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Derecho penal especial II.

Línea jurisprudencial: Fraude procesal.

Presentado por:

Brigitte Carolina Anaya Fuentes

Ismael Atencia Peralta

Gabriela Caro Herrera

Deisy Sainith Salgado Moreno

Melissa Tovar Martínez

Cristian Puello Bello

Mateo Pérez García

Presentado a:

Magdalena Otero Dávila.

Universidad tecnológica de Bolívar.

Octubre 25 de octubre de 2019

Cartagena de Indias
IDENTIFICACIÓN CRONOLÓGICA DE JURISPRUDENCIA

Sentencia Magistrado ponente:


28562-2008 Augusto Guzmán
8 de junio de 2008
Sentencia Magistrado ponente:
SP41205-2013 José Bustos Martínez
24 de julio de 2013
Salvamento de voto Magistrado:
AP5402-2014 Eugenio Fernández
10 de septiembre de 2014
Sentencia Magistrado ponente:
SP17351-2016 Gustavo Malo Fernández
30 de noviembre del 2016
Sentencia Magistrado ponente:
SP5394-2017 Luis Salazar Otero
19 de abril de 2017
Sentencia Magistrado ponente:
SP11806-2017 Eyder Patiño Cabrera
02 de agosto de 2017
Sentencia Magistrado ponente:
SP3631-2018 Patricia Salazar Cuellar
29 de agosto de 2018
Sentencia Magistrado ponente: Patricia
SP1677-2019 Salazar Cuellar.
08 de mayo del 2019
Sentencia Magistrada ponente: Patricia
SP2299-2019 Salazar Cuellar.
14 de mayo de 2019

1. ¿Cuál ha sido la tesis de la Corte para condenar a una persona por el tipo

penal de Fraude procesal? ¿Existen variaciones o se ha mantenido en su

misma línea?

La jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia frente al delito de fraude procesal

presenta tesis no pacíficas, es decir no convergentes frente a los elementos necesarios

para su configuración y los criterios utilizados para condenar a un sujeto por el delito en

mención. En algunos aspectos que determinan su tipicidad se ha mantenido en una

misma dirección o regla, por ejemplo, la necesidad de que se induzca en error al


servidor público, es decir afectar su percepción de la realidad; esto a través de un medio

fraudulento apto para lograr viciar el consentimiento.

Para que determinado comportamiento configure el delito de fraude procesal, se

requiere que quien pueda inducir a error a una autoridad tenga el deber jurídico de decir

la verdad o de presentar los hechos en forma verídica, en otras palabras, se presenta

cuando una persona interesada en resolver determinado asunto que se adelanta ante

alguna autoridad judicial o administrativa, provoque un error a través de informaciones

falsas, todo ello con la finalidad de obtener un beneficio, con la utilización de medios

fraudulentos en una actuación judicial o administrativa.

La Corte ha sido enfática en que es un delito de mera conducta y de ejecución

permanente, es decir que basta con el hecho de que el sujeto activo despliegue las

acciones encaminadas a inducir en error al servidor público con el propósito de que

profiera una decisión judicial o un acto administrativo contrario a la ley, esto indica que

no es necesario con que se produzca el resultado o consecuencia jurídica esperada (que

se profiera la decisión contraria a la ley), en síntesis, el delito se consuma desde que se

produce el error. Por lo tanto, el bien jurídicamente tutelado – la eficaz y recta

impartición de justicia- resulta lesionado con la sola acción de faltar a la verdad o alterar

situaciones para engañar al funcionario público.

La inclusión del ingrediente normativo “acto administrativo” ratifica de manera clara

que el fraude procesal puede darse sobre las actuaciones gubernativas, también en la

medida en que los medios fraudulentos mediante los cuales se induce en error no solo

van dirigido a los jueces, autoridades o particulares, sino que en general al servidor

público del cual se quiere obtener un acto o resolución administrativa mediante el

engaño. Claro está que toda decisión estatal que es causa por medios fraudulentos
carece de fundamento jurídico, dentro del plano formal o material, ya que surge desde

una actuación ilegítima, es decir, que contraría las disposiciones normativas.

Es necesario cuestionar si el delito de fraude procesal también se tipifica cuando la

actividad pertenece a una función administrativa, sin que necesariamente esta se

relacione de manera formal o material en una actuación judicial, es decir, se analiza si

este delito ocurre únicamente en los procesos judiciales o también aplica en los

procedimientos administrativos.

El bien jurídico protegido por el legislador no hace referencia exclusivamente a

actuaciones propiamente judiciales, sino también a aquellas de carácter administrativo,

en donde haya lugar a adoptar alguna decisión que ponga fin a un trámite previamente

solicitado por el interesado, motivo por el cual el funcionario inducido en error por la

acción del agente puede ser en general cualquier servidor público.1

La inclusión del ingrediente normativo “acto administrativo” ratifica de manera clara

que el fraude procesal puede darse sobre las actuaciones gubernamentales, también en la

medida en que los medios fraudulentos mediante los cuales se induce en error no solo

van dirigido a los jueces, autoridades o particulares, sino que en general al servidor

público del cual se quiere obtener un acto o resolución administrativa mediante el

engaño.2

Este delito no puede supeditarse únicamente a un servidor público que adopte

determinaciones en ejercicio de funciones judiciales, sino, en general, las actuaciones

sobre las cuales recae este artículo pueden tener su ocurrencia en cualquier tipo de

actuación que da origen a un acto administrativo, este delito, en conclusión, puede ser

concretado con cualquier servidor público, por ende, no se limita a un funcionario


1
Corte Suprema de Justicia. SP- 6269- 2014. M.P Luis Guillermo Salazar Otero.
2
Corte Suprema de Justicia. SP1677-2019. M. P. Patricia Salazar Cuellar.
judicial, por lo tanto la conducta punible protege tanto los trámites gubernamentales

como judiciales.

La Corte Suprema establece que el delito de fraude procesal es pluriofensivo, si bien,

está encaminado a la protección de la eficacia y la recta impartición de justicia también

tutela de manera amplia la administración pública, esta determinación se deriva de del

hecho de recaer la acción en un servidor público, esto entendido a la luz del artículo 20

del código penal. Es por esto que de ningún modo puede inferirse de la función

delimitadora que cumple el bien jurídico se relaciona estrictamente con los funcionarios

públicos que administran justicia, autoridades administrativas a las que

excepcionalmente la ley les atribuya funciones jurisdiccionales o con los que

particulares investidos transitoriamente de la función de administrar justicia, porque la

naturaleza pluriofensivo del comportamiento y el sentido de la descripción del tipo

penal permiten señalar que la protección penal abarca la resolución, sentencia o acto

administrativo emanado de cualquiera de ellos.

La voluntad legislativa busca preservar el principio de legalidad, este es un pilar del

estado de derecho, de esto emana el poder público y en torno a este deben regirse los

particulares, ya que estos están sometidos a las determinaciones estatales, debido a que

cuando se emite una resolución, sentencia o acto administrativo contrario a la ley,

implica el quebrantamiento del principio de legalidad, lo cual perturba la recta y eficaz

impartición de justicia, este es el fundamento de la punibilidad de la conducta.

Frente a otros elementos importantes o determinantes para la comprobación de la

tipicidad y antijuridicidad de la conducta encontramos que no existe una tesis única en

la jurisprudencia de la CSJ frente al elemento de las decisiones judiciales o actos

administrativos proferidos en el contexto de la comisión del delito de fraude procesal

más precisamente el problema de la indeterminación frente a lo que debería entenderse


como actos administrativos que resultan susceptibles de ser afectados en su legalidad

por este delito.

En un primer momento, la tesis de la Corte estaba enfocada en la interpretación de los

términos “resolución” y “acto administrativo” contenidos en el art. 453 de Código

Penal, argumentando que dicha interpretación debía hacerse en sentido amplio. Lo

anterior implicaba que, para efectos del mencionado artículo, no solo se tendrían en

cuenta las resoluciones o actos administrativos que se surtieran con ocasión de un

procedimiento judicial, sino que, además, entrarían en esta definición los actos o

resoluciones que se dieran por fuera de estos procesos. Como se cita en (C.S.J. Sala de

casación Penal. Sentencia del 10 de septiembre de 2014. Salvamento de voto. M. E.

Fernández): En la sentencia SP del 31 de julio del 2009 la Corte se refirió al tipo penal

en cuestión, arguyendo que: “los conceptos de resolución y acto administrativo no

deben entenderse de manera cerrada sino amplios en sus contenidos materiales”. Esta

forma de abarcar el delito de fraude procesal, por parte de la Corte, abre la posibilidad

de anexar una multiplicidad de actos o resoluciones a la interpretación del art. 453.

Posteriormente, en la sentencia SP del 7 de abril de 2010 la Corte reitera la tesis de la

providencia anterior, aplicándola al caso de los registradores de instrumentos públicos.

En dicha oportunidad, el Alto Tribunal concluyó que, pese a que los registradores de

instrumentos públicos no son funcionarios judiciales, los actos administrativos que estos

expiden en función de su cargo pueden ser objeto del delito de fraude procesal. Para

complementar su tesis, la Corte hizo énfasis en el carácter pluriofensivo del tipo penal

en cuestión, mencionando que, con la tipificación de la referida conducta se busca la

protección no solo de la recta y eficaz impartición de justicia, sino que, además, se

busca salvaguardar la administración pública como bien jurídico tutelado. Esto amplía

aún más el alcance de la conducta de fraude procesal, dado que, con su comisión,
podrían afectarse no uno sino dos bienes jurídicos. Seguidamente, la Corte Suprema en

sentencia SP del 21 de abril de 2010 muestra una variación de la tesis que venía

manejando hasta entonces respecto del delito de fraude procesal. En la mencionada

providencia la Corte analiza la situación de los notarios, sin embargo, y, pese a la

referencia explícita a la jurisprudencia anterior, la corte se aleja de la primera tesis y

entra a determinar si los notarios:

a) Son funcionarios judiciales,

b) Son autoridades administrativas con atribuciones jurisdiccionales o

c) Son particulares facultados para administrar justicia.

Este análisis representa un cambio sustancial respecto de la configuración del delito de

fraude procesal, pues restringe la comisión de la conducta a la calidad del funcionario

que emite el acto administrativo o la resolución, cuestión que excluye del tipo penal

todas aquellas actuaciones que se surtan por fuera de un procedimiento judicial.

Recientemente, la Corte, en sentencia SP del 8 de mayo de 2019, ha vuelto a

pronunciarse sobre el delito de fraude procesal, acogiéndose a la tesis de la

interpretación “no restrictiva” de los términos “resolución” y “acto administrativo”. En

esta ocasión la Corte analiza nuevamente el caso de los notarios, argumentando que el

delito de fraude procesal no se configura únicamente cuando es el funcionario judicial

quien emite la providencia, resolución o acto administrativo, sino que puede tipificarse

aun cuando el servidor público no ostente la calidad de funcionario judicial. Dada tal

interpretación del tipo penal, contarían, para efectos del art. 453, los actos

administrativos tanto judiciales como gubernamentales, extendiendo así el alcance de la

conducta.
2. ¿Es posible justificar la comisión de la conducta alegando error de tipo?,

¿qué dice la jurisprudencia al respecto?

El error de tipo se entiende como una falta de relación entre lo que una persona

representa en su conciencia y la realidad del mundo exterior.

La sala de la corte suprema de justicia en la sentencia (SP922-2019, marzo veinte (20)

de 2019, M.P. Luis A. Hernández Barboza) ha precisado:

‘‘se caracteriza por el desconocimiento de una circunstancia objetiva (descriptiva

o normativa) perteneciente al tipo de injusto (dependiendo del tipo de

circunstancia del delito), deja impune la conducta cuando es invencible y también

cuando es superable y la respectiva modalidad delictiva solo está legalmente

establecida en forma dolosa. Se configura por tanto cuando el sujeto activo de la

acción desconoce que su comportamiento se adecua aun delito y excluye el dolo

porque afecta su aspecto cognitivo, incidiendo así en la responsabilidad’’ (SP

23/05/07, radicado 25405).

Analizado lo anterior el error de tipo como eximente de la responsabilidad penal en el

tipo penal de Fraude Procesal, se configura cuando el actor despliega acciones pero

estas se hacen con el desconocimiento de la conducta que está realizando, es decir, actúa

con el convencimiento que está dentro de la legalidad o lo hace de buena fe, teniendo en

cuenta que una de las características de este delito es que el sujeto activo actúe con

pleno conocimiento y voluntad de inducir en error al servidor público, es decir que el

dolo esté presente, que la persona quiera y sepa lo que está haciendo, en concordancia

con lo establecido por la corte (sentencia SP6269- 2014, diecinueve (19) de mayo de

dos mil catorce (2014), M.P. Luis Guillermo Salazar Otero).

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