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Universidad Politécnica Salesiana

Ingeniería Civil

Nombre: Carrillo Alex

Nivel: 9

Grupo:1

Tema: Ética Militar

La ética militar, abiertamente transgredida, es una ética de servicio público, general para
toda la institución y se compone del conjunto de normas y principios que orientan las
acciones militares. En cambio, la ética personal es el conjunto de creencias y valores
que orientan la vida interna del mundo militar, complementariamente y al margen de lo
que le imponen sus obligaciones profesionales.

En determinados momentos y circunstancias extremas, la ética personal puede inhibir


las obligaciones de la ética pública (profesional o de servicios), como ocurre con la
objeción de conciencia, pero se trata de un caso extremo y que, en relación con el
mundo militar, inhibe totalmente el ejercicio o pertenencia profesional.

En ningún caso puede permitir (ni aún por cariño paterno) usar un espacio o
instrumento profesional para expresar sus emociones borrando la doctrina institucional
del Estado de Chile sobre el respeto a los Derechos Humanos. Menos aún puede
permitirlo el director de la Escuela Militar en un ámbito de su responsabilidad.

Más allá de que las FF.AA. constituyen un servicio público encargado profesionalmente
de otorgar al país el bien seguridad y defensa exterior, para lo cual reciben no solo
recursos materiales sino la función del ejercicio del monopolio de la fuerza legítima de
que está dotado el Estado, lo que ha quedado finalmente en evidencia es que jamás ha
habido en el Ejército un mínimo acercamiento o preocupación ética formativa en
materia de Derechos Humanos.

Ello no proviene de cursos especiales ni de enseñanzas acerca de cómo tratar


prisioneros o usar la fuerza en los modos militares operacionales, sino cómo impregnar
de civismo a la institución, para que el respeto por las personas, incluido el enemigo, sea
el vector central de la acción militar.
Nada hay de cívico en una dictadura, ni siquiera el hecho de que civiles como Jaime
Guzmán sean los principales inductores teóricos de quienes, como primer acto, niegan
el civismo de los Derechos Humanos.

Por ello, nada que se refiera a la ética militar puede abstenerse u omitirse en el
desarrollo de los procedimientos operativos y de trabajo de las instituciones castrenses,
ni en el establecimiento de sus sistemas organizacionales o la creación de sus
estructuras, si ellas de alguna forma merman el compromiso ético de todos sus
componentes. De ahí tanta regla, pues la conducta de los militares está regida por un
conjunto de criterios establecidos por el Código de Justicia Militar, por el Reglamento
de Disciplina para las Fuerzas Armadas.

Los militares argumentan que la formación de su cultura está constituida por los
fundamentos filosóficos, éticos, morales, sociales y vocacionales de su profesión
militar. Por lo tanto, constituye un cuerpo de tradiciones y legados históricos que se
fortalecen por el pasado y se proyectan hacia el futuro, a través de las personas que
pertenecen a la institución militar.

Así lo dice su último documento de formación y doctrina, que data de 2018. Resaltando
virtudes militares como disciplina, lealtad, honor, valor, espíritu de cuerpo, abnegación,
cumplimiento del deber, integridad, respeto, espíritu de servicio y subordinación al
derecho. Dada la impudicia de las transgresiones, es poco lo que puede creerse en tales
declaraciones.

Fuera de estas declaraciones, vacías a la luz de la crisis que estamos observando, son
escasos los instrumentos del poder civil para actuar y pedir consecuencia. Queda solo la
convicción y voluntad política de que efectivamente tenemos un servicio público de
Defensa Nacional, basado en valores republicanos, y no un conglomerado de
profesionales de las armas, que actúan como si fueran un ejército privado y oficiales que
piensan que los recursos que el país les entrega son propios y no sujetos ni a control ni a
límites de ética y valor social.

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