Las nuevas tendencias de la teoría de la comunicación
Finlandia, el del autor de este artículo).
Kaarle Nordenstreng
Texto de una conferencia pronunciada en Tempere y publicada con el título
“Les Nouvelles tendences de la théorie de la communication” en
Communication et Langages, n.° 2, 1976.
Nordenstreng, investigador finlandés, profesor de Communicación en la
Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Tempere y director del
Instituto de Periodismo y de la Comunicación de Masas. Representante de la
corriente crítica escandinava. Es vicepresidente de la Asociación
Internacional de Estudios de la Información (AIERI) y presidente de la
Organización Internacional de Periodistas (OIP).
La teoría de la comunicación, y en general las investigaciones en este
campo, tiene como origen el desarrollo y la evolución de los medios de
comunicación, en particular de los mass- media. A principios de siglo, los
estudios sobre la comunicación de masas sólo eran ocasionales, realizados a
partir de los sectores tradicionales de la historia, del derecho, etc., pero, con el
incremento en la difusión masiva de la prensa comercial y, sobre todo, de las
emisiones radiofónicas en los años veinte, las investigaciones de las
comunicaciones sociales comenzaron a cobrar forma y a desarrollarse.
Como en Alemania, con el Zeitungs- Wissenschalft (Ciencias del
Periodismo), o en Estados Unidos, Radio Research (Lazarsfeld), emisiones
comerciales estimuló vigorosamente las investigaciones acerca de la escucha
radiofónica y constituyó el origen de los sondeos de opinión. Progresivamente,
los primeros estudios sobre los medios de comunicación particulares fueron
sustituidos por una visión más general de los mass-media. En Alemania,
asistió entre ambas guerras, a la aparición de la Publistick (Ciencia de la
comunicación pública) y a finales de la década de los 40 surgió en Estados
Unidos el concepto de “investigación en las comunicaciones”. (De manera
harto reveladora, Paul Felix Lazarsfeld y sus colegas cambiaron incluso el
título de sus “Investigaciones sobre la radio” a “Investigaciones sobre la
comunicación”).
Desde la última guerra, las investigaciones sobre la comunicación de
masas no cesarían de ampliarse igualmente en Europa, aunque su desarrollo
dista de igualar el de Estados Unidos. De hecho, si se la compara con la
evolución en las ciencias en general, y de la sociología en particular, la
investigación en el campo de la comunicación de masas sólo se ha convertido
en tema de estudio particularmente favorecido en algunos países (como
En Europa, pocas investigaciones…
En cada país, encontramos únicamente uno o dos estudios básicos. Sin
embargo, y aunque su cantidad da a tales estudios un carácter fácilmente
accesible, en el plano cualitativo presentan gran variedad de actividades,
enfoques y tradiciones, que van desde el estudio sobre el público, realizado por
la prensa y las emisoras radiofónicas, hasta las investigaciones experimentales
sobre los efectos de los medios, los análisis de contenido y los diferentes tipos
de investigación realizados en el periodismo. Si bien, estos trabajos
reproducen más o menos los modelos americanos, existe, paralelamente, una
investigación a la que cabe calificar de típicamente europea; se trata, por
ejemplo, de las escuelas semiológicas y estructuralistas (en Francia y en Italia),
de los estudios sobre la cultura contemporánea (Gran Bretaña), y de las
diversas orientaciones marxistas (en la Europa del Este, pero también en la del
Oeste sobre todo en la República Federal de Alemania). En la actualidad, este
campo apasionante conoce un desarrollo rápido (en particular a causa del
interés creciente prestado a los sistemas de comunicación) al mismo tiempo
que atraviesa una “crisis de identidad”. Resultado de ello, es que, en el plan
intelectual y cualitativito, a pesar de su riqueza cuantitativa, el dominio
norteamericano bien podría revelar una relativa pobreza, comparado con el
europeo.
…pero de un gran interés cualitativo
Teniendo en cuenta esta variedad, no es posible ofrecer aquí una
imagen fiel de la esfera europea en su totalidad, sobre todo si se incluye en
Europa (como es costumbre hacerlo) los países socialistas. Procuraré más
bien, sobrevolar las corrientes principales de la orientación teórica, es decir,
me mantendré dentro del cuadro conceptual en el que se efectúa la
investigación europea sobre las comunicaciones. Limitaré mi estudio a la parte
occidental de Europa, ya que los países socialistas merecerían un tratamiento
por separado.
En Europa, generalmente las investigaciones sobre la comunicación
no se limitan al estudio de los medios, de sus mensajes y de los procesos
psicológicos que rigen su recepción de los mensajes, sino que en su campo
quedan englobadas también las condiciones de vida, materiales y sociales.
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 Como he tenido ya ocasión de decir (Nordenstreng, 1973) cuando
reseñaba los factores que determinan una buena recepción de los programas
de educación para adultos, -cabe haber elegido acertadamente las horas de
emisión, la emisora puede gozar de gran popularidad, los programas estar muy
adaptados a los problemas de la vida real y el lenguaje ser muy claro, cabe
haber realizado perfectamente la información de promoción o incluso la
movilización organizativa, pero de nada servirá al dirigirse a un individuo
gravemente desfavorecido por su entorno objetivo y físico, y por ello sumido
en un estado de apatía psicológica y de alineación tal que carezca de las
motivaciones generales para mejorar y cambiar su situación socioeconómica.
Los proyectos escandinavos
Este enfoque ha inspirado los proyectos escandinavos elaborados a
principios de la década de 1970, denominados en Finlandia “necesidades
informativas de los ciudadanos” y en Suecia “Lagunas de la información en la
sociedad”. Los dos proyectos han sido lanzados y después apoyados
principalmente por organismos radiofónicos, lo que ofrece, incidentalmente,
una indicación acerca de los vínculos creados por estas instituciones de
comunicación de masas entre el campo social y el campo informativo.
Las bases del proyecto sueco han sido establecidas por los
investigadores de la siguiente manera:
-Las diferencias existentes entre los grupos sociales, en lo que se
refiere al acceso a la información esencial y a su utilización, constituyen un
problema en nuestra sociedad. (Se trata de definir la información “esencial”
como la información que capacita al individuo para estudiar y comprender la
sociedad en la que vive, y que le permite actuar sobre las condiciones de vida
cotidianas.) Estas diferencias son, en primer lugar, función de unos factores
que no dependen del control de mass-media, como la estructura de la sociedad,
el estatuto económico social de los diversos grupos e individuos, sus
capacidades personales, etc.
-Aún así, el papel efectivo y potencial de los mass-media no debe ser
juzgado a priori. Según cómo sean controlados y utilizados -en términos
políticos, los niveles de la programación y de la producción- de los medios
pueden contribuir, sin duda, tanto al desarrollo como a la reducción de las
lagunas de la información. –
Nivel de vida y cantidad de informaciones
El proyecto ha sido sometido a una comisión gubernamental de
estudiar la calidad de vida en Finlandia. Según esta comisión, las diferencias
en los dos niveles de vida, entre las clases sociales se acrecientan
progresivamente y son más importantes que las diferencias entre los
miembros concretos y aislados de una misma clase. Con su análisis del
mecanismo de la desigualdad social, la comisión ha revelado los mecanismos
de segregación en la sociedad: la reducción de los contactos entre privilegiados
y desfavorecidos restringe los campos de operación informativo y social de
ambos grupos, permitiendo a los privilegiados a disfrutar de sus ventajas con
buena conciencia y conduciendo a los desfavorecidos a contentarse con su
suerte. Señalemos que, hasta estos últimos años, los estudios sociológicos y las
estadísticas oficiales han seguido en gran parte estas mismas líneas.
Los resultados empíricos de un estudio sobre ese tema, realizado a
escala nacional, permiten verificar la existencia del siguiente círculo vicioso:
quienes están ya bien informados son los más abiertos a nuevos conocimientos
y los más capaces de procurarse una información pertinente, en tanto que los
sujetos menos informados, es decir, los desfavorecidos a nivel socioeconómico,
son pasivos e incapaces de indicar dónde encontrar una información
pertinente; además, este segundo grupo no considera la información y el
conocimiento como particularmente importantes.
La necesidades objetivas y subjetivas de información
El proyecto establece una distinción esencial a nivel teórico, entre las
necesidades objetivas y subjetivas de información. Esta distinción, sin
embargo, no ha sido considerada suficientemente válida como para sostener
un sondeo de opinión capaz de registrar las necesidades y los deseos
informativos tal como son subjetivamente apercibidos; de otra manera era
necesario, además, de trazar un cuadro exhaustivo de las condiciones de vida
objetivas del respondente y de sus posibilidades de acción social. Se trataba de
considerar el comportamiento informativo de un individuo (necesidades
subjetivas) como inherente al conjunto de sus condiciones de vida de su
entorno social (necesidades objetivas). Expresado en estos términos, es
evidente que entre las clases más desfavorecidas de la población es en donde
las necesidades objetivas son menos satisfechas, y que es en estos mismos
grupos abandonados al margen de la fortuna, tanto material como informativa,
donde se encuentra la mayor diferencia entre los niveles subjetivo y objetivo
de la necesidad de información. Objetivamente, los “pudientes” no tienen
grandes necesidades de información insatisfechas, y sin embargo
experimentan, subjetivamente, un deseo de información mucho mayor que el
de los desfavorecidos, los cuales tienen, precisamente, necesidades
informativas objetivamente clamorosas.
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Aparte la segregación social, el sistema socioeconómico emplea diversos
mecanismos que tienden a mantener a un nivel bastante bajo las necesidades
subjetivas de información. A este respecto, cabe comparar la importancia del
concepto de ideología dominante burguesa con un filtro que actúa incluso
sobre la percepción personal del mundo de un individuo, y que desvía o
bloquea su proceso de percepción de la realidad. La función de facto del
impacto de los mass-media es considerada como un apoyo general a esta
ideología, apoyo que reposa sobre una incorporación a largo plazo de ciertos
valores implícitos y sobre una fragmentación del mensaje que impide, más que
ayuda, al individuo a edificar una visión global de la realidad objetiva.
El proyecto finlandés, al igual que el sueco, puede ser considerado
tanto un ejercicio de ciencias políticas o de sociología general, como un estudio
de la comunicación, puesto que el problema estriba en estudiar las condiciones
actuales y potenciales de una igualdad social y de una democracia de
participación. En consecuencia, es preferible evitar la adopción de un estricto
punto de vista especialista en lo tocante a la comunicación, y elegir, en cambio,
una perspectiva muy amplia, con una extensa gama de factores
socioeconómicos (objetivos) que interfieran fenómenos de comunicación
(subjetivos). En este contexto, los medios de comunicación de masas son
estudiados como variables más bien dependientes que independientes.
Se parte del sistema global para estudiar la comunicación
Cabe afirmar que semejante enfoque no representa una innovación en
la tradición de las investigaciones sobre la comunicación. No obstante, un
examen atento revela que el marco teórico utilizado habitualmente en tales
estudios difiere del que era empleado en otro tiempo. Los factores sociales
considerados rebasan ampliamente las consideraciones primarias que
prevalecían en anteriores estudios; hoy, se toma la estructura económica de la
sociedad – el sistema total – como punto de partida, y no tal o cual grupo más
o menos bien definido.
De hecho, cuando ha sido rebasado el estadio limitado de los medios y
se emprende una investigación global sobre la comunicación de masas, se
descubre una nueva etapa: desde un enfoque todavía angosto, centrado
alrededor de los medios de comunicación (considerados como separados de la
sociedad), se llega a una aproximación más amplia en la que los medios son
considerados únicamente como partes inherentes a un mecanismo ideológico
general, y son denominados con frecuencia “aparatos ideológicos”. Y se
considera, en general, que este mecanismo concebido como una función social
y cultural, con efectos potenciales sobre la conciencia de los individuos, tiene
un carácter dominante, es decir, introduce en la conciencia unos elementos
que espontáneamente no formarían parte de ella, pero que tampoco se ven
rechazados, puesto que son compartidos por el conjunto de la comunidad
cultural.
De este modo, el concepto de “conciencia de masa” introducido al
mismo tiempo que el concepto tradicional de “opinión pública”, no sólo se
presenta como la suma o la media de una serie de conciencias individuales (un
fenómeno a micronivel), sino también como un fenómeno social (a
macronivel), relativamente independiente de los individuos. Por esta razón he
titulado un escrito reciente que describe el espíritu actual sobre la
comunicación en Escandinavia: “De los mass-media a la conciencia de masa”.
Cabe incluso afirmar que este campo, tras haber conquistado recientemente su
identidad, ha comenzado su evolución, a partir de esta orientación, de la
comunicación de masas hacia una ciencia social general, es decir, la economía
política de la sociedad, por una parte y un estudio general de la cultura por
otra.
En este punto preciso, es posible observar un dilema en la orientación
teórica que he descrito, pues por una parte son las condiciones materiales de
vida y las estructuras socioeconómicas las que parecen fundamentales para
describir y explicar los fenómenos de comunicación, y por otra parte parece
como si se hiciera hincapié en los procesos ideológicos y manipuladores que
intervienen al nivel de la conciencia de masas o, en general, al nivel de la
cultura contemporánea. El origen filosófico de estos niveles y su
compatibilidad metodológica plantean serias preguntas.
El enfoque occidental de la comunicación
De hecho, se desarrolla en Europa un fecundo debate sobre la
importancia relativa de los factores materiales e ideológicos en la teoría de la
comunicación, y no es sorprendente que este debate tenga lugar en el contexto
más vasto de las ciencias sociales en general, ya que, al fin y al cabo, se trata
nada menos que de la verdadera naturaleza de la sociedad.
Es sabido que la orientación occidental en sociología ha rehusado
netamente el concepto materialista de la sociedad centrado en los factores
estructurales y, al contrario, ha edificado un modelo de sociedad
fundamentado en las interacciones individuales y de grupo, es decir,
básicamente en los procesos de comunicación. Esta orientación ha facilitado,
entre otras, una confusión conceptual entre las relaciones de poder y las de
comunicación, confusión difundida en el pensamiento dominante occidental y
que tiende a reducir los antagonismos objetivos del poder a simples
complicaciones lingüísticas. Se observará fácilmente que semejante visión de
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la sociedad presenta una utilidad política cierta en el contexto de la economía
capitalista, cuando, por ejemplo; cabe explicar perturbaciones en las
relaciones industriales con la ayuda de nociones tales como “ruido semántico”,
y cuando se puede responder a presiones que inclinen hacia la democracia
industrial con el empleo de medidas para “facilitar la difusión de la
información”. En esta tradición, la democracia política se ve reducida, de
hecho, a un fenómeno susceptible de quedar principalmente limitado al plano
ideológico, ya que la política se juega ordinariamente en la conciencia de los
individuos y, sólo de manera excepcional, en las relaciones más fundamentales
de poder en la sociedad (en situaciones revolucionarias).
El enfoque marxista de la comunicación
Enfoque estrictamente materialista, inspirado en los marxistas
clásicos; desde esta perspectiva las estructuras socioeconómicas son las que
determinan los procesos de interacción y los fenómenos de conciencia (de
masa) vinculados a ellas, por los que éstas deben ser consideradas como
factores primarios para analizar el comportamiento individual y social. Bajo
esta óptica, son las estructuras socioeconómicas, es decir, las condiciones
materiales de la producción en la sociedad, o también en otro género, las
fuerzas productivas y las relaciones de producción con instituciones sociales y
económicas correspondientes, las que determinan las relaciones entre
individuos, (por ejemplo. - condiciones de propiedad).
En consecuencia, la aparición de las modernas investigaciones sobre
la comunicación, con su tendencia a un enfoque sobre el plano social y dotadas
de nuevos conceptos, se ha producido en un contexto muy delicado, y cabría
decir incluso que en una situación explosiva. Paradójicamente, muchos de los
que tenían sinceramente la impresión de haber exaltado un método de enfoque
abierto con el concepto de comunicación de masa considerada como un
proceso social, y los más-media considerados como instituciones sociales, se
han situado a menudo entre los “interaccionistas” tradicionales, a los que unos
materialistas más ortodoxos han acusado de ser tan sólo versiones
modernizadas de los antiguos “psicologizantes” e “ideologizantes” del
fenómeno social. De hecho, la misma crítica se dirige a algunos representantes
eminentes de las escuelas gauchistes en Francia y Alemania, como Louis
Althusser y Habermas. Y como es típico en los debates europeos en materia de
ciencias sociales, crítica y contracrítica van acompañadas de posiciones
políticas que catalogan a menudo bajo la etiqueta de desviacionistas
“derechistas” a numerosos de estos investigadores, a pesar de que ellos se
consideran como “progresistas” y a los que las normas norteamericanas
clasificarían entre los “izquierdistas”, e incluso entre los “ultramarxistas”.
Un debate teórico que resultará facundo
Este debate, cualesquiera que sean sus consecuencias para aquellos a
los que afecte directamente, se revelará sin duda como muy beneficioso para
este sector de investigación no sólo en lo que se refiere a la comunicación, sino
también para el estudio de los fenómenos sociales y culturales en general.
En primer lugar, este debate garantiza que el campo de investigación
no vuelva a caer en una concepción estrecha de la comunicación, sino que, por
el contrario, se afiance su orientación sociológica. En segundo lugar, semejante
clima en un debate científico elimina los riesgos de lo que cabría llamar una
“reforma pequeño burguesa”, es decir, una reorientación superficial que no
cuestione los conceptos teóricos fundamentales. Como ejemplo de este género
de peligrosos “semienfoques”, cabe citar los estudios sobre la estructura
económica de la industria de los medios de comunicación y las evaluaciones
críticas de los contenidos de éstos (a menudo denominadas, de manera harto
ambiciosa, ejercicios de economía política de la comunicación de masas),
cuando no son dotadas de una teoría conceptual que integre los procesos
socioeconómicos. En tercer lugar, el debate obliga a la investigación, en este
dominio tradicionalmente muy eclético, a emprender y explicitar un análisis
de sus bases teóricas y filosóficas. Por último, es conveniente un debate sobre
la naturaleza de la comunicación y sobre las búsquedas en este sector, puesto
que, en diversas ciencias sociales tradicionales, se manifiesta una tendencia a
“descubrir” el concepto de comunicación y, seguidamente, a reconstruir sus
propias teorías en términos de comunicación humana.
Naturalmente, no hay en sí nada de blasfemo en las tentativas
efectuadas por los demonios tradicionales para integrar a su aparato teórico (a
menudo muy pobre) los conceptos y los descubrimientos de la comunicación y
de la teoría de la información. Pero, en la tradición occidental, existe un riesgo
potencial de transformar la comunicación en un fenómeno mágico, fácilmente
susceptible de ocupar una posición dominante en numerosos sectores del arte
y de la ciencia (de la literatura a la economía), lo que oscurecería y ocultaría el
estatuto del arte en estos dominios, en vez de clarificarlo y hacerlo avanzar.
Un participante alemán en el debate sobre la naturaleza de la
comunicación y de la investigación en este dominio se dirigió a la vez en
términos amargos, a los investigadores modernos que no tienen en cuenta los
elementos materiales, y a aquellos a los que el concepto de comunicación ha
fascinado hasta el punto de convertirlo en el elemento primordial de la
naturaleza humana y con ello mixtificarlo por completo: “La tendencia general
a explicarlo todo con ayuda de la comunicación… no procede de la ciencia, sino
de la ideología. Pero como no hay ni uno solo entre objetos de la investigación
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en comunicación que esté compuesto esencialmente de comunicación, ésta se
convierte en un fetiche que no sólo ya no explica nada, sino que causa incluso
una considerable perturbación”.
Dos corrientes dominantes
Cabe reducir la corriente general en la investigación en la
comunicación a dos tendencias en estrecha relación mutua:
- Tendencia global
- -Tendencia política
La aproximación global parece implicar dos aspectos secundarios, a saber:
a) El acento puesto sobre el análisis de los procesos que recubren
simultáneamente diferentes estadios de la comunicación.
b) El acento puesto en el análisis del contexto, que vincula el fenómeno
particular de la comunicación a unos conjuntos socio-político-
económicos más vastos.
Es posible captar fácilmente, en estas tendencias, un deseo de ruptura
con la tradición positivista-conductista. En términos de filosofía de las
ciencias, es exactamente el viraje del positivismo hacia el
antipositivismo lo que se presenta como el punto crucial de la actual
reorientación de la investigación en la comunicación, tanto, por otra
parte, como de la pretendida crisis de las ciencias sociales occidentales
en general.
En el contexto actual, es particularmente importante subrayar
las implicaciones del positivismo en el sector político. La noción
crucial del positivismo (que el debate filosófico llama la “guillotina de
Hume”) pretende que no se pueda deducir de lo que son las cosas a lo
que estas deberían ser. Las finalidades de la actividad social son
consideradas como voluntarias y subjetivas, y las opciones realmente
importantes quedan situadas, por definición fuera del radio de acción
del conocimiento objetivo. Por consiguiente, la investigación y la
política quedan absolutamente separadas entre sí y, por consiguiente,
los valores se encuentran fuertemente relativizados.
Por su parte, el antipositivismo afirma que un estudio de las
leyes objetivas de los procesos sociales, en el sentido más amplio del
término, puede efectuarse a partir de finalidades sociales basadas en
hechos objetivos. Estas finalidades sociales – lo que las cosas debieran
ser- pueden ser deducidas, al menos en gran parte, de las leyes que
rigen los procesos sociales orientados hacia objetivos que alcanzar,
una vez que estos procesos han sido puestos al día. Por lo tanto, la
investigación y la política no pueden ni deben quedar separadas.
Necesidad de control y de manipulación social
No se trata de discutir aquí las razones de esta restricción
impuesta a la espontaneidad, ni de alzarse contra los mecanismos
manipuladores de la sociedad; basta tan sólo con señalar que hay, en la
realidad social concreta, algo que “estalla” más allá de toda manipulación. Por
esto, al revelarse como inadecuados los métodos tradicionales de control
ideológico, ha sido necesario tratar de encontrar medios más eficaces para
llegar al modo de pensar de las masas; de ahí la importancia otorgada
actualmente a la comprensión de los mensajes, a la audiencia pasiva, etc. Estas
nuevas orientaciones en los procedimientos de comunicación de masas
(comprendidas las actividades de la participación de los ciudadanos) son
indispensables para el orden social establecido con el fin de mantener a largo
plazo su control mental y material sobre el conjunto de la población.
Asimismo, al nivel de las ciencias sociales, las fuerzas sociales han tenido que
transformar objetivamente la tradición positivista con un alcance más global.
Ya no es suficiente contribuir a la manipulación mediante estudios
consecuentes y teorías que dejen a la sombra numerosos aspectos
significativos de las evoluciones sociales, en particular las que originan
potencialidades revolucionarias, y poco a poco ha adquirido una importancia
vital el tener en cuenta la realidad social, incluyendo en ella el proceso de
comunicación de masas y ello de manera más auténtica, dentro de una
macroperspectiva.
Y esta consideración no es el resultado de un anhelo académico, sino de un
interés emergente, socialmente determinado por los sistemas de
comunicación. Es un hecho reconocido que el establecimiento de políticas
sistemáticas y de planificación a largo plazo es absolutamente indispensable
para el desarrollo objetivo del sistema socioeconómico y, por consiguiente, la
necesidad de una política y de una planificación en el dominio de la
comunicación no sólo deriva de una necesidad de control ideológicos sino
también de una tendencia general en dos de los procesos socioeconómicos más
coherentes.