El concepto de competencias en la educación colombiana ha tenido múltiples interpretaciones,
sus usos son variados y las atribuciones de sentido dependen en gran medida del para qué a defender. Algunos autores la definen como un concepto polisémico, sugerente y polivalente. Sin duda alguna, su auge principal en la educación en Colombia se da tanto a finales de la década de los 90´s como a inicios de la primera década del año 2000, desde el momento en que el Estado colombiano apuesta a nivel evaluativo por el enfoque de competencias. Esta apuesta responde a tendencias internacionales, a la necesidad de diferenciación ocupacional y a la estrategia para enfrentar de otro modo la flexibilidad en el mercado laboral. La declaración de este enfoque en Colombia y su inclusión en las pruebas externas, tanto a nivel de educación básica y media, como en superior, hizo un llamado a la comunidad académica del país para que las evaluaciones del aprendizaje no se centraran en una verificación de contenidos, era hora ya, para efectos del desarrollo socioeconómico del país, promover y monitorear el saber hacer en contexto. Pasado algo más que de una década de la implementación del enfoque de competencia en la educación colombiana, uno de los desafíos más grandes ha sido en el ámbito evaluativo. El desafío es en dos ámbitos: por un lado, en la precisión del concepto, y por otro, en el tipo de instrumentos para evaluarla, pues una cosa es lo que se declara como competencia a construir y/o fortalecer, y otra cosa es lo que se mide de ella en una prueba de lápiz y papel, con ítems de selección múltiple con única respuesta con o sin contexto. La competencia se la define de diversas maneras y se hace sinonimia con conceptos como capacidades, habilidades, destrezas