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ARQUIDIÓCESIS DE GUAYAQUIL
DIÓCESIS DE YAGUACHI
DIÓCESIS DE BABAHOYO

Propuesta de oración para comunidades parroquiales, familias, grupos laicales y


todas las personas de buena voluntad.
(Desde el lunes 13 de abril hasta el domingo 19 de abril de 2020)

Queridos hermanos seguimos bajo la declaratoria por la emergencia sanitaria de no


celebrar en un contexto comunitario la Eucaristía, fuente y culmen de la vida cristiana
(cf. SC 10), pero nuestra fe en la resurrección de Jesús, como una verdadera opción
personal, nos llevó a vivir este tiempo de un modo especial y nuevo: en esperanza, en
fraternidad y en servicio en esta situación que estamos viviendo y como iglesia
doméstica entramos en comunión con el Señor y su misterio de salvación.
«La paz sea con vosotros» son las primeras palabras del Señor resucitado. ¿Saben lo que
significa este saludo pascual de Cristo? ¿Lo que quería decir a los aturdidos y
angustiados discípulos que, confusos por el terrible espectáculo del Calvario, buscaron
cobijo tras las puertas cerradas del Cenáculo? ¿Lo que hoy puede decirnos a nosotros?
Quizá pensemos que este deseo de paz del Señor no tenía nada de extraordinario. Al fin
y al cabo «la paz sea con vosotros» era sencillamente el saludo que los hombres y
mujeres del tiempo de Jesús se dirigían cuando se encontraban, como sucede hoy mismo
con el saludo Shalom.
No debemos olvidar que, para nosotros los cristianos, como entonces para los discípulos
de Jesús, era un saludo que salía de la boca del Resucitado, del que, en la cruz, por la
muerte entró en la vida. Es la Pascua de Resurrección, la verdadera Pascua, el día en
que todo ha renacido. Así este viejo saludo hebreo ha recibido un nuevo ser en la Pascua
de Cristo: lo que antes era un simple deseo, está ahora cumplido y cargado de santa
realidad.
Este Cristo resucitado es el portador de la paz. Por eso, en la tarde del día de Pascua,
Cristo resucitado muestra a sus discípulos las manos taladradas y el costado abierto, y
nos dice: «La paz sea con vosotros». Por eso, hoy, este saludo ya no es un simple deseo,
sino un don. Don, en primer lugar, para un pequeño grupo de fieles que perseveraron a
los pies de la cruz del Maestro. Don también para todos aquellos por quienes el Señor
ofreció hasta la última gota de su sangre: por los patriarcas, los profetas y los hijos del
pueblo de la antigua alianza; para la inmensa muchedumbre de hijos de la Iglesia, el
Nuevo Pueblo; para todos los que están haciendo frete a esta pandemia, sacerdotes,
religiosos y religiosas, doctores, enfermeros y enfermeras, policía nacional y de tránsito,
farmacéuticos, dueños de tiendas, empresarios, voluntarios y personal de gobierno.
Quiero también de manera especial traer a la memoria a todos los hermanos víctimas de
esta pandemia y encomendarlo a la infinita misericordia de nuestro Señor y que gocen
de su santa paz.
Ya que el deseo de Jesús resucitado es que su misericordia sea refugio y amparo para
todas las almas, acudamos siempre a Él en busca de su misericordia y consuelo para
nuestro pueblo y el mundo entero.
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“La paz sea con ustedes”.


Feliz Pascua a todos.

OREMOS JUNTOS EN ESTOS TIEMPOS DE ENFERMEDAD

APREMIADOS POR LA TRIBULACIÓN,


ACUDIMOS A TI, SAN JOSÉ, Y LLENOS DE CONFIANZA
INVOCAMOS TU PATROCINIO Y EL DE TU SANTÍSIMA ESPOSA,
SANTA MARÍA.

G. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.


T. Amen

G. Dios Padre, que es bendito por los siglos, nos conceda vivir en comunión los unos
con los otros, con la fuerza del Espíritu, en Cristo Jesús nuestro hermano.
T. Bendito por los siglos el Señor

ORACIÓN DEL PAPA A LA VIRGEN DEL DIVINO AMOR. (Todos los días)

Oh María, Tú resplandeces siempre en nuestro


camino como signo de salvación y esperanza.
Nosotros nos encomendamos a Ti,
salud de los enfermos,
que bajo la Cruz estuviste asociada
al dolor de Jesús manteniendo firme tu fe.

Tú, Salvación del pueblo de Dios,


sabes lo que necesitamos
y estamos seguros de que proveerás
para que, como en Caná de Galilea,
pueda volver la alegría y la fiesta
después de este momento de prueba.

Ayúdanos, Madre del Divino Amor,


a conformarnos a la voluntad del Padre
y a hacer lo que nos dirá Jesús,
que ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos.
Y ha cargado nuestros dolores para llevarnos,
a través de la Cruz, al gozo de la Resurrección.
Amén.

Bajo tu protección, buscamos refugio,


Santa Madre de Dios.
No desprecies las súplicas
de los que estamos en la prueba y
líbranos de todo peligro,
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¡oh Virgen gloriosa y bendita!

LUNES 13 DE ABRIL DE 2020


Quinto Misterio Gozoso:

EL NIÑO PERDIDO Y HALLADO EN EL TEMPLO


Lectura del Evangelio de san Lucas 2, 41–47.

MARÍA, MUJER DEL DESCANSO


El cuadro del Raffaello presenta a la Virgen sentada y con el pequeño Jesús que
descansa en sus brazos; también María, como todas las madres, buscó calmar el llanto
de su niño apretándolo a su pecho, acunándolo con ternura.
La tradición popular entendió con tanta profundidad esta actitud materna de María, que
en ocasión de la navidad se realizaron interminables canciones o villancicos hasta
pensar en una de nuestra innata necesidad de sentirnos acunados en sus brazos maternos
y encontrar descanso en su seno.
El título de “María, mujer del descanso” se refiere tanto al niño que duerme en los
brazos de María y al esposo que duerme a lado. Solo a lado de una mujer como María,
un hombre acostumbrado a las dificultades de la vida como José puede descansar con
serenidad y soñar ininterrumpidamente. El carpintero de Nazaret, lo sabemos, es el
hombre de los sueños.
Quien sabe cuántas veces habrá dicho a José: ¿cómo te sientes? ¡Te veo cansado!
Descansa un poco”.
Nadie como ella experimentaba el “sábado” del Señor, cada vez que cantaba el Salmo
22: “en prados de hierba fresca me hace descansar…”.
Talvez también Jesús habrá aprendido de ella este estilo de ternura que usaba con los
Apóstoles cuando, viéndolos cansados, decía a ellos: “vengan aparte, en un lugar
solitario, y descansen un poco”. O cuando invitaba las multitudes, aplastadas por la
fatiga de vivir, con estas palabras: “vengan a mí, todos ustedes que son agobiados y
fatigados, y yo les aliviaré”.
Santa María, mujer del descanso, acorta nuestras noches cuando no logramos dormir.
¡Cómo es dura la noche sin sueño! Ponte a lado nuestro cuando con los sedantes no
logramos cerrar ni un ojo y la cama más esponjosa se vuelva una tortura.
Vigila el descanso de los que viven solos. Fortalece el descanso de quien está en
hospital bajo un suero. Calma la inquietud y la preocupación nocturna de quien no está
quieto en la cama bajo llantos de remordimientos. Dobla los trapos de quien duerme
bajo los puentes y calienta los cartones con los cuales los pobres se protegen del frio la
noche.
Santa María, mujer del descanso, queremos implorarte por todos aquellos que anuncian
el evangelio. Algunas veces los encontramos cansados y desconfiados, y parecen decir
como San Pedro: “hemos trabajado toda la noche, y no hemos pescado nadas”.
Frénalos, cuando su generosidad pastoral los lleva a descuidar su misma persona;
llámalos al deber del descanso. Aléjalos del furor de la acción y ayúdales a dormir
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tranquilos. No los dejes caer en la tentación de reducir las cuotas mínimas del sueño por
causa del Reino, porque el estrés apostólico no es incienso agradable a Dios.
Por lo tanto, cuando en la liturgia de las horas rezan el Salmo 126, cántalo con ellos y
pon una voz fuerte cuando lleguen a los versículos en los cuales se dice que es inútil
levantarse de mañana temprano o ir tarde a descansar la noche, porque “a sus amigos,
el Señor da el pan mientras duermen”.
Entenderán muy bien que usted no les invita al desempeño, sino a poner todo en las
manos de aquel que da fecundidad al trabajo de los hombres.
Santa María, mujer del descanso, ofrécenos el gusto del domingo. Haznos sentir el gusto
antiguo de detenernos frente a la Iglesia y conversar con los amigos sin mirar al reloj,
aléjanos de la agitación y libéranos de la ansiedad de las cosas, pero más que todo,
háganos comprender que, si el secreto del descanso físico está en las pausas semanales,
en las vacaciones o en los feriados a lo largo del año, el secreto de la paz interior
consiste en perder tiempo con Dios, El ni pierde tanto con nosotros.
Entonces, aunque si tardamos regresando en la noche, espéranos siempre frente a la
puerta de la casa al término de nuestro caminar fatigoso y si no encontramos otras
almohadas donde recostar la cabeza, ofrécenos tu espalda sobre la cual sosegar nuestro
cansancio y dormir tranquilos.
Gracias.

Oremos por toda la familia humana, en especial por nuestras familias ecuatorianas.
Por nuestros abuelos y todos los ancianos del mundo, los padres y madres de familia,
los jóvenes y por todos los niños.

Padre Nuestro…
10 Ave María…
Gloria…
Dios te salve, Reina y Madre…

MARTES 14 DE ABRIL DE 2020


Quinto Misterio Doloroso:

 LA CRUCIFIXIÓN Y MUERTE DE NUESTRO SEÑOR


Lectura del Santo Evangelio de Lucas 23, 33-34, 44-46; Juan 19, 33-35

MARÍA, MUJER DEL VINO NUEVO


En el Evangelio hay un episodio, el de las bodas de Caná, que las últimas
profundizaciones bíblicas nos obligan a revisar, sobre todo por lo que se refiere al rol de
María.
Quién sabe cuántas veces también nosotros nos conmovimos frente a la sensibilidad de
la madre de Jesús, quien con delicadeza femenina intuyó en Caná el malestar de los
esposos sin vino, rápido empujó a su Hijo, cesando desde el comienzo el disgusto que
estaba naciendo.
Parece cierto que la intención del evangelista no era tanto la de poner en evidencia la
solicitud de María a favor de los hombres o la potencia de su intercesión hacia el Hijo,
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sino más bien la de presentarla como aquella que percibe inmediatamente el disolverse
del pequeño mundo antiguo y anticipando la “hora” de Jesús, introduciendo sobre la
mesa no solo los vasos de vino por la fiesta, sino los primeros fermentos de la novedad.
Gracias a ella, en la sala de bodas aparecen la fiesta y la novedad. Lo confirma un
detalle en particular del evangelista Juan muy importante: los seis cántaros de piedra de
los que utilizaban los judíos para sus ritos de purificación; estorbantes en su amplitud;
helados como cadáveres, porque eran de piedra; inútiles, porque vacías para las
purificaciones que no son capaces de ofrecer; seis y no siete que sería el numero
perfecto, símbolo de lo que nunca llegará a plenitud, que siempre estará más bajo de
cualquier legítima espera y de cada necesidad del corazón.
Frente a este escenario representado por estos cantaros de piedra como las dos tablas de
Moisés, María no solo se da cuenta de que la vieja alianza es deteriorada y que la
antigua economía de salvación, fundamentada sobre las prescripciones de la ley, cerró
desde tiempo su contabilidad, sino que solicita la transición.
María se da cuenta que el mundo vive en la tristeza e invoca de su Hijo no un desgarro a
la ley de la naturaleza, sino a la naturaleza de la ley; ésta no contiene nada, no es capaz
de purificar a nadie, ni alegrar el corazón de nadie.
Interviene anticipadamente y pide a Jesús un anticipo del vino de la nueva alianza, que
ella portará inexorablemente en la hora de la Cruz.
Santa María, mujer del vino nuevo, cuántas veces experimentamos también nosotros
que el banquete de la vida languidece y la felicidad se apaga en el rostro de los
invitados, es el vino de la fiesta que se acaba.
Sobre nuestra mesa no nos falta nada, pero sin el jugo de la vid, perdemos el gusto del
pan que sabe de trigo. Masticamos aburridos los productos de la opulencia, pero con la
avidez de los epulones y con la rabia de quien no tiene hambre las provisiones de
sentido se han agotado. No tenemos vino.
Ten compasión de nosotros y devuélvenos el gusto de las cosas. Solo en esta forma los
cántaros de nuestra existencia se llenarán de sentidos, de verdaderos valores y el deseo
de vivir y hacer vivir nos hará experimentar finalmente tus gozos.
Santa María, mujer del vino nuevo, que en Caná de Galilea provocaste antes del tiempo
el más grande éxodo de la historia, pidiendo a Jesús la prueba de la Pascua definitiva,
permanece con nosotros como símbolo imperecedero de la juventud.
Presérvanos de las falsas seguridades, del aburrimiento de la monotonía ritual, de la
confianza incondicionada a los esquemas y al uso idolátrico de la tradición. Haznos
entender que la encierro a las novedades del Espíritu y el acostumbramiento a los
horizontes de bajos perfiles nos ofrecen solo la melancolía y la tristeza de un
envejecimiento precoz.
Santa María, mujer del vino nuevo, nosotros te agradecemos porque con las palabras
“hagan todo lo que él les dirá” nos revela el misterioso secreto de la juventud.
Gracias.
Oremos por los responsables de la salud, médicos, enfermeros y enfermeras y personas
cercanas que están al cuidado de los demás, que se sienten agobiado por el cansancio y
enfrenta con generosidad, que en estos momentos difíciles vean en sus hermanos al
mismo Cristo sufriente.

Padre Nuestro…
10 Ave María…
Gloria…
Dios te salve, Reina y Madre…
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MIÉRCOLES 15 DE ABRIL DE 2020


Quinto Misterio Glorioso:

LA CORONACIÓN DE LA VIRGEN SANTÍSIMA COMO REINA DE CIELOS Y


TIERRA.
Lectura del Santo Evangelio de Sal. 45, 14-15 ; Ap. 11, 19;12, 1

MARÍA, MUJER DEL SILENCIO


Entre los tantos nombres marianos, en los cuales no se sabe si admirar más la fantasía
de los poetas o la ternura de la piedad popular, encontré uno de extraordinaria encantó:
María, catedral del silencio.
Claro, hoy es difícil experimentar el silencio en las catedrales de nuestras ciudades. Pero
quienes entran con la intención y las ganas de rezar, encontrará siempre la situación y el
lugar justo. María es como una catedral gótica que custodia el silencio celosamente. No
lo rompe ni tampoco cuando habla; es que María es como una catedral del silencio.
Es, antes de todo, una mujer de pocas palabras. En el Evangelio habla apenas cuatros
veces: Al anuncio del Ángel, cuando canta el Magníficat, cuando encuentra Jesús en el
templo y en Cana de Galilea.
Luego, después de haber recomendado a los siervos de la boda escuchar la única palabra
que vale, ella se calla para siempre.
Pero su silencio no es solo ausencia de palabras, no es el vacío de rumores, más bien es
el envoltorio teológico de una presencia. La cascara de una presencia, el seno que
custodia la Palabra.
Uno de los últimos versículos de la Carta a los Romanos nos ofrece la frase
interpretativa del silencio de María, donde habla de Jesucristo como “revelación del
misterio callado por siglos eternos”, Cristo, misterio callado, escondido, o sea, secreto,
literalmente envuelto en el silencio.
En otros términos: el Verbo de Dios en el seno de la eternidad estaba envuelto en el
silencio, entrando en el seno de la historia no podía tener otras vendas y María las
ofreció con su persona.
Se hizo en esta forma la prolongación terrenal de aquel arcano silencio del cielo. Fue
constituida símbolo para quienes desean mantener secretos de amor. Y para todos
nosotros se quedó como cofre silencioso de la Palabra: “custodiaba todas estas cosas
en su corazón”.
Santa María, mujer del silencio, llévanos nuevamente a las fuentes de la paz; libéranos
del asedio de las palabras vanas, de las nuestras, antes de todo, pero también de las de
los demás. Que entendamos que solo y cuando nosotros callamos Dios nos hablará,
haznos entender que Dios se comunica al hombre sólo sobre la arena del desierto.
Explícanos el sentido profundo de aquel texto de la Sabiduría, que antiguamente se leía
en la navidad, haciéndonos exultar maravillados: “mientras un profundo silencio
envolvía todas las cosas, y la noche era a mitad de su camino, tu Palabra todopoderosa
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desde el cielo, desde tu trono real, bajo sobre la tierra...”. Despierta el corazón nuestro
de la nostalgia de aquella silenciosa noche del primer pesebre.
Santa María, mujer del silencio cuéntanos de tus encuentros con Dios, dónde iba usted
para escuchar su voz; qué discursos hacías, alrededor de la fuente del pueblo, con tus
compañeras de juventud. Que transmitías a José cuando a la puesta del sol te conducía
hacia las lomas de Nazaret o tomándote de la mano, te conducía hacia el lago de
Tiberiades en las jornadas de sol.
¿El misterio que escondías en tu seno le confiaste con palabras o con lágrimas de
felicidad? ¿Que se han dicho, por treinta años alrededor de aquella sencilla mesa de
pobres?
Santa María, mujer del silencio, acéptanos en tu escuela, mantennos alejados de muchos
rumores entre los cuales nos arriesgamos de aturdirnos, presérvanos de aquel morboso
deseo de noticias, de mensajes de WhatsApp que nos hacen sordos la “Buena Noticia” y
a tu palabra.
Transfórmanos en operadores de aquella ecología acústica, que nos restituya el gusto de
la contemplación, aún en medio de nuestras ciudades.
Ayúdanos a entender que solo en el silencio maduran las cosas grandes de la vida: la
conversión, el amor, el sacrificio y la muerte.
Una última cosa queremos pedirte, Madre dulcísima, que experimentaste, como Cristo
en la cruz, el silencio de Dios, no te alejes de nuestro lado al momento de la prueba,
sigue estando junto a nosotros y en aquel momento rompe también el silencio y dinos
palabras de amor y experimentaremos sobre nuestra piel el silencio salvífico de la
Pascua.
Gracias.

Oremos para todos los hermanos y hermanas enfermos, especialmente en estos


momentos por los que están infectados por el coronavirus, por sus familiares y por todos
los que sufren en el alma y en el cuerpo, también por los que están privados de su
libertad.

Padre Nuestro…
10 Ave María…
Gloria…
Dios te salve, Reina y Madre…

JUEVES 16 DE ABRIL DE 2020


Tercer Misterio Luminoso:

SU ANUNCIO DEL REINO DE DIOS, INVITANDO A LA CONVERSIÓN


Lectura del Santo Evangelio de Marcos 1, 15, 21; 2,3-11; Lucas 7, 47-48

MARÍA, MUJER OBEDIENTE


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Muchas veces escuchamos hablar de obediencia ciega, más nunca de obediencia sorda.
¿Por qué?
Recorramos a la etimología que algunas veces puede iluminar también la ascética.
Obedecer viene desde el latín “ab–audire” que significa “escuchar estando frente”:
cuando descubrí el origen de esta palabra, yo también me liberé progresivamente del
falso concepto de obediencia entendida como cancelación pasiva de mi voluntad y
entendí que ella no tiene nada que ver con el concepto de “renunciar”. Quien obedece
no anula su libertad, sino que la exalta. No mortifica sus talentos, sino que los filtra por
la lógica evangélica activando los mecanismos de la escucha y del dialogo.
“Obedecer de pie” parece una frase sospechosa, mientras tanto es el descubrimiento de
la auténtica naturaleza de la obediencia, cuya dinámica supone uno que habla y otro que
conteste. Uno que haga la propuesta con respeto y el otro que adhiere con amor, uno que
presente un proyecto sin sombra de violencia y el otro que con gozo interiorice la
indicación.
De hecho, se puede obedecer solo estando de píe; de rodilla uno se pone debajo, no se
obedece, se sucumbe, no se ama, uno se resigna, pero no colabora. La obediencia, de
hecho, no es tragar una injusticia, sino hacer una experiencia de libertad. No es silencio
resignado frente a prevaricaciones, sino acogida gozosa de un plan superior, es una
respuesta de amor.
Quien obedece no termina de querer, sino que se identifica hasta a tal punto con la
persona a la cual quiere hacer coincidir con su propia voluntad.
Este es el análisis lógico y gramatical de la obediencia de María; espléndida creatura no
se dejó expropiar de su libertad, ni tampoco del Creador, pero diciendo “Fiat” se
abandonó a Él libremente y entró en la órbita de la historia de la salvación. Con tal
conciencia responsable, el Ángel Gabriel regresó al cielo llevando al Señor un anuncio
igualmente gozoso como el anuncio que llevó sobre la tierra a María.
Tal vez no sería equivocado titular el primer capítulo de Lucas como el “anuncio del
Ángel al Señor” más que “el anuncio del Ángel a María”.
Santa María, mujer obediente, tu que tuviste la gracia de caminar frente a Dios, haz que
también nosotros, siguiendo tu ejemplo, podamos ser capaces de buscar su rostro.
Ayúdanos a entender que solo en su voluntad podemos encontrar la paz, y cuando Él
nos provoque y nos pida saltar en la obscuridad para poder alcanzarlo, líbranos de los
vértigos del vacío y otórganos la seguridad que los que obedecen al Señor así no nos
golpearemos contra el suelo, sino que caeremos siempre en sus brazos.
Santa María, mujer obediente, tú sabes muy bien que el rostro de Dios, mientras
caminemos sobre esta tierra, podemos solo encontrarlo en las numerosas mediaciones
de los rostros humanos; ofrécenos, por lo tanto, los ojos de la Fe para que nuestra
obediencia se concrete en el cotidiano.
Santa María, mujer obediente, que para salvar la vida de tu Hijo no seguiste los órdenes
de los tiranos, escapando a Egipto te hiciste para nosotros un ícono de resistencia pasiva
y de desobediencia civil, ofrécenos el orgullo de la objeción cada vez que la conciencia
nos siguiere que tenemos que obedecer a Dios más que a los hombres.
Y para que en este discernimiento difícil no nos falte tu inspiración, permítenos que, por
lo menos podamos invocarte en esta forma: Santa María, mujer de la desobediencia,
ruega por nosotros.
Gracias.

Oremos por los gobernantes, por aquellos que están llamados a tomar decisiones
importantes para el bien de todos, en especial por los investigadores y científicos que el
Señor ilumine sus mentes.
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Padre Nuestro…
10 Ave María…
Gloria…
Dios te salve, Reina y Madre…

VIERNES 17 DE ABRIL DE 2020


Primer Misterio Doloroso:

LA AGONÍA EN EL HUERTO
Lectura del Santo Evangelio de Lucas 22, 39-46

MARÍA, MUJER DEL SERVICIO


ciertamente la costumbre moderna vio algo negativo en el lenguaje antiguo, así que en
vez de hablar de “sierva”, el vocabulario, usa términos más de moda y habla de “colf”
(empleada doméstica) o de otros términos similares.
Pero María escogió esta palabra por dos veces en el evangelio de Lucas donde ella se
autodefine “sierva”.
La primera vez, cuando contesta al Ángel, le ofrece su tarjeta de presentación: “aquí
está la sierva del Señor”, y la segunda cuando en el Magníficat afirma que “Dios ha
mirado a la humildad de su sierva”.
Mujer de servicio a título pleno, un título que ella incorpora casi por derecho de
nacimiento, un título que durante la boda de Caná la autoriza a dirigirse a los siervos
con aquellas palabras que también para nosotros siguen siendo una exigente consigna:
“hagan lo que él les dirá”.
Sin embargo, este título, así autorreferencial no se encuentra en las Letanías; talvez
porque en la Iglesia la idea de servicio evoca ideas no tan agradables, alude a una
disminución de dignidad, a perder cargos
de rango que parecen incompatibles con el prestigio de la Madre de Dios.
Todo esto hace pensar y sospechar que también la diaconía de la Virgen haya quedado
como un concepto ornamental y no un principio que debería dar sentido y vitalidad a
nuestra existencia.
Santa María, sierva del Señor, que te entregaste en alma y cuerpo a Él, ingresando en la
sencilla casa de Nazaret como colaboradora familiar en su obra de salvación, que la
gracia introdujo en la intimidad trinitaria y te ha hecho cofre de las confidencias divinas
domestica del Reino. Humilde esclava del Señor, que interpretaste el servicio no como
una reducción de libertad, sino como pertenencia a la estirpe de Dios, te pedimos de
aceptarnos en aquella escuela del
servicio permanente del cual fuiste una verdadera maestra.
Nosotros nos fatigamos al ponernos a las dependencias de Dios, la
confianza en las manos del Señor nos parece un juego poco interesante, el someterse al
Señor lo sentimos como una esclavitud. Somos celosos de nuestra autonomía y la
afirmación solemne que “servir a Dios significa reinar” no nos convence mucho.
Santa María, sierva de la Palabra, sierva a tal punto que, además que escucharla y
custodiarla, la acogiste encarnada en el Cristo, ayúdanos a poner a Jesús al centro de
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nuestra vida y a experimentar las secretas insinuaciones. Ofrécenos tu ayuda para serle
fiel hasta el final.
Ofrécenos las bienaventuranzas de aquellos siervos que Él, regresando en el corazón de
la noche, encontrará despiertos y luego de ponerse la toalla nos hará tomar asiento y
pasará a servirnos a la mesa.
Ayúdanos a que el Evangelio se haga nuestra norma inspiradora de cada decisión
cotidiana. Haznos capaces de obediencias gozosas y ponnos alas en nuestros pies para
que a la Palabra podamos ofrecerle el servicio misionero del anuncio, hasta los extremos
confines de la tierra.
Santa María, sierva del mundo, que inmediatamente después de haberte declarado sierva
de Dios, corriste a hacerte sierva de Isabel,
confiere a nuestros pasos la prisa con la cual fuiste a la ciudad de Judea, símbolo de
aquel mundo frente al cual la Iglesia es llamada a ponerse la toalla para servir.
Reina y esclava que experimentaste las tribulaciones de los pobres, ayúdanos a poner a
la disposición de ellos nuestra vida, con los gestos discretos del silencio y no con el spot
publicitario del protagonismo.
Abre nuestro corazón a los sufrimientos de los hermanos y llena nuestros ojos de ternura
y de esperanza para poder siempre intuir las necesidades de ellos; los mismos ojos que
tu tenías en Caná de Galilea.
Gracias.

Oremos por el Papa Francisco, los Obispos, presbíteros, diáconos, por toda la Iglesia,
por cada bautizado y por cada hombre y mujer de buena voluntad.

Padre Nuestro…
10 Ave María…
Gloria…
Dios te salve, Reina y Madre…

SÁBADO 18 DE ABRIL DE 2020


Primer Misterio Gozoso:

LA ANUNCIACIÓN.
Lectura del Santo Evangelio de Lucas 1, 30-32, 38.

MARÍA, MUJER VERDADERA


Cuando pienso en María e luego veo en la televisión las lágrimas de las mujeres de
Palestina o veo sobre las revistas misioneras los rostros desnutridos de las mujeres de la
Amazonía o las condiciones
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inhumanas de las jóvenes del Bangladés, me pregunto si tiene algo en común con estas
infelices creaturas la historia de María.
Y cuando a lo largo de la vía publica veo “una de aquellas” que la miseria, más que por
confusión, fue empujada a venderse para sobrevivir, me pregunto si María seguiría
rápido su caminar como hago yo en mi supuesta prudencia. Me resulta, sin embargo,
muy difícil imaginar cuáles palabras, parándose, saldrían de su boca.
Así todas las veces que escucho las penas de muchas mujeres violentadas y limitadas en
los derechos más fundamentales por parte de los “machos”, tengo mucha dificultad en
suponer cual relación existe entre María y estas creaturas cuya mansedumbre parece
dulzura, pero es resignación que se expresa como condescendencia, pero es humillación,
muestra sonrisa, pero esconde la melancolía de las lágrimas.
Qué piensan de María las azafatas de los Boeing intercontinentales o las que forman el
cuerpo de baile del Bolshoi. La cadena de plata o de oro con la medalla de la virgen
María que colgamos al cuello qué reacciones suscita en los atletas de equipos
internacionales presentes en el mundo. O qué piensan las presentadoras de la televisión.
María es buena solo como punto de referencia para las monjas de claustro o para las
muchachas de casa e iglesia, o ¿es la aspiración importante y fuerte de cada mujer que
quiere vivir con plenitud su feminidad?
Las mujeres de la tierra la miran con ternura porque en su vida terrenal resumió y vivió
los misterios dolorosos de todas sus situaciones, porque es el símbolo elocuente de
quien experimenta los misterios gozosos del éxodo desde las antiguas condiciones de
esclavitud y porque es la imagen que sintetiza los misterios gloriosos de la definitiva
liberación de la mujer de todas las esclavitudes de la historia que desfiguraron su
dignidad.
Son cuestiones, tal vez un poco ilógicas a las cuales no se dar una respuesta, pero para
las cuales se ofrecer una oración:
Santa María, mujer verdadera, icono del mundo femenino, nosotros te
imploramos por todas las mujeres de la tierra.
Cuando en el Calvario te partieron el alma, no hay llanto de madre que te sea
extraño, no hay soledad de viuda que tú no hayas experimentado, no hay
humillación de mujer de la cual no te sientas desalentadas.
Apareciste, así, sencillamente mujer hasta tal punto que tu unigénito muriendo
no supo llamarte con otro nombre que “mujer, aquí está tu hijo”.
Santa María, mujer verdadera, ícono del mundo femenino, ayúdanos a leer la historia y
a interpretar la vida, después de tanto machismo imperante, con las categorías tiernas y
al mismo tiempo fuertes de feminidad.
Ayúdanos a agradecer a Dos que para humanizar la tierra se sirve
del hombre, sin lograrlo mucho, y para humanizar al hombre quiere servirse de la mujer
con la seguridad de que esta vez no fallará.
Gracias.

Oremos por las almas de aquellos hermanos y hermanas fallecidos, que nuestra Madre
santísima la Virgen María interceda por ellos ante Jesús su Hijo, y alcance la paz, el
consuelo y el don de la esperanza a sus familiares.

Padre Nuestro…
10 Ave María…
Gloria…
Dios te salve, Reina y Madre…
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DOMINGO 19 DE ABRIL DE 2020


Primer Misterio Glorioso:

LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR


Lectura del Santo Evangelio de Mateo 28, 5-6.

MARÍA, MUJER DEL PUEBLO


Efectivamente el Señor la escogió de allí, hoy diríamos, desde los barrios populares,
llenos de sudor, barrios bajos en todos los sentidos, donde las casas pobres de los pobres
siguen paradas es porque se apoyan recíprocamente.
Pienso en ciertas periferias donde los mosquitos bullen en los charcos de agua; el Señor
descubrió a María exactamente allí, no a lo largo de las vías de la capital, sino en un
pueblo de pastores de ovejas, desconocidos en el Antiguo Testamento, e indicado por
los habitantes de los pueblos vecinos con este sarcasmo: “¿Desde Nazaret, puede venir
algo bueno?”.
La encontró allí, en medio de la gente común; María no tenía ninguna descendencia
dinástica importante, José sí, aunque era un carpintero que descendía de la estirpe de
David; ella, mientras tanto, era una mujer del pueblo.
Antes de ser madre, María era una hija del pueblo, pertenecía más bien al alma más
íntima del pueblo: a los “anawin”, al grupo de los pobres.
María, mujer del pueblo, se mezcla con los peregrinos que subían al templo. Hay en el
Evangelio de Marcos un ícono de gran belleza que delinea la naturaleza, la vocación y
el destino popular de María, un día, mientras que Jesús está hablando a la muchedumbre
que lo escuchaban sentados, llega ella con unos parientes, quienes lo advierte de su
presencia, Jesús mirando alrededor a todas las personas, dice: “aquí está tu madre”,
parece una actitud de poca educación, mientras tanto, la respuesta de Jesús, que
identifica a su madre con la muchedumbre, es el momento más esplendido ofrecido a
María, mujer del pueblo.
Santa María, mujer del pueblo, gracias, porque viviste con la gente, antes y después del
anuncio del ángel. Gracias, porque, aunque si eras consiente de ser la madre de Dios, no
te retiraste a vida privada, sino que quisiste saborear hasta el fondo las experiencias
pobres y dolorosas de todas las mujeres de Nazaret.
Gracias por el sábado para alabar al Señor, donde participabas con tus amigas a las
funciones comunitarias de la sinagoga.
Santa María, mujer del pueblo, hoy más que nunca necesitamos de ti. Vivimos
momentos y tiempos difíciles donde al espíritu comunitario se sobreponga al espíritu de
secta, que los ideales de solidaridad sustituyan al instinto de pequeños grupos, donde el
particular aplasta el bien público.
Ofrécenos una ayuda para que podamos reforzar nuestra conciencia de pueblo que se
está muriendo.
13

Nosotros los creyentes, que por definición somos llamados “pueblo de Dios”, sentimos
el deber de ofrecer un fuerte testimonio de comunión, para que el mundo pueda mover
sus pasos y sigue cercana a nosotros en esta difícil empresa.
Santa María, mujer del pueblo, enséñanos a compartir con la gente los gozos y las
esperanzas, las tristezas y las angustias que caracterizan el camino de nuestra gente.
Danos el gusto de estar al centro, como lo estuviste en el Cenáculo. Libéranos de la
autosuficiencia y también del aislamiento.
María, que eres invocada en los barrios de América Latina y en los rascacielos de New
York, haz justicia a los pueblos destruidos por la miseria y ofrece la paz interior a los
pueblos aburridos a causa de la opulencia. Inspira orgullo en los primeros, ternura en los
segundos y restitúyelos al gozo del vivir.
Gracias.

Oremos por los trabajadores de la salud del mundo entero, que estos días, arriesgando
su vida, entregan su vida y conocimientos en favor de la sociedad entera.

Padre Nuestro…
10 Ave María…
Gloria…
Dios te salve, Reina y Madre…

ORACIÓN A SAN JOSÉ. (Todos los días)

Oración del Papa Francisco a san José.

Protege, Santo Custodio, a nuestro país.


Ilumina a los responsables del bien común
para que sepan, como tú, preocuparse
por las personas confiadas
a los que tienen responsabilidad.

Dona la inteligencia de la ciencia


a cuantos buscan medios adecuados
para la salud y el bien físico de los hermanos.
Sostiene a quien se entrega por los necesitados:
los voluntarios, los enfermeros, los médicos,
que están en la primera línea del cuidado a los enfermos,
también a costa de su propia seguridad.

Bendice, San José, a la Iglesia:


a partir de sus ministros,
hazla signo e instrumento de tu luz y de tu bondad.
Acompaña, San José, a las familias:
con tu silencio orante, construyes la armonía
entre padres e hijos, de modo particular
entre los más pequeños.

Preserva a los ancianos de la soledad:


haz que ninguno quede a merced
de la desesperación del abandono y del desánimo.
14

Consuela a los más frágiles, fortalece a quien duda,


intercede por los pobres.
Con la Virgen María, suplica al Señor
para que libere al mundo
de toda pandemia. Amén.

YO ME QUEDO EN CASA, SEÑOR. (Todos los días)

¡Yo me quedo en casa, Señor! Y caigo en la cuenta de que, también esto, me lo


enseñaste Tú viviendo, obediente al Padre, durante treinta años en la casa de
Nazaret, esperando la gran misión.

¡Yo me quedo en casa, Señor! Y en la carpintería de José, tu custodio y el mío, aprendo


a trabajar, a obedecer, para lijar las asperezas de mi vida y preparar una obra de
arte para Ti.

¡Yo me quedo en casa, Señor! Y sé que no estoy solo porque María, como cada madre,
está ahí detrás haciendo las tareas de casa y preparando la comida para nosotros,
la familia de Dios.

¡Yo me quedo en casa, Señor! Y responsablemente lo hago por mi bien, por la salud de
nuestra ciudad, de mis seres queridos y por el bien de mi hermano, el que Tú has
puesto a mi lado pidiéndome que vele por él en el jardín de la vida.

¡Yo me quedo en casa, Señor! Y, en el silencio de Nazaret, trato de orar, de leer, de


estudiar, de meditar, y ser útil con pequeños trabajos para hacer más bella y
acogedora nuestra casa.

¡Yo me quedo en casa, Señor! Y por la mañana te doy gracias por el nuevo día que me
concedes, tratando de no estropearlo, de acogerlo con asombro como un regalo y
una sorpresa de Pascua.

¡Yo me quedo en casa, Señor! Y, a mediodía, recibiré de nuevo el saludo del Ángel, me
haré siervo por amor, en comunión contigo, que te hiciste carne para habitar en
medio de nosotros; y, cansado por el viaje, te encontraré sediento junto al pozo de
Jacob, y ávido de amor sobre la Cruz.

¡Yo me quedo en casa, Señor! Y si al atardecer me atenaza un poco de melancolía, te


invocaré como los discípulos de Emaús: «Quédate con nosotros, porque atardece
y el día va de caída».

¡Yo me quedo en casa, Señor! Y en la noche, en comunión orante con tantos enfermos y
personas solas, esperaré la aurora para volver a cantar tu misericordia y decir a
todos que, en las tempestades, Tú eres mi refugio.

¡Yo me quedo en casa, Señor! Y no me siento solo y abandonado, porque Tú dijiste:


«Yo estoy con ustedes todos los días». Sí, y sobre todo en estos días de
desamparo, Señor, en los que, si mi presencia no se hace necesaria, alcanzaré a
todos con las únicas alas de la plegaria. Amén.
15

VENI CREATOR SPIRITUS. (Todos los días)


Ven, Espíritu Santo creador
ven a visitar nuestro corazón
y llena con tu gracia viva y celestial
nuestras almas,
que tu creaste por amor.

Tú, a quien llaman el gran Consolador,


don del Dios altísimo y Señor,
eres vertiente viva, fuego, que es amor,
de los dones del Padre, el dispensador.

Tú, Dios que plenamente se nos das


Dedo de la mano paternal,
eres tú la promesa que el Padre nos dio;
Tu palabra enriquece hoy nuestro cantar.

Los sentidos tendrás que iluminar,


nuestro corazón inflamarás
y nuestro cuerpo frente a toda tentación
con tu fuerza constante ven a reafirmar.

Aparta de nosotros la opresión


tu paz danos pronto, sin tardar;
Y, siendo tu nuestra guía, nuestro conductor,
Evitemos así cualquier error o mal.

Danos a nuestro Padre conocer


a Jesús, el Hijo comprender,
y a ti, Dios que procedes de tu mutuo amor
te creemos con sólida y ardiente Fe.
Amen.
LECTURA Y MEDITACIÓN PERSONAL.
Lunes 13 de abril de 2020

EVANGELIO DEL DÍA.


Según san Mateo 28,8-15

SALMO RESPONSORIAL.
Del salmo 15
R. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.

LECTURA Y MEDITACIÓN PERSONAL.


Martes 14 de abril de 2020

EVANGELIO DEL DÍA.


Según san Juan 20, 11-18.

SALMO RESPONSORIAL.
16

Del salmo 32
R. La misericordia del Señor llena la tierra.

LECTURA Y MEDITACIÓN PERSONAL.


Miércoles 15 de abril de 2020

EVANGELIO DEL DÍA.


Según san Lucas 24,13-35

SALMO RESPONSORIAL.
Del salmo 104
R. Que se alegren los que buscan al Señor.

LECTURA Y MEDITACIÓN PERSONAL.


Jueves 16 de abril de 2020

EVANGELIO DEL DÍA.


Según san Lucas 24,35-48.

SALMO RESPONSORIAL.
Del salmo 8
R. Señor, dueño nuestro
¡que admirable es tu nombre en toda la tierra!

LECTURA Y MEDITACIÓN PERSONAL.


Viernes 17 de abril de 2020

EVANGELIO DEL DÍA.


Según san Juan 21,1-14

SALMO RESPONSORIAL.
Del salmo 117
R. La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular

LECTURA Y MEDITACIÓN PERSONAL.


Sábado 18 de abril de 2020

EVANGELIO DEL DÍA.


Según san Marcos 16,9-15

SALMO RESPONSORIAL.
Del salmo 117
R. Te doy gracias, Señor, porque me escuchaste.

LECTURA Y MEDITACIÓN PERSONAL.


Domingo 19 de abril de 2020

EVANGELIO DEL DÍA.


Según san Juan 20,19–31
17

SALMO RESPONSORIAL.
Del salmo 117
R.  Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia

COMUNION ESPIRITUAL. (Todos los días)


Creo, Jesús mío, que estás real y verdaderamente
en el cielo y en el Santísimo Sacramento del altar.
Te amo sobre todas las cosas
y deseo vivamente recibirte dentro de mi alma,
pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente,
Ven al menos espiritualmente a mi corazón.
Y como si ya te hubiese recibido,
te abrazo y me uno del todo a Ti.
Señor no permitas que jamás
me aparte de Ti. Amen.

(San Alfonso María de Ligorio)

SÚPLICA A LA SIEMPRE VIRGEN MARÍA, SALUD DE LOS ENFERMOS

Virgen Madre de Cristo y de la Iglesia,


generaciones de creyentes se dirigen con confianza a ti
con el título de Salud de los Enfermos.

Míranos a nosotros, tus hijos,


en estos momentos de preocupación y de sufrimiento
a causa de la enfermedad que siembra temor y aprensión
en nuestras casas, en los lugares de trabajo y de distención.

Tu que haz conocido la incertidumbre del presente y del futuro


y con tu hijo has recorrido las vías del exilio,
recuérdanos que Él es nuestro camino, verdad y vida
y solo Él, que con su muerte venció nuestra muerte,
puede librarnos de todo mal.

Madre dolorosa a lado de la cruz del Hijo,


también tú conociste el sufrimiento:
aplaca nuestro sufrir
con tu mirada materna y con tu protección.

Bendice a los enfermos,


a quienes viven estos días en el miedo,
a las personas que a ellos se dedican
con amor y valentía,
a las familias, a los niños y jóvenes,
a la Iglesia y toda la humanidad.

Enséñanos ¡Oh Madre!


18

a hacer cada día lo que tu Hijo


dice a su iglesia.
Recuérdanos hoy y siempre,
en la prueba y en el gozo,
que Jesús se cargó de nuestros sufrimientos
y llevó sobre sus hombros nuestros dolores,
y con su sacrificio encendió en el mundo
la esperanza de una vida que no muere.

Santa Marianita de Jesús. Ruega por nosotros.


Santo Hermano Miguel. Ruega por nosotros.
Santa Narcisa de Jesús. Ruega por nosotros.
Beata Mercedes Molina. Ruega por nosotros.
Beato Emilio Moscoso. Ruega por nosotros.
San José, custodio de las familias. Ruega por nosotros.
Santa María, Salud de los enfermos. Ruega por nosotros.
Madre nuestra y de todos los hombres. Ruega por nosotros.

BENDICIÓN.

Que Dios todopoderoso en este tiempo pascual


aleje de nosotros toda adversidad
y nos conceda la abundancia de sus bendiciones.

En el nombre del Padre, Hijo y Espíritu Santo. ✠


Amén.

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