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Eln: Ante una guerra política la estrategia

puramente militar puede fracasar


Planteamiento del problema.
La guerra que en el actual momento libra el Eln no es en realidad una confrontación de
orden militar contra el Estado por la disputa de territorios o asalto al poder mediante el
progresivo desgaste de las fuerzas destinadas a la preservación del orden constitucional. En
sentido estricto, se trata de una guerra de carácter político - ideológico y cultural enfocada
hacia la trasformación de la sociedad civil [1] en sujeto revolucionario capaz de provocar el
derrocamiento del modelo político y económico vigente.

Elementos teóricos
En el modelo teórico revolucionario del filósofo marxista italiano Antonio Gramsci, se trata
de una estrategia que combina la “revolución desde abajo”, es decir la transformación del
modelo cultural y de sentido común de la sociedad civil [2] con la “revolución desde arriba”,
es decir, mediante el desarrollo de reformas en favor del proceso subversivo impulsadas
por cuadros políticos que han logrado infiltrar o penetrar el legislativo e instancias
estratégicas gubernamentales.
La revolución desde abajo, según Gramsci, fundamentalmente es desarrollada por la
sociedad civil en el entendido que ésta se configura como el poder constituyente, es decir,
de donde emana el poder que da forma al Estado y por lo tanto, le asiste la facultad de
deponerlo. A través de sus estructuras políticas, la estrategia del Eln consiste en demoler
los viejos valores, creencias, tradiciones, etc., sobre los que se erigen las instituciones que
dan forma al Estado y a través de los cuales preserva y reproduce su hegemonía (dominio).
En su revista Unidad, edición de octubre de 2004, el Eln expresa: “La cultura para una nueva
sociedad recoge el patrimonio de civilización y revoluciona los códigos obsoletos de la vieja
sociedad y la búsqueda de nuevos rumbos para la humanidad” (Eln, 2004).
A este movimiento que busca la demolición del ethos social sobre el que se erigen
instituciones como la familia, la escuela, la iglesia, el derecho, la política y en últimas sobre
las que se construye el sentido común, se le ha conocido bajo el nombre de “progresismo
marxista” (Balibar, 1993, p. 96).

1 Con frecuencia el Eln trata de demostrar que entre el Estado y la sociedad civil existe una contradicción insalvable y que
ésta tarde o temprano se levantará contra el primero: “Este torrente de esperanza y libertad exige la construcción de
un BLOQUE POPULAR Y REVOLUCIONARIO que movilice a todo el pueblo en el ejercicio de la democracia directa, del
poder popular y de la construcción de la IDENTIDAD NACIONAL que nos permita ir resolviendo la contradicción histórica
entre EL ESTADO Y LA SOCIEDAD CIVIL. (Eln, 1993). La mayúscula pertenece al original.
2 Según Marx y Engels, “a sociedad civil es la base del Estado” (Marx, 1974 p. 38).

1
Bajo la bandera del progresismo, el Eln dirige su estrategia hacia la ruptura del vínculo entre
la sociedad civil y el Estado [3]. A este vínculo o apoyo que la sociedad civil provee al Estado,
Gramsci le llama “consenso”, el principal obstáculo según este pensador, para desatar un
proceso revolucionario.

Guerra de movimientos y guerra de posiciones en el marco de una guerra política


De ahí la insistencia del Eln, en remover, destruir o incidir en las tecnologías políticas [4] del
Estado que hacen de la sociedad civil el lugar en donde construye su hegemonía. Por lo
tanto, el Eln y esto también compete a la Farc, se conciben más como organizaciones
políticas que lideran un movimiento contrahegemónico para romper esa conexión entre el
Estado y la sociedad civil, no solo para oponerla en contra del sistema político sino
movilizarla y convertirla en el sujeto revolucionario. Este es un proceso que en el modelo
de guerra ideológica y cultural propuesto por Gramsci se conoce como “guerra de
movimientos”. Se trata de maniobras que se combinan con acciones propias de la “guerra
de posiciones”.
En la lucha política “las huelgas son guerra de movimientos” dice Gramsci (Gramsci, 1985p.
179), mientras que un boicot, corresponde a la guerra de posiciones según el mismo
pensador (Idem). En el caso colombiano las consultas populares que bloquean proyectos
económicos del Estado o autorizados por éste, son un típico ejemplo de acciones dentro de
la guerra de posiciones. En este tipo de guerra política no se trata de desgastar a las FF.MM
sino de poner a la sociedad civil en contra del Estado, de construir sobre ella el poder antes
que asaltarlo por la fuerza. Básicamente es el principio sobre el cual se erige la estrategia
del Eln para la construcción del poder popular [5].
El teatro de operaciones, por lo tanto se traslada del elemento geográfico al elemento
cultural, ideológico, religioso, etc; es decir la guerra revolucionaria se librará en un terreno
donde cualquier poder militar resultará inocuo, además de equivocado. Como se dijo antes,
según Gramsci en este nuevo teatro de operaciones tienen lugar una nueva forma de
“guerra de posiciones” y “guerra de movimientos” o de maniobra, como ocurre en las
guerras convencionales de carácter militar que se desarrollan en el elemento geográfico.

3 Según este pensador marxista, para construir y reproducir el poder, el Estado combina la fuerza y el consenso, sin que
la primera supere al segundo: “El ejercicio "normal" de la hegemonía en el terreno que ya se ha hecho clásico del régimen
parlamentario, está caracterizado por una combinación de la fuerza y del consenso que se equilibran, sin que la fuerza
supere demasiado al consenso” (Gramsci, 1985, p. 124).
4 “Hablar de ''tecnologías políticas" significa preguntarse por Ja conducción eficaz de la conducta de otros para el logro

de ciertos fines, por las estrategias que han de aplicarse razonadamente para lograr que las personas se comporten
conforme a esos objetivos, y por el cálculo adecuado para elegir e implementar esas estrategias” (Castro-Gómez 2012,
p. 13)
5 “La construcción del poder popular no significa la construcción de unas relaciones meramente políticas entre los sujetos

sociales que protagonizan una revolución. Es también, parte sustancial de los requerimientos subjetivos de dicha
revolución, el establecimiento de unas nuevas relaciones económicas, sociales, ideológicas y culturales” (Eln, 1992).

2
Así planteado el problema, una estrategia de confrontación que priorice la acción militar no
solo estaría destinada al fracaso ya que sus acciones no se desarrollan en el mismo espacio
de confrontación sino que facilitará el avance del adversario que furtivamente avanza por
un flanco diferente hacia la ruptura de la hegemonía del Estado sobre la sociedad civil.
Mientras las FF.MM avanzan geográficamente, el Eln avanza en la construcción del poder
popular, el poder dual del que habla Lenin y que será capaz de aplastar al poder del Estado
en una etapa avanzada del proceso revolucionario.

La estrategia para un teatro político de operaciones


Dicho lo anterior, es claro que la estrategia de confrontación contra una insurgencia que ha
trasladado su teatro de operaciones al espacio político, ideológico y cultural debe ante todo
partir del hecho que las armas y la fuerza deben ser solo subsidiarias. En esta nueva
dinámica de confrontación donde la guerrilla se hace cada vez más invisible y cada vez
avanza más aceleradamente hacia la constitución de redes dentro de la población civil que
le permiten el ocultamiento y la disposición de inteligencia, el modelo de la “decapitación”
o neutralización de cabecillas o guerrilleros de cualquier nivel o jerarquía puede resultar
obsoleto.
Dicho de otra forma el entorno en la región del Catatumbo se ha vuelto favorable a la
insurgencia y de él depende la supervivencia y desarrollo de su proyecto revolucionario. Por
lo tanto, la estrategia de decapitación debe cambiarse por una estrategia de “privación del
entorno”. Esta estrategia, dice el filósofo marxista italiano Antonio Negri, “tiene en cuenta
que el enemigo no está organizado como un ejército tradicional y que, por lo tanto, no
puede ser simplemente decapitado” (Negri & Hardt, 2004, pg. 84). Seguidamente este
mismo pensador agrega: “El éxito no se consigue atacando directamente al enemigo, sino
destruyendo el entorno físico y social que lo sustenta. Desecad el estanque, y el pez morirá”
(ídem).
La clave del éxito de esta estrategia estará sin embargo en la escogencia de la táctica y las
armas a utilizar. Desde luego ya no tendrán cabida los fusiles, sino los proyectos económicos
y sociales sustentables y de largo aliento. No debe ocurrir una situación similar a lo
acontecido en la guerra de Vietnam donde Estados Unidos buscando secar el agua al pez
terminó bombardeando indiscriminadamente a la población civil y eso le significó su
vergonzosa derrota.
Dice Negri que “las cuestiones militares nunca pueden considerarse aisladamente, y en la
era del biopoder y de la biopolítica están cada vez más entretejidas con las cuestiones
sociales, culturales, económicas y políticas” (Ibídem, p. 92). El concepto de biopoder hace
referencia al despliegue que debe hacer el Estado hacia el “control” de la vida misma en el
seno de las comunidades.

3
El Estado debe hacerse UNO con la sociedad civil integrarse mediante una sutil, progresiva
y durable inserción a través de proyectos que incidan no solo en la economía de la región
sino en la vida misma de las comunidades, en la creación de un nuevo sentido común que
le permita al Estado ser mirado desde una perspectiva diferente. Modificar o “demoler” las
subjetividades de resistencia que las estrategias de poder popular de la insurgencia han
edificado tras la prolongada ausencia del Estado.
De lo que se trata entonces en casos específicos como la guerra que se libra en el
Catatumbo, es el diseño de una bien planeada y cuidadosa estrategia de acción política,
ideológica y cultural. Claramente lo que se sugiere es el traslado de las maniobras al mismo
escenario donde lo ha llevado actualmente el Eln.
El trabajo inmaterial es “biopolítico” dice Negri (Ibídem p. 93), quiere decir este autor que
incluso una sonrisa que un soldado pueda dar a un campesino, es considerado trabajo
inmaterial. Generar una nueva cultura de solidaridad y apoyo mutuo, desarrollar, como le
llama Negri, una “inmensa empresa de amor” [6] (Negri, 2004, p. 111) es una de las
prioridades que debe considerar el Estado si el objetivo es crear una nueva cultura, un
nuevo sentido común que derrumbe las bases desde la cuales se ha emplazado a la sociedad
civil contra el Estado.

Bibliografía
Balibar, Etienne (1993). La Filosofía de Marx. Buenos Aires: Ediciones Nueva visión.
Castro-Gómez, Santiago (2012). Historia de la gubernamentalidad. Razón de Estado,
liberalismo y neoliberalismo en Michel Foucault.
Eln (1993). Poder popular y nuevo gobierno. Conclusiones del II Congreso
___ (1992) Simacota. Conclusiones del X Pleno de la Dirección Nacional.
___ (2004). Revista Unidad. El pensamiento del ELN a propósito de 40 años de lucha y
esperanzas. Documento de circulación interna.
Gramsci, Antonio (1985). Cuadernos de la Cárcel. Tomo I. México: Ediciones Era
Marx, Karl y Engels, F. (1974). La ideología Alemana. Montevideo: Editorial Pueblos Unidos
S.A.
Negri, Antonio (2004). Cinco lecciones en torno a imperio. Barcelona: Editorial Paidós
Negri, Antonio y Hardt, Michael (2004). Multitud, Guerra y democracia en la era del imperio.

6 “Más allá de nuestra democracia no realizada existe el deseo de una vida común que necesita ser satisfecho. Tal vez
podamos, fundiendo la carne con el intelecto de la multitud, generar una nueva juventud de la humanidad a través de
una inmensa empresa de amor” (Negri, 2004, p. 111).

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