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ARQUIDIÓCESIS DE GUAYAQUIL
DIÓCESIS DE YAGUACHI
DIÓCESIS DE BABAHOYO
G. Dios Padre, que es bendito por los siglos, nos conceda vivir en comunión los unos
con los otros, con la fuerza del Espíritu, en Cristo Jesús nuestro hermano.
T. Bendito por los siglos el Señor
ORACIÓN DEL PAPA A LA VIRGEN DEL DIVINO AMOR. (Todos los días)
tranquilos. No los dejes caer en la tentación de reducir las cuotas mínimas del sueño por
causa del Reino, porque el estrés apostólico no es incienso agradable a Dios.
Por lo tanto, cuando en la liturgia de las horas rezan el Salmo 126, cántalo con ellos y
pon una voz fuerte cuando lleguen a los versículos en los cuales se dice que es inútil
levantarse de mañana temprano o ir tarde a descansar la noche, porque “a sus amigos,
el Señor da el pan mientras duermen”.
Entenderán muy bien que usted no les invita al desempeño, sino a poner todo en las
manos de aquel que da fecundidad al trabajo de los hombres.
Santa María, mujer del descanso, ofrécenos el gusto del domingo. Haznos sentir el gusto
antiguo de detenernos frente a la Iglesia y conversar con los amigos sin mirar al reloj,
aléjanos de la agitación y libéranos de la ansiedad de las cosas, pero más que todo,
háganos comprender que, si el secreto del descanso físico está en las pausas semanales,
en las vacaciones o en los feriados a lo largo del año, el secreto de la paz interior
consiste en perder tiempo con Dios, El ni pierde tanto con nosotros.
Entonces, aunque si tardamos regresando en la noche, espéranos siempre frente a la
puerta de la casa al término de nuestro caminar fatigoso y si no encontramos otras
almohadas donde recostar la cabeza, ofrécenos tu espalda sobre la cual sosegar nuestro
cansancio y dormir tranquilos.
Gracias.
Oremos por toda la familia humana, en especial por nuestras familias ecuatorianas.
Por nuestros abuelos y todos los ancianos del mundo, los padres y madres de familia,
los jóvenes y por todos los niños.
Padre Nuestro…
10 Ave María…
Gloria…
Dios te salve, Reina y Madre…
sino más bien la de presentarla como aquella que percibe inmediatamente el disolverse
del pequeño mundo antiguo y anticipando la “hora” de Jesús, introduciendo sobre la
mesa no solo los vasos de vino por la fiesta, sino los primeros fermentos de la novedad.
Gracias a ella, en la sala de bodas aparecen la fiesta y la novedad. Lo confirma un
detalle en particular del evangelista Juan muy importante: los seis cántaros de piedra de
los que utilizaban los judíos para sus ritos de purificación; estorbantes en su amplitud;
helados como cadáveres, porque eran de piedra; inútiles, porque vacías para las
purificaciones que no son capaces de ofrecer; seis y no siete que sería el numero
perfecto, símbolo de lo que nunca llegará a plenitud, que siempre estará más bajo de
cualquier legítima espera y de cada necesidad del corazón.
Frente a este escenario representado por estos cantaros de piedra como las dos tablas de
Moisés, María no solo se da cuenta de que la vieja alianza es deteriorada y que la
antigua economía de salvación, fundamentada sobre las prescripciones de la ley, cerró
desde tiempo su contabilidad, sino que solicita la transición.
María se da cuenta que el mundo vive en la tristeza e invoca de su Hijo no un desgarro a
la ley de la naturaleza, sino a la naturaleza de la ley; ésta no contiene nada, no es capaz
de purificar a nadie, ni alegrar el corazón de nadie.
Interviene anticipadamente y pide a Jesús un anticipo del vino de la nueva alianza, que
ella portará inexorablemente en la hora de la Cruz.
Santa María, mujer del vino nuevo, cuántas veces experimentamos también nosotros
que el banquete de la vida languidece y la felicidad se apaga en el rostro de los
invitados, es el vino de la fiesta que se acaba.
Sobre nuestra mesa no nos falta nada, pero sin el jugo de la vid, perdemos el gusto del
pan que sabe de trigo. Masticamos aburridos los productos de la opulencia, pero con la
avidez de los epulones y con la rabia de quien no tiene hambre las provisiones de
sentido se han agotado. No tenemos vino.
Ten compasión de nosotros y devuélvenos el gusto de las cosas. Solo en esta forma los
cántaros de nuestra existencia se llenarán de sentidos, de verdaderos valores y el deseo
de vivir y hacer vivir nos hará experimentar finalmente tus gozos.
Santa María, mujer del vino nuevo, que en Caná de Galilea provocaste antes del tiempo
el más grande éxodo de la historia, pidiendo a Jesús la prueba de la Pascua definitiva,
permanece con nosotros como símbolo imperecedero de la juventud.
Presérvanos de las falsas seguridades, del aburrimiento de la monotonía ritual, de la
confianza incondicionada a los esquemas y al uso idolátrico de la tradición. Haznos
entender que la encierro a las novedades del Espíritu y el acostumbramiento a los
horizontes de bajos perfiles nos ofrecen solo la melancolía y la tristeza de un
envejecimiento precoz.
Santa María, mujer del vino nuevo, nosotros te agradecemos porque con las palabras
“hagan todo lo que él les dirá” nos revela el misterioso secreto de la juventud.
Gracias.
Oremos por los responsables de la salud, médicos, enfermeros y enfermeras y personas
cercanas que están al cuidado de los demás, que se sienten agobiado por el cansancio y
enfrenta con generosidad, que en estos momentos difíciles vean en sus hermanos al
mismo Cristo sufriente.
Padre Nuestro…
10 Ave María…
Gloria…
Dios te salve, Reina y Madre…
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desde el cielo, desde tu trono real, bajo sobre la tierra...”. Despierta el corazón nuestro
de la nostalgia de aquella silenciosa noche del primer pesebre.
Santa María, mujer del silencio cuéntanos de tus encuentros con Dios, dónde iba usted
para escuchar su voz; qué discursos hacías, alrededor de la fuente del pueblo, con tus
compañeras de juventud. Que transmitías a José cuando a la puesta del sol te conducía
hacia las lomas de Nazaret o tomándote de la mano, te conducía hacia el lago de
Tiberiades en las jornadas de sol.
¿El misterio que escondías en tu seno le confiaste con palabras o con lágrimas de
felicidad? ¿Que se han dicho, por treinta años alrededor de aquella sencilla mesa de
pobres?
Santa María, mujer del silencio, acéptanos en tu escuela, mantennos alejados de muchos
rumores entre los cuales nos arriesgamos de aturdirnos, presérvanos de aquel morboso
deseo de noticias, de mensajes de WhatsApp que nos hacen sordos la “Buena Noticia” y
a tu palabra.
Transfórmanos en operadores de aquella ecología acústica, que nos restituya el gusto de
la contemplación, aún en medio de nuestras ciudades.
Ayúdanos a entender que solo en el silencio maduran las cosas grandes de la vida: la
conversión, el amor, el sacrificio y la muerte.
Una última cosa queremos pedirte, Madre dulcísima, que experimentaste, como Cristo
en la cruz, el silencio de Dios, no te alejes de nuestro lado al momento de la prueba,
sigue estando junto a nosotros y en aquel momento rompe también el silencio y dinos
palabras de amor y experimentaremos sobre nuestra piel el silencio salvífico de la
Pascua.
Gracias.
Padre Nuestro…
10 Ave María…
Gloria…
Dios te salve, Reina y Madre…
Muchas veces escuchamos hablar de obediencia ciega, más nunca de obediencia sorda.
¿Por qué?
Recorramos a la etimología que algunas veces puede iluminar también la ascética.
Obedecer viene desde el latín “ab–audire” que significa “escuchar estando frente”:
cuando descubrí el origen de esta palabra, yo también me liberé progresivamente del
falso concepto de obediencia entendida como cancelación pasiva de mi voluntad y
entendí que ella no tiene nada que ver con el concepto de “renunciar”. Quien obedece
no anula su libertad, sino que la exalta. No mortifica sus talentos, sino que los filtra por
la lógica evangélica activando los mecanismos de la escucha y del dialogo.
“Obedecer de pie” parece una frase sospechosa, mientras tanto es el descubrimiento de
la auténtica naturaleza de la obediencia, cuya dinámica supone uno que habla y otro que
conteste. Uno que haga la propuesta con respeto y el otro que adhiere con amor, uno que
presente un proyecto sin sombra de violencia y el otro que con gozo interiorice la
indicación.
De hecho, se puede obedecer solo estando de píe; de rodilla uno se pone debajo, no se
obedece, se sucumbe, no se ama, uno se resigna, pero no colabora. La obediencia, de
hecho, no es tragar una injusticia, sino hacer una experiencia de libertad. No es silencio
resignado frente a prevaricaciones, sino acogida gozosa de un plan superior, es una
respuesta de amor.
Quien obedece no termina de querer, sino que se identifica hasta a tal punto con la
persona a la cual quiere hacer coincidir con su propia voluntad.
Este es el análisis lógico y gramatical de la obediencia de María; espléndida creatura no
se dejó expropiar de su libertad, ni tampoco del Creador, pero diciendo “Fiat” se
abandonó a Él libremente y entró en la órbita de la historia de la salvación. Con tal
conciencia responsable, el Ángel Gabriel regresó al cielo llevando al Señor un anuncio
igualmente gozoso como el anuncio que llevó sobre la tierra a María.
Tal vez no sería equivocado titular el primer capítulo de Lucas como el “anuncio del
Ángel al Señor” más que “el anuncio del Ángel a María”.
Santa María, mujer obediente, tu que tuviste la gracia de caminar frente a Dios, haz que
también nosotros, siguiendo tu ejemplo, podamos ser capaces de buscar su rostro.
Ayúdanos a entender que solo en su voluntad podemos encontrar la paz, y cuando Él
nos provoque y nos pida saltar en la obscuridad para poder alcanzarlo, líbranos de los
vértigos del vacío y otórganos la seguridad que los que obedecen al Señor así no nos
golpearemos contra el suelo, sino que caeremos siempre en sus brazos.
Santa María, mujer obediente, tú sabes muy bien que el rostro de Dios, mientras
caminemos sobre esta tierra, podemos solo encontrarlo en las numerosas mediaciones
de los rostros humanos; ofrécenos, por lo tanto, los ojos de la Fe para que nuestra
obediencia se concrete en el cotidiano.
Santa María, mujer obediente, que para salvar la vida de tu Hijo no seguiste los órdenes
de los tiranos, escapando a Egipto te hiciste para nosotros un ícono de resistencia pasiva
y de desobediencia civil, ofrécenos el orgullo de la objeción cada vez que la conciencia
nos siguiere que tenemos que obedecer a Dios más que a los hombres.
Y para que en este discernimiento difícil no nos falte tu inspiración, permítenos que, por
lo menos podamos invocarte en esta forma: Santa María, mujer de la desobediencia,
ruega por nosotros.
Gracias.
Oremos por los gobernantes, por aquellos que están llamados a tomar decisiones
importantes para el bien de todos, en especial por los investigadores y científicos que el
Señor ilumine sus mentes.
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Padre Nuestro…
10 Ave María…
Gloria…
Dios te salve, Reina y Madre…
LA AGONÍA EN EL HUERTO
Lectura del Santo Evangelio de Lucas 22, 39-46
nuestra vida y a experimentar las secretas insinuaciones. Ofrécenos tu ayuda para serle
fiel hasta el final.
Ofrécenos las bienaventuranzas de aquellos siervos que Él, regresando en el corazón de
la noche, encontrará despiertos y luego de ponerse la toalla nos hará tomar asiento y
pasará a servirnos a la mesa.
Ayúdanos a que el Evangelio se haga nuestra norma inspiradora de cada decisión
cotidiana. Haznos capaces de obediencias gozosas y ponnos alas en nuestros pies para
que a la Palabra podamos ofrecerle el servicio misionero del anuncio, hasta los extremos
confines de la tierra.
Santa María, sierva del mundo, que inmediatamente después de haberte declarado sierva
de Dios, corriste a hacerte sierva de Isabel,
confiere a nuestros pasos la prisa con la cual fuiste a la ciudad de Judea, símbolo de
aquel mundo frente al cual la Iglesia es llamada a ponerse la toalla para servir.
Reina y esclava que experimentaste las tribulaciones de los pobres, ayúdanos a poner a
la disposición de ellos nuestra vida, con los gestos discretos del silencio y no con el spot
publicitario del protagonismo.
Abre nuestro corazón a los sufrimientos de los hermanos y llena nuestros ojos de ternura
y de esperanza para poder siempre intuir las necesidades de ellos; los mismos ojos que
tu tenías en Caná de Galilea.
Gracias.
Oremos por el Papa Francisco, los Obispos, presbíteros, diáconos, por toda la Iglesia,
por cada bautizado y por cada hombre y mujer de buena voluntad.
Padre Nuestro…
10 Ave María…
Gloria…
Dios te salve, Reina y Madre…
LA ANUNCIACIÓN.
Lectura del Santo Evangelio de Lucas 1, 30-32, 38.
inhumanas de las jóvenes del Bangladés, me pregunto si tiene algo en común con estas
infelices creaturas la historia de María.
Y cuando a lo largo de la vía publica veo “una de aquellas” que la miseria, más que por
confusión, fue empujada a venderse para sobrevivir, me pregunto si María seguiría
rápido su caminar como hago yo en mi supuesta prudencia. Me resulta, sin embargo,
muy difícil imaginar cuáles palabras, parándose, saldrían de su boca.
Así todas las veces que escucho las penas de muchas mujeres violentadas y limitadas en
los derechos más fundamentales por parte de los “machos”, tengo mucha dificultad en
suponer cual relación existe entre María y estas creaturas cuya mansedumbre parece
dulzura, pero es resignación que se expresa como condescendencia, pero es humillación,
muestra sonrisa, pero esconde la melancolía de las lágrimas.
Qué piensan de María las azafatas de los Boeing intercontinentales o las que forman el
cuerpo de baile del Bolshoi. La cadena de plata o de oro con la medalla de la virgen
María que colgamos al cuello qué reacciones suscita en los atletas de equipos
internacionales presentes en el mundo. O qué piensan las presentadoras de la televisión.
María es buena solo como punto de referencia para las monjas de claustro o para las
muchachas de casa e iglesia, o ¿es la aspiración importante y fuerte de cada mujer que
quiere vivir con plenitud su feminidad?
Las mujeres de la tierra la miran con ternura porque en su vida terrenal resumió y vivió
los misterios dolorosos de todas sus situaciones, porque es el símbolo elocuente de
quien experimenta los misterios gozosos del éxodo desde las antiguas condiciones de
esclavitud y porque es la imagen que sintetiza los misterios gloriosos de la definitiva
liberación de la mujer de todas las esclavitudes de la historia que desfiguraron su
dignidad.
Son cuestiones, tal vez un poco ilógicas a las cuales no se dar una respuesta, pero para
las cuales se ofrecer una oración:
Santa María, mujer verdadera, icono del mundo femenino, nosotros te
imploramos por todas las mujeres de la tierra.
Cuando en el Calvario te partieron el alma, no hay llanto de madre que te sea
extraño, no hay soledad de viuda que tú no hayas experimentado, no hay
humillación de mujer de la cual no te sientas desalentadas.
Apareciste, así, sencillamente mujer hasta tal punto que tu unigénito muriendo
no supo llamarte con otro nombre que “mujer, aquí está tu hijo”.
Santa María, mujer verdadera, ícono del mundo femenino, ayúdanos a leer la historia y
a interpretar la vida, después de tanto machismo imperante, con las categorías tiernas y
al mismo tiempo fuertes de feminidad.
Ayúdanos a agradecer a Dos que para humanizar la tierra se sirve
del hombre, sin lograrlo mucho, y para humanizar al hombre quiere servirse de la mujer
con la seguridad de que esta vez no fallará.
Gracias.
Oremos por las almas de aquellos hermanos y hermanas fallecidos, que nuestra Madre
santísima la Virgen María interceda por ellos ante Jesús su Hijo, y alcance la paz, el
consuelo y el don de la esperanza a sus familiares.
Padre Nuestro…
10 Ave María…
Gloria…
Dios te salve, Reina y Madre…
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Nosotros los creyentes, que por definición somos llamados “pueblo de Dios”, sentimos
el deber de ofrecer un fuerte testimonio de comunión, para que el mundo pueda mover
sus pasos y sigue cercana a nosotros en esta difícil empresa.
Santa María, mujer del pueblo, enséñanos a compartir con la gente los gozos y las
esperanzas, las tristezas y las angustias que caracterizan el camino de nuestra gente.
Danos el gusto de estar al centro, como lo estuviste en el Cenáculo. Libéranos de la
autosuficiencia y también del aislamiento.
María, que eres invocada en los barrios de América Latina y en los rascacielos de New
York, haz justicia a los pueblos destruidos por la miseria y ofrece la paz interior a los
pueblos aburridos a causa de la opulencia. Inspira orgullo en los primeros, ternura en los
segundos y restitúyelos al gozo del vivir.
Gracias.
Oremos por los trabajadores de la salud del mundo entero, que estos días, arriesgando
su vida, entregan su vida y conocimientos en favor de la sociedad entera.
Padre Nuestro…
10 Ave María…
Gloria…
Dios te salve, Reina y Madre…
¡Yo me quedo en casa, Señor! Y sé que no estoy solo porque María, como cada madre,
está ahí detrás haciendo las tareas de casa y preparando la comida para nosotros,
la familia de Dios.
¡Yo me quedo en casa, Señor! Y responsablemente lo hago por mi bien, por la salud de
nuestra ciudad, de mis seres queridos y por el bien de mi hermano, el que Tú has
puesto a mi lado pidiéndome que vele por él en el jardín de la vida.
¡Yo me quedo en casa, Señor! Y por la mañana te doy gracias por el nuevo día que me
concedes, tratando de no estropearlo, de acogerlo con asombro como un regalo y
una sorpresa de Pascua.
¡Yo me quedo en casa, Señor! Y, a mediodía, recibiré de nuevo el saludo del Ángel, me
haré siervo por amor, en comunión contigo, que te hiciste carne para habitar en
medio de nosotros; y, cansado por el viaje, te encontraré sediento junto al pozo de
Jacob, y ávido de amor sobre la Cruz.
¡Yo me quedo en casa, Señor! Y en la noche, en comunión orante con tantos enfermos y
personas solas, esperaré la aurora para volver a cantar tu misericordia y decir a
todos que, en las tempestades, Tú eres mi refugio.
SALMO RESPONSORIAL.
Del salmo 15
R. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
SALMO RESPONSORIAL.
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Del salmo 32
R. La misericordia del Señor llena la tierra.
SALMO RESPONSORIAL.
Del salmo 104
R. Que se alegren los que buscan al Señor.
SALMO RESPONSORIAL.
Del salmo 8
R. Señor, dueño nuestro
¡que admirable es tu nombre en toda la tierra!
SALMO RESPONSORIAL.
Del salmo 117
R. La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular
SALMO RESPONSORIAL.
Del salmo 117
R. Te doy gracias, Señor, porque me escuchaste.
SALMO RESPONSORIAL.
Del salmo 117
R. Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia
BENDICIÓN.