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PRESENTACIÓN
INTRODUCCIÓN
Entrar en la sanación intrauterina no es fácil, por más que tratemos de
dar todos los testimonios, la complejidad y lo vasto del tema nos pondrá
frente a muchas interrogantes; pero Dios es sanador de toda nuestra
persona y no va a dejar ninguna área sin tocar, en un delicado deseo de
transformar al hombre y alzarlo a la categoría divina, que es lo propio
para cada cristiano que recibió a Jesucristo como Salvador; y lo que
Jesucristo ganó para cada uno de nosotros con su obediencia al Padre.
Antes de introducirnos en este libro, queremos citar lo que nos dice San
Pablo en 1Cor 2, 12-16:
“No necesitan médico los que están fuertes, sino los que están mal”
(Mt 9, 12);
NELLY ASTELLI H.
CAPÍTULO I
Por tanto,
“Cuando tenía un año de edad se cayó una taza de aceite hirviendo sobre
mí cara y todo el pecho, gracias a Dios no quedaron cicatrices físicas en
el cuello ni en la cara.
A los veintitrés años, los médicos me diagnosticaron una enfermedad que
se llama miastenia, producida según ellos por la glándula del timo que se
niega a atrofiarse. Pues bien, ésta está situada en el pecho y es la
glándula del crecimiento, la cual debe atrofiarse entre los 15 y 16 años;
pero [en] mi caso no sucedió así.
En el retiro, el Señor me mostró que la raíz de mi enfermedad estaba en
el trauma que me causó la quemadura con aceite hirviendo y que yo elegí
no dejar de crecer jamás para que nunca me pasara un accidente
semejante”.
CAPÍTULO II
b) Jesucristo es el primogénito.
Y en 30, 19:
“te pongo delante vida o muerte, bendición o maldición. Escoge la vida,
para que vivas tú y tu descendencia”:
CAPÍTULO III
“De cualquier árbol del jardín puedes comer; mas del árbol de la ciencia
del bien y del mal no comerás, porque el día que comieres de él, morirás
sin remedio”
(Gen 2, 16-17).
Veamos un ejemplo:
“Al inicio del retiro no sentía nada, era como estar en una gran soledad;
fueron dos días de lucha conmigo para arrancar algo de Dios. En las
entrevistas se me daban los textos bíblicos, no sentía nada, me parecía
estar en un desierto, en una profunda oscuridad. Luego, comencé a
preguntar al Señor:
“Yo sabía que tú eres obstinado, que es tu cerviz una barra de hierro y tu
frente de bronce”.
Por eso te anuncio las cosas hace tiempo y antes de que ocurrieran te las
di a conocer no sea que dijeras: “Las hizo mi ídolo, mi estatua, mi imagen
fundida lo ordenó.
Tú has oído todo esto, ¿no vas a admitirlo? Ahora te hago saber cosas
nuevas, secretas, no sabidas, que han sido creadas ahora no hace
tiempo, de las que hasta ahora nada oíste, para que no puedas decir: ¡ya
lo sabía!
¿Por qué tiene que haber seres tan privilegiados como el hombre?
“apenas inferior a un dios [lo hiciste]”
(Sal 8, 6)
“De ninguna manera moriréis. Es que Dios sabe muy bien, que el día que
comiereis de él, se os abrirán los ojos y seréis conocedores del bien y del
mal”
(Gen 3, 4-5).
“Y yo, gusano, que no hombre, vergüenza del vulgo, asco del pueblo”.
¿Cómo guardar rencor a esos bichos cuando Jesús mismo toma su lugar?
La Virgen María fue la única creatura humana exenta del peso de la
herencia del pecado original. Su libertad no estaba atada, su adhesión al
amor paternal de Dios era por lo tanto libre y natural, mientras que
nosotros nos vamos dando cuenta, a través de nuestro camino espiritual,
cuán difícil no es hacer la experiencia del amor paternal de Dios; el gran
golpe del Maligno fue habernos robado la paternidad de nuestro Creador,
y llenarnos de astucias y defensas frente a un Padre que solo desea
amarnos y demostrarnos su amor; pero la Virgen María, la nueva Eva,
cerrada como un lirio puro a la tentación y al pecado pudo decir:
“He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”;
CAPÍTULO IV
La Palabra de Conocimiento.
La Visión.
El Reposo en el Espíritu.
El Sueño Profético.
Joel 3, 1 dice:
“Soñé que estaba durmiendo. La pieza estaba oscura. El sueño era tan
real que me veía como lo hacía habitualmente en la misma cama, el
mismo lugar al lado de mi esposo. En la penumbra de la pieza vi a mi
esposo levantarse para ir al baño. Quedé sola en la cama. Mi posición en
el lecho era lateral, cargada para el lado derecho, de tal manera que mi
costado izquierdo quedaba libre a lo largo de la cama. Hice un
movimiento con mi pie izquierdo, pasándolo por encima de mi pierna
derecha. Al efectuar este movimiento, toqué “algo” con mi pie que me
produjo un gran susto.
Inmediatamente me pregunte:
La Imagen Pedagógica.
En la sanación interior, hay que darle un lugar preferencial a la Palabra
de Dios, es sin duda, a través de ella como se efectúan las curaciones
más espectaculares.
Cuando escuchamos atentamente a una persona en oración, nos
preguntamos:
¿Con qué parte del Evangelio podemos pedir la luz para que el Señor
haga explotar la carga afectiva? de una herida demasiado reforzada o
muy dolorosa para ser vivida por la persona, como para que nosotros con
imprudencia movamos esa carga, aun cuando tengamos la certeza del
tipo de herida de que se trata.
Veamos el testimonio:
“Oraba la sanción del ciego de Jericó sanado por Jesús; comenzó todo un
diálogo donde pareció que el ciego no deseaba verdaderamente la
sanación.
¡Ver a mí mamá!
Vaya, si, eso también sería interesante.
Papá, ¿sabe usted?, hace mucho tiempo que él no juega ningún papel en
mi vida.
¿Sabe usted?, yo podría ser sanado. Existe una oración, cuesta 300 mil
francos, y tengo economizado con las limosnas 295 mil francos. Pero por
los 5 mil últimos francos, yo no me he decidido aun.
Me sentí inmensamente triste de ver que tenía tan pocos deseos de ser
sanado. Estaba sentado en el suelo, apoyado contra el muro, la cabeza
sobre las rodillas replegadas, las piernas cerradas contra mí, tratando de
hacerme más y más pequeño y de confundirme con la oscuridad; lloraba,
estaba todo oscuro, negro y de improviso, sentí remontar en mi el grito
como una queja:
CAPÍTULO V
¿Será hombrecito?
¿Será mujercita?
¡Dios mío, haz que sea un hombre!
¡Ustedes son tantos que no sé a quién fue al que operaron, y por último,
vas a dejar de hacer preguntas tontas!
¡Pobre creatura!
Y ahora, todo eso quedó en el pasado, toda la savia amarrada bullía y mis
mejillas hasta entonces pálidas, se colorearon, como signo de la
resurrección que me había regalado el Señor.
Pasaron tres años antes de que Jesús viniera de nuevo a sanarme otra
herida en el seno maternal. Cuando mi madre me esperaba, era una
mujer joven de 19 años, bella; estaba esperando este tercer hijo con la
ilusión de que fuera un hombrecito, cuando descubrió la infidelidad de mi
padre. Todo se derrumbó para ella, herida en su amor propio se sentía
humillada y muerta de celos.
¿Cómo reacciona el feto? Un día tuve un altercado con un amigo al que
estimaba mucho, pero mi actitud fue tan desmesurada que me di cuenta
de que no era normal. Llena de pesadumbre, me fui a mi habitación, me
di cuenta de que mi actitud fue dictada por los celos; fue la primera vez
que pude reconocer que era enferma de celos, pero no sabía la razón, le
pedí al Señor que me mostrara la raíz, y El me llevó al segundo mes de mi
concepción; al momento que mi madre descubrió la traición de mi padre;
la veía sentada en el patio de la quinta llorando de impotencia, tocándose
el vientre y expresando con rabia el sentimiento de que “ojalá lo que
esperaba no fuera una mujer para que no fuera traicionada como ella”.
Dijo esa frase con tal ira y decisión que sentí que en ese momento mi
corazón fue encerrado como en una jaula de acero. Veía con lucidez mi
comportamiento torcido con los hombres; por un lado el menosprecio, y
por otro la seducción y la posesividad en la amistad. Muchas veces me
preguntaba a mí misma:
Blanca nos muestra que nosotros damos lo que recibimos. Ella ignoraba
de dónde provenía ese odio que sentía por sus hijas. Necesitamos ser
reconocidos por nuestros padres. Al sentirse Blanca rechazada por su
madre, solo en el momento de su nacimiento, sino también, en su
infancia y adolescencia, la inclinaron a un rechazo enfermizo de la mujer.
Su madre no la miró, ella tampoco miraba a sus hijas. No recibió la
ternura maternal, ella tampoco podía darla. En una vida psicológica y
espiritualmente armónica, se necesita un padre y una madre presentes
en nuestra existencia. Blanca desarrolló un sentimiento de venganza
inconsciente ¿por qué mis hijas van a recibir lo que yo no recibí? Ella fue
destruida en su femineidad y maternidad, ser mujer era una maldición.
Su idolatría por los varones se acentuó aun más con la muerte de varios
de sus hijos hombres; y de eso también culpaba a sus hijas, ellas vivían y
sus hijos estaban muertos. La falta de perdón a su madre, la había
conducido a varias operaciones a las rodillas y las caderas. Iba camino
seguro a una parálisis y a una silla de ruedas, cuando llegó para ella la
hora del Señor, y pudo perdonar las heridas que estaban destruyendo su
cuerpo y la vida de sus hijas y nietas. Será un proceso que la llevará a
sanar la imagen del hombre y de la mujer y a una aceptación de sí
misma, a través de una oración fiel.
“Tengo 40 años; durante más o menos 30 años viví con un deseo muy
profundo de Dios, pero mi pasado, mi educación religiosa y familiar; se
había de alguna manera desnaturalizado, exigiendo de mi una línea de
conducta y deberes dirigidos por la cabeza y la voluntad, totalmente
desraizados del amor. Fue entonces que María me condujo a un camino
de conversión. Comencé una oración de sanación junto con mi esposa, a
la cual había abandonado y con la cual quería reconciliarme. Fue un
tiempo de mucha aridez, ser probado al extremo, con una cesantía que se
eternizaba peligrosamente, con dificultades familiares y conyugales, sin
hablar de los problemas financieros. Fue que en ese momento que me
aconsejaron hacer los Ejercicios de San Ignacio, recomendándome pasar
el máximo de tiempo delante del Santísimo Sacramento.
Inmediatamente que llegué al retiro, comenzó el combate con altos y
bajos, como jamás los había conocido en ningún retiro hasta ese día.
El sexto día del retiro, era el sábado, el tema fue la Pasión y Muerte de
Cristo, estaba anonadado, no deseaba nada, no podía nada, me sentía
angustiado y enfermo; tanto que el sacerdote decidió darme la Unción de
los Enfermos; pero me sentía insensible a todo; y sin embargo, me fui
delante del Santísimo, como atraído misteriosamente por esa pálida
hostia blanca, que parecía por tanto tan inofensiva. Iba a un pequeño
oratorio poco frecuentado, donde esta a menudo solo y podía arreglar a
mi gusto el lugar, ese día no deseaba ver a nadie, no deseaba ningún
contacto, ni escuchar cantos, ni besos de paz, ni ir a la oración
comunitaria. En la enseñanza sobre la Pasión, el sacerdote insistió para
que contempláramos la Pasión a través de la mirada de María. Por un
instante, tuve como el eco de esa frase:
¡Esta vez ya no puedo más, estoy al borde de mis fuerzas, esta [vez]
serás Tu quien me mirará!
Cerré los ojos, tirado a los pies del Santísimo, imaginando mi cuerpo
bañado por su mirada. Fue entonces que una fuente de vida se desató en
mí. Durante una hora y media, las aguas, al comienzo turbias, se
convirtieron en límpidas. Todo comenzó con una visión de la Crucifixión;
yo asistía, pero me veía excluido de la escena; bajo una campana de
vidrio que me aislaba totalmente. Dentro yo me debatía y gritaba hacia
Jesús, para que Él me mirara, quería que Él me manifestara que Él vivía
esta Pasión igualmente por mí; pero sin éxito, me sentía tan solo y
abandonado. De repente, toda esa escena me pareció la expresión
concreta de todos mis problemas: sordera, afección a la garganta,
nervios, males cardiovasculares. Entonces, miré a Jesús-Hostia, le
supliqué de mirarme, pero tenía la impresión de que Él cuchicheaba con
alguien. Entonces grite:
¡Señor, te ruego que tu mirada atraviese las edades para que llegue
hasta mí, aquí ahora!
Is 45, 9-13; Jer 18, 1-6; Deut 30, 15-20; Sir 13, 11-20.
Personas que han sido programadas por los padres desde el seno
materno como herederos de un nombre, de una fortuna, de una
determinada profesión, etc.
¿Dónde estoy?
“En mí vientre”.
¿De María?
Si.
¿Dónde vives?
¿Cuál es tu domicilio?
“En ella estaba la vida y la vida era luz de los hombres, y la luz brilla en
las tinieblas y las tinieblas no la vencieron”
(Jn 1, 4-5).
¿por qué, pero por qué, pues, Dios me sacó de la nada para eso?
El otro podía vivir, yo no debía haber sido creada, no yo, para sufrir tanto.
Dios no tenía derecho.
Después de esta revelación, vi durante el reposo en el Espíritu, tinieblas
de una extrema profundidad. No hay medidas ni distancias en las
tinieblas; y por tanto, yo sabía perfectamente que esas tinieblas existían
siempre, que eran infinitas, sin límites; jamás, antes ni después, había
tenido esa experiencia tal del infinito. Pero de repente, hubo en esas
tinieblas, una luz pequeña que creció a toda velocidad: una luz blanca,
límpida, etc. Tomó una forma humana y no hubo más tinieblas. Era
Cristo, arropado de luz como de un manto. Tenía en su mano izquierda un
cáliz, y me miraba con una cara dulce y grave, con su mano derecha me
tendió una Hostia. El sacerdote que vino cerca de mi me dio la absolución
y el reposo en el Espíritu terminó.
Durante los meses que siguieron, Dios se ocupó de acabar mi sanación en
la frecuencia de los sacramentos, el camino de perdón hacia mi misma, y
hacia todos aquellos que me habían hecho sufrir. Solo entonces pude
comenzar un lento y delicado camino hacia la aceptación y sobre todo
hacia la dependencia de Dios. Descubrí como cada ser es mucho más el
hijo de Dios que de sus padres terrestres, a los cuales Dios nos ha
confiado y, por tanto, no les pertenecemos. Innumerables cosas se
separaron en mi vida, más o menos rápido, según el grado de destrucción
y poco tiempo después, pude decir en un impulso de corazón sincero y
absolutamente no controlado, a personas en rebelión contra la vida: “la
vida vale la pena ser vivida, con el Señor, por supuesto”.
YO NO SOY NADA.
“Soñé que una amiga me daba pequeños granos que habían sido
fecundados en probeta, los tenía dentro de mi. Entonces viví una terrible
angustia: la de estar encinta y, rogaba a todos los santos del cielo que los
granos no fueran fecundados. Tenía un deseo loco de abortar; pero la
Iglesia no lo permitía. Me dirigí entonces a Dios y le suplicaba que me
escuchara, que no permitiera que estuviera embarazada”.
A la mañana siguiente, comprendí que había revivido toda la angustia de
mi madre durante mi concepción. Es necesario decir que la mamá se casó
muy joven, obligada por una madre autoritaria. Ella no estaba preparada
y lloró todas [las] lágrimas de sus ojos el día del matrimonio. Mi mamá
en esas condiciones estaba aun menos preparada para la maternidad.
Más aun, me concibió demasiado rápido, dos meses después del
matrimonio.
Mi madre no me deseaba, pero yo estaba ahí, en su seno. Desde el seno
materno tomé la decisión de no ser nada, para responder al deseo de mi
mamá que sufría tanto.
Escogí morir para no ser nada y a causa de esta elección me aparté de
Dios que me había dado la vida: rechacé ser su creatura, su paternidad,
me cerré a su amor, me rebelé contra Él que me había obligado a vivir en
circunstancias en que no me querían.
Toda esa negación de mi madre a mi existencia, la viví como un rechazo y
un abandono y esta es la raíz profunda de mi herida de no-ser.
A partir de este acontecimiento, se vinieron a agregar una serie de
heridas reforzadas de rechazo y abandono:
Desde la concepción hasta el nacimiento, sufrí la violencia a causa de las
relaciones sexuales de mis padres. Mi mamá las aceptaba muy mal y mi
concepción fue hecha como una violación y no con amor. No me sentí
jamás respetada como persona en el seno maternal. Papá y mamá
actuaban como si yo no existiera, y esto reforzó en mí el sentimiento de
que no era nada, de que no valía la pena.
Mi padre y mi madre por razones diferentes, no deseaban una niña sino
un varón. Viví esto como un rechazo completo de mi feminidad y una
falta de respeto a lo que yo era: una mujer.
Mi madre, que era muy coqueta, no quería que se viera que estaba
encinta, y se ponía un corset apretado. Esto lo viví como una supresión
de vida: no deseaba que yo estuviera ahí: que viviera.
Tuve un nacimiento muy difícil, pues después de todo eso, no quería
nacer. Mí mamá estuvo a punto de morir y yo también. El hecho de que
mi madre haya sufrido tanto y de que estuvo a punto de morir, reforzó en
mí la culpabilidad de existir.
Mi madre finalmente fue anestesiada y eso también recayó sobre mí. La
anestesia me hizo tocar la nada: estaba como en la nada, en el no-ser.
Las manipulaciones violentas del médico no hicieron más que reforzar el
no respeto y el hecho de que me sentía nada. Si yo hubiera sido
verdaderamente una “maravilla”, el médico habría puesto más atención
en mí y me habría tomado delicadamente.
Después del nacimiento, viví una serie de sucesos traumatizantes que me
hundieron más profundamente en la herida de no-ser.
La ruptura con mi madre que estaba anestesiada y, por tanto, no fui
puesta al lado de ella, al contrario me arrancaron de mi madre.
Por razones médicas, no fui amamantada, lo que reforzó la ruptura con
mi madre, e incluso no me alimentaron con mucha rapidez: tuve hambre
y eso también lo viví como un rechazo.
Mientras mi mamá estaba anestesiada, yo estaba abandonada; sola en mi
cuna, con una angustia profunda, y un sentimiento de vacío, que no hacía
más que confirmar que yo no significaba nada para nadie.
Llegó mi padre, había bebido más de lo razonable. El Señor me reveló las
violencias que sufrí durante este primer encuentro con mi papá y que
marcaron todo mi ser: mi cuerpo, mi alma y mi espíritu. Estos actos de
violencia reforzaron definitivamente en mí la herida de no-ser.
A partir de un reposo en el Espíritu, a las seis y media de la mañana (hora
en que el suceso realmente pasó), el Señor me reveló lo que sucedió:
“Yo esta inclinada sobre un bebé que estaba recostado sobre el vientre y
con mi mano, violentamente y sin ninguna moderación, quise coger el
sexo del bebé diciéndome:
CAPÍTULO VII
Es esto lo que siento, un anhelo por El, pero al mismo tiempo hay un algo
interior que se rebela; estoy angustiada, inquieta, ansiosa por encontrar
la paz; no puedo y todos los que están en el retiro me caen muy mal.
Leo Oseas 2, 16-22:
Y Adán respondió:
INTRUSA,
“Soy una mujer de 47 años, casada hace 24, con dos hijas. Hace 7 años
conocí al Señor, pues antes era pagana total. Recibí el sacramento del
matrimonio y el bautismo de mis hijas solo como un rito y conveniencia y
porque todos lo hacían. Desde que sentí la necesidad de Jesús, su
llamado, todo fue rápido; en forma increíble llegó a mí Su Palabra: recibí
una Biblia de manos del obispo de mi diócesis, no sabía qué hacer con
ella, pues no entendía absolutamente nada; pero fui invitada a un taller
de Biblia. Al mes, en ese mismo taller, escuché que había un grupo de
oración en la parroquia; ese mismo día fui, no entendía nada, pero algo
superior a mis fuerzas me llevaba y durante tres años acudía y lloraba;
fueron tres años de muchos cambios, de desestabilizaciones, sentía que
el mundo se me había dado vuelta, no comprendía nada.
Poco a poco, el Señor me fue mostrando su misericordia, despejando el
camino para seguirlo; pero muy al interior, sentía que algo no andaba
bien; durante dos años, fui a misa todos los días, pero no podía hacer
oración personal; solo a veces en comunidad. Me llamaron al servicio y
empecé a sufrir porque no cumplía con lo que el Señor quería de mí: la
oración. Cuando trataba de orar, me confundía, no sabía qué decirle, lo
alababa a la fuerza; buscaba el momento de orar en mi casa y cuando lo
tenía, me evadía y quedaba con un sentimiento de culpa. Pensé que
necesitaba bendecir mi hogar y así lo hice; pero todo continuó igual. Me
acerqué a muchos hermanos, a sacerdotes, todos me decían algo sobre la
oración que me dejaba más confundida aun. Veía y sentía la misericordia
de Dios; pero me daba cuenta de que no la valoraba lo suficiente, no veía
su amor. Mi interior era un torbellino que fue creciendo y llevándome a
hacer cosas negativas; luchaba exigiéndome esfuerzos para tratar de
agradarlo porque creía que así me escucharía o me miraría con bondad.
Comencé a sentirme muy cansada espiritualmente, algo pasaba en mí
que no lograba controlar; al mismo tiempo que sentía una gran
necesidad de Dios.
El Señor, en su infinita sabiduría, no permitió que asistiera a los retiros
donde yo creía que encontraría la respuesta para mi estado del alma,
hasta el momento en que fui invitada a un retiro ignaciano
personalizado. En ese retiro comencé a pedirle, a rogarle al Señor que
por favor me sanara, aunque sufriera; pues intuí que era una herida que
me bloqueaba para recibir su amor. El Señor en su maravillosa pedagogía
me fue mostrando todas aquellas heridas causadas por la falta de amor,
hasta que me fui sintiendo culpable y no sabía de qué; me fue llevando a
lo más profundo de mí misma; llegó el momento en que todo mi ser se
rebeló cuando le pregunté al Señor: ¿Señor, por qué estás enojado
conmigo? ¿Cuál es la causa por la cual no me dejo atrapar por Ti? Su
respuesta fue una palabra de conocimiento: intrusa. Después le dije:
Señor muéstrame el refugio que me construí contra Tú amor. Y la
respuesta fue: inercia.
Había sido concebida por mis padres antes del matrimonio y desde ese
momento me sentí una intrusa entre ellos y sobre todo ante Dios. Negué
mi ser, pues había sido procreada por la irresponsabilidad de la pasión;
había nacido por casualidad y me negaba a recibir la vida. Me sentía
menospreciada y eso no me dejaba abrirme al amor de Dios, no me
aceptaba a mí misma y me sentía culpable de haber nacido, pedía perdón
por existir. Descubrir esto fue el momento más doloroso de mi vida; solo
Dios era culpable de todo esto; deseé pegarle con furia, sentía la mayor
rabia de mi vida y lo enfrentaba diciéndole: ¡Sí eres tan sabio ¿por qué
permites que se dé la vida en estas circunstancias? ¿Sí sabes que afecta
tanto y que eso separa de Ti?, Dios no te entiendo! Viví todo un día de
odio contra El, sentada, acurrucada en la capilla ante el Santísimo. Al día
siguiente me sentí más calmada, aunque con rabia; la animadora me hizo
leer el Salmo 139 y no lo pude terminar porque sentía un inmenso dolor
en todo mí ser. Ella me pidió que fuera a pedir el Sacramento de la
Reconciliación y el Sacramento de los Enfermos. Así lo hice y desde ese
momento sentí algo diferente que fue creciendo más y más en paz,
alegría y más que todo me sentí “Resucitada”. No sé cuántas veces leí
después el Salmo 139, y fui sintiendo y comprendiendo el amor del Señor
en mí, hasta sentirme amada desde siempre; fue maravilloso cómo Él se
manifestó haciéndome entender que desde siempre había estado
conmigo y que nunca había estado sola. El me llevaba de su mano porque
soy de su propiedad”.
CAPÍTULO VIII
“LA HOMOSEXUALIDAD”.
“Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo
el que crea en El no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no
ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el
mundo se salve por El”
(Jn 3, 16-17).
¡ponte de pie!,
“Escribo este testimonio con todo corazón como prueba del amor de
Dios; si un joven o una mujer sufren lo que yo he sufrido, sepan que todo
es posible para Dios, si lo dejamos obrar en nosotros.
Nací en una familia cristiana de 12 hermanos, en total somos 13. Mi
madre se sentía tan mal durante sus embarazos, que cuando yo fui
concebido no me recibió con amor. Mi infancia puede decirse que fue
feliz, crecí con cierta inocencia y por eso sin haber sido enseñado, tuve a
mis ocho años una experiencia traumática: un niño vecino me inició en
una experiencia sexual, lo que marcó toda mí vida. Acusaba en mi
interior a Dios por lo que me sucedía, dudaba de mí salvación. Acusaba a
mi padre de no haberme instruido en la sexualidad y los peligros que un
niño puede correr. Mi adolescencia fue dura al darme cuenta de que era
la figura varonil la que me atraía. Cunado me masturbaba, era siempre
pensando en ese niño; y así fui creciendo con mi sexualidad desviada.
Sentía miedo, inseguridad, sentimientos de inferioridad; mis hermanos
sin saberlo me rechazaban, me sentía inútil para los deportes, me
costaba tener amigos por miedo a que descubriesen lo que yo era.
Mí madre, por ser tantos hermanos, no siempre me daba lo que mi
corazón de niño reclamaba, y así fui haciendo tareas en el hogar para
comprar su amor y que se fijara en mí; tareas todas ellas femeninas:
lavar, coser, limpiar la casa, hacer de comer a mis hermanos, etc. Justo
con todo esto, me fui llenando de temor hacia las mujeres que eran
fuertes de carácter y seguras; me molestaban; y las mujeres muy
femeninas me agradaban; pero me asustaban y me sentía inferior, no
sabía como enfrentarlas.
Sentí el llamado del Señor para ser sacerdote, dudé mucho tiempo en
decirle sí, porque tenía miedo de que solo fuera un escape para esconder
mi situación de homosexual; pero un día, todo se aclaró e ingresé al
Seminario y llegué a ser sacerdote. Este sentimiento homosexual estaba
en mí; no podía sentir hablar de esto sin que todo mi ser se perturbara;
me sentía como acusado, descubierto. Nunca lo había hecho con nadie;
pero era un peso en mi corazón. Un día caí en esta práctica con un joven:
esto duró alrededor de un año y meses; sabía que el Señor me sacaría;
pero nunca creí que Jesús me podía curar definitivamente. Decidí por
gracia de Dios hacer un retiro, y el Señor me fue mostrando lentamente
la causa de esta desviación sexual. Me di cuenta de que había asumido el
papel de mí madre; que yo la había reemplazado. Pero, ¿cómo?, ¿dónde?
El Señor me mostró que fui concebido con rechazo, como un embarazo
más, no me sentí recibido ni amado por mi madre; había hecho una
opción de muerte en el vientre materno. Mí nacimiento fue difícil, no
quería nacer. Toda mi vida había estado ligado a mi madre sin haber
cortado jamás el cordón umbilical. Cuando el sacerdote me confesó y me
fue ungiendo mes por mes de mi desarrollo intrauterino en una oración
cronológica, en el momento del nacimiento, cortó con la gracia de Dios
esa cadena que me tenía atrapado allí y experimenté la liberación más
grande de mi vida, un gran peso partió de todo mi ser; 36 años llevé de
alguna manera la figura de mi madre en todo mi ser; la asimilé a mí. Hoy
experimento que soy realmente hombre, mi actitud con las mujeres va
cambiando poco a poco; el Señor Jesús me va afirmando en mi
masculinidad. El vino a restaurar en el hombre la imagen destruida por el
pecado.
Esta no aceptación de mi madre en el momento de mi gestación, me llevó
a tener una imagen de Dios desfigurada. Según mi modo de ver, Dios
regalaba consuelo; pero luego lo cobraba con algún dolor, sequedad
espiritual o desolación interior. Me costaba aceptar algo gratuitamente
de mi padre y, por lo tanto, también de Dios. Me sentía tan indigno, tan
lleno de culpabilidad, no merecía el amor ni nada. La santidad era para
algunos o se conseguía a base de puro sufrimiento. Para mí, Dios se
gozaba en el sufrimiento de sus hijos. Todo esto fue porque quería
comprar el amor de mi madre, llamar la atención; y el único modo era
esforzándome hast mi propia destrucción.
Dios me mostró que me ama como hijo, que no tengo que pagarle nada,
ya Cristo pagó por mí: solo tengo que dejarme sanar y aceptar su amor
de Padre.
Hoy me doy cuenta de que el enemigo más grande de nosotros, somos
nosotros mismos, cuando no nos aceptamos como somos y no nos
amamos y tampoco nos dejamos amar; todo eso es destructivo. Creo que
la experiencia más maravillosa que he hecho en mi vida es haber perdido
el miedo a Dios y a lo que me pueda pedir en la vida, porque Él desea la
felicidad y lo mejor para sus hijos”.
CAPÍTULO IX
“¿Por qué no me morí cuando salí del seno, o no expiré al salir del
vientre?”
(Job 3, 11).
Al comienzo, el futuro bebé no es más que una punta de alfiler; pero a los
4 días posee ya 16 células. En la segunda semana ya tiene todas las
características propias.
El bebé es un huésped dentro del seno materno que exige ser respetado
y sobre todo amado, deseado. Sin embargo, a veces la ignorancia, el
deseo de evitar el sufrimiento o los cánones sociales, llevan a muchas
mujeres a considerar el aborto como una salida a un estado que no
desean.
Desde el primer instante en que dos seres se unen, puede surgir una
eclosión de vida que debe ser estimada como una gracia de Dios, un
llamado a la co-creatividad y a la dignidad de dar vida.
Sin embargo, antes de pasar a las consecuencias de abortos fallidos,
quisiera dar paso a un testimonio de una mujer ya madura, que fue
obligada por su padre durante su adolescencia a abortar.
“Había ido a varios retiros de sanación, muchas veces había visto trazar
la línea de 0-10-20-30… y más; pero nunca había sentido lo que esa
mañana sentí; ahora entiendo que el Señor sana lo que está preparado,
aunque esté en lo más recóndito de nuestro ser.
Cuando tenía 13 o 14 años de edad, quedé huérfana de madre y al
cuidado de dos niños pequeños de 4 y 5 años de edad. Mí padre era muy
severo. Conocí a un hombre diez años mayor que yo, me habló de
matrimonio, vino a solicitar mi mano; mi padre aceptó no de muy buen
grado, él tenía otros planes. El día que fijaron para el matrimonio me
llevó a mí con los niños a otro lugar, a casa de una tía, donde nos
quedamos por algún tiempo. Mi novio me había seducido y quedé
esperando un bebé; así y todo, mi padre me obligó a romper el noviazgo.
Dejó pasar cuatro meses y me habló diciéndome que era mejor
deshacerse de la creatura, que él tenía una persona que iba a hacer la
intervención; me dijo que yo era muy joven y que era mejor así. Acepté
por obediencia y por temor. Pasaron los años y nunca olvidé este
episodio; venía siempre a mi memoria; pero pensaba que no era pecado,
puesto que yo había obedecido a mi padre.
Con el tiempo, formé un hogar, tuve una hija; pero siempre recordaba a
aquella otra, ya que me dijeron que era mujercita, y me decía:
Los niños que han sido agredidos por una tentativa de aborto, a través de
inyecciones, de golpes, de sustancias que pueden detener el embarazo,
de esfuerzos sobrehumanos para que el bebé sea desalojado, esos niños,
van a ser personas muy inestables emocionalmente, tímidas, fácilmente
manipulables según el grado de agresión. Algunos son irascibles,
rencorosos y están centrados en ellos mismos; cuentan con su propia
fuerza, al sentirse solos contra el mundo es muy fácil que caigan en
depresiones continuas. O bien, son seres que buscan la fusión en el amor
y en la amistad.
No es raro tampoco, que la relación con la madre sea difícil;
inconscientemente intuyen que ésta quiso eliminarlos y por tanto, no
pueden abrirse y dar ternura a alguien en quién ven más un enemigo que
a una madre.
Las personas que han sido agredidas en el seno materno, se sienten
siempre en peligro, son hiperquinéticas, necesitan estar en movimiento
para no ser atrapados. A veces, desarrollan tics nerviosos, y pueden ir
desde la depresión a la anorexia. Son desconfiados y les cuesta entrar en
relación. Una pequeña contradicción o crítica puede desatar una
verdadera tormenta en sus vidas.
También se pueden explicar algunas esquizofrenias cuando la agresión
ha sido continuada y ha durado varios meses y a pesar de todo, el feto
logró afirmarse en el seno materno.
Haciendo un retiro en Padre Hurtado, después de haber dado la charla
sobre la sanación en el seno materno, entró en mi oficina una mujer
joven, temblorosa y demacrada; venía con una Biblia entre las manos y
abierta sobre una página con una fotografía en colores de un feto. Me di
cuenta de que el Señor estaba tocando algo doloroso en su desarrollo
fetal, oré por ella; y después del retiro me escribió su testimonio.
“Se estaba dando una charla sobre la sanación y las heridas en el seno
materno, cuando comencé a sentir el amor misericordioso del Señor en
mí. La primera sorpresa que recibí fue cuando la animadora explicó los
signos del Señor en la reconciliación en nuestra historia; y explicó que
podría consistir por ejemplo, en la repetición de un texto, en la oración
personal; y en mi caso no era un texto sino una fotografía que sale en las
Biblias grandes Latinoamericanas: la del feto.
Antes de venir al retiro, una hermana me había explicado la oración de
fidelidad; y un mes y medio antes de venir al retiro comencé a hacerla, y
durante este tiempo en mi oración personal, fueron muchas las veces en
que me salió esa fotografía, a tal punto, que pensé que mi biblia era
defectuosa; la revisaba por todas partes para encontrarle la falla; pero no
encontré nada. Solo al llegar al retiro comprendí que éste era un signo
del Señor para sanarme; pero no sabía lo que quería decirme el Señor.
Acto seguido, en el retiro comienzan los testimonios y yo fui
profundamente tocada por uno; temblaba entera, estaba asustada, como
paralizada por un terror visceral. Cuando terminó la charla, fui
inmediatamente a la oficina de la animadora e irrumpí en el interior,
cuando estaba en plena entrevista con otra persona; y le dije:
Ella me respondió:
Aprovecha todos estos días del retiro para que el Señor ponga su perdón
perfecto en tu corazón por ella, anda a orar a la capilla y deja al Señor
hacer su obra.
¡fíjate que casi se nos muere esta señora, no sabemos qué le pasó!, la
íbamos a llevar al hospital a causa de vómitos que tenía, pensamos que
estaría intoxicada con una jaibas que había comido al almuerzo; pero ella
pedía:
“UNA INYECCIÓN”
“TESTIMONIO DE JAVIERA”
“QUININA”
CAPÍTULO X
Hay factores ajenos al desarrollo del bebé que van a influir en su vida
intrauterina y en el futuro. Aunque son esperados con amor, hay
accidentes imprevistos que los van a marcar. Somos la obra maestra de
la creación, delicados como una porcelana; y vamos a reaccionar
haciendo elecciones de muerte ante cualquier imprevisto que toque
nuestra vulnerabilidad de creatura.
En nuestro ministerio, hemos recibido personas que se han sentido
agredidas en el seno materno por la guerra, el hambre, los viajes, los
terremotos, las tormentas, los medicamentos, los golpes, los accidentes
automovilísticos, las caídas de escalas, los miedos viscerales, etc. Buscan
ayuda para saber cuál es el origen de la angustia que los atemoriza, la
timidez excesiva, la depresión, el miedo de ser abandonados, la
agresividad, los vértigos, el desequilibrio, etc.
Hay personas que se han enclaustrado en su hogar y son incapaces de
salir a la calle o enfrentarse con el público. Algunos seres son tan
tímidos, que no pueden defenderse frente a los atropellos o las
injusticias y viven grises y apagados, sumidos en una laxitud fatalista
que les impide dejarse salvar. Todo esto toca nuestra relación con Dios,
con los otros, y consigo mismo y es necesario encontrar la verdad a la luz
del Señor. Veamos algunos ejemplos:
“UN LAGARTO”
“EXCESO DE CALCIO”
“UN TERREMOTO”
“UNA CAÍDA”
y esto, hizo que me rebelara y quisiera siempre ser lo más fuerte, la que
todo lo puede; y me he echado a la espalda responsabilidades enormes.
Desde muy pequeña he sido muy miedosa; me sentía responsable de mis
hermanos, quería que anduvieran siempre al lado mío, y si no lo hacían
lloraba como si me estuvieran matando, presa de una angustia
desesperante.
El Señor también me mostró que no acepté mi femineidad; quería ser un
hombre para llenar el rol que querían mis padres; y debí tomar la
decisión de aceptar mi ser de mujer.
Solía cargar cosas de peso excesivo para mi edad; no sé de dónde sacaba
tanta fuerza; pero sabía que me halagarían por eso. Así fui buscando el
amor, con trabajos duros, escondiendo toda mi debilidad femenina.
Siendo una niña pequeña, tenía grandes deseos de tener el miembro
masculino y para ello cuando podía me ponía pantalones, también me
ponía [algo] para que abultara y a sí parecerme al varón. Todo esto lo
hacía en la soledad, luego me venía un sentimiento de culpabilidad
enorme; me sentía sucia.
El rechazo a mi sexualidad, me condujo a una severa amenorrea, que
finalmente se resolvió positivamente cuando a los 17 años y medio me
llegó la menstruación.
El hecho de haber asumido el luto de mi madre desde el seno materno,
me ataba interior y exteriormente. Le comencé a pedir al Señor nuevos
comportamientos, para seguir recibiendo la vida en abundancia; y Él
empezó a trabajar. Lo primero que tocó fue mi forma de vestir a través
de personas que comenzaron a regalarme vestimentas de color rojo, un
vestido, una polera, un pulóver; estos tres objetos fueron la causa de que
se destara una inmensa cadena de ataduras.
Para ambientarlos, debo decirles que soy campesina, que vivo en un
pueblo pequeño muy apegado a las costumbres un poco rígidas. Si
alguien faltaba a las normas que ellos habían establecido como buenas,
era faltar a la moral. Yo nunca había usado ropa llamativa, en especial de
color rojo; lo rechazaba con violencia. Tampoco me pintaba los labios y si
lo hacía, no me atrevía a salir del dormitorio. En una ocasión, para mi
cumpleaños, me regalaron un pulóver rojo; fue impresionante cuando
abrí el paquete; sentí de mi [parte] un rechazo violento y lo único que
atiné a decir fue: ¡esto a mi no me queda bien!, es un color para las
mujeres ligeras de vida; y sin embargo, pedía con todas las fuerzas al
Señor el abrazar la vida.
Pasó un tiempo. Fui al campo y me encontré con un funeral; allá en el
pueblo cuando muere una persona, la familia se viste un año de negro.
Iba por la vereda cuando escuché un comentario:
Y la otra le contesta:
Esto llegó como una flecha, que se clavó en mi corazón con una fuerza
tan grande, que cerré los ojos y me di cuenta: toda mi vida vengo
arrastrando este luto; y sin darme cuenta lo llevo también en el exterior.
Lloré mucho; pero el Señor da la gracia de poder aceptar lo que Él nos da
de una manera insólita; tenía que cambiar de mentalidad y de manera de
vestirme. Me fue difícil salir a la calle con una polera roja; pero a medida
que la gente me decía:
CAPÍTULO XI
“Contado entre los que bajan a la fosa, soy como un hombre acabado;
relegado entre los muertos como los cadáveres que yacen en su tumba,
aquellos de los que no te acuerdas más, y que están arrancados de tú
mano”
(Sal 88, 5-6).
Hemos escuchado algunas veces la frase: “es tan conflictivo que tiene
una crisis de identidad”. Es fácil calificar a una persona de esta manera,
pero, ¿qué es lo que la llevó a sentirse sin lugar en el mundo, sin raíces,
sin familia?. y a llevar ese dolor existencial que la hace preguntarse:
“ESPERABAN AL OTRO”
“Esta fue la frase que le dijeron a mi familia cuando fui hospitalizada por
tercera vez en estado grave. Los médicos no encontraban la causa de mi
extraña enfermedad y algunos avanzaron el diagnóstico de
esquizofrenia. Mis depresiones eran frecuentes; yo misma no me
entendía y al mismo tiempo que quería ser adulta, los años pasaban y yo
no podía detenerlos; me era difícil aceptar mi edad y mis limitaciones.
Entré en la Renovación, aprendí a alabar al Señor, conocí la Palabra y
poco a poco fui sintiéndome en paz; pero de improviso me atacaban las
angustias viscerales, los insomnios y el deseo de acabar de una vez por
todas con esta tortura. Pero amaba mucho a mi familia como para buscar
medios tan terribles como el suicidio. Fue así como emprendí un camino
de sanación a través de varios retiros de sanación y crecimiento. La luz
del Señor fue aclarando mi vida. Era la quinta hija de un matrimonio;
antes que yo había nacido un bebé robusto y bello que vivió una semana;
la partera había perdido el equilibrio y el niño cayó de sus manos al
pavimento; sus huesitos tiernos no resistieron el golpe y murió. Mi mamá
me esperó en la angustia y con el deseo de que sustituyera al bebé
muerto. No solo fui marcada por la muerte de mi hermano, sino también
por la grave enfermedad de mi abuelo materno. Esto causaba una pena
muy profunda a mí mamá, doblemente afectada. Nací en el mes de
septiembre y un mes después murió mi abuelo. Todo llegó a ser claro
para mí, el Señor disipó las tinieblas que me tenían aprisionada y pude
decir “sí” a la vida”.
CAPÍTULO XII
“HERIDAS DEBIDO A NACIMIENTOS DIFÍCILES”
Hay padres que al ver a su bebé azul a causa de asfixia han dicho:
“LA INCUBADORA”
¡no me quieren!
¡desean que muera!
Son seres que cultivan la soledad y que han creado una caparazón de
insensibilidad muy grande. Sufren enormemente porque no saben como
romper su falta de comunicación y salir de su autismo fabricado cuando
conocen una persona que les interesa.
pues la partera, según me contó mamá, estaba apurada porque tenía una
reunión esa noche y no quería faltar; y como no era aun el momento de
mi llegada, ella le ayudaba a mi mamá apretándole el vientre hacia abajo
y colocándole bolsas de agua caliente para apurarme. Yo en el vientre de
mi madre luchaba constantemente contra esa presión y calor que me
obligaba en todo momento a cambiar de posición y me hacía temblar de
miedo, porque el mundo se me presentaba cruel. Cuando papá apenas
me miró, elegí morir; y el Señor me presentó esta elección que hice el día
de mi nacimiento en una visión en la que veía una lápida con la fecha de
mi nacimiento, unas bellas flores y Jesús de pie ante ella. Yo sabía que
allí estaba yo, y le pedía que me ayudara a salir, que yo no podía levantar
semejante piedra sola. Lo culpaba a Él de haber permitido que me
sucediera esto; y me costó mucho reconciliarme con El y perdonarlo.
A raíz de este nacimiento forzado, y la falta de afecto paternal, era
tímida, introvertida, creé un mundo irreal en el cual me sumergía cuando
el mundo real me era hostil. Estaba llena de miedos, temía ser
abandonada; por tanto, toda relación afectiva la terminaba yo, antes de
correr el riesgo de que me dejaran.
El miedo y las inseguridades eran mis compañeras permanentes; pero me
fabriqué una coraza muy fuerte que los disimulaba muy bien.
No me sentía parte de la familia, ni segura en el hogar de mis padres, lo
que me llevó a una actitud nómade a causa de no querer apegarme a
nada. Soy fría, sin sentimientos, tengo un corazón duro, me cuesta
demostrar y dar el amor.
Para ser aceptada por mis padres, fui lo que ellos esperaban de mí: una
niña modelo; pero no era mi mundo, el mío era el otro interior que yo
había creado solo para mí.
El Señor también me mostró que yo era una espectadora del mundo; lo
veía detrás de una vitrina, o desde la tumba donde me metí para que
nadie me hiciera daño”.
¡él vive!
¿es necesario?
Llegó el tiempo del colegio; tenía seis años, no quería ir, me costó
aprender a leer; pero lo que acabó por reforzar mi inseguridad y falta de
confianza fue mi llegada al tercero básico. Un día, la profesora nos dijo
que nos iba a dar un gran premio.
¿En qué consistía? En la sala existían tres filas: la de los aplicados,
regulares y flojos. Como a mí me costaba mucho, a pesar que hacía mis
tareas con mucho esfuerzo, pasé todo el año en la fila de los flojos. Algo
había pasado en mi nacimiento que me causó un bloqueo. Me sentía muy
mal, disminuida, temerosa, entendía las cosas pero no las podía escribir,
finalmente repetí el año. Fui a un colegio especial por algunos años; y mi
mamá me volvió a poner en tercero básico a los 17 años; era la más
grande del curso y me daba vergüenza porque mis ex compañeras iban
en octavo básico y corté la amistad con ellas; me hice un mundo donde
solo existían los estudios y mi familia.
La enseñanza secundaria la hice bien; pero persistía esa falta de
confianza en mí. Llegué a ser profesional; obtuve el título de Contadora.
Y es ahora, a los 24 años, cuando se de dónde vienen mis temores y la
falta de confianza en mí [misma]: el nacimiento con fórceps”.
CAPÍTULO XIII
“Mí embrión tus ojos lo veían; en Tú libro están inscritos todos los días
que han sido señalados sin que aun exista uno solo de ellos”
(Sal 139, 16).
A) ¿Cómo se debe orar por una persona que ya tiene cierta edad? y,
No es necesario que usted sea carismático para interceder u orar por una
persona. No crea que a usted le fue dado de parte de Jesús, menos poder
que a aquellas personas que oran por los enfermos. Un matrimonio está
dotado de un gran poder de sanación a causa del sacramento del
Bautismo y del matrimonio y por el hecho de ser co-creadores con Dios.
¿Qué puede haber influido en el desarrollo de un niño con el cual usted
tiene problemas? Es importante recordar todos aquellos momentos del
embarazo, los acontecimientos negativos y los positivos. La mamá debe
saber que hubo una estrecha relación entre ella y ese bebé, que se
desarrolló en su seno durante 7, 8 ó 9 meses.
El niño absorbió como una esponja lo negativo y lo positivo y lo registra
en su inconsciente; por eso todos los meses de gestación son
importantes.
Vamos a nombrar algunas circunstancias que influyen en la concepción y
desarrollo de una vida intrauterina: concepción en estado de ebriedad,
disgusto o rechazo del acto sexual, sentir el acto sexual como una
violación; la violación, gestación guiada por la pasión sin pensar que se
puede originar vida, concepción fuera del matrimonio, dar la vida sin
amor y por deber, etc.
PRIMER MES
SEGUNDO MES
Usted que llevó al niño en su seno, agregue todas las circunstancias que
rodearon el embarazo en este mes: caídas, viajes, opresión, muerte,
peligro de aborto, etc.
TERCER MES
Agregue todos los sucesos que puedan haber influido en el proceso del
embarazo: cólera, enfermedad, violencia, heridas, disputas, cambio de
casa, problemas económicos, vergüenza, críticas, la guerra, revoluciones,
calumnias etc.
CUARTO MES
QUINTO MES
Agregue……
SEXTO MES
SÉPTIMO MES
OCTAVO MES
“Señor Jesús, ponemos delante de Ti el octavo mes. Toca a este bebé que
nació en este mes a causa de un accidente, de un terremoto, una disputa
conyugal, el descubrimiento de una infidelidad, etc. Sana el rechazo a
comprometerse en el futuro. Restaura la imagen de sus padres. Sana la
imagen del mundo que resintió como cruel, toda desorientación que
venga de su nacimiento prematuro. Sana la imagen de la familia; toca la
elección de muerte que haya hecho y que lo llevan a considerarse sin
raíces.
Te presentamos este niño que continuó desarrollándose en el seno; toca
su rechazo a nacer, a recibir el ser. Sana la rebeldía y la angustia de no
llenar el rol que sus padres esperaban de él. Sana cualquier herida social
o de pobreza que haya recibido; sana las heridas de emigración, de exilio,
de humillación, de rechazo. Colocamos delante de Ti su memoria
auditiva, gustativa y táctil y cualquier agresión venida desde el exterior”.
Agregue……..
NOVENO MES
Es importante que la pareja deje todos los días un momento para orar
por su bebé.
“Te damos gracias Padre Eterno, por habernos considerado dignos de dar
la vida, por habernos hecho co-creadores contigo. Acompáñanos y
enséñanos a ser padres sin autoritarismo y sin desear programar la
existencia o el sexo de nuestro bebé. Virgen María, intercede para que
sepamos ser padres que den y reciban la ternura, que nos abramos a la
sabiduría para saber guiar esta criatura en la vida cotidiana.
Gracias Señor por el milagro de la vida. En tu nombre y por la gracia de
nuestro sacramento del Bautismo y nuestro sacramento del matrimonio
bendecimos este pequeño ser que comenzó a desarrollarse; dale la gracia
de elegir siempre la vida”.
Todos los días, orar en forma espontánea mes por mes. Bendecir al bebé
en el Nombre de Jesús:
SEGUNDO MES
“Señor Jesús, ponemos frente a Ti nuestro bebé. Toca sus órganos que
comienzan a bosquejarse; pon tus manos armoniosas sobre él, para que
crezca sano; llénalo de ternura, de vida”.
TERCER MES
CUARTO MES
“Señor, gracias por las nuevas proporciones que tiene nuestro bebé;
libera su inteligencia; armonízalo en todo su ser. Cuida los latidos de su
corazón y el funcionamiento de su hígado. Llénalo de amor crístico y de
aceptación de la vida. Dale la gracia; que se acepte a si mismo desde el
primer instante”.
QUINTO MES
“Señor Jesús, gracias por la vida de nuestro bebé, gracias por sus
movimientos. Señor, acompáñanos a hablarle a nuestro hijo, a decirle
que lo amamos, que lo esperamos con amor.
Pequeño bebé, aquí están tu papá y tu mamá; preparamos nuestros
brazos para mecerte, abrimos nuestro corazones para acogerte.
Señor Jesús, gracias por nuestro bebé. Libéralo de todo efecto de
herencia paternal o maternal negativa y aumenta lo que es positivo,
bendice todas las facultades que le has dado; pero sobre todo, te
pedimos que lo llenes de Tu paz y de Tu alegría”.
PRESENTACIÓN 1
INTRODUCCIÓN 2
CAPÍTULO I 5
Guiados por el Espíritu Santo 5
La sanación intrauterina 10
CAPÍTULO II 12
La libertad crística 12
¿En qué consiste la libertad crística? 13
CAPÍTULO III 14
El pecado original 14
CAPÍTULO IV 19
El modo de sanar del Señor 19
Los carismas y la sanación 19
El carisma de sabiduría 19
La palabra de conocimiento 20
La visión 20
El reposo en el Espíritu 22
El sueño profético 22
La imagen pedagógica 24
CAPÍTULO V 26
Los niños rechazados 26
Los niños rechazados por su sexo 28
¡No se desea una niña más! 28
No quiero una muñeca 33
Y Tú Padre,. ¿me has deseado? 34
CAPÍTULO VI 36
La herida de no-ser 36
Yo no te pedí vivir 39
El mal de vivir 46
Yo no soy nada 49
CAPÍTULO VII 53
Los hijos del pecado 53
Soy la hija del pecado 55
Intrusa 58
CAPÍTULO VIII 59
La homosexualidad 59
CAPÍTULO IX 64
Niños agredidos por tentativas o deseos de aborto 64
Testrimonio de la madre de Noemí 67
Una inyección 68
Testimonio de Javiera 69
El terror de dar vida a un hijo enfermo 70
Quinina 71
Búsqueda de un aborto natural 71
CAPÍTULO X 73
El desarrollo fetal 73
Un lagarto 74
Un exceso de calcio 74
Un terremoto 74
Una caída 76
La muerte del padre 76
Los sucesos del 64 en Zaire 79
La guerra de 1940 81
CAPÍTULO XI 82
Los hijos de sustitición 82
Esperaban al otro 84
¡Que muera tranquila en su casa! 84
La llamaré como a mi madre 85
CAPÍTULO XII 86
Heridas debidas a nacimientos difíciles 86
El nacimiento por
cesárea 86
Nacimiento por fórceps o ventosas 87
La incubadora 88
Los niños a quienes les apuran el nacimiento 88
Los niños a los que se les retarda el nacimiento 88
El bebé olvidado 88
¡Para esto me obligaron a nacer! 89
¡Es Tú amor el que me salva! 90
Nací por fórceps 93
CAPÍTULO XIII 94
¿Cómo hacer una oración del seno maternal? 94
¿Cómo se debe orar por una persona de cierta
edad? 94
Acontecimientos que marcan el desarrollo de un
niño 95
ESQUEMA DE UNA ORACIÓN 95
Primer mes 96
Segundo mes 96
Tercer mes 96
Cuarto mes 97
Quinto mes 97
Sexto mes 97
Séptimo mes 98
Octavo mes 98
Noveno mes 99