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Historia de la Civilización I

Unidad II (2da parte): Egipto

CRONOLOGIA

Neolítico

Tercer Milenio:

Alto Egipto - Amrasiense (Negada I) y Gerziense (Negada II).


Período Predinástico:
División en nomos.

(3200 a.C. – 2160 a.C.) Menes (Rey escorpión). Unidad


territorial y fundación de la primera dinastía.
Período Tinita: (Tinis 3200 a.C. – 2980 a.C.). Dinastías I y
Imperio (Reino) Antiguo: II.(Abidos - Menfis).
Periodo Menfita: (Menfita 2980 a.C. – 2160 a. C.). Dinastías III
a VIII (Menfis)

Primer Período Intermedio: Dinastías IX y X (Heracleopolis)

Segundo Milenio:

(2160 a.C.- 1550 a.C.). Restauración del poder central.


Primer Periodo Tebano. (Tebas 2160 a.C.-1788 a.C.). Dinastías
Imperio (Reino) Medio:
XI a XIII.

Segundo Período (1788 a. C. –1580 a.C.). Dinastías XIII a XVII.


Intermedio: Invasión de los Hicsos.
Tebas: Expulsión de los Hicsos.(1650 a.C.).

Imperio (Reino) Nuevo: (1580 a.C.-721 a. C.).


Segundo Período Tebano. Dinastías XVIII a XXIII.
Epoca de Tel el – Amarna.
Los ramesidas.
Batalla de Qadesh (1295 a.C.).

Primer Milenio:

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Tercer Período Intermedio (1000 a. C. a 950 a.C.).


Hegemonía libia.
Etíopes y asirios.

Bajo Imperio (Reino) Renacimiento saita (Sais. 721 a.C.–342 a.C.). Dinastías XXIV a
XXX
Primera dominación persa (525 a.C.- 404 a.C.).
Segunda dominación persa (342 a.C.-332 a. C.).
Conquista de Egipto por Alejandro Magno (332 a.C.-323 a.C.).
Periodo Ptolomaico (323 a.C.-33 a.C.).
Periodo Romano (32 a.C.-395 d.C.).

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ANTIGUO EGIPTO

INTRODUCCION AL ANTIGUO EGIPTO

En el nordeste de Africa, Egipto, está constituido por un estrecho y muy largo valle,
entre desiertos áridos e inhóspitos, de 35.000 km cuadrados . Los egipcios lo dividían
en dos: “Alto Egipto”, desde la primera catarata a Menfis, valle de 950 km de largo y de 5 a
25 km de ancho, y “Bajo Egipto” , el delta del Nilo, de 200 km de largo. Al note el Mar
Mediterráneo, al oeste el desierto de Libia, al este el Sinaí y el Mar Rojo y al sur Nubia,
dividida en Uauat (Baja Nubia) y Kush (Alta Nubia). Debido al clima cálido y seco, el país
sería un desierto, si el río Nilo no le proporcionara agua y tierra fértil. El Valle del Nilo,
fertilizado por las crecidas anuales, ofreció inmejorables condiciones para el
desarrollo humano desde el Paleolítico . A mediados de julio, el agua crecía lentamente,
alcanzando su máximo nivel a fines de septiembre, y en diciembre volvía a su lecho normal,
habiendo depositado sobre el suelo una capa de tierra rica y negra. Se supone que sus
primeros habitantes eran de estirpe camítica y que con posterioridad se mezclaron con los
semitas procedentes del este. Este pueblo, rodeado por desiertos de arena y piedra, desde
sus orígenes y por largo tiempo, no tuvo contactos con el mundo externo. En el transcurso
de los siglos, el mar les permitió relacionarse con Creta, el País de Canaán y
Mesopotamia. Por ello, la civilización egipcia, durante la mayor parte de su historia, tuvo
escasos intercambios comerciales y culturales, desarrollándose en forma autónoma y original.
Internamente, el Nilo constituía la única vía de comunicación y los “barcos”, el
medio de transporte más común.

El agua y la tierra fértil que proporcionaban las regulares inundaciones, implicaban la


necesidad de un buen reparto de una y otra, la construcción de canales de irrigación,
trabajos para los cuales era necesaria una cierta disciplina colectiva que fue impuesta por un
gobierno fuerte. El rey de carácter divino, el faraón, representaba la unidad,
impuesta, generalmente, en forma autoritaria. Pero esta unidad tenía períodos de
extrema fragilidad, sobre todo por los constantes enfrentamientos entre el Alto y el Bajo
Egipto. El debilitamiento del poder central, implicaba la aparición de funcionarios locales
transformados en “reyezuelos” con pretensiones de independencia. Contradictoriamente, el
río unía y, la extraordinaria longitud del país, parcelaba.

El sistema económico, político y social , dependía de las creencias religiosas. Una


religión poco coherente, formada a través de los siglos con sucesivas
incorporaciones de dioses y diosas al cambiante panteón . Su politeísmo, les permitía
adorar una gran cantidad de dioses a los cuales les atribuían distintos aspectos. Algunos
dioses tenían figura de animal, otros figura humana con cabeza de animal y algunos
sólo figura humana con algún detalle de forma animal. Algunos dioses eran señores en

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un nomo donde se les levantaba un templo, otros tenían más poder o gozaban de mayor
popularidad,

Por ejemplo:

Ra el dios Sol, Osiris, representado bajo apariencia totalmente humana, Isis


(la tierra fértil), su mujer que, entre otras cosas, tenía el poder de revivir a
los muertos y el hijo de ambos, Horus, el halcón.

Por lo general, en determinados períodos, el dios de la ciudad más poderosa, por obra de los
sacerdotes o del faraón, era elevado a la categoría de padre de las otras divinidades. La
unificación y jerarquización del poder faraónico , era acompañada por una
jerarquización del poder divino . Los sacerdotes de Heliópolis, impusieron la supremacía
de Ra, que se creo a sí mismo y surgiendo del agua, reinó sobre la tierra e hizo surgir a los
demás dioses: Shu, el aire, Tephnut, el vacío, Geb, la tierra y Nut, el cielo. De la unión de
Geb y Nut, nacieron Osiris, Isis, Shet y Nefthis, dioses del desierto, la esterilidad, el mal y la
muerte. Ra cedió el poder a sus descendientes (entre ellos, los sacerdotes asignaban un papel
fundamental a Osiris y Horus), subió al cielo y desde ese momento recorrió el universo en
una barca. Todo estaba sometido a él, incluso los dioses y el faraón que era considerado hijo
de Ra (Horus). Sin embargo, durante el predominio de Tebas, su dios Amón, asimilado a Ra,
fue reconocido como la máxima divinidad bajo el nombre de Amón-Ra.

Durante el reinado de Amenofis IV, se intentó el monoteísmo y, posiblemente, para


debilitar el poder de los sacerdotes se prohibió el culto de Amón, que fue reemplazado por el
disco solar, Atón, una “energía” divina creadora de todo lo existente.

Posiblemente fue Osiris quien más aceptación popular logró. Este dios les ofrecía la garantía
de un futuro tranquilo y feliz después de la muerte. Creían que la vida continuaba después de
la muerte, pero en otra morada y tras una transición aterradora. Pensaban que el Ba y el Ka,
seguían teniendo necesidades a partir de la separación del cuerpo que era mantenido como
momia o reproducido como estatua. Si las necesidades, en algunos casos materiales, eran
satisfechas, se podía conseguir una vida de ultratumba feliz, y ser admitido en la barca de Ra
o acogido por Osiris en el reino de Occidente. Sólo obtenían esto, las almas que el tribunal
juzgaba dignas, que permanecían descansando en la tumba, pero alternando el descanso con
viajes en la barca o visitas al reino de Osiris. Además de la conservación del cuerpo, para
obtener una inmortalidad feliz, se debían cumplir los ritos de resurrección y pasar por el
tribunal de Osiris. Esta posibilidad de una “supervivencia” ofrecía alguna esperanza a la,
generalmente, opaca existencia de la mayoría de los egipcios.

La mayoría de la población estaba constituida por campesinos que vivían en casuchas,


trabajaban bajo un sol ardiente como arrendatarios del faraón o de los grandes dignatarios, y
se alimentaban frugalmente: galletas de cebada o trigo, pescado, ajo, cebolla, en algunas
oportunidades algo de carne y abundante cerveza. En algunos festejos, se permitían, carne,
frutas, vino del delta, alimentos que eran comunes en los sectores más poderosos de la
población, que dejaban muy poco para los pobres. El ritmo del trabajo del campesino los

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marcaba el Nilo, con sus inundaciones que podían ser desastrosas o muy débiles, con lo cual
provocaban miseria y hambruna. Los “nilómetros, pozos unidos al río, permitían calcular la
importancia de las cosechas y servían a los funcionarios para establecer los correspondientes
impuestos. Durante los cuatro meses de inundación, el campesino, si no debía cumplir tareas
extraordinarias, descansaba. Pero, conforme el agua se retiraba, se apresuraba a trabajar el
limo blando, con arados tirados por vacas y sembrar el trigo o la cebada. Continuaban su
tarea con la paciente irrigación para, en abril y mayo, cosechar.

Los artesanos desarrollaban su actividad, generalmente, en las ciudades, pueblos o


aldeas. Albañiles, fabricantes de ladrillos de barro y paja, talladores de piedras y
trabajadores de los talleres , donde se fabricaban utensilios que se cambiaban por
alimentos u otros objetos. Su comercio, tanto interno como externo, era muy reducido
por lo cual desconocían la moneda. También existían los talleres del faraón y de los templos,
donde trabajaban artesanos escultores, pintores, tallistas y cinceladores.

Una gran burocracia contribuía con el faraón y los sacerdotes para gobernar el
Estado, dirigir los talleres, cobrar las rentas, los impuestos, mantener el orden y administrar
la “justicia”. Los funcionarios, por lo general, debían saber leer, escribir y contar. Dentro de
este sector, los llamados escribas, habían realizado estudios muy costosos, por lo que
pertenecían a familias pudientes, de sacerdotes o funcionarios. El aprendizaje lo realizaban en
las escuelas de templos y palacios. Según la actividad que debieran desempeñar, los futuros
escribas además de la escritura, aprendían religión, leyes, reglamentos, técnica, aritmética,
geometría y, en algunos casos, medicina, con métodos simples y rudos. Se tendía a la
formación de “sacerdotes” que pudieran practicar un complicado ritual, o
funcionarios para resolver los problemas de la administración del Estado. Los hijos,
por decisión de la familia, solían seguir la carrera correspondiente a la profesión de los padres
con la esperanza de heredarlos y subir algún escalón más en la función pública o sacerdotal.
Los instruidos y talentosos, si gozaban de la protección de algún poderoso y/o con algo de
suerte, podían llegar a la proximidad del trono como: administradores provinciales, directores
de servicios, primer ministro, jefe del clero y “Gran Sacerdote” de Amón., principales
personajes del Estado, después del faraón y junto con los militares de alta graduación.

El faraón estaba rodeado de un respeto enorme y era motivo de un complicado


ceremonial que establecía entre él y los hombres, la inconmensurable distancia que
había entre un dios y el común de los mortales . Hijo de un dios y dios él mismo, no se
le podía hablar directamente, se hablaba “delante del faraón” y no “al faraón”.

Según la mayoría de los historiadores la lengua empleada por los egipcios sería de origen
camita, con gran in fluencia semita. Para representar gráficamente su lengua emplearon
jeroglíficos, constituidos por grabados sacros, observados por primera vez en las paredes de
los templos o lugares religiosos. En sus comienzos, ésta escritura fue ideográfica o
pictográfica, es decir, el objeto era representado mediante la figura que le
correspondía, con lo cual se señalaban objetos concretos. Al conferirse a los
ideogramas un sentido figurado se llegó a la representación abstracta.

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Por ejemplo: en principio el Sol se representaba con un disco dorado,


posteriormente el disco significó día y tiempo, además de Sol.

El paso siguiente consistió en utilizar los ideogramas, para indicar el sonido correspondiente
al nombre de un objeto o una idea. De tal manera, el ideograma de azada, leído como mer,
sirvió también para amar, que sonaba, también, mer. Para evitar confusiones se les
adicionaban otros signos gráficos. Al escribir con tinta sobre papiro y madera, o sobre
terracota, se simplificó dando lugar a la llamada “escritura sacerdotal” o hierática.
Esta, a su vez, derivó en una escritura en la que resulta imposible reconocer los jeroglíficos,
más simplificada y de uso popular, llamada “ demótica”.

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DIOSES DE EGIPTO SEGUN LOS GRIEGOS

“Se cuenta que el primero en nacer fue Osiris y que en el mismo instante de su
aparición se oyó una voz que decía: “Es el señor de todas las cosas que se
presentan a la luz del día”. Por otra parte, otros cuentan que en la ciudad de
Tebas, cuando un cierto Pamiles había ido a buscar agua, del templo de Zeus se
oyó una voz que le ordenaba exclamar en lata voz: “El gran rey, el
bienaventurado Osiris, acaba de nacer”. Pamiles obedeció y Cronos depositó a
Osiris en sus manos, ordenándole que lo criase e instituyese la fiesta de las
pamilias, que se asemeja a la nuestra de las faleforias. (...) Al segundo día nació
Haroreis, al que se le considera como si fuera Apolo, al que algunos llaman Horus
el viejo. Al tercer día vino al mundo Tifón, ni en término ni por vía común, ya que
se lanzó por el flanco materno que había desgarrado y abierto al asestarle un
fortísimo golpe. Al cuarto día nació Isis en medio de los pantanos. Al quinto día
hizo su aparición Neftis, a la que también suelen llamar Teleuté, Afrodita y
también Victoria. Se dice además que el sol fue el padre de Osiris y de Haroreis,
que Isis fue hija de Hermes y que tanto Tifón como Neftis fueron engendrados por
Cronos. Debido al nacimiento de Tifón, los reyes tenían por nefasto al tercero de
los días adicionales; y pasaban el día entero, hasta la noche, sin dedicarse a
ningún asunto y sin siquiera preocuparse por el aseo de las personas. Se dice
también que Tifón tomó por esposa a Neftis, mientras que Isis y Osiris,
enamorados el uno del otro, se habían unido ya en el seno materno aun antes de
nacer. Y otros añaden que Haroreis, al que los egipcios llaman Horus el viejo, y
los griegos conocen como Apolo, nació de esta unión.

Desde que Osiris comenzó a reinar, se preocupó de inmediato por apartar a los
egipcios de la vida de privaciones y de bestia salvaje que llevaban haciéndoles
conocer los frutos de la tierra, dándoles leyes y enseñándoles a respetar a los
dioses. Más adelante viajó por toda la tierra, llevando la civilización. (...) se vio
obligado a utilizar la fuerza de las armas y se gano la buena voluntad de los
hombres, en la mayor parte de los casos, por medio de la persuasión, por la razón
y a veces también encantándolos con canciones y con todas las artes de la
música. Por estas razones, los griegos creen que Osiris es el mismo dios que
Dionisio.

Tifón no se atrevió a modificar nada durante la ausencia de Osiris, debido a que


Isis mantenía estricta vigilancia y conservaba todas las cosas en buen orden. Pero
a su regreso, Tifón le tendió emboscadas. Se hizo de setenta y dos cómplices y
por otra parte fue secundado por la presencia de la reina de Etiopía llamada Aso.
Luego de haber tomado en secreto el largo cuerpo de Osiris, mandó construir de

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acuerdo con esta medida, un espléndido cofre decorado con gran magnificencia y
ordenó que lo llevasen al festín. A la vista de este cofre, todos los convidados
quedaron atónitos y encantados. Tifón entonces prometió en broma que se lo
regalaría al que allí se acostase y le viniese justo. Los convidados, entonces, lo
probaron uno tras otros, pero ninguno lo encontró apropiado a su medida.
Finalmente allí se metió Osiris y le fue posible extenderse cuan largo era. En ese
mismo instante, todos los presentes se abalanzaron para ponerle la tapa, y
mientras unos por fuera la aseguraban con clavos, otros se ocupaban de sellarla
con plomo derretido. Terminada la operación, llevaron el cofre hasta el río y lo
hicieron llegar al mar por el brazo tanítico, al que a causa de esto se conoce
como “el maldito” y es por lo mismo aborrecido por todos los egipcios. Se dice
que todo esto ocurrió el día diecisiete del mes de Hathor, cuando el sol pasa por
el signo de escorpión, y durante el vigésimo año del reinado de Osiris. Pero hay
quienes sostienen que este número corresponde a los años del dios y no a su
reinado. (...) Informada de lo acaecido y en el mismo sitio en que conoció esta
mala noticia, Isis se cortó uno de sus rizos y se puso un vestido de duelo. Y esto
ocurrió en el mismo sitio donde se encuentra la ciudad que hasta ahora lleva el
nombre de Coptos, nombre que significa según ciertos autores “privación”, ya
que coptein, tiene el sentido de “privar”. La diosa entonces deambuló por todas
partes e iba recorriendo todo presa de la angustia más grande, y a quien quiera
que se acercase le dirigía la palabra. Aun cuando se encontrase con pequeños
niños les preguntaba por la suerte del cofre. Y sucedió que estos niños lo habían
visto y le indicaron el brazo del río por el mismo que los amigos de Tifón habían
hecho llegar el féretro hasta el mar. De lo cual resulta que en Egipto se atribuye a
los niños una actitud profética y se obtienen presagios en especial de las palabras
que pronuncian cuando se encuentran jugando en los templos y cuando dejan
escapar exclamaciones al azar.

A continuación supo Isis que Osiris, en un arranque de pasión y en un instante de


confusión, tuvo comercial carnal con Neftis, a quien equivocadamente tomo por
Isis. Cuando se encontró con la corona de melíoto que Osiris había dejado al lado
de Neftis, la tuvo por testimonio innegable de la unión que habían consumado, y
por ello de inmediato se puso Isis a buscar al niño que la madre, a continuación
de haberle dado a luz, había abandonado, dejándolo expuesto por miedo a Tifón.
Guiada por perros, Isis logró hallarlo, pero no sin dificultades y tras grandes
trabajos. Se encargó luego de alimentarlo, y este niño, que respondía al nombre
de Anubis, se convirtió en su acompañante y guardián. Y se le atribuye una
predisposición para cuidar a los dioses, así como los perros la tienen para cuidar
de los hombres.

Inmediatamente después, Isis recibió la noticia de que el cofre había sido


arrastrado hasta el territorio de Biblos, donde las olas lo habían depositado con
suavidad al pie de un tamarindo. Este tamarindo, habiéndose activado en gran

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medida su desarrollo, encerró al cofre a su alrededor y lo escondió en el interior


de su propio tronco. El rey de ese país, asombrado ante el extraordinario
desarrollo del arbusto, dio la orden de cortar el tronco que contenía el féretro
oculto y de hace con él una columna que sostuviese el techo de su palacio. Según
se dice, avisada de este suceso por un célebre viento divino, se trasladó Isis a
Biblos. Se sentó a la vera de una fuente, abatida y llorosa, y no le dirigió a nadie
la palabra. Pero cuando pasaron las azafatas de la reina, las saludó, conversó con
ellas bondadosamente, se ofreció a trenzarles los cabellos, y a impregnar sus
cuerpos con el aroma sorprendente que se desprendía de su propia persona.

Cuando la reina volvió a ver a sus jóvenes servidoras, de pronto se vio presa del
deseo de saber quién era la extranjera, gracias a la cual sus cabellos y cuerpos
esparcían un aroma de ambrosía. Les mandó buscarla he hizo de ella su amiga
más intima, encargándole que amamantara a su pequeño hijo. El rey de esta
país, según se dice, se llamaba Malcandro. Y la reina, si nos atenemos a lo que
dicen algunos, se llamaba Astarté, y según otros, Saosis, y todavía otros afirman
que tenía por nombre Nemanus, palabra esta última que los griegos tradujeron
como Atenea. Para nutrir al niño, Isis, en lugar de darle su pezón le metía el dedo
en la boca. Y durante la noche quemaba en el fuego lo que su cuerpo tenía de
mortal. También se cuenta que a veces Isis se convertía en una golondrina y que
así volaba girando en torno a la columna que sostenía el techo. Todo esto duró
hasta que un día la reina se puso a espiar a la diosa y a lanzar grandes gritos
cuando la vio quemar a su pequeño hijo, con lo que se quitó el privilegio de la
inmortalidad. Isis se dejó ver entonces en su magnificencia divina y reclamó la
columna que sostenía el techo. Sin ningún trabajo desprendió el tronco de
tamarindo y lo cortó, para luego recubrirlo con un finísimo lienzo y lo ungió con
esencias perfumadas y lo dejó al cuidado del rey y la reina. Depositado en el
templo de Isis, este madero es todavía hoy objeto de veneración para los
habitantes de Biblos. Una vez que hubo así encontrado el féretro, la diosa se
abalanzó sobre él con exclamaciones tan lastimeras que el menor de los hijos del
rey expiró. Con la ayuda del mayor, subió el féretro a un navío y lo hizo retornar.
Pero como al alba de ese día el río Fedro dio lugar a que se levantase un viento
más recio que del acostumbrado, la diosa irritada hizo que el cauce se secara.

En el primer lugar solitario que encontró y en el momento que se creyó


absolutamente sola, abrió Isis el féretro. Y arrimó su rostro al de Osiris,
abrazándolo y llorando. Sin embargo, el hijo del rey la había seguido por detrás y
la observaba en silencio. Isis le vio al darse vuelta y en su furia le echó una
mirada tan terrible que el joven no pudo soportar semejante espanto y se murió.
Pero otros dan una versión distinta de su muerte y dicen que cayó al mar como
consecuencia de lo mencionado más arriba. De cualquier modo que fuese, este
joven recibe grandes honores a causa de la diosa, porque es a él a quien honran
los egipcios en sus festines bajo el nombre de Maneros. (...)

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Antes de ponerse en camino para llegar donde se encontraba su hijo Horus, al


que educaban en Buto, había Isis depositado el cofre que contenía a Osiris en un
lugar apartado. Pero una noche, cuando había salido a cazar aprovechando el
claro de luna, Tifón lo encontró y reconoció el cuerpo, lo dividió en catorce partes
y las dispersó por todos lados. Enterada de lo que había sucedido, comenzó Isis a
buscarlas, se subió a una barca hecha de papiros, y recorrió las marismas. Desde
entonces, quienes navegan en barcas de papiro no se inquietan a causa de los
cocodrilos, lo que se debería a que estos animales temen a la diosa o bien a que
por Zeus la respetan. A esto también se debe que en Egipto sean numerosos los
sitios que pasan por ser la sepultura de Osiris, pues según se cuenta, mandaba
Isis erigir un sepulcro cada vez que descubría una parte del cadáver. Sin
embargo, hay autores que no aceptan esta leyenda. Según ellos, Isis hacía
réplicas de todo lo que encontraba y las iba donando sucesivamente a cada
ciudad, como si hubiese donado el cuerpo entero. De este modo expresaba ella su
voluntad de que Osiris recibiese la mayor cantidad posible de honores y que si
Tifón tenía el deseo de aventajar a Horus, se encontrase confundido y engañado
por la diversidad de todo lo que pudiese decir o mostrar durante su búsqueda del
verdadero sepulcro de Osiris. La única parte del cuerpo de Osiris que Isis no llegó
a encontrar fue el miembro viril. Inmediatamente después de haberlo arrancado,
Tifón lo habría en efecto arrojado al río y el lepidoto, el pargo y el oxirrinco se lo
habrían comido; de donde proviene el horror sagrado que les inspiran estos
peces. En reemplazo de este miembro fabricó Isis una imitación y así consagró la
diosa el falo, cuya fiesta celebran todavía los egipcios”.

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HERODOTO: Isis y Osiris.

Las fuentes que nos proveen datos sobre el Antiguo Egipto son:

1. La arqueología .
2. Documentos con listas de reyes: en Karnak, el templo de Tutmosis III,
listas de las paredes del templo de Seti I en Abidos, papiro de los reyes de
Ramsés II, “Piedra de Palermo”, otros papiros.
3. Los griegos quienes llegaron a Egipto a partir del 600 a C.
4. El historiador Herodoto .
5. La “Piedra de Roseta” , descubierta por el soldado francés Bouchard en
1799. Una incripción en griego, de 197 a C. permitió a Champollión el
desciframiento de los jeroglíficos.
6. El sacerdote egipcio Manetón , en el 280 a C. escribió la historia de
Egipto en griego.

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EGIPTO

INTRODUCCION

Egipto está formado por un largo y estrecho valle habitable, entre desiertos inhóspitos.
Además de esta división natural, los egipcios realizaron, con el tiempo otra división: Bajo
Egipto, que comprende el delta del río Nilo, desde Menfis al Mar Mediterráneo y, el Alto
Egipto, desde la primera catarata a Menfis. Desde esta catarata, al sur, estaba Nubia,
dividida en Uauat y Kush (actual Sudán), que estará profundamente ligada a la historia de
Egipto. Al oeste su límite es el desierto de Libia y al este el Sinaí y el Mar Rojo. Las
características limítrofes de Egipto, hicieron que el Valle del Nilo se mantuviera aislado
durante siglos del mundo externo, de su influencia como de los ataques de extranjeros.

Se considera que el tipo étnico egipcio deviene de la mezcla entre la estirpe camítica
(somalíes, beréberes) y los semitas del Este. Estos pueblos, que se agrupaban en clanes
nómadas alrededor de un jefe y un tótem común, fueron ocupando el Valle del Nilo y pasando
del nomadismo a la vida sedentaria. Posiblemente, el sedentarismo comenzó en la primera
mitad del quinto milenio o antes.

El río Nilo fue de trascendental importancia para el desarrollo de Egipto. La extensión


del río, y su inundación anual provocada por las lluvias de verano en Africa central,
posibilitaron, por un lado, un medio muy eficaz para viajar y transportar elementos a través
de todo el territorio, y por otro, la formación de poblaciones en sus márgenes. Este río, que
comienza en el corazón de Africa y dirige su curso hacia el norte terminando en un delta,
crece a mediados de junio hasta inundar el valle, y al retirarse deposita el Limo, una tierra
negra y muy fértil, que posibilita la abundancia de cosechas. Este hecho garantizó la
subsistencia de la población y la formación del reino.

Los orígenes de la agricultura egipcia, parecen remontarse al Paleolítico, sin que esto
signifique que se pasó plenamente de una economía recolectora a la productora.

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PERIODO PREDINASTICO

En los tiempos neolíticos se asentaron las primeras poblaciones en el delta, región que
se conoce como Bajo Egipto , mientras que en el Alto Egipto, la zona sureña río arriba, aún
se mantenía el tipo de vida nómade , así se constituyó la diferenciación regional y política
predominante hasta las primeras dinastías.

En estos tiempos aparecieron las culturas amrasiense o Negada I en el Alto Egipto y,


posteriormente, la cultura gerziense o Negada II que tuvo un área de difusión más
amplia y constituyó, junto a su predecesora, el período predinástico propiamente dicho.

Este periodo vio la aparición de los primeros objetos manufacturados así como también
de las primeras producciones simbólicas cercanas a los jeroglíficos. Por otra parte, ya
aparecen las divisiones territoriales pequeñas que se conocen como nomos . Los nomos
(o nomes) eran divisiones político geográficas gobernadas por un nomarca , en cuyo centro se
encontraban el mercado y un templo dedicado a la divinidad de la región.

El estado Egipcio se originó, posiblemente, en una sociedad relativamente igualitaria,


caracterizada por su actividad agrícola y asentada en aldeas que, en el transcurso del cuarto
milenio, fueron formando estructuras más complejas (nomos). Los conflictos políticos y las
guerras entre estos “estados”, puede ser considerados el comienzo de la unificación territorial,
mediante el predominio de unos nomos sobre otros, y en estos el predominio de una
divinidad sobre las otras y de un único individuo sobre los demás.

Las cosmologías que nos informan sobre la forma en que los egipcios percibieron sus
orígenes, la de Heliópolis, la de Hermópolis, muy similares, y la de Menfis, la más reciente,
nos muestran el proceso por el cual la casta sacerdotal justifica el sistema monárquico,
iniciando las dinastías faraónicas con dioses.

En los comienzos sólo existía el elemento líquido, del cual surge el sol que organiza
el cosmos frente al caos líquido. Del sol nace la primer pareja de dioses, uno
representante del principio masculino seco y el otro del femenino húmedo. Esta
pareja engendra la tierra y el cielo , que generaran las dos parejas de dioses
antropomórficos : Osiris e Isis, Seth y Neftis. Entre los descendientes de la primer pareja,
prototipo de la familia real, se destaca Horus, quien será la personificación del poder del
faraón. La pareja Seth – Neftis, representa los peligros que amenazan al orden faraónico.

Horus será la personificación del faraón y el protector de su palacio, según los jeroglíficos en
los cuales aparece un halcón sobre el recinto amurallado.

En la ciudad dominante en el sur, Hieracómpolis, aparece el rey Escorpión, triunfador sobre


los nomos del Bajo Egipto, y la paleta de Narmer, en la cual se representa al monarca con la
corona blanca del Alto Egipto, en una de sus caras, y la roja del Bajo Egipto, en la otra,

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simbolizando el triunfo del sur sobre el norte. Es posible, entonces, que bajo el reinado de
Narmer, Egipto esté ya políticamente unido. Sin embargo, es de destacar que las fuentes,
mencionan a tres iniciadores de la dinastía egipcia: Narmer, Menes y Aha. Algunos
historiadores sostienen que Narmer – Menes, son uno sólo, que habría tomado el nombre de
Aha tras la unificación del Alto y el Bajo Egipto. Otros historiadores, sostienen que Escorpión
sería el último de los monarcas predinásticos, mientras que Narmer-Menes sería el que fundó
el Imperio y Aha el primero en reunir las dos coronas de un reino definitivamente unificado
alrededor del año 3100 a C.

Nacida y desarrollada simultáneamente con las culturas mesopotámicas, se influenciaron


mutuamente, desde la época predinástica, pero la egipcia rápidamente se aisló, creando
formas artísticas y literarias que se mantuvieron a lo largo de su historia, con algunas
excepciones. Las características de la literatura egipcia las podemos resumir: reglas
estrictas, tradicionalismo, lenguaje arcaico y sintetismo extremo que dificultaban la
comprensión. Cuatro hechos son destacables de la literatura egipcia;

1. la dificultad de su traducción y comprensión,


2. anonimato,
3. pocos textos conservados
4. poder comprender y apreciar sus valores estilísticos y estéticos.

La “ Teología Menfita” (conocida por una copia posterior), nos informa sobre la elección de
Menfis como capital , sobre el dios Ptah y de como Atúm fue el creador de todo.

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IMPERIO ANTIGUO (3200 a C. – 2160 a C.) (1)

Tinis (This), en el Alto Egipto, próxima a Abidos, cuya fundación es atribuida a Menes, está
considerada la capital de las primeras dinastías egipcias , puesto que, Abidos estaba
muy alejada como para ser la sede de la administración. Egipto se convirtió en el primer
estado unificado de la historia bajo la autoridad, de origen divino (Horus) del
faraón , que en sus comienzos significó Gran Casa, pero luego pasó a designar al soberano,
supremo sacerdote y jefe de los ejércitos.

El faraón era un dios (Horus) y como tal era inmortal , inmortalidad que también
adquirían sus servidores que eran sacrificados para acompañarlo, después de su muerte, en
el “más allá”, a condición que lo siguieran sirviendo. Con posterioridad, esta práctica fue
suplantada por un símbolo que consistió en escribir sus nombres en las paredes de las tumbas
de los respectivos faraones. También, para servir a los faraones después de la muerte, los
funcionarios comenzaron a construir las propias tumbas, próximas a las de los reyes.

El faraón, para los egipcios, se encontraba fuera del orden social, pertenecía ámbito
divino y se encargaba del correcto funcionamiento del culto.

La “institución faraón” era ocupada temporalmente por un hombre, que es un rey de


carácter divino, puesto que es el dios Horus, que temporalmente convertido en mortal, recibe
el nombre del monarca. Cualquier acto de rebeldía contra el faraón, era un sacrilegio, puesto
que lo era contra un dios y contra los dioses quienes habían establecido el orden social.
Nobles, sacerdotes y funcionarios, eran cargos que solía desempeñar una misma persona,
generalmente emparentada con el faraón.

Los sacerdotes, en principio simples delegados del faraón , enseñaban que la vida
eterna, “la verdadera vida”, dependía de la perpetuación terrena del cuerpo o por lo menos
de su imagen, con este fin se realizaban las momificaciones y se utilizaban sarcófagos de
piedra o madera para el cuerpo momificado, que luego era enterrado en pozos profundos. En
Abidos se encontraron las tumbas de los faraones de la I y II dinastía, muchos de los cuales
tenían otra tumba en Sakkara. Los cuerpos de los faraones no se sabe con certeza donde
eran depositados, puesto que las tumbas fueron profanadas.

El faraón Aha sería quien agrandó el reino, después de sucesivas campañas contra mubios y
libios, quien restauró los cultos locales e incorporó el norte al dominio faraónico.

La época tinita, si bien mantuvo las comunidades aldeanas, supuso una ruptura con
los procesos productivos antecedentes, el poder centralizado permitió la captación
de excedentes y una mejor distribución, siendo el faraón, cuya posición dependía de la
explotación del trabajo ajeno, el responsable de la producción y del bienestar de la población.
Toda la economía se basaba en la agricultura y no se contaba con un sistema monetario. La
recaudación se efectuaba en especie y servía para pagar a los funcionarios y para realizar

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intercambios comerciales con otras regiones.

La religión egipcia era politeísta, formada por una gran cantidad de divinidades, las cuales
eran representadas con cuerpo humano y cabeza de animal o, en algunos casos, con
características totalmente humanas. Estos dioses eran considerados señores del territorio
donde se levantaba su templo, aunque algunos fueron superiores en popularidad y, por lo
tanto, en poderío. Durante el Antiguo Imperio, Ra (el sol), se impuso sobre los otros dioses y
el faraón fue proclamado “Hijo de Ra”, por lo tanto, supremo responsable humano de la
administración del reino. La diosa Maat, considerada la hija de Ra, cuyo nombre significaba
Justicia y Verdad, garantes del orden universal, asistía al faraón en las funciones de gobierno.

Sin embargo, la voluntad del rey parece ser la de mantener su poder teocrático, como
queda claro con la festividad del sed, mediante la cual se renovaba la doble coronación. Se
enterraba una estatua que representaba al faraón viejo y, posteriormente, se coronaba al
monarca joven, después de haber demostrado en una carrera, ante los dioses y los símbolos
de los nomos, su vitalidad. Para algunos historiadores, la festividad sed, no era mas que la
continuación del viejo ritual por el cual, al ser el viejo faraón incapaz de revalidar su poder,
era sacrificado. Con posterioridad, el faraón sin fortaleza era reemplazado o en otros casos,
se establecía una corregencia con su heredero designado. Las tumbas de Abidos, tenían un
edificio anexo con un recinto de algo más de 120 metros de largo por 65 de ancho, espacio
permitía reproducir la festividad sed.

La capacidad económica del faraón es paralela a las mejoras en la producción que permitían a
los monarcas una vida “próxima a la de los dioses” y cada vez más alejada de los simples
mortales. Este proceso de distanciamiento tendrá un momento fundamental con la
construcción de las pirámides. Las pirámides nos permiten pensar que el estado se
encontraba ya muy desarrollado, centralizado rígidamente, con altos funcionarios allegados al
monarca, una poderosa burocracia administrativa, un gran control de los excedentes de
la producción y abundante mano de obra. Aparecen, como homenaje al sol, en el momento
en que Ra, se impone sobre las otras divinidades. El único que podía construir edificios
sagrados era el faraón y junto a ellos han quedado los restos de los poblados que servían de
morada a sus mortales constructores.

Entre los funcionarios más importantes se encontraban los escribas, considerados una
clase superior de hombres ya que sabían escribir y leer. Por debajo del faraón, las castas
sacerdotales y los funcionarios, estaba la masa de la población, constituida en su gran
mayoría por campesinos pobres y algunos artesanos. Los “artistas” ocupaban una posición
ambigua, subordinados a los sacerdotes y, por un lado estaban vinculados a una actividad
profundamente religiosa, por otro, estaban ubicados en una posición muy baja en la escala
social.

El “arte” en este período era de corte netamente realista, con él se buscaba captar lo
esencial, mostrar al hombre en sus aspectos más típicos. Era, fundamentalmente, un arte
para la vida eterna (la muerte) y su sentido último, su significado, estaba dado por el

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sacerdote, siendo el artista un mero ejecutor material.

Sin embargo, la base del poder faraónico se encontraba en el ejército, del


cual poco se sabe. Es posible que cada nomo aportara un contingente militar, así
como contribuían con tributos impuestos para el sistema fiscal, del cual se
desconoce prácticamente todo, como tampoco es conocida la forma de propiedad
de la tierra.

También nos es desconocido el fin de la I dinastía y el origen de la II . Los primeros


faraones de esta última centralizaron el poder en Menfis, y su primer faraón posiblemente
fuera Hetepsekhemuy (los Dos Poderes, Horus y Seth, están en paz). Con posterioridad el
faraón Peribsen, fue desplazado al sur, lo que permite pensar que la unidad entre el Alto y
Bajo Egipto, se había roto. Sin embargo, su sucesor Khasekhem (Horus – el Poderoso está
coronado), venció al norte y tomó el nombre de Khasekhemuy (los Dos Poderosos están
coronados), lo que permite inferir que se restableció la unidad.

Cómo se produjo el pasaje de la II a la III dinastía, por ahora nos es desconocido. No se


ha podido establecer el número de faraones que constituyeron esta dinastía, ni su sucesión, ni
conocer los acontecimientos políticos que se produjeron durante su desarrollo. Dentro de una
cierta continuidad con la II dinastía, sobresale el que posiblemente sea su segundo
representante, Djeser, a quien se atribuye la construcción de la pirámide escalonada de
Sakkara, cuyo arquitecto, Imhotep, sería divinizado y venerado como dios de la salud.
Djeser, fue un faraón guerrero que extendió sus dominios al territorio nubio, con el posible
objetivo de conseguir oro.

La pirámide escalonada de Sakkara, está ubicada en un recinto de alrededor de 550 x 280


metros, rodeado por una poderosa muralla de piedra. El espacio interno tiene dos funciones,
por un lado para el festival sed, por otro, como morada del Ka del faraón. El Ka, una especie
de doble, una suerte de energía vital que se liberaba en el momento del fallecimiento,
quedaba en la estatua del difunto instalada en la tumba, cobraba vida propia a partir de ese
instante, como doble espiritual.

Con la III dinastía, con Menfis como capital, comienza el período de las grandes
construcciones. Aparecen las mastabas (2), monumentos funerarios que podían tener hasta
cincuenta metros de longitud, muchas habitaciones entre las que se encontraba un santuario
para que los sacerdotes y parientes realizaran ofrendas al difunto. La primera pirámide fue el
resultado de un largo proceso de ensayos e introdujo una gran novedad en la arquitectura, la
utilización de la piedra, traída desde lejos, para reemplazar a los ladrillos de adobe. De la
mastaba se evolucionó a la pirámide por medio de un proceso que consistió en construir
sobre la mastaba original una más pequeña y así sucesivamente, llegando a la llamada
“pirámide escalonada”. Como ocurría con las mastabas, las pirámides también tuvieron como
destino ser tumbas reales. Las grandes pirámides fueron construidas para los faraones, pero
con el tiempo también se realizaron otras, mastabas y pirámides, más pequeñas, donde eran
sepultados miembros de la familia real y altos funcionarios.

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Es en la III dinastía , en la que terminó de formarse la lengua clásica egipcia, que


se mantuvo oficialmente durante veinticinco siglos.

Snefru, sucesor de Djeser, realizó expediciones al Sinaí para obtener cobre y turquesa. Este
faraón terminó la pirámide de Huni en Meidum, destinada a su padre y, con él, se inicia la IV
dinastía. Durante su reinado, los ejércitos egipcios invadieron: Nubia, Libia, Sinaí y además,
envió expediciones por mar hacia el Líbano, para obtener madera de cedro. Las pirámides de
Dahshur, lo muestran como un gran constructor de templos y palacios. La posibilidad de
acumular excedentes, le permitió afrontar los gastos de las construcciones, sin apelar, en los
comienzos, a la mano de obra esclava. Sus propias posesiones le proporcionaban una renta
que le permitía pagar los gastos de las construcciones y mantener al personal del templo.

Con la IV dinastía se produce un profundo cambio con relación a la forma de la tumba


del faraón , no ocupará más la parte central del recinto funerario, estará en un lugar fuera
de él, que se mantendrá en secreto para evitar las profanaciones de tumbas. Desapareció el
espacio destinado al festival sed y aparece un recinto para ofrendas de alimentos y de todo lo
agradable para el Ka del difunto.

El sucesor de Snefru, y heredero, Kheops, fue el constructor de la mayor pirámide de la


historia egipcia. Para construirla impuso el trabajo obligatorio improductivo a gran parte de la
población. Algunos historiadores ven en Kheops un sabio administrador en una época de
prosperidad económica, sin embargo, el recuerdo que ha quedado de Kheops, por su
“crueldad”, es negativa. Las construcciones que emprendió, por el gasto extraordinario que
implicaban, produjeron efectos sociales francamente negativos.

La sucesión de Kheops, debido a la división en la familia del faraón, fue muy conflictiva. Sin
embargo, con el faraón Khefren, constructor de la segunda gran pirámide de Guiza, y con su
hijo y sucesor Micerino (Menkaure), constructor de la tercera gran pirámide, de los cuales
apenas se sabe algo más, la situación parece haberse tranquilizado.

Después de Micerino las fuentes sobre los sucesores son muy confusas y se considera que
Userkaf inicia, según lo que se acepta convencionalmente(3), la V dinastía. La gran concesión
de tierras que este faraón realiza a los dioses, indica la existencia de un clero (el de
Heliópolis) que ha adquirido gran importancia, incluso a expensas del poder del faraón. A
partir de él se generalizó la costumbre de que cada faraón construyera un templo al sol. Por
ejemplo el sucesor, Sahuré construyó un templo funerario en Abusir. Este faraón realizó
campañas al Sinaí, al país de Punt, de donde procedían el incienso, la mirra, el marfil, ébano,
y muchos otros productos, e incluso, el oro, iniciando una nueva y muy beneficiosa actividad
comercial. Las relaciones comerciales consistían fundamentalmente en el sistema “don-
contradón”, el faraón regalaba a un igual, un príncipe extranjero, un bien del que este carecía
y esperaba que respondiera de igual modo. Mientras que el trueque era la forma de
intercambio popular. Otra forma de obtener los bienes deseados, por ejemplo mano de obra,
consistía en la guerra y las expediciones. Las grandes concesiones de tierras a los nomos, que
el monarca realizó, especialmente del Bajo Egipto, permitieron el crecimiento de verdaderas

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“aristocracias” locales, que coincidió con la importancia, cada vez mayor, que adquirieron los
funcionarios de la corte, que se manifiestas en la riqueza de sus monumentos funerarios.

El que es considerado último faraón de la V dinastía, Unas , es recordado,


fundamentalmente, porque en las paredes y columnas de su tumba y, en el complejo
funerario que mandó construir en Sakkara, se encuentran escritos los “Textos de las
Pirámides”, primer ejemplo de literatura religiosa egipcia y la principal fuente literaria del
período, que consisten en antiguas formulas rituales, escritas en jeroglíficos. Según estos
textos, el faraón muerto iba al cielo, donde se lo relacionaba con Osiris y se convertía en
ayuda de Ra, o escriba, o amigo preferido de los dioses o terror de ellos. En este texto se
utilizó el discurso directo, el diálogo y la narración. Por otra parte, la palabra escrita tenía,
para los egipcios un extraordinario poder, por ejemplo: si se utilizaba para llamar a un dios,
este debía concurrir, si se escribía una maldición esta caía indefectiblemente sobre el
maldecido.

En la V y VI dinastía, al agrandarse las tumbas se produjo un mayor desarrollo


temático. Encontramos representaciones de escenas del más allá y escenas de la vida
terrena del difunto; caza, pesca, actividades agrícolas, etcétera. Muchas de estas escenas
están tituladas y en algunas hay un esbozo de dialogo o un personaje pronunciando una
frase.

Teti, es el primer faraón de la VI dinastía . Durante su reinado parecen haberse


consolidado las relaciones comerciales con Biblos, Nubia y Punt. Posiblemente, las presiones
sacerdotales, lo obligaron a eximir del pago de tributos al templo de Abidos. Una
conspiración, encabezada por Userkaré, posiblemente culminó con el asesinato de Teti. Sin
embargo, no pasó mucho tiempo para que Pepi I, hijo de Teti, tomara el poder, después de
congraciarse con el clero heliopolitano. En su largo reinado, se sucedieron las expediciones
militares y las intrigas de palacio que aumentaron el poder de los gobernadores que lograron
convertir sus cargos en hereditarios. Se realizaron numerosas excepciones fiscales y
restauraciones de templos en el Alto Egipto, todo lo cual repercutió negativamente en el
poder económico del faraón.

Durante el reinado de Pepi I, el Decreto de Dahshur, permite diferenciar dos grupos sociales:
la clase dirigente, en la cual encontramos a las reinas, los príncipes, los nobles y los
funcionarios, y los sectores dependientes. A estos debe agregarse, la casta sacerdotal. Por lo
tanto la sociedad egipcia se dividía en: faraón, nobleza, sacerdocio y pueblo. El pueblo, que
no poseía los medios de producción, carecía de todo derecho político. Mayoritariamente
formado por agricultores que podían ser obligados a trabajar al servicio de faraón, para las
construcciones o reclutados para el ejército. La ganadería era una actividad que ocupaba
numerosa mano de obra, mientras que la caza y la pesca, en menor medida, eran aún
actividades importantes para la alimentación de los grupos dependientes. Debajo de estos,
estaban los “atados de por vida”, es decir los prisioneros de guerra. Estos comenzaron a
crecer en número a partir de las campañas militares al exterior. Uno de los objetivos de estas
campañas, organizadas por los faraones en principio, pero luego también por las aristocracias

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locales, consistía en conseguir abundante mano de obra barata.

Pepi II, que se convierte en faraón a los seis años, parece haber reinado alrededor de sesenta
y seis años. Los historiadores atribuyen a este faraón, el empeoramiento de la situación
heredada, y ser el causante de la decadencia final de Imperio Antiguo. Durante su reinado, se
continuó con las costosas campañas militares, con las concesiones de tierras y comenzaron
las divinizaciones de algunos funcionarios del faraón fallecidos.

De los sucesores de Pepi II, Merenré y la reina Nitocris, posiblemente la primera mujer que
accedió al trono egipcio, muy poco se sabe.

A fines del Antiguo Imperio, la condición de esclavo se extendió a los descendientes de los
prisioneros de guerra, con lo cual el enorme aumento del número de esclavos provocó
importantes cambios sociales. Los nuevos esclavos eran menos costosos que los trabajadores
obtenidos mediante las sucesivas campañas bélicas.

En las tumbas de las provincias, durante la VI dinastía, los nobles cada vez más autónomos,
pretendieron también ser inmortales y agregaron relatos que terminaron siendo verdaderas
biografías, repletas de valoraciones de sus aptitudes, de elogios hacia su persona, etcétera.
Uno de los ejemplos más significativos fue la “ Autobiografía de Uni ”, que describe
ordenadamente los hechos en una cronología, narra los procesos a partir de sus causas. Estas
biografías iban a crear una tradición de alabanzas estereotipadas. Este genero que podríamos
llamar, didáctico, incluye a un autor-personaje que aconseja a un hijo el comportamiento que
debe seguir. Entre estos textos, la “Enseñanza de Ptahotep”, nos informa sobre la moral
en Menfis, el racionalismo, el conservadurismo traducido en la creencia absoluta en el valor
de las tradiciones. El estilo es tan refinado y artificioso que dificulta su comprensión. El autor
hace una descripción de la vejez con su decadencia física que impide el disfrute de los
placeres de la vida, con aceptación serena de sus propios males físicos. También en este
período se producen textos de carácter “científico” como el llamado “Papiro
Quirúrgico”, que describe enfermedades a través de sus síntomas, hace
diagnósticos y, si estos se conocían, propone tratamientos.

(1) Algunos autores prefieren al nombre de Reino Antiguo, puesto que las características de Egipto
en este período no serían las de un Imperio. Nota de los autores.
(2) Mastaba: voz árabe que significa banco. Nota de los autores.
(3) Ver Maneton

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PRIMER PERÍODO INTERMEDIO

Durante el Imperio Antiguo en Egipto se logró establecer un sistema organizado en el


cual, bajo la autoridad del faraón, se desplegaba una red de funcionarios y
sacerdotes que dirigían las células del estado . Resultó ser un sistema efectivo de
unificación por un largo período, pero poco a poco, se fue consolidando una aristocracia que
se adueñó de la mayor parte de las tierras y el reino comenzó a fragmentarse en distintos
principados enfrentados entre sí y contra el faraón, lo que provocó que el Imperio Antiguo
terminara en un caos económico y social completo. Una de las causas de la caída de este
Imperio fue la tendencia descentralizadora del sistema tributario.

Merenré y, la reina Nitocris (si realmente existió), fueron incapaces para detener la
descomposición que desde la VII dinastía se prolongó hasta la dinastía XI, fundadora del
Imperio Medio.

El Período Intermedio fue una transición entre dos épocas de poder centralizado.
Puede ser dividido en dos etapas: la primera en la que la capital continuó
siendo Menfis, abarca las dinastías VII y VIII; y la segunda con capital en
Heracleopolis, comprende las dinastías IX y X.

El texto conocido como “Las lamentaciones del sabio Ipuer”, que era un miembro de la
clase alta, nos informa de la descomposición del antiguo orden y de la instalación del caos.
Critica duramente al monarca por su incapacidad para enfrentar el caos, convirtiéndose en el
vocero de su grupo social, que siente que ha perdido la seguridad, se queja de la decadencia
de los valores, del no respeto a los nobles, de sus tumbas saqueadas. Nos dice que “el faraón
fue derrocado por el populacho”, su pirámide saqueada y que “un puñado de individuos que
no sabían como gobernar han despojado al país de su realeza. . . y los asiáticos han llegado a
Egipto desde el exterior”. No sabemos si Ipuer exageró, cuanto duró el desorden y cuando
terminó.

Junto a Ipuer, otros miembros de la clase dominante y también de otros grupos sociales
escribieron textos, posiblemente en el Imperio Medio, que nos permiten tener una clara visión
de como veían la transición al nuevo (viejo) orden de cosas. Entre ellos: “El diálogo del
desesperado con su Ba” o “El suicida”, “La canción del arpista”, “ Instrucciones a Merikaré”, la
“Historia del salinero”, etcétera.

La llamada “Historia del salinero” o “El campesino elocuente ” , posiblemente el más


antiguo texto de este tipo, cuenta la historia del habitante de un oasis, de humilde condición,
pero de brillante oratoria, virtud muy apreciado por los egipcios. Se trata de nueve discursos
del salinero, en los cuales el argumento es menos importante que la habilidad y fantasía
lingüística de este. Los momentos narrativos son simples en comparación al lento progreso de

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una idea a través un hilo conductor con una gran variedad de tonos y colorido retórico, lleno
de exclamaciones, discursos exaltados y con gran variedad de ejemplos. El tema fundamental
y único, es el de la justicia, desde el cual el salinero, a diferencia del miembro de la clase
dirigente Ipuer, hace una crítica de los dignatarios, a los que acusa de corrompidos y
ladrones de alto vuelo, que al no cumplir con sus obligaciones, no pueden reclamar respeto,
mientras que sí puede hacerlo el que roba por necesidad.

“El suicida” es el dialogo de un hombre con su Ba, donde con argumentos concretos sobre
la oportunidad de su decisión, ejemplificando con cuatro cuentos breves sus puntos de vista
y, ya que la vida terrena no le proporciona ningún bien, por lo tanto no le interesa más,
decide matarse. El Ba responde, con argumentos líricos sobre el significado que tiene, para él,
la muerte, que aparece descripta desde dos aspectos; material el del suicida, con cadáveres
despojados y luego arrojados al río o el desierto y las tumbas profanadas, el espiritual del Ba,
describiendo la vida en el más allá, donde impera la justicia de los dioses. Finalmente el
hombre se suicida. Si Ipuer comparaba el amargo presente con el feliz pasado, el suicida
propone un futuro de felicidad, en el más allá.

En el “Canto del arpista”, no encontramos ni añoranza del pasado ni esperanza en un futuro


mejor. Para el autor, el hombre nace, se desarrolla y muere, proceso lógico que no es
atribuible a ningún momento histórico y siempre fue así. Al morir, el hombre desaparece
como si nunca hubiera existido, el arpista no cree en la vida de ultratumba, puesto que nadie
volvió del más allá.

Las “ Instrucciones a Merikaré ”, se diferencia de las “enseñanzas” anteriores, cuyos


autores no eran faraones instruyendo a sus hijos, puesto que estos, cuando reinaran, siendo
dioses, no tenían nada que aprender. En esta el faraón enseña a su hijo, el príncipe Merikaré,
el comportamiento que debe tener para gobernar, la actitud ante los enemigos, sobre todo el
enemigo tebano. Verdadera texto de propaganda política en defensa de los valores de la
tradición de Menfis, propone al futuro faraón que, pese a que será todopoderoso, busque
consejo en sus servidores y que sea cauteloso. Además, documenta los enfrentamientos entre
Tebas y Heracleópolis y el peligro que representaba para Egipto la infiltración de beduinos
asiáticos en su territorio.

Durante la VIII dinastía, algunos detalles, como por ejemplo que Aba construyera su propia
pirámide en Sakkara, permiten suponer que los monarcas de esta dinastía habrían restaurado
el orden y el poder centralizado. El delta fue recuperado al expulsar a los invasores asiáticos.
Heracleópolis consolidó su poder sobre el Egipto Medio con monarcas como Kheti I que se
atribuyó el título de faraón.

El pasaje de la VIII a la IX dinastía se produciría a través de un cambio de la familia


reinante. Mientras que la X dinastía se mantuvo en el gobierno durante un siglo
aproximadamente.

Debemos pensar que lo que se conoce como Primer Periodo Intermedio se caracterizó por
esta fragmentación del poder en nomos semi-independientes regidos por dinastías

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locales, al tiempo que el puesto de faraón iba cambiando de manos constantemente. En este
caos el príncipe de Heracleópolis logró imponerse sobre los demás, y fue reconocido como
sucesor de los soberanos del Imperio Antiguo instaurando así la dinastía IX. El
enfrentamiento entre Heracleópolis y Tebas, permitió que los nomarcas mantuvieran su poder
y pudieran heredarlo a sus descendientes.

El auge provincial también produjo cambios en el aspecto religioso. Osiris se convirtió en un


dios de gran popularidad. Su balanza sopesará a todos los mortales y no sólo al faraón, como
en los siglos anteriores. Ahora la eternidad fue accesible a todos los egipcios. Abidos, lugar
central en el culto a Osiris, se transformó en el centro ideológico para el control político y en
lugar de peregrinaje.

El “ Texto de los Sarcófagos ” estableció el ritual funerario, no solamente para el faraón,


sino también para los nobles. De esta forma, la oligarquía se apropiaba del antiguo ritual
funerario.

Los príncipes tebanos, de la dinastía XI , como Mentuhotep II, hacia el 2000 a.C.,
reunificaron Egipto y dieron origen al llamado Imperio Medio. La formación de dos grupos,
uno en Tebas y otro en Heracleópolis, retrotrajo el sistema a una situación similar a la que se
implantó con la monarquía de Tinis.

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IMPERIO MEDIO

Este período se caracterizó por el cambio respecto al papel del faraón quién ya no era
considerado sólo como rey - dios, sino como un benefactor encargado del bienestar
público. La figura del faraón se humaniza, ya no se ve sólo como un representante de Ra,
ahora la idea de justicia se convierte en el eje fundamental para la vida eterna vinculada con
el mito de Osiris. Para acabar con la fragmentación del poder, se fue recortando
paulatinamente la autoridad de los nomarcas hasta su eliminación, a la vez que se creó una
división tripartita del imperio en bajo, medio y alto Egipto y se designó a un visir
para cada una de estas regiones. Con la dinastía XII, Egipto se reconstituye
completamente como estado organizado y comienza un el período de expansión.

El control del estado y de la administración , fue acompañado por una autonomía cada
vez mayor y el incremento del poder del visir en los asuntos internos, en detrimento de la
nobleza territorial. Las funciones del visir crecieron constantemente hasta consistir en la
gestión de la mano de obra y del patrimonio real y estatal, el ejercicio de la justicia, la
designación de funcionarios y magistrados, la administración de los archivos, la percepción y
control de los impuestos, etcétera.

En el ámbito religioso ocurre un cambio fundamental que tendrá consecuencias a


posteriori: la vinculación el faraón con el culto al dios Amón, el cual pasa a ser considerado
como el asociado de Ra, surgiendo así Amón -Ra. Este hecho fue el punto de partida en la
consolidación del poder de los sacerdotes Tebanos quienes estaban vinculados con el culto de
Amón.

Mentuhotep II, monarca de Tebas, tras un período de luchas por la hegemonía, restauró el
sistema centralizado y adoptó el nombre de Horus Sematoui (El que ha unido las dos
Tierras). Inició una gran actividad constructiva, restauró la administración central, protegió
firmemente las fronteras y ordenó y garantizó las relaciones comerciales. Nubia fue sometida
con el objetivo de obtener los productos de este país, especialmente el oro. También los
nómades de los desiertos de Libia y del Sinaí fueron sometidos. Además se ampliaron las
relaciones con el Líbano. Construyó una necrópolis en Tebas para toda la corte, lo cual marca
el deseo de integrar ideológicamente al grupo dominante. En fin, al morir Mentuhotep II
(hacia 1990 a.C.) dejó un Egipto organizado y prospero.

Mentuhotep III, continuó la labor de su padre, sin embargó, unos papiros de la época
“Correspondencia de Hekanakht a su hijo”, nos informan que al sur de Tebas, el hambre
habría producido hechos de antropofagia. No se sabe si fue un hecho generalizado o aislado,
y que relación pudo tener con el problema sucesorio que surgió. De hecho, las condiciones de
vida de los trabajadores, tanto artesanales como agrícolas no diferían sustancialmente, entre
ellos, ni con las de los tiempos anteriores. Sabemos que los trabajadores recibían raciones de
panes y medidas de cerveza, para complementar los miserables salarios. Los beneficios del

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trabajo los obtenían los contratistas y, como no escaseaba la mano de obra, las condiciones
de contratación eran abusivas. El trabajo obligatorio, la prestación del servicio personal, de
artesanos y campesinos, se mantenía. A esto, hay que agregar el trabajo de los siervos reales
y de los esclavos, generalmente extranjeros, aunque se podía encontrar egipcios entre ellos.
Los esclavos, podían venderse, regalarse y heredarse, pero no se puede afirmar que la
producción dependía del trabajo esclavo. La literatura propagandística de la época, incluido el
“Cuento de Sinuhé”, nos habla de la benignidad hacia el trabajador del campo. Pero en
realidad, en las tumbas hay representaciones de castigos corporales a los deudores. El
trabajador agrícola estaba obligado a pagar pesados impuestos, después de los cuales no le
quedaba más que lo mínimo para una miserable subsistencia. Para los campesinos las
condiciones de vida no eran tan buenas como para las clases dominantes que gozaban de un
gran bienestar, entre otros motivos, por la explotación de los trabajadores, a los cuales
cualquier aumento de la carga tributaria, condenaba a la miseria. Tenemos conocimiento que
fue en este período en que se produjeron las primeras fugas de campesinos en la historia
egipcia, para dedicarse a mendigar y robar. En resumen, parece que los campesinos tenían
una existencia prácticamente insoportable, más próxima a la de los animales que a la de los
señores que ellos alimentaban.

A la muerte de Mentuhotep III, usurpó el trono Nebtauiré (Ra es el Señor de las Dos Tierras),
quien a la vez sería reemplazado alrededor de 1963 a.C., por su visir, Amenemhat,
posiblemente después de una guerra civil.

Con Amenemhat I(Amón está a la cabeza) comenzó la XII dinastía, históricamente la más
importante del Imperio Medio . Este nuevo faraón, parece no proceder de la familia real,
su padre fue un sacerdote llamado Sesostris. Fundó una nueva capital, Ithtaui, e inició una
gran actividad constructiva en Karnak, que continuaron todos los sucesivos faraones de
Egipto, estableciendo el sincretismo de Amón y Ra. Amenemhat, restableció el poder central,
pero para ello, como carecía de funcionarios, según sabemos por “La sátira de los oficios",
realizó un reclutamiento de escribas. Aquellos nomarcas que favorecieron su ascenso,
vieron aumentados sus privilegios y sus autonomías. De ellos obtuvo importantes tributos
que le facilitaron el mantenimiento del ejército como base de su poder. Al llegar a una edad
avanzada, sintiendo la imposibilidad de superar las pruebas del festival sed para renovar su
dominio, nombró corregente a su hijos Sesostris I. Esto le permitió evitar los peligros de la
sucesión y que algún general, viendo débil al faraón, pretendiera hacerse con el poder. Este
sistema de corregencia, que en este caso duró 10 años, fue imitado con posterioridad.

Según se sabe por el “Cuento de Sinuhé ”, estando Sesostris, en 1942 a.C., guerreando
contra los libios, recibió la noticia del asesinato de su padre. Vuelto a Egipto, derrotó la
conjura, se transformó en el único faraón, manteniéndose en el poder durante alrededor de
cuarenta y cinco años. Posiblemente Sesostris logró un pacífico y largo reinado, basándose en
la desconfianza, que parece ser lo que le enseñara su padre a través de lo que se conoce
como “Las Instrucciones de Amenemhat I”.

El equilibrio logrado por Sesostris I, fue mantenido y disfrutado por sus sucesores,

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Amenemhat II y Sesostris II, desarrollándose así un nuevo período de esplendor de la cultura


egipcia. El Imperio Medio ha sido considerado el período clásico o edad de oro del arte
egipcio. La abundancia y calidad de la literatura de la época, fue una importante fuente de
información histórica y una prueba del gran desarrollo cultural. Los conocimientos
matemáticos, pese a no conocer el cero, fueron fundamentales para las grandes
construcciones y los trabajos de agrimensura . Entre las obras de gran envergadura,
debemos citar las de canalización y drenaje en El Fayum . Sin embargo, desde el punto de
vista de la arquitectura, se abandonó la piedra y, la vuelta a la utilización del ladrillo le quitó
algo de grandiosidad a sus construcciones, pero resultó ser mucho más económico. Es cierto
que después de la gran pirámide de Kheops, no se hizo más que repetir este modelo pero a
menor escala. Sin embargó, hubo una inquietud mayor para la resolución de los problemas
constructivos. También son de destacar los adelantos logrados en el campo de la
medicina y la astronomía, los últimos permitieron el establecimiento y
perfeccionamiento del calendario.

La llegada al trono de Sesostris III, inicia una serie de cambios radicales en la política general
del Imperio Medio. Consolidó, aceleró y profundizó las reformas administrativas que había
iniciado Amennemhat I. Elimino los nomos y el cargo de nomarca o gobernador provincial y
creó tres circunscripciones dependientes del visir directamente (Norte, Sur y Elefantina - Baja
Nubia), dirigidas por funcionarios a la cabeza de la burocracia local.

Durante el Imperio Medio , los egipcios que habían considerado a los extranjeros como
“no personas ”, rompieron su aislamiento, hecho que se refleja en las narraciones de
comerciantes y viajeros. El comercio organizado en caravanas y flotas protegidas
militarmente, conectó a los egipcios con los habitantes de pequeños “estados” africanos y
mediterráneos. Una serie de relatos del período, quizás los más destacables de la prosa
egipcia, atestiguan sobre estos contactos.

Un relato muy popular al respecto fue el ya mencionado “ Cuento de Sinuhe” que ha llegado
a nosotros a través de varias versiones. Se trata de un relato en primera persona que ayuda
a dramatizar la situación en la cual el autor se hallaba en Egipto, donde debía ser feliz, y nos
permite comparar su nueva situación en Siria, donde enriquecido, no deja de ser extranjero y
por lo tanto mirado con desconfianza. La descripción del retorno, llena de sentimentalidad y
humor, nos informa que la corte se burla de él considerándolo un beduino. Las descripciones,
llena de fantasía, que hace de las costumbres y el paisaje de Siria, con posibilidades de
enriquecerse fácilmente, debieron despertar un gran interés en los egipcios.

Otro relato, “ El naufrago”, mezcla observaciones realistas con hechos fantásticos. En él se


describe minuciosamente la partida de una expedición a Nubia, en la que abundan los detalles
como números y medidas, pero cuando ocurre el naufragio, todo se convierte en exótico y
fantasioso: la flora y la fauna de la isla a la que arriba el naufrago, la serpiente mensajera de
los dioses que le informa que será salvado por voluntad de ellos. El texto, probablemente, un
buen ejemplo sobre la forma en que los egipcios se imaginaban a otros países, pródigos y
llenos de cosas raras, describe una expedición por el Mar Rojo, en busca de productos

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exóticos y, por lo tanto, muy deseados por los egipcios. La isla es descripta por el naufrago,
como una tierra fantástica, donde todo abunda, pero que a su partida, desaparece.

El llamado “Papiro Westcar”, relata historias de magia, simples y en lenguaje popular,


supuestamente contadas por los hijos del faraón Kheops, con el fin de entretenerlo, y que son
un ejemplo contundente de la existencia de una corriente literaria opuesta a la oficial, con su
lenguaje y módulos rígidos.

El restablecimiento de la monarquía absoluta pudo realizarlo Sesostris III, cohesionando al


ejercito alrededor de su poder faraónico. Lo cual le permitió realizar, por lo menos cuatro
campañas a Nubia, otras a Palestina y garantizar la actividad comercial con el reino de Kush,
logrando un reinado sin sobresaltos exteriores. El ejército tuvo un extraordinario
aumento de su importancia , haciendo que la presencia de Egipto en el exterior, sin que
por ello podamos hablar de imperialismo, fuera notable. El crecimiento de los contingentes
militares, se comprende, a partir de la multiplicación de las campañas militares y las
expediciones punitivas, encaradas por los faraones. El ejercito se perfeccionó, pero se
convirtió en una importante fuente de gasto para el estado. Una nueva imagen del faraón se
desarrolla en esta época, la del “ faraón guerrero ” a través de la literatura propagandística
como los “Himnos” de Sesostris III, donde el faraón es considerado un soldado invencible.

Al morir Sesostris III en 1844, los sucedió su hijo y corregente Amenemhat III y a este
Amenemhat IV, quienes continuaron la política de sus antecesores. Al morir el segundo de
estos faraones sin dejar sucesor, llega al trono la reina Neferusobek, cuyo reinado parece
haber terminado violentamente, dando fin a la XII dinastía.

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SEGUNDO PERIODO INTERMEDIO

Mientras que en el interior los miembros de la burocracia estatal iban ampliando sus
atribuciones hasta desestabilizar el poder central, en el exterior, acechaba la amenaza de
distintos pueblos nómadas que, desplazados por la expansión del imperio hitita, se iban
introduciendo en el territorio egipcio. En un primer momento estos pueblos se acercaron a la
región del delta, en forma pacifica, pero a medida que la resistencia y vigilancia egipcia iba
cediendo y el poder estatal se fragmentaba, comenzaron a ocupar el territorio militarmente. A
estos nuevos conquistadores se los conoció con el nombre de hicsos, termino que significa,
“príncipes extranjeros ” o “reyes pastores ”, o como aparece en algunos documentos del
Imperio Medio, “heqa khasut”, traducido por los griegos como hicsos, en definitiva, era el
nombre dado a semitas occidentales, que con su llegada ponían fin al relativo aislamiento en
el que había vivido Egipto desde sus comienzos.

Si bien el período de los príncipes hicsos, Segundo Período Intermedio, fue un tiempo de
caos para la región, por otra parte los hicsos proporcionaron grandes aportes sobre todo para
el posterior desarrollo militar de Egipto, como la enseñanza de las formas para obtener el
bronce para nuevas herramientas agrícolas y armas, el caballo y el carro de combate.

Este nuevo período intermedio, se desarrolló entre la muerte de Neferusobek, hacia 1787 a.C.
y la llegada al trono de Ahmosis, hacia 1570 a.C., esto es, desde la dinastía XIII a la XVII.
Es posible que la cantidad de soberanos de este período oscile entre ciento cincuenta y
doscientos, posiblemente algunos de los cuales gobernaron simultáneamente y es posible que
algunos gobernantes locales, sin ninguna autoridad fuera de sus propias ciudades, hayan
utilizado el título de faraón.

Si bien podemos aceptar una cierta continuidad entre la XII dinastía y la XIII , en
cuanto al intento de mantener el poder central, durante la XIV dinastía, la ciudad de Avaris,
es conquistada por guerreros procedentes de Asia. Los hicsos, lentamente avanzan hasta las
cercanías de Tebas y toman Menfis, imponiendo su propia dinastía. Esta dinastía XV , según
el “Papiro de Turín”, tuvo seis “faraones” que gobernaron Egipto más de un siglo.

La capital de las dinastías de los hicsos, XV y XVI, fue Avaris , y algunos cambios que
introdujeron, sobre todo en el aspecto religioso, hacen suponer que si bien adoptaron el
sistema egipcio, terminaron proponiendo un nuevo tipo de realidad. Su máxima divinidad fue
Baal, asimilado a Seth, pero esto no impidió que terminaran adoptando a los dioses egipcios,
como lo demuestra el hecho de que los faraones hicsos tomaran el nombre de Ra. Es, de
alguna manera, sorprendente que adoptaran a Seth como dios supremo, teniendo en cuenta
que era el antagónico de Osiris, por lo tanto, representaba lo vinculado con la violencia y el
mal. Sin embargo, esto demuestra que de alguna manera los hicsos querían dejar en claro
que eran guerreros, lo cual hace suponer, según lo que pretende la tradición, que estaríamos
en presencia de crueles e impíos bárbaros, destructores de templos y ciudades. Pero, el

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“Papiro Rhind” y el “Papiro Westcar” , junto a los estudios arqueológicos, parecen


desmentir lo anterior. Sus faraones restauraron y construyeron santuarios de los dioses
egipcios, desarrollaron la creación científica y artística, y profundizaron los estudios de
matemáticas. Los egipcios continuaron en los cargos más importantes de la burocracia y
colaboraron plenamente con los soberanos hicsos. Las novedades introducidas por estos,
como el carro de combate, la coraza, el arco doble, etc., fueron asimilados por los egipcios lo
cual, con posterioridad, les permitió mantener su territorio libre de conquistadores
extranjeros. Entre los faraones de la XV dinastía , quizás el que más se destacó fue
Auserré, quien, pese a mantener sometidos a tributo a los faraones tebanos, supo tener
relaciones cordiales con ellos. En definitiva, los hicsos produjeron cambios importantes en
cuanto al grupo dominante, mientras que estos se notaron, poco y nada, en las relaciones
sociales y en el aspecto cultural.

Durante el Segundo Período Intermedio, Egipto quedó dividido en tres: al sur el reino de
Kush, en el norte, ejercían el poder, desde Avaris, los hicsos y, en el Egipto Medio, los
faraones tebanos de la XVII dinastía. Estos últimos, tributarios de los hicsos, sin embargo,
lograron mantener una autonomía casi completa.

La XVII dinastía se vio conmovida por una serie de conflictos que produjeron la liberación
del norte, estableciendo el limite de la dominación del faraón hicso en proximidades de El
Fayun. Gracias a la “Tablilla de Carnarvon” y algunas estelas reales, se sabe que el faraón
Kamose, comenzó el proceso de reunificación de Egipto. Kamose se lamentaba de tener que
compartir el poder en Egipto, entre un asiático y un nubio, soberanos extranjeros, y
emprendió una serie de campañas de unificación. Pese a ciertos éxitos militares, no logró la
adhesión de los egipcios contra los hicsos, ya que muchas poblaciones permanecieron leales a
los faraones de Avaris. Por otro lado, Kamose también atacó Kush, abriendo peligrosamente
dos frentes de batalla, que no supieron o pudieron aprovechar hicsos y nubios para unirse
contra el faraón de Tebas. De hecho, la restauración provino de Tebas ya que con el
incremento del poder de los sacerdotes de Amón y el descontento general que comenzó a
provocar la presencia de los hicsos, quienes habían logrado herir el orgullo nacional, estaban
creadas las condiciones para la nueva unificación. La persecución de los hicsos comenzó con
Sekenenre Taa II (el valiente) y llegó a su fin con su hijo Ahmosis quien consolidó el dominio
en el interior y en el exterior iniciando así la etapa expansionista de Egipto.

El príncipe tebano Ahmosis, dio comienzo a la XVIII dinastía, y fue quien logró la definitiva
expulsión de los hicsos, después de varias campañas contra Avaris, persiguiéndolos hasta
Palestina. Expulsados los hicsos, el faraón tebano, comenzó a ocuparse de los nubios,
realizando campañas contra el reino independiente de Kush.

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IMPERIO NUEVO

Tras la expulsión de los hicsos, se pretendió volver al pasado, pero los cambios y los
nuevos tiempos se impusieron. Tanto la restauración política como la reforma
administrativa, parecen más una continuidad que una ruptura con el pasado,
caracterizado por la perpetuación del orden faraónico. Ahmosis y los sucesores,
intentaron restablecer la autoridad del faraón, volver al poder centralizado, pretendiendo dar
la sensación de una perfecta continuidad con el pasado. Lo nuevo fue destacar el carácter
guerrero del faraón, sobre todo frente al extranjero.

De este período, sobresalen textos, sobre la guerra contra los hicsos, que plantean que de
nada valieron magias y anatemas contra ellos, fue necesaria la violencia. Entre estos, “El
marinero Ahmosis”, presenta al faraón como un militar invencible, que decide solo la lucha.
Este relato, autobiográfico, de un modesto marinero, participante en las luchas contra los
hicsos, brinda información sobre las campañas dentro del territorio egipcio y en Palestina.
Claramente panfletario y propagandístico, describe las victorias del ejército con la evidente
intención de despertar sentimientos de adhesión hacia él y su victorioso dirigente, el faraón.
Pero también, trata de producir admiración hacia el autor, modesto hombre del pueblo
convertido en héroe, que además obtiene buenas ganancias por su condición militar.

Hacia 1550, al morir Ahmosis, lo sucede en el trono tebano, Amenofis I, quien además de
continuar las campañas contra los nubios, amplió la actividad militar de los egipcios por Asia,
llegando junto al río Eufrates. Amenofis (Amón está satisfecho) inició el sistema de efectuar
expediciones anuales, con el objeto de recaudar tributos, a las zonas dominadas por Egipto.
Estas expediciones eran presentadas como grandes triunfos militares de los egipcios, cuando
en realidad, lo que demostraban era que no terminaba de consolidarse el dominio egipcio y
que la recaudación de tributos no estaba nunca garantizada. Se estimulaba la participación de
los militares en estas campañas, puesto que los triunfos significaban la obtención de parcelas
de tierra e incluso se apeló a prisioneros convertidos en tropas mercenarias. Una reiteración
de expediciones idénticas que de otra forma resultaría muy difícil comprender, alimentaba la
actitud imperialista.

Por otro lado, Amenofis I continuó con la tarea constructiva de sus antecesores y el
embellecimiento de Tebas, además de la reorganización administrativa para consolidar una
administración centralizada eficaz, capaz de hacer frente a las aristocracias locales y un
poderoso ejército a las órdenes directas del faraón.

Al morir Amenofis, sin dejar descendientes, lo sucede su cuñado e importante militar,


Tutmosis. En su reinado, en gran medida debido a su mujer, fue notable el cambio de actitud
de la corte, que admitió la influencia de las mujeres en la política. Tutmosis, consolidó el
papel del ejército, convirtiéndose, como ya venía ocurriendo, en un verdadero monarca militar
que continuó las campañas de sus predecesores, convirtiéndose en el primer gran

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conquistador, sometiendo gran parte de Nubia y extendiendo su dominio por el territorio


asiático a través de Siria y Palestina. Por otra parte, no continuó con la tradición del ritual
funerario que se caracterizaba por la construcción de pirámides, al morir fue enterrado en el
Valle de los Reyes, que se mantendrá después de él, en la necrópolis del Imperio Nuevo.

Tutmosis II, hijos del faraón anterior, llegó al trono alrededor de 1494 a.C., en su corto
reinado continuó lo realizado por su padre, sin producir cambios significativos. Uno de sus
hijos, con una concubina, fue coronado al morir él, alrededor de 1490 a.C., siendo un niño.
Por lo tanto, la esposa real de Tutmosis III, Hatshepsut, asumió la regencia mientras el
faraón llegaba a la mayoría de edad, con el apoyo del alto clero de Amón que la convirtió en
monarca absoluta. Durante su reinado, se redujeron las campañas militares, pero se reabrió
la vieja ruta comercial del Punt, pudiendo recibir Egipto tributos en maderas preciosas, marfil,
incienso, animales y esclavos. Como todo faraón, también se dedicó a la construcción y la
restauración de edificios. Con ella se pretendió marcar la importancia que había adquirido la
mujer en Egipto, sin embargo, Hatshepsut fue un faraón de sexo femenino, como
demostraron los atributos masculinos de las representaciones iconográficas de su reinado.
Cuando murió, su joven y humillado viudo, Tutmosis III, procedió a la eliminación sistemática
de todo recuerdo de su viril esposa.

Tutmosis III al quedar sólo con el trono, inició una política decididamente expansionista,
rompiendo con la inactividad militar de Hatshepsut. Los “Anales”, que muestran una nueva
mentalidad de tipo histórico en la corte egipcia, registraron ampliamente las campañas
militares de Tutmosis III. Integró definitivamente el territorio egipcio y afianzó la presencia
en Asia. El ejército fue el verdadero artífice de esta situación. Un ejercito que había mejorado
su estrategia con la incorporación de los veloces carros de combate hicsos y el incremento de
las unidades militares. La estela de Tutmosis III, en Armant, describe las características de la
política militar de la época, además del problema que planteaba el abastecimiento de un
ejército mucho más numeroso. Apareció una nueva literatura basada en los relatos oficiales a
cargo de escribas del ejército, verdaderos reporteros de guerra de la época, nuevo personaje
que se encargaba de anotar diariamente la actividad del ejército y del faraón.

El Imperio Nuevo , parece haber sido una época optima para el desarrollo de la
cultura, lo cual se puede deducir de la gran importancia adquirida por los libros,
que se transformaron en objeto de culto y colección. Pero la mayoría eran de
carácter proselitista, purista de tono olímpico e irreal.

Los tributos que afluían a Tebas, nunca antes Egipto había recibido tanto del exterior,
permitieron que el generoso faraón, que había logrado un extraordinario poder externo,
favoreciera a los funcionarios y al clero, convirtiendo al templo de Amón en Karnak en su
principal beneficiado. Además el sincretismo entre Amón y Ra, benefició claramente al clero
de Tebas, que no dejaba de acrecentar su poder.

La cantidad de funcionarios iba creciendo extraordinariamente ; burocracia


administrativa, clero, artesanos, militares y “esclavos del faraón” o campesinos

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dependientes, representaban la tercera parte del total de los miembros de la Casa


Real, en la cual la corrupción se iba generalizando.

El clero de Amón, junto con los funcionarios y el ejército, fue un importantísimo factor de
poder, como sostenedor de la continuidad política al desempeñar un papel capital en épocas
de conflicto, especialmente los grandes sacerdotes tebanos. El faraón mantenía su condición
divina y junto con el gran sacerdote y el visir, garantizaban un cierto equilibrio político,
reafirmado por la relación de parentesco que generalmente existía entre quienes
desempeñaban estas magistraturas.

Al morir Tutmosis III, alrededor de 1431 a.C., su hijo y sucesor Amenofis II y el hijo de éste,
Tutmosis IV, continuaron con la política trazada por él. Sin embargo, al acceder al trono
Amenofis III, cerca de 1402 a.C., se interrumpieron las campañas militares externas,
reemplazadas por una intensa actividad de la diplomacia y matrimonios con princesas de
distintas familias reinantes para mantener la influencia en Asia, lo cual no impidió que el reino
hitita fuera ganando terreno en perjuicio de los egipcios. En este reinado, se profundizaron las
relaciones comerciales con el mundo Egeo. Las enormes riquezas acumuladas por sus
antecesores, le permitieron a Amenofis III, realizar innumerables obras, una prueba de esto
son los Colosos de Memnón, produciéndose una actividad artesanal y artística cortesana, que
alcanzó su máximo esplendor en este reinado.

Las obras monumentales realizadas por los faraones , generaban gastos que eran
afrontados mediante el patrimonio real, el cual era muy difícil diferenciar del tesoro del
estado. Estos patrimonios fueron incrementados mediante la actividad comercial,
prácticamente un monopolio estatal, junto a los grandes almacenes, que incluía la mayor
parte del intercambio con el exterior. Por otra parte, los ingresos obtenidos mediante las
campañas militares, permitían abastecer de bienes y sanear las finanzas del tesoro. Pese a
ello, la producción agrícola era la principal fuente de sustento, puesto que el faraón era en
teoría el propietario de toda la tierra, que en ocasiones entregaba a quiénes consideraba que
merecían sus favores.

Fue notable el desarrollo tecnológico del Imperio Nuevo , dado, entre otras cosas, por
el contacto con el Cercano Oriente, de donde llegaron los métodos para la fabricación de
vidrio, los nuevos armamentos y técnicas de guerra y la aclimatación de nuevas especies en la
agricultura, entre otras cosas.

En lo religioso , se agregó una nueva divinidad, Atón, al ya grande panteón egipcio. Sin
embargo, la gran acumulación de riquezas por parte de los sacerdotes de Amón, les dio un
extraordinario poder, al extremo de cuestionar el poder del faraón, pero, mientras el faraón
efectuara una alianza con los sacerdotes y se mantuviera sumiso a ellos, no aparecería el
conflicto. Se llego al extremo de que la posibilidad de la ruptura del equilibrio de poder solo
podría ser asumida por un faraón fuertemente establecido en el poder. Este faraón parece
haber sido el hijo, corregente y sucesor de Amenofis III, Amenofis IV. El reinado de este
faraón, alteró las normas culturales, produjo un nuevo lenguaje artístico. Fundó, en los
últimos siete años de su reinado, una nueva capital, Akhetatón (Horizonte de Atón), hoy Tell

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el-Amarna, totalmente distinta a las tradicionales, una ciudad jardín, donde el sol podía ser
adorado desde todos sus rincones, pretendiendo reemplazar a Tebas. Intentó implantar un
nuevo sistema religioso, con la colaboración de algunos “teólogos” de Heliopolis, encaminado
a contrarrestar el poder de los sacerdotes de Amón que aferrados a sus privilegios, se habían
convertido en los grandes artífices de la política egipcia. Amenofis IV, que gustaba ser
reconocido como un monarca guerrero y victorioso, siguiendo la tradición, cambió su nombre,
al sexto año de su reinado, por el de Akhenatón (Place a Atón). Sin embargo, durante su
reinado, que duró más de veinte años, se produjo un deterioro de la influencia egipcia en Asia
y disminuyeron las expediciones militares.

En el aspecto religioso, los cambios que introdujo fueron notables. Durante el reinado de su
abuelo había aparecido el culto al disco solar, Atón, que le sirvió a este faraón para iniciar
sus reformas religiosas, combatiendo el culto a Amón, borrando su nombre de los templos
para destruirlo. Se ha pretendido que Akhenatón implantó en Egipto el monoteísmo. El
“Himno a Atón”, parece expresar la nueva doctrina de un dios único, el Sol, con expresiones
como: “¡Oh dios único...” o “Tú creaste el mundo...”. Sin embargo, no se puede afirmar
seriamente que con él se implantó el monoteísmo, puesto que el cambio sólo se produjo en el
grupo dominante alrededor del faraón, el resto de la sociedad egipcia se mantuvo al margen
de la reforma religiosa. De hecho, los constructores de la nueva capital, siguieron con el culto
de Amón. Es verdad que el sector cortesano acompañó el nuevo culto, pero respetando a
todas las divinidades anteriores, sin excluir a ninguna, pese a que el himno aparece grabado
en las tumbas de los grandes funcionarios como símbolo de una adhesión más forzada que
real. Akhenatón siguió, como se había hecho anteriormente, considerándose el mismo como
una divinidad, lo cual le permitió seguir controlando ideológicamente al Estado. No se trató de
una revolución sino de un autogolpe de Estado, dado por el faraón para desprenderse del
molesto control de los sacerdotes de Amón, con el objetivo de restablecer la monarquía
teocrática absolutista.

En el arte, la familia del faraón, se convierte en el tema principal de la representación, pero


si bien fue un arte más naturalista que rompió con la tradición, no por ello fue más popular,
en todo casó se trató de un arte más populista, en el que el interés se centró en la vida
terrena, olvidándose de la obsesión por el más allá.

Una nueva tendencia literaria , que dio lugar a la lengua vulgar y mostró una preocupación
mayor por las cosas terrenas y prácticas, esta ejemplificada con el texto llamado “Sabiduría
de Any”, una serie de máximas que reivindican a la mujer, anteriormente despreciada. El
autor aconseja proteger a la mujer propia, amarla y respetarla, desconfiar de la mujer
extranjera como si se tratara de una enfermedad y, sobre todo, las madres que según él
deben ser protegidas como ellas lo hicieron durante la niñez y la juventud.

El sucesor de Akhenatón, su yerno Tutankatón, inicia un método de sucesión, que se


prolongará hasta Ramses I, ya no de padre a hijo, sino por vínculos matrimoniales. Al asumir
como faraón solamente tenía diez años, por lo cual un pariente, Ay, asumió la regencia. En la
política exterior aunque se habían perdido algunos territorios, la crisis no era muy profunda y,

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en el interior, todavía no había aparecido, puesto que las reformas de Akhenatón no parecen
haberse extendido más allá de Akhetatón. Sin embargo, el clima interno se fue complicando
ya que los egipcios no se habían adaptado a los nuevos usos, mientras que el rencor de los
sacerdotes tebanos, se sumó al resentimiento de militares y burócratas que temían perder
sus posiciones de privilegio. El faraón o su regente, se vio obligado a reconciliarse con los
sacerdotes de Amón devolviéndoles sus prerrogativas, regresando el poder político a Tebas, y
restableciendo el orden anterior a las reformas de Akhenatón. Incluso debió cambiar su
nombre por el de Tutankhamon. La nueva capital fue Menfis , posiblemente por su
proximidad con Asia, pero Tebas mantuvo su importancia como centro religioso, prueba de lo
cual fue la actividad constructiva y reparadora de los templos de esta ciudad.

Al morir Tutankhamon, a los diecinueve años, sin heredero, su viuda se ofreció en


matrimonio a un hijo del rey hitita Suppiluliuma, pero el príncipe murió en forma extraña
durante el viaje a Egipto. Ante esta circunstancia, Ay se convirtió en faraón, reinando, hasta
su muerte, cuatro años después.

Horemheb, jefe del ejército, se casó con una princesa real lo cual favoreció su designación
como faraón, siendo esto un claro signo del crecimiento del poder militar que le permitió
mantenerse alrededor de veinticinco años como monarca absoluto. Este faraón se encargó de
acabar con todos los rastros del culto al dios Atón, destruyendo los templos que se le habían
dedicado y borrando los nombres de sus seguidores de tumbas y monumentos. Durante el
reinado del último representante de la XVIII dinastía , la situación en Asia se mantuvo
tranquila, especialmente las fronteras con los hititas. No parece haber desarrollado una
política militar y constructiva muy costosa, su preocupación fundamental fue el orden y la
concordia internos. Antes de morir y posiblemente para evitar una crisis sucesoria,
transmitió sus poderes faraónicos en otro militar, Ramsés, próximo a su círculo,
pero que no era de sangre real, con quien se inicia la XIX dinastía.

Cuando Ramsés I , llega al trono ya es un anciano y nombra como corregente a su hijo


Sethi, hombre de unos cincuenta años, que gobernará con su padre los dos años que duró el
reinado de este.

En el exterior , las campañas en Siria y Palestina comenzaban a peligrar con el avance del
Imperio Hitita, Sethi I reinició las guerras de conquista y se enfrentó por primera vez con los
hititas. En Karnak, se relataron las campañas emprendidas para recuperar Asia, por parte de
Sethi I, que además firmo un tratado de paz con Muwatali, rey de los hititas, lo cual permitió
al faraón dedicarse con cierta tranquilidad a expandirse por territorio libio.

Durante el reinado de Sethi , se desarrolló una intensa actividad constructora en la que se


destaca la Sala Hipóstila del templo de Karnak, el Gran templo de Osiris en Abidos y su propia
tumba en el Valle de los Reyes.

En Abidos se tiene la prueba de que los egipcios de este período tenían una clara conciencia
histórica, una demostración de esto es la lista de los sesenta y seis faraones precedentes,
comenzando con Menes y finalizando con Sethi y su hijo, el futuro Ramsés II. Pero, quedaron

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fuera de esta lista, Hatshepsut, Akenaton (Amenofis IV) y Tutankhamon.

Ramsés II, que accede al trono en 1304 o 1279, no hay seguridad al respecto, después de
haber sido corregente, heredó de su padre un Egipto con grandes riquezas debidas a las
campañas y al control del corredor sirio - palestino. Una de sus primeras medidas fue la
fundación de Pi -Ramsés, como nueva capital de Egipto, cercana a la vieja Avaris de los
hicsos, permitía una mejor protección del Delta y el rápido acceso a Palestina y Siria. En
Tebas, quedó al frente de Egipto Sur, Nebunebef, gran sacerdote de Amón. En este período
se produce la mayor concentración del poder administrativo de los visires, uno en Tebas, que
continuaba siendo la capital religiosa de Egipto, otro en Menfis, mientras que el verdadero
poder del faraón fue concentrándose en el norte, en Pi -Ramsés, en el Delta. De este período
es el documento: “ Protocolo de la audiencia del director de la ciudad, Visir de la
ciudad del sur y de la residencia, en el despacho del Visir”, que describe las funciones
del visir en el Imperio Nuevo.

La preocupación más grande de Ramsés II, tenía que ver con el problema asiático , sobre
todo la peligrosa presencia del Imperio Hitita. El tratado efectuado entre Sethi y Muwatalli, no
era respetado lo cual hizo que Ramsés organizara una expedición contra los hititas, que
culminó con la batalla de Qadesh, hacia 1295 a.C. El éxito de la campaña y el “triunfo” en la
batalla son muy dudosos, el ejército egipcio, dividido en cuatro cuerpos, Amón, Ra, Ptah y
Seth, fue emboscado y el propio faraón vio peligrar su vida, pero Ramsés II y su corte,
celebraron como si hubiera sido un gran triunfo, la costosa campaña y la batalla final. El
“Poema de Pentaur” , compuesto al respecto y reproducido profusamente en los
monumentos de la época, en relieves que detallan la campaña, no escatiman alabanzas al
valor del faraón. Las sucesivas campañas no tuvieron la resonancia ni el alcance de la
campaña de Qadesh, su misión no era otra que consolidar la hegemonía egipcia en Palestina
y el sur de Siria y, por otro lado, hacer frente a los continuos ataques de los libios en la
frontera occidental y el control de Nubia, en el sur.

Ramsés II, siguiendo la tradición, hizo construir fastuosos monumentos como Abu
Simbel, también llamado Rameseum, posiblemente el santuario más importante de
Egipto, junto con Karnak y Luxor. En él, Ramsés aparece igualado a los dioses,
presentándose ofrendas a si mismo, informando del carácter divido de su investidura de
faraón.

La política expansionista de Asiria, llevada adelante por su rey Adadninari I, si bien no


amenazaba todavía a Egipto, si lo hacía con el Imperio Hitita, que veía peligrar su territorio,
no solamente por los avances asirios, sino que también Ramsés, aprovechando la debilidad de
los hititas prolongó el dominio egipcio por las costas sirias, hacia el norte de Biblos. Esta
situación obligó al rey hitita Hattusil III, a firmar con Ramsés un tratado de paz, por el cual
las dos partes se comprometían a respetar sus respectivos territorios, a defender sus
“legítimas” dinastías y cooperar en otros aspectos. El faraón egipcio contrajo matrimonio con
una princesa de la corte hitita, Hattusil y su heredero Tudhaliya, posiblemente visitaron
Egipto, siendo las relaciones de los imperios hitita y egipcio, inmejorables.

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Durante el reinado de Ramsés II, se observa una división administrativa de Egipto:


en Tebas el gran sacerdote de Amón se encargará de administrar el Alto Egipto, el Bajo Egipto
administrado desde Pi-Ramses, y la administración de las posesiones asiáticas. Con estas
últimas resurgen ciertas tendencias divisionistas, centrífugas, que contribuirían a debilitar el
poder absoluto de los faraones.

Ramsés II, según parece, dejó una descendencia de algo más de cien hijos, de los cuales el
heredero del trono faraónico fue Merneptah, que daría comienzo a la decadencia de la XIX
dinastía. A pesar de su avanzada edad, este faraón reinaría durante diez años, en los cuales
la situación económica de Egipto demostró ser buena, prueba de ello fue el envío de cereales
a Hatti, capital de los hititas, que le solicitaron ayuda debido a las malas cosechas. Sin
embargo, su política exterior se vio afectada por los ataques de los llamados Pueblos del Mar,
que si bien fueron vencidos, victoria que fue muy celebrada, a partir de este período se
transformaron en un permanente peligro para Egipto.

A la muerte de Merneptah, se produjo una crisis sucesoria, dando lugar a que en un breve
transcurso de tiempo lo sucedieran, por lo menos, tres faraones y la reina Tausret. Poco se
sabe de este período de transición, calificado por los faraones de la XX dinastía como
anárquico y de una gran decadencia, posiblemente para legitimar sus gobiernos. De haber
sido así, el restaurador del orden fue Setnakht, que reinó durante dos años, junto a su hijo
Ramsés III, que sería el último de los grandes faraones egipcios.

El reinado del faraón Ramsés III, duró algo más de treinta años, en los cuales se destaca el
rechazo de una nueva invasión de los Pueblos del Mar (procedentes de las costas
mediterráneas de Europa y Africa) y una serie de campañas contra ellos, detalladas en textos
y relieves en el templo funerario en Medinet Habu.

Durante el reinado de Ramsés III, al parecer la situación económica sufrió un grave deterioro,
como parece demostrarlo, una de las primeras huelgas de trabajadores de la que se tiene
conocimiento, efectuada en Deir el -Medina por los trabajadores como reacción al no recibir
sus raciones.

Algunos cálculos atribuyen a Egipto, durante el Imperio Nuevo, una población de alrededor de
cuatro millones, dedicada mayoritariamente a la agricultura y en menor medida a la
ganadería, o trabajos de monopolio real como en las canteras y la minería. La sociedad
egipcia no era una típica sociedad de castas puesto que se podía revertir la “posición social
por nacimiento”, aunque esto no implica que cualquiera podía ascender en la escala social.

Según la “ Sátira de los Oficios”, movida serie de cuadros, risueños y grotescos, que
caracterizan cada oficio la, sociedad estaba jerarquizada por medio de las situaciones
profesionales.

Del período del faraón Tutmosis III, se conserva, en la tumba del visir Rekhmiré, la lista fiscal
de la población, la más antigua, por lo menos de Egipto. Esta lista establece una cierta
jerarquía: el alcalde, los administradores de las propiedades, los transportistas y los

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miembros de la asamblea. Estos últimos hacen suponer que existían comunidades aldeanas,
de las cuales se desconoce su importancia, pero que modifican la imagen que habitualmente
se tiene de Egipto, que a cambio de una contribución al tesoro del estado, mantenían tierras
comunitarias en forma autónoma. El trabajador de la tierra, que seguía siendo el sector
mayoritario de la sociedad egipcia, debía obligatoriamente servir al faraón, no solamente
mientras este vivía, sino aun después de su muerte. Las llamadas “ estatuas sustitutivas” de
las tumbas, representaban a los sirvientes que debían trabajar “ obligatoriamente ” para el
difunto. En el “ Libro de los Muertos ”, figura una fórmula para que las “ estatuas
sustitutivas ” efectúen trabajos para el difunto en el Reino de los Muertos. Después del
reinado de Horenheb, en la Tumba Real, se menciona a los trabajadores que por cuenta del
estado debían preparar la tumba de los faraones. El llamado “ Relato de Uermai ”, de
finales del Imperio Nuevo, nos in forma del mal trato y las arbitrariedades de los poderosos
con relación a la población, especialmente a los trabajadores. Esta situación, junto con las
cargas adicionales, explica la gran cantidad de trabajadores que dejaban el trabajo para
dedicarse a las actividades marginales, aunque los siervos territoriales estaban adscriptos al
suelo. Existían también mercaderes y trabajadores por cuenta propia, pese a que el comercio
estaba generalmente monopolizado por el estado, se sabe que los representantes de él, en
muchas ocasiones no controlaban lo que debían controlar y, además, empleaban
trabajadores.

A partir de la XVIII dinastía , el esclavismo se había generalizado, lo que por un lado


devaluó la mano de obra libre, que debió vender su fuerza de trabajo para poder subsistir,
pero por el otro, la política imperialista, produjo una masiva incorporación de esclavos que
contribuyó a la liberación, para algunos grupos, del trabajo obligatorio. Los esclavos, el último
nivel de la escala social, podían manumitirse de las maneras más diversas, entre ellas por el
casamiento, y tenían algunos derechos, como el de propiedad, incluida la de bienes
inmuebles. La importancia de los esclavos hizo que se estableciera una suerte de división
jerárquica entre ellos, por ejemplo: entre los esclavos de los poderosos, los comunitarios y los
de los sectores más humildes que podían tener esclavos y hacer uso de ellos aunque más no
fuera alquilándolos. Para asegurar la provisión de esclavos, existían las “casas de esclavas”,
verdaderas fábricas de producción de esclavos.

Según el “ Papiro de Turín ”, se produjo un intento de golpe de Estado cortesano y militar,


que tenía entre sus inspiradores, posiblemente, a la misma reina. Descubierto por Ramsés, se
nombro un tribunal que condenó a los complotados apenas de amputación de nariz y orejas y
ejecuciones. No se sabe si la reina fue ejecutada o formó parte del grupo que fue absuelto. La
administración de justicia había estado y estaba reservada al faraón, pero los decretos
emitidos al respecto, en Egipto no fueron recopilados en un código legal. Sin embargo un
decreto del faraón Horemheb, permitió conocer las características jurídicas del Imperio, los
procedimientos judiciales y las penas aplicadas que incluían: confiscaciones de bienes,
deportaciones, castigos físicos y la pena de muerte.

A la muerte de Ramsés III, se inició un período de decadencia, que posiblemente duró


sesenta años, caracterizado por una continuada crisis de las condiciones de vida, corrupción

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de los funcionarios públicos, continua pérdida de las posesiones en Asia. Todos los faraones
tomaran el nombre de Ramsés, hasta Ramsés XI. El “Cuento de Uenamón” , describe la
mala situación internacional, que fue acompañada por luchas internas, caos administrativo,
profanaciones de tumbas, etcétera. Durante el reinado de Ramsés V, el clero tebano logró el
mayor poder económico, siendo la tercera parte de las tierras productivas, gracias a las
sucesivas donaciones por parte de los faraones, posesiones de Amón, es decir de sus
sacerdotes, según lo demuestran las contribuciones fiscales descriptas por el llamado “Papiro
Wilbor”. Los últimos ramésidas, fueron faraones nominales, controlados por el clero de
Amón, a través del gran sacerdote, y los militares, en la figura de Herihor, en el sur, mientras
que el norte era administrado por Smendes, con gran autonomía aún bajo la dependencia del
clero de Amón.

Además de que los cargos se hicieran hereditarios, de la corrupción, la caída de los ingresos
procedentes de los territorios externos conquistados, provocó recesión económica e inflación.
El tesoro, agotado por el creciente gasto público que implicaba el mantenimiento del culto, del
ejército, la administración y los trabajadores dependientes, fue incapaz de evitar la crisis
económica, provocando un verdadero caos en las relaciones sociales y en la política. La
sucesión dinástica con Ramsés XI, se quebró, Egipto quedó de hecho dividido en dos regiones,
iniciándose un nuevo período intermedio.

Durante el reinado de los Ramsés, la literatura se caracterizó por una combinación entre la
tradición y la novedad, entre la lengua clásica y la coloquial. Numerosos textos con una
finalidad didáctica, procedentes de las escuelas de los escribas, consistían en la copia y
reelaboración de los antiguos. De estos escritos, que podríamos llamar “escolares”, sobresalen
algunos que reproducen cartas, reales o ficticias, de los escribas, con elogios a su actividad,
himnos al faraón y descripciones de paisajes, entre otras cosas.

En la “ Carta de Hori ”, dirigida a otro escriba, este ridiculiza a su colega, alegando que es
un mal escritor y que equivoca las citas, con cierto humor muestra esto como un absurdo
para un escriba. Por otro lado, en esta extensa carta, el escriba Hori hace una descripción de
Siria, poblada de feroces bestias y beduinos salvajes, totalmente opuesta a la del “Cuento de
Sinuhe”, lo exótico no es atractivo sino que es peligroso.

También de este período es “ La disputa de la Verdad y la Mentira ”, forma literaria en la


cual a partir de un desafío para resolver algún enigma, se produce un juego de habilidad y
sabiduría. En esta, dos hermanos, Verdad símbolo del bien y Mentira del mal, decidieron
resolver sus diferencias mediante una competencia. En principio se producirá el triunfo
de Mentira, pero después, el hijo de Verdad triunfará sobre Mentira, terminando así
el pleito vengando a Verdad. Cada rival utiliza la exageración como estrategia y la Enéada,
juez supremo de la competencia, que no actúa según la justicia, decide quien es el vencedor.

Otro texto de diputas es “Las aventuras de Horus y Seth” , texto en el cual, estos dos
dioses, se disputan la herencia de Osiris, pero la Enéada, que falla una y otra vez a favor de
Horus, no tiene la posibilidad de hacer valer sus fallos y Seth no los acata.

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Entre las narraciones mitológicas de este período, se pueden mencionar las fábulas de “ La
princesa encantada ”, de “Ishtar y el mar” o de “Los dos hermanos”. En las escuelas, sobre
antiguos materiales, la mitología egipcia era continuamente reelaborada, con un lenguaje
estereotipado que mezclaba lo mágico con lo verosímil. El argumento de “Los dos hermanos”
se refiere a la huida de Bata al cual su hermano intenta matar por ciertas calumnias de su
mujer. Entre Bata y su hermano, se interpone un riacho atestado de cocodrilos, por lo tanto
se ven obligados a dialogar y, el calumniado, como prueba que dice la verdad, se castra.
Entrando en lo mitológico, el texto dice que a Bata se le concede una mujer muy hermosa,
que le será robada por el mar, pare reaparecer como favorita del faraón. Bata muere y se
reencarna en un toro, una planta, etcétera, con el objeto de estar cerca de la mujer.

El “Viaje de Unamón”, relata el viaje de un sacerdote egipcio por Siria, para obtener madera
para la construcción de la “Nave de Amón” en Tebas. Este, que posiblemente es el último
gran texto de la literatura egipcia, también hace una descripción de Siria, similar a la de Hori,
como un país muy poco agradable.

Como pruebas de la descomposición del estado egipcio durante el reinado del último Ramsés,
se pueden citar; las huelgas de los trabajadores provocadas por el hambre, las bandas de
soldados mercenarios extranjeros robando a los campesinos, la profanación de tumbas que se
vuelve una práctica habitual de pobres y ricos, entre otras. A las atomización del poder,
seguirán la conquista de Egipto por extranjeros que irán imponiendo sus propios reyes. Esta
decadencia dio lugar a un culto del pasado en oposición a la decadencia y miseria
contemporánea y una literatura arcaizante, que copiaba, no creaba.

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TERCER PERIODO INTERMEDIO

Durante el reinado del faraón Ramsés XI, el gran sacerdote Herihor, mediante una suerte de
“golpe de estado” , toma el poder en el sur y, será sucedido por su hijo Piankhi. Mientras
que a la muerte de Ramsés, en el norte, con capital en Tinis, surge la dinastía XXI , que
tendrá seis faraones, el primero de los cuales fue Smendes, quien a pesar de no ser miembro
de la familia real, fue reconocido como faraón por los sacerdotes de Tebas. Pese a este
reconocimiento, el hijo de Piankhi, gran sacerdote y jefe del ejército del sur, Pinedjem, se
autoproclama faraón. El intento de Pinedjem de crear una nueva dinastía, no tuvo éxito, pero
se llego a un acuerdo entre los sacerdotes tebanos y los faraones tinitas, por el cual mediante
casamientos políticos, los grandes sacerdotes, sin cuestionar la legitimidad del faraón de
Tinis, mantenían el control del ejército y una autonomía política casi absoluta.

Las grandes revueltas sociales en Tebas, provocadas por la crisis económica y la hambruna
que se produce en consecuencia, fueron reprimidas por el gran sacerdote Menkheperré, quien
durante cincuenta años, se transformó en el jefe político de Egipto, relegando a un segundo
término al nuevo faraón tinita, Psusenes I.

Los sucesores de Psusenes y de Menkheperré, lograron un cierta coexistencia que permitió


restablecer parte del comercio externo, construir algunos monumentos, generalmente con
restos de construcciones antiguas, y controlar el saqueo de tumbas de los faraones, cuyas
momias fueron llevadas durante el reinado de Psusenes II a lugar “seguro” en Deir el-Bahari.

Los faraones, tratando de recuperar algo del prestigio perdido, realizaron, con
permiso de los grandes sacerdotes y después de consultas al oráculo de Amón
algunas expediciones, fundamentalmente a Palestina, posiblemente para
restablecer las rutas comerciales.

Durante el reinado de Psusenes II, otro Psusenes, o el mismo, esto no ha podido ser
dilucidado, era el gran sacerdote en Tebas. Sin embargo, este hecho no impidió que la
inestabilidad se extendiera. En Heracleópolis, el jefe de los mercenarios libios del ejército
egipcio instalados allí, Sheshoq, consejero del faraón, al morir Psusenes II, se proclamó
faraón, iniciando un período de hegemonía libia durante la dinastía XXII.

Sheshoq, debido a su control del ejército y a la escasa resistencia de los sacerdotes tebanos,
pudo eliminar toda oposición interna y nombrar a su hijo gran sacerdote de Amón en Tebas,
con lo cual los dos grandes poderes se mantenían en la familia. En su política exterior
mantuvo buenas relaciones con los fenicios, incrementando el intercambio comercial y que le
permitió hacer importantes donaciones a los templos, mientras que siguió con las campañas
en Asia, especialmente contra Israel a la muerte del rey Salomón.

Osorcón, hijo de Sheshop, heredó el trono a la muerte de su padre, manteniendo la política

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de este, realizando donaciones a los templos para tener el apoyo de los sacerdotes y
casándose con una hija de Psusenes, logrando de esta forma gobernar sin mayores
sobresaltos. Takelot I, del que se sabe muy poco sucedió a su padre Osorcón, dejando el
trono a su hijo Osorcón II, quien comenzó la etapa de mayor esplendor de la dinastía libia.

La política exterior de Osorcón II, consistió en dar apoyo económico, diplomático y militar a la
alianza de Siria y Palestina, para resistir los ataques de los asirios encabezados por los reyes
Assurnasirpal II y Salmanasar III. Internamente, si bien con resistencias, colocó a sus hijos
como grandes sacerdotes y desarrolló, siguiendo la tradición de los faraones, cierta actividad
constructiva.

Takelot II, heredó de su padre un Egipto tranquilo y prospero, en el cual reino durante
veinticinco años, pero poco más se sabría de él, a no ser por las inscripciones que en Tebas
hizo realizar el gran sacerdote de Amón, su hijo Osorcón, después de la dura resistencia de
los sacerdotes tebanos al nombramiento de este como gran sacerdote. Guerra que duró más
de diez años y que finalizo con la derrota de Osorcón poco antes de morir su padre.

Sheshonq, hermano menor de Osorcón, no respetando el orden sucesorio aprovecho la


situación para proclamarse nuevo faraón con el nombre de Sheshonq III. Los sacerdotes
tebanos, que tanto habían luchado contra Osorcón, se aliaron al autoproclamado faraón. En el
norte, Pedubast, se proclama rey de Leontópolis, inmediatamente aceptado en todo Egipto
como nuevo faraón, mientras Sheshonq III se mantiene en Tinis, estableciéndose de hecho
una doble monarquía. La dinastía XXIII, iniciada por Pedubast, a quien sucedieron Iuput I y
Sheshonq IV, se desarrollo mientras se mantenía Sheshonq III, quien heredó el trono a su
hijo Pimay, quien gobernó paralelamente al hijo de Sheshoq IV, Osorcón III. Sheshonq V, en
Tinis, fue derrotado por una sucesión de levantamientos independentistas, desarrollándose un
largo período de anarquía militar. Pese a ello, el otro monarca Osorcón III, reino durante
veinte años y heredó el trono a su hijo Takelot III gran sacerdote de Amón y de Heliópolis,
quien pudo, gracias a su doble condición de gran sacerdote y faraón mantenerse en el
reinado más de veinte años. Sin embargo, los jefes militares mercenarios, durante este
período lograron mantener un poder local a expensas del poder de los reyes, alterando el
sistema económico y distributivo de Egipto.

Los primeros intentos reunificadores se originaron en Sais, donde un militar llamado


Osorcón y su hijo Tefnakht, iniciaron una nueva línea dinástica logrando un cierto dominio en
la zona del Delta, y estableciendo buenas relaciones con Iuput III de Leontópolis. Por otra
parte, el reino de Kush, con capital en Napata, invadió Egipto hasta Hermópolis y
Heracleópolis, donde su rey Py, encontró una dura resistencia por parte de Tefnakht. El rey
saita fue perdiendo terreno constantemente, ante sucesivos avances de Py, hasta que decidió
someterse a los kushitas y jurarle fidelidad a su rey. Py, el nubio, inicio la XXV dinastía y
logró unificar nuevamente Egipto, pero regreso a Napata sin establecer una administración y
rígido control del territorio egipcio, situación que aprovechó Tefnakht para proclamarse
faraón. Shabako, hermano de Py, restableció la soberanía de los kushitas en Egipto,
desarrollando una actividad parecida a la de cualquier faraón y nombró a su hijo gran

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sacerdote de Amón.

En su exterior política , es de destacar el apoyo que brindó a sirios y palestinos contra los
asirios. Shabiktu, sobrino de Py, fue asesinado por Taharqa, su hermano que se proclamó
nuevo faraón, reinando veinticinco años que resultaron los de mayor esplendor de la dinastía
etíope. Los enfrentamientos sucesivos de los egipcio -etíopes con los asirios, concluyeron con
la derrota de los primeros, dejando el camino hacia Egipto libre a las tropas de Asarhadón,
quien después de saquear la tierra egipcia impuso gobernantes asirios en el Bajo Egipto.

Assurbanipal, después sucesivas campañas, instalo algunos gobernantes títere en Egipto,


entre ellos los príncipes libios Nacao y Psamético I, que logró unificar otra vez a Egipto, bajo
la protección asiria, iniciando la dinastía XXVI.

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BAJO IMPERIO

Durante el Tercer Período Intermedio, Tebas logró el equilibrio entre los sectores
centrífugos y los intentos de unificación. El faraón tebano, a diferencia de los otros
monarcas, debía negociar con el poderoso clero de Amón y, en algunos casos, pudo imponer
mediante la fuerza militar, miembros de su familia o sus partidarios en las instituciones
tebanas, sobre todo en el cargo de “esposa divina de Amón”, que pasó a ser más importante
que el de gran sacerdote, el cual se quedaba sin su antiguo poder. La llamada “Esposa
Divina” o “Reina de la Tebaida”, que era designada por el faraón entre familiares directos,
generalmente su madre o su mujer, aseguraba la sucesión dinástica. Sin embargo,
posteriormente, debió ser una virgen, lo cual también resultó ser una garantía para la línea
dinástica, puesto que al ser virgen, no podía generar una nueva dinastía.

Otro aspecto importante del Bajo Imperio , consistió en la apertura de Egipto a las
influencias extranjeras . Extranjeros ocuparon cargos políticos importantes y, algunos de
ellos, por ser líderes de grupos mercenarios o por dedicarse al comercio obtuvieron “favores”
de los faraones saitas. La combinación entre tradición e ideas y actividades innovadoras,
llegadas del exterior, dieron lugar al gran dinamismo que se vivió durante la dinastía saita.

El llamado Renacimiento Saita, comienza con Psamético I, quien gracias a una coyuntura
internacional desfavorable para los asirios, pudo desprenderse de su tutela e imponer su
autoridad en todo el país. Logró que los sacerdotes tebanos aceptaran, no sin dura
resistencia, a su propia hija Nitocris, como “esposa divina de Amón”, reuniendo de este modo
los principales poderes en su familia. Las principales tropas del ejército fueron los mercenarios
griegos a quienes Psamético entregaba tierras en pago a sus “leales” servicios. Sin embargo,
la presencia de los griegos en Egipto, se notará fundamentalmente en el aspecto comercial,
desapareciendo la economía del tipo de don -contradón, para dar lugar a una economía con
fines de lucro, en la cual el sistema tributario y aduanero, al desempeñar un papel muy
importante para el estado, requirió una nueva burocracia central, opuesta a las centrífugas
locales. El ostensible mejoramiento de la economía egipcia, atraía extranjeros de las regiones
asiáticas envueltas en guerras constantes, que si bien contribuyeron a incrementar la mano
de obra, necesaria para una producción en crecimiento, generalmente eran contratados como
mercenarios para el ejército. Al no poder mantener satisfechos a tantos militares
mercenarios, que eran necesarios por la política exterior de Psamético, se produjeron
levantamientos militares y abandonos del ejército egipcio para unirse a las tropas del rey de
Kush. Psamético cambió la tradicional política exterior egipcia, combatiendo junto a los
asirios, a quienes debía en gran medida su poder, y para evitar que se rompiera el equilibro
internacional, que beneficiaba a Egipto, ante el acoso de medos y babilonios a los asirios. En
614, Psamético moría, después de reinar durante cincuenta y cuatro años.

Necao II, recibió de Psamético un Egipto en pleno crecimiento interno, lo que le permitió

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dedicar mayor atención a la política exterior, acudiendo en ayuda de los asirios que habían
visto caer su capital Nínive en manos de los medos, en el año 612. Intervino en los asuntos
de los judíos en impuso su autoridad en la zona fenicia, pero sin embargo, fracaso en su
intento de mantener en el poder al último monarca asirio, Assurubalit. Un nuevo peligro
aparecía en el horizonte de la política asiática de Egipto, el rey babilonio Nabucodonosor. En
cuanto a su política interna el faraón Necao II, continuó con la de su antecesor y profundizó
las relaciones con los griegos.

En 595, Psamético II, heredó el trono de su padre, en un momento en que los babilonios
dominaban plenamente el Cercano Oriente y, la imposibilidad de mantener la presencia militar
egipcia en Asia, por su extraordinario costo, hizo que el faraón, intentando demostrar que el
también era un guerrero glorioso, buscara un peligro ficticio en los kushitas, y realizó
expediciones contra ellos. Sin embargo, el costo y el fracaso económico de estas campañas,
impulsaron al faraón Apries, hijo y heredero de Psamético II, a dirigir su atención
nuevamente hacia el Cercano Oriente, donde fue derrotado por los caldeos de Nabucodonosor.
También, alrededor de 570 a.C., acudió en ayuda de los libios, enfrentados a los griegos de
Cirene, siendo derrotadas sus tropas y provocando un sentimiento antigriego en las tropas
egipcias.

Al ser proclamado por las tropas el general Amasis como nuevo faraón, comenzó una nueva
guerra civil en Egipto, en el momento en que Nabucodonosor entraba en el país con su
ejército. Amasis intentó reconciliar a los egipcios con los griegos de Cirene y, alrededor del
568 a.C. permitió la actividad de todos los comerciantes griegos en Náucratis, protegiéndolos
pero a la vez asegurándose el control de los impuestos. El período del gobierno de Amasis se
caracterizó por una situación política tranquila y una economía, prospera, entre otras cosas
por una serie de buenas cosechas, pero además por la excelente relación que logró establecer
con los griegos.

El poder del faraón durante el Bajo Imperio, sufrió una serie de cambios , quedando
estrechamente ligado a la eficacia de sus funcionarios. Funcionarios que se convirtieron en
un grupo privilegiado, junto a los jefes militares y sacerdotes, tanto egipcios como
extranjeros, y a sus allegados. Todos ellos, fueron obteniendo la heredabilidad de sus
cargos. Debajo de estos sectores de privilegio, encontramos en siguiente orden: productores
libres, trabajadores dependientes, trabajadores siervos y esclavos. El esclavismo, que se
arraigó más profundamente en Egipto a partir de sus contactos con los pueblos de Oriente,
dio lugar a una literatura que sospechosamente habla de la muy buena relación entre el amo
y el esclavo. Lo cierto es que los sectores privilegiados gozaban de su alto nivel de vida
gracias a la explotación del trabajo de los esclavos, como también del de la mano de obra
servil e incluso de los trabajadores libres.

Con respecto a la religión egipcia durante este período, obtuvo gran éxito la pareja divina
Osiris- Isis que frente a los cultos procedentes del exterior, logró difundirse por todo el país,
gracias al rechazo, cada vez mayor, que producía en el pueblo la presencia de gran cantidad
de extranjeros que obtenían grandes privilegios.
Amasis muere en 526 a.C. y el último representante de la dinastía XXVI, Psamético III, fue
derrotado por los persas de Cambises.

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ARTE EGIPCIO

Las tradiciones seguidas por los artistas y artesanos del Antiguo Egipto se establecieron en
fechas muy lejanas. El resultado fue un sentido de unidad en el arte que persistió hasta
que Egipto pasó a ser provincia del Imperio Romano . Durante este tiempo, se
desarrollaron las técnicas, cambiaron las modas y se produjeron variaciones, pero,
en general, los patrones fundamentales siguieron reproduciéndose fielmente en las
manos de generaciones de artesanos egipcios. Por lo tanto, el arte egipcio posee
características particulares, conservadas durante milenios , con muy pocas variantes,
además de una finalidad esencialmente práctica . Esta finalidad está estrechamente
vinculada a la intima relación existente entre arte, magia y religión, en Egipto.

La cultura egipcia, entre otras cosas, realizaba un rígido y estricto culto a la muerte y
consideraba que el espíritu o “alma” humana era inmortal . Planteaba la posibilidad de
derrotar a la muerte y continuar “viviendo” después de ella, una “ vida” en el “más allá ”,
donde todo debía continuar igual o, en todo caso, todo debía ser mejor. El “Libro de los
Muertos ”, era un verdadero código de reglas (aplicadas por los sacerdotes) para que se
produjera la “ resurrección” y para guiar al muerto en el “ mundo de los muertos ”. El Ka,
una suerte de doble espiritual del hombre desde su nacimiento, el Ba, algo parecido al alma y
la momia, aseguraban la “otra vida”, a condición de que las reglas y los ritos mágicos, se
cumplieran estrictamente por parte de los sacerdotes, los embalsamadores y los artistas.

Los sacerdotes enseñaban que la “vida eterna” de los difuntos , dependía de la


perpetuación del cuerpo, mediante su momificación o, por lo menos, la de su imagen. Por
esto era necesario que, junto al sarcófago y a la estatua, que servía para contener al Ka
mientras esperaba que el Ba volviera del juicio de Osiris, figuraran en las paredes de las
tumbas, jeroglíficos e imágenes de los mejores momentos vividos por el difunto, además de
distintos tipos de ofrendas. Esto explica el embalsamamiento de los muertos , su depósito
en sólidos sarcófagos de madera o de piedra, su inhumación en profundos pozos, cubiertos
por la roca natural o con monumentos de piedra sobre ellos . Las momias y estatuas
aseguraban al difunto la reencarnación, mientras que las pinturas y los relieves en
las paredes de la tumba, reproduciendo la vida terrena, posibilitaban su repetición
en el “más allá ”. Se trataba de representar desde los actos más comunes de la vida, hasta
la situación social y los privilegios de los cuales había disfrutado el difunto. Nada debía
cambiar después de la muerte a no se para mejorar.

Cuando se representaba artísticamente un objeto, una persona o incluso un acontecimiento y


se inscribía (o se recitaba) la fórmula religiosa adecuada, su existencia se prolongaba
eternamente. De ahí que los objetos o las escenas que llevaban las tumbas para
equipar a la persona fallecida en la otra vida debiesen ser “reales”. El “artista ”, a la
vez mago cazador del Paleolítico, creaba una realidad momentánea , útil para un día de

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caza. La realidad que debía crear el artista egipcio, debía reproducirse en el “más allá”, debía
ser eterna.

En los comienzos de la civilización egipcia, los servidores eran sacrificados con el objeto
de asegurar sus servicios al difunto en la otra vida. Esto, además de poco práctico, resultaba
antieconómico, por lo tanto, los sirvientes fueron reemplazados por estatuas de
madera o de arcilla, a las cuales los ritos “mágicos” hacían revivir, para que
continuaran al servicio del señor en la vida después de la muerte . De este modo, los
intereses de los herederos y la vida de los servidores, fueron preservados. Por otro lado, las
representaciones de ofrendas y de provisiones, tenían como objetivo asegurar la
supervivencia de los difuntos.

El artista egipcio debía respetar y someterse a reglas rigurosas , hacer que sus
representaciones estuvieran libres de toda contingencia, capturar lo esencial, representar
los aspectos más característicos del hombre. El arte funerario era el más redituable y el
artista no se arriesgaba a elegir otro, pues esto podía acarrearle la muerte por hambre. Para
identificar e individualizar bastaba el parecido del rostro o el nombre del muerto escrito junto
a su imagen. La posición social del artista era insignificante, puesto que solamente
era considerado un artesano , un simple ejecutor material, sometido a reglas y fórmulas
que aplicaba estrictamente, pero que no creaba y de las cuales, generalmente, desconocía el
significado final. El creador de estas reglas y fórmulas, era el sacerdote, que conocía
el “poder” de las imágenes, que además, sin su intervención carecían de él . La
imagen tenía el poder de cumplir “milagros”, haciendo que el arte en Egipto fuera una
actividad irreemplazable. El sacerdote era el verdadero artista y el artista, subordinado
a él, era un simple artesano.

Conforme se fue intensificando la demanda de este tipo de arte, se crearon “ escuelas-


taller” especializadas, que además de enseñar, satisfacían con cierta rapidez los pedidos y,
por lo tanto, tendían a simplificar la producción con fórmulas fijas, que dieron origen al
llamado “canon” egipcio . Este “canon” establecía para los relieves y las pinturas : la
cabeza de perfil, ojo, hombros y pecho de frente, piernas y pies de perfil, los pies
mostrando siempre la parte interior y apoyados en el suelo con toda la planta, con
la excepción de las figuras arrodilladas. En las esculturas , predomina la rigurosa
frontalidad, son raras las excepciones a esta regla, (figuras secundarias como luchadores,
en las que el tema obligaba a salir de la regla) y la simetría del rostro . Solamente algunas
de las figuras erectas masculinas aparecen adelantando alguna de las piernas ,
generalmente la izquierda, mientras que las mujeres y los niños siempre aparecen con ambas
piernas juntas o ligeramente separadas. Los brazos junto a los cuerpos y con los puños
cerrados, aunque en algunos casos escapan a la simetría.

La mayoría de las figuras de personas siguen convenciones aceptadas , y en particular las


estatuas de reyes y dioses logran una atemporalidad ideal. El tratamiento de la figura humana
en estatua y en relieve se apoyó constantemente en las mismas tradiciones formales.
También se siguió la tradición en lo que se refiere a la coloración de estatuas y relieves ,

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que se pintaban brillantemente una vez terminados. La piel de los hombres, que pasaban
gran parte del tiempo al aire libre, siempre se pintaba de marrón o marrón rojizo, en agudo
contraste con los tintes amarillo crema o rosa pálido que se empleaban para la piel de las
damas reales y nobles, de las que era de esperar que se mantuvieran apartadas de los
perniciosos rayos del sol.

Hacia mediados de la Dinastía XVIII, tanto hombres como mujeres se pintaban a


menudo en el mismo tono marrón rojizo , especialmente en pinturas de tumbas, que con
frecuencia ofrecen gran número de figuras humanas al aire libre.

La convención del tamaño relativo también fue respetada desde épocas muy antiguas: la
figura más importante de cualquier escena siempre aparecía mayor que el resto. De este
modo, el poder y la divinidad del rey resultaban evidentes. Se lo representa al rey en su
capacidad para vencer a sus enemigos y en su responsabilidad fundamental, ocuparse del
bienestar del pueblo de Egipto y su prosperidad agrícola. En el Imperio Nuevo, el acento
recayó sobre la representación del rey como jefe victorioso de ejércitos o como poderoso
cazador.

Los temas de la escultura abarcaban desde imágenes de dioses a figuras humanas y de


animales. En las tumbas además de las repetidas representaciones del difunto, se ubicaban
las de los servidores.

No era raro encontrar dentro y delante de los templos, estatuas de los faraones, repetidas en
largas series, junto a las de los dioses . En las representaciones de las divinidades
protectoras de los nomos y las ciudades, predominaba el aspecto terrenal sobre el
espiritual, representándolas bajo la forma de animales o cuerpos humanos y cabeza
del animal que les era consagrado.

Por ejemplo: el carnero era la representación del dios Amón, Ra y Horus,


dioses sol, como halcón o gavilán, con forma de buey la diosa de los artistas
Ptah, la diosa de cielo y del amor, Hathor, en forma de vaca, Bast como
gato, Tot dios de la sabiduría, era simbolizado mediante el ave ibis, Anubis
dios de los muertos en forma de perro o chacal, etcétera.

También, aunque estas representaciones eran más raras, encontramos en la escultura


egipcia, representaciones de quimeras, seres con cuerpo de animal y cabeza humana.
La más importante de ellas, por ser símbolo del poder divino del faraón, era representado con
cuerpo de león y cabeza humana, como la llamada esfinge de Gizeh.

Las estatuas y relieves que decoraban los templos no estaban pensados para que los
admiraran desde lejos.

El propósito de una estatua era asegurar la supervivencia de la persona representada durante


el resto de la eternidad. Al recibir una inscripción con su nombre y sus títulos, la estatua
quedaba dotada mágicamente de aquella personalidad, a la que proporcionaría un eterno

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lugar de residencia para su espíritu después de la muerte. De modo semejante, unas fórmulas
religiosas adecuadas hacían que una estatua sirviera para albergar la presencia de un Dios.
Tales estatuas podían tener una gran belleza, pero incluso las más toscas cumplían
con su propósito siempre que presentaran la inscripción correcta. En realidad, muchas
nunca aspiraron a que las vieran seres vivientes; una vez enterradas con sus propietarios en
tumbas, pertenecían al mundo espiritual de la eternidad. Por lo tanto, cualquier
representación estaba proyectada para la eternidad. El propósito no era reproducir el
retrato de una persona; por el contrario la forma humana se idealizaba, de manera que a los
hombres se les representaba en la plenitud de su vida, y las mujeres, en la gracia de su
juventud. Sin embargo, había excepciones. Algunos hombres que tenían oficios particulares
elevados se les representaba en un momento importante de su vida profesional. Los escribas,
sentados con las piernas entrelazadas con un rollo de papiro en sus rodillas. Diversas figuras
y grupos notables muestran individuos con deformidades congénitas. Por ejemplo el enano de
la corte Seneb.

En arquitectura, los egipcios, conocían la bóveda (falsa y verdadera), pero


predominaban las construcciones adinteladas de piedras yuxtapuestas, sobre
columnas cilíndricas o pilastras cuadradas.

Se inicia en la arquitectura egipcia la utilización de columnas naturalistas, imitando al


papiro y a la flor de loto (símbolo de sol). Robustas columnas que ponían de manifiesto su
poder de sustentación, pero decoradas de tal forma que disimulaban su robustez, dándoles la
forma de largos tallos cuyas flores abiertas o capullos, constituyen el capitel. El fuste, en
muchos casos, lo forma un haz de tallos atados. Este tipo de ornamentación, tomada de la
botánica autóctona del Nilo, permite considerar a los egipcios los inventores del adorno
vegetal

Estas formas de realizar las cubiertas adinteladas, eran derivadas, posiblemente, del dolmen
prehistórico. Las paredes de piedra o ladrillo, se cubrían con estuco, con jeroglíficos
policromados, mientras que las de granito pulimentado quedaban sin revestimiento.

Así como en vida, el faraón se distinguía de sus súbditos, también debía distinguirse
en la muerte, por lo cual se lo representaba de mayor tamaño. La tumba era la
habitación faraónica del mundo de los muertos y acentuaba los elementos constructivos y la
disposición de los ambientes de la residencia del faraón en vida. En sus comienzos, tanto las
tumbas del faraón como las de los cortesanos, en su exterior, consistían en construcciones de
planta rectangular, con paredes que se iban reduciendo hacia lo alto y que terminaban en un
techo plano. Estas construcciones han recibido el nombre de “mastaba” (en árabe,
banco). De ella, posiblemente, se desarrolló la pirámide, a través del paso de la mastaba a
la pirámide escalonada (superposición de mastabas), de las cuales la pirámide escalonada del
faraón Zoser, secuencia de escalones que se elevan al cielo para facilitar el acceso del faraón
difunto hacia su padre Ra (el sol), es el mejor ejemplo. Esta obra monumental en Sakará,
donde se deja de usar el ladrillo y se construye en piedra, para dar eternidad a la última casa
del eterno faraón-Dios, le valió a su arquitecto, Imhotep, la divinización.

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No todo el arte egipcio era para la muerte, existía también un arte para los vivos,
oficial y narrativo . Las imágenes de la vida cotidiana o que celebraban las victorias
egipcias, entre otras, en general eran libres al no estar atadas a exigencias mágicas, pero no
escapaban totalmente de las reglas y normas convencionales.

Los hombres que tallaron esculturas y relieves y pintaron las paredes de las tumbas
cavadas en la roca no fueron artistas en el sentido moderno en que se les considera
como individuos creativos. El enfoque de los egipcios era fundamentalmente práctico, y
su arte era más bien la labor de artesanos pagados, que recibían aprendizaje y después
trabajaban como parte de un equipo. El maestro artesano quizá fuera muy versátil y capaz de
trabajar en muchas ramas del arte, pero su parte en la producción de una estatua o la
decoración de una tumba era anónima. Desde luego guiaría a sus asistentes en el trabajo y
ayudaría a adiestrar a principiantes, pero no se puede evaluar su aportación personal. En
todas las etapas de su artesanía, trabajaban juntos. El bosquejo inicial debía de ser ejecutado
por uno o más, a quienes después seguirían otros que se ocuparían de tallar la etapa
intermedia y final. Los pintores procedían en forma parecida.. Allí donde se han dejado
escenas inacabadas resulta posible ver las correcciones que los más expertos hicieron del
trabajo de manos menos hábiles.

Muchos maestros artesanos alcanzaron posiciones de influencia e importancia


social, como sabemos por sus propios monumentos funerarios. Como hemos visto,
Imhotep, el arquitecto que construyó el complejo de la Pirámide Escalona para el rey Zoser,
2660–2590 A C., fue tan extremadamente reverenciado en épocas posteriores que llego a ser
deificado. Sin embargo, se cree que el crédito de cualquier obra de arte pertenecía al patrón
que la había encargado.

Lencina Pujol, P.: Lecciones de Historia de la Civilización I. En preparación.

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ACTIVIDADES

1. Analice la frase de Heródoto según la cual Egipto es “un don del Nilo”.
2. Explique el nombre que le daban a su tierra los primitivos habitantes: “Keme”, es
decir “la Negra”.
3. Realice un cuadro comparativo entre la civilización de Mesopotamia y la de Egipto.
4. Imagine la vida de un egipcio agricultor, otro artesano y otro de la aristocrácia.
5. Comente si los escribas estarían interesados en simplificar la escritura.
6. Describa las funciones del faraón.
7. Comente la importancia del “artista” en el Egipto antiguo.
8. Explique por qué algunos templos egipcios eran más ricos e importantes.
9. Analice la relación entre los animales que los egipcios consideraban sagrados y los
dioses.
10. Describa la importancia de las reformas de Amenofis IV.
11. Compare el culto al dios Amón con el de Atón.
12. Explique por qué Osiris es a la vez dios de la vegetación y de los muertos.
13. Comente las características y funciones del llamado “Libro de los Muertos”
14. Analice a que época de la historia Egipcia corresponde la construcción de mastabas y
pirámides.
15. Describa el complejo de Giseh.
16. Confeccione un diccionario de términos egipcios, ejemplo:

BA: . . .
...
CEREMONIA: Conjunto de reglas que deben observarse en el culto de un dios.
...
DINASTIA: Serie de soberanos de un país, que pertenecen a una familia.
...
EFINGE: . . .
...
PIRAMIDE DE KEOPS: La pirámide de Keops es la más grande del complejo de
Giseh; medía 146 m de altura y 233 m de lado de la base (hoy mide 137 m y 227
m, ha disminuido, aparentemente, por efecto de la erosión); su superficie cubre 5
ha y su volumen sobrepasa los 2.500.000 metros cúbicos.

Etcétera, etcétera. . .

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