Вы находитесь на странице: 1из 4

TROZOS DE VIDA INTERIOR…¡¡¡

Tomados del libro… “LA IMITACION DE CRISTO…” Tomás de Kempis

- Poco importan el hábito y la tonsura; lo que hace al verdadero religioso es la reforma de


vida, y tener totalmente mortificadas sus pasiones.

- Contempla los vivos ejemplos de los santos Padres, en quienes resplandeció la verdadera
santidad y virtud de religión, y echarás de ver que cuanto hacemos nosotros es bien poca
cosa o, por mejor decir, casi nada.

- Si la comparamos con la suya, ¿qué es nuestra vida?

- Aquellos santos, íntimos de Cristo, sirvieron al Señor en el hambre y la sed, en el frío y la


desnudez, en trabajos y fatigas, en vigilias y ayunos, con santas plegarias y meditaciones, y
eso en medio de persecuciones y oprobios innumerables.

- ¡Cuántas y cuán grandes tribulaciones padecieron los apóstoles, los mártires, los
confesores, las vírgenes y todos los que quisieron seguir las huellas de Cristo!

- Porque «aborrecieron sus almas en este mundo para poseerlas luego en la vida eterna»

- ¡Qué largas y graves tentaciones tuvieron que arrostrar! ¡Con qué frecuencia fueron vejados
por el enemigo!

- ¡Qué reiteradas y fervientes oraciones elevaron a Dios! ¡Qué abstinencia tan rígida se
impusieron! ¡Qué gran celo y fervor desplegaron por el progreso espiritual de sus almas!

- ¡Qué rudos combates sostuvieron para domeñar sus vicios! ¡Qué pura y recta fue su
intención para con Dios!

- Trabajaban de día y ocupaban las noches en prolongada oración; y, aunque trabajaban, ni


aun así dejaban de orar mentalmente.

- Invertían todo el tiempo en útiles quehaceres, y las horas les parecían cortas para dedicarse
a las cosas de Dios.
- Y tanta era la dulzura que experimentaban en la contemplación, que incluso olvidaban
procurarse el necesario sustento.

- Así, eran pobres en las cosas de la tierra, pero muy ricos en gracia y virtudes. A la verdad,
en lo exterior carecían de todo, pero interiormente se nutrían de la gracia y consuelo divino.

- SE MANTENÍAN EN LA VERDADERA HUMILDAD Y VIVÍAN EN SENCILLA


OBEDIENCIA, CAMINANDO POR LA SENDA DE LA PACIENCIA Y CARIDAD.

- Por eso progresaban de día en día por los caminos del espíritu y alcanzaban de Dios
copiosas gracias.

Tomado del libro…”‘Imitación de Cristo’”

Tomás de Kempis.

- Señor confesaré mi injusticia contra mí mismo, confesaré mi fragilidad.


- Con frecuencia es bien poca cosa lo que me hace caer y me oprime de tristeza. Hago el
propósito de obrar valerosamente, pero no bien asoma una pequeña tentación, la angustia se
apodera de mi alma.
- En ocasiones basta una nimiedad para que me sobrevenga una pequeña tentación. Y cuando
me creo algún tanto seguro, al no sentir el peligro que me acosa, de pronto un leve soplo casi
me rinde.
- Mira, pues, Señor, mi miseria y mi flaqueza, que por lo demás te son bien conocidas. Ten
piedad de mí, y sácame del lodo para que no me hunda, y no quede para siempre sumergido en
él.
- Lo que muchas veces me aflige y me confunde en tu presencia es ser tan fácil en caer y tan
débil en resistir a las pasiones que me hostigan.
- Y si bien es cierto que no me arrastran del todo hasta consentir en ellas, no obstante, su
persecución me importuna y pesa sobre mí, de modo que me causa tedio el tener que vivir
cada día en una lucha sin tregua. 
- Y aquí es donde se evidencia mi flaqueza: porque estas fantasías abominables más bien
tienden a apoderarse de mí que a ceder en sus embates.

¡Oh fortísimo Dios de Israel, celoso, guardián de las almas fieles! Vuelve a mí tus ojos y
mira los trabajos y dolores de tu siervo. Asístele con tu gracia en cualquier cosa que
emprenda!

- No pocas veces reprochamos al mundo el ser tan engañoso y vacío, y, a pesar de eso, no
renunciamos a él fácilmente; tal es el poderío que ejerce sobre nosotros la concupiscencia de
la carne. Y así, unas cosas nos inducen a amarlo, otras a tenerle menosprecio.
- Nos inducen a amar al mundo ‘la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y
la soberbia de la vida’. Pero las penas y miserias que son su cortejo, porque vienen
juntamente con ellas, engendran en nosotros el odio al mundo y el tedio de la vida.
- Mas ¡ay! que puede más la delectación malvada del alma entregada al mundo.
- Por el contrario, los que renuncian enteramente al mundo y tratan de vivir sólo para Dios
bajo el yugo de una santa observancia, estos tales no ignoran la dulzura que aguarda a los
que de veras lo abandonan, y ven con claridad qué graves son los yerros de este siglo y cuán
lamentables los engaños en que vive.

No podemos confiar demasiado en nosotros mismos, pues a menudo nos falta la gracia y el
buen sentido. Efectivamente, no hay en nosotros más que una pequeña luz, y aún ésta se
extingue enseguida debido a nuestra negligencia.

- Es más, muchas veces ni nos percatamos de lo ciegos que somos interiormente. Con
frecuencia obramos mal, y, lo que es más grave, nos excusamos peor. 
- En ocasiones acontece que nos mueve la pasión, y creemos que lo que nos impulsa es el celo.
Censuramos en los otros faltas insignificantes, y no advertimos las nuestras, mucho más
graves. 
- Si te concentras sólo en Dios y en ti, poco te importará cuanto puedas observar a tu
alrededor. 
- ¿Dónde estás cuando no estás contigo mismo? Y ¿qué has ganado, tras haber discurrido por
todas partes, si te has olvidado de ti [de tu alma]?
- Nada tengas por grande, ni sublime, ni agradable, ni digno de aprecio, sino sólo a Dios o lo
que a Él se refiere.
- Todo consuelo que procede de alguna criatura debe parecerte pura vanidad. Al alma que
ama a Dios le merecen desprecio todas las cosas que están por debajo de Él.
- Sólo Dios es eterno e inmenso, sólo Él lo llena todo, sólo Él es solaz para el alma y
verdadera alegría del corazón.

No estriba la gloria de los buenos en lo que digan los hombres, sino en el dictamen de la
propia conciencia. La alegría de los justos procede de Dios y culmina en Dios, y su gozo nace
de la verdad.

- Fácilmente estará contento y en paz el que tiene limpia la conciencia. 


- Ten una conciencia recta, y tendrás siempre alegría. Una conciencia justa puede soportar
muchas cosas, e incluso sentirse gozosa en medio de la adversidad.

No eres más santo porque te alaben, ni peor porque digan de ti cosas censurables. Eres
sencillamente lo que eres, y no puedes considerarte mayor de lo que Dios testifica de ti.

‘Imitación de Cristo’
Tomás de Kempis

Вам также может понравиться