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Fecha: 12 de Mayo de 2019

Título del Sermón: El juicio entregado en la mano del Hijo

Versículo Bíblico: San Juan 5:26~29

Jn 5:26~29 26 Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también

ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo; 27 y también le dio autoridad de

hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre. 28 No os maravilléis de esto;

porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su
29
voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas

los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación.

La Biblia dice que “Dios es Espíritu”. Los seres humanos fuimos creados

a imagen y semejanza de Dios, por lo que somos seres espirituales. Esta

alma inmortal vive en la tierra bajo la carne, pero cuando el espíritu se

retira de la carne es porque ha llegado la muerte. Por lo tanto, una

persona muerta es aquella que su alma ha dejado su carne. La diferencia

entre una persona muerta y viva es que la muerta no responde ni

reacciona ante nada. Alguien puede ir al cementerio y llamarle a algún

conocido o familiar muerto. ¿ Habrá alguien que responda? Nadie va a

responder, pues los muertos no responden.

Cuando era niño, viví en una zona inhabitable. Solo estaba nuestra casa,

y en frente y detrás de ella, había un gran cementerio. Aquí vivíamos 5

familias, incluyendo la nuestra. Yo no tenía amigos, por lo que jugaba solo


en el cementerio. Por eso, cuando me recuerdo de mi ciudad natal,

recuerdo las viudas que lloraban amargamente por la pérdida de sus

maridos. También había zorros que correteaban toda la noche. El

cementerio parecía ser un lugar de reunión de dioses, y era puro terror.

Desde bien pequeño, crecí en el cementerio como si fuera parte de mi

casa, y también hacía cada pregunta, como por ejemplo: “¿Qué es vivir?

y “¿Qué es morir?”. Era niño aun, pero sabía definitivamente que existía

la muerte. A temprana edad llegué a la conclusión de que “La vida es más

que la muerte”. También recuerdo haber pensado: “Las personas no viven

eternamente, algún día deben morir”. Y de nuevo las preguntas: “¿Habrá

vida luego de la muerte?”.

Sin embargo, cuando leí la Biblia, supe que la muerte no era el final del

hombre, porque el hombre fue creado como un ser espiritual. La palabra

morir es diferente a la palabra desaparecer. En este mundo nada se

pierde ni desaparece. Por ejemplo, si quemamos un papel, ésta no

desaparece sino que se convierte en ceniza. Lo mismo ocurre con el ser

humano.

1. La realidad humana debido al pecado

Cuando una persona muere no significa que desaparezca. Al morir, lo que

no podemos hacer es conversar con otras personas, pero eso no quiere

decir que desaparezcamos, por lo tanto, la muerte significa desconexión


de la conversación. Por más que nosotros llamemos el nombre de las

personas que murieron, ellas no nos podrán responder. De la misma

manera, aunque Dios llame a las personas que han muerto

espiritualmente, éstas no responderán.

Originalmente, los seres humanos eran seres espirituales porque fueron

creados a imagen y semejanza de Dios. Sin embargo, el pecado de Adán

hizo que sus espíritus murieran, por lo que todos sus descendientes

nacieron con espíritus muertos. Dios no responde a las personas con

espíritus muertos, y como están muertos espiritualmente tampoco

responden cuando escuchan el evangelio.

Las personas cuyos espíritus están muertos, por más que escuchen la

Palabra de Dios, no entenderán ni sentirán nada en sus corazones,

tampoco pueden entender el amor de la cruz, ni la presencia del Espíritu

Santo. Son personas sin rumbo, que andan deambulando de acuerdo

como el viento sopla, sin saber ni entender el motivo de estar viviendo en

este mundo.

Cuando preguntan: “¿ Por qué y para que vives?”, hay personas que

responden: “Por vivir”. “¿ Hay esperanzas después de morir?”, muchos

responden: “No hay tal cosa”. A pesar de que haya personas que viven

bien, comen y se visten bien, todo es momentáneo, con el tiempo todo

desaparece.
Cuando el espíritu se va, no importa cuán esplendido sea el entorno y la

vida, eso es solo un pastel de pinturas. En Eclesiastés 5:15, dice:


15
Ec 5:15 Como salió del vientre de su madre, desnudo, así vuelve,

yéndose tal como vino; y nada tiene de su trabajo para llevar en su mano.

No importa cuanta riqueza acumulemos en este mundo, cuando morimos

no lo podemos llevar. Todo es vanidad, tanto la riqueza, el poder, la fama

y el honor. La Biblia dice en Hebreos 9:27, así:


27
He 9:27 Y de la manera que está establecido para los hombres que

mueran una sola vez, y después de esto el juicio.

Por lo tanto, desde que Adán pecó, todos los seremos humanos somos

pecadores y esperamos el juicio de Dios.

2. Dios nos da salvació n

Dios no quiere que nadie muera. Dios no destruye el espíritu de una

persona muerta, sino como hizo con Adán y Eva, el los vistió con ropa.

Dios tomó del huerto del Edén un cordero, lo mató, y vistió a Adán y Eva,

esto simboliza la muerte y expiación de Jesús. Esto nos demuestra que

Jesús, el Cordero de Dios, fue entregado y muerto en la cruz para lavar

todos nuestros pecados. En Hebreos 9:12, dice:

He 9:12 12 y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su

propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo,

habiendo obtenido eterna redención.


La expiación es un sacrificio por el pecado, y Jesús se sacrificó por

nuestros pecados delante de Dios derramando su propia sangre. En el

libro de Hebreos 9:22, dice:


22
He 9:22 Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin

derramamiento de sangre no se hace remisión.

Aunque nosotros vivamos con una buena conducta, ética y moral, aunque

tengamos religión y buenos pensamientos, la Biblia dice que no hay

remisión de pecados sin derramamiento de sangre, pero nosotros no

podemos derramar nuestra propia sangre porque moriremos. Es por eso,

que Jesús sin tener pecado alguno, vino a este mundo a derramar su

sangre por Ud. y por mí. Jesús murió en la cruz por cada uno de nosotros.

Si no le aceptamos a Jesús en nuestras vidas, lo único que nos espera

es el infierno y la muerte eterna. Jesús, sin pecado, ha venido a este

mundo, fue crucificado y muerto en la cruz, cargando los pecados de toda

la humanidad.

¡Cuán doloroso habrá sido el sufrimiento de Jesús en la cruz!, que él dijo:

“Padre, ¿ Por qué me has abandonado? Y luego dijo: Consumado es”. En

el momento que Jesús dijo “Consumado es”, el Señor llevó nuestros

pecados. Así que, todos los que creemos en Jesús, ya no somos

descendientes de Adán. En 2Corintios 5:17, dice:

2Co 5:17 17 De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las
cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.

Nosotros no somos personas comunes pues Jesucristo está dentro de

nosotros. Somos hijos de Dios, y él es nuestro padre misericordioso y

lleno de amor.

Ya que Jesús nos ha limpiado completamente de nuestros pecados, no

seremos condenados. Dios, más que juez es un gran padre para todos

los que creemos en el Señor Jesucristo. Si creemos en Jesús, somos

redimidos de nuestros pecados y nos reconciliamos con Dios, y nuestras

vidas prosperarán como está escrito en 3Juan 1:2, que dice:

3Jn 1:2 2 Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y

que tengas salud, así como prospera tu alma.

Al creer en Jesús, prosperaremos en todas las cosas, tendremos salud y

prosperarán nuestras almas. Cuando el espíritu es revivido y

transformado, también el cuerpo es transformado, por lo que se vuelve

más saludable. Cuando uno compra una casa, la casa cambia de acuerdo

al nuevo dueño. Si el dueño es un borracho, la casa estará descuidada,

pero si el dueño es pulcro y firme, la casa estará cuidada y limpia. De la

misma manera, si el amo de nuestra vida cambia, tanto nuestra vida como

el entorno que nos rodea cambiarán naturalmente. Si todos nosotros

creemos en Jesús, nuestros espíritus vivirán, seremos hijos de Dios, y

seremos prosperados en todos los aspectos.


3. El cielo preparado para nosotros

Todos nosotros debemos saber que después de morir pasaremos por el

juicio. Los ateos argumentan que el hombre no tiene alma, que no existe

Dios y tampoco el cielo, y también piensan que todo termina con la muerte.

Los incrédulos dicen que no existe el alma, tampoco que ni el cielo ni el

infierno pueden ser conocidos por el poder humano. Sin embargo, en la

Biblia habla claramente la existencia del cielo y el infierno.

Cuando Jesús fue crucificado junto a él crucificaron a dos malhechores.

Uno de ellos le dijo a Jesús “Acuérdate de mícuando vengas en tu reino”,

y Jesús le respondió diciendo, como está registrado en San Lucas 23:43,

Lc 23:43 43De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.

Entonces, ¿A dónde se fue el otro malhechor que no le declaró nada a

Jesús?, ¿ Lo contrario del paraíso no es el infierno? Ese malhechor fue al

infierno. Después de la muerte, los creyentes van al paraíso y los

inconversos al infierno.

Nosotros debemos conocer la realidad del más allá. Muchos creen y

piensan que no hay nada después de la muerte, pero están equivocados.

En la Palabra de Dios podemos ver la enseñanza que Jesús nos ha dado

acerca del hombre rico y del pobre Lázaro.

En una ciudad, vivía un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino

fino, y cada día hacia banquete con esplendidez. Las ropas de púrpura y
de lino fino solo son para las personas pudientes, por lo tanto podemos

ver que este hombre no solo tenía poder sino también mucha plata. Todos

los días hacía fiesta y disfrutaba de lo que tenía.

En el mismo lugar, pero en la puerta de su casa, estaba echado un

mendigo llamado Lázaro, quien estaba lleno de llagas, no podía trabajar,

y solo estaba tirado y con ansias de saciarse de las migajas que caían de

la mesa del rico.

Aconteció que un día los dos murieron, el mendigo Lázaro y el hombre

rico. Cuando los sirvientes vieron a Lázaro muerto, seguro que lo llevaron

al cementerio. Pero podemos ver que en la Biblia no dice que Lázaro

quedó sepultado, sino fue llevado por los ángeles al seno de Abraham.

Lázaro estaba enfermo y era pobre en la tierra, pero aun en esa situación

amaba, adoraba y temía a Dios.

Cuando se dieron cuenta que el rico murió, lo sepultaron haciendo un

lujoso velatorio y entierro. Hicieron un lindo panteón en donde los

sirvientes iban a visitarlo, pero en la Biblia no dice que el quedó sepultado.

El rico fue al hades, y desde ahí alzó sus ojos estando en tormentos, y

vio de lejos a Abraham y a Lázaro en su seno. Este rico, empezó a dar

voces pidiendo que se le envíe a Lázaro para que moje la punta de su

dedo en agua, y refresque su lengua, pues él estaba atormentado en

llama. Cuán doloroso era su situación y atormentado estaba el rico que


no pidió una botella de agua fresca, sino solo pidió una gotita de agua

para que moje su lengua.

El infierno es sumamente doloroso, es un lugar donde no está Dios. Ahí

no hay luz de vida, por eso es muy tormentoso. Lo peor de todo es que

por más que uno quiera morir, no lo puede hacer. El alma no muere, por

lo cual es llevado al infierno, languidece pero no muere. Por lo tanto,

nosotros no debemos ir a ese lugar. El infierno es un lugar donde el fuego

y las llamas no terminan, hay muerte en lugar de vida; tristeza y dolor en

lugar de alegría y gozo; y una infinita soledad. En el infierno solo hay

fuerzas malignas y negativas, y en un lugar donde Dios no habita.

No obstante, para los creyentes está preparado el cielo. En el evangelio

de San Juan 3:17~18, dice:

Jn 3:17~18 17 Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al


18
mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no

es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha

creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.

Nosotros como hijos de Dios no seremos condenados.

Todos, tarde o temprano, moriremos y nos reuniremos en el cielo. Allá

nos saludaremos unos a otros, y diremos: “Ud. también está aquí”,

“Afortunadamente, Ud. también vino”, pero “¿ Dónde está ese hermano

que siempre iba a la iglesia? Parece que no vino”. En el cielo, debemos


encontrarnos todos, encontrarnos con nuestros padres, hermanos y

amigos, quienes se adelantaron.

Además, es muy importante presentar el plan de salvación a nuestras

familias. ¿ Cuán triste será ir al cielo y no poder encontrar a nuestros seres

queridos? Solo con pensar que algún familiar fue al infierno es muy triste.

Por lo tanto, esforcémonos para llevar el plan de salvación a nuestros

seres queridos.

Hermanos/as, la vida es dada por Dios y vuelve a él. ¿ De qué sirven las

riquezas, honor, fama y poder? Al final lo único que queda en nuestras

vidas es nuestra fe en Jesús.

Sin Jesús, la vida es como una cáscara vacía, una vida sin rumbo que

deambula sin saber a dónde ir, cayendo en el miedo y las tentaciones.

Sin embargo, con Jesús, quien murió en la cruz y resucitó al tercer día

para darnos vida, la vida es más feliz y completa. Nuestro Salvador ya ha

preparado un lugar en el reino de los cielos para cada uno de nosotros.

La vida sin Jesús es una vida muerta, pero una vida en Jesús, aunque

muertos viviremos. En San Juan 11:25, dice:

Jn 11:25 25 Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en

mí, aunque esté muerto, vivirá.

En el día de la resurrección nosotros tendremos un nuevo cuerpo. Sera

un nuevo cuerpo dado por Dios. Ese día, entraremos a la nueva Jerusalén,
nuevos cielos y nueva tierra, para estar eternamente con nuestro creador.

Cuando Dios nos llama, no tapemos nuestros oídos ni cerremos nuestros

ojos, para no ser juzgados.

Vivir o morir, salvación o condenación, cielo o infierno, eso está en la

elección que Ud. mismo lo haga. En San Juan 3:20, dice:

Jn 3:20 20 Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene

a la luz, para que sus obras no sean reprendidas.

Si Ud. aun no le ha aceptado a Jesús como Salvador personal, confíe en

él y recíbalo hoy. Y todos los que ya creemos en el Señor Jesucristo,

mantengámonos firme en él, glorifiquemos su nombre, y encontrémonos

todos nuevamente en el cielo.

Oremos: Dios Padre, lleno de amor y misericordia. Confesamos que

la vida y la muerte están en tus manos. Gracias te damos por permitir

que nos demos cuenta que en ti hay salvación y vida eterna, y sin ti

es condenación y muerte eterna. Guíanos cada día a ser diferentes,

y dirige nuestros pasos hacia el cielo. Nosotros somos débiles,

ayúdanos a salir adelante siempre. En el nombre de Jesucristo.

Amén.

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