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POR:
ELIANA J. MÉNDEZ PASTRANA
CHRISTEAN TRUJILLO RAMÍREZ
TEMA:
PROBLEMA:
Alrededor del siglo XIII d.n.e., periodo en que la etnia inca conquista el valle de Cuzco, se
da inicio al Imperio Inca. Luego, el Imperio floreció entre los siglos XV y XVI, como
consecuencia de su imposición y supremacía, dando como resultado su expansión por el
territorio andino, abarcando desde el Norte Chile y el Noroeste de la Argentina hasta el Sur
de Colombia (Dillehay y Netherly, 1998). En esta etapa la civilización Inca logró la
máxima expansión de su cultura, tecnología y ciencia, desarrollando los conocimientos
propios y los de la región andina, así como asimilando los de otros pueblos conquistados.
Pues, en esta zona andina de América del sur existieron diversos pueblos preincas con sus
propias manifestaciones culturales y diversos grados de desarrollo que, desde muchos
siglos antes del gran Imperio fueron apareciendo y desapareciendo, superponiéndose unas a
otras, hasta llegar a convertirse casi todas ellas en una sola. Esta confluencia de culturas,
saberes ancestrales, creencias, y costumbres, se convertiría en una de las más importantes
civilizaciones de todos los tiempos, civilización que compone la población de estudio de la
presente investigación.
Sin embargo, este desarrollo sufrió un estancamiento a causa de la Colonización
española que inicia con el descubrimiento del Nuevo mundo por parte de Colón; posterior a
su hallazgo se emprenden unas series de expediciones por parte de la corona española para
apoderarse de esos territorios. Así, el Imperio Inca empezó su descenso en el siglo XVI con
la llegada de Francisco Pizarro a la isla de Puná y posterior desembarco en Tumbes. Pizarro
contaba con el permiso de la corona española que se lo concedió a través de la Capitulación
de Toledo de 1529, tratado firmado por la emperatriz Isabel de Portugal que autorizaba
conquistarlas tierras bajo el nombre de la Nueva Castilla, y contribuir a la corona. En otras
palabras, la sociedad Inca del Perú se vio afectada a partir de las ideas expansionistas de los
Reyes Católicos y sus sucesores que enviaron a gran número de españoles para crear
diferentes asentamientos en América. “El Virreinato de Perú sustituyó al Imperio Inca que
se desarrollaba en el territorio que hoy se conoce como Perú. La conquista por parte de los
españoles hizo que los nativos sufrieran cambios en su forma de organización social,
política y económica. Los nativos pasaron a estar bajo dominio español perdiendo la
mayoría de sus derechos. La evangelización de los indígenas, la explotación minera y el
establecimiento del comercio entre la Corona y sus territorios amerindios fueron las
principales labores que llevaron a cabo los españoles durante la colonización” (Belmonte,
2016, p.1).
Con la conquista se extendió por todo el territorio inca el modelo social, político y
económico de los españoles; como consecuencia, el conjunto de creencias, costumbres,
formas políticas y económicas del indígena Inca fueron quedándose en el pasado. Franch
(1979) citado por La colonización del Perú: una perspectiva española (s.f., p.16) menciona
que la conquista del imperio de los incas, quizás en mayor medida que la del imperio
azteca, maravilló al mundo por la rapidez con que se ejecutó y por la insignificancia de la
hueste hispana que realiza la hazaña.
La conquista y posterior colonización española fue un acto atroz de sometimiento,
destrucción, desolación y desarraigo, sin embargo, “lo que distingue a la colonización
española de las restantes colonizaciones europeas no fue, precisamente, la forma de
ejecutarla, de llevarla a cabo, sino la teoría que la inspiraba y la intención que guiaba su
aplicación. La colonización española es un conflicto permanente entre el espíritu medieval
y el sentido de modernidad” (La colonización del Perú: una perspectiva española, s.f., p.9).
La historia puso en contacto a dos grupos humanos totalmente diferentes y los enfrentó,
aunque las formas de defensa fueran desiguales, pues el sometimiento de los indígenas
incas por parte de los españoles se hizo a partir de la cruz y la espada. España trajo consigo
todo el andamiaje militar para someter a la fuerza y de forma sanguinaria a las poblaciones
incas y conseguir las fuerzas de trabajo para la agricultura y la minería.
Así pues, las formas económicas en las que se había basado el progreso y desarrollo
del Imperio Inca empezaron a menguar para ser reemplazadas por una forma de extracción
desmedida de metales preciosos para satisfacer los intereses de la corona, todo esto a costa
del trabajo forzado de los indígenas, bajo unas condiciones de violencia e irracionalidad.
“Configuraron así un nuevo patrón global de control del trabajo, a su vez un elemento
fundamental de un nuevo patrón de poder, del cual eran conjunta e individualmente
dependientes histórico-estructuralmente” (Quijano, 2000). Lo que antes era una economía
basada en el cultivo de la tierra para la producción colectiva, mudó al trabajo forzado en las
minas de plata y las grandes extensiones cultivadas para el beneficio de los españoles. Se
pasó de una economía libre a una economía de sometimiento. Todo lo expuesto
anteriormente permite delimitar el objeto central de la investigación y a la vez responder a
la pregunta sobre:¿cuáles son las formas económicas originarias de cultura Inca, y cómo fue
su transformación posterior al proceso de colonización por parte de los españoles?
JUSTIFICACIÓN
Se parte de la tesis de A. Quijano (2007) quien plantea que está emergiendo una vasta
coalición social que puede convertirse en un nuevo movimiento mundial de la sociedad,
generado por la comprobación continua de que el actual capitalismo colonial/moderno es
un riesgo inminente de destrucción de la vida en nuestro planeta y al mismo tiempo
comienza a descubrirse que por su propio desarrollo científico/tecnológico, este patrón de
poder no es solamente peligroso, sino finalmente innecesario e inútil.
En tal sentido, ha comenzado un proceso de des/colonialidad de la existencia social,
que plantea un nuevo horizonte histórico y que implica, entre otras cosas la emancipación
del Eurocentrismo, es decir, de esa forma de producir subjetividades (imaginario social,
memoria histórica y conocimiento) de modo distorsionado y distorsionante, que, aparte de
la violencia, es el más eficaz instrumento de control que el capitalismo colonial/moderno
tiene para mantener la existencia social de la especie humana dentro de este patrón de
poder. Esa emancipación es, precisamente, lo que está ocurriendo; eso es lo que significa
descubrir que los recursos de sobrevivencia de los “indígenas” del mundo son los mismos
recursos de la vida en el planeta, y descubrir al mismo tiempo, en el mismo movimiento de
nuestras luchas, que ya tenemos la tecnología social para prescindir del capitalismo.
Por lo anteriormente expuesto, es preciso indicar entonces que el estudio de la
Modernidad en América Latina implica nuevos desafíos, y de paso sugiere la necesidad de
cambiar esos imaginarios impuestos desde la época colonial, fin de producir nuestras
propias formas de existencia social que se hallen liberadas de dominación y discriminación
racista/etnicista/sexista, buscando de esta forma que se generen nuevas formas de
comunidad y de autoridad política que conduzcan a la libertad y autonomía para cada
individuo y para cada Nación. Por tanto se hace necesario igualmente el abordaje de los
temas y hechos históricos que poco se detallan con el desarrollo de la historia eurocentrista,
temas que se han preferido dejar en el olvido, posiblemente con la intención de que el
legado del terror, ambición y crueldad de parte de la colonización española contra a las
culturas nativas que poblaban el “Nuevo Mundo”, se pierdan con el tiempo.
Por tanto, la presente investigación pretende dar cuenta de los diferentes procesos de
cambio de los modelos económicos de la cultura Inca prehispánica, identificando sus
formas características mediante las cuales satisfacían sus necesidades primordiales, desde
las actividades de recolección y caza, pasando por una agricultura bastante desarrollada.
Pero además se busca analizar la forma en que estas actividades económicas mudaron con
posterioridad a la llegada de la colonización española, pretendiendo identificar no
solamente las nuevas instituciones económicas surgidas o la implementación de un nuevo
modo de producción, sino dejar documentado la forma cruel e inhumana con las que se
adoptaron las mismas, pues, tuvieron como base el sometimiento del indígena y la
imposición de una nueva cultura a través del uso de la fuerza.
PREGUNTA:
¿Cuáles son las formas económicas originarias de cultura Inca, y cómo fue su
transformación posterior al proceso de colonización por parte de los españoles?
GENERALIDADES:
La llegada de los españoles a América en 1492 significó un gran colapso para la sociedad
indígena generado por el proceso de dominación y sometimiento que iniciaría a partir de
ese momento hacia los nativos pobladores del territorio americano, que significarían no
solamente un choque de culturas con cosmovisiones completamente diferentes, sino
también el cambio y supresión de toda una serie de instituciones sociales que sustentaban la
organización de una cultura, por otras, que serían impuesta mediante el uso de la fuerza e
inspiradas en una ideología de superioridad racial. Martínez M. (2016), establece que la
sociedad inca se vio afectada por los intereses expansionistas de la Corona española y los
asentamientos que se hicieron en América; el Virreinato del Perú sustituyó al Imperio Inca
y a partir de allí que estos últimos sufrieran unos cambios en su organización social,
política y económica y también pasaron a estar bajo el dominio de los españoles, perdiendo
casi todos sus derechos.
El aspecto económico no sería ajeno a estos cambios, puesto que las formas mediante las
cuales el imperio incaico satisfacía sus necesidades cambiaron drásticamente a raíz de la
reconfiguración del orden social con ocasión del sometimiento de la cultura Inca por parte
del yugo español, en la que pasaron de ser agricultores y criadores de animales a encargarse
principalmente del trabajo pesado en las minas, ocupar cargos serviles y poner su
conocimiento del campo agrícola a merced de la corona española.
Para Corpas & Suris (1998) la acumulación de propiedades rurales se inició en el siglo XVI
y quedó consolidada en el XVII, tanto por razones económicas como de prestigio social. Al
inicio de la colonización se respetó la propiedad indígena de carácter comunal, pero más
temprano que tarde comenzó una tendencia hacia la concentración de la tierra en manos de
la clase dirigente, que consideraban su acumulación como una forma para conseguir honra
y honores. Aunque a la corona no le faltaban buenas intenciones para evitar la
señorialización del suelo americano, puesta de manifiesto en el gran avance del latifundio,
la falta de numerario de la hacienda pública hizo que legitimaran las propiedades obtenidas
mediante usurpación, a través de las llamadas “composiciones”. Es decir, que el primer
paso para consolidar el sometimiento de la cultura incaica consistió en la apropiación por
parte de los españoles de sus territorios ancestrales y de cultivo, que además de servir de
base para la producción agrícola y ganadera tenían un significado mitológico y espiritual,
para ser convertidos en instrumentos de producción para saciar las necesidades alimenticias
no solamente de los nuevos pobladores de estas tierras, sino también de gran parte de
Europa que por esa época se encontraba sumida en una notable crisis económica y social.
De esta forma, se reafirman las ideas del pensamiento decolonial y de historiadores
contemporáneos que han apuntado a resaltar la relación de dependencia del continente
europeo del americano y añadir que el Nuevo Mundo fue el responsable de la superación de
la crisis antes mencionada a partir de la introducción de nuevos productos (autóctonos de
esta región) a su dieta.
El origen del latifundio estuvo directamente relacionado con el descenso demográfico
del último tercio del siglo XVI y primeras décadas del siglo XVII, que a su vez, influyó en
el sector minero, lo que dio un especial interés a las inversiones en tierras por su seguridad
económicosocial frente a la crisis y como consecuencia del latifundio surge la hacienda,
como un lugar de producción en cabeza de los españoles, en las tierras que antes
pertenecían a los indígenas, pero también se halla un factor de notoria importancia en la
consolidación de la gran propiedad latinoamericana, cual fuera el control sobre la mano de
obra indígena determinada por la presión tributaria colonial, que hizo que tuvieran que
vender sus tierras coloniales, aumentando de esta forma el latifundio.
Ya durante el siglo XVII el sistema de plantaciones adquirió una consistencia evidente,
con unas características determinadas: era una explotación en sociedad, con mano de obra
esclava y vinculada a la mono producción que aprovisionaba un mercado de gran tamaño;
se trataba de una empresa muy capitalizada, teniendo como finalidad inmediata la
acumulación capitalista y secundariamente el prestigio social a partir de la tenencia de
grandes cantidades de tierra (ibídem).
De esta forma se ha tratado de sustenta a grandes rasgos el proceso de cambio de
propiedad de la tierra de los indígenas a manos españolas, en el que una cultura que vivía
en armonía con su entorno, el cual le proporcionaba lo necesario para vivir, pasaron de ser
poseedores a desposeídos, pero además de ello también a ser sometidos, forzados y
explotados.
La productividad agropecuaria:
De acuerdo con lo planteado por Mariátegui & Garrels (1979), el plano de la economía y
principalmente lo relacionado con la actividad agrícola ilustra de mejor manera la forma en
la que la Conquista parte en dos la historia del Perú. Como bien se ha dicho atrás, hasta
antes de la Conquista se desenvolvió en este territorio una economía que brotaba libre y
espontáneamente del suelo; la organización colectivista de los Incas había extinguido en los
indios el impulso individual y consecuente con ello había desarrollado enormemente el
hábito de una humilde y religiosa obediencia a su deber social. Los Incas sacaban toda la
utilidad social posible de esta en virtud de su pueblo, valorizaban el vasto territorio del
Imperio construyendo caminos y canales mediante los cuales extendían la autoridad del
mismo sometiendo a las tribus vecinas.
Sin embargo, la llegada de los conquistadores españoles significó la destrucción de esta
formidable máquina de producción. La sociedad indígena y la economía incaica se
descompusieron completamente al golpe de la conquista y rotos los vínculos de su unidad
el Imperio se disolvió en comunidades dispersas. El trabajo indígena dejó de funcionar de
un modo solidario y orgánico y los conquistadores no se ocuparon sino de disputarse el
“botín de guerra”, despojando los templos y los palacios de los tesoros que poseían, se
repartieron las tierras y los hombres, sin preguntarse siquiera por su porvenir como fuerzas
o modos de producción.
Es por esto que el Virreinato señala el comienzo del complejo proceso de formación de
una nueva economía. En este período España se esforzó por dar una organización política y
económica a su inmensa colonia. Los españoles empezaron a cultivar el suelo y a explotar
las minas de oro y plata. Sobre las ruinas y los residuos de una economía socialista, echaron
las bases de una economía feudal (ibídem).
De otra parte, se hace necesario aclarar que según lo planteado por Corpas & Suris
(1998), la agricultura indígena, muy a pesar de su retraimiento por el avance de los cultivos
europeos, mantuvo su importancia económica, y productos como el maíz, trigo, frijol,
cacao, caña de azúcar, entre otros, se hicieron indispensables en el consumo local pero
también por la demanda de Europa. En contraste con ello, al desmesurado aumento de la
ganadería le siguió una reducción drástica, a causa del reajuste natural, por reducción de
pastos y limitación de la población consumidora. Todo se orientó hacia una nueva situación
económica ya contemplada: la hacienda, como unidad mixta de producción. Desde ese
momento las dimensiones de las estancias, su valor e importancia, estuvieron en
consonancia con el mercado de que dispusieran.
La minería:
El sistema económico americano con posterioridad a la conquista por parte de los españoles
estaba organizado en torno a la producción minera, su transformación y comercialización.
Para Corpas & Suris (1998) es preciso determinar la lógica interna del sistema económico,
para precisar la situación colonial de América con respecto a la metrópoli europea. Esta
lógica se asentaba en tres pilares: los centros mineros de México y Perú, las regiones
agrícolas y ganaderas periféricas de las zonas mineras, la estructura comercial con base en
el oro y la plata, para nivelar la balanza de pagos por la compra de productos europeos.
Los centros mineros indianos requerían para su funcionamiento una serie de requisitos:
abundante mano de obra indígena, proporcionada por las formas de compulsión de trabajo,
como la mita y el repartimiento; equipamiento muy especializado (tiendas, iglesias,
alojamientos, mercurio, herramientas, mulos, caballos); un mercado interior propio
(productos alimenticios, textiles de lana y algodón), y capital circulante, que fue el gran
problema por ser empresas de gran riesgo. La minería podría ser la gran oportunidad de los
colonos y lo fue para algunos entre los siglos XVI y XVIII, aunque menos en el XVII, en el
que se prefirió invertir en la tierra, pasando de una economía abierta por antonomasia a una
cerrada por definición.
Concretamente en lo que tiene que ver con el Perú, la minería se concentró alrededor de
Potosí, cuya economía generó una macro ciudad indiana, que en la primera decena del siglo
XVII alcanzó una población de más de 150.000 personas e incentivó el comercio en toda la
región, extendiéndose hasta países vecinos, integrando la población en torno al movimiento
de la plata. Al respecto Galeano E. (1971) hace una aproximación a lo que fue el contexto
de este territorio peruano – boliviano, de la siguiente manera:
Ahora bien, pese a la prosperidad de las ciudades que se crearon alrededor de esta mina, la
situación de los indígenas no era muy alentadora, pues su realidad era precaria y vivían en
medio de una explotación infrahumana; miles de indígenas fueron sometidos a la Mita, que
aunque era un sistema de esclavitud conocido desde el Imperio Inca, su uso fue
intensificado por los españoles en contra de la población indígena y que creció aún más a
instancias del virrey Francisco de Toledo como consecuencia de la falta de mano de obra
para la minería. A los mitayos (como eran llamados los indígenas sometidos a la Mita) se
les hacía trabajar entre 14 y 16 horas diarias en actividades como el cavado de túneles, la
extracción manual del metal, la búsqueda de nuevos yacimientos, etc., en donde era muy
frecuente que se presentaran derrumbes y otros accidentes que ocasionaban, reiteradamente,
la muerte de cientos de trabajadores, por lo que ante estas adversas condiciones laborales,
se presentaban constantes rebeliones por parte de los indígenas, que en la mayoría de las
veces eran reprimidas a sangre y fuego. Por lo que según diversos historiadores, se estima
entre el periodo comprendido entre 1545 y 1625, más de 15.000 indígenas murieron
únicamente en la actividad de explotación de la plata.
Sin embargo la producción de plata llegó a su punto máximo alrededor del año 1650,
momento en el cual las vetas empezaron a agotarse, y Potosí entró en un camino cuesta
abajo del que no pudo recuperarse jamás. En 1719, una epidemia de tifoidea mató a cerca
de 22.000 personas, y otras tantas abandonaron la ciudad. Para 1750 la población se redujo
a 70.000 habitantes. Treinta años después, cayó a 35.000 habitantes. Desde 1776 Potosí,
como todo el Alto Perú (la actual Bolivia), pasó a formar parte del Virreinato del Río de la
Plata, por lo que la plata dejó de embarcarse a España por el puerto de Arica y empezó a
embarcarse por el de Buenos Aires, a 55 días a caballo de distancia. Al estallar el
movimiento de independencia, la población había descendido a tan sólo 8.000 habitantes
(Rivera y Bautista, 1990).
En el mismo sentido se aprecia este colapso de la ciudad de Potosí cuando Galeano E
(1971) indica:
“Sin embargo, nada pudo el Señor de la Vera Cruz contra la decadencia de Potosí.
La extenuación de la plata había sido interpretada como un castigo divino por las
atrocidades y los pecados de los mineros. Atrás quedaron las misas
espectaculares; como los banquetes y las corridas de toros, los bailes y los fuegos
de artificio, el culto religioso a todo lujo había sido también, al fin y al cabo, un
subproducto del trabajo esclavo de los indios”.
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