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Juan Albarracin-Jordan; ³Tiwanaku: Arqueología Regional y Dinámica

Segmentaria´, Editores Plural, 1996, p. 383, La Paz ± Bolivia.

r 

³Los famosos monumentos megalíticos de Tiwanaku han dado motivo a


numerosas interpretaciones, siendo las contingencias de la sociedad colonial y
la republicana las que crearon un espectro de ideas primarias acerca de ellos.
Se debe considerar hoy que el avance de la ciencia arqueológica, por su base
empírica y su metodología, necesita desplazar a las especulaciones subjetivas
existentes. La evaluación de la historia del pensamiento acerca de Tiwanaku, no
obstante, muestra que existe una amplia gama de ideas, las cuales se enmarcan
dentro de diferentes paradigmas.

En un extremo se encuentran las creaciones imaginarias, los caprichos


fantasiosos y el misticismo; en esta literatura sólo se muestran interpretaciones
de efigies y de formas atribuidas a seres extraterrestres o criaturas fantasmales
que habrían edificado secretamente los recintos de Tiwanaku. En esta corriente
se esconden prejuicios sociales profundos del aventurerismo ideológico que
niega la historia de las sociedades nativas y hasta la misma condición cultural,
intrínseca a su entorno social.

Desde otra óptica, también existe una corriente indigenista que busca explicar el
pasado prehispánico con analogías de una sociedad ideal, llena de virtudes, de
insuperable eticidad y de moral universal. Utilizando la historia oral y la memoria
colectiva se pretende superar los obstáculos del sincretismo cultural y ponderar
su carácter social prehispánico. Sobre esta base metodológica se intenta
mistificar el pasado y caracterizarlo como un ciclo de leyendas proyectadas
hasta nuestro tiempo. La arqueología es vista por esta corriente como una
extraña creación del pensamiento occidental, siendo desestimada como medio
de investigación eficaz para autenticar la noción de la "historia" de los
ancestros.´ (ix).

³La arqueología, frente a estas formas, tiene funciones científicas y trabaja para
identificar la trayectoria de las sociedades a través de los restos materiales que
la cultura produce. Esta base empírica (registro arqueológico) y su interpretación
se encuentran unidas por la estructura metodológica de la investigación. Son los
procedimientos de estudio los que generan nuevas perspectivas en la inferencia
de las relaciones que existen entre los restos arqueológicos y la explicación del
fenómeno social que los contiene. La arqueología, en tal sentido, opera con un
cuerpo de técnicas y herramientas metodológicas que, de acuerdo al enfoque
del estudio, le permite extraer información, de los restos materiales, acerca de
las sociedades del pretérito; si bien existen varias alternativas de explicación
dentro del margen empírico, son la contrastación y el rigor de las pruebas
materiales los procedimientos que finalmente justifican la formulación de su
interpretacion.´ (ix-x).

³El trabajo de prospección realizado en el Valle Bajo de Tiwanaku, aquí


presentado, fue inicialmente concebido como un estudio del área circundante al
antiguo centro prehispánico. Mediante esta investigación se buscaba
comprender la amplitud de la red de asentamientos que Tiwanaku estableció en
la región así como sus dimensiones productivas. Los trabajos en Pampa Koani
(Kolata 1986), ubicada a 12 kilómetros de este valle, muestran un cuadro
impresionante de antiguos campos de cultivo que esta cultura habría utilizado
para la producción agrícola y el sustento de su extensa población. Si bien esta
región cercana al valle presenta estas notables características, no se conocía la
naturaleza de esta base agraria construida en la región.

El enfoque original de la investigación fue transformándose con el avance del


trabajo; primero, debido a la cantidad de sitios arqueológicos que,
cronológicamente, trascienden al desarrollo de la hegemonía Tiwanaku, y,
segundo, debido a que existe un número considerable de sitios de data posterior
a la fragmentación de esta hegemonía. Esta diversidad de asentamientos
humanos descubiertos en el valle no podía quedar al margen del objetivo
principal de este estudio. Por un lado, los antecedentes arqueológicos del
Periodo Formativo forman una base inferencial fundamental para comprender
los procesos de transformación y continuidad que caracterizaron el surgimiento
de entes sociopolíticos más extensos. Por otro, los procesos de fragmentación
del sistema organizativo de Tiwanaku no pueden entenderse, cabalmente, sin
una comparación de los elementos que caracterizan a las manifestaciones
culturales posteriores.

Es dentro de esta perspectiva arqueológica más amplia en la que resaltan las


diversas etapas de su desarrollo. La periodificación que se utiliza aquí, para
precisar estas etapas, surge como resultado de las recientes investigaciones
que se han realizado en la región y en zonas aledañas, haciéndose una
reevaluación y un replanteamiento de las categorías que tradicionalmente se
han empleado en los esquemas cronológicos. Históricamente, los aportes que
se han hecho en la formulación de secuencias de desarrollo para Tiwanaku han
tenido un significado dentro de determinado momento del avance investigatorio.
En la actualidad, este avance continúa por nuevos caminos, siendo que los
trabajos sistemáticos no cesan, ni cesarán, en su constante aporte al mejor
entendimiento de los cambios sociales que acontecieron en el pasado
prehispánico. Estas consideraciones son importantes debido a que no se puede
afirmar que el estado actual del conocimiento acerca del orden temporal y sus
manifestaciones materiales específicas en la región sea óptimo. Por el contrario,
existen varios aspectos de la secuencia cultural que no han sido resueltos. En
este sentido, el cuadro evolutivo de los asentamientos en el valle se manifiesta
en varias tendencias y en trayectorias generales.´ (x).
³Son las dimensiones históricas del pensamiento producido acerca de Tiwanaku
las que se describen y analizan en el segundo capítulo de este trabajo. Desde
los primeros años del siglo XVI, se esbozaba una visión hiperbólica acerca de un
"nuevo mundo" como estímulo para abandonar el orbe conocido y familiar del
"viejo continente". Ella se formó con las especulaciones de unos cuantos
aventureros que descubrieron en América una constelación de horizontes
imaginativos. En América del sur, el descubrimiento y la conquista de las etnias
aborígenes contribuyeron a dar forma a la opulencia de las primeras "fábulas"
que Pizarro y Almagro habían escuchado desde comienzos de la década de
los1520s (Salas et a1.1987). En las numerosas expediciones realizadas
después por los cuatro confines del Tawantinsuyu, surgieron los personajes
letrados que acompañaban la marcha fatídica de los conquistadores.´ (x-xi).

³Fue en 1549 que Pedro de Cieza de León recorre Tiwanaku y efectúa las
primeras descripciones del sitio, recogiendo, asimismo, los mitos existentes
acerca del origen de los pobladores del área, quienes atestiguan con entereza el
rol primordial desempeñado por Tiwanaku en el pasado. La sociedad aymara
que con Tiwanaku glorificaba su pasado, fue blanco de incesantes intentos de
enajenación para despojarla de su conciencia histórica y de la solidez de sus
estructuras política, económica e ideológica, tratándose así de quitarle
continuidad con sus raíces culturales. No obstante de estas circunstancias, sus
principios de organización, que forman parte de su ancestral filosofía acerca del
mundo y la sociedad, han perdurado hasta nuestros días. Esta continuidad
muestra que la formación de las distintas estructuras sociales andinas a través
del tiempo y del espacio se ha fundamentado en estrategias recurrentes. Es por
ello que la etnohistoria y la etnografía constituyen fuentes primordiales del
conocimiento de estos principios organizativos y de algunas de sus estructuras
que han sido registradas en documentos.

En los capítulos tres y cuatro se proyecta un cuadro histórico del movimiento de


la sociedad andina durante la colonización española, mostrando un panorama
de los principios de organización que rigieron, y actualmente todavía tienen
vigencia, en la colectividad aymara, desde sus formas más simples de
agrupamiento hasta la formación de extensas y poderosas confederaciones. En
este trabajo se analizan los resultados obtenidos por varios etnohistoriadores y
etnógrafos. Los estudios de Xavier Albó (1972,1976a,1987a, 1987b), Joseph
Bastien (197R), Roberto Choque (1990, 1992), Xavier Izko (1986, 1992), Carlos
Mamani Condori (1991), Tristan Platt (1982,1987) y Silvia Rivera Cusicanqui
(1984,1992), entre otros, son apropiados para este propósito. Las conclusiones
obtenidas por éstos, acerca del ayllu y de la marka, por ejemplo, dan cuenta del
carácter complejo de estas estructuras, tanto en sus niveles políticos,
económicos e ideológicos.

No se puede concebir al ayllu como una masa amorfa de familias, vinculadas


exclusivamente por lazos consanguíneos y carentes de autoridades formales.
Esta caracterización, sin las consideraciones oportunas, ha primado
negativamente en algunos estudios arqueológicos que no han profundizado en
su análisis. Es más, el ayllu ha sido proyectado, tal cual, hacia el pasado
prehispánico, sin ninguna evaluación de los elementos que condicionaron otro
tipo de necesidades que, durante la época colonial española y el periodo
republicano, determinaron la formación de estructuras jerárquicas diferentes a
las de tiempos precolombinos. Respecto a la cuestión del ayllu, en el capítulo
cuatro se analiza la estructuración jerárquica política del mismo, visto desde la
dinámica segmentaria que caracteriza a la fisión y a la fusión de segmentos
sociales. Desde esta perspectiva también se analiza la naturaleza de los
nucleamientos poblacionales, o markas, constituidos éstos por determinados
niveles del ayllu.

Los primeros cuatro capítulos, entonces, forman la primera parte de esta obra y
constituyen un marco de referencia, estableciéndose así los parámetros de
interpretación que encierran la temática de los posteriores capítulos.´ (xi).

³En la segunda parte se desarrolla, en forma específica, los aspectos vinculados


al registro arqueológico de la región. Cada capitulo está organizado, primero, de
acuerdo a los restos arqueológicos que hacen posible el diagnóstico de una
determinada fase de desarrollo, y, segundo, conforme al patrón de asentamiento
de cada fase. Sobre esta base se formula una interpretación propia del sistema
de asentamiento para desarrollar un cuadro explicativo de la trayectoria evolutiva
seguida por la sociedad prehispánica en el Valle Bajo de Tiwanaku.´ (xi-xii).

³Con este trabajo se dan sólidos fundamentos para la contextualización de la


interpretación arqueológica andina. La tendencia a aceptar marcos referenciales
teóricos ajenos al área ha sido un obstáculo opuesto al avance del conocimiento
de Tiwanaku en la explicación de su genuina formación social, de su variabilidad
y su complejidad, aspectos éstos que fueron los que caracterizaron
definitivamente a Tiwanaku en tiempos precolombinos. Con este estudio se
sientan, así, las bases de una perspectiva multidisciplinaria, que reúne a la
etnohistoria, etnografía y arqueología de la región para dar explicación a los
procesos experimentados por la sociedad en el pasado y el presente. La
analogía, como fuente comparativa, y no así como un exclusivo marco
ilustrativo, ofrece un amplio espectro de posibilidades que permite contrastar
determinados aspectos históricos de la sociedad (Stahl 1993). Es así que una
consideración detenida de los ayllus sirve como punto de partida indispensable
en la evaluación de continuidad y cambio. Es evidente que los documentos
etnohistóricos, tanto administrativos como censales y de orden narrativo
(crónicas), reflejan intereses de la época. En ellos, sin embargo, se descubren
datos de mucho significado acerca del orden social y de los principios de
organización que caracterizaban a la sociedad andina. Es desde la perspectiva
histórica documental, precisamente, de la cual surgen las bases cognitivas
acerca de los elementos de continuidad y cambio.
En esta obra, no se proyectan categorías del presente hacia el pasado
prehispánico, sino que se presentan alternativas de explicación sobre una base
teórica derivada del análisis histórico antropológico. Este marco de referencia,
no es, por lo tanto una derivación del "enfoque histórico directo". Si bien varios
principios de organización constituyeron, y aún constituyen, estrategias
recurrentes en la sociedad andina del último medio milenio, éstos no han
generado, necesariamente, manifestaciones socioestructurales idénticas.

El registro arqueológico del Valle Bajo de Tiwanaku da cuenta de importantes


transformaciones en los niveles de integración política, económica e ideológica
en la región. Este, no obstante, también refleja la variabilidad sincrónica que
existió en los distintos niveles de integración, infiriéndose de esta diversidad una
significativa autonomía local, similar al segmentarismo observado en los
ejemplos etnohistóricos y etnográficos. Los argumentos que aquí se presentan
para sustentar un modelo de organización social segmentaria, en épocas
prehispánicas, también surgen de la contrastación que se efectúa de propuestas
anteriores y cómo éstas se ajustan a la naturaleza del registro arqueológico;
criterios de homogeneidad y heterogeneidad en los restos materiales son
importantes elementos para esta contrastación. Con la presente obra se buscan
abrir alternativas de explicación y no así agotarlas.´ (xii).

r 

³Si bien la manera como investigamos y descubrimos nuestra larga historia ha


cambiado sustancialmente durante la última década, siguen existiendo una serie
de postulados e interpretaciones erróneas de nuestra historia que nos llevan a
construir imágenes falsas de nosotros mismos.

El primer gran error, bastante difundido aunque no lo queramos, es el suponer


que la situación de extrema pobreza de este inmenso territorio que el día de hoy
llamamos altiplano del Titicaca, se debe tanto a sus características climáticas
como a las condiciones "naturales" de sus indígenas. A pesar que en esta
gigantesca altiplanicie caracterizada por su altitud se encuentran los límites
superiores de vida animal y vegetal, tanto la información arqueológica como
etnohistórica nos indican que fue un territorio muy rico; incluso más rico de lo
que es el día de hoy.

En cuanto a la información etnohistórica, son varios los cronistas del siglo XVI
que se refieren al altiplano como el lugar más importante del Nuevo Mundo, por
la cantidad de población que ahí habitaba, por la densidad de animales que
existía y por su alta productividad. Por ejemplo, documentos del siglo XVII nos
hablan de unidades domésticas con 100,000 cabezas de ganado, algo
inimaginable el día de hoy. Por otro lado, las fantásticas iglesias coloniales
salpicadas en el entorno del lago son evidencias concretas de riqueza, ya que su
construcción fue financiada con los excedentes generados de las labores
agrícolas, pastoriles y mineras. Por último, para no cansar al lector, cuando los
europeos se dividen el territorio conquistado asignan el reino Lupaqa (entre
Puno ciudad y el río Desaguadero) a la Corona. Gracias a la información
etnohistórica sabemos, pues, que a la llegada del invasor europeo, el altiplano
del Titicaca no tenía la pobreza que vemos el día de hoy.

La segunda línea de evidencia la tomamos de la información arqueológica.


Tanto el altiplano norte del Titicaca como altiplano boliviano y los entornos del
lago Titicaca fueron testigos de un largo y dinámico proceso histórico
precolonial. Las sociedades que ahí habitaron aprendieron a dominar y
transformar el medio ambiente natural, y progresivamente fueron
transformándose, de sociedades aldeanas recolectoras de plantas y animales a
sociedades productoras a través de la transformación coherente de sus
recursos. En los entornos del lago Titicaca surgieron sociedades complejas de
manera independiente y autónoma de las sociedades de los Andes Centrales y
de los Meridionales. El altiplano fue cuna de civilización, y centro de
domesticación y difusión de plantas y animales.´ (xiii).

³El ejemplo más importante de esta aseveración es precisamente Tiwanaku, el


tema central de este libro, que representa el nivel más alto de desarrollo de los
Andes Centro- Sur en su conjunto, área cultural que se extiende desde el paso
de La Raya y Sihuas, por el norte, hasta la Quebrada de Humahuaca y el sur de
Antofagasta por el Sur, incluyendo parte de los hoy en día países del Perú,
Bolivia, Chile y Argentina.´ (xiii-xiv).

³En la medida en que Tiwanaku fue sin lugar a dudas la sociedad más
avanzada, que podría traducirse en algo así como la sociedad "más exitosa" de
esta parte de los Andes, los arqueólogos que trabajamos en los Andes Centro-
Sur vemos en ella una suerte de modelo de la manera más coherente y eficaz
para manejar de una manera "andina" tan extenso, variado y difícil territorio.
Debido a ello, reconstruir sus particularidades es una obligación, no sólo para
conocer el pasado, sino sobre todo para construir nuestro futuro.

Se ha escrito mucho sobre Tiwanaku, desde la Colonia Es tal vez la sociedad


prehispánica con mayor abundancia de bibliografía, luego de los Inkas, y sin
duda es la sociedad que mayores polémicas ha traído en el mundo científico. El
carácter megalítico de su ciudad capital, ubicada además en un lugar hoy en día
tan deprimido; el extenso territorio sobre el cual se encuentran desparramados
sus bienes culturales, a manera de sellos indelebles que enfatizan su presencia;
la riqueza y variabilidad de sus manifestaciones culturales, donde sobresale el
arte escultórico tan rico en contenidos simbólicos; en fin, la naturaleza
monumental de, los Tiwanaku ha encendido pasiones que muchas veces ocultan
la realidad de la historia. Y este es el segundo error.

El libro que con entusiasmo prologo, está orientado precisamente a encarar


estos y otros errores que tenemos sobre nuestra historia más profunda. La
primera contribución del autor que debemos señalar, es que nos ofrece una
visión histórica del área más nuclear de los Tiwanaku: el valle donde está
ubicada la ciudad capital, y del cual poco se sabía. Efectivamente, la
monumentalidad del sitio de Tiwanaku, a la que ya hemos hecho referencia,
como que nubló nuestra visión de su entorno inmediato. Debido a ello, muchos
veían a este gran asentamiento como una especie de "meca" desde la que se
regían los destinos del mundo circumlacustre, aislada del resto de la sociedad.

En segundo lugar, a partir de la investigación del valle de Tiwanaku se ha podido


reconstruir su historia, como un proceso de larga data que, en un momento
dado, testifica la emergencia de una sociedad tan pujante y exitosa como lo fue
la Tiwanaku. Si bien este proceso era conocido con anterioridad, las evidencias
estudiadas provenían de otros sectores del altiplano. Ahora, gracias al trabajo de
Albarracin-Jordan y colaboradores, podemos extender estos conocimientos y
articular la información con aquellas que conocíamos de Tiwanaku ciudad.

La nueva información recopilada y analizada por el autor, por último, le permite


postular una serie de replanteamientos sobre las especificidades de los
Tiwanaku, tanto en el tiempo como en el espacio. Pone en la agenda de la
investigación problemas de trascendencia, como la relación hombre-ambiente, y
postula hipótesis que sólo futuras investigaciones podrán resolver. Pero eso es
parte del proceso de la investigación científica, la manera como tenemos de ir
reconstruyendo nuestro pasado con una clara mirada hacia el futuro.

Elias Mujica
INSTITUTO ANDINO DE ESTUDIOS ARQUEOLOGICOS
LIMA PERU´ (xiv).

¬ 
    

³El Valle de Tiwanaku, visto en su perspectiva panorámica, ofrece un amplio


paisaje, en el que se destacan tres zonas fisiográficas definidas. La primera, y la
que más resalta, es la base misma del valle; ésta se extiende desde el margen
del Lago Titicaca, hacia el oeste, hasta la angostura que forman el cordón
montañoso del sur y la serranía del sector norte (Figuras 1.1 y 1.2). En toda su
extensión, la base forma una superficie ondulada, cubierta por pastizales y
sujeta a inundaciones periódicas durante la temporada lluviosa. En
determinados sectores aparecen pequeñas lomadas que cortan la monotonía
fisiográfica de este sector. Una segunda zona está conformada por los cuerpos
montañosos que encierran al valle hacia el norte y el sur. Las formaciones
rocosas en el sector sur, con sus majestuosos picos, agigantan la imagen del
valle, y son las distintas coloraciones de las formaciones geológicas que
conforman este cordón montañoso las que avivan el paisaje natural de la región.
Las serranías del norte, por otro lado, aunque entrecortadas por numerosas
quebradas, muestran un panorama más sereno. Si bien la erosión ha irrumpido
en la masa original de conglomerados y arcillas que se habría depositado
durante el Terciario, las serranías se presentan como una lengüeta extensa que
sirve de baja cortina a la imponente vista que presenta la Cordillera oriental
hacia el norte. Una tercera zona que destaca en la región es el piedemonte. Las
faldas de las montañas y las serranías le otorgan un vértice singular al valle. Es
aquí donde gran parte de la agricultura se practica actualmente, merced a la
riqueza de sus suelos. El piedemonte no es territorio continuo; éste se encuentra
separado en abanicos Coluviales.

Estas tres zonas, que Alfredo Bolsi había identificado en 1966 se limitaban a
conformar el amplio cuadro del Valle de Tiwanaku sobre el altiplano boliviano,
con sus diversas características fisiográficas y ecológicas. La Cuenca del
Titicaca, una zona principal del altiplano, se destaca por sus recursos naturales y
por la presencia de grupos humanos que la colonizaron, desarrollando
estrategias singulares para la explotación de estos recursos.´ (1).

³El Valle de Tiwanaku, en este sentido, fue escenario de importantes y


transcendentales trayectorias históricas de la sociedad andina, en general. Es
aquí, alrededor de comienzos del siglo V, donde convergen varios
denominadores culturales comunes de la cuenca, y probablemente una esfera
de interacción más amplia, para consolidar un excepcional centro de poder. El
surgimiento, las sucesivas transformaciones y el colapso ulterior de Tiwanaku
forman parte de la historia más profunda del asentamiento humano en la región,
siendo indispensable, en este orden, la caracterización de los cambios miliares
en el patrón de asentamiento dentro de los contextos natural y social. No se trata
de "ecologizar" la historia de la organización social, sino de presentar un cuadro
de referencia respecto a la variabilidad fisiográfica y microambiental que se
advierte en el Valle de Tiwanaku. Como se remarca más adelante, estas
consideraciones no representan un intento de llegar a las categorías émicas,
respecto a categorías ecológicas, de las culturas prehispánicas del área, sino de
formalizar la organización de los atributos asignados a los distintos sitios
arqueológicos que se identificaron durante la prospección. Esto significa que la
evaluación del contexto natural del área de estudio sirve como marco de
referencia en la ubicación de los distintos asentamientos humanos a través del
tiempo.´ (1-3).

³El Valle Bajo de Tiwanaku se encuentra ubicado en el sector norte del altiplano
boliviano y conforma el sector oeste del Valle de Tiwanaku. Enmarcado dentro
de los puntos 170610, 280610, 144896 y 285806 en la retícula UTM (Universal
Transverse Mercator, IGM SE 19-3 Serie H531), el valle bajo alcanza
aproximadamente 200 km2, circunscritos por una serranía al norte, una cadena
montañosa al sur y por el Lago Titicaca al oeste (Figura 1.1). La elevación
fluctúa entre los 3812 metros s.n.m. (altura aproximada de la superficie lacustre)
y los 4400 m (montañas del límite sur). Este espectro altitudinal influencia, en
cierta medida, la distribución de distintos contextos medio-ambientales. De este
a oeste, el valle alcanza los 11 km, siendo la zona más amplia la que se
extiende a lo largo de la ribera lacustre, con una extensión, norte-sur, de
aproximadamente 18.5 km. El valle se torna más angosto hacia el este, con un
ancho, norte-sur, de ca. 15 km. El Río Tiwanaku sigue un recorrido de este a
oeste, paralelo a la serranía del norte, y desemboca en la parte sureste del
Titicaca, conocido como "Lago Menor", o como "Wiñaymarka" ("pueblo
desecado", en aymara). El único otro río de cierta importancia es el Chilla, el
cual tiene su origen en las alturas del nudo montañoso que lleva el mismo
nombre. Gran parte del año, el Río Chilla tiene un reducido caudal,
convirtiéndose en tributario importante del Río Tiwanaku solamente durante la
época de lluvias, entre octubre y abril.´ (3-4).

Ò ¬  ¬

³Al presente, se han efectuado varios trabajos relacionados a la geología del


Valle de Tiwanaku, los mismos que enfocan, desde distintas perspectivas, el
origen y desarrollo de esta cuenca (Arellano López 1973; Mogrovejo 1969; Perez
Valencia 1984; Reyes Camacho 1974; Ticlla 1992). El estudio de Ticlla (1992)
da cuenta de las distintas estructuras geológicas y los mecanismos de
deposición y erosión que caracterizaron la evolución del valle durante el
Cuaternario.

El cuadro geológico del Valle Bajo de Tiwanaku, sin embargo, no puede estar
completo sin una breve consideración acerca de la formación del Lago Titicaca.
Debido a que el valle bajo, en parte, constituye una extensión de la llanura
lacustre, la estructura y dinámica del lago tienen gran importancia en la
discusión de los asentamientos prehispánicos. Aunque en esta sección se han
intentado resumir las principales características geológicas del Titicaca y el Valle
Bajo de Tiwanaku, no se pretende abarcar toda su naturaleza en detalle.

 

Ubicado entre la Cordillera Real, hacia el este, y la Cordillera Occidental, hacia


el oeste, el Lago Titicaca es el cuerpo lacustre de mayor extensión en
Sudamérica. A una altura promedio de 3812 m.s.n.m., el lago cubre un área de
aproximadamente 8559 km2 (Boulange y Aquize Jaen 1981). Aunque en la
década de los treinta, Gilson (1939) le asignó una extensión de ca. 7600 km2 la
mayoría de las evaluaciones recientes ubican su extensión alrededor de la
asignada por Boulange y Aquize Jaen (Montes de Oca 1989; Muñoz Reyes
1980; Wirrmann 1991). El lago se divide en dos sectores distintos (Figura 1.3): El
"Lago Mayor", también denominado "Lago Mayor", y el "Lago Menor", también
conocido como "Wiñaymarka". El sector superior ("Lago Mayor") cubre unos
7131 km2, con una profundidad máxima de 284 metros, mientras que el sector
inferior ("Lago Menor") tiene aproximadamente 1428 km2 de extensión, con una
profundidad máxima de 42 metros. El área lacustre que se encuentra cercana al
valle bajo tiene una profundidad promedio de apenas cinco metros (Boulange y
Aquize Jaen 1981).´ (4).
³El lago es una depresión tectónica en el Vorland oeste de la Cordillera Oriental.
En el sector norte del lago predominan los sedimentos del Sinclinorio de Putina,
depositados durante el Cretáceo, mientras que en el sector sur, la orilla se
encuentra formada por sedimentos del grupo Puno-Corocoro. Ahlfeld y Branisa
(1960) indican que esta depresión se habría formado durante el Terciario, como
resultado del levantamiento de la Cordillera Oriental y el hundimiento de la zona
interandina hacia el oeste. No existe evidencia de una glaciación que habría
cubierto toda la cuenca, como sostenían Steinmann (1929) u Oppenheim
(1945).´ (4).

³La cuenca del "Lago Menor" tiene un origen distinto a la del "Lago Mayor". La
primera no es tan profunda y no tiene contornos rocosos en su alrededor (Néwell
1949). En esta cuenca, al finalizar el Terciario, se depositó gran cantidad de
ripio, dando origen a la Formación Taraco. A comienzos del Pleistoceno, esta
cuenca se empezó a llenar de agua y paso a conformar lo que Bowman (1916)
identificó como el Lago Ballivián. Su extensión habría alcanzado los 13.000 km2.
Durante este periodo, la cadena montañosa del sur del Valle Bajo de Tiwanaku
era una península. El nivel del Lago Ballivián se encontraba a unos 50 metros
por encima del actual nivel del Lago Titicaca, aunque quizás la diferencia haya
sido de 65 metros (Bolsi 19b6). Al finalizar el, Pleistoceno, el nivel del Lago
Ballivián bajó considerablemente debido a una apertura en el lado sureste,
llegando a conformar, entre los 27.000 y 22.000 A.P. (antes del presente), el
Lago Minchín. A finales del Pleistoceno (Tardi Glacial) se produjo otro evento
lacustre, conocido como el Lago Tauca. Las terrazas fluviolacustres de estos
lagos (Ballivián, Minchín y Tauca) pueden ser observados en la península de
Taraco (Ticlla 1992;80, Figura 14). A comienzos del Holoceno, hace unos 10.000
A.P., el nivel del Lago Titicaca se encontraba a unos ocho metros por encima de
su actual nivel. No obstante, las fluctuaciones anuales pueden haber sido
significativas; Ahlfeld y Branisa (1960) indican que entre 1933 y 1943 se dio una
baja de 5.3 metros en el nivel del lago, y en 1986, las aguas subieron 2.65 m,
inundando varios kilómetros tierra adentro (Roche et al. 1991). Una de las
mayores preocupaciones, hoy en día, es la acumulación de sedimento,
especialmente en el "Lago Menor". Este fenómeno, coadyuvado por un
incremento secular en el grado de evaporación están causando el paulatino
encogimiento de este sector.´ (1) (5-6).

 Ò   

³Las serranías del norte del valle forman un depósito extenso de ripio que tiene
su origen en la Cordillera Real y que fue arrastrado al término del Terciario. Este
depósito alcanza los 150 kilómetros de largo en dirección noroeste-sureste, y
pese a manifestarse en varios sectores del altiplano, la Formación Taraco, en el
Valle Bajo de Tiwanaku está compuesta por clastos y grava en una matríz
arenosa. Los clastos son, en su mayoría, de cuarzo, cuarcita, lutita, caliza
pérmica, granodiorita y riodacita (Ticlla 1992). La tectónica del sector se
caracteriza por fallas y bloques fracturados con una inclinación variable, entre
los 25° y 50° (Ahlfeld y Branisa 19b0). El ripio yace sobre una arcilla roja. Una de
las características sobresalientes de esta formación es la presencia de
numerosas quebradas, las mismas que deben su origen a procesos de erosión.

 ¬       

El sector sur del valle se encuentra delimitado por un cordón montañoso que
incorpora varias formaciones geológicas. Ahlfeld y Branisa (1960) identifican al
grupo Corocoro con sus tres formaciones. Este grupo corresponde al grupo
Puno, denominado así por Cabrera La Rosa y Petersen (1936) y Newell (1949).
El grupo Corocoro está compuesto por las formaciones Areniscas Coniri, Arcillas
Chacarilla y Arcillas Río Barras. Estas formaciones constituyen un anticlinal de
considerable grosor. Su origen se remonta al Oligoceno y el Mioceno. La
Formación Coniri está compuesta por areniscas de color rojo, café y gris, las
cuales se alternan con delgados sedimentos de arcilla roja. El grosor de esta
formación es mayor a los 2000 metros. La Formación Chacarilla data del
Oligoceno-Mioceno y está compuesta por arcillas rojas y bancos de arenisca
clara. Los sedimentos alcanzan un grosor aproximado de 4000 metros y, en
general, no se encuentran bien consolidados. En la base de esta formación se
encuentran depósitos de travertina. La Formación Río Barras data del Mioceno y
está compuesta principalmente por arcillas amarillas y rosadas, así como por
capas de travertina. Estos depósitos, tal y como acontece con la Formación
Chacarilla, no se encuentran bien consolidados. El grosor de la Formación Río
Barras es de unos 500 metros. Lutitas de color verde y de origen metamórfico
abundan en las quebradas de este sector.´ (6).
________________________________________________________________
(1) Para mayor referencia respecto al desarrollo geológico del Titicaca, con
particular énfasis en la tectónica del Cuaternario, se puede consultar el trabajo
de Alain Lavenu (1981, 1991). Aspectos morfológicos, batimétricos,
sedimentarios y de recursos lacustres se encuentran ampliamente
documentados en el trabajo editado por Dejoux e (ltis (1991).

³En el valle bajo, el anticlinal, en su parte más sobresaliente, se encuentra


claramente manifiesto en el Cerro Kala Wajrani, en las cercanías de Guaqui, así
como en protruciones cercanas al Cerro Chilla. Pese a que la actividad volcánica
durante el Mioceno y el Plioceno tuvo importantes repercusiones en la fisiografía
de la región, especialmente en su influencia sobre el grupo Corocoro, las rocas
asociadas con esta actividad no se manifiestan extensamente en el valle bajo.
Por el contrario, ya casi en la base del valle se encuentran afloramientos de
arenisca roja y de grano fino, las que corresponden a la denominada Formación
Tiwanaku, con probable origen en el preOligoceno (Gainza y Castaños Echazú
1971). Swanson y Noble (1987) datan la Formación Tiwanaku entre 57 y 29
millones de años atrás, ubicándola, por consiguiente, en el Oligoceno.
Mogrovejo (1969) indica que la Formación Tiwanaku está compuesta por dos
unidades: La parte superior constituye una serie de conglomerados, en una
matríz areno-arcillosa, alternados con areniscas de grano fino y de color café,
presentando depósitos de cobre; la unidad inferior es un depósito alternado de
lutitas y areniscas feldespáticas de color rojo en una matriz de arcilla.

¬

Los cambios climáticos que tuvieron lugar en el sector sureste de la Cuenca del
Titicaca, durante el Holoceno, aún no han sido extensamente documentados,
aunque los resultados preliminares de las investigaciones en curso brindan
pautas importantes (Binford y Brenner 1987; Wirrmann, Ybert y Mourguiart 1991;
Ybert 1991). Los estudios geológicos indican que al finalizar el Pleistoceno
Medio (ca. 200.000 A.P.) el episodio vinculado al Lago Ballivián habría
concluido, dando origen a la primera glaciación del Pleistoceno Superior (Figura
1.4). La alternación entre las subsiguientes glaciaciones y fases lacustres
terminó con la formación del actual Lago Titicaca a comienzos del Holoceno,
hace aproximadamente unos 10.000 A.P. El inicio de esta glaciación produjo un
descenso considerable en el nivel de las aguas. Existe evidencia que la
contracción del lago habría empezado entre los 12.500 y los 10.500 A.P.
(ServantVildary 1978).

El trabajo de Wirrmann y Oliveira Almeida (1987) contribuye con importantes


correlaciones entre datos sedimentológicos y paleontológicos, los mismos que
permiten efectuar inferencias acerca de las fluctuaciones en el nivel del lago
entre los 7700 y 3650 A.P. Con base en el análisis de dos testigos, obtenidos en
los sectores centro y sur del "Lago Menor", los investigadores concluyen que
antes de los 7700 A.P., la cuenca del lago era más profunda. Después de los
7700 A.P., hasta los 3650 A.P., hubo un gradual pero continuo declinamiento. El
nivel del lago alcanzó unos 50 metros debajo de su actual nivel, entre 7700 y
7250 A.P. {Wirrmann, Ybert y Mourguiart 1991}. Este fenómeno es atribuido a
cambios climáticos globales del Holoceno (Wirrmann y Oliveira Almeida 1987).
Aunque el trabajo de Servant y Fontes (1984) no enfoca específicamente el
sector sureste de la cuenca, los resultados del mismo indican que entre los 6000
y los 700 A.P, se dio un periodo de bajas temperaturas y aridez.

Estudios paleoclimáticos en otras regiones de los Andes proveen datos


adicionales y comparativos respecto a cambios en el pasado; no obstante, éstos
deben ser tomados con cautela, debido a que las diferencias regionales pueden
haber sido sustanciales (Seltzer y Hastorf 1990; Shimada et al. 1991; Thompson
et al. 1979).´ (7).

³Debido a la proximidad del Lago Titicaca, el valle bajo se caracteriza por


temperaturas y humedad más elevadas que en otros sectores del altiplano
boliviano. En el sistema Koppen, el clima del área de estudio se encuentra
tipificado como "templado con invierno seco" (Cwb). Los datos metereológicos
señalan la presencia de dos temporadas bien definidas: una lluviosa (vinculada a
la Zona de Convergencia Intertropical [ZCIT]), de noviembre a abril, cuando la
precipitación fluctúa entre los 65 y 175 mm por mes, siendo enero el mes con
mayor lluvia, y otra seca, entre mayo y octubre, con un promedio inferior a los 35
mm por mes. El promedio de precipitación anual no varía en demasía. Los
factores críticos, especialmente para el calendario agrícola, son la llegada y la
distribución de las lluvias (Kent 1987).´ (8).

³El impacto de las fluctuaciones en el nivel del lago son considerables, no


solamente en términos del efecto que tiene sobre el asentamiento humano en la
ribera sino en términos de las modificaciones ecológicas. Las fluctuaciones en el
nivel de las aguas se deben a los regímenes pluviales alrededor de la cuenca.
Los ríos Keka, Batallas, Katari y Tiwanaku son los más importantes afluentes en
el "Lago Menor." Pese que las lluvias son más intensas sobre el mismo espejo
lacustre, éstas no constituyen factores críticos en la fluctuación del nivel del lago.
Es la dinámica de evaporación la que parece jugar un rol más significativo en los
cambios que se advierten en el Titicaca (Boulange y Aquize Jaen 1981; Roche
et a1.1991).

La temperatura anual en el valle bajo tiene una gama bastante amplia. El área a
unos cuatro a cinco kilómetros de la ribera del lago mantiene temperaturas y
humedad un tanto mayores a las que se dan más hacia el este, y en general, la
base del valle es más propensa a las heladas que las laderas de los cerros. Las
temperaturas oscilan durante la época seca entre los -14°C y los 22°C, mientras
que durante la estación lluviosa éstas se ubican entre los -5°C y los 23°C. Existe
poca diferencia entre las temperaturas máximas anuales; sin embargo, la
diferencia en temperaturas mínimas, entre la estación lluviosa y la seca, es
significativa. La época seca se caracteriza por fuertes heladas, mientras que
durante la estación de lluvias, la temperatura mínima raras veces baja a menos
de cero grados centígrados. Esta situación condiciona un ciclo agrícola
relativamente corto. Un periodo crítico en el calendario agrícola se ubica entre
marzo y abril, cuando heladas esporádicas pueden diezmar la producción. Como
se indicó anteriormente, la base del valle es más propensa a las heladas, debido
a que la superficie se expone directamente a los vientos y a una rápida pérdida
termal nocturna. Aunque las laderas de los cerros parecen retener el calor diurno
con mayor eficiencia, las temperaturas de los suelos son menores conforme a un
aumento en la elevación. En tal sentido, la agricultura alcanza sus límites
alrededor de los 4200 metros.

En síntesis, el origen del Lago Titicaca y el Valle Bajo de Tiwanaku se remonta


al Terciario, aunque ambas unidades fisiográficas fueron transformadas durante
el Cuaternario. Los cambios que acontecieron durante los últimos 10.000 años
son especialmente importantes para el presente estudio. Desafortunadamente,
al presente, la literatura acerca de patrones paleoclimáticos en el área de
estudio es bastante limitada. Tomando en cuenta que en los últimos 2000 años
no se han dado cambios drásticos con relación al patrón actual (Leyden 1987;
Ybert 1991), es factible delinear las características más sobresalientes de las
categorías microambientales que se han podido identificar en la región.´ (9).
i ¬ ¬ 

³La presencia de flora y fauna en el valle está condicionada por factores


climáticos, así como por la naturaleza de los suelos, la topografía y el nivel
freático, entre otros. Dentro de los límites del valle bajo, siete microambientes
han sido identificados (Figura 1.5). Esta evaluación no es el resultado aislado del
presente trabajo; por el contrario, representa una síntesis ampliada y más
específica de anteriores trabajos en el área. Se han tomado en cuenta
especialmente aquellos estudios que incluyen distribución de fauna, vegetación
y tipos de suelos (Ahlfeld y Branisa 1960; Bolsi 1966; Montes de Oca 1989;
Perez Valencia 1984; Ticlla 1992). La definición de estas categorías ha estado
sujeta a variables altitudinales, topográficas, geológicas y de distribución de flora
y fauna. Dentro de esta clasificación del entorno natural, las transformaciones
hechas por el ser humano también juegan un rol importante. Un caso específico
es el sector del cordón montañoso sur. Las transformaciones culturales en las
pendientes de los cerros es extensa y una caracterización de este sector
solamente en términos de elevación o depósitos de suelos no hace mérito a su
verdadera naturaleza. Los rasgos topográficos de esta zona son, en su mayoría,
artificiales, y, como tales, han condicionado la formación de un singular
microambiente.´ (9-10).

³En la descripción general efectuada por Bolsi {1966}, se indica que debido a las
condiciones particulares del valle, en cuanto a relieve y clima se refiere, existe
un manto vegetal continuo, el mismo que puede ser dividido en tres sectores. Un
primero conformado por ciénegas y bañados de las depresiones de la llanura
aluvial. Un segundo conformado por gramíneas de las "pampas," y un tercero
caracterizado por vegetación de los faldeos y parte de piedemonte, compuesto
por gramíneas y pequeños arbustos. En su división fisiográfica, Bolsi (1966)
incluye las siguientes unidades:

1. Llanura aluvial cubierta de pastos, con suelos ricos en humus ("pampas")


2. Depresiones de la llanura, con vegas y bañados.
3. Remanentes de erosión ubicados dentro de la llanura.
4. Faldeos meridionales y septentrionales del valle, pedregosos, con suelo
suelto, cubierto por pequeños arbustos.

La prospección del valle bajo permitió evaluar esta clasificación, así como los
criterios vertidos en los trabajos de Perez Valencia (1984). Es importante
resaltar, nuevamente, que la división del Valle Bajo de Tiwanaku en zonas
microambientales, relativamente discretas, sirve como marco de referencia en la
catalogación y documentación de los sitios prehispánicos. Además, esta
estratificación permite efectuar una evaluación de mayor significado respecto al
asentamiento humano a través del tiempo y del espacio y el uso diferenciado de
los distintos sectores del valle. Es también importante indicar que si bien son
siete los microambientes que se han identificado, esta clasificación no es
necesariamente aplicable en todo el Valle de Tiwanaku; tampoco representa una
categorización "ecológica" de las culturas prehispánicas de la región. Por
consiguiente, esta división es una herramienta metodológica en el ordenamiento
de los restos arqueológicos del valle, y sirve como marco comparativo en las
interpretaciones que se efectúan acerca de los distintos patrones de
asentamiento del área de estudio. Estas zonas microambientales ya fueron
descritas anteriormente (Albarracin-Jordan 1992; Albarracin-Jordan y Mathews
1990); sin embargo, en el presente trabajo se han ampliado algunos criterios.

ë   ¬
     ‘

Esta zona se ubica en las serranías norte del valle (Formación Taraco), entre
aproximadamente 3975 y 4100 m.s.n.m. (Figura 1.6). El área se encuentra
extensamente intersectada por quebradas profundas. Los suelos de la
Formación Taraco contienen gran cantidad de clastos y grava y por
consiguiente, no pueden ser utilizados eficientemente en la agricultura. Las
pendientes son, en general, agudas, y debido a la erosión que afecta la zona, los
suelos tienen poca profundidad. La vegetación es escasa y está compuesta
principalmente por arbustos decíduos, como ser la Khoa (Menta pulegiur,
Satureja boliviana), añahuaya (Adesmia spinossisima), y khanlla (TetragloehL'n
cristatum), y pastos, entre los que se destaca el iru-ichu (Stipa pungens, Festuca
ortophylla); también crecen algunos líquenes. Debido al tipo de vegetación, la
fauna se limita a la presencia de roedores (Cavia cutheri, Phyllotis andeum) y
algunas aves, como la perdíz (Nothoprocta cinerscens).´ (11).

³Se caracteriza por la presencia de abanicos coluviales, los mismos que se


encuentran entrecortados por quebradas que nacen en la Zona del Coluvio
Superior (SGZ) (Figura 1.7). Estas quebradas, sin embargo, son mucho más
amplias en esta zona y se convierten en verdaderos caudales durante la época
de lluvias, transportando grava, arena y greda. Los suelos en los abanicos
coluviales son más profundos y fértiles, lo cual incide en la extensa agricultura
que se practica en la zona. Los principales productos que se siembran son papa,
trigo, oca y cebada. Aunque la vegetación natural tiene cierto parecido con la
Zona del Coluvio Superior (SGZ), se aprecian algunas otras plantas, como la
yawarilla (Aristida spp.), el sanu-sanu (Ephedra americanus) y la chillihua
(Festuca dolichophylla). La fauna está caracterizada por pequeños roedores, así
como por aves, como ser la pisaca (Tinamotis pentlandü), el leque-leque
(Vanellus resplendens) y la yaca-yaca (Colaptes rupicola). Los pobladores de las
comunidades indican que hasta hace pocos años todavía abundaban los zorros
(Canis culpeus andinu.s); hoy en día existen pocos ejemplares.´ (13).

³Esta se ubica en la Formación Tiwanaku y la Formación Sacacani (Pérez


Valencia 1984). Los suelos son profundos y contienen bastante arcilla, situación
que hace que el drenaje sea deficiente. Este microambiente se caracteriza por
bofedales y pajonales, los mismos que están cubiertos por pastos de distinto
tamaño (Figura 1.8). Los pajonales son más frecuentes en sectores más
alejados de la llanura lacustre. Los pastos incluyen el cachu-ch'iji (Muhlenhergia
fa.stigiata, Pa.spolum pygmaeum), el orko-ch'iji (Distichlis humilis), el ch'iji
(Boutelova simplex) y la yáwara (Nasella spp.). En los bofadales se encuentran
el sercipasto (Carex spp.), la champa (Plantago spp.), la llullucha (Nostoc), el
llacho (Myriophyllum spp.), el cabal lo-wichinka (Aristida adseancionis), la
cebadilla (Bromus lenatus, Bunioloides) y el ch'iara-iehu (Calamagrostis
violacea). Gran cantidad de aves moran en la zona o efectúan frecuentes visitas;
entre éstas se encuentran al leque-leque, la yaca-yaca, la choka (Fulica
cornuta), el tiqui-tiqui (Fulica gigantea) el khullu (Attagis gayi) y algunos patos
(Anas flavirostris, A, puna). Completan la fauna de esta zona algunas especies
de ofidios y batracios.´ (13-14).

³Esta zona comprende ambos márgenes del Río Tiwanaku (Figura 1.9). Las
inundaciones periódicas han acumulado limo-arcillas y arena en ambas riberas,
aunque en forma discontínua. Los sectores geológicos más débiles han
permitido que el cauce del río siga un rumbo sinuoso, habiendo alcanzado un
perfil de equilibrio respecto al nivel del Lago Titicaca (Ticlla 1992:51). Es
probable que en épocas prehispánicas el curso del río haya sido alterado por la
mano del ser humano, tal y como lo evidencia un paleocauce que avanza en
forma paralela al actual río; el desvío se origina a unos once kilómetros del
Titicaca. El sector donde el Río Tiwanaku desemboca en el lago se caracteriza
por una llanura extensa, denominada "jawira pampa" por los campesinos de la
región. Esta zona se encuentra practicamente desprovista de vegetación. La
planicie aluvial es un terreno monótono con algunos espacios cubiertos de
pastos, como ser el ch'iji (Boutelova simplex) y el iru-ichu (Stipa pungen.s). En
las aguas del río se puede advertir, ocasionalmente, la visita de varias especies
de aves, entre ellas el allkamari (Phalcoboenus megalopterus) y las aves que
habitan en microambientes aledaños. El pez más común, aunque no abundante,
es el suchi (Pygidium dispar).´ (14-15).

³La extensión de esta zona es bastante variable, dependiendo de las


fluctuaciones en el nivel de las aguas del lago. Las inundaciones periódicas
tienen efectos desestabilizantes en el área. Los suelos son limo-arenosos y
contienen porcentajes significativos de sales (Figura 1.10). Estas condiciones no
permiten el crecimiento sostenido de vegetación. Algunas especies de plantas,
sin embargo, adaptadas a las condiciones edáficas de la zona, le otorgan un
panorama singular al área. Entre éstas se encuentra la totora (Scirpus spp.) que
cubre extensos sectores cerca a la ribera del lago, pero restringida al medio
acuático. Pese a la aparente escasa vegetación, la fauna es vasta; varios peces
habitan en las poco profundas aguas del "Lago Menor;" entre éstos se
distinguen el suchi, el mauri (Pygidium rivulatum), el ch'iara carachi (Orestias
mulleri), el carachi (Ore.stias neveui), el umanto (Orestias cuvieri), el kellunchu
(Orestias luteus), el khañu (Orestias albus) y el ispi (Orestias agassiaai). Todos
estos peces nativos, sin embargo, se han visto en grave peligro de extinción
debido a la introducción de la trucha (Salmo gairdnerü) en 1939 y la incersión del
pejerrey. Las aves están representadas por la choka, el tiqui-tiqui, la wallata «y
varias especies de patos.´ (15).
³Esta zona se ubica sobre la Formación Corocoro y parte de la Formación
Tiwanaku de la cadena montañosa sur (Figura 1.11). La extensión de esta zona
es extraordinaria, aproximadamente 24 km2, tomando en cuenta que es el
resultado de las modificaciones del ser humano en las pendientes de los cerros.
Los suelos son limosos y fértiles, lo cual condiciona una agricultura bastante
productiva. Las terrazas, como tales, datan de tiempos prehispánicos y no son
utilizadas hoy en día. La ausencia de mantenimiento de los muros de contención
ha incrementado la erosión; es más, los clastos que conformaban los muros de
las terrazas han sido reutilizados para el parcelamiento de las tierras. La zona de
terrazas denota dos sectores: uno compuesto por terrazas de plataformas
amplias (promedio de unos 50 a 60 metros de ancho), que podrían considerarse
como "canchones," y uno compuesto por terrazas angostas (promedio de seis
metros). El primer sector se ubica en la base misma de los cerros, sobre
abanicos coluviales, mientras que el segundo sector se extiende sobre las
mismas pendientes de los cerros. Hoy en día, el sector superior es utilizado casi
exclusivamente para el pastoreo de ovejas. Estas antiguas plataformas agrícolas
se encuentran cubiertas por arbustos, como la thola (Bar,haris mierophilla, B.
draeunculifolia, Lepidophyllum quadrangulare), la khoa, la añawaya, el itapallu
(Cajophora horrida), y pastos, como el ichu y el iru-ichu. La fauna esta
caracterizada por pequeños roedores, el alikamari, la chuseka (Asio flamneus) y
el buho (Bugo viginianu.s). Una característica importante de la zona de terrazas,
en general, es la presencia de numerosas vertientes que corren a lo largo de las
plataformas. Estas vertientes tienen su origen en los elevados depósitos que se
forman en cavidades subterráneas de los cerros.´ (16).

³Esta zona comprende el territorio que se encuentra por encima de los 4100
metros. El área es utilizada hoy en día exclusivamente para el pastoreo de
ovejas. La vegetación incluye el ichu y la thola, así como algunos tipos de líquen.
Ocasionalmente, se pueden observar grupos de llamas (Lama glama) y alpacas
(Lama pacos) en las cuencas intermontañosas. Existen algunos sectores con
terrazas agrícolas antiguas que, al parecer, son una extensión del sector
superior de la Zona de Terrazas (TZ). La presencia de campos de cultivo por
encima del actual límite superior para la agricultura indica que en tiempos
pasados las condiciones climáticas debieron haber sido más benignas. Un caso
análogo ha sido documentado por Augusto Cardich (1985) en el Departamento
de Puno, en el Perú. Cardich sostiene que el límite superior para el cultivo
fluctúa debido a cambios climáticos globales. En tal sentido, la presencia de
terrazas por encima del actual límite para la agricultura indica cambios climáticos
significativos, especialmente de temperatura.

En resumen, este panorama de los distintos microambientes del Valle Bajo de


Tiwanaku muestra la diversidad de nichos ecológicos que conforman el entorno
natural de la región. Es innegable que estas consideraciones otorgan un marco
de referencia mucho mejor orientado en el registro, evaluación e interpretación
de los patrones de asentamiento del pretérito, sin que esto signifique una
proyección de las categorías que los habitantes de la región identificaban.´ (17).
³Una de las dificultades en efectuar generalizaciones acerca de la distribución de
sitios prehispánicos se relaciona a la "visibilidad arqueológica" en la superficie.
Muchos lugares donde se llevaron a cabo actividades humanas no guardan el
registro material de dichas situaciones sociales. En otros casos, varios sitios
donde se dieron actividades humanas pudieron haber sido cubiertos por
sedimentación; por consiguiente, permanecen ocultos al registro arqueológico de
superficie. Estas situaciones no dejan de ser un problema en proyectos de
prospección, y en el presente estudio se hace fundamental la realización de un
balance respecto a las zonas donde estas situaciones pueden manifestarse.
Casos concretos son la Zona Lacustre (LZ), la Planicie Aluvial (AP) y la Zona
Intermontañosa (IZ). Aunque no es prudente obviar la posibilidad de que estas
zonas hayan sido utilizadas como sectores de asentamiento en el pasado
prehispánico, la posibilidad se reduce si se toman en cuenta los riesgos que
involucran estas zonas. Tomando como analogía las estrategias de las
comunidades actuales, es casi imposible que se hayan construido sectores
habitacionales permanentes cerca a la Zona Lacustre (LZ) o el Plano Aluvial
(AP), debido al enorme e impredecible riesgo de inundación. Por otro lado, la
Zona Intermontañosa constituye un sector de pobrísima productividad y de
grandes desafíos a las inclemencias del temporal. En general, parece que estas
zonas fueron relegadas a otro tipo de actividades que no incluían residencia
permanente o inversión agrícola. En zonas donde la agricultura prehispánica ha
dejado huella, son otros los factores, como ser la llegada y la distribución de las
lluvias o las inesperadas heladas y granizadas, que inciden en su potencial.´ (17-
18).

³Por todo lo expuesto en esta sección, se ve claramente que el Valle Bajo de


Tiwanaku no constituye una región ecológica homogénea; por el contrario, la
variabilidad de microambientes que se ha identificado demuestra la complejidad
del territorio y el espectro de sus recursos. Es precisamente la dinámica de la
relación entre este entorno natural, con todo el potencial de sus recursos, y las
sociedades que se desenvolvieron en él la que generó estrategias singulares en
la trayectoria histórica de sus pobladores.´ (18).

¬ 

  
  
  
   !

³Toda la historia de la arqueología boliviana ha sido, dominada,


sofocada por Tihuanacu, considerado como el símbolo de todas las
antigüedades andinas. Semejantes a las altas cumbres de la
cordillera sobre las cuales se acumulan las nubes de formas
múltiples y variables, las teorías más fantásticas se amontonaron
alrededor de Tihuanacu dejando el campo libre a todas las
especulaciones y haciendo olvidar la necesidad imperiosa de
estudiar el terreno y excavar ese antiguo suelo que todavía no nos
ha revelado todos sus secretos. Las deducciones y la imaginación
reemplazaron demasiado la dura labor metódica en el terreno y en
el laboratorio. Jehan Albert Vellard (1942:75) (19).

³Desde los conquista española se han redactado cuantiosas descripciones,


comparaciones, análisis y estudios arqueológicos de rigor científico que han
matizado la silueta de Tiwanaku con variados tonos interpretativos. Desde los
desbordes subjetivos, cuyos extremos se encuentran perfilados en las
fantasiosas ideas acerca de extraterrestres, hasta la erudición de trabajos
arqueológicos sistemáticos que desde comienzos lo han proyectado, cada vez
con mayor sustento empírico, una recorrido evolutivo que tuvieron las culturas
prehispánicas, de curiosidad y encanto.

La historia de los trabajos arqueológicos sistemáticos en el Valle de Tiwanaku es


relativamente corta. Sus inicios, a comienzos del presente siglo, la ponen en
contraste con los tres siglos que le antecedieron, los mismos que se caracterizan
principalmente por su carácter descriptivo. Es tarea compleja periodificar la
historia del pensamiento Tiwanaku tomando en cuenta únicamente criterios
temáticos; es decir, clasificar los antecedentes de acuerdo al enfoque de los
trabajos.´ (19).

³Para simplificar el complejo cuerpo de ideas que caracteriza a la interpretación


del pensamiento acerca de Tiwanaku debe enfocarse desde un análisis temporal
y no así desde una perspectiva temática. En la literatura que se ha escrito
acerca del sitio, se advierte que los ensayos descriptivos, las narrativas de los
viajeros, los mitos, las fantasías, y los estudios arqueológicos, comparten, en
muchas instancias, un mismo espacio en la historia. En este trabajo, no se
pretende exponer todo lo que se ha escrito acerca de Tiwanaku. El objetivo
fundamental, aquí, es mostrar la sucesión y la diversidad de ideas que a través
de la historia han generado determinadas posiciones interpretativas, las mismas
que no escapan a su realidad social, o coyuntura histórica. Mediante la reflexión
crítica de esta historia se pueden divisar más agudamente las causas y los
resultados de los intereses que motivan a los diversos grupos sociales para
"descubrir" la sociedad del pasado. La periodificación que se utiliza aquí se basa
en determinados elementos históricos que, de uno u otro modo, separan
tendencias en el pensamiento acerca de Tiwanaku. No es de extrañarse que en
algunos casos estas "fases" coinciden con verdaderas etapas en la formación
histórica de la nación boliviana. Aunque aparenta ser normativa la manera en la
que se han aislado los distintos periodos y sus respectivas fases, la organización
temporal, siguiendo criterios de desarrollo histórico, constituye una herramienta
en el ordenamiento de los datos, aspecto que nos permite ver el desarrollo de
las ideas acerca del pasado dentro de su contexto social.

Si bien se ha argumentado que el pretérito vendría a ser un trebejo de las


ideologías del presente (Shanks y Tilley 1987), y que, en ese sentido, cualquier
interpretación del pasado es igualmente especulativa, y por consiguiente
igualmente válida, la historia del pensamiento acerca de Tiwanaku demuestra
que el conocimiento científico, se diferencia sustancialmente de la especulación
y el mito. Es así que la percepción del pasado, basada en los principios de la
ciencia arqueológica, no puede confundirse con criterios desprovistos de
evidencia empírica. Nadie duda que el contexto histórico en el que se
desarrollan las ideas forma una singular visión ideológica del pasado; sin
embargo, la ciencia, por estar inmersa en el contexto histórico, ha desarrollado
normas de procedimientos específicos con singulares parámetros,
principalmente metodológicos, que la distinguen de otro orden de ideas que la
sociedad también crea.

La fase temprana del Periodo Colonial en el valle, desde ca.1550 hasta


aproximadamente 1660, se caracteriza principalmente por las numerosas
descripciones de la arquitectura lítica de Tiwanaku, así como la recolección de
mitos ligados al origen de las culturas Inka y Tiwanaku. Esta fase temprana se
hizo importante debido a que sentaron las bases del debate que paulatinamente
se generó alrededor de los afamados monumentos.

Habiéndose delineado los principales elementos de la conquista española en


territorio andino, pareciera que todos los representantes peninsulares se habrían
sumergido en el saqueo de las fuentes minerales y la explotación de la población
aborigen. Aunque integrados a un propósito global de colonialismo más amplio,
varios individuos que acompañaron a las primeras expediciones ibéricas,
expresaban su preocupación por la manera en la que los indígenas eran
tratados y buscaban intensamente denunciar el abuso ante instancias
monárquicas de justicia. La obra de Bartolomé de Las Casas ([1559] 1929),
Pedro de Cieza de León ([1550] 1943, [1553] 1941), Juan Diez de Betanzos
([155111968) y Cristóbal de Molina ([1575] 1916) son ejemplos claros de la
inquietud de estos personajes por la causa indígena.´ (20).

³En contraste con esta fase temprana de la Colonia, el siglo XVIII se tipifica por
un marcado descenso en la redacción de comentarios o descripciones
concernientes a Tiwanaku. Las razones de esta declinación pueden ser
atribuidas a varios factores políticos y económicos que azotaban el ámbito
colonial.

El inicio del siglo XIX y el nacimiento de la república de Bolivia, en 1825, dieron


comienzo a un creciente interés por los monumentos prehispánicos, estimulado
por el surgimiento de un neocolonialismo económico europeo de estirpe
intelectual francés, alemán o inglés. El paradigma colonial anterior, basado en la
teología, fue sustituido por la creciente ideología liberal europea y el
fortalecimiento de métodos empíricos, principalmente influenciados por el
naturalismo científico de Alcides d'Orbigny (Albarracin Millán 1976). Varios
viajeros y exploradores escribieron sobre Tiwanaku, haciendo, en varios casos,
hondas descripciones y, en algunos, desarrollando inferencias acerca de sus
edificadores. Fue recién a finales del siglo pasado que la arqueología, con
métodos propios, fue aplicada al estudio de Tiwanaku.
Para las esferas políticas bolivianas de comienzos del siglo XX, inmersa en la
dinámica de la gran minería y la influencia ideológica de Europa, el "problema
del indio" constituía un dilema nacional (Albarracin Millán 1978). Unos fustigaban
el orbe aborígen, acusándolo de ser la causa del "retraso" del país. La corriente
positivista, por ejemplo, argumentaba que el núcleo del problema se encontraba
en las diferencias raciales. Fusionadas con esta perspectiva se encontraban las
ideas racistas de Arthur Posnansky, quien liderizaba una postura racionalista,
proyectando el tema de las diferencias raciales hacia la época prehispánica.
Otros intelectuales de comienzos de siglo, motivados por la "tragedia" histórica
de la invasión ibérica, reconstruían un pasado social prehispánico lleno de
virtudes. En ambas corrientes, sin embargo, se advierte una aspiración común:
la "universalización" de la cultura nacional. Tiwanaku se convirtió en el ideal de
esta propuesta y, eventualmente, fue adoptado como símbolo nacional. Desde
finales de la década de los 1950s Tiwanaku fue el centro primario de estudios de
la arqueología boliviana. Sin embargo, mientras la arqueología en naciones
vecinas, como el Perú, se había organizado en legítimas escuelas, el símbolo
nacional boliviano se convirtió en el borne de una política marginal que al interior
de la ciencia boliviana no generó el debate, la correlación o la promoción
intelectual de orden académico que ya normaban en la arqueología de otras
naciones latinoamericanas.

Los trabajos que Wendell C. Bennett (1934) realizó en Tiwanaku fueron sostén
de la primera secuencia cerámica con base empírica sustancial, pese a que
Bennett reconoció algunas dificultades en esta cronología.´ (21).

³Desde finales de los años 1950s hasta comienzos de la década de 1970, el


Centro de Investigaciones Arqueológicas en Tiwanaku (CIAT) inició un programa
de excavaciones con fines de reconstrucción de las principales estructuras
monumentales y la formulación de una cronología para la cultura Tiwanaku.
Aunque esta última dimensión se vio, aparentemente, beneficiada por fechados
radiocarbónicos, la secuencia cerámica, elemento indispensable en varios
aspectos de la orientación temporal de las culturas alfareras, no fue considerada
y poco se hizo por poner a prueba el esquema de Bennett; por el contrario, como
se discute en párrafos posteriores, la secuencia cerámica que inclusive hoy en
día se continúa utilizando, aunque intuitivamente reasignada a los periodos que
Carlos Ponce (1969a,1969c,1971) ha creado, sigue siendo la secuencia de
Bennett.´ (21-22).

³El CIAT trabajó en el campo durante más de una década, aunque en los 1970s
decayó ostensiblemente. Fue quizás la ampliación del CIAT a un instituto de
alcance nacional (Instituto Nacional de Arqueología [INAR], fundado en 1975), la
que dispersó sus tareas arqueológicas; empero, obtuvo resultados significativos
en la arqueología de otras regiones. La década posterior se inició con la
ejecución del proyecto "Wila Jawira", que enfocó, inicialmente, aspectos ligados
al ámbito productivo agrícola y a la naturaleza del sitio de Lukurmata (Bermann
1989,1990,1993; Graffam 1990, 1992; Janusek 1994; Kolata 1982, 1986, 1987,
1989, 1991, 1993; Ponce 1989; Stanish 1989). Su área de estudio comprendió la
Pampa Koani, zona ubicada a unos 12 km al norte del Valle de Tiwanaku.
Investigaciones posteriores del proyecto se llevaron a cabo en Tiwanaku y en
áreas adyacentes (Albarracin-Jordan 1990, 1991 a, 1991b, 1991,c, 1992, 1993,
1995; Albarracin-Jordan y Mathews 1990; Alconini 1993; Couture 1993; Kolata
1993; Mathews 1992; Rivera Casanovas 1994; Sampek 1991; Sutherland 1991).

De estos trabajos han surgido nuevos datos para la interpretación de la


organización política y económica de los antiguos habitantes de la región.
Resultado de algunas de las recientes investigaciones, principalmente aquellas
de alcance regional, es también un cuestionamiento a la secuencia evolutiva
propuesta por Ponce (1972) en las décadas anteriores. De esta evaluación
histórica de la arqueología surge un panorama multifacético, compuesto por
diversos modelos explicativos. Estas dimensiones, en la actualidad, van
generando nuevas alternativas de interpretación y un creciente interés por la
difusión de los resultados, su mérito científico y su genuina función en la
sociedad actual.

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Las crónicas del siglo XVI dan los primeros registros escritos acerca de
Tiwanaku y sus monumentos líticos. La mayoría de estos documentos
tempranos estuvieron basados en la observación directa de sus autores y, por
tanto, representan fuentes primarias de información. Varios de lo escritos
posteriores utilizaron estas fuentes para generar una perspectiva secundaria.
Estas fuentes secundarias, consiguientemente, deben tomarse con mayor
precaución. En el análisis que aquí se efectúa, ambas fuentes son tomadas en
cuenta, de acuerdo al contexto social en el que fueron escritas. Esta perspectiva
contextual es fundamental para entender la motivación que envolvió esta
temprana obra de los cronistas.

La primera descripción de los monumentos de Tiwanaku fue escrita por Pedro


de Cieza de León, alrededor de 1549 (Paredes 1955:49). En la primera sección
de la Crónica del Perú ([1553] 1941}, Cieza hace una breve pero importante
descripción de lo que observó en las inmediaciones del área. En forma
particular, Cieza enfoca la monumentalidad de las estructuras pétreas y
cuestiona el origen de dicho material. Aparte de las descripciones, Cieza hace
referencia a otros aspectos de importancia. De acuerdo al consenso que existía
entre los pobladores, Tiwanaku era considerado como sitio primordial, anterior al
advenimiento Inka. En el capítulo V de la segunda sección de la Crónica del
Perú, el cronista indica que Tiwanaku era el centro de Titiviraqocha, creador del
mundo:´ (22).

³Fuéronle en muchas partes hechos templos, en los


cuales pusieron bultos de piedra a su semejanza, y
delante dellos hacían sacrificios; los bultos grandes
questán en el pueblo de Tiaguanaco, se tiene que fué
desde aquellos tiempos.

Un poco más tarde de la visita efectuada por Cieza de León a Tiwanaku, Pedro
Gutierrez de Santa Clara también hizo un recorrido por la región; Gutierrez
([1556] 1925) se limitó a una descripción general del área y a la de un monolito
que le inducía a pensar que representaba un fraile, no a un personaje andino.

Aunque no está bien establecido cuando Juan Diez de Betanzos visitó


Tiwanaku, si en realidad estuvo en la zona, en su Suma y Narración de los Incas
([155111968, Tomo I, capítulos I y II), hace referencia a Tiwanaku como centro
de creación, efectuando somero relato de como "Contiti Viracocha," de acuerdo
al mito indígena, habría compuesto, primeramente, el cielo, la tierra y la gente,
que vivía en la oscuridad; luego, convertiría a estos primeros pobladores en
piedra, porque "esta gente le hizo cierto deservicio a este Viraqocha." En un
segundo acto de creación, él hizo el sol, la luna, el día y las estrellas, creando
gente de piedra y mujeres con niños en todas las distintas provincias que ordenó
crearse, cada una con su lugar de origen. La influencia de la Biblia en Betanzos
fue muy grande.

Pese a que Diego de Alcobaza describió la arquitectura de Tiwanaku alrededor


de la década en la que Betanzos escribió su obra, los escritos de Alcobaza
aparecieron con posteridad como parte de los Comentarios Reales ([160911943,
Vol. I) de Garcilazo de La Vega. El capellán Francisco López de Gómara,
religioso al servicio de Hernán Cortés, hizo referencia a los mitos de las gentes
de los Andes prehispánicos; su obra, sin embargo, fue anatemizada en 1553,
después de descubrirse el plagio de documentos escritos por un soldado
(Paredes 1955).

En 1557, Pedro Sarmiento de Gamboa permaneció en el Perú por un tiempo,


habiendo sido expulsado de este territorio después de intensas disputas con el
gobernador Lope García de Castro. Sarmiento de Gamboa regresó al Perú en
1571 junto con el Virey Toledo, quién comisionó a Sarmiento para que escribiese
la historia oficial del imperio Inka. Philip Ainsworth Means (1928;465) señala que
Sarmiento se oponía a la preservación de las tradiciones inkas. En varias de sus
cartas, el oficial de la Corona sostiene que los Inkas y sus descendientes
deberían ser exterminados. Al igual que Betanzos, Sarmiento efectuó
descripciones de los mitos de origen, puntualizando que Viraqocha había creado
el mundo en Tiwanaku. Un aporte significativo es la mención que Sarmiento
hace respecto a Pachacuti Inka. Aunque Cieza de León ([1553] 1941) indica que
Tupac Inka Yupanki había aplastado una rebelión de los kollas y que este Inka
había conquistado el Kollasuyu, Sarmiento señala en su Historia Indica ([1572]
1907, Capítulos 48-54) que ya Pachacuti Inka había sido el conquistador del
Kollasuyu, estableciendo alianzas con algunos grupos aymara de la región del
Titicaca. El avance de Sarmiento sobre la historia del Kollasuyu resultaba algo
nuevo.
Cristobal de Molina escribió, en 1575, la Relación de las Fábulas y Ritos de los
Incas ([1575] 1916), obra en la cual trata también el tema de los mitos de origen.
El aspecto que más resalta en este documento es la mención que se hace
respecto a la composición multiétnica que Tiwanaku habría tenido como centro
de la creación del mundo. Esta es su contribución principal.´ (23).

³Quizás uno de los documentos de mayor valor para el área en cuestión es la


Relación de la Provincia de los Pacajes, escrita por Pedro Mercado de Peñaloza
en 1583. En este informe, principalmente redactado para dar a conocer el valor
de los recursos naturales y humanos de la provincia, se encuentran datos
importantes acerca del pueblo de Guaqui, ubicado en las cercanías de la orilla
sureste del Titicaca. En el documento de Mercado de Peñaloza se establece que
la provincia de Pacajes estaba dividida en cinco repartimientos, más dos
pueblos, Guaqui y Viacha. En realidad éstos eran dos repartimientos que
pertenecían a la provincia Omasuyo. En la Relación, Mercado de Peñaloza
apunta que Guaqui había sido fundada por Tupac Inka Yupanki, y que el pueblo
estaba compuesto por dos sectores, una parte compuesta por gente aymara y
otra por pobladores urus. Los aymaras de Guaqui, indica el documento, tenían
costumbres similares a las de los aymaras de Omasuyu, pese a que los de
Omasuyu eran considerados diferentes en sus tradiciones culturales a los de
Pacajes. ¿Por qué se encontraba Guaqui, entonces, en pleno territorio Pacajes?
¿Cuál era el rol de los urus en el pueblo? Estas son algunas de las interrogantes
que la Relación crea, y que tienen mucha trascendencia en la posterior
interpretación que se efectúa de los asentamientos prehispánicos del Valle Bajo
de Tiwanaku.

El religioso dominicano Reginaldo de Lizárraga escribió, en 1589, su Descripción


de toda la tierra del Perú, Tucumán, Río de La Plata y Chile, en la cual hace un
comentario general acerca de las ruinas de Tiwanaku. La obra de Lizárraga ha
sido caracterizada como superficial y especulativa por Means (1928:385),
aunque Bouysse-Ca,ssagne (198b:208) señala que parte del texto de Lizárraga
{[1589] 1968, Capítulo 86:b8, Capítulo 89:72) es una de las pocas fuentes
etnohistóricas que hace referencia específica a los pukinas, quienes eran
considerados, al igual que los urus, como "gente sucia" por los aymaras. En
trabajos posteriores se ha asignado a los pukinas la construcción de Tiwanaku
(Espinoza 1980; Gisbcrt et a1.1987; Torero 1970).

En 1590, José de Acosta visitó Tiwanaku, atribuyéndole la construcción de los


monumentos a los inkas, en su obra Historia Natural de Las Indias ([159011954,
Libro V, Capítulo XIV}. En forma similar a lo relatado por Betanzos acerca del
mito de origen inka, Acosta indica que los indígenas creían que Viraqocha salió
del Lago Titicaca, hizo de Tiwanaku su centro de creación y autoridad, y que
luego marchó al Cusco para crear a los seres humanos. Existen,
indudablemente, algunas diferencias en los relatos de los indígenas entre la
década de los 1550s y los años 1590s. Varios factores pueden haber incidido en
estas diferencias, principalmente divergencias entre una generación y otra (tanto
en los cronistas como en la población) y distinto conocimiento por parte de los
informantes. Nathan Wachtel (1986:290) argumenta que Acosta, al reinterpretar
los acápites de Polo de Ondegardo, es responsable de la distorsionada imagen
que se tenía de la población uru, la misma que formaba parte de muchos de los
pueblos, o markas, incluyendo Tiwanaku, del Kollasuyu.´ (24).

³En la Visita que Diego García de Paredes ([1594], obra citada en Parssinen
1992:359) hizo a Guaqui se señalan puntos fundamentales en la composición
multiétnica de esta marka, así como su organización. De los documentos de
García de Paredes y de Mercado de Peñaloza se deslinda información valiosa
respecto a los asentamientos aglutinados (markas) que existían en el Valle de
Tiwanaku, pudiéndose considerar las descripciones que hacen de Guaqui y
Tiwanaku como parámetros esenciales en la interpretación de los restos
materiales que dejaron las sociedades prehispánicas de la región. Si bien estas
markas sufrieron cambios con las reformas coloniales, su creación y
estructuración tienen raices locales que transmontan los esquemas de
comunidad traidos por la cultura ibérica.´ (24-25).

³Antonio Herrera Tordecillas efectuó una minuciosa descripción de las ruinas, a


finales de los 1590s, en su trabajo titulado Historia general de los hechos de los
Castellanos en América desde 1492 a 1554, en las Islas de tierra firme del Mar
Oceano (citado en Tiahuanaeo. Datos para la defensa de la capital de la
segunda sección de Pacajes 1897). En la mencionada obra también se hace
referencia al mito de origen, el mismo que guarda parecido con lo escrito
anteriormente por Betanzos.

En su Historia del reino y provincia del Peru, de sus Incas, Reyes,


descubrimiento y conquista por los españoles de la Corona de Castilla, con otras
singularidades concernientes a la historia, escrita en 1598, Juan Anello Oliva
contribuye con elementos nuevos en cuanto al mito de origen y Tiwanaku. Con
base en las informaciones de un quippucamayok, Oliva indica que un tal
Uyustus, Señor de Tiwanaku, antecedió a Manco Capac. Más adelante, Oliva
apunta que Tiwanaku era también conocido con el nombre chucara, o casa del
sol, en la lengua Pukina. Paredes (1955), sin embargo, ha argumentado que
chucara no es vocablo Pukina, sino una derivación de la palabra aymara chuki
jara, la cual significa "recinto de oro."

En resumen, hacia comienzos del siglo XVII, Tiwanaku era ya un lugar de suma
importancia en los relatos de los cronistas. La información que brindaron éstos
llegó a formar parte de muchas de la posteriores imágenes que se crearon, y
recrearon, del sitio. Si bien las crónicas proyectan determinados elementos de la
tradición oral aymara y un bosquejo de los restos arquitectónicos que se
vislumbraban en la superficie, las visitas efectuadas por oficiales de la
monarquía revelan, con magna autenticidad, parámetros demográficos, cuantía
y género de recursos naturales, así como valiosas reseñas de las costumbres y
de la organización social de los grupos humanos del Valle de Tiwanaku.´ (25).
³Las obras de los cronistas Garcilazo de La Vega ([1609] 1945), Antonio de La
Calancha ([1639] 1939), Fernando de Montesinos ([1644] 1957) y Antonio
Vásquez de Espinoza ([162911942) hacen referencia a los monumentos y al
mito de origen en forma similar a los cronistas del siglo XVI. Sin entrar en los
detalles que estos escritos proporcionan acerca de Tiwanaku, que en realidad
son reproducciones de las primeras crónicas, es de mayor provecho ocuparse
de los nuevos aportes hallados. La obra de Bernabé Cobo es valiosa por lo que
hizo para la historia del pensamiento sobre Tiwanaku. A Cobo le tomaron once
años compilar los capítulos de su Historia del Nuevo Mundo, la misma que
concluyó en 1653. En el capítulo IX de esta obra, Cobo efectuó una detallada
descripción de las ruinas. prehispánicas, indicando además que el vocablo
aymara para identificar a Tiwanaku era "Taypicala" (piedra en el centro). En
forma singular y con extraordinaria capacidad intuitiva para la época, Cobo
dedujo que debido al desgaste que las piezas líticas denotaban, las
construcciones debieron ser de mayor edad que las edificaciones inka. Además,
Cobo sustentaba este argumento indicando que varios bloques tallados yacían
debajo de los que se encontraban en la superficie. Otra importante observación
que Cobo efectuó en Tiwanaku fue señalar que debido a la magnitud y cantidad
de antiguos bloques líticos, el sitio debió haber sido una gran ciudad que con el
pasar de los siglos habría sido cubierta. La obra de Cobo representa, quizás la
última crónica de esta primera fase de la Colonia. Pese a que algunas
anotaciones fueron hechas en los años 1650s, existe una reducida literatura
después de 1660.´ (25-26).

³Las crónicas del siglo XVI y la primera mitad del siglo XVII que hacen referencia
a Tiwanaku se caracterizan, esencialmente, por su naturaleza descriptiva. Cierta
excepción a este enfoque descriptivo se encuentra en los trabajos de Cieza de
León y de Cobo; estos cronistas intentaron llegar a una interpretación de la
naturaleza y significado de Tiwanaku. El significado de estas tempranas obras
no ha dejado de tener vigencia en estudios actuales. Means (1928) intentó ya
encontrar tendencias interpretativas en las obras de los cronistas, separándolas
en dos escuelas divergentes: La Garciliana, tendencia fundada por Garcilazo de
La Vega, y la Toledana, representada por Sarmiento de Gamboa. Este tipo de
clasificación, sin embargo, no rige la interpretación más amplia de los principios
ideológicos que caracterizaron a las crónicas y a las visitas, habiéndose
desarrollado nuevas orientaciones sobre el tema (Aranibar 1963; Lohman 1966;
Pease 1978; Porras 1933,1962; Rowe 1946; Wedin 1963).

No es poco lo que se puede decir acerca del modelo europeo que caracterizó al
pensamiento de los cronistas. Inclusive aquellos letrados que habían nacido en
territorio americano no escapaban el paradigma hispano, principalmente debido
a que su formación intelectual la recibían en ámbitos del clero español. Es en
este sentido que es frecuente encontrar imágenes de instituciones europeas en
las descripciones de la sociedad andina. Las bases ideológicas de las crónicas
se encontraban tenazmente enraizadas en los ideales políticos, económicos y
religiosos de la época.
Aunque el universo andino demostraba tener un orden particular, a veces muy
ajeno al común espíritu español, el esquema conceptual de los cronistas
buscaba elementos familiares en el sistema social que observaba; es así que los
conceptos de "reino" e "imperio" fueron directamente transplantados de España
para encajar en las formas de organización política que la sociedad inka había
alcanzado. En la crónica española, la monarquía era una realidad universal.
Proyectando el ideal de su propio sistema político, las crónicas concebían la
organización inka como un sistema político condigno, en el cual los gobernantes
y los gobernados vivían supuestamente en armonía y paz mística. Los
conquistadores servían la causa inevitable de la época, en la cual los
conquistados debían aceptar a sus conquistadores en acto ritual. La "monarquía
Inka", descrita así por las crónicas, había emulado a la monarquía española en
sus esfuerzos por consolidar su poder en territorios conquistados. Los "señoríos"
de habla aymara habrían sido parte de la "periferia" que los inkas conquistaron,
dejando en claro, sin embargo, que un lugar denominado "Tiahuanacu",
designado así por el Inka Mayta Capac (Garcilazo de La Vega [1609] 1945},
había sido el lugar donde Viraqocha creó el mundo.

Las creencias religiosas de los indígenas no tenían un espacio en el ámbito


católico; y pese al interés de los cronistas en los mitos de origen, existen
pruebas que demuestran el intento, por parte de éstos, de encontrar en las
interpretaciones indígenas evidencia de la versión bíblica. Restando los
prejuicios que arrastran las versiones de las crónicas, queda establecido que
Tiwanaku constituía un punto imborrable en la prehistoria andina, y que los
anales de Cieza de León, Betanzos y Cobo, entre otros, fueron las bases del
posterior interés, análisis y debate que caracterizan a Tiwanaku.´ (26).

³No se puede dejar de lado la importancia que las visitas tienen en esta fase
colonial, consideradas no como un justificativo del aparato administrativo sino
como elementos mucho más objetivos que las crónicas, que brindan datos de
mucha importancia en la interpretación actual de la organización social
prehispánica. Es precisamente este tipo de fuente la que demarca; en gran
medida, los parámetros interpretativos del modelo que se genera en el presente
trabajo para comprender el patrón de dispersión del material arqueológico, y
que, eventualmente, proyecta los principios de organización tradicional aymara
varios siglos antes de la llegada de los españoles.´ (26-27).

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³En contraste con los primeros 110 años de abundante documentación acerca
de los monumentos de Tiwanaku y su importancia en la mitología inka, el
siguiente siglo y medio es sorprendentemente pobre. Una serie de eventos
pueden haber tenido gran repercusión en este enrarecimiento de publicaciones.
Si bien una rebelión indígena de escasas consecuencias tuvo lugar en 1617, la
segunda mitad del siglo XVII y gran parte del subsiguiente siglo se
caracterizaron por un progresivo malestar social. Como en gran parte de los
Andes, un desapego intelectual se instauró en el campo, llegándose inclusive al
silencio administrativo {Pease 1978:215}. Existen algunos informes que señalan
un incremento en la cantidad de forasteros en la provincia Pacajes. Por ejemplo,
los testimonios recogidos por el corregidor de Potosí en 1690 confirman el
surgimiento de grandes conflictos entre los caciques escogidos por los
españoles y el resto de la población indígena en Guaqui; asimismo, se indica
que varios individuos se fugaban, tratando de evitar el impuesto de trabajo, o
mit'a (Sanchez Albornoz 1978).

La tensión social se generalizaba a comienzos del siglo XVIII, presentándose


mayores retos en las rebeliones de Alejo Calatayud en Cochabamba (1730),
Juan Santos en la sierra central del Perú (1742), y José Gabriel Condorcanqui,
Tomás Katari y Julián Apaza en el sur de Perú y en Bolivia (1780). Estas
insurrecciones mesiánicas, a la cabeza de autoproclamados descendientes
inkas, tenían como meta la reinvindicación de los antiguos principios andinos de
organización social y, obviamente, se convirtieron en seria amenaza para la
administración colonial (Riveros Tejada 1964; Stern 1987).

La atmósfera social durante el siglo XVIII no era garantía para los


representantes y asociados de España; estas circunstancias tuvieron
repercusión entre los entusiastas intelectuales de la época. Los sectores rurales
eran aún más peligrosos. Es así que el interés por los orígenes y el desarrollo de
las culturas indígenas fue cambiando dé cariz. Los indígenas rebeldes habían
transformado la figura inicial del nativo sumiso y humilde. Son, quizás, éstos los
principales motivos que inducieron a los doctos de la época a abandonar el tema
y el interés por Tiwanaku.

Ya hacia finales del siglo XVIII es cuando una renaciente curiosidad por el
pasado prehispánico envolvió a la sociedad urbana en La Paz; en 1790, por
ejemplo, se formó la Sociedad de Amantes del País, aunque el estímulo, en
realidad, fue mayor para el saqueo en los alrededores de Tiwanaku (Santos
Escóbar 1991). Este renovado interés parece haber estado ligado a una
búsqueda de una identidad local, por parte de los criollos, para hacer frente al
oficialismo español.´ (27).

³En una inusual visita efectuada por Thaddáus Haenke a Tiwanaku, en 1794, se
elaboran los primeros dibujos de algunos monolitos y de sus grabados. Haenke
habría efectuado numerosos dibujos en Tiwanaku, pero al fallecer éste en
Cochabamba, en 1816, varios de sus bocetos desaparecieron y varios otros, que
habían sido transportados a Lima, se quemaron en un incendio que sufrió la
Biblioteca Nacional en 1943 (Gicklhorn 1968); de los 300 bocetos que fueron
ubicados en el, archivo del Museo de Ciencias Naturales de Madrid, dos de ellos
muestran figuras que Haenke esbozó en Tiwanaku. El primero de los bocetos
muestra la cabeza de un monolito (actualmente conocido como la "cabeza
colosal", que se encuentra en el Museo Regional de Tiwanaku). En el mismo
croquis se puede apreciar un listado, en letra diminuta, en el margen superior
derecho de la hoja, donde se leen los nombres de los ayllus que habrían estado
ubicados en las cercanías del área. Se nombran a Huankullu, Achaca, Huaraia,
Yanarico, Pillapi, Huacullani, Llora Llora (?), Curpa, Chulluntani, Achotas,
Causaia, Chambi y Chusicani. En el segundo dibujo se aprecia un segmento de
la Puerta del Sol. Se le había asignado a Alcides d'Orbigny la prioridad en el
dibujo de la Puerta del Sol; sin embargo, estos croquis de Haenke demuestran
que fue el primero en efectuar mensuras y una representación gráfica de la
misma (Gicklhorn 1968).´ (27-28).

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³Con el nacimiento de la República de Bolivia, el interés por Tiwanaku se


incrementó significativamente; esta curiosidad ya no era la misma que en la
Colonia, sino que se había convertido en el ícono de una nación independiente.
El pasado prehispánico era la antítesis del yugo español y, por consiguiente, una
razón de soberbia libertaria. El pretérito indígena, sin embargo, era más una
apropiación que una identidad propia, y por tanto, un campo vasto para el
ejercicio de la imaginación, la misma que servía para crear un pasado indígena
adecuado al pensamiento de la época y sus intereses.

El periodo entre 1825 y 1900 se caracterizó por una afluencia de exploradores


extranjeros, gran cantidad de entusiastas y "viajeros", tanto nacionales como
extranjeros, y algunos pioneros en el trabajo arqueológico sistemático. Gran
parte de los exploradores foráneos, en su misión informadora, buscaban detrás
de las ruinas prehispánicas al "noble salvaje" con toda su aura mística y exótica;
los entusiastas y viajeros criollos de la época se entretenían en medio de los
vestigios pétreos, buscando rastros de su taciturna historia, mientras que
algunos eruditos en la naciente ciencia arqueológica maduraban sus hipótesis
con base en pruebas materiales; muchas de las ideas acerca de Tiwanaku, que
más tarde habrían de conformar verdaderas teorías acerca de su origen,
desarrollo y hecatombe, brotan durante este siglo.

El admirable y culto espíritu del Mariscal de Ayacucho dejó estampado en


Tiwanaku su alta admiración y su respeto por un glorioso pasado que encargaba
conservar y proteger. Fue José Antonio Sucre, en 1825, quien mandó poner de
pie a la Puerta del Sol (Tiahuanaco. Datos para la defensa de la capital de la
segunda sección de Pacajes 1897).´ (28).

³Durante el gobierno de Andrés de Santa Cruz, llega a Bolivia Alcides d'Orbigny,


quien, en su afán de naturalista, tenía intereses múltiples. Su viaje por América
del Sur tenía como propósito principal el estudio de los diversos recursos
naturales y de las diferentes razas humanas del continente. A su paso por
Tiwanaku, d'Orbigny (1939) se detuvo a observar la arquitectura del sitio,
infiriendo que la figura central de la Puerta del Sol representa un magno
personaje político y religioso. Al parecer, la monumentalidad de las
construcciones condujo a d'Orbigny (1939) a pensar que Tiwanaku no había sido
simplemente una confederación tribal sino el centro de una antigua civilización.
Asi también, el naturalista francés veía en Tiwanaku la necesidad de ahondar en
el estudio histórico para entender la verdadera naturaleza de la antigua
sociedad. Con d'Orbigny se abrían los horizontes para la exploración geográfica,
acompañada de la etnografía. El legado intelectual que dejó en Bolivia se
plasmó, posteriormente, en la creación de instituciones científicas, consagradas
al estudio de los recursos naturales de las regiones y sus habitantes. Sus ideas
tuvieron gran repercusión en el pensamiento social boliviano, debido,
principalmente, a las meticulosas y meditadas observaciones que había hecho
acerca de los recursos naturales y de las distintas étnias, tanto en el altiplano,
los valles y los llanos (Albarracin Millán 1976:21117). Con d'Orbigny, también se
abría un singular interés por la cultura nativa y su pasado prehispánico. Algunos
de los especímenes que había recolectado en sus viajes sirvieron para la
creación de un museo que el entonces presidente de Bolivia, José Ballivián, tuvo
la oportunidad de inaugurar.´ (28-29).

³En 1842, varias piezas de Tiwanaku fueron trasladadas a La Paz, habiéndose


abandonado, por su caida en el camino, una de las piezas (Tiahuanaco. Datos
para la defensa de la capital de la segunda sección de Pacajes 1897), la misma
que Charles Wiener (1880) más tarde la ubica en Collo-Collo (Lloco-Lloco?). Se
trataría de la pieza conocida como la "cabeza colosal." También a comienzos de
los años 1830s, pasó por Tiwanaku Mariano Rivero, y una década más tarde el
naturalista alemán Johann von Tschudi; ambos publicaron en 1851
Antiguedades Peruanas, una obra en la que hacen una descripción general de
Tiwanaku y sus monumentos.

Otra de las misiones francesas en Sudamérica fue encabezada por el Conde


Francisco de Castelnau (1850), quien en 1845 estuvo en Tiwanaku realizando
observaciones que le indujeron a pensar que el sitio era muy anterior al Cusco
de los inkas y que, de acuerdo a lo señalado por Cieza de León, éstos habrían
copiado el estilo arquitectónico de Tiwanaku. Castelnau también apunta que los
monumentos de Tiwanaku habrían sido dejados inconclusos y que gran parte de
los mismos estarían enterrados.´ (29).

³En 1848, dos viajeros de elevado prestigio diplomático efectuaban, por


separado, sus excursiones a Tiwanaku. Primero, el cónsul-general de Francia,
Leonce Angrand (1866) pasó un par de días en el sitio, tomando cuidadosas
notas de los grabados en los monolitos. Angrand es quizás el primero en sugerir
una filiación entre Tiwanaku y la cultura Maya de Palenque, aunque también
sostiene que la población de Tiwanaku habría derivado de la gran familia tolteca.
Segundo, el general Bartolomé Mitre, quien llegara a ser presidente de
Argentina, se detuvo unas cuantas horas en Tiwanaku. En 1848, Mitre había
sido apresado por órdenes del General Belzu, y al ser llevado al exilio hacia la
frontera con Perú, Mitre pudo convencer a los soldados que lo escoltaban para
quedarse unas horas en Tiwanaku. De esta brevísima visita, sin embargo, Mitre,
escribe Las Ruinas de Tiahuanacu (Recuerdos de Viaje). Mitre no solo efectúa
una descripción de los restos pétreos sino que efectúa varias interpretaciones
novedosas y bien fundamentadas. En toda su obra, Mitre enfatiza la necesidad
de desarrollar hipótesis que se adecúen al contexto social andino y a su historia
cultural; sólo así se podrán esclarecer los misterios. Mitre sostiene que los
aymaras son los directos descendientes de Tiwanaku y que su habilidad en la
talla lítica es componente intrínseco de sus tradiciones. Las figuras de la Puerta
del Sol son para Mitre seres que reencarnan una escena mítica.´ (29-30).

³Siguiendo los pasos de Angrand, los hermanos Grandidier (1861) efectuaron


una visita a las ruinas en 1858, y afirman que Tiwanaku fue edificada por los
aymaras, pero que su civilización se derrumbó debido a un cataclismo. Otro
viajero que precozmente pudo identificar un vínculo entre Tiwanaku y Wari fue
Antonio Raimondi ([1874] 1942): "Si las ruinas de Tiahuanaco, como por la
misma historia aparece, son anteriores á la dominación de los Incas y debidas a
otra raza civilizada más antigua; esta misma raza por lo que acabo de decir,
debió existir diseminada en varios puntos del Perú, tales como la provincia de
Huari, del departamento de Ancahs [sic. Ancash] y talvez la de la Unión del
departamento de Arequipa, donde se halló en un sepulcro antiguo una lámina de
oro, con un dibujo grabado idéntico á una figura monstruosa que se halla en la
puerta de Tiahuanaco" (Raimondi [1874] 1942, citado en Tiahuanaco. Datos
para la defensa de la capital de la segunda sección de Pacajes 1897).

En la línea de Mitre y Raimondi, Joseph Mano (1877) fue un pionero, en cuanto


al cálculo de la edad de Tiwanaku se refiere. Con base en sus apreciaciones de
la acumulación de sedimento que presenta el sitio, Mano estimó la antigüedad
de Tiwanaku en unos 4000 años; tomando en cuenta la época, ésta fue una
apreciación no muy lejana a la verdadera antigüedad del sitio.

En su viaje por territorio boliviano, en 1863, Ephraim George Squier fue el


primero en tomar fotografías del sitio, elaborar mapas de algunos de los recintos
ceremoniales y esbozar en forma sistemática y extensa gran parte de los
bloques líticos tallados. Sus descripciones son meticulosas y sus
interpretaciones contrastan con las de d'4rbigny. Buscando respuestas concretas
a las interrogantes que envolvían el origen del material lítico de los monolitos,
Squier indica que la arenisca roja proviene de riscos que se encuentran a unos
20 kilómetros, y la "traquita apizarrada" y el basalto oscuro de la Península de
Copacabana. Aunque posteriormente otras canteras han sido atribuidas al
origen del material pétreo que se empleó en Tiwanaku, estas primeras
indicaciones son dignas de mérito. En el recorrido que Squier efectuó alrededor
de las ruinas se le impregnó la sensación de un ambiente desolado, árido y
estéril. A esta primera impresión puede incluirse la temporada en la que visitó
Tiwanaku. Esta imagen telúrica del área influenció su pensamiento acerca del
pasado prehispánico del sitio: "Tiahuanaco puede haber sido un lugar sagrado o
santuario, cuya población se determinó por un accidente, un augurio o un sueño,
pero me cuesta creer que fuera una sede de gobierno" (Squier [18771
1973:162).´ (30).
³Charles Wiener ([1880] 1993), otro de los viajeros que visitó Tiwanaku, en 1875,
también sacó fotos del sitio e hizo algunos esbozos de la Puerta del Sol, "un
inmenso cuadrado de bloques megalíticos" (conocido hoy como Kalasasaya) y
de un sector de "Pumachaca" (hoy Pumapunku). Wiener se basó en los escritos
de Garcilazo de La Vega, asignando la construcción de Tiwanaku a los Inkas.
Para Wiener, Akapana no es más que "un montículo de veinticinco metros de
alto, en el que se ha realizado una inmensa excavación, con la esperanza de
encontrar en los cimientos del templo tesoros que se sospechaba por doquiera.
Naturalmente no se ha hallado nada, y se ha destruido una de las obras más
maravillosas de la época incaica" (Wiener [1880] 1993:440-443). Wiener señala
que las "autopsias linguísticas" son necias, y que el debate acerca de la mayor
antigüedad del aymara o del quechua no conducen a la explicación de la
sociedad que hizo Tiwanaku. Es así que Wiener advierte acerca del rótulo
"Acapana". La estructura que Angrand (1886) había denominado "El Castillo", en
1848, habría sido bautizada más tarde con el nombre de "Acapana." En tal
sentido, "El nombre de Acapana, que no tiene, pues, más de veinte o veinticinco
años, que ha nacido de alguna fantasía popular, de algún azar independiente de
la historia como de la arqueología, ha servido no obstante, desde hace algunos
años, de base a las más aventuradas teorías sobre el origen de las razas
americanas... "(Wiener [1880] 1993:454). Pese a que la obra de Wiener se
encuentra saturada de prejuicios y dirigida a comprobar sus ideas iniciales
acerca de la sociedad prehispánica andina, algunas de las observaciones que
éste hizo en Tiwanaku revelan el dinámico e ingenioso carácter del aymara. No
es sorprendente que al transcurrir los siglos, se asignaron nombres a varios de
los sectores del área arqueológica de Tiwanaku, quizás como respuesta
coyuntural al cuestionamiento que, ya desde la Colonia, los viajeros curiosos
hacían sobre la toponimia del sitio y sus componentes arquitectónicos.´ (30-31).

³En 1880, Theodore Ber, quien estuvo en Tiwanaku en 1877, impulsó la idea de
la existencia de dos épocas en Tiwanaku, ambas anteriores a los Inkas. En el
informe de Ber, que Bordier (1877) eleva en el Bulletin et Memoirs de la Societé
d'Anthropologie de Paris, Ber también indica que los muros de los recintos están
orientados en dirección de los puntos cardinales. El mismo año, Alfons Stübel
permanecía en Tiwanaku por un par de días. La obra Die Ruinenstátte von
Tiahuanaeo in Hochlande des Alten Peru, escrita por Stübel y Max Uhle, en
1892, se constituye en el primer análisis sistemático del sitio. Los autores hacen
referencia a distintos aspectos, incorporando los documentos históricos
tempranos y evaluando la influencia de Tiwanaku en otras regiones de los
Andes. Entre los aspectos más importantes que Stübel y Uhle mencionan, cabe
resaltar la asociación que establecen entre Tiwanaku y los aymaras. Con base
en la distribución de la lengua aymara en varias y diversas regiones, los autores
consideran que esta distribución corresponde también al área de expansión
Tiwanaku. Coincidiendo con Stübcl y Uhle, Modesto Basadre (1884)
argumentaba que Tiwanaku habia sido el centro de una civilización. En tono más
cauto, Adolph Bandelier (1910), que estuvo en Tiwanaku en 1894, sostenía que
Tiwanaku debió haber constituido un importante centro cívico y ceremonial.
Bandelier (1911) también calcula que la antigua población debió alcanzar unas
6000 almas, de las cuales los aymaras actuales serían sus herederos.

Otros viajeros extranjeros, como ser Bresson (1886), Chalon ([1882] 1939),
Gibbon (1854), Middendorf (1895) y Pouget, Marqués de Nadaillac (1883), entre
otros, elaboraron sus propias descripciones aportando poco a lo ya especulado
sobre los monumentos. Tal el caso, por ejemplo, del Marqués de Nadaillac
(1883) quién repite lo escrito por Cieza de León; asimismo, siguiendo el
pensamiento de Angrand, Chalon y Wiener, el marqués de Nadaillac,
hiperdifusionista en sus interpretaciones, anotaba que "Una cosa podemos decir
con certeza: tales monumentos no pueden ser los restos de una civilización de
desarrollo local, una raza tampoco puede, sin ayuda, haber desarrollado de su
propio genio tal conocimiento arquitectónico" (Pouget, Marqués de Nadaillac
[188311969:406).´ (30-31).

³Los círculos intelectuales bolivianos del siglo pasado habianse inspirado en las
distintas corrientes filosóficas que Europa emanaba. Los temas filosóficos eran
considerados universales y, por tanto, útiles en la interpretación del pasado. Era
la realidad social de la época la que proyectaba toda la problemática de los
dogmas. Aunque en el pensamiento de d'Orbigny normaban el naturalismo y el
monogenismo como corolarios de la tesis de una sola especie humana, las
posteriores influencias del positivismo y el darwinismo social fueron gravitantes
en la reafirmación del racismo colonial, tal como lo demuestran las ideas de
Bautista Saavedra, Gabriel René Moreno y José Manuel Pando (Albarracin
Millán 1976:141-196). El fortalecimiento del liberalismo y el positivismo en
Bolivia, hacia finales del siglo pasado, marca el inicio de la crítica social, con un
creciente prejuicio hacia lo indígena. En la mente positivista, el indígena era
símbolo de atraso. El spencerismo, representado en su forma radical por
Bautista Saavedra (1903b: 171-2(}9) ahondaba en la temática de la supuesta
criminalidad innata del aymara. Mediante un trabajo especulativo acerca del
ayllu aymara, Saavedra (1903a) intentó justificar, a nombre de la "etnografía",
sus ideas acerca de las jerarquías raciales. Otros intelectuales bolivianos de la
época tenían una visión más relativa y paternalista en la cuestión histórica del
indígena. Emeterio Villamil de Rada (1888), por ejemplo, sostenía que el "noble
indígena" no era un salvaje sino una persona que había perdido las costumbres
de la civilización.´ (31-32).

³Los trabajos de Mitre y de Stübel y Uhle habían sentado bases convincentes de


la relación estrecha entre Tiwanaku y los aymaras, pero la extensa historia de
estos últimos parecía reducirse a escritos novelescos, siendo una de las
preocupaciones literarias de fines del siglo XIX demostrar la primacía cultural de
los aymaras sobre los quechuas (Osborne 1973).

En el umbral del presente siglo, Tiwanaku se convirtió paulatinamente en el


símbolo nacional, atribuible a las extensas publicaciones de los cronistas,
viajeros y entusiastas. Dos posiciones antagónicas, en relación al origen de
Tiwanaku, surgen como resultado de estas obras: La primera postula un origen
local, asociado con la cultura aymara; dentro de esta posición se encuentran
elementos radicales en las obras de Bravo (1892) y Santos Taborga (1885),
quienes postulan una influencia Tiwanaku en Mesoamérica. La segunda
sostiene que Tiwanaku fue el resultado de una difusión de otra región de
América, postura ejemplarizada en la obra de Angrand y Wiener. El antagonismo
también se extiende a la función que el sitio tuvo en el pretérito. Por un lado, E.
G. Squier sostenía que Tiwanaku era simplemente un centro de peregrinos,
desprovisto de una población sustancial en sus alrededores; por otro lado,
Bandelier, y en cierta medidad Stübel y Uhle, caracterizaban al sitio como un
verdadero centro urbano.

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El arribo de la misión francesa, encabezada por Crequi-Montfort, en 1903, selló


el inicio de una serie de excavaciones en Tiwanaku. Max Uhle, en 1895, había
solicitado permiso al gobierno boliviano para realizar excavaciones en Tiwanaku,
el cual fue rechazado por las autoridades del gobierno de Baptista. Crequi-
Montfort corrió otra suerte con el gobierno de Pando, probablemente debido, por
un lado, al carácter nacional y oficial de la misión, y, por otro, debido al gran
espectro científico que los franceses deseaban desarrollar en territorio
boliviano.´ (32).

³El objetivo principal de la misión era el de "estudiar al hombre en el altiplano,


desde el lago Titicaca, al norte, hasta la región de Jujuy, en el sur" (Crequi-
Montfort y de la Grange 1904). Grange 1904). Dentro de este objetivo
antropológico y etnográfico se incluían aspectos mucho más amplios, que
incluían estudios geológicos, mineralógicos, filológicos y zoológicos. La misión
salió de Pauillac el 3 de abril de 1903 y contaba con la participación de Adrien de
Mortillet (profesor de L'Ecole d'anthropologie de París, donde dictaba
paleontología y paleoetnología), Georges Courty (naturalista del Museo de París,
con especialización en geología y mineralogía), Dr. Neveu-Lemaire (zoólogo), J.
Guillaume (al servicio de A. Bertillon, quien era el encargado de obtener
mensuras antropométricas, fotografías y registros fonográficos), Crequi-Montfort
(encargado de los trabajos lingüísticos y etnográficos, en colaboración con de
Mortillet) y Sénéchal de la Grange (encargado de investigaciones en folklore). En
Bolivia, se unió a la misión M, Bastide, quién fue más un guía. Arthur Chervin
(1908) se incorporó luego y estuvo a cargo del análisis craneométrico.´ (32-33).

³El 4 de agosto de 1903, Adrien de Mortillet hizo un recorrido en barco a vapor


por el Lago Titicaca, desde Guaqui hasta la Península de Copacabana, y en
fecha 8 de agosto, de Mortillet se instalaba en Tiwanaku. Sus informes son
generales, haciendo referencia a dos sectores principales: Acapana (Akapana) y
Puma punco (Pumapunku); aparentemente, De Mortillet, con la ayuda de
Bastide, hizo un mapa del sector de Akapana. De Mortillet también indica que
varias casas del pueblo de Tihuanaco habían sido construidas con bloques
líticos del antiguo asentamiento (Crequi-Montfort y de la Grange 1904).

Inicialmente, Georges Courty había sido enviado para estudiar las reservas
minerales y la geología de la región; y así lo hizo, efectuando varios viajes por
territorio chileno, argentino y el sur de Bolivia (distritos de Chichas, Potosí y
Lípez y el departamento de Oruro); también estuvo en Chuquicamata. Después
del retorno de Adrien de Mortillet a París, donde debía cumplir con otras
obligaciones en l'Ecole d'anthropologie, Courty se hizo cargo de los trabajos
arqueológicos en Tiwanaku a finales de septiembre. Courty, reporta interesantes
hallazgos en más de tres metros de depósito (Crequi-Montfort y de la Grange
1904), entre éstos se encuentran las cabezas clavas del templete
semisubterráneo, tres monolitos, uno de los cuales tenía más de seis metros de
largo y extensos grabados en la superficie, una escalinata de más de siete
metros de largo, un canal y varios ceramios y piezas de metal, entre otras
(Crequi-Montfort y de la Grange 1904). Courty mapeo el primer sector (Akapana)
que de Mortillet había identificado. En resumido informe, Crequi-Montfort (1904)
da cuenta de los sectores que fueron excavados y de algunos de los materiales
que fueron extraídos, entre éstos, no descritos en el primer informe (Crequi-
Montfort y de la Grange 1904), se encuentra un segmento de la base de
Akapana (donde descubrieron un canal), el muro oeste de Kalasasaya,
(denominado la "Grande Enceinte" por Crequi-Montfort), un pequeño sector del
área conocida hoy como "Chunchukala" (donde ubicaron un muro con pinturas
roja y blanca), el sector este de Putuni (donde encontraron la escalinata de
ingreso a este recinto), parte de los muros de Putuni, la esquina suroeste de
Putuni (donde ubicaron otro canal, a 2.5 m de profundidad, hecho con bloques
tallados) y, finalmente, un sector aledaño al cementerio actual (donde
desenterraron dos cadáveres y sus ajuares). Los cráneos fueron estudiados
luego por Chervin (1908).´ (33).

³A juzgar por la extensión de las excavaciones que Courty efectuó en Tiwanaku,


los informes de Crequi-Montfort son ínfimos. Además, las fotografías que
Posnansky tomó de las excavaciones de la misión francesa muestran que los
peones habrían dañado gran parte de las cabezas clavas del templete
semisubterráneo (Ponce 1964; Posnansky 1945). Los hallazgos de Courty, sin
embargo, demostraron que muchos de los testimonios materiales de Tiwanaku
se encuentran enterrados, y que las piezas que, inclusive hoy, se encuentran en
la superficie no son sino una pequeña fracción del total de complejos
arquitectónicos. Siguiendo estos indicios, Manuel Gonzales de La Rosa decía
que existen dos Tiwanakus, uno que se encuentra expuesto en la superficie y
que muestra una porción del núcleo ceremonial, y otro que se encuentra
enterrado y que oculta la gran ciudad prehispánica.´ (33-34).

³Durante gran parte de la primera mitad del presente siglo, las interpretaciones
de Arthur Posnasky fueron ancla de espectaculares pretensiones acerca del
origen y desarrollo de Tiwanaku. Entre sus postulados más audaces, Posnansky
(1945) sostenía la idea que Tiwanaku era la cuna del hombre americano. El
enfoque de Posnansky surgió a consecuencia de la síntesis de sus estudios
antropológicos en Alemania, su embaimiento con los monumentos prehispánicos
y su agenda política frente al creciente espíritu nacionalista de la época.
Posnansky (1911, 1928, 1942, 1945) alegaba que el altiplano tenía un clima
radicalmente distinto al actual cuando Tiwanaku surgió como civilización; esta
última habría pasado por dos periodos de desarrollo (Posnansky 1914).
Asimismo, la altiplanicie boliviana habría estado ubicada a menor altura y con un
clima mucho más benigno. Siguiendo el pensamiento de Theodore Ber,
Posnansky (1911, 1914, 1945) argüía que el sitio era un puerto de la antigua
ribera del Lago Titicaca, hace unos 12.000 años, y que la antigua capital había
sido construida por los qollas (2) . Estos habrían triunfado en su lucha contra los
arawaks debido a su inteligencia innata (Posnansky 1910, 1920, 1932, 1941 a,
1941b, 1942b, 1942c). Los aymaras serían simplemente una retrogradación de
los qollas. En las palabras de Posnansky (1945:32):

Estos grupos están al presente casi


desprovistos de toda cultura; apenas saben
arañar el suelo para proporcionarse el
mezquino pan de cada día y tejer rudas telas
para resguardar su cuerpo contra la interperie,
consumiendo pobremente su vida en chozas
de barro que, más que habitaciones humanas,
parecen cavernas de trogloditas. La vida
monótona y miserable de estos infelices, que
adormecen su hambre con la funesta coca, es
interrumpida, a veces, por destellos de una
alegría triste producida por el falaz veneno del
alcohol durante sus fiestas.

El racismo de Posnansky encontró cierta oposición en algunos círculos


intelectuales. En Bolivia, su perspectiva era aceptada por partidarios que
proclamaban a Posnansky como un gigante intelectual.´ (34).

³La corriente nacionalista, inspirada en el naturalismo científico del siglo XIX y


ejemplarizada en la obra de Belisario Díaz Romero (1906,1920), también
compartía las«.

(2) Para Posnansky, los qollas representaban un grupo racial y no así la


confederación Kolla, una de las muchas de habla aymara.

«ideas de Posnansky en relación a la antigüedad de Tiwanaku. Díaz Romero


atribuía el origen de Tiwanaku a antiguos colonizadores del supuestamente
desaparecido continente de la Atlántida, aunque también suponía que en
Tiwanaku se habría consolidado una hegemonía de varios grupos étnicos,
argumentando que la migración era un fenómeno común en la historia cultural
de los Andes (Albarracin Millán 1979:210). José María Camacho {1942}, otro
intelectual boliviano de la época, sostenía que el ayllu no era la unidad de
análisis adecuada en el estudio de la sociedad aymara, siendo la marka, o
pueblo, la unidad sociopolítica primaria, organizada en líneas consanguíneas, y
liderizada por un jefe y su consejo. En el estilo artístico de Tiwanaku, Camacho
encontraba misterio; por consiguiente, consideraba más adecuado enfocar la
cuestión de los orígenes desde un ángulo etimológico. Eventualmente, Camacho
también abandonó esta idea al ver que no resolvía la interrogante (Albarracin
Millán 1979:221).´ (34-35).

³En 1910, en el Congreso Internacional de Americanistas que tuvo lugar en


Buenos Aires, se organizó un grupo para efectuar visitas a distintos sitios
arqueológicos de Perú y Bolivia. En este grupo se encontraban Posnansky y
Max Uhle, quienes divergían radicalmente en la cronología y en la naturaleza de
Tiwanaku. En una mesa redonda, llevada a cabo en La Paz, Uhle hizo clara su
posición de no encontrar evidencia acerca de la antigüedad que Posnansky
proclamaba para Tiwanaku; Uhle también puso en claro que de acuerdo a sus
hipótesis, Tiwanaku habría sido edificada por los ancestros de los aymaras
actuales (Uhle 1910a). En la primera década del presente siglo, Uhle (1910b)
también proponía que si bien los inkas habían tratado de imponer su lengua,
Tiwanaku era de los aymaras. En este trabajo, Uhle (1910b) indica que los mitos
crean confusión en la reconstrucción arqueológica, siendo necesaria la
verificación de las narraciones del siglo XVI. Para Uhle, la lengua aymara, quien
fuera tan menospreciada por el prejuicio español, es mucho más compleja que el
quechua. Además, Uhle apunta que los primeros ayllus del Cusco no eran inkas
sino de otras étnias, entre ellas, por lo menos una aymara (ayllu Chima). Los
jefes "Manco" eran aymaras, a quienes luego siguieron los "Sinchis", y,
posteriormente, los "Inkas".

Con base en sus extensos trabajos en la costa peruana y su definición del estilo
artístico de Tiwanaku, Uhle (1935) sostenía que sus representaciones estilísticas
eran indicadores de un fenómeno de influencia cultural pan-andina. Sin
embargo, los orígenes de esta extensa ascendencia estarían en las culturas
tolteca y zapoteca (Uhle 1934). En cuanto a los grabados de la Puerta del Sol,
Uhle los clasifica en figuras y en jeroglifos; estos últimos se encuentran debajo
de las figuras. Los jeroglifos los divide en seis grupos con los cuales desarrolla
una interpretación bastante curiosa: Los dos cóndores de uno de los jeroglifos
representan el acto de "generación por el sublime producto mítico que debían
dar los huevos" (Uhle 1934:204). Para el autor esto significa que en este mito,
grabado en la Puerta del Sol, el astro provino de un huevo de cóndor. Para Uhle,
los jeroglifos son testimonio de "antiguas relaciones centroamericanas" (Uhle
1934:208).
Casi desconocidas son las excavaciones que Otto Buchtien realizó en Tiwanaku,
en 1913 (Paredes 1955). Aparentemente, Buchtien excavó cerca del cementerio
actual, pero los materiales que sacó y que fueron parcialmente descritos en su
informe han desaparecido.´ (35).
³En 1925, Abelardo Gallo (1925), un intelectual argentino, redactó un extenso
volumen donde resume las posiciones de Uhle y Posnansky, y concluye que los
monumentos prehispánicos de Tiwanaku muestran signos de no habérselos
terminado. Gallo también señala que no es posible asignar la construcción de
Tiwanaku a un grupo étnico específico y determinar cuando se habrían edificado
los recintos.

Las primeras excavaciones sistemáticas en Tiwanaku fueron realizadas por


Wendell Clark Bennett, en 1932. En junio de ese año, Bennett consiguió permiso
para excavar diez pozos, cada uno de los cuales no debía exceder los diez pies
cuadrados (Bennett 1934a:369). Una de las prioridades de Bennett era la de
establecer una cronología relativa para Tiwanaku, basada en una secuencia
cerámica y la sucesión estratigráfica. Sus excavaciones fueron hechas siguiendo
niveles arbitrarios de 50 cm, los mismos que después eran relacionados con el
perfil de corte para asociar los niveles arbitrarios con la estratigrafía natural. Con
base en los distintos estilos cerámicos que pudo identificar y asociar con
proveniencias estratigráficas, Bennett dividió la secuencia estilística en tres
periodos: Temprano, Clásico y Decadente. Bennett (1934a:445) también
identificó un intervalo post-Tiwanaku que denominó "Post-Decadente" así como
un periodo Inka, aunque inicialmente había utilizado el rótulo "Chullpa" para
designar el periodo entre el "Tiabuanaco Decadente" y el Inka (Bennett 1933).

Los resultados de sus trabajos en Tiwanaku pueden resumirse en tres


importantes puntos: Primero, Bennett definió una secuencia histórico-cultural con
base en criterios de cambio estilístico en la cerámica. Segundo, reconoció la
extensa influencia que Tiwanaku tuvo en otras regiones de los Andes,
comparando restos arquitectónicos y cerámica. Tercero, efectuó una evaluación
de las posibles razones por las que Tiwanaku se expandió hacia otras regiones,
efectuando comparaciones con los trabajos previos de Uhle (1903), Julio Tello
(1930) y Alfred L. Kroeber (1925) en la costa y en la sierra peruanas. Bennett
llegó a la conclusión de que la naturaleza exacta de la influencia de Tiwanaku en
otras regiones era imposible de definir. Sin embargo, estaba convencido de que
Tiwanaku era el centro, "quizás principalmente un centro ceremonial de una
cultura superior que se originó de una cultura general andina" (Bennett
1934a:490).

Posteriores investigaciones de Bennett (1934b,1936) en los valles del este de


Bolivia y sectores de la Cuenca del Titicaca cambiaron levemente su perspectiva
en cuanto al "Tiahuanaco Clásico" se refiere. Bennett (1936:500) aduce que el
estilo arquitectónico de Tiwanaku tiene una distribución mucho más extensa de
lo que previamente se pensaba, pero que el "Tiahuanaco Clásico" (entiéndase el
estilo cerámico) tiene una manifestación distintiva y algo diferente en las tierras
bajas. La más amplia distribución del estilo Decadente le indujo a pensar que
éste había sido llevado mediante migraciones poblacionales hacia otras regiones
(Bennett 193b:505).´ (36).
³Otra de las contribuciones de Bennett fue la identificación de una cultura
anterior a Tiwanaku, plasmada en una distinta base material. Con base en las
excavaciones que realizó en Chiripa, sitio ubicado a unos 20 kilómetros al
noroeste de Tiwanaku, Bennett identificó una serie de restos arqueológicos que
en primera instancia los clasificó como intermedios entre el Clásico y el
Decadente, pero que después los puso como anteriores al Clásico (Bennett
1948). Pese a que ya han transcurrido unos 60 años desde que Bennett puso su
obra al alcance de la comunidad científica, su importancia sigue vigente ya que
la secuencia histórico-cultural, basada en criterios estilísticos de la cerámica,
que desarrolló para Tiwanaku, es la única fuente de referencia para este
material. Como se verá luego, han habido estudios posteriores que intentaron
ampliar o redefinir el espectro cerámico (Ponce 1971; Wallace 1957), pero sin
alcanzar los méritos iniciales de Bennett en esta problemática. Evidentemente,
existen numerosos problemas en el procedimiento mediante el cual Bennett
llegó a establecer su secuencia de estilos. Esta problemática, sin embargo, es
analizada con mayor detalle en posteriores capítulos.´ (36-37).

³Un año más tarde, en 1933, Eduardo Casanova, designado como miembro de
la Comisión del Museo Argentino de Ciencias Naturales, presidida por Martín
Doello Jurado, estuvo a cargo de las excavaciones que dicha comisión realizó
en Tiwanaku (Casanova 1935). Sus resultados no han sido difundidos y los
artículos de prensa vierten muy poca información acerca de su trabajo de
campo. Los materiales arqueológicos que obtuvo de los pozos de sondeo que
abrió en varios sectores de Tiwanaku llenaron varios cajones que la comisión
pretendía llevar a la Argentina. El gobierno boliviano confiscó parte del envío,
pero varias piezas fueron trasladadas al Museo de Ciencias Naturales. De las
excavaciones de prueba que Casanova (1934, 1934b,1935) realizó se pueden
resumir los siguientes aspectos: En Akapana y Kalasasaya no dió con ningún
contexto funerario o pieza cerámica completa; sin embargo, en el sector del
cementerio actual, "a lo largo de la vía férrea entre Tiahuanaco y Puma Punko,"
Casanova ubicó varias tumbas con ajuar. Los entierros los divide en dos tipos,
uno con cerámica fina polícroma, que le atribuye mayor antigüedad, y otro que
se sobrepone al primero y que contiene cerámica tosca, piezas de bronce y
objetos líticos. Casanova también encontró rasgos, sin restos humanos,
probablemente "pozos-ofrenda", en los cuales se encontraban gran cantidad de
piezas cerámicas, en su mayoría incompletas. En su artículo del 30 de julio de
1933, en La Prensa, señala haber encontrado un monolito en la localidad de
Mocachi, lugar ubicado en la península de Copacabana que Casanova visitó
luego de realizar sus excavaciones en Tiwanaku. Resalta la comparación que
Casanova hace de este monolito con el que Bennett, un año antes, encontró en
el templete semisubterráneo. Ambos tienen dos figuras humanas, una en la
parte anterior y otra en la posterior, ambas llevan grabadas una serpiente en los
laterales y ambas tienen a las figuras con las manos cruzadas. Casanova indica
que el ayllu donde se encontró el monolito lleva la denominación "Paajana".
"Recordando que en aymara `paa' significa dos y que cara se dice `ajanu', no
podemos menos que pensar en si el nombre del ayllo será debido al monolito"
(Casanova 1933).

Pese a que en Tiwanaku, durante los años 1930s, ya se realizaban trabajos


arqueológicos, unos más rigurosos que otros, muchos de los entusiastas
contemporáneos de Bennett todavía especulaban sobre las ruinas (Buck 1937;
Diez de Medina 1942; Mendoza 1937, entre otros). Fritz Buck
(1937:154,187,1952) se solidariza con las ideas de Uhle, a quién llama el
"Altmeister" de la arqueología peruana, y plantea que "La Portada del Sol de
Tiahuanacu es una piedra calendaria que contiene no solo las observaciones
sobre un tiempo determinado, sino que exhibe la recopilación de todos los
grandes conocimientos de la astronomía (y astrología), que los pueblos
americanos de la antigüedad lograron acumular en largos años". Buck (1937)
concluye que "Por fortuna, con mi descifración y traducción de las ideografías de
la Portada del Sol de Tiahuanacu, he traído esta última y definitiva comprobación
de la unidad científica calendaria de Centroamérica con los grupos culturales del
Perú, que se relacionan con absoluta claridad."´ (37).

En 1938, Stig Rydén (1947) realizó excavaciones de prueba en Tiwanaku.


Empleando la secuencia establecida por Bennett, Rydén pudo establecer
algunos tipos de cerámica de orden doméstico (ollas, jarras y jarrones) que
acompañaban a la cerámica más fina y decorada. Rydén, al igual que Bennett,
pudo colegir de los materiales cerámicos que la cerámica decorada corresponde
a un 30%, o menos, del total. Pese a que Rydén intentó expandir el
conocimiento de los tipos domésticos en la cerámica de Tiwanaku, las falencias
metodológicas de campo (niveles arbitrarios de 75 cm) hicieron que las
proveniencias se tornaran confusas. Otra de las contribuciones más importantes
que Rydén hizo en sus trabajos se vincula a la definición, más contundente que
la de Bennett, de un periodo post-Tiwanaku pero pre-Inka. En la nomenclatura
empleada por Rydén, éste utiliza el rótulo "Post-Decadente", siguiendo la
secuencia de Bennett, pero identifica un estilo decorativo cerámico, que
denomina "Khonko". Cabe resaltar que Rydén (1947:160) enfatiza la similitud en
la cerámica doméstica entre el "Tiahuanaco Decadente" y el "Post-Decadente".
Los trabajos que realizó posteriormente en los valles mesotermales del norte del
departamento de La Paz, en la ciudad de La Paz (notas sobre materiales que
recogió en Llojeta) y en Cochabamba ampliaron el panorama acerca de la
influencia de Tiwanaku en estas regiones (Rydén 1956,1959,1961a,19blb).

Hacia fines de los 1940s y comienzos de los 1950s, el enfoque arqueológico en


Tiwanaku parece cambiar paulatinamente de rumbo. Pese a la distinta óptica de
las síntesis y descripciones que se elaboran (Ponce 1947,1948; Posnansky
1942a, 1942b, 1943,1945; Vellard 1942), el símbolo de Bolivia ya no podía
quedar al margen de una estrategia de génesis nacional, orientada a elevar el
nombre de la nación mediante una valorización del ancestro nativo. Por otro
lado, investigadores bolivianos, incluyendo la figura de Dick Ibarra Grasso
(argentino), también habían comenzado desde la década de los 1930 a expandir
los horizontes de la arqueología nacional (Cordero Miranda 1954; Ibarra Grasso
1940, 1942, 1943, 1944; Portugal Zamora 1936, 1940, 1941; Vignale e Ibarra
Gra.sso 1943).

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En 1952 se instala en Bolivia un nuevo gobierno, y el nacionalismo se


cristalizaba mediante una sangrienta revolución. Hasta entonces, el país era
simplemente una extensión del sistema colonial, presa de los grandes barones
del estaño y de su burguesía; esta república "semifeudal" se encontraba
dividida, económica y socialmente en dos "países" diferentes: el urbano y el rural
(Fellmann Velarde 1976:437). Repentinamente, las reformas que el nuevo
gobierno dictaminaba sacudían al antiguo sistema económico del país. La
primera estrategia consistía en nacionalizar la minería, con lo cual pasaban a
propiedad del Estado todos los yacimientos mineros en territorio boliviano. Un
año más tarde se aprobaba la Reforma Agraria, mediante la cual se abolía el
sistema de la hacienda; los dueños de la tierra eran ahora aquellos que habían
sido siervos de los hacendados. Algunos críticos de la Revolución Nacional
sostienen que las reformas que se implementaron no fueron necesariamente
beneficiosas para el sistema de organización social tradicional andina (Platt
1982; Rivera Cusicanqui 1992).´ (38).

Dentro de este nuevo orden que se imponía en el país, surgían importantes


innovaciones en materia científica y cultural; de esta forma se imponían una
estructura y un orden en la investigación arqueológica. En 1953 se realizó la
Primera Mesa Redonda de Arqueología, en la cual se elaboró una síntesis de las
investigaciones que hasta ese entonces mostraban la diversidad de culturas
preinkaicas, su cronología y su relación con otras culturas de países vecinos
(Ponce [editor] 1957). Con este evento también maduraba la creación de
instituciones específicas para el estudio de la sociedad prehispánica.´ (38-39).

³Mientras en Bolivia se buscaba consolidar el estudio empírico, no dejaban de


acercarse los soñadores que retomando la aura mística del desconocido
pretérito se enajenaban con ficción. Los vituperios que Bellamy y Allen (1948)
lanzaban, no solamente en contra de la cultura indígena sino en contra de la
ciencia, abrazaban la ligera y desinformada quimera del incauto ciudadano. Al
otorgarle carácter extraterrestre a los monumentos de Tiwanaku no se hacía otra
cosa que recrear el racismo del siglo pasado, esta vez disfrazado con verborrea
prestada de la ciencia. No sorprende que en círculos sociales desprendidos de
toda educación elemental, pero cargados de resentimiento, las ideas de Bellamy
y Allen, así como las que Eric Von Daniken (1969) más tarde propagara, tuvieron
acogida. Si bien algunos individuos todavía se dejaban llevar por este tipo de
charlatanería, la ciencia arqueológica buscaba encontrar respuestas reales a las
cuestiones prehispánicas de Tiwanaku.
A mediados de los 1950s se realizaron algunas excavaciones de prueba en el
sitio. Los dos pozos de sondeo que Alfred Kidder excavó en Tiwanaku en 1955,
sin embargo, no dejaron sino un esbozo de como fueron excavados y de los
materiales que se identificaron. Kidder (1956) da cuenta que los pozos fueron
ubicados lo más cerca posible de los pozos donde Bennett, en 1932, había
encontrado cerámica del denominado "Tiahuanaco Temprano." Lo único que
Kidder (1956) menciona es que excavó en niveles arbitrarios de 25 cm y que
identificó cerámica "Tiahuanaco Temprano" asociada con puntas de flecha que a
Kidder le sorprenden y le demuestran que éstas fueron también utilizadas con
anterioridad al "Tiahuanaco Decadente." Lo más destacable de sus
excavaciones fue la extracción de muestras para datación radiocarbónica, las
que fueron fechadas algunos años más tarde. Posteriormente, Kidder realizó
excavaciones en Chiripa con el objeto de ampliar la información recogida por
Bennett en este sitio, recolectar muestras para datación radiocarbónica y
obtener una muestra de ceramios para su análisis. La única información que
Kidder (1956) da acerca de sus trabajos en Chiripa está vinculada a las casas
que encontró debajo de las habitaciones que Bennett había identificado en 1934.
Algunos artículos, a mediados de los años 1950s, daban cuenta del hallazgo de
un monolito en la localidad de Sullkatata (Sullkata), cerca a Guaqui (Portugal
Zamora 1953, 1957), sin que hayan quedado antecedentes ni informes acerca
del lugar preciso del hallazgo.´ (39).

³La inquietud por Tiwanaku encontró en la institucionalización de la investigación


arqueológica la oportunidad de quebrar apreciaciones subjetivas o aquellas sin
bases metodológicas que desvirtuaban el genuino significado de su historia
cultural. Aunque las excavaciones en gran escala se iniciaron en septiembre de
1957 (Fortún 1958), bajo la administración del Departamento de Arqueología del
entonces Ministerio de Educación, la consolidación de la institucionalización tuvo
lugar en 1958 con la formación del Centro de Investigaciones Arqueológicas en
Tiwanaku (CIAT) (Ponce1961,1964,1971). Los trabajos arqueológicos del CIAT
han sido resumidos en varias publicaciones (Ponce 1961, 1964, 1971, 1972),
siendo pertinente, para el presente trabajo, hacer solamente una evaluación del
contenido y del significado que estos trabajos tienen y sus repercusiones en
estudios posteriores.´ (39-40).

³Con base en los trabajos del CIAT, Ponce (1970, 1971, 1972, 1975a) elaboró
una secuencia cultural para Tiwanaku, de la cual se pueden mencionar los
siguientes aspectos:

1. El descubrimiento en Kalasasaya de dos estratos que Ponce sostiene son


anteriores al estrato en el que Bennett detuvo sus excavaciones. En el estrato
más profundo, separado del superior por una capa estéril, se encontraron varios
rasgos arqueológicos, entre los cuales destacaban varias tumbas, basurales,
calzadas angostas y numerosos fragmentos de cerámica. Estos materiales
fueron asignados a una época inicial (Epoca I) de ocupación en el área; por
tanto, anterior al "Tiahuanaco Temprano" de Bennett (1934a). De los nueve
fechados radiocarbónicos para la Epoca I, el más temprano es de 1580 120
A.C., y el más tardío de 297+61 D.C.
2. Para la Epoca II se han asignado siete fechados. El más antiguo es 460 40
A.C. y el más tardío 320 130 D.C. Sin embargo, no existen descripciones de los
materiales.
3. La Epoca III tiene cinco fechados (muestras obtenidas por A. Kidder y W. Coe
en 1955), siendo el más antiguo 133 103 D.C., y el más tardío 490 200 D.C.
Merced a una supuesta "revolución urbana" que habría ocurrido a comienzos de
nuestra era, Tiwanaku se habría convertido en ciudad. Durante esta época,
utilizando arenisca roja como material principal, se habrían edificado recintos
ceremoniales como Akapana, Kalasasaya, el templete semisubterráneo y
Pumapunku(3). Las estructuras aledañas al núcleo ceremonial cubrían un área
de 420 hectáreas. La sociedad Tiwanaku habría estado compuesta por una élite
que mantenía un aparato burócrata administrativo así como religioso y guerrero;
a esta élite le seguía una clase social media que estaba conformada por
artesanos, los mismos que producían bienes para la élite; a la clase artesanal le
seguía la campesina, la cual habría perdido su autonomía y el derecho a la
propiedad colectiva, siendo la élite dueña de la producción con su excedente.
4. La Epoca IV tiene cuatro fechados: 248 103 D.C., es el más antiguo y
1172 133 D.C., el más tardío. Durante este lapso se habría perfeccionado la
arquitectura, construyéndose nuevos recintos para la élite y tallándose
extraordinarias estelas líticas. La cerámica habría alcanzado su máxima
expresión en cuanto al esmero de su acabado y decorado se refiere. Se fundía
cobre arsenical, oro y plata. Aunque se habrían organizado ferias para permitir el
intercambio de bienes, el principal mecanismo habría sido el establecimiento de
colonias con el propósito de extraer directamente varios productos como ser
maíz y madera. El área rural habría estado conformado por campesinos,
ubicados en aposentos en medio de terrazas agrícolas.´ (40).

(3) Es importante señalar que ninguna de las muestras obtenidas para los
fechados que se asignan a esta época provienen de estos recintos. Tres de las
muestras obtenidas por Kidder y Coe fueron extraidas cerca a Kantatayita
("próximo a Kantatayita´) y dos "entre Akapana y Putuni" (Ponce 1981).

³5. La Epoca V tiene ocho fechados; dos provienen de muestras extraidas en


ChenChen (Moquegua, Perú), dos de Mizque, una de Omereque y otra de
Wankarani. Solamente dos provienen de Tiwanaku (una muestra tomada entre
Akapana y Putuni, y otra extraida en el sector de Kherikala). El fechado más
antiguo es 910 65 D.C., y el más tardío 1170 150 D.C. Durante esta época se
habría producido una expansión en amplia escala, mediante el uso de la fuerza
militar. En lugares donde existían culturas de alto nivel de desarrollo el resultado
del avance Tiwanaku fue un mestizaje, mientras que en áreas donde las culturas
habían alcanzado escaso desarrollo el dominio fue directo. El imperio, según la
hipótesis, habría alcanzado una extensión de 600.000 km2, con una población
aproximada de 3.600.000 individuos.

Ponce (1969) agrupó a estas épocas en estadios, con este resultado: Epoca I y
II (Estadio Aldeano), Epoca III (Estadio Urbano Temprano), Epoca IV (Estadio
Urbano Maduro) y Epoca V (Estadio Imperial). Esta proposición acerca de la
trayectoria atribuida a Tiwanaku fue seguida por las investigaciones posteriores
que se realizaron en áreas de influencia Tiwanaku, sosteniéndose una primacía
cultural de Tiwanaku sobre sus vecinas culturas. Con esta proclama se intentaba
vigorizar el carácter nacionalista de la arqueología boliviana. Contrariamente a lo
supuesto por Uhle, Posnansky y Bennett, el trabajo del CIAT señaló una
sucesión del desarrollo local aymara y la dimensión de su expresión cultural, en
las formas señaladas; asimismo, se anotó que Tiwanaku alcanzó niveles
sofisticados de planificación urbana y no fue simplemente un centro de
peregrinos, como Bennett (1934) sostenía.

La breve excursión que Jeffrey Parsons realizó en 1966 a las ruinas resultó en el
cálculo de la extensión de la antigua urbe en 2.4 km2, con una población entre
los 20.000 y 25.000 almas (Parsons 19b8). Las apreciaciones de Parsons
tuvieron como fundamento los parámetros que él estableció en el Valle de
México. Los trabajos del CIAT contrastan con estas cifras, pese a que los
cálculos demográficos de Ponce (1970b) en una población entre 40.000 y
100.000 habitantes también fueron derivados de trabajos en territorio mexicano.

En contraste con la primera mitad del presente siglo, durante las décadas de los
1960s y 1970s los arqueólogos extranjeros tuvieron una actividad limitada en
Bolivia(4). Aunque es probable que esto se haya debido a un desinterés por
parte de los arqueólogos extranjeros en la región, la verdadera razón de este
caso se encuentra en la política ejercida sobre el patrimonio arqueológico
boliviano durante esos años. En la reunión anual de la Sociedad Mexicana de
Antropología, en 1970, Ponce subrayaba su posición en estos términos:´ (41).

³En arqueología se ha confrontado el problema desde


tiempo atrás. Por un lado el estudioso nativo del
pretérito«

(4) No es sorpresa que gran parte de la bibliografía arqueológica de estas


décadas pertenece a autores bolivianos (Arellano 1975; Ponce
1964,1969a,1969b,1970a,1970b,1971,1972,1975,1979; Ponce y Mogrovejo
Terrazas 1970; Ponce et a1.1971; Portugal Zamora y Portugal Ortiz 1975,1977;
entre otros). La mayoría de los trabajos de Ponce resumen los resultados de las
investigaciones del CIAT. Solamente hace unos años atrás, pero varios después
del fallecimiento de Louis Girault, se han podido obtener los logros del análisis
cerámico que este investigador efectuó con material del templete
semisubterráneo (Girault 1990).
«que además de consagrar su atención a las
facetas específicas de su trabajo, busca los
orígenes nacionales demostrando cariño a su
tierra y evita la sustracción del patrimonio
cultural. Enfrente, el investigador extranjero,
cuyo único objetivo radica en conseguir
ávidamente colecciones para proveerse de
material, que examina después en oficinas de
comodidad metropolitana. Impulso parecido al
del cazador que mediante safari se adueña de
cuanto alcanza o al conquistador sediento de
botín (Ponce 1970c:3; énfasis añadido).´ (41-
42).

³Esta declaración testimonia la política seguida en Bolivia en el periodo señalado


y da respuesta a la inexistencia de investigación arqueológica extranjera.

El propósito de la "búsqueda de los orígenes nacionales» ha sido motivo de


crítica por parte de algunos sectores que interpretan el contexto histórico desde
un punto de vista indigenista. Es así que la arqueología boliviana es vista como
la legitimación del colonialismo (Mamani Condori 1989, 1992; Rivera Cusicanqui
1980), o la pancarta fantasma del criollismo:

Se trataría, a través de la Antropología y la


Arqueología de tender un puente hacia el
pasado y de proyectarse por encima de la
heterogeneidad cultural boliviana, para
sustentar una conciencia nacional que ya ha
sufrido tantos embates y derrotas durante la
república. De ahí se deriva muy fácilmente a
considerar Tiwanaku como la "cuna" de la
nacionalidad boliviana-entendida en términos
de "nacionalidad" mestizo-criolla-, expropiando
de este modo a los pueblos andinos de su
memoria histórica (Rivera Cusicanqui
1980:220).

La denuncia que un sector hace está relacionada con el nacionalismo boliviano,


que en la percepción indigenista no es más que un fervor coyuntural que utiliza
el pasado de los pueblos originarios para sacar un beneficio actual propio;
Mamani (1989:47) lo expresa de esta manera:

...Ponce se concentra obsesivamente en hacer


de la arqueología la fuente de la identidad
"nacional" criolla, y para ello no vacila en
manipular la información arqueológica
contraria a su propósito´ (42).

³El caso de Tiwanaku es un ejemplo obvio.


Este gran sitio fue el centro de uno de los
`horizontes culturales' andinos, entre el siglo VI
y el X. Debido a que éste está ubicado en
Bolivia cerca al Lago Titicaca, Ponce lo utiliza
como la fuente de la identidad nacional
boliviana. Por lo tanto, no acepta que
Tiwanaku recibió aportes culturales de la costa
del Pacífico (lo que es hoy Perú) en sus fases
tempranas, y solamente admite vínculos entre
Tiwanaku y la costa durante la fase expansiva
cuando Tiwanaku era el centro de un imperio
(fases 4 y 5 en su periodificación). La
distorción que Ponce hace llega al extremo; él
inclusive argumenta que `Bolivia como nación
es testigo del pasado' (Ponce 1977), cuando
Bolivia es un país que activamente oprime a la
mayoría indígena de su población.´ (42-43).

³Mamani (1992:15) propone la formación de una arqueología indígena, bajo un


control propio. Esta arqueología serviría para recuperar la historia indígena,
despojarla del colonialismo y vigorizar sus demandas actuales y proyectos del
futuro.

En este debate se plasman nítidamente los tintes ideológicos que la percepción


del pasado tiene en la lucha política del presente. Existen elementos importantes
en esta posición que merecen ser tomados en cuenta por constituirse en otro
ángulo del pensamiento acerca del pasado prehispánico. Sin embargo, también
arrastra elementos que contradicen los mismos objetivos que pretende alcanzar.
Es cierto que algunos rótulos, a los cuales nos hemos acostumbrado, están
impregnados de prejuicios que discriminan otros tipos de percepción y
comportamiento humanos. Tal como lo considera Mamani (1992:7), el concepto
de "pre-historia" parte de la idea que las sociedades que en el pasado no
desarrollaron la escritura, u otra grafía para registrar sus memorias, no tienen
historia. En este sentido, los que si tienen un pasado escrito pueden describir,
opinar y hasta crear las trayectorias históricas de los que "no las tienen." Lo
cierto es que en el pasado existieron otras formas de registrar la experiencia y
de transmitirla de generación en generación.

En cuanto a la evidencia arqueológica (vestigios materiales del pasado), Mamani


Condori (1992:6) señala que ésta no se la percibe únicamente como resto inerte
del pretérito, sino que representa la fuente del poder moral del presente y la
reafirmación de su autonomía cultural. Utilizando como ejemplo los cuentos(5),
transmitidos de generación en generación por medio de la tradición oral, Mamani
Condori (1992:17-23) desarrolla una periodificación histórica en términos de
pacha (periodos históricos en aymara), de los cuales se desprende un solo
propósito para el presente y el futuro: liberar su historia y descolonizar su
pacha.´ (43).

³Dos elementos que sobresalen en los periodos históricos, o pacha, son los que
se refieren al periodo de los inkas y al periodo de la Colonia. Primero, de
acuerdo a los cuentos, el Inkapacha habría sido un edén, sin heladas o sequías,
donde la gente no se enfermaba, donde no existía el hambre o la pobreza. La
interrogante es, ¿Quiénes vivían en este paraíso; los quechuas, los aymaras, los
guaraníes, u otras étnias? Si bien Mamani«

(5) En las palabras de Mamani Condori (1992a7), los "cuentos no son


narraciones imaginarias, sino que plasman nuestra visión del mundo, nuestra
visión de la historia y nuestra historiografía oral. Vistos como totalidad, los
cuentos nos revelan como fue el pasado más antiguo de nuestras sociedades,
pero también, al mismo tiempo, nos muestran el camino futuro a seguir".

«(1992) utiliza fuentes etnohistóricas (principalmente los escritos de Santa Cruz


Pachakuti y Betanzos) para justificar la existencia de los pacha, las mismas
fuentes, y todas las demás, confirman que los inkas fueron invasores y
avasalladores de muchísimas etnias, varias de las cuales se aliaron con los
españoles para enfrentar la opresión y la explotación por parte de los inkas.
Segundo, el "paraíso" inka, según los cuentos, fue interrumpido por el pachakuti
español, que durante 500 años instauró un periodo de catástrofe, eliminando el
sistema de qillqas (tablas donde supuestamente se guardaba la historia) y de
kipus (sistema de hilos de colores en los que se hacían nudos, supuestamente
guardando información demográfica, financiera y astrológica). (43-44).

³¿En qué medida se destruyeron los "textos" de la historia indígena? ¿Eran


estos los "textos" de la historia oficial Inka, o existían "textos" de la historia de los
pacajes, los lupaqas, los kollas, los umasuyus, entre otros? ¿Qué rol
desempeñaban los cuentos durante el lnkapacha? Si bien Mamani Condori
(1992:21) acepta que "..esta etapa de la historia [Inkapacha], nosotros la hemos
idealizado a través de nuestros cuentos," por qué acepta todos los pacha como
legítimos del pasado histórico? ¿No pueden acaso los cuentos ser una
estrategia cultural, llena de recreaciones, imaginaciones, inventos e intereses
para enfrentar amenazas de cambio? Es obvio que la idealización no permite un
acceso concreto y verídico al pasado. No obstante las alternativas de
interpretación que la tradición oral supone no se enmarcan en el procedimiento
de contrastación que la ciencia arqueológica ha impuesto para seguir un camino
hacia el conocimiento del pasado. Bien puede llamársele "ciencia europea",
"ciencia norteamericana", "ciencia boliviana", o "ciencia aymara", pero existen
fundamentos, principalmente de orden metodológico, que ni la
"occidentalización", la"orientalización" o la "aymarización" de los marcos teóricos
podrá evadir. A estas alturas de nuestro presente histórico, donde la "hegemonía
unipolar" viene intentando imponer un orden político y económico global a las
culturas (Albarracín Millán 1993), sería de mayor beneficio analizar el porqué de
la carencia de instituciones académicas en Bolivia que brinden la oportunidad, a
todos los sectores sociales, de formar profesionales antropólogos y arqueólogos,
conscientes de la realidad actual, tanto en su territorio como en el ámbito
internacional. Para este propósito, es indispensable la participación de aymaras,
quechuas, guaraníes, mosetenes, y todos los que busquen dar su voz en la
ciencia. "Solo así se podrán convertir en aportes fructíferos a la lucha de los
pueblos oprimidos; pero también, solo así recuperarán un status científico y una
vocación crítica y desmitificadora" (Rivera Cusicanqui 1980:224).

Un aspecto lamentable de los trabajos arqueológicos que se realizaron en el


Valle de Tiwanaku durante los años 1960s y 1970s es el escaso número de
publicaciones y su limitada circulación y divulgación. Si se toman en cuenta que,
solamente en Tiwanaku, entre 1957 y 1961, el CIAT realizaba supuestamente
las excavaciones más grandes de Suramérica, habiendo removido, durante ese
lapso, 14.427 m3 de tierra "de 360 pozos y 3 trincheras perfectamente
estudiados y clasificados" (Ponce 19b1), las pocas publicaciones existentes no
hacen mérito a semejante y valioso trabajo de campo.´ (44).

³Con el propósito de planificar sistemáticamente la investigación arqueológica,


supervisar los museos arqueológicos, catalogar los sitios, y publicar los
resultados de las investigaciones, se creó, en 1975, el Instituto Nacional de
Arqueología (INAR), un componente del Instituto Boliviano de Cultura (IBC).
Pese a que la cantidad de trabajos se incrementó, en cierta medida, desde la
creación del INAR, la mayoría de éstos tuvieron una reducida divulgación. En
algunos casos, inclusive, muchas de las notas de campo de los investigadores
del CIAT no fueron transcritas. Tal el caso de los trabajos de Gregorio Cordero
Miranda, quien realizó algunos sondeos en el sitio de Iwawi, un sitio de filiación
Tiwanaku en el valle bajo. En su libreta de campo, Cordero señala que excavó
tres pozos, de las que recuperó deshechos domésticos y restos parciales de un
entierro secundario. En estos apuntes, Cordero no indica el lugar preciso donde
excavó; sólo hace referencia a un bloque de andesita en las cercanías de sus
excavaciones.

En general, hasta 1988, se contaban con escasos trabajos en el área


circundante al sitio de Tiwanaku. Entre éstos se encuentran el artículo de Maks
Portugal Zamora (1953, 1957) en relación al monolito descubierto en las
inmediaciones de la comunidad Sullkatata (Sullkata), los artículos de Portugal
Zamora y Portugal Ortíz (1975a, 1977) sobre el sitio de Qallamarka (Kallamarka)
y un artículo de Girault (1977) tambien sobre Kallamarka. Solamente existe un
informe (documento interno del INAR) sobre el reconocimiento que Juan Faldín y
Louis Girault realizaron en el valle central (Faldín y Girault 1978); en ese trabajo,
estos investigadores identificaron un total de 36 sitios, 15 de los cuales tienen
filiación "Tiwanaku IV", tres muestran un componente "Tiwanaku V" y 23 son
sitios "Inka Regional".

Los estudios realizados por David Browman (1978b,1981) en Chiripa tienen


bastante repercusión en la temática que en el presente trabajo se enfoca. Con
anterioridad a las excavaciones que Browman realizó en Chiripa, Kidder había
expuesto los restos de casas con doble pared, ubicadas alrededor de un patio
abierto. Browman identificó un recinto rectangular semisubterráneo que se
constituiría en uno de las estructuras ceremoniales más antiguas del altiplano.
Con base en sus excavaciones, Browman (1981) divide el Periodo Formativo en
tres fases: Condori (1300-850 A.C.), Llusco (850-500 A.C.) y Mamani (500-
200/100 A.C.). Browman también señala que extensas redes de intercambio,
entre el altiplano, la costa y las zonas tropicales, habrían sido establecidas
durante la fase Condori; a este patrón de intercambio, Browman denomina el
"modo altiplano." Este modelo es analizado y discutido en subsiguientes
capítulos.

El trabajo de Alan Kolata en Pampa Koani, ubicada a unos 12 km al norte de


Tiwanaku, ha reforzado los argumentos acerca del complejo sistema de
producción agrícola y de su organización social en esta zona (Kolata 1982,
1993). La presencia de una jerarquía de asentamientos dentro de un vasto
paisaje agrícola sirvieron a Kolata para sostener que Tiwanaku conformaba una
"burocracia administrativa agrícola clásica" (Kolata 1987:40).

El proyecto "Wila Jawira" (Universidad de Chicago-INAR), constituye un proyecto


multidisciplinario que inició sus tareas en 1986. Trabajos previos en Lukurmata
sugieren que éste sitio habría sido un centro regional de Tiwanaku y que habría
estado compuesto por un núcleo social elitista rodeado por residencias de orden
doméstico (Stanish 1987). Con base en el reconocimiento pedestre y el mapeo
de Lukurmata, Stanish (1987) establece dos modelos para el "urbanismo
Tiwanaku:" 1. Núcleos compuestos por una élite especializada y grupos
domésticos alrededor. - 2. Centros residenciales y ceremoniales de élite
ubicados en forma contínua entre asentamientos de campesinos. Los
descubrimientos en Lukurmata conducen a Stanish a apoyar el segundo
modelo.´ (46).

³El trabajo de Marc Bcrmann (1987, 1989, 1990, 1994) en Lukurmata provee
información muy significativa en cuanto a la evolución de las estructuras
domésticas y a la cerámica se refiere. En particular, Bermann (1990, 1994)
muestra que los cambios en el orden doméstico no tuvieron una
correspondencia directa con los cambios en los niveles sociopolíticos más altos,
y que la incorporación de Lukurmata en el sistema Tiwanku no fue la única
fuente de cambio en la dinámica de la organización doméstica del sitio.
Gray Graffam (1989, 1990, 1992), por otro lado, enfocó el aspecto agrícola de
Tiwanaku y su sistema de organización social. La naturaleza de la distribución
de campos elevados de cultivo ("camellones") en la Pampa Koani y la presencia
de determinados sitios que Graffam (1990) identifica como pertenecientes al
periodo postTiwanaku (Pacajes) inciden en las conclusiones a las que Graffam
llega. Contrariamente a lo expuesto por Kolata (1986), Graffam sostiene que los
camellones no se asocian exclusivamente con Tiwanaku y que la construcción,
mantenimiento y producción en este sistema agrícola no dependió de la
intervención administradora de un Estado. Graffam (1990, 1992) demuestra que
el manejo, sin burocracia estatal, de amplios segmentos de camellones estuvo
en manos de grupos Pacajes, después de la desintegración de Tiwanaku.
Graffam (1990) también sugiere, aunque no cuenta con una contundente base
empírica, que los camellones pueden tener origen en el Periodo Formativo.

Las investigaciones arqueológicas en Tiwanaku durante la pasada década


han generado nuevos datos acerca del antiguo centro, tanto en sus sectores
ceremoniales, residenciales de élite, y sectores domésticos en la periferia
(Alconini 1993; Couture 1993; Janusek 1993; Manzanilla 1992; Manzanilla y
Baudoin 1989; Manzanilla y Woodard 1990; Rivera Casanovas 1994; Sampeck
1991). Algunos investigadores conciben Tiwanaku como un "espacioso e
impresionante sitio, pero a la vez simple y elegante centro ceremonial"
(Schaedel 1988:772-773). Los recientes resultados demuestran que Tiwanaku
es verdaderamente espacioso (Kolata y Mathews 1988) pero mucho más
complejo que un simple centro ceremonial. El núcleo del sitio está compuesto
por imponentes recintos ceremoniales así como por sectores residenciales de
élite. Alrededor de este núcleo se encuentran varios sectores que agrupan zonas
residenciales y de producción (Janusek 1993,1994; Rivera Casanovas 1994).

Durante la temporada de campo de 1988, se iniciaron las tareas de


prospección del Valle Bajo de Tiwanaku (Albarracin-Jordan 1990, 1991a, 1992;
Albarracin-Jordan y Mathews 1990). En ese año se efectuó un reconocimiento
de la zona, identificándose un total de 50 sitios, con distintos componentes
cerámicos, y tres distintos tipos de rasgos agriculturales (camellones, terrazas y
qochas). Varios aspectos de este reconocimiento preliminar sirvieron para
identificar una importante diversidad cultural, a través del tiempo y del espacio,
en el área de estudio.´ (46).

³En primer lugar, algunos de los sitios del Periodo Formativo (1500 A.C.-100
D.C.), a decir de los fragmentos de cerámica que se identificaron en la
superficie, demostraban tener una filiación con la cerámica Chiripa. En segundo
lugar, ese año no se identificaron sitios vinculados al "Tiwanaku I/II"(6). Aunque
inicialmente se habían reportado posibles 13 sitios con filiación "Tiwanaku III",
los análisis posteriores en el
(       ) quizás tres sitios
puedan tener un componente estilístico similar {ver capítulo 7}. Los sitios
"Tiwanaku IV" de mayor extensión fueron evaluados en cuatro a cinco hectáreas
en extensión como promedio; en estos sitios también se identificaron restos de
arquitectura lítica, montículos con plataformas y concentraciones significativas
en determinados sectores de cerámica fina y decorada. En las inmediaciones de
algunos de estos sitios se descubrieron varios terraplenes, los mismos que
conducen a campos elevados de cultivo. Los camellones se encuentran, casi en
su totalidad, en el sector norte del valle, mientras que las qochas, o cotas,
(pequeñas cuencas artificiales) se ubican en el sector central, y las terrazas en
forma exclusiva en el sector sur. La ocupación postTiwanaku en el valle, al
parecer, fue extensa. Con base en los atributos de la cerámica y la disposición
de los sitios, fue posible separar la era post-Tiwanaku en tres periodos: El
primero fue denominado "Pacajes Temprano", caracterizado por cierta
continuidad en la cerámica con Tiwanaku, aunque muchas de las formas
polícromas de Tiwanaku no se encuentran presentes. La mayoría de los sitios de
este periodo se encuentran cercanos a vertientes y a campos agrícolas. El
periodo abarca desde la desintegración de Tiwanaku, estimada alrededor del
1100 hasta la llegada de los Inkas a la región, alrededor de 1470.´ (46-47).

³El subsiguiente periodo se caracteriza por la introducción de materiales con


rasgos de la cultura inka; en determinados casos, la cerámica proviene
directamente del Cusco, o algún sitio principal inka. La mayoría de la cerámica,
sin embargo, muestra una imitación de ciertos estilos inkas, confluyendo en una
expresión propia de la zona. Esta manifestación fue designada con el rótulo de
"Pacajes-Inka" para designar el periodo entre ca. 1470 y ca. 1550; esta última es
fecha temprana para el arribo de los españoles a la región pero justifica algunos
de los cambios que ya ocurrían en todo el Tawantinsuyu al caer la cúpula
administrativa inka en 1532. El tercer periodo, denominado "Pacajes Tardío" se
caracteriza por la presencia de algunas formas introducidas en el periodo
anterior pero de acabado tosco y decoración sencilla, mezcladas con cerámica
colonial. Este periodo abarca del 1550 hasta ca. 1600; esta última es una figura
un tanto arbitraria y fue utilizada solamente para demarcar las primeras
transformaciones que acontecieron en el valle.

Fueron los resultados de este reconocimiento inicial los que determinaron la


realización de una prospección total del Valle Bajo de Tiwanaku. Adicionalmente,
con base en los alcances de la prospección, varios sitios fueron mapeados,
habiéndose efectuado recolecciones intensivas de material cultural de superficie
en lb de ellos. Cinco sitios fueron luego escogidos para la realización de
excavaciones de prueba.´ (47).

³En resumen, los trabajos de campo de la misión francesa, en 1903, representan


el primer programa de excavaciones en Tiwanaku que dejó algún informe,
aunque«

________________________________________________________________
(6) Las "épocas" de Tiwanaku (Ponce 1972) fueron utilizadas como
demarcadores cronológicos, existiendo, sin embargo, una incongruencia en
la nomenclatura y la metodología de la periodificación, tal como se analiza y
aclara en los subsiguientes capítulos.

____________________________________________________________

«pobremente documentado, y que empezó a mostrar los vestigios de ese


invalorable testimonio arqueológico que es Tiwanaku. Contribuciones
importantes fueron hechas por investigadores extranjeros durante la primera
mitad del presente siglo, aunque sin las repercusiones que en circunstancias
similares tuvieron en el Perú. Durante más de un cuarto de siglo después de
1954, el distanciamiento entre la esfera internacional arqueológica, interesada en
problemas del área andina boliviana, y la arqueología nacional se hizo mayor. El
pensamiento acerca del pasado prehispánico de Tiwanaku, y de otras culturas
del actual territorio de Bolivia, tomó un carácter peculiar. Diferencias
substanciales surgieron entre las "arqueologías" de Bolivia y los países vecinos.
Un ejemplo claro de este contraste se advierte en la comparación con el Perú.
La receptibilidad de los investigadores peruanos, desde tiempos de Max Uhle, a
un círculo internacional amplio, sirvió el propósito de incorporar diversas
tendencias teóricas y metodológicas en la arqueología y la antropología, sin
perder una perspectiva nacional y su espíritu creativo (Burger 1989: Chávez
1979). La nación boliviana hizo de Tiwanaku su símbolo. Evidentemente,
existieron y existen numerosas formas de ver el pasado, entre ellas la tradición
oral, pero la ciencia arqueológica trabaja con restos materiales e impone
procedimientos específicos para el nexo entre la base empírica y la explicación.
Si bien en la arqueología existen distintas orientaciones en la forma de explicar
el fenómeno social del pretérito, todas se rigen a la naturaleza del testimonio
tangible que deja la sociedad.´ (47-48).

³Mediante esta presentación de la historia del pensamiento acerca del pasado


de Tiwanaku se han intentado buscar las raíces que nutren muchas de las
posiciones que todavía hoy en día se mantienen vigentes. No se ha pretendido
hacer un recuento de todo lo que se ha escrito sobre Tiwanaku, sino
contextualizar el origen y el desarrollo de las principales ideas sobre este sitio.
Esta base histórica expande la visión interpretativa del presente, facilitando la
evaluación de los aspectos que aún no han sido explorados en la explicación de
la sociedad andina prehispánica, pero que tienen mucha relación con ésta.´ (48).

¬ 
*

+  ,-  .  

  
³El sector campesino del Valle Bajo de Tiwanaku se encuentra estructurado en
comunidades, las mismas que se organizan alrededor de un sistema sindicalista.
Las autoridades del sindicato sirven de nexo entre el campo y las autoridades e
instituciones gubernamentales. La organización social de estas comunidades,
sin embargo, tiende a obedecer a principios de organización social y jerarquía
distintos a los que fueran impuestos por la república. Los principios
fundamentales de la tradicional sociedad andina se encuentran reflejados en la
reciprocidad, la autoridad, la cooperación, el dualismo y la jerarquía inclusiva;
pese a las diferencias sectoriales internas que en la historia más reciente de las
comunidades aparece como un desafio, la integración sigue siendo una meta
entre los aymaras (Albo 1976).

Indudablemente, la instrucción española en territorio aymara marcó el inicio de


una serie de transformaciones. Las ambiciones de riqueza y fama en los
espíritus de los conquistadores no encontraron barreras para frenar la
usurpación, la explotación de la masa social originaria y el etnocidio. Desde los
primeros viajes de Colón a este continente, que a finales del siglo XV
permanecía desconocido en Europa, los conquistadores se vieron motivados por
los materiales exóticos, joyas, plantas y animales que habían encontrado en las
³nuevas tierras´. Si bien causa asombro el coraje y la perseverancia de las
primeras expediciones españolas y portuguesas para vencer gigantes
obstáculos de la naturaleza (Goodman 1972), la audacia y el desenfreno con lo
que expandieron sus posteriores aventuras no fueron sino el origen de un ciclo
interminable de opresión y saqueo.

A comienzos del siglo XVI, los españoles estaban convencidos de la existencia


de un vasto imperio al sur de Colombia. Pese a los primeros intentos de
Fernando Pizarro por explorar la costa noroeste sudamericana, no fue hasta
comienzos de la década de los 1530s cuando la existencia del imperio Inka se
hizo materialmente evidente. El interés económico, no político, había encontrado
una colosal fuente de motivación (Albó y Barnadas 1985: 58).´ (49).

³La conquista de la civilización Inka fue el preludio de un largo proceso de


colonización y de implementación de nuevas instituciones. Los conquistadores
encontraron territorios inmensos, minas prosperas en los metales más
codiciados y, por sobre todo, recursos humanos con los que podían explotar
esta riqueza. La estrategia fue simple: establecer un control coercitivo de las
bases e imponer cabezas políticas al servicio de sus intereses mineros. El
Derecho Indiano, legislación que se aplicaba a las tierras recientemente
descubiertas, otorgaba derechos y títulos a sus descubridores. La Corona
española, mediante las capitulaciones, había aceptado otorgar licencia a los
conquistadores para encontrar y, en su defecto, explotar las riquezas de estos
territorios.´ (50).

³Debido a la información de segunda mano que la monarquía ibérica recibía


durante los primeros años de la Conquista, ésta no podía efectuar una
evaluación cabal del verdadero valor de estas nuevas tierras. Los informes que
se empezaron a acumular demostraron que la riqueza de América sobrepasaba
todo lo imaginado. Consecuentemente, en las subsiguientes ordenanzas, la
Corona quizo establecer regulaciones específicas, enviando oficiales de la
monarquía en las expediciones.

Una de las preocupaciones de la Corona estaba vinculada al trato de los


indígenas, tema ampliamente discutido en los escritos de fray Bartolomé de las
Casas ([1539] 1968) (Bataillon y Saint-Lu 1985). Pese a que se había admitido la
libertad de los nativos en los documentos que se emanan desde Castilla, los
conquistadores tenían propia praxis sobre este particular. Cómo resultado de la
inercia jurídica y los altercados que se originaron entre españoles, se dictaron
una serie de medidas para resolver un complejo problema, que, pese a ser
lejano a la realidad social de la península ibérica, ocupaba un importante
eslabón en la agenda de la monarquía. Entre las primeras regulaciones emitidas
se encuentra la creación de la ³encomienda´ y el ³repartimiento´ En versión
original, estos tenían definiciones distintas, dependiendo del área donde se los
iba a imponer; aparentemente, el título original de la encomienda era
³repartimiento y junto a él la Real Cédula de gracia o merced fue el título
originario para adquirir en las Indias la propiedad de la tierra.´ En términos
generales, el repartimiento se refiere a una concesión subsecuente, las mismas
que en varios casos llevaban el rótulo de ³encomienda´. La encomienda, en este
sentido, se basaba en la adjudicación del tributo que se imponia a la masa
indígena, siendo que el encomendero no debía ningún impuesto al Rey (Albo y
Barnadas 1985: 74).

Los indígenas, en su condición de pueblos sometidos, pasaron a ser embestidos


por el ansia colonial de los españoles, tan ajena a sus pasadas tradiciones,
doblegados, pero no totalmente vencidos, fueron objeto de campañas
ideológicas mediante la evangelización que buscaba penetrar en la esencia
humana del ³indio´. Los reyes de España no aprobaron los atropellos que se
venían cometiendo en las colonias ni la obstinación de los conquistadores por
mantener su despotismo. La Corona buscó mecanismos legales que hicieran
posible controlar y administrar las ³nuevas tierras´, tan lejanas y extrañas a la
realidad ibérica. Ots Capdequí (1975) señala que la monarquía española trató de
multiplicar las instrucciones de gobierno, situación que complicó las diligencias
de la burocracia y la administración. Atendiendo a las acusaciones de maltrato
de los indígenas por la crueldad de los encomenderos, y utilizando estas
denuncias como pretexto para imponer medidas regulatorias en la
administración, la monarquía instituyó los corregimientos. Sin embargo, los
corregidores, encargados de resolver los problemas de la América, no pudieron
detener el proceso que ya tomaba un curso propio (Bouysse-Cassagne
1987:40).´ (49-51).

³Varios autores han interpretado la organización social aymara basándose en


documentos etnohistóricos (Namdelier 1910, 1911; Bastien 1979; Bouysse-
Cassagne 1987, 1988; La Barre 1948; Murra 1968, 1972; Platt 1976; Tshopik
1951, entre otros). La organización social aymara puede haber tenido sus
propias características, quizás divergentes en muchos aspectos con otros
grupos de los Andes. Sin embargo, existen también importantes similitudes
dentro de esta diversidad étnica. La influencia inka en la Cuenca del Titicaca, por
ejemplo, no puede ser considerada como un torrente cultural quechua en media
de una sociedad aymara desprovista de niveles organizativos y perspectivas
culturales amplias. Todo lo contrario; la estructura y principios de jerarquía social
aymara parecen anteceder lo que comúnmente se ha caracterizado como
influencia Inka.

Durante la época incaica (ca. 1200 al 1540 D.C.), el kollasuyo estaba compuesto
por numerosos ³cacicazgos´ (también se los ha denominado ³señoríos´), los
cuales fueron incorporados al sistema político, económico y ritual del imperio
Inka. La mayoría de las crónicas indican que el Inka Pachakuti, y posteriormente
su hijo Tupac Inka, fueron responsables de la conquista de estos grupos
aymaras (Cieza de León 1967 [1550]; Cobo 1964 [1653]; Morúa 1964 [1590];
Santa Cruz Pachakuti 1968 [1613]; Sarmiento de Gamboa 1943 [1572]). El Inka,
aparentemente, tomó ventaja del conflicto que existía entre los lupaqas y los
kollas. La alianza Inka-Lupaqa y la conquista de los Kollas fueron
estratégicamente organizadas, haciendo efectivo el mecanismo de la
reciprocidad asimétrica como medio de incersión política, estableciendo de esta
manera una jerarquía a favor del Inka (Bouysse-Cassagne 1987).
Aparentemente, los pacajes fueron incorporados a esta alianza Inka-Lupaqa.´
(51).

³Ambas sociedades, quechua y aymara, estaban organizadas en unidades


sociales, conocidas como ayllus. Históricamente, el carácter del ayllu ha sido
motivo de extensa discusión, y pese a que no existe concenso respecto a su
verdadero origen, carácter y rol, la mayoría de los investigadores sociales que
trabajan en el mundo andino coinciden en señalar que el ayllu es una unidad
básica y fundamental para discernir la organización social tradicional andina.
Basadre (1937:88) indicaba que el ayllu significa comunidad, linaje, genealogía,
casta, género y parentesco. José Antonio Arze (1941:18) afirmaba que el ayllu
habría estado originalmente organizado entre miembros consanguíneos y que
posteriormente se convirtió en una unidad territorial y económica. Por otro lado,
Alberto (51) Zelada (1937:61) manifestaba que el ayllu era un sistema
organizado con base en lazos religiosos, económicos y de consanguinidad, y
que el vínculo político se originó sucesivamente. Bautista Saavedra (1955: 26)
postulaba que el ayllu representó una familia extensa, capaz de dividirse en
pequeños ramales, pero siempre una familia, mientras que José María Camacho
(1942) sostenía que el ayllu no constituía la unidad fundamental de estudio de la
sociedad aymara, siendo la marka, o pueblo, la estructura sociopolítica primaria,
organizada en lineas consanguíneas, y liderizada por un jefe y su consejo. Philip
Ainsworth Means (1920:511) apuntaba que era ³un organismo social
caracterizado por el trabajo cooperativo en el cultivo y por relaciones
consanguíneas o ficticias entre sus miembros.´ Means (1920), además, indica
que el ayllu era una unidad social pre-Inka, y que los Inkas mismos estaban
organizados en ayllus. Elizardo Pérez (1962) destaca la trayectoria evolutiva del
ayllu, señalando que la familia constituyó el embrión del cual surgieron formas
más complejas. Pérez (1962), asimismo, identifica varios elementos que
sostienen al ayllu en su evolución posterior, estos elementos son la familia, el
colectivismo, la formas de propiedad y aprovechamiento de la tierra, la industria
familiar y el idioma.

Como se puede advertir en estos ejemplos y otros estudios relacionados con el


ayllu (Bastien 1978; Costas 1961; Izko 1986, 1992; Palomino Flores 1970; Puga
1950; Montgomery 1971; Urquidi 1971; Platt 1982, 1987; Rivera Cusicanqui
1992), una definición precisa se complica por las diferencias de interpretación. El
denominador común de los ayllus, sin embargo, en su nivel más simple, es la
relación consanguínea o ficticia que une a un determinado número de familias.
En niveles superiores, varios ayllus ³menores´ se organizan política y
económicamente para conformar unidades sociales más amplias: ayllus
³mayores´. En la documentación etnohistórica se señala que éstos, a la vez,
podían concluir en federaciones y confederaciones con adjudicaciones
territoriales extensas (Bouysse-Cassagne 1987).

El ayllu debe ser considerado también en sus distintas dimensiones, siendo su


nivel más simple el ayllu ³mínimo´ (Platt 1987), una estancia/comunidad (Izko
1992) o un jisk´a ayllu (Rivera Cusicanqui 1992), que constituyó un módulo
social básico en la sociedad aymara. Antes de las reformas que impuso la
Colonia y la República, el ayllu ³menor´ tenía acceso a diversas zonas
productivas, siendo así que sobre los principios de organización a este nivel se
cimentaban las bases de las estructuras políticas y económicas de mayor
envergadura. De la documentación etnohistórica o de los ejemplos etnográficos
se establece que el ayllu, desde sus niveles de organización menores, no puede
ser simplemente emparejado con un grupo de parentesco. Tom Zuidema (1964)
enfatiza que ³El ayllu, como grupo local, no es y no fue nunca un grupo de
parentesco.´ A groso modo, esta caracterización de los principios de
organización del ayllu es la que se desarrolla y amplía en este estudio y sirve
como parámetro en la interpretación del registro arqueológico, llegándose a
argumentar que estos principios de organización se remontan a varios siglos
antes de la llegada de los españoles. En tal sentido, el ayllu, como tal, no es
concebido como una estructura carente de dinámica interna, y si bien el rótulo
ayllu sirve en el presente trabajo de guía para el modelo que se desarrolla, esto
no significa una ³colonización´ intelectual del pasado prehispánico, obviando la
variabilidad que pudo existir, menos aún la negación de la existencia de
estructuras sociales que los principios de dualidad, jerarquía inclusiva,
reciprocidad e integración, entre otros, pudieron generar.´ (52).

³Durante la conquista, el ayllu, en sus distintos niveles de organización,


caracterizaba a la sociedad aymara. Lo más distintivo del ayllu era el control que
ejercía en distintas zonas ecológicas, una estrategia socioeconómica descrita
por John Murra (1972) y conocida como "el control vertical de un máximo de
pisos ecológicos." Miembros de un mismo ayllu tenían terrenos en distintas
regiones geográficas, contrastando con la actual realidad campesina de la
comunidad, restringida a una determinada zona. La aseveración de Means
(1920) acerca de la directa relación entre el ayllu y la comunidad indígena actual
desestima las bases económicas fundamentales del primero. En el Valle Bajo de
Tiwanaku, no obstante, se pueden observar casos de una "verticalidad"
comprimida. Una familia generalmente posee terrenos en diferentes sectores del
área comunal. En tal sentido, ésta tiene acceso a las laderas de los cerros, a los
sectores altos, aptos para el pastoreo, y a la pampa del valle. Esta estrategia de
mini-verticalidad, no obstante, no tiene comparación cuantitativa o cualitativa con
el verdadero esquema de los antiguos ayllus.

Los estudios etnográficos muestran que el ayliu aymara, existente en algunas


regiones de Oruro, Potosí y Sucre, se divide en dos mitades: Alasaya, o sector
superior, y Masaya, o sector inferior, aparentemente análogos a Anansaya y
Urinsaya del ayllu quechua (Albó et al. 1989, Bouysse-Cassagne 1987; Wachtel
1973; Zuidema 1978). Estos sectores no representan partes iguales en el
sentido simbólico; el sector superior está asociado con "fuerza", "masculino",
"alto" y "derecho", mientras que el sector inferior lleva las connotaciones de
"débil", "femenino", "bajo" e "izquierdo " (BouysseCassagne 1987,1988;
Cereceda 1987).

En el pasado, grupos de ayllus, organizados en confederaciones, también


estaban divididos en dos sectores (Albó y Barnadas 1985; Izko 1992; Platt
1987). Esta segmentación binaria, sin embargo, funcionaba como unidad, siendo
ambos polos complementarios. Cada sector de la confederación estaba
representado por un jacha mallku qapac, o líder supremo, quién tenía
obligaciones recíprocas con la gente de su parcialidad.

Esta jerarquía fue drásticamente transformada mediante legislación española.


Como se anotó anteriormente, la encomienda sirvió intereses económicos; al
sistema de la encomienda se deben añadir la mit'a y las reducciones como
elementos críticos en la virtual desintegración de la jerarquía de ayllus.
Francisco de Toledo llevó adelante, durante la década de 1570, una reforma del
sistema de la mit'a, principalmente orientada hacia la explotación minera. Las
reducciones tuvieron como principal objetivo el concentrar a la población en
forma coercitiva y bajo parámetros distintos, imponiendo un nuevo orden, ajeno
al de la tradicional marka, para facilitar tareas impositivas y de evangelización
(Espinoza Soriano 1979:214; Montgomery 1971:22). La reforma toledana
condujo a un gran número de indígenas a huir de estos nucleamientos y de la
mit'a. Estos "forasteros" escapaban al terror impuesto sobre su organización
anterior por el nuevo orden español.´ (53).
³Fue también durante la década de 1570, bajo las Ordenanzas de Felipe II, que
el término "comunidad indígena" se introdujo en los territorios nucleares de los
ayllus. Sin embargo, Espinoza Soriano (1979) indica que ya en 1549, Pedro de
La Gasca empleó el concepto de "comunidad" para referirse a los numerosos
grupos que conformaban las encomiendas. No es sorpresa que varias de las
comunidades actuales tengan una directa correspondencia con los territorios
nucleares de sus ancestrales ayllus.´ (53-54).

³La tenencia de la tierra fue reglamentada mediante una Reforma Agraria,


dictada en 1591, la misma que reafirmaba el adueñamiento de las tierras por
parte de los españoles (Maldonado 1956:242). Hacia comienzos del siglo XVII,
el sistema de la hacienda empezó a proliferarse, principalmente debido al
estancamiento de las actividades mineras. La monopolización de la tierra fue
entonces promovida (Barragán 1982; Burga 1979) en el siguiente siglo, la
hacienda se solidificó, explotando, como aconteció durante el auge de la
encomienda, los recursos humanos y naturales de los Andes. La tensión entre
hacendados e indígenas, no obstante, creció significativamente, y hacia
mediados del siglo XVIII una serie de rebeliones se llevaron a cabo (Burga
1979:184). Las más serias de éstas fueron las sublevaciones de Tupac Amaru II
y Tupac Katari en 1780 y 1781 (Cajías 1983; Costa de La Torre 1973,1974;
Flores Galindo 1976; Lewin 1967).

Con el nacimiento de la República de Bolivia, en 1825, Simón Bolivar ordenó la


libertad ciudadana para todos y la otorgación de tierras para los indígenas. En la
Constitución Bolivariana de 1826, el Congreso otorgó el derecho a la libertad,
seguridad, propiedad e igualdad a todo ciudadano boliviano. La oposición de los
hacendados, como era de esperarse, fue rotunda y los términos de dicha
constitución fueron prontamente anulados.

El tributo, durante el siglo XIX, mantuvo todas las características de la Colonia.


En 1831, por ejemplo, Andrés de Santa Cruz firmó nuevas leyes de registro
(Reglamento de Matrícula), reproduciendo las que habían sido establecidas por
el "Visitador" Escobedo en 1784 (Sanchez Albornoz 1978:195). Como se
conoce, las "visitas", antes de la formación de la República, servían de censos,
no solamente como índices demográficos y económicos, sino como medios
legislativos y judiciales para hacer cumplir con el tributo. En el siglo XIX, la
"Revisita" servía exactamente el mismo propósito. En tal sentido, las primeras
disposiciones dictadas después del Gobierno de Sucre pueden considerarse
como una prolongación de tiempos coloniales (Barnadas 1978:39). Un claro
ejemplo son los decretos de 1866 y 1868; dictaminados por Mariano Melgarejo.
Estos le asignaban propiedad de la tierra al Estado; los indígenas no tenían
derecho alguno a éstas. Lo que sí podían hacer era comprar terrenos, pero en
realidad ningún indígena tenía las posibilidades económicas necesarias. En tal
sentido, las tierras podían ser rematadas (Bolivia- Anuario 1868). Con las leyes
de "Exvinculación", dictadas en l874, durante la presidencia de Tomás Frías, los
indígenas habrían de enfrentarse a una "expropiación" disfrazada en beneficio
de los grandes terratenientes.

La Guerra del Pacífico, en 1879, y la Guerra del Chaco, entre 1932 y 1935,
fueron devastadoras para la economía de Bolivia, pero no así para el hacendado
o el industrial. Durante, las décadas que corren entre ambas guerras, la minería
del estaño se convirtió en el negocio más lucrativo, guiando la trayectoria política
y económica de la nación (Albarracin Millán 1972). Los aymaras eran utilizados
en hechos de simple propaganda política mientras que el sistema feudal
continuaba intacto.´ (54).

³Las condiciones del país durante la década de 1920 eran ideales para la
inversión extranjera, la misma que ejerció una extensa influencia en los asuntos
políticos internos. Asimismo, es suficiente efectuar una somera relación de las
diferentes corrientes ideológicas de la época para develar las distintas opiniones
que se vertían acerca del rol del indígena en la sociedad boliviana. El espectro
de perspectivas era amplio, desde posiciones racistas, ejemplarizados en los
trabajos de Arturo Posnansky, Bautista Saavedra, Gabriel René Moreno, Octavio
Salamanca e Issac Tamayo, hasta los criterios socialistas y nacionalistas de
Tristán Marof y Roberto Hinojosa, respectivamente (Albarracin Millán 1979).´
(54-55).

³El resultado alcanzado después de esta trayectoria política fue la Reforma


Agraria de 1953. Se creó, entonces, el Ministerio de Asuntos Campesinos, se
instauraron uniones campesinas y se eliminó el sistema de la hacienda (Albó
1987a). La Reforma trajo consigo importantes cambios en las comunidades
rurales, principalmente en la instauración del sindicato. Este último representa la
estructura política formal de la comunidad rural, pese a que en muchos casos la
autoridad política recae en manos de individuos ajenos al sindicato. Como
cuerpo político, el sindicato está presidido por un Secretario General, seguido
por otras secretarías que coordinan y dirigen distintos aspectos de la
organización y el trabajo comunal, estas secretarías son elegidas anualmente
(Albó et al.1989:53).

¬  ii ¬  i / 


i  

El valle bajo incluye áreas de tres cantones de la Provincia Ingavi del


Departamento de La Paz, éstos son los cantones de Tiwanaku, Taraco y
Guaqui. En la Figura 3.1 se muestra la distribución de las 20 comunidades del
valle. La mayoría, como acontece con otras áreas del valle, han mantenido los
topónimos que aparecen en los primeros documentos escritos de la región.
Taraco (Taraqu) y Guaqui (Waki) son los pueblos más extensos. En éstos, las
autoridades políticas representan a partidos políticos nacionales, y los residentes
son miembros, o ex-miembros, de las comunidades adyacentes o "vecinos",
tradicionalmente aquellos que tienen descendencia española y que ocupan las
residencias alrededor de la plaza central.
)  

En la Relación de la Provincia de los Pacajes, escrita por Pedro de Mercado de


PEñaloza en 1583, se indica que Guaqui habría sido fundado por el Inka Tupac
Yupanki con e objeto de establecer un centro administrativo en el sector sureste
del Lago Titicaca y un puerto de acceso al valle. Siguiendo la crónica de
Sarmiento de Gamboa (1943 [1572]), Guaqui fue probablemente establecido
alrededor de 1470. Seis aldeas aledañas habrían sido incorporadas, pese a una
aparente heterogeneidad étnica. La población de Guaqui estaba compuesta en
su mitad por gente uru, la misma que también tenía casas flotantes cerca a la
ribera del lago (Mercado de Peñaloza 1965 [1583]). Mercado de Peñaloza
también apunta que algunos individuos se especializaban en la producción
cerámica; la producción agrícola era significativa, cultivándose papa, quinua y
cañiwa, así como algo de maíz. Aparentemente, algunos pobladores de Guaqui
tenían vestimenta y tradiciones similares a las de los indígenas de Omasuyo, la
provincia al este de Pacajes.´ (55).

0En la evaluación toledana, efectuada entre 1573 y 1575, Guaqui, referido en


ese entonces como "repartimiento", tenía 5800 pobladores, 1285 de los cuales
pagaban tributo (Bouysse-Cassagne 1987:389, Tabla 27). Información
etnohistórica, complementaria a las de Toledo y Mercado de Peñaloza, se
encuentra en la mencionada Visita de Diego García de Paredes (Párssinen
1992:359).´ (55-56).

0En el testimonio de un oficial español, domiciliado en Potosí, se indica que en


1690 Guaqui era considerado como un pueblo de opresión e injusticia. Los
caciques, o mandones puestos por los españoles, aprovechaban sus cargos
para incrementar sus bienes personales, vendiendo terrenos a forasteros
(Sanchez Albornoz 1978, Apéndice 2). No se encuentran mayores referencias a
Guaqui como repartimiento en la siguiente centuria. En las Revisitas del siglo
XIX, se asigna a Guaqui 601 tributarios (1838), 749 en 1863, y 903 en 1878
(Barnadas 1978:37). A comienzos de nuestro siglo, la vía férrea entre La Paz y
Guaqui fue concluida, haciéndose un puerto para el comercio con el Perú.
Actualmene, Guaqui todavía mantiene su importancia en la celebración de
fiestas y en el intercambio comercial, mediante ferias semanales.´ (56-57).

   )

Pese a ser identificada como una marka aymara (Mamani 1991), el


reconocimiento arqueológico del área no da cuenta de vestigios materiales
anteriores al periodo colonial. En tal sentido, Taraqu habría sido instituido, como
pueblo, durante la Colonia.

La documentación histórica da cuenta que Taraco constituía un cantón-marka,


compuesto por ocho ayllus (Mamani 1991:22), de los cuales por lo menos cuatro
se sitúan en el valle bajo; éstos serían Iwawi, Chivo, Pillapi y Jawira Pampa.
Una serie de peticiones por parte de los miembros de la marka Taraqu para que
se anule la tasación de sus tierras culminó en la masacre de 1869, ordenada por
Melgarejo. "Taraqu es una muestra cristalina de la voluntad colonizadora de esa
sociedad hipócrita y vanidosa que para liberarse de su culpa hizo de Melgarejo
su chivo expiatorio. La investigación nos ha permitido conocer a quienes -como
Tomás Frías- tras bambalinas, idearon y ejecutaron el asalto a Taraqu y otros
ayllus, que culminaría en un baño de sangre" (Mamani 1991:24). Pero la lucha
por el derecho incondicional a sus tierras no terminó con la masacre de 1869.
A través de una serie de denuncias, en 1920, se iniciaron otras rebeliones en
contra del apoderamiento y explotación de la propiedad comunitaria. Esta
resistencia indígena fue acallada mediante el uso de fuerzas armadas privadas o
de la participación del ejército.

1 

Los documentos más tempranos sobre Yanarico datan de 1724, con el


establecimiento de una hacienda en el lugar. Como era frecuente, la hacienda
tomó el nombre de la comunidad donde se estableció. Yanarico era un ramal del
ayllu Chambi (Visita y Patrón de los Indios Originarios y Tributarios de Tiwanaku
[1724], Waldo Villamor, comunicación personal, septiembre de 1990)

r

 

En la Visita de 1756, Pillapi es caracterizada como hacienda, y al parecer ésta


también formaba parte del ayllu Chambi. Pillapi fue comprada por Benedicto
Goitia, en 1878 (Mamani 1991). Durante la República, se llevaron a cabo
algunos proyectos de cooperación y desarrollo (Leonard 1966; Schweng 1962).´
(57),

¬  ¬ 2

³Ch'iwu fue un ayllu de Taraco que fue incorporada al repartimiento de Tiwanaku


alrededor de 1770 (Villamor, comunicación personal 1990). En el censo de 1773,
Ch'iwu estaba conformada por una población Uru (Ponce 1975b:30-31).
Benedicto Goitia adquirió mañosamente varios terrenos (sayañas) de este ayllu
en 1882 (Mamani 1991). En cuanto a las otras comunidades actuales se refiere,
se tiene información que la mayoría de éstas fueron ayllus, transformados en
haciendas, siendo Iwawi (Jiwawi) el último ayllu en convertirse en hacienda en
1907, bajo la imposición de Benedicto Goitia, pasando luego a manos de Jorge
Zalles. Cabe resaltar, sin embargo, que Sullkata, ayllu de Guaqui (Waki), nunca
aceptó la incersión de un sistema de hacienda en su territorio, habiendo luchado
constantemente por el control de sus sayañas, inclusive soportando la
arremetida del regimiento Abaroa a disposición de Goitia (Mamani 1991:70). Una
gran mayoría de los ayllus del Valle Bajo de Tiwanaku fueron haciendas de
Goitia, incluyendo Pillapi, Taraqu, Ch'iwu, Chambi, Rosa Pata, Iruni, Iwawi,
Umamarka, Jawira Pampa, Belén Pituta, Iruni, Sullkata y Copagira.´ (57-58)..

¬ 1  ¬  i  

0En la actualidad el territorio de una determinada comunidad está dividido en


parcelas privadas, aunque algunos terrenos se los reserva para uso comunal;
éstos últimos son utilizados principalmente como zonas de pastoreo. Los
terrenos son heredados y distribuidos entre familiares pese a que la venta se
está generalizando. El parcelamiento reduce el área de terreno cultivable, siendo
éste un factor en disputas dentro círculos familiares. La migración hacia centros
urbanos, en particular hacia las ciudades de La Paz y El Alto, se ha convertido
en un fenómeno generalizado en el valle. Si bien las oportunidades de trabajo
son escasas en los núcleos urbanos, existe una tendencia generalizada a
aceptar las condiciones de vida de la ciudad como alternativa al trabajo en el
campo. Este fenómeno tiene algunas raíces en el cambio cultural en las nuevas
generaciones campesinas. La occidentalización mediante medios de
comunicación va transformando la identidad que buscan las jóvenes
generaciones. Ante los problemas agudos que presentan la educación rural, la
atención médica y la producción agropecuaria, en general, los ideales de
mejores oportunidades en la cuidad son también estimuladas en la actualidad
por las generaciones más antiguas.

Aunque se podría esperar la presencia de numerosos camélidos andinos en el


área, como ser llamas (Lama glama) y alpacas (Lama pacos), curiosamente
estos son muy escasos. Durante los dos años de trabajo de campo que realizé
en el valle bajo, en muy raras ocasiones tuve la oportunidad de observar grupos
de llamas. Generalmente, los llameros vienen desde la región de Jesús de
Machaca, unos 20 km al sur, trayendo sal para su intercambio con otros
productos los días domingos, cuando en Tiwanaku se realiza la feria. Alpacas
son aún más escasas; solamente en las cuencas de altura de la Zona
Intermontañosa (IZ) pueden ser ocasionalmente vistas. La virtual ausencia de
éstos animales, pese a que los mismos cuentan con condiciones ecológicas
ideales para su forma de vida (Gade 1977; Wing 1977, 1978), parece tener su
origen en la sustitución de los mismos, durante la Colonia, por ganado vacuno y
ovino. Como indica Browman (1987), los camélidos andinos tuvieron miles de
años de adaptación al medio ambiente de altura, siendo resistentes a las
enfermedades que afectan a otros animales y menos destructivos del balance
botánico y metabolizan los pastos de la región en forma mucho más eficiente
que las ovejas. Es sorprendente que la preferencia por estas últimas esté tan
generalizada.´ (58).

0El arado fue introducido al área probablemente con la instauración del


repartimiento, convirtiéndose en el instrumento agrícola primario de trabajo. En
la Zona del Coluvio Inferior (LCZ), los terrenos son cultivados durante dos o tres
años, después de los cuales se los deja en barbecho por unos cuatro o cinco. En
la Zona de Terrazas (TZ), el aprovisionamiento de agua durante todo el año y la
calidad de los suelos permiten el cultivo durante cuatro a cinco años seguidos,
después de los cuales se los deja en barbecho por unos dos o tres años. En las
pendientes más elevadas de la Zona de Terrazas (TZ) se cultivan la papa
(Solanum tuberosum), la oca (Oxalis tuberosa), el isañu (Tropaeolum
tuberosum) y cebada, mientras que en las faldas de los cerros se cultivan
arvejas, cebollas, zanahorias, habas y quinua (Chenopodium quinoa). En la
preparación del terreno, el campesino utiliza el arado para los sectores más
amplios y el uiso en los sectores de menor amplitud.

Las faldas de los cerros en el lado sur del valle son, en general, los sectores
donde más variedad de cultivos se produce. En el lado norte del valle,
predomina la agricultura de secano; paradógicamente, éste es el sector donde
se encuentran extensos sectores de camellones (antiguos campos elevados de
cultivo), los mismos que hoy se encuentran cubiertos por pastos y son utilizados
para el pastoreo. Pese a que existen varias vertientes en la Zona de Pastos y
Manantiales (SGZ), los suelos son arcillosos y con tendencia a la salinización,
motivo por el cual se cultivan menor variedad de productos. En la Planicie Aluvial
del Río Tiwanaku (AP) y en la Zona Lacustre (LZ) la agricultura es todavía
menos productiva. Por lo general, se cultiva cebada, papa y quinoa.

El uso del tractor y fertilizantes químicos han tenido resultados adversos en las
condiciones edáficas de la región. El concepto de la "modernización" agrícola ha
tenido pocos resultados, teniendo en cuenta que la introducción de técnicas
agrícolas del occidente tiene ya una larga historia de experimentación. Este
problema, sin embargo, no es exclusivo del área en cuestión, sino que se
extiende a otras regiones de los Andes (Earls 1991; Rengifo 1987; Rengifo y
Kohler 1988).

Durante la última década, se han efectuado trabajos de rehabilitación de


antiguos campos elevados de cultivo, con el propósito de reintroducir en las
actuales comunidades campesinas una tecnología que se habría desarrollado
exitosamente hace unos 3000 años en la Cuenca del Titicaca, pero que habría
sido abandonada hace unos 700 años atrás. La rehabilitación de camellones en
la Pampa Koani y en el Valle Medio de Tiwanaku demuestran que la producción
agrícola es significativamente mayor en estos campos que en terrenos donde se
utiliza el arado (Kolata 199i). En general, el éxito de estos proyectos de
rehabilitación tiene que ser evaluado en términos de niveles de autosuficiencia, a
través de resultados "reales" que demuestren la viabilidad y sostenimiento de
esta tecnología y su incersión dentro de la actual forma de vida que el
campesino tiene.´ (59).

³En resumen, el ayllu, a través de su trayectoria histórica, fue extensamente


alterado en sus dimensiones estructurales por el nuevo orden económico y
político que impusieron la Colonia y luego la República, aunque los vestigios de
una organización política y económica tradicional pueden ser inferidos en varias
comunidades actuales del Valle Bajo de Tiwananku, y con mayor transparencia
en los extantes ayllus de Oruro, Potosí y Sucre. Sin embargo, el pleno de sus
dimensiones económicas y políticas ha sido disuelto. La tenencia de la tierra ya
no tiene el alcance multiregional de épocas pasadas. La "modernización"
agrícola, en términos de una percepción occidental, no ha tenido resultados
positivos. El campesinado se ha convertido en un sector social dependiente de
proyectos, ya sean del gobierno o de organizaciones no-gubernamentales
(ONGs). Los proyectos de "rescate de tecnologías tradicionales" no han
coordinado sus tareas con análisis y diagnósticos antropológicos previos para
fundamentar las estrategias de rehabilitación y aplicación actual de tecnologías
del pasado.´ (59-60).

¬ 
3

    .
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 )
4

0Las explicaciones acerca de los cambios en el asentamiento humano a través


del tiempo no pueden centrarse únicamente en la relación cultura-medio
ambiente, descuidando las relaciones sociales como elementos dinámicos y de
cambio. Es indudable que el escenario andino está constituido por un complejo
mosaico de zonas ecológicas, sin igual en el planeta. También es incuestionable
que la sociedad andina prehispánica se desarrolló dentro de este complejo
mosaico, no como una condensación de factores determinantes ecológicos sino
como resultado del manejo de los múltiples recursos y de la acción recíproca
entre unidades sociales. La explicación de la trayectoria evolutiva de esta
sociedad, en la formación de Estados panandinos, alternados en el tiempo por
desarrollos regionales, representa un reto para la ciencia arqueológica (Willey
1991).´ (61).

³Al enfocar la problemática en el mismo corazón de una de los más prominentes


Estados andinos, los trabajos en el Valle Bajo de Tiwanaku contribuyen al mejor
entendimiento de este fenómeno. El modelo de "jerarquías inclusivas"(7) que
surge como resultado de estas investigaciones representa una alternativa a las
perspectivas que Bermann (i990:2,1994:244) distingue como "centralistas" y
"localistas", dicotomía que brinda la oportunidad de realizar una evaluación de
varios modelos que explican el desarrollo histórico cultural desde distintos
ángulos. Es precisamente en el análisis de estos modelos que se contrastan los
argumentos teóricos con la evidencia material del registro arqueológico. En este
sentido, los datos etnohistóricos y etnográficos acerca de los principios de
organización social, política, económica y religiosa de los Andes centro-sur
sirven como parámetros en la interpretación del testimonio arqueológico. Es esta
la contextualización que el presente trabajo intenta exponer, para demostrar que
las explicaciones que hasta el presente se han formulado, concernientes a las
transformaciones que tuvieron lugar en la sociedad prehispánica, no contemplan
la verdadera esencia del paradigma andino. Por el contrario, estos modelos han
tratado de«

(7) Además de las valiosas fuentes etnohistóricas y etnográficas relacionadas a


la organización política, económica y religiosa de la sociedad aymara (Albó
1976, 1987a, 1987b; Albó y Barnadas 1985; Albó et al. 1989; BouysseCassagne
1986, 1987, 1988; Choque 1990, 1992; Harris 1987; Izko 1986, 1992; Platt 1982,
1987; Rivera Cusicanqui 1984, 1992), las cuales sirven de base en la
formulación del presente modelo, los trabajos de Patricia Netherly (1984, 1998),
en la costa norte del Perú, han tenido una influencia significativa en la
percepción inicial de una "contextualización", partiendo, precisamente, de la
documentación etnohistórica.

«buscar marcos de referencia en el fenómeno evolutivo social europeo,


prescindiendo de características muy particulares de la colectividad andina.´ (61-
62).

³Son dos aspectos de la organización tradicional aymara los que en el presente


estudio tienen gran significado. Por un lado, la interpretación del ayllu, como una
entidad flexible en la jerarquía política pero tenaz en sus principios organizativos
internos, sirve de base para contrastar los postulados de una estructura
altamente centralizada, burocrática y totalitaria. Por otro lado, la marka
constituye un importante ejemplo de la organización de ayllus en un contexto
aglutinado. En el caso del ayllu, se ha optado por dejar los ejemplos
etnohistóricos y etnográficos dentro de su marco histórico, ya que la dinámica de
cambio, no solamente después de la imposición cultural española sino a través
de muchos siglos durante tiempos prehispánicos, debe ser tomada en cuenta.
En tal sentido, considerando los principios de organización del ayllu y de la
marka, se emplea el concepto de "jerarquía inclusiva". Existen peligros en la
proyección directa de ejemplos etnográficos y etnohistóricos, en particular si se
toman en cuenta los procesos de aculturación y cambio interno de las culturas.
Sin embargo, es también importante destacar que muchos aspectos de la
organización social en los Andes han superado los retos del tiempo y de la
conquista (Bouysse-Cassagne 1987; Platt 1987; Rivera Cusicanqui 1984, 1992).
Las crónicas y los registros administrativos coloniales son fuentes
indispensables para identificar esos continuos elementos. Es así, por ejemplo,
que los documentos tempranos acerca de la sociedad inka permiten un
entendimiento más cabal, no solamente de su organización política, económica y
religiosa sino también de sus precursores (Bauer 1991,1992; Duviols 1979,1980;
Julien 1978,1982; Murra 1956, 1982,1986; Pease 1978,1982; Rostworowski
1988; Rowe 1946,1980; Sherbondy 1986; Urton 1989; Wachtel 1982; Zuidema
1964a,1977,1982).

Algunas crónicas y varios informes administrativos, por otro lado, proveen


importantes datos con relación a grupos étnicos locales. La síntesis de estos
escritos, coadyuvada por datos etnográficos y análisis simbólicos se han
convertido en referencia fundamental para el conocimiento de grupos pre-Inka
en la Cuenca del Titicaca y regiones aledañas; estudios contemporáneos sobre
el ayllu han ampliado significativamente el conocimiento acerca de la historia
económica y política del mismo, brindando nuevas pautas sobre su organización
antes de la pérdida de su amplio espectro territorial (Albó 1987b; Barragán 1982;
Bastien 1978; BouysseLCassagne 1986, 1987, 1988; Bouysse-Cassagne y
Harris 1987; Choque 1990,1992; Girault 1988; Harris 1987; Huanca 1987; Izko
1986, 1992; Saignes 1983, 1985; Platt 1982, 1987; Rivera Cusicanqui; Sebill
1989; Wachtel 1986). Estos trabajos brindan un marco de referencia invalorable
y alcanzan un significado importante en la evaluación de la sociedad preinkaica;
por todo ello, merecen ser evaluados arqueológicamente.´ (62).

 1 1  r r  ¬ 1

³Uhle (1910a) sostenía que Tiwanaku era obra de los aymaras; el mapa de
distribución de sitios Tiwanaku coincide, además, muy elocuentemente con la
distribución de la lengua aymara. En tal sentido, los documentos etnohistóricos,
principalmente los informes administrativos coloniales de la provincia Pacajes,
circunscripción donde se encontraban, de acuerdo a la división efectuada por la
Corona española, cinco repartimientos: Kallapa, Qakinkura (Caquingora),
Qaqayawiri (Caquiaviri), Machaqa, y Tiwanaku, son fundamentales. Kallapa
estaba compuesta por tres markas, o pueblos; éstas eran Kallapa, Huiloma y
Kurawara. Caquingora comprendía las markas de Caquingora, Kalaqutu
(Calacoto) y el centro minero de Corocoro. Qaqayawiri comprendía la marka del
mismo nombre con sus 23 ayllus. Machaqa estaba compuesta por la marka del
mismo nombre y la marka de Mamañeca (hoy Santiago de Machaca) (Paredes
1931). Roberto Choque (1990:106), por otro lado, basándose en la Relación de
la Provincia de los Pacajes que Mercado de Peñaloza redactó en 1583, identifica
tres poblados y una serie de ayllus en el repartimiento de Machaqa.´ (62-63).

³El repartimiento de Guaqui comprendía seis pequeñas markas, incluyendo a


pobladores urus. Viacha estaba compuesta por las markas de Viacha y
Canorima, y, por último, Tiwanaku constaba de diez "rancherías" (con certeza
referidas a ayllus), también con un sector uru en su población (Paredes l931).

Como se aprecia en la descripción de la composición poblacional de la provincia


Pacajes, la organización tradicional aymara estaba compuesta de ayllus y
márkas. Es éste el tipo de información que demuestra la importancia de
considerar a tos ayllus y las markas como unidades fundamentales en el
conocimiento de los principios de organización social, económica, política y
religiosa. Algunos ejemplos de ayllus y markas aymaras en la provincia Pacajes,
así como en los departamentos de Oruro y Potosí, son fundamentales para
comprender el significado de estas estructuras sociales y para discernir la
formación de jerarquías entre ellas(8) .

Pese a que todavía existen ayllus aymaras en varias regiones de Bolivia, la


mayoría de la población rural ha sido reagrupada en "comunidades", las mismas
que representan las políticas reductoras coloniales y republicanas (Claverías
1976; Matos Mar 1976; Platt 1982; Rivera Cusicanqui 1992). Como se señaló
anteriormente, el ayllu, referido en forma genérica, representa la más importante
unidad social en la organización política, económica y religiosa. Su estructura y
función han sido extensamente debatidas; sin embargo, se puede afirmar que
uno de los enfoques más errados en la elucidación del ayllu ha sido la
correlación directa con matrimonio, normas de residencia y sistemas de
descendencia (Basadre 1937; Montgomery 1971; Saavedra 1955). Es cierto que
los ayllus estaban compuestos principalmente por miembros que tenían un
vínculo de parentesco, ya sea consanguíneo o ficticio; sin embargo, el cuadro
era confuso debido a que algunos ayllus eran, en algunos casos, patrilineales,
mientras que en otros eran matrilineales. Por otro lado, se había advertido que
ciertos ayllus eran endógamos, pero otros eran exógamos; asimismo, unos
mostraban patrones matrilocales y otros tenían normas de patrilocalidad. Se hizo
evidente que esta perspectiva de análisis no enfocaba el verdadero carácter y la
organización del ayllu.´ (63).

³Aunque previas definiciones del ayllu hacían una correspondencia directa con
parentesco y reglas de residencia, Murra (1975:211) ha demostrado que en la
terminología aymara "parentesco" se indica con la palabra haatha, la cual no
identifica«.

(8
) No se pretende adjudicar la construcción de Tiwanaku exclusivamente a los
ancestros de los aymaras. Los ejemplos de las markas dan cuenta de la
constitución multiémica de las mismas, disposición ésta que podría ser evaluada
arqueológicamente. En el reciente trabajo de John Janusek (1994) se señala
que una serie de elementos arquitectónicos, como ser murallas y canales,
habrían separado distintos tipos de "barrios" en Tiwanaku. Las excavaciones de
Janusek amplían la evidencia del segmentarismo de la sociedad prehispánica de
Tiwanaku.

«tenencia de la tierra o relaciones recíprocas. Recientes investigaciones


etnohistóricas también señalan que haatha y ayllu se refieren a dos conceptos
totalmente distintos (P'árssinen 1992:376).´ (63-64).
³El control de varios territorios en distintas zonas ecológicas por parte de los
ayllus ha sido ampliamente documentado (Barragán 1982; Harris 1987; Murra
1975; Pease 1982; Rivera Cusicanqui 1992; Saignes 1975). En el caso de los
Pacajes, Bouysse-Cassagne (1987:211) demuestra que éstos tenían acceso a
los valles ubicados al este del altiplano, conocidos como manca yunka en
aymara, y a los valles de la costa del Pacífico, o ala yunka. Los Pacajes
conformaban una federación de grupos étnicos y estaban divididos en dos
mitades: Urqusuyu, o la mitad de "arriba/masculina/fuerte" y Umasuyu, o la mitad
de "abajo/femenina/débil". Estas características duales, ya advertidas en la
organización de unidades sociales menores, son propiedades intrínsecas de la
concepción aymara del espacio (Bouysse-Cassagne 1986, 1987, 1988;
argumentos de una "tríada" pueden encontrarse en van Kessel 1992).

En el valioso trabajo que Platt (1987) ha efectuado en el norte de Potosí se


coligen varios aspectos de trascendental importancia en el discernimiento del
pensamiento político aymara y la manera en la que éste se manifiesta. Como se
advierte en la Figura 4.1, un "ayllu mínimo", también denominado pachaka,
constituye el nivel inferior de la estructura jerárquica. La pachaka está dividida
en mitades de "arriba" y "abajo". Cada mitad está representada por su líder, o
jilaqata, quien participa en grupos de ayllus "mínimos", de los cuales se forma un
ayllu "máximo". El ayllu "máximo" se divide en una mitad de "arriba", o alasaya, y
una mitad de "abajo", o majasaya. Cada mitad está representada por una
cabeza política, o mallku (literalmente significa "condor", aunque, también
adquiere el significado de "señor con autoridad y prestigio" [van Kessel
1992:17]). Con base en los principios de dualismo y reciprocidad, se genera
inclusive una coalición mayor, como ser la federación, abriéndose inclusive la
posibilidad de conformar un nivel superior (Platt 1987).´ (64).

³La formación del dualismo aymara se basa, además de una concepción singular
del tiempo y del espacio (Bouysse-Cassagne 1986, 1987), en principios de
reciprocidad entre mallkus y jilaqatas, así como entre jilaqatas y las bases de la
pachaka. En el caso de Macha, un grupo aymara de la federación Qaraqara,
Platt señala que las mitades de "arriba" y de "abajo" son polos complementarios
que comparten los recursos naturales de los diversas zonas ecológicas. De esta
manera, miembros de los distintos ayllus se alternan para formar un territorio
integrado sin la necesidad de un sistema político burocrático o altamente
centralizado (Platt 1987:81). Como se verá luego, el modelo de Platt contribuye
significativamente a los cuestionamientos más amplios respecto a las estrategias
sociales de la sociedad prehispánica antes de la conquista española.

Si bien el caso de Macha es importante en la elucidación de los principios de


organización de la sociedad aymara, existen otros ejemplos que amplían el
testimonio etnográfico. Uno de ellos es el que presenta Izko (1992) en su estudio
de ayllus, en el departamento de Oruro, y del cual establece un "esquema
modelo" (Figura 4.2). Existen variantes, sin embargo, en los niveles de
integración (Figura 4.3). El ayllu "máximo" de Salinas de Garci Mendoza está
organizado en dos mitades: la mitad de "arriba" incorpora a los ayllus de
Quraqura y Yaritani, mientras que la mitad de "abajo" esta compuesta por los
ayllus Thunupa y Watari; cada uno de estos ayllus está compuesto por un
número variable de "estancias", cada una de las cuales está conformada por
unas 15 familias (Izko 1992:77). El ayllu "mayor" está representado por un
jilaqata.´ (65).

³El ayllu "máximo" de Turco, por otro lado (Figura 4.4) incorpora un nivel adicional
de segmentos sociales y es similar al ejemplo de Macha. Como se puede apreciar
en el esquema, en Turco existe un nivel de ayllus "menores" entre las estancias y
los ayllus "mayores." Bajo estas circunstancias, el ayllu "menor" está representado
por un jilaqata, mientras que el ayllu "mayor" tiene como representante a un mallku.

La naturaleza y el carácter de los distintos niveles de organización política aymara


también se encuentran amplia y sistemáticamente documentados en el estudio de
Silvia Rivera Cusicanqui (1992), en los ayllus de Chayanta (Provincia Bustillos del
Norte de Potosí). En este caso, el complejo sistema de autoridades, con algunas
modificaciones en su terminología, sigue vigente "desde el tiempo de los `chullpa
achachilas' (periodo preinka), según la percepción generalizada de los comunarios "
(Rivera Cusicanqui 1992:113).´ (66).

³Los distintos niveles del ayllu en Chayanta también obedecen a los principios de
reciprocidad, dualismo y jerarquía inclusiva que los ejemplos de Macha, Salinas de
Garci Mendoza y Turco presentan. Aunque en Chayanta ya no existe el nivel
superior (la gran Chayanta marka), los ocho ayllus "mayores"(9), o jach'a
ayllus,se encuentran organizados en forma variable, pero dentro de dos
estructuras jerárquicas principales (Figura 4.5). Cada jach' a ayllu estaba
compuesto por un número variable de sullka ayllus, aunque varios de los jach'a
ayllus han perdido este nivel de organización durante su trayectoria histórica
republicana (Rivera Cusicanqui 1992:103). En la jerarquía de segmentos, los
niveles inferiores están representados por los jisk'a aylius, los cuales pueden
tener hasta dos niveles. En determinados casos, un jisk'a ayllu, denominado
localmente "cabildo" o hatun rancho, puede conformar una sola unidad, y en
otros puede tener otros "ranchos", o juch' uy rancho, como subordinados.´ (66-
67).

³El registro etnohistórico y los datos etnográficos demuestran que los ayllus no
pueden ser reducidos en su definición- simplemente a pequeños grupos de
individuos con descendencia común, o, como Rivera Cusicanqui (1992:102) bien
señala a "simples conglomerados amorfos de familias", pese a que los linajes
son elementos intrínsecos de la dinámica segmentaria que caracteriza inclusive
a las coaliciones de ayllus "mayores." Si se analizan con mayor detalle algunas
de las dimensiones administrativas que caracterizan a los distintos niveles
organizativos del ayllu, se pueden advertir elementos fundamentales del
sistema de mando; autoridad y del personal auxiliar que coadyuva en la tarea de
gobierno; estas características del ayllu, aunque ciertamente no idénticas a las
que debieron poseer los segmentos sociales prehispánicos, tienen una
fundamental trascendencia en la interpretación de la dinámica de integración y
desintegración de la sociedad prehispánica.´ (67-68).

³En los segmentos más simples, cada estancia/pequeña comunidad (pachaka,


en el caso de Macha, y jisk'a ayllu, en el caso de Chayanta) está comandada
por una cabeza política que tiene la suficiente autoridad para mediar los
conflictos entre miembros de las familias; En el caso de Macha, esta figura
política se la conoce como jilanqu (Platt 1987), mientras que en Chayanta se le
asigna con el nombre de ³alcalde´ (10). La Agrupación de varias estancias forma
el ayllu "menor", el cual se encuentra liderizado por un jilaqata. El jilaqata tiene
poderes más amplios que el jilanqu, tanto en el ámbito político como en el
económico. Las facultades que se le asignan al jilaqata le permiten mediar con
otros ayllus en las disputas territoriales; asimismo, el jilaqata supervisa y, en
varios casos, regula el funcionamiento y la recolección del tributo. En varios de
los ayllus "menores", el jilaqata todavía mantiene otra función importante en la
cohesión del grupo y que data de tradiciones antiguas. Esta función es la de
presidir rituales, los mismos que reproducen la "comunidad simbólica" y sus
dimensiones económicas (Izko 1992:83). Por encima de los jilaqatas, de existir
una coalición mayor, se encuentran los mallkus, o Segunda Mayor en su
denominación colonial, Los mallkus constituían figuras poderosas que a través
del tiempo, con la serie de reformas coloniales y republicanas que practicamente
han eliminado las coaliciones mayores de ayllus, han ido perdiendo influencia y
prestigio. En el pasado, los mallkus poseían una riqueza y un poder político y
religioso extenso. Algunos documentos etnohistóricos sugieren que el cargo de
mallku era hereditario y que éstos controlaban, de acuerdo a su partición
(alasaya o majasaya), numerosos ayllus (Rivera Cusicanqui 1978). A la
llegada de los españoles, los mallkus eran las figuras máximas de los
denominados "señoríos", como ser los Pacajes, Lupaqas o Kollas, entre muchos
otros. Sin embargo, algunos registros etnohistóricos dan cuenta de la existencia
de un poder aún más elevado que el del mallku, y que se lo conocía como
Qapac (Platt 1987).´ (68).

³Los españoles, al buscar imágenes de sus propias autoridades en la sociedad


andina, no reconocieron los distintos niveles de organización del ayllu, como
tampoco pudieron identificar las distintas categorías de autoridad. Los españoles
generalizaron el término "cacique" (etimología derivada del área del Caribe,
donde los españoles por primera vez se encontraron con jefes de los grupos
indígenas) o el término "curaca" (del quechua«
(10) Rivera Cusicanqu (1992:1.15-116) señala que esta denominacón es de
origen colonial, siendo que sus funciones se asemejan a las del jilanqu, aunque
en escala menor.

«"señor étnico") y los utilizaron para todo aquél individuo que mostraba
autoridad, sin importar su nivel, en un determinado grupo indígena (Pease
1992).´ (68-69).

³Características importantes y globales en la jerarquía de ayllus son la


coordinación en la explotación de recursos, la movilización del trabajo y la
reciprocidad a través de los ejes sociales verticales y horizontales. Platt (1987)
sostiene que el dualismo político aymara se basa en principios de reciprocidad
entre el mallku y el jilaqata, el jilaqata y el jilanqu, y entre el jilanqu y la base.
La apropiación de territorios, estrategias que los mallku.s y jilaqatas emplean,
tienen el objeto de devolver los beneficios de los mismos a las familias de las
estancias o de las pachakas.. El reclutamiento de la fuerza de trabajo se
encuentra en manos del jilaqata, a quien colaboran un número variable de
ayudantes, entre estos los jiliris (supervisores de campo) y los kamanis
(cuidadores del terreno); de la misma manera, los chinokamanis llevan la
contaduría del ayllu. En el caso de los jisk'a ayllus de Chayanta(11), el jilanqu
es colaborado por una serie de personal auxiliar que facilita las tareas
administrativas; entre este personal se encuentran el qhawasiri (encargado del
cuidado de los cultivos y de la realización de importantes rituales de ofrenda a la
pachamama o los achachilas), el sursi (suplente del jilaqata cuando este
último de encuentra ausente), el irpiri (encargado de proveer bienes específicos
para las ceremonias) y el "cobrador" (encargado de recolectar el tributo de cada
familia), entre otros. Estos cargos designan una función rotativa y no así un
puesto hereditario (Izko 1992:82).

En realidad, todo el sistema de autoridades se ajusta a la percepción que tiene


la sociedad aymara de los ciclos de la naturaleza y a la concepción de
participación colectiva. En esta "democracia" étnica casi todas las familias pasan
por los principales cargos de autoridad. "A diferencia del sindicato o de cualquier
otra forma de democracia occidental-que presupone la existencia de `individuos'
desligados de todo vínculo corporativo o de parentesco-la democracia de ayllu, a
través de su sistema de turnos, permite regular los derechos y deberes de las
familias hacia el ayllu, exigiendo un cumplimiento igualitario, pero acorde con las
capacidades y responsabilidades de las familias" (Rivera Cusicanqui 1992:118).
Las diferencias económicas entre familias son reducidas, siendo que los que
mayor afluencia generan sean los que más inviertan en el grupo; en tal sentido,
la circulación de bienes es extensa a través de las unidades familiares. En esta
reciprocidad, no obstante, que en muchos casos se transforma en
"generosidad", surgen elementos de prestigio que conducen a una diferenciación
de las familias y que eventualmente generan diferencias en el rango económico
y político; es así que los poderosos mallkus pertenecían a linajes específicos y
poseían una riqueza que los separaba de otras familias (Rivera Cusicanqui
1978).´ (69).

³Uno de los aspectos fascinantes del poder social en los ayllu.s es el relacionado
al pronóstico y su alegoría con lo sobrenatural. El yatiri, o "sabio/a" (puede ser
hombre o mujer) es el primer consejero de la autoridad política, ya sea el jilaqata
o el mallku. Los yatiris no están enmarcados en el sistema de parentesco; por el
contrario, éstos son "escogidos" por la naturaleza, ya sea al nacer con cierto
distintivo somático, al haber sobrevivido una terrible enfermedad cuando niños, o
al recibir el impacto de un rayo, y«

(11) Dependiendo del caso (ver Figura 4.5), los jilanqus pueden representar a
los jisk'a ayllus o a los sullk'a ayllus.

«deben adquirir un entrenamiento específico para conocer los procedimientos


rituales y ceremoniales que garantizan al reproducción de los ayllus en sus
distintos niveles (Bastien 1978; Huanca 1989; Izko 1992:82). Los rituales y las
ceremonias, como mecanismos de integración social, consumados en la
manipulación de principios de organización compartidos (e.g., dualismo,
reciprocidad) tienen un significado muy amplio en la presente discusión acerca
de la dinámica de integración y desintegración de la sociedad prehispánica
andina.´ (69-70).

³El ayllu, por otro lado, tal como se indica en determinados documentos
etnohistóricos, también podía adquirir otras dimensiones. Existen informes
coloniales que dan cuenta de la presencia de ayllus especializados en
determinada artesanía (Julien 1982:130; Wachtel 1986:285). En la Relación de
la Provincia de los Pacajes, Mercado de Peñaloza ([158311965) anota que
Guaqui era un centro de manufactura cerámica, dando cuenta de la presencia
de ayllus de especialistas en el Valle Bajo de Tiwanaku. Un aspecto que aún no
se ha establecido, no obstante, es el nivel de especialización; es decir, si es que
el ayllu "mínimo", el ayllu menor o, inclusive, el ayllu "mayor" era la unidad de
especialistas.

Si bien el ayllu, en sus distintos niveles de organización, se caracteriza


principalmente por una jerarquía al servicio de la colectividad, la marka
constituye el elemento más elocuente de este principio, no solamente porque en
ella convergen varios ayllus, sino porque en su estructura se integran varias
identidades étnicas, tal como lo demuestran, por ejemplo, las markas de
Tiwanaku, Guaqui y Machaqa.

Datos etnohistóricos que substancian una composición jerárquica inclusiva de


las markas se encuentran en los documentos que Marti Parssinen (1992:351-
362) presenta. El documento de García de Paredes (1594) da cuenta de la
forma en que Guaqui estaba estructurada. Esta marka se encuentra ubicada en
las cercanías de la ribera sureste del Lago Titicaca y conforma el límite oeste del
Valle de Tiwanaku. Desde los primeros años de la Colonia, Guaqui era uno de
los cinco repartimientos más importantes de la provincia Pacajes. Guaqui
también era conocida como una "cabecera" por los españoles y se encontraba
dividida en cuatro sectores, cada uno compuesto por cuatro ayllus y
representado por un lider (Figura 4.6). Cada ayllu, por otro lado, tenía su propio
representante. Lo más significativo de este documento es que da cuenta de la
composición multiétnica de Guaqui. Aunque esta estructura había sido descrita
en forma general por Mercado de Peñaloza ([158311965), una década antes, la
"visita" de García de Paredes a Guaqui es bastante precisa en la descripción de
los aylius. El sector de "arriba" estaba compuesto por dos mitades, una de
aymaras y otra de urus. De igual manera, el sector de "abajo" estaba compuesto
por cuatro ayllus aymaras y cuatro ayllus urus. Como se aprecia en la Figura 4.6,
inclusive se menciona los nombres de los ayllus. Dos de los mismos todavía
mantienen cierta relación con comunidades que en la actualidad se encuentran
en las cercanías de Guaqui. Estas son Arcato, hoy denominada Arcata, y
Sulcata, conocida hoy como Sullkata. Aunque estos detalles son ciertamente
significativos, muy poco se da a conocer acerca de las actividades económicas.
Lo más factible es que estos ayllus hayan tenido tierras en las cercanías de la
antigua marka de Guaqui, tal y como se colige de los memoriales y denuncias
que efectúa a comienzos de siglo el jilaqata, y luego cacique-apoderado,
Prudencio Kallisaya (Mamani 1991:70).´ (70).

³De igual manera, la marka de "Tiahuanaco" (Tiwanaku) estaba compuesta por


diez "rancherías" (entiéndase ayllus) (Paredes 1955), divididos en las dos
mitades tradicionales (Ponce 1971b; 1972). El documento que Ponce (1971b)
utiliza data de 1547, y como se puede apreciar en la obra de Bandelier (1911),
estos principios de organización (diez ayllus divididos en dos mitades) aún
estaban vigentes a comienzos del presente siglo.´ (70-71).

³Otro caso ejemplarizador de la convergencia de ayllus en un núcleo poblacional


es la marka de Machaqa (Choque 1990). Con base en los datos que dejó la
visita de Toledo en 1573, Choque (1990:1(6} señala que Machaqa estaba
dividida en dos mitades; la de "arriba" (Machaqa la Chica), compuesta por
aymaras y urus, y la de "abajo", también conformada por pobladores aymaras y
urus. Pese a que el documento de Toledo no da cuenta de los ayllus que
componían esta marka, las visitas posteriores muestran que Machaqa estaba
conformada por doce ayllus(12) . Este número se mantuvo constante hasta 1953
(Choque 1990:111). Estos ayllus estaban divididos jerárquicamente (Albó 1972),
"De modo que, las dos parcialidades representan a dos cuerpos humanos con
sus respectivas cuatro partes: p'iqi (cabeza), kalachi (hombro), cuerpo o janchi
(tronco) y kayu (pie). Esta forma de estructurar la conformación de ayllus, se
debe entender que tiene una función ideológica y se realiza a través de la
ceremonia como manifestación de la cohesión social y política de la marka o
comunidad de Jesús de Machaqa" (Choque 1990:113).´ (71-72).

³Varios de los elementos que caracterizan a los ayllus y a las markas adquieren
un profundo significado en la interpretación del registro arqueológico. Como bien
se ha indicado anteriormente, no se pretende proyectar directamente hacia el
pretérito las formas que el ayllu y la marka adquirieron durante cl siglo XVI y en
las subsiguientes centurias. Lo que si tiene implicancia para la interpretación
arqueológica son los principios de organización que caracterizan a estas
estructuras. Como muchos de estos ejemplos demuestran, el ayllu y la marka,
en sus principios de organización (contenido) han sobrevivido casi cinco siglos
de imposición cultural, tan ajena a sus tradiciones pero que no ha podido borrar
la coherencia de las estrategias sociales andinas que se remontan no solamente
unas centurias en el pasado sino que tienen sus raíces en un proceso milenario
de desarrollo.

Naturalmente que el cuadro que se ha reproducido de los ayllus y de las markas


no debe ser tampoco considerado como el único panorama estructural. Es decir,
que la variabilidad ha tenido que ser también un componente intrínseco de los
ayllu.s y markas, dependiendo de las circunstancias sociales y de las regiones y
sus recursos. Sin embargo, los denominadores de ambas hacen posible que
éstas sean reconocidas como "agrupaciones de naturaleza segmentaria y con
base territorial, que poseen niveles organizativos crecientemente inclusivos y
englobantes, conforme a la dinámica segmentaria tradicional" (Izko
1986,1992:72). (13) De esta definición y de los ejemplos que se han presentado,
surge el concepto de "jerarquía inclusiva", para caracterizar aquellas unidades
sociales que conforman autonomías locales pero que pueden formar coaliciones
y de esta manera ampliar el nivel de integración así como la estructura
jerárquica.´ (72).

³Varias interrogantes surgen dentro de este marco de referencia. ¿Cómo


coordinaba el sistema político la producción? ¿Cómo y por qué surgen las
figuras del jilaqata y del mallku, cuando en el ayllu "menor", ayllu "mayor", o la
confederación, las familias tienen acceso a distintos recursos? Las explicaciones
acerca del surgimiento de la autoridad política institucionalizada se encuentran
lejos del enfoque del presente estudio. Sin embargo, algunas características
importantes pueden ser identificadas en el caso de los ayllus y markas. Parte de
la respuesta está vinculada a la producción de un excedente, el mismo que
requiere de un sistema de redistribución. La otorgación del excedente«

(12) Aunque el Memorial de Gabriel Fernández Guarachi (1661) da cuenta de la


presencia de catorce ayllus, que incluye a Jilatíti, Sullkatiti, Ch'ama, Wawatata (y
Achuma), Kuypa, Parina, Qulliri, Qhunqhu, Challaya, Qalla, Yawriri, Challaya
Titik'ana, Tukari Titik'ana y Janq'ujaqui, Choque (1990:108) señala que algunos
de estos ayllus están repetidos, siendo que el verdadero numero de ayllus
alcanza a doce.

(13) En esta definición que Izko da del ayllu, he ampliado su significado para
caracterizar también a la marka. Es así que he utilizado el plural en esta cita.

«dentro de la sociedad aymara significa la concesión de determinados bienes a


miembros del orden jerárquico político, esperando de ellos la generosidad del
servicio recíproco. Tal y como Platt (1987:98) indica, "La jerarquía estaba
paradógicamente al servicio de la igualdad." La redistribución, como acto de
reciprocidad, integra el poder político a nivel regional y permite el mantenimiento
del sistema jerárquico en su conjunto. Mediante la integración política,
especialmente en áreas de alta diversidad ecológica, surge, un refinamiento en
la eficiencia y la estabilidad del sistema económico (Brumfiel 1987). La
regulación del excedente quizás fue originalmente el resultado, de la integración
de varias zonas productivas, pero no fue la razón por la cual, inicialmente, se
integraron diversas zonas ecológicas. El control de múltiples zonas productivas,
en distintas regiones, fue, originalmente, un aspecto fundamental en el manejo
de los factores de riesgo que presenta una determinada zona. La estrategia de
la complementación ecológica se basa en el establecimiento y el mantenimiento
de vínculos con grupos sociales en diversas regiones para compartir el riesgó
(Mazuda et ál. 1985). Estrategias auxiliares involucraron la intensificación local
de la producción agrícola y la creación de medios para almacenar varios
productos (Browman 1987). Una función importante del ordenamiento jerárquico
de los ayllu.s es la coordinación en la explotación y la redistribúción de los
recursos. Como se señaló anteriormente; si es que se da el caso de la
apropiación de tierras por parte del jilaqata o del mallku, éstos deben retornar
beneficios a las bases.´ (72-73).

³¿Cómo se relacionan óstos principios de organización política y económica pre-


inkaicos con la sociedad Tiwanaku y con sus ancestros? ¿Existieron similares
estructuras a las de los ayllu.s y las márka.s en el sistema organizativo de
Tiwanaku, o es que el surgimiento de hegemonías mayores excluyó la vigencia
de estos módulos sociales?

Todas estas interrogantes adquieren mucho mayor significado cuando; en primer


término, sé examinan los modelos que hasta el presente se han formulado en la
arqueología para explicar la sociedad prehispánica, y cuando; en segundo
término? se evalúan los datos arqueológicos que la prospección regional del
Valle de Tiwanaku nos brinda: Hasta este punto en la discusión del significado
que tienen los documentos etnohistóricos y los datos etnográficos, se han
presentado aquellos aspectos de la organización tradicional andina que
consideró esenciales en la formulación de alternativas de explicación. Esto
debido a que durante los 90 años de investigaciones arqueológicas en los Andes
centro-sur, nuestro conocimiento acerca de la trayectoria evolutiva:de la
sociedad prehispánica, en general, ha seguido modelos fijos de evolución social,
derivados de la historia europea, que han sido transplantados hacia un contexto
histórico andino, imponiendo de esta manera, patrones rígidos que no nos han
permitido ver y entender la variabilidad de la organización social que se
desarrolló en esta parte de América. En este sentido, los estudios acerca del
origen y evolución del "Estado" andino han seguido, y en muchos casos
recreado, un modelo que engrandece e idealiza una forma de gobierno
altamente centralizada y burócrata, basada estrictamente en la clase social y
mantenida por un monopolio del control por la fuerza. Debido a la tendencia a
aceptar esta visión, creada en occidente, varias dimensiones importantes de la
organización social prehispánica han quedado en la penumbra. Pasemos,
entonces, a ver los argumentos de algunos de estos modelos.´ (73).

 i  i ë¬  ¬ r¬¬


   ¬

³Pese a que varios investigadores, de una u otra manera, han presentado varios
modelos de la organización política y económica de Tiwanaku (Albarracin-Jordan
1991, 1992; Albarracin-Jordan y Mathews 1990; Browman 1978, 1980, 1985;
Kolata 1986, 1991, 1993; Lynch 1983; Nuñez y Dillehay 1979; Ponce 1972,
1975a), se ha optado por discutir aquellos que hacen referencia al área nuclear.
A este listado se deberían añadir los trabajos de Clark Erickson (1987, 1988,
1993) en el sector vecino de Huatta, departamento de Puno (Perú), y los de
Gray Graffam (1990, 1992) en la Pampa Koani, principalmente debido a sus
hipótesis en relación a la organización social de producción. Para varios de
estos modelos, se ha buscado un determinado rótulo que sintetiza la posición
teórica del investigador.

 
 5 
 (5

Una de las prioridades del Centro de Investigaciones Arqueológicas en


Tiwanaku (CIAT), durante finales de los 1950s y la década de los 1960s, fue la
de reconstruir el panorama monumental del núcleo ceremonial de Tiwanaku.
Con base en las excavaciones del CIAT, Ponce (1961, 1964) estableció una
secuencia de desarrollo cultural, la cual estaba compuesta inicialmente por cinco
periodos, los mismos que posteriormente pasaron a formar parte de un esquema
más amplio que Ponce dividió en tres estadios; un primer nivel aldeano, un
segundo nivel estatal, y un tercer nivel imperial. Gran parte de las
reconstrucciones cronológicas se basaron, asimismo, en las excavaciones del
sector ceremonial; algunos datos de sitios Tiwanaku en otras regiones fueron
utilizados como elementos auxiliares.
Según este modelo, de su modesto y simple inicio, durante las primeras diez
centurias antes de Cristo, Tiwanaku pasó a ser una verdadera metrópoli
alrededor del segundo siglo de nuestra era. Esta transformación habría sido
abrupta. Siguiendo el clásico modelo de Gordon Childe(14) (1934), la "revolución
urbana" en Tiwanaku habría generado una cadena de transformaciones. Este
proceso (aunque más parece sugerirse un evento), supuestamente, se cristalizó
en el surgimiento de un aparato estatal, múltiples estratos sociales y una
especialización artesanal. Como resultado de esta revolución, la población
habría crecido considerablemente.´ (74).

En este modelo el principal factor es el surgimiento de la ciudad, resultado del


cual se crean todos los demás elementos que caracterizan al Estado. En
ninguna parte de los supuestos que se efectúan acerca de esta conmoción que
sacudió al Valle de Tiwariaku se dan pautas acerca de la naturaleza del área
ceremonial; si es que éste ya existía o si la creación de tal dió lugar al inicio de
un poblado extenso. Tampoco se dan razones por las cuales habría tenido que
surgir un centro urbano en medio del valle. Por otro lado, Ponce (1975a:21)
sostiene que Tiwanaku, a mediados del siglo VIII, se convirtió en imperio
mediante mecanismos militares. El área rural habría estado conformado por«

(14) En su libro New Light on the Most Ancient East, Childe sostiene que dos
grandes revoluciones ocurrieron en la historia y que tuvieron tanta importancia
como la Revolución Industrial. La "Revolución Urbana" habría resultado en el
surgimiento de una tecnología más productiva y un incremento massivo en la
población. Bruce Trigger (1989:253) señala que Childe sobreestimó el nivel de
especialización, industria, intercambio y comercio que las ciudades del Cercano
Oriente habían desarrollado.

«"comunidades" (sic) campesinas, con sus moradas dispersas entre pequeños


campos de cultivo.´ (74-75).

 
 5

 5

³David Browman (1984) es el investigador que expone este modelo, y que pese
a aproximarse a un esquema adaptacionista sus argumentos convergen en un
postulado de orden económico. En la tesis de Browman, el establecimiento de
redes de intercambio habrían resuelto las dificultades de una estrategia basada
en el "control de un máximo de pisos ecológicos" (Murra 1972, 1975).
Browman(15) (1984:123) sostiene que la implantación de colonias en diversas
zonas ecológicas era "impráctico para la gente que vivía en medio altiplano,
debiéndose encontrar otros mecanismos para obtener los recursos necesarios."
En tal sentido, los pobladores altiplánicos tuvieron que convertirse en hábiles
comerciantes y artesanos. Tiwanaku, un centro de intercambio, se habría
convertido, de esta manera, en centro industrial. Su influencia política se debió
expander merced a una creciente demanda de sus productos. El surgimiento de
una extensa red de intercambio debió, asimismo, estar íntimamente ligado a un
sistema extenso de caravanas de llamas. El modelo "altiplano" busca explicar el
surgimiento de Tiwanaku, alrededor del siglo V, mientras que el modelo
"archipiélago" ha sido mayormente utilizado para ejemplarizar las estrategias
socioeconómicas de los grupos post-Tiwanaku. Aunque nadie duda que las
llamas desempeñaron un rol importante en las economías de las sociedades
andinas, este modelo no presenta una explicación de los principios de
organización que regían el sistema.

 
* 5    ¬ 
65

Este modelo ha sido presentado en los trabajos que Alan Kolata (1985,198b,
1987, 1989, 1991, 1993) realizó, principalmente, en Pampa Koani y
secundariamente en Tiwanaku, aunque el rótulo que aquí se utiliza para
sintetizar su posición no ha sido utilizado como tal en sus publicaciones. La
formulación de este modelo deriva de las inferencias que se efectúan acerca de
la organización de la producción agrícola. La gran extensión de campos
elevados de cultivo que se encuentra en Pampa Koani es un testimonio de los
conocimientos agrícolas del pasado y su potencial productivo.´ (75).

³Kolata (1991) mantiene que los camellones habrían sido construidos


inicialmente durante épocas pre-Chiripa (Periodo Formativo Temprano), y que
"La unidad máxima de la organización social de estos campesinos fue
probablemente el ayllu, basado territorialmente en pequeños villorios y aldeas
(con un espectro entre aproximadamente 10 a unos cuantos centenares de
personas)" (Kolata 1991:113, 1993:215). Esencialmente, el ayllu es percibido
como un pequeño grupo corporativo sin cargos políticos institucionalizados o
burocracias organizadas. De acuerdo a Kolata (1991:115), a medida que la
complejidad social fue incrementándose, la fuerza de trabajo para construir
amplios complejos de camellones fue extraida "por las autoridades centralizadas
del Estado Tiwanaku en la forma de corvée y mediante un mecanismo«

(15) Las traducciones de las citas de las obras de Browman (1984), Erickson
(1987), Graffam (1990) y Kolata (1991, 1993) son del autor.

«similar al del sistema de la mita Inka." En una obra más reciente, Kolata
(1993:228) señala que, "Pese a que la construcción inicial y pionera de los
campos elevados fue probablemente el producto de un orden social autónomo y
descentralizado, la subsiguiente reconstrucción de la llanura de Koani en un
sistema regional de producción agrícola bajo la hegemonía de la élite de
Tiwanaku en el periodo entre 400 a 900 D.C. motivó la movilización periódica y
la coordinación de una fuerza de trabajo substancial no-residente." La
apropiación de tierras por parte del Estado Tiwanaku no hacía otra cosa que
expropiar áreas de cultivo para generar el excedente necesario y de esta
manera sostener los centros urbanos y su burocracia administrativa. La principal
característica del modelo es que la producción agrícola en camellones "apunta
hacia la presencia de una mano administrativa que va más allá del villorio
autónomo o los grupos de ayilus" (Kolata 1991:115,1993:223); se infiere que el
ayllu, durante el primer milenio antes de nuestra era, consitutía un grupo de
familias relacionadas mediante el parentezco, que tenían tierras de propiedad
común, que derivaban su descendencia de un ancestro común, y que era una
formación social pre-estatal, cuyo funcionamiento se basaba en el consenso de
la comunidad y no así en cargos políticos atribuidos; además, no existían clases
sociales y tampoco una estructura compleja de orden político (Kolata
1993:215; énfasis añadido).´ (75-76).

³Es importante resaltar que en esta interpretación de la organización social


andina no se efectúa mayor diferenciación de los ayllu.s en sus distintas
jerarquías y tampoco se explora la naturaleza de los principios de organización
política. Como se advierte en la definición genérica que se hace del ayllu, no
existe más que una percepción unidimensional de su forma y de su contenido.
Es así que en la interpretación de la sociedad prehispánica de hace unos 3000
años se proyecta el ayllu en forma directa. Esta proyección es evidente cuando
se indica que "Esto no quiere decir, sin embargo, que el universo cultural de
estos grupos corporativos basados en el parantesco era primitivo o limitado. A
juzgar de las descripciones etnográficas contemporáneas del altiplano, estos
ayllu rurales disfrutaban de una comunicación substancial y un intercambio
social en distancias considerables, concibiendo su interacción en términos de
acciones rituales complejas y cíclicas, basadas en una ideología compartida
(Bastien 1978; Abercrombie 198b)" (Kolata 1993:215). Es decir, que para
Kolata el ayllu actual, definido en forma genérica, corresponde exactamente a la
unidad social de hace tres milenios atrás.´ (76).

 
3 0     
5

³Las características de este prototipo están enraizadas en los trabajos de Clark


Erickson (1987, 1988) en el área de Huatta, del departamento de Puno (Perú) y
los de Gray Graffam (1990, 1992) en Pampa Koani. Las excavaciones de
segmentos de campos elevados de cultivo, en este caso camellones, y sitios
asociados, en Huatta, demuestran que estos campos agrícolas tuvieron distintas
fases de contrucción. Con base en fechados de termoluminescencia, Erickson
identificó dos. Durante la primera fase, los camellones fueron construidos entre
el 600-800 A.C., y durante la segunda, éstos fueron trabajados entre el 1300 y
1500 D.C. Erickson (1987) concluye que la primera fase era, sino
contemporánea, algo más temprana que Pucará. Con el colapso de Pucará,
alrededor del 200 D.C., los camellones dejaron de ser utilizados. Erickson
interpreta este abandono cómo el resultado de un cambio en la supremacía
política, de Pucará, en el norte de la Cuenca del Titicaca, a Tiwanaku, en el
sector sur. Al parecer, el área de Huata estuvo despoblada durante los periodos
Tiwanaku. En contraste con la posición de algunos investigadores (Harrison y
Turner 1978; Kolata 1986,1987, 1989, 1991, 1993: Turner y Denevan 1985),
quienes sostienen que los camellones requieren de una inversión de trabajo
intensa y compleja, Erickson afirma que en el altiplano, con la ayuda de la
chaquitaqlla, un campesino puede construir un metro cúbico por hora de un
segmento de camellón; en este sentido, la inversión de trabajo no es tan grande
como se supone. Debido a la supuesta sofisticación del sistema, se había
argumentado que una administración centralizada era necesaria para la
planificación de los campos y su manejo (Harrison y Turner 1978; Kolata 1986,
1991, 1993). Los hallazgos de Erickson, por el contrario, demuestran que las
familias, con reducido número de individuos, manejan eficientemente esta
tecnología. Este modelo propone que el ayllu, definido por Erickson (1987:381)
como "un grupo con tenencia local de la tierra" habría sido la unidad
sociopolítica que habría construido y mantenido los sistemas de camellones.´
(76-77).

³En forma similar, los trabajos de Graffam (1990,1992), en Pampa Koáni,


testimonian que la agricultura en camellones no depende del surgimiento o del
colapso de sistemas complejos de organización política. Graffam se centra
principalmente en la organización social ulterior a la desintegración de Tiwanaku,
llegando a la conclusión que el trabajo comunal habría sido la base, más que
suficiente, para llevar adelante exitosamente el cultivo en camellones; además,
habría sido "la fuerza del sistema del ayllu la que posibilitó la función del sistema
sin autoridad formal (Graffam 1990:253; énfasis añadido). Se aprecia claramente
que en la formulación de este modelo, el ayllu también es utilizado en forma
genérica, sin desarrollarse un marco de referencia más amplio de la dimensión
política y de la dinámica segmentaria que alcanzan los ayllus.

Los distintos modelos que hasta aquí se han sintetizado guardan directa relación
con los resultados del presente trabajo. En tal sentido, éstos serán evaluados
una vez que los datos de la prospección regional y de las excavaciones sean
presentados. De esta manera se podrán contrastar las propuestas y diferenciar
sus posibilidades dentro de los parámetros de la evidencia arqueológica.´ (77).

¬ 
"

r   r   4 #4###$"## 4¬4

0Pese a la existencia de numerosos sitios del Pleistoceno Tardío en


Sudamérica, la controversia acerca de la antigüedad del ser humano en el
continente sigue siendo motivo de intenso debate en la arqueología (Dillehay
1985, 1989, Dillehay y Collins 1988; Dillehay et e1.1992; Lynch 1974,1990;
MacNeish 1976; Schobinger 1969; entre otros). Hace aproximadamente unos
10.000 años, los Andes centro-sur se caracterizaban por un clima relativamente
frío y seco, el mismo que fue posteriormente sustituido por un episodio
moderadamente húmedo y cálido; este episodio se ubica entre 7500 y 5500
años antes del presente (A.P.) (Graf 1981). Los resultados de los estudios
paleohidrológicos dan cuenta de la presencia de índices de evaporación
elevados en el Lago Titicaca entre 7700 y 3650 A.P., asociados a cambios
globales durante el Holoceno, lo cual originó un declinamiento de
aproximadamente 50 m en el nivel de las aguas (Wirrmann y de Oliveira 1987;
Wirrmann, Ybert y Mourguiart 1991). Esta reconstrucción amplia provee algunas
pautas acerca del escenario en el que los primeros pobladores del Valle Bajo de
Tiwanaku tuvieron que desempeñar sus actividades. La fase fría y seca, entre
los 10.000 y 7500 A.P., probablemente estableció un límite para la ocupación
humana, relegando la misma a sectores no influenciados por los glaciales. En tal
sentido, el Valle Bajo de Tiwanaku, a una altura promedio de 3830 m, habría
sido un lugar casi inhóspito, quizás con la excepción del sector lacustre. Este se
habría constituido en importante fuente de recursos para grupos de pescadores,
cazadores y recolectores. En otras regiones de los Andes, como ser la puna de
Junín y el Valle de Ayacucho (Perú), existe evidencia de la presencia de grupos
de cazadores y recolectores hace unos 6000 A.P. Estos grupos habrían cazado,
y probablemente controlado, camélidos (Wing 1978).

Dos hallazgos aislados son los únicos elementos que sugieren la posibilidad de
una actividad cazadora en el valle, incluyendo el valle bajo y el sector central
(Mathews 1992). LV-e fue encontrada en el costado de una quebrada, y LV-g fue
hallada en una de las laderas de las montañas del sur (Figura 5.1).

Pese a que en los sitios LV-19 y LV-169 sólo se encontraron artefactos líticos en
la superficie, es prematuro afirmar que éstos representan asentamientos del
Periodo Precerámico. Al presente, desafortunadamente, aún no se han
efectuado estudios líticos comparativos en el Valle de Tiwanaku. Las únicas
apreciaciones generales que se pueden hacer.de los artefactos recolectados son
de índole comparativo con otras regiones de los Andes. De esta manera, se
advierten determinadas características entre LV-e y una de las las puntas de la
Cueva Fell (Bird 1969), y entre LV-g y las puntas foliáceas encontradas en
:Junín, Perú (Lavallé y Julien 1975).´ (78).

³La cantidad limitada de los hallazgos pertenecientes a un periodo anterior a los


grupos sedentarios en el valle hace difícil la evaluación de las características del
asentamiento en la región; es, por esta razón, que este corto comentario
solamente se limita a una comparación tipológica, quedando todavía varias
interrogantes por resolverse. No se puede afirmar si es que durante el periodo
entre 10.000 y 7000 A.P., que correspondería al Periodo Arcaico Temprano y
parte del Arcaico Medio (Santoro 1993), se dieron patrones estacionales en la
explotación de recursos. Un aspecto que si es significativo, sin embargo, es que
durante el Periodo Arcaico Tardío (60()0-3500 A.P.) el nivel de las aguas del
Titicaca habrían estado a unos 50 metros por debajo de su nivel actual,
infiriéndose que el "Lago Menor" no habría existido como tal. Tomando en
cuenta estas circunstancias, y de haber existido sitios del Arcaico Tardío en las
cercanías del antiguo margen del Titicaca, éstos estarían actualmente bajo las
aguas.´ (79).

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0La escasa evidencia que existe en el valle bajo acerca de la ocupación humana
durante el Precerámico contrasta con el testimonio arqueológico de los primeros
grupos que tuvieron en su bagaje cultural a la producción cerámica. Esta
característica no es, sin embargo, la primordial en la definición de una nueva
etapa en el desarrollo de la sociedad andina. Hace aproximadamente unos -
3500 años atrás, los segmentos sociales que habitaban en las inmediaciones del
Lago Titicaca empezaron a formar núcleos estables sedentarios y a producir y
depender de un amplio espectro de plantas domésticas (Browman 1981).

Los resultados de las investigaciones palinológicas y limnológicas que se


efectuaron en Pampa Koani, ubicada a escasos 12 km al norte del Valle de
Tiwanaku, dan cuenta que los paisajes lacustres, hace unos 2000 años, eran
similares a los que actualmente prevalecen (Leyden 1987; Ybcrt 1991). A la luz
de estos estudios, se puede colegir que la distribución de microambientes en el
Valle de Tiwanaku era también similar. Sin embargo, los datos osteológicos de
las excavaciones en el sitio LV-174 (Allkamari) muestran la presencia de
camélidos, venado andino y viscacha, lo cual sugiere un contraste en el tipo de
fauna que hoy se encuentra en el valle. Esta diferencia tiene ilación directa en
las interpretaciones de las estrategias de subsistencia que caracterizaron a este
intervalo. Otra importante diferencia que debe ser tomada en cuenta es la
referida a la Zona de Terrazas (TZ). Reconocida actualmente como un espacio
donde la transformación cultural de las pendientes, en épocas prehispánicas,
creó un microambiente particular, toda su extensión no puede ser atribuida a los
grupos de este periodo. Es probable, como se discute posteriormente, que el
uso de terrazas y andenes agrícolas haya sido un componente del sistema
económico productivo de la sociedad del Periodo Formativo. En todo caso, la
ubicación de sitios de este periodo en la denominada Zona de Terrazas (TZ)
sirve principalmente un propósito referencial.´ (80).

0Tomando como base los trabajos previos en Chiripa (Bennett 1936; Browman
1978b, 1981; Layman y Mohr 1965; Mohr 1966; Mohr Chávez 1988), varias
similitudes han sido identificadas entre la cerámica de este sitio y la que se
identificó en varios yacimientos arqueológicos del valle bajo(16). La denominada
Fase Llusco (Browman«

(16) En el presente trabajo, se toma el esquema de Mohr Chávez [1988j, quien


divide el periodo Formativo en tres fases: Temprana (1400-900 A.C.), Media, o
también referida aquí como Intermedia (900-600 A.C.) y Tardía (600-«

1981:413), ubicada entre el 850 y el 500 A.C., se caracteriza, aparentemente,


por la manufactura de ceramios con variedades bícromas y con desgrasante
de fibra vegetal. Es principalmente esta clase de cerámica la que con mayor
frecuencia se encuentra en varios sitios del valle. Sin embargo, esto no
significa la ausencia de otras variedades cerámicas durante el Periodo
Formativo. Por el contrario, existe un espectro significativo de expresiones
cerámicas que demuestran la variabilidad de los grupos alfareros tempranos
que se asentaron en el área.´ (80-81).

¬¬

³Uno de los atributos diagnósticos de la cerámica Chiripa es la inclusión de


fibra vegetal, como desgrasante, en la pasta. Si bién este atributo es
caracterizado por Browman (1981) como distintivo de una de las fases de
desarrollo de la cultura Chiripa, los datos que Karen Mohr Chavez
(comunicación personal) ha procesado de las investigaciones de A. Kidder en
el sitio dan cuenta de la presencia de temperante vegetal en la cerámica de
varios estratos que Kidder excavó. Por otra parte, la cerámica que se
identificó en los distintos estratos excavados en el sitio de Allkamari, en el
valle bajo, demuestra que la inclusión de fibra vegetal en la cerámica habría
caracterizado a fases más antiguas de las propuestas por Browman.

Los pastos que se utilizaron como desgrasante eran el iru-ichu (Stipa


pungens), y el ichu (S. ichu) (Layman y Mohr 19b5). Otras inclusiones que
se advierten en algunos casos son arena y fragmentos de cuarzo; estos
últimos tienden a caracterizar ceramios de paredes gruesas. La presencia de
mica es muy rara. La pasta, en general, es de color café oscuro, rojó oscuro o
negro. Las paredes de los ceramios son irregulares aunque existen algunas
piezas que denotan paredes delgadas y regulares, principalmente en
cuencos. El quemado de las piezas indica una atmósfera reductora. El
tratamiento de la superficie se caracteriza, principalmente, por el bruñido,
pese a que también se evidencia el pulido de algunas piezas; la decoración,
no muy frecuente en los materiales que se identificaron durante la
prospección, se basa en el pintado de motivos geométricos con colores crema
y/o negro sobre un fondo rojo o café. Ejemplos de algunos fragmentos Chiripa
que se identificaron en el valle están ilustrados en las Figuras 6.1, 6.2 y 6.3.

La cerámica descrita por Ponce {1971} y atribuida al intervalo entre los ca.
1580 A.C. y el 43 D.C. {Ponce 1980:30}, se caracteriza por una pasta
blanquecina. Elementos típicos de la decoración son figuras geométricas
incisas pintadas. Un atributo característico de ésta es también el asa
horizontal. Algunos fragmentos que guardan cierto parecido con esta
cerámica están representados en la Figura 6.4.´ (81).

______________________________________________________________

100 A.C.). Esta división es similar a la que Browman (1981,1987b, n.d.) efectúa,
dividiendo el Formativo en Fase Condori (1300-850 A.C.), Fase Llusco (850-600
A.C.) y Fase Maman¡ (600 A.C.-50 D.C.). Coincido con Browman que la fase
tardía se extendió hasta la primera centuria de nuestra era, cuando se empiezan
a gestar algunos importantes cambios en la Cuenca del Titicaca . En tal sentido,
la fase tardía tendría una extensión del 600 A.C. al 100 D.C.

(17) El término "desgrasante" se refiere a la inclusión que tiene la arcilla o al


elemento intencional que el ceramista hace en la pasta del ceramio con objeto
de darle mayor plasticidad y de "neutralizar" el impacto térmico que causa el
quemado de las piezas y la posible ruptura de las mismas (Sinópoli 1991).
También puede tener una cualidad específica en las paredes del ceramio,
añadiéndole porosidad al mismo. El "desgrasante", también referido como
"temperante" en la literatura arqueológica, puede ser arena, mica, fibra vegetal,
concha, tiestos de cerámica, hueso fragmentado, etc.

________________________________________________________________

³Estos dos grupos cerámicos, reconocidos en previas investigaciones, sirvieron


como elementos diagnósticos en la asignación de sitios que muestran dichos
componentes. No cabe duda que estos parámetros comparativos restringieron,
inicialmente, el reconocimiento de un espectro de variantes cerámicas del
Periodo Formativo en el valle, situación que, con los datos de las excavaciones,
pudo esclarecerse.

No se puede obviar que el lapso de tiempo que el Periodo Formativo abarca es


significativamente amplio y que toda apreciación acerca del asentamiento
humano durante esta extensión de tiempo ha de ser bastante general. No se
puede asociar la dimensión espacial del patrón de asentamiento del Periodo
Formativo con un determinado momento histórico. El milenio y medio que abarca
este espacio no puede reducirse a una sola configuración. La identificación de
"grupos" de asentamientos debe ser tomada con cautela. Por otro lado, pese a
existir una cierta debilidad en el control cronológico, las referencias de
distribución de los sitios son indicadores muy importantes de las estrategias de
substistencia y de las diferencias culturales, al menos en cuanto a la dicotomía
que se advierte en la ubicación de sitios con cerámica Chiripa y sitios con
variantes cerámicas locales

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     ‘

/$**

El sitio está ubicado entre dos pequeños cerros, uno de ellos conocido como
cerro Pukara, en el sector norte del valle. El acceso al sitio se limita a los
sectores sur y oeste, debido a que quebradas profundas marcan los límites este
y norte. No se aprecian estructuras en la superficie, pero el área donde se
encuentran dispersos tiestos de cerámica y líticos abarca aproximadamente 0.8
ha. El componente Formativo cubre toda la extensión del sitio. Al parecer, el
lugar fue escogido por su ubicación estratégica, no solamente porque puede
haber tenido funciones defensivas, sino porque desde la cima se tiene una vista
panorámica del Valle de Tiwanaku así como de la Pampa Koani.

/$73 

 

En forma similar a LV-33, el sitio está ubicado entre quebradas; el acceso se


encuentra en el sector noreste. La plataforma y la ligera pendiente sobre las
cuales se extiende el sitio cubre un área de 0.4 ha. Las densidades del material
cultural en la superficie, en determinados sectores del sitio, son elevadas. Al
igual que en el sitio LV-33, los artefactos líticos, entre ellos puntas de proyectíl,
raspadores y fragmentos de batanes, son frecuentes. Aunque no se observan
con claridad restos de estructuras, existe un delineamiento rectangular
(aproximadamente 60 x 40 m) sobre la plataforma. También se observan
promontorios de piedras en los márgenes del sitio y un pequeño montículo en la
parte sur.´ (86).

³Con una elevación de 4000 metros, este sitio es uno de los de mayor altura en
la región. En forma contraria a la disposición de LV-33 y LV-174, no existen
quebradas que demarquen los límites del sitio. La dispersión de material en la
superficie se expande sobre una extensión aproximada de 0.09 ha. El material
está distribuido por sectores, y se presenta en densidades medias y altas. No
existen evidencias de estructuras, aunque se identificaron fragmentos
considerables (30 x 30 cm) de barro quemado que al parecer pudieron servir
como unidades de construcción. Se pudo advertir que la cerámica del sitio
contiene un gran porcentaje de desgrasante de fragmentos de cuarzo.

/$#"

El sitio está ubicado a unos 300 metros al este de LV-33. Las densidades en
la distribución del material de superficie, sin embargo, no son tan altas como
el sitio vecino y están restringidas a la ladera sur del cerro Pukara. El sitio
tiene una extensión de 0.15 ha. Debido a la presencia de bastantes huesos
humanos, es factible que éste haya sido un sitio funerario.
/$*77

Casi a 4000 metros de altura, el sitio está demarcado por quebradas, excepto
en el lado norte, el mismo que se conecta con la cadena de serranías del
sector norte. La superficie, que alcanza 0.16 ha, se encuentra cubierta de
material cultural con densidad considerable; en este sitio también se
evidenciaron trozos considerables de arcilla quemada.

Otros dos sitios, LV-372 y LV-382, se ubican en esta zona del Coluvio
Superior (UCZ), pero no presentan gran extensión (0.04 ha) y material en la
superficie.

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 ,  ‘

/$""

El sitio está ubicado a un kilómetro al norte del Lago Titicaca. La cerámica


presenta atributos similares a los descritos para la cerámica Tiwanaku I. Este
componente Formativo se extiende por sobre un área aproximada de 0.15 ha;
no se advierten estructuras.

/$"%

Ubicado a unos 300 metros al suroeste de LV-155, el sitio presenta


características peculiares. Al igual que LV-155, es uno de los pocos sitios en
el valle que muestra la presencia de atributos parecidos a los descritos por
Ponce (1971) para la cerámica denominada "Tiwanaku I (unidad
Kalasasaya)". Sin embargo, también se encuentra un componente cerámico
vinculado a Chiripa, situación que complica, en cierta medida, la
interpretación de las relaciones entre los portadores de estos distintos grupos
cerámicos. La ocupación del Formativo en este sitio abarca una extensión de
0.8 ha, y se distribuye sobre las leves pendientes de un pequeño montículo.´
(87).

LV-333

0El sitio está ubicado sobre una ligera pendiente. La ocupación del Formativo se
extiende por sobre unas 0.5 ha; las densidades de distribución de material
cultural en la superficie no son considerables; no se presentan estructuras.

Seis sitios adicionales fueron identificados en esta Zona de Coluvio Inferior


(LCZ): LV-134, LV-158, LV-215, LV-36b, LV-393 y LV-182. El reducido número
de tiestos de cerámica del Formativo que se identificó en cada uno de estos
sitios no excede 0.04 ha.

ë    ë

/$'

El sitio consiste de un montículo que se extiende por sobre unas 0.5 ha. El
componente Formativo, sin embargo, se encuentra disperso sobre un área de
0.25 ha. Sectores de camellones se encuentran al norte y al este, pero es
prematuro asociar estos campos de cultivo con la ocupación del Formativo,
siendo que existe una ocupación Tiwanaku posterior.

/$"# 

El componente Formativo de este sitio no fue identificado en la superficie. Fue


durante las excavaciones de prueba en las que se descubrió un elemento
Formativo en los estratos inferiores. Numerosos ceramios de orden doméstico y
algunos ejemplos de cerámica decorada con incisiones fueron descubiertos.
Estos nuevos elementos del Formativo serán analizados con mayor detalle más
adelante. Debido a que el componente Formativo se encuentra cubierto por
sedimento, es casi imposible hacer una evaluación de la extensión del sitio. Sin
embargo, los resultados de las excavaciones posteriores (Albarracin-Jordan e
Isbell 1993) sugieren una extensión mínima de una hectárea.

Otro sitio ubicado en esta zona es LV-164, en el cual sólo se identificó un par de
tiestos de cerámica. Tentativamente se asignó a este asentamiento una
extensión de 0.04 ha, para el Periodo Formativo.

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/$'3

El sitio está ubicado en la cima de un pequeño cerro en el cordón montañoso del


sur, y guarda cierta similitud con los sitios del sector norte del valle. El acceso al
sitio se encuentra en el lado este, mientras que los sectores norte y sur se
encuentran completamente terraceados. Las superficies de cultivo tienen un
promedio de 5 m de ancho. Un canal de agua moderno pasa por el sector sur del
sitio. La parte central se caracteriza por la presencia de una plataforma que se
eleva a un metro por encima de la superficie y mide aproximadamente 15 x 10
rri. La distribución de la cerámica es más densa en el sector de la plataforma y
sobre andenes aledaños. El componente Formativo está disperso por sobre
unas 2 ha y se constituye en el asentamiento Formativo más extenso del valle.´
(88).
/$#
³El sitio se encuentra en el margen de esta zona y el comienzo de la Zona de
Pastos y Manantiales (SGZ). El componente Formativo tiene una extensión de
0.4 ha, con una densidad media de material cultural en la superficie. No se
aprecian componentes arquitectónicos.
/$ 3*
El sitio está demarcado por la distribución de cerámica y artefactos líticos sobre
una superficie aproximada de 0.25 ha. Los lados este y oeste están demarcados
por quebradas, mientras que en el lado norte se encuentran varios andenes.

/$3%3

El componente Formativo en este sitio cubre un área de unas 0.6 ha, incluyendo
varias plataformas de andenes. No se advierten otros rasgos arquitectónicos. El
material esta disperso en forma discontínua, con sectores de media y alta
densidad.

/$3%7

Al igual que LV-464, el componente Formativo en este sitio está disperso sobre
un área de unas 0.6 ha, aunque la densidad del material no es tan elevada.
Tampoco se aprecian rasgos arquitectónicos.

/$3%&

Ubicado a unos 200 metros al noroeste de LV-467, el sitio cubre un área de


unas 0.25 ha, y tiene una distribución escasa de material cultural en la
superficie. Con la excepción de muros de andenes, ningún otro rasgo
arquitectónico es evidente.

A estos sitios se suman seis sitios adicionales de pequeño tamaño (entre 0.04 y
0.09 ha); éstos son LV-419, LV-436, LV-460, LV-461, LV-462 y LV-474, la
mayoría de ellos asociados a andenes.

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/$'#

El componente Formativo en el sitio abarca una extensión de 0.25 ha, y se


distribuye con densidad baja. La cerámica de este sitio denota cierta similitud
con la denominada "Tiwanaku I (unidad Kalasasaya)" (Ponce 1971).
Dos sitios adicionales completan el inventario de sitios en esta zona, LV-450 y
LV-480, los mismos que no exceden las 0.04 ha en tamaño y con densidades
muy bajas en la distribución de fragmentos de cerámica.´ (89).

r i 

³Un resumen de la distribución, por microambiente, de sitios del Periodo


Formativo se encuentra en la Tabla 6.1, y el patrón de asentamiento se
encuentra representado en la Figura 6.5. Tal como se muestra en la Tabla 6.1,
se puede afirmar que los sitios no están distribuidos en forma aleatoria en los
siete microambientes. Esta prueba estadística toma en cuenta a la Zona de
Terrazas (TZ) como una categoría separada. Como se indicó anteriormente, sin
embargo, es probable que este microambiente no haya tenido la extensión que
posteriormente alcanzó. En tal sentido, gran parte de este sector habría
conformado un microambiente similar al Coluvio Inferior (LCZ) del sector norte
del valle. Si se combinan los sitios de la Zona de Terrazas (TZ) con los de la
Zona de Coluvio Inferior (LCZ) la distribución también muestra que los sitios no
están distribuidos en forma aleatoria. En resumen, es evidente que cierta
preferencia por determinados sectores tuvo vigencia durante este milenio de
ocupación humana en el valle bajo.´ (89-91).

³Si se examina con mayor detalle la distribución de sitios, se advierte que las
zonas de las terrazas y del coluvio inferior (las mismas que probablemente
correspondían a una misma unidad microambiental durante este periodo)
contienen 21 sitios, lo cual representa el 63.6% del número total. Siete sitios
se ubican en el Coluvio Superior (UCZ), correspondiente al 21.2%, mientras
que los restantes cinco se encuentran distribuidos casi en forma proporcional
entre la Zona de Pastos y Manantiales (SGZ) y la Zona Lacustre (LZ). Es así
que un 84.8% de los sitios del Formativo se encuentran en zonas coluviales,
confirmando la presencia de una estrategia locacional particular. Si la
distribución de sitios muestra una tendencia por las laderas de las serranías y
montañas, la distribución de los mismos en estas zonas también parece
seguir un determinado patrón de agrupamiento. La inspección visual del mapa
de distribución (Figura 6.5), empero, es una manera subjetiva de encontrar
asociaciones significativas. En tal sentido, el uso de análisis estadístico
espacial constituye una herramienta significativa de la investigación
arqueológica.

Esta estrategia de la investigación, no obstante, debe ser tomada como un


elemento auxiliar en la inferencia del sistema de asentamiento y no así como
el medio para entender las dimensiones de decisión humana que
caracterizaron a la sociedad prehispánica. Las relaciones espaciales, tal
como se las presenta en las pruebas estadísticas, pueden ser evaluadas solo
en términos de "un patrón de comportamiento esperado" (Johnson 1977:480).
Aspectos vinculados al comportamiento de los segmentos sociales, tales
como la reducción al mínimo del gasto de energía y la manipulación óptima
de recursos, no puede ser enfocada solamente desde un análisis de patrón
de puntos en el espacio. En el presente trabajo, el análisis espacial
estadístico es utilizado como una fuente auxiliar en la interpretación de
relaciones distanciales que se presentan entre sitios. Esta herramienta, sin
embargo, en combinación con otras consideraciones, forma un marco de
referencia muy útil en la explicación de los patrones de asentamiento.´ (91).

  0/ ! ¬  8

³Desde la introducción de la estadística del "vecino más cercano" en la ecología


(Clark y Evans 1954), varias aplicaciones arqueológicas le han seguido. Quizás
el elemento más importante en la evaluación de esta aplicación, aparte del
denominado "efecto de margen", es el relacionado al área en consideración.
Pinder et al. (1979) han demostrado que se debe identificar el "área significativa"
para que esta estadística adquiera un sentido práctico. Debido a que la
distribución de puntos es afectada por el tamaño del área, la definición espacial
es esencial para eliminar elementos de distorsión en los cálculos.

Aunque, potencialmente, todos los microambientes del valle bajo pueden haber
sido explotados por distintos propósitos, el registro arqueológico demuestra que
los asentamientos humanos fueron establecidos con base en consideraciones
particulares, y que el análisis de los factores que influyeron en la decisión de
esos grupos humanos en el pasado pueden ser determinados.

Una visualización de la distribución de sitios del Formativo (Figura 6.5) nos


muestra que existe una especie de dicotomía en el uso del espacio; es decir,
que se pueden apreciar dos sectores de asentamiento claros, uno al norte y otro
al sur. Un enorme vacío separa estos dos sectores, sugiriendo la presencia de
una frontera, quizás política o quizás vinculada al marginamiento de la zona
intermedia del valle como un sector carente de significado para el asentamiento
humano; la evaluación de las características microambientales y la distribución
de sitios indican nítidamente que las llanuras aluviales del Lago Titicaca y el Río
Tiwanaku fueron sectores marginales para este propósito. Las características de
estas zonas, detallas en el capítulo l, hacen que los factores de riesgo sean muy
elevados, y, por tanto, no se debe a factores metodológicos de la investigación
la ausencia de sitios en estas zonas. En forma similar, existen argumentos
concretos para explicar la exclusión de la Zona Intermontañosa (IZ) como área
de residencia permanente, pese a que ésta pudo haber sido utilizada para la
caza o para el pastoreo. Las principales causas del marginamiento de la Zona
Intermontañosa (IZ) serían, precisamente, la distancia entre ésta y los sectores
con mejores suelos y a los factores climáticos que rigen en la área. Se ha
indicado que los grupos humanos del Formativo eran segmentos sociales con
cierta dependencia en la agricultura, y, en tal sentido, las tierras de esta zona no
hubieran brindado los factores óptimos para el cultivo.´ (92).
³En resumen, pese a que estas tres zonas pueden haber sido importantes para
la caza, la pesca, la recolección de plantas y el pastoreo, el registro arqueológico
no muestra que éstas hayan sido utilizadas como zonas de residencia
permanente. Para los propósitos del análisis estadístico, gran parte de la Zona
Lacustre (LZ), la Planicie Aluvial del Río Tiwanaku (AP) y la Zona
Intermontañosa (IZ) han sido eliminadas del área en consideración. Por
consiguiente, los cálculos se basan en un área de 150 km2 para el valle bajo.
Análisis separados han sido también efectuados para ver variabilidad entre el
sector norte y el sector sur. En la Tabla 6.2 resume la estadística del "vecino
más cercano" para cada caso. Los valores del "Test C" corresponden a los
valores de los patrones de distribución de los puntos, donde valores menores a -
1.0 indican agrupamiento, valores entre -1.0 y 1.0 indican una distribución
aleatoria, y valores mayores a 1.0 señalan regularidad(18). Como se puede
apreciar en la Tabla 6.2, el resultado de esta estadística indica una aleatoriedad
para los 150 km2 del valle. La evaluación del sector norte (75 km2) también da un
resultado de aleatoriedad. Sin embargo, la estadística para el sector sur indica
un agrupamiento de los sitios.´ (92-93).

!
   5 5

³La estadística del "vecino más cercano" brinda una importante pauta acerca de
los patrones de distribución. Empero, ésta no considera los tamaños de los
sitios, obviándose un importante aspecto en la evaluación de la organización del
asentamiento. Pese a que los supuestos del análisis de "gravedad" involucran
costos de energía de movimiento (e.g., el recorrido sobre terreno accidentado
demanda mucho más energía que la cobertura de la misma distancia sobre
terreno llano), la prueba estadística considera el tamaño de los sitios y la
distancia entre ellos, ampliando las bases interpretativas del patrón de
asentamiento (Haggett 1965; Plog 1976).

El resumen de los coeficientes de atracción se encuentra en la Tabla 6.3. De


esto resultados surge el diagrama que se muestra en la Figura 6.6. Con
pequeñas modificaciones, el agrupamiento que se observa en el mapa (Figura
6.5) es corroborado objetivamente por el análisis de "gravedad".´ (93).

³Solamente dos casos presentan una situación no muy clara. Aunque el vecino
más cercano de LV-182 es LV-174, en el análisis de "gravedad" este sitio se
agrupa con LV-33. Esta situación se esclarece si tomamos en cuenta que LV-33
es mucho más grande en extensión que LV-174. Una situación similar es la que
presenta LV-436, el mismo que en el análisis de "gravedad" se encuentra
vinculado al grupo de LV-94, cuando su vecino más cercano es LV-436.
Nuevamente en este caso, el tamaño de LV-94 toma mucho mayor significado
en el análisis, desplazando en importancia la pequeña dimensión de LV-432 y la
distancia que lo separa de LV-436.

Con base en estos resultados, cinco grupos de sitios pueden ser discernidos.´
(95).
³El grupo está compuesto por LV-33, LV-134, LV-205 LV-366, LV-372, LV-377,
LV382 y LV-393. Casi un 63% de estos sitios se encuentran en la Zona de
Coluvio Superior (UCZ), mientras que el restante 37% se ubica en la Zona de
Coluvio Inferior (LCZ). En forma similar al grupo vecino "Allkamari", este grupo
incluye un sitio mayor (LV-33; m Figura 6.7), ubicado estratégicamente. El sector
norte de este sitio conecta con la cumbre de la serranía y ésta a la vez sirve de
nexo entre los grupos ubicados a lo largo del sector norte. Esta disposición,
como se discute más adelante, tiene importante implicación en las
interpretaciones de interacción entre grupos. Es probable que LV-33 haya tenido
varias funciones, tanto defensivas como domésticas, y que los sitios satélites a
su alrededor servían funciones domésticas y funerarias. Sin embargo, al
presente, sin datos de excavación, es difícil aseverar que todos estos
asentamientos eran de residencia permanente.´ (96-97).

³Este grupo incluye a LV-174, LV-179, LV-182 y LV-333, todos éstos ubicados
en las zonas de coluvio (UCZ y LCZ). Un elemento destacable de este grupo es
LV-174, conocido en la comunidad de Pillapi como "Allkamari" (Figura 6.8). Las
quebradas profundas que circundan el sitio, excepto por el lado noreste,
suponen cierta función defensiva. La ubicación de LV-179, a unos 1.25 km al
noreste de LV-174, y la disposición de este último, sugieren que la interacción
entre estos dos sitios era mayor que con los otros del grupo. Las excavaciones
que se realizaron en LV-174, detalladas más adelante, indican que el sitio
constituía un centro habitacional semisubterránco.

4 ¬+

El grupo está compuesto por LV-155, LV-156, LV-158, LV-164 y LV-215, aunque
este último podría pertenencer a otro grupo ubicado más al oeste (ver Figura
6.5, márgen superior izquierdo). En contraste con los grupos descritos
anteriormente, este agrupamiento no parece incluir a un sitio mayor, aunque
existe la posibilidad de asentamientos mayores más al norte, ya fuera de los
límites de la prospección. Cuatro de los cinco sitios de este grupo se encuentran
ubicados en la Zona de Coluvio Inferior (LCZ), y solamente uno, LV-164, se
encuentra en la Zona Lacustre (LZ). LV-15b constituye un caso interesante,
debido que presenta material relacionado a Chiripa y a "Tiwanaku I".
Apoyándose en una cronología general, se ha señalado que los estilos
cerámicos de Chiripa (estilo definido como "Chiripa Clásico" por Bennett) y
"Tiwanaku I" serían contemporáneos (Ponce 1970). En este sentido, las
interrogantes apuntarían, hacia el tipo de relación que tendrían los portadores de
estos distintos estilos. Los datos del valle central (Albarracin-Jordan y Mathews
1990:71; Mathews 1992:77) establecen que estos grupos tenían una distribución
diferente. Los sitios Chiripa están ubicados principalmente en zonas intermedias
(Coluvio Inferior [LCZ]), mientras que los sitios con un componente Tiwanaku I
están situados exclusivamente en la Zona de Pastos y Manantiales (SGZ). Una
situación parecida, aunque no en forma tan extensa, puede ser inferida en el
valle bajo. Esta dicotomía en el asentamiento, entre Chiripa y Tiwanaku I, es
analizada con mayor detalle más adelante.

/4 ¬ 1 

Pese a que los grupos del sector sur del valle exhiben algunas similitudes con
sus contrapartes en el norte, existen importantes diferencias. El grupo
"Lacuyusa" está compuesto por LV-94, LV-101 y LV-480, aunque los resultados
del análisis estadístico de "gravedad" agruparía también a LV-29 y LV-90. LV-94
presenta características análogas con LV-33 y LV-174, con la excepción que
alrededor de LV-94 se encuentran varias superficies de andenes (Figura 6.9).
Otra importante diferencia es la presencia de fuentes de agua permanentes en
"Lacuyusa", y en general en todo el sector montañoso del sur. En forma similar a
lo que acontece en el grupo "Chiu", el sitio LV-90 de esta agrupación tiene un
componente Chiripa así como "Tiwanaku I."´ (98).

/4 ¬ r¬

³El grupo incluye a LV-419, LV-432, LV-436, LV-450, LV-460, LV-461, LV-462,
LV-464, LV-467, LV-468 y LV-474. A excepción de LV-450, todos los sitios están
ubicados en la Zona de Terrazas (TZ). Ninguno de ellos constituye un sitio
mayor, contrariamente a lo que acontece en otros grupos y tampoco muestran
rasgos defensivos, aunque evidencias muy tenues pueden ser vislumbradas en
LV-432. Pese a que LV-474 ha sido agrupado, es factible que el mismo
pertenezca a otro grupo, fuera de la zona prospectada.´ (99-100).

 i 

³El sistema de asentamiento ha sido definido como "el conjunto de reglas que
generan el patrón" (Flanery 1976:162), no obstante que las estrategias también
deben formar parte de las interpretaciones acerca de la configuración de sitios.
Al definir el conjunto de reglas, una tarea metodológica compleja, solo se
alcanza un nivel descriptivo; el porqué se desarrolló ese conjunto de normas que
crea el patrón es el tema de fondo que finalmente busca una explicación al
comportamiento social.

Como se mencionó anteriormente, los grupos sociales andinos interaccionaron


dentro de un mosaico ecológico complejo, resultante de su variable geografía,
acumulando conocimientos acerca de las regularidades, inestabilidades y
variantes de este medioambiente heterogéneo. Estos grupos desarrollaron, por
esta condición, una serie de principios organizativos propios para acomodarse
tanto al medio natural como al social, lo cual no significa que el proceso de
evolución social estuviera condicionado sólo por circunstancias ecológicas. C. R.
Hallpike (1968:287) enfatiza que "Debemos, entonces, considerar, el
medioambiente no tanto como un conjunto de obstáculos o determinantes,
menos aún como el agente primario de selección en el sentido darwiniano, sino
como un conjunto de oportunidades a ser explotadas, las formas de explobación
dependiendo de la organización social y la ideología." La aseveración de
Hallpike es acertada, aunque se deben investigar los motivos que forzaron
originalmente a los grupos locales a enfrentar los riesgos de subsistencia y
competencia.

No se puede determinar con exactitud cuándo los segmentos sociales de los


Andes sur-centrales desarrollaron una estrategia de complementación ecológica;
sin embargo, puede argumentarse que uno de los factores críticos en la
expresión original de esta táctica fue la de evitar o sobreponer factores de
riesgo. Al parecer, esta complementación, ya sea mediante el control directo o
mediante el ejercicio del intercambio, en sus variadas maneras, ya estaba
vigente durante el Periodo Formativo Temprano, sino antes (Santoro 1993).

En el Valle Bajo de Tiwanaku, la formación de grupos de sitios, durante el


Formativo Tardío, sugiere que la identidad social estuvo conformada por
segmentos discretos. Este fenómeno de agrupamiento puede ser tentativamente
interpretado como el resultado de la competencia que existía por los recursos de
la región. La presencia de sitios estratégicamente situados, que sugieren una
función defensiva, amplían el testimonio, no solamente de una situación
competitiva económica sino también de un orden político. Si este fue en realidad
el marco de desenvolvimiento de la sociedad del Formativo, la pregunta es si la
competencia era entre los grupos del valle. Si se examinan con más detalle
algunos datos adicionales, resulta evidente que los grupos del sector norte del
valle no podían haber estado en una situación social de conflicto, simplemente
debido a que los sitios mayores de los grupos denotan una vinculación
geográfica a través de la cima de la serranía que los conecta. Si los sitios
mayores son empleados para sugerir la presencia de conflicto, entonces el
grupo opositor debe ubicarse fuera del nivel de los grupos del sector norte. No
es imprudente adelantar que quizás fue la contemporánea y creciente tradición
Tiwanaku, asentada en los sectores llanos del valle, la que contendía con los
grupos de filiación Chiripa.´ (100-101).

³Con base en los trabajos de Bennett (1936) y Browman (1978b,1981) en el sitio


de Chiripa, se puede colegir que, entre el 500 y 100 A.C., se construyó un
recinto semisubterráneo rectangular con estructuras especiales para el
almacenamiento y un piso de arcilla amarilla que sugieren la edificación de un
complejo arquitectónico que trasciende el simple orden doméstico (Mohr Chávez
1988:25). Esta evidencia indica que un sistema "institucionalizado" de
redistribución fue establecido en estrecha relación con actividades ceremoniales
hacia el 500 A.C.

Es de advertir que la información producida acerca de Tiwanaku durante este


periodo no sea en lo mínimo suficiente como para efectuar una comparación con
Chiripa. En el caso de haberse constituído Tiwanaku en un centro
religioso/redistribucional de importancia, al igual que Chiripa, entonces lo que
debería hacerse es enfocar la temática de la competencia a nivel multiregional.

Los datos de prospección del valle bajo indican la presencia de por lo menos dos
grupos culturales distintos. Su relación puede haber tenido un tinte de
agresividad debido al surgimiento de intereses económicos y políticos similares,
aunque no se pueden descartar diferencias étnicas más profundas. Sin
embargo, aún queda la interrogante acerca de la presencia de elementos Chiripa
en asociación con cerámica "Tiwanaku I" Una alternativa de explicación es que
el marco de referencia cronológico que actualmente se utiliza no permite una
demarcación más precisa de los desarrollos socioculturales que tuvieron lugar
durante el milenio y medio que duró este periodo. En tal sentido, es posible que
los grupos Chiripa hayan tenido cierta anticipación a los grupos que portaban
elementos del "Tiwanaku I," y que los primeros fueron incorporados a la esfera
Tiwanaku (Ponce 1978) después de una historia larga de interacción.
Supuestamente, esta transformación se dió alrededor del primer siglo de nuestra
era.´ (101)

Durante el Formativo Temprano, sin embargo, las indicaciones preliminares de


la prospección sugerían la coetancidad entre Chiripa ("Fase temprana, 1400-900
A.C.", en la terminología de Mohr Cháve,z [.19881 o "Fase Condori,1300-850",
en la clasificación de Browman [1978b,1981]. Los fechados calibrados de las
muestras que se obtuvieron en las excavaciones de los niveles inferiores en
Iwawi y en el sitio de Allkamari dieron 925 85 A.C. (ETH 8042) y 1161+104 A.C.
(ETH 8043), respectivamente. De estos resultados se infiere que al menos dos
manifestaciones culturales coexistían durante el Formativo Temprano, mucho
antes del surgimiento de Tiwanaku como esfera cultural unificadora en el valle
(Albarracin-Jordan 1992:111). Las investigaciones que Mathews (1992) realizó
en el valle central dan cuenta de la presencia de otras manifestaciones locales
que amplían aún más el espectro cultural durante el Periodo Formativo en su
totalidad. La incorporación de Chiripa y de otros segmentos sociales
diferenciados fue el resultado de una interacción previa. ¿Cómo se interpreta,
entonces, la naturaleza de los segmentos sociales que se asentaron en los
distintos grupos de sitios en el valle bajo? A la luz de los resultados de la
prospección, parece evidente que manifestaciones culturales como Chiripa
estaban segmentadas en pequeños núcleos sociales, los mismos que se
adjudicaban territorios en los sectores intermedios y altos de las serranías. Es
probable que éstos constituían segmentos semi-autónomos, articulados e
integrados por una tradición cultural común. La posición de los sitios en zonas
íntermedias y elevadas, además de su carácter estratégico defensivo, pudo
también haber servido tácticas de una subsistencia mixta, e.g., caza, pastoreo,
agrícultura (Albarracin-Jordan y Mathews 1990:73).´ (101-102).

³Aunque la presencia de sítíos con filiación Chiripa ha sido identificada en varios


sectores de la Cuenca del Titicaca (Bermann 1990; Browman 198 1; Mohr
Chávez 1988; Portugal Ortíz 1988; Stanish, comunicación personal; Tapia
Pineda 1984), hasta el presente, no se han realizado estudios sístemáticos
sobre la organización que habría exístido entre éstos. Asimismo, se supone que
cierto tipo de interacción económica existía entre grupos del altiplano, la costa
del Pacífico y los valles deleste; sin embargo, aún no se han investigado a fondo
los mecanismos específicos de esta ínteracción. ¿Tiene la estrategia
"archipiélago" (Murra 1972) sus raíces en el Formativo?

La formación de esferas sociales de interaccíón en diversas zonas ecológicas


fue en gran medida coadyuvada por el desarrollo de mecanismos de integración.
Inicialmente, este aspecto estuvo probablemente estrechamente motivado por
intereses económicos, relacionados con los riesgos que cada región involucra.
La complementación ecológica, sín embargo, abraza dimensiones mayores a la
simple explotación de los recursos. Esta representa una red de relaciones
sociales complejas. Browman (1981:413) sostiene que durante la fase
intermedia del Formativo (denominada "Llusco" en su clasificación), alrededor
del 900 y el 600 A.C., la redes de interacción se habrían intensificado,
culminando en el establecimiento de redes formales de intercambio durante la
fase tardía, entre el 600 y el 100 A.C. Naturalmente que los medios de
transporte para el movimiento de productos, de una región a otra, fue
grandemente facilitado por el uso de llamas; empero, hasta que se demuestre
que las caravanas de llamas eran inicialmente necesarias para el desarrollo de
mecanismos de integración, es improbable que el camélido se haya constituido
en la razón de intregración de diversos segmentos sociales en distintas zonas
ecológicas. Las extensas caravanas de llamas se formaron como resultado de
las estrategias de integración, no en forma inversa. Pero veamos como pudo
haberse desarrollado una integración a nivel regional.

Aunque es aún prematuro inferir acerca de la organización social durante las


primeras fases del Formativo, las evidencias de la fase tardía son más
contundentes. Como se indicó anteriormente, la presencia de un centro
ceremonial y de redistribución, como Chiripa, y discretos grupos de
asentamientos afiliados al primero, sugiere la formación de segmentos sociales
semi-autónomos, quizás organizados en niveles superiores al del nivel
doméstico e integrados por denominadores ideológicos comunes. Los grupos de
asentamiento habrían estado conformados por familias extensas, las mismas
que, aparentemente, conformaban una identidad distinta a la de los grupos
asentados en la planicie del Valle de Tiwanaku. Los resultados de la prospección
corroboran la hipótesis de Browman (1981, 1989) concerniente a la economía
mixta de Chiripa. Los portadores de esta tradición cultural mantenían control en
zonas lacustres y en zonas intermedias y elevadas, desde las que obtenían
diversos recursos, contrarestando así los riesgos de una región altiplánica que
constantemente asechan la producción (Earls 1991; Kent 1987; Rengifo 1987).
Los grupos Chiripa dependían del cultivo pero mantenían también otras
actividades complementarias, como la caza, recolección y pesca.´ (102).
³Como grupo social más extenso, Chiripa articuló los segmentos sociales,
consolidando una identidad cultural a través de un ritualismo redistribucional y
bajo una ideología común. Las expresiones iconográficas sugieren que algunos
de los temas fundamentales de los posteriores principios de organización del
espacio eran ya intrínsecos en la sociedad Chiripa. Esto lo demuestra el
simbolismo de su estilo escultórico. El estilo "pa-ajanu" (literalmente "dos caras")
(Portugal Zamora 1977) da pautas acerca de la importancia que ya tomaba el
dualismo como carácter simbólico de la naturaleza y el ser humano. Este
elemento de los principios de organización, que llega a perdurar hasta nuestros
días, muestra quizás sus raíces en las manifestaciones simbólicas de Chiripa.
Se vuelve más probable que el dualismo se haya extendido inclusive a las
normas que mantenían la hegemonía de los grupos, y que la dinámica
segmentaria tenga sus primeras expresiones en la fase tardía del Formativo,
sino antes.

Una de las diferencias más significativas entre los grupos del sector norte del
valle y aquellos que se encuentran en el sur es la asociación de estos últimos
con la construcción de terrazas agrícolas. Dada la presencia de grupos
posteriores al Periodo Formativo, no se puede asumir que la construcción y
utilización de todo el complejo de terrazas que se encuentra en las laderas de
las montañas se remonta al Formativo. Sin embargo, la identificación de una
técnica de construcción de muros distinta a los posteriores trabajos que
realizaron los Tiwanaku y los Pacajes sugiere que las terrazas aledañas a
algunos sitios del Formativo fueron trabajadas ya en aquellas épocas. Asimismo,
la presencia de fuentes de agua permanentes hace que este sector del valle no
tenga que depender de una agricultura de secano, reduciendo de esta manera el
riesgo de pérdida de cosechas en la producción agrícola. Es difícil evaluar el
impacto que estas diferencias sectoriales pudieron tener en el desarrolo social,
político y económico de la región, tomando en cuenta que existía una diversidad
cultural significativa antes de la formación hegemónica de Tiwanaku.

En marcado contraste con la apreciable distribución de sitios Chiripa, los sitios


con vínculos estilísticos del denominado "Tiwanaku I" son solamente tres. Estos
fueron ubicados en la base del valle, en la que los restos arqueológicos nos
muestran que ninguno de estos era muy extenso o tenía rasgos de fortificación.
En este sentido, los sitios señalados muestran una disposición distinta a la de
los sitios Chiripa. Es factible que estos asentamientos hayan tenido otra
orientación política y económica, basándose principalmente en una subsistencia
de orden agrícola intensivo (Albarracin-Jordan y Mathews 1990). Los trabajos de
prospección en el valle central (Mathews 1992) muestran que el patrón de
distribución para sitios con filiación "Tiwanaku I" es similar al caso anterior.
Mathews (1992:73) señala que los asentamientos "Tiwanaku I" tienen un patrón
aleatorio, y que el significado de esta disposición es difícil de evaluar,
principlamente debido a los problemas severos que presenta la seriación
cerámica que complican aspectos de coetancidad o de variabilidad a través del
tiempo.´ (103).
³En resumen, la evidencia que presenta el registro arqueológico, a nivel regional,
demuestra que la ocupación humana del valle bajo, durante el primer milenio y
medio antes de nuestra era, está representado por la formación de diversas
manfestaciones culturales. La representación más típica está asociada a la fase
tardía del Formativo, y, en tal sentido, coincido con Mathews (1992) al señalar
que el fenómeno de agrupamiento que demuestran los sitios Chiripa debe ser
intrerpretado como una característica de esta fase. En la siguiente sección de
este trabajo se describen y analizan los resultados de las excavaciones en los
sitios LV-174 (Allkamari) y LV-150 (Iwawi), los mismos que esclarecen muchos
aspectos vinculados a la coetancidad de distintos grupos y formulan nuevas
interrogantes acerca de nuestro actual esquema metodológico y teórico.´ (103-
104).

³El patrón de asentamiento, tomando en cuenta el actual empleo metodológico,


no constituye una representación cabal de la dinámica que caracterizó a las
fronteras intra e interétnicas, aunque este aspecto también es característico de
los posteriores periodos que se tratarán más adelante. El verdadero valor, sin
embargo, de esta percepción de la historia prehispánica, usando categorías del
"tiempo arqueológico," es que nos permite apreciar tendencias y trayectorias
evolutivas que desde una óptica cronológica más reducida no se observan. Son
las inferencias acerca de las estrategias de organización social, fundamentadas
en el análisis de la distribución de recursos y la configuración de un variado
conglomerado de sitios, que explican el fenómeno evolutivo y que en esta región
de los Andes muestra tener un caracter singular.

El reconocimiento del probable génesis que tuvieron algunos principios de


organización del espacio, inferidos a través del simbolismo que proyecta la
escultura lítica de Chiripa y la distribución de sitios adquiere un enorme
significado, debido a que forma el eje de la complejidad que posteriores
desarrollos de la organización social alcanzaron. Los segmentos sociales del
Formativo parecen haberse organizado en estructuras similares, pero no iguales
a las de los aylfus etnohistóricos y etnográficos, siguiendo los principios de
organización que en forma inclusiva generaron a través del tiempo, distintos
niveles políticos, económicos y religiosos. La dinámica segmentaria que Izko
(1992), Platt (1987) y Rivera Cusicanqui (1992), entre otros, advierten en la
organización tradicional de la sociedad aymara de la Colonia y la República, se
manifiesta, claro está en forma incipiente, en los vestigios arqueológicos del
Valle de Tiwanaku.

 i  i  ¬ ¬¬  ¬ 1


9¬/¬ 

Tres sitios del Periodo Formativo fueron mapeados; éstos son LV-33, LV-94 y
LV174 (Allkamari). Varios aspectos de estos sitios fueron comparados y
contrastados para establecer cual de ellos podría brindar la mayor información.
En primer lugar, estos tres sitios son los de mayor extensión para el Periodo
Formativo, los tres exhiben sectores con densidad media o alta de fragmentos
de cerámica y artefactos líticos, los tres se encuentran ubicados en las cimas de
serranías, y, por último, éstos se encuentran demarcados por quebradas y el
acceso se encuentra limitado sólo a un sector. Dos de ellos, LV-94 y Allkamari
dan muestra de posibles rasgos arquitectónicos, aunque LV-94 si exhibe varios
muros de andenes y una plataforma central (Figura b.9). En Allkamari los
elementos arquitectónicos son menos evidentes, aunque se advierte la
presencia de alineamientos que conforman una especie de rectángulo (Figura
6.8). La decisión de efectuar recolecciones sistemáticas y excavaciones en
Allkamari, y no en los otros sitios, se debío a varios factores. Dentro de la
logística de la investigación, Allkamari satisfacía varios cuestionamientos de la
problemática del Formativo, además de concentrar en el área una importante
cantidad de restos materiales vinculados con Chiripa y una probable estructura
de proporciones considerables.´ (104).

³Una de las características más sobresalientes de Allkamari es su ubicación en


las alturas, situación que genera varias interrogantes. ¿Por qué se encontraba
un sitio Chiripa, con probable estructura arquitectónica de proporción, en un
lugar tan elevado? ¿Qué función tenía este sitio? ¿Podría haber sido un corral o
un asentamiento temporal? ¿Cuál es su antigüedad? Muchas de estas
interrogantes podían contestarse a través de excavaciones sistemáticas. Es así
que para evaluar áreas potenciales de excavación, se efectuaron recolecciones
sistemáticas e intensivas en el sitio. De estas recolecciones, se establecieron
índices de densidad, tanto de fragmentos de cerámica como de artefactos líticos.
Tomando como guía uno de los lados del probable recinto y como indicador
auxiliar la concentración de material cultural en la superficie, se decidió poner
pozos de prueba en el sector este de la supuesta estructura.


  !      ,

Se puso inicialmente una retícula sobre el sitio con unidades de 10 x 10 m. Las


unidades de recolección tuvieron un área de 16 m2 (4 x 4 m), las mismas que
fueron ubicadas en las esquinas suroeste y noreste de cada unidad de la
retícula. Todos los materiales culturales que se encontraban en las unidades de
recolección fueron recogidos para su análisis y clasificación. Con base en la
clasificación del material recolectado, se pudo hacer los mapas con contornos de
densidad, tanto para la distribución de cerámica como para el material lítico
(Figura 6.10). Evaluando estos mapas, se decidió excavar el sector este del
supuesto recinto. Tomando en cuenta la ligera pendiente en este sector, se
decidió poner las unidades de excavación algunos metros al noroeste del sector
de máxima concentración de tiestos de cerámica.´ (105).

: 
0Dos unidades de 2 x 2 m fueron ubicadas en el lado este del alineamiento. Una
de estas, N483 E521, fue colocada más al este, mientras que la otra unidad fue
puesta al lado del alineamiento (Figura 6.1l). A escasos 25 cm debajo de la
superficie en la primera unidad se llegó suelo estéril. En la segunda unidad
(N477 E521), sin embargo, el contorno de un rasgo circular fue descubierto a
unos 20 cm de la superficie. Varios fragmentos de cerámica y artefactos líticos
fueron identificados en esta estructura. El relleno también incluía fragmentos de
carbón, de los cuales se obtuvieron muestras para su fechado. Una muestra
combinada fue obtenida a una profundidad de 1.08 m. El fechado calibrado de
esta muestra, proporcionado por el laboratorio de AMS (Accelerator Mass
Spectometry), en Zurich, es 1161+104 A.C. (ETH 8043)(19). Se abrieron otras
cuatro unidades, adyacentes a la estructura circular, pudiéndose establecer la
presencia de un alineamiento de piedras. El sector al este de este rasgo fue
excavado en forma separada, habiéndose constatado la presencia de dos
estratos de relleno y suelo estéril a los 26 cm de la superficie. El sector hacia el
oeste del alineamiento incluía los dos estratos superiores, con la excepción del
segundo estrato que alcanzó los 40 cm de profundidad. El tercer estrato, una
limo-arcilla (10YR 3/3), alcanzó aproximadamente los 60 cm, habiéndose
identificado a esta profundidad una superficie de ocupación. El«

________________________________________________________________

(19) La curva de calibración empleada en todos los fechados que se presentan


en este estudio corresponde a Stuiver y Pearson (1986).

________________________________________________________________

«alineamiento fue claramente discernido como un muro, construido contra el


perfil de corte que se hizo para conformar un recinto semisubterráneo (Figura
6.12). Como muestra la disposición de las piedras y la correlación estratigráfica
del perfil sur (unidad N473 E519} (Figura 6.13) el muro se desplomó, en parte,
hacia el interior del recinto. Debajo de la superficie de ocupación, un estrato
arcilloso mezclado con ceniza y manchas de carbón terminó en una segunda
superficie de ocupación. Debajo del cuarto estrato se encontró suelo estéril (limo
arcilla [7.5YR 5/4]).´ (105-108).

³Hacia el oeste del muro (interior del recinto) y al lado de la estructura circular,
se identificó otra estructura de forma semicircular, pegada al muro y a 45 cm de
la superficie (Figura b.ll). Se abrieron unidades adicionales, siguiendo la
dirección del muro con el propósito de ubicar estructuras habitacionales u otros
componentes asociados al muro. Lamentablemente, estos no fueron
encontrados. De todos modos, el área que se excavó, en un muestreo pequeño
del recinto, no descarta la posibilidad de encontrarse estructuras asociadas al
interior del mismo.´ (108-109).
³Los hallazgos son muy significativos, debido a que demuestran la presencia
de un espectro considerable de formas cerámicas y más notable es la
presencia de desgrasante vegetal en la cerámica de todos los estratos
excavados. El fechado de 1161 104 A.C. sugeriría que la inclusión de fibra
vegetal en la cerámica fue muy anterior a la denominada fase Llusco (850-b00
A.C.) sugerida por Browman (1978b, 1981) para identificar la aparición de este
atributo en la cerámica de Chiripa. Los datos de Allkamari indican que éste
habría sido una característica ya de la fase temprana de Chiripa. Por otro lado,
también se identificaron dos fragmentos de concha marina, un fragmento de una
lámina de cobre, varias wichuñas (lezna para la manufactura de tejidos) de
hueso y piedras para moler. Algunos de estos materiales, fragmentos de
cerámica y artefactos líticos están representados en las Figuras 6.14-6.18.´
(109-110).

³Las excavaciones que se realizaron en LV-150 (Iwawi) revelaron la presencia


de un componente cerámico Formativo, debajo de la ocupación Tiwanaku, y
que no estaba representado en la superficie. Fue, en realidad, una sorpresa
identificar esta cerámica que originalmente fue asociada con una variante del
"Tiwanaku I/II" (Albarracin-Jordan 1992:125). Sin embargo, las subsiguientes
excavaciones que se realizaron en el sitio, en 1993, y un posterior análisis del
material de las excavaciones de 1990, demuestran que esta cerámica
constituye un elemento distinto al referido "Tiwanaku I" o a las unidades
cerámicas Chiripa.´ (111).

³El componente Formativo en Iwawi fue encontrado en los estratos inferiores de


las dos unidades de prueba que se hicieron en el sitio (N475 E525 y N490
E525). La limitada exposición horizontal que se hizo en 1990, sin embargo, es
insuficiente para efectuar una evaluación de la extensión que tuvo el
asentamiento Formativo. Las excavaciones posteriores(20), no obstante, dan
cuenta que el sitio, por lo menos, podría abarcar una hectárea. Durante la
temporada de campo de 1990, se obtuvieron muestras de carbón de los
contextos del Formativo, habiéndose obtenido un fechado calibrado para una de
las muestras; ésta dió 925 85 A.C. (ETH 8042). Este fechado sitúa al
componente Formativo en Iwawi en coetaneidad con la fase temprana Chiripa y
probablemente "Tiwanaku I", aunque Mathews (1992:73-78) afirma que
"Tiwanaku I" sería una manifestación tardía del Formativo y no así una "cultura"
que habría perdurado por más de mil años. El fechado de Iwawi demuestra una
continuidad de ocupación, a través del«

________________________________________________________________

(20) En 1993 se llevó a cabo el proyecto "Iwawi" dirigido por William Isbell y mi
persona. Los análisis de los materiales que se identificaron durante esa
temporada de campo han sido analizados parcialmente, razón por la que no se
han utilizado estos datos en el presente trabajo.
________________________________________________________________

«tiempo, bastante larga, puesto que la estratificación cultural del sitio es casi
contínua, habiéndose acumulado casi tres metros de depósitos.´ (112-113).
³La unidad cerámica que se identificó en Iwawi es diferente a la denominada
"Unidad Kalasasaya" que Ponce (1971) asocia con la "Epoca I" de Tiwanaku, y
si bien existen: algunos atributos que se presentan tanto en la unidad cerámica
de Iwawi como en la "Unidad Tiwanaku" (la otra unidad de la "Epoca I" [Ponce
1971]), el carácter general de la cerámica de Iwawi es distinto. Las
características principales de esta cerámica son las siguientes: Las ollas
representan más del 90% de las formas identificadas, siendo éstas de paredes
delgadas e irregulares, con bases anulares, pasta micácea quemada en
atmósfera reductora (aunque en las ollas esta observación se complica debido al
tiznado y requemado que presentan las piezas), espatulación vertical, y asas
verticales. Los cuencos, en general, muestran labios engrosados, paredes
delgadas, y en algunos ejemplos incisiones (sin pintura y post-coción) en los
bordes o en el cuerpo. Algunos cuencos, muestran paredes regulares y un
reducido bruñido. Las pastas son de color café oscuro o gris. Esta cerámica ha
sido asignada a la fase "Huchani" (Albarracin-Jordan 1992:137) (Figuras 6.19-
b.23).´ (114-116).

    r  ¬  1 i Ò  4

³Las muestras para el análisis paleobotánico fueron recolectadas de acuerdo


procedimientos formales, ampliamente discutidos por Hastorf y Popper (1988) y
Lennstrom (1991). Debido a contingencias de tiempo y recursos, solamente una
parte (35%) de las muestras han sido analizadas en el laboratorio de la
Universidad de Minnesota. Aunque varias estrategias de análisis son
presentadas por Lennstrom, Hastorf y Wright (1991), se procedió a la separación
de materiales obtenidos en la flotación de las muestras. Una lista de las
categorías taxonómicas de plantas identificadas por Lennstrom, Hasterf y Wright
(1991) aparece en el Apéndice 1. Tres procedimientos de cuantificación fueron
efectuados: Densidad, ubicuidad y porcentajes relativos. La densidad se refiere
al número de fragmentos de semillas o semillas íntegras que se encuentran en
un litro (unidad empleada como medida de volúmen) de suelo. De esta manera
muestras de distinto volúmen pueden ser comparadas. Ubicuidad se refiere a los
porcentajes de las muestras que tiene cada unidad taxonómica, lo cual no afecta
la cantidad de cada unidad taxonómica. Porcentajes relativos representan
simplemente los porcentajes de cada unidad taxonómica en una muestra.´ (117-
118).

³En el Apéndice 1 se muestran los resultados de los análisis paleobotánicos. De


estos datos se puede colegir que el tipo más común de cultivo en Allkamari era
la quinua (Chenopodium quinoa) de grano pequeño, o la cañiwa (C, pallidicaule).
De la lista también se advierte que un número considerable de pequeñas hierbas
fueron probablemente utilizadas.´ (118-119).
³El análisis de los restos de fauna fueron analizados por Ann D.Webster, quién
identificó la presencia de llama (Lama glama), cuy (Cavia spp.) y viscacha
(Lagidiurn spp.). Componentes secundarios eran los pescados, aves y el venado
andino (Hippocamelus antisiensis).

Los datos paleobotánicos y de fauna indican que la subsistencia en Allkamari se


basaba en la explotación tanto de recursos silvestres como de domesticados.
Tres de estos últimos eran los más significativos: la quinua de grano pequeño, la
llama y el cuy. Sorprendentemente, no se identificaron restos de tubérculos en
las muestras. La quinua de grano pequeño era probablemente una variedad
domesticada pero difiere de la quinua de grano mayor; esta última también fue
identificada en las muestras de Allkamari pero, en menor proporción. La
presencia del cuy es significativa, debido a que en sitios de data posterior
(Tiwanaku y Pacajes) este roedor domesticado aparece en mucho menor
proporción. Definitivamente, la caza, la pesca y la recolección de plantas
complementaban las actividades de subsistencia en Allkamari.

Los resultados de las excavaciones constituyen, sin lugar a duda, un gran aporte
al entendimiento de la variabilidad cultural que se expresa en los restos
materiales del Formativo, no solamente en el aspecto estético de sus
manifestaciones, tales como la cerámica decorada y la metalurgia, sino también
en el aspecto de subsistencia. Si bien los fechados radiocarbónicos son mínimos
para poder establecer una secuencia cronológica, estos son bastante
esclarecedores en cuanto a la contemporaneidad de los dos sitios se refiere.
Este dato y los materiales asociados en cada uno de los sitios, demuestra que
durante el Formativo Temprano (1500-900 A.C.) existía una constelación de
elementos culturales distintos. Estos elementos son prueba de la diversidad que
existía entre grupos de la región. Las excavaciones que Mathews (1992:69-76)
realizó en dos sitios (T'ijini Pata y Tilata) del valle central dan cuenta de la
presencia de otros componentes que amplían aún más el espectro cultural del
Formativo Temprano y sus posteriores fases. Mathews (1992:72) señala lo
siguiente con relación al material encontrado en T'ijini Pata: "Si la denominada
cerámica del Formativo Temprano, descrita aquí, no exhibe suficiente similitud
con el material Llusco, Mamani Chiripa, la cerámica delgada roja de Lukurmata o
la cerámica Sillumoco Temprano de Tumatumani, a ser descrita como una
variante de una de estas tradiciones, se debe considerar la posibilidad que este
material representa un tipo singular del Formativo." Mathews indica además que
esta cerámica, la cual denomina "Early Formative Lateral Banded/Incised (LBI)"
sería anterior al Chiripa Clásico (fase tardía, 600 A.C.-100 D.C.) y el "Tiwanaku
I" Por otro lado, Mathews (1992:74-75) identificó otro tipo de cerámica, anterior
al "Tiwanaku I" estratigráficamente, en sus excavaciones en Tilata. Esta
cerámica se caracteriza por una pasta con desgrasante vegetal, de paredes
gruesas, bases anulares, asas cilíndricas gruesas en ollas y jarrones, engobe
café oscuro y un bruñido o pulido de la superficie; no se encontraron piezas
decoradas. Mathews especula que esta cerámica puede representar una
tradición generalizada del Formativo, pero que no está relacionada con Chiripa.
En resumen, todo apunta hacia la presencia de una diversidad local extensa.´
(119).

³El fechado calibrado de 1161+104 A.C. (ETH 8043) ubica a Allkamari dentro del
Formativo Temprano, siendo uno de los sitios más antiguos en la región. La
cerámica en Allkamari, como se indicó anteriormente, muestra dos importantes
manifestaciones, separadas estratigráficamente. En primer lugar, el estrato
inferior demuestra la ausencia de piezas decoradas, mientras que en los
estratos superiores se identificaron fragmentos bícromos, muchos de ellos
típicos del estilo Chiripa Clásico (Bennett 1936), correspondiente a la fase tardía.
Ambas manifestaciones, no obstante, incluyen desgrasante de fibra vegetal.
Tomando en cuenta el fechado, la presencia de desgrasante de fibra vegetal
parece remontarse a tiempos más antiguos que la fase media.

Un aspecto significativo es la aparición de cerámica decorada en Allkamari, un


elemento que sugiere una dimensión distinta al simple empleo de ceramios para
la cocción o almacenamiento de productos. Toda transformación en el orden
social repercute en las dimensiones materiales; por tanto, elementos que
aparecen, o desaparecen, en el registro arqueológico son indicadores de esta
dinámica de cambio. La presencia de cerámica decorada en Allkamari puede
significar una importante transformación en la distribución de bienes dentro del
sistema Chiripa. Si Allkamari fue, en realidad un ramal de este sistema, el
surgimiento de figuras de autoridad en niveles intergrupo habrían determinado
también el surgimiento de un estatus por encima del eje político local.

Los resultados de las excavaciones en Allkamari e Iwawi proporcionan


elementos de juicio que permiten responder varias de las cuestiones que el
Periodo Formativo encierra. Al mismo tiempo, no obstante, surgen otras
interrogantes que abren nuevas sendas en la investigación arqueológica. En
Allkamari, la presencia de numerosos artefactos de orden doméstico, como ser
piedras moledoras y ollas, indican que el sitio fue un centro doméstico. Las
actividades incluían el tejido y algún tipo de trabajo en cuero, inferidas del
número de leznas (wichuñas) y punzones que se encontraron. Es probable que
la cerámica también haya sido manufacturada localmente, como lo demuestran
los pulidores de piedra y algunos trozos de arcilla quemada. La presencia de dos
estructuras circulares, anexas al muro (una en la parte interna del recinto y otra
en la externa), es indicativa de áreas de almacenamiento; de existir estructuras
habitacionales, estos pozos de almacenamienp se encontrarían fuera de las
mismas. Una de las cuestiones que aún queda por resolverse es la continuidad
de ocupación en el sitio durante las distintas fases del Formativo. El registro
estratigráfico sugiere probables periodos de abandono, durante los cuales el
coluvio se acumuló en algunos sectores. Por otro lado, existe una clara división
estratigráfica entre los componentes cerámicos; el estrato inferior no presenta
cerámica decorada, mostrando un índice mayor de fragmentos de cuarzo en la
pasta. La cerámica bicroma aparece en estratos superiores y presenta mayor
vínculo con la cerámica del estilo Chiripa Clásico, correspondiente a la fase
tardía del Formativo.´ (120).
³Aunque las evidencias demuestran una ocupación doméstica en el sitio, queda
la duda de como se abastecía la población de agua. En la quebrada del noroeste
existe actualmente un lecho de una vertiente que quizás en el pasado
proporcionaba el líquido elemento a los pobladores de Allkamari. El agua, sin
embargo, debió ser almacenada en jarrones, tal como lo demuestra la presencia
de éstos en los contextos excavados. En caso de que esta pequeña vertiente no
haya sido fuente suficiente, los habitantes de Allkamari habrían estado obligados
a mantener contacto con otras fuentes de agua. Tomando en cuenta que la
filiación del sitio es Chiripa, las fuentes que se habrían utilizado estarían en las
vertientes naturales ubicadas hacia el norte.´ (120-121).

³Si se toman en consideración las dimensiones que el recinto parece tener


(aproximadamente unos 70 x 40 m), se colige que la inversión de trabajo para
construir un recinto semisubterráneo de estas proporciones tuvo que ser
portentosa, debiéndose, primero, extraer unos 2800 m3 de tierra compacta para
darle desnivel al recinto y, segundo, edificar el muro en los lados del rectángulo.
La función que esta estrategia de construcción debió cumplir fue probablemente
la de proteger al asentamiento de los fuertes y fríos vientos que soplan desde el
lago. Aunque es factible que el muro haya tenido mayor elevación, es prematuro
afirmar que éste haya servido también como fortificación, además que el grosor
del muro no parece ser tan substancial como para afirmar que éste pudo haber
sido tal(`). Además, muchos de los elementos que se consideran diagnósticos de
sitios fortificados (Topic y Topic 1987) no se encuentran en Allkamari. Sin
embargo, la posibilidad de que éste haya tenido cierta dimensión defensiva
podría darse si es que el muro efectivamente bordeaba los límites de la
plataforma, donde empiezan las pendientes abruptas de las quebradas. Por otro
lado, su ubicación en altura y rodeada de quebradas hace suponer que en
determinado momento de agresión el sitio podía ser fácilmente defendido. No se
pretende insinuar que la guerra endémica prevalecía en la época, sino que la
disposición que muestra Allkamari sugiere la presencia de conflictos
intermitentes, los cuales no necesariamente requerían de portentosas
fortificaciones.

Los materiales culturales de la fase tardía de Allkamari evidencian que sus


pobladores mantenían una esfera de interacción social más amplia. Aunque este
asentamiento y los sitios aledaños que conforman el grupo constituían un nivel
social específico, el conjunto parece haber sido un ramal de un sistema de
asentamiento más extenso que controlaba territorios en el área lacustre, zonas
intermedias y sectores en altura. Este sistema habría conformado una coalición
de grupos que probablemente incluía a LV-33 y que generaba un nivel político,
económico y religioso más allá de los niveles familiares. La convergencia de
estos grupos habría estado estimulada y promovida por un eje principal que en
ritos y ceremonias reproducía la estructura de la sociedad. Es prematuro afirmar
que este patrón haya sido ya característico de fases más tempranas de
desarrollo; sin embargo, todo hace suponer que la trayectoria evolutiva del
Formativo siguío caminos que llevaron a la inclusión cada vez más amplia de
distintos niveles jerárquicos. Resulta sorprendente que durante la primera
centuria de nuestra era, virtualmente todos los sitios Chiripa en zonas
intermedias o elevadas fueron practicamente abandonados. Fue quizás el
surgimiento de una hegemonía mas globalizante, que garantizaba la seguridad
física, económica e ideológica de los segmentos locales, la que originó un
reordenamiento en el asentamiento de la región.´ (121).

³En trabajos previos (Albarracin-Jordan 1992; Albarracin-Jordan y Mathews


1990) se tomaron como guiás cronológicas los esquemas que hasta entonces
representaban los únicos en su género para la región. Tales los casos de la
secuencia de Bennett (1934ª,«.

________________________________________________________________

(21) Una técnica similar a la que se empleó para la construcción del muro en
Allkamari fue utilizada en Chiripa durante la fase Condori (1300-850 A.C.)
(Browman 1978b). .

________________________________________________________________

«1936, 1948), basada en un evaluación estilística (22) y la de Ponce,


fundamentada en los trabajos del CIAT en el área monumental de Tiwanaku(23).
Las excavaciones que Mathews (1992) realizó en T' ijini Pata y Tilata, en el valle
central, dan cuenta que la denominada cerámica de la "Epoca I" de Tiwanaku
sería una manifestación más reciente de lo sugerido hasta el presente, y que su
ubicación en el tiempo estaría entre los primeros tres a cuatro siglos de nuestra
era, siendo contemporánea con el estilo "Qeya." En el valle bajo sólo se
identificaron tres sitios (LV-90, LV-155 y LV-156) con un componente "Tiwanaku
I", pero varios están asociados con un componente Chiripa, correspondiente al
Formativo Tardío. Si se asume una contemporaneidad entre el Chiripa Clásico
(fase tardía del Formativo) y el "Tiwanaku I", entonces queda la interrogante del
tipo de interacción que tuvieron estos dos grupos, supuestamente portadores de
dos distintas tradiciones. Si se considera que el "Tiwanaku I" no data de la fase
temprana del Periodo Formativo, entonces el Formativo Temprano debería
resumirse en el patrón de asentamiento Chiripa. Este el panorama que deja
entrever la posibilidad de una sola tradición cultural durante la fase temprana del
Formativo.

Sin embargo, las excavaciones en Iwawi y los trabajos de Mathews (1992) en


T'ijini Pata y Tilata, en conjunto, demuestran que la variabilidad cultural era
componente intrínseco de la sociedad del Formativo Temprano, lo cual hace
insostenible la hipótesis de "una sola tradición." Además, la ubicación de Iwawi,
cerca a la ribera del lago, demuestra que en una misma región existían diversas
estrategias de subsistencia y expresiónes culturales. Pese a que Iwawi y Chiripa
tienen una ubicación en la zona lacustre, y la distancia entre ambos es de
escasos kilómetros, la cerámica de Iwawi no muestra ningún parecido con la de
Chiripa.´ (122).
³La ubicación de sitios del Formativo Tardío en el sector sur del valle abre la
posibilidad de que la práctica del cultivo en andenes tuvo sus inicios en esta
fase. La zona contrasta con los otros microambientes, debido principalmente a la
presencia de«

(22) Entiéndase que Bennett (1934) utilizó el concepto de "estilo cerámico" como
una manifestación artística (principalmente elementos en el decorado y la forma
del ceramio) que sin embargo representaba la cultura. Por consiguiente, era
manifiesto que cambios en el estilo significaban cambios en la cultura. La
secuencia que Bennett desarrolló se basó en un reducido número de fragmentos
decorados, los mismos que fueron correlacionados principlamente con ceramios
que se encontraban en colecciones privadas y en algunos museos. La muestra
cerámica que Bennett obtuvo de sus excavaciones es reducida si se considera
la extensión de Tiwanaku; además, Bennett reconoció que la estratigrafía en
casi todas las unidades que excavó no era muy clara, especialmente en estratos
superiores. Era de esperar que en un sitio de intensa y, probablemente, contínua
ocupación como Tiwanaku, las reconstrucciones eran también constantes,
removiendo, en muchos casos, los contextos arqueológicos de épocas
anteriores. Pese a ello, en algunos de los pozos de sondeo Bennett pudo
establecer determinadas unidades estilísticas, pudiendo de esta manera
identificar una unidad que denominó "Tiahuanaco Temprano."

(23) Aunque en las excavaciones del CIAT participaron varios investigadores,


entre ellos, Maks Portugal Zamora, Gregorio Cordero Miranda, Gregorio Loza
Balsa y Julia Elena Fortún, fue Ponce Sanginés quien publicó los informes y las
interpretaciones de estos trabajos. De la síntesis de los mismos y los conceptos
teóricos derivados principlamente de los trabajos de V. G. Childe, Ponce elaboró
un esquema general de desarrollo. Ponce (1971:7) sostiene que Bennett no
llegó a identificar una cerámica anterior al "Tiahuanaco Temprano" porque
cuando Bennett realizó excavaciones en Kalasasaya supuestamente había
"confundido desacertadamente el material del terraplén con la roca no alterada."
En tal sentido, Bennett no descubrió las "dos capas fehacientemente
habitacionales", debajo del terraplén que el CIAT más tarde descubrió. De los 73
pozos que el CIAT excavó en Kalasasaya, solamente se indica que en 3 de ellos
se encontró la cerámica de la "Epoca I" de Tiwanaku (Ponce 1971:9, Tabla 1).
Es más, esta cerámica (35 piezas en total) proviene exclusivamente de
contextos funerarios; 24 de las 35 piezas provienen de un solo contexto (Pozo E-
17, ofrenda en hoyo, estrato 7), del cual se obtuvo un fechado que sitúa este
rasgo en 297 61 D.C. (Ponce 1972, Tabla 1). La muestra fue obtenida a 3.64 m
de profundidad. Curiosamente, un fechado de 1580 120 A.C. fue obtenido de
una muestra a 3.28 m de profundidad, en el estrato 6; es decir, 36 cm encima de
la muestra que es unos 2000 años más reciente. Una evaluación más profunda
de las incongruencias que existen entre los fechados de las tres primeras
"épocas" de Tiwanaku se encuentra en Browman (1980) y Mathews (1992).
«fuentes de agua permanentes. Los vínculos con la cerámica Chiripa no son del
todo contundentes; en realidad el vínculo más estrecho es el desgrasante de
fibra vegetal, existiendo variantes locales en otros atributos, como ser el
tratamiento de la superficie, que muestra un leve bruñido y la pasta que
principalmente tiene un color café claro y puede estar mezclada con caolín y
mica. Estas diferencias y el evidente vacío de asentamientos que separa el
sector sur del norte sugieren que los grupos del sector sur constituían un ente
social distinto.´ (122-123).

³En suma, el Periodo Formativo, en sus tres fases, estuvo caracterizado por un
heterogéneo universo de expresiones culturales. Esta variabilidad se constituye
en importante testimonio, debido a que la posterior trayectoria de estos
segmentos sociales se caracteriza por la convergencia de los mismos en un
nuevo orden social, político, económico y religioso, sin que los elementos de una
identidad local, sin embargo, se diluyan con la formación de esferas políticas
más globalizantes. El surgimiento de estrategias interzonales fue el resultado de
las exigencias de los distintos factores de riesgo que afectan un determinado
sector. De esta manera, se buscaron maneras de integrar distintos ambientes
ecológicos, desarrolándose, mediante este proceso y mediante la interacción
social, una creciente complejidad organizativa. El dualismo como eje de
coordinación que se refleja en la escultura Chiripa, la segmentación de sitios y
una jerarquía incipiente de los mismos, sugieren la presencia de elementos
característicos de los principios de organización que vendrían a caracterizar a
los herederos de este paradigma.´ (123).

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7
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Ò   

³Durante los primeras cuatro siglos de nuestra era, en la sociedad andina


asentada en la Cuenca del Titicaca, se fueron consolidando crecientes
coaliciones de grupos que, si bien inicialmente, tenían raíces en varias
tradiciones culturales del Formativo Temprano, empezaban después a forjar un
reordenamiento de los segmentos sociales que los integraban, llegándose a
conformar entes sociopolíticos de mayor extensión y ascendencia. Así, los
denominadores comunes de esta naciente colectividad se distribuían en un
marco cada vez más extenso, generando importantes centros de poder
hegemónico.

Estas inferencias acerca de los primeros cuatro siglos de nuestra, sin embargo,
representan una interpolación teórica más que un argumento con un amplio
sustento empírico. La transición entre el Periodo Formativo y Tiwanaku, no
obstante, adquiere un enorme significado porque antes de ella el registro
arqueológico muestra una constelación de elementos que con el surgimiento de
la hegemonía Tiwanaku, alrededor del siglo quinto, aparece reorganizada en un
nuevo sistema. Este proceso encierra numerosas interrogantes de orden
empírico, y, como no podía ser, no deja de constituir, al presente, el menos
conocido en la arqueología de la región. Esta situación dificulta el tratamiento de
cuestiones de orden metodológico que comprometen, en gran medida, los
marcos referenciales.

Por un lado, existe una gran diferencia de opiniones acerca de la sustanciación


material de este periodo. Los trabajos iniciados por W. C. Bennett en Tiwanaku
demostraron la presencia de una manifestación cerámica singular que se
encuentra depositada en los estratos inferiores del sitio. Este componente fue
denominado por Bennett como "Tiahuanaco Temprano" (Figura 7.1),
separándolo del estilo posterior, o "Clásico". En tal sentido, Bennett (1934a)
percibió cambios en la expresión material de Tiwanaku, sin interpretar, no
obstante, el significado de los mismos.

Si bien la cerámica es un indicador cultural del sistema en su conjunto, existen


varias manifestaciones que pueden compartir, ya sea un mismo espacio o
varios, en un determinado momento histórico. Estas expresiones son
precisamente el reflejo de la variabilidad de identidades sociales y la complejidad
de las mismas como medios de comunicación (Wiessner 1988). En este sentido,
los estilos patentizan determinados contextos; éste el cuadro sincrónico. Por otro
lado, determinados estilos persisten a través del tiempo mientras otros muestran
corta duración. En particular, aquellas manifestaciones tradicionales de orden
doméstico parecen tener una vigencia mucho más extensa que aquellas que
sirven determinada coyuntura ideológica de las esferas elitistas. Es más, la
vigencia de determinado estilo en una región no representa necesariamente la
vigencia del mismo en otro; éste el cuadro diacrónico de un componente cultural
como es la cerámica. La secuencia de Bennett no toma esta variabilidad en
cuenta.´ (124).

³Las excavaciones del CIAT dieron con la presencia de un componente cerámico


de supuesta mayor antigüedad que el "Tiahuanaco Temprano"; se dedujo sobre
éste que Bennett había detenido sus excavaciones en Kalasasaya en el relleno
del terraplén; confundiéndolo con suelo estéril (Ponce 1971). El "Tiahuanaco
Temprano" correspondería, en tal sentido, a los materiales que yacían encima
del terraplén. En el esquema de Ponce {1972} pertenecen a la "Epoca III" de
Tiwanaku. Sin embargo, no existe ninguna descripción formal de los
diagnósticos cerámicos del "Tiwanaku III"; la única pieza cerámica que Ponce
(1961:24-25) menciona muestra a ésta como perteneciente a esta época,
habiéndose intuido, en el transcurso de las últimas tres décadas, la paridad entre
las categorías de Bennett y Ponce. Esta asociación entre el "Tiwanaku III" y el
"Tiahuanaco Temprano", como categorías iguales, ha incidido enormemente en
la inopia del conocimiento acerca del desarrollo sociocultural en la región. En
primer lugar, los criterios de Bennett (1934a,1934b,1936) se basaron casi
exclusivamente en la concepción de "estilo/periodo", mientras que los de Ponce
(1972) derivan de esquemas macroevolucionistas generales, principalmente los
de V. G. Childe, que consideran a la cerámica simplemente como un
componente entre los muchos que conforman una cultura.
El esquema de Ponce está estructurado sobre periodos globalizantes y
generales. La monumentalidad arquitectónica de Tiwanaku es tomada como
base de las deducciones acerca de la organización social, económica, política y
religiosa. El cuadro general es, así, una especie de resumen de la trayectoria
evolutiva seguida por todas las civilizaciones en el mundo (de aldea a ciudad y
de ésta a estado, y en algunos casos, a imperio). Ponce (1981:197) acompaña
un mapa de distribución de 13 sitios de la "Epoca III" en la Cuenca del Titicaca
como indicador de un "sentimiento expansionista" manifestado en Tiwanaku.
Interpolando argumentos para presentar a las posteriores épocas(24), este
"sentimiento expansionista" se habría manifestado en sus conquistas militares.
Ponce no da una explicación del mecanismo de expansión de este "sentimiento"
durante esta "época". La no existencia de fortalezas u otros sitios con registro de
construcciones con fines bélicos hace difícil el sustento de un expansionismo
militar. No se indica tampoco cómo se han asignado estos sitios a la "Epoca III",
si los criterios estuvieron basados en diagnósticos cerámicos o en otro tipo de
evidencia arqueológica; en todo caso, el nexo que pudo existir entre Tiwanaku y
estos sitios pudo tener características diversas.

Los estilos cerámicos forman un lenguaje que muestra un determinado contexto


social. En tal sentido, la proveniencia arqueológica es indispensable para
evaluar el tipo de nexo entre los materiales afines. Si los 13 sitios fueron
identificados con base en diagnósticos cerámicos (criterios elaborados por
Bennett), y provienen de contextos funerarios, las explicaciones acerca de la
presencia de este material deberían considerar , tipos de relaciones, sociales,
económicas, e ideológicas.´ (126).

________________________________________________________________

(24) Con relación a la "Epoca III", Ponce (1981:78; énfasis añadido) apunta lo
siguiente: "Notorio que la urbe no era autosuficiente y la búsqueda de recursos
originó que desde un principio todo el territorio de la zona lacustre de los chiripas
pasara a poder de los tiwanacotas, al igual que una porción de la cultura
Wankarani. En rigor de la verdad el sentido expansionista de Tiwanaku empezó
en la época III, aunque en escala limitada." Más adelante, Ponce (1981:85)
indica que "El tercer estadio de Tiwanaku entíendase "Epoca VI en su desarrollo
es el imperial. Se produjo su expansión en vasta escala, como culminación de
avances precedentes. La naturaleza de ella netamente bélica y por acción
militar.´

________________________________________________________________
³Por otro lado, si estos sitios caracterizan a la "Epoca III", por la presencia de
arquitectura de orden ceremonial, no se puede colegir de ello que éstos
representen avances militares. Las construcciones y estelas, en la mayoría de
estos sitios, muestran recintos de orden ceremonial como indicadores de
integración, además de manifestar variantes locales en el estilo escultórico.
Ponce (1979:17-19; énfasis añadido) sostiene lo siguiente,

, Algo que ha enturbiado también la elucidación


deriva de la no plena comprensión y definición
del estilo en el campo del arte tiwanaquense,
como corolario de deficiencias en nociones
generales sobre el estilo mismo"... "Las
diferencias estilísticas se originan en la
adaptación al material y la presencia de estilos
en Tiwanaku se correlaciona con los estadios
de desarrollo establecidos a lo largo del
tiempo, con escaso cambio interno dentro de
cada estilo. Lo expuesto demuestra que el
diagnóstico de la cultura tiwanacota debe
encaminarse a su totalidad, a la integridad de
sus subsistemas y no circunscribiéndose tan
sólo a un aspecto unilateral y parcial de uno de
ellos como sucede con la aproximación
estilística a la cerámica: Inclusive,
embebiéndose con exclusividad en los
motivos, como sucede con wallace, incurso en
un arrobamiento al afecto".

De estas aseveraciones se deduce que Ponce se adecúa al enfoque


sistémico de David Clarke(25) (1968); empero existe, al parecer, una
confusión entre "subsistema" y las "expresiones" materiales del mismo. Los
subsistemas de una cultura, tales como el social, el político, el económico y
el religioso, se manifiestan materialmente, y la cerámica o el estilo
cerámico constituye un medio de análisis e inferencia. Los estilos
cerámicos representan, en diferente medida, las dimensiones
subsistémicas de una cultura, pudiéndose encontrar la integridad sistémica
reflejada en los mismos.

En otro orden de cosas, se indica que,

En Tiwanaku se observa en la cerámica neta


normatividad, vale decir que se nota que la
producción se enmarcó dentro de pautas bien
estatuidas. Inclusive para el profano no es difícil
percibir un aire de familia, similitud tangible entre los
cacharros de barro cocido. Tal cosa jamás podría
ser casual, sino por el contrario tener su razón de
ser.

Más aún si se piensa que la variación se


muestra casi insignificante dentro de la
cerámica que corresponde a los estadios de
desarrollo identcfieados, a lo largo de
centurias.´ (127).

_______________________________________________________________

(21) En "Nueva perspectiva para el estudio de la expansión de la cultura


Tiwanaku" (1979), Ponce ajusta su esquema original a la tendencia de la
arqueología de los años 60. La "Nueva Arqueología" europea se manifestaba, en
los escritos de David Clarke, mientras que en Norteamérica esta "nueva
perspectiva" era comandada por Lewis Binford y Kent Flannery. Binford (1968,
1972), Flannery (1968) y Clarke (1968) emplean una visión sistémica de la
cultura, diferenciándose de la arqueología "histórico-cultural", de las décadas
anteriores.

________________________________________________________________

La alternativa más valedera estribaría en inferir que


estaba a cargo de un gremio artesanal, con cuerpo de
maestros y aprendices y con transmisión de
conocimientos a través de un canal tradicional ajustado
a normas muy estrictas y exigentes" (Ponce 1979:15).

Estas aseveraciones aclaran porqué la cerámica nunca fue considerada


elemento principal en la secuencia cultural de Ponce; en ella no se han
efectuado tratamientos específicos del componente cerámico, y sólo aparecen
adoptados y adaptados los elementos de la secuencia original de Bennett.

Salvo una descripción de la cerámica de la "Epoca I" de Tiwanaku (Ponce 1971),


la cerámica de los otros "periodos" o de los "Estadios" de Tiwanaku nunca han
sido descritos, adoptándose inclusive, en muchos casos, la nomenclatura de
Bennett (ver, por ejemplo, Ponce 1975a:18, 1979:16, 1981:30, 78). De esta
manera, se ha utilizado el "Tiwanaku III", como un periodo o "estadio urbano
temprano", que llena, en varios aspectos, los vacíos teóricos de Bennett, pero
que no aporta al conocimiento de la cronología cultural; evidentemente, la
cerámica es un elemento de la cultura, pero de trascendental importancia en la
arqueología para la identificación y diagnóstico de sitios Tiwanaku que no
presentan otros elementos diagnósticos, tanto en el mismo valle como en otras
regiones. Descuidado este aspecto, la arqueología de la región ha seguido
utilizando, implícitamente, los criterios de Bennett en el análisis y la evaluación
de los componentes cerámicos de sitios (véase la discusión del trabajo de
Wallace más adelante).

Los argumentos acerca de la transformación de Tiwanaku, de aldea en ciudad,


durante la "Epoca III" son, asimismo, sólo proyecciones de trabajos exclusivos
en el área monumental del sitio, que no tienen sustento empírico en estudios de
los sectores circundantes al mismo. Se asocia la construcción de Kalasasaya,
Pumapunku, Akapana y el templete semisubterráneo a esta época, indicando
que la arenisca es el diagnóstico temporal para la misma (Ponce 1964:68), y
que, "Parece que se utilizó el tiempo excedente de los campesinos, quienes para
la agricultura necesitaban tan sólo cuatro meses de labranza, restando alrededor
de ocho para aportar y acumular los materiales en bruto destinados a las
estructuras arquitectónicas en construcción" (Ponce 1981:78). Es importante
señalar que los cinco fechados radiocarbónicos que se presentan como
demarcadores de la "época III" tienen dos proveniencias generales. Tres
provienen de "próximo a Kantatayita A" y dos "entre Akapana y Putuni" (Ponce
1981, Tabla 1). Los grosores de los niveles de donde provienen las muestras
son las únicas referencias, sin que existan otros datos acerca del contexto
arqueológico de las mismas (e.g., piso, fogón, basural, etc.). Estos fechados,
obviamente, no datan la construcción de Akapana, Kalasasaya o el templete
semisubterráneo.

Sobre la base de fotografías aéreas, se calcula la extensión de Tiwanaku, para


esta época, en 420 hectáreas (Ponce 1980:30), aseveración que no se
fundamenta ni en recolecciones sistemáticas intrasitio ni en excavaciones de
muestreo estadístico a lo largo de dicha extensión. Si bien es cierto que
Tiwanaku alcanzó en su crecimiento grandes proporciones, las evidencias
apuntan hacia periodos posteriores y no así hacia comienzos del presente
milenio (Albarracin-Jordan y Mathews 1990:132).´ (129).

³A sugerencia de Wendell C. Bennett (1950), el "Tiahuanaco Temprano" fue


renombrado "Qeya", siguiendo los delineamientos de la colección de ceramios
que Bandelier (1910) consiguió en Qeya Qollu Chico (Kea-Kollu Chico), en la Isla
del Sol (Wallace 1957:19). Con base en una seriación de rasgos estilísticos,
Wallace (1957) definió la ubicación relativa de atributos en una secuencia que
confirma las categorías de Bennett, aunque proporciona nuevas y más
detalladas descripciones del material cerámico que antecede al típico estilo
Clásico de Tiwanaku. .

Wallace (1957:19) señala que la cerámica Qeya se caracteriza por una pasta
micácea de color ante o café claro, suave, sin engobe, pulida y con decoración,
de pigmentos brillantes y/o incisiones profundas precocción. Esta cerámica,
además, presenta formas singulares (Figura 7.2). Bennett (1934) illustró
solamente unas cuantas formas, reconstruidas de los fragmentos que obtuvo en
sus excavaciones y de las comparaciones que efectuó entre éstos y ceramios
íntegros de colecciones privadas, en La Paz (Vetters 1994). Wallace (1957), por
otro lado, tuvo a su disposición piezas completas, las mismas que muestran
distintas formas y diseños de los de Bennett, aunque la pasta y los pigmentos
son los mismos. La muestra que Wallace utilizó, empero, tiene un exclusivo
orden funerario, derivando en categorías que muestran explícitamente contextos
singulares. Estas circunstancias dificultan su empleo como indicadores
cronológicos en sitios donde no se encuentran contextos funerarios o donde los
que existen, aunque daten del periodo en cuestión, no necesariamente tuvieron
que estar asociados con el estilo Qeya. Pese a ello, este estilo parece haber
tenido una importante distribución en el margen oeste de la Cuenca del Titicaca
(Mujica 1978).´ (129).

³Utilizando la definición de Wallace (1957) acerca del estilo Qeya, Mathews


(1992) efectúa un detenido análisis de la cerámica que Ponce (1971) identifica
como perteneciente a la "Epoca I" y la cerámica del "Tiahuanaco Temprano".
Mathews aduce que la supuesta "corrección" que Ponce (1,971) efectúa en la
seriación de Bennett no tiene sustento: "Una cerámica Tiwanaku I podría
ostensiblemente anteceder al "Tiahuanaco Temprano" de Bennett (Tiwanaku III
de Ponce), sin embargo, Bennett excavó hasta suelo estéril en por lo menos seis
pozos (I-III,V,VIII, y IX) y posiblemente siete (Pozo IV) de sus diez pozos; en
otras palabras, alcanzó suelo estéril entre el 60 y el 70 por ciento de su muestra,
sin indicación alguna de un tipo cerámico anterior al "Tiahuanaco Temprano"
(Mathews 1992:99).

Además de señalar aspectos similares a los que aquí ya se han indicado,


Mathews apunta que Jorge Arellano (1991:271) encontró material cerámico
"Tiwanaku I" y "Tiwanaku III" en los estratos tres y cuatro en un pozo de prueba
que excavó al norte de Kalasasaya, y que estos datos corroboran los resultados
de las excavaciones que Mathews realizó en el sitio de Tilata. Existen, por otro
lado, numerosas similitudes entre la unidad cerámica Kalasasaya del Tiwanaku I
(Ponce 1971) y la cerámica "Tiahuanaco Temprano" de Bennett (1934), y las
formas domésticas de ambos son casi idénticas. Más aún, pruebas estadísticas
de régresión entre los fechados asignados a cada época indican que existe una
correlación alta(26) entre éstos. En tal sentido, Mathews (1992:101) sugiere que
la secuencia Tiwanaku I/Tiwanaku III fue un lapso corto, de amplia continuidad
estilística, cuando se habrían experimentado, no obstante, cambios importantes
en la tecnología y la organización social.

En el presente trabajo no se han de resolver los evidentes problemas que


muestra la actual secuencia cerámica de la región; éstos deberán ser resueltos
en posteriores investigaciones. Sin embargo, las observaciones que aquí se
vierten son indispensables para la evaluación del asentamiento humano en el
valle bajo. Tomando en cuenta estas consideraciones y los resultados de las
excavaciones de prueba en los sitios de Iwawi y Guaqui, se observan
importantes elementos de vínculo entre el estilo Qeya y los estilos locales, los
cuales demuestran una continuidad en la diversidad regional que continuó
vigente desde siglos anteriores. :

¬ !

La identificación del material cerámico correspondiente a esta etapa, durante la


prospección, se basó íntegramente en los criterios de Bennett (1934),
modificados en cierta medida por Wallace (1957). Se han examinado algunos
ejemplares que el CIAT recuperó en sus excavaciones en el área monumental
para comparar éstos con las descripciones de Bennett y Wallace.´ (130).

³La pasta se caracteriza por una arcilla fina y de color café claro, que parece
contener algo de caolín. En determinados casos se observa la inclusión de mica,
quizás añadida intencionalmente a la arcilla. En algunos casos se advierte la
presencia, aunque en«

________________________________________________________________

(26) Los gráficos de las ecuaciones que Mathews (1992:118-119) presenta son
significativos ya que demuestran la alta correlación que existe entre los fechados
de las épocas I y III (r= 0.789) y entre las épocas II y III (r= 0.866). Estas pruebas
de regresión estadística amplían aún más el argumento de una
contemporaneidad entre materiales de las épocas I y III.

________________________________________________________________
.
,
«pequeña proporción, de un desgrasante vegetal triturado, distinto al que se
incluía en la cerámica Chiripa. Las formas globulares con bordes evertidos son
las más comunes; también se encuentra un prototipo del posterior keru. El
tratamiento de la superficie se basa en un fondo negro o el fondo natural del
cuerpo cerámico. Se trazaron figuras geométricas y curvilineales (círculos y
escalones). Se representan figuras estilizadas de cóndores y pumas,
presentando éstas una especie de apéndices, los mismos que terminan en
círculos, en la cabeza. Los colores son brillantes y se manifiestan en rojo,
blanco, negro y naranja. Algunas de las etiquetas adjuntas a los ejemplares del
museo regional de Tiwanaku indican que los mismos proceden de contextos
funerarios.´ (130-131).
³Inicialmente, los únicos tres sitios en el valle bajo que mostraban cierta filiación
con el estilo Qeya eran LV-29, LV-50 y LV-487, los mismos que fueron
asignados a este periodo con base en la identificación de algunos atributos de la
cerámica descrita por Bennett. Pese a que el reducido número de tiestos (dos o
tres en alguos casos) muestra un parecido en la composición de la pasta y el
decorado, las similitudes son ténues.
El número de asentamientos asociados a esta etapa contrasta con el cuadro de
sitios del Periodo Formativo. La explicación de este fenómeno podría
interpretarse desde dos perspectivas distintas. La primera podría basarse en el
postulado de Ponce (1972) que avisora una "revolución urbana" en la región,
concentrando casi a toda la población del valle en un núcleo urbano. La segunda
alternativa estaría mas bien vinculada a un orden metodológico. Es probable que
varios sitios que datan de esta etapa de transición, entre el 100 y el 400 D.C., no
fueron identificados debido a las dificultades intrínsecas de la actual secuencia
cerámica. Como se señaló anteriormente, el "Tiahuanaco Temprano", o estilo
Qeya, deriva su realidad física de elementos asociados a contextos funerarios o
en sectores de arquitectura monumental. La representatividad de esta cerámica
de "contexto específico", por tanto, no tiene una vigencia espacial en áreas
donde las funciones no incluían necesariamente actividades mortuarias de élite
o ceremoniales. En tal sentido, la ubicación de tres sitios en el valle bajo es una
imagen del actual estado de conocimiento acerca de la cultura material de los
grupos que habitaban la región, y no así un cuadro histórico de la evolución del
asentamiento en el valle. Existen varios argumentos, muchos de los cuales ya
han sido presentados en párrafos anteriores, que respaldan esta posición. Con
base en las excavaciones en Iwawi y Guaqui, se observa que algunos atributos
de la cerámica Qeya se encuentran en la cerámica de estos sitios y que
antecede al estilo Clásico de Tiwanaku. No obstante, existen otros elementos
que sugieren la presencia de tradiciones locales y no así la existencia de un solo
estilo homogéneo y generalizado.
 i  i  9¬/¬     
Si bien el componente cerámico del Periodo Formativo no se encontraba
representado en la superficie del sitio, en las recolecciones sistemáticas e
intensivas, que se realizaron antes de las excavaciones, se identificó un
componente que no compartía los atributos de otras categorías cerámicas
conocidas. Este material exhibe un engobe rojo oscuro sobre una pasta
blanquecina o de color café claro. Los fragmentos de esta categoría fueron
clasificados en un grupo "no-identificado". Se sospechaba la presencia de un
componente pre-Clásico pero no se podía justificar su posición cronológica con
base en hallazgos de superificie.´ (131).
³Dos unidades de prueba fueron colocadas en el sector sureste del sitio(27). En
este sector se tiene una densidad de material cerámico en la superficie entre 8 y
11 fragmentos por metro cuadrado. También en este sector se encontró
cerámica del grupo "noidentificado". En el estrato b, un limo arenoso (10YR 4/3),
de la unidad 1(N475 E525), se identificaron fragmentos del estilo Clásico de
Tiwanaku junto a una cerámica con atributos parecidos a los del estilo Qeya,
especialmente en la pasta. Un piso fue ubicado en la base de este estrato.
Debajo de esta superficie se identificaron aún más elementos de este
componente cerámico (Figuras 7.3-7.b). En la unidad 2 (N490 E525), los
estratos 4, 5 y 6 contenían material similar, aunque la estratigrafía no era tan
clara. Al parecer este sector era un basural, donde la microestratigrafía muestra
lentes de ceniza«
(27) Una descripción más extensa del sitio y de los hallazgos de los posteriores
periodos se encuentran en el capítulo 8.
________________________________________________________________
«intercalados con lentes de arena. Este novel componente se encontraba, sin
embargo, mezclado con material del Formativo, a una profundidad de 2.85
metros de la superficie. El fechado calibrado para la ocupación del Formativo
(925 85 A.C.), que fue obtenido de una muestra de la unidad 1, y los materiales
de los estratos superiores al sexto, aprisionan este componente que representan
una manifestación singular entre el Formativo y la hegemonía Tiwanaku del
quinto siglo de nuestra era.´ (132-133).
³Los análisis arqueobotánicos de los estratos 6 y 7, en la unidad 1, demuestran
la presencia de quinua (Chenopodium quinoa), tanto en sus variedades de grano
chico como grande, y semillas silvestres. No se identificaron restos de
tubérculos. La importancia de la presencia de quinua, en su variedad de grano
mayor, es que sugiere la selección de nuevas variedades de esta planta durante
esta etapa. El análisis de los restos de fauna de los estratos 6 y 7 de la unidad 1
y de los estratos 4, 5, y 6 de la unidad 2 indican que grandes cantidades de
pescado fueron consumidas, así como algunas variedades de aves. Esto no es
sorprendente dada la ubicación de Iwawi en las proximidades del lago. Aunque
en menor proporción, también se identificaron restos de llama, viscacha y can.´
(133).
 i  i  9¬/¬     
0Un grupo de fragmentos cerámicos "no-identificado", similar al de Iwawi, fue
identificado en Guaqui durante la prospección. Algunos de los tiestos,
recogidos en la recolección de superficie, muestran atributos en común con los
fragmentos de Iwawi. Este aspecto sugería la posibilidad de encontrar este
material transicional así como material del Periodo Formativo, que como en el
caso de Iwawi, podía estar a bastante profundidad de la superficie. Las
excavaciones en las dos primeras unidades de prueba que se realizaron,
mostraron que Guaqui no tiene la sedimentación profunda de Iwawi. En algunas
unidades se ubicó roca a escasos 25 cm de la superficie. De las once unidades
de prueba que se excavaron, en cuatro de ellas se identificó un componente
anterior al estilo Clásico. En la unidad 4 (N529 E563), el relleno de terraza
contenía algunos fragmentos de este componente, aunque mezclados con
componentes de periodos posteriores. En la unidad 8 (N484 E 511), fragmentos
con atributos similares al estilo Qeya fueron identificados en el estrato 2 (limo
arenoso mezclado con ceniza), aunque también mezclados con cerámica
clásica. En la unidad 10 se identificó solamente un fragmento de esta etapa,
mientras que en los estratos 2 y 3, este material también aparecía mezclado con
el estilo Clásico.´ (134-135).
0Aunque los componentes que anteceden al estilo Clásico de Tiwanaku no se
encuentran en Guaqui, en forma tan contundente como los de Iwawi, éstos
demuestran que el relativo vacío que se observa en la distribución de sitios es
reflejo del desconocimiento de la variabilidad que presentan los distintos sitios
del valle durante esta etapa. Tomando en cuenta los descubrimientos en Iwawi y
Guaqui, y haciendo una revisión de las recolecciones de superficie de los 512
sitios que se identificaron en el valle bajo, algunos presentan elementos
cerámicos similares a los que se identificaron en Iwawi y Guaqui, entre ellos LV-
30, LV-34, LV-155, LV-lSb y LV-187. En este sentido, el espectro de sitios que
data de las primeras tres a cuatro centurias antes del presente puede ampliarse
a ocho (Figura 7.8).
Las dificultades que actualmente afectan a la tradicional secuencia cerámica,
derivada exclusivamente de contextos funerarios o de sectores monumentales,
no hacen sino demostrar la necesidad de realizar futuras investigaciones
específicas para resolver esta problemática. Al comenzar este capítulo se indicó
que el actual significado de esta etapa de transición es más el resultado de
"evidencia negativa" y de deducciones que de testimonio empírico. El nuevo
orden que al parecer se gestó durante esta fase, culminó con la consolidación de
un poder hegemónico que se desbordó hacia varias regiones, portando una
ideología con denominadores de integración. Pese a las limitaciones actuales de
la arqueología de este periodo, las investigaciones a nivel regional, así como las
excavaciones en determinados sitios del Valle de Tiwanaku, ofrecen alternativas
de interpretación y, más que todo, una base para evaluar los distintos modelos
teóricos de organización social que se han generado para Tiwanaku.´ (136).
 ¬ 
  
³Durante el Periodo Formativo Tardío, sino antes, surgieron principios
fundamentales de organización, sobre los cuales muchos grupos de la
sociedad andina fundamentaron sus estructuras políticas, económicas y
religiosas. Estas estrategias de coordinación, como lo sugieren los elementos
simbólicos en determinados sitios, estuvieron acompañadas por un cuerpo
ideológico globalizante que proveía el nexo indispensable entre lo natural y lo
cultural, así como entre lo natural y lo sobrenatural. No se puede juzgar como
insignificante el rol que desempeñaron los principios ideológicos compartidos, o
que se instituyeron al formarse entes sociales más amplios en la integración de
diversas etnias. El registro arqueológico en distintas regiones muestra el rico
contexto simbólico de estos desarrollos. La iconografía de Tiwanaku es claro
testimonio de esta opulencia, aunque todavía no se haya podido descifrar el
verdadero significado de sus íconos (28). Es así, que pese a reconocerse la
presencia de atavíos rituales Tiwanaku en diversas y lejanas regiones, se
desconoce su significado más amplio (Conklin y Tórres 1991; Cook 1979,1985;
Rivera Díaz 1985). Las esferas de interacción que ligaban varias regiones de los
Andes centro-sur no separaban los intereses económicos de los intereses
políticos y de sus connotaciones ideológicas.´ (137-138).
³Durante la primera centuria de nuestra era, tuvieron lugar importantes
transformaciones en el orden social. Mujica (1978) sostiene que los centros
mayores del Periodo Formativo en la Cuenca del Titicaca, como Pucara y
Chiripa, cesaron de ejercer su influencia, relegando el poder a Tiwanaku. Esta
transferencia de autoridad tuvo quizás como base a un dinamismo comercial
creciente que Tiwanaku estableció con otras regiones (Browman 1985; Mujica
1978:305). La importancia de Pucara como centro de poder (Erickson 1988;
Mujica 1978) ha sido enfatizada debido a que poco se conoce, en datos
arqueológicos concretos, acerca de la evolución política del Valle de Tiwanaku.

En términos bastante amplios, la evolución de Tiwanaku, durante el primer siglo


de nuestra era, ha sido caracterizada por la acción de un cambio repentino
(Ponce 1972, 1975a,1981), que convirtió a Tiwanaku una verdadera metrópoli.
Se argumenta que el cambio cualitativo fue posible gracias a la producción de un
excedente agrícola: Supuestamente, sólo un tercio de la producción era
necesario para mantener a la población campesina, mientras que el resto era
utilizado para sostener a la clase de artesanos y administradores que moraban
en la capital (Ponce 1975a:18). Este modelo supone una secuencia de eventos
intrínsecos como resultado de la convergencia de personas en un centro urbano.
El por qué de este ensanchamiento de núcleos poblacionales es la obvia
interrogante.

En la dinámica de la interacción producida entre grupos de distintas regiones,


debieron existir, desde las primeras fases del Formativo, diversos y complejos
mecanismos de intercambio, vinculando poblaciones del altiplano, costa y
yungas. Al parecer, una economía de complementación regional surgió durante
las primeras fases del Formativo, ampliándose en escala multiregional durante la
fase tardía. La presencia de concha marina en Allkamari (capítulo 6), así como
de obsidiana, diversos minerales y piedras preciosas en Chiripa, desde la fase
tempana (Browman s.f.), es indicativa del radio de interacción de estos
grupos(29). Es factible que entre los mecanismos de complementación«
________________________________________________________________
(28) En el capítulo 4 se presentan varias de las interpretaciones que se han
efectuado respecto a la iconografía de la estatuaria lítica de Tiwanaku. Aunque
muchos investigadores han intentado encontrar la sintáxis y la semántica del
"lenguaje" que encierran estos grabados, todavía no se ha ³traducido" el mismo.
Lo destacable en la presentación de determinados elementos es que existe una
diferenciación de los medios en los que aparecen. Es decir que la cerámica lleva
determinados elementos que no lleva la estatuaria lítica o los textiles, y
viceversa. Sin embargo, todos estos materiales expresan la composición, la
variabilidad y la dinámica de las dimensiones sociales, políticas, económicas y
religiosas de la cultura.
(29) Browman (s.f.) sostiene que el sistema de intecambio en el altiplano se
desarrolló durante el segundo y primer milenios A.C., el cual formó la base de
integración de los grupos altiplánicos. Los pequeños fragmentos de andesita y la
limonita que se encontraron en Chiripa provienen del área cercana a
Copacabana; el cobre en forma de brocantita, de Chiripa (probablemente
utilizado desde la fase intermedia (900-600 A.C.), tiene su origen en la región de
San Pedro de Atacama; la sodalita proviene del Cerro Sapo, en Cochabamba; la
obsidiana tiene distintas proveniencias alrededor de la Cuenca del Titicaca y en
Querimita (Oruro).
________________________________________________________________
«económica se hayan desarrollado enclaves poblacionales como estrategia de
control directo; la presencia de materiales Chiripa y Pucara en varias regiones
apuntan hacia este tipo de estrategia (Mohr Chávez 1988; Rivera Díaz1984). Un
caso concreto es el de la costa norte de Chile. La tradición Chinchorro (ca. 6000-
2000 A.C.) fue remplazada por una tradición de filiación altiplánica, con origen en
la Cuenca del Titicaca; la tradición altiplánica introdujo la agricultura mediante
riego y las bases de una ideología distinta, representada en las figuras del
"sacrificador" (Rivera Díaz 1984). A comienzos de nuestra era, estos
mecanismos de control multiregional pueden haber caracterizado a varios
poderes políticos de la cuenca, incluyendo una creciente hegemonía Tiwanaku.´
(138-139).

³La transición hacia una consolidación de Tiwanaku como poder hegemónico


estuvo marcada por cambios en la orientación económica e ideológica de
crecientes y reforzadas coaliciones. Sin embargo, como lo demuestra la
distribución de sitios en el Valle de Tiwanaku, es probable que estos cambios se
cristalizaron a partir del quinto siglo de nuestra era. En tal sentido, es menester
evaluar las hipótesis que al presente se han formulado para explicar el
surgimiento de Tiwanaku como Estado.´ (139).

³En primer lugar, si la supuesta "revolución urbana" aglutinó a la mayoría de la


población del Valle en Tiwanaku, entonces, ¿cómo se sostenía la masa urbana?
En el esquema de Ponce (1972) se le adjudica a una "clase campesina". Este
"campesinado" habría perdido la propiedad colectiva de la tierra, pasando ésta a
propiedad del Estado. En la propuesta de Ponce no existe ningún sustento
empírico del área circundante a Tiwanaku. Simplemente se especula con la
existencia de una "clase campesina" dedicada a trabajar un tiempo en la
agricultura y en su tiempo "libre" forzada por la élite gobernante a construir los
monumentos líticos en Tiwanaku. El patrón de asentamiento del valle bajo, así
como del sector central-inmediato a Tiwanaku (Mathews 1992) demuestra que
los asentamientos tenían importantes elementos individuales que no muestran
una imposición estatal, como la que propone Ponce. Tampoco existen pruebas
fehacientes del uso intensivo de diversas tecnologías agrícolas, como acontece
en periodos posteriores. Más aún, no se advierte un orden jerárquico de
asentamientos que otorgue indicios de una administración planificada, de una
participación de segmentos o de una cúpula de poder a nivel regional. En otras
palabras, no se observa la presencia de una fuerza de coalición que viene a
caracterizar a Tiwanaku en sus subsiguientes fases de desarrollo. Este cuadro
tiene importantes repercusiones en la formulación del surgimiento de una
hegemonía Tiwanaku durante las primeras centurias de nuestra era. La visión
regional del asentamiento, como indicador primordial de la evolución de niveles
administrativos jerárquicos, no muestra la efervecencia y estructura que
caracterizan a los nuevos niveles que surgen durante el quinto siglo. Lo que si
muestra es una esfera cultural con más rasgos comunes y con una orientación
económica de subsistencia, a nivel general, distinta a la del Periodo Formativo.
Todos los sitios de filiación Chiripa son abandonados, optándose por una
ubicación casi exclusiva en las llanuras del valle habría(30). Por otro lado, si el
uso de arenisca roja tuviera un significado cronológico, como arguye Ponce
(1964:57-59), solamente el sector sur del valle habría«
________________________________________________________________
(30) La excepción podría darse en el sector sur del valle, donde algunos sitios,
que probablemente datan de los primeros siglos de nuestra era, se encuentran
asociados con las terrazas agricolas. Esta situación no sería improbable ya que
la posibilidad del uso de terrazas se remonta al Periodo Formativo (capítulo 6).
________________________________________________________________

«estado poblado, debido a que en el sector norte se evidencia el uso de


andesita. Además, los cinco sitios adicionales que muestran atributos cerámicos
similares a los encontrados en Iwawi y Guaqui se encuentran en el sector norte
del valle. En tal sentido, es poco probable que la arenisca haya tenido un uso
exclusivo durante las primeras centurias. Esta dicotomía en el uso de materiales
pétreos parece mas bien estar vinculada al abastecimiento diferenciado de los
mismos.´ (139-140).

³La aparente reducción de sitios que se observa en el valle, con relación a la


cantidad de asentamientos de la fase tardía del Formativo, constituye, en gran
medida, el resultado del actual orden metodológico que del panorama de los
cambios que se dieron en la sociedad. No obstante, pese a esta situación, se
pueden inferir algunos de los cambios más importantes. Esta etapa de
"transición" (a falta de mejor término) se caracterizó por la amalgamación de
patrones compartidos por una creciente esfera de interacción entre el altiplano y
regiones colindantes. Fue la necesidad de integrar y administrar una creciente
colectividad multiétnica la que eventualmente condujo al surgimiento de niveles
jerárquicos mayores y a la formación de nucleamientos de mayor tamaño y
complejidad, identificados por una ideología común. Este fenómeno globalizante,
no obstante, alcanza un radio menor y una estructura más modesta durante los
primeros siglos de nuestra era, consolidándose el armazón organizativo de
Tiwanaku en las posteriores centurias. En esta etapa, las jerarquías logran una
integración más extensa, determinando una condición inherente de las
propiedades emergentes del nuevo nivel político. En tal sentido, la fusión de
segmentos sociales más amplios posibilitó la formación de niveles jerárquicos
mayores, con poderes y justificativos también más globales.

Los asentamientos Chiripa del Periodo Formativo, en particular aquellos


ubicados en los sectores elevados de las serranías y de las montañas, fueron
abandonados.

Un aspecto remarcable del ámbito ideológico es el énfasis en la representación


de cabezas trofeo y figuras de "sacrificadores", especialmente explícitas en los
ejemplos de los materiales Pucara. Estas manifestaciones sugieren que el
sacrificio ritual, y no así la guerra, fue un componente integral de los principios
ideológicos compartidos. No existen fortificaciones asociadas a este periodo; de
modo que de todo lo expresado hasta aquí, se colige que fueron mecanismos de
integración (basados en denominadores comunes) y no patrones coercitivos los
que eventualmente condujeron al surgimiento de la hegemonía Tiwanaku. ³(140).

¬ 
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0La imágen parcializada de Tiwanaku como exclusivo centro religioso ha sido


una de las interpretaciones que ha oscurecido, en gran parte, las dimensiones
sociales más amplias que le caracterizaron. A la luz de las recientes
investigaciones, resulta extraño que esta perspectiva aún tenga vigencia en el
pensamiento de algunos investigadores del pretérito andino:

El espacioso e impresionante, pero simple y elegante


centro ceremonial de Tiahuanaco, el mismo que
puede ser comparado con una "ciudad sagrada", y
sus santuarios que, se desprenden de ella, como ser
Lucurmata y Pajchiri, se encuentran en marcado
contraste con el patrón complejo y espacialmente
intensivo de la arquitectura multifuncional de la capital
de Huari y sus ampliamente dispersos centros de
Wirakochapampa y Pikillkaata [sic] y sus numerosos
sitios administrativos. En la teocrácia hegemónica de
Tiahuanaco se dió una tradición larga de lugares
sagrados y centros de peregrinaje que tuvieron su
florecimiento alrededor del 600-900 DC., y en forma
episódica continuaron siendo importantes en el
imperio Inka, pero nunca hubo una concentración
extensa de poder político en estos, tampoco ha
quedado más que las tradiciones sagradas, que es el
legado de esta hegemonía entre la gente (Richard
Schaedel 1988:772-773; traducción mía).´ (141).
³En forma similar, Ana María Lorandi (1986:43) señala lo siguiente: "Tiwanaku
fue esencialmente un centro ceremonial, aunque Ponce Sanginés encontró
restos de una población densa en las cercanías lacustres (Ponce n.d.; Browman
1973). Wari, por otro lado, fue un centro urbano complejo con muchas
construcciones residenciales, cementerios, almacenes, plazas públicas y
acueductos (W. H. Isbell 1970)." Estos argumentos tienen una sesgada imágen
debido a la "visibilidad" arqueológica que inclusive Bennett tenía del sitio. El
programa de excavaciones del proyecto "Wila Jawira" ha intentado balancear el
enfoque de los trabajos en Tiwanaku, realizando excavaciones horizontales
extensas en los sectores que circundan al núcleo de recintos monumentales.
Los resultados de estos trabajos demuestran fehacientemente que los sectores
circundantes al complejo cívico-ceremonial estaban ocupados por numerosos
complejos habitacionales (Janusek 1993,1994; Rivera Casanovas 1994), y que
la antigua capital debío alcanzar entre los 6 y 9 km2 (Kolata y Mathews 1988).
Sin embargo, no se sabe con certeza si es que la población era estable. Es
decir, si es que se congregaba en mayor número durante cierta temporada del
año y luego se dispersaba hacia territorios adyacentes.´ (142).

³Por otra parte, históricamente, las investigaciones arqueológicas en el Valle de


Tiwanaku han enfocado casi con exclusividad el aspecto monumental del sitio
epónimo (Bennett 1934a; Crequi Montfort 1906; Manzanilla 1992; Manzanilla y
Woodard 1990; Ponce 1964,1972; Posnansky 1914, 1945; Sampeck 1991;
Stuebel y Uhle 1892; entre otros), mientras que los estudios arqueológicos
realizados fuera de la región nuclear han desarrollado modelos que proyectan
distintos panoramas de la presencia de Tiwanaku en otras áreas (e.g., Berberián
1975; Berenguer 1978; Berenguer y Dauelsberg 1988; Berenguer et al. 1980;
Bermann 1990, 1994; Browman 1980, 1985; Goldstein 1985, 1990,1993;
Moseley et a1.1991; Rivera Díaz 1985; Tapia Pineda 1978a,1978b,1978c).

Esta visión de la "periferia" versus el cuadro de la "capital" ha dejado un vacío en


el conocimiento y en la interpretación de importantes aspectos relacionados a la
organización y evolución del asentamiento en el territorio circundante al antiguo
centro. En tal sentido, se ignoraban la naturaleza del sistema regional de
asentamiento, las dimensiones productivas del valle y el carácter global de las
relaciones intersitio. En realidad, se desconocía la sociedad Tiwanaku en su
propio territorio; no se sabía cuantos sitios existían en el valle, sus proporciones,
sus rasgos arqueológicos, sus vínculos con áreas potenciales de producción
agrícola, su disposición en las cercanías del Lago Titicaca y el orden que estos
sitios mantenían con Tiwanaku. Se sospechaba que el valle bajo, en particular,
debió cumplir una función estratégica para Tiwanaku, debido a que este sector
proporciona una especie de corredor directo hacia el lago, el mismo que fue,
indiscutiblemente, un medio de apertura y de comunicación con todos los grupos
asentados en la Cuenca del Titicaca. Además, el Valle Bajo de Tiwanaku
presenta suelos fértiles y recursos lacustres que debieron ser bastante atractivos
para una colectividad en creciente necesidad de abstecer a sus distintos
segmentos sociales. Fue durante el quinto siglo cuando un orden singular de
asentamientos con características compartidas sin precedente marca el poder
hegemónico de Tiwanaku.´ (142).

³Son varios ángulos los que conforman un análisis de la estructura del


asentamiento Tiwanaku en el valle bajo; también son diversos puntos los que
componen la interpretación de la evolución del asentamiento Tiwanaku a nivel
regional. Para abordar estos temas con mayor claridad, este capítulo ha sido
organizado en cuatro partes: La primera es una consideración metodológica que
evalúa el carácter material de la hegemonía Tiwanaku, particularmente en sus
manifestaciones cerámicas, ya que son, precisamente, éstas las que sirven de
indicadores primarios en la evaluación de sitios Tiwanaku en el valle. La
segunda enfoca detalladamente el patrón de asentamiento Tiwanaku en todas
sus dimensiones; en tal sentido, se efectúan pruebas estadísticas para
determinar relaciones de distribución de sitios, conforme al orden jerárquico que
éstos mantienen. La tercera está relacionada con los diversos regímenes
agrícolas que fueron identificados en el valle y que muestran una significativa
asociación, en forma sectorial, con los sitios Tiwanaku. Finalmente, la cuarta
parte constituye una interpretación del sistema de asentamiento que caracterizó
al poder hegemónico de Tiwanaku, evaluándose los distintos modelos que se
han formulado acerca de la organización social, política, económica y religiosa
de Tiwanaku. En dicha evaluación surge una nueva propuesta para explicar el
sistema de asentamiento Tiwanaku, retomando los principios de la dinámica
segmentaria aymara como parámetros de interpretación. De este modo, se
desarrolla un modelo de "jerarquías inclusivas", el cual da cuenta de las
principales características de la organización sociopolítica de la región,
reflejadas en el testimonio arqueológico.´ (142-143).

¬ !

³La identificación de la cerámica que caracterizó a la hegemonía Tiwanaku se


basa en las descripciones de las manifestaciones que globalizan un conjunto de
atributos y que se distribuyen en forma amplia a lo largo del Valle Bajo de
Tiwanaku. Los elementos de estos materiales son compartidos en forma general
por las diversas manifestaciones que personifican a la cerámica de este estilo.
Los lineamientos del denominado estilo "Clásico" fueron los criterios que se
emplearon para identificar a los sitios con estas filiaciones (Bennett 1934a;
Wallace 1957). No obstante, varios de los sitios con dicho componente denotan
algunas variantes que, en cierta medida, deben ser tomadas en cuenta.

Tal como acontece con el "Tiahuanaco Temprano" de Bennett (1934a), el


"Tiahuanaco Clásico" ha sido adoptado en la secuencia de Ponce (1975a:18,
1979:16, 19$1:30, 78) como el estilo del periodo "Tiwanaku IV". Volviendo a
reiterar lo dicho en el capítulo anterior, es importante hacer una diferenciación de
las bases metodológicas entre la secuencia general de Ponce (1972) y los
criterios estilísticos de Bennett (1934a), ya que ambas tienen connotaciones
teóricas diferentes. Bennett desarrolló una cronología relativa con base en los
elementos decorativos y formas de la cerámica que, correlacionados con la
estratigrafía, fueron ubicados en una progresión estilística a través del tiempo.
No contando con métodos de datación radiométrica, Bennett no pudo establecer
con mayor detalle la antigüedad de estos estilos, aunque en su cronología
relativa, Bennett (1934) suponía que la historia de Tiwanaku abarca entre el 200
y el 900 D.C., dentro de la cual "incluye un gran periodo de floración hasta
aproximadamente el 600 D.C., denominado comúnmente el Periodo Clásico, y
un periodo posterior de declinamiento (aunque la cultura se encontraba todavía
activa) conocido como el Periodo Decadente, el cual llena el periodo hasta el
900 D.C." (Bennett 1934b:716).

Esta secuencia estilística, pese a los problemas en la estratigrafía que Bennett


mismo reconoció, constituye, junto a la seriación de Wallace (1957), la única
fuente substancial de referencia respecto a la cerámica de Tiwanaku en el área
nuclear. Debido a la presencia de variantes locales en otras regiones, algunos
investigadores han intentado formular nuevos esquemas, los cuales han
seguido, no obstante, las categorías generales de Ponce (Bermann 1990,1994;
Goldstein 1985,1989,1990).´ (143).

³El esquema de Ponce, como ya se dijo, se basa sólo en las excavaciones del
área monumental de Tiwanaku, no habiéndose efectuado, como se sabe, una
secuencia cerámica de los materiales que se recuperaron. En una crítica del
trabajo de Bennett, Ponce 1980:92} señala lo siguiente: "...No es difícil enunciar
que la más fina categoría, (denominada clásica en otra terminología, se localiza
en su mayor proporción en Tiwanaku y en menor cantidad en otros lugares, por
lo que correspondería a una calidad más bien suntuaria y de manufactura
urbana. En cambio la de acabado menos esmerado, sería para el medio rural,
por supuesto no tan refinado en su gusto, así como para el segmento social
popular. Por consiguiente, son coetáneas ambas y no diacrónicas como postulan
Bennett y sus adeptos". La coetaneidad de estilos que Ponce sostiene para el
periodo "Tiwanaku IV", tal y como se discute en el siguiente capítulo, deja sin
elementos cerámicos al posterior "Tiwanaku V". Esta situación ha forzado la
continuación en el empleo de los criterios de Bennett. Ante la ausencia de
correlatos cerámicos explícitos para las épocas IV y V, resulta
metodológicamente congruente, conforme a los criterios utilizados en la
clasificación cerámica y las evaluaciones de las excavaciones realizadas,
identificar al estilo Clásico como manifestación material de la hegemonía
Tiwanaku, entre el 400 y el 1000 D.C. La utilización del término "estilo Clásico"
no debe proyectar una imágen hermética de celebridad y homogeneidad
culturales. Por el contrario, su empleo en el presente trabajo hace referencia,
simplemente, a un conjunto de expresiones materiales que comparten
elementos de un mútuo medio de comunicación. Esto significa que existen
denominadores comunes entre los materiales cerámicos de un determinado sitio
Tiwanaku y otro, aunque también se reflejan variantes locales. La cerámica de
los sitios Tiwanaku fue diagnosticada, como tal, con base en los criterios de
Bennett y las observaciones de Wallace, habiéndose añadido algunas
características generales que presentan la cerámica de las excavaciones en
Iwawi (LV-150) y Guaqui (LV-55).´ (143-144).

³1. La pasta, en general, es densa y se caracteriza por un color naranja o rojizo


con pocas inclusiones.
2. El desgrasante más común es la arena, aunque en ciertas formas cerámicas
se adviertre la presencia de mica. En forma ocasional se encuentra algo de fibra
vegetal. \
3. El quemado de las piezas varía entre una atmósfera reductora y otra oxidante.
Algunos ceramios dan cuenta de un quemado irregular, mientras que otros
exhiben un quemado homogéneo. De haberse elaborado la mayoría de la
cerámica en el valle, es sorprendente que a 3800 metros de altura se hayan
alcanzado atmósferas de quemado óptimas. No existe, sin embargo, una
correlación entre la forma del ceramio y la atmósfera de quemado.
4. En la mayoría de los casos, el engobe es de color rojo (en distintas
intensidades) y muestra una composición arcillosa parecida al de la pasta.
5. El pulido es común, y en menor medida el bruñido. Algunas de las piezas finas
muestran un pulido excepcional, dando la impresión de una vidriación en el
acabado.
6. Aunque las formas del estilo Clásico son diversas (Figuras 8.1 y 8.2), entre las
más comunes y diagnósticas se encuentran el keru, el tazón, la jarra con una
asa, y el inciensario en forma zoomorfa.
7. Algunas de estas formas comunes tienen figuras modeladas, tales como
pumas, cóndores, llamas y caras humanas.´ (144).
³8. El uso de múltiples colores en la decoración de las formas señaladas es
común; los colores más frecuentes son el negro, blanco, amarillo, naranja y gris.
Algunos kerus exhiben pasta negra y un decorado mediante incisión.
9. Los motivos del decorado son representaciones de pumas, cóndores y
cabezas humanas. Algunos motivos se presentan en forma estilizada. Varias
figuras geométricas acompañan a las figuras principales. Otras figuras que
también se presentan son aves y figuras antropomórficas; en algunos casos
cabezas de peces y cuerpos de serpientes. Algunos kerus; y la mayoría de los
tazones y jarras, presentan decoración, en forma de lineas onduladas, en la
parte superior interna del ceramio.´ (145).

r   

³Un total de 50 sitios presentan componentes cerámicos y otros materiales,


como ser bloques líticos tallados, vinculados al fenómeno Tiwanaku. La
distribución de estos sitios dentro de los distintos microambientes del valle está
representada en las Tablas 8.1 y 8.2.´ (146).

³Al igual que en los sitios del Periodo Formativo, los sitios Tiwanaku no se
encuentran distribuidos en forma aleatoria en los siete microambientes; sin
embargo, la distribución de estos últimos varía significativamente del patrón de
sitios del Formativo. En el anterior capítulo se enfatizó la presencia de un
importante cambio en la ubicación de sitios durante la denominada "transición"
entre el Formativo y el surgimiento de la configuración Tiwanaku; un cambio de
las zonas intermedias y altas hacia las llanuras del valle, con la posible
excepción de algunos sitios en la Zona de Terrazas (TZ). Los sitios de filiación
Chiripa fueron abandonados, probablemente hacia comienzos de nuestra era.
Un 85% de los sitios del Formativo esta ubicado en la zonas de coluvio, mientras
que solamente un 26% de los sitios Tiwanaku se encuentra en estas zonas. Se
advierte, por otro lado, una continuidad de ocupación en los sitios del Periodo
Formativo, ubicados en las llanuras. La Zona de Pastos y Manantiales (SGZ) se
convirtió en un sector de preferencia para la ubicación de sitios Tiwanaku; un
40% se encuentra en esta zona. Las otras dos zonas de marcada predilección
son el Coluvio Inferior (LCZ) y la Zona de Terrazas (TZ). En estos tres
microambientes se ubica el 84% de los sitios Tiwanaku. En la Tabla 8.2 se
observa que la Zona Intermontañosa no incluye sitio alguno.´ (147).

³Los sitios Tiwanaku presentan gran variabilidad en tamaño y rasgos


arqueológicos. En forma contraria a los que acontecía con ocupaciones previas,
algunos sitios Tiwanaku exceden las tres hectáreas y muchos exhiben
montículos terraceados, plataformas y montículos en forma oval. Aquellos de
mayor extensión también presentan elementos arquitectónicos, como ser
bloques líticos tallados. Los sitios intermedios, con extensiones entre una y tres
hectáreas, presentan montículos ovales, pero, en general, no muestran
materiales líticos tallados. Los sitios menores a una hectárea constituyen
pequeños montículos o áreas reducidas de distribución de fragmentos cerámicos
que se encuentran generalmente asociados a campos agrícolas. Estas
diferencias en la composición de sitios Tiwanaku hace posible la categorización
de los asentamientos en tres grupos. Tomando en cuenta que Tiwanaku era el
centro primario, con un área promedio de 8 km2 (Kolata y Mathews 1988), los
asentamientos del valle bajo pueden clasificarse de la siguiente manera:´ (147-
148).

³1. Los sitios secundarios se caracterizan por áreas de distribución de


fragmentos cerámicos y artefactos líticos que exceden las tres hectáreas.
Esta categoría de sitios también presenta varios montículos, plataformas y
bloques líticos tallados (en andesita o arenisca).
2. Los sitios terciarios presentan distribuciones de material en la superficie sobre
un área entre una y tres hectáreas; algunos tienen montículos pero, en
general, no exhiben bloques líticos como los que se evidencia en sitios
secundarios.
3. Los sitios cuaternarios están compuestos por distribuciones de material en la
superficie que no excede una hectárea, y, en general, constituyen montículos
ubicados entre campos agrícolas.

La distribución de estos sitios, por categorías, se encuentra resumida en la Tabla


8.2, en la cual se observa que 10 de los 11 sitios secundarios (91 %) se
encuentran ubicados en la Zona de Pastos y Manantiales (SGZ), la Zona de
Terrazas (TZ) y la Zona. de Coluvio Inferior (LCZ). Un solo sitio, Iwawi, se
encuentra ubicado en la Zona Lacustre (LZ). Una misma distribución es la que
presentan los sitios terciarios, aunque un porcentaje mayor se encuentra
ubicado en la Zona de Terrazas (TZ). Los sitios de cuarto orden denotan una
distribución mas esparcida, aunque la mayoría (78%) también se concentra en
las zonas de los sitios secundarios y terciarios.

Es quizás oportuno señalar aquí que solamente dos sitios, de los 50 que
muestran una filiación con Tiwanaku, fueron descritos con anterioridad. El sitio
de Iwawi era ya conocido desde comienzos de siglo y fue varias veces
nombrado en la literatura arqueológica debido a los inmensos bloques de
andesita que presenta en la superficie (Ponce et al. 1971:90, 1972; Browman
1984). En 1968, Gregorio Cordero excavó en Iwawi, aunque el registro de estos
trabajos se encuentra solamente en uno de sus diarios de campo(31). El otro
sitio que aparece en la bibliografía arqueológica de la región es Sullkata (LV-8),
referido como Sulkatata por Portugal Zamora (1953,1957). En realidad, no se
identifica el sitio arqueológico sino un monolito descubierto por los pobladores de
la comunidad de Sullkata y entregado a Portugal Zamora.´ (148).
³Debido a la importancia que los sitios secundarios y terciarios tienen en el
análisis del patrón de asentamiento y las interpretaciones del mismo, es
importante brindar un cuadro«

________________________________________________________________
(31) Cordero excavó en dos sectores del sitio sin indicar, empero, la ubicación
exacta de sus pozos. De sus notas, también se colige que no excavó hasta
suelo esteril, y que en los estratos superiores identificó un entierro y algunos
ceramios parciales.

«descriptivo de la mayoría de ellos. En determinados casos se han efectuado


los relevamientos topográficos correspondientes y recolecciones sistemáticas de
superficie que sirven principalmente en la evaluación de la intensidad de
ocupación Tiwanaku. Las extensiones que se dan para los sitios, en algunos
casos, son evaluaciones basadas en la distribución de la cerámica que muestra
filiación con el estilo Clásico.´ (148-149).

i (       .    



ë   ¬
 ,  ‘

/$ *3 
³El sitio mide unas 3.2 hectáreas con un eje mayor norte-sur (Figura 8.3). El sitio
está demarcado al este por una pequeña quebrada. Se observan por lo menos
dos plataformas extensas y una de menor tamaño; sobre esta última se
encontraron algunas lozas de piedra que el dueño de el terreno había sacado
de unas tumbas. Existen tres montículos ovales en el sitio y uno pequeño
circular en el sector noreste que muestra una posible asociación con periodos
posteriores. Dos montículos en el sector suroeste exhiben tres bloques tallados
de andesita. Los fragmentos de cerámica y los artefactos líticos están dispersos
en distintas densidades. Hacia el márgen sur del sitio se advierte el puntal de un
terraplén, el mismo que vincula el sitio con campos elevados de cultivo, ubicados
a unos dos kilómetros al sur. En el corte que la quebrada ha expuesto se
observa material cultural hasta una profundidad de 1.8 m, lo cual indica una
significativa intensidad e historia de asentamiento en este sitio. ,

/$*%;/$%%

Aunque estos dos sitios se encuentran a una distancia de aproximadamente 150


metros es probable que ambos hayan conformado un solo complejo; el sitio
abarca unas 1.5 hectáreas. Pese a que se identificó un pequeño bloque de
andesita, el sitio no presenta otros componentes líticos. Los fragmentos de
cerámica y los artefactos líticos están distribuidos en forma regular sobre la
superficie. Este sitio terciario es el único que no presenta una asociación con
campos agrícolas o terraplenes. Algunos segmentos de camellones se
encuentran a unos 800 metros al sureste.´ (149).

/$*7 ¬ (

³El sitio está ubicado entre el Coluvio Inferior (LCZ) y la Zona de Pastos y
Manantiales (SGZ); cubre un área aproximada de 4 hectáreas (Figura 8.4). La
característica más notable es un montículo con plataforma (10 m x 7 m x 1.6
m). En el sector sur de la plataforma se observan dos bloques tallados de
andesita, los mismos que tienen dimensiones aproximadas de 1 m x 1 m x 0.8
m y presentan orificios. Otro bloque de similares características se encuentra a
unos 20 metros al sureste del montículo. Hacia el norte, se encuentra una
depresión en forma de U, la cual mide unos 16 m x 12 m. Es probable que este
rasgo sea una especie de patio semisubterráneo. Hacia el este se encuentra
una pequeña lomada que se extiende por unos 130-150 metros; existen
sectores sobre esta lomada que presentan altas densidades de material
cultural. Hacia el oeste del montículo se observa un terraplén que vincula el
sitio con campos elevados de cultivo, ubicados a unos 1.3 kilómetros al sur.
Este terraplén mide unos cuatro metros de ancho y tienen una altura de 1.5
metros; la superficie del mismo está cubierta por cascajo.´ (149-150).

/$"& ¬  
³El sitio tiene unas siete hectáreas, aunque el componente cerámico del estilo
Clásico se distribuye solamente por sobre unas cuatro. Existen cinco
montículos ovales, aunque es posible que hayan existido muchos más (la
construcción de un colegio en la zona y actividades agrícolas, probablemente,
han derruido algunos de estos). Los montículos, en general, promedian unos 8
m x 6 m x 1.5 m. Tres de estos exhiben bloques tallados de andesita, los
mismos que presentan similitudes con los otros bloques que se encuentran en
Iwawi y LV-37. Densidades elevadas de material cultural en la superficie son
evidentes en las cercanías de los montículos. En otros lugares del sitio, el
material se encuentra disperso en forma discontínua. Campos elevados de
cultivo se encuentran directamente asociados hacia el sur del sitio. Estos
camellones cubren aproximadamente unas tres a cuatro hectáreas pero
debieron haber sido más extensos en épocas pasadas. No se identificaron
terraplenes en las cercanías. Se observan dos manantiales en el márgen oeste
del sitio.´ (151-152).

/$7* ¬ 2 < 


³El sitio cubre un área de aproximadamente 1.2 hectáreas (Figura 8.5) y se
extiende en forma alargada y paralela al lecho de un riachuelo de época lluviosa.
El sitio se encuentra demarcado al este por un terraplén y al oeste por el
riachuelo. Se observan dos montículos de similar extensión (6 m x 5 m x 1.2 m),
sin embargo, no se observan bloques tallados. En varios sectores del sitio se
identificaron densidades altas de material cultural. También se identificaron
restos de tumbas saqueadas, en cuyos perfiles se advierte depósitos culturales
hasta una profundidad de 1.5 metros. El terraplén conecta el sitio con
camellones que se encuentran a unos 500 metros del sitio.

ë   r  . 
 ë
4

/$ ;/$%&  

³El asentamiento, compuesto por dos unidades, cubre un área aproximada de


7.5 hectáreas, aunque el material cerámico Clásico se extiende por sobre unas
5.5 hectáreas. Existen cuatro montículos en LV-6R, aunque es probable que
hayan existido más; esta observación se basa en la presencia de sectores que
muestran pequeñas lomas, donde actualmente se cultiva intensivamente. En la
superficie de uno de estos montículos se identificó un bloque tallado de arenisca
(0.7 m x 0.6 m x 0.45 m). Existen sectores aledaños a los montículos que
muestran una densidad considerable de fragmentos de cerámica. Un manantial
marca el límite este del sitio. A unos 150 metros al norte de LV68 se encuentra
LV-11, el mismo que exhibe diez montículos; éstos tienen dimensiones promedio
de unos 6 m x 5 m x 1.8 m y están compuestos por ceniza y restos de arcilla
quemada. El terreno donde se encuentran estos montículos constituye un sector
bastante húmedo. A escasos 30 metros al noroeste del sitio se encontraron
restos cerámicos que muestran un espectro interesante de fallas, tanto en la
cocción como en el pintado. Las características que presenta este sector
sugieren la presencia de una zona de producción cerámica.

/$";/$&7;/$'# ¬ 



Estos tres sitios conforman, al parecer, un solo asentamiento (Figura 8.6). La vía
férrea y el camino que conectan Tiwanaku con Guaqui han cortado por medio
sitio, cuya extensión abarca unas 5.4 hectáreas. El márgen oeste del sitio está
demarcado por el Río Chilla. Existen dos montículos en la parte central del sitio
que exhiben bloques de arenisca en la superficie. Dos pequeños montículos
adicionales se encuentran ubicados en el sector norte, pero éstos no tienen
componentes líticos. Es, sin embargo, en este sector donde se encuentra una
mayor cantidad de fragmentos cerámicos. Aunque el sitio no se encuentra
directamente asociado con campos agrícolas, existe una serie de qochas o
lagunillas, a unos 600 metros al este.

/$7 
= r

El sitio conforma un montículo de aproximadamente 1.5 hectáreas, aunque el


material cerámico del estilo clásico cubre un área de una hectárea. Dos qochas
se encuentran en las cercanías del sitio, una al norte y la otra al sur. Grandes
sectores aledaños al sitio forman bofedales que en determinados sectores
pueden incluir segmentos de camellones. Se identificó un bloque de arenisca
roja en el sector norte del sitio. El material cultural de superficie está
regularmente distribuido, aunque no presenta sectores de alta densidad.´ (153).

/$*#;/$*

³Este sitio es un montículo de aproximadamente 1.2 hectáreas. Al realizar la


prospección del área, el dueño de una parcela que separa LV-30 de LV-31 no
nos permitió el acceso a la misma. En realidad, sin embargo, parece que el
material se extiende por sobre toda la extensión del montículo, y, como tal,
constituye un sitio terciario. El material de superficie se encuentra distribuido en
forma irregular y no se identificaron bloques líticos. Sectores extensos de
camellones se encuentran aledaños al sitio; el sitio se encuentra conectado con
los camellones mediante un terraplén.´ (154-155).

/$'"   

³El sitio cubre unas 3.2 hectáreas y está asociado con una qocha (Figura 8.7), la
cual mide unos 200 metros de diámetro y es la más grande que se encuentra en
el valle bajo. Esta considerable depresión ha sido cortada en la mitad por el
camino que une Tiwanaku con Guaqui. Dos pequeños montículos se encuentran
en los bordes de esta depresión. Uno de estos montículos presenta un bloque
de arenisca. El material cultural se encuentra disperso en los sectores norte,
noreste y noroeste

/$ #'  (



Ubicado en el márgen oeste del riachuelo Tiwanaku (denominado así por los
comunarios), este sitio cubre aproximandemente unas 4.5 hectáreas (Figura
8.8). Una de las características más notables del sitio es la presencia de
numerosos fragmentos y artefactos de obsidiana. Durante la prospección se
identificaron materiales cerámicos de filiación Tiwanaku clásico, aunque, en
cierta medida, la ocupación del sitio parece ser de data posterior. Las
excavaciones que se realizaron esclarecen algunos de estos aspectos y son
tratados con mayor detalle en una posterior sección.

/$** ¬ (  

El sitio constituye un montículo, con unas 3 hectáreas en extensión; probables
áreas de ocupación en el sector norte, ampliarían el tamaño del sitio, sin
embargo, a unas 4 ha. Como acontece en otros sitios secundarios, este sitio
presenta bloques tallados de andesita en la superficie, aunque estos son más
pequeños (promedio de unos 0.5 m x 0.4 m x 0.3 m). Hacia el este del montículo
se observa una pequeña qocha, la cual sirve en la actualidad para almacenar
agua que proviene de un manantial. El área del sitio y sectores aledaños han
sido extensamente arados; es probable que en el pasado hayan existido
campos elevados de cultivo asociados con el sitio. En las pendientes del
montículo, en particular en el sector noreste, se observan sectores densos de
material cultural.´ (155).

LV-487 (K'aura)

³El sitio tiene unas 3.2 hectáreas y se encuentra demarcado hacia el este por un
corte aluvial profundo. No se advierte la presencia de bloques líticos, aunque en
el patio de una de las casas actuales se pudo evidenciar un bloque de arenisca
de considerables dimensiones. La distribución del material tiene una naturaleza
irregular, existiendo sectores de alta densidad en la parte noreste. En el perfil del
corte aluvial se observaron numerosos huesos incinerados de llamas y estratos
culturales que llega hasta los 2.3 metros de profundidad. El área al este del sitio
es un bofedal extenso, mojado constantemente por los manantiales de la zona.
Un grupo de qochas se encuentra a unos 300 metros al oeste del sitio.´ (155).
.
/$3"

³El sitio alcanza aproximadamente una hectárea, con material cultural disperso
en forma irregular y con sectores de densidad media. Se observa una pequeña
plataforma en el sector sur, pero sus características específicas no pueden ser
ya discernidas debido a la construcción de una casa en el sector. Se observa un
bloque de arenisca en la superficie. Hacia el oeste se encuentran dos
manantiales.´ (156-157).
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/$"# 
³Iwawi representa uno de los sitios más destacables del valle bajo. El sitio
constituye un montículo de pendientes leves y con una extensión aproximada en
cuatro hectáreas (Figura 8.9). En la superficie del montículo se encuentran
sectores con distribuciones densas de material, especialmente en la mitad norte.
Aunque es difícil determinar la extensión de la dispersión de cerámica con
filiación Tiwanaku clásico, es probable que ésta alcance unas 3.2 hectáreas. La
remoción constante de tierra que se hace para el cultivo en el área del sitio ha
causado una mezcla de materiales. En gran parte del sitio se observan bloques
de andesita de diversos tamaños. Algunos de éstos alcanzan proporciones
ciclópeas, pudiéndose advertir que varios de estos bloques continúan inclusive
en sectores bañados por las aguas del lago. En 1990 el nivel del lago dejó
entrever un determinado número de bloques en la ribera del mismo, mientras
que en 1993, al decaer el nivel de las aguas, se observó un mayor número de
bloques. Debido a la disposición de Iwawi y los componentes líticos que
presenta, el sitio fue caracterizado como un desembarcadero, donde las
andesitas traidas desde Copacabana a través del lago eran desembarcadas en
Iwawi y luego arrastradas hasta Tiwanaku (Ponce et al.1971:90). Las
excavaciones en el sitio, descritas y discutidas con mayor detalle más adelante,
dan cuenta que Iwawi tuvo otras funciones. La ocupación del Periodo Formativo
demuestra, además, que Iwawi fue un poblado mucho antes de su incorporación
al sistema Tiwanaku; su ubicación estratégica debió, sin duda, ser de gran
interés para dicho sistema. Otra característica de Iwawi es la presencia de una
especie de dique que circunda la mitad norte del montículo. También se observa
un importante sector de camellones al norte y noreste del sitio. El largo de los
campos elevados promedia entre 60 y 70 metros, mientras que el ancho es de
unos dos metros. Se estima que los camellones cubren un área de unas seis
hectáreas, aunque en el pasado debieron existir más camellones en el sector
este, destruidos ya por el arado y las inundaciones periódicas del lago.
ë    6 ë
/$7  
El sitio se extiende por sobre unas dos hectáreas, incluyendo tres plataformas
amplias de terrazas (Figura 8.10), donde el material cultural se distribuye en
forma irregular. No se advierten bloques liticos tallados; las paredes de las
terrazas fueron construidas con bloques irregulares pequeños de arenisca.´
(158).
/$& 

 
³El sitio alcanza algo más de una hectárea y, probablemente, fue parte de un
conjunto de sitios que incluía a LV-425, LV-426, LV-427 y LV-428. El sitio se
caracteriza por una plataforma baja, la cual mide unos 30 m x 25 m. El lado este
del sitio, a unos 20 metros de la plataforma, está demarcado por una vertiente.
El material cultural en la superficie se distribuye en forma irregular; se observan
terrazas agrícolas al sur del sitio. Al parecer, fue en las cercanías de este sitio
que en 1953 un comunario encontró un pequeño monolito (Portugal Zamora
1953, 1957). Portugal dió la noticia el mismo año, pero el contexto y la
proveniencia exacta del monolito de desconocen. Un aspecto interesante de
este monolito es que está hecho en andesita (similar a la andesita de los sitios
del sector norte del valle), un material de rara ocurrencia en el sector sur.´ (158-
159).

/$"" )

³El sitio se ubica sobre amplias superficies de terrazas, y cubre unas cinco
hectáreas (Figura 8.11). El material cultural se encuentra disperso en forma
irregular, con densidades elevadas en el sector norte y este. El sitio se
encuentra demarcado en su margen este por un corte aluvial. Las terrazas que
componen el sitio tienen dimensiones considerables y son descritas con mayor
detalle más adelante. Es sufiente indicar aquí que estas plataformas promedian
unos 60 metros. Algunos sectores de los antiguos muros pueden ser todavía
identificados, pese a que las piedras con las que se edificaron éstos han sido
reutilizadas para la parcelación de los terrenos. Se advierte, no obstante, que las
piedras fueron utilizadas para la construcción de la parte superior de los muros,
mientras que la mitad inferior consta de limo arcilla. Una característica notable
de la zona, como se indicó anteriormente, es la presencia de fuentes de agua
permanentes. En la actualidad, un canal atraviesa por el medio del sitio; es muy
probable que en el pasado estas fuentes de agua fueron también explotadas. En
realidad, grandes trechos del canal que hoy en día recoge agua de las vertientes
del sur muestra elementos constructivos similares a los que se observan en
otros sitios Tiwanaku.

/$7 +



³El sitio mide aproximadamente una hectárea; no exhibe bloques en la


superficie, pero si se identificaron numerosos uisos, o azadas, de basalto gris.
La característica más significativa de este sitio es su asociación directa con un
gran complejo de terrazas.

LV-104 (Warmi Pata)


³El sitio abarca unas 2.5 hectáreas, aunque el material cerámico del estilo
Clásico parece cubrir solamente un poco más de una hectárea. Al igual que en
la mayoría de los sitios de segundo y tercer orden, el material se encuentra
disperso en forma irregular; el sitio se encuentra en directa asociación con
terrazas de cultivo.

En la Figura 8.12 se observa que los sitios de cuarto orden se encuentran,


generalmente, ubicados en las proximidades de los sitios secundarios y
terciarios, aunque se dan algunas excepciones. LV-123 y LV-124 están ubicados
en el márgen norte del Río Tiwanaku, a unos dos kilómetros del sitio terciario
más cercano. Otros sitios aislados son LV-33 y LV-50, en el sector norte del
valle, y LV-29 y LV-73, en el sector sur.

La impresión visual de la configuración de asentamientos proyecta una imágen


de dicotomía entre el sector norte y el sector sur, con un territorio en la parte
central casi completamente desprovisto de sitios arqueológicos (Figura 8.12).
Esta distribución recuerda los dos sectores de asentamiento que fueron
observados para el Periodo Formativo. Aunque pareciera que más sitios
secundarios y terciarios podrían ubicarse más hacia el este, en el valle central,
esto no acontece (Albarracin-Jordan y Mathews 1990, Mapa 4). En tal sentido,
no parece dudosa la propuesta de que el Río Tiwanaku marcó una línea divisoria
entre dos sectores de asentamiento. Esta dicotomía se torna aún más evidente
cuando se toma en cuenta la distribución de los distintos regímenes agrícolas.

Tiwanaku se encuentra a unos seis kilómetros del márgen este del valle bajo y,
prácticamente, en la ribera sur del Río Tiwanaku. Como tal, la capital constituye
el único sitio extenso, sino el más extenso de la región, ubicado en forma
contígua al río. En tal sentido, la denominación aymara Taypicala, o "piedra en el
centro", para Tiwanaku es, sin duda, cabal y legítima.´ (162).

³Si a primera vista el patrón de asentamiento denota una dicotomía entre los
sectores norte y sur, otra característica que resalta es el espaciamiento que
guardan los sitios secundarios y terciarios, en ambos sectores. Este orden
aparente debe ser evaluado más detenidamente, efectuando medidas de las
distancias que separan a los sitios de segundo y tercer orden, y luego
efectuando las pruebas estadísticas de "vecino más cercano", aplicadas ya en la
distribución de sitios del Formativo, para obtener argumentos complementarios
en la interpretación del patrón de asentamiento. Para esto, se ha optado por
analizar, primeramente, la configuración de sitios por sectores, y,
posteriormente, el cuadro global del valle.´ (162-163).

¬ Ò ¬   ¬   

³En el sector norte del valle bajo se ubican cinco sitios secundarios, tres
terciarios y 15 cuaternarios. Iwawi delimita el márgen oeste de los sitios del valle
(Figura 8.12). El sitio secundario más cercano a Iwawi es LV-158 (Chivo),
ubicado a unos tres kilómetros al este. Cinco kilómetros separan a LV-158 del
siguiente sitio secundario LV-37. Al este de LV-37, a unos cinco kilómetros se
encuentra el siguiente sitio de segundo orden LV-34, y más al este, a unos seis
kilómetros se ubica LV-133. Aunque no existe un sitio terciario entre Iwawi y LV-
158, LV-36/LV-366 si se encuentra a media distancia entre LV-158 y LV-37. En
forma similar, LV-173 se encuentra a media distancia entre LV-37 y LV-34 (a dos
kilómetros de LV-34 y casi a tres kilómetros de LV-34). Repitiendo este patrón,
LV-30/LV-31 se ubica entre LV-34 y LV-133. Un aspecto destacable en el sector
norte del valle es que el actual camino que vincula Tiwanaku con Taraco pasa
muy cerca de todos los sitios secundarios y terciarios, lo cual sugiere que esta
vía de comunicación puede tener un orígen Tiwanaku.´ (163-164).

³Dentro de las distintas aplicaciones que se le ha dado al análisis espacial


estadístico en la arqueología, uno de los más comunes ha sido en el área de las
sociedades complejas (Conrad 1978; Hodder 1971,1977; Hodder y Hassal 1971;
Johnson 1975,1981; Paynter 1983), aunque en muchos casos el concepto de
"lugar-central" (Christaller 1933) ha sido utilizado en forma descontextualizada
(Crumley 1976). Los datos del Valle Bajo de Tiwanaku proporcionan elementos
adecuados para poner a prueba las observaciones preliminares, utilizando
algunas de las aplicaciones que el análisis estadístico ofrece. Como se indicó
anteriormente, el uso de estas aplicaciones es una herramienta en la síntesis
que se esgrime del patrón de asentamiento, del cual surgen las interpretaciones
del sistema que generó dicha configuración.

Las consideraciones previas, acerca del área a considerarse en el análisis del


"vecino más cercano", también son pertinentes en la evaluación de la
distribución de sitios Tiwanaku. Tomando en cuenta las consideraciones
fisiográficas que se hicieron con anterioridad, resulta razonable ajustar la
extensión del área de asentamiento del valle bajo. A la luz de estas
consideraciones, se han restado 50 km2 del área total, correspondiente a las
llanuras de inundación del Río Tiwanaku y del Lago Titicaca. La aplicación del
"vecino más cercano" también debe tomar en cuenta el "efecto de márgenes", el
mismo que puede crear cierta distorsión en los resultados del análisis. Quizás el
sector de mayor riesgo para este tipo de efecto es el territorio al este; es decir, el
valle central, aunque una inspección del patrón de sitios en este sector devela
una disposición similar a la del valle bajo (Albarracin-Jordan y Mathews 1990). El
"efecto de márgenes" en los sectores norte y sur es virtualmente nulo debido a
que todos los sitios Tiwanaku mayores se encuentran por debajo de los 4000
metros y todos han sido identificados.

Las estadísticas fueron empleadas tomando en cuenta las categorías jerárquicas


de los sitios dentro de un área de 75 km2 para cada sector (norte y sur) del valle.
Los resultados del análisis han sido tabulados y aparecen en la Tabla 8.3. La
estadística "Test C=3.91" para los sitios secundarios (Group 1<s> to Groupo
1<s>} indica una distribución regular de los mismos. Los sitios terciarios se
encuentran distribuidos en forma aleatoria, alrededor de los sitios secundarios
(Group 2<U to Group l<s>), aunque éstos se encuentran regularmente
distribuidos entre ellos mismos (Group 2<t> to Group 2<>t). Los sitios
cuaternarios (Group 3<q>) muestran un agrupamiento alrededor de los sitios
secundarios, aleatoriedad en relación a los sitios de tercer orden y un
agrupamiento entre ellos mismos.´ (164).

¬ Ò ¬   ¬   

³El sector sur del valle acomoda seis sitios secundarios, nueve terciarios y 12
cuaternarios. De la inspección visual del mapa de distribución (Figura 8.12) se
advierte que los sitios secundarios guardan un espaciamiento regular, aunque
menos patente que en el sector norte. Guaqui (LV-55), el sitio más al oeste,
está separado por cuatro kilómetros de su vecino secundario más cercano LV-
11/LV-68. Este último mantiene una distancia de tres kilómetros respecto a su
vecino sitio secundario, al este, LV-15/LV87/LV-90, y éste, respectivamente,
guarda una distancia de dos kilómetros y medio con dos de sus vecinos sitios
secundarios: LV-95, ubicado al noreste y LV-487, situado al sureste. La
posición relativa de LV-109 como sitio secundario del Tiwanaku clásico no es
tan clara como con los demás sitios; sin embargo, se ha optado por incluir al
mismo, debido a que presenta atributos materiales similares a los demás sitios.
LV-109 está ubicado a un kilómetro y medio al este de LV-487. Pese a que en
varios lugares se advierte la presencia de sitios de tercer orden entre sitios
secundarios, este patrón no es evidente en todos los casos. Por ejemplo, no se
observa sitio terciario alguno entre LV11/LV-68 y LV-15/U-87/LV-90, entre este
último y LV-95, o entre LV-15/LV-87/LV- 90 y LV-487. Por el contrario, los sitios
terciarios parecen agruparse alrededor de sitios secundarios, como ser LV-7,
LV-8 y LV-425, o esparcirse fuera de los sitios secundarios como en el caso de
LV-27, LV-71 y LV-104. Los sitios cuaternarios, al parecer, se agrupan
alrededor de sitios secundarios y terciarios.´ (165).

³El análisis de "vecino más cercano" está representado en la Tabla 8.4. En


contraste con el índice del sector norte, la estadística para este sector muestra
una distribución aleatoria de sitios de segundo orden (Test C=0.51). Los sitios
terciarios también presentan aleatoriedad. Por el contrario, los sitios terciarios y
cuaternarios muestran agrupamiento alrededor de sitios secundarios (Test C= -
2.11 y -2.35, respectivamente). Los sitios de cuarto orden también se agrupan
alrededor de sitios terciarios (Test C= -2.02).´ (166).

 / 
i     ii

³Aunque el análisis previo fue hecho en forma sectorial, siguiendo la dispersión


más global que presentan los sitios, no se puede concebir un desarrollo aislado
e independiente de ambos sectores, dada la evidencia arqueológica; y pese a
existir importantes diferencias entre ambos sectores, ambos constituyeron
partes de un sistema global e inclusivo. En tal sentido, los resultados del análisis
del "vecino más cercano", para el valle bajo en su integridad (Tabla 8.5),
muestran que los sitios secundarios se encuentran distribuidos en forma regular
(Test C=3.53) y que los sitios terciarios y cuaternarios se agrupan alrededor de
los sitios secundarios (Test C= -1.99 y Test C= -2.22, respectivamente). Existe
una tendencia a la aleatoriedad entre sitios terciarios, pero el agrupamiento entre
sitios de cuarto orden es definitivo.´ (166).


r<  


³Los resultados de las pruebas estadísticas demuestran que los asentamientos


Tiwanaku mantuvieron determinados patrones de distribución, ajustándose,
indudablemente, a principios de organización vigentes durante la hegemonía de
Tiwanaku. En la discusión de "modelos de concordancia", Conrad (1978),
siguiendo el "principio jerárquico de tendencias conflictivas" (Trigger 1968),
sostiene que ningún caso de configuración de asentamientos puede ser
explicado por un grupo universal de factores determinantes. En tal sentido, los
factores pertinentes en el contexto más amplio del área en consideración deben
ser tomados en cuenta para explicar la configuración.

Aunque no se identifica un cuadro análogo, tanto en el sector norte como en el


sur, al propuesto por Christaller (1933) en su modelo hexagonal, un patrón
óptimo para el aumento al máximo de terrenos agrícolas es evidente (Conrad
1978). En tal sentido, es fundamental investigar la naturaleza de los regímenes
agrícolas que fueron identificados en el Valle Bajo de Tiwanaku. Solamente de
esta manera se podrá obtener un panorama más amplio de las áreas
circundantes a los sitios y de su disposición respecto a las características de
cada uno de estos campos agrícolas. Asimismo, una descripción de cada uno de
estos sistemas de producción otorga una imágen más cabal del potencial
productivo de la colectividad del valle y una pauta importante en la interpretación
de las diversas estrategias productivas.

Quizás el aspecto más notable es la distribución sectorial de campos agrícolas;


Camellones, casi exclusivamente ubicados en el sector norte, y terrazas y
qochas, situadas en el sector sur del valle (Figura 8.12).´ (167).

¬ 

³En el sector norte del valle se encuentran numerosos complejos de camellones


(Figura 8.13), los mismos que incluyen una serie de rasgos, entre ellos las
mismas superficies de cultivo, los canales, terraplenes, diques y pequeños
montículos dentro de estos complejos. Los camellones también exhiben una
diversidad grande entre un sector y otro; algunos están orientados hacia el este
mientras que otros se alinean hacia el norte; unos son rectilíneos y otros siguen
un patrón curvilíneo; algunos tienen superficies de cultivo más anchas (tres a
cuatro metros) y otros las tienen más pequeñas (dos metros o menos); algunos
son más largos (60 a 70 metros) y otros más cortos (20 a 30 metros); algunos
están conectados con sitios mayores mediante terraplenes extensos, y otros
parecen haberse construido en las inmediaciones de los sitios mayores sin la
necesidad de construir terraplenes. Aunque inicialmente se habían concebido
estas diferencias como una "adaptación" a las diferencias de suelos, nivel
freático y distancia respecto al régimen lacustre (Albarracin-Jordan 1992), estas
diferencias parecen estar más bien ligadas a divergencias culturales locales(32) .
Esta reapreciación se fundamenta en la diversidad que se advierte entre un
complejo y otro, estando ambos en un mismo sector; además, existen similitudes
entre camellones que se encuentran a diez kilómetros del lago y camellones en
las riberas mismas.´ (168).

_______________________________________________________________

(32) Thomas Lennon (1982) encuentra diferencias en las técnicas constructivas


de camellones en el márgen oeste de la Cuenca del Titicaca. Lennon asume que
fueron las diferencias entre contextos lacustres y aluviales las que determinaron
las diferencias en tamano entre camellones.

_______________________________________________________________

³Es importante anotar que extensos sectores de camellones se encuentran


actualmente bajo las aguas del lago en las cercanías de la Península de Taraco,
lo cual con periodos de gran depresión en el nivel del lago (Mark Brenner y
Binford, comunicación personal, 1990). Solamente un pequeño complejo de
camellones fue identificado en el sector sur del valle (Zona Lacustre[LZ]).

El área total de camellones que todavía son visibles en la actualidad se estima


en unos 18 km2. Existen sectores, no obstante, donde el arado y las
inundaciones periódicas del lago han destruido varios complejos adicionales. Si
se toman en cuenta estos sectores adicionales, el área asciende a unos 40 km2.
En la actualidad, los territorios que guardan el testimonio de antiguos campos de
cultivo son utilizados casi exclusivamente como zonas para el pastoreo. El
porqué estos antiguos campos agrícolas fueron abandonados es una
interrogante que todavía no encuentra respuesta definitiva. En particular, cuando
se demuestra hoy en día, mediante programas de rehabilitación en el Valle
Central de Tiwanaku y en la Pampa Koani, que estos campos de cultivo tienen
un potencial de producción mayor a otros sistemas agrícolas (Kolata 1991).

Excavaciones en un segmento de camellones en Iwawi sugieren su asociación


con el sitio y su utilización durante la incorporación de Iwawi a la hegemonía.
Para la Pampa Koani, Kolata y Ortloff (1989) describen camellones construidos
con una técnica sofisticada; empero, los camellones de Iwawi demuestran una
técnica constructiva menos complicada que los de Pampa Koani (otro aspecto
importante es la presencia de variabilidad entre complejos de camellones,
señalada también por Erickson [1993]). La composición estratigráfica del
segmento excavado en Iwawi aparece en la Figura 8.14. Una técnica de
construcción similar a la de Iwawi fue identificada por Mathews (1992) en los
camellones del valle central.´ (169).

ë

³La Zona de Terrazas (TZ) constituye un paisaje transformado por la mano


humana. La modificación efectuada en las laderas de las montañas, a manera
de gradería, determinó la reducción de procesos de erosión, creó superficies
adecuadas para el cultivo, redujo los índices de heladas y amplió la frontera
agrícola productiva(33). Dentro de esta zona, se identificaron dos sectores con
características propias. El primero se caracteriza por andenes de plataforma
ancha, con un promedio entre 60 y 65 metros, situado en las partes bajas de las
laderas (Figura 8.15). En realidad, este sector está conformado por los abanicos
coluviales. Los muros de estos andenes son bajos (promedio de unos 1.2
metros), los cuales están compuestos, en la mitad superior, por pequeños e
irregulares bloques de piedra arenisca, y en la parte inferior por limo arcilla. Este
patrón de construcción continúa hasta el inicio de pendientes más agudas. El
sector de andenes anchos, o de "campo amplio" ("broadfield terraces" en
Denevan 1987:22) cubre un área aproximada de 8 km2.´ (169-170).

³El otro sector de andenes, ubicado por encima de los 3990 m, se caracteriza
por plataformas mucho más angostas, las que, en pendientes más agudas y
elevadas, alcanzan unos tres metros de ancho (Figura 8.16); el promedio, no
obstante, es de.unos seis metros, y los muros son de mayor altura que en el
sector de andenes amplios. La técnica de construcción de los muros presenta
dos variantes; una similar a la que denota el sector de«..

________________________________________________________________

(33) Las distintas propiedades de las terrazas agrícolas han sido resumidas en
los trabajos de Denevan (1987), Donkin (1979), Guillet 1987) y Hernández
(1986), entre otros. Una clasificación de los distintos tipos de superficies aparece
en Denevan (1987). Aunque algunos estudios hacen una diferenciación entre
"terraza" y "andén", en el presente trabajo se emplean, en forma sinónima estos
términos, diferenciándose sectores con distinta técnica constructiva y amplitud
de las superficies.

________________________________________________________________

«andenes amplios y la otra que presenta una edificación de los muros completa
en bloques irregulares de arenisca; detrás de estos bloques que conforman el
muro se encuentra ripio y cascajo. Este tipo de andenes de superficies más
angostas conforman el tipo de "bancos lineares" y "terrazas de contorno"
(Denevan 1987:22) y presentan evidencia de utilización durante las épocas post-
Tiwanaku. Algunos asentamientos Tiwanaku, pero de filiación más tardía al
estilo Clásico, han sido identificados en alturas algo mayores a los 4000 m
s.n.m. En lo que atiene a los andenes asociados con sitios Tiwanaku Clásico,
solamente aquellos ubicados en los abanicos coluviales demuestran este
vínculo.´ (170-171).

³Una de las características más sobresalientes del sector de terrazas amplias es


el abastecimiento de agua, que es dirigido mediante canales hacia los campos
de cultivo. Existen varios canales en este sector que dan cuenta de su filiación
con Tiwanaku y que demuestran que las terrazas eran irrigadas. Ahora bien,
estas terrazas también eran utilizadas para la construcción de viviendas, tal
como lo demuestran las excavaciones que se realizaron en Guaqui.´ (171).

³En la actualidad, estas terrazas se encuentran en desuso, habiéndose


reutilizado los bloques líticos de los muros para la parcelación de terrenos. En
otros casos, los muros han sido derruidos para facilitar el ingreso del arado. La
ausencia de mantenimiento de los muros ha incidido en el incremento de la
erosión en la zona, creando pendientes que ya no guardan las propiedades de
las terrazas. El flujo directo del agua, ya sea durante la época de lluvias o la
irrigación, ha causado el arrastre de importantes minerales hacia la base de las
pendientes, dejando a los suelos en situaciones más pobres. Pese a estos
factores, el cultivo en las antiguas plataformas es intenso. La amplitud de las
terrazas permite la utilización del arado, habiéndose generalizado el cultivo de
papa, quinoa, trigo y cebada. En determinados lugares, hoy se plantan cebollas,
arbejas y zanahorias.´ (171-172).

³Durante las excavaciones en Guaqui se identificaron materiales cerámicos del


estilo Clásico de Tiwanaku en el relleno de las terrazas aledañas al sitio,
sugiriendo la construcción de las mismas a partir del quinto siglo de nuestra era.
El uso de terrazas continuó durante periodos posteriores; sin embargo, la
evidencia material de las terrazas establece un importante nexo entre Tiwanaku
y estas superficies de cultivo. De haberse construido o reutilizado estas terrazas
en épocas posteriores, se hubiesen identificado materiales de estos periodos en
el relleno; empero, en los lugares que se excavaron esto no aconteció. Con base
en las excavaciones se puede inferir la técnica de construcción del complejo de
andenes amplios (Figura 8.17).´ (172). .
î  
³Las qochas(34), o cotas, constituyen depresiones donde se acumulan las aguas
de las lluvias o las que provienen de manantiales. El área entre el Río Chilla y el
márgen este del valle bajo cuenta con la presencia de 18 qochas de variadas
dimensiones (entre 40 y 200 metros de diámetro). Solamente cuatro cotas
adicionales se encuentran fuera de este sector. En la actualidad estas qochas se
llenan de agua durante la época lluviosa y se mantienen relativamente húmedas
inclusive durante la época seca (Figura 8.18). La mayoría de éstas forman
grupos y algunas se encuentran conectadas mediante canales. Aparentemente,
estas depresiones no fueron percatadas por los españoles, quienes pudieron
haber confundido las mismas con formaciones naturales o campos comunes de
cultivo. En la actualidad, estas depresiones tampoco son utilizadas sino para el
almacenamiento de agua, aprovechando que el líquido elemento se acumula en
estas depresiones durante la época de lluvias. No obstante, las funciones que
las cotas tuvieron en el pasado pueden ser inferidas de su uso actual en algunas
comunidades tradicionales del altiplano peruano.´ (173).
³El trabajo de Jorge Flores Ochoa (1987) en el departamento de Puno brinda
importantes pautas de su construcción y de sus usos. Tres funciones primarias
son atribuidas a las qochas; l) como campos agrícolas, 2) como zonas de
pastoreo, y 3) como«
________________________________________________________________
(34) Término quechua que identifica todo tipo de cuenca donde se deposita
agua, aunque esta palabra es también utilizada para designar la función ritual de
algunos platos de cerámica (Flores Ochoa 1987:274). El término aymara para
designar dichas depresiones es cota y el conjunto de las mismas se denomina
cota cota (Bertonio [1612] 1879). En el presente trabajo se utilizan ambas
terminologías.
________________________________________________________________
«almacenes de agua. Estas funciones no se excluyen mútuamente, siendo
posible que algunas qochas sean utilizadas para el pastoreo y otras, al mismo
tiempo, para el cultivo. El uso de las qochas como almacenes de agua es,
particularmente, ventajoso como una estrategia de conservación durante la
época seca (Flores Ochoa 1987).´ (173-174).
³Las qochas del valle bajo son del tipo denominado muyu qocha (forma circular)
por Flores Ochoa (1987:274), y conforman con el tipo de distribución "esparcido"
(menos de 100 qochas por kilómetro cuadrado). Las cotas del Valle Bajo de
Tiwanaku se encuentran casi exclusivamente en la Zona de Pastos y
Manantiales (SGZ) (Figura 8.18), lo cual sugiere importantes estrategias en el
manejo de aguas en esta zona; esto probablemente se deba a la composición
arcillosa de los suelos, que por su impermeabilidad facilita el almacenamiento
del agua. Pese a ello, sin embargo, no se identifican cotas en la Zona de Pastos
y Manantiales (SGZ) del sector norte del valle, lo cual sugiere que también
existieron diferencias de orden cultural en la construcción de las cotas.
Numerosas taquisas, o azadas, fueron identificadas en los bordes de varias
qochas, importantes indicadores del uso de estas depresiones en la producción
agrícola, tal y como lo demuestra su empleo actual en el altiplano peruano. El
área cubierta por las cotas alcanza unos 4 km2, aunque las superficies mismas
tienen una extensión aproximada en 1 km2. Es probable que en el pasado hayan
existido mucho más cotas en la región, pero el uso actual del terreno y la
sedimentación han borrado muchas de estas depresiones. Las cotas son
utilizadas en forma casual y coyuntural como almacenes de agua, cuando éstas
se llenan durante la época de lluvias, o como reservas de pastos para el
pastoreo durante la época seca; ya no cumplen una función agrícola de
tecnología especializada, como acontece en el altiplano peruano.

  
 :   /$ )
De los dos sitios secundarios (LV-55 y LV-11/LV-68) asociados con terrazas,
Guaqui presenta características singulares que incidieron en la elección de este
sitio como punto clave en la elucidación del nexo entre el sector de terrazas
amplias y el asentamiento Tiwanaku en la zona. Las interrogantes principales
giraban alrededor de las propuestas que se habían efectuado con anterioridad
en relación al asentamiento rural Tiwanaku. Ponce (1980:36) sostiene que los
campesinos de las áreas rurales moraban en pequeñas casas dispersas entre
terrazas agrícolas. Kolata (1986) arguye que la distribución rural también tenía
un orden disperso entre campos elevados de cultivo, aunque organizada en una
jerarquía administrativa por el control estatal de Tiwanaku. Estas propuestas
implicaban lo siguiente: 0 se trataba de una dispersión irregular de estructuras
menores con cerámica tosca (de estilo "provincial"(35) en la nomenclatura de
Ponce) o de una distribución diferenciada de estructuras con netos indicadores
de jerarquías administrativas. En la propuesta de Kolata son principalmente
asentamientos en medio de los complejos de camellones. Los resultados de la
prospección proveían importantes«
________________________________________________________________
(35) El estilo "provincial" es el estilo "decadente" de Bennett (1934a) , no
existiendo ninguna otra fuente de referencia para su identificación. En el
esquema de Bennett, como se verá más tarde, el estilo "decadente" es posterior
al estilo "clásico". Wallace (1957) prefirió utlizar el término "post-clásico" para
evitar las connotaciones del rótulo "decadente".
________________________________________________________________
«pautas acerca de esta problemática. Es indudable que el patrón de
asentamiento de Tiwanaku muestra agrupamientos de sitios en nódulos
territoriales y no así una distribución aleatoria de pequeñas unidades
domésticas. Sin embargo, quedaba por esclarecer el orden interno, o patrón
intrasitio, de los sitios mayores.´ (174-175).
³Las contingencias de tiempo y de financiamiento para las excavaciones, así
como el desconocimiento de la profundidad de los depósitos culturales, no iban
a permitir una exposición amplia y horizontal del sitio. Estas circunstancias,
obviamente, condicionaron las estrategias de excavación en Guaqui, habiéndose
optado por escoger sectores donde se evidenciaban rasgos arquitectónicos,
principalmente muros de terrazas. De esta manera, los sectores de éxcavación
fueron ampliándose de acuerdo a las contingencias señaladas. Un total de 11
unidades fueron excavadas. Aquí se sintetizan las columnas estratigráficas y los
hallazgos más importantes, habiéndose esquematizado el registro estratigráfico
en las Figuras 8.19-8.21.´ (175-176).
³En la unidad 1(N502 E564) se encontró roca a escasos 25 cm debajo de la
superficie; no se identificaron rasgos; solamente un estrato (SYR 4/3[seco] limo
con pequeñas inclusiones, textura heterogénea) constituía el registro
deposicional de este sector. En la unidad 2 (N504 E554) una superficie de
ocupación fue ubicada debajo del segundo estrato (7.5 YR 4/4 [seco], limo
arenoso con mezcla de ceniza). Un basurero asociado con este rasgo contenía
material cerámico Tiwanaku del estilo Post-Clásico. Debajo de este estrato se
encontró roca. En la unidad 3 (N512 E554) se identificaron dos estratos
superiores similares a los de la unidad 2 y con materiales mezclados, tanto del
estilo Clásico como del PostClásico. En las unidades 4 (N529 E563) y 6 (N529
E565) se encontró el sector superior del muro de terraza y el relleno detrás del
mismo; este relleno es de origen artificial y está compuesto por un limo (10 YR
4/3[seco1) que contiene fragmentos cerámicos del estilo Clásico y Post-Clásico.
En el nivel inferior del relleno se encontró un porcentaje mayor de arena y ceniza
(7.5 YR 5/2 [seco]). En la base del relleno se ubicó un pequeño basural, el cual
contenía tiestos del estilo Clásico. Adjunto al muro se identificó un pequeño pozo
de almacenamiento (Figura 8.22). La unidad 5 (N500 E525) presenta una
columna estratigráfica similar a la de la unidad 3, aunque en la primera se
encontró un basural asociado al estrato 1. En la unidad 7 (N486 E511) se
descubrieron los restos de un cista funeraria vacía. De igual manera, una de las
dos cistas identificadas en la unidad 8 (N484 E511), estrato 3, también se
encontraba vacía. La otra contenía el esqueleto de un individuo adulto (40+ años
de edad) con muestras de deformación craneana. No se identificaron indicios de
disturbación desde estratos superiores; más aún, las cistas vacías tenían
intactas las cubiertas de loza en piedra arenisca. Esto indica que los cuerpos
debieron haber sido extraidos en antaño, dejándose en uno de ellos la ofrenda
funeraria pero no así la osamenta. En la unidad 9 (N486 E509) también se
identificaron dos cistas de piedra, asociadas con material del estilo Clásico, que
al parecer constituían estructuras que protruían en la superficie. La disposición
de estos rasgos funerarios indica que la tradición de las chullpas debió tener ya
un antecedente en determinado sector social de Tiwanaku. En la unidad 10
(N484 E513) se encontraron restos de una estructura doméstica, habiéndose
ampliado hacia el sur (unidad11 [N482 E513]) la exposición de los restos de un
muro de piedra en doble hilera. El piso de este recinto fue ubicado a 0.95 m de
la superficie así como un pequeño fogón en la esquina noreste de la estructura.
Se evidenció que el piso de la estructura fue expuesto a un intenso fuego, lo cual
sugiere que la estructura misma pudo haberse incendiado. Los elementos
diagnósticos de la cerámica que ese encontró en asociación con el piso
muestran una filiación con el estilo clásico. Una muestra combinada de carbón
vegetal que se extrajo de la superficie del piso dió un fechado calibrado de
752 140 D.C.{SMU 2561}. Debajo del piso de la estructura se identificaron dos
estratos con filiación clásica, aunque determinados ejemplos corresponden a
estilos anteriores (ver capítulo 7). Algunos de los fragmentos cerámicos y
artefactos líticos están ilustrados en las Figuras 8.23-8.41.´ (177-182).
³El análisis arqucobotánico presenta datos sorprendentes. Guaqui presenta las
densidades más elevadas de quinua entre los sitios Tiwanaku que fueron
excavados. También se encontraron altas densidades de combustible vegetal,
incluyendo madera, arbustos y taquia(36) (Lennstrom et a1.1991). El hallazgo
más significativo, no obstante,«
(36) El término "taquia" hace referncia a las defecaciones de llama y que al
parecer fueron utilizadas como combustible en grandes cantidades en épocas
prehispánicas.
________________________________________________________________

«es la presencia de granos de maíz en el estrato 3, unidad 11(N482 E513),


debajo del piso de la estructura, así como en el nivel inferior del estrato 2 de la
unidad 9 (N486 E509). Aunque no se pudo identificar la variedad de maíz, la
presencia del mismo abre dos alternativas: una procedencia local, del tipo que
crece en varios sectores de la Cuenca del Titicaca (Montes de Oca 1989:380) o
una procedencia de los valles del este. Las muestras obtenidas del relleno que
se excavó en la unidad 4 (N520 E563) muestran la presencia de quinua, lo cual
sugiere, pero no establece, que el maíz no era cultivado en Guaqui. De los
restos de fauna se infiere que se consumían una variedad de animales; los más
importantes eran varios tipos de peces, aves y camélidos; fuente secundaria era
el cuy.´ (183-185).


  
 :   /$#'  (

³La abundancia de fragmentos de obsidiana en el lugar no tiene paralelo en los


otros sitios del valle bajo. Como se pudo comprobar, empero, la ocupación del
sitio no tiene una historia tan extensa como la que presenta Iwawi o Guaqui. Un
total de 15 unidades fueron excavadas en distintos sectores del sitio,
identificándose únicamente dos estratos en la mayoría de ellos. El estrato
superior constituye un limo (7.5YR 5/6[seco]), mientras que el segundo estrato
consta de un limo (5YR 5/4[seco]}. Debajo de éste se encuentra un depósito
estéril limo arenoso. Los perfiles estratigráficos de las distintas unidades
aparecen en las Figuras 8.42-8.44. Ambos estratos culturales contienen
materiales del estilo Post-Clásico y Clásico. Pese a que en algunas unidades se
identificaron superficies de ocupación, no se encontraron estructuras
habitacionales o indicio alguno de centros de manufactura de artefactos de
obsidiana. Una tumba fue encontrada en la unidad 7 (N4b5 E571), desprovista
de ofrenda o cista; el esqueleto se hallaba simplemente en forma flexionada
dentro de un pozo; este entierro puede ser posterior a la ocupación Tiwanaku del
sitio. El fechado que se obtuvo de una muestra de carbón vegetal de un probable
pozo de almacenamiento (N 452 E486) dió 1131 171 D.C. (SMU 25b4), el
mismo que sitúa a la construcción de este rasgo en la fase más tardía de
Tiwanaku y que se examina con mayor detalle en el siguiente capítulo. Sin
embargo, los datos cerámicos obtenidos en las excavaciones sugieren que este
asentamiento fue probablemente establecido a finales del siglo VIII o comienzos
del IX.´ (197-198).
³Los análisis arqueobotánicos indican que la quinua y la papa eran fuentes
importantes de consumo (Lennstrom et al.). Los restos de fauna apuntan hacia el
consumo primario de llama complementado por pescado.´ (198).

  
 :   /$"# 
³La ubicación de Iwawi en las inmediaciones del Lago Titicaca fue un aspecto
que le otorgó gran importancia dentro del sistema que Tiwanaku estableció en la
región. Iwawi sirvió de nexo entre la colectividad del Valle de Tiwanaku y otros
grupos de la cuenca. Asimismo, probablemente conformó el centro de uno de los
nódulos territoriales de la región. La extensa historia de ocupación del sitio da
cuenta de la importancia que tuvo en la evolución del asentamiento regional.
Estas consideraciones, y la asociación que Iwawi mantiene con campos
elevados de cultivo, fueron determinantes en la elección del mismo como lugar
primario para excavaciones de prueba. La profundidad de los estratos culturales
fue factor decisivo en la excavación de tan sólo dos unidades de prueba. Los dos
estratos superiores serán descritos en mayor detalle en el siguiente capítulo,
debido a que presentan una asociación cerámica posterior al estilo Clásico. La
esquematización de las columnas estratigráficas aparecen en las Figuras 8.45-
8.48.´ (200-201).
³En la unidad 1(N475 E525)(37), el estrato 3 (10YR 4/3 [seco], limo arena
mezclada con algo de ceniza) contenía tiestos del típico estilo Clásico. Un
contenido cerámico similar fue discernido en los estratos 4 y 5. El estrato 4 esta
conformado por una arena gredosa (lOYR 5/3[seco]), mezclada con ceniza y que
presenta algunas manchas de carbón, mientras que el estrato 5 es un limo
arcilloso (2.5Y 6/2[seco]), compacto y con manchas«
(37) La cuadriculacián del sitio fue efectuada utilizando el norte magnético.
________________________________________________________________
«de color café y amarillo. La textura de este depósito y el bajo contenido de
material cultural sugieren que el mismo es el resultado de un evento de
inundación del área. Debajo del estrato 5 se encontró una superficie de
ocupación, debajo de la cual se identificaron estratos con material del estilo
Clásico mezclados con tiestos vinculados con el estilo Qeya.´ (202-203).
³En la unidad 2 (490 E525), los estrato 3 y 3a están asociados con materiales del
estilo Clásico; estos materiales; no obstante, se encuentran también en casi
todos los estratos de este sector pero mezclados con materiales tardíos en los
estratos superiores y con materiales tempranos en los depósitos culturales
inferiores. El estrato 3 es simplemente un relleno de arena limosa (lOYR 4/3
[seco]) que incluye pequeños gránulos calcáreos; el estrato 3a constituye un limo
arcilloso (IoYR 5/2[seco]) con manchas de carbón y ceniza. Una tumba,
asociada con una ocupación posterior, cortaba estos estratos. Algunos de los
tiestos y artefactos líticos están ilustrados en las Figuras 8.49-8.55.´ (205-206).
³Los restos arqueobotánicos indican la presencia de quinua (variedad de grano
pequeño) y algo de madera. La fauna está representada por pescado, ave y
llama.´ (207)
 
 : 

³La contribución más significativa de la fase de excavaciones es la demostración


de una extensa historia de ocupación en Guaqui y, particularmente, en Iwawi. La
naturaleza limitada de las excavaciones realizadas, obviamente, no proveen un
cuadro global de la dinámica estructural o de la trayectoria evolutiva de un
determinado asentamiento, sino J que constituyen un elemento suplementario
en la investigación de la evolución del asentamiento regional. En tal sentido, las
excavaciones amplían el conocimiento'acerca de la continuidad y la variabilidad,
a través del tiempo, de las distintas manifestaciones culturales.´ (208).

³Los resultados de las excavaciones en Guaqui demuestran que en las terrazas


del sector norte del sitio se encontraban estructuras domésticas y cistas
funerarias asociadas con materiales cerámicos en el típico estilo Tiwanaku
Clásico. La presencia de deformación craneana en algunos individuos de estos
contextos funerarios puede ser indicadora de un sector de determinado estatus
dentro del grupo que se organizó en Guaqui; este tipo de evidencia puede tener
mayor significado en la diferenciación jerárquica de los segmentos sociales en
cada nódulo territorial que la presencia de cerámica decorada; esta apreciación
encuentra sustento en la distribución que presenta dicha cerámica a través del
espacio en el valle bajo; tanto sitios secundarios como terciarios y de cuarto
orden presentan en la superficie cerámica ornamentada con elementos comunes
del estilo Clásico.´ (208-209).

³La presencia de maíz en el sector norte podría ser interpretada como el acceso
a productos que otros sectores de la población no tenían. Sin embargo, dada la
distribución que muestra la cerámica decorada, es también probable que se
hayan mantenido extensos patrones de redistribución de ciertos bienes de
consumo. Por lo tanto, es imprescindible el análisis arqueobotánico de varios
sectores del sitio para establecer el patrón de distribución del maíz, así como
para determinar la procedencia del mismo.´ (209).

³Las excavaciones en LV-109 muestran que la ocupación humana en el área no


es tan extensa como en otros sitios excavados. Asimismo, no se han encontrado
indicios de rasgos u otros componentes arqueológicos que den cuenta de
supuestos talleres de artefactos de obsidiana. Varios de los elementos
cerámicos muestran características del estilo Post-Clasico, siendo que el
fechado de 113+/-171 D.C. refuerza esta posición.´ (209-210).

³Iwawi representa un asentamiento con una historia de ocupación de nos 2500


anos. En esa magnitud temporal se encuentra plasmado el testimonio de gran
significado para el mejor entendimiento del surgimiento de la hegemnia
Tiwanaku. Debido a que la historia del asentamiento humano en Iwawi
trasciende la formación política que manifiesta el fenómeno Tiwanaku, es posible
conceptualizar varias de las transformaciones que tuvieron lugar en el proceso
de incorporación de este sitio en el sistema regional. Se pueden tomar en cuenta
dos alernativas: Primero, se podría suponer que Tiwanaku, alrededor del quinto
siglo de nuestra era, liderizo una política de control de territorios, expropiándolos
de los grupos locales y estableciendo su propio orden administrativo jerarquico.
Segundo, se puede argmentar que el surgimiento de la hegemonía Tiwanaku
representa la síntesis de n proceso de coalición, en el cual los asentamientos del
vale bajo fueron directsos participes en la cnformacion de un orden sociopolítico
mayor. En tal sentido, el crecimiento de determinados centros nucleados y la
organización de la región fueron el resultado de una dinámica segmentaria y de
características cada vez más globalizantcs. El desarrollo de centros urbanos
mayores no puede ser divorciado del desarrollo de sus áreas adyacentes. En
otras palabras, la evolución del "urbanismo" también fue la evolución del
"ruralismo", de tal modo que los sitios con trayectoria histórica local en el valle
fueron partícipes del esquema de organización. En tales condiciones, la
imposición y la coerción no fueron los mecanismos primarios en la conformación
de la hegemonía Tiwanaku. El fenómeno de aglutinamiento, como se discute
más adelante, tuvo, al parecer, características singulares, siendo que los
nucleamientos constituían centros de convergencia durante determinada época
del año y no necesariamente centros de ocupación permanente.´ (210-212).

  

³El "patrón" de asentamiento no es, bajo ninguna circunstancia, la imágen de un


sistema estático y rígido de interdependecias sociales, en particular cuando se
tratan lapsos temporales que abarcan varios siglos. Es factible que hayan
existido varios cambios en las relaciones que se establecieron entre los distintos
nódulos territoriales y que "patrones" menores, imperceptibles en el registro
arqueológico, hayan surgido por cortos periodos de tiempo. En consecuencia, es
poco probable que el rótulo "hegemonía Tiwanaku" pueda representar la
perpetuidad de condiciones sociales específicas; es más factible que la dinámica
de esta hegemonía se haya caracterizado por una dinámica constante de
pugnas y tensiones, apaciguadas en gran parte por un eficiente aparato
ideológico que en el sacrificio ritual y las distintas ceremonias encontraba los
mecanismos de integración y de justificación de su orden social jerárquico.

En el presente trabajo se han generado explicaciones del patrón de


asentamiento como síntesis de ciertas tendencias mayores que generó el
sistema de asentamiento, el cual manifiesta estrategias propias de la sociedad
Tiwanaku para resolver situaciones de una creciente coalición de segmentos
sociales. Por otro lado, la interpretación del registro arqueológico del valle se
ajusta a los cánones que establecen los principios de organización social
tradicional aymara, expuesta en la documentación etnohistórica y etnográfica; de
esta manera convergen el testimonio arqueológico y un marco de referencia
fundamentado en la dinámica segmentaria de la sociedad aymara, generando
una alternativa de explicación más adecuada de los mecanismos que
probablemente condujeron a la formación de entes sociopolíticos de la magnitud
de Tiwanaku.´ (212).

³Ninguna explicación acerca del origen de la hegemonía Tiwanaku puede


centrarse solamente en una región, debido a que el fenómeno globalizante de
esta coalición integró varias étnias y territorios de los Andes surcentrales. Como
se indicó anteriormente, la esfera de interacción desde tiempos del Formativo
incluía regiones del altiplano, la costa y los valles mesotermales del este. Pese a
que la magnitud y la complejidad de las estrategias de interacción aún no han
sido esclarecidas, los datos preliminares sugieren que un patrón de coaliciones
se fue magnificando durante los primeros siglos de nuestra era, culminando en
la formación de un Estado andino que en la denominación de Platt (1987)
vendría a conformar el "Estado segmentario". Los primeros siglos de nuestra era
demuestran que la hegemonía Tiwanaku aún no se había conformado, pero que
si se gestaban importantes cambios en la disposición de los asentamientos y en
las estrategias de subsistencia que eventualmente vinieran a conformar
denominadores comunes de cuerpos políticos e ideológicos más extensos. Esta
reorganización en niveles más globales no indujo, necesariamente, la pérdida de
tradiciones locales, las mismas que se mantuvieron como identidades propias,
reflejadas en las manifestaciones materiales.´ (212-213).

³El sistema de asentamiento Tiwanaku en el valle bajo toma ciertas


características del nivel nodal regional (Smith 1976). Definido brevemente, un
nódulo regional constituye un sistema caracterizado por la presencia de un
"lugar central/urbano", por vínculos complejos entre comunidades y centros de
mayor nivel, y por un patrón organizado de sistemas locales anidados dentro de
los mismos (Smith 1976:9). El sistema regional también puede ser dividido en
segmentos de nódulos territoriales locales, siendo que los distintos nódulos del
valle bajo encapsulan a sitios secundarios y sitios agrupados alrededor de los
mismos.

Tomando como argumento los trabajos de Wright y Johnson (1975), en Irán, y


los de Isbell y Schreiber (1978), en Perú, se podría argumentar que el orden
jerárquico de los sitios Tiwanaku en el valle bajo representa la organización
típica de los sistemas estatales. En otras palabras, la presencia de un centro
primario y por lo menos tres niveles de decisión administrativa conforma la
complejidad característica del Estado. Aunque los datos del valle bajo, en cierta
medida, podrían enmarcarse dentro de esta interpretación teórica del Estado,
demostrando la complejidad de la configuración del asentamiento dentro de
diversos regímenes agrícolas, la organización social, política y económica de los
segmentos que conforman el sistema deben ser analizados con mayor detalle y
con perspectivas que contextualizen el registro arqueológico dentro de la
dinámica segmentaria andina y sus principios de organización.
Tal como lo demuestra la historia del pensamiento arqueológico(39) acerca de
Tiwanaku (capítulo 4), éste ha sido caracterizado, por un lado, desde ópticas
estraperlistas, y, por otro, desde enfoques científicos, casi siempre con una
visión estrecha del sistema mismo. Para muchos, Tiwanaku todavía significa una
especie de "Mecca" en la historia andina (Lorandi 1986; Schaedel 1988),
mientras que para otros, Tiwanaku fue un Estado primario, alcanzando inclusive
proporciones imperiales (Kolata 1986, 1991, 1993; Ponce 1972, 1975a, 1981).
La visión regional de la evolución del asentamiento es, sin lugar a duda, fuente
indispensable para contrastar las diferentes propuestas acerca de la naturaleza
de Tiwanaku.´ (213).

³Tomando en cuenta datos adicionales de regiones adyacentes, se advierte que


el poder hegemónico de Tiwanaku comprometió a otros centros cercanos con
propias trayectorias históricas, como ser Lukurmata (Bermann 1990, 1994),
Pajchiri y Khonkho Wankani. Es , particularmente interesante la disposición que
guardan los sitios Tiwanaku en Pampa Koani (Kolata 1986). Si bien se advierte
una jerarquía en los montículos de la región, ninguno de estos sitios alcanza las
proporciones de los sitios secundarios del Valle Bajo de Tiwanaku o del sector
central (Albarracin-Jordan y Mathews 1990), situación que sugiere importantes
diferencias en la organización del asentamiento en Pampa Koani respecto del
orden que se observa en el valle bajo. De todas formas, Kolata (1986) interpreta
esta jerarquía, dentro del contexto agrícola, como evidencia de un sistema
estatal integrado y altamente centralizado.´ (213-214).

³La distribución jerárquica y nodal de los sitios Tiwanaku en el valle bajo es


indicadora de distintos grupos y de varios niveles de decisión; no obstante, los
análisis estadísticos refuerzan el argumento de un sistema coordinado e
integrado (espaciamiento regular de sitios mayores y un agrupamiento alrededor
de los mismos de sitios de menor orden), aunque las evidencias arqueológicas,
tanto en las manifestaciones tecnológicas locales de la producción cerámica
como en la variabilidad de tecnologías agrícolas, demuestran la existencia de
elementos locales significativos, los mismos que trascienden la
homogeneización de determinados elementos Tiwanaku.

Una evaluación de los distintos modelos de organización social que se han


propuesto para Tiwanaku es aquí apropiada. El modelo de Ponce (1972) refleja
una imágen de centralismo burócrata (adecuada más tarde en las
interpretaciones de Kolata [1993]) que sitúa al fenómeno urbano como fuente de
todos los subsiguientes desarrollos que se dieron en Tiwanaku. En tal sentido, la
concentración de la población en determinados centros habría tenido su
desenlace en la formación estatal (Ponce 1979:12). "En Tiwanaku existió división
clasista piramidal, con una aristocracia en la cúspide (gobernantes, guerreros y
sacerdotes), una capa media integrada por los artesanos y en la base los
campesinos" (Ponce 1975:21). El área rural habría estado poblada por
comunidades que incluían jathas o ayllus (Ponce 1975a:21). Este es el cuadro
fundamental del modelo. Al no existir en él una base de datos contundente
acerca de los asentamientos Tiwanaku en el propio "corazón" de su territorio
(Valle de Tiwanaku), el esquema no hace sino proyectar una imágen circunscrita
sólo a las interpretaciones del área monumental del sitio; y si bién se presenta
un listado de los "patrones de asentamiento Tiwanaku" (Ponce 1981:51; Tabla
3), éstos constituyen simplemente un listado de funciones de sitios. Un aspecto
que merece cierta atención en las interpretaciones del área rural es el referido a
la manifestación de estilos. Ponce , (1979:16) sostiene que la cerámica del estilo
Clásico, definido por Bennett (1934a), habría tenido un uso suntuario y que
habría sido manufacturada en Tiwanaku, desplazando a la cerámica más tosca
en los medios rurales. Esta apreciación deja de tener vigencia a la luz de la
presencia de cerámica de muy buen acabado y con vínculos netos al estilo
Clásico en todos los sitios Tiwanaku del valle bajo. Es así que esta cerámica se
encuentra inclusive en sitios pequeños de cuarto orden.´ (214).

³El modelo de Browman (1981) presenta importantes alternativas en la


asociación de los sitios Tiwanaku con esferas de intercambio extensas. Esta
expectativa es viable en vista de la presencia de materiales no locales en
algunos sitios donde se realizaron r excavaciones. En tal sentido, resulta
probable que los segmentos sociales que conformaban los distintos nódulos
territoriales del valle realizaban actividades económicas con otros grupos de
otras regiones, así como entre ellos mismos. En el modelo de Browman, no
obstante, se anticipa la formación de una especie de postas de intercambio.
Resulta difícil concebir que todos los sitios mayores del valle bajo hayantenido
una función exclusivamente económica o hayan servido intereses netos de
intercambio. El modelo "altiplano", no obstante, adquiere un mayor significado en
las esferas de especialización. La presencia de sitios Tiwanaku con un posible
marco de actividades especializadas (e.g., LV-11/LV-68 [producción cerámica],
LV-109[producción de artefactos de obsidiana]) abre la opción de encontrar
grupos de especialistas en la región. Mathews (1992:11) caracteriza al modelo
"altiplano" de Browman como un esquema "exógeno", descartando su poder
explicatorio en el valle central debido a la ausencia de pruebas materiales. Las
consideraciones que el modelo "altiplano" hace, sin embargo, no dejan de tener
significado y serán objeto de mayor discusión en párrafos posteriores.´ (214-
215).

³El esquema de interpretación de Kolata (1986,1991,193), denominado en el


presente trabajo "burocracia centralizada", ha sido caracterizado como un
modelo "autóctono" (Mathews 1992:4), en vista de que considera el potencial
agrícola de los antiguos campos elevados de cultivo en Pampa Koani suficiente
para mantener una alta población. En tal sentido, las limitaciones productivas
que, aparentemente, el altiplano presenta no son justificadas a la luz del
inmnenso paisaje agrícola que presenta la región. El modelo de organización
social de la producción que Kolata propone tiene directa implicancia en la
interpretación del patrón de asentamiento en el valle bajo. La disposición que
muestran los sitios Tiwanaku en el valle, en relación a la distribución de
regímenes agrícolas, sugiere que su ubicación estuvo orientada para aprovechar
al máximo los suelos más fértiles de la región; una situación similar a la que
presenta Pampa Koani (Kolata 1986, 1991,1993).

Existen, sin embargo, diferencias notables entre una y otra región. En particular,
como se indicó anteriormente, llama la atención la diferencia en el tamaño de los
sitios. En la Pampa Koani, Lukurmata constituye el mayor centro, con una
extensión calculada en 1.2 km2 (Stanish 1987). De los 20 sitios que Kolata
(1986:754-755) reporta en la pampa, 19 no alcanzan ni una hectárea en tamaño;
solamente un sitio (PK-5/PK-6) tiene 1.64 ha. Es decir, que el 95% de los sitios
de la Pampa Koani vendrían a ser sitios de cuarto orden en la clasificación del
Valle de Tiwanaku. Los montículos de la pampa, por otro lado, tampoco
muestran los componentes líticos u otros materiales que establezcan criterios
adicionales en la propuesta de una contundente jerarquía. En tal sentido, la
Pampa Koani no presenta sitios análogos a los sitios secundarios y terciaros del
Valle de Tiwanaku. La prospección que Kolata efectuó en 1a pampa no fue
exhaustiva, y la nueva prospección, a escala regional, que John Janusek viene
actualmente realizando en la región, puede cambiar considerablemente el
panorama del asentamiento en la Pampa Koani. Al presente, con base en los
datos de comparación, se podría inferir una organización rural variable.´ (215).

³Aunque Kolata acierta en la identificación de las jerarquías de asentamiento en


el sistema Tiwanaku, considero que existen diferencias sustanciales en cuanto
se refiere a la interpretación de la organización social de la producción. Si bien
los centros que concentraban a un mayor número de población, como ser
Tiwanaku y Lukurmata, requerían de un abastecimiento sustancial para su.
subsistencia, considero que la mobilización de la fuerza de trabajo en la
producción agrícola se la realizaba al nivel del nódulo local y bajo la supervisión
de autoridades locales; para el sistema no se necesitaba el concurso de
reclutas. El modelo de Kolata enfatiza la formación de una "mano directríz por
encima del villorio autónomo local o grupos de ayllus " (Kolata 1991:115). En el
concepto de "ayllu", sin embargo, no se consideran ni sus características de
organización social internas ni cómo habrían estado distribuidos los supuestos
ayllus en la Pampa Koani; en tal sentido, el ayilu aparece simplemente como un
grüpo a~'rfo de familias, sin tiempo ni espacio. Esta proyección del ayllu que el
modelo de "burocracia centralizada" utiliza para buscar una estructura
administrativa de orden radicalmente distinto y de nivel superior sirve la causa
de imposición teórica, lejana al verdadero esclarecimiento de las instituciones
andinas, pero próxima al paradigma europeo en su concepción de la evolución
social; y si bien ésta parece ser la herencia de la esfera intelectual sociológica
del siglo pasado, la misma no se ajusta al testimonio empírico que la
arqueología nos muestra en los Andes centro-sur.´ (215-216).

³Kolata infiere que los montículos con plataforma de la Pampa Koani eran los
centros de los administradores y su servidumbre, "encargados de organizar el
ciclo anual de actividades agrícolas y de contabilizar el producto que fluía de los
campos del estado de la Pampa Koani durante la cosecha" (Kolata 1993:222;
traducción mía). Los pequeños montículos eran las supuestas moradas de las
familias rurales, "involucradas principalmente en la producción agrícola" (Kolata
1993:222). Aquí, el cuadro social se torna confuso. Si es que las familias rurales
estaban involucradas, en forma primaria, en la producción agrícola, ¿cómo se
distribuía el trabajo con los reclutas que supuestamente también estaban
involucrados en las mismas tareas? Se mencionó anteriormente que Kolata
sostiene que la fuerza de trabajo para construir y mantener el extenso sistema
de camellones era extraida de otras regiones(40) y que los "ingenieros
hidráulicos" de Tiwanaku se encargaban de "planificar" las obras de construcción
de canales, terraplenes y diques (Kolata 1993:225). De estas interpretaciones se
extrae una contingencia importante en la observación del registro arqueológico.
De haber existido una planificación por parte de "ingenieros hidráulicos" de las
obras en el área rural, y de haberse utilizado una fuerza de trabajo reclutada en
otras regiones, pero bajo la mano directríz de los planificadores, se esperaría
encontrar cierta homogeneización en las técnicas constructivas de canales,
terraplenes y campos de cultivo. Por otro lado, también se esperaría una
normatividad, sino una estandarización, en los materiales cerámicos, los mismos
que habrían sido manufacturados bajo la supervisión estatal en los centros
urbanos y de ahí distribuidos a otros sitios y regiones. El testimonio arqueológico
del valle bajo no colma ninguna de estas expectativas.´ (216).

³La caracterización del ayllu que el modelo de "autonomía local" propone


(Erickson 1987,1988, 1993; Graffam 1990,1992) es otra de las proyecciones que
deja sin tiempo histórico, aunque con mayor espacio que el modelo de
"burocracia centralizada" le otorga, a un "grupo de parentesco". El énfasis en la
posibilidad de que toda obra hidráulica haya sido construida por unas cuantas
familias conduce a sobreestimar la capacidad de la fuerza local, sin tomar en
cuenta las dimensiones sociales, políticas y económicas que las coaliciones de
grupos pueden desarrollar. En los ejemplos etnohistóricos y etnográficos de
ayllus se observa que el ayllu no puede ser concebido como un simple grupo de
parentesco o de descendencia común, menos aún como un ente aislado. Si bien
las identidades locales de los ayllus "menores" se mantienen, la fisión de los
mismos forma nuevas esferas políticas y económicas, las mismas que, no
obstante mantienen los principios de organización tradicional, intrínsecos hasta
en los niveles más simples de la colectividad aymara. Tomando en cuenta estas
consideraciones, el modelo de la "autonomía local" resulta una simplificación del
concepto de ayllu y una abstracción que no adecúa el verdadero sentido de la
dinámica segmentaria en la interpretación de la organización social de la
producción. Además es muy incierta la caracterización que se efectúa de los
"ayllus", usando este término para transplantar estructuras con antecedentes
etnohistóricos y etnográficos.´ (216-217).

³Aunque en cierta medida la agricultura en camellones constituía la técnica


agrícola más intensiva, el cultivo en terrazas y cotas era tambíen una importante
estrategia productiva. El argumento de una dependencia exclusiva de la
agricultura en camellones (Kolata 1986, 1991) no adquiere sustento en el
presente estudio, menos aún el postulado de que la trayectoria evolutiva de
Tiwanaku haya sido el resultado de la evolución de la agricultura en camellones
(Kolata 1993). Por el contrario, todo apunta hacia una diversificación de
tecnologías agrícolas, aspecto que amplificaba el espectro de producción así
como las variedades de los productos; la analogía con la zonificación actual de
los bienes agrícolas demuestra que determinadas variedades de tubérculos
desarrollan mejor, o casi con exclusividad, en sectores coluviales.´ (216-217).

LA INTEGRACIÓN DE JEFATURAS INCLUSIVAS

³La naturaleza de la configuración de sitios Tiwanaku en el valle bajo así como la


presencia y distribución de una iconografía compartida demuestran que el
sistema de asentamiento regional articulaba una pluralidad de nódulos
territorales y segmentos, sociales. Esta red de integración, tal como lo
demuestra el registro arqueológico, estaba compuesta tanto por elementos
compartidos por la colectividad en su conjunto como por medios de expresión e
identidad locales. El núcleo urbano y los asentamientos del área circundante
representan un sistema de articulación entre élites (políticas, económicas y
religiosas de distintos niveles jerárquicos) y los productores. Estas jerarquías se
encontraban en cada nódulo territorial y formaban, precisamente, el nexo entre
las bases de la colectividad y la cúpula política de la hegemonía Tiwanaku.´
(217).

³Los modelos del ayllu (42) y de la marka aymaras, en sus varias dimensiones de
organización, amparan los parámetros de interpretación de la dinámica
segmentaria tradicional (Izko 1992), así como del contenido de sus diversas
formas estructurales y de las transformaciones del poder en todas sus
expresiones (económicas, políticas y religiosas). Pese a que ninguno de estos
elementos puede ser considerado independiente en la jerarquía de segmentos,
la cohesión de los distintos niveles de integración, incluyendo el "Estado
segmentario" (Platt 1987), involucraba el consentimiento ideológico, el cual no
era sino el prisma de la prosperidad y el bienestar económicos. Esta base de la
integración social se diseminaba y fortalecía en las ceremonias públicas y los
rituales, los cuales también debieron obedecer una jerarquía específica; algunos
realizados al nivel de los segmentos más simples, otros al nivel de los nódulos
territoriales, y otros a nivel regional o multiregonal.´ (217-218).

³La recreación simbólica del sistema global y su legitimidad tuvo que estar
encabezada por un grupo de autoridades y personal auxiliar que promovían un
monopolio de determinados atavíos así como del conocimiento de rituales y
ceremonias importantes. En tal sentido, las élites superiores organizaban el
trabajo de los níveles inferiores y éstos el de la colectividad global para
garantizar el bienestar y la continuidad del sistema en su conjunto. Estos
servicios de la élite política, tal como se infiere del registro etnohistórico,
debieron estar respaldados por la capacidad de sus servicios para demostrar los
beneficios de los rituales y su aptitud para generar un espíritu de solidaridad.
Estos mecanismos sirvieron importantes funciones integradoras. La fuerza del
poder de predicción y de contacto con seres míticos, seguramente, generaba
convicción, consentimiento y devoción en el sistema(43). De la cadena ritual que
hoy se destaca en Salinas de Garci Mendoza, se advierte una jerarquía de ritos,
siendo que los de mayor importancia, como ser el del pronóstico del tiempo (en
agosto), el de la lluvia (en noviembre) y el del tercer mara,"año" o "periodo" (en
febrero) se realizan con la participación de todos los ayllus en la marka o
Comunidad Mayor (Izko 1992:99-100), Durante febrero se realizan cosechas
anticipadas, considerándose que en los meses posteriores el resto de la
cosecha está garantizada. Esto ocasiona que los rituales de la cosecha se
realizen ya no en el plano de la Comunidad Mayor sino al nivel de los ayllus.
Pese a que el ejemplo de la región de Salinas de Garci Mendoza no puede
utilizarse como prototipo del calendario ritual de Tiwanaku en épocas
prehispánicas, la división de los distintos ritos, de acuerdo a su jerarquía, brinda
considerables pautas acerca del emplazamiento dentro de los distintos niveles
de organización. De esta observación se colige que en Tiwanaku y otros centros
regionales se debieron efectuar solamente determinados rituales, relegándose a
niveles locales el festejo de ritos de menor significado. Los patrones de desecho
(pozos de basura con alta cantidad de kerus y sahumadores), en los sitios
secundarios que fueron excavados, dan cuenta de la realización de cierto tipo de
ritos a nivel local. Este patrón ritual, plasmado en la evidencia arqueológica de
los sitios secundarios y terciarios(44) amplía el argumento del orden
segmentario de Tiwanaku.´ (218).

³La evidencia arqueológica, al presente, indica que Tiwanaku empleó estos


mecanismos rituales, y no así la fuerza militar u otra índole de táctica coercitiva,
para obtener acceso a diversas regiones, a su población y a sus recursos. El
resultado del consenso fue diverso en cada región, así como también fue diverso
el beneficio percibido de Tiwanaku en las distintas regiones de interacción. Al
existir varios segmentos con sus propias jerarquías políticas, pero cuyas cúpulas
conformaban un cuerpo inclusivo mayor, es comprensible que 1a presencia de
Tiwanaku en otras regiones sea tan diversa, evidenciándose en ciertos casos,
como en la costa sur peruana (Goldstein 1985, 1989, 1993) la presencia de
rasgos Tiwanaku que sugieren una relación directa, a manera de "colonias", con
el altiplano, aunque aún no se ha precisado si estos elementos provienen
directamente de Tiwanaku, de Lukurmata, de Pajchiri, de Khonkho Wankani, de
algún sitio secundario del Valle de Tiwanaku o de otro asentamiento mayor. En
otros casos, como en el área de San Pedro de Atacama, la presencia de
Tiwanaku parece más bien estar ligada a un intercambio de bienes suntuosos;
en esta región, al igual que en regiones donde aparece un número mayor de
elementos Tiwanaku, tampoco se ha establecido la proveniencia de estos
bienes.´ (218-219).

³Considero que los sitios secundarios del Valle Bajo de Tiwanaku constituyen un
aglutinamiento de segmentos, estos últimos similares, quizás, a las markas
etnohistóricas, estableciendo entes nucleados con niveles jerárquicos variables
de acuerdo a las necesidades locales. Los sitios terciarios conformarían, sino
satélites, segmentos complementarios, mientras que los sitios de cuarto orden,
en general, vendrían a ser puestos de atención en los campos de cultivo. Cada
nódulo, en este sentido, representa la articulación de una jerarquía local y su
territorio adyacente. Un esquema del modelo de "jerarquías inclusivas" se
encuentra ilustrado en la Figura 8.56.

Esta visión de la "dinámica segmentaria" de Tiwanaku que se advierte en el


patrón de distribución de sitios dentro del paisaje agrícola del valle contrasta con
el panorama altamente centralizado y burócrata de otros modelos. Si bien
coincido en señalar la presencia de un eje central en la estructuración de la
hegemonía Tiwanaku, difiero en la interpretación del espacio social, la
distribución de jerarquías políticas y la naturaleza de la organización de la
producción.´ (219).

³La variabilidad tecnológica que presentan los campos agrícolas(45) son claros
indicadores de expresiones locales de un conocimiento tecnológico común y no
así el monopolio de una élite de "ingenieros hidráulicos" y de reclutas forasteros.
Los principios de organización económica del ayllu "mayor" brindan importantes
pautas acerca de la coordinación y mobilización de las fuerzas productivas. En
tal sentido, considero que en el sistema agrario de Tiwanaku eran las jerarquías
locales las que tenían el control de la fuerza de trabajo y las que se encargaban
de mobilizar a sus bases respectivas, ya sea en la construcción y mantenimiento
de los campos agrícolas o en la coordinación con grupos vecinos para la
realización de obras de mayor envergadura, como ser canales y terraplenes
extensos; estas obras, obviamente, tenían un beneficio mútuo y no requerían del
concurso de una élite de especialistas en el agro y menos aún la participación de
una fuerza de trabajo ajena a los segmentos locales. En este sentido, la
mobilización periódica de una fuerza de trabajo no-residente para la
construcción y mantenimiento de camellones y rasgos asociados (aspectos que
se consideran característicos de la Pampa Koani [Kolata 1991:120]), no se
manifiesta en el Valle Bajo de Tiwanaku. El conocimiento tecnológico del cultivo
en camellones, terrazas y cotas, por tanto, se encontraba en manos de las
bases y no así en manos de una élite de planificadores, asentados en la capital.´
(221).

³Al haber efectuado una evaluación de los principios de organización tradicional


social aymara (capítulo 4), dando cimiento a un enfoque alternativo en la
explicación del fenómeno de complejidad social en los Andes centro-sur,
considero que el testimonio arqueológico refleja estos fundamentos y que diluye
en gran medida la imposición de cuadros evolutivos que reflejan trayectorias
históricas ajenas al contexto social y natural que caracterizan a los Andes. En la
evaluación de estos principios, se ha enfatizado que no se pretende proyectar
las formas del ayllu y de la marka hacia épocas prehispánicas, menos aún en la
forma en la que otros modelos teóricos han concebido su naturaleza. Se han
tomado los ejemplos etnohistóricos y etnográficos como parámetros de
interpretación de las raíces que caracterizan a la dinámica segmentaria(46). Esta
dinámica se encuentra estampada en los patrones materiales que presenta el
testimonio arqueológico de Tiwanaku en el valle bajo y, por tanto, implica una
reorientación en la percepción del "Estado" surandino.

Durante las últimas décadas, las interpretaciones de la trayectoria evolutiva de la


sociedad prehispánica de esta área de los Andes, en general, han retomado
modelos fijos de desarrollo sociopolítico (originalmente concebidos para explicar
la naturaleza de la sociedad europea), imponiendo formas y funciones a las
instituciones andinas que han impedido un entendimiento cabal de la variabilidad
en la organización social humana que se forjó en este sector de América. En tal
sentido, los estudios acerca del Estado andino han buscado encontrar, y en
muchos casos han recreado, una forma de gobierno altamente centralizada y
burócrata, totalmente emancipada del parentesco y mantenida por un monopolio
de la fuerza militar. Debido a esta propensión, las dimensiones propias de la
organización social prehispánica han permanecido desaprendidas.

En el plano horizontal, las distintas formas de las markas y ayllu.s, tanto en los
niveles menores internos de organización como en el plano de las coaliciones,
no pueden ser consideradas como elementos homogéneos. A través de la
historia, el dinamismo de estas múltiples formas se caracteriza por la capacidad
de articulación y desarticulación del espacio político (Izko 1992), forjando
propiedades de magnitud diversa en la consolidación de poderes hegemónicos.
Las formas, variables a través del tiempo y del espacio, no obstante, se ajustan
a continuidades de preceptos que trascienden la vitalidad de determinadas
estructuras. Estos principios, principalmente ejemplarizados en la reciprocidad,
el dualismo y la organización jerárquica inclusiva, constituyen los ejes de una
tenáz capacidad colectiva para comprender y organizar su entorno social y
natural. Es la coherencia de estos principios la que determina una continuidad a
través de los siglos y la que aún mantiene una cosmogonía singular entre los
diversos sistemas de pensamiento.´ (221).

³Las evidencias materiales del sistema de asentamiento Tiwanaku reflejan estos


principios, demostrando la existencia de elementos simbólicos globalizantes, los
cuales, sin embargo, se manifestaban de acuerdo al carácter local de los
segmentos sociales que conformaban la colectividad en su conjunto. De ser esta
una aproximación cabal de la organización social de Tiwanaku, entonces se
podría anticipar una correspondencia en la estructuración del centro urbano
principal y de los otros asentamientos mayores regionales, como ser Lukurmata
y Khonkho wankani. Por consiguiente, éstos deberían presentar segmentos,
conformados por agrupaciones discretas de estructuras, distribuidos
probablemente en forma bipartita alrededor del núcleo cívico-ceremonial, y no
así a manera de "centro vs. periferia".
Del modelo aquí propuesto también se desprende que en los sitios regionales
mayores se deberían identificar los elementos globalizantes de la hegemonía
Tiwanaku así como los que distinguen a cada segmento. A1 presente, aún no se
tienen datos comparativos extensos que fortalezcan este argumento; sin
embargo, los resultados de las recientes excavaciones que se realizaron en
Tiwanaku y en Lukurmata avanzan la hipótesis de un orden segmentario
jerárquico (Janusek 1994; Rivera Casanovas 1994), diluyendo la percepción de
"anillos" sociales, con una sola élite en el centro y estratos sociales,
acomodados en círculos territoriales con decreciente poder económico y
político.´ (222).

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  +            ## #$ ## i4 ¬4

³El sistema organizativo de Tiwanaku, estructurado políticamente en una


jerarquización inclusiva, no puede concebirse como un ente homogéneo y
estático. Las pruebas demuestran que la variabilidad entre los materiales de los
distintos nódulos Tiwanaku fue intrínseca del sistema en su conjunto, y que pese
a la gran esfera de interacción económica (probablemente amalgamada en la
convergencia de segmentos en . distintos niveles de nucleamiento), las
identidades locales hicieron la estampa del Estado segmentario de Tiwanaku.
No obstante los denominadores comunes que unificaron a estos segmentos en
una sociedad mayor, que en el presente trabajo ha sido caracterizado como la
"hegemonía" Tiwanaku, no se puede aislar la naturaleza heterogénea de las
distintas manifestaciones. Se indicó anteriormente que esta hegemonía debió
estar constantemente en arrisco de fragmentación, y que la misma dinámica
segmentaria que , generó el orden de coalición mayor y sus respectivos niveles
de integración habría sido determinante en la persistente pugna de poderes. En
tal sentido, infiriendo de los desafíos y contiendas que históricamente muestra la
dinámica segmcntaria (Albó 1976; Bastien 1978; Bouysse-Cassagne 1986,1987;
Choque 1990,1993; Izko 198b, 1992; Platt 1987; Rivera Cusicanqui 1992) es
virtualmente inconcebible que la hegemonía Tiwanaku haya sido inmune a
tensiones y sectarismos internos.

Hacia fines del primer milenio de nuestra era, el mosaico étnico de la hegemonía
Tiwanaku amplificó, en cierta medida, los patrones establecidos durante
generaciones previas, aunque con modificaciones significativas en su carácter
regional. No cabe duda que estos cambios debieron tener repercusiones
múltiples en varias de las manifestaciones materiales del orden hegemónico
Tiwanaku. La naturaleza del registro arqueológico en el valle bajo hace que
determinados elementos sean los indicadores primarios de estas
transformaciones. Es así que la configuración de asentamientos sirva de base
en la inferencia de determinadas reorientaciones a las que el sistema se ajustó.´
(223).
³Es menester señalar que en el presente trabajo se han reformulado nociones
previas acerca de las transformaciones del Estado Tiwanaku hacia finales del
primer milenio; esto debido a una rcevaluación de los componentes cerámicos
que fueron identificados en las excavaciones de sitios Tiwanaku y a la
disposición que presentan otros sitios con estos componentes. En capítulos
previos se han discutido los desfaces metodológicos que existen entre el
esquema cronólogico de Bennett y la secuencia de Ponce, siendo incongruente
concebir una correspondencia entre las distintas categorías que ambos
desarrollaron. Durante los últimos 30 años, se ha generado una "secuencia
fantasma" que ha limitado, sino obstaculizado, el entendlimiento de los procesos
de cambio en Tiwanaku. Esta secuencia, por motivos ya señalados en capítulos
anteriores, ha empleado la terminología de Ponce (1961) para sustituir las
unidades estilísticas cerámicas que Bennett propusiera para caracterizar
cambios en la cultura material de Tiwanaku a través del tiempo. Muchos hemos
sido cómplices de esta aberración (Albarracin-Jordan 1992; Albarracin-Jordan y
Mathews 1990; Alconini 1993; Bermann 1990, 1994; Browman 1981; Couture
1993; Goldstein 1989; Janusek 1993, 1994; Kolata 1986, 1991, 1993; Mathews
1992; Rivera Casanovas 1994; Sampeck 1991; Sutherland 1991; entre otros) (47)
. Es comprensible que ante la ausencia de avances en el conocimiento de los
elementos cerámicos Tiwanaku y su evolución no se hayan podido utilizar otros
marcos de referencia; sin embargo, lo lamentable es que se hayan hibridizado
dos esquemas ajenos a si mismos en sus bases conceptuales y metodológicas.´
(223-224).

³Si bien Bennett (1934) reconoció el gran problema que presentaba la relación
estratigráfica entre el "Tiahuanaco Clásico" y el "Tiahuanaco Decadente", las
diferencias eran lo suficientemente obvias como para notar su significado. Ponce
(1980:92), por el contrario, sostiene que el estilo Clásico tuvo una manufactura
urbana y que su uso era de orden ceremonial, mientras que el estilo de
"acabado menos esmerado" (haciendo referencia al estilo que Bennett denominó
"Decadente") era la expresión del medio rural; ambos estilos habrían sido
contemporáneos. Si en la interpretación de Ponce los estilos "Clásico" y
"Decadente" se ubican en un mismo espacio, ¿por qué se ha concebido al
"Tiahuanaco Clásico" como "Tiwanaku IV" y al "Tiahuanaco Decadente" como
"Tiwanaku V"?

Ponce (1972) periodifica la transformación de Tiwanaku, de Estado a Imperio


durante el siglo VIII, sin formalización alguna ni descripción de los materiales
cerámicos que corresponderían al "Tiwanaku V" o "Estadio Imperial"(48). Esto
crea un amplio vacío en el entendimiento de la evolución de estilos cerámicos.
De conceptual izarse un panorama estático en la expresión material, tanto en los
planos tecnológicos como simbólicos, sería diluir precisamente el carácter
dinámico que presenta Tiwanaku a través del tiempo(49). En tal sentido, la
denominada "secuencia Bennett-Ponce" (Cook 1994) resulta ser un descarrío
gnoseológico de los distintos fundamentos metodológicos de los dos esquemas,
induciendo a crear analogías falsas. Por tanto, aducir la existencia de un "estilo
Tiwanaku , V" es completamente incongruente, dado el contraste que aquí se ha
presentado.´ (224).

³Debido al enfoque de la investigación, en el presente trabajo se identifican


principalmente tendencias en los cambios materiales del pasado precolombino,
evidenciándose, no obstante, importantes transformaciones en la forma en la
que Tiwanaku llevó adelante sus necesidades y estrategias. El aquí denominado
estilo "Post Clásico", principalmente derivado de los trabajos de Bennett (1934) y
Wallace (1957)(1), constituye, al igual que el estilo Clásico, un conjunto de
expresiones materiales que comparten elementos de una forma mútua de
comunicación (iconografía compartida). Existen elementos que surgen y que se
distinguen de aquellos atributos que caracterizan al previo estilo Clásico y que
se presentan en la cerámica de numerosos contextos arqueológicos que se
excavaron, así como en áreas de distribución de material cultural en la superficie
de varios sitios. La simplificación de los elementos decorativos y la
generalización en el uso de pintura negra sobre un fondo de color naranja
constituyen los aspectos más importantes de la trayectoria de cambio que
presenta la cerámica. Con base en los trabajos practicados en Tiwanaku y en las
excavaciones de sitios secundarios en el valle (Albarracin-Jordan 1992;
Albarracin-Jordan y Mathews 1990; Mathews 1992), se infiere que el estilo Post-
Clásico se generalizó hacia comienzos del siglo XI.´ (224-225).

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³Aunque la manifestación del estilo Clásico, en el valle bajo de Tiwanaku,


empleó conjuntos bícromos en el decorado de determinadas formas cerámicas,
el uso de pintura negra sobre un fondo anaranjado o ligeramente rojizo (5YR 5/6;
7.5 YR b/6) tiende a generalizarse, mientras que el uso de otros colores, como
ser rojo, gris y blanco, declina considerablemente. Esto acontece principalmente
en los tazones y kerus. La cerámica polícroma, especialmente en inciensarios y
kerus, se presenta en muy reducida cantidad. Es indudable la pluralización del
simplificado en varios elementos que en las expresiones del estilo Clásico
conformaban unidades compuestas. La pasta es compacta, de color naranja, y
con pocas inclusiones. Por lo general, en los ceramios decorados, el engobe es
de la misma composición que la arcilla del cuerpo, aunque en algunos casos se
presenta un engobe rojizo. Como desgrasante se utilizó arena y en
determinados ceramios, como ser ollas y jarras, se empleó una mezcla de mica
y arena. El quemado de las piezas es muy variable, pese a que se advierte un
número mayor de piezas quemadas en atmósfera reductora. La mayoría de las
piezas decoradas se encuentran pulidas, aunque algunas no muestran este
acabado; las formas más comunes son el tazón, la jarra, el jarrón, y el keru con
banda en la parte superior del cuerpo. Algunos ejemplos del estilo Post-Clásico
se ilustran en las Figuras 9.1 y 9.2.
r   

La configuración de asentamientos que presentan un componente Post-Clásico
viene a conformar una amplificación del patrón Tiwanaku previo. Cinco de los
sitios secundarios muestran una ampliación en sus respectivas dimensiones
(aunque no un incremento en número), y los sitios de tercer y cuarto orden
denotan una proliferación {Figura 9.3}; de un total de 50 sitios a uno de 132. Tal
como se muestra en la Tabla 9.1, los asentamientos no se distribuyen en forma
aleatoria en los distintos microambientes del valle (en la Tabla 9.2 se resume la
distribución de la jerarquía de sitios por microambiente).´ (225).

0De la Tabla 9.2 y de la Figura 9.3 se colige que los nódulos territoriales
experimentaron un crecimiento en la densidad de sitios, aunque los sitios
secundarios, aparentemente, mantuvieron su ubicación previa. Esta continuidad
en la ocupación de sitios mayores contrasta con la colonización de territorios
circundantes. Cabe notar, asimismo, un crecimiento en el número de sitios
terciarios en la Zona de Coluvio Inferior (LCZ) y en la Zona de Pastos y
Manantiales (SGZ), mientras que el número de este orden de sitios se mantiene
en la Zona de Terrazas (TZ) y en la Zona Lacustre (LZ); el incremento en sitios
terciarios es del 58.3%. En cuanto a los sitios de cuarto orden se refiere, la
disparidad con el patrón previo es enorme. Un total de 102 sitios cuaternarios
fueron identificados, lo cual contrasta significativamente con los 27 sitios de este
mismo orden que muestran una filiación con el estilo Clásico. Este incremento,
casi cuádruple, sugiere probables transformaciones en el índice demográfico, así
como en la distribución de asentamientos.

Cinco sitios secundarios (LV-55, LV-b8, LV-109, LV-150, y LV-158) presentan
indicios de expansión. Pese a que esta evaluación haya estado algo
distorsionada por la dispersión de material cerámico del estilo Post-Clásico
sobre un componente Clásico, es improbable que la mayor extensión de los
sectores con cerámica del Post-Clásico represente un problema de visibilidad
arqueológica. Se ha estimado en un 44.7% el incremento en tamaño de los sitios
secundarios. La formación de sitios terciarios adicionales contribuyó
aproximadamente con unas 10.5 hectáreas al área total de ocupación.´ (229).

0Debido a que no se registraron cambios en el número o en la distribución de
sitios secundarios, los resultados de la prueba de "vecino más cercano" para
este orden de sitios son idénticos a los del previo patrón de asentamiento
(Tablas 9.3 y 9.4).´ (229).

0En el sector norte, la diferencia más significativa se encuentra en la distribución
de los sitios de tercer orden, los cuales exhiben un agrupamiento y no así una
distribución regular como lo hicieran anteriormente. Este cambio, no obstante, no
se lo infiere en el sector sur del valle.
Los sitios cuaternarios se agrupan alrededor de sitios de tercer y segundo orden
y entre si mismos, aunque en el sector norte éstos se distribuyen en forma
regular alrededor de los sitios de tercer orden. Del análisis de "vecino más
cercano" no se aprecian otros cambios, siendo el incremento en los índices de
agrupamiento el factor que más resalta.


  
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Todas las unidades que fueron excavadas en este sitio dan cuenta de la
presencia de materiales cerámicos vinculados al estilo Post-Clásico (Figuras 9.4-
9.9). En la mayoría de estas unidades, este material se encuentra en los dos
estratos superiores y los rasgos asociados con estos.

La evidencia de la unidad 4 (N529 E563) refuerza el argumento de continuidad,


no sólo en la ocupación del sitio sino en el uso de terrazas agrícolas. A
excepción de las cistas funerarias que se ubicaron en la unidad 9, de probable
data hacia finales del primer milenio de nuestra era, la mayoría de los contextos
arqueológicos constituyen basurales.

Los restos paleobotánicos evidencian, asimismo, una continuidad en la
utilización de recursos respecto a los anteriores siglos, siendo el consumo de la
quinua un importante componente de la dieta. Dos variantes, empero, sugieren
algunos cambios en los sectores que se excavaron. No se identificó maíz, pero
si se encontraron restos de kainya (sin nombre científico), la cual debió ser
utilizada para fines medicinales (Lennstrom et al. 1991). En cuanto a la fauna se
refiere, se identificaron restos de llama, pescado y aves.´ (230-231).


   ( :   /$#'  (

0En la unidad 1(N510 E500), en asociación con el estrato 2 (5YR 514 [seco],
limo), se encontraron los restos de dientes humanos mezclados con huesos de
camclido dentro de un pequeño pozo con ceniza. Este rasgo parece ser una
especie de ofrenda (Figura 9.10). , Un rasgo parecido fue encontrado en la
unidad 5 (N508 E498), también asociado con el mismo estrato. En la unidad 10
(N462 E498) un keru lítico fue recuperado a escasos 10 cm de la superficie
(Figura 9.11 ). Varios de los restos cerámicos encontrados en las diferentes
unidades aparecen ilustrados en las Figuras 9.12-9.25. El fechado
radiocarbónico calibrado, obtenido de una muestra de carbón vegetal de un
probable pozo de almacenamiento (unidad 9 [N452 E486]), es de 1131 171
D.C. (SMU 2564).´ (236).

³Los análisis botánicos de una muestra obtenida del mismo pozo dan cuenta de
la presencia considerable de quinoa. Lennstrom et al. (1991) también
identificaron una gran cantidad de castañuela que asocian con la probable
manufactura de determinados artefactos (obsidiana ?). La presencia de madera
es interpretada por Lennstrom et al., (1991) como indicadora de una ocupación
más extensa en el sitio o como evidencia de un acceso extenso que los
pobladores de este asentamiento tenían a este material. La variabilidad de los
restos paleobotánicos en los basurales así como la presencia de semillas de
pastos indica que estos pozos representan episodios de deposición primaria y
que no se produjo una mezcla de la basura (Lennstrom et a1.1991). Los restos
de fauna evidencian el consumo primario de llama, con índices menores de
pescado y pequeños roedores.´ (251-252).


  
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En este sitio, dos entierros fueron encontrados en asociación con el estilo Post-
Clásico. La osamenta del entierro primario en la unidad 1(N475 E525)
constituye la de un individuo adulto (40+ años), de sexo femenino (Figura
9.26). Los restos líticos que se encontraban encima del cuerpo incluían un
batán, un moledor, una piedra tallada y uñal especie de "peso", todos hechos
en andesita. En la unidad 2 (N490 E525), se encontraron los restos de un
individuo adulto en un contexto funerario secundario.´ (253).

³Algunos artefactos asociados con esta ocupación Tiwanaku aparecen ilustrados


en las Figuras 9.27-9.29. Los restos paleobotánicos incluyen quinua y semillas
de pastos, mientras que los restos de fauna consisten principalmente de llama y
pescado.´ (254).

  

³La evidencia arqueológica de Tiwanaku, por un lado, sugiere que la máxima


expansión del sitio se habría producido hacia finales del primer milenio de
nuestra era, (Albarracin-Jordan y Mathews 1990:132), lo cual denota símil
ondición al desarrollo de los asentamientos en el valle bajo. En tal sentido, el
patrón de asentamiento de finales del primer milenio podría concebirse como
una amplificación del patrón previo, aunque los síntomas de cambios
estructurales mayores aparecen conjuncionados a este fenómeno de
crecimiento. Por otro lado, los datos de Lukurmata muestran cierto declinamiento
demográfico en determinados sectores domésticos, situación que podría
interpretarse como un proceso de evacuación del sitio (Bermann 1994). Ambos
fenómenos podrían haber tenido vigencia ya que las trayectorias evolutivas de
Lukurmata y de Tiwanaku tuvieron sus propias particularidades, amalgamadas
en determinadas situaciones históricas por la coalición de sus segmentos
sociales y fisionadas, en otras, por la ruptura de la alianza y la eliminación de su
jerarquía política mayor.´ (257-258).
³En Tiwanaku, la fisión del centro urbano parece haberse producido hacia
comienzos del siglo XII, sin que esto tenga relación con el fenómeno
demográfico que se infiere en la proliferación y crecimiento de los asentamientos
hacia comienzos del siglo XI. Lo que sí es destacable es la rapidez con la que se
desintegró el sistema, proceso que se caracterizó por un espectro de
continuidades y cambios, de los cuales trata el siguiente capítulo.

La dispersión de los asentamientos Tiwanaku a finales del siglo XI presentan


una problemática que merece cierto detenimiento. Si bien el carácter
organizativo anterior se fundamentó en la articulación regional de los distintos
nódulos territoriales y la extracción de bienes y servicios de los mismos por parte
de las jerarquías políticas locales, el patrón nadal sufre la dispersión de
asentamientos menores, tendencia que se amplifica en siglos posteriores y que
conforma un proceso de "astillamiento" del sistema, lo cual, sin embargo, no
significó la desaparición de núcleos poblacionales, como se verá mas adelante,
sino la reorganización de la población de acuerdo a los niveles jerárquicos que
permanecieron al fisionarse el sistema Tiwanaku. La proliferación de sitios
menores también significó la expansión del paisaje agrícola. En particular, se
advierte una ampliación del sector de terrazas hacia pendientes más elevadas,
donde se construyeron superficies de cultivo más angostas.

El análisis estadístico de "rango-tamaño" (rank-size) que se realizó para los


sectores bajo y medio del Valle de Tiwanaku (MacAndrews y Albarracin-Jordan
1994) no hace sino demostrar el carácter nodal del sistema de asentamiento de
Tiwanaku. Este trabajo, realizado en forma independiente a la prueba de "vecino
más cercano", evidencia la formación de una distribución primo-convexa del
patrón de configuración de sitios Tiwanaku hacia finales del siglo XI. Esta
distribución indica la presencia de subsistemas (cada uno con un propio centro),
articulados a nivel regional por un eje central pero relativamente independientes
de cada uno. MacAndrews y Albarracin-Jordan (1994) identifican seis
subsistemas, tres de los cuales y parte de un cuarto, estarían ubicados en el
valle bajo (Figura 9.30). Las dimensiones de los sitios secundarios de los
subsistemas II y V, que incluyen a LV-55, LV-68, LV-15/90/187, LV-95 y LV-487
(subsistema II) y a LV-150, LV-158, LV-37 (subsistema V) determinan el
surgimiento de condiciones características de sistemas con distribuciones
convexas. Esta disposición demuestra la presencia de "lugares centrales" dentro
del sistema de asentamiento Tiwanaku que mantenían cierta autonomía
respecto al centro mayor.

La multiplicación de asentamientos menores en territorios más aislados también


es síntoma de un proceso de disolución del patrón nodal más riguroso que
Tiwanaku trataba de mantener en siglos anteriores. Tal como se describe en el
siguiente capítulo, este proceso de fragmentación se generaliza durante los
siguientes cuatro siglos, evidenciándose, asimismo, el surgimiento de otras
propiedades en el orden colectivo del valle.
En resumen, los datos arqueológicos muestran un proceso de amplificación del
patrón Tiwanaku previo hacia finales del siglo XI, crecimiento que se caracteriza
por la proliferación de sitios de tercer y cuarto orden así como por la expansión
de sitios secundarios. S i bien este crecimiento denota un incremento
demográfico, el proceso de fragmentación también muestra señales de
ampliación.´ (257).

Aspectos significativos son la virtual desaparición de inciensarios de forma


zoomorfa y una disminución notable en la manufactura de cerámica polícroma.
Estos elementos apuntan hacia una extenuación de determinados rituales que
se encontraban en manos de la cúpula política de la hegemonía Tiwanaku.
Asimismo, se colige que una cesación de ceremonias mayores, utilizadas en la
reproducción del sistema coadyuvó al proceso de fisión, ocasionando el
fortalecimiento, o nuevas síntesis, de ideologías locales. Aunque " inicialmente
se había contemplado la posibilidad del surgimiento de un secularismo
generalizado (Albarracin-Jordan 1992), una reevaluación de los elementos que
caracterizan al sistema de asentamiento segmentario apunta más bien hacia una
reorientación del paradigma, con énfasis en la práctica de rituales locales. Si
bien los principios de reciprocidad en la integración interna de los segmentos
sociales no desaparece, el complejo balance entre las diversas élites de la
hegemonía se fueron extenuando. Es incoherente concebir que la precipitación
de esta hegemonía haya sido causa del surgimiento, de novo, de los así
denominados "señoríos" aymaras. Por el contrario, todo apunta hacia la
fragmentación en segmentos sociales, los cuales formaban parte intrínseca del
sistema Tiwanaku, y que fueron precisamente éstos los que ocasionaron
sectarismos y condicionaron la ruptura de la hegemonía. En la discusión que
Stanish (1992) abre acerca de las pulsaciones que se observan en los
mecanismos de complementación zonal en los Andes centro-sur, se colige que
el establecimiento de enclaves poblacionales atravieza un proceso de
jerarquización que eventualmente culmina en la autodeterminación de las
"colonias", siendo que durante lapsos de estabilidad política los mecanismos de
complementación zonal se fundamentan, principalmente, en el intercambio. La
"colon i7.ación" Tiwanaku en el valle Osmore (costa sur del Perú) tuvo un
carácter económico primordial, manteniendo inclusive una `J actitud prudente en
la disposición de sus asentamientos, distinta a la configuración que muestran los
sitios Wari (Bruce Owen 1994; comunicación personal).´ (258-259).

³En el norte de Chile se han vertido variados argumentos para explicar la


presencia de materiales Tiwanaku. Kolata (1983) sostiene que el carácter
imperial de Tiwanaku se encuentra plasmado en los restos arqueológicos del
norte chileno y que esta imposición de satélites se habría ya generalizado a
mediados del primer milenio de nuestra era. Una colonización del Valle de
Azapa por grupos Tiwanaku, quienes establecieron sitios encima de túmulos
funerarios del Formativo, se infere de los trabajos de Muñoz (1987). Focacci
(1983), por otro lado, sugiere que los elementos Tiwanaku Clásico son b
simplemente influencias que aparecen junto a otros estilo locales, entre ellos
Cabuza. En una breve apreciación de algunos materiales Tiwanaku que se
encuentran en los depósitos del Museo Arqueológico de Arica (Universidad de
Tarapacá)(5') se pudo evidenciar que varios atributos de la cerámica Tiwanaku
de esta región, especialmente la pasta y el tipo de cocción, no corresponden a
las características que presenta la cerámica en el Valle Bajo de Tiwanaku. En tal
sentido, la procedencia de este material aún no ha sido establecida. Este
aspecto vuelve a demostrar que el origen de los materiales Tiwanaku en la costa
del Pacífico no puede atribuirse al área nuclear o concebirse como la
satelización de un aparato único y centralizador. Todo lo contrario, el carácter
segmentario de la hegemonía Tiwanaku representó la vertebración de múltiples
jerarquías inclusivas, situación que, obviamente, devino en la complejidad
material arqueológica que hoy en día se nos presenta y que buscamos
comprender.´ (259).

³En las interpretaciones que se han vertido respecto al carácter de Tiwanaku,


hacia finales del primer milenio D.C., se ha concebido su desarrollo como un
proceso de expansionismo militar (Ponce 1972). Si bien la amplia dispersión de
materiales con elementos de la hegemonía Tiwanaku en varias regiones de los
Andes centro-sur es prueba de una esfera de interacción extensa (Berenguer y
Dauelsberg 1988; Berenguer et al. 1980; Bermann et al. 1989; Byrne 1984;
Goldstein 1985, 1989; Orellana 1985; Portugal Ortiz 1984; Rivera Díaz 1985;
Thomas et al. 1985), el supuesto carácter "imperial" de su difusión no tiene
asidero en el registro arqueológico. Las estrategias mediante las cuales se
difundieron y distribuyeron los elementos culturales de Tiwanaku, al igual que
posteriores rasgos, fueron otras, incluyendo diversos mecanismos económicos,
directos e indirectos, que condicionaron un variado conglomerado y mosaico de
manifestaciones.

Los principios de organización que caracterizan al ayllu y a la marka aymaras


han servido en este trabajo para desarrollar una propuesta más amplia y cabal
de la dinámica ° segmentaria durante épocas prehispánicas (Izko 1992). Aunque
las transformaciones en el poder económico, político e ideológico no pueden
concebirse como elementos aislados en las jerarquías inclusivas, la cohesión de
niveles superiores de organización, como ser el Estado segmentario de
Tiwanaku, tuvo que fundamentarse en campañas constantes, dirigidas a
reproducir el sistema en su conjunto. Fue con estos fines que las élites mayores,
representantes de varias regiones, diseminaron en sus parcialidades, a través
de importantes rituales y ceremonias, la convicción ideológica necesaria para
garantizar los medios de extracción de bienes y servicios. La evidencia
arqueológica, al presente, indica que la hegemonía Tiwanaku empleó estos
mecanismos, y no así un aparato bélico, para acceder a las diversas regiones y
sus recursos. El resultado tuvo que ser diverso, no solamente debido a las
particularidades de cada región sino también debido al carácter particular del
segmento Tiwanaku que buscaba ejercer relaciones en determinada área. Este
aspecto del modelo de "jerarquías inclusivas" introduce una variable importante
en la explicación de la presencia de elementos Tiwanaku en otras regiones. Ya
no es útil concebir una irradiación de elementos Tiwanaku a manera de "centro-
periferia" para explicar las propiedades emergentes de las diversas relaciones
en cada región. El carácter segmentario que tuvo Tiwanaku nos pone frente a un
reto de mayor envergadura en la investigación arqueológica, y nos hace ver la
necesidad de comparar, contrastar e integrar datos concretos acerca de las
particularidades que muestran los diversos elementos Tiwanaku.´ (260).

Capítulo 10

De TIWANAKU A UMA PACAJES 1100 - 1470 D.C.

³Antes de efectuarse la prospección sistemática de dos tercios del Valle de


Tiwanaku (Albarracin-Jordan y Mathews 1990), algunos atributos de los
componentes materiales cerámicos de la era post-Tiwanaku habían sido
identificados por Bennett (1934a,1936, 1950), quien incluyó a los mismos dentro
de un periodo "Post-Decadente". Rydén (1947), por otra parte, agrupó a estas
manifestaciones dentro de un solo estilo que denominó "Khonko". En el
reconocimiento realizado por Juan Faldín y Louis Girault (1978) en sectores del
Valle Medio de Tiwanaku, los materiales identificados como postTiwanaku
fueron incluidos dentro de la categoría "Inka regional". Por otro lado, los trabajos
de Max Portugal Ortíz (1988) en la Provincia Pacajes dieron cuenta de la
presencia de una unidad cerámica distintiva, característica de Pacajes. Pese a
que este componente cerámico fue aislado de los materiales Tiwanaku e Inka,
no se identificaron otros aspectos de los componentes Pacajes, tales como las
dimensiones de los sitios y el patrón de distribución de los mismos.

A comienzos del siglo XII, la hegemonía Tiwanaku se fisionó en segmentos


sociales territorialmente definidos, con núcleos demográficos en la Cuenca del
Titicaca y regiones adyacentes y con "islas" territoriales en regiones de la costa
del Pacífico, hacia el oeste, y en regiones de los yungas, hacia el este (Murra
1972). Estos grupos postTiwanaku fueron inicialmente identificados y descritos
dentro del paradigma colonial español (de ahí las rótulos "reinos", "señoríos" o
"cacicazgos"). Solamente en las últimas tres décadas se ha intentado identificar
la verdadera naturaleza de estos grupos, llegándose a establecer su orden
jerárquico y sus trayectorias evolutivas a través de los periodos coloniales y
republicanos dentro del contexto social andino y sus distintas facetas sincréticas
(Albó 1976, 1987a, 1987b; Barragán 1982; Bastien 1978, 1979; Bouysse-
Cassagne 198b,1987,1988; Bouysse-Cassagne y Harris 1987; Choque
1990,1993; Harris 1986,1987; Huanca 1987; Izko 1986,1992; Kessel 1992;
Mamani 1991; Pease 1992; Platt 1982,1987; Rivera Cusicanqui 1984; Saignes
1985).´ (261).

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  . 

³Aunque no se conocen las causas específicas de la desintegración de la


hegemonía Tiwanaku, un argumento común hace referencia a una supuesta
invasión de grupos aymaras(52) que según Alfredo Torero (1970) habrían
provenido del norte; otros autores (Bouysse-Cassagne 1987; Espinoza Soriano
1980; Gisbert et al. 1987) sostienen que dicha incursión se habría producido
desde el sur, arrasando con los portadores de la cultura Tiwanaku, o bien,
forzándolos a huir hacia determinadas regiones. Basándose principalmente en
reconstrucciones linguísticas, la hipótesis de la invasión aymara sostiene que
Tiwanaku era una civilización de habla puquina, la cual cayó en manos de
guerreros aymaras. Waldemar Espinoza (1980) indica que el origen de estos
grupos aymaras se encuentra en el altiplano sur y algunos valles al norte de
Chile. Espinoza (1980) también sugiere que antes de la conquista aymara el
territorio Tiwanaku se encontraba ocupado por gente puquina. Espinoza se basa
en algunos documentos etnohistóricos que dan cuenta de la presencia de
grupos puquina en los sectores este y noreste de la Cuenca del Titicaca así
como en el norte de La Paz, en sectores de Chuquisaca, Potosí y el Valle del,
Colca en Arequipa, Perú.´ (261-262).

³La hipótesis de la invasión aymara también hace referencia a los escritos de


Cieza de León, quien describe la conquista de Chucuito por los lupaqas, bajo el
mando de Cari (Gisbert et a1.1987). Para la región de Pacajes, también se han
empleado documentos etnohistóricos para atribuir el origen de los pacajes a una
migración aymara. En la Relación de la Provincia de los Pacaje.s, elaborada por
Pedro Mercado de Peñaloza en 1583, se indica que algunos de los pacajes de
la marka de Guaqui decían tener su origen en la laguna de Chucuito (Lago
Titicaca) y que otros decían haber venido de Carangas, territorio al sur dé
Pacajes.´ (262).

³Alfredo Torero (1970, 1987), por otro lado, sostiene que la invasión aymara se
produjo desde el norte de la Cuenca del Titicaca, siendo el núcleo original
aymara la , región del Río Pampas (Departamento de Ayacucho), en el Perú.
Utilizando principalmente la Copia de curatos, elaborada alrededor de 1600,
Torero (1987) establece que en siglo XVI el panorama idiomático del altiplano
estaba compuesto por cuatro lenguas: el aymara, el quechua, el puquina y el
uruquilla. La primacía de una u otra habría tenido un orden histórico, conforme al
poder económico y político de sus "naciones". Sin embargo, la diversidad de
grupos étnicos y la variabilidad en el idioma que utilizaban éstos durante gran
parte del siglo XVI hace dificultosa la asociación específica entre un determinado
grupo y un idioma. Es así, por ejemplo, que existían grupos de urus que
hablaban uruquilla, mientras que otros utilizaban el puquina o el aymara. Torero
(1987:337), empero, ensaya una secuencia étnica sobre la base de
reconstrucciones linguísticas, afirmando que los urus habrían sido los primeros
pobladores del área circundante al Lago Titicaca y que éstos habrían hablado el
puquina o el uruquilla. A esta étnia originaria, la habría seguido la "nación"
Puquina, portadora de la civilización en los Andes surcentrales y representada
por el Estado Tiwanaku. Nos faltó un cronista puquina. Si hubiera existido uno,
y si se hubiese atrevido a hablar de un pueblo reprobado y casi extinto, es
probable que nos habría contado las proezas y vicisitudes de su pueblo y loado
las grandezas de Pucará y Tiahuanaco, que sus remotos antecesores erigieron
en torno al lago sagrado" (Torero 1987:351). El área puquina (Tiwanaku) habría
sido contínuo, extendiéndose desde el sector oriental del Lago Titicaca
(Provincia Umasuyos) hasta el Océano Pacífico, al oeste. Hacia el norte, la
mancha poblacional puquina se habría extendido desde el Valle Alto del
Vilcanota, cerca al Cusco, llegando hasta territorios de los actuales
departamentos de Potosí y Sucre, en Bolivia. La continuidad territorial y la
distribución homogénea de la "nación" Puquina se habrían vuelto discontínuas
debido a la invasión aymara del norte: "Se hace evidente, en todo caso, que el
avance de los aymaraes (collaguas, lupacas, pacases) sobre las punas y las
vertientes altas de la Cordillera Occidental había vuelto discontínuo, y
fragmentado incluso, el antiguo territorio puquina" (Torero 1987:345).´ (262-263).

³En resumen, los argumentos de la hipótesis de la invasión, ya sea atribuida a


grupos aymaras provenientes del norte o del sur, se basan en la reconstrución
de datos linguísticos y en la interpretación de documentos etnohistóricos; la
secuencia "étnica" que surge de estas interpretaciones ubica a los urus en el
periodo más antiguo, seguido éste por el surgimiento de la "nación" Puquina,
que Torero (1987) asocia con Tiwanaku. Posteriormente, los aymaras habrían
invadido el territorio puquina, desplazando a su gente y cultura; la expansión
aymara habría sido promovida por la administración inka del siglo XV.´ (263).

LA DEGRADACIÓN CLIMÁTICA

Los estudios arqueológicos realizados en Pampa Koani (Kolata 1986, 1991,


1993), ubicada a 12 kilómetros al norte del Valle de Tiwanaku, dan cuenta de la
presencia de un extenso paisaje agrícola, conformado por campos elevados de
cultivo (camellones) y estructuras asociadas, como ser canales, diques y
terraplenes. La construcción de este extenso complejo agrícola ha sido atribuida
a la cultura Tiwanaku, argumentándose que gran parte de su base económica se
sostenía en la producción agrícola en estos campos de cultivo (Kolata 1986,
1991,1993; Ortloff y Kolata 1993). En la prospección realizada en un sector de la
llanura de Koani, Kolata (1986:754-755) identificó 20 sitios Tiwanaku, 19 de los
cuales son menores a una hectárea en extensión; únicamente el grupo PK5/PK6
alcanza unas 1.64 hectáreas en tamaño. Todos estos sitios constituyen
montículos y, al parecer, no presentan restos materiales de ocupación post-
Tiwanaku, aunque Kolata (1986:751) señala que los montículos de mayor
tamaño muestran evidencia de tumbas rectangulares en cista, que datan de la
era post-Tiwanaku. El patrón de asentamiento de Tiwanaku, en la interpretación
de Kolata (1986) contrasta ampliamente con la ocupación post-Tiwanaku en las
laderas de los cerros. Sobre la base de análisis paleolimnológicos el Lago
Titicaca (Binford y Brenner 1987) y de testigos de hielo de Quelccaya
(Thompson et al. 1979), Kolata (1993) sostiene que el dramático declinamiento
en la precipitación anual que se produjo alrededor de 1000 de nuestra era
desarticuló el sistema agrícola de Tiwanaku. Los "agroingenieros" (Kolata
1993:298) no habrían podido contrarestar esta tremenda sequía, la cual habría
imposibilitado el cultivo en camellones, desencadenando una crisis productiva
que exterminó el poder de la élite de Tiwanaku. "La gente de Tiwanaku no
pereció, en masa, pero su forma especial de organización social, su poder
económico impulsado por conquistas imperiales y producción intensiva en tierras
agriculturales ricas, sus ciudades apuntaladas con monumentales exhibiciones
de pasada gloria, todos éstos siguieron el camino del dinosaurio" (Kolata
1993:299; traducción mía; énfasis añadido).´ (263).

³Si bien el modelo de "colapso" que presenta Kolata para Tiwanaku no


contempla la sustitución íntegra de la población, como lo hace el modelo de la
"invasión aymara", sí sostiene que la debacle condujo a la pérdida de la "forma
especial de organización", así como a un cambio radical en la orientación
económica de la población.

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Aunque todo el espectro de ceramios polícromos desaparecen del repertorio


cultural de los grupos asentados en el Valle Bajo de Tiwanaku hacia comienzos
del siglo XII, muchos de los ejemplares identificados con el rótulo de Pacajes-
Temprano (AlbarracinJordan 1990a, 1990b, 1992, 1993; Albarracin-Jordan y
Mathews 1990) denotan una esmerada y delicada manufactura. Los ceramios
decorados se caracterizan principalmente por una pasta densa de color naranja
(2.5 YR 6/8) y se encuentran representados casi exclusivamente en cuencos y
jarras. Otros dos tipos de pastas son los más comunes; el primero incluye a una
pasta densa (SYR 6/6), empleada en la manufactura de jarras, y el segundo a
una pasta, también densa, (7.SYR 5/3) utilizada en la hechura de jarras y
jarrones.

El desgrasante está compuesto casi exclusivamente por arena fina y en algunos


casos algo de mica; aunque probablemente esta última forma parte del
compuesto de arena. La atmósfera de quemado era variable y la aplicación de
engobes se encuentra representada principlamente por compuestos similares a
los de la pasta, existiendo, no obstante, algunas variantes. La mayoría de los
cuencos fueron bruñidos o pulidos en su interior, con algunos ejemplos que
muestran estos tratamientos de superficie en la parte externa del ceramio. Las
formas cerámicas están conformadas por cuencos, jarras, jarrones y ollas;
algunas de estas han sido ilustradas en las Figuras 10.1-10.4.

La decoración se basa en combinaciones de líneas curvas, puntos, triángulos y


círculos. Una o dos líneas onduladas son frecuentes en el interior de los bordes
de cuencos y jarras, similares a las de los tazones y jarras Tlwanaku. En
determinados ejemplares, las figuras de llamas adornan el interior de cuencos.
Estas figuras muestran cuerpos gruesos que contrastan con las figuras de
llamas bastante delgadas y estilizadas del estilo posterior Pacajes-Inka. La
cerámica doméstica está representada por ollas de cuello alto, jarras y jarrones;
varios de estos ceramios se hallan bruñidos. Ninguna de las formas de los
estilos Tiwanaku forma parte del repertorio Pacajes-Temprano, aunque las
formas domésticas, la composición de la pasta y el tratamiento de la superficie,
muestran bastante similitud con Tiwanaku.´ (264).

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³Un total de 440 sitios muestran una asociación con la cerámica Pacajes-
Temprano. Tal como se muestra en las Tablas 10.1 y 10.2, así como en la
Figura 10.5, un gran número de sitios se encuentran ubicados en la Zona del
Coluvio Inferior (LCZ). En contraste con la distribución de sitios Tiwanaku, gran
cantidad de sitios Pacajes se sitúan en la Zona del Coluvio Superior, aunque se
advierte una continuidad en la ocupación de zonas de Pastos y Manantiales
(SGZ) y de Terrazas (TZ). No se identificaron sitios en la Zona Intermontanosa
(IZ). (264-269).

³Los sitios con componentes Pacajes-Temprana se identifican principlamente


por la distribución de material cerámico en la superficie. En general, no se
evidencian restos arquitectónicos, aunque en determinados sitios, cercanos a
sitios Tiwanaku seC~ios, al parecer se reutilizaron algunos bloques tallados de
andcsita. Las distribuciones de fragmentos cerámicos y artefactos líticos tienen
densidades bajas, aunque existen algunas excepciones. Tres sitios (LV-22, LV-
23 y LV-108) exhiben densidades considerables; LV-22 constituye un montículo
terraplenado extenso, con unas dos hectáreas en extensión y ubicado en la
Zona de Pastos y Manantiales (SGZ), mientras que LV-108 cubre un área de
aproximadamente cuatro hectáreas y se ubica en los márgenes de una cota en
el sector sur del valle. En este sitio se encuentran dos pequeños montículos,
siendo que en sectores aledaños a estos montículos la densidad de fragmentos
cerámicos es considerable.´ (270).

LV-23 se encuentra en la Zona de Terrazas (TZ) y cubre unas 2.5 ha (Figura


10.6). El cerro donde se encuentra este sitio es conocido por los pobladores
como cerro Pukara. A una elevación de aproximadamente 4090 m, el sitio se
encuentra demarcado en el sector sur por un abismo profundo. Aunque una
portentosa muralla circunda al sitio, este parece haber incluido dos plataformas
adicionales y algunas superficies de terrazas hacia el norte, este y oeste. La
muralla alcanza una longitud de unos 350 metros y en varios sectores tiene una
altura de unos dos metros. Dentro del espacio que encierra esta muralla se
encuentran por lo menos dos plataformas; una de estas mide 12 m x 9 m y fue
esculpida de una protrusión de arenisca; la segunda se encuentra en el sector
noreste y está circunscrita por la muralla y algunas superficies de terrazas.
Fuera del recinto se encuentran dos plataformas adicionales que alcanzan una
superficie aproximada de 1.4 ha. Terrazas lineares circundan gran parte del sitio,
habiéndose constatado, además, la presencia de un extenso canal prehispánico
en la parte superior (sur) del sitio, probablemente fuente del líquido elemento
para el consumo e irrigación de las : superficies de cultivo. El canal actual pasa a
unos 20 metros al este de la muralla. Fragmentos de cerámica y artefactos
líticos abundan en la superficie de las plataformas; 1a presencia de numerosas
bolas de piedra arenisca y lutita en las cercanías del sitio evidencian la función
defensiva del lugar. En el sector oeste se ubicaron alguno grabados sobre el
manto de arenisca que protruye en ese sector.´ (270-272).

³Otro sitio importante es LV-103, situado a escasos 200 metros al oeste de LV-
23. Aunque no se evidencia la presencia de rasgos defensivos, su ubicación
sobre una, especie de filón en la cadena montañosa hace que el acceso a este
sitio sea dificultoso: El sitio mide aproximadamente una hectárea, y debido a la
proximidad con LV-23 y los materiales cerámicos, es factible que ambos
constituían asentamientos afiliados.

En el análisis estadístico de "vecino más cercano", las categorías de sitios han


sido definidas exclusivamente en términos de tamaño, situación que no siempre
ha de coincidir con diferencias cualitativas que podrían haber existido.
Asumiendo que en el Valle de Tiwanaku, durante comienzos del siglo XII,
Tiwanaku dejó de ser el núcleo primario, los sitios del valle bajo han sido
designados en diferente escala. A excepción de LV-108 ningún otro sitio excede
las 2.5 hectáreas. Es así que LV-108 constituye el único sitio mayor en el valle
bajo. El análisis de "vecino más cercano" demuestra el agrupamiento de sitios
pequeños (<1.0 ha} alrededor de sitios más extensos (1.0-2.9 ha) y el
agrupamiento entre si mismos en el sector norte del valle (Tabla 10.3).

En el sector sur, los sitios denotan aleatoriedad respecto al sitio primario (LV-
108), aunque éstos presentan agrupamiento entre si mismos. (Tabla 10.4). Estos
resultados dan' ' cuenta de la presencia de una configuración generalmente
dispersa y débilmente integrada. No obstante, la agrupación de determinados
sitios sugiere la continuidad en los nódulos que caracterizaban a Tiwanaku
(Figura 10.5).´ (272).

RESULTADOS DE LAS EXCAVACIONES EN LV-Z3 (PUKARA)

³Este sitio fue escogido principalmente debido a que presenta características


radicalmente distintas a los demás sitios del valle. En las recoleciones
sistemáticas que se efectuaron en el sitio, se encontraron,
sorprendentemente, dos fragmentos de kerus. Considero que éstos no
constituyen prueba fehaciente de una ocupación Tiwanaku, aunque existe la
posibilidad de una continuidad en el uso de algunos ceramios de carácter
suntuario afiliados a los ancestros Tiwanaku.

Debido a los elevados índices de erosión, gran parte del sitio no guarda una
deposición significativa. Sin embargo, sectores de terrazas y las plataformas
dentro del recinto constituyen contextos deposicionales más profundos. Un total
de lb unidades (2m x 2m) fue expuesto en diferentes sectores del sitio;
esencialmente, sólo dos estratos fueron identificados en gran parte de estas
unidades. Un primer estrato, consituido por un limo compac homogéneo (7.5 YR
4/4[seco]) y un segundo compuesto por un limo arcilloso compacto (5YR
4/4[seco] y en niveles inferiores SYR 3/4(húmedo]). En la mayon de las
unidades, se alcanzó el manto de arenisca (roca) a escasos 35 cm de
profundidad. Las recolecciones sistemáticas e intensivas que se practicaron en
el sitio simplemente no fueron indicadores cabales de áreas habitacionales,
aunque los resultados de las excavaciones demuestran que este sitio no fue
utilizado como asentamiento permanente. Cuatro unidades fueron abiertas al
interior de la muralla, no habiéndose constatado la presencia de estructuras
habitacionales. Los únicos rasgos significativos constituyen la muralla y una
superficie de ocupación a 95 cm de profundidad. Fragmentos de carbón fueron
recolectados de esta superficie, los mismos que dieron un fechado calibrado de
1189 128 D.C. (SMU 2559).´ (273).

³En cuanto se refiere a la naturaleza de la muralla, ésta fue construida con


pedrones de arenisca y alcanzó aproximadamente unos dos metros de altura.
Asimismo, el grosor de la misma fue también de unos dos metros. Estas
dimensiones de la muralla, más su longitud de aproximadamente 350 metros,
dan cuenta de la inmensa inversión de trabajo que se hizo en esta obra.´ (273-
274).

³En las unidades 12 (N687 E500) y 14 (N689 E 500) fueron descubiertos tres
entierros (Figura 10.7). El entierro en la unidad 12 contenía los restos de dos
individuos; un adulto (40+ años) de sexo masculino y un individuo jóven
(alrededor de 18 años). En la unidad 14, uno de los entierros contenía los restos
de un adulto (40+ años), mientras que en el otro entierro yacía la osamenta de
un jóven adulto, de sexo masculino. Todos estos entierros conforman cistas de
escasa profundidad y con algunas lozas que protruyen a la superficie. La
ubicación de estas tumbas en una de las superfices fuera del recinto enmarcado
por la muralla sugiere el carácter simbólico que las mismas debieron tener en la
confrontación con los grupos agresores.

Las excavaciones que se re izaron en un sector de terrazas dan cuenta de la


técnica de construcción de las misma . El muro de la terraza fue construido con
piedras de arenisca, mientras que detrás del mismo se identificó grava y
cascajo. A 1.1 metros del muro se encontró un segundo muro, indicador claro de
la reconstrucción a que fue objeto este sector de terrazas.´ (274).

³Los resultados de los análisis paleobotánicos indican el consumo de quinua,


aunque los restos son mínimos. En concordancia con la interpretación que aquí
se manifiesta respecto a la función del sitio, Lennstrom et al. (1991) sugieren
que el sitio debió haber sido utilizado en forma temporal. Los restos de fauna
también son escasos y muestran que el consumo de llama fue exclusivo.´ (274-
275).
³Con base en estos resultados, se colige que el sitio sirvió como refugio en
situaciones de confrontación. Aunque inicialmente dos posibilidades habían sido
expuestas para explicar la construcción de fortificaciones durante el periodo
Post-Tiwanaku en el valle (Albarracin-Jordan 1990), el fechado radiocarbónico,
aunque único, ubica al sitio hacia comienzos del siglo XII, cuando la hegemonía
Tiwanaku habíase extenuado en el valle y las confrontaciones esporádicas entre
segmentos locales, aparentemente, se tornaron crónicas.´

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  1

Asociados con algunos elementos decorativos que se advierten en la cerámica
Pacajes-Temprano se encuentran los petroglifos de Jaqi Kayu (piés de gente),
ubicados en el sector sur del valle bajo. (Figura 10.5). En 1975, Portugal Zamora
y Portugal Ortíz informaron mediante artículos de prensa acerca de estos
petroglifos. En estos artículos los autores denominan el sector de petroglifos
"Qellqata" ("lo que está escrito") y proporcionan una descripción general de
algunas de las figuras (Portugal Zamora y Portugal Ortíz 1975b, 1975c). Estas
publicaciones iniciales fueron ampliadas más tarde en un artículo de la Segunda
Reunión Boliviano-Peruana de Arqueología (Portugal Zamora 1980a) y en una
publicación del matutino El Diario (Portugal Zamora 1980b). En estas
publicaciones se hacen algunas interpretaciones de los petroglifos,
sosteniéndose una filiación con Tiwanaku; asimismo, se indica que el sitio debió
haber tenido una función ritual debido a la presencia de tres cortes
semicirculares en un inmenso bloque de arenisca. Estos semicírculos fueron
descritos como canales de drenaje.

Los petroglifos fueron grabados sobre un manto de arenisca roja que


corresponde, geomorfológicamente, a la Formación Tiwanaku y que aflora en
varios sectores al lado este del Río Chilla. Este afloramiento se encuentra en la
base de un pequeño cerro, conocido localmente como Wila Jaqi, o "gente
colorada". Los grabados se extienden sobre un área de unos 30 x 12 metros.
Hoy en día se ha habilitado este sector como parte de un sendero que une
algunas unidades domésticas, ubicadas más al sur, con el núcleo escolar,
ubicado a unos 250 metros al norte de los petroglifos. Esta situación es
lamentable ya que el paso de la gente y del ganado está destruyendo los
grabados sobre la roca. Para facili a, descripción de los petroglifos, se han
dividido en 12 paneles los distintos motivos que se observan en Jaqi Kayu. Esta
división se basa en los grupos de figuras asociadas (Figura 10.8}, aunque ésta
no representa necesariamente el orden en el cual los motivos fueron
originalmente grabados.´ (275).

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³En este grupo (Figura 10.9) se observa un claro predominio de las figuras de
auquénidos, los cuales están representados de perfil pero sin una orientación
específica. Por lo general, estas "llamitas" miden unos 15 cm x 10 cm. La
representación de piés humanos es otra figura importante en este grupo. Estos
motivos representan huellas de pisadas humanas. Una figura, en particular,
llama la atención en este panel. Esta está ubicada en el lado izquierdo, encima
de una especie de cruz y otra representación en forma de media luna. La figura
en cuestión es antropomorfa y quizás represente un felino. En la parte inferior
del panel se observa una figura geométrica acompañada de auquénidos. Es
dificultoso definir lo que esta figura representa. Su distribución no se limita
simplemente a este panel o inclusive a Jaqi Kayu. Una figura similar fué
identificada en uno de los petroglifos de la costa del Pacífico y que se la expone
en fotografía en el Museo Antropológico de Arica.´ (275-277).

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³La representación de pies humanos predomina en este grupo (Figura 10.10). En
contraste con el panel 1, sin embargo, no se advierte una secuencia de pisadas.
En la parte superior del panel se observa un auquénido estilizado. De forma
similar al panel 1, las representaciones de auqucnidos no tienen una orientación
definida.´ (278).

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*

³La representación más sobresaliente de este panel es la cara de un camélido
(Figura 10.11). Esta figura fué descrita por Portugal Zamora y Portugal Ortíz
(1975b) como una testa de talla tiwanakota. Esta cara está representada de
perfil y denota un apéndice en forma de flecha en el sector ocular. Los caninos
se destacan en la dentadura y, al parecer, este auquénido lleva una especie de
ornamento sobre la cabeza. A unos 1.2 metros al noroeste de esta figura se
encuentra otra representación con características similares, aunque ésta se
encuentra en un estado bastante deteriorado. El apéndice del sector ocular aún
puede ser distinguido, pero no así la cabeza o el hocico. En la parte inferior del
panel, varios círculos forman una especie de óvalo. Unido a este óvalo aparece
un rectángulo. Otro de estos rectángulos aparece unido a las extremidades
posteriores de un auquénido. Al igual que en los otros dos paneles, los
camélidos no tienen una orientación definida.´ (279-280).

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3

0En este panel se destaca una figura antropomorfa montada sobre un auquénido
(Figura 10.12). Esta representación es peculiar ya que la llama, en general, no
puede cargar más de unos 30 kilogramos. Sin embargo, es factible que un
infante pueda montar un camélido. Otra representación interesante en este
panel es la figura de una mano. A unos , 15 centímetros aparece la figura de un
auquénido visto desde arriba y que va acompañada de una media luna. Un
camélido visto de perfil y dos representaciones de pies humanos completan este
panel.´ (280).

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³Aquí se observa la figura de una cara de felino vista de perfil (Figura 10.13).
Esta testa fué identificada por los Portugal y atribuida a la cultura Tiwanaku. A
unos 30 centímetros hacia el norte se observa una caravana de camélidos. En
este grupo, todos los animales marchan hacia el suroeste. Dos figuras en forma
de media luna y un pequeño cuadrángulo completan este panel.´ (280-281).

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³En la parte superior se observan cuatro camélidos, todos mirando hacia el


noroeste (Figura 10.14). En la parte inferior aparecen tres representaciones que
no están bién definidas.´ (281).

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7

³Lo más notable en este panel es la presencia de dos figuras en forma de cruz,
ambas con sus respectivas bases (Figura 10.15). La cruz en la parte superior del
panel lleva un la cúspide una especie de cabezal, elemento que la otra cruz no
tiene. Once camélidos, de distinto tamaño y con distinta orientación, completan
el grupo de figuras de este panel.

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&

Aquí, las figuras más destacables son las de dos ofidios y las de camélidos con
cuerpo en forma de rectángulo (Figura 10.16). En la parte inferior izquierda se
observa una cruz parecida a una de las descritas en el panel 7, con el cabezal
en la cúspide. En el sector central del panel se encuentran dos auquénidos
unidos en el cuello mediante una especie de soga. Otra figura zoomorfa lleva
una carga sobre el lomo. La representación de un pié humano completa este
panel.´ (282).

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'

³En este panel se destaca un óvalo entrecortado en segmentos (Figura 10.17).
Cuatro auquénidos de distinto tamaño y con diferente orientación ocupan la
parte inferior del panel. Encima de estos se encuentra una especie de doble
cruz, y aún más arriba aparece un cuadrángulo con un punto en el centro, similar
al del panel 5.´ (283).

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Lo más destacable en este panel es la figura de una especie de batracio,
descrita por los Portugal en 1975 (Figura 10.18). Esta representación lleva
cuatro apéndices, los cuales terminan en cuatro dígitos (los Portugal identifican
tres en cada apéndice). En uno de los apéndices, la figura lleva una media luna.
El cuerpo de este batracio parece estar dividido en segmentos. A1 lado este de
la figura se encuentra una representación de un ave. Cuatro auquénidos, seis
pies humanos, dos aves, y tres media lunas completan este panel.´ (284).

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0En este panel se distinguen trece figuras de camélidos, cuatro de los cuales
están enparejados y unidos por el cuello (Figura l0.19). Uno de los camélidos
lleva sobre el lomo una figura antropomorfa, mientras que otro transporta una
especie de carga. Debajo de la pareja ubicada en el lado derecho del panel se
observa una cría, la cual lacta de uno de los camélidos. Por otro lado, se
advierte la presencia de dos grupos de pies humanos, uno representado por
cuatro figuras en la parte superior del panel y otro compuesto por dos figuras en
la parte inferior. También se observa la figura de una mano en la parte izquierda
del panel. Cuatro semicírculos, cuatro media-lunas y dos figuras estilizadas
completan los petroglifos de este grupo.´ (285).

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La presencia de un camélido con cuello largo y cuerpo en forma de cuadrángulo
es lo más sobresaliente de este panel (Figura 10.20). Al lado este de las figura
se encuentran dos representaciones de pies humanos. En la parte superior del
panel se observan un auquénido y la figura de un animal estilizado. En la parte
central se observan dos figuras geométricas; debajo de las mismas están
representados dos auquénidos y una figura en óvalo.´ (286).

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³Los petroglifos se encuentran ubicados en un afloramiento de arenisca café-
rojiza en el sector oeste de] sitio. Las figuras fueron grabadas mediante picoteo
(Figura 10.21). Se observa una especie de venado y otra, probablemente de un
zorro. A1 norte de la figura de venado se advierte una representación
antropomorfa y hacia el sur se encuentra una especie de hacha. En la parte
superior del panel se encuentra una figura zoomorfa, mientras que la parte
inferior del panel contiene el grabado de una especie de óculo.´ (287-288).

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³En apoyo a los distintos patrones de asentamiento identificados en el valle bajo
(Albarracin-Jordan 1991a; Albarracin-Jordan y Mathews 1990), se advierte una
relación más estrecha con sitios Pacajes Temprano y Pacajes-Inka (Figura
10.5). Esta disposición sugiere un vínculo más cercano con el área de los
petroglifos aunque es importante recalcar que la asociación cultural mediante la
proximidad de asentamiento no es evidencia definitiva. Se requieren otras
pruebas para justificar el argumento de una relación cultural con los periodos
enunciados. Quizás la prueba más contundente, no obstante, se encuentra en la
forma de las representaciones de auquénidos en la cerámica de estos periodos.
Las representaciones de camélidos en la cerámica se asemeja al estilo en el
cual las figuras de Jaqi Kayu fueron hechas. Es de suponer que el medio en el
cual se diseñó el conjunto de representaciones no ha de ser el mismo, y por lo
tanto ciertas figuras están ausentes en el medio cerámico, y vice-versa.

Por otro lado, sobre el manto de arenisca de Jaqi Kayu se observan varios
sectores con posibles grabados que hoy en día no pueden ser claramente
discernidos. Estos mismos denotan una patina distinta a la que la mayor' á de
los grabados presentan. Esta situación sugiere la posibilidad de una diferencia cr
oló ' a en el grabado de figuras. En el presente trabajo, la mayoría de las figuras
que se ha documentado demuestra una misma técnica de grabado (picoteo) y
similar condición de preservación, circunstancias que sugieren la
contemporaneidad de las figuras en cuestión.´ (288).

Los investigadores Max Portugal Zamora y Maks Portugal Ortiz asociaron los
grabados de Jaqi Kayu con el arte Tiwanaku y le adjudicaron una probable
función ceremonial al sitio (Portugal Zamora y Portugal Ortíz 1975b, Portugal
Zamora 1980b). La asociación de todo el conjunto de petroglifos con la
expresión artística de Tiwanaku es dudosa, no existiendo elementos
comparativos entre ésta y las representaciones en Jaqi Kayu. Sin embargo, no
se puede descartar que los posibles grabados que hoy en día se encuentran
casi totalmente erosionados tengan filiación con la cultura Tiwanaku. Llama la
atención la presencia de tres orificios semicirculares que los investigadores
Portugal asocian con una función ritual. Con base en comparaciones de bloques
líticos en algunos asentamientos Tiwanaku del valle bajo, estos orificios parecen,
más bien, haber servido de nódulos en un vector de corte. Esta técnica de
canteo es visible inclusive en bloques de arenisca más pequeños que se
encuentran a escasos metros al norte del sitio.´ (288-289).

³En resumen, Jaqi Kayu sirvió dos funciones. La primera está vinculada a la
extracción de bloques líticos, la cual está evidenciada por las marcas dejadas
cuando se efectuaron los cortes. La magnitud de los nódulos en el vector de
corte, el tamaño del bloque que se habría obtenido, y la presencia de grandes
bloques del mismo material en sitios vinculados a la cultura Tiwanaku, sugieren
que Jaqi Kayu sirvió de cantera durante la era Tiwanaku.

La segunda función de Jaqi Kayu fué la de medio de expresión simbólica, siendo


importante subrayar, en este sentido, que el arte no se reduce a una verbigracia
estética sino que también manifiesta aspectos concretos de la sociedad en sus
relaciones internas, con otros grupos humanos, y con la naturaleza. La
comprensión del significado de las representaciones simbólicas prehistóricas ha
sido, y continúa siendo, tema de largo debate en la arqueología, antropología y
ramas anexas (Conkey 1983; Halverson 1987; Jochim 1983; Lewis-Williams
1982; Lewis-Williams y Dowson 1988; Leroy-Gourhan 1968).
, .
Dentro del contexto andino, varios trabajos sugieren que el simbolismo aymara
se encuentra enraizado en su contenido histórico social y la naturaleza
(Bouysse-Cassagne 1987, 1988; Montes Ruiz 1986). Es en este sentido que los
petroglifos de Jaqi Kayu son la expresión del significado del pastoralismo en la
sociedad pacajes. Este aspecto no solamente se encuentra vinculado al énfasis
que se le otorga a la figura del camélido, sino también por las representaciones
de pies humanos que acompañan la marcha de los : auquénidos. Como se
indicó anteriormente, la llama tuvo un rol múltiple en la cultura andina; las figuras
de camélidos, en las distintas disposiciones que fueron grabadas, muestran
rebaños con individuos de distinto tamaño; estos elementos indican que las
personas que grabaron las figuras quisieron mostrar todo el contenido del grupo
de una manera realista. Sin embargo, la realidad también está representada por
abstracciones propias de una cultura, y es en este sentido que la interpretación
de algunos de los elementos geométricos independientes y los relacionados con
figuras antropomorfas y zoomorfas se torna mucho más complicada. Las
representaciones de extensiones a manera de cruz, por ejemplo, o las figuras de
cuadriláteros unidas a representaciones de auquénidos, son elementos que
podrían ser interpretados de muchas maneras. La falta de estudios sistemáticos
en la interpretación de estos elementos hace muy prematura una evaluación de
los mismos.

La presencia de figuras de ofidios y de un batracio puede estar relacionada al


símbolo de agua (Bouysse-Cassagne 1988). En relación a este punto, es
importante anotar que el - área donde se encuentran los petroglifos tiene
abastecimiento de agua el año entero, debido a que vertientes naturales bajan
desde centros de colección ubicados en la cima del Cerro Chilla. Esta
característica de la región indudablemente le dió una importancia mayor a este
sector ya que probablemente servía como fuente de colección y abastecimiento
del liquido elemento.´ (289).

³Uno de los grabados que más llama la atención es la figura de una testa de
camélido (Figura 10.11). Esta figura fue asociada por los investigadores Portugal
con la cultura Tiwanaku (Portugal Zamora y Portugal Ortíz 1975b). Es indudable
que la ornamentación que muestra la figura podría tener relación con el
apéndice ocular que denotan algunas de las figuras de Tiwanaku. Sin embargo,
este elemento podía haber sido utilizado durante la época Pacajes sin perder
continuidad con la tradición anterior. Lo poco que se conoce acerca de las
prácticas rituales posteriores a la desintegración de Tiwanaku impiden efectuar
una evaluación cabal y justa.´ (289-290).

³La asociación de los petroglifos del Cerro Pukara es directa con la cultura
pacajes, debido a que el asentamiento tiene un solo componente cultural, como
lo demuestra la cerámica de superficie y de excavación. En contraste con los
petroglifos de Jaqi Kayu, el afloramiento de arenisca donde fueron grabadas las
figuras mide solamente unos 1.5 por 2.3 metros, y tiene una textura mucho más
rústica. La presencia de un cérvido y un zorro indican que la caza de estos
animales en la región fue probablemente importante. La figura antropomorfa,
aunque a manera de cruz, y los otros elementos que componen el panel,
exhiben relación con Jaqi.Kayu en la técnica de grabado.

  

La distribución de sitios con cerámica Pacajes-Temprano demuestra que los


sitios secundarios de la hegemonía Tiwanaku dejaron de ser núcleos principales.
La ocupación Pacajes de estos sitios se restringe a pequeños sectores, los
cuales no exceden una hectárea en extensión. El proceso de "astil lamiento" al
que se hizo referencia en el anterior capítulo alcanza su máxima expresión en el
patrón de asentamiento Pacajes Temprano. Ya no se observa una distribución
regular de los sitios mayores, los cuales no superan las tres hectáreas, a
excepción de LV-108. Este último fue probablemente el único centro mayor en el
valle bajo, siendo probable que al fragmentarse la hegemonía Tiwanaku las
disputas entre jerarquías locales se convirtieron en enfrentamientos crónicos. Si
bien los nódulos territoriales parecen mantenerse a través del tiempo, la
articulación entre los mismos pierde las dimensiones del sistema Tiwanaku
anterior.

El carácter defensivo de LV-23 contrasta con la naturaleza de los sitios


Tiwanaku, aunque la reducida cantidad de sitios defensivos Pacajes es
indicadora de situaciones episódicas más que endémicas. La gran cantidad de
sitios pequeños, por otro lado, sugiere una reorientación en las relaciones de los
segmenros sociales básicos que durante Tiwanaku se organizaban en
nucleamientos más formales.´ (290).

¬  . ¬(

La desintegración de la hegemonía Tiwanaku, alrededor del 1100 D.C, dejó


plasmada la imágen segmentaria de su estructrura original en las distintas
confederaciones que quedaron como herederas. Dentro de este proceso de
fragmentación que también caracteriza a la dinámica segmentaria andina (Izko
1992) se han resaltado las formaciones de centros regionales poderosos que a
través del tiempo, y beneficiados por el éxito y el raudal del desarrollo de la
hegemonía, adquieren una autonomía cada vez mayor respecto al eje nuclear y
de base. Estas evoluciones locales no hacen otra cosa sino acrecentar el
sectarismo y propiciar el desarrollo de esquemas ideológicos dirigidos a resolver
las necesidades propias y particulares de determinada región. En tal sentido, la
reproducción del sistema local adquiere cada vez mayor significado,
desplazando a un segundo plano los propósitos globales, cada vez más ajenos,
del sistema multiregional. Es indudable, no obstante, que estas trayectorias
evolutivas adquieren sus legítimas peculiaridades conforme a las circunstancias
que presenta cada región. Es así, por ejemplo, que determinados elementos
Tiwanaku continúan en vigencia en ciertas regiones, mientras que en otras los
mismos elementos se fusionan con rasgos locales o ~desaparecen por completo
del repertorio cultural.´ (290-291).

³De acuerdo con los modelos de organización del ayllu "mayor" y de las
confederaciones aymaras se explica que la fragmentación de un orden superior
(el Estado segmentario de Tiwanaku) debió ser el resultado de la dialéctica
interna que engendra el copio económico. La ideología busca reproducir
activamente, mediante obras y actos públicos, el carácter benévolo y fructífero
del sistema. Este frágil balance entre el éxito (reproducción) y el fracaso
(fragmentación) se encuentra condicionado a la capacidad de toda proyección
que ejerce la cúpula política. En la colectividad aymara, esta élite ocupa ese
privilegio debido al consorcio que mantiene con el personal especializado en el
conocimiento de los ciclos naturales y encargado del presagio y la divinación.
Cuando Iako (1992:102) señala que "los jilaqatas ya no saben rezar", haciendo
alusión a lo expresado por un campesino del ayllu "mayor"Watari (Salinas), se
sintetiza el deterioro en la principal cadena ritual que garantizaba la reproducción
de la sociedad mayor en su conjunto. A1 romperse el "ritmo de la costumbre no
podía ya adentrarse en el antiguo `sendero de la memoria' (amtañ t'aki)" (Izko
1992:102). Este proceso de ruptura de la cadena ritual, la misma que aseguraba
la reproducción simbólica de la coalición de ayllus, culminó en el escepticismo, el
desencanto y la desconfianza en la capacidad de los jilaqatas y sus yatiris para
otorgar garantías de los beneficios que con anterioridad eran percibidos por los
segmentos menores. Si bien el ejemplo de Salinas de Garci Mendoza es
específico para su tiempo y su realidad histórica, algunos elementos del mismo
barajan una serie de posibilidades que enmarcan a la interpretación de la
fragmentación de la hegemonía Tiwanaku y sus resultados. Pero antes de
propinar alternativas de explicación del fenómeno de fisión, es importante hacer
una evaluación del registro arqueológico y de las hipótesis que al presente han
sido utilizadas para explicar el "colapso" de Tiwanaku.´ (291).

¬r   ¬ 

³La continuidad en la ocupación de los sitios Tiwanaku previos y la relación con


campos agrícolas insinúan la persistencia en el uso de terrazas, camellones y
qochas. En cl caso de los camellones, la asociáción sería debil de encontrarse
únicamente sitios Tiwanaku con un posterior componente Pacajes Temprano.
Sin embargo, existen varios montículos, como ser LV-41, LV-46, LV-47, LV-49,
LV-192 y LV-197, dentro de vastas extensiones de camellones, que exhiben
únicamente un componente Pacajes Temprano. En la Zona de Terrazas (TZ),
existen pruebas contundentes que las terrazas lineares y las de contorno,
ubicadas en los sectores más elevados de las montañas, fueron construidas por
los Pacajes. La expansión agrícola hacia territorios más elevados, en otras
zonas de los Andes, ha sido relacionada con cambios climáticos que
aparentemente tuvieron lugar alrededor del 1100 D.C. (Cardich 1985), aunque
esta expansión podría haber estado asociada a los procesos de segmentación
social y el consiguiente esparcimiento de las unidades elementales.´ (291-291).
³Respecto a las qochas, varios sitios Pacajes Temprano se agrupan alrededor
de las mismas, aspecto que sugiere una continuidad con Tiwanaku en el uso de
las mismas.

El conocimiento de las tecnologías agrícolas, en particular el cultivo en


camellones, no se perdió con la desintegración de Tiwanaku, lo cual demuestra
que éste no estaba sujeto a un aparato planificador centralizado, compuesto por
"ingenieros hydráulicos", como se ha sugerido (Kolata 1986,1991,1993), sino
que se encontraba en el bagage de conocimientos de las bases productivas de
la sociedad.

i¬  Ò 

La era post-Tiwanaku ha sido caracterizada, en general, como un periodo de


construcción de torres funerarias o ch'ullpas, las mismas que se encuentran
distribuidas en varios sectores del altiplano y otras regiones de los Andes
(Bcngtsson 1991; Bennett 1936; Hyslop 1977; Squier 1877; Tschopik 1946).
Recientemente, los estudios acerca de estas construcciones funerarias han
proyectado argumentos que van más allá de la simple descripción de forma y
función, proponiéndose nuevas hipótesis acerca de su creación simbólica y
recreación de esquemas organizativos sociales basados en el culto de los
antepasados (Bengtsson 1991; Hyslop 1977; Isbell 1993). De esta manera, se
ha intentado buscar paralelos en el origen de las Ch¶ullpas y de los ayllus.
Debido principalmente a las generalizaciones que se han extendido respecto al
uso de estas estructuras, se ha argumentado que las construcciones funerarias
en la superficie son un fenómeno relativamente reciente en la sociedad
prehispánica. De este argumento se ha deducido que el ayllu y los principios de
organización que lo caracterizan deben ser también un fenómeno reciente. El
problema surge no solamente de la base material que ha servido para
fundamentar el origen de las Mul1pas sino de la ingenua simplificación que se
pretende proyectar del ayllu.

De las complejas dimensiones políticas, económicas e ideológicas que presenta


el ayllu etnohistórico y etnográfico (Albó 1976, 1987a, 1987b; Barragán 1982;
Bastien 1978; Bouysse-Cassagne 1987; Choque 1990,1993; Harris 1987; Izko
1992; Platt 1982, 1987; Rivera Cusicanqui 1984, 1992), éste no puede ser
concebido, menos comprendido, desde la simple asociación con el culto al
ancestro. En tal sentido, inclusive la misma denominación de "ayllu", utilizada
genéricamente, pierde todo su significado. Buscar el origen del ayllu en la
difusión de un tipo de tradición funeraria (ch'ullpa) es ignorar el espectro
histórico más amplio de sus principios de organización y de su estructura
económica, política e ideológica. La elucidación del surgimiento de las Ch¶ullpas
debe enmarcarse, precisamente, dentro del contexto de las jerarquías inclusivas
andinas y no al revés, como ente generador de los principios de organización
que trascienden los cambios estructurales a través del tiempo. Aunque
vinculados a la creación y reproducción de las creencias en los ancestros, los
patrones funerarios no constituyen base suficiente para entender la verdadera
dimensión del ayllu, sus principios de organización y su trayectoria histórica.´
(292).

³El argumento del supuesto origen común de los ayllus y las Ch¶ullpas se
encuentra claramente plasmado en las siguentes aseveraciones: "El ayllu fue un
sistemaorganizativo inventado y promovido durante el periodo Intermedio
Tardío en el norte del Perú, cuando gobiernos estatales surgían en territorios
vecinos." « "El ayllu fue creado por miembros mayores del linaje para promover
intereses personales y para resistir la organización estatal basada en una
estructura clasista" (Isbe111993:9; énfasis añadido). En términos teóricos,
considero que nuestro esfuerzo por entender procesos y trayectorias evolutivas
de la sociedad humana, en general, no puede agotarse en el paradigma de la
arqueología de finales del siglo pasado y de comienzos del presente, cuando se
enfatizaba la invención primaria y única de determinado rasgo cultural en un
centro y la diseminación a través de migración o de difusión. Aunque la sociedad
humana posee el poder de cambio, mediante el empleo de ideologías y
tecnologías, su influencia no actúa como un timón racional de todo el complejo
de factores que guía su desarrollo histórico. Es el contexto de las propiedades
que emergen en determinada situación el que condiciona un compromiso
histórico entre la voluntad humana y las necesidades que debe atender en la
constelación de presiones que le presenta su medio social y natural.

Una fuente importante en la elucidación de los principios organizativos de la


sociedad aymara es indudablemente el registro etnohistórico, principalmente los
documentos administrativos del siglo XVI. Bouysse-Cassagne (1986, 1987)
señala que la confederación Pacajes se encontraba seccionada en múltiples
grupos étnicos, divididos, al mismo tiempo, en dos mitades: Urqusuyu y
Umasuyu. Estas características constituyen imágenes de la organización dual
aymara que tipifica todos los niveles sociales y que surge de la percepción del
espacio. Dentro de los límites del sector Umasuyu se encontraba el Valle de
Tiwanaku. En este territorio no se construyeron torres funerarias (ch'ullpas),
mientras que en el sector Urqu, las torres funerarias, cerca del Río Desaguadero
y las que se ubican en el área de Viscachani, más al este, han sido ampliamente
descritas (Arcllano y Kul jis 1986; Portugal Ortíz 1988; Rivera Casanovas 1990;
Ryden 1947).

En contraste con el patrón de entierro del sector Urqu, las tumbas Uma-Pacajes
en el Valle Bajo constituyen pequeños pozos, cuya abertura circular en la
superficie se encuentra demarcada por losas, bastante semejantes a una de las
variantes que presentan las cistas Tiwanaku. En las excavaciones realizadas en
LV-23, se encontraron tres tumbas en cista, la primera de las cuales contenía los
restos de dos individuos; un adulto (40+ años) de sexo masculino y un individuo
jóven (alrededor de 18 años). La segunda estructura funeraria contenía los
restos de un adulto (40+ años), mientras que en el otro entierro yacía la
osamenta de un jóven adulto, de sexo masculino. Todos estos entierros fueron
hechos en cistas de escasa profundidad y con algunas losas que demarcaban la
forma circular de la tumba (Figura 10.7).

Por otra parte, si bien las torres funerarias se generalizaron en determinados


sectores de las confederaciones aymaras, los entierros semisubterráneos y de
fácil acceso al cuerpo del difunto ya eran empleados por grupos Tiwanaku, como
lo demuestra las tumbas encontradas en las excavaciones realizadas en Guaqui
(Albarracin-Jordan 1992). Tumbas Tiwanaku en cámaras circulares (pequeñas
torres), divididas en dos partes, una sobre la superficie y otra subterránea, han
sido descritas por Bermann (1994), para el área de Lukurmata. Asimismo,
Goldstein (1989) identificó tumbas Tiwanaku de superficie ("collar tombs"), en la
región de Moquegua.´ (293).

   + ¬

³Como se mencionó anteriormente, en la Relación de la Provincia de los


Pacajes (Mercado de Peñaloza 1965 [1583]} se indica que algunos de sus
pobladores decían venir del sur, mientras que otros decían tener su origen en el
Lago Titicaca. La hipótesis de la invasión aymara ha obviado la aseveración
aborigen. Torero (1987:340), por ejemplo, señala que,

Por otro lado, la ubicación de los lupacas en


sólo el sector occidental del lago y el carácter
de noticia fresca que tienen las versiones
transmitidas por Cieza de León acerca del
avance de la gente de Cari desde las alturas
de la Cordillera Occidental conducen a
sospechar que la invasión lupaca-. 
6
(=
 
 $ < 
   
   
)  


 4 (énfasis añadido).

Los datos arqueológicos nos muestran un panorama distinto. En primer lugar, no


se evidencian elementos de una invasión repentina, como lo demuestran el
patrón de asentamiento, la continuidad en el uso de campos agrícolas, las
tradiciones mortuorias y la manufactura de cerámica. En segundo lugar, de
haberse dado una invasión pacajes "no mucho tiempo antes de la irrupción
cusqueña en el Altiplano", se tendría un vacío temporal y espacial en la
explicación de la desintegración de Tiwanaku, contradiciendo, precisamente, lo
que la hipótesis de la invasión aymara intenta explicar. De la lectura de los
documentos etnohistóricos se colige que la integración de diversos grupos
étnicos fue una característica intrínseca de la sociedad de los Andes
surcentrales. En tal sentido, la información etnohistórica acerca de la
convergencia de diferentes ayllus en núcleos poblacionales, denominados
marka.s, da cuenta de una fundamental estrategia social que trasciende las
supuestas innovaciones que habrían impuesto las reformas tolcdanas o,
inclusive, el supuesto esfuerzo que habrían puesto los inkas en reunir a los
pobladores que se encontraban dispersos en la región. Fuentes etnohistóricas
indican que los pacajes tenían su capital en Caquiaviri (Mercado de Peñaloza
1965 [1583]}, mientras que los lupaqas y los kollas tenían sus centros en
Chucuito y Hatunqolla, respectivamente (Diez de San Miguel 1964 [1567]; Cieza
de León 1941 [15531). Pese a que investigaciones arqueológicas en los
antiguos territorios de los lupaqas y de los kollas muestran que estos centros
posiblemente fueron promovidos e instaurados por los inkas, ello no demuestra
que las confederaciones aymaras carecían de centros de amplio poder
económico y político antes de la llegada de los inkas.

Los diferentes argumentos presentados en este análisis pueden ser resumidos


de la siguiente manera:´ (294).

³1. La desintegración de Tiwanaku ha sido comunmente explicada como


resultado de una invasión aymara (algunos investigadores sostienen que ésta se
produjo desde el norte [Torero 1970, 1987], mientras que otros sostienen que
vino desde el sur [Bouysse-Cassagne 1988; Espinoza Soriano 1980; Gisbcrt, et
al. 1987]), la cual supuestamente aconteció alrededor del 1200 D.C. Torero
(1987), no obstante, sostiene que esta invasión habría tenido lugar poco antes
de la llegada de los inkas al Kollasuyu. Esta hipótesis se basa en
reconstrucciones lingüísticas e interpretaciones del registro etnohistórico.´ (294-
295).

2. La hipótesis de la degradación climática, propuesta por Kolata (1986,1991,


1993) sostiene que fueron las grandes sequías, producidas alrededor de 1000
D.C., las que determinaron el colapso del sistema agrícola en camellones, dando
lugar a la debacle de Tiwanaku.

3. Investigaciones en el Valle Bajo de Tiwanaku dan cuenta de la presencia de


varios elementos del registro arqueológico que contrastan con las hipótesis
señaladas. Son, principalmente, elementos de continuidad los que caracterizan
al nexo que existió entre Tiwanaku y Uma-Pacajes. Debido al contraste que
aparentemente se dio entre los pacajes del sector noreste y los del suroeste
(Bouysse-Cassagne 1987), en este trabajo se ha asociado la continuidad
mencionada con el sector noreste (Urna) de la confederación Pacajes; el Valle
de Tiwanaku se encuentra en dicho sector.

4. Pese a que fuentes etnohistóricas son utilizadas para afirmar que la


destrucción de la "nación" Puquina, asociada con Tiwanaku, se debió a una
invasión por parte de grupos aymaras, los partidarios de esta hipótesis pasan
por alto las aseveraciones de varios Pacajes que decían tener su origen en la
región.
5. La construcción de ch'ullpa.s ha sido utilizada como evidencia de un
transplante cultural, habiéndose inclusive propuesto que los principios de
organización del ayllu surgen del culto al ancestro, asociado con las ch'ullpas.
En el Valle Bajo de Tiwanaku, no se construyeron estas estructuras, siendo que
las tumbas Pacajes son versiones simplificadas de un tipo de tumbas en cista de
Tiwanaku. Por otro lado, el argumento de que las ch'ullpas habrían sido
novísimas estructuras en territorio Tiwanaku no se ajusta a la evidencia
arqueológica; las construcciones funerarias de Guaqui, Lukurmata y Moquegua
representan claros antecedentes de estructuras mortuorias de superficie, con
fácil acceso al cuerpo del difunto.

6. La continuidad en el proceso de "astillamiento" que se advierte en el patrón de


asentamiento Tiwanaku de comienzos del segundo milenio y la configuración
que presentan los sitios Pacajes Temprano (1100-1470) constituye otro
elemento del nexo entre Tiwanaku y Uma-Pacajes; no existe una ruptura del
patrón de asentamiento. Lo que sí acontece es la colonización de sectores
elevados de montañas y la construcción de terrazas agrícolas en estos sectores,
proce.-o que va se iniciaba hacia comienzos del siglo XI. Desde la óptica del
área nuclear de Tiwanaku, se advierte un panorama complejo de integración
sincrónica de varios segmentos Tiwanaku, probablemente muchos de ellos
distintos unos de otros, pero partícipes de un solo paradigma. Es esta diversidad
la que caracteriza el surgimiento de poderes locales y de nuevas ideologías que
eventualmente fisionan la corriente integradora; bien pueden ser estos
sectarismos resultado de reorientaciones económicas o de intereses políticos,
pero las bases de la fragmentación se encuentran precisamente en, la
naturaleza de su composición segmentaria. Debido al carácter segmentario de
Tiwanaku y la desarticulación de .su sistema, el cual integraba a diversas
jerarquías locales, el paisaje social se seccionó en distintos grupos étnicos.´
(295).

³La dinámica que rige la pulsación entre la formación de cuerpos sociopolíticos


de mayor poder y grupos de menor influencia es selectiva, conforme a las
propiedades emergentes que surgen de la constante competencia entre grupos
e ideas; el oportunismo reaparece entre los intereses reproductivos de la
ideología, lo cual hace que en la sociedad se generen constantemente nuevas
estrategias para adquirir la convicción de los individuos.´ (296).

³7. El uso de campos agrícolas muestra continuidad entre Tiwanaku y Uma-


Pacajes, aspecto que contradice la supuesta equación que se ha propuesto
entre la trayectoria de Tiwanaku y el cultivo en camellones. Por un lado,
Tiwanaku no dependía exclusivamente de la producción en camellones,
habiéndose empleado otras tecnologías, como ser el cultivo en terrazas, o
andenes, y en cotas. Par otro lado, como lo demuestra la continuidad en el
empleo de diversos campos de cultivo, el conocimiento de estas tecnologías no
era el monopolio gnoseológico de unos cuantos "agroi ngenieros", agrupados en
la capital, sino que era componente intrínseco del conocimiento de las bases
productivas de cada segmento social.

A la luz de las múltiples evidencias de continuidad que existe entre Tiwanaku y


UmaPacajes, la hipótesis de la invasión aymara y la noción de que una "nación"
puquina era la exclusiva portadora de la cultura Tiwanaku no se ajustan al
testimonio arqueológico que presenta el valle bajo. Todo apunta hacia una
articulación, por parte de la hegemonía Tiwanaku, de múltiples grupos étnicos,
los cuales poseían un orden jerárquico propio. Eran las cúpulas políticas de
estos grupos las que se articulaban y generaban un orden sociopolítico de
mayores proporciones y de influencia. Fue la cultura material que se asociaba
con este orden mayor la que se difundió, imitó, reinterpretó y, eventulamente,
eliminó.

Es indiscutible que una serie de reajustes surgieron a consecuencia de la


fragmentación de Tiwanaku, especialmente en la pugna por territorios y
recursos. El complejo mosaico étnico que es descrito en los documentos
tempranos de la Colonia, sin embargo, no puede ser interpretado como génesis
espontánea de los siglos postTiwanaku o como plena consecuencia de la
posterior mit'a inka. La "estratigrafía" idiomática que se ha propuesto para
argumentar a favor de una secuencia de "naciones" prehispánicas no hace sino
obviar la diversidad que caracterizó al mundo andino antes de los inkas,
recreando una visión similar al Kulturkreis que se propusiera un siglo atrás y que
la ciencia arqueológica abandonó hace ya mucho tiempo.

Debido a que los múltiples datos arqueológicos evidencian la continuidad entre


Tiwanaku y Uma-Pacajes, resulta difícil sostener la hipótesis de una supuesta
invasión , aymara y la noción de que gente puquina era representante exclusiva
de la cultura ~ Tiwanaku. Es indudable que la hegemonía Tiwanaku articulaba
múltiples grupos étnicos, ` entre ellos a los ancestros de los aymaras, urus y
puquinas, organizados en distintos niveles jerárquicos, tanto a nivel local como
regional. Los reajustes políticos, económicos e ideológicos que continuaron al
fisionarse el Estado segmentario de Tiwanaku amplificaron las pugnas
territoriales, tal como lo indica la edificación de fortificaciones. No obstante, la
"invasión" como agente de la debacle de Tiwanaku carece de pruebas en la
región nuclear.´ (296).

¬ 


    
/ 

   <          

0Importantes cambios fueron introducidos en el Valle Bajo de Tiwanaku al ser


incorporado este sector al régimen inka. Fueron de gran significado las postas
administrativas que intentaron, fundamentalmente, un control político de la
Cuenca del Titicaca (Pease 1982:196), aunque los intereses económicos fueron,
quizás, el motivo principal de esta estrategia (Murra 1982). La resistencia a la
intrusión inka fue la característica intrínseca de las relaciones con las
confederaciones aymaras del Kollasuyu, pese a que la desanimosidad reinante
entre las mismas fue hábilmente utilizada por el Inka para facilitar la integración
de las mismas al sistema cusqueño. A1 establecerse una alianza con los lu-
paqas, los inkas pudieron anexar el territorio de los kollas al imperio (Diez de
San Miguel [15b7] 1964). El entendimiento con los lupaqas instituyó una relación
recíproca, pero jerárquica, entre el Inka y el mallku Cari; este último quedó
convertido en el yanapaque (literalmente el "ayudante") del Inka (Bouysse-
Cassagne 1987:303).

Fue alrededor de 1470, según la información de Sarmiento de Gamboa


([157211907), cuando el Inka Tupac Yupanki sometió a los grupos aymaras; el
Valle de Tiwanaku fue, probablemente, incorporado al imperio alrededor de esta
fecha. La influencia inka se identifica, principalmente, en el legado material,
como ser la cerámica, aunque fusionada en gran parte con el estilo local. La
influencia inka también está plasmada en el patrón de asentamiento. Como se
indicó anteriormente, los Urna-Pacajes habrían establecido algunos centros de
importancia en el valle bajo, como lo habrían hecho también en el valle central
(Mathews 1992). La ascendencia inka, al parecer, buscó amplificar la autoridad
de los líderes locales para garantizar la extracción de bienes y servicios a
cambio de la suntuosidad e imágen que representaba el nexo con la élite inka.

En este capítulo se efectúa una descripción de los materiales cerámicos que


caracterizan al periodo, entre 1470 y 1540, materiales dignóstico éstos, que
sirven de base en la identificación de sitios en la región. Seguidamente, se
discute la naturaleza del patrón de asentamiento en relación con el patrón de
sitios con componentes Pacajes Temprano. De esta comparación se evalúa el
carácter que tuvo la influencia inka en el valle.´ (297).

¬ !

Dos unidades cerámicas caracterizan al periodo entre 1470 y 1540. Por un lado,
se encuentra el estilo cusqueño, de probable importación, y por otro una
manifestación local que copia algunos de los elementos inkas y los fusiona con
elementos locales.´ (297).

³En general, el aspecto más significativo se relaciona a la introducción de


nuevas formas cerámicas, tales como el aríbalo, un plato con decoración
plástica zoomorfa (generalmente la cabeza de un pato) en el borde y cuencos de
menor concavidad a los que se manufacturaban en siglos anteriores. La unidad
cusqueña muestra características casi idénticas a las descritas por John Rowe
(1946), aunque, al presente, es prematuro afirmar que ésta haya sido
directamente traida de la capital inka.
La unidad local se caracteriza por una pasta densa y un engobe de color rojizo
(lOYR 416,4/8), el cual lleva un pulido extenso. Los cuencos y platos exhiben
este pulido tanto en el interior como en la parte externa del cuerpo. Arena fina y
algo de mica caracterizan al desgrasante. La variante local copia las formas
importadas, siendo el aríbalo y el cuenco los especímenes más comunes. El
decorado incluye figuras de pequeños triángulos en cadena, espirales, pájaros y,
la más común y típica figura, pequeñas llamas estilizadas (Figuras 11.1-11.4).

r   

La diferencia más significativa respecto al patrón previo (Pacajes Temprano) es


la reducción en el número de sitios, resultado probable de la estrategia inka de
concentrar al poblado en núcleos (Tablas 11.1 y 11.2).´ (298).

0El resultado de este plan fue la instauración de algunos centros mayores, pese
a que se advierW n 'diferencias importantes entre la parte norte y la mitad sur del
valle (Figura - 11.5). En el sector aparecen tres centros mayores (LV-25, LV-75
y LV-118), mientras que en el sector norte solamente un sitio mayor (LV-164) fue
establecido. Estas diferencias pueden estar relacionadas con la distribución de
recursos, principalmente ligadas a la producción agrícola.´ (298-299).

/$" ) r<$

0El sitio se ubica dentro de los límites del actual pueblo de Guaqui, siendo este
sector distinto al del sitio Tiwanaku. LV-25 es el sitio Pacajes-Inka de mayor
extensión en el valle bajo, con un área aproximada de seis hectáreas.
Aparentemente cl asentamiento fue fundado por Tupac Yupanki, como señala
Mercado de Peñaloza ([1583] 1965). En este documento, el visitador también
indica que el Inka habría obligado a los seis viilorios pacajes que se encontraban
en la zona a congregarse en un solo pueblo. El cálculo poblacional, derivado de
las descripciones de Mercado de Peñaloza, alcanza unas 5000 personas. Por
otro lado, en la Relación se anota que la mitad del pueblo de Guaqui estaba
constituida por gente uru, quienes vivían en casas flotantes, hechas de totora,
cerca de la orilla del Lago Titicaca. Un aspecto significativo al que hace
referencia la Relación es que la otra mitad del pueblo se especializaba en la
producción cerámica ("pueblo de olleros") y que estaba conformada por gente
que tenía tradiciones distintas a las de los pacajes del sur. Mercado de Peñaloza
([1583] 1965:56} señala que esta gente compartía muchas características con
pobladores de la Provincia Umasuyu (Omasuyo), ubicada hacia el este. "Y las
costumbres que tenían antiguamente eran como las que solían tener los indios
de la provincia Omasuyos." La Visita de Diego García Paredes (citada en
Parssinen 1992:359) confirma la conformación bi-étnica de Guaqui (capítulo 4),
identificada ya como una marka.´ (303-304).
³La construcción moderna de casas, calles y edificios públicos ha cubierto gran
parte de la antigua marka. En campos abiertos, detrás de la iglesia y en las
cercanías del cementerio, se identificaron altas densidades en la distribución de
fragmentos cerámicos. En visitas a algunas casas del pueblo se pudo constatar
que en los trabajos de construcción o remodelación de patios y cuartos se
encontraron varios ceramios y piedras talladas.

/$7" ¬   

El sitio está ubicado en la Zona de Pastos y Manatiales (SGZ), con una


extensión aproximada de cuatro hectáreas. En el sector central del sitio se
encuentran actualmente las construcciones del colegio de la comunidad de
Copagira. Una vertiente pasa a escasos metros al oeste. No se identificaron
restos arquitectónicos aunque las densidades en la distribución de fragmentos
de cerámica y artefactos líticos es densa en el sector oeste. Ambas unidades.
cerámicas fueron identificadas en las recolecciones de superficie.

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Situado en la Zona de Pastos y Manantiales (SGZ), LV-118 cubre un área de 3.5


ha (Figura 11.6). Sobre el sector norte se advierte la presencia de cinco
montículos. Estos montículos alcanzan un promedio de 10 m x 8 m x 2 m, sobre
los cuales yace gran cantidad de deshechos de arcilla quemada y ceniza. A
escasos metros hacia el sur, sobre una especie de loma, los tiestos que se
encontraron manifiestan la variante cerámica local. La distribución de material
cultural, no obstante, es irregular, siendo la zona ' cercana a los montículos la
que presenta la mayor densidad. Las características señaladas sugieren que en
este sitio se producían ceramios, constituyéndose, junto a Guaqui, en uno de los
probables centros de especialización que se encontraron en el valle.´ (304).

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³El sitio se encuentra en las proximidades de la orilla lacustre y cubre un área de


aproximadamente cinco hectáreas. A unos 70 m hacia el sur, un total de 16
bloques tallados en andesita fueron identificados, algunos de los cuales se
encuentran alineados en dirección hacia el lago. Pese a que no se advierte la
presencia de rasgos arquitectónicos, la dispersión del material cultural en la
superficie muestra sectores de densidad considerable.´ (304-305).

³El análisis estadístico de "vecino más cercano" demuestra que los sitios
mayores se encuentran distribuidos en forma regular en el sector sur del valle
(Tabla 11.3). Asimismo, en este sector, los sitios menores se agrupan alrededor
de los sitios mayores. Los sitios pequeños (menos de una hectárea) se
distribuyen en forma regular alrededor de sitios intermedios (entre una y tres
hectáreas), aunque este fenómeno puede relacionarse a la relativa
concentración de los primeros en la parte este de este sector.´ (305-306).

³Esta disposición no se advierte en cl sector norte del valle. Aquí, solamente un


sitio mayor (LV-164) fue constituido en antaño, siendo que debido a esta
circunstancia, la estadística de distribución muestra una regularidad de sitios
pequeños alrededor de LV164 (Tabla 11.4). Los sitios de tamaño intermedio se
encuentran distribuidos en forma aleatoria, mientras que los sitios pequeños
muestran un agrupamiento entre ellos mismos.´ (306).

³En comparación con la distribución de sitios del Pacajes Temprano, en la mitad


norte del valle, se observa una pronunciada reducción en el número de sitios
pequeños, particularmente en la Zona del Coluvio Inferior (LCZ), corroborando el
supuesto de una concentración poblacional en centros mayores. Un descenso
similar se advierte en la Zona de Pastos y Manantiales (5GZ) y la Zona de
Terrazas (TZ). La distribución de sitios marginales, como ser la Planicie Aluvial
(AP), no tuvo cambios considerables.

  

La influencia inka en el Valle Bajo de Tiwanaku, y por ende, en gran parte del
territorio Pacajes, fue limitada debido a la conquista española. El establecimiento
de centros mayores, hacia finales del siglo XV, tuvo el propósito de facilitar y
coordinar la extracción de la fuerza del trabajo y del tributo en la región. En
forma análoga a varias otras regiones, la base del Estado Inka dependió de la
promoción de las élites locales (D'Altroy 1992; Hastorf 1986; Moseley 1992:49-
80; Pease 1982)(53). La fundación de estos centros, sin embargo, no trajo
cambios radicales en la distribución del valle en su conjunto. Al parecer, la
influencia inka se vio limitada a la institucionalización de una norma
administrativa, la cual, en cierta medida, fusionó a parte de la población en
núcleos mayores. La dispersión de sitios que caracterizó al Pacajes Temprano
siguío siendo una característica de la región.´ (307).

³Es aún prematuro afirmar si es que los campos de cultivo en terrazas (parte sur
del valle) servían como zonas de producción de excedente. En el caso de los
camellones, ubicados en la parte norte del valle, es probable que éstos ya no
hayan servido las _ funciones agrícolas de otras épocas. En tal sentido, el
variado número de asentamientos mayores que los inkas establecieron en uno y
obro sector del valle parece relacionarse con esta contingencia en el potencial
agrícola de la región. El abandono de los camellones es sorprendente, dado que
los mismos, mediante varios proyectos de rehabilitación demuestran su inmenso
potencial productivo (PELT/INADE-IC/COTESU 1992). La extenuación de esta
tecnología pudo haber seguido un proceso paralelo al deterioro de determinados
factores climáticos (Cardich 1985; Kent 1987). Ortloff y Kolata (1993) sugieren
que los cambios climáticos hacia comienzos del segundo milenio fueron
responsables del abandono de la agricultura en camellones, lo cual produjo el
colapso de Tiwanaku. A la luz de la evidencia arqueológica del Valle de
Tiwanaku (Albarracin Jordan 1992; Albarracin-Jordan y Mathews 1990;
Albarracin-Jordan et al. 1994; Mathews (1992) y de la Pampa Koani (Graffam
1990, 1992; Janusek, comunicación personal), es improbable que los
camellones hayan sido abandonados hacia inicios del presente milenio. No
obstante, a la llegada de los inkas al valle, estos campos de cultivo se
encontraban en desuso. En ninguna de las fuentes etnohistóricas se encuentra
referencia alguna acerca de los suka-kollus. En cuanto a las cotas se refiere,
tampoco existe fuente escrita, ya sea crónica, visita o relación que haga
referencia a las mismas. Pese a que las cotas todavía son utilizadas en sectores
del altiplano peruano (Flores Ochoa 1987), las del Valle Bajo de Tiwanaku
quizás fueron abandonadas durante el Periodo Colonial Temprano.

Es probable que hacia mediados del siglo XV la subsistencia de los pacajes


haya estado principalmente orientada hacia el pastoralismo, el cual, no obstante,
habría tenido una base agrícola significativa (Graffam 1992). Aparentemente, los
inkas sobrepusieron su sistema económico en el patrón zonal complementario
de los pacajes, situación parecida a lo que aconteció con los lupaqas (Pease
1982:185). Esta estrategia, en cierta medida, permitió la extracción de recursos
para el Estado sin una intervención directa.

Algunos de los materiales arqueológicos cerámicos de Camarones (costa norte


de Chile), conocidos en la región como estilos Chillpe y Saxamar (Niemeyer y
Schiappacasse 1981), comparten varios de los atributos con las unidades
Pacajes Temprano y Pacajes-Inka, respectivamente. Este aspecto sugiere que
los grupos del altiplano continuaron con sus patrones económicos tradicionales
sin modificaciones mayores. En resumen, la presencia inka en el valle bajo
puede ser caracterizada, en la terminología de Rowe (1946), como una
estrategia de diplomacia, la cual permitió la incorporación de los pacajes sin el
empleo de mecanismos coercitivos. Al incluir a los mallkus pacajes dentro de la
jerarquía administrativa los inkas ejercieron un tipo de control indirecto que
simplificó los trabajos de organización, supervisión y control. ³ (308).

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0La penetración de los españoles a Cajamarca, en 1532, y la ejecución de


Atahuallpa, en 1533, cambió radicalmente el curso que la sociedad del
Tawantinsuyu en su conjunto. La primera arremetida española no terminó con
esta victoria militar sino que-fue : convirtiéndose en un largo etnocidio. Mientras
la conquista se expandía, expresaba también, simultáneamente, las
escaramuzas internas alrededor de la riqueza y el poder; el continente sometido
empezó a sufrir la colonización implantada. Si la perversidad y la codicia
primaban entre los invasores, la reglamentación a la distancia impuesta por la
Corona empezaba a operar con mecanismos de alienación. ¿Fue la conquista,
en la manera en la que se desarrolló, un proceso inevitable? No se intenta
proyectar una imágen ideal de la sociedad prehispánica, sino caracterizar los
mecanismos de transformación que trajo el embate europeo. Con los
repartimientos impuestos, la población fue incorporada a un sistema
administrativo extenuante. Los principios de reciprocidad, dualismo y jeraquía
tradicional aymaras, se convirtieron, en la nueva escala social, en fuente de
usurpación. El esquema europeo se orientaba hacia la relación "amosirviente",
como marco referencial hispano de orden divino.

El colonialismo impuesto en el Valle de Tiwanaku no puede ser nítidamente


discernido durante el primer siglo de reformas. En este capítulo sólo se
discutirán las características del patrón de asentamiento que caracteriza a los
sitios con un componente Pacajes Tardío; poniéndose en perspectiva el proceso
colonial más amplio. Antes de efectuar dicha evaluación es imprescindible
diagnosticar los elementos que sirvieron de base en la identificación de los sitios
Pacajes Tardío. La mayoría de los materiales cerámicos muestra determinada
continuidad con las formas introducidas por los inkas,, aunque algunos sitios
también contienen fragmentos de vidrio o tiestos de porcelana importada, lo cual
podría fechar estos sitios en épocas más recientes.

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La cerámica que representa al Periodo Colonial Temprano es esencialmente una


extensión del estilo local anterior Pacajes-Inka. Algunas de las formas típicas
inkas siguieron siendo manufacturadas. Una especie de cuenco con bordes
evertidos, algo distinto a las formas anteriores, hace su aparición (Figura 12.1).´
(309)

³En general, la pasta de la cerámica Pacajes Tardío es compacta y tiene un


engobe rojizo. Se utilizó exclusivamente arena como desgrasante. En contraste
con los ceramios pulidos del Pacajes-Inka, la cerámica del estilo Pacajes Tardío
muestra solamente un bruñido en la parte interna de los cuencos. Muchos de los
ceramios no tienen engobe y muestran un quemado en atmósfera reductora. La
decoración es casi exclusiva en cuencos y consiste de puntos negros y blancos,
casi en forma de gruesos pincelazos, en los bordes de los cuencos (Figura
12.1).´ (310-311).

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0Los centros mayores que se habían fundado por la presencia inka en la región
fueron disueltos al caer el Tawantinsuyu. Ulterior al desmoronamiento de la
organización inka, al parecer, no quedaron sitios de gran tamaño, aunque esta
observación puede, en parte, no ser tan acertada; esto debido a que existen
documentos etnohistóricos que dan cuenta de la presencia de grandes pueblos
en la Provincia Pacajes, incluyendo el pueblo de Guaqui (Mercado de Peñaloza
[1583] 1965). Para el valle bajo, empero, no se hace alusión a mallkus, jilaqatas,
o caciques, lo cual contrasta con la información que se brinda acerca de los
lupaqas o de los Urqu-Pacajes de Jesús de Machaca, donde poderosos mallkus
decían tener ancestros en antiguos líderes étnicos (Bouysse-Cassagne
1987:.303-321; Diez de San Miguel [1567] 1964:347).

La mayoría de los sitios con un componente Pacajes Tardío tiene extensiones


menores a una hectárea (Tablas 12.1, 12.2 y Figura 12.2). Al igual que en los
anteriores patrones de asentamiento Pacajes, las zonas de mayor ocupación
fueron el Coluvio Inferior (LCZ), la Zona de Pastos y Manantales (SGZ) y la Zona
de Terrazas (TZ). Sin embargo, en contraste con anteriores patrones, algunos
sitios se encuentran ubicados en la Zona Intermontañosa (IZ), situación que
hace suponer el empleo de recursos extremos para evadir la imposición de la
Colonia española.´ (311).

³Como se puede advertir en la Tabla 12.2, sólo 13 sitios exceden la hectárea,


siendo LV-265 (1.5 ha) el sitio de mayor tamaño. El 96.2% de los sitios no
exceden una hectárea en extensión. Es probable que el gran número de sitios
pequeños represente una estrategia de "doble domicilio" (Harris 1985), utilizada
en la actualidad con el fin de diversificar la producción.´ (312).

³El análisis de "vecino más cercano" muestra que en el sector norte del valle los
sitios se agrupan, pese a que el resultado de una distribución regular para sitios
menores a una hectárea alrededor de sitios de mayores dimensioñes se debe a
la mayor concentración de estos últimos en el sector este del valle (Tabla 12.3).´
(312-313).

³En la parte sur, los sitios muestran un claro agrupamiento (Tabla 12.4). La
división de sitios, en las categorías definidas, refleja solamente divergencias en
extensión, siendo que las diferencias entre sitios mayores y menores no son
amplias.

  

El patrón de asentamiento, como se señaló anteriormente, refleja varias


características en común con los previos patrones pacajes. La persistencia en el
establecimiento de asentamientos dispersos demuestra que la influencia Inka, e
inclusive la española, no alteraron radicalmente la tendencia al establecimiento
de sitios dispersos. Pese a este panorama, relativamente temprano en la
genuina transformación que habría de acontecer en decádas posteriores, no se
puede ignorar la depresión demográfica que se presentó hacia comienzos del
siglo XVII. La minería de la plata, en Potosí, se convirtió en el principal factor de
desequilibrio poblacional en la región. E1 Valle Bajo de Tiwanaku fue
incorporado a la mit'a. Un gran número de tributarios fueron reclutados para
trabajar las minas de Potosí (Capoche [158511959). La versión española de la
mit'a hizo que de 868 tributarios, enlistados en el Repartimiento de Tiwanaku, en
1583, solamente resten nueve, en 1658 (Ponce 1975b).´ (313).

³Con relación a las estrategias de subsistencia, el arribo de los españoles trajo


consigo la introducción de tecnologías distintas a las que tradicionalmente se
practicaban en el valle. La principal fue el arado mediante tira de bueyes,
sistema que perdira en la actualidad. Es probable que las terrazas y las cotas
hayan sido abandonadas durante los primeros años de influencia española.
Pese a que los productos agrícolas nativos siguen siendo vitales en la economía
de consumo de las comunidades aymaras actuales, el trigo y la cebada se han
convertido en plantas indispensables para el co9sumo y para el sustento de los
animales. En amplio contraste con el registro de fauna que se tiene en el valle,
tanto en los datos arqueológicos como en la documentación etnohistórica, la
inserción de ganado bovino, porcino y ovino eliminó virtualmente la cría de
llamas y alpacas.´ (313-314).

¬ 
*
¬ 
 

³Más de 3000 años de ocupación humana en el Valle Bajo de Tiwanaku han sido
descritos y evaluados en los capítulos anteriores. No se ha intentado globalizar,
en su área geográfica, el conjunto de las relaciones sociales principales que se
dieron en los Andes centro-sur; tampoco se ha pretendido agotar todas las
alternativas de explicación de los distintos sistemas de asentamiento que se
dieron a través del desarrollo de la sociedad prehispánica. Sin embargo, el Valle
Bajo de Tiwanaku, desde que asoman sus primeros colonizadores, aparece
siempre como parte de un sistema más amplio de interacciones. Las tendencias
del sistema, tanto en situaciones de estabilidad como de cambio, se encuentran
explícitamente estampadas en el registro arqueológico de la región. La
investigación sistemática de los restos materiales encontrados muestra que el
valle bajo no fue un mero apéndice, sinó que él constituyó uno de los principales
ejes de la dinámica de desarrollo cultural que caracterizó a la formación de
Tiwanaku. El surgimiento de este centro andino está, precisamente, en relación
con el resultado de la evolución de exitosas fusiones y de hegemonías,
progresivamente globalizantes, las cuales llegaron a alcanzar dimensiones pan-
andinas.´ (315).

³A través de la historia del pensamiento arqueológico de Tiwanaku se ven


claramente estampadas las diversas hipótesis acerca del origen, desarrollo y
colapso de esta formación histórica, sin precedente en los Andes centro-sur. En
la constelación de especulaciones y conjeturas que surgen desde las primeras
crónicas destinadas a buscar respuestas a este fenómeno, se han ido
produciendo cambios significativos en la cantidad y calidad de las pruebas
materiales obtenidas, sobre las cuales se fueron construyendo nuevas síntesis y
modelos. En las investigaciones arqueológicas de los Andes centro-sur, el
pensamiento desarrollado acerca de la trayectoria evolutiva de la sociedad
prehispánica ha intentado construir paralelos, de contenido y de forma, con
modelos teóricos de desarrollo sociocultural aplicados en otras latitudes de
nuestro planeta. De esta manera se han creado patrones de investigación que
han obscurecido, en lugar de aclarar, el conocimiento puntual de la variabilidad
existente en la base de la organización social de este sector de América. Varias
de las teorías acerca del surgimiento del Estado andino tienen este carácter. Por
otra parte, el modelo de jerarquías inclusivas, introducido en el presente trabajo,
proyecta la imagen de un Estado segmentario, en el cual las organizaciones
locales tienen atributos propios para resolver sus propias necesidades; atributos
que, a partir de la variabilidad que presenta su base, sigue un desarrollo
contínuo en la complejidad de la sociedad, Esta variabilidad se manifiestan en
forma muy diversa y no siempre en la organización de unidades políticas
altamente centralizadas (Claessen y Skalnik 1978; Southall 1988,1991; Stein
1977). Fuera de este modelo sólo se han reproducido esquemas del Estado
basados en el centralismo, la coerción y la burocracia. La aceptación de estos
principios no ha hecho otra cosa que poner de lado las dimensiones propias de
la sociedad prehispánica.´ (315-316).

³La investigación arqueológica realizada en el Valle Bajo de Tiwanaku tenía


como propósito iniciar el estudio de la naturaleza propia de los sitios Tiwanaku
en las inmediaciones del antiguo centro urbano. Los resultados de la
prospección, en su conjunto, dieron en conclusión una base cronológica de
datos más amplia acerca del asentamiento humano en el valle, información que
trasciende la formación del patrón de distribución de sitios Tiwanaku y su
eventual fragmentación. Es dentro de este contexto más amplio que los
procesos de cambio y de continuidad pueden ser mejor documentados.

El Valle Bajo de Tiwanaku, con un área aproximada de 200 km2, se encuentra


circunscrito por una serranía, al norte, por una cadena montañosa, al sur, y por
el Lago Titicaca, al oeste. Debido a la proximidad del espejo lacustre, el valle
bajo tiene temperaturas y humedad más elevadas que otras regiones del
altiplano. La característica más notable del valle constituye su diversidad
microambiental. Siete microambientes condicionan la presencia de flora y fauna
diversas. Aunque todas estas zonas fueron, de una u otra forma, explotadas por
sus abundantes y variados recursos naturales, no todas fueron utilizadas como
territorios de asentamiento permanente. Ante las episódicas inundaciones, las
llanuras aluviales del Río Tiwanaku y el Lago Titicaca significaron demasiado
riesgo para el establecimiento de residencias, mientras que la pobreza de los
suelos, los vientos y las bajas temperaturas hicieron de la zona intermontañosa
un sector poco productivo y atractivo para el asentamiento permanente.

La historia del asentamiento humano en el valle se inicia con la presencia de


grupos cazadores/recolectores, probablemente hace 8000 años antes del
presente, aunque la tenue evidencia que se encontró está lejos de demostrar la
verdadera dimensión de esta ocupación inicial. La relativa escasez de restos
materiales del Periodo Arcaico contrasta con el testimonio arqueológico del
Periodo Formativo, el cual está representado por 33 sitios. El aspecto más
notable del patrón de asentamiento es el agrupamiento de los sitios en cinco
conjuntos. Tomando en cuenta que el Periodo Formativo abarca un lapso de
aproximadamente 1100 años, es dificultosa la conceptualización de una
,contemporaneidad entre los 33 sitios identificados; no obstante, los atributos
cerámicos sugieren que el fenómeno de agrupamiento habría representado a la
fase tardía del Formativo, siendo que muchos de éstos se habrían diferenciado
notablemente, uno de otro, por tradiciones culturales distintas. Los resultados de
las excavaciones en Iwawi y en Allkamari dan cuenta de una coetaneidad
relativa entre ambos sitios, aunque las manifestaciones cerámicas de ambos,
por ejemplo, muestran divergencias profundas. A esta diversidad que se observa
en los grupos del Formativo se adhiere una diferencia en la disposición de sitios.
Los sitios que presentan un vínculo con Chiripa se encuentran ubicados
principalmente en los sectores intermedios y elevados del valle (Zonas de
Coluvio Superior [UCZ] y Coluvio Inferior [LCZ]), mientras que los sitios con
manifestaciones locales, como ser Iwawi {LV-150}, LV-156, o LV-464, se sitúan
en zonas bajas, como ser la Zona de Pastos y Manantiales (SGZ). Estas
diferencias pueden estar relacionadas a variantes en las estrategias de
subsistencia, siendo que los sitios Chiripa servían fines de una estrategia de
complementación ecológica; por otro lado, otras tradiciones culturales habrían
puesto énfasis en la producción agrícola, quizás complementada, como en el
caso de Iwawi, con la producción pesquera.´ (316-317).

³Los componentes iconográficos que caracterizan a Chiripa apuntan hacia una


concepción particular de la naturaleza y de la sociedad. Aunque, al presente, no
se puedan aseverar cuáles fueron los orígenes verdaderos de su simbolismo,
determinados elementos del mismo sugieren que algunos principios básicos de
la organización social andina se habrían forjado en este temprano contexto. En
tal sentido, las representaciones del dualismo en la escultura, la reciprocidad en
la disposición de rasgos arquitectónicos en Chiripa y la distribución generalizada
de cerámica decorada, así como la incipiente jerarquía inclusiva en la
configuración del asentamiento, constituyen elementos que, en cierta medida,
caracterizan a la dinámica segmentaria andina.

Fue dentro de este contexto de múltiples tradiciones locales que las coaliciones
de grupos se fueron haciendo cada vez mayores, dando origen a niveles
políticos de mayor alcance e influencia. Los primeros siglos de nuestra era
marcan un periodo de desarrollo que precisamente muestra el surgimiento de la
fusión de segmentos, del cual surgen pequeñas hegemonías, plasmadas en
Pucara y Tiwanaku, manteniéndose, sin embargo, las tradiciones locales.

Apoyándonos en los resultados de las excavaciones realizadas en Guaqui (LV-


55) e Iwawi (LV-150) se pusieron de manifiesto los grandes desfaces
metodológicos que existen en la secuencia cerámica que todavía se intenta
utilizar en la periodificación de Tiwanaku. Los hallazgos hechos en Iwawi y
Guaqui demuestran que el estilo Qeya se manifiesta con otras unidades
cerámicas locales y que no constituye un elemento único. Por otro lado, la
configuración de asentamientos que mostraba el resultado de la prospección fue
reevaluada con base en los descubrimientos de las excavaciones. De esta
manera se pudieron identificar algunos sitios adicionales, asignables,
cronológicamente, a los primeros siglos de nuestra era. Esta revisión muestra un
patrón de asentamiento que carece una diferenciación entre sitios, siendo,
además, que la ocupación no fue del todo extensa ni intensa.

Se ha argumentado que, durante los primeros tres siglos de nuestra era,


Tiwanaku se convirtió en ciudad-Estado, en virtud de una "revolución urbana"
(Ponce 1972). Los datos obtenidos en el Valle Bajo de Tiwanaku no refuerzan
este argumento; por el contrario, por las referencias que se dan de los
posteriores desarrollos que acontecen en la región, la propuesta del surgimiento
de Tiwanaku como aparato homogeneizador y totalitario en la Cuenca del
Titicaca, durante los tres primeros siglos de nuestra era, carece de pruebas,
dada la evidencia arqueológica a nivel regional.´ (317).

³La formación de la hegemonía Tiwanaku, fenómeno que no se caracteriza por


un proceso de desenvolvimiento "centro-periferia" sino por la conformación de
una organización política de varias élites en distintas regiones, aparece
plasmada en la configuración de asentamientos del valle bajo. Dos modelos que
tienen relevancia en la interpretación del sistema son, primero, el denominado
"burocracia centralizada" (síntesis de los postulados de Kolata [1986, 1991,
1993]), y el segundo, denominado "autonomía local" (rótulo asignado al conjunto
de ideas de los trabajos de Erickson [1987] y Graffam [1990]), El primero pone
énfasis en la producción de un excedente agrícola como principal factor en el
surgimiento de Tiwanaku como Estado; este excedente habría sido posible
gracias al control que Tiwanaku estableció sobre los territorios y población de
sus regiones circundantes. La expropiación de tierras facilitó la planificación del
paisaje agrícola, siendo, supuestamente, los "ingenieros hidráulicos" de
Tiwanaku los que habrían sido los artífices del diseño y supervisión de la base
agraria. La burocracia administrativa de Tiwanaku habría estado conformada por
la élite política, sacerdotal y un cuerpo de administradores y planificadores, la
mayoría de los cuales se habría dedicado a garantizar la producción agrícola en
camellones. Para Kolata (1993:182) "El surgimiento, florecimiento, y eventual
colapso de la agricultura intensiva en campos elevados en la región del Lago
Titicaca virtualmente recapitula la trayectoria de la expansión y declinamiento del
Estado de Tiwanaku." En este modelo, el ayllu constituye una formación primaria
pero limitada al parentesco de las étnias periferales.´ (317-318).

³En el modelo de "autonomía local" se plantea todo lo contrario a la existencia de


una buracracia centralizada, llegándose a argumentar, inclusive, que la
agricultura en camellones no fue parte del repertorio agrotecnológico de
Tiwanaku (Erickson 1987). El ayllu es percibido como "un grupo local con
tenencia de la tierra" (Erickson 1987:381) suficientemente apto para construir y
mantener zonas amplias de camellones. Graffam (1990) sostiene que la
agricultura en camellones tuvo una trayectoria independiente al surgimiento,
florecimiento y colapso de Tiwanaku, y que fue "la fuerza del sistema del ayllu la
que hizo posible que el sistema funcionase sin una autoridad formal" (Graffam
1990:253).

Ambos modelos, aunque divergentes en la concepción de la organización de la


producción, proyectan al ayllu centurias antes de la llegada de los españoles, y
lo tipifican como una estructura estática y sin las dimensiones políticas y
económicas que le caracterizan. En tal sentido, ambos modelos señalan que el
ayllu es una forma básica de organización andina y que tanto la sociedad
prehispánica como sus posteriores manifestaciones, después de procesos de
aculturación y enajenación, estuvo conformada por la misma estructura básica.
En esta concepción del ayllu se pierden, primero, su historia y, segundo, al
concebirse genéricamente su naturaleza, sus verdaderas dimensiones
organizativas.

En el presente trabajo, las fuentes etnohistóricas y los estudios etnográficos han


sido utilizados como elementos de juicio en la interpretación de los sistemas de
asentamiento. Los trabajos de Izko (1986, 1992), Platt (1982, 1987), Albó
(1987b), Choque (1990, 1993), Párssinen (1992) y Rivera Cusicanqui (1992) son
significativos en la comprensión de los principios de organización social aymara
y su implicancia en el registro arqueológico. De esta manera, se ha
caracterizado a la manifestación política de Tiwanaku como una hegemonía que
conlleva atributos de un Estado andino segmentario (Platt 1987), donde la
centralización y la burocracia no fueron las principales características de su
sistema.´ (318).

³Mediante análisis de los principios de organización que caracterizaron a la


sociedad aymara, accesibles hoy a nuestro conocimiento mediante la
documentación etnohistórica y etnográfica de los ayllus y markas, se han
obtenido parámetros de interpretación para las épocas prehispánicas,
considerándose la existencia de contextos específicos en la manifestación de
estos principios en el pasado prehispánico. En este sentido, la evidencia
arqueológica puede ser contrastada con las expectativas que presenta la
dinámica segmentaria, lo cual no significa que el ayllu o la marka puedan ser
proyectados hacia el pasado prehispánico como elementos morfológicos
inmutables. Un somero análisis de los cambios estructurales políticos,
económicos e ideológicos que se han dado en los ayllus durante los últimos 500
años nos hace ver la importancia de considerar transformaciones en el pasado
precolombino, sin que ello represente la negación de los principios de
organización como elementos fundamentales, sobre los cuales se estructuraron
y estructuran diferentes formas.´ (318-319).

³La documentación etnohistórica y los estudios etnográficos demuestran que el


ayllu no puede ser concebido simplemente como un pequeño grupo de
individuos unidos por un ancestro común, aunque el parentesco y los linajes
sean elementos fundamentales e intrínsecos en la dinámica segmentaria de las
coaliciones mayores (ayllus "menores", ayllus "mayores", federaciones,
confederaciones, Estado segmentario). Si se evalúan con mayor detenimiento
las dimensiones administrativas de los distintos niveles de coalición, se
encuentran figuras políticas y personal auxiliar que constituyen ejes primarios en
el entendimiento de algunos mecanismos de integración y desintegración. Cada
estancia/comunidad, en el ejemplo de Turco, se encuentra representada por un
jilanqu, quien tiene la autoridad para mediar conflictos entre miembros de las
familias (Izko 1992). Del consejo de jilanqus, cuando varias estancias
convergen para formar ya sean ayllus "menores" o "mayores", dependiendo de
la región, surge un jilaqata, quien tiene una influencia política y económica más
amplia que el jilanqu. El jilaqata media en las disputas territoriales y es
responsable de la recolección del tributo. En Salinas de Garci Mendoza (Izko
1992), el jilaqata todavía mantiene otra función importante, atribuida a
tradiciones ancestrales y que le otorga un poder aún mayor; esta función es la
de presidir las ceremonias que reproducen la "comunidad simbólica" y sus
dimensiones económicas. En algunas regiones de Bolivia, como las provincias
de Pacajes y Carangas, aún existen coaliciones de ayllus "mayores" regidas por
poderosos mallkus. En el pasado, estas figuras políticas tenían una influencia
política, económica y religiosa aún mayor a la de los jilaqatas. Conforme a
varios documentos etnohistóricos, los mallkus heredaban sus cargos y ejercían
su autoridad en vastos territorios (Rivera Cusicanqui 1978). Aunque a la llegada
de los españoles los mallkus eran las máximas figuras políticas y cabezas de las
confederaciones aymaras, algunos registros etnohistóricos señalan que los
aymaras hacían referencia a un personaje aún más poderoso que el mallku y
que denominaban qapaq.´ (319).

³Características notables de la jerarquía constituían la coodinación en la


explotación de recursos, la mobilización de las fuerzas del trabajo y la
reciprocidad, tanto en los ejes sociales verticales como horizontales; Platt (1987)
sostiene que el dualismo político aymara se basa en el principio de reciprocidad
entre mallkus y jilaqatas, entre jilaqatas y jilanqus y, finalmente, entre jilanqu
y las bases de los grupos. La regulación en la distribución y trabajo de tierras se
encuentra en manos del jilaqata, asistido por un grupo de asesores (kamanis,
jiliri.s, etc.), los cuales no adquieren sus puestos en forma hereditaria sino que
son cargos rotativos, al igual que muchos de los jilaqatas. Un aspecto
significativo de la cúpula política, desde los ayllus "menores", es su vínculo con
especialistas en el conocimiento de lo sobrenatural y la predicción de ciclos de la
naturaleza. El yatiri es uno de los principales consejeros de la cabeza política y
no se encuentra ajustado a normas de parentesco sino que su cargo es
asignado por la naturaleza, siendo que después de haber sido "elegido (a)",
éste, o ésta, adquiere sus conocimientos para dirigir los rituales a través de
adiestramientos especializados.´ (319-320).
³El modelo de "jerarquías inclusivas", aquí propuesto, converge los principios de
organización social y la evidencia arqueológica dentro de un marco explicativo
para la sociedad prehispánica. Esto no agota todas las posibilidades de
variantes que puedan inferirse en posteriores trabajos. Lo que si brinda es una
alternativa de interpretación, ajustada al contexto de las necesidades que la
colectividad prehispánica supo resolver y que con base en esas estrategias
propias siguió solucionando las situaciones de cambio que a través de los
últimos siglos se le han ido presentando.

Tomando como ejemplo la trayectoria evolutiva de los distintos niveles de sitios


en la jerarquía de asentamientos Tiwanaku (como ejemplos estarían Iwawi,
Guaqui [Albarracin-Jordan 1992], Tilata [Mathews 1992], Lukurmata [Bermann
1990,1994] y , Tiwanaku [Couture 1993; Kolata 1993; Rivera Casanovas 1994),
se colige que pese a la presencia de una iconografía común, como medio de
aceptación y participación, las manifestaciones locales tuvieron su propia
interpretación y uso, adecuadas a las contingencias de cada lugar. La
disposición que muestran los sitios secundarios en el Valle Bajo de Tiwanaku
son el resultado de una participación conjunta que tuvieron los distintos
segmentos sociales mediante sus cúpulas directrices.

La configuración del Tiwanaku Clásico se caracteriza por la distribución regular


de los sitios secundarios. Tomando en cuenta que Tiwanaku era el sitio primario,
con una extensión entre 6 y 8 km2, los sitios de segundo orden alcanzan entre 3
y 10 hectáreas. Asimismo, los sitios secundarios se encuentran asociados con
distintos campos de cultivo, como ser camellones, andenes y cotas. Estos sitios
difieren de los sitios terciarios tanto en tamaño como en componentes
arqueológicos. Los sitios terciarios alcanzan dimensiones entre una y casi tres
hectáreas y carecen de bloques tallados de considerable dimensión,
especialmente como los bloques de andesita que se encuentran en los sitios
secundarios del sector norte del valle. Los sitios cuaternarios constituyen
pequeños asentamientos, menores a una hectárea en extensión; tanto los sitios
de cuarto orden como los sitios terciarios se agrupan alrededor de los sitios
secundarios. Este patrón de asentamiento fue amplificado hacia finales del
primer milenio de nuestra era, aunque se advierte la tendencia a una
colonización de territorios más elevados. En estos sectores proliferaron los sitios
pequeños y, al parecer, la agricultura en andenes también de expandió hacia
territorios de mayor altura.´ (320).

³Una característica notable de la asociación que muestran los sitios con campos
agrícolas es la partición que se advierte entre los sectores norte y sur del valle.
Los campos elevados de cultivo se encuentran casi exclusivamente en la mitad
norte, mientras que las cotas y los andenes se ubican en la mitad sur. Aunque
existen factores geomorfológicos y edafológicos que, en cierta medida, justifican
la construcción de campos de cultivo en determinadas zonas, la variabilidad
dentro de los sistemas de cultivo dan aún mayor fuerza al argumento de
segmentación, siendo que el conocimiento de las tecnologías agrícolas se
encontraban en manos de los diversos segmentos sociales del valle y no así en
manos de "ingenieros hidráulicos". Por otro lado, la utilización de diversas
tecnologías agrícolas demuestra que el surgimiento, florecimiento y eventual
colapso del sistema de camellones no puede ser considerado como el
"marcapasos" de la trayectoria de expansión y declinamiento de Tiwanaku. La
base agraria de Tiwanaku estuvo conformada por un espectro tecnológico mayor
que incluía el cultivo en andenes y cotas.´ (320-321).

³La distribución de sitios asociados con el Pacajes Temprano (1100-1470 D.C.)


muestra que los sitios secundarios Tiwanaku se desintegraron completamente.
El nuevo patrón se caracteriza por la dispersión de sitios pequeños y un énfasis
mayor en el cultivo en andenes; éstos fueron extendidos hacia sectores por
encima de los 4000 metros de altura. Sin embargo, la presencia de montículos
Pacajes, ubicados en medio de complejos de camellones, sugiere que estos
campos de cultivo también fueron utilizados, manteniéndose una importante
continuidad con la tradición tecnológica agrícola de Tiwanaku; inclusive, es
factible que algunas áreas hayan sido ampliadas durante este periodo, tal como
lo demuestra la reciente prospección que se efectuó en el valle alto (Albarracin-
Jordan et al.1994).

Cambios en el patrón de asentamiento entre Tiwanaku y Pacajes indican que la


desarticulación del sistema Tiwanaku en su territorio nuclear fue un proceso de
segmentación que alteró el nivel de integración. Aunque la hipótesis de una
invasión aymara ha sido utilizada frecuentemente para explicar el colapso de
Tiwanaku, los datos materiales del valle no se ajustan a este supuesto. Por el
contrario, la evidencia arqueológica muestra una continuidad en las tradiciones
de manufactura cerámica doméstica, así como en las tradiciones agrícolas y
funerarias.

La formación de confederaciones no puede ser un fenómeno de novo, siendo


que estos entes fueron componentes del sistema segmentario de Tiwanaku. Lo
que se coartó fue el nivel de integración. Aunque existen, probablemente, varios
factores que condujeron eventulamente a la fragmentación de la hegemonía
Tiwanaku, en el presente trabajo se han presentado algunas alternativas de
interpretación, derivadas de los principios de organización de los ayllus y las
markas. Es dentro de estos principios que procesos de fusión y fisión son
posibles (Izko 1986:91). De la discusión acerca del rol integrador de la ideología
y sus mecanismos de transmisión y legitimización se colige que la reproducción
del sistema se mantenía mediante un delicado balance entre reciprocidades
percibidas y reales. Fue precisamente el fracaso que tuvo la cúpula elitista para
garantizar el destino de las realidades locales, destinadas a mantener una
constante aceptación del paradigma global, competir con el engrandecimiento de
ideologías locales y detener la creciente autonomía de los segmentos, lo que,
finalmente, determinó la desarticulación de Tiwanaku.
La influencia inka sobre la región modificó ténuemente el patrón previo, siendo
evidente que algunos centros mayores de asentamiento fueron promovidos a
través de las autoridades locales. Estas élites políticas se encargaban de
supervisar la producción y recolectar el tributo. En la terminología de Rowe
(1946), la administración inka de la región puede ser caracterizada como un
claro ejemplo de la diplomacia y del control indirecto. Al parecer, a la llegada de
los inkas, los camellones se encontraban ya en desuso por motivos aún no
conocidos con certeza. Las cotas y los andenes, en cambio, continuaron siendo
cultivados.

El arribo de los españoles al valle, alrededor de 1550, marca el establecimiento


de una política económica y social desconocida en la región; su resultado fue la
desvirtuación de los conocimientos tradicionales aymaras, tanto en el ámbito
económico como religioso.´ (321).

³El patrón de asentamiento de este periodo (1550-1660) conforma un panorama


temprano de los efectos que tuvo la colonia con el desenfreno español sobre los
recursos humanos. Finalmente, se ha indicado al comenzar el presente trabajo,
que las interpretaciones acerca del pasado prehispánico, incluyendo la
formación del Estado, su orígen, organización y colapso, han sido
tradicionalmente derivadas de paradigmas europeos, principalmente el legado
intelectual de la historia y sociología francesas y alemanas del siglo anterior. Las
burocracias administrativas estatales y un aparato planificador político y
económico altamente centralizado, con poderes amplios de coerción, han sido
percibidos como componentes fundamentales en la definición del Estado andino.
Este ideal, quizás consonante con la formación del posterior Estado-Nación
(Netherly 1994) ha impuesto una visión sesgada del registro arqueológico,
obviando la variabilidad de la organización humana y sus trayectorias evolutivas.
El transplante de modelos teóricos rígidos, orientados por su presente
etnográfico (burocracias y tecnocracias) y ajenos al contexto social andino, ha
desvirtuado el escenario humano propio de estas latitudes, donde la complejidad
social, como se ha demostrado en este trabajo, debe ser enfocada desde los
mismos elementos que componen su esencia epistemológica, que permitirá
aproximarnos a alternativas de investigación específica para explorar la
variabilidad y la organización de las sociedades prehispánicas.´ (322).

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