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La categoría de la verdad    domina   verdaderamente la  entrada de Lacan en el psicoanálisis”

Jacques Alain Miller

“De la naturaleza de los semblantes” pp 205

SABER y VERDAD

Ya desde su “Informe de Roma“ de 1953 Lacan hace un uso sui generis de la verdad, la
coloca en el centro de la experiencia analítica y la opone diametralmente a la realidad.

El primer efecto del sgte que Lacan aisló fue el de verdad.  

Según J-A Miller el recorrido de Lacan conduce de una doctrina de la verdad a una teoría de
la muerte que se articula con la palabra. La pulsión de muerte, el más allá del ppio del placer, la
compulsión a la repetición, expresan la mortificación del cuerpo vía el significante. “Su manera
[la de Lacan] de situar la muerte está dominada por una doctrina de la verdad y del sentido“[1].
He aquí un primer emplazamiento de la lógica de la verdad en psicoanálisis.

Al principio de su enseñanza[2] Lacan nos advertía que lo que se espera del psicoanalista es


que pueda ignorar lo que sabe, en tanto el saber, a la altura de “Variantes de la cura tipo“
queda ubicado en el estatuto de una serie de significaciones imaginarias. Por eso Lacan dice que
el análisis debe progresar en el no-saber. Para dar entrada a la cadena de verdaderas
palabras  del analizante, el analista ha de ubicarse en una posición de docta ignorancia.

La palabra verdadera  en su definición analítica no tiene como referencia algo exterior a ella
misma, ella misma es idéntica a su propia referencia[3]. La verdad en psicoanálisis no es
la adecuación a la cosa según Aristóteles, no es la verdad referencial. La palabra verdadera se
define por su identidad con aquello de lo que habla, de lo que habla en su propia lengua.

La docta ignorancia es una apelación a Nicolás de Cusa. Esta consiste en una disposición del
espíritu que se alcanza rechazando fuera de sí todas las ideas que hemos adquirido por los
sentidos, por la imaginación y aún por la razón[4]. La ignorancia para Cusa implica que nunca se
alcanzará el conocimiento preciso de la naturaleza de un objeto. Todo objeto oculta una
precisión inalcanzable que funciona como acicate.

Lacan en 1955 afirmará que la ignorancia posibilita como fruto positivo este no-saber.

Michel Silvestre lo explica desde la lógica del esquema Lambda: La experiencia del analista


está en el eje imaginario, la experiencia es un falso saber; lo que debe saber el analista es el
soporte del eje simbólico y el punto de no saber está en el cruce en el centro de ambos ejes.

 
El no-saber de “Variantes...“ será retomado en la lógica de los 4 discursos como
el saber como función del significante.

La cuestión de la ignorancia será retomada por Lacan en Encore  para hablar de la pasión de


la ignorancia  que deberá calar al analista hasta los huesos.

La pasión de la ignorancia designa el saber hecho conjunto vacío, el saber es barrido, se


arrasa el contenido pero queda su marco. Lo no sabido puede ser equivalente al marco mismo
del saber. La pasión de la ignorancia significa invención del saber, es su otro nombre [5]. La
ignorancia es ignorancia de algo que no hay. El saber de algo que no hay, por eso no se trata
de descubrirlo, sino justamente de su invención.

Miller[6] plantea que los escritos de Lacan terminan con una contundente equivalencia entre
la verdad y lo real, tal y como se lee en “La ciencia y la verdad“.

A lo que Freud llamó castración Lacan designó verdad. La castración es del orden de


la verdad, la verdad en su dimensión de horror. Cuando en el pasaje de su escrito “La cosa
freudiana...“ dice “Yo la verdad, hablo“ esto debe escucharse en el horror.

Ya en 1973, en su “Nota a los Italianos“ la vertiente del horror quedará desplazada de


la verdad al saber, horror a saber.

“Este viraje que marca el paso del icc como verdad al icc como saber es contemporáneo de
la valorización del matema, del desprendimiento de término mismo, y de un acento que no se
pone sobre el hablar  sino sobre escribir“[7]

Veamos ahora algunos párrafos estractados del Seminario “El reverso..“ de 1969-1970.

“Con el saber en tanto medio de goce se produce el trabajo que tiene un sentido, un
sentido oscuro. Este sentido oscuro es el de la verdad”[8]

En El Seminario 17 Lacan habla del saber como medio de goce, tal es el estatuto


del saber Icc al inicio de un análisis. El único medio con que cuenta el sujeto para ordenar su
goce es la repetición incansable, donde además, repitendo, el sujeto experimenta una mengua
de goce. Otra lectura posible del saber es como una memoria de goce.

La primera huella de la vivencia de goce ha quedado reprimida en el origen, esto funda el


inconciente y la cadena de la repetición. Lacan llama saber al conjunto de los significantes que
se repiten, el saber funciona como la guía, “el ordenador de un surco que nos conduce a partir
de aquella primera experiencia reprimida”[9].
 

Las formaciones del Icc están pues ordenadas a partir de ese saber que trabaja en nosotros.
El saber trabaja en el discurso del amo.

“Lo que se espera de un psicoanalista es (...) que haga funcionar su saber como
término de verdad. Precisamente por eso es por lo que se encierra en un medio
decir”[10]

Pero este trabajador incansable pide un descanso, allí es convocado el analista. En el discurso
analítico el saber no trabaja: descansa; el saber está ubicado en el lugar de la verdad y, en
tanto que tal, no trabaja: se revela, “Cuadernos andaluces de psicoanálisis“, J-A Miller

“(...) La verdad como fuera del discurso (...) es hermana de este goce prohibido”[11]

Eric Laurent[12] hace un estudio de la propuesta Lacaniana “Verdad: hermana de goce“.

Wittgenstein en su “Tractatus..“ intenta rechazar toda escritura posible de la verdad


estableciendo que el referente de la proposición no es el valor de V o F sino la estructura lógica.
La única consistencia que él considera es la consistencia de las implicaciones lógicas, la verdad
queda fuera del sistema, es extraida, no tiene lugar en el mundo.

El estatuto del goce también es ser extraido del mundo, está fuera del universo del discurso.
De lo imposible de recuperar del goce  en la repetición queda sólo su plusvalía, un más de goce.
Si la verdad para Wittgenstein está rechazada, en su exclusión misma se “hermana“ con el
goce.

J-A Miller[13] propone otra lectura de las relaciones de parentesco entre verdad y goce.

Parte de que la oposición entre el semblante y lo real sería el espíritu mismo del psicoanálisis.
Asimismo, en su punto de partida, lo real  está ubicado fuera del campo de la operación analítica
y, en la teoría del sujeto, lo real aparece casi forcluido en beneficio de lo simbólico.

Acompasando esta “forclusión teórica de lo real“[14] surge, correlativamente, la categoría de


la verdad. Con la aparición del lenguaje emerge la dimensión de la verdad, a partir de este
efecto de verdad se ordena la experiencia analítica.

Al comienzo de la enseñanza de Lacan se confunden el Otro -de la verdad- y el ello -del


goce-, esto lleva a enlazar categorías alejadas una de otra como son el goce y la verdad, que
sin embargo llegan al punto de hermanarse como en el capítulo IV del Seminario 17.

 
Desde sus inicios Lacan utiliza a la verdad como una categoría que permite interrogar a lo
real. “Y cuando mucho tiempo después señale en su seminario Encore que el goce sólo se
aborda a partir del semblante, estará en conformidad con esta orientación de partida. Dar este
valor a la emergencia de la dimensión de la verdad no quita nada a la primacía de lo real“[15]

La verdad tiene una naturaleza de ficción y habilita una discusión de lo real: lo real sólo
puede ser abordado desde un punto de vista ficcional, o más tarde dirá: de semblante.

En el primer Lacan se destacó que el deseo era el deseo de verdad, más allá del de
reconocimiento. Asimismo hay la dimensión de la verdad en el más allá de ppio el placer, Lacan
reduce en ese tiempo la compulsión de repetición a la insistencia de una verdad que clama en el
desierto de la ignorancia, desierto donde algo se dice, algo se clama sin que haya quien escuche
ni descifre.

El concepto freudiano de repetición que primero es tomado como una insistencia de


la verdad en Lacan, pasa progresivamente en la teoría a ser una insistencia del goce. En
algunas formulaciones donde hablaba de la verdad pasó a hablar del goce.

El 1968, en “Del psicoanálisis y sus relaciones con la realidad“ Lacan dirá “así


la verdad  halla en el goce cómo resistir al saber”.  El síntoma resiste como producto de una
alianza entre el goce y la verdad, y lo propio del psicoanálisis sería descubrir este nudo. A partir
del goce el síntoma es una verdad que se resiste a saber, o sea, se resiste al desciframiento.

La verdad es esa satisfacción que se exilia en el desierto del goce. Más allá del principio del
placer está la verdad, que es cierto tipo de satisfacción, cierto goce.

En el ejemplo del semblante masoquista el sujeto opera como si se presentificara el goce del


Otro, el Otro que goza pegando, que no es sino para el sujeto la forma invertida de su propio
goce. En la proposición fantasmática se conjugan el efecto de verdad (ligado a la proposición y
de una verdad absoluta) y la producción de un goce.

De este modo J-A Miller explica la alianza que permite afirmar a Lacan que la “verdad es
hermana del goce”. Formaliza pues una suerte de metáfora, el goce en el lugar de la verdad.

goce  .

verdad

La verdad clama en el desierto de su ignorancia, quiere ser confesada, quiere decirse, quiere


que Otro tome nota de ella.

En su escrito de 1955 “La cosa freudiana o sentido del retorno a Freud en psicoanálisis“
Lacanhace un verdadero elogio a la verdad, según afirma J-A Miller. La cosa freudiana es
la verdadmisma. El Icc. se define a partir de la verdad, es la verdad misma. La acción
analítica se sostiene por su articulación a la verdad.

Miller propone 6 términos conque Lacan califica la verdad en su escrito del 55 “La cosa
freudiana..“

1.      La llama  compleja por definición. Imposibilita así cualquier posición de contemplación


de la verdad. Compleja en tanto que dialéctica, se la obtiene vía un recorrido.

2.      La llamó humilde en sus oficios. No es ama, por el contrario: es humilde, en tanto que
se apoya en desgarrones, en desechos, en jirones.

3.            La denomina  ajena a la realidad. La muestra en su discontinuidad entre la realidad y


lo simbólico. No se puede rastrear la génesis de la verdad a partir de la realidad.

4.            Habla de  la verdad insumisa a la elección del sexo. La verdad del $ es ajena a la
realidad de su sexo.

5.      Trata a la verdad como pariente de la muerte. Junto al calificativo “hermana de goce“


ambos comparten el abordaje a partir de la compulsión a la repetición. La mortificación
de lo dado vía el significante aparece como la condición de la verdad.

6.      Denota a la verdad más bien inhumana. Así como la repetición tiene por razón la
verdad, esta última comparte, con la inhumana y mortífera compulsión a la repetición, el
exceso.

Aquí, pues, la verdad se define por su inadecuación a todo lo que sería el orden de las cosas,
a la realidad, a la cópula entre significante y significado.

Lacan plantea al final de este escrito que el lugar propio de la verdad estaría como
tal almargen de las tres profesiones imposibles: educar, gobernar y analizar de las que nos
habló Freud, la verdad escapando de estas tres prácticas.

Pero en 1969, a la altura de los cuatro discursos, Lacan integra este margen de la verdad a
estructuras del lenguaje, le otorga un lugar que no es exterior, la verdad ocupa un lugar donde
funcionan los términos del sistema.

Ya a la altura de los cuatro discursos, la verdad, que en apariencia se mantenía en los


márgenes, se integra al funcionamiento, dirá Miller. Su parentesco con el goce vale para el goce
interdicto, una formulación que sin embargo permite el acceso.

Pero esta posición para la verdad, hermanada al goce, venía de antigua data en la
enseñanza de Lacan. La verdad como rechazo del saber, se homologa a la posición de un goce
que se inscribe como resto. El parentesco entre la verdad y el goce, que es más exactamente
un plus-de-goce, es el lugar adecuado del objeto a, que se ubica como resto irreductible
respecto del saber, del sgte y de su articulación[16].

La verdad queda del lado del semblante, el goce queda del lado de lo real y el objeto a es lo
que une, especialmente desde el discurso de la histérica, donde la verdad es el goce, dado que
el objeto a está en el lugar de la verdad. En la posición histérica el goce está contaminado por
el semblante.

En el discurso analítico a se declara semblante y por eso es que está en condiciones de


satisfacer la verdad. A partir de “El reverso...“ el a está en su lugar cuando es semblante, es
un semblante  de real, un real con estructura de ficción. Así es como Lacan definirá al síntoma
mismo como un modo de gozar de la verdad.

 
En sus charlas de Ste Anne de  1971-72 sobre "El saber del psicoanalista“ J. Lacan retoma la
lógica del saber en psicoanálisis. Dirá que es del saber no-sabido del que se trata, y que es un
saber que se articula, que está estructurado como un lenguaje. La cuestión del saber del
psicoanalista consiste en saber en qué lugar hay que estar para sostenerlo.

Afirmará también que la palabra define el lugar de lo que se llama la verdad.


La verdad tiene estructura de ficción, de mentira, la verdad no dice la verdad, sólo lo hace
cuando dice “miento“.   F. Kruger en Dispar 4

El síntoma porta un valor de verdad, para traducirlo se convoca al analista en su supuesto


saber, para que interprete. El psicoanalista tiene que vérselas con algo que es la traducción de
las palabras en su valor de verdad.

Si la verdad sólo puede medio-decirse ese es el núcleo, lo escencial del saber al analista. En


el Discurso del Analista el S2, el saber, está en el lugar de la verdad.Del análisis debe hacerse
prevalecer que hay un saber que se extrae del sujeto mismo. En el lugar polo del goce el
Discurso del analista pone $.

“Es en el tropiezo, en la acción fallida, en el sueño, en el trabajo del analizado, que resulta
este saber, este saber que no está supuesto, es saber, saber caduco, restos de saber, de
saber: eso es el Icc. Este saber, es lo que asumo, lo que defino por no poder plantearse (...)
más que por el goce del sujeto.“[17]

El discurso analítico opera para reproducir la neurosis, hacer un modelo de ella, recortar los


significantes que han producido al sujeto y, en su operación misma, quitar dosis al goce. Lo
sabemos: toda reduplicación lo mata. El goce que no está “en análisis” toma la función de real.
Pero lo que permite al analista intervenir es aquello que es efecto de discurso. Lo que del sujeto
está determinado por un discurso es lo analizable, lo que llama a la interpretación. Lacan aclara
que de lo que se trata es de el saber sobre la verdad.
 

Jorge Alemán[18] puntualiza un recorte de L'entourdit donde Lacan pone en serie “Verité,


alhqeia=verborgenheit“[19] y se propone deshilvanarlo.

La fórmula entraña una crítica a la lógica: la verdad formal de la lógica queda contrapuesta a
la esencia de la verdad tal como la sitúa el , la verdad material. “La verdad material es
imposible de demostrar en los términos de la verdad formalizada de la ciencia“ [20].

El psicoanálsis plantea una relación entre el saber y la verdad distinto que el propuesto por


la ciencia. La verdad es no toda, es enigma, se manifiesta como des-ocultamiento en la medida
en que se retiene como ocultamiento. Pero este no es un ocultamiento de lo que habrá de
saberse más tarde, de lo que no ha sido esclarecido por el límite del saber, sino que es la
dimensión esencial e irrebasable de la verdad.

Asimismo para el psicoaálisis hay un saber que no se puede saber, hay un objeto que no se
puede predicar. Lo que habla en tanto verdad debe ser captado en el pliegue de la diferencia.

El acto analítico es un acto localizador: Localiza al sujeto y al objeto, al saber y al decir del
ser, sus S1. Los emplaza, los pone en su lugar. En el Discurso analítico la imposibilidad de
conexión del S1 con S2 pone de manifiesto que el saber Icc no se puede saber, es un saber que
se aloja en el lugar de la verdad.

En el acto analítico el saber Icc va al lugar de la verdad. Al quedar alojado allí ese saber Icc,
insabido e imposible de saber, el sujeto atraviesa la experiencia del ocultamiento de la verdad.
En la intervención propia del acto analítico se preserva y destaca el lugar dela verdad[21].

En el des-ocultamiento, la verdad se desoculta como semblante de ser, mientras que se


preserva en el ocultamiento de la verdad como lugar. El decir es verdad que se revela y al
mismo tiempo es ocultación de la verdad.

Al lugar de la verdad en la estructura del discurso no le llega ningún vector: la verdad no


puede recibir determinaciones. Asimismo la verdad es un lugar invariable en la estructura, no
es un término, es un lugar.

La verdad guarda relación con el decir, no toda la verdad puede ser dicha, solo hay
semidecires de la verdad. Esta es una imposibilidad estructural.

El psicoanálsis opera por medio de la palabra y produce un efecto que guarda relación con
la verdad. “Pero este efecto de verdad no procede de la palabra misma, sino que es lo que se
revela en el uso de la palabra: esta revela algo que la ex-siste“[22].

 
Lo que nos determina como hablantes es el saber Icc, el acto analítico sitúa este saber Icc
en el lugar de la verdad.

greta@stecher.com

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA:

1.      Alemán, J; Larriera, S (1996) Lacan: Heidegger, Ed Del Cifrado, 1998.

2.      Gorostiza, L (1994) “Lo que el psicoanalista debe saber” en Revista Uno por Uno Nº 38,
1994.

3.      Kruger, F (2002) “La promesa del analista” en Revista Dispar 4, Grama ed, 2003.

4.      Lacan, J (1955) “Variantes de la cura-tipo“ en Escritos 1, Siglo XXI ed, 1992

5.      Lacan, J (1955) “La cosa freudiana o sentido del retorno a Freud en  “ en Escritos 1, SXII
Ed, 1992

6.      Lacan, J (1965-1966) “La ciencia y la verdad“ en Escritos 2, S XXI Ed, 1996

7.      Lacan, J (1969-1970) Seminario: El reverso del psicoanálisis, Paidos, 1996.

8.      Lacan, J (1970-1974)  Psicoanálisis: Radiofonía & Televisión, Anagrama Ed, 1977.

9.      Lacan, J (1971-1972) El saber del psicoanalista, Charlas en Sainte Anne, inédito

10.  Lacan, J (1972) “El atolondrado, el atolondradicho o las vueltas dichas“ en Revista


Escansión 1, Paidos, 1984

11.  Laurent, E (1992) “Lacan y los discursos” ......

12.  Miller, J-A (1985) “Introducción a Variantes de la cura-tipo” Seminario del Campo


Freudiano Barcelona: Umbrales del análisis, manantial 1985.

13.  Miller, J-A (1987) Los signos del goce, Paidos, 1998

14.  Miller, J-A (1990) El banquete de los analistas, Paidos, 2000

15.  Miller, J-A (1992) De la naturaleza de los semblantes, Paidos, 2002

16.  Silvestre, M (1985) “El saber del a“ en Seminario del Campo Freudiano Barcelona: El sgte
de la Transferencia, Manantial 1985.

[1]
 Miller, J-A (1992) De la naturaleza de los semblantes, Paidos, 2002. pp 224.
[2]
 Lacan, J (1955) “Variantes de la cura-tipo“ en Escritos 1, Siglo XXI ed, 1992
[3]
 Miller, J-A (1985) “Introducción a Variantes de la cura-tipo”.... Manantial 1985.
[4]
 Gorostiza, L (1994) “Lo que el psicoanalista debe saber”  en Revista Uno por Uno Nº 38, 1994.
[5]
 Miller, J-A (1987) Los signos del goce, Paidos, 1998. pp 222
[6]
 Miller, J-A (1990) El banquete de los analistas, Paidos, 2000
[7]
 Miller, J-A (1990) El banquete de los analistas, Paidos, 2000. pp 355.
[8]
 Lacan, J (1969-1970) Seminario: El reverso del psicoanálisis, Paidos, 1996. pp 54
[9]
 Laurent, E (1992) “Lacan y los discursos” ......pp 26
[10]
 Lacan, J (1969-1970) Seminario: El reverso del psicoanálisis, Paidos, 1996.pp 56
[11]
 Lacan, J (1969-1970) Seminario: El reverso del psicoanálisis, Paidos, 1996. pp 71
[12]
 Laurent, E (1992) “Lacan y los discursos” ......
[13]
 Miller, J-A (1992) De la naturaleza de los semblantes, Paidos, 2002
[14]
 Miller, J-A (1992) De la naturaleza de los semblantes, Paidos, 2002, pp 192.
[15]
 Miller, J-A (1992) De la naturaleza de los semblantes, Paidos, 2002. pp 196.

 
[16]
 Miller, J-A (1992) De la naturaleza de los semblantes, Paidos, 2002. pp 211.
[17]
 Lacan, J (1971-1972) El saber del psicoanalista, Charlas en Sainte Anne, inédito. pp 91
[18]
 Alemán, J; Larriera, S (1996) Lacan: Heidegger, Ed Del Cifrado, 1998.
[19]
 Lacan, J (1972) “El atolondrado, el atolondradicho o las vueltas dichas“ en Revista Escansión 1,
Paidos, 1984. pp 20.
[20]
 Alemán, J; Larriera, S (1996) Lacan: Heidegger, Ed Del Cifrado, 1998. pp 167
[21]
 Alemán, J; Larriera, S (1996) Lacan: Heidegger, Ed Del Cifrado, 1998. pp 86
[22]
 Alemán, J; Larriera, S (1996) Lacan: Heidegger, Ed Del Cifrado, 1998. pp 166

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