Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
r
Desde otra óptica, también existe una corriente indigenista que busca explicar el
pasado prehispánico con analogías de una sociedad ideal, llena de virtudes, de
insuperable eticidad y de moral universal. Utilizando la historia oral y la memoria
colectiva se pretende superar los obstáculos del sincretismo cultural y ponderar
su carácter social prehispánico. Sobre esta base metodológica se intenta
mistificar el pasado y caracterizarlo como un ciclo de leyendas proyectadas
hasta nuestro tiempo. La arqueología es vista por esta corriente como una
extraña creación del pensamiento occidental, siendo desestimada como medio
de investigación eficaz para autenticar la noción de la "historia" de los
ancestros.´ (ix).
³La arqueología, frente a estas formas, tiene funciones científicas y trabaja para
identificar la trayectoria de las sociedades a través de los restos materiales que
la cultura produce. Esta base empírica (registro arqueológico) y su interpretación
se encuentran unidas por la estructura metodológica de la investigación. Son los
procedimientos de estudio los que generan nuevas perspectivas en la inferencia
de las relaciones que existen entre los restos arqueológicos y la explicación del
fenómeno social que los contiene. La arqueología, en tal sentido, opera con un
cuerpo de técnicas y herramientas metodológicas que, de acuerdo al enfoque
del estudio, le permite extraer información, de los restos materiales, acerca de
las sociedades del pretérito; si bien existen varias alternativas de explicación
dentro del margen empírico, son la contrastación y el rigor de las pruebas
materiales los procedimientos que finalmente justifican la formulación de su
interpretacion.´ (ix-x).
³Fue en 1549 que Pedro de Cieza de León recorre Tiwanaku y efectúa las
primeras descripciones del sitio, recogiendo, asimismo, los mitos existentes
acerca del origen de los pobladores del área, quienes atestiguan con entereza el
rol primordial desempeñado por Tiwanaku en el pasado. La sociedad aymara
que con Tiwanaku glorificaba su pasado, fue blanco de incesantes intentos de
enajenación para despojarla de su conciencia histórica y de la solidez de sus
estructuras política, económica e ideológica, tratándose así de quitarle
continuidad con sus raíces culturales. No obstante de estas circunstancias, sus
principios de organización, que forman parte de su ancestral filosofía acerca del
mundo y la sociedad, han perdurado hasta nuestros días. Esta continuidad
muestra que la formación de las distintas estructuras sociales andinas a través
del tiempo y del espacio se ha fundamentado en estrategias recurrentes. Es por
ello que la etnohistoria y la etnografía constituyen fuentes primordiales del
conocimiento de estos principios organizativos y de algunas de sus estructuras
que han sido registradas en documentos.
Los primeros cuatro capítulos, entonces, forman la primera parte de esta obra y
constituyen un marco de referencia, estableciéndose así los parámetros de
interpretación que encierran la temática de los posteriores capítulos.´ (xi).
r
En cuanto a la información etnohistórica, son varios los cronistas del siglo XVI
que se refieren al altiplano como el lugar más importante del Nuevo Mundo, por
la cantidad de población que ahí habitaba, por la densidad de animales que
existía y por su alta productividad. Por ejemplo, documentos del siglo XVII nos
hablan de unidades domésticas con 100,000 cabezas de ganado, algo
inimaginable el día de hoy. Por otro lado, las fantásticas iglesias coloniales
salpicadas en el entorno del lago son evidencias concretas de riqueza, ya que su
construcción fue financiada con los excedentes generados de las labores
agrícolas, pastoriles y mineras. Por último, para no cansar al lector, cuando los
europeos se dividen el territorio conquistado asignan el reino Lupaqa (entre
Puno ciudad y el río Desaguadero) a la Corona. Gracias a la información
etnohistórica sabemos, pues, que a la llegada del invasor europeo, el altiplano
del Titicaca no tenía la pobreza que vemos el día de hoy.
³En la medida en que Tiwanaku fue sin lugar a dudas la sociedad más
avanzada, que podría traducirse en algo así como la sociedad "más exitosa" de
esta parte de los Andes, los arqueólogos que trabajamos en los Andes Centro-
Sur vemos en ella una suerte de modelo de la manera más coherente y eficaz
para manejar de una manera "andina" tan extenso, variado y difícil territorio.
Debido a ello, reconstruir sus particularidades es una obligación, no sólo para
conocer el pasado, sino sobre todo para construir nuestro futuro.
Elias Mujica
INSTITUTO ANDINO DE ESTUDIOS ARQUEOLOGICOS
LIMA PERU´ (xiv).
¬
Estas tres zonas, que Alfredo Bolsi había identificado en 1966 se limitaban a
conformar el amplio cuadro del Valle de Tiwanaku sobre el altiplano boliviano,
con sus diversas características fisiográficas y ecológicas. La Cuenca del
Titicaca, una zona principal del altiplano, se destaca por sus recursos naturales y
por la presencia de grupos humanos que la colonizaron, desarrollando
estrategias singulares para la explotación de estos recursos.´ (1).
³El Valle Bajo de Tiwanaku se encuentra ubicado en el sector norte del altiplano
boliviano y conforma el sector oeste del Valle de Tiwanaku. Enmarcado dentro
de los puntos 170610, 280610, 144896 y 285806 en la retícula UTM (Universal
Transverse Mercator, IGM SE 19-3 Serie H531), el valle bajo alcanza
aproximadamente 200 km2, circunscritos por una serranía al norte, una cadena
montañosa al sur y por el Lago Titicaca al oeste (Figura 1.1). La elevación
fluctúa entre los 3812 metros s.n.m. (altura aproximada de la superficie lacustre)
y los 4400 m (montañas del límite sur). Este espectro altitudinal influencia, en
cierta medida, la distribución de distintos contextos medio-ambientales. De este
a oeste, el valle alcanza los 11 km, siendo la zona más amplia la que se
extiende a lo largo de la ribera lacustre, con una extensión, norte-sur, de
aproximadamente 18.5 km. El valle se torna más angosto hacia el este, con un
ancho, norte-sur, de ca. 15 km. El Río Tiwanaku sigue un recorrido de este a
oeste, paralelo a la serranía del norte, y desemboca en la parte sureste del
Titicaca, conocido como "Lago Menor", o como "Wiñaymarka" ("pueblo
desecado", en aymara). El único otro río de cierta importancia es el Chilla, el
cual tiene su origen en las alturas del nudo montañoso que lleva el mismo
nombre. Gran parte del año, el Río Chilla tiene un reducido caudal,
convirtiéndose en tributario importante del Río Tiwanaku solamente durante la
época de lluvias, entre octubre y abril.´ (3-4).
Ò ¬ ¬
El cuadro geológico del Valle Bajo de Tiwanaku, sin embargo, no puede estar
completo sin una breve consideración acerca de la formación del Lago Titicaca.
Debido a que el valle bajo, en parte, constituye una extensión de la llanura
lacustre, la estructura y dinámica del lago tienen gran importancia en la
discusión de los asentamientos prehispánicos. Aunque en esta sección se han
intentado resumir las principales características geológicas del Titicaca y el Valle
Bajo de Tiwanaku, no se pretende abarcar toda su naturaleza en detalle.
³La cuenca del "Lago Menor" tiene un origen distinto a la del "Lago Mayor". La
primera no es tan profunda y no tiene contornos rocosos en su alrededor (Néwell
1949). En esta cuenca, al finalizar el Terciario, se depositó gran cantidad de
ripio, dando origen a la Formación Taraco. A comienzos del Pleistoceno, esta
cuenca se empezó a llenar de agua y paso a conformar lo que Bowman (1916)
identificó como el Lago Ballivián. Su extensión habría alcanzado los 13.000 km2.
Durante este periodo, la cadena montañosa del sur del Valle Bajo de Tiwanaku
era una península. El nivel del Lago Ballivián se encontraba a unos 50 metros
por encima del actual nivel del Lago Titicaca, aunque quizás la diferencia haya
sido de 65 metros (Bolsi 19b6). Al finalizar el, Pleistoceno, el nivel del Lago
Ballivián bajó considerablemente debido a una apertura en el lado sureste,
llegando a conformar, entre los 27.000 y 22.000 A.P. (antes del presente), el
Lago Minchín. A finales del Pleistoceno (Tardi Glacial) se produjo otro evento
lacustre, conocido como el Lago Tauca. Las terrazas fluviolacustres de estos
lagos (Ballivián, Minchín y Tauca) pueden ser observados en la península de
Taraco (Ticlla 1992;80, Figura 14). A comienzos del Holoceno, hace unos 10.000
A.P., el nivel del Lago Titicaca se encontraba a unos ocho metros por encima de
su actual nivel. No obstante, las fluctuaciones anuales pueden haber sido
significativas; Ahlfeld y Branisa (1960) indican que entre 1933 y 1943 se dio una
baja de 5.3 metros en el nivel del lago, y en 1986, las aguas subieron 2.65 m,
inundando varios kilómetros tierra adentro (Roche et al. 1991). Una de las
mayores preocupaciones, hoy en día, es la acumulación de sedimento,
especialmente en el "Lago Menor". Este fenómeno, coadyuvado por un
incremento secular en el grado de evaporación están causando el paulatino
encogimiento de este sector.´ (1) (5-6).
Ò
³Las serranías del norte del valle forman un depósito extenso de ripio que tiene
su origen en la Cordillera Real y que fue arrastrado al término del Terciario. Este
depósito alcanza los 150 kilómetros de largo en dirección noroeste-sureste, y
pese a manifestarse en varios sectores del altiplano, la Formación Taraco, en el
Valle Bajo de Tiwanaku está compuesta por clastos y grava en una matríz
arenosa. Los clastos son, en su mayoría, de cuarzo, cuarcita, lutita, caliza
pérmica, granodiorita y riodacita (Ticlla 1992). La tectónica del sector se
caracteriza por fallas y bloques fracturados con una inclinación variable, entre
los 25° y 50° (Ahlfeld y Branisa 19b0). El ripio yace sobre una arcilla roja. Una de
las características sobresalientes de esta formación es la presencia de
numerosas quebradas, las mismas que deben su origen a procesos de erosión.
El sector sur del valle se encuentra delimitado por un cordón montañoso que
incorpora varias formaciones geológicas. Ahlfeld y Branisa (1960) identifican al
grupo Corocoro con sus tres formaciones. Este grupo corresponde al grupo
Puno, denominado así por Cabrera La Rosa y Petersen (1936) y Newell (1949).
El grupo Corocoro está compuesto por las formaciones Areniscas Coniri, Arcillas
Chacarilla y Arcillas Río Barras. Estas formaciones constituyen un anticlinal de
considerable grosor. Su origen se remonta al Oligoceno y el Mioceno. La
Formación Coniri está compuesta por areniscas de color rojo, café y gris, las
cuales se alternan con delgados sedimentos de arcilla roja. El grosor de esta
formación es mayor a los 2000 metros. La Formación Chacarilla data del
Oligoceno-Mioceno y está compuesta por arcillas rojas y bancos de arenisca
clara. Los sedimentos alcanzan un grosor aproximado de 4000 metros y, en
general, no se encuentran bien consolidados. En la base de esta formación se
encuentran depósitos de travertina. La Formación Río Barras data del Mioceno y
está compuesta principalmente por arcillas amarillas y rosadas, así como por
capas de travertina. Estos depósitos, tal y como acontece con la Formación
Chacarilla, no se encuentran bien consolidados. El grosor de la Formación Río
Barras es de unos 500 metros. Lutitas de color verde y de origen metamórfico
abundan en las quebradas de este sector.´ (6).
________________________________________________________________
(1) Para mayor referencia respecto al desarrollo geológico del Titicaca, con
particular énfasis en la tectónica del Cuaternario, se puede consultar el trabajo
de Alain Lavenu (1981, 1991). Aspectos morfológicos, batimétricos,
sedimentarios y de recursos lacustres se encuentran ampliamente
documentados en el trabajo editado por Dejoux e (ltis (1991).
¬
Los cambios climáticos que tuvieron lugar en el sector sureste de la Cuenca del
Titicaca, durante el Holoceno, aún no han sido extensamente documentados,
aunque los resultados preliminares de las investigaciones en curso brindan
pautas importantes (Binford y Brenner 1987; Wirrmann, Ybert y Mourguiart 1991;
Ybert 1991). Los estudios geológicos indican que al finalizar el Pleistoceno
Medio (ca. 200.000 A.P.) el episodio vinculado al Lago Ballivián habría
concluido, dando origen a la primera glaciación del Pleistoceno Superior (Figura
1.4). La alternación entre las subsiguientes glaciaciones y fases lacustres
terminó con la formación del actual Lago Titicaca a comienzos del Holoceno,
hace aproximadamente unos 10.000 A.P. El inicio de esta glaciación produjo un
descenso considerable en el nivel de las aguas. Existe evidencia que la
contracción del lago habría empezado entre los 12.500 y los 10.500 A.P.
(ServantVildary 1978).
La temperatura anual en el valle bajo tiene una gama bastante amplia. El área a
unos cuatro a cinco kilómetros de la ribera del lago mantiene temperaturas y
humedad un tanto mayores a las que se dan más hacia el este, y en general, la
base del valle es más propensa a las heladas que las laderas de los cerros. Las
temperaturas oscilan durante la época seca entre los -14°C y los 22°C, mientras
que durante la estación lluviosa éstas se ubican entre los -5°C y los 23°C. Existe
poca diferencia entre las temperaturas máximas anuales; sin embargo, la
diferencia en temperaturas mínimas, entre la estación lluviosa y la seca, es
significativa. La época seca se caracteriza por fuertes heladas, mientras que
durante la estación de lluvias, la temperatura mínima raras veces baja a menos
de cero grados centígrados. Esta situación condiciona un ciclo agrícola
relativamente corto. Un periodo crítico en el calendario agrícola se ubica entre
marzo y abril, cuando heladas esporádicas pueden diezmar la producción. Como
se indicó anteriormente, la base del valle es más propensa a las heladas, debido
a que la superficie se expone directamente a los vientos y a una rápida pérdida
termal nocturna. Aunque las laderas de los cerros parecen retener el calor diurno
con mayor eficiencia, las temperaturas de los suelos son menores conforme a un
aumento en la elevación. En tal sentido, la agricultura alcanza sus límites
alrededor de los 4200 metros.
³En la descripción general efectuada por Bolsi {1966}, se indica que debido a las
condiciones particulares del valle, en cuanto a relieve y clima se refiere, existe
un manto vegetal continuo, el mismo que puede ser dividido en tres sectores. Un
primero conformado por ciénegas y bañados de las depresiones de la llanura
aluvial. Un segundo conformado por gramíneas de las "pampas," y un tercero
caracterizado por vegetación de los faldeos y parte de piedemonte, compuesto
por gramíneas y pequeños arbustos. En su división fisiográfica, Bolsi (1966)
incluye las siguientes unidades:
La prospección del valle bajo permitió evaluar esta clasificación, así como los
criterios vertidos en los trabajos de Perez Valencia (1984). Es importante
resaltar, nuevamente, que la división del Valle Bajo de Tiwanaku en zonas
microambientales, relativamente discretas, sirve como marco de referencia en la
catalogación y documentación de los sitios prehispánicos. Además, esta
estratificación permite efectuar una evaluación de mayor significado respecto al
asentamiento humano a través del tiempo y del espacio y el uso diferenciado de
los distintos sectores del valle. Es también importante indicar que si bien son
siete los microambientes que se han identificado, esta clasificación no es
necesariamente aplicable en todo el Valle de Tiwanaku; tampoco representa una
categorización "ecológica" de las culturas prehispánicas de la región. Por
consiguiente, esta división es una herramienta metodológica en el ordenamiento
de los restos arqueológicos del valle, y sirve como marco comparativo en las
interpretaciones que se efectúan acerca de los distintos patrones de
asentamiento del área de estudio. Estas zonas microambientales ya fueron
descritas anteriormente (Albarracin-Jordan 1992; Albarracin-Jordan y Mathews
1990); sin embargo, en el presente trabajo se han ampliado algunos criterios.
ë ¬
‘
Esta zona se ubica en las serranías norte del valle (Formación Taraco), entre
aproximadamente 3975 y 4100 m.s.n.m. (Figura 1.6). El área se encuentra
extensamente intersectada por quebradas profundas. Los suelos de la
Formación Taraco contienen gran cantidad de clastos y grava y por
consiguiente, no pueden ser utilizados eficientemente en la agricultura. Las
pendientes son, en general, agudas, y debido a la erosión que afecta la zona, los
suelos tienen poca profundidad. La vegetación es escasa y está compuesta
principalmente por arbustos decíduos, como ser la Khoa (Menta pulegiur,
Satureja boliviana), añahuaya (Adesmia spinossisima), y khanlla (TetragloehL'n
cristatum), y pastos, entre los que se destaca el iru-ichu (Stipa pungens, Festuca
ortophylla); también crecen algunos líquenes. Debido al tipo de vegetación, la
fauna se limita a la presencia de roedores (Cavia cutheri, Phyllotis andeum) y
algunas aves, como la perdíz (Nothoprocta cinerscens).´ (11).
³Esta zona comprende ambos márgenes del Río Tiwanaku (Figura 1.9). Las
inundaciones periódicas han acumulado limo-arcillas y arena en ambas riberas,
aunque en forma discontínua. Los sectores geológicos más débiles han
permitido que el cauce del río siga un rumbo sinuoso, habiendo alcanzado un
perfil de equilibrio respecto al nivel del Lago Titicaca (Ticlla 1992:51). Es
probable que en épocas prehispánicas el curso del río haya sido alterado por la
mano del ser humano, tal y como lo evidencia un paleocauce que avanza en
forma paralela al actual río; el desvío se origina a unos once kilómetros del
Titicaca. El sector donde el Río Tiwanaku desemboca en el lago se caracteriza
por una llanura extensa, denominada "jawira pampa" por los campesinos de la
región. Esta zona se encuentra practicamente desprovista de vegetación. La
planicie aluvial es un terreno monótono con algunos espacios cubiertos de
pastos, como ser el ch'iji (Boutelova simplex) y el iru-ichu (Stipa pungen.s). En
las aguas del río se puede advertir, ocasionalmente, la visita de varias especies
de aves, entre ellas el allkamari (Phalcoboenus megalopterus) y las aves que
habitan en microambientes aledaños. El pez más común, aunque no abundante,
es el suchi (Pygidium dispar).´ (14-15).
³Esta zona comprende el territorio que se encuentra por encima de los 4100
metros. El área es utilizada hoy en día exclusivamente para el pastoreo de
ovejas. La vegetación incluye el ichu y la thola, así como algunos tipos de líquen.
Ocasionalmente, se pueden observar grupos de llamas (Lama glama) y alpacas
(Lama pacos) en las cuencas intermontañosas. Existen algunos sectores con
terrazas agrícolas antiguas que, al parecer, son una extensión del sector
superior de la Zona de Terrazas (TZ). La presencia de campos de cultivo por
encima del actual límite superior para la agricultura indica que en tiempos
pasados las condiciones climáticas debieron haber sido más benignas. Un caso
análogo ha sido documentado por Augusto Cardich (1985) en el Departamento
de Puno, en el Perú. Cardich sostiene que el límite superior para el cultivo
fluctúa debido a cambios climáticos globales. En tal sentido, la presencia de
terrazas por encima del actual límite para la agricultura indica cambios climáticos
significativos, especialmente de temperatura.
¬
!
³En contraste con esta fase temprana de la Colonia, el siglo XVIII se tipifica por
un marcado descenso en la redacción de comentarios o descripciones
concernientes a Tiwanaku. Las razones de esta declinación pueden ser
atribuidas a varios factores políticos y económicos que azotaban el ámbito
colonial.
Los trabajos que Wendell C. Bennett (1934) realizó en Tiwanaku fueron sostén
de la primera secuencia cerámica con base empírica sustancial, pese a que
Bennett reconoció algunas dificultades en esta cronología.´ (21).
³El CIAT trabajó en el campo durante más de una década, aunque en los 1970s
decayó ostensiblemente. Fue quizás la ampliación del CIAT a un instituto de
alcance nacional (Instituto Nacional de Arqueología [INAR], fundado en 1975), la
que dispersó sus tareas arqueológicas; empero, obtuvo resultados significativos
en la arqueología de otras regiones. La década posterior se inició con la
ejecución del proyecto "Wila Jawira", que enfocó, inicialmente, aspectos ligados
al ámbito productivo agrícola y a la naturaleza del sitio de Lukurmata (Bermann
1989,1990,1993; Graffam 1990, 1992; Janusek 1994; Kolata 1982, 1986, 1987,
1989, 1991, 1993; Ponce 1989; Stanish 1989). Su área de estudio comprendió la
Pampa Koani, zona ubicada a unos 12 km al norte del Valle de Tiwanaku.
Investigaciones posteriores del proyecto se llevaron a cabo en Tiwanaku y en
áreas adyacentes (Albarracin-Jordan 1990, 1991 a, 1991b, 1991,c, 1992, 1993,
1995; Albarracin-Jordan y Mathews 1990; Alconini 1993; Couture 1993; Kolata
1993; Mathews 1992; Rivera Casanovas 1994; Sampek 1991; Sutherland 1991).
Las crónicas del siglo XVI dan los primeros registros escritos acerca de
Tiwanaku y sus monumentos líticos. La mayoría de estos documentos
tempranos estuvieron basados en la observación directa de sus autores y, por
tanto, representan fuentes primarias de información. Varios de lo escritos
posteriores utilizaron estas fuentes para generar una perspectiva secundaria.
Estas fuentes secundarias, consiguientemente, deben tomarse con mayor
precaución. En el análisis que aquí se efectúa, ambas fuentes son tomadas en
cuenta, de acuerdo al contexto social en el que fueron escritas. Esta perspectiva
contextual es fundamental para entender la motivación que envolvió esta
temprana obra de los cronistas.
Un poco más tarde de la visita efectuada por Cieza de León a Tiwanaku, Pedro
Gutierrez de Santa Clara también hizo un recorrido por la región; Gutierrez
([1556] 1925) se limitó a una descripción general del área y a la de un monolito
que le inducía a pensar que representaba un fraile, no a un personaje andino.
³En la Visita que Diego García de Paredes ([1594], obra citada en Parssinen
1992:359) hizo a Guaqui se señalan puntos fundamentales en la composición
multiétnica de esta marka, así como su organización. De los documentos de
García de Paredes y de Mercado de Peñaloza se deslinda información valiosa
respecto a los asentamientos aglutinados (markas) que existían en el Valle de
Tiwanaku, pudiéndose considerar las descripciones que hacen de Guaqui y
Tiwanaku como parámetros esenciales en la interpretación de los restos
materiales que dejaron las sociedades prehispánicas de la región. Si bien estas
markas sufrieron cambios con las reformas coloniales, su creación y
estructuración tienen raices locales que transmontan los esquemas de
comunidad traidos por la cultura ibérica.´ (24-25).
En resumen, hacia comienzos del siglo XVII, Tiwanaku era ya un lugar de suma
importancia en los relatos de los cronistas. La información que brindaron éstos
llegó a formar parte de muchas de la posteriores imágenes que se crearon, y
recrearon, del sitio. Si bien las crónicas proyectan determinados elementos de la
tradición oral aymara y un bosquejo de los restos arquitectónicos que se
vislumbraban en la superficie, las visitas efectuadas por oficiales de la
monarquía revelan, con magna autenticidad, parámetros demográficos, cuantía
y género de recursos naturales, así como valiosas reseñas de las costumbres y
de la organización social de los grupos humanos del Valle de Tiwanaku.´ (25).
³Las obras de los cronistas Garcilazo de La Vega ([1609] 1945), Antonio de La
Calancha ([1639] 1939), Fernando de Montesinos ([1644] 1957) y Antonio
Vásquez de Espinoza ([162911942) hacen referencia a los monumentos y al
mito de origen en forma similar a los cronistas del siglo XVI. Sin entrar en los
detalles que estos escritos proporcionan acerca de Tiwanaku, que en realidad
son reproducciones de las primeras crónicas, es de mayor provecho ocuparse
de los nuevos aportes hallados. La obra de Bernabé Cobo es valiosa por lo que
hizo para la historia del pensamiento sobre Tiwanaku. A Cobo le tomaron once
años compilar los capítulos de su Historia del Nuevo Mundo, la misma que
concluyó en 1653. En el capítulo IX de esta obra, Cobo efectuó una detallada
descripción de las ruinas. prehispánicas, indicando además que el vocablo
aymara para identificar a Tiwanaku era "Taypicala" (piedra en el centro). En
forma singular y con extraordinaria capacidad intuitiva para la época, Cobo
dedujo que debido al desgaste que las piezas líticas denotaban, las
construcciones debieron ser de mayor edad que las edificaciones inka. Además,
Cobo sustentaba este argumento indicando que varios bloques tallados yacían
debajo de los que se encontraban en la superficie. Otra importante observación
que Cobo efectuó en Tiwanaku fue señalar que debido a la magnitud y cantidad
de antiguos bloques líticos, el sitio debió haber sido una gran ciudad que con el
pasar de los siglos habría sido cubierta. La obra de Cobo representa, quizás la
última crónica de esta primera fase de la Colonia. Pese a que algunas
anotaciones fueron hechas en los años 1650s, existe una reducida literatura
después de 1660.´ (25-26).
³Las crónicas del siglo XVI y la primera mitad del siglo XVII que hacen referencia
a Tiwanaku se caracterizan, esencialmente, por su naturaleza descriptiva. Cierta
excepción a este enfoque descriptivo se encuentra en los trabajos de Cieza de
León y de Cobo; estos cronistas intentaron llegar a una interpretación de la
naturaleza y significado de Tiwanaku. El significado de estas tempranas obras
no ha dejado de tener vigencia en estudios actuales. Means (1928) intentó ya
encontrar tendencias interpretativas en las obras de los cronistas, separándolas
en dos escuelas divergentes: La Garciliana, tendencia fundada por Garcilazo de
La Vega, y la Toledana, representada por Sarmiento de Gamboa. Este tipo de
clasificación, sin embargo, no rige la interpretación más amplia de los principios
ideológicos que caracterizaron a las crónicas y a las visitas, habiéndose
desarrollado nuevas orientaciones sobre el tema (Aranibar 1963; Lohman 1966;
Pease 1978; Porras 1933,1962; Rowe 1946; Wedin 1963).
No es poco lo que se puede decir acerca del modelo europeo que caracterizó al
pensamiento de los cronistas. Inclusive aquellos letrados que habían nacido en
territorio americano no escapaban el paradigma hispano, principalmente debido
a que su formación intelectual la recibían en ámbitos del clero español. Es en
este sentido que es frecuente encontrar imágenes de instituciones europeas en
las descripciones de la sociedad andina. Las bases ideológicas de las crónicas
se encontraban tenazmente enraizadas en los ideales políticos, económicos y
religiosos de la época.
Aunque el universo andino demostraba tener un orden particular, a veces muy
ajeno al común espíritu español, el esquema conceptual de los cronistas
buscaba elementos familiares en el sistema social que observaba; es así que los
conceptos de "reino" e "imperio" fueron directamente transplantados de España
para encajar en las formas de organización política que la sociedad inka había
alcanzado. En la crónica española, la monarquía era una realidad universal.
Proyectando el ideal de su propio sistema político, las crónicas concebían la
organización inka como un sistema político condigno, en el cual los gobernantes
y los gobernados vivían supuestamente en armonía y paz mística. Los
conquistadores servían la causa inevitable de la época, en la cual los
conquistados debían aceptar a sus conquistadores en acto ritual. La "monarquía
Inka", descrita así por las crónicas, había emulado a la monarquía española en
sus esfuerzos por consolidar su poder en territorios conquistados. Los "señoríos"
de habla aymara habrían sido parte de la "periferia" que los inkas conquistaron,
dejando en claro, sin embargo, que un lugar denominado "Tiahuanacu",
designado así por el Inka Mayta Capac (Garcilazo de La Vega [1609] 1945},
había sido el lugar donde Viraqocha creó el mundo.
³No se puede dejar de lado la importancia que las visitas tienen en esta fase
colonial, consideradas no como un justificativo del aparato administrativo sino
como elementos mucho más objetivos que las crónicas, que brindan datos de
mucha importancia en la interpretación actual de la organización social
prehispánica. Es precisamente este tipo de fuente la que demarca; en gran
medida, los parámetros interpretativos del modelo que se genera en el presente
trabajo para comprender el patrón de dispersión del material arqueológico, y
que, eventualmente, proyecta los principios de organización tradicional aymara
varios siglos antes de la llegada de los españoles.´ (26-27).
³En contraste con los primeros 110 años de abundante documentación acerca
de los monumentos de Tiwanaku y su importancia en la mitología inka, el
siguiente siglo y medio es sorprendentemente pobre. Una serie de eventos
pueden haber tenido gran repercusión en este enrarecimiento de publicaciones.
Si bien una rebelión indígena de escasas consecuencias tuvo lugar en 1617, la
segunda mitad del siglo XVII y gran parte del subsiguiente siglo se
caracterizaron por un progresivo malestar social. Como en gran parte de los
Andes, un desapego intelectual se instauró en el campo, llegándose inclusive al
silencio administrativo {Pease 1978:215}. Existen algunos informes que señalan
un incremento en la cantidad de forasteros en la provincia Pacajes. Por ejemplo,
los testimonios recogidos por el corregidor de Potosí en 1690 confirman el
surgimiento de grandes conflictos entre los caciques escogidos por los
españoles y el resto de la población indígena en Guaqui; asimismo, se indica
que varios individuos se fugaban, tratando de evitar el impuesto de trabajo, o
mit'a (Sanchez Albornoz 1978).
Ya hacia finales del siglo XVIII es cuando una renaciente curiosidad por el
pasado prehispánico envolvió a la sociedad urbana en La Paz; en 1790, por
ejemplo, se formó la Sociedad de Amantes del País, aunque el estímulo, en
realidad, fue mayor para el saqueo en los alrededores de Tiwanaku (Santos
Escóbar 1991). Este renovado interés parece haber estado ligado a una
búsqueda de una identidad local, por parte de los criollos, para hacer frente al
oficialismo español.´ (27).
³En una inusual visita efectuada por Thaddáus Haenke a Tiwanaku, en 1794, se
elaboran los primeros dibujos de algunos monolitos y de sus grabados. Haenke
habría efectuado numerosos dibujos en Tiwanaku, pero al fallecer éste en
Cochabamba, en 1816, varios de sus bocetos desaparecieron y varios otros, que
habían sido transportados a Lima, se quemaron en un incendio que sufrió la
Biblioteca Nacional en 1943 (Gicklhorn 1968); de los 300 bocetos que fueron
ubicados en el, archivo del Museo de Ciencias Naturales de Madrid, dos de ellos
muestran figuras que Haenke esbozó en Tiwanaku. El primero de los bocetos
muestra la cabeza de un monolito (actualmente conocido como la "cabeza
colosal", que se encuentra en el Museo Regional de Tiwanaku). En el mismo
croquis se puede apreciar un listado, en letra diminuta, en el margen superior
derecho de la hoja, donde se leen los nombres de los ayllus que habrían estado
ubicados en las cercanías del área. Se nombran a Huankullu, Achaca, Huaraia,
Yanarico, Pillapi, Huacullani, Llora Llora (?), Curpa, Chulluntani, Achotas,
Causaia, Chambi y Chusicani. En el segundo dibujo se aprecia un segmento de
la Puerta del Sol. Se le había asignado a Alcides d'Orbigny la prioridad en el
dibujo de la Puerta del Sol; sin embargo, estos croquis de Haenke demuestran
que fue el primero en efectuar mensuras y una representación gráfica de la
misma (Gicklhorn 1968).´ (27-28).
³En 1880, Theodore Ber, quien estuvo en Tiwanaku en 1877, impulsó la idea de
la existencia de dos épocas en Tiwanaku, ambas anteriores a los Inkas. En el
informe de Ber, que Bordier (1877) eleva en el Bulletin et Memoirs de la Societé
d'Anthropologie de Paris, Ber también indica que los muros de los recintos están
orientados en dirección de los puntos cardinales. El mismo año, Alfons Stübel
permanecía en Tiwanaku por un par de días. La obra Die Ruinenstátte von
Tiahuanaeo in Hochlande des Alten Peru, escrita por Stübel y Max Uhle, en
1892, se constituye en el primer análisis sistemático del sitio. Los autores hacen
referencia a distintos aspectos, incorporando los documentos históricos
tempranos y evaluando la influencia de Tiwanaku en otras regiones de los
Andes. Entre los aspectos más importantes que Stübel y Uhle mencionan, cabe
resaltar la asociación que establecen entre Tiwanaku y los aymaras. Con base
en la distribución de la lengua aymara en varias y diversas regiones, los autores
consideran que esta distribución corresponde también al área de expansión
Tiwanaku. Coincidiendo con Stübcl y Uhle, Modesto Basadre (1884)
argumentaba que Tiwanaku habia sido el centro de una civilización. En tono más
cauto, Adolph Bandelier (1910), que estuvo en Tiwanaku en 1894, sostenía que
Tiwanaku debió haber constituido un importante centro cívico y ceremonial.
Bandelier (1911) también calcula que la antigua población debió alcanzar unas
6000 almas, de las cuales los aymaras actuales serían sus herederos.
Otros viajeros extranjeros, como ser Bresson (1886), Chalon ([1882] 1939),
Gibbon (1854), Middendorf (1895) y Pouget, Marqués de Nadaillac (1883), entre
otros, elaboraron sus propias descripciones aportando poco a lo ya especulado
sobre los monumentos. Tal el caso, por ejemplo, del Marqués de Nadaillac
(1883) quién repite lo escrito por Cieza de León; asimismo, siguiendo el
pensamiento de Angrand, Chalon y Wiener, el marqués de Nadaillac,
hiperdifusionista en sus interpretaciones, anotaba que "Una cosa podemos decir
con certeza: tales monumentos no pueden ser los restos de una civilización de
desarrollo local, una raza tampoco puede, sin ayuda, haber desarrollado de su
propio genio tal conocimiento arquitectónico" (Pouget, Marqués de Nadaillac
[188311969:406).´ (30-31).
³Los círculos intelectuales bolivianos del siglo pasado habianse inspirado en las
distintas corrientes filosóficas que Europa emanaba. Los temas filosóficos eran
considerados universales y, por tanto, útiles en la interpretación del pasado. Era
la realidad social de la época la que proyectaba toda la problemática de los
dogmas. Aunque en el pensamiento de d'Orbigny normaban el naturalismo y el
monogenismo como corolarios de la tesis de una sola especie humana, las
posteriores influencias del positivismo y el darwinismo social fueron gravitantes
en la reafirmación del racismo colonial, tal como lo demuestran las ideas de
Bautista Saavedra, Gabriel René Moreno y José Manuel Pando (Albarracin
Millán 1976:141-196). El fortalecimiento del liberalismo y el positivismo en
Bolivia, hacia finales del siglo pasado, marca el inicio de la crítica social, con un
creciente prejuicio hacia lo indígena. En la mente positivista, el indígena era
símbolo de atraso. El spencerismo, representado en su forma radical por
Bautista Saavedra (1903b: 171-2(}9) ahondaba en la temática de la supuesta
criminalidad innata del aymara. Mediante un trabajo especulativo acerca del
ayllu aymara, Saavedra (1903a) intentó justificar, a nombre de la "etnografía",
sus ideas acerca de las jerarquías raciales. Otros intelectuales bolivianos de la
época tenían una visión más relativa y paternalista en la cuestión histórica del
indígena. Emeterio Villamil de Rada (1888), por ejemplo, sostenía que el "noble
indígena" no era un salvaje sino una persona que había perdido las costumbres
de la civilización.´ (31-32).
Inicialmente, Georges Courty había sido enviado para estudiar las reservas
minerales y la geología de la región; y así lo hizo, efectuando varios viajes por
territorio chileno, argentino y el sur de Bolivia (distritos de Chichas, Potosí y
Lípez y el departamento de Oruro); también estuvo en Chuquicamata. Después
del retorno de Adrien de Mortillet a París, donde debía cumplir con otras
obligaciones en l'Ecole d'anthropologie, Courty se hizo cargo de los trabajos
arqueológicos en Tiwanaku a finales de septiembre. Courty, reporta interesantes
hallazgos en más de tres metros de depósito (Crequi-Montfort y de la Grange
1904), entre éstos se encuentran las cabezas clavas del templete
semisubterráneo, tres monolitos, uno de los cuales tenía más de seis metros de
largo y extensos grabados en la superficie, una escalinata de más de siete
metros de largo, un canal y varios ceramios y piezas de metal, entre otras
(Crequi-Montfort y de la Grange 1904). Courty mapeo el primer sector (Akapana)
que de Mortillet había identificado. En resumido informe, Crequi-Montfort (1904)
da cuenta de los sectores que fueron excavados y de algunos de los materiales
que fueron extraídos, entre éstos, no descritos en el primer informe (Crequi-
Montfort y de la Grange 1904), se encuentra un segmento de la base de
Akapana (donde descubrieron un canal), el muro oeste de Kalasasaya,
(denominado la "Grande Enceinte" por Crequi-Montfort), un pequeño sector del
área conocida hoy como "Chunchukala" (donde ubicaron un muro con pinturas
roja y blanca), el sector este de Putuni (donde encontraron la escalinata de
ingreso a este recinto), parte de los muros de Putuni, la esquina suroeste de
Putuni (donde ubicaron otro canal, a 2.5 m de profundidad, hecho con bloques
tallados) y, finalmente, un sector aledaño al cementerio actual (donde
desenterraron dos cadáveres y sus ajuares). Los cráneos fueron estudiados
luego por Chervin (1908).´ (33).
³Durante gran parte de la primera mitad del presente siglo, las interpretaciones
de Arthur Posnasky fueron ancla de espectaculares pretensiones acerca del
origen y desarrollo de Tiwanaku. Entre sus postulados más audaces, Posnansky
(1945) sostenía la idea que Tiwanaku era la cuna del hombre americano. El
enfoque de Posnansky surgió a consecuencia de la síntesis de sus estudios
antropológicos en Alemania, su embaimiento con los monumentos prehispánicos
y su agenda política frente al creciente espíritu nacionalista de la época.
Posnansky (1911, 1928, 1942, 1945) alegaba que el altiplano tenía un clima
radicalmente distinto al actual cuando Tiwanaku surgió como civilización; esta
última habría pasado por dos periodos de desarrollo (Posnansky 1914).
Asimismo, la altiplanicie boliviana habría estado ubicada a menor altura y con un
clima mucho más benigno. Siguiendo el pensamiento de Theodore Ber,
Posnansky (1911, 1914, 1945) argüía que el sitio era un puerto de la antigua
ribera del Lago Titicaca, hace unos 12.000 años, y que la antigua capital había
sido construida por los qollas (2) . Estos habrían triunfado en su lucha contra los
arawaks debido a su inteligencia innata (Posnansky 1910, 1920, 1932, 1941 a,
1941b, 1942b, 1942c). Los aymaras serían simplemente una retrogradación de
los qollas. En las palabras de Posnansky (1945:32):
Con base en sus extensos trabajos en la costa peruana y su definición del estilo
artístico de Tiwanaku, Uhle (1935) sostenía que sus representaciones estilísticas
eran indicadores de un fenómeno de influencia cultural pan-andina. Sin
embargo, los orígenes de esta extensa ascendencia estarían en las culturas
tolteca y zapoteca (Uhle 1934). En cuanto a los grabados de la Puerta del Sol,
Uhle los clasifica en figuras y en jeroglifos; estos últimos se encuentran debajo
de las figuras. Los jeroglifos los divide en seis grupos con los cuales desarrolla
una interpretación bastante curiosa: Los dos cóndores de uno de los jeroglifos
representan el acto de "generación por el sublime producto mítico que debían
dar los huevos" (Uhle 1934:204). Para el autor esto significa que en este mito,
grabado en la Puerta del Sol, el astro provino de un huevo de cóndor. Para Uhle,
los jeroglifos son testimonio de "antiguas relaciones centroamericanas" (Uhle
1934:208).
Casi desconocidas son las excavaciones que Otto Buchtien realizó en Tiwanaku,
en 1913 (Paredes 1955). Aparentemente, Buchtien excavó cerca del cementerio
actual, pero los materiales que sacó y que fueron parcialmente descritos en su
informe han desaparecido.´ (35).
³En 1925, Abelardo Gallo (1925), un intelectual argentino, redactó un extenso
volumen donde resume las posiciones de Uhle y Posnansky, y concluye que los
monumentos prehispánicos de Tiwanaku muestran signos de no habérselos
terminado. Gallo también señala que no es posible asignar la construcción de
Tiwanaku a un grupo étnico específico y determinar cuando se habrían edificado
los recintos.
³Un año más tarde, en 1933, Eduardo Casanova, designado como miembro de
la Comisión del Museo Argentino de Ciencias Naturales, presidida por Martín
Doello Jurado, estuvo a cargo de las excavaciones que dicha comisión realizó
en Tiwanaku (Casanova 1935). Sus resultados no han sido difundidos y los
artículos de prensa vierten muy poca información acerca de su trabajo de
campo. Los materiales arqueológicos que obtuvo de los pozos de sondeo que
abrió en varios sectores de Tiwanaku llenaron varios cajones que la comisión
pretendía llevar a la Argentina. El gobierno boliviano confiscó parte del envío,
pero varias piezas fueron trasladadas al Museo de Ciencias Naturales. De las
excavaciones de prueba que Casanova (1934, 1934b,1935) realizó se pueden
resumir los siguientes aspectos: En Akapana y Kalasasaya no dió con ningún
contexto funerario o pieza cerámica completa; sin embargo, en el sector del
cementerio actual, "a lo largo de la vía férrea entre Tiahuanaco y Puma Punko,"
Casanova ubicó varias tumbas con ajuar. Los entierros los divide en dos tipos,
uno con cerámica fina polícroma, que le atribuye mayor antigüedad, y otro que
se sobrepone al primero y que contiene cerámica tosca, piezas de bronce y
objetos líticos. Casanova también encontró rasgos, sin restos humanos,
probablemente "pozos-ofrenda", en los cuales se encontraban gran cantidad de
piezas cerámicas, en su mayoría incompletas. En su artículo del 30 de julio de
1933, en La Prensa, señala haber encontrado un monolito en la localidad de
Mocachi, lugar ubicado en la península de Copacabana que Casanova visitó
luego de realizar sus excavaciones en Tiwanaku. Resalta la comparación que
Casanova hace de este monolito con el que Bennett, un año antes, encontró en
el templete semisubterráneo. Ambos tienen dos figuras humanas, una en la
parte anterior y otra en la posterior, ambas llevan grabadas una serpiente en los
laterales y ambas tienen a las figuras con las manos cruzadas. Casanova indica
que el ayllu donde se encontró el monolito lleva la denominación "Paajana".
"Recordando que en aymara `paa' significa dos y que cara se dice `ajanu', no
podemos menos que pensar en si el nombre del ayllo será debido al monolito"
(Casanova 1933).
³Con base en los trabajos del CIAT, Ponce (1970, 1971, 1972, 1975a) elaboró
una secuencia cultural para Tiwanaku, de la cual se pueden mencionar los
siguientes aspectos:
(3) Es importante señalar que ninguna de las muestras obtenidas para los
fechados que se asignan a esta época provienen de estos recintos. Tres de las
muestras obtenidas por Kidder y Coe fueron extraidas cerca a Kantatayita
("próximo a Kantatayita´) y dos "entre Akapana y Putuni" (Ponce 1981).
Ponce (1969) agrupó a estas épocas en estadios, con este resultado: Epoca I y
II (Estadio Aldeano), Epoca III (Estadio Urbano Temprano), Epoca IV (Estadio
Urbano Maduro) y Epoca V (Estadio Imperial). Esta proposición acerca de la
trayectoria atribuida a Tiwanaku fue seguida por las investigaciones posteriores
que se realizaron en áreas de influencia Tiwanaku, sosteniéndose una primacía
cultural de Tiwanaku sobre sus vecinas culturas. Con esta proclama se intentaba
vigorizar el carácter nacionalista de la arqueología boliviana. Contrariamente a lo
supuesto por Uhle, Posnansky y Bennett, el trabajo del CIAT señaló una
sucesión del desarrollo local aymara y la dimensión de su expresión cultural, en
las formas señaladas; asimismo, se anotó que Tiwanaku alcanzó niveles
sofisticados de planificación urbana y no fue simplemente un centro de
peregrinos, como Bennett (1934) sostenía.
La breve excursión que Jeffrey Parsons realizó en 1966 a las ruinas resultó en el
cálculo de la extensión de la antigua urbe en 2.4 km2, con una población entre
los 20.000 y 25.000 almas (Parsons 19b8). Las apreciaciones de Parsons
tuvieron como fundamento los parámetros que él estableció en el Valle de
México. Los trabajos del CIAT contrastan con estas cifras, pese a que los
cálculos demográficos de Ponce (1970b) en una población entre 40.000 y
100.000 habitantes también fueron derivados de trabajos en territorio mexicano.
En contraste con la primera mitad del presente siglo, durante las décadas de los
1960s y 1970s los arqueólogos extranjeros tuvieron una actividad limitada en
Bolivia(4). Aunque es probable que esto se haya debido a un desinterés por
parte de los arqueólogos extranjeros en la región, la verdadera razón de este
caso se encuentra en la política ejercida sobre el patrimonio arqueológico
boliviano durante esos años. En la reunión anual de la Sociedad Mexicana de
Antropología, en 1970, Ponce subrayaba su posición en estos términos:´ (41).
³Dos elementos que sobresalen en los periodos históricos, o pacha, son los que
se refieren al periodo de los inkas y al periodo de la Colonia. Primero, de
acuerdo a los cuentos, el Inkapacha habría sido un edén, sin heladas o sequías,
donde la gente no se enfermaba, donde no existía el hambre o la pobreza. La
interrogante es, ¿Quiénes vivían en este paraíso; los quechuas, los aymaras, los
guaraníes, u otras étnias? Si bien Mamani«
³El trabajo de Marc Bcrmann (1987, 1989, 1990, 1994) en Lukurmata provee
información muy significativa en cuanto a la evolución de las estructuras
domésticas y a la cerámica se refiere. En particular, Bermann (1990, 1994)
muestra que los cambios en el orden doméstico no tuvieron una
correspondencia directa con los cambios en los niveles sociopolíticos más altos,
y que la incorporación de Lukurmata en el sistema Tiwanku no fue la única
fuente de cambio en la dinámica de la organización doméstica del sitio.
Gray Graffam (1989, 1990, 1992), por otro lado, enfocó el aspecto agrícola de
Tiwanaku y su sistema de organización social. La naturaleza de la distribución
de campos elevados de cultivo ("camellones") en la Pampa Koani y la presencia
de determinados sitios que Graffam (1990) identifica como pertenecientes al
periodo postTiwanaku (Pacajes) inciden en las conclusiones a las que Graffam
llega. Contrariamente a lo expuesto por Kolata (1986), Graffam sostiene que los
camellones no se asocian exclusivamente con Tiwanaku y que la construcción,
mantenimiento y producción en este sistema agrícola no dependió de la
intervención administradora de un Estado. Graffam (1990, 1992) demuestra que
el manejo, sin burocracia estatal, de amplios segmentos de camellones estuvo
en manos de grupos Pacajes, después de la desintegración de Tiwanaku.
Graffam (1990) también sugiere, aunque no cuenta con una contundente base
empírica, que los camellones pueden tener origen en el Periodo Formativo.
³En primer lugar, algunos de los sitios del Periodo Formativo (1500 A.C.-100
D.C.), a decir de los fragmentos de cerámica que se identificaron en la
superficie, demostraban tener una filiación con la cerámica Chiripa. En segundo
lugar, ese año no se identificaron sitios vinculados al "Tiwanaku I/II"(6). Aunque
inicialmente se habían reportado posibles 13 sitios con filiación "Tiwanaku III",
los análisis posteriores en el
( ) quizás tres sitios
puedan tener un componente estilístico similar {ver capítulo 7}. Los sitios
"Tiwanaku IV" de mayor extensión fueron evaluados en cuatro a cinco hectáreas
en extensión como promedio; en estos sitios también se identificaron restos de
arquitectura lítica, montículos con plataformas y concentraciones significativas
en determinados sectores de cerámica fina y decorada. En las inmediaciones de
algunos de estos sitios se descubrieron varios terraplenes, los mismos que
conducen a campos elevados de cultivo. Los camellones se encuentran, casi en
su totalidad, en el sector norte del valle, mientras que las qochas, o cotas,
(pequeñas cuencas artificiales) se ubican en el sector central, y las terrazas en
forma exclusiva en el sector sur. La ocupación postTiwanaku en el valle, al
parecer, fue extensa. Con base en los atributos de la cerámica y la disposición
de los sitios, fue posible separar la era post-Tiwanaku en tres periodos: El
primero fue denominado "Pacajes Temprano", caracterizado por cierta
continuidad en la cerámica con Tiwanaku, aunque muchas de las formas
polícromas de Tiwanaku no se encuentran presentes. La mayoría de los sitios de
este periodo se encuentran cercanos a vertientes y a campos agrícolas. El
periodo abarca desde la desintegración de Tiwanaku, estimada alrededor del
1100 hasta la llegada de los Inkas a la región, alrededor de 1470.´ (46-47).
________________________________________________________________
(6) Las "épocas" de Tiwanaku (Ponce 1972) fueron utilizadas como
demarcadores cronológicos, existiendo, sin embargo, una incongruencia en
la nomenclatura y la metodología de la periodificación, tal como se analiza y
aclara en los subsiguientes capítulos.
____________________________________________________________
Durante la época incaica (ca. 1200 al 1540 D.C.), el kollasuyo estaba compuesto
por numerosos ³cacicazgos´ (también se los ha denominado ³señoríos´), los
cuales fueron incorporados al sistema político, económico y ritual del imperio
Inka. La mayoría de las crónicas indican que el Inka Pachakuti, y posteriormente
su hijo Tupac Inka, fueron responsables de la conquista de estos grupos
aymaras (Cieza de León 1967 [1550]; Cobo 1964 [1653]; Morúa 1964 [1590];
Santa Cruz Pachakuti 1968 [1613]; Sarmiento de Gamboa 1943 [1572]). El Inka,
aparentemente, tomó ventaja del conflicto que existía entre los lupaqas y los
kollas. La alianza Inka-Lupaqa y la conquista de los Kollas fueron
estratégicamente organizadas, haciendo efectivo el mecanismo de la
reciprocidad asimétrica como medio de incersión política, estableciendo de esta
manera una jerarquía a favor del Inka (Bouysse-Cassagne 1987).
Aparentemente, los pacajes fueron incorporados a esta alianza Inka-Lupaqa.´
(51).
La Guerra del Pacífico, en 1879, y la Guerra del Chaco, entre 1932 y 1935,
fueron devastadoras para la economía de Bolivia, pero no así para el hacendado
o el industrial. Durante, las décadas que corren entre ambas guerras, la minería
del estaño se convirtió en el negocio más lucrativo, guiando la trayectoria política
y económica de la nación (Albarracin Millán 1972). Los aymaras eran utilizados
en hechos de simple propaganda política mientras que el sistema feudal
continuaba intacto.´ (54).
³Las condiciones del país durante la década de 1920 eran ideales para la
inversión extranjera, la misma que ejerció una extensa influencia en los asuntos
políticos internos. Asimismo, es suficiente efectuar una somera relación de las
diferentes corrientes ideológicas de la época para develar las distintas opiniones
que se vertían acerca del rol del indígena en la sociedad boliviana. El espectro
de perspectivas era amplio, desde posiciones racistas, ejemplarizados en los
trabajos de Arturo Posnansky, Bautista Saavedra, Gabriel René Moreno, Octavio
Salamanca e Issac Tamayo, hasta los criterios socialistas y nacionalistas de
Tristán Marof y Roberto Hinojosa, respectivamente (Albarracin Millán 1979).´
(54-55).
)
1
r
¬ ¬ 2
Las faldas de los cerros en el lado sur del valle son, en general, los sectores
donde más variedad de cultivos se produce. En el lado norte del valle,
predomina la agricultura de secano; paradógicamente, éste es el sector donde
se encuentran extensos sectores de camellones (antiguos campos elevados de
cultivo), los mismos que hoy se encuentran cubiertos por pastos y son utilizados
para el pastoreo. Pese a que existen varias vertientes en la Zona de Pastos y
Manantiales (SGZ), los suelos son arcillosos y con tendencia a la salinización,
motivo por el cual se cultivan menor variedad de productos. En la Planicie Aluvial
del Río Tiwanaku (AP) y en la Zona Lacustre (LZ) la agricultura es todavía
menos productiva. Por lo general, se cultiva cebada, papa y quinoa.
El uso del tractor y fertilizantes químicos han tenido resultados adversos en las
condiciones edáficas de la región. El concepto de la "modernización" agrícola ha
tenido pocos resultados, teniendo en cuenta que la introducción de técnicas
agrícolas del occidente tiene ya una larga historia de experimentación. Este
problema, sin embargo, no es exclusivo del área en cuestión, sino que se
extiende a otras regiones de los Andes (Earls 1991; Rengifo 1987; Rengifo y
Kohler 1988).
¬
3
.
,
!
)
4
³Uhle (1910a) sostenía que Tiwanaku era obra de los aymaras; el mapa de
distribución de sitios Tiwanaku coincide, además, muy elocuentemente con la
distribución de la lengua aymara. En tal sentido, los documentos etnohistóricos,
principalmente los informes administrativos coloniales de la provincia Pacajes,
circunscripción donde se encontraban, de acuerdo a la división efectuada por la
Corona española, cinco repartimientos: Kallapa, Qakinkura (Caquingora),
Qaqayawiri (Caquiaviri), Machaqa, y Tiwanaku, son fundamentales. Kallapa
estaba compuesta por tres markas, o pueblos; éstas eran Kallapa, Huiloma y
Kurawara. Caquingora comprendía las markas de Caquingora, Kalaqutu
(Calacoto) y el centro minero de Corocoro. Qaqayawiri comprendía la marka del
mismo nombre con sus 23 ayllus. Machaqa estaba compuesta por la marka del
mismo nombre y la marka de Mamañeca (hoy Santiago de Machaca) (Paredes
1931). Roberto Choque (1990:106), por otro lado, basándose en la Relación de
la Provincia de los Pacajes que Mercado de Peñaloza redactó en 1583, identifica
tres poblados y una serie de ayllus en el repartimiento de Machaqa.´ (62-63).
³Aunque previas definiciones del ayllu hacían una correspondencia directa con
parentesco y reglas de residencia, Murra (1975:211) ha demostrado que en la
terminología aymara "parentesco" se indica con la palabra haatha, la cual no
identifica«.
(8
) No se pretende adjudicar la construcción de Tiwanaku exclusivamente a los
ancestros de los aymaras. Los ejemplos de las markas dan cuenta de la
constitución multiémica de las mismas, disposición ésta que podría ser evaluada
arqueológicamente. En el reciente trabajo de John Janusek (1994) se señala
que una serie de elementos arquitectónicos, como ser murallas y canales,
habrían separado distintos tipos de "barrios" en Tiwanaku. Las excavaciones de
Janusek amplían la evidencia del segmentarismo de la sociedad prehispánica de
Tiwanaku.
³La formación del dualismo aymara se basa, además de una concepción singular
del tiempo y del espacio (Bouysse-Cassagne 1986, 1987), en principios de
reciprocidad entre mallkus y jilaqatas, así como entre jilaqatas y las bases de la
pachaka. En el caso de Macha, un grupo aymara de la federación Qaraqara,
Platt señala que las mitades de "arriba" y de "abajo" son polos complementarios
que comparten los recursos naturales de los diversas zonas ecológicas. De esta
manera, miembros de los distintos ayllus se alternan para formar un territorio
integrado sin la necesidad de un sistema político burocrático o altamente
centralizado (Platt 1987:81). Como se verá luego, el modelo de Platt contribuye
significativamente a los cuestionamientos más amplios respecto a las estrategias
sociales de la sociedad prehispánica antes de la conquista española.
³El ayllu "máximo" de Turco, por otro lado (Figura 4.4) incorpora un nivel adicional
de segmentos sociales y es similar al ejemplo de Macha. Como se puede apreciar
en el esquema, en Turco existe un nivel de ayllus "menores" entre las estancias y
los ayllus "mayores." Bajo estas circunstancias, el ayllu "menor" está representado
por un jilaqata, mientras que el ayllu "mayor" tiene como representante a un mallku.
³Los distintos niveles del ayllu en Chayanta también obedecen a los principios de
reciprocidad, dualismo y jerarquía inclusiva que los ejemplos de Macha, Salinas de
Garci Mendoza y Turco presentan. Aunque en Chayanta ya no existe el nivel
superior (la gran Chayanta marka), los ocho ayllus "mayores"(9), o jach'a
ayllus,se encuentran organizados en forma variable, pero dentro de dos
estructuras jerárquicas principales (Figura 4.5). Cada jach' a ayllu estaba
compuesto por un número variable de sullka ayllus, aunque varios de los jach'a
ayllus han perdido este nivel de organización durante su trayectoria histórica
republicana (Rivera Cusicanqui 1992:103). En la jerarquía de segmentos, los
niveles inferiores están representados por los jisk'a aylius, los cuales pueden
tener hasta dos niveles. En determinados casos, un jisk'a ayllu, denominado
localmente "cabildo" o hatun rancho, puede conformar una sola unidad, y en
otros puede tener otros "ranchos", o juch' uy rancho, como subordinados.´ (66-
67).
³El registro etnohistórico y los datos etnográficos demuestran que los ayllus no
pueden ser reducidos en su definición- simplemente a pequeños grupos de
individuos con descendencia común, o, como Rivera Cusicanqui (1992:102) bien
señala a "simples conglomerados amorfos de familias", pese a que los linajes
son elementos intrínsecos de la dinámica segmentaria que caracteriza inclusive
a las coaliciones de ayllus "mayores." Si se analizan con mayor detalle algunas
de las dimensiones administrativas que caracterizan a los distintos niveles
organizativos del ayllu, se pueden advertir elementos fundamentales del
sistema de mando; autoridad y del personal auxiliar que coadyuva en la tarea de
gobierno; estas características del ayllu, aunque ciertamente no idénticas a las
que debieron poseer los segmentos sociales prehispánicos, tienen una
fundamental trascendencia en la interpretación de la dinámica de integración y
desintegración de la sociedad prehispánica.´ (67-68).
«"señor étnico") y los utilizaron para todo aquél individuo que mostraba
autoridad, sin importar su nivel, en un determinado grupo indígena (Pease
1992).´ (68-69).
³Uno de los aspectos fascinantes del poder social en los ayllu.s es el relacionado
al pronóstico y su alegoría con lo sobrenatural. El yatiri, o "sabio/a" (puede ser
hombre o mujer) es el primer consejero de la autoridad política, ya sea el jilaqata
o el mallku. Los yatiris no están enmarcados en el sistema de parentesco; por el
contrario, éstos son "escogidos" por la naturaleza, ya sea al nacer con cierto
distintivo somático, al haber sobrevivido una terrible enfermedad cuando niños, o
al recibir el impacto de un rayo, y«
(11) Dependiendo del caso (ver Figura 4.5), los jilanqus pueden representar a
los jisk'a ayllus o a los sullk'a ayllus.
³El ayllu, por otro lado, tal como se indica en determinados documentos
etnohistóricos, también podía adquirir otras dimensiones. Existen informes
coloniales que dan cuenta de la presencia de ayllus especializados en
determinada artesanía (Julien 1982:130; Wachtel 1986:285). En la Relación de
la Provincia de los Pacajes, Mercado de Peñaloza ([158311965) anota que
Guaqui era un centro de manufactura cerámica, dando cuenta de la presencia
de ayllus de especialistas en el Valle Bajo de Tiwanaku. Un aspecto que aún no
se ha establecido, no obstante, es el nivel de especialización; es decir, si es que
el ayllu "mínimo", el ayllu menor o, inclusive, el ayllu "mayor" era la unidad de
especialistas.
³Varios de los elementos que caracterizan a los ayllus y a las markas adquieren
un profundo significado en la interpretación del registro arqueológico. Como bien
se ha indicado anteriormente, no se pretende proyectar directamente hacia el
pretérito las formas que el ayllu y la marka adquirieron durante cl siglo XVI y en
las subsiguientes centurias. Lo que si tiene implicancia para la interpretación
arqueológica son los principios de organización que caracterizan a estas
estructuras. Como muchos de estos ejemplos demuestran, el ayllu y la marka,
en sus principios de organización (contenido) han sobrevivido casi cinco siglos
de imposición cultural, tan ajena a sus tradiciones pero que no ha podido borrar
la coherencia de las estrategias sociales andinas que se remontan no solamente
unas centurias en el pasado sino que tienen sus raíces en un proceso milenario
de desarrollo.
(13) En esta definición que Izko da del ayllu, he ampliado su significado para
caracterizar también a la marka. Es así que he utilizado el plural en esta cita.
³Pese a que varios investigadores, de una u otra manera, han presentado varios
modelos de la organización política y económica de Tiwanaku (Albarracin-Jordan
1991, 1992; Albarracin-Jordan y Mathews 1990; Browman 1978, 1980, 1985;
Kolata 1986, 1991, 1993; Lynch 1983; Nuñez y Dillehay 1979; Ponce 1972,
1975a), se ha optado por discutir aquellos que hacen referencia al área nuclear.
A este listado se deberían añadir los trabajos de Clark Erickson (1987, 1988,
1993) en el sector vecino de Huatta, departamento de Puno (Perú), y los de
Gray Graffam (1990, 1992) en la Pampa Koani, principalmente debido a sus
hipótesis en relación a la organización social de producción. Para varios de
estos modelos, se ha buscado un determinado rótulo que sintetiza la posición
teórica del investigador.
5
(5
(14) En su libro New Light on the Most Ancient East, Childe sostiene que dos
grandes revoluciones ocurrieron en la historia y que tuvieron tanta importancia
como la Revolución Industrial. La "Revolución Urbana" habría resultado en el
surgimiento de una tecnología más productiva y un incremento massivo en la
población. Bruce Trigger (1989:253) señala que Childe sobreestimó el nivel de
especialización, industria, intercambio y comercio que las ciudades del Cercano
Oriente habían desarrollado.
5
5
³David Browman (1984) es el investigador que expone este modelo, y que pese
a aproximarse a un esquema adaptacionista sus argumentos convergen en un
postulado de orden económico. En la tesis de Browman, el establecimiento de
redes de intercambio habrían resuelto las dificultades de una estrategia basada
en el "control de un máximo de pisos ecológicos" (Murra 1972, 1975).
Browman(15) (1984:123) sostiene que la implantación de colonias en diversas
zonas ecológicas era "impráctico para la gente que vivía en medio altiplano,
debiéndose encontrar otros mecanismos para obtener los recursos necesarios."
En tal sentido, los pobladores altiplánicos tuvieron que convertirse en hábiles
comerciantes y artesanos. Tiwanaku, un centro de intercambio, se habría
convertido, de esta manera, en centro industrial. Su influencia política se debió
expander merced a una creciente demanda de sus productos. El surgimiento de
una extensa red de intercambio debió, asimismo, estar íntimamente ligado a un
sistema extenso de caravanas de llamas. El modelo "altiplano" busca explicar el
surgimiento de Tiwanaku, alrededor del siglo V, mientras que el modelo
"archipiélago" ha sido mayormente utilizado para ejemplarizar las estrategias
socioeconómicas de los grupos post-Tiwanaku. Aunque nadie duda que las
llamas desempeñaron un rol importante en las economías de las sociedades
andinas, este modelo no presenta una explicación de los principios de
organización que regían el sistema.
* 5 ¬
65
Este modelo ha sido presentado en los trabajos que Alan Kolata (1985,198b,
1987, 1989, 1991, 1993) realizó, principalmente, en Pampa Koani y
secundariamente en Tiwanaku, aunque el rótulo que aquí se utiliza para
sintetizar su posición no ha sido utilizado como tal en sus publicaciones. La
formulación de este modelo deriva de las inferencias que se efectúan acerca de
la organización de la producción agrícola. La gran extensión de campos
elevados de cultivo que se encuentra en Pampa Koani es un testimonio de los
conocimientos agrícolas del pasado y su potencial productivo.´ (75).
(15) Las traducciones de las citas de las obras de Browman (1984), Erickson
(1987), Graffam (1990) y Kolata (1991, 1993) son del autor.
«similar al del sistema de la mita Inka." En una obra más reciente, Kolata
(1993:228) señala que, "Pese a que la construcción inicial y pionera de los
campos elevados fue probablemente el producto de un orden social autónomo y
descentralizado, la subsiguiente reconstrucción de la llanura de Koani en un
sistema regional de producción agrícola bajo la hegemonía de la élite de
Tiwanaku en el periodo entre 400 a 900 D.C. motivó la movilización periódica y
la coordinación de una fuerza de trabajo substancial no-residente." La
apropiación de tierras por parte del Estado Tiwanaku no hacía otra cosa que
expropiar áreas de cultivo para generar el excedente necesario y de esta
manera sostener los centros urbanos y su burocracia administrativa. La principal
característica del modelo es que la producción agrícola en camellones "apunta
hacia la presencia de una mano administrativa que va más allá del villorio
autónomo o los grupos de ayilus" (Kolata 1991:115,1993:223); se infiere que el
ayllu, durante el primer milenio antes de nuestra era, consitutía un grupo de
familias relacionadas mediante el parentezco, que tenían tierras de propiedad
común, que derivaban su descendencia de un ancestro común, y que era una
formación social pre-estatal, cuyo funcionamiento se basaba en el consenso de
la comunidad y no así en cargos políticos atribuidos; además, no existían clases
sociales y tampoco una estructura compleja de orden político (Kolata
1993:215; énfasis añadido).´ (75-76).
3 0
5
Los distintos modelos que hasta aquí se han sintetizado guardan directa relación
con los resultados del presente trabajo. En tal sentido, éstos serán evaluados
una vez que los datos de la prospección regional y de las excavaciones sean
presentados. De esta manera se podrán contrastar las propuestas y diferenciar
sus posibilidades dentro de los parámetros de la evidencia arqueológica.´ (77).
¬
"
Dos hallazgos aislados son los únicos elementos que sugieren la posibilidad de
una actividad cazadora en el valle, incluyendo el valle bajo y el sector central
(Mathews 1992). LV-e fue encontrada en el costado de una quebrada, y LV-g fue
hallada en una de las laderas de las montañas del sur (Figura 5.1).
Pese a que en los sitios LV-19 y LV-169 sólo se encontraron artefactos líticos en
la superficie, es prematuro afirmar que éstos representan asentamientos del
Periodo Precerámico. Al presente, desafortunadamente, aún no se han
efectuado estudios líticos comparativos en el Valle de Tiwanaku. Las únicas
apreciaciones generales que se pueden hacer.de los artefactos recolectados son
de índole comparativo con otras regiones de los Andes. De esta manera, se
advierten determinadas características entre LV-e y una de las las puntas de la
Cueva Fell (Bird 1969), y entre LV-g y las puntas foliáceas encontradas en
:Junín, Perú (Lavallé y Julien 1975).´ (78).
¬
%
0La escasa evidencia que existe en el valle bajo acerca de la ocupación humana
durante el Precerámico contrasta con el testimonio arqueológico de los primeros
grupos que tuvieron en su bagaje cultural a la producción cerámica. Esta
característica no es, sin embargo, la primordial en la definición de una nueva
etapa en el desarrollo de la sociedad andina. Hace aproximadamente unos -
3500 años atrás, los segmentos sociales que habitaban en las inmediaciones del
Lago Titicaca empezaron a formar núcleos estables sedentarios y a producir y
depender de un amplio espectro de plantas domésticas (Browman 1981).
0Tomando como base los trabajos previos en Chiripa (Bennett 1936; Browman
1978b, 1981; Layman y Mohr 1965; Mohr 1966; Mohr Chávez 1988), varias
similitudes han sido identificadas entre la cerámica de este sitio y la que se
identificó en varios yacimientos arqueológicos del valle bajo(16). La denominada
Fase Llusco (Browman«
¬¬
La cerámica descrita por Ponce {1971} y atribuida al intervalo entre los ca.
1580 A.C. y el 43 D.C. {Ponce 1980:30}, se caracteriza por una pasta
blanquecina. Elementos típicos de la decoración son figuras geométricas
incisas pintadas. Un atributo característico de ésta es también el asa
horizontal. Algunos fragmentos que guardan cierto parecido con esta
cerámica están representados en la Figura 6.4.´ (81).
______________________________________________________________
100 A.C.). Esta división es similar a la que Browman (1981,1987b, n.d.) efectúa,
dividiendo el Formativo en Fase Condori (1300-850 A.C.), Fase Llusco (850-600
A.C.) y Fase Maman¡ (600 A.C.-50 D.C.). Coincido con Browman que la fase
tardía se extendió hasta la primera centuria de nuestra era, cuando se empiezan
a gestar algunos importantes cambios en la Cuenca del Titicaca . En tal sentido,
la fase tardía tendría una extensión del 600 A.C. al 100 D.C.
________________________________________________________________
El sitio está ubicado entre dos pequeños cerros, uno de ellos conocido como
cerro Pukara, en el sector norte del valle. El acceso al sitio se limita a los
sectores sur y oeste, debido a que quebradas profundas marcan los límites este
y norte. No se aprecian estructuras en la superficie, pero el área donde se
encuentran dispersos tiestos de cerámica y líticos abarca aproximadamente 0.8
ha. El componente Formativo cubre toda la extensión del sitio. Al parecer, el
lugar fue escogido por su ubicación estratégica, no solamente porque puede
haber tenido funciones defensivas, sino porque desde la cima se tiene una vista
panorámica del Valle de Tiwanaku así como de la Pampa Koani.
/$73
³Con una elevación de 4000 metros, este sitio es uno de los de mayor altura en
la región. En forma contraria a la disposición de LV-33 y LV-174, no existen
quebradas que demarquen los límites del sitio. La dispersión de material en la
superficie se expande sobre una extensión aproximada de 0.09 ha. El material
está distribuido por sectores, y se presenta en densidades medias y altas. No
existen evidencias de estructuras, aunque se identificaron fragmentos
considerables (30 x 30 cm) de barro quemado que al parecer pudieron servir
como unidades de construcción. Se pudo advertir que la cerámica del sitio
contiene un gran porcentaje de desgrasante de fragmentos de cuarzo.
/$#"
El sitio está ubicado a unos 300 metros al este de LV-33. Las densidades en
la distribución del material de superficie, sin embargo, no son tan altas como
el sitio vecino y están restringidas a la ladera sur del cerro Pukara. El sitio
tiene una extensión de 0.15 ha. Debido a la presencia de bastantes huesos
humanos, es factible que éste haya sido un sitio funerario.
/$*77
Casi a 4000 metros de altura, el sitio está demarcado por quebradas, excepto
en el lado norte, el mismo que se conecta con la cadena de serranías del
sector norte. La superficie, que alcanza 0.16 ha, se encuentra cubierta de
material cultural con densidad considerable; en este sitio también se
evidenciaron trozos considerables de arcilla quemada.
Otros dos sitios, LV-372 y LV-382, se ubican en esta zona del Coluvio
Superior (UCZ), pero no presentan gran extensión (0.04 ha) y material en la
superficie.
ë ¬
, ‘
/$""
/$"%
LV-333
0El sitio está ubicado sobre una ligera pendiente. La ocupación del Formativo se
extiende por sobre unas 0.5 ha; las densidades de distribución de material
cultural en la superficie no son considerables; no se presentan estructuras.
ë ë
/$'
El sitio consiste de un montículo que se extiende por sobre unas 0.5 ha. El
componente Formativo, sin embargo, se encuentra disperso sobre un área de
0.25 ha. Sectores de camellones se encuentran al norte y al este, pero es
prematuro asociar estos campos de cultivo con la ocupación del Formativo,
siendo que existe una ocupación Tiwanaku posterior.
/$"#
Otro sitio ubicado en esta zona es LV-164, en el cual sólo se identificó un par de
tiestos de cerámica. Tentativamente se asignó a este asentamiento una
extensión de 0.04 ha, para el Periodo Formativo.
ë 6 ë
/$'3
/$3%3
El componente Formativo en este sitio cubre un área de unas 0.6 ha, incluyendo
varias plataformas de andenes. No se advierten otros rasgos arquitectónicos. El
material esta disperso en forma discontínua, con sectores de media y alta
densidad.
/$3%7
Al igual que LV-464, el componente Formativo en este sitio está disperso sobre
un área de unas 0.6 ha, aunque la densidad del material no es tan elevada.
Tampoco se aprecian rasgos arquitectónicos.
/$3%&
A estos sitios se suman seis sitios adicionales de pequeño tamaño (entre 0.04 y
0.09 ha); éstos son LV-419, LV-436, LV-460, LV-461, LV-462 y LV-474, la
mayoría de ellos asociados a andenes.
ë r .
ë
/$'#
r i
³Si se examina con mayor detalle la distribución de sitios, se advierte que las
zonas de las terrazas y del coluvio inferior (las mismas que probablemente
correspondían a una misma unidad microambiental durante este periodo)
contienen 21 sitios, lo cual representa el 63.6% del número total. Siete sitios
se ubican en el Coluvio Superior (UCZ), correspondiente al 21.2%, mientras
que los restantes cinco se encuentran distribuidos casi en forma proporcional
entre la Zona de Pastos y Manantiales (SGZ) y la Zona Lacustre (LZ). Es así
que un 84.8% de los sitios del Formativo se encuentran en zonas coluviales,
confirmando la presencia de una estrategia locacional particular. Si la
distribución de sitios muestra una tendencia por las laderas de las serranías y
montañas, la distribución de los mismos en estas zonas también parece
seguir un determinado patrón de agrupamiento. La inspección visual del mapa
de distribución (Figura 6.5), empero, es una manera subjetiva de encontrar
asociaciones significativas. En tal sentido, el uso de análisis estadístico
espacial constituye una herramienta significativa de la investigación
arqueológica.
Aunque, potencialmente, todos los microambientes del valle bajo pueden haber
sido explotados por distintos propósitos, el registro arqueológico demuestra que
los asentamientos humanos fueron establecidos con base en consideraciones
particulares, y que el análisis de los factores que influyeron en la decisión de
esos grupos humanos en el pasado pueden ser determinados.
!
5 5
³La estadística del "vecino más cercano" brinda una importante pauta acerca de
los patrones de distribución. Empero, ésta no considera los tamaños de los
sitios, obviándose un importante aspecto en la evaluación de la organización del
asentamiento. Pese a que los supuestos del análisis de "gravedad" involucran
costos de energía de movimiento (e.g., el recorrido sobre terreno accidentado
demanda mucho más energía que la cobertura de la misma distancia sobre
terreno llano), la prueba estadística considera el tamaño de los sitios y la
distancia entre ellos, ampliando las bases interpretativas del patrón de
asentamiento (Haggett 1965; Plog 1976).
³Solamente dos casos presentan una situación no muy clara. Aunque el vecino
más cercano de LV-182 es LV-174, en el análisis de "gravedad" este sitio se
agrupa con LV-33. Esta situación se esclarece si tomamos en cuenta que LV-33
es mucho más grande en extensión que LV-174. Una situación similar es la que
presenta LV-436, el mismo que en el análisis de "gravedad" se encuentra
vinculado al grupo de LV-94, cuando su vecino más cercano es LV-436.
Nuevamente en este caso, el tamaño de LV-94 toma mucho mayor significado
en el análisis, desplazando en importancia la pequeña dimensión de LV-432 y la
distancia que lo separa de LV-436.
Con base en estos resultados, cinco grupos de sitios pueden ser discernidos.´
(95).
³El grupo está compuesto por LV-33, LV-134, LV-205 LV-366, LV-372, LV-377,
LV382 y LV-393. Casi un 63% de estos sitios se encuentran en la Zona de
Coluvio Superior (UCZ), mientras que el restante 37% se ubica en la Zona de
Coluvio Inferior (LCZ). En forma similar al grupo vecino "Allkamari", este grupo
incluye un sitio mayor (LV-33; m Figura 6.7), ubicado estratégicamente. El sector
norte de este sitio conecta con la cumbre de la serranía y ésta a la vez sirve de
nexo entre los grupos ubicados a lo largo del sector norte. Esta disposición,
como se discute más adelante, tiene importante implicación en las
interpretaciones de interacción entre grupos. Es probable que LV-33 haya tenido
varias funciones, tanto defensivas como domésticas, y que los sitios satélites a
su alrededor servían funciones domésticas y funerarias. Sin embargo, al
presente, sin datos de excavación, es difícil aseverar que todos estos
asentamientos eran de residencia permanente.´ (96-97).
³Este grupo incluye a LV-174, LV-179, LV-182 y LV-333, todos éstos ubicados
en las zonas de coluvio (UCZ y LCZ). Un elemento destacable de este grupo es
LV-174, conocido en la comunidad de Pillapi como "Allkamari" (Figura 6.8). Las
quebradas profundas que circundan el sitio, excepto por el lado noreste,
suponen cierta función defensiva. La ubicación de LV-179, a unos 1.25 km al
noreste de LV-174, y la disposición de este último, sugieren que la interacción
entre estos dos sitios era mayor que con los otros del grupo. Las excavaciones
que se realizaron en LV-174, detalladas más adelante, indican que el sitio
constituía un centro habitacional semisubterránco.
4 ¬+
El grupo está compuesto por LV-155, LV-156, LV-158, LV-164 y LV-215, aunque
este último podría pertenencer a otro grupo ubicado más al oeste (ver Figura
6.5, márgen superior izquierdo). En contraste con los grupos descritos
anteriormente, este agrupamiento no parece incluir a un sitio mayor, aunque
existe la posibilidad de asentamientos mayores más al norte, ya fuera de los
límites de la prospección. Cuatro de los cinco sitios de este grupo se encuentran
ubicados en la Zona de Coluvio Inferior (LCZ), y solamente uno, LV-164, se
encuentra en la Zona Lacustre (LZ). LV-15b constituye un caso interesante,
debido que presenta material relacionado a Chiripa y a "Tiwanaku I".
Apoyándose en una cronología general, se ha señalado que los estilos
cerámicos de Chiripa (estilo definido como "Chiripa Clásico" por Bennett) y
"Tiwanaku I" serían contemporáneos (Ponce 1970). En este sentido, las
interrogantes apuntarían, hacia el tipo de relación que tendrían los portadores de
estos distintos estilos. Los datos del valle central (Albarracin-Jordan y Mathews
1990:71; Mathews 1992:77) establecen que estos grupos tenían una distribución
diferente. Los sitios Chiripa están ubicados principalmente en zonas intermedias
(Coluvio Inferior [LCZ]), mientras que los sitios con un componente Tiwanaku I
están situados exclusivamente en la Zona de Pastos y Manantiales (SGZ). Una
situación parecida, aunque no en forma tan extensa, puede ser inferida en el
valle bajo. Esta dicotomía en el asentamiento, entre Chiripa y Tiwanaku I, es
analizada con mayor detalle más adelante.
/4 ¬ 1
Pese a que los grupos del sector sur del valle exhiben algunas similitudes con
sus contrapartes en el norte, existen importantes diferencias. El grupo
"Lacuyusa" está compuesto por LV-94, LV-101 y LV-480, aunque los resultados
del análisis estadístico de "gravedad" agruparía también a LV-29 y LV-90. LV-94
presenta características análogas con LV-33 y LV-174, con la excepción que
alrededor de LV-94 se encuentran varias superficies de andenes (Figura 6.9).
Otra importante diferencia es la presencia de fuentes de agua permanentes en
"Lacuyusa", y en general en todo el sector montañoso del sur. En forma similar a
lo que acontece en el grupo "Chiu", el sitio LV-90 de esta agrupación tiene un
componente Chiripa así como "Tiwanaku I."´ (98).
/4 ¬ r¬
³El grupo incluye a LV-419, LV-432, LV-436, LV-450, LV-460, LV-461, LV-462,
LV-464, LV-467, LV-468 y LV-474. A excepción de LV-450, todos los sitios están
ubicados en la Zona de Terrazas (TZ). Ninguno de ellos constituye un sitio
mayor, contrariamente a lo que acontece en otros grupos y tampoco muestran
rasgos defensivos, aunque evidencias muy tenues pueden ser vislumbradas en
LV-432. Pese a que LV-474 ha sido agrupado, es factible que el mismo
pertenezca a otro grupo, fuera de la zona prospectada.´ (99-100).
i
³El sistema de asentamiento ha sido definido como "el conjunto de reglas que
generan el patrón" (Flanery 1976:162), no obstante que las estrategias también
deben formar parte de las interpretaciones acerca de la configuración de sitios.
Al definir el conjunto de reglas, una tarea metodológica compleja, solo se
alcanza un nivel descriptivo; el porqué se desarrolló ese conjunto de normas que
crea el patrón es el tema de fondo que finalmente busca una explicación al
comportamiento social.
Los datos de prospección del valle bajo indican la presencia de por lo menos dos
grupos culturales distintos. Su relación puede haber tenido un tinte de
agresividad debido al surgimiento de intereses económicos y políticos similares,
aunque no se pueden descartar diferencias étnicas más profundas. Sin
embargo, aún queda la interrogante acerca de la presencia de elementos Chiripa
en asociación con cerámica "Tiwanaku I" Una alternativa de explicación es que
el marco de referencia cronológico que actualmente se utiliza no permite una
demarcación más precisa de los desarrollos socioculturales que tuvieron lugar
durante el milenio y medio que duró este periodo. En tal sentido, es posible que
los grupos Chiripa hayan tenido cierta anticipación a los grupos que portaban
elementos del "Tiwanaku I," y que los primeros fueron incorporados a la esfera
Tiwanaku (Ponce 1978) después de una historia larga de interacción.
Supuestamente, esta transformación se dió alrededor del primer siglo de nuestra
era.´ (101)
Una de las diferencias más significativas entre los grupos del sector norte del
valle y aquellos que se encuentran en el sur es la asociación de estos últimos
con la construcción de terrazas agrícolas. Dada la presencia de grupos
posteriores al Periodo Formativo, no se puede asumir que la construcción y
utilización de todo el complejo de terrazas que se encuentra en las laderas de
las montañas se remonta al Formativo. Sin embargo, la identificación de una
técnica de construcción de muros distinta a los posteriores trabajos que
realizaron los Tiwanaku y los Pacajes sugiere que las terrazas aledañas a
algunos sitios del Formativo fueron trabajadas ya en aquellas épocas. Asimismo,
la presencia de fuentes de agua permanentes hace que este sector del valle no
tenga que depender de una agricultura de secano, reduciendo de esta manera el
riesgo de pérdida de cosechas en la producción agrícola. Es difícil evaluar el
impacto que estas diferencias sectoriales pudieron tener en el desarrolo social,
político y económico de la región, tomando en cuenta que existía una diversidad
cultural significativa antes de la formación hegemónica de Tiwanaku.
Tres sitios del Periodo Formativo fueron mapeados; éstos son LV-33, LV-94 y
LV174 (Allkamari). Varios aspectos de estos sitios fueron comparados y
contrastados para establecer cual de ellos podría brindar la mayor información.
En primer lugar, estos tres sitios son los de mayor extensión para el Periodo
Formativo, los tres exhiben sectores con densidad media o alta de fragmentos
de cerámica y artefactos líticos, los tres se encuentran ubicados en las cimas de
serranías, y, por último, éstos se encuentran demarcados por quebradas y el
acceso se encuentra limitado sólo a un sector. Dos de ellos, LV-94 y Allkamari
dan muestra de posibles rasgos arquitectónicos, aunque LV-94 si exhibe varios
muros de andenes y una plataforma central (Figura b.9). En Allkamari los
elementos arquitectónicos son menos evidentes, aunque se advierte la
presencia de alineamientos que conforman una especie de rectángulo (Figura
6.8). La decisión de efectuar recolecciones sistemáticas y excavaciones en
Allkamari, y no en los otros sitios, se debío a varios factores. Dentro de la
logística de la investigación, Allkamari satisfacía varios cuestionamientos de la
problemática del Formativo, además de concentrar en el área una importante
cantidad de restos materiales vinculados con Chiripa y una probable estructura
de proporciones considerables.´ (104).
!
,
:
0Dos unidades de 2 x 2 m fueron ubicadas en el lado este del alineamiento. Una
de estas, N483 E521, fue colocada más al este, mientras que la otra unidad fue
puesta al lado del alineamiento (Figura 6.1l). A escasos 25 cm debajo de la
superficie en la primera unidad se llegó suelo estéril. En la segunda unidad
(N477 E521), sin embargo, el contorno de un rasgo circular fue descubierto a
unos 20 cm de la superficie. Varios fragmentos de cerámica y artefactos líticos
fueron identificados en esta estructura. El relleno también incluía fragmentos de
carbón, de los cuales se obtuvieron muestras para su fechado. Una muestra
combinada fue obtenida a una profundidad de 1.08 m. El fechado calibrado de
esta muestra, proporcionado por el laboratorio de AMS (Accelerator Mass
Spectometry), en Zurich, es 1161+104 A.C. (ETH 8043)(19). Se abrieron otras
cuatro unidades, adyacentes a la estructura circular, pudiéndose establecer la
presencia de un alineamiento de piedras. El sector al este de este rasgo fue
excavado en forma separada, habiéndose constatado la presencia de dos
estratos de relleno y suelo estéril a los 26 cm de la superficie. El sector hacia el
oeste del alineamiento incluía los dos estratos superiores, con la excepción del
segundo estrato que alcanzó los 40 cm de profundidad. El tercer estrato, una
limo-arcilla (10YR 3/3), alcanzó aproximadamente los 60 cm, habiéndose
identificado a esta profundidad una superficie de ocupación. El«
________________________________________________________________
________________________________________________________________
³Hacia el oeste del muro (interior del recinto) y al lado de la estructura circular,
se identificó otra estructura de forma semicircular, pegada al muro y a 45 cm de
la superficie (Figura b.ll). Se abrieron unidades adicionales, siguiendo la
dirección del muro con el propósito de ubicar estructuras habitacionales u otros
componentes asociados al muro. Lamentablemente, estos no fueron
encontrados. De todos modos, el área que se excavó, en un muestreo pequeño
del recinto, no descarta la posibilidad de encontrarse estructuras asociadas al
interior del mismo.´ (108-109).
³Los hallazgos son muy significativos, debido a que demuestran la presencia
de un espectro considerable de formas cerámicas y más notable es la
presencia de desgrasante vegetal en la cerámica de todos los estratos
excavados. El fechado de 1161 104 A.C. sugeriría que la inclusión de fibra
vegetal en la cerámica fue muy anterior a la denominada fase Llusco (850-b00
A.C.) sugerida por Browman (1978b, 1981) para identificar la aparición de este
atributo en la cerámica de Chiripa. Los datos de Allkamari indican que éste
habría sido una característica ya de la fase temprana de Chiripa. Por otro lado,
también se identificaron dos fragmentos de concha marina, un fragmento de una
lámina de cobre, varias wichuñas (lezna para la manufactura de tejidos) de
hueso y piedras para moler. Algunos de estos materiales, fragmentos de
cerámica y artefactos líticos están representados en las Figuras 6.14-6.18.´
(109-110).
________________________________________________________________
(20) En 1993 se llevó a cabo el proyecto "Iwawi" dirigido por William Isbell y mi
persona. Los análisis de los materiales que se identificaron durante esa
temporada de campo han sido analizados parcialmente, razón por la que no se
han utilizado estos datos en el presente trabajo.
________________________________________________________________
«tiempo, bastante larga, puesto que la estratificación cultural del sitio es casi
contínua, habiéndose acumulado casi tres metros de depósitos.´ (112-113).
³La unidad cerámica que se identificó en Iwawi es diferente a la denominada
"Unidad Kalasasaya" que Ponce (1971) asocia con la "Epoca I" de Tiwanaku, y
si bien existen: algunos atributos que se presentan tanto en la unidad cerámica
de Iwawi como en la "Unidad Tiwanaku" (la otra unidad de la "Epoca I" [Ponce
1971]), el carácter general de la cerámica de Iwawi es distinto. Las
características principales de esta cerámica son las siguientes: Las ollas
representan más del 90% de las formas identificadas, siendo éstas de paredes
delgadas e irregulares, con bases anulares, pasta micácea quemada en
atmósfera reductora (aunque en las ollas esta observación se complica debido al
tiznado y requemado que presentan las piezas), espatulación vertical, y asas
verticales. Los cuencos, en general, muestran labios engrosados, paredes
delgadas, y en algunos ejemplos incisiones (sin pintura y post-coción) en los
bordes o en el cuerpo. Algunos cuencos, muestran paredes regulares y un
reducido bruñido. Las pastas son de color café oscuro o gris. Esta cerámica ha
sido asignada a la fase "Huchani" (Albarracin-Jordan 1992:137) (Figuras 6.19-
b.23).´ (114-116).
Los resultados de las excavaciones constituyen, sin lugar a duda, un gran aporte
al entendimiento de la variabilidad cultural que se expresa en los restos
materiales del Formativo, no solamente en el aspecto estético de sus
manifestaciones, tales como la cerámica decorada y la metalurgia, sino también
en el aspecto de subsistencia. Si bien los fechados radiocarbónicos son mínimos
para poder establecer una secuencia cronológica, estos son bastante
esclarecedores en cuanto a la contemporaneidad de los dos sitios se refiere.
Este dato y los materiales asociados en cada uno de los sitios, demuestra que
durante el Formativo Temprano (1500-900 A.C.) existía una constelación de
elementos culturales distintos. Estos elementos son prueba de la diversidad que
existía entre grupos de la región. Las excavaciones que Mathews (1992:69-76)
realizó en dos sitios (T'ijini Pata y Tilata) del valle central dan cuenta de la
presencia de otros componentes que amplían aún más el espectro cultural del
Formativo Temprano y sus posteriores fases. Mathews (1992:72) señala lo
siguiente con relación al material encontrado en T'ijini Pata: "Si la denominada
cerámica del Formativo Temprano, descrita aquí, no exhibe suficiente similitud
con el material Llusco, Mamani Chiripa, la cerámica delgada roja de Lukurmata o
la cerámica Sillumoco Temprano de Tumatumani, a ser descrita como una
variante de una de estas tradiciones, se debe considerar la posibilidad que este
material representa un tipo singular del Formativo." Mathews indica además que
esta cerámica, la cual denomina "Early Formative Lateral Banded/Incised (LBI)"
sería anterior al Chiripa Clásico (fase tardía, 600 A.C.-100 D.C.) y el "Tiwanaku
I" Por otro lado, Mathews (1992:74-75) identificó otro tipo de cerámica, anterior
al "Tiwanaku I" estratigráficamente, en sus excavaciones en Tilata. Esta
cerámica se caracteriza por una pasta con desgrasante vegetal, de paredes
gruesas, bases anulares, asas cilíndricas gruesas en ollas y jarrones, engobe
café oscuro y un bruñido o pulido de la superficie; no se encontraron piezas
decoradas. Mathews especula que esta cerámica puede representar una
tradición generalizada del Formativo, pero que no está relacionada con Chiripa.
En resumen, todo apunta hacia la presencia de una diversidad local extensa.´
(119).
³El fechado calibrado de 1161+104 A.C. (ETH 8043) ubica a Allkamari dentro del
Formativo Temprano, siendo uno de los sitios más antiguos en la región. La
cerámica en Allkamari, como se indicó anteriormente, muestra dos importantes
manifestaciones, separadas estratigráficamente. En primer lugar, el estrato
inferior demuestra la ausencia de piezas decoradas, mientras que en los
estratos superiores se identificaron fragmentos bícromos, muchos de ellos
típicos del estilo Chiripa Clásico (Bennett 1936), correspondiente a la fase tardía.
Ambas manifestaciones, no obstante, incluyen desgrasante de fibra vegetal.
Tomando en cuenta el fechado, la presencia de desgrasante de fibra vegetal
parece remontarse a tiempos más antiguos que la fase media.
________________________________________________________________
(21) Una técnica similar a la que se empleó para la construcción del muro en
Allkamari fue utilizada en Chiripa durante la fase Condori (1300-850 A.C.)
(Browman 1978b). .
________________________________________________________________
(22) Entiéndase que Bennett (1934) utilizó el concepto de "estilo cerámico" como
una manifestación artística (principalmente elementos en el decorado y la forma
del ceramio) que sin embargo representaba la cultura. Por consiguiente, era
manifiesto que cambios en el estilo significaban cambios en la cultura. La
secuencia que Bennett desarrolló se basó en un reducido número de fragmentos
decorados, los mismos que fueron correlacionados principlamente con ceramios
que se encontraban en colecciones privadas y en algunos museos. La muestra
cerámica que Bennett obtuvo de sus excavaciones es reducida si se considera
la extensión de Tiwanaku; además, Bennett reconoció que la estratigrafía en
casi todas las unidades que excavó no era muy clara, especialmente en estratos
superiores. Era de esperar que en un sitio de intensa y, probablemente, contínua
ocupación como Tiwanaku, las reconstrucciones eran también constantes,
removiendo, en muchos casos, los contextos arqueológicos de épocas
anteriores. Pese a ello, en algunos de los pozos de sondeo Bennett pudo
establecer determinadas unidades estilísticas, pudiendo de esta manera
identificar una unidad que denominó "Tiahuanaco Temprano."
³En suma, el Periodo Formativo, en sus tres fases, estuvo caracterizado por un
heterogéneo universo de expresiones culturales. Esta variabilidad se constituye
en importante testimonio, debido a que la posterior trayectoria de estos
segmentos sociales se caracteriza por la convergencia de los mismos en un
nuevo orden social, político, económico y religioso, sin que los elementos de una
identidad local, sin embargo, se diluyan con la formación de esferas políticas
más globalizantes. El surgimiento de estrategias interzonales fue el resultado de
las exigencias de los distintos factores de riesgo que afectan un determinado
sector. De esta manera, se buscaron maneras de integrar distintos ambientes
ecológicos, desarrolándose, mediante este proceso y mediante la interacción
social, una creciente complejidad organizativa. El dualismo como eje de
coordinación que se refleja en la escultura Chiripa, la segmentación de sitios y
una jerarquía incipiente de los mismos, sugieren la presencia de elementos
característicos de los principios de organización que vendrían a caracterizar a
los herederos de este paradigma.´ (123).
¬
7
i
Ò
Estas inferencias acerca de los primeros cuatro siglos de nuestra, sin embargo,
representan una interpolación teórica más que un argumento con un amplio
sustento empírico. La transición entre el Periodo Formativo y Tiwanaku, no
obstante, adquiere un enorme significado porque antes de ella el registro
arqueológico muestra una constelación de elementos que con el surgimiento de
la hegemonía Tiwanaku, alrededor del siglo quinto, aparece reorganizada en un
nuevo sistema. Este proceso encierra numerosas interrogantes de orden
empírico, y, como no podía ser, no deja de constituir, al presente, el menos
conocido en la arqueología de la región. Esta situación dificulta el tratamiento de
cuestiones de orden metodológico que comprometen, en gran medida, los
marcos referenciales.
________________________________________________________________
(24) Con relación a la "Epoca III", Ponce (1981:78; énfasis añadido) apunta lo
siguiente: "Notorio que la urbe no era autosuficiente y la búsqueda de recursos
originó que desde un principio todo el territorio de la zona lacustre de los chiripas
pasara a poder de los tiwanacotas, al igual que una porción de la cultura
Wankarani. En rigor de la verdad el sentido expansionista de Tiwanaku empezó
en la época III, aunque en escala limitada." Más adelante, Ponce (1981:85)
indica que "El tercer estadio de Tiwanaku entíendase "Epoca VI en su desarrollo
es el imperial. Se produjo su expansión en vasta escala, como culminación de
avances precedentes. La naturaleza de ella netamente bélica y por acción
militar.´
________________________________________________________________
³Por otro lado, si estos sitios caracterizan a la "Epoca III", por la presencia de
arquitectura de orden ceremonial, no se puede colegir de ello que éstos
representen avances militares. Las construcciones y estelas, en la mayoría de
estos sitios, muestran recintos de orden ceremonial como indicadores de
integración, además de manifestar variantes locales en el estilo escultórico.
Ponce (1979:17-19; énfasis añadido) sostiene lo siguiente,
_______________________________________________________________
________________________________________________________________
Wallace (1957:19) señala que la cerámica Qeya se caracteriza por una pasta
micácea de color ante o café claro, suave, sin engobe, pulida y con decoración,
de pigmentos brillantes y/o incisiones profundas precocción. Esta cerámica,
además, presenta formas singulares (Figura 7.2). Bennett (1934) illustró
solamente unas cuantas formas, reconstruidas de los fragmentos que obtuvo en
sus excavaciones y de las comparaciones que efectuó entre éstos y ceramios
íntegros de colecciones privadas, en La Paz (Vetters 1994). Wallace (1957), por
otro lado, tuvo a su disposición piezas completas, las mismas que muestran
distintas formas y diseños de los de Bennett, aunque la pasta y los pigmentos
son los mismos. La muestra que Wallace utilizó, empero, tiene un exclusivo
orden funerario, derivando en categorías que muestran explícitamente contextos
singulares. Estas circunstancias dificultan su empleo como indicadores
cronológicos en sitios donde no se encuentran contextos funerarios o donde los
que existen, aunque daten del periodo en cuestión, no necesariamente tuvieron
que estar asociados con el estilo Qeya. Pese a ello, este estilo parece haber
tenido una importante distribución en el margen oeste de la Cuenca del Titicaca
(Mujica 1978).´ (129).
¬ !
³La pasta se caracteriza por una arcilla fina y de color café claro, que parece
contener algo de caolín. En determinados casos se observa la inclusión de mica,
quizás añadida intencionalmente a la arcilla. En algunos casos se advierte la
presencia, aunque en«
________________________________________________________________
(26) Los gráficos de las ecuaciones que Mathews (1992:118-119) presenta son
significativos ya que demuestran la alta correlación que existe entre los fechados
de las épocas I y III (r= 0.789) y entre las épocas II y III (r= 0.866). Estas pruebas
de regresión estadística amplían aún más el argumento de una
contemporaneidad entre materiales de las épocas I y III.
________________________________________________________________
.
,
«pequeña proporción, de un desgrasante vegetal triturado, distinto al que se
incluía en la cerámica Chiripa. Las formas globulares con bordes evertidos son
las más comunes; también se encuentra un prototipo del posterior keru. El
tratamiento de la superficie se basa en un fondo negro o el fondo natural del
cuerpo cerámico. Se trazaron figuras geométricas y curvilineales (círculos y
escalones). Se representan figuras estilizadas de cóndores y pumas,
presentando éstas una especie de apéndices, los mismos que terminan en
círculos, en la cabeza. Los colores son brillantes y se manifiestan en rojo,
blanco, negro y naranja. Algunas de las etiquetas adjuntas a los ejemplares del
museo regional de Tiwanaku indican que los mismos proceden de contextos
funerarios.´ (130-131).
³Inicialmente, los únicos tres sitios en el valle bajo que mostraban cierta filiación
con el estilo Qeya eran LV-29, LV-50 y LV-487, los mismos que fueron
asignados a este periodo con base en la identificación de algunos atributos de la
cerámica descrita por Bennett. Pese a que el reducido número de tiestos (dos o
tres en alguos casos) muestra un parecido en la composición de la pasta y el
decorado, las similitudes son ténues.
El número de asentamientos asociados a esta etapa contrasta con el cuadro de
sitios del Periodo Formativo. La explicación de este fenómeno podría
interpretarse desde dos perspectivas distintas. La primera podría basarse en el
postulado de Ponce (1972) que avisora una "revolución urbana" en la región,
concentrando casi a toda la población del valle en un núcleo urbano. La segunda
alternativa estaría mas bien vinculada a un orden metodológico. Es probable que
varios sitios que datan de esta etapa de transición, entre el 100 y el 400 D.C., no
fueron identificados debido a las dificultades intrínsecas de la actual secuencia
cerámica. Como se señaló anteriormente, el "Tiahuanaco Temprano", o estilo
Qeya, deriva su realidad física de elementos asociados a contextos funerarios o
en sectores de arquitectura monumental. La representatividad de esta cerámica
de "contexto específico", por tanto, no tiene una vigencia espacial en áreas
donde las funciones no incluían necesariamente actividades mortuarias de élite
o ceremoniales. En tal sentido, la ubicación de tres sitios en el valle bajo es una
imagen del actual estado de conocimiento acerca de la cultura material de los
grupos que habitaban la región, y no así un cuadro histórico de la evolución del
asentamiento en el valle. Existen varios argumentos, muchos de los cuales ya
han sido presentados en párrafos anteriores, que respaldan esta posición. Con
base en las excavaciones en Iwawi y Guaqui, se observa que algunos atributos
de la cerámica Qeya se encuentran en la cerámica de estos sitios y que
antecede al estilo Clásico de Tiwanaku. No obstante, existen otros elementos
que sugieren la presencia de tradiciones locales y no así la existencia de un solo
estilo homogéneo y generalizado.
i i 9¬/¬
Si bien el componente cerámico del Periodo Formativo no se encontraba
representado en la superficie del sitio, en las recolecciones sistemáticas e
intensivas, que se realizaron antes de las excavaciones, se identificó un
componente que no compartía los atributos de otras categorías cerámicas
conocidas. Este material exhibe un engobe rojo oscuro sobre una pasta
blanquecina o de color café claro. Los fragmentos de esta categoría fueron
clasificados en un grupo "no-identificado". Se sospechaba la presencia de un
componente pre-Clásico pero no se podía justificar su posición cronológica con
base en hallazgos de superificie.´ (131).
³Dos unidades de prueba fueron colocadas en el sector sureste del sitio(27). En
este sector se tiene una densidad de material cerámico en la superficie entre 8 y
11 fragmentos por metro cuadrado. También en este sector se encontró
cerámica del grupo "noidentificado". En el estrato b, un limo arenoso (10YR 4/3),
de la unidad 1(N475 E525), se identificaron fragmentos del estilo Clásico de
Tiwanaku junto a una cerámica con atributos parecidos a los del estilo Qeya,
especialmente en la pasta. Un piso fue ubicado en la base de este estrato.
Debajo de esta superficie se identificaron aún más elementos de este
componente cerámico (Figuras 7.3-7.b). En la unidad 2 (N490 E525), los
estratos 4, 5 y 6 contenían material similar, aunque la estratigrafía no era tan
clara. Al parecer este sector era un basural, donde la microestratigrafía muestra
lentes de ceniza«
(27) Una descripción más extensa del sitio y de los hallazgos de los posteriores
periodos se encuentran en el capítulo 8.
________________________________________________________________
«intercalados con lentes de arena. Este novel componente se encontraba, sin
embargo, mezclado con material del Formativo, a una profundidad de 2.85
metros de la superficie. El fechado calibrado para la ocupación del Formativo
(925 85 A.C.), que fue obtenido de una muestra de la unidad 1, y los materiales
de los estratos superiores al sexto, aprisionan este componente que representan
una manifestación singular entre el Formativo y la hegemonía Tiwanaku del
quinto siglo de nuestra era.´ (132-133).
³Los análisis arqueobotánicos de los estratos 6 y 7, en la unidad 1, demuestran
la presencia de quinua (Chenopodium quinoa), tanto en sus variedades de grano
chico como grande, y semillas silvestres. No se identificaron restos de
tubérculos. La importancia de la presencia de quinua, en su variedad de grano
mayor, es que sugiere la selección de nuevas variedades de esta planta durante
esta etapa. El análisis de los restos de fauna de los estratos 6 y 7 de la unidad 1
y de los estratos 4, 5, y 6 de la unidad 2 indican que grandes cantidades de
pescado fueron consumidas, así como algunas variedades de aves. Esto no es
sorprendente dada la ubicación de Iwawi en las proximidades del lago. Aunque
en menor proporción, también se identificaron restos de llama, viscacha y can.´
(133).
i i 9¬/¬
0Un grupo de fragmentos cerámicos "no-identificado", similar al de Iwawi, fue
identificado en Guaqui durante la prospección. Algunos de los tiestos,
recogidos en la recolección de superficie, muestran atributos en común con los
fragmentos de Iwawi. Este aspecto sugería la posibilidad de encontrar este
material transicional así como material del Periodo Formativo, que como en el
caso de Iwawi, podía estar a bastante profundidad de la superficie. Las
excavaciones en las dos primeras unidades de prueba que se realizaron,
mostraron que Guaqui no tiene la sedimentación profunda de Iwawi. En algunas
unidades se ubicó roca a escasos 25 cm de la superficie. De las once unidades
de prueba que se excavaron, en cuatro de ellas se identificó un componente
anterior al estilo Clásico. En la unidad 4 (N529 E563), el relleno de terraza
contenía algunos fragmentos de este componente, aunque mezclados con
componentes de periodos posteriores. En la unidad 8 (N484 E 511), fragmentos
con atributos similares al estilo Qeya fueron identificados en el estrato 2 (limo
arenoso mezclado con ceniza), aunque también mezclados con cerámica
clásica. En la unidad 10 se identificó solamente un fragmento de esta etapa,
mientras que en los estratos 2 y 3, este material también aparecía mezclado con
el estilo Clásico.´ (134-135).
0Aunque los componentes que anteceden al estilo Clásico de Tiwanaku no se
encuentran en Guaqui, en forma tan contundente como los de Iwawi, éstos
demuestran que el relativo vacío que se observa en la distribución de sitios es
reflejo del desconocimiento de la variabilidad que presentan los distintos sitios
del valle durante esta etapa. Tomando en cuenta los descubrimientos en Iwawi y
Guaqui, y haciendo una revisión de las recolecciones de superficie de los 512
sitios que se identificaron en el valle bajo, algunos presentan elementos
cerámicos similares a los que se identificaron en Iwawi y Guaqui, entre ellos LV-
30, LV-34, LV-155, LV-lSb y LV-187. En este sentido, el espectro de sitios que
data de las primeras tres a cuatro centurias antes del presente puede ampliarse
a ocho (Figura 7.8).
Las dificultades que actualmente afectan a la tradicional secuencia cerámica,
derivada exclusivamente de contextos funerarios o de sectores monumentales,
no hacen sino demostrar la necesidad de realizar futuras investigaciones
específicas para resolver esta problemática. Al comenzar este capítulo se indicó
que el actual significado de esta etapa de transición es más el resultado de
"evidencia negativa" y de deducciones que de testimonio empírico. El nuevo
orden que al parecer se gestó durante esta fase, culminó con la consolidación de
un poder hegemónico que se desbordó hacia varias regiones, portando una
ideología con denominadores de integración. Pese a las limitaciones actuales de
la arqueología de este periodo, las investigaciones a nivel regional, así como las
excavaciones en determinados sitios del Valle de Tiwanaku, ofrecen alternativas
de interpretación y, más que todo, una base para evaluar los distintos modelos
teóricos de organización social que se han generado para Tiwanaku.´ (136).
¬
³Durante el Periodo Formativo Tardío, sino antes, surgieron principios
fundamentales de organización, sobre los cuales muchos grupos de la
sociedad andina fundamentaron sus estructuras políticas, económicas y
religiosas. Estas estrategias de coordinación, como lo sugieren los elementos
simbólicos en determinados sitios, estuvieron acompañadas por un cuerpo
ideológico globalizante que proveía el nexo indispensable entre lo natural y lo
cultural, así como entre lo natural y lo sobrenatural. No se puede juzgar como
insignificante el rol que desempeñaron los principios ideológicos compartidos, o
que se instituyeron al formarse entes sociales más amplios en la integración de
diversas etnias. El registro arqueológico en distintas regiones muestra el rico
contexto simbólico de estos desarrollos. La iconografía de Tiwanaku es claro
testimonio de esta opulencia, aunque todavía no se haya podido descifrar el
verdadero significado de sus íconos (28). Es así, que pese a reconocerse la
presencia de atavíos rituales Tiwanaku en diversas y lejanas regiones, se
desconoce su significado más amplio (Conklin y Tórres 1991; Cook 1979,1985;
Rivera Díaz 1985). Las esferas de interacción que ligaban varias regiones de los
Andes centro-sur no separaban los intereses económicos de los intereses
políticos y de sus connotaciones ideológicas.´ (137-138).
³Durante la primera centuria de nuestra era, tuvieron lugar importantes
transformaciones en el orden social. Mujica (1978) sostiene que los centros
mayores del Periodo Formativo en la Cuenca del Titicaca, como Pucara y
Chiripa, cesaron de ejercer su influencia, relegando el poder a Tiwanaku. Esta
transferencia de autoridad tuvo quizás como base a un dinamismo comercial
creciente que Tiwanaku estableció con otras regiones (Browman 1985; Mujica
1978:305). La importancia de Pucara como centro de poder (Erickson 1988;
Mujica 1978) ha sido enfatizada debido a que poco se conoce, en datos
arqueológicos concretos, acerca de la evolución política del Valle de Tiwanaku.
¬
&
¬ !
³El esquema de Ponce, como ya se dijo, se basa sólo en las excavaciones del
área monumental de Tiwanaku, no habiéndose efectuado, como se sabe, una
secuencia cerámica de los materiales que se recuperaron. En una crítica del
trabajo de Bennett, Ponce 1980:92} señala lo siguiente: "...No es difícil enunciar
que la más fina categoría, (denominada clásica en otra terminología, se localiza
en su mayor proporción en Tiwanaku y en menor cantidad en otros lugares, por
lo que correspondería a una calidad más bien suntuaria y de manufactura
urbana. En cambio la de acabado menos esmerado, sería para el medio rural,
por supuesto no tan refinado en su gusto, así como para el segmento social
popular. Por consiguiente, son coetáneas ambas y no diacrónicas como postulan
Bennett y sus adeptos". La coetaneidad de estilos que Ponce sostiene para el
periodo "Tiwanaku IV", tal y como se discute en el siguiente capítulo, deja sin
elementos cerámicos al posterior "Tiwanaku V". Esta situación ha forzado la
continuación en el empleo de los criterios de Bennett. Ante la ausencia de
correlatos cerámicos explícitos para las épocas IV y V, resulta
metodológicamente congruente, conforme a los criterios utilizados en la
clasificación cerámica y las evaluaciones de las excavaciones realizadas,
identificar al estilo Clásico como manifestación material de la hegemonía
Tiwanaku, entre el 400 y el 1000 D.C. La utilización del término "estilo Clásico"
no debe proyectar una imágen hermética de celebridad y homogeneidad
culturales. Por el contrario, su empleo en el presente trabajo hace referencia,
simplemente, a un conjunto de expresiones materiales que comparten
elementos de un mútuo medio de comunicación. Esto significa que existen
denominadores comunes entre los materiales cerámicos de un determinado sitio
Tiwanaku y otro, aunque también se reflejan variantes locales. La cerámica de
los sitios Tiwanaku fue diagnosticada, como tal, con base en los criterios de
Bennett y las observaciones de Wallace, habiéndose añadido algunas
características generales que presentan la cerámica de las excavaciones en
Iwawi (LV-150) y Guaqui (LV-55).´ (143-144).
r
³Al igual que en los sitios del Periodo Formativo, los sitios Tiwanaku no se
encuentran distribuidos en forma aleatoria en los siete microambientes; sin
embargo, la distribución de estos últimos varía significativamente del patrón de
sitios del Formativo. En el anterior capítulo se enfatizó la presencia de un
importante cambio en la ubicación de sitios durante la denominada "transición"
entre el Formativo y el surgimiento de la configuración Tiwanaku; un cambio de
las zonas intermedias y altas hacia las llanuras del valle, con la posible
excepción de algunos sitios en la Zona de Terrazas (TZ). Los sitios de filiación
Chiripa fueron abandonados, probablemente hacia comienzos de nuestra era.
Un 85% de los sitios del Formativo esta ubicado en la zonas de coluvio, mientras
que solamente un 26% de los sitios Tiwanaku se encuentra en estas zonas. Se
advierte, por otro lado, una continuidad de ocupación en los sitios del Periodo
Formativo, ubicados en las llanuras. La Zona de Pastos y Manantiales (SGZ) se
convirtió en un sector de preferencia para la ubicación de sitios Tiwanaku; un
40% se encuentra en esta zona. Las otras dos zonas de marcada predilección
son el Coluvio Inferior (LCZ) y la Zona de Terrazas (TZ). En estos tres
microambientes se ubica el 84% de los sitios Tiwanaku. En la Tabla 8.2 se
observa que la Zona Intermontañosa no incluye sitio alguno.´ (147).
Es quizás oportuno señalar aquí que solamente dos sitios, de los 50 que
muestran una filiación con Tiwanaku, fueron descritos con anterioridad. El sitio
de Iwawi era ya conocido desde comienzos de siglo y fue varias veces
nombrado en la literatura arqueológica debido a los inmensos bloques de
andesita que presenta en la superficie (Ponce et al. 1971:90, 1972; Browman
1984). En 1968, Gregorio Cordero excavó en Iwawi, aunque el registro de estos
trabajos se encuentra solamente en uno de sus diarios de campo(31). El otro
sitio que aparece en la bibliografía arqueológica de la región es Sullkata (LV-8),
referido como Sulkatata por Portugal Zamora (1953,1957). En realidad, no se
identifica el sitio arqueológico sino un monolito descubierto por los pobladores de
la comunidad de Sullkata y entregado a Portugal Zamora.´ (148).
³Debido a la importancia que los sitios secundarios y terciarios tienen en el
análisis del patrón de asentamiento y las interpretaciones del mismo, es
importante brindar un cuadro«
________________________________________________________________
(31) Cordero excavó en dos sectores del sitio sin indicar, empero, la ubicación
exacta de sus pozos. De sus notas, también se colige que no excavó hasta
suelo esteril, y que en los estratos superiores identificó un entierro y algunos
ceramios parciales.
/$*%;/$%%
/$*7 ¬ (
³El sitio está ubicado entre el Coluvio Inferior (LCZ) y la Zona de Pastos y
Manantiales (SGZ); cubre un área aproximada de 4 hectáreas (Figura 8.4). La
característica más notable es un montículo con plataforma (10 m x 7 m x 1.6
m). En el sector sur de la plataforma se observan dos bloques tallados de
andesita, los mismos que tienen dimensiones aproximadas de 1 m x 1 m x 0.8
m y presentan orificios. Otro bloque de similares características se encuentra a
unos 20 metros al sureste del montículo. Hacia el norte, se encuentra una
depresión en forma de U, la cual mide unos 16 m x 12 m. Es probable que este
rasgo sea una especie de patio semisubterráneo. Hacia el este se encuentra
una pequeña lomada que se extiende por unos 130-150 metros; existen
sectores sobre esta lomada que presentan altas densidades de material
cultural. Hacia el oeste del montículo se observa un terraplén que vincula el
sitio con campos elevados de cultivo, ubicados a unos 1.3 kilómetros al sur.
Este terraplén mide unos cuatro metros de ancho y tienen una altura de 1.5
metros; la superficie del mismo está cubierta por cascajo.´ (149-150).
/$"& ¬
³El sitio tiene unas siete hectáreas, aunque el componente cerámico del estilo
Clásico se distribuye solamente por sobre unas cuatro. Existen cinco
montículos ovales, aunque es posible que hayan existido muchos más (la
construcción de un colegio en la zona y actividades agrícolas, probablemente,
han derruido algunos de estos). Los montículos, en general, promedian unos 8
m x 6 m x 1.5 m. Tres de estos exhiben bloques tallados de andesita, los
mismos que presentan similitudes con los otros bloques que se encuentran en
Iwawi y LV-37. Densidades elevadas de material cultural en la superficie son
evidentes en las cercanías de los montículos. En otros lugares del sitio, el
material se encuentra disperso en forma discontínua. Campos elevados de
cultivo se encuentran directamente asociados hacia el sur del sitio. Estos
camellones cubren aproximadamente unas tres a cuatro hectáreas pero
debieron haber sido más extensos en épocas pasadas. No se identificaron
terraplenes en las cercanías. Se observan dos manantiales en el márgen oeste
del sitio.´ (151-152).
ë r .
ë
4
/$";/$&7;/$'# ¬
Estos tres sitios conforman, al parecer, un solo asentamiento (Figura 8.6). La vía
férrea y el camino que conectan Tiwanaku con Guaqui han cortado por medio
sitio, cuya extensión abarca unas 5.4 hectáreas. El márgen oeste del sitio está
demarcado por el Río Chilla. Existen dos montículos en la parte central del sitio
que exhiben bloques de arenisca en la superficie. Dos pequeños montículos
adicionales se encuentran ubicados en el sector norte, pero éstos no tienen
componentes líticos. Es, sin embargo, en este sector donde se encuentra una
mayor cantidad de fragmentos cerámicos. Aunque el sitio no se encuentra
directamente asociado con campos agrícolas, existe una serie de qochas o
lagunillas, a unos 600 metros al este.
/$7
= r
/$*#;/$*
/$'"
³El sitio cubre unas 3.2 hectáreas y está asociado con una qocha (Figura 8.7), la
cual mide unos 200 metros de diámetro y es la más grande que se encuentra en
el valle bajo. Esta considerable depresión ha sido cortada en la mitad por el
camino que une Tiwanaku con Guaqui. Dos pequeños montículos se encuentran
en los bordes de esta depresión. Uno de estos montículos presenta un bloque
de arenisca. El material cultural se encuentra disperso en los sectores norte,
noreste y noroeste
LV-487 (K'aura)
³El sitio tiene unas 3.2 hectáreas y se encuentra demarcado hacia el este por un
corte aluvial profundo. No se advierte la presencia de bloques líticos, aunque en
el patio de una de las casas actuales se pudo evidenciar un bloque de arenisca
de considerables dimensiones. La distribución del material tiene una naturaleza
irregular, existiendo sectores de alta densidad en la parte noreste. En el perfil del
corte aluvial se observaron numerosos huesos incinerados de llamas y estratos
culturales que llega hasta los 2.3 metros de profundidad. El área al este del sitio
es un bofedal extenso, mojado constantemente por los manantiales de la zona.
Un grupo de qochas se encuentra a unos 300 metros al oeste del sitio.´ (155).
.
/$3"
³El sitio alcanza aproximadamente una hectárea, con material cultural disperso
en forma irregular y con sectores de densidad media. Se observa una pequeña
plataforma en el sector sur, pero sus características específicas no pueden ser
ya discernidas debido a la construcción de una casa en el sector. Se observa un
bloque de arenisca en la superficie. Hacia el oeste se encuentran dos
manantiales.´ (156-157).
ë ë
/$"#
³Iwawi representa uno de los sitios más destacables del valle bajo. El sitio
constituye un montículo de pendientes leves y con una extensión aproximada en
cuatro hectáreas (Figura 8.9). En la superficie del montículo se encuentran
sectores con distribuciones densas de material, especialmente en la mitad norte.
Aunque es difícil determinar la extensión de la dispersión de cerámica con
filiación Tiwanaku clásico, es probable que ésta alcance unas 3.2 hectáreas. La
remoción constante de tierra que se hace para el cultivo en el área del sitio ha
causado una mezcla de materiales. En gran parte del sitio se observan bloques
de andesita de diversos tamaños. Algunos de éstos alcanzan proporciones
ciclópeas, pudiéndose advertir que varios de estos bloques continúan inclusive
en sectores bañados por las aguas del lago. En 1990 el nivel del lago dejó
entrever un determinado número de bloques en la ribera del mismo, mientras
que en 1993, al decaer el nivel de las aguas, se observó un mayor número de
bloques. Debido a la disposición de Iwawi y los componentes líticos que
presenta, el sitio fue caracterizado como un desembarcadero, donde las
andesitas traidas desde Copacabana a través del lago eran desembarcadas en
Iwawi y luego arrastradas hasta Tiwanaku (Ponce et al.1971:90). Las
excavaciones en el sitio, descritas y discutidas con mayor detalle más adelante,
dan cuenta que Iwawi tuvo otras funciones. La ocupación del Periodo Formativo
demuestra, además, que Iwawi fue un poblado mucho antes de su incorporación
al sistema Tiwanaku; su ubicación estratégica debió, sin duda, ser de gran
interés para dicho sistema. Otra característica de Iwawi es la presencia de una
especie de dique que circunda la mitad norte del montículo. También se observa
un importante sector de camellones al norte y noreste del sitio. El largo de los
campos elevados promedia entre 60 y 70 metros, mientras que el ancho es de
unos dos metros. Se estima que los camellones cubren un área de unas seis
hectáreas, aunque en el pasado debieron existir más camellones en el sector
este, destruidos ya por el arado y las inundaciones periódicas del lago.
ë 6 ë
/$7
El sitio se extiende por sobre unas dos hectáreas, incluyendo tres plataformas
amplias de terrazas (Figura 8.10), donde el material cultural se distribuye en
forma irregular. No se advierten bloques liticos tallados; las paredes de las
terrazas fueron construidas con bloques irregulares pequeños de arenisca.´
(158).
/$&
³El sitio alcanza algo más de una hectárea y, probablemente, fue parte de un
conjunto de sitios que incluía a LV-425, LV-426, LV-427 y LV-428. El sitio se
caracteriza por una plataforma baja, la cual mide unos 30 m x 25 m. El lado este
del sitio, a unos 20 metros de la plataforma, está demarcado por una vertiente.
El material cultural en la superficie se distribuye en forma irregular; se observan
terrazas agrícolas al sur del sitio. Al parecer, fue en las cercanías de este sitio
que en 1953 un comunario encontró un pequeño monolito (Portugal Zamora
1953, 1957). Portugal dió la noticia el mismo año, pero el contexto y la
proveniencia exacta del monolito de desconocen. Un aspecto interesante de
este monolito es que está hecho en andesita (similar a la andesita de los sitios
del sector norte del valle), un material de rara ocurrencia en el sector sur.´ (158-
159).
/$"" )
³El sitio se ubica sobre amplias superficies de terrazas, y cubre unas cinco
hectáreas (Figura 8.11). El material cultural se encuentra disperso en forma
irregular, con densidades elevadas en el sector norte y este. El sitio se
encuentra demarcado en su margen este por un corte aluvial. Las terrazas que
componen el sitio tienen dimensiones considerables y son descritas con mayor
detalle más adelante. Es sufiente indicar aquí que estas plataformas promedian
unos 60 metros. Algunos sectores de los antiguos muros pueden ser todavía
identificados, pese a que las piedras con las que se edificaron éstos han sido
reutilizadas para la parcelación de los terrenos. Se advierte, no obstante, que las
piedras fueron utilizadas para la construcción de la parte superior de los muros,
mientras que la mitad inferior consta de limo arcilla. Una característica notable
de la zona, como se indicó anteriormente, es la presencia de fuentes de agua
permanentes. En la actualidad, un canal atraviesa por el medio del sitio; es muy
probable que en el pasado estas fuentes de agua fueron también explotadas. En
realidad, grandes trechos del canal que hoy en día recoge agua de las vertientes
del sur muestra elementos constructivos similares a los que se observan en
otros sitios Tiwanaku.
/$7 +
Tiwanaku se encuentra a unos seis kilómetros del márgen este del valle bajo y,
prácticamente, en la ribera sur del Río Tiwanaku. Como tal, la capital constituye
el único sitio extenso, sino el más extenso de la región, ubicado en forma
contígua al río. En tal sentido, la denominación aymara Taypicala, o "piedra en el
centro", para Tiwanaku es, sin duda, cabal y legítima.´ (162).
³Si a primera vista el patrón de asentamiento denota una dicotomía entre los
sectores norte y sur, otra característica que resalta es el espaciamiento que
guardan los sitios secundarios y terciarios, en ambos sectores. Este orden
aparente debe ser evaluado más detenidamente, efectuando medidas de las
distancias que separan a los sitios de segundo y tercer orden, y luego
efectuando las pruebas estadísticas de "vecino más cercano", aplicadas ya en la
distribución de sitios del Formativo, para obtener argumentos complementarios
en la interpretación del patrón de asentamiento. Para esto, se ha optado por
analizar, primeramente, la configuración de sitios por sectores, y,
posteriormente, el cuadro global del valle.´ (162-163).
³En el sector norte del valle bajo se ubican cinco sitios secundarios, tres
terciarios y 15 cuaternarios. Iwawi delimita el márgen oeste de los sitios del valle
(Figura 8.12). El sitio secundario más cercano a Iwawi es LV-158 (Chivo),
ubicado a unos tres kilómetros al este. Cinco kilómetros separan a LV-158 del
siguiente sitio secundario LV-37. Al este de LV-37, a unos cinco kilómetros se
encuentra el siguiente sitio de segundo orden LV-34, y más al este, a unos seis
kilómetros se ubica LV-133. Aunque no existe un sitio terciario entre Iwawi y LV-
158, LV-36/LV-366 si se encuentra a media distancia entre LV-158 y LV-37. En
forma similar, LV-173 se encuentra a media distancia entre LV-37 y LV-34 (a dos
kilómetros de LV-34 y casi a tres kilómetros de LV-34). Repitiendo este patrón,
LV-30/LV-31 se ubica entre LV-34 y LV-133. Un aspecto destacable en el sector
norte del valle es que el actual camino que vincula Tiwanaku con Taraco pasa
muy cerca de todos los sitios secundarios y terciarios, lo cual sugiere que esta
vía de comunicación puede tener un orígen Tiwanaku.´ (163-164).
³El sector sur del valle acomoda seis sitios secundarios, nueve terciarios y 12
cuaternarios. De la inspección visual del mapa de distribución (Figura 8.12) se
advierte que los sitios secundarios guardan un espaciamiento regular, aunque
menos patente que en el sector norte. Guaqui (LV-55), el sitio más al oeste,
está separado por cuatro kilómetros de su vecino secundario más cercano LV-
11/LV-68. Este último mantiene una distancia de tres kilómetros respecto a su
vecino sitio secundario, al este, LV-15/LV87/LV-90, y éste, respectivamente,
guarda una distancia de dos kilómetros y medio con dos de sus vecinos sitios
secundarios: LV-95, ubicado al noreste y LV-487, situado al sureste. La
posición relativa de LV-109 como sitio secundario del Tiwanaku clásico no es
tan clara como con los demás sitios; sin embargo, se ha optado por incluir al
mismo, debido a que presenta atributos materiales similares a los demás sitios.
LV-109 está ubicado a un kilómetro y medio al este de LV-487. Pese a que en
varios lugares se advierte la presencia de sitios de tercer orden entre sitios
secundarios, este patrón no es evidente en todos los casos. Por ejemplo, no se
observa sitio terciario alguno entre LV11/LV-68 y LV-15/U-87/LV-90, entre este
último y LV-95, o entre LV-15/LV-87/LV- 90 y LV-487. Por el contrario, los sitios
terciarios parecen agruparse alrededor de sitios secundarios, como ser LV-7,
LV-8 y LV-425, o esparcirse fuera de los sitios secundarios como en el caso de
LV-27, LV-71 y LV-104. Los sitios cuaternarios, al parecer, se agrupan
alrededor de sitios secundarios y terciarios.´ (165).
/
i ii
r<
¬
_______________________________________________________________
_______________________________________________________________
ë
³El otro sector de andenes, ubicado por encima de los 3990 m, se caracteriza
por plataformas mucho más angostas, las que, en pendientes más agudas y
elevadas, alcanzan unos tres metros de ancho (Figura 8.16); el promedio, no
obstante, es de.unos seis metros, y los muros son de mayor altura que en el
sector de andenes amplios. La técnica de construcción de los muros presenta
dos variantes; una similar a la que denota el sector de«..
________________________________________________________________
(33) Las distintas propiedades de las terrazas agrícolas han sido resumidas en
los trabajos de Denevan (1987), Donkin (1979), Guillet 1987) y Hernández
(1986), entre otros. Una clasificación de los distintos tipos de superficies aparece
en Denevan (1987). Aunque algunos estudios hacen una diferenciación entre
"terraza" y "andén", en el presente trabajo se emplean, en forma sinónima estos
términos, diferenciándose sectores con distinta técnica constructiva y amplitud
de las superficies.
________________________________________________________________
«andenes amplios y la otra que presenta una edificación de los muros completa
en bloques irregulares de arenisca; detrás de estos bloques que conforman el
muro se encuentra ripio y cascajo. Este tipo de andenes de superficies más
angostas conforman el tipo de "bancos lineares" y "terrazas de contorno"
(Denevan 1987:22) y presentan evidencia de utilización durante las épocas post-
Tiwanaku. Algunos asentamientos Tiwanaku, pero de filiación más tardía al
estilo Clásico, han sido identificados en alturas algo mayores a los 4000 m
s.n.m. En lo que atiene a los andenes asociados con sitios Tiwanaku Clásico,
solamente aquellos ubicados en los abanicos coluviales demuestran este
vínculo.´ (170-171).
: /$#' (
³La presencia de maíz en el sector norte podría ser interpretada como el acceso
a productos que otros sectores de la población no tenían. Sin embargo, dada la
distribución que muestra la cerámica decorada, es también probable que se
hayan mantenido extensos patrones de redistribución de ciertos bienes de
consumo. Por lo tanto, es imprescindible el análisis arqueobotánico de varios
sectores del sitio para establecer el patrón de distribución del maíz, así como
para determinar la procedencia del mismo.´ (209).
Existen, sin embargo, diferencias notables entre una y otra región. En particular,
como se indicó anteriormente, llama la atención la diferencia en el tamaño de los
sitios. En la Pampa Koani, Lukurmata constituye el mayor centro, con una
extensión calculada en 1.2 km2 (Stanish 1987). De los 20 sitios que Kolata
(1986:754-755) reporta en la pampa, 19 no alcanzan ni una hectárea en tamaño;
solamente un sitio (PK-5/PK-6) tiene 1.64 ha. Es decir, que el 95% de los sitios
de la Pampa Koani vendrían a ser sitios de cuarto orden en la clasificación del
Valle de Tiwanaku. Los montículos de la pampa, por otro lado, tampoco
muestran los componentes líticos u otros materiales que establezcan criterios
adicionales en la propuesta de una contundente jerarquía. En tal sentido, la
Pampa Koani no presenta sitios análogos a los sitios secundarios y terciaros del
Valle de Tiwanaku. La prospección que Kolata efectuó en 1a pampa no fue
exhaustiva, y la nueva prospección, a escala regional, que John Janusek viene
actualmente realizando en la región, puede cambiar considerablemente el
panorama del asentamiento en la Pampa Koani. Al presente, con base en los
datos de comparación, se podría inferir una organización rural variable.´ (215).
³Kolata infiere que los montículos con plataforma de la Pampa Koani eran los
centros de los administradores y su servidumbre, "encargados de organizar el
ciclo anual de actividades agrícolas y de contabilizar el producto que fluía de los
campos del estado de la Pampa Koani durante la cosecha" (Kolata 1993:222;
traducción mía). Los pequeños montículos eran las supuestas moradas de las
familias rurales, "involucradas principalmente en la producción agrícola" (Kolata
1993:222). Aquí, el cuadro social se torna confuso. Si es que las familias rurales
estaban involucradas, en forma primaria, en la producción agrícola, ¿cómo se
distribuía el trabajo con los reclutas que supuestamente también estaban
involucrados en las mismas tareas? Se mencionó anteriormente que Kolata
sostiene que la fuerza de trabajo para construir y mantener el extenso sistema
de camellones era extraida de otras regiones(40) y que los "ingenieros
hidráulicos" de Tiwanaku se encargaban de "planificar" las obras de construcción
de canales, terraplenes y diques (Kolata 1993:225). De estas interpretaciones se
extrae una contingencia importante en la observación del registro arqueológico.
De haber existido una planificación por parte de "ingenieros hidráulicos" de las
obras en el área rural, y de haberse utilizado una fuerza de trabajo reclutada en
otras regiones, pero bajo la mano directríz de los planificadores, se esperaría
encontrar cierta homogeneización en las técnicas constructivas de canales,
terraplenes y campos de cultivo. Por otro lado, también se esperaría una
normatividad, sino una estandarización, en los materiales cerámicos, los mismos
que habrían sido manufacturados bajo la supervisión estatal en los centros
urbanos y de ahí distribuidos a otros sitios y regiones. El testimonio arqueológico
del valle bajo no colma ninguna de estas expectativas.´ (216).
³Los modelos del ayllu (42) y de la marka aymaras, en sus varias dimensiones de
organización, amparan los parámetros de interpretación de la dinámica
segmentaria tradicional (Izko 1992), así como del contenido de sus diversas
formas estructurales y de las transformaciones del poder en todas sus
expresiones (económicas, políticas y religiosas). Pese a que ninguno de estos
elementos puede ser considerado independiente en la jerarquía de segmentos,
la cohesión de los distintos niveles de integración, incluyendo el "Estado
segmentario" (Platt 1987), involucraba el consentimiento ideológico, el cual no
era sino el prisma de la prosperidad y el bienestar económicos. Esta base de la
integración social se diseminaba y fortalecía en las ceremonias públicas y los
rituales, los cuales también debieron obedecer una jerarquía específica; algunos
realizados al nivel de los segmentos más simples, otros al nivel de los nódulos
territoriales, y otros a nivel regional o multiregonal.´ (217-218).
³La recreación simbólica del sistema global y su legitimidad tuvo que estar
encabezada por un grupo de autoridades y personal auxiliar que promovían un
monopolio de determinados atavíos así como del conocimiento de rituales y
ceremonias importantes. En tal sentido, las élites superiores organizaban el
trabajo de los níveles inferiores y éstos el de la colectividad global para
garantizar el bienestar y la continuidad del sistema en su conjunto. Estos
servicios de la élite política, tal como se infiere del registro etnohistórico,
debieron estar respaldados por la capacidad de sus servicios para demostrar los
beneficios de los rituales y su aptitud para generar un espíritu de solidaridad.
Estos mecanismos sirvieron importantes funciones integradoras. La fuerza del
poder de predicción y de contacto con seres míticos, seguramente, generaba
convicción, consentimiento y devoción en el sistema(43). De la cadena ritual que
hoy se destaca en Salinas de Garci Mendoza, se advierte una jerarquía de ritos,
siendo que los de mayor importancia, como ser el del pronóstico del tiempo (en
agosto), el de la lluvia (en noviembre) y el del tercer mara,"año" o "periodo" (en
febrero) se realizan con la participación de todos los ayllus en la marka o
Comunidad Mayor (Izko 1992:99-100), Durante febrero se realizan cosechas
anticipadas, considerándose que en los meses posteriores el resto de la
cosecha está garantizada. Esto ocasiona que los rituales de la cosecha se
realizen ya no en el plano de la Comunidad Mayor sino al nivel de los ayllus.
Pese a que el ejemplo de la región de Salinas de Garci Mendoza no puede
utilizarse como prototipo del calendario ritual de Tiwanaku en épocas
prehispánicas, la división de los distintos ritos, de acuerdo a su jerarquía, brinda
considerables pautas acerca del emplazamiento dentro de los distintos niveles
de organización. De esta observación se colige que en Tiwanaku y otros centros
regionales se debieron efectuar solamente determinados rituales, relegándose a
niveles locales el festejo de ritos de menor significado. Los patrones de desecho
(pozos de basura con alta cantidad de kerus y sahumadores), en los sitios
secundarios que fueron excavados, dan cuenta de la realización de cierto tipo de
ritos a nivel local. Este patrón ritual, plasmado en la evidencia arqueológica de
los sitios secundarios y terciarios(44) amplía el argumento del orden
segmentario de Tiwanaku.´ (218).
³Considero que los sitios secundarios del Valle Bajo de Tiwanaku constituyen un
aglutinamiento de segmentos, estos últimos similares, quizás, a las markas
etnohistóricas, estableciendo entes nucleados con niveles jerárquicos variables
de acuerdo a las necesidades locales. Los sitios terciarios conformarían, sino
satélites, segmentos complementarios, mientras que los sitios de cuarto orden,
en general, vendrían a ser puestos de atención en los campos de cultivo. Cada
nódulo, en este sentido, representa la articulación de una jerarquía local y su
territorio adyacente. Un esquema del modelo de "jerarquías inclusivas" se
encuentra ilustrado en la Figura 8.56.
³La variabilidad tecnológica que presentan los campos agrícolas(45) son claros
indicadores de expresiones locales de un conocimiento tecnológico común y no
así el monopolio de una élite de "ingenieros hidráulicos" y de reclutas forasteros.
Los principios de organización económica del ayllu "mayor" brindan importantes
pautas acerca de la coordinación y mobilización de las fuerzas productivas. En
tal sentido, considero que en el sistema agrario de Tiwanaku eran las jerarquías
locales las que tenían el control de la fuerza de trabajo y las que se encargaban
de mobilizar a sus bases respectivas, ya sea en la construcción y mantenimiento
de los campos agrícolas o en la coordinación con grupos vecinos para la
realización de obras de mayor envergadura, como ser canales y terraplenes
extensos; estas obras, obviamente, tenían un beneficio mútuo y no requerían del
concurso de una élite de especialistas en el agro y menos aún la participación de
una fuerza de trabajo ajena a los segmentos locales. En este sentido, la
mobilización periódica de una fuerza de trabajo no-residente para la
construcción y mantenimiento de camellones y rasgos asociados (aspectos que
se consideran característicos de la Pampa Koani [Kolata 1991:120]), no se
manifiesta en el Valle Bajo de Tiwanaku. El conocimiento tecnológico del cultivo
en camellones, terrazas y cotas, por tanto, se encontraba en manos de las
bases y no así en manos de una élite de planificadores, asentados en la capital.´
(221).
En el plano horizontal, las distintas formas de las markas y ayllu.s, tanto en los
niveles menores internos de organización como en el plano de las coaliciones,
no pueden ser consideradas como elementos homogéneos. A través de la
historia, el dinamismo de estas múltiples formas se caracteriza por la capacidad
de articulación y desarticulación del espacio político (Izko 1992), forjando
propiedades de magnitud diversa en la consolidación de poderes hegemónicos.
Las formas, variables a través del tiempo y del espacio, no obstante, se ajustan
a continuidades de preceptos que trascienden la vitalidad de determinadas
estructuras. Estos principios, principalmente ejemplarizados en la reciprocidad,
el dualismo y la organización jerárquica inclusiva, constituyen los ejes de una
tenáz capacidad colectiva para comprender y organizar su entorno social y
natural. Es la coherencia de estos principios la que determina una continuidad a
través de los siglos y la que aún mantiene una cosmogonía singular entre los
diversos sistemas de pensamiento.´ (221).
¬
'
+ ## #$ ## i4 ¬4
Hacia fines del primer milenio de nuestra era, el mosaico étnico de la hegemonía
Tiwanaku amplificó, en cierta medida, los patrones establecidos durante
generaciones previas, aunque con modificaciones significativas en su carácter
regional. No cabe duda que estos cambios debieron tener repercusiones
múltiples en varias de las manifestaciones materiales del orden hegemónico
Tiwanaku. La naturaleza del registro arqueológico en el valle bajo hace que
determinados elementos sean los indicadores primarios de estas
transformaciones. Es así que la configuración de asentamientos sirva de base
en la inferencia de determinadas reorientaciones a las que el sistema se ajustó.´
(223).
³Es menester señalar que en el presente trabajo se han reformulado nociones
previas acerca de las transformaciones del Estado Tiwanaku hacia finales del
primer milenio; esto debido a una rcevaluación de los componentes cerámicos
que fueron identificados en las excavaciones de sitios Tiwanaku y a la
disposición que presentan otros sitios con estos componentes. En capítulos
previos se han discutido los desfaces metodológicos que existen entre el
esquema cronólogico de Bennett y la secuencia de Ponce, siendo incongruente
concebir una correspondencia entre las distintas categorías que ambos
desarrollaron. Durante los últimos 30 años, se ha generado una "secuencia
fantasma" que ha limitado, sino obstaculizado, el entendlimiento de los procesos
de cambio en Tiwanaku. Esta secuencia, por motivos ya señalados en capítulos
anteriores, ha empleado la terminología de Ponce (1961) para sustituir las
unidades estilísticas cerámicas que Bennett propusiera para caracterizar
cambios en la cultura material de Tiwanaku a través del tiempo. Muchos hemos
sido cómplices de esta aberración (Albarracin-Jordan 1992; Albarracin-Jordan y
Mathews 1990; Alconini 1993; Bermann 1990, 1994; Browman 1981; Couture
1993; Goldstein 1989; Janusek 1993, 1994; Kolata 1986, 1991, 1993; Mathews
1992; Rivera Casanovas 1994; Sampeck 1991; Sutherland 1991; entre otros) (47)
. Es comprensible que ante la ausencia de avances en el conocimiento de los
elementos cerámicos Tiwanaku y su evolución no se hayan podido utilizar otros
marcos de referencia; sin embargo, lo lamentable es que se hayan hibridizado
dos esquemas ajenos a si mismos en sus bases conceptuales y metodológicas.´
(223-224).
³Si bien Bennett (1934) reconoció el gran problema que presentaba la relación
estratigráfica entre el "Tiahuanaco Clásico" y el "Tiahuanaco Decadente", las
diferencias eran lo suficientemente obvias como para notar su significado. Ponce
(1980:92), por el contrario, sostiene que el estilo Clásico tuvo una manufactura
urbana y que su uso era de orden ceremonial, mientras que el estilo de
"acabado menos esmerado" (haciendo referencia al estilo que Bennett denominó
"Decadente") era la expresión del medio rural; ambos estilos habrían sido
contemporáneos. Si en la interpretación de Ponce los estilos "Clásico" y
"Decadente" se ubican en un mismo espacio, ¿por qué se ha concebido al
"Tiahuanaco Clásico" como "Tiwanaku IV" y al "Tiahuanaco Decadente" como
"Tiwanaku V"?
¬ !
: /$"" )
Todas las unidades que fueron excavadas en este sitio dan cuenta de la
presencia de materiales cerámicos vinculados al estilo Post-Clásico (Figuras 9.4-
9.9). En la mayoría de estas unidades, este material se encuentra en los dos
estratos superiores y los rasgos asociados con estos.
³Los análisis botánicos de una muestra obtenida del mismo pozo dan cuenta de
la presencia considerable de quinoa. Lennstrom et al. (1991) también
identificaron una gran cantidad de castañuela que asocian con la probable
manufactura de determinados artefactos (obsidiana ?). La presencia de madera
es interpretada por Lennstrom et al., (1991) como indicadora de una ocupación
más extensa en el sitio o como evidencia de un acceso extenso que los
pobladores de este asentamiento tenían a este material. La variabilidad de los
restos paleobotánicos en los basurales así como la presencia de semillas de
pastos indica que estos pozos representan episodios de deposición primaria y
que no se produjo una mezcla de la basura (Lennstrom et a1.1991). Los restos
de fauna evidencian el consumo primario de llama, con índices menores de
pescado y pequeños roedores.´ (251-252).
: /$"#
En este sitio, dos entierros fueron encontrados en asociación con el estilo Post-
Clásico. La osamenta del entierro primario en la unidad 1(N475 E525)
constituye la de un individuo adulto (40+ años), de sexo femenino (Figura
9.26). Los restos líticos que se encontraban encima del cuerpo incluían un
batán, un moledor, una piedra tallada y uñal especie de "peso", todos hechos
en andesita. En la unidad 2 (N490 E525), se encontraron los restos de un
individuo adulto en un contexto funerario secundario.´ (253).
Capítulo 10
.
³Alfredo Torero (1970, 1987), por otro lado, sostiene que la invasión aymara se
produjo desde el norte de la Cuenca del Titicaca, siendo el núcleo original
aymara la , región del Río Pampas (Departamento de Ayacucho), en el Perú.
Utilizando principalmente la Copia de curatos, elaborada alrededor de 1600,
Torero (1987) establece que en siglo XVI el panorama idiomático del altiplano
estaba compuesto por cuatro lenguas: el aymara, el quechua, el puquina y el
uruquilla. La primacía de una u otra habría tenido un orden histórico, conforme al
poder económico y político de sus "naciones". Sin embargo, la diversidad de
grupos étnicos y la variabilidad en el idioma que utilizaban éstos durante gran
parte del siglo XVI hace dificultosa la asociación específica entre un determinado
grupo y un idioma. Es así, por ejemplo, que existían grupos de urus que
hablaban uruquilla, mientras que otros utilizaban el puquina o el aymara. Torero
(1987:337), empero, ensaya una secuencia étnica sobre la base de
reconstrucciones linguísticas, afirmando que los urus habrían sido los primeros
pobladores del área circundante al Lago Titicaca y que éstos habrían hablado el
puquina o el uruquilla. A esta étnia originaria, la habría seguido la "nación"
Puquina, portadora de la civilización en los Andes surcentrales y representada
por el Estado Tiwanaku. Nos faltó un cronista puquina. Si hubiera existido uno,
y si se hubiese atrevido a hablar de un pueblo reprobado y casi extinto, es
probable que nos habría contado las proezas y vicisitudes de su pueblo y loado
las grandezas de Pucará y Tiahuanaco, que sus remotos antecesores erigieron
en torno al lago sagrado" (Torero 1987:351). El área puquina (Tiwanaku) habría
sido contínuo, extendiéndose desde el sector oriental del Lago Titicaca
(Provincia Umasuyos) hasta el Océano Pacífico, al oeste. Hacia el norte, la
mancha poblacional puquina se habría extendido desde el Valle Alto del
Vilcanota, cerca al Cusco, llegando hasta territorios de los actuales
departamentos de Potosí y Sucre, en Bolivia. La continuidad territorial y la
distribución homogénea de la "nación" Puquina se habrían vuelto discontínuas
debido a la invasión aymara del norte: "Se hace evidente, en todo caso, que el
avance de los aymaraes (collaguas, lupacas, pacases) sobre las punas y las
vertientes altas de la Cordillera Occidental había vuelto discontínuo, y
fragmentado incluso, el antiguo territorio puquina" (Torero 1987:345).´ (262-263).
LA DEGRADACIÓN CLIMÁTICA
r i
³Un total de 440 sitios muestran una asociación con la cerámica Pacajes-
Temprano. Tal como se muestra en las Tablas 10.1 y 10.2, así como en la
Figura 10.5, un gran número de sitios se encuentran ubicados en la Zona del
Coluvio Inferior (LCZ). En contraste con la distribución de sitios Tiwanaku, gran
cantidad de sitios Pacajes se sitúan en la Zona del Coluvio Superior, aunque se
advierte una continuidad en la ocupación de zonas de Pastos y Manantiales
(SGZ) y de Terrazas (TZ). No se identificaron sitios en la Zona Intermontanosa
(IZ). (264-269).
³Otro sitio importante es LV-103, situado a escasos 200 metros al oeste de LV-
23. Aunque no se evidencia la presencia de rasgos defensivos, su ubicación
sobre una, especie de filón en la cadena montañosa hace que el acceso a este
sitio sea dificultoso: El sitio mide aproximadamente una hectárea, y debido a la
proximidad con LV-23 y los materiales cerámicos, es factible que ambos
constituían asentamientos afiliados.
En el sector sur, los sitios denotan aleatoriedad respecto al sitio primario (LV-
108), aunque éstos presentan agrupamiento entre si mismos. (Tabla 10.4). Estos
resultados dan' ' cuenta de la presencia de una configuración generalmente
dispersa y débilmente integrada. No obstante, la agrupación de determinados
sitios sugiere la continuidad en los nódulos que caracterizaban a Tiwanaku
(Figura 10.5).´ (272).
Debido a los elevados índices de erosión, gran parte del sitio no guarda una
deposición significativa. Sin embargo, sectores de terrazas y las plataformas
dentro del recinto constituyen contextos deposicionales más profundos. Un total
de lb unidades (2m x 2m) fue expuesto en diferentes sectores del sitio;
esencialmente, sólo dos estratos fueron identificados en gran parte de estas
unidades. Un primer estrato, consituido por un limo compac homogéneo (7.5 YR
4/4[seco]) y un segundo compuesto por un limo arcilloso compacto (5YR
4/4[seco] y en niveles inferiores SYR 3/4(húmedo]). En la mayon de las
unidades, se alcanzó el manto de arenisca (roca) a escasos 35 cm de
profundidad. Las recolecciones sistemáticas e intensivas que se practicaron en
el sitio simplemente no fueron indicadores cabales de áreas habitacionales,
aunque los resultados de las excavaciones demuestran que este sitio no fue
utilizado como asentamiento permanente. Cuatro unidades fueron abiertas al
interior de la muralla, no habiéndose constatado la presencia de estructuras
habitacionales. Los únicos rasgos significativos constituyen la muralla y una
superficie de ocupación a 95 cm de profundidad. Fragmentos de carbón fueron
recolectados de esta superficie, los mismos que dieron un fechado calibrado de
1189 128 D.C. (SMU 2559).´ (273).
³En las unidades 12 (N687 E500) y 14 (N689 E 500) fueron descubiertos tres
entierros (Figura 10.7). El entierro en la unidad 12 contenía los restos de dos
individuos; un adulto (40+ años) de sexo masculino y un individuo jóven
(alrededor de 18 años). En la unidad 14, uno de los entierros contenía los restos
de un adulto (40+ años), mientras que en el otro entierro yacía la osamenta de
un jóven adulto, de sexo masculino. Todos estos entierros conforman cistas de
escasa profundidad y con algunas lozas que protruyen a la superficie. La
ubicación de estas tumbas en una de las superfices fuera del recinto enmarcado
por la muralla sugiere el carácter simbólico que las mismas debieron tener en la
confrontación con los grupos agresores.
r Ò i
1
Asociados con algunos elementos decorativos que se advierten en la cerámica
Pacajes-Temprano se encuentran los petroglifos de Jaqi Kayu (piés de gente),
ubicados en el sector sur del valle bajo. (Figura 10.5). En 1975, Portugal Zamora
y Portugal Ortíz informaron mediante artículos de prensa acerca de estos
petroglifos. En estos artículos los autores denominan el sector de petroglifos
"Qellqata" ("lo que está escrito") y proporcionan una descripción general de
algunas de las figuras (Portugal Zamora y Portugal Ortíz 1975b, 1975c). Estas
publicaciones iniciales fueron ampliadas más tarde en un artículo de la Segunda
Reunión Boliviano-Peruana de Arqueología (Portugal Zamora 1980a) y en una
publicación del matutino El Diario (Portugal Zamora 1980b). En estas
publicaciones se hacen algunas interpretaciones de los petroglifos,
sosteniéndose una filiación con Tiwanaku; asimismo, se indica que el sitio debió
haber tenido una función ritual debido a la presencia de tres cortes
semicirculares en un inmenso bloque de arenisca. Estos semicírculos fueron
descritos como canales de drenaje.
r
³En este grupo (Figura 10.9) se observa un claro predominio de las figuras de
auquénidos, los cuales están representados de perfil pero sin una orientación
específica. Por lo general, estas "llamitas" miden unos 15 cm x 10 cm. La
representación de piés humanos es otra figura importante en este grupo. Estos
motivos representan huellas de pisadas humanas. Una figura, en particular,
llama la atención en este panel. Esta está ubicada en el lado izquierdo, encima
de una especie de cruz y otra representación en forma de media luna. La figura
en cuestión es antropomorfa y quizás represente un felino. En la parte inferior
del panel se observa una figura geométrica acompañada de auquénidos. Es
dificultoso definir lo que esta figura representa. Su distribución no se limita
simplemente a este panel o inclusive a Jaqi Kayu. Una figura similar fué
identificada en uno de los petroglifos de la costa del Pacífico y que se la expone
en fotografía en el Museo Antropológico de Arica.´ (275-277).
r
³La representación de pies humanos predomina en este grupo (Figura 10.10). En
contraste con el panel 1, sin embargo, no se advierte una secuencia de pisadas.
En la parte superior del panel se observa un auquénido estilizado. De forma
similar al panel 1, las representaciones de auqucnidos no tienen una orientación
definida.´ (278).
r
*
³La representación más sobresaliente de este panel es la cara de un camélido
(Figura 10.11). Esta figura fué descrita por Portugal Zamora y Portugal Ortíz
(1975b) como una testa de talla tiwanakota. Esta cara está representada de
perfil y denota un apéndice en forma de flecha en el sector ocular. Los caninos
se destacan en la dentadura y, al parecer, este auquénido lleva una especie de
ornamento sobre la cabeza. A unos 1.2 metros al noroeste de esta figura se
encuentra otra representación con características similares, aunque ésta se
encuentra en un estado bastante deteriorado. El apéndice del sector ocular aún
puede ser distinguido, pero no así la cabeza o el hocico. En la parte inferior del
panel, varios círculos forman una especie de óvalo. Unido a este óvalo aparece
un rectángulo. Otro de estos rectángulos aparece unido a las extremidades
posteriores de un auquénido. Al igual que en los otros dos paneles, los
camélidos no tienen una orientación definida.´ (279-280).
r
3
0En este panel se destaca una figura antropomorfa montada sobre un auquénido
(Figura 10.12). Esta representación es peculiar ya que la llama, en general, no
puede cargar más de unos 30 kilogramos. Sin embargo, es factible que un
infante pueda montar un camélido. Otra representación interesante en este
panel es la figura de una mano. A unos , 15 centímetros aparece la figura de un
auquénido visto desde arriba y que va acompañada de una media luna. Un
camélido visto de perfil y dos representaciones de pies humanos completan este
panel.´ (280).
r
"
³Aquí se observa la figura de una cara de felino vista de perfil (Figura 10.13).
Esta testa fué identificada por los Portugal y atribuida a la cultura Tiwanaku. A
unos 30 centímetros hacia el norte se observa una caravana de camélidos. En
este grupo, todos los animales marchan hacia el suroeste. Dos figuras en forma
de media luna y un pequeño cuadrángulo completan este panel.´ (280-281).
r
%
r
7
³Lo más notable en este panel es la presencia de dos figuras en forma de cruz,
ambas con sus respectivas bases (Figura 10.15). La cruz en la parte superior del
panel lleva un la cúspide una especie de cabezal, elemento que la otra cruz no
tiene. Once camélidos, de distinto tamaño y con distinta orientación, completan
el grupo de figuras de este panel.
r
&
Aquí, las figuras más destacables son las de dos ofidios y las de camélidos con
cuerpo en forma de rectángulo (Figura 10.16). En la parte inferior izquierda se
observa una cruz parecida a una de las descritas en el panel 7, con el cabezal
en la cúspide. En el sector central del panel se encuentran dos auquénidos
unidos en el cuello mediante una especie de soga. Otra figura zoomorfa lleva
una carga sobre el lomo. La representación de un pié humano completa este
panel.´ (282).
r
'
³En este panel se destaca un óvalo entrecortado en segmentos (Figura 10.17).
Cuatro auquénidos de distinto tamaño y con diferente orientación ocupan la
parte inferior del panel. Encima de estos se encuentra una especie de doble
cruz, y aún más arriba aparece un cuadrángulo con un punto en el centro, similar
al del panel 5.´ (283).
r
#
Lo más destacable en este panel es la figura de una especie de batracio,
descrita por los Portugal en 1975 (Figura 10.18). Esta representación lleva
cuatro apéndices, los cuales terminan en cuatro dígitos (los Portugal identifican
tres en cada apéndice). En uno de los apéndices, la figura lleva una media luna.
El cuerpo de este batracio parece estar dividido en segmentos. A1 lado este de
la figura se encuentra una representación de un ave. Cuatro auquénidos, seis
pies humanos, dos aves, y tres media lunas completan este panel.´ (284).
r
0En este panel se distinguen trece figuras de camélidos, cuatro de los cuales
están enparejados y unidos por el cuello (Figura l0.19). Uno de los camélidos
lleva sobre el lomo una figura antropomorfa, mientras que otro transporta una
especie de carga. Debajo de la pareja ubicada en el lado derecho del panel se
observa una cría, la cual lacta de uno de los camélidos. Por otro lado, se
advierte la presencia de dos grupos de pies humanos, uno representado por
cuatro figuras en la parte superior del panel y otro compuesto por dos figuras en
la parte inferior. También se observa la figura de una mano en la parte izquierda
del panel. Cuatro semicírculos, cuatro media-lunas y dos figuras estilizadas
completan los petroglifos de este grupo.´ (285).
r
La presencia de un camélido con cuello largo y cuerpo en forma de cuadrángulo
es lo más sobresaliente de este panel (Figura 10.20). Al lado este de las figura
se encuentran dos representaciones de pies humanos. En la parte superior del
panel se observan un auquénido y la figura de un animal estilizado. En la parte
central se observan dos figuras geométricas; debajo de las mismas están
representados dos auquénidos y una figura en óvalo.´ (286).
r Ò i /$* r
³Los petroglifos se encuentran ubicados en un afloramiento de arenisca café-
rojiza en el sector oeste de] sitio. Las figuras fueron grabadas mediante picoteo
(Figura 10.21). Se observa una especie de venado y otra, probablemente de un
zorro. A1 norte de la figura de venado se advierte una representación
antropomorfa y hacia el sur se encuentra una especie de hacha. En la parte
superior del panel se encuentra una figura zoomorfa, mientras que la parte
inferior del panel contiene el grabado de una especie de óculo.´ (287-288).
¬¬ r¬ i r Ò
³En apoyo a los distintos patrones de asentamiento identificados en el valle bajo
(Albarracin-Jordan 1991a; Albarracin-Jordan y Mathews 1990), se advierte una
relación más estrecha con sitios Pacajes Temprano y Pacajes-Inka (Figura
10.5). Esta disposición sugiere un vínculo más cercano con el área de los
petroglifos aunque es importante recalcar que la asociación cultural mediante la
proximidad de asentamiento no es evidencia definitiva. Se requieren otras
pruebas para justificar el argumento de una relación cultural con los periodos
enunciados. Quizás la prueba más contundente, no obstante, se encuentra en la
forma de las representaciones de auquénidos en la cerámica de estos periodos.
Las representaciones de camélidos en la cerámica se asemeja al estilo en el
cual las figuras de Jaqi Kayu fueron hechas. Es de suponer que el medio en el
cual se diseñó el conjunto de representaciones no ha de ser el mismo, y por lo
tanto ciertas figuras están ausentes en el medio cerámico, y vice-versa.
Por otro lado, sobre el manto de arenisca de Jaqi Kayu se observan varios
sectores con posibles grabados que hoy en día no pueden ser claramente
discernidos. Estos mismos denotan una patina distinta a la que la mayor' á de
los grabados presentan. Esta situación sugiere la posibilidad de una diferencia cr
oló ' a en el grabado de figuras. En el presente trabajo, la mayoría de las figuras
que se ha documentado demuestra una misma técnica de grabado (picoteo) y
similar condición de preservación, circunstancias que sugieren la
contemporaneidad de las figuras en cuestión.´ (288).
Los investigadores Max Portugal Zamora y Maks Portugal Ortiz asociaron los
grabados de Jaqi Kayu con el arte Tiwanaku y le adjudicaron una probable
función ceremonial al sitio (Portugal Zamora y Portugal Ortíz 1975b, Portugal
Zamora 1980b). La asociación de todo el conjunto de petroglifos con la
expresión artística de Tiwanaku es dudosa, no existiendo elementos
comparativos entre ésta y las representaciones en Jaqi Kayu. Sin embargo, no
se puede descartar que los posibles grabados que hoy en día se encuentran
casi totalmente erosionados tengan filiación con la cultura Tiwanaku. Llama la
atención la presencia de tres orificios semicirculares que los investigadores
Portugal asocian con una función ritual. Con base en comparaciones de bloques
líticos en algunos asentamientos Tiwanaku del valle bajo, estos orificios parecen,
más bien, haber servido de nódulos en un vector de corte. Esta técnica de
canteo es visible inclusive en bloques de arenisca más pequeños que se
encuentran a escasos metros al norte del sitio.´ (288-289).
³En resumen, Jaqi Kayu sirvió dos funciones. La primera está vinculada a la
extracción de bloques líticos, la cual está evidenciada por las marcas dejadas
cuando se efectuaron los cortes. La magnitud de los nódulos en el vector de
corte, el tamaño del bloque que se habría obtenido, y la presencia de grandes
bloques del mismo material en sitios vinculados a la cultura Tiwanaku, sugieren
que Jaqi Kayu sirvió de cantera durante la era Tiwanaku.
³Uno de los grabados que más llama la atención es la figura de una testa de
camélido (Figura 10.11). Esta figura fue asociada por los investigadores Portugal
con la cultura Tiwanaku (Portugal Zamora y Portugal Ortíz 1975b). Es indudable
que la ornamentación que muestra la figura podría tener relación con el
apéndice ocular que denotan algunas de las figuras de Tiwanaku. Sin embargo,
este elemento podía haber sido utilizado durante la época Pacajes sin perder
continuidad con la tradición anterior. Lo poco que se conoce acerca de las
prácticas rituales posteriores a la desintegración de Tiwanaku impiden efectuar
una evaluación cabal y justa.´ (289-290).
³La asociación de los petroglifos del Cerro Pukara es directa con la cultura
pacajes, debido a que el asentamiento tiene un solo componente cultural, como
lo demuestra la cerámica de superficie y de excavación. En contraste con los
petroglifos de Jaqi Kayu, el afloramiento de arenisca donde fueron grabadas las
figuras mide solamente unos 1.5 por 2.3 metros, y tiene una textura mucho más
rústica. La presencia de un cérvido y un zorro indican que la caza de estos
animales en la región fue probablemente importante. La figura antropomorfa,
aunque a manera de cruz, y los otros elementos que componen el panel,
exhiben relación con Jaqi.Kayu en la técnica de grabado.
¬ . ¬(
³De acuerdo con los modelos de organización del ayllu "mayor" y de las
confederaciones aymaras se explica que la fragmentación de un orden superior
(el Estado segmentario de Tiwanaku) debió ser el resultado de la dialéctica
interna que engendra el copio económico. La ideología busca reproducir
activamente, mediante obras y actos públicos, el carácter benévolo y fructífero
del sistema. Este frágil balance entre el éxito (reproducción) y el fracaso
(fragmentación) se encuentra condicionado a la capacidad de toda proyección
que ejerce la cúpula política. En la colectividad aymara, esta élite ocupa ese
privilegio debido al consorcio que mantiene con el personal especializado en el
conocimiento de los ciclos naturales y encargado del presagio y la divinación.
Cuando Iako (1992:102) señala que "los jilaqatas ya no saben rezar", haciendo
alusión a lo expresado por un campesino del ayllu "mayor"Watari (Salinas), se
sintetiza el deterioro en la principal cadena ritual que garantizaba la reproducción
de la sociedad mayor en su conjunto. A1 romperse el "ritmo de la costumbre no
podía ya adentrarse en el antiguo `sendero de la memoria' (amtañ t'aki)" (Izko
1992:102). Este proceso de ruptura de la cadena ritual, la misma que aseguraba
la reproducción simbólica de la coalición de ayllus, culminó en el escepticismo, el
desencanto y la desconfianza en la capacidad de los jilaqatas y sus yatiris para
otorgar garantías de los beneficios que con anterioridad eran percibidos por los
segmentos menores. Si bien el ejemplo de Salinas de Garci Mendoza es
específico para su tiempo y su realidad histórica, algunos elementos del mismo
barajan una serie de posibilidades que enmarcan a la interpretación de la
fragmentación de la hegemonía Tiwanaku y sus resultados. Pero antes de
propinar alternativas de explicación del fenómeno de fisión, es importante hacer
una evaluación del registro arqueológico y de las hipótesis que al presente han
sido utilizadas para explicar el "colapso" de Tiwanaku.´ (291).
³El argumento del supuesto origen común de los ayllus y las Ch¶ullpas se
encuentra claramente plasmado en las siguentes aseveraciones: "El ayllu fue un
sistemaorganizativo inventado y promovido durante el periodo Intermedio
Tardío en el norte del Perú, cuando gobiernos estatales surgían en territorios
vecinos." « "El ayllu fue creado por miembros mayores del linaje para promover
intereses personales y para resistir la organización estatal basada en una
estructura clasista" (Isbe111993:9; énfasis añadido). En términos teóricos,
considero que nuestro esfuerzo por entender procesos y trayectorias evolutivas
de la sociedad humana, en general, no puede agotarse en el paradigma de la
arqueología de finales del siglo pasado y de comienzos del presente, cuando se
enfatizaba la invención primaria y única de determinado rasgo cultural en un
centro y la diseminación a través de migración o de difusión. Aunque la sociedad
humana posee el poder de cambio, mediante el empleo de ideologías y
tecnologías, su influencia no actúa como un timón racional de todo el complejo
de factores que guía su desarrollo histórico. Es el contexto de las propiedades
que emergen en determinada situación el que condiciona un compromiso
histórico entre la voluntad humana y las necesidades que debe atender en la
constelación de presiones que le presenta su medio social y natural.
En contraste con el patrón de entierro del sector Urqu, las tumbas Uma-Pacajes
en el Valle Bajo constituyen pequeños pozos, cuya abertura circular en la
superficie se encuentra demarcada por losas, bastante semejantes a una de las
variantes que presentan las cistas Tiwanaku. En las excavaciones realizadas en
LV-23, se encontraron tres tumbas en cista, la primera de las cuales contenía los
restos de dos individuos; un adulto (40+ años) de sexo masculino y un individuo
jóven (alrededor de 18 años). La segunda estructura funeraria contenía los
restos de un adulto (40+ años), mientras que en el otro entierro yacía la
osamenta de un jóven adulto, de sexo masculino. Todos estos entierros fueron
hechos en cistas de escasa profundidad y con algunas losas que demarcaban la
forma circular de la tumba (Figura 10.7).
¬
/
<
¬ !
Dos unidades cerámicas caracterizan al periodo entre 1470 y 1540. Por un lado,
se encuentra el estilo cusqueño, de probable importación, y por otro una
manifestación local que copia algunos de los elementos inkas y los fusiona con
elementos locales.´ (297).
r
0El resultado de este plan fue la instauración de algunos centros mayores, pese
a que se advierW n 'diferencias importantes entre la parte norte y la mitad sur del
valle (Figura - 11.5). En el sector aparecen tres centros mayores (LV-25, LV-75
y LV-118), mientras que en el sector norte solamente un sitio mayor (LV-164) fue
establecido. Estas diferencias pueden estar relacionadas con la distribución de
recursos, principalmente ligadas a la producción agrícola.´ (298-299).
0El sitio se ubica dentro de los límites del actual pueblo de Guaqui, siendo este
sector distinto al del sitio Tiwanaku. LV-25 es el sitio Pacajes-Inka de mayor
extensión en el valle bajo, con un área aproximada de seis hectáreas.
Aparentemente cl asentamiento fue fundado por Tupac Yupanki, como señala
Mercado de Peñaloza ([1583] 1965). En este documento, el visitador también
indica que el Inka habría obligado a los seis viilorios pacajes que se encontraban
en la zona a congregarse en un solo pueblo. El cálculo poblacional, derivado de
las descripciones de Mercado de Peñaloza, alcanza unas 5000 personas. Por
otro lado, en la Relación se anota que la mitad del pueblo de Guaqui estaba
constituida por gente uru, quienes vivían en casas flotantes, hechas de totora,
cerca de la orilla del Lago Titicaca. Un aspecto significativo al que hace
referencia la Relación es que la otra mitad del pueblo se especializaba en la
producción cerámica ("pueblo de olleros") y que estaba conformada por gente
que tenía tradiciones distintas a las de los pacajes del sur. Mercado de Peñaloza
([1583] 1965:56} señala que esta gente compartía muchas características con
pobladores de la Provincia Umasuyu (Omasuyo), ubicada hacia el este. "Y las
costumbres que tenían antiguamente eran como las que solían tener los indios
de la provincia Omasuyos." La Visita de Diego García Paredes (citada en
Parssinen 1992:359) confirma la conformación bi-étnica de Guaqui (capítulo 4),
identificada ya como una marka.´ (303-304).
³La construcción moderna de casas, calles y edificios públicos ha cubierto gran
parte de la antigua marka. En campos abiertos, detrás de la iglesia y en las
cercanías del cementerio, se identificaron altas densidades en la distribución de
fragmentos cerámicos. En visitas a algunas casas del pueblo se pudo constatar
que en los trabajos de construcción o remodelación de patios y cuartos se
encontraron varios ceramios y piedras talladas.
/$7" ¬
/$& r )
/$%3
³El análisis estadístico de "vecino más cercano" demuestra que los sitios
mayores se encuentran distribuidos en forma regular en el sector sur del valle
(Tabla 11.3). Asimismo, en este sector, los sitios menores se agrupan alrededor
de los sitios mayores. Los sitios pequeños (menos de una hectárea) se
distribuyen en forma regular alrededor de sitios intermedios (entre una y tres
hectáreas), aunque este fenómeno puede relacionarse a la relativa
concentración de los primeros en la parte este de este sector.´ (305-306).
La influencia inka en el Valle Bajo de Tiwanaku, y por ende, en gran parte del
territorio Pacajes, fue limitada debido a la conquista española. El establecimiento
de centros mayores, hacia finales del siglo XV, tuvo el propósito de facilitar y
coordinar la extracción de la fuerza del trabajo y del tributo en la región. En
forma análoga a varias otras regiones, la base del Estado Inka dependió de la
promoción de las élites locales (D'Altroy 1992; Hastorf 1986; Moseley 1992:49-
80; Pease 1982)(53). La fundación de estos centros, sin embargo, no trajo
cambios radicales en la distribución del valle en su conjunto. Al parecer, la
influencia inka se vio limitada a la institucionalización de una norma
administrativa, la cual, en cierta medida, fusionó a parte de la población en
núcleos mayores. La dispersión de sitios que caracterizó al Pacajes Temprano
siguío siendo una característica de la región.´ (307).
³Es aún prematuro afirmar si es que los campos de cultivo en terrazas (parte sur
del valle) servían como zonas de producción de excedente. En el caso de los
camellones, ubicados en la parte norte del valle, es probable que éstos ya no
hayan servido las _ funciones agrícolas de otras épocas. En tal sentido, el
variado número de asentamientos mayores que los inkas establecieron en uno y
obro sector del valle parece relacionarse con esta contingencia en el potencial
agrícola de la región. El abandono de los camellones es sorprendente, dado que
los mismos, mediante varios proyectos de rehabilitación demuestran su inmenso
potencial productivo (PELT/INADE-IC/COTESU 1992). La extenuación de esta
tecnología pudo haber seguido un proceso paralelo al deterioro de determinados
factores climáticos (Cardich 1985; Kent 1987). Ortloff y Kolata (1993) sugieren
que los cambios climáticos hacia comienzos del segundo milenio fueron
responsables del abandono de la agricultura en camellones, lo cual produjo el
colapso de Tiwanaku. A la luz de la evidencia arqueológica del Valle de
Tiwanaku (Albarracin Jordan 1992; Albarracin-Jordan y Mathews 1990;
Albarracin-Jordan et al. 1994; Mathews (1992) y de la Pampa Koani (Graffam
1990, 1992; Janusek, comunicación personal), es improbable que los
camellones hayan sido abandonados hacia inicios del presente milenio. No
obstante, a la llegada de los inkas al valle, estos campos de cultivo se
encontraban en desuso. En ninguna de las fuentes etnohistóricas se encuentra
referencia alguna acerca de los suka-kollus. En cuanto a las cotas se refiere,
tampoco existe fuente escrita, ya sea crónica, visita o relación que haga
referencia a las mismas. Pese a que las cotas todavía son utilizadas en sectores
del altiplano peruano (Flores Ochoa 1987), las del Valle Bajo de Tiwanaku
quizás fueron abandonadas durante el Periodo Colonial Temprano.
¬
-
/
<
¬
¬ !
r
0Los centros mayores que se habían fundado por la presencia inka en la región
fueron disueltos al caer el Tawantinsuyu. Ulterior al desmoronamiento de la
organización inka, al parecer, no quedaron sitios de gran tamaño, aunque esta
observación puede, en parte, no ser tan acertada; esto debido a que existen
documentos etnohistóricos que dan cuenta de la presencia de grandes pueblos
en la Provincia Pacajes, incluyendo el pueblo de Guaqui (Mercado de Peñaloza
[1583] 1965). Para el valle bajo, empero, no se hace alusión a mallkus, jilaqatas,
o caciques, lo cual contrasta con la información que se brinda acerca de los
lupaqas o de los Urqu-Pacajes de Jesús de Machaca, donde poderosos mallkus
decían tener ancestros en antiguos líderes étnicos (Bouysse-Cassagne
1987:.303-321; Diez de San Miguel [1567] 1964:347).
³El análisis de "vecino más cercano" muestra que en el sector norte del valle los
sitios se agrupan, pese a que el resultado de una distribución regular para sitios
menores a una hectárea alrededor de sitios de mayores dimensioñes se debe a
la mayor concentración de estos últimos en el sector este del valle (Tabla 12.3).´
(312-313).
³En la parte sur, los sitios muestran un claro agrupamiento (Tabla 12.4). La
división de sitios, en las categorías definidas, refleja solamente divergencias en
extensión, siendo que las diferencias entre sitios mayores y menores no son
amplias.
¬
*
¬
³Más de 3000 años de ocupación humana en el Valle Bajo de Tiwanaku han sido
descritos y evaluados en los capítulos anteriores. No se ha intentado globalizar,
en su área geográfica, el conjunto de las relaciones sociales principales que se
dieron en los Andes centro-sur; tampoco se ha pretendido agotar todas las
alternativas de explicación de los distintos sistemas de asentamiento que se
dieron a través del desarrollo de la sociedad prehispánica. Sin embargo, el Valle
Bajo de Tiwanaku, desde que asoman sus primeros colonizadores, aparece
siempre como parte de un sistema más amplio de interacciones. Las tendencias
del sistema, tanto en situaciones de estabilidad como de cambio, se encuentran
explícitamente estampadas en el registro arqueológico de la región. La
investigación sistemática de los restos materiales encontrados muestra que el
valle bajo no fue un mero apéndice, sinó que él constituyó uno de los principales
ejes de la dinámica de desarrollo cultural que caracterizó a la formación de
Tiwanaku. El surgimiento de este centro andino está, precisamente, en relación
con el resultado de la evolución de exitosas fusiones y de hegemonías,
progresivamente globalizantes, las cuales llegaron a alcanzar dimensiones pan-
andinas.´ (315).
Fue dentro de este contexto de múltiples tradiciones locales que las coaliciones
de grupos se fueron haciendo cada vez mayores, dando origen a niveles
políticos de mayor alcance e influencia. Los primeros siglos de nuestra era
marcan un periodo de desarrollo que precisamente muestra el surgimiento de la
fusión de segmentos, del cual surgen pequeñas hegemonías, plasmadas en
Pucara y Tiwanaku, manteniéndose, sin embargo, las tradiciones locales.
³Una característica notable de la asociación que muestran los sitios con campos
agrícolas es la partición que se advierte entre los sectores norte y sur del valle.
Los campos elevados de cultivo se encuentran casi exclusivamente en la mitad
norte, mientras que las cotas y los andenes se ubican en la mitad sur. Aunque
existen factores geomorfológicos y edafológicos que, en cierta medida, justifican
la construcción de campos de cultivo en determinadas zonas, la variabilidad
dentro de los sistemas de cultivo dan aún mayor fuerza al argumento de
segmentación, siendo que el conocimiento de las tecnologías agrícolas se
encontraban en manos de los diversos segmentos sociales del valle y no así en
manos de "ingenieros hidráulicos". Por otro lado, la utilización de diversas
tecnologías agrícolas demuestra que el surgimiento, florecimiento y eventual
colapso del sistema de camellones no puede ser considerado como el
"marcapasos" de la trayectoria de expansión y declinamiento de Tiwanaku. La
base agraria de Tiwanaku estuvo conformada por un espectro tecnológico mayor
que incluía el cultivo en andenes y cotas.´ (320-321).