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Policía Nacional de Japón

Tras la debacle de su participación en la Segunda Guerra Mundial, los

japoneses establecieron un modelo policial que en muchas maneras

refleja la filosofía del esquema comunitario. Los métodos que

seleccionaron surgieron de una mezcla entre los valores y principios de

su cultura y la aplicación de la versión estadounidense de policía. Una

de las claves del éxito para disminuir los índices delictivos en Japón fue

la cercanía entre las instituciones policiales y la comunidad. Quizás esto

tiene que ver más con la concepción cultural del rol de la policía que con

cualquier método aprendido, pero lo cierto es que la policía en este país

ha ido más allá de la preservación del Estado de derecho y se ha

enfocado también en ayudar a la comunidad a resolver muchos

problemas o situaciones que en su momento podrían haber

desembocado en desorden, violencia y criminalidad.

Una de sus estrategias recayó en la adopción de gonin–gumis, grupos

de cinco personas de ciertas áreas cuyo trabajo es ayudar a resolver,

junto con la policía, los problemas de una comunidad en particular. Otro

mecanismo que probó su efectividad fue el koban. Éste consistió en una


pequeña caseta que se colocó en las esquinas de las calles en las

grandes ciudades japonesas. Dicha caseta se compone por lo general

de tres cuartos (una recepción, un área de trabajo y un baño) y es

ocupada por entre uno y tres oficiales, quienes trabajan en turnos de 24

por 48 horas. Los oficiales fueron asignados a áreas geográficas

específicas alrededor del koban y recibieron como encargo la vigilancia

y protección de todas las casas y negocios en esa zona. El número

promedio de habitantes bajo la responsabilidad de un koban ronda los

12 mil, por lo que en áreas con alta densidad poblacional se podía

instalar este tipo de casetas en prácticamente cada esquina. Además

de fungir como una estación de policía descentralizada, el koban

también funciona como un medio para coordinar la calidad de vida de la

comunidad. Las funciones que le fueron asignadas abarcan actividades

como: brindar información de la zona, visitar a los ancianos y a las

personas con poca movilidad e incluso prestar dinero para completar

los pasajes de camión. En este sentido, quizás la diferencia más notoria

de Japón con la mayoría del resto de los países recaiga en su cultura.

En ella, los ciudadanos no sólo cooperan con la policía sino que le

brindan un trato de gran respeto, tanto por ser una figura de autoridad

como por el auxilio y la mediación que representa. A pesar de lo anterior,


el sistema japonés mantiene una estructura organizacional muy

centralizada: el mando se concentra en la Agencia Nacional de Policía.

No obstante, vale la pena resaltar que se trata de un organismo

supervisado por ciudadanos a través de la Comisión Nacional de

Seguridad Pública y que, para desarrollar bien su trabajo, actúa a través

de prefecturas locales que vigilan la labor que se realiza en las

localidades.

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