base de algunas prácticas culturales (muy lejos de Rousseau, Voltaire, Marx y Judith
Butler, pero posiblemente más cerca de una verdadera conciencia ecosocial) tales como el
canibalismo ritual amazónico, los sacrificios humanos de los Andes pre-Hispánicos o las
ofrendas de sangre de los antiguos Aztecas130. Mal que mal, como sabemos, prácticas pre-
modernas, pre-ilustradas y de acuerdo a las concepciones modernas “pre-racionales” como
aquellas no son responsables y no se encuentran filosóficamente emparentadas (ni directa ni
indirectamente) no sólo con el actual cataclismo ecológico en ciernes que pesa sobre la
humanidad completa (en los hechos un producto práctico de la ilustración y la modernidad),
sino que, además, con otras de las manifestaciones del “progreso moderno” tales como los
bombardeos de napalm en Vietnam, los campos de concentración nazis, los bombardeos
nucleares en Hiroshima o Nagasaki o las propias guerras mundiales. En realidad, siendo
honestos, todo esto está más relacionado (directa o indirectamente) con Rousseau, Voltaire,
Marx o Judith Butler, entre otros exponentes del pensamiento moderno, que con cualquiera de
las cosmovisiones indígenas, campesinas o tradicionales pre-modernas y “pre-derechos
humanos” de la historia.

129
Pueden traerse aquí a colación la serie de afirmaciones realizadas por León Trotsky en donde aquel hace gala,
en sintonía con la actitud del propio Lenin y otros exponentes del marxismo clásico, de una perspectiva
etnocéntrica y urbano-industrialista recalcitrante al clasificar a las sociedades campesinas y rurales de los ex
territorios de la Rusia zarista no sólo bajo la designación (discutible) de “sociedades atrasadas”, sino que, además,
al equipararlas a espacios en donde imperarían supuestamente la “bestialidad”, la “suciedad”, la “inmundicia” y,
como si las liendres no alcanzarán tasas de dispersión mucho mayores en las grandes ciudades, los piojos. Trotsky
parece ciertamente olvidar en estas apreciaciones (algunas de las cuales pueden encontrarse en su obra
autobiográfica Mi Vida) los niveles de “bestialidad”, “suciedad” e “inmundicia” que imperaban por aquel entonces
en muchas de las barriadas obreras no sólo de la actual San Petersburgo o Moscú, sino que, a la vez, en otras
grandes ciudades europeas tales como París o Londres. En el caso de Marx, asimismo, son conocidas sus
posiciones, cargadas de una evidente tensión colonial-europeísta (que se mantuvo al modo de una pulsión teórica
subyacente en una gran parte de su obra), respecto a la “idoneidad” que tendría una conquista (y disciplinamiento
productivo) de los sectores populares mexicanos por parte de Estados Unidos con motivo de las guerras de
invasión de dicho país en contra de México durante el siglo XIX, así como también su original postura pro
colonialista en la llamada Guerra de los Boers. Otra muestra de esta tensión moderno-colonialista existente en la
obra de Marx en donde sus ideales de liberación social parecen quedar circunscritos, casi exclusivamente, a la
esfera del proletariado europeo y la sociedad burguesa (ubicada en una escala evolutiva supuestamente superior
a todo el resto de sociedades y culturas del planeta), puede encontrarse, entre otros lugares, en su evaluación
injustamente denigratoria de la figura del gran revolucionario independentista latinoamericano Simón Bolívar.
Otro ejemplo de lo mismo es, a tono con las tradiciones del más puro evolucionismo unilineal del siglo XIX, la
utilización que hicieron Marx y Engels del concepto de “pueblos sin historia” para referirse, en contraposición a
las sociedades “civilizadas”, al ámbito de algunas sociedades y culturas pre-estatales y/o pre-modernas.
130
Considérese aquí el contexto ritual-naturalista y el tipo de cosmovisión eco-histórica que se encontró en la base
de ciertos ritos propiciatorios tales como el de las ofrendas Inca de niños elegidos en las alturas sagradas de las
montañas andinas hace más de cinco siglos, o bien el mucho más reciente sacrificio humano mapuche llevado a
cabo en el contexto del terremoto de 1960 en el sur de Chile.

83
Llevada hasta sus últimas consecuencias ecosistémicas, la concepción moderna (burguesa
liberal) de los derechos humanos universales, en tanto cúspide ideológica de un tipo de visión
de mundo y comprensión del papel de la humanidad en el planeta y de su relación con las
demás especies vivas, no constituiría así más que la autoafirmación del derecho de nuestra
especie no sólo a poner al globo completo y sus “recursos naturales” ante nuestro entero
servicio, sino que también, por lo tanto, a nuestra reproducción biológica infinita. En otras
palabras, se concebiría a la Tierra en nada más que como un gigantesco anfiteatro en el cual la
humanidad estaría destinada a hacer valer ese verdadero derecho bíblico, heredado de las
civilizaciones pasadas, al poblamiento del mundo, esta vez al modo de un “derecho
democrático universal” digno de ser preservado y defendido. Esto último, a la manera de un
principio civilizatorio (poblar para prosperar) santificado por el conjunto de las sociedades
modernas y coherente con sus respectivas nociones de progreso, ya sea en pos de las voraces
lógicas de la acumulación capitalista y la avaricia mercantil desenfrenada, o bien en pos de la
satisfacción socialista (también desenfrenada) de las necesidades humanas presentes o futuras,
materiales o espirituales. Es decir, como dijimos, los derechos humanos universales modernos
en tanto justificación ideológica del derecho ecosistémico de nuestra especie a devenir en una
plaga planetaria, siendo así los modelos de sociedad capitalistas y socialistas modernos
(incluyéndose en estos últimos a los propios proyectos socialistas ecológicos o ecosocialistas)
diversas modalidades de una misma lógica ecocida. Dicho de otro modo, una manera de
comprender el papel del ser humano en el mundo diferenciada tan sólo en la forma a partir de
la cual estos modelos (capitalistas o socialistas) conciben el desarrollo social y la satisfacción
de la última y más sacrosanta de las necesidades del hombre moderno: la “felicidad humana”.

¡Lógicamente! Porque de lo que se trataría no sería solamente de poblar el mundo hasta que
éste reviente, sino que, en realidad, de hacerlo estallar de una forma tal que cada uno de los
exponentes de la especie conquistadora (ósea nosotros) sean antes, tal como en el caso de los
ejércitos de siglos pasados que eran frecuentemente premiados con el pillaje y saqueo de los
territorios conquistados, plenamente recompensados por sus servicios al dominio
antropocéntrico de la vida terrestre, esto mediante el acceso de cada individuo a las mayores
tajadas de satisfacción y felicidad individual que le sean posible, las cuales dicho sea de paso
serían con frecuencia arrebatadas por este individuo, en una especie de competencia frenética
por el “ser felices”, al individuo de al lado. ¿Pero como podría conquistarse, por lo tanto, este
santo grial de la “felicidad humana” en el marco de los diversos modelos de sociedad industrial
existentes hasta ahora? En un caso, como sabemos, mediante un sistema social en el cual el
afán de lucro y la competencia mercantil constituirían las palancas principales que permitirían
a esta plaga de langostas llamada raza humana acceder al principio sagrado de la “felicidad
plena” (una felicidad plena repleta de tarjetas de créditos, malls y comida chatarra). En el otro
caso, mediante ese otro modelo de sociedad (socialista) en la cual dichas langostas (en número
más o menos similar al del otro modelo) se abocarían, siguiendo el lema de “langostas del
mundo, uníos”, a alcanzar esa felicidad universal mediante los métodos de la economía
langosta planificada, la distribución equitativa de los productos del trabajo social langosta y
la construcción de lazos de solidaridad y hermandad internacional entre todas las langostas del
planeta. En uno u otro caso, sin embargo, el resultado de la conquista de este “planeta humano
feliz” (vía credit cards o planificación socialista) sería uno y el mismo: el estallido del mundo.
Literalmente, tal como la oruga es inoculada con larvas hasta ser despedazada, un planeta
entero (nuestro y de todas las demás especies que lo habitan y con las cuales compartimos una
misma y única historia evolutiva) como cargado simplemente con demasiada humanidad, con
demasiada historia, con demasiada cultura, tanta como para llevarlo hasta el punto de su
completo y definitivo destrozamiento.

84
El socialismo langosta

Pero el discurso marxista tradicional y su lógica moderno-antropocéntrica del socialismo-


langosta no se detiene y vuelve al punto, pretendidamente irrefutable, de que no se trataría de
un problema de la humanidad “en sí misma”, sino que de los ricos, los capitalistas, los que
mediante la imposición de sus egoístas intereses terminan protegiendo un modelo de sociedad
que hunde al planeta entero en el desastre. Digamos aquí que, técnicamente, la existencia de
clases dominantes (o su inexistencia) no debería necesariamente refutar, de manera per se, la
naturaleza de plaga que pueda o no tener la población humana en un momento determinado y
bajo condiciones ecosistémicas particulares. Digamos, asimismo, que incluso las sociedades
de insectos o animales que por uno u otro motivo han devenido en plagas ecológicas, pueden
también constituir sociedades ya sea igualitarias o jerárquicas, pudiendo de hecho estas últimas
desarrollar patrones de consumo desiguales que privilegien a determinados sectores y
perjudiquen a otros. Y digamos, adicionalmente, que a pesar de que una parte sustancial de la
humanidad estaría efectivamente exenta de una gran parte de la responsabilidad histórica de la
imposición del actual sistema industrial, en realidad no serían las responsabilidades de los
individuos o grupos sociales de una especie en particular lo que determinaría la posible
transformación de esta última en una plaga. En el caso de las plagas de langostas, por ejemplo,
cada langosta (tomada en tanto individuo) no haría más que, como sabemos, luchar por su
sobrevivencia y por intentar asegurar sus necesidades alimentarias y reproductivas básicas,
siendo en realidad el número de la especie, sociedad animal o “enjambre migratorio” específico
en el que habita dicha langosta lo que podría llegar a determinar la “responsabilidad
ecosistémica” de esta última (a nivel individual sólo algo mayor a un grillo) con respecto a un
ecosistema o área ecológica particular. Esto último, claro, si es que puede llegar a hablarse de
algo así con motivo de una sola y ciertamente agradable, si no es por su número, Locusta
migratoria.

En el caso de nuestra especie (como dijimos ya difícil de diferenciar de las langostas), es


correcto decir además que mientras las clases capitalistas se apropian de una gran parte de la
riqueza social producida a nivel global, un sector importante de la humanidad, como sabemos,
no tiene apenas para comer, no quedándole así a los trabajadores, los pobres, los hambrientos,
los parias y a la gran mayoría de la población mundial nada más que una fracción muy
minoritaria de lo que se apropian injustamente las clases burguesas. Esto es cierto, aunque

85
aquello tampoco eximiría a trabajadores, pobres, hambrientos, parias y a la mayoría de la
población mundial ni del hecho de formar parte (aunque en condiciones ciertamente
desiguales) de una misma plaga ecológica con los capitalistas y los miembros de las elites, así
como tampoco de la responsabilidad ecohistórica que, incluso los pobres, los hambrientos, los
parias y la mayoría de la población mundial tenemos (es decir, contándonos también a ti lector
y a mi escritor) en el actual desastre planetario. En otras palabras, sí, también los pobres, los
hambrientos, los parias y la mayor parte de la población mundial cargarían sobre sus hombros,
en tanto exponentes de la gran plaga humana del periodo fini-holocénico, con una cuota no
menor de la responsabilidad por el impacto destructivo de nuestra especie sobre los ecosistemas
terrestres. Esto último, dicho de la forma más cruda posible, por el simple hecho de existir
(como sabemos la existencia de ningún individuo es “gratis” en términos ecosistémicos) y sin
importar tampoco, en tanto miembros de una única plaga ecológica (es decir, todos nosotros),
la diversa posición social de un individuo o grupo de individuos determinado. Lo anterior,
valga otra vez lo poco sofisticado de la analogía, tal como la diversa posición social de la abeja
reina y las abejas obreras no le quitan a la una o a las otras su condición de miembros plenos
(aunque con funciones sociales diferenciadas) de un panal de abejas específico.

¡Mujeres u hombres! ¡Jóvenes o viejos! ¡Intelectuales agudos y perspicaces escritores de libros


inteligentes o referentes de la moda y la prensa rosa! ¡Genios matemáticos o traficantes de
droga! ¡Emprendedores tecnológicos de la colonización de Marte o adictos de la pornografía
más sucia y decadente! ¡Santos católicos o asesinos en serie! ¡Referentes feministas o jefes del
hampa! ¡Ricos o miserables! Todos siendo parte de la misma dialéctica destructora del mundo,
todos interpretando un papel en la misma función ecosocialmente suicida del industrialismo
dominante, todos cumpliendo un rol complementario y necesario en la exterminación de la
vida. ¿O acaso si ese millar de “súper ricos” parásitos de los que se componen las elites
mundiales prosperan no es porque existen en la base social de la pirámide del consumo
moderno esos otros miles de millones (también parásitos en términos ecosistémicos) que
alimentan los bolsillos de aquellos al adquirir, a precio módico, hasta el último fragmento de
cobre, acero o litio (¡hasta el más mínimo!) producido en los grandes yacimientos megamineros
alrededor del mundo? Esos yacimientos megamineros cuya producción es destinada, como el
producto de monstruosos tumores planetarios que hunden sus tentáculos cancerígenos en busca
de los tejidos profundos de la geología terrestre y las riquezas del inframundo, para alimentar
no sólo dichas grandes obras de infraestructura o armadas completas de aviones militares,
buques de guerra o tanques alojados en instalaciones secretas que ningún ciudadano común
llegará jamás a ver en sus vidas, sino que, además, cada uno de los innumerables “productos
basura” que inundan los hogares de cada familia alrededor del orbe. Esas mismas familias que
consumen hasta la última gota de diésel, el último vatio de electricidad y el último gramo de
carne enlatada producida por cada una de las mega-granjas, yacimientos petroleros o grandes
hidroeléctricas del hombre moderno, ese hombre voraz (blanco, negro, amarillo o rojizo) de
una modernidad insaciable que, al modo de un gran enjambre de insectos devoradores, alimenta
a esos grandes señores del capital al cual aluden casi exclusivamente los discursos marxistas
al referirse al problema de la crisis ecológica con cada fragmento, gota o gramo de recursos
planetarios extraídos de la madre naturaleza.

Fragmento, gota o gramo de fluidos naturales arrebatados del corazón sufriente de los
ecosistemas terrestres (las selvas, los bosques, los desiertos, las zonas polares, los océanos, los
lagos), disecados por la maquinaria industrialista y divorciados eternamente de los tejidos eco-
simbióticos de la dialéctica de la naturaleza, osificados para siempre en aquella mierda tecno-
fálica con la cual la burguesía y el proletariado moderno se masturban entre sí en la orgía
productivista en que se ha convertido la lucha de clases. Ese conflicto de clases del hombre

86
contemporáneo y sus mil proyectos “modernizadores” devenido en una bacanal de orgullos y
vanidades antropocéntricas encarnada en los “intereses sociales” de cada uno de los sujetos
sociales de esta modernidad-moderna-modernizadora que, apelando tanto a la estabilidad
ecocida del mercado o a la satisfacción de mil y un derechos sociales inalienables arrebatados
a las otras especies naturales, se dedican a lanzar entre sí a sus respectivos rostros (en la forma
de bienes manufacturados, salarios y entretenciones de masas) dicho semen negro (más oscuro
que el petróleo mismo) de una civilización decadente llamado plusvalía, esa materia de
consistencia putrefacta a la que ha ido a parar, como a un océano universal de ácido, una
cantidad cada vez más insondable de especies silenciadas, ecosistemas desechos y algunos de
los logros evolutivos más preciados de la vida en la Tierra. Esa plusvalía del mundo entero
(privatizada o socializada) en la cual, como en un hocico múltiple de engranajes industriales
y guillotinas evolutivas, han terminado atrapados los cantos de pájaros muertos, las gotas de
rocío de árboles arrasados, el aroma de flores perdidas y el murmullo de insectos extintos.

La plusvalía del mundo131

Pero claro, otra vez, el discurso marxista tradicional y su lógica moderno-antropocéntrica no


se detiene (en realidad no puede detenerse) y esgrime su último argumento, repitiendo en gran
medida los anteriores: que en todo caso cualquier semejanza que pudiera existir entre el
comportamiento socio-ecosistémico de la humanidad con el de una plaga ecológica sería el
producto, claman marxistas industrialistas y ecosocialistas por igual, de unas condiciones
históricas y sociales concretas que pueden ser, lejos de cualquier visión teleológica de la
historia, transformadas por medio de la praxis histórica, esto por ejemplo en pos del desarrollo
de una sociedad socialista ecológicamente sustentable, socialmente libre, con vocación
democrática y ante todo humana. Una sociedad socialista ecológica, libre, democrática y
humana en la cual cada individuo, ya reconectado con la pachamama mediante la vía exprés
de la planificación obrera y la gestión socialista de la economía, decidirá tener uno o ningún
131
Dibujo: Whippoorwill Hollow, tomado de la página de Nathan Shumate. Enlace:
https://www.pinterest.com/pin/501940320967959971/.

87
hijo (en vez de cuatro o cinco) o utilizar la bicicleta (al decir de Lowy o Riechmann) en
remplazo del coche, simplemente porque eso es lo que le dictará, en ese momento histórico,
ahora determinado por las nuevamente prístinas condiciones materiales de la sociedad
socialista de la era del “fin de la lucha de clases” y la “hermandad universal”, su social y
ecológicamente solidaria conciencia en tanto representante preclaro de la utopía socialista.
Esto último como haciendo realidad, luego de la noche oscura del capitalismo, el esperanzador
adagio gramsciano (escrito en medio de la derrota del socialismo italiano ante Mussolini) del
“pesimismo de la razón y el optimismo de la voluntad” y las ciertamente conmovedoras frases
de Trotsky pronunciadas en su lecho de muerte en torno a que “la vida es hermosa” y a que
deberán ser las próximas generaciones las que puedan librarla (Trotsky ciertamente jamás
imaginó los niveles de degeneración social y podredumbre neoliberal a los cuales caerían
dichas generaciones), por fin, de todo mal y opresión (amén).

Hay que reconocer, con todo, que esta línea argumentativa no carece del todo de justeza,
constituyendo en realidad una aplicación de un viejo principio filosófico materialista al ámbito
del proceso histórico; es decir, basada en el axioma filosófico marxista ya referido (que
compartimos plenamente) en torno a la determinación de la conciencia por las condiciones
materiales del ser. Sin embargo, el error del racionamiento anterior es que, precisamente, las
condiciones materiales del proceso histórico hoy (determinadas por el horizonte de un
cataclismo climático y ecosocial inevitable) son ya radicalmente distintas a las vigentes hasta
hace tres, cinco o siete décadas, momento durante el cual, cuando los niveles de dióxido de
carbono en la atmósfera o el calentamiento global no habían todavía superado las barreras
catastróficas que han rebasado en el presente y más allá de las cuales los equilibrios climáticos
planetarios estallan literalmente en pedazos (la actual pandemia de covid-19 es solamente un
ejemplo de la ruptura de estos equilibrios), hubiera sido dable pensar (¿quizás?) en la
posibilidad de una refundación socialista (eco-amigable) de la civilización industrial132. Sin
duda, las condiciones materiales del ser social siguen determinando, incluso hoy en la época
de la “revolución digital” y las “fake news” (esto nadie lo niega), las formas de conciencia y el
destino histórico de los sujetos sociales y el proceso sociopolítico. El verdadero problema es,
empero, no uno de orden epistemológico, sino que uno con un perfil mucho más material,
consistente y corpóreo que el tipo de elucubraciones traídas a colación a menudo por marxistas
industrialistas o ecosocialistas para afirmar que, en realidad, la pronta hecatombe ecológica
planetaria sería todavía “evitable” o, al menos, “administrable” 133; esto es, que las condiciones
materiales que sirven hoy de “plataforma socio-ecológica” para el desarrollo histórico (las
mismas que se hallan en la base de la actual dinámica de reproducción humana desenfrenada)
se parecen más bien al de aquellas brasas ardientes sobre las que caminan algunos creyentes
para afirmar sus creencias religiosas que a las imaginadas frecuentemente por los “estrategas
marxistas” contemporáneos para pensar, en el contexto del ya mencionado cataclismo
ecológico inminente (cataclismo que dichos “estrategas” no ven o se empeñan en ocultar), en
los problemas de la “transición socialista”.

Dicho de otro modo, utilizando una analogía más cercana al mundo moderno, el tipo de
condiciones materiales de existencia (reales) que estarían comenzando a determinar el curso

132
Revísese aquí el ya citado libro de Mark Lynas Six degrees (2007, Harper Perennial), el cual como dijimos
constituye uno de los trabajos de divulgación científica más completos hasta la fecha con relación a los efectos
que podría tener durante las próximas décadas un calentamiento global entre 1 y 6 grados centígrados por encima
de la línea de base del siglo XIX.
133
Para un contrapunto polémico en torno a la idea de la inevitabilidad de una crisis ecológica catastrófica y un
posible fenómeno de colapso civilizatorio inminente entre posiciones ecosocialistas y colapsistas, véase el referido
debate “Ecosocialismo versus Marxismo Colapsista” entre Michael Lowy, Miguel Fuentes y Antonio Turiel.

88
actual de la dinámica histórica (quitando así al proyecto socialista moderno una gran parte de
su propia sustentación sociohistórica), condiciones materiales en las cuales el ritmo ecocida
de reproducción humana y nuestro comportamiento ecosistémico no diferente al de las plagas
de langostas jugarían un rol clave, serían las mismas que las que determinan los niveles de
pánico (llamémosle aquí “niveles de conciencia”) y el curso de caída (entendido aquí como
“curso histórico”) de un avión en llamas que se precipita, condicionado en su movimiento en
picada por todo el poder de las leyes de la determinación material establecidas a lo largo de
más de dos milenios de desarrollo filosófico materialista, hacia el abismo. Es decir, las
precauciones del filósofo marxista materialista en torno a un “apresuramiento epistémico”
indebido al momento de aplicar algunas clasificaciones al parecer tan “esquemáticas”,
“teleológicas” o carentes de “sofisticación hegeliana” (o gramsciana) como las de “plaga
humana” o “colapso ecosocial inevitable” llegan, lamentablemente, tarde en su evaluación del
carácter de las condiciones objetivas en las cuales está comenzando a tener lugar el proceso
histórico; esto es, las condiciones de un apocalipsis ecológico planetario ante el cual toda la
filosofía occidental y las ciencias sociales modernas (desde Descartes y Durkheim hasta Marx
y Feyerabend) carecen simplemente de antecedentes, siendo necesario, en realidad, tomar
prestadas algunas nociones o bien del terreno de las ciencias geológicas (conocedoras de la
magnitud y la intensidad de los procesos de extinción masiva del pasado terrestre), o bien del
cuerpo doctrinario de las religiones y los mitos antiguos plagados de interpretaciones (muchas
de aquellas perfectamente aplicables a nuestra situación actual) sobre el “fin de los tiempos”.

Las condiciones objetivas del proceso histórico contemporáneo134

Desde aquí, no importaría ya mucho si la humanidad adquirió su condición de plaga ecológica


ya sea como resultado del desarrollo del modo de producción capitalista, de una condición
innata de nuestra especie o bien como una consecuencia inmanente del devenir de ese
constructo histórico llamado civilización, esto porque nuestra condición (adquirida o no) de
plaga invasora del mundo habría tomado ya una fuerza motriz propia e independiente, en
realidad, de cualquier hipotético cambio tardío (a destiempo) en el modo de producción, la
infraestructura tecno-científica o los sistemas de reproducción social de las sociedades
contemporáneas, esto al menos hasta el momento en que la humanidad o bien desaparezca del

134
Imagen: Getty Images.

89
todo de la faz de este planeta, o al menos hasta que una gran parte de la misma inevitablemente
perezca (con o sin revolución mundial, con o sin abolición de la propiedad privada capitalista,
con o sin economía socialista planificada) como resultado de los propios procesos geológicos
destructivos que ella misma ha desencadenado y que han logrado hacer patente ante el tribunal
de la naturaleza, la verdadera y única regente del proceso histórico, la necesidad de una
implacable y drástica “corrección evolutiva”: la extinción masiva.

La humanidad en tanto plaga, destruyéndolo todo, comiéndolo todo, descomponiéndolo todo,


como un enjambre de moscas arremolinadas alrededor de esas fecas moderno-tecnológicas del
automóvil y el avión contemporáneos, convirtiendo literalmente cada espacio del planeta
(desde las fosas abisales de los océanos hasta las órbitas de los satélites) en un basural
gigantesco, todo al son del barullo ensordecedor de los campeonatos deportivos, los conciertos
de música rock y los eventos políticos transformados en instancias de autoafirmación social y
retroalimentación ideológica en las cuales, en espacios repletos cargados del vaho pútrido del
sudor y el aliento de unas masas devenidas en hordas descerebradas en los albores de su propia
“zombificación”, el hombre y la mujer moderna, las y los empresarios, las y los trabajadores,
ellos, ellas, elles, tú y yo, tú madre, tú padre, tú hijo, tú hermana, tú abuelo, tú amiga, tú esposo,
tú amante, tú camarada, tú compañere, los partidos de izquierda o derecha, los políticos
conservadores o progresistas, los miembros del Opus dei o de algún grupo anarquista, nos
sentimos con la legitimidad de reafirmar nuestro derecho al dominio absoluto del mundo.

Es en este contexto de descomposición ecosistémica terminal, derrumbe inminente de los


sostenes ecológicos planetarios y de una intensificación cada vez mayor del papel ecocida de
la plaga humana en el cual hace irrupción la epidemia de covid-19. La pregunta que se hacen
algunos es, sin embargo, quién es realmente el virus: ¿el patógeno causante de esta enfermedad
conocido como SARS-Cov-2 o nosotros? Y la respuesta a esta pregunta que se dan muchos
alrededor del mundo debería, al menos, preocuparnos. Ahora bien, existen quienes no se hacen
preguntas porque tienen todas las respuestas y conocen ya todas las fórmulas del desarrollo
histórico y, más aún, de lo que es bueno o no afirmar, decir o pensar con respecto a la actual
crisis pandémica. Ellos no se hacen preguntas porque en el fondo no las necesitan y cuando
realmente las hacen es porque saben de antemano (o creen saber) las respuestas. Entre este
grupo de sabios figuran, como es de suponer, los representantes de las corrientes marxistas
tradicionales que, en sus distintas ramales (desde el industrialismo productivista hasta la
ecología marxista y el ecosocialismo), golpeados por la magnitud sin precedentes de la crisis
pandémica en tanto expresión “actualizada” de la crisis ecológica, han decidido dar la espalda
a los grandes cuestionamientos filosóficos, teóricos, sociales, políticos y valóricos que ha
puesto sobre el tapete el ciclo pandémico y rehusado tomar el desafío del “asalto
epistemológico” de un virus que, precipitándose a nuestras caras como un felino furibundo,
amenaza con poner en retirada al propio pensamiento y ethos moderno y cuestionar desde allí
cada una de nuestras verdades. ¡Cada una de nuestras certezas, cada una de nuestras creencias
llevadas ante el tribunal de la última Inquisición de nuestro devenir civilizatorio: la naturaleza
misma! ¡Cada una de nuestras teorías en torno a quienes somos y nuestro lugar en la Tierra y
el cosmos a punto de ser juzgadas, incineradas y expiadas en la gran hoguera de la VI extinción
masiva!

En realidad, asustados ante los alcances del “incendio teórico”, los representantes de dichas
corrientes marxistas tradicionales han decidido dar por terminada una discusión que ni siquiera
empezó y contentarse con repetir, repetir y repetir sus habituales consignas políticas y
perspectivas teóricas, esta vez al modo de refritos intelectuales recalentados en un sartén de
discusiones lleno hasta el borde del “aceite interpretativo” más usado posible. Son

90
precisamente estos refritos intelectuales y verdaderas sopaipillas pasadas de la discusión
marxista respecto a la pandemia, sabrosas en tanto la receta teórica es ya antigua y probada
pero demasiado vulgares para los paladares en busca de una necesaria (aunque todavía muy
limitada) renovación teórica, los que pasamos a “digerir” en la parte final de este documento.

5. Las caducas operaciones ideológicas del análisis marxista clásico ante la crisis mundial
del covid-19 y una propuesta alternativa desde el marxismo colapsista

Pasamos ahora a discutir en la sección final de este documento algunas de las operaciones
ideológicas que se encontrarían en la base de varias de las definiciones, análisis e
interpretaciones centrales realizadas por el marxismo tradicional en sus distintas variantes
industrialistas o ecológico-ecosocialistas con respecto al carácter y posibles trayectorias
históricas de la actual pandemia de covid-19. Entregaremos por último algunos elementos para
una propuesta de análisis alternativa del ciclo pandémico basada tanto en las definiciones ya
referidas de nuestra caracterización ecosocial del mismo135, así como también en una serie de
discusiones e hipótesis exploratorias con respecto a la naturaleza ecohistórica de la crisis
ecosistémica planetaria de la cual la presente pandemia sería, como dijimos, en tanto una de
las más acabadas expresiones contemporáneas de la ya mencionada “transición antropocénica”,
uno de sus productos hasta hoy más claros.

5.1. Interludio narrativo final. En torno a los objetivos de esta sección, la izquierda
latinoamericana y una breve disquisición en torno a la muerte (otra vez anunciada) del
marxismo

Uno de los objetivos de esta sección es destacar la necesidad, asumiendo la urgencia de una
nueva síntesis teórico-política del marxismo tradicional a la altura de los desafíos de una nueva
fase geológica-histórica (la VI extinción masiva), de un puente interpretativo entre este último
(es decir, entre la teoría de la revolución social y el comunismo más acabada del periodo
moderno), la teoría de la catástrofe ecológica (enfocada en los problemas de un derrumbe
ecosistémico planetario inminente) y la teoría del colapso (preocupada del estudio de las
dinámicas de un posible derrumbe civilizatorio próximo). Esto es, comprendiéndose la
integración orgánica de los problemas del cambio climático y el colapso ecosocial al cuerpo
teórico marxista como una necesidad teórico-programática de primer orden, lo anterior de cara
al tipo de “emergencia estratégica” que, como señalamos al comienzo de este documento,
implicarían los problemas asociados al horizonte de la actual transición antropocénica, la cual
habría comenzado ya a modelar al propio curso histórico. En otras palabras, asumiéndose la
necesidad de una “reformulación epocal” de todo el acervo teórico-programático y estratégico
marxista desde su creación hasta hoy136.

Lo anterior, sin embargo, sin dejar de lado (aunque por ahora más bien al modo de un mero
recordatorio de su importancia histórica) los aportes intelectuales tanto del resto de teorías
revolucionarias contemporáneas (por ejemplo, aquellas de los ámbitos del anarquismo o las
distintas tendencias del eco-radicalismo y el extremismo anti-civilizatorio), así como también

135
Ver más arriba la sección “Caracterización ecosocial de la crisis pandémica. La pandemia como “fallo
orgánico” de la civilización moderna (síntesis interpretativa)”.
136
Para una discusión inicial de estos problemas desde un punto de marxista-colapsista, revísense los ya referidos
materiales de Miguel Fuentes “¡La Revolución Socialista ante el abismo! (Ante la Huelga General Internacional
contra el Cambio Climático)” (2015-2019) y “Crisis ecológica, Colapso civilizatorio y Crisis Terminal del
Marxismo Clásico” (2017-2018), disponibles en la plataforma Scribd:
https://www.scribd.com/user/91514165/MF2017.

91
de las diversas cosmovisiones, perspectivas ecohistóricas u horizontes políticos pre-modernos
de transformación social (la mayoría de las veces insertos en concepciones místico-religiosas
del devenir histórico) desarrollados en el seno de todos los movimientos de resistencia social
del pasado137. Es decir, todos aquellos idearios y “escuelas teórico-prácticas” de la lucha de
clases que, de naturaleza moderna o no, contemporáneas o no, adscritas a las tradiciones del
llamado “socialismo científico” o no, pudieran guardar hoy alguna utilidad para nuestra
preparación ante ese verdadero “terremoto de épocas” que parece preanunciar, bajo los fulgores
artificialmente resplandecientes y pretendidamente “eternos” del industrialismo moderno, la
actual pandemia de covid-19138. Esto desde el momento mismo del nacimiento (documentado)
de la lucha de clases (y más atrás) con el desarrollo hace más de tres mil años de la primera
huelga de artesanos de la historia en el Valle de los Reyes del Antiguo Egipto en contra de los
representantes del Faraón y los sumos sacerdotes de Ra hasta los recientes estallidos sociales
de Chile o Colombia (y más allá) en contra de esos nuevos sátrapas y sumos pontífices de la
religión dinero que imperan en cada una de las democracias capitalistas degeneradas del
presente.

Todas y cada una de las tradiciones revolucionarias de la historia (¡porque las necesitaremos a
todas!), muertas o vivas, derrotadas o victoriosas, olvidadas o recordadas, puestas al servicio
de pensar (o incluso, si no somos capaces de aquello, de tan sólo intuir) ese momento de
clausura final de la historia de la lucha de clases de las civilizaciones holocénicas que parece
alzarse ante nosotros. Ese momento histórico que, con toda seguridad (¡esa es la energía
destructiva que vienen acumulando las contradicciones históricas del presente!), será capaz de
concentrar, en un sólo instante, el poder condensado de todos los dramas shakesperianos y
tragedias clásicas alguna vez escritas, la intensidad de todos los preceptos y profecías religiosas
alguna vez veneradas, el fuego de toda la literatura y el arte alguna vez reverenciado y del cual
tú, lector, serás muy probablemente testigo. ¡Tú! El producto más degenerado del desarrollo
civilizatorio, tú hijo e hija de una edad putrefacta cuyo ritmo profundo es hoy determinado por
las redes sociales y los comentarios de Twitter, tú cuya vida transcurre alrededor de Facebook
y Tiktok, tú cuyo único aporte a la humanidad ha sido la elaboración de “memes”, tú lo peor
de la historia que habitas un mundo construido por gigantes.

¡Tú! Tú el eunuco que te das el lujo de dormir en esos habitáculos palaciegos (construidos en
blocs de departamento en serie) en donde disfrutas de tecnologías y placeres que ni siquiera los
grandes Césares o señores Inca pensaron alguna vez posibles, y que tendrás el privilegio de
presenciar el estallido de épocas históricas (y geológicas) más importante de los ocurridos hasta
hoy… desde el origen mismo del Homo sapiens. Tú, lo peor del desarrollo social desde los
tiempos de aquellas bandas de cazadores que dominaron por primera vez el fuego, y que estás
siendo colocado, frente a frente, no sólo ante el fin de la historia misma, sino que ante la
presencia de todas las generaciones (pasadas, presentes y futuras) de nuestra especie que,
silenciosas y estáticas, tienen puestas en ti sus miradas inquisidoras como preguntándote si

137
Algunos ejemplos de estas tradiciones revolucionarias y de resistencia social pre-modernas, pre-industriales
o pre-proletarias pueden encontrarse, entre otras, desde los movimientos comunistas cristianos de inspiración
mesiánica de la Edad Media y las rebeliones indígenas anti-coloniales de los siglos pasados; por ejemplo, la
rebelión andina acaudillada por Túpac Amaru II entre 1780 y 1782 o el levantamiento Rapanui de 1917 liderado
por la líder espiritual María Angata en contra de la presencia colonial europeo-chilena en Isla de Pascua, hasta las
primeras ideologías revolucionarias de la burguesía liberal (templadas al calor de las guillotinas y los asaltos
populares anti-nobiliarios) y los proyectos de ingeniería social (verdaderos laboratorios prácticos de las
experiencias socialistas de la modernidad) del llamado socialismo utópico de los siglos XVIII y XIX.
138
Revísese aquí el ya referido documento de Miguel Fuentes “¡La Revolución Socialista ante el abismo! (Ante
la Huelga General Internacional contra el Cambio Climático)”.

92
llegarás a ser capaz (¡oh, insecto!) de cargar con la responsabilidad de la sobrevivencia. ¡La
lucha por la sobrevivencia! ¡La lucha por la especie! ¡La lucha por la civilización! Esas
generaciones monumentales que como mil columnas pétreas te observan desde las plataformas
del tiempo y que, ante el desastre que hemos generado en el planeta y el precio que han debido
pagar por ello las demás especies de la Tierra, no pueden más que preguntarse si esa
sobrevivencia es, después de todo, legítima.

El hombre moderno ante el cierre de la lucha de clases holocénica

Pero volvamos al punto (los objetivos de esta sección) y aclaremos que, aunque teniendo como
perspectiva esta “reformulación epocal” de la teoría revolucionaria contemporánea, nuestro
debate con las interpretaciones del ciclo pandémico en el terreno de las corrientes marxistas
(una discusión que, a nuestro juicio, podría entregar luces en torno a algunas de las
problemáticas que deberían ser parte de dicha reformulación epocal), no consistiría en una
polémica con la totalidad de estas interpretaciones, lo cual en primera instancia requeriría un
tratamiento que no es posible llevar a cabo en los marcos de este documento. Ahora bien, lejos
de responder esto último a una mera cuestión de limitaciones formales, aquello tendría que ver
en el fondo con que una revisión como esta nos desviaría de nuestro foco discursivo central; es
decir, discutir los elementos teórico-interpretativos generales de la tradición marxista
(compartidos por el industrialismo marxista y el ecosocialismo por igual) que indicarían la
presencia de una cosmovisión ecosocial y una perspectiva de la dialéctica histórica no sólo
ajena al horizonte objetivo de un cambio climático catastrófico y un posible colapso
civilizatorio cercano (los que como recalcamos habrían pasado ya a constituir tendencias
objetivas epocales con una fuerza creciente sobre el proceso social), sino que, además, cada
vez más reñida con el propio conocimiento científico contemporáneo.

Concedamos aquí que nuestro debate con las lecturas realizadas en torno a la pandemia por las
corrientes marxistas oficiales, debate que intentaría hacer hincapié en los vacíos teóricos, vicios
interpretativos, errores científico-factuales y operaciones tautológicas que a nuestro juicio las
caracterizan, no negaría el hecho de que sea posible encontrar en las mismas (especialmente
en el caso de los estudios ecológicos marxistas y el ecosocialismo) importantes contribuciones
en la discusión del reciente fenómeno pandémico139, esto tal como queda demostrado en
139
Pueden consultarse aquí los artículos ya citados en otro de los materiales de esta publicación “Coronavirus,
deuda y recesión” (disponible en el portal digital de Sin Permiso) y “COVID-19: The monster is finally at the

93
algunas de las publicaciones de ciertos intelectuales marxistas tales como Michael Roberts,
Mike David o Andreas Malm en torno a este último. Digamos así, por lo tanto, que el objetivo
de esta discusión (asumimos que puede ser una decisión tal vez “interesada”) no es, por el
momento, debatir con lo “mejor” que ha dado el terreno de los estudios marxistas tradicionales
ante esta temática. Es sabido, por lo demás, que a veces lo mejor de una tradición teórica no
tiene porque ser representativo del verdadero “estado de salud” de la misma en un momento
determinado, aquello tal como las obras tardías posiblemente excepcionales de un genio
artístico, por ejemplo, tampoco negarían el hecho ni de que dicho artista (pensemos en uno
especialmente afortunado que haya logrado superar, digamos, los cien años) sea ya incapaz de
valerse por sí mismo, o bien de que su muerte sea, en consecuencia, inevitablemente cercana.

Es precisamente para dar cuenta del estado real de la discusión marxista alrededor del problema
ecológico que hemos decidido remitir nuestro debate, en el terreno de la “crisis pandémica”
ligada a este último, al ámbito de aquellas corrientes políticas que ofrecerían un cierto
equilibrio entre elaboración teórica e intervención militante, esto por ejemplo en los casos del
trotskismo argentino y, en alguna medida, el autonomismo chileno. Téngase aquí en
consideración que nuestra elección por estas corrientes (localizadas en dos países
latinoamericanos) tendría que ver tanto con la razón obvia del origen chileno del autor de este
documento, así como también porque la izquierda latinoamericana, más cercana en cierto
sentido no sólo a las realidades de la crisis ecológica, sino que, además, a los efectos de las
derrotas de los pasados ascensos revolucionarios de las décadas de 1960 y 1970 (derrotas que
en América Latina significaron el establecimiento de dictaduras sangrientas y la imposición a
sangre y fuego de feroces regímenes neoliberales), constituiría a nuestro juicio una mejor
“plataforma” de observación desde donde evaluar la vitalidad de la teoría marxista
contemporánea para comprender y dar cuenta, en términos tanto teóricos como político-
prácticos, del desarrollo de “coyunturas colapsistas” iniciales tales como la representada por la
presente pandemia, la cual como dijimos constituiría el producto inicial de un proceso de
derrumbe ecológico-civilizatorio mayor140.

door” (disponible en el sitio web de Links: International Journal of Socialist Renewal). En el caso de Andreas
Malm, destaca su reciente libro Corona, Climate, Chronic Emergency. War Communism in the Twenty-First
Century. En el caso de esta publicación, es interesante hacer notar el tipo de acercamiento teórico-interpretativo
existente entre las posiciones de Malm (por ejemplo, en el caso de sus ideas en torno a la necesidad de un
“leninismo ecológico” y la importancia que tendría la política del “comunismo de guerra” implementada por el
partido bolchevique durante los primeros años del Estado soviético para pensar hoy un programa revolucionario
a la altura de los desafíos de la crisis ecológica) y algunas de las reflexiones que ha venido desarrollando el autor
de este documento desde el año 2015. Revísese aquí, por ejemplo, el contenido de la serie de presentaciones
realizadas por Miguel Fuentes durante los años 2015 y 2016 tituladas “Cambio climático, colapso civilizatorio y
marxismo” (el enlace de esta presentación se encuentra disponible en una de las notas de pie de página anteriores
de este documento).
140
En el caso del trotskismo argentino, nuestra discusión abarcará centralmente a algunos de los partidos que
conforman hoy el Frente de Izquierda y los Trabajadores (FIT) cuyas raíces históricas (salvo en el caso del Partido
Obrero) se retrotraen al nacimiento del llamado Movimiento al Socialismo (MAS) de la década de 1980 dirigido
por Nahuel Moreno. Como es sabido, el MAS argentino llegó a constituir uno de los partidos de masas más
importantes de la historia del movimiento trotskista a nivel internacional, habiendo esto conferido a los actuales
partidos de izquierda trotskista de Argentina una importante base de sustentación teórica-práctica y de fuerzas
militantes para el presente. Una de las características de los partidos del FIT sería, entre otras cosas, levantar un
programa político que, a pesar del perfil semi-socialdemócrata que han adquirido algunos de sus referentes, se
reivindicaría como parte de las tradiciones teórico-políticas de la IV Internacional fundada por León Trotsky y
del acervo programático tanto de los primeros congresos de la III Internacional, así como también de las
elaboraciones político-programáticas iniciales de Marx y Engels durante el siglo XIX. Esto último tanto en
aquellos sectores del FIT caracterizados por un perfil obrero y popular más marcado tales como en los casos del
Partido Obrero (PO), Izquierda Socialista (IS) y el Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST), así como
también en el de su ala más decididamente electoral-institucionalista representada por el Partido de los

94
A diferencia de otras regiones tales como Europa occidental en donde la influencia política del
marxismo revolucionario sería, salvo algunos casos aislados tales como en Francia o España,
prácticamente inexistente (produciéndose allí por lo tanto una especie de “enclaustramiento
académico” de la producción teórica marxista), o bien como Europa del Este (en donde la
izquierda marxista habría prácticamente desaparecido) o Medio oriente (en donde la “vitalidad
histórica” de los otrora fuertes partidos de izquierda habría sido literalmente expropiada por
las corrientes islámicas y los partidos nacionalistas burgueses), América Latina otorgaría, por
el contrario, la oportunidad de analizar el comportamiento de una izquierda marxista cuyas
capacidades para constituirse en un actor político regional relevante no estarían todavía del
todo perdidas. Sin considerar la existencia del Estado cubano (cuyo comportamiento obedece
hoy a factores de una índole más bien geopolítica que no pueden ser analizados aquí),
Latinoamérica ofrecería, especialmente en casos como los de Argentina, Bolivia, Venezuela y
en el último tiempo de alguna manera los de Chile, Perú o Colombia, lo que pensamos
constituiría, en los hechos, una especie de gigantesco “museo continental” de las dinámicas de
la lucha de clases del siglo pasado y, por lo tanto, un escenario más favorable en donde medir
las capacidades reales que tendrían hoy los proyectos políticos marxistas y el marxismo en
tanto teoría y práctica histórica para dar cuenta (tanto en Latinoamérica como en el resto del
mundo) del desafío ecohistórico que implicarían la crisis ecológica y el peligro de un colapso
civilizatorio cercano. En otras palabras, comprendemos a América Latina, una región que como
señalamos ha sufrido no sólo los desastrosos efectos de las derrotas del siglo XX y de la
temprana imposición (particularmente brutal) del neoliberalismo, sino que, además, el impacto
de procesos de derrumbe ecosocial inicial tales como los vistos recientemente en Venezuela o
Centro América, como una posible “vitrina epocal” (no existente en otras partes del planeta)
de los márgenes de praxis histórica que tendría todavía la izquierda marxista a nivel
internacional ante un horizonte de colapso ecosistémico y civilizatorio generalizado.

Trabajadores Socialistas (PTS). El FIT argentino constituiría así, en cierto sentido, uno de los últimos bastiones
internacionales, todavía con vida y con un nivel de influencia política relevante en el terreno nacional, de la
tradición marxista revolucionaria fundada en Europa hace más de un siglo y medio (basta en realidad dar una
mirada al resto de las tradiciones de izquierda de la región para confirmar esto último). En el caso del
Autonomismo chileno, por el contrario, lo que tendríamos sería una especie de gemelo opuesto del trotskismo
argentino, consistiendo aquel, más que en una organización o partido político en particular, en una especie de
masa teórico-política más bien amorfa caracterizada tanto por una composición social con altos grados de
elitización (uno de sus principales referentes actuales es, por ejemplo, el abogado Sebastián Aylwin, proveniente
de una de las familias de alcurnia más importantes de la Democracia Cristiana chilena), así como también por un
programa político ya casi indistinguible al de algunos partidos burgueses chilenos de centro-izquierda tales como
el PPD o el PS. El caso del autonomismo chileno contemporáneo, hoy prácticamente en desintegración y diluido
en el seno de algunas organizaciones tales como COMUNES o Convergencia Social (ambas integrantes de la
actual plataforma neoconcertacionista chilena del Frente Amplio), es con todo interesante, entre otros motivos,
por su supuesta vocación por una “renovación” (nunca materializada) del pensamiento y la práctica política de la
izquierda chilena en clave pretendidamente “gramsciana”. Entre algunos de los referentes intelectuales del
autonomismo chileno destacan, tal como ya mencionamos, Carlos Ruíz, Sebastián Aylwin, Giorgio Boccardo y
Víctor Orellana, estos últimos miembros del think tank socioliberal de Fundación Nodo XXI, así como también
el historiador socialdemócrata y opinólogo de las redes sociales cercano al Partido Socialista Luis Thielemann.
Digamos así, en resumidas cuentas, que tanto el trotskismo argentino como el autonomismo chileno representarían
los dos extremos posibles que ha tomado el desarrollo de la izquierda latinoamericana en décadas recientes. En el
caso del trotskismo argentino, como dijimos, se trataría de una de las últimas trincheras internacionales (en cierta
medida heroica) de los programas revolucionarios de la modernidad. En el del autonomismo chileno, por el
contrario, estaríamos ante la literal claudicación burguesa-liberal (absolutamente miserable) de dichos programas.
Desde aquí, estas corrientes constituirían un tipo de “muestra representativa” respecto a las capacidades (o más
bien incapacidades) que caracterizarían a la izquierda marxista hoy en América Latina, en dos de sus “fronteras”
teórico-prácticas, para asumir el desafío programático que implicaría la crisis ecológica contemporánea.

95
América Latina como “museo regional” de la lucha de clases moderna

Sería justamente en el contexto latinoamericano (una de las regiones más activas de la ideología
socialista desde prácticamente su fundación y exponente de algunos de los procesos
revolucionarios obreros más avanzados del siglo XX) en donde la virtual incapacidad de los
marxismos tradicionales para asumir el tipo de “ruptura estratégica epocal” que implica la crisis
ecológica planetaria, incapacidad que también estaría presente (aunque, tal como dijimos, de
manera más disimulada) en el campo de los estudios ecológicos marxistas y el ecosocialismo,
quedaría más claramente en evidencia. Como veremos, esta incapacidad programática (o
invalidez teórico-estratégica) nos hablaría por lo tanto de un marxismo clásico tradicional no
en “crisis” (en cierto sentido el marxismo ha estado siempre en crisis), habiendo sido en
realidad los sucesivos desafíos a los que se enfrentaron aquellos “marxismos en crisis” en los
cuales esta tradición teórica logró demostrar en el pasado toda su vitalidad y potencial
explicativo, sino que, en realidad, en franca “retirada epistemológica”. Esto último como si
existiera algo en la propia naturaleza del marxismo (devenido ahora en un organismo teórico
vetusto y en vías de degeneración) que, como muchos intuyen, le impediría simplemente
comprender la naturaleza objetiva real de las titánicas fuerzas ecohistóricas que la crisis
ecológica ha puesto en movimiento.

De hecho, sería precisamente la inexistencia de ninguna crisis teórica o político-programática


de importancia en el seno del marxismo latinoamericano o internacional referida al problema
de la crisis ecológica global (hasta ahora no se ha producido ninguna ruptura, lucha fraccional
o la aparición, salvo quizás con la excepción del propio ecosocialismo en el terreno académico,
de ninguna tendencia o corriente de opinión relevante en el seno de la izquierda marxista
alrededor de este problema), lo cual nos mostraría, como ya señalamos, un marxismo
tradicional caracterizado no sólo por profundas deficiencias estructurales para asumir el tipo
de análisis requerido ante el desafío que implica el colapso ecológico planetario, sino que,
asimismo, uno en gran medida extenuado y agotado, esto probablemente como resultado del
agotamiento de las propias condiciones ecosociales objetivas y subjetivas que permitieron el
nacimiento de este sistema teórico (y consecuente proyecto histórico) durante la modernidad.
Recordemos aquí que uno de los argumentos esgrimidos por Trotsky para declarar la muerte
definitiva de la III Internacional no fue únicamente la adopción de la misma por casi una década

96
de las políticas de conciliación de clases y de la estrategia del socialismo en un sólo país
impuestas por Stalin, sino que, en realidad, la inexistencia de ninguna crisis interna de
envergadura al nivel de los principales partidos de la misma con motivo de sus respectivas
evaluaciones de las causas que llevaron al triunfo de Hitler y el partido nazi en Alemania en
1933. Llevada a nuestra situación actual, cabe por lo tanto preguntarnos: ¿acaso no sería válido
aplicar hoy la misma lógica de Trotsky, esta vez magnificada nada menos que por la cercanía
de la “ruptura epocal” más importante que han enfrentado las sociedades humanas desde el fin
de la edad glacial y asumir con ello, ante el cerrado y acérrimo rechazo que ha caracterizado a
las distintas corrientes socialistas al momento de tener que responder críticamente a este
desafío estratégico, que el propio marxismo revolucionario habría comenzado, entonces, el
tránsito hacia su muerte teórica?

En definitiva, como intentaremos demostrar en lo que queda de este documento y tal como
algunas corrientes marxistas latinoamericanas tales como el trotskismo o el autonomismo
parecen confirmar, lo que tendríamos al frente nuestro, al menos en lo referente al análisis de
la presente crisis pandémica, no sería así aquel dinámico, creativo y original cuerpo teórico y
programático que habría caracterizado al pensamiento marxista desde su creación, sino que,
muy por el contrario, un marxismo clásico en vías de “osificación ideológica”; es decir, un
marxismo de carácter senil (decadente). Dicho de otro modo, un pensamiento y práctica
marxista afectados por una obsolescencia cada vez más marcada de sus postulados
fundacionales modernos, incapaces ya de adaptar y “recrear” estos últimos (tal como el
marxismo efectivamente hizo durante otras fases del desarrollo histórico capitalista141) ante el
arribo de una nueva edad planetaria, esto como replicando el comportamiento de un organismo
perteneciente a otra fase de la evolución social cuya propia “genética teórica” le impediría
“aclimatarse” a las condiciones de la nueva época geológica (posiblemente la última para la
humanidad).

141
Pensemos aquí en el tipo de renovación teórica y práctica que implicaron las obras de Lenin, Trotsky, Gramsci
o Luxemburgo para el pensamiento revolucionario internacional durante las primeras décadas del siglo pasado.

97
¿Se ha transformado el marxismo tradicional en un cuerpo teórico senil y cercano a su ciclo de
muerte teórica?142

Un marxismo envejecido, interpretando el papel de uno de esos grandes mamuts de la edad del
hielo que, demasiado cargados con los pelajes de una edad moribunda e incapaces de ajustarse
a las nuevas condiciones infernales del naciente Holoceno, caían extenuados ante el azote de
los virus y bacterias que traían consigo los cambios medioambientales (ciertamente el aumento
de las temperaturas globales del periodo finipleistocénico no debe haber sido algo muy
placentero para ningún mamut o mastodonte). Esos grandes elefantes de los hielos que fueron
perseguidos y acosados con fuerza creciente por las cada vez más numerosas hordas de
cazadores humanos que comenzaban por ese entonces la conquista del planeta y que,
desesperados y aguerridos, no tuvieron en aquel instante más opción que seguir rumiando el
mismo rumido que repitieron incasables durante todo el Pleistoceno (tal como hoy los
marxistas siguen rumiando sus consignas de antaño para supuestamente “discutir” el desafío
climático), esto hasta que el último de aquellos no pudo más que sucumbir ante los dictados de
la nueva geología terrestre. Un marxismo senil, cansado, repetitivo y ya sin alma propia que
habría comenzado a transitar un camino de “retorno” (o regresión ideológica) desde su sitial
como máximo representante del “socialismo científico”, esa teoría que por casi dos siglos
pareció disfrutar de una capacidad intrínseca para mantener una apariencia infalible y
todopoderosa (recordemos las frases de Lenin refiriéndose a la teoría marxista como una mole
de granito), a la esfera de una ahora renovada forma de “socialismo utópico”: esta vez
moderno, ilustrado, industrial y proletario. Esto es, un marxismo que, cada vez más alejado
de la comprensión de las tendencias ecosociales objetivas del nuevo periodo histórico, habría
ya probablemente cumplido su ciclo vital y comenzado a “desandar” el camino de su propia
evolución teórico-política (sintetizada magistralmente por Engels en su libro Del Socialismo
Utópico al Socialismo Científico) y a dirigirse a un inevitable “fallecimiento teórico”, esta vez
inducido no por ningún ideólogo de las clases dominantes en particular (alimañas cuyo

142
Pintura: An Old Man Seated on a Stool (John Bateman, UCL Art Museum).

98
pasatiempo preferido fue siempre, a la menor oportunidad posible, la de decretar la “muerte
oficial” de la teoría marxista), sino que, por el contrario, por el desarrollo de una serie de
cambios fundamentales, definitivos e ineluctables al nivel de la matriz misma de la dialéctica
histórica: el planeta Tierra.

Un marxismo acorralado y en peligro de extinción, perseguido y acosado por esa multitud


colérica de nuevos fenómenos ecohistóricos que golpean ya los portales fortificados de la
sociedad moderna y que, tal como alguna vez hicieron los cazadores de megafauna con los
mamuts, habrían comenzado a debilitarlo a costa de mil pequeños cortes lacerantes (en este
caso teórico-interpretativos) producidos por sus lanzas asesinas. Un “marxismo mastodonte”,
uno de los elefantes teóricos más vigorosos de la modernidad y de la historia de las tradiciones
intelectuales de las sociedades holocénicas, ese elefante formidable del pensamiento humano
dotado de un casi inexpugnable cuerpo filosófico-teórico y unas poderosas trompas y filosos
colmillos de práctica histórica transformadora, convertido ahora en presa de unas condiciones
epocales cada vez más hostiles. Ese elefante ideológico de la modernidad cuyas bases
intelectuales podrían haber comenzado a gestarse (¡tan antiguas y respetables son!) en aquellas
primeras disquisiciones filosóficas de los hombres antiguos que contemplaban en sus hornos
de barro las complejas transformaciones de la materia al fabricar sus primeros cacharros de
cerámica, esas bases del pensamiento materialista dialéctico que pueden encontrarse en
cualquiera de los grandes sistemas filosóficos y religiones del pasado (desde la filosofía griega
hasta las cosmovisiones andinas o budistas), y que ha sido ahora atrapado en aquel pantano
mortal del devenir histórico que constituye el Antropoceno, la última trampa civilizatoria del
desarrollo humano. Ese “marxismo elefante” en cuyos ojos tranquilos de sabiduría humanista
expirante, hundiéndose ya en el fango de ese charco de brea histórica del colapso y bajo el peso
de unas condiciones geológicas cada vez más amenazantes, parece comenzar a vislumbrarse,
como al ritmo de sus cansados parpadeos, la última mirada de la filosofía moderna.

El marxismo ante la “trampa epistemológica” del Antropoceno

Cambios fundamentales de la “usina geológica” de la propia historia humana cuya intensidad


y magnitud serían, en último término, de una escala y peso sencillamente no asimilable por el
esqueleto teórico y programático de la teoría marxista clásica, construida en diálogo con unas

99
condiciones planetarias ya no sólo en franca desaparición (pensemos aquí en la cerrada
negativa de los marxismos oficiales a discutir la perspectiva de sus proyectos socialistas de
abundancia infinita en un planeta con mucha menos agua, alimentos o recursos naturales de los
que existen hoy), sino que, además, a una perspectiva de la revolución y el socialismo “siglo
veintesca” que intentaría aferrarse a unas bases históricas que han comenzado también,
precisamente por el peso de dichas transformaciones de la geología y el clima terrestre
(transformaciones de la cual la presente pandemia sería como hemos afirmado un producto
inicial), a desintegrarse. Esto último, tal como en el caso de aquellos pensadores del socialismo
utópico de los siglos XVIII y XIX que, en pos de mantener la vigencia de sus “proyectos
teórico-sociales” (llámense falansterios o comunas socialistas industriales), intentaron también
en dicho momento aferrarse a un mundo pre-industrial en fragmentación que enfrentaba un
derrumbe estructural inevitable y que no hacia más que desaparecer.

Cambios primordiales en curso de esa gran factoría de la historia humana, la naturaleza misma,
que con toda la potencia de las “industrias” más poderosas concebibles por el hombre (las
factorías de la geología y el clima terrestre, las fábricas de los procesos eco-simbióticos de la
vida planetaria, los talleres de la vida oceánica y las manufacturas naturales de los gases y el
oxígeno atmosféricos) han comenzado a alterar el curso de las “placas tectónicas” de esos
grandes continentes ecosistémicos llamados “equilibrios planetarios” y ante cuyo poder
incontestable y absoluto (tan absoluto al menos como el de los tifones ante un grupo de
hormigas desprevenidas en la intemperie) se vuelve perfectamente comprensible, para pesar de
Lenin, Trotsky o Gramsci, como dicha “teoría granítica” (el marxismo) estaría ya condenada
(al menos en su condición de teoría de la práctica histórica) a un debilitamiento, fractura y
posterior “desintegración lítica” ineludible. Esto tal como en el caso de aquellas grandes
formaciones de rocas que se alzaron alguna vez en diversos puntos del planeta imponentes,
atrevidas y orgullosamente seguras de sí mismas y sus existencias pretendidamente “eternas”,
pero que alguna vez estuvieron también condenadas, como desdichadas y frágiles entidades
presas de fuerzas cósmicas, a ser pulverizadas por los poderes ciclópeos de la naturaleza y a
terminar siendo compactadas y disgregadas en esos diminutos granos (tan ligeros que a veces
pueden ser incluso trasladados por el viento) de los que se compone la arena de cualquier playa
del mundo.

¡Esas mismas fuerzas, las fuerzas de Gea, la madre de la historia, la dadora de la vida y la
muerte, ante las cuales el gran súper continente Pangea fue literalmente desmembrado como si
no se tratara más que de un delicado tallo de la superficie terrestre! ¡Esas fuerzas apoteósicas,
las fuerzas de Gaia, a quien no le basta más que un soplido de ira planetaria para transformar
cada uno de los rascacielos de la modernidad (¡cada uno!) en nada más que otro estrato
“metálico-arcilloso” intermedio, anecdótico, de la estratigrafía terrestre! Cambios
fundamentales ante los cuales el marxismo moderno y todo su poder pétreo, tal como el área
que sucumbió ante el impacto del meteorito que golpeó el Golfo de México hace 66 millones
de años y que, además de gatillar la extinción de los dinosaurios, tuvo la potencia necesaria
para arrojar a la atmósfera océanos completos de roca vaporizada (fundida por la magnitud de
una explosión equivalente al poder de diez mil millones de bombas de Hiroshima), para pesar
de Lenin, Trotsky o Gramsci y sus respectivas confianzas en una “teoría marxista granítica”143,

143
Digamos a favor de Lenin que su limitada perspectiva de los poderes de la naturaleza, desde el punto de vista
contemporáneo ya inevitablemente estrecha, mecánica y, en el caso de su concepción de las capacidades
“graníticas” de la teoría marxista, eminentemente lítica (es decir, de la “edad de piedras”), podría justificarse por
el propio estado del conocimiento científico de su época, todavía en gran medida ignorante de la teoría de la
relatividad, el poder del átomo, las paradojas de la mecánica cuántica y de la existencia de una serie de fenómenos
físicos incluso hoy casi totalmente incomprensibles en los que, contrariamente a sus propios postulados en obras

100
podría estar ya destinado a una desintegración inminente, esto tal como la propia clase obrera
y el resto de “pilares sociológicos” en los que se sostiene la cosmovisión marxista. ¡Ese tipo de
destrucción, ese tipo estallido, esa aniquilación del tiempo y el espacio moderno del cual todos
los cráteres de Chicxulub de la historia de las civilizaciones (he ahí el recuerdo de la Roma de
los Césares, he ahí el recuerdo de los emperadores Inca hijos del sol) son testigos!

El poder de las transformaciones naturales fini-holocénicas como “meteorito eco-histórico” en


contra de las certezas modernas

Sería precisamente de esta verdadera disyuntiva planetaria caracterizada por el despertar de


esos poderes destructivos combinados de la geología terrestre y la historia humana que
amenazan por su naturaleza cataclísmica (inaprensible para la cosmovisión y el pensamiento
moderno) con derribar cada uno de los pilares filosóficos del presente, a lo cual buscaremos
referirnos, en última instancia, al polemizar con algunos de los enfoques utilizados por las
corrientes marxistas oficiales al referirse y caracterizar el reciente estallido pandémico, ese
primer estallido planetario de aquellos “volcanes teóricos” que anuncia el derrumbe
civilizatorio próximo. Esos volcanes de una era de transformaciones fundamentales que
cuestionan ya, antes incluso de haber mostrado toda su potencia disruptiva, el completo
entramado de una epistemología moderna que, habiendo alcanzado su punto de elevación
máxima, se encuentra a punto de cumplir su deuda con la ley universal de la gravedad y
comenzar un movimiento inverso, lo anterior como dando otra vez razón al conocido refrán

tales como Materialismo y Empiriocriticismo, las propias realidades objetivas del tiempo y el espacio parecieran
(cuestionando de alguna manera la propia demarcatoria materialista que alguna vez dividió aguas de manera tan
efectiva entre el marxismo y otras tradiciones filosóficas tales como el kantismo o el propio idealismo filosófico)
no sólo rebelarse en contra de cualquier sistema de pensamiento humano conocido hasta ahora, sino que, de alguna
manera, diluirse. En definitiva, no puede pedirse tanto de Lenin, si incluso para nosotros (supuestamente más
“sabios” y “modernos” que aquel) es ciertamente una experiencia cuando menos “surrealista” pensar o bien que
toda la materia contenida en una ciudad (digamos Buenos Aires) podría “caber”, por ejemplo en el interior de un
agujero negro, en un espacio infinitamente más pequeño que el contenido en un grano de arroz, o bien que la
propia “dirección” del tiempo podría llegar a ser, en otros planos dimensionales, la opuesta a la de nuestra propia
realidad física. Como veremos más adelante, el problema interpretativo real que aqueja al marxismo para ser
capaz de “ajustar” cuentas con la naturaleza (es decir, para pagar su deuda epistemológica ante la misma) no se
encontraría en Lenin, Trotsky, Gramsci o Marx, sino que en nosotros.

101
popular de que todo lo que sube (en el caso de la filosofía moderna podemos decir que ésta se
habría “elevado”, para bien o para mal, demasiado) no puede más que terminar luego
derrumbándose (o en este caso yéndose probablemente al reverendo carajo).

Esos volcanes en los cuales toda la filosofía del hombre moderno y el mismo sentido del ser
de la humanidad en el mundo (y, como hemos ya indicado, en el cosmos) será retorcida,
distorsionada y puesta de cabeza ante la influencia de ese verdadero “agujero negro” de la
historia que constituye el colapso, ese punto focal al que parece estar dirigiéndose el proceso
social y cuyo poder gravitatorio sería tan intenso que la propia direccionalidad de aquella
fábrica del tiempo histórico que constituyen la economía, las relaciones sociales y la política,
estaría siendo alterada bajo el influjo de unas leyes de la “física histórica” que ni siquiera
conocemos y ante las cuales palabras tales como “progreso” o “desarrollo” estarían perdiendo
todo sentido. Todo esto ante la perturbada mirada de cada “estratega marxista” del presente
que observa incrédulo como las agujas de las brújulas mismas de su práctica histórica (es decir,
los programas y orientaciones políticas de sus respectivas organizaciones o partidos) han
comenzado, tal como desde hace un año como efecto del estallido pandémico, a girar de forma
cada vez más enloquecida. ¡Esos volcanes, los volcanes teóricos del colapso, en cuyas lenguas
explosivas de lava teórica primigenia las obras escogidas de Marx, Engels, Lenin, Trotsky y
las de todos los pilares intelectuales de la sociedad moderna que alguna vez les precedieron o
sucedieron (desde Dante Alighieri y Boccaccio hasta Lévi-Strauss, Chomsky y Foucault) no
podrán ser más que convertidas en monumentos pompeyanos de cenizas filosóficas, por
siempre eternas y grandiosas, aunque ahora, al fin y al cabo, siguiendo los pasos de La
República y La Política, ya muertas.

¿Pero cómo puede conciliarse la necesidad de una adaptación del marxismo para un nuevo
periodo de la historia humana, por un lado, con la aceptación de la incompatibilidad epocal de
este sistema teórico en tanto teoría de la práctica revolucionaria moderna con el nuevo
escenario (inevitablemente cataclísmico) que se avizora en el horizonte histórico, por otro
lado? ¿Es acaso esta “conciliación” posible? ¡Quizás sí! ¡Quizás no! ¿Quién podría saberlo?
No es ciertamente nuestra responsabilidad responder a esta pregunta, una de las más
fundamentales de la historia del marxismo y, digamos, de toda la filosofía moderna, esto si
aceptamos que, en esencia, los mismos factores objetivos ligados al desarrollo de la transición
antropocénica que constituyen hoy una amenaza existencial para la sobrevivencia del
marxismo constituirían también, como dijimos, una amenaza en contra de los pilares de todo
el pensamiento moderno. Lo que sí podemos decir por ahora ante esta paradoja (muy parecida
a esa otra paradoja, a la cual ya nos referiremos, de aceptar la condición actual de la raza
humana como una plaga planetaria y seguir insistiendo en la perspectiva comunista) sería,
primero, que existe la necesidad imperiosa de reconocer algo que se nos presenta como
evidente: esto es, que el marxismo tradicional o clásico habría comenzado a perder
aceleradamente (o habría perdido ya del todo) su sintonía con las tendencias ecosociales
profundas del proceso histórico, encontrándose por lo tanto en una vía acelerada hacia su
obsolescencia definitiva.

Sea lo que sea que pueda debatirse sobre este tema, no existe en realidad posibilidad alguna de
discutir ninguna “renovación” del pensamiento marxista de no realizarse este “reconocimiento
teórico”, aquello claro si lo que se desea no es seguir mostrando pleitesía ideológica a este u
otro programa político marxista en particular (por ejemplo, el leninismo, el trotskismo o el
autonomismo), sino que, por el contrario, escapar de dicha sucesión interminable de “círculos
interpretativos” (muy típicos de los actuales partidos anticapitalistas) que lo único que hacen
es reproducir, a veces bajo el ropaje de la elaboración de una serie de análisis pretendidamente

102
“sofisticados”, los mismos preceptos basales del sistema interpretativo marxista que sería
necesario hoy justamente criticar, esto para adecuarlos al análisis de una nueva época histórica,
o bien para refutarlos del todo si así fuese preciso144. Digamos por lo tanto que el
reconocimiento de este “proceso de obsolescencia” (ya en curso) del cuerpo teórico marxista
ante el desarrollo de una nueva realidad planetaria tendría así, entre otras cosas, una
importancia semejante al reconocimiento que deben hacer de su situación el capitán y los
tripulantes de un barco cuando ha quedado claro que el hundimiento del mismo es inminente.
Es decir, sin el reconocimiento de esta “situación de peligro” que pesa ya sobre el marxismo,
entonces no sería posible, tal como en el caso del capitán y la tripulación de un barco que ha
comenzado a irse a pique, pero que deciden (ya sea por temor a aceptar la realidad o
sencillamente por estupidez) ignorar el problema en que se encuentran, dotarse de ningún plan
de acción ante el desastre; en este caso, ante el desastre teórico y estratégico que pesaría sobre
un marxismo incapaz de hacer una lectura actualizada del desafío de la crisis climática y sus
múltiples ramificaciones económicas y sociopolíticas. Como sabemos, una vez que un barco
ha comenzado su “fase de hundimiento”, entonces lo único que puede garantizar en aquel
momento un potencial “plan de salvataje” no puede ser más que (y no debemos ser un capitán
de barco para comprenderlo) un análisis lo más realista y detallado posible de la “dinámica de
catástrofe” ya activada, esto aún cuando no esté garantizado de antemano que dicho plan llegue
a ser necesariamente efectivo, pudiendo aquel en realidad estar destinado (por la propia
gravedad de la situación) al fracaso.

Con todo, sin dicho “plan de emergencia”, como cada capitán de barco sabe, la muerte de toda
la tripulación sería doble o triplemente más segura que en el caso de contar con uno, siendo así
aquel plan, a partir del instante en que ya se ha constatado la inevitabilidad del naufragio, el
mejor “salvavidas” posible para cada una de las personas a bordo. Señalemos aquí que la
actitud del marxismo oficial ante los problemas implicados en la “transición antropocénica”
(como veremos en la revisión de sus distintas lecturas del estallido pandémico) se parecería
así, peligrosamente, a la de una tripulación que decide, incluso teniendo el desastre al frente de
sus narices, seguir preocupada esencialmente por cumplir las mismas tareas (ya
extemporáneas) que venía cumpliendo hasta ese momento para mantener a la embarcación en
la ruta correcta (en este caso digamos que esta “ruta correcta” representaría la particular
concepción de “tránsito al socialismo” elegida al comenzarse la travesía); esto es, sin siquiera
haberse comprendido que el viaje, técnicamente, ha terminado y que el único curso posible que
le queda ahora a esta mole ideológica de acero surcadora de los mares encabritados de la
modernidad (algo así como un Titanic socialista) es uno, tal como alguna vez le ocurrió al
verdadero Titanic, hacia las profundidades de los lechos oceánicos. Otras imágenes igualmente
apropiadas para retratar, tal como profundizaremos más abajo, la actitud de las corrientes
marxistas tradicionales para dar cuenta de las implicaciones del estallido pandémico para el
destino de sus respectivos programas políticos y proyectos históricos (sean estos de contenido
“ecológico” o no) sería o bien la de aquellos músicos del ya mencionado Titanic que siguieron

144
Un ejemplo de estos “preceptos basales” del esquema de análisis del marxismo clásico particularmente
disonantes con una problematización renovada e integral de la crisis ecológica sería, como señalamos en la
sección anterior, el tipo de definición económico-productivista que se encontraría en la base del concepto de
fuerzas productivas en el seno de las principales escuelas de análisis económico marxista, caracterizándose
aquellas por una exclusión casi total de cualquier evaluación de la naturaleza eco-sociohistórica de las mismas.
Un ejemplo paradigmático de lo anterior puede encontrarse en las elaboraciones de Ernest Mandel, el cual sin
embargo destaca por un temprano esfuerzo (aunque marginal en el contexto de su producción investigativa) por
integrar la problemática ecológica a su perspectiva económica. Revísese aquí la traducción al inglés del trabajo
“La Dialectique de la Croissiance”, publicada en el sitio web de Monthly Review bajo el título de “1973: Ernest
Mandel on Marxism and Ecology, ‘The dialectic of growth’” (Enlace: https://mronline.org/2020/06/17/1973-
ernest-mandel-on-marxism-and-ecology-the-dialectic-of-growth).

103
tocando sus instrumentos incluso una vez que aquel había comenzado a hundirse, o bien, esta
vez en el contexto de un escenario un poco más explosivo, la del encargado de la central nuclear
de Chernóbil hace unas décadas que, ante el sonido frenético de las alarmas de emergencia,
seguía esencialmente preocupado, además claro de con seguir cumpliendo a cabalidad con los
rituales burocráticos y administrativos de costumbre, del tiempo que todavía restaba para la
llegada de la hora del almuerzo.

El marxismo del siglo XXI como sistema teórico en fase de “hundimiento”

En segundo lugar, otra vez, sea lo que sea que pueda discutirse respecto a las capacidades y
pertinencia del marxismo para dar cuenta de los nuevos fenómenos de la crisis ecológica y el
desafío de un posible derrumbe civilizatorio, es necesario igualmente aceptar que cualquier
“nuevo” tipo de marxismo que busque contar con una mayor sintonía con estas problemáticas
deberá ser considerado, imperiosamente, como una especie de último tipo de marxismo
hipotéticamente concebible. Es decir, la última forma teóricamente pensable del marxismo
clásico (y de su núcleo teórico fundacional) antes de que la sociedad de la cual este sistema
teórico es uno de sus productos principales (la sociedad industrial) termine finalmente
derrumbándose y de que aquel pase a convertirse, en consecuencia, tal como en el caso de otros
grandes sistemas o métodos de pensamiento de las eras precedentes (pensemos en los sistemas
de pensamiento religioso-científicos del Egipto Antiguo, la filosofía griega, la cosmovisiones
andinas pre-hispánicas o incluso en algunos de los desarrollos filosóficos fundacionales de la
Ilustración), en otro de los “legados intelectuales” del pasado, siendo precisamente la
conciencia de dicha obsolescencia terminal próxima (internalizada en el propio núcleo de su
método de análisis) una de sus características teóricas (y programáticas) fundamentales.

Dicho de otro modo, por esas ironías de la historia que son siempre tan comunes en el proceso
social y para felicidad de Lyotard, Baudrillard y Castoriadis, apuntamos así a la necesidad de
un marxismo plenamente consciente del arribo de una “dimensión postmoderna” de la historia
ya imposible de rebasar por este último, el cual por su propia genética filosófica sería
inseparable de la modernidad misma (a la que estaría ontológicamente adherido); esto es, un
marxismo consciente de la necesidad de su fin, de su muerte. Es justamente este marxismo de
frontera entre lo moderno (la sociedad industrial) y lo posmoderno (el colapso) al cual nosotros

104
hemos decidido denominar, en consecuencia, como un “marxismo para el colapso” o marxismo
colapsista. Al menos, pensamos que estos términos reflejan adecuadamente lo que debería
constituir el “corazón teórico” de esta forma tardía-terminal (aunque esperamos no senil) de
un “marxismo de frontera” o en transición entre las postrimerías de una modernidad decadente
y lo que venga después.

Mirado desde otra perspectiva, más acorde con la naturaleza del marxismo en tanto teoría de
combate para y por la lucha de clases, a lo que apelaríamos sería así, retomando en el plano
teórico y el campo de la palabra el ejemplo de las batallas de Moscú, Stalingrado y Leningrado
durante la Segunda Guerra Mundial o la de todos aquellos combates del pasado llevados a cabo
al borde del abismo y la muerte, desde los enfrentamientos de los batallones de mujeres de
Rojava en contra del Estado Islámico en tiempos recientes hasta esa última defensa de Troya
(ya envuelta en la dimensión de lo mítico) que protagonizaron las huestes troyanas ante los
conquistadores aqueos, a la necesidad de un tipo de “marxismo final”, “kamikaze”, preparado
para ahorrarle al horizonte socialista la única derrota que le falta por acumular a este sistema
interpretativo en su trayectoria histórica: esta vez, la derrota de su propio “agotamiento
epistemológico” ante unas condiciones objetivas de cambio epocal cada vez más hostiles para
su sobrevivencia en tanto filosofía de la historia, proyecto político y perspectiva de mundo.

Un “marxismo del harakiri” dispuesto a evitarle al proyecto comunista ese periodo de miseria
y decadencia teórica que inevitablemente le acompañaría (tal como en el caso de un individuo
que ha vivido ya demasiado y que presenta funciones vitales tan deterioradas que no puede
valerse por sí mismo), por un último ataque teórico, a la vez suicida y heroico, en el cual aquel
sea capaz de quemar las últimas baterías de su arsenal interpretativo antes de lanzarse en
picada, ya sin una gota de combustible en sus motores, en la última maniobra de dicho combate
aéreo que fue su existencia, para estrellarse en medio de las filas del más temible y poderoso
enemigo que ha tenido la civilización y el horizonte comunista durante sus más de dos milenios
de existencia: el colapso. Un marxismo de letras en combate, las letras para el combate de una
fe comunista que, negándose a morir, deberá sin embargo adoptar una nueva forma acorde a
las nuevas condiciones del periodo de apocalipsis planetario que se avecina, una nueva forma
tal vez muy distinta a la proletaria socialista de los últimos siglos, pero no por ello menos
decidida, fanática e intolerante en su conflagración sagrada en contra de la sociedad de clases
y en lo que sea en que ésta se transforme (no dudamos de que deberá ser algo absolutamente
monstruoso) durante el presente siglo, esto porque aquella también se prepara, ¡perra!,
intuyendo el peligro que también para ella representa el colapso, para la lucha por su maldita
existencia.

105
La necesidad de un marxismo colapsista es la necesidad de un “marxismo kamikaze”

Un “marxismo samurái” que, sabiéndose ya muerto y carne de gusanos, sepa emprender su


último mandato: una carga frenética y sanguinaria en contra de las fuerzas oscuras de aquella
nueva trinidad maligna de la historia: decadencia, bestialidad y barbarie, devenidas ahora en
la consorte siniestra y monstruosa de caos, el futuro emperador del mundo. Un “marxismo del
martirio” que, dando todo de sí, espada en mano, se lance a las fauces de esa gran bestia del
siglo XXI, la bestia de la degeneración humana, esto para desafiar desde allí, abriéndose paso
en el interior de un vientre repleto de todos los cadáveres de la lucha de clases pasada, presente
y futura, mezclados como en un último y furioso remolino del tiempo, al propio demonio, el
maestro de las historias perdidas. Un “marxismo final”, en directa confrontación con el amo y
señor de todas las clases dominantes (las que fueron, son y serán), el regente monstruoso, el
príncipe de la explotación, el marqués de la plusvalía, el opresor de opresores, el burgués de
burgueses, el empresario de todos los empresarios, el sumo pontífice capitalista a los cuales
sirve cada CEO o shareholder del planeta y en beneficio del cual aquellos riegan por todos los
rincones del orbe el imperio de la meretriz dinero. Esa ramera de cuyas piernas abiertas se
escapan los ácidos amnióticos de una hecatombe ecológica que anuncia, ante el bullicio de las
siete trompetas de los vicios de la modernidad y su mandamiento sagrado del “yo consumo”,
el nacimiento del último monarca del Holoceno, aquel heredero de todas las corrupciones
(mitad hombre y mitad chacal) que como nuevo pastor de naciones habrá pronto de conducir
a todos los pueblos de la Tierra a su ruina definitiva. Esos pueblos (las sociedades de masas)
ya totalmente ensimismados y cautivados por sus propios reflejos que han devenido ahora y
para siempre, ¡ahora y para siempre!, en aquellos rebaños planetarios de estupidez cósmica que
constituyen las redes sociales y que caminan ya, por voluntad propia, al infierno de una nueva
edad de la muerte. Ese pastor de naciones, tú mismo, dueño y señor absoluto de tu cuenta de
Facebook, soberano caprichoso de tweets, poseedor avaro de selfies, que en toda tu sabiduría
moderna llevas grabada en tu frente la marca de nuestro tiempo, esa marca indeleble que es
una marca de hombre, la marca de la desolación: el Antropoceno.

Un marxismo para el colapso que pueda abrir paso (o morir en el intento), mediante la
autoinmolación y martirio expiatorio de una teoría que podría haber conquistado la historia
pero que, en cambio, terminó hundida en el fango, al futuro mismo. Esa teoría que durante la

106
putrefacción y derrota más intensa de los años 90's fue pervertida, envilecida y degradada en
los salones de la academia oficial por esas prostituta baratas de los consensos oficiales
travestidas en “pensadores de izquierda”, esos puercos letrados embardunados con las grasas
malolientes de sus servilismos morales y su adicción enfermiza al gran tótem-falo de la
modernidad tardía llamado “progresismo”, pero que deberá asumir la misión sacra de preparar
con su sacrificio la llegada de lo que sea que en el futuro cercano, cuando el derrumbe de todo
lo existente no sea ya más una “conjetura”, sino que la realidad histórica misma, pueda adquirir
el derecho a tomar el lugar de lo que fue el marxismo como “teoría revolucionaria” y “guía
práctica” de la lucha por el comunismo.

5.2. Las caducas operaciones ideológicas del análisis marxista clásico ante la crisis mundial
del covid-19

El tipo de operaciones ideológicas que forman parte de la batería discursiva común utilizada
por los marxismos oficiales parar definir, analizar o interpretar la naturaleza y posibles derivas
históricas de la presente crisis pandémica pueden resumirse en las siguientes: 1.
unilateralización tardo-imperialista del análisis histórico, 2. mistificación anticapitalista de
la naturaleza del estallido pandémico, 3. apología productivista y tecno-científica de la
sociedad moderna y 4. perspectiva democratista del programa reivindicativo asociado a la
crisis sanitaria.

5.2.1. Unilateralización tardo-imperialista del análisis histórico (modelo interpretativo)

Una de las operaciones ideológicas más comunes utilizadas por el marxismo oficial en sus
diversas tendencias (industriales o “verdes”) para invisibilizar la importancia de la pandemia
de covid-19 en tanto uno de los exponentes hasta ahora más claros de la transición
antropocénica sería definirla, como dijimos, al modo de un mero “agente catalizador” de las
contradicciones tradicionales del modo de producción y la sociedad capitalista. Esto es,
integrándola en el marco de un tipo de análisis histórico circular (cerrado) cuya única deriva
posible no sería más que la replicación, aunque ahora en un escenario con rasgos particulares,
de algunas de las dinámicas sociopolíticas que han caracterizado el desarrollo histórico en el
pasado reciente. Es decir, se asume un nivel de variabilidad sociohistórica que no iría más allá,
en esencia, del mismo rango de posibilidades ya materializadas en el proceso histórico durante
el siglo anterior. Esto último concibiéndose el presente siglo a la manera de una especie de
calco o “copia gemela” (aunque hasta ahora al parecer de “calidad inferior”) del precedente.
Desde aquí, el estallido pandémico sería comprendido, en consecuencia, a la manera de un
mero “engranaje histórico” inserto en un tipo de maquinaria económica, social, política e
ideológica (la modernidad industrial) cuyo funcionamiento, descifrado durante el siglo pasado,
sería no sólo conocido de antemano, sino que, además, en gran medida predecible. Algo así
como si la crisis pandémica se tratase, por decir algo, de una reedición en pleno siglo XXI de
la crisis económica de 1929, aunque esta vez carente de los altos grados de incertidumbre
histórica que acompañó a dicha crisis y conociéndose previamente el papel que la misma
podría jugar en el ascenso del fascismo en Europa y el posterior estallido de la segunda guerra
mundial.

Es precisamente esta operación ideológica, una de las más complejas en lo que a su dialéctica
interpretativa se refiere y que sirve de base a todas las demás enumeradas anteriormente, la
cual hemos denominado aquí como unilateralización tardo-imperialista del análisis histórico,
lo cual en el fondo quiere decir que se tomarían las características decadentes (o tardías) del
actual sistema imperialista mundial al modo de realidades inmutables que sólo podrían ser

107
modificadas o alteradas, cuando mucho, en el marco de los mismos procesos históricos (para
los marxistas tradicionales, esencialmente, la triada representada por las crisis económicas, las
guerras o las revoluciones) que habrían afectado a este sistema durante el último siglo. Lo
anterior, como veremos, sin siquiera intentarse una lectura de la dialéctica histórica particular
al nuevo escenario de ruptura epocal y marco ecosocial (es decir, la transición antropocénica)
del cual la pandemia de covid-19 sería un claro “indicador histórico”. En tanto evento de la
historia, se daría cuenta así de la crisis sanitaria emplazándola en medio de un “juego de
espejos” en el cual la historia futura (en su calidad de proyección probable del presente) no
haría más que replicar al infinito una serie de “imágenes” concatenadas que serían
esencialmente idénticas (a la manera de una visualización del desarrollo histórico esperado de
la crisis pandémica en el marco de esta “ilusión óptica”) a las que caracterizaron a algunos de
los principales procesos sociopolíticos del siglo XX, no quedándole por lo tanto a dicho evento
(la pandemia) más función, en tanto evento por conocer, que la de constituir el “reflejo
ideológico” (o repetición) de un pasado ya conocido.

En consecuencia, una perspectiva histórica epistemológicamente tullida cuyo eje no sería el


tratamiento de la historia misma (es decir, la historia en tanto rumbo azaroso y en gran medida
indescifrable) sino que, en realidad, la reproducción de un discurso ideológico que se replicaría
a sí mismo. Esto es, al modo de un “fractal interpretativo” descomponiéndose en partes
infinitamente iguales que terminaría, finalmente, por auto-fagocitarse. Pretendiendo descifrar
la siempre compleja (y en cierto sentido siempre fantasmagórica y nunca plenamente
descubierta) concatenación de los procesos históricos futuros, lo que haría en realidad este
“discurso” (o como hemos denominado esta operación de “unilateralización tardo-imperialista
del análisis histórico”) sería así reducir el análisis de la pandemia, en tanto hecho histórico
singular, a una comprensión de la misma en la cual se le entendería al modo de un simple
“apéndice histórico” de los procesos económicos, sociales o políticos tradicionales de un
mundo moderno ya totalmente traslucido; es decir, “estático”, “muerto” y en una especie de
antinomia de la modernidad propiamente tal, la cual ha sido por esencia impredecible y
“furiosa”.

La interpretación histórica atrapada entre dos espejos contrapuestos

108
Algo así como un evento histórico representado o bien como un individuo al medio de uno de
esos cuartos totalmente blancos característicos de los manicomios y que estaría, en esencia,
atrapado o perdido en su propio ser (en este caso en la proyección de una autoconciencia
histórica infinitamente repetida), o bien como otro individuo al centro de un laberinto de
atalayas de cristal desorientado por una multitud de siluetas de objetos pasados con una
apariencia de presente y careciendo, además, del necesario martillo o mazo teórico con el cual
poder hacer añicos, de un golpe furioso, dichas “moles epistemológicas” (o paradigmas
modernos) que hacen posible la reproducción de esta “dialéctica de espejos”. Esta “dialéctica
ilusoria” por medio de la cual un pasado conocido se nos presenta como el único futuro
probable y cuyo enjambre de espejismos ideológicos, retroalimentándose entre sí como las
voces contrapuestas de un concierto barroco perpetuo, se vuelve imperioso romper para salir
de este laberinto teórico y vislumbrar, una vez fracturado el hechizo de lo moderno, el
semblante de un futuro en penumbras que sería ya inevitablemente tenebroso. En definitiva, la
repetición de un discurso ideológico (disfrazado de “interpretación histórica”) aprisionado en
los marcos de una modernidad sin fin, autoreplicante y eterna. Aclaremos, empero, que esta
operación ideológica-discursiva no sería exclusiva a la interpretación de la pandemia u otro
evento histórico particular, pudiendo en realidad ser utilizada para “explicar” cualquier hecho
histórico del presente, el pasado o incluso el “futuro”; por ejemplo, en el caso de ciertos eventos
míticos en el seno de determinadas concepciones circulares del tiempo histórico o bien en el
de algunos relatos mesiánico-escatológicos tales como el apocalipsis bíblico, esto dependiendo
del tipo de sistema social o contexto histórico en el cual esta operación ideológica sea usada,
debiendo considerarse además la finalidad cultural de la misma145.

Un ejemplo interpretativo reciente de lo anterior; es decir, de la aplicación de esta operación


ideológica consistente en explicar determinados procesos sociales en el presente (o sus

145
La influencia teórica y práctica de esta operación ideológica (o vicio interpretativo) no puede ser subestimada,
siendo en realidad uno de los problemas más extendidos hoy no sólo en el seno de la teoría marxista, sino que,
asimismo, en el propio terreno de la filosofía, la historia y las ciencias sociales. Con todo, este vicio teórico no es
nuevo, constituyendo uno de los fenómenos epistemológicos consustanciales (estructurales) no sólo al origen del
pensamiento moderno, sino que, además, al de una gran parte de los sistemas de pensamiento conocidos hasta
ahora. A grandes rasgos, este vicio o aberración interpretativa consistiría en el ejercicio teórico (en realidad, un
dispositivo ontológico ligado a la propia génesis del pensamiento en tanto “entidad intelectual” colectiva o
individual) por medio de la cual una cierta civilización, sociedad, cultura o sistema de pensamiento, ubicándose
en el centro ya sea del devenir histórico, la humanidad, el planeta entero o incluso del cosmos, tiende a interpretar
el proceso histórico pasado, presente y futuro de acuerdo a lo que ha sido su propia existencia y el sentido (ya sea
filosófico-religioso, científico o práctico) que estas entidades le han conferido a la misma, esto en concordancia
con el curso general que ha tomado el desarrollo de sus identidades culturales colectivas o individuales. Es decir,
en el marco de las barreras epistemológicas que una cierta civilización, sociedad, clase social, grupo de individuos
o incluso un individuo en particular ha asumido como pilares de sentido de su propio desarrollo social e histórico.
Digamos para resumir que probablemente cada cultura humana existente hasta hoy se ha considerado a sí misma
(una temática de raigambre filosófico-antropológico que no puede ser abordada aquí) como el centro del universo,
esto ya sea en el contexto de la sociedad Rapanui pre-contacto, el Imperio Inca, las religiones judeocristianas o
incluso en el de nuestra “avanzada”, “racional” y muy moderna (¿moderna respecto a que?) “sociedad occidental”.
Por razones al parecer “obvias”, cada individuo pensante tiende de hecho a considerarse (algo a todo esto muy
“natural” en el contexto de las ecosocialmente decadentes sociedades de consumo actuales) como el “centro de sí
mismo” (y, por tanto, de la propia historia), habiendo sido esta concepción individualista primigenia de la
identidad social e incluso del propio proceso histórico (una temática abordada tempranamente, por lo demás, por
la dialéctica budista) exacerbada en los últimos siglos hasta niveles frenéticos (y como hemos dicho absolutamente
ecocidas) por el pensamiento burgues liberal y el tipo de concepción antropocéntrica que se encuentra en la base
de la ya mencionada ideología moderna de los “derechos humanos universales” y la “libertad humana”. Esta
última, como dijimos, carente de muchos de los contrapesos culturales colectivistas o étnico-naturalistas que en
sociedades pasadas o étnicas actuales (especialmente en las de tipo pre-estatal e indígeno-campesinas) habrían
tendido a promover una serie de concepciones identitarias (ya sea al nivel de individuos o sistemas sociales
completos) con una mayor sintonía con los equilibrios naturales.

109
respectivas proyecciones en el futuro cercano) en los marcos de un análisis histórico
preocupado casi exclusivamente de entenderlos como meros “semblantes de lo pasado”, puede
encontrarse en la mayoría de las interpretaciones históricas elaboradas hasta hoy para dar
cuenta del carácter y la posible trayectoria del estallido popular chileno de octubre del 2019,
no viéndose en aquel más que una posible “reedición” (al parecer hasta ahora en “miniatura”)
de una serie de procesos sociopolíticos de la historia chilena del siglo XX. Esto es, o bien de
un nuevo escenario “setentista” destinado a ser supuestamente dirimido entre la posibilidad de
una Unidad Popular 2.0, una revolución obrera socialista (reloaded) o un golpe militar
(segunda parte), o bien de un nuevo escenario “ochentista” como el desarrollado durante las
protestas populares de la década de 1980 en contra de la dictadura de Pinochet, aunque esta
vez con jóvenes millenials y colectivos feministas tomando el lugar de los movimientos de
pobladores y los milicianos del FPMR146. Otra posibilidad aquí sería, claro, una combinación
de estos escenarios y de posiblemente otros; por ejemplo, los gobiernos frentepopulistas de las
décadas de 1930 y 1940, los diversos “procesos constituyentes” de comienzos del siglo XX,
etc.

Es decir, todas alternativas interpretativas basadas más en una pretendida replicación de


distintos periodos de la historia chilena durante la última centuria (entendidos como supuestos
“modelos del desarrollo histórico”) que en una evaluación del proceso social real y del papel
que podría haber tenido en las causas y evolución del estallido popular de octubre una serie de
fenómenos ecohistóricos inéditos (novedosos) tales como el importante deterioro ambiental
que se está produciendo hoy en Chile. Todo esto, desconociéndose además el rol
desestabilizador que, con toda seguridad, tendrá esa verdadera miríada de crisis
socioambientales súper catastróficas (cercanas) que, tales como el pronto colapso ecológico
generalizado del territorio chileno, el inevitable golpe que significará para este país el literal
tsunami migratorio que está comenzando a desarrollarse en América Latina o bien el papel de
“desintegrador sociológico” que ejercerá el agotamiento de los llamados recursos naturales
(por ejemplo, el agua potable o el cobre), marcarán a fuego no sólo la evolución histórica de
Chile durante este siglo, sino que, a la vez, el propio destino del estallido popular del 2019 y,
más de fondo, de toda la lucha de clases chilena desde hoy hasta posiblemente “para
siempre”147.

146
El FPMR (o “Frente Patriótico Manuel Rodríguez”) fue una organización armada de izquierda chilena que
jugó un importante rol en el enfrentamiento de la dictadura cívico-militar de Augusto Pinochet, esto especialmente
desde mediados de la década de 1980.
147
Esto último, en un posible contexto internacional de carestía generalizada de alimentos y recursos básicos que
podría llegar a inducir durante las próximas décadas un potencial proceso (¿inminente?) de derrumbe estructural
y desintegración del propio Estado nación chileno. Es decir, todo lo contrario a una supuesta “refundación” (ya
sea en clave burguesa-nacional o socialista-internacionalista) de esta entidad socio-geográfica que, desde hace
tan sólo dos siglos, hemos decidido llamar como República de Chile. Digamos, asimismo, para remarcar el punto,
que incluso la tradición culinaria de las llamadas cazuelas o porotos granados “a la chilena” podría ser en el futuro
no sólo mucho más antigua, sino que probablemente bastante más duradera (si el calentamiento global no acaba
muy pronto con la producción de vegetales), que aquello que podría llegar a definirse en el transcurso de los
próximos siglos, en términos históricos, como la efímera existencia del Estado chileno moderno. Algunos
ejemplos del tipo de análisis del estallido popular chileno de octubre del 2019 al que nos estamos refiriendo aquí,
desarrollados a nuestro juicio desde una estrecha óptica nacional-histórica y modernista caracterizada, entre otras
cosas, por la carencia de un real intento de calibración entre las dinámicas socioeconómicas y políticas asociadas
a la rebelión popular, el actual escenario de empeoramiento de la crisis socioambiental en Chile y las posibles
dinámicas ecohistóricas relacionadas tanto a esta última como al potencial entrelazamiento de las mismas con la
lucha de clases, pueden encontrarse en una serie de publicaciones tales como el libro de Alberto Mayol Big Bang.
Estallido Social 2019. Modelo Derrumbado-Sociedad Rota-Política inútil (2020, Catalonia) o el trabajo de
compilación La Revuelta chilena. Estrategias, izquierdas y movimientos sociales (2021, Pehuén). En el caso de
la obra de Mayol (una especie de intelectual rockstar del progresismo socioliberal chileno), se trata con todo de
un interesante trabajo que aporta con una serie de caracterizaciones para analizar el desarrollo histórico y la crisis

110
En definitiva, en el contexto de este siglo XX “extendido” que constituiría el presente siglo
según este marco de espejos interpretativos, al estallido pandémico no le quedaría así más
función, como dijimos, que la de actuar al modo de aquella “polea” o “resorte” cuyo rol
fundamental radicaría meramente en acelerar o en su defecto enlentecer el curso de un proceso
histórico ya conocido, esto dependiendo de la interrelación específica que se de entre este
“engranaje” (la pandemia) y los factores económicos y sociopolíticos actuantes en el ámbito
internacional o en un contexto regional o local dado. Ahora bien, lo que se entendería aquí por
“proceso histórico” sería, como señalamos, la sumatoria de las mismas dinámicas económicas,
sociales y políticas que habrían caracterizado el desarrollo del sistema político internacional
durante la última centuria. No es de extrañar así, por lo tanto, que el ciclo pandémico (y la
crisis ecológica en general) no haya gatillado hasta ahora en el ámbito de las izquierdas
anticapitalistas una discusión verdaderamente sistemática ni en el terreno de la reflexión en
torno a la naturaleza actual del sistema capitalista y el desafío climático ni en el de las
reflexiones estratégicas y político-programáticas de estas últimas. En los hechos, se
consideraría a la crisis pandémica (y, como decimos, a la crisis ecológica de la cual aquella es
producto) como una especie de no-evento histórico cuya única razón sería “replicar” en el
proceso social el efecto que tuvieron otras grandes crisis (económicas, sociales o políticas) de
siglos anteriores. Algo así como un evento histórico carente de lo que constituye su propia
esencia: la historicidad misma.

Con todo, de conferirse finalmente a la pandemia su condición de “evento histórico” (ósea, de


aceptarse su naturaleza eminentemente intempestiva148), ésta pasaría ahora a ser considerada,
alternativamente, como un tipo de hecho histórico de “segunda categoría” parecido a uno de
dichos desastres climatológicos que azotan cada tanto ciertas áreas del planeta pero que, aún
con toda su potencia destructiva, no dejan de ser meros “sucesos aislados” incapacitados para
modificar los patrones climáticos característicos de una región determinada. Este es el caso de
la serie de análisis cuyo tratamiento del estallido pandémico, como veremos, no iría más allá
de la descripción o discusión del mismo al modo de un suceso meramente “excepcional” o
“extraordinario” que, aunque ciertamente significativo por su influencia sobre las actuales
dinámicas socioeconómicas y políticas, no representaría más que una especie de paréntesis en
la evolución de las “tendencias fundamentales” del desarrollo capitalista. Lo único que le
quedaría aquí a la crisis pandémica, en tanto objeto de interpretación histórica, sería así
devenir, como dijimos, en un mero “accidente” en el marco de un proceso histórico que habría
ya perdido la naturaleza intrínsecamente inadvertida de todo proceso histórico real, esto
porque su propia evolución estaría ya en gran medida prefijada y descifrada de antemano, esta
vez por el curso de dichas tendencias pretendidamente “fundamentales” (económicas, sociales

actual del llamado modelo neoliberal chileno. En el caso del libro La Revuelta chilena, aquel constituye un
importante aporte para un debate estratégico y político en el terreno de los partidos de izquierda antineoliberales
y anticapitalistas chilenos con respecto a las causas, desarrollo y perspectivas de la rebelión popular de octubre.
Un aspecto peculiar de este libro es que incluye no sólo los trabajos de algunos genuinos representantes de
izquierda críticos de los intereses empresariales, sino que, además, la voz de una serie de autores provenientes de
las filas de las propias elites socioeconómicas chilenas que fueron puestas en jaque por el estallido social: por
ejemplo, Camila Musante Müller (Frente Amplio), Camila Aguayo (Izquierda Libertaria) y Fabián Puelma Müller
(PTR). En el caso de Miguel Fuentes, puede revisarse el manuscrito (escrito al calor del estallido popular y en los
hechos una de las primeras descripciones y análisis del mismo) “Octubre Rebelde: Chile ante la perspectiva doble
de la Revolución y el Colapso”, disponible en la plataforma Scribd del autor. Este último material formará parte
de una próxima publicación sobre esta temática con el objetivo de aportar a la discusión en torno al estallido
popular chileno con una interpretación propiamente colapsista.
148
Recomendamos con respecto a este tema la lectura del libro de Daniel Bensaïd Marx Intempestivo. Grandezas
y miserias de una aventura crítica (2003, Herramienta).

111
y políticas) del desarrollo capitalista, las cuales lucirían, a todo esto, sospechosamente idénticas
a las de la centuria anterior.

La pandemia como evento pasado constantemente “reactualizado” (circulo interpretativo)

Llevada ahora esta discusión al plano de los conceptos utilizados para describir la situación
internacional en el seno de la cual la crisis pandémica es interpretada, lo anterior quiere decir
que el rango de posibilidades históricas en el cual las corrientes marxistas tradicionales
buscarían comprender su papel no sería muy distinto, en esencia, al mismo rango de
posibilidades o trayectorias históricas contenidas o bien en la ya más que centenaria definición
de imperialismo de Lenin (elaborada en polémica con Kautsky y otros pensadores marxistas
de su tiempo) como “fase superior del capitalismo” y como una “etapa de crisis, guerras y
revoluciones”, o bien en las distintas caracterizaciones del sistema de dominación capitalista
mundial desarrolladas por todo el resto de pensadores marxistas del siglo XX que, desde
Trotsky o Gramsci hasta Guevara o Moreno, asumieron como propia, en mayor o menor grado,
esta definición leninista. Es decir, una concepción “siglo veintesca” del concepto de
imperialismo que sería entendido, en consecuencia, como una realidad prácticamente ajena a
los efectos (cada vez más agudos) que está comenzando a tener el cambio climático sobre los
equilibrios de poder internacionales y el desafío que aquel supondría para la propia
sobrevivencia de un número creciente de Estados nacionales. Esto último, tal como vimos
previamente para el caso de los efectos que ha tenido el estallido pandémico en el ámbito de la
geopolítica y las correlaciones de fuerzas políticas y sociales en numerosos países alrededor
del mundo149.

149
Otra muestra de lo mismo, aunque en este caso con el potencial de producir durante las próximas décadas el
literal derrumbe de diversos Estados nacionales, lo constituye la inevitable presión que ejercerá el cambio
climático sobre las estructuras de poder imperialista al poner en riesgo la “viabilidad ecosistémica” de una serie
de países en extensas regiones del planeta; por ejemplo, aquellos ubicados tanto en áreas que serán pronto
afectadas por un aumento catastrófico de los niveles oceánicos (entre otros, Kiribati, Las Maldivas, Vanuatu o el
resto de los llamados “Pequeños Estados Insulares en Desarrollo”), así como también en territorios que
experimentarán próximamente un agudo fenómeno de desertificación (por ejemplo, España, Australia o Chile).

112
En tanto sistema sociopolítico contemporáneo, se comprendería así el concepto de
imperialismo al modo de una realidad histórica que estaría, en los hechos, “osificada en sí
misma”; es decir, que se presentaría como confinada a los límites de su conceptualización
teórica original y que carecería (tal como señalamos más arriba al discutir la noción de crisis
pandémica en tanto evento histórico singular) de la “savia” propiamente tal de la dialéctica
histórica. Esto es, de su naturaleza imprevista y a menudo rebelde a cualquier categorización
fija e inamovible. Dicho de otro modo, en el marco de una dinámica histórica
fundamentalmente estática en la cual el único destino posible del imperialismo moderno
(asumiendo su definición leninista) sería, o bien una reproducción indefinida del mismo
imperialismo moderno, o bien una “superación revolucionaria” de este último atenida a los
criterios ya establecidos hace un siglo por Lenin, Trotsky o cualquier otro de los “padres” del
marxismo clásico. Ósea, tal como cualquier “verdadero” marxista sabe, gracias al desarrollo
de una gran crisis histórica que sería gatillada, tal como dice el manual, ya sea por una crisis
económica, una guerra o una revolución. En definitiva, el mismo estribillo-metáfora de la
“crisis, la guerra y la revolución” que utilizan hoy muchos de aquellos eunucos intelectuales
que se autodenominan como “marxistas-leninistas” (o “trotskistas”) y que gustan de discutir
en sus “reuniones de cuadros” con otros autodenominados “marxistas-leninistas” (o
“trotskistas”) la actualización número mil quinientos de la definición de imperialismo de Lenin
como una época de “crisis, guerras y revoluciones”, esto claro con la ambición implícita
(siempre presente) de ganarse el derecho a ser reconocidos por sus pares como verdaderos
“estrategas geopolíticos”.

Todo esto, sin embargo, en momentos en que la propia realidad internacional va dando paso a
una serie de fenómenos bastante más catastróficos que aquello que, de acuerdo con una mirada
estrechamente moderna, nuestro “estratega” ha entendido (y entenderá) por los términos de
crisis, guerras y revoluciones. Esto claro sin llegar a pasársele por la cabeza a este “estratega
geopolítico” (cuya audacia teórica para repetir refritos haría temblar hasta al general Aníbal y
su legión de elefantes) la posibilidad del desarrollo de un tipo de crisis, guerras o revoluciones
con un contenido radicalmente distinto al que han tenido estos fenómenos (la presente
pandemia es una muestra inicial) en los marcos de la definición leninista clásica de
imperialismo; por ejemplo, el desarrollo de crisis económicas, guerras o revoluciones en el
marco de coyunturas, situaciones, fases o incluso de una nueva etapa histórica con una
naturaleza, tal como discutiremos más adelante, o bien de tipo “colapsista” (o “pre-colapsista”
dependiendo el caso), o bien derechamente (¡oh, herejía!) “posmoderna”. Recordemos aquí,
dicho sea de paso, que para los marxistas tradicionales (especialmente para los identificados
con algunas de las variantes del leninismo, el trotskismo o el pensamiento gramsciano que
suelen coincidir con el perfil de nuestro “estratega” de más arriba), el imperialismo no podría
realmente autodestruirse, entendiéndose de hecho la aceptación de esta posibilidad, salvo
quizás en el caso de una guerra nuclear, como una ciertamente intolerable falta de
“sofisticación teórica”150.

150
Una de las razones de este verdadero “prejuicio anti-colapsista” en el seno de los marxismos tradicionales
radicaría, al menos en el terreno del leninismo, lisa y llanamente, en que la alternativa de una posible
autodestrucción o colapso del capitalismo simplemente no fue considerada en la formulación leninista original
del concepto de imperialismo. Con todo, no queda claro si aquello se debió o bien a un rechazo teórico de plano
de Lenin con respecto a esta perspectiva, o bien a un mero “descuido teórico” (o literal ignorancia) del mismo
con respecto a una serie de factores históricos que, tal como los actuantes en el contexto de numerosos colapsos
de sistemas imperiales del pasado, podrían gatillar en el presente un fenómeno de crisis y posterior derrumbe de
la sociedad contemporánea. Es probable así que la casi totalidad de pensadores marxistas hasta ahora no hayan
conferido a la posibilidad de un colapso civilizatorio una importancia central en sus reflexiones por la misma
razón que un adolescente no le presta una verdadera atención al problema de su jubilación futura; es decir, debido

113
¿La posibilidad de crisis, guerras y revoluciones de naturaleza colapsista o posmoderna?

He incluso en las oportunidades en las cuales el análisis marxista (o post-marxista) ha tendido


durante las últimas décadas a rebasar los límites teóricos de la definición leninista de
imperialismo; por ejemplo, en los casos de las definiciones de los llamados “sistemas-mundo”
de Immanuel Wallerstein151 o la de “imperio” de Michael Hardt y Tony Negri152, aquellas se
han mantenido en el marco de una conceptualización histórica que daría por sentada la
preservación en el futuro cercano, de manera más o menos inalterada, de una parte importante
de los pilares de la política mundial de los siglos pasados; por ejemplo, aunque con matices de
acuerdo a cada propuesta teórica y aceptándose la existencia de mayores o menores grados de
transformación estructural de los mismos en décadas recientes, los Estados nacionales, el
mercado mundial y la economía industrial. Esto es, sin llegarse a concebir la aparición de
potenciales “disruptores geopolíticos” que, tal como los que parece preanunciar hoy la crisis
pandémica (y más aún la crisis climática), podrían comenzar a ejercer el mismo efecto que el
de aquellos que en el pasado alentaron (por ejemplo, las invasiones germánicas en el contexto
del mundo romano o la conquista europea en el caso de la América prehispánica) no la
“rearticulación” o “reestructuración” de numerosos sistemas imperiales pre-modernos (desde
el Imperio acadio a fines del tercer milenio antes de cristo hasta el Imperio incaico durante los
siglos XV y XVI de nuestra era), sino que, por el contrario, su literal desintegración histórica.

Aclaremos, con todo, que la omisión de la mayoría de los modelos geopolíticos


contemporáneos utilizados frecuentemente en el terreno de la izquierda con respecto a una
potencial “implosión” (medioambientalmente inducida) de las estructuras de poder global se
vuelve más comprensible si consideramos que el objetivo principal de aquellos no fue,
evidentemente, la discusión de un posible fenómeno de derrumbe o colapso civilizatorio en el
presente. Esto último debido, sin duda, a que un fenómeno de esta envergadura, salvo como
dijimos en el caso de la posibilidad desde hace algunas décadas de una guerra nuclear, no
poseyó durante el siglo pasado, ciertamente, el tipo de corporeidad histórica que parece haber
alcanzado hoy, debiendo además considerarse el contexto histórico en el que estas y otras
definiciones y propuestas teóricas (imperialismo, sistemas-mundo, imperio, teoría de la
dependencia153, etc.) fueron originalmente elaboradas, caracterizado como sabemos por un
optimismo extremo (sea en clave burguesa-capitalista u obrera-socialista) con respecto a las

a los propios condicionantes de época que tendieron a mostrar durante los siglos pasados la existencia de un
sistema capitalista energético, vigoroso y al parecer posiblemente eterno.
151
Immanuel Wallerstein, World-Systems Analysis: An Introduction (2004, Duke University Press).
152
Michael Hardt y Toni Negri, Empire (2000, Harvard University Press).
153
Para una revisión de algunos de los principales postulados teóricos de la llamada teoría de la dependencia,
puede consultarse uno de los materiales temáticos sobre esta última disponible en la biblioteca virtual del Consejo
Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) en el siguiente enlace:
http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/clacso/crop/glosario/t.pdf.

114
capacidades y el curso de desarrollo de la sociedad industrial. Es decir, en el contexto de la
“maduración” de las condiciones objetivas (descritas por Lenin de manera visionaria en su
definición de imperialismo) para la consolidación del sistema de dominación capitalista
mundial y no el del agotamiento estructural y cancelación ecosocial (o desintegración) en
ciernes de dichas condiciones, esto tal como parecen sugerir en nuestros días los impactos cada
vez más catastróficos de los actuales desbarajustes ecosistémicos planetarios154.

Las invasiones germánicas constituyeron un factor de desintegración (no “rearticulación”) del


Imperio romano de occidente155

En otras palabras, lo que caracterizaría hoy a una parte importante del método de análisis
marxista de las relaciones internacionales sería una perspectiva de la geopolítica y la naturaleza
del imperialismo contemporáneo que convertiría la definición de este último en un verdadero
“fetiche teórico” que, si bien diría relación con un tipo de estructura global del poder que
poseería un claro origen histórico (iluminado más o menos correctamente por la obra de Lenin
u otros pensadores marxistas), terminaría por convertirse ahora en una entidad ahistórica cuyo
debilitamiento, fractura y/o potencial derrumbe: por ejemplo, debido a los efectos sobre
aquella de una serie de fenómenos súper destructivos tales como los que se asociarían al avance
de la crisis ecológica, se volvería en los hechos (al menos en el plano del análisis histórico
concreto) en gran medida imposible156. Esto último incluso en los casos en los cuales se acepte
154
Partiendo del concepto de imperialismo de Lenin y buscando adecuarlo al estado de fractura progresiva de las
condiciones ecosociales reproductivas básicas de la sociedad y la política moderna, proponemos aquí las
definiciones alternativas de imperialismo terminal, imperialismo senil, imperialismo tardío de horizonte
colapsista o imperialismo degenerativo en dinámica ecocida. Miguel Fuentes se encuentra elaborando
actualmente un documento en el cual se realizan algunas explicaciones preliminares de estos conceptos. Estas
últimas pueden ser revisadas en el manuscrito (en elaboración) “¡Catástrofe! Chile ante el Precipicio: ¿Asamblea
Constituyente o Asamblea Popular de Emergencia? Un país ante la doble perspectiva de la revolución y el colapso
(Parte I)”, disponible en el portal Scribd del autor.
155
Imagen: “Invasions of the Roman Empire” (Wikipedia).
156
Sería de hecho muy difícil que aquello que Lenin definió como imperialismo a comienzos del siglo XX siga
existiendo durante las próximas décadas en un contexto de calentamiento global igual o superior a los 2 o 3 grados
centígrados por encima de la línea de base del siglo XIX. Dicho de otro modo, sería la propia “base territorial”
del imperialismo moderno (en realidad de cualquier sistema imperial, Estado nacional o formación sociopolítica

115
(a menudo en un plano eminentemente teórico-filosófico o meramente hipotético) la naturaleza
históricamente perecedera del imperialismo moderno y, por lo tanto, la eventualidad de su fin.
Lo anterior, dicho sea de paso, a pesar de que fuera el propio Marx el que señalara ya en el
Manifiesto Comunista (aunque de manera ciertamente intuitiva y más bien marginal) la
posibilidad de un fenómeno de colapso del capitalismo (aclárese sin embargo que Marx no
utiliza aquí este término), esto como producto de una potencial auto-destrucción de las clases
fundamentales de la sociedad contemporánea (la burguesía y el proletariado), lo cual como es
lógico suponer implicaría también reconocer la posibilidad práctica (no meramente
especulativa) y concreta (no meramente abstracta) del derrumbe (autoinducido) del
imperialismo moderno157. Es decir, no la adaptación, no la transformación, no la superación
del sistema imperialista, sino que, por el contrario, el peligro siempre acechante (permanente)
de su completa “pulverización histórica”. Esto ya sea a comienzos del siglo pasado como
producto de la amenaza de una revolución mundial, ya sea hace algunas décadas por el peligro
de una guerra atómica y el consecuente invierno nuclear que le habría seguido, ya sea hoy por
la permanencia de esa misma amenaza nuclear de décadas pasadas sumada al peligro (como si
el capitalismo hubiese decidido multiplicar, con ansias literalmente maniáticas, las chances de
gatillar un cataclismo mundial de magnitudes inéditas) de aquel “verano planetario”
infernalmente eterno llamado calentamiento global antropogénico.

En el marco de este tipo de lectura fetichista (cosificada en sí misma) de la definición de


imperialismo; es decir, una comprensión de éste que haría un hincapié exacerbado en el análisis
de los factores que hacen posible su reproducción histórica por sobre aquellos que podrían
alentar su transformación estructural o derrumbe, se comprende así a la crisis pandémica, tal
como sugerimos, al modo de una crisis histórica que, no muy distinta por sus efectos sociales
a los producidos en el pasado por alguna crisis económica aguda o incluso un conflicto bélico,
sería entendida no sólo en el contexto de los mismos esquemas de análisis utilizados por la
izquierda marxista para interpretar la evolución de los factores económicos, sociales o políticos
de la realidad internacional durante el último siglo, sino que, de fondo, como una nueva
confirmación (¿la enésima en su historia?) de la “justeza” de aquellos. Esto es, se define a la
crisis pandémica más al modo de una especie de crisis análoga (aunque algo ciertamente
“peculiar” en su naturaleza) a cualquiera de las crisis históricas que han marcado el desarrollo
del capitalismo moderno (por ejemplo, el derrumbe financiero de 1929 o la crisis del petróleo

compleja de gran escala) la cual comenzaría a “desintegrarse” (disgregarse) por encima de estos niveles de
incremento de la temperatura media del planeta. Una discusión en torno a algunas de las posibles dinámicas
ecosociales, económicas, sociales y políticas internacionales que deberían acompañar un potencial proceso de
debilitamiento estructural, crisis orgánica terminal y colapso del imperialismo moderno y sus pilares
fundamentales: el mercado mundial, la economía industrial y los Estados nacionales, puede encontrarse en el
documento (en preparación) de Miguel Fuentes ya previamente mencionado “¡Catástrofe! Chile ante el Precipicio
(Parte I)”, disponible en el portal de Scribd del autor.
157
Otras intuiciones teóricas en el ámbito del marxismo clásico coherentes con una perspectiva colapsista, tal
como retomaremos en la próxima sección, pueden encontrarse en la famosa utilización que hizo Rosa
Luxemburgo de la frase “socialismo o barbarie”, así como también en algunos de los comentarios de Lenin o
Trotsky (aunque en este caso no referidos directamente a un posible colapso capitalista) respecto al peligro de una
“maduración excesiva” (o putrefacción) de las condiciones históricas para una revolución socialista mundial.
Ahora bien, es Walter Benjamin uno de los pensadores marxistas que se ha referido de la manera quizás más
explícita (desde el campo del marxismo heterodoxo) a la amenaza de un derrumbe civilizatorio, esto por ejemplo
en su conocida resimbolización de la revolución socialista como un necesario freno de emergencia al curso
desenfrenado y suicida del capitalismo; es decir, oponiéndose a la definición de aquella por Marx (de tono
industrial-productivista) como una “locomotora de la historia”. Durante la segunda mitad del siglo XX, otros
importantes pensadores marxistas o referentes de izquierda en los cuales pueden encontrarse algunas advertencias
o insinuaciones teóricas en torno a la posibilidad de un derrumbe capitalista son, antes incluso que el nacimiento
del ecosocialismo, Nahuel Moreno (Argentina), Luis Vitale (Chile) y, algo más tardíamente, Fidel Castro (Cuba).

116
de 1973) que como lo que realmente es; ósea, la “punta de lanza” de una crisis ecosocial
planetaria no sólo sin precedentes, sino que, además, con la capacidad durante las próximas
décadas para hacer estallar literalmente en pedazos el orden capitalista mundial y, en
consecuencia, el propio sistema imperialista.

Esto último, al menos, si consideramos el tipo de dinámicas ecosistémicas y ecohistóricas


planetarias que deberían asociarse, inevitablemente, a los devastadores efectos (imposibles de
administrar en el marco de las estructuras políticas del mundo contemporáneo) que podría tener
durante este siglo un calentamiento global que se dispare por sobre los dos, tres o cuatros grados
centígrados por encima de la línea de base del siglo XIX. A todas luces, se trataría así no sólo
de una verdadera bastardización del pensamiento leninista, cuya definición de imperialismo
respondió siempre a necesidades analíticas particulares y determinadas por un momento
histórico concreto, sino que, además, a una carencia casi total de cualquier atisbo de análisis
crítico para intentar siquiera adecuar esta definición (o “ecuación”) leninista al análisis de las
nuevas condiciones globales. Es decir, un escenario internacional signado por la influencia de
un nuevo tipo de fenómenos ecohistóricos (entre otros la pandemia) que, como ya enfatizamos,
estarían caracterizados no sólo por una naturaleza radicalmente distinta a cualquiera de los
procesos económicos, sociales y políticos que moldearon el desarrollo del capitalismo y el
imperialismo moderno, sino que, además, poseedores a largo plazo de un potencial destructivo
asimilable, muy posiblemente, a una decena de guerras mundiales estallando al unísono
(aunque concedamos que sin considerarse en aquellas, todavía, el uso de arsenales nucleares).

¿Exageración? ¿Metáfora? ¿Licencia narrativa? ¡No! Nada de exageración, nada de metáforas,


nada de “licencias narrativas”, sino que el real contenido explosivo de las ya bullentes
contradicciones ecohistóricas del siglo XXI158. ¡No, claro que no! ¡Tiene que ser una
exageración!, increpa incrédulo el leninista. ¡Tiene que ser una metáfora!, advierte el asertivo
pensador universitario trotskista. ¡Sofisticación teórica! ¡Sofisticación epistemológica!, alerta
el académico autonomista gramsciano. Mal que mal… ¿acaso la “filosofía de las ciencias”,
complementa este último, no es ciertamente un campo para gente muy educada y por definición
alejada de cualquier “vicio teleológico”? Puede ser, sin duda, que toda esa banda de
pelafustanes intelectuales que, generalmente con apellidos “agraciados” y pomposos, se hacen
llamar a sí mismos “filósofos de las ciencias” y que abundan en el seno de las organizaciones
de izquierda actuales sean, de hecho, gente muy educada. ¿Y qué? ¿Qué mierda importa eso?
¡Ah! ¿Tal vez porque discutir de un posible “apocalipsis planetario” es un tema más propio de
“religiones incultas” o debates de ovnis… pero no de graduados en “filosofía de las ciencias”?
Sin embargo, basta aquí con que traigamos a colación el tipo de “geopolítica” que, de acuerdo
con algunos de los más recientes modelos climáticos, podría seguir siendo posible hacia finales
de este siglo si se consideran los efectos que tendría un calentamiento global (altamente
probable durante esta centuria) que alcance los cuatro grados centígrados de aumento, para
obligar a esa “gente educada” (muy profesional, limpia y cívicamente agradable); ósea,
nuestros “filósofos de las ciencias de izquierda”, al silencio.

Es decir, si consideramos el escenario de tal vez la única “geopolítica” que le aguarda,


próximamente, al proceso histórico; esto es, una “geopolítica” remitida por el sur,
esencialmente, a la isla de Chiloé y a las ciudades australes de Punta Arenas y Ushuaia y, por
el norte, a alguna que otra caleta de pescadores canadienses o pueblo perdido en Siberia o
Alaska, esto porque todo el resto del planeta ya sería para estas alturas, con mucha
158
Para una exposición sintética de los efectos que podría tener un calentamiento global entre cuatro y cinco
grados centígrados, véase el tráiler de la cadena Sky News “Climate Change: What Happens If The World Warms
Up By 5°C?”, disponible en el siguiente enlace: https://www.youtube.com/watch?v=qWoiBpfvdx0.

117
probabilidad, inhabitable159. ¡Oh, no! ¡Eso no está en nuestros modelos! ¡Eso no aparece en
Lenin, no en Trotsky, no en Gramsci! ¡Exageración! ¡Metáfora!, claman al unísono,
tomándonos por el pescuezo, el leninista, el trotskista y el autonomista gramsciano: ¡te estás
olvidando de mencionar la Antártida y el Ártico!, rematan con la seguridad que brindan los
“programas correctos”. ¡Te has olvidado de la Antártida y el Ártico! ¡Allí sí que las teorías de
Lenin y Trotsky respecto al imperialismo podrán seguir siendo, ciertamente, vigentes! Es
cierto, hemos exagerado un poco las cosas y debemos reconocer nuestro error. Sin duda, la
Antártida y el Ártico, para ese entonces dotados de condiciones de habitabilidad bastante
propicias (si para ese entonces, claro, el potencial colapso de los más de 400 reactores nucleares
existentes alrededor del mundo lo permite), ya deberían haberse transformado, para nuestra
felicidad y la de nuestro modelo leninista de imperialismo de 1917, en importantes escenarios
(no del todo desagradables) disponibles para la “geopolítica”160.

La “geopolítica” en un mundo con 4 grados centígrados de calentamiento global161


159
Para una revisión de un modelo gráfico que muestra las zonas del planeta que se convertirían en inhabitables
en un contexto de calentamiento global igual o superior a los cuatro grados centígrados, véase la nota de difusión
científica “What the world will look like 4°C warmer” (Frank Jacobs, Big Think). Enlace:
https://bigthink.com/strange-maps/what-the-world-will-look-like-4degc-warmer.
160
Es preciso recordar aquí, con todo, que el aumento de la temperatura del planeta durante este siglo podría
ciertamente no detenerse al llegarse a los 4 grados centígrados de aumento, pudiendo incluso dispararse hacia
fines de esta centuria hasta los cinco (o incluso seis) grados de calentamiento global, lo cual transformaría entonces
a prácticamente la totalidad del planeta en inhabitable para la humanidad en condiciones naturales, esto inclusive
en el caso de los polos. Recuérdese además que desde los 1.5 grados centígrados de aumento de la temperatura
media planetaria (un nivel alcanzable dentro de la próxima década) debe considerarse en estas proyecciones,
asimismo, el factor adicional del peligro de potenciales súper liberaciones naturales de metano desde el Ártico,
aquello como efecto del derretimiento del permafrost y la desestabilización de los hidratos de metano en los lechos
oceánicos. De acuerdo con una serie de investigaciones científicas (por ejemplo, las lideradas por los académicos
rusos Natalia Shakhova e Igor Semiletov), estas potenciales mega liberaciones podrían literalmente “hacer
estallar” la atmósfera terrestre (en pocas décadas o incluso años) con un volumen de gases de efecto invernadero
superior en varias veces a todas las emisiones de dióxido de carbono emitidos por la humanidad desde el comienzo
de la Revolución Industrial. Para una explicación en formato de difusión científica de esta posibilidad, véase el
tráiler “Last Hours” en el siguiente enlace: https://www.youtube.com/watch?v=aDYIOlEAQwk.
161
Mapa extraído de la nota de difusión científica “What the world will look like 4°C warmer” (Frank Jacobs, Big
Think). Los colores amarillo y marrón indican áreas inhabitables.

118
Tal como en un rompecabezas en el cual lo único que debería hacer un sujeto sería encontrar
el lugar preciso que le cabría a una pieza en un modelo ya establecido y en donde, asimismo,
la pericia de aquel se mediría no por su originalidad para crear un modelo nuevo (lo cual
rompería el sentido mismo del juego), sino que, por el contrario, por su capacidad para hallar
la posición precisa de dicha pieza en el modelo prefabricado, así también las corrientes
marxistas del presente intentarían “encajar” (ubicar) la crisis pandémica en la posición
pretendidamente más acorde y coherente para la misma dentro de ese gran rompecabezas
histórico que constituiría la teoría del imperialismo. Como era de esperar, eso sí, los rasgos
fundamentales de este “puzle teórico-histórico” ya habrían sido debidamente delineados por
los “grandes pensadores” marxistas del siglo pasado. Desde aquí, al analista marxista no le
quedaría así más trabajo, en consecuencia, que intentar “ensamblar” cada nuevo fenómeno
histórico, en el caso de la pandemia después de haberle dado una mirada más bien superficial,
a los “macro modelos” elaborados por estos “grandes marxistas” de la centuria anterior (Lenin,
Trotsky, Gramsci, etc.), o bien por cualquiera de sus “variaciones académicas” más recientes
(Wallerstein, Negri, etc.).

El resultado: la crisis pandémica en tanto crisis pandémica sería convertida, como ya


apuntamos, en un mero “accesorio analítico” de las interpretaciones marxistas oficiales. Esto
es, en un “adorno discursivo” cuyo poder interpretativo quedaría fundamentalmente
constreñido (atrapado) dentro de los límites (ya establecidos de antemano hace uno o dos
siglos) en los cuales debería supuestamente dirimirse (¿para siempre?) el proceso histórico.
Ósea, otra vez, en la al parecer supuestamente interminable sucesión de “crisis, guerras y
revoluciones” (no muy distintas de las “crisis, guerras y revoluciones” de los últimos
doscientos años) que habrían caracterizado las fases de maduración y consolidación del sistema
imperialista moderno. Esto como si toda la puta historia, de los últimos cinco milenios (y
posiblemente más), no pudiera clasificarse, igualmente, como una sumatoria de crisis (¿la crisis
económica del siglo III del Imperio romano, quizás?), guerras (¿la guerra Inca-Chimú, tal vez?)
y revoluciones (¿la revolución democrática de la antigua Atenas, posiblemente?). En definitiva,
el análisis leninista y el concepto de imperialismo no sólo convertidos en una “cárcel teórica”,
sino que, además, en un verdadero estupefaciente. Algo así como el leninismo devenido en el
opio del propio leninismo (y de todas las demás corrientes anticapitalistas que harían un uso
acrítico y ahistórico de la definición marxista clásica de imperialismo).

¿Crisis pandémica? ¡Ningún problema! ¡Todo lo solucionamos, todo lo entendemos, todo lo


resolvemos reduciendo y comprimiendo a Lenin a una mera frasecita: ¡Crisis, guerras y
revoluciones! ¿El estallido pandémico como expresión inicial de una catástrofe ecológica
planetaria? ¡Nada de eso! ¡Crisis, guerras y revoluciones!, nos responde el leninista
convencido. ¿La crisis pandémica como expresión inicial de una catástrofe ecológica planetaria
y un fenómeno de colapso civilizatorio inminente? ¡Jajaja! ¿Qué estás fumando tío? ¿Qué no
habéis escuchado? ¡Crisis, guerras y revoluciones!, vocifera iracundo el leninista. ¡Teoría de
la Revolución Permanente!, replica impaciente su amigo trotskista universitario. ¡Guerra de
posiciones, guerra de maniobras!, apunta impávido y muy acertadamente el autonomista
gramsciano, quién remata con tono grandilocuente: ¡Compañeros, compañeros, estas
discusiones no hacen sentido en las personas comunes y de carne y hueso… es necesario prestar
atención a las próximas elecciones parlamentarias! ¡Las elecciones primero! ¿Pandemia?
¡Ningún problema! ¡No hay para que hacer tanta alharaca! ¡Existe un rincón preciso para ella
en los tomos de las obras elegidas de Lenin y Trotsky! Un poco de teoría económica a lo Marx
como ingrediente base, un poco de teoría política a lo Lenin y a lo Trotsky para dar consistencia
y cuerpo a la receta, un poco de consideraciones naturalistas a lo Engels como relleno de
lechugas con acelgas para la ocasión (aunque eso sí no muy cargado), todo mezclado con una

119
rica cobertura de salsa gramsciana y una pizca de aderezo benjaminiano (sin olvidarnos, claro,
de la cereza feminista, uno que otro esparrago de Frankfurt y la aceituna ecosocialista) y
voilà… tenemos ya preparado nuestro “plato interpretativo” marxista ante la pandemia de
covid-19.

La pandemia no ha sido para el marxismo tradicional más que una mera pieza interpretativa en un
modelo ya establecido

Es cierto que, al menos en el ámbito de las izquierdas marxistas militantes (es sabido que en el
terreno académico ha existido en las últimas décadas una mayor disposición a las innovaciones
“culinario-teóricas”), este plato interpretativo sería el mismo que se viene preparando, con
variaciones sutiles cada vez que se hace necesario, ante cada nuevo hecho de la realidad
internacional desde hace más de un siglo. Con todo, como sabemos, esta capacidad para
preparar una misma receta con diversos ingredientes no constituiría realmente una sorpresa en
el ámbito de las cocinas tradicionales, lo cual sería más o menos coherente con la condición
que tendría el marxismo (no dudamos que bien ganada) de “cocina teórica típica”. En el caso
de la cocina Tudor, por ejemplo, aquella ha demostrado una excepcional capacidad, ya por más
de cinco siglos, para adaptarse a los nuevos sabores. El problema es aquí, sin embargo, otro:
que la interpretación teórica del presente ciclo pandémico, en tanto representante temprano del
tipo de fenómenos ecohistóricos que marcarán el arribo de la nueva época del Antropoceno,
requiere de una tradición culinaria-interpretativa un poco más heterodoxa a la que nos tiene
acostumbrado el marxismo en la mayoría de sus variantes.

Pero veamos algunos ejemplos concretos de como se ha manifestado esta operación de


unilateralización tardo-imperialista del análisis histórico en el terreno de la interpretación del
fenómeno pandémico por parte de ciertas corrientes marxistas contemporáneas.
Complementemos lo anterior, además, con el reconocimiento de otras tres “operaciones
discursivas” que constituyen, a nuestro juicio, una parte esencial del entramado ideológico-
interpretativo utilizado por los marxismos tradicionales para dar cuenta del origen, desarrollo
y perspectivas del ciclo pandémico: esto es, una mistificación anticapitalista de la naturaleza
del estallido pandémico; una apología productivista y tecno-científica de la sociedad moderna,
y una perspectiva democratista del programa reivindicativo asociado a la crisis sanitaria.

120
Desplacémonos para esto a una de las capitales actuales indiscutibles del pensamiento
estratégico trotskista latinoamericano (y digamos mundial, para no herir el internacionalmente
conocido orgullo de los locales): la hasta hace algún tiempo bullente (y hoy pandémicamente
alicaída) ciudad de Buenos Aires, esto para dar un vistazo al paisaje estratégico en el cual los
partidos trotskistas de Argentina han venido discutiendo (y tratado de dar una respuesta ante)
el fenómeno pandémico. Finalmente, dejando atrás la llamada “París de Sudamérica”,
cruzaremos la cordillera para visitar un país hoy teóricamente mucho más empobrecido y
tímido en términos políticos, al menos en lo que a política partidista se refiere y en comparación
a sus ciertamente más estridentes contrapartes argentinos (un efecto sin duda del último medio
siglo de aplastamiento ideológico pinochetista-neoliberal y de quizás no haber ganado aún una
copa del mundo): Chile. Una vez allí, en pleno epicentro de la pasada rebelión popular de
octubre del 2019 y luego de realizar algunas “comparaciones incómodas” en el terreno de las
organizaciones trotskistas de este país con respecto a sus contrapartes argentinas (es
comúnmente aceptado el hecho de que las organizaciones trotskistas chilenas no constituirían,
hoy por hoy, más que meros satélites repetidores de sus “partidos madres” en Argentina),
arribaremos entonces al destino final de nuestro “viaje argumentativo”. Esto es, las pútridas
profundidades social-liberales del llamado “autonomismo chileno” (y de algunos de sus
amigos), esa majamama de académicos e intelectuales semi-izquierdistas y semi-republicanos
que, constituyendo tal vez uno de los productos más decadentes del curso degenerativo de la
izquierda mundial durante décadas recientes, delira con tener algo que ver… con Gramsci.

(Próximas secciones)

5.2.2. Las operaciones ideológicas en acción: unilateralización tardo-imperialista,


mistificación anticapitalista, apología productivo-tecnocientífica y perspectiva democratista

5.3. El Marxismo-colapsista como guía teórica y programática ante el colapso. ¡O la


Revolución ante el Reino de la Muerte!

121

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