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victorarteagavilla@gmail.com
2017 al novelista inglés, de cuna japonesa, Kazuo Ishiguro porque, “en novelas
Mann, Hesse, Hamsun, Faulkner, Böll, García Márquez, Bellow, Grass…, así
como tantos aquellos por quienes este pasó de largo y ahí, para siempre,
Yourcenar…
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Fue Papini, en Visita a Freud. 8 de mayo de 1934, quien del modo más
exhaustivo ponderó dichas obra y autor: “literato por instinto y médico por
patología”.
Siempre en deuda con Goethe, pero hijo de las tres grandes tendencias
de mi querido Goethe. Usted sabe que escribió el ‘Werther’ para liberarse del
paciente para liberarlo de una obsesión? No hice otra cosa que forzar a mis
hacían desde hace siglos los católicos y Victor Hugo me había enseñado que el
paso había sido dado. De inmediato me di cuenta que las confesiones de mis
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literarias amadas por mí. Más claramente el romanticismo me sugirió el
sobre todo Zola, me habituó a ver los lados más repugnantes, pero más
con las obras poéticas y el lugar que ocupan el símbolo y la alusión en el arte,
o sea, en el sueño manifestado. Aprendí de los simbolistas que cada poeta debe
Goethe”.
entre los hombres. Entonces, la vida se hace obra de arte, obra de arte capturada
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El retrato certero, cometido con la prosa y con el verso, de este último
prosista hábil de la experiencia humana que a cada día dice la vida que
Desde la primera de sus novelas, Pálida luz en las colinas (1982), hasta la
última, El gigante enterrado (2015), teje una relación con el tiempo que se
remordida.
con Proust, a la zaga de un tiempo perdido que amerita ser recobrado; lo cierto
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inexorable como su oportunidad de gracia, el tiempo en la doble comprensión
Los restos del día, su bien lograda novela de 1989, llevada al cine, en
Stevens, el mayordomo fiel, atado al más refinado estilo inglés, sabe que
allá afuera la vida pasa; no obstante, acá adentro percibe que la vida se ha
permitiéndole, mientras se ausenta por unos días, que tome su también ahora
perspicaz, sale al encuentro del tiempo, más que del mundo, y descubre que su
viejo amo no era quien era y, lo más importante, que el tiempo siempre reclama
factura.
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