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The International Journal of Psychoanalysis (en español)

ISSN: (Print) 2057-410X (Online) Journal homepage: https://www.tandfonline.com/loi/rips20

¿Silicio en el ‘Oro Puro’? Contribuciones


Teóricas y Observacionales al Teleanálisis por
Videoconferencia

Lucio Gutiérrez

To cite this article: Lucio Gutiérrez (2017) ¿Silicio en el ‘Oro Puro’? Contribuciones Teóricas y
Observacionales al Teleanálisis por Videoconferencia, The International Journal of Psychoanalysis
(en español), 3:4, 550-577, DOI: 10.1080/2057410X.2017.1649868

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Published online: 06 Aug 2019.

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¿Silicio en el ‘Oro Puro’? Contribuciones Teóricas y


Observacionales al Teleanálisis por Videoconferencia1

Lucio Gutiérrez
Alonso de Cordova 5870 apt. 1205, Las Condes, Santiago, Chile -
lucio.gutierrezh@gmail.com y lgutierrez@ichpa.cl

(Aceptado para su publicación el 29 de Octubre de 2016)

Se presenta una reflexión acerca del psicoanálisis vıa videoconferencia – teleanálisis


por videoconferencia (VT) - bajo la tesis de que estos encuadres producen una bi-
escisión entre diversos grados de reconocimiento/negativización de la ausencia del
otro, por un lado, y la expectativa de co-presencia física por el otro, desmantelando
con ello la experiencia unitaria pre-reflexiva del ser aquí, ahora, conmigo, propia a las
interacciones materialmente presentes. Se plantea que ambos miembros de la díada
buscarán la reapropiación de la experiencia a traves de una integración forzada del
Yo, lo que interfiere con el acceso a estados de no-integración en el tratamiento
analítico y produce alteraciones sutiles en el trabajo de simbolización. El esfuerzo por
sobreponerse a esta condición es ilustrado con viñetas clínicas y a traves de una
compilación de comentarios de terapeutas respecto de sentimientos de malestar e
inautenticidad en el ejercicio de la atención parejamente flotante, así como en la
percepción de una forma de aplanamiento de la naturaleza viviente del discurso. Pese
a ello, esto no es una constante para todos los VT y el conocimiento mutuo puede ser
una importante faceta mitigante. El foco de la discusión debe estar puesto en la
capacidad de la díada analıtica para sobreponerse a dicha escisión, y no en una
directa extrapolación de las limitaciones del registro perceptual en los VT para posibles
efectos en la transferencia / contratransferencia.

Palabras clave: teleanálisis por videoconferencia, psicoanálisis online, psicoanálisis a


distancia, psicoanálisis por webcam, skypeanálisis, experiencia pre-reflexiva,
integración forzada, bi-escición, privación sensorial, multimodalidad, no-integración,
regresión a la dependencia, inautenticidad, atención libremente flotante, transferencia,
técnica psicoanalítica.

Introducción
El desarrollo y masificación de las tecnologías contemporáneas ha permeado
transversalmente la vida social urbana, abriéndose a la creatividad pero también
amenazando con la pérdida de una relación sentida con la realidad (Turkle, 1995, 2009).

1 Original en español de la versión traducida al inglés por Yael Shubs publicado con el título Silicon in ‘pure gold’?
Theoretical contributions and observations on teleanalysis by videoconference en Int J Psychoanal (2017) 98:1097-1120.
Todos los derechos reservados. Traducción autorizada de la edición en idioma inglés publicada por John Wiley and
Sons Limited. La responsabilidad por la exactitud de la traducción es exclusiva del Instituto de Psicoanálisis y no es
responsabilidad de John Wiley and Sons Limited.

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El psicoanálisis no ha quedado al margen de estas transformaciones. El creciente número


de artículos relacionados con el impacto del ciberespacio en la cultura y la subjetividad
(e.g. Hiebert, 2007; Parker, 2007; Sand, 2007; Schirmacher, 2007) y más específicamente
con el ejercicio del psicoanálisis en condiciones mediadas vía Internet (e.g. Akhtar, 2004;
Bird, 2003; Caparrotta, 2013; Gabbard, 2001; Migone, 2009, 2013; Scharff, 2012; 2013)
sugieren que esta dimensión del trabajo clínico también se ha constituido como una
temática relevante para el quehacer del psicoanálisis contemporáneo.
Actualmente la gran mayoría de los analistas siguen privilegiando el análisis en
condiciones materialmente presentes (Wanberg, Gammon & Spitznogle, 2007). No
obstante, la adopción de encuadres de trabajo online crece con cada década (Scharff,
2013) dando pie a interesantes discusiones respecto a su factibilidad e indicación (e.g.
Bassen, 2007; Caparrotta, 2013; Hanly & Scharff, 2010).

Teleanálisis por Videoconferencia: ¿Nuevos aires para un viejo debate?


Existen varias modalidades de comunicación al servicio del trabajo psicoanalítico a
distancia o teleanálisis, incluyendo el trabajo por correspondencia, el análisis telefónico,
formas de teleanálisis utilizando dispositivos de comunicación virtual como las
mensajerías instantáneas (i.e. chat), mensajerías por equipos celulares, correos
electrónicos y videoconferencias, entre otros. Cada dispositivo de interacción tiene
potencialidades y limitaciones condicionadas estructuralmente por sus características, por
lo que tratarles de modo integrado puede sobre-simplificar la discusión. Por ejemplo, las
problemáticas que surgen de modos de trabajo donde la comunicación es diacrónica (e.g.
correos tradicionales y electrónicos) con modos sincrónicos (e.g. chats online) pueden
tener algunos elementos comunes como la predominancia del registro escritural, pero los
modos en los que quedan determinados los tiempos de respuesta y la expectativa de
respuesta en la díada ciertamente involucrarán problemas diversos y específicos a cada
dispositivo. Lo mismo podemos pensar respecto de las comunicaciones donde el código
escrito es el que predomina (e.g. correos presenciales y electrónicos, chats, mensajería
instantánea) en comparación con comunicaciones donde la interacción verbal es
exclusiva o predominante (e.g. teléfono, videoconferencia).
En ese sentido y siguiendo la taxonomía propuesta por Zhao (2006), las interacciones por
videoconferencia y por teléfono se asemejan más entre sí que otras formas de colocación
humana, como el envío de mensajería instantánea, correos o interacciones virtuales
mediadas por representaciones digitales de los interlocutores (e.g. avatares 3D). Tanto las
interacciones por videoconferencia como por teléfono son realizadas de forma sincrónica
(i.e. ‘en tiempo real’), a diferencia del envío de correos físicos, electrónicos y mensajería
virtual, entre otras. Además, ambas formas de comunicación se desarrollan a partir de la
interacción de dos hablantes presentes, pero donde la proximidad entre ellos es virtual.
Se sitúan pues como modos de telecopresencia corpórea, a saber, “una forma de
colocación humana en la cual ambos individuos están presentes en persona en sus sitios

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locales, pero unos de otros están ubicados en la proximidad electrónica en lugar de


proximidad física. Aunque posicionados fuera del rango de las percepciones sensoriales
desnudas, los individuos se encuentran al alcance inmediato unos de otros a través de
una red de comunicaciones electrónica” (Zhao, 2006, p.447)2.
Así, consideraremos principalmente los antecedentes respecto al teleanálisis por teléfono
y por videoconferencias como punto de partida desde el cual proponer nuestras propias
hipótesis. A efectos de nuestro estudio, centraremos la revisión en antecedentes respecto
de posibles efectos de los dispositivos en el trabajo analítico y no respecto de aspectos
técnicos (e.g. el modo de establecer encuadres, disposición de equipos, etc.), de
indicación clínica (e.g. población clínica con indicación o contraindicación de teleanálisis)
u otras consideraciones. Nuestra revisión será acotada y al servicio del argumento que
presentaremos. Para una mirada general preferimos las revisiones exhaustivas de ideas a
favor y en contra del teleanálisis en estas y otras dimensiones realizadas por Scharff
(2012, 2013) y Lema y Caparrotta (2014).

Ideas en torno al teleanálisis en teléfono


Las variadas discusiones respecto al teleanálisis a través del teléfono (e.g. Aronson,
2000; Bassen, 2007; Gray, 1990; Leffert, 2003; Mirkin, 2011; Richards, 2001; Zalusky,
1998; Zarem, 2001a) parecen tocar algunos puntos vigentes para los tratamientos por
videoconferencia y, efectivamente, debates recientes en el tema toman al trabajo vía
teléfono y en videoconferencia como parte de una discusión conjunta (Hanly & Scharff,
2010).
La discusión del teleanálisis vía teléfono se remonta a reportes de los años sesenta (Saul,
1951), aunque en la última década se ha encontrado renovadas luces a partir de las
transformaciones en los escenarios clínicos, incluyendo, entre otros motivos, la
potencialidad que ofrece al tratamiento de pacientes con imposibilidades totales o
parciales, de orden logístico o clínico, para acceder a tratamiento presencial (Caparrotta.
2013; Scharff, 2012; Zalusky, 1998). No obstante lo extendido del debate, poco acuerdo
se ha alcanzado respecto de los elementos esenciales al proceso analítico que se ponen
en juego en el teleanálisis telefónico (Bayles, 2012).

Posiciones positivas o neutras respecto al teleanálisis


Abundan experiencias con pacientes que han hecho un uso beneficioso del dispositivo
(e.g. Larkin, 2001; Leffert, 2003; Manosevitz, 2001; Scharff, 2013) sin mayores diferencias
respecto del trabajo presencial (Caparrotta, 2013, en línea con Hanly, 2013), o donde las

2 Original en inglés: “form of human colocation in which both individuals are present in person at their local sites,but they
are located in each other’s electronic proximity rather than physical proximity. Although positioned outside the range of
each other’s naked sense perceptions, the individuals are within immediate reach of each other through an electronic
communications network” (Zhao, 2006, p. 447)

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condiciones de trabajo han producido movimientos transferenciales beneficiosos que no


se habían producido previamente en el análisis presencial (Bassen, 2007; Zarem, 2001b).
En un conocido panel de debate sobre el teleanálisis vía teléfono (Bassen, 2007), Hanly
indica que los procesos esenciales de asociación libre, transferencia, comprensión y
maduración instintual no se ven necesariamente comprometidos (Hanly en Bassen, 2007;
Hanly, 2013). Zalusky (en Bassen, 2007) plantea que cada participante en teleanálisis
telefónico debe crear y mantener representaciones del otro en la fantasía, constituyendo
una díada analítica diversa a la creada presencialmente, aspecto que podría intensificar la
transferencia. Además, el uso del teléfono para algunos pacientes “puede ser
verdaderamente un espacio transicional; escuchar la voz del otro, repetidamente en el
tiempo, estando y no estando, ayuda a crear una representación mental del otro cuidador”
(Zalusky en Bassen, 2007, p. 1035)3.
Por su parte, Mirkin (2011) ha planteado que en algunos pacientes la combinación de la
distancia física paciente - analista y la continuidad de sesiones a través del teléfono puede
favorecer un crecimiento emocional que eventualmente guíe a la posibilidad de tolerar la
experiencia presencial del trabajo terapéutico.

Posiciones moderadas o negativas respecto al teleanálisis


Una mirada moderada respecto de las potencialidades del teleanálisis es ofrecida por
Leffert (2003), quien ha planteado que la pérdida de la oficina como continente representa
un desafío para la eficacia potencial del teleanálisis telefónico que no todos los pacientes
pueden enfrentar efectivamente. El teleanálisis telefónico requiere que la díada
reconstruya psicológicamente el campo analítico sin la consulta física, pero incluyendo el
teléfono como la conexión entre ellos. Así, plantea que “algunas funciones psicológicas de
la oficina deben retomarse y ser internalizadas por el paciente, otras reeemplazadas por
el vínculo telefónico al analista, y aún otras subsumidas bajo cambios en el timing, dosis,
y calidad de la actividad e interactividad del analista. Usualmente, una combinación
variable de las tres se encuentra implicada.”4 (Leffert, 2003, p.121).
Dentro de evaluaciones negativas del dispositivo, Kite (en Bassen, 2007, p. 1037) plantea
que la experiencia presencial sostiene y cataliza cambios afectivos de un modo que
puede ser imposible vía teléfono. Reporta experiencias de sobre-trabajo a través del
teléfono y plantea que el setting presencial opera en cierto grado como una presencia
maternal que va a pérdida en el teleanálisis, posición contrapuesta a la de Charles Hanly.
Smith (en Bassen, 2007, p. 1038) también reporta experiencias negativas en teleanálisis
por teléfono, advirtiendo el riesgo que se desarrolle una fantasía que la díada analítica

3 Original en inglés: “may truly be a transitional space; hearing the voice of the other, repeatedly over time, while there
and not there, helps create a mental representation of the caring other” (Bassen, 2007, p. 1035)
4 Original en inglés: “some psychological functions of the office must be taken up and internalized by the patient, others
replaced by the telephone lint to the analyst, and still others subsumed under changes in timing, dosage, and quality of
the analyst’s activity and interactivity. Usually, a variable combination of all three is involved” (Leffert, 2003, p.121)

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será reticente de cuestionar por la realidad de la presencia. En una línea similar, Dettbarn
(2013) plantea que el teleanálisis introduce una dimensión tercera inaprehensible, cercana
en el registro de lo ominoso. Yamin Habib (2003) ha considerado que el teleanálisis viola
los principios de abstinencia y neutralidad analítica, mientras que Argentieri y Mehler
(2003) ponen el acento en que las condiciones de deprivación sensorial provistas por el
teleanálisis resultan incompatibles con los objetivos del análisis.

Sobre la cuestión de la percepción en el teleanálisis en


videoconferencia
Pese a que tradicionalmente han sido tomados en conjunto, no es posible hacer un
traslape directo de la discusión respecto del trabajo en teleanálisis vía teléfono y
videoconferencia.
El teléfono, tal como el diván, altera las coordenadas del trabajo cara a cara y el entorno
no verbal que lo sostiene (Leffert, 2003). Las videoconferencias, en cambio, devuelven a
la situación analítica parte de la información viso-espacial propia a las interacciones
presenciales cara a cara. Aunque no sin alteraciones. Especial mención merece el trabajo
de Bayles (2012) respecto a las limitaciones del uso de Skype en el proceso
psicoanalítico. La autora se basa en la propuesta del filósofo Shaun Gallagher (2005)
respecto de que “mucho de lo que percibimos es influenciado de modo fundamental por
las conexiones intermodales entre nuestros sentidos, y aquello que registramos a través
de un sentido queda registrado a lo largo de todo el cuerpo en otras modalidades
sensoriales”5 (Bayles, 2012, p.574), incluyendo sentidos somáticos como la propiocepción
e interocepción. Así, plantea que, en variados grados, las modalidades tecnológicas
limitan la información comunicada a través del cuerpo. Incluso para el caso específico de
las videoconferencias - que incorporan soporte tanto visual como acústico - la calidad e
impacto de la información comunicada a través de las múltiples modalidades sensitivas irá
a merma, comprometiendo la calidad de la información en el dominio no verbal e
influenciando el diálogo psicoanalítico. Parece de especial relevancia la relación que
Bayles (2012) establece entre la alteración del vínculo viso-propioceptivo y su
consecuencia en el proceso interactivo no verbal, que para la autora encarna la
transferencia y contratransferencia así como la resistencia a experimentarles. Estas
alteraciones a la intermodalidad perceptual podrían comprometer varios aspectos del
análisis incluyendo el acceso a estados no-mi (not me states).
La propuesta de Bayles resulta sumamente interesante, y en varios sentidos la posición
que aqui se presenta resulta convergente con ella, en especial en torno a los posibles
compromisos de los estados no-mi en teleanálisis por videoconferencia No obstante,

5 Original en inglés: “much of what we perceive is influenced in a fundamental way by the intermodal connections
between our senses and that what we take in via one sense gets registered throughout the whole body in other sense
modalities” (Bayles, 2012, p.574).

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realiza un puente que resuelve prematuramente la cuestión, al vincular directamente el


problema de la percepción en condiciones mediadas con las dinámicas de la
transferencia. La argumentación aqui no pondrá el acento en la pérdida de la
intermodalidad perceptual o la deprivación sensorial y sus efectos directos sobre
cuestiones vinculadas a la calidad de la comunicación, sino sobre las coordenadas de
integración yoica que operan como demandas implícitas en toda comunicación analítica.
El objetivo es poder pensar el impacto de estas mediaciones virtuales en términos que
nos permitan contener la discusión en coordenadas psicoanalíticas. El paso, entonces, del
problema de las vicisitudes de la percepción (i.e. las diversas formas de deprivación
sensorial, la alteración a la intermodalidad) a las cuestiones vinculadas a la aprehensión
de la experiencia es crucial y deberá ocuparnos pertinentemente.

¿Qué nos enseñan los Estudios en Interacciones Virtuales? Inmersión y


Presencia en los Teleanálisis por Videoconferencia
Antes de proseguir, debemos establecer una diferencia central del trabajo por
videoconferencia y por teléfono. A diferencia del teléfono, que muestra una restricción
unívoca de la información perceptual restringiéndola al registro acústico, la coexistencia
de registros visuales y acústicos en videoconferencia permite simular variados aspectos
del encuadre presencial (e.g. la disposición espacial cara a cara o diván, la ubicación del
contexto físico e incluso la sala de espera) y producir dos escenarios interaccionales
simultáneos (Migone, 2013). Dadas estas condiciones la realidad virtual hace de la
telecopresencia corpórea por videoconferencia una experiencia de simulación de
proximidad física más intensa que el uso del teléfono.
La díada, a través de la coordinación recíproca de los correlatos visuales y auditivos de la
interacción, parece compartir, en mayor o menor medida, un mismo lugar - fenómeno
conocido en las investigaciones en virtualidad como presencia (presence) o “la
experiencia subjetiva de estar en un lugar o ambiente aún cuando uno se encuentra
físicamente situado en otro”6 (Witmer & Slater, 1998, p. 225). El fenómeno de presencia
compromete diversos grados de inmersión (immersion) en el medio virtual (Brown &
Cairns, 2004; Jennet et al., 2008), sosteniendo la ilusión perceptual de no-mediación entre
dos ambientes reales (Lombard & Ditton, 1997). Sin embargo, salvo en grados extremos
de inmersión asociados a algunas experiencias en videojuegos (Browns & Cairns, 2004),
dicha ilusión de no-mediación no suele ser total y se mantiene como un estado de
involucramiento (involvement) donde otros elementos ambientales pierden importancia
(Jennet et al., 2008).
Leyendo el fenómeno de inmersión en términos analíticos, diremos que la experiencia de
desestimar la mediación virtual compromete al yo en su examen de realidad y en la

6Original en inglés: “the subjective experience of being in one place or environment, even when one in psysically situated in another”
(Witmer & Slater, 1998, p.225).

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aprehensión de la experiencia perceptual. Para que acontezca esta ‘ilusión perceptual de


no mediación’ debemos suponer cierto grado de negación de la parte del examen de
realidad encargada de reconocer la ausencia material y aprehender la experiencia,
incorporando esa negativización como parte del fenómeno perceptual.
Así, si el fenómeno de presencia se presenta en diversos grados de inmersión, podemos
consecuentemente pensar también en una mayor o menor participación de la negación
del examen de realidad. Una inmersión parcial - el involvement - en videoconferencias
puede ser concebida como una forma de ilusión de no mediación basada en la
desestimación de los índices perceptuales de ausencia física. Mientras que en grados
extremos de inmersión, en cambio, debiésemos esperar una franca alucinación negativa
(Green, 1995) de dichos índices perceptuales. Por supuesto, estas distinciones
cualitativas no desconocen el factor cuantitativo que determina el vasto campo de
desarrollos intermedios entre formas de desestimación y alucinación negativa de las
percepciones.
Si aceptamos las premisas recién expuestas, cabe preguntarse respecto de las
consecuencias de sostener un encuadre analítico incorporando dichas operaciones de
negación como parte del trasfondo que articula la relación entre paciente y analista,
condición que determina lo hemos propuesto anteriormente llamar ‘encuadres de catalejo’
Gutiérrez, 2012).

Sobre las Condiciones Bi-Escindidas de las Comunicaciones por


Videoconferencia
El Valor de los Estados de No-integración en el Trabajo Analítico
Partiendo de la base que los aspectos mencionados por los diversos analistas en sus
experiencias en teleanálisis tienen fundamento clínico, busco un argumento para pensar
los reportes positivos y negativos al interior de una matriz conjunta que no se centre en
elementos de orden conductual u operativo - por más que sean importantes a la hora de
desempeñarse en el ejercicio clínico - sino en aspectos conceptuales que contribuyan a la
discusión clínica vigente.
Ello no es una empresa sencilla. Como ha sugerido Migone (2013) toda discusión sobre el
trabajo psicoanalítico a través de Internet queda atravesada no sólo por las
particularidades técnicas del dispositivo, sino por las nociones subyacentes a la
comprensión del analista de lo que es trabajar psicoanalíticamente, lo que nos invita a
explicitar nuestro punto de partida.
Consideramos, en la línea de lo expresado por Green (1975), un marco general para
pensar la idea de encuadre como productor de una relación de objeto específica - en lugar
de reproductor de relaciones objetales preformadas en el paciente - y al trabajo analítico
como una actividad de simbolización a partir de y en respuesta a la figura del analista.
Este trabajo de simbolización supone lidiar con la presencia y ausencia del analista como

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un eje fundamental para producir una reapropiación de la experiencia emocional en el


analizando (Green, 1975, p. 13).
Este lugar particular, dado a la presencia y ausencia del analista, es abordado fértilmente
por Winnicott en su formulación paradojal de la ausencia aconteciendo en la presencia de
otro (Winnicott, 1958). Si se me permite, como una presencia-ausencia en el doble
registro del reconocimiento objetal del otro - la dimensión del uso del analista (Winnicott,
1971a) - y al mismo tiempo bajo del trasfondo de la relación pre-reflexiva con otro, dada
por la idea de lo transicional (Winnicott, 1953).
Usar la presencia-ausencia del analista al servicio de la reapropiación de la experiencia
supone un sofisticado logro del desarrollo emocional que se relaciona con los procesos de
integración del yo, e involucra tanto el ejercicio de la función sintética del yo como el
acceso a experiencias de no-integración sostenidas por el ambiente (Winnicott, 1945,
1988). Esta última noción resultará de especial valor a efectos de lo que intentaremos
precisar.
La teoría del desarrollo emocional propuesta por Winnicott (1945, 1988) considera un
continuo en el desarrollo emocional primitivo que va desde la no-integración a la
integración, en lugar de un yo temprano lidiando con ansiedades primitivas de
desintegración derivadas de la necesidad de deflectar el instinto de muerte, tal como se
sigue del modelo kleiniano tradicional (p.ej. Grotstein, 2009; Segal, 1964/1973, 1993).
Desde esta mirada, la no-integración es un estado necesario para la emergencia del Self
que, en su forma más básica, refiere al logro del status de unidad o ser (being) (Winnicott,
1988). No así es la noción de desintegración, que queda situada como una defensa
organizada que se opone tanto a la integración como a la relajación en no-integración
(Winnicott, 1988).
Aunque la perspectiva tradicional del análisis da por sentada la integración yoica
(Winnicott, 1962), el complementar los parámetros del trabajo psicoanalítico desde la
perspectiva del acceso a estados de no-integración puede resultar especialmente fértil, si
ponemos el acento en los aspectos del análisis que acontecen en el orden de pre-
reflexivo, incluyendo aspectos tan relevantes como la discriminación entre diversas
cualidades del silencio (Nacht, 1964; Winnicott, 1963) y la cualidad viviente de la
transferencia (Ogden, 1995), entre otros. En un tratamiento psicoanalítico el acceso a los
estados de no-integración se relaciona con “la capacidad de un individuo de, sin miedo,
poder flotar o entregarse a lo informe, y la nada, y tener “tiempo para ser”, con un énfasis
en el ser en lugar del hacer” (McDougall, 1993, pp. 215-216)7.
No todos los pacientes requieren de las mismas condiciones en todo momento para
acceder a estados de no-integración. Un desarrollo emocional en condiciones favorables
habrá permitido el desarrollo de la capacidad para acceder a experiencia de no-

7 Original en inglés: “the capacity of an individual to be able, without fear, to float or drift into formlessness, and
nothingness, and to have “time to be”, with an emphasis on being rather tan doing” (McDougall, 1993, pp. 215-216).

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integración sostenida en un trasfondo de dependencia en el medio ambiente, lo que


involucra la confianza como una faceta permanente del contexto relacional (Winnicott,
1958, 1962). Dando por sentadas estas condiciones en análisis, observamos en el
paciente el acceso a estados de relajación en no-integración, así como el retorno de estos
estados a través del trabajo asociativo, como parte de una totalidad que determina los
ritmos y cadencias de una díada analítica. De este modo general, el acceso a los estados
de no-integración forma parte de los derroteros de la asociación libre en un análisis
tradicional, incluyendo entre otras la experiencia de silencio, libre de una cualidad afectiva
manifiestamente conflictual, así como formas de discurrir asociativo donde la fantasía se
encuentra escasamente constreñida por las demandas yoicas (Khan, 1973). Más aún, su
relevancia para el análisis en general es fundamental si aceptamos la premisa que la
reapropiación de la experiencia en los propios términos del analizando – es decir,
creativamente - depende de la posibilidad de retornar por períodos específicos a dichos
estados de relajación en ausencia de una forma específica (formless relaxation)
(Winnicott, 1967, 1971b).
En ciertos pacientes, en cambio, la alternancia entre estados de integración y no-
integración se encuentra interferida por la presencia de ansiedades de desintegración, lo
que justifica un trabajo previo para la díada analítica, en el sentido de restablecer – o
establecer si nunca las ha habido - condiciones que permitan confiar en la capacidad del
analista para sostener al paciente. Tal es el caso con las llamadas ‘regresiones a la
dependencia’ (Winnicott, 1955) en pacientes que, por momentos puntuales o períodos de
su análisis, requieren no sólo la comprensión metaforizada de aspectos regresivos sino
efectivamente una regresión a la dependencia casi absoluta como parte de sus
necesidades en el proceso de cura (Khan, 1960; Winnicott, 1955). Estas formas de
regresión ponen de relieve la función del analista como ambiente sostenedor (holding
environment) (Ogden, 2004; Winnicott, 1964) que permita entonces el acceso a los
estados de no-integración.
Cuando la necesidad de una regresión a la dependencia se hace presente en el análisis,
el solo acceso a los estados de no-integración – en la medida que el analista no interfiera
con ellos - tiene una cualidad sanadora, índice de que el ‘Self protector’ del paciente ha
sido depuesto y reemplazado por la función protectora a cargo del analista-como-
ambiente (Winnicott, 1960). Estas formas de regresión exigen consistencia en la
respuesta personal de parte del analista, y suponen una demanda particular en su
capacidad para hacerse presente si las condiciones así lo requieren. Que incorporemos la
necesidad de una regresión a la dependencia dentro de una concepción de psicoanálisis,
o de modo ampliado como tratamiento orientado por el pensamiento analítico, sin duda
tiene consecuencias en como los analistas considerarán los alcances del argumento que
aqui se presenta.
La posibilidad de alternar entre estados de integración y no-integración es un sofisticado
logro del desarrollo emocional. El desarrollo en la infancia temprana supone incorporar la
presencia de otro humano, que demanda un cambio en el modo de disponerse en el

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ambiente como faceta fundamental en el desarrollo del núcleo del Self (Stern, 1985). La
relación fruto del intercambio especular con la imagen de la madre es crucial en el
desarrollo de los procesos de integración (Winnicott, 1971a, pp.111-112). En el desarrollo
temprano la madre, en su rol como espejo del bebé, favorece el desarrollo de la
apercepción, la implicación de la fantasía y el reconocimiento del gesto personal del bebé.
Pero esta experiencia por cierto que no resulta solamente de un intercambio sensorial en
el registro visual. La integración del yo es un proceso que se asocia a la interrelación
psicosomática (Winnicott, 1988), lo que involucra la incorporación de los registros dados
por la sensorialidad como un todo. El bebé desarrolla una expectativa del ambiente a
través de toda una serie de imágenes motrices relacionadas con la potencialidad no sólo
de mirar y ser mirado, sino también de tocar-ser tocado, oír-ser oído, oler-ser olido, sentir-
ser sentido, y también en la integración cinética y vestibular. Ello permite el registro de
que la alteridad, en tanto viviente, ocupe un espacio para el individuo (Winnicott, 1970) y,
más aún, que modifique el modo en que el propio individuo se sitúa en el espacio. Estas
potencialidades son parte del sustrato fundamental sobre el que se asientan los procesos
de integración del yo, específicamente en lo que Winnicott (1945) refiere como
personalización y que permite la apropiación de un sentido de sí.
No obstante, no podemos asumir que el logro de estos procesos de integración suponen
que el yo haya retirado su dependencia para con el ambiente. Lo que llamamos
dependencia en el ambiente no queda definido como una condición determinada a priori
por la naturaleza de las relaciones objetales forjadas previamente al encuentro entre dos
individuos. Si bien es una importante parte de ello, también lo es la consistencia entre el
sustrato de anticipaciones pre reflexivas respecto de la presencia del otro y la realidad
perceptual, que usualmente se encuentra de modo transparente con ella. Deponer
temporalmente el yo supone todos los dominios de relación de éste, tanto con el Ello y el
Superyo, como con la realidad externa, donde la cuestión de la percepción cobra especial
relevancia.
En ese sentido, diremos, logradas las condiciones del desarrollo emocional que hacen
posible el potencial acceso a estados de no-integración, la posibilidad efectiva de hacerlo
dependerá también de condiciones ambientales específicas.

Sobre la Integración Forzada en Videoconferencias


Llegamos así al punto central de nuestro argumento. Recordando las premisas
previamente esbozadas, en las conversaciones por videoconferencia se ofrecen como
una colocación humana inusual: la condición dual entre reconocimiento de la presencia
física y los diversos grados de reconocimiento/negativización de los índices perceptuales
de la ausencia material del otro (desde la desestimación hasta la alucinación negativa)
constituye una exigencia particular para los miembros de la díada analítica, que recuerda

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la clásica tesis freudiana de la desmentida como una actitud bi-escindida respecto de la


pérdida, en la que coexisten “una actitud acorde al deseo y la acorde a la realidad” 8
(Freud, 1927/1996, p.151). Los miembros de la díada mantienen una disposición bi-
escindida, reconociendo la realidad de la ausencia física al mismo tiempo que en la
expectativa de la presencia material del otro asociada a los índices perceptuales de la
presencia de su contraparte (visuales y acústicos), sobredeterminada por los múltiples
dominios de interés relacionados con sostener el dispositivo analítico. Esto constituye una
demanda al yo de analista y paciente, quienes deberán realizar un esfuerzo por re-
aprehender la experiencia que surge de esta condición bi-escindida.
Siguiendo a Ahumada (1999) “puesto que paciente y analista están presentes, es claro
que la situación analítica es siempre aquí, ahora, conmigo” (p.212), interpretamos esta
fórmula como un holismo de anticipación sensorial aquí-ahora-con el otro cuyo
desmantelamiento tiene consecuencias particulares para el análisis. Si se desmantela el
registro de las anticipaciones pre-reflexivas, será necesario un movimiento de re-síntesis
yoica en ambos miembros de la díada para sobreponerse a dicha condición, aspecto que
conlleva a un movimiento de integración forzada del yo que interfiere principalmente con
el acceso a los estados de relajación en no-integración, por una parte, y con la alternancia
entre dichos estados y los estados donde el yo se encuentra integrado, por otra.
En el desmantelamiento de la unidad aquí-ahora-con el otro esperaríamos mayores
dificultades (en comparación con interacciones presenciales) para sostener la atención
parejamente flotante en el analista y algunos aspectos vinculados a la asociación libre en
el paciente, incluyendo el potencial para sostener la regresión terapéutica y la disposición
a ésta en términos de la riqueza del material asociativo, no así respecto de sus
contenidos.
Funcionalmente, suponemos allí una desorientación respecto de la posibilidad de
emprender acciones conjuntas en la díada (Stern et al., 1998). Las actividades
preparatorias para el encuentro con el otro resultan frustras, no se encuentran con la
realización de las expectativas forjadas desde el desarrollo humano corriente, donde la
imagen visual y acústica en una relación significativa se acompañan de una serie de
potencialidades que aquí no están disponibles. Volviendo sobre la fórmula de Ahumada
(1999), aunque reflexivamente reconozcamos que el otro no está ‘aquí-conmigo’ sino que
está ‘allá-conmigo’, las expectativas propias al ‘conmigo’ se asientan en nuestra
integración sensorio-motriz asociadas a la proximidad física. Siguen allí, y son mucho más
evidentes en momentos de regresión, donde el yo deja de cumplir su función sintética de
pleno derecho.
En ese sentido, si bien las críticas respecto del efecto de la deprivación sensorial y la
pérdida del otro físico como continente (Argentieri & Mehler, 2003), y el desmantelamiento

8Original en inglés: “The attitude which fitted in with the wish and the attitude which fitted in with reality existed side by
side” (Freud, 1927b, p.156)

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de la multimodalidad (Bayles, 2012) parecen razonables dentro del trabajo en


videocámaras – tal como podría serlo con mayor intensidad en teleanálisis por teléfono -,
la tesis que proponemos avanza en una dirección un tanto diversa: la faceta distintiva del
teleanálisis por videoconferencia no está en la mayor o menor deprivación sensorial, sino
en la mayor exigencia yoica que impone a ambos miembros de la díada analítica por
resolver la condición bi-escindida del dispositivo reapropiándose de la situación ego-alter,
y restando fuerza con ello al sustrato pre-reflexivo constituido por las anticipaciones
sensoriales de la presencia del otro forjadas en el desarrollo emocional corriente. El
acento queda puesto no en las condiciones estructurales del dispositivo de comunicación
virtual sino en la capacidad de la díada de sobreponerse a la condición bi-escindida
impuesta por este.
Otra consecuencia se vincula con concepción del trabajo analítico. Si comprendemos el
proceso analítico como un trabajo de simbolización, asociado a la apropiación de la
experiencia analítica en respuesta a la presencia-ausencia del analista, y esta se
encuentra interferida por las condiciones bi-escindidas ya mencionadas, esperaríamos
encontrar dominios de alteraciones sutiles en dicho trabajo de simbolización, sobretodo en
los basamentos pre-reflexivos que sirven a la aprehensión de la experiencia emocional.
El énfasis aqui apunta para un criterio diferencial respecto a los reportes previos de
experiencias en teleanálisis. El refuerzo de las condiciones de integración no debiese
tener mayor relevancia respecto de la naturaleza de los contenidos y otros aspectos del
trabajo analítico que responden a condiciones donde el yo mantiene activa su función
sintética, incluyendo la comprensión metaforizada de contenidos y algunas formas del
interjuego transferencia-contratransferencia. Esto, en parte, podría justificar variados
reportes de experiencias positivas - sin alteraciones percibidas respecto de encuadres
cara a cara o valiosas en sí mismas - asociadas al teleanálisis. Ciertamente otros
parámetros también estarán en juego e intentaremos mencionar más adelante algunos de
ellos.

Formas de malestar de los terapeutas en videoconferencia


La constricción a la integración forzada y sus efectos sobre la flexibilidad en la alternancia
integración/no-integración, y sobre el trabajo de simbolización, puede encontrar
referencias indirectas en los reportes de pacientes y analistas en el trabajo mediado por
videocámaras. Siguiendo la tesis presentada aqui, en el plano observacional quise
conocer algo de esa esperada experiencia de difícil comunicación “sin insultar la
delicadeza de lo que es preverbal, no verbalizado, y no verbalizable expecto quizás en la
poesía” 9 (Winnicott, 1971, p.112)] - aspectos que amenazan con ir a pérdida en las
conversaciones en videoconferencia.

9 Original en inglés: “without insulting the delicacy of whay is preverbal, unverbalized, and unverbalizable except
perhaps in poetry” (Winnicott, 1971, p.112)

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Sugiero que de haber efectos observables, ellos dirían relación con registros de
malestares en ambos participantes al lidiar e intentar sobreponerse a la condición bi-
escindida y a las alteraciones útiles en el trabajo de simbolización asociado a la
experiencia analítica. Así, registramos una serie de malestares de terapeutas en su
trabajo con pacientes en videoconferencias, que hemos podido recopilar de modo informal
a través de conversaciones con colegas y en espacios de supervisión. Presentaremos
estas ideas como puntos de discusión y alcances clínicos de nuestras teorizaciones10.

Un esfuerzo adicional. En comparación a sesiones cara a cara, las sesiones


impresionan en mayor o menor grado como más laboriosas y requiriendo un esfuerzo
adicional (en línea con Kite en Bassen, 2007). Observamos que esta idea encuentra
diversas versiones en los terapeutas, pero en términos generales escuchamos un
malestar vinculado a una cualidad desvitalizada en el interjuego transferencial. Estas
viviencias, aunque menos intensas para las videoconferencias, resuenan en las
experiencias de trabajo con pacientes donde se reconocen formas intermedias de
concretización de la experiencia y pérdida de la cohesión de la integración mente-
cuerpo (Stolorow & Atwood, 1991), incluyendo experiencias de pacientes en
psicosomatosis, repliegue esquizoide y trauma relacional, entre otros.
Ejemplo 1. Un analista refiere la experiencia con un paciente quien le sugiere disminuir
los honorarios al pasar de un encuadre cara a cara a un trabajo vía Skype, sugiriéndole
que ‘hay menos análisis’. A propósito del comentario del paciente, el analista comenta
haber pensado que de hecho percibía el esfuerzo que debía realizar como mayor a las
sesiones presenciales. Esto motivó una discusión interesante con su paciente.
Dificultades atencionales. Dentro de los malestares que más claramente pueden
vincularse a la condición bi-escindida de las comunicaciones por videoconferencia
incluimos dificultades para dar fijeza a una línea de pensamiento particular,
distracciones frecuentes con otros elementos de la pantalla, vivencias de aburrimiento o
cansancio particularmente intensas, durante o con posterioridad a las sesiones de
trabajo online. En especial, la capacidad para mantener atención parejamente flotante
(Freud, 1912b) parece verse parcialmente interferida en el trabajo mediatizado.
Ejemplo 2. Un analista refiere que se siente inquieto al estar dialogando con su
paciente, y se encuentra a sí mismo abriendo y cerrando ventanas de su computadora,
sin sentido aparente, mientras continúa la sesión.
Ejemplo 3. Un analista reporta que vivencia cansancio al mantenerse atento a la
pantalla, que intenta resolver modificando el brillo de esta y eventualmente retirando su

10 Cabe señalar, en ese sentido, que estas observaciones no tienen en ningún modo algún fin probatorio o de
fundamento sistemático, sino que son sólo ejemplificadoras de algunos modos en que podrían expresarse los quiebres
de las expectativas pre-reflexivas en la práctica analítica. Son pues, exclusivamente, una ilustración del argumento
conceptual previamente desarrollado.

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mirada de la misma, infructíferamente. Refiere como ‘pesado’ para él el trabajar en


teleanálisis.
Formas de impostura. Impostura de los terapeutas se refiere aqui a las vivencias de
inautenticidad que perciben en las disposiciones hacia sus contrapartes analíticas. En el
trabajo por videoconferencia algunos terapeutas expresan sentimientos de
inautenticidad bajo la forma de una tendencia a mostrar innecesariamente la disposición
a trabajar con sus pacientes. Surge una constricción a mostrarse actitudinalmente
presentes, a través de un monitoreo del lenguaje no verbal y los modos de articulación
verbal. Pensamos también que la tendencia a mostrarse especialmente atentos en la
mirada y a mostrarse particularmente dispuestos al otro en los dichos, hablando más de
lo que considerarían necesario (similar a la experiencia de Glen Gabbard en Bassen,
2007), serían expresiones del esfuerzo por sobreponerse a la condición bi-escindida, de
algún modo compensando frente a la vivencia de una pérdida de la cualidad viviente de
la interacción.
Ejemplo 4. El terapeuta se encuentra a sí mismo monitoreando lo que va diciendo.
Refiere sentirse ‘falso’ y ‘excesivamente preocupado’ por el paciente, interviniendo más
de lo que acostumbraba con el mismo paciente.
Ejemplo 5. A propósito del feedback de la propia imagen en la situación analítica, la
terapeuta se encuentra a sí misma mirando sus gestos y pensando respecto de los
efectos de su actitud en la situación terapéutica.
Vivencias de extrañeza. Algunos condicionantes de las videoconferencias perturban
ineludiblemente el flujo y la coordinación de la comunicación, tales como la calidad de
las comunicaciones, el desfase en los tiempos de respuesta y la mirada en
videoconferencia, que no coincide con la posición de las videocámaras. Así, en
condiciones típicas dadas por la tecnología actual para el usuario corriente, si el
terapeuta mira la imagen del paciente, el paciente verá al terapeuta mirando hacia
abajo. Si el terapeuta, en cambio, no mira al paciente sino a la cámara, el paciente verá
al terapeuta mirándole11. Esto parece ser experimentado como formas de malestar en la
línea de la extrañeza o incomodidad. En el medio digital (aquí la pantalla) se alteran
directamente las expectativas forjadas por la experiencia perceptual cotidiana,
constituyendo una ontología de la extrañeza (Whitelaw et al., 2009). Allí las
potencialidades y limitaciones de la realidad material se ven alteradas (e.g. las leyes de
la física a la que se ven expuestos los objetos digitales en un medio tridimensional). De
modo menos dramático pero igualmente perturbador, la descoordinación de las miradas
y los desfases en la comunicación ‘desnaturalizan’ la interacción percibida de otro modo
como espontánea. Un punto especialmente relevante aquí refiere a las alteraciones del

11 Eventualmente asuntos como la calidad, fluidez de la conectividad y el posicionamiento de las videocámaras serán
resueltos a la totalidad (probablemente incluyendo la ya avanzada tecnología de eye-tracking). Resulta fundamental
considerar que este punto en ese sentido es secundario respecto de la dificultad central derivada de la condición bi-
escindida del teleanálisis.

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trabajo analítico asociadas con el feedback ofrecido por la propia imagen del terapeuta
junto a la imagen del paciente, una opción de frecuente uso en los sistemas de
videoconferencia. Ligado a los sentimientos de inautenticidad, la presencia de la propia
imagen parece fomentar el auto-monitoreo sobre la proxémica interaccional, con la
consiguiente especularización del proceso analítico, pérdida de espontaneidad en las
intervenciones y exigencia ligada a una suerte de ‘ideal’ respecto del comportamiento
verbal y paraverbal del terapeuta.
Calidad del material. El psicoanálisis hace del discurso vivo un objeto de investigación
clínica, pues el analista considera en su escucha no sólo lo dicho sino las condiciones y
formas de enunciar lo dicho (e.g. Canestri, 2000; Ogden, 1999; Reis, 2009), incluyendo
sus ritmos y cadencias (Ogden, 1999, 2005). Así, la calidad del material no viene dada
sólo por los contenidos sino por la implicación del sujeto con ellos. En videoconferencia
algunos terapeutas observan una forma de empobrecimiento del material, que recuerda
la tendencia a la literalidad y a la desafección propias a la banalización (Sami-Ali, 2000).
El material parece mostrar diversas formas de concretización y, en ese sentido, la
conversación se liga a formas discursivas más cercanas al ‘hablar acerca de’ en lugar
de ‘discurrir en relación con’.
Ejemplo 6. Al preguntarle respecto de diferencias con el análisis presencial, el analista
refiere mayores dificultades para comprender y ser comprendido por un paciente.
Piensa esto como una forma de ‘pseudo-estupidez’ en la relación.
Ejemplo 7. Una analista refiere que la conversación no cambia en los temas, pero se
hace más difícil seguirle, ‘perdiendo fuerza’.
Silencios. Otra de las formas de los malestares que vinculamos a las condiciones bi-
escindidas de las videoconferencias es que sostener los silencios conversacionales
parece resultar comparativamente más incómodo, en línea con lo expresado por Leffert
(2003) para el teleanálisis telefónico, pero a diferencia de este último sin las dudas
asociadas a la posible ausencia del analista, ya que se cuenta con el correlato visual de
éste. Para algunos terapeutas los tiempos de silencio impresionan más breves y se
acompañan de una mayor tendencia a interrumpirles a través de un decir inauténtico,
aspectos que llevan a una concretización del material que interfiere con la potencialidad
de profundizar y establecer formas más intensas de regresión.

Ilustración clínica 1
Me referiré a un paciente con el que trabajé aproximadamente tres años12.

12 Todo material clínico de pacientes y terapeutas ha sido disfrazado siguiendo las recomendaciones de Gabbard
(2000) y la American Psychological Association (VandenBos, 2000).

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El Sr. A. consultó por una marcada tendencia hacia el replegamiento emocional, con
consecuencias significativas para su vida laboral y personal, y tras la sugerencia de
una colega que analizaba a la pareja del Sr. A. El padecimiento del Sr. A. me resultaba
genuino, y sentía deseos de poder acompañarlo en su proceso, por lo que
comenzamos nuestras sesiones cara a cara y a poco andar pasamos a un trabajo en
diván. Durante el análisis era frecuente que el Sr. A. expresase sentirse vacío,
confundido o perdido en relación con los objetivos y proyectos desarrollados en su
vida, momentos que se seguían en las sesiones por períodos de extendido silencio. La
mayoría de silencios me resultaban comprensibles y lográbamos manejarlos
relativamente bien. De hecho, con el tiempo El Sr. A. los nombró como “el rato para
estar conmigo”. En ocasiones, en cambio, estos silencios parecían ‘tiempo muerto’ y
mi reacción a ellos era de ansiedad e inquietud, y aun más, desinterés, forjándose en
mí impresiones de una pérdida de valía de nuestro trabajo juntos.
Las oscilaciones entre estas formas de silencios eran persistentes en el trabajo con el
Sr. A. Pero a fin de cuentas nuestra relación sobrevivía a los retraimientos. Ya hacia
fines del segundo año de análisis el Sr. A. decidió emprender con un deseo que me
había comunicado desde el inicio del trabajo analítico. Postuló a una pasantía de
especialización en el extranjero en un momento clave para su carrera. Consideraba un
logro el poder “sacar de su cabeza” este anhelo y ejecutarlo efectivamente.
Transformarlo, diría, desde un deseo fantaseado - aislado en la gratificación
omnipotente de su mente - hacia un deseo en relación con fantasía, integrado en el
vivir y el soñar como una totalidad desde la cual contribuir a su propia existencia
(Winnicott, 1971b). El Sr. A. deseaba, no obstante, continuar con su proceso analítico
y ambos teníamos la impresión que, en efecto, este no había concluido. Sopesamos la
posibilidad de que comenzara un segundo análisis en el país donde residiría, pero el
tiempo de estadía y el idioma fueron barreras infranqueables. Asimismo, la idea de
interrumpir, dada la naturaleza de las dificultades que presentaba y las ansiedades
que tenía el Sr. A., nos parecía en su momento inconveniente. Con todo, acordamos
probar la alternativa de continuar su análisis vía Skype con las mismas condiciones en
términos de frecuencia, extensión de la sesión y otras regularidades del encuadre.
Nuestros encuentros se extendieron por poco más de un semestre tras su viaje. Una
de las primeras asociaciones que trae el Sr. A. en nuestros encuentros virtuales es
respecto de las condiciones materiales que configuran la sesión. Refiere: “¿Y donde
están mis cojines? ¿Y aquí donde me tiendo, en mi cama?”. Este enunciado, en un
tono un poco lúdico, tocaba realmente un asunto serio. Aunque habíamos acordado
realizar sesiones por Skype, no habíamos definido la cuestión del paso del diván a un
trabajo cara a cara o, más bien, pantalla a pantalla. Esa omisión y el comentario a que
dio lugar nos llevó a considerar que el deseo del Sr. A. era continuar trabajando
virtualmente en una disposición que rememorase el diván. Yo me abstuve de definir la
situación y más bien exploré los intereses del Sr. A. Se le hacía pesado sostener el
trabajo analítico del modo como venía emergiendo en condiciones cara a cara. Refirió
en algún momento su temor: “eso puede echar a perder el rato conmigo”.
El Sr. A. no asistió a sus dos sesiones siguientes, aduciendo problemas de
conectividad virtual en un caso, y actividades laborales en el otro. Eso me hizo

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inquietarme respecto de si lograríamos sostener el proceso y pensar en la doble


determinación de la idea de enfrentar lo que refirió como “problemas de conexión”.
Al volver a las sesiones, me encontré con que el Sr. A. había cambiado su locación: ya
no estaba en su escritorio sino que había movido su computador hasta su dormitorio y
le había colocado en la cabecera de su cama. El Sr. A. se tendió, emulando la
disposición del trabajo en diván y guardó silencio. Esto resultó poco provechoso. El Sr.
A. se reincorporó al poco tiempo diciéndome “no resulta” y devolvió el computador al
escritorio. Por mi parte, la vivencia frente a esos cambios era sentirme ‘atrapado’ en la
computadora. Me imaginé siendo trasladado de un lugar a otro, como una suerte de
‘analista de bolsillo’. En su habitación, aunque sin mayor imagen que la disposición de
la cámara en la cabecera de su cama, enfrenté también la incomodidad de saber que
me encontraba en un espacio privado del Sr. A.
El conjunto de eventos me hizo pensar que cuando el Sr. A. preguntaba por su lugar
para tenderse y sus cojines, no se refería por supuesto a la concretización que realizó
al llegar a buscar su propio mobiliario. Su búsqueda más bien era por el diván y los
cojines de su analista, manifestación del deseo de que estuviesen allí para que
pudiese usarlos y apropiárselos, transformarlos en su espacio y sus cojines, destruirlos
en la fantasía y contemplar su sobrevivencia sesión a sesión. Representación y signo
del anudamiento entre la presencia física de la díada y del espacio que les albergaba
previamente.
El trabajo continuó pues pantalla a pantalla. Aunque en términos de los contenidos
analizados no pude constatar una diferencia, los silencios parecían haberse hecho
más breves y ciertamente habían perdido esa cualidad sanadora del “rato para estar
conmigo” que había percibido en las sesiones materialmente presentes.
El Sr. A. de tanto en tanto insistía en la idea de que “algo falta” y que algo “no resulta”,
sin poder decir bien qué era, aspecto que retornaba también en materiales asociativos
y oníricos en la línea del aislamiento (e.g. paneles de vidrio de hospital, locutorios
telefónicos, remodelaciones y disfonías de un arquitecto).
Eventualmente le propuse interrumpir el análisis, considerando que lo que estábamos
haciendo podía estar atentando con aquello que se había asentado con esfuerzo hasta
entonces. El Sr. A. pareció aliviado con la idea, lo que en cierto sentido reafirmó mi
impresión.

Sobreponiéndose a la Bi-escisión
El Valor del Conocimiento Mutuo
Supongo que la serie de fenómenos asociados a la bi-escisión del teleanálisis por
videoconferencia no difiere cualitativamente si el análisis ha comenzado por
videocámaras o si ha pasado a videocámaras luego de comenzar en encuadres cara a
cara. No obstante, podemos suponer una serie de condiciones personales y relacionales
que pueden determinar la fuerza con que dichos fenómenos permean el campo entre
paciente y terapeuta.

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Una de ellas es el conocimiento mutuo. El trabajo analítico extendido y presencial (cara a


cara o en diván) permite una forma de conocimiento mutuo basado en el establecimiento
del interjuego transferencia-contratransferencia que se mantiene cuando la díada analítica
tiene sesiones por videocámaras, sobretodo si éstas son esporádicas y no se constituyen
como un marco relativamente estable en la regularidad de sus encuentros. Por
conocimiento mutuo no me refiero a un punto de vista fáctico o informativo respecto de
quien es la contraparte, sino a la capacidad que se establece en una díada analítica de
anticipar las orientaciones pre-reflexivas de su contraparte, estableciendo dominios de
conocimiento relacional implícito (Stern et al., 1998) que permiten que lo desconocido en
el ámbito transferencial surja enmarcado en una relación conocida. En otras palabras, el
establecimiento de lo que llamamos vínculo a partir de la regularidad dada por como cada
miembro de la díada anticipa pre-reflexivamente cómo procederá su contraparte al interior
de la escena analítica.
En la línea de las observaciones previas (Robbins en Bassen, 2007; Scharff, 2012;
Zalusky en Bassen, 2007), los encuentros presenciales, tanto previos como a lo largo de
un tratamiento que incluye el trabajo en videoconferencia, pueden resultar valiosos para la
díada analítica en el fortalecimiento del vínculo. Un vínculo que permita la anticipación
mutua y la contención del interjuego transferencia-contratransferencia no hará
necesariamente que el efecto bi-escindido desaparezca (pues es un terreno asentado en
la desestimación o alucinación negativa de índices de la prueba de realidad), pero puede
favorecer que tanto analista como paciente descansen en las expectativas del otro
previamente forjadas a la hora de lidiar con dicho malestar. Y ello ciertamente puede ser
suficiente en algunos casos como para sostener el proceso durante largos períodos de
trabajo bajo un encuadre virtual.

Ilustración clínica 2
Esta segunda viñeta corresponde a un tratamiento que se extendió por aproximadamente
cinco años y que alternó el trabajo en condiciones presenciales y por videoconferencia.
La Sra. B., en sus cincuenta, consultó por un cuadro de ansiedad difusa relacionado
con dificultades vinculadas en su vida afectiva. Nuestro trabajo juntos se mantuvo en
condiciones presenciales por alrededor de dos años, luego de los cuales mantuvimos
períodos intermitentes de trabajo presencial y por videoconferencia, debido a viajes
que por fuerza suponían períodos extendidos de tiempo en su país de origen y en el
extranjero.
No podría mencionar aspectos particularmente excepcionales a un trabajo en el marco
de las neurosis del carácter. La Sra. B. mostraba alivio a su padecimiento a través de
la contención que encontraba en trabajo interpretativo sistemático, aspecto que
parecía mostrarse inmodificado en condiciones presenciales y por videoconferencia.
Ella, no obstante, se encargaba de hacer explícita su disconformidad cuando
pasábamos del trabajo presencial al remoto, y viceversa, comentando el gusto que le
generaba poder encontrarnos en la consulta privada. En una ocasión, cuando se

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encontraba enfrentando un aspecto particularmente doloroso de su historia refiere: “Se


que nunca lo he hecho y probablemente nunca lo voy a hacer, pero como que necesito
saber que pudiera apoyarme en Ud. si me dan ganas de llorar. Y no puedo”. La
elección de palabras no me impresionó ociosa: comprendí que la imagen de apoyarse
físicamente y la potencialidad de hacerlo acompañaban la expresión de la dificultad
para sostenerse en la relación terapéutica en ese momento. El haber signado dichas
dificultades a las limitaciones dadas por la condición virtual de nuestra interacción me
pareció sobre-determinada. Consideré que aludía, por una parte, a las condiciones
materiales que existían en ese momento, pero al mismo tiempo proyectaba en ellas la
dificultad de sostener el dolor psíquico por el que atravesaba en ese momento. La
potencialidad de apoyarse físicamente era una imagen viviente del sostén emocional.
Apoyo físico y sostén emocional, en un sentido yoico, asimétrico, podíamos decir que
estaban diferenciados. En la simetría inconsciente (Matte-Blanco, 1975) formaban
parte de una única experiencia. Pese a estos reproches, comprendía que nuestro
trabajo lograba poner en palabras estos padecimientos y, de hecho, resultaban un
material que en su sobre-determinación sirvió en varias oportunidades a un trabajo
fructífero con la paciente.
En un momento, con el análisis ya avanzado, la paciente sabe que tendrá varios
meses por delante de análisis presencial. En su primera sesión presencial se queda
largo tiempo en silencio, aspecto que se prolonga en sesiones sucesivas. Me doy
cuenta a propósito del mismo que esos silencios no se producían en nuestras
sesiones virtuales. Indago con la Sra. B respecto de asociaciones y me refiere
“muchas imágenes, sueños que he tenido, me imagino un paisaje de primavera, sol y
calor, olor a pasto”. El diálogo transita luego por contenidos oniroides que precipitan
hacia asociaciones de la paciente con respecto a su situación emocional presente y
conflictos de recurrencia con su pareja. Constaté, al igual que con el silencio, que ha
habido una suerte de ‘rodeo’ asociativo alrededor de materiales ‘informes’ (formless)
(Winnicott, 1971b, pp. 33-34), sensoriales, que no era frecuente en el teleanálisis.
Finalmente los conflictos que refiere la paciente eran los mismos que me retrataba en
videoconferencia, pero había una cualidad de la deriva asociativa que exigía menor
formalización.
Eventualmente la paciente comenta algo que me hace pensar en dicha idea. Al estar
finalizando el mismo período presencial me refiere: “voy a extrañar estos ratos con
Ud.”. La periodicidad se mantendría, sin embargo “algo” iría a pérdida.
Tengo la impresión que las cualidades del trabajo analítico en términos de la
posibilidad de un discurrir asociativo menos formalizado se vieron interferidas en este
tratamiento, incluyendo la tolerancia al silencio y la apertura a experiencias en lo
‘informe’ de las asociaciones. Sin embargo, esto pudo recuperarse en períodos de
trabajo presencial y puedo suponer que el establecimiento de un extenso período de
análisis exclusivamente presencial pudo haber ayudado en esa línea. En última
instancia, las dificultades señaladas no parecieron haber afectado de forma definitiva
el sentido y dirección de la cura, que finalmente comprendimos como satisfactoria.
Operaron, en ese sentido, como un malestar del que se pudo hablar y a partir del cual
se pudieron elaborar contenidos relevantes para una comprensión de las dinámicas de
la transferencia y la fantasía de la paciente.

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El Caso de los ‘Nativos Digitales’


Una discusión ineludible refiere a los ‘nativos digitales’. Pensando en las distorsiones en
la calidad de la conectividad, las anticipaciones respecto de lo que puede y no ocurrir en
una pantalla, y otras alteraciones en relación con el comportamiento en los ambientes
digitales, sería razonable considerar que el grado de familiaridad con las tecnologías
digitales (Grayson & Monk, 2003) y más aún el carácter de nativo digital y su habituación
a los medios digitales pudiesen ser un factor clave.
Menos claro resulta su rol en el aspecto central de la tesis aqui presentada, que refiere al
desmantelamiento de la situación de integración de las coordenadas aquí-ahora-con el
otro. Por una parte podemos argumentar que la dificultad esencial sea la misma. Los
procesos de integración yoica han sido y seguirán siendo los mismos, y así también los
pilares para su constitución en la experiencia de límite corporal y anticipación sensorial.
Por otra parte, no podemos cerrarnos a la realidad epocal que refiere a la naturalización
de la mediación virtual y de la realización, en lo virtual, del lazo social cotidiano. Cabe
preguntarse si para las generaciones que han crecido desde la infancia temprana
comunicándose con sus figuras primarias de sostén emocional tanto presencial como
virtualmente (o incluso, predominantemente de modo virtual, llegado el caso) la situación
pudiese ser distinta. ¿Deberemos pensar en otros marcos, inclusivos, para suponer que la
integración yoica se verá enriquecida por la experiencia de lo virtual? ¿Qué los nativos
digitales desarrollarán una nueva forma de holismo aquí-ahora-con el otro en su
constitución subjetiva? ¿O sostenernos en ideas respecto de la experiencia virtual como
un logro sofisticado del desarrollo humano que no interfiere con las bases de constitución
del yo y el sentido de Self? Seguramente preguntas de este orden encuentren múltiples
desarrollos en acercamientos a la cuestión del Self desde otros paradigmas (e.g.
Hermans, 2004). Pero en lo que respecta a teorías del desarrollo emocional como las aquí
presentadas, es una cuestión aún prematura, y de momento mejor anticipada por la
literatura de ciencia ficción que por los estudios en infancia temprana.

Consideraciones a las Indicaciones del Teleanálisis por


Videoconferencia
La compilación de aspectos clínicos presentada por Scharff (2012) resulta particularmente
ilustradora de la complejidad de puntos de vista a la hora de pensar las indicaciones y
limitaciones del teleanálisis por videoconferencia. Así, contraindica el teleanálisis en casos
que el analizando no logra mantener la alianza y la responsabilidad en el manejo del
setting, en casos de limitaciones personales del analista o paciente (sorderas, hablas
suaves o poco claras), o demasiado silente para mantener la conexión. En el tratamiento
de pacientes con indicación farmacológica (salvo que cuenten con apoyo local), pacientes
drogodependientes no compensados, o limítrofes tendientes a la acción suicida. Scharff

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(2012, 2013) también contraindica el teleanálisis en el caso de analistas demasiado


ansiosos por la ausencia de sesiones presenciales, que no pueden visualizar a su
paciente físicamente ausente, o que se sientan desconectados. Por otro lado, indica el
teleanálisis como respuesta a dificultades para sostener el trabajo presencial desde otro
país de residencia, por viaje, desplazamiento de residencias, enfermedades – incluyendo
fobias - y compromisos que interfieren con la coordinación del tratamiento durante las
horas disponibles del analista.
La literatura, a la fecha, no ha establecido correspondencias específicas entre una mayor
gravedad de un paciente – desde los múltiples criterios utilizados para tal diagnóstico - y
una mayor o menor indicación de teleanálisis por videoconferencia. Creemos que eso es
justo con la idea de que cada díada analítica establecerá condiciones para el trabajo
particular, que no pueden precipitarse sobre una generalización diagnóstica. Pacientes
presumiblemente muy frágiles pudieren encontrar condiciones particularmente favorables
al trabajo en teleanálisis y viceversa.
Desde el argumento aquí expuesto, sí agregamos una consideración específica. A las
limitaciones personales tanto del analista como del paciente mencionadas por Scharff
(2012) incluimos la capacidad de cada díada analítica de sobreponerse a la bi-escisión del
trabajo en teleanálisis, sostenida en las condiciones personales de paciente y analista así
como del conocimiento mutuo desarrollado. Allí podemos hacer una serie de supuestos
respecto de la sensibilidad de cada paciente a la presencia atenta del analista, pero
también respecto de la capacidad del analista de sostenerse en un vínculo que demanda
cierto acomodo respecto de las condiciones de relajación relativa que brinda el trabajo
presencial y que favorecen el ejercicio de la atención parejamente flotante.
Más aún, creemos que esto en modo alguno puede ser considerado una constante
estructural, y también hay momentos de un proceso en los cuales el teleanálisis puede ser
viable y en otros hacerse insostenible. Esto agrega una complejidad particular, en cuanto
el uso de la condición bi-escindida del dispositivo puede estar al servicio de sostener
ciertas formas de escisión o disociación en los pacientes, aunque hay una amplia
dispersión de perspectivas en este punto.
Si bien la variabilidad de los usos resistenciales de las condiciones impuestas al encuadre
sólo encuentra límites en la imaginación, sabemos que resultará más ‘económico’ usar los
errores y limitaciones del analista antes de crear nuevas dificultades, por lo que las
condiciones dadas por las conversaciones por videocámaras sirven de particular punto de
fuga al enfrentamiento de las dificultades y al escamoteo de los conflictos latentes. Como
ejemplos, la distancia física puede ser usada como argumento de autoridad para no
profundizar, y las condiciones asociadas a la calidad y falibilidad de las cámaras,
computadoras y de la conectividad sirven a la sobredeterminación del malestar por los
conflictos en ese momento en juego. Bien retratado queda este aspecto en el “problema
de conexión” de la viñeta clínica 1 o en la pregunta sobredeterminada : “¿me escucha?
¿me escucha?”.

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Asimismo, un uso del teleanálisis por videoconferencia para decir lo que de otro modo no
se diría (una declaración de odio o de amor erótico en transferencia por ejemplo),
granjeándose con ello a un analista ‘a fuerza seguro’. Esto no debe ser evaluado de modo
positivo, como lo sugieren algunas publicidades de los tratamientos vía Internet en su
protección del anonimato y su efecto des-inhibitorio (e.g. www.tupsicologo-online.es,
www.therapyworld.net). Por el contrario, el conocido efecto de desinhibición online (Suler,
2005) se basa en una diversidad de factores, incluyendo el anonimato, invisibilidad,
disociación imaginativa, introyección solipsista y debilitamiento de la autoridad, entre
otros, que indican una pérdida del peso de la alteridad como referente en respuesta al que
enunciar. Cabe preguntarse en dichas situaciones si esta desinhibición estará al servicio
del levantamiento de la represión (a modo de la indicación técnica del diván), o bien al
servicio de una resistencia que aproveche la actitud bi-escindida determinada por el
dispositivo. Si el trabajo analítico permite elaborar, y con ello sobreponerse a las
dificultades del paciente, es en la medida que el paciente toma riesgo en el decir y el
analista responde, pero no actúa, haciendo de la experiencia analítica la excepción a la
certeza de respuesta unívoca sostenida en la fantasía inconsciente (Ahumada, 1999). En
ese sentido, el hecho de que un aspecto de la posibilidad de respuesta del analista quede
escamoteado por las condiciones materiales del dispositivo (e.g. la posibilidad de contra-
actuación agresiva o seductora) puede favorecer que la fantasía prevalezca pese a la
comprensión interpretativa. No obstante, podemos suponer razonablemente que esas y
otras limitaciones pre-condicionadas por el teleanálisis sean sólo facilitaciones, y podrán
encontrar otras vías de expresión en el trabajo presencial.
Un criterio prudente, derivado de la presente tesis, refiere al esfuerzo del analista por
considerar índices que sugieran una demanda de una profunda regresión a la
dependencia en el paciente. Ciertamente esto no es algo sencillo de evaluar, y el área
para el desatino al respecto es inmensa, pero el ejercicio evaluativo respecto de este
aspecto puede brindar ciertos puntos de claridad, que de otro modo pudieran pasar
desapercibidos. No es raro encontrar casos en los que un paciente, bajo las condiciones
dadas por un proceso analítico particular, no desarrolla dicha regresión y luego, en un re-
análisis – en ocasiones incluso con el mismo analista - se da dicho movimiento. Esto no
quiere decir que el trabajo anterior no fue de valor, pero que fue de una naturaleza
diversa. Asimismo, pensamos que el trabajo en teleanálisis, sobretodo cuando es
exclusivamente virtual, hace muy difícil una profunda regresión a la dependencia, y sin
embargo puede de igual modo resultar de tremendo valor para un paciente. No todo
paciente requiere algo que se acerque al ‘oro puro’ del psicoanálisis (Freud, 1919), y en
ocasiones las aleaciones de silicio pueden andar suficientemente bien.
A veces, por ejemplo, aunque en términos generales consideremos que el teleanálisis por
videoconferencia contraviene la potencial regresión a la dependencia, la continuidad de
las sesiones a través de videoconferencia puede facilitar que, cuando vuelvan a
interacciones presenciales, se permita dicha regresión. O bien, como ya ha sido
mencionado (Migone, 2009), pueden ocurrir situaciones particulares, donde el comienzo

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de un trabajo a través de videoconferencia puede estar al servicio de un posterior trabajo


presencial y permitir acomodarse a limitaciones personales.

Comentarios Finales
La oferta de e-terapias disponibles en la actualidad promete ventajas ligadas a la
generación de un vínculo íntimo y cercano, la comodidad de la accesibilidad desde el
hogar, un menor costo económico, la disponibilidad a responder desde múltiples medios
de comunicación, y un presumiblemente favorable efecto de desinhibición para sus
pacientes. Las ideas aquí presentadas son menos entusiastas, sugieren mayor prudencia
y la necesidad de un cauteloso juicio clínico a la hora de optar por el uso de dichos
dispositivos.
Al menos en lo que respecta al trabajo desde el psicoanálisis, la tesis presentada sugiere
que la condición bi-escindida del teleanálisis por videoconferencia desmantela la unidad
aquí-ahora-con el otro en la díada analítica, produciendo condiciones proclives a una
integración forzada del yo en los miembros de la díada e interfiriendo con el acceso a
estados de no-integración como parte del proceso terapéutico. Así, diremos que no es
posible hacer un trabajo psicoanalítico complementado por videoconferencia para todo
paciente, en todo momento, ni exclusivamente a través de videoconferencia, si nuestra
comprensión de un tratamiento particular nos lleva a anticipar la necesidad de una
profunda regresión a la dependencia y el compromiso correspondiente de parte del
analista. El acento, no obstante, no está puesto en las determinaciones estructurales del
dispositivo, sino en la capacidad de cada díada analítica particular de sobreponerse, en
determinado momento del tratamiento, a la condición bi-escindida del teleanálisis. Su uso
puede resultar bien justificado para díadas analíticas donde el conocimiento mutuo y las
características personales, tanto de terapeuta como de paciente, son suficientes como
para sobreponerse a la escición, y en otros casos, justificados desde la comprensión de
las necesidades del paciente.
En ese sentido el presente texto ha estado lejos de proponer una rechazo a la inclusión
de estos dispositivos en el trabajo terapéutico. Muy por el contrario, ha pretendido
explorar sus limitaciones a fin de que su adscripción se realice acorde a un juicio clínico
informado, por sobre consideraciones económicas, prácticas o de cualquier otro orden. La
dificultad mayor, por supuesto, no está en la plataforma, sino en su uso ingenuo o
desproblematizado respecto de lo que resulta en el mejor de los intereses para nuestros
pacientes.
Restará decir, por cierto, que otros modos de comprender el sentido de la cura y los
pilares que sostienen el ejercicio del psicoanálisis podrán pronunciarse desde otros
puntos de vista respecto de las particularidades del dispositivo (Migone, 2013). Como ha
podido constatarse, las exploraciones aquí presentadas se circunscriben en
comprensiones del proceso de desarrollo emocional, el encuadre y el trabajo analítico
fuertemente orientadas por la perspectiva teórica de D.W. Winnicott, incluyendo su teoría

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del desarrollo emocional y los aspectos derivados para la praxis clínica. Ciertamente otros
modos de entender la tarea terapéutica – que no reconozcan o valoren de modo distinto,
por ejemplo, el acceso a los estados de no-integración dentro de la práctica analítica -
tendrán repercusiones diversas, aspecto que en el futuro pudiere continuar enriqueciendo
el necesario debate en la materia.

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