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La vida espiritual es la relación personal con Dios, el apóstol San Pablo lo dice
claramente: “El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de
que somos hijos de Dios” (Rm 8,16).
Por su parte, es Dios mismo quien busca al hombre por su amor a cada persona y
es el principal agente en la formación sacerdotal (cf. RF 125); por otra parte, el
hombre es quien debe responder a Dios porque necesita de las palabras y de los
sacramentos que dan la vida eterna (cf. RF 42). En este diálogo relacional crece y
madura la vida espiritual de las personas (cf. RF 43).
Por tanto, la dimensión espiritual no es solo una parte, junto a otras, de la vida de
las personas; sino que es la que orienta y dirige la vida de cada persona a su
meta, por este motivo se “exige que el presbítero posea una sólida formación y
una madurez interior” (RF 41). La meta es estar a la presencia de Dios, tener
comunión con Él, hacer Su voluntad.
Ahora bien, el contexto socio, cultural, político y económico que vive Bolivia no
ayuda a la vida interior de las personas. Como siempre y en todas partes del
mundo, existe una tendencia fuerte a estar “fuera de uno mismo” ocupado en las
cosas exteriores, y en los estímulos e impulsos primarios (cf. EG 78-80).
Estar a la presencia de Dios, no se consigue espontáneamente: “Tarde te amé,
hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Tú estabas dentro de mí, y yo
fuera, y por fuera te buscaba, y me lanzaba sobre las cosas hermosas creadas por
Ti”, así se expresaba San Agustín (Confesiones X, 27). Por esto la gran
importancia de la vida espiritual para los candidatos al sacerdocio. La madurez
interior se la cultiva “día tras día (…) por medio de una continua y personal
relación de amistad con Cristo, hasta llegar a compartir sus sentimientos e imitar
su comportamiento” (RF 41).
I – PROPEDEUTICO
2. DISCIPULADO
Comienzo de una vida espiritual profunda, donde pueda madurar una opción
personal por Cristo. Se ha de procurar una relación más personal con Él a través
de la oración personal, la lectura diaria de la Palabra y una cada vez mejor
comprensión de la liturgia. Se recomienda también la lectura frecuente de los
testimonios de vida de Santos, en orden a obtener que el joven logre una mirada
de fe sobre la vida (cf. RF 112). De este modo podrá consolidar el hábito de
oración personal, la lectura diaria del Evangelio y la vida litúrgica. Ocupa
ciertamente un puesto primordial la relación con la Palabra de Dios, que “antes de
convertirse en predicación debe ser acogida en lo profundo del corazón” (RF 103),
sobre todo en el contexto de la Nueva Evangelización. “Sean introducidos los
seminaristas gradualmente en el conocimiento de la Palabra de Dios a través del
método de la Lectio Divina; (…) pues una fecunda reciprocidad entre estudio y
oración les podrá garantizar un acercamiento integral a ella” (RF 103).
Que los seminaristas aprendan del ejemplo de Cristo a “hacer don de su propia
voluntad por medio de la obediencia en el servicio a Dios y a los hermanos” (PO
15). Corresponde a los formadores educar a los seminaristas en una verdadera y
madura obediencia, ejerciendo la autoridad con prudencia y animándolos así a dar
asentimiento, también interior, con serenidad y sinceridad (RF 109). “Que cultiven
los seminaristas el espíritu de pobreza (…), llegando al dominio espiritual
necesario para lograr una justa relación con el mundo y los bienes terrenos” (PDV
30; RF 111).
Para este propósito sería muy útil y provechoso darles a conocer en toda su
integridad la enseñanza de la iglesia en torno a la vivencia de la
afectividad-sexualidad (Catecismo de la Iglesia Católica 2331-2359). Los escritos
de San Juan Pablo II sobre la Teología del cuerpo junto con la antropología sexual
y su obra Amor y Responsabilidad, ayudarán enormemente no sólo a los
seminaristas, sino también a los formadores a actualizarse y complementar la
formación que en este campo humano es tan particularmente sensible y en el cual
todos somos vulnerables.
4. ETAPA PASTORAL
2
Orientaciones educativas para la formación al celibato sacerdotal, 16; RF 110.
3
Orientaciones Educativas para la formación al Celibato Sacerdotal, 58
Así mismo, es fundamental que se ayude al seminarista a familiarizarse en la vida
parroquial con la “devoción popular”, que deberán aprender a discernir, orientar y
acoger en atención a una necesaria caridad y efectiva pastoral (cf. RF 114; 179).