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La cultura y la identidad peronista

El peronismo fue un fenómeno esencialmente cultural. Con él se puso en marcha un proceso de cambio de
mentalidades, un nuevo país. El subsuelo de la Patria, encontraría en Juan Domingo Perón un hombre con la
fuerza necesaria para transformar irreversiblemente la vida de los sectores más olvidados. Esta clase
pretende contribuir al ejercicio de reflexión sobre la construcción cultural del peronismo y de su pensamiento
justicialista. Asimismo, trazamos algunas líneas acerca de las culturas que se fueron constituyendo en la
Argentina, su perfil ideológico y los campos de batalla que fueron conquistando para legitimar su
hegemonía.

Parte I

Sobre el término cultura

Según la etimología de la palabra, cultura se asocia con la acción de cultivar, practicar y honrar; de
ahí la connotación inicial asociada al culto: tanto a una deidad religiosa como al cuerpo o al
espíritu. Si bien en su origen etimológico la palabra cultura está vinculada con la idea de la
dedicación religiosa y del cultivo en términos generales, se considera que cultura es la
manifestación artística de disciplinas como la literatura, la música, la pintura, etc. Pero esta
definición reduce la dimensión real que tiene la cultura en la vida de los pueblos y de las
personas.

La cultura está conformada por instituciones y el conjunto de modos de vida, simbólicos y


performativos, sobredeterminados por lo histórico y lo geográfico. Esto corresponde a
formaciones sociales concretas, que se desarrollan en particulares modos de producción,
distribución y consumo de bienes y artefactos con valor simbólico.

Por lo tanto, en el sentido más amplio de la palabra, cultura es el conjunto de valores que dan
sentido y condicionan la conducta o forma de ser de un pueblo y de las personas que lo integran y
abarca todas las manifestaciones de la vida colectiva e individual: política, Estado, escritura,
educación, relaciones sociales, religión, trabajo etc.

La cultura como campo de actividad y disputa permanente

En la Argentina la cultura liberal fue capaz de construir una historia oficial que analiza nuestra
historia desde la óptica de las elites dueñas del país. El historiador, Norberto Galasso define a la
historia liberal como “oficial” porque 1) se enseña desde hace décadas en los diversos niveles de
enseñanza, 2) predomina en los medios masivos de comunicación, 3) está presente, indiscutida e
indiscutible, en los discursos y la iconografía oficial, 4) se yergue en las estatuas de las plazas y
dominaciones de calles y localidades.
Su principal gestor es el General Mitre, político e historiador perteneciente a una de las familias
argentinas más poderosas. Mitre reaseguró el predominio de sus ideas con la fundación del diario
“La Nación”, como diría Homero Manzi: “un prócer que se dejó un diario de guardaespaldas”.

El liberalismo supo imponer su voluntad a todos los argentinos, no solo en el terreno económico,
sino en el conjunto de la estructura social a partir de sus concepciones, valores y creencias,
denostando lo autóctono, lo propio de nuestras raíces. Estos sistemas de dominación encuentran
un vehículo en la cultura en su sentido más amplio a través de la moda, los deportes, los medios
de comunicación, las artes y la literatura.

Esta imposición y control se da en parte por los aparatos represivos del Estado, pero también por
el consenso. El consenso es la aceptación -no por cierto total ni completamente pasiva- de las
clases dominadas. Esto quiere decir que la clase dominante tiene la capacidad de imponer su
cosmovisión del mundo y regular el comportamiento social en su conjunto. Esta capacidad de una
clase de dirigir los destinos de la sociedad a partir de su supremacía ideológica es la hegemonía. Al
imponerse una cultura como hegemónica, logra instalar y universalizar los cánones del modo de
entender el mundo, los buenos modales, la belleza, entre otros. Tal es así que todxs nos
encontramos atravesados y repitiendo la historia oficial, y reproducimos tradiciones y costumbres
gestadas en el seno de la elite liberal.

Sin embargo, la hegemonía no es algo puro e inmutable. Dentro de sus reflexiones teóricas,
Antonio Gramsci, propone un concepto de hegemonía que hace hincapié en el plano moral,
ideológico y cultural y aquí es donde se forja el horizonte para la sociedad, en la construcción de
un consenso perpetuo. La clave para Gramsci se encuentra en el terreno de la cultura. Dicha pelea
se da generando una contrahegemonia que impulse esos otros valores de la cultura oprimida. Los
sujetos son, además de actores necesarios para promover el cambio, el propio recinto de combate
donde se definen los destinos de la nación.
Entonces, diremos que la cultura es por un lado, un poderoso inmovilizador de la capacidad
reinventiva de los pueblos y por otro, el lugar de emancipación y liberación.

Podemos entender, por lo tanto a la cultura como un espacio en movimiento, atravesado por
contantes conflictos y tensiones que redefinen los límites de ese espacio y la dinámica de acción
del mismo. La cultura no es uniforme, armónica y unitaria, donde solo en ciertos momentos surge
la puja de intereses por el control simbólico e ideológico. Cultura es, por definición, un lugar en
disputa permanente, en el cual los momentos de aparente “paz”, son los que, justamente, deben
considerarse “anomalías” producidas por la “hegemonía” del pensamiento dominante. Por lo
tanto, podemos decir que es un espacio de tensiones permanentes, ya que es ella misma un
escenario “básico” de las relaciones sociales y políticas de poder.

Daniel Santoro. Lucha de clases II – Óleo, 50 cm, 2008.

El lugar de la cultura en la Doctrina Justicialista

“La cultura es determinante de la felicidad de los pueblos, porque por cultura debe entenderse no sólo la
preparación moral y el arma de combate para sostener la posición de cada hombre en la lucha cotidiana,
sino del instrumento indispensable para que la vida política se desarrolle con tolerancia, honestidad y
comprensión”. Juan D. Perón

La Escuela Superior Peronista en su libro Sociología Peronista describe a la cultura ante todo como
una expresión de la personalidad de los pueblos.

Concepto de cultura:

 Como cultivo, perfeccionamiento, ejercicio de las cualidades del hombre/mujer con el


objetivo de superar progresivamente su personalidad.
 Cultura como el producto de la superación del hombre que vive en comunidad, o sea la
realización del hombre, tanto en el terreno de lo material como de lo espiritual, que son
las expresiones que dan características propias a la vida de una comunidad.

Podemos afirmar que para el peronismo la cultura es el conjunto complejo de realizaciones


materiales y espirituales que se dan en una comunidad y que determinan las características
propias de la misma frente a las demás comunidades.

Cada pueblo posee modalidades propias, principios consustanciales a su ser y un destino


providencialmente trazado que constituyen y define la personalidad nacional, exigiendo un
renunciamiento de los afanes individuales. La personalidad de los Pueblos nos está dada, por
consiguiente, por las manifestaciones espirituales y materiales de su cultura. El contenido ético-
religioso, artístico, científico y técnico de las culturas, difiere en el tiempo y en el espacio, siendo
justamente ese contenido el que determina la personalidad de cada pueblo y establece las
diferencias entre las culturas que los mismos presentan. En defensa de la personalidad del Pueblo
argentino, el Peronismo desea organizar la cultura, para evitar la difusión en nuestro país de
representaciones culturales contrarias a nuestra idiosincrasia, sino que se difunda, se nutra y se
abastezca la cultura nacional. Cuando una Nación recupera su ser nacional, la cultura se convierte
en fuerza de inimaginables proyecciones.

Principales vertientes ideologico-politicas de la Argentina

a) Valores y paradigmas que definen a la cultura política liberal conservadora

La cultura política liberal conservadora se construirá históricamente en el ex-Virreinato del Río de


la Plata como la expresión de una minoría social urbana que admiraba a la civilización anglo-
francesa y descalificaba a la civilización hispanoamericana que se había construido en la etapa
colonial, considerándola bárbara. Logró concentrar la propiedad de la tierra y se identificó con una
filosofía individualista liberal capitalista del poder. El paradigma central de su pensamiento es el
siguiente: el poder nacional lo pensamos y organizamos desde afuera hacia adentro según lo que
disponga y nos permita hacer el poder mundial hegemónico de turno: el Imperio Británico y su
socio menor Francia en el pasado; después Estados Unidos; Actualmente la globalización
homogénea y hegemónica que se sustenta en el capital financiero especulativo global, las
empresas trasnacionales, el poder militar de Estados Unidos y la inteligencia política de Inglaterra.

En tanto expresión social minoritaria con limitada capacidad histórica para convocar a los sectores
populares al efecto de construir una mayoría electoral, a esta cultura política no le ha interesado
históricamente la democracia a menos que lograse que los que gobiernen constitucionalmente lo
hagan representando a sus intereses, aunque sea bajo la máscara de otra cultura política. En
cuanto eso no sucede, porque se consolida en el horizonte y en el tiempo la posibilidad de una
gobernabilidad prolongada de la cultura política nacional y popular, aparece en superficie su
histórica vocación dictatorial de suprimir al otro mediante la violencia: al partido federal en el
pasado, al radicalismo yrigoyenista después, y por último, al peronismo en la medida en que se
mantiene fiel a su identidad nacional y popular.

En síntesis, en la cultura política liberal conservadora nativa anida en profundidad, un


pensamiento criminal aplicado a la acción política; pero este no es una creación propia, se
emparenta con el mismo pensamiento criminal que sacan a relucir las élites mundiales en los
momentos de crisis en las que su poder aparece cuestionado por los pueblos.

La cultura política liberal conservadora acepta, de mala gana, una democracia que sea meramente
política y representativa, en donde los ciudadanos votan periódicamente, pero no participan ni se
organizan, porque saben que la organización es poder, como enseñó Perón.

En esta democracia restringida que la cultura liberal conservadora apenas tolera, el Estado
promueve el predominio de los derechos individuales sobre los sociales y del capital sobre el
trabajo en el marco de un modelo neoliberal de subdesarrollo de perfil agroexportador, no
industrial y especulativo, ajustado a las decisiones de la economía mundial. De esta forma, la
sociedad inevitablemente se desintegra socialmente por el desempleo, porque se desfinancia a la
educación pública primaria y secundaria, se arancela a la universitaria y se subsidia a la educación
privada en todos sus niveles.

Para garantizar la gobernabilidad de este modelo que es necesariamente excluyente, el liberalismo


conservador aplica una batería de acciones políticas: guerra psicológica a través de los medios de
comunicación; clientelismo electoral desde los partidos políticos; represión desde el Estado.

Valores y paradigmas que definen a la cultura política liberal progresista

La cultura política liberal progresista se construirá históricamente en el ámbito del ex-Virreinato


del Río de la Plata como desembarco de las ideas socialistas tempranas que aparecieron en Europa
después de la revolución francesa, como reacción a la consolidación de la industria capitalista y de
la consecuente explotación de los asalariados bajo ese nuevo sistema económico. Será la
Generación del 37 con Esteban Echeverría y su libro El Dogma Socialista de la Asociación de Mayo,
quienes primero las expresarán y le darán el perfil cultural que la caracterizará: admiración de lo
europeo anglo-francés y desprecio de la fusión hispana-americana. Matriz liberal elitista
europeizante que la cultura política progresista compartirá con la cultura política conservadora, de
allí en más. Es decir, que la matriz cultural sobre la que se construirá la cultura política liberal
progresista será la dicotomía civilización o barbarie sarmientina, la misma de la cultura liberal
conservadora.

En efecto, esta matriz cultural eurocéntrica no cambió cuando Justo fundó el Partido Socialista
Argentino siguiendo la ideología internacionalista proletaria predicada por Marx: una filosofía
colectivista que ante la lucha de clases de facto impuesta por el capital, responderá con la lucha de
clases por parte del trabajo, propiciando el uso del Estado para expropiar al capital. Tampoco
cambiará la matriz cultural eurocéntrica cuando posteriormente se funde el Partido Comunista
Argentino.

Con la evolución histórica posterior, siguiendo el modelo de la socialdemocracia europea, esta


filosofía de lucha de clases mutará progresivamente hacia posiciones contemporáneas menos
internacionalistas, más cercanas a la construcción de una revolución nacional y a la idea de la
integración de clases y de equilibrio entre el capital y trabajo. Algo similar a lo que propuso
siempre la cultura política nacional y popular.

Tras la disolución de la Unión Soviética, el fin de su modelo comunista y el giro hacia la economía
de mercado de China, la cultura política liberal progresista se anclará en los valores de la
democracia social, en donde el Estado se plantea articular los derechos individuales con los
sociales y al capital con el trabajo. Los mecanismos de participación de la llamada sociedad civil en
el desarrollo de una sociedad integrada, será a través de la educación pública gratuita en todos los
niveles y con programas sociales universales destinados a incluir a los excluidos. Un esquema
parecido al de la cultura política nacional y popular, como ya hemos mencionado.

Pero la experiencia histórica argentina demuestra que la cultura política liberal progresista -que
hasta ahora ha sido siempre una minoría electoral- ha exhibido una limitada voluntad política de
enfrentar a las corporaciones y a los intereses económicos concentrados. En ese sentido, se puede
decir que no ha acompañado en esa lucha a la cultura política nacional y popular, cuando ésta lo
ha hecho en cada etapa histórica. Porque la tentación política histórica de la cultura política liberal
progresista ha sido sabotear la construcción de la cultura política nacional y popular para que esta
no se consolide, y de esta manera después pretender heredarla. Pero lo que siempre ha ocurrido,
lamentablemente, es que tras el fracaso de la cultura política nacional y popular, al que
contribuyeron como oposición; no ha sido la cultura política liberal progresista la que ha accedido
al gobierno, sino que el poder del Estado ha ido a parar a manos de la cultura liberal conservadora,
por medio de una dictadura, o de democracias fisuradas que gobiernan para unos pocos,
persiguiendo objetivos anti populares.

b) Valores y paradigmas que definen a la cultura política nacional y popular

Como ya vimos, la cultura política nacional y popular se construirá históricamente en el ámbito del
ex-Virreinato del Río de la Plata en un primer momento, como expresión de una mayoría social
rural de gauchos, mestizos, indios y negros, con líderes populares identificados con una filosofía de
integración de clases porque propiciaban el uso del Estado para articular a la nación y organizar al
pueblo en torno a un valor solidario central: lograr la independencia de España y conformar una
civilización americana. Después, con un liderazgo capaz de incorporar a una nueva mayoría social
de clase media, que será dignificada por el voto secreto y obligatorio. Y por último, con otro
liderazgo capaz de integrar al poder nacional a una nueva mayoría social de trabajadores,
realizando la justicia social sobre la base del equilibrio entre el capital y el trabajo para construir
una comunidad organizada.
El paradigma central de su pensamiento es: el poder nacional lo pensamos y organizamos desde
adentro hacia afuera según lo que nos convenga, sin importar lo que opina y desea el poder
mundial hegemónico de turno; el Imperio Británico y su socio menor Francia en el pasado,
después Estados Unidos, y ahora la globalización homogénea y hegemónica que se sustenta en el
capital financiero especulativo global, las empresas trasnacionales, el poder militar de Estados
Unidos y la inteligencia política de Inglaterra.

La cultura política nacional y popular trabaja por la felicidad del pueblo construyendo la grandeza
de la nación. Por ello propicia una democracia social en donde los ciudadanos, además de votar
periódicamente participen y se organicen libremente para defender sus intereses cotidianamente;
por eso aspira a gobernar una república a la vez representativa y participativa que asume la forma
de una comunidad organizada que construye, como resultado final de la distribución de la riqueza,
el predominio de la clase media.

Para la cultura política nacional y popular el gobierno debe organizar al Estado para articular los
derechos individuales con los sociales, al capital con el trabajo y promover la organización libre del
pueblo, con una fuerte voluntad política de no permitir chantajes corporativos de ningún tipo que
lo condicionen; con un modelo nacional y popular de desarrollo con matriz industrial diversificada,
apoyado en el mercado interno y la exportación para generar pleno empleo, con fuerte voluntad
de autonomía en la economía mundial trabajando dentro de las posibilidades permitidas del
marco coyuntural que atraviese. La integración social se construye a través del desarrollo de una
educación pública gratuita en todos los niveles y donde se procura la vigencia real de la justicia
social con el complemento de la ayuda social directa para que no existan excluidos.

Doctrina Justicialista: los rasgos característicos de la cultura peronista

Hemos visto ya que la cultura peronista es expresión de la personalidad de los Pueblos; por
consiguiente, si los rasgos de un Pueblo están definidos por su filosofía nacional, la cultura debe
ser la realización de ésta en todas las formas concretas que adopte, sean ciencias, artes, letras.

Perón habla de una nueva cultura nacional, porque hasta ese momento no había existido un
proceso cultural auténticamente argentino.

La cultura peronista es simple, práctica y popular, primero porque la hace el pueblo mismo,
segundo porque tiene que volver al pueblo para solucionar los problemas humanos y sociales que
plantea la vida. Es éste el sentido humano y social de la cultura peronista.

La cultura peronista es una cultura abierta. Se integra con las expresiones universales de las
culturas clásicas y modernas y con la cultura tradicional argentina, en cuanto concuerdan con los
principios de la doctrina nacional.

El subsuelo de la patria sublevado


Perón irrumpió en la vida política argentina como uno de los organizadores de la revolución militar
de 1943. Pero el verdadero tránsito de militar a político de Perón se produjo a partir del momento
en que asumió en diciembre de ese año la Secretaría de Trabajo y Previsión; y comenzó desde allí
una decidida e inédita política social destinada a hacer realidad los derechos laborales de los
trabajadores.

A mediados de 1944 ya se había convertido en el hombre fuerte de la Revolución de 1943. Su


acción desde la Secretaría de Trabajo y Previsión fue la defensa de un rol activo de los sindicatos
en la sociedad y la necesidad de reformar las relaciones laborales en beneficio de los trabajadores
para equilibrar el poder de los empresarios y la importancia de implementar la ayuda social a los
más postergados.

Perón sabía que estas acciones a favor de los


trabajadores le traerían grandes diferencias con
los sectores del pensamiento militar clásico. Este
conflicto estalló el 9 de octubre de 1945. Perón
tuvo que renunciar a sus cargos que por
entonces estaba ejerciendo en el gobierno
militar -Secretario de Trabajo, Ministro de
Guerra y Vicepresidente- y el 13 fue arrestado
en la isla Martín García.

Su regreso al poder ocurrió, únicamente, porque


el 17 de octubre se produjo una reacción masiva
de los trabajadores que -beneficiados por su
política social y desbordando a sus propios
dirigentes que habían convocado una huelga
recién para el 18- abandonaron sus puestos de
trabajo y ganaron la calle ese día y convergieron
sobre la Plaza de Mayo, a la que ocuparon
pidiendo por él.

Leopoldo Marechal lo recuerda de la siguiente manera:

"Era muy de mañana,*…+. El coronel Perón había sido traído ya desde Martín García. Mi domicilio era
este mismo departamento de la calle Rivadavia. De pronto, me llegó desde el Oeste un rumor como
de multitudes que avanzaban gritando y cantando por la calle Rivadavia: el rumor fue creciendo y
agigantándose, hasta que reconocí primero la música de una canción popular, y en seguida su
letra:«Yo te daré, / te daré, Patria hermosa, / te daré una cosa, / una cosa que empieza con P, /
Perooón». Y aquel «Perón» resonaba periódicamente como un cañonazo (…) Me vestí
apresuradamente, bajé a la calle y me uní a la multitud que avanzaba rumbo a la Plaza de Mayo. Vi,
reconocí, y amé los miles de rostros que la integraban: no había rencor en ellos, sino la alegría de salir
a la visibilidad en reclamo de su líder. Era la Argentina «invisible» que algunos habían anunciado
literariamente, sin conocer ni amar sus millones de caras concretas, y que no bien las conocieron les
dieron la espalda. Desde aquellas horas me hice peronista." (Palabras con Leopoldo Marechal, por
Alfredo Andrés, 1968.)

El significado del 17 de octubre

El peronismo fue un fenómeno esencialmente cultural. Una revolución cultural que modificó la
vida de los argentinos y argentinas como en ninguna otra etapa de la historia. Aquel 17 de octubre
los trabajadores toman especial conciencia de las raíces históricas del movimiento. Puso en
evidencia la ruptura con un orden liberal conservador antipopular, marcando como horizonte
aquellas luchas emancipadoras inconclusas como las que encararon San Martín, Rosas e Yrigoyen,
entre otros.

En ese hecho simbólico quedó definido el proyecto de país que traía el peronismo. Tal como lo
destaca Scalabrini Ortiz “era el subsuelo de la patria sublevado”, en estas pocas palabras condensa
todo el significado político de lo que ocurría. Era el subsuelo, los trabajadores constituían los
cimientos del país y a la vez permanecían en las sombras, sometidos, invisibilizados, el peronismo
vino a terminar con esa lógica, los puso en el centro de la escena y les propuso defender la patria
justicialista. Esa plaza colmada de cabecitas negras vislumbraba una nueva Argentina. Algo se
estaba transformando, algo que iba a cambiar para siempre la historia de nuestro país:

“Corría el mes de octubre de 1945. El sol caía a plomo sobre la Plaza de Mayo, cuando
inesperadamente enormes columnas de obreros comenzaron a llegar. Venían con su traje de fajina,
porque acudían directamente desde sus fábricas y talleres. (...) Frente a mis ojos desfilaban rostros
atezados, brazos membrudos, torsos fornidos, con las greñas al aire y las vestiduras escasas cubiertas
de pringues, de resto de brea, de grasas y de aceites. Llegaban cantando y vociferando unidos en una
sola fe (…) Un pujante palpitar sacudía la entraña de la ciudad (...) Era el subsuelo de la patria
sublevado. Era el cimiento básico de la nación que asomaba, como asoman las épocas pretéritas de la
tierra en la conmoción del terremoto (...) Éramos briznas de multitud y el alma de todos nos redimía.
Presentía que la historia estaba pasando junto a nosotros y nos acariciaba suavemente como la brisa
fresca del río. Lo que yo había soñado e intuido durante muchos años, estaba allí, presente, corpóreo,
tenso, multifacetado, pero único en el espíritu conjunto. Eran los hombres que están solos y esperan
que iniciaban sus tareas de reivindicación. El espíritu de la tierra estaba presente como nunca creí
verlo”.(Raúl Scalabrini Ortiz, Tierra sin nada, tierra de profetas, Buenos Aires, Plus Ultra, 1973, pág.
55).

“El país ya era otro país, y no quisieron entenderlo”, señala Arturo Jauretche refiriéndose a los
viejos partidos políticos. Y agrega:

“La nueva realidad no cabía ni en el sindicalismo, ni en los partidos políticos preexistentes (…) el 17 de
octubre, más que representar la victoria de una clase, es la presencia del nuevo país con su
vanguardia más combatiente y que más pronto tomó contacto con la realidad propia (…) lo viejo no
comprendía el país nuevo, tampoco se dio cuenta que ya no podía representar la dirección del país y
mientras discutía sus rivalidades, el nuevo actor tomó posesión del escenario. (Jauretche, A.,Diario El
Mundo - 17/10/1965).

El poderoso aparato cultural de la oligarquía

Como señala Jauretche el viejo país no entendió aquello que sucedía delante de sus narices. La
clase dominante no tardó en armar su propio relato sobre el 17 de octubre a través de los
dirigentes conservadores, los grandes intelectuales y los grandes diarios. La conducción de la UCR
realizó un comunicado al respecto:

“(El 17 de octubre) fue preparado por la Policía Federal y la Oficina de Trabajo y Previsión, convertida
en una gran máquina de propaganda de tipo fascista, con ramificaciones en todo el país. Para este
sector el paro se pudo realizar porque se usó la coacción y la amenaza, y se ultrajó a la ciudadanía con
la ayuda policial. Asimismo, sostienen que no había más de sesenta mil personas, el 50% eran mujeres
y niños, y que los manifestantes llevaban como lema “Haga patria matando un estudiante” y “Viva la
alpargata y mueran los libros”.

Desde el conservadurismo Emilio Hardoy relata: “Como en todos los pueblos de occidente, en
nuestro territorio había dos países en aquel mes de octubre de 1945: el país elegante y simpático,
con sus intelectuales y su sociedad distinguida sustentada en su clientela romana y el país de la
corte de los milagros que mostró entonces toda su rabia y toda su fuerza”.

Norberto Galasso en su libro Perón Tomo 1, acerca de la izquierda mitro-marxista:

“*…+ Para quienes desconocen la historia argentina y se dejan llevar por rótulos, resulta asombroso
que juicios coincidentes provengan de la titulada izquierda socialista y comunista. La vanguardia, el
órgano del partido Socialista afirma: “En los bajíos y entresijos de la sociedad hay acumulada miseria,
dolor, ignorancia, indigencia más mental que física, infelicidad y sufrimiento. Cuando un cataclismo
social o un estímulo policial moviliza las fuerzas latentes del resentimiento, cortan todos las
concentraciones morales, dan libertad a las potencias incontroladas, la parte del pueblo que vive ese
resentimiento y acaso para su resentimiento, se desborda en las calles, amenaza, vocifera, atropella,
asalta a diarios, persigue en su furia demoníaca a los propios adalides permanentes y responsables de
su elevación y dignificación”.

En una argentina cuya cultura se asentaba en la historia mitrista, el liberalismo económico, la


literatura exquisita, la democracia formal, y el lema “civilización o barbarie”, lanzado por
Sarmiento, resulta natural que la irrupción de las masas trabajadoras en el escenario político,
produjese la reacción de dicho sector.
Parte II

Cultura y educación

Así como la cultura es tan decisiva para la construcción de la identidad de un país, la educación es el vehículo
más importante para desarrollarla. En este breve apartado hablaremos de cómo la educación también
funciona como un poderoso aparato de dominación o emancipación de los pueblos.

Civilización y barbarie

El colonialismo capitalista se atribuye valores como el progreso, la civilización, las ideas, la razón,
la cultura. La cultura política liberal conservadora se construirá históricamente en el ex-Virreinato
del Río de la Plata como la expresión de una minoría social urbana que admiraba a la civilización
anglo- francesa y descalificaba a la civilización hispanoamericana que se había construido en la
etapa colonial, considerándola bárbara. Logró concentrar la propiedad de la tierra y se identificó
con una filosofía individualista liberal capitalista del poder; filosofía que objetivamente, aunque no
lo formule así, promueve la lucha de clases, porque propicia el uso del Estado para asegurar el
predominio del capital sobre el trabajo, a cualquier costo. Algunos de sus intelectuales orgánicos,
escribieron textos literarios que sostuvieron ideológicamente la estructura de su pensamiento. Por
ejemplo, Esteban Echeverría con sus relatos "El Matadero" y "La Cautiva" que comenzará a
construir el abismo social y cultural entre la vida urbana y la rural, que no existía en la cultura
política hispano americana preexistente, introduciendo en los salones literarios y políticos de la
Ciudad de Buenos Aires, el desprecio y el temor hacia el gaucho y a lo americano. José Mármol
realizara su aporte, con su novela “Amalia”. Pero quien encarnará en forma integral la tarea, es
decir en el plano literario y en el político militante, será Sarmiento con su ensayo sociológico Vida
de Juan Facundo Quiroga: Civilización y Barbarie. Lo excepcional que tiene “El Facundo” de
Sarmiento es que se trata de un libro con la ideología de los conquistadores, pero escrito por un
hombre de la elite del país colonizado. Lo que se desarrolla en verdad es la matriz de la civilización
occidental en pueblo americano. Los valores del centro tienen que ocupar el mundo, porque al
ocuparlo lo civiliza, lo hace entrar en la senda del progreso.

Lo que hace Sarmiento es incorporar este concepto de civilización. Los hombres cultos de Buenos
Aires, son los que se han formado con las ideas europeas son la civilización, quienes forman parte
de la élite. Los gauchos, los hombres de las campañas, los indios, son la barbarie. El hombre es
hombre porque se hace a través de la cultura, pero los que no se hacen a través de la cultura son
los barbaros, porque los barbaros son la negación de la cultura. Dos conceptos antagónicos e
irreconciliables. A la barbarie hay que combatirla y derrotarla. Para Sarmiento no hay arreglo
posible con la barbarie.
“Allá a lo lejos y no hace mucho tiempo”, Martín Aramburu.

Sarmiento ubicó a la educación en el centro de la escena política, pues era una de las herramientas
que usaría para constituir y controlar al nuevo sujeto social y político. Para él, la educación era el
elemento prioritario para el cambio social y la modernización de la sociedad.

El sistema educativo argentino fue organizado para imponer las ideas de la elite dominante y así
mantener las cuotas de poder que estos sectores cuidaban celosamente. La educación no fue
pensada únicamente como alfabetizadora, sino como vehículo para crear y desarrollar
instituciones capaces de generar y mantener el control social.

“Los medios usados para lograr efectivamente ese control son de una gama muy variada que va
desde la determinación de un currículum hasta la selección del personal, o desde la difusión de ciertos
valores hasta impedir a sectores de la población el acceso a determinadas esferas del conocimiento”.
(Tedesco, 1982: 82)

La educación para Sarmiento era entendida como “la continuación de la guerra por otros medios
[la pluma y la palabra] y el educador un civilizador” (Puiggrós, 1990:87) que debía eliminar –
civilizar- la cultura de los sectores populares.
Jauretche, en La colonización pedagógica, dice que la colonización es exclusivamente pedagógica,
ya que es el medio más eficaz para la dominación. Es un proceso que como ya lo hemos
mencionado anteriormente, busca a través de la educación, los medios de comunicación, la
historia, etc. difundir los valores del establishment argentino, que se asocian a intereses
extranjeros y no nacionales. Jauretche denomina “intelligentzia” a aquellos miembros de la elite
que se califican como intelectuales y que buscan generar una cultura nacional distorsionada. Para
Jauretche el sistema educativo educa a los futuros integrantes de la “intelligentzia”.

“*…+ de Pavón en adelante, el mecanismo funciona solo, porque ha creado dentro del país todo un
sistema de poder económico que maneja la política y no hace falta el ministro extrajero. (…) Los
liberales dejan de ser liberales y se hacen dirigentes, pero no para dirigir la expansión del país, sino
para frenarla”. (A. Jauretche: 4)

Un ejemplo de estas ideas falaces, antinacionales propagandizada por estos sectores es el lema
“civilización o barbarie”. A propósito Jauretche ironiza:

“*…+ la inmigración defraudó el pensamiento de la “intelligentzia”, el pensamiento de la cultura: ellos


hubieran querido traer hombres del norte de Europa; pero vinieron españoles e italianos de las clases
bajas. Y se produjo un curioso fenómeno cultural: que esos inmigrantes, en lugar de proponerse como
arquetipos, propusieron como arquetipos al hombre de la realidad histórica, precisamente porque no
pertenecían a la cultura Europea en los niveles que querían nuestros cultos”.

Transformar la educación

Desde el advenimiento del gobierno peronista se luchó contra el analfabetismo, la deserción


escolar, y se aumentó el presupuesto para impulsar el desarrollo de la educación de quinientos
millones a tres mil millones anuales, todo lo cual es visto con interés en los países del Tercer
Mundo. Un balance de la acción desarrollada en el campo de la enseñanza establece que en 1945
estudiaban en la Argentina, aproximadamente dos millones de educandos, y al promediar 1955
esa cifra se eleva a cuatro millones (Historia del peronismo)

En un análisis sobre el tema, el Gral. Perón testimonia: “Recibimos el país con casi 15% de analfabetos
entre niños y adultos; todos los años más doscientos mil niños no podían concurrir a la escuela
primaria por falta de asientos en las escuelas del estado. Lo devolvimos con sólo el 3% de analfabetos
adultos y hoy todos los niños y jóvenes sin excepción pueden cumplir sus estudios primarios,
secundarios, universitarios y técnicos. En 1945 el déficit de edificios para escuelas de todo tipo no
pasaba de los diez mil. Nosotros en ocho años de gobierno construimos ocho mil escuelas confortables
y grandes (casi a razón de tres escuelas por día). Sólo en los años iniciales del Primer Plan Quinquenal
se construyeron más escuelas que en todo el resto de la Historia Argentina”.(J.D.Perón en La fuerza es
el derecho de las bestias, 1958, pag. 36)

Algunas de las políticas educativas más importantes del peronismo fueron:


1) educación pública gratuita en todos los niveles para quienes no podían costearla
2) construcción de nuevos establecimientos educativos
3) creación de un Ministerio de Educación
4) creación de escuelas fábricas
5) expansión del sistema de educación técnica -como capacitación para el sector obrero -que
permitía el ingreso a la Universidad Obrera
6) nuevas Universidades y supresión de aranceles
7) introducción en la Constitución de 1949 de los derechos a la educación y la cultura.

Acerca de la creación de establecimientos, Pedro Santos Martínez señala:


“Fueron creadas aproximadamente dos mil escuelas primarias. (…) Se construyeron mayor cantidad de
escuelas, con más aulas, que en todos los períodos anteriores de la historia argentina. Según Perón el
número alcanzaba a ocho mil, casi tres escuelas por día (…) Entre 1946 y 1954 se crearon ciento sesenta y
dos establecimientos de enseñanza secundaria, ciento treinta y siete escuelas técnicas y quince escuelas
fábricas”. Además agrega que: “En 1944 se organizó la enseñanza técnica de los oficios y las artes manuales.
(…) Entre 1947 y 1951 se crearon setenta y ocho escuelas fábricas, ciento tres escuelas de aprendizaje, ciento
seis escuelas de medio turno, trescientos cuatro escuelas de capacitación obrera para adultos y setenta y
ocho escuelas de capacitación profesional para mujeres (…)Como culminación se creó, en 1949, la
Universidad Obrera Nacional, cuya finalidad era formar técnicos”.

Cultura y educación peronista

“He pensado siempre que la tarea del maestro


no es solamente la de instruir, sino la de educar
y formar el alma y la inteligencia, y dar armas a
los hombres para su lucha por la vida o en la
vida” J. D. Perón

El peronismo hizo una revolución en la


educación. La expansión de la educación
como exponente de la democratización del
bienestar fue posible pues se llevaron a
cabo muchas transformaciones para
derribar íntegramente un esquema perverso, mezquino y engañador.

Las reformas al sistema educativo se fundamentaron en los principios del Primer Plan Quinquenal.
Hasta el advenimiento del Justicialismo, la enseñanza estaba solo al alcance de la oligarquía.
Relata Perón “el hijo de un hombre de pueblo no podía nunca ni llegar a la enseñanza secundaria y
menos aún a la universitaria, por la siempre razón del dinero”.

Adriana Puiggrós, doctora en pedagogía describe en su libro Peronismo: cultura política y


educación:

“(El peronismo) destaca la búsqueda de una filosofía educacional que equilibre materialismo e
idealismo, el principio de democratización de la enseñanza entendiéndola como un patrimonio igual
para todos, una modalidad de compensación que debe ofrecerse a quien no tiene las oportunidades
de educación que otros poseen. Destaca también la preeminencia de las aptitudes y no de los medios
que de los que se dispone, como determinante necesario en las posibilidades de educación de la
juventud argentina. Se destaca el concepto de enseñanza práctica y profesional en el nivel medio”. (A.
Puiggros,p. 236).

A diferencia de los liberales, para el peronismo la educación debía ser un patrimonio de toda la
sociedad argentina, que permitiese la realización de sus habitantes y la felicidad del pueblo. La
educación peronista terminó con un estado de cosas que evidenciaba una flagrante injusticia:
había escuelas para los que podían costearse los estudios en las profesiones liberales; para los
pobres en cambio, no solo no las había, sino que ellos eran arrojados, aún niños, a los talleres para
formarse en el trabajo y resentimiento.

Para el peronismo el sistema educativo debía estar regido por 4 grandes valores:

1) Preeminencia de la formación espiritual por sobre la intelectual: “De nada valen los pueblos que
saben mucho, que tienen muchos hombres instruidos, si son incultos y de baja moral. No se trata
de formar un hombres que esté capacitado para perjudicar a sus hermanos, sino que lo esté para
beneficiar a la sociedad”
2) Identidad de la enseñanza con los objetivos nacionales: “El peronismo desea formar hombres de
una sola intención, que sientan de una misma manera, que piensen de una manera similar y que
sean capaces de obrar de un modo común, es decir que tengan conciencia de su nacionalidad.
Solamente así se asegurará la Unidad Nacional, base de toda la acción de conjunto que el país
pueda realizar en el futuro”.
3) Orientación de la enseñanza de acuerdo con la psicología individual y social del Pueblo:
Complementando el principio enunciado anteriormente, el tercero establece la necesidad de
contemplar las características propias y fundamentales del Pueblo, porque la enseñanza que no las
contemple como, asimismo, que no contemple los objetivos que el país persigue, es una enseñanza
que no está bien orientada en lo que básicamente debe estarlo. La metodología está directamente
ligada al proceso y al problema propio de cada país, ello resulta que instituciones y maestros,
planes y programas deben responder a un sentido profundamente nacional y auténticamente
argentino.
4) Enseñanza práctica: En último término cabe señalar el sentido práctico de la enseñanza peronista,
porque si se formara un nuevo grupo de intelectuales, no se habría hecho un gran progreso sobre
lo que se tiene. Lo que el país necesita son hombres leales y sinceros, que sientan el trabajo, que se
sientan orgullosos de la dignidad que el trabajo arrima a los hombres, y que por sobre toda las
cosas, sean capaces de hacer, aunque no sean capaces de decir.

Los principios señalados bastan para poner de manifiesto el contenido social del sistema
educacional peronista, característica que sirve para diferenciarlo netamente de otro sistema.

Para la doctrina justicialista ninguna persona puede realizarse en una comunidad que no se realiza.
La relación profunda y dialéctica que tiene que tener la persona con el pueblo es fundamental
para la construcción de una Nación. En este sentido, la educación peronista transita el mismo
camino. El sistema educacional peronista tiene como fin la formación de las personalidades
individuales que se integran en una comunidad y que se realizan dentro de ella; de ahí que la
enseñanza esté impregnada del necesario sentido social para que el hombre/la mujer reconozca
su participación en el logro del bien común; al mismo tiempo que la comunidad no anula los fines
singulares sino que contribuye a su consecución.

La Doctrina Justicialista es profundamente humanista. Vemos, en este sentido, cómo la


preocupación de Perón por construir una Nación Justa, Libre y Soberana, donde sus habitantes se
puedan realizar y puedan ser felices, se imparte a lo largo de todos sus escritos, y más aún en
todas las acciones llevadas adelante por su gobierno.

Conclusión: Luego de leer la clase podemos afirmar entonces que la cultura puede ser
emancipadora o colonizadora, y que la disputa por el control hegemónico del pensamiento es
trascendental para la construcción de una patria Justa. Pero también comprendimos que la lucha
es constante, y no la podemos dar solos ni solas. Por eso sostenemos que desde el peronismo
debemos articular toda la diversidad peronista, para sostener y expresar la cultura política
nacional y popular, de cara a la tarea de volver a poner a la Argentina de pie luego de los vestigios
que han dejado los 4 años del neoliberalismo conservador extremo.

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