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Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .7
TIEMPO
Tal como viene, se va . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .19
No te acostumbres a las veinticuatro horas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .23
Habitar en el tiempo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .29
Hacer la cosas en el momento adecuado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .33
Matar el tiempo tan sólo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .37
Tiempos difíciles, grandes cambios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .41
Confiar en el momento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .45
Más allá del tiempo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .51
ESPACIO
Puntos de vista equivocados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .57
Puntos de vista correctos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .65
Conteniendo multitudes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .69
Este mismo lugar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .75
Vivir con limitaciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .81
Espacio sagrado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .89
El camino del medio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .95
Las cuatro sabidurías . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .99
MOVIMIENTO
Emoción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .109
Hambre espiritual . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .115
Todas las cosas simplemente son . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .119
Esfuerzo y persistencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .123
Nuestra mejor estación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .129
Paciencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .135
Automejora contra autorrealización . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .141
Pasión en la compasión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .145
TS’AO-PEN CH’AN 7
NUESTRA HISTORIA
Puesto que todo este libro se basa en nuestra propia experiencia como
practicantes y maestros de Zen, nos gustaría contarles cómo llegamos al Zen
básico. Antes de ser comaestros en el Princeton Area Zen Group (Grupo de
Zen del área de Princeton), en Princeton, Nueva Jersey, en 1991, cada uno de
nosotros había pasado diez años practicando el Zen. La mitad de estos años 9
los dedicamos al duro entrenamiento tradicional con monjes japoneses, y el
resto en Hawai con el maestro laico Robert Aitken Roshi, el “decano de los
maestros Zen americanos”. Con la idea de llevar la práctica del Zen laico un
paso más lejos de sus raíces japonesas, iniciamos –al trasladarnos de Hawai a
Princeton– un pequeño grupo de Zen y comenzamos a experimentar con una
versión “básica” más americana de la práctica. Nuestra experiencia en Hawai
nos dejó claro que era un escapismo religioso lo que nos llevaba a vestirnos
con hábitos negros y a fingir ser monjes japoneses. Después de tratar durante
tanto tiempo de adoptar esta imagen de “tradición”, no pudimos seguir igno-
rando el hecho de que éramos occidentales a finales del siglo XX. Como
humanistas y “progresistas”, nos preocupaban los derechos humanos, la igual-
dad racial, la justicia económica, la no-violencia, la ecología y el feminismo.
Nos molestaba la naturaleza patriarcal y jerárquica del Zen tradicional japo-
nés, su militarismo y su distanciamiento de la acción social y de las preocu-
paciones del “mundo real”. Como testigos de nuestro siglo genocida, ya no
podíamos cerrar los ojos y oídos al racismo violento de algunos de nuestros
maestros Zen japoneses más reverenciados. Nuestro karma “Zen samurái”
había llegado claramente a su fin.
Resultaba particularmente perturbador ver que hombres y mujeres que
habían estado profundamente dedicados a la práctica del Zen lo abandonaban
al encontrarlo cada vez más “irrelevante” para sus vidas. Considerábamos que
nuestra tarea era doble: hacer el Zen más atractivo a los practicantes laicos
occidentales, pero permaneciendo fieles al verdadero “núcleo” de la práctica.
Prescindiendo del estilo cultural feudal del Zen japonés en nuestra comunidad
de Princeton, conservamos lo que creíamos que eran sus elementos esencia-
les: zazen, meditación formal sentados; sesshin, retiros silenciosos para medi-
tar; charlas dharma, conferencias relacionadas con la práctica dadas por maes-
ZEN BÁSICO
FUNCIÓN DE LA PLURALIDAD
Ser un maestro Zen laico occidental, a principios del siglo XXI, quiere 13
decir aceptar lo que llamamos “la función de la pluralidad”. Tal como han
demostrado los infames escándalos Zen de los años 80 en Estados Unidos, el
papel tradicional del roshi (maestro de Zen) como la viva manifestación de la
iluminación tendía a alentar a los estudiantes a extender el papel del “maes-
tro” a todos los aspectos de la existencia humana. Daban por sentado que sus
maestros no podían hacer nada malo. Incluso acciones claramente negativas,
como beber en exceso o abusos sexuales los del roshi, eran vistas como “ense-
ñanzas misteriosas” demasiado avanzadas para que practicantes “ordinarios”
pudieran entender. Una traducción tan automática del papel especial del
“maestro” a todas las áreas de la vida impedía a los estudiantes comprender
que sus maestros no eran perfectos. Como seres humanos, todos desempeña-
mos muchas funciones distintas, y tenemos también muchas fuerzas y flaque-
zas individuales. En algunos de los papeles, estamos llamados a liderar; en
otros, debemos seguir a personas más experimentadas. Aceptar la pluralidad
de nuestras funciones quiere decir que los maestros de Zen competentes
deben poder liderar a sus estudiantes en la meditación, pero que ellos, a su
vez, deben estar dispuestos a aprender de sus estudiantes en otras áreas. Dicho
de otra manera, tanto los estudiantes como los maestros deben permitirse asu-
mir distintos papeles en situaciones distintas, y olvidar las jerarquías precon-
cebidas y petrificadas que amenacen con perjudicar la fluidez de las interac-
ciones humanas.
Como maestros de Zen básico, siempre hemos sentido la necesidad de
desarrollar una estrecha amistad con nuestros estudiantes. No queríamos estar
confinados en el papel del roshi infalible, y nos negábamos a que se nos paga-
ra por nuestros servicios. Queríamos poder ir a tomar una taza de café con
nuestros alumnos, y que se nos viera como compañeros de conversación del
mismo nivel. Queríamos poder invitar a los estudiantes a cenar y discutir
ZEN BÁSICO
14
LA RAÍZ DE TODO
En este libro, exploraremos las cuestiones con las que se enfrentan los
practicantes actuales del Zen básico. Con un enfoque directo, demostraremos
cómo las preocupaciones sociales, profesionales y psicológicas de la gente
corriente pueden ofrecer oportunidades para el despertar espiritual. Usando la
metáfora de un “campo de hierba”, para el actual ts’ao-pen ch’an sangha de
Occidente (una comunidad igualitaria de miembros socialmente móviles que
ponen menos énfasis en la transmisión y en la jerarquía que en la responsabi-
lidad individual) nos concentraremos en la interacción entre el “campo” (la
comunidad Zen), el sencillo “componente de la base” (el practicante indivi-
dual) y las dimensiones de “tiempo, espacio y movimiento” (el mundo). En el
nivel de la superficie, cada miembro de la comunidad aparece en el mundo de
tiempo, espacio y movimiento como un yo separado con un papel único, una
sola brizna de hierba emergiendo de una sola raíz. La raíz y la brizna de hier-
ba individuales son una misma cosa, ya que son dependientes la una de la otra.
La raíz está implícita en la brizna; la brizna existe en potencia en la raíz. Pero
cuando excavamos a mayor profundidad en el suelo, descubrimos que la raíz
individual de hierba está siendo sostenida, protegida y alimentada por todas
las demás raíces de hierba del campo. El Zen básico se puede considerar como
una “guía de jardinería” para el descubrimiento de la verdadera naturaleza del
yo en esta conexión.
Como la brizna individual de hierba en el campo, el yo es parte de una
gran red sin costuras de la vida. Su persistencia en el tiempo es estacional,
sujeta a las condiciones cambiantes. Está enraizada en la tierra, pero no de
modo permanente. La meditación revela que la verdadera naturaleza del yo
interdependiente es la compasión. Habita sin agarrarse; cuando llega la lluvia,
INTRODUCCIÓN
forma totalmente una unidad con ella; cuando aparece el sol, forma totalmen-
te una unidad con el sol.
El momento presente es la raíz de todo. Triste o feliz, en movimiento o en
reposo, el momento proporciona infinitas oportunidades para cultivar la per-
cepción. Cada raíz de nuestro campo de hierba, cada momento, está lleno de
todos los nutrientes que necesitamos. Yendo a la raíz, convirtiéndonos en uno
con el momento, descubrimos que la vida es perfecta tal como es. Al fin y al
cabo, en el mundo estamos en nuestra casa.
Zazen (meditación) es el modo de entender la verdadera naturaleza del yo.
Al ver más allá de la punta de una sola brizna de hierba y de su raíz familiar,
nos damos cuenta de que sólo hay cambio. Lo que imaginamos como un blo-
que sólido de experiencia llamado “tiempo” es en realidad el yo en continuo 15
movimiento. En cualquiera de las formas en que aparezca, el yo constituye
una unidad con el cambio. Nosotros mismos nos estamos transformando con
el momento, manifestándonos ahora como raíz de hierba, ahora como el sol,
ahora como el firmamento. Somos simultáneamente únicos e indistinguibles
de lo que nuestros antiguos antepasados chinos llamaban "el mundo de las
diez mil cosas”.
En su sentido más profundo, el Zen básico trata de cómo ir a la raíz, de
descubrir cómo son todas las cosas. Al permanecer seguros en nuestro propio
terreno, nos sentimos cómodos con esta idea. Todo es; cualquier cosa que ocu-
rra es, incluidas todas las cosas terribles y todas las cosas maravillosas.
Centrados en esta sabiduría raíz, somos libres de movernos por nuestras vidas.
Sin esta sabiduría básica, sin embargo, no hay más que sufrimiento. Sufrimos
porque no aceptamos el momento que está aquí, en este preciso instante, exac-
tamente tal como se presenta. Queremos evitarlo. Lo rechazamos, tratamos de
escapar de él, ¿pero cómo podemos hacerlo, cuando nosotros somos, en este
mismo instante, una misma cosa con la propia raíz? Cuando constituimos una
unidad con ella, sabemos lo que hemos de hacer. El ego desaparece y las posi-
bilidades de elección se abren: nos encontramos andando por un camino recto
sobre el que damos seguros el paso siguiente.