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derecho y de las relaciones entre colegas juristas, con apego a las conductas
ideales plasmadas en la norma.
Ahora bien, acerca de los deberes institucionales previstos en el Código de
Ética del Abogado, éstos se configuran a partir del Artículo 5º y contempla
aspectos que son fundamentales para las actuaciones profesionales, tales como el
la dignidad, la honestidad, la independencia frente a los poderes públicos, los
magistrados y demás autoridades administrativas y el decoro.
Por lo anterior, la línea de conducta profesional que se le exige al abogado en
el cumplimiento de su misión, es la de reservarse la publicidad de aquellos
asuntos que se le han confiado sus representados en el curso de un proceso. Es
importante también que en nombre del decoro que corresponde, el abogado no
haga publicidad de índole comercial indebida que incurra en faltas a la ética.
Otros deberes institucionales se relacionan con el abogado como servidor de
la justicia por lo cual deberá defender los derechos de sus representados de forma
diligente y con apego estricto a las normas jurídicas y a las normas éticas, por
tanto no debería involucrarse en aquellos asuntos jurídicos en los cuales su
criterio personal y conjunto de creencias, colisiones con los de sus representados.
Tampoco aceptará el abogado un asunto en el que tuviere sostener principios
contrarios a sus convenios personales, incluso políticas o religiosas, ni aquellos en
que su independencia se viere obstaculizada por motivos de amistad, parentesco
o de otra índole. En suma, no intervendrá en un asunto sino cuando tenga libertad
para actuar.
De igual manera, el abogado tiene deberes muy especiales para con sus
Asistidos o Patrocinados y en ese sentido la norma extiende sus regulaciones
desde el Artículo 19 al Artículo 46º. Para sintetizar los aspectos principales
comprendidos en ese particular, es necesario citar dos de los artículos que se
pueden considerar sumamente relevantes, como lo es el Artículo 20, el cual
establece que: “La conducta del abogado deberá caracterizarse siempre por la
honradez y la franqueza”, mientras que el Artículo 21 declara que “El abogado
que en el ejercicio de su ministerio, directa o indirectamente, intente o ejecute
actos en concusión, soborno o cualesquiera otros de corrupción, incurre en grave
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falta contra el honor y la ética, sin perjuicio de las acciones penales a que hubiere
lugar”.
Así también, el Código de Ética señala otros de los muchos deberes atinentes
al abogado en su relación con sus patrocinados, como lo son: la prestación
gratuita de defensa a quien no disponga de los medios necesarios; la aceptación
de la defensa de una persona a quién le imputa delito o falta y recurrir a todos los
medios lícitos para obtener la aplicación de la Ley; el deber de mantener estricto
secreto profesional, el cual deberá mantenerse sobre archivos y papeles aún
cuando haya dejado de presentarles sus servicios al patrocinado.
De igual manera, constituye una violación a la ética profesional del abogado,
el comportamiento desleal de celebrar pactos con la contraparte a espaldas de su
representado así como anticipadamente prometer al patrocinado que se obtendrá
éxito procesal. Otro tema crucial en cuanto a la representación procesal, es el de
los honorarios, y en ese particular el abogado debe procurar que exista un
equilibrio con bases en distintos factores como la capacidad económica de su
representado; la laboriosidad del caso y su extensión temporal; la cuantía de lo
reclamado litigiosamente, la experiencia del jurista, la importancia del caso, los
resultados obtenidos y otros factores similares.
Es así, que en aras de preservar los derechos de las partes involucradas, el
abogado deberá debe celebrar con su patrocinado un contrato por escrito, en el
cual se especifiquen las condiciones de los servicios y todo lo relativo al pago de
los honorarios y gastos, que será suscrito por ambas partes.
En lo concerniente a los deberes para con Los Jueces, el instrumento
normativo analizado, instituye en su Artículo 47, que el abogado deberá siempre
prestar su apoyo a la justicia y asumir una actitud respetuosa frente a la misma,
sin que ello signifique que ello deba interferir con la independencia y autonomía
que corresponden en el libre ejercicio de la profesión.
En ese sentido, la interrelación entre el abogado y el juez debe darse en un
marco de respeto, que evite la utilización de vínculos de cualquiera índole para
ejercer indebida influencia o presión sobre el juez para inclinar decisiones a favor
de la parte por el representada. De idéntica manera, se considera una infracción
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grave a la ética, el supuesto descrito en el Artículo 52 del Código de Ética del
Abogado, el establecimiento de tratos privados con el juez y en ausencia de la
parte contraria o sus representantes, respecto a un asunto procesal en curso.
Como se había mencionado, los deberes señalados en el Código de Ética del
Abogado respecto a los colegas abogados, incluye la representación solidaria de
acuerdo a los principios gremiales, tal como menciona Cardozo (1996, p. 79), “la
confraternidad es una noción tradicional y fundamental que obliga a los Abogados
a estar unidos por un lazo que debe ser expresión real de solidaridad”. Esa
consideración le impone cuidados al sustituir a un colega, de cerciorarse de que al
representar a un particular no suplantarlo inadvertidamente y de conservar la
debida cortesía en toda situación. Por último, en cuanto a los deberes para con el
colegio, el abogado debe contribuir activamente a sostener al colegio al cual
pertenece así como hacer esfuerzos en lo particular para que dichos colegios
tengan éxito en lo organizativo.
A manera de conclusión, es preciso afirmar que desde la perspectiva de
estudiante es posible cerciorarse de que el Abogado tiene ante sí la alta y
compleja misión de fomentar con honestidad la solución pacífica y justa de las
disputas jurídicas. Eso requiere del profesional del Derecho un gran sentido del
honor y el favorable reconocimiento de la comunidad que le sirve de contexto, con
mayor justificación en la coyuntura actual en la cual los valores ciudadanos
parecieran estar a la deriva, en medio de las circunstancias difíciles que vive
Venezuela en lo político, lo social, y lo económico.
Por lo anterior, las cualidades que se deben cultivar desde la etapa de
formación en las aulas universitarias, se traducen en: vocación, constancia,
solidaridad, sinceridad, lealtad, discreción, fraternidad, humildad, fidelidad a sus
ideas y a la ley; pero por sobre todas las cosas amar la profesión cultivándose
íntegramente, obteniendo conocimientos, credibilidad, criterio propio, buenos
modales y cuidado de la imagen personal. Finalmente, el abogado debe ser un
seguidor de la ley, pero no debe perder su sentido crítico, para ayudar a cambiar o
mejorar los problemas y retos que plantea la sociedad, donde se espera que el
abogado sea un modelo de persona y en un ejemplo para los ciudadanos.
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Bibliografía
Federación De Colegios de Abogados de Venezuela. (1985). Código de ética
profesional del Abogado venezolano. San Cristóbal: Federación de Colegios
de abogados de Venezuela, a los 3 días del mes de agosto de 1985.
Cardozo D., M. (1996). La ética del Abogado. Caracas: Ediciones Trípode.