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EL OTRO FRANCISCO

LO QUE NUNCA SE HA DICHO


SOBRE EL PAPA
DEBORAH
CASTELLANO LUBOV

2
EL OTRO FRANCISCO
Con la colaboración de
Michael Hesemann y Giuseppe Sabella

Prólogo del
Cardenal Pietro Parolin
Traducción de
Helena Faccia, Teresa Chaves y Pablo Boccanera
LO QUE NUNCA SE HA DICHO
SOBRE EL PAPA
DEBORAH
CASTELLANO LUBOV

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BIBLIOTHECAHOMOLEGENS

Deborah Castellano Lubov, L’altro Francesco.


Tutto quello che non vi hanno mai detto sul Papa
© 2017 Edizioni Cantagalli S. r. l., Siena - Italia

© Homo Legens, 2018


28049 Madrid
www.homolegens.com
Tlf: +34 608 028 273
info@homolegens.com

De la traducción: © Helena Faccia Serrano, Teresa Chaves y Pablo Boccanera

Colección dirigida por Gabriel Ariza

ISBN: 978-84-17407-05-6

Maquetación y diseño: Ignacio Cascajero Curros

Todos los derechos reservados.

Queda rigurosamente prohibida la reproducción total o parcial de este libro por cualquier medio o
procedimiento, comprendidos la reprografía, el tratamiento informático y la distribución de ejemplares
mediante alquiler o préstamo público sin permiso previo y por escrito del editor.

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Dedico este libro
con afecto a mis padres
Judy y Phil

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ÍNDICE

PRÓLOGO
INTRODUCCIÓN
Entrevista a MARÍA ELENA BERGOGLIO
Entrevista a CHARLES MAUNG BO, S.D.B
Entrevista a JOSEPH EDWARD KURTZ
Entrevista a TIMOTHY DOLAN
Entrevista a GEORG GÄNSWEIN
Entrevista a KURT KOCH
Entrevista a FEDERICO LOMBARDI
Entrevista a GERHARD LUDWIG MÜLLER
Entrevista a WILFRID FOX NAPIER
Entrevista a ADRIÁN PALLAROLS
Entrevista a GEORGE PELL
Entrevista a ABRAHAM SKORKA
Entrevista a PETER KODWO APPIAH TURKSON
Entrevista a FOUAD BOUTROS IBRAHIM TWAL

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PRÓLOGO
La familiaridad con la que el Papa Francisco se ha presentado al mundo entero al inicio
de su pontificado no es solamente un hecho nuevo, al menos en parte, sino que es
también algo que desde dentro está forjando a la Iglesia. Esta amistad que el pontífice
tiene por el pueblo cristiano –que, en definitiva, es el deseo de caminar juntos– es la
misma que manifiesta por quien ha decidido seguir a Cristo en la misión del sacerdocio y
que tiene necesidad cada día de ser reconducido al origen de su servicio.
No sorprenderá, por lo tanto, escuchar en las entrevistas que vienen a continuación la
voz de quien, incluso encargado de una gran responsabilidad en la organización eclesial,
cuenta el gran asombro con el cual ha vivido y vive su encuentro personal con el Papa,
sintiéndose acogido por una mirada –la de Francisco– cargada de afecto y misericordia,
sentimientos que fundan y constituyen la experiencia que el hombre hace de su dignidad.
Francisco está cumpliendo este gran servicio; en la era del máximo triunfo de la
técnica y del dinero, está indicando al hombre de hoy, herido por la crisis –que es,
incluso, antes espiritual que económica–, el único camino para recuperar el propio valor
del ser humano: el camino es Jesús, como Él mismo nos dice en el Evangelio de san
Juan: «Yo soy el camino, la verdad y la vida» (14,6).
Todos los días, el Papa –con su humildad, pero también con su incansable
perseverancia– nos lleva de nuevo al Evangelio, incluso a nosotros, que hemos elegido
servir a Dios en el ministerio sacerdotal, ya sea con sus palabras y con sus gestos, como
con la atención que muestra hacia los pobres, hacia los últimos. Porque es cierto que no
sólo de pan vive el hombre, pero también es cierto lo contrario: el hombre vive también
de pan. Y hoy, dentro de esta gran crisis, son muchos los que están privados de pan.
Por otra parte, su sensibilidad hacia la pobreza ha caracterizado todo su camino
como pastor de la Iglesia y testigo de Cristo. Creo que una de las imágenes más
representativas de su pontificado sea esa hecha en Florencia –en el comedor de San
Francisco Poverino– en la que se ve al Papa sirviendo agua en el vaso de plástico de una
señora anciana con una jarra, también de plástico.
Sin embargo, la atención de Francisco por los pobres no se confunde con el
pauperismo o con un «buenismo» fin en sí mismo: en la atención por los últimos, la
persona hace experiencia de la caridad. Y, por lo tanto, de Cristo. Así es, de hecho, en el
Evangelio de san Mateo: «Cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis hermanos más
pequeños, conmigo lo hicisteis» (25,40). Y en san Juan está todavía más claro cuando
Jesús advierte: «A los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me
tenéis» (12,8).
Por esto, el Papa Francisco nos invita constantemente a entender al pobre y a estar
atentos a él en cuanto persona; no a su condición de mendicante, sino, más bien, a su
corazón mendicante. Y su corazón mendicante es nuestro corazón necesitado de Cristo.
El afecto grande y evidente de Francisco por el Hijo de Dios ha tocado incluso a
quien no cree. Son muchísimos, de hecho, los no creyentes que han expresado su
sorpresa y curiosidad hacia el Papa y, en algún modo, hacia la Palabra de Dios. Éste es el
signo de que el Espíritu Santo está más que vivo en su Iglesia.

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Cardenal PIETRO PAROLIN
Secretario de Estado del Vaticano

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INTRODUCCIÓN
¿Qué hace todos los días entre los mármoles de la Via della Conciliazione, en Roma, una
contable pública de Nueva York, en vez de estar entre los rascacielos de Manhattan?
Cuando Dios pone su esperanza en una persona, no tiene en cuenta si sus proyectos
producen algún contratiempo.
Ésta es, en resumen, mi historia.
Cuando acabé mis estudios estaba convencida que mi camino habría sido la abogacía
y que trabajaría en el distrito financiero de New York. Nunca imaginé que me convertiría
en una periodista, corresponsal desde la Ciudad del Vaticano. Tengo que decir, a
posteriori y con toda honestidad, que Dios tenía guardados para mí otros proyectos bien
distintos.
Cerrado antes de empezar, por lo tanto, el capítulo de la jurisprudencia, mi
currículum había terminado en Pricewaterhouse Coopers, una de las cuatro sociedades
de contabilidad más grandes del mundo, como revisora contable de los mercados
financieros y encargada del sector de comunicaciones (¿una señal del destino?). Después
vinieron los exámenes de habilitación profesional como asesora fiscal (el equivalente
más o menos en Italia de contable pública) y, para no extenderme, el descubrimiento de
mi verdadera vocación: servir a la Iglesia en el campo de la comunicación.
Fue así, que, sin quererlo, me encontré en Roma, en el lugar en el cual san Pedro
puso la primera piedra de la Iglesia católica, la Iglesia de Cristo, bajo el pontificado del
265º sucesor de Pedro: el Papa Francisco. Había pasado un año de la elección del
cardenal Jorge Mario Bergoglio a la cátedra de Pedro y la bocanada de novedad y
curiosidad traída por el hombre que venía «del fin del mundo» había despertado el
interés de los medios de comunicación internacionales y de una gran parte de la opinión
pública, católica y no católica. El pontificado de Joseph Ratzinger –el Papa Benedicto
XVI– había terminado con la clamorosa e inesperada renuncia y con los escándalos que
habían afectado a la Iglesia, entristeciendo y haciendo sufrir al «Papa teólogo». Parecía
soplar sobre la Iglesia universal un viento de novedad y sorpresa casi cada día, dando
vida a un interés renovado por la Iglesia.
Yo, como periodista sin experiencia pero concienzuda, sentí de inmediato el «deber»
de confrontarme con el mayor número posible de «expertos», para orientarme en aquel
mundo nuevo.
Buscaba fuentes no «filtradas», voces que no se refirieran a supuestas noticias
recibidas de otros, aquellas, para entenderse, usadas por muchos comentaristas
improvisados, que «creen» que saben o, peor todavía, que manipulan e instrumentalizan
la noticia para llevar el agua al propio molino, o al molino del editor del cual dependen.
Me interesaban las noticias de quien conoce a Francisco personalmente, por ser un
colaborador cercano, un amigo o pariente. Testimonios que ofrecieran una mirada
original sobre la Iglesia católica y sobre el pontificado de Francisco.
Este libro nace de mi búsqueda incesante y atenta, una búsqueda desarrollada en las
circunstancias ordinarias de la profesión: buscar un comentario acreditado de la noticia
del día u ocuparse de profundizar sobre temas relacionados con la Iglesia o el Santo

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Padre. Es el fruto de relaciones basadas en la estima mutua, que en algunos casos se han
transformado en amistad, y del intento de desarrollar mi trabajo de periodista de un
modo profesional y correcto. Muchas personalidades importantes han estado dispuestas a
contarme su experiencia personal de trabajo y de amistad con el Papa Francisco. Se ha
delineado, así, un retrato inédito, rico de matices que antes me eran desconocidos. La
idea se ha transformado en un proyecto concreto que ha dado forma y vida a este libro.
Con sorpresa, el grupo de autores se ha enriquecido con nombres ilustres: el
Secretario de Estado, cardenal Pietro Parolin, que ha firmado el prefacio y a quien doy
las gracias de corazón; los cardenales Gerhard Ludwig Müller, Peter Turkson, George
Pell y Kurt Koch; el Prefecto de la Casa Pontificia, monseñor Georg Gänswein. Además,
he pensado involucrar a los principales exponentes de la Iglesia universal en
representación de los cinco continentes y otras personalidades que viven lejos,
geográficamente hablando, de la Sede de Pedro, pero unidas a ella por la comunión
eclesial que derriba toda frontera: el patriarca emérito de Jerusalén de rito latino, Su
Beatitud Fouad Twal; el cardenal Charles Maung Bo, arzobispo de Yangon, en
Myanmar; el arzobispo Joseph Edward Kurtz, arzobispo de Louisville y expresidente de
la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos; el cardenal Timothy Dolan, arzobispo
de Nueva York; el cardenal Wilfrid Fox Napier, arzobispo de Durban, en Sudáfrica.
Dos entrevistas verdaderamente exclusivas dan, además, un encanto y un espesor
particular al volumen: una a la hermana del Papa –María Elena Bergoglio– y otra al
rabino jefe de Buenos Aires, Abraham Skorka, ambas firmadas por Michael Hesemann,
el célebre periodista y ensayista alemán que me honra con su amistad, autor del libro-
entrevista a Georg Ratzinger, Mi hermano, el Papa.
Completa el cuadro el padre Federico Lombardi, antiguo director de la Sala de
Prensa Vaticana, que siempre me ha acogido cordialmente, ofreciéndome en cada
ocasión su colaboración. Y, por último, un gran y viejo amigo del cardenal Bergoglio,
arzobispo de Buenos Aires: Adrián Pallarols, un maestro orfebre de la capital argentina,
heredero de una ilustre tradición familiar. Pallarols cuenta su amistad con el «padre
Jorge», cómo nació y se consolidó. La primera vez que me reuní con Pallarols fue en una
circunstancia muy particular: una mañana, en Nueva York, dudaba si detenerme o no,
como normalmente hacía, en la catedral de San Patricio a orar, antes de comenzar el
trabajo, recordándole al Señor, entre otras cosas, mi deseo de volver a Roma. «Hoy se
me ha hecho tarde», pensaba para mis adentros. Como ya estaba delante de la catedral,
entré de todas formas. Inmediatamente me di cuenta de una foto de Benedicto XVI con
el cardenal Bergoglio, que le regalaba al Papa Benedicto un cáliz elaborado justamente
por Adrián Pallarols: estaba en un cartel que anunciaba un encuentro con Pallarols, que
tendría lugar esa misma tarde de aquel «extraño» día. Así nació una gran amistad con «el
orfebre del Papa».
Por último quiero expresar un sincero deseo. Espero que este libro pueda aportar una
pequeña contribución para comprender mejor el pensamiento, la espiritualidad, la
humanidad del Papa venido «del fin del mundo», redefiniendo los rasgos, a veces
deformados o alterados de forma irreconocible y, por desgracia, con fines de

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instrumentalización. Cada sumo pontífice en la historia de la Iglesia ha tenido su papel y
su función dentro de un proyecto que, a menudo, es incomprensible e insondable. El
Artífice de dicho proyecto trabaja con mano firme y segura, sabiendo con certeza aquello
de lo que tiene necesidad el hombre de cada tiempo para vivir una existencia llena de
significado, una vida que sea digna de ser vivida. El pueblo de Dios tiene esta certeza y
sabe que cada cosa va donde debe ir, que cada hombre es amado de modo
inconmensurable e incondicional, con una misericordia plena e ilimitada. El timón de la
barca de Pedro está, como siempre, en las manos justas y a nosotros sólo nos queda
alimentar la esperanza.
Lo único que puede hacer un periodista como yo es ofrecer al lector el testimonio de
quien tiene la suerte de colaborar con el Sumo Pontífice, de quien lo ama y es
correspondido, de quien conoce incluso algunos de sus rasgos humanos más
desconocidos. Dios trabaja a través del hombre y guía a la Iglesia a través de su vicario
en este mundo.

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MARÍA ELENA BERGOGLIO
habla de su hermano, el Papa Francisco
por Michael Hesemann

REZO PARA QUE NUNCA SE EXTINGA


LA LLAMA DEL ESPÍRITU SANTO
QUE LLEVA EN SU CORAZÓN

Hay una distancia de una hora entre el barrio de San Nicolás, en el centro de la ciudad de
Buenos Aires, y el suburbio de Ituzaingó, donde María Elena Bergoglio, la hermana del
Papa, de 64 años, vive con su hijo Jorge, en una vivienda simple, pero al mismo tiempo
bonita. Ituzaingó es un agradable suburbio, con jardines bien cuidados y no demasiado
burgués. Un coche de policía está parado frente a la casa de los Bergoglio. Las cortinas
están echadas, probablemente debido a la demasiada confusión de las últimas seis
semanas; la hermana del Papa, un poco desconcertada, trató de esconderse.
Sólo después de un día completo de intentos, mi colega en Argentina, Molly Maria
Hamilton-Baillie, logró contactarlos y concertar una cita para mi charla con ella. Hoy me
acompaña para ayudarme con las traducciones. Toco el timbre, se oyen ladridos de un
perro, la cortina se empuja hacia un lado y un curioso y negro hocico me inspecciona de
inmediato. Como sabré más adelante, pertenece a Iris, una cachorra labradora juguetona,
patosa y extremadamente animada, a quien Jorge logra contener con dificultad, para
evitar que derribe personas y muebles. Y mientras es cuidadosamente alejada, la señora
Bergoglio nos deja entrar. La recepción es inmediatamente cálida y ella rápidamente se
desabrocha, mientras yo permanezco fascinado con sus ojos marrones y envolventes que
recuerdan la mirada casi mística del Papa. Parecen levemente sombreados por la
melancolía, pero sin embargo están dotados de profundidad y calidez.
Su hijo Jorge, por el contrario, es un joven larguirucho, muy sociable y de pelo largo
que viste ropa deportiva cómoda y estudia como arquitecto, a través de la escuela
Buckminster Fuller, las estructuras multifuncionales compuestas por cúpulas geodésicas.
Es bastante tímido y no quiere hablar. Al final de la entrevista nos traerá un trago de
Mate; sólo un trago, porque el Mate se bebe así, juntos. Degustar la bebida nacional
argentina, con un sabor ligeramente amargo, es un ritual de confraternización. Al Mate
con la hierba aromática se le vierte el agua caliente, y así sucesivamente, uno tras otro, se
bebe de la bombilla. Ya me siento acogido en la familia y también puedo jugar
ruidosamente con Iris.

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Señora Bergoglio...

Por favor llámame María Elena.


Con mucho gusto, María Elena. En una entrevista con mi colega estadounidense
John L. Allen jr., del “National Catholic Reporter”, explicó que con gusto felicitaría
a Georg Ratzinger por su hermano. Si tuviera la oportunidad, ¿qué le diría,
exactamente?
Antes que nada, le agradecería desde el fondo de mi corazón por su hermano.
Benedicto XVI fue un gran y extraordinario Papa, aunque muchas personas no han
podido apreciarlo. Fue difícil para él ser el sucesor de Juan Pablo II, quien con su
personalidad carismática había conquistado los corazones de los creyentes. Muchos de
nosotros, y aquí no quiero evadirme por ninguna razón, han sido injustos en sus
comparaciones, simplemente porque era más introvertido y tímido, o incluso más
intelectual. Sin embargo, los documentos y las reflexiones más importantes del
pontificado de Juan Pablo II llevan la firma del cardenal Ratzinger. Incluso a mí me
tomó un poco descubrir su gran riqueza interior. Como Papa, comenzó a denunciar los
problemas y escándalos de la Iglesia, ciertamente una tarea muy difícil, pero que
emprendió sin titubeos. Y porque demostró humildad, coraje y honestidad al renunciar a
su ministerio y a los poderes del papado –¿quién lo hace hoy en día?–, tengo admiración
por él. Afortunadamente, cada vez más cristianos reconocen que fue un gran Papa y una
persona extraordinaria, que mostró gran valentía bajo todos los puntos de vista.

Le prometo que comunicaré sus palabras a Mons. Ratzinger. De todos modos,


hablemos de su hermano Jorge Mario. Cuando ingresó al cónclave, ¿alguna vez
pensó que podría convertirse en el nuevo Papa? Y él, ¿alguna vez lo había
considerado como una posibilidad?

Nunca hablamos de eso. Nunca pensó que podría convertirse en el nuevo Papa y yo
sólo podía esperar que finalmente regresara. Antes de irse, me llamó y me dijo: “Ok,
muchacha, ahora tengo que viajar, reza por mí y por el cónclave. Nos vemos a mi
regreso”. Estaba totalmente tranquila, nunca podría haber imaginado que no volvería
más. Personalmente esperaba que el cardenal Scherer pudiera ser elegido Papa, mientras
que mi hijo Jorge prefería uno de los cuatro cardenales franciscanos (Amigo Vallejo,
Cláudio Hummes, Wilfrid Napier, Patrick O›Malley).

¿Cómo vivió el Habemus papam?

Estaba aquí en casa con mi hijo, por supuesto que teníamos el televisor encendido
cuando vimos el humo blanco. Estábamos ocupados con las tareas diarias y, mientras
tanto, intercambiábamos algunos comentarios al escuchar las historias de los cronistas.
Sonreí un poco cuando hablaron de la “Habitación de las lágrimas”, pero poco después
pensé que el elegido habría seguramente llorado al imaginar la plaza llena de personas

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que lo esperaban. ¿Cómo se puede no llorar? (En ese instante, los ojos de María Elena se
cubrieron de lágrimas, ndr).
Lo único que escuché del Habemus papam fue “Georgium Marium”, Jorge Mario.
Me abstraje por completo del apellido y del nombre asumido por el nuevo Papa, estaba
turbada y conmocionada. Inmediatamente después, mi casa fue asaltada por personas,
todos estaban felices y el teléfono siguió sonando todo el día. Desde entonces, no puedo
aún entender lo que sucedió en ese momento. Al día siguiente, las cámaras se colocaron
frente a mi casa a las seis de la mañana. ¡Era todo tan loco y al mismo tiempo
maravilloso! Los periodistas fueron muy amables conmigo cuando abrí la puerta y fui a
su encuentro. Estoy muy agradecida a estos periodistas por el respeto y la bondad que
me dispensaron.
A pesar de esto, ¿vio cómo se presentó a los fieles desde la logia de la Basílica de
San Pedro? ¿Qué efecto ha tenido en usted? ¿Había algo diferente en él?

Por supuesto que lo vi cuando pisó el balcón y era el mismo de siempre, el mismo
Jorge. Pero tuve poco tiempo para reflexionar sobre estas cosas, porque tan pronto como
se pronunció su nombre, nuestra casa fue invadida como por un enjambre de abejas, el
teléfono sonaba constantemente y todos llamaban en la puerta: reinaba el caos total…
Cuando, finalmente, tuve la oportunidad de pararme a pensar, a mirar las imágenes, tuve
la impresión de que estaba muy feliz en ese momento. Parecía como si el Espíritu Santo
estuviera realmente con él. También creo que estaba feliz como nunca antes. Ya estaba
cerca de la gente aquí, en Argentina, pero ahora parece estar aún más cerca de ellos,
tiene más oportunidades de expresar sus sentimientos y creo que el Espíritu Santo lo está
ayudando. Me hace muy feliz ver cómo mi hermano se ha adaptado a este nuevo rol.

Pero su trabajo también es una pesada carga...

Por supuesto, es verdad. Pero creo que está contento con esta responsabilidad que se
le ha confiado, a pesar de que es claramente consciente de cuán grande y pesada es.

Después de la elección, ¿cuándo habló con su hermano por primera vez?

Él me llamó inmediatamente después y ambos nos conmovimos. Es difícil explicar


lo que experimenté en ese momento.
¿Qué le dijo él?

Hablamos normalmente como un hermano y una hermana suelen hacerlo: ¿Cómo


estás? Repetí la pregunta varias veces y él no hacía nada más que decir: ¿Cómo podría
no llamarte? Y yo: ¡Cómo me gustaría abrazarte ahora mismo! Y él respondió: Créeme,
¡ya lo estás haciendo!

¿Parecía abrumado por la conmoción?

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Me ha dado la misma impresión de siempre. Parecía nervioso y emocionado al
mismo tiempo. ¡Francisco es siempre y, de todos modos, mi hermano Jorge!

¿Se han comunicado frecuentemente, desde ese momento?

Desde entonces me ha llamado muchas veces. Y siempre hemos hablado como


hermanos. ¡Llamadas normales, como siempre! Me preguntaba, por ejemplo, qué estaba
cocinando. Pero claramente tiene mucho que hacer. Me encantaría escuchar a mi
hermano con más frecuencia, pero desafortunadamente no es posible ahora. Ahora, me
llama cada vez que tiene la oportunidad. Siempre es él quien llama. No tengo idea de
cómo poder contactarlo y, a decir verdad, ni siquiera quiero saberlo, porque no quiero
molestarlo.

¿También le habla de sus deberes como Papa o de sus planes futuros para la
Iglesia?

No, sólo hablamos de asuntos familiares, nunca de su trabajo o de sus proyectos.


¿Le ha contado lo que le dijo el Papa Benedicto XVI cuando se saludaron, antes
del cónclave?

Sí, lo hizo. Él siempre fue muy leal. Por esto tomó un vuelo a Roma el 26 de febrero,
para estar presente en la renuncia del ministerio. Luego, cuando los cardenales se
alinearon frente al Papa que renunciaba, Benedicto XVI le dijo a Jorge: “Me debes
obediencia. Si eres elegido, deberás aceptar”.

¿Tiene la impresión de haber perdido a su hermano, ahora que está totalmente


absorto en su tarea como Papa?

En realidad, es como si tuviera millones de hermanos y hermanas más. ¡Ahora sólo


tengo que entender cómo lograr compartir a mi hermano con todos estos nuevos
miembros de la familia! No lo veíamos ya cuando era arzobispo de Buenos Aires.
Créame, incluso entonces nunca logró visitarnos aquí, en Ituzaingó. Pero nos
llamábamos a menudo y hablábamos mucho.

Cuando la llama, hoy, ¿cómo se dirige a él? ¿Lo llama “Jorge” o “Santo
Padre”?

¡Lo llamo Jorge, naturalmente! ¡Cuando sé que mi hermano tiene que llamarme, me
dirijo a él como “Jorge”! Algún día tal vez me acostumbraré a llamarlo “Francisco”,
¡pero para mí es simplemente Jorge!

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Usted no fue a Roma para la inauguración de su pontificado. ¿Cuándo planea
visitarlo?
No lo sé todavía. Quizás en el verano. Quizás esperaré a que venga a Argentina.
Incluso tengo algo de miedo.

¿Por qué?

Porque imagino que los periodistas pensarán que él querrá venir a visitarnos y luego
encontraremos un ejército acampado afuera de la puerta de casa. Aunque ciertamente no
vendría aquí. Porque si viniese a Argentina, se trataría de una visita pastoral y no unas
vacaciones o una oportunidad para visitar a su familia. Naturalmente iría a verlo donde
estuviera y él tendría que darme esos dos minutos que merezco. Todo lo que quiero son
dos minutos para poderlo abrazar. No espero nada más de él.

Hay muchas inconsistencias en los libros sobre su familia. A veces se dice que su
padre era ferroviario, en otra ocasión se lo describe como contable de una
compañía ferroviaria. Otras veces se dice que su familia se mudó a la Argentina
para escapar de la pobreza, otras a causa de los fascistas. En resumen, ¿cuál es la
verdad?

¡Increíble en qué medida se dispara la imaginación de la gente! (ríe, ndr). Nuestro


padre nunca ha trabajado para ninguna compañía ferroviaria, a pesar de que era contable.
Nuestra familia se fue de Italia por culpa de Mussolini. Nuestra abuela era simplemente
divina, ¡era un verdadero tesoro! Después de la Santa Misa o el rezo del Rosario, subía
sobre la verja de la iglesia y comenzaba a tronar contra Mussolini. ¡Es por eso que los
carabinieri tomaron el hábito de sentarse en la iglesia con la ametralladora en su puño
(ríe, ndr)! Nuestra abuela era una mujer valiente y muy osada. En un momento, nuestros
abuelos no pudieron hacer otra cosa que abandonar Italia o Mussolini los habría metido
en la cárcel. En ese momento vivían en Turín. Papá trabajaba como contable para un
banco de Turín, mientras mis abuelos eran dueños de la mejor pastelería de la ciudad.
Durante el día gestionaban un café que se convertía en un elegante bar por la noche;
bastaba reemplazar los manteles y mover algunas mesas y sillas, y servir algunas
bebidas. Las cosas fueron realmente buenas a nivel económico, a pesar de que estaban
forzados a trabajar muy duro.

También se dice que su abuela, cuando se mudó a Buenos Aires, tuvo que coser
dentro de su abrigo todo el dinero que tenía...

Sí, es cierto, tuvo que esconder todo el dinero allí. Luego, en Argentina, vivieron
primero en Entre Ríos (Paraná), donde los hermanos de mi abuelo dirigían una fábrica de
yeso que estaba funcionando muy bien. La casa en la que vivían era conocida en toda la
ciudad como el “Palacio Bergoglio”, ya que era lujosa. Consistía en cuatro pisos y tenía

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una cúpula de hierro forjado estilo Liberty. Era la única casa privada de la ciudad que
tenía un ascensor dentro. Luego vino la crisis económica mundial y la industria quebró.
La familia permaneció en Entre Ríos, hasta que se saldaron todas las deudas, entonces se
dispersaron por todo el país: mi tío abuelo Eugenio se instaló en Córdoba, mi tío abuelo
Albino en Azul, mientras que nuestros abuelos con mi padre se dirigieron Buenos Aires
donde comenzaron con una tienda de alimentos. A mi padre realmente le hubiera
gustado de verdad volver a trabajar como contable en un banco, pero sus títulos
estudiantiles no fueron reconocidos en Argentina, de hecho, tendría que haber vuelto a
comenzar sus estudios. Y ciertamente, no le interesaba. Por esta razón, decidió trabajar
en la tienda de alimentos de nuestros abuelos, para llevar las cuentas y entregar los
pedidos a los clientes en bicicleta. Al otro lado de la calle había una tienda de pinturas,
que finalmente lo contrató como contable, aunque no podía rubricar los libros.

¡Cuénteme sobre su madre!

Mi madre era de Argentina, hija de un italiano y una argentina, originaria de Génova.


Nuestros padres se conocieron en la iglesia, después de la misa dominical en la Basílica
de San Carlos Borromeo y María Auxiliadora.

...que, entre otras cosas, son venerados como el gran santo y la santa patrona de
Turín...

Sí, es verdad y, siempre allí, se casaron y todos fuimos bautizados, incluido Jorge
Mario (Francisco).

¡Descríbame su carácter!

Nuestra madre estaba dotada de un carácter fuerte, determinado, y lo necesitaba para


poder criar a cinco hijos. Por supuesto, mi padre también cuidó nuestra educación, pero
tenía que trabajar. Mi madre se hacía cargo de la casa. Y nos mostraba su amor, a través
de las cosas que hacía por nosotros. Era ilimitada. Mamá hacía de todo por nosotros y
siempre lograba estar alegre.

También se dice que ella era una gran apasionada de la música...


Oh sí, amaba la ópera. Madame Butterfly era su favorita, aunque apreciaba a todos
los demás compositores de música clásica, que representaban parte de su vida. Nuestros
padres a menudo iban con mis hermanos mayores al Teatro Colón, el Teatro de la Ópera
de Buenos Aires.

¿Sus padres también sabían cómo ser severos? ¿O fueron más bien tolerantes?

Ninguna de las dos cosas. Mamá y papá preferían darnos un buen ejemplo, no nos

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daban discursos preparados para la mesa, decían cosas simples, para que pudiéramos
captar de inmediato lo que querían decir. Y sus palabras siempre se referían a ejemplos
muy concretos. Mis padres siempre han sido afectuosos y abiertos conmigo. Visitaban a
otras parejas casadas y a familias, y dejaban el hogar siempre abierto para todos.
Además, eran activos en nuestra parroquia, incluso diría muy activos. La casa era
nuestra, de los niños, no teníamos que salir a divertirnos, y los fines de semana a menudo
nos reuníamos con nuestros parientes. Nuestro padre era un verdadero hombre de hogar,
pero no nos consentía, sino que, por el contrario, también sabía cómo ser estricto. No
teníamos todas las cosas materiales que queríamos, sólo pocas, pero seguras, y no nos
faltaba nada. Nuestro padre era un hombre muy religioso y siempre rezaba con nosotros
el Rosario, nada menos que todos los días. A nuestra madre siempre le decía: “El día que
mueras, entraré en un monasterio y seré monje”.

Su hermano todavía nombra a su abuela hoy. Debe haberla amado muchísimo...


Oh sí, eso es así. Probablemente fue ella quien más influyó en la religiosidad de
Jorge Mario, al haber jugado un papel importante en su vocación: su querida abuela. Era
una mujer valiente y profundamente religiosa, guardo muy buenos recuerdos de ella.

¿Cuáles son sus primeros recuerdos relacionados con su hermano?

Jorge Mario fue y es mi hermano y mi mejor amigo. Él es doce años mayor que yo y,
por lo tanto, mis primeros recuerdos vinculados a él datan de una época en la que él era
ya casi un adulto. Siempre era divertido y me apoyó mucho, como corresponde a un
hermano mayor. Cuando yo tenía ocho años, se fue de casa para ingresar en el seminario,
pero siempre permanecimos en contacto. Nos escribíamos cartas, nos llamábamos el uno
al otro. Tuvimos una especie de relación a distancia, siempre estaba presente en mi vida,
incluso si estábamos lejos y continuará siendo así, también ahora.

¿Cómo era su hermano cuando era un muchacho? ¿Qué hobby tenía?

Leía con placer y amaba el fútbol, que era su mayor pasión. Siempre jugaba en la
pequeña plaza Herminia Brumana en la esquina de nuestra casa, en la calle Membrillar.
Amaba la música clásica, como todos nosotros, pero era un joven muy normal y con
muchos amigos. En su juventud, escuchaba la música típica de aquellos años, iba a
fiestas con sus amigos y tenía debilidad por el baile.
¿Es verdad la historia contada por Amalia Damonte, según la cual su hermano
se había enamorado perdidamente de ella a la edad de doce años, al punto de
pedirle su mano, pero su padre se había claramente negado?

¡Pero, basta ya! Honestamente, no tengo nada en contra de esta persona, pero qué
cosas está diciendo... en aquellos tiempos, las niñas de 12 años jugaban con muñecas y
los chavales con canicas. Los niños no se habían enamorado, no había nada. ¡Esta mujer

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dice cosas falsas!

Más tarde, sin embargo, conoció a una chica que el Papa Francisco menciona en
su entrevista-biografía. El nuevo Papa relata: “Frecuentaba un grupo de amigos
con los que iba a bailar”.

Pero nunca habló de eso en casa, ni siquiera nos dijo nunca dónde vivía esta chica.

¿Cómo se enteraron ustedes de su vocación?

Después de la escuela secundaria, le dijo a nuestra madre que quería ser doctor.
Mamá estaba claramente feliz y le dijo: “Entonces te libero una pequeña habitación en el
primer piso, para que puedas estudiar con toda tranquilidad”. Un día entró en la
habitación para hacer la limpieza y sólo encontró libros de filosofía, teología y latín, y
entonces lo obligó a dar inmediatamente explicaciones. “Jorge, ¿por qué me has
mentido”. Y él: “Mamá, no te he mentido –respondió imperturbable–, querría estudiar
Medicina para las almas”. Nuestro padre estaba muy feliz con esta decisión. Siempre
había deseado tener sacerdotes y monjas en la casa. Pero mamá no estaba de acuerdo e
inmediatamente trató de disuadirlo. Su problema no era tanto la vocación en sí misma,
sino la idea de que se iría de casa, alejándose de su familia. Simplemente no quería que
se fuera. Sin embargo, él quería a toda costa ingresar en los Jesuitas y soñaba con ser
misionero en Asia.

Y usted, ¿cómo lo tomó?

Yo era una niña y no tenía ninguna opinión al respecto. Sólo sabía esto: que Jorge ya
no viviría con nosotros, que se iría lejos y que, como quería ser sacerdote, teníamos que
rezar mucho por él.

Sin embargo, más tarde enfermó gravemente debido a una pulmonía...

En ese momento ya estaba en el seminario. Pero aún recuerdo el grave peligro que
corrió y cómo todos estábamos ansiosos por él, porque estaba a punto de morir. Los
médicos descubrieron tres quistes en el pulmón derecho y se vieron obligados a operarlo
para extirpar la mitad superior del pulmón. Se había recuperado rápidamente, pero ya no
podía partir para ser misionero, sus superiores no le permitían por su salud enfermiza.

¿Estaba políticamente comprometido? Recordemos que eran los tiempos de


Perón...

Sí, se identificaba en el peronismo, al menos en su primera fase, porque las piedras


angulares de este movimiento descansaban en la Doctrina social de la Iglesia. Sin

19
embargo, no era ni de derechas ni de izquierdas, siempre estuvo interesado en la
proclamación del Evangelio.

Tras la muerte de Perón y la deposición de su segunda esposa, Isabel, el poder


en Argentina fue conquistado por los militares. En ese momento su hermano, de
casi treinta años, ya era provincial de los Jesuitas. Y alguien le echó en cara que
había hecho acuerdos secretos con la Junta militar...
¿Pero realmente usted cree que eso fuese posible? Esto significaba que había
olvidado por completo el ejemplo que nuestra abuela nos había testimoniado con sus
elecciones en la vida. Ella había escapado de los fascistas. ¿Qué acuerdos debería haber
hecho con un dictador? ¡Nunca! ¡Hubiera sido como traicionar a su querida abuela!

Luego continuó sus estudios y, entre otras cosas, fue a Alemania para hacer un
doctorado. ¿Alguna vez le ha contado algo sobre Alemania?

No mucho, para ser honesta. Amaba a Alemania, pero nunca nos contó sobre los
lugares que visitaba.

Cuando regresó a Argentina nuevamente, usted ya había formado una familia.


¿Cómo se comportaba Jorge con sus hijos, como hermano mayor y tío?

A menudo contaba chistes y hacía muchas bromas. Lo que más amaba era jugar con
mi hijo Jorge. Una vez que mojó su chupete en un vaso de whisky y de inmediato lo
puso en la boca. No es necesario que le diga cómo mi hijo enloqueció de alegría, como
se puede imaginar fácilmente (ríe, ndr).

¿Venía a verles a menudo?

No, en realidad Jorge Mario no venía nunca a visitar a sus hermanos y hermanas,
nunca estaba aquí con nosotros. Pero él es una persona que ama mucho a la familia, sabe
cómo ser muy ocurrente, ama la compañía, no te deja de por vida.

¿Lo ha seguido alguna vez en alguno de sus viajes?

Sí, en 1998, cuando recibió el palio como arzobispo de Buenos Aires, me llevó con
él a Italia. En esa ocasión visitamos Portacomaro, el pueblo de origen de nuestros
abuelos, antes de que se mudaran a Turín. El área era espléndida y caminamos juntos en
las colinas circundantes. Fue muy conmovedor ver la casa donde nació mi padre, el
jardín en el que jugaba de niño, la bodega en la que nuestro tío producía vino. Estábamos
tan emocionados.

¿Y qué impresiones le dejó Roma?

20
Quedé fascinada. Todavía guardo un vivo recuerdo de las ruinas de la antigua Roma
y de cuando oré en la tumba de San Pedro. Luego fuimos a Asís por un día y fue un
shock para mí. Poco antes, en septiembre de 1997, la ciudad había sido destruida por el
terremoto y sentí, incluso en medio de las ruinas, los signos de la presencia de Dios. ¡Él
estaba allí! Asís fue destruida, sin embargo, los lugares donde san Francisco había
dejado una huella de sí mismo habían permanecido casi indemnes. Entonces me vino a la
mente una pregunta: ¿qué significa todo esto? La Basílica de Santa Clara había sido
gravemente dañada, pero el cuerpo de esta gran santa estaba intacto, estaba allí como si
estuviera durmiendo. Quedé profundamente afectada por esto y mi fe salió fortificada.
Al día siguiente estaba prevista una visita al Vaticano, pero no fui porque mis emociones
todavía eran demasiado fuertes. Esas huellas de la presencia de Dios en Asís se habían
fijado para siempre en mi mente y en mi corazón.

¿Le entusiasmó Asís más que Roma?

Honestamente, sí, y si me pregunta, respondo que prefiero una iglesia como la de


Asís. Después de las emociones que había vivido en Asís, donde la presencia de Dios era
evidente, no podía poner un pie en el Vaticano simplemente porque no lo consideraba
más importante que Asís. Admiro las obras de arte conservadas en el Vaticano, el rico
patrimonio cultural, pero prefiero la iglesia de Asís.

¿Cómo piensa su hermano cambiar la Iglesia de Roma?

Muchas cosas cambiarán. Somos testigos de noticias continuas, como el hecho de


que no eligió el Palacio Apostólico como su residencia. Jorge me confesó que su sueño
es una Iglesia para los pobres. Éste es el objetivo que quiere procurar: una Iglesia libre
de riquezas y privilegios, con los pastores que tienen “el olor de las ovejas”, que no se
aíslan, que no se sienten superiores a los fieles o evitan cualquier contacto con ellos,
pastores que viven entre las personas y al servicio de las personas. Jorge, con sus gestos,
está introduciendo cambios importantes en la Iglesia. Por esta razón, se negó a usar los
zapatos rojos que, para él, representan el símbolo de la monarquía; ¡el Papa es el Siervo
de los siervos de Dios! Tomará algún tiempo darle a la Iglesia una nueva cara, porque
lleva un proceso lento. Creo que habrá cambios en la curia romana, muchos cardenales
están reaccionando a sus acciones con un espíritu de emulación. Jorge se comunica a
través de su ejemplo, no sólo con palabras.

¡En Europa ha suscitado mucho entusiasmo!

Estoy muy contenta con la acogida que ha tenido en Europa. Él representa una
revolución para Europa y para el mundo. Quien quiera ser el artífice de un cambio,
primero debe cambiar él mismo. Esto sucede en la vida cotidiana. Necesitamos confiar

21
en la misericordia de Dios, porque detrás de lo que Jorge hace como Papa está Jesús. No
podemos nunca perder de vista a Jesús.

¿Logrará imponerse?

No tengo ninguna duda. Tiene un carácter fuerte, de hecho, diría muy fuerte, cree
firmemente en las cosas de las que está convencido, nadie será capaz de disuadirlo. Jorge
no puede hacer concesiones cuando está convencido de algo. ¡Será un buen Papa, porque
tiene lo que se necesita!

¿Hasta qué punto Jorge Mario Bergoglio podrá ser entonces Papa Francisco?
¿Será capaz de aguantar?

Francisco continúa siendo Jorge y lleva el Evangelio en su corazón, esto lo ayudará a


ser un buen Papa. Tenemos que rezar por él.
Cuando él reza por él, ¿qué pide, en particular?

Invoco al Espíritu Santo para mi hermano Jorge, para nuestro Papa Francisco. Rezo
para que el Espíritu Santo le dé consuelo y fortaleza y, sobre todo, que la llama del
Espíritu que lleva en su corazón nunca se extinga.

¡Gracias, María Elena!

22
Entrevista a CHARLES MAUNG BO, S.D.B 1

VALORAR Y ANIMAR
LAS PERIFERIAS

Muchos se han sorprendido cuando Francisco ha decidido crear cardenal al


arzobispo de Rangún en Myanmar. ¿Es usted de la misma opinión?

Francisco ha sorprendido a todos, más allá de todas las expectativas. Myanmar es


conocido por su larga y dura lucha por la democracia, especialmente por el icono de esta
lucha –la activista política Aung San Kyi–, que es muy conocida en el mundo. No me he
sorprendido del todo por su elección, si pienso que tiene siempre una predilección por
las periferias. Francisco es un hombre que hace lo que predica. Probablemente, en esa
circunstancia, se ha acordado de la minúscula población católica de Myanmar (unos
700.000 fieles). Esto es también una manera de valorar y animar las periferias.

Otro gesto sorprendente, con ocasión del Consistorio, ha sido recomendar a los
nuevos cardenales celebraciones sobrias, sin despilfarro de dinero. ¿Cómo
deberíamos interpretar este gesto?

Pienso en el hecho que el Papa insiste mucho en el concepto «el poder es servicio»,
el poder no es pompa ni gloria. Simplemente, Francisco, con el ejemplo de su vida y de
su misión, está tratando de remodelar la Iglesia como «Iglesia pobre y para los pobres».
Antes, la Iglesia se confrontaba en potencia y gloria con todo el mundo. Hoy, al
contrario, no es para nada sorprendente que el Papa viva con sencillez y nos recomiende
evitar toda ostentación de poder.

Por casualidad, ¿se conocían ya antes de su elección al solio de Pedro?

No, no había tenido este privilegio. Solamente puedo decir que he conocido y
frecuentado algunos jesuitas en Myanmar y en el East Asian Pastoral Institute (centro de
formación fundado en Manila por algunos padres jesuitas, ndr).

En los últimos cincuenta o sesenta años, la figura del Papa ha cambiado mucho
en el imaginario colectivo. Francisco está contribuyendo a este cambio. Algunos
observadores hablan polémicamente de “desacralización” de la figura del Papa.
¿Qué piensa usted?

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Justamente, usted dice “algunos”, dado que la gran mayoría aprecia cómo Francisco
interpreta el papel de Papa. En los últimos cincuenta años, millones de hombres y de
mujeres han abandonado la Iglesia e incluso la fe, los países europeos están
profundamente secularizados. Pero si se considera cómo Francisco ha sido acogido por
todos, ricos y pobres, si se considera el interés suscitado por sus Evangelii Gaudium y
Laudato Si’, entonces es evidente cómo está preparando una hermosa casa acogedora,
donde uno puede descansar, una casa abierta a todos los que tantean en la oscuridad a la
búsqueda de sentido. La Iglesia ha comenzado con el hijo de un carpintero, que tuvo
como discípulos a pescadores y recaudadores de impuestos. Han sido personas humildes,
sin gloria ni poder, que vivían al margen de la sociedad, quienes han fundado la Iglesia;
después, por motivos históricos, la Iglesia en Europa se ha constituido como un poder
temporal. La acogida que todos han reservado al Papa Bergoglio demuestra que el
mundo quiere una Iglesia sencilla, una Iglesia en diálogo, una Iglesia que cambie su
estilo. Creo que el Papa ha comprendido muy bien todo esto.

Francisco, el primer Papa de las Américas, ha centrado mucha atención a las


“periferias”. ¿Por qué es importante este mensaje?

Es muy sencillo. Ya en la Biblia está presente un poco por todas partes una atención
particular por las “periferias” humanas, a partir del Libro del Éxodo, cuando Yahveh
habla con Moisés usando palabras increíbles: «Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de
Abraham… Bien vista tengo la aflicción de mi pueblo en Egipto… conozco sus
sufrimientos» (cfr. Ex 3, 6-8). Se puede decir que toda la Biblia es coherente con este
mensaje de predilección por los últimos. Jesús es el Buen Pastor que va en busca de la
oveja perdida. El Hijo del hombre no ha venido a servir a los sanos, sino a los enfermos.
La Iglesia de los orígenes era un testimonio contrario a aquel mundo grecorromano que
se fundamentaba en lógicas de poder. Después, lentamente, la Iglesia se ha dejado
arrastrar por aquellas lógicas de poder y de riqueza, propias del mundo. Ahora Francisco
busca conducir a la Iglesia al carisma original.

¿Myanmar es una periferia de la Iglesia?

Myanmar no es periferia, ¡es la periferia de las periferias! Sesenta años de dictadura


inhumana, un país cerrado durante décadas a contactos con el resto del mundo moderno,
miles de refugiados huidos al extranjero, millones de trabajadores obligados a emigrar.
¡Para la Iglesia católica el golpe ha sido casi fatal! Los misioneros extranjeros
expulsados en una noche, todas las propiedades como escuelas u hospitales
nacionalizados. El régimen pensaba que nos había matado, ¡pero nosotros nos negamos a
morir! El mundo nos había olvidado, ¡no éramos sólo una periferia! Víctimas de una
amnesia general, ¡pero la madre Iglesia nunca se ha olvidado de nosotros! Myanmar ha
estado siempre en el centro de las preocupaciones de muchos Papas. Contra la

24
persecución realizada por el régimen, el pequeño rebaño católico se quedó solo,
defendiéndose. En verdad hemos sido la periferia de las periferias, pero en el centro de la
atención de Dios y de su Iglesia.

La atención de Francisco en particular por los países periféricos, ¿qué impacto


ha tenido en Asia? ¿Cómo ha influenciado al pueblo birmano?

Nuestra gente siempre ha amado al Papa, pero lo que concretamente ha hecho


Francisco por la gente obligada durante tanto tiempo a caminar en la oscuridad de la
desesperación, ha sido para nosotros un gran alivio y un gran honor. Cada católico
birmano ha sentido la cercanía del Papa y de la Iglesia universal. Estamos orgullosos de
que el Papa haya mostrado a la atención de la opinión pública mundial la situación de la
Iglesia birmana. Muchos birmanos han querido venir al consistorio en el que he sido
creado cardenal, para participar conmigo de esta alegría. El gobierno birmano se ha
quedado sorprendido, pero probablemente también satisfecho –creo yo– de que con
ocasión del Consistorio el país haya estado en el centro de la atención mundial. Birmania
es un país de tradición budista, pero tanto el gobierno como los monjes budistas han
enviado mensajes de aprecio. Hemos iniciado un trabajo en favor de la paz, con una
particular atención interreligiosa a los problemas sociales.

Los mensajes de Francisco sobre la guerra –la famosa «tercera guerra mundial
a trozos»–, sobre las tragedias de los emigrantes y sobre la defensa del ambiente,
reciben cada vez más atención. ¿Cuál es el secreto de los mensajes que Francisco
lanza y del gran impacto que tienen sobre la opinión pública mundial, como si su
voz fuera la de la conciencia de la humanidad por encima de cualquier límite y
frontera?

Iglesia “católica” significa universalmente presente. El Concilio Vaticano II ha


ampliado los horizontes de la Iglesia afirmando que las alegrías, esperanzas, tristezas y
angustias de los hombres de nuestro tiempo son las mismas de los discípulos de Cristo.
El Papa habla un lenguaje universal que refleja las aspiraciones de todo hombre,
cualquiera que sea su bagaje cultural y social. Así, la voz de Francisco llega a todas las
personas, es maestro de la comunicación, tanto por el contenido de sus mensajes como
por el método que usa. La enseñanza de la Iglesia es pública, pero a menudo su lenguaje
es accesible a pocos, a quienes tienen una cierta instrucción. Francisco proviene de los
slums2 , sabe hablar la lengua del mundo. Siento que en su manera de hablar se reflejan
verdaderamente los dolores, las angustias, las esperanzas de los hombres y de las
mujeres de hoy, especialmente de los más pobres.

Como primer pontífice sudamericano, Francisco ha abierto una puerta. La


acogida favorable que ha encontrado, ¿puede hacer pensar en la posibilidad de que
se abra también la puerta a un Papa de Asia?

25
Es demasiado pronto para hacer conjeturas y, por otra parte, no tiene importancia el
continente al que pertenezca el Papa y a cuántas personas de su continente represente. La
Iglesia crece gracias a sus carismas, ¡y nosotros creemos fuertemente en el Espíritu
Santo! En una Iglesia universal, quienquiera que da testimonio del mensaje de Cristo es
bienvenido. En Asia hay hombres de Iglesia carismáticos, pero el Papa podría venir
también de África. Sin embargo, la Iglesia católica crecerá sólo si mantiene su
perspectiva universal. Cualquiera que sepa seguir este modus operandi será bien
aceptado.

Asia es el único continente donde el cristianismo no ha conocido una difusión


significativa, al menos por las conversiones, y es también el continente donde los
cristianos sufren las persecuciones más violentas. Ciertamente, las razones son
complejas, pero, ¿podría explicar brevemente por qué es tan difícil para el
cristianismo entrar en diálogo con el “espíritu” asiático? Y, ¿por qué a menudo
recibe un tratamiento tan hostil?

Asia es un conjunto de grandes tradiciones religiosas que se remontan a antes de la


época cristiana, el hinduismo es como un océano en el que se pierde cualquier nueva
corriente espiritual. En Oriente está presente una cultura fuerte basada en una visión del
mundo absolutamente diferente de la occidental. El budismo no concibe un dios, ni cree
que se pueda cambiar de religión. El cristianismo ha llegado con los colonizadores. En
algunos países, la conversión al cristianismo significa abandonar la cultura tradicional y
la comunidad de pertenencia. La mayor parte de las religiones orientales pone el acento
en un esfuerzo personal para conseguir la salvación, en la contemplación, en el silencio.
En muchos lugares, el cristianismo ha sido introducido poniendo el acento en la
enseñanza de los dogmas; las religiones orientales, al contrario, enfatizan la experiencia
personal y la autobúsqueda. En síntesis, el cristianismo utiliza un lenguaje diferente.
Recientemente, se ha iniciado un importante trabajo para el diálogo interreligioso con
una atención particular a los problemas sociales.

Mucho se ha dicho de la sencillez y sobriedad de Francisco, hablando, por


ejemplo, del coche que usa (el Ford Focus) o del hecho de que vive en la Casa de
Santa Marta. Francisco evita que se le identifique como hombre de poder, como los
Papas del pasado que estaban rodeados por la “corte pontificia”. El mundo ha
acogido favorablemente esta novedad, pero parece que esto ha traído un poco de
confusión. ¿Es así?
Puedo hablar sólo en lo que concierne a Myanmar… pero pienso que la gente es feliz
de tener un Papa sencillo que sonríe, que abraza a los pobres y a los enfermos, incluso a
aquellos desfigurados por la enfermedad, que habla directamente a su corazón.
Probablemente, los países ricos están preocupados por las ideas que el Papa tiene sobre
la economía de mercado o por sus advertencias, por ejemplo, sobre el ambiente. Al

26
contrario, en Oriente sólo hay alegría por las ideas del Papa Francisco sobre la justicia, la
economía y el desarrollo. Personalmente no percibo ninguna confusión, sí, quizás, una
mayor claridad sobre la misión de la Iglesia, es decir, la de estar al lado de los
marginados.

La prensa ha acogido al Papa Francisco con clamor; y muchos gestos y muchas


palabras del Papa han parecido nuevos y sorprendentes. ¿En qué ocasión Francisco
le ha sorprendido?

¡Ah! ¡Muchas veces! Pero, para contar una, cuando ha lavado los pies el Jueves
Santo a una mujer musulmana, abatiendo dos grandes muros: el primero, la percepción
que Occidente tiene del islam; el segundo, una atención particular a la acogida de la
mujer. Obviamente, la novedad no ha sido aceptada de buena gana por quien piensa que
arrodillarse ante un musulmán, más aún una mujer, significa rebajar la grandeza del
papado. Pero así olvidamos que Jesús fue el primero en arrodillarse, incluso ante quienes
le traicionaron, ante quien después lo abandonó. Así, Jesús ha enseñado a sus discípulos,
incluso antes de instituir la Eucaristía, a ponerse al servicio de los últimos. ¡La Iglesia
existe para servir! ¡Para Francisco el poder es servicio! ¡Esto es un gran mensaje!
Cuando este año el Papa ha animado a las diócesis a seguir su ejemplo, ¡he sido muy
feliz de ir a la parroquia de un barrio de chabolas a lavar los pies a las mujeres y a los
musulmanes!

Misericordia es la palabra que resume el significado del pontificado de


Francisco. Según usted, ¿por qué el Papa es tan sensible a este tema? Y las culturas
asiáticas, en general, ¿conocen el concepto de misericordia?

En la concepción del Antiguo Testamento «fire and brimstone»3 , parece que nos
hemos olvidado del mensaje central de la misericordia. Pero cuando en el Libro del
Éxodo Moisés recibe las tablas de los 10 mandamientos, Dios se proclama «Dios
misericordioso y clemente, tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad» (Ex 34,6). La
Biblia tiene dos temas principales: piedad y misericordia. Y creo que, en la historia de
nuestra fe, éste es un gran momento porque el Papa centra la atención en estos dos
atributos divinos. Abandonando la concepción de un Dios que atemoriza castigando, se
vuelve a descubrir un Dios pastor, un Dios que va en búsqueda de la oveja descarriada,
un padre que espera la vuelta a casa del hijo pródigo. Éstos son temas bíblicos muy
importantes, por este motivo el año de la misericordia, que apenas ha concluido, ha sido
una gran bendición. La piedad y la misericordia en el budismo son consideradas dos
cosas fundamentales. «Karuna», piedad, y «metta», misericordia, son dos
“mandamientos” esenciales para el budismo, y tienen el mismo significado que se les
atribuye en el Éxodo. Para el budista, la piedad y la misericordia son los dos grandes
dones por los que es necesario orar, son como los ojos de la vida moral.
Para la prensa, Francisco es un personaje muy popular, a quien, no por

27
casualidad, se le dedican muchas atenciones. Pero el Francisco de los periódicos y
de la TV, ¿es el auténtico? ¿Hay algo que los medios de comunicación social
esconden, algo que queda en la sombra, como si los medios no quisieran oír o ver?

No soy un experto de medios de comunicación social, pero noto que el frenesí de los
periodistas por Francisco está disminuyendo, y esto es algo bueno. El Papa es la cabeza
de la Iglesia católica, no es una estrella. De la misma manera que los medios hacen que
una persona sea famosa, también la pueden destruir. El Papa tiene un mandato que
transciende lo que puede interesar a los periódicos, por lo que soy feliz de que la
atención que ha tenido el Papa en el primer momento esté lentamente disminuyendo.

Sus advertencias contra la especulación financiera, la globalización de la


indiferencia, la cultura del descarte, la explotación del planeta, han hecho que se le
acuse de ser un anticapitalista. ¿Qué piensa usted?

Yo pienso sólo en Jesús y en la parábola del pobre Lázaro y el rico Epulón… pienso
en sus palabras: «Es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que el que
un rico entre en el Reino de los Cielos» (Mt 19,24); pienso en el Sermón de la montaña y
en las Bienaventuranzas, «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el
Reino de los Cielos» (Mt 5,3). El orden mundial está construido sobre la injusticia y esto
no es sólo el análisis del Papa. Hay famosos economistas que dicen que el status quo ya
no es sostenible. Los valores distorsionados sobre los que hoy se sustenta el capitalismo
plantean cuestiones inherentes a la supervivencia del género humano. El Papa ha sido
criticado como anticapitalista por algunos ambientes americanos, que tienen intereses en
el mundo de los negocios. Él es un líder moral, habla al mundo entero. El capitalismo
necesita autoreglamentarse si quiere sobrevivir; la crisis financiera del 2008 es el fruto
de algunos principios distorsionados sobre los que se fundamenta. Personalmente opino
que el Papa debe seguir planteando el problema incluso con más fuerza.

Después de dos sínodos sobre la familia, ¿qué ha cambiado en la práctica? De


Amoris Laetitia se han dado muchas interpretaciones. Según usted, si existe, ¿dónde
está la novedad?

Hoy no hay uno, sino dos mundos: el primero es el pobre, perennemente en lucha
por la supervivencia, donde la preocupación más grande es cómo conseguir comida,
cómo instruir a los hijos, cómo salir de la mordaza de la deuda; después está el otro
mundo, donde las preocupaciones no son el hambre y la pobreza, sino las orientaciones
sexuales, los matrimonios entre personas del mismo sexo, etc… Yo creo que Amoris
Laetitia confirma la definición tradicional de matrimonio y subraya su sacralidad.
También en las otras religiones, las mismas comunidades islámicas, son conscientes de
que destruir la familia significa destruir la sociedad. En el magisterio del Papa no es
necesario buscar la novedad, ¡es necesario buscar las semillas de la justicia! Somos

28
víctimas de injusticias de todo tipo y para nosotros es triste, cuando entramos en
contacto con países occidentales, ver cómo el debate público está manipulado y dirigido
por algunos grupos de poder, con una agenda que no es la de los pobres. Para mí, la
pobreza es el fruto de un terrorismo que golpea a los más débiles y a los marginados.
Espero que el Papa continúe defendiendo y protegiendo a los pobres y denunciando las
injusticias de este mundo.

Francisco repite a menudo que la esencia del cristianismo son las obras de
misericordia. Él mismo ha cumplido gestos significativos de solidaridad dando
ejemplo al mundo. ¿Se puede decir que, de esta manera, ha restituido una
“concreción” al concepto cristiano de “dignidad del hombre”?

Sí, naturalmente. Lean por favor el capítulo 2 de la Epístola de Santiago, donde el


apóstol ataca la fe estéril que no conoce las obras. Ser cristiano quiere decir hacer el
bien. Durante demasiado tiempo hemos confundido este mensaje de Jesús con filosofías
y dogmas exóticos. Francisco nos lleva al origen, al “método” de Jesús: «Sed
misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso» (Lc 6,36).

En este comienzo del tercer milenio las religiones han sido un factor muy
importante en la política internacional, en el debate cultural y en la sociedad. Sin
embargo, a menudo se han convertido también en causa de conflicto y de división.
¿Es posible establecer un diálogo entre las diferentes religiones y culturas? En este
sentido, el enfoque de Francisco es muy abierto y lleno de confianza; ¿es ésta una
actitud realista? ¿Qué piensa usted que viene de un país donde el catolicismo es sólo
una pequeña minoría?
Los conflictos se refieren principalmente a las religiones abrahámicas, pero no todo
el mundo está en conflicto por motivos religiosos. De hecho, creo que es necesario
distinguir las razones económicas de las religiosas. Por ejemplo, antes de 1971 no existía
en el mundo islámico la guerra fría; después, la invasión de Afganistán la extendió
también a esos países; se trata de un conflicto no sólo cultural, que ha comenzado sobre
todo por los recursos presentes en aquellos países. La guerra en Iraq no era una guerra de
religión, pero llegó a serlo. Creo que un análisis correcto de los conflictos serviría para
explicar muchas de las razones que originan las guerras. Indonesia es el país musulmán
más poblado, pero en esa parte del mundo no hay conflictos. El Papa tiene confianza y
está lleno de esperanza, porque los conflictos no son solamente una cuestión religiosa,
aunque a muchos extremistas les gustaría que fuera así. El Papa sigue los principios del
Evangelio, no puede predicar el odio.

Francisco ha fomentado el diálogo interreligioso, que representa una cuestión


crucial para Asia, pero esto, desde hace muchos años causa un debate interno en la
Iglesia católica. La cuestión de fondo es si el diálogo interreligioso va o no en
detrimento de la evangelización; en otras palabras, si todas las religiones están en el

29
mismo nivel, ¿por qué es necesario anunciar a Cristo y el Evangelio?

Esto merecería una larga tesis de doctorado. Juan Pablo II afrontó la cuestión en el
documento Ecclesia in Asia. El cristianismo es una religión de evangelización, a todo
cristiano corresponde la tarea de proclamar el Evangelio. Juan Pablo II afirmó también
que el Evangelio es el mismo anuncio. Pero sin la disponibilidad a escuchar al otro,
incluso la buena nueva llega a ser causa de conflictos y contrastes. El cristianismo puede
ofrecer un aporte muy importante a todos. El diálogo presupone humildad y respeto, no
la arrogancia y la presunción del pasado. Ésta es la importancia del diálogo
interreligioso.

1 Cardenal y arzobispo de Rangún, Myanmar.


2 Los slums son los barrios pobres de la periferia de la ciudad, constituidos por casas míseras y
ruinosas.
3 Expresión que se puede traducir como «fuego y llamas», generalmente referida al castigo eterno del
infierno.

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Entrevista a JOSEPH EDWARD KURTZ 1

EL PAPA FRANCISCO:
EL “ARTE DEL ACOMPAÑAMIENTO”

Mi primera curiosidad es preguntarle si ha conocido a Jorge Bergoglio antes de


su elección a pontífice.
No, no conocía al cardenal Jorge Bergoglio, aunque alguien ha dicho que lo
consideraba un santo y una persona muy buena. No he tenido especiales ocasiones para
conocerlo antes de su elección al solio de San Pedro.

¿Tuvo luego algún encuentro del que guarde un recuerdo especial?

Mi primer encuentro con el Papa Francisco fue en octubre de 2013, unos siete meses
después de la elección a pontífice, con ocasión de un viaje a Roma en el que
acompañaba al cardenal Timothy Dolan, entonces presidente de la Conferencia
Episcopal de Estados Unidos (yo era el vicepresidente). La visita se cerró con el
encuentro con el Santo Padre. El Papa me sorprendió por cómo nos recibió, de un modo
sencillo y relajado. Me dijo que le gustaba mi sonrisa. Hablamos con él alrededor de 50
minutos, durante los cuales me quedé maravillado por algo que luego he descubierto que
era uno de sus rasgos distintivos: mirar a la persona lo primero de todo.

La oportunidad de encontrar al Papa y hablar con él de tú a tú sólo está


reservada a unas pocas personas... ¿Cómo es el Papa Francisco lejos de las
cámaras?

Repito lo que he dicho. El Papa Francisco presta mucha atención a la persona que
tiene enfrente, le habla de manera libre y sincera, escucha, hace preguntas, responde
amablemente. La acogida que nos dispensó hizo que me sintiera a gusto, aprecié mucho
ese primer encuentro con el Papa.

El propio Francisco ha contado bromeando que en el Vaticano lo consideran un

31
indisciplinado porque algunas reglas y costumbres no le gustan. Sin embargo, al
mismo tiempo es capaz de dedicar su atención a cualquiera que encuentre. ¿De
dónde viene esta dote del Papa?
Veo al Papa Francisco como a un pastor de almas, que como tal no quiere que los
formalismos y protocolos interfieran en las relaciones humanas. Mi impresión es que el
Papa es como un párroco, accesible para todos, algo que a mí me encanta. No le gustan
los protocolos que crean distancias. ¿De dónde viene esta dote? Me gustaría haber estado
en la casa en la que se crió para entender el origen de su carácter. Yo creo que ha
recibido una influencia positiva de la familia. Por eso es tan importante la familia para el
Papa. Francisco es siempre él mismo, en cualquier ocasión. No hay ningún indicio de
que finja ser alguien que no es. Y, repito, siempre le presta mucha atención a quien tiene
delante.

En los últimos 50 o 60 años, la figura del Papa ha cambiado mucho en el


imaginario colectivo. Francisco está contribuyendo a este cambio. Algunos
observadores hablan en tono polémico de una “desacralización” de la figura del
Papa. ¿Y usted?

Por parte de Francisco yo veo una aportación positiva a este cambio. Desde que iba
al instituto he visto pasar seis Papas, de los cuales he conocido personalmente a los tres
últimos. En ellos he visto su modo peculiar de ser pastores de la Iglesia de Cristo, cada
uno a su manera. El cardenal Jean-Louis Pierre Tauran expresa bien la idea de que cada
Papa es diferente cuando afirma que los fieles iban a Roma para ver a san Juan Pablo II,
escuchar a Benedicto XVI y ahora para tocar a Francisco. Creo que la verdad se muestra
también por medio de la continuidad y la diversidad de los Papas. En 2050 miraremos
hacia atrás y entenderemos mejor el pontificado de Francisco. El Papa Bergoglio ha
capturado la imaginación popular mostrándose como un líder espiritual que sabe estar
cerca de la gente, cuidando de sus almas. Incluso sus sencillas y envolventes homilías
matutinas en Santa Marta –yo soy uno de los muchos que las oye a pesar de la diferencia
de horario– y sus entrevistas muestran su modo de ser, un pastor atento y solícito. En fin,
el suyo es un modo original de ser Papa, un don que la Iglesia ha recibido con alegría.
Veo en Francisco a un hombre que procura vivir como quiere Jesús.
Pero esta desacralización, ¿hasta qué límite puede llegar?

Prefiero pensar en Francisco como un Papa que lleva al solio de San Pedro su modo
de ser pastor y su humanidad, como hicieron todos sus predecesores. Él mismo “explica”
con el ejemplo los cambios que desea para sí y para la Iglesia, comportándose y viviendo
de una cierta manera. Su alojamiento en Santa Marta le permite tener un contacto
frecuente con una comunidad de personas durante la celebración eucarística y otros
momentos del día, como la comida y la cena; la elección del nombre y la del automóvil
con el que se mueve son gestos que subrayan la sencillez que predica. Cada Papa
enriquece la figura del “siervo de los siervos de Dios” con sus dones y sus carismas.

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Como pontífice está al servicio de Cristo y su pueblo, y está claro que Francisco en este
sentido guarda fielmente lo que le ha sido transmitido. Y lo hace poniendo en práctica lo
que Benedicto propuso como “ressourcement”, un regreso a las raíces (francés, ndr). En
este sentido Francisco es un “radical” porque pide a la Iglesia y a sus fieles que vuelvan
a Jesús, a lo esencial del cristianismo, predicándolo a todas las gentes.

Si tuviera que sintetizar en pocas palabras esenciales las enseñanzas de


Francisco, ¿cuáles señalaría?

Creo que, en estos cuatro años en los que Francisco ha guiado a la Iglesia, el aspecto
más significativo del pontificado está siendo el impulso pastoral con el que quiere
acompañar a las personas hacia Cristo. Pienso que nos está diciendo: la teología no
puede ser abstracta, tiene que ser vivida y vivida por personas reales. Muchas veces,
cuando alguien me hace preguntas sobre estos argumentos, le cuento un episodio que me
gusta especialmente: cuando fui ordenado sacerdote, en 1972, el cura que más admiraba
poseía –como Francisco– este “arte del acompañamiento”. Lo he entendido ahora. En su
momento no me di cuenta. Sin embargo, hoy, también gracias al Papa Francisco, he
entendido qué significa acompañar a una persona a encontrar la verdad, a encontrar a
Cristo, siguiendo el camino que Jesús sigue en el Evangelio. Es decir, cuando encontraba
a los hombres y mujeres que necesitaban convertirse, no les decía simplemente “vete y
no peques más”. Primero les tranquilizaba con su amor y el deseo de guiarles para
descubrir la verdad de la fe… Éste es el “arte del acompañamiento”, el don que más
claramente ha demostrado poseer Francisco.

Lo que acaba de afirmar, ¿también vale para el “estilo” del “pastor” Francisco?

Bueno, creo que se trata de lo mismo. También el método pastoral es básicamente el


de dirigirse a personas reales, no de hablar en abstracto, sino de caminar junto a las
personas a lo largo de su vida real. Cada uno merece ser tratado con dignidad y recibir el
amor de Dios. Por tanto, la tarea del obispo de acompañar de verdad a cada hombre en el
camino hacia Jesús exige, come dice el Papa, mucha creatividad para encontrar nuevas
formas de llegar a las personas...

Creatividad, pero siempre fiel a la doctrina de la Iglesia...

¡Por supuesto! ¡Por supuesto!


Como Benedicto XVI y los Papas antes que él. Es el método de Francisco el que
es un poco diferente...

¡Sí! Para que se entienda el método pastoral de Francisco, yo suelo citar una frase de
santa Teresa Benedicta de la Cruz, Edith Stein, mártir en Auschwitz, cuyo 75 aniversario
de la muerte se celebra este año (2017, ndt). Ella decía: “¡No aceptes como verdad nada

33
que carezca de amor! Y no aceptes como amor nada que carezca de verdad”… Éste es el
“método” de la Iglesia: caridad y verdad son una sola cosa en Cristo, ¡no se pueden
separar!

Y basándose en su experiencia de obispo en contacto con la gente, ¿qué rasgo o


qué rasgos de Francisco diría que impresionan más a la gente?

La mayor parte de las personas se sorprenden de su deseo de abandonar las


formalidades más rígidas, centrándose primero en la persona y especialmente en las
personas olvidadas. Éste es el motivo principal por el que la gente le quiere. Un análisis
de su pontificado revela que quiere volver a una visión “radical” de Jesús (deseada
también por Benedicto XVI en los tres volúmenes que ha escrito sobre “Jesús de
Nazaret”), un Jesús que nos llama, nos invita a encontrarlo y a proseguir con Él el
camino. Cristo es el antídoto contra la cultura autorreferencial, “encerrada en sí misma”.
Las personas sienten que el Papa Francisco comprende su soledad y esto contribuye a su
popularidad.

Se habla mucho de su sencilla manera de comunicar... ¿Qué representa para el


mundo este mensaje?
Su modo de comunicar en las homilías de la mañana y las entrevistas informales,
concedidas en varias ocasiones, es un modo relativamente nuevo para nosotros. Creo que
él lo sabe. Por eso ahora en Amoris Laetitia aconseja, sin embargo, que se lea despacio y
con paciencia. Yo creo que quiere retarnos, de manera positiva, con sus palabras. Pero
también desea el diálogo, como ha demostrado el proceso de los dos sínodos.

La prensa ha acogido con mucho clamor muchos gestos y palabras del Papa que
parecen sorprendentes y nuevos. ¿Y usted? ¿Cuándo se ha sentido más sorprendido
por Francisco?

Cuando lo vi descansar en el avión entre Washington DC y Nueva York. Yo iba


sentado detrás de él. Era la primera vez que veía dormir al Papa. Rezó, comió algo y
luego se quedó dormido. En esa ocasión no pude evitar pensar que estaba agotado. Más
tarde, cuando llegamos a Nueva York, vio a toda esa gente esperándole y recobró las
fuerzas. Lo ha dicho él: que como Papa ha recibido de Dios el don de una gran energía.
Esto me ha sorprendido mucho.

Otro hecho que se ha subrayado mucho son sus denuncias, más o menos
enérgicas y explícitas, dirigidas contra la curia romana. A veces da la impresión de
que el Papa no tiene una opinión muy buena de la curia. Por otro lado, fue elegido
Papa después de un período marcado por varios escándalos. ¿Cuál es su opinión al
respecto?

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Muchos observaron, durante la elección del Papa, que uno de los asuntos principales
que había que solucionar era precisamente la reforma de la curia. En una Iglesia cada vez
más global es necesaria una mentalidad que preste atención al servicio, un servicio que
sea capaz de escuchar. Esta necesidad la encuentro también en mi diócesis: se nos pide
una continua renovación a favor de los fieles y las parroquias. Creo que Francisco se ha
tomado muy en serio la necesidad de renovar la curia; esto es evidente, tanto en los
esfuerzos realizados para cambiar la organización económica, como en la atención
prestada a las exigencias pastorales.

La palabra misericordia es la palabra que resume el significado de su


pontificado. Según usted, ¿por qué está tan sensibilizado Francisco con este tema?

El Papa pide una misericordia concreta, no abstracta. Él mismo se define un pecador


y habla de la experiencia de la confesión con el entusiasmo y la sencillez de un
adolescente. Creo que el Papa Francisco ha vivido la experiencia de la misericordia de
Jesús tomando sus parábolas como ejemplo para su vida. Es un hombre con una gran
compasión, que desea hacer a los demás lo que le gustaría que le hicieran a él.

Sin duda, en la vida del Bergoglio sacerdote fue fundamental la experiencia de


confesar a los penitentes, como él mismo suele recordar. ¿Por qué es tan importante
la confesión para un sacerdote?

Además de experimentar en sí mismo el perdón de Dios, saber escuchar los


sufrimientos reales de la gente es esencial para un siervo de Jesús. En el confesionario, la
fe en la presencia de Dios que perdona elimina todas las barreras, y de esta forma
podemos conocer a las personas y sus necesidades mejor que en cualquier otra situación.
Escuchar las confesiones forma al sacerdote en la caridad pastoral.

Y entre los consejos ofrecidos por Francisco a los confesores, ¿hay alguno que
usted sigue en especial?

Cuando una persona se acerca al confesionario, le pido a Jesús que me ayude a verla
como la única que se confesará conmigo ese día. Cuando se acoge al otro, el alma se
siente serena y alegre. La confesión es una dulce cura para mi alma.

El Papa Francisco es un personaje muy popular para la prensa. También la


estadounidense le dedica mucha atención. Pero el Francisco del que habla la
prensa, ¿es el verdadero Francisco, el auténtico?

El Papa Francisco es coherente consigo mismo tanto en privado como en las


ocasiones públicas. Los medios dejan constancia de ello bastante bien. Por supuesto que
luego los medios, por su modo de funcionar, tienden a aislar algunas palabras del

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contexto de un discurso, cuando, en cambio, sería mejor conocer por entero lo que dice
el Papa. Algunas crónicas se centran sólo en lo que para el autor es un enfoque
importante... Así como nosotros, los lectores, a veces sólo leemos el título o una breve
cita… Y, sin embargo, con Francisco siempre hay que tener en cuenta mucho más.

Algunos dicen que Francisco es un populista. ¿Le ha tocado oír alguna vez esta
crítica? ¿Qué le parece?

Creo que el Papa es coherente con lo que nos invita a hacer, es decir, tener la mirada
fija en Jesús más que en nosotros mismos. No creo que el Papa Francisco suavice las
enseñanzas de Jesús y la Iglesia. Una lectura en profundidad de sus encíclicas y sus
exhortaciones es la prueba de lo que estoy diciendo.

Sus advertencias contra la especulación financiera, la globalización salvaje o la


explotación del planeta le han creado también una fama de Papa anticapitalista.
¿Cuánto hay de verdad en esto?

Creo que las advertencias del Papa Francisco sobre estos temas coinciden con lo que
afirmaba san Juan Pablo II a propósito de un mayor compromiso con el bien común.
Como Wojtyla, el Papa Francisco pide la conversión, en especial a los poderosos del
mundo, para conseguir también efectos positivos en los oprimidos y los pobres. Su
experiencia en Sudamérica, como la de san Juan Pablo II en Polonia, hace que sus
palabras sean mucho más vivas y eficaces, sobre todo cuando habla de indiferencia
global y la cultura del descarte.

¿Y por qué, según usted, el magisterio del Papa Francisco sobre los temas de la
familia, el matrimonio y la defensa de la vida no tiene el mismo impacto?

Francisco ha convocado dos sínodos en tres años sobre temas relacionados con la
familia. Con la encíclica Laudato Si’, además, nos ha pedido que seamos conscientes de
la necesidad de cuidar más la creación, introduciendo un nuevo concepto que él llama
ecología integral; es decir, hay que salvaguardar tanto la dignidad humana como el bien
común, representado por todo lo creado. Como decía antes, algunas veces los medios
tienden a condensar un mensaje en un titular de periódico. Pero al hacer esto ofrecen una
comprensión muy limitada de la riqueza del magisterio de Francisco. O a veces cuentan
sólo lo que les interesa a ellos. Por eso los fieles deben acudir a la fuente, estudiar los
documentos completos, o –si se trata de una entrevista– las preguntas a las que responde
el Papa y el contexto deben ser claros.

Después de dos sínodos sobre la familia, ¿qué ha cambiado en concreto? En la


exhortación apostólica Amoris Laetitia hay dos lecturas e interpretaciones muy
diferentes. Según usted, ¿contiene novedades?

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Es pronto para emitir un juicio. Si pensamos en la exhortación apostólica Pastores
Dabo Vobis (1990), de san Juan Pablo II, sobre la renovación de la formación en los
seminarios, dio buenos frutos bastante tiempo después de su promulgación. Creo que
también Amoris Laetitia necesita tiempo para su completa recepción y aplicación; sólo
dentro de unos años se verán los frutos en la renovación de la vida familiar y el
acompañamiento de los que sufren. El Papa Francisco aconseja, para una total
comprensión de Amoris Laetitia, paciencia y una atenta reflexión. Por otro lado, el motu
proprio Mitis iudex Dominus Iesus, aprobado por el Papa, ha producido unos frutos
inmediatos, pues ha retirado los obstáculos que tendían a alargar los procesos de nulidad
del matrimonio. Por ejemplo, en nuestro tribunal de la archidiócesis, sin intervenir en las
enseñanzas doctrinales sobre el matrimonio, las modificaciones procesales han tenido un
efecto importante en los tiempos de la sentencia; tiempos que, por desgracia, se habían
vuelto muy largos a causa de las muchas revisiones que antes se solicitaban, pero que no
cambiaban de hecho la sustancia del juicio.
El Papa Francisco ha subrayado, con palabras enérgicas y gestos significativos,
el gran problema de la inmigración. Suele invitar a construir puentes y no muros.
Según usted, ¿hasta qué punto es justo ser solidarios con los inmigrantes, evitando
que la acogida se vuelva incontrolable para un estado?

Este liderazgo moral de Francisco, que exhorta a mirar a cada emigrante como a un
hombre con su dignidad, está teniendo buenos efectos. No propone modelos para las
políticas migratorias de un determinado país. Sólo está mostrando el sufrimiento de los
inmigrantes al mundo. La Conferencia Episcopal de Estados Unidos ha sido clara a la
hora de defender la necesidad de una reforma de la legislación sobre la inmigración,
atendiendo tanto a la dignidad de la persona como a los derechos soberanos de un estado.
La Iglesia ha asumido un papel clave en la defensa de las familias inmigrantes,
acogiendo sus necesidades y recibiendo sus dones. Creo que el liderazgo de Francisco
tendrá un buen impacto en nuestros esfuerzos por dar un justo tratamiento a las familias
de los inmigrantes.

El tema de la inmigración está relacionado con el de la pobreza. Francisco


siempre repite que lo importante para el cristianismo son las obras de misericordia
corporal... Él mismo ha realizado gestos significativos, tanto en el Vaticano como
durante sus viajes en Italia y por el mundo. ¿Podemos decir que al actuar así le ha
devuelto un poco de sentido concreto al concepto cristiano de dignidad del hombre?

El Papa, como verdadero pastor de almas que es, no se queda en un plano abstracto,
sino que llega a la vida real de las personas, tanto con las palabras y los gestos como con
su vida de ministro de Jesucristo. Y esto es aún más evidente cuando sus obras de
misericordia llegan a quienes emigran en busca de una vida mejor o de un refugio como
perseguidos políticos. La Iglesia, cuando ha dado lo mejor de sí misma, siempre ha

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procurado acoger al extranjero como Jesús ha ordenado.

Las religiones en este comienzo del tercer milenio son un factor muy importante
de la política internacional, el debate cultural y la sociedad. Pero muchas veces
también son causa de conflictos y divisiones. ¿Se puede establecer un diálogo entre
las diferentes religiones y culturas? La visión de Francisco es muy abierta y llena de
confianza, ¿es la suya una actitud realista?

El Papa invita constantemente a que todos se abran al otro, que lo acojan con un
profundo respeto. Esto es aún más necesario cuando el otro tiene unos valores diferentes
a los nuestros. En vez de ignorar las diferencias, Francisco nos pide que pasemos de la
controversia al diálogo, sin dudar nunca de la gracia de Dios que mueve los corazones.
Este diálogo debe estar movido por un profundo deseo de unidad en la verdad y la
caridad, por la que Jesús oró la noche antes de morir, y por un profundo respeto hacia
cada hombre. Es un camino complejo, por supuesto, pero el Papa Francisco cree con
razón que éste es el único camino verdadero.

Se considera a los Estados Unidos uno de los países donde Francisco encuentra
menos apoyo. ¿Es verdad?

No conozco estas estadísticas a las que usted se refiere. Sólo observo que los
sondeos le dan a Francisco un porcentaje alto de apoyo entre todos, especialmente entre
los católicos, algo que cualquier personaje público en Estados Unidos envidiaría. ¡Y esto
lo he notado especialmente durante sus cinco días de viaje en Estados Unidos!

El viaje de Francisco a Estados Unidos, en 2015, fue largo y estuvo lleno de


encuentros y momentos significativos. ¿Qué frutos ha dejado en la Iglesia
estadounidense?

Sin duda es demasiado pronto para hacer un balance de los resultados. Un viaje
papal produce efectos incluso después de mucho tiempo. Las visitas de Francisco a la
Casa Blanca, al Congreso, al Palacio de la Independencia, a las Naciones Unidas y al
Ground Zero han transmitido unos mensajes decisivos sobre los temas del bien común.
Ese viaje ha sentado unas bases importantes para la acción llevada adelante por la
Conferencia Episcopal de Estados Unidos de América, sobre todo en lo que se refiere a
la libertad religiosa y al camino junto a los más vulnerables de la sociedad. Las palabras
con las que el Papa animó en Washington a los obispos estadounidenses y las
pronunciadas en Filadelfia a las familias han dejado una herencia que permanecerá a lo
largo del tiempo. Creo que el Papa volvió a Roma con una impresión muy buena de la
Iglesia estadounidense y el pueblo americano, que es generoso, hospitalario y lleno de fe.

La prensa y la opinión pública consideran a Ratzinger y a Bergoglio dos

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personalidades muy diferentes. En su opinión ¿qué es lo que tienen en común?

Es verdad que las personalidades de Benedicto XVI y Francisco son únicas. Pero yo
también veo muchos rasgos de continuidad. Por ejemplo, la insistencia de Francisco
sobre el anuncio de Jesús y el regreso a las fuentes (ressourcement) encuentra unas
sólidas bases en el magisterio del Papa Benedicto, como se ve leyendo la trilogía de
“Jesús de Nazareth”, escrita por Benedicto no como una encíclica, sino como un libro
accesible a todos sobre Jesús, nuestro Salvador. Cada Papa, con sus rasgos distintivos y
sus dones, nos remiten a Jesús y a la necesidad de convertirnos a él y de servir a los
demás.

Francisco ha dicho varias veces que consideraba la dimisión de su predecesor


como una “puerta abierta”. Pero entonces el papado, ¿podría convertirse en un
“oficio” por tiempo determinado?

Creo que recientemente Francisco ha explicado que no tiene intención de seguir el


paso dado por Benedicto XVI con casi ochenta y seis años (el cuarto Papa más anciano
de la historia). El Papa no es el jefe de una institución cualquiera. Su servicio está
inspirado por el Espíritu Santo. Creo que Francisco estudiará cuál es el modo mejor para
desarrollar su servicio a Cristo y al pueblo de Dios. Pero no creo que la decisión del Papa
Benedicto haya iniciado una nueva praxis en la sucesión de los pontífices.

Francisco es el primer Papa americano de la historia. Todos los estudios


estadísticos dicen que Europa ya no es el centro de gravedad del catolicismo
mundial. ¿Podemos decir que Bergoglio, al ser un Papa americano, ha abierto una
puerta?

No es Francisco el que ha abierto la puerta, sino los cardenales que lo han elegido.
En octubre de 2012 tuve el privilegio de participar, como delegado, en el sínodo sobre la
evangelización. En esa ocasión se vio realmente la naturaleza universal de la Iglesia
católica. También fue muy significativo el hecho de que Benedicto XVI creara seis
nuevos cardenales, que representaban prácticamente a todos los continentes. El Papa
Francisco, cuando nombra a cardenales de todo el mundo, sigue el camino trazado por
Benedicto, reconociendo la riqueza y la diversidad que caracteriza a la Iglesia católica y
proyectando a la Iglesia en una perspectiva que va más allá de Europa.

1 Arzobispo metropolitano de Louisville, expresidente de la Conferencia Episcopal Estadounidense (2013-2016).

39
Entrevista a TIMOTHY DOLAN 1

EL HUMOR Y LA SENCILLEZ
DEL PAPA FRANCISCO
¿Cuándo encontró por primera vez al Papa Francisco? ¿Cuál fue su impresión?
¿Qué sabía de él?

Lo encontré por primera vez cuando empezamos a reunirnos los cardenales después
de la dimisión del Papa Benedicto, durante los diez días de congregaciones y oración
como preparación al cónclave. No lo conocía personalmente, aunque había oído hablar
mucho de él a mi predecesor, el cardenal Edward Egan, en términos muy positivos,
porque había trabajado con él en estrecho contacto en el sínodo de 2001. El cardenal
Egan había sido el relator general del sínodo, y se quedó sumamente impresionado por la
profundidad, la amistad y el deseo del cardenal Bergoglio de ser útil. El cardenal Egan
me había hablado de la pesada carga que gravaba sobre sus hombros, pero que al final
del primer día se le acercó un hombre muy humilde y se presentó como Jorge Bergoglio,
arzobispo de Buenos Aires, y preguntó si podía ayudar de alguna forma. El cardenal
Egan le contestó: “¡Ya lo creo que puede!”, y el cardenal Bergoglio lo ayudó el resto del
sínodo e incluso asumió por completo sus funciones cuando el cardenal Egan volvió a
casa antes de que acabara el sínodo, para participar en los actos conmemorativos del 11
de septiembre en Estados Unidos. Aunque había oído al cardenal Egan hablar mucho de
él, no conocía personalmente al cardenal Bergoglio. Yo era un cardenal relativamente
nuevo en el momento de las congregaciones, así que antes y después de las
congregaciones quería conocer a todos los hermanos cardenales que pudiera. Durante
una pausa, mientras me tomaba un café, sentí que alguien me tocaba en la espalda. Me di
la vuelta, esa persona me estrechó la mano y me dijo: “Me llamo Jorge Bergoglio.
Supongo que usted es Timothy Dolan y quería conocerlo”. Me quedé impresionado por
su manera de presentarse, tan directa, y esta característica suya me ha gustado desde el
principio.

Usted y el Papa Francisco tienen un gran sentido del humor, así que nos
podemos imaginar que habrán compartido momentos memorables entre ustedes
dos. ¿Puede contarnos alguna anécdota?

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Gracias por el cumplido. Dos historias: recuerdo que me tomó el pelo cuando
estábamos preparando su visita pastoral a Nueva York en 2015. Él quería usar un
automóvil corriente, pero le había dicho a su acompañante que se asegurara de que yo
cabía en la parte de atrás del coche que eligiera. Creo que sabía que yo era un hombre
corpulento, que aceptaba las bromas y que a mí también me gustaba bromear, así que me
sentí en seguida a gusto con él. Después, al final de su fructuosa y alegre visita a Nueva
York, cuando estábamos en el helicóptero que lo llevaba al aeropuerto para dirigirse a
Filadelfia, cogió una botella de agua y me preguntó si yo quería una. Le contesté: “Santo
Padre, la verdad es que sí, tengo mucha sed. He bebido poco en las 34 horas en las que
usted ha estado aquí, porque nunca se sabe dónde se puede encontrar un baño”. Se rio y
dijo: “Sé lo que quiere decir. ¿No toma nada?”. Sonreí y admití: “Tomaré un poco de
whisky Jameson”, y él se rio mucho. Unos minutos después, cuando aterrizamos,
mientras se dirigía a la escalera del avión fui el último en estrecharle la mano. Se paró,
me miró y dijo: “Bébase hoy unos sorbitos de Jameson para celebrar una visita tan
estupenda”. Sin duda tienen un gran sentido del humor, como también creo que lo tengo
yo, así que hubo una buena sintonía entre los dos.

Usted es el arzobispo de Nueva York, una enorme metrópolis que reúne varias
razas, nacionalidades, clases sociales, etc. El cardenal Bergoglio ha vivido casi la
misma experiencia en Buenos Aires; en su opinión, en el pontificado y las
enseñanzas de Bergoglio, ¿cómo se nota esta experiencia pasada?

Algunos afirman que el cambio de arzobispo de Buenos Aires a obispo de Roma y


pastor de la Iglesia universal tiene que haber sido muy difícil para él. Desde mi punto de
vista de arzobispo de Nueva York, y por tanto muy parecido al del arzobispo de Buenos
Aires, no creo que lo haya sido en absoluto. Como Nueva York, Buenos Aires es un
microcosmos del mundo. Hay una mezcla de ricos y pobres, hay numerosos grupos
étnicos, diferentes lenguas, diálogos ecuménicos y religiosos; creo que todo esto le habrá
servido al cardenal Bergoglio para tener la destreza, el talento, la experiencia y la finura
que ha demostrado como pastor de la Iglesia universal.

¿Qué aspectos del magisterio del Papa Francisco le gustan más? ¿Y cuáles de su
método pastoral? ¿Puede destacar un par de puntos sobre cada uno?

Como Papa, es el maestro supremo de la Iglesia, transmite fielmente la sustancia de


la fe, y por eso no veo ninguna diferencia a este respecto con sus predecesores. Veo un
método y un estilo que me gustan. Aunque doy gracias a Dios por el método y el estilo
de todos los Papas que he conocido durante mi vida, he observado más de cerca al Papa
san Juan Pablo II y al Papa Benedicto XVI, y creo que su enfoque fue el más apropiado
para ellos y el más útil para la Iglesia. Ahora bien, el Papa Francisco posee unos talentos
que nos hacen falta hoy. Nadie puede dudar de que el Papa Francisco aporta una
extraordinaria sencillez, alegría y realismo que me ayuda mucho en mi trabajo aquí, en

41
Nueva York. Gente de todo tipo me para continuamente por la calle, diciéndome:
“Gracias por el don del Papa Francisco. Lo estimo mucho, me ha animado a centrarme
en mi relación con el Señor”. También los católicos me han dicho varias veces: “He
abandonado la Iglesia, pero este Papa me gusta tanto que estoy pensando en cambiar de
idea”. Estos son los extraordinarios éxitos de su pontificado que me dan la alegría de ser
un pastor, como él.
¿Cómo es el Papa Francisco en privado, lejos de las cámaras y la prensa? ¿Qué
es lo que más le gusta de él como persona?

Bueno, yo creo que él es así como lo vemos. Lo encuentro siempre muy dispuesto,
sencillo y sincero. No intenta causar buena impresión, no siempre quiere tener la palabra
y le gusta mucho hacer preguntas. En las ocasiones en las que he estado con él, siempre
ha hecho muchas preguntas sobre la archidiócesis de Nueva York y sobre la ciudad de
Nueva York. Parecía un hombre en paz consigo mismo, que podía comprender cualquier
cosa, mirando y escuchando. Me parece igual tanto en privado como en público. Me
alegro de que él sea así.

¿De qué manera le ha dado un sentido concreto al concepto de dignidad


humana, sobre todo si pensamos en sus esfuerzos por ayudar a los marginados, es
decir, los pobres, los enfermos, los inmigrantes, las víctimas del tráfico de seres
humanos, etc.?

Su magisterio sobre la dignidad de la persona humana y la sacralidad de la vida


humana está siendo escuchado y es tan eficaz como el de Benedicto XVI y san Juan
Pablo II; el Papa Francisco añade unos ejemplos muy esclarecedores. Hace real el poder
de la presencia. Hace real la eficacia de un símbolo. ¿Con esto qué quiero decir? Le
pongo algunos ejemplos. Va a Lampedusa, visita un refugio de los sintecho, lava los pies
de los jóvenes en un centro de acogida para discapacitados: estos ejemplos son
extraordinariamente eficaces porque nos remiten a la vida de Jesús, que parecía tener un
radar para los que estaban al margen del camino y necesitaban su bendición y su abrazo.
Esto es lo que hace que su enseñanza sobre la dignidad humana y la sacralidad de la vida
humana sea realmente contundente.

Otro argumento sobre el que el Papa Francisco ha hablado en términos


enérgicos y ha realizado unos gestos significativos es el tema de la inmigración en el
mundo de hoy. Pensemos en su repetida invitación a construir puentes y no muros.
En su opinión, ¿hasta qué punto se puede garantizar la solidaridad con los
inmigrantes sin que la acogida se vuelva ingobernable para una determinada
nación o una sociedad?

El magisterio católico reconoce a una nación el derecho a tener unas fronteras


seguras, pero también está claro que tenemos el imperativo moral de acoger a los

42
inmigrantes. El Papa Francisco ha sido tajante cuando ha defendido que la posición de
una nación debería ser la de favorecer la acogida y ayudar a las personas a que se
establezcan, y que la civilización se mide con la apertura a los más vulnerables, a los que
se encuentran en mayor dificultad. Es muy sensible cuando la vida humana se ve
amenazada, ya sea el niño en el seno de la madre, nuestros ancianos, los hambrientos, los
que sufren por la guerra o los cristianos perseguidos. Sabe que la cantidad de refugiados
e inmigrantes en el mundo hoy es mayor que la población de cualquier país y está muy
sensibilizado con este hecho. Sabe que es un verdadero reto para la civilización y que
este planeta que él tanto ama no puede sobrevivir si no reconocemos que tenemos la
responsabilidad de acoger a los que huyen o buscan un lugar mejor, los inmigrantes y los
refugiados.
El Papa Francisco es muy querido y le llaman el Papa de los tweet, interviene en
las redes sociales y es muy popular; ustedes dos son muy populares y usted es el
cardenal con más seguidores en twitter. ¿Usted cree que esta popularidad es algo
que busca el pontífice? También según su experiencia, ¿le parece que la
popularidad ayuda o es un estorbo? ¿Tiene un efecto en el pontificado? ¿Y cuál?
Hay quien dice que Francisco le gusta demasiado a demasiada gente, como si
quisieran dar a entender que no trata temas controvertidos precisamente para
evitar las críticas. ¿Usted qué piensa?

Lo que hace que el Papa sea tan increíblemente popular es el hecho de que no le
preocupa lo más mínimo ser popular. Él es así. Es sincero, auténtico. Cree en lo que dice
la Biblia, es decir, que tenemos que complacer a Dios y no a los hombres. No quiere
atraer a la opinión pública. Esto aumenta su popularidad. Creo que le sorprende que la
gente le quiera tanto. Lo vi emocionado por el entusiasmo con el que lo recibieron en
Nueva York. No logra entender por qué es popular, porque ser popular nunca ha sido su
objetivo. Sabe que Jesús nos advirtió: “¡Ay de vosotros cuando todos los hombres hablen
bien de vosotros!”. Hace sólo lo que cree que debe hacer y creo que la gente aprecia este
hecho, sobre todo los jóvenes, que consiguen ver más allá de la apariencia de quienes
buscan la popularidad.

Usted es el arzobispo de Nueva York, capital de las finanzas, sede de Wall


Street; el Papa Francisco ha dicho unas palabras muy críticas contra la idolatría
del dinero y del poder. ¿Hasta qué punto sus palabras sobre los negocios y el
capitalismo se han entendido correctamente? ¿Es anticapitalista?

Sus palabras sobre la riqueza no son más duras que las de Jesús. Jesús es nuestro
modelo, el supremo maestro, y el Papa Francisco hace un buen trabajo exponiendo las
enseñanzas de Jesús y aplicándolas en el día de hoy cuando se trata del peligro de la
riqueza. Lo que el Papa está afirmando es la enseñanza católica tradicional: el dinero, la
riqueza y la propiedad no son un mal, son moralmente neutrales. Es el modo de
utilizarlos lo que importa. Si los convertimos en nuestros dioses, el aspecto más

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importante de nuestra vida, y si la acumulación de riqueza en detrimento de otras
personas se vuelve nuestro modus operandi, entonces es inmoral. El Papa Francisco es
un típico pastor católico, como sus predecesores, cuando dice que ningún sistema
económico es perfecto. La Iglesia nos ha puesto tradicionalmente en guardia contra los
peligros tanto del socialismo como del capitalismo desenfrenado. Las personas aquí en
Estados Unidos lo saben. Algunos de los mejores católicos de Nueva York trabajan en
Wall Street. Han visto los males y los peligros del capitalismo sin límites. Han visto lo
que sucede cuando Wall Street corre salvajemente, como en esa película, El lobo de
Wall Street. No quieren que ocurra eso. Creo que las personas prudentes son conscientes
de que el Papa Francisco simplemente nos está poniendo en guardia sobre ambos
excesos.

La palabra misericordia es la palabra que podría resumir el pontificado del


Papa Francisco. En su opinión, ¿por qué el Papa Francisco está tan sensibilizado
con este problema?
El Papa Francisco subraya la misericordia con tanta frecuencia porque está muy
cerca de Jesús y sabe que esto era lo que Jesús prefería. Tiene un gran sentido de la
compasión hacia quienes intentan hacer todo lo posible por estar a la altura de las
expectativas de Dios, pero que fracasan, como todos nosotros. El Papa Francisco nos
recuerda lo que dice la Sagrada Escritura, en los salmos o los Evangelios: «Tampoco yo
te condeno, vete y no vuelvas a pecar», como dijo Jesús a la adúltera.

Francisco suele dar consejos a los confesores; ¿hay algún consejo en particular
que usted intente poner en práctica?

El Papa Francisco nos dice que el buen confesor es el que le garantiza al penitente la
misericordia de Jesús y no el que le echa un sermón, lo critica o lo juzga. Nosotros, los
sacerdotes, nos damos cuenta. Ahora bien, a veces un penitente puede pedir al confesor
una ayuda para juzgar un acto, y me parece bien; pero nosotros, los sacerdotes,
recordamos siempre que cuando alguien va a confesarse se supone que está arrepentido,
que se da cuenta de que es un pecador. ¡Por eso está ahí! No hace falta que añadamos un
peso a su culpa. Lo que necesitan es que nosotros les aseguremos que Jesús los libra de
su pecado. Ese consejo me ayuda en mi papel pastoral como confesor.

Después de dos sínodos sobre la familia, ¿qué ha cambiado en la práctica?

El Papa Francisco no ha cambiado ninguna enseñanza del magisterio; nos ha


recordado, mejor dicho, nos ha confirmado los métodos tradicionales que la Iglesia ha
empleado desde siempre para ayudar a las personas que se encuentran en situaciones
delicadas, es decir, la invitación a solicitar la declaración de nulidad del matrimonio y,
por parte de los tribunales, a esforzarse por acelerar el proceso. Es una cosa buena que
todos nuestros parroquianos elogiarían. En segundo lugar, ha exhortado a los pastores a

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que hagan de forma que los solteros o las parejas en situaciones especialmente difíciles
usen su conciencia de acuerdo a las enseñanzas de la Iglesia cuando se trata de decidir
acerca de su relación con Jesús y la vida sacramental de la Iglesia. Por tanto, repito que
no se trata de un cambio de la doctrina o de nuestra profunda convicción moral que nos
viene de la Biblia, es una cuestión de cómo se puede ayudar a la gente a vivir.

Respecto a la exhortación apostólica Amoris Laetitia hay muchas


interpretaciones; ¿cree que este documento es fuente de confusión o de claridad?
¿Se trata sólo de un ejemplo de cómo la Iglesia usa un lenguaje que no condena y
que representa un cambio real? ¿Aporta algo nuevo o no?

Me gustaría compartir la frustración del Papa Francisco cuando la gente parece


concentrarse en un detalle de Amoris Laetitia y se olvida de la enseñanza principal de
ese documento, es decir, que el sacramento del matrimonio, la vocación del matrimonio,
se enfrenta hoy a un reto enorme y que la Iglesia está haciendo lo mejor para restablecer
el esplendor, la belleza y la nobleza de un matrimonio lleno de amor, fiel, fecundo y que
dura para toda la vida. Esto es lo mejor que la Iglesia puede hacer, es lo que ha repetido
el sínodo y lo que el Papa hace en Amoris Laetitia cuando habla del reto lanzado al
matrimonio y a la vida familiar. Comparto su frustración por el hecho de que estos
problemas delicados y neurálgicos llamen mucho más la atención que la reafirmación
absolutamente positiva de la grandeza del plan de Dios respecto al matrimonio, de la
urgencia de la sana preparación de las parejas al matrimonio y del valor que estamos
llamados a dar a nuestras parejas que quieren ser fieles.

Las advertencias de Francisco contra las especulaciones financieras, la


globalización de la indiferencia o la cultura del descarte son siempre noticia, pero
las enseñanzas de Francisco sobre los temas de la familia, el matrimonio, la defensa
de la vida no tienen el mismo impacto; según usted, ¿a qué se debe?

Esto no le pasa sólo a Francisco. Preferimos seleccionar siempre: cuando el Papa


dice algo que nos gusta, lo aplaudimos, y cuando el Papa dice algo que no nos gusta o
con lo que no estamos de acuerdo, procuramos ignorarlo. Es un buen pastor y maestro.
Cada pastor, cada predicador puede entenderlo, porque todos somos criticados cuando
decimos algo que la gente no quiere escuchar, así como todos nos aplauden cuando
decimos algo con lo que están de acuerdo. Todo lo que puedes hacer es seguir
predicando el Evangelio y anunciar la verdad con amor, y el Papa Francisco lo hace.

No siempre se comprende bien al Papa Francisco cuando trata temas más


delicados. Usted también ha mostrado acogida hacia las personas que no viven
según las enseñanzas de la Iglesia, pienso, por ejemplo, en las parejas gays; pero al
mismo tiempo no las justifica. Aunque usted acoja a todos, no acepta compromisos
sobre el magisterio de la Iglesia. Según su experiencia, ¿cómo cree que Francisco

45
mantiene todo este equilibrio entre misericordia y apertura, pero sin afectar, al
mismo tiempo, a la doctrina?

Una vez más pienso en el ejemplo de Jesús. Sabemos que para la Iglesia católica
“todos son bienvenidos”. Sin embargo no nos podemos parar aquí, sino que debemos
preguntarnos: “son bienvenidos”, ¿a dónde? Todos son bienvenidos a una comunidad de
pecadores que están buscando, con la gracia y la misericordia de Dios, la santidad,
adecuando su vida a lo que Dios ha revelado. Todos son bienvenidos a una comunidad
que está intentando ayudarse mutuamente a vivir a la altura de los imperativos morales
de Jesús. Por un lado decimos: “Entra, te damos la bienvenida”, y por otro: “Te damos la
bienvenida a una comunidad que está intentando hacer todo lo posible para combatir el
pecado y crecer en la gracia”.

Después de más de cuatro años de pontificado, ¿qué es lo que más le ha


sorprendido de este Papa? O ¿cuándo le ha sorprendido más?

Mi sorpresa más agradable es que, después de cuatro años, sigue fascinando y


suscitando el interés del mundo. Esto es algo que necesitamos. Como pastor, primero en
Milwaukee y ahora en Nueva York, me irritaba que la gente pensara enseguida mal de la
Iglesia sin darle nunca una posibilidad. Muchas personas parece que tienen una
caricatura de la Iglesia, ven un estereotipo, y se la imaginan severa, siempre dispuesta a
decir que no y poco acogedora. Sabíamos que no era así; sabíamos, en realidad, que era
justo lo contrario durante el pontificado de Juan Pablo II y Benedicto XVI. Con su fresca
apertura, el Papa Francisco está desbaratando esa caricatura. Doy gracias a Dios por el
hecho de que la gente siga estando fascinada y sintiendo curiosidad, y que lo siga
escuchando después de casi cinco años. Por esto le doy gracias a Dios, porque ahora hay
muchas más personas abiertas al mensaje de Jesús predicado fielmente por su Iglesia.

Podemos decir que el Papa Francisco en los consistorios ha creado algunos


cardenales verdaderamente procedentes de lugares remotos, incluso de naciones
muy pequeñas en las que el cristianismo es una minoría. ¿Qué criterios cree que ha
seguido para estas decisiones?

Digamos que la Iglesia es una, santa, católica y apostólica. El Papa Francisco le da


un gran valor a la catolicidad, es decir, al hecho de que la Iglesia es universal. Ser
católico significa, como dijo el escritor irlandés James Joyce, que “Aquí hay sitio para
todos”, y él quiere demostrarlo. Un modo para demostrarlo es la composición del colegio
de cardenales. Los cardenales no vienen sólo de Norteamérica o de Europa. Los
cardenales pueden venir de islas oceánicas lejanas y de pequeños países. Ahora también
tenemos un cardenal de Newark, que está justo ahí, al otro lado del Hudson; los
neoyorquinos podrían pensar que es territorio extranjero, pero yo me alegro de tener un
hermano cardenal tan cerca.

46
La prensa considera que el Papa Ratzinger y el Papa Bergoglio son dos
personalidades muy diferentes. Pero dentro de esta innegable diversidad, en su
opinión, ¿hay algo que los une?
Lo que los une más estrechamente es la fidelidad a la verdad, la pasión por Jesús y su
Iglesia. Es innegable que en su cariñoso y tierno abrazo al Papa Benedicto, el Papa
Francisco muestra un gran respeto y admiración por su predecesor. Estoy seguro de que
el Papa Francisco sería el primero en admitir que el Papa Benedicto tiene una sabiduría y
una erudición que a todos nos gustaría tener, también a él. El Papa Francisco, aunque
también es un hombre extraordinariamente inteligente y culto, sabe que su punto fuerte
se apoya más en el calor humano y las relaciones. Pero esto no significa que haya una
diferencia sustancial entre el Papa Benedicto y el Papa Francisco.

Las religiones al comienzo de este tercer milenio se han convertido de nuevo en


un factor muy importante en la política internacional, en el debate cultural y en
otros muchos fenómenos sociales; muchas veces también han sido causa de
conflictos y divisiones entre pueblos y culturas. ¿Se puede establecer un diálogo
entre religiones y culturas muy diferentes? El Papa Francisco muestra a este
respecto una posición abierta y muy segura. ¿Es una actitud realista o no?

Es muy realista y nos lo está demostrando. Para mí, una de las grandes aportaciones
del Papa Francisco es el hecho de que consigue destruir la caricatura de la religión como
causa de división, violencia e incomprensión en el mundo. Los creyentes sabemos que la
religión, la fe, la Iglesia es una fuente de certeza, pues valoriza todo lo que hay de bueno,
digno, noble y amoroso en el proyecto humano. La religión es fuente de unidad, nunca
de división. La religión es fuente de amor, no de odio. La religión une a las personas, no
las separa. El mundo querría hacernos creer lo contrario. El Papa Francisco nos está
enseñando la verdadera naturaleza de la religión, esto es, como lugar de fe, esperanza y
caridad, capaz de unir a las personas.

El Papa Francisco es el primer Papa de las Américas; ¿cree que su


nombramiento representa la apertura de una puerta también para un Papa
norteamericano?

La gente sigue preguntándome: “¿Cree que tendremos alguna vez un Papa


americano?”. Y yo siempre les contesto: “¡Ya tenemos uno y yo me siento orgulloso de
él!”. En Estados Unidos reducimos, a veces de manera arrogante, América a los Estados
Unidos, cuando en realidad somos sólo una parte. Yo creo que ha quedado claro que,
después de la elección de Karol Wojtyła, Joseph Ratzinger y Jorge Bergoglio, el obispo
de Roma puede venir de cualquier parte del mundo.

¿Cuál cree que es la opinión del Papa Francisco sobre la Iglesia en Estados

47
Unidos? ¿Le ha dicho alguna vez lo que pensaba sobre Nueva York o sus
habitantes?

Cuando estuvo aquí, aunque fue poco tiempo, me confió que estaba extremadamente
impresionado por la difusión de nuestras asociaciones caritativas, la eficacia de nuestras
escuelas católicas –especialmente con los menos pudientes–, la generosidad de nuestro
pueblo, la diversidad de nuestras identidades étnicas y la vitalidad de nuestra fe. ¡Me
parecen unas calificaciones sumamente buenas!
¿Le ha dado el Papa Francisco algún consejo para guiar a los fieles de Nueva
York? ¿Hay algo que le haya inspirado en su ministerio?

Me ha confirmado algunas percepciones que tenía desde hace mucho tiempo: que no
nos equivocamos nunca si estamos con la gente; que la alegría es la señal infalible de la
presencia de Dios; que sin la oración y la fe todo lo que hacemos es inútil; que tenemos
que ser la luz del mundo; que no necesitamos clamores, pompas ni excesos para hacer
nuestro trabajo al servicio del pueblo de Dios.

1 Cardenal y arzobispo de Nueva York, EE.UU.

48
Entrevista a GEORG GÄNSWEIN 1

PAPA BENEDICTO…
UN ABUELO SABIO EN CASA

La cohabitación de dos Papas en el Vaticano es una situación verdaderamente


insólita, sin embargo, parece que Benedicto XVI y Francisco la viven con mucha
naturalidad. ¿Es así?

Es así, desde el principio. No es sólo una impresión mía; sencillamente, es la verdad.


Se ha visto en particular el año pasado (el 28 de junio de 2016, ndr), en ocasión del
sesenta y cinco aniversario de la ordenación sacerdotal del Papa emérito, cuando
Francisco habló de Benedicto a los cardenales y Benedicto se lo agradeció. Los
sentimientos de amistad que les unen fueron evidentes durante ese encuentro. Confirmo
lo que usted ha dicho.

Pero en su opinión, ¿cuál es el secreto de esta naturalidad?

Es la estima recíproca, el aprecio y el respeto que sienten el uno por el otro. No es


una realidad ficticia, de fachada, sino verdadera, vivida, de la que soy testigo a diario. Si
fuera algo formal, aparente, no se captaría la naturalidad de esta relación, sería evidente
su artificialidad. Las cosas artificiales no son sinceras y no convencen.

Cuando Benedicto XVI anunció su renuncia, muchos estaban preocupados y


ansiosos por la situación que se crearía. Excelencia, pensando en esos momentos,
¿había motivos legítimos de preocupación?

La renuncia del Papa Benedicto fue un acto inaudito e inesperado para todos, y me
incluyo; casi impensable. Tras la renuncia se esperaba el cónclave y la elección del
nuevo Papa. El Papa Benedicto asumió, a partir de ese momento, el cargo de Papa
emérito, dejando entender que ya no se ocuparía de los problemas de gobierno de la
Iglesia y que rezaría por ésta y su sucesor. La incredulidad estaba muy extendida y
superaba a la confianza en el futuro. Esta incertidumbre es comprensiblemente humana,
pero con el paso del tiempo se vio que dichas preocupaciones eran infundadas.

49
Ratzinger y Bergoglio son personalidades muy diferentes. Sin embargo, en
varias ocasiones, han manifestado una estima recíproca y también afinidades.
Usted, que conoce a ambos tan de cerca, ¿nos puede decir qué tienen en común?
A un observador externo le podría parecer que las personalidades del Papa Francisco
y del Papa Benedicto son distintas: en el estilo, en los dones que han recibido del Señor,
por las experiencias humanas y eclesiales que han tenido. Esto, sin embargo, no debe ser
causa de asombro, porque lo que tienen en común es la fe en Cristo, el amor por el Señor
y por su Iglesia, que se manifiesta cotidianamente en todo lo que hacen.

¿Cuál es la diferencia más evidente?

El modo de relacionarse con las personas, es una diferencia evidente. El Papa


Francisco instaura una relación directa con las personas. Benedicto es una persona que se
acerca con discreción al otro. El modo distinto de comportarse con los otros no es el
resultado de una decisión querida y ponderada, sino que forma parte de la personalidad
de ambos Papas.

El lenguaje usado en el magisterio del Papa Benedicto es distinto del que usa el
Papa Francisco. Ratzinger hablaba de razón y relativismo. Bergoglio, de
misericordia y ternura. ¿Es sólo una cuestión de lenguaje?

Cada Papa, cuando es elegido, se enfrenta a una serie de problemas y realidades que
requieren respuestas inmediatas. Los desafíos que tuvo que afrontar Benedicto XVI
fueron distintos de los que tiene que afrontar hoy el Papa Francisco. Esta regla vale para
cada Papa, que sobre la base de su sensibilidad y sus experiencias organiza el mandato
petrino y su pontificado. Esto es lo que caracteriza el gobierno del Papa. Usted, hablando
del Papa Benedicto, ha mencionado dos palabras clave, a saber: “razón” y “relativismo”;
hablando del Papa Francisco, en cambio, ha mencionado las palabras “ternura” y
“misericordia”. Estas son las palabras clave del pontificado de Benedicto y de Francisco
que, sin embargo, no hay que considerar de manera exclusiva y exhaustiva en su
magisterio, porque si no, no se comprende el sentido y la grandeza de un pontificado.
Obviamente, también influye una sensibilidad distinta en el magisterio de un Papa.

¿Hay algún desafío en particular al que usted se refiera?

El verdadero desafío al que debe enfrentarse cada Papa, junto a muchas otras tareas
diarias, es el desafío de la fe. El Papa tiene que confirmar en la fe a todo el pueblo de
Dios anunciando la Palabra del Señor, para que así los fieles se sientan sostenidos y
consolados. Éste es el desafío más importante y de grandísima actualidad.

La prensa a menudo exalta a Francisco. Los medios de comunicación están bien

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dispuestos hacia él; él mismo habla, con fastidio, de “Franciscadas”. Viceversa, los
medios de comunicación nunca han sido benévolos con Benedicto XVI. ¿Puede
usted explicar este fenómeno?

Es evidente, y todos lo pueden observar, cómo los medios de comunicación están


bien dispuestos en relación al Papa Francisco y cómo, en cambio, no lo estuvieron
respecto al Papa Benedicto, pero no se tiene que dar demasiada importancia a este hecho.
Los medios de comunicación no son el parámetro con el que valorar la obra del sucesor
de Pedro. Creo que este fenómeno es fruto, también, del modo de comunicar. El Papa
Francisco es un hombre mediático, que sabe comunicar haciendo gestos inesperados y
sorprendentes, que capturan la atención de los medios; Benedicto no tiene esta cualidad,
su don es explicar las cosas de manera ejemplar escribiendo y hablando. Escuchar con
atención requiere tener paciencia y compromiso. Los medios de comunicación son un
instrumento extraordinario para anunciar el Evangelio. Para usar de la mejor manera
posible este instrumento es necesario anunciar la verdad de manera simple, directa y
convincente, utilizando también gestos. El Papa Francisco consigue hacerlo bastante
bien.

Francisco ha innovado mucho el estilo del papado, ha modificado muchas


costumbres, ha hecho comprender en más de una ocasión que no le gustan los
formalismos. Estos cambios, en su opinión, ¿cómo influyen en la percepción que la
gente tiene del Papa?

Cada Papa, cada hombre, tiene su propio modo de ser, su estilo. Es cierto que el Papa
Francisco ha cambiado algunas cosas, pero lo mismo hicieron sus predecesores, aunque
no tan rápidamente, lo hicieron de manera más gradual. El protocolo y el stylus curiae
no son, para el Sucesor de Pedro, ni un corsé, ni una coraza insoportable, sino el fruto de
una tradición secular hecha de reglas que ayudan al Papa a afrontar los innumerables
compromisos diarios. En mi opinión, es necesario quitar dramatismo a la cuestión: los
cambios de los que usted habla no son cambios radicales, sino más bien novedades, que
son consecuencia lógica de una sensibilidad distinta. Es normal y legítimo innovar
algunos usos y costumbres.
¿Hay algún cambio en particular que le haya asombrado más?

Lo que más me ha sorprendido es la decisión del Papa Francisco de vivir en Santa


Marta. Como secretario particular de Benedicto XVI he vivido en el Palacio Apostólico
y esta experiencia fue para mí muy positiva, sobre todo en lo que atañe a la vida diaria
con las audiencias y los encuentros. Con Francisco surgió esta novedad, que al principio
parecía sorprendente e inusual, pero que con el tiempo se ha convertido en algo normal,
parte de la vida cotidiana. Es necesario recordar que muchos se hicieron una idea falsa
sobre los motivos de esta decisión, pensando que el apartamento pontificio fuera
demasiado lujoso o suntuoso y que el Papa Francisco no quisiera vivir en él por este

51
motivo. El propio Francisco ha dicho que el apartamento papal no es ni lujoso, ni
ostentoso, sino sólo demasiado grande para él. El Papa no está acostumbrado a tanto
espacio, por lo que prefiere vivir en Santa Marta. Lo ha recordado en distintas ocasiones,
pero, por desgracia, es una idea que cuesta erradicar. El Papa Francisco es una persona
que sorprende. Y las sorpresas forman parte de su pontificado. La Prefectura de la Casa
Pontificia intenta ayudar al Papa, haciendo todo lo posible para que se puedan poner en
práctica las novedades que quiere introducir.

Algunos han comentado negativamente la presunta excesiva libertad de


Francisco y la espontaneidad de muchas de sus actitudes. A quien habla de
desacralización de la figura del Papa, ¿usted qué le responde?

No comparto esta afirmación. Hablar de desacralización del papado es querer


confundir. Los cambios protocolarios no pueden ser considerados como un pecado y
tampoco son un drama; no veo que haya nada que objetar a estas novedades. Pongo un
ejemplo: se ha introducido un cambio que concierne al protocolo de las visitas de estado.
El Papa vestía siempre el roquete, la muceta y el pectoral; y si el jefe de estado era
católico, también la estola. El Papa Francisco, en cambio, ya no se los pone. Ya en el día
de su elección, cuando se asomó al balcón de las bendiciones, no quiso ponerse estos
paramentos; fue una decisión suya, personal.

A propósito de la renuncia del Papa Benedicto XVI, Francisco ha dicho en más


de una ocasión que hay que considerarla una puerta abierta. ¿Cree usted que en el
futuro un Papa podrá repetir esta decisión?

Sí. Benedicto XVI ha abierto una puerta y el Papa Francisco ha abordado esta
cuestión en diversas ocasiones hablando del Papa emérito, demostrando comprensión y
aprecio por esa valiente decisión. Sin embargo, esto –hay que subrayarlo– ¡no es un
automatismo! Debe ser una decisión libre y consciente, haciendo cuentas con el Señor.
Además, si no fuera una decisión libre, ni siquiera sería válida.

En el pasado, Francisco ha dicho que en un futuro también él podría considerar


esta posibilidad.

Los periodistas a menudo interpretan las palabras sacándolas del contexto, creando
falsas noticias. Es necesario distinguir entre lo que el Papa efectivamente dice y lo que es
fruto de interpretaciones; o, peor aún, de instrumentalizaciones y manipulaciones
periodísticas.
¿Se corre el riesgo de que el papado se convierta en un servicio a tiempo
determinado?

No, ¡estoy convencido que nunca será así! Además, no se comprendería plenamente

52
la decisión tomada por Benedicto y no se entendería su valor si se pensara que la
renuncia se hizo con esta intención. Si un Papa sabe que ya no es capaz de llevar
adelante el mandato petrino, es legítimo renunciar por amor al Señor y a la Iglesia, es un
acto valiente y de gran humildad.

Todos dicen que Francisco tiene un sentido innato del humor. ¿Nos cuenta un
episodio que le haya divertido?

El Papa Francisco tiene un fino sentido del humor. Y se alegra si el interlocutor le


responde de la misma manera. También el Papa Benedicto tiene un gran sentido del
humor. El humor es una medicina y tiene un gran valor humano. Ayuda a vivir mejor.

¿Con qué frecuencia comenta con Benedicto XVI episodios o gestos de este
pontificado?

A menudo cuento en casa cómo han ido las audiencias privadas, las generales y los
encuentros del día. El Papa Benedicto escucha sin comentar, interesándose en las
distintas anécdotas. No es su estilo hacer comentarios.

Muchos comentadores enfatizan los cambios y las novedades; hablan incluso de


una revolución de Francisco. ¿Cuáles son, en cambio, en su opinión, los elementos
de continuidad con Benedicto XVI?
Hay que distinguir entre el contenido y el modo de actuar, es decir, el estilo personal.
Hacer la misma cosa, pero de manera distinta, no significa en absoluto cambiar el
contenido. Diversos comentaristas, a veces improvisados, a menudo tergiversan la
realidad, confundiendo el estilo con el contenido. En algunos casos se busca a toda costa
un cambio, una novedad, aunque no exista. Es evidente una continuidad en el magisterio
del Papa Francisco con el de sus predecesores: ésta es la única realidad, sin excepción
alguna. Hay una persistente y esencial continuidad entre el magisterio de Benedicto XVI
y el de Francisco; yo no veo diferencias, veo sólo aspectos a los que se da más realce y
un estilo diferente, pero la sustancia no ha cambiado.

Usted ha sido testigo de varios encuentros entre Francisco y Benedicto. ¿Nos


cuenta un episodio o un detalle que le haya emocionado?

No me ha emocionado un único episodio; me conmueve continuamente la bondad


que el Papa Francisco demuestra por Benedicto. Ya en el primer encuentro en Castel
Gandoflo, el 23 de marzo de 2013, diez días después de su elección, era evidente la gran
bondad de corazón del nuevo Papa hacia su predecesor. Y cada vez que Francisco visita
a Benedicto en el monasterio Mater Ecclesiae, en el Vaticano, soy testigo de esta
bondad. Recientemente, Benedicto, en ocasión del sesenta y cinco aniversario de su
ordenación sacerdotal, habló de la bondad que Francisco demuestra hacia él utilizando

53
una expresión muy emotiva: “Más que en los Jardines Vaticanos, con su belleza, su
bondad es el lugar donde habito”.
¿Y el Papa Francisco? Imagino que alguna vez habla con él de Benedicto XVI.
Si la pregunta no es muy indiscreta, ¿nos puede contar algo? Una vez Francisco
dijo que tener al Papa Ratzinger en el Vaticano era como tener un abuelo sabio en
casa. ¿Qué quería decir?

La primera vez que el Papa Francisco utilizó la frase que usted cita, fue en ocasión
de un encuentro con los periodistas, a la vuelta de un viaje pastoral. Yo había ido a
Ciampino para recibirle. En cuanto salió del avión, bajó por la escalerilla y le saludé,
dijo: “Hoy he dicho algo un poco fuerte. ¡He hablado del Papa Benedicto como de un
abuelo sabio en casa! Espero que no se ofenda”. Es una hermosa imagen, aunque tal vez
sea una frase que sorprende si la pronuncia un Papa, pero es evidente que es sincera y
sentida, dicha con gran simpatía y afecto. Es una imagen fuerte, inmediata, sincera y
bella, coherente con el estilo del Papa Francisco. Si pienso en la riqueza espiritual de
Benedicto XVI, no es absurdo oír hablar de él como un abuelo lleno de experiencia, fe y
vida.

1 Arzobispo y Prefecto de la Casa Pontificia.

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Entrevista a KURT KOCH 1

EL PAPA FRANCISCO,
PÁRROCO DE LA IGLESIA UNIVERSAL

Cardenal Koch, el 13 de marzo de 2013 Francisco se presentó nada más ser


elegido en la plaza de San Pedro como “obispo de Roma”, no como Papa. ¿Qué
valor ha tenido esta decisión para el diálogo con las demás Iglesias y confesiones
cristianas?

No es una novedad que el Papa se presente también como obispo de Roma. San Juan
Pablo II demostró que amaba este título visitando una parroquia romana los domingos
libres de compromisos y lo mismo ha hecho Benedicto XVI. Más que una novedad es
una continuación. Pero también es clara la importancia de este hecho para las relaciones
con las demás Iglesias, especialmente las ortodoxas, que siguen un orden (taxis) de las
sedes con Roma y su obispo en primer lugar (hasta el cisma de 1054), Constantinopla,
Alejandría, Antioquía y Jerusalén. Es una buena señal que el Papa se proclame obispo de
Roma.

¿Usted ya conocía al cardenal Bergoglio antes de la elección a pontífice?

Había oído hablar del arzobispo de Buenos Aires, pero no lo conocí hasta la semana
antes del cónclave de 2013, con ocasión de los encuentros pre-cónclave que tienen lugar
en el Aula Pablo VI del Vaticano (las congregaciones cardenalicias pre-cónclave, ndr),
en los que se habla de la situación de la Iglesia en los cinco continentes. Lo conocí en
esa ocasión por primera vez.

De todos los frecuentes encuentros que ha tenido con el Papa Francisco, ¿hay
alguno que le haya dejado una impresión o un recuerdo en especial?

Cada encuentro con el Santo Padre es especial, porque el Papa Francisco está muy
interesado en el ecumenismo y desea que se desarrolle. Las audiencias concedidas a los
representantes de otras Iglesias y comunidades eclesiales han sido estupendas. Recuerdo

55
con mucho gusto, por ejemplo, el encuentro entre el Santo Padre y los representantes de
la Comunidad valdense en el Palacio Apostólico. Fue un encuentro participado, positivo
y estimulante, e incluso cuando los temas tratados son delicados, el Papa Francisco no
deja de echar mano de su refinado sentido del humor.

Supongo que usted habrá tomado parte en muchos encuentros entre el Papa y
personalidades cristianas no católicas. Desde su punto de vista como testigo
privilegiado, ¿qué es lo que más les gusta a los interlocutores no católicos?

Que es creíble y manifiesta una extraordinaria amistad y fraternidad, subraya en


todas las ocasiones la importancia atribuida, en las confesiones cristianas, al
reconocimiento recíproco del Bautismo y al hecho de que todos nos encontremos en el
camino hacia la unidad. En estas ocasiones la reacción que encuentro es de alegría, sobre
todo porque comprenden que todos somos hermanos.

La figura del Papa ha cambiado mucho en los últimos cincuenta o sesenta años,
y el Papa Francisco ha contribuido notablemente a ello. Hay quien dice, de forma
polémica, que la figura del pontífice ha sido “desacralizada”. Es verdad que hoy,
respecto a hace algunos años, se considera al Papa un hombre como todos los
demás. ¿Qué efecto ha tenido este hecho en el diálogo ecuménico?

Con el Papa Francisco no veo grandes cambios ni siquiera en este aspecto, sino más
bien una continuidad con sus predecesores. Desde el comienzo de su pontificado, el Papa
ha declarado que sigue las huellas de los Papas posteriores al Concilio Vaticano II,
prosiguiendo en la dirección que ellos emprendieron. Este programa fue confirmado con
ocasión de la celebración de las vísperas, al final de la semana de oración por la unidad
de los cristianos, llevada a cabo en San Pablo Extramuros. Francisco es la continuación
de sus predecesores: el beato Pablo VI, san Juan Pablo II y Benedicto XVI. De todas
formas, es obvio que el Papa Francisco es diferente respecto a los otros Papas, pero esto
no nos debe sorprender porque cada Papa es distinto al otro. En especial pienso en
Benedicto XVI y su decisión de renunciar al pontificado; para las demás Iglesias éste ha
sido un gesto con un gran significado. Para el Papa Francisco, abrirse a las demás
Iglesias y confesiones cristianas significa “fraternidad” y “cercanía”. Después de su
elección encontré al Papa y le pregunté qué deseaba para el ecumenismo, qué quería
hacer; me contestó con una sola palabra: “fraternidad”.

En cuanto al magisterio de Francisco, ¿nos puede indicar tres características


principales de este pontificado? Y en lo que concierne al “estilo” pastoral, ¿qué nos
puede decir?

Subrayaría tres características principales del magisterio y del pontificado del Papa
Francisco. La primera es la dimensión pastoral: el Santo Padre se considera, ante todo,

56
un pastor al que se le ha encomendado el cuidado de las almas, un párroco de la Iglesia
universal. Él busca siempre una relación directa con los demás, porque le preocupan
mucho sus alegrías y sus sufrimientos. La segunda dimensión es la profética: el Papa
Francisco, con su claridad y perspicacia, llama por su nombre a los grandes retos que
debe afrontar la Iglesia en la época contemporánea, y se preocupa sobre todo por quienes
viven al margen, geográfica y existencialmente. Por último, está la dimensión espiritual:
el Papa Francisco es un hombre de profunda fe, que nutre su vida y sus obras con el
Evangelio. Estas tres dimensiones explican por qué se le considera una persona
absolutamente auténtica incluso fuera de la Iglesia.
La prensa ha recibido con estupor muchos gestos y palabras del Papa, no sólo
referidos al ecumenismo, como si fueran sorprendentes y nuevas. ¿Cuál es la
ocasión en la que usted se ha sentido más sorprendido por Francisco?

Para Francisco los gestos tienen un significado especialmente importante porque le


permiten expresar lo que desea decir de una manera aún más incisiva. También desde
este punto de vista muestra una evidente semejanza y proximidad con el Papa Pablo VI,
que realizó unos gestos proféticos precisamente en el campo del ecumenismo. Sin
embargo, el Papa Francisco siempre me sorprende por el hecho de que no duda en
admitir los errores de la Iglesia católica, pues ha pedido perdón a los representantes de
las demás Iglesias y comunidades, como los valdenses, luteranos, pentecostales, por lo
que la Iglesia hizo contra ellos.

También han sido sorprendentes las denuncias del Papa Francisco relativas a
algunos vicios o comportamientos erróneos extendidos en los palacios vaticanos.
Usted presta servicio en la curia romana desde hace varios años. ¿Cómo habría que
recibir estas críticas?

La primera vez que el Papa habló de estos problemas fue con ocasión del encuentro
con la curia antes de Navidad. Hay que comprender el motivo por el que el Santo Padre
escogió esa ocasión para denunciar algunas cosas. En primer lugar habrá pensado que
esa era la ocasión justa porque todos los miembros de la curia romana, antes de Navidad,
van a confesarse. Quizá se habrá dicho a sí mismo: quiero enumerar todos los pecados
que se pudieran haber cometido (sonríe, ndr), como si ese encuentro hubiera sido un
examen de conciencia hecho antes de la confesión. En cualquier caso, y es mi opinión, lo
que el Papa dijo en esa ocasión sólo se puede leer desde esta “perspectiva” espiritual.
Como confirmación de lo que dijo, añadió que estos errores, estos pecados, no son sólo
un “privilegio” de los miembros de la curia, sino de todos los cristianos.

Francisco ha dado a entender en muchas ocasiones que lo que cuenta en el


ecumenismo no es un diálogo sobre asuntos teológicos o doctrinales. Es más, parece
que tiene pocas esperanzas en el trabajo de los teólogos. ¿Usted también tiene la
misma impresión cuando oye decir al Papa que no “debemos esperar que los

57
teólogos se pongan de acuerdo”?

Cuando el Santo Padre habla del trabajo de los teólogos siempre hay un toque de
humor en sus palabras, porque existe el peligro de que sus razonamientos se alarguen
hasta el infinito. Es evidente que el Papa Francisco considera importante el diálogo
teológico para el ecumenismo. También es verdad que este diálogo no es “lo más
importante”, en cambio sí es necesario un ecumenismo de la caridad. Hay que distinguir
entre ecumenismo de la verdad y ecumenismo de la caridad. El primer fundamento del
ecumenismo está representado por las relaciones amistosas y fraternales entre las
distintas Iglesias. Luego viene el ecumenismo práctico, es decir, hacer todo lo que es
posible a nivel cultural, social y político, y evangelizar juntos. La división de las Iglesias
cristianas es el mayor obstáculo para el anuncio del Evangelio; conseguir la unidad
significa tener más credibilidad, y éste es un gran deseo del Papa Francisco. Es
necesario, por tanto, considerar el diálogo teológico como un elemento importante del
ecumenismo, pero no “el más importante”. El Papa Francisco ha dicho que “la unidad de
los cristianos se hace caminando juntos”. Caminar juntos ya es construir la unidad.

Evidentemente el Papa Francisco le da más importancia a los gestos que a las


palabras. A propósito de esto, recuerdo el evento en el que el Papa firmó en Cuba
una declaración común definida “pastoral” junto al patriarca de todas las Rusias
Kiril. ¿Nos puede explicar qué es lo que se entiende por “pastoral”, teniendo en
cuenta que esta definición no le ha gustado a muchos?

El hecho más importante de ese encuentro es que el sumo pontífice de la Iglesia


católica y el patriarca ortodoxo de todas las Rusias se hayan reunido. También es verdad
que era necesario que, en esa ocasión, Francisco y Kiril firmasen una declaración común,
porque la opinión pública mundial se habría preguntado por el motivo del encuentro, qué
se habían dicho y qué habían decidido. Cuando se firma una declaración común hay que
encontrar un acuerdo que satisfaga a las dos partes; en efecto, ninguna de las dos partes
puede pretender que la declaración refleje totalmente su pensamiento o sus convicciones.
En un documento como ése firmado en Cuba hay que encontrar un acuerdo en el que
ambas partes converjan. Elaborar una declaración común y solemne que ponga de
acuerdo a dos personajes de talla internacional que se encuentran por primera vez, no es
para nada fácil. Yo creo que hay que leer esa declaración sin ningún prejuicio,
apreciando, en todo caso, los aspectos positivos de lo que dijeron, escribieron y
decidieron juntos. Esto no significa que tengamos que ignorar las reacciones negativas
que ha habido en Rusia, por parte de algunos sectores de la Iglesia ortodoxa, y en
Ucrania por parte de los greco-católicos, aunque creo que gran parte de esas acusaciones
fueron producto de algunos malentendidos. Habría que aclarar estos malentendidos,
porque al Santo Padre y a toda la Iglesia les importa mucho la Iglesia greco-católica
ucraniana.

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El encuentro de Cuba, entre los representantes de las dos Iglesias cristianas más
grandes, representa, después de un largo período de hielo, una piedra miliar para el
ecumenismo. También Juan Pablo II y Benedicto XVI deseaban acercarse a la
Iglesia ortodoxa rusa. ¿Por qué ha sido necesario tanto tiempo?

Es sabido que san Juan Pablo II deseaba mucho un encuentro con el patriarca ruso y
que dicho encuentro no se produjo por una bobada; lo habían organizado con ocasión de
la Segunda Asamblea Ecuménica Europea en Graz en 1997, todo estaba preparado, pero
en el último momento Moscú lo canceló por problemas entre las dos Iglesias. También al
Papa Benedicto XVI le habría gustado encontrarse con el patriarca Kiril, porque lo
conocía bien, pero el patriarca creyó que los tiempos no estaban maduros. El encuentro
por fin tuvo lugar en Cuba y, sin duda, ha contribuido el hecho de que Francisco hubiera
expresado su deseo de encontrar al patriarca, sin poner ninguna condición. Por su parte,
el patriarca consideró necesario el encuentro por la grave situación mundial de las
persecuciones sufridas por los cristianos. Así que este esperado evento histórico tuvo
lugar y todos estamos profundamente agradecidos. Personalmente me habría hecho
mucha ilusión si el encuentro también se hubiera producido con el Papa Benedicto XVI.
Quizá la insistencia del Papa Francisco ha ayudado mucho. Recuerdo que en el vuelo de
regreso de Constantinopla dijo: “Quisiera encontrarme con el patriarca de Moscú. Si él
dice cuándo y dónde, yo estaría de acuerdo”. Sí, esta disponibilidad ayudó mucho.

La Reforma protestante, iniciada por Lutero, ha cumplido 500 años.


Seguramente la distancia entre Roma y la Iglesia protestante es mucho mayor
respecto a aquella con los ortodoxos. ¿La celebración de este aniversario ha servido
para reducir las distancias?

Por lo que concierne a la fe, es verdad que tenemos más cosas en común con los
ortodoxos que con los protestantes. Pero también es verdad que en los últimos cincuenta
años, gracias a un intenso diálogo, hemos redescubierto muchas cosas que nos unen. Por
primera vez en la historia se ha celebrado un aniversario de la reforma en comunión
ecuménica, con la participación de los católicos, y esto representa una gran oportunidad
para realizar un paso adelante en el camino que lleva a la unidad. El Papa Francisco ha
tomado parte en la conmemoración de la reforma el 31 de octubre en Lund, Suecia, y ha
presidido el servicio litúrgico junto al Presidente y al Secretario general de la Federación
Luterana Mundial. Ésta es una importante señal de reconciliación. En esa ocasión los
puntos fundamentales, en el orden del día, fueron tres: el primero la “gratitud”, porque
en 2017 no sólo se celebraba el aniversario de los 500 años de la reforma, sino también
el de los 50 años del inicio del diálogo entre luteranos y católicos; el segundo es la
“penitencia”, porque después de la Reforma, en los siglos XVI y XVII, hemos conocido
divisiones y guerras horribles, y por este motivo hay que hacer penitencia. Es muy
importante que se hable de los desencuentros y las divisiones que ha habido en el mundo
cristiano, porque es lo que está pasando ahora en el islam entre suníes y chiíes, y hay que

59
decir que también pasó lo mismo entre nosotros. Por último, el tercer punto,
“esperanza”, es decir, que este evento nos ayude a iniciar un nuevo camino que dé
buenos frutos en el diálogo católico-luterano.

A propósito de luteranos, Francisco ha dicho que Lutero era un reformador


animado también por intenciones que “no estaban equivocadas”, lo que ha
suscitado bastante clamor. ¿Nos explica qué quería decir el Papa?

El Papa Francisco, cuando pronunció la frase que usted cita, sin duda pensó en la
intención que movió a Martín Lutero, que no tenía como objetivo el de producir una
división en la Iglesia, ni mucho menos el de fundar una nueva iglesia. Lutero más bien
quería renovar la Iglesia católica partiendo del Evangelio. En el centro del pensamiento y
de la obra de Lutero se encuentra el redescubrimiento del mensaje evangélico de la
doctrina de la justificación de los pecadores, no por medio de las obras de los hombres,
sino sólo mediante la gracia de Dios. El hecho de que de la reforma de la Iglesia católica
naciera una reforma que llevó a la división de la Iglesia, es uno de los aspectos más
trágicos de la historia de la Iglesia; es necesario realizar todos los esfuerzos posibles para
superar esta división y encontrar una comunión ecuménica.
El diálogo ecuménico es, desde luego, un tema complejo con muchísimas
implicaciones. Es fácil imaginar que los cristianos “normales” –es decir, los que no
han realizado estudios profundos desde el punto de vista histórico, teológico y
ecuménico– no comprendan el trabajo que se está haciendo. Sin embargo, los fieles
querrían ver progresos concretos y significativos. Desde esta perspectiva, ¿usted ve
un resquicio en el horizonte? Por ejemplo, ¿es posible que en el futuro se celebre,
para algunas confesiones cristianas, la Pascua en la misma fecha?

Esta posibilidad que usted indica es un paso muy importante para el ecumenismo,
sobre todo para los casos de los matrimonios mixtos entre personas de confesiones
cristianas diferentes, los cuales celebran en fechas distintas la Pascua y la Navidad. Por
ejemplo, el marido podría decirle a la mujer: “Mi Señor ya ha resucitado, ¿cuándo
resucitará el tuyo?” (su eminencia se ríe, ndr). Éste no es un problema de fácil solución,
porque incluso en la misma Iglesia cristiana, por ejemplo la ortodoxa, siguen vigentes
los calendarios diferentes para las solemnidades. Yo esperaba que el sínodo panortodoxo
de junio de 2016 pudiera solucionar este problema por lo menos en el mundo ortodoxo,
pero ni siquiera se incluyó en el calendario de trabajo. Si ni siquiera entre los ortodoxos
es posible llegar a un acuerdo, aún más difícil será solucionar el problema con todas las
demás confesiones cristianas. El Papa Francisco desea de corazón encontrar unas fechas
únicas para celebrar las solemnidades y la aportación del patriarca de la Iglesia copta
ortodoxa Teodoro II en este sentido está siendo de gran ayuda. Esperamos que se
encuentre una solución lo antes posible.
Parece difícil de creer, pero todavía hoy, en Europa, se combaten guerras en las
que entran en juego las divisiones entre varias confesiones cristianas. Me refiero a

60
Ucrania. ¿Cómo se puede hacer para que la religión no siga siendo
instrumentalizada para perseguir otros intereses?

Es fundamental que en Ucrania las Iglesias cristianas sean parte de la solución, no


del problema. Pienso que la historia ha dejado muchas heridas, por una y otra parte, por
lo que creo mucho en la importancia de la “purificación de la memoria” de la que
siempre hablaba san Juan Pablo II, es decir, elaborar una visión común de la historia.
Esto ayuda mucho a restablecer una mayor unidad. Por ejemplo, en esta dirección va la
intervención de Francisco en lo que respecta a la contraposición entre católicos y
ortodoxos en Serbia, a propósito de la canonización del cardenal croata Stepinac. Los
ortodoxos serbios han puesto muchas dificultades en este asunto, el Santo Padre ha
propuesto llevar a cabo un estudio histórico para conocer toda la verdad y encontrar así
una solución. Esto también sería útil y necesario para la situación de Ucrania.

El Papa Francisco y el patriarca Bartolomé I muestran una sintonía recíproca


que se basa sobre todo en una gran amistad personal. ¿Podría contarnos algún
aspecto curioso o algún episodio significativo de esta amistad?

Es la demostración de que la amistad personal entre dos líderes religiosos es una


gran ayuda en el camino ecuménico, porque desde el plano de la amistad personal se
pueden resolver muchos problemas. Entre Roma y Constantinopla existe además la gran
tradición de las visitas recíprocas: cada año va una delegación de Constantinopla a
Roma, el 29 de junio, para celebrar a nuestros santos patronos Pedro y Pablo, y otra
delegación va a Constantinopla el 30 de noviembre para festejar a san Andrés. Me gusta
recordar en especial, por lo que respecta a Francisco y Bartolomé, una conversación que
se mantuvo durante una comida en la que estaban ambos. El patriarca, que pasó en Roma
un período de estudio, dijo: “Cuando estoy en Roma voy siempre a la plaza Navona a
tomarme un buen café expreso romano”. El Papa Francisco contestó: “Esto lo puede
hacer usted, yo ya no”. Y el Patriarca: “¡Podemos ir juntos!”.

El Papa Francisco y Bartolomé decidieron, de forma inesperada y clamorosa,


visitar juntos en abril de 2016 a los refugiados de Lesbos. No hay duda de que el
compromiso en las grandes tragedias de la humanidad puede unir a católicos,
protestantes y ortodoxos. Pero, ¿hasta qué punto se pueden ignorar algunas
visiones doctrinales diferentes como, por ejemplo, las relacionadas con los temas de
la familia y la vida?

También es importante recordar, en esa ocasión, la presencia en Lesbos del


arzobispo ortodoxo de Atenas Jerónimo II. Creo que gestos de este tipo son muy
importantes para ofrecerle al mundo un testimonio común y a favor del hombre, porque
ése es el corazón de la fe y el centro de la obra de todos los cristianos,
independientemente del hecho de que pertenezcan a una u otra confesión. Todo lo que

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sea posible hacer en este sentido diría que es un deber. Es una buenísima señal que los
cristianos, aunque pertenezcan a Iglesias y confesiones distintas, sientan la misma
preocupación por el hombre y la humanidad. Dicho esto, es evidente que los problemas
desde el punto de vista teológico y doctrinal siguen estando ahí. Pero éste es otro asunto
sobre el que no debemos dejar de reflexionar. La distancia existente entre las diferentes
confesiones cristianas sobre los temas que usted ha citado es un motivo de gran
preocupación. Recientemente, en el ecumenismo han surgido nuevas cuestiones y
diferencias de carácter ético. Este hecho es una importante diferencia respecto al pasado,
cuando estaban convencidos de que la fe dividía, pero las obras unían. Hoy estamos
constatando justo lo contrario, es decir, que es posible encontrar un consenso sobre
muchos temas relativos a la fe, pero también están surgiendo muchas divergencias sobre
algunos problemas éticos, sobre todo bioéticos, relacionados con el inicio y el fin de la
vida humana, las cuestiones inherentes al matrimonio y la familia, la sexualidad y la
diferencia de género. Habría que analizar estas temáticas durante los encuentros
ecuménicos, porque es importante que los cristianos, en el mundo contemporáneo, se
expresen sobre estos temas fundamentales con una sola voz y de común acuerdo. Si los
cristianos, especialmente en Europa, no hablan al unísono sobre temas fundamentales
para la humanidad, entonces su voz se volverá cada vez más débil; éste es un reto crucial
para el ecumenismo.

La famosa declaración de la encíclica Ut Unum Sint de Juan Pablo II, en la que


se manifiesta la disponibilidad para encontrar nuevas formas de ejercicio del
primado de Pedro, con objeto de favorecer el diálogo ecuménico, ¿se quedó sólo en
el papel? ¿Se ha dado en concreto algún paso adelante?
La pregunta afecta al tema principal del diálogo entre la Iglesia católica y las Iglesias
ortodoxas. Existe una comisión internacional mixta católico-ortodoxa, con 14 diferentes
Iglesias ortodoxas representadas, que desde hace mucho tiempo trabaja sobre el tema del
primado de Pedro, buscando una solución satisfactoria a la relación entre sinodalidad y
primado. La discusión actual no es en absoluto sencilla, porque lo que queremos no es
un compromiso de bajo nivel, sino un diálogo igualitario entre las “fuerzas” de las que
las dos Iglesias están dotadas: la sinodalidad, fuerza de la Ortodoxia, y el primado,
fuerza del Catolicismo. Hay que descubrir cuál es el papel que debe jugar el obispo de
Roma, el Papa, en la unidad entre Iglesias orientales e Iglesias occidentales. Encontrar
una solución no es fácil, pero hay que decir que estudiar este problema es, sin duda, muy
útil también en el diálogo con el protestantismo.

El Papa Francisco ha celebrado en poco tiempo dos sínodos y ha dicho


explícitamente que en la Iglesia se necesita más sinodalidad. ¿Esta actitud puede
favorecer el diálogo con otras Iglesias y confesiones cristianas en las que la
sinodalidad está sin duda más desarrollada?

El corazón del ecumenismo es el “intercambio de dones”. Cada iglesia tiene un don

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especial. Y en su exhortación apostólica Evangelii Gaudium el Santo Padre, a propósito
de este “intercambio de dones”, dice que “nosotros (los católicos, ndr) podemos aprender
muchas cosas de las Iglesias ortodoxas” en lo que concierne a la sinodalidad. Yo creo
que sinodalidad y primado son las dos caras de la misma moneda. Hay que estudiar la
praxis del primado en el contexto de la sinodalidad. Estoy convencido de que la Iglesia
católica todavía no ha desarrollado la sinodalidad que potencialmente es practicable. En
este sentido sí, podemos aprender de las demás Iglesias.

Usted ha prestado servicio como presidente del Pontificio Consejo para la


Promoción de la Unidad de los Cristianos también con Benedicto XVI. ¿Cómo
definiría el enfoque de Benedicto y el de Francisco sobre el ecumenismo? ¿Son
diferentes?

En mi opinión hay una gran continuidad entre Benedicto XVI y Francisco. Todos los
Papas, después del Concilio Vaticano II, se han interesado mucho por el ecumenismo, a
partir de Pablo VI que tuvo un encuentro con el arzobispo de Canterbury y primado
anglicano Michael Ramsey (evento del que acabamos de celebrar el cincuenta
aniversario) y, en 1964 con el patriarca Atenágoras I en Jerusalén, dando así un gran
paso hacia la Ortodoxia y la reconciliación entre Constantinopla y Roma (un año
después de este encuentro se firmó la anulación de la recíproca excomunión). El gran
compromiso por el ecumenismo, desplegado primero por Juan Pablo II y después por
Benedicto XVI y Francisco, tiene que ser visto como un entramado tejido con paciencia.
Hoy, de forma especial, Francisco pone un gran énfasis sobre el ecumenismo de la
sangre, que depende de la situación actual, las persecuciones de los cristianos, que no
han sido nunca tan violentas en la historia del cristianismo. El Papa repite siempre
oportunamente que los cristianos son perseguidos no porque sean ortodoxos, orientales,
luteranos, protestantes, pentecostales, católicos, etc.; son perseguidos sencillamente
porque son cristianos, sin distinción de confesión. ¡Por eso su sangre no divide, sino que
une! En la época de los orígenes de la Iglesia, Tertuliano decía que “la sangre de los
mártires es la semilla de los nuevos cristianos”; hoy podríamos decir que la sangre de los
mártires –los muchos mártires cristianos de hoy– un día será semilla de la unidad del
cuerpo de Cristo. El Papa Francisco afirma este principio con fuerza, lo que me da una
gran satisfacción, porque estoy convencido de que el ecumenismo de los mártires es el
centro del ecumenismo.

1 Cardenal y arzobispo. Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos.

63
Entrevista a FEDERICO LOMBARDI 1

EL SEÑOR HA CONCEDIDO AL PAPA


UN DON PARTICULAR

Padre Lombardi, lo primero que quisiera preguntarle es cuándo conoció


personalmente a Jorge Bergoglio. ¿Cómo fue ese primer encuentro?

Quizás la gente se sorprenderá, pero antes del pontificado no conocía bien a


Bergoglio. Nuestro único encuentro tuvo lugar en la Congregación general de los
jesuitas de 1983, la que eligió al Padre Kolvenbach como Prepósito general. Yo
participaba en representación de los jesuitas italianos, él de los argentinos. Pero siendo
más de 200 sacerdotes, no tuve particular ocasión para conocerle. Después de esto, claro
que sabía quién era y lo que hacía como obispo auxiliar y después arzobispo y cardenal.
Durante las congregaciones pre-cónclave nos saludó brevemente, en el pasillo. Pero,
sinceramente, entre nosotros no había un conocimiento profundo. Después, una vez
elegido, el primer encuentro tuvo lugar el día después, en Santa María la Mayor, donde
el Santo Padre fue a orar a María, la Salus popoli romani. Yo formaba parte del reducido
séquito y, al final, el Papa saludó personalmente a todos, así que también a mí. Recuerdo
que me fijé mucho en la espontaneidad del ambiente y la intensidad de la oración.
Pensando en ello, es bonito que mi primer encuentro haya sido precisamente ahí, donde
después Francisco ha vuelto tantas veces a orar, en los momentos más importantes.

Francisco es un Papa muy activo, muy presente en los medios de comunicación


social. Usted ha sido responsable de la comunicación vaticana. ¿El actual Pontífice
le hacía trabajar más que los otros Papas?

Ciertamente es necesario comprender siempre cuál es la situación en la que se


encuentra en cada momento. Como he dicho muchas veces, cambiando el pontificado
cambia también el “estilo” del Papa; por eso también cambia no tanto el “servicio” de
quien colabora con él en la comunicación, sino los “modos” del servicio mismo. Sin
embargo, creo que siempre he trabajado intensamente, también porque con tres encargos
–entre radio, CTV y sala de prensa– había pocas ocasiones de reposo. No sabría decir

64
cómo y cuando he trabajado más o menos, porque las situaciones son diferentes: a veces
se trabaja mucho con tensión y preocupaciones, a veces todo es más sencillo, pero
siempre hay mucho que hacer. Digamos que ha habido momentos, con Benedicto XVI,
en los que he tenido que afrontar situaciones difíciles que hacían sufrir mucho, como por
ejemplo los casos de los abusos sexuales, muy dolorosos, las “fugas” de documentos
reservados, las tensiones y las discusiones internas de la curia, de las que la prensa habla
y que es necesario, en cualquier caso, ofrecer la lectura más objetiva y serena posible.
Por el contrario, con Francisco los periodos prolongados de “preocupación” han sido
menos, en todo caso ha habido un “problema” relacionado con el dinamismo del Papa.
Tomemos los dos sínodos, que he visto en la sala de prensa junto con otras tantísimas
cosas que hacer. En particular, con el segundo sínodo hemos encontrado un modo de
comunicar, me parece, muy diferente respecto a los precedentes. Antes había boletines y
boletines, intervenciones escritas; por el contrario, en esta ocasión hemos adoptado una
forma de comunicación más personal, con sesiones informativas en las que cada día
participaban invitados, se ofrecían testimonios y se dialogaba con los periodistas. Pero
trabajo siempre hay mucho, se llega casi al límite de las fuerzas, sea por la intensidad de
los acontecimientos, el sínodo, por ejemplo, o por el sufrimiento que se puede sentir por
un hecho como Vatileaks.

¿Alguna vez Francisco le ha pedido algo específico a propósito de la prensa, de


los medios de comunicación social?

A veces me hacía llegar o me pasaba solicitudes que recibía para entrevistas,


mensajes y estas cosas, pidiéndome una opinión. Esto normalmente era uno de los
servicios que me pedía, pero siempre ha sido muy libre, quizás decidía sin tener
necesidad de mí y hacía muy bien. De hecho, tiene el don de comprender qué, cuándo y
cómo comunicar; mi opinión es totalmente marginal.
Francisco es el Papa que ha comenzado una reforma, muy articulada, de las
comunicaciones en el Vaticano. Imagino que han hablado. ¿Qué desea Francisco de
esta reforma?

Sinceramente, no he estado implicado con responsabilidades precisas, pero, habiendo


trabajado en este campo durante 25 años, tengo una idea tanto de la situación como de
los problemas. Lo que me parece muy claro –y para nosotros lo era desde hacía muchos
años– es que el sistema de las comunicaciones de la Santa Sede posee una larga y
hermosa historia, pero hecha de oficinas “separadas” entre ellas: tipografía,
L’Osservatore Romano, radio, centro televisivo, portal internet, todos nacidos
sucesivamente según la evolución de los instrumentos de comunicación, que respondían
a una misma misión, pero autónomos por gestión y administración. Ahora bien, la
evolución de la tecnología produce una convergencia, una “trabazón” de los medios de
comunicación, que es lo que he visto que sucedía como director de la Radio Vaticana: ya
no sólo una radio en sentido estricto, dado que publicábamos también textos en internet,

65
con fotos e incluso videoclip, sino una realidad multimedial, y lo mismo ha sucedido
también con otros medios de comunicación vaticanos. Era pues necesario reflexionar,
para decidir cómo reorganizar el conjunto de todo el sistema, y era absolutamente
evidente que el problema debía ser afrontado con valor. En cuanto a los resultados,
estamos en los inicios, no tengo nada que decir. De todas formas, cambian los contextos,
pero no la misión, que es una y siempre la misma: anunciar el Evangelio de Jesucristo, al
servicio de la Iglesia católica, a la humanidad de hoy, comprendiendo los problemas, las
situaciones, las diversidades. Lo que cambia son las maneras, los lenguajes, los
contextos históricos y, consiguientemente, también las técnicas y los modos de
expresión. Mis mejores deseos van a quien lo hará mañana y en el futuro; yo he hecho lo
que podía hacer.

El Papa Francisco ha conquistado con frecuencia las primeras páginas de los


periódicos con gestos o declaraciones que se han considerado muy sorprendentes.
¿Cuál ha sido la ocasión en la que usted se ha sentido más maravillado?

Digamos que mi sorpresa más grande ha sido su elección, la elección de un Papa


jesuita; ¡no me lo esperaba! No es que alimentase esperanzas por algunos candidatos o
que tuviera preferencias por uno más que por otro, pero tampoco me imaginaba que
Bergoglio sería elegido Papa y mucho menos que el Papa fuese jesuita. Para mí, que soy
jesuita como el Papa, no es espontáneo pensar que uno de nosotros llegue a ser Papa u
obispo o cardenal, siendo los jesuitas religiosos que viven una vida de servicio. Por eso
ha sido bastante sorprendente encontrarme con un jesuita Papa, algo absolutamente
inesperado. Después, naturalmente, si ésta es la voluntad de Dios, si el Espíritu Santo va
en esta dirección, si así han decidido los padres cardenales, yo lo acepto con mucho
gusto [Padre Lombardi ríe, ndr]. La espiritualidad común de la Compañía de Jesús, la
espiritualidad ignaciana, crea una cierta sintonía, es decir, una cierta naturaleza en la
comprensión de toda una serie de actitudes, perspectivas, sensibilidades espirituales, que
quizás son menos familiares a otros. Como el discernimiento, por ejemplo, tema
característico de este pontificado, es decir, descubrir la voluntad de Dios sin pensar que
ya esté escrita, de modo claro y evidente, sino que para encontrarla se necesita hacer
camino. O bien, un estilo de vida muy sencillo, cercano a la gente. El centrarse en la
figura de Jesús, el esfuerzo por leer el Evangelio de manera concreta, en relación con la
vida cotidiana, como se ve en las homilías de Santa Marta. Todo esto son cosas que me
resultan muy familiares, no sorprendentes, no me pregunto de dónde vienen, porque me
parece que lo entiendo muy bien: de nuestra espiritualidad y formación común. Así, por
una parte, ha habido sorpresa, por la otra, la ventaja de una cierta sintonía espiritual
también en la lectura de la historia y el camino de la Iglesia: la idea de que todo está en
camino y tú debes continuamente procurar buscar la voluntad de Dios, y que la voluntad
de Dios te está siempre delante y tú debes descubrirla por los signos, porque Dios trabaja
en el mundo alrededor de ti, y tú debes reconocerlo y entender dónde te llama. Esta
manera en la que Dios siempre te maravilla tiene algo siempre nuevo que decirte, no lo

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puedes controlar.

Seguramente Francisco es un Papa que crea curiosidad alrededor de sí mismo y


suscita muchas atenciones, incluso de parte de la prensa laica y de la de los países
no católicos. Pero, en lo mucho que se habla de Francisco, ¿ve usted el Francisco
verdadero, auténtico, la esencia de su enseñanza? ¿Cómo es el Papa Francisco lejos
de las cámaras?

Confío en que la gente, y los medios de comunicación en general, hayan entendido


bastante bien los aspectos fundamentales del mensaje de Francisco, es decir, lo que dice
y repite muchas veces: que Dios ama a sus criaturas, que ama a la gente, que es
misericordioso, que la misericordia es el corazón de Dios, que Dios está siempre pronto
a perdonar, que es acogedor y no excluye a nadie, más bien, que es el hombre quien se
autoexcluye, pero que, de todas maneras, el Señor continúa buscándole para abrazarle de
nuevo. Estos mensajes fundamentales del pontificado de Francisco me parece que han
sido entendidos bastante bien por la gente y los medios de comunicación, porque
además, lo que la gente entiende no es muy diferente de lo que comprenden los medios
de comunicación en su versión más popular. Entre otras cosas, los medios de
comunicación no son solamente artículos de periódico, sino también imágenes, con las
que las personas comprenden mejor a Francisco: su mostrarse cercano a la gente, la
ternura que manifiesta con sus gestos, la cercanía y el amor de Dios. Si los medios de
comunicación no existieran, nadie hubiera podido ver y oír todo esto. Vivimos en un
mundo en el que no se puede prescindir de la comunicación de masas. La autoridad de
Francisco, su “atracción”, que va más allá de las diferencias culturales, no es algo
superficial, no es como una estrella que impresiona sólo la curiosidad o la imaginación
de las personas; es la atracción de un líder espiritual que tiene un mensaje “sustancioso”
que proponer sobre muchos temas, como la atención a los pobres, la ecología, las
diferencias entre los pueblos y las naciones, los conflictos injustos, la guerra mundial a
trozos, el tráfico de personas. La gente entiende que el Papa Bergoglio es un líder que se
ocupa de cuestiones verdaderas y grandes para la humanidad, con un espíritu de amor y
atención especialmente en favor de los pobres y de los que sufren. Los medios de
comunicación pueden también cometer sus errores: ser superficiales, provocar ásperas
discusiones sobre algunas cuestiones, estimular curiosidades estúpidas… como siempre.
Pero en su conjunto, han ayudado a la gente a entender a Francisco. Por eso soy bastante
optimista, y digo más (pero ya lo dicho otras veces, especialmente al inicio del
pontificado): que, a su vez, Francisco ha ayudado a los medios de comunicación y a los
que de ellos se ocupan, con su carisma y manera de comunicar sencilla y eficaz, a
redescubrir aspectos positivos de su trabajo y de su vocación. En el fondo, como pienso
y ya he dicho en los tiempos del pontificado de Wojtyla, los comunicadores son personas
normales, buenas y malas como todos, con sus defectos. Quizás a veces están al servicio
de intereses particulares y deben obedecer a sus periódicos, pero son felices si pueden
contar algo que sea positivo. Uno debería ser una persona perversa para recrearse

67
diciendo sólo cosas malas y contando solamente historias desagradables. En definitiva,
al final, también ellos están satisfechos si pueden decir que hay paz y ya no más guerra,
que las personas consiguen dialogar en vez de discutir. Digamos que la eficacia de
Francisco y la facilidad de comprensión de su mensaje han ayudado a muchos
comunicadores a volver a encontrar la alegría de decir cosas buenas y positivas. Muchos
medios de comunicación se han convertido, con alegría, en sus aliados. La comunicación
tiene también muchos defectos: superficialidad, búsqueda del escándalo, ver las cosas
negativas más que las positivas, ver complots por todas partes, dividir a las personas
entre quien está con el Papa y quien está contra él, cosa que a mí me parece una gran
tontería; pero incluso con sus defectos y errores, los medios de comunicación han
colaborado y colaboran al aspecto “positivo” del pontificado de Francisco.

¿Cuál es el equívoco más grande sobre Francisco? ¿Cree que hay alguno?
Las tergiversaciones no son tanto sobre Francisco. Depende si uno tiene una actitud
o una perspectiva que le permita entender el espíritu y la misión de Francisco, de la
Iglesia, del Vaticano en general, como realidades eclesiales. Se tergiversa cuando uno lee
toda la realidad en términos “políticos” o según relaciones de fuerza, pero sin capacidad
de ver una dinámica más profunda. Puede leer el sínodo de los obispos como una lucha
furiosa entre quienes quieren una afirmación rígida de la doctrina y otros que quieren
que cada uno haga como le parece, y por eso discuten… ¡pero ésta no es la realidad! La
realidad son personas que tienen todas buenas intenciones y procuran entender cuál es el
mensaje del Evangelio o de la tradición de la Iglesia para el bien de la gente. Y esta
dinámica no es siempre fácil, porque exige respeto, escucha, y después buscar juntos el
camino justo. El problema, pues, es entender o no entender la realidad de la Iglesia y de
lo que el Papa Francisco es o hace por la Iglesia, como guía en un camino que se realiza
en unión.

¿Y quien dice que hay dos Papas?

Esto son tonterías. Hay un Papa y es Francisco, Benedicto ya no es Papa. Ha optado


por dedicarse a la oración y ya no ejerce ningún ministerio de guía en la Iglesia. Durante
una entrevista en el viaje de vuelta de Armenia, el Papa Bergoglio lo ha dicho
claramente.

Algunos hablan de un Francisco “censurado” por los medios de comunicación


cuando afronta algunos temas sensibles como el aborto, la contracepción, los
matrimonios homosexuales, la eutanasia, las manipulaciones genéticas. ¿Tiene
usted esta impresión?
Desde siempre ésta es una tentación de los medios de comunicación y es incluso
bastante comprensible. Hablan de lo que les va bien y callan del resto. Ésta no es una
novedad, es algo que siempre ha sucedido, no sólo con Francisco, sucede en todos los
campos; el problema no se refiere sólo a la Iglesia o a la moral. Hay lecturas “parciales”

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de los hechos por diferentes causas, sin embargo, no me sorprende porque es un hecho
extendido. ¡Ha sucedido con Benedicto XVI, con Juan Pablo II y con otros Papas! Con
Francisco sucede, más bien, que su gran personalidad y popularidad hacen que sea más
difícil criticarlo, porque cualquiera podría pensar: “Esta persona es tan popular que si
hablara mal de ella o la criticase, sería para mí una desventaja”. Al contrario, con otras
personas y en otros casos, es más fácil y es posible encontrar un amplio consenso. Puede
ser que alguno piense así y evite entonces subrayar algunas cosas que no comparte, no
teniendo la valentía de afirmar lo contrario. La observación que acabo de hacer tiene una
verdad propia, pero también es verdad que proporcionar sobre todo las informaciones y
noticias más cercanas al propio pensamiento siempre ha existido… ¡no es una cosa
nueva!

A menudo se dice que Francisco es un Papa que habla sobre todo con los gestos,
desde cuando –pongo un ejemplo– apenas elegido, decidió celebrar el lavatorio de
los pies del Jueves Santo en una cárcel para menores. ¿Podemos decir que es
precisamente este hablar con gestos el origen de su popularidad?

Los gestos que le gusta hacer al Papa Francisco, en realidad, no son una invención de
su pontificado. Hacía los mismos gestos también como arzobispo de Buenos Aires;
parecen nuevos porque han recibido una atención particular que antes no tenían. Los
gestos del Santo Padre tienen una eficacia extraordinaria, porque quedan impresos en la
mente y en el corazón de las personas. La gente los entiende, los comprende bien.
Francisco tiene este don, se trata de una “genialidad” espontánea. No hay nada calculado
o estudiado en la espontaneidad de sus gestos; por ejemplo, la manera como se acerca a
los niños, a los ancianos o a los enfermos. Bergoglio es consciente de su fuerza
expresiva, pero, de todas maneras, proceden del corazón y corresponden muy bien a una
antigua pedagogía de la Iglesia. Por ejemplo, el lavatorio de los pies, las obras del
viernes de la misericordia durante el Jubileo y otros gestos no han sido inventados por el
Papa Francisco, sino por Jesús. El Papa sólo los ha cumplido en situaciones particulares.
Pero hay que decir que él consigue, en primera persona, que se redescubran de manera
muy concreta y eficaz.

Pero ha habido también pequeños incidentes, referidos al Papa y a los medios


de comunicación; como muestra, el discurso que ha hecho el Santo Padre volviendo
de Manila, sobre el número de hijos de los católicos, o el que hizo después del
atentado a “Charlie Hebdo”. Los periodistas aprecian mucho la inmediatez y la
espontaneidad, pero comportan también algunos riesgos. ¿Qué piensa usted?

La espontaneidad con la que el Papa afronta estas conversaciones con los periodistas
comporta riesgos, y sería un milagro que las palabras del Santo Padre no hubieran
provocado algún problema. Al mismo tiempo, también los periodistas y las personas
inteligentes entienden que es una manera de expresarse que necesita ser leída con la

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hermenéutica apropiada a las palabras pronunciadas espontáneamente, no a la de
discursos escritos. Si las respuestas a las preguntas de los periodistas se prepararan
anticipadamente, perderían su naturalidad espontánea. Si se quiere una manera de
expresarse espontánea, rica, abundante, dialogante, en la que se pregunta y el Papa
escucha y responde, expresando su pensamiento, es necesario aceptar el peligro de que
surja algún problema; si se quiere la expresión perfecta, doctrinal, lista para ser transcrita
en un libro, entonces se debe renunciar a la espontaneidad. Puede haber inconvenientes,
pero son el precio que hay que pagar por la espontaneidad y la sinceridad, que tiene, sin
embargo, derecho a ser interpretada con una atención particular a su significado. Te
respondo espontáneamente, pero tú debes interpretar honestamente lo que digo. Las
personas inteligentes esto lo entienden.

Pero si durante un viaje agotador y laborioso, los periodistas hacen preguntas a


las que el Papa no está preparado, quizás no es una buena idea entrevistarle.

Todo se puede mejorar. La posibilidad de que los periodistas que siguen al Santo
Padre en sus viajes puedan hacer preguntas es una bonita tradición ya desarrollada por
Juan Pablo II. Les gusta también mucho a los periodistas y es un modo estupendo para
mejorar la relación entre el Papa y los profesionales de los medios de comunicación.
Seguramente, esta tradición puede ser ulteriormente mejorada, prestando atención a la
manera de comunicar del Papa y al contexto particular en que se desarrolla. Francisco ha
adaptado esta práctica a su estilo y a su manera de comunicar, conversando largamente
con los periodistas. También en las entrevistas que concede en otros ámbitos –he sido
testigo de ello varias veces– el estilo es siempre el mismo: conversaciones distendidas,
espontáneas, sin respuestas preparadas; un diálogo abierto, en el que responde
inmediatamente a las preguntas que se le proponen; una relación participativa con el
periodista, éste es su estilo. También es verdad que a veces el Papa me ha confesado que
ha quedado decepcionado por las preguntas recibidas, que no las había encontrado
interesantes, vista la importancia del viaje o de algunos episodios particularmente
significativos que se habían verificado. Lamentablemente los periodistas piensan a
menudo: “Del viaje ya hemos hablado, aprovechemos la ocasión para preguntar otras
cosas”, y “otras cosas” significa preguntar todo lo que se me pasa por la cabeza. Me
pregunto: ¿los periodistas utilizan de manera eficaz esta extraordinaria posibilidad que se
les ofrece? De todas maneras el Papa Francisco da muestras de que le agradan estas
entrevistas, porque nadie le obliga a dedicarles una hora cada vez. Yo le pregunto:
¿cuánto tiempo desea esta vez?, y él responde: “una hora”, siempre que el vuelo lo
permita. Esta disponibilidad de Francisco hacia los periodistas hay que considerarla, a mi
parecer, como un servicio que pretende prestar a todos los profesionales de la
información, y personalmente pienso que esto es una cosa muy bonita. Cuando, después,
se presenta algún “inconveniente”, está la disponibilidad por parte de todos de resolverlo
de la mejor forma posible. La costumbre de las entrevistas continúa siendo un hermoso
testimonio del espíritu con el que el Papa se sitúa ante las personas y la Iglesia bajo la

70
enseña de la sinceridad, la espontaneidad, la trasparencia, la tranquilidad y la confianza.
Creo sinceramente que no vale la pena renunciar a esta hermosa experiencia.
Francisco, conversando con los periodistas, ha hecho una referencia a Daniel en
el foso de los leones. ¿Hay algún motivo para esta ocurrencia?

No. Pero haría otra reflexión aprovechando su pregunta. Para quien conoce a
Francisco, esta familiaridad con los periodistas es para él algo nuevo. Cuando estaba en
Argentina era muy prudente en las respuestas a las preguntas y concedía entrevistas muy
raramente. Quien lo conoce ha quedado sorprendido por esta relación espontánea y
positiva con los profesionales de la información. Pero si el Papa se ha sentido como
Daniel entre los leones con los periodistas, seguramente habrá percibido el confort de la
gracia de Dios: no solamente el Santo Padre no ha sido triturado, sino que también los
leones han estado a gusto con él. Evidentemente, el Señor concede al Papa una ayuda
particular para desarrollar su servicio: energía, inspiración, inteligencia y sensibilidad.

El Papa Francisco se ha lanzado en el mundo de los medios de comunicación,


pero muchos no ven bien esta presencia. Para el Papa, estar presente en los medios
de comunicación, ¿es una opción o una necesidad?

Estoy convencido de que el Papa Francisco no puede elegir si estar o no presente en


las redes sociales; Francisco hace lo que tiene que hacer, es decir, hace de Papa, con la
espontaneidad típica de su modo de ser. Es verdad que el Papa está particularmente
interesado e predispuesto hacia estos instrumentos de comunicación; tiene hacia ellos
una inclinación natural. Cada Papa tiene su modo de comunicar, el de Francisco está “en
sintonía” con los medios de comunicación social, que se sirven de un lenguaje muy
eficaz y convincente, hecho de contenidos sintéticos o de imágenes que, sin embargo,
transmiten un significado profundo. Benedicto XVI, como Papa, tenía otra manera de
comunicar, argumentando sus razonamientos con claridad, exhaustivamente, con una
extraordinaria capacidad de síntesis; y, sin embargo, también es verdad que el primer
Papa presente en Twitter y YouTube ha sido Benedicto. Recuerdo que monseñor Celli
(entonces Presidente del Pontificio Consejo de las Comunicaciones Sociales, ndr)
comentó esto: “¡Causará una gran impresión que el Papa tenga un canal en YouTube!”,
y, de hecho, la sala de prensa, cuando presentamos la iniciativa, estaba llena de
periodistas.

¿Una última cosa que quiera decir sobre el Papa Francisco?

Francisco es un hombre que recoge las preguntas “globales” de la humanidad, como


ha sucedido con la encíclica Laudato Si’, sobre el cuidado de la creación, que lo ha
catapultado a nivel mundial como una autoridad capaz de dar respuestas significativas a
los problemas ambientales. El hecho de que el Papa provenga de América Latina ha
favorecido una cierta atención de la Iglesia universal hacia los grandes problemas de la

71
humanidad. La atención a los pobres y a la marginación es una heredad importante de la
Iglesia latinoamericana. Nosotros nos sentimos enriquecidos de esta dote, así como Juan
Pablo II ha traído como dote la experiencia del totalitarismo que ha vivido en carne
propia. Cada Papa da a la Iglesia una riqueza particular, que aumenta el tesoro de lo que
debe custodiar.

1 Jesuita, antiguo director de la sala de prensa de la Santa Sede.

72
Entrevista a GERHARD LUDWIG MÜLLER 1

EL CARISMA DE FRANCISCO
QUE ABRE INCLUSO LOS CORAZONES MÁS CERRADOS

¿A qué fecha se remonta su primer encuentro con Jorge Mario Bergoglio?


¿Tiene un recuerdo particular de ese encuentro?

La primera vez fue durante el sínodo de 2001, dedicado al tema: “El obispo, servidor
del Evangelio de Jesucristo para la esperanza del mundo”, al que había sido invitado
como “experto”. Precisamente durante los trabajos del sínodo tuvo lugar el atentado a las
Torres Gemelas, en Nueva York. El cardenal Egan, arzobispo de Nueva York, era uno de
los relatores del sínodo y tuvo que volver de inmediato a Nueva York. El Papa Juan
Pablo II lo sustituyó con el arzobispo de Buenos Aires. Los miembros del colegio de los
expertos, entre los cuales estaba yo, estuvimos dirigidos por el cardenal Bergoglio, que a
partir de ese momento se convirtió en punto de referencia de los trabajos sinodales. En
esos días hablé con él en español, porque ya había estado en América Latina quince
veces, tanto para encuentros teológicos en distintas universidades, como para
experiencias pastorales misioneras. El Papa Francisco, en la primera audiencia que me
concedió, doce años después, como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la
Fe, recordaba ese primer encuentro.

¿Qué importancia tiene para la Iglesia mundial tener un Papa procedente de


América Latina? Un continente con una numerosa población católica, pero también
alejado de Roma…

Lo importante para la Iglesia es la cercanía a Jesucristo, que es su cabeza,


dondequiera que aquella esté en el mundo. Además, existe la comunión concreta de
todas las Iglesias con su obispo, unidas al Sucesor de Pedro, que siempre es el obispo de
Roma. Pedro y Pablo, los príncipes de los Apóstoles, han dado testimonio de Jesucristo
en Roma, no sólo con su palabra, sino también con su sangre. Desde siempre, se ha
verificado que los obispos de Roma fueran no sólo romanos o italianos; a lo largo de los
siglos, sobre todo en los primeros siglos de la historia cristiana, ha habido Papas
procedentes de Grecia, Siria y otros lugares del Imperio Romano; sucesivamente,

73
también de Francia, Alemania y, más recientemente, de Polonia. En nuestro tiempo,
marcado por la globalización, es aún más fácil ampliar el radio de procedencia.

La palabra misericordia se ha convertido en el tema-clave del pontificado de


Bergoglio. En su opinión, ¿de dónde procede esta sensibilidad de Francisco?
La misericordia expresa el motivo central de la voluntad salvífica de Dios. En el
mundo de hoy muchísimas personas ya no saben cómo situarse ante el pecado, ante la
fragilidad del hombre. En lugar de dejarse justificar por Dios, cada uno se encierra en sí
mismo, en la propia culpa, intentando resolver el problema negándolo, para sobrevivir.
Sin embargo, la solución está únicamente en encomendarse a Dios, plena y totalmente.
La misericordia es, para Dios, no sólo una actitud general de benevolencia respecto a
nosotros: Él la realizó de verdad en la muerte en la Cruz de su Hijo. «Tanto amó Dios al
mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que
tenga vida eterna» (Jn 3, 16). La Iglesia entera puede y debe sentirse agradecida por esta
relevancia que da el Papa Francisco a la cercanía de Dios, a la misericordia que nos
perfecciona y no nos oprime.

El Papa Francisco goza de una gran popularidad en la prensa (es respetado,


escuchado, con frecuencia también exaltado). Pero el “Francisco” de los periódicos
y la televisión, ¿es el Francisco verdadero, auténtico?

Me alegro mucho del hecho que el Papa Francisco sea reconocido también por gran
parte de los medios de comunicación que, tradicionalmente, son críticos hacia el Papa y
la Iglesia católica. Francisco tiene un carisma con el que consigue abrir incluso los
corazones más cerrados. El afecto del Papa es casi la Puerta Santa del amor de Dios: una
puerta ofrecida a todos para el encuentro con Cristo, en el año jubilar de la misericordia.
Todos estamos llamados a orientarnos hacia el corazón de Cristo, el Buen Pastor (cfr. Jn
10).
Sus encuentros, las audiencias que Francisco le concede, se han convertido en
una costumbre. Francisco, en muchas ocasiones informales, ha demostrado ser un
hombre al que le gusta reír, bromear… ¿Bromean alguna vez cuando están juntos?

El humor cristiano expresa la alegría cristiana. Y esto no tiene nada de superficial,


como si se intentara olvidar por un instante las tragedias de la vida. Tiene, en cambio, un
origen pascual, casi una anticipación de la alegría eterna. El Papa Francisco predica la
alegría cristiana, pero la vive también con buen humor. ¡El Papa disfruta cuando tengo
una anécdota divertida que contar!

La prensa ha acogido con gran clamor muchos de los gestos y palabras del
Papa, que parecen sorprendentes y nuevos. ¿Cuál es la ocasión que a usted,
personalmente, más le ha sorprendido (o impactado o emocionado) Francisco?

74
Cuando el Papa se dirige con gran afecto incluso a las personas que más sufren,
aquellas cuyos rasgos muestran la deformidad de la enfermedad –porque es fácil predicar
el amor al prójimo, pero es difícil practicarlo–, consiguiendo superar la aprensión, que es
una reacción natural… esto me impresiona mucho.

Usted tiene una experiencia muy significativa a sus espaldas, relatada también
en el libro Iglesia pobre y para los pobres (Editorial San Pablo): periodos de estudio
y de servicio pastoral en Perú, en las chabolas de Lima y entre los campesinos de los
Andes. A distancia de tanto tiempo, ¿qué le ha dejado esta experiencia?

Ha ampliado mi horizonte, he visto la catolicidad de la Iglesia. Teóricamente, todos


conocemos la universalidad del amor de Dios por los hombres; además, para un alemán,
como es mi caso, sería más fácil ir a un país de Europa homogéneo por cultura con
Alemania. Pero en América Latina he hecho experiencia directa de lo que es la pobreza,
la pobreza de la miseria del hombre, en la que a menudo no están cubiertas ni tan
siquiera las necesidades más elementales. Millones de personas viven por debajo de los
niveles de la dignidad humana, esa dignidad que no disminuye ni siquiera en el más
pobre de los pobres, al ser el hombre imagen de Dios. El Santo Padre ha insistido en más
de una ocasión sobre el hecho que la Iglesia no se ocupa sólo del progreso material del
hombre: los pobres son para el anuncio del Evangelio, para que les llegue la palabra del
Amor de Dios. Nos sentimos responsables del desarrollo integral de la persona humana y
de la sociedad.

Hasta ahora, ese continente no había dado nunca un Papa a la Iglesia católica,
aunque se considera el continente, por número, más importante para el
catolicismo… ¿Usted cree que esta novedad pueda producir cambios permanentes?

Con el Papa Francisco ha entrado en el gobierno de la Iglesia universal, de manera


concreta, un nuevo horizonte, una nueva cultura, el horizonte y la cultura de un gran
continente católico como es América Latina. La misión y la tarea del Papa son siempre
las mismas, pero quienes reciben dicha tarea suprema de ser Sucesor de Pedro son
personas concretas, con la propia historia, que dan relieve personal al ministerio petrino
que reciben. Y esto forma parte de la riqueza, de los carismas y de los dones con los que
el Espíritu Santo llena su Iglesia, en esta hora concreta de la historia.

Una Iglesia pobre y para los pobres… ¿cómo debería ser de verdad?

La Iglesia necesita medios materiales para llevar a cabo su misión. Los medios
materiales son eso, medios, no el fin de la misión de la Iglesia. Para ayudar a los pobres
necesitamos recursos materiales, pero también personas (sacerdotes, laicos, religiosos)
con una buena formación teológica y una sólida motivación personal, que viene de
Cristo, Buen Pastor. Y es necesario invertir energías y recursos, a lo largo del tiempo,

75
para una formación personal de este tipo.

Cuando se habla de “Iglesia para los pobres”, ¿hablamos también de pobrezas


“morales”? Por otra parte, hoy son muchas las personas “pobres” que han perdido
el sentido de la moralidad, a causa de una cultura, como la nuestra, muy relativista
y permisiva en algunos ámbitos de la vida personal como la familia, la sexualidad,
el matrimonio…

Ciertamente. Es otro matiz de la pobreza, la pobreza moral. A muchísimas personas


les falta lo que nosotros consideramos fundamental para la existencia humana, es decir,
tener a Dios como tesoro, como sentido de la vida, como orientación para el camino,
como alegría y esperanza para la existencia. Precisamente para esto, en el fondo, vive la
Iglesia, para que la pregunta en el corazón del hombre no se apague y el anuncio
proclamado por Cristo pueda ser escuchado por todos.

1 Cardenal, Prefecto emérito de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

76
Entrevista a WILFRID FOX NAPIER 1

EDIFICAR LA IGLESIA CON LA FE Y LAS OBRAS, DAR


TESTIMONIO
DE JESÚS CON LA PROPIA VIDA

Mi primera curiosidad es preguntarle si conoció a Jorge Mario Bergoglio antes


de ser elegido pontífice…

Conocí al cardenal Bergoglio en 2001, en el consistorio en el que Juan Pablo II nos


creó a ambos cardenales. A partir de ese momento nos hemos visto a menudo en Roma,
pero sólo nos saludábamos. Sin embargo, nuestra relación se hizo más profunda con
ocasión del cónclave de 2005, cuando el nombre de Bergoglio se cotizaba para la
elección a Sumo Pontífice.

¿Hubo posteriormente un encuentro que le dejara un recuerdo particular?

¿El encuentro más memorable? Inmediatamente después de su elección, cuando,


como todos, me levanté para ir a saludarlo y felicitarlo. Lo que hizo especial nuestro
“cara a cara” fue que Francisco se había puesto de pie y, atravesando la Capilla Sixtina,
se dirigía a saludar al cardenal Dias. El Papa consideró el hecho que el cardenal Dias
caminaba con dificultad. Este gesto de humildad y extrema consideración hacia los otros
será siempre un recuerdo muy especial de Francisco.

La oportunidad de ver al Papa y de hablar personalmente con él está reservada


a pocas personas. ¿Cómo es el Papa Francisco en estas situaciones, lejos de las
cámaras de televisión?

Nos hemos visto muchas veces; sin embargo, me gusta recordar especialmente uno
de los encuentros, porque da una idea concreta del “personaje”. Estaba en la recepción
de la Casa Santa Marta cogiendo algo de mi cartera y mientras la levantaba, el extremo
de la faja roja de mi hábito se quedó enganchado en la cremallera de la cartera; entonces,

77
noté que alguien tiraba ligeramente… ¡era Francisco, que intentaba desengancharla!

Ha sido el propio Francisco quien ha contado, bromeando, que en el Vaticano le


consideran un indisciplinado, porque a menudo no respeta las tradiciones y las
costumbres que dictan las reglas para el Papa. Sin embargo, al mismo tiempo, es
capaz de dedicar su atención a todo el que encuentre, también a las personas más
sencillas y humildes. En su opinión, ¿de dónde nace esta sensibilidad y qué revela
del espíritu del Papa?
Francisco me asombra porque, no siendo europeo, no está vinculado a protocolos
típicamente europeos, que indican cómo se debería comportar un Papa: al no haber
vivido nunca en el Vaticano, no está vinculado a reglas dictadas para quien desempeña el
papel de Sumo Pontífice. Claro está, también la vida y el ministerio vividos en Argentina
han formado su carácter, que es único.

En los últimos cincuenta o sesenta años, la figura del Papa ha cambiado mucho
y Francisco ha contribuido mucho a este cambio. Algunos observadores han
hablado, de manera polémica, de “desacralización” de la figura del Papa. ¿Qué
respondería usted a esta crítica?

El cambio en la imagen del Papa se inició con Pablo VI, presumo que como
resultado de las innovaciones introducidas por el Concilio Vaticano II. Se abandonaron
la tiara y la silla gestatoria. Esto marcó el inicio de un nuevo “estilo” para el pontífice.
Fue san Juan Pablo II quien inició los cambios más radicales, en la vida de todos los días
y, también, en el ministerio petrino. Los primeros cambios fueron las frecuentes visitas
pastorales a tantos países del mundo y, aún más significativos, el modo de acoger las
llamadas visitas ad limina. Ningún otro Papa ha tenido tantos encuentros con los obispos
del mundo en visita en Roma. En cada visita, san Juan Pablo II se reunía cuatro veces
con el obispo que estaba de visita, a saber: audiencia privada, misa matinal, durante una
comida y en la audiencia con todos los miembros de su conferencia episcopal. Benedicto
XVI mantuvo la audiencia privada y la colectiva. El Papa Francisco ya no concede
audiencia al obispo de manera individual, sino que se reúne con todo el grupo.
Características dignas de observar de estos encuentros son la apertura, la franqueza, la
informalidad y el hecho que en la discusión se habla de todo, sin excluir nada.

Los cambios introducidos en general por el Papa Francisco, ¿son reversibles o


no? ¿Hasta dónde pueden llegar?

El hecho de haber cambiado, por ejemplo, la residencia del Palacio Apostólico a


Santa Marta, sin provocar grandes cataclismos, significa que también el próximo Papa
podría hacer lo mismo, es decir, cambiar de nuevo el lugar de residencia. Con otros
cambios introducidos por el Papa será más difícil volver atrás.

78
Francisco es una persona que, con las novedades que ha introducido, hace
hablar mucho de sí. Sin embargo, según su experiencia de obispo, que está en
contacto con la gente, ¿cuáles son, en su opinión, los rasgos de Francisco que más
fascinan a las personas?

¿Lo qué más fascina a la gente? ¿Lo que causa más admiración del Papa? Depende
de quién hablemos y qué relación tiene con el Papa. Un obispo, por ejemplo, respondería
que fueron las palabras pronunciadas al comienzo del sínodo de 2014, cuando
recomendó “hablar con parresía y escuchar con humildad”. Otros se sorprenden por su
sencillez, por su apertura y disponibilidad, que manifiesta también ante quienes se
podrían sentir incómodos delante de él. Sin embargo, en mi opinión, lo que más asombra
del Papa Francisco, que llega al corazón de la gente, es su atención hacia los pobres, los
marginados, las personas abandonadas.
Se ha hablado mucho de la sencillez y la sobriedad del Papa Francisco. Pienso,
por ejemplo, en los coches que utiliza o en la elección de residencia. Parece que
Francisco haga todo lo posible para no ser identificado con el poder temporal, como
sucedía en cambio con los papas-reyes rodeados de corte. El mensaje que ha
lanzado al mundo ha tenido, de este manera, mucha aceptación, pero a veces parece
que también haya traído desbarajustes a la Iglesia… ¿es así?

Mucha gente, efectivamente, da un exceso de importancia al estilo de vida de


Francisco o a su actitud abierta y disponible hacia las personas comunes. Esta sencillez y
esta apertura se han manifestado también en la elección del nombre, hecha en honor de
san Francisco de Asís. A pesar de todo lo que haga, el Papa Bergoglio ha demostrado
una disciplina interior y una firmeza propias del religioso, que considera más importante
el testimonio de vida y del propio ministerio que el estatus o condición que tiene. El
simple hecho de subir él mismo, a mano, su equipaje al avión dice mucho sobre su
sencillez.

La prensa ha acogido con mucho clamor algunos gestos y palabras del Papa,
que parecen nuevos. ¿Cuál ha sido la ocasión en la que se ha sentido sorprendido
por Francisco?

Para quienes siguen a Francisco de cerca, es ya normal ser testigos de algún hecho
inusual del Papa. Entre las situaciones sorprendentes de las que he sido testigo, me
vienen a la mente algunos episodios: almorzar en el comedor de los empleados del
Vaticano; verle por Santa Marta realizando alguna tarea; el lavatorio de los pies a
algunos jóvenes reclusos de una cárcel de Roma, entre los cuales dos musulmanes y dos
mujeres; su inesperada presencia, cerca de plaza de España, entre la gente y los turistas,
cuando iba a una óptica a comprarse gafas nuevas.

Otro aspecto al que se le ha dado mucha importancia son las denuncias, más o

79
menos fuertes, dirigidas a la curia romana. A veces parece que no tenga una buena
opinión de la curia, aunque es verdad que Bergoglio fue elegido Papa después de un
periodo marcado por muchos escándalos. ¿Qué idea se ha formado usted,
Eminencia?

Francisco ha enumerado una larga lista de defectos y vicios de la curia, llamándolos


“enfermedades curiales”. El hecho sorprendente, sin embargo, es que se ha incluido a sí
mismo en esta denuncia, invitando a todos los presentes a tomar conciencia de ellas y a
arrepentirse.

La misericordia es el punto principal del pontificado del Papa Francisco. En su


opinión, ¿por qué el Papa es tan sensible a este tema?

Desde el principio, Francisco dijo que su pontificado sería un pontificado en el que


la Iglesia debe salir, salir a buscar al otro. El gesto dirigido al cardenal Dias, tras su
elección, no es más que una confirmación de su programa. Francisco, respondiendo a la
pregunta que le fue dirigida en el cónclave, pidiéndole si aceptaba ser Papa, respondió:
“También yo soy pecador, acepto…”. La cosa más importante para Francisco ha sido
admitir, ante Dios, la realidad de su condición humana y después pedir, esperar, la gracia
de Dios y su misericordia. Implorar la misericordia de Dios para sí mismo y para toda la
Iglesia, para todos sus miembros y para todo el género humano.

En la vida de Bergoglio sacerdote, una experiencia fundamental fue la


confesión, como ha contado él en varias ocasiones. ¿Por qué el confesar es tan
importante para un sacerdote?

Muchas personas se sorprenden por el hecho que Francisco, antes de las confesiones
en San Pedro, también se confiesa. Recientemente se han publicado unas fotos en las que
se ve al Papa Francisco confesar a algunos jóvenes durante el Jubileo. Dispensar la
misericordia de Dios, escuchando a una persona confesar sus pecados, aconsejándola,
absolviéndola, perdonándola, evitándole la pena eterna, es lo más sublime que pueda
hacer un sacerdote en su ministerio.

A menudo Francisco da consejos a los confesores. ¿Hay uno en especial que


usted se esfuerza por poner en práctica?

¿Consejos a los confesores? El más hermoso e imposible de olvidar es cuando dijo


que el confesionario no es un lugar de tortura, ¡si no de encuentro con la misericordia del
Señor!

Para la prensa, Francisco es un personaje muy popular. La prensa mundial le


dedica mucha atención. El Papa descrito por la prensa, ¿es el real? ¿Hay algo que

80
permanece en la sombra o es censurado?
Los medios de comunicación adoran a Francisco, porque es una fuente excepcional
de noticias que capturan la atención de los lectores. Los medios de comunicación aman
su modo de hablar o de escribir, dado que piensa, habla y escribe en lo que podríamos
llamar soundbytes (inclusión sonora de un discurso o una entrevista dentro de un
servicio televisivo, ndr). Los redactores de los periódicos y los usuarios de Facebook o
de Twitter no tienen ni siquiera que reelaborar lo que dice, simplemente copian y pegan.
El lado negativo es que este modo de trabajar en soundbyte hace que el periodista sea
perezoso, ahorre las fuerzas. Las palabras del Papa son tan atractivas, que los periodistas
y los cronistas prescinden del contexto más amplio del discurso que ha hecho, o los
incisos con los que hace algunas aclaraciones.

¿Puede darnos un ejemplo?

El primer ejemplo es la perversa citación inapropiada “¿Quién soy yo para juzgar?”,


en la que, sobre todo, falta el contexto, que era la pregunta referida explícitamente al
“lobby gay” en el Vaticano. No se trataba de la opinión del Papa sobre los gays en
cuanto tales. La “aclaración” que falta, en cambio, es la referencia que el Papa hace al
Catecismo de la Iglesia católica. El Papa dijo, textualmente: “Si alguien es homosexual y
busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlo?”. Por desgracia, una
vez que una citación mal interpretada se difunde en el ciberespacio, ¡ya no puede
borrarse y ya nadie puede rectificarla!

Algunos dicen que Francisco es un Papa “populista”; otros, en cambio, que es


un Papa “anticapitalista”. Es una interpretación nacida de sus advertencias contra
la especulación financiera, la globalización salvaje, la explotación del planeta.
¿Cómo están realmente las cosas?

Hoy en día, quien dice la verdad, prescindiendo de lo evidente que ésta sea, está
destinado a ser agredido verbalmente, sobre todo en las redes sociales. El Papa Francisco
no es una excepción. También los escritos de su magisterio, que tienen una gran acogida
entre un gran número de personas comunes, son duramente criticados por quienes, en
cambio, cometen los “pecados” denunciados. Un ejemplo es la encíclica Laudato Si’,
que ha molestado a muchas personas, afirmando por escrito que su zona de confort,
hecha de éxito, riqueza, bienestar, a menudo ha nacido y ha prosperado gracias a la
explotación de los pobres y los débiles.

En cambio, su magisterio sobre la familia, el matrimonio y la defensa de la vida


no tiene el mismo impacto. ¿Por qué cree usted?

Los medios de comunicación y, sobre todo, las redes sociales, han sido
extremadamente críticos hacia Francisco en lo que concierne a sus escritos o discursos

81
sobre el matrimonio y la familia. Por ejemplo, la riqueza, verdaderamente notable, de las
enseñanzas de Amoris Laetitia se está perdiendo. Lo que neutraliza esta riqueza es,
precisamente, el exceso de énfasis de quien critica al Papa Francisco, acusado de ser
demasiado abierto hacia quien se encuentra en situaciones difíciles, como por ejemplo,
haber contraído un matrimonio civil después de un divorcio. En algunos casos, esta
actitud es incomprensible, porque gran parte de Amoris Laetitia confirma la doctrina de
la Iglesia sobre el matrimonio, incluida la condición en la que se encuentran los
divorciados que se han vuelto a casar en segundas nupcias civiles. En particular, la
Familiaris Consortio de san Juan Pablo II es muy clara sobre la imposibilidad para los
divorciados que se han vuelto a casar de recibir la comunión. Lo que provoca confusión
son estos soundbytes de Francisco como “la Iglesia es un hospital de campaña”, “los
sacramentos no son un premio para los perfectos, sino una medicina, un alimento para
los débiles”. Lo que es realmente triste es ver a gente que, de manera deliberada,
distorsiona y deforma las palabras de misericordia y compasión del Papa, para hacer que
parezcan como un cambio de doctrina de la Iglesia.

Y entonces, tras dos sínodos sobre la familia, ¿qué ha cambiado concretamente?


Sobre Amoris Laetitia hay lecturas e interpretaciones muy distintas. En su opinión,
¿dónde está la novedad, si existe?

No me sorprenden las reacciones que ha suscitado Amoris Laetitia, porque tanto


antes de los sínodos como durante, los medios de comunicación, sobre todo católicos,
habían tomado posiciones ideológicas y propagandísticas. Todos los participantes habían
sido oportunamente clasificados cada uno en su propia parte, en dos formaciones
claramente opuestas: conservadores contra liberales, progresistas contra defensores de la
“línea dura”. Mientras que la mayor parte de los que han leído Amoris Laetitia se ha
quedado positivamente impresionada, hay quien desearía hacerla pedazos y cualquier
ocasión es buena. Además, a decir verdad, hay algunos pasajes que son extremadamente
difíciles de comprender y aceptar para la Iglesia africana.
¿Cuáles?

Hace doscientos años, los misioneros europeos vinieron a evangelizar a los pueblos
africanos, convenciéndoles que la poligamia, los ídolos y la brujería eran cosas
equivocadas. Al mismo tiempo, enseñaron y educaron a estos pueblos en las Sagradas
Escrituras, sobre todo el Evangelio, indicado como palabra de Dios que hay que poner en
práctica, siguiendo la enseñanza de la Iglesia. Ésta era la vía segura para la salvación.
Para quien se convertía, el paso más difícil era abandonar las propias costumbres y
tradiciones, aceptando la enseñanza de la Iglesia y adoptando un modo de vida y una
disciplina cristiana. Dicho esto, se puede fácilmente comprender qué difícil es para la
Iglesia africana mantener la propia credibilidad si ahora, tras dos sínodos, nos dirigimos
a nuestros fieles explicándoles “hace doscientos años nos equivocamos, diciéndoos que
era necesario abandonar todas las costumbres y modos de vivir contrarios al cristianismo

82
como os lo presentamos entonces… De hecho, hoy es absolutamente válido vivir en
situaciones matrimoniales irregulares, si son antiguas y hay niños implicados… También
puedes comulgar si vives con alguien con el que no estás legalmente casado, o si tienes
más de una esposa, porque no les puedes dar la espalda”.

Otro tema sobre el que Francisco ha dicho palabras fuertes y realizado gestos
significativos es la cuestión migratoria. A menudo el Papa invita a construir
puentes y no muros. En su opinión, ¿hasta qué punto es necesario ser solidario con
los migrantes para evitar que la acogida se convierta en una cuestión que no se
pueda gestionar?
En un cierto sentido, la crisis migratoria que está poniendo a dura prueba el
compromiso que Europa y América tienen ante la Declaración de los Derechos del
Hombre, ha sido durante mucho tiempo también un problema para África, que ha
luchado durante decenios, durante y después del periodo colonial, para encontrar un
equilibro precisamente después de la colonización. Creo que sólo hay una solución que
se pueda poner en práctica para frenar el éxodo de masas desde África, a saber: centrarse
sobre los problemas que crean la emigración de prófugos y refugiados. Los países
occidentales deben invertir en los países africanos, fomentando la paz y permitiendo que
estos garanticen una vida digna a la propia población.

El tema de la migración se vincula al de la pobreza. Francisco repite que lo


esencial para el cristianismo son las obras de misericordia. El propio Papa ha
realizado gestos significativos de solidaridad, dando ejemplo a todo el mundo. En su
opinión, ¿es posible decir que estos gestos han devuelto la concreción al concepto
cristiano de dignidad del hombre?

Lo que ha hecho el Papa recientemente, llevando consigo a Roma desde Lesbos a un


grupo de refugiados, es lo que la Iglesia africana pone en práctica desde hace tiempo:
compartir lo poco que se tiene con quien tiene menos que tú, o nada. Muchas grandes
diócesis de nuestra Conferencia Episcopal hacen más de lo que pueden desde este punto
de vista.

Las religiones, en este inicio del tercer milenio, son un factor muy importante en
la política internacional, en el debate cultural y en la sociedad. Sin embargo, a
menudo se convierten en causa de conflicto y división. ¿Es posible establecer un
diálogo entre las diferentes religiones y culturas? El enfoque de Francisco, en este
sentido, es muy abierto y confiado. ¿Es una actitud realista?

Si en los últimos años no hubiera estado tan comprometido activamente en el diálogo


interreligioso y en la cooperación, no podría afirmar con tanta seguridad que “uno de los
mejores modos para romper la cadena de conflictos, entre una comunidad religiosa y
otra, es establecer y mantener un diálogo interreligioso”. Dialogando uno se sienta

83
alrededor de una mesa y se descubre que, a pesar de las diferencias, lo que nos une es
más fuerte que las divisiones. Una vez que el muro que nos hace sentirnos extraños cae,
es más fácil aceptarse mutuamente, respetarse, reconocerse como símiles, hombres que
tienen las mismas esperanzas y miedos, sueños y expectativas, la misma necesidad de ser
amados y apreciados.

El viaje de Francisco a África ha sido largo, lleno de encuentros y palabras


significativas. ¿Qué ha dejado el Papa a la Iglesia africana?

Para mí el impacto más fuerte de la visita de Francisco a África ha sido en tres


frentes. El primero, en un momento en que todos consideraban a África un lugar
peligroso desde el punto de vista de la seguridad, el Papa ha asumido el compromiso de
compartir los mismos peligros y miedos que sufrimos nosotros. Segundo, la etapa en
Uganda ha puesto en evidencia que en África hay discípulos de Jesús dispuestos a darlo
todo, incluso la propia vida, para testimoniar su amor y fidelidad a Cristo. Tercero,
Francisco ha concedido a África el honor de ser la primera Iglesia que celebre el Jubileo
extraordinario de la misericordia cuando ha abierto la Puerta Santa con esa maravillosa
celebración en la catedral de Bangui. Y lo ha hecho precisamente en el momento en el
que la República Centroafricana atravesaba una de las peores crisis políticas y
económicas de su historia.

La prensa y la opinión pública consideran a Ratzinger y a Bergoglio dos


personalidades distintas. Pero en esta innegable diversidad, ¿cree usted que tienen
algo en común?

Sí. Francisco y el Papa emérito Benedicto son personalidades muy distintas. Sin
embargo, hay continuidad y Francisco lo ha puesto en evidencia en diversas ocasiones,
empezando cuando fue personalmente a acoger a Benedicto XVI al volver de Castel
Gandolfo para establecerse en su nueva casa en el Vaticano. Ambos son dos fuerzas de
la nueva evangelización: una insiste sobre el “¡no permitas que nada te separe de Cristo,
tu Señor!” y la otra sobre “¡camina con Jesús, edifica la Iglesia con la fe y las obras,
testimonia a Jesús con tu vida!”.

Francisco ha afirmado en más de una ocasión que considera la renuncia de su


predecesor como una “puerta abierta”. El papado, ¿puede convertirse en un cargo
a tiempo determinado?

¡No! ¡Nunca! La sociedad moderna ya está lacerada por la cultura del tiempo
determinado y esto vale tanto para el matrimonio, como para la vida religiosa, el
sacerdocio, etcétera. Ésta es la mentalidad del “no para toda la vida, sino hasta cuando
esté feliz y satisfecho”.

84
Francisco es el primer Papa americano de la historia. Todas los estudios
estadísticos dicen que Europa ya no es el baricentro del catolicismo mundial. En
cambio, está creciendo el peso del catolicismo africano. ¿Podemos decir que con la
elección del primer Papa americano de la historia se ha abierto una puerta también
para África?

La experiencia de los dos últimos cónclaves me ha dejado la firme convicción que


cuando el colegio cardenalicio se reúne para preparar, celebrar y llevar a término un
cónclave, ¡el Espíritu Santo está y se ve! Y cuando el Espíritu Santo está y es activo, la
Iglesia es capaz de todo. También de elegir a un Papa africano, si fuese la elección mejor
en ese determinado momento.

1 Cardenal y arzobispo de Durban, Sudáfrica.

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Entrevista a ADRIÁN PALLAROLS 1

UN SACERDOTE QUE HACE


DE SACERDOTE Y SE HA
CONVERTIDO EN PAPA

La primera vez que me encontré al Papa Francisco y le dije que te conocía él me


respondió feliz y con una gran sonrisa: “¡Hijo, hermano, amigo!”. ¿Por qué este
entusiasmo del Papa por vuestra amistad?

¿Qué puedo decir? ¡No lo sé! Supongo que me quiere como a un hijo, que me ama
de verdad. A veces me dice que para él soy como uno de la familia. No creo que pueda
añadir nada más porque si uno dice “hijo, hermano, amigo”, ¿qué más se puede decir al
respecto? Sólo puedo añadir que su afecto y su amistad son incondicionales.
¡Incondicionales!

¿En qué otra ocasión te ha dicho “hijo, hermano, amigo”, en persona o por
escrito?
Cuando estaba aquí en Buenos Aires tenía la costumbre de regalarme libros de arte.
Cada vez que encontraba un libro lo guardaba para mí. Cuando iba a visitarle, a menudo,
antes de saludarnos, me decía “espera un segundo… ¡tengo algo para ti!”, y me regalaba
un libro, y yo se lo agradecía. Una vez me regaló un volumen sobre los edificios que
Bramante construyó en el Vaticano. Ahora parece casi una profecía, es decir, que el
Vaticano habría sido su última residencia. Y en aquel libro escribió una dedicatoria
llamándome “¡hijo, hermano, amigo!”.

¿Cómo os habéis encontrado y conocido?

El primer encuentro fue en 2002 ó 2003, durante unos trabajos de restauración en la


catedral de Buenos Aires. La oficina del arzobispo se encontraba a pocos pasos de la
catedral. De vez en cuando iba allí para verificar cómo procedían los trabajos y un día
encontré al arzobispo Jorge Bergoglio, que me estrechó la mano diciéndome que una

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persona me explicaría qué había que hacer; después, un día me llamó para realizar una
medalla de María la Virgen Desatanudos, por la que tiene una gran devoción. En 2005
realizamos juntos un cáliz para su amigo el Papa Benedicto XVI… fue así, en síntesis,
cómo nos hicimos amigos.

Sé que has visto cómo Jorge Bergoglio ayudaba a los pobres de la archidiócesis,
incluso a través de tu trabajo. He oído decir que algunos beneficios los usaba para
los pobres… ¿es así? ¿Cómo sucedía?

Sí, es así. A menudo el arzobispo me llevaba objetos que había recibido como regalo
y yo los vendía entregándole las ganancias. El arzobispo utilizaba ese dinero para los
niños pobres comprando mantas, vestidos, libros, medicinas, y asegurándose de que todo
esto fuera entregado a los necesitados.

Hay muchos momentos significativos de tu vida en los que Bergoglio ha estado


implicado: el matrimonio, el bautismo de tu hija Francesca…

En un determinado momento de mi vida decidí dejar el laboratorio de mi familia. Un


día el arzobispo me recibió en su oficina y yo le confesé esta decisión diciéndole:
“Padre, hoy puedo intercambiar con usted sólo palabras, porque ya no trabajo con mi
familia. No tengo nada, sólo mis zapatos”. Precisamente así, después de 25 años de
trabajo en el laboratorio familiar, se había creado una situación muy fea. El arzobispo me
dijo: “El problema que te atañe es mi trabajo, es mi misión; no te preocupes, te cuidaré;
recuerda que aquí tienes un amigo”. A partir de aquel día volví a encontrar la serenidad y
la paz. Encontraba al Padre Bergoglio cada quince días y cuando no iba a verle me
llamaba por teléfono diciéndome: “¿Dónde estás? ¿Qué haces? ¿Por qué no has
venido?”. Finalmente, abrí un taller de orfebrería mío, y el día de la inauguración el
arzobispo vino a bendecirlo y pasó un rato con nosotros… Luego, el padre Bergoglio
celebró mi matrimonio y el bautismo de mi hija. Con frecuencia el arzobispo pasaba por
el taller, porque a la vuelta de la esquina estaba una de las iglesias más importantes de la
ciudad, el Santísimo Sacramento, donde iba a celebrar misa; entraba y nos saludaba a
todos, preguntándonos cómo estábamos y si todo iba bien. A menudo también yo iba a
visitarle a su oficina, para saludarlo y hablar. Se levantaba muy temprano, a las cuatro de
la mañana, celebraba la misa y a las siete estaba desayunando.

Cuéntanos algo más del tiempo que habéis pasado juntos…

Tengo el recuerdo de cuando le pregunté si celebraría mi matrimonio. Me dijo:


“¡Naturalmente, hijo mío! Dime el día y dónde debo ir”. La historia de mi matrimonio es
simpática y la quiero contar. El sacerdote de mi parroquia era muy duro, severo y arisco.
Las muchachas salían de los encuentros prematrimoniales casi llorando, porque el
sacerdote las asustaba diciendo: “¡Si no hacéis esto y esto otro, borro la fecha del

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matrimonio!”. Durante uno de estos encuentros, el sacerdote preguntó: “Quien quiera
que otro sacerdote les case, que levante la mano”. Nosotros levantamos la mano y él nos
preguntó quién era el sacerdote; “Padre Jorge” respondí; y él: “Que me llame este Padre
Jorge, me debe pedir permiso. Si no lo hace, no podrá celebrar el matrimonio, y yo lo
borro todo”. Le respondí: “No se preocupe, se lo diré…”. Dentro de mí, pensando en el
sacerdote de nuestra parroquia, dije: “Vas a aprender una buena lección”. El día del
matrimonio, mientras entrábamos en la iglesia, el sacerdote me estaba esperando, me
llevó aparte y me dijo: “¿Por qué no me has dicho nada? Cuando me ha llamado vuestro
sacerdote he comenzado a gritar y después he descubierto que estaba hablando con el
arzobispo…”. Yo, riendo, le respondí: “Tú me pediste que te llamara… y así lo he
hecho”. Creo que en aquel momento habría deseado desaparecer, habiendo levantado la
voz ante la más alta autoridad de la Iglesia argentina. Probablemente desde aquel día no
ha vuelto a gritar a nadie. Nosotros nos divertimos, pero para él, fue terrible.
¿Se sintió humillado?

No creo que el Padre Bergoglio lo reprendiera, aunque el sacerdote alzara la voz


durante la llamada; sólo le saludó, diciendo quién era y que llamaba por nuestro
matrimonio. El sacerdote levantó la voz y después preguntó el apellido del Padre Jorge,
descubriendo que se trataba de Bergoglio, el arzobispo de Buenos Aires. Entonces el
Padre Jorge dijo: “No debería hacer así tampoco con los otros, somos todos iguales. ¡No
grites ni a mí ni a nadie más! Sé respetuoso con todos”, subrayando “sé gentil, éste es tu
trabajo”, animando al sacerdote a que fuera más disponible con quien decide casarse,
porque el matrimonio es una ocasión especial, una bendición de la cual Dios es testigo.

¿Y qué me dices de “leche y bizcochos”?

A veces me presentaba en el arzobispado sin preaviso, sin tener una audiencia. Decía
sólo: “Padre, ¿estás ocupado, tienes algún compromiso, algún encuentro?”. Él respondía:
“No, estoy libre”. Entonces preguntaba: “¡Qué bien! ¿Puedo quedarme contigo, me
puedes dar un poco de café con leche y bizcochos?”. “Claro”, respondía él, preparaba un
poco para mí y para él, y él tomaba un poco. Esta costumbre comenzó gracias a dos
religiosas muy ancianas que estaban con él y que cocinaban bizcochos cuando no
rezaban. Para el Padre Jorge era normal ofrecer bizcochos, normal como lo es para un
abuelo ofrecerles a los nietos, para hacerles felices. Normalmente, durante este desayuno
improvisado hablábamos de todo, de historia del arte, de diferentes anécdotas, pero a
menudo la conversación versaba sobre arte, porque yo era profesor de esta materia en la
universidad… él ama la música y la historia.
¿Recuerdas sus artistas preferidos?

¡Miguel Ángel! A menudo hablábamos de cómo había construido la cúpula de San


Pedro, una grandiosa obra de ingeniería. Al Padre Jorge le gustaba hablar de ello, porque
también tiene una formación matemático-científica, pues tiene el diploma de perito

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químico. Cada uno compartía lo que sabía de arte, de música, y ambos nos distraíamos
durante cuarenta y cinco minutos, máximo una hora, para después volver al trabajo.

¿Hay un tipo de arte o de música que le guste más?

Los pintores barrocos, así me decía.

La prensa dedica mucha atención a Francisco. ¿Crees que es algo que le


agrade?

Siempre ha sido una persona muy, muy reservada y a tal propósito le cuento una
anécdota. El padre Jorge conocía algunos pasajes secretos entre el arzobispado y la
catedral; a veces, cuando estábamos juntos, me decía: “Pasemos por aquí, porque fuera
estará la prensa”. Era curioso atravesar aquellos túneles construidos en el 1700 y que
todavía hoy se encuentran en buenas condiciones.

¿Y ahora que es Papa? ¿Crees que le da fastidio toda esta atención?

No creo, aunque nunca le han gustado las entrevistas, respeta sin embargo el trabajo
de los periodistas. Cuando era arzobispo de Buenos Aires informaba a los periodistas
con mucho tiempo si había planificada una conferencia de prensa, en la que luego
respondía a todos, uno por uno.

¿Crees que se siente comprendido por la prensa?

Muchas veces ha sido juzgado por los periódicos como una persona cerrada,
sencillamente porque no le gusta aparecer. Quiere hablar con la gente sin que esté
presente la prensa. El Padre Jorge tenía la costumbre de ir a barrios muy humildes, los
lugares peores que se pueda uno imaginar, para hablar incluso a quinientas personas a la
vez de sus problemas, de sus preocupaciones, pero nunca ha tenido el mismo interés por
los grandes periódicos. También tú, como periodista, habrás notado que prefiere dar una
entrevista a una pequeña radio, más que a la CNN, y que está más atento a las pequeñas
realidades que a las grandes.

¿Cómo te enteraste de su elección? ¿Y cuál fue tu reacción?

Estaba trabajando y no me había dado cuenta de nada. Todos, sabiendo que era su
amigo, empezaron a llamarme por teléfono diciendo: “¡Enciende el televisor, mira lo que
está pasando!”. Esto me entristeció un poco: pensé que para la Iglesia y para el mundo
era un gran acontecimiento, pero yo había perdido un amigo. No lo habría visto más
como antes… volví a casa en silencio, pensando en lo lejos que estaba Roma.

89
¿Y en cambio?

El tercer día después de la elección sonó el teléfono: “Hola Adrián, soy el Padre
Jorge”, como si no pasara nada (ríe, ndr), y me dijo: “No te disgustes, es lo que tengo
que hacer, lo que Dios quiere que yo haga. Pero tú no te preocupes, que nunca soltaré tu
mano. Verás cómo estaré siempre ahí contigo, no olvides cuánto te aprecio”. ¡Fue
fantástico! Recuerdo que tampoco en Buenos Aires decía nunca su apellido, sino sólo
“Padre Jorge”. Y a mí, “Adrián, soy yo…”.

¿Te sorprendió su elección? ¿Y qué dijeron los otros amigos de Buenos Aires
que le conocían?

Muchos nunca hubieran esperado verle Papa. Yo le vi el día antes de que saliera para
Roma y él, como siempre, después de hablar, me acompañó a la puerta de su oficina y
me dijo: “¿Por qué tienes esa cara? ¿Qué te pasa?”. Yo respondí: “¿Sabes, Padre? Tengo
la sensación de que no volverás…”; y él: “No te preocupes por mí, ¡tú me conoces! No
me gusta viajar ni volar… y ya tengo el billete de vuelta. Cuando vuelva te llamo y nos
vemos, ¿ok? ”. Y esa fue la última vez que le he vi en Buenos Aires. ¡Tenía razón yo!

¿Qué es lo que más te impresiona de su estilo y de sus gestos como Papa?


Creo que a muchas personas les impresiona su estilo de ser sacerdote. Él es un
sacerdote que se comporta como sacerdote, pero también es Papa, un sacerdote que se ha
convertido en Papa, un simple sacerdote. Por eso es tan cercano a la gente; éste es el
cambio más revolucionario que está realizando.

¿Cuál crees que es el impacto que está suscitando?


Pienso que está cambiando la Iglesia, de cómo la conocíamos en los últimos
doscientos o trescientos años. El modo en el cual se acerca a la gente hace que la gente
crea de nuevo en la Iglesia. La gente le ve como un hombre sensible y humilde. El Papa
Francisco vive como un pobre, aunque no lo sea, aunque habite en un lugar no de
pobres. Yo he visto su habitación y puedo decir que no hay nada que pueda recordar ni
lejanamente el lujo. Una habitación vacía, con una cama, una silla, una mesa y algunas
imágenes sagradas de Jesús o de María en las paredes; nada más.

¿Y todavía te llama para felicitarte el día de tu cumpleaños?

¡Sí, siempre! Es una de las sorpresas más agradables que tengo el día de mi
cumpleaños. Me llama siempre a horas diferentes, pero nunca se olvida, y éste es el
regalo más bonito que puede hacerme; es algo que toca el alma.

Vas a menudo a Roma para encontrarte con él. ¿Cómo son estos encuentros?
¿Lo has notado cambiado?

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No, también conmigo es todavía la misma persona, no usa protocolos. Obviamente
procuro respetar el protocolo cuando hay también otras personas, como ha sucedido
recientemente con los organizadores y los futbolistas del partido interreligioso por la
paz. Pero si estamos en privado, sin embargo, todo es como antes. Cuando hablamos por
teléfono y manifiesto la intención de ir a verlo a Roma, me dice: “¿Qué haces? ¿Por qué
tiras el dinero en un billete de avión? Quédate allí, no malgastes tu dinero…”; me da un
poco de risa (ríe, ndr).
El Papa Francisco te ha confiado la realización del trofeo para el partido
interreligioso de fútbol por la paz (Roma, 1 de septiembre de 2014, ndr),
organizada por la Fundación Scholas Occurrentes. Me has dicho que durante la
audiencia con los futbolistas el Papa preguntó precisamente por ti. ¿Me cuentas qué
pasó?

El Papa Francisco cambió el protocolo preguntando en un determinado momento: “Y


Adrián, ¿dónde está?”. Recuerdo que entonces todos se sentaron, había también muchos
periodistas de todo el mundo y el Papa Francisco me pidió que le entregara el trofeo
delante de todos porque deseaba, precisamente, que todos supieran quién había realizado
gratis el trofeo. El Papa se preocupa de que mi trabajo vaya bien y de que mis
colaboradores y yo estemos tranquilos. Dice siempre que el trabajo da dignidad.

Según tú, ¿qué quiere hacer el Papa Francisco?

Es sólo mi opinión, pero creo que su deseo es hacer más humano el rostro de la
Iglesia. Por lo demás, es lo que ha procurado hacer también en Argentina: salir a la calle
para buscar, abrazar y llevar la Iglesia a los pobres y a los necesitados… Es el cambio
del cual habla siempre invitando a los sacerdotes, a obispos y laicos a salir para ir al
encuentro de los necesitados, haciéndose cargo de ellos, ayudándoles; una invitación
dirigida a toda la Iglesia. Él mismo no pierde ocasión para detenerse e ir al encuentro del
otro, abrazando a niños, ancianos, enfermos.

¿Te acuerdas cuando en Buenos Aires tomaba el autobús?


Sí, naturalmente, lo hacía a menudo. Recuerdo que una vez le acompañé a San
Cayetano, un poco lejos de donde yo vivo, a unos cuarenta y cinco minutos de autobús.
No pude quedarme para volver con él, el Padre Jorge me dijo: “No te preocupes, Adrián,
tengo esto”, y me muestra una pequeña hoja con todos los autobuses y sus horarios.
Sabía todos los números de los autobuses, los horarios, los tiempos de recorrido.

¿Cómo piensas que su ser argentino influye en su manera de ser Papa?


En todo su pontificado hay algo de argentino. En Argentina nunca hay nada seguro,
no se sabe nunca lo que se puede hacer, lo que sucederá o está a punto de suceder; en
Sudamérica es todo muy poco previsible. Así, a veces, te encuentras tomando decisiones

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imprevistas. Creo que el Papa Francisco está influenciado con esta imprevisibilidad, del
ser sudamericano: cambia programas, hace visitas y recibe a personas de manera
imprevista. Todo, naturalmente, por un bien.

Y Argentina, ¿qué espera tener con Francisco Papa?

Muchos argentinos están orgullosos de su elección, porque nadie esperaba, ni en un


millón de años, que algo así pudiera suceder: no sólo un argentino, sino un sacerdote
como él, Papa. La suya, creo, no ha sido una elección de perfil bajo. La semilla ya estaba
echada en la Conferencia de Aparecida, en 2007, cuando el cardenal Bergoglio indicó a
la Iglesia latinoamericana la línea a seguir para los próximos cincuenta años. Él redactó
el documento final y todos dijeron: “Éste es el camino que es necesario recorrer”. Ha
sido entonces cuando el mundo comenzó a dedicar más atención al cardenal Bergoglio.
Cuando sucedió esto, me di cuenta de que, a partir de entonces, empezó a ir con más
frecuencia a Roma. También creo, pero es solamente una idea de la que nunca he
hablado con el Padre Jorge, que Benedicto XVI le consultó sobre varias cuestiones, pero
esto es sólo una suposición mía.

Y tu hija Francesca, ¿qué piensa del Papa? ¿También ella le ha visto


recientemente?

Francesca tiene ahora 8 años; en Buenos Aires veía al Padre Jorge muchas veces,
pero ahora, siendo pequeña, no tiene una idea precisa de qué quiere decir ser Papa, dado
que para ella es muy sencillo verle. A menudo le manda cartas, dibujos y otros regalos.
Lo ve como un “súper amigo”, dándose cuenta de cuánta gente lo conoce y lo ama. A
veces habla de ello preguntándome si le he enviado los dibujos y si he hablado con él,
como si para cualquiera fuera una cosa sencilla. Francesca crece así, con el Padre Jorge
que es un querido amigo que se preocupa por nosotros. Durante mi penúltimo viaje a
Roma le envié un vídeo mensaje con Francisco que enseña sus dibujos y la saluda. Sabe
que el Papa la quiere mucho y que nosotros le queremos a él. Y se piensa que para hablar
con el Papa basta marcar el número, es porque él quiere que sea así.

Háblanos del cáliz con el que Francisco ha celebrado la misa en el Madison


Square Garden de Nueva York, durante el viaje a los Estados Unidos.

El Papa desea hacer entender a los pobres, con gestos simbólicos, el interés que tiene
por ellos. Entonces tuve una idea que le propuse al Papa Francisco y que él aceptó
enseguida: fabricar un cáliz con el que celebrar la misa en Nueva York durante el viaje
de septiembre de 2015. Pero no un cáliz cualquiera, sino un cáliz hecho de muchas
piezas pequeñas de plata, de poco valor, como un pequeño anillo o una cadena, fundidos
juntos de manera que se crease un objeto precioso, con la contribución de mucha gente
sencilla y humilde. Por lo tanto, el cáliz se hizo, no con la contribución de gente rica y

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acomodada, sino con la ayuda de gente pobre, que donó un pequeño objeto de plata; así,
muchas personas, que no tienen la posibilidad de estar cerca del Papa, en esa ocasión
pudieron sentirse a su lado. Al Papa Francisco le gustó mucho este cáliz, sobre todo por
lo que significa, como si así hubiera podido consagrar el pan y el vino y beber la sangre
de Cristo junto a quien no estaba presente. El día antes de la misa celebró las vísperas en
la catedral de San Patricio. Dentro de la Iglesia había poca gente, porque el espacio es
limitado, pero fuera había muchísima que lo vio sólo por poco tiempo. Ese cáliz, en
cambio, permitió que muchas personas, en el momento de la concelebración eucarística
y de la misa, estuvieran allí con él, en su corazón.

¿Alguna cosa más que quieras decir sobre el Papa Francisco?


A veces la gente me pregunta: “¿El Papa es de verdad como se ve en televisión?”; y
yo respondo: “Él es el hombre y el sacerdote de siempre, es así desde hace cincuenta y
cinco años”. Antes, pocos se daban cuenta, porque pocos le conocían. Ahora, aun siendo
la misma persona, todos lo conocen. Ahora puede ayudar y anunciar el Evangelio, como
Papa, a muchas más personas necesitadas en todas las partes del mundo.
1 Amigo y orfebre de confianza del Papa Francisco.

93
Entrevista a GEORGE PELL 1

LO MÁS IMPORTANTE EN LA VIDA


DE LA IGLESIA NO ES EL DINERO

Quisiera preguntarle, ante todo, a cuándo se remonta su conocimiento personal


de Jorge Bergoglio. ¿Cómo fue su primer encuentro? ¿Le había conocido antes de
que fuera elegido Papa?

No recuerdo precisamente el primer encuentro. Hemos sido ambos miembros de la


Congregación para el Culto Divino y una vez también de un consejo postsinodal. No le
conocía muy bien, pero recuerdo que antes del último cónclave conversamos durante un
buen rato.

¿Y ha observado algo particular?

No; hablábamos de la Iglesia en general.


Y del primer encuentro con Francisco Papa, ¿nos cuenta algo? Imagino que
habría mucha emoción.

Para el mundo esto ha sido una sorpresa. Tantas veces se leen falsas verdades en los
periódicos y esto es particularmente verdad antes de cada cónclave, porque quien conoce
cómo están las cosas, no habla, y quien no las conoce, habla. Ha sido un momento
histórico para la Iglesia porque, después de mil años o más, ha sido elegido un Papa no
europeo. Personalmente, no me he sorprendido de la elección a Papa del cardenal Jorge
Bergoglio.

Usted viene de una tierra muy lejana, Australia. Francisco es el primer Papa
proveniente de las Américas. Esta lejanía respecto a Roma, ¿es una ayuda para la
Iglesia universal?

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Una vez le pregunté al Papa Francisco: “Santo Padre, ¿es usted quien viene de los
confines de la tierra o yo?”. Él respondió: “Los dos, aunque de extremos diferentes”. El
que estemos aquí en Roma, tanto él como yo, es, simplemente, un signo de la
universalidad de la Iglesia. Provenimos de dos mundos diferentes, él del hispanohablante
latinoamericano y yo del anglófono; pero esto beneficia a la salud de la Iglesia, es decir,
que tenga esta diversidad de culturas, si es verdad que católico quiere decir
sencillamente “universal”.

Sin duda, el Papa Francisco recibe mucho espacio y mucha atención en los
medios de comunicación social. Pero, según usted, ¿hay algo de su persona o de su
enseñanza que, de alguna manera, es mal interpretado o que no se entiende?
Sí, especialmente en los periódicos que son expresión del mundo laico he visto tantas
veces puntos de vista, digamos de izquierda, e incluso alguna censura. Si, por ejemplo,
Francisco habla del diablo, habla de la imposibilidad de la ordenación de la mujer, si
habla con claridad contra el aborto, todo esto no se menciona. La consecuencia es que se
entiende al Santo Padre, de manera especial quien está fuera de la vida de la Iglesia, en
una perspectiva inadecuada, según mi opinión.

En esta fase, desde el inicio del pontificado de Francisco, se habla mucho de


“reformas”. Usted es miembro del así llamado “C9”, el consejo de cardenales
encargado de estudiar un borrador de reforma de la curia romana, además de
cardenal Prefecto de la Secretaría de Asuntos Económicos. Eminencia, teniendo un
papel de primer plano en las “obras” de la reforma, según usted, ¿por qué ha
llegado precisamente ahora para la Iglesia el tiempo de un cambio?

Existen dos frentes que se refieren a la reforma. A mí me compete más la cuestión de


la reforma económico-financiera, pero está también la reforma de la curia romana y
quizás también algunos cambios en la vida de la Iglesia en sentido más amplio. Nosotros
del consejo de cardenales, el así llamado “C9”, no somos un grupo de revolucionarios,
sino un grupo de amigos que trabajamos juntos y de manera cordial. Hay puntos de vista
diferentes, pero representamos todos los continentes precisamente para representar esta
diversidad. Han sido anunciados cambios en las estructuras de los Consejos Pontificios,
no, al contrario, en las Congregaciones. Para el ámbito económico-financiero los
cambios son aún más grandes e importantes, pero hay en ello un motivo concreto, es
decir, el deseo que han expresado muchos cardenales, después de los escándalos que han
afectado al IOR y al Vaticano, de un fuerte cambio. En el ámbito de la reforma en curso
se ha avanzado notablemente, cosa que hubiera sido imposible sin el apoyo del Santo
Padre. Se puede ya hablar de reformas irreversibles, pero todavía hay otras cosas que
hacer y, en este sentido, tenemos un óptimo programa.

Usted habla de reformas irreversibles. ¿Cree de verdad que con los cambios que
Francisco está realizando se ha iniciado un proceso irreversible?

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Yo no puedo hacer profecías para el futuro. Hay cosas inmutables por su propia
naturaleza como, por ejemplo, la doctrina, los sacramentos, el papado, etc. Pero la
política futura de los papas es otro argumento. De todas maneras, he dicho públicamente
que creo que con las reformas financieras no se pueda dar marcha atrás. Cosas como la
transparencia o la responsabilidad personal (accountability, ndr) representan puntos sin
vuelta atrás, porque las reformas financieras han puesto a todos de acuerdo. Además,
espero, que una innovación como la que representa el consejo de cardenales no se
cancele, porque me ha parecido muy útil. Para el Santo Padre es muy importante
encontrarse tres, cuatro o cinco veces al año con un grupo de consejeros con los que
puede hablar de todo.

Continuamos con la reforma, muy articulada, con la que Francisco ha tomado


cartas en la gestión de los asuntos económicos. Imagino que habrán hablado juntos
más de una vez. En sustancia, ¿qué desea Francisco de esta reforma?

Durante gran parte del año voy a visitarle cada dos semanas para discutir sobre la
reforma de la economía. Sencillamente, quiere que administremos el patrimonio con
criterios de eficacia y de justicia. Es consciente de la importancia de los procedimientos
universalmente adoptados en este campo: por ejemplo, el papel del auditor general, muy
importante, o la oficina dedicada al contraste del reciclaje del dinero, el AIF, Autoridad
de información financiera. Son instituciones fundamentales, con las que han cambiado
bastantes cosas. Otra cosa que desea el Santo Padre es que se haga todo lo que sea
posible por los pobres.

¿Existen resistencias a las reformas que quiere el Papa Francisco?

Claro que sí, algún “nido” de resistencia fuerte hay, pero las personas que en el
Vaticano trabajan en este campo están en su mayor parte de acuerdo con la adopción de
las reformas, porque, en el fondo, no es nada especial. Hay estándares universales,
procedimientos modernos que adoptar, pero en el fondo no se trata de no sé qué
innovaciones. Además, éste es un punto interesante, la reforma financiera es algo que
une a todos los cardenales, incluso fuera de la curia romana. Todos, tengan una
orientación de derechas o izquierdas indiferentemente, quieren esta reforma, quieren que
los bienes que la Iglesia recibe se utilicen bien, sin negligencia ni derroches, con
honradez.
Cambiar las estructuras, las instituciones, modificar un nombre o la
articulación de algunas oficinas podría ser considerado también relativamente fácil,
pero, ¿puede bastar? ¿Qué se necesita verdaderamente para la reforma?

Todos los movimientos de reforma de la Iglesia en general, en dos mil años de


historia, han sido esencialmente una vuelta a las fuentes: Jesús, el Evangelio, la tradición

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apostólica, todo aquello, pues, que ha dado comienzo con la enseñanza de Jesús. Me
viene a la memoria, hablando de este tema, una particularidad de Francisco que
impresiona mucho a la gente: la sencillez de su estilo de vida, la pobreza, la que ha
enseñado Jesús, pobreza y pobreza de espíritu de manera particular.

¿Cómo es trabajar con Francisco?

Es interesante porque el Santo Padre tiene una personalidad particular, un hombre de


fe y de oración al que no le faltan ni la capacidad ni la valentía de hablar de manera muy
directa, alguna vez de manera incluso inesperada.

Cuando dice inesperada, ¿puede dar un ejemplo?

Sí, ésta es una buena pregunta. Francisco ha escrito y hablado varias veces de los
“cuatro principios relacionados con tensiones bipolares propias de toda realidad social”
(Exhortación apostólica Evangelii Gaudium, 221). Uno de ellos es que “el tiempo es
superior al espacio”, motivo por el que el Papa propugna “generar procesos”, más que
“ocupar espacios de poder”. Para un anglófono esta formulación es muy insólita e
interesante.

Economía y finanza son argumentos muy serios, pero se dice también que el
Papa Francisco tiene mucho sentido del humor. ¿Alguna vez han hecho bromas
hablando de cuestiones económicas?

De alguna manera sí, el Papa tiene un buen sentido del humor. Una cosa buena, que
me impresiona, es que con él se puede decir todo, todo lo que quieras decir, sin que
muestre signos de desaprobación. Puedes decir tu verdad y él, obviamente, responde. Sí,
el Papa tiene un buen sentido del humor. Algunas veces parece cansado, como Sucesor
de Pedro, con todas las responsabilidades que tiene; trabaja muy duro para su edad, pero
conmigo no pierde su buen humor.

Un tema que se repite en el magisterio de Francisco es la condena de la


idolatría, del “dios dinero”. Por el dinero, adorado como un ídolo, se lleva a
pisotear incluso la dignidad del hombre, de la persona. ¿El sistema económico de
hoy es verdaderamente tan despiadado?

El pensamiento del Papa Francisco hunde sus raíces en el Evangelio, en las


enseñanzas de Jesús que ha denunciado duramente la avaricia, consciente de que el
dinero puede aprisionar al hombre capturando su corazón. Además de esto, pienso que a
Bergoglio, habiendo sido arzobispo en América Latina, le preocupen las enormes
desigualdades que existen en aquellos países, entre los ricos y los pobres de las favelas.
Por eso ha madurado una gran responsabilidad hacia los pobres y los que sufren.

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Normalmente, el Papa habla de economía, trabajo, distribución de la riqueza y
cuidado de la creación en términos muy fuertes y directos, con acentos a los que
quizás no estábamos acostumbrados en el magisterio eclesiástico y en la
predicación, hasta el punto de atraerse acusaciones de ser un Papa comunista o
anticapitalista. Usted, ¿qué piensa de estas acusaciones?

En primer lugar, que no es el caso de enfatizar la discontinuidad entre Francisco y


los predecesores, comenzando con León XIII. Hay una línea continua representada por la
Doctrina social de la Iglesia, ahora ya muy bien desarrollada, muy sofisticada, siempre
en evolución, que ya es en sí misma algo maravilloso. Ciertamente, el Santo Padre no es
de ninguna manera comunista ni socialista; en Argentina, por ejemplo, ha sido atacado
porque no seguía la línea de la teología de la liberación. La línea que seguía ponía el
acento en la fe, en la religiosidad popular. Sencillamente, el Papa está contra la
injusticia, como todos los cristianos deberían estarlo. En cuanto al concepto de
“mercado”, seguramente el Santo Padre critica sus excesos. Hoy vemos que el mercado
tiene sus límites, pero también ha creado mucho bienestar; basta pensar en Europa y su
tenor de vida, pero también al progreso económico de China, donde quizás más de 200
millones de personas, seguramente decenas y decenas de millones, han salido de una
condición de pobreza.

A menudo, los gestos del Papa Francisco, también los relativos a la riqueza, al
dinero, a los bienes de consumo, se presentan como revolucionarios. ¿Pero estamos
asistiendo de verdad a una revolución o más bien, también con Francisco se trata
de continuidad?
No es una revolución. El Santo Padre comprende la importancia de los gestos
públicos y a través de ellos quiere sobre todo mostrar que las riquezas no son un signo de
la bendición de Dios. Esto nos lo enseña continuamente, no sólo con las palabras sino
también con los gestos. Por ejemplo, la opción –en el pasado– de trasladarse en autobús,
en vez de en un Mercedes, o el hecho de no concederse periodos de descanso fuera de
Roma. Creo que hace esto –aunque no lo diga explícitamente– porque los pobres no
tienen la posibilidad de ir de vacaciones; por eso también él se queda en casa. Recuerdo
cuando, apenas elegido Papa, pagó la cuenta de la casa donde se hospedaba, subrayando
que el Papa es uno como todos los demás. Estos gestos no son revolucionarios en sentido
político. Son espectaculares, son gestos simbólicos importantes, en la huella que
Francisco de Asís ha dejado.

En los últimos años, se ha hecho mucho en el Vaticano para comenzar un nuevo


curso en la administración de los asuntos económicos (por ejemplo el IOR). ¿Tiene
usted la seguridad de poder afirmar que los escándalos pertenecen ya sólo al
pasado?

Es difícil decirlo con certeza absoluta. Pero, seguramente, en el IOR, el presidente

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Jean-Baptiste De Franssu lo ha hecho muy bien. Han cerrado 4.000 cuentas; el AIF –que
vigila sobre los peligros del blanqueo de dinero– es una oficina que funciona
eficazmente; no existe el blanqueo de dinero en el IOR. Nosotros esperamos –pero creo
que lo puedo asegurar– que en el Vaticano ya no hay fenómenos de corrupción. Sin
embargo, siempre hay imperfecciones, pero en su mayor parte, pertenecen al pasado. Y,
de todas las maneras, trabajaremos para que no las haya nunca más.
El famoso Monseñor Marcinkus, el discutido presidente del IOR en los años 70
y 80, solía decir que la Iglesia no funciona a base de avemarías. ¿Qué hay de verdad
en esa afirmación? ¿Usted la suscribe?

Sí y no. Ciertamente, la Iglesia no puede funcionar sin la oración, sin la fe. Las
riquezas se convierten en un peligro si son demasiadas, si la Iglesia comienza a creer que
con tantas riquezas la fe ya no es tan importante. El hombre no vive sólo de pan, pero
tampoco somos maniqueos. El dinero no es el demonio. Pero los católicos y todo el
mundo tienen el derecho a exigir que el Vaticano administre los réditos, las propiedades
y las inversiones con honestidad y competencia, de manera que la obra de la Iglesia en
favor de la fe y de la caridad vaya adelante.

Al contrario, Francisco ha dicho una vez que “San Pedro no tenía un banco”,
afirmación que, por otro lado, mucha gente ha acogido con favor. ¿Cómo debemos
interpretarla?

El Santo Padre, de esta manera, afirma sencillamente que lo más importante en la


vida de la Iglesia no es el dinero y esto es absolutamente verdad. Una vez, hablando en
el Meeting de Rímini de Comunión y Liberación, afirmé públicamente que es más fácil
organizar las finanzas que suscitar una conversión. Después toda la prensa laica dio la
vuelta a la cuestión, contando que yo había dicho que es más fácil suscitar una
conversión que organizar las finanzas. Y esto demuestra la mentalidad materialista del
mundo de la comunicación. De todas maneras, es un hecho que en Buenos Aires existía
un banco vinculado con la archidiócesis, como ha afirmado el Santo Padre. Me parece
que este banco ya no existe. Por otra parte, el Vaticano es un Estado independiente y
soberano, y para un Estado como el Vaticano es muy útil tener un banco propio, aunque
no sea necesario.

Se ha hablado mucho de resistencias, más o menos fuertes y más o menos


escondidas, a los cambios en el Vaticano en la administración de las finanzas.
¿Usted advierte resistencias a su trabajo?

Cuando se cambia algo, siempre hay alguna resistencia. Muchos no quieren los
cambios porque no les gustan. Quizás algunos tienen miedo de perder algo. Siempre hay
la posibilidad de que un pequeño grupo no quiera que se haga luz sobre algunas cosas,
porque después se desvelarían errores o alguna cosa peor. Pero yo no hablaría de grandes

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resistencias, sino de algunos “nidos” de opositores: gran parte de las personas que
trabajan en el Vaticano no está implicada con ellos.

El Papa Francisco dijo enseguida que quería una Iglesia pobre y para los
pobres. ¿La Iglesia se está adecuando a este deseo suyo? ¿Y qué es lo que habría
que hacer para este fin?

Yo digo que en la Iglesia todos deben vivir en pobreza de espíritu, según las
enseñanzas de Jesús y del Evangelio. En la Iglesia todos estamos llamados a la
perfección, pero no todos a la pobreza material radical en la que vivió, por ejemplo, San
Francisco de Asís. Como he dicho ya, cuando la Iglesia llega a ser demasiado rica,
siempre existe el peligro de que se extravíe la importancia de la fe, de la oración, de la
dimensión trascendente. El primer mandamiento dice que hay que amar a Dios y el
segundo, al prójimo; a menudo recuerdo, y la cito, a Margaret Thatcher, política, que
naturalmente era una gran campeona del mercado. A ella le gustaba repetir una frase
muy idónea en nuestro contexto: “Si el buen samaritano no hubiera tenido un capital, si
no hubiera tenido alguna riqueza, entonces tampoco habría podido pagar la ayuda que
dio a aquel hombre doliente que había sido robado…”. Lo mismo vale para la Iglesia.

¿Una última consideración que quisiera añadir, a propósito del Papa


Francisco?

Quizás es importante insistir en que sólo hay un Papa. Un solo Sucesor de Pedro. Si
el Papa renuncia, entonces ya no es más Sucesor de Pedro; continúa siendo obispo,
cardenal, pero no Papa. Quizás en futuro sería útil, en el caso en que el Papa renunciase
(aunque sé que en este punto hay muchas discusiones), que ya no sea posible
considerarle Papa “emérito”, sino sólo cardenal. No estoy convencido de que el Papa
emérito pueda vestirse todavía de blanco. La unidad de la Iglesia es importante, no hay
que darla por supuesta. Basta ver el concilio panortodoxo de junio de 2016 en Creta:
algunos han participado, otros no. La unidad es un milagro. Deberíamos estar muy
atentos a hablar –según mi opinión, de manera equivocada– de dos papas, y también de
cómo entendemos la sinodalidad. Obviamente, no queremos un centralismo exagerado,
cosa muy clara en la historia de la Iglesia y en el magisterio de Francisco, pero tampoco
queremos una Iglesia dividida en bloques nacionales o continentales.
A propósito, a veces los periódicos ponen en contraposición a Francisco y a
Benedicto XVI. ¿Son tan diferentes entre ellos, o, al contrario, hay continuidad
entre los dos?

Son un poco diferentes como personalidad, pero yo diría que hay una continuidad,
¡que ha durado 2000 años!

1 Cardenal, Prefecto de la Secretaría de Asuntos Económicos.

100
Entrevista a ABRAHAM SKORKA1por Michael Hesemann

ADORA AL SEÑOR TU DIOS” Y “AMA


A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO

Próximo destino, Belgrano: un barrio elegante en el área al norte de Buenos Aires. Casas
lujosas y autos caros revelan que aquí vive la clase media-alta de la capital. En el pasado,
esta área también era el destino de muchos alemanes, tanto que hasta los años cincuenta
todavía había escuelas bilingües. En la primera oleada de refugiados que llegó a la
Argentina en torno a 1930, había muchos judíos. Es precisamente por ellos que Fritz
Leopold Steinthal rabino, huido de Münster en 1938, un año después de su llegada a
Buenos Aires, hace construir una sinagoga que tomó el nombre de su maestro, el gran
rabino alemán Leo Baeck (1873-1956). En su armario sacro (Aron ha-Kodesh) se
reunieron los rollos de la Torá, que fueron guardados a salvo de las sinagogas en llamas
de Alemania. El nuevo templo pronto se convirtió en el eje de la vida hebraico-germana
de una ciudad en la cual, ya en los primeros años después de la Segunda Guerra
Mundial, aparecieron dos periódicos judíos de lengua alemana. Pero que un día pudiera
escribirse justamente aquí un nuevo capítulo de las no fáciles relaciones entre judíos y
católicos, ciertamente es algo que su fundador no podría haber intuido.
La persona con la cual me debía encontrar en la sinagoga Benei Tikva de Belgrano
era el Dr. Abraham Skorka. Un hombre no particularmente alto de estatura, con una
cabellera gris corta y tupida, peinada hacia atrás, que revelaba una frente alta y arrugada.
Dos cálidos ojos marrones brillando con inteligencia detrás de las gafas de carey,
mientras una sonrisa astuta se extendía por los labios finos. Pensaba en convertirse en un
filósofo o un científico, ciertamente no en un judío dedicado a Dios, sin embargo, es
quizás el rabino más extraordinario de nuestro tiempo. Excepcional, no sólo porque tiene
un doctorado en química y ha trabajado en el campo de la investigación biofísica antes
de seguir su vocación, una carrera no del todo diferente a la del Papa. Pero, sobre todo,
porque tomó el diálogo hebraico-cristiano al pie de la letra, a decir verdad, muy
literalmente. Se convirtió en el mejor amigo personal del arzobispo de Buenos Aires, que
pronto se convertiría en cardenal y luego Papa: Jorge Mario Bergoglio. Quería, tenía

101
verdaderamente que encontrarme con este hombre y debo admitir que estaba abrumado
por la amabilidad con que me recibió, a mí, un alemán católico.
Aunque mi colega argentina, Mary Molly Hamilton-Baillie, me había acompañado
para ayudarme con las traducciones, pronto nos dimos cuenta de que nuestra
conversación no tendría inconvenientes. El rabino Skorka habla con fluidez no sólo
inglés, sino también alemán, con un agradable acento yiddish, aprendido de sus padres,
que huyeron de Polonia para buscar refugio en Argentina. Nos invitó a tomar asiento en
su pequeña oficina y luego nos contó sobre la historia de amistad, algo inusual, que lo
une a Jorge Bergoglio.
«Todo comenzó a finales de los años 90. Como todos los años, el presidente de la
República me invitó a participar en calidad de representante del judaísmo en el solemne
Te Deum, la oración de agradecimiento que tiene lugar el día de la Independencia, el 25
de mayo, dentro de la catedral. Tradicionalmente, se celebra con la presencia de todos
los representantes de las religiones y confesiones en Argentina. Como quizás sepáis,
también aquí el fútbol es un deporte muy popular y, por lo tanto, el modo más fácil para
establecer un primer contacto con alguien es preguntándole por qué equipo simpatiza.
Antes del Te Deum algunos sacerdotes se acercaron a nosotros, nos recibieron y nos
desearon un feliz día de la Independencia. Luego vino también el arzobispo Bergoglio y
me preguntó por qué equipo simpatizaba. Respondí que era fan del River (Plate), que
para nosotros los de Belgrano, son gente de casa. ¿Y él? “Naturalmente, el San Lorenzo”
–ríe– “... ¡fue fundado por un sacerdote!”. Bueno, era perfectamente comprensible que
fuera un fan de este club, un verdadero fanático, como supe más tarde.
Un año más tarde, el 25 de mayo de 1999, después del Te Deum, vino a nosotros uno
de los secretarios de Estado de Asuntos Religiosos y nos informó que el presidente
podría esperar por un tiempo corto. Por lo tanto, tuvimos que darnos prisa para saludar
brevemente al arzobispo y al nuncio apostólico, antes de ser conducidos ante el
presidente. Lo impresionante fue que nos hicieron comprender que no teníamos que
decir nada, sólo limitarnos a darle un breve apretón de manos y desearle un buen día de
la Independencia, ya que el presidente tenía poco tiempo disponible. Pero se sabe,
Bergoglio y yo tenemos una cosa en común: no nos gustan los protocolos. Simplemente
no queríamos que nos apresuraran. Si el presidente quería encontrarse con nosotros,
¡entonces tendría que esperarnos amablemente! Así le extendí mis mejores deseos al
arzobispo, congratulándome con él por su homilía y me permití agregar algunas palabras
más, sólo para ir en contra del protocolo. ¡Sólo 20 segundos, pensé, no son nada! “Su
elección de la cita de Jeremías fue conveniente”, le dije, eso es todo. Entonces me miró
muy profundamente a los ojos.
Abro sólo un breve paréntesis para explicar que los hinchas del River Plate habían
esperado en vano durante 24 años para ganar el campeonato, y por eso le habían puesto
el apodo de “gallinas”. Nos decían que éramos torpes como gallinas y claramente nos
dolía. Bergoglio me miró a los ojos y respondió con una broma a mi comentario sobre el
versículo de Jeremías, diciendo: “Este año comemos caldo de gallina”. Aquel año, el
River tuvo una mala temporada, mientras que el San Lorenzo fue a lo grande. A lo que

102
me puse rígido, no supe qué pensar. Pero de inmediato no pude evitar responderle: “¡Qué
bastardo!”. El nuncio apostólico nos fulminó con la mirada, susurrando con tono severo:
“Pero señores, no se habla así en una iglesia”. “Estamos hablando de fútbol”, explicó
rápidamente Bergoglio. “Ah”, exclamó el nuncio, “¡seguid, entonces!”
Parecía muy amarga como broma, entendí más tarde, que tenía que ocultar una
intención más profunda y un mensaje completamente diferente. Delante de mí, tenía un
hombre que quería decirme algo específico: si quiere hablar conmigo, sepa
inmediatamente que soy una persona normal como usted. ¡Olvídese del protocolo! No
hay muro entre nosotros. La puerta siempre está abierta para usted. Y así comenzó
nuestra amistad.
Intercambiamos cartas, saludos para nuestras fiestas respectivas, le he enviado
preguntas, nos volvimos a encontrar nuevamente en ocasión del Te Deum y rezamos por
la paz. En 2004 lo invité a la oración de Selichot para pedir perdón por el Año Nuevo
Judío. Le pedí entonces que dirigiera un saludo a nuestra comunidad. Y vino en dos
ocasiones, la siguiente vez fue en 2007. En ambas reuniones dio un discurso maravilloso.
La segunda vez permaneció hasta la medianoche para la oración. Cuando lo llevé de
vuelta a casa, no dejaba de decirme: “Créame, sinceramente, ¡sentí profundamente su
oración! He rezado junto a ustedes”. Fue una experiencia maravillosa para mí. Pero
nuestra intensa colaboración se remonta, en realidad, a los años 2010-2012. En ese
momento nos reuníamos al menos una vez al mes.
En 2010, escribimos un libro a cuatro manos, Il cielo e la terra2 , ahora un best seller
mundial. Fue la primera vez en la historia que un arzobispo y un rabino publicaban un
libro juntos. Trata todas las cuestiones que las personas comunes y corrientes nos dirigen
a nosotros, a nuestras religiones: ¿cómo nos preparamos para morir? ¿Cómo enfrentar
los problemas de nuestro tiempo? ¿Cuál es el valor del dinero? ¿Es un ídolo? ¿No se ha
convertido, quizás, hoy en día, en objeto de idolatría? ¿Qué podemos decir sobre la base
de nuestras tradiciones religiosas, de nuestra fe, que tiene tantos valores y raíces
comunes? ¡Después de todo, compartimos los mismos profetas! Al principio, el
cristianismo era un movimiento dentro del judaísmo. En los Hechos de los Apóstoles
podemos leer cómo los discípulos de Jesús discutían el Evangelio con los rabinos».
Tuve que interrumpirlo, objetando que hasta el Concilio de Jerusalén del 48 d.C.
incluso se necesitaba ser judío si se quería recibir el bautismo y ser admitidos en la
comunidad de los orígenes.
El rabino Skorka asintió. «Esto es lo que también dijo Bergoglio», respondió,
reanudando después su historia: «Después del gran éxito del libro, nos encontrábamos
regularmente en el 2011 y 2012 para realizar juntos un programa de televisión para el
canal del arzobispado de Buenos Aires. Afrontábamos los mismos temas. Hablábamos
sobre la amistad, la familia, lo que significa ser feliz y muchos otros temas que interesan
al hombre común».
Tenía curiosidad por saber quién habría tenido la idea de este libro. Por un momento,
el rabino se detuvo a reflexionar, luego, titubeando, admitió: «Es una buena pregunta. Ya
se me había ocurrido escribir un libro sobre cuestiones teológicas y filosóficas. Un día le

103
pedí a mi amigo (Bergoglio): “¡Le ruego, escriba un capítulo sobre Dios!”. Mi intención
era pedir también a otros grandes filósofos que escribieran contribuciones para ser
reunidos en una hermosa antología. Al principio dudó, confesando no sentirse preparado
internamente para escribir este capítulo. Pocas semanas más tarde me llamó: “Vamos a
escribir un libro juntos. Pero un libro sobre Dios, el diablo, el mal, la amistad, el
conflicto entre Israel y Palestina, la política. No desde una perspectiva filosófica, teórica,
no a un nivel intelectual y lingüístico demasiado alto, sino para la gente común”. Un
aspecto típico de Bergoglio: habla y escribe muy profundamente, pero adoptando un
lenguaje muy simple. Y por supuesto, él tenía razón. ¡El libro ha tocado a muchas
personas!
Y le revelaré algo más sobre nuestra amistad. Sergio Rubin, su biógrafo, estaba
entonces trabajando en el libro El Jesuita3 y un día decidió preguntarle a Bergoglio a
quién confiar el prefacio. Sin vacilar, él respondió: “¡Al Rabino Skorka!”. Considero un
gran honor, como rabino, poder contribuir con el prefacio de la biografía de un cardenal
que se ha convertido en Papa. Entonces le pregunté: “¿Por qué me pediste que lo
hiciera?”. Y él, sin la mínima vacilación: “¡Me vino del corazón!”.
O, incluso, otra historia: cuando comenzamos a hablar sobre el libro, siempre era yo
quien iba donde él. Vivía en el Vicariato general, cerca de la Plaza de Mayo, hasta que
una vez dijo así: “No siempre puedo pretender que cruce media ciudad para venir aquí.
La próxima vez nos reuniremos en su casa”. Yo no estaba de acuerdo, es 14 años mayor
que yo y su salud no estaba en el tope. Pero él insistió, de todos modos. Así que
preparamos una mesa en una antecámara de la sinagoga, alrededor de la cual nos
encontrábamos para debatir. Venía el martes por la mañana, encontrábamos los
croissants listos sobre la mesa y debatíamos sobre Dios y el mundo.
Una vez me conmoví mucho. El 11 de octubre de 2012, de hecho, me invitó a la
Universidad Pontificia de Buenos Aires para una ceremonia. La ocasión fue el 50
aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II. Allí me confirió un título honoris
causa. No lo podía creer. Fue la primera vez que una universidad pontificia entregaba a
un judío, un rabino, la toga tradicional. Entonces él era el rector de la universidad. Y en
el momento de la concesión del título académico, bajo los flashes de las cámaras, me
susurró: “No se puede imaginar por cuánto tiempo he esperado con ansias este
momento”.
Cuando, después de la elección papal, lo vi en televisión asomarse por el balcón con
su túnica blanca, esta imagen volvió a mi mente y volví a ver los ojos de mi amigo.
Pensé: bueno, una nueva fase ha comenzado. Nuestras transmisiones, nuestros libros que
ahora son historia, literalmente historia. ¡Ahora comienza algo nuevo!».
Luego me hace una confesión: «Puede parecer extraño, pero cuando me enteré de la
renuncia de Benedicto XVI, inmediatamente le dije a mi esposa: ¡Prepárate porque mi
amigo Jorge Mario será el nuevo Papa! ¿Por qué? No sé por qué. No puedo dar ninguna
explicación racional y lógica. Fue sólo una sensación. Pero sentí que Bergoglio era la
persona adecuada que toda la humanidad necesitaba en este momento, no sólo la Iglesia
católica. Una persona que respeta cada fe, profundamente enraizado en la espiritualidad

104
y la justicia, que se preocupa por cada ser humano. Impulsado por el mismo espíritu que
los profetas, que son el centro de nuestro patrimonio común, como judíos y cristianos.
Si no nos respetamos unos a otros, no podemos alcanzar esa verdad en la cual Dios
se revela al hombre. Acercarse a Dios significa, en primer lugar, acercarse
respetuosamente al prójimo. Para honrar a Dios, comienza a amar al prójimo: “Adora al
Señor tu Dios” y “ama a tu prójimo como a ti mismo”, también se dice en el Nuevo
Testamento. Y Bergoglio encarna propiamente esto. Bergoglio sabe que la teología sin la
paz, el amor, la justicia y la caridad es sólo ficción intelectual. La teología debe ser una
realidad, algo que pueda expresarse en las propias acciones cotidianas de uno. Esto es lo
que creemos nosotros judíos y cristianos. Donde hay odio, allí no puede haber Dios. Se
trata de una Mitzvah, que es una ley de Dios: ¡no puedes odiar a tu hermano!
Para lograr la paz, es necesario construir una relación verdaderamente seria y
honesta, y con Bergoglio será posible. Porque él no sigue recetas políticas. Es cierto que
sabe cómo comportarse de una manera políticamente correcta, pero no es políticamente
correcto. Por lo que le conozco, estoy seguro que hará todo lo posible para lograr un
giro, no sólo en la Iglesia, ¡sino en todo el mundo! Él condenará duramente la injusticia
y la pobreza y todo lo que degrada la dignidad de las personas. Éste es el Bergoglio que
conozco y, con la ayuda de Dios y de todos nosotros, algo cambiará. Incluso si estos
cambios hacen torcer la nariz a muchas personas. Pero él sabe que es de esta manera
como se sirve a Dios lealmente. ¡Porque Dios no tolera la injusticia!
Bergoglio es muy tolerante hacia cualquier forma de sufrimiento humano. Si alguien
acude a él y le confiesa que es homosexual, seguramente no lo regañará, pero intentará
comprenderlo con gran paciencia, diciéndole: mira, nuestra moralidad no puede
aceptarlo, pero veo a un hermano en ti y quisiera ayudarte a poner fin a este problema.
Pero cuando se trata de robo, asesinato o explotación, él no conoce la tolerancia.
Para comprender cuán serio es en estos temas, sólo lea el libro Il cielo e la terra. Una
declaración puesta allí, negro sobre blanco, de Bergoglio, explica la razón por la cual
incluso hoy, como Papa, como lo hicieron sus predecesores, durante las misas papales
renuncia a distribuir la Sagrada Comunión o se mantiene a un lado durante las audiencias
papales. Es cierto que entre los feligreses hay personas que han matado, no sólo
intelectual o físicamente, sino indirectamente, con una administración inmoral del
capital, pagando salarios injustos. Son miembros de organizaciones caritativas, pero no
les pagan a sus empleados lo que se merecen o los hacen trabajar “en negro”. Ésta es la
hipocresía, la esquizofrenia de la que estaba hablando. De algunos conocemos su
currículum completo, sabemos que se hacen pasar por católicos, pero tienen conductas
indecentes de las que no se arrepienten. Por esta razón, en algunas ocasiones no da la
Comunión, se queda atrás y deja que los asistentes lo hagan, porque no quiere que estas
personas se acerquen a él para la foto».
Pero, como Papa, ¿qué cambiará Bergoglio de la Iglesia? ¿Cómo será la Iglesia en
diez años? Tenía curiosidad por saber qué pensaba el rabino y hasta qué punto, según él,
su amigo fuese capaz de impulsarlo.
«Creo que cambiará su núcleo, en particular», me dijo Abraham Skorka después de

105
reflexionar un poco. «No sé si algo cambiará a nivel litúrgico, pero no creo que vaya a
abolir la obligación del celibato (para los sacerdotes, ndt). De hecho, en todos estos
temas, es muy conservador. Su revolución es de naturaleza espiritual. En todos estos
escándalos aparecidos en los medios de comunicación, en relación, por ejemplo, con el
IOR o los sacerdotes homosexuales, tendrá tolerancia cero.
Luchará para establecer una Iglesia de la humildad, una Iglesia para los pobres,
económica y espiritualmente, pero también una Iglesia de pureza. Otras cosas no las
considera tan importantes. Para él, la pureza y la integridad de la Iglesia son cruciales.
Una vez alcanzado este objetivo, entonces podría atreverse con un paso siguiente.
Pero antes de comenzar un cambio religioso uno debe ser puro, de lo contrario es
imposible. De lo contrario, sería como reemplazar la decoración.
Hemos hablado mucho sobre estos escándalos y, por lo tanto, creo conocer bien sus
opiniones al respecto. Su problema ahora es: ¿cómo puedo mostrarles a los católicos y al
mundo entero otra Iglesia católica? Y en esta luz debemos ver los gestos realizados en
las últimas semanas y meses. Este aspecto también hay que añadirlo, y aquí volvemos a
nuestro tema original: cómo podemos iniciar una ulterior y segunda fase en nuestro
diálogo con los judíos. Éste es un tema que reviste, desde su punto de vista, un enorme
significado».

1 Rabino, rector del Seminario Rabínico Latinoamericano en Buenos Aires, profesor honorario de Derecho judío
en la Universidad del Salvador, Buenos Aires.
2 Jorge Mario Bergoglio y Abraham Skorka, Mondadori, Milán 2014.
3 Edición italiana: Sergio Rubin y Francesca Ambrogetti (editado por), Papa Francesco. Il nuovo Papa si
racconta, Salani, Milán 2013.

106
Entrevista a PETER KODWO APPIAH TURKSON 1

LA SENCILLEZ ES UN
TESTIMONIO EVANGÉLICO

La primera curiosidad que me gustaría saber de usted es si conoció a Jorge


Bergoglio antes de su elección a pontífice.

Debo confesar que, aunque estuvimos juntos en el cónclave que eligió al Papa
Benedicto XVI, no habíamos tenido ocasiones concretas o especiales para conocernos.
Una vez lo encontré en Argentina, cuando, a la vuelta de una conferencia que di en
Rosario, pasé por el santuario de Luján; lo saludé e intercambiamos algunas palabras.
Ésta es la primera vez que lo vi antes del cónclave.

¿Y después de la elección? ¿Ha habido algún encuentro que le haya dejado un


recuerdo en especial?
Como trabajo para él y con él, es difícil mencionar un encuentro específico, cada uno
tiene su significado y, por tanto, es especial. En el cónclave, lo que más nos sorprendió a
todos fue la elección del nombre Francisco, luego entendimos que fue un modo para
subrayar la atención del Papa hacia los pobres, que representan el corazón del mensaje
de su pontificado: los pobres, los marginados, los excluidos… son el leitmotiv del
pontificado del Papa Francisco.

El Papa Francisco sorprendió a todos cuando decidió realizar su primer viaje


fuera de Roma a Lampedusa, para ser solidario con los inmigrantes. Ese mismo
gesto lo realizó luego en Lesbos. Nunca un Papa se había movido tanto por
tragedias de esta entidad. ¿Podríamos decir que éste es también “un signo de los
tiempos”?

El Papa realiza todos los días un gesto que se podría definir un “signo de los
tiempos”. Pero ese gesto en concreto impresionó a todos. Si pienso en los Papas del
pasado, me viene a la memoria lo que hizo Roncalli en Turquía por los judíos, durante la

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guerra, ¡pero aún no era Papa! La visita a Lampedusa desde luego sorprendió a todos,
pero también pienso en el primer Jueves Santo, cuando el Papa fue a visitar una cárcel de
menores. Por Lampedusa, en especial, habrá quien se pregunte: “¿Por qué va a ver a los
inmigrantes y no va a algún santuario o catedral a celebrar misa?”. Como decía antes,
éste es el leitmotiv del pontificado de Francisco. Jorge Bergoglio es un pastor en el
sentido que ha indicado Jesús: el pastor que deja el rebaño para buscar a la oveja
perdida. Los inmigrantes que cruzan el Mediterráneo son ovejas que han “perdido” su
tierra, sus familias, su cultura. La atención y el cuidado hacia los pobres y los
necesitados son la verdadera clave de lectura de su pontificado.

Se considera que la voz de Francisco tiene más autoridad que la de cualquier


otro líder político. Es una autoridad espiritual mundial, incluso más allá de los
confines del catolicismo. En su opinión, ¿en qué se basa esta autoridad?

Es una autoridad hecha de autenticidad y sencillez, como dicen los americanos “He
walks the walk and talks the talk!” (predica con el ejemplo, ndr). ¡El Papa es creíble! La
sinceridad de sus gestos es un lenguaje auténtico y eso les da una gran autoridad moral.
Como en el Evangelio, la gente dice de Jesús: «Les enseñaba como quien tiene
autoridad, y no como los escribas» (Mc 1, 22). La fuente de la autoridad de Jesús es su
persona, él mismo, y algo parecido se puede ver en el Papa Francisco. Usted hace una
comparación entre líderes políticos y religiosos, pero no es fácil compararlos. El deber
de la política, según la Doctrina social de la Iglesia, es cuidar del bien común. Según esta
concepción de la política, un líder religioso también puede promover el bien común.
Esto es lo que básicamente está haciendo Francisco y lo hace con la autoridad que emana
de la autenticidad de sus gestos y sus palabras.

¿Es esta autoridad lo que sorprende también a los políticos que lo conocen?

Cuando Jorge Bergoglio fue elegido Papa, Radio Vaticano organizó una serie de
entrevistas a los cardenales presentes en Roma. Muchos de ellos notaron en Francisco
una sencillez muy elocuente y una pobreza franciscana que se manifiesta en todo lo que
hace. Cuando yo también hice esta observación, alguien dijo que era un poco extraño
escucharlo de alguien que, como yo, utiliza un automóvil bastante grande… Pero era un
regalo, ¡no tenía sentido gastar dinero para comprarme otro! Pero, bueno, la entrevista no
es sobre mí… (se ríe, ndr). Si los líderes del mundo van a consultar al Santo Padre es
porque en una sociedad el liderazgo no se ejerce sólo con el poder, sino también
instaurando una relación de respeto y confianza con las personas. La Carta a los
Hebreos, cuando habla de Moisés y Jesús, dice que fueron fieles en la casa del Señor,
Moisés como siervo y Jesús como hijo (cfr. Hb 3, 5-6). La palabra “fiel”, en griego
pistós, significa fiel, pero también digno de la confianza de Dios –es decir, Dios que
pone a su pueblo en las manos de Jesús y Moisés– y del pueblo, que confía y se confía a
ellos. El pueblo sabía que siguiendo a Moisés no habrían sido conducidos al desastre.

108
Cuando los jefes de Estado se encuentran con el Papa, se dan cuenta de que es digno de
confianza porque vive para la Iglesia y el pueblo de Dios. He acompañado al Papa
Francisco por la República Centroafricana, donde la única carretera asfaltada comunica
el aeropuerto con el palacio presidencial, todas las demás son rudimentarios caminos de
tierra. Sin embargo, el papamóvil iba por todas partes, llevando esperanza a un pueblo
que está al borde de la desesperación. “El Papa nos ama”, esto ha entendido la gente,
“nos ama y corre riesgos, con tal de estar con nosotros”. Por eso el Santo Padre es digno
de confianza y atrae a la gente. Las personas saben que pueden fiarse, siguen su
liderazgo, sus juicios, sus enseñanzas, y lo mismo vale para los líderes políticos.
La Doctrina social de la Iglesia representa un gran patrimonio, una enseñanza
útil para solucionar problemas como el reparto de la riqueza, la lucha contra la
pobreza o la defensa de la dignidad del hombre. Con Francisco algunos temas
sociales han llamado la atención general, gracias también a algunas fórmulas que él
ha creado como: la “globalización de la indiferencia”, la “cultura del descarte”, el
“trabajo esclavo”. ¿La eficacia de la enseñanza de Francisco es sólo una cuestión de
lenguaje o es algo más?

Desde luego es algo más. Las enseñanzas de la Doctrina social de la Iglesia son
como una condensación de la Revelación, el Evangelio, la Biblia y las fuentes de la fe.
No hay cristiano que no crea que Dios ha creado a la humanidad como una familia,
estableciendo la fraternidad como un principio para vivir juntos; donde la fraternidad
significa que somos hijos de un mismo seno. Aunque seamos diferentes, ¡tenemos una
misma naturaleza y sobre todo la misma dignidad! Por tanto, todos somos hermanos. Y
como somos hermanos, cualquier acto que suponga la eliminación de otro hombre es un
fratricidio, y para contrarrestarlo es necesaria la solidaridad, que nos cuidemos los unos a
los otros, que nos preocupemos del bien del otro, por ejemplo, usando correctamente los
recursos del planeta a nuestra disposición. Entonces es cuando se aplica uno de los
puntos fundamentales de la Doctrina social de la Iglesia, es decir, el destino universal de
los bienes y los recursos de la creación. Francisco, al afrontar los temas que usted indica,
se inspira sencillamente en la fe bíblica, según la cual la indiferencia hiere los
sentimientos de nuestra humanidad común. Así que si la fraternidad es el principio
básico de la convivencia humana, ¿cómo es posible que seamos tan indiferentes con los
demás, con nuestros hermanos? ¡La indiferencia es casi la antesala del fratricidio! Esto
es lo que afirma la fe bíblica, empezando por el Génesis y llegando hasta Jesús. ¡Cristo
nos enseña que la indiferencia no es lícita! Él mismo siente compasión por los demás, Su
corazón sufre con los problemas de la gente.

El Papa ha tenido unos encuentros muy cordiales y ha pronunciado palabras de


apreciación hacia personas o grupos de personas incluso lejanas a la Iglesia (pienso,
por ejemplo, en el encuentro con los movimientos populares en Roma y Bolivia).
¿Qué estrategia es ésta?

109
Creo que este modo de hacer responde a la exigencia de considerar al otro como un
hermano. Si estás convencido de que el principio en el que se basa la familia humana es
la fraternidad, entonces todos los hombres son hermanos y hermanas, ¡aunque no
compartan tu fe! Si luego están lejos de la Iglesia, esto no significa nada. ¿Qué ha dicho
Jesús? Que ha venido para quien está lejos, perdido o enfermo. ¿Estas personas están
lejos de la Iglesia? ¡Pues bueno! Nosotros tenemos que ir hacia ellos, ir hacia los
marginados, pensar en una Iglesia “en salida”, una Iglesia misionera. Así que si el Papa
va al encuentro de las personas, o a grupos de personas que están lejos, lo hace
sencillamente en nombre de la fraternidad, principio fundamental de nuestra humanidad.

El Papa ha recibido muchas críticas, definiéndole un tercermundista, un


populista. ¿Usted qué piensa?
En mi opinión son críticas exageradas y equivocadas. ¿Por qué “tercermundista”?
¿Porque le preocupa el tercer mundo? ¿En qué nos basamos para juzgar al Papa? ¿Por
sus viajes a Filipinas, por ejemplo? Eso no es tercermundismo, es una Iglesia “en
salida”, que va fuera de los márgenes; como decía antes, éste es el leitmotiv de su
pontificado, ir en busca de los que están lejos. ¿Es “tercermundista” porque ha creado
cardenales procedentes de países remotos, en los confines del mundo? Todos somos
miembros de pleno derecho de la Iglesia católica, aunque vengamos de una isla lejana.
¿Por qué no se deberían acoger y reconocer a los hermanos católicos que han nacido y
vivido en estos lugares? También la celebración en Estocolmo con los luteranos fue un
gesto de atención hacia una parte alejada, ya que en Suecia los católicos son una pequeña
minoría. En este caso, además, no se trata de un tercer mundo social, económico y
político, sino de un tercer mundo de la fe, puesto que en los países nórdicos el
cristianismo está reducido a la mínima expresión. Yo diría que Francisco no es un
“tercermundista”, sino un Papa que realiza su misión llevando la Iglesia allí donde está
presente, “en salida”, hacia los márgenes, hacia los que están lejos, como hacía Jesús.
¿Es un “populista”? No me parece, porque el Papa no busca la popularidad, ni el
consenso de la gente, en todo caso ocurre lo contrario, es Francisco el que sale al
encuentro de las personas y éstas lo siguen y lo escuchan. ¡No! No es “populista”, como
en cambio sí lo son algunos políticos.

De él también se dice que es “anticapitalista”…

He tenido que afrontar la cuestión presentando en varias ocasiones la encíclica


Laudato Si’, que ha recibido bastantes críticas sobre todo en el mundo occidental. El
Papa Francisco usa muy poco en sus discursos la palabra “capitalismo” o “capitalista”,
en cambio habla de “mercado que mata” y de “libre mercado”. Se lo hice observar a un
periodista, con ocasión de una entrevista que le había concedido. El periodista me dijo:
“¡Pero el capitalismo es precisamente esto!”. Y yo le contesté: “Vale, entonces si para
usted esto es el capitalismo, hablemos de capitalismo”. El Papa no está en contra del
capitalismo, como muy bien ha dicho un jefe de Estado; él tal vez está más cerca del

110
sistema capitalista en vigor en Alemania o los Países Bajos, un social market economy,
una economía social que responde al mercado, en la que la palabra “social” subraya el
hecho de que la persona está en el centro de dicho sistema, una economía que respeta a
la persona. El Papa Francisco desea que la economía sirva al hombre y no que el hombre
se convierta en siervo de la economía. El Santo Padre no es ni socialista ni comunista,
sencillamente repite lo que está escrito en la Biblia: todo lo que ha sido creado, le ha sido
donado al hombre para su bien, todo lleva al bien humano. El hombre no es un
instrumento para conseguir un fin. Si el Papa Francisco está a favor del social market
economy, no es por eso un anticapitalista. El Papa es contrario al abuso del mercado, está
en contra de una economía que mata. Es importante insistir en que el sistema económico
también tenga una ética que ponga en el centro el valor antropológico de la dignidad, la
dignidad de cada uno de nosotros, hijos de Dios: si se daña esta dignidad, ¡entonces debe
sonar la alarma!
Ningún Papa hasta ahora le había dedicado toda una encíclica a los temas
ambientales. Según usted, ¿qué es lo que le ha inspirado a Francisco? ¿Es un hecho
de sensibilidad personal o hay cuestiones y problemas ambientales que se han
agravado demasiado?

En la primera misa, celebrada en San Pedro en la fiesta de San José, el Papa habló de
san José como “guardián” de la Sagrada Familia, extendiendo esta figura del guardián a
todos nosotros, invitándonos así a ser guardianes especialmente de la familia y los
pobres, dos partes frágiles de las que habla a menudo. Podemos ir hacia atrás con la
memoria, hasta Juan XXIII y su encíclica Pacem in Terris, en la que indicaba los
problemas ambientales, aunque no desarrollara toda la encíclica en torno a este tema.
Pablo VI, cuando trató el tema del desarrollo en la Populorum Progressio, empezó a
plantear el problema de si el desarrollo puede ignorar la necesidad de preservar el
ambiente y sus recursos. Después, Juan Pablo II, recogiendo las enseñanzas de su
predecesor, añadió otro aspecto, pues habló de ecología no sólo “natural”, sino también
“humana”, introduciendo una expresión que se hizo popular: la llamada “conversión
ecológica”. Por último, el Papa Benedicto, que ha heredado todo esto, en Caritas in
Veritate desarrolló también el tema ecológico, al hablar de ecología “social” y ecología
de la “paz”. En resumen, el argumento ecológico ha sido tratado de manera cada vez más
amplia y articulada en el magisterio de los Papas. Francisco no ha hecho más que
ponerlo todo junto en la expresión “ecología integral”. La novedad de la Laudato Si’ es
que habla no sólo de desarrollo “integral” de la persona, sino también de ecología
“integral”. Todas las veces que he tenido ocasión de presentar la encíclica Laudato Si’,
he intentado evidenciar la continuidad con el magisterio de los Papas anteriores,
empezando por la Rerum Novarum de León XIII y subrayando la novedad introducida
por el Papa Francisco, esto es, la estrecha relación entre el tema de la ecología y el de la
pobreza.

Francisco es el primer Papa que viene del sur del mundo, de una vasta área de

111
países en vías de desarrollo. Esta circunstancia ¿qué significa? En su opinión, ¿en
qué aspecto o característica del pontificado de Bergoglio es evidente su origen del
sur del mundo?

El Papa Bergoglio tiene parientes en Italia. Su familia emigró a Argentina. Argentina


está, geográficamente hablando, al sur del mundo, pero no por esto se la puede definir un
país subdesarrollado. En esta parte del globo existe una pastoral distinta a la europea; ha
habido experiencias relacionadas con la “teología de la liberación” y las conferencias del
Consejo episcopal latinoamericano (CELAM) de Medellín y Aparecida, en las que se ha
hablado de las esperanzas de la Iglesia latinoamericana. El Papa Francisco ha sido
llamado para enriquecer a la Iglesia universal con estas experiencias. Pongamos un
ejemplo: si en Argentina el cardenal Bergoglio cuidaba a los sacerdotes enfermos, esta
experiencia seguramente se la habrá traído consigo. Si en Buenos Aires iba en autobús,
también esta experiencia se la habrá traído. Su sencillez no es fruto de una decisión
calculada con su elección a Papa; nace más bien de su experiencia. Creo que es
importante subrayar este aspecto, porque creo que somos nosotros los que tenemos que
aprender de las novedades del Papa Bergoglio para enriquecernos con su modo de hacer
y de ser. Si en el futuro sale elegido una Papa asiático o africano, creo que también traerá
con él su bagaje de experiencias.
Francisco habla concretamente de obras de misericordia corporal, de tocar la
carne del pobre, él mismo ha dedicado a los pobres unas atenciones concretas.
¿Podemos decir que ha devuelto el aspecto concreto al concepto teórico de dignidad
del hombre?

Podemos afirmar con seguridad que con sus gestos ha devuelto el aspecto concreto al
concepto de dignidad del hombre. Dignidad significa, sobre todo, respeto y también la
conciencia de que pertenece a todos los hombres; la dignidad no desaparece o disminuye
por una enfermedad o cualquier otra cosa, es una cualidad fundamental de cada hombre.
Pienso, por ejemplo, cuando el Papa abraza a los enfermos, incluidos los leprosos, los
mismos hacia los que se inclinaba Jesús. En este sentido, Francisco demuestra un respeto
“concreto” para la dignidad del hombre, estoy de acuerdo con usted.

Se ha hablado mucho de la sencillez y la sobriedad del Papa Francisco; pienso,


por ejemplo, en los coches que usa o la elección de su residencia. Parece que
Francisco hace de todo para no ser identificado con el poder temporal, como
ocurría en cambio con los Papas rodeados por la corte. El mensaje que de esta
forma ha lanzado al mundo ha sido muy bien recibido, aunque, a veces, parece que
también ha traído un poco de desconcierto a la Iglesia, ¿es así?
¿Usted me pregunta si Francisco ha traído un poco de desconcierto a la Iglesia?
También la radicalidad y las exigencias que Jesús manifestaba a sus discípulos causaban
desconcierto. El Evangelio comporta unos retos que hay que reconocer y aceptar.
Francisco, en este sentido, nos está retando. Precisamente hace unos días, un cardenal

112
me contaba que, al salir de su casa, se le habían acercado dos periodistas que le
preguntaron por qué los cardenales vivían en edificios tan buenos, cuando el Papa vivía
de forma sencilla. Él no contestó, a pesar de que los periodistas insistían, porque los
medios esos días decían que los cardenales vivían en el lujo. Sobre esto no sabría qué
decir, porque cuando se le preguntó a Francisco el motivo por el que no vive en el
Palacio Apostólico, explicó que quería estar con la gente y que, aunque algunos no están
de acuerdo, él de todas formas prefiere vivir en Santa Marta. No se le puede quitar al
Papa la libertad de vivir como mejor cree. Mire, tampoco en la casa en la que nos
encontramos ahora, ni en el piso de arriba, hay nada que se pueda definir lujoso. Es
verdad, las habitaciones son grandes, porque se trata de edificios antiguos. Un día vino a
verme un amigo arquitecto y me dijo: “¡De esta habitación se podrían sacar cuatro!”,
pero no me parece que tenga nada de lujoso. Cuando llegué a Roma fui a Ikea a comprar
los sofás y los armarios. El Papa, como cualquier obispo, trata de responder a las
exigencias del Evangelio. Que todos nos reconozcamos discípulos de Jesús, tratando de
responder a los dictámenes evangélicos, no significa que haya que vivir en la
incomodidad. Recordemos sólo lo que Jesús nos dijo: «Las zorras tienen guaridas, y las
aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza» (Mt 8,
20-21). Éste es el tipo de vida sencilla que todos estamos llamados a abrazar.

Las primeras palabras de Francisco fueron “¡Cuánto me gustaría una Iglesia


pobre y para los pobres!”. ¿Qué pasa hoy con esas palabras? ¿Usted cree que la
Iglesia está en sintonía con Francisco sobre este punto que tanto interesa a la
opinión pública?

En cierto sentido, muchos relatos de Jesús en el Evangelio nos invitan precisamente


a vivir así, pobres para los pobres. Como cuando Jesús dice, por ejemplo: «Es más fácil
que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el reino de Dios» (Mc
10, 25). La referencia en realidad es una puerta en las murallas de Jerusalén por la que, si
se quería llevar un camello cargado de mercancías, primero había que descargarlo un
poco, si no, el camello no pasaba. Jesús pone este ejemplo para confirmar que si
llevamos muchas cosas con nosotros, no podemos ir al paraíso, pero si vivimos con
sencillez y pobreza, sí. Muchas veces vamos cargados de cosas inútiles. Francisco no es
el primer Papa que desea una Iglesia pobre. Roma ha sido siempre la ciudad de los
Papas, los cuales antes vivían en el Palacio del Quirinal y luego en el Palacio Apostólico.
Pablo VI decidió no ponerse más la tiara. Hay una toma de conciencia, desarrollada en el
tiempo, que indica que ciertas cosas no dan testimonio del Evangelio. Cuando el Papa
dice que quiere una Iglesia pobre para los pobres, significa que para un pobre es
suficiente la gracia del Señor, no necesita nada más; en su condición de pobre
experimenta que la fuente de todo por lo que vale la pena vivir y es necesario, es el
Señor. Y así es para la Iglesia, cuya fuerza deriva precisamente del Señor. Sin embargo,
cuando aparece la tentación de considerar otras cosas como fuente de lo necesario, ahí
está el peligro. La Iglesia pobre es una Iglesia más fiel a sus orígenes, a su naturaleza, a

113
Aquel en el que deposita su esperanza. Todos somos pobres ante Dios: somos pobres
porque necesitamos la gracia del Señor, no necesariamente porque nuestra cuenta en el
banco es pequeña.

1 Cardenal y arzobispo. Prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral.

114
Entrevista a FOUAD BOUTROS IBRAHIM TWAL1

PAPA FRANCISCO, UN ENÉRGICO


ABOGADO DEL RESPETO DE LA PERSONA HUMANA, DESDE LA
CONCEPCIÓN HASTA LA MUERTE NATURAL

Patriarca Twal, ¿a qué fecha se remonta su primer encuentro con Francisco?

Al 15 de abril de 2013, cuando el Papa me recibió junto a una delegación de obispos


y sacerdotes del patriarcado de Jerusalén. En esa ocasión le presenté un documento, en
preparación a su próximo encuentro con el presidente israelí, que abordaba algunos
argumentos para tratar con Shimon Peres. Mi presentación se articulaba en cinco puntos.
Tras el tercero, el Papa me detuvo diciéndome que deseaba visitar Tierra Santa… ¡“Es el
quinto punto de la lista”, respondí!

Tras este encuentro, ¿hubo otro que le dejó una impresión especial?
Sí, cuando durante su visita a Belén comió con seis familias cristianas pobres.
Recuerdo que casi no conseguía comer de la atención que prestaba a lo que le estaban
contando. En un determinado momento, una persona del séquito le dijo que tenía a
disposición veinte minutos para descansar, antes del siguiente compromiso, a lo que el
Papa respondió: “¡No puedo! Mira cómo sufren estas familias”. Otra cosa que me
impresionó mucho fue cuando, ese mismo día, después de haber visto el muro que separa
Israel de los territorios palestinos, Francisco permaneció en silencio; después, hizo que el
chófer detuviera el papa-móvil, bajó del coche y se acercó al muro para rezar en silencio
unos minutos. Recuerdo que dije a las personas que nos acompañaban que ese hecho se
difundiría en pocos minutos por todo el mundo. Hoy, al cabo del tiempo, pocos
recuerdan las palabras del Santo Padre pronunciadas en ocasión de su visita a Israel, pero
este hecho lo recuerdan todos.

Desde su punto de vista, si tuviera que hacer una síntesis en tres puntos, ¿qué
cosas enumeraría del magisterio y del estilo del Papa Francisco?

Ante todo, la sencillez desde que, apenas elegido, salió al balcón central de San
Pedro; fue claro para todos que tenía en mente un estilo distinto para su pontificado. El

115
Papa habló enseguida con sencillez y eligió como nombre Francisco, más que un nombre
con una larga lista de predecesores. Estas dos cosas fueron la señal de una atención
particular a la pobreza y la simplicidad. El estilo del Papa Francisco y su modo de hablar
y predicar, sin artificios, que llama a quien escucha a una relación personal con
Jesucristo, resaltando en particular el amor y la misericordia de Dios, explican bien por
qué atrae a tantas personas.
El segundo punto, la misericordia. Prácticamente todas las declaraciones de
Francisco en público incluyen la palabra misericordia. Quienes definen el pontificado de
Bergoglio como revolucionario, en cuanto representa una “liberalización” del magisterio
eclesiástico sobre temas como, por ejemplo, el matrimonio, probablemente se
decepcionarán con Francisco. Con su continuo hablar de misericordia, Francisco nos
dice que la Iglesia seguirá poniendo en práctica sus enseñanzas, pero con misericordia.
Potencialmente, la misericordia puede estar equivocada allí donde no haya
arrepentimiento y una exhortación de la Iglesia a arrepentirse del pecado cometido. Si no
se relaciona arrepentimiento y misericordia, se tiene una falsa interpretación de la última.
El tercer punto, la apertura de mente. Antes de la renuncia de Benedicto XVI, por
muchos documentos reservados que se filtraron al exterior, era evidente que el Vaticano
estaba atravesando un periodo de grave crisis, acusado de mala gestión financiera,
corrupción, luchas internas. Todo esto sucedía en un momento muy difícil para la
Iglesia, que vivía también el escándalo de la pedofilia. El Papa Francisco ha intentado
sacudir a la jerarquía, nombrando un consejo restringido de nueve cardenales que lo
ayuda para las cuestiones más difíciles. Sin embargo, no se sabe si ha habido cambios,
los resultados por ahora no son visibles, a pesar del entusiasmo inicial.

Indudablemente, el Papa Francisco, con sus enseñanzas y su testimonio, ha


atraído la atención hacia los grandes temas mundiales de la globalización y sus
desequilibrios, la brecha entre países ricos y pobres, el hambre, la explotación. ¿Por
qué sobre estos puntos sus mensajes son tan eficaces?

Francisco es un hombre que habla de manera valiente y ha atraído la atención sobre


sí cuando dice que los ricos que explotan a los pobres son sanguijuelas. El Papa, aun
reconociendo que la riqueza es algo bueno, subraya el hecho que es un bien relativo, no
absoluto. El Papa Francisco ha criticado el llamado “evangelio de la prosperidad”, es
decir, la creencia religiosa de algunos cristianos, según los cuales el maná financiero y el
bienestar psíquico-físico son siempre voluntad de Dios; la fe, el modo de hablar positivo
y hacer donaciones aumentan la propia riqueza material. También ha hablado de la
explotación de la persona como forma de esclavitud. Ha condenado con firmeza la trata
de personas. Éstas y otras afirmaciones atraen, por fuerza, la atención.

Tomemos como ejemplo el tema de la “pobreza”, respecto al cual Francisco


repite que la esencia del cristianismo son las obras de misericordia, obras que él
mismo ha realizado. ¿Se puede decir que, hoy, con el Papa Bergoglio, “la dignidad

116
del hombre” es algo más concreto?

Sí, creo que Francisco ha elevado el nivel de consciencia de la gente sobre qué es la
dignidad humana. Por ejemplo, cuando los líderes mundiales elaboran las estrategias
para dar solución a los problemas sociales, contrarrestando la pobreza, el Papa exige que
la dignidad de los marginados sea respetada. Bergoglio es un enérgico abogado del
respeto de la persona humana, desde la concepción hasta la muerte natural.
Las religiones, en este comienzo de tercer milenio, son un factor muy
importante en la política internacional, en el debate cultural y la sociedad. A
menudo, sin embargo, se convierten en causa de conflicto y división. En este
escenario, la voz del Papa Francisco, ¿qué mensaje representa?

El Papa Francisco, cuando debe expresar, por ejemplo, un juicio sobre el terrorismo,
no puede decir explícitamente todo, habla permaneciendo neutral. Tiene un talento
particular para la comunicación y esto se nota en los discursos públicos, en los
comentarios en Twitter, en las llamadas telefónicas que hace personalmente. Su
capacidad de comunicador no se manifiesta sólo con los jóvenes católicos, para que la
Iglesia sea transparente y abierta hacia ellos, sino también en el ámbito diplomático,
interesándose por la solución de conflictos que aún siguen abiertos. Cuando el Papa
habla, la gente escucha, porque tiene la autoridad moral para hablar a todas las naciones.

En el escenario actual, ¿cómo se fomenta el diálogo entre religiones y culturas


distintas? ¿Qué le ha enseñado la experiencia de Tierra Santa?

En Jordania, el diálogo entre las distintas religiones es relativamente fácil. La


sociedad está basada en un sistema tribal en el que el diálogo está fundado sobre la
amistad y las relaciones, por consiguiente, son muy buenas. En Israel y Palestina, en
cambio, el diálogo entre religiones y culturas distintas tiende, más bien, a configurarse
como diálogo político. Como bien sabemos, la política se basa sobre la preocupación de
sus propios intereses, no sobre la búsqueda y la posible consecución de lo que es justo.
La parte más fuerte hace tabula rasa de cualquier obstáculo que encuentre en su camino
hasta que no obtiene lo que quiere. Basta ver el enorme número de víctimas que la
política provoca en Oriente Medio.

A propósito de diálogo interreligioso, la actitud de Francisco parece muy


abierta y confiada. ¿Pero es realista o hay esperanzas que se quedarán
defraudadas?

Sólo el tiempo podrá decir si su apertura de mente es ilusoria. No obstante,


recordemos que el Papa Juan Pablo II se opuso con vehemencia a la guerra en Iraq;
muchos, entonces, pensaron que era un ingenuo. Sucede lo mismo con el Papa
Francisco, cuando enfatiza la importancia de la amistad y del respeto que hombres y

117
mujeres de tradiciones distintas tienen que tener. El desafío para los cristianos europeos
de hoy es ser más abiertos hacia culturas, religiones y tradiciones distintas. Es indudable
que los recientes actos terroristas y de violencia por parte de los islamistas radicales
obstaculizan el diálogo interreligioso, pero el Papa tiene que dejar la puerta abierta al
diálogo, prestando atención a sus afirmaciones acerca del islam.

¿Se puede instaurar con el islam un verdadero diálogo interreligioso, sin olvidar
el tema de los derechos humanos?

El lenguaje que todos comprenden es el de la caridad. La base de cualquier lenguaje


entre religiones debería ser el reconocimiento de la humanidad de cada persona y su
dignidad, independientemente de su religión o de cualquier otro bagaje cultural. Si
esperamos que el islam respete los derechos humanos, la espera será larga. El hecho de
que los derechos humanos no sean respetados es, en todo caso, una razón más para
comprometerse en el diálogo con el islam. Si no entablamos relaciones con el islam, será
inútil que esperemos que, por sí solo, lleguen a comprender, respetar y reconocer los
derechos humanos.

Los primeros años de pontificado de Francisco han coincidido con el


levantamiento del llamado estado islámico en Iraq y Siria, además de toda una serie
de ataques terribles y sangrientos en Europa por parte de terroristas que se
proclaman islámicos. Francisco –véase la entrevista en el vuelo desde y hacia
Cracovia– ha dicho que la “guerra” que estamos combatiendo no es una guerra de
religión y que no le gusta hablar de “violencia islámica”. Algunos han juzgado estas
palabras demasiado blandas o demasiado prudentes. ¿Cuál es su opinión?

Como decía antes, la cabeza de la Iglesia católica no puede decir explícitamente todo
sobre el islam. Esto, en todo caso, deben hacerlo los estudiosos, los comentaristas. Al
mismo tiempo, ha sido sorprendente escuchar sus respuestas a los periodistas en ocasión
de su viaje a Polonia. Oír al Papa decir que la violencia existe en todas las religiones,
catolicismo incluido, y que no se puede acusar a una sola religión, implícitamente está
sugiriendo que existe una “violencia católica” y esto es equivocado. No hay ninguna
prueba que testimonie la existencia de fundamentalistas católicos que estén actuando por
el mundo; que la cabeza de la Iglesia católica sugiera una idea como ésta es,
sencillamente, sorprendente. La fe católica no justifica de ningún modo el uso de la
violencia; el islam, en cambio, lo hace en muchos versículos.

Respecto a otras religiones, en el cristianismo el concepto de dignidad del


hombre tiene un valor muy destacado. Pensemos en la cuestión de la libertad de
conciencia, de los derechos de la persona. ¿Cómo se puede entrar en diálogo con las
otras religiones y salvaguardar, al mismo tiempo, el concepto cristiano de dignidad
del hombre?

118
Como he mencionado antes, el objetivo del diálogo es educar y aumentar la
comprensión de los otros sobre el concepto de dignidad del hombre. Esta dignidad
procede de Dios y es de Dios, porque estamos hechos a su imagen y semejanza, como
dice el Libro del Génesis. La vida humana es sagrada porque el hombre es el reflejo más
evidente y más nítido de la presencia de Dios entre nosotros. El hombre tiene un valor
transcendente que procede de Dios mismo. Su dignidad no se apoya sobre una cualidad
humana, un mandato legal, un mérito individual o una realización personal. La dignidad
humana es inalienable. Éste es el mensaje cristiano y su comprensión debería unir a
todos los que creen en Dios.

¿Cuál ha sido el legado del viaje del Papa Francisco a Tierra Santa?

El Papa ha venido a Tierra Santa con más optimismo y menos realismo y


conocimiento de la realidad. Su deseo era que pudieran suceder muchas cosas buenas
gracias a su viaje. Mucha gente ha apreciado su sencillez y sus gestos. Sin embargo,
algunos se han quedado muy decepcionados, sobre todo entre la gente de cultura árabe,
cuando han visto al Papa besar la mano a muchos judíos. En la cultura árabe besar la
mano es un gesto que indica cortesía, amabilidad, respeto, admiración y, también,
devoción hacia una persona. La buena idea del encuentro en los Jardines Vaticanos con
el presidente Abbas y el presidente Peres tampoco ha producido resultados tangibles. Al
contrario, el primer ministro israelí, Netanyahu, respondió a dicho encuentro anunciando
una ulterior expansión de los asentamientos en Jerusalén. Ese árbol plantado en el jardín
durante la ceremonia crece, ante el silencio de los medios de comunicación. Esperemos
que crezcan también los ideales de los que es símbolo. La gracia actúa dentro de los
corazones, pero su crecimiento nadie puede medirlo; sólo Dios puede.
También fue un error grave por parte de quien preparó los discursos del Papa no citar
a los Patriarcas orientales presentes en sus discursos en Jordania, Belén y el Santo
Sepulcro.

En Oriente Medio, en general, y también en Tierra Santa, el número de


cristianos va disminuyendo. ¿Qué consecuencia puede tener para toda la Iglesia
universal la disminución de la presencia cristiana en Tierra Santa?

A muchos cristianos del norte y de occidente les cuesta pensar en el cristianismo en


el mundo árabe como algo vivo, comunidades de fe viva con unas tradiciones ricas desde
el punto de vista espiritual y teológico. Esto podría deberse, en parte, a una falta de
comprensión sobre la forma que el cristianismo ha asumido, históricamente, en otras
partes del mundo. El cristianismo del mundo árabe tiene una historia antigua y viva,
también en Palestina, donde aún hoy se encuentran comunidades de fieles que hunden
sus raíces en los siglos, en los albores del cristianismo. Comunidades en las que la
lengua utilizada para la liturgia y las homilías es el árabe, Iglesias que han desarrollado

119
un papel fundamental en el desarrollo de la sociedad, tanto en términos de liderazgo en
épocas difíciles, como siendo pioneras de valiosos servicios sociales como la enseñanza.
Ahora, la guerra y la persecución han provocado una verdadera hemorragia de cristianos
de Oriente Medio, en particular de Siria e Iraq. Sin embargo, los cristianos son parte
fundamental de la historia y de la cultura de Oriente Medio, y siguen dando un aporte
enorme a la vida social, sobre todo en la enseñanza, la sanidad, la ciencia y la ingeniería.
Contribuyen con una variedad de perspectivas y opiniones al debate público, ayudando
así a fomentar el pensamiento crítico en la sociedad. Sin cristianos en Iraq habría poco
espacio para la curiosidad intelectual, para el pensamiento crítico.

A veces, la actitud de Occidente, en general, y también de la Iglesia, parece


demasiado tímida respecto a la persecución de los cristianos por parte del
fundamentalismo islámico. ¿Cuál es, en su opinión, la causa de esta timidez?

Muchos cristianos occidentales han perdido en gran parte la confianza en el


Evangelio y en la cultura cristiana. El cristianismo ha construido catedrales,
universidades, hospitales, hizo prosperar el comercio, abolió la esclavitud, promovió la
ciencia, puso las bases de la democracia, consideró a la mujer igual al hombre, convirtió
imperios. Cuando la cultura cristiana sea reconocida como tal, entonces se podrá afrontar
el desafío del islam. Por desgracia, hoy, al haber una lenta erosión de la cultura cristiana
en la mayor parte de los países occidentales, sucede todo lo contrario. Creo que una de
las causas de esta timidez sea que, ante el islam, tenemos pocos líderes políticos
dispuestos a defender de manera clara la Cruz de Jesucristo. Los musulmanes que
emigran a países occidentales no comparten los valores progresistas que la cultura
occidental ha hecho propios, como el reconocimiento de la homosexualidad, del
matrimonio entre personas del mismo sexo, etc. Los musulmanes tienen su fe y su
cultura religiosa, mientras que la mayor parte de las naciones occidentales ha
abandonado la fe cristiana y está totalmente secularizada. Por esto, en consecuencia, no
se presta atención, ni siquiera se defiende a los cristianos perseguidos.

El diálogo ecuménico para la Iglesia católica es una perspectiva que ya tiene


varios decenios de historia. En su opinión, el pontificado de Francisco, ¿aportará
alguna novedad? ¿Qué pasos hacia adelante se podrán dar?

Es difícil decir qué pasos se podrán dar y si se harán. Las cuestiones doctrinales son
muy complejas, pero el diálogo que hay en marcha continuará. Creo que la actitud de
apertura de Francisco y del patriarca ecuménico Bartolomé I animará el diálogo y la
amistad. En Jordania, este espíritu de apertura y de amistad ya existía antes del Concilio
Vaticano II.

1 Patriarca emérito de Jerusalén.

Este libro se publicó con motivo del 5º aniversario del

120
inicio del pontificado del Papa Francisco, en Madrid, el 13
de marzo de 2018

121
Índice
PRIMERAS PAGINAS EBOOK 1 2
PRIMERAS PAGINAS EBOOK 2 3
PRIMERAS PAGINAS EBOOK 3 4
PRIMERAS PAGINAS EBOOK 4 5
PRIMERAS PAGINAS EBOOK 5 6
PRÓLOGO 7
INTRODUCCIÓN 9
capitulo 1 Maria Elena 12
capitulo 2 Charles Maung 23
capitulo 3 Joseph Edward Kurtz 31
capitulo 4 Timothy Dolan 40
capitulo 5 Georg Gänswein 49
capitulo 6 Kurt Koch 55
capitulo 7 Federico Lombardi 64
capitulo 8 Gerhard Ludwig Müller 73
capitulo 9 Wilfrid Fox Napier 77
capitulo 10 Adrián Pallarols 86
capitulo 11 George Pell 94
capitulo 12 Abraham Skorka 101
capitulo 13 Peter Kodwo Appiah Turkson 107
capitulo 14 Fouad Boutros Ibrahim Twal 115

122

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