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Susana Rebon López
Historiadora

susana.rebon@gmail.com
0412-9845550

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Petróleo y País, 1943-2001


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Petróleo y País, 1943-2001

Desde que nace el venezolano contemporáneo escucha hablar sobre el


petróleo, y lo que escucha es sumamente halagador y tranquilizante: “el petróleo es
nuestro”, “el petróleo es el oro negro”, “somos un país petrolero, por lo tanto somos un
país rico”, y últimamente.... ¡el petróleo es de pueblo!, así como para parecer más
exactos...

Cabe preguntarse como ciudadanos y como estudiosos, si estas


expresiones se traducen en hechos o son sólo expresiones de una sociedad con claras
tendencias a la esquizofrenia. Si limitamos nuestro análisis a un recuento sobre el marco
legal que ha normado la extracción y comercialización del mineral, pareciera a primera
vista que sí se han hecho claros avances por parte del Estado a favor del País, sin
embargo un vistazo más a fondo nos indica lo contrario, es decir que los beneficios
generados por la industria petrolera como tal, en su mayor volumen no han sido
invertidos en el bien de la Nación.

El marco jurídico contempla leyes y sucesivas reformas que pretendieron


corregir y normar las nuevas situaciones, siendo configuradas con miras, al menos en
cuanto a su texto, al mejoramiento del país.

• Ley de Hidrocarburos (1943). Junto con la primera Ley del Impuesto


Sobre La Renta de 1942, configura lo que se conoce como la Gran
Reforma Petrolera del gobierno de Medina Angarita. Se estableció una
normativa única para los concesionarios y con ella el Estado se arrogó
además el derecho a indagar sobre los aspectos técnicos y de contabilidad
de las empresas de explotación, y se les exigió el pago del Impuesto Sobre
La Renta además de las regalías. Las concesiones caducaban en 1984. Se
lleva a cabo una Reforma a la Ley en 1955 bajo el gobierno de Pérez
Jiménez que modifica el régimen de concesiones a fin de poder otorgarlas.
En 1960 se funda la Corporación Venezolana del Petróleo CVP, que
ejecutaría lo que se conoce como “contratos de servicios” que servirían de
base hacia la nacionalización de la industria. Para 1967 se hace otra
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Reforma a la Ley de Hidrocarburos de 1943 con el fin de definir el


basamento legal de los “contratos de servicios”, asignado así a la CVP
áreas de exploración y explotación a través de empresas mixtas en las
cuales su participación fuera favorable a los intereses nacionales.

• Ley de Reversión (1971). Se estableció con el fin de legalizar la reversión


de la industria petrolera a manos del Estado, para el momento en que se
vencieran las concesiones. Desde 1960 los concesionarios no realizaban
inversiones en infraestructura, por lo que se estableció un Fondo de
Garantía cuyos aportes se depositarían en el Banco Central de Venezuela,
para cubrir el deterioro y la obsolescencia de las instalaciones.

• Ley de Gas (1971). Con esta ley se reserva al Estado por medio de la CVP
la industria del gas natural.

• Ley que Reserva al Estado la Explotación del Mercado Interno de los


Productos Derivados del Petróleo (1973).

• Ley de Nacionalización (1975). Con esta Ley promulgada por Carlos


Andrés Pérez, adelantó las disposiciones de la Ley de Hidrocarburos de
1943 sobre la duración de las concesiones petroleras extinguiéndolas a
partir del 31 de diciembre de 1975, y con ella se reserva el Estado el
derecho a la exploración y explotación de los hidrocarburos, su
manufactura y refinación, además del transporte y comercialización en el
ámbito nacional e internacional. Se permite no obstante la posibilidad de
que el Estado se asocie en empresas mixtas para cubrir aspectos técnicos
y operativos de la industria, manteniendo siempre participaciones que
garanticen el control de la empresa. (Artículo 5°). Se estableció el pago de
indemnizaciones a los concesionarios al momento de la reversión.

• Ley Orgánica de Apertura del Mercado Interno de la Gasolina y Otros


Combustibles Derivados de los Hidrocarburos para el Uso de
Vehículos Automotores (1998).

• Decreto con Fuerza de Ley Orgánica de Hidrocarburos (2001). Esta Ley


viene a derogar todas las anteriores ordenando y armonizando en un solo
texto la normativa sobre hidrocarburos. Consagra el principio de propiedad
sobre los yacimientos de hidrocarburos de acuerdo con la Constitución
vigente. Establece en forma expresa la competencia del Ministerio de
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Energía y Minas en lo relativo a la administración de los hidrocarburos, así


como la planificación y fiscalización de las actividades de la industria.
Establece que la participación nacional comprende la regalía, los
impuestos y los dividendos.

Desde 1943 hasta el 2001 se sancionaron dos Leyes de Hidrocarburos que


marcan hitos en cuanto a la concepción de la política económica, y a mitad de camino
entre ambas tenemos la Ley de Nacionalización de 1976 que constituye en si misma un
punto de quiebre en cuanto a la concepción de las políticas económicas del Estado
venezolano. Las circunstancias políticas y sociales de cada período, a nivel nacional e
internacional, condicionaron la aplicación de las Leyes y su beneficio esperado.

Con la Ley de 1943, el Estado ve aumentar sus ingresos fiscales hasta


convertirlo de un Estado que se mantenía a partir de los impuestos de exportación de la
actividad privada nacional, en un Estado poderoso que comienza a normar la actividad
comercial e industrial privada a través de la inversión de la Renta Petrolera, siempre
dentro del marco del capitalismo, pero sin tomar en cuenta a los actores privados
nacionales, quienes a su vez se convirtieron en especie de rémoras de los gobiernos de
turno al depender de los préstamos que se otorgaban a través de entidades del estado
como la Corporación Venezolana de Fomento CVF. Se constituyó así un Estado
paternalista e intervencionista. Aún cuando se sucedieron diferentes gobiernos las
políticas se mantuvieron siempre orientadas a obtener un máximo de beneficios de las
concesiones petroleras. Estos beneficios también se invirtieron en gasto social y en
modernizar el Estado, si bien no en una proporción y a una velocidad deseada por la
mayoría. Basta consultar cualquier estadística sobre enfermedades tropicales endémicas,
o sobre analfabetismo, o sobre mortalidad infantil, para darse cuenta de que los avances
fueron debidos, más a tendencias marcadas por organizaciones internacionales, que a
iniciativas nacionales.

El clímax se da con la Ley de Nacionalización, sumado a la coyuntura del


alza de los precios a nivel mundial, al ser presionado el mercado por la creación de la
Organización de Países Exportadores de Petróleo, lo cual supuso un ingreso nunca antes
visto. Esto trajo paradójicamente serios desequilibrios de tipo económico y estructural al
no poder, no saber o no querer, manejar esos ingresos adecuadamente. Se continuó
invirtiendo la Renta Petrolera en fortalecer la industria nacional, pero la realidad fue que
una serie de enredos e intereses mezquinos entre políticos y empresarios, además de
una ausencia de fiscalización y seguimiento de la viabilidad de los proyectos de inversión,
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dieron al traste con la cacareada Gran Venezuela, al punto de que lo que sí creció, fue la
deuda externa privada y pública, y se incrementó la fuga de capitales al punto que
empresa nacional Petróleos de Venezuela S.A. PDVSA, fundada con ocasión de la
nacionalización de la industria petrolera, se embarcó en esa onda a la cual llamó
eufemísticamente internacionalización de la industria. Curiosamente, tal como lo cita
Mommer, con la Ley de Nacionalización se eliminó la CVP, la cual contaba una empresa
con experiencia desde cero en lo que respecta al negocio del petróleo y que dependía
directamente del Ministerio de Energía y Minas, sirviéndole de “ventana” dentro de la
1
industria Pareciera que al adquirir el papel de empresario, el Estado como tal se
descuidó de contemplar el papel de fiscal que venía desempeñando hasta el momento
con los concesionarios extranjeros.

PDVSA se constituye con el tiempo en un Estado dentro del Estado, al punto


de perder el sentido de pertenencia respecto a la sociedad nacional, lo cual la llevó a
configurar políticas en unión con el Presidente de turno, que en nada favorecieron al
desarrollo de la nación, pues se sucedieron la crisis monetaria del 83, la política del 89, la
bancaria de los 90s y en ninguna de estas se manifestó la voluntad de prestar auxilio, al
contrario, a cada crisis PDVSA se enfocaba más en medidas de inversión extranjera y
reducción de pagos al fisco, al punto que durante el segundo gobierno de Rafael Caldera
en el año 96, este estableció por primera vez el pago de dividendos por parte de la
industria, y se configuró la política de apertura al permitir la formación de empresas
mixtas, que no fue más que un primer paso para la reprivatización.

Este fue un fenómeno psicológico que se verificó en la mayoría de los


empleados de la industria, pues había un sentimiento generalizado de que se trabajaba
para una entidad formada por seres menos dotados, por decir lo menos, conocida como
Venezuela. Era pues una élite excluyente al punto de que se disoció del Estado al cual
llegó a ver como a un enemigo. Estas aseveraciones podrían resultar exageradas en un
trabajo de este tipo, si para esta parte no hubiera ocurrido el Paro Petrolero. Prefirieron
destruir la industria a despecho de las consecuencias nefastas para el resto de los
ciudadanos, a que el país político del momento asumiera su control. Tómese ese
episodio como prueba.

La situación general del país es de deterioro económico y social, el


descontento es generalizado en contra de la clase política que irónicamente fundó la
democracia. Los servicios sociales son deficientes, la educación si bien está popularizada

1
Bernard Mommer, Ese chorro que atraviesa el siglo, p. 548
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en cierto punto, no es la idónea, las instituciones hospitalarias públicas carecen de


recursos, la inflación y la devaluación causan desabastecimiento y pobreza generalizada,
y la clase media está en clara extinción. Como reacción a esta situación nacional y a las
políticas petroleras de reprivatización de la industria, surge un movimiento político del
seno del Ejército durante los 90s, el MBR 200, el cual asume el poder por la vía electoral
en 1998, y que para el 2001 dicta el Decreto con Fuerza de Ley de Hidrocarburos.

Esta Ley del 2001 trata de corregir las deficiencias de las anteriores y
reforzar sus aciertos. Se puede destacar que como aspectos más importantes figuran, la
consagración de la propiedad del Estado sobre los yacimientos petrolíferos y la
competencia sobre la fiscalización, administración y planificación de la actividad petrolera
al Ejecutivo a través del Ministerio de Energía y Minas, reservando a PDVSA las
operaciones técnicas y productivas. Otro aspecto interesante es la política fiscal, la cual
reduce la carga impositiva por concepto del ISLR y aumenta las regalías, lo cual justifica
admitiendo que al Estado se le dificulta más la recaudación del impuesto que la
fiscalización de la regalía, además que así se incentiva la generación de ganancias, lo
cual será consecuencia de una mayor inversión en actualización tecnológica y en el
aparato productivo. 2

La Ley pretende también impulsar la industrialización aguas abajo con


participación del capital privado, pero siempre en el ámbito nacional. En cuanto a las
empresas surgidas con la apertura, estos contratos se mantienen.

Con esta Ley el Estado retoma su papel de fiscalizador y promotor de la


industria, dentro de un sistema capitalista rentístico, con miras a convertirlo por vía de la
diversificación del producto en un sistema capitalista. Actualmente el Gobierno reinvierte
la Renta Petrolera en programas de educación y bienestar social para la mayoría, a
través de programas denominados Misiones, a la vez que promueve la actividad
comercial e industrial por medio de cooperativas y préstamos a bajos intereses.

Los efectos de estas políticas están por verse.

2
Alí Rodríguez Araque, La Reforma Petrolera Venezolana de 2001, p.46
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