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Facultad de Teología
(Departamento de Teología Dogmática-Fundamental)
Madrid 2012
CONSTANCIA REGISTRAL DEL TRIBUNAL DEL ACTO
DE LA DEFENSA DE TESIS DOCTORAL
TÍTULO:
AUTOR:
DIRECTOR:
TUTOR-PONENTE:
DEPARTAMENTO:
FACULTAD O ESCUELA:
PRESIDENTE: Firma:
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Fecha de lectura:
Calificación:
DIÁLOGO INTERRELIGIOSO CON EL BUDISMO
a través de la obra de Raimon Panikkar,
Jesús López Gay y Henri de Lubac
Madrid 2012
SIGLAS Y ABREVIATURAS
1P 1ª Carta de Pedro
2P 2ª Carta de Pedro
Is Libro de Isaías
1 Sam Libro primero de Samuel
2 Sam Libro segundo de Samuel
1 Tim 1ª Carta a Timoteo
2 Tim 2ª Carta a Timoteo
1 Ts 1ª Carta a los Tesalonicenses
2 Ts 2ª Carta a los Tesalonicences
Jap. Sin. Sección Japónica – Sínica del Archivo Romano de la Compañía de Jesús, (Roma)
Jc Jueces
Jn Evangelio de Juan
Jol Joel
Jr Jeremias
Lc Lucas
LG Constitución Dogmática: Lumen Gentium
LMJ La liturgia en la misión del Japón del siglo XVI
LRB La reencontré du bouddhisme et de l’Occident
MB La mística del Budismo: los monjes no cristianos del Oriente
Mc Evangelio de Marcos
MK Mûlamadhyamaka Kârikâ
MN Majjhima Nikâya
MR Misal Romano
Mt Evangelio de Mateo
MV Mahâvagga
NA Declaración: Nostra Aetate
o. p., Obra citada
PG Patrología Greca
PL Patrología Latina
Prv Proverbios
PUG Pontificia Universidad Gregoriana
PUM Pontificia Unión Misional
PUMCRR Pontificia Unión Misional del Clero, de los Religiosos y de las Religiosas
Qo Qohélet o Eclesiastés
Rm Carta a los Romanos
RM Encíclica: Redemptoris Missio
Sal Salmos
SB El silencio del Buddha
Sb Sabiduría
SC Constitución: Sacrosanctum Concilium
SN Samyutta Nikâya en Panikkar
SN Sutta Nipâta en López Gay
St Carta de Santiago
Sta. Santa
SV Suttavibhanga
Th Thera Gâthâ
Ud Udâna-Itivuttaka
ÍNDICE
ÍNDICE ..............................................................................................................................................1
SIGLAS Y ABREVIATURAS .........................................................................................................1
INTRODUCCIÓN GENERAL ......................................................................................................11
1. Motivación remota de la investigación y estado de la cuestión ..............................11
2. Objetivo de nuestro estudio ...........................................................................................13
3. Metodología y estructura de la investigación .............................................................14
PRIMERA PARTE: LA OBRA DE RAIMON PANIKKAR Y EL BUDISMO .......................19
PRESENTACIÓN DEL AUTOR Y SU OBRA ............................................................................21
1. Semblanza ..........................................................................................................................21
2. Metodología de investigación sobre Panikkar ...........................................................23
CAPÍTULO I: REFLEXIÓN DE PANIKKAR SOBRE EL BUDISMO ...................................................29
1. Perspectivas acerca del budismo ...................................................................................29
1. 1. El budismo: un apofatismo ontológico ................................................................30
1. 2. Prejuicios acerca del Iluminado ............................................................................31
1. 3. La secularidad: el «camino del medio» ................................................................34
1. 4. El protagonismo del «ser» ......................................................................................36
a) Antropomorfismo, ontomorfísmo y personalismo ........................................37
b) La solución al problema del «ser» ....................................................................40
2. La novedad del «ateísmo» budista ................................................................................42
2. 1. Praxis, no especulación...........................................................................................43
2. 2. Un salto al «vacío» ..................................................................................................44
2. 3. El silencio apofático es la respuesta ......................................................................47
a) El «Ni-Ser» ni «No-ser» de la realidad .............................................................47
b) El «apofatismo ontológico» como verdad unificadora ..................................49
3. El significado de la doctrina de Buda ...........................................................................51
3. 1. Buda, un hombre fascinante ..................................................................................52
a) La «piedra angular» del budismo .....................................................................54
b) La vía de la pura fe .............................................................................................55
3. 2. De la «relatividad radical» al nirvana ...................................................................58
a) La pura contingencia en su positividad...........................................................58
b) La completa vacuidad ........................................................................................59
4. Límites de Panikkar a las «cuatro nobles verdades» del Iluminado ......................61
4. 1. La sed de felicidad no debe apagarse ...................................................................62
4. 2. El amor es la verdadera «vía media»....................................................................64
4
2 Cf. PABLO VI, Ecclesiam Suam, 70. 102-104. C. RIVA, La Chiesa in diálogo, Morcelliana, Brescia
1965, 14-19. 76.
3 JUAN PABLO II, «Homilía durante la misa de clausura del Sínodo para Asia»: Oficina de Prensa
de la Santa Sede (7-11-1999. Actualización: 29.09.2010), n. 2. Cf. JUAN PABLO II, Redemptor
Hominis, 11-12. COMISIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL, La fe y la inculturación, BAC, Madrid
1987, n. 8. 10. JUAN PABLO II, Exhortación apostólica Postsinodal «Ecclesia in Asia», 6.
4 Cf. BENEDICTO XVI, Mensaje para la jornada mundial de la paz del 2011, 5. 11.
13
Una vez presentados los motivos que nos han conducido al estudio del
diálogo interreligioso con el budismo, deseamos ahora exponer las metas a las
que pretendemos llegar. En primer lugar, nos proponemos conocer las diversas
formas de manifestación de la doctrina de Buda ―especialmente las de la
tradición Theravada y Mahayana― a través de la experiencia y reflexión de
Raimon Panikkar, Jesús López Gay y Henri de Lubac, pero sin el propósito de
hacer una comparación de estos autores entre sí ni de conformar su contenidos,
pues, como podremos observar, aunque los tres hablan del budismo, cada uno
tiene su visión particular sobre él. Nuestra pretensión es mucho más modesta:
profundizar en el budismo y descubrir cómo ellos ―aunque generalmente no
acuden a fuentes primarias―, sí han vivido en ambientes budistas o eclesiales
diversos y, por consiguiente, desde sus profundas convicciones cristianas y el
equilibrio que el diálogo interreligioso exige, encuentran la verdad y la acción
de Dios que se manifiesta a través de la tradición budista.
doctrina apofática que nutre al budismo y en cómo ésta puede ser el puente de
diálogo con la teología apofática cristiana. Con López Gay conoceremos mejor
la soteriología budista, puesto que focalizará su atención en todo aquello que
está relacionado con la vida monacal budista como camino previo para alcanzar
el nirvana. Y, por último, de la mano de De Lubac nos adentraremos en la secta
amidista de la corriente Mahayana, dado que, a su parecer, ésta es la que más se
acerca a la visión cristiana de Dios.
completa, aunque sí se indicará en todo momento en qué obra del autor que
estudiamos se encuentra citada.
Son muchos igualmente los nombres de los amigos que deberían ocupar
estas líneas. Cada uno de ellos sabe que su nombre está aquí suscrito, como lo
está también su inapreciable cercanía y ayuda.
1. Semblanza
1 Cf. P. JOVER, «Un día con Raimon Panikkar»: Sapiens, 3/9/2001, consultado: 10/11/2010,
disponible en: http://sapiens.ya.com/humanidad/ex-text4.html>, 1.
2 Cf. J. L. SÁNCHEZ NOGALES, Cristianismo e Hinduismo. Horizonte desde la ribera cristiana,
Desclée de Brouwer, Bilbao 2000, 326.
22
5 M. SIGUÁN, Philosophia pacis. Homenaje a Raimon Panikkar, Símbolo, Madrid, 1989, 3-7.
6 Cf. P. JOVER, «Un día con Raimon Panikkar», a. c., 1-3. R. PANIKKAR, La experiencia filosófica de
la India, Trotta, Madrid 1997, 2.
7 Conviene aclarar que aunque nosotros hemos tomado la decisión de utilizar las palabras del
vocabulario budista tal como suenan en castellano, Panikkar transcribe Buda y budismo
como Buddha y buddhismo, ya que, según él, conservan así de manera más evidente su
relación «con la raíz sánscrita BUDH: «despertar a la verdad», «llegar al conocimiento»,
«alcanzar la iluminación (bodhi)» ―meta suprema esta última del esfuerzo budista» (R.
PANIKKAR, «La fascinación del budismo»: Revista de estudios budistas 9 [1995] 7-23, 10).
8 En la sutileza con que Panikkar va entretejiendo su pensamiento, nos va haciendo pasar de
unos conceptos a otros ―relatividad radical, advaita, concatenación universal, silencio,
Trinidad, Buda, etc―, hasta el punto de llegar a afirmar que todo su estudio es un esfuerzo
en esa dirección. Cf. ID., El silencio del Buddha: una introducción al ateísmo religioso, Siruela,
Madrid 52000, 252. A partir de ahora, por ser éste el libro donde Panikkar habla
específicamente del budismo, y en el que nos basaremos mayormente a lo largo de esta
investigación, lo citaremos como SB.
24
11 Cf. R. PANIKKAR, Sobre el diálogo intercultural, o. c., 102, 128-129, 133. C. ECONOMI, «IL dialogo
delle religioni. Sulle tracce di Raimon Panikkar», In Quiete, 8/4/2004, consultado:
12/9/2010, disponible en: http://www.gianfrancobertagni.it/materiali/raimonpanikar/
economi.htm, 1-3. A. ROSSI, «Occidente Dominatore», In Quiete, 5/2/2002, consultado:
12/9/2010, disponible en: http://www.gianfranco bertagni.it/materiali/raimonpanikkar/
occdom.htm, 3.
12 Cf. R. PANIKKAR, Paz y desarme cultural, Espasa Calpe, Madrid 22002, 34-35.
27
1 Cf. SB, 44. 161. Respecto de la estancia, contactos y experiencias de Panikkar con el budismo
de la India, y de su interés por esta tradición, nos puede servir este relato suyo como
ejemplo: «Recuerdo que allá por los años 50 […] pregunté a una monje indio, budista
Theravada, íntimo amigo mío […], la razón por la cual no había budistas en la India […] El
bhikkhu me miró y dijo: “¿Ah, sí? ¿no hay buddhistas?” y me cortó la pregunta…, porque el
Buddhismo como religión, en la India no existe. Hemos perdido el espíritu del Buddhismo
[…] O se toma en serio lo que las tradiciones humanas nos dicen desde el punto de vista más
profundo y más real, o estamos haciendo de ellas una ideología, un partido político o incluso
una institución» (R. PANIKKAR, «La fascinación del budismo»: Revista de estudios budistas 9
[1995] 7-23, 19-20).
2 Cf. SB, 64-67; 102-105; 187-252.
30
«todo lo que dijo el bienaventurado Buda está bien dicho y todo lo que está bien
dicho, ha sido dicho por el budismo» (SB, 54).
3 Cf. R. PANIKKAR, De la mística experiencia plena de la vida, Herder, Barcelona 2005, 229. MB, 71-
73. 231.
4 Cf. ID., Iconos del misterio: la experiencia de Dios, Península, Barcelona 32001, 32. ID., La nueva
inocencia, Edv, Estella (Navarra) 1993, 128. ID., Paz y desarme cultural, o. c., 128-129.
5 Cf. SB, 173.
31
miedo a que su «yo» desaparezca; sin embargo, sólo la superación de ese miedo
le permitirá alcanzar el nirvana6.
Buda, destaca Panikkar, se niega a hablar de Dios y afirma que sólo una
religión que sea «atea» puede ser verdaderamente religión; lo demás es simple
idolatría o adoración de un Dios obra de nuestras manos y de nuestra mente. El
Iluminado ni niega a Dios ni lo afirma, pero muestra una clara diferencia con el
ateísmo moderno que está dispuesto a eliminar a la Divinidad para poder
mantener la individualidad del hombre. Para el Tathagata, hablar sobre Dios es
completamente diferente que tratar sobre cualquier otra cosa, ya que si Dios
fuera otra cosa, sería un simple ídolo. Desde esta perspectiva de su fundador, el
budismo es un apofatismo ontológico que se mueve, no en la esfera de lo
existencial, sino en el ámbito de lo esencial. Entiende que el hombre contingente
y en devenir, con su intelecto y voluntad, no está capacitado para hablar de la
realidad inefable y trascendente, aquella que es «ni-ser-ni-no-ser»7.
«que el budismo sea una religión solamente ha sido puesto en duda por aquellos que
confunden religión con una determinada doctrina acerca de verdades transcendentes,
6 Cf. Ibid., 74-75. Panikkar al defender estas ideas sobre el budismo se apoya en el filósofo
Govinda, quien afirma que «Buda nunca ha negado existencialmente la realidad, ya que la
idea de anicca (realidad), no niega la “existencia” de las cosas, sino su duración e igualmente
la idea de anattâ (no existencia) no proclama que no existe el “sí mismo”, sino que no existe
un sí mismo imperecedero que permanezca eternamente en cuanto unidad separada. En
realidad la noción de anicca es la que garantiza la posibilidad de desarrollo y crecimiento del
individuo» (L. A. GOVINDA, The psychological attitude of early Buddhist Philosophy and its
systematic representation according to Abhidhamma Tradition, Rider, London 1961, 188 [cit., en
SB, 75]).
7 Cf. R. PANIKKAR, Iconos del misterio, o. c., 7. SB, 261-263. El Tathagata, nombre con el que
también se conoce a Buda y que transmite el texto pali, no se sabe si se lo daba Buda a sí
mismo o se lo ha dado la tradición. Cf. ID., «La fascinación del budismo», a. c., 11.
32
es decir, por los que, negando el carácter dinámico a toda religión, su carácter de
ortopraxis, la reducen a simple ortodoxia» (SB, 69)8.
«No hay motivo para atribuirle esas intenciones a Buda, puesto que éste comunicó
todo lo que tenía que comunicar y, si hubiese querido engañar a los hombres hubiera
podido encontrar vías mucho más expeditas que la predicación de una doctrina que
rechaza la autoafirmación del instinto humano» (SB, 58).
8 En adelante, pondremos en forma de cita, no sólo los textos que vayan entrecomillados, sino
también aquellos que veamos necesario traducir, resumir y dedicarlos una atención especial.
9 Cf. SB, 58.
10 Cf. R. PANIKKAR, Misterio y revelación. Hinduismo y cristianismo, encuentro de dos culturas,
Marova, Madrid 1971, 188. SB, 58.
11 Cf. SB, 58-59.
12 Cf. Ibid., 215.
33
«A Buda no le habría costado nada afirmar que no sabía, o que el hombre no puede
saber la respuesta a los interrogantes últimos de la existencia; sin embargo el tomó
siempre la vía del “iluminado” que sabe, conoce y manifiesta el camino de la
salvación» (SB, 59).
La parábola budista de las hojas ayuda a dar una respuesta a esta corriente
agnóstica:
13 Majjhima Nikâya (del Sutta Pitaka) I, 139 [R. CHALMERS, Further Dialogues of the Buddha, SBB,
Oxford 1926-1927 (cit., en SB, 61)]. En adelante este libro será citado como MN.
14 Cf. SB, 59.
15 Samyutta Nikâya (del Sutta Pitaka) V, 437 [C. A. F. RHYS DAVIDS y F. L. WOODWARD, Kindred
Sayings, Luzac, London 1917-30 (cit., en SB, 59-60)]. En adelante este libro será citado como
SN.
16 Cf. R. PANIKKAR, Paz y desarme cultural, o. c., 38-39. ID., Elogio de la sencillez: el arquetipo
universal del monje, Verbo Divino, Estella 22000, 167. ID., Pensamiento científico y pensamiento
cristiano, Sal Terrae, Maliaño (Cantabria) 1994, 8. ID., «Nueve modos de hablar de Dios», a. c.,
1. SB, 60-61.
34
«(Él) por el mismo hecho de estar considerando la pregunta sobre Dios como una
cuestión irrelevante, presupone, de antemano, una determinada concepción de la
divinidad, aunque esta concepción sea diversa de la que considera que Dios asume un
puesto central en la vida del hombre» (SB, 61) 19.
21 Cf. R. PANIKKAR, Paz y desarme cultural, o. c., 34. ID., Sobre el diálogo intercultural, o. c., 98-99.
Sobre este tema Panikkar hace una alegoría sobre lo que sería la «Nueva Babel» en: ID., «La
grazia di Babele: il pluralismo, oltre il monismo e la dialettica», Dimensione Speranza,
21/6/2004, consultado: 8/12/2010, disponible en: http://dimensionesperanza.it/aree/
ecumene/dialoghi/itemlist/tag/Dosser, 4-9.
22 Cf. R. PANIKKAR, De la mística experiencia, o. c., 234-235. ID., El mundanal silencio, Martínez
Roca, Barcelona 1999, 41-42. 47. 52. F. HEILER, Erscheinungformmen und Wesen der religion,
Kohlhammer, Stuttgart 1961, 561-562.
23 Según este principio de identidad, «todo es inteligible en cuanto que es uno. Aquel que no
entiende lo uno, no entiende nada». THOMÁS DE AQUINO, De veritate, q. 21, a. 3 (cit., en R.
PANIKKAR, Misterio y revelación, o. c., 238).
24 Cf. ID., Religión y religiones, Gredos, Madrid 1965, 61. ID., De la mística experiencia, o. c., 234-
235. ID., El mundanal silencio, o. c., 41-42. 47. 52. 56. ID., Culto y secularización: apuntes para una
antropología litúrgica, Marova, Madrid 1979, 38-39. ID., El espíritu de la política: homo politicus,
Península, Barcelona 1999, 154-155.
25 Cf. R. PANIKKAR, Iconos del misterio, o. c., 110.
36
Otro aspecto a partir del cual Panikkar analiza el budismo es desde aquel
que rechaza el protagonismo del «ser». La concepción tan diferente que el
budismo y la sociedad occidental tienen del «ser», nos explica, puede
ayudarnos a distinguir la relación tan diversa del hombre con Dios en ambos
pensamientos, y el contraste que existe entre el «ateísmo» occidental y el
budista. Buda se afanaba en negar el «yo» o el «ser» del hombre, mientras que
26 Cf. ID., «La fascinación del budismo», a. c., 16-17. Respecto del nombre de Dios o de Señor,
comenta Panikkar ―de manera problemática para la comprensión eclesial, por lo que
volveremos sobre ello en la crítica a nuestro autor―, que la fe cristiana no afirma que el
Señor sea Jesús, excluyendo todo poder, toda manifestación y realidad del Señor fuera de
Jesús. Cf. ID., «Autoconciencia cristiana y religiones», en AA. VV. [EDS.], Fe Cristiana y
Solidaridad Moderna, SM, Madrid 1989, vol. 26, 199-267, 232.
27 ID., «La fascinación del budismo», a. c., 16.
28 Cf. SB, 57.
29 Cf. R. PANIKKAR, De la mística experiencia, o. c., 233.
37
30 Cf. ID., Paz y desarme cultural, o. c., 69. ID., Elogio de la sencillez, o. c., 76. ID., Religión y religiones,
o. c., 63.
31 Cf. ID., La torre di Babele. Pace e pluralismo, Cultura della Pace, San Domenico di Fiesole 1990,
5-6. Estas áreas de la conciencia, Panikkar las desarrolla también bajo la perspectiva de la
divinidad. A ésta, alude, podemos verla desde el triple horizonte de lo metacosmológico,
metaantropológico y metaontológico. Cf. ID., Iconos del misterio, o. c., 46-50. Y también bajo los
conceptos de heteronomía, autonomía y ontonomía. Cf. ID., Misterio y revelación, o. c., 83-90. SB,
194-195.
32 El pensamiento cristiano europeo, afirma nuestro teólogo, «ha subrayado siempre un
aspecto particular del acto creador […] La teología cristiana, reaccionando contra la hipótesis
de la filosofía griega de una substancia primordial, ha acentuado fuertemente el hecho de
que el acto divino de la creación es una creatio ex nihilo, porque de otra forma no sería
creación en absoluto, sino producción, formación o algo semejante […] El acento demasiado
38
unilateral en una creatio ex nihilo rompería, por otra parte, la ontonomía de la creación y
podría dar lugar a la idea de que el mundo, una vez creado de la nada por Dios, podría
subsistir por sí mismo y al margen de Dios» (ID., Misterio y revelación, o. c., 93).
33 Cf. ID., Pensamiento científico, o. c., 16-17.
34 Cf. Ibid., 13.
39
de ser el Ser, y los seres no tienen singular, puesto que si hubiera sólo un ser,
sería el Ser, dado que dos Seres son incompatibles35.
35 Cf. SB, 199-206. Cf. ID., Pensamiento científico, o. c., 16. 197. ID., Iconos del misterio, o. c., 100. 109-
110. ID., «Autoconciencia cristiana y religiones», a. c., 242. 255. ID., El concepto de naturaleza:
análisis histórico y metafísico de un concepto, Instituto de Filosofía Luis Vives, CSIC, Madrid
21972, 294. ID., «Religione o cultura. Come L’Occidente è caduto nella trappola del
de callar ante el misterio de Dios, aunque ésta le haya llevado a ser calificado de
«ateo»37.
39 Cf. R. PANIKKAR, Iconos del misterio, o. c., 75-76. ID., «La grazia di Babele: il pluralismo, oltre il
monismo e la dialettica», a. c., 7-8. ID., La experiencia de Dios, PPC, Madrid 1994, 52-53. A.
ROSSI, «Occidente Dominatore», a. c., 2. Aunque sobre el tema de la noción vedanta del
advaita ―que Panikkar aplica también al budismo―, volveremos en nuestra valoración y
crítica a este autor; deseamos señalar que esta concepción la utiliza también para hablar de
Dios, del budismo, de la realidad, de la paz..; sino también para entender las distintas
realidades que engloban la vida del hombre. En lo político, por ejemplo, esta noción «no-
dualista» o advaita, la considera un reto metapolítico donde se da una relación trascendental
entre la política y el sentido de la vida humana. Cf. ID., El espíritu de la política, o. c., 146-147.
40 Cf. ID., La experiencia de Dios, o. c., 52-53. ID., Iconos del misterio, o. c., 76. ID., «La grazia di
Babele: il pluralismo, oltre il monismo e la dialettica», a. c., 8-10. La Trinidad que, según
Panikkar, forma parte de esta visión no-dualista, «no es monoteísmo, sin ser por ello
politeísmo, ni evidentemente triteísmo. La teología cristiana del futuro deberá ser una
reflexión sobre la Trinidad y despojarse de su interpretación monoteísta; lo que significa
reconocer que la realidad no es inteligible en ella misma ni de forma exhaustiva. Por lo tanto:
no Hegel, no Aristóteles, no Tomás de Aquino, no monoteísmo» (ID., El espíritu de la política:
homo politicus, o. c., 54).
41 La palabra «dolor», explica Panikkar, viene de los términos dukka en pali y duhka en
sánscrito. Así, la raíz dus significa: estropearse, cometer un pecado, perecer, etc. Por tanto,
Duhkha procedería de dus y de stha, significando en su origen: estar mal, inquieto, ser infeliz,
miserable, etc; así, descubrir la existencia del dolor y la necesidad de acabar con él es como
dejar de ser tocado por ese dolor y caminar hacia la pureza. También, la palabra «dolor»
puede tomarse en su sentido más primigenio viendo que su opuesto es sukha, que significa
bienestar, tranquilidad, paz. Cf. ID., «La fascinación del budismo», a. c., 12, 14-15.
42 Cf. SB, 289. 291.
42
de Cristo, para poder entender por qué fue tachado de ateo44. En este momento,
al menos sociológicamente, había una gran oposición hacia el ritualismo, la
transcendencia, Dios y la tradición. El objetivo central de las reformas religiosas
y humanas eran el hombre, su conciencia, su armonía con todas las cosas y su
salvación. La especulación religiosa india planteaba el problema del mundo
antes que el de Dios, porque le preocupaba más la existencia del mundo
respecto de lo Absoluto que el Absoluto en sí mismo. Frente a esta situación
Sidharta no estaba dispuesto a aceptar la orientación religiosa en la que el
hombre se consideraba el centro de la naturaleza y el «ombligo del universo».
Su doctrina pretendía ratificar que las preocupaciones y especulaciones del
hombre, incluido el problema de Dios, eran un refugio del ser humano para
43 Cf. Ibid., 213. 215. 234-236. 238-240. 251-252. 292. ID., Invitación a la sabiduría, o. c., 137.
44 Cf. Ibid., 165. Aunque nuestro autor situa el nacimiento de Buda en este siglo, sin embargo,
otros autores dicen que no se sabe con exactitud cuando nació. Cf. H. DUMOULIN, Para
entender el budismo, Mensajero, Bilbao 1997, 39. Investigaciones recientes, como la de
Nakamura Hajme, lo sitúan entre el 463 y 383 a. d. Cf. C. H. BECHERT, «The Date of the
Buddha Reconsidered»: Indologica Taurinensia 10 (1982) 29-36, 30. Y las investigaciones de
Heinza Bechert lo sitúan entre el 448 y 368 a. d. C. E. THOMAS, The life of Buddha in Legend and
History, Routledge and Kegan Paul, London 1975, 7. E. LAMOTTE, History of Indian Buddhism,
La Neuve: Institut Orientaliste, Louvain, 1988, 11.
43
2. 1. Praxis, no especulación
45 Cf. SB, 136. 161-164. 172-173. R. PANIKKAR, De la mística experiencia, o. c., 228.
46 Nuestro autor, para explicar la secularización a lo largo del proceso histórico-religioso, se
vale de tres neologismos que dan nombre a tres etapas: heteronomía, autonomía y ontonomía.
La última, es la etapa suprema que marca, como diría Buda, la naturaleza concatenada de los
seres, su profunda unidad y su relación constitutiva con el ser. Cf. ID., Misterio y revelación, o.
c., 84-89. 233-234. ID., Culto y secularización, o. c., 100-104.
47 Cf. ID., Iconos del misterio, o. c., 51. ID., La torre di Babele, o. c., 23. ID., Paz y desarme cultural, o. c.,
41.
48 Cf. ID., Pensamiento científico, o. c., 182. 185. La cultura, comenta Panikkar, ofrece a los
hombres el mito para entenderse, pelearse y discutir. El mito se convierte en el espacio u
horizonte hacia el cual el hombre se orienta para vivir su vida humana; es aquello que no
hace falta decir para creer en ello. Cf. ID., El espíritu de la política, o. c., 45.
49 Cf. SB, 189-184. H. M. BAUMGARTNER, Trascendentales Denk und Atheismus, Hochland,
München (Kösel) 1963, 48 (cit., en SB, 179. 182).
44
«Todo intento de hacer entrar a Dios con el calzador de nuestras formas volitivas o
intelectuales. Si la última realidad fuere el “Dios” del que hablan los teístas, entonces
Dios debería ser el responsable de todo lo que pasa acá abajo y, por tanto, también del
mal. Así pues, para defender todos los derechos de esta “última realidad”, de la
transcendencia, el Iluminado no acepta el teísmo y, afirma además, que la más alta
religión es atea, apoliteísta y antiteísta» (SB, 77).
2. 2. Un salto al «vacío»
que no hay distinción entre tener y hacer, el ser y el devenir, o incluso entre “ser” y “no ser”»
(ID., Elogio de la sencillez, o. c., 78).
53 Cf. ID., El mundanal silencio, o. c., 72. ID., Culto y secularización, o. c., 59. ID., De la mística
experiencia, o. c., 234. ID., La India: gente, cultura, creencias, Rialp, Madrid 1960, 75.
54 Cf. ID., El mundanal silencio, o. c., 39-40. 58. 69-71. ID., Iconos del misterio, o. c., 55. ID., Culto y
secularización, o. c., 22-23.
55 La palabra deseo tanto en pali como en sánscrito, significa simplemente «sed». Sed de existir,
sed de no existir, sed de querer ser perfecto. Esta «sed» tiene su origen en el vocablo tanhâ en
pali y trsnâ en sánscrito. Asimismo es también traducida como: el «deseo» en cuanto objeto
de la voluntad, apetito, y anhelo de un fin; y como «aspiración», en cuanto que refleja un
acto interno del ser y un dinamismo óntico de nuestra existencia. Cf. ID., «La fascinación del
budismo», a. c., 12. SB, 304. Por su parte, la «sed» es traducida en algunas ocasiones como
una triple sed antropológica: sed de afirmación, sed de ser afirmado y sed de negación. Es
decir, apetito de placer (karma, amor, dilección, etc); apetito de existencia (bhava, ser) y
apetito de inexistencia (vibhava, no-ser). Asimismo, tanto la existencia como la no-existencia
tienen un sentido intramundano relacionado con la trasmigración. Cf. SB, 304-305.
56 Cf. SB, 75. R. PANIKKAR, De la mística experiencia, o. c., 231. ID., Elogio de la sencillez, o. c., 166.
Encontramos contradictoria esta afirmación sobre el sujeto, puesto que también se nos está
afirmando que no hay «yo»; por ello, en el capítulo tercero sobre la crítica a nuestro autor
volveremos sobre este tema.
46
«Que las cosas tengan ser, ¡Oh Kaccâna!, constituye un extremo; que las cosas no
tengan ser, el otro extremo.
Estos dos extremos, ¡Oh Kaccâna!, han sido evitados por el Tathâgata y ésta es la
vía media que enseña»59.
57 Cf. SB, 71. 123. R. PANIKKAR, Elogio de la sencillez, o. c., 14. 143. ID., De la mística experiencia, o.
c., 229. La palabra contingencia, explica Panikkar, es «en sí sugerente (cum tangere): rozar la
tangente, tocar sus propios límites» (ID., Iconos del misterio, o. c., 53). La contingencia nos evita
caer en la egolatría de ser o decir que somos «yo». El único que no es contingente es Dios: «El
es el Yo absoluto. Dios es Yo. Yo es su nombre. El es, hablando con propiedad, el único Yo»
[MEISTER ECKARDT, Deutsche Predigten, München, 51965, 302 (cit., en R. PANIKKAR, Misterio y
revelación, o. c., 215-216)].
58 Cf. SB, 7.
59 Mûlamadhyamaka Kârikâ, XV, 7 (cit., en SB, 73).
60 Cf. SB. 176. 261-263. 287-288. 291.
47
La religión sin Dios que predica Buda, explica Panikkar, refleja que el
budismo no es una religión atea, sino un apofatismo o teología negativa acerca
de la divinidad que, entre otros aspectos, comporta una actitud de silencio del
intelecto, de la voluntad y de los sentimientos, como condición indispensable
para que el discurso sobre Dios no degenere en mera logomaquia. Este silencio
apofático es una categoría mística fundamental del Iluminado, que expresa su
convicción de que el último velo de la realidad no puede ser desvelado ni
objetivado, porque la realidad no puede ser ni puramente objetiva, ya que
estamos en ella, ni meramente subjetiva, pues nos trasciende. Buda cierra la
boca y no responde ante la pregunta sobre Dios, porque considera que esta
actitud es ya una respuesta, puesto que no hay parámetros adecuados que nos
permitan hablar de cómo funciona esta realidad a la que denominamos Dios. El
silencio del Iluminado, enfatiza el profesor de California, no fue una simulación
innoble o una disimulación sincera, tampoco fue una incapacidad psicológica,
ni una exigencia humana para aprehender el misterio último de la realidad,
sino una manera de afirmar que la última realidad «no es» 61.
61 Cf. SB, 292. R. PANIKKAR, Culto y secularización, o. c., 93-94. 102-103. Cf. ID., Iconos del misterio,
o. c., 7. ID., De la mística experiencia, o. c., 45. Cf. S. RADHAKRISHNAN, Las grandes religiones
enjuician al cristianismo, Mensajero, Bilbao 1971, 352 (cit., en SB, 65).
48
62 Cf. SB, 49. 64-67. R. PANIKKAR, «Autoconciencia cristiana y religiones», a. c., 115. ID., Iconos
del misterio, o. c., 19. 99. ID., Culto y secularización, o. c., 89. Panikkar, cuando habla de la última
realidad en el cristianismo, entiende que ésta tiene una imagen: Cristo, revelación del
misterio silente. Cf. ID., De la mística experiencia, o. c., 246. Lo que no aclara nuestro autor es si
considera que Cristo es también Dios. Por ello, sobre este punto volveremos en el momento
de la crítica.
63 Cf. SB, 66-67.
64 Cf. R. PANIKKAR., Iconos del misterio, o. c., 21. 119. ID., «Nueve modos de hablar de Dios», a. c.,
2. ID., De la mística experiencia, o. c., 253. ID., «Religione o cultura. Come L’Occidente è caduto
nella trappola del dualismo», a. c., 8-9. ID., Elogio de la sencillez, o. c., 80-81. Desde la visión
cristiana, a juicio de Panikkar, se le podría dar a la realidad «el nombre de mía pêge theotècos
de la Patrística, adoptado en el VI Concilio de Toledo (638), donde se acordó llamar al Padre
fons et origo totius divinitatis (fuente y origen de toda divinidad). La divinidad es vislumbrada
aquí como una realidad metaontológica. Cualquier pensamiento sería idolatría» (ID., Iconos
del misterio, o. c., 49). Sobre esta interpretación particular que hace el profesor de California
acerca del Concilio de Toledo, volveremos en el momento de la crítica. Asimismo, hemos de
49
Buda guarda silencio supera hasta la más alta comprensión, «la de un espíritu
como quería Laplace, la de un intelecto divino, el de la reflexión absoluta de
Hegel, el noesis noeseôs de Aristóteles, el de todas las concepciones monoteístas
del Ser Supremo»65. Para Buda, el Dios verdadero es precisamente el que «no
es», porque ese Dios manipulable no se da, pues Dios es, por definición, aquello
de lo cual no se puede prescindir. Y, lejos de nuestra aceptación, pero sí de la de
Panikkar, Buda guarda silencio acerca de Dios porque Dios es un símbolo y, por
ello, no se le puede cuestionar. Dios, no puede ser tomado como un concepto u
objeto de un conocimiento o creencia, ya que va más allá de cualquier concepto
con el que se le quiera definir, porque no tiene un solo significado, es
polisémico, es relación66.
destacar que, a este discurso sui generis sobre la realidad, Panikkar le da un nombre bastante
enrevesado: ontonomía cosmoteándrica, pues considera que la realidad completa no es ni
distinta ni simplemente idéntica a un ámbito o esfera determinados, sino que engloba la
realidad de Dios, del hombre y del universo: «Si el mensaje cristiano significa algo, es esta
experiencia de la realidad cosmoteándrica de todo ser, de la que Jesucristo, verdadero Dios y
verdadero Hombre, es el paradigma» (ID., Culto y secularización, o. c., 94). Cf. ID., La intuición
cosmoteándrica. Las tres dimensiones de la realidad, Trotta, Madrid 1999, 100-120.
65 ID., El espíritu de la política, o. c., 51. No existen, según Panikkar, parámetros adecuados para
hablar de la realidad y, por ello, cree que la representación de un mandala intercultural
podría servir de ayuda para contemplar la Realidad. Un mandala, explica, que nos ayude a
visualizar el centro inmanente y transcendente donde se visualice el núcleo de las tres
dimensiones constitutivas de la realidad: el cosmos (o materia y energía), el anthrôpos (o
conciencia y voluntad) y el theos (o libertad, amor, indeterminación absoluta). Cf. ID., Elogio
de la sencillez, o. c., 165-166. ID., La experiencia de Dios, o. c., 8-9.
66 Cf. ID., Iconos del misterio, o. c., 28. SB, 182. ID., «Nueve modos de hablar de Dios», a. c., 3. ID.,
La experiencia de Dios, o. c., 12-13. También, dice el profesor de California, el pensador Suzuki,
considera que es mejor no hablar de este concepto de Dios. Él prefiere basarse en la idea del
apofatísmo que afirma que la última realidad «no es», no se puede mostrar ni encontrar
como cualquier otro objeto. Cf. D. T. SUZUKI, Budismo Zen, Kairós, Barcelona 1986, 13 (cit., en
SB, 66). R. PANIKKAR, «Autoconciencia cristiana y religiones», a. c., 233. 253. ID., La experiencia
de Dios, o. c., 13-14.
50
La actitud silente del Tathagata, por tanto, contrasta con la del hombre
contemporáneo que, además de no guardar silencio ante la duda sobre Dios, lo
niega. Por eso, el ateísmo moderno ―tan diferente del «ateísmo» budista―, debe
evitar dos extremos para conseguir la paz y felicidad del Tathagata: por una
parte, la búsqueda de sí mismo, el egocentrismo, la carrera por el placer y el
desprecio de los demás y, por otra, debe rechazar la enajenación de sí mismo, el
ascetismo negativo y la indiferencia por el mundo, porque, tanto un extremo
como el otro, conducen a la autodivinización y a la destrucción del ser humano,
impidiéndole nacer a la verdadera Vida71.
72 Cf. Ibid., 177-191. R. PANIKKAR, Elogio de la sencillez, o. c., 81. El budismo es una verdad para
Panikkar, porque «la verdad, por su misma naturaleza, es pluralista; sin que por ello se lleve
hacia un relativismo o subjetivismo absolutos. Que la verdad sea pluralista no significa que
sea plural» (ID., El espíritu de la política, o. c., 46) «La Verdad absoluta, que es la única
Realidad absoluta, es decir, Dios, es indudablemente una» (ID., Misterio y revelación, o. c., 233.
238).
73 Cf. SB, 191-192. R. PANIKKAR, Misterio y revelación, o. c., 236-237.
74 Al expresar la valoración de Panikkar por la persona de Buda y su doctrina, quiero resaltar
que me baso, especialmente, en un artículo que el mismo Dr. Raimon Panikkar me envío a
raíz de una carta que le escribí pidiéndole si podría proporcionarme documentos suyos
acerca de la religión del Iluminado. Él, respondió atenta y amablemente a mi carta, y me
envió el compendio que resume, de alguna forma, su fascinación por el Iluminado.
Considero, por ello que, en agradecimiento a su respuesta, y en fidelidad a su más genuino
pensamiento acerca del budismo, debo tratar de expresar en este punto de la investigación,
el aprecio de nuestro autor hacia la persona de Buda. Este artículo podemos encontrarlo
también en italiano, reproducido casi en su totalidad, en las página web: ID., «Il fascino del
Buddhismo», In Quiete, 17/2/2004, consultado: 8/12/2010, disponible en: http://www.
gianfrancobertagni.it/materiali/raimonpanikkar/fascinobud.htm, 1-7. ID., «Religione o
cultura. Come L’Occidente è caduto nella trappola del dualismo», a. c., 8.
52
75 Cf. ID., «Il fascino del Buddhismo», a. c., 1-7. ID., «Religione o cultura. Come L’Occidente è
caduto nella trappola del dualismo», a. c., 8.
76 La simbología del «río» tiene para Panikkar un significado especial, ya que, además de
elegirlo para describir el camino espiritual de Buda, lo utiliza para representar y hacer una
crítica histórica de la tradición cristiana en su relación con otras religiones. Son tres, nos dice,
los ríos sagrados, por excelencia: El Jordán, el Tiber y el Ganges. Cf. ID., Invitación a la
sabiduría, o. c., 135-137. Con la terminología de «tres momentos geoteológicos» desarrolla la
misma idea en esta misma obra en las páginas 152-157.
53
Superadas las tres tentaciones que personifican el santo que desea ser
perfecto en todo, el político que se vale de los medios para el progreso, y el
asceta que cree que renunciando a todas las cosas podrá sentirse bien y
justificado, Sidharta se consideró capacitado para expresar lo que las
tentaciones le habían enseñado y transmitirlo a los que desearan seguirle81:
«Es necesario evitar estos dos extremos. ¿Y cuáles son estos extremos? Uno de ellos es
buscar y desear el placer. Viene de lo afectivo, es vulgar, es innoble, no lleva consigo
ningún provecho, y conduce al renacer. El otro extremo es la búsqueda del ascetismo,
de lo deseable, del sufrimiento, de la renuncia, y es del mismo modo penoso y sin
provecho. El Tathâgata […] evita estos dos extremos y camina por un sendero del
medio, que es un camino luminoso, bello e inteligible; es un camino de serenidad, que
lleva a la paz, al conocimiento, a la iluminación, al nirvana»82.
«Ésta es, ¡oh monjes!, la noble verdad del dolor: nacer es dolor, envejecer es dolor,
enfermar es dolor, morir es dolor, sufrimiento, lamento, abandono y desesperación
son dolor. Estar en contacto con lo que nos desagrada, estar separado de lo que nos
agrada, es también dolor. En una palabra, este cuerpo, estos cinco skhandha son dolor.
Esta es, ¡oh monjes!, la noble verdad del origen del dolor: la sed que conduce a nacer
de nuevo, con su pasión y deseo, buscando satisfacción acá y acullá, a saber: la sed de
placeres sensuales, la sed de volver a nacer, la sed de terminar la existencia. Ésta es,
¡oh monjes!, la noble verdad de la cesación del dolor, la supresión completa de esta
sed, su destrucción, abandonándola, renunciado a ella, liberándose y desasiéndose de
ella […] Hasta que mi triple conocimiento y mi intuición con sus doce divisiones no
fueron purificados en las cuatro nobles verdades, hasta entonces, ¡oh monjes!, en este
mundo con sus deva, Mâra, Brama, entre los ascetas y los brahamanes, los espíritus y
los hombres, yo no obtuve la iluminación completa y suprema» (SB, 70-71)85.
82 Mûlamadhyamaka Kârikâ, o. c., XV, 7 (cit., en R. PANIKKAR, «La fascinación del budismo», a. c.,
11-12).
83 Las «cuatro nobles verdades» que plantea Buda tienen su origen en el vocablo «Ariya-saccâni
(en sánscrito: âraya-satyaâni), de ahí la traducción “verdades arias” que dan algunos». SB,
302. Es también significativo observar que la división cuatripartita de la medicina:
enfermedad, causa de la enfermedad, salud y remedio, coincide con la división que hace
Buda en sus «cuatro nobles verdades»: ciclo de renacimiento o dolor, causa del ciclo de
renacimiento o causa del dolor, cesación del dolor o liberación y camino hacia la liberación
del dolor. Cf. SB, 303.
84 Cf. R. PANIKKAR, «La fascinación del budismo», a. c., 14.
85 Los cinco skhandha (grupos o agreados básicos que constituyen al individuo), de los que
habla Buda, son las formas, las sensaciones y sentimientos, las percepciones, las
disposiciones psíquicas y la conciencia intelectiva. Todos ellos son los grupos o agregados
55
b) La vía de la pura fe
que constituyen el ego psicológico y que, según el budismo, deben ser descubiertos para que
la insubstancialidad del sujeto quede al desnudo. Cf. SB, 70 en nota 127.
86 El término «camino» tiene un sentido ambivalente para las lenguas originarias del budismo
(magga en pali, mârga en sánscrito). Recorrer el camino es volver a la patria (atthangata);
retornar al origen, al descanso, al nirvana. Es un camino para la extinción del mismo camino.
Cf. R. PANIKKAR, De la mística experiencia, o. c., 230.
87 MN, III, 6 (cit., en SB, 260).
88 Cf. R. PANIKKAR, Misterio y revelación, o. c., 236. Es muy difícil, comenta nuestro autor,
traducir los conceptos que encierra el «óctuple camino»: «Incluso el calificativo de “recto”
para sammà no es completamente adecuado. Sammâ significa también perfecto, equilibrado,
completo […] El texto pâli dice: sammâ ditthi, sammâ sankappo, sammâ vâco, sammâ kammanto,
sammâ âjîvo, sammâ vâyâmo, sammâ sati, sammâ samâdhi» (SB, 303).
89 Cf. R. PANIKKAR, Misterio y revelación, o. c., 237. El acto de contemplación, que se encuentra en
el culmen del camino budista y de la espiritualidad cristiana, nos sitúa, según Panikkar, en
un espacio abierto desde el que podemos observar el universo y contribuir a su cohesión y
bienestar. Es el medio supremo para alcanzar el fin último de la vida humana; en palabras
del misticismo cristiano: crear, redimir y glorificar (divinizar) el universo juntamente con
Dios. Cf. ID., Elogio de la sencillez, o. c., 76-77.
56
parte de quien camina hacia el nirvana90. Esta «vía media», explica Panikkar, no
trata de enseñar soluciones, sino que invita a rechazar planteamientos acerca de
la presencia de Dios o de su Ser. Quiere que el hombre reflexione, sin buscar
respuestas, acerca de la impermanencia de su ser y de todas las cosas, haciendo
un acto de fe perfecta en aquello que le trasciende totalmente91. Así, a través de
este acto de fe y de conocimiento, el hombre podrá pasar del orden natural al
sobrenatural, ser liberado de la ignorancia, y obtener la salvación 92 . Esta fe
supondrá también aventurarse al silencio de la mente, de la meditación y de la
contemplación; haciendo un proceso que consta de tres ojos o grandes
momentos: «mirar», «considerar» y «contemplar»93.
90 Cf. R. PANIKKAR, De la mística experiencia, o. c., 231-232. ID., Misterio y revelación, o. c., 236.
91 Cf. SB, 260. La fe, dice nuestro autor, es una dimensión de apertura constitutiva del hombre
y, el acto de fe, una actualización de esa apertura. Sin embargo, la creencia, es la articulación
intelectual y comunitaria de la fe del hombre en un momento determinado del tiempo y del
espacio. Cf. ID., Mito, fe y hermenéutica, Herder, Barcelona 2007, 185-229, 189-192.
92 Cf. ID., «Autoconciencia cristiana y religiones», a. c., 246-247. SB, 260. Ser liberado de la
ignorancia es lo mismo que ser liberado del error, pues éste tiene una resonancia de carácter
moral, por lo que la ignorancia, en cuanto causa del error, no siempre está libre de pecado.
Cf. ID., Misterio y revelación, o. c., 232.
93 El esquema de estos tres pasos, explica el profesor de California, se ha venido dando de
Platón en adelante. El primer paso o «primer ojo» consiste en mirar, escuchar, sentir e intuir;
es decir, en tener en cuenta la vida de los sentidos para poder tener una vida plenamente
humana. El segundo paso o «segundo ojo» consiste en meditar y abrirse al ojo de la mente y
de la inteligencia, para descubrir que la faz invisible de la temporalidad no es otra que la de
la eternidad. Sólo cuando éstos dos ojos están abiertos se puede abrir el «tercer ojo», el de la
contemplación. Éste es el que nos permite estar en sintonía con los demás, gozar de la
plenitud de la vida y caminar hacia el Ser de Dios sin raciocinios, sino por medio de la
plenitud interior y del amor. Cf. ID., «Contemplare nelle navate del mondo», 18/1/2005,
consultado: 8/12/2010, disponible en: http://www.gianfrancoberta-gni.it/materiali/rai-
monpanikkar/navate.htm, 1-5. Esta idea la expresa también Ricardo de San Victor, poniendo
la metáfora de los tres ojos: el oculus carnis, el oculus rationis y el oculus fidei o «tercer ojo».
Este «tercer ojo» de la fe es el órgano que distingue al hombre de los demás seres vivos y le
permite acceder a la transcendencia a través de la inteligencia y los sentidos. Cf. ID., La
experiencia de Dios, o. c., 8.
94 Cf. ID., «La fascinación del budismo», a. c., 14.
57
dinámica: «Así como el viento sopla adelante y atrás y mueve las hojas del
algodón, así me mueve la verdadera e inagotable felicidad, y de esta manera
cumplo todas las cosas»95. Buda no quiere entretenerse en debates hipotéticos,
él es mucho más sencillo y, basándose en el «óctuplo camino», desea: «Praxis,
acción inmediata, espontaneidad: sacar la flecha del cuerpo herido, del cuerpo
de la humanidad malherida»96.
95 Ibid., 15.
96 Ibid., 18-19. ID., De la mística experiencia, o. c., 230.
97 ID., «La fascinación del budismo», a. c., 15.
98 Cf. ID., De la mística experiencia, o. c., 44-46. La actitud del místico, a juicio de Panikkar,
merece recibir el nombre de experiencia tempiterna. Existen, comenta, unas líneas maestras
que determinan la actitud de los hombres y de las religiones en las distintas épocas. Por una
parte, estaría el tiempo «irreal», que en su aspecto negativo estaría encabezado por las
religiones hindúes, y en su aspecto positivo, por la religión budista. Por otra parte, estaría el
tiempo «real», que tendría a las religiones semitas como representantes del tiempo negativo
y, a la actitud secular, como abanderada del tiempo positivo. Cf. ID., Culto y secularización, o.
c., 61.
99 Cf. ID., Invitación a la sabiduría, o. c., 11. ID., «La fascinación del budismo», a. c., 18-19. La
«realidad vacía», explica el profesor de California, deja que descubramos el verdadero
sentido y plenitud de la vida que va más allá de nuestras acciones; nos permite descubrir la
desnudez total de la vida y encontrarnos frente al simple riesgo de ser. Cf. ID., «Contemplare
nelle navate del mondo», 18/1/2005, consultado: 8/12/2010, disponible en: http://www.
gianfrancobertagni.it/materiali/rai monpanikkar/navate.htm, 1.
58
elegido a un maestro que hablaba sólo sobre la realidad y la diferencia que hay
entre las cosas100.
b) La completa vacuidad
104 Udana Varga, XIII [R. W. WOODVILLE, Trübner & Co, London 1883, 5 (cit., en SB, 120)].
105 Cf. Ibid., 120-121.
106 Cf. SB, 123. R. PANIKKAR, El espíritu de la política, o. c., 43-44.
60
«El nirvana es la cesación de todos los Samsara (el ciclo continuo de las existencias),
el desligamiento de todos los vínculos, la extinción de la sed, la aniquilación de los tres
vicios cardinales. Éste, pertenece a “la otra ribera”. Es la no-existencia, lo no hecho, lo
inconfeccinonado, lo increado e incondicionado» (SB, 98).
«El nirvana del Tathâgata está allí donde se reconoce que no hay nada más que lo
que reconoce la misma mente, allí donde no hay más sed, ni apego a ninguna cosa
exterior. Hay nirvana donde la mente pensante, junto a todas sus discriminaciones,
107 ID., Elogio de la sencillez, o. c., 145. ID., De la mística experiencia, o. c., 232. SB, 123. 125.
108 Lo sagrado, según Panikkar, se ha perdido o deformado en buena parte del mundo moderno
«civilizado» y, por ello, convendría entrar en contacto con las religiones del mundo para
recuperarlo. Las relaciones humanas, verdaderas desde la manera de saludarse: shalom,
mamaste, «Dios te bendiga», «adiós»; las formas de comida: ágape, «compartir el pan y la sal»;
las fiestas y los principales acontecimientos humanos de la vida; incluso el comercio, del que
era elemento fundamental el juramento en nombre de Dios, así como los pactos y contratos,
eran formas religiosas de comunicación, categorías sagradas y acciones religiosas. Si
excluimos de las relaciones humanas esa coparticipación en lo sagrado, no quedan más que
contactos superficiales y vacíos. Cf. ID., Misterio y revelación, o. c., 189.
109 Cf. SB, 98-100. ID., El mundanal silencio, o. c., 42. La libertad absoluta que se encuentra en el
nirvana del budismo, a juicio de Panikkar, puede ser también atribuida a Dios, porque es una
categoría que trasciende al hombre. A esta categoría nuestro autor le aplica un vocablo
bastante rebuscado: metaantropológica. Mientras que el hombre experimenta la libertad de
una forma limitada, e incluso a veces dolorosa, añade, la divinidad, el Espíritu es libertad
que libera al hombre de la esclavitud del pecado y la ignorancia. Cf. ID., Iconos del misterio, o.
c., 48-49. 100.
110 Cf. SB, 101. Panikkar, en su pensamiento, viene a comparar el estado en que se encuentra
Buda en el nirvana con el propio de la mística, ya que, sin dejar caer al hombre en un
libertinaje anárquico, lo libera tanto de sus condiciones transcendentes como inmanentes y,
le abre el camino para llevar a cumplimiento su identidad. Cf. R. PANIKKAR, De la mística
experiencia, o. c., 42-45.
61
egoísmos y aversiones, es eliminada para siempre. Allí donde los dos géneros de
pasiones han sido ya reducidos y las dos clases de obstáculos eliminados. Allí donde la
autorrealización de la Noble Sabiduría ha sido plenamente adquirida» (SB, 114).
Explicar lo que el nirvana significa para Buda es afirmar que éste «no es,
que no “hay” nirvana. Por eso, si se pregunta por lo que el nirvana es, la única
respuesta es el silencio y la única traducción inteligible consiste en decir que el
nirvana “es” el mismo Samsara, es decir, el mismo flujo existencial» (SB, 125). De
hecho, no hay aún sobre él claridad suficiente para establecer una teoría. Se
sabe que no es una palabra que Buda inventó, aunque sí la adaptó en su
doctrina. En los antiguos textos budistas la palabra nirvana se refería, a menudo,
a la muerte de Gautama, es decir, a su mahâparinirvana. En rigor, este término
está relacionado con el viento (spiritus, pneuma), que apaga no sólo el fuego, sino
también el calor, y por eso nirvana significa también «refrescante» y
«placentero»111.
«Buda no podría hablar de la cesación del dolor si absolutamente todo fuera dolor ―a
no ser que cayera en un nihilismo del que el Buda se defiende―. Y aun en este caso, no
se podría hablar del origen del dolor. El dolor sería entonces inoriginado. El origen de
dukka implica que hay, por lo menos, un adukha (no dolor). Si “todo esto es dolor”
debe haber “algo” que no lo sea» (SB, 266).
Ante esta limitación del budismo, Panikkar nos invita a reflexionar en sus
cuatro nobles verdades como propuesta para el hombre de hoy, pues en ellas
acoge, a un tiempo, el espíritu budista y el espíritu cristiano. Estas, se
fundamentan en la felicidad, la fe, la esperanza y el amor, marcando un camino
íntimamente entrelazado e in crecendo que introduce al hombre en un ambiente
de bienaventuranza.
«Estos dos extremos tienen que evitar los hombres de hoy […] la búsqueda de sí
mismos, el egocentrismo, la carrera por el placer y el desprecio de los demás –que
conduce a la competitividad, a la guerra y al dolor […] La enajenación de sí mismo, el
ascetismo negativo y la indiferencia por el mundo –que conduce a la autodivinización, al
mantenimiento de la injusticia y a la castración del hombre […] Tanto un extremo como
el otro llevan a la destrucción del hombre, impidiéndole nacer a la verdadera Vida.
El camino medio del Bienaventurado evita estos dos extremos, y es un camino
personal, luminoso y sereno, que puede ser recorrido por cualquier caminante y conduce
a la paz, a la alegría, a la realización y a la plenitud.
¿Y cuál es, ¡oh hombres!, el camino que conduce a la paz, a la alegría, a la
realización y a la plenitud? […] Es la noble verdad de la felicidad» (SB, 266).
113 Cf. ID., Invitación a la sabiduría, o. c., 11. El término felicidad tiene para Panikkar unas
connotaciones especiales por estar relacionado con el término fecundidad y sus frutos.
Expresa la plenitud y la perfección de la persona. Es feliz aquel que produce fruto y cuya
vida es colmada y plena. Cf. ID., De la mística experiencia, o. c., 238.
114 Cf. ID., De la mística experiencia, o. c., 238.
63
«Ésta es, ¡oh hombres! la noble verdad del origen de la felicidad: la fe en que el
gozo existe y es posible; el hombre proviene de la felicidad, es sensible sólo a la felicidad,
y, en cuanto consigue realmente vivir, es feliz. La aspiración profunda del hombre, su
peso existencial, proviene de su centro que es puro gozo, gloria perfecta. Los hombres no
se moverían por y para la felicidad si ésta no fuese el centro mismo de sus propias vidas»
(SB, 267).
115 ID., Misterio y revelación, o. c., 180-182. ID., «Autoconciencia cristiana y religiones», a. c., 248-
249.
116 Cf. ID., Invitación a la sabiduría, o. c., 9-10.
117 Cf. ID., Misterio y revelación, o. c., 182-183.
64
«Ésta es, ¡oh hombres!, la vía que conduce al logro de la felicidad: el simple y noble
camino del amor, del auténtico y verdadero amor a todos los seres, sin quedarse
prendido en ninguno de ellos. El noble camino del amor, a saber, la donación total de sí
mismo, que no puede tener término, porque es inagotable. Este amor nos abre al noble
múltiple camino: la recta conciencia, el corazón puro, el lenguaje transparente, la
conducta sincera y todos aquellos nobles medios que la multisecular experiencia humana
ha recomendado desde antiguo» (SB, 267).
Este amor es caridad teologal que nos libra de caer tanto en el puro
sentimentalismo, cuanto en una actitud paternalista que oscurece el amor real.
Es un amor con todo el corazón, con toda la mente y con todas las fuerzas. Todo
el ser de la persona está imbuido en él porque lo llena el Dios que nos ha amado
primero121:
«Ésta es la vía media que ofrece visión y entendimiento, que conduce a la plenitud,
a la realización y a la Vida.
Hasta que la triple experiencia de la fe, la esperanza y el amor no sea purificada en
las cuatro nobles verdades, hasta entonces, los hombres en este mundo, con sus pasiones,
rencillas, construcciones, máquinas, sociedades, conocimientos y realizaciones, no
alcanzarán la iluminación que aporta la paz, la alegría y la verdadera libertad» (SB, 267).
121 Cf. Ibid., 186. En nuestra valoración y proposición crítica a Panikkar analizaremos la
diferencia entre la caridad teologal del cristianismo y la caridad budista (karuna).
122 Cf. ID., La nueva inocencia, o. c., 171-179.
CAPÍTULO II
L A S INFONÍA DEL D IÁLOGO
7 Cf. ID., «Autoconciencia cristiana y religiones», en AA. VV. (EDS.), Fe Cristiana y Solidaridad
Moderna, SM, Madrid 1989, vol. 26, 199-267, 222-224. 239-241. ID., Sobre el diálogo intercultural,
o. c., 99-101. ID., De la mística experiencia plena de la vida, Herder, Barcelona 2005, 242-243. ID.,
Invitación a la sabiduría, o. c., 138-139, 144, 147, 156, 167. ID., El espíritu de la política, o. c., 53.
8 Cf. ID., «Autoconciencia cristiana y religiones», a. c., 238-239. ID., Sobre el diálogo intercultural,
o. c., 138-139. Una ampliación sobre este mismo tema de Panikkar podemos encontrarlo en:
ID., «Die existentielle Phänomenologie der wahrheit»: Philosophisches Jahrbuch der
Görresgesellschaft, Munich 27 (1965) 27-54, 30-45. ID., Religionen und die Religion, Max Hueber,
Munich 1965, 20-30. ID., «La philosophie de la religión devant le pluralisme philosophique et
la pluralité des religions», en E. CASTELLI (ED.), Pluralisme philosophique et pluralité des religions,
Aubier, Paris 1977, 93-201, 125-180. ID., «Colligite Fragmenta: For an Integration of Reality»,
en F. A. EIGO (ED.), From Alienation to At-oneness: Proceedings of the Theology Institute of
Villanova University, Villanova University Press, Villanova 1977, 19-91, 27-63. ID., «Rtatattva:
A Preface to a Hindu-Christian Theology»: Jeevadhara 49 (1977) 6-63, 12-55. ID., The
Intrarreligious Dialogue, Paulist Press, New York 21999, 17-73. ID., «El mito del Pluralismo. La
Torre de Babel: una meditación sobre la no-violencia»: Yoga 3 (1990) 8-29, 10-18. ID.,
«Hermeneutics of Comparative Religión: Paradigms and Models»: Journal of Dharma 5/1
(1980) 38-51, 44-49. ID., «Aporias in the Comparative Philosophy of Religion»: Man and Word,
12/3-4 (1980) 357-383, 361-379. ID., «Words and Terms», en M. OLIVETTI (ED.), Esistenza, Mito,
Ermenuetica (Scritti per Enrico Castelli), CEDAM, Padova 1980, 117-133, 121-129. ID., «Is the
Notion of Human Rights a Western Concept?»: Diogenes 120 (1982) 75-102, 77-95. ID., «The
Dialogical Dialogue», en The World’s Religious Traditions, FRANK WHALING (ED.), Miscelánea
en honor de Wilfred Cantwell Smith, T. & T. Clark, Edimburgo 1984, 201-221, 206-218.
9 Cf. ID., Misterio y revelación, o. c., 140-141.
70
10 Cf. ID., Los dioses y el Señor, Columba: nuevos esquemas, Buenos Aires 1967, 14-15. ID.,
Invitación a la sabiduría, o. c., 140-141. ID., Misterio y revelación, o. c., 142. 189. 190-191. ID.,
«Deporre il manto mediterraneo. L’unica ‘chance’ del cristianísimo»: Humanitas, Brescia
(1962) 876-879, 877-878. ID., «Autoconciencia cristiana y religiones», a. c., 234.
71
11 Cf. ID., Los dioses y el Señor, o. c., 16-17. 100. ID., «Autoconciencia cristiana y religiones», a. c.,
248-249. 257. ID., Misterio y revelación, o. c., 191. SB, 56.
12 Cf. ID., «Closennes and Universality: Can both Claims be Simultaneously Maintained?», en
P. PUTHANANGADY (ED.), Communicaio in Sacris. Sharing Worship, NBCLC, Bangalore 1988,
229-250, 233-237. ID., El espíritu de la política, o. c., 204-205.
13 Cf. SAN JUSTINO, Apología II, 2 (cit., en SB, 296).
14 Cf. R. PANIKKAR, La pienezza dell’uomo: una cristofania, Jaca Books, Milano 1999, 81. ID.,
«Autoconciencia cristiana y religiones», a. c., 251. J. A. CUTTAT, La reencontré des Religions,
72
Aubier, Paris 1957, 469 (cit., en SB, 296). Al contenido o núcleo de esta creencia, que deben
tener tano los budistas como los cristianos, Panikkar le aplica una terminología bastante
enrevesada: homeomórfico. Este neologismo viene a referirse al pisteuma; es decir, a lo que el
creyente de cualquier religión cree. El pisteuma es el sentido intencional del fenómeno
religioso, la expresión filosófica de noema o unidad de la percepción intelectual. Dicho de
otra manera, aquello que el creyente cree, y no aquello que el observador piensa haber
interpretado (noema), sino su equivalente homeomórfico. Cf. ID., La plenitud del hombre: una
cristofanía, Siruela, Madrid 1999, 195. ID., The Intra-Religious Dialogue, NBCLC, Bangalore
1884, 31. 71-75. Para ampliar información sobre este término. Cf. A. M. BATTRO,
«Meditaciones sobre la plenitud del hombre según Raimon Panikkar», Criterio, 8/7/2002,
consultado: 8/12/2010, disponible en: http://www.revistacriterio.com.ar/cultura/medita-
ciones-sobre-la-plenitud-del-hombre-segun-raimon-panikkar, 2-5.
15 Cf. SB, 124-125. 234-236. 238-240. 250-252. 292.
16 Cf. SB, 235. 251-252. 279-282. 284. 286. 289. R. PANIKKAR, Iconos del misterio: la experiencia de
Dios, Península, Barcelona 32001, 122-124. ID., La intuición cosmoteándrica: las tres dimensiones
de la realidad, Trotta, Madrid 1999, 111. 114. 179. ID., «La grazia di Babele: il pluralismo, oltre
il monismo e la dialettica», Dimensione Speranza, 21/6/2004, consultado: 8/12/2010,
disponible en: http://dimensionesperanza.it/aree/ecumenedialoghi/itemlist/tag/Dossier,
9.
73
vanidad de vanidades» (Qo 1, 2), y que nuestro ser está integrado, en armonía
con nosotros mismos y con el universo24.
Asimismo, continúa opinando Panikkar, en la línea apofática del Dios
amor, se encuentra la del Dios perdonador. La meditación sobre el pecado y la
necesidad de ser perdonados nos acerca al Dios que regala o «per-dona (ser)», y
ofrece el don de «ser» a lo creado. Luego, podemos intuir que el perdón es el
«ser»25. «La creación, el hacer algo que no es Dios, éste es el “pecado” de Dios,
el sacrificio de Dios. El no-Dios es el pecado y, nosotros, somos este intermedio
entre Dios y la nada» (SB, 231). Nuestra característica intrínseca y esencial es
que somos mutables porque estamos hechos de «nada» y, como seres creados,
nos compete antes la «nada» que el «ser»26. La nihilidad de la criatura ―como
diría Tomás de Aquino―, no se puede separar de ella:
«Lo que es inherente a cada cosa de una manera natural le pertenece antes que lo que
recibe de otro. La criatura no tiene el ser sino de otro; dejada a sí misma, considerada
en sí misma, es nada: luego la nada está en ella antes del ser; la criatura es tiniebla en
cuanto es procedente de la nada»27.
«Si decimos: “No tenemos pecado”, nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Si
reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es él para perdonarnos los pecados y
purificarnos de toda injusticia. Si decimos: “No hemos pecado”, le hacemos mentiroso
y su Palabra no está en nosotros» (1 Jn 1, 8-10). «Nosotros amemos, porque él nos amó
primero» (1 Jn 4, 19).
24 Cf. SB, 227. 341. Este concepto de «ser integrado», comenta Panikkar, «La sabiduría china lo
dice con una metáfora sencilla: cuando el gong está bien forjado, dondequiera y como quiera
que se le golpee responderá siempre con un sonido armónico bien temperado. Al igual que
el gong, cuando la persona está integrada, “bien forjada”, reciba el golpe que reciba
transmitirá siempre una vibración armónica» (R. PANIKKAR, Iconos del misterio, o. c., 54-55).
25 Cf. SB, 230.
26 Cf. R. PANIKKAR, El concepto de naturaleza: análisis histórico y metafísico de un concepto, Instituto
de Filosofía Luis Vives, CSIC, Madrid 21972, 110.
27 TOMÁS DE AQUINO, De ptentia, q. 5, a, 1, c. Cf. ID., De veritate, q. 8, a. 16 y 12, q. 18, a (cit., en
SB, 231).
28 Cf. SB, 343.
76
la caída e iluminación de Damasco, abriendo los ojos, «no veía nada». Estas
palabras «tienen un cuádruple sentido. El primer sentido es el siguiente: cuando
se levantó del suelo, aunque con los ojos abiertos, no vio nada, y esta Nada era
Dios: porque cuando vio a Dios lo llamó una Nada. El segundo sentido: cuando
se levantó, no vio nada más que Dios. El tercero: en todas las cosas no vio más
que a Dios. El cuarto: cuando vio a Dios, vio a todas las cosas como nada»35.
35 M. M. ECKHART, Predigyt, The Crossroad Publishing Company, New York 2001, 37. 53 (cit.,
en SB, 345).
36 Cf. SB, 101-103. R. PANIKKAR, Culto y secularización, o. c., 33.
37 En el brahmanismo hinduista, explica nuestro autor, el abismo ontológico se supera por
medio del puente del «sacrificio cósmico», y en el cristianismo, por medio de la figura de
Cristo, que asume la función de mediador ontológico. En el hinduismo y el cristianismo se
construye un puente que permite que la creación siga adelante, se transcienda y llegue a la
Divinidad. El sacrificio, ya sea en el Prajâpati o en el del Hijo del Hombre, es el punto de
encuentro entre lo relativo y lo absoluto, entre lo contingente y lo transcendente; es a la vez
divino-humano y cósmico. Así, en el cristianismo la encarnación se convierte en el puente
por el que Dios se hace hombre para que el hombre se haga Dios; y en el brahmanismo en el
Sacrificio como medio de divinización del hombre. A este tipo de sacrificio Panikkar le da el
apelativo de cosmoteándrico. Cf. ID., Culto y secularización, o. c., 87.
38 Cf. SB, 101-103. R. PANIKKAR, Culto y secularización, o. c., 33.
78
Seguir, la «vía media» que conduce al nirvana es, por tanto, a juicio de
Panikkar, una sabia aspiración tanto para los budistas como para los cristianos.
Por eso Buda, en la enseñanza de su «vía media» ha querido dejar claro que
«absolutizar cualquier cosa en este mundo, es cometer el gran pecado religioso»
(SB, 261). Y esta misma idea de no llevar las cosas hasta el último extremo, la
encontramos también en la espiritualidad cristiana 41 : «No quieras ser
demasiado impío, ni te hagas el insensato […] Bueno es que mantengas esto sin
dejar aquellos de la mano, porque el temeroso de Dios con todo ello se sale»
(Ecl 7, 16-19).
42 Cf. Ibid., 98. La mística, tal como la entiende Panikkar, es «la experiencia del contacto
inmediato con la realidad que hace desaparecer la distinción sujeto-objeto». Por eso, la
mística no es sólo propia del cristianismo, sino una experiencia de fe que parte de lo más
íntimo del hombre de cualquier cultura. La experiencia mística nos revela que toda religión
es una religión de la palabra viva y no de la letra escrita, que sola, mata. Cf. R. PANIKKAR, De
la mística experiencia, o. c., 243-244.
43 Cf. ID., Los dioses y el Señor, o. c., 108-111.
44 Cf. ID., Iconos del misterio, o. c., 56. ID., De la mística experiencia, o. c., 36-41.
45 Cf. ID., Culto y secularización: apuntes para una antropología litúrgica, Marova, Madrid 1979, 98.
46 Cf. ID., Misterio y revelación, o. c., 87-88. SB, 98. 331.
80
«En caso de introducir a Dios en los asuntos humanos, los hombres serían criminales,
ladrones, libertinos, mentirosos, estarían poseídos por la concupiscencia, la envidia y
el error, y todo ello lo atribuirían a la «voluntad creadora de Dios»53.
52 Un mandala es una representación geométrica del universo. Cf. ID., Elogio de la sencillez, o. c.,
80. 82. ID., «Autoconciencia cristiana y religiones», a. c., 251-253. SB, 7. 9. 280. 287.
53 AN, I, 174 (cit., en SB, 283).
54 Cf. R. PANIKKAR, Los dioses y el Señor, o. c., 247. SB, 279.
55 Cf. ID., De la mística experiencia, o. c., 252-253.
56 Cf. SB, 69.
82
de placer. Dolor que embrutece, pero que, al mismo tiempo, purifica; y gozo
que ennoblece, pero que también degrada. El cristianismo habla del orgullo y
de la humildad, de la tristeza y de la alegría, del mal y del bien, del pecado y de
la reconciliación, en definitiva, de la experiencia de la cruz57. Y el budismo
centra su atención en el dolor y en cómo puede ser eliminado por el hombre
para alcanzar la felicidad y salvarse.
«Os digo, pues hermanos: El tiempo es corto. Por tanto, los que tienen mujer, vivan
como si no la tuviesen. Los que lloran como si no llorasen… Los que disfrutan del
mundo, como si no disfrutasen. Porque la apariencia de este mundo pasa (I Co 7, 29-31).
«No améis al mundo ni lo que hay e el mundo. Si alguien ama al mundo, el amor del
Padre no está en él» (1 Jn 2, 15).
miedo a la muerte, porque, como dice el budismo, la muerte «no es», puesto
que es una experiencia que se produce aquí, en la novedad que el Espíritu da a
cada instante de la vida. Es una experiencia de creación y encarnación continua,
que lleva consigo la resurrección en cada instante61.
«En esto hemos conocido lo que es el amor: en que él dio su vida por nosotros.
También nosotros debemos dar la vida por los hermanos (1 Jn 3, 16). «Si alguno dice:
“amo a Dios” y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su
hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve» (1 Jn 4, .20).
«(Buda) pasando una vez por uno de los monasterios en los que habitaban los
monjes, se encontró con un monje que yacía en sus propios excrementos, víctima de una
infección intestinal mortal y contagiosa. Sâkyamuni lo lavó con sus propias manos y lo
llevó a su propia cama. Luego, dirigiéndose a los monjes, les dijo: “¡Oh bhikkhu!,
vosotros no tenéis ya ni padre ni madre que puedan cuidaros; si vosotros no os cuidáis
los unos a los otros, ¿quién lo hará? Quienquiera que desee preocuparse de mí, que se
preocupe de los enfermos”»66.
65 Cf. Ibid., 257. ID., Invitación a la sabiduría, o. c., 11. ID., Paz y desarme cultural, o. c., 35. SB, 276.
66 Mahâvagga (del Vinaya Pitaka) [I. B. HORNER, Pali Text Society by Luzac, London 1949-1975,
301-302 (cit., en SB, 276)].
67 Cf. SB, 274. 299. 300. 302.
68 Cf. Ibid., 150. 273.
86
la vida por los demás a través del servicio. Jesús no deseaba sustituir a otros
dioses, ni ser la encarnación de algún avatâra o dios, Él es el Señor de la creación
y la historia, el Señor de los dioses, valiéndose, no de poderes humanos, sino
del servicio desde el último lugar69.
«Cuando el Hijo del hombre venga en gloria acompañado de todos sus ángeles…
entonces dirá, «venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino… Porque tuve
hambre, y me distéis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me
acogisteis; estaba desnudo y me vestisteis… cuanto hicisteis a unos de estos hermanos
míos más pequeños, a mi me lo hicisteis» (Mt 25, 31 y ss).
dualidad o advaita. Así, termina diciendo, el Padre y el Hijo no son dos ni uno, y
es el Espíritu ―el vínculo de la unidad― el que los une y distingue al mismo
tiempo2.
1. El apofatismo
2 Cf. V. PÉREZ PRIETO, Dios, Hombre, Mundo. La Trinidad en Raimon Panikkar, Herder, Barcelona
2008, 489-490.
91
«Mi cuerpo ahora quizás sea de muerte, porque es mortal y porque fue vulnerado,
juntamente con el espíritu, por el pecado original… resucitará y participará de la gloria y
nacerá también a la verdadera Vida […] Seré yo. Será cuerpo verdadero, carne verdadera.
Es cierto que Buda no habla de causa primera o última, sino que guarda
silencio ante estos conceptos metafísicos. Él habla de la concatenación universal
que no es fruto ni de la causalidad ni de un orden metafísico inalterable10. Sin
embargo, la idea de concatenación o cadena sugiere que nada es fruto del azar
y, por tanto, el primer eslabón de la cadena tendrá que tener un cuándo o un
dónde11.
Quizá podemos encontrar una vía de salida si, en lugar de seguir la visión
rigurosa que Panikkar propone acerca del budismo, nos fijamos en el punto de
vista del budólogo E. Conze, quien afirma que, según el segundo principio del
Udana: «Buda nunca enseñó que el yo no existiera, sino únicamente que no se
puede percibir» 12 . Como Conze, también Peter Harvey postula que se debe
distinguir entre una negación específica del «yo», en el sentido de que éste no se
puede identificar con los skandhas, y una negación general que afirma que el
«yo» no existe en absoluto13. Lynn A. De Silva llega incluso a afirmar que los
que rechazan de una forma categórica la existencia del «yo» acaban cayendo en
el nihilismo ―del que precisamente Panikkar quiere liberar al budismo―,
mientras que la afirmación del «yo» desemboca en una metafísica del «ser»
como substancia14.
y con nuestros deseos y, por eso, hay que luchar por eliminarlos para alcanzar
la liberación o nirvana15. Sin embargo, la dificultad surge al constatar que esta
salvación que se encuentra en el nirvana o la realidad última, está fuera del
mundo sensorial del sujeto16. Ciertamente, y aunque esta noción filosófica de la
última realidad o de Dios, considerándola fuera del mundo sensorial, se ha
dado también en teólogos místicos cristianos como Dionisio Areopagita y
Eckhart, no acertamos a resolver algunas contradicciones17. La primera, nos la
encontramos al observar que la realidad última o el Absoluto hacia el que
camina el sujeto no tiene relación con nada. Y entonces ¿cómo se podrá alcanzar
una salvación que esté en contacto con lo incondicionado y lo condicionado? La
segunda contradicción nos viene planteada por los budistas de la nueva escuela
de la sabiduría del Mahayana. Estos entendían que si «lo absoluto» no tiene
relación con el mundo, tampoco se puede decir que sea trascendente o
inmanente. Por tanto, si nada se puede decir sobre él, y si no nos podemos
hacer una idea acerca de él, tampoco se podrá poner como un ideal a alcanzar18.
La tercera contradicción nos lleva a preguntarnos: para que el sujeto desee
alcanzar la salvación ¿no será primero necesario que ésta se presente atractiva
para él? Pero para el pensamiento budista es mejor que la salvación se presente
no atractiva para el sujeto, y así su «yo», que debe ir contra el deseo, tratará de
alcanzarla. Y la cuarta y última contradicción que descubrimos es la referente al
«yo» actual y todo lo que éste valora y comprende. Éste, según el budismo,
debe desaparecer para poder alcanzar la meta, entonces ¿qué sujeto puede
entrar en ella?19
Fruto de estas dudas acerca del «ser» y del «yo» son, quizá, las
conclusiones que se vieron forzados a admitir los budistas ortodoxos. Los
theravadinos lo vieron como un «continuum de vida subconsciente» (bhavarga),
los santrantikas vieron al «yo» como la «existencia continuada» de una
15 Cf. R. PANIKKAR, De la mística experiencia plena de la vida, Herder, Barcelona 2005, 229. MB, 71-
73. 231.
16 ID., Elogio de la sencillez: el arquetipo universal del monje, Verbo Divino, Estella 22000, 145. ID.,
De la mística experiencia, o. c., 232. SB, 123.
17 Cf. E. CONZE, El Budismo, o. c., 151.
18 Cf. Ibid.
19 Cf. Ibid., 191-192.
95
nuestro autor está también apoyada por otros teólogos cristianos, ellos no
radicalizan ni idealizan la religión budista como lo hace él.
sistema cosmoteándrico, donde parece que sólo un cambio como el que postulaba
Buda puede alumbrar una nueva forma de existir30.
Asimismo, también nos parece unilateral el recurso que Panikkar hace del
apofatismo místico cristiano para ponerlo en diálogo con el budista.
Ciertamente, la mística apofática para hablar de Dios nos recuerda a la
desarrollada en el siglo VI en Oriente por el Pseudo Dionisio, y en Occidente por
Oriente, Roma 1966, 305. N. GADJIN, «The Buddhist Worl-View as Elucidated in the Three-
Nature Theory and Its Similes»: Eastern Buddhit 16 (1983) 1-18, 11.
40 Cf. H. DUMERI, Le problème de Dieu en Philosophie de la religion, Centurion, Paris, 1957, 110. J.
MARTIN VELASCO, El encuentro con Dios, una interpretación personalista de la religión,
Cristiandad, Madrid 1976, 149.
41 Cf. J. RATZINGER. BENEDICTO XVI, La Iglesia, Israel y las demás religiones, Ciudad Nueva, Madrid
2007, 88-92.
100
50 Cf. ID., La experiencia de Dios, o. c., 12-13. ID., Culto y secularización: apuntes para una
antropología litúrgica, Marova, Madrid 1979, 30. ID., «Nueve modos de hablar de Dios», a. c.,
3.
51 Cf. ID., Culto y secularización, o. c., 30. ID., Iconos del misterio, o. c., 28.
52 ID., Iconos del misterio, o. c., 31.
53 Cf. H. R. SCHLETTE, «Símbolo», en H. FRIES (ED.), Conceptos fundamentales de la Teología,
Cristiandad, Madrid 1979, II, 709-716, 709 y 711.
54 Cf. C. LÉVY-STRAUSS, «Introducción a la obra de Marcel Mauss», en M. MAUSS (ED.), Sociología
y antropología, Tecnos, Madrid 1979, 13-42, 39-41. S. K. LANGER, Philosophy in a New Key. A
Study in the Symbolism of Reason, Rite, and Art, Harvard University Press, Cambridge,
102
59 Cf. ID., «The Jordan, the Tiber and the Ganges: Three Kairological Moments of Christic Self-
Conciousness», en J. HICK & P. KNITTER (EDS.), The Myth of Christian uniqueness, Orbis,
Maryknoll, 1989, 89-116, 101-105. J. HICK, God and the Universe of Faiths. Essays in the
Philosophy of Religion, Oneworld, Oxford 41993, 130-154. ID., The Centre of Christianity, SCM
Press, London 1977, 23-48. ID., God Has Many Names. Britain’s New Religious Pluralism,
Macmillan, London 1980, 27-49. 111-132. ID., Problems of Religious Pluralism, Macmillan,
London 1985, 56-83. 123-141. P. KNITTER, No Other Name?, Maryknoll, New York 1985, 163-
231. A. RACE, Christians and Religious Pluralism: Patterns in the Christian Theology of Religions,
SCM, London, 21993, 106-148. J. MILBANK, Beyond Secular Reason: Theology and Social Theory,
Blackwell, Oxford 1990, 352. P. TILLICH, El futuro de las religiones, Megápolis, Buenos Aires
1976, 118.
60 Cf W. PANNENBERG, «Pluralismo religioso y pretensiones de verdad enfrentadas», en G. D’
COSTA (ED.), La unicidad cristiana reconsiderada. El mito de una teología de las religiones pluralista,
Descleé de Brouwer, Bilbao 2000, 169-183, 178-183.
104
Uno de los aspectos bajo los que Panikkar entiende el nirvana es el de verlo
como una realidad sagrada, misteriosa y trascendente, a la que se le puede dar
tanto el nombre de Ultimidad como el de Dios 63 . Así, Buda, por haber
alcanzado ya esta realidad increada e incondicionada, por haber destruido
todas las limitaciones, y recuperado la realidad originaria, se convierte en
alguien a quien nadie del orden de lo creado puede tocar64.
2. La visión advaita
66 Cf. SB, 125. 234-235. 238-239. 251-252. R. PANIKKAR, Iconos del misterio, o. c., 75-76. ID., «La
grazia di Babele: il pluralismo, oltre il monismo e la dialettica», Dimensione Speranza,
21/6/2004, consultado: 8/12/2010, disponible en: http://dimensionesperanza.it/aree/
ecumene/dialoghi/itemlist/tag/Dossier, 5-9. ID., La experiencia de Dios, o. c., 52-53. ID., El
espíritu de la política: homo politicus, Península, Barcelona 1999, 146-147. A. ROSSI, «Occidente
Dominatore», In Quiete, 5/2/2002, consultado: 12/9/2010, disponible en:
http://www.gianfrancobertagni.it/materiali/raimon panikkar/occdom.htm, 2.
67 Cf. ID., De la mística experiencia, o. c., 247-248. ID., El Cristo desconocido del Hinduismo, Grupo
Libro, Madrid 1994, 169 (1ª ed. en castellano: El Cristo desconocido del Hinduismo, Marova,
Madrid 1970).
68 Cf. ID., Iconos del misterio, o. c., 96-97.
69 Cf. ID., El espíritu de la política, o. c., 43-44.
106
Divinidad, no concibe que la extrema unidad pueda ser compatible con la plena
distinción y, por ende, con la plena libertad, en el sentido de la comunicación
voluntaria y recíproca de persona a persona. Revalidaremos que para la fe
cristiana el misterio de Dios se ha hecho presente en el mundo a través del
Verbo revelado por el Padre, y éste se hace universalmente presente a través del
Espíritu Santo. Aquí, observaremos, no se produce una fisura entre el misterio
de Dios y Cristo, puesto que la revelación es el acontecimiento personal de
Jesucristo, en quien Dios asume la realidad humana. Sin embargo, la libertad
espiritual, para la visión advaita, es plenitud de ser, posesión colmada, pero no
don de sí al otro70. De hecho, el padre J. Monchanin, desde su gran experiencia
misionera en la India y con los ascetas hindúes, llegó a la conclusión de que sólo
el Misterio Trinitario es capaz de resolver las antinomias que hacen oscilar
perpetuamente el pensamiento hindú entre el monismo y el pluralismo, entre
un Dios personal y un Dios impersonal71.
73 Cf. H. LE SAUX (ABHISHIKTANANDA), The Further Shore, ISPCK, Delhi 1984, 51-53. R.
PANIKKAR, La Trinidad. Una experiencia humana primordial, Siruela, Madrid 51999, 19. J. L.
SÁNCHEZ NOGALES, Cristianismo e Hinduismo. Horizonte desde la ribera cristiana, o. c., 352-357. J.
DUPUIS, Jesucristo al encuentro de las religiones, Paulinas, Madrid 1991, 95-99.
74 Cf. R. PANIKKAR, La intuición cosmoteándrica. Las tres dimensiones de la realidad, Trotta, Madrid
1999, 110-118. J. DUPUIS, Hacia una teología cristiana del pluralismo religioso, Sal Térrea,
Santander 2000, 278-279. R. PANIKKAR, El Cristo desconocido del Hinduismo, Grupo Libro,
Madrid 1994, 13-18. 117-125. 134-147. 150-160 (la primera ed. en castellano: El Cristo
desconocido del Hinduismo, Marova, Madrid 1970). V. PÉREZ PRIETO, Dios, Hombre, Mundo. La
Trinidad en Raimon Panikkar, Herder, Barcelona 2008, 67-75. 500. 505.
75 Cf. C. MARTÍN DIZA, Upanishad con los comentarios de advaita de Sánkara, Trotta, Madrid 22009,
12-33. ID., Bhagavad Gita: con los comentarios advaita de Sankara, Trotta, Madrid 62009, 72-95.
76 Cf. J. DUPUIS, Jesucristo al encuentro de las religiones, o. c., 95-124. J. L. SÁNCHEZ NOGALES,
Cristianismo e Hinduismo, o. c., 352-372. A. THANNIPPARA, Saccidananda, Isvara, Avatara.
Towards a Re-evaluation of some aspects of the indian Christian Teology, Asian Trading
Corporation, Bonn-Bangalore 1992, 78.
77 Cf. J. MILBANK, «El final del diálogo», en G. D’ COSTA (ED.), La unicidad cristiana reconsiderada.
El mito de una teología de las religiones pluralista, Descleé de Brouwer, Bilbao 2000, 271-289, 285.
306. 308.
78 Cf. J. MORALES, Teología de las religiones, S. Pablo, Madrid 2001, 133.
108
Tratando de explicar aún mejor este tema, hemos de señalar que, según la
interpretación advaita, y respondiendo al texto sagrado hinduista: «Yo soy el
Brahman» (Brhdaranyaka Upansad 1. 4. 10) y al cristiano: «Yo y el Padre somos
uno» (Jn 10, 30), Jesucristo podría ser calificado de jivanmukta o alma que ha
alcanzado la realización y ha llegado a ser totalmente consciente de su
identidad con el Brahman. Jesús, Verbo de Dios hecho carne (cf. Jn 1, 14), según
esta interpretación, revela a Dios porque es Hijo de Dios, pero es una revelación
limitada, puesto que ninguna conciencia humana puede albergar totalmente el
misterio divino. Ahora bien, explica H. Le Saux, esta comparación entre ambos
textos no puede ser admitida, puesto que el «yo» de Jesús y el «yo» del advaita
no tienen la misma categoría ontológica. La expresión «Yo y el Padre somos
uno» indica la distinción en la unidad (cf. Jn 5, 20. 17; 7, 46; 10, 30. 38. 15; 14, 11;
15, 10; 17, 21). Es una relación «Yo-Tú» del Hijo con el Padre. Los dos elementos
de esta relación ―la distinción (Hijo-Padre) y la unidad («somos uno») ―
constituyen, en conjunto, la originalidad y la especificidad de la experiencia de
Dios vivida por Jesús. Esta naturaleza filial es única en su género y es de un
orden diferente: Jesús es el verdadero Hijo de Dios (cf. Mc 3, 11; 12, 6)), el Hijo
unigénito (cf. Jn 1, 14). La conciencia humana que Jesús tiene de su unidad-en-
la-distinción con el Padre es el fundamento de la fe cristiana en el misterio de la
Trinidad divina. En cambio, las citas de las Upanisad enuncian la conciencia de
una identidad real en la que ha desaparecido toda distinción. Expresan que en
el despertar de la autorrealización permanece sólo la conciencia del absoluto, la
identidad Atman-Brahman; la conciencia del «yo» infinito idéntico con el
Brahman. La expresión upanisádica «Yo soy el Brahman» o «Tú eres eso»,
indica, por tanto, una identidad absoluta y una disolución en el Absoluto que
no admite la existencia y persistencia de una distinción personal que haga
ontológicamente posible la relación. En otras palabras, el «yo» de Jesús no
significa que un hombre llamado Jesús se refiere a Dios como Padre, sino que el
Hijo-de-Dios-encarnado en la humanidad se pone en relación con su Padre y,
por consiguiente, la conciencia humana de Jesús incluye y supera la experiencia
109
advaita, puesto que supera toda pluralidad y conjuga los valores de la absoluta
unidad y los de la comunión personal. El «himno de júbilo» de Jesús a su Padre
(cf. Mt 11, 25-27; Lc 10, 21) es otro testimonio de ello, y la expresión de una
relación única que muestra que hay un misterio del Hijo como hay un misterio
del Padre, y que el Padre y el Hijo participan de un único e idéntico misterio79
(cf. Jn 5, 18).
79 Cf. H. LE SAUX, Sagesse hindoue et mystique chrétienne: du Vedanta a la Trinité, Centurion, Paris
1965, 129. J. DUPUIS, Hacia una teología cristiana del pluralismo religioso, o. c., 398-399. 401-402.
80 Cf. J. L. SÁNCHEZ NOGALES, Cristianismo e Hinduismo. Horizonte desde la ribera cristiana, o. c.,
253-254. F. A. MACHADO, «Dialogo cristiano-induista»: Religión e Sètte 2 (1995) 14-24, 17-21.
110
91 Cf. J. MARTIN VELASCO, El encuentro con Dios, o. c., 43. J. G. FICHTE, Die Schriften, VII, Nagel,
Munich 1912, 33-34. W. KASPER, El Dios de Jesucristo, o. c., 182.
92 Cf. J. MARTIN VELASCO, El encuentro con Dios, o. c., 43. R. PANIKKAR, The Trinity and Religious
Experience of Man: Icon-Person-Mystery, NY, Londres 1973, 47-48.
93 Cf. R. PANIKKAR, «The Jordan», a. c., 110. R. WILLIAMS, «Trinidad y Pluralismo», en G. D’
COSTA (ED.), La unicidad cristiana reconsiderada. El mito de una teología de las religiones pluralista,
Descleé de Brouwer, Bilbao 2000, 35-53, 38. 44. P. KNITTER, «Pluralistische Theologie der
Religionen»: Evangelische Theologie 49 (1989) H. 6, 3.
94 Cf. R. PANIKKAR, El espíritu de la política: homo politicus, Península, Barcelona 1999,54.
95 Cf. R. WILLIAMS, «Trinidad y Pluralismo», a. c., 40. 49. J. MILBANK, «El final del diálogo», a. c.,
283-309, 295.
96 Cf. W. KASPER, El Dios de Jesucristo, o. c., 291.
97 Cf. DS 112-115. W. KASPER, El Dios de Jesucristo, o. c., 291-293.
114
Fiore profetizó una nueva era de la Iglesia: la era del Espíritu. Ésta estaría destinada a
revelar el período del Padre (Antiguo Testamento) y el período del Hijo (la Iglesia clerical)
para inaugurar un nuevo período: el de los monjes. El Espíritu Santo pasó a ser, con esta
historización, un principio de progreso histórico. Los seguidores de J. de Fiore entendieron
esta renovación y progreso como una renovación de la Iglesia. La idea moderna de progreso
y las utopías modernas (Lessing, Kant, Hegel, Schelling, Marx, incluso el Tercer Reich)
dieron gran importancia a esta idea de J. de Fiore. Sin embargo, la teología eclesial, rechaza
esta idea del Espíritu Santo porque entiende que el Espíritu es Espíritu de Jesucristo. La
novedad del Espíritu es que hace presente de modo permanente a Jesucristo en la novedad
escatológica. Cf. W. KASPER, El Dios de Jesucristo, o. c., 235. 241-242.
104 Cf. O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, La entraña del cristianismo, Secretariado Trinitario, Salamanca
1997, 165. W. KASPER, El Dios de Jesucristo, o. c., 351.
105 Cf. W. KASPER, El Dios de Jesucristo, o. c., 323. 356-357. R. PANIKKAR, «The Invisible Harmony»,
a. c., 145. O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, La entraña del cristianismo, o. c., 211.
106 Cf. W. KASPER, El Dios de Jesucristo, o. c., 324.
107 Cf. O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, La entraña del cristianismo, o. c., 183.
108 Cf. J. MOLTMANN, «¿Es la «teología pluralista» útil para el diálogo de las religiones del
mundo?» en G. D’ COSTA (ED.), La unicidad cristiana reconsiderada. El mito de una teología de las
religiones pluralista, Descleé de Brouwer, Bilbao 2000, 247-257, 256.
116
Queda claro, por tanto, y siguiendo los pasos de Boecio, que el concepto
clásico de persona encuentra su primera justificación en el horizonte de la
libertad incanjeable e irreducible, racional e infinita que el hombre recibe del
Dios trino que, desde su compenetración o perijóresis quiere comunicarse y
relacionarse con él112.
113 Cf. SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Epístola ad Magnesios, VIII, n. 41-42 (cit., en SB 279-280). R.
PANIKKAR, La experiencia de Dios, o. c., 53-54.
114 Cf. ID., Iconos del misterio, o. c., 25. ID., «Autoconciencia cristiana y religiones», en AA. VV.
[EDS.], Fe Cristiana y Solidaridad Moderna 26, SM, Madrid 1989, 232. R. WILLIAMS, «Trinidad y
Pluralismo», a. c., 47. SB, 280. 284.
115 Cf. R. WILLIAMS, «Trinidad y Pluralismo», a. c., 43. 47-48. 50. ID., «The Unity of Christian
Truch»: New Blackfriars 70 (1989) 85-95, 99. R. PANIKKAR, «Cristianity and World Religions»,
118
en PUNJABI UNIVERSITY PRESS (ED.), Christianity, Patialia (India) 1969, 109-127, 109-127. 114. P.
KNITTER, Introducción a las Teologías de las Religiones, Verbo Divino, Villatuerta (Navarra)
2007, 261.
116 Cf. E. H. COUSINS, «Raimundo Panikkar and the Christian Systematic Theology of the
Future»: Cross Currents 29 (1979) 143-147.
117 R. PANIKKAR, «A Christophany for Our Times»: Teology Digest 39 (1992) 3-21 (cit., en J.
DUPUIS, Hacia una teología cristiana del pluralismo religioso, 278-279).
118 Cf. E. H. COUSINS, «Raimundo Panikkar and the Christian Systematic Theology of the
Future», a. C., 145.
119 Cf. R. PANIKKAR, El Cristo desconocido del Hinduismo, Grupo Libro, Madrid 1994. Esta es la
última edición en castellano de su libro original: The unknown Christ of Hinduism: towards an
ecumenical Christophany, Darton, London 1964 (última ed. The Unknown Christ of Hinduism:
Towards An Ecumenical Christophany, Orbis Books, Nueva York 21981).
120 Cf. J. L. SÁNCHEZ NOGALES, Cristianismo e Hinduismo. Horizonte desde la ribera cristiana, o. c.,
328-329.
119
121 Cf. R. PANIKKAR, The Unknown Christ of Hinduism, o. c., 24. ID., The Trinity, o. c., 55. P.
KNITTER, Introducción a las Teologías de las Religiones, o. c., 260. J. HICK, God and the Universe of
Faiths, o. c., 120-133.
122 Cf. P. KNITTER, Nessun altro nome?, o. c., 78.
123 Cf. L. GILKEY, Society and the Sacred: Toward a Theology of Culture in Decline, Crossroad, New
York 1981, 144. P. KNITTER, Nessun altro nome?, o. c., 78.
124 Cf. R. PANIKKAR, «The category of Growth...», a. c., 117. ID., The Unknown Christ of Hinduism,
o. c., 30. J. HICK, «Copernican Revolution of Teology», a. c., 131. ID., The Many-faced argument:
recent studies on the Ontological argument for the Existence of God, Macmillan Company, New
York 1967, 5-7. ID., The Non-Absolutness of Christianity uniqueness, SCM Pres, London 1988, 16-
17. ID., God and the Universe of Faiths, o. c., 127. P. KNITTER, Nessun altro nome?, o. c., 81. 95-97.
123. J. HICK y P. KNTTER, The myth of Cristian Uniqueness toward a pluralistic theology of religions,
Orbis Books, Maryknoll (NY) 1987, 7. L. GILKEY, Religion and the scientific future: reflections on
myth, science, and theology, Harper and Row, New York 1970, 37. J. SMITH, «Theology and the
World’s Religous History», a. c., 53-54. Como Panikkar, proponen una cristología pluralista,
no normativa y una distinción entre el Logos universal y el Jesús histórico: J. Hick, P. Knitter,
M. Amaladoss, R. Williams, J. Harnack, S. Samartha, J. Pawlikowski, W. C. Smith, D. Cupitt,
J. Macquarrie, T. Hall, H. Burkle, D. Dawe y L. Gilkey.
120
125 Cf. G. URÍBARRI, La singular humanidad de Jesucristo, San Pablo-U.P. Comillas, Madrid 2008,
374-375.
126 Cf. R. PANIKKAR, The Unknown Christ of Hinduism, o. c., 30. P. KNITTER, Nessun altro nome?, o.
c., 97-99.
127 Cf. K. RAHNER, «Eterna significación de la humanidad de Jesús para nuestra relación con
Dios»: Escritos de Teología III (1967) 47-59, Madrid 31968, 47-59. J. B. COBB, Christ in a Pluralistic
Age, Westmisnster Press, Philadelphia 1975, 97-129. B. SESBOÜE, «La question du Jesús
historique au regard de la foi», en D. MARGUERAT - E. NORELLI - J. M. POFFET (EDS.), Jésus de
Nazareth. Nouvelles approches d’une énigme, Labor et fides, Genève 1998, 503-513, 507-509. ID.,
121
130 Cf. L. F. LADARIA, Jesucristo, Salvación de todos, S. Pablo y UPCO, Madrid 2007, 115-118. P. J.
GRIFFITHS, «En defensa de la unicidad de la doctrina Cristiana», en G. D’ COSTA (ED.), La
unicidad cristiana reconsiderada. El mito de una teología de las religiones pluralista, Descleé de
Brouwer, Bilbao 2000, 259-281, 81. O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, Cristología, BAC, Madrid
2001, 30. LG 16. GS, 22.
131 Cf. R. GUARDINI, La esencia del cristianismo, Guadarrama, Madrid 21964, 102.
132 Cf. O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, Cristología, o. c., 66. ID., La entraña del cristianismo, o. c., 186.
222-223. T. W. MANSON, The Teaching of Jesus, Cambridge University Press, Cambridge 41967,
207.
133 Cf. R. PANIKKAR, «Salvation in Christ: Concreteness and Universality, the Supername»:
Tantur (1972) Jerusalem, 1-81, 64. ID., «Cristianity and World Religions», a. c., 114. ID., The
Unknown Christ of Hinduism, o. c., 14. 27.
123
figuras religiosas. Así, el nombre de Cristo puede ser también conocido bajo
otros nombres históricos, como un profeta más, por ejemplo, el Tathagata134.
134 Cf. ID., «Cristianity and World Religions», a. c., 114. P. KNITTER, Introducción a las Teologías de
las Religiones, o. c., 261. J. P. GARCÍA MAESTRO, «Convergencias y divergencias entre las
grandes religiones»: Discípulos 7 (2004) 13-35, 11.
135 Cf. I. KANT, La religión dentro de los límites de la mera razón, Alianza, Madrid 1969, 63.
136 Cf. W. PANNENBERG, «Pluralismo religioso y pretensiones de verdad enfrentadas», a. c., 174-
175. 178.
137 Cf. P. KNITTER, Jesus and The Other Names: Cristian Mission and Global Responsability, Orbis,
Maryknoll, 1966, 68-70.
124
138 Cf. COMISIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL, El Cristianismo y las Religiones, San Pablo, Madrid
1997, 25. ID., «El cristianismo y las religiones», en C. POZO (ED.), Documentos (1969-1996).
Veinticinco años de servicio a la teología de la Iglesia, BAC, Madrid 1998, 557-606, 72-73.
139 Cf. W. PANNENBERG, «Pluralismo religioso y pretensiones de verdad enfrentadas», a. c., 176.
J. DUPUIS, «Universalità del cristianesimo. Gesù Cristo, il Regno e la Chiesa», en M. FARRUGIA
(ED.), Universalità del cristianesimo. In dialogo con Jacques Dupuis, San Paolo, Cinisello Balsamo
(MI) 1996, 11-33, 27. Dei Verbum 1. M. FUSS, «Il neo-vedantismo»: Religioni e Sètte 1 (1995) 28-
55, 32-41. L. F. LADARIA, Jesucristo, Salvación de todos, o. c., 90, 171.
140 Cf. W. PANNENBERG, «Pluralismo religioso y pretensiones de verdad enfrentadas», a. c., 174.
125
1. Semblanza
1 Cf. J. LÓPEZ GAY, La Missionologia Contemporanea: Missione per il Terzo Milenio. Corso di
Missionologia, PUG, Roma 1992, 19.
130
en las riquezas espirituales del pueblo de Dios (Cf. Col. 1, 12. 14; Hch. 26, 17.
18). En ella Cristo se presenta como la «piedra angular» que, a través de la obra
de su Espíritu, «derriba el muro de separación y hace de los pueblos uno» (Ef. 2,
14). Este Señorío y salvación de Cristo, asevera nuestro misionólogo, está en
devenir, ya que aún debe manifestarse y realizarse en todos los pueblos y
tradiciones religiosas, hasta la hora final, cuando todo esté a sus pies y Él pueda
entregárselo al Padre. El diálogo, por consiguiente, sin sustituir la proclamación
del Evangelio, debe ser posible gracias a que el Espíritu de Cristo empuja a las
comunidades cristianas a abrirse a la misión universal, para que la salvación
llegue a todos. Pues es el Espítitu quien hace posible que nadie vaya al cielo sin
haber recogido antes a sus hermanos dispersos en otras culturas religiosas; y sin
habernos ayudado a superar las crisis internas que surgen en la historia de
diálogo con las religiones no-cristianas. Historia en la que ni el misionero ni el
misionólogo han permanecido indiferentes, puesto que ambos se han esforzado
para aportar datos a la Iglesia sobre éstas religiones, y para que se establezca
una confrontación espiritual entre el cristianismo y ellas2.
4 Cf. ID., La Mística del Budismo: los Monjes no Cristianos del Oriente, BAC: «Semina Verbi»,
Madrid 1974, 5. En adelante este libro de nuestro autor, por ser una de sus obras
fundamentales sobre el budismo y, por lo mismo, una de las más citadas, la encontraremos
bajo las siglas MB.
5 Cf. MB, 5-6.
132
posee una amplia bibliografía sobre él. De toda ella ―y a la que, por cierto, él
mismo nos ha remitido―, nosotros hemos intentado hacer una síntesis,
eligiendo el elemento doctrinal budista que, entendemos, le parece más
relevante a nuestro autor: la salvación. El budismo, señala, ha sido llamado
«religión de salvación», debido a que Buda puso como meta de liberación el
nirvana6. Por consiguiente, y aunque es sólo una recapitulación de su obra lo
que ofrecemos, nos parecería una infidelidad hacia nuestro profesor resumir,
aún más, sus reflexiones acerca de la religión budista y, por ello, le dedicaremos
esta extensión.
6 Cf. Ibid., 18-20. J. LÓPEZ GAY, «Ritos Fúnebres del Budismo Japonés»: Studia Missionalia 31
(1982) 297-324, 298.
133
El «Gran Vehículo» es, por tanto, mucho más popular que el primitivo
Theravada, más sincretista y con una mayor fuerza de absorción y adaptación. Se
muestra profundamete religioso, y se presenta como la total revelación de la
verdad. Es decir, la manifestación del «Buda eterno» ―verdad universal y
1 Cf. J. LÓPEZ GAY, «La “Preevangelización” en los Primeros Años de la Misión del Japón»:
Missionalia Hispánica 19 (1962) 289-329, 300-305. MB, 27.
2 Cf. ID., «Las “Edades de la Historia” en el Pensamiento Budista»: Boletín de la Asociación
Española de Orientalistas 4 (1968) 77-98, 81-82. 87. ID., «El Problema Religioso y el Camino del
Budismo»: Studia Missionalia 27 (1968) 83-102, 91-92. 94.
136
cósmica―, que está presente en la naturaleza de todos los seres y les permite
llegar a ser iluminados. Defiende, asimismo, que la salvación depende más de
la fe en Buda, que tiene compasión por todos, que del propio esfuerzo y
autodisciplina y, por ello, su máximo ideal es convertirse en el bodhisattva3.
3 Cf. ID., «La Vida Monástica Budista en Japón. Características»: Boletín de la Asociación
Española de Orientalistas 10 (1974) 63-90, 63-64. ID., «El Bodhisttava en los Sûtras del
Mahâyâna»: Boletín de la Asociación Española de Orientalistas 22 (1986) 26. 257-283. ID., «La
“Oración” en los Monjes Budistas»: Boletín de la Asociación Española de Orientalistas 18 (1982)
87-105, 93. ID., «Ritos Fúnebres del Budismo Japonés»: Studia Missionalia 31 (1982) 297-324,
299. ID., «El Problema Religioso y el Camino del Budismo», a. c., 91. 95. ID., «Las “Edades de
la Historia”» a. c., 80. 85. 88. 93. 97. 98. ID., «Maitreya, Futuro Mediador de la Ley, en la
Tradición Budista del Extremo Oriente»: Studia Missionalia 21 (1972) 93-112, 98.. MB, 10-11.
16. 26. 198. MB, 10-11. 16. 26. 198. LAMOTTE, Le Traité de la Grande Vertu de sagesse de
Nâgârjuna, Publications Universitaires, Louvain 1944, 984 (cit., en ID., «Diálogo y Anuncio
con el Budismo», en PONTIFICIA UNIÓN MISIONAL (ED.), Curso de Formación Misionera por
correspondencia, II parte, Lección 2, Secretariado Internacional de la PUM, Roma 1997, 3-9, 9).
4 Cf. ID., «Diálogo y Anuncio con el Budismo», a. c., 4. ID., «La Parábola del Buey: un Itinerario
Místico Budista Medieval»: Boletín de la Asociación Española de Orientalistas 12 (1976) 113-125,
117. MB, 20.
137
5 Cf. ID., «Ritos Fúnebres del Budismo Japonés», a. c., 85. ID., «Diálogo y Anuncio con el
Budismo», a. c., 3. MB, 5. 23.
6 Cf. ID., «La Parábola del Buey:», a. c., 117-118. ID., «La Estructura de la Meditación según el
Dîga Nikâya, Comparada con la del Yoga-Sûtra»: Boletín de la Asociación Española de
Orientalistas 7 (1971) 103-119, 103. ID., «Diálogo y Anuncio con el Budismo», a. c., 4. MB, 23.
P. DEMIEVILLE, DEMIEVILLE, P., Le Concile de Lhasa: une controverse sur le Quiétisme entre
Bouddhistes de l'Inde et de la Chine au VIII e siècle de l'ère chrétienne, Impr. Nationale de France,
Paris 1952, 78 (cit., en MB, 24-25).
7 Cf. ID., «El Monacato Budista»: Boletín de la Asociación Española de Orientalistas 3 (1967) 93-
119, 101. MB, 19.
138
los que muestra una gran tolerancia y fe religiosa, inaugurará una nueva
tendencia en el budismo indiano: el Mahayana o «Gran Vehículo». Éste facilitará
la extensión de la doctrina del Iluminado por el Extremo Oriente: China, Corea
y Japón; y el Mahayana ―con su ideal de salvación a través de la compasión―,
será la corriente budista más difundida en el mundo12.
a) De lo telúrico a la iluminación
12 Cf. ID., «Las “Edades de la Historia”», a. c., 82. ID., «Diálogo y Anuncio con el Budismo», a.
c., 3. 6. ID., «El Monacato Budista», a. c., 100. ID., «La “Ordenación” o Profesión del Monje
Budista»: Boletín de la Asociación Española de Orientalistas 8 (1972) 89-108, 107. MB, 10. FUSS,
M.―LÓPEZ-GAY, J.―SONÕ FAZION, G., Le grandi figure del Buddhismo, Cittadella, Assisi 1995,
33-47.
13 Cf. MB, 8-9.
14 Cf. J. LÓPEZ GAY, «El Problema Religioso y el Camino del Budismo», a. c., 86.
15 Cf. ID., «El Problema Religioso y el Camino del Budismo», a. c., 87.
140
Después de esta vivencia, Shidarta deja todo lo que posee para caminar
errante hacia la iluminación, hacia la búsqueda de la luz 16 . En un primer
momento se dirige a dos grandes maestros del Yoga que ejercen un gran influjo
sobre él, Alara Kalam y Udraka Ramputra17. Aconsejado por ellos inicia un
camino de penitencia que, por considerarlo negativo, abandona. Continua solo
durante unos años en la ciudad de Gaya, olvidando todo lo propio, cambiando
de ambiente y de método, y dedicado solamente a la meditación18 . En este
momento hace también su voto:
«Yo hago el propósito en presencia del mejor entre los hombres (alude a buda
Dîpamkara): frenar el ciclo de (mis) renacimientos, destrozar los tres modos de existencia,
y subir a bordo de la nave de la Doctrina, para trasportar a hombres y dioses»19.
16 Según una tradición budista, Gautama consideró a su propio hijo como un obstáculo para
seguir el nuevo camino y por ello le puso el nombre de Rahula (obstáculo). ID., «El Problema
Religioso y el Camino del Budismo», a. c., 86.
17 Cf. ID., «Diálogo y Anuncio con el Budismo», a. c., 3. FAXIAN, CH., Narración de Fa-hsien (Fa-
hsien Chuan), [J. A COLINAS, Asociación Española de Orientalistas, Madrid-Barcelona 1978, 93-
94 (cit., en J. LÓPEZ GAY, «El Bodhisttava en los Sûtras », a. c., 259)]. MB, 200.
18 Cf. J. LÓPEZ GAY, «El Problema Religioso y el Camino del Budismo», a. c., 93.
19 Jâtaka (del Khuddaka Nikâya del Sutta Pitaka), [E. B. COWELLY, The Jâtaka or Stories of The
Buddha’s former Births, Luzca, Cambridge 1895-1913 (cit., en J. LÓPEZ GAY, «La “Oración” en
los Monjes Budistas», a. c., 92)].
20 Cf. J. LÓPEZ GAY, «El Problema Religioso y el Camino del Budismo», a. c., 87-88. ID.,
«Diálogo y Anuncio con el Budismo», a. c., 3. MB, 7-8.
141
21 Majjhima-Nikaya (del Sutta Pitaka), I, 178 [I. B. HORNER, The collection of the Middle Length
Sayings, Luzac, London 1954-59 (cit., en J. LÓPEZ GAY, «El Problema Religioso y el Camino
del Budismo», a. c., 84)]. En adelante Majjhima-Nikaya será citado con las siglas MN.
22 Cf. J. LÓPEZ GAY, «El Problema Religioso y el Camino del Budismo», a. c., 81. ID., «Ritos
Fúnebres del Budismo Japonés», a. c., 297.
23 Cf. Sutta Nipâta, v. 574 y ss. 868 (del Sutta Pitaka), [E. M. HARE, Woven Cadentes, London,
Luzac, London 1945; otra de V. FAUSBÖLL, SBE, Oxford 1881 (cit., en MB, 16)]. En adelante
Sutta Nipâta será citado con las siglas SN.
24 Cf. MN. Samyutta Nikâya, 2, 12 (del Sutta Pitaka), [C. A. F. RHYS DAVIDS y F. L. WOODWARD,
Kindred Sayings, Luzac, London 1917-30 (cit., en MB, 16)].
25 Cf. MB, 17.
26 Cf. Udâna-Itivuttaka, 1, 10 (del Sutta Pitaka), [F. L. WOODWARD, Minor Anthology of the Pâli
Canon, Luzac, London 1935 (cit., en MB, 17)]. En adelante Udâna-Itivuttaka será citado con las
siglas Ud. SN, v. 1093-1094. Thera Gâthâ (del Sutta Pitaka), cant. 15, est. 702 [D. C. A. RHYS,
Psalms of de Early Buddhist: Psalms of de Brethern, Psalms of the Sisters, Luzac, London 1909-
1913 (cit., en MB, 18)]. En adelante Thera Gâthâ será citado como Th.
142
27 Cf. MB, 19. La palabra magga o camino tiene su raíz en mrg o marg¸ que significa búsqueda,
meta por conseguir. Cf. Samyutta Nikâya, o. c., 46, 2 (cit., en MB, 21).
28 Cf. MB, 22. 210.
29 Cf. J. LÓPEZ GAY, «Diálogo y Anuncio con el Budismo», a. c., 3. MB, 16. 211.
30 B. NÂNAMOLI, «The Weel», en B. BODHI (ED.), The Discourse on Right View. The Sammâditti
Sutta and its Commentary, Kandy 1960, 377-379, 378 (cit. en J. LÓPEZ GAY, «Diálogo y Anuncio
con el Budismo», a. c., 4).
31 AN, v. 43 (cit., en J. LÓPEZ GAY, «La “Oración” en los Monjes Budistas», a. c., 88).
32 Cf. J. LÓPEZ GAY, «El Problema Religioso y el Camino del Budismo», a. c., 81-86. 93. ID., «La
“Preevangelización”», a. c., 298. ID., «El Monacato Budista», a. c., 101-102.
143
«Existe, ¡Oh monjes!, una única cosa que, cuando acontece en el mundo, sucede
para beneficio, para felicidad de muchos; sucede para el bienestar, para el provecho, para
la felicidad de los dioses y de la humanidad. ¿Cuál es esta única cosa? La concordia en la
Orden. Cuando la Orden está en armonía de verdad, no surgen discusiones recíprocas,
injurias recíprocas, traiciones recíprocas. Por lo tanto, aun aquellos que piensan
diferentemente, viven reconciliados, y entre ellos reina una armonía que crece
ulteriormente hasta la unidad. Este es el sentido de lo que ha dicho el Bienaventurado:
“Feliz evento es la concordia en la Orden. Quien tiene la gracia de vivir con los que están
en concordia es feliz, y, fijo en la rectitud, no se aparta de la paz, libre de los vínculos.
Quien crea en la unidad de la Orden gozará por un eón en el cielo”»33.
Está búsqueda de Buda, señala el jesuita, nos revela que fue un hombre
optimista que creía en la capacidad de todo ser humano para conocer la
liberación y por eso, dedicó a su enseñanza cuarenta y cinco años35. Su filosofía
y religiosidad atraía y convencía porque presentaba un camino soteriológico de
compasión basado en actitudes de autosuficiencia y autoconfidencia. Camino
de salvación en el que se excluye cualquier ayuda de orden trascendente, es
decir, cualquier revelación divina o gracia sobrenatural36: «Sed lámparas para
vosotros, refugio en vosotros, evitando buscar un refugio fuera de vosotros»37.
Buda, por tanto, deja claro que no existe ningún salvador externo al propio
sujeto, pero en el camino que éste debe realizar él se presenta como el maestro
de los dioses y los hombres38.
La muerte, nos dice López Gay, dentro del ambiente de la India, era
considerada como un «rito de paso» que trataba de ayudar al difunto en el
tránsito de este mundo a la nueva forma de existencia. Pero la enseñanza de
Buda acabará con ese sentido ritual del hinduísmo, puesto que éste afirma que
el estado final de un individuo es el nirvana o paranirvana; el cual depende de las
propias acciones (karma) y no de unos ritos que ayudan a lograr el paso a un
estado mejor41.
Esta nueva visión del Iluminado acerca del nirvana trajo también consigo
nuevas formas de hablar sobre este estado. Algunos textos antiguos hablan de
39 Cf. Cullavagga, 5, 9, 13 (del Vinaya Pitaka), [T. W. RHYS DAVIDS y H. OLDENBER, The Book of the
Discipline, SBE, Oxford 1985 (cit., en MB, 141)]. En adelante Cullavagga será citado como CV.
40 Cf. H. TSANG, Si-yu-ki, Buddhist Records of the Western World, Kegan Paul, London 1906, 161
(cit., en MB, 244). J. LÓPEZ GAY, «La Estructura de la Meditación», a. c., 116. ID., «La Parábola
del Buey:», a. c., 118. ID., «Diálogo y Anuncio con el Budismo», a. c., 4. MB, 16. 19. 146. 211.
240. 244.
41 Cf. J. LÓPEZ GAY, «Ritos Fúnebres del Budismo Japonés», a. c., 297-298. 303.
145
42 Cf. S. BEAL, Buddhist of the Western World, Kegan Paul, London 1906, 87 (cit., en J. LÓPEZ GAY,
«Ritos Fúnebres del Budismo Japonés», a. c., 300). MB, 22-23. Ud, 2. 7 (cit., en MB, 18). MN,
disc. 24. 75 [G. R. WELBON, The Buddhist Nirvâna and its western interpreters, University of
Chicago Press, Chicago 1968, 300-326 (cit., en MB, 18)].
43 Cf. J. LÓPEZ GAY, «Buda como Padre en el Hokekyô», a. c., 128-131.
146
Buda es, por tanto, un Padre con poder y con un triple dominio: el de
señor, el de maestro y el de padre. Y para poder ejercerlos cuenta también con
una casa que ―en forma de parábola― representa la existencia, revela la miseria
radical del mundo y manifiesta la incapacidad existencial del hombre para
autoliberarse. La casa es grande y espaciosa, con el fin de albergar a todos los
hombres que no han podido librarse del nacimiento, ni de la enfermedad ni de
la muerte. Pero, de repente, se produce un gran fuego en ella y todos arden en
llamas, porque tienen una sola puerta para salir. Ante esa situación el padre
reflexiona muy apenado45:
Yo soy capaz de salvarme de este incendio, pero mis hijos que viven aquí dentro,
están tan absorbidos en los placeres y diversiones, que no tienen miedo, ni
conocimiento, ni se sorprenden de lo que ocurre. Aunque el fuego está ya para
devorarlos, y los sufrimientos y padecimientos son inminentes, ellos no piensan, ni
temen, ni hacen nada para salvarse […] Pero yo soy suficientemente fuerte en mi
cuerpo y en mis brazos, ¿sacaré a los hijos fuera de casa por medio de un vaso de
flores o de un banco o de una tabla? La casa sólo tiene una puerta pequeña y estrecha.
Mis hijos son jóvenes sin experiencia y apegados a los lugares donde viven. Sin duda,
el fuego caerá sobre ellos y quedarán abrasados […] Llamó a los hijos diciendo: ¡Venid
fuera enseguida, todos vosotros!46.
Buda, por tanto, es el padre que salva a los hombres de la penosa «casa»
de la existencia. Y, además de padre, en la corriente Mahayana es benerado
también como médico, porque ha sido capaz de diagnósticar el mal que sufre el
hombre y proponer el remedio para curarlo47.
44 Ibid., 133.
45 Cf. Ibid., 134-137.
46 Texto resumido. Cf. Ibid., 135.
47 Cf. Ibid., 129.
147
48 Cf. MB, 9.
49 Cf. E. ZÜRCHER, The Buddhist conquest of China: the spread and adaptation of Buddhism in early
Medieval China, Brill, Leiden 1959, 223 y ss (cit., en MB, 9).
148
b) La «Unidad Cósmica»
56 Cf. ID., «La “Preevangelización”», a. c., 302. ID., «El Monacato Budista», a. c., 101. ID., «El
Problema Religioso y el Camino del Budismo», a. c., 91-92. ID., «La “Liturgia de los
Difuntos” en la Misión del Japón del Siglo XVI»: Missionalia Hispánica 21 (1964) 5-23, 9. MB,
20.
57 Cf. ID., «Origen del Monacato Femenino Budista», a. c., 253.
150
58 Cf. ID., «La “Preevangelización”», a. c., 303-304. ID., «La “Oración” en los Monjes Budistas»,
a. c., 96. MB, 20. 175. J. MASSON, Révélation et foi dans le Bouddhisme?, St. Mi, Louvain 1971, 25.
T. O. LING, Buddhism and the Mytholgy of Evil, Allen & Unwin, London 1962, 37 (cit., en MB,
20).
59 Cf. J. LÓPEZ GAY, «La “Oración” en los Monjes Budistas», a. c., 88-89. ID., «Las “Nuevas
Religiones” del Japón»: Misiones Extranjeras 12 (1965) 42-63, 58. ID., «La Parábola del Buey »,
a. c., 122-123. MB, 189. 190. 197-198. 209.
151
60 Cf. ID., «El Problema Religioso y el Camino del Budismo», a. c., 85. 91. 94-95. ID., «Buda
como Padre en el Hokekyô», a. c., 127-129. MB, 15-16.
152
2. El bodhisattva
61 Cf. ID., «Diálogo y Anuncio con el Budismo», a. c., 4-5. ID., «Maitreya, Futuro Mediador de la
Ley», a. c., 99.
62 Cf. ID., «Maitreya, Futuro Mediador de la Ley », a. c., 257-258.
63 MN, 148. 164-165. 207 (cit., en J. LÓPEZ GAY, «El Bodhisttava en los Sûtras», a. c., 258).
153
fuerzas, guía de los que están en camino, nave o puente para los que quieren
cruzar la corriente y lámpara para los que buscan la luz. Su alegría consiste en
estar dispuesto a cambiar la propia felicidad, con tal de poder ayudar y salvar a
los demás64.
64 Cf. J. LÓPEZ GAY, «El Bodhisttava en los Sûtras», a. c., 257. 276-277. ID., «La Parábola del
Buey», a. c., 124. MB, 109-110. 173.
65 Cf. ID., «El Bodhisttava en los Sûtras», a. c., 260. 276. ID., «Diálogo y Anuncio con el
Budismo», a. c., 4.
66 MN, I, 171 (cit., en J. LÓPEZ GAY, «La “Oración” en los Monjes Budistas», a. c., 93).
67 Cf. J. LÓPEZ GAY, «El Bodhisttava en los Sûtras», a. c., 260. 270. 276. ID., «Buda como Padre en
el Hokekyô», a. c., 143.
154
2. 2. El bodhisattva Maitreya
68 Cf. ID., «El Bodhisttava en los Sûtras», a. c., 261-265. MB, 196.
69 Maitreya es uno de los bodhisattvas en los que nuestro autor se ha detenido de una forma
especial, pero también ha descrito en su estudio los nombres de los diversos bodhisattvas para
poder responder a las diferentes necesidades de los individuos. Cf. J. LÓPEZ GAY, «El
Bodhisttava en los Sûtras», a. c., 260-279. ID., «El Problema Religioso y el Camino del
Budismo», a. c., 90. ID., «Las “Nuevas Religiones” del Japón», a. c., 48. ID., «Diálogo y
Anuncio con el Budismo», a. c., 6. ID., «Las “Nuevas Religiones” del Japón», a. c., 46.
155
«En los años venideros, cuando este reino de Jambudvîpa esté en paz y
tranquilidad, y la edad de los hombres alcance 80 mil años, entonces tendréis un
brahmán llamado Maitreya. Su cuerpo será de color de oro puro, brillante,
resplandeciente. Dejando su casa, llegará a ser un perfecto iluminado (Buda) que
predicará la doctrina tres veces repetida para la salvación de todas las criaturas […]
Maitreya oyendo esta declaración respondió a Buda: ¡Ojalá llegue yo a ser un tal
Maitreya! Lo serás, obtendrás esta condición como te he explicado, y así será de fuerte la
fuerza de tu enseñanza»72.
70 Maitreya en pali es conocido como Metteya. Cf. ID., «La Vida Monástica Budista en Japón.
Características», a. c., 63-90, 66. MB, 31.
71 Cf. ID., «Maitreya, Futuro Mediador de la Ley», a. c., 93-111.
72 Ibid., 96-97.
73 Tusita, explica López Gay, dentro de la cosmogonía budista es uno de los cielos propios de
los dioses o devaloka. Cf. E. LAMOTTE, Histoire du Bouddhisme indien, o. c., 34-35 (cit., en J.
LÓPEZ GAY, «Maitreya, Futuro Mediador de la Ley», a. c., 95).
74 Cf. J. LÓPEZ GAY, «Las “Edades de la Historia”», a. c., 84. 94-95.
156
En el libro del Loto de la Buena Ley, relata también López Gay, se coloca a
Maitreya interrogando a Buda acerca de la nueva y última revelación del
mundo. Buda, en ese diálogo, le llama Ajita, simbolizando así su mediación
salvadora. Y en la literatura mahayánica, figuran también los seis Sutras
maitreyanos, cargados de una gran simbología apocalíptica. Entre los más
famosos se encuentran el sutra de Maitreya Futuro Buda, el sutra del Voto del
Bodhisattva Maitreya y el sutra de la Gran Nube. Éste último, se caracteriza
especialmente porque habla de la encarnación de Buda en un ser femenino que
será mediador de la paz y unidad mundial76.
3. 1. La sabiduría
«No por las visiones, ni por las teorías, ni por las tradiciones o conocimiento
recibido de los otros, dice el Bienaventurado; no ciertamente por la práctica de la virtud o
de los votos puede lograr la pureza […] Para aquel que está libre de los conceptos no
existen ataduras, para aquel que se ha librado mediante el conocimiento [propio, gnosis],
no existe el error»83.
78 Cf. D. SUZUKI, Zen Buddism and Psychoanalysis, Rider, London 1960, 74 (cit., en MB, 196). DN,
16. Ud, 1. 3. 10 (cit., en MB, 193).
79 Cf. J. LÓPEZ GAY, «Buda como Padre en el Hokekyô», a. c., 136. ID., «La Estructura de la
Meditación», a. c., 113. MB, 193. 195-196.
80 CH. ELIOT, Early Monastic Buddhism, Rajesh Publications, Calcuta 21960, 144 (cit., en MB, 193).
81 Cf. J. LÓPEZ GAY, «Diálogo y Anuncio con el Budismo», a. c., 5.
82 Cf. MN, 4. 49. 77 (cit., en MB, 194).
83 SN, v. 839. 847. 837 (cit., en MB, 74).
158
3. 2. La fe
84 Cf. J. LÓPEZ GAY, «El Problema Religioso y el Camino del Budismo», a. c., 95.
85 Cf. MB, 193-197. 223.
86 Cf. J. LÓPEZ GAY, «Buda como Padre en el Hokekyô», a. c., 143. E. LAMOTTE, Le Traité de la
Grande Vertu de sagesse de Nâgârjuna, o. c., 984. 951. Nagarjuna es uno de los grandes
pensadores de la tradición Mahayana que vivió en el s. III. Elaboró una filosofía acerca del
«camino medio» que se caracteriza por su nihilismo y la intuición de la sabiduría que lleva a
la verdad absoluta. Cf. J. LÓPEZ GAY, «Diálogo y Anuncio con el Budismo», a. c., 6.
87 Cf. ID., «El Problema Religioso y el Camino del Budismo», a. c., 97. ID., «Buda como Padre en
el Hokekyô», a. c., 137.
88 Cf. ID., «El Problema Religioso y el Camino del Budismo», a. c., 98.
159
3. 3. La compasión
3. 4. La alegría
1 Para hablar de esta forma de vida, López Gay se va a basar en uno de los libros más antiguos
de la literatura pali, el Vinaya-Pitaka, pues considera que este texto «ha conservado los
primeros elementos del rito de la profesión, su evolución y sistematización» (MB, 88).
2 Cf. J. LÓPEZ GAY, «El Monacato Budista»: Boletín de la Asociación Española de Orientalistas 3
(1967) 93-119, 93. MB, 5-6. 27. 253.
162
El bhikkhu era, pues, una persona que, por su propio esfuerzo, llegaba a la
perfecta extinción de los sentidos: la duda, el dolor, la fortuna, la desgracia y el
«La luciérnaga brilla mientras no surge el sol; pero no bien sale el sol, su luz se
extingue y no brilla. Así es el brillo de los dialécticos mientras no surgen en este mundo
los perfectamente limitados»12.
7 Cf. SN, v. 513-514 (cit., en MB, 74). J. LÓPEZ GAY, «El Monacato Budista», a. c., 102. 112.
8 Cf. MN, 71 (cit., en MB, 78-79).
9 Cf. MB, 43. 47. SN, v. 424 (cit., en MB, 47). SN, II. 8. v. 321 (cit., en J. LÓPEZ GAY, «El
Monacato Budista», a. c., 101). Dhammapada, 1, 73 (del Sutta Pitaka), [N. THERA, Luzac,
London 1954; F. MAX MÜLLER, hizo una de las primeras traducciones, SBE, Oxford 1881 (cit.,
en MB, 45)]. En adelante Dhammapada será citada con las siglas Dh.
10 Ud, 3. 9 (cit., en MB, 45).
11 Cf. MB, 42. 44.
12 Ud, 6. 10 (cit., en MB, 42).
13 Cf. J. LÓPEZ GAY, «El Monacato Budista», a. c., 117. Para ampliar información acerca de la
situación del monacato en la actualidad: MB, 254-257. 266-268.
164
«Yo prescribo, ¡oh monjes!, diez mandamientos a los novicios y que los novicios se
ejerciten en ellos. A saber: 1) abstenerse de destrozar la vida; 2) abstenerse de robar; 3)
abstenerse de la impureza; 4) abstenerse de mentir; 5) abstenerse de bebidas fuertes y
licores intoxicantes que causan el letargo; 6) abstenerse de comer en los tiempos
prohibidos; 7) abstenerse de bailes, cantos, músicas y espectáculos; 8) abstenerse del uso
de guirnaldas, perfumes, ungüentos, vestidos y ornamentos de fiesta; 9) abstenerse del
lujo de anchas y largas camas; 10) abstenerse de aceptar oro y plata»21.
2. 2. El maestro
2. 3. La ordenación
apto por el maestro. Con este gesto comienza la nueva y auténtica vida
monacal 33 . La fórmula de la ceremonia comienza con una profesión de fe:
«tomo refugio en Buda, en la Doctrina y en la Orden» (MB, 103)34. La respuesta
de la Comunidad al candidato ―heredera de la doctrina y ritos que fijó Buda―,
se hace a través de un silencio. Después se tonsura la cabeza del candidato y se
le entrega un hábito amarillo35.
33 López Gay para hacer esta exposición se basa en el Mahâvagga y en el Vinaya-Pitaka, dada su
antigüedad dentro de la literatura pali. Cf. MB, 85.
34 Para ampliar información sobre las diversas fórmulas de ordenación que se realizaban en el
budismo tántrico se puede consultar: MB, 104-107.
35 Cf. S. J. TAMBIAH, Buddhism and the Spirit Cults in Nort-East Thailand, The University Press,
Cambridge 1970, 107 (cit., en MB, 109). MB, 89-90. J. LÓPEZ GAY, «La “Ordenación” o
Profesión del Monje Budista», a. c., 89-92. 93-95. ID., «Ritos Fúnebres del Budismo Japonés»:
Studia Missionalia 31 (1982) 297-324, 317-321. Hay diversidad de ritos o gestos que tienen un
carácter de iniciación o cambio. Entre ellos destacan: la celebración de la ordenación en
primavera como tiempo de la nueva vida; el nombre nuevo; la posición embrionaria o en
cuclillas que toma el candidato para ser ordenado; afeitar o cortar los cabellos y las uñas
como símbolo de un estado de sacrificio; la desnudez o cambio de vestidos como un volver a
una vida nueva; el hábito como símbolo de nueva personalidad; la presencia de la serpiente
simbolizando lo mundano; anotar la hora y el día como fecha de una nueva vida; marcar con
el fuego al ordenando como símbolo de inmunización contra la muerte; bañarse antes de la
ordenación; reírse del neoprofeso; rodear en círculo al ordenando, etc. Cf. P. LÉVY, Buddhism:
a Mystery Religion?, Allen & Unwin, London 1957, 22 (cit., en MB, 107-108).
36 Cf. Th, v. 625 (cit., en MB, 89). MB, 89-91. 94-95. 101-102. M. ELIADE, Naissances mystiques:
essai sur quelques types d'initation, Gallimard, Paris 1959, 197-199 (cit., en MB, 107 y 110). J.
LÓPEZ GAY, «La “Ordenación” o Profesión del Monje Budista», a. c., 92-93. 106. Para ampliar
información sobre la estructura del rito de ordenación: cf. ID., «Origen del Monacato
Femenino Budista», a. c., 231-263, 261-262.
37 Cf. K. L. REICHELT, Truth and Tradition in Chinese Buddhism: a study of Chinese Mahâyâna
Buddhism, Kelly and Wals, Shangai 1927, 228–231. 244 (cit., en MB, 109). M. W. DE VISSER,
Ancient Buddhism in Japan. Sutras and Ceremonias in use in the seventh and eighth Centurias,
A.D.I., Leiden 1935, 35. 175. 198. 572. 761 (cit., en MB, 109).
169
Por otra parte, destaca nuestro misionólogo, es preciso tener presente que
la ordenación budista no imprime un carácter indeleble en la persona, ni
impone una obligación definitiva de permanencia. Así, si un monje ha sido
expulsado por no querer hacer penitencia de sus pecados, puede ser readmitido
si vuelve arrepentido, está dispuesto a hacer penitencia por sus pecados y
renuncia a sus criterios mundanos39.
Este hecho hizo que, desde ese momento, a los nuevos candidatos se les
exigiera un examen riguroso acerca de su libertad física y moral, así como de
sus enfermedades y deudas económicas. Además, se debía anotar la fecha y la
estación climatológica en que se hizo la profesión42.
38 Cf. MB, 94. En la etimología del pali anciano significa «llegada». Cf. J. LÓPEZ GAY, «La
“Ordenación” o Profesión del Monje Budista», a. c., 89. Uno de los ritos que se utilizaban
para ratificar y marcar la aceptación del rito era el de colocar carbones ardiendo en la cabeza
afeitada del ordenando. Hoy día esta práctica ha sido sustituida por la colocación de
incienso (moxa). Cf. P. LEVY, Buddhism: a Mystery Religion?, o. c., 55-60 (cit., en MB, 100). Para
ampliar la información se puede consultar en MB, 174-175.
39 Cf. J. LÓPEZ GAY, «La “Ordenación” o Profesión del Monje Budista», a. c., 97-99. ID., «El
Monacato Budista», a. c., 104. MB, 92.
40 Cf. J. LÓPEZ GAY, «La “Ordenación” o Profesión del Monje Budista», a. c., 96.
41 MV, 1-2. 29 (cit., en MB, 92).
42 Cf. Ibid., 1-5. 78 (cit., en Ibid., 93).
170
a) El voto de obediencia
b) El voto de castidad
47 Cf. J. GONDA, Storia delle Religione V, Marietti, Torino 1971, 494 (cit., en MB, 28).
48 Cf. MB, 28. 119.
49 Cf. Dh, v. 73 (cit., en MB, 117-118 y 122). J. LÓPEZ GAY, «El Monacato Budista», a. c., 103.
50 Cf. CV, 12. 28 (cit., en MB, 120). MV, 3. 6. 10 (cit., en MB, 120). López Gay se ha interesado
también por el horario y el habitat donde vivían los monjes. Para obtener más información
sobre este tema: MB, 40-60. 118-120. 140-150. ID., «El Monacato Budista», a. c., 95-96. ID.,
«Pâtimokkha o “Reglas”», a. c, 119. ID., «La Vida Monástica budista», a. c., 88.
172
c) El voto de pobreza
Buda vivió el voto de pobreza de una forma menos rígida y, de hecho, sus
discípulos copiaron de él el vestido de tres piezas, las sandalias, la escudilla
para la limosna, el cinturón, la navaja de afeitar y un colador de agua. Y,
aunque, también estos gestos exigían mortificación, Buda dejó muy claro que
ésta debe ser sólo un medio para alcanzar la salvación, puesto que lo
importante es el ascetismo interior. Así daba también a entender que el corazón
lucha contra las pasiones, pero el ascetismo exterior, si no se lleva con cautela,
puede alejar de la perfección58:
«¿Cómo, ¡oh Sîha!, uno que dice la verdad puede decir de mí: ”El asceta Gotama
proclama el ascetismo (tapas)”? Yo enseño, ¡oh Sîha!, que todas las condiciones del
corazón que son malas y no buenas, todas las acciones no rectas que proceden de hechos,
palabras, pensamientos, deben ser destruidas (tapanîya). El que se ha librado de las
condiciones del corazón que son malas y no buenas, las cuales deben ser destruidas; el
que las ha arrancado, como se arranca una palmera, de forma que ya no puedan crecer
más, esa persona yo afirmo que ha realizado el ascetismo»59.
56 Cf. DN, 11-18 (cit., en MB, 130). D. W. MCKAIN, Christianity: Some non-Cristian Appraisals,
McGraw-Hill, New York 1964, 131 (cit., en MB, 129-130). J. LÓPEZ GAY, «El Monacato
Budista», a. c., 61.
57 Cf. MV, 1. 4. 30 (cit., en MB, 51 y 234). ID., «Pâtimokkha o “Reglas”», a. c., 129. Los recursos
de pobreza (nissaya o dhutanga) estaban sistematizados en este orden: usar sólo la ropa que
otros desechaban y no usar ropa nueva; vestirse con un hábito de tres piezas; comer sólo lo
que les daban al postular; no elegir casa para ir a pedir, hacer una sola comida al día, tener
sólo una escudilla y comer lo que cabía en ella; no comer a partir del mediodía ni más de lo
que se necesitaba; vivir en lugares solitarios; vivir a las sombra de un árbol; vivir en tiendas,
nunca bajo techo; vivir en los cementerios; conformarse con cualquier sitio para dormir; y no
mantener nunca una postura tendida. Cf. DN, 8. MN, 5 (cit., en MB, 52).
58 Cf. H. C. WARREN, Buddhism in translations, passages selected from the Buddhist sacred books and
translated from original Pali into English, Harvard University Press, Harvard 1953, 67 (cit., en
MB, 130). J. LÓPEZ GAY, «La Parábola del Buey: un Itinerario Místico Budista Medieval»:
Boletín de la Asociación Española de Orientalistas 12 (1976) 113-125, 120. MB, 54-55.
59 MV, 6. 8. 31 (cit., en MB, 53).
174
60 Cf. MB, 55. ID., La liturgia en la misión del Japón del siglo XVI, PUG, Roma 1970, 24-25. En
adelante esta obra será citada como LMJ.
61 Cf. CV, 3-5. 9. MV, 3. 6. 8. 16. 31 (cit., en MB, 132-133). J. LÓPEZ GAY, «El Monacato Budista»,
a. c., 106. 114. MB, 129.
62 Cf. J. LÓPEZ GAY, «El Monacato Budista», a. c., 113.
175
las oraciones por los difuntos, se valían de la creencia en que, también durante
la vida terrena debían realizarse rituales mágicos para preparararse a la vida de
ultratumba63. Y, además, se hacía un gran negocio con las cédulas escritas que,
para alejar al diablo, introducían en la tumba64.
63 Cf. J. LÓPEZ GAY, «San Francisco Javier, Diálogo y Discusiones con los Bonzos Budistas del
Japón»: Studia Missionalia 54 (2005) 27-51, 36. ID., «Ritos Fúnebres del Budismo Japonés», a.
c., 300. ID., «La “Liturgia de los Difuntos” en la Misión del Japón del Siglo XVI»: Missionalia
Hispánica 21 (1964) 5-23, 9. MB, 133. LMJ, 199.
64 Cf. SCHURHAMMER, G., y VORETZSCH, E. A., Primeira Parte da Histórica de Japam, Leipzig,
traducida y publicada por Die Geschichte Japans, Macao 1549-1578, f. 162 v. y f. 42r. Las
ceremonias fúnebres y el enriquecimiento que a consta de ellas hacía el monacato, fue muy
criticado por Francisco Javier cuando llegó al Japón, ya que veía en ello un fundamento
ideológico y engañoso para el pueblo. Cf. F. JAVIER, Epistolae S. Francisci Xaverii aliaque eius
scripta, Schur-Hammer-Wichi, Roma 1944-1945, 96, 12. LMJ, 201-202.
65 Cf. ID., «La Vida Monástica Budista en Japón. Características»: Boletín de la Asociación
Española de Orientalistas 10 (1974) 63-90, 66-67. MB, 133-135.
66 Cf. J. LÓPEZ GAY, «El Monacato Budista», a. c., 113.
176
e) La «cuaresma»
Una vez valorados los votos del monje budista y su ascesis, veamos cómo
López Gay nos presenta la práctica del retiro como el medio más apto para la
perfección y salvación del monje. Esta práctica, nos dice, hunde sus raíces en la
India. Allí, el año ritual se dividía en tres períodos de cuatro meses cada uno. La
luna llena de cada estación climatológica era la que marcaba la fiesta, con su
correspondiente sacrificio ritual y el comienzo de cada uno de esos períodos:
verano, estación de monzones e invierno. La época de las lluvias se inauguraba
con la luna de Asada (mes de julio) y, por sus exigencias atmosféricas, era la que
marcaba el tiempo de penitencia o retiro (vassa), así como la residencia fija de
los monjes brahmánicos errantes. Esta estación finalizaba con la ceremonia de
Pavarana que se celebraba al llegar la luna llena de Karttika (mes de octubre)70.
70 Cf. J. LÓPEZ GAY, «El “Retiro” en la Vida de los Monjes Budistas»: Boletín de la Asociación
Española de Orientalistas 6 (1970) 53-68, 53-54. MB, 233-335.
71 Cf. J. LÓPEZ GAY, «El “Retiro” en la Vida de los Monjes Budistas», a. c., 54. 56. ID., «Ritos
Fúnebres del Budismo Japonés», a. c., 307-308. MV, 3. 2 (cit., en MB, 236-237). MB, 233. 243-
244.
178
72 Cf. S. DUTT, Early Monachism, Kegan Paul: Trench, London 1924, 189-191 (cit., en MB, 239-242
y en ID., «El “Retiro” en la Vida de los Monjes Budistas», a. c., 59-62). MV, 3-5. 8. 11. 14 (cit.,
en MB, 240 y en J. LÓPEZ GAY, «El “Retiro” en la Vida de los Monjes Budistas», a. c., 57-59).
MB, 148-149. 154.
73 La ceremonia del Kathina recibe este nombre por el tejido de algodón de los hábitos. Surgió
cuando los monjes se acercaron a Buda con los hábitos sucios y mojados. Él, al verlos, dio
permiso y dejo instituido que a partir de ese momento después del retiro los monjes
recibiesen ropa nueva. Cf. MV, 1-2. 7 (cit., en MB, 242).
74 Cf. J. LÓPEZ GAY, «Origen del Monacato Femenino Budista», a. c, 259. ID., «El Monacato
Budista», a. c., 115-117. ID., «El “Retiro” en la Vida de los Monjes Budistas», a. c., 67-68. ID.,
«La Parábola del Buey», a. c., 119. ID., «La “Oración” en los Monjes Budistas», a. c., 102-103.
MB, 146-147.
75 En Japón la fiesta de la Iluminación recibe el nombre de Urabon o Bon. Cf. MB, 250.
76 Cf. Ibid., 250.
179
f) La meditación y la contemplación
81 La palabra énstasis significa replegarse en sí mismo para lograr la recuperación del auténtico
«yo» y de la realidad. Tiene, por tanto, alguna diferencia respecto del término éxtasis que
significa salir o subir sobre sí. El término énstasis lo puso en boga M. Eliade hablando del
samadhi del yoga; después fue aceptado por la escuela francesa entre los que destaca J. A.
Cuttat; y más tarde autores de lengua castellana como R. Panikkar y V. Hernández. Cf. MB,
185.
82 El término arupa significa todo aquello que expresa unidad, de ahí que no se pueda dividir ni
analizar. Cf. DN, 9. 14-19. 33 (cit., en MB, 190).
83 Cf. SN, v. 73 (cit., en MB, 49). H. NAKAMURA, Compasión (Jihi), Kokusai Bunka Shinkokai,
Kyoto 1955, 80 (cit., en LMJ, 225). J. LÓPEZ GAY, «La Estructura de la Meditación», a. c., 104-
105. 114. MB, 185. 189. 213.
84 DN, 6. 8. 16 (cit., en MB, 190).
85 Cf. J. LÓPEZ GAY, «La “Oración” en los Monjes Budistas», a. c., 90. ID., «Diálogo y Anuncio
con el Budismo», en PONTIFICIA UNIÓN MISIONAL (ED.), Curso de Formación Misionera por
correspondencia, II parte, Lección 2, Secretariado Internacional de la PUM, Roma 1997, 3-9, 5.
181
g) La oración comunitaria
Hubo una época en que el canto del dharma escandalizó al pueblo y Buda
tuvo que prohibir la música polifónica y melódica de los mismos, dejando sólo
que se salmodiase la doctrina en semitono, pues, según él, por muy bellos que
fueran los ofrecimientos musicales, sólo tenían valor si las palabras que
acompañaban a esas melodías respondían a una sinceridad interior88.
ID., «El Problema Religioso y el Camino del Budismo», a. c., 93-94. Para ampliar información
acerca de los tipos de meditación budista podemos consultar: ID., «La “Oración” en los
Monjes Budistas», a. c., 87-88. 91-105. MB, 184. 190-191. 209.
86 Cf. MB, 177-178. 192. 269. J. LÓPEZ GAY, «La Parábola del Buey », a. c., 121.
87 Cf. J. LÓPEZ GAY, «La “Oración” en los Monjes Budistas», a. c., 104.
88 Cf. ID., «El Bodhisttava en los Sûtras», a. c., 267. ID., «La “Oración” en los Monjes Budistas»,
a. c., 99.
182
89 Cf. ID., «La “Oración” en los Monjes Budistas», a. c., 105. MB, 269.
90 El siginificado etimológico del término Pâtimokkha parece indicar una vinculación u
obligación: raíz muc= elegir, y el antecedente negativo pâti. El término es prebúdico y usado,
sin duda, en algunos grupos monásticos anteriores a Buda. En el canon de la literatura pâli
significa simplemente «código» o «reglas». Cf. MB, 150.
91 Cf. MB, 154.
92 Cf. J. LÓPEZ GAY, «Diálogo y Anuncio con el Budismo», a. c., 4. ID., «Las “Edades de la
Historia”»: Boletín de la Asociación Española de Orientalistas 4 (1968) 77-98, 81. ID.,
«Pâtimokkha o “Reglas”», a. c, 114-117. ID., «El Monacato Budista», a. c., 99. MB, 16. 116-117.
147. 156-160. AN, 4. 10. 31. Milindapanha, o. c., 2, 3, 6 (cit., en MB, 152-153).
183
«Todos aquellos ascetas y brahmanes, ¡oh Nando!, ―dijo el Sublime―, que ponen la
pureza en un sistema o en una tradición, que ponen la pureza en un código moral o en las
cosas más abstrusas, yo te digo que, aunque obren con celo, no han superado el
nacimiento y la vejez. Aquellos que se han librado de cualquier código moral o de las
cosas más abstrusas, que han comprendido la naturaleza de la sed y están libres de los
venenos, esos, yo te lo digo, son «los hombres que han atravesado el torrente»93.
interpretación de los textos sagrados. El miedo a que todo ello puedira acarrear
otro cisma llevó a convocar el Segundo Concilio de Vasali (386 a. C). En ése, con
el fin de prevenir las escisiones, los monjes recurrieron a lo que había
aconsejado Buda a quienes le preguntaban acerca de estos peligros96:
«¿Es verdad, Señor, que uno que ha roto la Orden [con un cisma] será
irreparablemente condenado a permanecer por un eón (kalpa) en estado de sufrimiento y
dolor?97
- Así es […] ¡Oh monjes!, existe un evento que, cuando sucede en el mundo,
produce la perdición, la infelicidad de muchos; llega a ser causa de lamentaciones de
muchos, de vergüenza y desgracia para los dioses y para la humanidad. -¿Cuál es este
evento único? – El cisma en la Orden de los monjes»98.
«Basta, ¡Oh monjes!; que no existan conflictos, litigios, discusiones y alborotos
entre vosotros»99.
96 Cf. ID., “Diálogo y Anuncio con el Budismo», a. c, 3. ID., «Las “Edades de la Historia”», a. c.,
83. ID., «Maitreya, Futuro Mediador de la Ley, en la Tradición Budista del Extremo Oriente»:
Studia Missionalia 21 (1972) 93-112, 104. W. RAHULA, The History of Buddhism in Ceylan, M. D.
Gunasena, Colombo 21956, 86. HANS-DIETER EVERS, Monks, Priest and Peasants. A Study of
Buddhism and social Structure in Central Ceylan, Brill, Leiden 1972, 107. H. K. PEREIRA,
Buddhism in Ceylan, its Past and its Present, Buddhist Publication Society, Kandy 1966, 91 (cit.,
en MB, 29-33). Para ampliar información acerca de la extensión del budismo en Ceilán, Tibet,
China y Corea consultar: MB, 8-10. 29-33. 50. 84. 136. 139.
97 El budismo concibe el kalpa como un período extremadamente largo. Los kalpas,
generalmente, se clasifican en dos grandes categorías: los de duración inmensurable, y los de
duración mensurable: pequeño, mediano y grande. La duración de un kalpa pequeño es de
aproximadamente dieciséis millones de años. Según la cosmología budista, cada mundo
experimenta, reiteradamente, cuatro etapas: formación, continuidad, declinación y
desintegración. Cada una de estas etapas dura veinte kalpas pequeños y es igual a un kalpa
mediano. Finalmente, cada ciclo completo constituye un kalpa grande. Cf. B. NANJIO, A short
History of the twelve Japanese Buddhist Sects, Academy of Oriental Culture, Tokyo 1886, 140-
141.
98 Ud, 1. 2. 8 (cit., en MB, 136-137).
99 MV, 1-20 (cit., en MB, 19).
100 Cf. MB, 27.
185
Una vida monacal sin normas, nos ha dicho López Gay, era el ideal
originario de Buda. Sin embargo, la debilidad del ser humano no le permite
desenvolverse en ese libre albedrío, y ha necesitado el incremento constante de
barreras que impidan o limiten sus deseos y acciones negativos. Esta fue la
realidad que experimentó la doctrina del Iluminado en su etapa de
florecimiento y extensión de la corriente Mahayana. Si hasta ahora ya eran
numerosas las reglas monacales, a partir de este momento ―debido al carácter
altruista de esta tradición―, se vio la necesidad de fijar más conductas negativas
como pecados mortales: destrozar templos (stupas), quemar las imágenes de
Buda o los sutras, despreciar a los budas solitarios y a las personas que vienen a
escuchar la doctrina, matar a un monje y no temer el castigo a causa de las
malas acciones 101 . Estas nuevas normas o «reglas del bodhisttva», señala el
jesuita, se han ido inflando de tal forma que han llegado al número de
doscientas veintisiete y se han dividido en ocho grupos, dependiendo de la
importancia y gravedad que tuviera la transgresión cometida102.
101 Cf. J. LÓPEZ GAY, «El Infierno en el Ojôyô-shû», a. c., 62. 134. MB, 8. 33.
102 Cf. ID., «Pâtimokkha o “Reglas”», a. c, 121. Estos grupos de reglas, comenta López Gay, están
basados en el texto pali del Suttavibhanga. Con el deseo de no ser repetitivos no los
enumeraremos en esta investigación, pero podemos obtener esta información en MB, 160-
173.
103 Cf. MB, 155. 157.
186
3. El monacato femenino
104 Cf. J. LÓPEZ GAY, «Origen del Monacato Femenino Budista», a. c., 231-232. ID., «El “Retiro”
en la Vida de los Monjes Budistas», a. c., 53. MB, 110.
105 Cf. A. L. BASHAM, History and doctrines of the Ajivikas: a vanished Indian religion, London,
Luzac, 1951, 243-244 (cit., en J. LÓPEZ GAY, «Origen del Monacato Femenino Budista», a. c.,
236).
187
No obstante esta idea que se tenía de las mujeres, explica López Gay,
muchas, entre ellas reinas y princesas, solteras y casadas ―conservando su
estado de secularidad―, fueron atraídas por la doctrina de Buda y le
favorecieron con apoyo social y ayudas materiales. A ellas, el budismo les
otorgó una fisonomía especial, las presentó un camino medio de ascetismos
exagerados, y las dio una orientación filosófica y espiritual nuevas. De esta
forma y, aunque oficialmente no formaban parte de la Orden, sí pudieron
comenzar a organizarse107.
En esa primera etapa de organización, una de las que más destacó fue la
tía y nodriza de Buda, Maha-Pajapati, quien había nacido en Devadaha y cuyo
nombre de familia era Gotaza. Según la tradición, tanto ella como su hermana
Maha-Maya, fueron hechas esposas del rey Suddodhana. Maha-Maya le dio un
hijo que fue el Buda que inició el budismo histórico; y Pajapati le dio otro hijo,
Nanda, que años más tarde sería monje budista. Al morir la madre de Buda fue
su tía, Pajapati, la que se encargó de criarle. Años más tarde, Pajapati, ya viuda,
le rogó a Buda que instituyese oficialmente una Orden para ellas, a semejanza
de la masculina. Pero, como Buda se lo negó, Pajapati, junto con otras mujeres,
decidieron vivir según la costumbre de los jainistas, cortándose el cabello,
andando descalzas y vistiendo hábitos muy pobres108.
106 Cf. J. LÓPEZ GAY, «El Monacato Budista», a. c., 108. ID., «Las “Edades de la Historia”», a. c.,
85. ID., «La “Liturgia de los Difuntos”», a. c., 9. MB, 111.
107 Cf. ID., «Origen del Monacato Femenino Budista», a. c., 237. 241. ID., «El Monacato Budista»,
a. c., 109.
108 Cf. MB, 113.
188
109 Cf. CV, 1. 4. 10. AN, 3. 6. 8. 10. 27. 52. MV, 2-5 (cit., en MB, 113-114. 137). J. LÓPEZ GAY, «El
Monacato Budista», a. c., 110. ID., «Origen del Monacato Femenino Budista», a. c., 241. 243.
244. 255-256. ID., «Pâtimokkha o “Reglas”», a. c, 128.
110 Cf. ID., «Origen del Monacato Femenino Budista», a. c., 251. MB, 114.
111 Cf. CV, 1. 5. 10 (cit., en MB, 112).
189
«Si las monjas, ¡oh Ânanda!, no hubieran sido admitidas en la Orden, esta doctrina
santa [el budismo] hubiera durado largo tiempo [habría llegado a mil años]; mas como
ellas han sido admitidas, esta doctrina santa no durará largo tiempo»112.
Mahayana sus monasterios han sido más florecientes. En China han conseguido
tener gran influencia en la corte. Y en Japón, debido a la importancia que se da
al medium femenino, han llegado a superar en número a los monjes. Pero, en la
actualidad, ha disminuido poderosamente el número de monjas. De hecho, en
Tailandia ―país de tradición budista―, hoy en día prácticamente se han
extinguido116.
unidad del país. A su vez, también la religión del Iluminado acoge el sentido
profundo que tiene para los japoneses la institución familiar y los valores
religiosos: atención por lo inmanente; prevalencia de la figura del líder sobre el
dogma; importancia de la experiencia comunitaria frente a la vivencia personal;
y exigencia de aceptar el mundo en el que se vive y con el que hay que
mantener una armonía. Asimismo, el budismo hará suya la importancia que el
pueblo japonés da a la manifestación exterior de las imágenes; así como al arte,
la música y los ceremoniales. La adaptación a todos estos aspectos, resalta
López Gay, le proporcionará la posibilidad de alcanzar una gran importancia a
nivel social y religioso. Junto a ello, también los monjes (bonzos) shintoístas
interpretarán su religión con las nuevas categorías budistas, deduciendo que
sus dioses ―de la primitiva religión japonesa― eran las encarnaciones de la
naturaleza original de Buda. Además, para el pueblo japonés ―que siempre
había estado dispuesto a una asimilación de nuevas ideas, sin perder las
antiguas―, el budismo, más que por su filosofía, les atraerá porque manifestaba
un camino seguro de salvación118.
118 Cf. J. LÓPEZ GAY, «La Vida Monástica Budista en Japón. Características», a. c., 68. 71. 77. ID.,
«Las “Nuevas Religiones” del Japón»: Misiones Extranjeras 12 (1965) 42-63, 43-44. ID., «Ritos
Fúnebres del Budismo Japonés»: Studia Missionalia 31 (1982) 297-324, 308. 321. ID., «Las
“Edades de la Historia”», a. c., 90. ID., «El Código de un Samurai. Traducción y Comentario
del “Iroha-uta” de Shimazu Tadayoshi (1545)»: Boletín de la Asociación Española de
Orientalistas 19 (1983) 245-259, 251. ID., «Maitreya, Futuro Mediador de la Ley», a. c., 105. ID.,
«La “Preevangelización” en los Primeros Años de la Misión del Japón»: Missionalia Hispánica
19 (1962) 289-329, 301. H. NAKAMURA, Ways of Thinking of Eastern People: India-China-Tibet-
Japan, East-West Center Press, Honolulu 1966, 553. J. M. KITAGAWA, Religion in Japanese
History, Columbia University Press, New York 1966, 59-66 (cit., en LMJ, 3-4).
119 Cf. Suttavibhanga (del Vinaya Pitaka), [T. W. RHYS DAVIDS y H. OLDENBER, The Book of the
Discipline, SBE, Oxford 1881-1885, 261 (cit., en LMJ, 167)]. J. A. DE CAMARA MANOEL, Missôes
192
dos Jesuitas no Oriente nos seculos XVI e XVII, Imprensa Nacional, Lisboa 1894, 119. 121 (cit., en
LMJ, 165). LMJ, 55.
120 Cf. J. LÓPEZ GAY, «El “Retiro” en la Vida de los Monjes Budistas», a. c., 63. 65. ID., «Las
“Nuevas Religiones” del Japón», a. c., 53. ID., «El Monacato Budista»: Boletín de la Asociación
Española de Orientalistas 3 (1967) 93-119, 108-109. MB, 36-37.
121 Cf. ID., «Las “Edades de la Historia”», a. c., 91. ID., «La Vida Monástica Budista en Japón.
Características», a. c., 64. 84. 85. 87. LMJ, 10-12.
193
122 Cf. ID., «Las “Edades de la Historia”», a. c., 90. ID., «Las “Nuevas Religiones” del Japón», a.
c., 42-43. ID., «La Vida Monástica Budista en Japón. Características», a. c., 72.
194
b) El Shingon
Una vez analizados los ragos generales de las sectas niponas, López Gay
nos ha presentado las características más importantes de aquéllas que han
tenido una mayor influencia en la cultura y religiosidad de Japón. Así,
comenzando por la secta Shingon, el jesuita nos ha relatado que ésta fue
fundada por Kukai; quien vivió en el período Nara entre los años 774 y 835, y
cuyo nombre de nacimiento era Mao. Éste, a sus veinticuatro años y después de
una primera iluminación, adoptó el nombre de Kukai, para expresar el cambio
radical que quería dar a su vida. Momento que, además, coincidió con el deseo
de las autoridades políticas de reformar la espiritualiad budista123.
123 Cf. ID., «Kûkai (774-835), Fondatore della Setta Shingon»: La Critica Sociologica 111-112 (1994-
1995) 69-74, 69-70. 72. ID., «La “Oración” en los Monjes Budistas», a. c., 101. ID., «La Vida
Monástica Budista en Japón. Características», a. c., 86. ID., «Las “Edades de la Historia”», a.
c., 92. MB, 29. 102-103.
124 Cf. ID., «La “Ordenación” o Profesión del Monje Budista», a. c., 102. 107.
195
c) El Tendai
El Tendai considera que todo es Buda y, por tanto, todo puede convertirse
en un medio de salvación. La naturaleza del Iluminado está presente en el
pensamiento y en el universo. Aquí, el fin del monje es vivir la universalidad
del ego. Esta idea supondrá una reforma con respecto al antiguo ceremonial
budista ―ahora ya no será la comunidad la que concederá y recibirá los votos,
sino el mismo Buda― y, por ello, el monje recibe un nuevo don: la gracia y la
misericordia de Buda para poder obtener un grado más alto en la iluminación.
Pero, como el hombre se deja llevar de la ilusión y se ciega ante la realidad,
necesita hacer un proceso de interiorización ―donde el cuerpo esté atento a los
127 Cf. J. LÓPEZ GAY, «Kûkai», a. c., 69. ID., «Las “Edades de la Historia”», a. c., 91-92. ID., «El
Código de un Samurai», a. c., 245. ID., «La Vida Monástica Budista en Japón.
Características», a. c., 71. ID., «Maitreya, Futuro Mediador de la Ley», a. c., 104. 106.
128 Cf. ID., «El Bodhisttava en los Sûtras del Mahâyâna»: Boletín de la Asociación Española de
Orientalistas 22 (1986) 257-283, 263. ID., «Kûkai», a. c., 69. ID., «La “Oración” en los Monjes
Budistas», a. c., 93. ID., «La Vida Monástica Budista en Japón. Características», a. c., 72. F.
YOULAN, «A short history of Chinese philosophy»: en DERK BODDE (ED.), Macmillan
Company, New York 1950, 360-383 (cit., en MB, 215).
197
d) El Zen
La filosofía de esta secta ―el chan (en chino) y zen (en japonés)―, nos
explica López Gay, es propia del budismo Mahayana y de la literatura
129 D. T. SUZUKI, Essays in Zen Buddhism II, Rider, London 1956, 146-151. 181-187 (cit., en MB,
217).
130 La figura de Amida o Amithabha (Luz Infinita), se cree que es una réplica del dios solar
iranio. Su paraíso es considerado por los maestros del Mahayana como la propia mente que
renace a la iluminación. Para darle culto se utilizan cinco formas de adoración: la que se
muestra con los actos externos del cuerpo, la que se expresa con la palabra, la que fija la
mente y los pensamientos en el Paraíso de la Tierra Pura de Amida, la visualización de la
Tierra Pura, y el deseo de los buenos deseos y obras para ayudar a todos los seres. López
Gay ha dado gran importancia a la secta budista de Amida, pero dado que otro de los
autores que estudiaremos, H. de Lubac, se centra aún más en el culto a este bodhisattva, con
el deseo de no ser repetitivos trataremos este tema cuando desarrollemos ese autor. Lo
referente al estudio de López Gay sobre el Amidismo podemos encontrarlo en: ID., «El
Bodhisttava en los Sûtras», a. c., 264-275. ID., «Maitreya, Futuro Mediador de la Ley», a. c.,
108. 109. 112. ID., «Las “Edades de la Historia”», a. c., 94. ID., «La “Oración” en los Monjes
Budistas», a. c., 90-101. ID., «La Vida Monástica Budista en Japón. Características», a. c., 84.
ID., «El Problema Religioso y el Camino del Budismo», a. c., 98. ID., «San Francisco Javier,
Diálogo y Discusiones con los Bonzos Budistas del Japón»: Studia Missionalia 54 (2005) 27-51,
28. 38. ID., «La “Preevangelización”», a. c., 301. ID., «Ritos Fúnebres del Budismo Japonés», a.
c., 314. MB, 129. 142. LMJ, 203.
131 Cf. MB, 101-102. 215-218. J. LÓPEZ GAY, «El Bodhisttava en los Sûtras», a. c., 263. ID., «La Vida
Monástica Budista en Japón. Características», a. c., 71. Etimológicamente la palabra nembutsu
significa pensar, meditar en Buda. En China y en Japón se usa la fórmula namu-Amida-butsu
(yo reverencio al buda Amida), al Buda de la luz infinita. Repetir diez veces su nombre
significa algo completo y perfecto, porque esto es lo que quiere decir el número diez en
China. Cf. ID., «El Bodhisttava en los Sûtras», a. c., 272. Una de las conductas de los monjes
de esta secta, para guardar el silencio, es la de encerrarse en una habitación, bajo sello, por
espacio de hasta tres años. Cf. MB, 142.
198
El Zen, al igual que las sectas Shingon y Tendai, mantuvo el ideal del
camino de los bodhisattvas como paradigma para alcanzar la salvación 133 .
Comenzó a darse en China hacia el año 520, bajo la influencia del taoísmo y del
confucionismo. Defiende que fuera de la mente no existe Buda ni fuera de Buda
la mente; y renuncia a los esfuerzos que se pueden hacer para realizar la
concentración mental, y al ascetismo como medio para lograr la iluminación
salvadora134.
En Japón comenzó a partir del año 1215, cuando el monje Dogen, después
de haber sido enviado a China, trajo una disciplina monástica que abandonaba
el excesivo y complicado afán doctrinal que se vivía en los monasterios
japoneses. A Dogen le preocupaba el influjo político que había penetrado en la
vida monástica y, por ello, se opuso a las amistades y contactos con el poder,
procurando conservar la vida auténtica del monje. Su ideal persigue que el
hombre evite la historia y se centre en el «ser». Para ello, debe liberarse de las
pasiones, de las ideas del presente y de la ignorancia radical por medio de una
formación inminente. A través de su disciplina se pueden alcanzar los estadios
de concentración, meditación y énstasis. Dogen, destaca nuestro misionólogo,
apoyado en los métodos chinos, proclama que hay una luz interior o
iluminación que salva y no es fruto de doctrinas escritas, sino de la transmisión
del maestro que, valiéndose del método intuitivo, a través de preguntas y
respuestas, puede hacer que despierte la luz interior que hay en el hombre135.
144 Cf. ID., «Las Corrientes Espirituales de la Misión del Japón en la Segunda Mitad del Siglo
XVI (II parte)»: Missionalia Hispánica 29 (1972) 61-101, 99.
145 Cf. MB, 264.
146 Cf. J. LÓPEZ GAY, «La “Liturgia de los Difuntos”», a. c., 9-21. ID., «La Vida Monástica Budista
en Japón. Características», a. c., 67-71. LMJ 198-199. CH. ELIOT, Japanese Buddhism, Routledge
& Kegan Paul, London 21959, 179-175. H. NAKAMURA, Ways of Thinking of Eastern People, o. c.,
424. M. REVON, «Ancestor-Worship and Cult of the Dead (Japanese)», en J. HASTINGS (ED.),
Encyclopaedia of Religion and Ethics, Collier, New York 1908-1927, vol. I, 425-433, 427-429 (cit.,
en LMJ, 196).
202
aniversarios fúnebres y otras fiestas similares. Entre los años 529 y 628 ―era de
Suico―, se organiza un sistema complicado de días conmemorativos y
aniversarios por los difuntos y se instituye el festival del O-bon. Además, en el
año 616 de Suico, bajo el príncipe Shotoku, sale una ley que otorga a los monjes
budistas el derecho a celebrar las exequias. Asimismo, se da gran importancia a
las procesiones fúnebres, así como a los elementos decorativos y gestos que se
relacionan con éstos: los faroles, las ramas de árboles, el incienso perfumado y
la música147.
150 Cf. ID., «La “Liturgia de los Difuntos”», a. c., 8-13. ID., «Ritos Fúnebres del Budismo
Japonés», a. c., 298. 299. 300. ID., «La Vida Monástica Budista en Japón. Características», a. c.,
87. S. BEAL, Buddhist of the Western World, Kegan Paul, London 1906, 87 (cit., en J. LÓPEZ GAY,
«Ritos Fúnebres del Budismo Japonés», a. c., 300). MB, 18-19. López Gay en su estudio
manifiesta un gran interés por el tema de la muerte en el pueblo japonés y, por ello, destaca
también las fiestas budistas. Cf. ID. «Ritos Fúnebres del Budismo Japonés», a. c., 309-314. ID.,
«La Vida Monástica Budista en Japón. Características», a. c., 87-88. N., «La “Liturgia de los
Difuntos” en la Misión del Japón del Siglo XVI», a. c., 11-13. N. HUZUMI, Ancestror-Worship
and Japanese Law, The Academy of oriental Culture Tokio Institute, Tokyo 1912, 55-70. B. H.
CHAMBERLAIN, Things Japanese, The Academy of oriental Culture Tokyo Institute, Tokyo
1927, 337-338 (cit., en LMJ, 205-206). D. BARTOLI, Il Giappone, Zamorani, Torino 1825, VII, 21
(cit., en LMJ, 34. 206-207). M. E. SPIRO, Buddhism and society: a great tradition and its Burmese
vicissitudes, Allen & Unwin, London 1971, 227.301-302 (cit., en MB, 251).
204
Todos estos rituales son una ocasión de los fieles para manifestar la
confianza en el bodhisattva salvador. En la solemnidad que dan a estos actos, y
en la riqueza simbólica de sus ritos, basan su felicidad y esperanza y, de ahí, la
delicadeza y orden con que se ejercitan152:
Una hora antes de que el difunto sea llevado a la sepultura, acuden a esperarlo sus
amigos y conocidos ataviados con sus mejores trajes. Más tarde, van llegando las
mujeres que son parientes del difunto. Las honradas y ricas vienen vestidas de luto,
con ropa blanca, y sentadas en sillas de cedro muy bien labradas153. A continuación,
viene presidiendo un monje ricamente vestido y acompañado por otros veinte o
treinta vestidos de blanco. El que preside, reza el oficio en la sepultura (indoo).
Seguidamente, un hombre, con una antorcha de pino encendida, que simboliza la luz
para el camino del alma, se acerca hasta la sepultura. Los bonzos van cantando el
nombre de Amida, a quien el difunto adoró, y llevando cestos de papeles de colores
que el viento va desperdigando, estandartes y linternas. Al final de la procesión
vienen dos muchachos vestidos de pardo, con las antorchas que después prenderan en
la cremación. Las andas del difunto son precedidas por una persona con una tabla que
lleva escrito ― en letras de oro―, el nombre de Amida. Llegados a la sepultura, los
bonzos repiten a grandes voces el nombre de Amida y la gente se une a esta plegaria.
La sepultura esta formada por una cerca de madera con cuatro puertas, mirando a los
cuatro puntos cardinales. En el centro de la sepultura hay un hoyo y dos mesas a cada
lado, donde se ponen frutas y comida que no contienen carne. En el momento último,
el bonzo toma una antorcha encendida y pronuncia, con palabras que la gente no
entiende, el nuevo nombre del difunto; después da tres vueltas sobre su cabeza con la
antorcha encendida para expresar que, al igual que la rueda no tiene ni principio ni
fin, tampoco el difunto lo tendrá y, hecho esto, arroja la antorcha para quemar el
cadáver. Al día siguiente, los familiares van a recoger la ceniza para enterrarla. Y, cada
día, durante un tiempo, van a la sepultura a poner alimentos y agua para que el
difunto venga a alimentarse. A partir de aquí, comienzan los oficios conmemorativos.
El séptimo mes, séptimo año, y cada quince días de la fecha de muerte del difunto, se
realiza una ceremonia en casa, a la que también acuden los bonzos para rezar. En estas
ceremonias, si la persona era rica, la familia invierte una gran fortuna154.
151 Cf. LMJ, 215-217. J. LÓPEZ GAY, «Ritos Fúnebres del Budismo Japonés», a. c., 309. 312. 315.
316. ID., «La “Liturgia de los Difuntos”», a. c., 9. FRANCISCO JAVIER, SAN, Epistolae S. Francisci
Xaverii aliaque eius scripta, Schur-Hammer-Wichi, Roma 1944-1945, 96. 7-12. 21. 26 (cit., en
LMJ, 197). J. A. PINTO y Y. OKAMOTO, Segunda Parte da Histórica, o. c., 217-218 (cit., en LMJ,
200). J. A. DE CAMARA MANOEL, Missôes dos Jesuitas, o. c., 124-125 (cit., en LMJ, 197).
152 Cf. J. LÓPEZ GAY, «La “Liturgia de los Difuntos”», a. c., 20.
153 Cf. Ibid., 7-8.
154 Cf. Ibid., 10-11. La cremación no se conoció en Japón hasta la introducción del budismo. Cf.
LMJ, 203-204.
205
5. 2. Transmigraciones e infiernos
Al infierno, nos narra, se cree que van los hombres que han incurrido en
una falta de orden moral contra la vida; aquellos que han caído en pecados
―como el asesinato y la matanza de animales―; y aquellos que han caído en la
lujuria, en el robo y en la embriaguez. Los infiernos reflejan un estado moral y
psicológico, y también describen la angustia y el dolor del pecador que ve un
enemigo en cada cosa y en cada individuo. Angustia y tormento que, además
de ser producida por los demonios, es también originada por los propios
condenados. Éstos sufren angustia física y espiritual, miedo y una profunda
tristeza. Son ocho las etapas o secciones de este mundo infernal que, a su vez, se
divide en diversas estancias, con tormentos diferentes para los condenados que
en ellas se encuentran156.
155 Cf. J. LÓPEZ GAY, «El Problema Religioso y el Camino del Budismo», a. c., 92-93.
156 Cf. ID., «El Infierno en el Ojôyô-shû de Genshin (m. 1017)»: Studia Missionalia 32 (1983) 123-
132.
206
160 Cf. ID., «La Evangelización Pacífica. Misioneros Jesuitas del Siglo XVI»: Studia Missionalia 38
(1989) 81-111, 105-106. LMJ, 1.
161 Cf. ID., «La Vida Monástica Budista en Japón. Características», a. c., 77-79.
162 Estos jardines son representaciones simbólicas de la naturaleza llenas de sugerencias
espirituales. Son un pequeño universo a través de la disposición de las piedras, la arena, los
árboles y el agua. Cf. ID., «La Vida Monástica Budista en Japón. Características», a. c., 80-82.
208
163 Cf. LMJ, 10-12. MARCELO DE RIBADENEIRA, Historia de las islas del archipiélago Filipino, y reinos
de la Gran China y Japón, BAC, Madrid 1947, 510-511 (cit., en LMJ, 15).
164 Cf. J. LÓPEZ GAY, «Las “Edades de la Historia”», a. c., 94. ID., «Maitreya, Futuro Mediador de
la Ley», a. c., 109.
165 Cf. MB, 101.
166 Cf. J. LÓPEZ GAY, «Las “Nuevas Religiones” del Japón», a. c., 43. LMJ, 3. J. A. PINTO y Y.
OKAMOTO, Segunda Parte da Histórica, o. c., ff. 192 v-193 v. (cit., en LMJ, 24).
CAPÍTULO VI
A PERTURA E CLESIAL AL B UDISMO
Además, López Gay resalta la idea conciliar que afirma que los valores
religiosos ya salvados, del budismo y de otras tradiciones religiosas, deben ser
integrados en la vida de la Iglesia, para que también Ella pueda enriquecerse,
1 Cf. PABLO VI, Ecclesiam Suam, 37-40. AAS (1964) 655 (cit., en MB, 3).
2 LG, 16 (cit., en MB, 3).
3 AG, 3 (cit., en Ibid., 3).
210
4 Cf. AG, 18 (cit., en MB, 4). J. ESQUERDA-BIFET –J. LÓPEZ GAY, Lecciones de espiritualidad
misionera, Obras Misionales Pontificias, Claretiana, Buenos Aires 1984, 43-55. J. LÓPEZ GAY, ―
P. ANTONIO TEDDE, I Religiosi e il mondo, Giovinezza, Roma 1981, 47-58.
5 Cf. J. LÓPEZ GAY, «La Función del Espíritu Santo en el Kerigma Bíblico»: Misiones Extranjeras
14 (1967) 425-439, 425-426. 433. 436-438. ID., El Espíritu Santo protagonista de la misión: Haced
discípulos de todas las gentes, Edicep, Valencia 1991, 170-171. ID., «Dimensión Trinitaria,
Cristológica y Pneumatológica de la Misión»: Omnis Terra 73 (1977) 15-27, 25-26. ID., «La
“Preevangelización” en los Primeros Años de la Misión del Japón»: Missionalia Hispánica 19
(1962) 289-329, 295. ID., «Diálogo y Anuncio con el Budismo», en PONTIFICIA UNIÓN
MISIONAL (ED.), Curso de Formación Misionera por correspondencia, II parte, Lección 2,
Secretariado Internacional de la PUM, Roma 1997, 3-9, 3. BARRERA, J. A., «El prof. Jesús
López-Gay S. J., un Misionólogo al Servicio de la Misión “Ad Gentes”»: Studia Missionalia 54
(2005) 145-164, 162.
211
6 Cf. J. LÓPEZ GAY, «La “Preevangelización”», a. c., 290. 293. 307. ID., «San Francisco Javier,
Diálogo y Discusiones con los Bonzos Budistas del Japón»: Studia Missionalia 54 (2005) 27-51,
27. ID., «Ante la China del s. XVI, Evangelización Pacífica o Conquista Armada»: Boletín de la
Asociación Española de Orientalistas 41 (2005) 125-134, 128. ID., «La Evangelización Pacífica.
Misioneros Jesuitas del Siglo XVI»: Studia Missionalia 38 (1989) 81-111, 111. ID., «S. Francis
Xavier and the Shimazu Family»: Bulletin of Portug-Japanese Studies 6 (2003) 93-106, 95-104.
ID., «Las Organizaciones de los Laicos en el Apostolado de la Primitiva Misión de Japón»:
Archivum Historicum Societatis Iesu 36 (1967) 9-27, 15. 28-29. J. LÓPEZ GAY ― J. A. SAYÉS, Haced
discípulos a todas las gentes (Mt 28, 19): comentarios y texto de la enciclica Redemptoris missio,
EDICEP, Valencia 1991, 22-29.
7 Cf. J. LÓPEZ GAY, «La Evangelización Pacífica », a. c., 87. ID., «San Francisco Javier, Diálogo y
Discusiones», a. c., 27. 33-35. P. J. RODRIGUES, Historia da Igreja do Japâo, Macau 1554-1956, l.br.
III, f. 207 v (cit., en J. LÓPEZ GAY, «San Francisco Javier, Diálogo y Discusiones», a. c., 30-36).
8 López Gay destaca el diálogo interreligioso que mantuvo Francisco Javier con el budista del
Zen Ninshitsu, superior del monasterio de Fukusho-ji y quien se convertiría al cristianismo
cuando estaba cercana su muerte. En este diálogo, señala, se percibe que la amistad entre
ambos produjo encuentros positivos. En ellos trataron acerca de la inmortalidad del alma y
la retribución eterna: «En muchas pláticas que tuvimos, lo hallé dudoso y no saberse
determinar si nuestra alma es inmortal o si muere juntamente con el cuerpo; algunas veces
212
me dice que sí, otras que no […] Es este Ninshitsu tanto mi amigo, que es maravilla» [J.
LAURES, «Notes on the Death of Ninshitsu»: Monumenta Nipponica 8 (1952) 400-425, 407 (cit.,
en J. LÓPEZ GAY, «San Francisco Javier, Diálogo y Discusiones », a. c., 34-35) ].
9 Cf. J. LÓPEZ GAY, «La Evangelización Pacífica », a. c., 89. ID., «San Francisco Javier Peregrino
y Misionero (1506-1552)»: Boletín de la Asociación Española de Orientalistas 36 (2000) 27-38, 34.
10 Cf. LMJ, 23. 219.
11 Cf. ID., «San Francisco Javier, Diálogo y Discusiones», a. c., 42.
12 El misionero P. Cabral señaló que en las sectas existían errores semejantes a los de
Parménides y Melito y las refutó con la autoridad de la obra de Aristóteles: I Physicorum. Cf.
ID., «La “Preevangelización”», a. c., 323. 326.
13 Cf. ID., «San Francisco Javier, Diálogo y Discusiones», a. c., 43. ID., «La “Preevangelización”»,
a. c., 292. 295. 297. 299. 306. 309. 316-317. 320. ID., «Las Corrientes Espirituales de la Misión
del Japón en la Segunda Mitad del Siglo XVI (I parte)»: Missionalia Hispánica 28 (1971) 323-
358, 347. 358.
213
14 Cf. ID., «La “Preevangelización”», a. c., 306. ID., «San Francisco Javier, Diálogo y
Discusiones», a. c., 32.
15 Respecto de esta libertad de conversión en Japón, el jesuita Pedro Gómez escribió páginas
bellísimas demostrando que no se puede forzar a nadie a convertirse ni tampoco se debe
realizar una evangelización por la fuerza. Cf. ID., «Ante la China del s. XVI», a. c., 127.
16 Cf. ID., «La Evangelización Pacífica», a. c., 87. 89. 103. 104. ID., «San Francisco Javier, Diálogo
y Discusiones», a. c., 31. 34. 41. ID., «San Francisco Javier Peregrino», a. c., 27-38. G.
SCHURHAMMER y E. A. VORETZSCH, Primeira Parte da Histórica de Japam, o. c., f. 213r (cit., en
LMJ, 219 y 229).
214
17 Cf. J. LÓPEZ GAY, «La “Liturgia de los Difuntos” en la Misión del Japón del Siglo XVI»:
Missionalia Hispánica 21 (1964) 5-23, 5. ID., «Ritos Fúnebres del Budismo Japonés», a. c., 322.
ID., «La “Liturgia de los Difuntos”», a. c., 13. 15. 16-17. LMJ, 25. G. SCHURHAMMER y E. A.
VORETZSCH, Primeira Parte da Histórica de Japam, o. c., f. 213r. (cit., en LMJ, 219. 229).
18 Cf. ID., «Las Corrientes Espirituales de la Misión del Japón (I parte)», a. c., 89. 90. 94. 97. 99.
100. LMJ, 25-26.
19 Cf. ID., El catecumenado en la misión del Japón del s. XVI, PUG, Roma 1966, 248-251. ID., «La
“Preevangelización”», a. c., 299-300. F. B. MEDINA, «Métodos misionales de la Compañía de
Jesús en América Hispana y Filipinas»: Mar Océana. Revista del humanismo español e
Iberoamericano 4 (1999) 159-192, 171-183 (cit., en J. LÓPEZ GAY, «San Francisco Javier, Diálogo
y Discusiones», a. c., 47-48.
215
Él no niega su gracia salvífica a quien pone todo de su parte para cumplir la ley
divina. La gracia salvífica, decía, es universal20.
20 Cf. ID., «La Evangelización Pacífica», a. c., 88. ID., «San Francisco Javier, Diálogo y
Discusiones», a. c., 49.
21 El esquema original y sistemático que siguieron los misioneros en su relación con los
budistas y en su predicación seguía estas pautas generales: primero mostraban que Dios es
el Creador en el que todo tiene principio y, por tanto, la naturaleza no debe ser considerada
como un dios; en segundo lugar, enseñaban que el alma es inmortal y que será salvada por
Dios; en un tercer paso hacían una refutación razonada de las sectas de Japón; en cuarto
lugar explicaban que la razón del mal y del pecado en el mundo es debido al pecado de
Adán y Eva; pero todo ello, mostraban en un quinto paso, ha sido redimido gracias a la
encarnación, muerte y Resurrección de Cristo; y, por último, en un sexto paso, exponían los
mandamientos, sacramentos y obligaciones morales. Cf. ID., «La “Preevangelización”», a. c.,
310-311. 313.
22 En Japón se denominaba dojuku a los laicos budistas célibes con un compromiso religioso
especial para ayudar a los monjes. Cf. ID., «La “Preevangelización”», a. c., 314.
216
2. 1. El significado de la ordenación
23 Cf. ID., «Las Organizaciones de los Laicos», a. c., 29. ID., «El Clero y la Jerarquía Nativa en el
Japón»: Omnis Terra 64 (1976) 369-370, 369. ID., «La Vida Religiosa nativa, exigencia de la
vida de las jóvenes iglesias»: Omnis Terra 63 (1976) 309-312, 310. ID., «San Francisco Javier
Peregrino», a. c., 37.
24 Cf. ID., «Las Organizaciones de los Laicos», a. c., 27. LMJ, 25.
25 Estas palabras del Papa están reflejadas en el telegrama enviado por el secretario de Estado
del Vaticano a los reunidos en Bangkok el 9 de diciembre de 1968. Cf. MB, 4.
26 Cf. J. LÓPEZ GAY, «La Vida Monástica Budista en Japón. Características»: a. c., 78. 63-90.
217
2. 2. La búsqueda de la perfección
33 Cf. ID., «La Estructura de la Meditación según el Dîga Nikâya, Comparada con la del Yoga-
Sûtra»: Boletín de la Asociación Española de Orientalistas 7 (1971) 103-119, 108. MB, 204.
34 Cf. ID., «Origen del Monacato Femenino Budista», a. c., 260. MB, 250. 252.
35 Cf. E. THOMAS, The History of Buddhist Thought, o. c., 22-23. P. V. BAPAT, Indian and Buddhism,
o. c., 5-6 (cit., en MB, 116).
220
en la oración vocal como en los más altos grados de contemplación36. San Juan
de la Cruz lo expresa así:
Sin embargo, y a pesar de estas diferencias, López Gay destaca que, dado
que en el mundo occidental el cristianismo está perdiendo el sentido de la
práctica del silencio y el valor de la meditación, el budismo puede ser un
ejemplo en la práctica pausada y profunda de ésta, ayudándonos a comprender
que la contemplación es la raíz sabia de toda praxis. El cristiano, después de un
trabajo de confrontación, selección, purificación y asimilación, añade el jesuita,
puede encontrar en la tradición budista algunas técnicas y métodos para
encontrarse con Dios: el dominio de los ritmos fisiológicos en el campo
espiritual y cognoscitivo, la disciplina, la ascesis del cuerpo, las posturas
corporales, el mecanismo de los sentidos exteriores e interiores, y el silencio de
la mente y simplicidad de los actos39. Esta ayuda es especialmente urgente para
los cristianos orientales, dado que, muchas de las técnica budistas, responden
mejor a la forma de ser del hombre oriental, aunque no tenga «el significado de
una materia sobre la que se reflexiona para conocer su sentido y penetrar en
una verdad revelada o que sirva para reavivar el amor. Son simples ayudas o
métodos psicológicos en el proceso de disciplina mental, de interiorización, de
concentración» (MB, 184).
Por otra parte, y a pesar de que algunos autores han dicho que
cristianismo y budismo pueden realizar un diálogo interreligioso desde lo que
significa la «palabra» del fundador en el contenido de sus doctrinas, sin
embargo, López Gay no está en sintonía con esa opinión, pues considera que
mientras que para los cristianos ―desde el punto de vista bíblico, teológico y
filosófico―, ésta tiene un valor fundamental; para los budistas, la «palabra»
―más que un medio para comunicar un mensaje o una enseñanza― es un
obstáculo, pues el valor del «noble silencio» es la mejor forma de comunicación,
dado que no hay verdad sobre la que se deba especular. Y, desde esta
convicción budista, destaca nuestro autor, resulta difícil de entender la multitud
de palabras e interpretaciones de los más de ochenta mil textos budistas ―en
sus diferentes ramas y sectas―, que se convierten en una barrera para entender
el significado de su mensaje42.
3. El sentido religioso-transcendente
41 Cf. ID., «Kûkai (774-835), Fondatore della Setta Shingon»: La Critica Sociologica 111-112 (1994-
1995) 69-74, 70-71. ID., «San Francisco Javier, Diálogo y Discusiones», a. c., 28. E. D.
SAUNDERS, Mudrâ. A Study of Symbolic Gestures in Japanese Buddhist Sculptures, London, Kegan
Paul, 1960, 27 (cit., en J. LÓPEZ GAY, «Kûkai», a. c., 71).
42 Cf. J. LÓPEZ GAY, «Diálogo y Anuncio con el Budismo», a. c., 7.
223
silencio se puede esconder también una experiencia de Dios salvador, sin los
raciocinios que a los occidentales nos han llevado a esconder su rostro. Quizá,
por eso, Buda no quiso explicar el nirvana, sino sólo enseñar el camino hacia él.
Y a través de esta actitud escatológica, opina López Gay, los budistas pueden
abrirse y acoger «el resplandor de la gloria de Cristo» (1 Cor. 4, 4)45.
3. 1. Los santos
La figura del bodhisattva, explica López Gay, nos puede ayudar a los
cristianos a solucionar muchos problemas que encontramos en la filosofía y en
Una de las obras fundamentales que López Gay tiene sobre el budismo
trata, principalmente, sobre la mística del budismo. A través de ésta nos narra la
importancia que tienen para la religión del Iluminado los medios que el hombre
utiliza para descubrir su interior y, desde él, establecer un diálogo con un ser
personal, o para experimentar la nada y la vacuidad. Esta experiencia humana,
un camino específico y sobrenatural que cuenta con el don gratuito de Dios que,
con la cooperación del hombre, actúa en él y le lleva a realizarse en Cristo. En
esta mística teologal, la gracia de Dios intenta el encuentro con el misterio,
vivido desde la caridad enseñada por Cristo y, por consiguiente, aunque con
elementos de la mística sapiencial, también aquí, en último término, se aleja de
la budista51.
La parábola del Hijo Pobre, que contiene el libro del Loto de la Buena Ley,
desarrolla el tema del amor paternal de Buda y, por tanto, señala López Gay,
parece que se puede paragonar a la parábola evangélica del Hijo Pródigo (Lc 15,
11-31), que trata sobre el amor del Padre Celestial. La budista, continúa
explicando, muestra la compasión y perseverancia de Buda, y los medios
apropiados que pone para salvar al hijo y elevarlo a un rango superior. Amor
que debe ser correspondido con la humildad y la fe52:
Un padre tenía un hijo único, sin hermanos, y un día huyó de casa de su padre;
éste le buscó en todas partes pero no lo pudo encontrar. Cansado de tanto buscarlo, se
instaló en una ciudad, se dedicó al comercio y se hizo muy rico, teniendo muchos siervos,
esclavos, riquezas, etc. Y aunque a nadie le dijo que había perdido un hijo, todo el día
estaba pensando en él: «aunque soy rico no tengo conmigo a mi hijo; el día que le
encuentre le daré todos mis tesoros y seré feliz». Pasaron cincuenta años. El hijo cada día
se encontraba más pobre luchando por encontrar trabajo y recorriendo pueblos y
ciudades. Y buscando trabajo vino un día a la ciudad donde vivía su padre, y se admiró
contemplando la maravillosa residencia de su padre. Se fijó en el interior y vio a un
hombre mayor muy rico, sentado en una lujosa silla y rodeado de siervos. Será, penso
«un rey o un hombre tan grande como un rey. Si me quedo cerca, seguro que me cogerán
y me obligarán a trabajos forzados. Es mejor huir pronto». Y así huyó. Pero, antes de
emprender la huida, los ojos del padre, aquella persona rica y tan bien servida, habían
reconocido en el pobre a su propio hijo. Y en seguida pensó: «Haré que vuelva. Mis
deseos han sido confirmados. Ya soy feliz». Envió algunos siervos para que lo agarraran
y cuando le pusieron sus manos encima, el pobre hijo gritaba: «Dejadme libre, no he
hecho nada grave contra vosotros. No me castiguéis ni me matéis». El hijo continuó
gritando, y el padre viendo esa escena, desistió y mandó dejarlo libre. Pero antes, hizo
que derramaran agua fría sobre la faz de aquel pobre hombre para que recupera la plena
conciencia, y luego, sin decirle nada, le dejó partir. Y el hijo pobre, aunque feliz en aquel
momento, se marchó a otra ciudad buscando algo para vestirse y para comer. El padre
planificó otra estrategia. En un segundo intento, envió a dos hombres, pobres
aparentemente, para que hablaran con el pobre que había huido y le propusieran:
«Necesitamos un barrendero que trabaje junto con nosotros en la casa que has visto.
Vente. Además se te pagará el doble». El hijo aceptó y comenzó a trabajar. El padre no lo
perdía de vista. Un día, el padre se vistió, él mismo, pobremente, y vino a trabajar donde
estaban los demás barrenderos. Aprovechó un momento para mandar a todos que se
retirasen y le dijo a su hijo: «Te pagaré más. A tu alcance dejo el almacén donde están las
cosas valiosas y necesarias. Puedes tomar todo lo que desees, vino, arroz, vinagre…
Debes sentirte como en tu casa. No te vayas. Yo te considero como si fueras mi hijo
verdadero». Y el hijo, aunque se alegró viendo tanta confianza, todavía se sentía extraño.
El padre le llamaba siempre hijo, le dio un nombre nuevo y creció la amistad. Pasaron
veinte años más y el padre estaba ya muy viejo y enfermo. Un día llamó a su hijo y le
dijo: «tengo muchos tesoros en mi almacén. Te encargo el cuidado de ellos. No los
pierdas». El hijo tenía cuidado de todos, ignorando que en un futuro iba a ser él el
verdadero poseedor de todos ellos. En cierta ocasión, cuando la mente del hijo estaba ya
preparada, el padre invitó a familiares, amigos, al rey y sus ministros, y les declaró
públicamente: «Este es mi hijo. Me abandonó hace cincuenta años, y desde que le ví
llegar a mi casa han pasado veinte años. Todas mis propiedades las entrego a él. Él es
libre para usarlas como quiera53.
53 Síntesis de la parábola del Hijo Pobre. Cf. J. LÓPEZ GAY, «Buda como Padre en el Hokekyô»:
Studia Missionalia 33 (1984) 127-144, 130-139. Sobre este tema podemos encontrar un amplio
desarrollo en J. MASIÁ CLAVEL, El Sutra del Loto, Sígueme, Salamanca 2009 y en
Saddharmapundarikasutra, [F. TOLA y C. DRAGONETTI, El Sutra del Loto: de la verdadera doctrina,
El Colegio de México: Asociación Latinoamericana de Estudios Budistas, México 1999].
54 Cf. J. LÓPEZ GAY, «Buda como Padre en el Hokekyô», a. c., 132-141.
55 Cf. Ibid., «Diálogo y Anuncio con el Budismo», a. c., 6.
229
4. 1. La liturgia
59 Cf. Ibid., 10-11. 22-24. 70. A. VALIGNANO, «Il cerimoniale per i missionari del Giappone:
importante documento circa i metodi di adattamento nella missione giapponese del secolo
XVI, Advertimentos e avisos acerca dos costumes e catangues de Jappão»: Edizioni di storia e
letteratura 40 (1946), 154 (cit., en LMJ, 22-24).
60 Cf. J. LÓPEZ GAY, «La “Liturgia de los Difuntos”», a. c., 19. G. SCHURHAMMER y E. A.
VORETZSCH, Primeira Parte da Histórica de Japam, o. c., f. 53r-v. (cit., en LMJ, 218). P. WICKI,
Problemas morais no Oriente portugues do sécalo XVI, Comemoraçoes Henriquinas, Imprensa
Nacional, Lisboa 1961, 257-263 (cit., en LMJ, 207-208).
231
tienen del «purgatorio», dado que el infierno budista no es eterno. Sin embargo,
a López Gay no le parece muy aceptable esta comparación, puesto que
considera que el concepto de «purgatorio» tiene connotaciones propias de la
espiritualidad cristiana y diferentes de las del infierno budista61.
4. 2. El arte
Aunque las iglesias se hagan de tal forma que guarden la costumbre de Europa, no
obstante, conviene adaptarse al modo de proceder de los budistas de Japón. Por ello, a
ambos lados de la capilla debe haber zashiki, para que al correr las puertas pueda
quedar la sala en todo un cuerpo. Además, conviene que delante de las iglesias haya
patios con sus galerías y un lugar con agua, cubierto y acomodado, para que los que
vienen a la iglesia puedan lavarse los pies. También conviene que haya junto a la
iglesia otro zashiki para recibir a las mujeres66.
64 Cf. MB, 248. López Gay no nos ha dejado constancia de las fuentes de la liturgia cristiana
relacionadas con este tema, sin embargo, nos ha parecido conveniente ir nosotros a esas
fuentes y citarlas. Cf. Misal romano latino-castellano: reformado según los decretos del Concilio
Vaticano II y promulgado por S.S. el Papa Pablo VI: ordinario de la misa, Alfredo Ortells, Madrid
1969, 245. Misal romano latino-castellano, o. c., 256.
65 Cf. LMJ, 55. 165. HAMMER, R. J., «Popular Religions and the «New Religions» of Japan»:
Japanese Religions 3 (1963) 3-20, 8 (cit., en J. LÓPEZ GAY, «Maitreya, Futuro Mediador de la
Ley, en la Tradición Budista del Extremo Oriente»: Studia Missionalia 21 (1972) 93-112, 110).
66 Texto resumido. Cf. A. VALIGNANO, «Il cerimoniale per i missionari del Giappone», a. c., 40.
146. 155-156. 270. 279. El zashiki o zaxiqui, es un cuarto japonés, con un sentido público,
donde atender a los huéspedes o enseñar la doctrina. Esta habitación consta de una puerta
corredera que facilita la ampliación de la habitación. Cf. LMJ, 25-27.
233
1 Cf. J. LÓPEZ GAY, Storia delle missioni: schemi per un corso triennale, PUG, Roma 1983, 7. ID., «La
Evangelización Pacífica. Misioneros Jesuitas del Siglo XVI»: Studia Missionalia 38 (1989) 81-
111, 8. 75-78. ID., «Chiavi Teologiche per una Lettura delle Missione “Ad Gentes” nell’Asia:
Ieri, Oggi e Domani», en MAREK ROSTKOSWSKI (ED.), La missione senza confini. Ambiti della
missione «ad gentes», PUG, Roma 2000, 185-198, 192.
236
muy crítico con la teología del «Shalom» de Hoekendijk y con la del católico
Ludwig Rütti, dado que se mostraron bastante críticos con la naturaleza
misionera del Vaticano II. Y también ha puesto en tela de juicio las tendencias
radicales acerca del diálogo interreligioso de Dournes, Mihayo y Metz;
entendiendo que, su radicalismo exclusivista, puede conducir a la intolerancia y
al fundamentalismo eclesial, así como olvidarse de que la voluntad gratuita de
Dios es la de reconciliar a todos los hombres en la persona de Cristo2.
2 Cf. J. A. BARRERA, «El prof. Jesús López-Gay S. J., un Misionólogo al Servicio de la Misión
“Ad Gentes”»: Studia Missionalia 54 (2005) 145-164, 150-152.
3 Cf. J. LÓPEZ GAY, La Missionologia Contemporanea: Missione per il Terzo Milenio. Corso di
Missionologia, Pontificia Unione Missionaria, Roma 1992, 14.
4 Cf. G. GUTIÉRREZ, Teología de la liberación, Aldecoa, Burgos 1974, 27. P. KNITTER, No Other
Name?, Maryknoll, New York 1985, 65. ID., «The place of the Church and Missionary Activity
in Theocentric and Soteriocentric Approache to Dialogue»: Mission and Dialogue 9 (1988) 186-
211, 203. B. PARK, Recent Trenes in Mission Theology, Piemme-Marietti, Roma 1990, 47 (cit., en
J. LÓPEZ GAY, «Dos libros nuevos sobre la Teología de la Liberación»: Estudios Eclesiásticos
(1975) 539-549, 537.
5 Cf. J. LÓPEZ GAY, «Un rinnovato impulso»: Estudios Eclesiásticos 11 (1991) 300-320, 308. RM,
5.
237
6 Cf. J. LÓPEZ GAY, El Espíritu Santo protagonista de la misión: Haced discípulos de todas las gentes,
Edicep, Valencia 1991, 170-177.
7 Cf. JUAN PABLO II, Salvifici Doloris, 7.
8 Cf. Ibid., 10. 22. 23.
9 Cf. T. BUFFER, Salus in St. Hilary of Poitiers, Pontificia Universitas Gregoriana, Roma 2002,
179-181.
238
10 Cf. JUAN PABLO II, Salvifici Doloris, 3. 14-18. 22. 24. 25. 30.
11 Cf. L. F. LADARIA, Jesucristo, Salvación de todos, S. Pablo y UPC, Madrid 2007, 93-95.
12 Cf. J. LÓPEZ GAY, «El Problema Religioso y el Camino del Budismo»: Studia Missionalia 27
(1968) 83-102, 87. MB, 7-8. 18.
13 Cf. M. GELABERT BALLESTER, Vivir la salvación: así en la tierra como en el cielo, S. Pablo, Madrid
2006, 45-46.
14 Cf. COMISIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL, Algunas cuestiones actuales de escatología (1990),
Cete, Toledo 1992, 10, 41. ID., «Algunas cuestiones actuales de escatología (1990)», en C.
POZO (ED.), Documentos (1969-1996). Veinticinco años de servicio a la teología de la Iglesia, BAC,
Madrid 1998, 455-498, 464-465. 496-497.
15 Cf. S. MAGGIOLINI, «Inmortalidad y Resurrección», en CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE
LA FE (ED.), Temas actuales de Escatología, Palabra, Madrid 2001, 107-113, 110.
16 Cf. A. ORBE, Cristología gnóstica: introducción a la soteriología de los siglos II y III, Editorial
Católica, Madrid 1976, 110-112. ATANASIO DE ALEJANDRÍA, Discursos contra los arrianos, I, 47.
Ciudad Nueva, Madrid 2010, 109. K. RAHNER, «Die ewige Bedeutung der Menschheit Jesu
für unser Gottverhältnis»: Geist und Leben 26 (1953) 279-288, 281-283. ID., «Eterna
significación de la humanidad de Jesús para nuestra relación con Dios»: Escritos de Teología
III (1967) 47-59, Madrid 31968, 49-53. L. F. LADARIA, «Atanasio de Alejandría y la unción de
239
18 Cf. M. GELABERT BALLESTER, Vivir la salvación: así en la tierra como en el cielo, o. c., 12. L. F.
LADARIA, Jesucristo, Salvación de todos, o. c., 79. COMISIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL, Algunas
cuestiones actuales de escatología (1990), o. c., 14. ID., «Algunas cuestiones actuales de
escatología (1990)», a. c., 465-466.
19 Cf. J. LÓPEZ GAY, «El Problema Religioso y el Camino del Budismo», a. c., 83-102.
20 Cf. Ibid., 86-89. 99. M. GELABERT BALLESTER, Vivir la salvación: así en la tierra como en el cielo, o.
c., 103. ID., Teología dialógica. Ante la fe desafiada, San Esteban, Salamanca 2004, 111.
21 Cf. GS, 22. Q. S. F. TERTULIANO, Adversus Praxean, I, 4-7, Loescher, Torino 1959, 143-147. K.
RAHNER, «Para la teología de la encarnación»: Escritos de Teología IV (1964) 139-157, Madrid
1964, 151-153. H. U. VON BALTHASAR, Theologik II. Wahrbeit Gottes, Johannes Verlag,
Einsiedeln 1885, 72-76. L. F. LADARIA, Jesucristo, Salvación de todos, o. c., 118. 121. 124. 132-133.
168. ID., «Cristo, “perfecto hombre” y “hombre perfecto”», en E. BENAVENT VIDAL – I. MORALI
(EDS.), Sentire cum Ecclesia. Homenaje al P. Kart Josef Becker SJ, Facultad de Teología San
241
Vicente Ferrer, Valencia 2003, 171-188, 184. M. GELABERT BALLESTER, Vivir la salvación: así en
la tierra como en el cielo, o. c., 14.
22 Cf. L. F. LADARIA, Jesucristo, Salvación de todos, o. c., 79.
23 Cf. MB, 6. 18. 142. 215. 226-228. ID., «La “Oración” en los Monjes Budistas»: Boletín de la
Asociación Española de Orientalistas 18 (1982) 87-105, 105.
24 Cf. ID., «El Problema Religioso y el Camino del Budismo», a. c., 87-88. ID., «La Estructura de
la Meditación», a. c., 116. ID., «Origen del Monacato Femenino Budista»: Studia Missionalia 28
(1979) 231-263, 260. ID., «El Monacato Budista»: Boletín de la Asociación Española de
Orientalistas 3 (1967) 93-119, 99. ID., «Pâtimokkha o “Reglas” del Monacato Budista según las
Fuentes de la Literatura Pâli»: Boletín de la Asociación Española de Orientalistas 5 (1969) 113-
137, 114. ID., «La “Preevangelización” en los Primeros Años de la Misión del Japón»:
Missionalia Hispánica 19 (1962) 289-329, 302. ID., «Buda como Padre en el Hokekyô»: Studia
Missionalia 33 (1984) 127-144, 131. 141.ID., «Diálogo y Anuncio con el Budismo», en
PONTIFICIA UNIÓN MISIONAL (ED.), Curso de Formación Misionera por correspondencia, II parte,
Lección 2, Secretariado Internacional de la PUM, Roma 1997, 3-9, 6. L. F. LADARIA, Jesucristo,
Salvación de todos, o. c., 82.
242
3. 3. Universalismo y comunión
25 Cf. SAN AGUSTÍN, Enarraciones sobre los Salmos (Iº), Slm. 1(BAC 19, 3-8).
26 Cf. J. LÓPEZ GAY, «El Problema Religioso y el Camino del Budismo», a. c., 86-87.
27 Cf. H. DE LUBAC, Petite Chatéchèse sur Nature et Grâce, Aubier-Montaigne, Paris 1980, 113. B.
SESBOÜE, Jésus-Christ l’unique médiateur. Essai sur la rédemption et le salut, Beauchesne, Paris
32003, 27.
28 Cf. J. LÓPEZ GAY, «El Problema Religioso y el Camino del Budismo», a. c., 85. 91. 94-95. ID.,
«Buda como Padre en el Hokekyô», a. c., 127-129. Th, v. 625 (cit., en MB, 89). ID., La
“Ordenación” o Profesión del Monje Budista»: Boletín de la Asociación Española de Orientalistas
8 (1972) 89-108, 93. 95. 98. 107. ID., «La Vida Monástica Budista en Japón. Características»:
Boletín de la Asociación Española de Orientalistas 10 (1974) 63-90, 63-64. ID., «El Bodhisttava en
los Sûtras del Mahâyâna»: Boletín de la Asociación Española de Orientalistas 22 (1986) 257-283,
26. ID., «El Monacato Budista», a. c., 102. ID., «Las “Edades de la Historia” en el Pensamiento
Budista»: Boletín de la Asociación Española de Orientalistas 4 (1968) 77-98, 79. ID., «Diálogo y
Anuncio con el Budismo», a. c., 4. ID., «Buda como Padre en el Hokekyô», a. c., 132-133. MB,
8-9. 109.
243
29 Cf. L. F. LADARIA, Jesucristo, Salvación de todos, o. c., 88. 107. COMISIÓN TEOLÓGICA
INTERNACIONAL, Algunas cuestiones actuales de escatología (1990), o. c., 58. ID., «Algunas
cuestiones actuales de escatología (1990)», a. c., 495.
30 Cf. SAN CLEMENTE ROMANO, Carta 2ª a los corintios, 1 (BAC 629, 136-141). SAN AMBROSIO,
Sobre la fe, IV, 9-26, Ciudad Nueva, Madrid 2009, 9-26. A. NOVO CID-FUENTES, Los Misterios de
la vida de Cristo en Ambrosio de Milán, Instituto Teológico Compostelano, Santiago de
Compostela 2003, 398.
31 Cf. LG, 16. GS, 22. AG, 3. 9. 11. NA, 2. RM, 5. CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE,
Declaración: Dominus Iesus, Palabra, Madrid 2000, 14.
244
32 Cf. J. LÓPEZ GAY, «El Problema Religioso y el Camino del Budismo», a. c., 86-87.
33 Cf. MB, 120-123.
34 Cf. Ibid., 120-121.
35 Cf. Ibid., 123.
36 Cf. PIO XII, Humani Generis, 38.
245
41 Cf. MB, 26. ID., «La “Preevangelización”», a. c., 326-328. ID., «El Problema Religioso y el
Camino del Budismo», a. c., 87-88.
42 Cf. ID., «La “Oración” en los Monjes Budistas», a. c., 89. ID., «El Bodhisttava en los Sûtra», a.
c., 261-265. MB, 196.
43 Cf. LG, 48. W. KASPER, «Reencarnación y Cristianismo», en CONGREGACIÓN PARA LA
DOCTRINA DE LA FE (ED.), Temas actuales de Escatología, Palabra, Madrid 2001, 141-149, 145.
44 Cf. W. KASPER, «Reencarnación y Cristianismo», a. c., 148.
45 Cf. JUAN PABLO II, Salvifici Doloris, 22-27. COMISIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL, Algunas
cuestiones actuales de escatología (1990), o. c., 51-53. ID., «Algunas cuestiones actuales de
escatología (1990)», a. c., 496-497.
46 Cf. C. CALDERÓN, Iglesia con Pablo VI, Sígueme, Salamanca 1964, 36. COMISIÓN TEOLÓGICA
INTERNACIONAL, Algunas cuestiones actuales de escatología (1990), o. c., 54. ID., «Algunas
cuestiones actuales de escatología (1990)», a. c., 494-496.
247
sólo con nuestras propias fuerzas, estamos construyendo el reino del hombre
con todos los límites propios de la condición humana59.
4. 1. Escatología intermedia
Algunos budólogos, entre ellos E. Conze, opinan que las categorías del
infierno budista se pueden comparar a las que en el cristianismo se tienen del
«purgatorio», dado que el infierno budista no es eterno60. Sin embargo, a López
Gay no le parece muy aceptable esta comparación, puesto que considera que el
concepto de «purgatorio» tiene connotaciones propias de la espiritualidad
cristiana y diferentes de las del infierno budista61. Sin embargo, nuestro autor
no ha dado razones de su afirmación y, por ello, creemos oportuno recurrir a
diversos textos del cristianismo que nos ayuden a clarificr su postura.
Además, la oración que los que están en la tierra, realizan por las almas de
los que se encuentran en ese estado intermedio, son dirigidas a un Ser personal,
para que lleguen a estar con Él. Sin embargo, en el budismo, las oraciones que
se hacen por los difuntos que están en los infiernos, no se dirigen a ningún ser
personal y, además, encierran en sí un cierto temor, pues quieren evitar que los
espíritus de los difuntos vuelvan a la tierra a molestar a los vivos64.
4. 2. La escatología de perdición
El budismo, nos ha explicado López Gay, concibe que hay varios mundos:
el de la tierra, el de los animales, el del cielo, el de los espíritus y el del infierno,
que se encuentra en el centro de la tierra 65 . Ninguno de ellos y, por tanto,
tampoco el infierno, es eterno66. El infierno budista refleja el estado moral y
psicológico de la condición humana, aunque, la mayor parte de los fieles
budistas, lo conciban como un lugar de angustia y tormento producido por los
62 Cf. CONCILIO DE TRENTO, Decreto sobre la justificación, Ses. 6ª, can. 30. LG, 49. COMISIÓN
TEOLÓGICA INTERNACIONAL, Algunas cuestiones actuales de escatología (1990), o. c., 15. 28. ID.,
«Algunas cuestiones actuales de escatología (1990)», a. c., 470-471. 484-485. BENEDICTO XVI,
Spe-Salvi, 45. W. KASPER, «Reencarnación y Cristianismo», a. c., 126. 144.
63 Cf. L. BAYARD, Tertullien et Saint Cyprien, J. Gabalda, París 1930, 93. CONCILIO DE FLORENCIA,
Concilium Florentinum: documenta et scriptores. Series B. Volumen VII, editum Consilio et impensis
Pontificii Instituti Orientalium Studiorum, Decreto para los griegos, Pontificium Institutum
Orientalium Studiorum, Roma 1961. Misal romano latino-castellano: reformado según los decretos
del Concilio Vaticano II y promulgado por S.S. el Papa Pablo VI: ordinario de la misa, 55, g. p. 40,
Alfredo Ortells, Madrid 1969. Rituale Ambrosianum: Exequiarum ordo ritu ambrosiano latinus et
italicus, n. 55, 25; n. 195, 77. Aedibus Archiepiscopalibus, Mediolani 1965.
64 Cf. LMJ, 34. 206-207.
65 Cf. MB, 54. CEC, 1030-1032. 1474.
66 Cf. J. LÓPEZ GAY, «El Infierno en el Ojôyô-shû», a. c., 123-141, 136. MB, 19.
251
demonios, por los condenados y por los animales guardianes de ese mundo67.
En él entran aquellos hombres que han incurrido en una falta grave de orden
moral contra la vida y aquellos que han caído en pecados. Y de él pueden salir
si se ora y se hacen grandes penitencias por ellos68.
67 Cf. ID., «El Infierno en el Ojôyô-shû», a. c., 123. 128-132. 135-136. 140. ID., «Diálogo y Anuncio
con el Budismo», a. c., 6. MB, 8. 136. 139. LMJ, 31.
68 Cf. ID., «El Infierno en el Ojôyô-shû», a. c., 133. ID., «La “Liturgia de los Difuntos”», a. c., 9.
ID., «Diálogo y Anuncio con el Budismo», a. c., 6. ID., «El Bodhisttava en los Sûtras», a. c.,
260. 270. 276. MB, 111. LMJ, 210-211. 216.
69 Cf. CEC, 1033. LMJ, 31.
70 Cf. CEC, 1031.
71 Cf. Ibid., 1033. 1034 y ss.
252
Así, leyendo la vida cenobítica de los anacoretas de los primeros siglos del
cristianismo oriental, que vivían en el desierto y se organizaban en
comunidades, observamos que era parecida a la que habían vivido en siglos
precedentes los budistas 75 . Esta cercanía entre ambos monacatos también
podemos intuirla al leer las reglas y constituciones de la vida monástica
72 Cf. H. U. VON BALTHASAR, Teodramática 5. El último acto, Encuentro, Madrid 1997, 490. K.
RAHNER, «Principios teológicos de la hermenéutica de las declaraciones escatológicas»:
Escritos de Teología 6 (1964) 411-439, 431-432.
73 Cf. SAN IRENEO DE LYON, Comentario al Libro V del «Adversus Haereses» III, o. c., 27.
74 Cf. H. DUMOULIN, Para entender el budismo, o. c., 18.
75 Cf. J. LÓPEZ GAY, «El Monacato Budista», a. c., 93-119. ID., «El “Retiro” en la Vida de los
Monjes Budistas»: Boletín de la Asociación Española de Orientalistas 6 (1970) 53-68, 55-66. ID.,
«La Vida Monástica Budista en Japón. Características», a. c., 231-263.
253
cristiana como, por ejemplo, las reglas de San Benito y San Agustín.
Ciertamente, la intención interior o el ideal de monjes budistas y cristianos,
como ha explicado López Gay, no es la misma76. Pero, sin embargo, si nos
fijamos en muchos de los medios antropológicos externos, que en ambas vidas
se practican para ser fieles a la «ordenación», nos encontramos con acciones y
gestos similares: el horario, la renuncia a la propia voluntad, los votos de
castidad y pobreza, el ayuno, la comunión de bienes, el silencio y la oración, la
importancia de las faltas leves y graves, la corrección fraterna (cf. Mt 18, 15-17;
cf. Rm 16, 17-18; Ga 6, 1; cf. 2 Co 13, 1-2), el perdón, la minuciosidad de las
normas, la expulsión al que es infiel a ellas, los vestidos y utensilios, etc77.
También creemos que, aún más importante que las afinidades formales de
ambas tradiciones en tiempos pasados, son las esperanzadoras relaciones
actuales de diálogo entre los monjes occidentales, entre las que destacan las de
Thomas Merton con los monjes budistas78.
a) Creación-Recreación
Nos parece de una gran riqueza este ejemplo que nuestro autor nos
expone, pero no encontramos en su explicación una razón que aclare por qué le
parecen interesantes estos dos aspectos 81 . Nos preguntamos si será porque
ambos conceptos ―«espíritu» y «palabra»― son fundamentales en el
cristianismo para la obra de la creación (cf. Gn 1, 1-31; Gn 2, 7). De hecho, para
b) La tentación y el pecado
Nos sorprende que López Gay no se haya valido de estas palabras del
Iluminado para ponerlas en comparación con lo que Jesús hacía, decía y
proponía acerca de la tentación y del Maligno. Él también conocía bien la
naturaleza humana y su debilidad y, con palabras semejantes a las de Buda,
hablaba a sus discípulos de la oración y del ayuno como medios para alejar al
espíritu del Mal (cf. Mt 9, 25-29; Mt 26, 41).
La ignorancia, por tanto, como causa del pecado, nos parece que puede ser
un elemento antropológico que lleve a budistas y cristianos a tratar sobre el
problema del pecado y de la culpa; aunque dejando claro que, mientras que
para el cristianismo el errar de la conciencia por la ignorancia invencible no
supone la pérdida de la dignidad humana, para el budismo ―dado que niega el
ser del hombre― no tiene sentido hablar de esta dignidad. Es más, para el
cristiano, la ignorancia no sólo no supone la pérdida de su dignidad, sino que
tiene también un aspecto positivo, que supera el ideal de perfección y
conocimiento del budismo. K. Rahner, en este sentido, llega a afirmar que la
ignorancia es la condición de libertad de la persona, porque tiene como
paradigma a Jesucristo, quien a pesar de su condición divina, aceptó libremente
pasar por la ignorancia y la kénosis del hombre (cf. Flp 2, 6-11). El realismo de
su encarnación nos muestra que Él, como todo hombre, es historia, tiempo y
libertad en riesgo; y que el Dios infinito tiene capacidad para ser finito y el Dios
omnisciente tiene voluntad de compartir nuestro ignorar y nuestro tantear87.
Cuando Buda llamaba a sus discípulos, nos ha explicado López Gay, tenía
presente no sólo el deseo que éstos manifestaban de seguirle, sino, sobre todo,
sus cualidades para poder formar parte de su comunidad y llevar a cabo el
desarrollo de su doctrina. Por ello, al que elegía lo llamaba personalmente88:
«¡Ehi Bhikku!¡Ven, oh monje» (MB, 59). Esta actuación de Buda, desconocemos
por qué López Gay no la pone en comparación con la actitud de Jesús al acoger
o rechazar a los discipulos que deseaban seguirle más de cerca. Jesús, al igual
que Buda, elegía personalmente al que veía con cualidades para estar más cerca
de él y de su obra (cf. Mc 3, 13-16; Jn 1, 42; Jn 15, 16); y enviaba a realizar otra
misión en la Comunidad al que carecía de esas aptitudes (cf. Lc 8, 38-39; Mc 10,
21-22).
Asimismo, López Gay nos explica que para Buda, más importante que las
prácticas externas y los sacrificios, es lo que sale del interior del hombre, puesto
que es ahí donde éste debe estar limpio para poder lograr la liberación92. Jesús,
como Buda, aunque nuestro autor no lo menciona, también insiste en el recato
de la penitencia y la necesidad de la ascesis interior. Aunque Él, a diferencia del
Iluminado, no lo propone sólo para que el hombre demuestre que ha superado
la soberbia y el deseo de ser ensalzado por los demás. Jesús va más allá de la
pura superación antropológica, y le recuerda al hombre que todo lo que es y
hace está custodiado por Aquel que le ama y salva (cf. Mt 6, 16-18; 6, 1-4).
91 Milindapanha, 1. 2. 14., [T. W. RHYS DAVIDS, The questions of King Milinda, Clarendon, Oxford
1884-1895 (cit., en MB, 195)].
92 Cf. SN, v. 249 (cit., en MB, 54). M. ANESAKI, Katam Karaniyam lectures, essays and studies, The
Herald Press, Tokyo 1934, 169 y ss (cit., en MB, 54).
93 Ud, 1. 9 (cit., en MB, 55).
260
94 Cf. L. WIEGER, Bouddhisme chinois, Cathasia, Paris 1951, 159 (cit., en MB, 68).
261
Buda, nos dice López Gay, consideraba que los laicos tenían una vida
repleta de barreras y limitaciones y, por ello, era difícil que pudieran alcanzar la
perfección95:
«La vida de uno que permanece en su casa está llena de obstáculos. Es un camino
lleno del polvo de las pasiones. ¡Qué difícil es para un hombre que tiene su casa vivir la
vida más alta en toda su plenitud, en toda su pureza, en toda su perfección luminosa!»96.
«La vida de un padre de familia está limitada y llena de polvo; dejar el mundo es
ya libertad; no es fácil para quien vive en familia guardar la castidad perfectamente,
completamente pura y limpia como una concha»97.
«El pueblo […] andaba diciendo: “¡¿Cómo pueden estos monjes, hijos de los
sâkyas, andar de un lado para otro durante el tiempo frío, y durante el tiempo caluroso, y
durante las lluvias, pisoteando las mieses y las hierbas, dañando la vida, que sólo tiene
una posibilidad, y llevando tantas pequeñas criaturas a la destrucción? ¿Será posible que
los miembros de otras sectas, cuyas reglas son tan mal guardadas, se retiren y preparen
una residencia durante las lluvias? ¿Será posible que aun los pájaros, que tienen sus nidos
en las copas de los árboles, se retiren y preparen una residencia durante las lluvias,
mientras estos monjes, hijos de los sâkyas, andan de un lado para otro durante el tiempo
frío […]?”. Los monjes oyeron al pueblo que difundía todo esto. Entonces estos monjes
hablaron del asunto al Señor. Y en esta ocasión, el Señor, habiendo hecho un discurso
razonado en conexión con esta materia, se dirigió a los monjes diciendo: “Yo os permito,
monjes, comenzar [el retiro durante] las lluvia”»100.
Vivir entorno a los conventos aumentó también el valor de los dones que
los laicos entregaban a los monjes. Entre éstos, se recuerda en la historia budista
el regalo del traje nuevo del rey Pajjota para Buda. Este acontecimiento hizo
que, a partir de ese momento, Buda permitiese a sus monjes aceptar ropa
secular y que los monjes llevasen hábitos de tres piezas, imitando la forma de
vestir de un seglar102 . También motivó que los laicos comenzasen a regalar
numerosos trajes nuevos a los monjes, y que se alegrasen porque Buda,
aceptando su generosidad, les diera la oportunidad de ganar méritos para
reducir su samsara103:
«Yo os permito, ¡oh monjes!, llevar vestidos como los de los laicos; pero el que
quiera llevar aún harapos, que los lleve; el que quiera llevar el de los laicos, que lo lleve.
Yo lo apruebo»104.
100 MV, 1-3 (cit., en J. LÓPEZ GAY, «El “Retiro” en la Vida de los Monjes Budistas», a. c., 55-56).
Cf. MB, 236.
101 Cf. E. LAMOTTE, Histoire du Bouddhisme indien, Publications Universitaires, Louvain 1958, 77-
92 (cit., en MB, 25).
102 Cf. J. LÓPEZ GAY, «Pâtimokkha o “Reglas”», a. c., 124.
103 Cf. MB, 241-242.
104 MV, 8. 13 (cit., en J. LÓPEZ GAY, «El “Retiro” en la Vida de los Monjes Budistas», a. c., 57 y
MB, 242).
105 Cf. J. LÓPEZ GAY, «Ritos Fúnebres del Budismo Japonés»: Studia Missionalia 31 (1982) 297-324,
307.
263
106 Cf. J. LÓPEZ GAY, «El “Retiro” en la Vida de los Monjes Budistas», a. c., 54. MB, 133. 249. 252.
107 Cf. MV, 10, 5, 2 (cit., en MB, 140). MB, 158.
108 Cf. MB, 138.
109 Cf. J. LÓPEZ GAY, «La “Oración” en los Monjes Budistas» a. c., 100. CV, 5, 3, 1-2 (cit., en MB,
141).
264
110 Cf. A. VALIGNANO, «Il cerimoniale per i missionari del Giappone: importante documento
circa i metodi di adattamento nella missione giapponese del secolo XVI, Advertimentos e
avisos acerca dos costumes e catangues de Jappão»: Edizioni di storia e letteratura 40 (1946)
127-173, 157-158. MB, 148-149.
111 Cf. J. LÓPEZ GAY, «Origen del Monacato Femenino Budista», a. c., 238.
112 Cf. MB, 24-25.
113 Cf. ID., «El Bodhisttava en los Sûtras», a. c., 274.
114 Cf. AN, 3. 4. 25 (cit., en MB, 25 y 67). J. LÓPEZ GAY, «El Monacato Budista», a. c., 99.
115 Cf. MB, 65 y 67.
116 Cf. ID., «El Monacato Budista», a. c., 98.
265
117 Cf. ID., «La “Oración” en los Monjes Budistas», a. c., 89. MB, 25.
118 Cf. ID., «El Monacato Budista», a. c., 113. ID., «El “Retiro” en la Vida de los Monjes Budistas»,
a. c., 54. MB, 25. 131. 134.
119 Cf. J. LÓPEZ GAY, «Ritos Fúnebres del Budismo Japonés», a. c., 308. MB, 25 y 233-234.
120 Cf. CV, 3. 5. 20 (cit., en MB, 132).
121 Cf. MB, 26.
122 Cf. CV, 1. 5-8 (cit., en MB, 58).
266
reglas de los monjes que reflejan los aspectos de entrega a los demás128. En esta
apertura del laicado Mahayana juega un gran papel el culto al bodhisattva
Maitreya, pues creen que este bodhisattva es el que comunica a los seglares la
felicidad material, social y política129. En el budismo Mahayana de Japón fueron
también los seglares, especialmente los señores feudales, quienes jugaron un
papel especial en la relación y diálogo con el cristianismo, pues, cuando
abrazaron la fe cristiana, convirtieron en iglesias cristianas los templos budistas
de su religión y, con ello, a todas las personas que dependían de ellos130.
Por ello ―al igual que ocurría con el tema del laicado budista― aunque
López Gay no tenga en sus escritos ningún apartado especial dedicado a los
animales, nos ha parecido oportuno reunir y ordenar las pequeñas menciones
que a lo largo de su obra les dedica.
De entre los animales que mayor relevancia tienen para la religión del
Iluminado, hay cuatro que gozan de una simbología y categoría soteriológica
especial: el buey, el elefante, el rinoceronte y la serpiente. Todos ellos aparecen
relacionados con aspectos fundamentales de la espiritualidad budista: la
naturaleza del «yo», el camino místico, la sagacidad y la sabiduría.
a) El buey
b) El elefante
Este gigante es símbolo del bhikkhu (ermitaño) que, cantando salmos, vive
feliz en la soledad de la montaña, esperando lograr la iluminación. El vagar del
monje debe imitar al del elefante libre, que mira siempre adelante y va por la
selva con paso tranquilo, inmune y sabiendo donde debe pisar135. El elefante
134 Cf. J. LÓPEZ GAY, «La Parábola del Buey», a. c., 116-117.
135 Cf. Milindapanha, 7. 4. 22., [T. W. RHYS DAVIDS, The questions of King Milinda, Clarendon,
Oxford 1884-1895]. SN, v. 53 (cit., en MB, 48).
269
c) El rinoceronte
d) La serpiente
136 Cf. J. LÓPEZ GAY, «El Bodhisttava en los Sûtras», a. c., 269.
137 Cf. MN, 125 (cit., en MB, 79).
138 SN, v. 36. 56. 62. 67. 74 (cit., en MB, 48-49).
139 Cf. Samyutta Nikâya, 46, 1, 1 (del Sutta Pitaka), [C. A. F. RHYS DAVIDS y F. L. WOODWARD,
Kindred Sayings, Luzac, London 1917-30 (cit., en MB, 70)]. MB, 48.
270
La abeja es comparada con la persona que medita. Así, se dice que, al igual
que la abeja vuelve sobre la materia, consiguiendo una auténtica concentración,
así también el que profundiza en la doctrina se fija fácilmente sobre el objeto de
meditación 144 . Pero, cuando detiene la etapa del raciocinio, deja de divagar
como una abeja y pasa al estado de auténtica concentración que conduce al
nirvana145.
140 Cf. Ud, 1-2. V. HERNÁNDEZ CATALÁ, La expresión de lo divino en las religiones no cristianas, La
Editorial Católica, Madrid 1972, 106 y ss (cit., en MB, 70).
141 Cf. SV, 5. 11. 13. 17. 20. MV, 1. 5. 63 (cit., en MB, 70).
142 Cf. J. LÓPEZ GAY, «El Monacato Budista», a. c., 105. ID., «La “Ordenación” o Profesión del
Monje Budista»: Boletín de la Asociación Española de Orientalistas 8 (1972) 89-108, 99. El término
naga, comenta López Gay, etimológicamente significa serpiente cobra; y como ocurre con
algunos caracteres chinos, puede sustituir al nombre de elefante o dragón. A. K.
COOMARASWAMY, «Some Pali Words: Jhâna, samâdhi»: Harvard Journal of Asiatic Studies 4
(1939) 135-140, 136-137 (cit., en MB, 69).
143 Cf. MV, 1-4. 63. (cit., en MB, 69).
144 Cf. MB, 186.
145 J. LÓPEZ GAY, «El Monacato Budista», a. c., 105.
271
El gusano tiene un valor negativo para los budistas, es el animal que roe
hasta la médula de los huesos a las personas que van al infierno152.
146 Cf. K. E. WELLS, Thai Buddhism, its Rites and Activities, The Christian Bookstore, Bangkok
1960, c. 4. sec. 4-7 (cit., en MB, 252).
147 Cf. SN, v. 70-71 (cit., en MB, 48).
148 Cf. J. LÓPEZ GAY, «El Problema Religioso y el Camino del Budismo», a. c., 86.
149 Cf. MB, 48.
150 Cf. ID., «El Infierno en el Ojôyô-shû», a. c., 131. 140.
151 Cf. SN, v. 221 (cit., en MB, 48).
152 Cf. J. LÓPEZ GAY, «El Infierno en el Ojôyô-shû», a. c., 135. 140.
153 Cf. Ibid., 133. 135.
272
154 Cf. ID., «Ritos Fúnebres del Budismo Japonés», a. c., 311.
155 Cf. J. A. PINTO y Y. OKAMOTO, Segunda Parte da Histórica de Japam (1578-1582), Sophia
University, Tokyo 1938, 309 (cit., en LMJ, 31).
TERCERA PARTE
LA OBRA DE HENRI DE LUBAC Y EL BUDISMO
INTRODUCCIÓN A HENRI DE LUBAC
1. Semblanza
Años más tarde, en 1958, el Papa Juan XXIII, elimina todas las dudas acerca
de la teología de De Lubac y le pide que reanude sus clases, recibiendo el
nombramiento de profesor honorario y miembro de la Academia de Ciencias
Morales y Políticas de París. Además, en 1960 le escoge como consultor de la
Comisión Teológica encargada de preparar el Concilio Vaticano II. Asimismo,
es designado como experto en la Comisión Restringida encargada de
profundizar en el plano teológico el texto conciliar de Gaudium et Spes.
Concluido el Concilio, se le pide que permanezca como consultor en el
Secretariado para los no creyentes. Poco después, en 1966, la Notre Dame
University (U.S.A) le concede el título de «Doctor Honoris Causa» en Teología.
En 1969 es nombrado miembro de la nueva Comisión Pontificia de Teólogos; y
en 1982 el papa Juan Pablo II le crea Cardenal de la Iglesia Católica. Después de
sobre De Lubac, puesto que daremos una visión de conjunto de su estudio sobre el budismo,
aunque sí citaremos algunas de las fuentes en las que se basa, sin embargo, en el desarrollo
del texto, con la intención de que la síntesis y lectura sea más fluida, evitaremos ir
nombrando a los protagonistas de dichas opiniones o descubrimientos.
280
Buda es la «flor del loto» que ha crecido del pantano del mundo y se
muestra como la esencia y el néctar de esta hermosa flor 1 . Su ambrosía
producirá una doctrina dulce, nueva y digna de ser saboreada por todos los
pueblos. Esta es la razón por la que, las imágenes artísticas que lo representan,
lo muestran difundiendo sobre todos los hombres la luz y sentado
majestuosamente sobre la flor del loto ―que expresa la concentración y la
quietud, y se eleva sobre todas las limitaciones e impurezas del tiempo y del
espacio. De Lubac analizará las cualidades de este «néctar», y descubrirá que
esconde, en lo más profundo de su esencia, un amargor que ilusiona, engaña y
distrae del verdadero Principio y fin del hombre: del Dios personal manifestado
en Jesucristo.
1 Cf. R. GROUSSET, Les civilisations de l’Orient, G. Grès, Paris 1930, 4. 45. P. PELLIOT, «Les
fresques de Touen-houang et les fresques de M. Eumorfopoulos»: Revue des arts asiatiques 6
(1928) 143-167, 154-155. Anguttara-Nikaya 4, 36, 3, II (cit., en AM, 56-61). La flor del loto,
explica De Lubac, es para el Extremo Oriente la «reina de las flores». Es la flor que no se
adhiere al cieno ni al agua y, por ello, no simboliza sólo la belleza, la gracia y lo divino, sino
que, sobre todo, manifiesta un esplendor inmaculado y triunfante que sobresale del lago del
conocimiento. El autor considera que, la importancia que la simbología de esta flor tiene
para los budistas, puede ser comparada con la simbología que la cruz tiene en la iconografía
cristiana. Cf. AM, 51-52.
2 Cf. H. DE LUBAC, «Ethnologie et chrétienté»: Rythmes du monde 3-4 (1954) 222-249, 224.
282
demás. Este es su secreto: despertar para que cada uno descubra, por sí mismo,
la raíz del dolor, la forma de actuar frente a esa realidad siguiendo la enseñanza
de la Ley. Después de abrir al individuo a este conocimiento, él desaparece,
para que nadie se adhiera a su camino por un simple sentimiento de respeto o
de fe en su persona. De esta manera, enseña que él no es un salvador, sino sólo
el guía que abre al camino, y el médico que infunde verdades saludables.
Tampoco atribuye la autonomía de su despertar a ningún ser del universo,
puesto que, según él, no existe ningún ser a quien haya que adorar y obedecer.
La autonomía de su «iluminación» se encuentra en la Ley (Dharma) y, por tanto,
a ésta es a la única que hay que honrar y venerar. Reverenciar al Dharma,
siempre homogéneo, completo y puro, será lo que, impulsado por la virtud de
la compasión, ayude al hombre a poner fin al dolor. Los que dominen sus
pasiones y escuchen la palabra de la Ley, podrán pasar del plano del error al de
la verdad absoluta (paramartha) e inefable en su unidad. El Dharma se convertirá
en el principio del universo y en la ley de la salvación3.
3 Cf. P. DEMIEVILLE, Le Concile de Lhasa: une controverse sur le Quiétisme entre Bouddhistes de
l'Inde et de la Chine au VIII e siècle de l'ère chrétienne, Impr. Nationale de France, Paris 1952,
125. P. DEMIEVILLE, «Butsugo»: Hobogirin 3 (1937), 215-216, 303. Majjhima nikaya. Madhyama
Agama, 36º suttra [L. DE LA VALLEE-POUSSIN, Le dogme et la philosophie du bouddhisme,
Beauchesne, Paris 1930]. A. FOUCHER, La vie du Bouddha d’après les textes et les monuments de
l’Inde, Presses Universitaires de France, Paris 1955, 324-329. R. DAVIDS, Buddhism, 103-104 (cit.,
en AB.I, 14-21. 128-129). H. DE LUBAC, «La découverte du boudhisme»: Bulletin de Assosation
G. Budé 3 (1953) 97-112, 98-100.
283
El cuerpo del Despertado, contemplado por los hombres lo mismo que por
los devas o los bodhisattvas, se convertirá, por consiguiente, en apariencia para el
idealismo mahayana, y su Dharma en algo puramente superficial. Todas las cosas
no son sino simple ruta, sonido, ruido, simple signo. En verdad, explicará la
corriente Mahayana, el Buda no ha enseñado nunca el Dharma a los bodhisattvas
ni a los devas ni a los hombres, ni ha salido nunca de su reposo. La vacuidad de
su Dharma, se dirá, no ha podido hacerse nunca objeto de ninguna afirmación
ontológica7:
La balsa sirve para cruzar el río. Una vez que se ha llegado a la otra orilla, el pasajero
no toma la balsa sobre sus espaldas. De igual manera, el Dharma sirve para atravesar
los ríos de la pasión y del error, y para destruir los obstáculos. Pero, para progresar y
obtener la bienaventuranza es necesario abandonar el Dharma, como antes se ha
abandonado el mal y el error (adharma)8.
4 Cf. R. P. ALLO, Plaies d’Europe et baumes du Gange, Cerf, Paris 1931,183. P. OLTRAMARE, La
théosophie bouddhique, 522. J. PRZLUSKI, La Légende de l’Empereur Açoka, 1923, 255 (cit., en AB.I,
19-20).
5 Cf. AM, 18. 21. A. FOUCHER, La vie du Bouddha, o. c., 38 (cit., en AB.I, 127-128).
6 Texto resumido por nosotros. Cf. P. DEMIÉVILLE, «Butsugo», a. c., 278. NAGARJUNA,
Mahaprajnaparamita sastra o Trattato della grande virtù della sapieza, I, 20 [E. LAMOTTE, Trattato
della grande virtù della sapienza, 173. 198 (cit., en AB.I, 127-129)].
7 Cf. AB.I, 129-130.
8 Texto resumido por nosotros. Cf. Majjhima nikaya. Madhyama Agama I, 135. 261 [L. DE LA
VALLEE-POUSSIN, Le dogme, o. c., 93 (cit., en AB.I, 132)].
284
Realizar un estudio serio del budismo desde sus orígenes, sus líneas
principales, su desarrollo a través de sus diversas ramas y de los grandes
períodos de su historia, exige, según De Lubac, conocer primero las lenguas en
las que fue redactada y traducida la literatura budista y, especialmente, las
lenguas sánscrita y pali. La una y la otra, aunque el sánscrito no existiera
todavía en tiempos de Sakyamuni, son lenguas primitivas del budismo10.
Se ha dicho que el budismo, más que una religión, es pura filosofía o pura
moral. Sin duda, comenta nuestro autor, si se define a la religión como una
relación personal con el verdadero Dios, está claro que el budismo es ateo,
puesto que no reconoce a ningún Dios personal. Sin embargo, arguye el
9 Cf. P. DEMIEVILLE, Le Concile de Lhasa, o. c., 85-86. L. WIEGER, Histoire des croyances religieuses et
des opinions philosophiques in Chine depuis l'origine, jusqu'à nos jours, Imprimerie de la Mission
Catholique, Hie-hien, 1922, 383 (cit., en AM, 296-301).
10 El sánscrito, explica De Lubac, es la «lengua perfecta». Este vocablo está compuesto de sam
(sol) y kar (raíz del Karma o la acción). Se considera que las letras del sánscrito forman un
conjunto codificado, perfecto y espontáneo. Su origen es indoeuropeo y se opone a la legua
de los Veda. Fue compuesto por Panini en el siglo IV o III a. C., y se sirvió de la lengua
hablada del norte de la India para crearla. Es una lengua doblemente paradójica: por una
parte rigurosamente fija en las particularidades gramaticales; y por otra tiene un prestigio
sagrado. Cf. H. DE LUBAC, La rencontre du Bouddhisme et de l’Occident, Aubier, Paris 1952, 107-
108. 110. En adelante este libro de De Lubac será citado con las siglas: LRB.
285
11 Cf. ID., «Ethnologie et chrétienté», a. c., 222-249. ID., Le drame del’humanisme athée, Spes, Paris
1944, 21-24. 41-42. 139-155. ID., Sur les chemins de Dieu, Aurbier-Montaigne, Paris 1956, 209-
210 [la última ed. Sur les chemins de Dieu, Cerf, Paris 22006 (trad. Esp. Por los caminos de Dios,
Encuentro, Madrid 2010)]. ID., Affrontaments mystiques, Témoignage Chrétien, Paris 1950, 42-
43.
286
1. 3. El sincretismo cósmico
12 Cf. ID., «La notion du bien et du mal moral dans le bouddhisme»: Rythmes du monde 3-4
(1954) 222-243, 223-236. ID., «Ethnologie et chrétienté», a. c., 222-249, 224. Bodhicaryavatara IX
[L. FINOT, 150-151 (cit., en AB.I,46-47)].
13 Cf. P. MUS, Barabudur, esquisse d’une histoire du bouddhisme fondée sur la critique archéologique
des textes, Imprimerie d’Extrême-Oriente, Hanoi 1935, 203 (cit., en AM, 276. 281. 292-294). La
teología apofática, a juicio de De Lubac, es, más bien, una negación de la teología, puesto
que en ella lo absoluto está indeterminado, carece de rostro, de figura, de lenguaje, es
incapaz de revelarse, y corre el peligro de hundirse en el vacío y caer en una pseudomística.
Sólo tendría valor si lo que expresa es el contrapunto del reconocimiento positivo de la
existencia y de la acción del Dios vivo. Ciertamente, esta teología permite un mejor
conocimiento del budismo, pero también puede llevarnos a conclusiones erróneas, puesto
que la visión budista y cristiana muestran diferencias radicales. La teología apofática
cristiana afirma que no se puede conocer directamente la esencia de Dios, pero de esta
incapacidad de conocer a Dios no deduce, como lo hace el budismo, la negación de Dios y la
duda sobre quién pueda ser Él, puesto que esta misma irresolución implica una afirmación
que provoca un silencio de adoración. Por ello, y teniendo en cuenta estas dificultades,
explica el profesor de Lyon, es mejor utilizar la teología positiva o catafática, que se basa en
un «movimiento de apófasis» que presupone la afirmación y la determinación inagotable. Es
decir, un movimiento que engendra el silencio de adoración y del cual viven los espirituales
auténticos. Cf. H. DE LUBAC, Sur les chemins de Dieu, o. c., 145-146. 316-318. ID., Athéisme et sens
de l’homme. Una requête de Gaudium et Spes, Cerf, Paris 1968, 80-85. ID., Blondel et Teilhard de
Chardin correspondance commentée par H. de Lubac, Beauchesne, Paris 1965, 67-68. LRB, 242-
243.
287
15 Cf. P. MUS, Barabudur, o. c., 350. P. DEMIEVILLE, «Les versions chinoises», a. c., 24 (cit., en AM,
193-194).
16 Cf. P. DEMIEVILLE, «Les versions chinoises», a. c., 41-42. H. H. COATES, Honen the Buddhist
Saint, o. c., 740-742 (cit., en AM, 193-196).
17 Cf. E. CONZE, Il Buddismo, Mondadori, Milano 1955, 155-156 (cit., en AM, 275-276).
289
21 Cf. ID., «Ethnologie et chrétienté», a. c., 224-225. ID., «La notion du bien et du mal», a. c., 231-
239.
22 Cf. Anguttara Nikaya, VII. 3 [F. L. WOODWARD, The Book of the Gradual Sayings, Luzac, London
1955, 3-5 (cit., en AM, 11)].
23 Texto resumido por nosotros. Cf. NAGARJUNA, Trattato della Grande Virtú di Saggezza (cit., H.
DE LUBAC, «Ethnologie et chrétienté», a. c., 227).
291
(karmasadrata). Es una ley rigurosa e implacable. Una ley universal que muestra
que la fuerza de las acciones no hace girar sólo la rueda de las existencias
individuales, sino también la eterna Rueda cósmica del movimiento del samsara.
La ley del karma, al mismo tiempo moral y mecánica, equivale al «Dios» creador
y remunerador. El karma es para Buda el Soberano que suscita, ordena y
sostiene el universo:
De los ríos del océano vienen las nubes,
de las nubes la lluvia, de la lluvia los ríos;
semejante a este ciclo es el ciclo del karma,
desde el principio, hasta la abolición del dolor24.
a) El mal metafísico
24 Texto resumido por nosotros. Cf. H. DE LUBAC, «Ethnologie et chrétienté», a. c., 227.
25 Cf. H. DE LUBAC, «Ethnologie et chrétienté», a. c., 228. ID., «La découverte du boudhisme», a.
c., 103-111. E. LAMOTTE, Le Traité de la Grande Vertu de sagesse de Nâgârjuna, o. c., 151 (cit. en
AM, 11). Bodhicaryavatara VIII [L. FINOT, 101-102 (cit., en AB.I, 34-35)].
292
unos y los otros permanecen encadenados al karma. Desde el punto de vista del
absoluto, no hay diferencia entre la suerte de los unos y de los otros. No hay
ninguna diferencia entre un buen o un mal karma. El karma y el samsara están
unidos y, por tanto, el samsara es el mal. No sólo el mal moral, sino también el
mal metafísico, el mal en el sentido más absoluto. El fin último no es el de
merecer el cielo o el infierno; no es obtener una recompensa o evitar un castigo,
sino obtener la liberación. De ahí, señala nuestro autor, que haya que ir más allá
de la moral26.
b) Apertura a la «gracia»
26 Cf. H. DE LUBAC, «Ethnologie et chrétienté», a. c., 229. ID., «La notion du bien et du mal», a.
c., 225-231.
27 Cf. ID., «Ethnologie et chrétienté», a. c., 229.
28 Cf. L. DE LA VALLEE-POUSSIN, Nirvana, Beauchesne, Paris 1925, 31. SANTIDEVA,
Bodhicaryavatara: una guida al sentiero buddhista del risvegliodrew Skilton, Ubaldini, Roma 1998,
VIII, 81 (cit., en AM, 12-13).
293
«puerta de salida», ha roto las cadenas del nacer y del morir. El Iluminado sabe
ahora que se puede obtener el nirvana gracias al «fruto de la ruptura» que
puede producir un «acto puro». Un acto que no está al alcance de cualquiera, y
que tampoco puede ser imaginado. Es un acto espontáneo y maravilloso que
destruye la ignorancia y, con ella, todo deseo y apego, porque no procede de
ningún deseo ni apego. No existe gracia divina o fuerza externa (tariki) al
hombre que pueda adelantar o conceder este «acto puro», sólo se puede obtener
después de que el individuo, por sí mismo (jiriki), haya pasado por una larga
serie de renuncias al mundo y a las ilusiones29.
Sin embargo, destaca De Lubac, a pesar de este rigor de la ley del karma, y
del rechazo de cualquier gracia o transmisión de méritos (tariki), la devoción
práctica de los fieles budistas ha insertado connotaciones nuevas en sus
creencias. Así, se observa que hasta en la corriente theravada hay momentos en
los que se muestra una esperanza. Se llega a afirmar ―tanto en el Theravada
como en el Mahayana― que incluso la mínima raíz de bien, si está plantada en
los méritos de Buda, se convierte en una intercesión que hace germinar un gran
árbol de bendiciones. De esta forma, el hombre virtuoso puede ayudar a los
otros, dirigiendo sus propios méritos hacia sus difuntos para que vayan a la
asamblea de los dioses; o hacia otras personas necesitadas de ellos para realizar
mejor las acciones de su vida. La corriente Mahayana propondrá además al
bodhisattva: ser lleno de compasión que no se limita a pensar en el nirvana, sino
que, liberado de todo apego, ayuda a todos los hombres a obtener la salvación.
Esta nueva concepción del Mahayana, afirma De Lubac, parece admitir los
conceptos de gracia, intercesión, oración y confianza en una ayuda exterior
2. 2. El mérito de la intención
35 El monje, destaca De Lubac, es una de las personas que se debe caracterizar por su
benevolencia, pues él ha hecho el voto para que todos los seres obtengan la felicidad
suprema. Así, en su pensamiento debe dividir a los seres en tres categorías diferentes:
amigos, indiferentes y enemigos. El voto de felicidad lo pronuncia, en primer lugar, por
resultarle fácil respecto de sus amigos; pero debe pronunciarlo gradualmente respecto de
todas las demás personas, incluidos los peores y más grandes enemigos. Asimismo, en este
voto, deben estar también incluídos los animales, las ciudades, los países, etc. Todo debe
formar parte de un mismo pensamiento de benevolencia. Cf. L. DE LA VALLEE POUSSIN, La
morale Bouddhique, o. c., 85 (cit., en AB.I, 15).
36 Cf. Sutta Nipata, Amagandha Sutta [J. BACOT, 276 (cit., H. DE LUBAC, «Ethnologie et chrétienté»,
a. c., 225-226)].
37 Cf. H. DE LUBAC, «Ethnologie et chrétienté», a. c., 226. NAGARJUNA, Mahaprajnaparamita sastra,
o. c., 38 (cit., en AB.I, 16).
296
No hacer daño (ahimsa) es uno de los primeros deberes del budista. Este
precepto promueve el respeto hacia toda forma de vida, así como la no-
violencia. Por su parte, el ahimsa, no responde a una renovación de la doctrina
budista, pues existía ya en al tradición de la India. Sakyamuni lo acoge de las
Upanishadas y le da una amplitud mayor. Basándose en éstas, predica que todo
acto que hace daño a otro es un pecado, e invita a sus discípulos a examinar la
consecuencia de sus acciones, discerniendo si éstas pueden resultar dañosas
para el otro y para ellos mismos. Si así fuera, aclara, deberán abstenerse de
hacerlas, pues, además de resultar perversas, aumentarán el sufrimiento39.
Este texto, según los historiadores, explica nuestro autor, nos demuestra
que no se puede hablar de caridad en el budismo. Sin embargo, es necesario
examinar detenidamente cada una de las tres virtudes que engloban la caridad,
para poder dar crédito a esa afirmación. Así, observamos que, más que
«caridad», debería llamarse piedad, porque brota espontáneamente y no tiene
ninguna relación con la sensibilidad. A través de un proceso de largas
meditaciones se debe conseguir que ésta sea objetiva, fría y desvinculada de
una concepción metafísica. Esta «caridad-piedad» está vinculada al idealismo
que no diferencia al «yo» del «no-yo», y genera piedad hacia todo aquello que
vive y está inserto en la ilusión. Asimismo, y según la teoría del Mahayana, la
piedad tiene tres estilos: mediocre, sensiblera y pura. La mediocre
(sattvalambana karuna) tiene por objeto a los seres que sufren. Es una piedad
inferior, y manchada por la creencia en que los seres vivientes son reales. La
sensiblera, aunque todavía nublada por la ignorancia, trata de percibir las
sensaciones dolorosas en sí mismas (dharmalambana karuna). Aquel que siente
esta piedad sabe que no existen los seres vivientes, sino sólo sus dharmas, pero
debe todavía luchar por llegar a la piedad pura. Ésta es perfecta y universal,
porque no se dirige a ningún ser o realidad. Es decir, no tiene objeto
(analambana karuna). No es una piedad antropomórfica, ni persigue el amor a las
criaturas, ni remediar los sufrimientos de los demás. Es sólo «pura piedad»42.
a) La benevolencia (maitri)
41 Texto resumido por nosotros. Cf. H. OLDENBERG, Le Buddha, sein Leben, seine Lehre, seine
Gemeinde, Cotta, Stuttgart 1920, 179 (cit., en AB.I, 11).
42 Cf. M. J. BACOT, Milarépa, 25. NAGARJUNA, Mahaprajnaparamita sastra, o. c., 39-43 (cit., en AB.I,
11. 37-38).
298
para socorrerlos. Maitri es la disposición del alma, discreta y dulce ―al tiempo
que cordial― en la que debe mantenerse el hombre. Ella supera a todos los
beneficios de las acciones prácticas, y abre al mérito religioso43.
b) El don (dana)
43 Cf. E. BURNOUF, Le Lotus, o. c., 300 (cit., en AB.I, 12-13. 26). H. DE LUBAC, «La découverte du
boudhisme», a. c., 106-109.
44 Cf. NAGARJUNA, Mahaprajnaparamita sastra, o. c., 39-47. T. INOUE, La situation du Bouddhisme
dans le monde spirituel, 77 (cit., en AB.I, 16. 18. 48).
45 Cf. AB.I, 20.
299
c) La compasión (karuna)
Soplará un viento fortísimo, la lluvia dejará de caer y los cereales se quedarán sin
trigo en sus espigas. El granizo y la tormenta traerán la devastación. Se secarán las
fuentes y los ríos, y los árboles no darán flores ni frutos. La virtud de los hombres poco a
poco disminuirá y los demonios perseguirán a los hombres. Tres reyes crueles
perseguirán al pueblo, matarán a los monjes, y destruirán la Ley y las reliquias de Buda50.
Al iniciar este punto, fácilmente viene a nuestra mente el paso del sistema
tolemaico al copernicano. De Lubac no habla de la devoción a Amida como de
una «revolución copernicana» para el budismo. Pero, al constatar la
importancia que da a este bodhisattva, así como al significado de su doctrina y
desarrollo por el Extremo Oriente, nos parece que puede ser apropiado aplicar
este título, para reflejar el impacto del amidismo sobre el budismo tradicional
que nuestro autor describe.
Del amidismo, nos dice, se han dicho cosas divergentes. Por un lado, se le
ha calificado como «la flor del Mahayana» o su «forma más elegante» y, por otro,
se considera que esta espiritualidad es una degeneración del budismo. En un
primer momento, aunque este culto a Amitabha o Amida fue desconocido en el
Theravada, sin embargo es uno de los grandes budas o bodhisattvas venerados en
la corriente Mahayana. Amida, al igual que los demás bodhisattvas, es un
personaje especulativo y metafísico. Es decir, no representan al Buda corporal,
sino al Buda transcendente, al Buda místico o de la contemplación. Su
singularidad, como la de los demás bodhisattvas, especialmente la de los cinco
más importantes ―los vencedores―, aunque no es uniforme, sí expresa e
hipostatiza las cinco funciones o atributos del único Buda-Sakyamuni: el
bodhisattva Variocana ―el que todo lo ilumina― y que es el primero de la lista.
Su emblema es la «rueda de la Ley» porque ha heredado la primera predicación
de Sakyamuni en Benares. De ahí que en sus representaciones artísticas muestre
el gesto de enseñar. El segundo bodhisattva es Akshobya ―el imperturbable.
Tiene como misión apaciguar las pasiones demoníacas y manifestar el espíritu
puro de la iluminación. El tercero es Ratnasambhaya ―el nacido de la joya―
muestra la matriz sobrenatural que se encuentra simbólicamente en Buda.
Amitabha ―el que está sentado y meditando― ocupa el cuarto puesto. Su
4. 1. Identidad de Amida
53 Cf. L. WIEGER, Histoire des croyances, o. c., 47. D. T. SUZUKI, Development of the Pure Land
Doctrine in Buddhism, 304 (cit., en AM, 29-32. 34. 221-222. 226. 318).
54 Cf. J. TAKAKUSU, Hôbôgirin: dictionnaire encyclopédique du bouddhisme d'après les sources
chinoises et japonaises, Maisonneuve, Paris 1929, 27. L. WIEGER, Histoire des croyances, o. c., 13-
14 (cit., en AM, 36. 52. 223). H. DE LUBAC, «Foi et dévotion dans l’Amidisme»: Bulletin
Secretariatus pro non christianis 19 (1972) 6-20, 6-7.
303
55 Cf. P. MUS, Barabudur, o. c., 17. 122-123. 574-576 (cit., en AM, 78-85). H. DE LUBAC, «Foi et
dévotion», a. c., 8-11.
56 Cf. P. DEMIEVILLE, Le Concile de Lhasa, o. c., 276 (cit., en AM, 33. 64-67. 319).
304
las que tienen como criterio el «ser» o el «no ser», y las que dejan que su vida
esté regulada por la ausencia del «yo». Respecto de la segunda categoría, el
amidista está convencido de que es imposible que el débil pecador pueda
cumplir perfectamente la Ley y, por ello, su incapacidad es suplida por la
virtud del voto de Amida. Así, aunque el hombre se encuentre con numerosas
dificultades morales, espirituales e intelectuales, la virtud del voto de Amida es
su salvaguarda. Amida preservará al individuo de caer en el abismo y le
pondrá en el camino de la salvación. Para ello, la pronunciación del nembutsu es
lo único necesario y suficiente, porque posee una eficacia absoluta que supera la
indignidad moral. Gracias a Amida el renacer en la Tierra Pura es posible para
todos, incluso para aquellos que aún no están maduros para la iluminación
definitiva, o no se han liberado de sus pasiones57.
57 Cf. G. SASAKI, «The Teaching of the Shin-Shu and the Religious Life», 195-205 (cit., en H. DE
LUBAC, «Ethnologie et chrétienté», a. c., 239-241). ID., «La notion du bien et du mal», a. c.,
223-232.
58 Cf. AM, 99-100.
59 Texto resumido por nosotros. Cf. J. J. M. DE GROOT, Le Code du Mahayana en Chine, The
Macmillan Company, New York 1910, 6. 161. 205. 209. 219 (cit., en AM, 98-99).
305
amidista: lo esencial de los sutras; las fórmulas de las oraciones y de los actos de
devoción; las exhortaciones morales y ascéticas; y las narraciones milagrosas.
Uno de estos opúsculos recomienda prácticas supersticiosas, pero también
formas simples y profundas de hacer oración. Éste se repite cada mañana diez
veces, con las manos juntas y acompasado por diez respiraciones que invocan el
nombre de Amida:
Ilumíname con tu luz pura,
si desprecias este cuerpo
del que se desprenden humores e inmundicias,
a través de sus nueve aperturas.
Ilumíname, si desprecias esta vida breve y frágil,
efímera como la gota del rocío.
Apártame de la vanidad y de las ilusiones.
Ilumíname, porque la muerte es un motivo de alegría
que abre al paraíso occidental,
y cambia el traje remendado por un vestido precioso60.
60 Texto resumido por nosotros. Cf. L. VAN HEE, «Le Térmoignage de l’Occident», en ARTIBUS
ASIAE (ED.), Si-fang Kong-Kiu, 1926, 217-226, 218 (cit., en AM, 99-100).
61 Texto resumido por nosotros. Cf. L. WIEGER, Chine moderne, Imprimerie de la Mission
Catholique, Sienhsien 1921, f. X, col. 865 (cit., en AM, 99-100).
306
62 Texto resumido por nosotros. Cf. H. MASPERO, Mythologie asiatique illustrée, Librairie de
France, Paris 1928, 235-236 (cit., en AM, 99-101). Estos textos son conocidos como el Sutra
largo (Amitabhavyuha), el Sutra breve (Sukhavativyuha) y el Sutra de la meditación (Amitayur-
dhyana).
63 Cf. M. MULLER, «Textes sanscrits découverts au Japon», 22-27. P. MUS, «Le Buddha paré», a.
c., 28. 204. ID., Barabudur, o. c., 139. 215. 266-267. 496. 501-543 (cit., en AM, 36-53).
307
67 L. WIEGER, Histoire des croyances, o. c., 591-593. CH. ELIOT, Hinduism and Buddhism. An
Historical Sketch, Vol. 1, Routledge & Kegan Paul, London 1921, 351. D. T. SUZUKI, The
Development, o. c., 285. H. H. COATES, Honen the Buddhist Saint, o. c., 56-57 (cit., en AM, 251-
252. 269-273).
68 Cf. G. SASAKI, «The Teaching of the Shin-Shu», a. c., 205 (cit., en H. DE LUBAC, «Ethnologie et
chrétienté», a. c., 239).
309
69 Cf. H. MASPERO, Les religions de la Chine, Presses Universitaires de France, Paris 1952, 67. E.
LAMOTTE, Le Traité de la Grande Vertu de sagesse de Nâgârjuna, o. c., 7 (cit., en AM, 86-90).
70 Cf. AM, 88-89.
71 Cf. L. WIEGER, Histoire des croyances, o. c., 369. P. DEMIEVILLE, «Les versions chinoises», a. c.,
177 (cit., en AM, 88-89).
310
tarea de traducir los sutras del Mahayana al chino. Estas primeras traducciones,
al haber pasado primero por una traducción oral, sufrirán inevitables
ambigüedades, pero, antes del año mil, se habrán hecho ya doce traducciones72.
La irrupción positiva del budismo en China tomará aún más fuerza con las
doctrinas de cuatro grandes patriarcas: Huei-yuan (334-416), Tao-tch’ao (562-
645), Chan-t’ao (613-681) y Huai-kan o Ekan (531-597), que profundizarán en la
doctrina amidista y la enriquecerán con nuevos matices73.
75 Texto resumido por nosotros. Cf. L. WIEGER, Histoire des croyances, o. c., 594-595 (cit., en AM,
90-91).
76 Cf. CH. ELIOT, Japanese Buddhism, Routledge & Kegan Paul, London 21959, 157-158. 263. D. T.
SUZUKI, Essays in Zen, o. c., 193 (cit., en AM, 90-91).
312
77 Cf. R. GROUSSET, Les civilisations de l’Orient, o. c., 263-264. L. WIEGER, Histoire des croyances, o.
c., 541. 558-559. ID., Bouddhisme chinois et japanais, Cathasia, Paris 1951, 21-23. H. MASPERO,
Mélanges posthumes, o. c., 28-29. 188-197. CH. ELIOT, Hinduism and Buddhism, o. c., 312 (cit., en
AM, 92-94).
78 Cf. L. WIEGER, Bouddhisme chinois, o. c., 28. TH. MAINAGE, Le Bouddhisme, Bloud & Gay, Paris
1930, 187. 195 (cit., en AM, 95-98).
79 Cf. CH. ELIOT, Japanese Buddhism, o. c., 160. 361-362 (cit., en AM, 95-98).
313
80 Cf. M. TH. MALLMANN, «Head-dresses with figurines in Buddhist Art»: Indian Art and
Letters, 1947, 21 (cit., en AM, 104-105).
81 Cf. E. BURNOUF, Introduction à l’histoire, o. c., 201-202. M. TH. MALLMANN, «Introduction à
l’ètude d’Avalokitesvara»: Annales du Musée Guimet, bibliothèque d’études (1948), 51-92, 81-82.
A. FOUCHER, Étude sur l’iconographie bouddhisque de l’Inde d'après les documents nouveaux,
l'Academie des Inscriptions et Belles Lettres, Paris 1900, 79. 98 (cit., en AM, 104-106. 111-113).
314
82 Cf. L. DE LA VALLEE POUSSIN, Bouddhisme, opinions sur l'histoire de la dogmatique: leçons faites à
l'Institut catholique de Paris, en 1908, Beauchesne, Paris 1909, 270. L. WIEGER, Histoire des
croyances, o. c., 409 (cit., en AM, 104).
83 Cf. J. PRZYLUSKI, Le Bouddhisme, Les Editions Rieder, Paris 1933, 52. R. GROUSSET, Histoire de
l’Extrême-Orient, o. c., 205. A. C. REISCHAUER, Studies, o. c., 339 (cit., en AM, 110. 125-126).
315
mostrarse bajo la semblanza ficticia de una mujer, puede ser debido a que
quiere mostrar a los fieles, y en particular a las mujeres, el rostro que, en esos
momentos, las resulta más cercano para su consuelo, ya que los bodhisattvas
suelen cambiar su figura dependiendo de los anhelos de aquellos que les
invocan. De hecho, las mujeres consideraban a Koan-yin como la «Señora
donante de hijos» y, por ello, acudían a ella poniendo unos zapatos de niños a
sus pies, para manifestarle su deseo de ser madres84.
84 L. WIEGER, Histoire des croyances, o. c., 409- 415. 591. CH. ELIOT, Japanese Buddhism, o. c., 122-
123. E. LAMOTTE, Mahayanasamgraha o Somma del Gran Veicolo, 42-43. L. DE LAVALLEE POUSSIN,
Studies in Buddhist Dogma. The Three Bodhies of a Buddha, Journal of the Royal Asiatic Society,
London 1906, 271. H. MASPERO, Mythologie asiatique, o. c., 333 (cit., en AM, 116-119. 123-125).
85 Cf. AM, 115-117.
316
86 Texto resumido por nosotros. Cf. VAJRADATTA, «Losesvarasataka»: Journal Asiatique 11 (1919)
357-465, 359 (cit., en AM, 114-116).
87 Cf. M. W. DE VISSER, Ancient Buddhism in Japan. Sutras and Ceremonias in use in the seventh and
eighth Centurias, A.D.I., Leiden 1935, 322-323 (cit., en AM, 133-134. 221).
88 Cf. L. DE LA VALLEE POUSSIN, Studies in Buddhist Dogma, o. c., 80. 105. J. BUHOT, Histoire des arts
du Japon, Beauchesne, Paris 1900, 115 (cit., en AM, 135-136. 180-181).
317
a) La caída en el sincretismo
Asimismo, la acogida del amidismo por parte del emperador Shou (724-
748), le llevará a emitir un decreto en el que proclamará que las leyes de Buda y
las leyes del imperio deberán ser consideradas idénticas; y que se deberán
venerar tres tesoros: el budismo, el sintoísmo y el confucionismo. Estos
acontecimientos conducirán, además de a una «budeificación» de Japón, a una
«japoneización» del budismo. El sincretismo budista, llegará a tal punto, que los
monjes budistas, además de realizar los ritos propios de su religión,
participarán también regularmente en los ritos del Sintoísmo y de otras
divinidades nacionales90.
89 Cf. M. W. DE VISSER, Ancient Buddhism in Japan, o. c., 333-334. H. GOWEN, Histoire du Japon des
origines à nos jours, 1933, 75 (cit., en AM, 136-137. 148. 322-323).
90 Cf. S. OSUMI, Histoire des idées religieuses et philosophiques du Japon, Kyoto 1929, 191-195. G. B.
SAMSON, The Western World and Japan, New York Press, Buenos Aires 1950, 156-160. G.
SCHURHAMMER, Shin-tô, the Way of the Gods in Japan, Bonn and Leipzig: Kurt Schroeder,
Kyoto 1923, 65. 70. 193-196. G. KATO, Le Shintô, religion nationale su Japon, 1931, 137-140 (cit.,
en AM, 138-142).
318
91 Cf. P. HUMBERT-CLAUDE, Petit guide culturel à l’usage du missionnaire, SM, Tokyo 1948, 47-48.
53. J. LAURES, «Notes on the Death of Ninshitsu»: Monumenta Nipponica 8 (1952) 400-425, 412-
415 (cit., en AM, 138-142).
92 Cf. B. L. SUZUKI, «Kobo Daishi»: The Eastern Buddhist 3 (1924) 27-53, 35-37 (cit., en AM, 143-
144. 149).
93 Cf. A. SCHIEFNER, Tarantha’s Geschichte des Buddhismus in Indien, 1869, 201. R. OTTO, West-
östliche Mystik, Heisig & Hino Shōun, Kyoto 1926, 148. P. OLTRAMARE, Théosophie boudhique,
433 (cit., en AM, 147-148).
319
b) La reforma nipona
94 Cf. M. W. DE VISSER, Ancient Buddhism in Japan, o. c., 460-461. D. T. SUZUKI, Essays in Zen, o. c.,
6 (cit., en AM, 106-109. 146-147. 150).
95 Cf. G. RENONDEAU, Le Bouddhisme dans les Nô, Maison franco-japonaise, Tokyo 1950, 100-106.
P. MASSON-OURSEL, «Le Yuan jen louen»: Journal Asiatique 4 (1915) 21-67, 32-38 (cit., en AM,
145-146. 149-150).
320
Flores, que cuenta la historia del bodhisattva Samatabhadra ―el asociado del gran
Vairocana― será el texto doctrinal en el que se apoye Ryonin96.
98 Cf. P. OLTRAMARE, Théosophie boudhique, 339-340 (cit., en AM, 106-109. 142-143. 151-153). H.
DE LUBAC, «La notion du bien et du mal», a. c., 231-239.
99 Cf. H. H. COATES, Honen the Buddhist Saint, o. c., 958-960 (cit., en AM, 155. 168-169).
100 Cf. Ibid. (Cit., en AM, 155. 170. 187).
322
El Buda Amida ha prometido no traicionar jamás la fe del pecador que confía en él.
Pero, se trata de una confianza en que los pecados pasados, de los cuales ya se ha
arrepentido, son perdonados por la fe en la misericordia de Amida. A partir de ahora
Amida no le permite continuar pecando impunemente. Ningún Buda ha favorecido
nunca el obrar mal. Los presuntuosos serán castigados perdiendo la consciencia
durante su agonía, y no pudiendo realizar la invocación necesaria a Amida en el
momento de la muerte103.
101 Cf. M. ANESAKI, History of Japanese Religion, o. c., 153. 160. J. MURDOCH, A history of Japan, 302-
307. CH. ELIOT, Japanese Buddhism, o. c., 160 (cit., en AM, 156-158).
102 Cf. L. DE LA VALLEE POUSSIN, Bouddhisme opinions sur l'histoire, o. c., 269. P. DEMIEVILLE, «Les
versions chinoises», a. c., 242-243 (cit., en AM, 188-189).
103 Texto resumido por nosotros. Cf. AM, 188.
104 Cf. CH. ELIOT, Japanese Buddhism, o. c., 370-371. L. WIEGER, Bouddhisme chinois, o. c., 148. H. H.
COATES, Honen the Buddhist Saint, o. c., 81-87 (cit., en AM, 170-172. 176).
323
bastante de la primera, puesto que éste último será más concreto y resaltará más
explícitamente las necesidades del individuo. Su doctrina distinguirá cuatro
aspectos en la doctrina de Buda: el mundano, que consiste en predicar la Ley
teniendo en cuenta el estado espiritual del individuo; el individual, que atiende
a las necesidades de cada persona; el terapéutico, que tiene en cuenta que las
normas son sólo remedios ―pero no tienen en sí una verdadera naturaleza―; y
el absoluto, que intenta acoger todas las facultades de la persona para que ésta
alcance el nirvana105.
Honen, asimismo, mirará a su secta Jodo con los ojos del Tendai y, por ello,
distinguirá dos personalidades en Amida: la fundamental u originaria, y la
temporal o encarnada. La originaria representa a la inteligencia primordial; y la
encarnada a la naturaleza universal de Buda. Su secta, por consiguiente, más
que un carácter teórico, tendrá un carácter místico, al resaltar que todas las
cosas del universo sugieren la presencia del Buda salvador que lo abraza todo
con su amor. A través de ella, Honen deseará también sanar la vida religiosa y
reconducirla a lo esencial ―al igual que había hecho Sakyamuni en la India. Y,
de ahí que, para hacerse más accesible a todos los hombres, simplifique los
métodos para la liberación. Esta visión, asimismo, será recogida en los textos
canónicos, para aliviar la situación deprimente que atravesaba su época y para
proclamar incesantemente su consejo y «pequeña vía»106:
¿Cómo prevenir del conocimiento cierto e indefectible? Y sin él, sin esta llama del
conocimiento ¿cómo romper los lazos de las malas pasiones, principios de la conducta
negativa? Hoy los hombres son demasiado débiles para comprender y asimilar las tres
formas de pensamiento y las cuatro formas de disciplina. Son demasiado inconstantes
para seguir hasta el final el camino del gran ascetismo y de la contemplación abstracta.
Incluso entre los monjes ¿cuántos llegan realmente a controlar su carácter y a la
meditación profunda? Así, su vida transcurre sin que produzca frutos, y en su última
hora se encuentran desprovistos de todo medio de salvación. La era del ocaso total nos
amenaza y nos encontramos desvalidos. Pero, en este declive total, Amida es la roca a la
que debemos agarrarnos, la tabla de salvación a la que debemos aferrarnos, el cíngulo de
salvación que nos salvará del abismo. La salvación permanece accesible para todo aquel
que invoque el Nombre sagrado con corazón sincero107.
105 Cf. E. LAMOTTE, Le Traité de la Grande Vertu de sagesse de Nâgârjuna, o. c., 31-33 (cit., en AM,
175-176).
106 Cf. M. ANESAKI, History of Japanese Religion, o. c., 174 (cit., en AM, 59-160. 195).
107 Texto resumido por nosotros. Cf. L. WIEGER, Bouddhisme chinois, o. c., 39-40 (cit., en AM, 161-
162).
324
b) La ambigüedad de Honen
108 Cf. H. H. COATES, Honen the Buddhist Saint, o. c., 317. L. WIEGER, Amidisme, o. c., 43. La
confianza en la doctrina de Honen será tan poderosa que, algunos samurais, cansados del
mundo se suicidaron aferrándose a la fe de adquirir la Tierra Pura pronunciando el nombre
de Amida (cit., en AM, 162-163. 180. 194).
109 Cf. H. H. COATES, Honen the Buddhist Saint, o. c., 343. 394-396 (cit., en AM, 163).
325
110 Cf. H. H. COATES, Honen the Buddhist Saint, o. c., 743. P. DEMIEVILLE, «L’origine des sectes», a.
c., 103 (cit., en AM, 189-191).
111 Cf. CH. ELIOT, Japanese Buddhism, o. c., 264-266 (cit., en AM, 176-177).
326
112 Cf. H. H. COATES, Honen the Buddhist Saint, o. c., 394-396 (cit., en AM, 176-177).
113 Cf. G. RENONDEAU, La Doctrine de Nichiren, PUF, Paris 1953, 7. 127-130. 168. 171. N. ARAI,
Outlines of the doctrine of the Nichiren Sect, Academy of Oriental Culture, Tokyo 1983, 11. M.
ANESAKI, Nichiren, the Buddhist Prophet, Cambridge University Press, Cambridge 1919, 8-9
(cit., en AM, 182-183).
114 Cf. CH. ELIOT, Japanese Buddhism, o. c., 264-266. G. RENONDEAU, Hokke Shuyo Sho, 194 303. P.
DEMIEVILLE, «Les versions chinoises», a. c., 239 (cit., en AM, 184-185).
327
condenado a muerte. Pero, como las amenazas de los mongoles respecto del
país ―y que Nichiren había profetizado― se cumplieron, el gobierno japonés,
en lugar de matarle, le readmitirá en la sociedad y realzará su popularidad en el
país115.
Por su parte, Honen, después de la guerra que había sufrido por parte de
Nichiren y del pueblo, morirá manifestando a los suyos que, la muerte, ya no
era una amenaza para él, puesto que había podido contemplar la Tierra Pura y,
en ella, a Seishi, a Kannon y a numerosos santos116:
¿Qué importa si nuestros cuerpos, frágiles como el rocío,
se descomponen aquí o allá, volviendo a la nada?
Nuestras almas se encontrarán de nuevo, en un día más feliz,
en el mismo jardín del loto, donde ahora crecen117.
115 Nichiren, destaca De Lubac, al igual que hacían en Roma los enemigos del cristianismo en
tiempos de Arnobio y S. Agustín, se encarga de explicar que el amidismo, con sus sacrílegas
novedades, es el causante principal del desorden público y de las calamidades que se
ciernen sobre el mundo. Sus acusaciones, además, fueron avaladas por el terremoto de 1257,
por las catástrofes producidas por el cometa de 1264, y por las invasiones de los mongoles en
China. Cf. G. RENONDEAU, Hokke Shuyo Sho, o. c., 76. 89. 104. 191 (cit., en AM, 186-187).
116 Cf. A. C. REISCHAUER, Early Japan History, 169 (cit., en AM, 164-166).
117 Texto resumido por nosotros. Cf. H. H. COATES, Honen the Buddhist Saint, o. c., 542 (cit., en
AM, 167).
118 Cf. H. H. COATES, Honen the Buddhist Saint, o. c., 39. 45-48. 252-253. CH. ELIOT, Japanese
Buddhism, o. c., 263. VISSER, M. W. DE., Ancient Buddhism in Japan, o. c., 350 (cit., en AM, 167-
168. 175).
328
119 Cf. H. GOWEN, Histoire du Japon, o. c., 176. CH. ELIOT, Japanese Buddhism, o. c., 297-299. La
organización bélica de los Shin, explica De Lubac, nos deja entrever un budismo batallero,
con organizaciones que nos recuerdan a las Órdenes militares cristianas de la Tierra Santa o
del Báltico. Cf. R. GROUSSET, Les civilisations de l’Orient, o. c., 138 (cit., en AM, 199-200. 204-
205).
120 Cf. D. T. SUZUKI, Essays in Zen, o. c., 238. L. WIEGER, Bouddhisme chinois, o. c., 45-46 (cit., en
AM, 202. 212-213).
329
121 Cf. S. OSUMI, Histoire des idées religieuses, o. c., 134. A. FOUCHER, La vie du Bouddha, o. c., 345. P.
DEMIEVILLE, «Les versions chinoises», a. c., 238 (cit., en AM, 200-203. 212).
122 Cf. A. LLOYD, Shinran and his work, Maison franco-japonaise, Tokyo 1910, 86. H. NAKAMURA,
Ways of Thinking of Eastern People: India-China-Tibet-Japan, East-West Center Press, Honolulu
1966, 116. CH. ELIOT, Early Monastic Buddhism, Rajesh Publications, Calcuta 21960. CH. ELIOT,
Japanese Buddhism, o. c., 186. 390. M. ANESAKI, History of Japanese Religion, o. c., 82-83. H. H.
COATES, Honen the Buddhist Saint, o. c., 617 (cit., en AM, 201-202. 213).
330
que lo es, buscará la purificación para morir con un pensamiento puro; sin
embargo, si aquel que es puro, se enorgullece de serlo, y se complace en su
propia pureza, entonces se manchará y morirá con un pensamiento impuro123.
123 Cf. D. T. SUZUKI, Development, o. c., 292-293. L. DE LA VALLEE POUSSIN, Bouddhisme, opinions sur
l'histoire, o. c., 70 (cit., en AM, 208-210. 212).
124 Cf. B. NANJIO, A short History of the twelve Japanese Buddhist Sects, Academy of Oriental
Culture, Tokyo 1886, 140-141 (cit., en AM, 206-207).
125 Cf. AM, 208.
331
b) El cisma de Ippen
El primitivo arte budista, explica nuestro autor, era anicónico, puesto que
sus símbolos corrían el peligro de ocupar la imagen de éste. Así, por ejemplo, la
significación mitológica del «árbol» o del «pilar del loto» amenazaban con
aplicarse al mismo Buda, y con caer en una identificación de Buda con el objeto
que lo simbolizaba. Esta tipificación, además, podía terminar afirmando que los
símbolos reemplazaban a Buda. Pero, el amidismo, olvidándose de estos
126 Cf. M. ANESAKI, History of Japanese Religion, o. c., 151-153 (cit., en AM, 216-217).
127 Cf. H. H. COATES, Honen the Buddhist Saint, o. c., 59-64 (cit., en AM, 219-221).
128 Cf. R. GROUSSET, Les civilisations de l’Orient, o. c., 4. 45. P. PELLIOT, «Les fresques de Touen-
houang et les fresques de M. Eumorfopoulos», a. c., 143-167, 154-155 (cit., en AM, 55).
332
La superstición que tienen los fieles budistas acerca de esta imagen, señala
el profesor de Lyon, es bastante antigua en el budismo. Y la predicación que
realiza Amida desde lo alto del cielo, sirve de modelo para todas las imágenes
sobre paraísos. La mayor parte de estos iconos personifican al Buda Amida en
el centro de los dos planos: el de la tierra inmersa en la oscuridad; y el celeste
luminoso y en fase de expansión. Asimismo, la posición alta y lejana en que se
encuentran las nubes, permite vislumbrar a Buda irradiando sobre la miseria
humana un sol colmado de piedad, para absorberlo todo a su gloria. Además,
este descendimiento de Amida origina un gran influjo sobre las almas, puesto
que une el mundo real con el ideal; y el «yo» aparece íntimamente ligado al
mundo de Buda. Asimismo, el fervor hacia este cuadro ha suscitado en la
liturgia budista una fiesta dedicada al descendimiento de Buda131.
el hábito monástico, mientras que él está vestido con el traje del príncipe,
sujetando en su mano un pequeño frasco de ambrosía y recibiendo, junto con
los otros bodhisattvas, la veneración de los fieles132.
GROUSSET, Les civilisations de l’Orient, o. c., 25. J. BUHOT, Histoire des arts du Japon, o. c., 89. 108-
109. 177-178. 233. P. CLAUDEL, Connaissance de l’Est, Larousse, Vienne 1920, 425.ss. P. MUS,
Barabudur, o. c., 246-247 (cit., en AM, 106-111. 127-128).
135 Cf. H. MASPERO, Les religions de la Chine, o. c., 212. O. SIREN, Histoire de la peinture chinoise, Van
Oest, Bruxelles/Paris 1925-1926, 59-60 (cit., en AM, 120-123. 125. 129).
335
Siglos más tarde, adquirirá gran fama en el arte amidista, Genshin (942-
1017). Este hombre, dotado de alma sencilla, será uno de los más grandes
artistas y literatos del amidismo. A él se le atribuye una de las obras más famosas
de Amida: el descendimiento. Sus cuadros se liberan de las convecciones
estilísticas provenientes de China y adquieren un carácter majestuoso. La
influencia de su obra se verá reflejada durante los siglos X y XI en los templos
budistas más famosos de Japón137.
136 Cf. G. MIGEON, Au Japon, 49. CH. ELIOT, Japanese Buddhism, o. c., 209. O. KÜMMEL, L’art de
l’Extrême-Orient, 10-11. A. MAYBON, Les Temples du Japon, E. de Boccard, Paris/Hanoi 1952, 57
(cit., en AM, 106-109. 135-137. 142-143. 182-183. 317-318).
137 Cf. A. C. REISCHAUER, Studies, o. c., 215. H. H. COATES, Honen the Buddhist Saint, o. c., 532. 562.
689-690 (cit., en AM, 106-109. 142-143. 177-178).
CAPÍTULO IX
U NIDAD EN LA D IVERSIDAD
1 Cf. H. de Lubac, Affrontements mystiques, Témoignage chrétien, Paris 1950, 166. ID., Sur les
chemins de Dieu, Cerf, Paris 22006, 213.
338
2 Cf. ID., Theilhard posthume. Réflexions et souvenirs, Fayard, Paris 1977, 130-131.
3 H. DE LUBAC, «Préface», in H. RAHNER (ED.), Servir dans l’Eglise. Ignace de Loyola et la Genèse
des Exercices, Apost. De la Prière, Toulouse 1948, 6.
4 Cf. ID., Athéisme et sens de l’homme, Cerf, Paris 1968, 17. 19-20. 22-23. 42 (Trad. Esp. Ateismo y
sentido del hombre, Centro de Estudios Universitarios C.E.U, Madrid 1969).
339
5 Cf. Ibid., 15-20. ID., Mistica e mistero cristiano, Jaca Book, Milano 1979, 6-7.
6 Cf. H. DE LUBAC, Nouveaux paradoxes, Seuil, Paris 1955, 12-13 (versión cast.: Paradojas, seguido
de Nuevas Paradojas, PPC, Madrid 1997). ID., «L’origine de la religion», en I. KOLOGRIVOF
(ED.), Essai d’une somme catholique contre les Sans-Dieu, Spes, Paris 1936, 232-269, 235-237.
241.257. ID., «Petit catéchèse sur la ‘nature’ et la ‘grâce’»: Communio 11 (1977) 11-23, 13-15.
340
7 Cf. ID., Theilhard posthume, o. c., 131-132. ID., Catholicisme: les aspects sociaux du dogme, Cerf,
Paris 21965, 136. ID., Eségèse médiévale. Les quatre sens de l’Escriture. (Première partie, Tome I),
Aubier-Montaigne, Paris 1959, 661. ID., «La paradoxe de l’homme ignoré des gentils», en X.
MAPPUS (ED.), A la rencontre de Dieu: Mémoril Albert Gelin, Le Puy, Paris 1961, 397-414, 399-
407.
8 Cf. ID., La Pensée religieuse du Claudel, Desclée de Brouwer, Paris 1969, 179-180. ID., L’Eternel
Féminin. Etude sur un teste de Teilhard de Chardin: Suivi de Teilhar et notre temps, Aubier-
Montaigne, Paris 1968, 135-136. ID., Le drame de l'humanisme athée, Spes, Paris 31945, 9. ID.,
Blondel et Teilhard de Chardin correspondance commentée, Beauchesne, Paris 1965, 67.
341
9 Cf. ID., La pensée religieuse du père Pierre Teilhard de Chardin, Cerf, Paris 22002, 13.55. 91. 162.
166. 290. ID., Teilhard missionnaire et apologiste, Prière et Vie, Toulouse 1966, 15. 69. ID.,
«Nature and Grace», en P. BURKE (ED.), The word in History, Sheed and Ward, New York 1966,
24-40, 32. ID., La prière du père Teilhard de Chardin; suivi de, Teilhard missionnaire et apologiste,
Cerf, Paris 2007, 118. 179. ID., «La paradoxe de l’homme», a. c., 400-410.
10 Cf. ID., Nouveaux paradoxes, Seuil, Paris 1955, 10-11. ID., «Sur la philosophie chrétienne»:
Nouvelle revue théologique 63 (1936) 225-253, 234. 237. ID., La foi Chrétienne, Aubier-Montaigne,
Paris 1970, 159-160. ID., «L’origine de la religion», a. c., 238-240. 243.258.
342
14 Cf. ID., Meditation sur l’Eglise, Montaigne, Paris 1953, 127. 144-147. 150 (trd. esp. Meditación
sobre la Iglesia, Encuentro, Madrid 31988). ID., «L’origine de la religion», a. c., 261-268.
15 Cf. SAN JUSTINO, Apologia II, 8, 1 (cit., en H. DE LUBAC, Catholicisme, o. c., 242). LRB, 283.
16 Cf. H. de Lubac, La Révélation divine, Cerf, Paris 1968, 181-182.
17 Cf. N. ETEROVIC, Cristianesimo e Religioni secondo H. de Lubac, Città Nuova, Roma 1981, 285.
«Ce que je peux vous dire, c’est que l’étude d’histoire des religions que j’ai dû poursuivre au
long de mes années d’eseignement m’afait ‘’réaliser’’ toujours d’avantage ce qui a d’originel,
d’unique, le Fait chrétien (préparé par l’AT) dans l’histoire de l’humanité […] J’admire
344
beaucoup les efforts religieux des hommes ―mais je ne vois rien de comparable au grand
sillage lumineux du Christ― qui seul a vraiment ‘’mis en marche’’ notre espèce […] Le péril
aujourd’hui est que cette marche ouble son principe et que, reniant ses origines chrétiennes,
elle n’impose partout une utopie séculariste, contribuant à ruiner les religions humaines au
lieu de les intégrer (moyennant patrience á longueur de siécles, respect, sympathie, et priére)
dans la synthèse chretienne»17. Carta enviada desde Paris por H. de Lubac al Rev. Nikola
Eterovic el 23 de noviembre de 1977 (Ibid., 285-286).
18 Cf. H. DE LUBAC, L’Eternel Féminin, o. c., 309-310. ID., «Foi et dévotion dans l’Lamidisme»:
Bulletin Secretariatus pro non christianis 19 (1972) 6-20, 9. ID., «L’origine de la religion», a. c.,
263-268.
345
19 Cf. ID., Catholicisme, o. c., 255. ID., Eglises particulières et Eglise universelle, o. c., 55. AM, 304-305.
ID., «Foi et dévotion», a. c., 18-20.
20 ID., Images de l’abbé Monchanin, Aubier-Montaigne, Paris 1967, 87. Cf. ID., «La paradoxe de
l’homme», a. c., 400-405.
21 Cf. AB.I, 8-9.
22 Cf. LRB, 5. 259-278. AB.I-1951, 8. ID., Meditation sur l’Eglise, o. c., 82. La valoración que De
Lubac resalta del budismo y del cristianismo la ha visto reflejada en «el Gobi». Esta cuenca
sedimentaria de Mongolia, nos dice, es la verdadera «Pompeya asiática», el centro de
encuentro de todas las grandes religiones, entre las que se encuentra especialmente el
budismo. «El Gobi» es una muestra de la variedad de culturas que han pasado por él y que
han tratado de dejar ahí su sello. Es el testimonio de una humanidad que no renuncia a su
unificación. Para los cristianos «el Gobi» puede ser el signo de que Cristo busca sin cesar y,
346
donde sea, a sus miembros dispersos hasta conseguir la unificación universal. Así ha
querido realizarlo a través de su Iglesia católica; abrazando a los hombres de todas las
culturas y religiones. Todos ellos, aunque de forma diversa, pertenecen a la Iglesia universal.
Cf. ID., «Les secrets arrachés aux sables du Gobi»: Etudes religieuses 215 (1933) 641-664. 645.
23 Cf. H. DE LUBAC, Blondel et Teilhard de Chardin, o. c., 67. ID., «Textes Alexandrins et
boudhiques»: Recherches de science religieuse 27 (1937) 336-351, 337-340. AM, 10. R. GUARDINI,
Le Seigneur: méditations sur la personne et la vie de Jésus-Christ, Alsatia, Paris 1945, 347 (cit., en
AB.I, 18). La obra de R. GUARDINI está traducida al español bajo el título: El Señor:
meditaciones sobre la Persona y la Vida de Jesucristo, Cristiandad, Madrid 22005.
24 Cf. H. DE LUBAC, Catholicisme, o. c., 274. ID., Le drame de l'humanisme athée, o. c., 5. 20. ID.,
Proudhon et le christianisme, Seuil, Paris 1945, 10. 308.
347
también la razón por la que cree que las religiones no bíblicas no pueden
encontrar sentido alguno en la historia. Es decir, considera que ellas sólo
pueden aparecer como doctrinas de evasión individualista. Y, el budismo, ante
esta realidad, se presenta como una drástica y sutil purificación, como una
preparación negativa a través del «vacío», hasta que el Mensaje pascual consiga
resonar en su alma con acentos de triunfo25.
a) El cristocéntrismo patrístico
25 Cf. ID., Catholicisme, o. c., 93-100. 107. LRB, 279. Respecto del paralelismo de algunos textos
del Antiguo Testamento que, según algunos autores, tienen con el budismo, De Lubac
explica que esto no es del todo cierto, puesto que éstos no se encuentran ni en las oraciones
de los salmos, ni en la profecía de Isaías, ni en ninguna de las preparaciones o
prefiguraciones positivas del Evangelio, sino únicamente en el Eclesiastés. Cf. LRB, 279-280.
26 Cf. ID., Paradoxe et mystère de l'Eglise, Aubier-Montaigne, Paris 1967, 120. 127-129. 133. En
español: Pardoja y misterio de la Iglesia, Sígueme, Salamanca 22002.
348
de la esfera cósmica. Por esta razón, san Ireneo defiende que Cristo, después de
haber preparado a la humanidad, ha venido para salvarla. Cristo, dice, es la
salvación de todos, porque revela al Padre en lo más íntimo de cada criatura27.
Esta preparación y evolución de la salvación de Cristo, que se manifiesta
proporcionalmente en la capacidad y receptividad del hombre, ha sido también
defendida por Orígenes, Teodoro, Basilio, Gregorio Nacianceno, Ambrosio y
Agustín. Todos ellos creen que el «Sol de Justicia» resplandece sobre todos y,
por tanto, ningún hombre ha nacido sin Cristo28.
27 Cf. SAN IRENEO, Adv. Haer., 2, 22, 4 ; 3, 18, 7 (cit., en H. DE LUBAC, Catholicisme, o. c., 180).
28 Cf. ID., La foi Chrétienne, o. c., 211-212. ID., Catholicisme, o. c., 180-181. 181. 200. 209-220.
29 Cf. ID., Paradoxe et mystère de l'Eglise, o. c., 131-134.
349
necesaria a la obra del Redentor y, por tanto, lejos de hacer superflua la misión
de la Iglesia, ratifica su exigencia y su esencia. La Iglesia tiene la misión de dar
forma al mundo «transformándolo», y el cristiano debe colaborar intensamente
en esta obra, convencido de que la plenitud del mundo debe pasar del estado
de promesa al de cumplimiento30.
30 Cf. H. DE LUBAC, Catholicisme, o. c., 185. 194-195. 200. 243-244. 251 (Ed. Esp., 164. 169. 201.
206). ID., Le fondement théologique des missions, Seuil, Paris 1946, 23. 25. ID., «Petit catéchèse sur
la ‘nature’ et la ‘grâce’», a. c., 12-17.
31 Cf. ID., Paradoxe et mystère de l'Eglise, o. c., 153. ID., Catholicisme, o. c., 185-186. De Lubac
discrepa con K. Rahner respecto del tema del «cristianismo implícito o anónimo». En el
capítulo undécimo dedicado a la crítica lo trataremos de una forma más amplia.
350
c) Solidaridad de la salvación
32 Cf. H. DE LUBAC, Le fondement théologique des missions, o. c., 30-35. ID., Paradoxe et mystère de
l'Eglise, o. c., 120-125. ID., «Petit catéchèse sur la ‘nature’ et la ‘grâce’», a. c., 17-20.
33 Cf. ID., Meditation sur l’Eglise, o. c., 179. 223.
351
Todos los cristianos, por consiguiente, al igual que los hombres de las
otras tradiciones religiosas, son miembros de un cuerpo: el del género humano.
Todos forman parte de la misma naturaleza y del mismo destino. Y, puesto que
34 Cf. Ibid., 248-249. ID., Catholicisme, o. c., 10. 181. 309. 319-320. ID., «Petit catéchèse sur la
‘nature’ et la ‘grâce’», a. c., 18-22.
35 ID., L’Eternel Féminin, o. c., 312.
352
todos los miembros están unidos en la vida del mismo Cuerpo, sería imposible
su salvación si este cuerpo no estuviera ya salvado. Todos los miembros de la
familia humana gozan de una misma igualdad esencial frente a Dios, porque
todos cayeron, y a todos ha sido dada la promesa de la Redención. La unidad
del género humano, por tanto, está caracterizada por la unión misteriosa que
une a todos los hombres en una familia. Y los no-cristianos pueden así
beneficiarse de la comunicación vital con los creyentes. Para ello, es necesario
que exista la actividad misionera y el diálogo interreligioso. Los cristianos
tienen un «plus» que suple a «lo que no poseen» los no-cristianos: la certeza de
la salvación de Cristo. Por eso, los seguidores de Cristo no pueden conformarse
con saberse salvados gracias a su incorporación a la Iglesia, y a la participación
en la gracia de sus sacramentos, sino que, también, deben sentirse solidarios y
responsables de que los no-cristianos puedan llegar a gozar de las gracias
actuales de los sacramentos36.
Examinar la historia del hecho búdico, que a partir del siglo XIX se ha
realizado en el Occidente europeo, y el conocimiento histórico de los diversos
modos con que éste ha sido afrontado, nos ayuda, según De Lubac, a no
cometer los mismos errores del pasado, y a encontrar nuevas pistas para llegar
a una justa valoración del budismo. Aunque, también es cierto, aclara el
profesor de Lyon, que todavía es necesaria una mayor profundización e
investigación acerca de sus orígenes, del significado fundamental de su
doctrina, de la historia de sus sectas y cánones, del influjo que ha recibido de la
cultura iraní, de la historicidad sobre sus personajes más relevantes, de la
interpretación de su doctrina filosófica, y de su práctica desaparición de la
India38.
cristianismo para abrazar las ideas del budismo. De hecho, los humanistas,
admiran más el espíritu de investigación y las nuevas ideas que pueda aportar
la filosofía budista, que la religiosidad o espiritualidad de esta religión40. La
segunda característica de la relación del budismo con Occidente, explica el
jesuíta, se basa en la importancia que éste da al mundo interior, frente al
ritualismo y la superstición. Se cree que el budismo responde al ideal de una
religión mundial, sin dogmas. Y que Gautama, como Jesús, Lao-tse u otros
fundadores, manifiesta una misma imagen de la realidad. El budismo, según
esta teoría, se puede convertir en una religión que se impone sobre las
religiones particulares. Huxley la denominará la philosophia perennis. Es decir, la
fuerza espiritual que tiene tanta vivacidad como el cristianismo41. La tercera
característica de la relación del budismo con Occidente, según De Lubac, se
puede analizar desde la perspectiva de la conversión, dado que el budismo
presenta un espíritu de búsqueda del hombre, y que la Iglesia católica trata
también de realizar. Esta tarea no es fácil para la Iglesia, puesto que implica
aspectos aparentemente paradójicos: el rechazo de varios aspectos del budismo
y el deseo de dialogar con él42.
evangelizaron estos lugares y los del imperio romano, a pesar de las conquistas
de Alejandro Magno (326-323) y de sus fundaciones monásticas greco-indianas,
que favorecieron los numerosos contactos entre el mundo indiano y el
Occidente, no han dejado testimonios valiosos de que la religión budista se
practicara en esas tierras. Y, por tanto, se podría afirmar que ha existido una
independencia entre las tradiciones budista y cristiana43.
43 Cf. Ibid., 5-20. 24-25. No nos detenemos aquí en la minuciosa y valiosa investigación que De
Lubac va haciendo acerca de los distintos conquistadores e historiadores. Preferimos
centrarnos sólo en las conclusiones a las que nuestro autor va llegando en relación con los
contactos mutuos entre el cristianismo occidental y el budismo.
44 Cf. Ibid., 23. ID., «Textes Alexandrins et boudhiques», a. c., 336-345.
356
45 Esta influencia de Buda sobre Mani, explica de Lubac, podemos atestiguarla a través de la
anatematización que la Iglesia bizantina exigía a los maniqueos que se convertían al
cristianismo. Éstos debían profesar que rechazaban a aquellos que confesaban que
Zoroastro, Buda, Cristo, Mani y el Sol eran un solo ser. Cf. LRB, 22-24.
46 Cf. Ibid., 20-25. 32.
47 Cf. J. SONET, Le roman de Barlaam et Josaphat. Recherches sur la tradition manuscrite latine et
française, Mamur, Lovanio 1949 (cit. en LRB, 25-28). La transformación del nombre de
Sakyamuni en los de estos santos, explica De Lubac, se cree que sufrió estas modificaciones:
Bodhisattva (Sdkyamuni) pasó a pronunciarse como Budasaf (Jusafat en árabe). Cf. ID., LRB,
35.
357
Buda y Jesús son necesarios el uno al otro; ambos perfeccionan y completan la unión
del sistema: Buda es la mente, Jesús el corazón; Buda es el general, Jesús el particular;
Buda es el hermano del universo, Jesús el hermano de los hombres; Buda es la
filosofía, Jesús la religión; Buda es la circunferencia, Jesús es el centro; Buda es el
sistema, Jesús el punto de radiación; Buda es la manifestación, Jesús es el Espíritu;
Buda es el hombre o la inteligencia, Jesús es la mujer o la institución. Nadie puede ser
verdaderamente cristiano si no es antes budista. Las dos religiones constituyen el
interior y el exterior del mismo Evangelio. El budismo es incomprensible sin el
cristianismo, y el cristianismo es ininteligible sin el budismo52.
51 Cf. H. S. OLCOTT, Le Boudhisme selon le canon de l’Eglise du Sud, 21, 56, 87. A. S. SINNETT, Le
Bouddhisme ésotérique, Adyar, 1989, Paris 1923, 237-238. M. BLAVATSKY, The Secret Doctrine,
1890, 218. S. BHIKSKU, Catéchisme bouddhisque, o Introduction à la doctrine du Bouddha Gotama,
77-79. A. BESANT, Esoteric Christianity, 134. A. ROUSSEL, Le Bouddhisme contemporain, École,
Paris 1916, 337-344 (cit., en LRB, 208-217. 237-239).
52 Texto resumido por nosotros. Cf. A. B. KINGSFORD, The Perfect Way, 1892, 178 (cit., en LRB,
209).
53 Cf. LRB, 127.
359
57 Cf. EYRIES e MALTE-BRUN, «Nouvelles Annales des Voyages», XXII, 1824, 273-275. 353-355. H.
LICHTENBERGER, Histire des idées religieuses en Allemagne, III, 1888, 42. C. RENOUVIER, La science
de la morale, 1869, 324 (cit., en LRB, 158-167. 170. 173-174).
58 Texto resumido por nosotros. Cf. A. SCHOPENHAUER, Il mondo come volontà e rappresentazione
(cit., en LRB, 158).
59 Cf. E. M. DE VOGÜE, Le Roman russe, Plon, Paris 1886, 3-5. G. LAHOR, Storia della letteratura
indiana, 1888, 133, 157. A. CHABOSEAU, La philosophie bouddhique, Astra, Buenos Aires 1946,
277. G. DE LA FONT, Le Bouddhisme, 1895, 159 (cit., en LRB, 233-236).
361
presentan una gran semejanza con su comprensión científica, así como con la
astronomía, la energía nuclear y la constitución de la materia60.
Todo ello, resalta De Lubac, nos muestra también que la religión del
Despertado, una vez que adquiere popularidad en Europa, aparece en
confrontación con el cristianismo y con la filosofía tradicional. De hecho, los
protagonistas del romanticismo germánico refuerzan las tendencias
tradicionalistas, y proponen una vía sincretista, planteando la idea de un Dios
único en la esencia de todos los cultos y religiones antiguas. El budismo, como
«religión de la naturaleza», afirman, no se opone a la «religión del Verbo», sino
que está en su base. Todo, según ellos, procede de una «verdad primordial» a la
que sigue la teoría de la «doctrina de la emanación» budista. De ahí que, el
60 Cf. E. FRANC-PRAT, «La Pensée bouddhique», 1940, 20. VINH-LOC, «L’Energie atomique et le
Bouddhisme»: France-Asie 43 (1949), 250-254. R. LINSSEN, «Le Boduddhisme et la science
moderne» France-Asie 46-47 (1950, 650-663 (cit., en LRB, 235-237).
61 Cf. LRB, 169. 198.
62 Cf. ID., Affrontements mystiques, o. c., 166. ID., Sur les chemins, o. c., 213.
362
Por último, añade De Lubac, superada esta etapa de conflictivas ideas, así
como la tragedia de la Primera Guerra Mundial, Europa se encontrará aún más
expuesta al influjo oriental, puesto que comenzarán a desarrollarse institutos
budistas para dar a conocer su doctrina y su meditación zen64.
63 Cf. VOSS, Anti-Symbolique, 472-474. D. ECKSTEIN, Sur les rapports entre l’Inde et l’Erupope, 27. F.
LAOUENAN, Du Brahmanisme et des ses rapports avec le judaïsme et le christianisme, Pondichéry,
Paris 1884, 390-474. S. CHEVILLARD, Siam et les Siamois, 1887, 227-228 (cit., en LRB, 185-187.
190-193. 195. 197-198).
64 Cf. R. SCHAWAB, La Renaissance orientale, 490 (cit., en LRB, 238-240).
65 Cf. F. NEVE, «Histoire du bouddhisme indien»: Le Correspondant II, 685 (cit., en LRB, 181-183.
205). Entre los apologistas destacan: Wiseman, Nève, Lacordaire, Bertrand, Kircher, Bartoli,
Bouhours, Creuzer, Schelgel, Strauss, Quinet, Bonnetty, Valroger, Bourgeat, Schoebel,
Dechamps, Grant, Laboulaye, Pillon, Broglie, Laouenan. Cf. LRB, 180-198. 209.
66 Cf. F. NEVE, De l’etat présent des études sur le bouddhisme, 9. M. MÜLLER, Le Bouddhisme, 306. G.
M. GRANT, L’Orient et la Bible, 1889, 7 (cit., en LRB, 187-189).
363
Los testimonios orales y escritos que han dejado sobre el budismo los
misioneros cristianos, son acogidos con gran justicia y simpatía por parte de De
Lubac. Considera importantes y valiosos los documentos de éstos, para poder
estudiar las relaciones entre budismo y cristianismo, y, constata, que han sido
ignorados durante un largo tiempo. Entiende, asimismo, que no se puede
prescindir de los testimonios de los misioneros para la comprensión del
budismo en sí mismo, dado que éstos convivieron con los budistas y, muchas
veces, también tuvieron que defender con tesón sus ideas doctrinales68.
Por su parte, los misioneros que llegaron a la India, fueron los «Cristóbal
Colón» en el mundo religioso de ese país. En su deseo de inculturarse,
entendieron que lo primero que debían hacer era conocer el sánscrito, para
poder después profundizar en su filosofía y en las religiones de la India. Ese
esfuerzo de adaptación a su cultura, no sólo les permitió aprender bien la
lengua y las costumbres, sino también, con los años, ser ellos los que se
preocupasen de investigar acerca de los orígenes de esta lengua, realizar
gramáticas, diccionarios de sánscrito y pali con algunas de las escuelas
europeas, y fundar en Europa, a partir del 1820, centros de estudio de la
misma72.
En el siglo XVI, los misioneros que pisaron por vez primera el gran país
asiático, pertenecientes a distintas órdenes religiosas: dominicos, agustinos y
jesuitas, aunque en un primer momento ―debido a la decadencia que sufría el
budismo en este país― no mostraron gran interés por la religión budista, poco a
poco trataron de ir conociéndolo, tomar contacto con las autoridades, adaptarse
a las costumbres budistas y aprender el chino. Esto hizo que fueran
identificados con profetas de sectas budistas, que también predicaban la nueva
vida después de la muerte y el valor y recompensa por los méritos y deméritos
de cada uno76.
80 Cf. M. V. COUSIN, Trois lettres a M. l’abbé Deschamps, Hachette, Paris 1880, 2. 247-250.
BONNETY, «Le correspondant», 1860, 731-73. 749-753. H. MASPERO, «La sinologie», 261-270. R.
GUENON, Orient et Occident, 1924, 152-155 (cit., en LRB, 122-127. 155-157. 175-176. 195-196.
242-244. 251-252).
81 Cf. LRB, 55. 61. 67-75. AM, 329-330.
370
ello, es preciso reconocer que confundieron las devociones sintoístas con las
budistas, y a Amida con Kanon, debido a que unos le presentaban en forma de
hombre y otros en forma de mujer. Pero, también es necesario destacar que,
paulatinamente, fueron apreciando la diferencia profunda entre la secta
amidista, el Zen y la devoción popular. Asimismo, y aunque tacharon a la secta
amidista de diabólica, constataron que Amida era apreciado como un ser
invisible, eterno y fuente de todos los bienes82.
82 Cf. LRB, 114-115. 117. C. R. BOXER, The Christian century in Japan, 1549-1650, University of
California Press, Los Ángeles 1951, 5-15. K. HARA, Histoire du Japon, 1926, 17-25. J. BRODRICK,
Saint Francis Xavier (1506-1552), Burns Oates, London 1952, 400-402. E. BAPST, La controverse
du P. Cosme et le rapport retrouvé de son interprète le Fr. Juan Fernandez s. j., 114-115. (cit., en
AM, 308-312. 314. 331-332).
83 Cf. G. SCHURHAMMER, Das kirchliche Sprachproblem in der japanischen Jesuitenmission des 16,
und. 17. Jahrhunderts: ein Stück Ritenfrage in Japan, Völkerkunde Ostasiens, Tokyo 1928, 70-73
(cit., en AM, 322-324. 327-334).
371
correctamente la idea del verdadero Deus, y que los fieles estaban asemejando la
doctrina cristiana a la budista. Las rectificaciones, que debido a este problema
intentó realizar, así como sus discusiones religiosas, y las denuncias a los
fundadores de las sectas ―por enriquecerse a consta de los fieles― fueron mal
interpretadas por algunos bonzos, que llevaron su queja ante el Emperador. Éste,
prohibió, bajo pena de muerte, la conversión al cristianismo, y Javier se vio
forzado a abandonar Japón. Pero, a pesar de este contratiempo, la experiencia
de Javier, así como sus aciertos y errores, sirvieron de paradigma para los
misioneros que le siguieron84.
reconciliar todas las inspiraciones y deseos de las diversas relgiones, fundadores, magos,
profetas y filósofos bajo una única Ley, la de Cristo. Para ello, aseguraba, sería la Compañía
de Jesús ―a la que él quiso pertenecer― la que mejor podría aunar los méritos de Oriente y
Occidente, llevando al mundo a la unidad en las costumbres y en la espiritualidad. Cf. LRB,
51-55.
86 Cf. C. R. BOXER, The Christian century in Japan, o. C., 221. P. CHARLES, «Le premier jésuite
japonais»: Xaveriana, 176-177. 175. F. JAVIER, Epistolae aliaque eius scripta, o. c., 223-256 (cit., en
AM, 312-313. 320-321. 324-327).
87 Cf. L. WIEGER, Controversiae, 1934, 166. A. C. REISCHAUER, Early Japan History, 183 (cit., en AM,
223-2289).
373
88 Cf. H. BERNARD-MAITRE, Le Père Matthieu Ricci et la société chinoise de son temps (1552-1610),
Hautes Etudes, Tientsin 1937, 137. H. DORE, Recherches sur les superstitions en Chine: IIIème
partie. Sommaire historique du Bouddhisme, Imp. de la Mission Catholique, Chang-Hai 1934,
329-330. Y. SAEKI, The Nestorian Monument, 148-153. 156. A. C. REISCHAUER, Early Japan
History, 183 (cit., en AM, 220-232).
89 Cf. LRB, 73-74. L. WIEGER, Controversiae, 1934, 166. A. C. REISCHAUER, Studies in Japanese
Buddhism, Macmillan, New York 1925, 218. H. H. COATES, Honen the Buddhist Saint, his life and
teaching, compiled by imperial order, Chinin, Kyoto 1925, 172-176. L. DELPLACE, Le catholicesme
au Japon, Dewit, Bruxelles 1909-1910, 59-61. A. LLOYD, The West among the Tares. Studies of
Buddhism in Japan, London 1908, 28 (cit., en AM, 226. 228-231).
374
Sin embargo, concluye nuestro autor, no obstante todos estos datos que
aportan los historiadores, no ha sido citado ningún caso verídico que atestigüe
que el budismo fuera influido por el dogma cristiano, ni en su forma amidista
ni en otras. Además, aun cuando se hubiera admitido un influjo cristiano en el
amidismo, éste habría sido tardío, pues la conquista cristiana del Asia central no
comenzó hasta los primeros años del siglo V. A partir de entonces, se formó una
importante comunidad cristiana nestoriana en el Tibet y, de ahí que se haya
podido dar alguna infiltración de elementos cristianos en el culto o escritos del
Mahayana. Ahora bien, aduce De Lubac, a pesar de estos acontecimientos, los
elementos cristianos de los que se habla pertenecían, principalmente, al
gnosticismo y al neoplatonismo, pero no al cristianismo, puesto que el primer
monje nestoriano, A-lo-pen, llegó a China en el año 631, cuando el amidismo ya
tenía una doctrina sólida desde hacía dos siglos. De hecho, los sutras amidistas
fundamentales habían sido ya traducidos al chino en el siglo II. El bautismo
(kwanjo) se conocía ya en la época prebúdica en India, de donde pasó a los
países por donde se extendió el budismo; y la asistencia caritativa también se
practicaba antes que llegasen los cristianos90.
90 Cf. CH. ELIOT, Japanese Buddhism, Routledge & Kegan Paul, London 21959, 395. A. FOUCHER,
La vie du Bouddha d’après les textes et les monuments de l’Inde, Presses Universitaires de France,
Paris 1955, 302-303. 360 (cit., en AM, 231-236).
91 Cf. S. LEVI, L’Inde civilisatrice, 1938, 135. CH. ELIOT, Hinduism and Buddhism. An Historical
Sketch, Vol. 1, Routledge & Kegan Paul, London 1921, 2217-220. R. PETRUCCI, Le Bouddhisme,
64. J. HACKIN, Collections bouddhisques du Guimet, 34. P. MUS, Barabudur, esquisse d’une histoire
du bouddhisme fondée sur la critique archéologique des textes, Imprimerie d’Extrême-Oriente,
Hanoi 1935, 16. 578. L. WIEGER, Bouddhisme chinois et japanais, Cathasia, Paris 1951, 28. TH.
MAINAGE, Le Bouddhisme, Bloud & Gay, Paris 1930, 100-105 (cit., en AM, 233-244).
375
zoroástrica de los seres luminosos, los cuales eran como la copia de ángeles que
protegían a las criaturas (fravashi). Además, el bodhisattva amidista
Avalokitesvara, presenta una gran semejanza con la creencia iraní de la diosa
Mitra en el capítulo octavo del Sutra del Loto. Y, la estructura interna de la Tierra
Pura (sukhavati), que representa una novedad para el budismo indiano de los
primeros siglos, parece que procede de la creencia iraní, que profesa que no se
debe recaer en un estado miserable para conseguir la felicidad. Admitidas estas
influencias, señala el profesor de Lyon, es preciso destacar que, la idea de la luz
―a la que tanta importancia da el amidismo del Mahayana― encuentra también
raíces en la tradición védica. Asimismo, se percibe un parecido entre el Buda
Amida de la Tierra Pura y la eternidad de Brahma y de Agni; lo cual, lleva a
pensar que, el antiguo budismo, utilizaba el esquema cósmico en las Upanishad
de la India. También se aprecia que, en el arte decorativo amidista, se da una
concordancia con el Indra de los reyes védicos y con la estructura de su ciudad
real: jardines, lagos, árboles y el trono en el centro. Además, en la tradición del
Bodh-Gaya, también se encuentra un personaje que asume el nombre de
Sakyamuni, y que será el heredero de Brahma, «padre del mundo»92.
Del mismo modo, se percibe en el amidismo una gran influencia del
movimiento de bahkti. Éste, encuentra su expresión más perfecta en el Bhagavad-
Gita, que se había desarrollado en el culto de Vishnu-Krishna. Este dios, viendo
la debilidad de los hombres, les prometía su ayuda para poder seguir las
normas según los Vedas. Krishna sustituía así a todas las divinidades del
brahamanismo, como Amida lo hace con las de Sakyamuni. Aunque también es
cierto, aclara De Lubac, que no obstante esta similitud, existe una importante
diferencia entre el movimiento de bahkti y el amidismo, puesto que Amida no es
considerado ni un deva ni tampoco un isvara93.
92 Cf. CH. ELIOT, Hinduism and Buddhism, o. c., 219-221. J. PRZLUSKI, La Ville du Cakravartin,
influences babyloniennes sur la civilisation de l’Inde, 1929, 179-181. L. DE LA VALLEE POUSSIN, La
Siddhi de Hiuan-tsang, Librairie Orientaliste Paul Geuthner, Paris 1925-1928, 812-813. P. MUS,
Barabudur, o. c., 127. A. FOUCHER, La vie du Bouddha, o. c., 28. 47. 143. E. CONZE, Il Buddismo,
Mondadori, Milano 1955, 143 (cit., en AM, 244-246).
93 Cf. R. OTTO, Indiens Gnadenreligion und das Christentum, Vergleich und Unterscheidung, India's
Religion of Grace, München 1930, 15-23. CH. ELIOT, Japanese Buddhism, o. c., 104. D. T. SUZUKI,
Development of the Pure Land Doctrine in Buddhism, 311-319. A. C. REISCHAUER, Studies, o. c., 61-
70. S. LEVI, L’Inde et le monde, Librairie Ancienne Honore Champion, Paris 1926, 101-103 (cit.,
en AM, 247-248. 264).
CAPÍTULO X
P ARALELISMOS I NADECUADOS
ENTRE B UDISMO Y C RISTIANISMO
1 Cf. H. DE LUBAC, Eségèse médiévale. Les quatre sens de l’Escriture. (Première partie, Tome I),
Aubier-Montaigne, Paris 1959, 661-662. ID., Meditation sur l’Eglise, Montaigne, Paris 1953, 9-
24. 39-40.
378
1. Buda y Jesús
4 Cf. H. de Lubac, Affrontements mystiques, Témoignage chrétien, Paris 1950, 210-211. ID.,
«Textes Alexandrins et boudhiques»: Recherches de science religieuse 27 (1937) 336-351, 339-
349. H. MASPERO, Mélanges posthumes sur les religions et l'histoire de la Chine, Civilisations du
Sud, Paris 1950, 66-78. P. OLTRAMARE, Théosophie bouddhique, 424 (cit., en AM, 255). R.
GUARDINI, Le Seigneur: méditations sur la personne et la vie de Jésus-Christ, Alsatia, Paris 1945,
91-92 (cit., en LRB, 278). X. PIKAZA, «Introducción», en H. DE LUBAC (ED.), Budismo y
Cristianismo, Sígueme, Salamanca 2006, 9-25, 18.
380
¿cómo podrá penetrar un bodhisattva en el gran infierno para salvar a los seres
que allí se encuentran, si está ya inmerso en el nirvana en el que, por otro lado,
nunca entra? El budismo, por consiguiente, a pesar de sus aspectos positivos,
no podrá afirmar jamás la realidad cristiana: «La palabra se hizo carne» (Jn 1,
14). Frente al desbordamiento de su imaginación sublime, se presenta la
grandeza simple y sobria, pero históricamente firme, de la realidad de la
salvación de Cristo que muere en una cruz5: «Nadie tiene mayor amor que
aquel que da su vida por sus amigos» (Jn 15, 13).
5 Cf. P. MUS, Bulletin de l’Ecole française d’Extrême Oriente, 236. Bodhicaryavatara V, VII. VIII [L.
FINOT, 53]. M. J. THAMAR, Études asiatiques, L'ecole Francaise d'extreme orient, Zurich 1949, 2.
P. OLTRAMARE, La théosophie bouddhique, 412 (cit., en AB.I, 29-34).
6 Cf. LRB, 275-277.
381
Este hombre constituye un gran misterio. Vive en libertad absoluta, casi sobrehumana
y posee una bondad potente, como la de una fuerza cósmica. Quizá, es el último genio
religioso con el cual el cristianismo deberá explicarse. Nadie, hasta ahora, ha
explicado el significado que él puede tener para el cristianismo. Quizá, hemos de
pensar que Cristo no ha tenido solamente un precursor en el Antiguo Testamento,
Juan Bautista, el último de los profetas; sino también otro en el corazón de la
civilización antigua, Sócrates; y un tercero que ha pronunciado la última palabra de la
filosofía y del ascetismo religioso oriental, Buda. El Iluminado es libre, pero su
libertad no es la de Cristo. Quizá, su libertad expresa el conocimiento de la última y
terrible liberación de la vanidad del mundo caído. La libertad de Cristo, sin embargo,
deriva del hecho de que Él se mantiene completamente en el amor de Dios; su
disposición interior es, como la de Dios, la voluntad decidida de salvar al mundo9.
La gran diferencia que puede existir entre dos grandes sistemas religiosos,
explica De Lubac, no impide que, entre ellos, puedan surgir aparentes
comparaciones que despiertan interés y conducen a un análisis detallado de los
lazos reales que los acercan. Esto es lo que se ha tratado de hacer con algunos
textos cristianos de origen alejandrino y gnóstico, que tratan sobre las formas
simbólicas con que se muestra la naturaleza de Jesús, y la cosmología y
metafísica de la «doctrina de los cuerpos» o la «naturaleza de Buda» (trikaya), de
gran valor para la corriente Mahayana: el cuerpo histórico o asumido
(nirmanakaya) relevante para los seres humanos; la naturaleza bienaventurada
en el plano espiritual (sambhogakaya) relevante para los seres celestiales; y el
cuerpo cósmico (dharmakaya) que representa lo más auténtico de la esencia de
Buda10.
a) El nirmakaya y la encarnación
Orígenes tiene textos acerca del Salvador que expresan que en Éste hay
una doble ofrenda, porque no murió solamente por los hombres justos, sino
también por todos los seres que han pecado a lo largo de todos los tiempos.
Estos escritos, explica De Lubac, han sido comparados por algunos autores con
los textos budistas del nirmanakaya. En éstos últimos, también se habla de la
doble ofrenda de Skyamuni, dado que, aunque Buda alcanzó el nirvana
provisional en el momento de su iluminación, sin embargo, por salvar a todos
Nada se opone a que Él se muestre como es a las almas incorpóreas y serviciales. A las
que aún permanecen en su cuerpo se muestra bajo el aspecto de ángeles, sin alterar
por ello su propia naturaleza, pues ésta es inmutable ¿Por qué hemos de extrañarnos
de que tome el aspecto propio de los ángeles13.
Oh, Ananda ―decía Buda― hay ocho tipos de «asambleas»: las asambleas de nobles,
las de brahamanes, las de ciudadanos, las de ascetas, las de dioses acompañantes de
los cuatro guardianes del mundo, las de dioses del mundo de Mara, y las de dioses del
cielo Brahma. Antes de entrar en la asamblea de los nobles y de entablar conversación
con ellos, yo hago que mi aspecto sea semejante al de ellos, yo hago que mi voz sea
semejante a la de ellos. Entonces, con discursos religiosos, yo les intruyo, les ilumino,
les animo, les lleno de alegría. Pero ellos no me conocen mientras yo les hablo. ¿Quién
es ―piensan ellos― este ser que nos instruye, un dios o un hombre? Y cuando
desaparezco, después de haberlos instruido, iluminado, animado y regocijado, no me
conocen ya más. ¿Quién es ―se preguntan― este que ha desaparecido, un dios o un
hombre?14.
12 Cf. ORÍGENES, In Lucam, hom. X. XLI; ID., In Leviticum, hom. II, 3 [Preuschen, 45 (cit., en AB.I,
98-99)].
13 Texto resumido por nosotros. Cf. FILÓN DE ALEJANDRÍA, De somniis, I, 232, 238-23 (cit., en
AB.I, 99-100).
14 Texto resumido por nosotros. Cf. P. MUS, Sacred Book of the East, XI, 48-49 (cit., en AB.I, 95-
96).
384
El Salvador se ha hecho todo para todos, a fin de salvar y completar a todos los
seres. Se ha hecho hombre para los hombres y ángel para los ángeles. Y si nadie entre los
creyentes pone en duda que él se ha hecho hombre, debemos estar igualmente
persuadidos, viendo las apariciones y las palabras de los ángeles en la Escritura, de que él
se ha hecho ángel15.
15 Cf. ORÍGENES, In Joannem I, 31. ID., In Genesim, hom. 8, 8. PG 14, 848 (cit., en AB.I, 96-98).
16 Cf. H. DE LUBAC, «Textes Alexandrins et boudhiques», a. c., 337-341. AB.I, 99-105.
17 Cf. Acta Joannis, c. 93, 9 (cit., en AB.I, 123).
18 La conciencia lokottara expresa un tipo de conciencia transcendente, que llega como mérito
de una vida ética, a través de la práctica de la meditación. Esta conciencia, transforma a la
persona que la recibe y hace de ella un santo. Cf. L. DE LA VALLEE POUSSIN, Bouddhisme,
385
Es el Buda lokottara que está por encima del mundo: por donde el jefe del mundo
camina los lugares bajos se elevan y los espacios elevados se allanan. La planta de sus
pies no se ha manchado con el polvo19.
El Bodhisattva (Buda), semejante a las estrellas de los siete sabios, dio siete pasos firmes
y calmados, bajo los cuales aparecieron las flores del loto; ni destructores ni muy
largos, tales fueron estos siete pasos20.
opinions sur l'histoire de la dogmatique: leçons faites à l'Institut catholique de Paris, en 1908,
Beauchesne, Paris 1909, 233-237 (cit., en AB.I, 123-124).
19 Texto resumido por nosotros. Cf. E. BURNOUF, Le Lotus de la Bonne Loi, École Maison, Paris
1925, 576 (cit., en AB.I, 124).
20 Texto resumido por nosotros. Cf. ASVAGHOSA, Duddhacarita (cit., en AB.I, 125).
21 Cf. P. DEMIEVILLE, «Byo»: Hobogirin 3 (1937), 178. NAGARJUNA, Mahaprajnaparamita sastra o
Trattato della grande virtù della sapieza, I, 1 [E. LAMOTTE, Trattato della grande virtù della sapienza,
I, 20 (cit., en AB.I, 127-129)].
386
madre de Jesús, y el de los pasos del pequeño Sidharta lokottara. A ambos, tanto
al Lokottara, como a María, se les atribuyen siete pasos puros y pacíficos. Los del
Lokottara van haciendo germinar flores del loto; y los de María se detienen hasta
que llegue el momento de entrar en el templo del Señor. Sin embargo, reitera De
Lubac, no existen semejanzas, porque mientras que el texto budista hace alusión
a «siete pasos» ―queriendo expresar que el Buda lokottara es supramundano,
«hipercósmico» y sobrenatural―, el texto apócrifo cristiano no desea expresar
esos aspectos acerca de María22.
b) El sambhogakaya y la transfiguración
El Logos tiene formas distintas, apareciéndose a cada uno en la medida en que esto es
útil para el vidente, y no se deja ver por nadie más allá de lo que el vidente puede
recibir. Jesús, además de ser transfigurado, quiso ser sólo transfigurado delante de
ellos. Es decir, que se transfigura en un mismo momento, delante de unos de esta
manera y delante de otros no28.
Él se aparecía a cada uno según cada uno fuera digno de ello. Como está escrito del
maná, que tenía todo el sabor y se adaptaba a los gustos de cada uno. Y esta tradición
no me parece increíble: sea que se mire a Jesús mismo en su cuerpo, mostrándose a los
hombres bajo aspectos diversos, sea que se mire a la naturaleza misma del Logos, que
no ha sido dada del mismo modo para todos32.
Sobre la naturaleza del Logos, yo diría que, así como los alimentos se cambian en la
madre en leche, para que convengan a la naturaleza del niño, y como las medicinas se
preparan para los enfermos bajo otra forma que para los sanos, así Dios transforma la
potencia del Logos, que está hecha para nutrir el alma humana. Y sin embargo, el Logos
no engaña sobre su verdadera naturaleza, nutriendo así a cada uno según sus
necesidades. No hay en él fraude ni engaño33.
c) El dharmakaya y el logos
socorrer y salvar al mundo. Todo ello, parece reflejar que, tanto el «océano de la
compasión» de Avalokitesvara como la compasión de los humildes imitadores
de Cristo, es fruto de un deseo de hacerse todo para todos42.
42 Cf. AB.I, 951. A. MILLIOUD, «Histoire de la grandeur et du déclin du couvent des Barbares du
Sud»: Revue de l’histoire des religions, 279. SAN BERNARDO, Sul Cantico dei Cantici, serm. XII, n.
1. 5 (cit., en AM, 112).
43 Cf. H. ZIMMER, Les philosophies de l’Inde, Payot, Paris 1953, 420 (cit., en AM, 112).
44 Cf. M. ANESAKI, History of Japanese Religion, Charles Tuttle, Tokkyo 1963, 179 (cit., en AM,
158).
45 Cf. LRB, 273-275.
393
Oh Logos eterno,
Edad sin límites,
Luz inmortal,
Fuente de misericordia47.
Oh Cristo,
de tu misericordia y gloria,
emanan los rayos sin sombra48.
46 Cf. L. WIEGER, Histoire des croyances religieuses et des opinions philosophiques in Chine depuis
l'origine, jusqu'à nos jours, Imprimerie de la Mission Catholique, Hie-hien, 1922, 594-595 (cit.,
en AM, 90).
47 Texto resumido por nosotros. Cf. CLEMENTE ALEJANDRINO, Himno a Cristo Salvador (cit., en
AM, 91).
48 Texto resumido por nosotros. Cf. I. KECHICHIAN, Les chrétiens du Proche-Orient au temps de la
réforme Kéchichian, Cerf, Paris 1953, 233 (cit., en AM, 90).
49 Texto resumido por nosotros. Cf. L. WIEGER, Histoire des croyances, o. c., 594-595 (cit., en AM,
90).
50 Texto resumido por nosotros. Cf. SAN BERNARDO, Super missus est, hom. XII, n. 17 (cit., en
AM, 114).
394
Buda, al igual que Cristo, desea la salvación para los hombres. Ahora bien,
la realización eficaz de este deseo y su significado, se diferencian esencialmente.
Así podemos observarlo, según De Lubac, al comprobar que el budismo, en
lugar de conducir a la existencia humana hacia la transcendencia, como lo hace
el cristianismo, se queda en una evasión e intuición puramente individual: no
venera ni cree en la bondad de un ser que pueda hacerle partícipe del misterio
de su salvación. Buda no invita a sus discípulos a creer en él y adorarlo, sino
sólo a pensar y actuar en vistas a la liberación propia. Por ello, después de
exponerles la Ley, desaparece para siempre. Buda, por consiguiente, a
diferencia de Cristo, no es un salvador, sino un guía y un médico para alcanzar
la salvación52.
a) Significado de la culpa
Este concepto acerca del bien y del mal, señala De Lubac, nos deja también
entrever que, para la religión del Despertado, no existe un mal moral absoluto
y, de ahí, su gran tolerancia hacia la inmoralidad. Aquí, cada individuo, debido
a la ley del karma, tiene un tiempo para «madurar» a lo largo de muchas
existencias sucesivas. El único mal absoluto ―que no es considerado mal
moral― sino metafísico, es el dolor universal. Es decir, el ser capaz, por uno
mismo, de superar el ciclo del samsara que termine con la influencia de la ley del
karma en la existencia58.
56 Cf. ID., «Ethnologie et chrétienté»: Rythmes du monde 3-4 (1954) 222-249, 236.
57 Cf. Ibid. 237. ID., «La notion du bien et du mal moral dans le boudhisme»: Rythmes du monde
3-4 (1954) 222-243, 223-234. ID., Mistica, o. c., 130. Los grandes doctores del budismo: Asanga,
Santideva, Milarepa, han puesto bastantes objeciones a aquellos que querían eliminar las
etapas de la ascesis, y practicar un liberalismo moral para satisfacer sus instintos. Cf. ID.,
Mistica, o. c., 130.
58 Cf. ID., «Ethnologie et chrétienté», a. c., 237-238.
397
59 H. DE LUBAC, «Foi et dévotion», a. c., 16-19. ID., «Petit catéchèse sur la ‘’nature’’ et la
‘’grâce’’»: Communio 11 (1977) 11-23, 15. Concilio de Orange II. R. GUARDINI, Le Seigneur, o. c.,
64. CH. ELIOT, Japanese Buddhism, o. c., 388. L. WIEGER, Amidisme, o. c., 13. 24 (cit., en AM, 214.
258-259).
398
El cristianismo cree que todo ha sido creado por Dios y, por tanto, a
diferencia de lo que afirma el budismo, nada es ilusorio ni malvado. La
salvación cristiana se realiza, no evadiéndose del mundo y de la materia, sino a
través de ellos. Tanto la interioridad como la exterioridad son categorías
fundamentales del hombre que se va haciendo en la historia y, a través de ésta,
tiene siempre como punto de mira la plenitud eterna en Cristo. Por
consiguiente, y contrariamente a lo que proclama el budismo, para el cristiano,
ni el mundo ni el hombre ni la historia deben desaparecer. Todo se purifica, se
transforma y se salva en y por Cristo. Hay un destino transcendente para el
hombre y un destino común para toda la humanidad: «La salvation déborde
l’histoire pour nous introduire au sein de la Vie divine, et que par conséquent déjà la
révélation nouer annonce»62.
60 Cf. H. DE LUBAC, Catholicisme: les aspects sociaux du dogme, Cerf, Paris 21965, 13. AM, 260-261.
61 Cf. VALIGNANO, A., Historia del principio y progresso de la Compañía de Jesús en las Indias
Orientales (1542-64), Institutum Historicum S.I., Roma 1944, 151-161 (cit., en AM, 140-141).
AM, 323-324.
62 H. DE LUBAC, Le mystère du surnaturel, Aubier, Paris 1965, 115 (rd., actual: Cerf, Paris 22000).
ID., «Foi et dévotion», a. c., 18. ID., Dieu se dit dans l’hitoire. La Révélation divine, Cerf, Paris
1974, 42. ID., Catholicisme, o. c., 109-111. ID., Meditation sur l’Eglise, o. c., 128. 135. Los
historiadores de las religiones, opina De Lubac, si fuesen objetivos, deberían reconocer las
consecuencias nuevas y positivas que ha aportado el cristianismo a la historia. La división de
los dos poderes, el espiritual y el temporal «Dad al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que
es de Dios» (Mt 22, 21), y la convicción cristiana de que el hombre forma parte de la ciudad
de Dios y de la ciudad terrestre, ha revolucionado la idea de que todo estaba en la manos del
Cesar. Asimismo, las persecuciones de los primeros cristianos muestra que el cristianismo,
399
d) Protagonismo de la «persona»
Sin embargo, para el budismo todo es silencio y lejanía, puesto que no hay
ninguna divinidad personal que se revele al hombre o le llame. No existe un
Dios amor que haya creado al hombre por amor y para amar como Él ama. Para
la ley del karma sólo existe la miseria física y moral. Todo se centra en la
limitación, la contingencia y la autonomía del hombre para llegar a la
liberación. Ningún ser señala el tránsito a un orden nuevo y transcendente para
el mundo y para el hombre. Sin embargo, el cristianismo cree que Dios, a través
de Jesucristo, por el don de la «gracia santificante», franquea el límite
infranqueable para el ser humano. Esta realidad, entiende De Lubac, no
encuentra ninguna semejanza con el budismo, donde toda naturaleza particular
65 Cf. ID., La foi Chrétienne, Aubier-Montaigne, Paris 1970, 14. 86. ID., Le mystère du surnaturel, o.
c., 106. 113. ID., «Claudel théologien»: Recherche et débat 65 (1969) 25-29, 28. ID., Sur les
chemins, o. c., 142-143. KEYSERLING, Journal du voyage d’un philosophe, 61. P. CHARLES, Semaine
sociale de Paris, 1928, 206 (cit., en AB.I, 34-35).
66 Cf. ID., «Ethnologie et chrétienté», a. c., 222-249. H. COATES, Honen the Buddhist Saint, his life
and teaching, compiled by imperial order, Chinin, Kyoto 1925, 185-186. MAINAGE, Bouddhisme,
1930, 190 (cit., en AM, 159-160).
67 Cf. H. DE LUBAC, «Ethnologie et chrétienté», a. c., 244-245. H. HAAS, Amida Buddha unsere
Zuflucht, 1910. A. C. REISCHAUER, Studies, o. c., 106-107. L. DE LA VALLEE-POUSSIN, Bouddhisme,
Journal of the Royal Asiatic Society, London 41925, 269. ID., La morale Bouddhique, Nouvelle
Librairie Nationale, Paris 1927, 226 (cit., en AM, 320-325). SAN BERNARDO, Sermones in
Cantica, 51 [PL 182, 1025 (cit., en AM, 190-191)] A De Lubac le llama la atención que K. Barth
no entienda el desacuerdo de S. Francisco Javier hacia la forma de concebir el pecado de
Honen y de Lutero. K. Barth, en lugar de detenerse a hacer un paralelismo que permita
pronunciarse con mayor claridad entre la diferencia de contenido de ambas creencias,
simplemente se limita a exponer que, la única diferencia que puede existir entre el
pensamiento de Honen y Lutero, se haga en referencia a la eficacia real del nombre de Jesús
que, según él, se opone a la vanidad del recurso al nombre de Amida. Cf. AM, 158.
401
a) Un «luteranismo invertido»
De Lubac también analiza los textos que parecen asemejar la fe que, según
Honen hay que tener en Amida, con la fe que según S. Pablo hay que tener en
Cristo, así como con el cuidado que hay que tener con los falsos «profetas» que
pueden apartarnos de ella: «Hay algunos que os perturban y quieren deformar
el Evangelio de Cristo. Pero aun cuando nosotros mismos o un ángel del cielo
72 Texto resumido por nosotros. Cf. H. H. COATES, Honen the Buddhist Saint, o. c., 396 (cit., en
AM, 163).
73 Cf. H. de Lubac, Affrontements mystiques, o. c., 210. AM, 15-16.
404
budismo, sin embargo, la liberación sólo llega con la obtención del nirvana. Ni
Sakyamuni, ni ninguno de los bodhisattvas que poseen la naturaleza de Buda,
son signo de la liberación del hombre. Ninguno de ellos es «el salvador»,
ninguno se asemeja, en absoluto, al Señor Jesús que vendrá en el Apocalipsis.
De ahí que, la Tierra Pura, no sea el lugar de la integración definitiva de la
persona, como sí lo es, para el cristiano, el Cuerpo místico de Cristo. La Tierra
Pura es sólo un espacio indiferenciado, el lugar donde toda alteridad
desaparece y donde toda relación personal es definitivamente destruida74.
Amida es para el fiel budista sólo una manifestación relativa del Absoluto
o del nirvana, como lo son los demás Budas. Sin embargo, para el cristiano, el
Paraíso es Cristo mismo, Dios mismo. Cristo es el rey de su reino. Hablamos,
por tanto, de dos personajes y universos espirituales que no coinciden. En el
cristianismo el paraíso es Dios, mientras que para el budismo no hay ningún
Dios ni Paraíso definitivo. Buda es absorbido en el «vacío» o en el Absoluto
trascendente75.
Escuchando estas palabras, Sariputra se hizo a sí mismo esta objeción: Si es cierto que
cuando el Bodhisattva es puro en espíritu, su mundo es también puro, ¿cómo puede
suceder que nuestra Tierra de Buda sea tan impura, esta tierra que Buda ha
establecido, con la ayuda de su espíritu puro, cuando él era Bodhisattva?.
El Buda, adivinando los pensamientos de Sariputra, le interpeló de esta manera:
Sariputra, si los ciegos no ven el esplendor del sol ¿es culpa del sol o de la luna?
- No, Maestro, no es culpa del sol ni de la luna; es culpa de los ciegos.
- Sariputra, tampoco es culpa del Thatagata el hecho de que las criaturas,
impedidas por sus malos actos, no logren ver la pureza de nuestra Tierra de Buda. En
verdad, Sariputra, esta tierra es siempre pura: eres tú quien no ves su pureza. Las
desigualdades y las impurezas están en tu propio espíritu76.
74 Cf. AM, 299-300. LRB, 305. D. T. SUZUKI, The Development of the Pure Land Doctrine in
Buddhism, 292-293 (cit., en AM, 209-210).
75 Cf. AM, 262-265.
76 Texto resumido por nosotros. Cf. E. BURNOUF, Le Lotus, o. c., 198 (cit., en AB.I, 132-133).
405
- Amigo mío, nosotros estamos, los dos, en este momento, en el Espíritu Santo ¿Por
qué no quieres mirarme?
- No puedo miraros, padre mío, porque vuestros ojos proyectan rayos de luz,
vuestra mirada se ha vuelto más brillante que el sol, y me duelen los ojos cuando os miro.
- No tengas ningún miedo. En este momento tú te has vuelto tan luminoso como
yo. También tú estás en la presencia de la plenitud del Espíritu de Dios; de otra forma, no
podrías verme tal como me ves77.
77 Texto resumido por nosotros. Cf. W. LOSSKY, Essai sur la théologie mystique de l’Eglise d’Orient,
Cerf, Paris 1944, 226 (cit., en AB.I, 133).
78 Cf. P. DEMIEVILLE, «Sur l’authenticité du Ta Tsch’eng k’i sin louen»: Bulletin de la Maison
franco-japonaise II (1929) 43-97, 71. E. LAMOTTE, Mahayanasamgraha o Somma del Gran Veicolo,
51 (cit., en AB.I, 137-138).
406
salvado, sino en ser liberado de un mal real; en triunfar sobre la muerte real. El
principio de la salvación cristiana no es un instante privilegiado de iluminación,
sino la redención del hombre completo ―alma y cuerpo― y del mundo, gracias
a la muerte y Resurrección de Cristo79.
«Vi un cielo nuevo y una tierra nueva […] Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén,
que bajaba del cielo, de junto a Dios […] Y oí una fuerte voz que decía desde el trono:
“Esta es la morada de Dios con los hombres. Pondrá su morada entre ellos y ellos serán
su pueblo y él, Dios-con-ellos, será su Dios […] Entonces dijo el que está sentado en el
trono: “Mira que hago nuevas todas las cosas” […] Esta será la herencia del vencedor: “yo
seré Dios para él, y él será hijo para mí”» (Ap 21, 1-8) (cf. Is 54, 11-17).
3. La caridad
demás. Este amor eterno, no sólo define el camino del cristiano, sino que le
indica el término, la meta y la recompensa. En este amor, el cristiano toca al
mismo Ser de Dios, a su imagen actuante en nosotros. Palpa al Dios que es
sustancia, causa, espíritu y vida. En el budismo, sin embargo, no se da esta
realidad del amor, dado que al «ser» le falta la solidez ontológica que proviene
del Dios creador. Para la religión del Iluminado sólo existen skhandha (hombres)
sin consistencia y, por tanto, no hay nada que exija ni haga posible un amor
definitivo. La idea de altruismo sólo sirve como medio para liberarse del deseo.
La caridad es algo exotérico y una técnica de desasimiento. Es un modo de
desembarazarse, en provecho del otro, de todas las vanidades mundanas que se
oponen a la salvación87.
espuma de las olas y el eco de los sonidos89. La caridad-piedad, para que sea
perfecta, no debe tener ni donante ni objeto donado. El don que se hace debe ser
puro y perfecto, sin implicar ningún tipo de abandono90. Por consiguiente, la
forma de entender la caridad-piedad en la religión del Despertado, opina De
Lubac, no puede ponerse en paralelo con la virtud de la caridad cristiana. No se
puede considerar «caridad» a un modo tan irreal, mediático, impersonal,
abstracto y vacío de mirar a los seres. Además, a través de su significado
intuimos la ausencia del Dios caridad real y vivo 91 . Del mismo modo, este
carácter general e impersonal de la «piedad» ―como signo de universalidad― se
olvida de que, entre lo general y lo universal, existe también la diferencia entre
lo abstracto y lo concreto. De lo que se sigue, que tampoco la piedad cristiana
puede ser devaluada en aras a enaltecer las alturas metafísicas de la budista,
diciendo que la primera es sólo universal, porque no tiene en cuenta a los seres
en su singularidad92.
89 Cf. L. WIEGER, Histoire des croyances, o. c., 427. NAGARJUNA, Mahaprajnaparamita sastra, o. c.,
(cit., en AB.I, 34-36).
90 Cf. NAGARJUNA, Mahaprajnaparamita sastra, o. c., (cit., en AB.I, 38).
91 Cf. AB.I, 38.
92 Cf. Ibid., 36-37.
411
Buda ha predicado la Ley que mira a las necesidades de los seres, pero los
valores de la ley de Cristo y la ley de Buda se encuentran invertidos. Es decir,
Jesús manifiesta y enseña que el amor deber ser real, concreto y fraterno; y
Buda se preocupa por la perfección del don ―caridad― y la perfección de la
sabiduría: danaparamita y prajnaparamita; pero, sin embargo ―y según el ejemplo
en una «asamblea universal», reunida «de toda nación, tribu, pueblo y lengua»
(cf. Ap 7, 9). No se da una comunidad concreta que experimente la Vida que se
comunica, y que ponga el sello de la Unidad sobre todos los hombres creados
por Dios101.
101 Cf. Ibid., 48-49. ID., Meditation sur l’Eglise, o. c., 53.
102 Cf. AB.I, 18.
103 Cf. AB.I, 18-19. Para ampliar información sobre este tema: Ibid., 80-91.
415
llevando el cordero con los rasgos de Hermes Krióforo, etc. Se cree que las
primeras imágenes de Jesús tenían un origen pagano y fueron veneradas por
herejes, pero, más tarde, estas imágenes fueron penetrando y siendo aceptadas
por algunos grupos de cristianos ortodoxos. Asimismo, la representación del
crucifijo tampoco se dio en los primeros siglos, dado que la cruz recordaba el
horror del castigo romano, y era rechazada tanto por los paganos como por los
cristianos. De ahí también que, como regla general, no se encuentren cruces ni
monogramas de Jesús ni representaciones de la Pasión antes del siglo IV,
momento en que Constantino abolió el suplicio de la cruz104.
es la tumba de Adán, y el centro de donde brotan los cuatro ríos que dividen al
mundo en los cuatro puntos cardinales107.
107 Cf. Ibid., 59-68. Como el árbol, explica De Lubac, también la escalera de Jacob representa a
Cristo y es concebida como una montaña o como una columna por la que ascendemos para
llegar a Dios. Cf. Ibid., 65.
108 Cf. J. AUBOYER, Le trône et son symbolisme dans l’Inde ancien, 1949, 149. O. VIENNOT, L’arbre, 40-
41. 46. Rig-Veda, I, 24, 7 ; IV, 13, 5 ; V, 29, 4 (cit., en AB.I, 69-71).
109 Cf. Chandoya-Upanisshad, VI, 8, 4 ; VI, 11, 1; Katha-Upanisad, VI, 1; Maitri-Upanishad, VI, 4 (cit.,
en AB.I, 72).
418
vida», el «eje del mundo», el «pilar», el «soporte del sol» y el «gigante cósmico»
eran también símbolos sagrado en Irán, en la cultura indoeuropea, en la asiria,
en la babilónica, en la egipcia, en la escandinava, en la burita y hasta en la del
Extremo Oriente. Por todas partes, desde Europa hasta China, se encuentran
mitos que explican la formación del mundo a partir de un árbol que sirve de
pilar, de eje del mundo y de energía inmanente del cosmos110.
110 Cf. J. PRZLUSKI, La Grande Déese, Payot, París 1950, 99-100, 232-260. M. GRANET, La pensée
chinoise, o. c., 324. G. SCHOLEM, Les grandes courants de la mystique juive, Payot, Paris 1950, 230
(cit., en AB.I, 49-76).
111 Cf. AB.I, 75-77.
419
lugar del sacrificio, el lugar del gran «combate cósmico» donde está plantada la
cruz de la redención115.
117 Cf. J. J. SURIN, Traité de l’amour de Dieu, Bouix, Paris 1882, 280-282 (cit., en AM, 61-63. 72-74.
263). En la representación cristiana, Cristo está ya en la majestad de su gloria, pero continúa
enseñando a los seres que están en camino hacia el cielo. Los apóstoles que le rodean son ya
los elegidos, que aunque tienen la corona, continúan siendo instruidos y, al mismo tiempo,
se preparan para predicar el Evangelio al mundo. Cf. AM, 263.
118 Cf. P. CHARLES, «Art Chinois»: Revue de l’Aucam 4 (1936) 121-157, 138 (cit., en AM, 129-130).
119 Cf. J. J. M. DE GROOT, Le Code du Mahayana en Chine, The Macmillan Company, New York
1910, 157. 162 (cit., en AM, 130).
120 Texto resumido por nosotros. Cf. AM, 130.
422
5. La mística
121 Cf. A. FOUCHER, «La Madone Bouddhique», en FUNDATION EUGENE PIOT (ED.), Monuments et
Mèmoires, l'Academie des Inscriptions et Belles Lettres, Paris 1909, 255-275, 255-275. .
DUMONTIER, Les cultes annamites, 1906, 30 (cit., en AM, 121-122. 125-126. 329-330).
122 Cf. H. DE LUBAC, Mistica, o. c., 7-8. J. MARITAIN, Approches de Dieu, Alsatia, Paris 1953, 88-93
(cit., en AM, 289-290). ID., «Mystique naturelle et mystique chrétienne», a. c., 7-13. De Lubac
reconoce que, aunque su libro acerca de la mística no ha estado entre los primeros de sus
obras, sin embargo, este tema es el que ha inspirado todo lo que ha escrito. La mística ha
sido la clave para formular sus juicios acerca de la teología y el metro que ha medido y
ordenado sus pensamientos e intuiciones. Cf. ID., L’image de l’abbé Monchanin, Aubier-
Montaigne, Paris 1967, 13.
423
123 Cf. ID., Mistica, o. c., 55-56. 136. 140-147. 151-157. 163.
124 Cf. Ibid., 32-33. 120-121.
424
125 Cf. ID., «Ethnologie et chrétienté», a. c., 230-233. LRB, 42- 47. 56-57.
126 Cf. ID., Paradoxe et mystère de l'Eglise, Aubier-Montaigne, Paris 1967, 55-60. ID., Mistica, o. c.,
50-53.
127 Cf. ID., Mistica, o. c., 7-10. 31. ID., «Mystique naturelle et mystique chrétienne», a. c., 11-17.
425
130 Cf. ID., Mistica, o. c., 17-21. 28-29. ID., L’Eternel Féminin. Etude sur un teste de Teilhard de
Chardin: Suivi de Teilhar et notre temps, Aubier-Montaigne, Paris 1968, 258. ID., «Le Christ et le
temps»: Bull: Saint Jean-Bapt., 7 (1967) 252-268, 258.
131 Cf. AM, 291. ID., Mistica, o. c., 34-35.
427
Estos textos nos sirven también para rememorar las palabras de Jesús que
afirman que el Reino de los Cielos está cerca (cf. Mt 10, 7); y para tener presente
el gozo de que el Espíritu de Cristo nos santifica: «nosotros, que poseemos las
primicias del Espíritu... gemimos en nuestro interior anhelando el rescate de
nuestro cuerpo. Porque nuestra salvación es en esperanza» (Rm 8, 23-24). «Y no
solamente eso, sino que también nos gloriamos en Dios, por nuestro Señor
Jesucristo, por quien hemos obtenido ahora la reconciliación» (Rm 5, 11) (cf. 1 Jn
2, 8). Reconciliación que, asimismo, y aunque todavía la ignoren, es la alegría
celeste que inunda el corazón del budista135.
135 Cf. L. GARDET, Esperienze mystiche in paesi non cristiani, Paoline, Alba 1956, 15. CH. ELIOT,
Japanese Buddhism, o. c., 273 (cit., en AM, 286-287).
CAPÍTULO XI
V ALORACIÓN Y P ROPOSICIÓN C RÍTICA DEL D IÁLOGO
I NTERRELIGIOSO DE H. DE L UBAC CON EL B UDISMO
1 Cf. N. CIOLA, Paradosso e mistero in Henri de Lubac, Vita e Pensiero, Milano 1999, 20-60. 278.
283. U. VON BALTHASAR, Henri de Lubac. La obra orgánica de una vida, Encuentro, Madrid 1989.
15. I. MORALI, Teólogos do século XX: Henri de Lubac, Morcelliana, Brescia 2002, 27-58.
430
2 Cf. H. U. VON BALTHASAR, Henri de Lubac, o. c., 8-11. O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, La entraña
del cristianismo, Secretariado Trinitario, Salamanca 1997, 236.
3 Cf. LRB, 261.
4 Cf. ID., Surnaturel. Etudes historiques, Aubier-Montaigne, Paris 1946. ID., Le mystère du
Surnaturel, Aubier-Montaigne, Paris 1965. H. BOUILLARD, «L’idée de surnaturel et le Mystère
chrétien», in H. DE LUBAC (ED), L’Homme devant Dieu. Mélages offerts au Père Henri de Lubac,
Aurbier, Paris 1963-1964, 153-166, 155-157. CH. BOYER, «Nature pure et surnaturel dans
le "Surnaturel" du Père de Lubac»: Gregorianum 28 (1947) 379-395, 384-392. C. DÍAZ AZAROLA,
Henri de Lubac: mística del don y de la libertad (Tesis de doctorado en Teología Dogmática.
Facultad de Teología «San Dámaso»), Madrid 2009, 394-395. Referencia de su publicación en
internet: http://nuevasadquisiciones.deusto.es/2011/02/05/henri-de-lubac-mistica-del-
don-y-de-la-libertad.
431
5 Cf. H. DE LUBAC, Catholicisme: les aspects sociaux du dogme, Cerf, Paris 21965, 107-132. ID., «La
luz de Cristo»: Communio 4 (2007) 11-32, Madrid 2007, 13. 16-19. 20-24. ID., Paradoxe et
Mystère de l’Eglise, Aubier, Paris 1967, 55-60, 120- 180. J. ALEU, I. RINDOR, «El hombre ante
432
1. 2. Universalidad de la salvación
7 Cf. N. ETEROVIC, Cristianesimo e Religioni secondo H. de Lubac, Città Nuova, Roma 1981, 289-
290.
8 Cf. NA 2. AG I, 9.
9 Cf. K. BARTH, Kirchliche Dogmatik, vol. I/2, Evangelischer Verlag, Zollikon-Zürich, 41948, 306-
397. Barth suavizo su posición en Kirchliche Dogmatik, vol. IV/3, Evangelischer Verlag,
Zollikon-Zürich, 51959, 95-115.
434
10 Cf. J. DUPUIS, Hacia una teología cristiana del pluralismo religioso, Sal Terae, Santander 2000, 190.
D., Jesucristo al encuentro de las religiones, Paulinas, Madrid 1991, 265-269. ETEROVIC,
Cristianesimo e Religioni secondo H. de Lubac, o. c., 287-291.
11 Cf. J. P. SCHINELLER, «Christ and Church: A Spectrum of Veews»: Theological Studies 37 (1976)
545-566.
435
12 Cf. J. A. CUTTAT, El encuentro de las religiones, FAX, Madrid 1960, 83. G. URÍBARRI, La singular
humanidad de Jesucristo, San Pablo-P.U. Comillas, Madrid 2008, 376-377.
13 Cf. H. DE LUBAC, Catholicisme, o. c., 200. ID., Paradoxe et mystère de l'Eglise, o. c., 55-60, 151-152. .
C. ZAEHNER, Concordant Discord. The Interdependence of Faiths. Being the Gifford Lectures on
Natural Religion delivered at St. Andrewx in 1967-1969, Clarendon Press, Oxford 1970, 16. H.
MAURIER, Essai d’une théologie du paganisme, L’Orante, Paris 1965, 27-45. La opinión que dio
lugar a la «teoría del cumplimiento» había sido propuesta en contextos misioneros de la
India en la primera mitad del siglo XX. Pero se hizo objeto de discurso teológico en teólogos
occidentales como J. Daniélou. Éste fue el primer representante occidental de esta teoría que
observa a las tradiciones religiosas dentro del plan de Dios para la salvación de la
436
humanidad en Jesucristo, tal como es entendido por la fe cristiana. El hilo conductor de esta
teoría ve a la historia como manifestación progresiva de Dios a la humanidad, aunque la
historia de la salvación se limita a la tradición judeo-cristiana. Todo lo que precede a la
manifestación personal de Dios en la historia puede ser definido como «prehistoria» de la
salvación, y es aplicable a cualquier experiencia religiosa que se encuentre fuera de la
tradición judeo-cristiana. Cf. J. DANIÉLOU, El misterio de la historia, Cristiandad, San Sebastián
1957, 151-156. J. DANIELOU, Les saints «païens» de l’Ancien Testament, Seuil, Paris 1956, 62-67.
14 Cf. H. DE LUBAC, Paradoxe et mystère de l'Eglise, o. c., 120-122. En español: Pardoja y misterio de
la Iglesia, Sígueme, Salamanca 22002. K. RAHNER, «El cristianismo y las religiones no
cristianas», en Escritos de teología, Taurus, Madrid 1964, vol. V, 135-140. J. DUPUIS, J., Hacia
una teología cristiana del pluralismo religioso, o. c., 210-213.
437
15 Cf. K. RAHNER, «El cristianismo y las religiones no cristianas», a. c., 135-156. . RAHNER,
«Historia del mundo e historia de la salvación», en Escritos de Teología, Taurus, Madrid 1964,
vol. V, 115-134. ID., «Cristianesimo e religioni non cristiane», en K. RAHNER (ED.), Saggi di
antropologia soprannaturale, Paoline, Roma 1965, 553-554. 569. E. BUENO, «Dialéctica de lo
cristiano y de lo no cristiano en el pensamiento de K. Rahner», en FRANCISCO CONESA (ED.),
El cristianismo una propuesta con sentido, BAC, Madrid 2005, 257-279, 271. J. DUPUIS, J., Hacia
una teología cristiana del pluralismo religioso, o. c., 210-213.
16 Cf. H. DE LUBAC, Paradoxe et mystère de l'Eglise, o. c., 120-122. P. RODRÍGUEZ PANIZO, «El
cristianismo y las religiones según J. Ratzinger», S. MADRIGAL (ED.), El pensamiento de J.
Ratzinger, S. Pablo-U. P. de Comillas, Madrid 2009, 243-275, 251. J. DUPUIS, Hacia una teología
cristiana del pluralismo religioso, o. c., 219. Y. CONGAR, «Non-Christiana Religions an
Christianity», en M. DHAVAMONY (ED.), Evangelization, Dialogue and Development, Università
Gregoriana Editrice, Roma 1972, 133-145.
17 Cf. H. U. VON BALTHASAR, Seriedad con las cosas. Cordula o el caso auténtico, Sígueme,
Salamanca 1968, 138-139.
18 Cf. K. RAHNER, «Los cristianos anónimos», en Escritos de Teología, Taurus, Madrid 1969, vol.
VI, 535-544. J. DUPUIS, Hacia una teología cristiana del pluralismo religioso, Sal Terae, Santander
2000, 216-217. S. MADRIGAL, Tiempo de Concilio. El Vaticano II en los diarios de Yves Congar y
Henri de Lubac, Sal Terrae, Santander 2009, 21-49.
438
19 Cf. G. D. D’COSTA, Theology and Religious Pluralim. The Challenge of other Religions, Basil
Blackwell, Oxford 1986. J. DUPUIS, Jesucristo al encuentro de las religiones, o. c., 267-268. J.
DUPUIS, Hacia una teología cristiana del pluralismo religioso, Sal Terae, Santander 2000, 194-263.
G. URÍBARRI, La singular humanidad de Jesucristo, o. c., 216- 221. P. RODRÍGUEZ PANIZO, «El
pluralismo religioso: niveles, modelos, aporías», en P. RODRÍGUEZ PANIZO - X. QUINZÁ (EDS.),
Cristianismo y religiones, Desclée, Bilbao, 2002, 11-48. O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, Cristología,
BAC, Madrid 2001, 29-30.
439
20 Cf. H. DE LUBAC, Catholicisme, o. c., 183-184. 274. P. RODRÍGUEZ PANIZO, Disonancia Acorde. La
significación teológica de la historia de las religiones según R. C. Zaehner, U. P. de Comillas,
Madrid 2007, 474. M. PELCHAT, L'Église mystère de communion: L'Ecclésiologie dans l'oeuvre de
Henri de Lubac, Paulines, Montreal 1988, 12-27.
21 Cf. H. DE LUBAC, Le drame de l'humanisme athée, Cerf, Paris 2000, 5. 20. ID., Proudhon et le
christianisme, Seuil, Paris 1945, 10. 308. ID., Catholicisme, o. c., 93-100. 107. LRB, 279. H. R.
SCHLETTE, Colloquium salutis: cristiani e non cristiani oggi, Queriniana, Brescia 1966, 83-84. 359.
J. FEINER, Orizzonti attuali della teologia, Paoline, Roma 1967, 345-346. 365. J. RATZINGER,
Problemi e risultati del concilio Vaticano II, Queriniana, Brescia 1967, 142-143. G. THILS,
Sincretismo o cattolicità, Cittadella, Assisi 1967, 47. J. DANIELOU, «A propos de l’evangélisation
et du salut des non-chrétiens. Des communiqués inquiétants»: Le Christ au monde 3 (1965)
231-248, 244-245.
22 Cf. J. RATZINGER, El nuevo Pueblo de Dios: esquemas para una eclesiología, Herder, Barcelona
22005, 357-362. 385-387. ID., roducción al cristianismo, Sígueme, Salamanca 81969, 200-203. M.
440
DEGNAN, «De Lubac: A Living Father of the Church Speaks on Ratzinger, John Paul and
Vatican II»: National Catholic Register (21 July 1985) 1.
23 Cf. J. RATZINGER, Convocados en el camino de la fe, Cristiandad, Madrid 2004, 215-222. J.
RATZINGER, Fe, verdad y tolerancia, Sígueme, Salamanca 2005, 176-180. S. MADRIGAL, La Iglesia
es Caritas, Sal Terae, Santander, 2008, 193. 195-196, 208. D., «Eclesialidad y universalidad de
la salvación a la luz de la noción “Ecclesia ab Abel”», en P. RODRÍGUEZ PANIZO - X, QUINZÁ
(EDS.), Cristianismo y religiones, Desclée, Bilbao 2002, 271-322. J. DUPUIS, Hacia una teología
cristiana del pluralismo religioso, o. c., 263. G. URÍBARRI, La singular humanidad de Jesucristo, o. c.,
216.
24 Cf. AB.I, 7.
441
por no estar en consonancia con los valores evangélicos. Todo ello le servirá
para superar paradojas, para afirmar que el budismo es un «ateísmo vertical»,
para llegar a la síntesis católica de la religión de Cristo y para reconocer, con
mayor solidez, que es a través de Cristo como Dios ha entrado en el curso de la
historia, para conferirle un sentido a su desarrollo. Esta convicción, asimismo,
despertará en De Lubac reticencias hacia el budismo, descubriendo en él
doctrinas de evasión individualista y una incapacidad para dar sentido pleno a
la historia25.
25 Cf. ID., La Pensée religieuse du Claudel, Desclée de Brouwer, Paris 1969, 179-180. ID., L’Eternel
Féminin. Etude sur un teste de Teilhard de Chardin: Suivi de Teilhar et notre temps, Aubier-
Montaigne, Paris 1968, 135-136. ID., Le drame de l'humanisme athée, o. c., 9. ID., Blondel et
Teilhard de Chardin correspondance commentée, Beauchesne, Paris 1965, 67. ID., Catholicisme, o.
c., 107. AM, 8.
26 Cf. AM, 8.
27 Cf. Ibid., 7-12. GUILLAUMONT, «Henri de Lubac. La rencontre du Bouddhisme et le
l’Occident»: Revue de l’histoire des religions 144 (1953) 234-238.
442
29 Cf. H. VON GLASENAPP, El budismo una religión sin Dios, Barral Editores, Barcelona 1974, 22-23.
62-63. 152. J. F. REVEL, Matthieu Ricard. El monje y el filósofo, Urano, Barcelona 1998, 106-107.
30 Cf. J. A. CUTTAT, El encuentro de las religiones, o. c., 80. I. H. DALMAIS, La fe cristiana en diálogo
con las grandes religiones, Sal Terrae, Santander 1981, 95-99.
444
41 Cf. AM, 106-109. 142-149. 151-153. 188-189. 190-192. 203. 212. 221. 265-268. 320-325. AB.I,
125-130. ID., «Ethnologie et chrétienté»: Rythmes du monde 3-4 (1954) 222-249, 244-245.
42 Cf. E. DUMOULIN, Para entender el budismo, Mensajero, Bilbao 1997, 20.
43 Cf. CH. ELIOT, Hinduism and Buddhim, Routledge & Kegan Paul, London 1921, vol. 3, 265. CH.
ID., Japanese Buddhism, Routledge & Kegan Paul, London 21959, 148-150. 394-395.
44 Cf. E. DUMOULIN, Para entender el budismo, o. c., 20-21.
448
es afirmar que Jesucristo fue un personaje histórico, mientras que para otros
―como la corriente gnóstica y mitológica― lo importante es pensar en el
significado religioso y espiritual de Cristo, y no en la historicidad del hombre
Jesús. Así, tanto para esta corriente gnóstica, cuanto para la teísta ―que rechaza
De Lubac― y defienden autores como J. Hick, P. Knitter, R. Panikkar, etc, el que
Jesucristo sea el Dios hecho hombre o no, les parece un problema incidental y
trivial. Por consiguiente, y de manera semejante a esta corriente cristiana ―que
no termina de manifestar una fe clara en la divinidad y salvación única de
Jesucristo―, le ocurre a la solución ambigua e imprecisa que da el amidismo
acerca del agente salvador: no importa que los nombres de los bodhisattvas,
como Amida, sean inventados, lo fundamental es que la realidad subyace, y el
Absoluto siempre está ahí46.
4. 3. El trikaya y Jesús
46 Cf. Ibid., 203-208. 215. J. HICK, The Non-Absolutness of Christianity uniqueness, SCM Pres,
London 1988, 22-23. K. SURIN, «Revelation, Salvation, the Uniqueness of Christ and Other
Religions», en The Turnings of Karkness and Light, Cambridge University Press, Cambridge
1989, 136-159, 151. J. MILBANK, «El final del diálogo», en G. D’ COSTA (ED.), La unicidad
cristiana reconsiderada. El mito de una teología de las religiones pluralista, Descleé de Brouwer,
Bilbao 2000, 271-289, 287.
47 Cf. J. A. CUTTAT, El encuentro de las religiones, o. c., 45-46. 77-79.
450
Por nuestra parte, valoramos esta apreciación tan sutil de De Lubac, pero
sentimos que no haya insistido más sobre ello, para poder constatar con mayor
clarividencia las diferencias esenciales que, a este respecto, separan a la
concepción budista de la cristiana. Como en su obra teológica sí realiza un
profundo comentario acerca de este tema, nos parece que éste puede ser el
lugar oportuno para reflejarlo y confrontarlo con el budismo.
La glosa acerca del «deseo» del hombre que hace De Lubac nos muestra,
una vez más, la distancia que separa al budismo del cristianismo. El hombre,
nos dice, es una paradoja: naturaleza-espíritu. En cuanto naturaleza, es creado o
sacado de la nada y, por tanto, finito; pero, en cuanto ser espiritual, es hecho
para desear a Dios y ser atraído constantemente por Él. Es decir, posee, en su
esencia, un «deseo» sublime, el deseo de un Dios que se autodona libre y
gratuitamente al hombre, y cuyo amor ha creado esta misma naturaleza
espiritual para Él mismo. El hombre es ontológicamente «deseo de Dios». Este
deseo del Sobrenatural o de la Visión de Dios, no es mera contemplación de un
«objeto» infinito, sino autodonación «Personal» del mismo Dios al hombre. Lo
cual supone que, por voluntad expresa de Dios, la naturaleza del hombre, a la
que ha hecho a su imagen y semejanza, está constituida de tal manera, que es
capaz de acoger y responder a este mismo don personal. Es un ser humano
desde que dice «yo» existo, desde que existe posee ya su «ser», y desde que
posee su «ser» está finalizado53.
52 Cf. AM, 13-14. 191-192. 200-203. ID., Le mystère du Surnaturel, o. c., 81. 92.
53 Cf. ID., Sur les chemins de Dieu, Cerf, Paris 22006, 12-13. ID., Le mystère du Surnaturel, o. c., 15.
103. 109. 258.
453
Principio, sino también Fin del hombre. Este peculiar carácter de la naturaleza
espiritual, puede definirse ―tal como lo hace Sto. Tomás― como «deseo de
Dios», que posee una serie de características que marcan la diferencia con la
concepción budista. En primer lugar, este «deseo» no es biológico, sino
ontológico; es decir, de Persona a persona y, por tanto, libre. Es «deseo» natural
que no parte del querer del hombre, sino del de Dios. Dios, que sólo quiere para
nosotros un Fin, hace que nuestro deseo natural coincida, no con la
reencarnación, sino con la re-creación continua. En segundo lugar, este «deseo»
del hombre es absoluto y se identifica con nuestra propia naturaleza. De ahí que
no sea pura veleidad, ni necesite ser mitigado en su expresión, puesto que Dios
lo ha querido libre y sobrenaturalmente así. En tercer lugar, este «deseo» es
«ineficaz», gratuito, de humildad ontológica, porque Dios es el primero y Aquel
que lo dona. En cuarto lugar, este «deseo» debe ser considerado como algo
constitutivo del ser del hombre; su seriedad e importancia es la misma que la de
la propia existencia humana. Es como un testigo inscrito en el interior mismo
del ser del hombre. En quinto lugar, este «deseo» es un movimiento profundo y
poderoso al que la voluntad no puede ni debe combatir, ni el pecado borrar.
Durará tanto como la criatura y, por ello, no es un «accidente» cualquiera que se
pueda modificar, porque no depende de la voluntad deliberada del hombre,
sino que es previo a ella. En sexto lugar, el «deseo» es un movimiento impreso
en lo más íntimo de la criatura espiritual desde el instante de su creación, y
subyace a todos los demás movimientos. En séptimo lugar es un «deseo» de
privación, no de posesión. Es decir, que la naturaleza creada, no es ya germen
divino, sino lugar de nacimiento de nuestro Ser Espiritual Sobrenatural54.
54 Cf. Ibid., 81. 92. 257.116-120. 174-175. 357-358. 483-488. ID., Sur les chemins, o. c., 27-28.
454
55 Cf. H. DE LUBAC, Le mystère du Surnaturel, o. c., 16-17. 75-76. ID., Surnature: etudes historiques,
Aubier-Montaigne, Paris 1946, 488.
56 Cf. J. DUPUIS, Hacia una teología cristiana del pluralismo religioso, o. c., 208.
57 Cf. AB.I, 24-25. 37. AM, 251. 269-273. 298-301. ID., «Ethnologie et chrétienté», a. c., 239-240.
455
61 Cf. J. A. CUTTAT, El encuentro de las religiones, o. c., 62-67. AB.I, 30-50. 140.
62 Cf. AB.I, 44-46.
63 Cf. J. F. REVEL, Matthieu Ricard. El monje y el filósofo, o. c., 184-186.
457
6. El problema de la mística
64 H. U. VON BALTHASAR, Henri de Lubac, la obra orgánica de su vida, Encuentro, Madrid 1989, 13.
65 Cf. J. DUPUIS, Hacia una teología cristiana del pluralismo religioso, o. c., 205.
66 H. DE LUBAC, «Préface», in R. RAVIER (ED.), La Mystique et les mystiques, Desclée, Paris 1965, 7-
39, 23-24. Cf. ID., Théologies d’occasion, Desclée de Brouwer, Paris 1984, 37-76, 566-57. A.
STOLZ, Théologie de la mystique, Abbaye de Chevetogne, Chevetogne 1937, 255 (cit., en H. DE
LUBAC, Théologies d’occasion, o. c., 67).
458
67 Cf. H. DE LUBAC, «Préface», a. c., 26. J. A. CUTTAT, El encuentro de las religiones, o. c., 32-33. 39-
41. H. U. VON BALTHASAR, La oración contemplativa, Encuentro, Madrid 2007, 38. K. H. POTTER,
Presuppositions of India’s Philosophies, Greenwood Press, Westport 1963, 3-6.
459
68 Cf. H. DE LUBAC, «Préface», a. c., 16. H. DE LUBAC, Théologies d’occasion, o. c., 37-76, 58-61.
69 Cf. J. RATZINGER, BENEDICTO XVI, La Iglesia, Israel y las demás religiones, Ciudad Nueva, Madrid
2007, 88.
70 Cf. H. DE LUBAC, «Préface», a. c., 34.
71 Cf. P. RODRÍGUEZ PANIZO, Disonancia Acorde, o. c., 475. L. GARDET, «Expériencies mystiques en
terres non-chrétiennes», en J. MARITAIN (ED.), Sagesse et Cultures, Spes, Paris 1953, 72-97, 85.
72 Cf. J. DUPUIS, Hacia una teología cristiana del pluralismo religioso, o. c., 570-572. P. TEILHARD DE
CHARDIN, Christianity and Evolution, Harcourt Brace Jovanovich, New Cork 1971, 130.
460
Ante este breve comentario de nuestro autor, nos sorprende que haya
descrito la situación de la Tierra Pura, y no haya hecho ningún comentario
acerca de la situación de la mujer para entrar en este lugar. Según los budistas,
la gloria de este «paraíso» podemos verla, no sólo a través de la belleza de su
naturaleza, de su paz y de su luz, sino también en el hecho de que en él no
pueden entrar las mujeres si antes no cambian su género hacia el que es
superior: los hombres. Es decir, las mujeres, por ser persuasoras y pecadoras,
por tener la menstruación, son indignas de ser salvadas y, por tanto, de entrar
en la Tierra Pura, espacio donde no existe el sexo femenino. Y, aún más, las
mujeres, no sólo no pueden gozar de este estado intermedio, sino que necesitan
renacer primero en «forma masculina» para poder alcanzar el nirvana77.
77 Cf. Ibid., 52. 81-82. 313-314. Mahâprajñâpâramitâsâstra, Le traité de la gande vertu de sagesse [E.
Lamotte, 2. vols., Louvain 1944-1949, 232 (cit., en AM 313-314)].
462
Esto nos muestra, por tanto, que durante varios siglos, la tradición
cristiana ha oscilado entre la minusvaloración discriminatoria y la exaltación
idealizadora de la mujer, sin mostrar un verdadero equilibrio valorativo. Por
fortuna, la actual «liberación» y sensibilidad de la mujer, así como el mejor
conocimiento de la Escritura y la Tradición judeo-cristiana, nos permiten
constatar que, aunque en la cultura sociológica de Israel ―como ocurría en las
culturas circundantes― la mujer aparece en situación de inferioridad respecto
del varón, sin embargo, también se vislumbra una realidad más profunda de su
dignidad, que no se aprecia en el budismo. La espiritualidad del Antiguo
Testamento, manifiesta Dolores Alixandre, refleja claramente que Dios no es un
sembrador selectivo. Él ha dejado caer su semilla al azar en tierras masculinas y
femeninas, que germina en hombres y mujeres que, a lo largo de la historia, han
vivido la acogida de una Palabra que les fue dirigida, y han tratado de
responder fielmente a ella. Por ello, deberíamos mantenernos lejos de una
lectura psicologizante de los textos, así como de la búsqueda de una experiencia
religiosa femenina contrapuesta a la masculina. Si nos acercamos con más
detenimiento a los textos bíblicos ―como por ejemplo al yahvista de la creación,
donde se narra que la mujer fue formada de la costilla del hombre (cf. Gn 2,
22)―, reitera D. Aleixandre, observaremos que, a veces, hemos sacado
conclusiones falsas de nuestra lectura de ellos, influidos por una mentalidad
androcéntrica. Esto ha hecho que se haya consagrado, casi como verdad de la fe
cristiana, la concepción platónica y aristotélica de una naturaleza femenina
inferior79. Sin embargo, aclara el Papa Juan Pablo II, es preciso mirar el texto de
la creación (Gn 2, 18-25) desde una perspectiva nueva, y observar que, lo que
nos está manifestando, es que la mujer es puesta como un interlocutor, y como
otro «yo» al lado del hombre. El texto nos trasmite que el ser humano, ya sea
78 Cf. F. RIVAS, Desterradas hijas de Eva, S. Pablo-U. P. Comillas, Madrid 2008, 50-53. 98-103. 255-
259. H. KÜNG, El cristianismo y las grandes religiones, o. c., 347-519, 417.
79 Cf. D. ALEIXANDRE, «La mujer: ser y misión a partir de la revelación bíblica», en A. GALINDO
GARCÍA (ED.), Dignidad de la Mujer y fe cristiana, U. P. de Salamanca-Caja Salamanca,
Salamanca 1990, 85-86. 91-93.
463
hombre o mujer, es persona igualmente, puesto que ambos han sido creados a
imagen y semejanza del Dios personal 80 . La misma confusión, continúa
diciendo el Papa, parece reflejar la recomendación de Pablo a los corintios,
cuando manifiesta que el hombre es cabeza de la mujer, y que esta imagen del
hombre es la imagen de Dios (cf. 1 Cor 11, 3-16); o que la mujer debe ser dócil a
su marido (cf. Ef 5, 21-31). Estas palabras, insiste el Papa, no son sino el reflejo
de la mentalidad y costumbres del tiempo en que fueron escritas, pero hoy es
preciso entenderlo de un modo nuevo, y observar que, lo único que quieren
decirnos, es que debe haber una sumisión recíproca ―tanto en el hombre como
en la mujer― en el temor de Cristo, puesto que el dominio del varón sobre la
mujer, no manifiesta sino la alteración y pérdida de la igualdad que Dios, desde
el origen de la creación, había dado al hombre y a la mujer. De hecho, el
momento presente espera la manifestación del «genio» de la mujer que asegure
la sensibilidad por el hombre, dada su condición de ser humano81.
También en la Iglesia actual, tal como lo manifiesta Juan Pablo II, y como
lo había expresado ya el Concilio Vaticano II, el hombre y la mujer son
esencialmente iguales, y poseen la misma dignidad e igual responsabilidad.
Hoy día, la vocación de la mujer se desarrolla a través de sus valores e
influencia en el mundo 85 . Igualmente, señala Ricardo Blázquez, la Iglesia
necesita el dinamismo de la recíproca necesidad, de la común dignidad, vivida
inseparablemente, y de la participación «sinfónica» en la diversidad de sexos86.
Ahora bien, a juicio de O. González de Cardedal, estamos en un ecumenismo de
la condición femenina que trasciende culturas y religiones y, aunque en este
ecumenismo hombre y mujer tienen la misma dignidad, sin embargo, la Iglesia
católica no afirma, sin más, una igualdad entre el hombre y la mujer, ni en el
orden de la naturaleza y creación, ni en el orden de la gracia y santificación,
puesto que los sexos son intrascendibles y, por tanto, una reducción unisexual
es un atentado a la grandeza y riqueza de la humanidad, a la vez que un
atentado a la creación divina87.
84 Cf. E. BEAUCAMP, La Bible et le sens religieux de l’univers, Cerf, Paris 1959, 20-22.
85 Cf. GS, 8-9. 43; LG, 32-33. PABLO VI, Clausura del Concilio Ecuménico Vaticano II: Mensaje del
Concilio a las mujeres, 3. 4. 11.
86 Cf. R. BLAZQUEZ, «Participación de la mujer en la Comunión Eclesial», en A. GALINDO
GARCÍA (ED.), Dignidad de la Mujer y fe cristiana, U. P. de Salamanca-Caja Salamanca,
Salamanca 1990, 137-138, 138.
87 Cf. O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, «La mujer en la sociedad y en la Iglesia», a. c., 181-188, 186-
187.
465
Todo ello, nos lleva a pensar que, De Lubac, quizá se ha dedicado más a
hacer un análisis de los textos cristianos en sí, que de la variedad de
afirmaciones budistas semejantes a las de la doctrina cristiana 91 . Por
consiguiente, y dado que entendemos que existen «textos sagrados» budistas
que, abordados desde la teología pastoral y antropológica, pueden ayudarnos a
descubrir actitudes y virtudes humanas que asemejan a ambas religiones, y que
el jesuita no ha resaltado, trataremos de recurrir a ellos en las páginas que
siguen.
Los budistas, señala De Lubac, tal como dice el Suta-Nipata, conceden una
gran gloria y esplendor a Buda. Sobre él narran su aparición bajo la forma de un
príncipe luminoso, resplandeciente como las estrellas y como el sol claro del
otoño. Esta visión, a juicio de nuestro autor, nos permite deducir que, para
muchos de sus seguidores, el Iluminado es como un ser sobrenatural o dios
entre los dioses (devatideva) que, debido a su perfección, posee un poder
misterioso, mayor que el de los dioses y que, a su vez, comunica una virtud
mística a aquellos que lo invocan. También se le atribuyen afirmaciones que lo
magnifican y le dan el poder de proteger a sus seguidores, porque ninguna
potencia maligna puede sobre él92.
La confianza que los fieles budistas y cristianos ponen en cada uno de sus
fundadores se ve recompensada por una respuesta de amor, familiaridad y
respeto por parte de ellos. Así lo vemos cuando, por ejemplo, Shinran ―el
Los bodhisattvas sólo deben tener una pasión: el bien de los demás. Todos aquellos que
son infelices lo son por haber perseguido sólo su propio placer. Y todos aquellos que
son felices lo son por haber buscado el placer de los demás. Por eso, para que cese la
pena, hay que intercambiar el bienestar propio con la pena de los demás99.
97 Itivuttaka, 27. Cf. J. BACOT, Milarépa, 276 (cit., en H. DE LUBAC, «Ethnologie et chrétienté», a. c.,
225).
98 Cf. Sutta Nipata, Amagandha Sutta (cit., en H. DE LUBAC, «Ethnologie et chrétienté», a. c., 225).
99 Texto resumido por nosotros. Cf. Bodhicaryavatara VIII [L. FINOT, 115-118 (cit., en AB.I, 25)].
469
Esta búsqueda del bien propio y el de los demás, debe tener su fuente en
la humildad. Es decir, en el reconocimiento de que es Otro el que da la fuerza
para llevar a cabo ese altruismo (cf. 1 Cor 4, 6-7; Ef 2, 9-14). El budismo, aunque
De Lubac no aluda a ello, también invita al hombre a tener estas actitudes. Así
lo vemos reflejado, por ejemplo, en las palabras que el fundador de la secta
Shin-Shu dirige a sus fieles. A través de ellas deja claro que si uno es impuro y
reconoce que lo es, entonces podrá alcanzar el nirvana, pero si aquel que es
puro, se enorgullece de serlo y se complace en su propia pureza, entonces se
mancha y muere con un pensamiento impuro100.
Igual que el cuerpo, a pesar de tener muchos miembros diferentes, es protegido como
un único ser; así también debe pasar en este mundo, donde los diversos seres tienen
en común el dolor y la alegría. Igual que se interesa por sus miembros como parte de
su cuerpo, así debe interesarse por todos los hombres como partes de la humanidad101.
1. 1. Raimon Panikkar
Influido por una vida que ha transcurrido entre los confines de las
culturas de Oriente y Occidente, Panikkar ha manifestado un gran interés por
defender la autoridad de la religión budista, frente a las corrientes y voces que
la han tachado de atea. Para ello, se ha detenido a desarrollar, especialmente, la
diferencia entre el ateismo moderno y el «ateismo» budista, así como el
apofatismo que subyace en él. Con ello, ha querido demostrar que en el ateísmo
moderno o «nuevo ateismo», el materialismo, la tecnología y la economía han
pasado de ser un instrumento, a convertirse en un fin.
Íntimamente unida a esta visión religiosa del budismo, está la figura del
bodhisattva ―modelo del verdadero bhikkhu o místico― y de la vida que desea
llevar a cabo el monje, puesto que, únicamente él, puede dedicar su vida a la
rígida ascesis y contemplación que pedía Buda. Y, en consonancia con esta vida,
ha destacado nuestro misionólogo, y con su sentido de la sencillez, humildad,
modestia y delicadeza en la liturgia, podrían ponerse algunos elementos de la
vida monacal cristiana. Ahora bien, ha aclarado, esto no quiere decir que se
puedan comparar la ordenación budista con la «ordenación sacerdotal» y la
«profesión religiosa» cristiana.
1. 3. Henri de Lubac
octubre de 2011, n. 9-10. ID., La Iglesia, Israel y las demás religiones, Ciudad Nueva, Madrid
2007, 84. ID., Verbum Domini, 109.
483
muchos coreanos, aunque no practican esta religión, tienen una visión budista
de la vida5.
5 Cf. SHIM JAE-RYONG, El budismo coreano: tradición y transformación, Verbum, Madrid 2005, 15-
27. 41-65. 263-274. Cf. 권오민, 불교학과 불교, 용약관, 서울 2009, 17-23. 43-59. 95-111 [(La
traducción es mía) KUON-OMIN, Filosofía y religión budistas, Yongyakwan, Seúl 2009].
6 Cf. 김영희, 책 읽어 주는 엄마, 샘터, 서울 2002, 35. 120. [(La traducción es mía) KIM-YONGJI, El
libro que me leía mi madre, Semto, Seúl 2002]. La traducción de este texto coreano, y de los que
aparezcan en adelante, no ha sido realizada de una forma exhaustivamente literal, por ello,
nos parece oportuno poner en nota los textos originales. En este caso el texto coreano dice
así: “사람을 대할 때, 마음으로 먼저 대하라는 엄마의 말이 맞습니다. 그래야 서로의 상처가
속에 남지 않기 때문입니다 [...]글을 배우는 것도 중요하지만 마음을 배우는 것도 중요하다”.
484
El corazón, además de ser un órgano vital del ser humano, es, sobre todo,
un símbolo totalizante de la persona. Es su núcleo más íntimo y auténtico, lo
mejor de ella y, por consiguiente, su «yo» más real. El corazón está por encima
del intelecto y la voluntad, es la persona en su identidad, pero también en su
sensibilidad y capacidad de verse afectada por lo que la rodea 11 . En una
palabra, el corazón define la síntesis de todas las fuerzas anímico-espirituales,
que están unidas en la persona en una forma y orden singulares. Quizá por eso,
el hombre, a diferencia del macrocosmos, es denominado «microcosmos», pues
todos los valores y los grados del ser y de la vida encuentran en él un
representante y una síntesis 12 . La fuerza del corazón del hombre ―expresa
también la mentalidad coreana― es tan importante que, incluso lo que no tiene
valor, si se acoge con el corazón se convierte en bueno13.
11 Cf. D. VON HILDEBRAND, El corazón. Un análisis de la afectividad humana y divina, o. c., 133-145.
M. DÍAZ MATEOS, «”El Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas” (Sal
145, 9)», en N. MARTÍNEZ-GAYOL (ED.), Un espacio para la ternura. Miradas desde la Teología,
Desclée de Brouwer-UPCO, Madrid 2006, 91-122, 96.
12 Cf. D. VON HILDEBRAND, El corazón: un análisis de la afectividad humana y divina, o. c., 145.
13 Cf. 이성종, 한국의 속담, 아이템복스, 서울 2008, 63 [(La traducción es mía) I-SONCHONG,
Refranes coreanos, Aitempoksu, Seúl 2008]. El texto coreano dice así: “보잘 것 없는 것도
마음에 들면 좋아 보인다는 말”.
14 Cf. M. DÍAZ MATEOS, «”El Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas”», a.
c., 97. H. DE LUBAC, Meditation sur l’Eglise, Montaigne, Paris 1953,127.
486
corazón de esposo, de madre y de Padre15 (cf. Gn 6, 5-7; 8, 21; 2 Sm 78, 72; 33, 11.
18; Is 49, 15-16; Os 11, 8-9). Un corazón para el que el ser humano, y el mundo
en el que éste vive, son la gran preocupación del corazón de Dios: «¿Qué es el
hombre para que le des importancia, para que pongas en él tu corazón?» (Jb 7,
17). De ahí, que en la antropología bíblica el corazón sea la fuente del
dinamismo y de la vitalidad, de la capacidad de decidir y actuar de toda
persona16. Y, de ahí también, que Dios quiera ganar al ser humano a través del
corazón y purificar todo lo que en él hay de negativo: «Guarda tu corazón por
encima de todo, pues de él brota la vida» (Prv 4, 23), y en él está la fuente de la
misericordia y del conocimiento (cf. Os 6, 6).
Por otro lado, la tradición budista, al igual que la cristiana, también cree
que el corazón es el lugar donde habita la misericordia y la mente del
individuo. Cree que el conocimiento universal que habita en el corazón, supera
a la mente y al raciocinio, porque va más allá de la vida o de la muerte17. Es un
conocimiento que ―como señala el monje (sumim) Pobchong― no nace de la
mente, sino de la fe de un corazón acogedor y; por consiguiente, la franqueza y
la honestidad del ser humano no brotan de la mente, sino del corazón18.
15 Cf. M. DÍAZ MATEOS, «”El Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas”», a.
c., 103. 111.
16 Cf. H. W. WOLF, Antropología del Antiguo Testamento, Sígueme, Salamanca 1975, 61-63. D. VON
HILDEBRAND, El corazón. Un análisis de la afectividad humana y divina, o. c., 57. 141-146. M. DÍAZ
MATEOS, «”El Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas”», a. c., 114-115.
17 Cf. J. LÓPEZ GAY, «El Código de un Samurai. Traducción y Comentario del “Iroha-uta” de
Shimazu Tadayoshi (1545)»: Boletín de la Asociación Española de Orientalistas 19 (1983) 245-259,
251.
18 Cf. 법정 스님, 산에는 곷이 피네, 동쪽나라, 서울 2003, 35 [(La traducción es mía) POBCHONG
SUNIM, Las flores crecen en las montañas, Tongchoknara, Seúl 2003]. El texto coreano dice así:
“믿음은 머리에서 니오지 않는다. 가슴에서 나온다. 머리에서 나오는 것은 지극히 추상적이고,
관념적이다. 머리는 늘 따지고 의심하지만, 그러나 가슴은 받아들인다. 열린 가슴으로
믿을때야말로 그 믿은은 진실한 것이고 또 살아 움직이는 것이다. 인간의 신뢰와 성실성도
머리가 아니라 가슴온다”. En estas páginas que hemos dedicado a este ejemplo de diálogo
como propuesta basado en la cultura corena, nos apoyaremos, de una forma especial, en los
escritos del monje budista (sumim) Pobchong. Éste es muy apreciado en Corea, no sólo por
los fieles budistas ―dado su gran ejemplo de vida y espiritualidad―, sino también por los
cristianos, pues es una persona muy abierta al diálogo interreligioso. De hecho, además de
ser un buen amigo del obispo católico Changik, ha sido invitado en varias ocasiones a hablar
sobre el budismo en diversos círculos católicos. Cf. 법정 스님, 산에는 곷이 피네, o. c., 31-32.
104.
487
23 Cf. J. ANTONIO, «El corazón coreano reflejado en sus templos»: Koreana 3 (2008) 11-13, 12.
24 Cf. 이덕진, 지눌, 예문서원, 서울 2002, 37 [(La traducción es mía) I-TOKCHIN, Modelos del
pensamiento oriental y coreano, Yemunsowon, Seúl 2002]. El texto coreano dice: “한국인들은
논리적이기 보다는 마음으로 말 하기를 좋아한다. 한국인들의 심리를 지배하는 6 가지의
요소는 다음과 같다.사회적 측면,감성,남의 감정에 대한 직관, 주변의 위기,조화,그리고
마지막으로 단결. 이와같은 6 가지의 측면 사이의 상호적관계야 말로 한국문화의특징이라고
볼 수있다”.
489
dogmáticas, para que pueda reinar el bien común por medio de la ética y el
espíritu de comunión que poseen todas las religiones25.
Esta reflexión que nos plantea el monje budista, aunque no cuenta con
nuestro apoyo respecto de la eliminación de las barreras dogmáticas y de las
denominaciones propias de cada religión, sin embargo, sí nos parece
importante acoger lo que plantea para evitar conflictos y controversias, con el
fin de eliminar actitudes de superioridad y de promover el conocimiento
profundo de los otros. Por tanto, siendo conscientes de que no debemos olvidar
lo fundamental de cada una de nuestras creencias, sino, más bien, dialogar
desde la espiritualidad más profunda de cada una de ellas, deseamos poner de
manifiesto la espiritualidad que contiene las semillas del Verbo en cada cultura
y en el corazón de todo ser humano26.
25 Cf. 법정 스님, 산에는 곷이 피네, o. c., 116-117. El texto coreano dice así: “종파적인 벽이나
독단적인 요소만 극복할 수 있다면, 모든 종교를 하나로 보는 경지에 이를 수 있다. 오늘날
세계적으로 분쟁이 일고있는 종교적인 갈등은, 종파적인 벽을 넘어서지 못하기 때문이다.
자기들이 믿는 종교만이 유일한 구원의 길이라 믿고 다른 종교를 무시 하기 때문에 생겨난
결과이다 […] 모든 종교에는 독단적인 요소가 있다. 독단적이고 배타적인 요소가 끼어들이면,
인간 교류 자체가 불가능하다. 종교간에 벽이 허물어지려면 우선 대화가 있어야 하고, 대화를
가지려면 독단적인 울타리를 넘어 마음을 활짝 열 수 있어야 한다. 그렇게 하면 모든 종교가
지니고 있는 공통적인 윤리, 공동선 같은 것이 서로 통할 수 있다”.
26 Cf. AG, 11. 15. NA, 2.
27 Cf. COMISIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL, Algunas cuestiones actuales de escatología (1990),
Cete, Toledo 1992, 14. ID., «Algunas cuestiones actuales de escatología (1990)», en C. POZO
(ED.), Documentos (1969-1996). Veinticinco años de servicio a la teología de la Iglesia, BAC,
Madrid 1998, 455-498, 464-465.
490
Ahora bien, el cristianismo deja claro que esa liberación personal que
anhela el corazón humano no puede acabar en uno mismo. Es decir, el hombre
debe tratar de que, además de él mismo, también todo el género humano sea
liberado de la esclavitud del pecado, para encontrar la salvación que Dios ofrece
con su Hijo29. Así lo relata la Sagrada Escritura cuando dice que la ascesis y la
purificación personal deben reflejarse en acciones como: abrir las prisiones
injustas, partir el pan con el hambriento y no aferrarse a la propia carne (cf. Is
58, 6. 7). Se trata, por tanto, de hacer posible que la transparencia interior refleje
que ama a Dios y a los hombres con todo el corazón (cf. Dt 6, 5). Este es el
fundamento de la «alianza nueva» que anunciaron los profetas: cambiar el
corazón de piedra por el de carne, y dejar que la ley de Dios sea la que dirija el
corazón del hombre (cf. Dt 15, 7-22; Ecl 17, 11; Ez 20, 25; 36, 22-ss; Jr 31, 33; Miq
6, 8).
b) Un corazón misericordioso
28 Cf. 이덕진, 지눌, o. c., 148. El texto coreano dice así: “인간을 알려면 나를 알아야 하고, 나를
알려면 심을 알아야 하며, 심을 알려면 모든 생각이출입기멸하는 우리 마음의 본질을 보아야
한다. 우리에게 이마음이 무엇인가를 깨우쳐 주기 위해 고뇌하고 실천한 선각 자였다”. Cf.
이성종, 한국의 성 속담 사전, o. c., 23. El texto coreano dice así: “외모를 깨끗이 하면 마음도
청신해진다는”. Cf. 정종진, 한국의 성 속담 사전, o. c., 75. 123. El texto coreano dice así:
“사치스러운 마음을 조금이라도 버리면 그 만큼 죄가 감해진다”. También cf. 법정 스님,
산에는 곷이 피네, o. c., 35.
29 Cf. COMISIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL, Algunas cuestiones actuales de escatología, o. c., 14.
ID., «Algunas cuestiones actuales de escatología (1990)», a. c., 464. M. DÍAZ MATEOS, «”El
Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas”», a. c., 116-118.
491
30 Cf. 법정 스님, 산에는 곷이 피네, o. c., 27. 128-129. El texto coreano dice así: “나눔의 삶을
살아야 한다. 꼭 물질적인 것만이 아니고 따뜻한 말을 나눈다든가, 눈매를 나눈다든가, 일을
나눈다든가, 아니면 시간을 함께 나눈다든가, 함께 살고 있는 공동체와의 유대가 절대적으로
필요하다 […] 우리 생애서 마지막 순간까지 가장 종요한 것은 우리가 이웃에 대해서 따뜻한
마음을 얼마나 가졌는가, 또 그 따뜻한 마음의 본질이 무엇인가를 아는 일이다. 우리가 이웃에
대해서 한생애 동안 따뜻한 마음을 얼마나 지녔는가, 얼마나 친절히 대했는가, 또한 그 따뜻한
마음의 본질이 무엇인가를 아는 일이다”.
31 Cf. JUAN PABLO II, «Ecclesia in Asia», en OBRAS MISIONALES PONTIFICIAS (ED.), La Iglesia en el
Mundo. Exhortaciones apostólicas postsinodales de los cinco continentes, BAC, Madrid 2011, 213-
314, 240-241. BENEDICTO XVI, Deus caritas est, 28. ID., «Discurso a los líderes de las religiones
con mayor presencia en el Reino Unido», a. c., 3.
32 Cf. 법정 스님, 산에는 곷이 피네, o. c., 134. El texto coreano dice así: “나 아닌 타인에게 내
가족이든 친구이든 (또는) 남모르는 사람에게까지 동정과 이해심을 지니는 것이다.
자연스럽게 이웃을 돕는 일이다. 마음으로부터 우러나서 거드는 일이다. 이것이 마음의
메아리이다”.
33 Cf. JUAN XXIII, Pacem in terris, 1. N. MARTÍNEZ-GAYOL, «¡Necesitamos ternura! Hacia una
Teología de la Ternura: fundamentación antropológica», en ID (ED.), Un espacio para la
ternura. Miradas desde la Teología, Desclée de Brouwer-UPCO, Madrid 2006, 13-90, 13-87, 84-
85. R. PANIKKAR, Invitación a la sabiduría, Madrid, Espasa Hoy, 1998, 140.
492
el amor de su corazón para remediar las necesidades del más débil. También,
pone al descubierto las dos dimensiones estructurales del ser humano: darse y
recibirse34. Un darse y recibirse que en la espiritualidad budista es expresado
como un acto de generosidad hacia el otro. Es decir ―y tal como señala el
sumim―, se trata de comenzar por las acciones más sencillas: dar una sonrisa y
hablar con delicadeza y afecto. Basta con dejar que el corazón se despliegue y se
abra al otro, para que salgan a la luz las semillas de la bondad35.
34 Cf. JUAN PABLO II, Salvifici Doloris, 4. 28-29. N. MARTÍNEZ-GAYOL, «¡Necesitamos ternura!», a.
c., 13-87, 84-85.
35 Cf. 법정 스님, 산에는 곷이 피네, o. c., 134. El texto coreano dice así: “낯선 이웃에게
너그러워지는 일이다 [...] 따뜻한 미소를 보내는 것, 이 것도 사랑이다. 부드럽고 정다운 말씨를
쓰는 것, 이것도 사랑이다. 우리의 마음만 열리면 늘 그렇게 살 수가 있다. 마음이 겹겹으로
닫혀 있기 때문에 그런 씨앗을 내 자신이 지니고 있으면서도 그걸 펼쳐 보이지 못하는
것뿐이다”.
36 Cf. N. MARTÍNEZ-GAYOL, «¡Necesitamos ternura!», a. c., 13-87, 84-85.
37 Cf. 법정 스님, 산에는 곷이 피네, o. c., 115.116. El texto coreano dice así: “그런 것 없이 마음을
터놓고 만나다 보니 전혀 벽도 없고 또 중교간의 거리도 간단히 뛰어넘을 수 있다 […]서로가
인간적으로 만나며, 그런 만남 속에서 모든 것이 융화된다”.
38 Cf. 한국천주교 주교회의, “6 월 예수성심성월을 맞아”: 한국천주교회의 알림마담, 6 월호
(2010), consultado: 7/3/2011, disponible en: http://gkcc-uf.com/xe/15389, 1-3. [(La
traducción es mía) CONFERENCIA EPISCOPAL DE COREA, «Junio: el Sagrado Corazón de Jesús»:
Revista de la Conferencia Episcopal Coreana 6 월호 (2010). Cf. 나기정 다니엘 신부, “예수 성심
대축일과 사제 성화의 날: 사제의 맘은 예수 맘”: 경향잡지, 6 월호 (2002), consultado:
7/3/2011, disponible en: http://fr.catholic.or.kr/jhs/liturgy/festival06_3.htm, 1-4 [(La
traducción es mía) NA-KICHONG D., «La festividad del Corazón de Jesús y el día del
sacerdocio: el corazón del sacerdote como el Corazón de Jesús»: Revista Diocesana 6 (2002)].
493
39 Cf. BENEDICTO XVI, Verbum Domini, 100. N. MARTÍNEZ-GAYOL, «¡Necesitamos ternura!», a. c.,
13-87, 84-85.
40 Cf. BENEDICTO XVI, Verbum Domini, 168.
41 Cf. JUAN PABLO II, Homilía durante la misa de clausura del Sínodo para Asia, 6.
42 Cf. BENEDICTO XVI, Documento de Aparecida, 470-473. J. RATZINGER, «Iglesia abierta al mundo»:
Palabra 18 (1967) 18-23, 21. G. S, 40-45.
494
los problemas de toda índole, será porque el hombre no ha actuado con pureza
de corazón43.
43 Cf. 법정 스님, 산에는 곷이 피네, o. c., 20. El texto coreano dice así: “인간의 마음이 맑고
투명하다면 그 그림자인 세상도 맑고 투명해진다. 세상에서 온갖 사건, 사고, 비리들이
일어나는 것들은 인간의 마음이 순화되지 않았기 때문이다. 그야말로 맑고 향기롭지 못하기
때문에 그렇게 된 것이다”.
44 JUAN PABLO II, Bula: Inter sanctos, 3.
45 Cf. 법정 스님, 산에는 곷이 피네, o. c., 116. El texto coreano dice así: “내가 좋아하는 아씨시의
프란치스코 성인들의 유적지들 돌아보는데 마치 인도 불교 성지 순례할 때의 그런 성스러움,
옛 성인들의 대한 존경심 같은 것이 우러나왔다”.
46 Cf. A. VÉLEZ DE CEA, «Paz y violencia en el budismo», en J. J. TAMAYO (ED), Diez palabras clave
sobre la paz y violencia en las religiones, Verbo Divino, Estella (Navarra) 2004, 47-70, 41. 47-73,
51. 65.
47 Cf. 이성종, 한국의 속담, o. c., 93. El texto coreano dice así: “세상 인심이 험악하고 믿음성이
없다”. Cf. 정종진, 한국의 성 속담 사전, o. c., 78. El texto coreano dice así: “욕심이 있는 사람이
솔깃한것을 보고 그냥 지나쳐 버리지 못한다”. También cf. 김애주, 아름다운 마침표, 민족사,
서울 2010, 7 [(La traducción es mía) KIM-EYU, La hermosura que a cada uno le espera, Minchoksa,
495
Seúl 2010]. Cf. 법정 스님, 산에는 곷이 피네, o. c., 75. El texto coreano dice así: “마음이 열리지
않으면, 이미 열려 있는 세상을 내가 받아들일 수가 없다 [...] 세상이라는 파도 위에서 걷도는
것에 불과하다. 마음이 열려야만, 세상과 내가 하나를 이룰 수 있다는 사실을 기억하기 바란다.
마음이 열려야만 평온과 안정을 이룰 수 있기때문이다”.
48 Cf. BENEDICTO XVI, Verbum Domini, 109. Sobre este mismo tema: PONTIFICIO CONSIGLIO PER IL
DIALOGO INTERRELGIOSO. CONGREGAZIONE PER L’EVANELIZZAZIONE DEI POPOLI, Dialogo e
annuncio, o. c., 28-35.
49 Cf. N. MARTÍNEZ-GAYOL, «¡Necesitamos ternura!», a. c., 13-87, 84-85.
50 Cf. K. RAHNER, Escritos de teología, t. IV: Escritos recientes, Cristiandad, Madrid 42002, 412. H.
DE LUBAC, Meditation sur l’Eglise, o. c., 148. T. D’EYPERNON, Paradoxes du Bouddhisme, Desclée
de Brouwer, Paris 1947, 11.
51 Cf. 법정 스님, 산에는 곷이 피네, o. c., 75. 144. El texto coreano dice así: “불교 용어로는
‘무상하다’는 말이 있다. 모든 것은 무상하고 덧없다. […] 안으로 마음의 흐름을 살피는 일,
우리는 이것을 일과로 삼아서 삶을 살야한다. 모든 것을 최초의 마음가짐의 생각을 지켜보는
것이 바로 명상이다”.
496
55 Cf. 정종진, 한국의 성 속담 사전, o. c., 53. El texto coreano dice así: “마음이 몹시 상하여
걷잡을 수 없다는 뜻”.
56 Cf. 법정 스님, 산에는 곷이 피네, o. c., 104. El texto coreano dice así: “가끔 장익 주교와 만난다.
마음을 터놓고 만나다 보니 종교의 벽이 없다”.
57 (La traducción es mía). El texto coreano dice así: “두 종교의 만남이라는것은 기적의 일은
아니더라도, 십자가 앞에 서계신 스님의 모습은, 보는 이들에게 많은 감흥을 볼러일으키기에
충분했다”. 법정 스님, 산에는 곷이 피네, o. c., 31.
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Analambana karuna: «piedad pura» y objetiva, desvinculada del afecto por el otro.
Anatta: el «no-yo».
Anuttara: el guía incomparable. Uno de los nombres con que se conoce a Buda.
Attan: inconsistencia.
Avalokita: bodhisattva que «mira hacia abajo» o a los que están bajo él.
Bhagavat: el señor honrado del mundo. Uno de los nombres con que se conoce a Buda.
Boda-Gaya: lugar donde se encuentra la higuera bajo la que Buda recibió la Iluminación.
Buda: término que deriva de la la raíz sánscrita budh: «despertar a la verdad», «llegar al
conocimiento», «alcanzar la iluminación.
Chakra: círculo o rueda de ocho radios que representa los ocho pasos del «camino óctuple»
de la perfección.
Devatideva: el dios entre los dioses. Epíteto honorífico que se aplica a Buda.
Dharma: ley universal y doctrina de Buda. Sólo cumpliendo esta ley se sale de la
ignorancia y se alcanza el nirvana.
Isvara: señor. Término hinduista que se acoge en el budismo para referirse al señor Buda.
Kambo: nombre japonés que se da al joven que realiza un oficio semejante al del sacristán.
Karma: ley de la causalidad, moral y mecánica que gobierna el universo, regula las
acciones y mantiene al individuo atrapado en la ruindad de la materia. Es una ley de
retribución que conecta las edades pasadas y futuras y determina la vida del
individuo, puesto que establece el modo de existencia en el que renacerá. Equivale al
«Dios» creador y remunerador. Esta ley es también la razón de que no pueda haber un
«yo» consistente, único e irrepetible.
Karmasadrata: analogía kármica que implica que el fruto de las acciones está íntimamente
ligado al fruto de las retribuciones.
Karuna: compasión universal y raíz de toda la ley búdica. Procede de la intuición del dolor
universal y debe tener en cuenta la piedad hacia todas las criaturas.
543
Ksanti: paciencia.
Kaya: cuerpo.
Lokavit: el que comprede al mundo. Uno de los nombres con que se conoce a Buda.
Maitri: benevolencia.
Mantra: recta palabra o elocución sagrada que no siempre tienen un significado real, pero sí un
poder mágico inherente al sonido.
Mara: dios o «espíritu del mal», pero sin las connotaciones que se da en el cristianismo al
«demonio», pues, aunque conduce al mal, es un dios que ocupa un lugar elevado en la
jerarquía de los dioses.
Marga: doctrina de los «tres caminos» para alcanzar la perfección: paraíso, meditación y
sabiduría.
Nirvanmarga: tercera parte del camino a recorrer, que exije anular las ilusiones y la ignorancia
para entrar en el nirvana.
Phala: acciones.
Prajña: sabiduría.
Rupakaya: el omnisciente en la realidad. Uno de los nombres con que se conoce a Buda.
Saccidananda: concepción de la mística advaita que entiende que en el dios Brahman se dan
intrínsecamente las tres perfecciones de «ser-conciencia-beatitud».
Saddharma-pundarika (Loto de la Buena Ley): libro de la corriente Mahayana que desarrolla
el pensamiento tradicional budista.
Sakyamuni: nombre que también se le atribuye a Buda (sakya-muni ―el sabio de la tribu de
los sakyas). Su figura tiene unas características bastante filosóficas, pues centra su
atención en la verdad de Buda y su manifestación.
Samanera: novicio.
Samma sati: segunda etapa de purificación de la persona para obtener recta conciencia.
Samsara: flujo, devenir, ciclo de reencarnaciones o existencias por las que el indivuduo
tiene que ir pasando hasta obtener el nirvana.
Samyak-Sambuddha: el que conoce todo perfectamente. Uno de los nombre con que es
conocido Buda.
Skhandha: grupos o agreados básicos que constituyen al individuo: las formas, las
sensaciones y sentimientos, las percepciones, las disposiciones psíquicas y la
conciencia intelectiva. Todos ellos constituyen el ego psicológico y que, según el
budismo, deben ser descubiertos para que la insubstancialidad del sujeto quede al
desnudo.
Sila: moral.
Sutra: discursos dados por Buda o alguno de sus discípulos más próximos.
Svargas: paraísos pasajeros donde el individuo puede reencarnarse si ha tenido un buen
karma en su vida pasada, pero estos no suponen la obtención del nirvana.
Svargamarga: camino de los paraísos que exige rectitud moral a través de la práctica de las
virtudes.
Tapas: ascetismo.
Thera: anciano.
Theravada o Hinayana («pequeño vehículo»): palabra o doctrina de los antiguos (thera).
Una de las corrientes más primitivas del budismo. Interpreta las enseñanzas de Buda
de una manera conservadora. Desarrolla la espiritualidad de los monjes solitarios.
Defiende que lo importante es la liberación del «ser», sin tener en cuenta ni a las cosas
ni a los hombres, y pone el acento en el esfuerzo propio, el control de la respiración, la
ascesis y la penitencia. Su meta es convertirse en un «santo perfecto» (arahat) para
desde este estado poder obtener el nirvana.
Trikaya: doctrina de los «tres cuerpos» o « tres naturalezas de Buda», que afirma que
cuando un ser alcanza el estado supremo de la Iluminación ha logrado la realización
de los tres cuerpos: Dharmakaya, Sambhogakaya, y Nirmanakaya. Estos tres cuerpos no se
refieren a tres entidades distintas, sino a dos planos de existencia, el más sutil
(Dharmakaya, Sambhogakaya) carente de forma, y el plano material (Nirmanakaya).
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Tripitaka: los «Tres Cestos» o Canon Pali que constituyen el cuerpo doctrinal y fundacional
del budismo: Vinayapitaka o cesto de la disciplina monástica; Suttapitaka o cesto de los
discursos de Buda; y Abhidhammapitaka o cesto de las enseñanzas adicionales.
Tríshula: tridente que representa a las «tres joyas» del budismo: Buda, Dharma y Sangha.
Upasaka: laico.
Virya: energía.