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Al fin: una nueva escuela para un nuevo momento

“En nada se conoce tanto el brío de un potro como en su capacidad de parar en seco”.
Montaigne
No sé si algún día se diga que fue un privilegio haber vivido en una época con un
acontecimiento tan dramático que nos obligó a reinventar la escuela, y todo lo que en ella
se venía haciendo: la didáctica de las clases, el plan de estudios, la evaluación y tantas
arandelas que habían hecho muy pesado su caminar. Una escuela donde los estudiantes se
alegraban porque no había clase, y posiblemente algunos docentes también. Desde hace
más de un siglo se ha insistido en la necesidad de una escuela nueva (Dewey),
contextualizada (Llinás), pertinente. En nuestra institución educativa hemos analizado en
sendas ocasiones la urgente necesidad de transitar hacia las competencias básicas de
aprender a escuchar, saber hablar, querer leer y poder escribir. Que en la adquisición de
estas competencias nuestros estudiantes se sientan seguros para que ayuden en sus familias
a un buen vivir. Hace una década venimos planteando la necesidad de minimizar la
calificación para darle mayor espacio a la evaluación, es decir, a la valoración de todo lo
que hacen los estudiantes, a motivarlos, animarlos, apoyarlos como expresión más humana
y pertinente de la evaluación. Además, a nuestro proyecto lo hemos llamado “Aula
armónica”, y hemos ahondado en su significado etimológico y sentido: “juntar los hombros
para sacar adelante los propósitos formativos”. Muchas veces nos hemos detenido en la
comprensión de lo que significa el artículo 5 de la Ley General de Educación, los fines de
la educación: formarlos para que respeten la vida, los derechos humanos, convivan
sanamente y en armonía, aprendan a participar en las decisiones que afectan la vida,
adquieran conocimientos y hábitos adecuados, desarrollen la capacidad crítica, reflexiva y
analítica; en fin, se desarrollen integralmente. Para logar todo esto, la misma Ley 115 de
1994 y su Decreto reglamentario 1860 del mismo año, generaron todas las posibilidades de
autonomía institucional, para que cada comunidad educativa pensara y diseñara su propio
proyecto educativo institucional. Sin embargo, esta es una tarea que ha quedado anclada en
confundir los medios con los fines: se erigieron como fines las áreas y asignaturas, las
calificaciones, los maestros, los directivos y el sistema mismo, mientras se supeditó la
formación de los estudiantes al cumplimiento de programas no necesariamente pertinentes.
Que el 99.4% de los estudiantes de 15 años de edad, con un mínimo de 10 años de
preparación escolar no logren hacer la lectura crítica de un párrafo, debe ser motivo para
parar en seco, como lo dice Montaigne.
La coyuntura actual de la pandemia ya se ha dado en otras ocasiones. En otras épocas se
acusaba a las mujeres de ser las responsables, porque por brujas dominaban los vientos y
llevaban la peste como venganza. Esa era la disculpa perfecta para condenarlas, someterlas
y matarlas. La peste negra le sirvió a la mitad de Europa para rebelarse contra el sistema
feudal, y muchos campesinos vieron la oportunidad de protestar contra las injusticias de la
época, dándole paso al Renacimiento y la Edad Moderna, que trae bajo su brazo a “Emilio”
de Rousseau, y “Didáctica Magna” de Comenio, es decir, todo un proyecto pedagógico que
verá muchos frutos, entre otros, la Revolución Francesa con los derechos humanos, y el
Plan Condorcet para la educación gratuita y para todos; así como también fue posible la
Revolución Gloriosa y la Industrial. Todo esto generó inclusión para la mayoría de
personas mejorando sus condiciones. Pero, la otra mitad de Europa no supo leer el
momento histórico, y sus condiciones empeoraron, permitiendo que todo siguiera como
venía: permanecieron en el feudalismo, que se imbricó de múltiples formas y a través de los
siglos, como la colonización hasta de nuestra forma de pensar, y la pobreza llegó hasta
nuestros días. La mayor dificultad, y que más agrava la comprensión del problema actual,
es que la humanidad perdió su horizonte hace más de un siglo, cuando se desvió de su
proyecto humanista, de la conquista de un abanico de derechos humanos, sociales y
económicos, al irse -con la disculpa del progreso y el desarrollo- tras un proyecto
devastador de la naturaleza, del planeta y del buen vivir, poniendo énfasis en el
consumismo desaforado, que ha hecho del mercado y del consumo la nueva religión,
creando espejismos de bienestar en el tener, el consumir y acumular, al punto que el mismo
ser humano pasó a ser otra mercancía más, y las familias objetivos estratégicos del sistema
financiero y bancario, casi todas endeudadas y con pocos ingresos, pero creyendo que
progresan porque adquieren una nueva deuda, que atenta contra la dignidad de la familia, y
muchas veces la destruye, sin que se entienda que es efecto directo del sistema capitalista.
Todo esto ha llevado a una crisis civilizatoria sin precedentes, donde, según Georg Simmel,
en la medida en que aumentan las interacciones mediadas por el mercado crece
indiferencia, que desdibuja las cualidades inconfundibles del otro, haciéndolo adquirir las
características de una simple cosa o mercancía. El indicador de que esto es así, son las
actitudes de indiferencia frente al otro, la falta de apasionamiento por su realidad, la no
implicación en sus necesidades.
Igual que pasó con ese medio mundo que continuó como si nada después de la peste negra,
puede suceder ahora con la escuela: puede quedarse toscamente en el envío de tareas sin
contexto, en la mera transmisión de conocimientos innecesarios para sobrevivir a la
pandemia, como si se tratara de una entretención en sus casas, donde no necesariamente
hay portátiles para cada hijo y conexión de banda ancha. En este sentido, escribí una carta
al Secretario de Educación y los rectores de Neiva donde les decía que no es correcto
pensar que se trata de llenar a los estudiantes de tareas, cuando las competencias a
desarrollar son principalmente socioafectivas, que les ayuden a llevar la vida en sus
hogares. Se trata de una escuela humana que humaniza, que mantiene vivo el derecho a la
educación en los hogares de nuestros estudiantes. Insistí, y sigo insistiendo, en que nos
olvidemos de unas matemáticas, sociales, naturales, lenguaje o las áreas que sean, que no
ayuden a pensar y comprender lo que está sucediendo, que no partan del contexto. Se trata
de que los estudiantes, a pesar de la distancia, se sientan acompañados y apoyados por sus
maestros y muy de cerca por sus familiares, analizando porqué están confinados, qué es lo
que está pasando, cómo han tenido que afrontar esta crisis en sus casas, cómo va la
economía de sus hogares, qué y cuánto se está consumiendo, cuánto cuesta, cómo y dónde
se consiguen los recursos, qué pueden hacer todos los miembros de la familia para ayudar
con la economía de sus hogares; pero también calculando qué va a pasar en nuestro país
con el coronavirus, al comparar qué ha sucedido en otros países, cómo se dio la expansión,
por cuáles países ha pasado, cómo llegó a Colombia y a Neiva, por qué las relaciones entre
contagios, medidas de los gobiernos, actitudes de las personas, número de muertos son tan
disímiles y las graves consecuencias que generan, qué nos espera en Colombia y Neiva.
Una escuela que se resista a impartir conocimientos sin antes crear y generar espacios y
ambientes de reconocimiento.
Este es el nuevo y único currículo, compañeros docentes, directivos y administrativos de
nuestra Institución Educativa María Cristina Arango de Neiva. Y si estuviéramos ubicados
en otro Departamento o País, sería lo mismo. Nunca antes la escuela en el mundo tuvo un
único currículo unificado y pertinente. Desconocerlo y no actuar en consecuencia se
constituiría en la imperdonable necedad y mayor estupidez del magisterio. Es el momento
fáctico de devolver la esperanza, de mostrar la luz al final del túnel, sin saber aún qué tan
largo será. El momento particular que vivimos nos obliga, como educadores, a entender de
qué se trata, a analizar seriamente el contexto, y cómo este contexto se convierte en la gran
asignatura para los estudiantes, sus familias, profesores y toda la sociedad en general. Es
una coyuntura privilegiada para la imaginación, la creatividad, la reflexión pedagógica y,
sin duda, la mejor manera que tenemos de hacer tangible el derecho a la educación en esta
época de pandemia. De ahí que nuestro especial reto consiste en cómo integramos todas las
áreas y asignaturas en torno a un solo y gran proyecto pedagógico de aula a partir del
contexto actual. No es justo saturar a los estudiantes con tareas de asignaturas cada una por
su lado; es preferible no enviarles nada. No olvidemos que los estudiantes están confinados
en hogares que pasan grandes y graves dificultades hasta para conseguir la comida, que la
violencia intrafamiliar se ha aumentado por las actuales circunstancias. ¿Qué sentido tiene
hacerles llegar unas tareas de Ciencias Naturales y otras de Química, y otras de Física, y
otras de Sociales, y otras de Artística, y otras de Ética, y otras de Educación Física, y otras
de Educación Religiosa, y otras de Lengua Castellana, y otras de Inglés, y otras de
Lectoescritura, y otras del Plan Lector, y otras de Matemáticas, y otras de Geometría, y
otras de Estadística, y otras de Tecnología e informática, y que desarrollen actividades del
proyecto de medio ambiente, y del proyecto de educación sexual, y del proyecto de
democracia, y del proyecto de recreación y aprovechamiento del tiempo libre, y del
proyecto lúdico pedagógico, y del proyecto del periódico escolar, y un largo etcétera. Todo
para unos estudiantes que no están saliendo ni al parque, que hace casi dos meses que no se
ven con sus amigos ni con los demás familiares, ni van a la escuela; que posiblemente estén
pasando hambre y angustias, que muy posiblemente pueden llegar a enfermarse.
Recordemos que no tenemos un mejor sistema sanitario que EEUU, Italia, Inglaterra,
España o Alemania. Aquí el embate de la pandemia nos golpeará tristemente más duro.
¿Cuáles son las tareas que requieren con urgencia nuestros estudiantes para el momento que
están viviendo y que se les va a agravar, tanto a ellos como a nosotros? La única escuela
que requieren es la que es capaz de llevarles una Buena Nueva en esta época tan
particularmente difícil para todos.
Queridos docentes y coordinadores, he revisado minuciosamente todo el gran trabajo que
ustedes han hecho, no solamente en la semana de desarrollo institucional, sino durante toda
esta época, y es de admirar. Gracias por tanta dedicación y creatividad, y especialmente a
Cecy Amar, que le ha dedicado tiempo sin fin para organizar lo mejor que ha podido la
página, que será otro importante medio para facilitar la comunicación con los papás,
acudientes y estudiantes, como el whatsapp, correo electrónico, plataformas. Gracias
infinitas por tanto. Sin embargo, quizá cuando se hizo no avizorábamos la gravedad de esta
pandemia y cómo nos terminará afectando, muy especialmente a nuestros estudiantes,
cuyas familias en su mayoría no cuentan como nosotros con una mensualidad segura, y
muchos de estos papás ya han perdido el empleo o lo van a perder, o no han podido volver
a sus ventas ambulantes y al rebusque del día a día. Por eso, compañeros, es indispensable,
antes de enviarle algo a los estudiantes y padres de familia o acudientes, que se reúnan
virtualmente por grupos, se revise todo y se reorganice e integre todo, sin excepción, de
acuerdo con los grados (ojalá fueran ciclos) en los que se encuentren los estudiantes, en un
gran proyecto pedagógico de aula, que ahora será un proyecto pedagógico de hogar.
Mientras tanto, no se enviará nada a nadie, fuera de saludos de motivación y un mensaje
que como rector he escrito para padres de familia, acudientes y estudiantes. Para esto es
fundamental contar con el acompañamiento y asesoramiento de los coordinadores y los
compañeros docentes que tienen experiencia en proyectos pedagógicos de aula, inclusive se
pueden apoyar en docentes de otras instituciones educativas que tengan experiencia en
proyectos pedagógicos de aula. En ningún caso serán tareas de relleno, ni para calificar; las
calificaciones están totalmente desterradas; que no se le ocurra a nadie ir a calificar, pero sí
a todos motivar, animar, apoyar. Ojalá cada familia gane este año, es decir, logren pasarla
sin agredirse, y aumenten sus relaciones afectivas, se comuniquen más entre ellos. En
Colombia está medido el tiempo que dedican los papás a dialogar con sus hijos, y este
tiempo promedia los 5 minutos diarios. Si con nuestro apoyo logramos que se aumente este
tiempo, también estaremos ganando el año nosotros como escuela.
Considero que nuestro trabajo consiste básicamente en seducirlos para que cumplan muy
bien con su nuevo currículo: arreglar la casa, lavar la loza y la ropa, tender bien la cama,
aprender a hacer de comer, mantener la armonía en sus hogares, estar muy disponible para
lo que necesiten los demás. Esto no quiere decir que las tareas de la casa remplazan el
proyecto pedagógico, o que no enviaremos nada; todo lo contrario, organizaremos en estos
primeros días de esta semana la parte inicial de un gran proyecto pedagógico en torno al
Covid-19, para el cual cada área, asignatura, pero especialmente cada grupo de maestros
por grados y áreas, aportaremos nuestra creatividad para que el lema de nuestra institución:
“Educamos en la felicidad” tenga eco en las familias con tareas pertinentes, que faciliten el
avance de los estudiantes, y ojalá de sus familias, en las competencias fundamentales de
pensar, comunicarse, convivir, y las competencias básicas de escuchar, hablar, leer,
escribir. Se trata de saber apoyar y motivar a los padres de familia, como nuestros aliados
principales. Ojalá que cada estudiante, en la medida de sus capacidades, lleve diario,
escriba poesías, cartas o mensajes a sus amigos y familiares que extrañan, dibujen cómo
imaginan el regreso a la escuela, qué y a quiénes extrañan.
Tenemos la convicción profunda que podemos ayudar a transformar esta sociedad y sacar
el mejor saldo pedagógico, pero no cada uno por su lado, ni cada área haciendo lo suyo,
sino todos convocados en un único gran proyecto pedagógico.
Con admiración y aprecio. Tobías Rengifo Rengifo, rector.

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