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Leer a Platón

Por Henar Lanza,


publicado en su blog #ferlonomics el 26 septiembre, 2013
Tras leer el artículo de César Rendueles “Brad Pitt contra la democracia”
publicado ayer 24/09/2013 en eldiario.es y todos los comentarios que generó
tanto a pie de página como en Facebook, le tomo la casa a Ferlosio1 para poder
tirar del hilo en un espacio apropiado.
Comparto la afirmación de César Rendueles sobre la locura de la democracia en
tanto “apuesta radical por la igualdad”. Que todos, absolutamente todos, incluso
los filósofos, tengamos el mismo derecho a intervenir en la vida pública, es, sí,
una locura. Pero dudo que el resultado de una democracia directa y total fuera
peor que el actual estado de cosas en el mundo. Por eso desconfiaría de
cualquiera que intentara materializar La República de Platón tal cual en el siglo
XXI.
Ni el propio Platón la escribió con tal fin: La República no es tanto una
propuesta que pretenda ser realizada, cuanto un análisis de las causas que
provocan la enfermedad del Estado, que no son otras que la codicia y la avaricia,
como se señala tanto al comienzo de esa indagación, en el libro II, como a lo
largo del libro VIII, cuando se enumeran las variedades del hombre y del estado
enfermos. Y dado que “el afán ilimitado de posesión de riquezas” (373d) trae
consigo la guerra, trae, también, la necesidad de un ejército “que pueda marchar
en defensa de toda la riqueza propia” (374a). Hay que añadir que, además de la
avaricia, otra de las causas que se señalan como origen de la corrupción es la
pobreza, como se recoge en el libro IV (421d – 422a).
A cada filósofo le preocupa un problema y conocerlo es la clave para
comprender su obra: los presocráticos contemplaban la naturaleza y buscaban
un principio que diera razón física y filosófica de todo lo existente, los atomistas
intentaban explicar el movimiento y el paso de lo uno a lo múltiple, Popper
quería combatir el totalitarismo y ofrecer una alternativa a la guerra y la
violencia… En este sentido, el problema que preocupó a Platón fue la injusticia:
que existiera la posibilidad de que un hombre pudiera ser acusado falsamente y
condenado a muerte, como le ocurrió a Sócrates. Sócrates, el más justo y el más
sabio, si hacemos caso del oráculo, pero también el más pesado de toda la
democracia ateniense. Al menos así lo retrata Platón en Apología, 30e, donde lo
describe como un “tábano” para sus conciudadanos. Sin embargo, a pesar de lo
cargante que podía llegar a ser y del poco dinero que ganaba para mantener a su
esposa Jantipa y a sus hijos, Sócrates nunca cometió ninguna injusticia, siempre
cumplió con sus deberes como ciudadano de Atenas y siempre acató sus leyes,
incluso cuando ello implicó su muerte.

1
Se refiere al escritor Rafael Sánchez Ferlosio, al que está dedicado el blog en el que se publica este
artículo.
Tanto en La República como en otros diálogos Platón busca y analiza varias
definiciones de la justicia, ofrecidas no sólo por filósofos, sino también por
legisladores, sofistas y poetas, coetáneos y anteriores; indaga cuáles son las
causas y consecuencias de la injusticia y se pregunta de qué manera podría el
hombre vivir, no sólo en sociedad, es decir, como ciudadano, sino en el
universo, esto es, cómo articular nuestra condición de fugaz microcosmos en el
gran macrocosmos. Así lo leemos en el Timeo, que es “la continuación de la
historia de La República” (Timeo, 19b), por eso es interesante leerlo al terminar
esta, no sólo por lo que le añade, sino por las diferencias que el propio Platón
introduce en su propuesta inicial tras el período de autocrítica que separa
ambos diálogos y que ha quedado reflejado en el Parménides, el Teeteto, El
Sofista y El Político.
La propuesta de Platón ante el problema de la injusticia y la corrupción que
experimenta todo hombre o grupo que detenta el poder no es tanto el gobierno
del filósofo-rey cuanto la formación del gobernante y su supeditación a la ley; no
en vano la última obra que escribió en su vida, y también la más extensa, fue Las
Leyes.
En nuestras democracias (al menos nominales) del XXI tenemos varias
opciones, dos de las cuales son: 1) seguir insistiendo en que en la Atenas de
Platón no todos los hombres eran ciudadanos y no todos los ciudadanos podían
acceder a una educación, como hace la lectura revisionista de Popper, o 2)
aprovechar toda reflexión previa sobre problemas actuales como la corrupción,
la injusticia y las dificultades que entraña la vida en común, y colaborar según
nuestras posibilidades, unos como padres, otros como profesores, otros como
legisladores, otros como matemáticos, otros como cómicos, etc., en la tarea de
conseguir ampliar el acceso a la educación, no para ser más listos -pues, como
escribe Aristóteles en su ética, no estudiamos para saber qué es la virtud, sino
para ser mejores-, sino para que las decisiones que tomemos cada vez que
ejerzamos nuestro derecho a participar por igual en la vida pública sean lo
menos dañinas posibles para el bien común.
Para que podamos distinguir, como hace Platón en el libro II de La República,
que hay dos formas de concebir la justicia: justicia como bien individual y
justicia como bien del Estado. La primera es la que nos lleva a comportarnos
como Giges cuando, gracias al poder del anillo, se vuelve invisible y entra en
casa ajena, mata al hombre, se acuesta con la mujer y se apodera de todo lo que
se le antoja (Rep. 360c).
Que quien gobierne sea filósofo es algo que incluso a Platón, tras sus fracasos en
Sicilia a la hora de poner en práctica dicha ocurrencia, le acabó pareciendo tan
imposible como poco deseable. Sin embargo, no abandonó del todo la idea de
que este, tras haber estudiado aritmética, geometría, astronomía, estereonomía
y música, y tras haber alcanzado una edad que propicie placeres racionales
como el diálogo y el manejo de las pasiones más arrebatadoras, colabore en la
elaboración de la legislación.
Que gobiernen los filósofos no quiere decir que sólo puedan gobernar los ricos,
los únicos que se pueden permitir filosofar mientras sus esclavos trabajan.
Carlos Fernández Liria lo ha explicado perfectamente: que gobiernen los
filósofos quiere decir que gobierne “el interés desinteresado de la razón”.
¿Quién debe gobernar entonces? ¿Uno, unos pocos, los mejores, los más fuertes,
los más ricos, los militares, los varones, todos, las leyes…? Hay tantas
propuestas como opiniones, pero frente a la temporalidad de la opinión y las
separaciones abisales que provoca, hay, como diría Badiou2, verdades
atemporales que pueden soldar los mundos: “el mayor de los castigos es ser
gobernado por alguien peor, cuando uno no se presta a gobernar” (Rep., 347c).
“Platón y la Academia” es una de las asignaturas que imparto en la universidad
donde trabajo. No es un curso de filósofos, sino de estudiantes de derecho,
economía, ingeniería, arte dramático, ciencias sociales, telecomunicaciones… De
todo lo que hemos hablado en el mes que llevamos estudiando a Platón juntos,
me quedo con tres de sus impresiones y reflexiones:
– “El Platón que leemos es distinto del Platón del que nos habían hablado”, no
sólo por los contenidos, sino por la forma literaria y los juegos que hay en y
entre los diálogos.
– “Si hoy en día nuestro lugar en la sociedad dependiera de cómo es nuestra
alma, muchos más optarían por desarrollar un alma racional”, la formulación
más concisa tanto del platonismo como del porqué de su fracaso (y el nuestro).
– “A Platón y a cualquier propuesta política hay que añadirle mucho amor”.

2
Se refiere a Alain Badiou, el filósofo francés que presuntamente habría intentado hacer un guión para
una adaptación al cine de La República, protagonizada por Brad Pitt como Platón y Sean Connery como
Sócrates. Puedes leer aquí el artículo del sociólogo César Rendueles, muy crítico con La República de
Platón, al que se refiere al principio el artículo que estás leyendo
Guía para leer el texto
- Averigua qué opina Platón sobre la democracia y cuál es la crítica que
hace a Platón el filósofo contemporáneo Karl Popper. Puedes buscar
información sobre su libro La sociedad abierta y sus enemigos en el que
atribuye a Platón ser uno de los padres del totalitarismo. ¿Por qué?
- En el artículo se dice que el problema principal que preocupa a Platón es
luchar contra la injusticia en la polis ateniense. ¿Cómo lo consigue según
él el modelo de polis que el propone en la República? En el artículo se
dice que la solución se encuentra en la formación del gobernante y que
éste se supedite a la ley. Piensa por qué dirá esto Platón, cómo lo
argumentará. Es decir, por qué cree él que dichas medidas evitarían la
injusticia en la polis.
- La solución de Platón al problema de la injusticia pasa por distinguir y
aceptar dos tipos de justicia: la ética y la política. La primera se
ejemplifica en el mito del anillo de Giges. En el artículo tienes citado el
fragmento de la República donde aparece. Busca información sobre él y
piensa en qué relación tiene esa historia con la justicia ética o individual.
¿Qué tiene que pasar para que un hombre sea justo desde el punto de
vista individual o ético?
- Averigua qué puede querer decir la frase del profesor Fernández Liria: “el
interés desinteresado de la Razón”
- De las dos maneras de seguir leyendo las ideas políticas de Platón en
nuestra democracia según el artículo, la autora, Henar Lanza, parece
decantarse por la segunda. Piensa a qué se refiere con aprender a tomar
decisiones que sean cada vez menos dañinas para el bien común.
Sería una buena idea consultar las citas de las obras de Platón que se aportan en
el texto. Las obras de Platón pueden encontrarse libremente en la Red. Se
dividen en números acompañados de letras de la a a la e. Suelen imprimirse en
el margen de la obra.

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