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El Inka y el Poder como Problemas de la Arqueología del NorteVolumen

Grande 36, Nº 2, 2004. Páginas 313-324


de Chile 313
Chungara, Revista de Antropología Chilena

EL INKA Y EL PODER COMO PROBLEMAS DE LA


ARQUEOLOGÍA DEL NORTE GRANDE DE CHILE
INKA AND POWER PROBLEMS ON
THE ARCHAEOLOGY OF NORTHERN CHILE
Mauricio Uribe Rodríguez*

Los avances en la historia cultural de las poblaciones circumpuneñas del desierto de Atacama, en especial aquellas de los períodos
Intermedio Tardío (950-1.450 d.C.) y Tardío (1.450-1.550 d.C.), han permitido profundizar y problematizar la expansión del
Imperio Incaico. A la luz de sus diversas evidencias materiales y paralelo al surgimiento de críticas a los modelos e interpretaciones
en boga, se ha generado la necesidad de innovar en el entendimiento de las relaciones entre el Tawantinsuyo y las poblaciones
locales del Norte Grande de Chile, a partir de un caso concreto como aquellas de Atacama y centrándonos en el concepto de
“ideología”. Para ello, recurrimos a las propuestas teóricas y metodológicas de las corrientes estructuralistas, marxistas y simbóli-
cas de la arqueología contemporánea, las cuales contexualizamos en el estudio de San Pedro de Atacama.
Palabras claves: San Pedro de Atacama, Inka, ideología, arqueología postprocesual.

The advance in the cultural history of circumpuna peoples at the Atacama Desert, during Late Intermediate (A.D. 950-1450) and
Late periods (A.D. 1450-1550), have allowed us to develop new ideas about the expansion in of the Inka Empire. Based on different
cultural materials and new critical views about current model and interpretation, of the relationships between Tawantinsuyo and
local peoples of Northern Chile. In this context we focuss on the concept of “ideology”, based on the theory and methodology of
structuralism, marxism and symbolic of postprocessual archaeology.
Key words: San Pedro de Atacama, Inka, ideology, postprocessual archaeology.

Los avances de la historia cultural de las po- modelos e interpretaciones en boga (Uribe 1999-
blaciones circumpuneñas del desierto de Atacama, 2000), se ha generado la necesidad de reflexionar
en especial aquellas de las cuencas del río Loa y sobre las relaciones entre el Imperio y las pobla-
San Pedro de Atacama durante los períodos Inter- ciones del Norte Grande de Chile, a partir de un
medio Tardío y Tardío (950-1.550 d.C.), han per- caso concreto como el de Atacama, apoyados en
mitido profundizar y problematizar acerca de la nuestros trabajos previos y discutiendo conceptos
expansión del Imperio Incaico en este territorio, derivados de esta realidad arqueológica. Por lo tan-
así como reflexionar acerca de la conformación del to, en esta oportunidad se evalúan ciertas eviden-
Tawantinsuyo. En primer lugar, hoy es innegable cias incaicas y los distintos modelos e interpreta-
la existencia de abundantes restos de la presencia ciones al respecto, intentando contribuir al debate
del Inka en Atacama, los que se distribuyen dife- en torno de la expansión, dominación e integra-
rencialmente a través de tambos, canchas, collcas, ción de Atacama al Tawantinsuyo, centrándonos
usnos, santuarios de altura, aríbalos, tejidos, mi- en el concepto de “ideología”. Para ello, recurri-
niaturas y adornos de metal y arte rupestre. Por lo mos a las propuestas de las corrientes estructura-
tanto, esta presencia, además de referir a cierto con- listas, marxistas y simbólicas de la arqueología con-
trol de la producción económica, artefactual y las temporánea, las cuales contexualizamos en el
tecnologías asociadas a ellos, insinúa una signifi- estudio de San Pedro de Atacama (Figura 1).
cativa intervención del patrón de asentamiento lo-
cal y de la sociedad misma. Pero, sin una “violen- Ideología en Arqueología
cia” manifiesta.
A la luz de estas diversas evidencias materia- Con el tiempo se ha consolidado una reacción
les y paralelo al surgimiento de las críticas a los de la arqueología a las concepciones mecánicas y

* Departamento de Antropología, Universidad de Chile. Ignacio Carrera Pinto 1045, Ñuñoa, Santiago. mur@uchile.cl

Recibido: febrero 2004. Aceptado: agosto 2004.


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Figura 1. Región atacameña y principales localidades del río Loa y San Pedro de Atacama mencionadas en el texto (gentileza de
Victoria Castro).
Atacameña region and principal location at Loa river and San Pedro de Atacama (courtesy of Victoria Castro).
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reduccionistas del procesualismo, delatando una ciones de la sociedad, manejando el conflicto re-
marcada y sospechosa pasividad de este enfoque sultante de ello (e.g. los intereses de clase, entre
frente al estudio del pasado con relación tanto al otros), reproduciéndose la sociedad bajo una idea
accionar de las poblaciones pretéritas como de los particular. Por lo tanto, el manejo del conocimien-
propios investigadores (Hodder 1994). Dicha reac- to (como la ciencia en nuestro caso) tampoco se
ción, paralelamente, no se ha mantenido en un sim- halla alejado de ser una representación ideológica,
ple alarde intelectual postmoderno; muy por el con- pues las ideas se convierten en vehículos activos a
trario, ha invertido de manera sistemática y acorde través de la cultura como un saber-poder. Así, co-
con la disciplina, en vías teóricas y metodológicas nocimiento, pasado y cultura son construcciones
posibles de ser empleadas en la investigación del sociales activas como plantea el cognitivismo, que
pasado, con el propósito de llegar a una compren- no existen fuera de la realidad sociocultural y que,
sión más sustantiva de la historia. Un vital aspecto al mismo tiempo, cumplen un papel político con-
de esto y, en consecuencia, inicial del replanteamien- creto. Se entiende, asimismo, que la cultura facili-
to hecho, es el cambio epistemológico como onto- ta la realidad social a través de los símbolos, los
lógico de nuestros conceptos disciplinarios. cuales se vuelven centrales y poderosos en la or-
Al respecto, para Leone (1986) la arqueología denación del mundo, pues así se racionaliza, disci-
crítica, estructural y simbólica juega un papel pro- plina y domina (Foucault 2002). Por lo mismo, los
tagónico en esto. Se trata de tres diferentes enfo- productos derivados de la cultura requieren una
ques de los datos arqueológicos referidos al signi- interpretación y no sólo su lectura.
ficado, la ideología, estructuración y cognición, que Lo anterior, obviamente, resulta opuesto a la
operan con los mismos supuestos aún cuando sus idea de cultura que tenía la Nueva Arqueología
análisis no son necesariamente idénticos. Los su- Procesualista en cuanto reflejo estático, mensura-
puestos mencionados se encuentran basados en la ble y explicable de la realidad. Al contrario, ahora
cualidad recursiva o interactiva de la cultura, es se entiende que tales concepciones son contingen-
decir, se asume que la gente crea, usa, modifica y tes y políticas, lo cual es posible por la dimensión
manipula sus capacidades simbólicas, haciendo y material de la cultura que fija las situaciones, cum-
rehaciendo el mundo donde ellos viven. En arqueo- pliendo dicha materialidad un papel activo en la
logía, el mayor impacto de lo anterior tiene su efec- conducta social aquí y en el pasado (así como en la
to en comprender la cultura material como un “ins- del investigador que lo interpreta). Así, el tiempo y
trumento” para crear significado y configurar el el pasado por su connotación de origen y perte-
mundo. Retomando a Giddens, Leone plantea que nencia, conceptos tan significativos socialmente,
se cambia el énfasis desde las consecuencias a las no son términos neutros. De hecho, esto toca de
intenciones y motivaciones de la acción humana manera directa a los arqueólogos, por cuanto no
que reproducen en la práctica las condiciones de sólo excavamos el pasado, sino que también lo
su existencia. Y, se entiende a la gente como acto- pensamos. Por lo tanto, en toda época se ha inver-
res propiamente tales, a los símbolos como funda- tido en las representaciones de mundo, por ejem-
mentales para la existencia humana y a la cultura plo, del pasado, razón por la que es imperativo en
material como análogo del lenguaje en su capaci- su estudio establecer qué ideas evocan los restos
dad ordenadora de mundo. Lo anterior conlleva, materiales para un mejor acercarmiento a esa rea-
consiguientemente, a un énfasis en el significado lidad social en particular (Gallardo 2004).
y la interpretación a partir de una multivocalidad
de posibilidades. El Inka en el Norte Grande de Chile
En este sentido, el tema de la ideología se vuel-
ve significativo, ya que, a diferencia de los mate- A mediados de 1970 en el norte de Chile sur-
rialismos básicos o tradicionales que han definido gió la conocida discusión si el dominio incaico
este concepto de una manera muy vinculada a la había sido “directo o indirecto”, a partir de la apli-
religión, aquí la discusión se centra en la interac- cación arqueológica que hizo Llagostera (1976) del
ción entre la vida cotidiana, las relaciones sociales modelo del control vertical de Murra (1972). De
y el pensamiento (Leone 1986). Según la Arqueo- acuerdo a su propuesta, esta situación se dirimía
logía Crítica, la ideología es el mecanismo de los en términos de que la materialidad que representa-
sistemas simbólicos que enmascara las contradic- ba al Inka en los territorios conquistados era más o
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menos abundante, cuánto se atenía ésta al estilo su producción agrícola (Núñez 1991). Coinciden-
original del Cuzco, en especial a sus patrones ce- te con lo anterior, se introduce la mencionada pers-
rámicos, y cuáles eran sus vínculos con la ocupa- pectiva de Llagostera y como consecuencia de lo
ción “vertical” del espacio andino. En este senti- mismo, gracias a los estudios del Pucara de Turi,
do, Llagostera planteaba para el Norte Grande la Aldunate (1991) propone que el Inka habría llega-
ausencia de una conquista propiamente tal, puesto do tempranamente a la zona a través de la tradi-
que sus poblaciones se hallaban insertas dentro de ción altiplánica que caracterizaba al curso supe-
sistemas preincaicos de complementariedad eco- rior del Loa, notándose su influencia en algunos
lógica; cuyas cabeceras o “señoríos” que se encon- rasgos de la cerámica y la arquitectura, pero sin
traban en el altiplano, una vez anexados al im- mayor trascendencia.
perio, implicaban un dominio de las restantes enti- No obstante, Castro (1992) advierte la magni-
dades del norte chileno. tud de esta presencia y cuán poco se conocía toda-
Su argumentación empírica descansaba en la vía, llamando a desarrollar muchos más estudios
existencia o no de una industria inka local y la pre- para tener una idea certera de la expansión incaica
sencia de alfarería de origen cuzqueño o inka alti- en dichos territorios. Al respecto, Silva (1985) ya
plánico como el conocido tipo Saxámar o Inka Pa- había propuesto una intervención más directa, in-
cajes (Dauelsberg 1959; Munizaga 1957; Pärssinen cluso militar, que se vinculaba al interés del impe-
y Siiriäinnen 1997). De hecho, esta cerámica se rio por la obtención de recursos minerales, ener-
señalaba como el indicador diagnóstico del proce- gías humanas y la ganadería concentrada en
so, derivada de situaciones altiplánicas post-Tiwa- Atacama. Asimismo, más tarde, Cornejo (1995)
naku y preincaicas (e.g. Chilpe, Hedionda, Talta- coincide con algunos de estos postulados, aunque
pe, etc.), asumiendo una directa analogía entre reemplazando el militarismo por una integración
alfarería y población, incluso como “colonias” en gran medida simbólica. De este modo, el Inka
(Schiappacasse et al. 1989). privilegiaría una ruta vial expansiva por sobre los
No obstante, hasta fines de 1980 esta perspecti- 3.000 msm, que se ubicaría a lo largo del Loa en
va no consideraba la gran concentración de restos un eje norte-sur y en puntos estratégicos de sus que-
incaicos que comenzaron a evidenciarse los años bradas para controlar a la población local, sus re-
siguientes (Raffino 1981; Uribe 1999-2000). A par- cursos minerales y el paso hacia el sur, desplegan-
tir de esto, entonces, se manifiestan claras falencias do sus actos políticos en el contexto de la sacralidad
en los modelos aplicados. Especialmente, porque se local, sin mayor interés por el ámbito doméstico
establece una analogía demasiado directa, casi étni- de sus poblaciones. Profundizando en este punto,
ca, de poblaciones con alfarería, desconociéndose Gallardo y colaboradores (1995) perciben una ac-
el desarrollo y fortaleza de la cultura local, cuyas titud muy elaborada del Inka, la que incluso es coin-
diferencias son entendidas en forma muy mecánica cidente con estrategias propiamente cuzqueñas,
como dominio político. Sin embargo, en el desierto donde la arquitectura se vuelve la mejor expresión
de Atacama, junto con mayores logros empíricos simbólica de dominación a través de actos de fun-
sobre este tema, se ha avanzado mucho en la discu- dación y refundación.
sión de reduccionismos como éstos. Por lo tanto, con los avances logrados por es-
En Atacama tampoco había existido mayor tos estudios fue cambiando la perspectiva que se
crítica al modelo. Al contrario, fue reinterpretado tenía del Inka en Atacama, obligando a una mayor
con distintos énfasis (e.g. Núñez y Dillehay 1995). sistematización de muchas más evidencias y de sín-
Desde los pioneros de la arqueología atacameña tesis interpretativas novedosas, al mismo tiempo
como Latcham (1938), se indicaba que estas re- que más sustantivas (Aldunate 1991). A fines de
giones no habían sido ocupadas por los inkas a ex- 1990 y a partir de la variada evidencia material in-
cepción de algunos asentamientos a lo largo del caica detectada en la localidad de Caspana (río
camino imperial, concentrándose al sur de San Salado, afluente del Loa), se llevó a cabo un estu-
Pedro de Atacama. Al respecto, la cerámica local dio que abordó el fenómeno político representado
sólo adoptaba algunas formas y decoración sin cam- por el Tawantinsuyo en la región (Adán y Uribe
biar de un modo esencial; se aprovechaban pobla- 2004). Este trabajo dio cuenta que el interés impe-
dos preexistentes como los “pucaras” de Quítor, rial por el territorio fue mayor que el pensado has-
Catarpe y Turi (Mostny 1949), y se potenciaba algo ta esos momentos, permitiendo hipotetizar una pre-
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sencia directa del Estado, a través del manejo de cas con el resto de los sitios habitacionales de la
los ancestrales principios andinos de organización región (e.g. Turi, Catarpe Oeste, Zápar o Peine),
socioeconómica. Así, la reciprocidad y redistribu- evidencia la presencia de una importante plaza
ción fueron convertidas en mecanismos de apro- doble en una ubicación central (hacia el este), una
piación y dominio a través del potencial simbólico frecuencia similar de unidades domésticas y silos
de una materialidad arqueológicamente percepti- o collcas, una abundancia relativa de muros do-
ble (Uribe et al. 1998). En este sentido, se postuló bles, etc. La arquitectura de Catarpe Este indica,
que las oposiciones manifiestas por la materiali- por lo tanto, la existencia de abundante almacena-
dad de inkas y grupos locales (arquitectura, cerá- je, la disponibilidad de espacios habitacionales sin
mica, arte rupestre, vialidad y funebria, entre otros), sepulturas y sobre todo la existencia de grandes
podían expresar el manejo del Inka sobre las con- explazos para funciones administrativas y públi-
tradicciones sociales internas y su aprovechamiento co-ceremoniales. Su construcción se remontaría
de la producción agroganadera excedentaria, las según nuestros fechados a 1.510 d.C. (Uribe y Adán
relaciones multiétnicas de complementariedad, el 2004), e indicaría una lógica de ocupación que se
intercambio y los cultos religiosos en favor de la aleja de la modesta dinámica comunitaria que he-
presencia estatal en la región (Uribe y Adán 2004). mos observado en los poblados locales, aunque se
Consecuente con lo anterior, en la actualidad el articuló con su estructura económica y social (Uri-
problema se aborda desde la periferia del núcleo be et al. 2002, 2004).
atacameño, particularmente desde el Alto Loa y el Sobre estas viejas y nuevas dinámicas, la alfa-
sistema vial, para obtener una visión más penetrante rería (Figura 3) indica que los tipos foráneos se in-
de los vínculos culturales, económicos, sociales y crementan aún más en estos momentos y remiten a
políticos del Tawantinsuyo (Berenguer 2003). vínculos con el altiplano, la vertiente oriental cir-
Por consiguiente, hoy día se ha comenzado a cumpuneña e incluso los valles occidentales; mien-
generar una síntesis mucho más íntegra y profunda tras lo incaico adquiere un carácter marcadamente
de la presencia del Inka y la incorporación del terri- trasandino (e.g. tipos Yavi y La Paya), lo cual re-
torio y poblaciones de Atacama al Tawantinsuyo, dundaría en la transformación de la cerámica local
quedando escasas dudas de que la región concen- (Uribe 1999; Uribe y Carrasco 1999). A través de
tró una parte relevante de las operaciones del im- esta alfarería, además, se aprecia una integración
perio. No obstante, todavía falta comprender los diferenciada de los asentamientos locales al orden
alcances más profundos de esta presencia en Ata- estatal, extendiéndose su ocupación hasta épocas
cama, por lo que en esta oportunidad nos aboca- coloniales en algunos de ellos.
mos a caracterizar con mayor detalle la situación Al respecto, los asentamientos inferidos a par-
del Inka en San Pedro de Atacama; con el especial tir del análisis funcional de su alfarería y construc-
propósito de contribuir a través de un espacio pa- ciones indican que todos los sitios inmediatamen-
radójicamente todavía poco conocido en este tema te preincaicos (e.g. Catarpe, Quítor, Zápar y Peine)
(Uribe 1999-2000), a un mejor acercamiento del tendrían un carácter eminentemente doméstico, con
modo en que esta fuerte presencia fue posible en el recintos habitacionales donde se preparan, sirven
desierto más árido del mundo. y almacenan alimentos. También ocurren activida-
des ceremoniales, coherentes con la inclusión de
El Inka en San Pedro de Atacama prácticas religiosas y funerarias manifiestas en la
arquitectura que se incorpora dentro, junto o cerca
Además de otros sitios del Loa (Adán 1999), de ellos (e.g. chullpas), pero las cuales difieren tanto
Catarpe Este y los tambos de Licancabur y Peine, en escala como intensidad, realizándose de mane-
dan cuenta de la imposición de la arquitectura del ra independiente en unos y otros. Tal situación,
Tawantinsuyo en San Pedro de Atacama durante el sugiere una dinámica de comunidad o “aillo” para
período Tardío (Niemeyer y Schiappacasse 1988). las sociedades que habitaron estos poblados que
De estos, sin embargo, Catarpe Este (Figura 2) es los convierte en unidades autónomas, sin distin-
paradigmático en términos de las manifestaciones guirse uno o unos pocos núcleos como antes (Uribe
de una incorporación efectiva de la región al fun- et al. 2004).
cionamiento imperial (Lynch y Núñez 1994). El Con el Inka, en tanto, el desarrollo de una or-
asentamiento, si bien comparte varias característi- ganización jerarquizada, la generación de exceden-
318 Mauricio Uribe Rodríguez

Figura 2. Vista aérea del sitio Catarpe Este. Parte superior la plaza o cancha doble (con flecha); parte inferior poblado local Catarpe
Oeste (gentileza de Fernando Maldonado).
Aereal view of Catarpe East. Upper section square or cancha (arrow); lower section Catarpe West local town (courtesy of
Fernando Maldonado).

tes económicos y el rol de los líderes en activida- (Uribe y Carrasco 1999), dentro de la cual tam-
des redistributivas parecen tener un papel aún más bién resulta importante la producción de cuentas
protagónico al interior de los grupos de San Pedro de malaquita y calcedonia, aparte de las de con-
de Atacama; muy ligado a la competencia preexis- cha. Esto es coherente con la concentración de chu-
tente sobre recursos de agua, tierra y los contactos llpas y sepulturas al interior de los poblados o en
a larga distancia por complementariedad de recur- la presencia de canchas y collcas en las instalacio-
sos (Uribe et al. 2002). Así, desde fines del Inter- nes incaicas, y también coincide con la funcionali-
medio Tardío los materiales líticos enfatizan la dad cerámica, el almacenamiento y la actividad
molienda, tanto agrícola como con otros fines (e.g. ceremonial que van en aumento con el Inka (Uribe
ceremoniales o minería), desplegando una gran et al. 2002). El material lítico, en suma, confirma
diversidad morfológica y polifuncionalidad de los la necesidad de procesar y acopiar ciertos alimen-
artefactos. Sin embargo, desde el Tardío también tos, los que seguramente se emplean en las festivi-
es claro apreciar que junto con lo funcional, los dades comunales, en conjunto con una minería de
artefactos líticos y la piedra en general adquieren recursos simbólicos destinados al intercambio
un carácter más versátil y simbólico que se expre- (Núñez 1999).
sa en la challa de minerales en tumbas, chullpas y Además, comparando sitios preincaicos y
caminos. Se configura, de este modo, una conduc- contemporáneos al Tawantinsuyo, en todos se
ta común para el área, en conjunto con el río Loa observa que el manejo de fauna se mantiene uni-
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Figura 3. Componente cerámico incaico local y foráneo: (a) Tipo Lasana café rojizo revestido pulido, (b) Tipo Turi rojo revestido
exterior-negro alisado interior, (c) Turi rojo revestido pulido ambas caras, (d) y (e) Tipos Yavi-La Paya.
Pottery of local and foreign origin: (a) Type Lasana redish brown slip, (b) Type Turi red slip with black inner surface, (c) Type Turi
red polished slip both faces, (d) and (e) Types Yavi- La Paya.

forme, mientras que el material vegetal adquiere paz de sustentar una cantidad de población más
un notorio aumento en los poblados más tardíos grande y segmentada (Adán y Uribe 1995). Con
(Catarpe, Quítor, Zápar y Peine). Lo anterior su- relación al intercambio y las caravanas, hallaz-
giere una transformación del ancestral sistema gos textiles de Peine, que se vinculan con la texti-
ganadero y caravanero de la región (Núñez 1992), lería local previa (e.g. gorros tipo corona y bol-
el cual ahora estaría apoyado en una producción sas), presentan técnicas, decoración y colores que
agrícola mayor, más estable y de gran escala, ca- insertan a las bolsas dentro de un estilo tardío
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compartido con el Loa y Noroeste Argentino controlado por el Estado; perfilando una manu-
(Agüero 2000). Al mismo tiempo, muestran una factura de bolsas casi en serie para un movimien-
gran estandarización los colores y decoración, en to de recuas de mayor escala basado en el nexo
cierto sentido parecida a los tejidos de estatuillas entre Atacama y el Noroeste Argentino, ya anun-
y santuarios de altura incaicos (Figura 4), por lo ciado por el marcado aspecto transandino de la
que con gran certeza pueden ser atribuidos al Inka. cerámica Inka foránea.
Esto, sin embargo, no significa una simple ads- Todo esto confirma y es consistente con las
cripción a los patrones cuzqueños, porque estilís- particularidades que adquieren los asentamientos,
ticamente no es así, sino más bien se trataría de la la alfarería y restos líticos relacionados con la nue-
intervención de la industria local por el Tawan- va realidad demográfica y económico-social, com-
tinsuyo. Esta intervención implicaría una reorga- prendida por unidades independientes, aunque re-
nización de la producción textil vinculada al in- lacionadas y luego jerarquizadas en torno a centros
tercambio, denotando un tráfico distinto y como Catarpe Este.

Figura 4. Textilería y metalurgia incaica del santuario de altura del cerro Pili, San Pedro de Atacama (gentileza Museo Arqueoló-
gico R. P. Gustavo Le Paige).
Textile and metal objects from the highland Inca sanctuary cerro Pili, San Pedro de Atacama (courtesy of Museo Arqueológico
R. P. Gustavo Le Paige).
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Según esto, el manejo de los líderes locales también se centró en el aspecto político de este én-
debió ser clave para la articulación de la produc- fasis (Henderson y Netherly 1993). De hecho, el
ción comunitaria con la estructura política unitaria enfoque económico de Murra es una cuestión más
que logra el imperio. Al respecto, tabletas y cala- práctica que un principio, en particular porque las
bazas pirograbadas procedentes del espacio fune- fuentes documentales europeas generalmente adop-
rario remiten a elementos novedosos (Ayala et al. taron una perspectiva económica y administrativa
1999; Uribe et al. 2002), especialmente comparti- de las sociedades andinas. Pero, en términos prag-
dos con el Noroeste Argentino y el altiplano de máticos, la realidad cultural de los Andes siempre
Bolivia, volviéndose predominantes los del noroes- dirige la atención sobre los grupos sociales y no sólo
te. Por una parte, estos materiales de gran relevan- a la tenencia de la tierra o la riqueza.
cia simbólica demuestran una amplia interacción Compartimos, entonces, que en los Andes lo
circumpuneña que podría extenderse incluso hasta cognitivo e ideológico está explícitamente incor-
Tarapacá. Por otra, refieren a una importante com- porado en las esferas económicas y sociales, don-
plejidad social y política que debió desenvolverse de la actividad ritual tiene implicancias económi-
por situaciones de complementariedad, involucran- cas y lo ceremonial se articula con lo material
do diversas negociaciones entre las autoridades que (Henderson y Netherly 1993). Morris (1993), en
dirigían empresas de intercambio y una ardua com- esta línea, discute el tema de la expansión incaica
petencia por el mejor posicionamiento de sus co- a través de los sistemas de reciprocidad, la produc-
munidades. Por lo mismo, las concepciones acer- ción y el intercambio, manejando justamente un
ca del poder habrían cambiado como parece concepto más sustantivo de la economía andina.
expresarse en las nuevas manifestaciones icono- Para el autor, el proceso expansivo se encuentra
gráficas, donde destacan las figuras humanas por íntimamente asociado a la emergencia de nuevas
sobre las imágenes de seres sobrenaturales que clases de bienes u objetos, cuya función primor-
antes portaban estos objetos, particularmente las dial fue comunicar información sobre la sociedad
tabletas que se asociaban a un orden social más y sus relaciones de origen y clase, ya que por me-
chamánico que el de ahora (Llagostera 1996; Uri- dio del control y la manipulación de tales bienes
be et al. 2002). tomaron lugar los cambios sociopolíticos como la
En suma, esta complejidad “atacameña” del generación de riqueza y, por supuesto, el incremen-
período Tardío debió integrar el impulso demos- to de poder.
trado por el desarrollo de la producción agrícola y Pero, bajo dicho marco, también se agrega el
caravanera experimentado previamente en toda la tema de las relaciones cara a cara entre distintas
región (Núñez 1992; Schiappacasse et al. 1989; clases de individuos o grupos, puesto que de am-
Uribe et al. 2002), lo que el Inka supo anexar para bas situaciones dependerían las obligaciones de
su propio provecho promoviendo la dinámica “su- trabajo de los conquistados y su manipulación por
pra” comunitaria, el papel de sus autoridades y las el Estado, produciendo bienes para usarlos como
distintas complementariedades como ocurre con el regalos a los líderes y proveyendo bebida y comi-
Noroeste Argentino. da a los trabajadores (Morris 1993). De ahí que se
generarían situaciones, escenarios y asentamien-
Ideología, Inkas y Atacama tos especiales para esta actividad mediante un ce-
remonialismo donde se pretende dar la idea de “ge-
Con el objetivo de precisar esta capacidad del nerosidad” del gobernante dentro de un ambiente
Tawantinsuyo para producir la integración que ob- festivo, en el cual los objetos adquieren gran efica-
servamos en Atacama, explícita en San Pedro y el cia simbólica en tanto poder. Lo anterior debió re-
Loa, nos parece necesario arrimarnos a otras re- dundar en una reorganización del trabajo y del ci-
flexiones compartidas con el mundo andino que clo productivo, generando una disciplinada
nos permite concluir mejor nuestro trabajo y no calendarización de grandes festividades con enor-
quedarnos en la mera explicación económica y me despliegue simbólico donde se expresaba la
funcional. gran generosidad del Inka. La idea, según Morris,
Recordando a Murra (1972 y 1983), vemos que era darle mayor valor al trabajo invertido, desple-
su interés en la investigación de los Andes siempre gando roles, estatus e identidades nuevas, mane-
estuvo enfocado en lo económico, pero su atracción jando cuestiones de tipo cognitivas y emocionales
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con relación a una sociedad y solidaridad casi “pa- efecto religioso, sino con causas y consecuencias
triótica”. El imperio, por lo tanto, invertiría en una sociales concretas dentro de la realidad local. En
especie de dramatización colectiva de carácter “na- su expansión, por lo tanto, el Tawantinsuyo habría
cional”, manifiesta en la enorme movilización de impulsado el desarrollo de las fuerzas productivas
la fuerza de trabajo y gran propaganda estatal en a través de una fuerza de trabajo numerosa previa,
fiestas, generando la hermandad entre sus miem- apoyada en el crecimiento demográfico local y de
bros. En consecuencia, el espacio público se con- sus medios de producción, sobre todo, agrícolas y
vierte en el lugar privilegiado de la jerarquía social el intercambio, cuya mayor fuerza de trabajo re-
y sus distintas partes constituyentes. Este sería el quirió de una organización social más compleja.
caso de Huanuco Pampa, estudiado por Morris y Las poblaciones locales de Atacama, entonces,
Thompson (1985). desarrollaron aún más sus fuerzas productivas y
Hyslop (1993), por su parte, también reflexio- potenciaron la generación de excedentes impulsan-
na acerca de las variaciones y variabilidad de los do una jerarquía social que conllevaba a un siste-
restos materiales incaicos, porque, según su crite- ma políticamente cada vez menos igualitario (Uri-
rio, esto ayuda a comprender a los inkas como tam- be y Adán 2004).
bién a la gente que ellos gobernaron. Por ejemplo, De este modo, tal cual apreciamos en Catarpe
su arquitectura y cerámica, pero observando que Este, con el Inka son más claros los espacios públi-
esas materialidades no son siempre idénticas con cos como expresión del aparato administrativo, de-
el Cuzco, sino más bien parecidas y diferentes al mostrando el control a través del cual se dirige la
mismo tiempo. Así, en la arquitectura como la ce- fuerza de trabajo hacia la producción estatal; distin-
rámica se replicaron las formas más que su perfec- guiéndose un grupo productor de bienes y alimen-
ción o las decoraciones, a pesar de ser mensajes tos, de otro especializado en las actividades políti-
más directos y particulares de la presencia estatal. cas, ideológicas y administrativas que se expone en
En general, lo anterior ha sido considerado una los contextos funerarios (e.g. Hostería de San Pe-
expresión de marginalidad; sin embargo, la ausen- dro), presentes en el salar (Ayala et al. 1999). El
cia de fina sillería en la arquitectura, cerámica de Tawantinsuyo, por lo tanto, se apropia de la fuerza
imitación imperfecta o la misma falta de grandes de trabajo y la producción de las unidades domésti-
centros no resulta ser contradictoria con la conquis- cas como un excedente que es manejado por los seg-
ta e incorporación al imperio. Al contrario, se tra- mentos ya diferenciados de la población local, que
taría de construcciones sociales particulares don- ahora se convierten en administradores, incluso po-
de se involucraron conceptos distintos, pero líticos e ideológicos. Pero, para que esto tuviera un
significativos para ambas partes y que implicaban real sentido y una respuesta positiva por parte del
una especial representación del mundo, en cuya resto de la población y las elites pudieran actuar a
construcción participarían conquistadores y con- favor del Estado, se debió generar un amplio con-
quistados. Por lo tanto, para comprender lo incai- trol de la conciencia social a través de la participa-
co fuera del Cuzco, Hyslop (1993) plantea como ción ideológica en la formación económica y social
necesario reconocer que las poblaciones locales no del imperio.
sólo hicieron el trabajo y que los inkas tampoco se De esta manera, la expresión arqueológica que
restringieron únicamente a ordenar y manejar es- llamamos “inka local” representaría esa coheren-
tas obras. cia y el dominio. Ello por medio de referentes so-
Por lo tanto, asumiendo desde la arqueología ciales significativos como las fiestas redistributi-
postprocesual una relación más activa de las par- vas para las comunidades dirigidas por los jefes
tes involucradas socialmente, una mayor importan- locales, lo que jugó un papel crucial como lo evi-
cia dada a las ideas de mundo o sus representacio- dencia la importante producción de contenedores
nes en conjunto y las evidencias materiales de líquidos de apariencia incaica, claros espacios
presentes en San Pedro de Atacama como del resto de preparación y consumo público de alimentos,
de la región y los Andes (Uribe et al. 2002), nos así como almacenamiento a gran escala que, si bien
planteamos frente al posible modo de operar de esta se venían dando de antes y sin perder su identidad
integración entre inkas y locales. Lo cual, obvia- (Uribe y Carrasco 1999), se transformaron de acuer-
mente, nos parece que tuvo un carácter o naturale- do a la trama social, religiosa y estética que repro-
za esencialmente ideológica; pero no como simple ducía el sistema incaico. En suma, no sólo la idea
El Inka y el Poder como Problemas de la Arqueología del Norte Grande de Chile 323

de generosidad que representaba al Inka (Martínez Agradecimientos: Al Fondo Nacional de Cien-


1995), sino también las de “participación, solida- cia y Tecnología (Proyecto FONDECYT 1000148),
ridad o hermandad” que muchas veces evocan la al Instituto y Museo R. P. Gustavo Le Paige s. j. y
ambigüedad de los restos arqueológicos del perío- a las comunidades indígenas de San Pedro de Ata-
do como ocurre en Atacama, parecieran definir la cama. Esto mismo tampoco habría sido posible sin
forma en que operó la cohesión del Estado a nivel la colaboración de distintas personas que partici-
de las bases. De tal modo que estas también debie- paron de la investigación, especialmente represen-
ron sentirse parte del orden impuesto por el Tawan- tadas por mis colegas y amigas Leonor Adán y
tinsuyo, donde no sólo el Inka era la única y fun- Carolina Agüero. Asimismo, a Paulina Chávez por
damental pieza del cosmos andino. sus ilustraciones.

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