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BREVE ENSAYO SOBRE EL AMOR

Hace poco estaba conociendo a una chica, mientras hablábamos acerca de lo que creíamos que era
el otro y lanzábamos cualidades y defectos a priori ella me dijo algo que creía de mí por lo que había
visto según lo que publico en mis redes sociales, lo cual me llenó de curiosidad: me dijo algo así
como “se ve que te va muy mal en el amor”. Después de escucharlo y meditarlo un poco, llegué a la
conclusión de que efectivamente tenía razón, mi vida amorosa no ha sido lo mejor en cuanto a
alegría y constancia (lo que supone el ideal del amor: la felicidad constante), sin embargo esto me
animó a investigar un poco sobre qué era eso del amor.

Efectivamente, inicié la búsqueda para descubrir qué es el amor desde una perspectiva un poco
teórica, y realmente para toda pregunta hay respuestas muy diversas. Esta pregunta, como tal, tiene
respuestas desde el psicoanálisis, la biología, la filosofía, la sociología y me atrevería a decir que
hasta de la economía, sin embargo elegí una disciplina teórica de partida para resolver esta pequeña
duda y es la filosofía.

No se puede hablar del amor en la filosofía sin hablar de obra El Banquete de Platón, la cual podría
significar uno de los primeros documentos históricos en los cuales se hable de este tema. Pues bien,
he decidido hacer este ensayo a partir de esta obra y de dos libros más: Ni el Sexo ni la Muerte y La
Felicidad Desesperadamente de Andre Comte Spomville los cuales me ayudaron a guiarme un poco
al tratar de darle una posible respuesta a mi pregunta

La palabra Amor tenía tres acepciones distintas para los griegos: Eros, Philia y Ágape. Cada una de
estas palabras encierra un concepto de amor distinto, pues, como alguna vez llegamos a imaginar, el
amor no es el mismo siempre, este varía según la persona o incluso el momento.

En El Banquete Platón relata una cena en la cual se reunieron varios hombres a discutir acerca del
amor, o del Eros, entre ellos Aristófanes y Sócrates. Aristofanes cuenta la historia que precede a la
existencia humana como la conocemos nosotros en donde, según él, en aquél entonces cuenta cómo
alguna vez el hombre fue una masa redonda con dos cabezas, cuatro brazos, cuatro piernas y un par
de órganos genitales. Estos seres humanos se clasificaban en tres clases según su genitalidad: los
que tenían dos penes, los que tenían dos vaginas y los que tenían tanto pene como vagina. Estaban
dotados de fuerza extrema, de tal valor y virtud que representaban una amenaza para los mismos
dioses, por lo cual Zeus, en vez de matarlos –pues esto significaría que ya no habría nadie quien
adorara a los dioses- decide cortarlos por la mitad y cerrando finalmente la herida en lo que hoy sería
un ombligo, para luego dejarlos toda una vida a la deriva buscando a su par.

A su vez, Sócrates cuenta, en su discusión con Agatón, cómo una sacerdotisa griega llamada Diotima
le había aclarado sus dudas acerca del Eros. Mientras discutía con Agatón, Sócrates ataca
preguntando sobre el deseo en el Eros diciendo: “¿Y desea y ama lo que desea y ama cuando lo
posee, o cuando no lo posee? “. Esto, buscando llevar a Agatón a la idea sobre el Eros, la cual
aprendió de Diotima, y es que el amor desde el Eros es una falta, una carencia, una privación.

Traigo a colación parte de los discursos de Aristofanes y Sócrates debido a su importancia con el
amor desde el Eros. Por un lado, Aristofanes con su historia del hombre redondo y perfecto que luego
es cortado por los dioses refleja el ideal del amor que se viene replicando en la historia por los siglos
y es esa noción de buscar “la otra mitad” o “la media naranja”, como dicen. Es buscar en el otro lo
que me falta, mi carencia, mi privación… es, como dice Sócrates, una necesidad, es el Eros.
Platón le atribuye esta idea a Sócrates en el libro, sin embargo la historia se lo cobra a él y de ahí
nace la idea del “amor platónico” que no es más que ese que deseo porque no tengo, porque me
falta, pero que si llegara a tenerlo ya no sería lo que deseo sino lo que deseé. Esta noción está muy
ligada también a Schopenhauer, pues para este la vida consistía en el dolor y el tedio: el dolor es lo
sentíamos al desear todo aquello de lo que carecíamos y no teníamos pero que, llegado el caso de
tenerlo y satisfacer tal privación devendría en el tedio, en el aburrimiento derivado del empalago y del
fastidio, que llevándolo al plano del amor y la pasión sería algo muy similar a la concepción socrática
del amor. Pues bien, como dije anteriormente el amor desde el Eros no es más que una carencia, una
falta de, o una privación de.

Por otro lado, como mencioné al comienzo del ensayo, el amor no es el mismo siempre, este puede
variar según la persona y según el momento: absurdo sería decir que amamos a nuestros hijos o a
nuestras madres desde el Eros (aunque podría suceder pues como mencionamos es falta de. Así que
si lo que amo de mi hijo es la compañía que me brinda o de mi madre el dinero que me da, es Eros)
pues lo que caracteriza a este amor no es una necesidad sino todo lo contrario porque no falta sino
está ahí, queramos o no, y nos alegramos de que así sea, lo disfrutamos, lo gozamos: es alegría, lo
que nos ata a estos seres queridos no es una necesidad de ellos, lo que nos ata es su otredad, ellos
en sí mismos. El amor cuando no falta, cuando está, cuando lo gozamos y nos alegramos de este es
que se denomina Philia. Y más claramente podríamos ilustrarlo en la definición de Spinoza sobre el
amor: “(…) es una alegría unida a la idea de su causa”.

Partiendo de lo dicho se podría extraer la premisa esencial del amor desde Philia cuando decimos
que es una alegría unida a la idea de su causa y es que el amor no nace en nosotros (en mi falta de,
como en el Eros) sino emerge del otro (causa) porque el otro es la causa de mi alegría, por ende, en
el caso de que llegase a necesitarlo, el amor no acabaría porque no termina en mi necesidad sino mi
amor nace de la otredad, es decir mi amor está en el otro, que es la causa de mi amor. Cabe
rememorar una definición muy bella del amor que le escuché a Darío Sztajnszrajber en una
conferencia la cual decía: “El amor es dejar de ser para que el otro sea (…) El amor es perder”. Y
tiene mucha razón también cuando en la misma se refiere al amor desde el plano de la economía y
los modelos de mercado, pues pensamos que el amor es ganar, vemos generalmente el amor desde
el Yo (Eros) y decimos: “Lo que amo de ella/el es que me hace feliz” es decir, usufructuamos al otro y
no partimos del amor desde el otro, de su otredad (Philia) para decir: ““Lo/La amo porque me alegra
que exista”.

El amor Philia es la alegría de que el otro exista, de conocerlo, de estar con él o ella. Pero si el amor
Philia es alegría ¿habrá lugar para que se configure el tedio de Schopenhauer o esa necesidad
socrática? Es decir: ¿dejaré de desear a mi pareja porque ya tengo lo que deseaba de ella como
insinúa Platón que es apropiarme de su otredad para fines subjetivos? La respuesta es no, y esta
respuesta nos es servida por Aristóteles que nos dice que el amor desde Philia no es una necesidad,
ni una falta de, ni una carencia y mucho menos una privación (Eros) sino es potencia, es decir: yo
deseo a mi pareja, la tengo, la beso, hacemos el amor y si fuera desde el Eros diría: “Ya, fue
suficiente, tuve lo que quería, me voy”. Pero como partimos de Philia y esta es la alegría unida a la
idea de su causa y una potencia, mi deseo no acabaría con la eyaculación, o el goce del beso
anhelado, o de la posesión de su otredad ante los demás (la cual era el objeto de mi deseo en el
Eros) sino estaría en el objeto de mi deseo desde Philia que es neta, única y exclusivamente la chica
con la que estoy, entonces la potencia se vería reflejada en qué más yo podría hacer para perdurar la
alegría y el placer de disfrutar el sexo, el amor y su compañía: vendrían las caricias, los besos, las
risas, las miradas, los planes, los sueños…todo ello. La potencia aristotélica consiste en buscar otras
posibilidades a mi alcance para gozar la alegría del amor. El amor desde la potencia y la alegría no
acaba, se disfruta.

He aquí un ejemplo perfecto para demostrar el amor desde el Eros y Philia: Llevamos días sin comer,
morimos de hambre, anhelamos una hamburguesa o una pizza, vamos caminando hambrientos por
ahí y de repente encontramos un kilo de pan, efectivamente nos comemos el pan, ¿qué sucede
luego? Dejamos de tener hambre, el deseo se sació, no era ni la hamburguesa ni la pizza que
deseábamos pero eso no era lo que importaba, lo que importaba era saciar el hambre, luego
seguimos nuestra vida tal cual esperando a que dentro de unas horas nos vuelva a dar hambre: eso
es el deseo y el amor desde el Eros: suplir carencias, necesidades. Ahora miremos el otro ejemplo:
No tenemos hambre, comimos hace unas pocas horas, sin embargo nuestro postre preferido es un
pudín. Llega de repente algún amigo y nos trae un pudín que no esperábamos, que no deseábamos y
nos lo pone ante nosotros, ¿qué hacemos? Efectivamente nos lo comemos, y no solo lo masticamos
y lo digerimos y ya, no: lo disfrutamos mientras lo saboreamos y eso nos llena de alegría. ¿Satisfizo
el hambre? No, porque no teníamos: satisfizo el apetito, y el apetito es muy distinto al hambre: el
hambre es ausencia de alimentos y el apetito es potencia de goce de los alimentos. Este
ejemplo refleja perfectamente lo que es el amor desde Philia: una alegría unida a la idea de su causa
y una potencia de goce.

Finalmente está el amor Agapé, que como dice Spomville: “Es amar, no al que nos falta, sino al que
no nos falta, al que no nos falta nunca: el prójimo”. Este tipo de amor es del cual casi no hay ejemplos
ni mucho que hablar realmente, pues este amor es el amor divino y por “divino” significa que no se
nos está permitido a los hombres. Este tipo de amor llega al mundo con Jesús cuando dice a sus
discípulos: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado” (Jn 13, 34) Y posteriormente cuando
se refiere al segundo mandamiento, el que sigue después de amar a Dios sobre todas las cosas dice:
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No existe otro mandamiento mayor que éstos» (Mc 12, 29-
31)

Como mencioné anteriormente este tipo de amor (Agapé) no es posible de ejercer para los hombres:
muy difícilmente alguien podrá amar a cualquier extraño como se ama a un familiar y es aún más
humanamente imposible amar a alguien que desconocemos (prójimo) como a sí mismo. Lo que nos
une a las otras personas son contactos en el mundo, lazos sentimentales que derivan de la
costumbre, por ende es humanamente imposible amar como amamos a nuestros padres al habitante
de calle del barrio o al señor que maneja el bus del día, sin embargo esto no quiere decir que no
pueda actuar como si lo amase. La autenticidad y la veracidad del amor Ágape es humanamente
imposible, pero actuar como si amase al prójimo como a sí mismo es lo que se denomina “Caridad”:
actuar para con el otro como quiero que actúen para conmigo o como yo actuaría para con mis seres
amados. El amor Agapé es el ideal del amor, el absoluto del amor, es el máximo de amor posible y
ese mismo es nuestro punto de comparación para los otros tipos de amor, es el amor absoluto,
sincero, auténtico, puro.

Después de intentar explicar cada concepto del amor desde la filosofía según los griegos no quisiera
tomarme el atrevimiento de decir cómo es el deber ser del amor y como querrán ustedes practicarlo.
Cada persona que lea este ensayo podrá sacar sus conclusiones y decidir cuál es el amor que
quieren para sus vidas y cuál es el tipo de amor que han practicado y sentido hasta aquí. Yo, por mi
parte podría decir, y con esto debo darle la razón a la chica que me causó la intriga de investigar
sobre el amor, es que el que más he practicado a lo largo de mi corta vida sentimental ha sido el del
Eros, tal vez por eso es que dejé de creer en el amor, sin embargo no por esto quiere decir que no
haya tenido pequeños ratos de amor Philia que son muy bellos, y tampoco que alguna vez no haya
creído en el amor Agapé. Lo que sí puedo decir a ciencia cierta es que la vida es muy corta para
preguntarse tanto por el amor, así que como recomendación de este desahuciado sentimental les
recomiendo que amen, como quieran pero amen, aunque, preferiblemente, con la alegría que
provoca amar ausentándose del Yo.
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