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ISBN 973-9S7-1153-96-1
- 2009 -
9 789871 153961
MANUAL
DE DERECHO PENAL
Parte General
■ Quinta Edición
¡i actualizada por el
i Dr. ROBERTO E. SPINKA
f .
■
- 2009 -
I
LERNER
E d ito r a S .R .L
MANUAL DE DERECHO PENAL
Parte General
R icardo C. N uñez
Parte General
Q uinta Edición
actualizada por el Dr. Roberto E. S pinka
2009
LERNER
Edi t ora S. R. L
Ninguna persona o entidad, sin autorización escrita de autor y
editor, está facultada para reproducir el todo o parte de esta obra, adap
tarla, traducirla o disponer su traducción o publicarla, en cualquier
forma mecánica, electrónica y fotográficamente o su grabación por
cualquier medio de recopilación informática, por cuanto el derecho de
propiedad establece que el autor es el único que puede disponer de
ella. La infracción a estas disposiciones está penada por lo estableci
do en el art 172 y concordantes del Código Penal (art. 2,9,10,71 y 72
de la Ley N° 11.723. . * ‘
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DEL EDITOR
Y ello es así por cuanto hemos podido comprobar el celo con que los
Actuaíizadores encararon la tarea, claramente expuesta en "A la Cuarta Edi
ción", partiendo desde un punto clave, preciso y consensuado: el respeto
total a l pensamiento de Dn. Ricardo C N uñez.
H ace ya muchos años somos receptores del deseo de conocer al Dr.
R.C. N uñez, por parte de infinidad de estudiantes y jóvenes lectores de sus
obras, que nos solicitan la publicación de su imagen. Es por ello que nos hemos
perm itido incluir en las primeras páginas, una fotografía de él tom ada en
8 R icardo C. N uñez
Marzo de 1999
F ed erico L erner
A LA CUARTA EDICIÓN
! A LA QUINTA EDICION
B elipíg - E rnst von B eling, Esquema de Derecho Penal, Traducción del alemán
por el Dr. S ebastián S oler, Depalma, Buenos Aires, 1944.
F ontán B alestra - C arlos F ontán B alestra, Tratado de Derecho Penal,
Abeledo-Perrot, Buenos Aires 1966, ts. I, II y m .
H ippel, Manuale - R oberto v . H ippel, Manuale di Diritto Pende, Traduzione
italiana de G iudice R oberto V ozi, Casa Editrice D ott Eugenio Jovene,
Napoli, 1936.
J escheck - H ans H einrich J escheck, Lehrbuck des S trafrech ts-Allgemeiner Teil,
Ed. Duncker y Humblot, Berlín 1969, Traducciones del Dr. C onrado A.
F inzl.
J iménez de A süa - Luis J iménez de Asúa, Tratado de Derecho Pena/, Editorial
Losada, Buenos Aires, 1.1, I a ed.; t H, 2a ed.; t. 3 , 2a ed.; t. XV, 1952; t.
V, 1956; t VI, 1962; t. VE, 1970.
v Liszr - F ranz von L iszt, Tratado de Derecho Penal, Traducción de la 20a ed.
alemana por Luis J iménez de A súa, t. II, Segunda edición, Madrid, Edito
rial Reus, 1927.
M auraoh - R einbart M aurach, Tratado de Derecho Penal, Traducción y notas
de derecho español por J uan C órdoba R oda, Ediciones Ariel, Barcelona,
1962, ts. I y II.
M ezger, Libro de estudio - E dmundo M ezger, Derecho Penal, Parte General. Li
bro de estudio. Traducción de la 6a edición alemana (1965) por el Dr.
C onrado A. F inze, Editorial Bibliográfica Argentina, Buenos Aires, 1958.
M ezger - E dmundo M ezger, Tratado de Derecho Penal, Segunda edición revi
sada y puesta ai día por A rturo R odríguez M uñoz, editorial Revista de
Derecho Privado, Madrid, 1.1,1946; t II, 1949.
14 R icardo C N uñez
PRINCIPIOS GENERALES
CAPÍTULO I
DERECHO PENAL
I. D enominación
Los clásicos italianos de la escuela toscana del siglo XIX (C armegnani,
C arrara, M ore) y los franceses del siglo XVEEI (Jousse, T rébutien, R auter),
denominaban derecho criminal a la legislación y teoría relativas a los delitos
y sus penas. Esa había sido la denominación utilizada por los prácticos.
Pero, en los siglos XVIII y XIX, otros clásicos italianos (P essina, R omagngsi),
españoles (P acheco, S ilvela), franceses (Rossi, P astoret) y alemanes
(F euerbach) lo llamaban derecho penal Nuestro dásico C arlos T ejedor intituló
su libro Curso de derecho criminal. En el corriente siglo, predomina la
denominación derecho penal, que es la que se usa ahora en el país1. Otras
denominadones han tenido poco éxito3.
II. C oncepto
El derecho penal es una de las ramas del derecho, esto es, del sistema
normativo de las reladones sodales de carácter jurídico, o, lo que es lo mismo,
de las reladones externas de los individuos entre sí o con el Estado.
El derecho penal regula la potestad estatal de castigar, determinando
lo que es punible y sus consecuencias. Estas no se agotan hoy en las penas,
como sucedía en las leyes antiguas y en las legislaciones clásicas, cuyo único
objetivo era el castigo del delincuente. Uno de los aportes fundamentales
de la escuela positiva de derecho criminal, fue su valor como incentivo para
ampliar los medios jurídicos utilizables por el Estado para luchar contra la
delincuencia, agregando a las penas, las medidas de segundad, también como
un medio regulable por el legislador penal y cuya aplicación presupone la
comisión de un delito y un debido proceso judicial.
De esa manera, el derecho penal, como tarea legislativa, ya no se limita a
asociar al delito consecuencias esencialmente represivas, sino, también,
consecuencias exclusivamente preventivas3. Es así como, en relación a su misión,
en el derecho penal ya no predomina el "monismo", sino el "binaxismo"4.
III. C aracteres
IV. F in so c ia l
■
’ Cfme. Soler, 1,25.
4 Sobre las distintas definiciones del derecho penal, véase J iménez de Asúa, í, 25.
P rincipios G enerales 19
V. F in p o lític o
ses reconocidos por otras ramas del derecho5. Lo real es que, si bien, el de
recho penal está sometido al principio de la unidad del sistema jurídico
positivo, que excluye contradicciones entre sus distintas ramas respecto de
la juridicidad o antijuricidad de los hechos, goza de autonomía para confi
gurar y castigar delitos sin necesidad de la existencia de especiales regula
ciones prohibitivas de los otros sectores del derecho6.
1. Concepto
El derecho penal existe como un sistema de normas abstractas que, sin
necesidad de la ocurrencia de un caso delictivo, puede ser interpretado,
pero no tiene, en sí mismo, la posibilidad de realizarse prácticamente. Para
hacerlo, necesita del derecho procesal penal y del derecho de ejecución pe
nal. El derecho penal establece qué es lo que debe hacerse con el responsa
ble de haber cometido un delito, pero son el derecho procesal penal y el
derecho de ejecución penal los que dicen cómo se debe proceder para hacer
efectivo el precepto penal.
3. Derecho Penitenciario
La imposición de la pena al delincuente hecha en la sentencia, no
implica ya el término de la tarea tendiente a la aplicación del derecho penal.
La sentencia penal de condena es sólo declarativa, no ejecutiva. Debe
ejecutarse, y esto está a cargo del derecho de ejecución penal. El Derecho
Penitenciario es, sin lugar a dudas, la parte más importante del derecho de
ejecución penal. Es este derecho el que regula, como etapa final, la efectiva
realización del derecho penal.
1. La Relación existente
Fue un error pensar que mientras se definiera el delito como una
violación al derecho y no como un hecho concreto, determinado por causas,
no sería posible aplicar los métodos científicos criminológicos8. Esa idea
implicaba confundir el delito como institución estructurada y reglamentada
por la ley penal, con el delito como fenómeno patológico individual y social.
Lo que era necesario admitir para la provechosa aplicación de esos métodos,
no era una confusión entre la naturaleza normativa del derecho penal y la
naturaleza de esas ciencias naturales, sino un auxilio de éstas p ara aquél.
El derecho penal legislativo no surge de la nada, ni representa una
doctrina pura del derecho penal alservicio de un orden social determinado,
sea un orden nacional (derecho penal nacional1) o internacional (derecho penal
internacional).
Para cumplir su misión, el derecho penal no puede prescindir del
auxilio de otras cien Has cuyos objetos son el delito como fenómeno
patológico individual y social y la política social aconsejable frente a él,
instrumentable en la ley penal. Estos dos grandes sectores del saber auxiliar
del derecho penal pueden comprenderse bajo dos denominaciones: la
criminología y la política criminal.
2. La Criminología
La criminología no representa, en sí misma, una ciencia autónoma,
porque los múltiples aspectos del delito que deberá estudiar como "ciencia
3. La Política criminal
El material que las ciencias criminológicas le proporcionan para su
estudio al legislador penal, resulta mejor aprovechado mediante el auxilio
de la política criminal. Ésta, que recibió un verdadero impulso a través, de
la Unión Internacional de Derecho Penal (1889), por obra de von L iszt, P rins
y von H amel, y cuya tarea ha sido concebida de maneras diferentes11, no se
9 Esto se discute. La Plaza, Objeta y método de la criminología, Bs. As., 1954; Vasalu, Revísta de
ciencias penales (Chile), 1960, n° 1, p. 3. Le niega importancia a la cuestión, Neuman, Las
penas de un penalista, Ediciones Lemer, Córdoba-Bs. As., 1976, p, 64.
10 Sobre la criminología interaccionista, una breve reflexión, en Nuñez, D os exponentes y
dos pensam ientos, Semanario Jurídico n° 559 del 15/8/85.
11 J iménez de Asóa, I, n° 33. Sobre la no inclusión de la política criminal en la criminología,
V asa Llí, ob. dt., p. 16.
P rincipios G enerales 23
11 D e L a Rúa, J orge , D erecho y dem ocracia - L os tem as y los tiem pos-, p. 201, Editorial M e
diterránea, Córdoba, 2008.
24 R icardo C. N uñez
13 Baogalupo, D erecho Penal, P arte General, 2a ed , p. 78, Hammurabi, José Luis Depalma
Editor, Buenos Aires, 1999.
14 Lascano (h), C arlos J ulio, D erecho Penal, L ibro de Estudio, p. 88, Advocatus, Córdoba,
2002.
15 Roxin, Claus, D erecho Penal, P arte General, T. L, p. 225, § 70, Ed. Cívitas S.A., Madrid,
1997.
16 Bibliografía: Ferrini, Diritto penak romano, Milano, 1889; id. Enciclopedia Pessim, 1.1, p. 3;
Mommsen, El derecho penal romano, Madrid; B inding, Compendio di diritto penak, Roma,
1927, p. 16. Un valioso resumen en v. Hippel, Mam tale, 17.
P rincipios G enerales 25
wFlorián, Parte generáis del diritto penale, 1.1,1934, p. 127; Maurach, I, § 4. Sobre la Carolina,
v. H ippel, Deutsches Strafrecht, v o l 1,1925, p. 175.
28 R icardo C. N uñez
~ Consúltese Cesare Beccaria, De los delitos y de las penas. Edición crítica y bilingüe y estudio
preliminar por Francisco P. Laplaza, Editorial Arayú, Buenos Aires.
34 R icardo C. N uñez
CAPÍTULO II
1Soler I, § 1. Las variaciones que en la práctica haya podido imponerle a la legislación española
(Fontán Balestra, 1,147), no se advierten en relación al derecho penal argentino codificado.
1 Ver RivAROLA, Derecho penal argentino, Buenos Aires, 1910, p. 6; Moreno, El código penal y sus
antecedentes, Buenos Aires, 1922,11, p. 12; Nuñez, 1,65.
5 Soler, 1,90 (respecto de las leyes y decretos dictados en Buenos Aires); V idal, La legislación
sobre delitos y penas en la Provincia de Córdoba de 1810, hasta la sanción del código penal local de
1882 (Cuadernos de los Institutos, n° 71, Universidad de Córdoba, p. 93).
P rincipios G enerales 35
4 Ellos eran la traición, los delitos que comprometen la paz y la dignidad de la Nación, la
piratería, los delitos contra la seguridad de la Nación, la sedición, el desacato y otros
desórdenes públicos, la resistencia a la autoridad, la soltura de presos, la interceptación
de correspondencia pública, la sustracción o destrucción de documentos depositados en
las oficinas públicas, las falsedades, el cohecho y otros delitos cometidos por empleados
o contra el tesoro nadanal.
5 Así, Fontán Balestra, 1,155.
6 Más ampliamente, Nuñez, I, 66.
7 Además de Buenos Aires, lo adoptaron Entre Ríos, Comentes, San Luis, Catamarca, Santa
Fe y Tucumán (Nuñez, í , 70).
36 R icardo C. N uñez
12La reforma -penal, 1$11, Bs. As. En relación a su época y a su medio no se exageraba mucho al
decir que era "la mejor sistematización de los más fundamentales problemas de la cien-
d a criminal" (Ramos, Curso de derecho criminal, t. IV, Buenos Aires, 1944, p. 28).
13Ver R afeo de la Retta, Código penal argentino, 1 1 , Bs. As., 1921, p. 17.
13Ver Cámara de Dip. de la Nación - Comisión Especial de Legislación Penal xj Carcelaria- Prox/ecto de
código penal para la nación argentina, Bs. As., 1917.
13Peco, La reforma penal argentina de 1917-20, Bs. As., 1921, Condusiones. Pero, otro positivista
de más pura cepa que el anterior, consideró que esa condusión no era justa. "Si el proyec
to... no ha logrado la perfecdón, no es posible, sin embargo, negarle modernidad de con
cepto" (Gómez, Reoista del Colegio de Abogados de Bs. As., Año I, n° 1, p. 128).
16Más detalles en Nuñez, 1,80.
17 Parte General, I a edidón, 1940; Parte Espedal, I a ed., 1945/46.
’31959-1974.
w1966-1971.
38 R icardo C. N unez
Sin lugar a dudas, hoy sería exagerado repetir el juicio de J ulio H errera
emitido en 1922, y decir que el Código es uno de los más adelantados del
mundo y que satisface las más avanzadas exigencias del momento20.
En realidad, el Código, que frente a las incitaciones positivistas signi
ficó una prudente actitud legislativa al mantener la culpabilidad como fun
damento de la responsabilidad penal y reducir la peligrosidad del conde
nado al ámbito de la medida de la pena y del castigo del delito imposible,
incorporó al derecho positivo instituciones que, como la libertad condicio
nal y la condenación condicional, las medidas aplicables a los inimputables,
menores y reincidentes, así como las circunstancias atenuantes y agravantes
de la pena, eran aconsejadas por la política criminal de la época y que no
han sido dejadas de lado en la actualidad.
Muchos de los reproches dirigidos al Código por eruditos y legos, no
tienen su razón en él, sino en la desidia e incomprensión de las autoridades
y especialistas respecto del necesario perfeccionamiento de los institutos
posibilitadores de su correcta aplicación21. Causa estupor que mientras a la
supuesta benignidad del código se le atribuye el auge de la delincuencia en el
país, el indulto siga siendo un recurso' habitual y generoso de los gobiernos.
J iménez de Asúa señaló el neoclasicismo del Código, caracterizado por
la influencia insignificante del positivismo y la algo más honda de la políti
ca criminal22.
Ha habido numerosos proyectos de reformas al Código, entre otros,
los parciales sobre el estado peligroso de 1924,192623, 1928 y 1932 y el del
senado de 193324 y los de reforma total de C oll-G ómez (1936), de orientación102*
n J orge D e La R úa, D erecho y D em ocracia, p. 205 y sgte., Ed. Mediterránea, Córdoba, 2008.
33Véase J usto Laje Anaya, O bservaciones y críticas al P royecto de Código P en al de 2006, Ed.
Alveroni, Córdoba, 2007.
42
R icardo C N uñez
Sobre las leyes que modificaron el Libro II del Código, véase el listado de las mismas -y
su ana sis- que efectúa V íctor Félix R einaldi, al actualizar este M anual, P arte Espe
cial, cuarta edición, a partir de la p. 521, Lemer Editora S.R.L., Córdoba, 2009.
43
P rincipios G enerales
CAPÍTULO III
D IV ISIÓ N DEL DERECHO PENAL
i Código penal francés, a rt I o: "La infracción que las leyes castigan con penas de policía es
tina contravención. La infracción que las leyes castigan con penas correccionales es un
delito^ La infracción que las leyes castigan con una pena aflictiva o infamante es un cri
men" . E l %T del Código penal alemán adopta el mismo criterio.
1 Ver Donnhdieü de V abres, Traite d e droií a i m i a l e t d e l e g i s l a t i v a p e n a l c a t n p a r é e , 3a ed., París, 1947,
p. 63; J escheck, L e h r b u c h d e s S t r a f r e c l i t s - A l l g e m e i n e r TeS, Berlín, 1969, p. 34; Mezcer, 1,184.
5 O 69 de la C.N. se refiere, para admitir el arresto de un legislador, a la flagrancia en
algún crimen que merezca pena de muerte, infamante u otra aflictiva. La ley 49_____ __
44 R icardo C. N uñez
designa los crímenes cuyo juzgamiento compete a los tribunales nacionales. El Proyecto Te
jedor, en su título preliminar, se refiere a la "diferencia entre crímenes, delitos y contra
venciones".
4 Como piensa, entre otros, Soler, I, § 20, V.
5 C. S. de la Nación, Fallos, 1.116, p. 315 (esp. p. 324).
6 C. S. de la Nación, Fallos, 1.102, p, 11Z
7 Entre otros, Soler, I, p. 234; J iménez de Asúa, III, N° 1007; Fontán Balestra, 1,374. Niega la
autonomía del derecho penal administrativo respecto de la aplicación de las disposicio
nes generales del Código penal a los delitos de las leyes especiales (CP., 4), A ftalión,
Tratado de derecho penal especial, 11, ps. 61 y ss.
P rincipios G enerales 45
8 Carmignani, Elementi di diritto crimínate, 1865, §§ 152 y 263 y ss.; Careara, Programa, §§ 150,
3038,3176,3178; id., Opnscoli di diritta crimínale, 5a ed., vol. II, p. 336.
9 Hippel, Deittsches Strafrechts, 1930, vol. II, p. 6; Nuñez, 1,29, y las citas de la p. 62.
1(1Esta restricción influye, quitándole claridad, en el panorama que advierte Gavier, Cuartas
jom adas Nacionales de Derecho Penal, Dirección General de Publicaciones, Córdoba, 1976,
P-77-
46 R icardo C. N uñez
11 Soler, l, § 20, V. Claro que contra la diferencia no se debe argumentar con errores del
legislador (véase Levene, Introducción al derecho contravencional, Depalma, 1968, p. 39 y
sgts.).
12 N uñez, L a cuestión de los delitos y contravenciones -su base constitucional-, Opúsculos de
Derecho Penal y Criminología n “ 6, p. 39 y sgte., Marcos Lemer Editora Córdoba, Córdoba,
1985.
15Nüñez, ob. d t , p. 24 y sgte.
P rincipios G enerales 47
facultad que el Gobierno federal castiga las infracciones a las leyes federa
les de defensa agrícola, policía marítima y fluvial, profilaxis de la lepra,
contralor del comercio de carnes, precios máximos, identificación de mer
caderías, tributarias, control de cambios, etc.
Frente a las atribuciones legislativas concedidas por la C.N. al Gobierno
Federal, las provincias conservan todo el poder legislativo necesario para su
desenvolvimiento, no comprendido en esa delegación, y, ademas, como suce
de con la Provincia de Buenos Aires, el reservado por pactos especiales al tiem
po de su incorporación (C.N., 121). Entre esos poderes conservados, fuera de
las materias expresamente mencionadas (C.N., 125), están las correspondien
tes a las propias instituciones locales (C.N., 122). Aquí también, en virtud del
principio de la inherencia represiva antes mencionado, el ejercicio de esas atri
buciones legislativas lleva ínsita la potestad de los gobiernos locales para ase
gurarlas mediante sanciones de índole penal. En consecuencia, como ni la
legislación sobre contravenciones federales ni la legislación sobre faltas lo
cales pueden, la primera por ser federal y la segunda por corresponder a la
competencia local, incluirse en una ley común como es el Código Penal, los
delitos que constituyen la materia propia de éste no pueden tener la estruc
tura de una contravención o falta, es decir, ser una desobediencia a una ley
federal o local que impone a sus destinatarios, bajo amenaza penal, una
obligación de hacer u nmiHir para garantizar su debido cumplimiento14.
La diferente calidad jurídica de los delitos y de las contravenciones, no
puede ponerse en cuestión porque, con arreglo al art 4o del Código penal, las
disposiciones generales de este código sean aplicables a las segundas, ya que,
incluso la menos exigente tesis de la Corte Suprema, encuentra en la incon
gruencia de las respectivas infracciones, un límite para esa aplicación15. La dis
tinta calidad o naturaleza jurídica de las instituciones no depende de que ad
mitan o no la aplicación de ciertos principios general® común®, sino de su
consistencia. Así, la multa penal y la multa reparatorxa, claramente diferencia
das por los tribunal® y la doctrina16, no perderían su distinta calidad o su
autonomía sustancial por el hecho de que el legislador sometiera a los mismos
principios el ejercicio y la extinción de las r®pectivas acdon® persecutorias.
La contravención es una infracción a los deber® impu®tos a los indivi
duos por la legislación que regula la actividad administrativa estatal. El que
no abona las cargas tributarias17o las tarifas postales o no observa las disposí-
tE La ingenua crítica de Hippel, Deutsches Strafrecht, 1930, vol. II, p. 113, que seguía antes
Gavier, El derecho penal administrativo, 1946, p. 25, fundada en la existencia de delitos
contra la administración pública y en que los intereses de la administración estatal tam
bién son intereses o bienes jurídicos, no advierte, a pesar de fundarse en dos hechos
exactos, que la distinción criticada no desconoce esto, sino que, una vez, encuentra que el
titular del bien lesionado no es la administración pública, y otra sí.
10Para la C.S. de la Nación se trata de un caso de transmisión de la pena por herencia y de un
caso de una pena impersonal
P rincipios G enerales 49
30 Por consiguiente, no son razones de interés y necesidad pública, sino la estructura misma
de la acción administrativa, la que autoriza esa facultad jurisdiccional del P. Ejecutivo.
En contra Aftalión, ob. c it, I, nota 67. Sobre el derecho a ser oído por un Tribunal
competente, independiente e imparcial, en la sustanciación de cualquier acusación
penal, como la que involucra una contravención, véase el art. 8 o de la Convención
Americana sobre los Derechos Humanos; también, el art. 14 del Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos.
21 Mas detalles, Nuñez, V, 69; también, en Cuadernos de los Institutos n° 32, Boletín V-1959,
pág. SI.
22 Así, precisamente en relación al delito de tenencia inautorizada de materiales menciona
dos en el párrafo 1 “ del artículo 189 bis, véase V íctor Félix R einalpi, Delincuencia arm a
da, 2a ed., p. 160, Ed. Mediterránea, Córdoba, 2004; otro ejemplo lo constituye la figura
recientemente incorporada al Código por ley 26.362 (B.0.16-IV-08), en su artículo 193
bis. Sobre ella, que es una contravención, véase la rica nota de J usto Laje Anaya, L o que
es de la Nación y lo que es d é la s Provincias. D elitos y contravenciones. Con m otivo de la
ley 26362, Zeus Córdoba n° 298, Año VH, 1 de julio de 2008, T. 13, p. 1 y sgtes, donde
explica -muy simplemente- la razón de estas anomalías: e l Poder Legislativo N acional
todavía ignora, en pleno siglo XXI, qué es lo que en m ateria pen al pertenece a la Nación y
qué es propio de las Provincias.
50 R icardo C. N uñez
N uñez, I, p. 29. Una conecta exposición ha hecho Gavier, Cuartas}ornadas, cit, p. 36.
-J Véase Fallos, t. 265, p. 281.
P rincipios G enerales 51
11 Nuñez, ¿Com petencia ordinaria o m ilitar?, Doctrina Penal, 1934, p. 501 y sgtes.
26 Así piensan Fontán Palestra, I, ps. 69 y ss., y Cavalleko, Nefas sabré el delito militar ("La
L e/', 12-IX-975). Pero, decir que el derecho penal militar no es un derecho penal discipli
nario por la extrema severidad de las sanciones que impone, no es, en verdad, centrar la
cuestión en su debido punto, sino en todo caso, poner en cuestión que hechos que mere
cen tan graves consecuencias, pueden integrar un orden penal disciplinario, usurpando
la materia propia del derecho penal común.
52 R icardo C . N unez
C A PÍTU LO IV
E SC U ELA S P EN A LES1
L E sc u ela T o sca n a
La escuela toscana no se identifica totalmente con la escuela clásica italia
na de derecho penal. Aunque participe de las bases esenciales de la escuela
clásica italiana -el racionalism o como punto de partida y su m étodo pura- 1
1N uñez, 1,53; Fontán Balestra, I, p. 128; Bettiol, Derecho penal, París general, Bogotá, 1965, p.
10; J iménez de Asúa, II, 29 y ss.; J escheck; La evolución del concepto del delito en Alemania
desde B eling, comparada con la doctrina austríaca (Cuaderno de los Institutos, N° 63, Univer
sidad Nac. de Córdoba, p. 29); id., Lehrbuch des Strafrechts Allgemeiner Teil, Berlín, 1960,
ps. 135 y ss.
P rincipios G enerales 53
7 N uñez, I, 57, Esto es puesto en cuestión (ver B ettiol, ob. y lugar cits.). Empero, para los
propios positivistas, C arrara; "N unca perdió el sentido de la realidad humana para se
guir las solas abstracciones lógicas" (Ferri), y su sistema conserva valor actual (Santoro).
Véase, también, J uan del Rosal, Derecho penal español, Madrid, MCMLX, p. 39.
3 Véase C arrara, Programa, §§ 53 y ss.: C armignani, Elemevti, §§ 97 y ss.
’ Ver C arrara, Programa, §§ 627 y ss.
P rincipios G enerales 55
13Mezger, Criminología, Madrid, p. 20. En El delito, sus causas y remedios, Madrid, 1902, Lombroso
respondió a quienes le hicieron el cargo de que su escuela abandonaba el estudio de las
causas económicas y sociales del delito.
141 niiovi orizonti del dírítto e della procediera pénala, 2a ed., Bolonia, 1884 (Ia ed. 1880), que luego
se denominaron Sociología Criminal, cuya 5a y última edición, revisada y ampliada por
S antoro, es d.e 1929.
13 Principii c i t , p. 43.
16 La criminología, Madrid, 1922 (la I a edición italiana es de 1855). Antes, en Un aiterio positivo
della pem litá, (1880), había formulado su tesis.
17 Ferri, Principii, p. 45.
IS N uñez, 1,57; F loriÁn, Parte generáis del diritto penale, 4a edición, 1.1, p. 23.
P rincipios G enerales 57
I I I . T ercera E scuela
19 Ver G rishgni, Introdurione alia sociología criminal, Torino, 1928, en esp., p. 68; J iménez de
Asüa, El nuevo código penal argentino, Madrid, 1928, p. 72.
“ El estado peligroso, Madrid, 1922, y El nuevo código penal argentino, Madrid, 1928.
21 Exposición y ciática de la teoría del estado peligroso, Bs. As., 1929 (la I a ed. es de 1926) (ver
Scuola positiva, 1 9 2 7 ,1 ,347), También, El elemento político de la fórm ula del estado peligroso
(Revista de Criminología, Psiquiatría y Medicina Legal, 1934, N° 121). S oler tam bién
combatió la extraña tesis del egologism o vernáculo y, en lo que fue su segundo gran
servicio al país, sentó bases decisivas para la interpretación sistem ática del Código
Penal. Sobre su aporte, N uñez, S ig n ificad o d e S e b a s t i á n S oles p a r a e l D erecho P en a l
A rgentino, D octrina Penal 1980, ps. 521 y sgtes.
22 Criminología, Madrid, 1918.
" V er L aplaza, Defensa del positivismo penal (Revista de Psiquiatría y Criminología, año V,
nov.-dic. 1940, p. 455).
58 R icardo C. N üñez
política criminal, difundida por la Unión Internacional del Derecho Penal (von
Liszr, van H amel y P rins), la cual aclaró y purificó sus objetivos. Estos fueron:
a) la distinción del delito como fenómeno natural (individual y social)
y el delito como ente jurídico regulado por el derecho penal;
b) la reserva del método experim ental para las ciencias penales que
estudian el delito bajo el primer aspecto y la aplicación del método lógico
jurídico para estudiarlo bajo el segundo aspecto;
c) la culpabilidad del autor como fundamento de la responsabilidad
crim inal y su peligrosidad como criterio para determinar la sanción aplica
ble y el tratam iento de ciertas categorías de delincuentes temibles, y
d) la lucha contra el delito no solamente mediante las penas, sino, tam
bién, con las m edidas de seguridad.
IV . E scuela D ogmática
1. La obra d e F euerbach
P aul A nselm v . F euerbach (1775-1833), considerado el '"fundador de la
m oderna ciencia del derecho punitivo" y orientado por la filosofía kantiana,
operó24 una transform ación fundam ental respecto de la ciencia y de la le
gislación crim inal, echando las bases del método dogmático para el estudio
del derecho penal vigente, al aportar la idea de su sistem atización m edian
te defunciones rígidas.
"U n código -según F euerbach- no sólo tiene que referir a todas las ma
terias que corresponden a su ám bito, sino que tam bién tiene que or denarlas
m ediante conceptos determinados y exhaustivos y reglas generales". Su
idea es, consecuentem ente, la sujeción del ju ez a la ley (n u llu m c rim en sitie
lege), pero en contra del pensamiento dominante de la Ilustración, exige
libertad para interpretarla en form a científica. Sólo así consideró posible
una técnica legislativa que trabajara con conceptos y no con casuística25.
24 Con su s obras Revisión der Crundsdtze und B egriff des positiven peinlichen Rechts (Revisión de
los fundam entos y concepto del derecho penal positivo) [1799-1800[; Lehrbuclt des gemsinen in
D euischland gultigen peíniichenRechts (Tratado de derecho penal común vigente en Alemania),
cuya I a ed. apareció en 1801, y la Kritik des Kleinschrodachen Entzourfis zum Bayeschen Str.
G. B. (Crítica al proyecto de Kleinschrot de uti código penal de Baviera [1804]).
35 Sobre F euerbach , ver H ippel , Dentsches Strafrechts, I, Berlín, 1925, ps. 92 y ss.; M ezger, Trata
do, 1 ,55.
P rincipios G enerales 59
16 Sobre cóm o la m entalidad alemana puede complicar todo esto, véase B acigalupü, Sobi'e la
teoría de las normas y la dogm ática penal (El Derecho, 15 de febrero de 1975).
P rincipios G enerales 61
un indicio; y separado tam bién de la culpabilidad del autor, que sólo repre
senta la relación sicológica de aquél con el hecho delictivo, y cuyas especies
son el dolo y la culpa, que tienen como presupuesto la imputabilidad (capa
cidad delictiva).
El Tratado de derecho penal de v. Liszr y el Esquema de derecho penal de
B el in gson productos del positivismo jurídico.
7. El normativismo o íeleologismo
Para la dirección normativa o teleológíca, que se inspira en la filosofía
del neokantismo, el derecho penal se desenvuelve con arreglo al método
cíentíiicQ-espiritual del entendimiento y apreciación de los sucesos con arre
glo a fines y valores. El teleologismo representó una reacción frente a l for
malismo legal de la teoría expuesta por el positivismo jurídico.
L a nueva corriente sustituyó el concepto natural de acción, libre de sig
nificación valorativa, por el de la acción como conducta humana valorizada
de determinada manera. El tipo dejó de ser mirado como puramente descrip
tivo, asignándosele una función valorativa, y de esta manera, ya no represen
tó, como en el positivismo, un indicio de la antijuricidad (su ratio cognoscendi),
sino que se convirtió en el elemento del delito portador de ella (su ratio sssendi).
Por consiguiente, ya no se habló de "tipo penal", sino de "tipo de injus
to", que no expresaba sólo la descripción legal del bien jurídico lesionado.
Más aún, el tipo, a la par de los elementos objetivos referidos a estados y
procesos externos, deienninables espacial y temporalmente, perceptibles por
los sentidos y mencionados descriptivamente por la ley, según la concepción
del positivismo jurídico, comprende ahora elementos subjetivos (anímicos,
por ej., la intención de apropiarse en el hurto o el animus iniuriandi) y elemen
tos normativos (valoraciones de situaciones de hecho, v. gr., la ajenidad de la
cosa; la peligrosidad de la conducta o la imprudencia de ella).
A la antijuridicidad, que dejó de ser mirada sólo en el sentido form al de
oposición del hecho a lo ordenado por la norm a jurídica, se le asignó un
contenido m aterial consistente en la lesión de intereses sociales; y de esta
m anera, lo antijurídico y a no se define simplemente como lo contrario a
una disposición legal, sino como lo socialmente perjudicial, dando lugar,
así, a la justificación supralegal, que funciona mediante el principio general
de evaluación de los intereses sociales en juego.
Por último, la culpabilidad también fue considerada valorativamente.
Por lo tanto, dejó de estar representada por las dos especies de vinculación
sicológica del autor con el hecho delictivo (dolo y culpa), las cuales ya no
representan especies de culpabilidad, sino elementos de ella, junto con el ele
mento valorativo o normativo representado por la posibilidad de exigirle al
autor otra conducta distinta de la observada y menos dañosa (exigibilidad
62 R icardo C. N uñez
S. Elfinalism o
A l último vuelco en el desenvolvimiento de la teoría jurídica del deli
to lo dio el fmalismo. A quí tam bién el nuevo punto de vista, que trae trans
formaciones radicales en lo que atañe al contenido de cada uno de los ele
m entos del delito, se debe a la posición filosófica de sus sostenedores.
El finaíism o, lo mismo que el positivismo científico y el normativism o,
asienta su sistem ática sobre su particular concepto de la acción. Esta doctri
na, que abandona el ámbito espiritual de los valores sobre el que erigió su
sistem a la corriente teleológica, im plica un retom o a la realidad como base
necesaria para construir, partiendo de la acción, la teoría jurídica del delito.
W elzel, fundador y uno de los cam peones del fmalismo, partiendo de la
estructura ontológica (prejurídica) de la acción, la considera como una de
las "estructuras lógico objetivas" ("Sachlogische Strukturen"), esto es, como
la especial constitución de las m aterias reguladas por el derecho, presu
puestas por éste y de las cuales necesariam ente debe partir la legislación.
Así, edificando el concepto de la acción con arreglo a la "naturaleza de
la cosa" ("Natur der Saché"), el finaíismo Eega a la conclusión de que las nor
mas del derecho no pueden ordenar o prohibir meros procesos causales de
terminados por una voluntad ciega, esto es, independiente de lo que el autor
haya querido, según concibe la acción la teoría causal, sino que únicamente
puede ordenar actos determinados conscientemente a objetivos señalados de
antemano, o prohibir la omisión de actos de esa clase, pues sólo esos actos y
omisiones guiados .por una finalidad del autor, constituyen acciones huma
nas gobernables por el derecho (teoría de la acción finalista)27.
17 Wsl2el. El nuevo sistema de derecho penal -Una introducción a la acción finalista, Barcelona,
1964, Prólogo a la Cuarta edición y el cap. I; id-, ¿ Un mal entendido sin solución? (Acerca de
la interpretación de la teoría finalista), en-la "Revista de derecho penal y crim inología" N° 4,
1968, p. 7; id.. Das deutsche Strafrechi. Eine syiematische Dasteíhmg, 8a ed., Berlín, 1963, ps,
28 y ss.; id.. Derecho penal, Parte general, traducción del alemán por el Dr. Carlos Fqntán
Balbstra con la colaboración de Eduardo Friker, Bs. As., 1956, Prólogo del autor para la
edición española, y § 7, Tam bién la 11a edición de esta última obra, traducida por Bustos
Ramírez y Y áñez P érez, Editorial Jurídica de Chile, 1970, y M aurach, Tratado de derecho
penal, Barcelona, 1 9 6 2 ,1.1, ps. 182 y ss.
P rincipios G enerales 63
n B a c ig a lu po , o b . c i t p , 206 .
33 R oxin, ob. c it, p. 56.
3J Autor y ob. c it , p. 203.
P rincipios G enerales 65
CAPÍTULO V
T E O R ÍA D E LA LEY PENAL
L LA LEY PEN A L
C A PÍTU LO I
L A L pY C O M O PU EN TE D EL D E R E C H O PEN A L
Y EL P R IN C IP IO D E L E G A L ID A D 1
N uñez , I, 95 y 121; J iménez de A súa , II, 205 y 285; F o ntán B alestra, l, § 11; Soler, I, § 13.
72 R icardo C. N uñez
2 V éase J uan Carlos Honráis, ¿Son vinculantes los pronu n ciam ientos de la C om isión y d é l a
C o r te I n t e r n a c i o n a l d e D e r e c h o s H u m a n o s ?. C o n t r o l d e c o n s t i t u c io n a li d a d y
con v en cion alid ad , L.L. 17/9/08, p. 1. Ejem plos de esa influencia son, a nivel judicial, el
caso "Barros A ltos"1, pronunciamiento de la Comisión Interamericana de Derechos Hu
manos, en cuanto fue uno de los pilares esenciales en que se fundó, para resolver como
lo hizo, la Corre Suprem a de la Nación en el caso "Sim ón ", citado en la nota siguiente, o,
a nivel legislativo, la ley 20.061 (ADLA 2005-E-4635), Ley de Protección Integral de los
derechos de las niñas, niños y adolescentes, que adecuó nuestro derecho intem o a la
Convención de los Derechos del Niño.
4 Cuyas facultades tienen lím ites, porque no se trata sólo, por ejemplo, de que el Congreso de
la Nación no puede avanzar sobre materias reservadas a las provincias, sino, también, que
así como no puede el P. E. ejercer funciones judiciales, tampoco puede hacerlo el Congre
so, al legislar, como lo hizo en la ley 23.521. Véase N unez^¿Son lim itadas las fa c u lta d es d el
Congreso?, Doctrina Penal 1987, p. 393 y sgtes. Esta ley (derogada por imperio de la ley
24.952 -B.O. del 17-XV-998-), junto a la 23.492 que fijó un plazo de 60 días para la extinción
de las acciones penales por crímenes cometidos en ocasión de la llamada guerra sucia,
fueron consideradas incompatibles con el derecho de justicia, por la Comisión Americana
sobre Derechos Humanos, según informe n° 2£/92. Las leyes de punto final y de obedien
cia debida, 23.492y 23.521, respectivamente, generaron en el país una seria cuestión jurídi
ca, frente a la obligación asumida por el Estado ante la comunidad internacional de dispo
ner los actos necesarios para la persecusión y castigo de los delitos de lesa humanidad. El
asunto fue resuelto por la C S . de la Nación, en el caso "Sim ón", 14/6/2005, L.L. SupL P en al
2005 (julio), p. 20, donde declaró la mconstíhicionalidad de aquellas leyes de pimío final y
obediencia debida y convalidó la constitucionalidad de la ley25.779, que declarara insana-
T eoría de la L ey P enal 73
IL La ley penal
L a ley que así rige es una ley -permanente. La ley penal es temporal si
determ ina el tiempo de su vigencia. Es excepcional, si ha sido dictada para
regir una situación determinada y transitoria.
L a derogación de una ley por otra es expresa si está dispuesta por la
propia ley derogante. Es im plícita o tácita si, en razón de la identidad de
sus m aterias, im plica la exclusión de la anterior (le,r posterior derogat priori);
o si, no regulando la misma materia, la ley vieja es incom patible con la
nueva (leges posterioris priores contrarias abrogan).
E l texto legal obligatorio es el texto auténtico publicado oficialmente;
otro texto o el publicado en otra forma, nó es ley y, por consiguiente, no
obliga (C.N., 19)9.
III. E l f e d e r a l is m o y l a l e y p e n a l
ducta punible, se lim itan a declarar punibles los actos u omisiones contra
rios a los reglam entos dictados en su consecuencia (Ley de Ferrocarriles
Nacionales n°2873, axis. 9 1 ,9 2 ,9 3 ). Estas leyes eran inconstitucionales, por
que rem itían la determinación de lo punible a la instancia reglamentaria,
incurriendo, asi, en una delegación prohibida.
E l h echo de qu e e l legislad or acuda a este tipo de leyes pen ales en
b lan co , en lo s lím ites y a señalados, carece de m ayor sign ificació n dog
m ática22 pero pueden planlerarse problem as. U no de ello s, verifica!?le en
el ám bito de las leyes penales esp eciales, ocurre cuando la norm a que
opera de com plem ento del tipo penal, es m od ificad a luego de la com i
sión del hecho, de su erte'q u e con arreglo a la nueva disposición, quede
desincrim inad a la conducta, pues se discute si respecto de las leyes pe
n ales en blanco es de ap licación el p rincipio de la ley p en al más ben ign a,
punto en e l qu e la Corte Suprem a se h a m ostrado oscilante, sosteniendo
actualm ente u na po sició n afirm ativa23.
D iferenciándola de las leyes penales en blanco, se afirm a la existen
cia de una categoría distinta y autónoma, consistente en los tipos penales
abiertos, denom inación que se debe a W elzel , y que a diferencia a e las
prim eras se caracterizan porque el tipo ya no es completado por otra nor
m a, sino que quien debiera "cerrarlo7'' es el Juez24, Según sucedería, por ejem
plo, si la figura se enuncia sin un verbo, o em pleándolo pero escogiendo una
fórm ula que hace referencia a algo extemo a la actuación d el su jeto (vgr. E l
q u e p o r c u a lq u ier m e d io d ep rim a e l esp íritu p ú b lic o ), o si contiene "re fe
rencias m eram ente e j am plificativas, vagas, in d efin id as o equívocas, ten
dientes a alcanzar c u a lq u ie r a c c ió n ”75, en cuyo caso no es dudoso qu e se
22 Cfr. B acigalufo, ob. cit., p. 158, quien recuerda que ya M ezger lo sostenía en A lem ania.
En contra, Zaefaroni-A lagia-S lokar, ob. cit-, 2 a ed., pág. 115 y sg te , para quienes estas
leyes son inconstitucionales porque lesionan el principio de legalidad, abren las puer
tas a la analogía y a la aplicación retroactiva e importan, una clara delegación de la
potestad represiva por parte del Poder Legislativo.
23 C.S. de la Nación, en autos "Cristalux S.A .", 11/4/06, X-L. del 7/08/06, p. 5, con nota de J osé
D. Cesano. Sobre las oscilaciones de la Corte, véanse los precedentes de ese caso, en
F a llo s 320:763; 321:824 y 329:1053.
M Cfr. L ascano, ob. cit., p. 160.
23 S oler, ob. cit., T . 1 p. 109. Véase, también, Francisco M uñoz Conde-M ercedes García Arán,
D erecho P enal, P arte G eneral, 3a ed., p. 116, ed. Tirant lo Blanch lib ro s, Valencia, 1998. Se
admite que las fórmulas genéricas pueden ser admisibles, pero con ciertos limites, porque
cuando la generalización se convierte en una cláusula general, deja de serlo, de modo que
es necesario analizar cada caso. En este sentido, B acigalufo, ob. cit., p. 127. Es discutible el
ejem plo que se suele dar, según el cual sería un caso de tipo penal abierto la conducta
prevista en el art. 84 del Código argentino pues éste, al limitarse genéricamente a la impru
dencia, negligencia, impericia o inobservancia de los deberes o reglamentos a cargo, no
T eoría de la L ey P enal 79
afecta la seguridad ju ríd ica y uno de sus p ilares, el p rin cipio de legali
dad en la represión penal.
ocupado (véase G a rua ra , P rogram a c it, § 64$), está presente, al menos como uno de so s
fundam entos, en distintos institutos, como la condena condicional, que es tal y no efec
tiva porque "e n m uchos casos es dable presumir que bastará esa advertencia para apar
tar a l sujeto de la com isión de nuevas.infracciones" (S oler, P roy ecto de 1960, p. 11, apar
tado 34, Buenos A ires, 1961).
27 Los alemanes distinguen ahora el tipo-garantía, consecuencia del principio nulíum crimen
milla poena sine lege y el tipo elemento del delito con significado y fundón sistemáticos.
Ver Bacicalufo, Fundamen tadón del concepto del tipo penal en la dogmática argentina, I (Jor
nadas Intem adonales de Derecho Penal, Buenos Aires, 1971, p. 13).
Carrara, Reminiscenze di cattedra e foro, 2a ed., Firenze, 1903, p. 203.
T eoría de la L ey P enal 81
proyectiles contra urt tren o tranvía en m archa", al que los arroja centra u n
ómnibus31.
L a analogía jurídica no parte de la sem ejanza del hecho tipificado por la
ley penal con el no tipificado, sino que, en razón de la exigencia de protec
ció n de u n in terés por u n a razó n p o lítica, a un hecho no tip ificad o
penalm ente se le aplica la pena correspondiente al tipo delictivo de signifi
cación más semejante. A quí funciona el principio de que la sim ilitud d e la
necesidad de protección, es una razón para castigar con arreglo a la ley que
reprim e el hecho de significado más parecido, otro hecho no previsto legal
m ente com o delito. V. gr., de acuerdo al derecho nazi, la defensa de la pure
za de la raza autorizaba el castigo de la om isión del aborto de u na m ujer
judía, con la pena establecida para la unión de un ario con ella.
L a prohibición de la aplicación por analogía de la ley penal sólo rige
cuando perjudica al im putado (analogía in malam partem). Tal es la que fun
damenta la im posición de la pena o el agravamiento de la situación del
im putado o condenado. Por el contrario, porque las garantías con stitucio
n ales, como la involucrada en e l caso (C.N., 18), fun cion an en b en e ficio y
no para p erjud icar a l im putado323, es adm isible la aplicación de la ley penal
por analogía in bonam partem , vale decir, la que se hace para excluir o m ino
rar la pena o m ejorar la situación del interesado: así, para eximir.de castigo
a los contraventores de leyes policiales locales, se han aplicado por analo
gía las reglas del Código penal sobre prescripción y causas de iním pu-
tabilidad.
31 Tratándose de una analogía legal y siem pre que exista la misma razón para castigar o no,
la aplicación analógica de la ley requiere que esté presente la base ineludible del princi
pio, es decir, que m edien hechos, casos o situaciones en sí mismos sem ejantes. En el
caso resuelto por la Cámara de Acusación de Córdoba el 29/XU/978 (Semanario Ju ríd ico
d el lgrV / 979), en e l que estaba de por m edio la aplicación analógica de la excusa
absolutoria del art. 132 C.P., no existía esa base, porque la reconciliación entre cónyuges
no es sem ejante y, por tanto, equiparable, a la situación a que alude el art. 132. N uñez, L a
ex cu sa d el a r t 132 y la recon ciliación entre es p o s o s, nota a tallo, S em an ario clt., p. 88.
33 Nuñez, L a s D isp osicion es G enerales d el C ód ig o P en al, p. 25, Marcos Lem er Editora Córdo
b a , Córdoba, 1988; en esa línea, Carlos Creus, D erecho Penal, Parte G eneral, p. 61,4a ecL,
Astrea, Buenos Aires, 1996, porque la analogía in b on am p artem no lim ita la lib e r ta d que
resguarda la garantía que representa el principio de legalidad, sino que la am plía. Ad
m itida en este caso la aplicación analógica de la ley, desde el punto de vísta de la ju ris
dicción, constituye un presupuesto que se trate de una ley cuya aplicación incum ba al
T ribunal. Cfr. N uñez, U n presu pu esto.de la a p licación de la ley p en a l p o r a n a lo g ía , nota a
fallo, Sem anario Jurídico n° 63, d el 21/X¡/78, p. 329, Sobre el sentido gacantista del Dere
cho penal, véase D e L a Rúa, E l D erecho P en al com o sistem a de garan tías, Cuadernos del
Departamento de Derecho Penal y Criminología, Nueva Serie, n ° 1,1995, p. 115, Univer
sidad Nacional de Córdoba, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, M arcos L em er
Editora Córdoba. Advierten Zaffakoni-Alagia-S lokar, ob. d t., p. 119, que la analogía in
b on am p artem es adm isible; pero siempre que no sea arbitraria.
T eoría de la L ey P enal
83
CAPÍTU LO II
IN TERPRETA CIÓ N DE LA LEY PEN A L
II. C oncepto
La interpretación de la ley penal es una operación compuesta, que exige
establecer el significado abstracto de la regla legal (intelección de la ley) y su
significado concreto frente al caso a resolver (aplicación de la ley). La ley penal
3 Mezcer, 1,143.
4 Peco, La Reforma penal de 1917-20, p. 77,
5 Com pilaáón de leyes decretos y acuerdas de la Exana. Cásnara de justicia de Córdoba, 1810 a 1870,
1.1. Córdoba, Imprenta del Estado, 1870, p. 318.
T eoría de la L ey P enal 85
III. S u je t o s q u e l a r e a l iz a n
A . INTERPRETAaÓN JUDICIAL
La interpretación judicial es la que hacen los jueces al resolver los casos
sometidos a su cono am iento y decisión. Es hecha por los jueces en el caso
concreto y, salvo lo que diremos m ás adelante sobre los acuerdos plenarios,
sólo vafe para el caso juzgado en esa oportunidad.
La uniform e interpretación concreta de la ley vigente frente a casos
jurídicam ente idénticos, constituye jurisprudencia. L a identidad de los casos
se determina por la igualdad y no por la sim ple sem ejanza de las situacio
nes. L a sola sem ejanza adm ite la variación de las reglas aplicables.
La jurisprudencia puede ser el resultado de la labor libre de los distintos
tribunales o de una instancia superior obligatoria. En el país, la jurispruden
cia puede ser impuesta por los acuerdos plenarios, vale decir, por la interpreta
ción que de la ley penal hacen en abstracto todos los integrantes de las distin
tas cámaras o salas de un tribunal de apelación6. Esa interpretación es obliga
toria para las cám aras o salas y los jueces en los casos posteriores. La
consfitucionalidad de estos acuerdos es cuestionable, por ser contrarios a la
división de poderes (en cuanto el órgano judicial, mediante la obligatoriedad
de su interpretación, establece la regla legal aplicable a los casos futuros) y
desconocer el carácter supremo de la ley en sí misma, establecido por el art.
31 de la Constitución Nacional (en cuanto el juez tiene siempre la potestad de
desconocer el acuerdo aplicando la Constitución o la ley que son supremas)7.
6 E l art. 10 de la Ley 24.050, establece que la Cám ara N acional de Casación Penal reunida
en plenario de toda su Sala, dispone la aplicación obligatoria de la interpretación de la
ley aceptada en una sentencia plenaria, tanto para la m ism a Cámara como para los
demás órganos jurisdiccionales que dependen de ella.
7 N uñez, La Ley única fílen te del derecho penal argentino, Imprenta de la Universidad, Córdoba,
1941 (separado del "Boletín de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales", 1941, p. 87);
S oler, 1 ,124. Ni siquiera la jurisprudencia plenaria que proviene de la Corte Suprem a
de Ju sticia de la N ación, es suficiente para im poner la obligatoriedad de su doctrina,
pues, en último caso, nada im pide a los particulares cuestionar la interpretación de la
ley (C.S. de la N ación, F a llo s , t. 246, p. 157; t. 254, p. 40). Cfr. N uñez, L a s D isp osicion es
c i t , nota a l pie n n 44, p. 26.
86 R icardo C. N uñez
B. INTERPRETACIÓN DOCTRINARIA
Esta interpretación está a cargo de los autores. Aunque su objetivo tam
bién es, en definitiva, lograr la mejor actuación de la ley penal, ella pone su
tónica en la intelección de la ley en sí misma, para establecer el significado de
las normas abstractas, sin la necesaria limitación de su aplicación al caso con
creto, propia de la interpretación judicial. Esta interpretación no tiene carácter
obligatorio. L a mayor o menor posibilidad de su aceptación o rechazo, depen
de de la autoridad que le confiera la fundamentacién de sus resultados.
C. INTERPRETACIÓN LEGISLATIVA
Esta interpretación es la que hace el legislador competente para dictar
la ley interpretada. Aquí tienen im portancia limitativa el orden de prela-
ción de las normas establecidas por el art. 31 de la C. N. y el sistem a federal
de gobíemo.
En razón del prim ero, el legislador ordinario no puede interpretar con
fuerza legal la C. N ., n i una constitución provincial. Empero, la C. N ., en
virtud de su supremacía, podría contener cláusulas interpretativas de una
ley o de una constitución local o establecer reglas para su interpretación. La
Constitución de 1949 establecía, obligatoriam ente para el intérprete de la
ley ordinaria, que en caso de duda debía estarse a lo más favorable al pro
cesado (art. 29)9. En razón del federalism o legislativo Constitucional, el le
gislador nacional no puede dictar reglas de interpretación para las leyes
provinciales, y viceversa.
La interpretación legislativa es una interpretación auténtica, porque la
aclaración o delimitación legislativa del precepto interpretado es la que -aun
que susceptible a su vez de ser interpretada- debe tenerse por irrefragable10.
La interpretación legislativa puede ser contextual o posterior. La prime
ra es la que el legislador hace en el propio texto de la ley interpretada. Por
IV . O bjeto de la interpretación
11 Sobre los desvíos de nuestros tribunales respecto del valor de las ideas del legislador, ver
J iménez de A súa , II, n° 641.
12 Sobre las opiniones respecto de esta cuestión, J iménez de Asúa, II, n° 642. En realidad, las
dificultades se deben a la poco clara determinación de la ley interpretativa.
Contra esa corriente "decisionista". Soler, Las palabras de la ley, México.
88 R icardo C . N uñez
14 Por ejemplo, la "corazonada", según piensa H utchison (ver S oler, Interpretación de la ley
Barcelona, p. 57).
Las cátedras de Introducción a la ciencia del derecho podrían sacar buen provecho de la
Interpretación de la ley cit., de S ebastián S oler y de Las palabras de la ley, también cit. del
mismo autor, para comprender lo que es la ley, y lo que no es tal.
T eoría de la L ey P enal 89
B. MÉTODO HISTÓRICO
Para averiguar el significado de la ley, esta interpretación recurre, a) a
su nexo histórico, vale decir, a los hechos y valoraciones que la motivaron,
b) a los fines que se pretendió alcanzar con ella; c) al proceso evolutivo de
las fórmulas que emplea. Sus m ateriales son, a la par que los trabajos pre
paratorios de la ley (proyectos, exposiciones de motivos, discusiones), sus
antecedentes de orden legislativo. Las limitaciones de este procedimieniD
radican en su tendencia a indagar la voluntad del legislador, lo que presen
ta todos los peligros de la exégesis.
C. MÉTODO TELEOLÓGICO
Aparte de los procedimientos idiomátícos e histórico, el significado de
la ley puede alcanzarse a través de sus fines, esto es, de lo que la ley tiene en
mira como valioso en él respectivo precepto. A este respecto tienen especial
importancia los bienes protegidos en los distintos títulos, capítulos y tipos
delictivos. E l líbre uso de este método, m uy apreciado en Alemania16, valién
dose de las "concepciones jurídicas generales, señaladas por la lógica cogrutiva y
emocional, y de las experiencias generales de la vida, de acuerdo con las inves
tigaciones de la ciencia en los diferentes campos (ciencias naturales, técnica,
medicina, historia, sociología, cultura, etc.)"17, ha conducido a la libre Inter
pretación creadora de derecho, con aportes extra o supralegales.
D. MÉTODO SISTEMÁTICO
Ninguno de los m étodos mencionados está en condiciones de agotar
en los casos dudosos la investigación tendiente a establecer el significado
de la ley como voluntad objetivada. Esto sólo se puede alcanzar por el pro
cedim iento que estudia sistem áticam ente la ley.
E l método sistemático, considerando a l derecho vigente como una tota
lidad que se basta a sí mismo, busca el significado de las leyes tomando en
W kos ejemplos no escasean: "cosa mueble" no significa lo mismo en el CJ?. que en el C.C.
(N uñez, V. 175). El concepto de "empleado o funcionario público" del art. 77 del C.P. no
concuerda con el concepto administrativo (N uñez, El significado del concepta "funcionario
público" en el Código Penal ["JA ", n° 3538, abril 30 de 1970]). La "nocturnidad", que a los
efectos de la validez procesal de ciertos actos se define por la salida y la puesta del sol, para
agravar el hurto alude a la efectiva existencia de oscuridad (Soler, La interpretación de la ley
c i t , p. 100). Sólo jurídicamente el error sobre la ley extrapenal es un error de hecho (N uñez
II, 100). Véase la nota de Rodríguez MuÑoza M ezger, 1,145. Pero la interpretación sistem á-
bca de la ley importa que su significado se busque en la ley misma, que admite, además
del método de definiciones de los conceptos que emplea, el método comparativo, que
perm ite transferir e l significado de un concepto legal a otro concepto legal, con lo que el
propio sistema positivo lim ita los posibles sentidos de las palabras que en él se em
plean. Cfr. N uñez, E l p ro blem a d el concurso id ea l de delitos, p. 22, Opúsculos de Derecho
Penal y Criminología n° 12, Marcos Lem er Editora Córdoba, Córdoba, 1986.
19Ver J escheck, 107.
T eoría de la L ev P enal 91
cepto, que es necesariam ente, el prim ero a ntilizaT desde (pie el legislador
se expresa por palabras ('"toda interpretación comienza con la palabra ).
La historia, la finalidad y el sistem a legal sólo sirven en este caso para con
frontar la exactitud del resultado logrado ídiomáticamente. Pero no siem
pre sucede así, y entonces, con arreglo a la dificultad de cada caso, sólo será
posible comprender la ley a través del sentido gramatical de las palabras, el
nexo histórico del precepto, de sus fines y de su funcionamiento sistemáti
co, el cual integrado por los anteriores, representa, sin lugar a dudas, la
etapa m ás perfecta en la escala de la interpretación.
» A pesar de que la letra del art. 175, me. I o, sólo se refiere al "propietario del suelo", también
comprende el coposeedor (C. C„ art. 1557).
21 Ver N uRez, 1 ,200.
22Ver Nuñez, 1 ,205.
92 R icardo C. N uñez
G. INTELECCIÓN Y SUBSUNCIÓN
Ya hem os dicho que la interpretación judicial de la ley supone no sólo
entender su contenido (intelección), sino su aplicación a un caso concreto
(sitbsunción). A los efectos de esta doble exigencia y particularmente en el
ámbito de la adecuación del hecho justiciable al hecho punible en cuestión,
m antiene validez el silogismo cuya premisa general o mayor es la ley, la
particular o m enor es un hecho determinado y la consecuencia es la ade
cuación o inadecuación de éste a aquélla.
C A PÍTU LO III
V A L ID E Z ESP A C IA L D E LA LEY PENAL
X. P rincipio territorial
’ N uñez, I 157. Por ej.: W eu el , Derecho penal, § I, piensa q u e son normas de carácter nacional,
en tanto que J éscheck, § 18, las considera de derecho intemacionaL
1 H anbuch dee Strafkechts, vol. 1 ,1885, p. 372.
93
T eoría de la L ey P enal
4 N uñez, 1 ,168.
3 N uñez, L a s D isp o sicio n es c it ., p. 14,
6 Sobre el problema del lugar de la acción, infra, cap. V. No considera que en este caso la lev
argentina se aplica, no por haberse cometido el delito en el territorio, sino en virtud de
que en éste se han producido sus efectos {principio real o de defensa), J iménez de Asúa, II,
788. Pero esto se debe a qu e equipara los "efecto s" del delito al resultado previsto por
T eoría de la L ev P enal 95
el tipo delictivo, lo que es una inexacta opinión corriente (ver F ontán B alestka, I, 265.
Más detallado, J iménez de Asúa, ob. y lug. á ts.).
7 Principio aceptado por el Tratado de Montevideo de 1889 (art 6) y su reforma de 1946 (art. 5).
s N uñez, L a s D isp osicion es cit„ p. 20.
96 R icardo C . N uñez
V . P rincipio universal
V I. E xtradición17
1. O bjeto y regulación
La extradición no es una institución de derecho de fondo, sino de derecho
2. C o n d icio n es
S i e x iste un tratado en tre e l E stado re q u iren te y la R e p ú b lic a
A rgentina, las condiciones son regidas por las norm as da! tratado (art. 2,
Ley 24.767). S in perju icio de ello, las norm as de la Ley 24.767 sirven para
interpretar e l texto de los tratados (art. 2). En todo lo que no disponga en
esp ecial e l tratado, se aplica la ley 24.767, qu e establece la s sigu ien tes
condiciones:
1) R e la tiv a s a la p erso n a . L a extradición no será concedida, cuando
la p ersona reclam ada y a h u b iese sid o ju zg ad a, en la A rgentina o en
cu alq u ier otro país por el hecho que m otiva e l pedido, c cuando h ab ría
sido considerada por la ley argentina como inim pu table por razón de la
edad si h u b iese com etido el delito en la A rgentina (art. 11 inc. b y c).
2) R e la tiv a s a l d elito . Se concede por hechos calificados como delitos
por nuestras ley es y las del país requirente, no por contravenciones. Los
d elitos d eben ser com unes y tanto en la le y a rg en tin a como en e l Estado
re q u ire n te d eb e n ten er p rev ista u n a p en a p riv ativ a de la lib erta d con
23 El Poder Ejecutivo Nacional, conforme lo autorizado por el art. 10 de la ley, delegó las
facultades de los arts. 22 y 36 en e l M inisterio de Relaciones Exteriores y Culto, por
decreto n° 105^ 98 (B.0.16/Ety998). Una crítica sobre las facultades del P. E. establecidas
por la ley, reputadas por algunos excesivas y hasta inconstitucionales, en F ierro, ob. cit.,
2a edición, p- 794; Piombo, ob. cit., p. 548 y ss y p. 5 5 2 y ss.
100 R icardo C . N uñez
m ínim o y m áxim o ta les que su sem isum a sea al m enos de un año (art. 6).
No se concede (arí. S): a) por d elitos p olíticos26; b) por delitos previstos
exclusivam ente por la ley penal m ilitar; c) si el proceso qu e la m otiva
fu ese tram itado por u na com isión esp ecial de las previstas por el artículo
28 d e la C .N .; d) s i e l p ro ceso q u e la m o tiva ev id en cia p ro p ó sito s
persecutorios por razón de las opiniones políticas, la nacionalidad, la raza,
el sexo o la relig ió n o h u b iese m otivos fundados para suponer que estas
razones pueden perju d icar e l ejercicio del derecho de defensa en ju icio ;
e) si existen m otivos fund ad os para suponer que el requerido pueda ser
so m e tid o a to rtu ra s u o tro s tra to s o p e n a s c r u e le s , in h u m a n a s o
degradantes27; £} si e l delito tuviese pena de muerte en el Estado requirente
y éste no diere seguridades de qu e no será aplicable.
3) 'R elativas a la p u n ibilid a/L La concesión demanda que la acción p e n a l'
o la pena no se hubieran extinguido según la ley del Estado requirente (art.
11, in c a)28. Si la condena extranjera se ha dictado en rebeldía, la prescripción
se considera respecto de la acción. E n caso que la extradición se solicitara
para e l cu m plim iento de una pena, se requerirá, adem ás, que la pena qu e
faltare cum plir fu ese no m enor de u n año de privación de lib ertad e n el ■
m om ento en que se p resente la solicitu d (art. 6, párrafo 3 o). Cuando la
condena se h u b iese dictado en rebeld ía el Estado requiren te deberá dar
C A PÍTU LO IV
V A L ID E Z T E M P O R A L D E LA LEY PEN A L1
1 N uñez , 1 ,121.
2 El art. 9 a dé la Convención Americana sobre D erechos Hum anos dispone, tam bién, que
nadie puede ser condenado por acciones u om isiones que en el momento de com eterse
no fueran delictivas según el derecho aplicable.
3 "Las leyes no son obligatorias sino después de su publicación, y desde el día que determinen.
Si no designan tiempo, serán obligatorias después de los ocho días siguientes al de su
publicación oficial" (C.C., 2, según el texto de la Ley 16.504).
T eoría de la L ey P enal 103
garantía de legalidad (C. N., 18), según la cual, con arreglo al lenguaje
constitucional, la ley penal no puede tener el sentido de una ley ex p ostfacto
o sea de una ley posterior al hecho que em peore la condición del acusado4.
Se trata, por consiguiente, de una garantía constitucional que no puede ser
alterada por el legislador (C. N., 28).
El criterio de la ley más benigna, que como garantía ahora constitucional
no puede ser tampoco alterada por el legislador, encuentra su fundamento
político en la modificación de la concepción represiva que sustenta a la ley
anterior5. En tanto que el principio de la ley más señera se limita a impedir que el
imputado sea juzgado por una ley más gravosa postenor a su delito, el principio
de la ley más benigna favorece a los imputados y condenados con la ley que más
los beneficia, cualquiera que sea su orden tem poral El principio de lá ley penal
más favorable no funciona sólo como un medio para resolver si una persona
es o no delincuente y si debe o no ser castigada y, en su caso, de qué modo y
medida. Es, por el contrario, un principio cuya función es la de indicar, sea
para tm objetivo de derecho material, sea para una finalidad de derecho
procesal, el estatuto que respecto de una cuestión penal rige siem pre para
resolver esa cuestión, desde el m om ento de la com isión del delito hasta
que se extinga la condena dictada contra el responsable, m ientras en ese
lapso, el legislador no sancione una que lo beneficia en mayor m edida6.
D e acuerdo con el art. 2° del C. P., si la ley vigente a l tiem po de
com eterse el delito es distinta de la que existe al pronunciarse el fallo o en el
tiempo intermedio, se aplica siempre la más benigna; y si durante la condena
se dicta una ley más benigna, la pena se limitará a la establecida por esa ley.
■E l art. 2 del C.P., en su prim er párrafo, adm ite tanto la retroacíividad como
la ulfractividad de la ley p en al más benigna, pero, en el segundo párrafo,
en e l que cede la cosa juzgada y procede la revisión de la sentencia (C. P.
P. de Córdoba, 489, inc. 5 o y C.P.P. de la N ación art. 479, inc. 5 o)7*, a partir
de una condena firm e, ú nicam ente adm ite la retroactividad leg al más
benigna, ya que la cosa juzgad a cede ante la mayor b en ign id ad de la
nueva ley pero triunfa sobre la m ayor severidad de ésta3.
4 C. S. de la Nación, Fallos, 1 31, p. 82; 1 117, p. 22; 1 151, p. 103; J oa q uín V. G on zá lez , M anual
da la Constitución Argentina, 6a ed., N° 181.
3 Es opinión difundida entre los alemanes, que aluden a la m odificación de la concepción
jurídica (F rank , Strajgesstzbudi fü r das áeutsche Reich, 18 ed., 1981,g 2, IV; J escheck , 100;
W elzel , Derecho penal, 11a ed„ p. 44). La Corte Suprema de la N ación ha aceptado ese
fundamento en materia penal económica (in re Duperial, S.A., 14-IX-976, L a Ley, 15 de
diciembre de 1976, fallo N° 73.748).
6 Ñ oñez, L a ley p r o c e s a l y e l art, 2 d el C ódigo R enal, nota a fallo. Sem anario Jurídico n ° 109
del 27/XJ/978, p. 336.
7 N uñez , 1 ,148.
s N uñez , L a s D isp osicion es c it , p. 26.
104 R icardo C . N uñez
9N uñez, T ratado, I, 137. Es atinente a la ultractividad, la hipótesis que examina B id.vht Campos,
relativa a si es jurídicamente posible que, luego de derogada una ley, cualquiera sea su
naturaleza o materia regulada, puede ser declarada inconstitucional. Cfr. Uiui ley d erogada
pu ede ser d eclarad a inconstitucional, L.L. 2003-C-1494,
10 Porque el art. 2, tratándose del Derecho Penal Común, cuya fuente es el art 75 in c 12° de la CN .,
rige en los tres ámbitos jurisdiccionales. Cfr. N uñsz, L as D isposiciones cit p. 27.
11 V e r N u ñ e z , Aplicación de la ley penal más benigna por falta de instancia del ofendido
(Jurisprudencia, t 22, Córdoba, p. 69).
12 Sobre la naturaleza y efectos procesales y sustanciales de los plazos que establece la ley 24.390,
véase la sen t n “ 47 del 2gT0/9% del T.S.J. Cba, en Semanario Jurídico n D1132, p. 290.
” En relación al significado de la expresión legal "durante la condena", véase la sent. del 8/8/
990 de! T .S .J. Cba, en S em a n a rio Ju ríd ico 828, p. 244, con nota de M a r c elo J. S a iía g o .
T eoría de la L ey P enal 1 05
u La ley pone la tónica en el adverbio "siem p re" qu e significa "e n todo o en cualquier
m om ento", por lo que es legítim o que se ap liqu e el principio aunque e l momento
procesal sea el de resolver u n "sim p le incidente de excarcelación", sin que, por otro
lado, le corresponda a la ley procesal disponer cuál ha de ser la ley penal que debe
aplicar el ju ez cuando durante el trám ite de la causa, debe recurrir a la ley penal de
fondo. N uñez, L a ley procesa/ c it , p. 336. Por la aplicación de oficio de la ley penal más
benigna, e l T .S J . Cba, sent. del 22/9/997, S em an ario Ju ríd ico n ° 1173, p. 719.
15 N uñez, L a s D isp osicion es á t , p. 28.
16 Ver N uñez, i, 150; J iménez de Asüa, II, N° 719 a 721.
57 Es la opinión que predomina entre los alemanes: M ezger, L, 130, que se expresa en contra
de la "teoría del motivo" y por lo tanto del tratamiento diferente de las leyes transitorias
frente al principio de la mayor benignidad; W elzel, Derecho Penal, 11a ed., p. 44; F rank,
Strafgesstzbuch, 18a ed. C it § 2, V, 2 (pero no en todos los casos [let. B]); H ippel, Manuale,
110; J escheck, 101; Maurach, 1 ,145.
106 R icardo C . N uñez
C A PÍTU LO V
V A L ID E Z P E R SO N A L D E LA LEY PEN A L
1 "Las leyes son obligatorias para todos los que habitan ei territorio de la república" (C. C , l 1).
2 "Todos sus habitantes (d éla Nación) soniguales ante la ley" (C. N., 16). En 1874, enunció la
d efinición de la garantía, que se refiere a la igualdad de las personas a n te la le y y no a
la igualdad de trato leg al a una m ism a persona, el Ju ez de Sección de M endoza, Dr.
C a lix t o S. d e la T o r r e . La tuvo p o r suya la Corte Suprem a de Ju sticia de la N ación a
partir de 1875: L a ig u a ld a d a n te la ley co n siste en qu e no s e esta b le z ca n ex cep cion es o
p riv ileg io s q u e ex clu y an a u n os d e lo q u e s e con cede a o tro s en igu ales circu n stan cias
(Fallos, 1 16, p. 118, I o de m ayo de 1875). La definición, ha sido aceptada por la doctrina
constitucional m ás autorizada (véase J o a q u ín V. G on zález , M an u al d e la C on stitu ción
A rgentina, 6 “ ed, p. 119, núm . 107). Cfr. N , L a ig u ald ad an te la ley, nota a fallo, Sem anario
Jurídico n° 90, d el T7pTíl¡979, p . 181.
3 Nuñez, 1,83.
** De igual inm unidad gozan los legisladores provinciales (C. de Córdoba, art. 93), no sólo
ante la jurisdicción local, sino tam bién frente a la jurisdicción N acional em ergente de
delitos que le incumben (C. S. de la Nación, Fallos, L 169, p. 76); y no sólo en el respectivo
territorio, sino en todo el país, porque la inmunidad de opinión de los legisladores
locales no es algo que únicam ente atañe a la provincia que la concede, sino a la
preservación de las "A utorid ades de la N ación" (C. N„ Segunda parte), que im plica
uno de los objetivos com unes propios del régim en federal (en contra, C. S. de la N ación,
Fallos, t. 119, p. 291). Las ley es les co nced en a los m iem bros de las A sam bleas
Constituyentes la m ism a inm unidad. Pero ésta no tiene rango constitucional- A unque
T eoría de la L ey P enal 107
C A PÍTU LO VI
L E G IS L A C IÓ N PEN A L SU P L E T O R IA
Con arreglo a l a r t 4o del C.P., las disposiciones generales del Código se
aplican a todos los delitos previstos por leyes especiales, en cuanto éstas no
1 No siem pre se S e rie en clare qué es u n a le y esp ecial y qu é es u n a ley com plem entaria.
M uestra de e llo es la errada técnica del anteproyecto de reform as al Código de 2006,
consisten te en "lle v a r" a l código infracciones hasta ahora contenidas en leyes espe
ciales, a las que se confunde con leyes com plem entarias, de lo cual no quedan mayo
re s dudas s i se repara en que d ijo la C om isión en la Exposición de M otivos que
abordó "la revisión y reform u lación de los delitos e n particular, considerando no
sólo lo s previstos en el Libro Segundo del Código P en al sino adem ás los tip os pena
le s institucion alizad os en diversas y num erosas leyes c o m p lem en ta ria s..." . Es que si
la ley penal regulada por s e p a r a d o , es en verdad una ley com plem entaria, su incor
poración a l Código no genera o b jeció n alguna, según sucede con lo que postula el
anteproyecto respecto de los delitos actualm ente contenidos en la ley 23.737, pues
incorpora -a u n q u e con m od ificaciones- en su T itu ló IX {D elito s con tra la S egu ridad
P ú b lic a ), C apítulo IV (D e lito s co n tra la S alu d P ú b lica ), artícu los 246 a 251, muchas
de las figu ras ho y reguladas eu la ley de estup efacien tes, qu e desde que a la salud
p ú b lica afectan , pu eden estar a llí, donde la C om isión propicia: en e l Código penal.
Pero incorporar en este cuerpo, por ejem p lo, a los llam ados d elitos tributarios, y
p revisio n ales, los d elitos cam biarlos, los aduaneros etc., constituye algo b ien distin
to. U na ley es esp ecial no en fu n ció n de un criterio u tililitarista, vale decir, cuando es
la m ás adecuada para aprehen der ilicitud es esp ecíficas de una cam biante realidad,
de lo que se sigue que lo determ inante no es la m ateria regulada en sí m ism a por la
ley, sino que ésta tenga por ob jeto atender a u n a situación de coyuntura, a una cam
bian te realid ad económ ica, etc.. La caracterización de u n a le y como e s p e c ia l no se
su bordina a i criterio señalado, sino a otro m uy distinto, de naturaleza sustancial,
esto es, a a q u el qu e para determ inar si una le y es de aqu ellas a las que alude e l art. 4 o
d e l código p en al, atiende a la m ateria tratada, vale decir, seg ú n que rep resenten un
sistem a sancionatorio a las infracciones de los preceptos que conceden atribuciones
exclu sivas a l G obierno nacional (C.N. art. 75 ines. 1, 2, 3 ,1 0 ,1 4 ,1 8 y 32). Sobre el
tem a, véase nu estro D erech o P e n a l T rib u tario y P r e v is io n a l cit., p. 70 y sgtes.
2 N uñez , L a s D isp o sicio n es cit., p. 30. Lo h a aplicado en relación, al art. 2 del C. P. a las
contravenciones de naturaleza económica, la Corte Suprema, caso Duperial S.A., cit. en
la nota 21 anterior; y en el caso Compañía Azucarera Ingenio Amalia S.A., la Corte ha
dicho que "la s normas generales del Código Penal rigen también para las infracciones
penal-administrativas, salvo expresa regulación legal en sentido contrario (2-XII-976, La
Ley, 23 de marzo de 1977, fallo n° 74.076).
110 R icardo C. N uñez
EL D ELITO
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C A PÍTU LO I
T E O R ÍA JU R ÍD IC A D EL D E L IT O
L S U OBJETO
1. D efinición form al
El delito ha sido definido por los juristas de muy distinta manera. Antes
de que la preocupación dogmática condujera a definirlo enumerando las ca
racterísticas jurídicas que lo individualizan, el delito era definido de modo
puramente formal, diciéndose que era el hecho previsto y penado por la ley4.
1Lombroso estudia el delito como hecho biológico, producto de ciertas condiciones orgánicas
y sicológicas de los individuos.
2 Que concebía el delito como la conducta propia del hombre socialmente peligroso, produc
to de factores individuales, físicos y sodales.
3 Para Garófalo, "el delito sodal o natural es una lesión de aquella parte del sentido moral
que consiste en los sentimientos altruistas y fundamentales (piedad y probidad) según la
medida en que se encuentran en las razas humanas superiores, cuya medida es necesaria
para la adaptación del individuo a la sociedad" {ver J iménez de Asúa, DI, 43; Fontán
B alestra, 1,310).
4 Era el tipo de definición corriente entre nuestros penalistas (ver J iménez de Asúa, III, 29).
114 R icardo C . N unez
2. D efinición doctrinaría
Ese formalismo fue abandonado por la Escuela Tosearía, pero las caracte
rísticas jurídicas que sus expositores le asignaron al delito en sus definiciones,
no respondían como las que toman en cuenta las definiciones juiidico-dogmá-
ücas del delito, a las características emergentes del derecho vigente en un país
dado, sino a las propias de una doctrina pura del delito, deducida de los prin
cipios de la "suprem a ley natural-jurídica", que los legisladores debían obede
cer para no caer en injusticias. C akrara, expositor de este punto d e vista, defi
ne el delito como "la infracción de la ley del Estado, promulgada para prote
ger la seguridad de los ciudadanos, resultante de un acto externo del hom
bre, positivo o negativo, moralmeníe imputable y políticamente dañoso"5.
A. SU EVOLUCIÓN6
Las definiciones que los dogmáticos han dado del delito varían de acuer
do con sus respectivas posiciones científicas. A pesar de que, como regla ge
neral, las definiciones dogmáticas giran alrededor de los conceptos de ac
ción, tipicidad, antijuridicidad y culpabilidad, la posición científica de la que
parten, influye sobre el ordenamiento y el contenido de esos conceptos.
Es frecuente que los autores se satisfagan con la enunciación y comenta
rio de las distintas definiciones dadas del delito. Sin embargo, lo importante
para un M anual es explicar la evolución experimentada por las definiciones
del delito, en razón de las diversas teorías científicas que las sustentan.
3 Programa, § 2 1 .
6 Sobre los m odelos funcionalistas, véase la Primera Parte, Capítulo IV, § 9.
E l D elito 115
concebida como puro fenómeno causal, esto es, como abstención o movi
miento corporal producto de la voluntad del agente. De esta manera, el
positivismo concibió el tipo delictivo sólo como descripción de la abstención
o movimiento corporal propio de cada delito. A l tipo le atribuía, como ex
clusiva función, la de constituir u na garantía para el im putado en razón del
principio nullum crim en m illa poena sine praevia lege poenali: "P a ra el jurista,
toda conducta que no puede incluirse entre los tipos descríptos por la ley -
lo atíp ico-, por m u y in ju sta y cu lp ab le qu e sea, es u na con d u cta no
penable..."7.
L a an tiju ridicidad fue concebida en sentido objetivo, por estar deter
m inada sólo por elem entos m ateriales ajenos a la subjetividad del autor.
A los elem entos subjetivos se los ubicaba en la culpabilidad,, en la que se
v eía una situación puram ente sicológica, cuyas especies eran el dolo y la
culpa, porque el uno o la otra com prendía, en su caso, todo e l contenido
de la culpabilidad.
En síntesis, según este punto de vista, la tipicidad y la antijuridicidad
com prendían todo lo objetivo del delito, y la culpabilidad todo lo subjeti
vo. L a tipicidad del hecho no im plicaba y a el disvalor jurídico de la acción
descripta; únicam ente constituía u n indicio de su antijuridicidad (su raido
cognoscen di), esto es, el m otivo para conocerla.
Consecuente con su idea de la plenitud del derecho, el positivismo
jurídico, desde el punto de vista negativo de la delíctuosidad de las accio
nes adecuadas a u n tipo penal, no adm itía otras causas de justificación o
de exclusión de la culpabilidad del autor, que las adm itidas por el dere
cho positivo. Rechazaba, así, de m anera term inante, la existencia de cau
sas su pralegales por tener su fuente más allá de la ley, en norm as no ju ríd i
cas, com o son las norm as de cultura social (las que rigen las costum bres,
la econom ía, la m oral, la religión, el arte, la literatura, etc., etc., de una
com unidad nacional)8.
Dentro de esta corriente, B e u n g definió e l delito, diciendo: "D elito es
la acción típica, antijurídica, culpable, su jeta a una am enaza penal ade
cuada, cuyas condiciones satisface"9. Prescindiendo de la tipicidad como
característica del delito, v. L iszt, lo había definido com o: " E l acto culpa
ble, contrario al derecho y sancionado con una pen a"10.
b. N orm ativism o
La concepción del delito del positivismo jurídico, fundada en la consi
deración lógico-formal de las reglas jurídicas positivas, fue sustituida por la
corriente norm ativa o telelógica, que concibe el derecho penal con arreglo a sus
fines y a las valoraciones que expresa. El normativismo elabora la definición
del delito tomando en consideración la finalidad que cada uno de los elemen
tos que lo estructuran están llamados a cumplir. De esta manera, atiende al
significado material-valoratívo de esos elementos (fundón norm ativa).
La acd ón , aunque concebida causalm ente al igual que el positivismo
jurídico, representa para el derecho, según esta com ente, un concepto de
valor, una conducta valorizada de determinada manera. Por ello, a l tipo se
leatribuye un significado valorativo: es un tipo de injusto. El tipo y a no es,
por consiguiente, un indicio de la antijurididdad de la acción (su ratio
cognoscen dí), sino que es antijuridicidad tipificada (la ratio essen dí de la
antijuridicidad en relación al derecho penal). La an tiju rididdad no es conce
bida sólo como simple oposición formal de la acción con la norma jurídica
(an tiju rididdad form al), sino tam bién en su sustancia (an tiju rididdad m ate
rial). Esta reside en la dañosidad social de la acción lesionadora de bienes
jurídicos. La adm isión de que el tipo contiene, a la par que elementos obje
tivos o materiales, elementos que residen en la mente del autor (elem entos
subjetivos), tiene por efecto que a la antijuridicidad se le atribuye u n funda
mento subjetivo, a la par del objetivo reconocido por el positivismo jurídico.
La culpabilidad toma, igualmente, un sentido normativo. Ya no se lav e como
el hecho sicológico representado por el dolo o la culpa. La culpabilidad es, ahora,
una situación sicológica valorizada jurídicamente, que a la par del dolo o de la
culpa y de la imputabilidad del autor, depende de circunstancias concomitan
tes a la acción que sirven para su valoración jurídica. La culpabilidad es, en
síntesis, para esta teoría, una "situación de hecho valorizada normativamente",
cuya exclusión también puede obedecer a causas supralegales.
Si para el norm ativism o, el tipo es antijuridicidad tipificada y la
antijuridicidad tam bién tiene, a través de los elementos subjetivos de lo
injusto, un fundamento subjetivo, la consecuencia de esta teoría es que eli
m ina la clara separación que los elementos de la definición del delito pre
sentaban en la definición del positivismo jurídico.
Los cam peones del normativism o fueron R einhart F rank (U eber den
A ufbau des Schuldbegriffs, 1907 - Sobre la estructura del concepto de cidpabilidad)11,
J ames G oldschmidt (D er N otstand/ein Schuldproblem , 1913 - El estado de nece
sidad, un problem a de cidpabilidad, y La concepción norm ativa de la culpabilidad,
c. Finalism o
El fin álism o significa una nueva evolución respecto del contenido de
los elementos de la definición dogmática del delito, im puesta también, por
una particular concepción de la acción.
La acción ya no representa un comportamiento causado por la volun
tad, ni un concepto de valor, sino tina actividad dirigida hacia su mete por
la voluntad. Esto trae consecuencias respecto de la estructura de todos los
elementos del delito.
La acción correspondiente a los tipos de delitos dolosos comprende
ahora el dolo, porque éste es la finalidad delictiva que dirige la actividad
del autor y la convierte en acción. El finalismo se aparta, así, del positivis
mo y del normativism o, para los cuales el dolo representaba, respectiva
mente, una de las especies de la culpabilidad o uno de sus elementos.
Desde que la acción ya no es u n concepto de valor, según pensaba el
normativism o, el tipo no es un tipo de injusto, sino, simplemente, un tipo de
acción. Su sentido valorativo se reduce a l que surge del hecho de constituir
una selección de las acciones penalm ente relevantes, las cuales sólo son
antijurídicas si no concurre una causa de justificación. L a tipicidad es, por
lo tanto, un indicio de la antijuridicidad.
Respecto de la an tijuridicidad, el finalismo se aparte del positivismo y
del normativismo, en cuanto abandona la idea de que aquélla únicamente
significa u na lesión o un peligro para un bien juríd ico causados por la ac
ción del autor (dísválor del resu ltado). Por el contrario, el fínalism o piensa
que la antijuridicidad reside siem pre, en todos los delitos, en el disvalor de
la acción en sí m ism a, y que únicam ente en los delitos de daño o de peligro
se presenta tam bién como disvalor del resu ltado. D esde otro punto de vista,
el fínalism o abandona la idea restringida del norm a turismo de que la
antijuridícad tiene naturaleza subjetiva sólo si existen elem entos subjeti
vos del tipo. Piensa, por el contrario, que siendo la finalidad inherente a la
acción, que constituye el objeto del juicio de antijuridicidad, ésta, a la par
de su natu raleza objetiva (en tanto la determ inan elem entos de naturale
za externa), tiene siem pre una naturaleza subjetiva determ inada por la
finalidad del autor.
Por últim o, el fínalism o tam bién innova en lo que atañe a la culpabi
lidad. En este aspecto, el fínalism o se caracteriza por llevar a sus últim os
extrem os el concepto norm ativo de la culpabilidad. P ara el norm ativism o,
la culpabilidad no es pura reprochabiíidad, sino una situación de hecho
sicológica reprochable. Por el contrario, p ara el fínalism o, liberada la cul
pabilidad de ese elem ento sicológico por su traslado a la acción, la culpa
bilidad queda reducida a su aspecto.norm ativo, esto es, a un puro juicio
de reprochabiíidad. La culpabilidad consistiría, entonces, en el reproche
personal hecho a l autor de que no ha actuado correctam ente, conform e a
lo que le exigía el derecho, a pesar de haber podido hacerlo.
Las ideas fundamentales del fínalismo fueron expresadas inicialmente
por H a m s W e l z e l en su artículo K au salitaí und H andlung (C au salidad y ac
ción )15.
15 Cuadernos de los Institutos, N° 126 (Univ. Nac. de Córdoba), p. 195. L a evolución ulterior de
sus ideas puede verse en castellano en el Derecho Penal, Parte gen eral Traducción del ale
m án por é l Dr. C á elo s Fontán B alestra con la colaboración del señor E duardo F riker ,
Depalma, Buenos Aires, 1956, y en el Derecho penal alemán, Parte general, 11a ed., Traduc
ción del alem án por el profesor J uan B u stos R amírez y Pro£ S ergio Y á ñez P érez , editorial
Jurídica de Chile, en los siguientes trabajos de W elzel : El nuevo sistema del derecho penal.
Una introducción a la doctrina de la acción finalista. Versión castellana y notas por J o sé C ere
z o M ir, ediciones Ariel, Barcelona, 1964; La doctrina de la acción finalista, hoy (Anuario de
derecho penal y ciencias penales, 1968, p. 221); ¿Un mal entendido sin solución? (Acerca
de la interpretación de la teoría finalista), traducción directa del alemán de G ladys R om ero
(Revista de derecho penal y criminología, N° 4 ,1 9 6 8 , p. 7); La imprudencia y los delitos de- la
circulación (De la teoría de tos delitos de imprudencia). Traducción de J osefin a N uñez y J orge
E. D é la R úa , Cuadernos de los Institutos, N° 84, Universidad Nacional de Córdoba, p. 113).
El fínalismo orienta la labor de los últimos discípulos argentinos de J im énez de A sú a (ver
B acicalupo , Lincamientos). Pero no sucede lo mismo con los trabajos de aquél, de S o ler y
F on tán B alestra . U na exposición critica a esta corriente, N uñez , T endencias de la D oc
trin a P e n a l A rg en tin a, en esp ecial, p. 20 y sgtes. O púsculos de D erecho P en al y
Crim inología n ° 1, M arcos L em er Editora Córdoba, Córdoba, 1984.
E l D elito 119
16 Ver L a dislao T hot, Historia de las antiguas instituciones del derecho penal, Bs. As., p. 27. Otras
referencias, en N uñez , 1 ,212.
17E1 hecho penal tiene n n contenido diferente al del hecho procesal. El prim ero, constituye
el presupuesto de la pena, en cuanto condición para que dentro de nuestro sistem a
penal-liberal, se la pueda aplicar sin violar el principio constitucional nullunt crim en
s in e leg e (C .N ., 18); la teoría d el hecho procesal obedece a otro fin : su fundam ento
debe buscarse en la exigencia constitucional de la inviolabilidad de la defensa en ju i
cio (C.N. art. 18; C. Córdoba, art. 40). N uñez , L a m a teria d el ju ic io crim in al: e l h ech o
p r o c e s a l y su id en tid ad en la a cu sa ció n y en la sen ten cia, La Ley, 1 .19, jul/set. 1940, p.
756.
18Sobre esos problemas, ver J im én ez de Asüa, III, N° 1053; M ezger , l, 187, y la nota de Rodríguez
Muñoz de ía p. 190; G allas, La teoría del delito en su momento actual, Barcelona, N° II, 3 y 4.
120 R icardo C . N uñez
C A PÍTU LO H
EL H ECH O
(A cción e n sentid o am plio)
19 Ver la am plísima exposición de J im énez DE A s Úa , VII, Nos. 1954 y ss., respecto de la contro
versia sobre si la punibilidad es "carácter" o "consecuencia" del delito. En realidad, no
es, como piensa J iménez , un "carácter" del delito, sino an a consecuencia de él, ya que
jurídicamente el delito se integra por el hecho típico, antijurídico y culpable. Otra cosa es
decir, com o nosotros, que la punibilidad, a la par de aquellos elementos, es un presu
puesto de la pena.
1 Estas acciones son tanto los actos internos como los actos externos de que hablan los
ju r is ta s clá sico s ( C a r ea r a , P r o g r a m a , §. 28). L a in m u n id ad de lo s p rim ero s fre n
te a la ju risd icción de los m agistrados es absoluta, pues un acto que n o se exterioriza
- s i no es u n a co n ce p c ió n a u to r ita r ia - no p u e d e o fe n d e r b ie n e s d e l m un do
ex te rio r, com o son los bien es de n atu raleza ju ríd ica ; en cam bio, la inm u n id ad de
lo s a cto s e x te rio re s no es a b s o lu ta , p u es d ep en d e de la cap acid ad o fe n siv a d el
122 R icardo C . Ñ oñez
acto en relación a aquellos bienes ju ríd icos (C.N ., 19). N uñez , T en en cia de es tu p e fa
cien tes , D octrina Penal 1979, p. 260. Pero, tratándose de actos externos, u n a acción es
p r iv a d a no porqu e, desde el punto de vista de su ejecución, m aterialm ente no tenga
trascend encia pú blica, porque no se realiza en sitio público o en un lugar que qu eda
a la vista d el pú blico; lo es, por la intrascend encia p ú blica de sus efectos respecto al
orden o m oral p ú blicos o a la incolum idad de los derechos de u n tercero. A sí, la
tenencia o consum o de estupefacientes en u n lugar privado no es una acción privada
que, como tal, quede al m argen del m agisterio penal porque, por su vinculación con
el tráfico y e l consum o de estupefacientes, trasciende peyorativam ente sobre la sa
lud pú blica. N uñez , L a s D isp o sicio n es cit. p. 159 y sgte y nota al pie n ° 325. A unque la
privacidad a que alude el principio es ajeno a la m aterialidad en la que se desen
vuelve la acción, la C onstitución protege tam bién ciertas m aterialidades, como el
d o m ic ilio , la c o rresp o n d en cia e p is to la r y ios p a p e le s p r iv a d o s , "vinculados íntim a
m ente con la vida privada del ind iv id u o", a cuyo respecto y dada la garantía que
em erge d el art. 13 C .N ., para que la privacidad a que esta disposición alude pueda
ser legítim am ente invadida, es m enester orden ju d icial fundada ( B o n e t t o - F iñ e iío ,
en L ec c io n e s de. D erech o P en al, Parte G eneral, dirigido p o r C a r l o s J. L a sc a n o (h), ya
cit., p. 122). La correspondencia m erece una enérgica protección constitucional, que
inclu ye tam b ién a aqu ella em itida por quien se encuentra legítim am ente privado de
su lib ertad personal a consecuencia de una condena, pues esa condición no despoja
a l hom bre de la protección de las leyes y, en prim er térm ino, de la Constitución, de
modo qu e pese a su condición de condenado, sigue siendo -salvo las libertades de
las qu e se encuentra privado- titular de todos los derechos constitucionales, por lo
que su correspondencia es inviolable, salvo cuando por razones fundadas pudiese
tem erse que, a través de la que em ite, pudiese favorecer la com isión de ilícito s, en
cuyo caso, las autoridades ju d iciales d eben req u erir la pertinente intervención de
dicha correspondencia. C.S. de la N ación, casos "D essy ", 19/10/95, L.L. 1 9 9 6 -C ,316;
"R om ero C acharane", 9/3/04, L.L. 2004-D , 147.
2 Según el Proyecto Tejedor; "E l que se quite voluntariamente la vida incurre por el mismo
hecho en la privación de los derechos civiles, y las disposiciones últimas, que hubiese
hecho se tendrán por nulas y de ningún valor" (Parte II, Lib. I, Tit. I, § 6o, a r t I o). Se
trataba, en realidad, de la sanción a un muerto por el hecho cometido en vida. Sobre el
castigó del suicida, ver la nota de T ejedor al artículo mencionado. También, C arraka ,
Programa, § § 1151 y ss.
3 Cuyo art. 42, bajo el epígrafe de "sujeto activo", reza: "Las disposiciones de este Código se
aplicarán a todos los sujetos de derecho, con excepción de las personas jurídicas de exis
tencia necesaria" (solo el amor de su autor por la omnipotencia del Estado, impidió que
siguiera en toda la línea ese error).
E l D elito 123
cho penal común otro sujeto activo del delito que la persona física4. No ha
sucedido así en el derecho administrativo, en el cual las leyes han dispuesto
la aplicación de sanciones penales a las sociedades comerciales y a las per
sonas jurídicas5. La propia Corte Suprem a de la Nación ha declarado que:
" A los fines de las sanciones que supone el derecho penal fiscal no se apli
can las reglas comunes relativas a la responsabilidad por actos delictuosos.
La acción penal puede ser dirigida contra las personas jurídicas y éstas ser
condenadas a las penas pecuniarias que las leyes de la materia fijen, como
una excepción a la regla general de la irresponsabilidad establecida por el
art. 43 del Código Civil" (Fallos, t . 216, p. 397).
La posibilidad de que las personas morales o asociaciones puedan ser
sujetos activos de un delito, ha sido negada, sea porque esos entes carecen de
una voluntad propia que pueda fundar una criminalidad distinta a la de sus
órganos, en virtud de cuyas voluntades reales se desenvuelve la actividad
social; sea porque la personalidad de las personas jurídicas sólo existe en el
ámbito de las finalidades lícitas perseguidas por su creación y reconocimien
to legal, lo que excluye que se les pueda reconocer personalidad a los efectos
delictivos; sea, en fin, porque la responsabilidad penal de las personas idea
les desconoce el principio de la personalidad de la pena y conduce al castigo
de los terceros inocentes que integran la asociación, pero que no han partici
pado en los actos delictivos realizados por su órganos representativos.
El fin retributivo y preventivo que es inherente a una ley de naturale
za penal, sólo puede realizarse si los destinatarios de él son las personas
físicas, únicas poseedoras de la conciencia y voluntad susceptibles de retri
bución y prevención. Esto reconoce, sin lugar a dudas, un código penal que
6 Según piensa G ramajo, La acción en la teoría del delito, ed. Astrea, Buenos Aires, 1975 , ps m
y ss. . ’y '
125
E l D elito
CAPÍTULO III
LA A C C IÓ N
1 Ver L jszt, Tratado, § 28; W elzel, El nuevo sistema del derecho penal, p. 31.
1 Ver L iszt, Tratado, § 28, í.
í B eling, Esquema, p. 19.
4 G ramajo, ob. c i t , ps. 28 y ss.
126 R icardo C . Ñ oñez
3 Véase W elzel, Derecho penal, 11a ed„ p. 53, B acigalupo, Lincamientos, p. 25.
* Tratado, 1, p. 201.
7 W elzel , El nuevo sistema del derecho penal, p s . 26 y 27.
8 L e h a n h e c h o o b je c io n e s a la c o n c e p c ió n fin a lis ta d e la a c c ió n , e n tr e o tro s a u to r e s . R od ríguez
M uño z , e n la n o ta d e la p . 196 d e M ezger , Tratado, I; G rispicn i , La nueva sistemática del
delito en la doctrina alemana más reciente (Criminalia, México, 1952, p. 296); F ranco G uzm án ,
L e s elem en tos su b jetiv os del in ju sto en la teoría fin a lis ta de la acción ( s o b r e t i r o d e l a
E l D elito 127
"Revista de la Facultad de Derecho de M éxico", t IV, abril-junio, 1954, Na 14); M ezger , obras
y lugares citados; B ockelm a N, Relaciones entre autoría y -participación, Buenos Aires, 1960,
ps. 40 y ss.; J im énez de A sú a , II, N “ 1057 y 1075 bis; G imbernat O rdeig , Anuario de derecho
penal y ciencias penales, 1965, p. 410; J esche Ck, Lehrbuch, §§ 151 y ss.; B aumann , Gnm dbegiiffe
und System des Strafrechts - Eine Einjuhnm g in die Systematík und H and van Fallen, 3a ed.,
Stuttgart, 1969, ps. 45 y 46; Schónke-Schroder, Strafgesetzbuch-Kommentar, 15a ed., Munich,
1970, Observaciones preliminares de la Parte General, B, IV; B aumann , Derecho penal,
Depalma, Buenos Aires, 1973, ps. 104 y sgts. y 109 sgts.
9 Véase J eschecx, Lehrbuch, § 23, IV.
10 Zarparon!, D erecho P en al cit., p. -413 y 421, sostiene que el concepto de acción en el derecho
penal es un concepto jurídico. Para este autor, la acción es un com portam iento humano (por
ende, conform e a sentido), que se exterioriza con efectos en cierto contexto mundano.
11 W elzel , Más allá del derecho natural y del positivismo jurídico, Universidad Nacional de Cór
doba, 1962, ps. 35 y 36.
128 R icardo C . N uñez
12 Ver Radbruch, La naturaleza de la cosa como form a jurídica del pensamiento, Universidad Na
cional de Córdoba, 1963, ps. 63 y ss„ y la Introducción del traductor Garzón V aldés;
R adbruch, Introducción a la filosofía del derecho, México - Bs. As., § 6, ÍV, 2; C erezo M ir, La
Naturaleza de las cosas y su relevancia jurídica (Revista general de legislación y jurispruden
cia, 1961, N°s 1 ,2 , p. 73); G arzón V aldés, Derecho y naturaleza de las cosas, 11, Universidad
Nacional de Córdoba, 1970, t. II, 1971.
15 Ver G arzón V ald és , Derecho y naturaleza de las cosas, c it, p. 73. E n cambio, no parece acepta
ble la idea de este autor de que son acciones los hechos inintencionales de tropezar (dar
con un estorbo), trastabillar (dar traspié), tartamudear (hablar o leer con pronunciación
entrecortada y repitiendo las sílabas), equivocarse (errar al conocer, juzgar u obrar) y
vacilar (moverse de una manera indeterminada, estar poco firme o titubear), pues esos
hechos no son otra cosa que accidentes que interfieren el desenvolvimiento de una ac
ción (tropezar, trastabillar) o modos de eÜa (tartamudear, equivocarse y vacilar).
E l D elito 129
manera objetiva/ sin recurrir a la finalidad del autor, en los delitos corres
pondientes a tipos con elementos subjetivos de naturaleza intencional y en
la tentativa. En estos casos, la realidad objetiva finalista vincula a la concep-
tuación jurídica. Este desdoblamiento no im plica desconocer que el dere
cho penal debe partir siempre de la concepción del hombre como un ser
responsable que actúa con fines, sino que, simplemente, significa que la
sistemática jurídica es libre para considerar separadamente lo que corres
ponde a la objetividad y a la subjetividad de la conducta humana.
El hecho de que, en su sistemática, el finalismo haya separado la acción del
resultado delictivo, ha facilitado sin lugar a dudas, su idea de que toda acción
dolosa es final, porque es algo que tiende hacia su objetivo. Pero, en realidad,
los verbos matar, lesionar o dañar no significan una conducta tendiente a pri
var de la vida a otro, o a dañar su cuerpo o salud, o a perjudicar la cosa, sigo
que implican la realización de esos objetivos. El "h a matado a otro", que presu
pone la consumación del homicidio, tiene su esencia en el resultado y no en el
comportamiento corporal dirigido a lograrlo. La ley penal atiende a ese resul
tado mortal (art 79), y sólo subsidiariamente al comportamiento tendiente a
consumarlo (art. 42). Tanto tiene un arma prohibida el que la conserva contra
su voluntad o no se acuerda que está en su poder, como el que la mantiene
míencionalmeníe. Según el derecho positivo, el que es un incapaz o actúa por
error acciona, aunque no puede dirigir su conducta (C. P., 34, inc. I o).
Donde el finalismo ha encontrado los mayores obstáculos para justificar
la concepción final de la acción, es en los delitos culposos. En un primer momen
to, frente a la evidencia de que el resultado previsto por el tipo penal de esos
delitos, no está comprendido en la finalidad del autor del delito culposo, W elzel,
ampliando el concepto de la finalidad, dijo que la naturaleza final de la acción
culposa residía en la finalidad que el autor pudo tener observando la diligencia
necesaria en la dirección finalista y que hubiera evitado el resultado penalmente
típico ("finalidad potencial")14. De esta manera, la acción culposa no era una
acción finalista por su composición, sino por su referencia a la finalidad debi
da. Con esto, W elzel , haciendo depender la naturaleza finalista de la acción
culposa de un elemento valorativo (normativo) propio de la culpabilidad, como
es el concepto de lo debido, abandonó el deslinde entre la acción y la culpabili
dad, a la par que su idea de construir la acción de un modo puramente sicológico-
firtalista, despojado de todo normativismo15.
(Derecho penal, 11a ed., p. 184); íd., ¿Un mal entendido sin solución? (Revista de derecho
Penal y Criminología, N° 4,1 9 6 8 , p. 7).
16 W elzel, D erecho penal, 11a ed., ps. 184 y 185; íd„ Das áeutsche, Strafrecht ~Eine Systematische
Darstellung, 8a ed., Berlín, 1963, Parte primera, III, 2 b); íd., El nuevo sistema del derecho
penal, p. 34. Con amplitud W elzel, La imprudencia y los delitos de la drcidación, Traduc. de
J osefina N uñez y J orge de la R úa, Cuadernos de los Institutos, N° 84, Universidad Nacional
de Córdoba, p. 113.
17 Ver W elzel, El nuevo sistema, cit., p. 67; íd., Derecho penal 11a ed„ p. 91.
1S Porque -en ,el ejemplo que pone W elzel- el desvío del vehículo hacia la izquierda en la
curva, es objetivamente contrario a la regla de tránsito que exige dar la curva conservan
do la derecha.
19 El desvío hada Ja izquierda no fue producto de la intendón del autor o de un hecho fortuito que
no le es imputable, sino de su descuido (negligenda) o imprudenaa al conducir. No se trata
de la oposidón de la conducta con la regla, sino el porqué de esta oposidón.
E l D elito 131
20 Dice Welzel que: "Sólo importa jurídicamente la acción con su tendencia final: el hecho de
cerrarse en un viraje dudoso, de atravesar una encrucijada a una velocidad exagerada, de
detener su vehículo y examinar la situación, etc. Estos acias finales constituyen la base de
la apreciación jurídica; uno se pregunta si en la situación concreta de la causa han sido
apropiados, correctos, prudentes" (La imprudencia y los delitos de la circtdación, p. 12S, nota
24). Pero, lo real es que lo que le interesa a l tipo del delito culposo no es el fin del autor
(llegar pronto o llegar al lugar de su destino), ni lo apropiado, correcto o prudente de la
conducta, sino que el autor, por la falta de propiedad, la incorrección o la imprudencia
de su conducta, causare (arts. 84, 94 o 177, 189, 192), cometiere (axis. 254, 255), diere
ocasión (art. 262) o produjere (a rt 281) el resultado típico. Si falta éste, no es la ley penal
la que toma interés por el hecho, sino, cuando es el caso, como sucede con el tránsito, la
ley contravencicnal.
21 W elzel, Derecho penal, 11a ed., p. 65; íd.. El nuevo sistema del derecho penal, p. 33.
22 Sobre la concepción finalista de la autoría, ver W elzel, Derecho penal, 11a ed., p. 145;
B acigalupo , La noción del autor en el código penal, Buenos Aires, 1965. Véanse las notas d e
G enóckates en La Ley, 1.130, fallo 60.203 y 1.136, fallo 63.730.
132 R icardo C. N uñez
2. La voluntad
La voluntad, en el sentido que aquí la tomamos, es el proceso anímico
im pulsor o inhibidor de los nervios motores y, a s íf de la actividad o inacti
vidad corporal de la persona. Si la actividad o inactividad corporal es ajena
a la actuación real o posible de ese factor anímico, no representa una acción
personal.
Ño corresponde a la persona que lo realiza y no es una acción, la acti
vidad o inactividad atribuible:
a) A una excitación de los nervios motores debida a un estímulo fisio-
lógico-corporal, interno o externo, ajeno a la impulsión voluntaria de la per
sona, como son el estornudo, los estados convulsivos y la reacción por cos
quillas o por el pinchazo (movimientos reflejos);
b) A movimientos puramente fisiológicos, como el del tórax, debido al
proceso respiratorio, cuya supresión está al margen de la energía síquica de
la persona;
c) A una fuerza-físicamente irresistible (vis absoluta) (C.P., 34 inc. 2o),
caso en el que la persona del forzado es un instrumento de un tercero o la
resultante de la im pulsión de una fuerza natural o mecánica extraña. La
persona forzada non agit sed agitar. No es propia, la falsificación realizada
por la mano guiada en forma invencible por un tercero; ni lo es el desplaza
miento corporal debido al lanzamiento efectuado mecánicamente u ocasio
nado por la caída en el vacío;
d) A estados fisiológicos, como la fiebre, el sonambulismo, el hipnotis
mo, y otros estados semejantes, en los cuales la voluntad es im potente o
gobernada.
A l dominio de la voluntad causal están sometidos tanto los comporta
mientos guiados por un querer consciente de su finalidad, precedidos por
un proceso electivo o selectivo de los motivos, del obrar, como los actos
impulsivos y los automatizados (p. ej., cam inar)23.
3. El comportamiento
El comportamiento que corresponde al hecho como acción, es la activi
dad a través de la que se manifiesta en el exterior el impulso interno.
4. El resultado
El resaltado, como componente de la acción, no es su resultado jurídi
co, Este, que corresponde a todo delito, es la ofensa que el delito im plica
para un bien jurídico. Ofensa que puede existir con el daño o lesión del bien
o sólo con su exposición a peligro, presumido o real.
El resultado, como elemento material integrante de la acción, puede
consistir en algo físico (p. ej., una muerte, el apoderaxmento de una cosa o
una situación de peligro real para algo) o en algo síquico (la producción de
un escándalo). El resultado es una consecuencia del comportamiento. Entre
ambos debe m ediar una relación de causalidad.
V I. R elación de causalidad
1. El problem a causal
L a teoría de la relación de causalidad entre el comportamiento del autor
y el resultado delictivo de peligro o de daño, sea que se trate de u n resulta
do doloso, preterintencíonal o culposo, se propone explicar cuándo el re
sultado puede atribuirse, como su consecuencia material, al comportamiento
del imputado. En oíros términos, la teoría de la relación de causalidad trata de
establecer cuándo una modificación del mundo exterior, prevista como un
resultado delictivo por la ley, corresponde a una persona como obra m ate
rial suya. Es la im putatio fa cti de los antiguos criminalistas, llam ada des
pués, im putación física, distinta de la im putatio ja r is (imputación interna,
imputación moral). Aquélla es una cuestión inherente a la acción y al tipo
delictivo; ésta, im plica la cuestión de la culpabilidad. Em pero, a veces, in
debidamente, am bas cuestiones se superponen para resolver la primera.
La com probación de la existencia de una vinculación causal es una
cuestión ontológica, porque corresponde al mundo de la realidad física,
pero es u na cuestión jurídica en tanto la ley penal aprecia com o jurídica
mente válido u n determinado tipo de relación causal láctica. Esto explica
por qué el tipo delictivo es im portante en el problem a de la causalidad.
2. Teorías enunciadas
Los juristas han enunciado distinta teorías o explicaciones de la rela
ción de causalidad. Enunciaremos las más im portantes24.
31 Véase S topatto, Uevento punible -Contributo alio studio del delitti colposi, Padova-Verona, 189,
ps. 60 y ss,
KB inding, Die Normen un ilire Übertistnng, 4a ed., vol. I, Leipzig, 1922, p. 115. Sobre este punto
de vista, ver A ntolísei, Ü rapporto, d t , N° 23; J iménez de As Ca, II, N° 11C1.
33 A su respecto, véase A ntolisei, ob. c it . Parte I, Cap. IV; M ezger, I, § 15, III; Soler, I, § 18, II,
C. 2; Fontán B alestra, I, § 2 3 ,1 ,5.
E l D elito 137
34 Die Normen un ihre Übertretung, vol. II, 2a ed.. Primera parte, Leipzig, 1914, p. 472, § 93.
33 R rapporto di causalitá cifc, Segunda parte, cap. II.
36 Tomo 1,4 a ed., § 24.
37 Mezger, I, § 15, IV; Max Ernst M ayer, D er allgemeine teil des deuischen Strafrecht, Heidélberg,
1915, p. 140.
3B Esquema, § 20.
39 Esto es, el esquema rector dominante común para la faz objetiva y para la subjetiva de la
figura delictiva (Belíng, Esquema, p. 43).
40 Siguen esta teoría, nuestro Derecho penal argentino, I, p. 268; J iménez dé Asúa, III, N° 1112,
aunque, en última instancia, no niegue la función correctiva de la culpabilidad (N° 1117).
En igual sentido se pronuncia FontAn B alestra, I, p. 431. Los tribunales, a falta de una
regla legal sobre el punto, han seguido muy distintos criterios (ver Rubianes, Código penal,
su interpretación jurisprudencial, t. II, ps. 438 y ss.).
13S R icardo C. N uñez
3. La tesis correcta
La base inelu d ible de una teoría ju ríd ico-p enal de la relación de
causalidad es la teoría de la equivalencia de las condiciones. Sin su aporte no
habría sido posible individualizar cuáles son los coeficientes de un resulta
do, vale decir, las condiciones que, en su totalidad, lo producen mecánica
mente. Em pero, es el tipo penal el que le indica conceptualmente al intér
prete cuál de esas condiciones se adecúa a la relación causal propia del
hecho social captado por la ley. Cuando el artículo 79 del Código Penal
castiga "a l que m atare a otro", la relación causal importante para ese precep
to no es, por cierto, la que media entre la muerte y otros hechos que, de algu
na manera, hayan posibilitado que la víctima muriera en la circunstancia de
que se trata, como pueden ser, por ejemplo, la d ía que un tercero le dio en el
lugar del suceso o la invitación del pulpero que impidió que se fuera antes.
Por el contrario, la relación causal captada por el artículo 79 es la que deman
da el concepto de matar socialmente aceptado como atentado criminal contra
la vida de otro, lo que supone que, entre el comportamiento del autor y la
muerte, medie la relación propia de un coeficiente directo eficazmente mor
tal por su desenvolvimiento en el caso concreto. L a misma relación causal
requiere el tipo del artículo 84 del Código Penal, pues el concepto social de
muerte accidental a que alude, también repele las vinculaciones del deceso
de la víctima con sus coeficientes indirectos y carentes de eficacia mortal en el
caso concreto.
A igual conclusión se llega de m anera más clara si se examina el pro
blem a desde el punto de vista de otros tipos referidos a acciones integradas
por un resultado extem o. No defrauda (art. 172), el que le presenta la vícti
m a al estafador o facilita inocentemente el medio defraudatorio, sino el que
se comporta con arreglo a lo que socialm ente se valora, y que el tipo del
artículo 172 individualiza de m anera m uy concreta, como una actitud
defraudatoria (ardid o engaño). El tipo del incendio (art* 186), no alude a la
vinculación del resultado de peligro común con todos los hechos preceden
tes que concurran para posibilitar que en el caso concreto se produzca la
situación de am enaza de daño para la generalidad de las personas o bienes
mediante el fuego caracterizante del incendio (p. ej., la venta al autor d élos
fósforos o el combustible), sino que alude a la relación causal directa exis
tente entre el estado de peligro com ún y el hecho dotado de eficacia
combustiva.
En m ateria de causalidad, la.tarea del tipo penal no va más allá de esa
función selectiva. El exam en de la eficiencia mecánica del coeficiente causal
seleccionado por el tipo, corresponde a las ciencias naturales. No es el dere
cho, sino la ciencia m édica la que decide si tiene eficiencia mortal la lesión
que, en el caso concreto, constituye el comportamiento al que alude la rela
ción causal típica. ,
E l D elito 139
4. L a t e o r ía d e la im p u tación o b je t iv a
U na de las concepciones que en la actualidad tien e m ayor predica
m ento, es la teoría de la im putación o b jetiv a, entendida como el ju icio
sobre la cu estión de si un resultado puede ser considerado como el h ech o
de una determ inada persona, vinculación en la que se lim ita la causalidad
(natural) sobre bases norm ativas41.
Para B acigalupo, tien e como origen la teoría de la relevancia típica
y su punto de partida es e l reem plazo de la relació n de causalidad, como
ú n ico fu n d a m en to de la relación entre la acción y el r e s u l t a d o , por "otra
relación elaborada sobre la base de consideraciones ju ríd icas y no natu
ra les", de m odo que la causalidad natu ral "se rá un l í m i t e m ínim o, pero
no su ficien te para la atribución de un resu ltad o "42.
E stablecid a esa causalidad natural, de la que esta teoría no prescin
de pues es su punto de partida inexorable, la im putación del resultado
dem anda, adem ás, verificar si: 1) la acción d e l autor ha creado un peligro
jurídicamente desaprobado para la producción del resultado, y , 2) si éste,
producido p o r dicha acción, es la realización del m ism o peligro.
So n factores norm ativos de corrección de la atribución: a) la reali
zación de u n riesg o p e r m itid o , es decir, la creación de una situación qu e
no excede lo s lím ites tolerables de la libertad de acción43;
b) é l p r in c ip io d e c o n fia n z a , por el qu e n o se im putan los resultados
producidos por qu ien ha obrado confiand o en que otros se m antendrán
dentro de lo s lím ites del peligro perm itid o44;
c) Xa p r o h ib ic ió n d e regreso, por el que se lim ita la im putación de un
resultado a ciertos c o m p o r t a m i e n t o s que pueden haber resultado causales
pero qu e están fuera del interés del derecho penal45. A sí, por ejem plo, se
excluyen las acciones del autor que so n cau sales por m ediación de u n
tercero que n o obra conjuntam ente con el autor, cuando el resultado e s el
producto de la conducta de la p ro p ia v í c t i m a , o cuando e l p eligro de la
41 B acigalüpo, ob. cit., p. 202. V éase el caso resuelto por la Cámara 9 a de Cba, en autos
"B u on ano tte", A.L 19 del 18/VII1/004, en el que se consideró esta teoría en relación a
u n caso de supuesta mala praxis médica.
42 A utor y ob. cit., p. 271. Véase Z a ffa xo n i, D erecho P e n a l cit., p. 420, quien refiere que la
im putación objetiva no puede negar la causalidad, aunque lleve razón al negar que la
causación sea el único criterio imputativo,
43 A utor y ob. cit., p. 273.
44 Autor y ob. cit., p. 276. Sobre la aplicación de este principio, véase la sent. N° 178, del 3/
V iy 0 7 , del T .S . de Córdoba, caso "Lescano".
43 A utor y ob. cit., p. 276 y sgte. Como luego podrá advertirse, la explicación y desarrollo
dados en este M an u al a los delitos de com isión por omisión, no se oponen a esta teoría,
que en m uchos casos puede com plem entar la que aquí se sigue, o, en otros, salvar
algunos de los vacíos que pueden producirse.
140 R icardo C. N uñez
C A PÍTU LO IV
LA O M IS IÓ N 1
El hecho que constituye el sustento real del delito puede consistir, como
com portamiento, en una inactividad. Esta no trasciende simplemente como
tal al derecho penal, sino como una omisión penalmente típica, vale decir,
como una conducta contraria a un m andato implícito de la ley penal de
realizar una acción (C. P„ 1 0 8 ,2 4 9 ,2 5 0 ,2 7 3 y 274). Se trata, en realidad, de
la om isión de realizar la acción ordenada por la ley penal (delicia omisiva).
Como comportamiento, la omisión y la acción (actividad) son ontológica-
mente distintas y su castigo obedece a objetivos diversos. Desde el primer
1 Cfse, M ézger , I, § 16,1; íd,-EÍ Libro de estudio, § 27; Welzel, Derecho Penal, 11a ed., § 26.
E l D elito 141
C A PÍTU LO V
LA O M IS IÓ N IM P R O P IA 1
2 "L a omisión del grito de alarma ante un guardia agarrotado por unos bandidos o acometido de
un desmayo, no es una manifestación de voluntad, no es un acto" (v. Liszr, Tratado, O, p. 303).
1 Sobre el desenvolvimiento de su teoría, M szg er , I, § 16, III y ss.; B acigalupo , Delitos impropios
de omisión, Buenos Aires, 1970, ps. 11 y 12; J im énez de A sú a , II, N° 1067 y ss.; M aurach , II,
p. 267. Además, Derecho penal, 11a ed., § 28; N uñez , 1 ,236.
1 Ver B acigalupo , Delitos impropios de omisión, p. 12.
142 R icardo C. N uñez
3Sobre el intento de salvar la objeción de que "d e nada, nada resulta", refiriendo la causalidad
a la acción concomitante (L uder ) o precedente (K ung , G lasser ) o al dominio por el autor
del impulso a obrar (B inding ), ver M ezger , I, § 16, III, I.
4 M ezger , I, p. 288; J im énez de A sú a , III, N° 1066; S oler , 1,3* e& , p. 295; N uñez , I, 237.
5 B acigalupo , Conducta precedente y posición de garante en el derecho penal, Madrid, 1970.
E l D elito 143
una razón jurídica determ inante de una especial relación de resguardo del
agente con el bien lesionado; y , por otro lado, el poder del agente de evitar
la lesión.
La relación de resguardo puede tener su fuente:
a) En la ley que im pone una obligación de cuidado com o son las
emergentes de la patria potestad, de la tutela y cúratela.
b) En una obligación de cuidado especialm ente asumida, como la que
liga a la nodriza, al enfermero o al alpinista contratado.
c) En la creación por el agente del peligro para el bien, que se concretó
en su daño. E l que inadvertidam ente encerró a otro, debe resguardar su
libertad, y si no lo hace intencionalm ente al darse cuenta de ello, incurre en
privación de la libertad personal (C.P., 141).
La relación de resguardo no puede fundarse en situaciones de pura
índole m oral o en otras situaciones que, como la de la "conveniencia social"6,
no tiene su fuente en la ley, ni en la voluntad de las partes, ni en la injerencia
ilegal en el ámbito de actuación de los terceros, creadora de un peligro para
los bienes jurídicos de éstos7.
No omite delictivamente quien, a pesar de su situación de garante del
resguardo del bien lesionado, no tiene el poder para efectivizar ese resguardo
en el caso concreto. La omisión delictiva no supone sólo el deber de atenerse
a la norma típica prohibitiva, sino, tam bién, la posibilidad de hecho de
hacerlo eficazm ente: ultra posse nema obligatur. Ese poder no existe si la
protección realizable por el garante no hubiera evitado el resultado8*1.
CAPÍTU LO V I
EL L U G A R Y EL T IE M P O D EL H EC H O 1
C A PÍTU LO V il
EL T IP O D E L IC T IV O
I. C oncepto y función
El tipo delictivo (o ,tipo penal o tipo legal o figu ra delictiva o, simplemente,
tipo) no es el hecho punible, sino uno de sus elementos. El hecho punible
com prende el hecho como soporte real del delito y todos los atributos
jurídicos que lo convierten en el presupuesto legal de la aplicación de la
pena. En ese ámbito, el tipo se lim ita a la determinación conceptual de la
figura form al del hecho punible. La fórmula con la que la ley expresa el tipo
corresponde al siguiente esquema: "E l que haga esto../', o "E l que no haga
esto". No se debe confundir el tipo con el artículo, inciso, párrafo, parte o
disposición legal que lo contiene. Estos pueden vincular uno o varios tipos
a una pena.
Desde el punto de vista dogmático, el tipo constituye la característica
jurídica del hecho punible que representa la base fáctica alrededor de la
cual giran la antijuridicidad, la culpabilidad y la punibilidad.
* N uñez, 1,280 y ss.; C.S. d e l a N a c ió n , 25-XI-968, R utz M ira, P edro y o tro s. La Ley, 1.135, fa llo
63.652, c o n n o ta d e G arcía B erro ; id . 19-XI-969, B runello , H oracio y o tr o s . La Ley, 1 137,
fa llo 64.599.
4 Según los proyectos de 1960 y de 1973, el tiempo del hecho es el de la ejecución de la acción
o aquel en que debía cumplirse la acción omitida. Sin embargo, en la nota al art. 9 del
primero se reconoce la excepción respecto de la prescripción.
146 R icardo C. N uñez
XI. E l e m e n t o s c o n c e p t u a l e s d e l t ip o
Los tipos de composición más sim ple son los que se refieren a delitos
de simple actividad, pues se reducen al comportamiento positivo del autor.
16 Piénsese en el individuo que, en el curso de un largo viaje por lugares donde no puede
obtener la debida autorización, lleva, como la única que ha logrado, un arma de guerra
para defender su fam ilia y sus bienes de los asaltantes. Así, aunque sin exigir la
imposibilidad o dificultad para conseguir la autorización, la Cámara Federal de la Capital,
Sala Penal, 2-IV-971, J. A., junio 3 de 1971, fallo 19.308.
17 J iménez de A súa , III, 896.
18 Como piensa, entre otros, v. H ifpel, Manuale, § 32, VL En contra, J iménez de A súa , m , 896.
19 Cfse, v. L lszt, III, 327. Con más amplitud, J iménez H uerta , ob. cit., ps. 82 y ss.: "A sí, por
ejemplo -dice este autor-, dictar autos, providencias y resoluciones en un proceso penal
es función propia de los jueces del ram o; cuando el legislador tipifica el delito de
prevaricación, le resulta difícil hacerlo sin incrustar en el tipo un elemento valorativo,
como lo es el que la providencia, auto o resolución dictada fuere manifiestamente injusta
(art 18, frac. XLV, de la Ley de Funcionarios}, pues si así no lo hidera parecería que
sancionara la actividad ordinaria de los jueces penales" (p. 84). Lo mismo se podría decir
respecto de nuestro art. 269.
150 R icardo C . N uñez
20Por ej.: "co n intervención de dos o más padrinos", art. 97; "sin la intervención de padrinos",
a r t 98; "contra la voluntad expresa o presunta de quien tiene derecho a excluirlo", a rt
150; "pudiese hacerlo sin riesgo personal", art. 108; "co n el concurso de dos o más
personas", art. 122.
21 "El ftmdonaiio", "el jefe de prisión u otro establecimiento penal", art 143, ines. l° y 4o; "éteomerdaníe
declarado en quiebra", art 176; "el testigo", perito, intérprete o traductor", art 275.
22 "Encontrando perdido a un menor", a rt 108; "aprovechando las facilidades provenientes de
un estrago", a rt 163, in c 2°.
23 "Si el duelo no se realizara o si realizándose, no se produjera muerte ni lesiones", a rt 99,,inc I o;
"y no dados a publicidad", a rt 115.
24 Como sucede, v. gr., con la violencia y otros modos de cometer los delitos.
25Según ocurre respecto de las calidades de las víctimas o de sus vinculaciones con el autor y con
las calidades o situaciones de los objetos sobre que recae el delito.
26 Por ej., arts. 85, inc. I o, 97 y 108.
27Por ej., a rt 99, in c 1°.
28J iménez de A süa , VII, 15; M anzini, Tmtatto de diritto penale, v o l I, Tormo, 1933, p. 523.
29 S oler, II, § 4 7 .
30 D elitala, II fiitto rtella teórica generáis del reato, Padova,'1930, Primera parte, cap. III.
31 Ver V arela , Condiciones de punibilidad, "Cuadernos de los Institutos", M° 50, Universidad N ac
de Córdoba, p. 47.
E l D elito 151
52 Pueden consultarse, J im énez de A sú a , III, 903; M ezger , I, § 24; J im énez H uerta , La áp iád ad ,
México, 1955, p. 95.
11 M ezger, I, p. 377.
152 R icardo C. N uñez
34 Véase F inzi, Delitos con pluralidad de hipótesis en el derecho penal argentino, Buenos Aries, 1944;
J im énez de A súa , III, N° 1230; B eling , Esquema, p. 38; M ezger , I, § 24, II, 4; D elogu , Le norme
penali congiunte (AnntUi di diritto e procedure penale, 1936, p. 521).
33 Otra cuestión es la de si la realización de las distintas hipótesis en consecutivos contextos de
acción constituye un delito continuado o un concurso real. Tales pueden ser los casos de
continuación a que se refiere FtNzr, Delitos con pluralidad de hipótesis c it, nota 18.
E l D elito 153
39 En relación a la aso ciación ilícita (C.P., 210), véase lo resuelto por la C. Ac. Cba, A .I.
d e l 23/11/994, A d r ia n a M a n d e l l i , C á m a r a d e A cu sa ció n . C r ite r io s p r o c e s a l e s y
su s ta n c ia le s , T . A ctualización, p. 415, caso n ° 461, Advocatus, Córdoba, 1996.
156 R icardo C. N uñez
49 M aurach -Z ipf, D erecha P e n a l Parte General, 7 a ed., T. 1, p. 351, Astrea, Buenos Aires, 1994.
E l D elito 157
exclusión del otro. En esta situación/ las distintas leyes (tipos) penales con
curren aparentemente. Esto diferencia el concurso aparente de leyes del
concurso de delitos, el cual supone la concurrencia formal (ideal) (art. 54) o
real (material) (a rt 55) de los tipos o disposiciones penales en ju ego.
Por regla, entre los tipos se adm iten las siguientes relaciones41:
a) Altematvuidad. Ambos tipos regulan en forma diferente un mismo
hecho: los tipos del hurto (art. 162) y de la apropiación indebida (a rt 173,
inc. 2°, según ley 21.338), regulan el apoderamiento de las cosas ajenas. La
aplicación de estos tipos es alternativa, vale decir, la de uno excluye la del
otro, porque, necesariam ente, el hecho debe ser una u otra cosa.
b) Especialidad. L a estructura de uno (tipo especial) comprende la del
otro (tipo general). E l efecto es que su aplicación funciona con arreglo al
principio lex specialis derogát legi generali. El tipo general no es aplicable aun
que respecto del especial concurre u na causa de impunidad (por ejemplo,
la prescripción). Esta especie de relación se produce entre los tipos básicos
(a rt 79) y los calificados (a rt 80) o privilegiados (art. 81, inc. 1°); o cuando
un tipo (evasión, a r t 280) im plica un modo de la comisión de otro (atenta
do a la autoridad, a r t 238, inc. 4o)42.
c) Consunción43. Esta relación ex iste:
I o) S i uno de los tipos, sin m ediar una relación de especialidad, com
prende estructuralmente al otro (el robo, del a r t 167, inc. 3a, comprende el
daño, art. 183);
2o) si, en un mismo contexto delictivo, el autor realiza dos o más tipos
que im plican ofensas de gravedad progresiva (primero lesiona y luego m ata
a la m ism a persona);
3o) s i en un mismo contexto delictivo, el autor realiza tipos im perfec
tos y tipos perfectos: el que realiza actos de instigación y, además, actos de
autor, es un autor; el que instiga y, además, obra como cómplice secunda
rio, es instigador; el que auxilia o coopera y luego ejecuta el delito, es autor.
En todos los casos, el tipo más grave o, en igualdad de gravedad, el
más perfecto excluye la aplicación del otro. Lex consumens derogat legi
consumptae.
41 No existe acuerdo sobre el núm ero ni sobre su contenido. Ver Jiménez de Asúa, II, N° 689.
■n Sobre la relación entre el robo y el robo calificado por el uso de armas, véase la didáctica
resolución d el T .S. de Córdoba en el caso '"N ieto", sent. 1 4 3 ,9/VI/08.
43 Negada a veces (v. H ippel, Manuale, p. 247), es concebida por otros con distintos contenidos
(compárese S oler, II, § 46, IV, V y VI, o M ezger, II, § 69, n , 2, con F rank, Strafgesetzbuch,
18 ecL, § 73, VII, 2 b y c, que considera com o de subsidiaridad casos que aquéllos incluyen
en la consunción). V er M a r ía C r is t in a B a r ber a , C oncurso de n orm as. C onsunción p o r
estru ctura d el tipo, L. L . 1979-C-S42.
158 R icardo C . N uñez
44 Véase el caso resuelto p or el T .S. de Córdoba, en autos "M am ón dez", sent. 72, l/VTO/06.
CUARTA PA RTE
a n t iju r id ic id a d
C A PÍTU LO I
L A ANTIJURXDICXDAD C O M O ELE M EN T O
D EL D E L IT O 1
1 N uñez , 1,287; id., Conceptos fundamentales acerca de la antijuridícidad (Revista jurídica de Cór
doba, 1949, p. 205); F ontán B alestra , II, § 28; S oler , I, § 26; H einitz , El problema de la
antijuridicidad material, Imprenta de la Universidad de Córdoba, 1947. Sobre cómo el sis
tema dogmático de los penalistas va ejerciendo su influencia en el derecho dvil, ver
O rgaz , El acto ilícito (La Ley, L 140, p. 1099).
2 Se dice que sólo los "tipos cerrados" -aquellos que no hacen referencia a la norma que les
sirve de base- tienen valor indiciario respecto de la antijuridicidad, y que carecen de él
lo s '"tip o s abiertos" -aquellos que m ediante la m ención de expresiones que, com o
antijurídicamente, üegalmente, etc., subordinan la tipicidad de la acción a su antínorma-
tividad- (M aurach, 1,349; W elzel, Derecho penal, 1956, § 14,2), Pero en realidad, sucede al
revés, pues estos tipos que adelantan al momento de la tipicidad el juicio de antijuridicidad,
no son indiciarlos de ella, sino que la llevan inherente.
16 2 Ricardo C . N uñez
o n o s e p r e s e n ta b a c o m o u n m e d io ju s t o p a r a e l f in ju s t o (D ohna); o si m ás
b ie n p e r ju d ic a b a q u e b e n e f ic ia b a a l e s ta d o (S a u e r ); o s e o p o n ía a l fin ú ltim o
d e to d o d e r e c h o d e s a t is f a c e r e n la m a y o r m e d id a c o n c ilia b le lo s in te r e s e s
in d iv id u a le s fre n te a lo s d e la c o le c tiv id a d (M ezg er). En c a m b io , e l
o b je t iv is m o c r e y ó e n c o n t r a r la m a t e r i a d e la a n íiju r id ic id a d e n la o p o s ic ió n
d e la a c c ió n a la s n o r m a s d e c u lt u r a s o c ia l, v a le d e c ir , a la s n o r m a s d e c a r á c
t e r s o c ia l, m o r a l, r e lig io s o , e t c ., c o n la s c u a le s la s o c ie d a d , m e d ia n t e p r o h i
b i c i o n e s y m a n d a t o s , e x i g e l a s c o n d u c t a s c o n v e n i e n t e s 4.
5 W euzel, Derecho penal, 19só, p. 70 (11a ed., p. 91). Con críticas, M aurach , í , 264 y 3aS.
6 N uñez, T ra ta d o , 1 ,294 y sgte.
164 R icardo C. N uñez
CAPÍTULO II
C A U SA S D E JU ST IF IC A C IÓ N
1 Sobre la razón de la teoría, expuesta particularmente por Frank, de las causas de justifica
ción como "circunstancias típicas negativas", y su error, ver Rodríguez Muñoz, Anuario
<k derecho penal y ciencias penales, 1953, p. 215.
- Sobre ellas, S oler, Causas supralegales de justificación (apartado de la Revista de derecho,
jurisprudencia y administración, Montevideo, t. XXXIX, p. 161).
A ntijuricidad 165
3 Mezger, I, §§ 27 y 28,1.
4 Ver J iménez de A súa, IV, N° 1420.
5Sin restricciones, Orgaz, Las causas de justificación (La Ley 1 141, p. 997). Admitiendo que por
lo común excluye el tipo, S oler, I, § 29.
“ Nuñez, 1 ,419; J iménez de Asüa, IV, N° 142S; F ontán Balestra, §§ 27, II y 2 9 ,1 0 ,1; C aballero,
El cansen timiento del ofendido (o del interesado) en el Derecho Penal, Córdoba, 1967, N° VI.
Las objeciones de Orgaz a nuestro punto de vista (ob. c it , N° 3), desconocen la función
del tipo delictivo y su relación con la antijuridicidad. Decir que el consentimiento exclu
ye el tipo no implica desconocer la unidad de la ilicitud y de la justificación, sino, única
mente, reconocer que la ilicitud cuyas consecuencias interesan a otras ramas del derecho,
pueden resultar indiferentes para el derecho penal. Además, los ejemplos que O rgaz
pone para justificar su tesis son, precisamente, ejemplos muy claros de que el consenti
miento del ofendido incide, antes que en la antijuridicidad, en la estructura del tipo: la
violación de domicilio exige que el autor entre "contra la voluntad expresa o presunta de
quien tenga el derecho de excluirlo" (art. 150); y el hurto requiere que el autor se apodere
"ñegítim am ente" de la cosa mueble, total o parcialmente ajena (art 162). Ilegitimidad
que desaparece si el propietario, usando de su derecho de disponer de su propiedad,
consiente que el autor se apodere de la cosa. Ahora bien, no comete violación de domici
lio el que entra a la casa ajena con perm iso del dueño; ni se apodera furtivamente el que
lo hace autorizado por el propietario. Por el contrario, el que m ata en legítima defensa,
m ata y actúa típicamente con arreglo al a r t 79, aunque lo haga legítimamente. En su
respuesta a esta nota, O rgaz {La ilicitud, M arcos Lem er Editora Córdoba, 1973, p. 51, nota
16 bis), sigue prescindiendo de que en derecho penal, la falta de tipicidad del hecho
excluye cualquier otro examen jurídíco-penal del caso. Otra cosa es -aunque esto ya no
interesa a los efectos penales- que cuando el tipo contiene un elemento normativo cuya
consideración implica adelantar el exam en de la antijuridicidad (supra, p. Cap. VII, ap.
II), su ausencia excluye la antijuridicidad del hecho. Esto es lo que, aunque sin extraer la
debida conclusión para nuestra discrepancia, parece reconocer O rgaz en la nota 1 del § 6
de la obra citada. Lo que Orgaz califica de "distinción puramente teórica y para uso
exclusivo del derecho penal", adquiere un poco de más importancia cuando se lee el art.
18 de la Constitución.
7 Nuñez, 1,420; F ontán B alestra, II, 97; C aballero, ob. y lug. cits.
166 R icardo C . N unez
C A PÍTU LO III
I. E stado de necesidad
8 V arela, Legítima defensa y reparación del daño por mriqnecunietito sin causa (Cuadernos de los Institu
tos, N° 63, Universidad Nacional de Córdoba, p. 93); Sup. Corte de la Provincia de Buenos
Aires, Acuerdos y Sentencias, 1 1960, M, p. 72, Sobre el fundamento de l a obligación de
resarcir, en un caso de daños causados por un acto lícito por el cumplimiento legítimo de un
deber, véase la rica polémica planteada entre GJN.T. y M atilde Zavaia de González: ¿Enri
quecim iento sin cau sa o equ idad?, Diario Jurídico de Comercio y Justicia, Córdoba, n ° 326 del
13/0^/983, p. 1; R espon sabilidad d el Estado. Cinco opiniones sobre un ca so polém ico, Diario
Jurídico n° 339 del 3<yD</983, p. l;¿ E s tan despreciable la cuarta opinión?. Diario Jurídico n°
347 del X4/X/SS3, p. 1; Sí, la cuarta, opinión es despreciable. O tra vez sobre la responsabilidad
del Estado, Diario Jurídico n° 358 del 31/X/983, p. 1. Un caso discutible^ fue resuelto por la
C S . de la Nación, en autos "Scheffer Ana cj Estado nacional y otro", Z^VnyOO, EX. 2001-A-
449, en los que declaró que la víctima de quien actúa en legítima defensa debe responder por
las consecuencias de su comportamiento y asumir el costo de que el defensor se comporte
como tal como le ha sido impuesto por el contacto social si, como en el caso, se trata de
un remisero, que era amenazado con un arma por uno de los pasajeros, que baleó al
acompañante, quien no había hecho saber su calidad de tercero ajeno al agresor.
La m ayor entidad del mal, y así la determ inación del bien menos valioso,
no depende exclusivamente de la calidad de los bienes en juego, sino, tam
bién, de la calidad del daño evitado al bien defendido y del causado al bien
lesionado. L a apreciación de ambas calidades no debe hacerse con arreglo
al criterio personal del autor n i del dam nificado ni del juez, sino según el
valor que les asigne el derecho positivo de conform idad con las normas de
cultura social propias de cada tiempo y lugar y las circunstancias de cada
caso2. El origen del m al m ayor que se q u iere evitar no interesa: puede
haberse causado por una persona o p rovenir de un hecho natural o de u n
anim al; si es hum ano, no interesa si el autor obró lícita o ilícitam en te o si
obró cu lp able o inculpablem ente. S i objetivam ente los niales en ju eg o
son de valor equivalente, no fu n cio n a e l estado de necesidad del inc. 3 o,
sin o que, concurriendo respecto del autor la am enaza de un m al grave e
in m in en te, lo ap licable es la coacción d el inc. 2 0.3.
La inminencia del mal mayor es la que determina la necesidad justificante.
El malíes inminente si está por suceder prontamente. Esto no sólo exige que el
peligro de que se realice el mal sea efectivo, sino, también, que se presente
como de realización inmediata. "N o basta, por consiguiente, que el mal sea
posible; no basta que se le vea lejano; es menester que exista, es menester que
nos amague, próximo, teminente. Aunque haya comenzado la tormenta, no es
permitido arrojar el cargamento al agua, en tanto que el buque se conserva
bien, que obedece a la maniobra, que el agua no lo inunda incesante e irresisti
ble"4. No se puede invocar un estado de necesidad sin que el autor esté frente a
la alternativa de actuar o de que, no actuando o procediendo de una manera
inocente o más benigna, se efectívice el daño para el bien más valioso5.
La ley, mediante la fórm ula "p o r evitar..." exige que el autor obre mo
vido por la necesidad de im pedir el m al mayor. Si alguien, al realizar un
hecho penalm ente típico (la destrucción de una vidriera), casualm ente evi
ta un m al m ayor (la asfixia del m orador), no comete un daño justificado.
El autor es extraño al m al mayor, si éste no es atribuible a su intención6.
Pero, además de serle extraño ese m al, el autor no debe estar jurídicam ente
obligado a soportarlo7.
2 ¿Cómo saberlo?, dice O rgaz, La ilicitud c it , p. 141, nota 25. ¿Y las valoraciones constitucio
nales o penales o de otra naturaleza jurídica? Las que m enciona O rgaz (ps. 142 y ss.), sólo
son válidas en cuanto las admita el derecho positivo.
1 N uñez, ob. cit., p. 132. Un caso de colisión de bien es de idéntico rango, en la sent. 191, del
20/XU/06, caso "C am pos", del T .S . de Córdoba.
4 P acheco , El Código penal concordado y comentada, 1 8 8 1 ,1 1 , p. 163.
3 En esto consiste, en sustancia, la "inevitabiiídad del m al mayor de otra manera distinta",
exigida por algunos (Herrera, ob. cit., p. 446; J iménez de Asúa, IV, 396).
6 Ver N uñez, 1 ,332. Cfms. F ontán Balestra, Ií, 176; J iménez de Asúa, IV, 393.
7 M ás detalles y ejemplos en N uñez, l, 335, y F ontán B alestra, II, 178.
168 R icardo C. N unez
1. Generalidades
La legítima defensa (C.P., 34, ines. 6o y T ) es un caso especial'de estado
de necesidad. Su justificación reside en la prevalecencia de interés por la
protección d el bien del agredido respecto del interés por la protección del
bien del agresor, lesionado por aquél o por el tercero que lo defiende. A
diferencia de lo que sucede en el estado de necesidad, aquí la justificación
no encuentra su fundamento en el mayor valor del bien resguardado en
relación al sacrificado, sino en la injusticia de la agresión del titular de este
último. Siem pre que haya racionalidad en el medio defensivo em pleado
por el agredido y que éste no haya provocado suficientemente la agresión,
resulta justificado el sacrificio de un bien de mayor valor que el defendido.
La legítim a defensa puede ser de la propia persona o de los derechos
propios (art. 34, inc. 6o), o de la persona de un tercero o sus derechos (a rt
34, inc. 7o). L a prim era puede ser presum ida (art. 34, inc. 6°,§§ 2o y 3o).
2. Defensa propia „
Actúa en defensa propia el que en defensa de su persona o de sus dere
chos, em pleando un medio racionalmente necesario para impedir o repeler
una agresión ilegítim a y sin que m edie provocación suficiente por su parte,
le ocasiona un perjuicio a la persona o derechos del agresor.
El presupuesto de la defensa propia es que exista una agresión ilegíti
ma. La agresión es un ataque actual o inminente de una persona a la persona
o derechos ajenos. Ese ataque existe cuando la conducta de una persona
crea un peligro de menoscabo para la persona o derechos de otra. Este peli
gro tam bién puede consistir en la amenaza de prosecución de un daño ya
comenzado. Si el daño está concluido, el.ataque no será actual ni inminente.
La conducta constitutiva de la agresión, que no es com patible con
una conducta puram ente om isiva aunque sea delictiva9, puede consistir o
no en un acometimiento personal y ser o no un delito.
La agresión tiene naturaleza objetiva, en el sentido de que la constitu
ye el comportamiento externo de su agente, sin consideración a su culpabi
lidad, motivos o fines. Así, es una agresión el ataque de un inimputable, o
el de la persona que obra por error o para gastar una broma. Lo esencial es
que, concurriendo el peligro, el agredido se encuentra frente a la situación
material que tiene derecho a repeler10.
8 Nuñez, I, 343; Fontán Balestra, II, § 32; Soler, I, § 31; H errera, l a Reforma p en a l p- 464;
Rivarola, Derecho penal argentino, p. 426; J iménez de Asüa, IV, p. 19,
5 N uñez, L a s D isp o sicio n es cit. p. 142; tam bién, N uñez, 1,34S-
10 Los d isparos que en brom a se hacen contra la persona del agred id o, lo au to rizan a
A ntijuricidad 169
defenderse, siempre que no esté enterado de que se trata de una broma, pues en caso
contrario, ante sus ojos no habría realmente una agresión. Por el contrario, si la victima
cree que quien am enaza dispararle con un revólver de juguete, lo hace con uno de ver
dad, desde el punto de vista objetivo no existe una agresión y e l agredido actúa
inculpablemente, pero no en legítima defensa. E l que usa un revólver de juguete nunca
podrá disparar, en tanto que los disparos en broma pueden llegar a lesionar o matar al
agredido. Piénsese en el bromista m al tirador.
11 Esa es la opinión generalizada entre los autores y tribunales. En contra, H errera , La Reforma
penal, N° 270, que restringe los derechos defendibles a la persona y derechos que le son
inherentes com o la integridad personal y la libertad- Ver su crítica y más detalles y juris
prudencia sobre el punto, en N uñez , 1,351.
u Ver C arrara, Programa, § 1338 y nota 1.
13 Moreno, El Código penal y sus antecedentes, Buenos Aires, 1923, L II, p. 300.
14 Véase Soler, ! , § 31, VII.
15 C arrara, Programa, § 1292, nota 2.
170 R icardo C. N uñez
4. Defensa de un tercero
Existe legítim a defensa de la persona o derechos de otro, sí éste es
objeto de una agresión ilegítima y el autor emplea un medio racionalm ente
necesario para im pedirla o repelerla, siempre que el agredido no hay pro
v ocad o suficientem ente la agresión o, en caso contrario, que no haya parti
cipado en ella el tercero defensor (a r t 34, inc. 7o).
L a defensa del tercero, en su persona o derechos, que pueden ser lo s de
u na persona física o ideal19, reside esencialmente, a la par que en la ilegitimi
dad de la agresión y racionalidad de la defensa, en la no participación del
defensor en un acto de provocación suficiente por parte del ofendido.
L a participación puede ser m oral (instigación) o material, y principal
o accesoria.
1. Cumplimiento de un deber23
Quien com ete un acto arreglado a un tipo delictivo, obra en cumpli
miento de un deber si lo hace obedeciendo a una obligación legal (C. C., 1071).
Es legal la obligación impuesta directamente por la ley en el sentido amplio
de constitución, ley, reglamento u ordenanza; no quedan com prendidos
l o s d e b e r e s derivados d e una convención particular o de un cargo p ú b li
co2-. P or ej., la obligación d e l testig o d e declarar la verdad, justifica la des
honre y descrédito a otro (a rt 110); la obligación de no revelar el secreto
profesional, justifica la abstención de prestar declaración (a rt 243). Se trata
siempre de un conflicto entre dos obligaciones legales, en el cual, frente a la
ley prohibitiva general que representa el tipo delictivo, prevalece la ley
autontativa especial, de igual o superior jerarquía constitucional que aqué-
Ila (C. N ., 31)25. L a prevalencia puede tam bién corresponder a una ley pro
vincial (C. N ., 121 y 122). Só lo ju stifica el cum plim iento del d eber im
puesto por u na norm a sancionada por un órgano com petente, si ha sido
dictada legalm ente y m edia una ejecu ción correcta del deber, sin exce
sos, en e l caso concreto26.
27 N uñez , í , 40Z
K N uñez , L a s D isp o sicio n es cít., p. 135.
29 Ver C. N. Paz, Sala IV, 28-III-969, La Ley, 1 135, p. 524; tam bién, el caso resuelto por la C.
2 1 del Crim en de Cba., el 2^V/979, en el que, sin embargo, se consideró lícita la con
ducta de quien hizo ju sticia por propia mano, ejerciendo una facultad que sólo podía
ejercer por m anos de autoridad competente: S em an ario Ju ríd ico n° 93 del 21/VIII/979,
p. 222, con nota de N uñez : Im p ed im en to leg ítim o de un a c to ilícito y ejercicio a rb itra rio
d el p ro p io d erech o.
30 N uñez , I, 405; J im énez de A sú a , IV, N°. 1410 y 1411.
A ntijürictdad 173
IV . O bediencia debida 39
41 Cfine. con que sólo obliga la orden legítim a y que únicamente el error o ignorancia discul
pa frente a la orden ilegítima, H errera , ob. c i t , p. 461. Tribunal Superior de Córdoba,
128-113-969; J-A., 1969-III, fallo 1595: "L a obediencia que funciona como causa excluyante
de la antijurididdad es la obediencia debida (C. P., art. 34, inc. 5o); a la orden manifiesta
mente delictuosa hay que desobedecerla porque, en caso de discordancia entre el impe
rativo de la norma y la orden del superior, hay que obedecer a la ley y no al funcionario
superior abusivo". Era la posición originaria de N uñez, expuesta en su T ratad o (1,410),
en el M an u al (3a edición, pág. 202) y en su trabajo ¿Se p u ed e fu n d a r en e l erro r la im pu
n id a d p o r o b ed ie n cia d eb id a ?, Doctrina Penal 1978, p. 329 y sgtes. En L a s D isp o sicio
nes..., varió, conform e al desarrollo que se insertara en el texto de esta actualización,
asignándole autonomía a la obediencia debida. Nada indica, sin embargo, que tam
bién m odificara su idea relativa a que, de constituir la orden una verdadera amenaza,
la exclusión de responsabilidad opera por la via del art. 34 inc. 2 o.
42 S oler , I, I a ed., § 30, V; 2a ecL, § 31, V.
43 J iménez de A s ú a , t VI, N“ 1838 y 1846.
44 F ierro , ob. cit., cap. III, N " 5 y 6.
176 R icardo C. N uñez
43 S oler , I, 3a y 4a eds., § 22, VII; id., La naturaleza jurídica de la eximente “obediencia debida"
("Cuartas Jom adas de Derecho P enal", Córdoba, 1976); Proyecto de 1960, art. 27, § 2°.
También niega la autoría, F owtán B alestra , I, 451, y ya antes que S oler , en Eí elemento
subjetivo del delito, Buenos Aires, 1957, § 5, III, 2 y 5.
46 N uñez, L a s D isp osicion es cit., p. 139. S in embargo, hay que advertir que, conforme a la
Convención Inieiam ericana sobre Desaparición Forzada de Personas (ley 242556), de status
constitucional (C.N. art. 75 inc. 22, últim a parte, y ley 24.820, a rt 1°), no se admite la
obediencia debida a órdenes o instrucciones superiores que dispongan, autoricen o alien
ten, la desaparición forzada de personas, en cuyo caso, "e l subordinado, tiene el deber
de no obedecer". En esa misma línea, el art. 2 inc. 3o de la Convención contra la tortura y
otros tratos o penas crueles, inhumanas o degradantes: "N o podra invocarse una orden
de un funcionario superior o de una autoridad pública como justificación de la tortura".
A ntijuricidad 177
V. A utorizaciones legales49
El fundamento m aterial de la antijuridicidad, vale decir, la preponde
rancia del bien de mayor valor, se manifiesta en ciertos casos en los cuales
la ley autoriza al autor a obrar en resguardo del bien más valioso.
L a impunidad del aborto eugenésico del artículo 86, inciso 2o, es uno
de esos casos de justificación.
También lo es la justificación por ejercicio de la actividad curativa. E l
problema de la justificación de los hechos penalmente típicos en razón de la
actividad curativa del autor, se refiere a los casos en los cuales, con el pro
pósito de beneficiar su salud o su aspecto, una persona es intervenida
quirúrgicamente con malos resultados, mortales o no, por un profesional
con título o autorización para ejercer el arte de curar. Entre nosotros, no
mediando un estado de necesidad, la justificación de la actividad curativa
se ha encontrado, sea en el legítimo ejercicio de un derecho, complementa
do por el consentimiento del interesado50, sea en el cumplimiento de un
deber y legítimo ejercicio de un derecho51, o en el ejercicio de un cargo52.
La actividad curativa autorizada im plica el ejercicio de un derecho, en
E l agente que al com eter el hecho excede los límites puestos por la ley,
la orden, de la autoridad o la necesidad, es punible con la pena fijada para
e l delito culposo, si el hecho es im putable a este título (C. P., 35).
E l exceso presupone: I o) que el autor obre en defensa o por necesidad,
o en ejercicio de su derecho, autoridad, cargo o autorización, u obedecien
do una orden, etc.; y 2o) que vaya más allá de lo que le exigía la necesidad,
la perm itía la ley o la orden.
Se trata de un exceso inmtentional en la acción por parte del agente que
obedece a la necesidad, a la ley o la autoridad. Si el agente traspasa intenao-
nalmente los límites que le impone la necesidad, la ley o la autoridad, no se
encuentra dentro del exceso, sino que obra de manera totalmente injustificada57,
porque su finalidad legítima ha sido sustituida por un fin ilegítimo. En este caso,
no existe sólo un exceso en la acción, sino, también, un exceso en el fin.
E l exceso intencional de los límites impuestos por la ley, la autoridad
o la necesidad, im plica el abandono voluntario de la situación defensiva o
53 Sucede eso en los casos de epidemia grave, o cuando al llamado del paciente no puede
concurrir otro m édico (F o n tá n B alestra , II, 120).
34 Ver F o n tá n B alestra , II, 121.
53 N uñez , I, 397; F o n tá n B alestra , II, 1 2 1 .. ■
36 Sobre la cuestión, F on tán B alestra , II, § 31, 5, aunque atribuye la impunidad al legítimo
ejercicio de un derecho, completado p o rel consentimiento del interesado. Sobre las razo
nes de esa impunidad según los autores, J iménez de A sü a , IV, n° 1469. También, B rebbia ,
La responsabilidad en los accidentes deportivos, Buenos Aires, 1962, y Siseo, Delitos cometidos
en ejercicio del deporte, Buenos Aires, 1963.
57 T .S . de Córdoba, caso "Bascocera", sent. 1 4 9 ,4/VÜ/G7.
A ntíjuricidad 179
55 B acigalupo piensa que la caracterización del exceso como culposo "es impropia, en la me
dida en que quien se excede hace lo que quiere". "P o r este motivo -agrega- no pertenece
a los hechos en que algo se produce sin quererlo; lo que el autor hace cuando se excede
coincide con lo que se propuso. H autor quiso m atar y mató; la creencia errónea que haya
tenido respecto de los límites del obrar permitido no modifica para nada aquella circuns
tancia" (Fundamentación del concepto del tipo pencd en la dogmática argentina, p. 32, en "jom a
das internacionales de derecho penal", Buenos Aires, 9 ai 14 de octubre de 1971, p. 13). Ver,
también del mismo autor: Sistema del error sobre la antijuridiádad en el Código penal (Nuevo
. pensamiento penal, año 1, N° 1,1972, p. 45). Pero, en realidad, el autor, debido al error de
apreciación de las circu n stan cias, producido por su culpa, pensó defenderse u obrar por
necesidad, o hacerlo en ejercido legítimo de su derecho, autoridad o cargo, lo que, evi-
■ dentemente, no equivale a querer simplemente matar, ya que mientras en este caso nada
exduye la cond end a del autor de la criminalidad de su acto hondada, esa con cien cia
falta en el que delinque en los términos del art. 35. Sobre la cuestión, véase nuestro artí
culo A la ley penal no hay que alterarla (Acerca del a r t 35 del C.P.), en J.A. del 19 de d iaem -
bre de 1975. Z affaroni, ob. d t , p. 500, considera que el a r t 35 se refiere a un caso de
dism inudón de la anfcijuiididdad. Un caso de exceso en la legítim a defensa, m ediando
un error inculpable, en la sent. del 28/2/991 de la C 9a del Crim en de Cba, S em an ario
Ju ríd ico n ° 845, p. 224, con nota de D a n iel P. C a rh era .
39 N uñéz, L a s D isp o sicio n es c it , p. 150.
S oler , I, §§ 31, XI y 33, II; F ontán B alestra , II, §§ 32, VI, 4 y 34, 5 ,3 , b; J iménez de A súa, IV,
N 1323 y 1326, aunque aquí termina admitiendo para el provocador sufidente la "causa
genérica y supralegal de inculpabilidad que se denominó ?io exigibilidad de otra conducta
U re, El exceso en la causa (J.A., julio 17 de 1968),
Suprema Corte de Buenos Aires, l-V II-947, La Ley, 1 48, p. 803; Cámara Criminal y Correc-
d onal de la Capital, 21-X-941, J.A., t 76, p. 495.
180 R icardo C . N uñez
('2 Haciéndose cargo de la lim itación del a r t 35 del C.P., el redactor del Proyecto de 1960
agregó en el inc. 2o del a r t 17 la frase: "cuando el agente hubiera creado culposamente la
situación de peligro".
® N uñez , L as D isp osicion es c i t , p. 150.
QUINTA PARTE
LA CULPABILIDAD
CAPÍTULO I
PRINCIPIOS GENERALES
1 Véase sobre él, C arrara , S iti caso fortuito, Opuscoli, vol. III, 5a ed., p. 7; P ereda , El "versan in
re illicita" en la doctrina y en el Código penal, Madrid, 1948; J im énez de A súa , V I, p. 173.9. La
C S . de la N ación, en el casa "A n fiñ ír", ^VI^Oó, L X . 2006-E-49S, rechazó que constitu
yan casos de v e r s a n in re ilíc ita los delitos previstos en los arts. 95 y 96 del Código, a
los que consideró ajustados a la Constitución en tanto no atribuyen una responsabili
dad objetiva (véase en particular e l voto del M inistro Z a ffa r o n i ).
2 Como lo ha hecho el Proyecto de 1960, art. 18. También se propuso un precepto expreso
para el Código penal tipo para Latinoamérica, Rosario, 1968, p. 531.
3 El a r t 4° extiende el principio a las leyes penales especiales que no dispongan lo contrario.
Algunas de esas leyes administrativas han dado un gran paso al admitir con amplitud la
irresponsabilidad por error (Ley de réditos 11.683 [t o. 1958[, a r t 44; Ley de selLos [ t o.
1956 [, art. 106). Ni la existencia de disposiciones excepcionales de alguna ley especial
consagratorías de la responsabilidad objetiva, ni la existencia de lam entables senten
cias que la admiten en relación al comunismo (C. S. de la Nación, 21-XII-970, F ernández
de P a la c io s , El D erecho, t 35, fallo 17.377, con plena adhesión de su anotador B idart
C a m po s ), pueden conducir a exageraciones en contra de la vigencia del principio ad
m itido com o regla por el C.P. Tam poco pueden tener este efecto los casos de respon-
184 R icardo C . N uñez
II. D e s e n v o l v im ie n t o d e la t e o r ía d e l a c u l p a b il id a d 7
7 N uñez , II, 17; id-. Bosquejo de la culpabilidad (introducción a la Concepción normativa de la culpa
bilidad), de J am es G oldschm idt , Depalma, Buenos Aires, 1943; J iménez de A sú a , V, n° 1506
y ss. y 1514 y ss.; F ría s C aballero , Notas sobre la leona normativa de la culpabilidad en el
Código penal, Buenos Aires, 1946, Cap. I, § 2; F on tán B alestra , II, § 3 7 ,2 .
3 S oler , II (3a y 4 a ed.), § 34. IV, y en su artículo Culpabilidad real y adpabilidad presunta, Madrid,
1962, niega la exactitud de esta clasificación, porque, según dice, la culpabilidad, que
exige la comprensión de la criminalidad del acto (art. 34, inc. 1°), no implica la referencia
síquica al hecho despojado de toda valoración sino al hecho valorizado jurídicamente
como ilícito. Pero, luego, al reducir el poder excusador al error de hecho, no se muestra
congruente con esa afirmación.
$Ver N uñez, II, 18.
'" V e r F rank , Estructura del concepto de culpabilidad, v e r s ió n c a s te lla n a d e S ebastián S oler , U n i-
186 R icardo C. N üñez
CAPÍTULO II
TEORÍA LEGAL DE LA CULPABILIDAD
I. C oncepto
C on arreglo al Código penal, la culpabilidad es la actitud aním ica jurí
dicamente reprochable1 del autor respecto de la consum ación de un hecho
penalm ente típico y antijurídico. E l reproche se funda: a) en la capacidad
del autor para com portarse con arreglo a las exigencias del derecho penal
(imputabilidad); b) en la conciencia del autor del significado de lo que hace y
su voluntad de hacerlo (dolo) o en su falta de precaución fculpa)j y c) en su
libertad de decisión (inexistencia de coacción).
El Código penal vincula la culpabilidad a un delito determinado. Por
un lado, el artículo 34, inciso I o, alude a la comprensión de la crim inalidad
del acto, y por otro, los artículos de la Parte especial refieren la culpa a la
causación del hecho de que se trata. Es, por consiguiente, una culpabilidad
por el hecho com etido y no una "culpabilidad de autor", sea por su carác
ter, sea por su peligrosidad criminal, séa por su vida m al orientada (la 11a-
. m ada culpabilidad por la conducta de la vida).1
versidad de Chile, 1966; id., D as Strafgesetzbnch, 18a ed-, 1931, p. 136; M ezger, La culpabilidad
en el moderno derechopenal, Universidad Valíadolid, 1956, p. 13; id-, Tratado, n , § 3 5 ,1; W elzel,
Derecho penal, 11a ed., § 19, El. Sobre la posición particular de J ames G oldschmidt , ver su
Concepción normativa de la cidpabüidad d i. (sobre ella, T erán L omas, La Ley, t 37, p. 924) y
nuestro bosquejo introductivo, N °XII y ss. Ver, con sentido crítico. S oler , Culpabilidad real y
cidpabüidad presunta, Madrid, 1962 [separado del "Anuario de derecho penal y ciencias
penales", 1962, p. 477]. También M aurach , E , § 30, II, B ("Comprende -en una oscura y
contradictoria sucesión- los procesos psicológicos cuya valoración integra la culpabilidad
y, a su vez, el proceso de valoración mismo").
11W elzel, ob. c it, § 19, III, IV; J escheck, Lehrbuch, ed. 1969 á t., p. 277.
IL I mputabilidad2
La im putabilidad es la capacidad para ser penalmente culpable. Esta
capacidad presupone m adurez, salud m ental y conciencia, en una medida
que habiliten al autor para comprender la criminalidad del acto y dirigir
sus acciones (C. C., art. 34, inc. I o). Es un criterio bio-sicológico.
La im putabilidad debe existir en el m omento del hecho3. Ese momen
to no es el del resultado, sino el del comportamiento delictivo. Esto se ve
claro en la llam ada actio libera in cansa-, el autor que al producirse el resulta
do delicitivo estaba en estado de inim putabilidad, responde penalmente si,
en el momento del com portamiento, activo u omisivo, gozaba de capaci
dad4. Esto sucede con frecuencia en los delitos culposos5.
1. Presupuestos biológicos
A. M A D U REZ M EN TA L6
La madurez m ental es el desenvolvimiento intelectual y volitivo sufi
ciente para comprender la criminalidad del acto ejecutado y dirigir las pro
pias acciones. Esa m adurez se alcanza a lo s d ieciseis años de edad {Ley
22.803, art. I o), cualquiera que sea el sexo del autor. H asta el momento en
que la persona cumple esa edad, es absolutamente incapaz. Esta incapaci
d ad es a b so lu ta , p o rq u e no d ep en d e, co m o en lo s o tro s casos d e
inimputabilidad, de la imposibilidad de comprender la criminalidad del
acto o de dirigir las acciones en el caso concreto, sino que se presume juris et
de ju re. No es necesario, por consiguiente, som eter al menor a un proceso
para comprobar su incapacidad.
No es in im p u tab le e l m enor entre 16 y 18 años no p u n ib le en rela
ción a d elitos de acción privada o reprim id os con pena privativa de la
lib ertad qu e no exceda de 2 años, con m u lta o con in h a b ilita ció n (art.
1 prim er párrafo, segu nd a parte, ley 22.278, m od ificad a por ley 22.803).
La exención de pena, en este supuesto, o bed ece a puras razones de po
lític a leg islativ a7.
B. SA LU D M EN TA L8
Con arreglo a la fórmula negativa del artículo 34, inciso I o, del Código
penal, el autor del delito goza de salud mental si no padece una "insuficien
cia de sus facultades" o una "alteración morbosa de las m ism as". Ambas
son enferm edades de la mente. El concepto de enfermedad mental elaborado
sobre la idea natural de ella, restringió su alcance, en cuanto la alteración
morbosa se equiparó a "alineación m ental" o trastorno sícópatológico de la
esfera intelectual (sicosis)9. L a psiquiatría -a la que corresponde la decisión
-partiendo ahora de la unidad de la mente humana, ha ampliado la noción
de la enferm edad m ental a los trastornos de otra índole, particularmente
afectivos, y com prende en el concepto las neurosis y las personalidades
sicopáticas ("sem ialineación")101.
La insuficiencia de las facultades (oligofrenia) es la detención, preferente
m e n te in te le c tu a l, d el d e s a rr o llo síq u ic o d e l in d iv id u o (id io c ia ,
imbecibilidad, debilidad mental). La sordomudez puede representar un caso
de insuficiencia de las facultades.
L a alteración morbosa de las facultades, su insuficiencia y el estado de
inconsciencia constituyen causas de inimpulabilidad, si excluyen la posibili
dad de que el autor comprenda la criminalidad del acto o dirija sus accio
nes (art. 34, inc. I o) (infra, N° 2). El trastorno m ental (alteración morbosa),
puede ser transitorio11.
C. CO N CIEN CIA
L a conciencia, como característica de la capacidad delictiva, es la cuali
dad sicológica que tiene el individuo de conocer y valorar sus propios esta
dos, ideas, sentimientos, voliciones, etc., o algo exterior.
El estado de inconsciencia constituye una causa de inim putabilidad, s i
8 C abello , El Concepto de alienación mental lia caducado en la legislación penal argentina (La Ley, t
123, y p. 197); íd.. Concepto de alienación mental - Su insolvencia técnica y doctrinaria en la
legislación civil argentina (La Ley, 1.122, p. 1162); íd.. Elementos psiquiátricos de la ímputabílidad
(Revista de derecho penal y criminología, N° 3,1969, p. 347); ícL, Impulsividad criminal (La
L ey,t 119, p. 1255); F on tán B alestra - C abello , hnputabilidadjurídica (Revista dlt., N ° 1,1968,
p. 83); A lmeyra (h .), hnputabilidad y personalidad psicopática (Revista cit., N° 3,1969, p. 389).
9R ojas , Medicina Legal, 7a ed., 1959, Buenos Aires, p . 377; C abello , Concepto de alienación men
tal cit.
10Lo han aceptado los tribunales; Cám. N. Crim. y Corree., sala II, 24-11-967, La ley , 1 126,
fa llo 57.901. Véase D a n iel F . C a r r e r a , P erson alid ad es p sic o p á tica s : im p u tab ilid ad , nota
a la sentencia del 25/8/989 de la Cámara 9* del Crim en de Cba, Sem anario Jurídico n°
771, p. 14; tam bién, F r ía s C aballero , P erso n a lid a d es p sic o p á tic a s e im p u tab ilid ad , Doc
trina Penal 1992-A, 17 y sgtes.
11Es la opinión prevaleciente (F on tán B alestra , III, § 5 8 ,5 b).
L a C ulpabilidad 189
2. Presupuesto sicológico15
La im puiabilidad no presupone sólo que el autor del delito goce de
salud m ental y de conciencia, sino que dem anda que las posea en una m e
dida- tal que, en el m om ento del hecho, tenga la posibilidad de com prender la
12 N uñez , L a s D isp o s icio n es cit., p. 116, nota al pie n ° 224. V éase la sentencia del 23/3/1990
de la C. 4 * del Crim en de Cba, S em an ario Ju ríd ico n° 803, p. 6, con nota de D aniel P.
C arrera, A c tio libera in causee con du cta a d p o s a preceden te. Laje Anaya, A ctio lib era in
cau sa en e l C ód ig o P e n a ly en e l P roy ecto d e 2006, Zeus Córdoba n° 285, Año V I, 1 de abril
de 2008, T . 12, p. 225 y sgte., critica a este Proyecto, pero también al Código vigente,
porque nada dicen expresamente sobre la causa por la que se llega a perder el uso de la
razón, del discernim iento.
13Ver nuestras observaciones al a r t 26 en Síntesis de observaciones fom n dadas y modificaciones
-propuestas en la encuesta realizada sobre el proyecto de Código penal del Poder Ejecutivo, Año
1960 c it , p. 40.
14V e r N uñez , IÍ, 41, nota 85; T erán L om as , La Ley, t . 128, nota al fallo 59.005, y Cám. Nac. Apel,
Crina. y Corree, de la Cap., 13-VHI-964, Fallos Plenarios, 1.11, p. 64.
13 N uñez, II, 34.
190 R icardo C. N uñez
criminalidad del acto y dirigir sus acciones (a rt 34, inc. I o)16. Se trata de un
sistem a m ixto bio-sicológico, que asienta la capacidad delictiva en un gra
do de salud m ental y conciencia que le permita al autor conducirse en el
caso concreto en la form a señalada.
L a posibilidad de comprender la criminalidad del acto no equivale, en el
art. 34, inc. I o, a la posibilidad de comprender que la ley penal castiga el
acto. Por una parte, este conocimiento se presume, ya quemadie, salvo que
la ley autorice expresamente la excepción, puede excusarse por su ignoran
cia al respecto (C. C., 20)17; y por otra, el Código penal únicamente admite el
error o la ignorancia de hecho (art. 34, inc. 1°). Tampoco aquella fórm ula
equivale a la posibilidad de comprender la antíjuiidicidad del acto, enten
dida ésta como la oposición del acto al derecho positivo. Este es un concep
to perteneciente al mundo de las normas jurídicas vigentes, que es la conse
cuencia de la criminalidad del acto, que es un concepto social.
La posibilidad de comprender la crirninalidad del acto se refiere a la posibi
lidad del autor de saber lo que hace y comprender el significado social de
ello: la crim inalidad del acto alude a su dañosidad para un ínteres ajen o,
ind ivid u al o general, por im plicar u na ind ebid a in terferen cia violen ta,
fraudulenta, arbitraria, intem perante o negligente con relación a un ter
cero o a la com unidad18. De esta manera, la criminalidad del acto se conec
ta, cómo presupuesto sociológico al tipo delictivo y a la antijuxidicidad del
hecho tipificado por la ley penal19.
Entendida así la criminalidad del acto, su comprensión por el autor resul
ta coherente con el inciso I o del artículo 34 del Código penal, que únicamente
admite el error de hecho. Si fuera exacto como algunos autores sostienen, que
la criminalidad del acto equivale a su antijuridicidad20,~el inciso I o sería con
tradictorio, ya que a la par que, a contrario sensu, demandaría que el autor
para ser punible debería comprender la criminalidad del acto, limitaría la
impunidad por error o ignorancia al aspecto táctico, negándole eficacia, pre-
16 Sobre el origen del precepto, véase Z apearon!, Teoría del delito d t , ps. 151 y ss.
17Según B acigalufo, si el art. 20 fuera aplicable en todo el ámbito jurídico, habría que aceptar,
también que el art. 16 del C .C , que establece la analogía, rige en materia penal (Sistema
del error sobre la antijuridicidad en el Código penal, p. 54 "Nuevo pensamiento penal", año 1, N°
, 1972, p. 45). Pero la afirmación no puede prosperar por dos razones: I o) la de que el a r t
16 se refiere a "u n a cuestión d v il";2 °) la de que el a r t 18 d elaC .N ., ley suprema respecto
de la cuestión, prohíbe la analogía en material penal.
18N uñez, L a s D isp osicion es d t , p.118.
19Véase el excelente trabajo de C aballero, El significado de la comprensión de la criminalidad del
acto en el derecho penal argentino (Cuadernos de los Institutos, N° 126, Univ. Nac. de Cór
doba, 1975, p. 9).
mS oler , Culpabilidad real y culpabilidad d t ; íd „ Derecho penal argentino, 4a ed ., t. II, § 34; Ludo
Eduardo H errera , El error en mataría penal, B u e n o s A ire s , 1971, p s. 112 y 113.
L a C ulpabilidad 191
cis amerite, al error o ignorancia sobre el aspecto que el agente debería com
prender p ara ser punible.
La posibilidad de comprender la criminalidad del acto en el momento del
hecho, no basta para que el autor sea imputable o capaz penalmente. Para ello,
es necesario, además, que en ese momento el autor tenga la posibilidad de dirigir
sus acciones. Lo que equivale a decir que el autor, al cometer el hecho, debe
tener la posibilidad de gobernar su conducta con arreglo al sentido de su com
prensión del acto que ejecuta. S e trata de una situación resultante del estado
m ental del autor, lo que supone que éste ha accionado porque su obrar o no
obrar ha obedecido a su voluntad, aunque viciosa, de hacerlo: la persona se
ha antodetemúnado aunque de modo psíquicam ente anormal21. S i esto su
cede, el autor es inimputable aunque haya comprendido la criminalidad del
acto2223.Esta falla del elemento volitivo, sin defecto del intelectual, suele produ
cirse en los individuos inconscientes por embriaguez y en aquellos que, como
los afectados por sicopatías, neurosis o perturbaciones impulsivas, están total
mente dominados por un estímulo morboso had a el delito.
L a insuficiencia o la alteración m orbcsa de las facultades y el estado de
inconsciencia excluyanles de la posibilidad de comprender la criminalidad
del acto o de dirigir las propias acciones con arreglo a esa comprensión, cons
tituyen causas de inimputabilidacP. Quien, ya sea por insuficiencia de sus fa
cultades o por aiteradones morbosas de ellas, sólo padece una disminución de
su capacidad para comprender la criminalidad del acto o para dirigir sus
a ccio n es {imputdbilidad disminuida), no es considerado inimputable por el
Código penal; ni es acreedor a una atenuación de la pena, como, por el con
trario, lo dispone el Proyecto de 1960, artículo 2524. A nte el silencio de la ley,
se ha considerado que en razón de la peligrosidad del autor esos casos mere
cen un agravamiento de la pena25. Esta no parece, empero, una feliz utiliza
ción del silencio de la ley, porque la disminución de la capacidad de com
prensión no le es imputable a quien la padece26.
3. Efectos de la inimputabilidad
L a apreciación de la im putabilidad es una cuestión jurídica que debe
resolver el ju ez con la ayuda de peritos siquiatras y sicólogos27.
Sobre los efectos de la inm adurez mental, supra, Cap. H, ap. II, letra
A. L a falta de salud m ental o de conciencia en la medida requerida por el
artículo 34, inciso I o, excluye la pena.
En caso d e enajenación mental, el tribunal podrá ordenar la reclu
sión del agente en un m anicom io, del que no saldrá sino por resolución
judicial, con audiencia del m inisterio público y previo dictam en de peri
tos que declaren desaparecido el peligro de que el enfermo se dañe a sí
mismo o a los dem ás (art. 34, inc. I o, § I o)28. En los demás casos en que se
absolviese a u n procesado por las causales del artículo 34, inciso I o,§ I o, el
tribunal ordenará la reclusión en un establecimiento adecuado hasta que
se com pruebe la desaparición de las condiciones que le hicieran peligroso
(art.34, inc. I o, § 3o)29.
1. Dolo
A. CONCEPTO
El Código penal no define el dolo de manera expresa31, pero el inciso
I o d e ! artículo 34 proporciona la base legal para elaborar su teoría, como
reverso del error o ignorancia de hecho excluyente de la comprensión, por
parte del autor, de la criminalidad del acto o de la dirección de su acción32.
B. DOLO ESPECÍFICO
A veces el tipo delictivo exige como elemento subjetivo especial del
delito, un conocimiento o una intención especial (dolo especifico o elemento
subjetivo del tipo). Esta especializacíón del dolo excluye la imputación del
mismo delito a título de culpa o, cuando consiste en una intención especial,
la im putación a título de dolo eventual.
D. EL DOLO NO SE PRESUME
fEI Código penal no acepta el principio de la presunción del dolo. Su
existencia, como la de ios otros presupuestos de la pena, depende de las
pruebas de la causa38.
del acío, porque le im piden saber lo que hace. A los fines de su considera
ción jurídica, el tratamiento de la ignorancia va involucrado en el del error,
porque en lo que atañe a la exclusión deí elemento intelectual del dolo, la
falta de noción equivale a la noción falsa.
u E l autor cree que no m ata un hombre, sino un perro; o que la cosa de la que se apropia no es
la del vecino, sino la suya.
42El autor cree que la cosa de la cual se apodera es suya por la ley, o que se apodera legítim a
mente de ella; o cree que él apoderamiento de la cosa ajena no está prohibido o castiga
do.
43El autor del hurto cree que la ley civil le atribuye la propiedad de la cosa o que lo autoriza
a apoderarse de ella.
44El autor cree que el aborto no está prohibido por la ley penal.
43 Que el Código penal alem án recepta expresamente, con la siguiente fórm ula: Parágrafo
1 7 " E r r o r d e pr o h ibic ió n .* Si e l au tor, en la com isión d e l h ech o, no com pren de su ilicitu d,
actú a sin cu lp ab ilid a d , en tan to no h a y a p o d id o ev ita r es e error. Si pu do ev ita r lo , la p en a
p o d r á d ism in u irse con form e lo es ta b le c id o en e l p a r á g ra fo 49, in ciso 1". Lo propio ocu
rre con el error de tipo; P arág rafo 16: " E r r o r so b r e l a s c ir c u n st a n c ia s d el h ech o : 1 .
Quien en la c o m isió n d e un h ech o no co n o ce una circu n stan cia qu e p erten ece a l tip o legal,
no a ctú a d olosam en te.-L a p u n ib ilid a d p o r la com isión cu lp o sa p erm an ece in tacta".
L a C ulpabilidad 197
46Qve sería "n o sólo la falsa representación, sino también la falta de representación de la
antijundicídad del hecho, esto es, no sólo la representación positiva de actuar conforme
a derecho, sino también la falta de representación de actuar antijurídicam ente" (W e l íe l ,
Derecho penal, 11a ed., p. 233). Esta indebida extensión del error sobre la prohibición se
evidencia cuando se dice que no sólo existe un error sobre ella si el error recae sobre la
existencia de la prohibición misma o de una causa de justificación no reconocida por el
ordenamiento jurídico o sobre los límites jurídicos de una causa de esa especie, sino igual
mente, si el error versa sobre los presupuestos objetivos de una causa de justificación (ver
B acigalupo. Sistema del error sobre la cmtijnridicidád en el Código penal, p. 51, Nuevo pensa
miento penal, año 1, N° 7,1972, p. 45).
198 R icardo C. N uñez
47 S e lechaza el principio erro r iuris n o c et por una doble vía: por u n lado, se afirm a la no
vigencia del art. 20 del Código civil en el ámbito penal porque si fuera admitida, debería
admitirse tam bién la validez del art. 16 de ese Código, que autoriza la analogía, argu
mentación que N uñez, notas atrás, refuta; por el otro, a base de una particular interpreta
ción del a rt 34 inc. 1 °, con arreglo a la cual la expresión h ech o se refiere, únicam ente, a la
ignorancia, con lo que el error sería compatible tanto con uno de hecho como con uno de
derecho, agregándose que el Derecho se m aneja con un sistema binaria, prohibido o no
prohibido, de donde la ignorancia acerca de la prohibición de una conducta importa un
conocim iento falso: error. D e esa form a, ante la ausencia de fórmulas expresas como la
del Código alemán, antes consignadas, se llega a la adm isión de la moderna distinción
entre error de tipo y de prohibición, que no necesariamente coinciden con la distinción
de error de hecho y de derecho pues ambas categorías reconocen a éstos como supuestos
posibles o, de otra form a, tanto el error de tipo como el de prohibición pueden ser de
hecho como de derecho. Cfr. Zajffaroni, C ódigo Pencd á t , p. 5 3 2 y sgte y 558.
48Sólo la inadvertencia de la función eliminatoria que el inc. I o le asigna al error de hecho y su
concepción puramente natural, pueden explicar la afirmación de que el error ja cti tiene
como únicos objetos los perceptibles mediante los sentidos (objetos tácticos) (Bacigalupo,
Fundametitación del concepto del tipa, c it, p- 28).
47Sobre la edad de la víctima (Cám. N. Crim. y Correcc, Sala de Cámara, 28-IV-967, La ley , t
128, fallo 59.998); o el error in personam (Cám. Apel. Mercedes, 17-V-966, La Ley, 1 123, fallo
56.226) exduyenfe, v. gr., de una circunstancia agravante (art 80, inc. I o).
30Por ej., error sobre la propiedad de la cosa hurtada (C. N. Penal, 2S-XII-951, La Ley, 6 .6 5 , p.
274; Cám. 2a Penal, Tucum án, 18-X-966,La Ley, 6 .125, fallo 57.148). Empero, todavía se
em iten decisiones negativas (C. N. Crim. y Corree., Sala V, 23-V-969), La Ley, 1.136, fallo
64.049; id., Sala 1 ,5-V-970, La Ley, f. 144, fallo 65.778). Admitió la eficacia exculpante del
error sobre un elem ento normativo (la obscenidad del delito del art. 128 CP), la C. Ac.
Cba., A.I. n° 79,5/6/974, E .J.C ., t. X I X voL 1, p. 64.
31 Por ej., respecto del ejercicio de un derecho, el error del autor sobre el derecho a seguir
cobrando una pensión <C. N .Fed. Sala Crim . y Corree., 10-IV -970, La Ley, 1.1 4 1 , fallo
L a C ulpabilidad 199
66.372); o el error del autor sobre la existencia de circunstancias que configuran una
agresión en su contra (Cám. en lo Crim, y C orree de la Cap., l-X -926, Fallos, 1 1, p. 500),
o respecto de la inminencia y gravedad de ella (Sup. Corte de Tucumán, 5-VHI-950, La
Ley, t 62, p. 88S). S ostien e B acjgalupo que en las "exim entes putativas" el objeto del
error no es un hecho, sino la "necesidad", o sea, la antijuridicidad o justificación de la
realización del tipo. O, en otros términos, según dice B acigalupo , "n o es un error sobre
un hecho, sino sobre la significación de un hecho (Sistema del error sobre la antijurididdad c i t ,
ps. 60 y 61). Lo real es que el error sobre las circunstancias de hecho es el que determinó
al autor a obrar como lo hizo, y esto es lo importante. E l argumento de B acigalupo tam
bién autorizana a decir que todo error sobre un elemento fáctico del tipo, es un error
sobre la significación jurídica del hecho cometido. Fero, con esto, que equivaldría a bo
rrar el error de hecho, se estaría en contradicción con el inc. I o del a r t 34, que precisa
mente, se refiere al error o ignorancia de hecho", sin que nada indique que, expresándo
se así, ha querido referirse al error de derecho. No se puede compartir la equiparación
que hace B a c ig a lupo de las "exim entes putativas" con los casos de exceso (ob. cit., p, 61).
En las "exim entes putativas" la circunstancia eximente no existe fuera de la siquis del
autor, en tanto que en el exceso sí existe la circunstancia que motiva la acción o la reac
ción excesiva del autor.
Por ej., el error sobre la existencia de una amenaza grave e inminente que hace creer en una
situación de coacción, excluye la culpabilidad porque excluye la libertad para obrar.
=J N uñez , L a s D isp o sicio n es c it , p. 127 y nota al pie n ° 255.
200 R icardo C. N uñez
2. Cul-pa
E l dolo es la form a ordinaria y más grave. La culpa es la menos grave
y excepcional. A título de culpa únicamente se responde penalmente si una
disposición particular lo dispone respecto de un delito determinado. La
culpa debe d efin irse com o un com portam iento im prudente, n egligente,
im perito o ino bservan te de reglam entos a deberes cuyo cum plim iento
corresponde al autor en el caso concreto54.
A diferencia del dolo, la culpa no encuentra su razón en la compren
sión y voluntad delictivas. La razón de ser de la culpa reside en la voluntad
contraria a la precaución que el autor está obligado a observar en determi
nadas circunstancias para no dañar intereses ajenos. S in em bargo, el tipo
delictivo culposo no está constituido ya por un com portam iento im pru
dente, negligen te, im perito o inobservante de reglam entos o deberes, que
no son, en sí m ism os, otra cosa que contravenciones a deberes de cuida
do a o b s e r v a r e n e l c o m p o rta m ie n to p e r s o n a l. E s a s itu a c ió n
contravencional recién adquiere íipicid ad p enal cuando causa u n resul
tado delictivo55, producido al m argen del querer del agente. Por esto últi
m o, la multiplicación de resultados -delictivos no destruye la unidad del
hecho culposo.
Según el Código penal, cuatro son las formas en que una persona puede
actuar con culpa, a saber: 3a imprudencia, la negligencia, la impericia en el propio
arte o profesión y la inobservancia de los reglamentos o de los deberes dei cargo.
Es imprudente el comportamiento que, con arreglo a las circunstancias,
es atrevido, riesgoso o peligroso para las personas o los bienes ajenos56, sal
vo que se trate de u n riesgo permitido de acuerdo con las exigencia prácti
cas de la vida e n sociedad. Tales son los riesgos derivados del tránsito^nor
mal, de las explotaciones industriales, etc. Es negligente el comportamiento
que, de acuerdo con las circunstancias, es descuidado57.
54 N uñez , o b c i t , p . 1 2 4 .
55N uñez, ob. cit., p -125.
56v.gr., darle un empellón al pasajero que va en el estribo de un vehículo en marcha (Sup.
Corte Tucumán, 22-VII-922, /.A., 1 .12, p. 959); o conducir el vehículo a excesiva veloci
dad ligeramente alcoholizado (Caire en lo Crim. y Corree, de la Capital, Íl-rV -944, /.A.,
1944-1, p. 771); o emprender la persecución del que corre, con el arma en la mano, el dedo
en el percutor y la bala en la recámara (C. 3a Crim. y Corree., Córdoba, 2-V-967, La Ley, t
128, fallo 59.246); más ejemplos en N uñez , II, p. 81.
37Por ej., dejar enchufada una plancha eléctrica (Cám. 3, Crim. y Corr. de La Piala, 21-IX-949,
LA., 1950-1, p. 18); o dar marcha atrás al vehículo sin cerciorarse si existe peligro para terce
ros (C. N. Federal, Sala Crim. y Corree., 20-IX-968, La Ley, t 132, fallo 61.295); o no revisar si
existe fuego antes de echar kerosene. La Cámara en lo Crim. y Corree, de la Capital, 14-III-
933, Fallos, 1 4, p. 169, consideró que en este caso existía imprudencia. Pero, en verdad, el
autor violó la precaución debida al revisar si existía fuego. Distinto es el caso en que el
autor echa kerosene a sabiendas de que el fuego está prendido (imprudencia).
La C ulpabilidad
201
A. EXCLUSIÓN DE LA CULPA
Como e l dolo, la culpa es excluida por el error o la ignorancia de he
cho. Pero, al contrario de lo que sucede respecto del dolo, la exclusión de la
culpa por error o ignorancia requiere que éstos no le sean imputables al autor
(C. P., 34, inc. I o).
El error o ignorancia no le es imputable al autor si éste, a pesar de usar
la diligencia o prudencia exigida por las circunstancias, no pudo evitarlos en
lo que atañe al carácter criminal del hecho ejecutado o de ía adecuada direc
ción de sus acciones al ejecutarlo. Es el error invencible d e la antigua doctrina.
E l error o ignorancia im putable excluidor del dolo deja subsistente la
responsabilidad penal por culpa cuando el deEto la admite a este titulo,
mientras que el error o ignorancia inimputable elimina toda responsabili
dad penal por el deEto cometido.
“ Tiene razón F ontán B alestsa, II, 318, cuando nos critica por referir este caso a al fuerza tetra
irresistible (t n, p. 121, N° 1 y 123, N° II). El criterio eximente esencial del uso de una fuerza
física que no es materialmente irresistible, no reside en su efecto físico (vis absoluta), sino en su
efecto como amenaza de ser repetido (vis compulsiva). Pero dicho autor no tienerazón cuando
distingue la coacción (de origen humano) y la amenaza de un mal grave e inminente (que
proviene de otras fuerzas); pues, además de que la ley no hace diferencia, la una no difiere
sustancialmente de la otra respecto de sus condiciones esenciales.
González R oura, t U, 2aed , p. 46 ("puede la coacción moral provenir del hombre, de una bestia o
de los elementos de la naturaleza"); N vñez, II, 122 y 124; J iménez deAsúa, VI, 880 y 884; Cabral,
Reflexiones sobre la no exigiWidad de otra conducta, p. 93 ("Revista del Colegio de Abogados de La
Plata", año VI, n° 12,1964, Enero-Junio, p. 81); Fontán B aleara, n, 317.
70N uñez, L a s D isp o sicio n es cit., p. 130.
En contra, Orgaz, La ilicitud, p. 134, nota 14. Pero O rgaz reduce el asunto a una cuestión
de diccionario, sin advertir que, a diferencia de lo que sucede respecto de la legítim a
204 R icardo C. Ñ oñez
P U N IB IL ID A D 1
L C o n cepto
2 H errera , La reforma penal, p. 605; N uñez , II, 127; S oler , II, § 73; F ontán E alestka , III, § 73.
5Sobre el concepto de la acción en sentido material y en sentido procesal, ver N uñez, La acción
civil en el proceso penal, Córdoba, 1982, Marcos Lem er editora Córdoba, pág. 12; N uñez, II,
127 y ss. Las confusiones que nos atribuye V élez M aíiiconde, Derecho procesal penal, 2a ed.,
t II, Buenos Aires, p. 250, nota 8, parecen reducirse a lo que él llama pretensión penal y que
nosotros, ateniéndonos al C.P., denominamos acción penal. A veces, y ésta es una de ellas,
"u n a hiriente literalidad", com o la que nos atribuye V élez, significa el más humilde res
peto a lo que dice la ley. Por otro lado, atribuir a la acción penal en sentido m aterial una
naturaleza procesal, inadvierte que el Código Penal no regula el modo de la actividad
jud iciaria para el ejercicio de la acción penal, sino que establece las distintas clases de
acciones para el ejercicio de la potestad estatal de perseguir penalm ente, así como su
titularidad y extinción. V er N uñez, L a s D isp o sicio n es cit„ p. 267.
208 R icardo C . N uñez
6 Para el supuesto de querellas por delitos de acción privada, véase el art. 15 de la ley 8123
y su m odificación por ley 8913.
7Ver V élez Mariconde, ob. cit., p. 181.
8M artínez, El nuevo contenido del art. 72 del código penal (La Ley, 1 131, p. 1308); ClariAO lmedo,
La instancia privada ("J. A/', agosto 9 y 10 de 1971); O rceira, Razones de seguridad e interés
público para actuar de oficio ("J. A .", octubre 16 de 1969).
9 La espontánea aunque informal manifestación de la existencia del hecho ante la autoridad
competente debidamente documentada. No es una denuncia la manifestación hecha como
testigo, es decir, testimoniando. Pero el hecho de que lo que se manifieste como testigo no
exprese una instancia, no quiere decir que en el mismo acto que se presta el testimonio no
se pueda hacer una manifestación de voluntad que signifique una instancia (conforme
Tribunal Superior de Córdoba, 12-XI-96S, Síntesis de Fallos, 1969, n° 114).
210- R icardo C. N uñez
Siendo éste incapaz, la instancia corresponde a su tutor (C. C., 377), guar
dador101o representante legal (C.P., 72, § 2o)11. En este caso, las leyes proce
sales establecen e l orden de prelación para instar (C. de P. P. de C órdoba,
art. 6). L a titu larid ad de la facu ltad de instar es instranferible, pero el
titu lar puede actuar por m andatario12.
D e acuerdo con el artículo 72 del Código penal, según ley 25.087 (B.O.
lé/V/99), son acciones dependientes de instancia privada las que nacen de
los siguientes delitos:
I o) Los previstos en los artículos 1 1 9 ,1 2 0 y 130 del Código cuando
no resultare la m uerte de la persona ofendida o lesion es de las m enciona
d as en el artículo 91;
2o) Lesiones leves, sean dolosas o culposas. Sin embargo, en los casos
de este inciso se procederá de oficio cuando mediaren razones de seguri
dad o interés públicos;
3o) Im p ed im ento de contacto de lo s h ijo s m e n o r e s c o n su s p a d r e s n o
convivientes (Ley 24.270);
L a supeditación del ejercicio d é la acción a la instancia del agraviado,
solo se debe al interés de éste en que el strepitus fo r i no agrave la lesión a su
honestidad, causada por la violación, el estupro, el rapto o el abuso desho
nesto13. En los dem ás casos (ines. 2 o y 3 o), el legislador ha tomado en cuenta
el exclusivo in terés del agraviado14, salvo que, tratándose de lesio n es le
ves, dolosas o culposas, m edien razones de interés o seguridad pú blicos.
Concurren razones de interés público para ejercer de oficio la acción por
10Eos códigos provinciales de procedim iento penal, definen al guardador como la persona
que por cualquier m otivo tiene el m enor a su cuidado (v. gr. C.P.P. de Córdoba art. 6°).
V er N uñez, II, 135; tam bién, la s e n t n ° 20 del 16/12/988, del T .S.J. Cba, Sem anario
Jurídico n “ 753, p. 9, con nota de D aniel P. C arrera: V alidez de la in sta n cia d e l a r t 72
CP, ejercid a p o r la g u a rd a d o ra d e h ech o d e la in cap az v io la d a .
11 Son representantes legales, además de los tutores, mencionados específicamente, los pa
dres y los curadores de los dementes o sordomudos (C. C , 57 [Ley 17.711]). A unque los
padres ejercen conjuntam ente la patria potestad (C.C. art. 264), a los fines de la instan
cia basta la voluntad de uno de ellos de rem over el obstáculo legal porque la ley presu
m e que los actos realizados por uno cuenta cois el c o n sen tim ien to d e l otro, sin o m e d ís
separación de hecho, separación personal, divorcio vincular o nulidad del m atrim o
nio, en cuyo caso corresponde el derecho de instar al padre o la madre qu e ejerza
legalm ente la tenencia del h ijo (C C . a r t 264 inc. 2 o). Cfr. T .S.J. de Córdoba, sent. 39 del
9/12/05, en autos "P arías".
12 N uñez, L a s D isp o sicio n es c it , p. 319.
13Ver N uñez, II, 131.
u En relación al im pedim ento de contacto, cfr. E l im pedim en to d e c o n ta cto d e lo s h ijo s
m en ores con p a d r es no con v iv ien tes - L ey n° 24.270 de M aría de las M ercedes S uarez
y C arlos J ulio Lascano (h), p. 88, M arcos L em er Editora Córdoba, Córdoba, 1994.
PUNIBILÍDAD 211
13Por ej.: si la lesión es la obra de una patota (Trib. Sup. de Córdoba, Sala Penal, año 1970,
sentencia N° 61, Carabajál, Jucm Crisóstomo y otro (Comercio y Justicia, Córdoba, febrero 16
de 1971) o se produce en una verdadera batalla cam pal (C. 2a Penal Tucumán, 8-V-96S, La
Ley, 1 132, falln 61.511, que consideró, aunque sin razón, que estaba en peligro la seguri
dad pública); o si la víctima, en su carácter de jefe de una estación de ferrocarril, revestía
autoridad (C. Federal La Plata, Sala 1,22-VHI-968, Ei Derecho, t. 24, fallo 12.340). Pero no
basta la simple calidad de funcionario público (ver G enócrates , La Ley, t, 6 .1 3 5 , nota al
fallo 63.611).
V. gr,: conducir u n vehículo por la vía pública bajo los efectos del alcohol (C. N. Crina, y
Corree., Sala VI, 3-IX-968, El Derecho, t 30, p. 362, en nota al fallo 15.286, N° IV, 8); o
hacerlo a excesiva velocidad (C. Nac. Ciina. y C o rree, Sala IV, 24-IV-9Ó9, El Derecho, t. 30,
nota c i t N° IV, 11) o en forma "p o r demás im prudente" (Cam. Fed. Bahía Blanca, 8-IV-
969, El Derecho, 1 30, nota cit., N° IV, 13). También, S. C. Mendoza, 29-V-969, nota cit., N°
IV, 17. Pero el solo hecho de que el vehículo s e encuentre afectado al transporte público
no afecta la seguridad pública (C. N. Crim. y Corree., Sala IV, 14-11-969, El Derecho, nota
c i t , n° IV, 14). E l T J5.J. de Cba, sentencia n° 9 del 19/TV/996, caso "M o k ad en ", ha soste
nido que la sola colisión de un autom óvil "co n u n colectivo del transporte público
durante la prestación del servicio (conducción peligrosa que afecta un ínteres pú bli
co )", constituye la base fáctica que da sustento a la 2da hipótesis del art. 72, inc. 2 o.
17Cámara Segunda de Córdoba en lo Crim. y Corree., 12-XII-940, Justicia, t 2, p. 61.
13 N uñez , II, 142; V élez M ariconde , ob. cit., p. 273. Cfr., C Ac. Cba., A.I. n ° 182, 20/10/77,
S em an ario Ju ríd ico n " 30, p. 61, que sostiene que la instancia es ind ivisible sólo en
sentido subjetivo, no real, porque e l ofendido, o su representante, no está obligado a
promoverla por todos los delitos de los que ha sido víctima.
19N uñez , II, 144; id., Lo naturaleza de la instando del ofendido, N° V (J. A., setiembre 26 de 1968).
20Ver N uñez , II, 144.
212 R icardo C. N uñez
21Nuñíez, L a s D isp o sicio n es cit,, p. 317 y sgte. La cuestión de si la denuncia debe satisfacer
enteramente las form as de la ley procesal, se discute. Entienden que sí, L a je A naya -
G a v ie r , N o ta s a l C ódigo P en a l A rgentino, 1.1, Parte General, p. 395, nota n ° 17. Trata
varios de los problem as que se plantean, el T .S.J. Cba, en la sentencia n° 32 del 14/V /
998, caso "Escud ero". So bre la validez de la denuncia formulada por la madre de la
víctima, luego ratificada por el padre, véase C. Acus. Cba., sent. n ” 7 del ZÍ/2/99^, S e
manario Jurídico n ° 1019,12/1/995, p. 31, con la aclaración de que ese caso y su doctrina
son anteriores a la reform a operada por la ley 25.087.
22 G u il le r m o F ie r r o , e n C ó d ig o P en a l c it-, d ir ig id o p o r D a v id B a ig ú n y E u g e n io R a ú l
Zaffaroni, T . 2B, p. 393. Cfr. T S J de Cba, caso "Farias", sent. 39 del 9/12/05, en el que la
víctima, un m enor de edad, lo fue a manos de quien convivía con su m adre, separada
de hecho de su marido.
PUNIBILIDAD 213
IV . A c c ió n P r iv a d a - E je r c ic io
V. E x t i n c i ó n d e l a s a c c i o n e s p e n a l e s 23
1. Principios generales
Producido el delito, la acción correspondiente no obra indefinidamente,
sino que existen causas que la extinguen y, así, excluyen la punibilidad.
Una causa extmtiva puede operar desde la comisión del delito hasta
la se n te n c ia firm e. S u efecto p ro c e sa l es e l cierre d el p ro ceso p o r
sobreseimiento y no la absolución del imputado, ya que la causa extmtiva
impide que el juez se pronuncie sobre el fondo del asunto.
Esas causas pueden tener un carácter objetivo, personal o mixto. Son
causas objetivas las que excluyen la punibilidad del delito en sí, como suce
de con la amnistía. Son causas personales las que, como la prescripción, la
oblación voluntaria de la multa y la muerte del imputado, dejando intacta
la punibilidad del delito, benefician a los participantes a que se refieren. Es
m ixta la causa que, como la renuncia, puede tener un efecto objetivo o per
sonal según la voluntad del que la haga. L a sentencia firme, condenatoria o
^N uñez , II, 1 4 9 .
214 R icardo C . N uñez
3. Amnistía27
La acción penal se extingue por la amnistía.
La amnistía en materia penal es el olvido de una infracción punible para
restablecer la calma y la concordia social28. Su o bjeto no es el olvido de las
circunstancias agravantes de aquella infracción, sino la infracción punible
29 Corte Suprem a de Justicia, P alio s 155:199. Por consiguiente, no computar una condena
anterior a los efectos de la declaración de un individuo como reincidente, no constitu
y e una "ind irecta am inistía". N uñez; Nota a fallo . Sem anario Jurídico n ° 147, 27/10/
9S0, p. 280.
30L a amnistía no es, por el contrario, un acto de olvido de delitos que ya no pueden perseguirse
o cuya pena ya se ha extinguido, pues su única finalidad es evitar o hacer cesar la pena.
Por consiguiente, puede dictarse antes, durante o después del juzgamiento del hecho (C.
S. de la N ación, 15-VHI-932, Fallos, 1 165, p. 199), pero siempre con una de esas dos
finalidades (C. P., a r t 61). No puede dictarse, estando extinguida la acción o la pena, sólo
para evitar la posible influencia del delito a los fines de la determinación de una pena
ulterior (C.P., art. 41, inc. 2°) o para evitar el m al juicio so d al (en contra, C. S. de la
Nación, 20-XII-974, D.J.A., abril 4 de 1975, fado 24.102).
31 Así sean de acción privada (C. S. de la N adón, 5-IX-974, Fallos, t. 289, p. 397).
32 C S . de la N ación, 13/VT3/07, caso "M azzeo ", L.L. 2G07-D-401. En este caso, en el que la
Corte se re ñ ere a la im posibilidad constitucional de indultar o am nistiar a autores y
partícipes de delitos de lesa humanidad, consideró tam bién que frente a estos delitos,
n i la cosa juzgad a ni el n e b is in idem resultan aplicables porque los instrum entos
internacionales que establecen esta categoría de delitos, así como el d eber de los Esta
dos de individualizar y castigar a los culpables, no cesa por el transcurso del tiem po o
cualquier otro tipo de m edidas que disuelvan la posibilidad del reproche.
33Ver N uñez, íí, 162. En contra, entre otros de nuestros autores clásicos de derecho constitucional,
J oaquín V. G onzález , Manual de la Constitución Argentina, 6° ed., Buenos Aires, N° 455.
34 N uñez, L a s D isp o sicio n es c it, p. 277.
[
216 R icardo C. N uñez
33 N uñez, L a s D isp o sicio n es cit., p. 276; tam bién, L aje A naya-G ávier, ob. cit., p. 351, nota n°
5.
3SC. S. de la Nación, 15-VII-932, Fallos, t Í65, p. 199 (/. A., t 3S, p. 924).
i7E strada, Curso de Derecho Constitucional, 2a ed-, t. III, Buenos Aires, 1927, p. 247.
38Ver C. S. de la Nación, 7-IV-947, J. A., 1947-1, p. 706 (La Ley, 1 46, p. 242); id-, 23-V-905, Fallos,
1 102, p. 43; J oaquín V. G onzález, Manual de la constitución Argentina, N° 458; N uñez, II,
159.
i’ C. S. de la Nación, 19-IX-927, Fallos, 1 149, p. 214.
PUNIBILIDAD 217
4. Prescripción40
La acción penal se extingue por prescripción (C. P., 59, inc. 3o)41. Cien
tíficam ente, la prescripción se funda en la destrucción por el transcurso
del tiempo de los efectos m orales del delito en la sociedad: extingue la
alarma social ante el delito y la correlativa exigencia de la sociedad de
que se lo reprim a, que es lo que constituye el fundamento político de la
pena42. El Código penal se atuvo originariam ente a este fundam ento, pues
no preveía causa alguna interruptora de la prescripción de la acción. Pero
a partir de la Ley 11.221, de Fe de Erratas, que adm itió la interrupción de
la prescripción por la com isión de otro delito (art. 67, § 4o), la prescripción
tam bién tuvo en cuenta com o fundam ento la presunción de la enm ienda
del im putado. La com isión del nuevo delito, a la par que renueva el re
cuerdo social del delito anterior, echa por tierra la presunción de enm ien
da del im putado.
A partir de la Ley 13.569 (art. 1), [13-X-949], que introdujo la "secuela
del ju icio" como causa interruptora, la prescripción de la acción penal tam
bién atiende a la falta de voluntad persecutoria de los órganos públicos o
del particular encargados de la secuela del juicio penal. Con esto, sé ha
introducido un factor interruptor totalmente extraño al fundamento cientí-
40N uñez, n , 167; V era B arros, La prescripción penal en el código penal, Leyes Especiales -Tratados
internacionales, Buenos Aires, 1960; F ontán B alestra, HI, 455.
41 Pero hay excepciones: así ocurre con íos supuestos m encionados por el art. 36 de la C.N.
se g ú n re fo r m a d e 1994, qu e d is p o n e q u e " L a s a c c io n e s r e s p e c tiv a s se rá n
im prescriptibles"; tam bién, e l art. VII de la Convención Interam ericana sobre D esapa
rición Forzada de Personas, de sta tu s constitucional (ley 28.420), que establece que,
salvo que una norm a fundam ental lo impida (lo que no ocurre entre nosotros, como lo
demuestra el art. 36 de la C.N. antes citado), la acción penal derivada de aquellas des
apariciones y la pena que se imponga Judicialm ente, son im prescriptibles. Con arre
glo a la doctrina de mayoría de la C.S. de la Nación, en autos "A rancibia C lavel", 24/8/
04, JA 2G04-IV-426, son tam bién im prescriptibles los delitos de lesa su
puestos qu e no han dejado de ser vivenciados por la sociedad entera, dada la m agni
tud y la significación que los atañe. Agregó que las reglas de derecho interno sobre
prescripción de la acción penal quedan desplazadas en virtud del derecho internacio
n al consuetudinario y por la Convención sobre Im prescriptibilidad de los Crím enes
de Guerra y de los Crímenes de Lesa Hum anidad, aunque dicha convención haya sido
aprobada con posterioridad a la com isión del hecho, pues ello no fuerza la prohibición
de irreíroactividad de la ley penal, sino que reafirm a un principio instalado por la
costum bre internacional, que ya tenía vigencia al tiem po de com isión de los hechos.
En contra de esta im prescriptibilidad, Barbera de Riso, oh. cit., p. 118 y sgtes.
42Ver C arrara, Opuscoli di diritto crimínale, 5a ed., vol. II, Firenze, 1898, ps. 85 y ss. y 301 y ss.;
H errera, La reforma penal, Nos. 358 y ss. Sobre los fundamentos que se le han asignado a
la prescripción, ver V era B arros, ob. c it, cap. I, § 2.
218 R icardo C. N uñez
J1 Véase C arrara, Prescrizicme penóle (interruzione) (Opuscoli, vol. II, c it , p. 73); id., Opuscali
d t„ ps. 298 y ss,; id., Programa, §§ 580 y 718; H errera, ob. c it , N° 361; N uñez, n , 168 y ss.;
M aier, Sobre la prescripción penal y su interrupción por la secuela del juicio, N° 1 (Revista de
derecho penal y crim inología, N0 4,1969).
^ Más detalles en Vera B arros, ob. c ít, cap. I, § 3.
45V er Tribunal Superior de Córdoba, 26-10-956, Boletín Judicial de Córdoba, t II, vol. I, febrero
1958, p. 21. Tam bién R ivarola, Exposición y crítica del código penal, 11, Buenos Aires, 1890,
N° 381; J iménez de A súa, II, N° 718; V era B arros, ob. á t ., ps. 42 y ss.
46C ím e. V era B arros, ob. c it , p. 99; M ezcer, Tratado, II, 404, refiriéndose a Alemania dice que
en los casos de edad juvenil, tentativa y auxilio, la communís opinio sólo considera, con
razón, como fundam ento el marco penal atenuado.
PUNIBILIDAD
219
1°) en los casos de delitos para cuyo juzgamiento sea necesaria la reso
lución de cuestiones previas55 o prejudiciales56, que deban ser resueltas en
otro juicio, judicial o no (C. R , 67 § I o [Ley 13.569]). En este caso, no basta la
simple necesidad de que se dicte una resolución previa o prejudicial, sino
que es necesario el planteam iento de la cuestión;
2°) en los casos de delitos previstos en los capítulos 6 , 7 , 8 ,9 ,9 b is y
10 del T ítu lo X I, Libro 2 a del Código Penal, m ientras cualquiera de le s
que hayan participado en ello s se encuentren desem peñando un cargo
p ú blico (C P ., 67, § 2 o [Ley 23.077]).
3o) en lo s casos de lo s atentados al orden constitucional y a la vida
dem ocrática previstos en lo s artículos 226 y 227 b is, la suspensión alcan
za a todos los que intervinieron como instigadores, co-autores o cóm pli
ces. La su spensión term ina con el restablecim iento efectivo del orden
constitucional m ediante el cese del alzam iento del a r t 226 o de las accio
nes reprim idas por el art. 227 b is (Ley 23.077).
La suspensión no aniquila el término de prescripción ya corrido. Sólo
impide que ese término com ience a correr o que siga corriendo. Terminada
la causa de la suspensión, la prescripción sigue su curso (C.P., 67, § I o [Lev
13.569]). 1 *
En cambio, en caso de interrupción de la prescripción, queda sin efecto
el tiempo transcurrido, y se inicia un nuevo término.
El curso del término de la prescripción se interrum pía, antes de la ley
25.990 (B.O. 11/1/05), según el artículo 67, § 4o (Ley 13.569)57:
I o) por la comisión de otro delito, y
2o) por la secuela del juicio.
El otro delito, que com o causal de interrupción se m an tien e lu ego de
” Las cuestiones previas al proceso penal son las que impiden su iniciación (por ej„ el juicio
político, o el enjuiciamiento por un jury de magistrados), o detienen su curso (v. gn, la
prelación jurisdiccional establecida por los arts. 19 y 20 del C.P-P. de la Nación).
36Las cuestiones prejudiciales son las que, teniendo por objeto un punto discutible y discuti
do en el juicio criminal, no suspenden su trámite, sino la sentencia y deben ser resueltas
en la jurisdicción civil (la nulidad del matrimonio [C C . 1104]).
17 Durante la vigencia de la anterior ley concursal, la acción penal em ergente de los delitos
de quiebra (C.P. 176,177 y 178) y concurso civil fraudulento (C P . 179, prim er párrafo),
como la del delito del art. 180, segundo párrafo, se interrum pía por la deducción y
trámite de la calificación com ercial del acto (Ley 19.551 y 22.917, art. 243, segundo pá
rrafo). La sustitución de esa legislación por la ley 24.552, que derogara expresam ente la
anterior (art. 29o), al no prever el trámite de calificación m encionado ni contener una
regla sim ilar a la del antiguo art. 243,segundo párrafo, eliminó esta causa de interrup
ción de la acción penal, particular para aquellos delitos.
222 R icardo C. N uñez
aqu ella ley, debe ser de naturaleza común, consumado o tentado durante
el curso del término de la prescripción correspondiente al delito de que se
trate, y en el que el agente haya intervenido como autor, instigador o cóm
plice. L a existencia del nuevo delito y la responsabilid ad del im putado
d e b e n ser declaradas ju d icialm en te53.
La secuela del ju icio aludía a la interrupción de la prescripción por actos
del proceso judicial incoado para el conocimiento y juzgamiento del delito
en cuestión. Las opiniones se dividieron acerca de lo que debe entenderse
por juicio. Unos pensaban que de acuerdo con las leyes procesales, a las que
les corresponde su definición, el juicio se refería a la etapa plenaria o con
tradictoria del proceso5859*. Otros, que representaban la opinión prevaleciente
en el país, consideraban que el juicio equivale a todo el proceso judicial,
comprendiendo, por consiguiente, la instrucción y e l plenarioé0.
Los actos interruptores eran los del proceso judicial y no los de la pre
vención policial. "Secuela del juicio" no significa simplemente "juicio abier
to"61, sino actos concretos y legalmente válidos de impulsión del procedi
miento en lo que respecta a la acción penal62, seguidas contra un imputado
determinado. N o entran en esa estéralos actos del imputado, del defensor y
del actor civil, así como los del Ministerio Fiscal cuando interviene en favor
del imputado (ver, por ej., art. 444 del C. de P. de Córdoba y art. 433 del
C.P.P. de la N ación).
La ley 25.990 sustituyó la fórm ula conceptual secu ela d e ju ic io por una
enum eración taxativa de los actos procesales con capacidad interruptora
de la prescripción, pues según la ley vigente, sólo producen ese efecto: a)
E l p rim er lla m a d o efe ctu a d o a una p erson a, en e l m a rco d e un p ro c eso ju d i
cial, con é l o b je to d e recib irle d ecla ra ció n in d a g a to ria p a r e l d e lito in v esti
g a d o ; b) E l requ erim ien to a c u sa to rio d e apertu ra o elev a ció n a j u ic io , efec
tu ad o en In fo rm a q u e lo esta b le z c a la leg islación p r o c e s a l correspon dien te;
c) E l a u to d e cita ció n a ju ic io o a c to p r o c e s a l equ iv alen te; d) E l d icta d o de
sen ten cia con d en atoria, au n qu e la m ism a n o s e encuentre firm e.
E l llam ado efectuado a una persona a prestar declaración indagato
ria es sólo el prim ero; no, la convocatoria a una am pliación*3. Pero si la
nueva convocatoria se origina en otro u otros hechos que concurren ma
terialm ente con el prim era, ese llam ado tiene eficacia respecto de éste o
de estos hechos. No basta la decisión de convocar al im putado para reci
b irle declaración, sino que es necesario, aunque la indagatoria en d efini
tiva no se realice, qu e dicha decisión sea notificad a al prevenido, con
prescind encia de s i éste tom ó conocim iento de su contenido64.
El requerim iento acusatorio de apertura o elevación a ju icio es la
acusación que form ula el M inisterio P isca! o, tratándose de un d elito de
acción privada, el qu erellante, actos previstos en los aifs. 355 y 4 2 7 del
C.P.P. C ba, y 346 y 41S del C P .P . de la Nación®.
El auto de citación a ju icio es la decisión ju risd iccion al que convoca
a las paries a com parecer al ju icio , exam inar las actuaciones, los docu
m entos y cosas secuestradas e interponer las recusaciones que estim aren
pertinentes (CPP C ba, art. 361, 3 " párrafo, y C PF N ación, a r t 354).
El dictado de la sentencia condenatoria interrum pe tam bién el cur
so de la prescripción, en tanto no se encuentre firm e, pues si lo está pue
de extinguir la pena pero no la acción penal.
Aunque la ley demanda sólo en el segundo supuesto que se trate de un
acto realizado en la fo r m a que establezca la ley procesal, debe interpretarse, dado
que los cuatro supuestos conciernen a actos procesales, que dicha exigencia los
comprende atados, pues sólo los actos de procedimiento válidos tienen aptitud
interruptora, desde que los nulos carecen de toda eficacia jurídica66.
67La Corta Suprem a y los Tribunales Superiores locales han considerado inconstitucional
que los códigos procesales dispongan el desistimiento tácito de la acción privada (ver
nuestra nota, Una regla que se debe derogar [art. 449 inc. 1° del C. de P. P .l, "Comercio y
Justicia", Córdoba, 11 de octubre de 1970). E l C P .F . de Córdoba, ley 5154, en su art. 453
disponía que "S e tendrá p er desistida la acción privada: inc. I o) S i el procedim iento se
paralizare durante un m es por inactividad del querellante o su mandatario y éstos no lo
instaren dentro del tercer día de notificárseles el decreto, que se dictará aún de oficio,
por el cual se les prevenga el significado de su silencio", con lo que convirtió la disposi
ción en una regla de renuncia tácita, fundada en la omisión de instar el trám ite. La con
versión fué tam bién objetable, porque no le corresponde a la ley procesal tipificar for
mas de renuncias tácitas al ejercicio de las acciones penales privadas ni establecer los
casos en que e l querellante tiene la obligación de obrar porque ello es m ateria de-la ley
nacional. N uñE2^ C ódigo P ro ce sa l P en al de la P rovin cia de C órdoba A n otado, nota' 1 a f art.
453, p. 423; M arcos Lem er Editora Córdoba, Córdoba, 1986. E l Código vigente, por im p e
rio de la ley 8123, m antiene el problem a, al contener un inc. 1° similar, en su art. 430, que
se refiere a esta-Mpó tesis como causa de "renuncia de la acción privada". Véase tam
bién, la tesis d e 'S oler como procurador general de la nación en 1958, en F allos, í. 244:
568; tam bién, L a co n stitu d o n a lid a d d e los arts. 422 inc, I o y 423 d el C.P.P. de la N ación , de
E duardo Andrés B ektoni, Nueva Doctrina Penal, 1996 -A, p -177 y sgtes.
68Aunque la transacción no s e hubiere hecho con algunos de los responsables criminalmente
del delito, sino con un tercero responsable civilmente, porque el a rt 1097 no distingue al
efecto y en ambos casos existe la misma razón jurídica para tener por renunciada la ac
ción criminal, que es la desaparición del interés privado ante la indemnización recibida
(Cámara en lo Crim. y Corree, de la Capital, 5-10-934, Fallos, 1 1 , p. 936).
El a r t 1097 se refiere a los casos en que el agraviado puede renunciar a la acción penal, lo
que sólo cabe cuando se trata de un delito de acción privada (Cámara Cnm inal y Corree,
de la Capital, 5-10-928,/. A,, t. 28, p. 739).
Pu NIBILIDAD 225
6. Oblación voluntaria71
S e trata de otra causa de extinción de la acción penal no enum erada
en el art. 59 del Código, que es científicam en te o b jetab le72 y tiene,' en
cuanto a sus efectos, un carácter personal, por lo que si el delito ha sido
obra de varios partícipes, se extingue la acción sólo respecto de aqu el
que hizo el pago. P ese a qu e éste sign ifica reconocim iento de la respon
sabilid ad , no coloca al im putado en la cond ición de condenado73.
'La causal fu nciona respecto de los delitos reprim idos únicam ente
con m ulta; no, si adem ás m edia otra p ena, alternativa, conjunta, acceso
ria o complementaria74. S e adm ite, interpretando analógicamente in b on am
p a r iera la regla, que seria fa ctib le un pago con las facilid ad es que esta
blece el art. 2175.
El objeto de Ja oblación voluntaria76 d eber ser: I o) el m ínim um de la
m ulta correspondiente al delito im putado, en cualquier estado de la in s
trucción y m ientras no se haya iniciado e l ju icio o el m áxim um de la m ulta
correspondiente, si se hubiera iniciado el ju iá o y, 2 o) la reparación de los
daños causados por el delito. El "m áxim um d e la m u lta" es el que la ley fija
7. S u sp en sió n d e l J u ic io a P ru eb a 79
A. Concepto
La le y 24,316 in tro d u jo en el Código Penal, en el T ítu lo X II del L ibro
Prim ero60, los arts. 76 b is, 76 ter y 76 quáter, que regirían la su spensión
del ju icio a prueba. El instituto, que se aproxim a por sus fundam entos a
la condenación condicional diferenciándose de ella por la form a y opor
tunidad de su otorgam iento, procura la evitación de condenas61, im pi
diendo la estigmatización del d elincuente y la saturación del sistem a ju
d icial p enal32. A ello se lleg aría, una vez concluida la p ertinente in v esti
gación ju d icial, m ediante la suspensión de la siguiente etapa del proceso
penal, el ju icio , som etiendo al im putado al' cum plim iento de condiciones,
las cuales están sujetas a control y vigilancia, durante un plazo legal. Cum
plidas las condiciones esenciales que a este fin establece la ley, en el plazo
fijad o por el T ribunal, su resultado es la extinción de la acción penal. La
concesión de la suspensión constituye, una facultad del Tribunal, som eti
da al cumplimiento de los requisitos que la tom an procedente.
B. R equ isitos
í
“ U bicación sistem ática que ha sido criticada porque, se dice, atendiendo a los efectos del
nuevo instituto, era aconsejable su m ención en los arts. 59 y 67 del CP. A ída T arditti,
P ro b a tío n (ley 24.316): lo bueno y lo m a lo , Sem anario Jurídico n ° 9 9 4 ,21/VH/994, p. 41.
Sobre la adm isión del instituto en las leyes especiales y complem entarias, "Dos n u evas
c a u sa les d e extin ción d e la a cció n p e n a l ( a r t M d e la ley 23.771 y a r t l S de la ley 23.737),
R oberto E. S pinka, Revista de la Facultad, U niversidad Nacional de Córdoba, voL 1, n°
2, año 1993, Nueva S e ñ e, p. 609 y ss.
61D e L a R oa, C ó d ig o cit., p. 1167 y sgte.
K C arlos E dwakds, L a p ro b a tío n en e l C ód ig o P en a l A rgentino, ley 24.316, ps. 36 a 3 8 ,2 a ed.,
M arcos L em er Editora Córdoba, Córdoba, 1997.
w La hipótesis de la m ulta ha generado objeciones, ver T arditti, ob. cit., p. 41. La previsión
de la reclusión, polém ica. Autora, ob. y loe. c i t ; L aje A naya-G avier, ob. cit., p, 412, nota
6; M arcelo J. S ayago, Su spen sión d e l ju ic io a pru eba. A sp ectos con flictiv os, p. 33 y nota
16, M arcos L em er Editora Córdoba, Córdoba, 1996.
228 R icardo C. N uñez'
se trate de d elitos esp eciales54 y los previstos por la ley 23-737, que esta
blece un régim en análogo85.
La Corte Suprem a de Ju sticia de la N ación ha convalidado otra tesis
(llam ada tesis am plia), con arreglo a la cual es procedente la su spensión
si la pena qu e h ipotéticam ente en concreto correspondería al delito no es
superior a lo s tres años de reclusión o p risión, al igual que en caso de
concurso de d elitos, siem pre que en el caso proceda la condena de ejecu
ción condicional- E l A lto T ribu n al ha decidido qu e el criterio qu e lim ita
e l alcance d el ben eficio a los delitos que tien en im puesta pena de reclu
sión o p risió n cuyo, m áxim o en abstracto no supera los tres años se fund a
en u na exégesis irrazonable de la norm a qu e no arm oniza con los prin ci
pios de legalid ad , con el principio de p olítica crim inal que caracteriza, al
D erecho penal com o la ú ltim a razio del ordenam iento juríd ico y con el
prin cip io -pro hornine, otorgando una in d eb id a preem inencia a sus dos
prim eros párrafos sobre el cuarto, a i que d eja totalm ente inoperante56.
No obstante, sucede que: a) las expresiones "...un d elito de acción p ú bli
ca reprim ido con pen a de reclusión o prisión cuyo m áxim o no exceda de tres
años ” y, en el supuesto de concursos de delitos, "...si e l m áxim o de la pena de
reclusión o prisión ap lica b le no excediese de-fres añ os ", aluden claramente al
m áxim o de una esca la pen al, y no a una pena en concreto; b) el criterio de la
Corte no salva el reproche que le form ula a esta tesis, pues incurre en el
m ism o defecto que le adjudica, al asignar ind ebid a preem inencia a l cuarto
párrafo en desmedro de los dos prim eros, que, de acuerdo a su interpreta
ción, resultarían dos párrafos sobreabundantes, pues si todo se reduce a
que tiene derecho al beneficio el im putado que puede ser condenado con-
didonalm ente, aquéllos estarían de más pues hubiera bastado el cuarto
párrafo para determ inar, desde esta perspectiva, la procedencia del ben efi
cio57. S i la regla es defectuosa o inconveniente, la solución es reform arla
por q u ien tien e com petencia para ello, y no por la vía de una interpreta
ción forzada.
La l e y im pid e la suspensión para el caso de d elitos reprim idos con
in h ab ilitació n como pena principal, conjunta o alternativa. No obstante,
se ha resuelto que aqu élla es procedente en cualquier delito reprim ido
con in h ab ilitació n (no sólo los com etidos m ediante autom otores), en la
m edida qu e "e l interés general en neutralizar el riesgo de la continuidad
de la actividad pued a garantizarse eficazm ente m ediante la im posición
de una regla de conducta que im pida tal d esem peñ o", como puede ha
cerse acudiendo a la s reglas de conducta del art. 27 b is88.
b) S o lic itu d d e l im p u ta d o
L a exigencia responde al derecho constitucional que tiene "tod a per
sona a liberarse d el estado de sospecha que im porta la acusación de ha
ber com etido un delito, m ediante una sen ten cia qu e establezca, de una
vez y para siem pre, su situación frente a la ley p e n a l"89. P or consiguiente,
es un requ isito im p rescin d ible90, que excluye u n a actuación de oficio por
el T rib u n a l91. Supuesto que la im putación h u b iera sido form ulada contra
varios p artícipes, requiriend o el trám ite sólo uno de ello s, el ju icio se
suspenderá e n relación a qu ien lo solicitó92.
Frente a l vado' legislativo referido a l m omento en que debe formularse
la solicitud de suspensión del ju icio93, se han producido diversas opinio
nes: en relación al térm ino inicial, para unos, la solicitud es adm isible lu e
go que se recepta declaración al im putado94, en tanto otros postulan que lo
que la ley no da preem inencia a ninguno de los requisitos: debe tratarse de uno o
varios delitos de m ínim a gravedad, objetiva y subjetiva, derivando lo primero del máximo
de la escala aplicable, y lo segundo de la procedencia de la condena condicional. Otra
técnica sigue el Anteproyecto de 2006, art. 52: debe tratarse de uno o más delitos de acción
pública reprimido con pena de prisión que no exceda d e tres años en su mínimo y no
registrar el imputado condenas anteriores.
38 T.S. de Cba, sent. 14 9 ,20/VX/Ü8, "G irbau".
^ M en saje del Foder Ejecutivo de la Nación, Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados
del 19/V/993, pág. 331. La exigencia tendió a aventar cualquier impugnación referida a su
constitucionalidad. S ayago, ob. cit, p. 21 y nota 10.
90Laje Anaya-G avier, ob. cit, p. 413, nota n” 7.
91T ardicti, ob. cit. p. 43.
92D e La Hita, ob. d t, p. 1170, quien adaza que la eventual sentencia condenatoria de los que no
optaron no modifica la situación de los que sí lo hicieron, salvo que se denlas condiciones del art
76 ter. Ser páre, con la limitación a los supuestos que menciona en nota 19.
50Admite ese vacio legislativo, el T .S.J. Cba, s. n " 37 del 6/VU I/997, Sem anario Jurídico n ”
1163, I ó/Ty/997, p. 428, con nota de D aniel Pablo C arrera.
94T esis a m p lia , de la que p a r tic ip a n Carlos A. O choa, L a suspensión d el ju icio a prueba, L.L.
21-VU-95, p . 2, y D e la R úa, o b . cit, p . 1170.
230 R icardo C. N uñez
es a partir de lo s actos con que se in icia la etapa del ju icio 95. E n lo que
atañe a l térm ino final/ se piensa que la solicitu d es procedente hasta que
se in icia el d ebate96 o m ientras no se disponga su clausura97/ y, en esa
línea/ m ientras n o se hayan producido los alegatos, aunque en esta posi
ción/ se ad m iten situaciones de excepción/ tales como por ejem plo, cuan
do le h u b iese sido im p o sib le al im putado plantear el b en eficio con ante
rioridad98. ■
95 S aya GO, ob. cit., p. 125, qu ien procesalm ente, se refiere al decreto de citación a juicio.
9ST .S.J. Cba, en sentencia citada en nota 67.
97Creus, ob. cit., p. 498. D e La R úa, ob. cit., p. 1171, objeta que la ley se refiere a la suspen
sión del juicio, no a su interrupción.
98 C£r. G ustavo L. V ítale, C ó d ig o p en a l y n orm as com p lem en tarias cit., p, 471.
99 S ayago , ob. á t , p. 39 y sgtes. Rectificamos así lo que señaláramos en la anterior actualiza
ción, pues nos ha convencido el argumento expuesto por la Vocal A ída T a r d u t i en su voto,
como integrante del T .S. de Cba, en el caso "Boudoux", sent. 21/11/02: la exigencia es una
manifestación del cambio de paradigma de la justicia penal, que coloca como figura cen
tral la compensación a la víctima. Sobre las hipótesis de reclamo iniciado en sede civil o de
comparendo espontáneo en e l proceso penal, D e L a R úa , ob. cit., p. 1172.
I0UE d w a r d s , ob. cit., p. 56.; D e L a R úa , ob. cit., p. 1171.
1(11 G ustavo L. V íta le , C ód ig o p e n a l y n orm as com p lem en tarias cit., p. 451.
PUNIBíLIDAD 231
las pautas previstas en el art. 26 C.P., constituye trn requisito más para la con
cesión del beneficio102, que demanda del Tribunal, tratándose de uno de los
delitos mencionados supra a), una estimación favorable sobre la posibilidad
de que, en caso de condena, la pena no será de cumplimiento efectivo103.
C. Efectos y condiciones
Declarada la suspensión del juicio, por un término que será fijad o por
el T ribunal entre uno y tres años según la gravedad del delito106, la acción
penal se suspende por ese tiem po, sin que ello obste a la aplicación de las
sanciones coniravencionales, disciplinarias o adm inistrativas que pudie
ran corresponder. La subsistencia de la suspensión queda sometida al cum
plim iento de determ inadas condiciones a cargo del imputado: no cometer
nuevos d elitos, reparar le s daños en la m edid a que h u b iera ofrecido y
aceptara e l d am nificad o, y la observancia de las pautas de conducta que,
de conform id ad a lo p revisto por el art. 2 7 b is, le im p u siera e l T rib u n a l.
D. R evocación
El beneficio es revocable si, con posterioridad, se conocieran circuns
tancias que resultan de elem entos incorporados luego de declarada la sus
pensión, pero dispuestos antes de ese momento y que eran ignorados por
el Tribunal107 que: a) m odifican el máximo de la pena aplicable (vgr., por
que las lesiones leves no son tales, sino graves o gravísimas) o, b) hacen
variar la estim ación acerca de la condiáonalidad de la posible condena
(vgr. si con la posterior incorporación del inform e del Registro de R einci
dencia, se conoce la existencia de una condena anterior sin que hubieren
transcurrido los térm inos del art. 27). Tam bién, si durante e l tiem po fija d o
por el Tribunal, el im putado no cum ple con las condiciones que le fueran
im puestas {s u fr a 3). D ispuesta la revocación, el ju icio se llevará a cabo
pero, si mediara absolución, se le devolverán los bienes abandonados y la
m ulta pagada, n o asi, la reparación que hubiera cumplido.
La realización del ju icio im porta que la pena que se im ponga no
podrá ser dejad a e n suspenso, siem pre que aqu él se hubiera realizado
por haber com etido el im putado un nuevo delito. No, si la revocatoria
obedece 'al incu m p lim iento de las otras condiciones108.
F. Segunda su spensión
La suspensión d el ju icio podrá ser concedida por segunda vez si el
nuevo delito hu b iera sido com etido después de haber transcurrido ocho
años a partir de la fech a de expiración; del plazo por el cual h ub iere sido
suspendido el ju icio en el proceso anterior, con prescindencia de si el
nuevo d elito es d o lo so o cu lp o so 109. L a reg la no rig e para q u ie n e s
incum plieran las reglas fija d a s en un suspensión anterior.
CAPÍTULO II
E X C U SA S A B S O L U T O R IA S 1
1J iménez de Asúa, VII, N° 1959 y ss„ expone los distintos puntos de vista sobre el asunto;
B acigalupo, Lineamizntos de la teoría del delito, § 6 ,1; J osé Manuel Nuñez, Enciclopedia Jurí
dica Omeba, t I I , p. 910; Iturbe, Enciclopedia c it, p. 472; V arela, Cuadernos de los Institutos
N° 50, Universidad Nacional de Córdoba, p. 47, en especial, ps. 107 y ss.
- E l Proyecto de 1951 (arts. 32 a 36) y el Código Uruguayo (bajo el epígrafe de "causas de
impunidad", arts. 36 a 45), aunque sin dar un concepto general de las excusas absolutorias,
las agrupan en un capítulo de la Parte General.
3 N uñEZ, II, 337; IV, 196, VI, 227.
4N uñez, IV, 112.
3N uñez, V, 551.
6N uñez, IV, 392..
7N uñez, III, 181.
s B acigalupo, ob. cit., p. 96.
SÉPTIMA PARTE
1Con amplísimo desarrollo, J iménez de A súa , VII, tít HE, p, 203. También F rías C aballero, El proceso
ejecutivo d á delito, Buenos Aires, 2a ecL; Z affaroni, Teoría del delito, Ediar, 1973, p. 671.
I. A ctos preparatorios
consum ación del prim er delito no representa una etapa del iter crim inis (o
cam ino del delito) d el hecho delictivo que se ha determinado a cometer4.
II. T entativa5
1. Concepto
E l artículo 42 del Código penal, a título de tentativa y de acuerdo con
la legislación prevaleciente, recién castiga, como tramo de la exterioriza-
ción de la intención delictiva, al que, con el fin de cometer un delito determina
do comienza su ejecución, pero no lo consuma por circunstancias ajenas a su vo
luntad (art. 42).
La tentativa no es un delito distinto e independiente del pertinente delito
consumado, sino una ampliación de la imputación delictiva perfecta que ese
delito representa. El castigo de la tentativa atiende a que el comienzo de ejecu
ción de un delito determinado, involucra de manera inequívoca el peligro de
que se concrete el daño o el peligro inherente a la consumación de ese delito.
C on arreglo al artículo 42, los elementos de la tentativa son tres: el fin
del autor, el comienzo de ejecución del delito y su no consumación por causas aje
nas a la voluntad del autor.
y que la tentativa sólo sea un tramo hacia ese delito, sino que es un elemen
to subjetivo que es ínsito en el concepto de la tentativa o intento de algo.
Sólo intenta algo el que lo quiere hacer; no el que no lo quiere hacer, pero
admite que suceda ese algo. E l dolo de la tentativa no exige la premedita
ción y es compatible con un dolo de ímpetu. El fin del autor de la tentativa
debe ser com eter un delito determ inado, es decir, un hecho configurado
como delito por la ley penal. No existe u na tentativa si e l autor obra con
el fin de com eter un hecho que por error o ignorancia considera delictivo
(delito putativo) porque, en tal caso, la conducta del autor no puede cons
titu ir el peligro qu e fundam enta el castigo de la tentativa delictiva9.
dad criminal, sino sólo los actos que se lim itan a prepararla comisión de un delito, pero
no los actos constitutivos de las conductas inmediatamente tendientes a consumar ya. la
finalidad que m ueve al autor. N uñez, L a s D isposicion es c it, p. 169 y nota a fallo. Una
cuestión de ten tativ a, Semanario Jurídico n° 1 9 9 ,7/XO/981, p. 344.
“ Tal es, en esencia, la interpretación prevaleciente en Francia (Donmadieu de V abres, ob. c it .
Nos. 23 y 232; G arqdn, 1 1, cit., p. 24, Nos 49 y ss.). A partir de L a s D isp o sicio n es cit.,
N uñez denom inó a esta teoría, tesis su bjetiva (p. 170, nota 347).
15Véase N uñez, II, 320 y ss., y con mención de la doctrina alemana coincidente, G im been a t
O rdeíG, Autor y cómplice en derecho penal, Universidad de Madrid, 1966, ps. 103 y ss. Según
el Proyecto alem án de 1962, § 26, p á i T . 2°: "A l comienzo de ejecución lo constituye una
acción mediante la cual el autor comienza con la realización del tipo o se dispone direc
tamente a hacerlo".
",6TríbunaI Superior de Córdoba, Sala en lo Penal y Correccional, 24-11-970, Comercio y Justicia,
Córdoba, 7 de mayo de 1970. Pero, por el contrario, no realiza un acto de ejecución sino
de preparación del hecho, el que con el designio de sustraer la cosa ulteriormente, entra
a la casa para comprobar su ubicación.
17Tribunal Superior de Córdoba, Sala en lo Penal y Correccional, 24-4b957, Boletín Judicial de
Córdoba, 1958, p. 304. Piensa J iménez de Asúa, VII, 563, que en el caso "lo s actos de coito
estaban positivamente iniciados". Empero, es evidente que el agente no había realizado
ningún acto comprendido en el concepto legal "tener acceso cam al", y que sólo lo quería
tener. Ver, también, nuestra nota a la sentencia de la Cámara Sexta Crim. y Corree, de
Córdoba, 26-9-968, J. A-, mayo 8 de 1969, falle 1465, y Cámara Segunda Penal de Tucumán,
10-3-966, l a le y , t. 123,.p. 995, N° 14.107-5, III.
G rados de la I mputación D elictiva 241
18Por ejemplo, los obstáculos o la distancia que impiden que la voz del injuriador sea oída; o
la carta injuriosa o violadora del secreto puede extraviarse.
19En el m ism o sentido y aprobando las sentencias del Tribunal Supremo de España que ad
m iten la tentativa de adulterio, G imbernat O rdetc, El autor y el cómplice, cot., p. 106. Ver
R odríguez N avarro, Doctrina Penal del Tribunal Supremo, t II, Madrid, 1947, p. 3811.
50Sobre el delito frustrado, C arkara, Programa, §§ 399 y ss. Los alemanes hablan de tentativa
inacabada y tentativa acabada (M ezger, II, § 54, II). Aceptan la distinción entre tentativa y
delito frustrado los proyectos delS81 (arts. 1 0 ,1 1 y 12) y de 1960 (arts 11 y 12), pero
mientras el primero, a los efectos del castigo considera a la tentativa en un grado menor
e inmediato al delito frustrado, el segundo los equipara. Ver nuestra crítica al Proyecto
de 1960 en Cuadernos de los Institutos, N° 50, Universidad Nacional de Córdoba, p. 17.
El redactor cam bió de criterio de acuerdo con el pensamiento de la comisión Consultiva
y Revísora deí Anteproyecto (Síntesis de observaciones y modificaciones propuestas en la en
cuesta realizada sobre el proyecto de código penal del Poder Ejecutivo, año 1960, Buenos Aires,
imprenta del Congreso de la Nación, 1962, p 17).
21Por ejemplo, de que le fallase el arma {Sup. Corte de Tucumán, 27-7-940, La Ley, t 20, p. 457),
22Por ejemplo, el oportuno funcionamiento del mecanismo de seguridad predispuesto (C. N.
Crirn. y Corree., Sala de Cámara, 22-3-968, La Ley, 1 .131, fallo 60.359).
242 R icardo C . N uñez
5. Impunidad de la tentativa
El autor de tentativa no está sujeto a pena cuando desiste voluntaria
mente del delito (C. P., 43). E l precepto no supone la inexistencia de una
tentativa, sino su existencia2526.
H ay desistimiento voluntario si el autor no prosigue su conducta ejecu
tiva del delito, porque ha cambiado definitivamente de actitud respecto de su fin a
lidad de consumarlo2S. No cam bia de actitud en ese sentido, el que sim ple
mente suspende la ejecución para realizar el delito en otro tiem po, en otro
lugar, sobre otra persona27 o de cualquier otro modo28. No hay cam bio de
opinión si el autor ha sido forzado a. adoptar una nueva actitud. Pero no
puede considerarse forzado el cambio de opinión determinado por el te
mor a la pena, porque la ley no puede castigar a quien la obedece. No es
necesario que el cambio de opinión se deba al arrepentimiento o que sea
espontáneo: el desistimiento no deja de ser voluntario porque el autor no
haya sentido pesar por su conducta delictiva29, o porque haya m udado de
idea por la acción persuasiva de un tercero.
También existe desistimiento voluntario del delito si el autor impide su con
sumación. Sucede así si, agotado el proceso ejecutivo del delito desenvuelto
por el autor, por arrepentimiento o sin él, aquél ha evitado o ha contribuido
6. Pena de la tentativa33
La regla general es que la pena correspondiente a la tentativa, es la del
delito consumado disminuida de un tercio a la mitad (C. P., 44, § I o). Las
opiniones se han dividido acerca de cómo debe hacerse la disminución de
la pena del delito consumado.
a) Por un lado, se dice que el máximum de la pena establecida por la ley
para el delito consumado debe disminuirse en un tercio y el mínimo en La
mitad34. Según esta tesis, el artículo 44, § I o, no se refiere a la pena aplicable al
destruyendo las unas por las otras, y adoptando, como verdadero, el que
los concille y deje a todas con valor y efecto41.
Esa escala penal general no corresponde si la pena para el delito con
sumado:
a) fuera de reclusión perpetua. Caso en el que la pena de la tentativa
será reclusión de quince a veinte años (a r t 44, § 2o);
b) o fuera de prisión perpetua. Supuesto en que la pena de la tentativa
será prisión de diez a quince años (a r t 44, § 3o);
c) o fuera de inhabilitación absoluta perpetua, pues ésta no es una
pena divisible a la que le sea aplicable la regla del § I o, ni el caso tiene
asignada u na regla especial42.
III. D e u t o im p o s ib l e 43
1. Concepto. Requisitos
El artículo 44, § 4o párrafo del Código penal establece la pena para el
delito im posible, pero no lo define. E l delito es imposible, si los actos ejecuti
vos de la finalidad delictiva del autor, ignorándolo éste, son inidóneos
para consum ar el delito.
La d isp osició n no trata de la tentativa im p o sib le, sin o del d elito
im p o sib le, no sólo porqu e así surge de la ley ("e l delito fu era im p o si
b le "), sino porqu e, adem ás, a ella la acom paña la correcta in terp reta
ció n del in stitu to , p u es si e l castigo de la tentativa tien e su razón en la
p elig ro sid ad de lo s actos e je cu tiv o s d el d elito para el b ie n protegid o
por la pena del d elito que tien e el fin de com eter el autor, y u na caracte
rística del hech o previsto por el párrafo 4 o, es que el delito fu era im po
sib le , m al s e puede pensar que el párrafo supone la existen cia de u n a
tentativa44.
El delito im posible es, según la fórm ula del Código pen al, una pura
in te n c io n a lid a d delictiva,, pues la ignorancia o error del pretendido autor
le im pid e saber que el delito que qu iere consum ar es irrealizable por su
inid oneid ad personal para com eterlo o por la in id oneid ad del ob jeto so
bre el que recae su acción o por la inid oneid ad del m edio em pleado. S i el
pretendido delincuente obra conociendo algunas de esas inidoneidades,
no d elin qu e porque a la in existen cia m aterial del d elito se agrega su
inexistencia su bjetiva48.
4. C a so s co m p ren d id os
Adem ás de los casos de inid oneid ád del autor, en los que la im posi
b ilid ad de qu e e l delito se consum e puede responder a la falta de la cali
dad personal o fu ncional requerida para aqu él por el delito que tien e el
propósito de cometer (vgr. si qu ien no es funcionario p ú b lico pretende
com eter un abuso de autoridad, C.P. 248)49, el delito puede ser imposible
por inid oneid ad del m edio em pleado por el autor para com eterlo, o por
inid oneid ad del objeto sobre el que recae la acción del autor.
El m edio com isivo n o es idóneo cuando por su propia naturaleza es
inadecuado para lograr en el caso concreto la consum ación del delito. Por
ejem p lo, n i el agua n i el azúcar son m edios de efecto m ortal, salvo res
pecto de qu ien por una circunstancia esp ecial es apto para sufrir ese efec
to. Lo m ism o sucede con lo s m edios m ágicos o supersticiones. Su ele
invocarse como un caso aqu í com prendido, el uso de un revólver que no
dispara o que está descargado, para atentar contra un tercero. S in em bar
go, en el ejem p lo, no m edia inid oneid ad por la propia naturaleza de ese
m edio ya que e l revólver, aunque inu tilizad o o descargado, es un arma
capaz de ser u tilizad a para lesionar e, inclu so, m atar, y la im posibilidad
del m edio n o depende d el modo de usarlo que e lija el agente50.
La im posibilidad de que el delito se consúme por la inidoneidád del
J iménez de Asüa, T ratad o, V II, p. 776; T eran Lomas, En t o m o a l d elito im p o sib le (Estu
dios en H om enaje a J osé Peco, Talleres G ráficos A lberdi, S an M artín, Peía, de Buenos
A íres, 1974, p. 357); S ierra, L a ten tativ a in id ón ea o d elito im p osib le, n D V, La Ley, t.
1975-B; Cavallero, E l d elito im p o sib le -L a ten tativ a in in dón ea en e l derecho p e n a l a r
g en tin o-, Editorial Universidad, Buenos Aires, 1983, p.124; Z affaroni, M anual, 4 a ed.,
p. 609, n ° 424.
43N uñez, L a s D isp osicion es c ít, p. 184.
49Lo señalado en el texto responde a la sustancial variación que en su pensam iento obser
vara N uñez, expresada en ob. y loe. cit. en nota 40, y al ejem plo que sum inistrara en el
M an u al, 3 a ed., p. 276.
N uñez , L a s D isp osicion es cit., p. 182 y nota n° 384.
248 R icardo C. N uñez
o b jeto sobre el que recae la acción del autor51 ocurre cuando éste no pue
de consum arlo por la condición de la cosa o persona alcanzada por aquél.
V g rv la m aniobra abortiva practicada por una m ujer que no está em bara
zada52; e l apoderam iento a l que tend ía el ladrón recayó sobre una cosa de
su propiedad; el falsificad o r que opera sobre un papel carente de valor
docum ental, etc. A veces, lo s autores adm iten a la par de esos casos de
im p osibilid ad absoluta, casos de im p osibilid ad circunstancial, es d ecir,
no de una im p o sib ilid ad em ergente de la condición natural del o b je to
para ser ofend id o del m odo d elictivo que quiere el autor, sin o de u na
im p o sibilid ad circunstancial, qu e podría no b eb er existido. Vgr. e l caso
en que la víctim a del atentado está resguardada por una pared o una cota,
el de la víctim a elegid a qu e no se encuentra en el lugar en el tiem p o en
qu e el autor p ensaba dar c o n ella, etc.. Estos casos no constituyen delitos
im p o sibles, sino tentativas porque, en realidad, el delito no se consum a
por la cond ición en sí del o b jeto , sino por un accidente que im p id e qu e la
acción del autor logre realizar e l tipo delictivo en el caso, en tanto qu e e l
im pedim ento absoluto, que no constituye un accidente, sino u na calid ad
del o b jeto , im pid e siem pre la concreción del pertinente tipo d elictivo53.
5. D e lito ex p erim en ta l
Cuando la causa de la im p osibilid ad de que el delito se consum e
resid e en la inidoneídad del m edio utilizad o por el'autor para com eterlo,
los autores y los tribu nales se h an ocupado, con frecuencia, de lo s efectos
de la intervención de un agente provocador del delito. Este, no es u n in s
tigador, porque no es un p artícipe, sino un tercero que, desvinculado d el
proceso ejecu tivo del delito, tien e interés, con fin alid ad probatoria, en
que el provocado lo intente, pero sin que llegue su consum ación (d elito
ex p erim en tal).
Cometido el intento, al im pedirse la consumación delictiva por obra
del agente provocador, el provocado incurre en una tentativa porque el
delito no se consumó por una circunstancia ajena a su voluntad. No se trata
de un delito im posible porque la intervención im pedidora del agente pro
vocador de la consum ación, no im plica n i la concurrencia de un m edio o de
un objeto o de una persona que por su propia naturaleza o condición im po
51Lo aceptaron nuestros viejos autores: M alagarriga, C ódigo p e n a l argen tin o, i - 1, p- 310;
G onzález R ouka, D erech o P en al, 2* ed„ t. II, p. 166; O dersgo, C ódigo p en a l a n o ta d o ,
nota 153; M oreno, E l cód ig o p en a l y su s an teceden tes, t .I I , n° 293; G ómez, T ra ta d o , 1 .1,
n ° 233; S oler , T ratad o, II, 1970, p. 219.
k cfr. se n t del 18/XII/990 de la Cámara 9a del Crimen de Cba, Semanario Jurídico n° 834,
25/IV/ 991, p. 378, con nota de D aniel P. C arrera : .Delito imposible y aborto.
N uñez, L a s D isp osicion es cit., p, 183.
G rados de la I mputación D elictiva 249
IV . C o n s u m a c ió n
N uñez, II, 265; Fierro, Teoría de la participación criminal, 1964; Fontán B alestra, H, §§ 40 a 52;
Soler, II, §§ 53 a 53; Blasco F ernández de Moreda, Problemas básicos de la participación y de
la autoría en el Código penal argentino (Jomadas internacionales de derecho penal, 1971, p.
59); J iménez de Asüa, La cuestión moderna de las nociones de autor de la infracción y de partici
pación en la infracción (El crirainalista, 2a Serie, L IV, p. 147); El Código Penal tipo para
Latinoamérica, Universidad Nac. del Litoral, Rosario, 1968, p. 563; Gimbernat Ordeig,
Autor y cómplice en derecho penal. Universidad de Madrid, 1966. A diferencia d el Código
de la R epública Federal A lem ana de 1975, que se refiere a la "A utoría y Participación",
el nuestro lo hace a la "Participación C rim inal", diferencia que conduce a una
concepción del instituto porque, con arreglo al criterio sostenido por nuestra ley, la
participación crim inal no se restringe a la participación (del cómplice y del instigador)
en el delito del autor, sino que comprende las conductas de los coautores o autores,
cóm plices e instigadores, que no ileva a confundir participación con com plicidad,
N uñez, L a s D isp osicion es cit., p. 189.
I. P r in c ip io s g en era les
1 ...Concepto
Existe participación criminal si varias personas intervienen como suje
tos activos en e l proceso de comisión del mismo hecho delictivo {comunidad
de hecho), en ayuda recíproca o unilateral {convergencia intencional).
Im plican una participación crim inal no regulable por los artículos 45 y
sgíes. del Código penal, sino por los particulares tipos delictivos, los casos
de participación necesaria, en los cuales la ley requiere la pluralidad del suje
to activo del delito (duelo, asociación ilícita, rebelión, homicidio por precio
o prom esa remuneratoria, etc.). También, según lo dispuesto por el artículo
49 del Código penal, quedan al m argen del régimen de la participación
criminal, las personas que, en los delitos cometidos por la prensa, con o sin
propósito criminal, sólo le prestaren al autor del escrito o grabado la coope
ración m aterial necesaria para su publicación, difusión o venta. Prestan esa
cooperación, v. gr., el sim ple editor (no el editor responsable), el im presor,
el tipógrafo y el encargado de la distribución o venta2.
En cam bio, no implican participación criminal, porque falta la plurali
dad del sujeto activo, los casos en que el tipo delictivo exige o admite la
cooperación voluntaria de la víctim a del delito en el hecho del autor (rapto
consensúa!, estupro, corrupción de m enores, usura). Como sucede con el
receptor del suministro indebido de estupefacientes (Ley 23.737, art. 5, let.
e), el participante pasivo puede cometer otro delito (Ley 23.737, art. 14)3.
3 Código Penal de la Nación Argentina, edición Oficial, Buenos Aires, 1924, p. 169. Más deta
lles, en Ñ uñ ez , II, 268.
3 N uñez , VI, 138.
254 R ic ard o C . N uñez
1906 (a rt 48). Este concepto extensivo consideraba autores, tanto a los que
ejecutaban el hecho, como a los que le prestaban al ejecutor un auxilio o
cooperación sin los que el hecho no habría podido tener lugar o lo instiga
ban a cometerlo12.
Sobre la base de un concepto restrictivo de la autoría, el Código penal
distingue:
a) los que toman parte en la ejecución del hecho (a rt 45, prim era dis
posición, primer supuesto) {autor o autores);
b) los que prestasen al autor o autores un auxilio o cooperación sin los
cuales el hecho no habría podido cometerse (art. 45, primera disposición,
segundo supuesto) {cómplices necesarios)13;
c) los que hubiesen determinado directamente a otro a cometer el he
cho (art. 45, segunda disposición) (instigadores), y
d) los que cooperen de cualquier otro modo a la ejecución del hecho y
los que presten una ayuda posterior cumpliendo promesas anteriores al
mismo (art. 46) {cómplices no necesarios)1415.
A pesar de la diferenciación conceptual, el artículo 45 somete a la mis
m a pena (la "establecida para el delito") a los autores, cómplices necesarios
e instigadores. La eq u iparación de los segundos a los autores se explica
porque aportan conductas efectivam ente eficaces para la com isión' del
delito, cuyo defecto suprim e un factor posibilitante; la de los instigadores,
porque éstos si b ie n no ejecu tan personalm ente e l delito, h acen ejecu tar
por otros su in ten ción delictiva13. Sólo los cómplices no necesarios están
sometidos a penas m enores que las establecidas para el delito, a saber:
a) si la pena establecida para el delito fuere divisible en razón de
tiempo o cantidad, los cómplices no necesarios serán reprimidos con la pena
correspondiente al delito, disminuida de un tercio a la mitad (art.' 46, pri
m era disposición)16;
b) si la pena establecida para el delito fuese de reclusión perpetua, al
cómplice se le aplicará reclusión de quince a veinte años, y si fuere de pri
sión perpetua, la del cóm plice será prisión de diez a quince años (a rt 46,
segunda disposición);
4. Autoría y complicidad
A. Necesidad de la distinción
El criterio diferenciador del autor y del cómplice es algo discutido y
discutible17. Pero, incluso cuando la ley no ha definido o dado pautas para
definir las distintas categorías de partícipes en el delito, ha surgido la nece
sidad de distinguir el autor del cómplice18.
B. Teorías diferenciadoras
Distintas teorías se han expuesto sobre el deslinde de la autoría y la
complicidad. Mencionaremos las principales19;
a) Teoría formal-dbjetiva. Según este teoría, el autor realiza el tipo
delictivo, ejecutándolo o interviniendo en su ejecución. El cómplice se limi
ta a prestarle auxilio o cooperación al autor20. Es la teoría receptada por el
artículo 45 del Código penal21.
b) Teorías material-objetivas. A diferencia de la anterior, para distin
guir entre autor y cómplice, estas teorías no toman en cuenta la form a del
aporte sino su valor.
b .l.) Teorías causales. M irado ese valor desde el punto de vista cau
sal se llegó a conclusiones distintas:
17Entre nosotros lo han puesto en dudas, discutiendo la opinión tradicional, los partidarios
del fínalism o (ver BaciGalupo, La noción de autor en el código penal, Buenos Aires, 1965, y
T ozzini, £ í dominio fin al de la acción en la autoría y en la participación (Revista de derecho
penal y crim inología, N° 3 ,1 9 6 8 , p. 81). En contra de esas opiniones, G enócrates, El
"dominio del hecho" como criterio para determ inar el autor en el código pettal argentino, La
Ley, 1.130, nota a l fallo 60.203, y Algo m ás sobre el dominio del hecho (La Ley, 1 136, nota
al fallo 63.730).
1SA pesar de que el a r t 110 del Código italiano de 1930, al ocuparse de la participación, se
lim ita a decir que "cuando varias personas concurren en e l m ism o hecho", se h a consi
derado necesario distinguir la autoría de la complicidad: B ettiol, Derecho penal, Parte
general, Bogotá, 1965, Parte segunda. Cap. V; Manzini, Tratatto di diritto penóle, vol. H,
Torino, 1933, N° 451; F lorián, Parte generóle del diritto penóle, vol. II, 4a ed., M ilano,
1934, N° 559.
19Sobre ellas, M ezger, II, § 62.
20Sobre ella, Maurach, EL, § 47, III, A. que la rechaza.
22También por la Comisión de Trabajo Argentina para el Proyecto de Código Penal Tipo para
Latinoamérica (ver El Código penal tipo para Latinoamérica, c i t , ps. 564 y 565).
258 R icardo C. N uñez
22Ver von Liszx, Tratado, III, § 4 9 ,1; Maurach, II, § 47, II, A.
^ J iménez de Asúa observa que desde el ángulo físico y filosófico la única teoría aceptable en
m ateria de causalidad es la de la equivalencia de condiciones (La orientación moderna de
las nociones de autor, d t , p. 168).
24Que según los partidarios del fm alism o, sería la del C.P. (ver Bacigalufo, La noción del autor
en el código -penal, Buenos Aires, 1965, p. 49; Tozzini, El dominio fin al de la acción en la autoría
y la participación ("Revista de derecho penal y criminología", N° 3,1968, p. 81). La C. N.
Fed., Sala Crim. y Correcc., 27-2-967, La Ley, L 130, p. 540, hace aplicación del criterio del
dominio del hecho, conn ota en contra deGeMóCRATES. Ver también, la nota de este autor
al fallo 63.730 de La Ley, 1 .136. Sobre la inaplicabilidad de la dogmática fin alista en el
Código, véase la crítica efectuada por N uñez en el trabajo citado en nota 8 ter.
P articipación C riminal 259
del hecho: I o el dominio de la acción: es el que tiene el autor directo, que es quien ejecuta
por sí m ismo la acción típica; 2a el dominio de la vohm tad: es el que posee el autor mediato
o sea quien realiza el tipo m ediante otra persona que, sirviéndole como herramienta, no
puede resistir su voluntad dominante del hecho; 3o la autoría funcional (coaiitoría): en ella
cada uno de los participantes tiene el dominio del hecho a través de su función específica
en el suceso total (Sobre la autoría y la participación en el Derecho penal, N° 5 [Problemas
actuales de las ciencias penales y la filosofía del derecho, Buenos Aires, 1970, p. 55]}.
37W elzel, Derecho penal, 11a ed., p. 143; M aurach, II, p. 307; Bactgalufo, ob. d t„ N °III, d. I.
ls Ver Baumann, Strafrecht-Allgemeine Teil, Ein Lehrbuch, 3a ed., Bielefeld, 1964, ps. 498/499;
id.. Derecho penal, Depalma, Buenos Aires, 1973, ps. 96 y 109.
39Ver M aurach, II, p. 342 (dominio form al del hecho); Roxin, Sobre la antoría y participación, cit.,
N° 4 y 5, p. 62 (dominio de la acción); J escheck, Lehrbuch des Strafrechts-AUgeminer teil, Ber
lín, 1969,§ 61, V, 2.
MBacigalupo, ob. d t , p. 54.
Ver B acigalupo, ob. y lug. dts.
260 R icardo C. N uñez
32U n ejemplo muy claro de esto, en lo que atañe a la configuración extra-típica de la autoría,
constituye el caso del malhechor que trazó el plan sceleris y repartió actuaciones entre sus
secuaces, m ientras que él, en el momento del hecho, se limitó a permanecer como un
simple concurrente entre el público del negocio asaltado, con la exclusiva finalidad de
dejar correr el robo o suspender su ejecución, mediante una señal convenida, si aparecía
alguna circunstancia adversa o imprevista. TozziNt, aplicando el principio del "dom inio
finalista de la acción", considera que ese malhechor es coautor {El dominio fin al de la acción,
c it , p.S8). No resulta difícil advertir, sin embargo, que nada de lo que el malhechor hizo
equivale a tomar parte en el proceso mismo de ejecución del robo, pues no se apoderó de
nada ni ejerció violencia en las personas o fuerza en las coséis, ni auxilió o cooperó con
aportes materiales integradores del apoderamiento o de la violencia o de la fuerza. Lo que
hizo el malhechor, que tuvo el dominio mental del hecho, fue cooperar intelectual y mate
rialmente para que los secuaces realizacen las características del tipo del robo, tal como
sucedió. Así, su tarea fue la propia de un cómplice necesario (Cfme. GenOckates, La Ley, t
136, nota al fallo 63.730).
32 Que T ozzini c o n s id e r a como "m eros actos preparatorios" (ob. c it., p.89).
w N uñez, L as D isp osicion es cit., p. 195.
P articipación C riminal 2 61
2. A utor mediato
No debe confundirse a u to ría m ed ia ta con co a u to ría . En la primera,
hay un solo autor, a pesar de que en la trama delictiva intervienen dos
individuos. Ello ocurre cuando uno de los intervinientes ejecuta m aterial
m ente el delito pero no lo hace sino como instrum ento inculpable del otro
interviniente qu e es el verdadero autor del delito (au tor m ed iato). El otro,
el autor m aterial, es el instrum ento hum ano con que, m anejando la volun
tad, opera el autor mediato. La persona se convierte en un instrum ento de
esta clase cuando, por su incapacidad delictiva, ignorancia o error no com
prende la crim inalidad del acto o si la comprende, se encuentra dominada
por fuerza física o moral. Pero cuando se trata de la fuerza física, la autoría
m ediata sólo fu nciona si el instrum ento, como sucede en los otros casos, es
q u ien consum a e l delito y no es sólo una cosa con que el autor lo com ete
directam ente (v. gr. no daña quien es arrojado contra el vidrio que se rom
pe, pero sí daña qu ien vencido por los golpes, lo rompe)40.
A ctualm ente, se ha am pliado el concepto a los casos en que el autor
m aterial obra atíp ica o ju stificad am en te, pero, en realidad, se trata de
casos en que el ind ivid u o obra por error41.59
3. Coautoría
E l Código penal, artículo 45, considera coautores del delito a los que
toman parte en la ejecución del hecho44.
La c o a u t o r í a supone la división de tareas en el ám bito de la ejecución
del d e li t o . Ese á m b i t o com prende todos los actos principales y accesorios
que en el caso concreto integran la conducta consumativa del delito. La
coauíoría abarca a lo s que com eten actos típicam ente consum ativos y a
quienes cum plen actos que ayudan o com plem entan dichos actos45. Así, es
coautor no sólo el que se apodera de la cosa ajena, sino, tratándose de un
robo, el que ejerce la violencia sobre la persona de la víctima46; no sólo el que
accede cam alm ente a la víctima, sino, también, el que la sujeta para hacer
posible la violación; no sólo el que efectuó el disparo contra la víctima, sino,
igualm ente, el que la agredió o apuñaleó4748; todos los que, sujetándola,
apedreándola o propinándole un golpe de puño, se incorporaron a la labor
agresiva contra la víctima46; no sólo los que apuñalaron a la víctim a, sino
tam bién lo s que la tuvieron o rodearon im pidiendo o restringiendo su de
fen sa o huida y los que ayudaron a l actor principal en su tarea, alcanzán
dole el instrum ento o, estando presentes en el momento del hecho, instru-
44Salvo que se renuncie a pensar que las fórmulas legales tienen alguna significación idiomática
y conceptual propias, no resulta fácil admitir que es una interpretación y no una suplan
tación el decir que la fórmula legal "los que tomasen parte en la ejecución del hecho", se
refiere a "quien gobierna positivamente la acción", o al "qu e tiene dolosamente en sus
manos el curso del suceso típico" (ver T ozzini, nota de la p. 57 de El concurso de personas en
el delito, de Latagliata, Buenos Aires, 1967). Una afirmación semejante parte de una idea
tan inexacta como es la de que cada ley no tiene su propia dogmática, sino que existe una
'dogmática general, objetiva y exacta, aplicable a cualquier ley. Una teoría del derecho
penal con esa pretensión de generalidad y exactitud, es posible y deseable, pero, precisa
mente, por no poder atenerse a la exclusiva consideración de un derecho dado, más que
una dogmática, que supone esa sumisión a la autoridad de algo concreto, sería una doc
trina pura del derecho penal. U n ejemplo, quizás insuperable, es el Programa del Derecha
Criminal de F rancisco C arrara . L o que es inadmisible es la necesaria sumisión de la
explicación de un determinado derecho penal a la dogmática elaborada sobre otro dere
cho penal.
43 N uñez, L a s D isposicion es cit, p. 197. En materia de coautoría, rige el principio de imputación
objetiva de las diferentes contribuciones, por el que todo lo que haga uno de los coautores,
es imputable (extensible) a todos los demás. Por eso, cada coautor es autor de la totalidad
del hecho, aunque parte del mismo no haya sido por él ejecutado. Tribunal Superior de
Córdoba, Sala en lo Penal, Sentencia N° 109,7-6-07.
•^Tribunal Superior de Córdoba, Sala en lo Penal, Sentencia N° 23, año 1971, Comercio y ¡usti
ón , Córdoba, 25-8-971.
47Tribunal Superior de Córdoba, Sala en lo Penal, Sentencia N° 46, año 1970, Comercio y Justi-
á a , Córdoba, 29-4-970.
48Tribunal Superior de Justicia, Sala en lo Penal, 21-8-968, Comercio y justicia, 13-9-968.
P articipación C riminal 265
y endolo para que lo com etiera; no sólo qu ien firm ó el panfleto in ju rioso,
sino tam bién los que fu ero n inspirand o al qu e lo hizo49.
Im porta tam bién coautoría la presencia concom itante al delito, si el
que está presente adopta u na conducta p rincip al o cohacedora50. No, la
presencia activam ente in eficaz51.
S i se trata de un delito especializado por la calidad, estado, situa
ción o ánim o' que se exige en la persona para incurrir en él, únicam ente
son coautores lo s participantes que tienen esa calidad, y los que carecen
de ella sólo son cóm plices, ya qu e la com plicidad no debe llen a r las exi
gencias de la particular fig u ra delictiva52.
4. Complicidad
A. Concepto
De acuerdo al Código penal, son cómplices los partícipes en el delito:
a) que auxilian o cooperan con el o los ejecutores del hecho para que
éste se pueda cometer (a rt 45) (cómplices necesarios);
b) los que cooperan de cualquier otro modo a la ejecución del hecho
(a rt 46) (cómplices no necesarios);
c) los que prestan una ayuda posterior al hecho cumpliendo promesas
anteriores a él (a rt 46) (cómplices no necesarios).
Los cómplices, necesarios o no, obran fuera del ámbito referido a la acti
vidad propiamente ejecutiva del tipo delictivo de que se trata53. La complici
dad mencionada supra, bajo la letra c, no consiste en un aporte posterior al hecho,
porque la promesa, que es lo determinante de la complicidad54, es anterior a él.
B. Categorías de cómplices
Los cóm plices pueden ser necesarios (art. 45) o no necesarios (art. 46).
Los prim eros están sometidos a la escala penal establecida para el autor del
delito. Los segundos lo están a escalas penales más benignas (art. 46).
A los efectos de distinguir la complicidad necesaria de la no necesaria, el
artículo 45 requiere la valoración del aporte.
Es un cómplice necesario aquél sin cuyo auxilio o cooperación el hecho no
habría pedido cometerse. A pesar de su literalidad la fórmula no alude a que el
hecho no hubiera podido cometerse de ninguna manera56, porque lo que in
teresa para apreciar el valor del aporte del cómplice, es la modalidad del
hecho concreto a l que accede y no cualquier otro modo o manera de cometer
lo. La fórmula legal se refiere, en realidad, a que el auxilio o cooperación es
com plicidad necesaria si la tarea propiam ente ejecutiva del tipo delictivo,
sin el concurso del aporte del cóm plice no se hubiera realizado como se
realizó en el caso concreto sino con otras modalidades. En otros térm inos,
el aporte del cóm plice es necesario, n o por su grado sino por su efecto res
pecto de la configuración práctica del pertinente tipo delictivo. Se h an con
siderado casos de com plicidad necesaria: si el conocedor de la casa les dió
a los ejecutores lo s datos necesarios para la perpetración del d elito; o s i
55 Resolviendo la cuestión en una forma más razonable, dado que lo realmente importante
com o participación en el proceso de realización del delito, es la promesa en sí, el Código
del 86 disponía que la inejecución de la promesa no disculpaba si antes que la acción se
consumara, el agente no declaraba d ara y expresamente a los culpables que retiraba su
palabra (a rt 40).
5(1D íaz, El código penal, 4a ed-, Buenos Aires, 1942, N° 261.
P articipación C riminal 267
57N uñez , L a s D isp osicion es c i t , p. 200. V éase la sentencia del T .S.J. Cba, del 18/DÍ/997,
S em an ario Ju ríd ico 1 1 7 2 ,18/XH/997, p. 679, en la que sobre la base de que sólo son
necesarios los aportes aprovechados por los autores en un tramo estrictamente ejecuti
vo, de acuerdo a la m odalidad concreta llevada a cabo, se consideró cómplice no nece
sario al imputado que condujo en su vehículo a dos m enores hasta el lugar del hecho,
donde éstos descendieron e ingresaron a un negocio a mano armada, desapoderando
de dinero a su propietario, para luego llevarlos nuevam ente en su vehículo; tam bién,
la nota a esa resolución de D a n iel P. C a r r e r a : ¿C uándo la co op eración sig n ifica com p li
c id a d n ecesaria?, p. 677.
58 S i el aporte d el imputado, acuerdo previo m ediante, consistió en conseguir el m edio de
movilidad, esperar a los autores del desapoderam iento, y luego, consumado éste, tras
ladarlos en el autom óvil hasta el lugar donde todos fueron aprehendidos, debe consi
derar tal aporte constitutivo de com plicidad secundaria. Cff. T .S. de Córdoba, caso
"O rtiz ", s e n t 239, 20/DÍ/07
268 R icardo C. N uñez
5. Instigación
Es un instigador, según se lo denomina en los antecedentes del Código pe
nal62, el que hubiese determinado directamente a otro a cometer el delito (CP. 45).
La participación del instigador, equiparado en la pena al autor, esta al mar
gen de la ejecución del delito y del auxilio o de la cooperación en ella. Es una
participación puramente síquica, consistente en haberle hecho tomar al autor la
resolución de ejecutar el delito consumado o intentado. Si el tercero ya está de
terminado a delinquir no puede haber instigación en los términos del art. 45B.
L a determinación del autor al delito por el instigador, supone la coope
ración consciente, voluntaria y libre de ambos. Esto requiere la individuali
zación del o de los instigadores y de los instigados. No hay instigación por
culpa. Tam poco existe la cooperación síquica requerida por la instigación si
el autor resulta un instrumento del tercero (autor mediato). En el caso del
delito provocado, el agente provocador no es un instigador, porque entre él
y el ejecutor no m edia una cooperación de la especie mencionada.
La instigación presupone que el autor consume o intente el delito, pues
si esto no sucede, no habrá participación criminal en un hecho delictivo.
Empero, al margen de la participación criminal, existen casos en los cuales la
sola instigación es punible como delito por sí misma (C. P., 99, inc. I o, y 209).
39Basta lo señalado en el texto para explicar el abandono de la tesis del D.P. Arg., H, p. 302.
V éase, adem ás, N uñez , L a s D isp o sicio n es cit., p. 204, nota 442.
“ N uñez, L a s D isp o sicio n es c i t , p. 210. V éase tam bién, Carrera, L im itación su b je tiv a d e la
re sp o n s a b ilid a d d el p a rtícip e có m p lice en rela ció n a l h ech o realm en te co m e tid o p o r e l
a u t o r - a r t 4 7 CP-, nota a la sentencia i “ 3 del 223/989 del T.S.J. Cba, S em an ario Ju ríd i
co n ° 762, p. 6.
N uñez, ob. c it, p. 209.
62 Código Penal de la Nación Argentina, Edición Oficial, Buenos Aires, 1924, p. 166.
63N uñez, ob. c i t , p. 203; tam bién. T ra ta d o , II, p. 300.
P articipación C riminal 269
1 N uñez , II, 103; id , Concurso de delitos (Enciclopedia Jurídica Omeba, t. III, p. 650); id., E l "hecho
único" como base del concurso ideal (La Ley, L 68, p. 211); id., El hecho único como base del
concurso ideal 0urisprudenda, t XXI, Córdoba, 1968, p. 16); id., ¿Concurso real sin hechos
independien temen te enaiadrables en dos disposiciones? 0uiispmdencia, t. XXI c it, p. 88); M asi,
Las normas jurisdiccionales del art. 58 y la unidad penal {La Ley, 1 35, p. 1052); B ergero, Unifica
ción de penas y condena cumplida (La Ley, 1.122, p. 289); N uñez, £ í p ro blem a d el concurso
id ea l d e d elitos, Opúsculos de Derecho Penal y Criminología, n° 12, Marcos Lemer
Ediciíora Córdoba, Córdoba, 1986; id., ¿Concurso real, d elito continuado o un so lo delito?,
Doctrina Penal, 1983, p. 93 y sgtes.
I. C oncepto
Existe concurso de delitos s i u na persona ha cometido dos o más delitos
no juzgados con anterioridad. Los delitos ya juzgados no originan un con
curso de delitos, sino, en ciertas condiciones, la reincidencia del condenado
( C P ., 50).
Bajo el epígrafe de concurso de delitos el Código penal comprende el
concurso ideal (formal) (art. 54) y el concurso real (material) (arts. 55 y 56).
2. El hecho
A. Interpretaciones
La fórmula legal un hecho ha sido interpretada de diferentes maneras
por nuestros autores y tribunales2.
2Incluso nosotros confundimos el concurso ideal con el concurso de leyes. El hecha penal en la
Constitución Nacional y el Código, Buenos Aires, 1939, ps. 35 y ss.; también, M alaga rriga,
Código Penal argentino, 1 1, Buenos Aires, 1927, p. 380; J osé M anuel N uñez, L o s artíad os 54
y 55 del código penal, Córdoba, 1939. Otras explicaciones fueron tan erróneas, pero bastan
te más oscuras (ver G onzález R oura, Derecho Penal, 2a ed., Parte general, t 2, Buenos
Aires, 1925, ps. 140 y ss.).
276 . R icardo C. N ijnez
5Ver D íaz, Et Código penal para la República Argentina, 4a ed., Buenos Aires, 1942, n° 290; G ómez,
Tratado de derecho penal, 1 1, Buenos Aires, 1939, N° 240. Esta idea había sido enunciada
por M oyano G acitúa, Curso de. dencia criminal y derecho penal argentino, Buenos Aíres,
1899, p. 385. Según Juuo H errera, con ese pensamiento, que considera "fallos en absolu
to", fue redactado el art. 78 del Proyecto de 1891, precedente del art. 54 del C.P. (La
reforma penal, p. 587).
4Cámara Crim. y Corree de la Capital, 18-V-923, Fallos, 1 1, p. 158; id., 31-XII-943, Fallos, 1 5, p. 90.
5Cámara d t , 4-IV-939, /. A., t. 66, p. 278.
6V e r M oyan o G acítúa , o b . y lu g . cits .
7R amqs, Curso de derecho penal, t. IV, Buenos Aires, 1928, p. 483; Cám. d t , 3-VII-936, Fallos, t
4, p. 330.
3Cámara dt., 1S-II-949, Fallos, t 6, p. 69.
9Ver Soler, Concurso ideal (Revista de derecho. Colegio de Abogados de la Ciudad de Córdo
ba, 1928, p. 39; id., Concurso de delitos (J. A., L 66, p. 276); S oler, 2a ed., de 1940, § 60.
Mantiene la misma tesis en Las edidones de 1945 y 1963. Sigue esta teoría, el Tribunal
Superior de Córdoba, Sala Penal, 6-XII-968, Comercio y Justicia, Córdoba, 17 de abril de
1969; id., sentenda N° 22, año 1970, Comercio y Justicia, 29 de julio de 1970.
C oncurso de D elitos 277
caracteriza el concurso ideal, vale decir, la inclusión del hecho único en más de
una san ción p e n a l, y a q u e e sta fó rm u la no p re su p o n e la n ec e sa ria
inseparabilidad jurídica de las lesiones. Lo. sometido al criterio de la uni
dad y, por consiguiente, de la inseparabilidad, no son los efectos jurídicos
causados por el hecho, sino el hecho, que debe ser único. En otros términos,
la inseparabilidad reside en la base, pero no en el efecto. Por lo demás, esta
teoría estrecha sobrem anera el ámbito del concurso ideal, reduciéndolo a
muy contados casos101.
significado no es, por otra parte, incom patible con la idea que expresa la
denominación "concurso ideal o formal de delitos", que im plica que una
unidad m aterial (el hecho único) constituye form al o idealmente más de un
delito porque cae bajo más de una sanción penal, es decir, bajo más de una
definición represiva.
Supeditar el concepto del concurso ideal a la unidad de fin o propósi
to del autor o a la unidad de su resolución12, unificadores de varios hechos,
implica, contra la voluntad del legislador, aplicar una sola pena a una si
tuación fácíica distinta a la considerada por aquél y prevista, no en el art.
54, sino en el 55, sea como concurso real, si los distintos hechos son inde
pendientes entre sí; sea c o m o delito continuado si los hechos.no son inde
pendientes, P or otro lado, supeditar el concepto del concurso ideal a la
inseparabilidad natural o jurídica de las lesiones causadas por el agente,
im plica negar que concurriendo un hecho único -ya que no se trata de la
inseparabilidad de las lesiones causadas por varios hechos sino por un he
cho-, ya debe aplicarse, como dispone la ley, una sola pena (la mayor).
El concurso ideal no es otra cosa que una cuestión de doble tipícidad
de un hecho naturalm ente único. La razón de esta doble tipicidad es que la
conducta del agente, esto es, lo que ha hecho o dejado de hacer, que ya cae
como tal en una sanción penal, debido a una circunstancia de modo, lugar,
tiempo, etc., tam bién cae bajo otra sanción penal. E l pariente de una menor
que la accede cam alm ente, supuesto que el incesto esté castigado, incurre
por su conducta cam al en la sanción del estupro, pero por la circunstancia
de ser pariente de la víctim a, tam bién cae bajo la sanción del incesto. El que
en la vía pública accede cam alm ente en form a violenta a una mujer, por
haberla accedido cae bajo la sanción de la violación, pero por haberlo hecho
en un sitio público tam bién cae bajo la sanción de la exhibición obscena. El
que faltando a la verdad como testigo, le im puta a otro u na conducta des
honrosa, por declarar falsamente enjuicio cabe bajo la sanción del falso testi
monio, pero, también, por la circunstancia de que la falsedad contiene una
imputación deshonrosa, cae bajo la sanción de la injuria. El que abona la mer
cadería con moneda falsificada cae bajo la sanción de la estafa, pero por la
circunstancia de que el medio engañoso es la moneda falsa, también cae bajo
la sanción de la falsificación monetaria. El que se apodera de un vehículo
dejado en la vía pública cae bajo la sanción del hurto calificado, pero tam
bién cae bajo la del hurto sim ple si en el interior del vehículo había cosas
12 Insiste por esta vía Schiffrin, Nuevo pensamiento penal, 1972, p. 409. Pero, por cierto, que el
artículo conduce a un tembladeral cuya lectura no resulta provechosa. La unidad de resolu
ción, que S chffkín encuentra como solución del concurso ideal, no es configurativa de la
unidad del hecho, sino, en todo caso, una resultante de ella, pues frente a una conducta
delictiva única, no se pueden suponer dos o más resoluciones del autor a delinquir.
C oncurso de D elitos 279
3. Pena aplicable
El concurso ideal significa que desde el punto de vista real existe un
solo hecho natu ral som etido por la ley a varias calificaciones delictivas.
D e ahí la denom inación de concurso ideal o form al de delitos. A los efectos
de la pena la unidad de hecho, que im plica unidad de culpabilidad15, de
term ina la unidad de la pena.
El Código penal, que aquí sigue el principio de la absorción, unifica la
pena en la pena m ayor conm inada para el hecho por la ley. O tras legislacio
nes, como lo disponía e l Proyecto P e c o y lo aconsejó la Comisión Revisor a
del Proyecto de 1960, establecen un aum ento facultativo de la pena m a
yor; o bien, según lo hizo el Proyecto de 1951, aum entan lisa y llanam ente
esa pena. Estos criterios resultan más exactos que el del artículo 54, frente
a la diversa delictuosidad del hecho único.
La mayoría de la pena depende, en prim er lugar, de su naturaleza (ver
16Según Fontán B alestra, III, 51, la pena mayor, no es la pena más grave, sino la de mayor
duración. Pero, entonces, quedan al margen las penas que, como la multa, no tienen
duración- Z affaroni, Teoría del delito, p, 176, propone un interesante sistema, capaz de
salvar cualquier incongruencia resultante de la posibilidad de que la aplicación de la
pena mayor implique una menor duración de ella.
17En el C.P., no existe una regla como la del § 76 del código alemán, según la cual: "Junto con
la pena única deberá o podrá imponerse penas accesorias y consecuencias accesorias y
ordenare medidas de seguridad y corrección si ello está dispuesto o permitido aun sólo
por una de las infracciones a la ley".
ia Sobre los presupuestos del concurso real, T.S. de Córdoba, "Montaña", senfc 220, 4/V(/(f7.
19 Un caso de independencia objetiva y subjetiva de las acciones, en la sentencia del 23/
V13V89 de la Cámara 3“ del Crimen de Cba, S em an ario Ju rídico n° 765, p. 4, con nota de
D aniel P. C arrera: C oncu rso re a l en tre ab u so deshon esto, v io la ció n y p ro m o ció n d e la
corrupción d e un v a r ó n d e on ce a ñ o s de edad.
C oncurso de D elitos 281
MAl reo de varios delitos se le aplica ana pena que, en su intensidad proporcionalmente
progresiva, contiene la pena de todos los delitos concurrentes (ver M asucci, Concorso di
reati e di pene, N° 27 (Digesto italiano, voL VHI, Parte prima, Torino, 1896, p. 389).
71Ver N uñez , II, 510; S oler, XI, 312; F o ntán B alestra, GI, 101.
22Por ej., las penas cuya naturaleza consiste en ser privativas de la libertad, tienen, como especies o
clases las de reclusión y las de prisión, o las fijas y las divisibles en razón de tiempo.
23Esa equiparación se debió a la alteración de las fórmulas del Proyecto de 1891 (A rgibay
M olina -M ora s M om , Sistema represivo del concurso material de delitos. Naturaleza y especie de
pena, N° Vil [Revista de derecho penal y critninología, N° 2,1970, p. 149])-
MN uñez , II, 212.
282 R icardo C. N uñez
con otras d iv isib les, puede aplicarse sin m od ificación alguna, como pena
única. La conversión dispuesta por el párrafo I o debe hacerse según la
eq u ivalen cia establecid a por el art. 24c25. El m onto de la pena ú n ica debe
arreglarse a la ú ltim a disposición del art. 55, porque la conversión de las
penas m enores a las más graves, se traduce en u na acum ulación de penas
de la m ism a esp ecie25.
Si alguna de las penas correspondientes a los delitos concurrentes no
es divisible, s e aplica únicamente esta pena, salvo el caso en que concurran la
de prisión perpetua y la de reclusión temporal, en el que se aplica la reclu
sión perpetua (a rt 56, § 2o).
La inhabilitación y la multa se aplican sin sujeción a la conversión exi
gida en el §1° del artículo 56 (art. 56, § 3o), es decir, sin som etim iento al
régim en de acumu lación de las penas concurrentes27.
IV . U nificación de penas
El artículo 58 del Código penal tiene por finalidad la unificación de las
penas impuestas en distintas sentencias a una misma persona, aunque hayan
sido dictadas en distintas jurisdicciones. En este último caso, el artículo 58
tiende a establecer la unidad legislativa penal en el territorio del país25, no
sólo a los efectos de la imposición de la pena, sino también de su cumpli
miento29. Dos son los casos30en los que corresponde esa unificación de penas:
Primer caso: la unificación de penas corresponde si después de una
condena pronunciada por sentencia firm e se debe juzgar a la misma perso
na que está cumpliendo pena por otro hecho distinto (art. 58, § I o, I a parte,
I a disposición). La regla exige:
a) una sentencia condenatoria que no admita recurso;
b) que la persona esté condenada por esa sentencia a sufrir u na pena
en form a efectiva o condicional;
c) que esa persona deba ser juzgada, esto es, que esté sometida a pro
ceso por un hecho distinto, anterior o posterior, al que motivó la condena; 356*8
31Nuñez H 514, nota 595. Véase también Nuñez Las Disposiciones cit, p, 262, nota540. Ha decla-
lado el T.S. de Córdoba, caso "Perez", sent 30, ^V/04, que es inaplicable el art 58 cuando al
dictarse la nueva sentencia, la primera condena se encuentra extinguida.
33Con arreglo al art 58 del C.P., no es necesario que al unificarse las penas se determine la
que corresponde por el hecho o los hechos que motivan la segunda condena (ver Cámara
Nacional de Apelaciones eri lo Criminal y Correccional de la Capital Federal, 28-IV, 967,
Fallos Plenarios, t II, p. 310 [/A., 1967-IÜ, p. 181]).
33La regla del art 54 no es aplicable a los efectos del art. 58, porque un hecho no puede ser
objeto de más de una sentencia condenatoria. No advierte esto la C.S. de la Nación, 7-
Vn-970, Fallos, t277, p. 111, que también incluye el art. 54.
34 N u ñ e z H, 515; A rgañarás -C asas P eralta , Jurisprudencia de la Suprema Corte de Buenos Aires, t.
IV, p. 379, N° 191; C. N. Crim. Corree, en pleno, 29-XÜ-970, La Ley, 1 142, fallo 66.044.
33Que por su interés en la correcta aplicación de la pena, también lo es el Ministerio Fiscal. En
sentido afirmativo, pero por razones que no compartimos. Cámara Nacional de Apela
ciones en lo Criminal y Correccional de la Capital Federal, l-VI-949, Fallos Plenarios, t. II,
p- 305 (J.A., 1949-III, p . 608).
36Se ha dicho que cuando el art. 58 se refiere a la imposibilidad en que puede encontrarse la
justicia federal para dictar la sentencia única, "hace alusión al caso en que la pena
284 R icardo C . N uñez
unificación en autos en que ella haya intervenido (a rt 58, § 2o), sea porque, en
razón de la materia, de lugar o de las personas, le correspondía el juzgamiento
del hecho no juzgado (a rt 58, § I o, I a parte, I a disposición); sea porque, por
alguna de esas razones, había intervenido en los autos en los cuales se aplicó
la pena mayor (art. 58, § I o, 2a p.). Pero en esta última hipótesis la jurisdicción
federal no puede dictar la sentencia única, aunque haya aplicado la pena
mayor, ya que ella no corresponde sólo para corregir las omisiones de sen
tencias firmes dictadas por la justicia ordinaria, por estar limitada a los su
puestos establecidos por la Constitución. En este caso, la pena debe ser unifi
cada por la justicia ordinaria, porque asi lo dispone el § 2o del artículo 58, y
porque, desde el punto de vista de la Constitución, no estando esa facultad
delegada expresamente al Gobierno Federal, su ejercicio les corresponde a
las provincias (C. Nac., 121) o a la justicia ordinaria de la Capital Federal37.
A lo s fin es de la pena única, corresponde restar el o los lap sos cum
plidos de las pertinentes sentencias firm es38.
V . D elito continuado39 ■
1. Concepto
Bajo el epígrafe de "concurso de delitos" el Código Penal prevé y re-
crula de m anera expresa dos casos, a saber: el de un hecho delictivo que gene
ra un concurso ideal de delitos, y el de varios hechos delictivos que son inde
pendientes y que originan un concurso real de delitos.
L a concurrencia de varios hechos que no son independientes, excluida del*36
impuesta en esa jurisdicción no sea la más grave" (S oler , II, 377), o a que la justicia fede
ral "no intervenga en último término si sólo se ha dictado condena por uno de los deli
tos" (Procurador General, Fallos de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, t 277, p. 113).
Si así fuera, el § 2a del art 58 se limitaría a decir, innecesaria y redundamente, que la
justicia federal no puede unificar la pena si no concurren las circunstancias que, con
arreglo al § V del mismo artículo, la autorizan para hacerlo, vale decir, si ella no es la que
ha aplicado la pena mayor, o es la que deba juzgar el "otro hecho distinto".
WEn contra, C. S. de la Nación, l-VE-970, Faííos, 1 277, p. 111, con el argumento de que "si se
acepta que la justicia federal incurriría en un exceso de jurisdicción al dictar una pena única
en el caso, también sería exacta la proposición inversa, o sea la de que, a su vez incurriría en
un exceso la justicia provincial si unificara penas dictadas por ella con otras impuestas
fuera de su jurisdicción". El argumento no advierte que, como la justicia provincial conser
va toda la jurisdicción no delegada expresamente a la justicia federal, no puede marrar en
exceso de jurisdicción al conocer y juzgar casos judiciales no delegados a la justicia federal.
36 N uñez , Las disposiciones cít, p. 265. En igual sentido, el Tfi. de Cba, caso "Frénela", sent
19/ÍII/05: en caso de condenas que se están purgando o cuya ejecución se encuentra
suspendida condicionalmente, la porción ya extinguida por su cumplimiento parcial
queda excluida de la unificación.
í9 N uñez , II, 227.
C oncurso de D elitos 285
concurso ideal por la pluralidad de los hechos y del concurso real por la
falta de independencia de ellos, y que legalm ente no puede caer nada más
que en la sanción legal a la que se adecúa cada uno de ellos, es lo que en el
Código Penal, se debe calificar como un delito continuado.
El delito continuado no es, en nuestro derecho, una creación doctrinaria
o jurisprudencial, sino una unidad delictiva reconocida por la ley, porque
la dependencia de los hechos que la integran, la som ete a contrario, con
arreglo a lo que dispone el art. 55, a una sola sanción legal.
En tanto que en el concurso real de delitos la im putación delictiva es
plural táctica y legalm enie y en el concurso ideal es tácticam ente única y
. legalmente plural, en el delito continuado esa im putación es tácticam ente
plural pero legalmente única.
2. Elementos
Los elementos del delito continuado son:
a) pluralidad de hechos;
b) la dependencia de los hechos entre sí, y
c) su sometimiento a u na misma sanción legal.
A. Pluralidad de hechos
El hecho, lo mismo que en el concurso ideal y en el real, es tomado en el
sentido de hecho tipificado delictivamente. La pluralidad exige que la mis
m a persona cometa dos o más hechos discontinuos, incluso en tiempos y
lugares distintos. L a prolongación discontinua de la conducta delictiva di
ferencia el delito continuado del delito permanente, que consiste en una
conducta delictiva continua.
40Ver R amcs, Curso de derecho penal, t IV, 192S, núm. 652; De B enedetti, El delito continuado, N° II, 6
(J. A., 1943-rV, p. 724); V ázquez I ruzubieta , Código penal anotado, 11, Ed. Plus Ultra, p. 303;
R ubí anes. Código penal-Su interpretación jw ispm dencial, 1.1, Buenos Aires, 1965, p. 325.
^Tribunal Superior de Córdoba, Sala Penal, sentencia N° 24, año 1971 ("un único designio
formado de antemano"); íd., 6-XH-968, Comercio y Justicia, Córdoba, 17 de abril de 1969
("un único designio criminoso precedente").
286 R icardo C. N uñez
b) si los hechos ulteriores no son nada más que la secuela de una misma con
ducta delictiva, v. gr., los distintos hechos consumativos de un estupro, de
una defraudación mediante el uso de pesas o medidas falsas o de u na falsi
ficación de moneda, que se prolongan en el tiempo;
c) si los hechos ulteriores no son nada m ás que los efectos de una misma trama
delictiva. Por ejemplo la instalación destinada a alterar la medida del sum i
nistro de energía, involucra, como efectos suyos, las particulares sustrac
ciones de ella; las particulares defraudaciones producidas mientras ese
medio subsista, sólo serán efectos suyos; o si la repetición de la injuria con
tra la misma persona es el efecto del modo elegido por el autor44;
d) si entre los distintos hechos media una relación de servidumbre del poste
rior al anterior, como sucede cuando uno de ellos tiende esencialmente a
mantener y ocultar los efectos de los otros, tal como ocurre con las nuevas
sustracciones consumadas para conjugar contablemente el déficit de caja45.
44 G ómez, Leyes penales anotadas, 1 1, N° 2S1, ps. 365 y ss., esp. 3S0.
43Otros ejemplos en N uñez, II, 258, nota 163.
46 Cfr. Cám ara de Acusación de Córdoba, A. I. n ° 6 3 ,26/7/9S5, M andelu, ob. cit., T . I, p . 363,
caso n° 553. Descartó el delito continuado, mediando sucesivas sustracciones de efec
tos personales a varias personas en un mismo contexto de acción, el T.S. de Córdoba,
en autos "Tagliaferro" sent. 7 del 18/0/05.
47Por consiguiente, si el autor primero sustrajo diversos objetos de un vehículo y luego, al
regresar a éste, usando fuerza, intentó apoderarse de otro objeto, no media un delito
continuado, sino un concurso real del delito de hurto con la tentativa de robo. Cfr.
N uñez , Las D isposiciones cit., p. 252, nota 520.
288 R icardo C. N uñez
N uñez , ¿Concurso real, delito continuado o un solo delito?, Doctrina Penal, 1983, p . 93 y
sgtes.; también, N uñez , Las D isposiciones cit., p. 253. En contra. Cámara de Acusación
de Córdoba, A.I. n° 162,16/9/976, M á n d el o , ob. cit., T. L, p. 355, caso n“ 539; pero
también N uñez , M anual, 3a ed., p . 323.
DÉCIMA PARTE
LA PENA
í
Ij
CAPÍTULO I
PRINCIPIOS GENERALES
I. C o n c epto d e la pen a 1
■II. E l f i n d e la pen a 5
II b is . T e o r ía s d e l a p e n a
3 Ni siquiera la m ulta de carácter penal produce ese efecto cuando se la impone en razón de
sanciones pecuniarias impositivas, pues no se la impone para reparar el perjuicio patri
monial, sino para prevenir y evitar que la infracción se repita (C. S. de la Nación, 13-IV-
942, Fciios, 1 192, p. 229, y los precedentes allí citados).
4 S o b r e la s te o r ía s en u n ciad as re s p e c to d e l fu n d a m e n to d e la p e n a , m á s d e ta lle s e n F on tá n
B albstra, III, 241 y sgtes; S oler, II, pár.-63.
=N uñez, II, 348.
6 Tal era el fin que le atribuían a la pena las llamadas doctrinas absolutas, para las cuales la
pena era el m edio moral para curar el m al moral del delito (ver Binding, Compendio di
¡finito penóle, Rom a, 1927, páf. 86).
7 Art. I o Ley Penitenciaria Nacional 24.660 (B.0.16/VI 1/96).
s J escheck, T ra ta d o cit., p. 61.
L a P ena
293
III. G a r a n t ía s c o n s t it u c io n a l e s r e s p e c t o d e l a p en a
los tratados incorporados a la Constitución, se han convertido por vía del art. 18 de la
C.N. en el estándar internacional respecto de personas privadas de la libertad,
cuestión de si las escalas penales establecidas por el legislador son revisables judicial
mente, antes de la reforma de 1994, dió lugar a posiciones encontradas: véase, por ejemplo,
R ic a rd o J uan C aballero , Protección penal de automotores, Doctrina Penal 1987, p. 738 y
sgtes, y D a niel P. C arrera , De nuevo sobre la inconstituciona kdxid del a rt 38 de la ley de
automotores, Semanario Jurídico 813,25/X/990, p- 2. La nueva conformación del principio
de humanidad de las penas reedita la cuestión, pero sobre bases distintas. Véase, también,
R oberto V. V ázquez , La Racionalidad de la pena, Alción editora, Buenos Aires, 1995.
» la 9* de Cha, m re "Carmona", sen tís deU$V/0O8, ha señalado que el fin de prevención
especial mencionado en el texto tiene rango constitucional (C.N., 18, y 5 irte ó del Pacto de San
José), por lo cual sí, frente a un caso dado, el mínimo legal no permite satisfacer aquel fin, de
modo que en un tramo de la ejecución de la pena privativa de la libertad, ella quede despojada
del fin que la justifica, para convertirse pura y exclusivamente en castigo (CN. 18, a contrano),
es válido que el juez se aparte del mínimo legal, para adecuar la pena- si caso concreto, en
forma proporcionada y justa.
L a P ena
299
IV . D iv is ió n d e l a s p en a s
«Proyecto Tejedor, arts. 7 y 8, § 3, tít. IIo, lib, IIo, p a rt Ia; O barrío, Curso c it, p. 283.
«Proyecto Tejedor, a r t 10, § 3, tít IIo, lib..II°, p a rt I a y su nota.
«P royecto Tejedor, a r t 9, § 3, tít. IIo, lib. IIo, p a rt Ia, y su nota; C P . de 1886, 78. E l C. P. la
prevé como m edida de vigilancia del liberado condícionalmente (art 13),
46NuftEz, II, 364 y 442; Fontán B alestra, n i, § 63; S oler, II, §§ 65 y 69.
« P o r ej. la Ley 17.818, de estupefacientes, preveía como penas principales la clausura y el
comiso (art. 23).
« N uñez, II, 372.
L a P ena
301
La ley conmina a veces una sola pena principal para el delito y otras,
conmina varias. En e s te último caso, las penas pueden ser alternativas o con
juntas.
Son penas alternativas las que no se pueden aplicar acumulativamente)
sino que el ju ez debe optar por una de ellas. La fórmula legal usa la conjun-
ción disyuntiva o (art- 79, 94 y 142). L a altem atividad obedece a la idea de
posibilitar la individualización de la pena, atendiendo de modo principal
al m óvil del delito y a la individualidad del agente49. Las penas alternativas
se denom inan paralelas si, diferenciándose cualitativamente, están conmi
nadas en magnitudes o escalas semejantes.
Son penas conjuntas las que se aplican unidas. Por lo general, en este
caso, la ley vincula las penas aplicables m ediante una conjunción copulati
v a (arts. 143 [Ley 14.616] y 175 bis). A veces, usa otra fórmula (art. 260, 2a
parte). L a acumulación puede ser facultativa (C. P., 20 bis y 22 bis). Las
penas conjuntas encuentran su razón en el resguardo de los distintos inte
reses lesionados por el delincuente.
Las penas conminadas por la ley son indivisibles o divisibles. Son indivi
sibles las penas fijas por su naturaleza (pena de muerte) o por la form a de
su im posición (por ejem plo, un año de prisión o reclusión; mil pesos de
m ulta). Son penas fijas o rígidas. Son divisibles las penas conm inadas por
escalas penales determ inadas por su m ínim o y su m áxim o, entre las cua
les puede el ju e z elegir la pena aplicable en el caso, con arreglo a sus cir-
cunstancias objetivas y subjetivas (C. P ., 40 y 41). Estas son penas elásticas
o flexibles. L a reclusión, la prisión, la m ulta y la inhabilitación pueden
am enazarse e n form a divisible.
49H errera, El nuevo Código Penal, Universidad Nacional de Córdoba, 1922, ps. 57 y ss.; id., La
reforma penal, N™‘ 79 y ss.
302
R icardo C N uñez
V I. I ndividualización de la pena50
E l abandono del sistem a clásico de la penas rígidas y la adopción del
sistem a de las penas alternativas y de las penas divisibles, trasladó la cues
tión de la individualización legislativa de la pena a su individualización judicial,
e, incluso, tratándose de penas privativas de la libertad, a su individualiza
ción administrativa para posibilitar que su ejecución resulte, un medio ade
cuado para lograr que cada d elincuente adquiera la capacidad de com
prender y respetar la ley procurando su adecuada reinserción social, c o m o
asim ism o la com p rensión y el apoyo de la sociedad- Él régim en p en iten
ciario deberá u tilizar, de acuerdo con las circunstancias de cada caso, to
dos los m edios de tratam iento ínterdisciplinaxio que resulten apropia
dos para la fin a lid a d denunciada (Ley P enitenciaria N acional, art. I o).
Cuando el legislador conmina la pena para el que cometa un delito
determinado, la individualiza de una manera general, porque lo hace en consi
deración a todas las formas posibles de cometer el delito y respecto de cual
quier persona que lo cometa. L a individualización legal tiene dos momentos.
En el primero y fundam ental, el legislador adecúa la pena a cada figura
delictiva básica, guiándose por e l vaíór social del bien ofendido y el modo
particular de ofenderlo captado por la figura de que se trata. En el segundo
momento, el legislador disminuye o aum enta la pena con arreglo a las cir
cunstancias particulares que menciona en las figuras privilegiadas (atenua
das) o calificadas (agravadas) del mismo delito.
La individualización judicial de la pena es la qué hace el juez en la sen
tencia condenatoria, fijando dentro del marco de la pena individualizada
en form a general por el legislador, la que, con arreglo a las modalidades
objetivas y subjetivas del delito cometido, debe sufrir el condenado .
En los casos de penas elásticas o flexibles, vale decir, divisibles por
razón de tiempo de cantidad, el Código Penal ha establecido el criterio para
que los tribunales fijen la condenación de acuerdo con las circunstancias
atenuantes o agravantes particulares a cada caso (art. 40).
A esos efectos los tribunales deben tener en c u e n t a la naturaleza de la
acción y d e los m edios em pleados para ejecutarla y la extensión del daño y
del peligro causados (art. 41, ínc. I o). Estas son circunstancias objetivas que se
refieren a l delito en si, con presdndencia de la persona que lo ha cometido.
Comprenden el comportamiento físico del autor del delito y el perjuicio
efectivo para los bienes de terceros y la amenaza de su ocurrencia.
50 R. S aleilles, Individualización de la pena, 2a ed., trad. por J uan de H inojosa , Madrid, Hijos de
Reus, editores, 1914. L a prim era edición francesa de esta obra fundamental en el tema, es
de 1898, y la segunda edición, que es la traducida, apareció en 1908. Sobre nuestra ley,
N uñez , II, 452.
L a P ena
303
Sobre las circunstancias m encionadas en el a rt 41, N uñez , II, 460; F inzi, La adaptación de la
pena al delincuente según los arts. 40-41 del Código Penal, Direc. G ral de Publicidad de la
Universidad Nacional de Córdoba, 1954, § IH , y Apéndice (p. 41), y addenda (p. 46); H ild a
M a rc h io ri , D eterm in ación ju d ic ia l d e la p en a - a r t 41 d e l CP-, M arcos Lerner Editora
Córdoba, Córdoba, 1995.
^ E n favor de la nulidad de la sentencia, G allardo , J. A., 1954-H, sec. d o ct, p. 144. Los tribu
nales que no la admiten no advierten que la fórmula legal "en la medida requerida para
cada caso", no consagra una facultad discrecional del juez, como piensa la Cámara de
Apelaciones en lo Criminal y Correccional de la Capital, Fallos, t IV, p. 590, sino que le
exige que realice el examen en la m edida adecuada a la naturaleza y circunstancias de
cada caso.
«Proyecto de 1891 (Ia ed.), ps. 74 y 77; Código penal de la Nación Argentina, Ed. Oficial, Buenos
Aires, 1924, p. 536, Opina que la enumeración es taxativa, pero extensible por analogía,
F inzi, La adaptación de la pena c it , núms. 1 3 ,1 4 y 15.
^ Determinable por la mayor o menor probabilidad de que el individuo vuelva a delinquir
Giménez de Asúa, El estado peligroso, Madrid, 1922, p. 40; Díaz, La seguridad piíblica y el
estado peligroso, p. 197 (Revista penal argentina, t V, julio a diciembre 1924); R amos, El
estado peligroso y el código penal, p. 14 (Revista penal argentina, t VI).
R icardo C. N uñez
304
CAPÍTULO II
L A S PEN A S EN P A R T IC U L A R
I. P enas principales1
1. Pena de muerte*
La -pena de muerte fué admitida por la Ley 49 (14-XX-863), el Proyecto
Tejedor, el de 1881, el Código de 1886, la Ley de Reformas 4189 (22-VHI-
903) y la Ley de Seguridad Social 7029 (30-VI-910), así como los Proyectos
de 1891 y 1906 y el Proyecto de Reformas del Senado de 19334. L a eliminó el
Proyecto de 1917 y sus razones fueron; la falta de derecho de matar a l se
mejante, la irreparabilidad del mal, la necesidad de que el condenado viva
para reparar el perjuicio causado a la victim a y a la familia, la imposibili
dad de un diagnóstico de incorregibilidad absoluta del autor en cuya vir
tud pueda afirm arse que sea necesario matar, las contadísimas ocasiones
en que se aplicó la pena de m uerte establecida por el Código de 1886 y,
finalmente, la tendencia abolicionista de la legislación comparada5.
C. Ejecución penitenciaria13
L a Ley Penitenciaria N acional N° 24.660 (16-VH-96), que es comple
mentaria del Código Penal (art. 229) y que, por consiguiente, con arreglo al
artículo 75, inc. 12 de la Constitución de la Nación, está destinada a regir en
9 No conocemos que alguna vez los condenados a prisión hayan contado con ese tipo de
establecimientos.
10Iguales supuestos contempla el art 32 de la le y 24.660, modificada también por la le y 24.742.
El art. 33 dispone que el ju ez de ejecución competente deberá disponer la detención domi
ciliaria, en los supuestos a), b) y c) del artículo 32, fundado en informes médico, psicológi
co y sodales y, cuando lo estimare conveniente, podrá disponer la supervisión de la medi
da a cargo de un patronato de liberados o de un servicio social calificado, de no existir
aquéL En ningún caso, la persona estará a caigo de organismos policiales o de seguridad,
11Sobre la razón del descuento de la prisión preventiva. H errera , La reforma penal, p . 242. En
relación a l cómputo de la prisión preventiva y las diferencias entre las penas de reclu
sión y de prisión, según la L.P.N., véase lo que se indica en el texto infra C.
12Más detalles en N uñez, II, 376:
N uñez ,II, 377. Sobre la ley 24.660, véase L a je A naya , N o ta s a la L ey P en iten ciaria N a cio
nal, Advocatus, Córdoba, 1997.
308 R icardo C. N uñez
14La Ley Orgánica del Servicio Penitenciario Federal n° 17.236 (10-IV-967), tiene por objeto la
misión, dependencia, funciones y atribuciones de dicho servicio, la organización de su
dirección nacional y el personal penitenciario.
15Ver la Ley N° 5247 (7-IX-971), por la que la Provincia de Córdoba aprueba el convenio con
el Servicio Penitenciario Federal, sobre prestación de asesoranuento técnico penitencia
rio y recepción de condenados en los establecimientos nacionales.
16 C.S. de Ju sticia de la Nación, 22/11/05, caso "M én d ez", L.L. 2005-B-2S9.
17 Sobre el punto, véase D e L a R oa , ob. cit. p. 136 y sgte.
L a P ena
309
18El a r t 13 L JP.N, establece que durante este período, se debe realizar el estudio médico, psico
lógico y social del condenado, formulando el diagnóstico y pronóstico criminológico; reca
bar la cooperación del condenado para proyectar y desarrollar su tratamiento; indicar el
período y fase de aquél que se propone para incorporar al condenado y el establecimiento,
sección o grupo al que debe estar destinado y, determinar el tiempo mínimo para verificar
los resultados del tratamiento y proceder a su actualización si fuere menester
19V er a r t 28 LJP.N.
310 R icardo C . N uñez
D. L ib e r ta d a s is t id a
La L ey P enitenciaria N acional, en su art. 54, satisfechas las exigen
cias que establece, concede al condenado el derecho a egresar seis m eses
antes del agotam iento de la pena im puesta. El ben eficio requiere que
m edie un pedido del interno, lo que excluye su concesión de o ficio , por
que es u n derecho que aquél puede o no usar, aún cuando se le haya
denegado la libertad cond icional20.
E l instituto reconoce dos im pedim entos: por un lado, n o procede
respecto de aqu ellos condenados a quienes se les h ub iere im puesto efec
tivam ente la accesoria del art. 52 C. P., y, por el otro, que el trib u n al, al
'efectuar Xa prognosis a que alude el últim o párrafo del art. 54, considere
por resolución fund ad a que el egreso pueda constituir un grave riesgo
para el condenado o para la sociedad, ponderación que requiere de u na
especial valoración de las condiciones personales del interno21, qu ien entre
60 y 90 días antes del tiem po m ínim o ex ig ib le debe participar de u n pro
grama de prelibertad (art. 30). El pronóstico, tien e como base lo s in fo r
m es del organism o técnico-crim inológico y del consejo correccional d el
establecim iento (arts. 5 4 ,2 ° párrafo y 104)22.
E. Libertad condicionalí*23
a. Nociones generales
El Código Penal le confiere el derecho24a obtener, bajo ciertas condicio
tivas especiales, como la prisión discontinua y la sem idetención. Cfr. se n t 149 "N ava
rro", 26/XD/G5.
23N uñez, II, 392; C aballero, El significado doctrinario y jurisprudencial de la libertad condicional
regulada por el código penal (Boletín de la fac. de Derecho y Ciencias Sociales, Universidad
Nac. de Córdoba, 1962, núms. 1, p. 12, y 2 y 3, p. 197); F ontán B alestra, III, § 67; D aien,
Régimen jurídico y social de la libertad condicional, Buenos Aires, 1947; C hjchizola, Enciclo
pedia jurídica Omeba, t XVIII, p. 433.
-4En contra, sosteniendo que es una medida de excepción que puede o no otorgarse por la
autoridad judicial, F ontán B alestra, III, 348. Pero, llenadas por el penado las condicio-
R icardo C . N uñez
314 ■
en los artículos 80 inc. 7,124,142 bis, anteúltimo párrafo, 165 y 170, anteúlti
mo párrafo. Se trata de un im pedim ento permanente fundado en la d ase de
delitos cometidos y en la personalidad que evidenciarían sus autores, crite
rio que ha sido defendido sosteniéndose que el Congreso, frente a la de-
man^ sod a!, dio su respuesta, "q u e pudo ser m ejor, pero que n o fue la
peor ^^ Empero, esa restricción junto al aumento del tiempo de cumplimiento
efectivo necesario para poder solicitar el beneficio, son demostrativos del
retroceso que importó la reforma, en lo que atañe a la esperanza de salida
del condenado y su obvia repercusión en el camino de resodaiizadón29 fin
del que esta modificación (ley 25.892) paredera haberse desentendido.'
La concesión de la libertad condidonal presupone también requisitos
de tiempo y de conducta. El condenado a pena perpetua deberá haber cum
plido treinta y cinco años de condena (ley 25.892); el condenado a reclusión
o prisión temporal por m ás de tres años, dos tercios de su condena. El conde
nado a reclusión a tres años o menos deberá haber cumplido un año de dicha
pena; y el condenado a pena de prisión por esos mismos términos, ocho me-
ses de ella (art. 13). La pena que corresponde tener en cuenta a los efectos de
la libertad condicional, es la impuesta por la sentencia condenatoria firme30 o
la modificada por indulto o conmutación31. A los fines del cómputo de la
pena cumplida se debe tener en cuenta, según las equivalencias del artículo
24, la prisión preventiva sufrida por el penado a raíz del delito por el que está
condenado, siempre que haya estado sometido a una reglamentación y a una
autoridad que pueda vigilar e informar sobre su observancia32.
La concesión de la libertad condicional presupone también, como re
quisito de conducta, que el condenado haya observado con regularidad los
reglamentos carcelarios durante el cumplimiento de la pena. Por reglamen
tos carcelarios se debe entender aquí el conjunto de normas de disciplina
trabajo y educación carcelaria que el penado debe observar en el estableci
miento donde cumple su condena o está en prisión preventiva. A estos fin es,
m iento, siem pre que se haya m antenido con la continuidad exigihle aque
lla observancia regular. Por tanto, si se trata de una pena tem poral supe
rior a tres años, la observancia regular debe haberse m antenido al m enos
durante los dos tercios de la pena, contados desde la época en que cesó el
com portam iento irregular que im pidiera la concesión anterior, en cuyo
caso, el nuevo pedido, sería ad m isible según el citado Tribu n al38.
dos p eritos, q u ien es deben dictam inar fundadam ente sobre la n ecesid ad
y eficacia de u n tratam iento fu era del establecim ien to carcelario. E n caso
de dictam en d esfavorable, se p lantea si el m ism o o b lig a al T rib u n a l,
q u ien ante ello , pu ed e disponer u n nuevo dictam en; de reiterarse la ne
gativa' no parece razonable qu e el T rib u n al conceda e l b en e ficio a b ase
de sus propios conocim ientos y criterios personales.
Adem ás de las anteriores cond iciones, la ley 25.892 perm ite al T ri
b u n al añadir cu alq u iera de las reglas de conducta previstas en e l artículo
27 b is, de lo q u e se sigue que la anterior enum eración h a d ejado a e ser
taxativa, porque la de esta ú ltim a disp osición no lo es.
Las condiciones comprom isorias, que pueden ser m odificadas por el
tribunal según las circunstancias, rigen hasta el vencim iento de las penas
temporales y en las perpetuas hasta diez años (ley 25.892) más a contar
desde el día de la libertad condicional (C.P., 13, § 2o).
L a autoridad judicial com petente para la concesión de la libertad con
dicional con arreglo a la ley procesal, es la competente para ejecutar la sen
tencia. E n el caso de unificación de penas (art. 58), el competente es el tribu
n al que la efectuó.
-“ El a rt 56 del Proyecto de 1960, con más lógica, a la comisión de un delito doloso, agrega
como causas de revocación, el incumplimiento de las condiciones fijadas, el apartamien
to considerable de las instrucciones recibidas, la sustracción reiterada al patronato o la
defraudación por el liberado de la confianza'depositada en éL
L a P ena
319
e. Extinción de la -pena
Transcurrido el término de la condena o el plazo de cinco años en el caso
de penas perpetuas, sin que la libertad condicional haya sido revocada, la pena
quedará extíngidda, lo mismo que la inhabilitación absoluta del artículo 12 (C
P-, 16). La regla no exige que la resolución revocatoria no se produzca dentro
del término de la condena o de los cinco años, sino que en esos lapsos no se
produzcan los hechos por los cuales la libertad debe ser revocada41.
F. Condenación condicional42
a. Concepto
L a condenación condicional o condena de ejecución condicional que según
el texto originario del artículo 26 del Código Penal, procedía respecto de las
penas de reclusión, prisión y multa y que los autores y los tribunales exten
dieron a ía inhabilitación, ha quedado restringida de acuerdo con el texto
del artículo 26 (Ley 23.057), a un privilegio concedible únicamente a los
condenados a prisión.
Como la liberíad condicional, la condenación condicional representa un
medio para evitar los defectos que se Ies atribuyen a las penas privativas de
libertad de corte duración. La condenación condicional se diferencia de la
libertad condicional, porque mientras ésta consiste en la cesación de la eje
cución de una pena privativa de libertad, la condenación condicional con
siste en la suspensión de la ejecución de la prisión.
La condenación condicional es la condena dictada dejándose en suspen
so el cumplimiento de la pena, para que éste se tenga por no pronunciada si
en un término dado el condenado no cometiere un nuevo delito (C. P. 26 S
Xo, y 27, § I o [Ley 23.057]). La suspensión de la pena no comprende la repa
ración de los daños causados por el delito ni el pago de los gastos del juicio
penal adelantados a favor del imputado por el Estado (C. P., 28; C.PJP. de la
N ación, 529), pero, a diferencia de lo que dispone el Proyecto de 1960 (a rt
46, § 3 ), la condenación condicional también afecta a las consecuencias ac
cesorias de la condena.
La condenación condicional es una verdadera sentencia condenatoria, de-
fmitiva e irrevocable, susceptible de generar consecuencias inherentes a la
calidad de condenado, pero que se caracteriza porque la ejecución de la pena
impuesta se suspende bajo condición, que cumplida, excluye definitivamen-
1N uñez, 11,413.
2N uñez , n ,5 1 9 ; V era B arros, Condenación condicional. Significado doctrinario y jurisprudencia
irc n r (Cuaderno de los Institutos, Universidad N ac de Córdoba, n° 39, p. 1); S oler, II §
71, IV ; F ontán B alestra, n i, g 70; H errera, La reforma penal, p. 153; M olínario, La condena
de ejecución condicional (J. A„ 1 17, sec. d o ct, p. 71).
R icardo C. N uñez
320
b. Sistemas
E l Código P en al sigue el llamado sistema continental europeo ofran co-
helaa, que consiste en la suspensión condicional de la pena im puesta por la
sentencia (sursis d Véxécution de la peine) por un término de prueba sm some
timiento a vigilancia. Si el beneficiario no delinque en ese término, la pena
no se ejecuta. E n caso contrario, se ejecuta.
El sistema anglo-americano no suspende condicionalmente la ejecución
de la pena im puesta, sino el pronunciamiento de la condena por un term i
no de prueba, bajo la vigilancia de un funcionario especial (probation Ojp-
cer), en Estados Unidos, o bajo la simple promesa de buena conducta, en
Inglaterra. Si el beneficiario rinde airoso la prueba queda definitivamente
libre. Si incurre en un delito o acción indigna se aplica la pena.
El sistema noruego suspende condicionalmente el procedimiento. Sólo
se realiza un procedim iento puramente informativo a los efectos de sus
pender la acción penal por un término de prueba. S i el autor delinque en
ese término, se realiza el procedimiento. En caso contrario, no47.
43 código Penal de la Nación Argentina, Edición Oficial, Buenos Aires, 1924, p. 130.
44 Código Penal c it , p. 351-
43H e r r e r a , La reforma penal, núm. 87.
a los efectos del artículo 26: a) en virtud del principio de la ley penal más
benigna (C. P., 2J48; b) por la am nistía de la prim era condena, porque, en
este caso, esa condena, que jurídicam ente no existe, no puede producir
ningún efecto que no haya sido enervado por la le y que concedió la am
nistía. .
La condena debe ser una pena de prisión que no exceda de tres años, inclu
so en el caso de concurso real o ideal de delitos (C. P., 26, §§ I o y 2o [Ley
23.057]). La condenación condicional no procede si la pena impuesta es de
reclusión, multa o inhabilitación, aunque estas dos últimas hayan sido dis
puestas conjuntamente con la prisión en la condena suspendida condicio
nalm ente ( C P., 26, § 3o [Ley 23.0571).
d. Fundamentos de la decisión
, c021cesió n de la condenación cond icional no es una potestad dis
crecional del tab u n a!, sino una potestad reglada ya que su concesión debe
ser undada bajo pena de nulidad, en la propia sentencia condenatoria49
en una se n e de circunstancias personales y o bjetiv as, dem ostrativas dé
la inconveniencia del cum plim iento de la pena. Ellas son:
. 5a Personalidad m oral del condenado, es decir, su individualidad
esp iritu al, su m odo de ser, sus sentim ientos, sus defectos o virtudes per-
sonaies. El exam en de este aspecto, m ediante los aportes de la psiqu ia-
fn a y la p sicología, constituye la via adecuada para fundar razon able
m ente la probabilidad de que el condenado no recaiga en el delito;
b) la actitud posterior al delito alude a su com portam iento respecto
a su delito y su víctim a. Estas pautas perm iten fundar, tam bién, aqu ella
probabilid ad ; ^
, loS m ° fivos S ue Io im pulsaron a d e l i n q u i r , que son las causas
aním icas que lo m ovieron a com eter el hecho, para constituir Indices po
sitivos de futu ra delictuosidad c e b e n ser dem ostrativos de in clin ación o
tend encia a delinquir;
d) la naturaleza del hecho atañe a la esp ecie del delito y a las cir
cunstancias de su ejecu ción, pautas qu e tienden, tam bién, a ind icar si
m edia proclividad a la reiteración d elic tiv a .
« S i la nueva ley invalida la condena dictada bajo la vigencia de la ley anterior o aumenta las
exigencias para su cómputo.
49 de-U Na? ón' en autos "S-A-y oto", s/vnyos, L.L. 20Ü6-F-64O, dejó sin e fe c to una
ntencia que unpuso una pena efectiva argumentando que sólo la aplicación de la con-
b a ^ a i ! í f S6T ñlI,dada P °r ser 13 excepcíón a la pena de encierro. Sin em-
rgo, dijo e l Alto Tribunal, la opción inversa también debe ser fundada, pues de otro
modo se estaña privando a quien sufre la pena de la posibilidad de conocer los pronós
ticos negativos que impiden otorgarle un trato más favorable.
R icardo C . N uñez
322
30 N uñez, L a s D isp o sic io n es cír., ps. 88,91 y sgte. No se trata de una valoración que pertenece
sólo a los jueces de los hechos que está fuera del contralor casatorio (en contra, S. C.
Buenos Aires, 2-XII-975, La Ley, lunes 12 de abril de 1976, fallo 72.956). Lo que es una
facultad exclusiva de los jueces de los hechos (o del mérito de la causa), es la determina
ción de la personalidad moral del condenado, de la naturaleza del delito y de las circuns
tancias que lo han rodeado útiles para apreciar esa personalidad. Por el contrano, corres
ponde a la casación: I o) revisar si la determinación de esos hechos está legalmente funda
da, es decir, si existe o no es contradictoria, ilógica o ilegal; 2°) revisar si, frente a los
hechos establecidos, ehtribunal del mérito ha aplicado correctamente el art. 26 del C.P.
La P ena
323
g. Revocación
Si dentro del término de cuatro años a partir de h aber quedado firm e
la sentencia, el penado com ete el nuevo delito, la condenación condicional
le debe ser revocada, y debe sufrir la pena impuesta en ella y la que le
corresponde por el segundo delito conforme a lo dispuesto sobre acumula
ción de penas (arts. 27, § I o, y 58).
La persistencia en e l incum plim iento de las condiciones im puestas
por e l ju e z o su reiteración durante el plazo de pru eba fija d o , facu lta al
3 Sobre las reSlas de conducta, C esa no , l a s reglas d el a r t 27 b is y la con den a d e ejecu ción
c o n d ic io n a l (Alveroni, Córdoba, 1996), quien entiende que el tribunal puede no impo
n er ninguna, si no es necesario para el cum plim iento de la finalidad preventivo-espe-
cial (p. 28); en igual sentido, T a m in i -L o pez L e c u s Iv L a p r o b a tio n y la su spen sión d el
ju ic io a p ru eb a, L.L., 1994^D-855. Piensan que al menos una debe ser impuesta. D e
O l a b a z a l , Suspensión d e l p ro c es o a p ru eb a (Buenos Aires, 1994), p. 119; D e i a R úa,
C ód ig o P en al cit., 2 a ed., p. 404, que en nota 166, considera que la cuestión resulta
m enor si la obligación de residencia es interpretada como no vinculada necesariam en
te al som etim iento a patronato. T am bién se piensa que dispuestas una o varias reglas
de conducta, la exigencia de su cum plim iento subsiste mientras resulten adecuadas
para la prevención de un nuevo deHto, por lo que desaparecida esa adecuación, pue
den ser suspendidas. Cfr. D e B e n ed ett ^ D e B en ed etti, C ódigo P en al y n orm as com p le
m en tarias. A n álisis d octrin ario y ju risp ru d en cial (dirigido por D a v id B a ig ú n y E ugenio
R. Z a ít a r o n i . Ed. Ham m urabi, Buenos A ires, 1977), 1.1, p. 403.
R icardo C . N uñez
324
3. Pena de M ulta53
A. Concepto
La pena de multa, que no permite el contralor de la persona y conducta
del condenado, no es una pena reformadora, sino de intimidación que, de
acuerdo al aprecio que los individuos tienen por el bien que afecta, es suscep
tible de atrancar un relevante valor penitenciario, para sustituir con ventajas
ss N uñez, Las D isposiciones c it , p. 95. La C.S. de la Nación, caso "G asol , 21/0 ^ 04, D J 2004-
III-1174> ha declarado que siempre es posible aplicar xma segunda condena condicional,
excepto que el delito que la motiva haya sido c o m e tid o después de la prim era y antes de
cierto lapso. E n e l caso, la Corte revocó la sentencia que denegó la condena condicional
a quien fue condenado por segunda vez por hechos cometidos con anterioridad a la
primera condena condicional, en virtud de no mediar entre ambos el plazo del a rt 27
pues -s e argumentó- si se hubieran cumplido los términos procesales (en el caso el pro
ceso que Ei^aiiV.n con la segunda condena se extendió por 16 años), el imputado hubiera
gozado de pena única en los térm inos del art. 58 y de la posibilidad de obtener una
condena condicional.
33.herrera, La reforma penal, p. 170; id.. El nueva código penal, Universidad Nacional de Córdoba,
1922, ps. 23 y ss.; N uñez, II, 415; F ontAjmB alestka, IIÍ, § 6S; S oler, II, § 67; jom adas de derecho
p en al Buenos Aires, 1962, p. 193; C esano , L a m u lta com o san ción del D erecho R en al C o
mún: realid ad es y perspectivas, p. 105, Alveroni Ed., Córdoba, 1995.
L a P ena
325
60Según F ontán B alestra, ésta és "una agravante genérica que comprende todos los delitos
en cuya comisión haya intervenido de manera predominante o no -la ley no hace distin
gos- ánimo de lucro (Fontán B alestra-M illán, La reforma penal. Ley N° 21.338, Abeledo-
Perrot, p. 27),
61Ver casos en que se condena por hurto, pero no se admite el ánimo de lucro; C. N. Fed., Sala
Crim. y Corree., 25-VII-969, La Ley, t 138, fallo 64.926, con nota de G enócrates; C. N.
Crim. y Corree., Sala V, 5-V-970, El Derecho, t. 32, fallo 15.964; id., 28-VIII-970, La ley, t.
140, fallo 65.764. Según F ontán B alestra, el ánimo de lucro concurre en los delitos contra
la propiedad "que se realizan con desplazamiento patrimonial" (ob. cit, pág. 28). Pero es
evidente que el que se apodera del remedio para darlo al que lo debe tomar no obra con
ese ánimo.
^Exposición de Motivos de la Ley 17.567 al art 80, inc. 4o; G enócrates, nota a la sentencia de
la C.N. Fed., Sala Crim. y Corree., 19-VI-S69, La Ley, 1 136, fallo 64.030.
« por la inaplicabilidad, B eiderman, Pena de multa y ánimo de lucro, N° VII (Revista de derecho
penal y criminología, N° 2,1968, p. 27). Opina que un "elemento subjetivo específico sólo
se condlia con el obrar doloso", F ontán B alestra, ob. cit, p. 28.
wCrine. B eiderman, ob. dt,*N° V.
L a P ena 327
65 T a m b ié n lo s p ro y e c to s d e 1973 y 1974.
MJ iménez de Asúa, £ í nuevo código penal argentino, Madrid, 1928, ps, 189/90.
67Sobre el sistema ver ¡ornadas de derecho penal, Buenos Aires, 1962, p. 195.
.328 R ic a rd o .C . N uñez
4. Pena de Inhabilitación68
A. Concepto
La pena de inhabilitación es una -pena principal que, de acuerdo al artículo
5o del Código Penal, ocupa el último lugar en el orden de gravedad relativa
6BN uñez, II, 431; C ampos, La inhabilitación en el código penal (La Ley, t. 82, p.824); F ontán B ales-
tra-M illán, La reforma penal. Ley Na 21.338, Abeledo-Perrot, ps. 16 y ss.
L a P ena
329
69Empero, las inhabilidades dispuestas por la Ley 17.401, de represión al comunismo, sí bien
no alcanzaban la categoría de una capitis diminutio maxima, tenían una buena cuota de la
antigua capitis diminutio magna.
70Véase B eristain, La inhabilitación penal ayer, hoy y mañana, Madrid, 1966.
71 La inhabilitación para manejar es una pena si tiene su razón en el hecho imprudente comed-
do; es una medida de seguridad si la tiene en el hecho de que la persona carece de la
aptitud física correspondiente. Al declarar que las inhabilidades del art. 6 de la Ley 17.401,
de represión del Comunismo, no eran penas,"sino medidas meramente preventivas", la C
S. de la Nación, 21-XII-97G, El Derecho, L 35, fallo 17.377, y su anotador B idart C amfos,
olvidaron, sin lugar a dudas, que la calificación como comunista que generaba esas inhabi
lidades tenían su razón en la realización de las actividades que mencionaba dicho artículo.
72 La C.N., en su reforma de 1994, establece para los supuestos del art 36 la pena de inhabilita
c ió n a p e r p e tu id a d p a r a o c u p a r ca rg o s p ú b lic o s , s a lv o e n lo q u e a ta ñ e a u n o d e lo s c aso s
p re v is to s (el e n r iq u e c im ie n to f u n c io n a l p o r e l d e lito d o lo so ), p o r q u e a s u re s p e c to la p e n a
n o e s o p e ra tiv a . D e la R úa, Código ú t , 2* e d , p . 269, p a r. 28.
330 R icardo C. N uñez
B. Inhabilitación absoluta
La inhabilitación absoluta no significa una incapacidad total, pues no
alcanza las incapacidades profesionales y las referidas al ejercicio de los
derechos, que constituyen la inhabilitación especial. Por consiguiente, am
bas inhabilitaciones pueden im ponerse al mismo tiempo. L a inhabilitación
absoluta puede ser perpetua o temporal, principal o accesoria (C. P., 12).
Como pena principal puede ser única (arts. 273 y 274) o conjunta (arts. 214,
256 y 259), pero no alternativa74.
De acuerdo con el artículo 19 del Código Penal, la inhabilitación abso
luta im porta:
I o) L a privación del empleo o cargo público que ejercía el penado aunque
provenga de elección popular. Por lo tanto, no importa la privación de grados
ni dignidades académicos, ni de títulos o condecoraciones honoríficos.
2o) L a privación del derecho electoral, esto es, del derecho de votar en
las elecciones nacionales, provinciales o municipales.
3o) La incapacidad para obtener cargos, empleos y comisiones públi
cos (encargo especial y transitorio), cualquiera que sea su especie, y
4o) L a suspensión, por el término de la inhabilitación del goce de toda
jubilación, pensión o retiro. E l im porte de estos beneficios asistenciales de75
75Las discrepancias al respecto antes de la reforma del texto del art 26 por la Ley 17.567,
dieron lugar a plenarios de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Crim. y Corree, de
la Capital Federal. En favor de la procedencia de la aplicación condicional de la inhabili
tación como pena complementaria'o accesoria: causa Balestreti, 7-VTII-923, Fallos, 1 3, p.
280; y en favor de su suspensión condicional en caso de suspensión de la pena principal:
causa G iménez P ieres, 28-XÍ-924, Faltos, t. 3, p. 288 0. A., 1.14, p.951); causa BetineM de
Cohén, 25-VII-950, Fallos, t 7, p. 476 (La Ley, t 60, p.272; J. A., 1950-IV, p. 450).' Este
último criterio se modificó en el plenario de la causa Biondik, 27-XI-959, J. A., 1960-1, p,
477 (La Ley, t. 97, p. 232), cuya revisión no prosperó en el plenario de la causa Marrnelli,
13-VIE-964, J-A-, 1964-V, p. 253. Pese a la claridad del texto vigente, se ha admitido la
posibilidad de la condidonalidad de la inhabilitación cuando se aplica en forma con
junta con la prisión, tesis que, sin embargo, no es correcta porque la aplicación conjun
ta de ambas penas no determina que la inhabilitación se convierte en inherente a la
prisión o que su aplicación dependa de ella. N uñez, Las Disposiciones cih, nota 175, p.
90. Sobre los argumentos dados en favor de la tesis de la condidonalidad de la inhabi
litación por la C. Ap. de San Isidro, sentencia del 30/V21/985, véase M aría C ristina
B arbera de R iso, nota a fallo, Doctrina Penal 1985, p. 668.
74Sobre la forma de conminarla, ver C ampos, La inhabilitación en el código petml a t . Nos. V y ss.
L a P ena 331
C. Inhabilitación especial
La pena de inhabilitación especial presupone el ejercicio delictuoso,
incom petente o abusivo de un em pleo, cargo77, profesión, actividad o de
recho, y , en general, consiste en su privación e incapacidad para obtener
otro del. m ism o género (o clase) durante la condena (C. P., 20, § I o)78. Tra
tándose de derechos políticos, la inhabilitación especial consiste en la inca
pacidad de ejercer durante la condena, aquel sobre que recayere (art. 20, §
2o). Por derecho político se entiende aquí la función electoral nacional,
provincial o m unicipal y la elegibilidad para uno de los poderes de los
respectivos gobiernos.
No es necesario que la inhabilitación especial esté expresamente prevista
para que pueda imponerse, sino que, con arreglo al artículo 20 bis, el tribunal la
puede aplicar cuando el delito cometido -consumado o tentado- importe:
I o) incompetencia o abuso en el ejercicio de un empleo o cargo público:
2o) Abuso en el ejercicio de la patria potestad, adopción, tutela o cúratela;
3o) Incom petencia o abuso en el desempeño de una profesión o activi
dad cuyo ejercicio dependa de una autorización, licencia, o habilitación del
D. Rehabilitación
D e acuerdo con el texto originario del Código Penal, la condena a in
habilitación perpetua no tenía fin . Los proyectos de P e c o ( a r t s . 109 y 110) y
de 1960 ( a r t 66), a d m i t ie r o n la rehabilitación para los inhabilitados perpe
tua o temporalmente, y la Ley 17.567.1a incorporó al Código Penal (art. 20
ter), m anteniénd ola la L ey 23.077.
La rehabilitación no es una restituido in integrum al estado anterior al
de la condena. Significa la restitución del penado al uso y goce de los dere
chos y capacidades de que fue privado por la pena de inhabilitación que se
le impuso (art. 20 ter, § I o). No im plica la desaparición de la condena sufri
da, ni la reposición del inhabilitado en el cargo público, tutela o cúratela
objeto de la inhabilitación (art. 20 ter, § 3o). No se trata, por consiguiente, de
una rehabilitación general respecto de cualquier condenación80, sino única
mente de la relativa a la pena de inhabilitación.
L a rehabilitación no es una rehabilitación legal automáticamente ob
tenible, sin previa solicitud del condenado, por el simple transcurso de un
plazo. La del artículo 20 ter es una rehabitilitación judicial que no tiene el
carácter de una gracia o concesión que el tribunal judicial le hace ai penado,
sino que es un derecho de aquél a obtenerla una vez llenadas las condicio
nes establecidas por el artículo 20 ter. A l tribunal le corresponde el exam en
y decisión sobre si el inhabilitado ha satisfecho esas condiciones81.
La rehabilitación procede:
I o) Si el inhabilitado en form a absoluta o especial se ha comportado co
rrectamente durante los siguientes plazos:
a) tratándose de inhabilitación absoluta, durante la mitad del plazo
de la inhabilitación temporal o de diez años si la inhabilitación es perpetua;
b) tratándose de inhabilitación especial, durante la mitad del plazo de
la inhabilitación temporal o de cinco años si la inhabilitación es perpetua.
En esos plazos no se com puta el tiempo que el inhabilitado estuvo
prófugo, internado o privado de su libertad (art. 20 ter, § 4o). Pero sí se
cuentan los períodos de libertad o condenación condicionales. La regla no
rige para la inhabilitación accesoria del artículo 12.
E l comportamiento correcto im plica el gobierno de las propias acciones
sin incurrir en delitos o excesos u omisiones de otra índole, indicativos de
desarreglo o dejadez m aterial o moral.
2o)'Si el inhabilitado, en form a absoluta o especial, ha reparado los daños
en la medida de lo posible. Los daños están integrados por los conceptos seña
lados por los tres primeros incisos del artículo 29.
La posibilidad de la reparación es correlativa a la capacidad económ i
ca del inhabilitado y a las cargas que sobre él pesan. Con arreglo a aquélla y
a éstas, para obtener la rehabilitación será exigible la efectividad de la repa
ración total o parcial, o bastará que por el todo o por parte de ella el juez
proceda com o lo indica el inciso 4o del artículo 29.
3o) Si el inhabilitado en forma especial ha remediado su incompetencia o no es
de temer que incurra en nuevos abusos. E l remedio de la incompetencia o falta de saber
o aptitud para él desempeño o ejercido para el que el penado fue inhabilitado,
podrá probarse por el tribunal mediante las pruebas pertinentes. La buena con
ducta del inhabilitado y su modo de vida demostrativo de la recuperadón moral
y responsabilidad sufídentes para el desempeño o ejerddo del que fue privado,
hacen presumir que no incurrirá en nuevos abusos a su respecto.
U na vez obtenida, la rehabilitación es definitiva, pues, a diferencia de
la libertad y de la condenadón condicionales no queda sometida al cumpli
miento de condición alguna.
criterio formal mencionado. No son accesorias, por consiguiente, las penas com
plementarias que el juez le puede imponer para complementar el efecto retri
butivo de otra pena principal, como sucede, por ejemplo, con la multa (art 22
bis) o la inhabilitación (art 20 bis)8384.Tampoco son accesorias las sanciones que
denominadas así por el legislador, son imponibles facultativamente por el juez.
La inherencia se traduce procesalmente en su funcionamiento de pleno dere
cho como' pena accesoria, una vez impuesta la principaL ■> ,
2. Inhabilitación accesoria
La reclusión y la prisión por más de tres años llevan como inherente la
inhabilitación absoluta del artículo 12 por el tiempo de la condena o hasta tres años
o más, si así lo resuelve el tribunal en la sentencia, de acuerdo con la índole del
delito- Esta atiende, a la par que a la naturaleza objetiva del delito (la ofensa
penal y sus circunstancias), al móvil (bajo, deshonroso, antisocial) del autor y a
las condiciones especiales de éste, que hagan presumir su indignidad para el
desempeño o ejercido comprendidos en la inhabilitadón54. l a inhabihtadón sub
siste durante la libertad condidonal, y se extingue con ésta (C. P., 16). l a extin-
d ón comprende la inhabilitadón suplementaria impuesta por el tribunal, por
que él artículo 16 al disponer esa extinción, no hace ninguna excepción85.
3. Decomiso
E l decomiso, que es la privadón de los objetos al delincuente o a un ter
cero en razón de su pérdida, no debe confundirse con la medida procesal de
secuestro, que no importa la pérdida de los objetos, sino su aseguramiento a
los efectos de la prueba o dedos resultados del juid o. Esa privación, con
arreglo a l artículo 23 vigente, que es el resultado de las sucesivas m odifica
ciones que introdujeron las leyes 25.188,25.742 y 25.815, ya no opera m in is
terio leg is sino que tiene que ser decidida, expresa o tácitam ente, indivi
dualizando debidam ente aquello sobre lo que la medida recae86.
D ich a decisión procede en todos los casos en que se pronuncia u na
condena por d elitos previstos en el Código o en leyes pen ales especiales.
Por tanto, en ese m om ento, que es e l de la sentencia y no en uno ulterior
como el de su ej ecución87, se d e b e disponer el decom iso, que puede recaer
sobre: a) las cosas que han servido para cometer el hecho, lo que excluye
a los d elitos culposos pues en éstos, la cosa no se usa para d elin qu ir; b)
las cosas qu e son el producto del delito, es decir, los efectos de éste (pro
ducía sceleris), que son los objetos que son su resultado, sea porque el delito
los ha producido (p. ej., la moneda o el documento falsificado o la sustancia
adulterada); o porque se los ha logrado por él (p. ej., la cosa hurtada), y, c)
las ganancias, que son las producidas del provecho del delito, como la
venta de la cosa o bjeto del d elito88.
En relació n a la legislació n anterior, que d istinguía entre instrum en
t o ^ 9 y e fe c to s del delito, se sostiene que e l decom iso resultó am pliado
porque la s cosas que han servido para la com isión del d elito ya n o se
pueden id en tificar con los instrum entos de éste, porque se in clu yen aho
ra, tam bién , las cosas que sirvieron para ello, que h iciero n fa lta y que
guardan relación directa con el suceso, com o el in m u eb le en el cual se
h a b ía instalad o la im prenta para fa lsifica r m oneda90.
L a condena im porta la pérdida de aqu ellas cosas y ganancias a favor
del Estado nacional, de las provincias o de lo s m unicipios, pero qu ed an a
salvo los derechos de restitu ción o ind em nización del dam nificado y de
terceros. S in em bargo, si las cosas son peligrosas para la seguridad co
m ún, el com iso puede ordenarse aunque afecte a terceros, salvo el dere
chos de éstos, si fu eren de bu ena fe, a ser indem nizados.
Cuando con el producto o el provecho del delito se hu b iese b en efi
ciado un tercero a título gratuito, el comiso se pronunciará contra éste. Pero,
si el autor o los partícipes hubieren actuado como m andatarios de alguien
o como órganos, m iem bros o adm inistradores de una persona de existen
cia id eal, y el producto o e l provecho del delito a beneficiado al m andante
o a la persona de existencia ideal, el com iso se pronunciará contra éstos. En
esta segunda hipótesis, y sólo en ella, el decom iso de la ganancia obtenida,
a cargo del m andante o de la persona juríd ica, obliga a derivar que la ley ya
no regula el decomiso como pena, sino como consecuencia civil necesaria
del delito, pues de lo contrario, se vulneraría el principio constitucional de
la personalidad de la pena91*. El asunto se explica cuando se advierte que la
regla proviene del Proyecto de 1960 de S o l e r , quien proyectó un párrafo de
88Laje.Anava-G avthi, Actualización a la primera edición, p. 98, Marcos Lemer Editora, Cór
doba, 2000.
89Es instrumento del delito el automóvil en el que se ayudó al imputado, por parte del acusado
de favorecimiento personal, a emprender la huida para ocultarse. El decomiso pronuncia
do respecto de ese vehículo resulta legítimo, aunque se trate de un bien ganancial (que es
algo distinto a cosa en condominio), si es de propiedad exclusiva del imputado. Cfr. T.S.
de Córdoba, sent 203, "Altamirano", 2^/XH/06.
w Laje A naya-G avier, ob. cit. p. 96.
81 Ver S pinka , Derecho Penal Tributario y Previsional cit. p. 392.
336 R icardo C. N uñez
notoria sim ilitu d con el tratado, en el Título IV del Libro Prim ero, Capítu
lo 7, de su Proyecto, bajo el epígrafe "C onsecuencias civ iles d e l d elito " n.
M ientras el anterior artículo 23 impedía la venta de los objetos decomi
sados, ahora ello es posible, aunque previamente la ley preve que si el bien
tiene valor de uso ó cultural para algún establecimiento oficial o de bien
público, la autoridad competente podrá disponer su entrega a esas entida
des, siendo factible la venta sólo si así no fuera y él bien tuviera valor comer
cial. S i no tuviera valor l í c i t o alguno (vgr. las cosas que tienen por destino la
f i n a l i d a d de estar a l servicio del delito93*, deberán ser destruidas.
En caso de condena por alguno de lo s delitos previstos por lo s artículos
142 bis o 170 del Código, la ley dispone que quedan comprendidos entre los
bienes a decomisar las cosas m uebles y el inm ueble donde se mantuviera a
la víctim a privada de su libertad, d e lo que se sigue que no es lo único sobre
lo que puede recaer el decomiso, sino que éste abarca, además, aquellos bie
nes. Todos los bienes decomisados y él producido de las m ultas que se im
pongan, serán afectados a programas de asistencia a la víctima.
La ley preve medidas cautelares, desde e l inicio de las actuaciones ju
diciales, para asegurar la pena de comiso, y tam bién para hacer cesar la co
misión del delito o sus efectos, o para evitar que se consolide su provecho o
para obstaculizar la im punidad de los responsables, sin perjuicio de los de
rechos de restitución o indem nización del damnificado o de terceros. Pue
den recaer sobre inm uebles, fondos de comercio, depósitos, transportes, ele
mentos informáticos, técnicos y de comunicación y todo otro b ien o derecho
patrimonial sobre los que la pena accesoria puede recaer, de lo que se sigue
que, a diferencia del texto originál, es factible ahora el comiso de derechos54.
93Art. 67: "Cuando el au tor o los p articip es han actuado com o m andatarios de alguien o com o
órganos o m iem bros de una person a colectiva y el producto o el provecho del d elito ha
beneficiado a l m andante o representado, el com iso se pronunciará contra éstos".
K Laje Anaya-G avier,, ob- cit. p . 99.
w B reglia A rias, ob. cit. p, 875.
93 N uñez, II, 447; O rgaz, Incapacidad civil de los penados, 2a ed„ Córdoba, 1939.
96El Proyecto de 1960 suprimió esta disposición (ver nota al art 41). Sobre la reforma polemi
zaron O rgaz y Soler, Aspectos civiles de la reforma penal, 1963.
97Según piensan V a ld és , Incapacidad civil de los penados (Revista de la Fac. de Derecho y C.
L a P ena 337
IV . D is p o s ic io n e s r e g is t r a b l e s
Sociales de Buenos Aires, t.VII, 192S, p, 485) y Lanfranco, La incapacidad civil de los penados
(Revista penal y penitenciaria, 1940, N° 18, p. 515).
"V er N uñez, II, 447.
"Ver N uñez , II, 447.
100V aldés, ob. cit., p. 509.
ltn N uñez, A cerca d el nom bram iento de curador del pen ado , nota a fallo. Sem anario Jurídico
4 9 ,8 /8 /9 7 8 , p . 2 1 6 .
1R2O rgaz, Personas individuales, Buenos Aires, 1946, § 20, ND8.
J
338 R icardo C. N uñez
ira v é a s e Daniel P . C a rrera , ¿C aducidad o extin ción ele las sen ten cias con den atorias o de sus
registros?, nota a la s e n t n*3 4 del Juzgado Correccional de 4 a Nom. de Cba, Sem anario
Jurídico n° 857, p. 264. Sobre el cómputo del plazo del art. 51 en relación a la reincidencia
y mulíireincidencia, véase del T .S. de Córdoba, el caso "V illareal", sent. 1 0 0 ,1/X/G3.
10J N uñez , L a s D isp o sicio n es cit., ps. 230 y sgtes.
L a P ena 339
CAPÍTULO III
A G R A V A M IE N T O D E LA PEN A
R E IN C ID E N C IA 12
I- C on cepto
1 H errera , La reforma penal, p. 539; N uñez , II, 474; S oler , II, p. 72; F on tán B alestra , III, § 61.
2 C arrara , Stato delta dottina sulla la recidiva, p, 133 ("Opúscoli", 5a ed„ vol. II, p. 125).
3 Proyecto de 1891 (Ia ed.), p. 97.
Istihizioni di dintto penale, Toríno, 1908, ps. 152 y 16Z
4 I m pallom en ],
5 M oreno, El código penal y sus antecedentes, t. III, p. 99.
6 N uñez, L a s D isp osicion es cit., p, 218.
7 N uñez, ob. cit., p. 219.
340 R icardo C. N uñez
cum plida total o parcialm ente de conform idad a la ley extranjera, siem
pre que el delito qu e la ha m otivado pueda, según la ley argentina, dar
lugar a la extrad ición del condenado. La condena extranjera y el su fri
m iento to tal o p arcial de la pena im puesta se prueba por instrum entos,
copias o certificacio n es auténticos expedidos conform e a las leyes del
respectivo p aís8.
La cond ena d ebe ser a p en a p r iv a tiv a d e lib erta d (prisión o reclu
sión) de cu m p lim iento efectivo. La pena debe haber sido im puesta a la
persona com o autora o partícipe de un delito com ún, previsto por el Có
digo P enal o las le y e s que lo com plem entan, con prescandencia de si es
doloso o culp oso, tentado, consum ado o im posible, de. su natu raleza o
especie, gravedad o m odo de com isión. Adem ás de los d elitos m enciona
dos en el párrafo 3 o del art. 50, quedan excluidas las contravenciones o
faltas. La p en a d eb e haber sido im puesta originariam ente. No debe ser
im puesta por conversión de otra, v. gr., de la m ulta9.
TV. E l n u e v o d e l it o
V , D e l it o s e x c l u id o s
Crim inología n “ 61, M arcos Lerner Editora Córdoba, Córdoba, 1996; tam bién D e la
R úa, ob. cit. 2 a ed,, p. 903, en cuya nota 110 señala que la ley, en el art. 24, alude a forma
de computar, no de cum plim iento. La C.S. de la N ación ha sostenido esta tesis, ai seña
lar que el instituto de la reincidencia se sustenta en el desprecio que m anifiesta por la
pena quien, pese a haberla sufrido antes, recae en el delito, debiendo destacarse que el
autor debe haber experimentado el encierro que importa la condena, no obstante lo
cual reincide, m anifestándose así el fracaso del fin de prevención especial de la conde
na anterior, total o parcialm ente padecida, pero agregó que la declaración de reinci
dencia requiere cum plim iento efectivo como penado, sin que corresponda computar
el tiempo de detención y prisión preventiva. Así, en autos "M aim íni", 17/7^07, D J 2007-
n i-8 9 9 ; tam bién caso "Ib a ñ e z ", 2Q/V/GS, D J 20/VIII/08,1090.
11 N uñez, L a s D isp o sicio n es cit., p. 224.
N uñez, ob. cit., p. 220 y sgte.
13 N uñez, ob. cit., p. 226, donde aclara que como en tiempo de guerra la jurisdicción militar se
extiende a los delitos en general (CJJVL, a rt IOS, párrafo 2 o, Ley 23.049), la pena porun delito
común castigado por un tribunal militar puede dar lugar a reincidencia.
342 R icardo C. N uñez
V I. P rescripción de la pena
La p en a su frid a n o se tien e en cuenta a los efectos de la d eclaración
de rein cid encia cuando, a partir de su cum plim iento, h ub iere transcurri
do u n lap so ig u al al m onto de p risión o reclusión im puesta, que nunca
excederá de diez n i será in ferio r a cinco años (art. 5 0 ,4 o párrafo). S e trata
de la inoperativid ad de la pena cum plida por el condenado como factor
de rein cid encia y n o d e la prescripción del estado de tal. El térm ino, que
se cu enta a partir d el cum plim iento de la pena im puesta, es corrido y
sólo puede ser interrum pido por Xa com isión de un delito, debien d o, en
tonces, in iciarse un nuevo térm ino16.
V III. E fectos
La reincid encia, adem ás de operar como circunstancia generalm en
te agravante en la individualización de la pena (art. 4X)13*, im pid e la lib er
tad cond icional del reincidente (art. 14). T am b ién , la condenación condi
cional, en caso de prim era concesión, por no ser "prim era cond ena"; en el
caso de segunda, tam bién, porque entre la prim era condena y el segundo
hecho es im p o sible que se dé la cond ición tem poral del art. 27, 2 o párra
fo 19. La reincid encia, cuando es m ú ltip le, determ ina la im posición de la
accesoria de reclusión por tiem po indeterm inado.
condenatorias a penas privativas de la lib ertad ya cum plidas, tiene su propio régi
m en de prescripción, o sea, de extinción, cuyo térm ino por ser esp ecífico frente a los
plazos de caducidad de su registro d el art. 51 C.P., el principio de vigencia fuerza a
acatar, lo que no acontece en los supuestos de reincid encia m últiple, que no depen
den de plazos, sino de cantidad de anteced entes, la prueba de cuya existencia, a
través de la dem ostración de las penas privativas de libertad anteriorm ente soporta
das (cuatro o cinco, según el caso), queda su bordinada a la no caducidad de los regis
tros de las respectivas sentencias condenatorias, con arreglo al principio de la uni
dad sistem ática", D a n iel P. C a rrera , ¿ C a d u cid a d y ex tin ción d e tas sen ten cias con d e
n a to r ia s o d e su s registros?, nota a fallo . Sem anario Jurídico n ° 857, p. 268.
IS M a r c h io r i , ob. c i t , p. 64.
19 D e La R úa, C ó d ig o P e n a l A rgen tin o, 2 a ed., p. 917.
20 N uñez , II, 492; F inzi, Habitualidad y reincidencia cit.; G o n zá lez M illán , Motivación, funda
mento y alcance de la reforma del art. 52 del código penal ("Revista penal y penitencia
r ia " ,! 944, Nos. 31/34, p. 13); O derigo, Reclusión accesoria del a r t 52 del código penal ("Re
vista de derecho", 1945, p. 197); F leiss , Sobre el a r t 52 del código penal ("J. A .", 1943, Sec.
Doct., p. 85). L a C.S. de la Nación, en el caso "G ra m a jo ", 5/IX/06, L.L, 2006-E-65, ha
declarado la inconstihicionalidad de la disposición por violar el principio de culpa
bilidad, de proporcionalidad de la pena, e l principio de reserva, legalidad y del de
derecho penal del acto y la prohibición de penas crueles, inhumanas y degradantes.
Dado los efectos de los fallos de la Corte respecto de los tribunales inferiores, la reali
dad indica que la disposición ha perdido vigencia, aunque form almente ella subsiste,
desde que la declaración de inconstitucionalidad opera en el caso y sólo en él.
344 R icardo C. N uñez
m edida (art. 52, última disposición) no es, en realidad, tal, sino una verda
dera pena de reclusión, que se le aplica al reo en razón de su reiterada vio
lación del deber de no delinquir y se cumple con régimen carcelario (art. 53,
párrafo segundo) en e l establecim iento de la N ación destinado a ese ex
clusivo o bjeto 21. Esta m edida de seguridad accesoria a la ú ltim a condena,
no es ap licable a los hom bres que en el m om ento de su ejecu ción están
d éb iles o enferm os o son m ayores de sesenta años, porque ello s debe
cum plir su condena en p risión y som etidos sólo a la clase de trabajo es-
p e d a l arreglado a su condición física (C.F., 7). Las m u jeres cum plirán la
accesoria en establecim ientos esp eciales (C.P., S)22.
B. Procedencia
. Para que proceda la reclusión por tiempo indeterminado, en el m o
mento de la últim a condena, esto es, la que está dictando el juez, deben m e
diar, vale decir, preexistir, las siguientes -penas anteriores:
a) cuatro penas privativas de la libertad , siendo una de ellas m ayor
de tres años, o
b) cinco penas privativas de la libertad, de tres años o menores. En cada
caso deben concurrir los requisitos de los artículos 50 y 51, párrafos I o y 2 o,
No es u na condición de cada sen ten d a condenatoria que se declare
la re in d d e n d a del condenado, porque esa d ed arad ó n no es constitutiva
del estado de reincid encia del reo, sino que es declarativa de ese estado
en razón de qu e aqu él ha cum plido el núm ero de condenas requeridas
por la ley, lo que se debe declarar en la ú ltim a condena.
Las condenas, qu e pueden ser a reclusión o prisión, d eben h ab erse
cum plido sucesivam ente, aunque con sc lu d e n e s de continuidad entre
ellas, siem pre que entre la condena anterior y la subsiguiente no h u b iere
transcurrido el term ino de caducidad (art. 51). El cum plim iento de la p en a
im puesta por una sen ten cia de u nificació n de penas, no m u ltiplica el
núm ero de éstas a los fin e s de lo s inciso s I o y 2 o del párrafo I o d el art. 52.
La repetición de la rein cid en cia m ú ltiple no agrava la nueva m edi
da. L a "ú ltim a cond ena" en el caso de la reincid encia m últiple, represen
ta la prim era cond ena cuya pena d ebe ser la prim era a cum plir en una
ulterior reincid encia m ú ltiple. D adas las condiciones establecidas por e l
art. 52, la m edida es de aplicación obligatoria, pero no de pleno derecho
sino que debe ser im puesta en la condena a la que accede23.
21 Según el texto primitivo del art. 52, la reclusión debía cumplirse "en un paraje de los terri
torios del sud", y a ese fin estaba destinado el penal de Ushuaia.
“ N uñez, L a s D isp osicion es c it , p. 237.
22N uñez, ob. cit., p. 236 y sgíe. Véase la nota a fallo de D aniel P. C ahkera, citada en nota n° 12S.
L a P ena 345
C. Suspensión de la accesoria
La im posición de la medida accesoria no es absolutamente obligato
ria/ sino que los tribunales pueden/ por única vez, dejarla en suspenso, fu n
dando expresam ente su decisión en la form a prevista en el art. 26. S i falta
o es in su ficien te la debida fundam entación, la suspensión puede ser re
vocada o casada por el ju ez a d qu em , sea de apelación o de casación con
arreglo al ordenam iento procesal de que se trate.
La su sp ensión de la m edida no im p lica u na revocación de la m edi
da ya aplicada, sino la no aplicación de ella in icialm ente. Pero esta deci
sión puede ser tom ada tanto en la prim era rein cid en cia m ú ltip le como en
una u lterior2*24*.
D. Liberación condicional23
L a accesoria de reclusión es im puesta por tiempo indeterminado. Teóri
camente la indeterminación no equivale a perpetuidad, pues su término debe
estar dado por la desaparición de las condiciones que dieron lugar a la im
posición de la medida o sanción. Pero, según el Código Penal, la indetermi
nación de la m edida accesoria del artículo 52 y la perpetuidad del encierro
inherente a las penas privativas de libertad, sólo pueden terminar de la
misma m anera, mediante el cumplimiento por parte del penado de las con
diciones bajo las que obtuvo la libertad o liberación condicional26.
El artículo 53 regula la liberación condicional de los sometidos a la
reclusión accesoria. El otorgamiento de ella, es una facultad del tribunal
que condenó al penado en última instancia o le impuso la pena única. Em
pero, el trib u n al no puede resolver discrecxonalm ente sobre la proceden
cia o no de la libertad condicional, pues la ley lo obliga a fundar la deci
sión respecto de la concurrencia.de los.requisitos que m enciona el art. 53,
párrafo I o. L a falta de fundam entación anula la resolución27.
Transcurridos cinco años del cumplimiento de la reclusión accesoria,
el tribunal, previo informe de la autoridad penitenciaria a cuyo cargo se
encuentra el cumplimiento de la sanción accesoria, podrá otorgarle al con
denado la "libertad condicional", siempre que hubiere dado prueba:
a) de b u en a conducta como reclu id a, que im p lica la observancia de
2i N u r ez , ob. c iL , p . 2 3 7 .
23 N uñez , II, 502; F leiss , Aplicación de la libertad condicional a los delincuentes habituales que cum
plen la accesoria de reclusión por tiempo indeterminado en un paraje de los territorios del Sud
(Revista penal y penitenciaria, 1943, Nros. 29 y 30, p. 483).
26La opinión predominante y la práctica interpretaban que de acuerdo al texto originario del
art. 52, la reclusión accesoria tenía carácter perpetuo.
27N uñez , L a s D isp o sicio n es á t , p . 2 3 9 .
346 R icardo C. N uñez
1 La ley 26.364 (B.O. 30/IV/08) introdujo otra modificación, al establecer indebidamente desde
e l punto de vista sistemático, en la Parte General, una atenuante particular, prevista en el
art. 41 ter, sólo aplicable a los delitos previstos en los arts. 142 bis, 145 bis, 145 ter y 170.
Sobre ella, véase este M anual, Parte Especial, actualizado por V íc to r F élix R h n ald i, p. 179.
2 En e l s e n t i d o r e s t r i n g i d o , e n tr e o tr o s , A l e ja n d r o W . S lo k a r , C ód ig o P en al, d ir ig id o p o r
348 Ricardo C N uñez
El arma debe ser em pleada sobre tma persona, cualquiera que ésta sea,
de modo que no basta que ella sea sólo portada, sino que debe mediar utiliza
ción efectiva. Como el fundamento de la agravante reside en el medio em
pleado por autor, de alto poder letal o lesivo que le brinda más seguridad, al
mismo tiempo que anula las posibilidades defensivas de su víctima3’ es nece
sario que el arma y su munición sean aptas para su función específica.
No es aplicable a los delitos culposos, sino sólo a los dolosos que de
m anden violencia o intim idación contra las personas como modalidad típi
ca, incluso en aquellos en que los tipos preven el em pleo de un arma en
sentido amplio, quedando excluidos los que resulten incom patibles con
aquella modalidad (vgr. la estafa). No es procedente en delitos reprimidos
con pena de reclusión o prisión perpetua, sea que se trate de un deliro consu
mado o de uno que haya quedado en grado de tentativa4.
Como se califican los delitos previstos en este Código, el agravante es de
aplicación a los previstos en leyes penales complementarias y, también, por la
vía y con el alcance del artículo 4o, a los contenidos por leyes penales especiales.
II. P o r l a in t e r v e n c ió n d e m e n o r e s d e e d a d
CAPÍTULO IV
EXTINCIÓN DE LA PENA1
La pena impuesta por sentencia firm e -que es la que no admite recur
so- se extingue por las causas que se estudian a continuación.
I. M uerte d el con d en ad o
5 Véase eí desarrollo que en ese sentido realiza D e la Rúa, ob. c it, p, 138-
6 T ribunal Superior de Justicia de Córdoba, caso "Figueroa", se n t 1 38,2/X1Í/05.
7 Tribunal Superior de Justicia de Córdoba, caso "Fernández", sent. 2 7 6 ,2AfXfi$7. R onajldi,
M anual, Parte Especial, p, 56, entiende que la razón de la agravante no es sólo evitar el
aprovechamiento del m enor sino, tam bién, que no se lo exponga a delinquir ya que son
niños que deben ser protegidos según la CDN.
hacerse efectivas sobre sus bienes (C. P., 70). Esta opinión, ahora, encuen
tra otro argum ento: e l art. 5, inc, 3 o de la C onvención A m ericana sobre
D erechos H um anos, de superior alcurnia (C N . art, 75 in c. 22°), qu e ex
presam ente consagra el principio de la personalidad de la pena.
I I . A m n is t ía
XIL I n d u l t o . . .
3 N uñez , L a s D isp osicion es c it, p. 306 y nota 657. Sobre el indulto a los procesados, Cám. Fed.
Córdoba, se n t 4/12/989, con nota de D aniel P. C arrera: E l ú ltim o p a s o atrás, Semanario
Jurídico 773, 22/12/989, p. 11. Ver también, B idart C ampos, E l indulto a p ro cesa d o s, E.D.
135-780. La C.S.J.N. negó el indulto a procesados en fallos T. 6:229; 165:199; lo aceptó, en
fallos 313:1398; 315:2422. Véanse los decretos del P.E.Nac. N° 1002 y 1005 de 1989 (B.G.
10/X/989, p. 4 y 5) y la nota siguiente. En Córdoba, la cuestión no puede plantearse por
que su Constitución (144, inc. 8 o) requiere que medie sentencia fírme.
4 C S . de la Nación, 13/VIX/07, "M azzeo", L.L. 2 0 0 7 -D -4 0 1 , caso en el que la Corte declaró la
inconstitucionalídad del decreto 1002/89 del P.E.Nac.
5 M artínez P az, Facultad provincial en materia de indultos (Boletín de la Fac. de Derecho, Córdo
ba, año II, N° 4);
L a P ena 351
FV. P rescripción10*
Las penas, excepto la de inhabilitación, se prescriben en los términos
establecidos por el artículo 65 del Código Penal.
L a prescripción de la pena se funda, como la de la acción penal, en la
destrucción por el transcurso del tiempo de los efectos morales del delito en
la sociedad: extingue la alarma social causada por el delito y la correspon
diente exigencia social de que se lo reprima. Por ello, debe declararse de
oñcio y no puede ser rehusada por su beneficiario.
La prescripción de la pena cuyo cumplimiento no ha comenzado, empie
za a correr desde la media noche del día en que le fue notificada al reo la sen
tencia que, de acuerdo con la ley procesal, quedó fem é (ver C. de P.P. de Cór
doba, 148 y C .P P. de la Nación art. 128); o desde la media noche del día del
quebrantamiento de la condena, si ésta había empezado a cumplirse (C. P., 66).
L a respectiva ley procesal es la que determina la form a de la notifica
ción. Ésta, si dicha ley lo admite, puede ser hecha a l reo en persona o por
cédula entregada en lugar y persona autorizados11. Pero no equivale a la
notificación hecha al reo, la dirigida y hecha a su defensor.
10N uñez, II, 540; V era B arros, La prescripción penal en el código penal y leyes especiales, Bs. As„ 1960.
n La Cám. Penal Económ ica de la Capital, en pleno, 17-IV-970, La Ley, t.138, fallo 65.095 (J.
A., N° 3552, m ayo 21 de 1970), ha resuelto que: "P ara los efectos previstos en el a r t
R icardo C. N uñez
66, C. P., no se requiere la presencia del reo al notificársele la sentencia condenatoria . H abía
resuelto lo-contrario, la Cám. Federal de la Plata, en pleno, 12-XH-968, La Ley, 1 133, p.
571 0 . A-, 2-1969-sec. prov., p. 632).
12En contra, Cám. en lo Crim. y Corree, de la Capital Federal 25-XI-941, J. A„ 1942-IV, p. 901.
13Cámara en lo Crim.y Corree, de la Capital Federal, 23-11-926, Fallos, 1 2, p. 158.
14 G avier, nota 5 de la p. 216 del Tratado de M anziní, vol. V. Algunos suman las distintas penas,
porque no pueden cumplirse simultánea y paralelamente, sino una después de la otra (S oler,
II, 466; V era B arros, La prescripción dt„ § 16,3). Sobre este argumento, N uñez, II. 543.
13 V era B arros, Líi prescripción d t., § 1 6 ,1 .
ifi G avier, nota de la p. 212 del Tratado de M anziní, vol.V; V era Barros, La prescripción d t § 16,1 y 2
17 N uñez , La acción civil -para la reparación de los perjuicios en el proceso penal, 1948, p. 56.
465; F on tán B alestra , III, p. 433.
18S oler , II,
i?Sobre la suspensión de la prescripdón de la acd ón antes de que la Ley 13.569 la dispusiera
de manera expresa, véase la doctrina de la C.5. de la Nación, 18-XI-942, Fallos, 1.194, p. 242
0 , A., 1942-IV, p. 841; Lrt Ley, t 28, p. 655). También N uñez , II, 544; V era B arros , La
prescripción d t , § 1 8 ,1. Conforme, también F ontán B alestka , III, p. 433.
L a P ena
353
V. P erdón
M E D ID A S D E SE G U R ID A D 1
1S oler, Las m edidas de seguridad no son sanciones (Anuario de derecho penal y ciencias sociales, t
XVn, fase. II, mayo-agosto, MCMLXIV, p. 215). Una exposición general, en J iménez de Asüa,
M edidas de seguridad (El Criminalista, 2a serie, t II, p. 219); id., Penas y m edidas de segm idad
(Jomadas de derecho penal, Buenos Aires, 1962, p. 289); Olesa M uñido, Las -medidas de seguri
dad, Barcelona, 1951; Conrado Finzi, Evolución y estado actual de las m edidas de seguridad y
corrección en la doctrina y legislación alemanas (Cuadernos de los Institutos, n°32, p. 7, Universi
dad Nacional de Córdoba). Un punto de vista sobre lo que ha pasado en nuestro país, Laje
A nava, M edidas de seguridad y tutelares en la legislación penal argentina, Universidad Nacional
de Córdoba, 1967.
I. C oncepto
Las medidas de seguridad aplicables judicialm ente se diferencian de las
penas porque, a diferencia de éstas, no constituyen la retribución del mal
causado por el delito, pues no se fundan en la violación por el autor del
deber de no delinquir, sino que, según el Código Penal, son medios curati
vos sometidos la principio de legalidad, que el juez le im pone al autor de
un delito en atención a su peligrosidad, para evitar que se dañe a sí mismo
o a los demás (C. P., 34, inc. I o, § 2o y 3o).
Sobre la base de un monism o consistente en englobar cada vez más la
seguridad en la represión privativa de libertad, se pretende llegar a la sus
titución de las penas por las medidas de seguridad. Pero esto, que sólo abarca
el ámbito de las penas privativas de libertad, im plica olvidar que la identi
ficación entre la pena y la m edida im portaría prescindir, por un lado, de la
diferencia entre culpabilidad delictiva y peligrosidad, como fuentes, respecti
vamente, de la una y de la otra; y por otro lado, de la diferencia entre repre
sión y medios de cura o de segregación social,-como ejecución, correspondiente,
de la pena y de la medida.
Teóricam ente las m edidas de seguridad pueden ser curativas o elim i
natorias. Las curativas tienden a eliminar la causa determinante de la m e
dida. Las eliminatorias son aplicables a los delincuentes que por habitualidad
o reincidencia se presentan como aparentem ente incorregibles. Estas son
las medidas que el Código Penal ha reemplazado por la llamada "sanción"
accesoria carcelaria (art. 52, Ley 23.057). I.
1 S i se resuelve im plem entar una internación respecto de una persona que padece una enfer
medad mental, por lo que fue declarada inim putable y se le impuso la m edida de segu
ridad, ésta debe durar el tiem po mínimo e indispensable, en razón de ser un tratamiento
restrictivo' que debe presentarse como última opción, dejando sentada la regla de la
libertad del paciente, en tanto que el Tribunal debe revisar esa privación m ediante pro
cedimientos sim ples y expeditivos, con controles periódicos, a fin de establecer si las
condiciones que la determinaron se m antienen o se modificaron, pues de lo contrario la
internación se convierte en una pena privativa de la libertad, sin lím ite de duración. C.S.
de la Nación, caso "5L, M. 19/Ü/08, L.L. 29/13/08.
Díaz, I n t e r n a m i e n t o de seguridad ~Artículo 34 del código penal, p. 34 ("Revista penal argentina",
1926, t. VI, p. 32); Gómez, Tratado de derecho penal, 1 1, Buenos Aires, 1939, p. 306.
N üñez, L a s D isp o s ic io n es cit., p. 119.
M edidas de S eguridad 359
D ERECH O PEN AL
Y C O R R E C C IO N A L D E M E N O R E S 1
1 N uñez, II, 5 51; Fontán B alestiía, III, p. 59. U n a n á lis is so b re v arias cu e stio n e s
procedim entales, Jo sé H. González del S olar, El procedimiento correccional de meno
res en la Provincia de Córdoba a la luz de la ley 8498, Foro de Córdoba, n° 33, año 7,
1996, ps. 61 y sgtes.
'í'
080
La Ley 22.278 (28-V III-80), com plem entada por las Leyes 22.803 (9-
V -83), 23.264 (23-X-85) y 23,742 (25-X-88), regula el derecho p en al de m eno
res . C uyas norm as son aplicables aunque el m e n o r f u e r e em ancipado (a rt.
9, L ey 22.278). C on arreglo al sistem a vigente, cabe distinguir entre m e
nores p u n ib les y no p u n ibles: dentro de los prim eros, conform e al art. I o
de la le y 22.278, m odificada por ley 22.803, se encuentran los m enores de
16 años y lo s de entre 16 y 18 años, que n o son p u n ib les solo con respecto
de d elitos de acción privada o reprim idos con pena privativa de lib ertad
qu e no exceda de 2 años, con m ulta o con in h ab ilitación . D entro de los
segundos, el m enor de entre 16 y 18 años " que incurriere en d elito que no
fu era d e los en u n ciados en e l ari. I o" (art. 2°, prim er párrafo, ley 22.803), y
el d e entre 18 y 21 años de edad.
I. M en o res d e 16 años
2 La Cámara Nacional de Casación, Sala HI, en autos "G arcía Mendez y otros", ll/X U /07,
declaró que el art. 1 de la ley 22.278 no supera el test de constihicionalidad por contrapo
nerse a los principios rectores del derecho del niño descriptos en la CDN, de lo que
deviene su inconstítucionalidad, en lo que se refiere a la posibilidad de disponer
provisoria o definitivam ente del m enor no punible de 16 años de edad.
364 R icardo C. N uñez
II. M e n o r e s en tre 16 y 18 a ñ o s n o p u n ib l e s
D e La Rúa, ob. cit., p. 662 y sgte; tam bién, en cuanto piensa que el m enor entre 16 y 18
años no es inim putable, Laje Anaya, Imputctbilidad disminuida, Semanario Jurídico n°
995, 28/VH/994, p. 61; G uillermo J. L edesma, El régimen actual de la minoridad, L.L.
1981-A-759, con la salvedad que se refiere a la ley 22.278, antes de la reforma de la ley
22.803. Pero el asunto se discute: así, V idal, Derecho Penal Argentino, p. 268, considera
que se ha extendido la calidad de íním putable; tam bién. V iñas, ob. cit., p. 298.
366 R icardo C. N uñez
que la pena es innecesaria, lo absolverá, sin que, en tal caso, sea necesario
que el m enor haya cum plido los 18 años (art 4 o, últim a parte).
Por el contrario, si decide aplicarle una pena, la ley lo autoriza a
d ism inuirla e n la form a prevista para la tentativa, facultad qu e presupo
n e que el d elito fu é consum ado. E n caso de condena, la pena se hará efec
tiva en in stitu to s especializados y , alcanzada la m ayoría de edad (21 años
-C.C. a r t 126 según ley 17.711-), el resto de la condena se cum plirá en
estab lecim ien to s para adultos (art. 6).
S i e l proceso p or delito com etido por un m enor de 18 años p u n ib le,
com ienza o se reanuda después que el im putado hub iere alcanzado esa
edad, el tratam iento pupilar del art. 4 o inc. 3 se cum plirá en'cuanto fuera
p o sib le, debiend o ser com plem entado con u na am plia in form ación so
b re su conducta. S i, en cam bio, el im putado fu era ya m ayor de 21 años,
esta in form ación su plirá el tratam iento al que debió ser som etido (art. 8),
So b re la aplicación de pena a un m enor, ha dicho la Corte Suprem a
qu e, desde que la pena privativa de la libertad debe estar dirigida a la
readaptación social, e s necesario que el Ju ez no se desentienda de sus po
sib les efectos, lo qu e en el caso del régim en penal de m enores, se traduce
en el deber de fundar la necesidad de la pena desde el punto de vista de las
p o sibilid ad es de resocialización, lo que supone ponderar los efectos n o c i
v o s , del encarcelam iento, agregando que si b ien los m enores cuentan con
los m ism os derechos c o n s t i t u c i o n a l e s de los mayores, no se puede inferir
que deban ser tratados igual que éstos, por lo que la reacción punitiva
debe ser inferior a la de un mayor, m ediando iguales circunstancias, aten
to la lim itación de la pena que supone la inm adurez em ocional de los n i
ños. A dm itir que m erecen la m ism a pena, d ijo tam bién, sólo es p osible
prescindiendo del principio de culpabilidad y atendiendo a l de peligrosi
dad7.
IV , M enores de 18 a 21 años
■R E P A R A C I Ó N D E P E R J U I C I O S 1
II, A c c ió n r e p a r a t o r ia
1. Conceptos generales
P ara obtener la reparación de los perjuicios que les ha causado el deli
to, la ley les concede a los damnificados una acción civil independiente de
la acción crim inal (C. C., 1096). Esta acción tiene naturaleza privada, por
que su objeto sólo les interesa de m anera inmediata y principad a los damni
ficados. L a independencia de la acción civil respecto de la criminal im pide
que se unifiquen e identifiquen sustancial y formalmente su regulación
material y su ejercicio por el mismo órgano, con los mismos procedimien
tos, derechos y deberes procesales, de m anera que el ejercicio de una
involucre el de la otra3.
C on arreglo al artículo 29 del Código Penal, la sentencia condenatoria
podrá ordenar la reparación de los perjuicios causados por el delito. Con esto
no desconoce la naturaleza privada de la acción reparatoria, sino que en
atención al interés social en facilitar y garantizar al reparación, la ley se ha 1
1Sobre el significado del art. 1096, N uñez, Líi acción áv il d t , pág. 23 y sgte.
370 R icardo C. N uñez
2. Titulares
Los titulares de la acción reparatoria pueden ser la víctima del delito,
su fam ilia o los terceros a los que el delito les baya causado un daño mate
rial o m oral (C. P., 29, inc. I o). La víctim a es la persona física o ideal ofendi
da en su persona o bienes por el delito. L a fam ilia está compuesta por el
cónyuge sobreviviente y los herederos necesarios o forzosos del muerto
por el delincuente (C. C , 1085 y 1078, § 2o, Ley 17.711). Los terceros son las
personas físicas o ideales a las cuales el delito les ha causado un daño m ate
rial en virtud de su relación jurídica de índole patrim onial con la víctima,
por ejemplo, el com prador de la cosa hurtada reivindicada por su dueño o
la persona que tenía derecho a servicios por parte de la víctima4.
3. Responsables
L a obligación de reparar el daño es solidaria entre todos los responsables
del delito (C. P., 31), cualquiera que sea la participación que hayan tenido en él
(ver C. P., 45 y 4ó)5. Por lo tentó, el damnificado tiene el derecho de demandar
la totalidad del daño contra uno o todos los responsables (C. C , 699 y 705). La
solidaridad funciona en lo qu e respecta a la reparación del daño, que com
prende, de acuerdo al art. 29, la indem nización del daño m aterial y moral,
la restitución de las cosas al estado anterior al delito y las costas6.
L a acción reparatoria tam bién puede dirigirse contra el que por título
lucrativo hubiese participado de los efectos del delito, pues esa persona está obli
gada a la reparación hasta la cuantía en que hubiese participado (C.P., 32)7*910.
La acción se puede dirigir, igualmenie, en forma conjunta o no con el autor
del delito, contra el civilmente responsable por el daño causado (ver los
arts. 1113 y ss. del C C ) .
del hecho principal que constituye el delito, ni impugnar la culpa del conde
nado (C. C., 1102). Por el contrario, si la decisión penal fue absolutoria, en el
juicio civil no se podrá alegar la existencia del hecho principal sobre el que
hubiere recaído la absolución (C. C., 1103). El hecho principal no sólo com
prende el hecho como tal, sino su tipicidad y antijuridicidad y la autoría12. La.
culpa del condenado comprende la imputabilidad y la culpabilidad del autor.
La decisión penal condenatoria es la sentencia. La decisión absolutoria puede
ser la sentencia o el sobreseimiento definitivo. El punto se discute, pero los
que niegan que el sobreseimiento hace cosa juzgada en el juicio civil de
reparación, no advierten que lo que el artículo 1103 quiere asegurar es la
preem inencia de la decisión definitiva de la justicia penal respecto de la
civil, y no la invulnerabilidad de la cosa juzgada entre partes privadas13.
III. La in d e m n iz a c ió n d e l d a ñ o 14
1. La indemnización
La indemnizacx&n del daño debe ser plena, en el sentido de que debe
comprender todo el perjuicio causado15. Deberá ser hecha en dinero (ver C.C.,
1083, Ley 17.711), fijándose el monto prudendalmente por el juez en defecto
de plena prueba (C. P., 29, inc. I o). Esta regla presupone que esté probada la
existencia pero no el valor del daño. El daño puede ser material o moral.
2. Daño material
Hay daño material siempre que se causa a otro algún perjuicio suscepti
ble de apreciación pecuniaria directamente en las cosas de su dominio o pose
sión (por ej., destrucción o deterioro de una cosa), o indirectamente por el mal
hecho a su persona (por ej., lesiones) o a sus derechos o facultades (v. gr.,
defraudaciones de los primeros o usurpaciones de las segundas) (C. C., 1068).
El daño comprende no sólo el perjuicio efectivamente sufrido (daño emergente),
sino también la ganancia de que fue privado el damnificado por el acto ilícito
(lucro cesante) (G C , 1069). El daño material debe ser cierto, y no simplemente
eventual o hipotético. Su existencia actual o futura debe ser segura, aunque no
se pueda establecer su verdadero monto. El daño es incierto si sólo se presenta
como una sim ple posibilidad, porque existe peligro de que se produzca16.
3. Daño m oral1718
El daño moral es la molestia que el delito produce en la seguridad per
sonal o en el goce de los bienes, o la lesión que el delito causa en las afeccio
nes legitimas13. No constituyen un daño moral, sino material, las repercu
siones económicas que la molestia o la lesión puramente moral, tiene en la
capacidad laborativa o en el crédito del que la sufre.
C on arreglo al nuevo artículo 1078, § 2 (Ley 17.711), la acción por
indem nización del daño m oral sólo compete al dam nificado directo por
el delito (la víctim a según el art. 29 del C.P.)19, salvo que del hecho hubiere
resultado su m uerte, caso en el que únicam ente tendrán acción los here
d eros fo rzo so s (d escen d ien tes, ascen d ien tes, v iu d a o v iu d o e hijos
extiam atrim oniales).
4. Restitución20
! Tratándose del daño m aterial, la prim era m anera de reparar a que
está obligado el responsable, es, siendo posible, la restitución de la cosa
obtenida por el delito (C.P., 29, inc. 2o). Em pero, con arreglo a la reform a
del artículo 183 del Código C ivil por la Ley 17.711, el dam nificado puede
optar por la indem nización en dinero.
La restitución, que excede la idea de una m era devolución de la cosa
obtenida por el delito, consiste en la reposición de las cosas a su estado
anterior (C. C., 1083 [Ley 17.711)21.
Si la restitución es im posible de hecho (v. gr. destrucción o pérdida)
o legalm ente (v. gr., derecho legítim am ente adquirido por un tercero)22, el
dam nificado puede exigir en sustitución de ella y como indem nización, el
pago del precio de la cosa, más el de estim ación si lo tuviere (C. P ., 29, inc.
2o). S i la falta de restitución fuese parcial, la indem nización consistirá en
el pago de la diferencia del valor actual y el prim itivo de la cosa (C. C.,
1 0 9 4 ,2a disposición). E n el caso de restitución, como en el de su im posibi
lidad, la reparación integral com prende los daños originados por la pri
vación de la cosa.
IV . P r e f e r e n c ia d e l a o b l ig a c ió n d e in d e m n iz a r
V. I n s o l v e n c ia
D e l E d it o r ................................................................................................................. ............ 7
A la cu arta e d i c i ó n ............. .............................................................................................. 9
A la quinta e d i c i ó n ........................................................................................................... 11
A b reviatu ras u s a d a s ............................................................................................... ...... 13
P R IM E R A P A R TE
P R IN C IP IO S G E N E R A L E S ........................................................ 1..............................15
S E G U N D A PA R TE
T E O R ÍA D E L A L E Y P E N A L .......... ............................................................-............69
I. L a L ey P e n a l .............................................................................. .................................21
TERCERA PARTE
111
E L D ELITO
CAPÍTULO I - TEO R ÍA JU RÍDICA DEL DELITO -............................... 113
113
I.SUORJETO ..................................... .....................................................................
EL D efinición jurídica del d e u t o ................................................................... 113
113
1 . Definición fo r m a l ................................ ...................-.......................................
114
2. Definición doctrinaria ...................... ....................................... .....................
114
3. Definición dogm ática .....................................................................................
A. SU EVOLUCIÓN ............ ............. -....................... ........................ .........
114
a. Positivismo jurídico o científico ..................................................... 114
b. Normativismo .................................................................................... 116
c . FináLÍsmo......... ...................................-..................;............................ 117
B. LA DEFINICIÓN DEL DEOTO'CON ARREGLO AL DERECHO
119
PO SITIV O ..................................................................................................
C U A R T A P A R TE
A N T IJU R ID IC ID A D ...................................................................... .................... -........159
Q U IN T A P A R T E
L A C U L P A B IL ID A D ......................................... .......................... ............................. 181
S E X T A P A R TE
P U N IB IL ID A D ............................................................................................................. 205
S É P T IM A P A R T E
G R A D O S D E L A IM P U T A C IÓ N D E L I C T I V A ...............................................235
O C T A V A PA R TE
P A R T IC IP A C IO N C R IM IN A L ............................................................................... 251
N O V E N A P A R TE
C O N C U R S O D E D E L IT O S ................................. '................. -...............................273
D É C IM A P A R T E
L A P E N A ......................................................................................................... ..................289
. U N D É C IM A P A R T E
M E D ID A S D E S E G U R I D A D ................................. 355
D U O D É C IM A P A R T E
D E R E C H O P E N A L Y C O R R E C C IO N A L D E M E N O R E S .......................... 361
L M enores de 1 6 a ñ o s ..................................................................................................363
II. M enores entre 1 6 y 1 8 años no punibles .......................................................364
IXL M enores entre 1 6 y 18 años p u n ib l e s ............................................................. 365
IV . M enores entre 18 y 21 años ..........................................................................3 6 6
D E C IM O T E R C E R A P A R T E
R E P A R A C IÓ N D E P E R JU IC IO S .......... 367