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Gergen y Mary
Gergen)
En esta entrada vamos a recoger un amplio resumen del libro Reflexiones sobre la
construcción social, de Gergen y Gergen. Se trata de un texto filosófico, pero escrito con
gran claridad, que plantea las bases fundamentales de distintas técnicas psicoterapéuticas de
las que hemos hablado en otras ocasiones (terapias narrativas, terapias centradas en
soluciones, indagación apreciativa...). Proporciona una descripción sencilla y brillante de
las ideas construccionistas y postmodernas, como visión del mundo o, más bien, meta nivel
desde el que aceptar y relativizar las visiones absolutas del mundo. Creemos que es una
posición a la que se critica con frecuencia más por desconocimiento que otra cosa.
Concretamente, hace no mucho debatíamos con algún amigo sobre las críticas a la
postmodernidad basadas en la "ausencia de valores" que implicaba, en un "todo vale"
relativista que dejaba al ser humano a la deriva, disuelta la solidez de antaño en una
contemporaneidad líquida en la que acabaríamos por ahogarnos. Queremos dar otro
enfoque a esas críticas. Como el libro expone de forma magistral, el construccionismo y el
postmodernismo no predican el relativismo moral absoluto, sino el fin de los grandes
relatos de la modernidad que explican la Verdad, sobre el hombre y la mujer, las razas
superiores y las inferiores, las culturas avanzadas y las primitivas, la sexualidad normal y la
anormal, la organización económica sensata y la ingenua, etc., etc., etc. Grandes visiones
del mundo, que desde luego distan mucho de haber desaparecido y, en general y por
desgracia, gozan aún de amplia hegemonía en muchos ámbitos. Para el construccionismo,
no existe la Verdad absoluta y dichos relatos son sólo una forma de explicar el mundo, la
sociedad y el ser humano, pero puede haber otros alternativos, existen otras verdades. No
más ciertas, porque no es una cuestión de realidad, sino tal vez más útiles para luchar por la
dignidad y el bienestar humanos. El construccionismo y el postmodernismo, aunque
relativistas por definición, tienen como frontera última o así lo vemos nosotros, de acuerdo
con lo que hemos leído al respecto, la ética. Toda visión es posible y toda visión es
respetable, es decir, debe ser respetada, nunca impuesta por la fuerza o abolida por la
fuerza. El límite del construccionismo, que le da forma y sentido, no sería otro que la ética,
entendida tanto a nivel individual como a nivel social, porque somos seres únicos pero
inevitablemente relacionales y, en el sentido sostenido desde Aristóteles, políticos.
Porque, ¿cuál es la alternativa que se ofrece desde la crítica al pensamiento postmoderno y
construccionista?, ¿cuál sería el gran relato, todo solidez, que deberíamos aceptar para salir
del mundo líquido denunciado?, ¿en qué clase de mundo queremos vivir?
El autor y la autora de este libro han dedicado la mayor parte de su carrera profesional al
diálogo construccionista. En el mundo de las ideas se está produciendo una gran
transformación, en todas partes se cuestionan las tradiciones. Los criterios absolutos y
universales acerca de la verdad, la objetividad, la lógica y la moral resultan cada vez menos
claros. Fruto de esta agitada situación emerge un nuevo diálogo, surgen nuevas voces que
hablan de esperanza y de futuro para los seres humanos.
"¿Qué pasaría si dijéramos que no hay árboles, ni edificios, ni mujeres, ni hombres, etc.,
hasta que nos pusiéramos de acuerdo en que sí los hay? Absurdo, ¿verdad? Basta con mirar
alrededor: todo esto ya existía antes de nosotros". La respuesta parece razonable, pero
fijémonos en la pequeña Julie de 1 año durante un paseo. Su mirada recorre árboles,
edificios y coches sin prestar atención a las diferencias; no parece que distinga entre
hombres y mujeres. El mundo de Julie no parece ser igual que el de los adultos. Lo que ven
nuestros ojos puede que sea lo mismo que ven los ojos de Julie, pero lo que significa para
nosotros y para ella es bien distinto. Los adultos construimos el mundo de una forma
diferente. El origen de esta diferencia se halla en las relaciones sociales. A partir de ellas, el
mundo se ha convertido en lo que es.
Pluralismo radical
La mayoría de la gente está dispuesta a aceptar que muchas de las categorías que utilizamos
han sido construidas socialmente. Todos sabemos lo difícil que es ponerse de acuerdo
acerca de lo que construye la justicia, la moralidad o el amor. No obstante, cuando se trata
del mundo físico, del mundo prelingüístico, de lo directamente observable, muchas
personas se resisten a la idea construccionista. Si lo que tomamos como real se deriva de un
acuerdo común para entenderlo así, entonces lo que llamamos "verdadero" solo existe en el
seno de esas relaciones personales. La verdad únicamente existe en el contexto de una
comunidad. Más allá de lo comunitario, no hay más que silencio. En este sentido, los
construccionistas sociales no abrazamos verdades universales, ni tampoco la Verdad con
uve en mayúscula, esa que a veces llaman "Verdad trascendental".
No hay duda de que existe la verdad con uve minúscula, es decir, aquella verdad que es el
resultado de formas de vida compartidas en el seno de un grupo. La idea de verdad como
algo que existe tan sólo en el seno de una comunidad tiene enormes consecuencias. Toda
construcción de lo real está insertada en un sistema de vida, y todo sistema de vida está
basado en valores. Esto significa que cualquier declaración de lo que es verdad va
invariablemente unida a una tradición de valores. Así, para una comunidad de científicos
espaciales es importante saber si es verdadero o falso que un cohete seguirá una trayectoria
determinada; esta verdad va unida al valor que ellos dan a llegar a salvo a un destino. La
psiquiatría intenta saber la verdad acerca de la enfermedad mental; esta investigación va
ligada al valor que ellos dan a lo que consideran una forma de vida normal.
El construccionismo social nos libera de la tarea de intentar decidir qué tradición, conjunto
de valores, religión, ideología política o ética es, trascendental o definitivamente, la Verdad
o lo Correcto. Desde una perspectiva construccionista, todas las opciones pueden ser
válidas para un grupo de personas. Las ideas construccionistas nos invitan al pluralismo
radical, es decir, a abrirnos a muchas formas de nombrar y de valorar. No hay fundamento
para declarar la superioridad de la propia tradición, y, por ello, el construccionismo nos
abre la puerta a una postura de curiosidad y de respeto hacia los demás.
Por supuesto, una visión pluralista como ésta es más fácil de adoptar en abstracto que en la
concreta agitación de la vida cotidiana. Es difícil permanecer callado ante lo que vemos
como prejuicio, opresión, injusticia y brutalidad en el mundo actual. No obstante, para el
construccionismo, la tendencia a eliminar aquello que desprecia representaría moverse en la
dirección equivocada, porque entonces funcionaria basándose en la Verdad. Más bien
tiende a favorecer formas de dialogo de las que puedan surgir nuevas realidades y valores.
El reto no está en hallar "una única mejor manera", sino crear aquellos tipos de relaciones
humanas que nos permita construir en colaboración el futuro de todos.
La mayoría de los científicos, están convencidos de que existe un mundo material, real,
independiente de las personas; que es posible descubrirlo utilizando instrumentos
sistemáticos de medición y que también es posible representar ese mundo con exactitud
mediante sistemas simbólicos, como el lenguaje y las fórmulas matemáticas. Los éxitos
obtenidos en sus proyectos, desde la erradicación de enfermedades mortales hasta el
aprovechamiento de la energía atómica, ha llevado a muchas personas a aceptar el poder de
la ciencia para desvelar la Verdad acerca del mundo.
De la critica a la reconstrucción
Una de las cosas más fascinantes acerca de nuestro compromiso con las ideas
construccionistas es la invitación permanente a la creatividad que representa. Los
buscadores de la Verdad pretenden reducir el mundo a un conjunto único y fijo de palabras.
Proclamar la Verdad es condenar el lenguaje y reducir, así, el amplísimo abanico de
posibilidades que existe para que se generen nuevos significados.
Con todo, y aunque esencial para una sociedad justa, la tendencia critica también puede
resultar peligrosa. El criticismo pone en tela de juicio la legitimidad de lo que se dice o se
escribe. Pero ¿y si estuvieran atacando tus propias palabras? Quizás entonces saldrán a la
luz tus prejuicios y te mostrarás arrogante, tiránico o abusivo. No es sorprendente que la
reacción a la crítica sea a menudo un contraataque. Generalmente, tanto el crítico como el
criticado creen que lo que hacen está bien. Pero en su enfrentamiento rápidamente se
destruye la confianza y acaba por prevalecer la hostilidad mutua. A este respecto, se
necesitan formas nuevas de discurso que sustituyan a la tradición del todo vale para criticar.
¿Cómo podemos reflexionar de manera crítica sin caer en la demonización? ¿Cómo
podemos traspasar las barreras que existen entre dar sentido a las cosas cada uno por
separado y construir juntos un futuro prometedor?
De lo individual a lo relacional
Somos partidarios en una democracia en la que el ciudadano tiene derecho a emitir su voto,
que cuenta con tribunales de justicia que se ocupan de que aquél que infringe la ley tenga la
responsabilidad de asumir sus actos, escuelas en las que se evalúe el trabajo de cada
estudiante, y empresas en las que se realizan evaluaciones del rendimiento de los
trabajadores individuales. Es en gran parte por estas razones que caracterizamos la cultura
occidental de individualista.
Con todo, y para un construccionista, el hecho obvio del "individuo como ser que toma
decisiones conscientemente" no es tan obvio, sino que más bien lo entendemos como una
forma de construir el mundo. De hecho, la orientación individual en la sociedad no es tan
antigua en términos históricos y no es algo compartido por la mayoría de la gente en el
mundo. Esto no la convierte en errónea, pero sí nos permite tomar distancia y preguntarnos
los pros y los contras de esta visión individualista.
Esta claro que se puede decir mucho a favor del individualismo. Por ejemplo, la vida tiene
sentido y es importante para muchas personas porque se quieren, se respetan y se valoran a
sí mismas. Y para la mayoría de nosotros no hay una alternativa preferible a la democracia.
Al mismo tiempo, el individualismo tiene sus inconvenientes. Se nos muestra el mundo
social como formado fundamentalmente por seres aislados, nos enseña que no podemos
penetrar en la mente de los demás, y por ello no podemos conocernos o confiar plenamente
los unos de los otros. Como asumimos que cada persona mira por su propio interés,
necesitamos entrenamiento moral para preocuparnos de los otros. La preocupación por uno
mismo se convierte en el eje sobre el que pivota nuestra vida, tememos el desprecio de los
otros, buscamos siempre ser mejores que los demás. En un mundo individualista, las
relaciones humanas pasan a un segundo plano, porque se entienden como situaciones
artificiales, como algo que consume tiempo, y como esenciales sólo en aquellos casos en
que uno no es autosuficiente.
Si una construcción del yo o del mundo funciona en contra de nuestro bienestar, podemos
desarrollar alternativas. En realidad, desde una perspectiva construccionista, las relaciones -
y no los individuos- constituyen los fundamentos de la sociedad. Permite que nos
extendamos sobre esta posibilidad, no porque la visión relacional sea la verdadera, sino
porque cuando entramos en esta construcción se nos abre la puerta a formas de actuar
nuevas y posiblemente más prometedoras.
Habitualmente nos referimos al significado como algo que reside en la mente del individuo.
Suponemos que las palabras son la expresión externa del funcionamiento interno de la
mente. Esta manera de conceptualizar el significado es el núcleo de la tradición
individualista; reconoce al individuo como fuente de todo significado. Nunca podríamos
verificar que estamos en lo cierto, excepto por aquello que la persona exprese verbalmente.
¿Cómo podemos saber lo que el otro quiere decir? Entramos entonces en lo que los
expertos llaman un círculo hermenéutico, un círculo sin fin en el que cada respuesta genera
una nueva pregunta. La manera más prometedora de escapar de este círculo vicioso es
abandonar la construcción de "un mundo interior" donde se crean los significados. No nos
centremos ahora en el significado que surge del interior de la mente, sino en la forma en
que éste se crea a través de la relación personal. Así pasamos del significado interno
individual al significado creado entre las personas. ¿Cómo podemos dar sentido al
significado como relacional?
Un hombre se cruza por la calle con una mujer, le sonríe y le dice: "Hola, Anna". Ella no le
oye el saludo y pasa de largo sin decir nada. Entonces ¿qué ha dicho él? Lo que ha
expresado eran dos palabras. Sin embargo, no habría ninguna diferencia si hubiese elegido
decir dos sílabas sin sentido. No puede crear un significado él solo.
Las expresiones de una persona empiezan a adquirir significado cuando otra contesta,
cuando otra añade una acción suplementaria. Comunicarse con los demás requiere que
éstos nos concedan el privilegio de un significado.
4) Las tradiciones nos dan las posibilidades del significado, pero no lo determinan.
Es importante reconocer que las palabras y las acciones en que nos apoyamos para generar
significados uniéndolas las tomamos prestadas en gran parte de otros tiempos y otros
lugares. Nuestra capacidad para crear significados juntos se apoya en una historia que a
menudo data de muchos siglos.
El yo relacional
¿Estás en tratamiento por depresión? ¿Conoces algún joven al que se le haya diagnosticado
un trastorno por déficit de atención? Hasta el siglo XX no existía ningún trastorno mental
llamado depresión o déficit de atención. Resulta interesante que en 1900 sólo hubiera unos
cuantos términos para identificar la enfermedad "mental". Hacia el año 2000, los
profesionales de la salud mental "descubrieron" más de cuatrocientas formas de trastornos
mentales. En Estados Unidos, la enfermedad mental es actualmente uno de los principales
gastos de salud, y los psicofarmacos son un negocio multimillonario. En la medida en que
el discurso del déficit personal va ganando credibilidad científica y pasa a ser del dominio
publico, estos conceptos se integran en la construcción que hacemos de nosotros mismos.
Crear el yo relacional no es tarea fácil, principalmente porque las palabras que conocemos
son producto de una tradición individualista. Disponemos de miles de términos que "hacen
realidad" las condiciones y los contenidos de la mente individual. Podemos empezar a
hablar y no acabar, de nuestros pensamientos, sentimientos, deseos, esperanzas, sueños,
ideales... Por el contrario, tenemos pocas palabras para describir las relaciones. Es como si
nuestro lenguaje fuera enormemente rico para describir las piezas de un tablero de ajedrez,
pero tremendamente pobre para describir el propio juego. Cuatro propuestas para dar
sentido al yo relacional:
Muchas personas creen que las palabras que usamos para describir un estado mental se han
generado a partir de la existencia factual del propio estado. Es decir, debido a que el
pensamiento ya existía en la mente, hemos desarrollado la palabra "pensamiento" para
poder nombrarlo. Por el contrario, los construccionistas argumentaríamos que no hemos
creado la palabra "pensamiento" después de penetrar de alguna manera en nuestra mente y
observarla determinadamente hasta el proceso llamado "pensamiento", porque, después de
todo, aunque pudiéramos mirar dentro de la mente, ¿qué estaríamos mirando?, porque no es
posible ver los pensamientos del cerebro. Y ¿cómo identificaríamos un "pensamiento" y lo
distinguiríamos de una "actitud" o una "esperanza"?
Lo que planteamos es más bien que el lenguaje de cada uno nace en el seno del dialogo con
los demás. Debido a que las palabras de que nos servimos para referirnos a lo mental se
crean a través del dialogo, es fácil ver por qué los términos van y vienen a lo largo de la
historia, y también por qué no nos cuesta mucho inventarnos ciertos términos para clasificar
la enfermedad mental. Esto también explica por qué muchas culturas del mundo no
comparten la misma comprensión acerca de "lo que hace que la gente siga adelante".
Decir que el discurso mental nace del diálogo es lo mismo que decir que su significado
depende de su uso social. Así, no necesitamos preguntarnos si las palabras que utilizamos
reflejan exactamente nuestro estado interior.
Fijémonos en todas las palabras que disponemos para expresar un estado de atracción. Se
puede decir: "Te admiro", "Quiero ser tu amigo", "Eres estupenda", "Me gustas", "Estoy
loco por ti", " Estoy desesperado por ti", etc. Las posibilidades son casi infinitas. Según
cuando y a quien le digas estas palabras, la otra persona puede acercarse a ti, mantener una
distancia o incluso pedir una orden de alejamiento. Podemos hablar de atracción de
muchísimas formas, pero no porque éstas representen un numero equivalente de estados
mentales, sino por las demandas que comporta la complejidad de la vida relacional.
Desde este punto de vista relacional, todo aquello que hemos asumido como personal,
privado, y también aquellos pensamientos, emociones, planes, deseos y demás que tenemos
"en la cabeza", lo podemos construir de manera fundamentalmente relacional. No es que
estos estados se encontrasen ya en nuestro interior; no están encerrados en nuestras
estructuras cerebrales, sino que somos nosotros quienes los representamos activamente. No
nos mueven a la acción, ni tampoco nuestras acciones los sacan fuera. Los estados y las
acciones son lo mismo, una sola cosa.
Quizás un escéptico diría: "Pero sí tengo una experiencia privada; muchas veces pienso o
siento emociones cuando estoy completamente solo". Podemos estar separados físicamente
de los demás, pero nuestras actividades cuando estamos solos se hallan en gran medida
ligadas a nuestras relaciones. Actividades como "sentirse triste" o "reflexionar sobre un
problema" son esencialmente representaciones parciales, separadas en ese momento de las
circunstancias normales de la relación. Pensar o hablar "consigo mismo" es, en este sentido,
mantener una conversación publica, pero sin la representación completa del intercambio
verbal con la otra persona. Sentirse triste en la privacidad de su propia habitación no es en
esencia diferente a la representación publica de la tristeza. No obstante, en solitario no
faltan las expresiones faciales apropiadas y la postura corporal acorde. Estar sentado solo y
triste es tomar parte en la danza cultural, aunque no haya otros presentes. Sin una historia
de relación, no hay mucho a lo que se pueda llamar "mundo privado".
Resumiendo, es a partir de la relación personal que surge todo aquello que tomamos como
real, lógico, verdadero y valioso. Las consecuencias de este énfasis en lo relacional son
importantes. No solamente desafía la tradición tan afianzada del individualismo, sino que
además nos invita a reconsiderar muchas de nuestras instituciones, desde los rituales
relacionales íntimos hasta la practica profesional en la educación, la política y el derecho.
La perspectiva relacional nos abre a una profunda apreciación de nuestra vida con los
demás, no aparte de ellos ni contra ellos. Así empezamos a centrarnos en el poder
generativo de las relaciones y en el influir de las acciones coordinadas. Por medio de las
representaciones con otras personas y también con nosotros mismos, creamos nuestra
realidad racional y emocional. Lo que antes se llamaban "procesos mentales" se recrea
ahora para convertirse en "procesos relacionales". Es el "yo relacional" que nace de las
relaciones con los demás.
Cuando te das cuenta de que todo lo que tomamos como verdadero, racional y bueno es así
únicamente en función de las convenciones, empiezas a hacerte preguntas de una
trascendencia inquietante. ¿Por qué deberíamos aceptar aquello que la tradición nos
ofrece?, ¿qué nos estamos perdiendo?, ¿somos capaces de reconstruir?, ¿mejorarían las
cosas?. Las preguntas son provocadoras; las repercusiones, infinitas.
Tanto respecto al cliente como al terapeuta, el tipo de terapia tiene que respetar el estilo y
las preferencias personales, las diferentes tradiciones y valores; es decir, la multiplicidad de
construcciones de lo real y lo bueno. Las tradiciones terapéuticas son en sí mismas
contenedores de significado cultural; ¿por qué un único sistema de significados tienen que
ser útil para todo el mundo? Dicho esto, consideramos que hay tres formas de terapia que
congenian especialmente con la sensibilidad construccionista hacia las realidades múltiples;
cada una de ellas ofrece importantes recursos para el cambio.
Los profesionales de la terapia narrativa están convencidos que al rehistoriar la vida de cada
uno, se pueden transformar los "problemas"; es posible construir nuevas historias y, a partir
de éstas, abrir nuevas vías de acción. Algunas personas llevan consigo historias de daños
permanentes causados por los malos tratos en la infancia. Se sienten incapaces de superarlo.
Sin embargo, si pueden revisar los primeros años de su vida y fijarse en lo intrépidos que
fueron para sobrevivir -y resurgir como héroes- es posible que empiecen a ver opciones de
cambio nuevas y más optimistas.
La mayor parte de la gente cree que sus problemas residen "en su cabeza". Se sienten
disfuncionales. Como razonan White y Epston, tales narrativas oscurecen la posibilidad de
comprender los propios problemas como un producto de las condiciones sociopoliticas. Lo
que a menudo tomamos como disfunciones personales -por ejemplo, las depresiones- se
puede rehistoriar de forma que entendamos que lo que sucede es que nos estamos
enfrentando a condiciones económicas o políticas estresantes. Cuando uno entiende que "no
soy yo, sino el sistema", desaparecen las dudas sobre uno mismo y aparecen otras opciones.
Si se construyen historias de fortaleza, a menudo se reduce el sufrimiento y se abre la
puerta a acciones políticas.
Las personas suelen iniciar una terapia porque tienen problemas que quieren abordar. Este
abordaje tiene ventajas, pero también inconvenientes. Desde una perspectiva
construccionista consideramos que, si hablamos seriamente de un problema, éste se hace
cada vez más real y más grande. Y si seguimos hablando de él, al final puede que acabemos
por sentirnos atrapados y bloqueados. Los profesionales de las terapias centradas en
soluciones buscan alternativas al enfoque de "hablar de los problemas", es decir, de
centrarse en las dificultades del individuo. En lugar de esto, lo que ellos hacen es motivar a
la persona a fijarse y comentar sus puntos fuertes, sus recursos y sus posibilidades
relacionales. Se puede construir a una persona que afirme que básicamente vivimos el aquí
y el ahora, en contraposición a las terapias exploratorias que construyen personas que
tienen "problemas profundamente arraigados", y que nuestro bienestar se halla ligado a
nuestras actuales relaciones. En lugar de explorar un pasado tormentoso, la terapia se centra
en los recursos para establecer relaciones más adecuadas en el presente. Cuando se
reconstruye no a partir del pasado y de los problemas, sino a partir del presente y de las
posibilidades, entonces es posible anticipar que el cambio será más rápido.
Veamos ahora dos contribuciones más recientes de las ideas construccionistas a la práctica
en las organizaciones.
Sin embargo, para los construccionistas, esta visión del liderazgo está llena de defectos.
Falla al no tener en cuenta la forma en que se crean los significados en las relaciones. Nadie
puede funcionar como líder a menos que los demás se unan a él en un proceso de crear
significados.
El liderazgo relacional surge cuando la gente dialoga para crear roles y actividades de
liderazgo para todos. En lugar de que sea un único individuo el que establezca la visión de
las cosas y las metas, son todos los participantes los que les dan forma a través del dialogo.
Así, la tarea de liderar está distribuida entre todos.
Desde una posición construccionista, hablar de los problemas es opcional. Los problemas
sólo existen si construimos el mundo en esos términos. Y dado que hablar de los problemas
suelen alejarnos de las metas, la gente se pregunta si no habrá otra forma de abordar las
cosas que sea más eficaz.
Cuanto mayor es la participación de los miembros del grupo en la exploración del núcleo
positivo del sistema humano, mejor, más profundo y más duradero es el proceso de cambio.
A partir de esta experiencia compartida, los miembros del grupo pueden empezar a discutir
el futuro de la organización y la forma de maximizar estas reservas de vitalidad. El proceso
de colaboración es la chispa que prende el fuego del entusiasmo y la buena voluntad y de la
resolución necesaria para lograr grandes metas. Es importante destacar que la investigación
apreciativa establece las raíces del futuro en el terreno del pasado; los sueños que comparte
el grupo no son castillos en el aire, sino que éste toma lo mejor de los logros del pasado y lo
aprovecha para generar posibilidades idealistas y a la vez realistas para el futuro. Los
aspectos de colaboración, relacionales, son los que potencian el esfuerzo de cambio a lo
largo de este proceso. Los principios fundamentales de la metodología de la investigación
apreciativa se basan en la teoría de la construcción social.
Los conflictos existen en todas partes y en todo el mundo; muchos de ellos son
escalofriantes y algunos resultan devastadores. En este sentido, el construccionismo no
hace grandes promesas, pero sí que proporciona un punto de vista y una dirección para
enfocar las prácticas de disminución de conflictos.
Una sesión habitual se desarrolla a partir de invitar a reunirse una tarde a dos grupos de
adversarios. En lugar de iniciar de inmediato un debate, primero comen juntos. En este
punto no está permitida ninguna conversación acerca de las cuestiones que los dividen; de
hecho, no tienen forma de identificar cuál es el posicionamiento de los demás sobre el
tema. Cuando empieza el programa de discusión, los moderadores insisten en que los
participantes hablen a un nivel personal, experiencias, en lugar de intercambiar los
principios ya bien conocidos por ambas partes. Se anima especialmente a los miembros de
ambos grupos a relatar historias personales relacionadas con su posicionamiento. Aunque
los participantes pueden oponer resistencia a argumentos basados en principios, sí que
escuchan y se solidarizan con las historias personales. Como resultado, empiezan a
comprender emocionalmente por qué sus oponentes sienten como sienten. Más tarde, se los
anima a hablar de sus "áreas grises", esto es, de sus propias dudas en la posición que
sostienen. Entonces aparece una segunda voz, una que empieza a parecerse a la oposición.
A los participantes no se les pide que cambie su posición (ni tampoco lo hace), pero son
capaces de comprender mejor al otro bando y ser más solidarios. Y aún más, a veces
empiezan a construir nuevas posibilidades.
Las disciplinas del conocimiento científico, como la química o la geología, están en gran
parte basadas en la idea de que existen verdades objetivas acerca del mundo, y que es
posible descubrirlas. En esta tradición, cada disciplina tiene objetos de estudio específicos y
requiere métodos de investigación especializados. Esta orientación ha llevado al desarrollo
de islas aisladas de creadores de conocimiento, que muy pocas veces se comunican entre sí
y que raramente resultan inteligibles para el público en general.
Éstas son esencialmente cuestiones de valor. ¿Cuáles son los estilos de vida que queremos
promover? ¿Qué queremos para nuestros hijos y nuestros nietos? Los historiadores se
encargan de decirnos cuál es la verdad acerca de la historia. Pero ¿cómo se podría describir
la historia de Oriente Medio? En gran parte depende de quién, en qué época y con qué
propósito relata la historia. No es posible escribir la historia obviando las tradiciones.
La investigación tradicional asume que hay un mundo de objetos o sucesos separados del
investigador. El trabajo de éste es descubrir la naturaleza de ese mundo. Por ejemplo, los
que piensan que las "actitudes" existen en la mente de las personas, elaboran las preguntas
de encuestas para "inferir las actitudes de la gente". La creencia que prevalece es que "con
el método se puede encontrar la verdad".
Visto así, podemos entender los escritos científicos tradicionales como una posible forma
de expresión, no como la única, que resulta útil para ciertos propósitos, como para una
comunicación eficiente entre un grupo de científicos de élite, pero limitados, quedando
fuera del dialogo aquellos que están fuera de la ciencia. El ámbito científico es aquí
exclusivista. En el caso de las ciencias sociales, esta crítica es especialmente importante,
porque el ciudadano corriente es a menudo el objeto de estudio. Las ciencias sociales tienen
una larga historia en cuanto a encontrar deficiencias en diversos grupos de personas,
etiquetándolas de "poco inteligentes", "estrechas de miras", "conformistas", "deficientes
mentales" y similares.
Muchos especialistas que conocen estos argumentos, sobre todo en ciencias sociales,
experimentan con otras formas de redactar documentos científicos. Algunas personas usan
su "voz personal" para presentar su investigación. Hay también quien experimenta con
voces múltiples para mostrar las diferentes perspectivas. Podríamos ser incluso más
atrevidos y preguntar: ¿Por qué tanto énfasis en la escritura para la presentación de un
trabajo de investigación? Cada forma de presentación ofrece nuevas posibilidades para
construir el mundo y para relacionar las personas dentro de las comunidades que crean el
conocimiento con las de fuera.
Estos cuatro retos: saltar las frontera entre disciplinas, investigar sobre aspectos útiles para
la sociedad, fomentar la multiplicidad de métodos y ampliar las formas de expresión, son
aplicables a todas las áreas de creación de conocimiento. Sin embargo, las ideas
construccionistas han tenido más impacto en las ciencias sociales y humanidades que en las
ciencias naturales. En la investigación de las primeras han florecido nuevas prácticas,
específicamente en estudio narrativo, análisis del discurso, etnografía e investigación-
acción.
La narración del yo
Los métodos narrativos son un medio importante para dar voz a los sujetos de una
investigación. Los investigadores dejan que la gente cuente ella misma su historia. Así, la
investigación narrativa se ha venido utilizando para comprender mejor el envejecimiento, la
inmigración, la delincuencia, el consumo de drogas y mucho más.
Michel Foucault arrojó luz sobre la forma en que diversas comunidades estructuran
regímenes disciplinarios. Un régimen disciplinario es el conjunto de reglas que aprendemos
para regular nuestra conducta y nuestras formas de expresión. Cuando absorbemos una
disciplina, aprendemos a comportarnos de determinada manera y no de otra. En lugar de
que sean otros los que vigilen cada uno de nuestros movimientos, somos nosotros mismos
los policías que controlan que no hagamos cosas que se puedan considerar tontas,
desagradables o malas. Estas disciplinas nos ciegan para ver otras cosas, anulan
posibilidades y nos llevan a denigrar a los que no pertenecen a ellas.
¿De qué manera las distintas palabras que utilizamos nos empujan en una dirección y nos
bloquean para seguir otras? Los análisis del discurso pretenden arrojar luz sobre las lenguas
que rigen nuestra vida. Si préstamos atención a una distinción de las que se dan por
sentado, como es entre heterosexuales y homosexuales, nos daremos cuenta de que las
categorías que utilizamos son limitadas. Dividimos nuestro complejo mundo de relaciones
sexuales en dos categorías excluyentes, incluso aunque nos demos cuenta de que la vida
sexual de las personas a menudo es mucho más compleja. En el caso de la sexualidad, se
han desarrollado nuevos términos -metrosexual, polisexual, bisexual, etc.- que invitan a
nuevas pautas de vida cultural. A ojos de muchas personas, el foco de la investigación
sobre el discurso está en la liberación.
El estudio etnográfico atrae a muchos construccionistas, no sólo porque arroja luz sobre
construcciones alternativas del mundo, sino también porque no requiere el tipo de
manipulación y de engaño que a menudo acompaña los experimentos de laboratorio. A su
vez, las ideas construccionistas también han abierto nuevas perspectivas para la etnografía.
He aquí dos de los avances más interesantes:
Etnografía colaborativa. Los investigadores se preguntan cada vez más: "¿Qué derecho
tengo a informar sobre los demás, a traducir sus vidas con mis palabras?, ¿por qué la gente
no tiene derecho a aportar su propia definición de sí misma?". Tales reflexiones han sido
estímulo para muchos investigadores que buscan formas de trabajar en colaboración con
aquellas personas que desean estudiar. Un enfoque como éste, que enfatiza el potencial
constructivo de cada espectador / participante, evita la amenaza de rechazo o de negación
que podría provocar la presencia de una única voz. Así pudieron poner de manifiesto que
no existe una comprensión simple o singular de la vida de los demás.
Autoetnografía. Hay otra pregunta de los investigadores que también es cada vez más
frecuente. "¿Por qué tendría yo que hacer informes sobre la vida de los demás si no estoy
en su piel?". Este tipo de reflexión ha promovido el desarrollo de la autoetnografía: la
revelación de la experiencia de la propia vida para dar a conocer uno su cultura
determinada.
Desde esta perspectiva, los investigadores se sienten cada vez más atraídos por las
posibilidades que ofrece la aplicación de la investigación, no para trazar el pasado con el fin
de predecir el futuro, sino para crear nuevos futuros directamente. La investigación-acción
se dedica a esta última finalidad. Estos investigadores no permanecen escondidos en el
laboratorio estudiando a personas y animales para publicar artículos en revistas que leerán
sus colegas y para obtener beneficios a largo plazo. En lugar de eso, salen a la calle y
ofrecen sus servicios a los que lo necesitan. En concreto, lo que esperan es que sus
investigaciones pueda ayudar a liberar a la gente de condiciones políticas y económicas
opresivas, y a generar nuevas oportunidades para las personas. Las principales metas de la
investigación-acción son aliviar el sufrimiento, establecer un sistema justo, reducir el
conflicto y mejorar procesos democráticos.
De la crítica a la colaboración
Para muchas personas, las ideas construccionistas resultan profundamente inquietantes.
Estas ideas cuestionan las realidades y los valores básicos de la vida diaria, sin
proporcionar un conjunto claro de alternativas. Debido a que socavan las declaraciones de
certeza absoluta acerca de la verdad, la objetividad y la moral, han desempeñado un papel
significativo en lo que se ha llamado la "guerra de las culturas". Los que critican la
resistencia a aceptar la posibilidad de que cada cultura tenga derecho a sus propias verdades
y valores. Las ideas construccionistas también han contribuido de manera importante a la
"guerra de las ciencias". Aquí los críticos también se resisten a la posibilidad de que la
verdad científica sea sólo una entre muchas.
El segundo paso es que tan importante es destacar las ventajas de las verdades locales como
invitar a explorar al mismo tiempo alternativas a nuestra cómoda visión de la verdad y lo
bueno. No se trata simplemente de ser cautos para no traspasar las fronteras de nuestra
realidad local, sino de animarnos a buscar construcciones alternativas, y ser conscientes de
que estas construcciones son muy funcionales para aquellos que las desarrollan. En este
sentido, un científico no necesita fingir que no existe la espiritualidad, ni siquiera el
creacionismo. Estas verdades no rivalizan con el discurso científico, sino que tienen otras
funciones. Proporcionan al universo el tipo de valor y significado que la ciencia no puede
darles.
Estrechamente relacionados con los críticos nihilistas se encuentran los que argumentan
que las ideas construccionistas no aceptan los hechos evidentes de la vida. La resistencia es
especialmente fuerte en tres aspectos. En el primer caso, hay críticos que consideran el
cuerpo humano como la base para entender la vida en sociedad. Para ellos, el cuerpo es una
realidad ineludible. Su propuesta habitual es que nuestro cuerpo nos define; que por medio
del cuerpo experimentamos el mundo; y que, a medida que cambia el cuerpo, también se
transforma nuestro sentido del mundo y de uno mismo. En el segundo caso, otros críticos
sostienen que lo más importante es el mundo privado de la mente. Finalmente y en tercer
lugar, muchos científicos sociales critican lo que consideran la incapacidad construccionista
para afrontar las evidentes diferencias de poder entre los diversos grupos sociales. Afirman
que, si no hacemos frente a esa diferencia, no podremos mitigar las condiciones de opresión
en que viven tantas personas. Según ellos, si la pobreza, la opresión, la inanición y el
genocidio son sólo construcciones, entonces no estamos motivados para actuar.
Por desgracia, los críticos a menudo confunden lo que se expone a este metanivel con un
intento construccionista de contar la verdad acerca del mundo. Según ellos, si dejamos el
cuerpo, la mente o el poder fuera del relato, estamos ciegos. Pero esto es malinterpretar
nuestro intento. Lo que pretendemos a este metanivel es sencillamente generar conciencia
de las posibilidades y una orientación al significado y al conocimiento, no "a la verdad".
Bajo el paraguas construccionista se considerarán con toda seguridad estas realidades; el
metanivel no es necesario. En este contexto, dejemos que el paraguas acoja el trabajo
colaborativo con los defensores del cuerpo, la mente y el poder. Tenemos tres opciones
principales para trabajar juntos creativamente.
La exploración de los límites nos conduce de manera natural a una opción final, que es la
de crear conjuntamente formas nuevas y posiblemente más viables de comprender las cosas
y de actuar. En lugar de entender el poder como una estructura, con mala gente encima y
buena gente en el peldaño más abajo, podemos enfocar el poder como algo que emerge de
las relaciones en curso. Si suficientes personas empiezan a compartir los mismos puntos de
vista y valores, tenderán a organizarse para desarrollar el sentido de sí mismos como grupo
unido, para diseñar programas y trazar planes y para, en última instancia, ser eficaces en
alcanzar sus metas. Dicho en pocas palabras, crear un centro de poder. Si entendemos el
poder distribuido de esta forma, producir cambios sociales comportará que muchos grupos
diferentes trabajen juntos. El construccionismo no descarta las tradiciones de significado,
sino que nos invita a movernos hacia una mutualidad más viable.
Obviamente, ¿quién estaría satisfecho con ver destruidas todas las normas sobre lo que esta
bien? Y, ¿no preferimos todos ciertas formas de vida a otras? ¿A algunos de nosotros le
parece que es lo mismo la brutalidad humana que cualquier otra forma de tratar a la gente?
Los construccionistas no participan en la sociedad menos que los demás y, en este sentido,
están profundamente comprometidos con las diversas visiones del bien. El
construccionismo no sugiere que escapemos de toda orientación moral; eso sería quedar
fuera de todas las tradiciones. En lugar de eso, nos invita a apreciar nuestra visión local y
protegerla de aquellos que quieren destruirla. Para el feminismo, el activismo a favor de las
minorías sociales, los que reivindican los derechos de los gays, la cultura de los sordos y
para otras minorías, las ideas construccionistas han resultado profundamente fortalecedoras,
porque invita a cuestionar abiertamente el sistema establecido y a legitimar el punto de
vista de cada uno, que de otra forma estaría marginado.
Si asumimos que tanto los construccionistas como aquéllos que los critican abrazan alguna
forma de moralidad en la vida, el reto reside en establecer un territorio común para
construir un futuro viable.