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El proceder ético de un investigador, al concebir y publicar sus resultados, está determinado por
dos acciones íntimamente relacionadas: la originalidad del conocimiento que se trasmite y la
validez de la autoría de la información; aun cuando goce de los privilegios del derecho de autor de
su creación científica. Obviarlas, hará entonces que incurramos en una falta grave tanto ética como
jurídica.
investigador debe ser consecuente con sus tres derechos sobre propiedad intelectual, además
investigador demuestra y discute tanto sus resultados como Propiedad Intelectual (OMPI) acerca
el impacto que posee para la comunidad científica. No del derecho de autor (copyright;
obstante, al escribirlo —y publicarlo en una revista, libro o símbolo: ©), protegen a los
página web— debe dominar las características del tipo de investigadores, escritores y artistas
texto y las pautas para la publicación (e. g. Normas contra el uso no autorizado para la
editoriales para los autores); que no constituye una publicación o distribución de sus
obligatoriedad estricta a seguir, sino una guía para la obras y la violación de derechos
La falta ética más recurrente es el plagio, entendido como la acción de «Copiar en lo sustancial
obras ajenas, dándolas como propias»;1 es decir, toda copia o transcripción de un texto que se
construya a manera de cita o paráfrasis debe ser referenciada e incluso consignada entre comillas
cuando corresponda, para evitar que se incurra en una violación ética como autor. Además, esta
indicación tendrá igual rigor en las publicaciones impresas como electrónicas, pues ambas se
rigen por un copyright específico. Por lo tanto, se empleará uno de los dos modos de referenciación
bibliográfica establecidos por la norma APA:
De igual manera, cuando se empleen tablas, gráficos, ilustraciones o datos extraídos de una
fuente bibliográfica ajena a nuestra autoría, estos se referenciarán a partir de la noma de estilo
que se haya seleccionado para la escritura (e. g. APA, última edición); por ejemplo:
- Reelaborado de otra fuente anterior: (Fuente: Elaboración propia a partir de los datos
que ofrece Moya Méndez, 2009, p. 49.)
Lo antes manifiesto puede ser recurrente en publicaciones de un solo autor; pero, cuando existe
una coautoría o autoría múltiple, la probabilidad es mayor. Por tanto, cada investigador, si bien es
propietario de la obra, también es responsable de la información que expone a fin de validar la
calidad del escrito y la fiabilidad de los resultados. En este sentido, el compromiso de los
colaboradores debe basarse en principios de ética.
La colusión constituye el pacto ilícito que se establece entre investigadores, quienes comparten
información o datos relevantes ya publicados para la redacción de un nuevo texto. La ingenuidad
puede estar dada al considerar que, cuando el autor principal ofrece la información directa, nos
está cediendo los derechos de autoría; sin embargo, quien recibe debe comprender que, aun así,
tiene que referenciar los datos obtenidos, pues una obra publicada se somete a la norma jurídica
de propiedad intelectual de la entidad que socializa dicho conocimiento (v. acápite 5.2.1.).
Al publicarse por primera vez un texto científico en una revista, libro o página web, el autor cede
los derechos de autoría a la entidad que lo publica, a través de un contrato o carta de cesión del
copyright; por lo tanto, el propio investigador no podrá reproducir una obra total en otro tipo de
texto, espacio o idioma diferente, aun cuando no reciba remuneración económica alguna.
Sin embargo, sí puede copiar una pequeña parte del contenido en un nuevo escrito, como bien
lo permite la Ley de propiedad intelectual de los Estados Unidos de 1976. Además, cuando la
información provenga de una investigación más amplia, que agrupa varios componentes
diferentes, se puede fragmentar y publicar de forma independiente. No obstante, la excusa de
reproducir la información original para aportar nuevos resultados —por sistematización del
conocimiento teórico o validación práctica— se considera una publicación múltiple.2
Este proceder es una falta ética, sobre todo en ciencias exactas y naturales; pues los resultados
se llegan a dispersar en tal magnitud que, luego, son desestimados por otros investigadores. Si
bien el autor gana prestigio por la cantidad de publicaciones, su contribución a la comunidad
científica es inversamente proporcional. Por lo tanto, se recomienda ser consecuente con la
originalidad del texto y contenido científico a socializarse.
En la publicación de un escrito científico, los investigadores recurren a otras faltas éticas como la
autoría ficticia; pues, en ocasiones, se publican textos donde uno de los coautores no ha tenido
ningún desempeño en el proceso de investigación o de redacción, y aparece consignado con toda
autoridad. Cuando esto ocurre, estamos en presencia de una autoría injustificada.
Si bien la entidad que publica no tiene cómo probar la validez de la autoría, tampoco puede
verificar la originalidad de la información obtenida —no así para las citas— que se plasma en el
escrito científico. En este caso hablamos de una falencia ética, moral y hasta poco profesional de
los investigadores, pues se recurre a la invención de datos o a la manipulación de la información, a
partir del uso del «corta y pega». El hecho que se falsifique un dato para sustentar «supuestos
resultados investigativos novedosos» deja mucho que desear; pues, ante todo, se verá afectado el
aprendizaje científico y, de someterse la investigación a una verificación que anule los resultados,
se resquebraja la moral del autor.
Finalmente, otra de las falencias que afecta a un escrito científico de dos o más autores ocurre
durante el proceso de redacción; pues los investigadores no mantienen un discurso coherente en
el análisis del tema —incorporan partes, a veces, repetitivas o contrapuestas—. Tampoco
verifican esta situación dada en el instante de la corrección de estilo y, por tanto, la discusión se
ofrece sesgada.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA