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La orientación personal puede definirse como “el proceso de ayuda a un sujeto para
que llegue al suficiente conocimiento de sí mismo y del mundo entorno que le haga
capaz de resolver los problemas de su vida”.
Quienes realizan esta acción orientadora, lo hacen para que eduquen mejor –y se
eduquen mejor- las personas que integran una familia. Y de esta mejor educación
familiar se seguirán consecuencias para el bien común de la sociedad.
El orientador familiar ha de tener mucha personalidad para “no hablar necio...”, para
hacer pensar, para dar solamente la información necesaria como retroalimentación
del propio pensar, para evitar la ruptura entre el pensamiento y la acción de los
miembros de una familia, en cuanto busca la propia y la ajena madurez personal.
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La verdadera ayuda es un arte. La calidad de la ayuda ha de estar a la altura de la
tarea y de la responsabilidad de los asesorados. Supone conocer muchas
experiencias familiares; estudiar las realizaciones educativas y los problemas de esas
familias; captar el estilo familiar en cada caso; observar su modo peculiar de convivir,
de ayuda mutua, de apertura al entorno mediante la amistad, de relación con las
organizaciones de trabajo y de estudio donde permanecen muchas horas diarias
padres e hijos; conocer cuáles son los principales valores descubiertos, aceptados y
vividos en cada familia.
La orientación familiar es más que una técnica, porque cada familia orientada es
única, irrepetible, en cuanto a que está integrada por seres irrepetibles. Y porque el
hacer del orientador familiar es arte enraizado en el ser de la familia.
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El punto de partida es diferente en cada familia, aunque puedan descubrirse muchos
parecidos. Se trata de saber cómo están y cuál es el camino a recorrer para un plan
de verdadera educación familiar.
El orientador familiar sabe que será un proceso lento de cambio, sólo posible desde
el propio querer del asesorado. Al analizar, en sucesivas ocasiones, aciertos y
errores, uno irá adquiriendo la correspondiente actitud positiva de optimismo, de
confianza, de aceptación, etc.
De este modo, cada entrevista podrá ser breve y eficaz. Permitirá un mejor
conocimiento de las personas, de sus motivos, de sus cualidades, de sus
limitaciones, etc. Y se les podrá ayudar más.
En muchos casos, una consulta empieza con el estudio de un hijo con problemas, y
continúa con algunas entrevistas del orientador familiar con los padres, en las que
van poniéndose de relieve otros problemas familiares.
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En el momento en que se superan los problemas detectados, la consulta se da por
terminada.
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Vuelvo a repetir: el punto de partida es diferente en cada familia, aunque puedan
descubrirse muchos parecidos. Se trata de saber cómo están y cuál es el camino a
recorrer para un plan de verdadera educación familiar.
2. Puntos de referencia
Por otra parte, la discusión dirigida del caso por un grupo de participantes añade la
dimensión social del aprendizaje. Otra cosa es que esta dimensión pase inadvertida,
muchas veces, para quienes utilizan el caso en la orientación familiar.
Conscientes de esta posibilidad, el caso sirve a la vez para entrenarse en el análisis
de situaciones familiares y para aprender a escuchar y a responder o
contestar, incidiendo en el pensamiento de otros que, a la vez, influyen con su
pensamiento y/o con sus conocimientos.
En la promoción de educación familiar, el final del análisis de situaciones familiares
es el estudio directo de familias –necesario, además, para la elaboración de casos-;
el comienzo es la discusión de casos, pues permite hacer el estudio de familias en
condiciones de experiencia simulada bajo la guía de un profesor.
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Ello quiere decir que un orientador familiar en proceso de formación estará
pensando, mientras se enfrenta con la descripción de una realidad familiar, en las
dificultades de enfrentarse con la realidad viva.
En cualquier caso, saber analizar situaciones familiares forma parte del quehacer
profesional del orientador familiar. Por otra parte, al dirigir la discusión de casos con
grupos de padres, de hijos adolescentes, de abuelos jóvenes, etc., estará
entrenándoles en el análisis de su propia situación, facilitando así los servicios de la
orientación familiar.
Luego, los objetivos educativos, en el ámbito familiar y desde él, deben ser pensados
para personas, con la dignidad y con la irrepetibilidad que les caracteriza.
Pero, a veces, al entrevistar a padres, se advierte su dificultad para pensar en estos
objetivos. Quizá porque no han aprendido a relacionar persona y objetivos de
educación.
Por ejemplo, si el hijo, como persona, es un ser que piensa y hace, convendría:
1. Enseñarle a pensar;
2. Enseñarle a realimentar el pensamiento con la información;
3. Enseñarle a informarse (distinguir entre información de calidad, anodina y
reductora);
4. Enseñarle a decidir;
5. Enseñarle a hacer, como realización de lo decidido (por él o por otros).
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8. Enseñarle a hacer el bien, a hacer obras buenas, a hacer algo bueno a favor
de otros;
9. Enseñarle a poner orden dentro de sí mismo, a organizarse, a establecer
prioridades en su querer y en su hacer;
10. Enseñarle a buscar la verdad, a amar la verdad, a vivir la honradez;
11. Enseñarle a vivir consciente de sus limitaciones, a no creerse autosuficiente;
12. Enseñarle a querer a los demás, a quererlos mejores, a ayudarles a ser
mejores.
Si el hijo, como persona, ha de prepararse para la vida feliz, que eso es la educación,
convendría:
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He aquí –a título de ejemplo- diecinueve objetivos educativos que pueden
concretarse más o menos en cada hogar. Diecinueve objetivos que reclaman, para
no quedarse en sueños, los correspondientes medios.
Los medios son los habituales en la vida familiar: ejemplo, autoridad, motivación,
una casa agradable y bien distribuida –para convivir y para aislarse un poco-, unos
encargos bien pensados para cada uno, unas tertulias familiares, unas
conversaciones familiares, un tiempo de vacaciones responsablemente gastado
(también para que los hijos tomen contacto con el mundo del trabajo), un selecto
ambiente de lecturas, una serie de alternativas en el hogar (no sólo televisión), etc.
Y, así, los padres –con la ayuda de las escuelas, de otras instituciones culturales y
deportivas, de la vecindad, etc.- enseñarán a sus hijos a ser buenos hijos, buenos
hermanos, buenos trabajadores, buenos vecinos, etc.
5. Modificaciones de actitudes
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N.T.: Elaborada en base al libro “Qué es la Orientación Familiar”, Oliveros F. Otero, EUNSA Pamplona,
3ª edición.
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