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Capítulo 5

La sociología y su desafío fundacional:


hacia un pensamiento “conectivo”

Juan Sebastián Califa

“[…] la transición al pensamiento científico depende


de que un ámbito concebido como diversidad de acciones,
intenciones y objetivos de seres vivientes individualizados,
sea reconocido a partir de un determinado momento con
un mayor distanciamiento como un ámbito de conexión
entre hechos relativamente autónomos, autopropulsado e
impersonal, con características propias. Puede decirse que la
condición para el pensamiento científico es que los hombres
sean capaces de percibir en estos términos una conexión
específica de hechos.”
Norbert Elías en Sociología fundamental, Gedisa, Barcelona,
2006, p. 67

Estamos más que acostumbrados a referirnos a procesos sociales,


colectivos, como si se tratase de procesos estrictamente personales,
individuales. Un ejemplo puede ilustrar esta polémica afirmación:
cierto modo habitual de afrontar la problemática del desempleo en
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Aproximaciones sociológicas

nuestra sociedad. Cuando alguien sale a buscar trabajo y no lo en-


cuentra enseguida una actitud social corriente es preguntarse cuál es
su carencia. Intentará nuestro trabajador, en la medida de lo posible,
suplir esta supuesta falta y volverá a la carga esperando tener me-
jor suerte en la renovada búsqueda laboral. Pero si, con todo, una y
otra vez, volviese a encontrar que no puede conseguir trabajo deberá
replantearse las cosas. Podría volver a hacer lo mismo que antes,
es decir corregir aún más sus supuestos defectos, e incluso buscar
empleo de lo que sea. Si nuevamente esta búsqueda resultara in-
fructuosa, nuestro trabajador desocupado deberá enfrentarse a pro-
blemas inéditos. Una situación como la que se describe es típica
en circunstancias de crisis económica donde muchos trabajadores
resultan expulsados del mercado laboral. En esas condiciones resulta
más habitual que se interrogue cada uno de los desocupados sobre
las razones de su penosa situación y que, en muchos casos también,
estén más predispuestos a escuchar voces nuevas que reflexionen en
torno a esta pregunta.
Dicho sujeto, al igual que cualquier trabajador de carne y hueso,
no llega a conclusiones que lo hacen cambiar sus viejos puntos de
vista por generación espontánea. Nadie sabe “de repente” como por
“arte de magia”, nadie llega a conclusiones que significan un cam-
bio sustancial en su visión del mundo por sí mismo de un día para
el otro. En esas ocasiones, se suele recurrir, como ocurre con un
enfermo que se dirige al médico o un automovilista que lleva su
coche averiado al mecánico, a otros. En ese proceso la sociología es
uno de esos “otros” que a lo largo de su historia se ha preocupado,
con diverso éxito, de explicar aquello que los individuos con sus
esquemas habituales y muy interiorizados de pensar no saben cómo
razonar o ni siquiera llegan a plantearse sobre la conveniencia de
hacerlo. Muchos sociólogos, aunque no sólo ellos, reciben por así
decirlo un entrenamiento permanente para realizar conexiones que
desde otros puntos de vista pueden parecer en principio absurdas,
cuando no estúpidas. Pero en condiciones de gran desconcierto en-
tre la población, como la provocada por una convulsión económica,
las herramientas intelectuales que personas como los sociólogos po-
seen resultan muchas veces más valoradas por esos otros que antes
miraban a esta ciencia estupefactos.
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La sociología y su desafío fundacional

El hecho de que “uno no es con uno” sino que “uno es con otros”
es algo sobre lo que la sociología ha trabajado de modo sistemático.
En disputa con la forma más corriente de pensar, la labor de esta
ciencia suele echar luz sobre los entramados humanos: los indivi-
duos siempre son parte de conexiones, aunque en diversos grados
y desde diferentes posiciones nunca dejan de estar conectados los
unos con los otros, nos dice una primera y elemental lección. En
ese sentido, el conocimiento, el saber de la propia situación, nunca
es un problema estrictamente individual sino que es un problema
que se manifiesta y que se resuelve con y frente a otros, suele agre-
garse. El conocimiento es entonces un hecho colectivo del que el
individuo participa aunque pueda hacerlo con un grado mayor o
menor de injerencia personal. Por ello, si bien estar entramados
es una característica de la especie humana, las cambiantes figuras
de este entramado, las sucesivas reconfiguraciones que sufra a lo
largo del tiempo —tiempo para el cual el desarrollo de una vida
es en general impropio como vara temporal para medir los gran-
des cambios— son singulares a cada sociedad y en cierta medida
irrepetibles. De estas figuras puntuales se ocupan las sociologías
especiales como aquellas que se concentran en lo que sucede en la
vida urbana u otras que ponen su atención en los pormenores de la
vida rural por ejemplo.
No obstante, más allá de las áreas de observación específica que
esta disciplina ha elaborado a lo largo de décadas, una preocupa-
ción constitutiva general suya resulta en mostrar la conexión in-
trínseca entre nuestra biografía y los problemas más generales de la
vida social que aparecen como “estructurales” en tanto no son con-
secuencia de este o aquel individuo sino de una sumatoria singular
de ellos construidos en un extenso y enredado devenir histórico.
Para la sociología se puede decir que este razonamiento “conectivo”
es un punto de partida básico, algo así como un acuerdo fundacio-
nal, que ha dotado diferentes escuelas teóricas. Se trata, por cierto,
de una conexión que aunque la ciencia social toda, la sociologías
pero también otras disciplinas, realizó con mayor refinamiento y
solidez que el “hombre de la calle” no pretendió siempre retaceár-
sela a los últimos. Por el contrario, numerosos sociólogos agrupa-
dos en escuelas de pensamiento diferentes e incluso en pugna se
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Aproximaciones sociológicas

han preocupado por enfatizar y apuntalar en sus sociedades estas


formas de pensar primordiales entre los individuos que las confor-
man. No es tampoco que sólo los sociólogos hayan reflexionado de
este modo, otros pares suyos con los que suele compartir jornadas
laborales como los antropólogos, los historiadores y los politólogos
han pensado de un modo análogo. Incluso periodistas, novelistas,
políticos y toda clase de personas ajenas a las ciencias sociales y
la academia han reflexionado con relativa frecuencia de un modo
similar. Contradictoriamente, muchos de quienes sacan a relucir el
título universitario que los acredita como licenciados en sociología
lejos se encuentran de ratificar en la práctica lo que pomposamente
se afirma en ese papel.
Es sustantivo, con todo, y este es su aporte singular en tal sen-
tido, que la tarea de iluminar crecientemente sobre las especificida-
des de esta conexión entre el yo y la sociedad en que este individuo
habita haya sido una tarea primordial y casi de sentido común de la
sociología clásica. Ésta se desarrolló entre finales del siglo XIX y co-
mienzos del siglo XX en Europa occidental, por quienes una centu-
ria más tarde solemos otorgarle el título honorífico de “padres fun-
dadores”. Pero mientras algunos han pensado que el yo se conecta
con una sociedad que se encuentra fuera suyo, preservando de algún
modo una vida auténtica interior, otros autores se han encargado de
enfatizar que en verdad esa conexión no se interrumpe nunca. Esta
última postura más drástica no niega que cada cual pueda ser de
algún modo único respecto a quienes lo rodean, pero asimismo re-
calca que es imposible pensar un supuesto estado donde el yo indivi-
dual se encontraría, siquiera parcialmente, aislado del nosotros. Esta
perspectiva es la que se repasará en las páginas que siguen con la
intención de al menos acercar al lector a esquemas de pensamiento
que en su vida cotidiana, como le ocurría a nuestro trabajador del
ejemplo inicial, le están corrientemente negados. Pero, como se vio,
no por ello le debe resultar a éste una imposición antojadiza aproxi-
marlo a ellos ya que muchos de sus problemas también cotidianos
encontrarían una mejor comprensión desde una óptica que rompa
con una cosmovisión mítico-mágica en pos de una explicación cien-
tífica del mundo.

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La sociología y su desafío fundacional

Rompiendo el cascarón

En oposición con el pensamiento conectivo que promueve la


sociología por lo general los individuos se piensan como homo clau-
sus aislados del mundo exterior, los cuales solamente se relacionan
con éste cuando lo desean. Ello redunda en esquemas de pensa-
miento egocéntricos que se convierten en verdaderos obstáculos
para razonar de un modo más realista su propio estar en el mundo.
Aceptando incluso que la mayoría de las veces no ocurre exacta-
mente así o tan así, también se podría constatar que es más de este
modo que de una forma totalmente opuesta como la mayoría de
nuestros contemporáneos suelen guiar sus reflexiones sobre lo so-
cial. El desempleo, como veíamos, se suele explicar corrientemente
como una impericia de las búsquedas personales y del propio sujeto
allí involucrado. O, en un nivel un tanto más elevado de reflexión
pero todavía flotando en el mismo mar de ingenuidades, se piensa
frecuentemente tales problemas sociales como asuntos de pequeños
grupos, como una vecindad, un grupo de amigo de la escuela, un
conjunto de miembros de un club entre otras tantas posibilidades, a
quienes únicamente se les presenta y quienes solamente poseen su
solución. Este grupo reitera a nivel colectivo entonces lo que ocurría
con el primer individuo referido de nuestro ejemplo inicial: pensaba
en principio los problemas que le surgían mirándose el ombligo sin
poder comprender lo que acontecía a su alrededor. La cuestión nos
muestra ahora un modo sociocéntrico de razonar, centrado pura-
mente en el grupo de pertenencia habitual, que no permite encarar
otro tipo de tratamiento analítico más adecuado a la realidad del
asunto en cuestión. Si antes se trataba de un individuo que se ob-
servaba sin tener en cuenta inicialmente quienes lo rodeaban, ahora
es el grupo quien mira a su interior sin contemplar lo que sucede
alrededor suyo.
¿Son en verdad los problemas de este grupo un problema, de
qué clase de problema si lo fuera hablamos, qué soluciones resultan
mejores a la luz de lo que acontece en otras partes? Por ejemplo,
podemos preguntarnos si la inseguridad que viven los vecinos de un
country es el mismo problema que la inseguridad que aflige a los
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Aproximaciones sociológicas

habitantes en una villa miseria, qué es lo que caracteriza a ambas


situaciones y qué las diferencia, cómo se debe afrontar en cada caso.
Más importante aún: debemos interrogarnos si ese es el principal
problema de un país, una región o una ciudad o en verdad es sólo el
problema de algunos que para darle prioridad a su reclamo quieren
colocarlo en un primer lugar por sobre otros asuntos como la educa-
ción, la salud o el desempleo que pueden resultar masivamente más
apremiantes. De modo similar a cuando vemos una película que nos
traslada a otra realidad que de algún modo nos agrega algo a la nues-
tra y nos hace observarla desde una perspectiva novedosa prestando
atención a cuestiones que antes pasaban desapercibidas o bien eran
lisa y llanamente desconocidas, la sociología, aunque explícitamente
de manera sistemática y rigurosa, intenta sacar a luz conexiones muy
comúnmente inadvertidas. Así, a lo largo de su desarrollo ha logrado
conectar la religión protestante con el surgimiento del capitalismo,
el suicidio con las crisis de reorganización social que tal modo de
producción supone, los grandes cambios de los modales en la mesa
y en la vida cotidiana en general con la proliferación de este sistema
de vida, las transformaciones en la estructura psíquica de cada yo
con las transformaciones de fuste en la estructuras sociales que tie-
nen lugar de modo trascendente para grandes poblaciones humanas
de tanto en tanto a lo largo de siglos…
En verdad, sociólogos y no sociólogos debemos realizar un
esfuerzo permanente por construir esta facultad conectiva en noso-
tros, por demostrar la intrínseca, insoslayable y constante conexión
entre el hombre y la sociedad, de los hombres entre sí, en cada cir-
cunstancia. Sin dudas, mientras más disconformes estemos con la
actualidad, mientras más nos neguemos a caer en ella y sus redes
“agobiantes”, más necesitaremos refinar esta cualidad conectiva.
Porque transformar lo existente requiere como una necesidad pre-
via inevitable penetrarlo, conocerlo y, luego, no aceptarlo, negarlo,
cambiarlo. Asimismo, conservarlo requiere en los niveles dirigentes,
dominantes de una sociedad, también conocerlo ya que es imposible
sostener algo y proyectar sobre él si no se sabe lo que en verdad es.
Como queda claro todo problema de saber implica inexorablemente
un problema de poder. Lo uno y lo otro van de la mano.
Es fácil entrever que no todos los individuos poseen las mismas
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La sociología y su desafío fundacional

condiciones de vida y por tanto no todos están capacitados igual-


mente para plantearse determinados problemas. El reparto de poder
en nuestras sociedades es sumamente asimétrico y aquellos que usu-
fructúan fuentes de poder como las altas esferas del Estado o posi-
ciones prominentes en la economía gozan de cuotas de poder más
elevadas que otros cuyas vidas se desenvuelven ajenas a estas instan-
cias de poder. Pero todos están conectados entre sí –incluso quien
ejerce funciones de dirección en una sociedad si bien cuenta con un
margen de decisión más amplio y flexible que el de sus gobernados
no por ello posee un poder ilimitado- y necesitan entender cómo
funciona el conjunto para entender la parte más minúscula, más
cuando pretenden reducir las distancias, los diferenciales de poder,
que alejan a unos individuos de otros. Nadie puede darle solución
o ni siquiera comenzar a hacerlo planteando acertadamente dicho
problema en soledad por más capacitación superior que muestre
o crea poseer ya que el poder no es una cosa que se lleva en un
bolsillo sino algo que se ejerce continuamente en relación a otros.
Entiéndase en consecuencia que las asimetrías de poder que po-
nen enorme distancia entre el individuo más rico del planeta y el
individuo más pobre de él nos grafica un extenso espacio que los
separa a ambos pero que al mismo tiempo los une a éstos en cuanto
habitantes de ese territorio llamado mundo. Si el último actúa con-
juntamente con otros, y esos otros representan conexiones cada vez
más extendidas y densas, seguramente su suerte no será la misma,
pudiendo reducir tales asimetrías, que si se mueve en relativa sole-
dad frente al más poderoso.
Volviendo a nuestro ejemplo primigenio del trabajador desocu-
pado éste por sí mismo no poseía las herramientas pertinentes para
reflexionar correctamente sobre su situación en pos de producir las
conexiones adecuadas que le permitan empezar a superar su estado
de desconcierto. Los sociólogos aparecían entre quienes podían
ayudarlo a adquirir estas herramientas intelectuales. Pero tanto los
unos como los otros incluso si bregaran por la transformación del
orden existente nada podrían hacer si no actuaran conjuntamente,
los uno por no poseer la fuerza de las masas para desarrollar las
acciones que ameritan sus ideas de cambio social y los otros por no
saber guiar su fuerza ni como componerla con otros. En definitiva,
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Aproximaciones sociológicas

la labor de modificar los equilibrios de poder en nuestra sociedad


es una tarea colectiva. Labor colectiva en tanto se desarrolla agru-
pados unos junto a otros y enfrentando a terceros a su vez parte de
asociaciones. Las épocas de crisis económicas, como la que afectaba
a dicho trabajador desocupado, suelen representar oportunidades,
las condiciones de posibilidad, para transformar el orden social en
pos de producir una nueva figuración social, un modo innovador de
reorganizar la vida colectiva.
Esta capacidad conectiva consciente no es entonces innata a
cada cual, ya que muchas veces se nos educa más, se nos ofrece más
posibilidades concretas para desconectar que para conectar, pero si
se hace cada vez más urgente en un “mundo global”. Es decir, en un
mundo que aumenta y complejiza incesantemente sus conexiones al
ampliarse y diversificarse sus estructuras sociales -productos colecti-
vos como la estructura educativa y sanitaria de un país con una larga
y compleja historia a cuestas; arduas y muy asentadas en la historia,
aunque no imposibles de transformar. Las instituciones en que nos
movemos en la actualidad suelen ser mucho más “densas” que las
que surcaban la vida de las personas hace un par de siglos abarcando
una integración humana más extendida. Las cadenas de interde-
pendencia entre los hombres regidas por el mercado se han profun-
dizado de un modo notable. Los entrelazamientos más intrinca-
dos que implican se hacen más largos y diferenciados Así, en estos
tiempos entender el desempleo para millones de personas, su propia
condición de desocupados por ejemplo, es advertir cómo influye en
ello grandes crisis internacionales que tienen por centro a ciudades
ubicadas a miles de kilómetros de distancia pero que impactan mu-
chas veces a centímetros de cada cual. No fue, por cierto, de otro
modo en la gran crisis de 1929 y en otras sucesivas y anteriores. De
este modo, surgiría la pregunta de por qué una crisis deriva en la
expulsión de tanta gente del mercado de trabajo. ¿Cómo está hecha
nuestra economía, nuestra sociedad para que esto ocurra cada tanto?
¿Las sociedades no regidas por un modo de producción capitalista
traen aparejadas las mismas consecuencias para la mayor parte de su
población ante una cierta caída de la actividad económica? ¿Por qué
periódicamente se producen estas caídas en el capitalismo? ¿Por qué
algunos pueden afrontar mejor las crisis que otros? ¿Por qué incluso
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La sociología y su desafío fundacional

hay quienes ganan en situaciones como éstas? ¿Es verdad entonces


que todos somos ciudadanos con los mismos derechos? Tanto en la
respuesta como en una más adecuada formulación de este tipo de
preguntas interviene la sociología.
Al mismo tiempo, esta complejidad creciente de las estructu-
ras sociales que atraviesan nuestras vidas debiera potenciar en im-
portancia, en vista de incidir positivamente en ellas, la capacidad
entrenada de conectar procesos sociales diversos. De este modo,
conectar las diferentes estructuras sociales entre sí en relación a la
influencia que ejercen sobre nuestras vidas cotidianas es una tarea
primordial para intentar comenzar a influir activamente sobre la
vida colectiva y no ser pasivamente un espectador influenciado por
ésta. ¿Qué tienen que ver las formas habituales de comer, la eco-
nomía internacional, la política nacional y mis actos de consumo
supuestamente más íntimos? A ese tipo de preguntas me refiero.
Advertir que nada es lo que es por sí y en sí mismo, que todo ad-
quiere un valor inevitablemente en relación a un otro es una tarea
ardua. Sumando complejidad a nuestro ejemplo anterior no sólo
debemos reconocer en qué medida cierta forma de difundir la in-
seguridad entre determinados grupos soslaya otros temas como la
salud, la desocupación o la forma de organizar la economía de un
país, sino que además, y sobre todo, debemos observar de qué modo
todo ello se conecta entre sí y qué criterios debemos utilizar para
desmenuzar esa atiborrada red.
Precisamente la imagen de una red nos puede ser útil para gra-
ficar lo anterior en nuestras mentes: una red está compuesta por
múltiples sogas, a su vez producto de muchos hilos, que se anudan
entre sí en buena cantidad. La red no es simplemente un nudo o un
par de sogas: es todo a la vez. ¿En qué medida como trabajadores
caemos en la cuenta de que nuestro trabajo es parte de una red?
¿Cuánto suele reflexionar, por ejemplo, el obrero de la construcción
que su labor está determinada por infinidad de cuestiones relativas
al mundo inmobiliario? ¿Por qué la caída de los créditos de vivien-
das de alto costo a los que éste nunca hubiese podido acceder lo
afecta igualmente aunque él no se dedique a construir mansiones
lujosas sino a reparar casas más bien modestas? ¿Cómo se conecta
todo ello con el mercado mundial, su crecimiento, desaceleración y
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Aproximaciones sociológicas

crisis? Reconocer colectivamente que somos parte de un nudo en


esa red es ser individualmente un tanto más concientes de nuestro
lugar en el mundo. Pero tomar conciencia que ese nudo se explica
por otros y aferrarse a cada uno de ellos hasta llegar a observar
la red sobre nosotros es dar un gran salto adelante. Por último,
comprender que no todos ocupan un lugar similar en la red, de
que hay nudos imprescindibles que atan más fuerte que otros y
logran sostener centralmente de este modo la estructura de la red,
e identificarlos es poseer una conciencia superior sobre lo social.
Colectivamente llegar a este tipo de conocimientos abre las puertas
a trenzar nuevos nudos y así rearmar la red, labor en la que no al-
canza con la voluntad de un individuo sino que hace falta tanto el
conocimiento más preciso de la realidad que nos determina como
la voluntad colectiva para encarar la tarea planteada. Quienes ad-
quieren progresivamente ese tipo de conciencia y están preocupa-
dos por transformar la realidad en que viven sin duda cuentan con
herramientas más adecuadas que quienes no frecuentan estos hábi-
tos de pensamiento. Porque esa red con que aludimos a los entre-
lazamientos humanos es, vale la pena subrayarlo, elástica, variable,
flexible y, sobre todo, alterable.

Conclusiones para una introducción al pensamiento


sociológico

En las líneas de más arriba se ha intentado traducir brevemente


en términos sencillos cuestiones que habitualmente son de difícil y
prolongada comprensión. Toda simplificación puede ser acusada de
precaria en tanto no advierte problemas o, en todo caso, los presenta
de un modo vago. Pero dar un paso adelante en la comprensión de
ciertas cuestiones no implica quedarse en el lugar al que se llegó
aunque, por cierto, es necesario arribar allí para continuar avan-
zando cuesta arriba. En ese sentido, este texto se ha inspirado, aun-
que no exclusivamente, en el legado de Norbert Elías. Este autor fue
uno de esos sociólogos que enfatizaba la conexión entre individuo y
sociedad como un proceso continuo y ascendente. Términos como
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La sociología y su desafío fundacional

homo clausus, egocentrismo, sociocentrismo, entramados y figura-


ción, entre otros aquí utilizados, llevan su sello. Sus reflexiones par-
tían de una afirmación comúnmente pasada por alto: “Si se quiere
entender de qué trata la sociología hay que ponerse previamente
en situación de interpelarse mentalmente a sí mismo y de hacerse
cargo de uno como una persona entre otras”.1 Con frases como ésta
quería recalcar que la sociología debía ocuparse de problemas de los
seres humanos (lo humano) antes que del ser humano en tanto ente
supuestamente apartado de su contexto funcional lo cual redundaba
en un reduccionismo de las tareas a desarrollar. Tener presente que
el ser humano no atraviesa un proceso sino que es un proceso y que
es con y junto a otros nos coloca en mejor posición para encarar la
comprensión sobre la dinámica de la vida en sociedad inherente a
los hombres.
Este sociólogo alemán que hasta hace dos décadas nos enrique-
ció con sus trabajos tenía la virtud de expresar como pocos cues-
tiones complejas en palabras simples, lo más posible, para de este
modo aumentar la comunicación con sus receptores. Así intentó a lo
largo de su vida salirse del aislamiento intelectual en que se encon-
traba ya que en comparación con otros colegas suyos su posición fue
por mucho tiempo absolutamente marginal en el campo académico.
Pero sus convicciones fueron más fuertes y en los últimos años de su
trayectoria obtuvo un mayor reconocimiento aunque no es menos
cierto que aún éste no se encuentra a la altura de sus importantes
contribuciones a la sociología.
Poner la lupa en las conexiones intrincadas que supone la vida
en sociedad fue una tarea que emprendió en tanto consideraba que
ello estaba en las raíces del surgimiento de dicho campo de cono-
cimiento. Se trataba de algo así como una promesa fundacional
de esta disciplina científica. Ése es precisamente un inmenso de-
safío político-intelectual que la mejor sociología, aquella que bien
ganado tiene portar el nombre con que el francés August Comte
celebró su nacimiento a mediados del siglo XIX, siempre se puso
por delante. Recogerlo e imponérselo como propio, aunque uno
no sea un sociólogo, es asumir ese desafío que, como se resaltó, tal

1  En Sociología Fundamental, Gedisa, Barcelona, 2006, p. 13.


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Aproximaciones sociológicas

disciplina nunca planteó como si le fuese exclusivo pese a ser mu-


chas veces parte destacada de la vanguardia que reconocía la tarea a
desarrollar. Tomar el desafío en nuestras manos es atravesar un ca-
mino que nos llevará por buena senda hacia la comprensión de pro-
blemas tan corrientes y acuciantes como el desempleo en nuestra
sociedad. Es en buena medida el primer paso hacia una resolución
más realista de tales problemas sociales en pos de afrontar una gran
transformación que convierta nuestra sociedad en una realmente de
iguales. Este artículo retoma dicho desafío y se lo traslada enérgi-
camente al lector.

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La sociología y su desafío fundacional

Bibliografía de Norbert Elías (editada en castellano)

1. Libros

La sociedad cortesana, Fondo de Cultura Económica, México D.F., 1982


[1969].
El proceso de la civilización, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires,
1987 [1939].
La soledad de los moribundos, Fondo de Cultura Económica, México D.F.,
1987 [1982].
La sociedad de los individuos, Península, Barcelona, 1990 [1987].
Compromiso y distanciamiento, Península, Barcelona, 1991 [1983].
Mozart. Sociología de un genio, Península, Barcelona, 1991 [1991].
Teoría del símbolo. Un ensayo de antropología cultural, Península, Barcelona,
1994 [1989].
Conocimiento poder N° 24, Colección Genealogía del poder, Ediciones de
la Piqueta, Madrid, 1994.
Mi trayectoria intelectual, Provenca, Barcelona, 1995 [1990].
Deporte y ocio en el proceso de civilización, Fondo de Cultura Económica,
México D.F., 1996 (junto a Eric Dunning) [1986].
La civilización de los padres y otros ensayos, Norma, Bogotá, 1998.
Humana Conditio. Consideraciones en torno a la evolución de la humanidad,
Península, Barcelona, 2002 [1985].
Sociología Fundamental, Gedisa, Barcelona, 2006 [1970].
Los Alemanes, Nueva Trilce, Buenos Aires, 2009 [1996].
Sobre el tiempo, Fondo de Cultura Económica, México D.F., 2010
[1984].

2. Artículos

“Civilización y violencia”, en Revista Española de Investigaciones


Sociológicas, n° 65, pp. 141-151.
“El destino de la lírica alemana del barroco”, en Revista Española de
Investigaciones Sociológicas, n° 65, 1994, pp. 153- 171.
“¿Cómo pueden las utopías científicas y literarias influir sobre el futuro?”,
(135)
Aproximaciones sociológicas

en Weiler, Vera (ed.), Figuraciones en proceso, Fundación Social,


Bogotá, 1998.
“Consideraciones a cerca de la naturaleza”, enCuadernos psicoanalíticos de
Grupos de estudios Sigmund Freud, n° 13, Abril, 1997.
“Del guerreo al cortesano”, en Nexos, n° 8, agosto de 1978. Versión elec-
trónica en Nexos Virtual.
“La autoridad del pasado. En memoria de Theodor W. Adorno”, en Nexos,
n° 20, 1979, pp. 19-25. Versión electrónica en Nexos Virtual.
“La casa galante. Interiores del antiguo régimen”, en Monografías de ar-
quitectura y vivienda, n° 12, 1987, pp. 26-27.
“La soledad del moribundo en nuestros días”, en Vuelta, n° 69, agosto
1982, pp. 5-11.

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