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Esta traducción fue realizada sin fines de lucro por lo cual no tiene costo alguno.
—N
o lo estás haciendo bien.
—Si estás aburrido, entonces ayúdame —dijo Jason, lanzándole una mirada
nerviosa al reloj e intentando no hacer una mueca de dolor por la cantidad de tiempo
que había desperdiciado en la pérdida de sus preciosos dulces.
—La fiesta es en menos de dos horas —señaló Jason, esperando que su primo
ignorara la tradición y lo ayudara. No quería decepcionar a su esposa y estaba
seguro que no quería romper una tradición que los hombres de su familia
consideraban sagrada.
—En tres años —dijo Trevor en ese mismo tono de suficiencia que estaba
empezando a molestarlo.
—¿No tuviste que rogarle que se casara contigo? —señaló Jason, simplemente
para molestarlo.
—Claro —dijo Jason, cambiando la bolsa que sostenía una pequeña cuenta de
piedra gris por la bolsa que sostenía la pequeña cuenta de una piedra oscura, casi
negra. La había hecho de la piedra que recogió en el estacionamiento del bar donde
había llevado a Haley esa fatídica noche cuando había lanzado sus adorables puños
de furia por primera vez.
—Haley trajo diez bandejas a la fiesta —señaló Jason, esperando que su padre
y su primo mordieran el anzuelo y se largaran de aquí para poder concentrarse en
la tarea en cuestión.
—La fiesta es en dos horas —señaló Jason, sin molestarse en mirar hacia arriba
cuando colocó las cuentas de piedra hechas a mano en lo que rezaba fuera el orden
correcto—. Si te vas ahora, Haley probablemente te dejará tener una fuente completa 8
para que te llenes hasta que comience la fiesta —murmuró distraídamente.
—¿Por qué diablos no? —exigió Jason, mirando de reojo al reloj y haciendo
una mueca al darse cuenta que habían pasado otros diez minutos.
¡Mierda!
—Bueno, vas a escucharla de nuevo, ¡así que deja de quejarte! —dijo su padre
bruscamente antes de refunfuñar—: Me muero de hambre —y eso hizo reír a Jason—
. Además —continuó su padre en un tono más tranquilo—, tu tío Ethan le está
contando la historia a Haley mientras hablamos.
—¿Tradición? —preguntó con una sonrisa mientras miraba hacia arriba para
encontrar a su padre lanzándole una mirada melancólica a una bandeja de brownie
vacía, sin duda esperando que apareciera de repente otro lote de brownies.
—Bien —dijo su padre, lanzándole a Trevor una última mirada antes de que
tomara un rollo de ensalada de atún y volviera su atención a Jason. Aclarando su
garganta, su padre se movió en su asiento antes de comenzar.
Jason se frotó la cara con las manos. Realmente no tenía tiempo para esta
mierda.
—Lo haré —dijo su padre con un resoplido seguido por el sonido de una
mano siendo golpeada.
—¡Ay!
A
hí estaba él, su príncipe, pensó Elizabeth, suspirando alegremente
mientras observaba al hombre con el que se iba a casar. Sonrió con 11
nostalgia y se movió hacia el otro lado del árbol para ver mejor a
James, su James, antes de que su institutriz pudiera encontrarla y arrastrarla.
¿Podría algún hombre ser más perfecto? No, no lo creía. Solo James, solo su
James era absolutamente perfecto. Se mordió el labio y lo observó mientras se
inclinaba sobre la mano de su madre. Le dio un suave beso en el dorso de la mano
antes de soltarla. Elizabeth suspiró alegremente cuando él se levantó, sobre todo
porque le dio una mejor oportunidad para mirarlo. Llevaba un traje negro
impresionante con una hermosa camisa blanca. Su cabello castaño estaba corto hoy,
pero aún podía distinguir los pequeños rizos que amaba.
Elizabeth pasó sus pequeñas manos sobre su vestido rosa y lo miró por debajo
de su nariz. Bueno, lo intentó al menos. Era bastante difícil mirar así a alguien más
alto que ella.
—¡Tú, Robert Bradford, eres un chico bestial! —dijo en voz alta, tal vez un
poco demasiado fuerte si la risa que estalló alrededor de ellos era una indicación.
—¡Y tú hueles como la parte trasera de una mula! —respondió Robert tan
fuerte que todos los que pasaban junto a ellos pudieron escuchar.
Elizabeth sintió que su rostro se ruborizaba. Miró hacia atrás a tiempo para
atrapar a sus hermanas tratando de ocultar sus sonrisas de su madre dominante. Su
madre les lanzó una mirada de advertencia antes de volver su atención a Elizabeth.
La mirada fulminante que le envió fue una clara advertencia para que se comportara
y no hiciera una escena.
Los otros niños a su alrededor dejaron de jugar para mirar mientras se reían
y señalaban a Elizabeth y Robert. Lady Bradford se mostró horrorizada ante el
comportamiento de su hijo o el de ella, no estaba del todo segura y no le importaba,
porque en este preciso momento James se estaba riendo.
¡De ella!
Se dio la vuelta antes de que él pudiera ver las lágrimas corriendo por su
rostro.
—Déjame en paz.
Trató de empujarlo, pero con solo siete años de edad, era bastante difícil
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empujar a un niño de doce años que se había plantado firmemente en su camino.
¿Lo sabía?
¿Se reía?
Oh no, esto era malo. Esto era muy malo. ¿Había sido tan obvia? Su propia
familia nunca dijo nada. Le sonreían cuando sabían que iba a ver a los Bradford,
pero eso era solo porque les gustaban los Bradford, ¿cierto?
Oh no, todos lo sabían, se dio cuenta con algo parecido al pánico. Tenía que
salir de aquí, rápido. Hizo otro intento de rodear a Robert solo para que él se moviera
rápidamente para bloquearla.
—Sabes que eres la hermana más fea, ¿verdad? ¡Y también eres gorda! —
añadió Robert. Miró a su alrededor, sonriendo ante las risitas que los otros chicos le
estaban enviando y claramente disfrutando a costa de ella.
Eso solo los hizo reír más fuerte y Robert sonrió enormemente. Miró hacia
atrás, esperando que Mary viniera con su ayudante. Su hermana ya no estaba
sonriendo. Se preocupaba por Elizabeth, realmente lo hacía. Desafortunadamente, 14
Mary todavía estaba a unos diez metros de distancia. Elizabeth podía decir que su
hermana estaba molesta, pero sabía que Mary no podía apresurarse y ayudarla.
Casada o no, su madre se sentiría devastada si alguno de ellos hiciera algo impropio
que causara vergüenza a la familia, especialmente porque era la primera temporada
de Heather.
En ese momento, decidió hacer algo que sus padres le habían prohibido
específicamente que hiciera. De hecho, una vez hecho esto, ella sabía que su padre
la azotaría profundamente, pero valdría la pena. De alguna manera, se obligó a dejar
de llorar y le sonrió dulcemente a Robert mientras se preparaba para un mes sin
pudín y un dolor en el trasero.
Robert sabía a dónde iba con esto. La brujita estaba a punto de romper la
promesa que sus padres le habían hecho hacer.
Los chicos le estaban apuntando y riendo. Robert sintió que su labio inferior
temblaba. Estos chicos iban a la escuela con él. Esto no estaba sucediendo, no podría
estar sucediendo. Esto era malo, muy malo e incluso mientras esperaba, más allá de
la esperanza, que esto fuera un sueño, sabía que no lo era. También sabía que su
vida se volvería intolerable ahora. De repente, todos los niños a su alrededor 16
señalaron sus pantalones y se rieron más fuerte. Muchos de ellos tropezaron y
cayeron al suelo, incapaces de frenar su diversión.
Robert no era consciente del líquido caliente que corría por sus piernas hasta
ese momento. Miró hacia abajo, rogando que solo fuera su imaginación, pero no lo
era. Sus pantalones marrones estaban empapados alrededor de su entrepierna.
Se volvió para fulminar con la mirada a Elizabeth, que tenía una pequeña
sonrisa de satisfacción en su rostro. ¡Esto era su culpa! Él la empujó duramente. Ella
tropezó hacia atrás, pero no se cayó. Sus cejas se juntaron y ella se acercó a él,
pareciendo determinada. Robert estaba preparado para empujarla de nuevo o tirar
de su cabello cuando vio su pequeño puño navegar por el aire hacia él.
Salió disparado hacia atrás, tropezó con una raíz y aterrizó en su parte trasera.
Nuevas risas estallaron a su alrededor. No solo estaba llorando y mojando sus
pantalones, sino que ahora una niña gordita de siete años lo había derribado delante
de todos.
—Odiaría ser su compañero de cuarto. ¿Te imaginas oler vinagre todo el año?
—gritaron los chicos, se burlaron y se rieron de mí.
Frente a todos, ella le dio la espalda justo a tiempo para que su padre la
agarrara discretamente y la arrastrara.
Robert se quedó allí, con las manos en puños, haciendo caso omiso de las
preocupaciones de su familia, las risas y las burlas, y se centró en la imagen de
Elizabeth mientras se alejaba del parque. Un día pronto…
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Traducido por Gigi D
Corregido por Flochi
—¡E
sto es por tu propio bien, Elizabeth!
Ella no quería casarse por un título, pero se negaban a escucharla, así que se
vio obligada a tomar cartas en el asunto y encerrarse en la biblioteca. No los
detendría de arrastrarla a Londres, porque nada lo haría, pero al menos le podría
dar tiempo para relajarse antes de que la obligaran a soportar el ruido y la locura de
la ciudad. También lograría que su padre…
Conteniendo una sonrisa de triunfo, ella dejó el libro, se alisó las faldas, y
caminó hacia la puerta, pero no la abrió. No era tonta. No tenía ninguna duda de
que su padre tendría al menos a dos lacayos con él del otro lado esperando a
sujetarla y arrastrarla.
¿Y cometer el mismo error que sus dos hermanas cuando las obligaron a hacer
lo mismo? No, realmente eso no sería sabio. Además, a diferencia de sus hermanas,
ella no podía ser comprada y él lo sabía. No le importaban los vestidos, la seda, los
zapatos, lo lazos, las joyas, las compras, o cualquier cosa que las mujeres de su
familia amaban y que su padre usaba contra ellas cuando necesitaba que cooperen.
No lo era.
—Quiero que tengas una última temporada antes de que hagas algo tonto —
dijo él.
Un largo suspiro se oyó del otro lado y supo que había ganado… en parte.
—Tres meses.
—No soy tan manipulable, cariño —dijo él, con un resoplido divertido.
En realidad, sí lo era, pero decidió que ese momento no era el mejor para 20
señalarlo. Probablemente tampoco era momento de indicar que él acababa de
acceder a dejarla ir cuando la temporada iniciara oficialmente, decidió mientras
abría la puerta y se preparaba para dos meses de infierno pre-temporada.
2 semanas después…
—¡Francamente, Elizabeth!
—Hmm, tengo un día muy ocupado. Voy a necesitar que alguien espere por
mí afuera de las tiendas y lleve mis bolsas al carruaje. Es un trabajo duro y podría
llevar varias horas. ¿Crees que estás preparado para un trabajo tan grande? —le
preguntó con seriedad, conteniendo su propia sonrisa.
Esperó a que su madre se hubiera ido, notando la carita caída del niño.
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—¿Tu nombre? —preguntó suavemente.
—Para, quiero que tomes esto y vayas a comprarte algo para comer y te
mantengas cálido. —Ella señaló a los dos niñitos que intentaban ocultarse detrás del
carruaje—. Sospecho que tus hermanitos también querrán algo para comer.
Toby asintió y salió corriendo. Elizabeth lo vio llevarse a los niños, que no
podían tener más de cuatro y cinco años. Le rompía el corazón ver niños en la calle.
Tal y como acordaron, sus padres iban a arrastrarla a cada baile, cena, y
ocasión social que pudieron encontrar. Actuaban un poco desesperados, a pesar de
que en este momento ella estaba recibiendo las atenciones de varios hombres. No
era difícil imaginar por qué. Había rechazado cuarenta y cinco propuestas en los
últimos años y sus padres se preocupaban de que tendrían otra solterona en sus
manos.
No era que no quisiera casarse. Simplemente no quería casarse por nada que
no fuera amor. Mary encontró el amor y estaba determinada a hacer lo mismo. Había
una cosa de la que estaba segura; no iba a encontrar el amor en una de las miles de
fiestas de la alta sociedad con el mismo grupo de gente deprimente con el que había
crecido. Sabía que no iba a encontrar el amor en un salón de baile polvoriento o entre
un grupo que había conocido toda la vida. Cuando encontrara el amor, sería en un
lugar inesperado, eso lo sabía.
—Ahora, ven. Tenemos mucho que hacer hoy. Tenemos que volver antes de
las cinco para estar listas a tiempo. Quiero que llegues para el primer vals.
—Estaba segura que se iba a quedar, miladi —dijo la criada con una sonrisa
que indicaba lo contrario. 23
—Yo también —respondió, suspirando mientras elevaba los paquetes—. No
tiene sentido lamentarlo. Lo hecho hecho está.
Elizabeth miró sobre su hombro y vio a Toby corriendo hacia ella. Su cabello
estaba volado por el viento y sus ojos grises abiertos como platos—. ¡Lo siento tanto,
mi lady!
—Está bien. Estás aquí ahora —dijo, sonriéndole, feliz de que hubiera vuelto.
—Me preocupaba tanto que hubiera encontrado a otro muchacho. Juro que
intenté volver antes, miladi.
—Está bien, Toby. Yo entiendo. ¿Seguimos? —dijo Elizabeth con una sonrisa,
esperando cambiar de tema para que él no se preocupara más.
Asintió.
Ella señaló al negro del otro lado de la calle que tenía el escudo de su familia.
Asintiendo, Toby corrió y cruzó la calle, casi infartando a Elizabeth cuando evitó ser
golpeado por un carruaje en movimiento por un pelo. Rápidamente le dio los
paquetes al cochero, corrió de regreso, tomó los que tenía su criada en las manos y
los volvió a llevar al carruaje. Cuando terminó, volvió al lado de Elizabeth y la
acompañó a la próxima tienda.
Ella le sonrió.
Se enderezó y asintió.
—¿De verdad?
Le temblaban los dedos al tomar el billete. Parecía creer que todo sería un mal
chiste.
25
Traducido por Anabel-vp
Corregido por Carib
Abrió la boca para señalar otra vez que no tenía intención de casarse a menos
que no tuviese otra opción, pero ella no había terminado de hablar.
—No te morirás por asistir a algunos bailes, cenas y al teatro mientras ayudas
a James a encontrar una nueva esposa. Es bueno para su imagen verse cercano a su
familia. Hace que las madres se sientan más cómodas si los pretendientes de sus
hijas proceden de buena familia.
James gimió a su lado y no pudo evitar sentirse mal por su hermano. Hace
años, su madre había acosado incesantemente a James, hasta que, finalmente, se
casó. Robert tenía la sensación de que, simplemente, su hermano se había casado
para que su madre dejara de acosarlo. Demonios, haría lo mismo si alguna vez le
hiciese algo parecido, pero, afortunadamente, pensaba que era demasiado joven
para ser un buen marido para alguien.
—He dicho que toda esta tontería de evitar a las Stantons tiene que acabar.
Por el amor de Dios, ya no eres un niño, Robert. Ni siquiera recuerdo qué fue lo que
te dijo esa chica que te molestó tanto.
Oh, así que estaban hablando otra vez de los Stantons. Eso solo podía
significar que esperaban su asistencia al baile de esta noche. Le parecía bien. Le caían
bien Lord Norwood y su esposa… más o menos, y le gustaba Mary, y también
Heather, aunque le recordase a su madre. Se comportaban como gemelas. Hacían
los mismos comentarios, llevaban el mismo estilo de ropa, básicamente caminaban,
hablaban y se comportaban igual. Probablemente las evitaría a ambas tanto como
fuera posible. Y luego estaba Elizabeth.
—¿Por eso la has estado evitando como si fuese una plaga? ¿Por un apodo?
De todas las ridiculeces. Hijo, tienes veintinueve años. Ya es hora de que te
comportes como un hombre y superes esta tontería —lo regañó su padre, sonando
irritado, como hacía cuando regañaba a Robert.
—No estoy convencido de que hacer una fortuna usando tu herencia cuente
como hacer tu propio camino.
—Sé que ninguno me desea el mal para poder poner sus manos en mi título.
Y estamos muy orgullosos de tus logros, Robert.
Su madre resopló.
Señaló a Robert.
Apretó los dientes. Su carácter no era tan malo. No se le ocurría ninguna pelea
en la que se hubiese metido, que no hubiese sido necesaria. Su madre simplemente
no entendía lo que era ser un hombre. Algunas cosas no podían ser ignoradas.
Ella asintió.
—¿Es por eso que no me permitiste traer mi propio carruaje? —preguntó él,
repentinamente seguro que esa era la razón por la que ella lo había convencido de
acompañarla esa noche. Sabía que la excusa de extrañarlo y querer disfrutar de su
compañía durante el viaje era demasiado, incluso para ella.
—Oh, Dios mío —jadeó Robert. Ese era justo el tipo de amenaza que
funcionaría. No quería una esposa, no a menos que su hermano fuese incapaz de
engendrar un heredero, en cuyo caso, el trabajo le correspondería, sin más opción, a
él.
James soltó una risita a su lado, mientras su padre hacía lo posible por no
reírse; y estaba haciendo un buen trabajo hasta que se encontró con los ojos de James.
Un momento después, dejó bruscamente de reírse y se aclaró la garganta, cuando
Danielle lo miró.
Dos podrían jugar en este juego. Entrecerró los ojos y la miró fijamente.
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—Estás tirando un farol.
—¿Lo estoy?
—Mala suerte.
E
lizabeth dio una sonrisa forzada al joven conde que intentaba
monopolizar su atención. Las cosas no habían cambiado. Él había
intentado las mismas tácticas la temporada pasada. En el momento en
que entró en la habitación, le dio lo que estaba segura, él creía era una sonrisa
devastadora antes de entrar en la habitación, evitándola durante la siguiente hora.
Cada pocos minutos su mirada pasaría a su rostro para ver si ella lo estaba
observando. No lo hacía. Solo conocía de sus tácticas porque Mary la mantenía bien
informada.
“hora tenía que conversar con Jonathan, el conde de… bueno, lo había
olvidado. Él había tratado de cortejarla durante tres meses el año pasado. Cada vez
que la visitaba, ella declinaba cortésmente sus ofertas de paseos, invitaciones al
teatro y cualquier otra excusa que él pudiera encontrar para pasar tiempo con ella.
Bailaban en casi todos los bailes solo porque era educado hacerlo. Él se ofrecía, ella
aceptaba, porque no tenía opción. Era así de simple.
Le dio a Jonathan la sonrisa más dulce que pudo lograr sin vomitar.
Él se inclinó.
—Por supuesto. —Le tomó la mano antes de que ella pudiera alejarse y le dio
un beso en los nudillos—. Hasta más tarde, miladi —murmuró, presionando un
segundo beso persistente en el dorso de su mano.
—Oh, querida, soy madre de dos niños traviesos. Confía en mí, ya vivo con
miedo de lo que harán. ¿Te conté que una de las pequeñas bestias puso un pez
muerto en nuestra habitación la semana pasada? Fue tan horrible. —Trató de sonar
arrogante, pero su sonrisa divertida la delató—. Anthony jura que todavía puede
oler el pescado en nuestra habitación.
—Oh, no lo sé. Tal vez sentiste que te debía algo por estar de acuerdo con el
plan de mamá para hacerte pasar más tiempo con Lord Dumford.
Mary estaba presionando por la pareja por otras razones. El hombre nunca la
golpearía y probablemente tendría muy poco que hacer con Elizabeth una vez que
ella le diera un heredero y un repuesto. Si Elizabeth no podía casarse por amor, Mary
preferiría que su hermana se estableciera con una pareja segura.
Elizabeth sabía que cualquier cosa que le hicieran, Mary estaría detrás. Las
cosas estaban mejorando. Al menos mientras se veía obligada a permanecer en
Londres durante los próximos dos meses, podría divertirse un poco.
La escena que les dio la bienvenida fue suficiente para que se calmara de
inmediato. Sus padres estaban de pie junto a Lord Dumford, que parecía bastante
presumido. La sonrisa amable de su madre se volvió absolutamente complacida
cuando vio a Elizabeth.
—Si por favor me disculpan, creo que podría necesitar un poco de aire fresco
—dijo en voz baja, aliviada cuando su padre le dio un pequeño asentimiento de
aprobación.
Su padre asintió levemente y ella supo que su indulto a esta tortura solo
duraría poco tiempo, pero con mucho gusto tomaría todo lo que pudiera conseguir
en ese momento.
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—Oh, señor Bradford, venga a conocer a mis hijas, Lady Penelope y Lady
Emma —dijo una mujer un tanto rechoncha. Robert no pudo así se le fuera la vida
recordar su nombre, pero estaba seguro que la había visto en algún momento
hablando con su madre.
—Sería un placer para mí. —Besó la mano de Lady Penelope y notó que era
bastante atrayente. Luego saludó a Lady Emma, que desafortunadamente era hija
de su madre. Estaba dispuesto a apostar que la niña pesaba doce kilos más que él y
era pequeña, lo que hacía que el peso extra fuera aún más trágico.
Lady Penelope agitó sus pestañas hacia él de una manera muy coqueta.
Aunque no tenía planes de casarse pronto, no le importaría pasar un poco de tiempo
con una mujer hermosa.
—Lady Penelope, ¿le importaría dar una vuelta por la habitación conmigo?
Se aclaró la garganta.
—¿A qué obra asistió? —preguntó, esperando que hubiera una manera de
salvar esta conversación.
—¿A qué obra asistió? Cuando se puso sus nuevos vestidos, ¿a qué obra
asistió?
Por mucho que disfrutara del sexo, y realmente lo hacía, esa posibilidad
nunca lo había vuelto loco o lo había distraído hasta el punto de que pudiese ignorar
sus ridículos estándares y arriesgarse a estar con una mujer con inclinación por el
drama. Por otra parte, nunca había tenido muchas opciones en el asunto gracias a
Elizabeth Stanton. Solo le había llevado unos minutos una tarde soleada para
garantizarle una vida de miseria.
Al principio, había perdido más peleas de las que había ganado, pero fue
suficiente para que algunos de los otros chicos se lo pensaran dos veces antes de
arrojarle limones, tirar sus libros o meterse a hurtadillas en su habitación y empapar
su cama y sus ropas con vinagre. Su repentino brote de crecimiento también había
ayudado. Mientras que los otros chicos habían crecido lentamente hasta convertirse
en hombres, parecía como si él hubiera caído de cabeza en la adultez.
38
Traducido por Antoniettañ
Corregido por Flochi
—M
amá dice que compraste una nueva propiedad.
¿Cuántos acres?
Maldito infierno.
—Un poco más de cien —dijo con cuidado, sin preocuparse ni un poco por el 39
nuevo destello de interés en sus ojos. Decidió no mencionar que había vendido esa
propiedad casi inmediatamente después de comprarla una vez que se dio cuenta
que la mierda de su pasado lo había seguido. Tampoco mencionó que ya había
comprado una nueva propiedad en América y que se iba una vez que hubiese
cumplido su promesa a su madre de ayudar a James.
—Sí.
—El aire fresco suena encantador. —Ella lamió sus labios, invitadoramente.
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Cristo Todopoderoso, la chica quería atraparlo. Prácticamente la arrastró de vuelta
a su madre y, sin otra palabra, hizo su camino fuera.
Evitó el jardín y las zonas boscosas. Esas áreas eran para los amantes si
estaban dispuestos a desafiar esta noche fría para una aventura. El invernadero de
naranjos, suavemente iluminado por el resplandor de varios faroles, estaba a cien
metros de distancia de la casa. Era el lugar perfecto para una escapada en una noche
como esta. En este frío dudaba que cualquier mujer afrontara voluntariamente el
clima para ir allí para una cita. El invernadero de naranjos era el lugar más seguro
para él y estaría dichosamente cálido en el interior gracias a los fuegos que se
mantenían encendidos para evitar que los naranjos murieran.
Él corrió los últimos veinte metros para escapar de los vientos gélidos y casi
gimió con alivio cuando entró en el cálido invernadero. Podría pasar fácilmente las
próximas cuatro horas aquí, decidió mientras el olor de un fuego ardiente y naranjas
lo tentaban. Miró alrededor de los naranjos y casi gruñó de decepción cuando se dio
cuenta que este invernadero probablemente sólo había sido construido
recientemente. Los árboles eran un poco pequeños y tenían naranjas lejos de estar
maduras.
Fue muy malo que no hubiera pensado en traer un libro o algo para comer.
Solamente había comido hace una hora y ya estaba hambriento. No era nada nuevo.
Siempre tenía hambre. Era algo que su familia nunca había entendido, pero
afortunadamente habían dejado de molestarlo por eso hace años. Cuatro horas en el
invernadero con nada que hacer o comer no era su idea de diversión, por otra parte,
tampoco iba a asistir a un baile.
—Puedo verte, así que bien podrías salir —dijo Elizabeth, colocando su
pequeño libro en el cojín junto a ella.
Observó mientras un hombre guapo con vívidos ojos verdes daba un paso
adelante. Su cabello negro estaba cortado bajo y con un estilo diferente de lo que era
popular, pero se veía bien en él. Su piel era bronceada como la de ella. Era una de
las muchas cosas de las que su madre se quejaba, pero a ella le encantaba el aire libre
demasiado para importarle. Anhelaba la calidez del sol en su piel demasiado para
ser molestada con el hecho de que oscurecía su piel y la hacía poco atractiva.
—Lo siento, miladi. No quise molestarla. Me iré —dijo con una voz profunda
que ella encontró relajante mientras hacía una leve inclinación de cabeza un poco
antes de dar un paso atrás para hacer justamente eso.
—No, por favor. No tiene que irse. Sería insensible de mi parte si le envió de
nuevo en la noche fría si deseaba una escapada tranquila. Creo que este invernadero
es lo suficientemente grande para que ambos busquemos un refugio tranquilo —
dijo ella con una sonrisa, odiando la idea de enviar a nadie en el frío y obligarlo a
volver a un baile del que no había sido capaz de escapar lo suficientemente rápido.
42
—¿Cómo sabes que estaba buscando soledad? ¿Tal vez me iba a reunir con
una amante? —dijo, lamentándolo antes de que la última palabra dejara sus labios.
En cambio se rio, en verdad rio. Fue suave, encantador y real. No era nada
como las pequeñas risas falsas y risitas de mujeres como Lady Penelope. Las mujeres
como ella fingían todo en la vida sólo para ser aceptadas por la alta sociedad y para
atrapar a un marido, que no quería nada más que un cuerpo cálido para producir
un heredero y no quería la molestia de una mujer con un cerebro.
Robert no pudo detener la estúpida sonrisa completa que elevó sus labios.
Por supuesto que había sido llamado guapo antes, pero por alguna razón que no
pudo comprender en el momento, escucharla decir eso le gustó enormemente.
—Bueno, está el hecho de que este invernadero en particular está mucho más
allá de la distancia adecuada de la casa. Ningún hombre va a venir aquí con una
mujer a menos que esté buscando ser atrapado. —Él no pudo evitar asentir en
acuerdo—. Luego está el clima. Hace mucho frío afuera. Una mujer probablemente
se quejaría de la distancia de la casa al invernadero. También por otra parte,
probablemente rechazaría la sugerencia abiertamente, sabiendo que estaba
demasiado frío afuera y que ella no sería capaz de extraer su chal sin levantar
sospechas. 43
Una vez más asintió de acuerdo.
—Un caballero no se reuniría con una mujer aquí. Él la escoltaría para que no
tuviera la oportunidad de cambiar de opinión o aceptar la invitación de otro hombre.
También les tomaría a ambas partes demasiado tiempo del baile. Si usted llegara
primero, habría un período de espera y luego el tiempo real de su reunión, sin
mencionar el momento en que uno de ustedes tendría que quedarse atrás para que
no pareciera como si los dos hubieran salido juntos.
Él no pudo evitar sonreír. La mujer era tan inteligente como atractiva. Miró
alrededor de la gran habitación mientras un pensamiento se le ocurría.
—Pensé que es por eso que estas cosas —Hizo un gesto hacia el baile—, eran
organizadas, para que las mujeres jóvenes pudieran encontrarse a sí mismas un
marido. Por lo tanto, podrían seleccionar un marido apropiado, alguien para cuidar
44
de ellas.
—Sí, me atrevo a decir que muchas de las mujeres están aquí por esa razón y
me encontrarían completamente tonta, porque no deseo encontrar un marido en uno
de estos eventos orquestados.
—¿La cuál es? —incitó. No quería que ella dejase de hablar por temor a que
uno de ellos tuviera que irse. Quería hacer esto último, pero lo más importante,
quería verla sonreír y escucharla reír una vez más antes de que tuviera que hacer lo
correcto y alejarse.
—¿Oh?
Ella asintió firmemente.
Estuvo de acuerdo.
—La mayoría de las madres desean que sus hijos se casen por una simple
razón, nietos. Vino aunque claramente no quieres estar aquí. Vino a hacer feliz a tu
madre, porque ella solicitó su asistencia y obviamente se preocupas mucho por tu
madre. En lugar de simplemente marcharse, buscó un lugar para esconderse.
—O podría ser que vine aquí en su carruaje y estoy atrapado aquí hasta que
ella decida que es hora de irse —dijo arrastrando las palabras.
Ella sonrió.
—Prefiero caminar yo misma. Sí, podrías haber caminado siempre que tu casa
estuviera lo suficientemente cerca.
—Dos millas.
—Entonces, estás aquí porque tus padres quieren que te cases —presumió de
lo poco que sabía de ella y lo que sabía acerca de las mujeres de su posición en
general.
Ella le dio una sonrisa de ensueño que hizo que su pecho se apretara.
—Cuando era niña no quería nada más que tener una posición. Todo parecía
tan mágico, bailes, bailar y ser cortejada por hombres guapos —añadió el último con
un tono de burla.
Él sonrió.
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—Parece el sueño de todas las chicas de encontrar al Príncipe azul. ¿Qué pasó
con el cambio de ese sueño? —preguntó, acercándose. Ahora estaba parado a pocos
metros de ella. Su original pensamiento de que ella era hermosa destrozado. Ella no
era nada menos que una diosa.
—Anthony.
Ella se rio.
47
Traducido por Florff
Corregido por Carib
N
o iba a decir a este extraño que era una heredera. Si resultaba ser un
cazador de fortunas estaría en problemas. Podría hacer sonar la
alarma fácilmente y estaría comprometida y obligada a aceptar su
mano. No sería capaz de sobrevivir estando atrapada en un matrimonio sin amor.
—Bien, si deseas casarte por amor, ¿por qué no disfrutas más de noches como
estas?
—¿Esto? Esto está todo orquestado. La gente viene aquí buscando el contacto
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correcto, la cantidad de dinero correcta, y el mejor chisme. Nadie viene aquí
buscando amor. Sabía antes de mi debut que nunca encontraría amor en un baile.
Tan solo sucederá… de alguna forma, en algún lugar.
Parecía melancólica.
Sin una palabra, se movió para sentarse cerca de ella en el banco acolchado.
Se inclinó hacia delante, descansando sus codos en las rodillas.
—Suena injusto, pero no entiendo qué clase de ocupaciones podría tener una
mujer que un hombre no permitiría. Seguramente tu padre te animaría a bordar,
pintar acuarelas, tocar el pianoforte.
—Me temo que entonces me encontrarás un poco inusual.
—Si no sonrío, me veo bonita, asisto a las funciones correctas, acepto las
atenciones de los caballeros apropiados, mi padre gobernará mi vida con puño de
hierro. No me gusta bordar. Preferiría coser colchas ya que eso parece un mejor uso
de una habilidad para mantenerme cálida que hacer algo que parece frívolo.
Disfruto cocinando, pero se supone que no debo. Ninguna mujer de sociedad se
supone que disfrute de eso. Se supone que disfruta ordenando a otra gente que haga
eso por nosotros —dijo ella con una sonrisa conspiradora que él encontró
extrañamente adorable.
—Mis disculpas. —No podía dejar de sonreír cerca de esta mujer. Estaba
seguro que parecía tonto, pero por el momento de verdad que no le importaba—.
Así que, dime ¿qué otras ocupaciones escandalosas te divierten? ¿El contrabando?
¿La piratería?—bromeó él.
Se rio.
—No, no soy del todo una vergüenza. Disfruto leyendo, asistiendo al teatro,
dando paseos, jardinería, disparando y nadando. —Los ojos de él se ampliaron por
la sorpresa ante eso—. Disfruto de cosas que mi padre cree que son más adecuadas
para hombres —explicó con una sonrisa traviesa.
—Estoy segura que lo haces —murmuró ella—. Se supone que no le diría esto
a nadie. Mi padre estaría furioso si descubriera que te lo dije. Supongo que no es que
importe de todos modos.
Asintió.
—¿A ti te gusta?
—Sí, lo es.
—¡No! Dios mío, no. Los hombres que mis padres empujan en mi camino son
tediosos como Lord Dumford.
Suspiró pesadamente.
—Me temo que mis padres no están felices con el estado de mi vida. Tengo
veintitrés años y aunque todos ellos piensan que a estas alturas debería estar casada,
yo no. He rechazado a cada pretendiente que ha pedido mi mano. Temen que
acabarán con otra solterona en sus manos. —Tampoco querían que su herencia
quedase bajo su control, pero no había necesidad de decirle esto.
—Cincuenta y cinco.
—¿Y el libro?
—¿Qué obra?
Su cara entera se iluminó. Obviamente obtenía una gran alegría con ese libro.
Robert gruñó.
53
Traducido por Myr62
Corregido por Carib
E
lizabeth no tuvo oportunidad de responder antes de que sus labios
tocaran los suyos. No podía pensar mientras rozaba suavemente sus
labios contra los de ella, la gentil caricia la tomó por sorpresa. Sus
manos fueron automáticamente a su pecho. Estaba dispuesta a empujarlo lejos para
poder irse antes de que alguien los encontrara y se viera obligada a contraer un
matrimonio que no quería cuando se le ocurrió algo.
¿Y si esta fuera su única oportunidad de saber lo que era estar con un hombre,
un hombre que realmente quería? No quería vivir su vida llena de arrepentimientos.
No quería preguntarse qué se había perdido al no casarse nunca, si eso era lo que le
54
esperaba en el futuro. En ese momento decidió que si iba a vivir su vida como
solterona, entonces iba a disfrutar de este momento con… cualquiera que sea su
nombre y cedería a esta abrumadora atracción que sentía por él. Después de un
momento, se permitió relajarse y disfrutar de sus besos y las sensaciones que
provocaban y atormentaban su cuerpo mientras se perdía en su toque.
Rozó sus labios una vez, dos veces y una vez más. Su boca era suave y dulce,
pero no era suficiente. Pasó la punta de su lengua sobre su labio inferior. Jadeó
sorprendida, abriendo un poco la boca, pero fue suficiente para él. Inclinó la cabeza
hacia un lado y profundizó el beso.
Elizabeth no sabía qué pensar cuando sus labios se movieron contra los de
ella, excepto que, por alguna razón, se sentía bien, perfecto. Sus besos no eran
frenéticos ni descuidados. Eran dulces. Cuando deslizó burlonamente su lengua
dentro de su boca, al principio se quedó demasiado aturdida para reaccionar ante la
invasión. Luego, lentamente, comenzó a derretirse en sus brazos. Sus manos se
deslizaron por su pecho, disfrutando la sensación de tocar músculos duros debajo
de su abrigo hasta que encontró sus hombros.
Gimió cuando la atrajo más, disfrutando, hasta que su maldita conciencia lo
molestó. Tan maravilloso como se sentía besarla, supo por los trazos no practicados
de su lengua y labios que era inocente. Se apartó y la miró a los ojos, suplicando para
que ella no terminara esto. Esta tenía que ser su elección, porque no iba a detener
esto si tenía una opción en el asunto.
Elizabeth pensó que iba a morir por el placer que le estaba dando. Se sentía
increíble. Mejor de lo que había imaginado, pero faltaba algo. Después de un
momento, se dio cuenta de lo que era ese algo. También necesitaba tocarlo.
Decidiendo que no iba a esperar una invitación, le quitó la camisa, desesperada por
el contacto.
Él se sorprendió cuando sintió que sus manos trabajaban en los botones de su
abrigo, pero, sin embargo, estaba enormemente complacido. Soltando sus pechos, se
quitó la corbata y se quitó las prendas exteriores, dejando solo su camisa hasta que
también desapareció.
Elizabeth extendió sus temblorosas manos y le pasó los dedos por el pecho,
disfrutando de la sensación de su piel suave y cálida sobre el músculo duro. Pasó
sus dedos tímidamente sobre un pezón plano, haciéndole gemir. Sus manos se
movieron hacia abajo para trazar los músculos que formaban su vientre plano.
Volvió a gemir, pero no dijo ni hizo nada para detenerla.
Quería seguir tocándolo, pero sus brazos estaban efectivamente sujetos a sus
costados por su vestido, limitando sus movimientos. Se mordió su labio inferior
nerviosamente mientras sacaba sus brazos, empujaba el vestido y lo movía hacia
abajo alrededor de su cintura. Vio cómo la miraba con ojos hambrientos. Su
respuesta le dio el valor para continuar. Haciendo a un lado su nerviosismo, se
inclinó y lo besó. Robert la tomó por la cintura y la sostuvo firmemente mientras se
besaban casi desesperadamente.
Sin romper el beso, la ayudó a levantarse hasta que ambos estuvieron de pie. 56
Alcanzando detrás de su espalda, desabrochó los botones de su desaliñado vestido.
Lentamente lo empujó hacia abajo y esperó pacientemente hasta que se lo quitó,
dejándola desnuda, excepto por sus medias y zapatillas. Sólo una persona la había
visto desnuda antes y esa había sido su doncella. Debería estar avergonzada, pero,
curiosamente, con él no se sentía tímida ni cohibida. Se sentía hermosa, querida y
apreciada.
Sus manos vagaron sobre su cuerpo, tocando sus brazos, senos, estómago,
espalda, trasero y piernas. Cada toque hacía que su estómago se tensara y el área
entre sus piernas le doliera. Quería más, pero no sabía qué.
Robert se posicionó y empujó sin poder esperar más. La oyó jadear de dolor
y la besó profundamente, intentando distraerla. La punta de su eje entró en contacto
con la prueba de su inocencia. Cuando no protestó, gritó o le exigió que se bajara de
ella, él se echó hacia atrás y empujó hasta que se enterró profundamente.
Robert estaba demasiado débil para hablar. Era la forma más extraña de
tomar la virginidad de una mujer, sin ninguna palabra ni promesa ni explicación.
Siempre había sido un amante amable, tomando a una mujer lentamente para
prolongar su liberación. Nunca antes se había impuesto a sí mismo. En este
momento, su cuerpo estaba agotado y empapado. Esta fue la experiencia sexual más
intensa de su vida y ni siquiera sabía su nombre.
No es que alguna vez haya hecho el amor con una inocente antes, pero
seguramente le debería haber dicho algo. Al menos deberían haber intercambiado
sus nombres. Fue sin duda, la noche más apasionada de su vida. Nunca antes se 59
había sentido tan movido por la lujuria o la necesidad de hacer el amor con una
mujer.
Se echó hacia atrás para mirarla, esperando que llorara, gritara o le pegara.
Había sido un canalla al quitarle la inocencia. Pero en lugar de hacer lo que esperaba,
lo que se merecía, le sonrió dulcemente y le dio un tierno beso en la boca. Robert
convirtió el beso en una lenta y profunda muestra de aprecio, pasión y necesidad.
Todavía estaba dentro de ella y se sorprendió al descubrir que se estaba
endureciendo de nuevo. La quería una vez más, desesperadamente, pero no podía
hacerle eso.
R
obert solo pudo reírse. Se inclinó y la besó.
Sacudió la cabeza.
—Nunca.
Tomó suavemente sus manos y las sostuvo sobre su cabeza, entrelazando sus
dedos mientras le hacía el amor. El gesto hizo que lo que estaban haciendo se sintiera
más intenso. Pronto ella echó la cabeza hacia atrás y gimió.
Elizabeth movió la cabeza hacia atrás para poder mirarlo a los ojos.
—Gracias por esta noche. Siempre lo recordaré. —Se veía y sonaba muy
agradecida. No podía imaginar lo que había hecho, además de tomar su inocencia
sin preguntar. No debería agradecerle. Deberían dispararle.
—Descarada…
61
—Shhh. —Presionó un dedo en su boca—. No quiero que te sientas culpable
por esto. Fue perfecto. Esta siempre será la noche más apasionante de mi vida y
siempre la atesoraré. Por favor, no te enojes. Yo no lo estoy.
—No, sin palabras, sin disculpas. Sólo deja que siga siendo este momento
perfecto entre dos extraños que se encontraron cómodos entre sí.
Se sacudió a sí mismo.
—Descarada, acabo de tomar tu inocencia. Necesitamos casarnos ahora. Creo
que al menos las presentaciones apropiadas están en orden. Mi nombre es…
Tras una larga pausa, asintió de mala gana. No tenía sentido discutir. Nunca
obligaría a una mujer a hacer algo que no quisiera hacer. Ciertamente no iba a
agradecer a esta mujer por la noche más maravillosa de su vida robándole su libertad
sin justificación.
—Si eso es lo que deseas, pero debería darte mi nombre por si acaso —Su
mirada se posó en su estómago—, tú y yo hicimos un hijo esta noche —concluyó en
voz baja.
Ella jadeó suavemente. No había pensado en eso. ¿Un bebé? Quería tener 62
hijos, desesperadamente. No es que alguna vez suceda. Su madre le dijo que era
imposible quedar embarazada la primera vez. Era inaudito. Así que no había nada
que temer.
Por un momento, pensó en retrasar su viaje por unos meses para asegurarse
de que no estaba embarazada, pero sabía que era imposible. Si lo buscaba, podría
descubrir rápidamente quién era su familia y pedirle ayuda a James. James movería
cielo y tierra para acercarla a él para que pudieran casarse de inmediato por el bien
del bebé. Apartaría a su hermano esta noche después de que dejaran el baile para
discutir el asunto.
—Toma esto.
—No.
—¿Feliz?
Él sonrió.
—Extremadamente.
—Perfecto.
Él respectivamente asintió.
Oh, no, querida descarada, definitivamente fue mío, pensó mientras la veía
alejarse.
¿Cómo pudo haber hecho algo tan irracional? Tenía un plan para su vida y,
ciertamente, no implicaba hacer el amor con un hombre que no conocía en un
invernadero de naranjas bien iluminado donde cualquiera podría haberse tropezado
con ellos. En cuestión de meses, iba a cumplir veinticuatro años y controlaría su
herencia. Luego se mudaría a su finca del norte, donde viviría el resto de su vida
lejos de las tonterías de la sociedad.
Había sido una mujer tan tonta esta noche, dejándose arrastrar por una voz
profunda y seductora, buena apariencia, ojos hermosos y una abrumadora
necesidad de hacer lo incorrecto. Había sido incapaz de negarlo. Cuando sus labios
tocaron los suyos, se sintió como si se hubiera encendido un fuego en su cuerpo y
parecía no poder tener suficiente de él. Sus mejillas ardían de vergüenza. ¡Lo que debe
pensar de ella!
Sí, lo haría.
65
Robert echó un vistazo alrededor del gran salón de baile, esperando encontrar
a su descarada. Fiel a su palabra, ella se había ido. Ahora se quedó en este horrible
baile recordándola. Simplemente podía preguntar por ella, pero eso los pondría en
una posición incómoda. La gente querría saber por qué estaba interesado y las
lenguas hablarían. Tal vez, si continuaba yendo con su madre de paseo por la ciudad
durante las próximas semanas, se encontrarían. Era posible.
—Oh, Robert, Lord y Lady Norwood están esperando para verte. Están muy
emocionados. No te han visto desde que tenías…
—¿Quien?
Le palmeó el brazo.
—No, mi querido. Está en alguna parte. Es una lástima. Los dos son muy
parecidos.
—Retira eso o nunca tendrás nietos por mi parte —amenazó, insultado de que
su madre dijera algo tan horrible sobre él.
66
Ella puso los ojos en blanco y suspiró.
—Robert, hijo mío —dijo Lord Norwood con una cálida sonrisa mientras
extendía la mano y tomaba la de Robert firmemente en la suya. El hombre tenía
canas, pero aun así era impresionante.
Por el rabillo del ojo, vio a Lady Norwood susurrar algo al oído de Heather.
No podía creer lo enorme que era la mujer. Tal vez la pequeña mocosa también lo
era. Aunque sea, pensó con un suspiro interno. Heather lanzó a su madre una mirada
molesta antes de hacer una reverencia y alejarse, claramente disgustada con lo que
su madre dijo. Su padre y su hermano se acercaron y se unieron a ellos un momento
después.
Por el rabillo del ojo vio que se separaban Lord y Lady Norwood. Un segundo
después, una joven fue prácticamente empujada entre ellos. Vio a James jadear y sus
ojos se agrandaron. Su madre se veía muy complacida, al igual que su padre. Robert
se dio la vuelta para ver qué estaban mirando y sonrió.
Su descarada.
E
lizabeth recorrió con los ojos al hombre que estaba delante. No iba a
desmayarse ni a gritar, decidió mientras trataba de mantener la
calma. Metió la mano dentro de su retículo, sacó el pequeño trozo de
papel y lo abrió mientras mantenía los ojos enfocados en el pequeño grupo que tenía
enfrente, sonriendo encantada mientras rezaba porque todo esto fuera un error. Tan
discretamente como le fue posible, miró el pedazo de pergamino que tenía en la
mano. Gimió interiormente. En el papel claramente escrito estaba el nombre de
Robert Bradford.
—¿Puedo tener el placer del vals de la cena y luego tal vez acompañarte a
cenar? —preguntó Lord Dumford con ese maldito tono pomposo que resonaba de
la peor manera.
¡Maldición!
—Creo que este es nuestro baile, Lady Elizabeth —dijo James suavemente. 69
Sus padres estaban prácticamente embelesados. ¡Esto fue planeado! Querían a James
y Elizabeth juntos.
Él no lo soportaría.
—Creo que tienes razón, milord —dijo mientras tomaba el brazo que le
ofrecía, dejando a Robert detrás para mirarlos con furia.
Ocuparon su lugar entre las otras parejas en la pista de baile. James le sonrió.
—Debo decir, Elizabeth, que no te pareces en nada a la niña que recuerdo.
—Catorce años serán suficientes para eso, milord —dijo con frialdad,
haciendo que se estremezca visiblemente.
Él se rio.
—Sí, creo que recuerdo eso. Se vio obligado a dejar sus pantalones y correr
hacia la casa, envuelto en una manta de caballo que pica.
Sonrió dulcemente.
—No tanto como la paliza que tu padre le dio a Robert más tarde.
—Yo era peor —dijo con un brillo en sus ojos. Se rio entre dientes mientras la
guiaba por la pista de baile.
Cuando el baile terminó, la llevó del salón hacia la sala de la cena. Caminó
con ella hasta una mesa junto a la pared del fondo y le ofreció una silla.
—Nos conseguiré algo de comer —le dijo James con amabilidad antes de que
71
dirigiera una breve mirada fulminante en dirección a Robert.
—¿Qué?
—Y siempre serás el niño molesto que solía dejar más charcos en la casa que
mi perro.
Su temperamento se encendió.
—Gracias, milord.
—James. Por favor, llámame James. Nuestras familias son viejas amigas,
después de todo.
Robert puso los ojos en blanco y volvió a mirar su plato. Maldita sea, esas
galletas estaban en realidad tibias y eran bastante buenas. No la norma para la 72
comida de baile. Extendió la mano y atrapó la galleta del plato de ella.
—Gracias —murmuró.
Sus ojos se dispararon a Robert. Ahí estaba ese rubor otra vez. Le gustaba ese
rubor en ella.
—Sí, gracias.
Ambos sabían que había estado viniendo a Londres cada año de su vida.
James realmente necesitaba trabajar en su conversación de cena, decidió Robert.
—Todavía no —dijo con una sonrisa educada.
Robert esperó hasta que sus padres y James estuvieron delante de ellos antes
de agarrar a Elizabeth del brazo y arrastrarla hacia el pequeño pasillo detrás de la
gran escalera. Estaba oscuro y, lo más importante, era privado. 73
—¡Quítame las manos de encima! —exigió ella.
—Nadie engañó a nadie. Fue solo un error, uno que es mejor olvidarlo.
¿Un error? ¿La noche más apasionada de su vida fue un error? Su primera
vez y eso es lo que ella pensaba. Eso lo irritó de la peor manera.
—¡Ay!
74
Traducido por Ale Grigori
Corregido por Carib
S
e frotó distraídamente la oreja mientras recorrían la ciudad. Su madre
y su padre no podían decir suficientes cosas buenas sobre Elizabeth.
Quería vomitar. James parecía estar de acuerdo con ellos. Asentía
bastante a menudo y sonreía. Querido Dios, el hombre estaba embelesado con la
pequeña descarada.
James y Elizabeth, la idea era horrible. Tenerla como una cuñada lo llevaría a
la bebida. Pobre James, el maldito bastardo se quedaría atrapado con ella día y
noche. Noche. La idea de James experimentando a su descarada no fue
reconfortante. ¿Su descarada? Era su nada. Eso no significaba que quería que se
75
uniera a la familia, porque no lo quería y no se uniría. No iba a poner fin a eso por
celos. Tenía que preocuparse por las futuras generaciones Bradford, después de
todo. Que solo la idea de ella con otro hombre hiciera hervir su sangre no significaba
que estuviera celoso. Todo lo contrario, de hecho. No quería ver a ningún hombre
atado a una mujer tan horrible.
—¡Lo es!
Robert ya estaba saltando del carruaje y corriendo antes de que la última
palabra saliera de la boca de su padre. Delante de él, Lord Norwood y, maldita sea,
Elizabeth también, corrían hacia el gran incendio.
—¿Dónde está?
—¡Sí!
—¡Elizabeth!
—¡Beth!
Ignoró los gritos y presionó su mojado chal contra su boca para poder respirar
a través del humo espeso. Se agachó y avanzó. Sus ojos ya estaban picando en el
momento en que llegó al primer piso. No tenía idea de dónde había comenzado el
fuego, pero tenía una buena idea de que había comenzado en el segundo piso, ya
que no veía ningún rastro de fuego a través del humo espeso. Las casas viejas como
estas se consumían rápidamente una vez que la llama se apoderaba, así que sabía
que no había mucho tiempo para adivinar. Se movió a la parte trasera de la casa,
saltando sobre escombros y evitando el derrumbe del techo en el camino mientras
rezaba que se estuviera dirigiendo en la dirección correcta.
—¿Qué demonios crees que estás haciendo? —exigió Robert, gritando para
poder ser escuchado por encima del fuerte crujido del fuego y los sonidos de la 77
madera cayendo cerca.
—¡Johnny!
—Yo también. Necesito que vengas, Johnny y que me ayudes —dijo con
firmeza, esperando que la exigencia fuera suficiente para convencerlo de que saliera.
—Tendremos que ir por el callejón —dijo Elizabeth, con la voz ronca por el
humo.
Elizabeth apretó su mano, temiendo que los perdiera en el humo. Tiró no muy
gentilmente para llevarlos a la calle donde ambos colapsaron en ataques de tos. Sus
pulmones se apretaban bajo la demanda de aire fresco.
—¡Por aquí! —gritó un hombre.
—Cálmate. Está bien. Su abuela lo arrancó de mis brazos antes de que tocara
el adoquín.
Miraron hacia arriba para ver grandes huecos en la línea de cubos de agua.
Sin una palabra, se retorció fuera de sus brazos y corrió para llenar el vacío en el
frente de la línea.
—¡Elizabeth! 79
Lo ignoró. Tan pronto como encontró un lugar, saltó al ritmo de pasar los
cubos de agua al primer hombre en la escalera, quitándole los cubos vacíos y
devolviéndolos. Por el rabillo del ojo vio a Robert saltar a la línea. Trabajaba duro y
rápido, pero mantuvo sus ojos en ella. Su padre y James estaban más abajo en la
línea, ya empapados hasta los huesos. Las mujeres del grupo se habían ido en el
carruaje de su familia. Era lo mejor. Eran completamente inútiles estando alrededor
solo para desmayarse.
Siete horas después, el fuego había consumido todo lo que podía. Los
hombres estaban formando filas en la casa y apagando incendios más pequeños.
Fueron muy afortunados de que el fuego no se hubiera extendido. La casa estaba en
ruinas completas, pero aparte de algunas quemaduras, nadie resultó gravemente
herido.
Robert no habló. Sus ojos se posaron en donde James sostenía su codo antes
de darse la vuelta y le hizo un gesto a un criado para que le mostrara su habitación.
—Corre y aséate.
—Sí, papá. —Forzó una sonrisa y se dirigió a las escaleras. Una bonita cama
caliente sonaba tan bien. Un buen cuerpo cálido y fuerte para acurrucarse sonaba
mejor. Miró hacia el ala de invitados y suspiró. Por cierto, eso habría sido muy
bonito.
81
Traducido por Myr62
Corregido por Flochi
—B
uenos días, Lady Elizabeth —escuchó saludar un lacayo
a la mujer que no había dejado sus pensamientos desde
el momento en que la había visto en el invernadero.
Con un suspiro, se puso en pie y tomó dos de sus platos vacíos y se dirigió
hacia el aparador. Por el rabillo del ojo, vio a Elizabeth entrar en la sala de desayuno, 82
detenerse bruscamente cuando lo vio, retroceder un paso ansioso antes de que una
mirada de determinación se apoderara de sus rasgos y se obligara a entrar en la
habitación. Entonces, no era una cobarde, pensó con una chispa de admiración, era
bueno saberlo.
Como no pudo evitarlo, se tomó su tiempo para llenar ambos platos con
comida. Ignoró la adorable mirada homicida que ella le estaba enviando mientras se
mantenía a un lado de él, sosteniendo un plato vacío mientras esperaba a que él
saliera del camino. Cuando ella comenzó a golpear su pie con impaciencia, decidió
que tal vez debería agregar un tercer plato ahora, para ahorrar tiempo y para
molestar a la pequeña mocosa. Se tomó su tiempo para decidir, preguntándose hasta
dónde podría empujarla antes de que ella comenzara a gritarle o le lanzara su plato
a la cabeza, pero para su sorpresa no dijo una palabra mientras él la hacía esperar.
Para nada.
—Hace demasiado frío para caminar —explicó su hermano con un ligero tono
de reproche—. ¿Por qué no te llevo a dar una vuelta esta tarde en mi carruaje?
Ah, así que el cortejo ya estaba comenzando, Robert se dio cuenta con temor,
su apetito desapareciendo de repente. De alguna manera, se obligó a sentarse allí y
meterse otro bocado de comida en la boca mientras esperaba su respuesta. 84
—Eso suena encantador, James. Gracias —dijo Elizabeth cortésmente,
sonando complacida y lo obligó a pararse abruptamente, tirando su silla al suelo en
el proceso y salir de la habitación antes de que hiciera algo de lo que realmente
podría arrepentirse.
—Hace mucho frío, miladi —se quejó Jane una vez más a través del castañeteo
de sus dientes.
En verdad, hacía un poco más de frío que ayer. Era un hermoso día, el sol
brillaba, no había una nube en el cielo, pero desafortunadamente, también era lo
suficientemente frío como para formar carámbanos en casi todo. Cuando salió hace
diez minutos y recibió un golpe de aire frío, consideró ir y pasar el día junto al fuego
con un buen libro, pero después de ver a Robert esta mañana, necesitaba aclarar su
mente.
Esta mañana se había obligado a vestirse después de pasar una noche inquieta
paseando por su habitación a pesar de su cansancio y bajó, con la esperanza de
aprovechar que se quedaron despiertos hasta tarde y desayunar rápido antes de
recluirse en la biblioteca por el día. Nunca habría abandonado la seguridad de su
habitación si hubiera sabido lo que la esperaba en la sala de desayuno.
Cuando lo vio allí de pie, llenando su plato con una cantidad insana de
comida, usando un ridículo traje que era demasiado pequeño para él, había sentido
que su corazón daba un vuelco y tuvo el impulso abrumador de acercarse a él,
envolver sus brazos alrededor de su cuello y jalarlo hacia abajo para darle un beso.
Saber que no le gustaría recibir su toque se había sentido mil veces peor que cuando
James había salido de su vida y había roto su joven corazón.
No quería nada más que correr a su habitación, tirar algo y tal vez llorar en
su almohada mientras lamentaba la injusticia de su situación, pero se había forzado
a entrar en esa habitación y fingir que su corazón no se estaba rompiendo. Después 85
de recordarse a sí misma que estaba tratando con Robert Bradford, el horrible niño
que una vez había llenado los cajones de su escritorio con serpientes, fue capaz de
actuar como si su presencia no la molestara.
Pero sí la molestaba.
Estaba dividida entre patearlo o besarlo, lo que no era una buena opción si
quería convencer a su padre de que la dejara salir de Londres sola.
Jane miró el chal con anhelo, pero su entrenamiento evitó que aceptara a pesar
de que sus labios comenzaban a tomar un interesante tono púrpura.
—De nada —dijo Elizabeth, mirando por encima del hombro para darle a la
otra mujer una sonrisa de disculpa—. Lamento que tuvieras que salir conmigo con
este frío.
—No hay problema, miladi —dijo Jane obedientemente cuando ambas sabían
que la mujer preferiría estar haciendo cualquier otra cosa.
Jane odiaba salir a caminar, razón por la cual Elizabeth nunca pidió su
compañía cuando residían en el campo. Allá afuera la protección de un sirviente no
era necesaria. Podía pasar sus días caminando libremente por la tierra de su padre
sin preocuparse, pero en Londres se le exigía tener a un sirviente con ella cada vez
que se aventuraba fuera de la casa sin la protección de un pariente. Era una regla
ridícula, sobre la que había discutido con su padre cada temporada, pero de la que
no podía librarse.
Cinco minutos más tarde se arrepintió de haber dejado su cálido chal cuando
el frío finalmente caló en sus huesos, haciendo que sea doloroso caminar o respirar. 86
Oh, ¿por qué no se quedó en casa y esperó a que James la llevara a dar un paseo más
tarde? Porque era obstinada y tonta, decidió cuando un violento escalofrío atravesó su
cuerpo, haciéndola rechinar los dientes cuando el frío la asaltó.
—¿Qué demonios estás haciendo afuera con este frío? —espetó Robert,
sobresaltándola justo cuando algo cálido se envolvía alrededor de sus hombros.
—Entonces, ¿por qué tienes los labios azules? —preguntó en voz baja
mientras la miraba.
—No están azules —discutió, sintiéndose temblar por algo que no era el frío
cuando él extendió la mano y empujó suavemente un mechón de cabello detrás de
su oreja.
—¿Por qué no esperaste a mi hermano? —preguntó mientras frotaba
suavemente sus nudillos a lo largo de su mejilla.
—Tan pronto como lleguemos a tu casa para que tu padre pueda hacerte
entrar en razón —dijo, envolviendo un brazo bastante grande alrededor de sus
piernas cuando trató de liberarse dando patadas.
Unos minutos más tarde, se vio obligada a apretar su camisa mientras él subía
corriendo los escalones de piedra hacia la casa de su padre. Cuando vio el piso recién
pulido del vestíbulo, suspiró aliviada, pero duró poco.
—Lo estaba planeando hasta que se me ocurrió una idea —dijo, sonando
divertido e instantáneamente poniéndola en guardia.
—Desearía tener una elección, Beth. Realmente lo hago, pero me temo que no
me has dejado otra opción —dijo, riéndose entre dientes cuando sus oídos
registraron los sonidos del clic de una cerradura y una puerta que se abría.
—Ahora, siéntate aquí por un rato y estoy seguro que alguien te dejará salir
—dijo mientras la colocaba rápidamente sobre sus inestables piernas.
89
Traducido por Gigi D
Corregido por Flochi
—¿A
lguna idea de cómo comenzó el fuego? —preguntó
Lord Norwood mientras servía cuatro copas de
oporto.
Era fácilmente lo opuesto a este cuarto. Un gran escritorio de caoba, con una
gran y cómoda silla habían ocupado un lado del cuarto. Las paredes habían sido
lisas. Los muebles fueron grandes, sólidos, y cómodos, con libros atiborrando todos
los estantes. A diferencia de esta habitación, que sólo tenía unos pocos volúmenes
repartidos. Tenía el presentimiento de que los libros en este cuarto eran sólo
decorativos.
Lord Norwood se sentó en una silla de aspecto ridículo, cubierta de rosas y
lazos y bebió de su copa.
—Tengo entendido que están buscando un lugar para alquilar así pueden
quedarse en la ciudad mientras reconstruyen, pero creo que sería mejor si ustedes y
su familia se quedan aquí.
—Sí, la biblioteca es suya. Nadie excepto ella nunca va allí, por lo que tenía
sentido que se la quedara. Le ofrecí contratarle un secretario, pero se niega a tener
ayuda. No quiero tener nada que ver en el asunto, pero sería lindo ver las riendas
de su finca en manos de un hombre. Me sentiría más cómodo sabiendo que ella está
siendo cuidada. —Sus ojos se posaron en James al hablar. Ni siquiera lanzó una
mirada a Robert. Interesante. Aunque no inesperado, dada su historia con Elizabeth.
Él sonrió.
—Claro que estoy seguro. Será bueno para las mujeres y los ayudará a
relajarse. Tienes suficiente en tu plato sin añadir otro hogar que manejar. No, se
quedarán aquí y eso es todo.
—Un señor Jenkins para el señor Bradford, milord —dijo el mayordomo con
una inclinación respetuosa.
—Es mi secretario. ¿Hay algún cuarto que pueda usar? Me temo que debo
charlar unos temas con él dado que deberé quedarme en Londres más tiempo de lo
originalmente planeado.
Richard asintió.
—Ya ve, aún es mi casa después de todo. —Los otros rieron también,
sabiendo que Elizabeth no estaría para nada feliz.
Después de la otra noche cuando Elizabeth finalmente logró salir del viejo
cuarto de música, algo que aún le generaba curiosidad a él, había marchado hacia el
comedor donde estaba cenando con el resto de la familia. Él se había encontrado
ocupado en lo suyo cuando ella le quitó la copa de vino tinto a su madre y la vació
sobre su cabeza. Eso no le molestó tanto como que la pequeña mocosa le quitara el
plato lleno de tartas de manzana y se fuera del cuarto con los preciados tesoros.
Alexander lo llevó hacia una puerta blanca normal. Robert la abrió y tuvo que
contener un grito de sorpresa. El cuarto era muy masculino y muy similar a su
antigua oficina. El escritorio era más grande que el suyo. Los libros parecían
gastados y bien usados, nada en el cuarto era delicado. Además, todo se veía nuevo.
¿Elizabeth había decorado esto? Imposible.
—¿Se quedará, señor? Creí que iba a dirigirse a América en tres semanas.
—Cambio de planes. ¿Crees que podrás manejarlo? —le preguntó a Gregory.
Asintió.
—Sí, señor.
—Bien. Vamos a trabajar. —Se ubicó detrás del escritorio. Estaba limpio y
ordenado. Se sentó en la silla y no pudo evitar soltar un suspiro. Era la silla más
cómoda en la que jamás se hubiera sentado. Se reclinó. Era perfecta. Iba a tener que
averiguar quién la hizo y pedirles una, o robarse esta, decidió. Alzó la mirada para
encontrarse con Gregory mirándolo con el ceño fruncido.
Robert estiró las piernas. El espacio era profundo y amplio. Agachó la cabeza
para mirar debajo del escritorio. Estaba cubierto, probablemente una buena idea
para que si una mujer se encontraba sentada, nadie del otro lado pudiera verle los
tobillos. Le gustaba.
—¿Cómodo?
94
Robert alzó la mirada y le sonrió irritantemente a Elizabeth.
—Mucho. Gracias.
Elizabeth suspiró.
—Estás en mi silla.
Ella gimió.
—Sabes demasiado bien que esa es mi silla. Ahora, ¿vas a moverte?
—Hmmm… no.
—Muévete.
—No.
—¡Eres insufrible!
—Al parecer vamos a compartir la oficina —dijo con un guiño antes de bajar
la mirada significativamente a sus papeles—. Ahora, si no te molesta, tengo que
trabajar —dijo, mirándola de reojo.
95
Ella puso los ojos en blanco y se giró hacia Gregory, dejándolo con una bella
vista de su trasero. De repente le costó tragar. Recordaba demasiado bien lo que se
sentía tener esa parte de su cuerpo en sus manos. ¿Era consciente de lo que estaba
haciéndole?
—Usted, señor, tiene mis más sinceras condolencias —le dijo a Gregory.
Elizabeth miró a Robert sobre su hombro con un brillo malvado en los ojos.
¿Qué se traía? Se preguntó, mientras ella se giraba nuevamente hacia Gregory,
regalándole otra vista de ese hermoso trasero que él desesperadamente quería
volver a tocar.
—Cinco libras más por mes. Se lo aseguro, señor, es una oferta real.
96
—Pero no me conoce, miladi —le respondió, incómodo.
Robert se plantó ante ella. Sabía que con una oferta así, Gregory sería un
idiota si rechazaba, especialmente con un niño en camino. Gregory lo miró
implorando. Él no sabía qué hacer, pero Robert veía que estaba tentado. Maldición,
no iba a perder al mejor empleado que había tenido por ella.
—Te igualo la oferta —le dijo, dándole una mirada significativa a Gregory
indicando que se aseguraría de que su padre, quien iba a contratarlo cuando él se
fuera a América, la mantuviera. Oh, diablos, el hombre lo valía. Él ya tenía pensado
aumentarle el sueldo de todas formas por la llegada del bebé.
—Te daré eso y una semana libre al año con paga —dijo Elizabeth aburrida.
—Lo igualo y sumo otra semana —dijo desesperadamente Robert. ¡No iba a
perder, maldita sea! El rostro de Gregory se enrojeció—. Pero tienes que acceder en
este instante a no dejar mi servicio, especialmente no por ella.
—No, señor.
En ese momento entendió lo que había pasado. Nunca había querido quitarle
a Gregory. En un movimiento rápido ella recuperó su silla, lo humilló, y le costó diez
libras más al mes, al menos por los dos próximos meses. Miró sobre su hombro para
encontrar a Gregory sonriéndole a Elizabeth. El maldito también se había dado
cuenta.
—¿Demasiado lejos?
Asintió, lentamente.
Traducido por Lyla
Corregido por Flochi
—O
h, cielos. —Se levantó de un salto y se agachó justo
cuando él la alcanzó. Por alguna razón, siempre iba
demasiado lejos en lo que a él concernía. Sin embargo,
realmente no podía evitarlo, simplemente era demasiado divertido como para
dejarlo pasar.
Se subió las faldas y corrió como si su vida dependiera de ello. Con una
mirada por encima del hombro, se dio cuenta que podía hacerlo. Él la perseguía.
Gritó, pero no se detuvo. Su padre salió al pasillo frente a ella, flanqueado por James
y Lord Bradford.
98
—¿Elizabeth? —preguntó, pareciendo aturdido.
—¡Demasiado lejos! —dijo como si esas dos palabras explicaran por qué un
hombre adulto estaba persiguiendo a su hija. Evidentemente lo hicieron, porque los
tres hombres se rieron y asintieron a sabiendas. Ella no se quedó para ver si su padre
la iba a ayudar. Había un loco persiguiéndola después de todo.
—¡Deténganlo! —le suplicó a los sirvientes. Una mirada a Robert los hizo
retroceder.
Cobardes
Estaba sin aliento y, desde luego, asustada. Robert de niño era un oponente
formidable. Robert como hombre era mortal. Se deslizó alrededor de la larga mesa
de roble, esperando mantenerlo al otro lado.
Se rio nerviosamente.
—¡Déjame ir!
—Robert, tú…
Sus palabras fueron cortadas por una ingesta de agua jabonosa fría. Se quedó
sin aliento mientras se levantaba. De repente, estaba empapada hasta los huesos y
se congelaba. El gran fuego a varios metros detrás de ella no hizo nada para
ahuyentar el frío.
Temiendo que los sirvientes regresaran en cualquier momento, abrió los ojos
para asegurarse de que aún estuvieran solos mientras ella los daba vuelta. Todavía 100
no podía creer que lo estuviera besando después de lo que le había hecho.
—Bien. —Le pasó las manos por el pecho hasta la cintura, donde comenzó a
desabrocharle los pantalones. La alarma y la alegría se dispararon a través de él.
Sintió que sus pantalones caían alrededor de sus botas en el mismo momento
en que sintió que algo duro chocaba contra la parte posterior de sus piernas. Ella se
apartó, sonriéndole seductoramente. Sus manos trazaron su pecho donde se
aplanaron.
—¿Qu…
Gracias a sus pantalones alrededor de sus tobillos y el borde del barril detrás
de él, perdió el equilibrio. Aterrizó en la tina de agua helada con los pantalones
alrededor de los tobillos, lo que le dificultó salir.
—Ahora creo, señor, que estamos a la par —dijo con una reverencia.
—¡Mocosa! —rugió.
Robert la vio irse. Si daba un paso detrás de ella, estaba seguro que la mataría
con sexo. Incluso después de un baño helado, su entusiasmo por ella no disminuiría.
Dios, era maravillosa y él iba a disfrutar vengarse de ella, decidió.
—Lo prometo, milord —dijo. Esa era la única promesa que alguien recibiría
de él en lo que concernía a Elizabeth.
Elizabeth miró por encima su vestido. El escote era bajo, pero no demasiado
bajo para causar un escándalo. Le gustaba el color, verde claro. Le recordó a los ojos
de Robert, que no era la razón por la que eligió usar este vestido, en absoluto. Odiaba
al hombre después de todo.
Tenía que salir esta noche de todos modos. Era el baile anual de los Blackward
y su madre nunca la perdonaría si se lo perdía. Era uno de los bailes más populares
y solo la élite era invitada. Nadie se atrevía a perdérselo, o corrían el riesgo de ser
rechazados el próximo año.
Al menos por esta noche se le garantizaba una noche libre de Robert. 102
Anteriormente, Jane le dijo que los caballeros iban todos a sus clubes esta noche,
diciendo algo sobre un juego de cartas. Bueno. Eso significaba que ella podría
disfrutar de unas pocas horas sin vivir con miedo.
—Gracias, Anderson —dijo, aceptando su ayuda. Una vez dentro del carruaje
oscuro, vio de inmediato a las otras dos mujeres que compartían el banco de
adelante. Con un suspiro interior, se sentó en algo más firme y cálido que
definitivamente no se sentía como un banco.
—Creo que este asiento está ocupado, Lady Elizabeth —dijo Robert
arrastrando las palabras, sorprendiéndola y haciéndola saltar de su regazo. De
alguna manera, se tropezó con sus faldas en el proceso y habría aterrizado sobre su
madre y Lady Bradford si él no hubiera extendido la mano y la hubiera agarrado
por la cintura. Antes de que ella pudiera apartarle las manos, la plantó en el asiento 103
junto a él.
—Estoy aquí para acompañar a dos mujeres muy hermosas al baile —dijo,
guiñando un ojo a través del carruaje y haciendo que las otras mujeres se rieran. Le
dio una mirada de soslayo y sonrió.
Estaba más que molesta, pero las otras mujeres no parecían darse cuenta o
importarle. Lo que estaba bien. Podría sentarse aquí e ignorar su cuerpo tan cálido
y la forma en que hacía que su cuerpo se estremeciera con la anticipación de su
toque. Una vez que estuviera en el baile, lo evitaría completamente.
—¡Basta! —siseó.
—Bien. Casi estamos allí de todos modos. —Él la empujó de nuevo. Apretó la
mandíbula y lo aceptó. Si esta era su idea de venganza, entonces era patético. Lo
dejaría tenerlo. Era simplemente infantil. Sin duda había perdido su toque con los
años.
—¡Estamos aquí! —dijo alegremente Lady Bradford. Bien. Cuanto más rápido
pudiera alejarse de él, mejor.
Robert saltó para ayudar a las otras mujeres a salir del carruaje primero.
Cuando fue su turno, él le tendió la mano y ella la tomó a regañadientes. Una vez
abajo se enderezó las faldas y se quedó inmóvil. ¿Había una corriente de aire?
104
Traducido por Florff
Corregido por Flochi
—¡E
lizabeth! ¡Regresa al carruaje de una vez! —siseó su
madre.
—Sí, estaré bien. Por favor, continúen. Regresaré tan rápido como sea posible
—dijo ella con calma. Estaba molesta pero no quería que Robert lo supiera. Este era
su vestido favorito. Bueno, apenas lo tenía hace una semana, pero ese no era el
punto. Iba a pagar por esto.
Oh, no, él no. Pensaba que se había librado de él el año pasado cuando los
cobradores de deudas lo habían echado de Londres. Esto era muy malo. Era el peor
cazador de fortunas que había. También era cruel y conocido por hacer lo que fuera
necesario para obtener lo que quería y ahora quería obligarla a casarse. No le
quedaba más remedio que echar hacia atrás su puño y dejarlo volar y eso es
exactamente lo que hizo.
106
No podía esperar. Estaba tan entusiasmado. Esto no iba a tener precio. Casi
deseaba poder haber visto su cara cuando se diese cuenta que su guardarropa había
sido limpiado por completo salvo por un vestido nuevo y llamativo de un horrible
color naranja vómito. No tendría más opción que ponérselo y le alegraría la noche.
La vida era buena.
Mientras pasaba los escalones de la entrada del salón de baile, una conmoción
estalló en el vestíbulo. Lacayos entraron corriendo mientras gritaban pidiendo más
armas. Robert no pensó, tan solo corrió. Algo en sus entrañas le decía que moviera
el trasero y lo hizo.
—¡Llévalos al estudio y coloca un hombre en la puerta! —ordenó Lord
Blackward—. Arma a todos los hombres y llama al magistrado. ¡Que alguien vaya a
Whites y traiga a Lord Norwood inmediatamente!
Ella cayó de rodillas, forzando sus brazos por de las mangas así podía atender
a Henry.
—Lo siento tanto, Lady Elizabeth. No supe que se aproximaban hasta que fue
demasiado tarde.
—Shhh, tonterías. Hiciste un buen trabajo, Henry. Un buen trabajo. Ahora tan
solo cálmate y déjanos ayudarte.
Él cerró los ojos y asintió. Robert podía decir que el hombre tenía mucho
dolor, pero no quería estresar a Elizabeth más de lo que estaba.
—¿Está seguro que allí es donde está? —susurró Lord Blackward por encima
de su hombro.
—Si trata de huir, le dispararé a matar antes de que pueda dar ni un paso
afuera. De otra forma, estoy seguro que Lord Norwood querría manejar esta
cuestión personalmente. El hombre intentó secuestrar a su hija, después de todo.
—Por aquí, señor —dijo la encargada, señalando a los hombres para que la
siguieran al segundo piso.
Un sonoro quejido fue la respuesta. Después de una ligera pausa, Robert abrió 109
la puerta. Agarrando su vela en alto junto con la pistola, entró en la habitación. El
olor a vómito fresco y sudor alcanzó su nariz, casi haciéndole sentir náuseas.
Los quejidos continuaban. Miró al catre solo para verlo vacío. La habitación
se llenó con más luz cuando los hombres entraron tras él, haciéndola parecer tan
luminosa como si fuera de día.
Edward Thomson yacía en el suelo, curvado en una bola con ambas manos
apretando su ingle.
—Ella no… paraba… de… golpearme… —Vomitó otra vez. Todos los
hombres de la habitación se movieron y se taparon distraídamente su ingle ante el
anuncio.
—¡Lo admitiré! Por favor, consigue un cirujano. ¡No quiero perder mis bolas!
—¿Bien?
—Un poco exagerado, ¿no crees? —preguntó Robert. Sus ojos nunca dejaron
los de ella mientras la observaba posesivamente.
Repetidamente.
—Desde ahora, no irás a ninguna parte sin un hombre extra para vigilarte.
Ahora sube a la cama y haz que Jane vaya a buscar algo de té.
111
—La envié a la cama hace unas horas. Iré a la cama enseguida. —Lanzó una
última mirada a los hombres. Obviamente el hombre estaba vivo. Eso era todo lo
que le preocupaba. Eso y que Robert estaba a salvo, pero no quería ahondar más en
eso.
Robert esperó una hora hasta que el resto de los hombres estaban relajados y
absortos en el juego de cartas antes de excusarse por esta noche. Subió las escaleras.
Después de una rápida mirada alrededor del pasillo escaleras arriba, fue a los
cuartos de la familia.
112
Traducido por Flochi
Corregido por Imma Marques
—E
sa mirada no va a funcionar conmigo, querida. Pregúntale
a tu madre —dijo Richard sin alzar la mirada de su
periódico—. No vas a ir.
—¿Hay alguna otra cosa que te gustaría hacer, querida? —preguntó él con
nerviosismo, mirando hacia los grandes platos de comida.
—¿Estás seguro?
—Sí, sí, creo que deberías salir. Estoy seguro que tienes muchas cosas que
hacer. —Él apartó suavemente el plato lleno de dulces de ella, temeroso de que lo
comería antes de tomar una decisión.
Tuvo que ocultar su sonrisa cuando se iba. En pocas semanas estaría libre de
Robert y comenzaría su nueva vida independiente más pronto. Las cosas estaban
marchando muy bien.
115
—Esa sonrisa solo puede significar una cosa —meditó James mientras
sostenía la puerta delantera para ella y se hacía a un lado para que saliera a la
escalera delantera.
James se rio entre dientes mientras subía al carruaje y se sentaba frente a ella.
Una vez que estuvo acomodada y una criada se les unió, él golpeó la pared dos
veces, indicándole al conductor que marchara.
Una vez que Robert lo descubrió, y ahora que pensaba en ello, probablemente
no había sido tan discreta como había pensado, la había atormentado con el
conocimiento. Luego de ese terrible día en el parque, él parecía hacer todo lo posible
para humillarla. Escribió insípidas cartas de amor a James y las firmó con su nombre, 116
asegurándose de dejarla donde cualquiera pudiera encontrarlas. Hacía sonidos de
besos cada vez que James estaba cerca e intentó hacer que pareciera que ella hacía
esos ruidos. La molestó abiertamente al respecto hasta que se volvió tan malo que
ella se negó a estar en el mismo cuarto que James y Robert.
No lo hacía.
—Voy a llevarle una canasta a una amiga —dijo distraídamente mientras una
vez más se preguntaba por qué, de todos los hombre que conoció, Robert era el único
en ponerla nerviosa, hacerla querer sonreír y hacerla anhelar tocarlo. Era ridículo.
Ni siquiera le agradaba el hombre, pero no podía evitar la manera en que
reaccionaba su cuerpo ante él.
Ella abrió la boca para decirle que Robert no era su amigo cuando recordó de
lo que estaban hablando. Por qué rayos estaba soñando despierta con un hombre
que no podía soportar, se preguntó no por primera vez desde que él volvió a su vida.
—Es para una de las sobrinas de la criada que ha estado enferma —respondió
la criada con un resuello.
Por un momento, no dijo nada mientras consideraba las palabras de ella, pero
finalmente con una sacudida de la cabeza y un suspiro pesado, dijo
Por más que quisiera discutir, no podía. Si era terca sobre esto, él no dudaría
en alertar a sus padres y eso era lo último que necesitaba en este momento.
“sí que con el corazón oprimido, asintió y le agradeció a James. Tendría que
confiar en quien sea que James eligiera para la tarea, se asegurara de que la chica
tuviera todo lo que necesitaba
118
Robert alzó la mirada del pergamino que su abogado le había dado al final de
su reunión y apenas contuvo una ristra de maldiciones que habría hecho que las
refinadas mujeres caminando a lo largo de las tiendas jadearan antes de desmayarse.
—Ella está con eso de nuevo —dijo él con los dientes apretados mientras
empujaba el pergamino en las manos de Jenkins y cruzaba la calle concurrida.
—Sí, estoy bien. Gracias —dijo, forzando una sonrisa para James mientras
ignoraba intencionadamente a Robert.
—¿Qué estás haciendo aquí, Robert? —preguntó James, dándole una mirada
penetrante sobre la cabeza de Elizabeth para que desapareciera. Si su hermano
hubiera estado con cualquier otra mujer, podría haber tomado la indirecta y los
hubiera dejado en paz, pero esta era Elizabeth, su descarada, y se helaría el infierno
antes de que le permitiera casarse con su hermano.
Luego de enviarle una mirada cautelosa por la que él no podía culparla, soltó
el brazo de James y entró a la tienda. Cuando su hermano se movió para unirse a
ella, Robert lo interrumpió y se movió hábilmente junto a Elizabeth, ofreciéndole su
brazo y sabiendo jodidamente bien que ella no podía negarse.
La niñita con él, cuyas ropas estaban en peor condición, si eso era
humanamente posible, se tropezó cuando se movió para salir del camino de la 120
escoba y cayó contra las piernas de Elizabeth, dejando una gran mancha oscura
contra las faldas celestes de Elizabeth.
—Veamos si podemos encontrar algo que llene más sus estómagos que
paletas de limón, ¿quieren? —preguntó ella con una sonrisa contenta mientras se
dirigía por la calle con el niñito corriendo para mantener el paso y probablemente
esperando que los siguiera como un perro faldero, pensó con disgusto mientras lo 121
hacía.
—No hay razón, cariño —dijo, incluso mientras se maldecía por apurar su
paso para alcanzar a la excesivamente alegre mujer que odiaba, pero de la que no
podía soportar estar lejos.
Traducido por Gigi D
Corregido por Imma Marques
E
sto se estaba volviendo asustador, realmente asustador. Durante las
últimas tres semanas, ella se despertaba todos los días sintiéndose
sola. Lo raro era que se iba a dormir sola, por lo que era de esperarse
que se sintiera sola a la mañana al despertar. Esto era distinto. Se sentía como si en
algún momento de la noche no hubiera estado sola. Era una sensación rarísima.
Claro que podrían ser nervios.
Por el último mes, su padre había estado ignorando sus pedidos de irse,
haciendo todo lo posible para mantenerla en la casa. El motivo no era tan difícil de
averiguar. Esperaban lograr casarla antes de su cumpleaños, entonces estaban 122
haciendo todo lo posible para asegurarse de que ocurriera, incluso manteniéndola
en la casa, lista para recibir a los pretendientes.
Su decisión también tendría algo que ver con el hecho de que él descubrió sus
intentos de ir a visitar a la sobrina de “nnabel sin permiso. Enterarse de que ella
había intentado ir a un lado de la ciudad que tenía expresamente prohibido visitar,
no le había ayudado a aceptar la idea de dejarla irse por su cuenta a su propiedad.
Tampoco habría sido tan malo si su madre no se hubiera enterado de que planeaba
llevar comida y ropa a una sirviente, que además estaba embarazada del bastardo
de su antiguo empleador, lo cual la hizo volverse histérica sobre Elizabeth
avergonzándola al asociarse con sirvientes.
Y además Jane, que Elizabeth estaba noventa y nueve por ciento segura que
la delataba a sus padres hace tiempo, decidió compartir la historia de la tienda de
dulces, de cómo ella había llevado a ambos niños a una posada a comer algo caliente.
La criada había adornado la historia, claramente, haciendo énfasis en que todo el
mundo vio la situación. Después de tal día, su padre había anunciado que estaba
encerrada en la casa y los terrenos hasta nuevo aviso.
“hora parecía que todos excepto ella tenían algo que hacer. ”ueno, eso no era
del todo cierto. Tenía muchas cosas que hacer, pero la tenían encerrada en la casa en
contra de su voluntad. Pasaba gran parte del día intentando no aburrirse.
“fortunadamente, James pasaba tiempo con ella durante el día, leyendo con ella y
acompañándola en caminatas por el jardín de rosas, que se encontraba hermoso.
Unos años atrás, ella se habría sonrojado e hiperventilado por la atención. “hora
simplemente se sentía bien tener un amigo.
Después de tantos años, era gracioso que los sentimientos que ella creía haber
sentido con tanta intensidad como niña, resultaran ser sólo una pequeña obsesión.
No tenía dudas que el él sería un gran marido. Era amable, divertido y era fácil
conversar con él. Si se lo hubiera encontrado antes de esa noche en el invernadero
de naranjos, sin dudas se habría enamorado de él.
El hecho de que hubiera sido Robert, el niño a quien había odiado más que a
nada en la tierra, sólo empeoraba todo. Intentaba no imaginarse qué pensaría él o
que haría con su secreto si ella llevaba las cosas demasiado lejos. ¿Creía acaso que
ella hacía eso seguido?
Sin importar qué dijera o pensara, le importaba qué pensaba él. Esa vez que
hablaron como desconocidos fue una de las veladas más placenteras de su vida.
Nunca se había sentido tan relajada o cómoda con otra persona como esa noche con
él. Esa noche conectaron de verdad, había sido muy placentero, pero la forma en que
él le habló, le sonrió, y la escuchó, hizo que se le derritiera el corazón.
No quería desearlo, o desear su toque. Este era Robert, después de todo. Era
el niño que una vez puso miel en su almohada y la empujó en un charco de lodo
cuando eran niños. “ pesar de todo, ella quería estar con él, cerca de él. “ veces se
encontraba a sí misma a altas horas de la noche paseándose por el descanso del piso
superior, esperando oír su voz profunda. Era patética, realmente patética.
Al menos estaba luchando contra sus sentimientos, se tranquilizó. Cada vez que
él se encontraba en la casa ella lo evitaba intencionalmente, lo que no sucedía con
frecuencia. Parecía que él solo se quedaba a dormir allí. “ menudo se preguntaba
adonde se dirigía. ¿Iría a un club? ¿Visitaba amigos? ¿Una mujer? “lejó la última
idea de su mente. No le gustaba imaginárselo con otras mujeres aunque estaba
segura que no lo quería para sí misma. Para nada. Todo esto se debía al tonto
fantasma que la tenía alterada.
Miró la almohada junto a la suya. Parecía que alguien había dormido en ella.
La única explicación que se le ocurría era que había rodado a ese lado de la cama en
algún momento de la noche, porque las sábanas de ese lado también estaban
arrugadas. Era lo único que tenía sentido.
Volvió a la cama, con la esperanza de poder recostarse unos minutos para que
su estómago se asentara. “ntes de poder acostarse, el hedor del té volcado volvió a
golpearla. Corrió de nuevo hacia la bacinilla y terminó de vaciar su estómago. Estaba
bien. Todo estaría bien. Las cosas estarán bien, se dijo sin creérselo por un segundo.
Robert abrió uno de los cajones de su lado del escritorio. Con Elizabeth habían
llegado a un entendimiento tácito sobre compartir la biblioteca. Cada uno tenía un
lado del escritorio y no miraban el del otro. Era bastante cómodo. Ella era tan
ordenada como él, por lo que no le molestaba compartir el espacio.
Miró los papeles frente a él sin leerlos realmente. Su cuerpo se sentía partido
al medio. Desesperadamente quería volver arriba y meterse en la cama con
Elizabeth. Cuatro semanas y ya era adicto a ella. No podía dormirse en su propia
cama. Había intentado varias veces y todas falló miserablemente. Como para probar
un punto, siempre se dormía apenas apoyaba una mano en la cadera de ella.
Esto era malo. Era muy malo. La necesitaba demasiado. Su cuerpo la pedía
de todas las formas posibles. Disfrutaba de su ingenio y su lengua mordaz. Podía
ser divertida y él sabía que era amable. Esto era más que horrible. La odiaba. Ella era
el enemigo.
Su enemigo.
—¿Estás loco?
Se encogió de hombros.
—Ni que lo digas. Uno creería que tu fantasma tendría mejores opciones.
—¡“uch!
—¡Escóndete! —siseó.
Ella le lanzó una mirada asesina antes de apresurarse a hacerlo, ya que ser
atrapada a solas con él en un cuarto cerrado no era una opción. Lanzándole una 126
última daga con los ojos, rápidamente dio la vuelta al escritorio y se agachó bajo el
mismo, antes de que pudiera detenerla.
James entró.
—¿Qué puedo hacer por ti? ¿Viniste a aprender cómo se maneja una
propiedad? —bromeó, riéndose de la expresión de su hermano.
James palideció.
—¡Santo cielo, no! Contrataré a alguien para eso. —Por el tono con el que
James dijo que necesitaría un asesor, pronto llamó la atención de Robert.
—Solo dime.
E
lizabeth se movió y se acercó a la abertura para escuchar. El escritorio
era tan grueso que amortiguaba algunos de los sonidos. Empujó entre
las piernas de Robert y esperó. “utomáticamente, él separó sus
piernas para que ella pudiera sentarse cómodamente.
James se rio.
Robert tuvo que detenerse de hacer una mueca. Ella estaba clavando sus uñas
en las piernas de él. Estiró la mano hacia abajo y suavemente empujó las manos de
ella fuera de sus piernas rápidamente, con la esperanza de que James no hubiera
notado el movimiento.
—Si ella dice que sí, ¿vas a renunciar a tu amante? —preguntó, más por el
bien de ella que por el suyo.
James se rio.
Se encogió de hombros.
Oh, iba a mutilar al hombre. ¿De verdad tuvo la audacia de hablar de ella así?
No le importaba James, pero que Robert actuara como si fuera nada le irritaba. Miró
alrededor del pequeño espacio. Maldición, no había nada que pudiera hacerle aquí.
”ueno, no es cierto, tenía el cuchillo, pero eso era un poco demasiado. Miró de nuevo
hacia él y sonrió. Había algo que podía hacer para hacerle perder esa actitud
pomposa que estaba usando a su costa.
—¡Por favor! —dijo más a Elizabeth que a James. Ella le había desabrochado
los pantalones y sacado su hombría. Cerró los ojos durante unos segundos y envió
una oración silenciosa a Dios, jurando dar vuelta a su vida para siempre, si ella no
usaba su cuchillo para castrarlo. Sus ojos se abrieron cuando ella le acarició.
—¿En serio? Nunca me han hecho eso. —Hasta ahora. Sus manos agarraron
el escritorio cuando Elizabeth decidió que la idea tenía el mérito suficiente para
probarla. Su boca caliente y húmeda se cerró sobre la punta de su erección. Si
muriera en este momento, podría decir honestamente que había vivido una vida
feliz y satisfactoria.
Esto era diferente y muy excitante. Ella nunca habría pensado hacer esto si
James no lo hubiera mencionado. Era más fácil que usar su mano, que de igual forma
usaba, ya que era útil. Decidió hacer de esto un juego y ver lo lejos que podía tomarlo
en su boca para enloquecerlo. Esto debería enseñarle. Esperaba que se estuviera
avergonzando en el momento. Desafortunadamente, también estaba despertando la
misma necesidad que la había dejado desesperada por él esa noche en el invernadero
de naranjos. La mano de Robert bajó y suavemente acunó su mejilla, instándola a
continuar.
—Tu esposa probablemente haría eso también —dijo él, con la esperanza de
que James se volcara en una larga explicación mientras disfrutaba de los servicios
de Elizabeth.
Él resopló.
—”uena suerte con eso. Las mujeres como Elizabeth son frígidas en la cama.
Ningún hombre quiere permanecer fiel a eso. ¿Te imaginas pasar el resto de tu vida
yendo a la cama con una mujer que se niega a quitarse el camisón o incluso moverse?
Dios, es aburrido. Ella sólo se recuesta allí esperando a que termines y vayas a tu 131
habitación. No, gracias. Mantendré a mis amantes, putas y enamoradas.
—“sí que de nuevo, ¿por qué casarse con Elizabeth? Sé que tiene una
pequeña finca, pero hay otras herederas con más dinero y tierra.
—No, ella me gusta. Es una buena chica. Es hermosa, pero no creo que tenga
que preocuparme porque me sea infiel. Es demasiado amable. “demás, creo que la
historia de la pequeña finca es una tontería.
—¿No crees que ella tenga dinero? —preguntó mientras acariciaba la mejilla
de ella. Se inclinó más en la silla para hacerlo más fácil para ella.
Era maravillosa.
—¿Has hablado con nuestro padre? Deberías ir a hacer eso. Él tendría más
información. —Las palabras salieron apresuradamente de su boca. James necesitaba
irse. “hora.
Robert se empujó lejos del escritorio, trayendo a su descarada con él. Tenía
que ver, necesitaba verlo. Sus ojos se ensancharon al ver a Elizabeth en un hermoso
vestido perla, llevándolo a su boca. Dejó caer su cabeza hacia atrás, sin nunca sacar
sus ojos de ella y gimió en voz alta.
132
Ella lo necesitaba tanto. Empezó a quejarse y a moverse frente a él. El lugar
entre sus piernas dolía por él.
Su mirada se movió al ápice de sus piernas y gimió, largo y ruidoso. Sus rizos
oscuros ya estaban resbaladizos con su excitación. Se sentó en la silla y la acercó
hacia el escritorio, preparándose para su comida.
Él colocó sus manos sobre sus muslos y suavemente empujó sus piernas más
separadas.
—¿Qué estás… oh, Dios mí… —Sus ojos giraron en su cabeza de placer
cuando sintió la punta de la caliente y húmeda lengua de Robert trazar la unión de
su hendidura. Cayó de nuevo sobre sus codos.
Tuvo que cerrar los ojos y obligarse a no correrse en ese mismo momento. En 133
un minuto, se prometió a sí mismo. Sus movimientos se volvieron más urgentes a
medida que la empujaba sobre el borde, desesperado por ella ahora. Sus gemidos y
pantalones lo estaban sacando fuera de su maldita mente.
Incluso el saber que la puerta no estaba cerrada y que podrían ser atrapados
en cualquier momento no iba a detenerlo. Durante más de un mes, su cuerpo había
estado en agitación agonizante, desesperado por estar con ella de nuevo. Día y noche
tuvo que luchar contra el impulso de cazarla, anclarla contra la pared y tomarla.
Luchó todos los días. Las noches eran las peores, mientras la sostenía en sus brazos,
pero de alguna manera logró permitirse el regalo de simplemente sostenerla.
“hora no le importaba. Tenía que tenerla. No había nada en esta tierra que le
impidiera volver a tomarla. Se necesitaría de todos los lacayos de esta casa para
arrancarlo de ella e incluso entonces lucharía para volver a su lado. En este
momento, estaba de vuelta con su descarada del invernadero de naranjas y nada
más importaba.
Ella apretó una mano sobre su boca y gritó su nombre. Un fuerte gemido saltó
de la garganta de Robert ante el sonido de su nombre arrancado de sus hermosos
labios. Mientras su orgasmo seguía desgarrando a través de su cuerpo, él se puso de
pie y se empujó más allá de sus paredes palpitantes y comenzó a empujar, sabiendo
que no iba a durar mucho tiempo.
Robert no perdió tiempo en envolver sus brazos alrededor de ella y dejar caer
su boca a la suya en un beso hambriento. Las manos de ella se deslizaron, agarrando
el cabello de él en sus puños mientras regresaba su beso.
El recuerdo de esa noche no le hizo justicia. Estaba tan mojada y caliente para
él, por no mencionar increíblemente apretada. Esto era el cielo. Podía sentirla
empezando a palpitar a su alrededor. “celeró su ritmo mientras su boca se movía a
su garganta, besando y lamiendo su piel, amando la manera en que ella gimoteaba.
A
gotado y sin estar seguro que sus piernas lo sostuvieran por más
tiempo, se recostó en la silla, llevándola con él. La sostuvo con un
brazo. Con el otro, se acercó y abrió una ventana para borrar el olor
de sus relaciones sexuales.
Tenía que decirle, se dio cuenta, pero ¿cómo? Hicieron el amor, pero ella sabía
que los hombres podían tener relaciones sexuales sin que sus corazones estuvieran
involucrados. También sabía sin lugar a dudas que Robert la odiaba. Siempre lo
supo y estos errores tontos no cambiaban nada. También sabía que él la odiaría más
cuando le dijera, porque él haría lo correcto. 136
No importaba el tipo de niño malo que había sido de pequeño, ahora era un
hombre honorable, sin duda alguna. Se casaría con ella y, por el resto de sus vidas,
la resentiría por atraparlo en un matrimonio sin amor. Se vería obligada a vivir con
un hombre que le importaba profundamente y sabía que le había robado su libertad,
su elección. Ella se odiaría a sí misma. Solo necesitaba algo de tiempo para resolver
esto.
Si solo pudiera determinar qué sentía él por ella y, si descubría que realmente
la odiaba, entonces haría lo que tenía que hacer para proteger a su hijo. Le diría y
viviría con las consecuencias de un matrimonio sin amor. Solo necesitaba un poco
de tiempo para averiguar cómo decírselo. Debería decírselo ahora, se dio cuenta de
eso, pero solo estaba…
Quizás sería mejor pensar en esto y estar segura que ella estaba llevando un
niño. Nunca había estado embarazada antes y no tenía idea de qué esperar. No había
nadie a quien preguntar. Ese último pensamiento le revolvió el estómago. Al darse
cuenta que todavía estaban íntimamente conectados, cuidadosamente se bajó de él.
Parecía dudoso de soltarla, pero lo hizo después de una ligera pausa.
Sin decir una palabra, ambos se pusieron de pie y se arreglaron la ropa. Robert
se pasó los dedos por el cabello, tratando de arreglarlo, aunque prefería mantenerlo
como recordatorio de tenerla en sus brazos una vez más.
—¿Elizabeth?
Calor intenso inundó sus mejillas. Se apartó de él, no por sorpresa, sino por
miedo. Si se enteraba, ¿qué haría? Se contuvo de poner su mano sobre su estómago.
Él había tomado su virginidad y era su hijo en su vientre. Técnicamente ahora ella
le pertenecía, se dio cuenta. La furia se levantó en ella ante la idea. No le pertenecería
a él ni a ningún otro hombre, decidió rebelde. Se negaba a ser propiedad de algún
hombre, teniendo que pedir y rogar por todo. No quería casarse con un hombre que
no la amaba, incluso si ella lo amaba.
—Esa es una pregunta vulgar incluso para ti —dijo con enojo, evitando
responder a la pregunta de la única manera que sabía.
Los ojos de Robert se estrecharon sobre ella. Había evitado responder a la
pregunta de la misma manera que lo hacía cuando eran niños y la sorprendían
haciendo algo travieso. Pero eso era ridículo. Si ella estuviera embarazada se lo diría.
Era una mujer inteligente. Sabía las consecuencias de tener un hijo fuera del
matrimonio. Sería rechazada y el niño cargaría con la carga de la vergüenza por el
resto de su vida. “ no ser que…
Robert estudió su expresión por un momento más. Ella era una mala
mentirosa, él lo recordaba mucho. Esperaba poder decirlo, pero no podía. Suspiró
pesadamente.
Sacudió la cabeza.
—No, te quedarás hasta que lo sepamos con seguridad. —Hizo un gesto hacia
el escritorio—. Y ciertamente no lo haremos de nuevo. —Parecía que la última parte
le dolía, pero ella tuvo que aceptar que probablemente era lo mejor.
Elizabeth puso sus manos firmemente en sus caderas.
—No. Te vas a quedar —dijo con firmeza. No confiaba en ella para que lo
contactara, por alguna razón que no podía identificar. Además, no estaba listo para
que ella se fuera, todavía no.
—¡Te quedarás!
—¡Demonios si lo harás! Te quedarás hasta que resolvamos todo este lío. ¡Una
vez hecho esto, puedes mantenerte alejada de mi familia! —Dio otro paso hasta que
estuvieron a pocos centímetros de distancia. Ella presionó sus manos contra su
pecho y lo empujó, pero él no se movió.
Él la fulminó con la mirada. Tal vez ella había ido demasiado lejos porque en
ese momento estaba bastante segura que él estaba viendo rojo.
140
Traducido por Kalired
Corregido por Flochi
R
obert recogió los libros de contabilidad del suelo y los arrojó sobre el
escritorio. Se metió las manos en el cabello, deseando estar
golpeando a alguien, a cualquiera.
Incluso media hora más tarde, lo estaba pasando mal al tener la esperanza
que le dijera que llevaba un hijo suyo. Cuando descubrió que no estaba embarazada, 141
sintió que una parte murió por un hijo que nunca había existido.
Durante los últimos ocho años, había vivido su vida de acuerdo con un plan,
y hasta ahora todo iba bien. Esta vez, estaba decidido a construir su patrimonio e
inversiones para que pudiera hacer lo que amaba por el resto de su vida. Debería
sentirse aliviado de que ella no estuviera interfiriendo con sus planes en lugar de
quedarse aquí echando humo.
—Entre —espetó.
Durante el último mes, se había enterado de todos los hombres con los que se
había encontrado Elizabeth y de lo que había hecho cuando se iba de casa. También
aprendió una pieza de información bastante interesante; Elizabeth había estado 142
despidiendo a su doncella por las mañanas durante las últimas dos semanas. Al
principio, pensó que sabía que estaba con ella en la cama y estaba tratando de
proteger su reputación, pero nunca dio ningún indicio hasta esta mañana de que
estaba al tanto de sus visitas nocturnas. Todavía lo desconcertaba.
—Señor, tengo algo que pensé que podría encontrar interesante —dijo con
otra mirada nerviosa a la puerta y luego una a la ventana abierta—. Si no le importa,
señor, sería mejor cerrar esa ventana.
—Sí, ¿es esto algo que vale un chelín más? —Su voz fue suave y tranquila.
—Oh, creo que lo vale, señor. —Una vez más, lanzó otra mirada hacia la
puerta.
Robert agitó una mano impaciente para que continuara, con la esperanza de
que esto llevara a alguna parte.
No se había perdido eso en las últimas dos semanas. Las pocas veces que
comieron juntos en el pasado, tenía un apetito saludable, pero en el par de veces que
la vio en el comedor las dos últimas semanas, estaba empujando su comida en su
plato. ¿Infeliz? ¿Enferma? ¿Molesta por algo? ¿Era posible que estuviera tan
preocupada pensando en él que estaba pasando un momento difícil como el suyo?
—Y perdió su período.
—¿Estás segura?
—Sí, señor. Tuve que darle a Jane, su doncella, un chelín para que no se lo
contara a nadie más que a mí. —Se aclaró la garganta en voz baja. Robert sacó
automáticamente la moneda y se la entregó—. Además, no hace mucho tiempo,
Lady Elizabeth corrió a su habitación y cayó enferma.
Sus manos agarraron el borde del escritorio con fuerza hasta que sus nudillos
se pusieron blancos.
144
—¿Está…? ¿Crees que…?
Marie asintió.
—Es tan bueno tenerlos a ambos para tomar el té— le dijo Lady Norwood a
James y Lord Dumford.
Elizabeth tuvo que contenerse para no gemir. Había esperado evitar esto
durante el mayor tiempo posible. Cuando era pequeña, nada en el mundo la habría
hecho más feliz que la posibilidad de casarse con James. La conversación que
escuchó en la biblioteca no había afectado su decisión en lo más mínimo. Nunca
podría casarse con James.
—Ah, Lady Elizabeth, creo que me prometiste un paseo por el jardín —señaló
Lord Dumford casi desesperadamente.
¿De verdad pensó este hombre que diría que sí al primero que se lo pidió? No 145
tenía ninguna intención de decir que sí a ninguno de los dos. De hecho, si pudiera
manejarlo, le gustaría mucho quedarse sentada inmóvil donde estaba, ya que tanto
su cabeza como su estómago estaban girando.
Abrió la boca para aceptar solo para terminar de una vez, para poder retirarse
a su habitación por el resto del día y recostarse, cuando Lord Dumford se puso de
pie.
—Lo siento, pero debo insistir. Lady Elizabeth me prometió primero un paseo 146
—dijo con firmeza. Sabía que estaba mintiendo, pero anunciarlo en la habitación e
insultarlo en la casa de su madre no se hacía.
—Lo siento, hermano, pero me temo que Lady Elizabeth no puede aceptar tu
propuesta.
Robert se encontraba justo dentro del pequeño salón de baile con una
expresión tan letal que no pudo evitar sentir un cosquilleo de aprehensión. Los dos
hombres que prácticamente se encogían detrás de él llamaron su atención. Uno era
claramente un ministro y el otro podía ser fácilmente un médico basado en el
pequeño maletín negro que llevaba.
—¿Qué significa esto? —exigió su padre. Sin duda, estaba molesto con la
interrupción del compromiso que ansiaba.
—Lo siento, milord —le dijo Robert a su padre, pero sus ojos de esmeralda
enfadados se centraron en ella—, pero Lady Elizabeth ya ha aceptado casarse
conmigo… hoy. 147
Traducido por HA_112
Corregido por Imma Marques
¡É
l sabía!
—Por mucho que aprecie una buena broma, Robert, me temo que estás
148
interrumpiendo la aceptación de Elizabeth.
Lord Dumford tragó notablemente. Dio un paso hacia atrás y hacia un lado,
lejos del alcance de Robert, antes de salir de la habitación a un ritmo rápido, incluso
mientras miraba a Robert.
—No puedes hablar en serio —dijo James, señalando a Elizabeth que era la única
que había permanecido sentada—. Ustedes se odian.
149
Robert apretó sus manos con fuerza a los lados mientras observaba a
Elizabeth darle una prueba más de su engaño. “hora no había ninguna duda en su
mente de que estaba llevando a su hijo. Ignoró las miradas confusas de sus familias
y de los sirvientes que se habían quedado en la habitación mientras la observaba. El
hecho de que nadie se moviera para ayudarla no había pasado por alto de su
atención. Todos parecían estar demasiado aturdidos para hacer mucho más que
mirarlo, sin importarles ayudar a Elizabeth.
Por más enojado que estuviera con ella, no podía soportar verla sufrir. Con
una maldición murmurada, que hizo que lady Norwood y su madre se quedaran sin
aliento, se acercó a ella. “rrodillándose junto a ella, le frotó suavemente la espalda
cuando terminó. Ignoró las conversaciones en voz alta que estaban sucediendo
detrás de él y se centró en Elizabeth mientras trataba de calmar su respiración.
Podía sentir su cuerpo temblar bajo su toque. Ella estaba asustada, se dio
cuenta. Por primera vez desde que la conocía, estaba asustada. Eso solo habría
ablandado su corazón si no hubiera sido por un simple hecho.
Robert se puso de pie, trayendo a Elizabeth con él. Cuando ella trató de
alejarse de él, apretó su agarre en su brazo. Se enfrentó a sus familias y a los dos
hombres que había traído consigo.
—Lo siento, hijo. Entiendo lo fácil que es enamorarse de una mujer hermosa,
pero claramente no se siente de la misma manera. Por mucho que te aprecio, no creo 150
que el casamiento podría funcionar. —Movió su mirada a James, quien todavía
parecía confundido, pero algo aliviado—. “hora, creo que deberíamos ir a mi oficina
y tomar una copa para celebrar. ¿Qué haces…
Robert lo interrumpió.
—Lo siento, milord, pero creo que hay cierta confusión. Lady Elizabeth no
tiene otra opción en el asunto. Se casará conmigo.
—¿Te atreves a darme ordenes, muchacho? ¿En mi propia casa? —Su padre
detuvo a Lord Norwood de dar otro paso colocando su mano en el pecho del otro
hombre.
James pasó una mano frustrada por su rostro mientras estudiaba a Robert.
—¿Me ves riendo? —Robert atacó—. Esta es la última cosa en la tierra que
quiero, pero no tengo otra opción.
Lord Norwood negó con la cabeza, dándole a Robert una mirada compasiva.
—Lo siento, hijo. Ella no te quiere. Debes fijarte en alguien que sí lo hace. No
voy a forzarla en esto.
—¿Qué hiciste?
—Lo siento, James. Pero no hay nada que pueda hacer para cambiar esto.
Créeme, desearía que lo hubiera. —No se perdió el suave jadeo de Elizabeth ni su
expresión herida antes de que se viera obligado a esquivar el puño de James una vez
más.
—¿Elizabeth? —La forma en que dijo su nombre lo decía todo. Quería que
ella lo negara todo.
—N
o es tan malo —dijo suavemente Mary mientras vertía
agua caliente sobre los hombros de Elizabeth.
—Sí, lo es. Estoy casada con un hombre que me odia. James ahora me odia.
Madre y Lady ”radford se acostaron y, de acuerdo con los sirvientes, no han dejado
de llorar desde que se enteraron que la noticia se extendió por la sociedad sobre mi
condición y la ceremonia rápida. Padre no me hablará —masculló patéticamente.
—Has estado ocupada, ¿verdad? —preguntó Mary con una sonrisa amable.
153
Ella asintió aturdida antes de estallar en nuevo llanto otra vez.
Elizabeth se limitó a asentir mientras Mary seguía arrojando agua caliente con
aroma a lavanda sobre su cabello. Hoy se suponía que hiciera las preparaciones de
última hora para su viaje. En cambio, se encontraba casada con su enemigo de la
niñez y no había nada que pudiera hacer al respecto. En el momento en que él
descubrió lo del bebé, ella le pertenecía.
“ pesar de todo lo que se había prometido al pasar los años, ahora era
propiedad de otro hombre. Si eso no fuera lo suficientemente malo, el hombre al que
ahora pertenecía la odiaba y ella lo amaba más que a nada. Esta situación era
desesperante.
—¿Lo sabías? —preguntó Mary suavemente a la vez que vertía más agua
sobre la espalda de Elizabeth.
—¿Saber qué? —masculló contra sus rodillas mientras contenía otro sollozo.
Elizabeth cerró con fuerza los ojos mientras se abrazaba las rodillas contra el
pecho igual de apretadamente.
—Sí.
—¡No tiene que estar aquí! —dijo Mary y Elizabeth no necesitó alzar los ojos
para saber que su hermana ya estaba a medio camino a través de la habitación y
empujando a Robert afuera. Nunca había estado más feliz con el estilo autoritario
154
de su hermana que en ese momento.
No deseaba ver a Robert, todavía no. No cuando seguía tan enojada por lo
que él había hecho. Sabía que ella no deseaba casarse y sin embargo, la obligó. No
era tan tonta como para creer que, de hecho, hubiera tenido una elección en la
cuestión. Por más que detestara las reglas, también sabía que no podía luchar contra
ellas. Se había entregado libremente a Robert y no importaban las circunstancias de
esa elección se había arruinado a sí misma y vuelto dañada a los ojos de la sociedad.
Elizabeth resopló suavemente ante eso, incluso mientras sorbía las lágrimas.
Si de verdad pensaba que podía darle órdenes a Mary iba a darse cuenta de lo
contrario. Su hermana la amaba y nunca la abandonaría. Ella podría…
—”uenas noches, Elizabeth —dijo Mary con un suspiro cansado antes de que
escuchara la puerta de la habitación cerrarse con un clic atronador. 155
Maravilloso, pensó a la vez que se limpiaba otra lágrima, esperando que la
habitación tenuemente iluminada estuviera demasiado oscura para que él la viera
llorar.
—No tenías que ver cómo estaba, Robert. Estoy bien. ”uenas noches —dijo
ella con firmeza, esperando que él se fuera y la dejara para asimilarlo todo.
No solo estaba casada con un hombre que no la amaba, sino que ni siquiera
le agradaba. Ciertamente había dejado sus sentimientos claros en la cuestión cuando
la había humillado y la había obligado a un casamiento que ninguno de ellos
deseaba.
—Tú y yo tenemos que hablar —dijo en voz baja, demasiado temeroso de que
si hablaba más alto perdería el poco control que tenía y comenzaría a gritar.
Ella no era nada más que la mujer con la que ahora estaba atrapado. Era su
esposa y vería que tuviera un techo sobre su cabeza, comida en su estómago y ropa
en su espalda, pero eso era todo. Se irían tan pronto estuviera seguro que el
escándalo que su apresurado matrimonio había creado, se calmara lo suficiente para
no afectar a su hijo si él o ella alguna vez decidían regresar a Inglaterra.
Planeaba llevarla cuando abandonara el país. La mantendría en la habitación
más alejada de él para no tener que verla todas las mañanas. Siempre y cuando se
mantuviera fuera de su camino y trajera a su hijo a este mundo, ella podría hacer lo
que demonios quisiera luego de eso. Podría regresar a Inglaterra luego de haber
tenido al niño y a él no le importaría. Diablos, a este punto ni siquiera le importaba
si ella criaba a su hijo. Con mucho gusto contrataría a una niñera si eso necesitaba
ser hecho.
Elizabeth había estado más que dispuesta a condenar al hijo de ambos como
un bastardo por una herencia muy grande que la esperaba en su siguiente
cumpleaños. Ella habría sido una mujer muy rica, y probablemente pensó que su
dinero le habría dado a su hijo toda la protección que necesitaba, pero no lo habría
hecho. La sociedad amaba mirar desde arriba a sus inferiores y ninguna cantidad de 157
dinero habría sido capaz de evitar eso para su hijo o para Elizabeth.
Le hacía preguntarse si ella incluso planeaba quedarse con el niño. ¿Ya tenía
planes para que un cirujano librara a su cuerpo del niño o planeaba abandonar al
bebé tan pronto como naciera? Había arrancado esas preguntas de su mente,
demasiado temeroso de terminar asesinando a alguien en un ataque de furia.
Nunca en su vida había estado así de furioso. Lo único que había conseguido
calmarlo e incluso poner una sonrisa en su rostro fue el hecho de que Elizabeth
nunca vería ni un centavo de ese dinero. Ella nunca disfrutaría de la vida lujosa que
deseaba, porque se había casado con él.
El hecho de que ella todavía no tuviera idea de que lo había perdido todo le
daba alegría. Como su marido, todo lo que ella tenía ahora era suyo y probablemente
supondría que sería capaz de manipularlo con sus dulces sonrisas y pasión en el
dormitorio para obtener lo que deseaba.
Estaría equivocada.
Las condiciones habían sido muy claras, con el fin de que Elizabeth ganara
control de su herencia, tenía que casarse bien o permanecer virgen. Ella no había
hecho ninguna de las dos cosas. El padre de él podía ser Conde, pero Robert solo era
el segundo hijo, no era muy probable que ganara el título, ya que James 158
probablemente se casaría en un año con un bebé en camino muy pronto. Esa noche
en el invernadero de naranjos ella había sellado su destino. “l permitirle tomarla en
sus brazos, había perdido su herencia.
—Por favor, vete, Robert —dijo ella en voz baja mientras abrazaba sus rodillas
contra su pecho.
—Solo… vete —susurró, sin molestarse en mirarlo, pero estaba bien para él
siempre y cuando tuviera un asiento en primera fila para su ruina.
Nunca antes había sido cruel con una mujer intencionadamente. Eso solo
probaba que Elizabeth sacaba lo peor de él. “l menos, tenía toda una vida de
venganza que esperar, decidió mientras pensaba en la mejor manera de darle las
noticias.
—Sí —dijo ella en voz baja con una leve inclinación de cabeza mientras seguía
mirando el agua de su tina.
—¿No encuentras curioso que un hombre tan rico como tu padre no apartara
dinero para verte casada? —preguntó, anticipación atravesándolo mientras seguía
jugando con ella.
159
—No.
Ella soltó una carcajada sin humor mientras giraba levemente su cabeza lejos
de él y tan discretamente como era posible, se limpiaba el rostro. “sí que estaba
llorando, ¿no? Ya intentaba manipularlo. “prendería muy pronto que sus trucos no
funcionarían con él.
—Ya sabes por qué, Robert, así que, por favor, déjame en paz.
—Tienes toda la razón —dijo, asintiendo a la vez que decidía terminar este
juego y llegar directo a la conclusión—. Este juego ha durado lo suficiente. “sí que,
¿por qué no explico cómo las cosas van a ser de ahora en adelante?
—Tendrás una suma anual para cubrir tus necesidades de ropa y eso es todo.
Personalmente, veré que nuestro hijo esté bien cuidado. Puedes tener una habitación
para ti y te ocuparás de los deberes maternos. “parte de eso, no me importa lo que
hagas siempre y cuando te mantengas lejos de mi camino.
Ella asintió como si hubiera esperado eso de él y no estuvo seguro por qué 160
eso lo enervó. ¿En verdad pensaba tan poco de él? ¿En verdad creía que estaba
siendo cruel a propósito o aceptaba el hecho de que ella lo había empujado a esto?
—Había varias condiciones. La primera, por supuesto, era que te casaras bien
—dijo simplemente con un encogimiento de hombros para molestarla—. Luego,
estaba la condición puesta en tu cumpleaños.
—Entonces, ves que cual fuera el plan que tuvieras cuando decidiste ocultar
un hijo de mí no habría funcionado. Por otra parte, si simplemente hubieras
aceptado a mi hermano, habrías ganado un título y una fortuna. 161
—Pero, no amo a James —murmuró ella ausentemente mientras se abrazaba
las piernas con más fuerza contra su pecho como si eso la protegiera de su nueva
realidad.
—¿M
ary? —preguntó, tragando nerviosamente
mientras se estiraba y se aferraba a los lados de la
bañera, rezando para que la herencia que había
sido destinada para ella fuese destinada a la
única hermana que la usaría sabiamente.
No se separaría de una sola libra si eso significaba que ayudaría a alguien que
consideraba indigno de ella. Heather gastaría el dinero en vestidos lujosos, joyas,
fiestas y todas las chucherías costosas que podría conseguir en sus manos codiciosas.
Ella nunca consideraría ayudar a nadie más que a sí misma.
—Sí, estoy seguro que estás bastante molesta por eso. No hay duda de que
Mary te habría dado lo que quisieras, pero Heather… —dijo de manera significativa
mientras se detenía antes de continuar—, dudo que Heather comparta un chelín
contigo.
Había arruinado todo porque se había enamorado del hombre equivocado, pensó
aturdida mientras luchaba por pararse sobre sus piernas temblorosas mientras su
cabeza daba vueltas, haciéndola sentir cada vez más mareada.
163
“ire fresco, necesitaba aire fresco, decidió mientras se las arreglaba para
ponerse de pie.
—¿Elizabeth? —dijo Robert, sonando incierto mientras ella luchaba por salir
de la bañera.
—So… solo déjame en paz, Robert. Has lanzado tu golpe, así que vete —dijo
justo antes de que sus piernas cedieran y cayera hacia adelante.
Se había puesto muy pálida. Su cuerpo frío temblaba en sus brazos, incluso
cuando intentaba alejarlo.
Solo estaba fingiendo, trató de decirse a sí mismo mientras retiraba sus brazos
para poder levantarse. Simplemente estaba molesta por haber perdido una fortuna,
se dijo a sí mismo, haciendo todo lo posible para aumentar su ira hacia ella una vez
más. Solo estaba tratando de manipularlo para que él… para que él…
—Oh, Dios —dijo con voz ahogada mientras se levantaba lentamente, con los
ojos fijos en la sangre que manchaba sus pálidos muslos.
Una vez hecho esto, se dejó caer de rodillas junto a la cama y cubrió las manos
frías de Elizabeth que descansaban sobre su vientre con las suyas. Le dio un apretón
suave en las manos mientras ella sollozaba silenciosamente, sin duda dándose 164
cuenta que acababa de perder a su hijo.
—¡Voy a matarlo! —gritó lord Norwood cuando una vez más fue arrastrado
por los sirvientes que estaban desesperados por salvar a su empleador de cargos de
asesinato.
No estaba seguro de cuánto tiempo pasó desde que el cirujano había exigido
que lo retiraran de la habitación. La única razón por la que aceptó fue para que a
Elizabeth se le concediera cierta privacidad, pero también pensó que su madre
debería haber salido de la cama y tendría que estar consolando a su hija. Cuando se
hizo evidente que Lady Norwood no tenía planes de consolar a Elizabeth, Robert
había pedido ayuda a su madre.
Su madre no había dudado en ofrecerle consuelo a su nuera. Tan molesta
como estaba su madre, él no tenía ninguna duda de que ella estaba angustiada por
su situación, se había apresurado a salir de su habitación y había ido directamente a
la habitación de Elizabeth sin dignarse en echarle un vistazo. Ella realmente amaba
a Elizabeth y él agradecía a Dios por eso.
Todo lo que necesitaba era una segunda oportunidad para hacerla feliz,
cuidarla y ganarse su perdón. Movería el cielo y el infierno para tener otra 165
oportunidad con ella. La sola idea de no volver a verla nunca más lo tuvo luchando
por tomar su próximo aliento. No podría vivir sin ella, no quería hacerlo porque…
Porque la amaba.
—¡Te mataré por esto, bastardo! —gritó lord Norwood cuando finalmente fue
arrastrado del pasillo.
—Perdí la paciencia e hice que perdiera el bebé —dijo, con voz ronca por la
emoción mientras se permitía llorar por la pérdida de su hijo, un niño que nunca
vería.
—Dije cosas que no debería haber dicho. Estaba enojado con ella y… dejé que
mi temperamento me dominara —dijo, frotándose las manos sobre el rostro,
deseando poder rehacer este día.
—Mi lugar es con mi esposa —dijo, sus ojos se posaron en la forma dormida
de Elizabeth y permanecieron allí mientras caminaba hacia ella.
Se veía tan tranquila, pensó mientras se inclinaba sobre ella para poder retirar
suavemente un mechón de cabello de su rostro.
—¿Cómo está mi esposa? —le preguntó al cirujano, sin apartar los ojos de
Elizabeth.
—¿Y cómo está mi esposa? —preguntó, rogando porque ella estuviera bien
después de esto.
167
—Está muy molesta, señor ”radford, pero con descanso, comida y tiempo,
creo que se recuperará por completo y debería poder tener más hijos.
Robert asintió mientras suspiraba aliviado. Ella estaría bien. Eso es todo lo
que le importaba. ”ueno, había una cosa más que tenía que saber.
No sabía qué hacer con lo que dijo el cirujano, pero de una cosa estaba seguro
desde este momento cuidaría mejor a su esposa.
Traducido por Kalired
Corregido por Flochi
—P
or favor, para.
—Lo necesitas para recuperarte —dijo con un firme gesto mientras colocaba
el asqueroso caldo de nuevo en la mesa y tomaba la taza de té igualmente
desagradable y trataba de hacerla beber.
—No —respondió rápidamente antes de cerrar sus labios con fuerza una vez
más.
—Te hará más fuerte —explicó pacientemente mientras hacía otro intento.
—No, ¡me hará vomitar! —logró decir antes de que pudiera llevar la taza a
sus labios.
—Sólo estás haciendo esto más difícil para ti —dijo, estirándose y apartándole
la mano de su boca.
Con los ojos entrecerrados, ella rápidamente lo reemplazó con su otra mano.
Cuando retiró la mano, lo hizo de nuevo hasta que se vio obligado a agarrar ambas
manos, con un gruñido de frustración y las sujetó contra el colchón. Su sonrisa era
engreída hasta que se dio cuenta que con ambas manos sujetando, no podía levantar
la taza y obligarla a beber.
169
—Estás siendo terca —acusó con una mirada hosca.
—¡Lo necesitas!
Cuando se dio cuenta que había perdido a su hijo, no quiso nada más que
seguirlo. El dolor de perder a un hijo era algo que nunca más quería volver a
experimentar. En ese momento había odiado al médico por eso, pero se alegró que
le hubiera dado un medicamento para hacerla dormir. Le había dado un breve
descanso de la pena.
Tan pronto se dio cuenta que estaba despierta, fue a la cama y la atrajo hacia
sus brazos en lugar de gritarle como había esperado. Le frotó la espalda, le besó la
frente y le dijo palabras tranquilizadoras mientras lloraba la pérdida de su bebé.
Cuando Robert se dio cuenta que la sirvienta encargada de ayudarla a recuperarse
solo estaba ahí de pie, mirándolos boquiabiertos, la mandó a salir de la habitación.
—Media taza, es todo lo que tienes que beber —dijo con dulzura cuando le
soltó las manos y levantó la taza—. Vamos, sólo unos pocos sorbos.
—Elizabeth, es bueno para ti —dijo, dándole una sonrisa que hizo cosas raras
en su estómago.
—”ien —dijo ella asintiendo mientras tiraba las sábanas y movía las piernas
al borde de la cama—. “hora tal vez pueda conseguir algo de comida real.
—El médico dijo que tenías que quedarte en cama durante al menos otra
semana —señaló Robert mientras se movía para ayudarla a volver a la cama.
—¿Fue el mismo médico que dijo que tenía que tomar el té? —preguntó,
aliviada cuando dio un paso atrás con un suspiro y extendió su mano para ayudarla
a ponerse de pie. 171
—Ya es pasada la medianoche. No creo que haya nadie dispuesto a hacerte
algo para comer —señaló una vez que se puso de pie.
—Estoy segura que me las arreglaré —dijo, sin molestarse en recordarle que
sabía cocinar, ya que la mayoría de los hombres de su posición se escandalizarían de
que sus esposas hicieran algo que creían que era el trabajo de un sirviente.
—Te lo comerías todo antes de salir de la cocina —señaló con una sonrisa.
—Un día tendrás que explicar cómo te las arreglas para comer tanto —dijo,
dirigiéndose a la puerta, pero no llegó muy lejos antes que se encontrara en sus
brazos.
—En realidad tengo una teoría sobre eso— dijo con una sonrisa mientras
caminaba hacia la puerta.
—¿De verdad? ¿De qué se trata? —preguntó ella, demasiado curiosa para
fingir lo contrario.
Su apetito era bastante aterrador. Nunca había visto a alguien comer tanta
comida de una sola vez. En realidad, había varias sirvientas que se negaban a
servirle, aterrorizadas de que accidentalmente devorara sus manos si no liberaban
las bandejas de comida lo suficientemente rápido.
—¿Yo?
—Si recuerdo bien —dijo, moviéndola ligeramente en sus brazos para que
172
pudiera bajar con seguridad por la escalera mal iluminada—, me maldijiste a mí y a
todos mis futuros herederos.
Jadeó.
—¡No hice tal cosa! —dijo, a pesar de que sonaba como algo que ella haría.
—”ueno, estoy segura que hiciste algo para merecerlo —dijo con fingida
arrogancia que lo hizo sonreír cuando se dio la vuelta y empujó la puerta de la cocina
para abrirla con la espalda.
—Realmente eras un niño horrible —dijo con una sonrisa mientras se alejaba
y comenzó a buscar en los armarios, preguntándose qué había hecho para que
Robert hiciera algo tan cruel. Probablemente era algo mucho peor que lo que él le había
hecho, pensó con un suspiro de satisfacción.
Robert le lanzó una sonrisa divertida que decidió ignorar cuando comenzó a
preparar los bollos. Cuando terminó la masa y estaba lista para dejarla levar, estaba
hambrienta y estaba pensando en saltarse este paso y simplemente cortar los bollos
y hornearlos, sin preocuparse de que terminaran planos. La única razón por la que
dudó en hacer precisamente eso fue Robert. Ella se había jactado de hacer los mejores
bollos y ahora quería demostrarlo. Pero estaba tan hambrienta y no estaba segura de
poder esperar hasta que…
—“quí —dijo Robert mientras colocaba una pequeña bandeja llena de queso,
pan y jamón cortado delante de ella.
—L
o sé —estuvo de acuerdo Elizabeth con un pequeño
suspiro mientras se metía otro trozo de queso en la boca,
sonando tan jodidamente disgustada por la posibilidad
que no él pudo evitar sonreír.
Siempre habían sido amigos, a veces actuaban más como hermanos que como
pareja casada. Nunca compartieron una habitación, nunca se miraron entre sí con
algo más que afecto casual y nunca fingieron estar enamorados. No es que él quisiera
saberlo, porque el conocimiento probablemente lo asustaría de por vida, pero
dudaba mucho de que su madre hubiera agraciado la cama de su padre desde que
le había proporcionado un heredero y un repuesto para que la línea pudiera
continuar.
Lady Norwood era la típica madre y esposa de la sociedad. Decía las cosas
correctas, iba vestida a la última moda, obedecía todas las reglas y fruncía la nariz a
quienes no lo hacían. También tenía muy poco que ver con la crianza de sus hijas. Se
lo había dejado a las niñeras y a las institutrices, solo para involucrarse en las vidas
de sus hijas cuando se trataba de chismes, la posibilidad de que sus hijas se casaran
o si sus hijas la avergonzaban de alguna manera.
Lo único bueno que podía decir sobre Lord Norwood en lo que se refería a 175
sus hijas era que el hombre realmente amaba y se preocupaba por sus niñas. Había
visto a Lord Norwood preocuparse por ellas, sonreía cálidamente cuando las veía y
parecía realmente complacido de tenerlas cerca.
—Lamento mucho no haberte contado sobre el bebé —dijo ella en voz baja,
mencionando el tema que había decidido dejar hasta otro día.
Demasiado tarde, se dio cuenta cuando ella se enjugó una lágrima con un
pequeño paño de cocina. Fingiendo que todo estaba bien, se puso de pie y concentró
toda su atención en el tazón de la masa. De alguna manera, se obligó a permanecer
sentado cuando todo lo que quería era tomarla en sus brazos y decirle que la
perdonaba, que no era importante, pero lo era.
Quería saber, necesitaba saber. No estaba tan enojado como antes. Cristo
todopoderoso, ¿cómo podría estarlo? Ella acababa de perder a su hijo y él sabía que
estaba de duelo por ese niño con todo su corazón. Había visto la angustia en sus ojos
mientras ella lloraba por la pérdida de su primer hijo.
Ella solo había pasado un poco más de un mes y medio en su embarazo, pero
sabía que ya amaba a ese bebé. Mientras que la mayoría de las mujeres simplemente 176
aceptaban el hecho de que habían perdido un hijo, ya que sucedía con tanta
frecuencia, Elizabeth se había tomado la pérdida con fuerza. Eso le dijo mucho sobre
ella, confirmando su opinión anterior y haciéndole arrepentirse de haberla llamado
perra incluso si solo lo había hecho en su cabeza. Simplemente no podía ver a la
mujer que había sostenido en sus brazos durante las últimas dos semanas mientras
ella lloraba de corazón, ser una perra viciosa que deliberadamente sometería a un
niño a una vida de miseria y que se lo calificara de bastardo.
Simplemente no pudo.
—¿De qué diablos estás hablando? —preguntó un poco más áspero de lo que
había pensado, haciéndola estremecerse notoriamente.
Sin una palabra, se colocó detrás de ella y la envolvió con sus brazos,
atrayéndola contra su cuerpo.
—Sí, lo habría sido —dijo, alejándose de él, pero no la iba a dejar ir.
—¿Qué te hace pensar que no me gustas? —preguntó, sonriendo cuando ella 177
soltó un resoplido delicado.
Por otra parte, todavía se miraba con desprecio el mostrar afecto por la esposa
de uno en público, pero no le importaba nada. Le encantaba tocarla, abrazarla y sería
condenado si permitía que las reglas inventadas por un grupo de hipócritas dictaran
su vida. Ella calmaba algo profundo dentro de él, le daba paz y lo hacía sonreír
incluso cuando estaba haciendo todo lo posible para molestarlo.
Cuando se dio cuenta que ella se había vuelto a callar, se contentó con
simplemente abrazarla. Durante varios minutos se quedaron así, la sostenía en sus
brazos mientras ella distraídamente trazaba sus dedos a lo largo de sus antebrazos.
Él podría haberla abrazado toda la noche, pero necesitaban hablar. Rezando para
que no lo rechazara, le preguntó una vez más por la respuesta que temía.
—No quería que me odiaras más de lo que ya lo hacías —dijo tan suavemente
que él casi se lo perdió.
—Estás siendo muy dulce con todo esto, Robert, y mientras lo aprecio, lo
entiendo. Debería haberte dicho tan pronto estuve segura que estaba embarazada
y…
—Tan pronto como descubriese una manera de decírtelo sin hacer que me
odiaras —admitió, sonando tan miserable que no pudo evitar sonreír.
179
Traducido por Florff
Corregido por Flochi
—¿U
na tregua? —repitió Elizabeth lentamente,
comprensiblemente recelosa considerando que la
sugerencia había venido de Robert ”radford y que
esta no era la primera vez que había sugerido una
cosa como esa.
—Creo que sería lo mejor —dijo él, repitiendo las mismas palabras que había
usado hace dieciséis años cuando la había engañado para que saliera de su escondite
en el granero de su padre donde se había estado ocultando tras un incidente, que
involucraba a Robert, un cuenco de miel y alrededor de cinco sacos de plumas de
180
pollo.
“unque estaba de acuerdo de todo corazón con que una tregua de alguna
clase sería beneficiosa porque así dejarían de matarse el uno al otro, tan solo no podía
ignorar la voz en su cabeza gritándole que corriera. Sabiendo que era tanto tonto
como sinsentido ya que no había ningún lugar al que correr ahora que estaban
casados, se obligó a permanecer en la cocina para poder oírle.
Eso no significaba que fuera a hacer algo tonto como permanecer a su alcance.
Tan casualmente como pudo, rodeó la mesa y empezó a trabajar en los huevos,
diciéndose que sería capaz de llegar a la puerta si esto se convertía en una trampa.
“parte de una sonrisa divertida que le dijo que él sabía exactamente lo que estaba
pensando, no comentó la acción.
Ellos no habían tenido una pareja amorosa, la única exigencia que ella había
puesto al matrimonio. Ni siquiera podía decir que fueran amigos y dada su historia
y como había nacido su matrimonio, no había esperado un matrimonio cordial
cuando su padre había aceptado a disgusto que tenía que casarse con Robert.
—Eso suena razonable —tuvo que admitir ella, más que razonable teniendo
en cuenta que la mayoría de los hombres no les importaba ni un ápice si sus esposas
eran felices.
—Desde ahora en adelante, creo que sería mejor si empezamos con una
pizarra limpia —sugirió, sonando esperanzado mientras ella agarraba una sartén, el
pequeño cuenco de mantequilla y el plato con los cuadraditos de jamón y se dirigía
a la estufa. “brió la puerta de la estufa, asegurándose que el fuego que los sirvientes
habían encendido antes de retirarse por la noche aún estaba en marcha antes de
añadir algo más de carbón y madera para asegurarse que el fuego estuviera lo
bastante caliente para cocinar su comida.
—Lo que estoy proponiendo —dijo él, haciendo una pausa lo bastante larga
para robar otra pieza de jamón—, es que aceptemos lo que sucedió cuando éramos
niños y sigamos adelante. Me gustaría empezar de cero contigo, Elizabeth.
—¿Y de verdad crees que eso es posible? —preguntó ella, retorciendo sus
labios mientras él robaba otro trozo de jamón.
—¿Por qué? —dijo ella, frunciendo el ceño a la sartén mientras robaba otro
trozo de jamón. “ este paso no quedaría nada de jamón en la sartén para el momento
en que echase los huevos.
—¡Ow! ¿Por qué demonios fue eso? —preguntó él con un puchero mientras
retiraba la mano.
—“quí —dijo ella, sirviendo algo de jamón en el plato. “penas se movió para
alcanzárselo cuando de repente se encontró con el plato arrancado de sus manos y
Robert devorando el jamón—. Tu apetito es aterrador —dijo ella con un suspiro
exasperado a pesar de que se sentía secretamente complacida de que no él no
estuviera furioso porque ella disfrutara cocinando.
—“hora, ¿qué tiene que ver exactamente el invernadero con esta tregua tuya?
—preguntó ella, esperando distraerle del jamón y así quedaría algo para la cena.
—¡Descarada feroz!
—No voy a alimentarte hasta que me expliques esta tregua tuya —dijo ella,
esperando que sus maneras de ladrón se estuvieran ralentizando hasta que ella
pudiera cocinar la comida finalmente.
—Continúa con eso, Robert —dijo ella, echando los huevos batidos en la
sartén, esperando que eso fuera suficiente para impedirle robar algo más de jamón
durante un rato.
184
No lo hizo.
—No sabía quién eras —señaló ella, salteando el jamón y los huevos mientras
mantenía un ojo en su mano taimada.
—¡“uu! —jadeó él, pero esta vez fue lo bastante inteligente para retirar la
mano y continuar montando sus argumentos para una tregua—. Exactamente mi
punto. No sabías que era el niño pequeño que acostumbraba a hacer de tu vida un
infierno y te gustó el hombre en que me he convertido —dijo él, su tono retándola a
mentir cuando ambos sabían que fue mucho más que gustarle aquella noche.
—La única razón por la que nos lanzamos a la garganta del otro los pasados
meses es por nuestra historia previa —explicó él y ella estuvo bastante tentada de
admitir que también lo hacía porque era divertido.
—Podrías tener razón, Robert —dijo ella en su lugar, añadiendo queso a los
huevos y el jamón y mezclando durante un minuto antes de quitar la sartén del calor
y colocarla a un lado. Disparando una mirada de advertencia a Robert, se acercó a
los hornos y sacó los bollos ahora dorados y los colocó en el mostrador para que se
enfriaran.
Cuando posó los platos, ella se puso nerviosa. Estaba hambrienta y no estaba
de humor para luchar con Robert por la comida. Solo quería…
—“quí tienes, descarada —dijo él con una sonrisa mientras colocaba un plato
cargado de comida en la mesa delante de ella.
Cuando Robert colocó tres bollos untados con mermelada en su plato, levantó
uno y lo devoró, deteniéndose solo lo suficiente para lanzarle una mirada cuando
tuvo la osadía de reírse entre dientes.
—Lo siento —dijo él, sentándose enfrente de ella y trayendo su atención sobre
el hecho de que él no estaba comiendo.
—¿No tienes hambre? —preguntó ella, estirando la mano por otra galleta.
—N
o seas tonto, Robert —dijo Elizabeth con un resoplido,
mientras se levantaba y se dirigía al hornillo—. Hay
comida suficiente para los dos.
Sacudió la cabeza.
Era obvio que su esposa tenía hambre y él se negaba a quitarle ni una pizca
de comida. Le encantaba verla comer, porque eso quería decir que se encontraba
mejor. Había perdido la cuenta de las veces que había rezado durante las últimas
semanas para que mejorase. La idea de perderla era más dolorosa de lo que esperaba
y lo hizo darse cuenta de lo importante que era ella para él.
De repente, todas las peleas que habían tenido a lo largo de los años ya no
importaban, no si eso significaba que la perdería. No podía imaginar una vida sin
su descarada, irritándolo, burlándose de él y haciéndole sentirse vivo por primera
vez en años. El hecho de que le hubiera mentido sobre el bebé tampoco importaba
ya.
Así que iba a cortejar a su propia esposa. Iba a convencerla de que le diera
una segunda oportunidad, que le permitiese demostrarle que él era la elección
correcta. Cuando se casó con él, ella perdió su fortuna; y, aunque nunca podría
proporcionarle los lujos que había perdido, se aseguraría de que fuese tan feliz, que
eso no importase.
—No te preocupes por mí, descarada. Estoy bien —dijo, obligándose a no 187
mirar la comida por miedo a perder el control.
—Podemos comer mientras me cuentas más sobre esta tregua tuya —señaló
Elizabeth y, cuando abrió la boca para discutir, ella empujó el bollo más delicioso
que había probado nunca dentro de su boca.
—¿Te gusta? —preguntó Elizabeth. Su tono era casual, pero él podía ver que
estaba complacida.
—No mentías —dijo, terminando el último de los bollos que ella le había dado
y agarrando tres más. Les puso mermelada de melocotón y colocó dos junto al plato
de ella.
—Está bien. —Asintió, dando otro mordisco más a un bollo, antes de dejarlo
junto a su plato y obligarse a concentrase.
—Estaría dispuesta a olvidar el pasado si tú haces lo mismo —dijo Elizabeth,
retomando su anterior conversación.
—También me gustaría eso —dijo en voz baja, con una pequeña sonrisa que
le dio esperanza— ¿Qué más? —preguntó, sonando ansiosa por mejorar la situación
entre ellos.
—No más peleas —repitió, para que ella supiese que se había acabado lo de
hacer su vida un infierno—. Y no más secretos —agregó, antes de pensar en cómo
sonaría.
Estaban jodidamente buenos. Su esposa era una cocinera excelente, y solo por
eso, ya era un hombre con suerte. No tenía ni idea de que cocinara tan bien. Un
hombre al que le gustaba tanto la comida sería tonto si despreciase a alguien con tal
habilidad en la cocina.
—Lo primero que quiero dejar claro —dijo, deteniéndose solo lo suficiente
para dar otro bocado—, es que puedes cocinar lo que quieras, cuando quieras.
Tomó algunos bocados más, y decidió que, tal vez, deberían hablar sobre los
básicos del matrimonio.
—Gracias, Robert.
—Vendí la propiedad que compré hace unos meses —dijo, decidiendo darle
la noticia lo más suavemente posible. Esperaba que se tomara bien las novedades y
no se negara a ir con él, porque, de verdad que odiaría recurrir al secuestro de su
propia esposa, pero se negaba a vivir sin ella.
—No, no nos quedaremos seis semanas. Puede que solo una o dos —dijo,
esperando que fuera menos, pero no iban a irse hasta que ella estuviese lo
suficientemente recuperada para el viaje.
—Sí.
Tuvo que esforzarse para contener su sonrisa. Solo su descarada diría algo
así. Ninguna otra mujer se atrevería a exigir algo así a su marido, especialmente
cuando no había aportado nada al matrimonio, y dependía únicamente de su
generosidad, pero, por otra parte, Elizabeth no era como las demás.
No pudo evitar fruncir el ceño ante eso mientras tomaba el último bollo.
—Por ahora, es todo lo que se me ocurre —admitió con un encogimiento de
hombros.
—Bueno, al menos debería ser suficiente para impedir que nos matemos entre
nosotros.
192
Traducido por Antoniettañ
Corregido por Flochi
¡D
ios mío, todavía la estaba pinchando!
No fue hasta que trató de alejarse de ello que el gemido soñoliento de Robert 193
le dio una pista de la identidad del objeto duro presionando firmemente contra su
trasero. Una vez que se dio cuenta exactamente con lo que estaba lidiando, tuvo un
tiempo difícil pensando en cualquier otra cosa.
¿Debería moverse?
¿Quizás debería despertarle para que pudiera apuntar esa cosa en otra
dirección?
Cerró los ojos, decidiendo que era probablemente lo mejor que ambos
recuperaran el sueño perdido mientras tenían la oportunidad, cuando Robert se
movió detrás de ella. Cuando se movió hacia atrás, tomando su hombría con él, ella
no pudo evitar suspirar con decepción. “unque no le importaría un poco más de
sueño, tuvo que admitir que había estado disfrutando de la sensación de eso
presionado contra su cuerpo, es decir, una vez que dejó de apuñalarla.
Se sentía bien.
Muy bien, decidió ella, reprimiendo un gemido mientras cerraba los ojos y
luchaba contra la necesidad de moverse contra ello. No podía creer que tal cosa
pudiera ser estimulante, pero lo era. Disfrutó de la sensación de eso en contra de su
piel, la forma en que hizo su cuerpo hormiguear con anticipación y la forma en que…
—Su padre está abajo, señor ”radford —explicó Jane mientras corría por la
habitación, recogiendo su ropa—.Tiene que hablar con usted, señor.
—Puede esperar —dijo Robert mientras apretaba otro beso contra su hombro
y se acurrucaba más cerca de ella.
Ella abrió la boca para sugerir que Jane bajara y le dijera a su nuevo suegro
que necesitaban unos minutos más cuando el hombre mismo vino a irrumpir en la
habitación con el padre de ella cerca detrás de él.
—Es lo mejor —dijo su padre, dándole una sonrisa tranquilizadora que puso
sus nervios a correr.
—¿Qué es lo mejor? —preguntó ella, mirando entre los dos hombres delante
de ella, pero fue Robert quien respondió a su pregunta.
Por un momento, sólo pudo sentarse allí mientras luchaba para entender lo
que acababa de decir. ¿“nulado? Eso no era posible. Él había tomado su inocencia y
habían perdido a un niño. Ella no sabía mucho acerca de las anulaciones, porque era
uno de esos temas que solamente era mencionado en susurros silenciosos, pero sabía
lo suficiente como para saber que no calificaban para una anulación. El matrimonio
fue consumado. No importaba si se había hecho antes de que ellos tomaran sus
votos ya no era virgen. Gracias a los chismes propagándose por todos los hogares
de Londres, todos conocían las circunstancias de su precipitado matrimonio.
Su padre, por otro lado, veía las cosas un poco diferentes de lo que ella lo
hacía.
—Lo único que importa es que no tuviste una noche de bodas, querida. Los
dos hemos pedido algunos favores y podemos tener este matrimonio anulado en
sólo unas horas y tu compromiso con James anunciado al final del día.
—¿Por qué asumirían exactamente que querría casarme con James o que él
querría casarse conmigo para el caso? —preguntó, enfocando su atención en los
hombres de pie delante de ellos.
—Ya he hablado con James. Entiende que las cosas entre ustedes dos
simplemente se han llevado a cabo. Está dispuesto a casarse contigo tan pronto como
sea posible y hacer las cosas bien.
—¿En serio? ¿Está dispuesto a casarse con una mujer sin una libra a su
nombre después de que ella dejara la cama de su hermano? —“rrastró las palabras
Robert perezosamente, pero ella no se perdió el borde amenazante de su tono—. Eso
no suena como James.
—Nos damos cuenta que esta situación no es ideal y que es injusto ponerte
en tal situación, Robert —se apresuró a explicar el padre de ella—. Por eso, tu padre
y yo creemos que mereces una indemnización por tus problemas.
198
Traducido por HA_112
Corregido por Vickyra
—M
e gustaría unos minutos para discutir el asunto con
Elizabeth —dijo Robert un momento después,
aturdido, mientras hacía todo lo posible por no
agarrar a Elizabeth en sus brazos y huir de esta casa y esta conversación, para que
no tuviera que enfrentar el hecho de que estaba a punto de perder a la mujer que
amaba por su hermano.
—No creo que eso sea sabio —dijo Lord Norwood después de una ligera
pausa.
199
—Solo unos minutos, papá —dijo Elizabeth, haciendo que cada músculo de
su cuerpo se tensara.
Unos minutos…
Cuando la puerta se cerró con un suave clic, abrió la boca para hablar, pero se
dio cuenta que no sabía qué decir. ¿Cómo se suponía que iba a competir con James?
Era mayor, tenía un título y una respetable reputación. Él también podría darle la
vida que ella merecía, que era suya por derecho. Quedarse con él solo la arrastraría
hacia abajo y él la quería demasiado como para hacerle eso.
—Solo tenemos unos minutos —pensó que dijo ella, pero no estaba del todo
seguro ya que toda su atención estaba en sus hermosos pechos que rebotaron
ligeramente cuando se inclinó sobre el lado de la cama y tiró de la cuerda de seda
cerca de su cama.
Elizabeth soltó un gemido frustrado mientras movía su pene contra ella una
vez más. Cuando se movió, rozando la punta contra su centro, se vio obligado a
agarrar sus caderas y mantenerla inmóvil para poder concentrarse.
—Elizabeth…
—¿Qué?
Ella soltó un resoplido cuando soltó el agarre que tenía en su pene y envolvió
sus brazos alrededor de sus hombros.
—No puedo darte las cosas que James puede darte —se sintió obligado a
señalar.
—Sí —dijo, inclinándose para besarlo de nuevo, pero él tenía otros planes.
Era el infierno.
—Tenemos que detenernos —dijo, luchando por retirarse, pero parecía que
ya no tenía control de su cuerpo.
—¡No hagas que te mate! —gruñó Elizabeth contra sus labios, haciéndolo
gemir incluso mientras gruñía de frustración.
—Si no nos detenemos ahora, los sirvientes nos sorprenderán —dijo, sin
importarle realmente si lo sorprendían teniendo relaciones sexuales, pero no quería
202
avergonzar a su esposa ni arriesgarse a que alguien más viera el hermoso cuerpo
que estaba destinado sólo para sus ojos.
—¿Estás segura? —preguntó, decidiendo una vez más no discutir con ella ya
que no era un idiota. Realmente no había necesidad de recordarle que James era
probablemente la mejor opción. Se daría cuenta de eso con el tiempo y para cuando
lo hiciera, ya sería demasiado tarde.
—Sí —siseó, jadeando con fuerza cuando envolvió sus piernas alrededor de
él y arqueó la espalda para llevarlo más profundo.
—Nunca te dejaré ir, descarada —juró contra sus labios mientras la envolvía
con sus brazos y la apretaba contra él.
—Bien.
—¿Necesita ayuda para vestirse, mi…? Oh, Dios mío —escuchó a una criada
gritar segundos antes de que la puerta se cerrara de golpe.
203
Traducido por Ale Grigori
Corregido por Vickyra
—T
u hermano se fue de nuevo.
—Regresó ayer por la tarde después de que tu padre enviara por él —explicó
su madre con un resoplido mientras perdía la esperanza de que dejara de pasearse
de un lado a otro y se sentara en la silla junto a la sala de desayuno.
Sin duda, su hermano pudo venir tan rápido porque se estuvo quedando con
su amante, pero no se molestó en señalarle eso a su madre, ya que probablemente le
daría una mirada fulminante y todo un nuevo sermón.
—Sí —dijo su madre mientras se alisaba la falda—, sabías que estaba ansioso
por casarse con Elizabeth.
—Hubiera sido una pareja segura —dijo su madre en voz baja, llamando su
atención momentáneamente desde el pasillo.
—Nunca la lastimaría —dijo con firmeza, harto de las tontas suposiciones de
que alguna vez lastimaría a Elizabeth.
—No a propósito —dijo con cuidado—, pero con tu historia, dudo que pasará
mucho tiempo antes de que los dos estén sobre la garganta del otro.
Se llevaban más que bien. Después de haber hecho el amor esta mañana para
poner fin a cualquier otra sugerencia de que deberían anular el matrimonio, se
habían quedado dormidos en los brazos del otro. No hace mucho rato, se había
despertado con Elizabeth a horcajadas en su regazo mientras intentaba montarlo una
vez más. Aparentemente, una vez que su descarada tenía una idea en la cabeza, no
podía dejarla pasar.
Probablemente había sido lo más difícil que había hecho en su vida, pero se
las había arreglado para obligarse a sí mismo a quedarse allí y dejar que Elizabeth
se divirtiera. Había amado la forma en que sonrió, se rio y se burló de sí misma 205
mientras hacía todo lo posible por descubrir la mecánica de montarlo.
Lo había hecho sonreír y reír incluso cuando se había visto obligado a juntar
sus manos detrás de su cabeza para evitar agarrarla y empujarla abajo sobre su pene.
Dios, había estado tan mojada, goteando sobre su pene hambriento mientras lo
frotaba, desesperada por ponerlo dentro. Cuando comenzó a restregar su montículo
mojado contra él mientras gemía y jadeaba su nombre, había perdido la batalla, lo
alcanzo y se agarró a sí mismo.
Para entonces, su pene estaba completamente cubierto con sus jugos. Su mano
se deslizó por su longitud y gimió. Se había sentido tan bien, increíblemente bien.
Su mano se movió por sí misma mientras sus ojos devoraban la vista de ella. Verla
observarlo cómo se acariciaba a sí mismo casi lo había deshecho, por lo que
disminuyó la velocidad, provocándolos a ambos.
Su mano comenzó a moverse otra vez, sus ojos se fijaron en su mano mientras
se masajeaba lentamente su montículo. Su respiración se tornó dificultosa mientras
ella se exploraba a sí misma, sus dedos deslizándose entre su abertura, brillando con
su excitación y, cuando tentativamente deslizó un dedo en su interior, se había visto
obligado a agarrar su pene con fuerza para evitar correrse.
No, no su descarada.
No había durado mucho, pero la había tomado con todo lo que tenía, sin
detenerse hasta que estaba gritando su nombre y se estaba derramando dentro de
ella. Momentos después de que él se viniera, todavía estaba empujando lentamente
su pene flácido dentro, no queriendo nada más que tomarla de nuevo, pero su
descarada parecía tener otros planes.
—Sí, por supuesto —mintió, pasándose los dedos por el cabello. ¿Dónde
diablos estaba su té?
—Lo siento —dijo, lanzándole una sonrisa forzada antes de que volviera su
atención al pasillo.
—Esperaba que algún día hicieras una buena pareja, Robert —comenzó a
explicar, pero él no estaba de humor para un sermón esta mañana.
—Los sentimientos que los hombres tienen por las mujeres hermosas, Robert.
Puede que sea tu madre, pero sé que los hombres a menudo permiten que sus
atenciones tomen el control de sus vidas y me temo que eso es lo que has hecho,
Robert. Te casaste con una mujer que odias simplemente porque es hermosa.
—Esa no es la razón por la que me casé con ella —dijo Robert, tratando de
tranquilizar a su madre de que todo estaría bien.
—Sé que te casaste con ella para hacer lo correcto. Así es como te criaron y no
esperaría menos de ti, Robert, pero con el bebé perdido, puedes corregir este error.
Puedes terminar este matrimonio antes de que alguien salga lastimado —dijo, su
tono suplicante mientras se estiraba y tomaba ambas manos entre las suyas.
—Tu padre y Lord Norwood se han ocupado de eso —dijo su madre con
firmeza, mirando a cualquier parte menos hacia él y sin sonar complacida de tener
esta conversación más de lo que él lo estaba.
—No hay nada que arreglar —dijo de manera inexpresiva, terminando con
208
esta conversación—. No vamos a anular este matrimonio así que puedes ahorrarte
esfuerzos, porque no son requeridos.
—¡La amo! —espetó, dándose cuenta de su error solo que demasiado tarde.
Sacudió la cabeza con frustración—. Solo olvida lo que dije…
—Sí —dijo, dándose cuenta que no tenía sentido mentir sobre eso. Las
palabras ya estaban fuera y conociendo a su madre, nunca podría fingir lo contrario.
—Si crees que me vas a manipular para que me ponga de tu lado y mire hacia
209
otro lado mientras continúas con el error de un matrimonio, ¡entonces tendrás otra
cosa, joven! —dijo, golpeando ese maldito abanico en su pecho, el cual iba a tener
que robar, mientras hacía énfasis en su punto.
—Yo no…
—¡Ay!
—¡Eso es por intentar mentirme otra vez! —explicó antes de que pudiera
preguntar.
—¡Arregla esto! —espetó ella a su padre con una mirada que claramente decía
que habría un infierno que pagar si él no lo hacía.
210
Traducido por Myr62
Corregido por Vickyra
—¿Q
ué estás haciendo?
—Robándote el cofre —dijo, aunque sintió que debería ser más que obvio lo 211
que estaba haciendo.
Era el cofre más hermoso que había visto en su vida. Nunca había visto un
mueble antes por el que mataría con gusto. El cofre estaba hecho de la madera más
fina, que había sido pulida a la perfección. Las tiras de metal negro se alineaban
perfectamente en los bordes y esquinas, haciendo que pareciera que el metal y la
madera eran uno en lugar de estar construidos juntos. El diseño en la madera estaba
nivelado, destacándose de una manera que complementaba el negro metal a la
perfección.
Se rio entre dientes cuando pasó junto a ella y abrió las dos puertas, revelando 212
dos secciones; la mitad izquierda sostenía una pequeña bandeja profunda en la parte
superior con tres pequeños cajones debajo y la mitad derecha del arcón estaba
forrada con lo que parecía ser una seda rosa clara en la parte inferior y tres lados.
—Es tan hermoso —susurró, repasando con sus dedos a lo largo del material
de seda.
—Puedes ocultar tu dinero, tus objetos de valor y cualquier otra cosa que no
quieras que encuentren aquí —explicó mientras empujaba una vez más el pequeño
divisor, pero esta vez hacia la izquierda. Con otro suave clic, toda la sección se
deslizó otra vez a su lugar.
—Oh, Dios mío —era todo lo que podía lograr decir, porque nunca había visto
algo así antes.
—Se suponía que debía ser tu regalo de cumpleaños, descarada, pero como
nos iremos en un par de semanas, pensé que deberías tenerlo ahora. Quería estar
aquí cuando lo trajeran a la habitación, pero no te sentías bien y no quería que
tuvieras que esperar por tu té —dijo, divagando nerviosamente por primera vez
desde que podía recordar.
—No —dijo, confundiéndola hasta que se dio cuenta que tal vez había
comprado esto para otra mujer. Si ese fuera el caso, ella no creía que pudiera soportar
ver un recordatorio de que él había querido a otra mujer sin importar cuánto amara
el cofre.
—Esto fue hecho para ti, descarada —dijo, tomándola por sorpresa.
—No recuerdo que hicieras este tipo de cosas cuando éramos niños —
murmuró Elizabeth, recogiendo su té y tomando un pequeño sorbo mientras seguía
examinando el cofre.
Sacudió la cabeza.
Las mujeres no eran las únicas que estaban restringidas por las reglas de la
sociedad. Los hombres también lo eran. A pesar de que era muy poco probable que
214
alguna vez heredara el título, todavía era el hijo de un conde y se esperaba que se
comportara como tal. Podía poseer tierras, administrar una finca, invertir e incluso
unirse al ejército si su padre le compraba una comisión, pero había cosas que se
suponía que no debía hacer, no importaba lo que le gustaba.
Cuando tomó suavemente su rostro entre sus manos para atraer su atención
hacia ella, él lo permitió.
—Por favor, cuéntamelo —dijo, arrodillándose junto a él en el suelo para
enfrentarlo.
No sabía por dónde empezar, no estaba seguro de poder compartir esto con
ella. Sabiendo que había una buena posibilidad de que tratara de huir de él una vez
que comenzara, tomó sus manos entre las suyas y la atrajo suavemente hacia él.
Cuando estuvo lo suficientemente cerca, la levantó y la colocó de modo que
estuviera sentada en su regazo.
Una vez que estuvo cómoda, la envolvió con sus brazos, complacido cuando
ella apoyó la cabeza en su hombro para que no tuviera que mirarla cuando le contara
lo que quería escuchar.
—Está bien.
—Lo recuerdo —murmuró Elizabeth con lo que sonaba como una sonrisa.
—Él no quería que me lo perdiera o que me molestaran por ser mimado por
nuestros padres. Trabajó con mis padres en cada oportunidad que tuvo hasta que
finalmente tuvieron suficiente y aceptaron dejarme ir —dijo, dejando caer su cabeza
contra el marco y cerrando los ojos al recordar el día que sus padres le dijeron que
podía ir. Había sido uno de los mejores días de su vida.
James lo había llevado a pescar para celebrar. No habían atrapado nada, pero
fue uno de los mejores viajes de pesca que había tenido antes o después. Su hermano
compartió historias de todas las travesuras que había cometido en la escuela, le había
dado consejos a Robert sobre cómo escaparse fuera de horario e incluso cómo
infiltrar dulces para que no pasara hambre. Cuando llegaron a casa, sus padres se
aseguraron de que el cocinero hubiera hecho todos sus favoritos y, por primera vez
en su vida, no habían dicho una palabra cuando fue a buscar más comida. Su padre
había terminado la noche dándole el reloj de bolsillo de su abuelo, el mismo reloj
que fue robado unos meses más tarde por un par de chicos que habían irrumpido 216
en su habitación para remojar su ropa en vinagre.
—No, no lo haces —dijo Elizabeth con una risa suave que lo hizo sonreír a
pesar de su estado de ánimo.
—Robert, lo…
—Un limón —dijo Robert simplemente, recordando la rabia a la que casi cede
en el momento en que encontró la fruta metida en su bolsa.
Quería destrozar la escuela, golpear a todos los chicos que se habían burlado
de él, hacer de sus vidas un infierno como se la habían hecho a él, pero se dio cuenta
que no podría hacerlo si los dejaba ganar.
No era quien para discutir con su esposa, se metió en la cama con ella y se 218
acurrucó detrás suyo, cuando ella se puso de lado. Él envolvió su brazo a su
alrededor y la apretó con fuerza contra él.
—Lo siento, Robert, por lo que te hice —dijo, tomándolo por sorpresa
mientras decía las palabras que había estado esperando escuchar la mitad de su vida.
Pero en lugar de gritarle o restregarle la disculpa en su cara como siempre había
imaginado que lo haría en ese momento, le dio un beso en la nuca y dijo las palabras
que los liberarían.
7 semanas después
—A
h, ¿Robert?
—Te dieron tres comidas completas al día como a todos los demás —señaló,
sin molestarse en mencionar el hecho de que, en la mayoría de los días, había
recibido una segunda comida. Se sentó en un banco cerca de su equipaje,
preguntándose cuánto tiempo más iba a seguir con esto.
—¿Te refieres a las pocas veces en las que tuviste un poco de mareo? —le
preguntó, incapaz de pensar en otra cosa de la que pudiera estar hablando, ya que
había sido la viva imagen de la salud durante la mayor parte del viaje.
—Trata de tener mareos todas las mañanas y noches —dijo ella secamente
mientras se levantaba y hacía un gesto a varios trabajadores del muelle para que los
ayudaran con su equipaje.
220
—¡Eso hace que mi prueba empeore! —dijo, poniéndose de pie para poder
ofrecerle su brazo—. Necesitaba mi fuerza para poder atenderte y mantenerte viva.
Tan pronto como se colocó detrás de las cajas, la puso de pie y la ayudó a
arrodillarse en el borde del muelle. Él le aferró sus caderas para que ella no tuviera
que preocuparse por caer al agua ya que estaba enferma por primera vez en una
semana. Cuando terminó, se recostó contra Robert, quien la envolvió con sus brazos
y murmuró dulces palabras de cariño mientras esperaban que pasara la náusea.
—Estoy bien —dijo unos minutos más tarde, jadeando un poco mientras hacía
todo lo posible por darle una sonrisa tranquilizadora cuando ambos sabían que no
lo estaba.
—No caminarás.
—La gente está mirando —señaló en voz baja, avergonzada por toda la
atención.
—Entonces deja que nos miren fijamente. ¡No caminarás! —espetó, sonando
221
enojado, pero sabía que no estaba enojado con ella.
A Robert le aterrorizaba que algo estuviera mal con su salud. Estuvo enferma
durante la mayor parte del viaje, a veces demasiado enferma para dejar la cama.
Cuando no estaba enferma, se sentía agotada, durmiendo casi toda la mañana y por
la noche antes de que el sol tuviera la oportunidad de ponerse. El médico del barco
no ayudó en nada cuando trató de restringirla a su habitación durante la mayor
parte del viaje.
—Shhh, descarada, está bien —dijo, moviéndola en sus brazos para poder
acercarla—. Todo estará bien.
—¿Bien? ¿Qué está mal con ella? —preguntó Robert en un susurro mientras
levantaba la mirada de su esposa dormida al médico anciano que parecía
confundido y algo divertido.
—¿Dice que dos médicos diferentes la han examinado en los últimos dos
meses? —preguntó el médico mientras ajustaba el camisón de Elizabeth, levantaba 222
las mantas y la arropaba.
Rezando por poder superar esto sin agarrar al médico por los hombros y
exigirle que arreglara a su esposa, Robert respiró hondo antes de responder.
—El primer doctor dijo que había abortado a nuestro hijo. El segundo doctor
me dijo una combinación de cosas. A veces decía que todo estaba en su cabeza, que
solo lo hacía para llamar la atención. Luego que tenía daño hepático, gripe,
migrañas, aunque nunca se quejó de dolor de cabeza y la última vez —comenzó a
decir cuando su voz se quebró—, la última vez dijo que probablemente tenía cáncer.
—Ya veo —dijo el doctor, sus labios se crisparon cuando hizo un gesto hacia
el pecho de Elizabeth—. ¿Y ha notado una diferencia allí?
Dios, sí…
Sus pechos parecían ser más grandes y mucho más sensibles. De hecho, la
había hecho venir solo con lamer sus pezones la semana pasada. Le había encendido
tanto que…
—Si tuviera que adivinar, diría que su esposa tiene alrededor de cuatro meses
—explicó el doctor con calma.
—He estado haciendo esto durante más de cincuenta años, joven, y le puedo
decir sin ninguna duda que su esposa está embarazada.
—Ella sangró —dijo Robert, moviéndose para incorporarse, pero una nueva
ola de mareo hizo que bajara la cabeza hacia donde se encontraba.
—Mmmhmm, algunas mujeres hacen eso. No significa que perdió al bebé.
¿Ha sangrado desde entonces?
—No —dijo aturdido mientras hacía todo lo posible por darle sentido a lo que
el doctor decía.
—¿Cuál fue la razón que dio el médico por la falta de sangrado? —preguntó
el médico, dándole afortunadamente algo más en lo que centrarse.
—Eso es lo primero.
Bueno, eso no era completamente cierto. Podía pagar los boletos de pasajeros
de tercera clase, pero no le gustaba la idea de que su esposa se viera obligada a
compartir una habitación con extraños. Tampoco le gustaba la idea de que su esposa
se viera obligada a descansar en esas camas duras por las que eran famosos los 224
alojamientos de tercera clase. No había forma en el infierno de que enviara a su
esposa embarazada a Londres sola.
—No haría eso si fuera usted —dijo el doctor a pesar de que no era una
posibilidad real para ellos—. Obviamente pasa por un momento difícil con este
embarazo. Asimismo, no recomendaría colocarla en un barco donde los pasajeros
pueden llevar sólo Dios sabe qué enfermedades. No es bueno para ella o el bebé.
—Lo haré —prometió Robert, girando la cabeza para poder mirarla—. Voy a
cuidar de ella.
Traducido por Kalired
Corregido por Bella’
—E
ntonces, ¿qué te parece?
—Vamos a tener que hacer la mayor parte del trabajo nosotros mismos —
explicó Robert, dándole una mirada de disculpa.
Gracias a ella, Robert se veía obligado a mantener a dos personas más con un
ingreso limitado. Si su padre le hubiera dado una dote, las cosas no estarían tan mal,
pero él no lo había hecho. La dejó completamente dependiente del dinero que Robert
había recaudado de la venta de todas sus inversiones antes de irse de Londres y del
dinero que le quedaría después de comprar esta casa y arreglarla.
Por un momento, pensó en escribirle a su padre pidiendo ayuda, pero luego 226
recordó la mañana que se habían ido. Él le había suplicado que no se fuera, le rogó,
le ofreció todo lo que ella pudiera desear y cuando nada de eso funcionó, le gritó. Le
dijo que si se iba, estaba sola. No la ayudaría.
Desafortunadamente.
Justo cuando se estaban preparando para irse, Heather llegó a casa con un
extravagante carruaje, la primera de las muchas compras que Heather había hecho
con su herencia recién descubierta. Cuando salió de este, cubierta de seda de pies a
cabeza, con joyas junto a James, Elizabeth se dio cuenta que su hermana había hecho
otro cambio importante en su vida.
No era que sospechara que Heather puso mucha resistencia. James era guapo
y poseía un título. Se casaron con una licencia especial y, después de una corta luna
de miel, decidieron volver a casa y anunciar sus buenas noticias, que coincidieron
con la despedida de Robert y de ella. A pesar de que se le había revuelto el estómago
al ver a Heather disfrutando de la herencia que debería haber hecho algo bueno en 227
este mundo, estaba feliz de que Robert tuviera la oportunidad de despedirse de su
hermano.
—Sin duda será un consentido —le respondió Robert con una sonrisa
mientras la llevaba hacia lo que parecía ser la puerta de la cocina, pero un fuerte
golpe en la puerta principal lo hizo detenerse.
Con el ceño fruncido, la colocó cuidadosamente sobre sus pies, tomó su mano
y la condujo hacia la entrada principal, donde esperaba una enorme mujer en sus
cincuenta y tantos, mirando alrededor del vestíbulo con una determinación que en
realidad la asustó un poco. A Elizabeth le recordó a su vieja niñera, la señora
Mathers, que había dirigido la guardería como un general.
—¿Es usted el señor Bradford? —preguntó la mujer mientras los miraba a los
dos.
—Sí, ¿y usted?
—No, no lo hacen. Lo único que deben saber es que soy una gran trabajadora,
crie diez hijos, cinco de ellos de mi hermana. Sé cocinar, limpiar, manejar una casa y
apostaría a que mis habilidades con los niños serán útiles pronto. Siempre y cuando
me pague mi salario a tiempo, respete mi privacidad, me permita tener todos los
domingos y miércoles libres y recuerde mantener sus manos lejos de mí, señor
Bradford, creo que nos llevaremos bien —anunció, probando una puerta a la derecha
y cuando se abrió, miró dentro de la habitación, asintió y entró, cerrando la puerta,
dejando a Elizabeth temblando por la risa incontrolable.
—¿“caso… simplemente acaba de insinuar lo que creo? —preguntó Robert,
luciendo desgarrado entre la diversión y el horror.
—¿Por qué te ríes, descarada? ¡Deberías ir ahí y defender mi honor! —le dijo
simulando indignación mientras la levantaba en sus brazos y se dirigía a la puerta.
—¿A dónde vamos? —preguntó Elizabeth cuando pudo hablar otra vez.
—Pero…
—Fuera.
Así que decidió probar una táctica diferente, una que no había usado desde
que eran niños.
Finalmente, la maldita mujer dejó caer sus brazos. Cruzó las manos delante
de sí mientras lo miraba, con expresión severa.
—¿Por qué estás de su lado? —exigió Robert, amando la sonrisa pícara que
su descarada le estaba enviando—. ¡Ella es la que lo comenzó! ¡Me atacó! —dijo,
golpeando una mano contra su pecho y asegurándose de verse bien herido—. Me
estaba ocupando de lo mío, quitando el papel tapiz como pidió, cuando ella me
agarró por detrás y me maltrató.
—Fuera.
231
Traducido por Anabel-vp
Corregido por Bella’
—N
o voltees.
Era la misma forma en la que solía atormentarla cuando eran niños y ella
estaba atrapada dentro porque tenía que estudiar. Se escondía debajo de una
ventana abierta, riéndose y burlándose de ella hasta que no podía aguantar más e
inventaba una excusa para poder salir y golpear a la pequeña bestia. Jamás lo
admitiría, pero le encantaba cuando él interrumpía sus clases. Le daba algo que
esperar cada día.
Además, los besos siempre eran mejores cuando ella hacía que se esforzara
para conseguirlos. Había algo en burlarse y atormentar a su marido que le hacía
sonreír. Todos los días, Robert encontraba la manera de escabullirse en la casa para
robarle un beso, haciendo todo lo posible para entrar y salir sin que la señora Brown
se enterara.
Solo tenía cinco meses de embarazo, pero sentía que llevaba embarazada una
eternidad. Su apetito era casi tan considerable como el de su marido, lo que
realmente la preocupaba. Además, se pasaba durmiendo la mayor parte del día, sin
mucha energía para hacer algo de provecho. Si no fuese por la señora Brown, la casa
sería un desastre, los jardines aún estarían cubiertos de maleza, y seguramente no
habría comida ya que Elizabeth solía quedarse dormida en mitad del proceso de
hacer galletas.
—¿No ibas a arreglar hoy el tejado de Marshall? —dijo ella, notando que
apenas eran las dos de la tarde. Le hizo preguntarse si se habría escapado del trabajo
solo para robarle un beso.
—Bueno, pues yo todavía trabajo en la manta del bebé, así que tendrá que
encontrar otra cosa que hacer, señor Bradford —le dijo, susurrando lo más alto que
podía sin reírse.
Robert suspiró.
—Iba a llevarte conmigo, pero como no estás interesada… —dijo, dejando que
sus palabras se desvanecieran, mientras ella lo imaginaba encogiéndose de hombros
con una sonrisa maliciosa. Esa sonrisa solía irritarla, pero ahora la amaba. 234
—¡Espera! —siseó ella, intentando ponerse de pie, mientras la señora Brown,
que estaba sonriendo y sacudiendo la cabeza con asombro, se levantaba y recogía
con cuidado la colcha sin terminar y la apartaba. Hecho esto, la señora Brown la
tomó de las manos intentando ayudar a Elizabeth a ponerse de pie. Aunque solo
tenía cinco meses de embarazo, su panza era algo más grande que la de la mayoría
de mujeres en esta etapa. Era otra de las cosas que la asustaban.
Dándole las gracias a la señora Brown con una sonrisa, se giró para dirigirse
a la puerta principal cuando recordó las tartas de arándanos que había hecho por la
mañana. Decidiendo que necesitaría un ligero aperitivo para mantener la energía,
cambió bruscamente de dirección y se dirigió a la cocina.
—Ya las he guardado —dijo Robert, con una sonrisa infantil desde la puerta
trasera, mientras entraba en la cocina. Extendió la mano, invitándola a unirse a él.
Sonriendo, fue hacia él, deteniéndose en el camino para tomar un poco de
queso, pan y un par de pasteles de carne. Mientras guardaba en una bolsa el par de
pasteles de carne, rezó para que su apetito volviera a la normalidad tras el parto,
porque la idea de comer así durante el resto de su vida la preocupaba mucho.
—Entonces, ellos se lo pierden —dijo Robert con una sonrisa infantil, lo que
hizo que lo amara aún más.
235
—¿Creías que los peces iban a hacer fila para ser pescados? —bromeó,
mientras se inclinaba y la besaba, incapaz de resistirse al sexy puchero.
—¿De verdad?
—¿Y por qué no? —preguntó él, colocándose detrás de ella para poder
deshacer los botones. 236
—Porque estoy gorda —murmuró, lamentándose.
Ella suspiró con fuerza, mientras sostenía el frente de su vestido, para evitar
que cayera al suelo.
Llevando tan solo su vestido interior, caminó con cuidado hacia el borde del
estanque y sumergió un dedo en las tranquilas aguas. Si ella no hubiese estado
llevando a su bebé, probablemente la habría recogido y lanzado al agua para hacerla
enojar. Dios, la amaba enojada.
Pero estaba embarazada, así que tenía que ser bueno. Con eso en mente, se
acercó a ella y la levantó en sus brazos antes de que ella pudiera pelear. Para su
sorpresa, ella no peleó en absoluto. En su lugar, Elizabeth suspiró con placer
mientras envolvía los brazos en su cuello y apoyaba la cabeza en su hombro,
mientras él los llevaba al agua.
Una vez que la tuvo en sus brazos, la acercó más y simplemente disfrutó de
tenerla. Mientras la llevaba adentro del agua, la sintió temblar. Sonriendo, miró
hacia abajo para burlarse, pero sintió que su sonrisa desaparecía mientras se perdía
en sus ojos azul bebé.
Ella era tan hermosa, tan amble y dulce. Lo hacía feliz. No era capaz de
imaginarse pasar un solo día sin verla, abrazarla, besarla o mostrarle lo mucho que
la amaba. Cada día hacía todo lo posible para mostrarle cuanto la amaba, pero,
estúpidamente, él nunca le había dicho cómo se sentía, porque estaba aterrorizado
de que ella no sintiera lo mismo.
Por supuesto que lo hacía, sonrió petulante mientras rozaba sus labios contra
los de ella. Era la única explicación a por qué no lo había matado todavía con sus
propias manos, o por qué había soportado todas sus tonterías. También explicaba
por qué había aceptado su tregua, dejar todo atrás y mudarse con él a un nuevo país
en el que ninguno de ellos había estado antes. Era tan evidente ahora. Ella realmente
lo amaba, lo quería de verdad, pero nunca tanto como él la amaba, siguió sonriendo,
porque estaba más que bien con la idea.
—Corre.
—Voy a contar hasta diez antes de correr para atraparte y hacerte admitir que
tú me amas más.
—Uno.
—Robert…
—Dos.
—Tres.
238
—Pero…
—Cuatro
—No puedo…
—Cinco.
—No. Siete.
Durante las siguientes tres horas, la mantuvo boca arriba y con las pernas
abiertas mientras usaba la boca, las manos y el dolorosamente duro apéndice entre
sus piernas para que ella gritara su amor eterno por él. Una vez hecho esto, decidió
mostrarle cuánto la amaba. No dejó de mostrárselo hasta que su voz se volvió ronca,
apenas podía moverse y su descarada sabía lo mucho que significaba para él.
239
Traducido por Genevieve
Corregido por Bella’
—L
o mima demasiado —señaló la señora Brown con una
sonrisa mientras Elizabeth colocaba con cuidado en la
mesa otra tarta de manzana para que se enfriara.
—No estará enfadado —dijo Elizabeth, sabiendo que eso era cierto.
Robert no se disgustaría cuando descubriera que no se mantuvo en la cama
como lo ordenó el médico, estaría furioso, por esa razón también le preparó unos
hojaldres de manzana para que estuviera demasiado ocupado comiendo como para
gritarle. Él era tan hipócrita, pensó mientras cargaba una pequeña bandeja con los
hojaldres con la esperanza de que fueran suficientes para ablandarlo como para
llevarla a dar un paseo.
Estaba bien que él trabajara hasta la muerte, pero no que ella hiciera algo más
extenuante que darse vuelta en la cama. Apreciaba que se preocupara por ella, en
serio, pero si tenía que quedarse en esa cama por un día más, iba a gritar. Necesitaba
moverse, trabajar, pasear, cualquier cosa que le distrajera de su enorme estómago,
los calambres que comenzaron ayer y que no la dejaban en paz y el hecho de que se
aburría a muerte.
—¡Robert!
242
—Es hermoso —dijo el señor Fairchild en un reverente susurro mientras
pasaba las yemas de los dedos sobre el intrincado diseño de la cuna—. ¿Cuánto
quiere por eso?
Robert se rio entre dientes mientras colocaba la sábana sobre la cuna para
mantenerla protegida.
—Sí —dijo Robert con orgullo cuando su mirada se desvió a los otros muebles
cubiertos que había construido para su bebé.
—El bebé llegará pronto —dijo Fairfield con una risita mientras se movía para
arrodillarse frente al cofre que Robert hacía para la futura nuera del hombre.
—¡Robert!
—¿Es el bebé? —le preguntó, rogando que la respuesta fuera no. Era
demasiado pronto para el bebé. Tenían otro mes antes de que fuera a nacer.
Por favor, no nos dejes perder al bebé, oró Robert mientras la levantaba con
cuidado y la llevaba a la casa, porque no creía que ninguno de los dos pudiera
sobrevivir a la pérdida esta vez.
—Está despertando —escuchó vagamente decir a James.
—Te dije que no entraras aquí —dijo James, sonando divertido a medida que
ayudaba a Robert a rodar sobre su espalda.
—Es por eso que los hombres no pertenecen a la sala de parto —dijo la señora
Brown, sonando apagada mientras le arrojaba un paño húmedo. Le golpeó en la cara
antes de caer y aterrizar en el suelo, dejando a Robert aún más confundido.
—Gemelos —dijo James con una gran sonrisa mientras ayudaba a Robert a
sentarse.
—¡No estaba tan enorme! —dijo Elizabeth, sin sonar muy enojada en absoluto
cuando atraía su atención hacia la cama donde se acurrucaba de costado, sonriendo
a dos bebés que se movían, pero de aspecto saludable.
Con un giro de sus ojos y unas pocas palabras murmuradas, James se sentó
con cuidado al final de la cama y se estiró para que el bebé más cercano a él pudiera
agarrar su dedo.
—Bueno, te disculpaste por todo —le dijo James, enviándole una sonrisa—.
Lamento no haberme dado cuenta que estabas enamorado de ella, Robert. Nuestros
padres también lo lamentan. Deberían estar aquí en unas semanas para decírtelo. Yo
debería haberme dado cuenta que algo estaba pasando.
—No hay nada de qué disculparse —contestó Robert, dándole una sonrisa 245
tranquilizadora antes de volver a centrar su atención en el bebé que se llevaba un
dedo a la boca.
—¡Oh, sí, lo hay! —dijo la señora Brown, subiendo a un lado de la cama para
sonreír a los bebés—. ¡Nos dio al doctor y a mí un ataque al corazón cuando entró
aquí de esa manera!
—Y dudo que alguno de nosotros alguna vez lo olvide —dijo James con un
guiño que hizo que Elizabeth se riera suavemente mientras se inclinaba y presionaba
un beso contra el pie del bebé retorciéndose que seguía dándole patadas.
Miró a Elizabeth, notando el agotamiento y la alegría pura en sus ojos
mientras miraba a sus niños. Se veía tan hermosa, y él no pudo evitar perder su
corazón por ella una vez más.
—Te amo, Beth —dijo, usando el nombre que ella odiaba para sacarle otra
sonrisa.
246
Traducido por Brisamar58
Corregido por Bella’
—¿L
o trajiste? —exigió Robert tan pronto como la puerta
del carruaje se abrió.
—¿Te refieres a esta roca que tan amablemente pediste? ¿Por la que tuve que
viajar a Londres en medio de la noche y registrar el parque durante seis horas bajo 247
una lluvia helada, porque era una cuestión de vida o muerte? —preguntó secamente
mientras le arrojaba la piedra a Robert.
—Mantén a Elizabeth ocupada por una o dos horas —fue todo lo que dijo
cuando cerró la puerta del taller detrás de él, rezando no romper accidentalmente
esta también.
Sorprendido, había echado otro vistazo a sus planes. Luego echó un vistazo
a los escandalosos gastos de su esposa y lo que vio hizo que finalmente se plantara
y limitara sus ingresos a un modesto subsidio mensual. Como resultado, Heather ya
no le hablaba, pero a él no parecía importarle. Elizabeth sospechó que cuando
Heather descubriera que James había tomado la mitad de su herencia y había creado
una organización benéfica con ella, probablemente Heather nunca volvería a 248
hablarle. Por otra parte, eso probablemente convertiría a James en el hombre más
feliz del mundo.
—Es bueno verle —dijo la profunda voz que ella adoraba mientras un brazo
fuerte se envolvía cuidadosamente alrededor de su cintura y era atraída contra el
hombre que amaba más que a nada.
—Lo siento, descarada. Tenía un trabajo que necesitaba terminar para poder
pasar esta noche concentrado en ti —dijo, besándola de nuevo.
—¿Qué pasa con James? —le preguntó, sintiéndose mal porque él haya
viajado desde Inglaterra para visitarlo y lo estaban abandonando en su primera
noche.
—Puede entretenerse solo por una noche —dijo, besándola una última vez
antes de alejarse—. Esto es para ti —dijo Robert mientras le entregaba una pequeña
caja bellamente tallada.
No tuvo que preguntarle para saber que él mismo había hecho la caja. Era
absolutamente hermosa y algo que sin duda él podría conseguir que le compren
algunos de los comerciantes de la ciudad. Probablemente podría tener un negocio
249
muy lucrativo si se enfocara en hacer muebles y baratijas, pero eso significaría pasar
largas horas lejos de ella y de los niños y sabía que él no quería eso. En cambio, se
conformaba con hacer las cosas que le gustaban en su tiempo libre y se centraba en
apoyarlos construyendo y arreglando casas. Era muy bueno en lo que hacía y tenía
una gran demanda.
Nunca serían ricos, pero mientras pudieran mantener a sus hijos a salvo y
felices, ambos estaban más que satisfechos por ello.
Sea lo que sea, era hermoso y le encantaba porque él lo hizo para ella. Con
una sonrisa, se inclinó para besarlo, pero él dio un paso atrás y centró su atención en
el collar.
—Esta cuenta blanca es del antiguo granero donde me cubriste con miel y
plumas —dijo, llamando su atención hacia el collar—. Esta cuenta —dijo, señalando
una cuenta de piedra gris a continuación—, es del árbol donde te corté el cabello.
Esta cuenta es de…
Continuó explicando de dónde venía cada piedra, deteniéndose de vez en
cuando para sonreír, reír o rememorar historias de su infancia. Ella escuchó mientras
él recorría cada cuenta, asombrándose cada vez más. Cuando señaló la cuenta del
invernadero, ella sintió que le temblaba el labio inferior. Cuando terminó con la
piedra que había recogido fuera de la ventana de su habitación la noche que había
dado a luz a Jonathan, se encontró enamorada de su marido una vez más.
—Me alegro —dijo, inclinándose para besarla, solo que esta vez ella no lo dejó
ir.
250
Estaba muriendo. No había otra explicación para esto. Sus extremidades
temblaban débilmente mientras se arrastraba por la habitación. No podía pensar en
un momento en el que hubiera estado tan sediento o hambriento en su vida. Varias
veces, durante las últimas veinticuatro horas, consideró gritar pidiendo ayuda, pero
no pudo hacer nada. Lo sabía.
—Oh no —gimió.
—¡Señora Brown!
Miró hacia atrás para ver a su marido tratando de escapar de las sábanas
enredadas en las que se enredaba su pie.
Le exigió que se moviera más fuerte y más rápido. En ese momento, a Robert
no le importaba que su hermano y la señora Brown estuvieran de pie afuera de la
puerta o que estuviera al borde de la inanición. Solo se preocupaba por ella, por su
descarada. Se estrelló contra ella, una vez, dos veces, tres veces y luego ella comenzó
a gritar su nombre y hacer todo lo posible para dejarlo seco.
253
Traducido por Genevieve
Corregido por Bella’
—F
in —dijo su padre con entusiasmo mientras se metía un
bocado de pizza en la boca, haciendo que Jason se
preguntara cuándo la habían ordenado y cómo se perdió
eso.
254
—¡Oye! —jadeó Trevor con indignación cuando Jason se acercó y agarró la
rebanada que había estado a segundos de devorar de su mano—. ¡Bastardo!
—Ya era hora —se quejó su padre mientras se levantaba y tomaba dos cajas
de pizza del mostrador y se dirigía a la puerta—. Estoy hambriento.
—¿De verdad? ¿Ni siquiera cuando dijiste que Robert no era tan guapo como
tú? —preguntó Trevor, riéndose.
—¡Tenía que darte una descripción gráfica! ¡Un buen narrador de historias
hace ese tipo de cosas!
—El abuelo hizo un mejor trabajo al contar esa historia —señaló Trevor
mientras Jason los seguía a regañadientes, su atención en la pequeña caja en sus
manos mientras rezaba para que se hiciera la justicia que merecía.
—¡Necesitaba sustento!
—No te preocupes por la comida. Empezamos a tomar turnos esta noche. Solo
asegúrate de dejar la puerta abierta para que podamos entrar a llenar la nevera —
dijo su padre, pero antes de que Jason pudiera preguntarle algo más, se había ido.
¿Qué infiernos?
Decidiendo que le hacían una broma, Jason se puso de pie con un suspiro y
se dirigió a la puerta, pero no llegó muy lejos antes de que la puerta se abriera y la
mujer más hermosa que jamás había visto entrara.
—Haley —dijo él, sonriendo cuando ella entró, luciendo tan hermosa como
hace cinco años cuando se casó con ella—. ¿Qué estás…
Antes de que él pudiera decir las palabras, corrió hacia él y saltó a sus brazos.
Sus brazos y piernas lo envolvieron rápidamente mientras su boca se encontraba con
la de él. Ella lo besó como si no lo hubiera visto en años en lugar de horas.
—Te amo —le dijo Haley contra sus labios mientras se agachaba y comenzaba
a sacarle la camisa de los pantalones.
—Te quiero desnudo, Jason —respondió ella, rompiendo el poco control que
tenía.
—En la cama, cariño —dijo Jason, dándole un último beso antes de colocarla
sobre la cama y tirar suavemente la caja hacia las almohadas.
Tan pronto como su trasero tocó el suave edredón, ella se puso de rodillas y
envolvió un brazo alrededor de sus hombros y lo acercó para darle un beso
hambriento que lo hizo esforzarse para no correrse en sus pantalones como un chico.
Incluso después de todos estos años, todavía le sorprendía que pudiera lograr
excitarse tanto por un simple beso. No tenía idea de lo que le pasaba a su esposa,
pero no iba a quejarse. No podía recordar un momento en que la deseara más.
—En tus manos y rodillas —le dijo Jason, retirándose para poder quitarse los
zapatos.
Una vez las llevó a sus rodillas, las dejó allí y se colocó detrás de ella, dejando
que su eje rozara su trasero mientras se estiraba y le desabrochaba el sostén. Él dejó
que cayera, sabiendo que ella lo sacaría mientras atendía otras cosas. Con una mano,
él la agarró suavemente de la cadera, manteniéndola en su lugar mientras trazaba
con las yemas de sus dedos su espalda, observando cada hermoso centímetro de ella
mientras se presionaba contra su pene, haciéndole saber que quería más.
—¡Jason, por favor! —lloró Haley, rogándole que la tomara mucho antes de
lo normal y eso le hizo saber qué tan excitada estaba.
Esto no iba a durar mucho, se dio cuenta cuando dio un paso atrás y se soltó.
Sin una palabra, Haley se puso de rodillas y se dio la vuelta. Extendió la mano y
tomó la suya mientras se sentaba en el borde de la cama, sin dejar de mirarla
mientras ella se movía a su alrededor y se sentaba a horcajadas sobre su regazo. Él
se inclinó y la besó, solo retrocediendo unos segundos para que ella lo siguiera. Sus
labios nunca dejaron los suyos cuando él se recostó y la envolvió con sus brazos.
Justo cuando no creía que pudiera aguantar mucho más, la sintió apretarse a
su alrededor y se dejó ir. Él lamió y chupó su pecho con abandono mientras se movía
contra ella, rezando porque no la estuviera lastimando, incluso cuando tenía que
admitir que se sentía muy bien.
—¡No me hagas soltar los puños de furia! —lo amenazó Haley, luciendo tan
jodidamente linda que no pudo evitar reírse mientras se acercaba y recogía la caja
que le había hecho.
—Sí, lo eres —dijo Jason, mirando a su esposa mientras ella le daba una
tímida sonrisa. Incapaz de contenerse, se inclinó y presionó un beso contra sus
labios, saboreando su dulzura antes de obligarse a retirarse.
—Hay tantas piedras —dijo, extendiendo la mano para trazar con sus dedos
la fila inferior de cuentas.
—Cuatrocientas cincuenta y seis cuentas para ser exactos —dijo con una
sonrisa.
—Muy delicado —murmuró mientras señalaba una pequeña roca gris más o
menos a tres cuartos del collar—. ¿Y esta?
—¿Y esta? —preguntó, señalando una roca gris oscura cerca del principio.
—Esta es del hotel en Boston donde te tuve por primera vez en brazos.
Con una sonrisa, se inclinó y rozó sus labios contra los de ella mientras
susurraba:
—Porque fue entonces cuando me di cuenta que no quería dejarte ir nunca.
261
¿Pasar los próximos cuarenta años
en prisión o romper su contrato de alquiler
antes? Por lo general, ella sería capaz de
decir que esto era algo evidente, pero las
cosas, sin duda alguna, cambiaron desde
que fue obligada a mudarse al otro lado
del pasillo de Danny Bradford. Muchas
cosas…
Hoy en día, R.L. Mathewson es madre soltera de dos niños pequeños que la
mantienen vigilante y disfrutan de asustarla totalmente con sus payasadas. Tiene
una pequeña adicción a la novela romántica, así como una enorme adicción al
chocolate caliente y, en un día perfecto, está jugando Scrabble en línea, coloreando
con sus hijos o tratando de averiguar cómo uno de sus hijos logró poner una huella
de pudín de chocolate en el techo.
AregUM
Gigi D
Lindsay Han
Bella’
Carib
Flochi
Imma Marques
Vickyra
Flochi
Moreline
265