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Dirección (la deberá representar una persona que contenga los aspectos básicos de
una organización y contar con aptitudes de liderazgo).
Planificación (tener un diseño claro de educación y de evaluación).
Recursos (tener recursos suficientes para lograr los objetivos).
Conexión con la didáctica y el orden general (disponer de personal idóneo y
suficiente).
Motivación alumno y maestro o profesor (contar con conexiones científicas,
pedagógicas, revistas y otros centros).
Pertenencia (el personal deberá demostrar pertenencia con el establecimiento).
Prestigio del individuo (Tener establecida buena comunicación entre el alumno y
su familia con el centro educativo).
Trabajo con cooperación (se deberá impulsar el trabajo en equipo, interactuando
con los maestros o profesores).
Objetivo (contar con metas claras en el periodo escolar).
Control de gestión (realizar controles y seguimiento a la planificación).
Responsabilidades (cada individuo en el establecimiento debe ser responsable de
su rol, llámese alumno o personal docente).
Se habla de la escuela como organización ya que en ella se pueden distinguir los atributos y
componentes que se asignan a las organizaciones, en concreto:
Los autores y autoras que abordan este tema estiman que si bien las organizaciones educativas
pueden ser consideradas como grupos estables de relaciones sociales creados deliberadamente
con la intención específica de conseguir unas metas, definición que pudiera caracterizar de una
forma genérica las organizaciones, también es igualmente cierto que no pueden ser analizadas
como tales organizaciones a partir de modelos centrados exclusivamente en supuestos
industriales o empresariales, e incluso en aquellos otros que se utilizan en el análisis de
organizaciones estructurales de servicios públicos, a pesar de mantener con ellos bastantes
similitudes.
Las organizaciones escolares no son estructuras predecibles que funcionan como “relojes” con
sólidos mecanismos de precisión. No son empresas, ni fábricas a las que se les pide rentabilidad y
eficiencia medible y contable. Las organizaciones escolares tienen mucho en común con otras
organizaciones formales, pero son notablemente diferentes. Tienen una estructura jerárquica, un
sistema de relaciones informales, una estructura de toma de decisiones, reglas y reglamentos,
división del trabajo, etc.; pero además se caracterizan por objetivos ambiguos, tecnologías
confusas, actividades descoordinadas y elementos estructurales débilmente conectados.
Los colectivos de personas que incluyen son variados (familias, profesorado, alumnado,
administración, ...) en sus edades, características, objetivos e intereses, lo que produce una alta
diversidad de patrones de comportamiento, de creencias, etc., y un posible choque potencial
entre los diferentes intereses que se defienden, al tener una estructura de participación más
democrática que en una empresa.
El funcionamiento de las organizaciones escolares permite que, dentro de ciertos límites, haya un
alto margen de autonomía, dando la impresión de que cada profesor o profesora puede hacer lo
que quiera, del modo que estime más conveniente. Las aulas, por ejemplo, se convierten así en
espacios privados de ejercicio profesional, en "células aisladas". Máxime cuando el profesorado se
caracteriza por su inestabilidad laboral (interinos e interinas) y su rotación por los centros.
La escuela, frente a las empresas tradicionales, es muy influenciable por los cambios del ambiente
participando del influjo que la realidad cultural social, política o económica imponga,
especialmente por las reformas educativas que se desarrollen a nivel político. Su autonomía
también es limitada en cuanto a la dependencia de la Administración educativa respecto a los
recursos económicos y materiales para su funcionamiento, así como las directrices legales que se
le marcan (afectando al curriculum, a la organización, al funcionamiento de los centros).
Santos Guerra (1994b, 180 y ss.) reflexiona acerca de las paradojas en las que viven inmersas las
instituciones escolares:
La escuela es una institución heterónoma que pretende desarrollar la autonomía propia y de los
alumnos.
La escuela es una institución que debe educar para la vida y a la vez para el mundo de los
valores.
la escuela es una institución con abundante normativa que pretende desarrollar la participación.
Los tres en conjunto van a definir la idea clásica de centro docente como una organización
humana que desarrolla su actividad en un espacio físico, con una estructura y con un fin
primordial como es la educación de los alumnos y la consecución de los fines de la
educación mostrados en las distintas leyes educativas.
Aunque todas las escuelas, todos los colegios, tengan los mismos elementos estructurales,
será su organización la que les va a distinguir, especialmente por la actitud de sus recursos
humanos. En los centros públicos la normativa distingue entre órganos unipersonales y
colegiados, órganos de gobierno y órganos de coordinación docente. Los centros
concertados tienen mayor libertad de organización, aunque sujetos a condicionantes
determinados por las leyes educativas LODE y LOE.
– Órganos de coordinación docente, donde existe una gran pieza básica (trabajo en
equipo), y diferencias propias de cada nivel, así los departamentos se diferencian por la
materia que imparten, siendo los profesores especialistas en ella, con dedicación en todos
los cursos; por contraste, los equipos de ciclo se agrupan por curso o ciclo, con maestros
generalistas (y tres especialidades) y atención al grupo concreto.
La autonomía se considera un elemento que los centros pueden solicitar con el fin de
mejorar resultados, aumentar la calidad de los procesos, y prestar un mejor servicio de
educación. Es por lo tanto un medio, no un fin en sí mismo.
La autonomía en los conceptos actuales no tiene sentido sin contemplar dos elementos
básicos, no solo porque los establece la ley, sino porque los pide la sociedad, son los de
participación y transparencia. Participación entendida como la intervención activa y
responsable de todos los sectores implicados e interesados en la educación del alumnado
del centro; y con un concepto extensivo donde se dé cabida en los centros al entorno donde
se desarrolla su actividad, así estará abierto a la cooperación y colaboración con
Ayuntamiento, ONG, organizaciones civiles, participación de padres, etc.; y transparencia,
pues proyectos, acciones y decisiones deben ser conocidos por todos, profesores, padres y
alumnos.
La autonomía se vincula al «liderazgo pedagógico» del director, sin olvidar que ningún
proyecto es viable si no se cuenta con la participación del profesorado. Autores como
Fullan (2016) consideran que una de las tareas de los directores debe ser la de asegurar que
todos los profesores están incursos en formación continua y que programan sus clases de
forma colaborativa.
La especialización es algo consustancial con el profesorado, pero no es suficiente con su
formación inicial, pues el sistema educativo es complejo y dinámico, lo que junto con el
avance de las distintas ramas de las ciencias y los avances tecnológicos hacen necesaria su
formación continua, en su propia materia, y en métodos didácticos y pedagógicos
actualizados.
El compromiso y motivación del personal del centro educativo son aspectos claves para
conseguir los objetivos planteados. El profesor actual no puede olvidar que su profesión es
combinación de ciencia y motivación, de trabajo y actitud.
Junto a la atención a cada alumno, están también las medidas de inclusivas organizativas,
derivadas de un enfoque global que proporciona a cada alumno la respuesta a sus
necesidades educativas. Así, los centros están preparados para atender a los alumnos con
dificultades específicas de aprendizaje, alumnos que se incorporan tardíamente al sistema
educativo, flexibilización de grupos, desdobles, apoyos, programas de mejora del
aprendizaje y de rendimiento, aulas de enlace,… sin olvidar a los alumnos con altas
capacidades intelectuales.
Para finalizar hemos de considerar algunas de las dificultades o retos a las que han de
enfrentarse los centros como organizaciones materiales y humanas:
– Mayor amplitud de tareas para el profesorado, que además de impartir sus clases, ha
de atender a su tutoría, relaciones con las familias, administración educativa, etc, etc, que
distorsiona su papel clásico,
– Formación continua del profesorado para atender a los retos continuos de la profesión,
hiperaulas, neuroeducación, …
– Crear sinergias entre los «agentes educativos» (profesores, padres, alumnos, grupos de
edad, medios de comunicación, y administraciones creadoras de leyes y normas
educativas),
– Creación de una red de cooperación entre centros que fomente la difusión de buenas
prácticas.