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LA FAMILIA FUNCIONAL

Probablemente haya poca necesidad de destacar la importancia general del matrimonio y la familia.
Tales instituciones sociales han existido en todos los lugares y en todos los tiempos como consta en la
historia. Incluso ahora, pese a lo que se dice en ciertos ámbitos sobre su disolución, la familia y las
relaciones conyugales, aunque en constante transformación, siguen claramente vigentes.
No obstante, se han modificado las expectativas sobre el matrimonio y la familia, sobre todo cuando
se compara a la familia tradicional con los cambios radicales que ha habido en este esquema. Para el
matrimonio y la familia, la diversidad de esquemas aceptados (cohabitación, familias no totalmente
consanguíneas, familias monoparentales y familias de 2 y 3 generaciones) constituyen un motivo de
incertidumbre, inestabilidad y ansiedad. Con todo, tal diversidad ofrece una riqueza de soluciones que no
proporcionaría un esquema más rígido. A cualquiera que participe en una terapia familiar o de pareja debe
advertírsele que no considere a la familia desde una sola perspectiva.

LA FAMILIA COMO SISTEMA


Los matrimonios y las familias se diferencian de otros grupos humanos en muchas formas: duración,
intensidad y función de sus relaciones. Para los seres humanos, la familia constituye el grupo más
importante en relación con el desarrollo psicológico individual, la interacción emocional y el mantenimiento
de la autoestima. Para muchos la familia es un grupo en el que se experimentan los amores y odios más
intensos, y en el cual se disfruta de las satisfacciones más profundas y se padecen las desilusiones más
dolorosas. Las características de una familia (o de una pareja) como unidad son diferentes de la simple
suma de sus componentes.
Los integrantes de la familia suelen vincularse por lazos intensos y duraderos derivados de
experiencias pasadas, roles sociales, apoyo y necesidades mutuos y expectativas. Hay factores que actúan
constantemente para mantener el sistema familiar en equilibrio y evitar que experimente cambios
demasiado fuertes o rápidos.
La homeostasis familiar alude al concepto de que la familia es un sistema diseñado para mantener un
estado relativamente equilibrado. Por tanto, cuando el sistema en su conjunto o cualquiera de las partes
que lo integran está sujeto a una fuerza desequilibrante, la retroalimentación restablecerá el equilibrio
preexistente. Sin embargo, a menudo es necesario que la familia pase a un nuevo equilibrio, lo que sucede
en momentos de transición durante el ciclo de vida de la familia o después de un cambio de vida importante
(p.e., cuando la madre regresa al trabajo) o de un trauma (p.e., un accidente automovilístico en el que uno
de los integrantes de la familia resulta lesionado y no puede continuar con sus roles normales).
Para que el sistema sea funcional, debe contar con ciertas características. En el cuadro 2-1, se
presentan 10 procesos que caracterizan a las familias funcionales —es decir, saludables o normales.

CUADRO 2-1- PROCESOS QUE CARACTERIZAN A LAS FAMILIAS FUNCIONALES.


1. Conexión y compromiso de los integrantes como unidad que se cuida y apoya mutuamente.
2. Respeto por las diferencias y la autonomía individuales que promueve el desarrollo y bienestar de
los integrantes de cada generación, de los más jóvenes a los más viejos.
3. En lo que tiene que ver con las parejas, relación caracterizada por el respeto mutuo, el apoyo y la
participación equitativa del poder y las responsabilidades.
4. En lo referente a la crianza, protección y socialización de los hijos, y liderazgo y autoridad
paterna/ejecutiva eficaz para el cuidado de otros miembros vulnerables de la familia.
5. Estabilidad organizacional, caracterizada por la claridad, la congruencia y las pautas de interacción
predecibles.
6. Adaptabilidad: flexibilidad para satisfacer las exigencias de cambio internas o externas, para
afrontar debidamente el estrés y los problemas, y para dominar los desafíos normativos y no
normativos y las transiciones durante el ciclo de vida.
7. Comunicación abierta caracterizada por la claridad en las reglas y expectativas, interacción
placentera y diversidad de expresiones emocionales y respuestas que manifiestan empatía.
8. Procesos eficaces de resolución de problemas y conflictos.
9. Sistema de creencias compartidas que permite la confianza mutua, el dominio de los problemas, la
conexión con generaciones pasadas y futuras, valores éticos e interés por la comunidad humana en
general.
10. Recursos adecuados para la seguridad económica básica y el apoyo psicosocial en las redes de
familiares y amistades y los sistemas comunitarios y sociales generales.

CICLO DE VIDA CONYUGAL O FAMILIAR


Dado que una de las funciones medulares de la familia es preparar a los hijos para la vida adulta, el
sistema debe asegurar que los integrantes dominen varias tareas psicosociales relacionadas con fases
específicas en cada etapa del ciclo de vida de la familia. Los estresores que ocurren durante cualquiera
de estas etapas pueden interferir en la consecución de las tareas normales del desarrollo. Aunque la
capacidad de la familia para transitar debidamente de una determinada fase del desarrollo a otra quizá
dependa de cómo se hayan negociado las etapas anteriores, las familias en ocasiones se hallan mejor
preparadas para enfrentar los desafíos de una etapa que de otra.
La capacidad de las parejas para comunicarse con claridad, resolver problemas y mantener una relación
razonablemente libre de proyecciones y programas incompatibles se basa en las necesidades
intrapsíquicas de los individuos, los comportamientos reflexivos que traen consigo de su familia de origen,
la evolución de la dinámica conyugal y el estado de desarrollo marital. Los ciclos de vida individuales y
familiares determinan ciertas pautas de estrés normativas, como se explica en los párrafos siguientes
(cuadro 2-2).

CUADRO 2-2. CICLO DE VIDA DE LA FAMILIA Y DESARROLLO ADULTO


Edad adulta temprana (20 a 40 años de edad)
20 a 30 años de edad
1. Establece una estructura de vida independiente (hogar, amigos, etc.)
2. Renegocia las relaciones con los padres
3. Toma la primera serie de decisiones en torno a la elección ocupacional
4. Explora la intimidad/sexualidad
5. Posiblemente enfrenta la paternidad

Transición de los 30 años de edad


En ocasiones reconsidera las elecciones tempranas ("curso de corrección")
1. Se establece en la estructura de vida elegida
2. Profundiza el compromiso con el trabajo y las relaciones íntimas
3. Experimenta el sí mismo como un adulto completo

Edad adulta media (40 a 60 años de edad)


40 a 50 años de edad
1. Enfrenta las complejidades de formar parte de la generación al mando: puede ser responsable de
hijos o padres ancianos
2. Transición de la mitad de la vida: reevalúa las metas de su vida, el trabajo y las relaciones
3. Se perdona los pecados de omisión y comisión

50 a 60 años de edad
1. Se establece en la vida que eligió en la década anterior
2. Acepta aquello en lo que se ha convertido
3. Enfrenta la condición de abuelo
4. Enfrenta temas relacionados con la vejez y la mortalidad

Edad adulta tardía (60 años de edad en adelante)


60 años de edad en adelante
1. Revisa su vida
2. Deja de formar parte de la generación al mando
3. Halla función y dirección en un mundo que valora la juventud
4. Enfrenta los cambios físicos del envejecimiento

75 años de edad en adelante


Se enfoca en el funcionamiento pese al envejecimiento físico

CICLO DE VIDA INDIVIDUAL


La edad de los participantes adultos influye mucho en los asuntos conyugales y familiares. Las fases
del desarrollo adulto pueden dividirse en términos generales en:
1. edad adulta temprana (20 a 40 años de edad);
2. edad adulta media (40 a 65 años de edad); y
3. edad adulta tardía (65 años en adelante).
Entre los aspectos del desarrollo en la edad adulta temprana se hallan la salida del individuo de la
familia de origen y el desarrollo de un sentido de identidad y estructura de vida, una trayectoria laboral
o profesional, y una relación íntima y comprometida. Durante la tercera década de vida cuando hay una
necesidad de atender al mismo tiempo todas las tareas del desarrollo, la relación que la persona sostenga
con los padres y el trabajo puede alterar profundamente tanto la elección conyugal como el desarrollo de
la pareja. Las primeras relaciones amorosas en particular, quizá se desarrollen en respuesta a exigencias
paternas percibidas, a un deseo de probarse a sí mismo como adulto o a una necesidad de pareja para
combatir los temores a la soledad. En la tercera década de vida, mucho tiempo y energía emocional llegan
a canalizarse hacia el trabajo más que a las relaciones. Sin embargo, es mayor la necesidad de asegurar
los lazos emocionales, y la mayoría de las personas desarrollan relaciones intensas y de largo plazo para
finales de este periodo y desean establecer una familia poco después. Si sus elecciones los complacen, la
cuarta década de vida puede ser un período particularmente estable y ordenado.
Los aspectos de la mitad de la vida son complejos. El inicio de la quinta década de vida no siempre es
un periodo de crisis, pero suele caracterizarse por una sensación de transición y una necesidad de
reevaluar la propia estructura de vida después de 20 años de actuar como adulto. Una sensación de
mortalidad y de avance de la edad hace que muchas personas revisen su vida y reorienten ciertas partes
de ésta. Como cónyuges, los individuos que atraviesan por la mitad de la vida probablemente estén más
dispuestos a olvidarse de obsesiones laborales y a cultivar una mayor intimidad, u olvidar un enfoque
familiar y orientarse más hacia el mundo. Como parte de la revisión de su vida, algunas personas se dan
cuenta de que están insatisfechas con su matrimonio y sostienen relaciones extramaritales, se separan o
divorcian. El final de la edad adulta temprana puede ser una fuente de satisfacción, cuando las personas
llegan aceptar lo que son y lo que no son. Si el matrimonio es bueno, puede ser una fuente particular de
consuelo y fortaleza durante este periodo.
Las tareas de la edad adulta tardía consisten en desarrollar un sentido de propósito para el resto de
la vida y revisar la propia existencia. Como la esperanza de vida de muchos adultos mayores en la actualidad
se extiende hasta los 80 y 90 años, resulta difícil la tarea de hallar un propósito y una función en una
sociedad que valora la juventud y denigra la vejez. Son fundamentales pues, las interrogantes sobre cuánto
depender de los hijos adultos y cómo darle sentido a la vida. En virtud de que las mujeres viven en promedio
7 años más que los varones y suelen casarse con hombres mayores que ellas, la población de adultos
ancianos consta principalmente de mujeres viudas y divorciadas, que están sujetas a prejuicios sexuales
y de edad y a la pobreza.

FASE Y TAREAS DE LAS RELACIONES


En esta sección sobre el ciclo de vida de la familia, se analizan primero las tareas asociadas con el
comienzo de la familia y luego las concernientes al ciclo de vida adulta que se relacionan con la forma de
la familia.
Cortejo y matrimonio temprano
Para muchas personas, la decisión más importante que toman en el curso de su vida es la elección del
cónyuge. La formación de la pareja se realiza mejor cuando uno ha concluido las tareas de reestructurar
las relaciones personales con los padres, cuando uno ha aprendido lo suficiente sobre sí mismo como para
estar consciente de sus problemas característicos propios, y cuando uno ha experimentado la libertad y
aventura suficientes como para que las exigencias de una relación intensa se perciben como algo
reconfortante y no restrictivo. Una nueva pareja que se prepara para el matrimonio debe establecer una
identidad como tal, desarrollar formas eficaces de comunicación y resolución de problemas, y empezar
establecer una pauta común de relaciones con los padres, amigos y compañeros de trabajo. A menudo es
antes del matrimonio cuando se toman las decisiones relacionadas con la sexualidad y se establece cierta
pauta de relaciones íntimas.
Si una pareja no ha tenido una relación sexual íntima antes de contraer nupcias, enfrentará la
sexualidad y la reciprocidad durante los primeros meses del matrimonio. Las formas de comunicación y
división de tareas que se establecen en los primeros meses suelen ser difíciles de modificar
posteriormente, de modo que es crucial abordar esto de manera directa y clara.
El matrimonio entre personas menores de 21 años de edad a menudo representa la búsqueda de un
progenitor sustituto, una forma de salir de un hogar problemático o de vengarse del padre o la madre, o
una búsqueda de seguridad. Algunos de estos matrimonios tempranos funcionan adecuadamente y
permiten que la pareja crezca, pero muchos interfieren en el proceso de individuación, sobre todo si poco
después del matrimonio vienen los hijos.
Los matrimonios que se dan durante el periodo usual (de los 21 a 30 años de edad) se insertan en la
serie de tareas diversas y complejas de la edad adulta temprana. Los matrimonios jóvenes son agitados
por las diversas tareas que se imponen los individuos al principio de la edad adulta. La competencia en la
vida íntima, vida laboral y la paternidad deben desarrollarse al mismo tiempo. Los motivos de estrés más
comunes en un matrimonio joven pueden listarse como:
1. el nacimiento de los hijos,
2. la búsqueda de una unión conyugal igualitaria dentro de una cultura no igualitaria,
3. las transiciones importantes en las responsabilidades laborales y, por último,
4. la enfermedad de algún integrante de la familia.
Los matrimonios entre personas de mediana edad difieren en función de si se trata de un primer
matrimonio de largo plazo o de uno nuevo. Los matrimonios de largo plazo suelen verse amenazados por
los primeros indicios de transición de la mitad de la vida, la salida de los hijos del hogar y la aparición de
alguna enfermedad. Como resultado de esta diversidad, es probable que desarrollen una mayor solidez y
profundidad, pero si sus bases son sólo superficiales, probablemente sufrirán. Los nuevos enlaces que
ocurren durante la mitad de la vida suelen ser segundas nupcias y pueden beneficiarse de los errores del
pasado. Es posible que ambos integrantes estén más relajados con su persona y su trabajo, y más
disponibles para la vida familiar. Como resultado de ello, tal vez resulte más sencillo criar a los hijos de
segundas nupcias; sin embargo, los problemas relacionados con las familias no totalmente consanguíneas
también llegan a complicar mucho las segundas nupcias.
Como sucede con los matrimonios que ocurren durante la mitad de la vida, los que se establecen entre
personas de edad avanzada pueden ser por relaciones de hábito y conveniencia, o por vínculos profundos.
En etapas avanzadas de la existencia, los cónyuges normalmente han renunciado a tratar de cambiar al
otro y quizá sean más tolerantes. Con todo, el índice de divorcios incluso en este grupo de edad se ha
elevado en los últimos años. En muchos matrimonios que atraviesan por etapas avanzadas de la vida, la
jubilación del marido puede imponer cierto estrés a la unión conyugal, pero la salud y la enfermedad son
los factores más determinantes del funcionamiento de la pareja en los años posteriores.

Coalición de la pareja
El aspecto medular de la familia es la coalición de la pareja, es decir, el trabajo conjunto de ambos
cónyuges. Este término supone que los esposos han podido desprenderse apropiadamente de los lazos que
los unían con su familia de origen y han logrado desarrollar su propia individualidad y valía personal, y una
identidad como pareja. El matrimonio no es solamente la unión de dos individuos; también es una síntesis
de sus familias de origen, cada una de la cuales tiene sus propias experiencias, historia, estilo de vida y
actitudes. Uno se casa no sólo con un individuo, sino también con la familia de origen de esa persona. Aun
cuando el clan familiar (o familia extendida) no esté presente físicamente, las pautas que experimentaran
los cónyuges en su familia de origen influyen de manera inevitable en sus interacciones conyugales y
familiares actuales.
El proceso de establecer una relación conyugal satisfactoria exige acuerdos compartidos entre las dos
partes relacionadas. Tales convenios pueden consistir en reglas explícitas, implícitas (que la pareja
acordaría si fuera consiente de ellas) y aquellas que un observador advertiría, pero que la pareja
probablemente negaría. Las reglas centrales o básicas de las relaciones interpersonales se dan en las 5
dimensiones que se aprecian en el cuadro 2-3, las cuales determinan la calidad de una relación.

CUADRO 2-3. DIMENSIONES DE UNA RELACIÓN


1. Poder: ¿Quién está al mando? Éste es un ámbito complejo pues hay muchas clases de poder, que van
de la experiencia, pasando por la coerción física, a la costumbre. Si bien el poder puede compartirse
de muchas maneras, hay un acuerdo general en casi todas las parejas sobre quién manda, si es imposible
llegar a una decisión conjunta, y de quién y cuáles son las necesidades prioritarias en la familia.
2. Cercanía o distancia: La pareja negocia qué tipo de distancia emocional siente cercana e íntima y
cuál demasiado distante.
3. Separación e intimidad; es decir, inclusión y exclusión: ¿A quién más se considera parte del sistema
conyugal? Este aspecto relacionado con los límites se aplica no sólo a los parientes reales y otras
personas, sino también al tiempo asignado a los intereses profesionales y recreativos.
4. Compromiso conyugal: Ambas partes necesitan sentir que están comprometidas con la relación y que
ésta constituye un aspecto primordial en la vida de la pareja.
5. Intimidad, es decir, participación recíproca de las vulnerabilidades: Los miembros de la pareja
suelen ser diferentes en cuanto a la necesidad que tienen de compartir las cosas verbalmente, pero
para la mayoría de los cónyuges ésta es una parte importante o esencial de su vínculo emocional.

Las parejas que armonizan en variables como nivel socioeconómico; antecedentes religiosos, étnicos y
raciales; y actitudes y valores políticos y sociales suelen ser más afortunadas que las parejas que no tienen
una buena correspondencia en estas variables. Sin embargo, la disimilitud y complementariedad de los
estilos de personalidad pueden, en la práctica, mejorar una asociación, lo mismo que otros intereses
secundarios. El factor determinante al parecer es que exista una correspondencia entre roles y metas,
es decir, alcanzar una determinada meta, ya sea que uno tenga que optar por una pareja que sea igual o
diferente a uno mismo. Los factores relacionados con el temperamento y la personalidad son otro conjunto
de determinantes clave.
En 2 estudios recientes, se analizan los mejores indicadores de un buen matrimonio. Markman, citado
en Talan, señala que éstos "comprenden comunicación, capacidad para resolver conflictos, compatibilidad
de personalidades, expectativas realistas y acuerdo sobre valores religiosos". Lo que es común en ambos
estudios es la capacidad de las parejas para resolver las diferencias y comunicar necesidades diferentes.
En la experiencia de los autores de esta obra, los matrimonios que parecen más estables en el tiempo son
aquellos en que cada miembro de la pareja está dispuesto a que el otro influya sobre uno y a compartir el
poder. Entre los indicadores de divorcio se hallan "las evasivas, la crítica, la actitud defensiva y el
desprecio del cónyuge".

El ciclo de vida de la familia en relación con los padres y los hijos


Aunque la estabilidad y la homeostasis son elementos importantes de los sistemas conyugal y familiar,
inevitablemente hay otras fuerzas que modifican de continuo a la familia, llevándola en dirección del
desarrollo y la diferenciación. Algunas de estas fuerzas constituyen la pauta de crecimiento conocida
como ciclo de vida de la familia, el cual puede concebirse como los sucesos de vida esperados por los que
cursa la mayoría de las familias en una secuencia bastante predecible, pero no invariable. Hay otros
estresores que pueden concebirse como inesperados en el sentido de que son extraordinarios; la mayoría
de las familias no por fuerza los experimenta, o bien, ocurren fuera de la secuencia normal del ciclo de
vida.
El planteamiento longitudinal (lo que se conoce como planteamiento tradicional del desarrollo de la
familia) es análogo al ciclo de vida individual. Como sucede en el desarrollo individual, la familia atraviesa
por fases esperadas. En el cuadro 2-4 se aprecian las fases tradicionales.

CUADRO 2-4. FASES TRADICIONALES DEL DESARROLLO DE LA FAMILIA.


Formación de la pareja (amor, cohabitación o compromiso, matrimonio)
La familia cría a los hijos pequeños (desde que nace el primogénito hasta que cumple 5 años)
La familia con hijos en la escuela
La familia con hijos adolescentes
La familia como un centro de partida (los hijos empiezan su propia estructura de vida adulta, por lo
general, aunque no siempre, se marchan de casa)
La familia en sus años intermedios (lo que puede incluir la jubilación de uno o de ambos cónyuges y a
menudo comprende la condición de abuelos)
La pareja como parte de una familia de 3 generaciones (incluye la eventual muerte de uno de los
cónyuges)

Hijos y cambios de función


Si uno visualiza que en cada etapa del desarrollo se desarrolla una estructura familiar diferente, es
factible percatarse de que la mayoría de las familias modifica fundamentalmente su organización a fin de
transformarse. P.e., la organización de la pareja conyugal se transforma de manera radical con el
nacimiento del primer hijo, y la estructura de esta tríada cambia necesariamente con el nacimiento de un
segundo hijo.
La familia que tiene hijos de corta edad se caracteriza por la cercanía, la vinculación afectiva y el
intenso enfoque interno en los infantes o niños pequeños. Al adquirir el rol de padres, los cónyuges
enfrentan nuevas responsabilidades. Los padres deben desarrollarse y revisar sus estrategias para
satisfacer sus propias necesidades y las que van apareciendo en sus hijos. La pareja debe aprender a
operar en una situación triangular y a negociar lo que con frecuencia son diferentes estilos de crianza de
los hijos. Muy a menudo la madre es quien se ocupa en mayor medida de la crianza de los hijos y reduce
su actividad profesional, lo cual hace que la pareja negocie nuevos roles.
La familia con hijos en edad escolar se abre a fuentes extrafamiliares como la escuela, las familias de
los amigos de los hijos los nuevos compañeros. Conforme los hijos interactúan con personas externas a
la familia, los padres quedan en libertad de retomar la búsqueda de sus propios intereses. Se trata de
un periodo en el cual los hijos y los padres pueden volverse buenos compañeros y a menudo es un lapso
cálido y sencillo para la familia. Hasta los abuelos contribuyen a la apertura del sistema familiar ya que
inician a los nietos en experiencias pertenecientes a distintos contextos. Los aspectos relacionados con
la disciplina, los valores y la cantidad de libertad que se concede a los hijos en crecimiento pueden
convertirse en ámbitos de discusión importantes. Las diferencias religiosas y culturales entre los padres
deben negociarse (en función del hijo) ya que este aspecto influye directamente en los rituales y el
funcionamiento de la familia.
Cuando los hijos llegan a la adolescencia, presionan para obtener mayor autonomía. Al mismo tiempo,
los padres empiezan a lidiar con deseos contradictorios de cercanía y libertad de la familia. Los años de
la adolescencia suelen ser difíciles para muchas familias. Por primera vez, el adolescente parece estar en
parte dentro y en parte fuera de la familia. A fin de manejar las tareas de desarrollo de esta fase, la
familia debe ser fuerte, flexible y estar en condiciones de apoyar el crecimiento; sin embargo, para la
mayoría de las familias, la adolescencia no es un periodo de caos y rebelión. Padres e hijos aún están
vinculados y aprenden unos de otros en formas eficaces durante este lapso. Al mismo tiempo, muchos
padres también enfrentan los cambios en la salud de sus propios progenitores, lo que los hace sentir que
están en medio de las necesidades de sus hijos y de sus propios padres.
Si la etapa de la adolescencia comprende los conflictos esperados sobre cuánto retener o cuánto dejar
ir, la familia con hijos en crecimiento enfrenta la pérdida al promover la independencia y el desarrollo de
nuevos apegos. La principal tarea de la familia consiste en continuar el proceso de dejar ir que empezará
en la adolescencia, mismo que implica reestructurar y, al mismo tiempo, mantener la relación.

TAREAS DE LA FAMILIA
A las familias puede considerárselas como laboratorios que permitirán el desarrollo y mantenimiento
social, psicológico y biológico de los integrantes de la familia. Al realizar esta función, las parejas y
familias deben llevar a cabo tareas vitales, entre las que se hallan la satisfacción de las necesidades
físicas básicas (alimentación, refugio y vestido), el desarrollo de una coalición familiar y la socialización
de los hijos, y la resolución de crisis que puedan surgir en relación con la enfermedad y otros cambios de
vida.

PROVISIÓN DE NECESIDADES FÍSICAS BÁSICAS


Los terapeutas que trabajan con familias económicamente desfavorecidas reconocen de inmediato la
importancia fundamental que tiene el hecho de que se satisfagan las necesidades físicas y materiales
básicas de las familias. El grado al que se satisfacen estas necesidades influye en todas las funciones
complejas de la familia.

CRIANZA Y SOCIALIZACIÓN DE LOS HIJOS


Para los fines de este análisis, el término personalidad se define como la adaptación de cada persona
a las características biológicas que hereda al nacer y que interactúan con las exigencias de la familia y el
mundo externo. Aunque buena parte de los temperamentos esenciales de los niños son innatos, la postura
que adopten en relación con el mundo, su conocimiento de las normas culturales, y sus actitudes hacia
hombres y mujeres, se desarrollan en última instancia dentro de la familia y el vecindario y por influencia
de los medios de comunicación (principalmente la televisión). El descuido, los traumatismos o la educación
caótica a edad temprana pueden perjudicar permanentemente la estructura y el funcionamiento cerebral.
Los niños aprenden de lo que son y hacen sus padres; debido a ello algunos aspectos del aprendizaje no
pueden controlarse mediante la educación. Un padre ansioso comunicará cierta ansiedad a su hijo, al
margen de la habilidad de comunicación del progenitor. Sin embargo, se sabe que son necesarias ciertas
habilidades de crianza fundamentales para el desarrollo óptimo de los niños.

USO DE TÉCNICAS DE CRIANZA INFANTIL ACORDES CON LA EDAD


Es necesario que los padres entiendan las capacidades de sus hijos a diferentes edades a fin de criarlos
adecuadamente. P.e., esperar que un hijo de un año demuestre paciencia y autocontrol o tratar de razonar
con un hijo de 3 años que está haciendo un berrinche, generará enojo y confusión tanto en el menor como
en el padre. Además, algunos padres pueden tener dificultades particulares con cierta fase debido a las
experiencias que ellos mismos tuvieron en su familia de origen. P.e., un padre que fue promiscuo
sexualmente en la adolescencia quizá sienta temor cuando su hijo llega a la adolescencia y manifieste
desconfianza y un control excesivo sobre este último.

MANTENIMIENTO DE LA COALICIÓN PATERNA Y LOS LÍMITES GENERACIONALES


Para el conjunto de la familia, resulta benéfico que los padres tengan muy claro que actúan como equipo
en la crianza de los hijos y que los roles de los adultos son distintos de los de los menores. Aunque los
padres no concuerden en todo, debe haber ciertas pautas comunes y congruentes en materia de crianza
infantil. Aun cuando tengan desacuerdos, el hijo debe saber que hallarán la forma de resolver sus
desavenencias y no lo dejarán en el limbo. Los problemas surgen cuando los padres tienen tantos conflictos
que uno o ambos recurren al hijo en busca de apoyo, lo que pone al menor en una situación de conflicto de
lealtades ("Si me pongo del lado de papá, mamá ya no me querrá") o en una situación en la que el menor
asume un rol de cuidado de uno de los padres y "se avergüenza del otro".
APOYO DE UNA COALICIÓN DE HERMANOS
La historia de la teoría del desarrollo ha descuidado mucho los roles que desempeñan los hermanos en
las familias. A este respecto, una cuestión medular es el microentorno de los hermanos, su mundo, el cual
existe en contraposición al de los padres. En las investigaciones realizadas en el decenio de 1990-99, se
descubrió que los hermanos manifiestan un ligero grado de semejanza en cuanto a personalidad, pero esto
al parecer se debe más a los genes que a las experiencias que comparten. Por supuesto que, en las
diferencias que distinguen a los hermanos a la larga —el llamado entorno no compartido—intervienen otros
factores, como serían los sucesos de vida que enfrentan, las percepciones que cada hijo tiene de los
padres, las actitudes diferentes de los progenitores hacia los diferentes hijos y las amistades que los
hijos desarrollan.
La teoría acerca de la familia ha subrayado el importante rol que desempeñan los hermanos en el
funcionamiento normal de la familia. Cada hermano tiene un rol crucial en el mantenimiento de la
homeostasis de ese sistema familiar en particular. Los hermanos suelen trabajar en conjunto cuando sus
padres están continuamente en desacuerdo o se han divorciado, o cuando uno o ambos padres padecen una
enfermedad mental grave. Ese lazo a menudo es el vínculo que mantiene la funcionalidad de la familia
cuando uno o ambos padres no pueden desempeñar los roles paternos.
Los terapeutas familiares consideran que aspectos como la lealtad, el apego y el vínculo emocional son
importantes y útiles para modificar pautas disfuncionales. En las familias disfuncionales, los hijos suelen
sostener relaciones igualmente disfuncionales como hermanos; p.e., los hermanos tal vez imiten la relación
de los padres al pelear siempre de la misma manera en que lo hacen los padres o siendo dominantes como
lo es uno de los progenitores. Lo primordial para el terapeuta familiar consiste en percibir a cada hermano
como individuo.
En los modelos de tratamiento de la familia es factible incluir intervenciones centradas en los
hermanos. En el tratamiento, el terapeuta puede recurrir a los hermanos mayores como agentes de cambio
o centrarse en el conflicto entre hermanos. Cuando ha muerto uno de los padres, los hermanos son
importantes para mantener el sistema familiar y afrontar la pérdida del padre o la madre. Cuando uno de
los hermanos sufre un tx mental, los otros pueden ser fuentes activas de apoyo. Además, los hermanos
necesitan conocer información muy específica sobre los txs del Eje I, como es la esquizofrenia,
particularmente su pronóstico y las dificultades resultantes en la comunicación y resolución de problemas
con los hermanos.

MODALIDADES DE FAMILIA ALTERNAS


Las modalidades familiares que se derivan de los cambios en la condición de los compañeros son:
1. la cohabitación y las relaciones seriales,
2. la familia durante la separación y el divorcio,
3. las familias binucleares y de un solo progenitor y
4. las familias constituidas a partir de nuevas nupcias o no totalmente consanguíneas.
Conforme se alarga el ciclo vital y la esperanza de vida de la gente se extiende hasta los 50, 60 o
incluso 70 años de edad adulta funcional, la posibilidad de que uno tenga una sola pareja, elegida a
principios de su tercera década de vida y que dure toda la vida, parece más remota que nunca.

RELACIONES SERIALES
Algunas personas desarrollan una pauta de vida basada en relaciones secuenciales, lo que comprende
varias relaciones serias de largo plazo y puede incluir varios matrimonios con la creación y disolución de 2
o 3 unidades familiares. A menudo resulta difícil determinar si este modelo indica problemas emocionales
y temor al compromiso, o un auténtico crecimiento personal.

COHABITACIÓN
En menos de una generación, el hecho de que 2 personas vivan juntas como amantes no casados ha
pasado de ser un escándalo a un aspecto normativo en EUA. Las parejas cohabitan por diversas razones,
entre las que se hallan la conveniencia, un matrimonio a prueba y un acuerdo de compromiso permanente
en el cual, por motivos emocionales o económicos, una pareja opta por no establecer un contrato conyugal
legal. La duración media de la cohabitación en EUA es de 1.3 años, y 59% de estos acuerdos terminan en
matrimonio. Las parejas que cohabitan cuentan con las ventajas y las desventajas de un contrato de
relaciones poco riguroso, lo que incluye una sensación de libertad, de estar vigentes y de incertidumbre.
Aunque las tareas básicas de una coalición de pareja (p.e., enfrentar la intimidad, el poder, los límites, la
sexualidad) están presentes como en el caso de las parejas casadas, la cohabitación, por definición, supone
límites más permeables con el mundo externo, lo mismo que cierto acuerdo en consideraciones como la
permanencia —P.e., el significado de su condición.
Aproximadamente 40% de las parejas que cohabitan viven con hijos de uno o ambos integrantes en una
familia no totalmente consanguínea. En algunas investigaciones, se señala que no debe ignorarse el hecho
de que vivir con un padre biológico y su amante es una situación sumamente difícil para los hijos, a quienes
se les pide que se relacionen con una persona que puede abandonarlos y que no tiene derechos reales para
disciplinarlos o criarlos. Algunas evidencias indican que son más probables las agresiones físicas y sexuales
cuando en el hogar hay un adulto con quien no se tiene una relación biológica. En la medida de lo posible,
la cohabitación en casa con hijos producto de relaciones anteriores debería limitarse a parejas
permanentes o que están a punto de casarse.

SEPARACIÓN CONYUGAL
La separación es una crisis de la vida familiar más o menos común. Aunque resulta emocionalmente
traumática para los individuos implicados, puede servir como oportunidad para evaluar de nuevo el
contrato conyugal y las metas individuales. La separación durante las primeras etapas de un matrimonio
quizá se deba a que lo que unió inicialmente a la pareja, producto de la pasión o el capricho, carecía de
bases sólidas y terminó por desvanecerse con la convivencia diaria, lo que genera "desilusión y falta de
disposición a tratar de resolver los problemas. Para quienes se ven orillados a casarse como consecuencia
de un embarazo, las recriminaciones posteriores sobre las razones de la unión tal vez acarreen un periodo
tormentoso. Algunas personas se casan para alejarse del hogar paterno o por desesperación de que nunca
serán capaces de atraer a alguien más que se interese seriamente en ellas. Cuando pierden fuerza estos
motivos subyacentes, los fundamentos del matrimonio se ven socavados. Hay muchas otras razones para
que dos personas se separen, entre las que se hallan problemas psicológicos graves de uno u otro individuo,
incompatibilidad y aventuras extramatrimoniales.
Para algunas parejas, las diferencias en el desarrollo adulto desembocan en una situación en la cual las
dos personas ya no tienen mucho en común. Los cónyuges cuyos hijos han crecido y abandonado el hogar
tal vez no se acostumbren tan fácilmente a vivir juntos solos como matrimonio. Una vez que ha disminuido
o desaparecido el rol paterno, es posible que quede poca viabilidad emocional o funcional en el matrimonio.
Si bien es natural pensar en la separación conyugal como un hecho desafortunado, la separación y su
posterior resolución pueden considerarse como aspectos que ofrecen un potencial de crecimiento y
transformación positivos. Ofrecen a la pareja la oportunidad de examinar con toda objetividad su relación.
Al mismo tiempo, los individuos se hallan en condiciones de poner a prueba su capacidad para adaptarse a
vivir solos. Esta separación, junto con las nuevas experiencias de vida de índole diversa, con frecuencia
permite que marido y mujer modifiquen los comportamientos y emociones que tienen uno por otro en el
momento en que llegan a la reconciliación. Si los integrantes de la pareja son incapaces de comunicarse o
aprender uno de otro, la separación no resultará de gran ayuda, independientemente de si la pareja se
reconcilia o no. La experiencia clínica señala que cerca de la mitad de las parejas que se separan vuelven
a unirse. Alrededor de la mitad de esas parejas termina por divorciarse posteriormente.

DIVORCIO
El índice de divorcios en la mayor parte de los países industrializados ha ido en aumento, aunque desde
mediados del decenio de 1980-89, ha mostrado indicios de haberse estabilizado. Si una relación conyugal
ya tiene el tiempo suficiente como para que se haya formado un verdadero apego (se considera que unos
2 años es un periodo razonable para ello), el divorcio es una de las experiencias más dolorosas en la vida
de cualquier persona. Se incluye aquí un análisis del divorcio porque, en muchas ocasiones; el divorcio es
un paso positivo en el desarrollo de vida de un individuo o de una familia. Muchos divorcios se inician cuando
uno de los cónyuges es agresivo física, sexual o verbalmente. Terminar una unión de esta naturaleza suele
ser parte de un proceso de maduración.
El divorcio es un proceso y no un hecho que suceda de pronto y se caracteriza por tener su propia
trayectoria de desarrollo. En realidad, representa una de una serie de transiciones que comienzan con la
insatisfacción conyugal y que quizá lleven o no a su fin el matrimonio. Diversos autores han delineado las
etapas del divorcio, las cuales aparecen en el cuadro 2-5.
CUADRO 2-5. ETAPAS DEL PROCESO DE DIVORCIO
1. La fase previa al divorcio, comprende desilusión e insatisfacción crecientes con el matrimonio y la
consideración inicial de la posibilidad de divorciarse.
2. La separación misma, consiste en mudarse de casa y enfrentar el pesar inmediato. Para muchas
personas, se trata de un período de gran angustia emocional, confusión y dolor ("periodo desquiciante").
3. El divorcio, que suele ocurrir al año o a los dos años siguientes. Durante este lapso, cada integrante
de la antigua pareja enfrenta la reorganización de su estructura de vida, los aspectos relacionados con
la paternidad o maternidad, la reorganización de las finanzas y la familia, su nueva condición en la
comunidad y los asuntos legales derivados del divorcio.
4. Para cada ex cónyuge, esta fase entraña reformar la identidad en el sentido de dejar de ser parte
de una pareja y convertirse en una persona soltera (el divorcio psíquico). Las parejas que tienen hijos
deben hallar formas de mantenerse en comunicación como padres mientras se separan como pareja.

Aunque para algunas parejas el divorcio es una decisión mutua y relativamente libre de culpa, en casi
todas las parejas uno de los integrantes desea el divorcio más que el otro. Por lo común la parte rechazada
se siente profundamente herida y lastimada, y el que rechaza suele reaccionar con culpa y, por tanto, no
es capaz de lamentar las pérdidas reales. Entre las reacciones posteriores puede haber luchas feroces
por la patria potestad de los hijos, por el dinero o por la versión de lo que salió mal —estas batallas quizá
tengan como finalidad el castigo o la venganza, o incluso llegan a constituir una forma de mantener el
contacto con el cónyuge—. Para muchas personas, el apego (la necesidad de saber dónde está la otra
persona, sentirse seguro en presencia del otro) puede durar mucho tiempo después de que se han perdido
el amor o el respeto, lo que genera intentos confusos de revinculación. El proceso de llegar a aceptarse
uno mismo, reconocer la parte que a uno le corresponde en la disolución matrimonial y empezar a salir de
nuevo con otras personas son aspectos que suelen provocar gran ansiedad.

LA FAMILIA MONOPARENTAL FUNCIONAL


Una de las estadísticas sociales más asombrosas del decenio de 1990-99 fue el incremento de las
familias monoparentales. Éstas se definen como unidades familiares en las que sólo hay un progenitor por
muerte, divorcio, separación del otro padre, o porque el hijo o los hijos nacieron fuera del matrimonio. En
una familia monoparental que ha sido producto del divorcio, el otro padre biológico suele estar disponible
y comprometido. A estas unidades se les llama en general familias binucleares, y en ellas la crianza de los
hijos sigue siendo una responsabilidad compartida, incluso en casas separadas. En 90% de las familias en
las que un solo progenitor tiene la responsabilidad única o casi exclusiva de los hijos, el progenitor
normalmente es la madre; alrededor de 10% de todas las familias son monoparentales. Este tipo de
familias comparten características similares pero pueden presentar distintos aspectos dependiendo de si
hay otro adulto en residencia, como puede ser un abuelo o un amante, o si el progenitor y el hijo (o hijos)
están solos en la casa y sólo responden unos de otros.
Los hogares monoparentales formados después de un divorcio o un fallecimiento atraviesan por un
periodo de transición en el cual las estructuras de la familia tienen que replantearse y reformarse por
completo. Dependiendo de las necesidades del progenitor restante, puede haber un periodo de caos antes
de que se reorganicen las tareas fundamentales de proveer alimento, refugio, organización y disciplina.
La evaluación del impacto que ejerce la ausencia del cónyuge en el resto de la unidad familiar debe tomar
en cuenta la fase de desarrollo de la familia en que ocurrió la ausencia, la duración de ésta, los
sentimientos de los integrantes de la familia restantes hacia el miembro ausente y los mecanismos a los
que ha recurrido la familia para afrontar la transformación de su mundo.
Al principio, todo esto puede parecer abrumador. Sin embargo, luego de cierto tiempo, la unidad
familiar probablemente se haya reorganizado y haya alcanzado un nuevo equilibrio. Las familias
binucleares quizá deban enfrentar la tarea de tratar con dos padres que están molestos uno con otro pero
que deben colaborar, cada uno de los cuales puede tener diferentes estilos de crianza. Las familias
monoparentales en las cuales el padre es el jefe del hogar parecen desenvolverse de la misma manera que
aquellas en las que la madre es la figura principal. Ser el único progenitor, o el progenitor que tiene la
patria potestad o la residencia, genera problemas familiares como los que se presentan en el cuadro 2-6.

CUADRO 2-6. PROBLEMAS FAMILIARES EN LAS FAMILIAS MONOPARENTALES


Aislamiento social y soledad del progenitor.
Posible torpeza en las relaciones amorosas y celos de parte de los hijos.
Exigencia por parte de los hijos pequeños de la presencia física continúa del progenitor.
Los hijos se valen por sí mismos y realizan una parte mayor de las responsabilidades domésticas debido
a que el único progenitor sale trabajar.
Los hijos se sienten diferentes de los demás niños por el hecho de ser parte de una familia de un solo
progenitor.
Menos oportunidad para el progenitor de analizar los pros y contras de las decisiones, y obtener apoyo
y retroalimentación cuando se toman las decisiones.
Crisis y cambios generados por la introducción de una posible pareja o compañero nuevo.

Aún hay muchas interrogantes sobre si la formación de la identidad resulta más difícil y las relaciones
amorosas más complicadas para los hijos del divorcio, o si la incidencia en cierto modo mayor de problemas
en estos individuos se debe a un divorcio enconado y a las tensiones financieras resultantes. Sin embargo,
independientemente de si los hijos del divorcio tienen mayores problemas, un hogar tradicional constituido
por dos padres que son afectivos, no tienen conflictos y son estables, aún sigue siendo la mejor
combinación para padres e hijos.

FAMILIAS MONOPARENTALES ENCABEZADAS POR EL PADRE


A 13% de los padres se les concede la patria potestad exclusiva de sus hijos en el momento del divorcio,
muy a menudo en juicios en los que se determina que la madre es incompetente o cuando la controversia
se relaciona con hijos varones adolescentes, aunque en algunos casos las madres han renunciado a la patria
potestad para perseguir sus metas profesionales o emprender otra relación. Otras familias encabezadas
por el padre se derivan de la muerte de la madre, un suceso sumamente traumático para todos. La mayoría
de los hombres divorciados exige el derecho a la patria potestad de sus hijos. Las madres a las que se
niega este derecho suelen mantener más contacto con sus hijos que los padres que no gozan de la custodia.
Muchos jóvenes estadounidenses menores de 18 años (muchos de ellos en edad preescolar) viven en la
actualidad con su padre, y las cifras van en aumento. Debido a que cada vez son más los varones que
asumen los roles instrumentales de la paternidad, los padres argumentan que son tan capaces e
indispensables para el desarrollo de sus hijos como las madres.
En general, a la mayoría de los padres no les resulta tan fácil asumir la patria potestad de sus hijos
como a las madres. Esto se debe al hecho de que, incluso en la actualidad, sigue considerándose que la
mayor parte de los roles de crianza y domésticos corresponden a las madres. Sin embargo, después de un
periodo inicial de aprehensión, los padres al parecer son capaces de asumir el rol de crianza en forma tan
eficaz como las madres. En la medida en que ambos progenitores logren colaborar (aunque vivan por
separado), el ajuste de sus hijos manifestará una tendencia positiva.

FAMILIAS BINUCLEARES
Si ambos progenitores están interesados en participar en la crianza del hijo después del divorcio, la
cuestión de compartir el tiempo y la toma de decisiones resulta crucial. Desde el decenio de 1970-79 se
han planteado muchas interrogantes sobre el tema de la residencia de los hijos. Originalmente, el axioma
legal "en beneficio del hijo" proponía que uno de los progenitores debía hacerse cargo completamente de
la patria potestad y la toma de decisiones. No obstante, se ha demostrado que esta disposición genera
siempre grados más elevados de desvinculación por parte del progenitor que no recibe la custodia, en
general el padre. Cuando los padres así lo acuerdan, la patria potestad conjunta se ha convertido en la
disposición aceptada de manera general en muchos Estados (EUA). Sin embargo, esto sólo significa poder
de decisión semejante ante la ley. La patria potestad conjunta, en la cual el hijo pasa una cantidad de
tiempo aproximadamente igual en los hogares de ambos padres, tiene tanto ventajas como desventajas.
Entre las diversas modalidades de establecer una patria potestad (física) conjunta se encuentran, cuando
es factible geográficamente, hacer que los hijos alternen las semanas o los días en que vistan a cualquiera
de los progenitores. Pese a la objeción de que tal disposición confunde y afecta a los hijos, para algunos
de éstos resulta, al parecer, una solución aceptable.
El aspecto más importante para los hijos probablemente sea mantener un contacto regular con cada
uno de sus padres; esta ventaja puede ser mayor que las desventajas de tener dos hogares. Con todo, si
los padres no hallan la manera de criar a sus hijos de manera amistosa, la sensación de deslealtad hacia
cada progenitor y el caos de hallarse entre dos estilos de vida muy diferentes son muy difíciles de
enfrentar para los hijos, en cuyo caso tal vez convenga reconsiderar la patria potestad con residencia
exclusiva y visitas amplias.

NUEVAS NUPCIAS Y FAMILIA RECONSTITUIDA (FAMILIAS NO TOTALMENTE


CONSANGUÍNEAS)
Reconstituir una familia a partir de un segundo matrimonio exige toda una serie de ajustes de
desarrollo complejos que se llevan varios años. Entre las tareas familiares de las familias reconstituidas
se hayan formar una nueva coalición paterna, establecer nuevas tradiciones, negociar necesidades de
desarrollo diferentes y crear un sistema que permita muchos cambios continuos en la composición del
hogar y dentro del sistema general.
Aquí se define el término "familia no totalmente consanguínea" como un hogar en el que hay dos adultos,
de los cuales al menos uno tiene un hijo producto de una relación anterior. La cantidad de este tipo de
familias en la población está estrechamente relacionada con el índice de divorcios, que se ha incrementado
en más del triple desde 1972. Aproximadamente 65% de estas combinaciones familiares constan de hijos
de matrimonios anteriores, por lo cual se forman familias no totalmente consanguíneas. Los demógrafos
pronostican que, para el año 2010, las familias no totalmente consanguíneas serán la modalidad más común
de unidad familiar.
Hay diferencias estructurales importantes entre las familias no totalmente consanguíneas y otras
formas de unidad familiar. Tales diferencias no siempre las entienden cabalmente quienes se hallan en
tales circunstancias y esto a menudo les genera mucho estrés durante las primeras fases de integración
familiar antes de convertirse en una unidad funcional. Cada una de estas diferencias estructurales impone
ciertas tareas a los integrantes de la familia que deben dominar para que pueda ocurrir una integración
adecuada. En el cuadro 2-7, se presenta una lista de muchas de las tareas que enfrentan las familias no
totalmente consanguíneas.
CUADRO 2-7. TAREAS DE LAS FAMILIAS NO TOTALMENTE CONSANGUÍNEAS
Hay muchas pérdidas y cambios a los que deben hacer frente eficazmente las familias.
Se presentan ciclos de vida conyugal y familiares individuales discordantes que deben negociarse. P.e.,
si un hombre de 50 años de edad que tiene 2 nietos se casa con una mujer de 35 años que tiene 2 hijos
pequeños, él sería al mismo tiempo abuelo, nuevo esposo y nuevo padre.
Hijos y adultos llegan con un historial de experiencias y convicciones de sus anteriores familias sobre
lo que es correcto e incorrecto, lo que puede generar diferencias de opinión que deben resolverse para
que puedan establecerse las nuevas tradiciones.
Las relaciones entre progenitor e hijo preceden a la relación de la nueva pareja, de modo que debe
desarrollarse en forma consciente un vínculo emocional sólido en la pareja y nuevas relaciones con los
demás integrantes de la familia.
Existe un progenitor biológico en algún lado en la realidad o en la memoria que dificulta el desarrollo
de relaciones familiares de cooperación entre los integrantes de la nueva familia.
Los hijos suelen ser integrantes de 2 hogares y todos deben aprender a enfrentar una composición
hogareña cambiante y relaciones complejas. Los hijos se ven atrapados a menudo en conflictos de lealtad.
Hay una relación legal mínima o nula entre el padrastro o madrastra y el hijastro o hijastra; por tanto,
se percibe cierto riesgo en la formación de nuevas relaciones que tienen poco sustento legal o social.

La dinámica de vida en la familia no totalmente consanguínea es distinta de la de las familias


tradicionales. Estas diferencias no siempre se entienden lo suficiente y, por tanto, se priva a los
integrantes de estas familias de la información, educación y apoyo necesarios. Muchos cónyuges que han
formado una familia en segundas nupcias y carecen de información sobre estos asuntos deciden disolver
en forma prematura su nueva relación antes de que se hagan patentes las recompensas y satisfacciones
de la vida en una familia no totalmente consanguínea.

FAMILIAS ENCABEZADAS POR ABUELOS


En situaciones en las que ambos padres han muerto o en las que un progenitor soltero ha quedado
incapacitado por dependencia a las drogas o enfermedad, los abuelos suelen hacerse cargo de los nietos.
Esto se ha vuelto más común en ciertas zonas urbanas marginadas en las que el SIDA y la cocaína crack
han cobrado muchas víctimas. Las necesidades de desarrollo discordantes de una persona que envejece y
las de un niño de corta edad activo, además del pesar por la ausencia paterna, hacen que este sistema
resulte difícil, pero viable. Entre las tareas terapéuticas se hayan determinar el rol del padre en la vida
del hijo y mantener el apoyo social y financiero para los abuelos.

FAMILIAS DE HOMOSEXUALES Y LESBIANAS


La mayoría de las familias de homosexuales y lesbianas están exigiendo el derecho a mantener consigo
a los hijos que han concebido en matrimonios anteriores, a adoptar niños o, en el caso de las lesbianas, a
criar a los hijos dentro de su unión. Estas familias enfrentan diversas tareas singulares, como serían
definir las funciones legales y emocionales del progenitor no biológico y enfrentar los efectos que la
homofobia tiene sobre el hijo y la familia. No existe evidencia de que estas familias generen una
proporción mayor de hijos homosexuales o problemáticos.

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