La identidad franciscana. Fernando Uribe Escobar OFM (†) F. Martínez Fresneda OFM El profesor F. Uribe, fallecido en el año 2015, dejó escrito un texto donde describe, más que sintetiza, la identidad franciscana. Se sirve de un esquema previo publicado como apuntes en el año 2010: Ejes del carisma de san Francisco de Asís. Esta obra, sin embargo, aborda de una forma global lo que significa el ser franciscano o discípulo de San Francisco de Asís. Y habida cuenta de sus publicaciones, exponente de su magisterio en Roma y en Colombia, su patria. La identidad de San Francisco la estudia en trece apartados —paternidad de Dios, Espíritu del Señor, espíritu de oración y devoción, desapropiación, pureza de corazón, paz, observancia del Evangelio, la Iglesia, seguimiento de Jesús, penitencia, fraternidad, minoridad y evangelización—, identidad fundamentada en sus Escritos, cuya ediciones críticas (Esser y Paolazzi) aseguran su pensamiento genuino. Aunque F. Uribe alude a las Biografías del Santo, las utiliza como comprobaciones de su experiencia de fe y de su pensamiento, dejando aparte las interpretaciones que subyacen en dichos escritos.
Los tres primeros temas tratan directamente de la experiencia que
Francisco tiene de Dios y las relaciones que se deben mantener con Él. Dios es Padre en un contexto trinitario, es decir, entendido como relación de amor con respecto al Hijo, por el que crea y redime a la humanidad. Dios como Padre es el que funda y fundamenta la fraternidad franciscana (RegNB 22,34). El Espíritu Santo entraña una función esencial en la Creación y en la Encarnación; incide en la santificación de los cristianos por la purificación, iluminación y transformación (triplice via); por último, el Espíritu mantiene una estrecha relación entre la Palabra y la Vida. El cristiano ora a la Trinidad y San Francisco lo manifiesta en doce plegarias muy ricas en contenido creyente. «Hecho todo él no ya solo orante, sino oración» (2Cel 95; cf LM 10,1), insiste a sus hermanos pedir el don de la actitud orante para guiarse en la vida según la voluntad divina; nunca apagar el espíritu de oración y devoción al cual todas las cosas deben servir (RegB 10,8; cf RegNB 22,26-31). Francisco no defiende seguir las devociones populares de la Iglesia, sino vivir a Dios como el único absoluto de la vida (101), porque es quien crea las condiciones de la vida cristiana y franciscana; orar es permitir que el Espíritu actúe en nosotros.
El segundo bloque del texto lo
comprende los temas del seguimiento de Cristo y los votos evangélicos de des-apropiación, pureza de corazón y obediencia. La observancia del Evangelio como seguimiento de Cristo pobre y crucificado es el marco donde se desenvuelve la vida de Francisco. Todo parte del encuentro con Cristo en la Porciúncula, encuentro que él lo formulará como «regla y vida de las hermanos menores» (RegB 1,1; cf RegNB Pról.). El Evangelio será el cauce donde discurra la vida de la Fraternidad y la permanente hermenéutica de la Regla. El primer compromiso de vivir el Evangelio de una forma radical es la pobreza, que será la verdadera condición de la vida de sus seguidores. Pobreza la entiende como «sine proprio»: desapropiación total de la persona para vivir desde Dios. Implica la renuncia de los bienes materiales, pero sobre todo, asienta la vida en la kénosis de Cristo. Esto lleva consigo la des-apropiación —pasar de poseer a no poseer— y la no-apropiación —decisión de no-poseer que se mantiene a lo largo de la vida (116). La pobreza para Francisco no es una virtud o un voto, sino la condición de vida de sus hermanos. La castidad también se inserta en el seguimiento de Cristo; es una actitud interior que se coloca en el ámbito del amor y de la adoración (145), creando una armonía vital donde Dios se constituye en el centro de las relaciones personales y fraternas. Obediencia (ob – audire) es «la exigencia de la escucha frontal del querer de Dios, de su Palabra» (199). Francisco al fundar una fraternidad itinerante, el término de referencia no es una casa o un eremitorio, sino es Dios y su Palabra, vivido y escuchado en fraternidad, que es el lugar teológico donde se oye y se vive. Uribe trata temas tan específicos de la vida franciscana como la paz: interior, social, relacional con Dios; la Iglesiacomo el campo, la sede en la que la Fraternidad se origina y vive en libertad; la penitencia como conversión o transformación de la vida humana en la vida nueva de Cristo; la fraternidad como imagen trinitaria de la humanidad, que implica radical igualdad entre los hermanos, la reciprocidad, ser hermanos en toda condición, lugar y tiempo; compartir y solucionar las necesidades; la entrega sin límites; la misericordia y la alegría de vivir y el gozo de la presencia divina; en fin, la evangelización que es universal, con las características de la austeridad en la vida y en los medios y la búsqueda de la paz, etc.
La minoridad, «Hermanos Menores» viene a ser el epílogo que
resume todo lo expuesto hasta ahora: «pues en ella repercuten indefectiblemente todas las dimensiones de la identidad franciscana», escribe F. Uribe (21). Quizás Francisco parte de los pasajes evangélicos del Lavatorio (cf Jn 13,14; RegNB 6,3-4), además de la enseñanza de Jesús a sus discípulos sobre el servicio y ser los últimos (cf Mt 20,26-28; Lc 22,26; RegNB 5,11-12). Sería una condición espiritual, una peculiar forma de ser que excluye cualquier asomo de superioridad de los Hermanos constituidos en Fraternidad. «Se puede afirmar que el concepto de minoridad apunta a una concepción de la vida que implica a la persona humana desde todos sus aspectos, es decir, desde todas las dimensiones de la existencia: la persona, el universo, los otros y Dios» (343). Es decir, menor es percibirse como hijo de Dios e imagen de Cristo; menor es contemplar las cosas terrenas desde Dios y no contaminadas por el interés humano que las manipula y las pone a su servicio; menor es construir una sociedad libre y justa desde estructuras que estén al servicio del hombre; menor, en fin, es dejarse llevar por Dios en la historia personal y fraterna.
Si la minoridad es el epílogo de la obra, su presentación —In
memoriam, 7-14— la escribe José María Arregui, editor de la obra y director de la colección «Hermano Francisco». Relata la historia de una relación fraterna y de muchas colaboraciones con F. Uribe en el ámbito de la investigación y ediciones franciscanas y de la vida de la Orden. Y de todo ello, he tenido el privilegio de ser testigo, al menos en sus inicios en el Pontificio Ateneo -hoy Universidad- Antonianum de Roma. Muchas gracias, José María, por publicar esta joya franciscana de nuestro común amigo.