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1979-84
Juan Martín Prada
2003
Esta instalación interactiva, que imita el espacio de una habitación, invita al espectador a
experimentar los estados de angustia y ansiedad de Lorna, una mujer que vive en su
apartamento alejada de todo contacto con el exterior, víctima de una forzada agorafobia, y en
cuya vida la televisión juega un papel esencial como elemento mediador entre ella y el mundo
existente más allá de las paredes de su hogar.
El zapping sirve aquí no para dejar de comprender lo que a uno no le interesa de la oferta de
las diferentes cadenas televisivas, es decir, la permanente discontinuidad por desinterés de lo
que uno está viendo o por tratar de escapar de su presión comercial, aquello que no quiere ver,
sino para todo lo contrario: para comprender la situación de una persona a través de un
permanente ir y venir a diferentes retazos de su vida, para investigar a través de pequeños
indicios y objetos, a través de pequeños acontecimientos y ficciones.
No es extraño que se haya definido el zapping televisivo como la forma más básica de
interacción electrónica, en cuanto que es fruto de un acto de selección en tiempo real, donde la
pasividad forzosa del espectador es disimulada en la posibilidad de una alternatividad nunca
intencional, carente de verdaderas opciones personales. Sucesión interminable de
discontinuidades y rupturas como verdadera continuidad del fluir alienante de lo medial.
La ironía y fuerte perversidad en la relación entre las opciones ofrecidas al espectador y los
posibles finales para Lorna, y el consecuente distanciamiento crítico que se produce entre el
espectador y el medio, aleja a esta obra del característico fracaso de muchas de las
manifestaciones artísticas que han adoptado la vía de la participación interactiva electrónica
como estrategia central. Recordemos que la mayor parte de lo producido hasta ahora en este
campo no hace sino caer en un mero intento de renovación del espectáculo mismo, dado que
apenas se suele conseguir algo más que hacer evolucionar al espectador pasivo hacia un
espectador “más estimulado” o hacia un espectador “agente activador de acciones
predeterminadas”.
La posibilidad de entrar en la vida de Lorna e incluso alterar su final a través del interfaz
electrónico enlaza directamente con el hecho de que en los medios el poder se administra
como capacidad, como ilusión de control(1). Lorna nos recuerda muy bien que las motivaciones
políticas de los medios audiovisuales no se reducen ya al ejercicio del control de la experiencia
sensorial ni a lo propiamente sensorial del control político. De ahí quizá que las tecnologías
mediales no sean hoy ya instrumento de la dominación, sino, más bien, la formas de la
dominación misma.
NOTAS
1. Para Cynthia Cockburn “es una representación del poder como capacidad, mientras que en el mundo real el
poder es a menudo experimentado como dominación” (“The circuit of Technology: Gender, Identity, and Power”, en
John Thornton Caldwell (ed.), Theories of the new media. A Historical Perspective, The Athlone Press, London, 2000
p. 207). Según Bill Nichols “el dialogo cibernético podría ofrecer libertad de muchos de los riesgos aparentes
inherentes al encuentro directo, ofrece la ilusión del control” (“The Work of culture in the Age of cybernetic Systems”,
Ibid, p. 98.