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Entre el inmenso legado de Carl Jung, aquel que ha pasado a la historia por sus teorías y
métodos revolucionarios en el mundo de la psicología, hay un tema que sobresale y ha
sido su herencia más duradera: La Teoría de los Arquetipos.
Jung busca e investiga a los arquetipos en las doctrinas de las tribus primitivas, en las
doctrinas secretas esotéricas, en las religiones, en los mitos y leyendas, en los símbolos
del Tarot, en las imágenes de la Alquimia y muy especialmente en los sueños, en los que
se apoya para la psicoterapia.
Hay que empezar por decir que Jung pensaba que no venimos al mundo como una tabula
rasa, no venimos ‘en blanco’ como planteaba Freud, el ser humano según Jung, ya nace
con información y ciertas creencias por default: “no existe una sola idea o concepción
esencial que no posea antecedentes históricos”. Estos antecedentes históricos llegan a
nosotros inconscientemente, y otros los vamos aprendiendo por medio de mitos,
leyendas y la experiencia.
Es fácil identificar diferentes tipos de patrones de conducta en los mitos y leyendas de las
culturas antiguas, todas tienden a tener un mismo héroe y trama, tienden, básicamente,
a repetirse. Esta continua repetición de historias con los mismos personajes y el mismo
guión es lo que llamamos Arquetipos.
Algunos de ustedes pensarán, ‘ok, ok, Jung te acepto, pero ¿El Tarot? ¿En serio? Qué estás
pensando, eso es pura magia y superstición.’ Bien, en esta era donde existe un rechazo
general a lo que no se considera convencional, racional o científico, es bueno traer de
vuelta, o mostrar ciertos temas que tienen que ver con la ‘magia’, salir de la caja de la
racionalidad un momento y perderle el miedo a explorar la sabiduría ancestral.
He conocido muy pocas personas que no compartan esta pasión por descubrir los
misterios que rodean nuestra existencia, a quién no le intriga intentar dilucidar alguno de
estos misterios. ¿Y acaso hay mayor misterio que la mente humana? Jamás debemos
cerrarnos al conocimiento sea cual sea la fuente.
Es necesario volver a creer un poco en la magia, soñar, y jamás perder la capacidad de
hacerlo.
Le invito a que por un momento deje a un lado la antipatía por estos temas y
acompáñeme en este viaje por la vida y teorías de Jung, para luego llegar al infravalorado
mundo esotérico, específicamente trataremos el Tarot y su aplicación en el psicoanálisis,
¡sí!, emociónese. Empecemos.
Omitiré inmiscuirme en términos científicos ya que esto no tiene el carácter de ser una
investigación meramente científica, sino de divulgación para el conocimiento del público
en general. No es mi propósito buscar ningún tipo de reconocimiento por este texto, y es
que, quien nada tiene que ganar ni nada que perder, tiene las mejores cosas que decir.
Freud vs Jung
La psicología de Jung se basa en la desilusión que le provocaba el racionalismo científico
– lo que él llama “el espíritu de los tiempos” – y en el transcurso de muchos encuentros
quijotescos con su propia alma y con otras figuras interiores, viene conocer y apreciar “el
espíritu de las profundidades”, un campo que deja espacio para la magia, la coincidencia
y las metáforas mitológicas entregados por los sueños-1, ojo, que esto no significa que lo
negara o no aplicara el racionalismo, pero le sirvió para intentar buscar nuevas formas de
terapia psicoanalítica.
Quizá la mayor diferencia entre los dos fue la forma de definir al inconsciente, para Freud,
como sabemos, se basa en las pulsiones primigenias y aquellas emociones reprimidas del
ser humano cuyo único motor es la energía llamada libido, la cual es exclusivamente de
naturaleza sexual. Jung, por su parte, pensaba que en el inconsciente se encuentra
aquello que hace del hombre un ser creativo y aquello que lo hace buscar el
autodesarrollo y su evolución psíquica, admite que la libido está presente, por supuesto,
actuando como una energía creativa y creadora.
Freud divide al aparato psíquico en consciente, preconsciente e inconsciente. Para Jung
existe el inconsciente personal o individual e inconsciente colectivo. Para entender los
dos tipos de inconscientes propuestos por Jung, citaré la forma que él tenía para
describirlo:
La mente consciente es la parte visible de una isla, el inconsciente del individuo es la parte
sumergida de la isla y el inconsciente colectivo, común a todos los seres humanos, es el
océano a su alrededor.
‘El Inconsciente Colectivo, a diferencia del Inconsciente Personal, alberga no solo
contenidos de la experiencia personal sino que se le añaden contenidos referidos a
instintos, impulsos naturales o adquisiciones de orden colectivo, o sea predisposiciones
compartidas por toda la humanidad más allá de la diferencias históricas y culturales.’1
Freud habla de tres estadios psíquicos: El Ello, El yo y El superyó. El ‘yo’ actúa como
mediador entre El Ello y Superyó. Mientras Jung identificaba solamente al ‘yo’,
debatiéndose entre el inconsciente personal y el inconsciente colectivo.
El objetivo del método de Freud era fortalecer al “yo” sobre las otras dos y así desarrollar
dos objetivos limitativos; amar y trabajar. En cambio para Jung el ‘yo’ era algo imperfecto
y lo que buscaba era la evolución del ‘yo’ al ‘self’ (sí mismo), la totalidad, la cumbre del
desarrollo psíquico humano.
Para llegar a este ‘self’, Jung proponía vencer los complejos que poseemos. Complejos
que para Jung eran el origen de toda perturbación mental, y descubrió analizando la
mitología ancestral, y aplicándola a las terapias y los sueños de sus pacientes. Estudiando
los complejos encontró que en la psique existen estructuras y patrones ancestrales que
denominó arquetipos, éstos emanan del inconsciente colectivo. Entre los muchos
arquetipos que encontró identificó 5 principales que son: ánima, ánimus, sombra,
persona, sí-mismo (self).
o La Persona: La cara que se presenta al mundo
o La sombra: La parte de nosotros no reconocida pero que, sin embargo, existe
o El Self: La conjunción armónica del ‘yo’ y el todo.
o El Anima: La imagen femenina en la psique masculina
o El Animus: La imagen masculina en la psique femenina
Ahora sí, entremos finalmente en el maravilloso mundo de los arquetipos.
Carl Jung y los Arquetipos
Por supuesto antes que nada tengo que recomendarle la lectura de ‘Arquetipos e
Inconsciente Colectivo’ de Carl Jung, qué mejor forma de leer sobre Arquetipos que de
las palabras del mismo Jung.
“El arquetipo es una tendencia a formar tales representaciones de un motivo –
representaciones que pueden variar mucho en el detalle sin perder un patrón básico…
Son de hecho una tendencia instintiva (…) Es esencial insistir que no son meros conceptos
filosóficos. Son pedazos de la vida misma –imágenes que están integralmente conectadas
al individuo a través del puente de las emociones- «No se trata, pues, de representaciones
heredadas, sino de posibilidades heredadas de representaciones. Tampoco son herencias
individuales, si no, en lo esencial, generales, como se puede comprobar por ser los
arquetipos un fenómeno universal»”. Carl Jung, El hombre y sus símbolos.
¿Entendiste? ¿No? Entonces pongámoslo así: Los arquetipos son nuestra herencia
psíquica; roles y patrones que la sociedad acepta y realiza inconscientemente. Los
percibimos a través de sus manifestaciones simbólicas.
¿Tampoco? Bueno, alguna de estas definiciones te convencerá:
Arquetipo son los contenidos del inconsciente colectivo. Jung también les llamó
dominantes, imagos, imágenes primordiales o mitológicas y otros nombres, pero el
término arquetipo es el más conocido.
Arquetipos son una tendencia innata (no aprendida) a experimentar las cosas de una
determinada manera.
Jung llamó arquetipos a las ideas en común que comparte la humanidad, indistintamente
del credo o cultura; ya sea la creencia en determinados seres mitológicos, o la aberración
hacia el incesto, por citar dos ejemplos.
Los arquetipos vendrían a ser las representaciones milenarias del inconsciente colectivo.
Un arquetipo puede ser ampliamente definido como un tipo de persona o conducta, ya
que puede dividirse en dos subcategorías.
o La primera, los estereotipos, se refieren a un tipo de personalidad o conducta que
se observa en muchas ocasiones y aplicados de manera rutinaria (esto tiende a
suceder con los adolescentes y jóvenes),
o y el segundo se refiere a la ejemplificación de una personalidad o comportamiento
Entre las grandes pasiones de Jung se
encontraba el mundo onírico, siempre le
llamó la atención el significado que
podría existir en los sueños. Socializaba
sus sueños a su familia y amigos, pero
jamás encontraba respuesta concreta
que le satisfaga. Pasó muchos años presa
de este enigma, hasta que a partir de la
Primera Guerra Mundial empezó a
anotar sus sueños, fantasías y visiones,
los dibujaba, pintaba y esculpía, todo
esto fue recopilado en el ahora famoso
Libro Rojo de Jung. Se dio cuenta que sus
experiencias tendían a tomar formas
humanas, empezando por un anciano
sabio y su acompañante, una niña
pequeña. El anciano sabio evolucionó, a
través de varios sueños, hasta una
especie de gurú espiritual. La niña
pequeña se convirtió en “anima”, el alma
femenina, que servía como medio de comunicación entre el hombre y los aspectos más
profundos de su inconsciente.
Existe una anécdota, entre muchas, de cómo Jung aprendió a interpretar sus sueños y
llegó a predecir la WW II: Empieza con un duende marrón que apareció como celador de
la entrada al inconsciente. Era “la sombra”, una compañía primitiva del Yo de Jung. Jung
soñó que tanto él como el duende, habían asesinado a la preciosa niña rubia, a la que
llamó Siegfried. Para él, esta escena representaba una precaución con respecto a los
peligros del trabajo dirigido solo a obtener la gloria y el heroísmo que prontamente
causaría un gran dolor sobre toda Europa. Este dolor era la Segunda Guerra Mundial.
Fue así, como se empezaron a dilucidar para él los arquetipos y el significado de los
sueños, y cómo los arquetipos se comunicaban a través del inconsciente.
Existen ciertas experiencias que demuestran los efectos del inconsciente colectivo más
claramente que otras. La experiencia de amor a primera vista, el déjà vu (el sentimiento
de haber estado anteriormente en la misma situación) y el reconocimiento inmediato de
ciertos símbolos y significados de algunos mitos, se pueden considerar como una
conjunción súbita de la realidad externa e interna del inconsciente colectivo. Otros
ejemplos que ilustran con más amplitud la influencia del inconsciente colectivo son las
experiencias creativas compartidas por los artistas y músicos del mundo en todos los
tiempos, o las experiencias espirituales de la mística de todas las religiones, o los paralelos
de los sueños, fantasías, mitologías, cuentos de hadas y la literatura. 3
Un ejemplo interesante que actualmente se discute es la experiencia cercana a la muerte.
Parece ser que muchas personas de diferentes partes del mundo y con diferentes
antecedentes culturales viven situaciones muy similares cuando han sido “rescatados” de
la muerte clínica. Hablan de que sienten que abandonan su cuerpo, viendo sus cuerpos y
los eventos que le rodean claramente; de que sienten como una “fuerza” les atrae hacia
un túnel largo que desemboca en una luz brillante; de ver a familiares fallecidos o figuras
religiosas esperándoles y una cierta frustración por tener que abandonar esta feliz escena
y volver a sus cuerpos. Quizás todos estamos “programados” para vivir la experiencia de
la muerte de esta manera.
La Sombra
La Sombra: representa la parte negativa del sujeto, el inconsciente reprimido. La sombra
es la parte de nosotros que no podemos destruir. Nuestro lado que tenemos que
confrontar y reconfortar.
En la teoría jungniana también hay espacio para el sexo y los instintos. Éstos forman parte
del arquetipo llamado la sombra. Viene de nuestro pasado pre-humano y animal, cuando
nuestras preocupaciones se limitaban a sobrevivir y a la reproducción, y cuando no
éramos conscientes de nosotros como sujetos.
La sombra es amoral; ni buena ni mala, como en los animales. Un animal es capaz de
cuidar calurosamente de su prole, al tiempo que puede ser un asesino implacable para
obtener comida. Simplemente lo hace, no lo escoge, es su “naturaleza”, es “inocente”.
Pero desde nuestra perspectiva humana, el mundo animal nos parece brutal, inhumano;
por lo que la sombra se vuelve aquel lado de aquellas partes de nosotros que no
asimilamos, o nos da vergüenza y miedo admitirlas.
Los símbolos de la sombra incluyen la serpiente (como en el Jardín del Edén), el dragón,
los monstruos y demonios. Usualmente guarda la entrada a una cueva o a una piscina de
agua, que representarían el inconsciente colectivo. Cuando te sueñes en conflicto con
alguno de estos elementos, e inclusive alguna representación de un ser majestuoso,
recuerda que puede ser una manifestación de tu inconsciente advirtiéndote que estás
luchando contigo mismo.
La Persona
‘La persona representa nuestra imagen pública. La palabra, obviamente, está relacionada
con el término persona y personalidad y proviene del latín que significa máscara. Por
tanto, la persona es la máscara que nos ponemos antes de salir al mundo externo. Aunque
se inicia siendo un arquetipo, con el tiempo vamos asumiéndola, llegando a ser la parte
de nosotros más distantes del inconsciente colectivo.
En su mejor presentación, constituye la “buena impresión” que todos queremos brindar
al satisfacer los roles que la sociedad nos exige. Pero, en su peor cara, puede confundirse
incluso por nosotros mismos, de nuestra propia naturaleza. Algunas veces llegamos a
creer que realmente somos lo que pretendemos ser.’
Anima y Animus
El Anima y el Animus. Anima: representa la parte femenina (Eros) presente en el hombre
y generalmente reprimida por él. Su inversa es el Animus (Logos) o parte masculina
presente en las mujeres.
Una parte de la persona es el papel masculino o femenino que debemos interpretar. Para
la mayoría de los teóricos, este papel está determinado por el género físico. Pero, al igual
que Freud, Adler y otros, Jung pensaba que en realidad todos nosotros somos bisexuales
por naturaleza. Cundo empezamos nuestra vida como fetos, poseemos órganos sexuales
indiferenciados y es solo gradualmente, bajo la influencia hormonal, cuando nos
volvemos machos y hembras. De la misma manera, cuando empezamos nuestra vida
social como infantes, no somos masculinos o femeninos en el sentido social. Casi de
inmediato (tan pronto como nos pongan esas botitas azules o rosas, nos compren una
figura de acción o una barbie), nos desarrollamos bajo la influencia social, la cual
gradualmente nos convierte en hombres y mujeres.
En todas las culturas, las expectativas que recaen sobre los hombres y las mujeres
difieren. Estas están basadas casi en su totalidad sobre nuestros diferentes papeles en la
reproducción y en otros detalles que son casi exclusivamente tradicionales. En nuestra
sociedad actual, todavía retenemos muchos remanentes de estas expectativas
tradicionales. Todavía esperamos que las mujeres sean más calurosas y menos agresivas;
que los hombres sean fuertes y que ignoren los aspectos emocionales de la vida. Pero
Jung creía que estas expectativas significaban que solo hemos desarrollado la mitad de
nuestro potencial.
El anima es el aspecto femenino presente en el inconsciente personal de los hombres y
el animus es el aspecto masculino presente en el inconsciente personal de la mujer.
Unidos se les conoce como syzygy. El anima puede estar representada (personificada)
como una joven chica, muy espontánea e intuitiva, o como una bruja, o como la madre
tierra. Usualmente se asocia con una emocionalidad profunda y con la fuerza de la vida
misma. El animus puede personificarse como un viejo sabio, un guerrero, o usualmente
como un grupo de hombres, y tiende a ser lógico, muchas veces racionalista e incluso
argumentativo.
Jung sobre el Anima: (En el hombre) existe un imago no sólo de la madre sino de la hija,
la hermana, la amada, la diosa celestial y la diosa infernal. cada madre y cada amada está
obligada a convertirse en portadora y encarnación esta imagen omnipresente y eterna,
que corresponde a la realidad más profunda de un hombre. A él le pertenece esta
peligrosa imagen de Mujer; ella representa la lealtad, a la cual el debe a veces renunciar
en beneficio de la vida; ella es la muy necesaria compensación por los riesgos, esfuerzos,
sacrificios que terminan en desilusión; ella es el consuelo de todas las amarguras de la
vida. Y, al mismo tiempo, es la gran ilusionista, la seductora, que lo arroja a la vida con su
Maya -y no sólo a los aspectos razonables y útiles de la vida, sino a sus terribles paradojas
y ambivalencias donde el bien y el mal, el éxito y la ruina, la esperanza y la desesperación,
se contrapesan entre sí. Ya que ella constituye su mayor peligro, ella exige lo mejor del
hombre, y si él lo posee, ella lo recibirá.
Jung sobre el Animus: La mujer es compensada con un elemento masculino, y, por lo
tanto, su inconsciente tiene, como quien dice, un sello masculino. Esto resulta en una
considerable diferencia psicológica entre el hombre y la mujer, y por consiguiente, he
llamando animus, que significa mente o espíritu, al factor proyectivo en la mujer. El
animus corresponde al Logos paterno, así como el anima corresponde al Eros materno.
El animus es el depósito, por así decirlo, de todas las experiencias ancestrales de hombre
que tiene la mujer (y no sólo eso, también es un ser creador y procreador, no en sentido
de la creatividad masculina, sino en cuanto a que genera lo que podríamos llamar…la
palabra espermática.
Al igual que el anima, el animus tiene también un aspecto positivo. A través de la figura
del padre, expresa no sólo opiniones convencionales, sino también lo que llamamos
“espíritu”, ideas filosóficas o religiosas en particular, o más bien la actitud resultante de
ellas. Así, el animus es un psicopompo, un mediador entre lo consciente y lo inconsciente
y la personificación de este último.
El anima y el animus son los arquetipos a través de los cuales nos comunicamos con el
inconsciente colectivo en general y es importante llegar a contactar con él. Es también el
arquetipo responsable de nuestra vida amorosa: como sugiere un mito griego, -que llegó
a mí gracias a un sujeto llamado Taty quien respondía mails en la edición argentina del
manga I”S de Masakazu Katsura- estamos siempre buscando nuestra otra mitad; esa otra
mitad que los dioses nos quitaron, en los miembros del sexo opuesto. Cuando nos
enamoramos a primera vista, nos hemos topado con alguien con quien hemos podido
proyectar nuestro arquetipo anima o animus particularmente bien.
Jung distinguió cuatro etapas esenciales del desarrollo del anima y del animus.
Etapas del Anima: Eva, Helena, María y Sofía.
– Eva (La Madre): es un aspecto que deja al hombre reducido al papel de hijo, aniñado y
dependiente.
– Helena (La Mujer Seductora): Responde a la fantasía del ideal sexual. En su aspecto
negativo, es la imagen de La femme fatal, que seduce y atrapa (símbolo de la vagina
dentada)
– María (El Hada): Es la imagen de la mujer etérea, incorpórea e intangible; Es el ideal de
dulzura, belleza y suavidad, y está relacionado en el hombre a la irrupción de los mundos
emocionales; aspecto que suele aparecer en la crisis de la mediana edad, junto con la
necesidad de expresar facetas artísticas y una mayor sensibilidad.
– Sofía (La Sacerdotisa): Es la imagen relacionada al ser o guía interior y la búsqueda de
propósito y trascendencia.2
Etapas del Animus: Hércules, Apolo, Sacerdote, Hermes.
La primera etapa vendría representada como personificación del poder físico, el hombre
musculoso o el atleta. Su simbolismo recaería en Hércules.
En la segunda etapa el Animus posee iniciativa, es capaz de realizar actos premeditados,
existiendo un deseo de independencia y un desarrollo intelectual, económico y
profesional: Apolo.
Como tercera etapa se produce una transformación en la palabra, figurándose como
profesor o sacerdote.
Y finalmente, como última y más elevada manifestación se alcanzaría por parte del
Animus la encarnación del significado, constituyéndose en el mediador entre consciente
e inconsciente: Hermes.3
El Self
El self como hemos mencionado antes, es la totalidad, diríamos que el arquetipo mayor,
equivalente al nirvana budista. El Self representa la trascendencia de todos los opuestos,
de manera que cada aspecto de nuestra personalidad se exprese de forma equitativa. Por
tanto, no somos ni masculinos ni femeninos; somos ambos; lo mismo para el Yo y la
sombra, para el bien y el mal, para lo consciente y lo inconsciente, y también lo individual
y lo colectivo (la creación en su totalidad). Y por supuesto, si no hay opuestos, no hay
energía y dejamos de funcionar. Evidentemente, ya no necesitaríamos actuar.
Si intentamos alejarnos un poco de las consideraciones místicas, sería recomendable que
nos situáramos en una postura más centralista y equilibrada de nuestra psique. Cuando
somos jóvenes, nos inclinamos más hacia el ‘Yo’, así como en las trivialidades de la
persona. Cuando envejecemos, claro, si envejecemos ‘sabiamente’, nos dirigimos hacia
consideraciones más profundas sobre el self y nos acercamos más a la sociedad, la
comunidad, hacia la vida y hacia el mismo universo. La persona que llega al self no conoce
el ego.
Y ahora como bonus track, revisaremos el Arquetipo favorito de Jung:
El Mandala: representación de la armonía
perfecta de los opuestos, su integración
total en el psiquismo. Según Jung, el
presente y el futuro existen
simultáneamente y conforman una
totalidad. Esta totalidad seria la memoria
de la humanidad y el alma del universo,
una súper conciencia cósmica a la cual todo
está ligado.
Para Jung el Mandala expresa a la deidad
(dios) o al self (mandala no es lo mismo que
self, solo una representación), representa
el arquetipo del orden interior. Se
manifiesta en los sueños cuando hay la necesidad de orden en la vida, la búsqueda de un
centro que no es el ego, sino la totalidad, aquella totalidad llamada self. El ego es
simplemente una parte de la personalidad, en el centro del Mandala se representa la
personalidad completa. Jung lo consideraba el arquetipo principal.
La personalidad completa del ser no se trata de buscar la perfección, no, aquí se trata de
encontrar tu totalidad, asimilar tu divinidad, tu numinosidad. ¿Tú qué? ¡Numinosidad!,
sí, numinosidad, repítela hasta que pierda sentido. Es hermosa. Ah, esta palabrita, de las
favoritas de Jung y mías. Numinosidad viene de numen, palabra que tiene dos
significados:
1.- Numen: Deidad o divinidad que adoran los gentiles.
2.- Numen: Inspiración del artista. (Útil especialmente para quienes buscan el ‘masculino’
de musa)
La numinosidad, según Jung, es una cualidad esencial de los arquetipos; aquel carácter
sagrado que poseen, la fuerza, el reconocer en ellos una entidad real. Jung sobre esto,
muy poéticamente diría: “Para los alquimistas [los arquetipos] eran semillas de luz
transmitidas en el caos… el proyecto germinal de un mundo por venir… Uno tendría que
concluir a partir de estas visiones alquímicas que estos arquetipos tienen cierto
resplandor, o cuasi-conciencia, y esa numinosidad contiene luminosidad”
Es por esta numinosidad que Jung trata a los arquetipos y al inconsciente como un ente
propio, a pesar de carecer de forma en sí mismo, actúa como un agente organizador, o
un agente del caos, sobre las cosas que hacemos. Ej: Al principio, el bebé solo quiere algo
de comer, sin saber lo que quiere. Es decir, presenta un anhelo indefinido que, no
obstante, puede ser satisfecho por algunas cosas y no por otras. Más tarde, con la
experiencia, el bebé empieza a anhelar cosas más concretas cuando tiene hambre (un
biberón, una galleta, una langosta a la brasa, un pedazo de pizza de $2.50 con una salsa
verde indescifrable). La numinosidad los hace una deidad capaz de poseer y controlar a
su usuario. Pueden dejarte estancado en una sola historia y no avanzar jamás. Por esto
Jung aconseja conocer a tus complejos, confrontarlos, derrotarlos y avanzar.
El Mago
La Emperatriz
Arquetipo: La madre.
El Emperador
El Sumo Sacerdote
El Carro
Arquetipo: El guerrero.
La Justicia
Arquetipo: Justicia.
El Ermitaño
La Fuerza
Arquetipo: Resistencia.
El Colgado
Arquetipo: Sacrificio.
La Muerte
Arquetipo: Renacimiento
La Templanza
El Diablo
Arquetipo: el Caos.
La Estrella
Arquetipo: La Estrella.
La Luna
El Sol
Arquetipo: el sol.
El Juicio
El Mundo