Sumario; I. INTRODUCCION: teoría y realidad federal. A. Concepto de federalismo: 1. Dos órdenes de gobierno, 2. La Constitución: ley de participación. 3. Descentralización del poder político, 4. El federalismo como un principio de unión, 5, La unión a través de la participación y la autonomía, 6. Reparto de competencias. 7, El núcleo del federalismo: la relación entre poderes. 8. El proceso federal. Conclusión, B. La realidad federal. — II. EL FEDERALISMO Y UNA NUEVA PROPUESTA: LAS RELACIONES ENTRE PODERES. — III. EL FEDERALISMO ARGENTINO: Origen y significado histórico del mismo. — IV. LAS RELACIONES ENTRE EL PODER NACIONAL, LAS PROVINCIAS Y LOS MUNICIPIOS, A. El texto constitucional: 1. La Unidad nacional preexistente. 2. Constitución mixta. 3. Supremacía de la Constitución Nacional, 4. Soberanía nacional. 5. Reflexiones sobre el federalismo de la Constitución de 1853/60 B. El comportamiento federal. 1. Desborde del federalismo. 2. El centralismo fruto de la evolución natural del poder. 3. El centralismo promovido por factores perversos de distorsión. 4. El centralismo promovido por la debilidad provinciana. 5. La reacción provincial. —V. EL FEDERALISMO LUEGO DE LA REFORMA DE 1994: balance. I. INTRODUCCIÓN: TEORÍA Y REALIDAD FEDERAL Entre los órganos nacionales, provinciales y locales o municipales, hay relaciones de poder que se ponen de manifiesto en autoridades, competencias, dominios y jurisdicciones diversas. Relaciones que se engloban en el término genérico de federalismo, sistema político presupuesto del contenido de la rica temática de esta obra. En efecto, sin federalismo no hay derecho público provincial. Sin embargo, pese a parecer un apríori, en realidad no lo es. No es el hito que marca el comienzo del camino, sino muy por el contrario pensamos que es el obstáculo inicial que corta el acceso a la verdad en este tema. Esta dificultad inicial para llegar a un concepto de federalismo ya ha sido señalada por los autores en épocas diversas y atribuida a causas diferentes. Así es sabido, que debido a los distintos orígenes hay tantos federalismos como estados federales existen. También somos conscientes que resulta imposible reducir la realidad a un esquema lógico porque lo humano está "muchas veces precisamente, privado de lógica y finalmente nos resulta evidente que el federalismo es un fenómeno y que, como la mayor parte de los fenómenos y procesos socio-políticos, es de una gran complejidad debido a que los elementos que ¡o conforman no son inmutables sino qué varían, y en tal medida, que casi nos atrevemos a decir que lo que permanece es sólo la relación existente entre ellos. Allí radica la gran dificultad doctrinaria del federalismo. En la búsqueda de resolverla se recurre a la elaboración de un modelo federal, conceptualizador de la compleja situación, Sin embargo la formulación de ciertos postulados no resuelve el problema de la confusa realidad. “Un modelo es una imagen, una versión, simplificada y a escala reducida de la realidad". Es, según el diccionario de la Real Academia, un esquema teórico de una realidad compleja que se elabora para facilitar su comprensión y el estudio de su comportamiento. Y en la capacidad de adecuación a la realidad reside el valor de modelo, su legitimidad. Como vemos, el modelo se asienta en la realidad y en la teoría que la explica; ésta es, un conjunto de leyes que sirven para relacionar determinado orden de fenómenos y ya adelantamos que estamos convencidos de que no hay una teoría federal universalmente aceptada, Con lo que careciendo de teoría y siendo la realidad federal compleja y confusa resulta dificultoso obtener un modelo federal con cierta perdurabilidad. Ante la imposibilidad señalada es tentador recurrir al uso de metáforas como bien dice López Aranguren, o sea, al empleo de las palabras en un sentido distinto del que propiamente les corresponde y así podernos formular un enunciado tal como "Argentina es federal, Estados Unidos; es federal”. Esta práctica, aunque no tiene la riqueza del modelo, nos aportará los elementos indispensables para redefinir y organizar el conocimiento del federalismo. Como apunta Burdeau la variedad misma de los sistemas federales conduce a la imprecisión del más pequeño común denominador y transforma en muy aleatorio el descubrimiento de un criterio común. Pese a lo señalado, no podemos resignarnos a ver solo las diferencias a fin de no violentar la realidad concreta pero, tampoco, podemos hacer caso omiso de ellas para construir una elegante teoría, con sólidos argumentos jurídicos que desdeñando la diversidad desconozca lo real. Se trata pues de conciliar teoría y realidad. Poniéndonos de acuerdo respecto de ciertas pautas teóricas y tomando las relaciones variables del federalismo, podemos alcanzar la punta del ovillo que debemos desenredar a lo largo de nuestra exposición. En esta tarea, fundamentalmente, debemos tener en cuenta que el federalismo es un hecho social, que tiene versiones jurídicas distintas. Entendiendo esto, la visión del federalismo argentino no será una visión incompleta, sino el respeto por lo real en toda su dimensión fenoménica. La teoría, que importa una descripción abstracta de la estructura del estado federal, debe tener su sustento en la particularidad real. A. Concepto de federalismo Ahondar en la doctrina para extraer un concepto de federalismo es una tarea extensa, por lo que sólo tomaremos algunos autores, aquellos que a lo largo de nuestro estudio marcaron notas significativas en la comprensión del tema. Dado que esta idea federal de gobierno tuvo su primera manifestación constitucional en EE.UU nos parece oportuno comenzar por un comentario que Hamilton hace sobre dicha carta: “La constitución propuesta lejos de significar la abolición de los gobiernos de los Estados, los convierte en parte, constituyente de la soberanía nacional, permitiéndoles estar representados directamente en el Senado y los deja en posesión de ciertas partes exclusivas e importantísimas del poder soberano". 1. Dos órdenes de gobierno De lo expuesto aparece el primer elemento del estado federal que consiste en la presencia de dos órdenes de gobierno que participan del poder estadual. Esta participación surge de la constitución, más aún ella es la garantía de su existencia, en tanto, claro está, que la constitución tenga validez y vigencia, ya que estas condiciones aseguran la perdurabilidad de sus instituciones. En nuestro caso los principales actores federales son sin duda, la Nación y las provincias, sin perjuicio de recordar el importante papel que también les cabe a los municipios y a la ciudad de Buenos Aires, sobre todo después de la reforma constitucional de 1994, que reconoce la autonomía a los primeros en el art 123 y un régimen de gobierno autónomo a la segunda en el art. 129. 2. La constitución: ley de participación La constitución es pues una ley de participación, otro elemento de la forma federal. Sin embargo, la constitución no basta por sí, para crear un equilibrio entre los órdenes de gobierno sino que el equilibrio entre los órdenes de gobierno, habrá de asegurarse en el transcurso del tiempo mediante un crecimiento federal que será la auténtica garantía de participación. No obstante, la constitución reviste una importancia fundamental en el estado federal ya que es la forma como se exterioriza la institucionalización del poder. Ella es el único fundamento jurídico. Es la fuente de las prerrogativas de los estados miembros y de la integridad estadual. 3. Descentralización del poder político Esta constitución a su vez responde a un tipo de ordenamiento jurídico: la descentralización. Un nuevo elemento confluye a conformar el concepto de federalismo. Kelsen sostiene que la centralización y la descentralización no son formas de organización estatal sino de ordenamientos jurídicos que difieren en cuanto a la diversidad de sus ordenamientos legales y a las esferas de validez de sus normas jurídicas y órganos encargados de su aplicación. En la descentralización “hay normas válidas en todo el territorio y normas que sólo valen en una parte de éste". Esta descentralización surge de un movimiento espontáneo del poder que según las distintas comunidades, tiende a concentrarse o desconcentrarse, conforme operen sobre él fuerzas centrífugas o centrípetas. Si en una comunidad se busca la unidad, habrá concentración de poder; si en cambio se busca la unión habrá desconcentración. Federalismo no quiere decir unidad, sino unión de diversidades. 4, El federalismo como un principio de unión La originalidad y el valor del federalismo consiste en que no apunta a una unificación total. "No sólo que deja subsistir la libertad de los diferentes grupos que une, sino que además utiliza esa libertad para fundar la autoridad del poder federal". Esta idea desarrollada por Burdeau nos parece esencial para la comprensión del federalismo. Es preciso tener en claro que en él, hay más que dos órdenes que participan en el gobierno. Que no basta que haya una ley que garantice ésta participación y que ella sea la fuente de la misma, que se base en una descentralización jurídica que exterioriza una división del poder, sino que lo más importante es que la fuerza del federalismo radica, en la capacidad de conformar una comunidad incluyente, con autoridad propia, que le viene dada por la que con libertad ejercen las comunidades incluidas, Hay aquí un nuevo elemento del federalismo, su capacidad unitiva. Federalismo no es sólo dos órdenes de derecho que coexisten en forma más o menos armoniosa, es conjunción de las particularidades en función de un bien superior, nacional. La unidad nacional se busca a través de la diversidad regional. La esencia de la federación estriba en que conjuntamente con la dualidad de la existencia política, que genera naturalmente conflictos, existe la posibilidad de superación de los mismos, por el principio de unión política, que concilia los distintos intereses. Por eso dice Carl Schmitt que la federación consiste en esa vinculación existencia! y ese equilibrio. Este principio unitivo no destruye la personalidad de aquellos a quienes une, sino que multiplica sus relaciones, conformando un proceso dinámico, dirigido a un fin de bien común. Como es un proceso que surge de los valores comunitarios existentes, se asienta en ellos y los acompaña en las transformaciones que sufren. Estos valores a que hacemos referencia difieren según las comunidades de que se traten y son la respuesta a la pregunta acerca del origen o las causas del federalismo. Así suelen mencionarse, unidad o diversidad de raza, lengua, religión, necesidad de satisfacer un interés común, factores económicos, territoriales, políticos, etc. Ninguno de ellos promueve por sí solo la fórmula federal, pero sus influencias convergen a consolidar, a institucionalizar la unión de las colectividades diversas. Y en esta tarea el principio nacional es el factor más poderoso en la edificación de una comunidad política, Este se pondrá en movimiento a través del juego de la participación y la autonomía. 5. La unión a través de la participación y la autonomía He aquí un nuevo elemento del federalismo. Así habrá federalismo si cada estado asociado tiene la posibilidad de participar en la toma de decisiones que hacen al interés común. (Sin duda el problema se presenta al fijar el volumen de la participación). Pero es necesario además que el poder que rige la unión, sea custodio de la autonomía de sus miembros. Y en esta tarea debe existir un clima de cooperación para el logro de los verdaderos intereses del grupo. Un espíritu de grandeza es el condicionante dé la unión. De esta manera las tradiciones regionales esenciales se mantienen intangibles dentro de la necesaria unidad nacional y ésta lima susceptibilidades, diferencias y parcialismos consolidando un sentimiento nacional. 6. Reparto de competencias En el juego de los principios de participación y autonomía se desemboca en un reparto de competencias entre los distintos órdenes de gobierno: el nacional y el provincial, el central y el local. Apuntamos un nuevo ingrediente federal. Este reparto de competencias viene impuesto por una necesidad de restringir. Como bien expresa Friedrich por encima de las particularidades existe una tendencia limitadora a fin de lograr una organización que concibe intereses conjuntos, los que por otra parte están en rápida evolución. Pensar en esta idea de restricción a los poderes de los dos órdenes de gobierno despierta la polémica especialmente cuando el principio federal se asienta en una comunidad que ya ha ejercitado sus autonomías locales y desea mantener su autogobierno. Tal el caso de nuestro federalismo, en el que más de las veces se ha puesto el acento en la división de competencias, y no en la finalidad a la que la misma sirve. 7. El núcleo del federalismo: la relación entre poderes Retomando lo expuesto por Friedrich, este reparto de competencias impuesto por una necesidad de limitar, destaca un nuevo elemento del federalismo, ya que hace que las partes se contacten, se relacionen a fin de buscar la forma más eficaz de realizar el interés mutuo. El federalismo es un conjunto de vinculaciones, de relaciones, tendientes a dar respuesta a los objetivos comunes que surgen de los valores compartidos por las comunidades diversas. Y esta respuesta es siempre singular. Cada federación tiene la suya. Entendemos que no puede hacerse al respecto ningún tipo de generalizaciones. La distribución de competencias y la forma de vincularse de los distintos órdenes de derecho es una cuestión de orden práctica. 8. El proceso federal Por esto, como ya lo adelantáramos, el federalismo es, finalmente, un proceso y sus elementos son variables interrelacionadas, por lo que estas divisiones de competencias y las relaciones que generan, se modifican según las circunstancias de tiempo y lugar. E! proceso federal marcha conjuntamente a la evolución de la comunidad; si en ella, las relaciones entre los distintos órdenes de poder están equilibradas se producirá un avance del principio federal, si en cambio no hay suficiente compensación entre las facultades que se comparten y las que no se comparten habrá un retroceso federal. Es por esto que Friedrich dice que el federalismo es un proceso de crecimiento intracomunitario. Con lo dicho, creemos haber denunciado las más importantes constantes que siempre están presentes en la forma federal: 1} hay dos órdenes de gobierno; 2) éstos surgen de una ley de participación que es suprema; 3} existe una descentralización del poder político; 4) pese a la dispersión del poder entre diferentes órdenes jurídico-político, existe unión, porque precisamente, el federalismo es en sí, un principio unitivo que cuenta con la diversidad; 5) La posibilidad de unión se basa en un claro sentimiento de bien común nacional; 6) este factor nacional se moviliza respetando los principios de participación y autonomía; 7) de estos principios nace la necesidad de deslindar competencias; 8) este reparto de competencias es en función de un fin de servicio a los intereses comunitarios; 9) en virtud de la distribución de competencias los protagonistas del federalismo se vinculan de diversas maneras. El federalismo es relación, y 10) finalmente como es un proceso de crecimiento intercomunitario, su ínsito dinamismo hace que las relaciones varíen según las circunstancias de tiempo y lugar. Estas pautas son en general aceptadas por la doctrina pero ello no hace más fácil la tarea de conceptualizar el tema. De ahí la decantada experiencia de Frías quien señala ciertas condiciones mínimas sin las cuales no existiría federalismo. Prefiere ejemplarizar a teorizar. CONCLUSIÓN Resulta pues imposible dar un concepto comprensivo de la descripción de cada uno de los elementos del proceso federal, nos basta con haberlos enunciado y concluir con la idea que Xifra Heras tiene sobre el federalismo la que nos parece la mejor síntesis de lo que hasta aquí hemos señalado. Dice el citado autor que "el principio fundamental del federalismo es que no aspira a fundir ni a separar, sino a articular a guiar. Establece la unidad dentro de la variedad, se basa en un criterio de flexibilidad que permite que se completen los conceptos de autonomía y orden, de libertad y de seguridad ". B. La realidad federal Para Corwin "un régimen es federal cuando una constitución divide el poder político entre un gobierno central y varios gobiernos locales dando a cada uno de ellos importantes funciones". Este concepto responde a una visión estática del federalismo y nosotros ya hemos sostenido con plena convicción que la realidad federal es diversidad, mutabilidad y creación, es en suma un proceso de crecimiento de la comunidad. Al asentarse solamente en el aspecto estático del federalismo, en su estructura una vez aceptada la existencia de dos gobiernos con poder independiente, la cuestión fundamental se traslada, al ejercicio de esos poderes y al cuantum de los mismos, Se abre así, una ya clásica controversia, producto de dos posturas antagónicas: la centralista y la que defiende los derechos de los estados. Según se ponga el acento en una u otra postura, se obtienen excesos negatorios de la fórmula federal; ya sea un centralismo exagerado, ya sea una descentralización disgregante. Esta antinomia se ha operado en la realidad federal de diversos estados y continúa vigente en el federalismo argentino. Al poner la vista en la estructura organizativa del poder, se ha perdido de vista el fin para el que sirve y se ha olvidado que, como dice Iturrez, el federalismo no es una estructura permanente sino evolutiva y transitoria. Si se mira en cambio al federalismo como proceso, al desarrollar esta idea, necesariamente se buscarán fórmulas flexibles para Institucionalizarlo, las que permitirán su movilidad propia. La estructura perderá su rigidez y la fórmula será permeable a los cambios. De esta manera podrá dar una respuesta más próxima a la realidad. De lo contrario, y es lo que ha sucedido en los distintos estados federales, se vive de modo permanente violando la fórmula federal, de espaldas a la constitución, con lo que, por vía de los hechos se logra lo que por vía del derecho se trató de impedir; la invasión de las esferas de competencia de los distintos órdenes. Y en esta invasión en el caso concreto de nuestro país se ha impuesto, el centralismo, negatorio de lo federal, lo que es lo mismo que decir negatorio de lo nacional. Entonces, pues, la realidad federal nos ensena a utilizar con cuidado los postulados teóricos del federalismo. Al exagerar el celo y tratar de hacer deslindes de competencias perfectos y acabados, sólo se consigue que, rebasados por la mutabilidad propia,' por el crecimiento, se imponga el criterio del más poderoso y no el criterio que aporte mayor beneficio comunitario. Un modelo basado en la rigidez teórica, está condenado a sucumbir por la fuerza de la evolución. Si nos preguntamos ahora, cuáles son los valores sobre los que se asienta nuestro federalismo y cuáles los intereses compartidos, la respuesta será distinta de la de cien años atrás, y a su vez diferirá de la que puedan darse otras comunidades. Esto no significa un puro empirismo, sino el reconocimiento de que la vigencia del valor del federalismo depende de la respuesta que éste dé a un conjunto de intereses, en un momento determinado. Lo cual se hace posible trasladando la cuestión federal, de la estructura, de la división del poder a la dinámica del mismo o sea a su ejercicio. Así se descubre que federalismo es dinamismo hecho efectivo en una relación. El análisis de la relación nos permite conciliar teoría y realidad y supera las antinomias que puedan surgir de ambos. II. EL FEDERALISMO Y UNA NUEVA PROPUESTA: LAS RELACIONES ENTRE PODERES "El federalismo en cuanto proceso ha de ser considerado como la vinculación de una serie de sistemas de relación”. Federalismo no es sólo —como ya dijimos— dos órdenes de derecho que coexisten armoniosamente, sino que además implica cooperación en función de un bien. Tiene pues la cooperación una finalidad de servicio a la comunidad mayor y de cuyo beneficio surgirá naturalmente el de las comunidades menores. La idea de federalismo como cooperación se concentra en un supuesto fundamental y es el que reconoce que los poderes y funciones que ejercen las distintas entidades de gobierno, (en nuestro caso nacional, provincial y municipal) son poderes y funciones que pueden ejercitarse en forma compartida o concurrente. En principio, no hay actividad exclusiva de uno de los niveles, excepto aquellas que por su naturaleza no puedan ser realizadas en forma conjunta, tal sería el caso, por ejemplo de la defensa. Para poder concebir el ejercicio de facultades compartidas y/o concurrentes es preciso descubrir previamente, que por encima de las diferencias provenientes de cada orden federal concreto, hay un elemento común a todos ellos, la necesidad de cooperación. Para que esta cooperación se dé, las partes deben contactarse y aquí aparece el fenómeno federal como relación. El federalismo como proceso sufre constantemente cambios, éstos son circunstanciales; el cambio es parte del proceso de federalización, pero existe una constante; este dinamismo se hace efectivo en una relación. Pensamos que la diversidad propia del federalismo encierra un gran número de relaciones entre poderes de diferentes órdenes, que no sólo se pueden circunscribir al conflicto y su solución por la negociación que lleva a la cooperación. En la dicotomía además subyace una vital relación que por un lado acerca las partes y pone en movimiento el principio federal. Pero por el otro, lo dinamiza, lo actualiza. Y en este campo del quehacer cotidiano, aparecen conexiones variadas entre los poderes las que no siempre pueden preverse con anticipación. En estas activas relaciones los protagonistas del federalismo cumplen roles diversos, según la circunstancia de tiempo y lugar, pero en el desarrollo de los mismos está siempre guiado por una clara finalidad de servicio. Los esfuerzos conjuntos están encaminados al logro de objetivos e intereses comunes. El desarrollo de una relación mutua y permanentemente actualizada de manera ventajosa, no destruye el principio de división de competencias, si no que lo flexibiliza. De ahí que creemos que el hacer una enumeración rígida dé las respectivas competencias puede traer como consecuencia que, por respetarla, se frene el crecimiento federal, o a la inversa que éste se imponga, violentando el deslinde establecido. A esta altura de la exposición es importante aclarar que cuando hablamos de "relaciones entre poderes” lo hacemos siguiendo la moderna terminología de la doctrina norteamericana pero no adhiriendo totalmente a su contenido sino en aquello que consideramos útil en la búsqueda de una solución al debilitado federalismo argentino. Quizás el lector se pregunte si no se trata de un simple cambio de denominación que no influya de manera substancial en la concepción del federalismo, a lo cual debemos responder que se trata de un nuevo enfoque, con rasgos propios que permite enriquecerlo diferenciándolo del federalismo tradicional. Este nuevo enfoque consiste en ampliar la esfera de relaciones clásicas, nación- provincia, a múltiples interacciones de los órganos y agentes de las distintas entidades de gobierno. La supremacía nacional se mantiene como espontánea manifestación de la unidad nacional. Sirve, no para imponerse por su superioridad y fortaleza en la relación, sino para controlar que de la misma surja el beneficio común, Una de las críticas que se hacen al federalismo cooperativo es que la cooperación es posible a través de la concertación, cuando hay dos partes en igualdad de condiciones, ya que de lo contrario termina imponiéndose la más poderosa. Y así se produce un ensanchamiento del poder central. Creemos que esto sucede no sólo porque una de las partes es más fuerte. La cuestión así planteada parecía sencilla, casi obvia. El problema en rigor, consideramos que radica en que el poder central no debe ser visto como un gobierno independiente de los locales o provinciales pues es elegido, creado y costeado por la comunidad toda. De tal manera que no tiene otra función que la de servir a la misma. En esta función no debe tener jerarquía superior a los estados provinciales, sino en la medida en que su actuación tienda a frenar una reivindicación disociante. Para llegar a esta conclusión nos apartamos de la doctrina norteamericana para la cual la "relación entre poderes'’ conlleva una superación de distinciones jerárquicas. Nuestra fuente aquí es el siempre actual pensamiento alberdiano que ya en 1854 nos decía respecto de ambos: gobiernos: “Uno y otro gobierno son hechuras del pueblo de cada provincia: en ambos delegan su soberanía; por conducto del uno gobiernan en su suelo y por el del otro en toda la república. El gobierno nacional es un mecanismo por el cual los riojanos verbigracia, gobiernan en Buenos Aires y viceversa. Delegando poderes las provincias no hacen más que aumentar su poder". Si superamos el temor del acrecentamiento del poder central, descubriremos que aún en el esquema federal más ortodoxo, se dan múltiples relaciones: nacional-provincial, interprovincial, provincial-local o municipal, ínter-municipal, nacional- municipal. Así un agente de la administración provincial puede simultáneamente serlo, de la administración nacional haciendo aplicación de una ley proveniente de ese orden y su gestión estar dirigida a una comunidad local. De hecho se da esta situación en nuestro orden federal argentino y no por eso se sienten vulneradas las autonomías provincianas o ensanchado el poder central. Del planteo que hemos hecho surge un redimensionamiento del objeto del federalismo: en lugar de atender sólo a la estructura y su rigidez, es ahora centro de nuestro estudio, el proceso y las múltiples relaciones que éste implica regularmente. Ya no se traía de un sistema de freno y restricción a ambos poderes, sino, compensar el poder de un orden con una proporcionada participación del otro. Conjugando esfuerzos conjuntos, encaminados a la consecución de objetivos e intereses comunes, se hace posible un desarrollo federal. ¿Difiere este enfoque totalmente, del análisis sistémico que realiza Frías respecto de nuestro federalismo? Creemos que no, solamente tratamos de trasladar la mira, apuntando a un aspecto de ese sistema: la interrelación de las competencias asignadas. No ponemos el acento en la asignación sino en la articulación, Y así debemos respetar las palabras del autor cordobés cuando describe al federalismo como un “sistema social que protagonizan esencialmente el gobierno federal y las veintidós provincias argentinas. Si son atributos de las provincias sus poderes conservados, lo son de la Nación los delegados y les son comunes los concurrentes. Hay entre ellos relaciones muy estrechas de interdependencia. No hay subordinación de las provincias al gobierno federal, pero éste tiene la misión augusta de asegurar la convergencia de todos al bien común que de alguna manera se expresa en la Constitución. El producto del sistema es una gradualidad de autonomía y participación”. Nosotros agregamos que el sistema se manifiesta en múltiples relaciones y en ellas debemos centrar nuestro estudio si queremos el crecimiento federal. No negamos el conflicto, por el contrario, éste es previo y necesario para que se trabe la relación, la cual por lo tanto no siempre ha de ser pacífica. Lo que sí debe existir es un elemento o ingrediente fundamental en este nuevo enfoque, el interés. Que en muchos casos se mostrará exclusivamente como interés pecuniario. Basta observar las finanzas nacionales, provinciales y municipales para comprender que el término dinero cobra una importante dimensión en el federalismo argentino. También debemos plantearnos si con este enfoque, quedan fuera algunas de las pautas que dimos por aceptadas tradicionalmente, como conformadoras de la fórmula federal. La respuesta es negativa, Si se hace un repaso de lo que ya enunciamos se verá que todas son compatibles con el moderno enfoque. No escapa a nuestra razón que el punto álgido radica en el reparto de competencias. Al respecto conviene recordar que cualquiera sea la fórmula en cuestión, no puede, en cuanto a su forma, aspirar a una inmutabilidad jurídica perpetua. Creemos que no debe exagerarse, en cuanto a la importancia de las cláusulas limitativas de competencias, especialmente a uno u otro orden del estado federal. Hoy en día nadie discute que la defensa es una cuestión nacional y que cada estado local tiene derecho a elegir sus autoridades. La controversia aparece en materias mixtas, es decir en aquellas materias en que es legítima la intervención de ambos gobiernos. Aquí radica la riqueza federal, su capacidad de adaptarse a las múltiples y cambiantes necesidades de un estado y de darles respuesta. De ahí que este grupo de competencias son las que tienen mayor importancia dentro de! deslinde. Es en ellas donde se suscitan' los conflictos pero al mismo tiempo, si partimos de la concepción de competencias de ejercicio concurrente o compartidos, tenemos abierto el camino para la solución de los mismos. Si hacemos hincapié en las cláusulas que hacen referencia a poderes ejercidos en forma exclusiva, despenaremos, como dice Frías, sentimientos poco fraternos. En cambio, y ya situados en el texto constitucional argentino, acentuaremos nuestro estudio en los principios de los art. 75 inc. 18,122, 123, 125, 127, 128, 3 y 13 que reconocen facultades de ejercicios concurrentes o compartidos. Estas cláusulas"... nos hablan del propósito de defender los superiores intereses nacionales en armonía con los inferiores locales provinciales”. Con lo que hemos expuesto también alejamos de cualquier susceptibilidad respecto al nuevo enfoque y nuestro texto constitucional. El hecho de subrayar el aspecto relacional del federalismo, de manera alguna importa dar la espalda a nuestra constitución y buscar un nuevo modelo que más se acomode a la propuesta. Muy por el contrario, la letra y el espíritu de nuestra constitución es precisamente, lo que nos inspira en esta interpretación conciliadora. III. EL FEDERALISMO ARGENTINO. ORIGEN Y SIGNIFICADO HISTÓRICO DEL MISMO El federalismo argentino presenta notas peculiares que lo hacen ser nuestro federalismo, es decir aquel que responde a nuestra natural e histórica manera de ser o de estar constituidos. De ahí que resulta Ineludible una mirada retrospectiva que servirá para explicar el presente régimen, dado que el mismo reconoce hondas raíces históricas. Desde el comienzo de la conformación del Estado argentino estuvieron presentes especiales condiciones económicas, geográficas, culturales, religiosas que asociadas a las pasiones, presiones e ideologías imperantes fueron tejiendo en urdimbre densa, el seno de la concepción federal. De tal forma resultan acertadas las palabras de Zorraquín Becú, en cuanto a que la diversidad de factores torna ridícula la pretensión de encontrar una sola causa del federalismo. ''Nacido en la entraña del pueblo argentino constituye un fenómeno tan complejo, como la vida misma, con sus matices-y sus desequilibrios”. Así tuvieron acogida propuestas centralistas, federales y confederales tal como las moldearon las circunstancias particularísimas argentinas, con lo que rechazamos la postura sostenida en algún momento por quienes creyeron ver en nuestro federalismo una copia del norteamericano. Siguiendo a Segreti cabe distinguir entre el federalismo rio platense basado en el modelo norteamericano y más cercano a la figura confedera!, y el federalismo del interior liderado por Córdoba, llamada por su geografía y destino a ser el centro articulador “la provincia que vincula, relaciona”. De esta forma, la respuesta federal que ofreció el interior, difería sustancialmente de la anterior y ella fue la que incidid fundamentalmente al momento de la redacción de la Constitución. En efecto, el federalismo consagrado en el texto de 1853 es conciliador y superador de los intereses diversos de nación y provincias. El conjunto de factores que tendían a la unidad y a la diversidad conforman un excelente caldo de cultivo para el desarrollo de una fórmula mixta. La conocida fórmula alberdiana de la Unidad-federativa o Federación-unitaria. Este federalismo surgió como respuesta a la mala conducción de los porteños quienes gobernaban para Buenos Aires y no para todo el país, lo que llevó a los hombres del interior a enarbolar la bandera del federalismo como último recurso de los provincianos para imponer su presencia en la conducción nacional. Esta causa política es considerada como decisiva de nuestra fórmula federal. Explicando este origen Pérez Guilhou expresa que es nuestro federalismo”... propio de aquellos Estados que previamente han integrado uno mayor nacional, que se han visto distanciados, más que separados, por causas políticas". Es un federalismo de integración; es el modo que usan las provincias a fin de reclamar ante Buenos Aires una política integral para todo el país. No existe propósito de segregación, ni negación de la nacionalidad; muy por el contrario, es una forma de afirmar la nacionalidad. IV. LAS RELACIONES ENTRE EL PODER NACIONAL, LAS PROVINCIAS Y LOS MUNICIPIOS. EL TEXTO CONSTITUCIONAL. EL COMPORTAMIENTO FEDERAL A. El texto constitucional El federalismo preceptuado en el texto constitucional antes de la reforma de 1994, es tal como dijimos un federalismo atenuado, como consecuencia de la conciliación de los diversos intereses en pugna al momento de dictarse la Constitución, La reforma de 1994 tendió a sentar las bases de un federalismo de concertación, sin llegar a establecerlo de manera definitiva. 1) La unidad nacional preexistente Al dictarse la Constitución de 1853 se tenía ciara idea de que se estaba conformando a un pueblo ya unidos por lazos de nacionalidad, por lo que podemos afirmar que la redacción del texto fundante estaba presidido por un criterio dé unidad política. Basta recordar que la Constitución no fue dada por las provincias, sino por los representantes del pueblo dé la Nación, como dice nuestro preámbulo, para pensar que desde el inicio estaba presente la unidad política. Desde sus comienzos el federalismo argentino funcionó al servicio de un pueblo ya ligado por vínculos de nacionalidad. Y rastreando más hacia el pasado, más confirmamos lo dicho si por ejemplo atendemos a lo establecido por la clausula del tratado de San Nicolás que decía: “Es necesario que los diputados estén penetrados de sentimientos puramente nacionales, para que las preocupaciones de localidad no embaracen la gran obra que se emprende; que estén persuadidos que el bien de los pueblos no se ha de conseguir por exigencias encontradas y parciales, sino por la consolidación de un régimen nacional, regular y justo” Más aún, ratificamos lo expuesto, con el análisis que hace Arturo Bas de las constituciones provinciales anteriores a 1853 que consolidan su gobierno loca! propio "sin desconocer la existencia de la Nación”. "Éstos y otros antecedentes le permiten, al autor citado, decir que la "maestra carta fundamental no fue una mera concepción teórica, ni obra de simple imitación, sino que supo inspirarse en los antecedentes del país y circunstancias del mismo, a la época en que se dictó con el objetivo primordial de fundamentar la unión nacional”. Lo expuesto sirve para destacar que nuestro federalismo nació signado por la impronta nacional, gracias el criterio de los constituyentes inspirados en la realidad argentina. Con la reforma de 1994 se sigue manteniendo un criterio realista en cuanto a las relaciones entre Nación y provincias, ensanchándose el ámbito en el cual ambos protagonistas desarrollarán funciones conjuntas o compartidas. No obstante, no se logra satisfacer los requerimientos de la comunidad tendientes al fortalecimiento de los poderes provinciales. Debemos agregar también que, con posterioridad a la reforma mencionada no parece persistir la antigua polémica que desató la tesis que sostenía que los poderes nacionales eran los que las provincias delegaban. En la Convención Constituyente la preexistencia nacional fue sostenida sin convicción y no fue nunca objeto central de ningún debate, lo que a nuestro juicio, nos permite pensar que es una postura superada y que hay acuerdo doctrinario en que el pueblo de la Nación en su conjunto, es quien, mediante el ejercicio del poder constituyente, fija las reglas de juego de nuestro régimen político. 2. Constitución mixta Esta impronta nacional inspirada en la realidad argentina es precisamente lo que permite elaborar una fórmula mixta conciliadora y superadora de los intereses diversos de nación y provincias. El nuestro es un federalismo que desde sus orígenes se muestra permeable a armonizar las variables que pudieran suscitarse en las relaciones entre Nación, provincias y municipios. Es que convergen a su nacimiento diversas causas y estas causas son las que configuran un federalismo con caracteres propios, fruto de su apego a la realidad argentina. Buceando en los orígenes del federalismo argentino, nos parece apropiado citar a Zorraquín Becú cuando opina que "la diversidad de factores torna ridícula pretensión el encontrar una sola causa al federalismo. Nacido de la entraña del pueblo argentino, constituye un fenómeno tan complejo como la vida misma, con sus matices y sus desequilibrios". Esta diversidad de factores unitarios y federales o mejor aún, que tendían a la unidad y a la diversidad conforman un excelente caldo de cultivo para que se desarrolle una fórmula mixta. No es nuestra intención repasar estas causas ya que el detalle con que Alberdi las analiza en sus Bases nos releva de esta tarea, en cambio —como se afirma en el punto anterior— nos parece fundamental exponer nuestra convicción, respecto a que este federalismo es el hallazgo de una fórmula de conciliación de intereses porteños y provincianos. Que es un medio al servicio de la gran empresa nacional y que como medio o instrumento, nace de la realidad de su tiempo y toma de ella los caracteres que lo harán viable. Cumple así, con los postulados que dimos como constantes en toda estructura federal, y muy especialmente, en este caso, vemos al federalismo como principio unitivo, que se basa en un claro sentimiento del bien común nacional, el que se moviliza respetando los principios de participación y autonomía. Es de este modo como las provincias pueden participar en la conducción nacional. Esta participación es esencial para el crecimiento federal y así lo vieron los constituyentes de 1853, de ahí que se consagrara la autonomía provincia! sin retaceos, pero en tanto que herramienta de gobierno y conciliación que era, nuestro federalismo, aparece también como el medio para lograr la unión nacional por lo que unión nacional y participación son los motores de nuestro principio federal. Así en el texto constitucional quedan plasmadas cláusulas que no responden a un riguroso criterio doctrinario federal, pero que son reflejo genuino de la realidad argentina. Los constituyentes con saludable empirismo, dejaron en el texto la huella de la realidad a la que la fórmula federal había de servir. Tal es el caso de lo establecido en el art.75 inc. 9, disposición absolutamente novedosa que pone de manifiesto la necesidad de aceptar las provincias tal cual eran, carentes muchas de ellas de capacidad económica financiera, pero conservando su individualidad desde 1820. No es el momento de realizar un juicio sobre dicho artículo y sus efectos posteriores, recurrimos a él como testigo irrefutable de la originalidad del federalismo argentino, que hizo decir Alberdi que la nuestra era una constitución mixta. También podemos seguir afirmando que después de la Reforma de 1994 el texto constitucional presenta una fórmula mixta. Entendemos que esto se debe al reconocimiento de la continuidad de factores que tendían a la unidad y a la diversidad, lo que constituye un excelente caldo de cultivo para un federalismo de conciliación. Esto explica que en el texto nacional continúe vigente la disposición del artículo 75 inc. 9, antes citada, cuyo mantenimiento es sin duda peligroso para el desarrollo federal puesto que genera dependencia provincial’ pero también refleja la existencia de un sustrato al que no se ajusta una fórmula federal pura. Finalmente, es revelador de este federalismo atemperado el artículo 128 que establece que los gobernadores de provincia son agentes naturales del gobierno federal para hacer cumplir la Constitución y las leyes de la Nación. Clara expresión de una fórmula mixta. 3. Supremacía de ¡a Constitución Nacional También encontramos consagrado en el texto de la constitución, el principio de supremacía de la misma, como manifestación de la institucionalización del poder del soberano. Ella es siempre la ley suprema del estado, cualquiera sea su forma, federal o unitaria. No se trata de una supremacía impuesta en favor del orden nacional y en deterioro de las autonomías provinciales. Muy por el contrario su carácter de suprema emana espontáneamente del acto de conformación del estado y garantiza el status jurídico de los estados miembros. Es fuente de competencias de los dos órdenes de derecho. De ahí, que en el orden federal sea de mayor relevancia, la existencia de la constitución como suprema ya que es el instrumento que asegura la participación de las provincias en la conducción nacional. Es preciso aclarar que no sólo entendemos el concepto de supremacía, como corolario del desarrollo del tipo racional normativo de constitución, ni tampoco como la suprema razón de validez de todo el orden jurídico, 'tal como lo piensan los positivistas, sino que es suprema porque es fundamental. Sánchez Agesta dice que una constitución es fundamental en una triple dimensión y concluye aclarando que "orden fundamental quiere decir que la constitución es la base en que descansa el restante ordenamiento jurídico". Ya Aristóteles en su Política nos hablaba de la Constitución como la organización regular de las magistraturas especialmente de las supremas o soberanas. Y de ahí surgía que las constituciones podían ser diferentes según quien fuera el soberano. Retomando nuestra idea, la constitución es suprema porque ella refleja nuestra natural manera de ser federal. Este carácter de suprema que se manifiesta en el doble sentido, nacional y federal aparece en un comienzo en toda su dimensión como la única garantía de libertad para los individuos y los estados, pero su solidez no deviene el texto escrito sino del decantamiento de las instituciones federales. Se produce un proceso inverso, al que con rigor formalista podríamos imaginar: A medida que transcurre el tiempo los perfiles constitucionales se van desdibujando y se abre paso a la relación federal que ofrece una respuesta concreta frente a situaciones diversas; pero en el momento en que la relación se tensiona aparece el conflicto, retoma toda su dimensión el principio de supremacía, como la tabla de salvación a la que recurren las partes, para obtener una solución. El crecimiento federal no se asienta por la tanto en la perfección de la delimitación constitucional, sino más bien en el desarrollo posterior que surge de la misma. Esta Constitución legitimada por el reconocimiento de la historia que la precede, de la realidad sobre la que se asienta, y definidora de un orden con vocación de justicia, es a su vez, la que legitima y da cauce a la acción política de los otros poderes que han de fluir en el quehacer comunitario. Así concebida, la constitución es aquella que se halla en el fondo, la base, aquello que sostiene y da sentido y razón de ser a la comunidad. Cuando se encuentra lo fundante, el fundamento que como sostén justifica todo lo demás, se revela la comunidad política en su plenitud y verdad. Aquí radica, a nuestro entender, el auténtico sentido de su supremacía. La Constitución es suprema porque es fundamental y fundacional y estos cimientos son además, legítimos, porque devienen de un largo proceso de consolidación de valores comunitarios que ha impreso en la comunidad de que se trate, sus características esenciales. 4, Soberanía nacional Esta supremacía trae como consecuencia una relación de subordinación de los estados miembros o provincias al texto constitucional. Esta subordinación suscita sentimientos de recelo en algunos autores y más aun, es a veces negada por considerar que resulta atentatoria de las autonomías provinciales, A nuestro modo de ver, este temor surge de atribuir una exagerada importancia al tema de la soberanía en el estado federal. Carl Schmítt sostiene que el problema de la soberanía es la cuestión de la decisión, de un conflicto existencial. En efecto es una cuestión de la existencia, pero también de la esencia del estado federal porque resulta ineludible reconocerle este atributo ínsito a todo estado, cualquiera sea su estructura. El problema está en determinar en quién reside. Hay pensadores que sostienen que le corresponde al estado nacional por haberla recibido de las provincias, antiguas detentadoras de soberanía y que el instrumento de esta delegación fueron los pactos interprovinciales preexistentes a la Constitución Nacional Por lo que no le pertenece al orden nacional con la plenitud que supone el ejercicio de su imperium sino, más bien en calidad de mandataria de las provincias. No creemos que esta sea la doctrina correcta, ya que los pactos, al menos en nuestro derecho patrio, no hicieron más que manifestar una voluntad de unión nacional y la constitución se inspiró en ellos para lograr este supremo interés mutuo. En nuestro federalismo no podemos atribuirle a los pactos la virtud de obrar la unidad nacional resultando pues aventurado darle un origen contractual. Los pactos preexistentes fueron expresión de la voluntad constituyente, pero no instrumentos de delegación de una soberanía que las provincias carecían o que en el mejor de los casos sólo habían detentado en forma accidental, por ausencia de un gobierno nacional. Por lo que pensamos con Julián Barraquero que esta doctrina es peligrosa como regla de interpretación constitucional porque priva al poder federal de facultades políticas que le son propias y además es falsa, porque la Constitución argentina no surgió de la voluntad de las provincias, sino de la soberanía nacional. Hoy en día resulta en general aceptado que el poder constituyente pertenece al soberano y éste, es quien en un momento detenta y cristaliza la idea de derecho dominante. Este protagonista fue en 1853 el pueblo de la Nación, al que le pareció deseable una fórmula federal y depositó su poder en la organización suprema que instrumentó a través del texto constitucional. Es en este estado, que logró consolidarse tras un largo proceso, a partir de la constitución, en quien se deposita la soberanía, única e indivisible como natural atributo de la unidad nacional. Es por esto que la constitución que le da nacimiento al Estado, es suprema respecto al orden federal. Pero dado que el detentador potencial continúa siendo el pueblo, resulta interesante y de singular importancia el proceso de revisión constitucional que en el caso de un estado federal deberá contemplar la participación de los estados locales. 5. Reflexión sobre el federalismo de la Constitución de 1853/60 Hemos visto consagrado en nuestra Carta Magna de 1853 /60 una fórmula federal adoptada y adaptada a la realidad argentina; que consagra en consecuencia, una unidad federativa o federación unitaria, como respuesta a un sentimiento claro de unidad nacional, pero que debía lograrse conciliando los factores unitarios y federales que palpitaban en el seno de la comunidad. Que convocados por la necesidad de lograr la unión nacional, como versa nuestro preámbulo, los constituyentes prevén en el texto el principio de supremacía de la Constitución como resorte idóneo a tan loable fin y otras disposiciones que se desprenden de ésta, tales como el art.5 que al mismo tiempo que reconoce las autonomías provinciales, condiciona las mismas al cumplimiento de ciertos requisitos que hacen a la unión del sistema; también cabe aquí recordar el art.116 que establece el control de constitucionalidad, control que en el orden federal cobra una mayor dimensión; casi diríamos, que supremacía y control, encuentran el campo apropiado para su pleno desarrollo en las organizaciones en que existe un orden nacional soberano y diversos órdenes locales autónomos. También nos referimos al art. 75 inc. 9 que contiene la posibilidad de otorgar subsidios a las provincias, disposición absolutamente novedosa, que demuestra una vez más, el criterio empírico de los constituyentes, que tuvieron que aceptar las provincias tal como eran y a partir de este reconocimiento, buscar los medios para desarrollar la empresa patriótica, aún a costa de comprometer definitivamente la fórmula doctrinaria federal. Es preciso recordar también que el art, 121, el más federal, que fija el deslinde de competencias, debe ser analizado conjuntamente al art. 75 inc. 18 que concede al gobierno,, la prerrogativa de hacer frente a las cambiantes situaciones que se plantean en la búsqueda del bienestar general de la Nación y las Provincias. La enumeración seguiría por los arts. 125,126 y 128 que hablan del propósito de defender los intereses nacionales en armonía con los locales. En suma y más allá de la polémica acerca de la preexistencia de la Nación o las provincias o de cualquier otra de semejante naturaleza que promuevan sentimientos disolventes, nuestro federalismo se muestra en sus orígenes permeable a armonizar ante las variables que pudieran suscitarse en las relaciones entre Nación, Provincias y Municipios. Es un federalismo de conciliación, en el que los factores en pugna se hicieron concesiones mutuas. B. El comportamiento federal 1 Desborde del federalismo Por diversos factores este federalismo preceptuado por la Constitución de 1853/60, proclive a la conciliación, no dio sus frutos. El comportamiento federal ha sido algo muy distinto de lo descripto y ahí radica, a nuestro entender el germen de su crisis y por qué no, de su fracaso. Este comportamiento federal argentino, desoyendo el llamado conciliador de nuestro texto constitucional citado y la riqueza de posibilidades que éste brindaba, ha planeado las cosas en términos de rivalidad, de ahí que la interpretación de la Constitución debió estar siempre dirigida a la preservación de los intereses provinciales y consecuentemente apareció la polarización. Se partió de un supuesto básico y tajante: la separación entre ambos gobiernos que lógicamente, enfatizó el límite de competencias y la distribución de las mismas. En esta situación hay ausencia de colaboración entre los gobiernos. En definitiva, la relación de los poderes está caracterizada por la tensión y es ésta nuestra actual vivencia. La imagen de federalismo que pone énfasis, en la idea de soberanía, de igualdad entre tos estados nacionales y provinciales dejaba descolgado del esquema, al tercer nivel de poder, el municipio, que aparecía como un sujeto hibrido que no encontraba lugar en esta puja dual y que sólo recibía los despojos de la pelea, hasta la reforma de 1994, la cual le reconoce autonomía aunque condicionada a la voluntad provincial. Ese federalismo dual tiene su explicación en la constitución norteamericana ya que ella nace de circunstancias políticas muy diversas a las nuestras. Desde 1776, fecha de la declaración de la independencia hasta 1789 en que es ratificada la constitución por los distintos estados, se pasa por una confederación de estados soberanos y si bien las dificultades prácticas que esta forma acarreaba urgieron la federación, la misma surgió con grandes reservas en favor de los Estados. Sin embargo, esta situación no se repitió, en el nacimiento del federalismo argentino, acorde a la existencia de los antecedentes de unidad nacional, anteriores a la constitución. Por lo que en la práctica se opera una mutación, no fácilmente explicable: un federalismo de convergencia se transforma en fuente de divergencias. 2. El centralismo fruto de la evolución natural del poder: Los autores nacionales han señalado diversas causas o, como dice Vanos- si, diversas consecuencias o síntomas que se confunden con las llamadas causas, para explicar la crítica situación. Así por ejemplo Ramella estima que las causas del acrecentamiento de! poder central pueden catalogarse en tres grupos: “las que responden a causas naturales, las que responden a una corrupción del sistema y las que tienen origen en la inoperancia de las propias provincias”. Entre las llamadas causas naturales cabe mencionar en primer lugar la virtualidad del poder central para su acrecentamiento, la que se hace evidente en todos los sistemas de este tipo. Por otro lado, es evidente que el país ha cambiado y en este cambio se ha impuesto una tendencia unitaria. Si tomamos el listado de antecedentes federativos que realiza Alberdi en las Bases, veremos que muy pocos persisten. Así los largos interregnos de aislamiento y de independencia provincial posteriores a la revolución de 1810, quedan definitivamente en el pasado después de la constitución de 1853-60 y especialmente zanjada la cuestión capital de 1880. Las especialidades provincianas, subsistentes sin duda y que marcan sus peculiaridades, se ven diluidas muchas veces por la necesidad de implementar políticas nacionales. Las enormes distancias, la falta de caminos, en suma la incomunicación ha desaparecido ante el avance de los modernos medios tecnológicos. Las disputas provincianas no son solucionadas con sangre o violencia sino por los medios que la propia constitución establece en el art. 127. La uniformidad de legislación, operada en virtud de lo dispuesto por el art.75 inc. 12 de nuestra carta fundamental ha hecho desaparecer el hábito de legislaciones diversas en las distintas provincias argentinas. Lo mismo cabe decir con respecto a la política monetaria en la que un ente del poder central es el encargado de fijarla para todo el país. Bien podemos decir con Rodolfo Rivarola que "mientras los factores unitarios se han mantenido y acentuado enormemente, los federativos se han atenuado, desvanecido, esfumado", lo cual se ve reflejado —como veremos— con la reforma de 1994. Pero además de este cambio espontáneo operado en los precedentes federales enunciados por Alberdi, en la moderna Argentina hay factores que no fueron imaginados o previstos ni por el ilustre tucumano, ni por los constituyentes del 53. Así por ejemplo nuestra constitución de 1853/60 no nos parece preparada para el impacto que operaría el sufragio universal que con su fuerza masiva propendió la nacionalización del país. Consecuentemente, la gravitación de los partidos políticos nacionales es decisiva. Estos restringen las tendencias descentralizantes y diluyen la representación provinciana en el gobierno nacional, al imponer su disciplina partidaria a los representantes focales, especialmente, cuando las directivas del partido sean contrarias a los intereses provincianos que aquéllos deben defender. Esta realidad se plasmó con la reforma de 1994 -como veremos en el punto siguiente-, con la recepción de los partidos políticos y la elección directa del presidente. Finalmente, también queremos mencionar entre las causas naturales que distorsionan el federalismo, al liderazgo del ejecutivo. No creemos que sea este un factor perverso de distorsión, sino que la absorción del poder por parte del ejecutivo se ha ido operando en forma lenta pero inexorable conjuntamente con la evolución del estado. Si bien nuestra constitución adopta —conforme a su tradición— un sistema presidencialista, que tiene dos caracteres, su unipersonalidad y fortaleza, este último carácter se ha acrecentado más allá de lo previsto en el texto constitucional. Este acrecentamiento del órgano presidencial se ha operado a costa del achicamiento y desgaste del legislativo. Centralizado el poder en el órgano ejecutivo y proclives las provincias a declinar sus competencias, el federalismo sobrevive en las escasas políticas que escapan al ejecutivo nacional. No existe una planificación de políticas nacionales y su correlativa implementación provincial. La iniciativa y la puesta en práctica corresponden al ejecutivo nacional, con lo que las provincias están condenadas a ser postergadas en su participación nacional. Y si bien, el acrecentamiento del poder central y su absorción en manos del ejecutivo son factores de evolución espontánea la forma en que este órgano se hace cargo del poder, implica una práctica corrupta que erosiona los cimientos del edificio federal. 3. El centralismo promovido por factores perversos de distorsión: Como vemos no sólo operan en esta corriente centrípeta la virtualidad misma del poder, sino que existen además, factores que respondería a la corrupción del sistema. Así ya señalamos cómo las políticas hegemónicas centrales, cuyo principal instrumentador es el poder ejecutivo, por ser el órgano más eficaz, altera, cuando no niega, la participación provinciana en la conducción nacional. Entre estos factores cabe también mencionar el abuso que se ha hecho de la intervención federal, Más de ciento, treinta intervenciones federales, desde 1880 a la fecha nos relevan de todo comentario. Es también importante recordarlos regímenes de facto que durante largo tiempo han interrumpido en el presente siglo la legalidad constitucional y que son centralizantes por su propio carácter. Finalmente pensamos que el factor que mayor incidencia ha tenido en el desfasaje del sistema federal es el económico. No es este un tema de nuestra especialidad, por lo que no nos proponemos un tratamiento acabado del mismo, sólo haremos mención del problema ya que nos parece insoslayable. Sin lugar a dudas el sistema económico presenta defectos que traban el desarrollo federal y traen como consecuencia el estancamiento y la concentración capitalina, tanto poblacional como de actividades económicas. Un simple observador advierte que las economías regionales están en estado de aislamiento. Esto significa que no pueden integrarse a un sistema económico mayor en condiciones de igualdad de manera que puedan obtener ventajas, sin ser absorbidas por la comunidad incluyente. Este aislamiento se ha visto favorecido por diversos elementos que han actuado tergiversando el rumbo entre los que podemos nombrar transporte, comunicaciones, precios y tarifas, regulaciones e inestabilidad. 4. El centralismo promovido por la debilidad provinciana Bien dice Ramella que un tercer grupo de causas deriva de la "...inoperancia de las provincias para resolver sus propios problemas", lo que debe relacionarse en muchos casos con lo que ya adelantamos acerca de los partidos políticos nacionales. Así sucede que la "sumisión de los gobernadores es cada día más pronunciada a la autoridad del presidente de la República" La debilidad, no es sólo política, las finanzas provinciales están en general en un estado de agotamiento casi total: Los impuestos que cobran las provincias han quedado reducidos a ingresos brutos, automotores, al consumo de la energía eléctrica, a los bienes inmuebles y sellos. Estos cubren aproximadamente el 30% del total de los gastos provinciales. Otro recurso con que cuentan, es el de las regalías por recursos naturales no renovables, pero cabe recordar que no todas las provincias los poseen y que aquellas que los tienen, perciben importes por debajo de lo que correspondería de aplicar criterios económicos en la valuación de los recursos extraídos. En cuanto a lo que reciben en carácter de coparticipación, pese a que existe un buen criterio de distribución, el porcentaje global asignado no alcanza para cubrir los gastos que las provincias tienen por servicios a su cargo. Existen además los aportes del tesoro nacional que de extraordinarios, tal como lo establece el art. 75 inc.9 pasaron a ser ordinarios a punto tal que en 1984, por ejemplo hubo provincias que recibieron más recursos por esta vía que por la establecida por la Ley de Coparticipación federal. Esta situación ha determinado una gran dependencia que como bien señala Frías se traduce en dependencia política, social y económica. Y por cierto que en estas circunstancias, resulta imposible el crecimiento federal. 5. La reacción provincial Frente a tal centralismo se han buscado soluciones extremas que van desde la reivindicación del dominio hasta la declaración de la soberanía provincial. Tal actitud no llevó sino a ahondar las diferencias, saliendo siempre perdedores en la contienda los estados provinciales a quienes se pretendía preservar. Así se produjo el despojo consumado por las leyes 14.773 y 17.319 que declaraban el dominio exclusivo, imprescriptible e inalienable sobre los yacimientos de hidrocarburos del Estado Nacional, tendencia que se venía perfilando desde la reforma constitucional de 1949. Sin embargo, con la reforma de 1994 finalizan las disputas en este tema tan álgido, ya que, el último párrafo del art 124 declara el dominio originario de las provincias de los recursos naturales existentes en su territorio. Al respecto, cabe destacar que el dictamen de la Comisión respectiva en la Convención Constituyente era más explícito que el texto vigente, pues, comprendía como territorio de las provincias al suelo, subsuelo, espacio aéreo, ríos, costas, mar, lecho y la plataforma continental, como también el dominio originario de los recursos mineros, energéticos, de la flora y la fauna marítima y terrestre. Por último, haciendo un balance del federalismo, Frías distingue desde 1858 una nueva etapa en el federalismo —la de la negociación— que se ha evidenciado en aumentos porcentuales de la participación provinciana. Más adelante, a partir de 1967, fija la llamada etapa de la concertación ya que es a partir de ese año en que comienzan a funcionar los mecanismos o instrumentos de concertación. Los que la vieja constitución fijaba en el art 107 (hoy art. 125) y que por desconocimiento de las posibilidades de este federalismo, no se puso en funcionamiento con la intensidad requerida. Sin lugar á dudas éstos fueron síntomas de reversión del proceso de desfederalización. Cabe ahora analizar la incidencia delia reforma de 1994 en el delicado equilibrio entre Nación y provincias que trae aparejado nuestro federalismo. V. EL FEDERALISMO LUEGO DE LA REFORMA DE 1994: BALANCE En la Convención Constituyente de 1994, marcada por la impronta de fortalecimiento del federalismo, siguiendo lo establecido en la Ley 24.309, no se planteó como línea argumental la defensa del mismo, sino más bien se buscó armonizar los intereses nacionales y provinciales. En nuestra opinión, la mentada reforma no ha favorecido el federalismo . Si bien en el nuevo texto se perfilan algunos rasgos de un federalismo de concertación, las principales manifestaciones en este sentido se encuentran en la materia económica y coincidentemente, es aquí donde se han producido los mayores despojos al federalismo. Se ha dejado a las provincias sin recursos propios: se consagra a las contribuciones indirectas como concurrentes (art, 75, inc.2); en materia de contribuciones directas, se mantienen el texto que de tantas veces que se violó se tornó en práctica consentida, de manera que respecto de ellas no hay esperanzas de recuperación provincial; los derechos de importación y exportación siguen siendo nacionales (art. 75, inc. 1); Buenos Aires es un nuevo socio en la coparticipación y finalmente, las provincias se verán obligadas a coparticipar y en definitiva a adherir a la futura ley de coparticipación, porque carentes de recursos propios, no tienen capacidad de confrontar con el gobierno central. Atemperan este panorama, ciertos caracteres de la ley de coparticipación tales como que deberá tener origen en el Senado; ser sancionada con la mayoría absoluta de la totalidad de los miembros de cada cámara; no podrá ser modificada unilateralmente, ni reglamentada. Se establecen criterios distributivos, lo que nos parece una buena técnica constitucional, que flexibiliza la relación Nación - provincia, y por último se tendrá en cuenta la relación directa de las competencias, servicios y funciones de la Nación, las provincias y la ciudad de Buenos Aires. En materia política, si bien las intervenciones federales son ahora declaradas por el Congreso, ésta y otras materias relevantes a los intereses de las provincias, pueden caer bajo la órbita del poder ejecutivo, pues no están excluidas de la posibilidad de ser instrumentadas a través de decretos de necesidad y urgencia {art. 99, inc,3). Más aún por vía de la delegación de facultades el ejecutivo puede recibir del Congreso, el manejo de atribuciones vitales para el federalismo (art. 76). También la elección directa del presidente, excluye la participación provincial y acentúa los desequilibrios en tamo cuatro provincias bastarán para imponer su voluntad a las demás. Se ha sembrado una semilla de desigualdad entre los estados miembros de la federación, olvidando que los mismos deben estar en igualdad de condiciones. Nos referimos al status jurídico que se le confirió a la Ciudad de Buenos Aires (art. 129), problema que cobra su verdadera y grave dimensión en el caso en que dejara de ser la Capital de la República, esto nos lleva a señalar un nuevo despojo, la pérdida histórica de “nuestra capital" por la existencia de este nuevo régimen. Es de suma importancia el tema de los tratados de integración y de la consecuente delegación de facultades a organismos supranacionales, aquí una vez más nuestra naturaleza federal ha quedado en el olvido y por tanto en esta materia, tan significativa para la vida futura de nuestro Estado, quedan excluidas las provincias. En relación a la participación si bien aparecen nuevas facultades concurrentes y compartidas, estas últimas se refieren a la materia económica sobre la que hemos hecho referencia, y las concurrentes, salvo el caso de la cláusula de desarrollo, las otras materias sobre las que recaen no .son trascendentes para el federalismo: protección del medio ambiente (art. 41), del patrimonio material y cultural, participación en las asociaciones de usuarios y consumidores (art, 42) e implementación de la legislación sobre los pueblos indígenas (art. 75, inc. 17). En cambio se ha alterado una función de suma importancia que cumplían las provincias por medio del senado, nos referimos a la designación y remoción de los jueces inferiores. En cuanto a la designación sigue siendo, el presidente con acuerdo del senado quien la realiza, pero existe un procedimiento de preselección, por parte del Consejo de la Magistratura del que no participan las provincias (art. 114). Pero lo más grave es que ha habido una sustracción de facultades constitucionales provinciales, al momento de la remoción de los magistrados por cuanto ésta se realizaba por medio del juicio político, en el que el encargado de juzgar era el senado y actualmente éste no participa del jurado de enjuiciamiento, que es quien tiene a su cargo dicha función (art. 115). Por último, la más importante reforma negatoria del federalismo, es la transformación del Senado, que de cuerpo calificado representante de la nación histórica, ha pasado a ser la Cámara de las disputas partidarias, Sí nos parecen avances, la consagración de las regiones, el reconocimiento de las autonomía municipales; del dominio de los recursos naturales existentes en las provincias, el de la potestad tributaria y el ejercicio del poder de policía en los establecimientos de utilidad nacional y la posibilidad de las provincias de celebrar convenios internacionales. En síntesis, pensamos que tanto la mayor participación otorgada a las provincias a través del ejercicio de facultades concurrentes o compartidas, como las disposiciones enumeradas en el párrafo anterior, no son suficientes para compensarlas dos reformas que consideramos decisorias para el balance federal: el nuevo carácter del senado y el haber convalidado el status quo en materia económica. Podemos concluir en que no se ha “fortalecido e! régimen federal”