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La libertad negativa y la libertad positiva

Una de las palabras centrales en el lenguaje político moderno es la “libertad”. Desde que el ser humano
criticó los gobiernos autoritarios del Antiguo Régimen, como sucedió en la Revolución Francesa, se
generó un discurso en torno a las libertades que se debían defender. Pero estas libertades nacieron bajo
una concepción de un mundo moderno incipiente, que se caracterizaba también por ideales liberales
económicos como el Laissez Faire. El discurso liberal característico de la modernidad, defendía en ese
sentido las libertades individuales, como un proyecto desde la Ilustración que concebía las capacidades
propias de los seres humanos. Se generó la defensa de los individuos a través de los Derechos del
Hombre, como la libertad de expresión. Sin embargo, ni la idea actual de libertad ni un barrido por la
historia conceptual de esta palabra nos ha permitido entender qué es libertad. Existen tantas
concepciones de la misma que hoy en día es muy común preguntarse ¿qué es libertad? O si realmente
somos libres.

La libertad durante mucho tiempo se ha concebido como una facultad o un derecho del ser humano de
elegir lo que se quiere, siempre y cuando sea de manera responsable y no afecte a los demás para lograr
llevar una buena vida en sociedad. Pero de aquí surgen nuevas preguntas, como por ejemplo si nuestros
deseos están condicionados por la realidad social, los intereses de clase o las necesidades. Además, se
duda acerca de que, si todas las personas son libres o si todos los individuos poseen las condiciones
necesarias para ejercer la libertas, sea por lo racional o lo material.

A partir de que incorporamos la noción de libertad en nuestro lenguaje político, ha sido sujeta a
múltiples discursos tanto de dominación como de reivindicación y revolución en nuestra historia. Se
manipuló para intereses Estatales. Esto teniendo en cuenta también que, junto con la libertad, nació la
noción de nación, y los proyectos políticos que se formaron de ahí en adelante fueron la conformación
de naciones con un Estado en donde la soberanía recayera en el pueblo. Después de las grandes guerras
mundiales el mundo sufrió una transformación histórica trascendental en todos los sentidos, tanto
político, como económico, social y cultural. Se forjó un nuevo discurso de las libertades, pero en un
mundo donde figuraban ahora concepciones liberales y partidistas. La polaridad que generó la Guerra
Fría por la hegemonía política mundial dividió el discurso de la libertad para dos fines diferentes: el del
socialismo, que promulgaba el bien de la comunidad; y el del capitalismo, centrado en los derechos y
libertades individuales. Los dos apuntaban a concepciones diferentes del mundo. Pero, aunque no se
haya visto de esta manera, las dos ideologías tendieron a lo dictatorial. Una dictadura disfrazada de bien
social, y una dictadura capitalista disfrazada de libertades, que tenían su máxima expresión en los
individuos que gozaban de grandes beneficios debido a las políticas económicas liberales. Sin embargo,
¿era la sociedad en general libre? O sólo aquellas élites que gozaban de beneficios. Por esto es que el
discurso de las libertades negativas y positivas se replantea con los diferentes movimientos sociales de
la década de los 60’s que reivindican derechos laborales, estudiantiles, femeninos, etc.

En este contexto de la Guerra Fría, surgió una corriente de pensamiento fuerte sobre las libertades, que
tuvo su máxima expresión en el académico Isaiah Berlin y que fue la base del discurso capitalista para
dar una nueva visión de libertad al mundo. Berlin, en su escrito de 1958 titulado “Dos conceptos de
libertad” nos da claridad sobre su propuesta sobre la existencia de dos libertades: la negativa y la
positiva.
La liberad negativa, según Berlin, es aquella que se caracteriza o define por la ausencia de coacción
externa al individuo, por lo que es independiente y libre de hacer lo que quiera sin presiones. El
individuo es libre en la medida que anda o nadie restringe su acción, ya que se le permite ejercer su
voluntad. Por otro lado, la libertad positiva es la capacidad del individuo de ser dueño de su voluntad y
de controlar sus acciones. En esta libertad el individuo puede ejercer su voluntad ya que cuenta con el
entendimiento y capacidad personal. En resumen, la negativa se refiere a que el individuo es libre
debido a la ausencia de coacción, mientras que en la positiva cada individuo debe tener control de su
propia vida. Además, para el autor, la ley establece reglas que operan restringiendo la libertad negativa
en aras de preservar las libertades positivas. Se concibe entonces como libertad en tanto la capacidad de
perseguir y alcanzar fines.

Este académico además defiende que los distintos sentidos de libertad pueden entrar en conflicto en la
práctica, así como con los valores humanos, por lo que el orden político debe proporcionar diversos
mecanismos para ser mediador de disputas con el fin de proteger y defender las libertades. En ese
sentido, el estado interviene para preservar las libertades individuales siendo mediador de sus
conflictos, pero sin excederse ni irrumpir en la autonomía de los individuos.

Berlin dice que ambas ideas tuvieron origen en la Revolución Francesa debido a que los individuos
querían liberarse de los regímenes autoritarios. La libertad positiva, en ese sentido, nació de la creencia
de estos individuos de que para ser verdaderamente libres las personas debían volverse más racionales.
Sin embargo, este ideal de solucionar las imposiciones llevó en sí misma a nuevas imposiciones, como
prácticamente a que se fuerce a las personas a ser libres.

Esta es la crítica que realiza Berlin a la libertad positiva y a regímenes que defendiendo la libertad se
inclinaron a lo dictatorial, como la Unión Soviética, ya que está en su sueño de liberación terminó
oprimiendo. Esto se da porque esta lógica lleva al terror y a lo opuesto a la libertad en aras de
defenderla. La libertad positiva falla porque existen masas que no comprenden lo que es la verdadera
libertad y son persuadidas y guiadas por una creencia falsa de que existía una única respuesta para los
males humanos, lo que hace tender a realizar sacrificios con el fin de conseguir soluciones. La utopía de
la libertad positiva, en especial en los regímenes totalitarios, ha sido utilizada entonces para reprimir las
libertades negativas de los individuos. La preocupación de Berlin era que los ideólogos atribuyeran unos
ideales y voluntades a una entidad política u otra institución, es decir, que esos valores pasen del
individuo a la colectividad. El peligro se centra en pensar que, bajo el interés de la mayoría o bien
común, se puedan eliminar las libertades individuales. Por esto es que todo tipo de autoritarismo ha
tratado hacer creer al individuo lo que es bueno para él. Se crea en ese sentido un discurso
contrarrevolucionario que pretende inculcar a a las masas que las tentativas revolucionarias llevan
siempre al desastre por lo que había que restringir el poder.

El gobierno y las leyes deben entonces que garantizar las acciones individuales que no interfieran con las
libertades de los otros. Más allá de eso, el poder debía ser restringido. Pero esto lo que hace es concebir
una sociedad sin ideales más allá de los deseos individuales y la libertad para satisfacerlos, por lo que
está constituida por muchos individuos egoístas. Esto es característico de un sistema neoliberalita que
responde al limitar el poder de los políticos, en especial de aquellos que dicen hacer el bien, pero
terminan siendo autócratas. Ya que el problema no es quién ostenta la soberanía, sino cuánta autoridad
tiene el soberano.
Otro de los problemas principales que identifica Berlin es el de dónde establecer una frontera entre el
ámbito privado y público, por lo que se debe alcanzar un compromiso práctico entre las libertades de
todos. La sociedad se basa en el principio de los derechos absolutos y de las fronteras naturales
definidas por normas y ampliamente aceptadas. Según García 1 refiriéndose al análisis de Berlín, la
libertad política consiste en contar con un espacio donde se tenga la potestad de elegir cómo
administrar la vida sin obstrucción u obstaculización por parte de otros (individuos u organismos
estatales). Es por esto que la función del Estado frente a la protección de la libertad consiste en asegurar
que los ciudadanos no ejerzan coerción entre ellos sin una sólida justificación. Un estado que reivindica
la política liberal sólo puede entonces tratar de persuadir al individuo con cuyas posiciones discrepa.

Si bien Berlin plantea una gran problemática acerca de que los ideales siempre tienden a generar una
manipulación de masas, generando un discurso con la misma revolución que tiende a una dictadura y a
la limitación de la libertad, la solución que plantea el mismo se ve muy influenciada por el contexto de
su época y tuvo una trascendencia histórica contraria a lo que pretendía Berlin. El mismo plantea que la
libertad debe ser limitada, por lo que la revolución no funciona, ya que nunca se van a conseguir una
solución final a los problemas. La idea está en un acuerdo social, pero no tan individual y egoísta como el
que plantea Berlin u occidente en la guerra fría. ¿Sería entonces necesario restringir el gobierno?

Otro problema que no midió Berlin de la trascendencia histórica que tendría su propuesta refiere a que
el problema que él veía en los promotores de la libertad positiva es que defendían la creencia de un
ideal absoluto que lleva a la coacción y a lo opuesto a libertad. Pero él mismo, al creer tanto en la
libertad negativa, la volvió un ideal que consecuentemente llevaría a lo opuesto de libertad y a generar
una brecha de desigualdad en el mundo actual.

Siguiendo el planteamiento de Blanco 2, Berlín deja de lado también la existencia de la cultura de la razón
y la capacidad de crítica humana. Al plantear que los individuos son manipulables por ideales, ve a los
sujetos como simples agentes pasivos y no como sujetos activos políticos con capacidad de
razonamiento propio. Blanco plantea que ni siquiera la razón exige un único ideal universal, y que no es
necesario tener un único fin para resolver los conflictos, por lo que Berlin confunde continuamente
desarrollos históricos concretos con desarrollos necesarios y lógicos de ciertas posiciones e ideas
concretas. Por esto es que niega la capacidad crítica y emancipadora de la razón humana, así como el
valor positivo de la utopía y de la categoría de lo posible. Hay muchos fines y no son limitados, no existe
un auténtico fin racional.

Vemos entonces cómo la idea de libertad está en constante construcción y replanteamiento, teniendo
en cuenta que los contextos se adaptan también a la realidad propia que genera su discurso. Es por eso
que la libertad debe obedecer también a los intereses propios de la sociedad en la que se encuentra

1
García Jaramillo, Leonardo. Dos conceptos de libertad, de Isaiah Berlin. Legis: Ámbito jurídico [en línea]. 28 de
marzo de 2016. Disponible en: https://www.ambitojuridico.com/noticias/administrativo-y-contratacion/dos-
conceptos-de-libertad-de-isaiah-berlin
2
Blanco Brotons, Francisco. Reflexiones sobre Isaiah Berlin: Dos conceptos de libertad y otros escritos. Punto
Crítico, Boletín de Ausaj [En Línea] 3 de julio de 2019. Disponible en:
https://puntocritico.com/ausajpuntocritico/2019/07/03/isaiah-berlin-dos-conceptos-de-libertad/
inmersa, y replantearse cuando vemos que afecta a los individuos como el caso de la brecha de
desigualdad que generó desde décadas pasadas. Hoy en día hay que tener en cuenta entonces que
debido a la desigualdad no todas las personas tienen aseguradas las condiciones para ser libres, tanto
materiales como racionales, por lo que no serán libre. Es por esto que se hace necesario unir al concepto
de libertad una idea de justicia social para no reservarlo a una parte de la población. Lo que sí se tiene
como idea en común es que la libertad no es amplia en todos los sentidos, sino que debe ser limitada
por el mismo bien de la sociedad.

Daniela Rodríguez Arias

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