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Com, S., Ackerman, S. E., & Morel, M. P. (2011). Introducción a la comunicación. Retrieved from http://ebookcentral.proquest.com
El conocimiento para Peirce es por ilación , lo que significa que un signo remite a otro signo
y este a otro y así, sucesivamente, recibimos permanentemente signos que nos reenvían a otros
signos: por ejemplo, si vemos la calle mojada deducimos que ha llovido.
Para que algo sea un signo de otra cosa, esa cosa ya debe ser un signo. Esto significa que si
puede leerse una “mancha de sangre” como signo de “herida”, entonces debemos conocer el
signo “herida”, que debió construirse previamente.
Es imposible conformar un signo para un objeto que no haya sido constituido como signo
previamente. Para Peirce, sin embargo, es equívoco deducir de lo explicado que, como todo
objeto del signo es ya un signo, entonces toda elaboración de conocimiento, siempre
inevitablemente tenga como objeto otro conocimiento y por lo tanto lo real anterior al
pensamiento sea inabordable.
Peirce no niega la existencia del mundo material, objetivo, sino que refuta la posibilidad de
conocerlo independientemente de los signos.
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Cuando hay una relación de continuidad entre el signo y lo real hablamos de Índices. Por
ejemplo, un rayo (es índice de tormenta), una huella (es índice de alguien que pasó por ahí), etc.
Si el lazo que se produce entre el signo y la realidad es de carácter convencional hablamos de
símbolos. Ejemplo: palabras, logotipos, señales de tránsito, etc.
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Estas formas clasificatorias no son cerradas: al momento de analizar la realidad los distintos
tipos de signo pueden combinarse de manera múltiple. En el caso especifico de la fotografía, por
ejemplo, se trataría de un ícono (en tanto que hay semejanza con el objeto) pero también es un
índice en la medida que la fotografía es producto de su relación con el objeto que representa son
los haces lumínicos y sus diferencias de intensidad los que configuran los trazos de la foto, de
manera tal que podemos decir que la fotografía sería un signo icónico-indicial.
Los fenómenos de significación para Peirce son producto de la cooperación de tres instancias
que implican al representante, es decir el signo propiamente dicho; al representado, aquello de
lo que el signo da cuenta, y a un intérprete genérico, considerado como un muestrario
representativo portador de los hábitos interpretativos de la comunidad a la que pertenece.
Por lo tanto esta forma de pensar el signo también implica una manera de pensar la
comunicación, que puede describirse como proceso en donde un signo producido por un emisor
en función de un hecho real, es interpretado luego por un receptor.
Íconos
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Una buena parte de los autores se han interesado mucho en los problemas ligados a la
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interpretación de los signos, sosteniendo la idea, ampliamente difundida (en parte herencia de
la concepción de que a cada significante le corresponde solo un significado), de que la producción
y la interpretación implican procesos absolutamente reversibles. Es decir, que se puede captar a
nivel comprensión todo lo que el otro dice casi como un calco. Por lo que ‘interpretación’ y
‘producción’ podrían ser descriptos de manera idéntica, al estilo de un espejo.
En contraposición con esta afirmación, se puede observar que si el productor es quien a través
de un signo nombra una parte de lo real para comunicar su mensaje (elección de palabras, de
grafismos, de gestos, de configuraciones múltiples de unos y de otros), el intérprete está obligado
a efectuar un trabajo de reconstrucción de ese objeto a través de un conjunto de signos que están
en su interioridad y que, por lo general, no reencuentran el mensaje original.
Las relaciones singulares que productor e intérprete mantienen con las instituciones de la
significación son las que regulan su comunicación. Hay, entonces, una falta de simetría en el
punto de partida, puesto que el productor pone en marcha algo ya presente en él, mientras que
el interprete debe descubrir precisamente lo que el primero puso en circulación.
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En este sentido participa en este proceso colectivo de interpretación que describimos como
una institución social; de esta manera, los signos circulan y constituyen al sujeto, lo moldean, lo
determinan.
Algo pasa de la mente del productor a la del intérprete; una determinada combinación de
vocales y consonantes que arman, que resuenan de manera singular en la interioridad subjetiva
de quien interpreta. Más específicamente, puede considerarse que en todo fenómeno semiótico
hay un intento de traspaso, a través de un signo, de una cierta forma de relaciones, asociaciones
de signos, que apuntan a un sentido, que está en la mente de un productor y debería transferirse
hacia la mente de un intérprete.
Hay que destacar que en el acto de comunicación, definido como ese espacio vincular entre
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signo producido y el signo interpretado, tanto el productor como el que se ubica en posición de
intérprete dan cuenta de la misma relación de naturaleza institucional que liga al signo con su
objeto, comparten ese acuerdo básico de designación.
El productor utiliza las convenciones socialmente compartidas, que le permiten elegir una
cosa (el signo) y presentarla como el reemplazo de otra cosa ausente (el objeto), bajo la legalidad
cultural acordada a través del tiempo, que establece costumbres, hábitos (en el interior de su
comunidad), de modo que un intérprete eventual, que comparta estas reglas culturales
institucionalizadas, se acercara a la posibilidad de poner en funcionamiento una relación de
comprensión comunicativa.
La comunicación sólo se efectiviza cuando el objeto del que habla el productor es el mismo
que imagina el intérprete.
La concepción peirceana del signo se muestra más explicativa que sus rivales binarias. La
noción de interpretante nos recuerda las normas sociales compartidas que permiten el
intercambio en el proceso de producción y en el de interpretación; mientras que en las teorías
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Existen dentro del enfoque de Peirce tres tipos de signos, en concordancia con la naturaleza,
el individuo y la sociedad/cultura. Esta organización nos brinda la posibilidad de pensar otra
trilogía dentro de los tipos de signos que abren otras posibilidades tríadicas, y que complejizan
la teoría del autor, entrando más en la dimensión semiológica, apartándose de las cuestiones
comunicacionales. Sólo a modo de mención para aquellos que quieran profundizar la propuesta
peirciana diremos que los signos de la naturaleza (cualisigno, sinsigno y legisigno) están en el
principio de los signos del individuo (icono, índice y símbolo), que a su vez son socializados como
signos compartidos por la sociedad, es decir puestos en común (rema, dicente y argumento).
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Con ello Peirce está planteando que cuando intervenimos en el mundo, lo que captamos no
es de hecho la realidad sino el mundo confeccionado por signos que no son claramente como
afirmaba Saussure solamente lingüísticos; que el universo que existe en nuestras mentes es una
construcción simbólica determinada por nuestra cultura.
ACTIVIDAD
1) ¿Cómo define Pierce el signo?
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Barthes establecerá cuatro clasificaciones para la semiología: por un lado, lo que tiene que ver
con la lengua y el habla; por otro, las relaciones entre significante y significado; además, las
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vinculaciones entre el sintagma y el sistema signico; finalmente, denotación y connotación.
Lo denotativo suele ser definido desde lo literal, lo evidente , la primacía del sentido común y su
primera impresión en relación al signo y su significado. Se trata de los conceptos expresados en el
diccionario; la denotación es apresada, cristaliza allí y es común para todos los hablantes que
participan de una lengua. En tanto que la connotación da cuenta del significado desde una
interpretación socio cultural, no exenta de lo personal, lo ideológico y lo emocional, presentes en
la subjetividad. Obviamente que adquiere un peso central para lo connotativo las características
“He aquí una propaganda Panzani: saliendo de del intérprete (la edad , el género, la etnia , el sector social al que pertenece, etc.).
una red entreabierta, paquetes de fideos, una caja
de conservas, un sachet, tomates, cebollas, ajíes, Los signos, en la perspectiva de Barthes, son más abiertos, polisémicos; admiten una multiplicidad
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En relación al texto literario, Barthes señala que la denotación no es el primer significado pero
la naturalidad de la escena, como en “relieve”; el
simula serlo, al mismo tiempo que con distintas preeminencias aparecen las connotaciones que
código del cual está tomado este mensaje no es
el texto literario conlleva. Se hace importante resaltar que la connotación provoca la ilusión de otro que el de la lengua francesa; para ser
la denotación, es decir que hay un número finito de posibilidades, que en última instancia se descifrado no exige más conocimientos que el de
arriba a la denotación es decir de un lenguaje transparente la posibilidad de producir algo de esa la escritura y del francés. Pero en realidad, este
idea integradora en donde significados y significante son idénticos. mismo mensaje puede a su vez descomponerse,
pues el signo Panzani no transmite solamente el
La denotación entendida como lo obvio, como lo puramente literal y universal, no es más que nombre de la firma, sino también, por su
otra connotación; incluso las propias connotaciones que parecen más evidentes a los intérpretes asonancia, un significado suplementario, que es,
individuales adquieren este carácter natural. Ciertamente, cuando por primera vez se aprenden si se quiere, la “italianidad”; el mensaje
lingüístico es por lo tanto doble (al menos en esta
denotaciones, definiciones precisas, significados, también se colocan una serie de elementos
imagen); de denotación y de connotación; sin
dominantes en lo connotativo. Podríamos imaginar que abrir al máximo las posibilidades embargo, como no hay aquí más que un solo signo
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connotativas, eliminaría la posibilidad de comunicarse con los otros. Comprensión e interpretación típico, a saber, el del lenguaje articulado (escrito),
son inseparables. no contaremos más que un solo mensaje.
Si hacemos a un lado el mensaje lingüístico, que
Lo denotativo de un signo, como ya aprecia claramente Saussure, implica un acuerdo entre los da la imagen pura (aún cuando las etiquetas
miembros de una misma cultura, refrescando categorías ya empleadas arbitrariedades forman parte de ella, a título anecdótico). Esta
convencionalizadas para referirnos a las cosas, a la realidad en su conjunto. Mientras que en lo imagen revela de inmediato una serie de signos
discontinuos. He aquí, en primer término el orden
connotativo se hace imposible establecer una lista finita, clara, contundente de significados,
es indiferente pues estos signos no son lineales)
que se multiplican en función de cada subjetividad interpretente y sus características más íntimas; la idea de que se trata, en la escena representada,
por ello, todo intento clasificatorio a este nivel está condenado a la perpetua incompletud. del regreso del mercado. Este significado implica
También es preciso decir que ciertas connotaciones son ampliamente reconocidas dentro de un a su vez dos valores eufóricos: el de la frescura de
campo cultural. La mayoría de los hombres adultos dentro del mundo occidental, por ejemplo, los productos y el de la preparación puramente
establecen que un auto puede connotar virilidad. casera a que están destinados. Su significante es
la red entreabierta que deja escapar, como al
Para facilitar la comprensión de lo expuesto hasta aquí, reproducimos al costado (desde la descuido, las provisiones sobre la mesa. Para leer
este primer signo es suficiente un saber que de
página anterior) un fragmento del ensayo de Ronald Barthes, La retórica de la imagen.
algún modo está implantado en los usos de una
civilización muy vasta, en la cual se opone al
aprovisionamiento expeditivo (conservas,
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este signo está en una relación de redundancia He aquí, pues, para esta imagen, cuatros signos que consideraremos como formando un
con el signo connotado del mensaje lingüístico conjunto coherente; pues todos son discontinuos, exigen un saber generalmente cultural y remiten
(la asonancia italiana del nombre Panzani). El a significados globales (por ejemplo la italianidad), penetrados de valores eufóricos. Advertiremos
saber movilizado por ese signo es ya más pues, después del mensaje lingüístico, un segundo mensaje de naturaleza icónica. ¿Es ese el fin? Si se
particular: es un saber específicamente (los sacan todos estos signos de la imagen, todavía nos queda una cierta materia informativa; deprivado
italianos no podrían percibir la connotación del de todo conocimiento, continúo “leyendo” la imagen, “entendiendo” que reúne en un espacio común
nombre propio, ni probablemente tampoco la una cantidad de objetos identificables (nombrables), no simplemente formas y colores. Los
italianidad del tomate y del ají), fundado en un
significados de este tercer mensaje los constituyen los objetos reales en la escena, los significantes,
conocimiento de ciertos estereotipos turísticos.
por estos mismos objetos fotografiados, pues, dado que la relación entre significado e imagen que
Si se sigue explorando la imagen (lo que no quiere
decir que no sea completamente clara de entrada), significa mediante representación analógica no es “arbitraria” (como lo es en la lengua), ya no se hace
se descubren sin dificultad por lo menos otros necesario dosificar el relevo con un tercer término a modo de imagen psíquica del objeto.
dos signos. En uno, el conglomerado de diferentes
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objetos transmite la idea de un servicio culinario Lo que define el tercer mensaje, es precisamente que la relación entre significado y significante es
total, como si por una parte Panzani proveyese de cuasi-tautológica; sin duda la fotografía involucra un cierto arreglo de la escena (encuadre, reducción,
todo lo necesario para la preparación de un plato compresión de la perspectiva), pero esta transición no es una transformación (en el modo en que un
compuesto, y como si por otra, la salsa de tomate código puede serlo); aquí tenemos una pérdida de la equivalencia (propia de los verdaderos sistemas
de la lata igualase los productos naturales que la
de signos) y posición de una cuasi-identidad.
rodean, ya que en cierto modo la escena hace de
puente entre el origen de los productos y su estado
último. En el otro signo, la composición, que evoca En otras palabras, el signo de este mensaje no proviene de un depósito institucional, no está
el recuerdo de tantas representaciones pictóricas codificado; nos encontramos así frente a la paradoja (que examinaremos más adelante) de un mensaje
de alimentos, remite a un significado estético: es sin código. Esta particularidad aparece también al nivel del saber requerido para la lectura del mensaje;
la nature morte. El saber necesario es en este caso para “leer” este último (o primer) nivel de la imagen, todo lo que se necesita es el conocimiento
fuertemente cultural. Podría sugerirse que a estos ligado estrechamente a nuestra percepción. Ese conocimiento no es nada, porque necesitamos saber
cuatro signos se agrega una última información: qué es una imagen (los niños aprenden esto solo a la edad de cuatro años, más o menos) y lo que es
la que nos dice, precisamente, que se trata de una
un tomate, una bolsa de malla, un paquete de pastas, sino que es un asunto casi de conocimiento
imagen publicitaria, y que proviene, al mismo
tiempo, del lugar de la imagen en la revista y de la
antropológico. Este mensaje corresponde, como efectivamente era, a la letra de la imagen, y
insistencia de las etiquetas Panzani (sin hablar podemos concordar en llamarlo mensaje literal, como opuesto al “mensaje” simbólico previo.”
de la leyenda). Pero esta última información es
extensiva a la escena; en la medida en que la
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ROLAND BARTHES
RETÓRICA DE LA IMAGEN
Barthes propone distintos órdenes de significación, diversos niveles de significado. La primera
instancia de significación que utiliza el signo es denotativa significante significado, y que luego en
un segundo orden connotativo utiliza el signo denotativo significante significado, como un
significante al cual se le adiciona, se le agrega otro significado. Es ahí donde se desdibuja una línea
demarcatoria nítida entre significante y significado, lo que es significante o significado: depende
del nivel de análisis en el cual se opera; un significante en un plano puede convertirse en un
significado en otro. Simplemente, cambia la forma del significante; manteniendo el mismo
significado puede producir distintas connotaciones, como cuando se decide emplear distintos tipos
de letra para escribir la misma frase.
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En una clara relación con la connotación, Barthes hace referencia al mito, que habitualmente
tenemos la tendencia a relacionar con las fábulas. Los mitos son las historias de fuerte creatividad,
ligadas a los dioses y los héroes. Pero esta perspectiva es simplificadora y denotativa; Barthes le
agrega una dimensión de significado al mito, sosteniendo que las órdenes de significación que se
producen por la articulación entre denotación y connotación producen ideología; este sería un
tercer orden de significación: los mitos ayudan a dar sentido a nuestras experiencias dentro de la
cultura.
La llamada ‘ideología’ en Barthes es la inscripción como obvio, como natural, de los valores
dominantes en una época determinada. Las actitudes y las creencias de una sociedad en un
momento dado, se vuelven algo que es evidente por si mismo, que no requiere mas explicación:
es el llamado ‘sentido común’, lo objetivo, lo verdadero, el exacto reflejo de cómo son las cosas. Es
precisamente la clase dominante burguesa, según Barthes, quien convierte a la cultura en algo
inmutable; de esa manera, el orden social existente es ‘lo posible’. Esta concepción se transfiere
al derecho, al gobierno, que quedan ligados a la equidad, la imparcialidad, lo moral, lo correcto. Los
mitos velan la función ideológica de los signos; se ubican en un lugar en donde no parece necesario
A modo de síntesis sostendremos primero que los tres órdenes de significación no están claros
para fines descriptivos y analíticos. Barthes, sin embargo, traza tres líneas: el primer orden,
denotativo, es fundamentalmente representativo; el segundo, connotativo, está ligado a lo
expresivo, a lo que expresa para el interpretante; el tercer orden, mitológico o ideológico, de la Ronald Barthes
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ACTIVIDAD significación del signo, refleja los principales conceptos culturalmente variables que sustentan una
visión del mundo dominante.
1) Define qué es connotación para Barthes.
Con este enfoque, lo comunicacional amplia sus fronteras y complejiza sus posibilidades: todo
2) Define qué es denotación para el autor. nos está comunicando algo; los objetos más insignificantes parecen tener un sentido, aunque sólo
sea en el plano connotativo. Nuestro entorno social y sus productos están impregnados de signos,
3) ¿A qué denomina ‘mito’?, ¿cuáles son sus que nos están pidiendo a gritos ser interpretados. De esta manera, la comunicación excede en
características? mucho las miradas tradicionales de lingüistas como Saussure e incluso las aplicaciones teóricas que
produce Peirce.
4) Tomando como referencia el texto de la
publicidad de Panzani, busca una publicidad Además, Barthes pone en circulación la idea de discurso, que hace referencia puntual a la
y analízala siguiendo el modelo trazado por concreción de un hecho comunicacional. Un discurso transmite o pretende trasmitir una significación;
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Barthes. posee significado y significante. Barthes, como dijimos en reiteradas oportunidades, plantea que
un significante se vincule con más de un significado. Este autor se adhiere a la idea de discurso y por
lo tanto ya no emplea la idea de habla tal cual lo hacía Saussure, para referirse al uso del lenguaje.
Todo discurso implica una “enunciación”, entendiéndola como ese acto en el cual un sujeto se
apropia del aparato formal de la lengua y produce un enunciado. El discurso entonces es el momento
en que un sujeto lleva adelante un acto de enunciación para producir un enunciado.
La Lingüística de Enunciación, que excede los planteos de Barthes, aporta a pensar los problemas
de la comunicación en sus distintos soportes. Considera que hay que estudiar el discurso y que eso
implica estudiar el texto y su contexto, el enunciado y su enunciación.
Claramente podemos decir que no existe el discurso objetivo, porque detrás de todo discurso
siempre hay un sujeto que empleara distintos mecanismos para intentar borrar sus huellas y que
podrá dejar rastros de su presencia de manera más o menos explícita en su enunciación, pero que
siempre está en el punto de partida de ese hecho histórico que es producir un enunciado.