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Lección 11 Sección 1
Números
1. Introducción
El libro de los Números ocupa el cuarto lugar del canon y del índice del
Pentateuco en el Antiguo Testamento de nuestras Biblias. Su título en español
traduce el de la versión de los LXX, que en griego es llamado Arithmoi. Así debe su
nombre a que comienza con genealogías y censos. En hebreo, sin embargo, el libro se
llama Bammidbar (en el desierto) que es la quinta palabra hebrea del primer versículo
y que, como veremos, es una descripción más apropiada del contenido del libro.
2. El contenido
Números no hace historia en el sentido moderno del término. Se preocupa
primordialmente por el significado teológico de los acontecimientos narrados. Éstos
tienen su centro en un pueblo llamado aparte – consagrado, llamado a la santidad
como vimos en Levítico- en medio del cual habita Dios, quien es el centro de la vida
de esta comunidad que forma este pueblo a pesar de sus persistentes infidelidades.
Allí se erige su santuario y el campamento es santificado por la presencia divina.
Durante los movimientos a través del desierto, Dios cuida de manera especial a su
pueblo, incluso cuando demandó de Israel una obediencia total a su voluntad según
fuera revelada en la ley y lo puso a prueba.
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A lo largo del
peregrinaje va
enriqueciendo su caudal de
leyes o disposiciones.
Efectivamente, en Números
se incluyen varias
disposiciones litúrgicas y
numerosa legislación
vinculadas a la tradición
sacerdotal. La mayor parte
de ellas procede
indudablemente de un
período posterior, cuando
Mitzpe Ramon, en el desierto del Neguev, entre Egipto y
Palestina el pueblo de Israel ya
estaba asentado en Canaán.
Esas disposiciones, aunque eran varios siglos posteriores a Moisés reflejaban las
condiciones de una sociedad más sedentaria que semi-nómada. Un exigente
calendario religioso y un elaborado sistema de sacrificios son propios de esa
situación. Estos elementos son presentados así de manera que subrayan la
continuidad y prolongación legítimas de la ley dada a Israel por medio de Moisés en
la que se reconoce la comunidad del Israel postexílico. Por otra parte, de esta manera
también le otorgaba autoridad divina y mosaica a dichas leyes en la inteligencia de
que la ley de Moisés - como las propias instituciones sacerdotales -debía marcar la
vida auténtica de Israel en todo tiempo.
Con este libro, los líderes religiosos de Israel, en esa época concreta de crisis del
siglo VI, buscan conectar aquella experiencia de los antepasados que tuvieron que
formarse en pleno desierto, con la experiencia actual de exilio y regreso, de
provisionalidad, de falta de certezas en todos los órdenes con el objeto de reavivar la
fe y la esperanza del pueblo; para echar las bases de la reconstrucción desde una
toma de conciencia de que sólo en Dios existe fidelidad y seguridad. Es importante
notar que no sólo se habla de números, también se habla de leyes y preceptos con los
cuales se busca establecer cómo debe ser la vida del pueblo una vez que haya
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3. El desierto
La extensa perícopa que narra el camino en el desierto va desde Ex 15:22 hasta
Nm 22:1 y constituye el marco de los relatos referidos al desierto. De Ex 19:1 a Nm
10:11 el Sinaí es el escenario del don de la Ley. Para varias tradiciones pre-exílicas el
desierto representa el lugar de encuentro íntimo de Dios con su pueblo. Allí Israel
constituye una comunidad liberada de dominación e influencias extranjeras que goza
de un tiempo privilegiado (aunque provisional) durante el cual caminan y
experimentan una profundización de su relación con el Señor.
El tiempo del paso del pueblo de Israel por el desierto fue a la vez un tiempo de
prueba e incluso de apostasía, aunque en todo caso constituyó un tiempo de
manifestación de la gloria del Señor. Aún si el desierto sigue conservando el carácter
objetivo de lugar desolado y riesgoso, también evoca un momento particular de la
historia de salvación: el nacimiento y organización del pueblo de Dios. Fue voluntad
expresa del Señor que así fuera. Sin embargo, también le hizo la promesa de una
tierra.
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Por un lado, con la denominada ‘Tienda del Encuentro’ (Nm 11:24-25) se refiere a
la época nómada de Israel. De esta manera se expresa la fe en la manifestación de
Dios tanto en la tierra como en el cielo. La tradición cuenta que era utilizada como
santuario portátil en el desierto. De hecho, durante la marcha viene a ser un nuevo
Sinaí, por eso las disposiciones tienen lugar en ella (Nm 1:1). Ha sido santificada
(Nm 1:51). Los israelitas deben organizar su campamento en torno a la Tienda (Nm
2:2). Los utensilios y diversas partes de la Tienda tienen tal santidad que deben ser
protegidos de cualquier contacto ilícito (Nm 4:15). Nm 7 nos habla de la organización
de la ofrenda de las tribus para la dedicación del santuario. Es el lugar del que luego
se dice que allí el Señor habla con Moisés como un amigo íntimo ‚boca a boca‛ (Nm
12:4-8).
Por otro lado, con el ‘Arca’ contenida en la Tienda, cuyo significado teológico es
el de ser un trono divino y, por ende, un lugar consagrado que Dios mismo se
reserva para mostrar su santidad. Así, no debe ser mirada por personas no
autorizadas; ni aún por los levitas (Nm 4:1,18-20) Precedía al pueblo en la marcha.
Cuando era levantada para continuar la marcha el Señor también se levantaba para ir
delante de Israel; cuando era colocada nuevamente en un lugar, el Señor volvía a
reposar en su trono. Por ello es signo de la presencia de Dios y – además- garantía en
situaciones de peligro. Así aparece en el breve poema contenido en Nm 10:35-36. Por
el arca el Dios de la alianza manifiesta su presencia, guía y protección constantes en
medio de su pueblo, para hacer conocer su Palabra y escuchar las oraciones de la
gente, por ejemplo cuando Moisés intercede en favor del pueblo (Nm 14).
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4. Los levitas
A los levitas - dada la sagrada obligación que les confiere su particular estatuto
dentro de la comunidad (Nm 1:50s.) - se los ubica aparte y se los censa también por
otro lado que al común del pueblo, lo que se relata con mayor detalle en los capítulos
3 y 4. También se dan algunos datos sobre su estatuto y sus funciones. Se vuelve a
hablar de ellos en los capítulos 8, 16, 18 y 35. Los textos sacerdotales reflejan la
situación que prevalecerá después del destierro en torno al segundo Templo.
Los levitas no son sacerdotes degradados sino laicos promovidos a una función
cultual de carácter institucional que se hecho necesaria por la organización de un
santuario importante. Están dedicados al servicio de la Morada y de la Tienda,
incluido su mobiliario y su transporte (Nm 1:48-53; 3:5-9; 18:2-4,6). Están
subordinados a los sacerdotes, a su servicio, a título de ‚auxiliares‛ o ayudantes (Nm
3:6-9; 8:19; 18:1-7). Pero no pueden tocar el altar ni los vasos sagrados so pena de
muerte para ellos y los sacerdotes. Su ministerio en Israel es objeto de una elección
por Dios que los escogió en lugar de los primogénitos (Nm 3:11-13, 40-51). Su
pertenencia al Señor se sella en una ceremonia de consagración que se describe en
Nm 8:5-22. Puestos aparte, los levitas son purificados y ofrecidos en un gesto de
presentación. En esa ceremonia participa toda la comunidad pues también el pueblo
del que son separados se los ofrece a los sacerdotes. Tienen como ellos ingresos por
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el diezmo (Nm 18:20-24). También tienen la obligación de dar un diez por ciento de
todo lo que reciben a los sacerdotes. Entonces quedan en libertad de utilizar sus
beneficios como deseen.
Los levitas no son meros delegados del pueblo para asegurar el culto debido a
Dios. Son dados a Dios lo cual significa que la tribu de Leví está perdida como
unidad de combate en el seno del pueblo. Tampoco han de participar de las tareas
vinculadas a la producción agrícola pues, al menos en principio, no se les otorgan
tierras. Inclusive ya no son contados en el número de las 12 tribus de Israel siendo
reemplazados por las semi-tribus de Efraín y Manasés, los dos hijos de José.
Han sido dados para tener una parte más activa en el culto, que es la vocación
del pueblo de Dios. Por su elección pueden acercarse al santuario (Nm 4:19-20;
16:10), cosa vedada bajo pena de muerte al resto. La tarea que con más detalle se
describe es la de transportar el santuario, montándolo a la llegada del campamento y
desmontándolo antes de la partida (Nm 3:25-37 y todo el capítulo 4). Han de
custodiarlo y asegurar el servicio del orden.
Por esa función de guardia e incluso por su sola presencia, los levitas hacen de
pantalla entre el lugar santo y el pueblo, cumpliendo una función protectora de la
que son los únicos responsables (Nm 18:23). Lo que significa que cargan con una
obligación mayor de santidad que los demás.
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5. Los Nazireos
Los nazires eran personas, varones y mujeres, que se consagraban a Dios
manteniendo la observancia de ciertos entredichos o prohibiciones por un período
determinado de tiempo. En los testimonios más antiguos, se trata de un compromiso
asumido de por vida. El único caso explícito es el de Sansón (Jue 13:5-7 y 16:17). Sólo
en Nm 6:1-21 contamos con una descripción más o menos precisa de las obligaciones
del nazireato y principalmente de los ritos que lo acompañan. Las menciones al
nazireato a fines de la monarquía o después del destierro son raras, pero el hecho
mismo de que sea codificado en la legislación sacerdotal da entender que no había
desaparecido.
Habla a los hijos de Israel, y les dirás: «Hombre o mujer que se apartare,
votando voto de lo consagrado, consagrarse a Señor;
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Israel afirmando su pertenencia al Señor. La unción de los sacerdotes (Nm 3:3), por
otra parte, fue introducida luego del período post-exílico.